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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente 2001-04 El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación universitaria Kolvenbach, Peter-Hans Kolvenbach, P. (2001). "El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación universitaria". En Renglones, revista del ITESO, núm.48. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO. Enlace directo al documento: http://hdl.handle.net/11117/484 Este documento obtenido del Repositorio Institucional del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente se pone a disposición general bajo los términos y condiciones de la siguiente licencia: http://quijote.biblio.iteso.mx/licencias/CC-BY-NC-ND-2.5-MX.pdf (El documento empieza en la siguiente página) Repositorio Institucional del ITESO rei.iteso.mx Publicaciones ITESO PI - Revista Renglones

Kolvenbach, Peter-Hans - COnnecting REpositories · 2016. 12. 24. · Empiezo recordando otro aniversario que esta con-ferencia también conmemora. Hace 25 años, diez años después

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Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente

2001-04

El servicio de la fe y la promoción de la justicia

en la educación universitaria

Kolvenbach, Peter-Hans Kolvenbach, P. (2001). "El servicio de la fe y la promoción de la justicia en la educación

universitaria". En Renglones, revista del ITESO, núm.48. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO.

Enlace directo al documento: http://hdl.handle.net/11117/484

Este documento obtenido del Repositorio Institucional del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de

Occidente se pone a disposición general bajo los términos y condiciones de la siguiente licencia:

http://quijote.biblio.iteso.mx/licencias/CC-BY-NC-ND-2.5-MX.pdf

(El documento empieza en la siguiente página)

Repositorio Institucional del ITESO rei.iteso.mx

Publicaciones ITESO PI - Revista Renglones

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48 RENGLONES # 48, ABRIL-JULIO 2001

◆DE LA UNIVERSIDAD

Introducción

Esta conferencia sobre el compromiso con la justiciaen la educación superior de la Compañía de Jesúsde Estados Unidos llega en un momento impor-tante de la tan rica historia de 28 universidades ycentros de estudios superiores representados aquí.Nos unimos también a la celebración de los 150años de la fundación de la Universidad de SantaClara.

Tan significativo como el momento histórico,lo es también nuestra situación espacial. El Vallede Santa Clara, cuyo nombre viene del templo dela misión situado en el corazón del campus, esconocido en todo el mundo como “Silicon Valley”,la “cuna del microchip”. Es cierto que cuando el P.John Nobili, fundador de esta universidad, con-templó las ruinas de la iglesia y del conjunto deedificios de la antigua misión franciscana, nuncahubiera podido soñar con que este valle se con-vertiría en el centro de una revolución tecnológicade alcance planetario.

El servicio de la fe y la promoción de la justicia

en la educación universitaria*

Peter-Hans Kolvenbach, S.J.**

Traducción de Fátima Miralles, José Ma. Fernández, S.J.

e Ildefonso Camacho, S.J.

* Las 28 universidades y centros de estudios superiores de laCompañía de Jesús en Estados Unidos, celebraron una confe-rencia sobre “El compromiso por la justicia en la educaciónsuperior de la Compañía”, del 5 al 8 de octubre de 2000, en laUniversidad de Santa Clara, California, para conmemorar el 25aniversario del decreto 4 de la Congregación General 32 de laCompañía de Jesús, y reflexionar sobre su impacto en el apos-tolado universitario de la Compañía en Estados Unidos. Los 420participantes, incluyendo muchos altos dirigentes, adoptaron eldiscurso del padre general como la base en la cual habría queplanificar la educación para la justicia en cada centro universi-tario. La expresión “universidades y centros de estudios supe-riores de la Compañía” se emplea para traducir del inglés “jesuitcolleges and universities”.

** Prepósito general de la Compañía de Jesús.

Esta yuxtaposición de misión y microchip esemblemática de todos los centros educativos de laCompañía. Fundados originalmente para servir alas necesidades educativas y religiosas de las po-blaciones de pobres inmigrantes, han llegado aser instituciones de enseñanza altamente sofisti-cadas, rodeadas de un mundo de riqueza, poder ycultura de alcance global. El cambio de milenio lassorprende en toda su diversidad: son mayores, es-tán mucho mejor equipadas, son más complejas yprofesionales y además están más preocupadaspor su identidad católica y jesuita.

En la historia de la educación superior de laCompañía en Norte América hay mucho que agra-decer, en primer lugar a Dios y a la iglesia, perosin duda también a los muchos profesores, estu-diantes, personal de administración y bienhecho-res que han logrado hacer de ella lo que hoy es.Pero esta conferencia los reúne a ustedes, prove-nientes de lo ancho y largo de Estados Unidos, coninvitados de universidades jesuitas de otras partesno para congratularnos unos a otros, sino con unaintención estratégica. En nombre de las complejas,profesionales y pluralistas instituciones que repre-sentan, están aquí para afrontar una cuestión tandifícil como central: ¿cómo pueden expresar su preo-cupación por la justicia que brota de la fe las uni-versidades y centros de estudios superiores de laCompañía en Estados Unidos, en cuanto son cen-tros académicos cristianos de enseñanza superior,por lo que hace su profesorado, y por lo que lle-guen a ser sus estudiantes?

Como una contribución a su respuesta yo qui-siera reflexionar sobre lo que la fe y la justicia hansignificado para los jesuitas desde 1975, y des-pués prestar atención a las circunstancias concre-

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tas de hoy, sugerir lo que una justicia enraizada enla fe puede significar en la educación jesuita su-perior de América, y concluir con una agenda parala primera década de los años dos mil.

El compromiso jesuitacon la fe y la justicia, novedad de 1975

Empiezo recordando otro aniversario que esta con-ferencia también conmemora. Hace 25 años, diezaños después de la clausura del Concilio VaticanoII, se reunieron los delegados jesuitas de toda laCompañía en la Congregación General (CG) 32 paraconsiderar cómo estaba respondiendo la Compa-ñía de Jesús a la profunda transformación de lavida de toda la iglesia, iniciada y promovida porel Vaticano II.

