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La Estructura épica de "Los de Abajo" y un Prólogo Especulativo Author(s): Seymour Menton Reviewed work(s): Source: Hispania, Vol. 50, No. 4, Fiftieth Anniversary Number (Dec., 1967), pp. 1001-1011 Published by: American Association of Teachers of Spanish and Portuguese Stable URL: http://www.jstor.org/stable/338857 . Accessed: 11/02/2013 23:40 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . American Association of Teachers of Spanish and Portuguese is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Hispania. http://www.jstor.org This content downloaded on Mon, 11 Feb 2013 23:40:19 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

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La Estructura épica de "Los de Abajo" y un Prólogo EspeculativoAuthor(s): Seymour MentonReviewed work(s):Source: Hispania, Vol. 50, No. 4, Fiftieth Anniversary Number (Dec., 1967), pp. 1001-1011Published by: American Association of Teachers of Spanish and PortugueseStable URL: http://www.jstor.org/stable/338857 .

Accessed: 11/02/2013 23:40

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LA ESTRUCTURA EPICA DE "LOS DE ABAJO" Y UN PROLOGO ESPECULATIVO

SEYMOUR MENTON Editor of Hispania, 1962-65

University of California, Irvine

COMO Hispania

naci6 apenas un

afio despues de la primera edici6n de Los de abajo, he aqui el lugar ideal para hacer una revalorizaci6n de esa novela con una perspectiva de unos cincuenta afios. Tal revalorizaci6n de la que me atrevo a lamar la mejor novela de la Revoluci6n mexicana debe incluir tanto un anailisis de la obra como un estudio de su lugar hist6rico en el desarrollo de la novelistica mexicana del 6iltimo medio siglo.

La manera mais 16gica de ordenar las de- cenas de novelas que se han producido sobre la Revoluci6n mexicana es por medio de un estudio generacional.1 Aunque com- parto con el profesor Arrom2 la idea de que los hombres que se crian durante la misma 6poca tienden a heredar los mismos cono- cimientos y las mismas actitudes y tienden a reaccionar frente a los acontecimientos de su epoca de una manera semejante, tam- bidn creo que las condiciones locales y las diferencias individuales son capaces de cambiar y a veces de predominar sobre el patr6n normal.

De las cinco generaciones desiguales de novelistas de la Revoluci6n mexicana, la primera es la mais amplia porque incluye autores nacidos entre 1873 y 1890. Lo que los junta dentro de una sola generaci6n es que todos se criaron durante la dictadura pacifica y materialmente pr6spera de Por- firio Diaz. Por la mayor parte, eran pro- fesionales: abogados y medicos con buena preparaci6n acad6mica. Se entusiasmaron unainimemente con los ideales de Francisco Madero y aplaudieron la caida del dictador Diaz. Sin embargo, no tardaron en desilu- sionarse con la Revoluci6n al notar los ac- tos de barbarie cometidos por el pueblo. Al-

gunos de estos autores Ilegaron a ocupar puestos bastante importantes durante la Revoluci6n y su presentaci6n de la ac- ci6n militar o del ambiente en general se ve a

travys de los ojos oficiales o de la

gente "decente." Integran esta generaci6n las figuras bien conocidas de Mariano Azuela (1873-1952), Jose Vasconcelos (1881-1859), Martin Luis Guzmin (1887- ) y Jose Rub6n Romero (1890- 1952). Aunque los cuatro ven los resultados de la Revoluci6n con distintos grados de la misma desilusi6n, se dividen claramente por su manera de escribir. Guzman y Vas- concelos, quienes realizaron sus estudios en la capital y formaron parte del grupo erudito de los ateneistas, emplean un len- guaje literario bien labrado para narrar sus propias experiencias. Sus obras mais famo- sas, El dguila y la serpiente y Ulises criollo, estain escritas en forma de memorias, lo que no debe rebajar su valor literario pero al mismo tiempo si debe eliminarlas de un estudio gen&rico de la novela.

A diferencia de sus contemporineos, Mariano Azuela y Ruben Romero se criaron en la provincia, Azuela en Jalisco y Romero en Michoacin. Lejos del am- biente intelectual del Ateneo, el estilo de los dos es menos ampuloso y mas sencillo y sus obras contienen mais dialogo. Las novelas muy autobiogrificas de Rub6n Ro- mero han divertido seguirnin dividtiendo a muchos lectores por su espiritu picaresco y por su humorismo a veces procaz, pero care- cen de trascendencia. En cambio, la pro- ducci6n novelistica de Azuela constituye toda una historia balzaciana del Mexico de la primera mitad del siglo XX. No obstante, de las veintitantas novelas que escribi6

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Azuela, s61o se destaca Los de abajo como una verdadera obra maestra. Al seguir las aventuras de un pequefio grupo de gue- rrilleros, Azuela logra captar en esa novela el aspecto 6pico de toda la Revoluci6n.

Aunque s61o cinco aflos separan al menor de la primera generaci6n del mayor de la segunda generaci6n, las diferencias son fundamentales. Nacidos entre 1895 y 1902, los autores de la segunda generaci6n no podian recordar directamente la dicta- dura de Porfirio Diaz. Eran adolescentes o nifios cuando estall6 la Revoluci6n. Por eso, sus estudios en la primaria o en la secun- daria fueron interrumpidos y ellos se for- maron en los campos de batalla. En sus novelas, se identifican totalmente con la Revoluci6n y por eso no se desilusionan tanto como los de la generaci6n anterior. Es- criben desde el punto de vista del soldado raso y su estilo es directo y sincero. Muchos de ellos trabajaron de periodistas. Con- tempornneos de John Steinbeck y de Er- skine Caldwell, sus obras publicadas du- rante la d6cada de los '30 gozaron de mucha fama, pero poco a poco se van olvidando. De entre Jos6 Mancisidor (1895-1956), Gregorio L6pez y Fuentes (1897-1967), Rafael Mufioz (1899- ) y Jorge Fe- rretis (1902-1962), el mis renombrado de esta generaci6n es L6pez y Fuentes, cuya obra mis famosa es El indio, un conjunto no muy bien estructurado de cuadros de antropologia y de protesta social. Aunque L6pez y Fuentes logra captar lo esencial de sus personajes a pesar de su anonimidad, sus novelas resultan demasiado sencillas y limitadas para el gusto artistico de hoy. No s61o 61 sino todos los autores de esta se- gunda generaci6n parecen haber percibido que ya pas6 su momento. Despu6s de haber escrito muchas novelas en los '30, publi- caron relativamente poco despu s y abso- lutamente nada desde 1953, fecha de las dos uiltimas novelas de Mancisidor: Fron- tera junto al mar y El alba en las simas.

