La Espada de Joram III - El Triunfo

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LA ESPADA DE JORAMVolumen III

EL TRIUNFOMargaret Weis y Tracy HickmanTraduccin: Gemma Gallart

TIMUN MAS

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Diseo de cubierta: Ferran Cartes Ilustracin de cubierta: Ciruelo Ttulo original: Triumph of the Darksword 1988 by Margaret Weis and Tracy Hickman Published by arrangement with Bantam Books, a division of Bantam Doubleday Dell Publishing Group, Inc., New York. Grupo Editorial Ceac, S.A. 1995 Para la presente versin y edicin en lengua castellana Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A. ISBN: 84-480-3036-2 (Obra completa) ISBN: 84-480-3039-7 (Volumen 3) Depsito legal: B. 3.123-1996 Hurope, S.L. Impreso en Espaa - Printed in Spain Grupo Editorial Ceac, S.A. Per, 164 - 08020 Barcelona

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AGRADECIMIENTOS

Nos gustara dar las gracias efusivamente, por su valiosa ayuda y constante apoyo a las siguientes personas: A nuestro agente, Ray Peuchner, fallecido trgicamente de cncer en el verano de 1987. Ray, a quien siempre recordaremos como a una persona amable y tierna, no slo fue nuestro agente sino tambin nuestro amigo, y lloramos su muerte del mismo modo en que nos alegramos de que su vida fuera tan hermosa. A Laura Hickman por sus consejos, su apoyo, y por soportar a Tracy. A nuestros colaboradores Larry Elmore y Darryl Viscenti, Jr. A Valerie Valusek, y a Steve Sullivan, ambos amigos nuestros y a la vez valiosos miembros de nuestro equipo. A Patrick Lucien Price por compartir con nosotros sus conocimientos sobre las cartas del tarot y el arte de la adivinacin. A John Hefter por facilitarnos las frases en lengua latina y por ayudarnos a descubrir la verdadera naturaleza de la bsqueda de la comprensin espiritual. Es a John, precisamente, a quien dedicamos el personaje del prudente y bondadoso sacerdote, Saryon. A nuestra editora, Amy Stout, quien probablemente eliminar esta pequea nota de reconocimiento, aunque esperamos que no lo haga porque se la merece. Y finalmente a vosotros nuestros lectores cuyo continuado y entusiasta apoyo unido a vuestros amables comentarios hizo que disfrutramos tanto escribiendo esta obra.

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El Vigilante

El Vigilante de piedra de nueve metros de altura que montaba guardia en la Frontera de Thimhallan, haba visto muchas cosas extraas con sus ptreos ojos durante los ltimos diecinueve aos. Este Vigilante llevaba nicamente diecinueve aos en su puesto. Anteriormente su condicin fue la de un ser humano, un catalista; su crimen haba sido producto de la pasin. Haba amado a una mujer, cometiendo el imperdonable pecado de unirse a ella fsicamente, y engendrar un nio. Por ese motivo se lo haba condenado a la Transformacin, durante la cual se convirti su carne en piedra viviente, y a permanecer para siempre en la Frontera, con la mirada clavada en el reino del Ms All, el reino de la muerte cuyo dulce reposo y paz nunca conocera. El Vigilante rememor los primeros seis aos pasados despus de su Transformacin. Seis aos de un vaco insoportable, durante los que raras veces tuvo ocasin de ver a un humano, y mucho menos de or una voz humana. Seis aos durante los cuales su mente y su alma se retorcan furiosas en su interior. Pero aquel perodo pas, y un da una mujer trajo a un nio a sus pies. Era un hermoso pequeo, de largos cabellos negros y enormes ojos de un castao oscuro. ste es tu padre haba dicho la mujer al nio, sealando a la estatua de piedra. Saba el Vigilante que aquello no era verdad? Saba que su hijo haba muerto al nacer? Lo saba. En lo ms profundo de su corazn, tena la certeza de que los catalistas no haban mentido al predecir que no habra descendencia de su unin con aquella mujer. De quin era aquel nio? Eso era algo que el Vigilante desconoca, y llor por la criatura y an ms por la pobre mujer que un da haba amado y que ahora estaba a sus pies, vestida con andrajos y mirndolo con ojos dementes. Durante muchos y largos aos despus de aquello, el Vigilante permaneci all de pie, exteriormente sereno, pero con el espritu atormentado en su interior. Algunas veces vea cmo a otros de su Orden catalistas se los converta en piedra por alguna infraccin que haban cometido. Otras veces observaba cmo a un mago del pas se lo enviaba al Ms All, castigo infligido a aquellos que posean el don de la Vida. Vea al Verdugo arrastrar a la vctima hasta los lmites de la arenosa orilla, y contemplaba cmo sta era arrojada a las siempre cambiantes brumas que sealaban la Frontera del Mundo. Sus odos de piedra escuchaban el horrorizado alarido que surga de aquellos remolinos de niebla gris, y luego la nada. El Vigilante envidiaba a aquellos proscritos; los envidiaba amargamente, ya que ellos descansaban por fin, mientras que l deba seguir viviendo. Pero el espectculo ms extrao que observara jams haba tenido lugar tan slo un ao antes. Por qu lo haba impresionado?, se preguntaba a menudo durante las oscuras horas de la noche, que eran las ms difciles de soportar. Por qu haba dejado una huella dolorida en su ptreo corazn cuando ninguno de los dems la haba producido? No lo saba, y algunas veces meditaba sobre ello durante das y ms das, reviviendo la escena mentalmente una y otra vez. Haba sido otra Transformacin. Haba reconocido los preparativos: los veinticinco catalistas saliendo de los Corredores, la seal dibujada en la arena para indicar el lugar donde deba situarse la vctima, el Verdugo ataviado con la tnica gris de la justicia. No obstante, sa no haba sido una Transformacin corriente. El Vigilante

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qued muy sorprendido al ver llegar al Emperador con su esposa, luego apareci el Patriarca Vanya el Vigilante lo maldijo en silencio y el prncipe Lauryen, hermano de la Emperatriz. Por ltimo, trajeron al prisionero. El Vigilante se asombr an ms. Aquel joven de largos cabellos negros y cuerpo fornido no era un catalista! Y, segn la costumbre, tan slo los catalistas eran sentenciados a la Transformacin. Por qu era diferente aquel joven? Cul era su crimen? Observ con avidez, agradecido por tener algo que mitigara el horrible tedio de su existencia. Vio llegar entonces a un catalista y mientras el sacerdote ocupaba su lugar junto al Verdugo, el Vigilante advirti que el sacerdote llevaba una espada, una espada de aspecto muy extrao. El Vigilante nunca haba visto una parecida, y se estremeci al contemplar aquel metal negro y sin brillo. Se hizo el silencio entre los espectadores, y el Patriarca Vanya ley los cargos. El joven estaba Muerto. Haba asesinado. Y lo que era an peor, haba vivido entre los Hechiceros de las Artes Arcanas y all haba creado un arma endiablada y perversa. A causa de todo esto se lo iba a Transformar en Piedra, y lo ltimo que veran sus ojos, mientras su visin se congelaba, sera la terrible arma que haba trado al mundo. El Vigilante no reconoci en el joven al nio que se haba acurrucado a sus pies haca tantos aos. Por qu debiera de haberlo hecho? No exista ningn vnculo entre ellos. Sin embargo, sinti lstima por l. El motivo? Quiz porque una muchacha de dorados cabellos no mucho mayor que la mujer que l haba amado en una ocasin era obligada a presenciar toda la escena, de la misma forma que se haba forzado en otro tiempo la asistencia de su amada. Sinti gran compasin por ambos jvenes, especialmente cuando vio que el muchacho caa de rodillas ante el catalista, llorando de miedo y de terror. El Vigilante vio al catalista abrazar al joven y su corazn de piedra llor por los dos. Contempl cmo el muchacho se pona en pie erguido en toda su estatura para enfrentarse a su castigo, mientras el sacerdote ocupaba su lugar junto al Verdugo, con la espada en la mano. Los veinticinco catalistas extrajeron la magia, la Vida del mundo, la concentraron en su interior, y luego abrieron los conductos hacia el Verdugo. La magia describi un arco surgiendo de ellos hacia su destino, el Verdugo la hizo suya y empez a lanzar el hechizo que transformara la carne del joven en piedra. Pero, de repente, el catalista portador de la espada se inmol a s mismo interponindose en el camino de la magia. Sus piernas empezaron a endurecerse, convirtindose en piedra; con sus ltimas fuerzas, el sacerdote arroj la espada al joven. Huye! grit. Pero no huy. El Vigilante percibi el espantoso poder de la espada incluso desde donde se hallaba, a unos seis metros de distancia. Sinti cmo sta empezaba a absorber la Vida del mundo: contempl cmo destrua a dos Seores de la Guerra consumindolos en una llamarada; la vio hacer caer de rodillas al Verdugo, y, si sus pulmones hubieran podido inhalar aire, el Vigilante hubiera lanzado un aullido de triunfo. Mata! deseaba gritar. Mtalos a todos! Sin embargo un hecho quedaba fuera de la fuerza de aquella poderosa espada: no poda invertir el hechizo de la Transformacin, y el joven presenci cmo el catalista se converta en piedra ante sus ojos. El Vigilante percibi su dolor y esper impaciente, con el corazn lleno de odio, la venganza del muchacho. Pero no hubo tal venganza. En lugar de ello, el joven tom el arma y la coloc con gran respeto en las manos del catalista, inclin la cabeza sobre el pecho de piedra de su

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amigo, y luego se dio la vuelta y se adentr en las brumas del Ms All. La muchacha de los cabellos dorados lo sigui, gritando su nombre. El Vigilante lo mir asombrado. Esper a que le llegara el sonido de aquel ltimo grito de terror, pero fue en vano. De las cambiantes brumas no brot ms que silencio. La ptrea mirada del Vigilante se dirigi entonces hacia los que haban quedado all y comprob con macabra satisfaccin que la venganza del muchacho se produca aunque l hubiera desaparecido. El Patriarca cay al suelo como herido por un rayo. El cuerpo de la Emperatriz empez a descomponerse. Fue entonces cuando el Vigilante advirti que deba de hacer tiempo que estaba muerta, y de que haba seguido existiendo slo gracias a la magia. El prncipe Lauryen corri hacia la estatua de piedra e intent arrebatarle la espada de las manos, pero el catalista la sujetaba con fuerza. Pronto, los vivos abandonaron la Frontera, dejndosela de nuevo a los muertos vivientes, cuyo nmero haba aumentado con aquella nueva estatua, con aquel nuevo Vigilante. Slo que a ste no se le haban dado los nueve metros de altura que tenan los otros, y su rostro no estaba congelado en una expresin de terror, odio o resignacin, como ocurra con los de los otros. La estatua de piedra del catalista que sujetaba la extraa espada entre las manos miraba hacia el Reino del Ms All, como todas, pero en su rostro se dibujaba una expresin de inmensa paz interior. Y sucedi algo poco frecuente en relacin con la nueva Transformacin: tuvo un nico y extrao visitante. Cuando ste se march, alrededor del ptreo cuello del catalista qued revoloteando alegremente al viento una banda de seda naranja.