Después de mucha oración y deliberación, laCongregación fue cayendo lentamente en la cuen-ta de que toda la Compañía de Jesús, en todos susmuchos ministerios, estaba siendo llevada por elEspíritu de Dios a tomar una orientación nueva. Elfin principal de la Compañía de Jesús, “el serviciode la fe”, debía incluir también la promoción de lajusticia”. Esta nueva orientación no era sólo paraaquellos que ya trabajaban con los pobres y mar-ginados, en lo que se llamaba “el apostolado so-cial”. Más bien, este compromiso tenía que ser“una preocupación de toda nuestra vida y consti-tuir una dimensión de todas nuestras tareas apos-tólicas”.1 Esta unión de la fe y de la justicia era tancentral a la misión de toda la Compañía que sehabría de convertir en “el factor integrador de to-dos los ministerios” de la Compañía;2 a esta luz sedebería prestar particular atención a la evaluaciónde todos los ministerios, incluyendo las institucio-nes educativas.3

Yo mismo asistí a la CG 32 representando a laProvincia del Próximo Oriente, donde, durante si-glos, la actividad apostólica de los jesuitas se ha-bía centrado en la educación, en una famosa uni-versidad y en algunos colegios notables. Porsupuesto que algunos jesuitas trabajaban en pue-blos muy pobres, en campos de refugiados o encárceles, y que otros luchaban a favor de los dere-chos de los trabajadores, inmigrantes y extranje-ros; pero esto no siempre se consideraba un traba-jo nuclear o típico de jesuitas. Nosotros, en Beirut,éramos muy conscientes de que nuestra Facultadde Medicina, con muy santos jesuitas al frente,estaba produciendo, al menos en aquel tiempo,algunos de los ciudadanos más corruptos de la

ciudad, pero ya contábamos con ello. La atmósferasocial explosiva del Próximo Oriente no permitíauna lucha contra las estructuras injustas y pecado-ras. La liberación de Palestina era la cuestión so-cial más importante. Las iglesias cristianas se ha-bían embarcado en muchas obras asistenciales, peroel compromiso por la promoción de la justicia hu-biera supuesto que se las asociase con los movi-mientos de izquierda o con el desorden político.

La situación que describo del Próximo Orienteno era excepcional en la Compañía universal deaquel tiempo. No era yo el único delegado queignoraba las cuestiones sobre justicia o injusticia.El Sínodo de Obispos de 1971 había declaradoproféticamente:

[...] la acción en favor de la justicia y la participación en

la transformación del mundo se nos presenta claramente

como una dimensión constitutiva de la predicación del

evangelio, es decir, de la misión de la iglesia en favor

de la redención de la humanidad y la liberación de

toda situación opresiva.4

Sin embargo, pocos de nosotros sabíamos lo queesto significaba en nuestras circunstancias concre-tas.

Ya antes, en 1966, el padre Pedro Arrupe ha-bía llamado la atención de los provinciales de Amé-rica Latina sobre cómo la situación socioeconómicade todo aquel continente contradecía al Evangelio:

[...] de aquí se sigue la obligación moral de la Compañía

de repensar todos sus ministerios y apostolados y de

analizar si realmente responden a los requisitos de la

urgencia y prevalencia de la justicia y aun de la equi-

dad social.5

Muchos de nosotros no alcanzamos a ver el alcan-ce de este mensaje en nuestra situación concreta.Pero ruego se fijen en que el padre Arrupe nopedía la supresión del apostolado de la educaciónen favor de la actividad social. Al contrario, afir-maba:

[...] incluso un apostolado tan sinceramente querido por

la Compañía y de cuya trascendencia nadie duda, como

es la educación en sus distintos niveles, debe ser so-

metido a reflexión en su forma concreta actual a la luz

de las exigencias del problema social.6

Quizás la incomprensión o la resistencia de algu-nos de nosotros, los delegados, fue una de las

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◆DE LA UNIVERSIDAD

razones por las que la CG 32 tomó finalmente unapostura radical. Con una pasión tan inspiradoracomo desconcertante, la CG acuñó la fórmula “elservicio de la fe y la promoción de la justicia”, y lautilizó inteligentemente para impulsar a que todaobra jesuita y todo jesuita en particular hiciera unaopción que dejaba poca escapatoria a los de cora-zón cobarde. Muchos, dentro y fuera de la Com-pañía, se sintieron indignados con la “promociónde la justicia”. Como el padre Arrupe percibió conacierto, sus jesuitas estaban entrando, como colec-tivo, en un camino de la cruz más difícil, que in-defectiblemente llevaría consigo incomprensionesy hasta oposición de parte de las autoridades civi-les y eclesiásticas, de muchos buenos amigos y dealgunos de nuestros propios compañeros. Hoy, 25años más tarde, esta opción se ha convertido enelemento integrante de nuestra identidad jesuita,de la conciencia de nuestra misión y de nuestraimagen pública, tanto en la iglesia como en lasociedad.7

La expresión resumen (“servicio de la fe y pro-moción de la justicia”) tiene todas las característi-cas de un eslogan con capacidad para conquistarel mundo, que usa un mínimo de palabras parainspirar una visión dinámica de grandes dimensio-nes, pero con el peligro inherente de la ambigüe-dad. Examinemos primero el servicio de la fe; des-pués, la promoción de la justicia.

El servicio de la fe

Desde nuestros orígenes en 1540, la Compañíarecibió el encargo solemne y oficial de “la defen-sa y propagación de la fe”. En 1975 la Congrega-ción reafirmó que, para nosotros los jesuitas, ladefensa y propagación de la fe es una cuestión devida o muerte, aun cuando las mismas palabraspuedan cambiar. Fiel al Concilio Vaticano, la Con-gregación quiso que nuestra predicación y ense-ñanza tuviese como meta, no hacer prosélitos niimponer nuestra religión a otros, sino más bienpresentar, con un espíritu de amor hacia todos, aJesús y su mensaje del Reino de Dios.