La tercera generaci6n, literariamente mucho m-is culta y cosmopolita, disfruta actualmente del respeto del pi-blico, sobre

todo en el caso de Agustin Yafiez, ex-cate- dritico de estilistica en la Universidad Na- cional Aut6noma de M6xico, ex-goberna- dor del Estado de Jalisco y actual Ministro de Educaci6n. Yafiez y sus contemporineos nacieron entre 1904 y 1914. Antes de llegar a la adolescencia, la acci6n militar de la Revoluci6n ya se habla terminado. Como consecuencia directo de la Revoluci6n, se multiplicaron las escuelas puiblicas en M&- xico y la educaci6n se puso al alcance de un mayor ntimero de personas. Estos autores se formaron literariamente durante la 6poca vanguardista de los '20 aunque no publi- caron sus novelas hasta los '40. Sirvi ndose de una t6cnica experimental y con un punto de vista mis intelectual, ellos lograron colo- car la Revoluci6n dentro de su perspectiva hist6rica. Sus panoramas nacionales, ins- pirados en parte por los frescos de Diego Rivera y Jose Clemente Orozco, pueden compararse a la novela U.S.A. de John Dos Passos aunque estilisticamente deben mts a Joyce y a Faulkner.

Como era de esperar, esta generaci6n ha producido algunas novelas verdaderamente admirables: El resplandor (1937) de Mau- ricio Magdaleno (1906- ), El luto hu- mano (1943) de Josf Revueltas (1914- ) y Al filo del agua (1947) de Agustin Yafiez (1904- ). Las tres nove- las tratan los antecedentes de la Revoluci6n: Yaifiez parece limitarse a los afios 1909-10 pero por medio del personaje Lucas Macias evoca todo el siglo diez y nueve; Mag- daleno remonta hasta la Colonia y Revuel- tas hasta los mitos de la creaci6n. Tanto Magdaleno como Revueltas se preocupan por los efectos de la Revoluci6n en la 6poca de LAzaro Cardenas (1934-40). En las tres novelas hay piginas magistrales pero las tres tambi6n sufren de algunas imperfec- ciones en la asimilaci6n de las nuevas t6cnicas.

En realidad, Juan Rulfo (1918- ) constituye un fen6meno aislado en este es- tudio generacional de los novelistas de la Revoluci6n mexicana. Su contemporaneo, coterrnneo y contrincante Juan Jos6 Arreola

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(1918- ) se parece mucho m-is a sus contemporineos de otros paises his- panoamericanos cuya literatura fantistica y angustiosa a la vez, inspirada en Borges y Sartre entre otros, predominaron en los '50: Augusto Monterroso (1921- ), Virgilio Pifiera (1914- ), Rene Marquis (1919- ), Fernando Alegria (1918- ) y Julio Cort izar (1914- ). Estos autores se criaron durante la crisis econ6mica de los '30 pero quedaron m-is impresionados por la Segunda Guerra Mundial y por el futuro de un universo amenazado por la bomba at6mica. Con toda la experimenta- ci6n literaria del siglo veinte a su alcance, ellos reaccionaron contra lo que considera- ban la literatura poco literaria de los crio- Ilistas y siguieron los vericuetos de la sub- consciencia, de la filosofia y de la pura fantasia. Rulfo es una excepci6n y yo diria que es una excepci6n porque es mexicano- o sea que el tema de la Revoluci6n es tan constante que ain un escritor cuyos fines son mucho mis sicol6gicos y est&ticos que politicos y socio-econ6micos no puede re- sistir el poder magn6tico de los temas revo- lucionarios. En Pedro Paramo (1955), la historia del tipico cacique prerrevolucion- ario, se explora el mundo mitico del pro- tagonista y de varios otros personajes con una ticnica tan complicada como la de los cuentos mais laberinticos de Jorge Luis Borges. Por grande que sea el virtuosismo, la mezcla de distintos planos cronol6gicos y de personajes vivos y muertos produce en parte el efecto de un rompecabezas cuya so- luci6n representa un triunfo intelectual para el lector pero tiende a deshumanizar a los personajes.

La quinta generaci6n de los novelistas de la Revoluci6n mexicana consta de los mais atrevidos criticos de la sociedad actual. Na- cidos entre m-is o menos 1925 y 1935, estos escritores-Rosario Castellanos (1925- ), Sergio Galindo (1926- ), Carlos Fuen- tes (1929- ), Tomas Mojarro (1932- ), Vicente Lefiero (1933- ), Fernando del Paso (1935- )-ya no se sienten obligados a justificar la Revoluci6n de

1910, todo lo contrario. Contemparineos de Fidel Castro, ellos sefialan los abusos y las injusticias de una sociedad engendrada por la Revoluci6n y piden a gritos reformas verdaderamente revolucionarias. Desilu- sionados por la Guerra Fria y la prolifera- ci6n de las armas at6micas y entusiasmados con el despertar de las nuevas naciones de Africa y de Asia, ellos sienten mucho la angustia existencialista, muy de moda en la dicada de los '50, pero no estain dis- puestos a ahogar su angustia en las "pliticas de caf6." Son hombres de acci6n que saben utilizar la tecnica experimental para pro- ducir obras mis comprometidas. El por- tavoz de esta generaci6n es Carlos Fuentes.