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LIBRO I

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1 ... Y vivir de nuevo

Los Vigilantes haban custodiado la Frontera de Thimhallan durante siglos. Era la tarea que se les haba impuesto; durante noches en blanco y das llenos de monotona, deban mantener la vigilancia sobre el lmite que separaba aquel reino mgico de cualquier cosa que hubiera en el Ms All. Qu haba en el Ms All? Los antiguos lo saban. Haban llegado a aquel mundo huyendo de una tierra donde ya no se los quera, y ellos s saban lo que se ocultaba al otro lado de aquellas brumas en eterno movimiento. Para protegerse precisamente de aquello, haban rodeado su mundo de una barrera mgica, decretando que a los Vigilantes se los colocara en la Frontera, como centinelas eternamente despiertos. Ahora, no obstante, nadie lo recordaba. El paso de los siglos haba diluido aquella historia. Si en realidad exista una amenaza que acechaba desde el otro lado de la Frontera, nadie se preocupaba por ello, ya que cmo podra traspasar la barrera mgica? Sin embargo, los Vigilantes seguan manteniendo su silenciosa guardia, no podan escoger. Y cuando la bruma se abri por primera vez en siglos, cuando una figura surgi de la cambiante neblina gris y puso su pie sobre la arena, los Vigilantes quedaron horrorizados y lanzaron su grito de alerta. Pero, ahora, no quedaba nadie que supiera cmo escuchar las palabras de piedra. Por eso nadie tuvo conocimiento del regreso del hombre. Haba partido en silencio y en silencio regresaba. Los Vigilantes chillaron: Cuidado, Thimhallan! Tu fin ha llegado! Se ha cruzado la Frontera! Pero nadie los oy. Haba algunas personas que podran haber percibido sus mudos gritos, si hubieran prestado atencin. El Patriarca Vanya era una de ellas. Era el catalista de ms categora del pas, y, como tal, se esperaba que su dios, Almin, le hubiera advertido sobre tal calamidad. Pero era la hora de la cena; Su Divinidad tena invitados y, aunque el Patriarca haba elevado una magnfica y devota oracin para agradecer aquellos alimentos, todo el mundo tuvo la clara sensacin de que a Almin, en realidad, no se lo haba invitado. El prncipe Lauryen debiera de haber odo el aviso de los Vigilantes de piedra. Era un Seor de la Guerra, despus de todo un Dkarn-duuk, un Supremo Seor de la Guerra, y uno de los magos ms poderosos del pas. Pero tena cosas ms importantes en qu pensar. El prncipe Lauryen perdn, el Emperador Lauryen se estaba preparando para ir a la guerra contra el reino de Sharakan y tan slo haba una cosa que era ms importante para l que aquello, mejor dicho, todo estaba relacionado entre s: cmo recuperar la Espada Arcana, que sujetaban con fuerza las manos de la estatua de piedra... Si poseyera aquella poderosa espada un arma que poda absorber magia, Sharakan caera sin remedio ante el podero del Emperador. As pues, el Patriarca Vanya estaba en sus elegantes aposentos de la fortaleza montaosa de El Manantial, cenando cabeza de jabal, colas de lechn y camarones en vinagre, mientras hablaba con sus invitados sobre el temperamento y hbitos de los marsupiales, y las advertencias de los Vigilantes se ahogaron en su copa de vino. El prncipe Lauryen caminaba por su laboratorio precipitndose de vez en cuando 9

hacia un rincn para leer un prrafo de algn mohoso libro de hojas quebradizas, considerarlo con detenimiento, y luego sacudir la cabeza con un amargo gruido. Sus juramentos ahogaron las amonestaciones de los Vigilantes. Tan slo una persona en todo Thimhallan oy el aviso. En la ciudad de Sharakan, un joven barbudo ataviado con unas calzas moradas, pantalones rosa, y un chaleco de seda de un vivo color rojo, fue despertado de su siesta. Ladeando la cabeza hacia el este, el joven exclam irritado: Cielos! Cmo queris que uno pueda dormir? Acabad de una vez con ese terrible alboroto! Y con un gesto de la mano hizo que la ventana se cerrara de un fuerte golpe. Cuidado, Thimhallan! Tu fin ha llegado! La Frontera ha sido cruzada! El hombre que haba surgido de las brumas estaba prximo a los treinta, aunque pareca mayor. Su cuerpo era el de un hombre joven: fuerte, musculoso, firme y erguido. En su rostro las huellas de sufrimientos que podran haber durado un siglo. La faz que encuadraba la oscura y espesa melena era bien parecida, severa y a primera vista de aspecto tan fro e insensible como las ptreas de aquellos que lo contemplaban. No obstante, la mano de un Maestro haba cincelado en aquel rostro signos de preocupacin y dolor. El fuego de la clera que en una ocasin haba ardido en los ojos castaos se haba extinguido, dejando tras l glidas cenizas. El hombre iba vestido con una larga tnica blanca de fina lana, cubierta por una hmeda y enlodada capa de viaje. De pie sobre la arena, ote a su alrededor con la mirada lenta y deliberada de quien examina el hogar que no ha visto en muchos, muchos aos. Su expresin de tristeza y afliccin no desapareci, sino que se intensific. Volvindose, tendi una mano hacia el interior de las brumas, otra mano tom la suya, y una mujer de largos cabellos dorados sali de entre la cambiante niebla gris para colocarse junto a l. Ella mir a su alrededor con aire aturdido, parpadeando bajo los rayos del sol que empezaba a ponerse y los contemplaba desde detrs de distantes montaas; su rojo e imperturbable ojo pareca examinarlos con asombro. Dnde estoy? pregunt la mujer con voz pausada, como si hubiera estado andando por una calle y hubiera girado por la bocacalle equivocada. En Thimhallan replic el hombre en un tono de voz imperturbable que se extendi como un blsamo sobre una profunda herida. Conozco este lugar? interrog ella, y aunque su compaero le contest y ella acept sus respuestas, no le dirigi la mirada ni pareci estar hablando con l, sino que continuamente busc y mostr hablar con un interlocutor invisible. La mujer era ms joven que el hombre, tendra unos veintisiete aos. La dorada cabellera, dividida en dos en el centro de la cabeza, estaba sujeta con dos espesas y flojas trenzas que le colgaban hasta la cintura y le daban un aspecto infantil, rejuvenecindola ms an; sus hermosos ojos azules acrecentaban tambin aquel halo pueril, hasta que se los contemplaba con atencin. Entonces quedaba patente que su misterioso brillo y su extraordinaria fijeza no denotaban el inocente asombro de la infancia; sus pupilas perciban cosas que resultaban imperceptibles para otros. Naciste aqu dijo el hombre con calma. Te criaste en este mundo, al igual que yo. Es curioso observ la mujer. Creo que debera recordarlo. Al igual que la del hombre, su capa se hallaba salpicada de barro y totalmente hmeda. Tambin sus cabellos estaban hmedos, como lo estaban los de l, y se le pegaban a las mejillas. Ambos parecan fatigados, y como si hubieran viajado a travs de un fuerte temporal de

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agua. Dnde estn mis amigos? pregunt ella, volvindose a medias y mirando las brumas que tenan a su espalda. No van a venir? No repuso el hombre en el mismo tono sosegado. No pueden cruzar la Frontera, pero encontrars nuevos amigos aqu. Dales tiempo. Lo ms probable es que an no estn acostumbrados a ti. Nadie ha hablado con ellos en este pas durante mucho, mucho tiempo. Oh, de veras? La mujer se anim. Luego su rostro se ensombreci. Qu solos deben de estar. Llevndose una mano a la frente para cubrir sus ojos de los rayos del sol, empez a mirar con atencin a un lado y otro de la orilla. Hola! salud, extendiendo la otra mano como lo hara con un gato receloso. Por favor, no pasa nada. No ests asustado. Puedes acercarte a m. Dejando a la mujer dirigindose al vaco, el hombre con un profundo suspiro se dirigi hacia la estatua de piedra del catalista; la que sujetaba la espada con sus manos de piedra. Mientras contemplaba la estatua en silencio, dos lgrimas aparecieron furtivamente en sus lmpidos ojos castaos: una desapareci entre las profundas arrugas esculpidas en su severo y lampio rostro; su compaera se desliz por la otra mejilla, perdindose en el espeso cabello negro que se enroscaba sobre los hombros del hombre. Aspirando profundamente con un estremecimiento, el hombre extendi la mano y tom con suavidad la ensea de seda naranja ahora ajada y rota que ondeaba al viento con valenta. Quitndosela a la estatua, acarici la tela entre sus manos, doblndola luego para colocarla con cuidado en el interior de un bolsillo de la larga tnica blanca que llevaba. Sus delgados dedos se estiraron para acariciar el rostro cansado de la estatua. Amigo mo susurr, me reconocis? Ya no soy el muchacho que conocisteis, el muchacho cuya desdichada alma salvasteis. Apoy la mano sobre la fra piedra. S, Saryon sigui en voz baja, me reconocis. Lo percibo. Esboz una media sonrisa, pero ahora no era amarga como lo haban sido las anteriores. Esta vez la sonrisa expresaba una honda tristeza y estaba impregnada de pena. Nuestra situacin se ha invertido, Padre. Antes era yo quien estaba fro como la piedra, y eran vuestro amor y vuestra compasin los que me daban calor. Ahora sois vos quien tenis la carne helada. Si mi amor, aprendido demasiado tarde, pudiera daros calor! Inclin la cabeza, sobrecogido por el dolor, y sus ojos nublados por las lgrimas se posaron sobre las manos de la estatua, que sostenan la espada. Qu es esto? murmur. Al examinar las manos con ms detenimiento, el hombre comprob que la superficie ptrea de las palmas sobre las que descansaba el arma estaba agrietada y repleta de seales de golpes, como si las hubieran martillado. Varios de los dedos de piedra estaban rotos y retorcidos. Han intentado tomar la espada! comprendi. Y vos no quisisteis entregarla! Mientras acariciaba las lastimadas manos de la estatua con las suyas, sinti cmo la clera que haba credo muerta volva a renacer en su interior una vez ms. Cuntos sufrimientos debis de haber soportado! Y ellos lo saban! Vos permanecais ah, impotente, mientras ellos atacaban vuestra carne con martillos y partan vuestros huesos! Saban que sentais cada uno de los golpes y, sin embargo, no les import. Y por qu deba importarles? se pregunt con amargura. No podan

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or vuestros gritos! Extendi sus dedos hacia el arma, tocndola vacilante. De forma espontnea, su mano se cerr sobre la empuadura. Me parece que he venido en una misin intil... El hombre ces de hablar de repente. Sinti que la espada se mova! Pensando que podra haberlo imaginado en su furia, dio un tirn, como si fuera a sacarla de su ptrea funda. Ante su sorpresa, el arma se liber con facilidad; a punto estuvo de dejarla caer al suelo en su asombro. Sujetndola con fuerza, not cmo la fra piedra pareca calentarse al contacto con su palma y, mientras la contemplaba con estupor, la piedra se transform en metal. El hombre alz la Espada Arcana hacia la luz. Los rayos moribundos del sol cayeron sobre ella, pero ninguna llama resplandeci en su superficie. Su metal era negro, y absorba la luz del sol en lugar de reflejarla. Clav sus ojos en el arma durante un buen rato, mientras una parte de l estaba pendiente de la voz de la mujer; la poda or alejndose por la playa, llamando a una o ms personas invisibles. Sin embargo, no la sigui con la mirada ya que saba por larga experiencia que, aunque ella jams daba muestras de reconocer su existencia, no se apartara demasiado de su lado. Sus pupilas y sus pensamientos se concentraron en la espada. Pensaba que me haba librado de ti dijo, hablndole al arma como si estuviese viva. De la misma forma en que pens que me haba librado de la vida. Te entregu al catalista, que acept mi sacrificio, luego me dirig, me dirig de buen grado, hacia la muerte. Sus ojos se movieron hacia la niebla gris que baaba la blanca arena de la orilla. Pero all fuera no est la muerte... Se qued en silencio, su mano sujetando la empuadura con ms firmeza, comprobando cmo se adaptaba mejor a l ahora que era un adulto, que tena la fuerza de un hombre. O quiz s que est observ, ocurrindosele de repente, mientras sus gruesas y negras cejas se unan al fruncir el entrecejo pensativo. Su mirada regres a la espada, luego se movi hasta encontrarse con los ojos ciegos de la estatua. Tenais razn, Padre. Es un arma diablica. Trae el dolor y el sufrimiento a todo aquel que entra en contacto con ella. Incluso yo, su creador, no comprendo ni conozco todo su poder, y tan slo por este motivo ya es peligrosa. Debera ser destruida. Su atencin regres a las grises brumas, con expresin preocupada. Sin embargo, ahora me ha sido entregada de nuevo... Como en respuesta a una orden no formulada, la funda de piel cay de las manos de la estatua yendo a aterrizar a los pies del hombre. ste se inclin para recogerla, dando un respingo al sentir que algo caliente le caa sobre la piel. Sangre. Espantado, el hombre alz su rostro. De las grietas de las manos de la estatua rezumaba sangre, goteaba de los profundos surcos de la ptrea carne y bajaba por los destrozados dedos. Malditos sean! exclam el hombre, furioso. Ponindose en pie, se coloc frente a la estatua del catalista, advirtiendo ahora que no haba tan slo sangre brotando de sus manos sino que tambin manaban lgrimas de sus ojos. Vos me disteis mi vida! grit. No puedo devolveros eso, Padre, pero al menos puedo daros el eterno descanso de la muerte! Por Almin, que no van a atormentaros nunca ms! El hombre levant la Espada Arcana y el arma empez a brillar con un extrao resplandor blanco-azulado. Que tu alma descanse en paz por fin, Saryon! or el hombre, y, con todas