Precisamente cuando el Vaticano había aban-donado el nombre “Propaganda Fidei” , la CG 32pasaba de la propagación al servicio de la fe. Enel decreto 4, la Congregación utilizó la expresiónque a mí me gusta más, “proclamación de la fe”.8

Sin embargo, en el contexto de siglos de espiri-tualidad jesuita, “el servicio de la fe” no puede

significar otra cosa que llevar a nuestro mundo eldon contracultural de Cristo.9

Pero ¿por qué “el servicio de la fe”? La mismaCongregación responde a esta pregunta utilizandola expresión griega diakonia fidei.10 Con ella serefiere a Cristo el Siervo sufriente que lleva a cabosu diakonia en un servicio total a su Padre hastadar la vida por la salvación de todos. Por lo tanto,para un jesuita “no sería adecuada una respuestacualquiera a las necesidades de los hombres ymujeres de hoy. La iniciativa debe venir del Señor,que labora en los acontecimientos y en las perso-nas aquí y ahora. Dios nos invita a unirnos a Cristoen sus trabajos, con sus condiciones y a su mane-ra”.11

Pienso que nosotros, los delegados de la CG32, no éramos conscientes de las dimensionesteológicas y éticas de la misión de servicio propiade Cristo. Si hubiésemos prestado más atención ala diakonia fidei, quizá hubiésemos evitado algu-nos malentendidos provocados por la expresión“promoción de la justicia”.

La promoción de la justicia

Esta expresión es difícil de traducir a muchas len-guas. Los delegados estábamos familiarizados conel concepto de departamento de promoción deventas de unos almacenes, o con la promociónde amigos o enemigos a un puesto o cargo máselevado; pero no entendíamos nada eso de pro-moción de la justicia. Para ser justos, hay que recor-dar que una congregación general no es unaacademia científica bien dotada para distinguir ydefinir, para clarificar y clasificar. Frente a necesi-dades apostólicas radicalmente nuevas, optó porinspirar, enseñar y aun profetizar. En su deseo deser más incisiva en la promoción de la justicia, laCongregación evitó términos tradicionales, comocaridad, misericordia o amor, ya pasados de modaen 1975. Tampoco satisfacía filantropía, ni siquie-ra desarrollo. La Congregación prefirió utilizar lapalabra “promoción”, con su connotación de estra-tegia bien planificada para hacer al mundo justo.

Ya que San Ignacio quería que el amor se ex-presara no sólo con palabras sino con hechos, laCongregación comprometió a la Compañía enla promoción de la justicia como una respuestaconcreta, radical y adecuada a un mundo que su-fría injustamente. Fomentar la virtud de la justicia enlos individuos no bastaba. Sólo una justicia sustantivapodía producir los cambios de actitudes y de es-

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tructuras que se precisaban para eliminar las injus-ticias pecadoras y opresivas, que son un escánda-lo contra la humanidad y contra Dios.

Esta clase de justicia requiere un compromisoorientado a la acción en favor del pobre desdeuna valiente opción personal. Esta expresión rela-tivamente suave, promoción de la justicia, sonabaen los oídos de algunos a lenguaje revolucionario,subversivo e incluso violento. Por ejemplo, no hacemucho tiempo el Departamento de Estado Norte-americano acusó a algunos jesuitas colombianosde ser fundadores, con mentalidad marxista, de unmovimiento guerrillero. Cuando se pidieron expli-caciones al gobierno de Estados Unidos, se limitó aexcusarse por este error, lo que mostraba que algúnmensaje de este tipo le había llegado.

Así como en la diakonia fidei la palabra “fe”no está definida, también queda ambiguo el término“justicia” al hablar de “promoción de la justicia”.

La CG 32 no habría aprobado el decreto 4 si lajusticia socioeconómica hubiese sido excluida, perotampoco si no se hubiera incluido la justicia delEvangelio. Una postura casi ideológica en favorde la justicia social y, simultáneamente, una op-ción fuerte por la “justicia evangélica, que es comoun sacramento del amor y la misericordia de Dios”,12

ambas eran indispensables. Al negarse a clarificarla relación entre las dos, la CG 32 mantuvo suradicalidad, limitándose a yuxtaponer diakonia fideiy promoción de la justicia.

En otros decretos de la misma Congregación,cuando las dos dimensiones de la única misión dela Compañía se colocaban juntas, algunos delega-dos intentaron lograr una expresión más integra-da, proponiendo enmiendas como el servicio dela fe a través de o en la promoción de la justicia.Expresiones así podían reflejar mejor la identifica-ción que hacía el Sínodo de 1971: “la acción a

Fachada principal de la Casa ITESO-Clavigero.

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favor de la justicia y la participación en la transfor-mación del mundo como una dimensión constituti-va de la predicación del Evangelio”.13 Pero se pue-de comprender el temor de la Congregación a queun tratamiento demasiado preciso o matizado pu-diera debilitar la llamada profética o impedir elcambio radical en nuestra misión.

Mirando hacia atrás, esta simple yuxtaposiciónllevó a veces a una lectura “truncada, parcial odesequilibrada” del decreto 4,14 subrayando uni-lateralmente “un aspecto de esta misión en detri-mento de otro”,15 considerando la fe y la justiciacomo alternativas o como rivales en el apostolado.“Dogmatismos o ideologías nos han llevado a ve-ces a tratarnos más como adversarios que comocompañeros. La promoción de la justicia ha que-dado a veces separada de su auténtica fuente, lafe”.16

De un lado, la dimensión de fe se daba porsupuesta y quedaba implícita, como si nuestra iden-tidad de jesuitas fuese suficiente. Otros, en cam-bio, se lanzaron precipitadamente a la promociónde la justicia sin mucho análisis o reflexión y conreferencias sólo ocasionales a la justicia del Evan-gelio. Éstos parecían que relegaban el servicio dela fe a un pasado condenado a morir. Mientrastanto, aquéllos se aferraban a un cierto estilo de fey de iglesia: daban la impresión de que la graciade Dios sólo tenía que ver con la vida futura, yque la reconciliación divina no llevaba consigoninguna obligación de poner en orden las cosasde aquí en la tierra.