Aunque Fuentes no rechaza del todo el "escapismo" de los "borgistas"-Los dias enmascarados (1954), Aura (1962), Zona sagrada (1967)-sus obras mias importantes constituyen una intervenci6n cir irgica apa- sionada y despiadada en la sociedad con- temporinea de Mixico: La regidn mis transparente (1958) y La muerte de Ar- temio Cruz (1962). Tal vez el mis pro- fesional de todos los autores que han nove- lado los distintos aspectos de la Revolu- ci6n mexicana, ese mismo profesionalismo representa para Fuentes un peligro cons- tante de desviaci6n hacia el virtuosismo y todavia no ha producido la obra maestra de la cual parece capaz.

En fin, por magistrales que sean las dos novelas susodichas de Fuentes, Pedro Pdramo de Rulfo, Al filo del agua de Yaifiez y El luto humano de Revueltas, ninguna supera a Los de abajo como una obra integral dedicada a captar la esencia de la Revoluci6n.

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M EDIO SIGLO despu"s de publicarse, Los de abajo ocupa un lugar consagrado

en la novelistica hispanoamericana. Sin embargo, igual que Dofia Bdrbara, La vorigine, Don Segundo Sombra y otras novelas teldricas, la obra de Azuela ha sido algo opacada por las de los nuevos

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maestros mis cosmopolitas. Sin quitarles nada a estos, me parece que conviene de vez en cuando echar una nueva ojeada a los obras clisicas para determinar hasta qu6 punto se mantienen sus valores. En cuanto a Los de abajo, una lectura analitica revela no solamente una confirmaci6n de la critica favorable del pasado, sino que tambidn desmiente la impresi6n de muchos criticos que la novela consta de un grupo de cuadros sueltos sin una estructura pre- meditada.3

La clave para comprender esa estructura es la interpretaci6n de la novela como la epopeya de la Revoluci6n mexicana y de cierta manera, la epopeya del pueblo mexi- cano en general." Descendientes de los indios precortesianos, Demetrio Macias y sus hombres estin condenados a caminar a ciegas en el espacio y en el tiempo. Igual que los personajes posteriores de El luto humano (1943) de Jose Revueltas y de Los peregrinos inm6viles (1944) de Gre- gorio L6pez y Fuentes, Demetrio y sus com- pafieros mais fieles "vuelven al lugar de donde salieron": el caii6n de Juchipila. "En su alma rebulle el alma de las viejas tribus n6madas. Nada importa saber ad6nde van y de d6nde vienen; lo ne- cesario es caminar, caminar siempre, no estacionarse jamis; ser duefios del valle, de las planicies, de la sierra y de todo lo que la vista abarca" (pp. 255-56).5

Esta identidad con sus antepasados no es una casualidad; mis bien remata las alu- siones bien distribuidas en las piginas an- teriores: "impasibles los unos con la im- pasibilidad petrea de los idolos aztecas" (p. 230), "cerros que parecen testas de colosales idolos aztecas" (p. 161), "un costado de la Bufa, con su crest6n, como testa empe- nachada de altivo rey azteca" (p. 129), "Demetrio . .. en sus mejillas cobrizas de indigena de pura raza corria de nuevo la sangre roja y caliente" (p. 89).

La filtima caminata tambien refuerza la unidad estructural del libro haciendo pen- sar en la salida del pueblo de Camila (p.

88), la entrada a Moyahua (pp. 161-62), la caminata despues del encuentro con el cura (p. 185), la salida para Tepatitlain (p. 197), y la subida a la cuesta ya en plena derrota (p. 228).

Otro elemento que convierte la epopeya de la Revoluci6n en la epopeya del pueblo mexicano es el prop6sito de Azuela de no distinguir entre los revolucionarios y los no revolucionarios. Los federales del tercer capitulo de la primera parte-"hombres diminutos en caballos de miniatura" (p. 19)-no se distinguen en absoluto de los revolucionarios del capitulo quince-"pare- cen juguetes de rinconera" (p. 88). Tanto Demetrio como el viejo espia federal tienen cara de indigena (pp. 89, 106). Los mismos reclutas federales tienen tanta justificaci6n para andar en la Revoluci6n (pp. 39-41) como los hombres de Demetrio (pp. 59, 69, 73-77). El primer ataque de estos contra los federales se lanza con el repetido grito ir6nico de Demetrio "-A los de abajo... A los de abajo" (p. 22). Con la misma ironia, las Uiltimas palabras que "ruge" Demetrio "como una fiera" son "iA quitar- les las alturas!" (p. 257).

Como toda buena epopeya, Los de abajo se basa en un acontecimiento hist6rico de trascendencia nacional; comienza in medias res; presenta las hazafias de un heroe legendario y sus amigos; se encierra en un marco cronol6gico con una estructura reforzada con motivos temiticos; y luce varios rasgos estilisticos que suelen asociarse con la poesia epica.

A pesar de que Azuela presenta la acci6n de solamente un pequefio grupo de revolu- cionarios, nunca pierde de vista que ellos estain participando en la Revoluci6n que engendr6 al Mexico del siglo veinte. La divisi6n de la novela en tres partes corre- sponde a tres distintas fases hist6ricas de la Revoluci6n. El hecho de que la primera parte sea la mais grande-veintiin capitu- los-y que capte el espiritu idealista de la lucha contra las fuerzas reaccionarias del usurpador Victoriano Huerta, contribuye a rechazar la afirmaci6n de algunos crfticos

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de que Los de abajo es una novela anti- rrevolucionaria.6 Sin embargo, hay que reconocer que la coincidencia de la gran victoria revolucionaria de Zacatecas con la muerte del idealista Solis al final de la primera parte constituye una observaci6n ir6nica de Azuela sobre el destino trigico de su pueblo. Los catorce capitulos de la segunda parte, que corresponden historica- mente a las maniobras politicas de los varios caciques antes de la Convenci6n de Aguas- calientes, hacen resaltar la barbarie de los revolucionarios. Los siete iltimos capitulos de la tercera parte comienzan con la derrota de Pancho Villa en la batalla de Celaya y reflejan el proceso de apaciguamiento del pais.