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sus fuerzas, hundi la espada en el pecho de piedra de la estatua. La Espada Arcana se sinti empuada. La luz azulada la envolvi enroscndose alrededor de su hoja, subiendo por los brazos del hombre a medida que el arma absorba vidamente la Magia del mundo que le daba Vida. Y empez a hundirse ms y ms en la roca, hasta atravesar el corazn de piedra de la estatua. Un grito se escap de los fros e inmviles labios, un grito que pudo orse ms con el alma que con los odos. La piedra que haba alrededor de la espada empez a resquebrajarse y agrietarse. Profundas hendiduras empezaron a abrirse con secos y desgarradores chasquidos que ahogaban la voz llena de dolor del catalista. Un brazo se parti a la altura del hombro. El torso se hizo pedazos y se separ del tronco, cayendo al suelo. La cabeza se quebr por el cuello y cay tambin sobre la arena. El hombre arranc la espada. Las lgrimas que le inundaban los ojos le impedan ver nada, pero s oy cmo la piedra se derrumbaba y supo que el hombre al que demasiado tarde haba aprendido a amar estaba muerto. Arroj la Espada Arcana sobre la arena y se cubri los ojos con las manos, luchando por reprimir aquel llanto mezcla de pena y de rabia. Lanz un profundo y estremecido suspiro. Lo pagarn jur con voz ronca. Por Almin, que van a... Una mano le toc el brazo. Una voz profunda y ronca le habl vacilante. Hijo mo? Joram? El hombre levant la cabeza y sus ojos se abrieron de par en par. Saryon estaba de pie entre los restos de aquel cuerpo de piedra. Extendiendo una mano temblorosa, Joram la cerr con fuerza alrededor del brazo del catalista y sinti el clido contacto de un cuerpo vivo bajo sus dedos. Padre! solloz con voz entrecortada, y Saryon lo envolvi en un fuerte abrazo.

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2 Y en su mano...

Los dos hombres se abrazaron con fuerza; luego se separaron. Cada uno contempl al otro con atencin. Los ojos de Joram se dirigieron hacia las manos del catalista, pero Saryon cruz una sobre la otra con rapidez, mantenindolas ocultas en el interior de las mangas de su tnica. Qu ha sido de ti, hijo mo? El catalista estudi el severo rostro que le era tan familiar y que, sin embargo, le resultaba enormemente diferente. Dnde has estado? Su desconcertada mirada se clav en las lneas que se marcaban profundamente cerca de la firme boca, en los finos surcos que rodeaban los ojos. Al parecer, he perdido la nocin del tiempo. Hubiera jurado que tan slo haba transcurrido un ao, que slo una vez haba helado el invierno mi sangre y slo una vez me haba golpeado el sol en la cabeza. No obstante, en ti observo las huellas del paso de muchos aos! Los labios de Joram se entreabrieron para decir algo, pero un quejido lo interrumpi. Se dio la vuelta y vio cmo la mujer se dejaba caer sobre la arena, defraudada y desconsolada. Quin es? pregunt Saryon, siguiendo a Joram, que andaba en direccin a la mujer. Joram lanz una rpida mirada a su amigo. Recordis lo que me dijisteis, Padre? inquiri con aspereza. Sobre lo que aportaba el novio. Todo lo que yo podra darle dijisteis, sera sufrimiento. Almin bendito suspir Saryon con tristeza, al reconocer ahora la dorada cabellera de la mujer que estaba sentada, llorando, sobre la arena. Joram se acerc a ella y se inclin, posando sus manos sobre los hombros de ella. A pesar de su feroz expresin, su tacto era suave y carioso y la mujer dej que l la alzara, luego levant la cabeza y mir al catalista directamente a la cara, pero sus ojos desmesuradamente abiertos y excesivamente brillantes no demostraron reconocerlo. Gwendolyn! murmur Saryon. Ahora es mi esposa dijo Joram. Estn aqu divag Gwen con voz triste, pareciendo no prestar atencin a Joram. Me rodean por todas partes, pero no quieren hablar conmigo. De quines est hablando? pregunt Saryon. La playa estaba vaca, con la excepcin de ellos y, a lo lejos, la figura de otro Vigilante de piedra. Quines nos rodean por todas partes? Los muertos respondi Joram, apretando a la mujer contra su pecho y acaricindola mientras ella apoyaba su dorada cabeza sobre su robusto pecho. Los muertos? Mi esposa ya no se comunica con los vivos explic Joram, su voz totalmente inexpresiva, como si ya hiciera tiempo que se hubiera acostumbrado a aquel dolor. Habla nicamente con los muertos. Si yo no estuviera aqu para cuidarla y vigilarla aadi en voz baja, acariciando la dorada cabellera con su mano, creo que se ira con ellos. Soy su nico vnculo con la vida. Me sigue, parece reconocerme y, sin embargo, se niega a comunicarse conmigo o a llamarme por mi nombre. No me ha dirigido la palabra, con una sola excepcin, durante estos ltimos diez aos. 14

Diez aos! Los ojos de Saryon se abrieron desorbitadamente, luego se entrecerraron mientras estudiaba con atencin a Joram. S, claro, debiera de haberlo adivinado. De modo que, dondequiera que hayas estado, un ao de los nuestros ha significado diez aos para ti. No saba que fuera a suceder eso repuso Joram; sus espesas cejas negras se juntaron en una gruesa lnea. Sin embargo podra haberlo sabido, si me hubiera detenido a considerarlo. Luego aadi, tras meditarlo un instante: El tiempo va ms despacio aqu, en el centro, y se acelera progresivamente a medida que se extiende hacia afuera. No comprendo dijo Saryon. No Joram sacudi la cabeza; y tampoco lo harn muchos otros... Su voz se apag mientras oteaba a lo lejos, en direccin a Thimhallan. El sol haba desaparecido, dejando tras l tan slo una plida luz que se desvaneca rpidamente en el cielo. Las sombras empezaron a cubrir la playa, ocultando a los que all se hallaban de los ojos de los Vigilantes, cuyos gritos desesperados, de todas formas, nadie oa. Ninguno dijo nada. Mirando fijamente a lo lejos, como si intentara ver ms all de la playa, ms all de las llanuras, de los bosques y de las laderas de las montaas, pareca como si Joram estuviera rumiando alguna decisin. Saryon se mantuvo callado, por temor a molestarlo. Aunque en su mente se agolpaban miles de preguntas, una sola reluca con el brillante resplandor de una ardiente forja y saba que esta pregunta arrojara luz sobre las dems. No obstante, era precisamente la que Saryon no se atreva a formular, pues tema la respuesta. Aguard en silencio, sus ojos fijos en Gwendolyn, que contemplaba la oscuridad que iba envolvindolos desde la seguridad que le prestaba el fuerte brazo de su esposo, con rostro triste y melanclico. Por fin, Joram sacudi la cabeza, los negros cabellos cayendo por su rostro, y sus pensamientos regresaron de cualquiera que fuese el mundo por el que haban estado vagando hasta la playa donde ellos se encontraban. Dndose cuenta de que Gwendolyn tiritaba a causa del fro aire de la noche, Joram la envolvi mejor con la hmeda capa que la cubra. Otra cosa que debiera haber sabido, si hubiera pensado en ello dijo, dirigindose a Saryon, era que la Espada Arcana rompera el hechizo que os mantena prisionero. No obstante, no lo adivin. Mi nica intencin era daros la paz... Lo s, hijo mo. Y me alegr de tus intenciones. No puedes imaginar el horror... Saryon cerr los ojos. No, no puedo! exclam Joram, con la voz ardiendo de clera. Al ver la torva expresin de su rostro sombro en la creciente oscuridad, Gwen se apart temerosa, y l, percibiendo su miedo, hizo un evidente esfuerzo por controlarse. Doy gracias de que estis aqu conmigo, Saryon aadi, en tono fro y mesurado. Os quedaris a mi lado, verdad? Desde luego repuso ste con voz firme. Su destino se encontraba ligado al de Joram; no importaba lo que l quisiera hacer. Joram sonri de repente, sus ojos castaos se animaron, sus hombros se relajaron como si hubiera apartado un peso que los oprimiera. Gracias, Padre dijo. Bajando la mirada hacia Gwen, la rode con su brazo y ella, vacilante, se acurruc junto a l. Os pido este favor, entonces, viejo amigo. Atended a mi esposa. Tomadla bajo vuestro cuidado. Hay muchas cosas que debo realizar y es posible que no pueda estar siempre cerca de ella. Haris esto por m, Saryon?

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S, hijo mo respondi Saryon, aunque interiormente se preguntaba temeroso: Qu debes hacer? Te quedars con este sacerdote, querida ma? le pregunt Joram a su esposa con suavidad. Lo conociste hace mucho tiempo. Los azules ojos de Gwendolyn se dirigieron hacia Saryon, velados por una expresin de perplejidad. Por qu no quieren hablar conmigo? pregunt. Mi seora replic el catalista, indeciso, sin saber exactamente cmo contestar, los muertos de Thimhallan no estn acostumbrados a hablar con los vivos. Nadie ha sido capaz de orlos durante muchos cientos de aos. A lo mejor han perdido la voz. Tened paciencia. Dirigi a la mujer una sonrisa tranquilizadora, pero sta result una mueca triste; no poda evitar pensar en la alegre y risuea muchacha de diecisis aos que haba tenido ante l a las puertas de Merilon, con un ramo de flores entre las manos. Al contemplar aquellos ojos azules, record cmo el amanecer del primer amor los haba vuelto radiantes. Ahora, no obstante, la nica luz que brillaba en aquellas pupilas era el espantoso fulgor de la locura. Saryon se estremeci, preguntndose qu circunstancias horribles la haban obligado a retirarse del mundo de los vivos y refugiarse en el sombro reino de los muertos. Creo que estn asustados de algo dijo la mujer, y el catalista se dio cuenta de que no le estaba hablando a l ni a su esposo, sino que lo haca al vaco, y desean desesperadamente decrselo a alguien, avisarle. Quieren hablar, pero no recuerdan cmo. Saryon mir a Joram, algo sorprendido por la seriedad de sus palabras. Realmente...? Los ve? Habla con ellos? O es que est loca? Joram se encogi de hombros. Alguien con experiencia en estas cuestiones me dijo se detuvo, las oscuras cejas volvieron a fruncirse que podra ser una Nigromante, una de las antiguas magas que tenan el poder de comunicarse con los muertos. Si esto es verdad, resulta apropiado los labios de Joram se torcieron en una amarga media sonrisa, ya que se cas con un hombre Muerto. Joram dijo Saryon, capaz por fin de expresar con palabras la terrible pregunta que arda en su mente, por qu has vuelto? Has regresado para... para... La voz se le quebr, advirtiendo por la expresin de los ojos castaos de Joram que ya esperaba aquella pregunta. Pero el aludido no respondi. Inclinndose, levant la Espada Arcana de la arena y la desliz con cuidado en el interior de la funda de piel. Sus manos se detuvieron un momento sobre la suave piel, acaricindola, pensando sin duda en el hombre que se la haba regalado. Alteza le pareci a Saryon or murmurar a Joram, mientras sacuda la cabeza. Joram? insisti el catalista. Aqul sigui sin responder la pregunta no acabada de formular que resonaba en torno a ellos como los silenciosos gritos de los Vigilantes. Quitndose la tnica y la capa hmeda, sujet la vaina de piel alrededor de su pecho desnudo, colocando la espada a su espalda, donde quedara escondida debajo de sus ropas. Cuando sta qued bien puesta, sin que lo molestara la magia de la funda redujo el tamao de la espada, Joram volvi a ponerse sus blancas vestiduras, las sujet fuertemente mediante un cinturn, y se ech la capa sobre los hombros. Cmo os encontris, Padre? pregunt bruscamente. Estis lo suficientemente fuerte como para viajar? Tenemos que encontrar dnde cobijarnos y