En este diagnóstico he empleado no tanto mispropias palabras como las de las congregacionessiguientes, para compartir con ustedes el arrepen-timiento de toda la Compañía por todas las defor-maciones o excesos ocurridos y para mostrar cómo,durante los últimos 25 años, el Señor nos ha esta-do enseñando pacientemente a servir a la fe queobra la justicia de una manera más integrada.

El ministerio de la educación

Inmersos en afirmaciones radicales e interpreta-ciones unilaterales a propósito del decreto 4, mu-chos cuestionaron si debíamos continuar mante-niendo grandes instituciones educativas. Insinuaban,si es que no afirmaban, que el trabajo social direc-to entre los pobres y el tomar parte en sus movi-mientos debía ser prioritario. Hoy día, sin embar-go, el valor del apostolado de la educación esreconocido de forma generalizada, y es el sector

al que se dedican más jesuitas y recursos de laCompañía, siempre con la condición de que trans-forme sus metas, contenidos y métodos.

Ya antes de la CG 32, el padre Arrupe habíaperfilado el significado de la diakonia fidei en elapostolado de la educación cuando, en el Congre-so Europeo de Antiguos Alumnos de 1973, dijo:

Nuestra meta y objetivo educativo es formar hombres

que no vivan para sí mismos, sino para Dios y su Cris-

to, para aquel que por nosotros murió y resucitó; hom-

bres para los demás, es decir, hombres que no conci-

ban el amor a Dios sin amor al hombre; un amor eficaz

que tiene como primer postulado la justicia y que es la

única garantía de que nuestro amor a Dios no es una

farsa.17

El discurso de mi predecesor no fue bien recibidopor muchos antiguos alumnos del encuentro deValencia, pero la expresión “hombres y mujerespara los demás” ayudó mucho a que las institucio-nes educativas de la Compañía se planteasen cues-tiones serias que las llevaron a transformarse.18

En 1982, el P. Ignacio Ellacuría, en su discursoen la Universidad de Santa Clara, expresó con elo-cuencia su convencimiento en favor de la pro-moción de la justicia en el apostolado de la educa-ción:

Una universidad cristiana tiene que tener en cuenta la

preferencia del Evangelio por el pobre. Esto no signifi-

ca que sean los más pobres los que deban entrar a

cursar sus estudios en la universidad, ni que la universi-

dad deba dejar de cultivar toda aquella excelencia aca-

démica que se necesita para resolver los problemas

reales que afectan a su contexto social. Significa más

bien que la universidad debe encarnarse entre los po-

bres intelectualmente para ser ciencia de los que no

tienen voz, el respaldo intelectual de los que en su

realidad misma tienen la verdad y la razón, aunque sea

a veces a modo de despojo, pero que no cuentan con

las razones académicas que justifiquen y legitimen su

verdad y su razón.19

En estos dos testimonios descubrimos la mismapreocupación por ir más allá de un espiritualismodesencarnado o de un activismo social secularista,con el fin de renovar el apostolado de la educa-ción, tanto con la palabra como con la acción, alservicio de la iglesia en un mundo de incredulidady de injusticia. Tenemos que estar muy agradeci-dos por todo lo que se ha hecho ya en este apos-

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tolado, conjugando la fidelidad a las característicasde 400 años de educación ignaciana y la aperturaa los cambiantes signos de los tiempos. Hoy, unao dos generaciones después del decreto 4, nosencontramos ante un mundo que tiene todavía másnecesidad de la fe que obra la justicia.

Una “composición”de nuestro tiempo y lugar

Los 25 años de historia que hemos vivido, y quebrevemente acabamos de repasar, nos han traídohasta el momento actual. Ignacio de Loyola em-pieza muchas meditaciones de los ejercicios espi-rituales con una “composición de lugar”, un ejerci-cio de imaginación para situar la oración decontemplación en circunstancias humanas concre-tas. Dado que este mundo es el lugar de la pre-sencia y actividad de Dios, Ignacio piensa quepodemos encontrar a Dios si nos acercamos almundo con fe generosa y con un espíritu de dis-cernimiento.

Encontrarse en “Silicon Valley” nos trae a lamente no sólo la convergencia de misión ymicrochip, sino también el dinamismo e incluso laposición hegemónica que caracteriza a los EstadosUnidos de hoy. En este país se ha concentradomucho talento y una prosperidad sin precedentes,que engendran 64 nuevos millonarios cada día.Aquí se encuentran los cuarteles generales de lanueva economía que se extiende por todo el glo-bo y está transformando los cimientos mismos delos negocios, del trabajo y de las comunicaciones.Miles de inmigrantes llegan de todas partes: em-presarios de Europa, profesionales de tecnologíade punta de Asia meridional, que se colocan enlas empresas de servicios, pero también trabajado-res de América Latina o del sudeste asiático querealizan el trabajo físico; en conjunto, una diversi-dad notable de razas, culturas y clases.

Al mismo tiempo, Estados Unidos lucha con lasnuevas divisiones sociales, agravadas por la “fron-tera digital”, entre los que tienen acceso al mundode la tecnología y los que se quedan fuera. Esteabismo, causado por diferencias de clase, racialesy económicas, tiene su raíz última en las diferen-cias crónicas de la calidad de la educación. Aquíen el “Silicon Valley”, por ejemplo, florecen algu-nas de las universidades más destacadas en elmundo de la investigación, junto a escuelas públi-cas donde estudiantes afroamericanos e inmigrantesabandonan masivamente sus estudios. A escala

nacional, uno de cada seis niños está condenado ala ignorancia y la pobreza.

Este valle, esta nación y el mundo entero sonhoy muy distintos de lo que eran hace 25 años.Con la caída del comunismo y el fin de la guerrafría, las políticas nacionales y aun las internaciona-les se han eclipsado ante un capitalismo emergen-te sin rival ideológico. La Unión Europea atrae len-tamente a los que antaño fueron rivales en elcontinente, hacia una comunidad que es, al mismotiempo, fortaleza. El antiguo segundo mundo lu-cha para reparar el daño humano y ambiental quedejaron tras de sí los llamados sistemas socialistas.Hay fábricas que se trasladan a naciones más po-bres, no para distribuir riqueza y oportunidades,sino para explotar la ventaja relativa de bajos sala-rios y legislaciones medioambientales poco exi-gentes. Muchos países se hacen todavía más po-bres, especialmente allí donde prevalece lacorrupción y la explotación sobre la sociedad civily donde continúan estallando conflictos violentos.