Aunque se mencionan todos los grandes generales revolucionarios menos Zapata, 6stos no intervienen personalmente en la novela para no empequefiecer el bulto de Demetrio Macias, el protagonista novelesco. Al contrario, Azuela se sirve de Pancho Villa para enaltecer a Demetrio. El capitulo veinte, peniltimo de la primera parte, em- pieza con una gran exaltaci6n de Villa: "iQue viene Villa! La noticia se propag6 con la velocidad de relhmpago. iAh, Villa! . . . La palabra magica. El Gran Hombre que se esboza; el guerrero invicto que ejerce a distancia ya su gran fascina- ci6n de boa" (p. 121)-pero, en las pr6ximas cuatro paiginas, Azuela rebaja despiadada- mente al h"roe chihuahense en prepara- ci6n para la apoteosis de Demetrio en el capitulo siguiente. El titulo de "iNuestro Napole6n Mexicano!", al salir de la boca del desvergonzado Luis Cervantes tiene un efecto contraproducente. Alberto Solis em- plea "un tono un tanto ir6nico" para indicar que e1 tambien dijo eso en un discurso en Ciudad Juirez. Luego, la leyenda que se ha forjado alrededor de Villa se desvanece cuando Anastasio Montafies, el amigo mais fiel de Demetrio, se da cuenta de que nadie ahi conoce personalmente a Villa y que todas las proezas se conocen s61o de oidas. Para Anastasio, Villa no es mais valiente que ninguno de ellos. "-i Hum... pos se

me hace que de hombre a hombre todos somos iguales! . . .Lo que es pa mi naiden es m•s hombre que otro" (pp. 124-25). Cuando otro compafiero de Demetrio, la Codorniz, remeda la manera de hablar de Anastasio, el capitulo termina con grandes risotadas y la figura de Villa se borra por completo de la mente del lector. En cam- bio, en el capitulo siguiente, Azuela atri- buye a Demetrio Macias y a los suyos la toma de la Bufa en Zacatecas, la batalla decisiva de la revoluci6n contra Victoriano Huerta. En contraste con los comentarios sobre Villa, es Alberto Solis el idealista que describe en terminos 6picos la actua- ci6n heroica de Demetrio mientras que el cinico Luis Cervantes ni la presenci6 por haber estado escondido.

Entonces fue cuando Demetrio Macias, sin esperar ni pedir 6rdenes a nadie, igrt6: -iArriba, muchachos! ... i Qu birbaro! -clame asom- brado. Los jefes, sorprendidos, no chistaron. El caballo de Macias, cual si en vez de pezufias hubiese tenido garras de iguila, trep6 sobre estos pefiascos. lArriba, arriba!, gritaron sus hombres, siguiendo tras 61, como venados, sobre las rocas, hombres y bestias hechos una. S61o un muchacho perdi6 la pisada y rod6 al abismo; los demis aparecieron en brevisimos instantes en la cumbre, derribando trincheras y acuchillando soldados. Demetrio lazaba las ametralladoras, tirando de ellas cual si fuesen toros bravos (pp. 128-29).

El triunfo de la Revoluci6n representado simb6licamente por la llegada de Demetrio a la cumbre de la Bufa ocurre en el centro matematico de la novela. (Las tres partes constan respectivamente de 21, 14 y 7 capi- tulos.) Puesto que tanto la primera escara- muza de Demetrio como la ultima transcu- rren en el caii6n de Juchipila, se puede des- cribir la unidad estructural de la novela casi en forma de un triangulo equilitero- topogrnfico. Es mis, esta interpretaci6n se refuerza a la vez que se complica con dos alu- siones simb6licas. El arrancar los grabados de la Divina Comedia en el segundo capi- tulo de la segunda parte sefiala el descenso al infierno de la barbarie. En cambio, el simil del "portico de vieja catedral" en el iltimo pirrafo del libro hace pensar en la subida al cielo del alma de Demetrio.7

Adem~s de esa unidad topogrnfica, el

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personaje de Demetrio le da a la novela una gran unidad por su caricter 6pico que se destaca constantemente en medio de todo el caos revolucionario. El solo es el primero que se enfrenta a los federales en el primer capitulo y e1 solo sigue apuntando despues de que sus compafieros lo han abandonado o han muerto.

La creaci6n del heroe 6pico en el primer capitulo es verdaderamente magistral. Comienza in medias res con un dialogo an6nimo. Despues, en siete paiginas muy cortas, Demetrio crece desde la figura mis insignificante, "un hombre que, en cucli- llas, yantaba en un rinc6n" (p. 5), hasta todo un h'roe 6pico. El primer paso en la transformaci6n ocurre cuando un hombre an6nimo en cuclillas se pone en pie "sin al- terarse" (p. 6). Ya es el hombre. En cuanto ciiie la cartuchera a su cintura, se men- ciona su nombre de Demetrio (p. 6). Por medio del sargento federal, el campesino Demetrio se convierte en el famoso De- metrio Macias. Por contraste con el te- niente federal muy locuaz, el famoso Deme- trio Macias se agiganta. La rata metida en algfin agujero (pp. 9-10) se cambia ins- tantineamente en una silueta blanca que Ilena de pronto la boca obscura de la puerta. Guardando silencio mientras el teniente se humilla, Demetrio permite que los tres federales se vayan. Sin mostrar emoci6n alguna, se despide de su mujer con el nifio en los brazos. Al trepar por la montafia, ve alejarse a su familia y despuds de muchas horas de ascenso ve arder su casa en el fondo del caii6n (p. 11).

En el capitulo siguiente, se repite la metamorfosis de Demetrio cuando sube "como hormiga arriera" (p. 13) desde el fondo de un barranco poblado de pajarillos, chicharras y diminutas cascadas hasta es- calar la cumbre donde la naturaleza ad- quiere un aspecto gigantesco. Ahi Deme- trio, como un nuevo Roldan, toca el cuerno para convocar a sus veinticinco hombres y de ahi en adelante casi nunca se separa de ellos.