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encender un fuego; Gwendolyn est totalmente helada. Yo estoy bien respondi Saryon, pero... Estupendo. Pongmonos en marcha. Joram dio un paso hacia adelante, luego se detuvo al sentir la mano de Saryon sobre su brazo, aunque no se dio la vuelta, y el catalista se vio obligado a acercarse para verle el rostro que mantena vuelto hacia el otro lado. Por qu has regresado, Joram? Para cumplir la Profeca? Para destruir el mundo? Joram no miraba al catalista. Sus ojos estaban fijos en las montaas que tena ante l. Se haba hecho de noche. Las primeras estrellas nocturnas centelleaban en el cielo y los aserrados picos se destacaban contra ellas como oscuras moles. Joram permaneci en silencio durante tanto tiempo que la luna se alz por detrs del extremo del mundo, su nico, indiferente y plido ojo contemplando a las tres figuras que permanecan de pie en las orillas del Ms All. A la vista de la luna, Saryon vio cmo una retorcida semisonrisa oscureca los labios de Joram. Han pasado diez aos para m, amigo, Padre, puedo llamaros as? El catalista asinti con la cabeza, incapaz de hablar. Tendiendo las manos, Joram tom las de Saryon entre las suyas, aunque hubo un amago de que ste se lo habra impedido de haber podido, pero Joram las sujet con fuerza. Bajando los ojos hacia las manos que apretaba entre las suyas, continu: Durante diez aos he vivido en otro mundo. He vivido otra vida. Nunca olvid este mundo, pero cuando lo recordaba, me pareca verlo como a travs de una neblina. Recordaba su belleza, sus maravillas y regres para... para... Se detuvo bruscamente. Para qu? lo apremi Saryon, mientras intentaba discretamente retirar sus manos. No importa respondi Joram. Algn da os lo dir, pero no ahora. Sus ojos estaban fijos en las manos de Saryon. Qu dice la Profeca, Padre? pregunt con suavidad. Dice algo as como: Y cuando regrese, en su mano llevar la destruccin del mundo? Bruscamente, de improviso, Joram ech hacia atrs las mangas de Saryon. Enrojeciendo, ste intent cubrir sus manos, pero era demasiado tarde; la luz de la luna ilumin las largas y blancas cicatrices de sus muecas y de sus palmas, los dedos quebrados que haban curado retorcidos y deformados. Joram apret los labios con expresin torva. Nada ha cambiado. Nada cambiar. Soltando las manos del sacerdote, Joram se alej caminando por la arena, dirigindose hacia el interior, hacia las montaas. Saryon permaneci junto a Gwendolyn, quien le peda a la noche que hablara con ella. La destruccin no est en mi mano dijo Joram con amargura. La oscuridad se cerr a su alrededor, el viento que empezaba a soplar borraba el rastro de sus pisadas sobre la arena. No est en mi mano, sino en la de ellos! Volvindose a medias, mir hacia atrs. Vens? pregunt impaciente.

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3 El aniversario

Cardinal Radisovik? El Cardinal levant la cabeza del libro que estaba leyendo y se volvi para averiguar quin lo llamaba. Parpadeando bajo la brillante luz de primeras horas de la maana, que se filtraba a travs del complejo diseo de la ventana de cristal, vio tan slo una oscura figura destacndose en el umbral de su estudio. Soy Mosiah, Divinidad repuso el joven, al darse cuenta de que el catalista no lo reconoca. Espero no molestaros. Si es as, puedo volver en otro... No, en absoluto, hijo mo. El Cardinal cerr su libro, hacindole una sea con la mano para que se acercara. Por favor, entra. No te he visto por el palacio ltimamente. Gracias, Divinidad. Ahora vivo con los Hechiceros replic Mosiah, entrando en la habitacin. Lo ms cmodo era que me instalara con ellos, ya que mi trabajo me mantiene en la forja la mayor parte del tiempo. S asinti el Cardinal Radisovik, y si su rostro se ensombreci ligeramente ante la mencin de la forja, el fugaz velo se disip con rapidez. Justo ayer estuve en la nueva parte de la ciudad que han construido los Hechiceros. Me siento impresionado por el trabajo que han llevado a cabo en tan corto espacio de tiempo. Sus casas resultan clidas y confortables. Se las puede modelar con rapidez y con un reducido gasto de Energa Vital. Cmo se llama la piedra con la que estn fabricadas? Ladrillo, Divinidad repuso Mosiah, sonriendo para s. Y no es piedra. Est hecho de barro y paja, se le da forma en un molde, y luego se lo deja secar al sol. S, lo s replic el Cardinal. Los vi moldeando estos... ladrillos... cuando estuve en su pueblo el ao pasado con el prncipe Garald. Por alguna razn la palabra ladrillo se evade siempre de mi mente. Su mirada abandon a Mosiah para posarse sobre el jardn del palacio, que poda verse a travs de la ventana. Te interesar saber continu el Cardinal Radisovik que he aconsejado a la nobleza que utilice ese mtodo para construir los hogares de sus Magos Campesinos. Algunos de los Albanara estuvieron conmigo ayer, inspeccionando los alojamientos, y al menos dos de ellos han estado de acuerdo conmigo en que son muy superiores a las estructuras existentes. Qu hay de los otros, Divinidad? interrog Mosiah. Como antiguo Mago Campesino, que haba habitado con su padre, su madre y numerosos hermanos y hermanas en el tronco de un rbol muerto agrandado por medios mgicos, adivinaba la bendicin que significara el tener alojamientos clidos y secos para aquellos que se vean obligados a soportar los caprichos de un tiempo que segua sus propias normas meteorolgicas. Lo aceptarn, creo repuso Radisovik lentamente. Frotndose los ojos irritados de tanto leer, sacudi la cabeza y sonri irnico. Te ser franco, Mosiah. Se sintieron... escandalizados... al enfrentarse a las llamadas Artes Arcanas de la Tecnologa y encontraron difcil acostumbrarse a pensar en ellas de forma racional. Pero con los Hechiceros viviendo ahora en el interior de las murallas de la ciudad de Sharakan, con sus habilidades a la vista de todos, creo que con el tiempo la gente se familiarizar con la tecnologa y la acoger como parte de la naturaleza humana. Mosiah se percat de que el Cardinal frunca el ceo de nuevo al pronunciar estas 18

palabras, a las que sigui un suspiro. Una parte de la naturaleza humana que los conduce a la guerra. Es eso lo que estis pensando, Divinidad? apunt Mosiah con suavidad. Distradamente, su mano abri las cubiertas de otro libro que tena cerca de l, sobre una mesa modelada mgicamente y con cario de un pedazo de madera de nogal. S, eso es respondi Radisovik, lanzando una penetrante mirada a Mosiah. Eres un joven muy perspicaz. Mosiah se ruboriz, satisfecho pero embarazado. Cerr el libro, acariciando la encuadernacin de piel con la mano. Gracias, Divinidad, aunque no merezco el cumplido. He tenido ese pensamiento yo mismo... titube, poco acostumbrado a expresar sus sentimientos. Especialmente cuando estoy trabajando, cuando forjo la punta de una lanza, pienso, mientras la fabrico, que sta... que sta matar a alguien. Oh!, ya s que el prncipe Garald dice que no aadi apresuradamente, temiendo que sus frases fueran interpretadas como una crtica a su gobernante. Las lanzas son para intimidar o, como mucho, para ser utilizadas contra los centauros. Sin embargo, no puedo evitar hacerme preguntas. T no eres el nico que se las hace, Mosiah dijo el Cardinal, ponindose en pie y dirigindose hacia la ventana para mirar, sin ver, a travs de ella. El prncipe Garald es un excelente joven. El mejor de los que he tratado, y hablo con conocimiento de causa ya que lo he visto pasar de la infancia a la edad adulta. En l hay todo lo mejor y ms noble de los Albanara. Demuestra una gran sensatez a pesar de su corta edad. Algunas veces olvido que slo tiene veintinueve aos. A menudo pienso... el Cardinal baj la voz en la luz que brind a la sombra alma de aquel amigo tuyo. Cmo se llamaba? Joram respondi Mosiah. Percibiendo el dolor que inundaba la voz del joven, Radisovik se apart de la ventana. Lo siento se disculp. No tena intencin de abrir viejas heridas. No, no es nada, Divinidad repuso Mosiah. S lo que queris decir. Joram nunca hubiera hecho... lo que hizo si no hubiera sido porque aprendi de Garald el autntico significado del honor y la nobleza. Garald se lo ense, s. Pero fue el catalista quien abri su corazn al amor y al sacrificio. Un hombre extrao, el Padre Saryon seal el Cardinal, hablando ms para s que para Mosiah. Y tambin fue extrao y trgico el giro que tomaron los acontecimientos. An no estoy convencido de conocer toda la verdad acerca de Joram. Lo ests t, Mosiah? La pregunta fue pronunciada en voz baja; era totalmente inesperada y cogi al joven desprevenido. Contest que s, que desde luego que estaba convencido, pero su tono era apenas audible y mantuvo los ojos apartados de la penetrante mirada del Cardinal. Sacudiendo la cabeza, Radisovik volvi la vista hacia el hermoso jardn. Pero nos hemos desviado del sendero original sigui, retomando la conversacin y sonriendo para s al or cmo el otro se agitaba nervioso e inquieto a su espalda. Estbamos hablando de Garald y de esta guerra. Si mi prncipe tiene un defecto, ste es que se enorgullece de esta prxima batalla, hasta el punto de olvidarse incluso de los objetivos por los que luchamos. Formar a sus tropas, colocar a sus Seores de la Guerra en las posiciones correctas, adiestrarlos a ellos y a sus catalistas, estudiar atentamente el Tablero de Competicin: eso es todo lo que ocupa su mente estos das. Sin embargo las guerras, cuando se terminan, o bien se ganan o se pierden, y