Esta composición de nuestro tiempo y lugarabarca a seis mil millones de personas con susrostros jóvenes o viejos, unos naciendo y otrosmuriendo, unos blancos y muchos otros morenos,amarillos y negros:20 todos ellos, cada uno desdesu singularidad individual, aspirando a vivir la vida,a usar sus talentos, a mantener a sus familias ycuidar de sus niños y ancianos, a disfrutar de lapaz y la seguridad, y a construirse un mañana mejor.

Gracias a la ciencia y a la tecnología, la huma-nidad es hoy capaz de solucionar problemas talescomo la alimentación de los hambrientos, la vi-vienda de los sin techo o lograr el desarrollo decondiciones más justas de vida, pero se resistetercamente a hacerlo. ¿Cómo es posible que unaeconomía boyante, más próspera y globalizada quenunca, mantenga en la pobreza a más de la mitadde la humanidad? La CG 32 hace con sobriedad supropio análisis y formula su juicio moral:

[...] las desigualdades y las injusticias no pueden ya ser

percibidas como el resultado de un cierta fatalidad na-

tural: se las reconoce más bien como obra del hombre

y de su egoísmo [...] a pesar de las posibilidades abier-

tas por la técnica se hace más claro que el hombre no

está dispuesto a pagar el precio de una sociedad más

justa y más humana.21

La injusticia hunde sus raíces en un problema quees espiritual. Por eso su solución requiere una con-versión espiritual del corazón de cada uno y unaconversión cultural de toda la sociedad mundial,

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◆DE LA UNIVERSIDAD

de tal manera que la humanidad, con todos lospoderosos medios que tiene a su disposición, puedaejercitar su voluntad de cambiar las estructuras depecado que afligen a nuestro mundo. El Informeanual sobre el desarrollo humano de las NacionesUnidas es un reto recurrente a considerar críti-camente las condiciones básicas de vida en Esta-

dos Unidos y en las 175 restantes naciones quecomparten nuestro planeta.22

Así de complejo es el mundo, con grandes pro-mesas globales e innumerables y trágicas traicio-nes. Así es el mundo en el que las instituciones deeducación superior de la Compañía están llamadasa servir a la fe y a promover la justicia.

Fuente del kiosco de la Casa ITESO-Clavigero.

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Educación superior jesuita en EstadosUnidos a favor de la fe y la justicia

Dentro del complejo contexto de tiempo y espa-cio en el cual estamos y a la luz de las últimascongregaciones generales, quiero desarrollar al-gunas características ideales tal como se presentanen tres dimensiones complementarias de la edu-cación universitaria de la Compañía: qué llegan aser nuestros estudiantes, qué hacen nuestros pro-fesores, y cuál es el modo de proceder de nues-tras universidades. Algunos ideales pueden ser fá-ciles de alcanzar, mientras que otros se mantienencomo un reto permanente: pero unos y otros sir-ven para orientar nuestras instituciones universita-rias y, a la larga, para dotarlas de identidad. Almismo tiempo los provinciales de Estados Unidoshan constituido recientemente un importante Co-mité para la Educación Superior encargado de pro-poner criterios para la contratación de personal,para el liderazgo y para el patrocinio de la Com-pañía en nuestras universidades y centros de estu-dios superiores.23 Ojalá que estos criterios ayudena llevar a la práctica las características ideales so-bre las que ahora vamos a reflexionar juntos.

Formación y aprendizaje

La ideología que predomina hoy reduce el mundohumano a una jungla globalizada, cuya ley primor-dial es la supervivencia de los más preparados.Los estudiantes que comparten esta visión deseanverse equipados a la vanguardia en lo profesionaly en lo técnico para poder competir así en elmercado y asegurarse uno de los relativamenteescasos puestos de trabajo disponibles que pue-dan satisfacer sus aspiraciones y resultarles lucra-tivos. Éste es el éxito que esperan muchos estu-diantes (¡y padres!).

Todas las universidades estadunidenses, inclui-das las nuestras, están sometidas a una presióntremenda para optar decididamente por un éxitoasí entendido. Ahora bien, lo que nuestros estu-diantes desean —y merecen— comprende este“éxito mundano” que gira sobre las habilidadespropias del mercado pero que va más allá. El cri-terio real de evaluación de nuestras universidadesjesuitas radica en lo que nuestros estudiantes lle-guen a ser.

Durante 450 años, la educación jesuita ha bus-cado educar a toda la persona, a la persona com-pleta, tanto intelectual y profesionalmente, como

psicológica, moral y espiritualmente. Pero en estemundo globalizado emergente, con sus inmensasposibilidades y sus profundas contradicciones, lapersona completa se entiende de modo diferentea como se entendía en la Contrarreforma, en larevolución industrial o en el siglo XX. Y la personacompleta del mañana no podrá ser completa sinuna conciencia instruida de la sociedad y de lacultura, con la cual contribuir generosamente enel mundo tal cual es. La persona completa delmañana debe tener, por resumirlo así, una solida-ridad bien informada.

Por esta razón debemos elevar nuestro niveleducativo jesuita hasta educar a la persona com-pleta en la solidaridad para con el mundo real. Lasolidaridad se aprende mediante el contacto másque con nociones, como nos recordaba reciente-mente el santo padre en un mensaje a una univer-sidad italiana.24 Cuando la experiencia directa tocaal corazón, la mente se puede sentir desafiada acambiar. La implicación personal en el sufrimientoinocente, en la injusticia que otros sufren, es elcatalizador para la solidaridad que abre el caminoa la búsqueda intelectual y a la reflexión moral.