Sin embargo, Demetrio nunca se con-

funde con sus hombres. En los dos en- cuentros en el cafi6n de Juchipila lo mismo que en la toma del pueblo, el comporta- miento de Demetrio es tan heroico como en la toma de la Bufa. Su ingenuidad frente a los aspectos politicos de la Revo- luci6n disminuye su estatura 6pica pero lo humaniza mais y a lo largo esa disociaci6n de los juegos politicos lo ayuda a mantener su pureza revolucionaria y acaba por en- grandecerlo (pp. 210, 224). Aunque de- pende de Luis Cervantes y del General Natera para orientarlo politicamente, se siente bastante capaz para administrar la justicia. El episodio en la hacienda de don M6nico le da a Demetrio un aspecto de todo un hiroe biblico. Se venga de aquCl incendiaindole la casa pero no permite que sus hombres la saqueen y cuando uno de sus nuevos reclutas le desobedece, Demetrio lo mata.

Este acto tiene una gran importancia porque a Demetrio, aunque parezca men- tira, no le gusta matar. Durante todo el primer capitulo de la segunda parte en el cual se presenta Margarito el giiero rodeado del tema "yo mat6," Demetrio permanece "silencioso y huraiio en medio de la al- haraca general" (p. 136). Tampoco en- cuentra chiste en los juegos "balisticos" de Margarito con los sefioritos, con el mozo de la cantina y con el sastre. A in en los dos casos cuando Demetrio se siente obligado a matar, no se le menciona el nombre en la oraci6n mortifera: "En un gesto de pavor, Luis Cervantes vuelve bruscamente el rostro. La limina de acero tropieza con las costillas, que hacen crac, y el viejo cae de espaldas, con los brazos abiertos y los ojos espantados" (p. 106). "Pero antes de que pueda franquear el umbral, un disparo instantineo lo hace caer como los toros heridos por la puntilla" (p. 169).

A Demetrio tampoco le gusta robar. Mientras todos sus hombres se disputan los avances, Demetrio es capaz de rechazar todas las joyas y las monedas ofrecidas por Luis Cervantes. Inclusive, el finico "avance" que le toca y que guarda, el reloj

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de repetici6n, no lo rebaja en absoluto. Primero, despierta en el lector un senti- miento de compasi6n cuando Anastasio no puede decir la hora sino consultando las estrellas (p. 140) y luego se vuelve insigni- ficante ante los dos diamantes de Luis Cer- vantes (p. 144).

Tambi n en contraste con Margarito, Demetrio no es tan mujeriego. No le acepta la invitaci6n de visitar el barrio alegre y se comporta bien con Camila de quien estai enamorado.

A excepci6n del Meco cuya esposa apenas se menciona una vez, Demetrio es el 6lnico revolucionario que tiene familia. Aunque la mujer y el hijo de Demetrio- siempre an6nimos-s6lo aparecen en el primer capitulo y en el pen6lltimo del libro, 61 los recuerda en otras dos ocasiones casi matemiticamente colocadas: cuando le contesta al pobre jornalero (p. 96) y en el encuentro con don M6nico (pp. 194-95).

Por ser Demetrio un h6roe 6pico del siglo veinte y de la Revoluci6n mexicana, no puede ser un h6roe perfecto. Le gusta tomar y a veces se emborracha bambolean- dose (p. 86), dando tumbos por la calle (p. 141) y dejindose tumbar por la Pin- tada (p. 157). Comienza a creer el relato exagerado de sus hazafias (p. 114) y no puede menos que contagiarse algo de la brutalidad de sus compafieros en la se- gunda parte. Clava "su mirada de rapifia" en la "novia" de catorce afios de Luis (p. 150) y mira a la Pintada como si la estu- viera olfateando (p. 137). Pero en realidad el punto mi's bajo para Demetrio ocurre to- davia en la primera parte de la novela poco antes de su apoteosis en la Bufa. Cuando Anastasio le cuenta que dos reclutas amane- cieron con el crineo agujereado, la tinica respuesta de Demetrio es "-Psch! ... Pos que los entierren . . ." (p. 115).

No obstante, Demetrio es capaz de re- generarse y de mantener su caricter heroico a pesar de toda la barbarie de la segunda parte. Esto se debe a la atribuci6n de la mayor parte de las maldades a dos nuevos

personajes, Margarito y la Pintada, que ac- tfian s6lo en esa segunda parte. Tenia que ser asi porque ellos son los f-nicos que no reconocen la autoridad de Demetrio: Mar- garito no le devuelve el maiz al viudo sino que le da una cintareada y la Pintada mata a Camila.

En cambio, los guerrilleros del grupo original siguen a Demetrio con una fideli- dad digna de los compafieros de Ulises, Roldan y el Cid. Cuando Demetrio cae herido, lo Ilevan en una camilla al pueblo donde Azuela capta plisticamente la rela- ci6n entre los hombres y su jefe: "Pan- cracio, Anastasio Montafiis y la Codorniz se echaron a los pies de la camilla como perros fieles, pendientes de la voluntad del jefe. Los demis se dispersaron en busca de comida" (p. 29).

De todos los compafieros, Anastasio Montafies es el mis cercano a Demetrio y por lo tanto el m is bueno. Es el primero que ofrece seguir a Demetrio en su cam-

pafia contra los federales y le queda fiel hasta la muerte. Aunque se considera superior a los otros hombres de Demetrio (p. 32), no le cabe ninguna duda de que Demetrio es el jefe de todos (p. 16). Ade- mis, por el uso constante de la palabra "compadre" se establece una relaci6n afec- tuosa que humaniza a los dos hombres, al mismo tiempo que los separa de los demis. Demetrio, que suele no mostrar sus emo- ciones, "derrama ligrimas de rabia y de dolor" (p. 257) cuando ve morir a Anas- tasio.