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deben hacerse planes para la eventualidad tanto de una victoria como de una derrota. No obstante, se niega a discutir este tema con Su Majestad. Radisovik frunci el entrecejo, y Mosiah comprendi sobresaltado que estaba escuchando cosas que no estaban destinadas a los odos de un humilde sbdito de Sharakan. El rey est ciego en lo referente a Garald. Est orgulloso de l, muy merecidamente, pero la radiante aureola del joven no le deja ver al hombre autntico. Garald juega alegremente con sus brillantes soldaditos de juguete, negndose a detenerse el tiempo suficiente para considerar cuestiones tan mundanas como qu haremos con Merilon si conseguimos conquistarla? Quin gobernar la ciudad? Ser el ahora depuesto Emperador, aunque he odo rumores de que est loco? Quin va a ocupar el sitio del Patriarca Vanya como cabeza de la Iglesia? Qu haremos con aquellos nobles que se nieguen a extender su lealtad hacia nosotros? Las dems ciudades-estado se han mantenido escrupulosamente aparte, pero qu sucedera si stas, observando que acrecentamos nuestro podero, deciden atacarnos? Comprendes estos problemas? inquiri el Cardinal Radisovik, volvindose para mirar al desconcertado Mosiah. Sin embargo, cada vez que intento hablar con Garald de ellos, l sacude la mano y dice: "No tengo tiempo para discutirlo. Sopesadlo con mi padre". Y el rey me dice con brusquedad: "Ya tengo bastantes preocupaciones con este reino. Todo lo que tenga relacin con la guerra tratadlo con mi hijo!". Mosiah pas el peso de su cuerpo de un pie al otro, preguntndose si tendra suficiente Vida para hacer que el suelo se lo tragara discretamente. Dndose cuenta del malestar del joven y advirtiendo la importancia de sus divagaciones, Radisovik se refren. No es mi intencin agobiarte con mis problemas, muchacho asegur. Abandonando la ventana, cruz la habitacin para colocarse cerca de Mosiah, quien lo contempl con una especie de temor. Todo en el ministro hablaba de intriga cortesana, incluso los faldones de su tnica ribeteada de hilo de oro parecan susurrar secretos mientras andaba. Con la ayuda de Almin, estas cuestiones se solucionarn por s solas. Bien, t has venido aqu por un motivo y yo te he entretenido refiriendo asuntos intrascendentes. Te pido disculpas. Qu puedo hacer por ti? Mosiah tard un momento en poner en orden sus ideas, mientras se daba cuenta y apreciaba en todo su valor la forma tan hbil en que Radisovik haba manejado lo que podra haber sido una situacin muy incmoda. Con gran elegancia, el Cardinal haba reducido las crticas a su prncipe a la categora de asunto intrascendente y las haba arrojado al regazo de Almin, indicando a Mosiah con gran sutileza que se olvidara de lo que haba odo y confiara en el dios. A lo cual el joven se mostraba totalmente predispuesto. Sharakan no era una corte tan peligrosa como se rumoreaba con respecto a Merilon por aquellos das, pero, no obstante, ninguna corte real era realmente segura y Mosiah haba aprendido muy pronto que no resultaba aconsejable saber ni en exceso ni demasiado poco. Me disculpo por adelantado por molestaros con algo tan trivial como lo que estoy a punto de pediros, Cardinal Radisovik empez el joven. Pero... es importante para m... y ningn catalista lo efectuar sin obtener vuestro permiso, ya que estamos en estado de guerra. Qu es lo que quieres, hijo mo? pregunt Radisovik con una voz suave que, no obstante, se haba vuelto de repente fra y cautelosa. He... he venido a pediros si podrais abrir un Corredor para m, Divinidad. Quieres abandonar Sharakan aclar Radisovik lentamente. S, Divinidad.

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Te das cuenta de que salir fuera de los lmites mgicos de esta ciudad est prohibido por el bien de nuestros ciudadanos? Todo viaje resulta peligroso estos das, especialmente para los sbditos de nuestra ciudad. Nuestros propios Thon-li controlan actualmente nuestros Corredores, con la ayuda de los Duuk-tsarith, desde luego. Pero es posible que los Seores de la Guerra de Merilon intentasen acceder a ellos. Lo s, Divinidad repuso Mosiah respetuosamente pero con firmeza. De cualquier modo, este viaje es importante para m, y estoy dispuesto a correr el riesgo. He informado al prncipe Garald continu, viendo que Radisovik vacilaba. l me ha dado su permiso para partir. Tengo un mensaje suyo. Mosiah hurg en su tnica y sac una pequea esfera de cristal que, cuando se la activase mediante una palabra mgica, ofrecera una imagen del joven y apuesto prncipe de Sharakan. Eso no ser necesario dijo Radisovik con una sonrisa. Si lo has tratado con el prncipe Garald y l se ha mostrado conforme, entonces, desde luego, abrir un Corredor y te desear buena suerte. Mas adnde quieres ir? A las Tierras de la Frontera respondi Mosiah. Radisovik se sobresalt, y mir al muchacho con expresin de desconcierto. Por qu deseas...? Entonces su frente se despej. Ah! exclam en voz baja. Hoy es el aniversario. S, Divinidad replic Mosiah, tambin quedamente. Nunca he estado all. Cuando los Hechiceros me encontraron en el Pas del Destierro, yo estaba ms muerto que vivo. No me enter de lo que haba sucedido hasta... mucho despus. Quera ir, pero no pude obligarme a hacerlo baj la mirada al suelo, avergonzado. S que debiera haber partido, pero no poda soportar ver a Saryon... transformado... Tosi, aclarndose la garganta. Lo comprendo, hijo mo. Lo comprendo. Radisovik coloc su mano sobre el hombro del muchacho. Me enter de tu experiencia y debe de haber sido terrible. Nadie puede culparte por no querer viajar a ese horrible lugar hasta que te sintieras ms fuerte. Debo ir. Necesito ir afirm Mosiah, tozudo, como si estuviera discutiendo consigo mismo. Tengo que forzarme a m mismo a aceptar que fue real. Que realmente sucedi. Quizs entonces podr acatarlo o comprenderlo. Dudo que logremos comprenderlo alguna vez seal Radisovik, observando al joven con fijeza, sus ojos examinando cada uno de los matices de la expresin de aquel rostro abierto y franco, pero la verdad es que debemos aceptar lo que ha sucedido, no sea que la clera y la amargura nos corroan y nos impidan vivir nuestras propias vidas. Se interrumpi, esperando para ver si Mosiah aada algo ms. Sin embargo, el joven, luchando con sus emociones, pareci incapaz de agregar nada. El Cardinal se encogi de hombros imperceptiblemente y, murmurando una oracin, hizo que un Corredor se abriera en la habitacin, creado en el aire un agujero oval que pareca hundirse en la nada. Que la bendicin de Almin te acompae, Mosiah dese Radisovik mientras el muchacho, con el rostro ruborizado, murmuraba entre toses su agradecimiento. Ojal encuentres la paz que buscas. El Corredor se alarg. El joven penetr en su interior y el sendero a travs del espacio y el tiempo creado en otra poca por los antiguos se cerr a su alrededor. Mosiah desapareci de la habitacin. Con la mirada fija en el lugar por donde se haba ido y la frente arrugada, el Cardinal mene la cabeza. Qu secreto roe tu corazn, muchacho? murmur. Quisiera saber...

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El Corredor se cerr alrededor de Mosiah con aquella familiar sensacin aprisionadora, como si lo estuvieran arrastrando por un pequeo y oscuro tnel. El muchacho experiment un aterrador momento de pnico, recordando con horrible claridad la ltima vez que haba utilizado aquella ruta... Con el rostro inexpresivo, la bruja pronunci una palabra. Mosiah contuvo el aliento, asustado, cuando las espinas volvieron a aparecer en las enredaderas, esta vez pinchando simplemente su carne en lugar de hundirse en ella. An no dijo la mujer, adivinando los pensamientos de Mosiah por la expresin de su plido rostro y por sus ojos desorbitados. Pero crecern y seguirn creciendo hasta que te atraviesen la piel y los msculos y todos tus rganos, arrancndote la vida a su paso. Te lo pregunto de nuevo. Cmo te llamas? Por qu? Qu puede importar mi nombre? gimi Mosiah. Vos ya lo sabis! Complceme repuso la bruja, y pronunci otra palabra. Las espinas crecieron otro medio centmetro. Mosiah! Sacudi la cabeza presa de un atroz dolor. Mosiah! Maldita sea! Mosiah, Mosiah, Mosiah...! Entonces recobr por un instante la lucidez, dndose cuenta del plan de la bruja. Mosiah se call e intent retractarse, mientras contemplaba horrorizado cmo la bruja se converta en Mosiah. Su rostro, el de l; sus ropas, las de l; su voz, la de l. Qu hacemos con l? pregunt su acompaante en voz baja, arrepentido y dolindole an el error cometido. Arrjalo al Corredor y envalo al Pas del Destierro. Despus de dar esta orden, la bruja ahora Mosiah se puso en pie. No! Mosiah intent desasirse de las fuertes manos del Seor de la Guerra que tiraban de l para ponerlo en pie, pero con el ms mnimo movimiento las espinas se clavaban en su cuerpo. Se desplom, lanzando un grito de angustia. Joram! aull desesperado al ver abrirse entre el follaje el oscuro agujero del Corredor. Joram! grit, esperando que su amigo lo oyese, sabiendo no obstante en el fondo de su corazn que era intil. Huye! Es una trampa! Huye! El brujo lo arroj al interior del Corredor. ste empez a cerrarse lentamente sobre l. Las espinas le atravesaron la carne; la sangre empez a manar tibia por su cuerpo. Mirando al exterior, consigui ver todava a la bruja ahora l mismo que lo observaba con atencin y mostraba un rostro que ahora era el suyo totalmente inexpresivo. Entonces, la mujer extendi las manos. Es lo que est de moda se dijo a s mismo. Mosiah no estaba seguro de lo que sucedi despus de aquello. Misericordiosamente, perdi el conocimiento en el Corredor. Cuando volvi en s, dos das ms tarde, se hallaba en el tosco poblado de los Hechiceros en el Pas del Destierro. Andon, su anciano y bondadoso jefe, estaba junto a l, como tambin estaba un Theldara un hacedor de salud y un catalista que el prncipe Garald haba enviado al poblado de los Hechiceros. Mosiah suplic que le explicaran qu haba sucedido con sus amigos, pero nadie de aquel aislado pueblo pudo o quiso complacerlo. Las semanas siguientes lo colmaron de un horrible dolor mientras estaba despierto y de terribles pesadillas que lo asediaban durante el sueo, que le procuraban mediante artes mgicas. Luego oy en una conversacin, mantenida en susurros, que se 22