Los estudiantes a lo largo de su formación tie-nen que dejar entrar en sus vidas la realidad per-turbadora de este mundo, de tal manera que apren-dan a sentirlo, a pensarlo críticamente, a respondera sus sufrimientos y a comprometerse con él deforma constructiva. Tendrían que aprender a per-cibir, pensar, juzgar, elegir y actuar en favor de losderechos de los demás, especialmente de los me-nos aventajados y de los oprimidos. La pastoraluniversitaria tiene mucho que hacer para fomentartal compasión inteligente, responsable y activa,que es la única compasión que merece el nombrede solidaridad.

Nuestras universidades se glorian también deuna espléndida variedad de programas de activi-dades complementarias en las que el estudiantepresta un servicio, de programas de extensión yde inserción, de contactos más allá del campus,y de cursos prácticos. Todo esto no debería sersólo algo opcional o periférico sino quedar incluidoen el núcleo mismo del programa de estudios detoda universidad de la Compañía.

Nuestros estudiantes se implican en todo tipode acción social: ayuda a los que fracasan en laescuela, la manifestación en Seattle, servicio encomedores para pobres, promoción del derecho ala vida, protestas contra la Escuela de las Améri-cas, y de todo ello nos sentimos orgullosos. Pero

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◆DE LA UNIVERSIDAD

el auténtico criterio para evaluar las universidadesde la Compañía no es lo que nuestros estudianteshacen sino lo que acaban siendo y la responsabili-dad cristiana adulta con la cual trabajen en el futu-ro en favor de sus prójimos y de su mundo. Lasactividades en las cuales se comprometen en elpresente, por muy buenos que sean sus efectos,serán siempre actividades para su formación. Estono convierte a una universidad en un campo deadiestramiento para activistas sociales. Más bien loque los estudiantes necesitan ahora es un compro-miso cercano con el pobre y el marginado, paraaprender de la realidad y llegar a ser un día adul-tos en solidaridad.

Investigación y enseñanza

Si el criterio de evaluación y el proyecto de nues-tras universidades radica en lo que lleguen a sersus estudiantes, es claro que el profesorado estáen el corazón de dichas instituciones. Su misión esbuscar incansablemente la verdad y hacer de cadaestudiante una persona completa y solidaria paratomar sobre sí la responsabilidad del mundo real.

La investigación realizada por el profesorado,que “debe ser rigurosa en su racionalidad, firme-mente enraizada en la fe y abierta al diálogo contodos los hombres de buena voluntad”,25 no sóloha de atenerse a los cánones de cada disciplina,sino adentrarse en lo más profundo de la realidadhumana, para ayudar a hacer del mundo un lugarmás habitable para los seis mil millones que vivi-mos en él. Quiero dejar claro que todo el conoci-miento que se adquiere en la universidad es valio-so en sí mismo, pero es además un conocimientoque tiene que preguntarse, “en favor de quién yen favor de qué” está.26

Normalmente solemos hablar de los profeso-res en plural, pero lo que está en juego es másque la suma de los compromisos y esfuerzos per-sonales de muchos individuos: es un diálogointerdisciplinar sostenido de investigación y re-flexión, un continuo poner en común los conoci-mientos de todos. Su intención es asimilar las ex-periencias y las intuiciones de las diferentesdisciplinas en “una visión del conocimiento que,muy consciente de sus limitaciones, no se satisfa-ga con los fragmentos, sino que intente integrarlosdentro de una síntesis sabia y verdadera”27 de larealidad de nuestro mundo. Desgraciadamentemuchos profesores no se sienten todavía, acadé-mica, humana y, me atrevería a decir, espiritual-

mente preparados para un intercambio de tal en-vergadura.

En algunas disciplinas, como las ciencias delhombre, las ciencias sociales, el derecho, la eco-nomía o la medicina, las conexiones con nuestrotiempo y lugar pueden parecer más obvias. Susprofesores aplican su especialización en tales ma-terias a temas de justicia e injusticia cuando inves-tigan o enseñan sobre la asistencia médica, la asis-tencia legal, la política pública y las relacionesinternacionales. Pero cada campo o rama del sa-ber tiene valores que defender, tiene repercusio-nes éticas. Cada disciplina, más allá de su necesa-ria especialización, tiene que comprometerse deforma adecuada con la sociedad, con la vida hu-mana, con el ambiente, teniendo siempre comopreocupación moral de fondo cómo deberían serlos hombres para poder vivir juntos.

Todos los profesores, a pesar del cliché detorre de marfil, están en contacto con el mundo.Pero ningún punto de vista es neutro o prescindede los valores. En nuestro caso de jesuitas, el pun-to de vista, por preferencia y por opción, es el delos pobres. Por eso el compromiso de nuestrosprofesores con la fe y la justicia conlleva un des-plazamiento significativo del punto de vista y delos valores elegidos. Al adoptar la perspectiva delas víctimas de la injusticia, nuestros enseñantesbuscan la verdad y comparten esa búsqueda y susresultados con nuestros estudiantes. Una preguntalegítima para cada uno de los profesores, aunqueno resulte académica, sería: “cuando investigo yenseño, ¿dónde y con quién está mi corazón?”.Esperar que nuestros profesores hagan una op-ción tan explícita y hablen sobre ella, no es nadafácil y tiene sus riesgos. Pero estoy firmementeconvencido de que esto es lo que los educadoresjesuitas han proclamado públicamente, tanto en laIglesia como en la sociedad, como el compromisoque nos identifica.

Para asegurar que las necesidades reales de lospobres encuentran su sitio en la investigación,los profesores precisan de una colaboración orgá-nica con aquellos que, en la iglesia y en la socie-dad, trabajan entre los pobres y en favor de ellos,buscando activamente la justicia. Deberían impli-carse con ellos en todos los aspectos: presenciaentre los pobres, diseño de la investigación, aco-pio de datos, profundización en los problemas,planificación y acción, ejecución de la evaluación,y reflexión teológica. En cada provincia de la Com-pañía donde existen universidades nuestras, ha-

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bría que dar prioridad a las relaciones de trabajodel profesorado con los proyectos del apostoladosocial jesuita (en temas como pobreza y exclu-sión, vivienda, sida, ecología y deuda del tercermundo) y con el Servicio Jesuita de Refugiados(JRS).