Igual que Demetrio, Anastasio repre- senta la fusi6n del h roe -pico con el hom- bre mortal. La insistencia en su barba, sus cejas espesas y muy negras (pp. 15, 24, 68), su mirada dulzona (pp. 15, 24, 68, 107), su robustez (pp. 15, 97) y su reli- giosidad (pp. 16, 25, 27, 223) le da el aspecto de una figura del Viejo Testamento. Lo mismo que Demetrio, es capaz de con- servar su pureza en medio de la barbarie de sus compafieros. No le gusta jugar a la baraja ni insultar; no se emborracha ni se

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mete con las mujeres aunque le da con- sejos al respecto a Demetrio a base de su "muncha experencia" (p. 44). A pesar de proclamarse muy amigo del giiero Marga- rito desde la penitenciaria, Anastasio actfia muy poco en toda la segunda parte de la novela.

No obstante, Azuela se cuida mucho de idealizarlo. Como varios de los compaiieros, ha estado en la penitenciaria por un cri- men: "le meti un navajazo a un capitancito faceto" (p. 69). Aunque no se distingue como Pancracio y el Manteca en la ma- tanza de los federales, Anastasio si parti- cipa: "deja caer su mano, rendido ya" (p. 107). Junto con la ingenuidad, brilla en su "impasible rostro . . . la amoralidad del chacal" (p. 107). De la misma manera casi impersonal en que Anastasio participa en la matanza, tambi6n interviene en el saqueo de la casona con Pancracio y la Pintada. Como 6stos, hunde las manos en un mont6n de papeles pero mientras ellos reaccionan violentamente al no encontrar nada, el nombre de Anastasio ni aparece en el resto del capitulo.

Donde Anastasio se individualiza mas como personaje de came y hueso es en el aspecto humoristico de su caracterizaci6n. Muy ingenuo, no sabe leer y tiene que consultar las estrellas despubs de ver el reloj de Demetrio para averiguar la hora. Le gusta comer hasta eructar (p. 152) y duerme roncando como un tromb6n (p. 57). Despues de lanzar un brindis a Deme- trio, se aplaude a si mismo (p. 153). A trav6s de toda la novela, los companeros, sin dejar de reconocer su autoridad en asuntos militares, escuchan con increduli- dad los relatos de sus hazafias precedidas de la muletilla "'A que no me lo crees?" (pp. 16, 69, 119, 125, 245).

Los otros cinco compafieros de Demetrio, sin dejar de ser personajes muy secun- darios, logran distinguirse entre si. La Co- dorniz es ladr6n, mujeriego y c6mico. Entr6 en la Revoluci6n por haber robado "un reloj y unos anillos de brillantes" (p.

59); se roba las cortinas de la casona para convertirlas en sudaderos para su yegua (p. 145); y se roba "los relojes y anillos de oro" de la casa cural (p. 186). Propone el baile de despedida en el pueblo (p. 81), le indica a Pancracio que la tuerta Maria Antonia tambi6n le pertenece a 61-"tuyo y mio" (p. 120), entra en la casa saqueada con la chiquilla de doce afios (p. 145) y al recibir la orden de perseguir a los oroz- quistas, grita "-jAprev6nganse, tapatias de mi alma, que alli voy!" (p. 182). Pero es en el papel de c6mico donde se destaca mis: pretende torear a los federales con los calzones (p. 21), se disfraza de cura para confesar a Luis Cervantes (p. 47), paga veinticinco centavos por la miquina de escribir por el gusto de romperla (p. 117), remeda a Anastasio (p. 125), se burla del Manteca porque su "resplandor" no era plata sino hoja de lata (p. 187) y habla con un lenguaje pintoresco (pp. 236, 238, 248).

A pesar de ser ladr6n, la Codorniz es un personaje muy simpaitico. En cambio, de todo el grupo original de Demetrio, Pan- cracio es el mas antipitico. En lo fisico, Azuela insiste en su "cara lampifia, in- mutable como una piedra" (pp. 23, 24, 32, 42, 70). Es la encarnaci6n de la bestialidad. Las sefioras en casa de don M6nico aprie- tan a los nifios con horror al ver a Pan- cracio: "jhan visto al say6n que esti crucificando a Nuestro Sefior Jesucristo en el via crucis de la parroquia! (p. 166). Fue 61 quien hiri6 a Luis Cervantes (p. 32) y luego estai por tronarlo (pp. 35, 45); se distingue en la carniceria del pueblo matando tanto al hermano del paisano como al capitancito, empujando a 6ste desde la azotea de la iglesia (p. 107); despubs mata al sacristain no mis porque vestia de catrin (p. 181) y muere apufialado por el Man- teca pero no sin matar antes a 6ste (p. 225).

El Manteca es tan antipaitico y tan ase- sino como Pancracio pero menos impor- tante como personaje en la novela. Si Pan- cracio se distingue por su rostro lampifiio e

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LA ESTRucruRA IPICA DE "Los DE ABAJo" 1009

inmutable, el Manteca se identifica por sus "ojos torvos de asesino" (p. 23), sus "ojos escondidos, mirada torva" (p. 42), y sus "ojos de culebra" (p. 70). El Meco, auin menos importante, se caracteriza por ser muy moreno, s61o que Azuela se lo dice al lector de una manera oblicua: "s61o en los ojos y en los dientes tenia algo de blanco" (p. 20), "blanca dentadura" (p. 90).

lMais importante que el Manteca y el Meco, Venancio no se desarrolla como personaje tanto como promete. Por ser bar- bero, sabe leer y sacar muelas. Les cuenta a los compafieros episodios de El judio errante (p. 61) y evoca la admiraci6n, no totalmente desinteresada de Luis Cervantes. Luego aparece brevemente en la batalla del pueblo (p. 96) y no se le menciona el nombre otra vez hasta el capitulo quinto de la segunda parte cuando galantea a la Pintada con versos. Vuelve a parecer importante al principio de la tercera parte por la carta de Luis Cervantes que le niega la posibilidad de comprarse el titulo de medico en los EE. UU. pero le ofrece la posibilidad de establecer un restaurante "netamente mexicano" (p. 226). De ahi en adelante, Venancio sigue con las tropas de Demetrio sin que se destaque de los demais por sus conocimientos superiores. Cuando muere "con el pecho horrible- mente abierto por la ametralladora" (p. 257), Azuela parece decirnos que los pocos conocimientos de Venancio no eran sufi- cientes para ponerlo en el plano de los tres curros (Cervantes, Solis y Valderrama) y tenia que bajarse al nivel de los com- pafieros y morir con ellos.