supona que no deba or del destino que haban seguido Joram y Saryon. Se enter del trgico sacrificio del catalista, y de cmo Joram se haba adentrado voluntariamente en el Ms All. El mismo Mosiah estuvo a las puertas de la muerte. El Theldara intent cuanto estaba a su alcance, pero tuvo que confesar a Andon que la Vida mgica del muchacho no procuraba salvarle la vida. A Mosiah no le importaba. Morir resultaba ms fcil que vivir con aquel dolor. Un da, Andon le comunic que tena visita: dos personas que haban sido tradas al pueblo por orden del prncipe Garald. Mosiah no poda imaginar quines podran ser y tampoco le importaba demasiado... Y de repente se encontr rodeado por los brazos de su madre, que baaba con sus lgrimas las heridas del muchacho. La voz de su padre son en sus odos. Suavemente, con ternura, las manos de sus progenitores, speras y ajadas por el trabajo, condujeron a su hijo de vuelta a la vida. El recuerdo de aquel dolor y su desesperacin abrum a Mosiah de tal forma que le pareci como si el Corredor lo estuviera sofocando. Afortunadamente el viaje fue corto, y la sensacin de pnico se aplac cuando el Corredor volvi a abrirse. No obstante, el terror fue reemplazado por sentimientos ms profundos, aunque no menos afligidos, sentimientos de dolor y de pena. Mosiah sali del Corredor apretando los dientes con fuerza, intentando infundirse nimos. Aunque jams haba visitado las Tierras de la Frontera, se haba familiarizado con ellas y saba lo que poda esperar. Una playa de fina arena blanca, salpicada aqu y all por pequeas extensiones de matorral que finalmente, cerca de las cambiantes brumas grises que conducan al Ms All, desaparecan por completo dejando las mrgenes tan desnudas y desabridas como un hueso rodo. Sobre esta playa desierta estaran los Vigilantes y, con ellos, Saryon, su cuerpo convertido en piedra. La visin no resulta tan aterradora como uno podra imaginar, Mosiah haba odo contar al prncipe Garald a un grupo que se haba reunido a su alrededor durante una fiesta celebrada no haca mucho tiempo. Una expresin de paz baa el rostro de piedra del hombre, y produce casi la envidia ajena, porque es una paz que ningn ser vivo puede experimentar. Mosiah se sinti escptico con respecto a esta afirmacin. Esperaba que as fuese, que Saryon hubiera encontrado la fe que como sacerdote haba perdido, pero no lo crea. Radisovik haba dicho que Garald posea un defecto: la guerra lo llenaba de alegra. Eso era cierto y, si tena otro defecto, ste era que tenda a ver en las personas y los acontecimientos lo que l quera ver y no necesariamente la esencia de su realidad. La figura de piedra de Saryon contemplara eternamente el Ms All, las movedizas y cambiantes brumas de la Frontera mgica, que se retorcan sobre ellas mismas en interminables remolinos y espirales. Las Tierras de la Frontera son un lugar tranquilo y calmado dijo Garald con voz seria al grupo que le escuchaba. Contemplndolas, nadie sospechara las tragedias que tienen lugar en esa Playa de la Muerte. Tranquilo... Calmado... Poniendo los pies sobre la arena, saliendo del Corredor, Mosiah fue derribado por una tremenda rfaga de aire. No poda ver. La arena le golpeaba el rostro y le resultaba casi imposible abrir los ojos. El viento era increblemente fuerte, no se pareca a nada que hubiera experimentado jams, aunque en una ocasin sufri una pavorosa tormenta conjurada por dos grupos enfrentados de Sif-Hanar. Luch por ponerse en pie, pero el intento constitua una batalla perdida de antemano y se hubiera visto arrastrado por la playa

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como las plantas arrancadas que pasaban volando junto a l, enredndose entre sus piernas, si una fuerte mano no hubiera aparecido para sujetar la suya. Sabiendo que no podra soportar mucho ms, Mosiah activ rpidamente una burbuja mgica que los rode a l y a la persona que lo haba salvado. La estructura los envolvi a ambos al instante, rodendolos de calma y tranquilidad y dejando fuera el viento. Mosiah parpade, frotndose los ojos para eliminar la arena, intentando observar a quien lo haba ayudado, mientras se preguntaba qu podra conducir a nadie hasta la Frontera. Sus ojos vieron el revoloteo de un pedazo de seda naranja y se le cay el alma a los pies. Vaya, viejo amigo le lleg una voz demasiado conocida, te lo agradezco enormemente. No s por qu no pens en ese escudo. Me lo estaba pasando estupendamente siendo arrastrado de un lado para otro como esas divertidas plantitas que nunca echan races sino que van dando tumbos por la arena. He creado un nuevo estilo de vestir. Lo llamo Cicln. Te gusta?

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4 Lo llamo Cicln

Mosiah lanz una feroz mirada de disgustada sorpresa a la figura que se encontraba junto a l en el interior de la burbuja mgica. Simkin refunfu, escupiendo arena. Qu ests haciendo aqu? Vamos, es el Da de Almin. Siempre vengo aqu el Da de Almin. Qu has dicho? Que es jueves? Bueno se encogi de hombros, qu significa un da ms o menos entre amigos? Alzando los brazos, le mostr sus ropas. Qu te parece? Mosiah mir al barbudo joven con repugnancia. Todo lo que Simkin llevaba desde la chaqueta azul de brocado hasta el chaleco de seda violeta, pasando por sus relucientes pantalones verdes estaba del revs, y no slo esto era lo sorprendente, sino el que, adems, llevaba su ropa interior encima del resto de su vestimenta. Sus cabellos estaban erizados y su normalmente lisa barba se hallaba toda revuelta. Creo que tienes aspecto de payaso, como siempre mascull Mosiah. Y si hubiera sabido que eras t te hubiera dejado que siguieras adelante hasta estrellarte de cabeza contra las montaas! He sido yo quien te ha salvado a ti, recuerdas? repuso Simkin con voz lnguida. Qu humor ms espantoso tienes hoy. Tu cara acabar paralizndose con esa expresin, ya te lo he dicho muchas veces. Hace que me venga a la memoria el cadver del Duque de Tulkinghorn, que no se muri sino que sencillamente se convirti en una forma cada vez ms repugnante hasta que desapareci. No s qu es lo que tienes contra m, querido muchacho. Simkin hizo aparecer un espejo y se contempl en l con placer, estirando an ms su barba para aumentar el efecto. Oh, no lo sabes! le espet Mosiah rabioso. Haba tan slo unas pocas personas que saban que nos encontraramos en la Arboleda aquella noche: Joram, Saryon, t y yo, y, por lo que parece, los Duuk-tsarith! Supongo que se debi simplemente a la ms pura de las coincidencias. Bajando el espejo, Simkin se qued mirando a Mosiah con incredulidad. No puedo creerlo! exclam en tono trgico. Todo este tiempo has imaginado que yo era un traidor! Yo! Arrojando el espejo contra la arena, Simkin se llev las manos al pecho. Prtete! Prtete, corazn! gimi. Ojal este demasiado mancillado pedazo de carne se marchitase! Deja eso, Simkin ataj Mosiah con frialdad, apenas capaz de controlar un vivo deseo de agarrar al joven por el cuello y estrangularlo. Tus juegos ya no resultan divertidos. Mirando a Mosiah por debajo de sus agitados prpados, Simkin se irgui de repente, se alis los cabellos y cambi sus ropas por un conjunto muy correcto y conservador de seda gris con encaje blanco, botones hechos con perlas y un pauelo malva muy acorde con el conjunto. Mientras se ajustaba el encaje a la mueca, coment en tono aparentemente trivial: No tena ni idea de que abrigases ese resentimiento. Debieras haberlo dicho antes. Saryon fue el traidor, como te he contado ya otras veces. No me negars que el prncipe Garald no tiene sus canales para descubrir la verdad. Pregntale a l, si no me crees a m. No te creo y lo he hecho repuso Mosiah, con cara de pocos amigos. Y 25

nadie sabe nada... si es que hay algo que saber... Oh! Por supuesto interpuso Simkin. Mosiah sacudi la cabeza exasperado. En cuanto a que el catalista nos traicion, he odo esa loca historia que fraguaste sobre Saryon y Joram y no la creo. l Padre Saryon nunca nos hubiera traicionado a nosotros y... ... Yo s? termin la frase Simkin, alisndose los cabellos. Con un movimiento de la mano hizo aparecer el pauelo de seda naranja y se lo pas por la nariz. Tienes razn, desde luego continu imperturbable. Podra haberos traicionado, pero slo si las circunstancias empezaban a resultar aburridas. Tal y como se desarrollaron los acontecimientos, no tuve que recurrir a esa argucia. Tienes que admitir que nos lo pasamos muy bien all en la vieja Merilon. Bah! Apartando la mirada enojado del remilgado Simkin, Mosiah observ desde el refugio que le proporcionaba el escudo los remolinos que formaban la arena y el rugiente viento. No saba que se producan tormentas as en la Frontera. Cunto tiempo durar? pregunt con frialdad, dejando bien claro que le hablaba a Simkin nicamente porque necesitaba informacin. Y haz que tu respuesta sea breve! aadi despreciativo. No se producen, y mucho, mucho tiempo replic Simkin. Qu? inquiri Mosiah irritado. Aclara tus palabras. No es necesario replic Simkin, ofendido. Me has dicho que fuera breve. Bien, pues no precisas serlo tanto se corrigi Mosiah, sintindose ms y ms incmodo cuanto ms tiempo permaneca a su lado. A pesar de que era casi medioda, estaba tan oscuro como si fuera de noche y la penumbra creca cada vez ms. Aunque estaba protegido por el escudo, Mosiah se daba cuenta de que la fuerza del viento iba en aumento, en lugar de amainar, y tena que utilizar cada vez ms Energa Vital para mantener aquella burbuja mgica alrededor de ellos. Perciba claramente cmo sus fuerzas empezaban a agotarse y saba que no podra mantener el parapeto en su lugar durante mucho ms tiempo. Vas a seguir insultndome? interrog Simkin altanero. Porque si es as, no voy a decir ni una palabra. No refunfu Mosiah. Y sientes haberme acusado de traicin? Mosiah no contest. Simkin, con las manos cruzadas a la espalda, contempl cmo soplaba furioso el viento en el exterior. Me gustara saber hasta dnde podra llegar uno antes de verse arrojado contra algo grande y slido como un roble... De acuerdo, lo siento! exclam Mosiah malhumorado. Ahora dime qu est ocurriendo! Muy bien. Simkin alz la barbilla con desdn. Nunca hay tormentas en las Tierras de la Frontera. Esta circunstancia est relacionada con las fronteras mgicas o algo parecido, y, por lo tanto, en lo referente a la duracin de este torbellino en particular, tengo el presentimiento de que se prolongar por mucho tiempo. Ms tiempo, imagino, del que ninguno de nosotros pudiera sospechar. Esto ltimo fue dicho en voz baja, mientras el rostro de Simkin se volva cada vez ms solemne al observar el exterior de la burbuja mgica y contemplar la arena que el viento transportaba. Podemos andar dentro de este artefacto? pregunt Simkin de repente. Puedes moverlo y a nosotros con l?

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Su... supongo que s rezong Mosiah de mala gana. Aunque necesitar gran cantidad de energa y empiezo a sentirme bastante dbil... No te preocupes. No permaneceremos mucho ms aqu interrumpi Simkin. Dirige en aquella direccin. Se la indic con la mano. Podras ayudarme a mantener el escudo en su lugar!, sabes? le recrimin Mosiah mientras avanzaban pesadamente sobre la arena. No tena la menor idea de adnde se dirigan, ya que le resultaba completamente imposible divisar nada. La verdad es que no podra afirm Simkin. Estoy demasiado fatigado. Hacer que las ropas de uno salgan volando y luego regresen quedando las interiores en el exterior y del revs desgasta en exceso. No est lejos. El qu no est lejos? La estatua del catalista, claro. Pensaba que habas venido para verla. Cmo lo sabas...? Oh, djalo repuso Mosiah con voz cansina, perdiendo el equilibrio cada vez que la arena se mova debajo de sus pies. Has dicho que merodeabas a menudo por este lugar. Por qu? Qu es lo que haces? Le hago compaa al catalista, claro est contest Simkin, contemplando a Mosiah con aspecto santurrn. Ocupacin para la que t no dispones de tiempo. El que al pobre hombre lo hayan convertido en piedra no significa que haya perdido sus sentimientos. Debe aburrirse terriblemente, all quieto todo el da, mirando a la nada, con palomas posndose sobre su cabeza, y ese tipo de incidencias. Sera diferente si las palomas resultaran interesantes, pero son tan malas conversadoras... y, adems, imagino que sus patas deben de hacer cosquillas, no te parece? Mosiah dio un resbaln y cay. Simkin se inclin y tir de l ponindolo en pie. No est lejos dijo el joven en tono alentador. Casi hemos llegado. Y de qu le... hum... le hablas? pregunt Mosiah, sintindose inexplicablemente culpable. Saba que aquellos sentenciados a la Transformacin seguan viviendo, en realidad, pero jams haba pensado que pudiera ser posible comunicarse con ellos o hacerles partcipes, en cierta forma, del mundo de los vivos. De qu hablamos? core Simkin, detenindose un momento como para orientarse, aunque era extremadamente difcil conocer su posicin en medio de aquella cegadora tormenta; Mosiah no poda imaginar cmo poda conseguirlo. Ah, s! Vamos en la direccin correcta. Slo unos pasos ms. Ahora... por dnde iba? Oh, s! Bien, pues regalo a nuestro escultural amigo con los ltimos comadreos de la corte. Le muestro mis ltimas creaciones, aunque la verdad es que encuentro deprimente que sus reacciones ante ellas se muestren claramente lo que uno podra llamar ptreas. Y tambin le leo. Qu? Ante aquella sorprendente declaracin, Mosiah dej de andar a trompicones por la arena, en parte para recuperar el aliento y las energas y en parte para mirar a Simkin sorprendido. Le lees? El qu? Libros religiosos? Las Escrituras? No puedo imaginarte... ... Leyendo algo tan aburrido? Simkin enarc una ceja. Tienes toda la razn! Cielos! Las Escrituras! Palideciendo ante la idea, se abanic con el pauelo naranja. No, no. Le leo cosas divertidas, para animarlo. Encontr un enorme libro de obras de teatro escrito por ese tipo tan terriblemente prolfico de la antigedad. Resulta bastante entretenido. Represento a todos los personajes. Escucha, he memorizado algunas partes. Simkin asumi una pose trgica. Pero, silencio, qu luz es la que brilla en aquella ventana? Es el este, y Julieta se ha cado al otro lado del cristal. Oh!, perdonadme, vos, sangrante pedazo de suelo... Arrug la frente. Es as cmo sigue? No acaba de rimar... Encogindose de hombros, continu: O, si no estamos