Del mismo modo que los estudiantes tienennecesidad del pobre para aprender, los profesoresnecesitan compartir con el apostolado social parainvestigar, enseñar y formar. Tales lazos no con-vierten a las universidades de la Compañía en su-cursales de los ministerios sociales o en instanciasde cambio social, como cierta retórica del pasadollevó a algunos a temer. Son, más bien, como unagarantía verificable de la opción del profesoradoy una ayuda real para, como se dice coloquialmen-te, “¡estar siempre en la brecha!”.

Si los profesores adoptan perspectivas incom-patibles con la justicia del Evangelio y consideranque la investigación, la docencia y el aprendizajepueden ser separados de la responsabilidad moraly de sus repercusiones sociales, están trasmitien-do un mensaje a sus estudiantes: les están diciendoque pueden desarrollar sus profesiones y suspropios intereses sin referencia alguna a ningún“otro” fuera de sí mismos.

Por el contrario, cuando los profesores optanpor el diálogo interdisciplinar y por la investiga-ción socialmente comprometida en colaboracióncon las plataformas del apostolado social, estánejemplificando y modelando un tipo de conoci-miento que es servicio. Y eso es lo que aprendenlos estudiantes imitándolos en cuanto “maestrosde vida y de compromiso moral”,28 como dijo elsanto padre.

Nuestro modo de proceder

Si el auténtico criterio de evaluación de nuestrasuniversidades consiste en lo que los estudianteslleguen a ser, y si el profesorado es el corazón detodo ello, ¿qué nos queda por decir? Quizá seaeste tercer punto, el carácter de nuestras universi-dades (cómo funcionan internamente y qué im-pacto tienen en la sociedad), el más difícil.

Nos hemos detenido ya en la importancia de laformación y del aprendizaje, de la investigación yde la enseñanza. La acción social que emprendenlos estudiantes y el trabajo relevante desde el puntode vista social que los profesores realizan son vi-tales, necesarios, pero no dan cuenta cabal delcarácter de una universidad de la Compañía, ni

agotan su compromiso con la fe y la justicia, nicumplen del todo con sus responsabilidades paracon la sociedad.

¿Qué es pues lo que constituye este carácterideal? ¿Y qué es lo que contribuye a su percep-ción pública? Tratándose de la universidad de laCompañía, este carácter tiene que ser la misión,que ha sido definida por la CG 32 y reafirmada porla CG 34: la diakonia fidei y la promoción de la jus-ticia como el modo de proceder y de servir a la so-ciedad característicos de una universidad de laCompañía.

En palabras de la CG 34, una universidad de laCompañía tiene que ser fiel al mismo tiempo alsustantivo “universidad” y al adjetivo “jesuita”. Porser universidad se le pide dedicación a “la investi-gación, a la enseñanza y a los diversos serviciosderivados de su misión cultural”. El adjetivo “jesui-ta” “requiere de la universidad armonía con lasexigencias del servicio de la fe y promoción de lajusticia establecidas por la CG 32, decreto 4”.29

El primer modo en el que históricamente em-pezaron nuestras universidades a llevar a cabo sucompromiso con la fe y la justicia fue a través desus políticas de admisión, de su acción de apoyo alas minorías y de sus becas para estudiantes endesventaja.30 Todos éstos siguen siendo instrumentoseficaces. Una expresión todavía más elocuente dela naturaleza de la universidad de la Compañíaradica en las políticas de contratación y nombra-miento de profesores. Como universidad, es nece-sario que respete las normas establecidas en loacadémico, en lo profesional y en lo laboral; pero,como jesuita, le es esencial ir más allá de ellas yencontrar los modos de atraer, contratar y promo-ver a aquellos que comparten activamente la mi-sión.

Pienso que hemos hecho esfuerzos considera-bles y laudables para profundizar e ir más allá enlo jesuítico: hemos tratado de incidir con nuestraespiritualidad ignaciana, nuestra capacidad de re-flexionar y nuestros recursos internacionales. Al-gunos buenos resultados son evidentes, como porejemplo el decreto “La Compañía y la vida univer-sitaria” de la última CG, y esta misma conferenciasobre “El compromiso con la justicia en la educa-ción superior de la Compañía”; y se pueden espe-rar también buenos resultados de la comisión men-cionada que está trabajando sobre los criterios dela Compañía en la educación superior.

Parafraseando a Ignacio Ellacuría, pertenece ala naturaleza de toda universidad ser una fuerza

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social, y es nuestra particular vocación como uni-versidad de la Compañía asumir conscientementeesa responsabilidad para convertirnos en una fuerzaen favor de la fe y de la justicia. Todo centrojesuita de enseñanza superior está llamado a vivirdentro de una realidad social (la que vimos en la“composición” de nuestro tiempo y lugar) y a vi-vir para tal realidad social, a iluminarla con la inte-ligencia universitaria, a emplear todo el peso dela universidad para transformarla.31 Así pues, lasuniversidades de la Compañía tienen razones másfuertes y distintas a las de otras instituciones aca-démicas o de investigación para dirigirse al mun-do actual, tan instalado en la injusticia, y para ayu-dar a rehacerlo a la luz del Evangelio.

Para concluir, una agenda

El 25 aniversario de la CG 32 es motivo de grandeagradecimiento. Damos gracias por la concienciaque tenemos, como universidad de la Compañía,del mundo en su totalidad y en su profundidadúltima: creado y sin embargo expoliado, pecadory sin embargo redimido. Asumimos nuestra res-ponsabilidad de universidad de la Compañía paracon una sociedad tan escandalosamente injusta, tancompleja de entender y tan resistente al cambio.Con la ayuda de otros, especialmente de los po-bres, queremos desempeñar nuestro papel en lasociedad como estudiantes, como profesores e in-vestigadores, como universidad de la Compañía.

En cuanto educación jesuita superior, hacemosnuestras las nuevas maneras de aprender y de serformados en la búsqueda de una solidaridad adul-ta, los nuevos métodos de investigación y de en-señanza dentro de una comunidad académica dediálogo, y una nueva manera universitaria de prac-ticar la fe y la justicia en la sociedad.