Aunque los percances del heroe legen- dario y sus amigos parecen desordenados, caben dentro de un marco cronol6gico que va de 1913 hasta 1915. Ademis de la ruta circular, los altibajos y el caricter de los heroes, la unidad del libro se refuerza con motivos temiticos del pasado o del futuro: las ratas (pp. 10, 95, 105), la hoja seca (pp. 84-85, 113), "tuyo y mio" (pp. 87, 120), el escondite de Luis (pp. 38, 126), los perros

(pp. 5, 162, 197, 231), la cerveza (pp. 73, 79, 146, 173), y los presagios de Demetrio (pp. 192, 194, 208, 233, 238, 253, 255).

Igual que el Poema de Mio Cid, Los de abajo consta de tres cantos (partes). Es mis, la estructura tripartita se refuerza constantemente por las muchas combina- ciones de tres personas, tres cosas y tres palabras o frases paralelas. Son tres fede- rales que Ilegan a Lim6n a turbar la vida de Demetrio cuya familia consta de tres personas. Tres federales reniegan de ser federales (pp. 39-41) y tres viejas chismo- rrean (p. 54) mientras duerme Demetrio; hay tres curros (Cervantes, Solis y Valde- rrama) y este promete levantar tres tiendas para Dios, para Moises y para Elias (p. 238). Demetrio sopla tres veces y contestan tres silbidos (p. 14); tres gendarmes "re- clutaron" al soldado federal (p. 39); du- rante tres dias desaparece Camila (pp. 64, 67); Pancracio toca tres veces en la puerta de don M6nico (p. 164); en la hacienda donde trabaja Pifanio hay tres casitas (p. 190) con tres grandes fresnos (p. 192) y estain a tres jornadas de Lim6n (p. 195); en Aguascalientes comen tres tortillas (p. 221) y el vendedor les ofrece tres reliquias (p. 222).

En cuanto al estilo abundan los ejem- plos de grupos paralelos de tres sustantivos, tres verbos y tres adjetivos.

sustantivos: blanquillos, leche, frijoles (p. 7); imprecaciones, amenazas, insolencias (p. 14); injurias, maldiciones, amenazas (p. 15); ebrios de sol, de aire y de vida (p. 90).

adjetivos: ocultos, quietos y callados (p. 20); odio solapado, implacable y mortal (p. 141); hombres requemados, mugrientos y casi desnudos (p. 116).

verbos: cantaban, reian, ululaban (p. 90); se abrazaban, se confundian y se borraban en la nada (p. 132).

La premeditaci6n del autor respecto a este punto se confirma en el peniltimo capitulo del libro, en el cual Demetrio se reine con su mujer. En ese capitulo no hay ni un ejemplo de una frase trimembre. En cambio, si abundan los grupos de dos para reflejar y realzar el encuentro de hombre y mujer despuds de dos aiios de

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1010 SEYMOUR MENTON

ausencia. Aunque el hijo esti presente, no se individualiza y desaparece artisticamente refugiindose en el regazo de su madre. En poco mis de tres paiginas, he aqui los ejemplos: se abrazaron y permanecieron mudos; los sollozos y las ligrimas; diez o veinte afios; en la repro- ducci6n de las misinas lineas de acero de su rostro y en el brillo flamante de sus ojos; atraerlo y abrazarlo; "iEs tu padre, hijo! . ..

. iEs tu padre! .. .; metia . . . y se mantenia huraiio; silenciosos, angustiados; comenz6 . . . tuvieron que; se desat6 . . . sacudi6; en los Arboles, en las pefias, entre la maleza . . . y en toda la serrania; rectas y cimbradoras; cerros . . . cerros

S. .

cerros . . . encerradas; plateado vientre y alas angulosas. (pp. 251-53)

Viendo el libro en total se nota que la estructura trimembre tambidn se refuerza con el predominio de tres colores: blanco, negro y rojo. Aunque Azuela insiste en el azul de las montafias cuando Demetrio y los suyos salen del pueblo de Camila (pp. 87-91), en todo el resto de la novela no destaca mArs que el blanco de la carre- tera polvorienta (p. 91), de la humareda de la fusileria (p. 130), de los muros de las casitas (p. 190), del calz6n de Pifanio (p. 190), de los eriales de la cafiada (p. 228), del pueblo de Juchipila (p. 242) y de los esqueletos de los caballos (p. 249); el negro de los capotes federales (p. 104), de los borbotones de los edificios incendia- dos (p. 130), de las faldas de las mujeres en casa de don M6nico (p. 164), del nicleo de cierto fruto (p. 222), de las caba- Ilerias (p. 228) y de la huella de los incendios (p. 249); y el rojo de las casas incendiadas (pp. 26, 130, 249), de la tierra (p. 198), del relampago (p. 94) y del sol (pp. 130, 190, 194, 198, 228). La combinaci6n de los tres colores en la vic- toria de Zacatecas (p. 130) y en la derrota de Juchipila (p. 249) que se ligan con el comentario-"y se acordaron de que hacia un afio ya de la toma de Zacatecas" (p. 249)-capta el aspecto trigico de la Revoluci6n que despuds habia de pintar con los mismos colores en la biblioteca de Jiquilpan el coterrineo de Azuela, Josi Clemente Orozco.8

Otro rasgo dpico del estilo de Los de

abajo es el uso de los similes. De acuerdo con el caricter rural del libro, la mayoria de ellos se basan en animales, pijaros, in- sectos y fen6menos de la naturaleza. Aun- que casi todos son relativamente sencillos, la repetici6n de algunos de ellos constituye otras vigas para reforzar la estructura de la epopeya. Los cuatro similes a base de pe- rros (pp. 12, 137, 166, 231), ademis de su valor intrinseco, sirven para evocar cons- tantemente la escena inicial de la muerte de Palomo y para presagiar la muerte de los revolucionarios. De la misma manera, el simil final del p6rtico de vieja catedral (p. 258) se prepara con la sierra de gala para las nupcias (p. 255), "una verdad como un templo" (p. 77) y "los demais federales permanecian inm6viles, como bajorrelieves de las peiias" (p. 19).