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de humor para erudiciones, le leo esto. Con un movimiento de la mano, hizo aparecer un libro encuadernado en piel y se lo entreg a Mosiah. brelo, por cualquier pgina. Mosiah as lo hizo, y sus ojos se abrieron desmesuradamente. Esto es repugnante! exclam, cerrando el libro bruscamente. Lanz a Simkin una mirada furiosa. No querrs decir que le lees esa... esa porquera a... a...? Porquera! Palurdo! Esto es arte! grit Simkin, arrancando el libro de las manos de Mosiah y hacindolo desaparecer en el aire. Tal como he dicho, lo ayudaba a animarse... Ayudaba? Qu quiere decir ayudaba? lo interrumpi Mosiah. Por qu hablas en pasado? Porque me temo que nuestro catalista se halla ahora en el pretrito respondi Simkin. Mueve el escudo menos de medio centmetro. Ah, a tus pies. Dios mo! murmur Mosiah horrorizado. Volvi la cabeza hacia su acompaante. No, no puede ser! Me temo que s, querido muchacho respondi Simkin, sacudiendo la cabeza tristemente. No tengo la menor duda de que estos bloques, estas piedras, estos pedazos que ya no son nada, constituyen los restos de nuestro calvo y desgraciado amigo. Mosiah se arrodill. Protegido por el escudo mgico, apart la arena de lo que pareca ser la cabeza de la estatua. Se trag las lgrimas apresuradamente. Haba deseado, rezado para que Simkin se hubiera equivocado, para que aqul fuera quizs otro de los Vigilantes; pero no haba duda de que se trataba de Saryon, de su rostro bondadoso y sabio, de la tierna y dulce faz que tan bien conoca. Incluso poda ver, tal y como haba dicho Garald, aquella expresin de paz infinita esculpida para siempre en la piedra. Cmo ha podido suceder? exigi Mosiah colrico. Quin podra haber hecho algo as? No saba que se poda romper el hechizo... No es posible respondi Simkin con una extraa sonrisa. Mosiah se incorpor. No es posible? repiti, mirando a su interlocutor con suspicacia Cmo lo sabes? Qu es lo que desconozco? Simkin se encogi de hombros. Simplemente que este hechizo no es reversible. Prate a pensar. Los Vigilantes han estado aqu cientos de aos; durante ese tiempo, nada ni nadie ha podido alterarlos o devolverlos a la vida. Hizo un gesto en direccin a los fragmentos desperdigados sobre la arena. Me encontraba aqu mientras Lauryen y su alegre pandilla golpeaban con cuchillos y martillos las ptreas manos de nuestro amigo, intentando sacar la Espada Arcana. Lo nico que consiguieron despus de tanto esfuerzo fue grava. Vi cmo el Seor de la Guerra lanzaba un hechizo tras otro contra Saryon y, aparte de abrasar a unas cuantas palomas, obtuvo el mismo resultado. Sin embargo, ahora nos encontramos con la estatua hecha pedazos cuando ni siquiera los conjuros ms potentes del ms poderoso de los Seores de la Guerra de este mundo haban podido siquiera rozarla. Mosiah se estremeci. A pesar del escudo mgico, poda sentir cmo la temperatura empezaba a descender. Tena la boca reseca y cuanto ms tiempo permaneca all ms se acrecentaba su sensacin de inquietud. Qu otras cosas...? Ven por aqu. Te lo mostrar se ofreci Simkin, gesticulando con insistencia. Est muy lejos? pregunt Mosiah, indeciso. No estoy seguro de cunto

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tiempo podr continuar... Lo ests haciendo muy bien. El escudo aguanta. Slo un poco ms. Sigue andando, todo recto. Mosiah camin hacia adelante, intentando en lo posible evitar los montculos de arena que supona eran partes de la estatua rota. De que Saryon estaba muerto, no le caba la menor duda. Imaginaba que debiera sentir pena o alivio, pero en aquellos precisos instantes toda su atencin se centraba en el entumecimiento que agarrotaba todo su cuerpo y en la creciente y premonitoria sensacin de temor agorero. Ah seal Simkin, detenindose, con los brazos en jarras. Mosiah sigui su indicacin, contemplando ms all de donde estaba el joven, y la sangre se le hel en las venas, hacindolo tiritar de la cabeza a los pies. Garald haba descrito la Frontera como un conjunto de brumas que se arremolinaban y movan pausadamente, pero lo que Mosiah observ fue una masa revuelta de verdosas y horribles nubes negras. Se perciba el parpadeo de los relmpagos en sus bordes, y el viento absorba la arena hacia arriba en retorcidas chimeneas para, luego, vomitarla fuera de sus hirvientes fauces, alternando la aspiracin y la espiracin como si fuera un ser vivo. Mosiah sinti cmo su escudo mgico empezaba a desmoronarse. Me he quedado sin Vida! jade. No puedo mantener el escudo mucho ms tiempo! El Corredor! repuso Simkin con tranquilidad. Corre! Dndose la vuelta, regresaron dando traspis por la arena; Simkin indicaba el camino pues, de lo contrario, Mosiah se hubiera perdido rpidamente en medio de la tormenta. Casi hemos llegado! grit Simkin, sujetando a Mosiah cuando ste se derrumb sobre la arena. Ayudado por su acompaante, Mosiah se puso en pie tambaleante, pero el escudo se haba desvanecido. La arena los azot con fuerza. El viento ruga y aullaba alrededor de sus odos, golpendolos con enormes puos, arrastrndolos hacia sus fauces, para luego arrojarlos con fuerza hacia adelante y provocando su cada. Mosiah no poda divisar nada, tampoco poda or. Todo era ruido y tumulto, oscuridad y punzante arena. Y, de repente, todo qued en absoluta calma. Mosiah abri los ojos y mir a su alrededor con asombro. No haba experimentado la sensacin de acceder al interior del Corredor, pero aqu se encontraba ya, de vuelta en el estudio de Radisovik junto con Simkin, que tena un aspecto particularmente grotesco con el pauelo de seda naranja atado alrededor de su nariz y de su boca. Alzndose de su silla, el Cardinal Radisovik se qued mirndolos sorprendido. Qu sucede? pregunt, acudiendo inmediatamente a ayudar a Mosiah, que se mostraba plido y tembloroso, a sentarse en un silln. Clmate! Dnde has estado? Har que traigan algo de vino... La Frontera..., las Tierras de la Frontera! tartamude Mosiah, intentando sin xito dejar sus estremecimientos. Se puso en pie de un salto, rechazando las splicas para tranquilizarlo del Cardinal. Debo ver al prncipe Garald! Dnde est? En la Sala de Guerra, creo contest Radisovik. Pero por qu? Qu ocurre? Este pauelo... divag Simkin, contemplndose en el espejo de la pared del Cardinal con aire crtico. El malva... resulta absolutamente horrible combinado con el gris...

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5 Sharakan se prepara para la guerra

La Sala de Guerra era, en realidad, un gran saln de baile situado en una de las alas del palacio del rey en la ciudad-estado de Sharakan. A diferencia del flotante Palacio de Cristal de Merilon, el palacio de Sharakan se aposentaba firmemente sobre el suelo. Construido de granito, resultaba tan sencillo, slido y prctico como sus sbditos y sus gobernantes. El castillo se ubicaba antiguamente sobre una montaa una pequea colina, propiamente que se vio mgicamente alterada por los moldeadores de piedra de la estirpe de los magos Pron-alban, convirtindola en una resistente y extremadamente lgubre fortaleza. Los ms recientes gobernantes de Sharakan haban reformado el palacio, segn su idiosincrasia, suavizando las speras lneas de sus almenas, albergando un jardn en el patio central que estaba considerado como uno de los ms hermosos de todo Thimhallan para, en general, transformarlo en un lugar ms agradable en el que residir. Pero el recinto segua constituyendo una fortaleza, y se ufanaba con el honor de no haber cado jams en manos del enemigo, ni siquiera durante las terribles y destructivas luchas de las Guerras de Hierro, que haban arrasado los palacios de Zith-el y de Merilon, entre otros. Por lo tanto, al prncipe Garald no le haba planteado ninguna dificultad disponer del palacio de Sharakan como de un campamento armado, trayendo Seores de la Guerra y catalistas de la villa y sus alrededores para adiestrarlos en el arte de la guerra. A la ciudad de Sharakan traslad a los Hechiceros, sacndolos de su exilio en el Pas del Destierro, y los anim a trabajar en la fabricacin de armas, mquinas de asedio y otros siniestros instrumentos tecnolgicos de destruccin. Los habitantes de Sharakan se preparaban tambin para la guerra. Los Ilusionistas dejaron de malgastar energas creando cuadros vivientes o realzando los colores de las puestas de sol y volvieron su atencin a la creacin de ilusiones ms aterradoras y horribles; alucinaciones que se introducan en la mente del enemigo y causaban ms destruccin que la punta de una flecha al penetrar en el cuerpo. Los Gremios de los Pron-alban, incluyendo los Moldeadores de Piedra, los Moldeadores de Madera, los Moldeadores de Telas y todos los dems, retiraron sus esfuerzos de las mundanas tareas domsticas y los dedicaron a la guerra. Los Moldeadores de Piedra reforzaron las murallas de la ciudad por si suceda lo impensable: que Lauryen rompiera su juramento y se negara a aceptar la decisin a la que se llegara en el Campo de la Gloria, en cuyo caso atacara sin duda la misma ciudad. Los Moldeadores de Madera se unieron a los Hechiceros de las Artes Arcanas para fabricar lanzas, flechas y mquinas de asedio. Para algunos Moldeadores result difcil trabajar tan estrechamente con los Hechiceros. Aunque stos eran ms liberales en sus actitudes hacia la Tecnologa podan verse carros con ruedas funcionando con toda normalidad en la ciudad, los magos de Sharakan haban sido educados en la creencia de que una utilizacin frecuente de esta disciplina supona el primer paso para alcanzar el reino de la Muerte. nicamente el amor y la lealtad que profesaban a su prncipe y a su rey, y su convencimiento de que esta guerra era necesaria para continuar su modo de vida, determinaban que los pobladores de Sharakan apretaran los dientes con resignacin y 30