Al asumir nuestras características de universi-dad de la Compañía en este nuevo siglo, lo hace-mos con seriedad y esperanza. Porque esta mismamisión ha producido mártires que muestran cómo“una institución de enseñanza superior y de inves-tigación puede convertirse en un instrumento dejusticia en nombre del Evangelio”.32 Pero llevar acabo el decreto 4 no es algo que una universidadde la Compañía pueda hacerlo de una vez portodas. Es más bien un ideal por seguir, asumiéndo-lo y trabajándolo; un conjunto de característicaspor mantener, profundizándolas y llevándolas a lapráctica; una conversión por la que seguir orando.

El papa Juan Pablo II, en la Ex Corde Ecclesiae,encomienda a las universidades católicas, una agen-da que nos reta en la enseñanza, en la investiga-ción y en el servicio:

[...] la dignidad de la vida humana, la promoción de

justicia para todos, la calidad de vida personal y fami-

liar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la

paz y de la estabilidad política, una distribución más

equitativa de los recursos del mundo y un nuevo orde-

namiento económico y político que sirva mejor a la

comunidad humana a nivel nacional e internacional.33

Todas éstas son, al mismo tiempo, ideales muyaltos y tareas concretas. Animo a nuestros centrosuniversitarios jesuitas a que las asuman con unacomprensión critica y con un profundo convenci-miento, con una fe ardiente y con mucha esperan-za en estos primeros años del nuevo siglo.

Las bellas palabras de la CG 32 nos muestranun largo sendero por seguir: “el camino hacia la fey hacia la justicia son inseparables. Y es por estecamino único, por este camino empinado por elque la iglesia peregrina”. La Compañía de Jesús,la Universidad y el Centro de Estudios Superioresde la Compañía “tienen que marchar afanosamen-te. Fe y justicia son inseparables en el Evangelio,que enseña que ‘la fe hace sentir su poder a tra-vés del amor’.34 No pueden, pues, estar separadasen nuestro proyecto, en nuestra acción y en nues-tra vida”.35 Para la mayor gloria de Dios.◆

Notas

1. Congregación General (CG) 32, decreto 4, n.47.2. CG 32, decreto 2, n.9.3. CG 32, decreto 2, n.9, y decreto 4, n.76.4. Sínodo Universal de Obispos 1971, “Justicia en el mundo”.5. Arrupe, Pedro, S.J. “Sobre el apostolado social en Améri-

ca Latina”, 12 de diciembre de 1966. Cfr. Acta RomanaXIV, 791.

6. Ibidem.7. Cfr. Kolvenbach, Peter-Hans, S.J. “Sobre el apostolado so-

cial”, enero de 2000, n.3.8. “La evangelización es proclamación de la fe que actúa en

el amor de los hombres (Gal 5, 6; Ef 4,15): no puederealizarse verdaderamente sin promoción de la justicia”(CG 32, decreto 4, n.28).

9. Cfr. CG 34, decreto 26, n.5.10. En español, “servicio de la fe” [N. TT]. Por ejemplo, CG 32,

decreto 11, n.13.11. CG 34, decreto 26, n.8.12. CG 33, decreto 1, n.32.

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13. Sínodo Universal de Obispos 1971, op. cit.14. Arrupe, Pedro, S.J. “Arraigados y cimentados en la cari-

dad”, 6 de febrero de 1981, n.67. Cfr. Acta Romana XVIII,465.

15. CG 33, decreto 1, n.33.16. CG 34, decreto 3, n.2.17. Arrupe, Pedro, S.J. “Alocución al X Congreso de la Confe-

deración Europea de Asociaciones de Antiguos Alumnosde Jesuitas”, agosto de 1973, en Hombres para los demás,Diafora, Barcelona, 1983, 159.

18. Cfr. Características de la educación de la Compañía deJesús, Comisión Nacional de Educación S.J., Madrid, 1986.

19. Ellacuría, Ignacio, S.J. “La tarea de una universidad católi-ca”, discurso en la Universidad de Santa Clara, 12 de ju-nio de 1982; véase el texto en “Una universidad para elpueblo,” Diakonia núm.23, agosto-octubre de 1982, pp.81-88.

20. Véase De Loyola, Ignacio. “Contemplación de la Encar-nación”, Ejercicios espirituales, nn.101-109.

21. CG 32, decreto 4, nn.27, 20.22. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, Informe

sobre el desarrollo humano (anual desde 1990).23. En febrero de 2000 la Conferencia Jesuita (Estados Uni-

dos) formó una Comisión para la Educación Superior decinco personas que preparasen propuestas con respecto:al patrocinio; por parte de la Compañía de Jesús de Esta-

dos Unidos de centros universitarios; destino de personala esas instituciones; selección de presidentes para estasinstituciones (especialmente de presidentes no jesuitas).

24. Juan Pablo II. Mensaje a la Universidad Católica del Sa-grado Corazón, Milán, 5 de mayo de 2000, n.9.

25. Ibidem, n.7.26. Cfr. CG 34, decreto 17, n.6.27. Juan Pablo II. Op. cit., n.5.28. Juan Pablo II. Discurso para la Facultad de Medicina de la

Universidad Católica, Roma, 28 junio 1984, n.4.29. CG 34, decreto 17, nn.6, 7.30. “[Las universidades] sirven como cauces singulares para

el progreso social de las clases pobres” (CG 34, decreto17, n.2).

31. “La universidad es una realidad social y una fuerza so-cial, marcada históricamente por lo que es la sociedad enla que vive y destinada a iluminar y transformar, comofuerza social que es, esa realidad en la que vive y para laque debe vivir” (Ignacio Ellacuría, loc. cit.).

32. Kolvenbach, Peter-Hans, S.J. Discurso “de statu Societatis”a la Congregación de Provinciales, 20 de septiembre de1990, Acta Romana XX, 452.

33. Juan Pablo II. Ex Corde Ecclesiae, 15 de agosto de 1990,n.32.

34. Gal. 5, 6.35. CG 32, decreto 2, n.8.

Escalera a la pérgola de la Casa ITESO-Clavigero.