Las frecuentes alusiones a las peiias (pp. 19,83), a los crestones (p. 31), a los pi- cachos (p. 68), a las cimas (p. 88), a los cerros (pp. 242, 263) y a las cumbres (p. 263) tambidn desempefian una doble fun- ci6n. Como motivos "musicales," refuerzan la estructura pero tambidn, junto con frases como "la oscuridad impenetrable de la noche" (p. 6) y la inmensidad del cielo (p. 89), le dan a la novela un tono grandioso propio de una epopeya. No cabe duda que a veces los hombres quedan empequefie- cidos frente a la grandiosidad de la na- turaleza pero a lo largo y sobre todo gracias a las varias subidas de Demetrio, el efecto final es identificaci6n con lo grandioso en vez de contraste.

I BIEN ES CIERTO que autores mis j6venes como Alejo Carpentier y Au-

gusto Roa Bastos-para citar a s61o dos- piensan en t6rminos de una epopeya no solamente nacional sino tambidn universal -El acoso, Hijo de hombre-esto no sig- nifica que el valor de una buena novela teluirica quede miis limitado. La mexicani- dad de Los de abajo es obvia pero la lucha de un grupo de hombres relativamente primitivos por asegurar su posici6n en la vida no difiere bisicamente de las bisquedas

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LA ESTmucTURA PICA DE "Los DE ABAJO" 1011

de un Artemio Cruz de Carlos Fuentes o de un Horacio Oliveira de Julio Cortaizar. Cada novela no debe juzgarse a priori por su tema ni por su tipo de estilo, sino por su calidad general. En el caso de Los de abajo, se trata de una obra cuya estructura y cuyo estilo concuerdan muy bien con el am- biente ca6tico de la Revoluci6n pero de ahi afirmar que el libro no es mas que una serie de cuadros sueltos, que no es una novela urdida y estructurada y que no sigue un plan premeditado son equivocaciones que ya no se deben repetir.

NOTAS

1La clasificaci6n temaitica de Chang-Rodrigue? (Hispania xLIx, 527) no enfoca con bastante claridad los valores esteticos; no estudia en con- junto la obra total de cada autor; y evita el prob- lema de la evoluci6n del genero.

2JosC Juan Arrom, Esquema generacional de las letras hispanoamericanas (BogotA: Instituto Caro y Cuervo, 1963).

3Manuel Pedro Gonzilez dice: "Es probable que al escribir esta novela, el doctor Azuela no se propusiera a priori el empleo de ninguna tecnica especial ni que tuviera conciencia clara de la valia estetica de su obra" (Trayectoria de la novela en Mexico, Mexico: Botas, 1951, p. 144).

Rojas Garciduefias afirma que Los deabajo es una serie de cuadros magnificos . .. mais

que una novela urdida y estructurada ..." (Breve historia de la novela mexicana, M6xico: Studium, 1959, p. 97).

Luis Leal reconoce que "aunque los episodios estin presentados sin orden alguno, la personali- dad de Demetrio les da unidad." Pero luego dice que "la organizaci6n del material no sigue un plan premeditado" (Mariano Azuela, vida y obra, M6xico: Studium, 1961, p. 48).

4El caricter 6pico de la novela ya ha sido

sefialado por Arturo Torres-Rioseco, (Grandes novelistas de la America Hispania, Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1941, I, p. 10), Manuel Pedro Gonzdlez (op. cit.), Luis Leal (op. cit.), Fernando Alegria (Historia de la novela hispanoamericana, M6xico: Studium, 1965, p. 145) y otros pero ninguno de ellos ha analizado el aspecto estructural.

5Las citas provienen de la segunda edici6n de la Editorial Botas, Mexico, 1944.

6"Aunque la novela resulta, en fin de cuentas, adversa a la Revoluci6n, pues mas expone sus crueldades que defiende sus principios, describe con tal justeza los dramiticos incidentes y las intimas reacciones de quienes en ella tomaron parte, que result6 a la postre una obra clisica en el g6nero." (Jose Luis Martinez, Literatura mexicana siglo XX, M6xico: Robredo, 1949, tomo I, 42).

. . es muy claro en Los de abajo (aclamada como libro de la revoluci6n mexicana por quienes demuestran grave ignorancia en cuanto al tema y en cuanto a la critica), respecto a ello una ob- servaci6n certera es la de J. Mancisidor, demos- trando todo lo que hay de negativo, y es mucho, en Los de abajo, cuyos heroes . . . caen uno a uno sin descubrir, jamais, lo que de grande y magnifico en la revoluci6n alienta . . . (J. Man- cisidor, "Rabasa, Azuela y la Revoluci6n," en re- vista Intercambio Cultural, ixI, 16 junio de 1956, M6xico). (Rojas Garciduefias op. cit., p. 94).

7Aunque esta interpretaci6n religiosa parece tener poco sentido en una novela sobre una Revoluci6n marcadamente anticlerical y escrita por un medico que se inici6 en las letras bajo la influencia del naturalismo, se justifica con la

resencia del motivo religioso que se intensifica hacia el final de la novela (pp. 200, 201, 202, 222, 242-3, 247-8). La Virgen de Jalpa se men- ciona tres veces (pp. 89, 134, 169) en la novela y antes de entrar en la Revoluci6n, Demetrio tenia la costumbre de oir misa (p. 74).

8Rojas Garciduefias, op. cit., compara toda la novela "a esos grupos o series de murales endrgi- cos . . . en los frescos de Diego Rivera y de Jose Clemente Orozco . . ." (p. 97).

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