ejecutaran aquello que estaba considerado como un pecado mortal: dar Vida a algo que estaba Muerto. Los miembros de los Gremios trabajaban, por lo tanto, con los Hechiceros, y muchos de ellos descubrieron, con un cierto placer y sorpresa, que la Tecnologa tena considerables ventajas y que, si se la combinaba con magia, poda utilizarse para crear numerosos objetos tiles y funcionales: por ejemplo, las casas de ladrillo que tanto impresionaban al Cardinal Radisovik. Mientras los hombres de los Gremios y los Hechiceros aunaban sus esfuerzos, los Sif-Hanar se aseguraban de que el tiempo en la ciudad fuera en general agradable, al tiempo que seguan facilitando lluvia a los cultivos de los lejanos pueblos agrcolas para proveer una abundante cosecha. En el caso de que la ciudad sufriera un asedio, los Seores de la Guerra y los catalistas no tendran energa sobrante para conjurar comida. Los nobles de Sharakan los Albanara se preparaban tambin, a su manera, para la guerra. Aquellos que posean y administraban las tierras de labranto se aseguraban de que sus Magos Campesinos las laboraran intensivamente. Aquellos que tenan algn ligero conocimiento sobre cmo moldear se ofrecan para ayudar a los Gremios en su trabajo. Esta iniciativa se hizo rpidamente popular, y se convirti casi en una moda; muy pronto no result inslito ver a un marqus gastando su energa mgica en la reparacin de una grieta en la muralla de la ciudad, o a un barn accionando alegremente los fuelles de la forja. Los nobles se divertan enormemente mientras realizaban estas arduas tareas durante aproximadamente una hora cada semana, para volver luego a casa y desplomarse fatigados en un silln, darse un buen bao caliente y felicitarse por contribuir a la guerra. Desgraciadamente, suponan ms un estorbo que una ayuda para los hombres de los Gremios, quienes, sin embargo, se vean obligados a soportarlo y procuraban reparar las chapuzas lo mejor que podan cuando los nobles se cansaban de ayudar. Las damas de la aristocracia de Sharakan no eran menos entusiastas que sus esposos en su apoyo a la guerra; muchas de ellas contribuan con sus propios catalistas y Magos-Servidores a la causa. Esto significaba un considerable sacrificio. El peinarse una misma exaltaba fervorosamente, mientras que la baronesa que poda lanzar un suspiro y comentar sencillamente que no tena Vida suficiente para jugar al Destino del Cisne hoy porque su catalista haba sido llamado a palacio para aprender a luchar era contemplada con envidia por aquellas damas menos afortunadas cuyos catalistas haban sido declarados intiles para el servicio y devueltos a sus hogares. El prncipe Garald estaba enterado de aquellos disparates y los pasaba por alto. El marqus que se haba pasado tres horas para moldear una pequea piedra haba donado la mitad de su riqueza para la guerra. El barn que tiraba del fuelle de la forja haba provisto la comida suficiente para mantener abastecida la ciudad durante un mes. Garald estaba satisfecho por la forma en que su pueblo se preparaba para el inminente conflicto. l mismo trabajaba incansablemente y pasaba largas horas tanto entrenndose como estudiando. Si Garald tena un deseo secreto en su vida, ste era el de ser un Seor de la Guerra. Puesto que conseguirlo no quedaba a su alcance por haber nacido Albanara, llev a la prctica la nica sustitucin posible: arrojarse en cuerpo y alma a aquella guerra. Como se haba dedicado al arte de la guerra a fondo, saba casi tanto sobre ella como los Supremos Seores de la Guerra, y, por tanto, Garald disfrutaba del respeto de aquellos hombres y mujeres tarea harto dificultosa y, al contrario que en algunos reinos donde los Supremos Seores de la Guerra se apresuraban a hacer a un lado al rey, los de Sharakan se sentan muy satisfechos de poder disfrutar del consejo y la ayuda de su prncipe. ste colaboraba con ellos para ensear a los Seores de la Guerra novatos, y a sus catalistas, cmo luchar. Desarroll una estrategia para la batalla

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y anunci que asumira el papel de Comandante de Campo en el Tablero de Juego cuando se iniciara el conflicto; una decisin que no fue discutida por los Supremos Seores de la Guerra, quienes reconocan, de inmediato, un talento natural. El Cardinal Radisovik saba perfectamente dnde encontrar al prncipe Garald. Su Alteza se haba trasladado para todo propsito prctico al saln conocido ahora como la Sala de Guerra. Los tres hombres que lo buscaban, lo encontraron, pues, con facilidad. Mientras se acercaban al edificio que le serva de campamento, Mosiah, el Cardinal y Simkin (ahora con un pauelo rosa al cuello) podan or la voz de Garald resonando en los elevados techos cubiertos de recargadas pinturas. Todos los catalistas ocuparn ahora sus posiciones bien a la derecha o a la izquierda de su Seor o Seora de la Guerra. Se produjo una pausa, durante la cual se alz en el aire un murmullo de voces, mientras los brujos se distribuan en diestros o zurdos. Por fin, la voz de Garald se alz por encima de la algaraba. Catalistas! Colocaos cinco pasos al lado y cinco detrs. Se oy el ruido confuso de pies que se arrastraban por el suelo. Llegando ante las enormes puertas de la sala de baile, los tres pudieron contemplar a los catalistas y a los magos movindose arriba y abajo, y ocupando sus posiciones como paso previo para el ensayo de su propia danza sobre el reluciente suelo de mrmol que, con anterioridad, no demasiado tiempo atrs, haba brillado bajo los pies de parejas menos destructivas. Cuando todos se hallaban en sus puestos de batalla, el prncipe empez a caminar arriba y abajo de las largas hileras de brujos vestidos de rojo y de catalistas vestidos de gris, inspeccionndolos con ojo crtico. Dos enlutados Duuk-tsarith los guardias personales del prncipe avanzaban solemnemente detrs de l, las manos cruzadas ante ellos. La colocacin del catalista es crucial durante la lucha el prncipe continu su sermn mientras avanzaba entre las filas, variando la posicin de un catalista un paso hacia all, indicando a otro que se alejara un poco ms. Ya sabis que es responsabilidad del catalista el otorgar Vida a su brujo durante la lucha. Para ello, ha de permanecer cerca de su Seor de la Guerra, abrir un conducto y dejar que la magia fluya de l a su compaero. Puesto que esto precisa la completa concentracin del catalista y tambin su atencin, ste no dispone de ningn medio para defenderse a s mismo; por lo tanto, debe colocarse ligeramente detrs de su brujo, de modo que su pareja pueda utilizar un escudo mgico o la estratagema que prefiera para proteger a su catalista. Un oponente inteligente intentar, desde luego, dejar fuera de combate al catalista de su enemigo a la primera oportunidad, debilitando severamente, al hacerlo, al Seor de la Guerra. Todos vosotros, brujos, habis aprendido sistemas convencionales de defensa contra este tipo de ataque, los cuales practicaremos ms tarde. Hoy quiero concentrarme en una habilidad del catalista que a veces se pasa por alto. Vosotros, catalistas, no slo tenis la facultad de otorgar Vida a vuestro mago, sino que tambin poseis la capacidad de absorber la Vida de vuestro oponente y de utilizar esta energa mgica adicional para alimentar a vuestro compaero. Esto supone contar con una definida habilidad para juzgar y una gran agudeza visual, puesto que debis discernir cundo vuestro Seor de la Guerra tiene suficiente Vida para poder seguir con la lucha sin precisar de vuestra ayuda y cundo vuestro enemigo se halla tan ocupado en la batalla como para atacarlo sin que se d cuenta. El peligro inherente, claro est, se cifra en que el adversario percibir inmediatamente que se le est absorbiendo la Vida y actuar al instante para detener al catalista que lo ataca. Por consiguiente, debis atacar con rapidez, concentrando todo vuestro esfuerzo en lo que estis haciendo. Habiendo terminado su inspeccin, Garald se elev en el aire por encima de las cabezas de sus tropas de modo que pudiera dominarlas a todas a simple vista.

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Que las dos primeras filas se coloquen frente a frente. El resto ocupad vuestros lugares junto a la pared. Eh, t! Presta atencin! Muy pronto te tocar el turno. Espero que los que ahora observan lo realicen a la perfeccin al primer intento, ya que habrn tenido la ventaja de contemplar cmo otros lo hacan primero. Brujos, pasad a la tercera y cuarta series de conjuros de combate. Adelantaos y ensayad vuestros cnticos; la habitacin est protegida por un hechizo de dispersin. Vosotros, catalistas, comprobad si podis absorber con xito la Vida del enemigo que tenis enfrente. El sonido de numerosas voces se alz en el aire, arrojando fuego, levantando huracanes, haciendo caer rayos mientras los Seores de la Guerra se ponan en accin. Los catalistas, colocados en sus puestos, cerca de ellos, iniciaron la difcil tarea de intentar absorberles la Vida en lugar de transmitrsela. La mayora de ellos no lograron el menor xito, ya que, aunque a todos se les haba enseado esta tcnica en El Manantial, pocos la haban presenciado y ninguno de los que se hallaban en la sala la haban ensayado jams, debido a la ausencia de guerras en Thimhallan desde haca innumerables aos. Algunos, por error, absorban la Vida de sus propios Seores de la Guerra. Gran parte de ellos no podan recordar las palabras correctas de la oracin que les otorgaba aquel poder, y un pobre catalista joven se puso tan nervioso que accidentalmente se dej a s mismo sin Vida, cayendo al suelo como si estuviera muerto. Mosiah lo observaba todo boquiabierto, tan fascinado que casi se olvid de la razn por la que haba venido. Nunca haba asistido a una sesin de adiestramiento y, hasta aquel mismo instante, las conversaciones sobre la guerra slo haban constituido un cmulo de palabras. Ahora se corporeizaban, y un emocionado escalofro le recorri las venas. Al igual que Garald, tambin Mosiah deseaba ser un Supremo Seor de la Guerra, pero como su prncipe a pesar de ser un mago experto, no haba nacido dentro del Misterio del Fuego, el necesario don de Almin para sobresalir en ese arte. No obstante, Garald le haba prometido que estara entre los arqueros, puesto que ya conoca el uso del arco y de la flecha. Las sesiones de entrenamiento de este grupo empezaran muy pronto, y, de repente, Mosiah se sinti incapaz de esperar hasta entonces. Pero, si el muchacho haba olvidado el motivo de su visita, no as el Cardinal Radisovik. Haba interrogado a Mosiah y a Simkin durante el camino. Los dos le describieron lo que haban visto en las Tierras de la Frontera, mientras el Cardinal escuchaba con aparente calma exterior su relato de los extraos y anormales acontecimientos que haban presenciado. En realidad, se mostraba tan tranquilo que Mosiah se sinti avergonzado y turbado, convencido de que se asustaba como Simkin haba sealado de una tormenta en un vaso de agua. Pero Radisovik estaba mucho ms trastornado y preocupado de lo que permita entrever a los dos jvenes, y, cuando se orden un descanso en la sesin de entrenamiento para retirar al catalista que se haba desvanecido, aprovech la pausa para acercarse al prncipe, indicando a Mosiah y a Simkin que lo siguieran. Al ver al Cardinal, Garald descendi inmediata y respetuosamente hasta el suelo sobre el que lo aguardaba el catalista. El prncipe iba vestido con los estrechos pantalones y la blanca camisa de amplias mangas que llevaba normalmente cuando practicaba esgrima, especialidad en la que se le saba un gran experto. Aunque se aproxim a ellos con una atractiva sonrisa y