Isaiah Berlin Declinacion Ideas

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  • 8/13/2019 Isaiah Berlin Declinacion Ideas

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    ENSAYO

    LA DECLINACIN DE LAS IDEAS UTPICAS ENOCCIDENTE*

    Isaiah Berlin

    En estas pginas Isaiah Berlin traza el recorrido, en el pensamientoOccidental, de un antiguo sueo de la humanidad: la sociedad perfecta.Dichas concepciones utpicas, fundadas todas en la nocin de unanaturaleza humana fija e inalterable, pueden ser definidas, sealaBerlin, como el intento de restauracin de una quebrada unidad original.

    En tiempos modernos, dos visiones parecieran disputarse el campo delo humano. As, hay quienes creen que es posible acceder al conoci-miento que permitir alcanzar la sociedad perfecta, no importando eldao y sufrimiento que ello conlleve. Del otro lado estn aquellos quesubrayan la diversidad entre los hombres, sus cualidades y mentalida-des distintivas, las sociedades abiertas, los "experimentos en el vivir",

    ISAIAHBERLIN.Historiadoryensayista. Nacien lalocalidaddeRigaen1909.

    Posteriormente vivi en Petrogrado y en 1919 se radic en Inglaterra. All se educ enSt. Paul's School y en Corpus Christi College, Oxford. En Oxford, a su vez, llegaradespus a ser profesor de All Souls College y de New College (1938-1950), catedrti-co en teora social y poltica (1957-1967) y primer presidente de Wolfson College(1966-1975). Durante la Segunda Guerra Mundial se desempe como funcionariodel servicio exterior britnico en las embajadas de Washington y Mosc. Presidente dela Academia Britnica entre los aos 1974 y 1978. Su trayectoria como historiador ypensador ha sido galardonada con los premios Erasmo, Lippincott y Agnelli, y por supermanente defensa de las libertades civiles le fue otorgado el Premio Jerusaln.

    * Del libro del autorThe Crooked Timber of Humanity(Nueva York: AlfredA. Knopf Inc., 1990 [publicado originalmente en Gran Bretaa por John Murray -Publishers- Limited]). Traducido al castellano por el Centro de Estudios Pblicos yreproducido en esta edicin con la debida autorizacin.

    Estudios Pblicos,53 (verano 1994).

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    segn la expresin utilizada por J. S. Mill; en suma, aquellos quesostienen que no hay soluciones perfectas para los asuntos humanos. Sibien es cierto que estos ltimos ofrecen un programa de accin menosexultante y heroico, slo si prevalece esta visin, concluye Berlin, sepodr evitar que los hombres se destruyan mutuamente.

    L a idea de una sociedad perfecta constituye un sueo muy antiguo,motivado ya sea por los males del presente, que llevan a los hombres aconcebir cmo sera su mundo sin aqullos a imaginar un estado ideal en el

    cual no hubiera miseria ni codicia, posibilidad de pobreza o temor o trabajoembrutecedor o inseguridad; o bien estas utopas son ficciones construidasdeliberadamente como stiras, dirigidas a criticar el mundo real y a provocarvergenza en aquellos que controlan regmenes existentes, o en aquellos quelos sufren con demasiada mansedumbre; o tal vez constituyen fantasas socia-les: simples ejercicios de la imaginacin potica.

    Hablando en forma general, las utopas occidentales tienden a contenerlos mismos elementos: una sociedad vive en un estado de armona pura, en la

    cual todos sus miembros conviven en paz, se aman unos a otros, se hallanlibres de peligro fsico, de escasez de cualquier tipo, de inseguridad, de traba-jos denigrantes, de envidia, de frustracin, no experimentan ni injusticia niviolencia, viven en una perpetua y pareja luz, en un clima templado, en mediode una naturaleza infinitamente feraz y generosa. La principal caracterstica dela mayora o tal vez de todas las utopas es el hecho de ser estticas. Nada enellas se altera, puesto que han llegado a la perfeccin. No hay necesidad denovedad o de cambio; nadie puede desear la alteracin de una condicin en la

    cual todos los deseos naturales humanos estn realizados.La suposicin en la cual esto se basa consiste en que los hombresposeen cierta naturaleza fija, inalterable; ciertas metas universales, comunes,inmutables. Una vez que estas metas estn logradas, la naturaleza humana serealiza completamente. La idea misma de realizacin universal presupone quelos seres humanos como tales buscan las mismas metas esenciales, idnticaspara todos, en todo momento, en todas partes. A menos que esto no sea as, lautopa no podr ser utopa, porque la sociedad perfecta no satisfar entoncesperfectamente a todos.

    La mayor parte de las utopas son remitidas a un pasado remoto: raseuna vez una edad de oro. De esta manera, Homero habla acerca de los dichososfeacios o de los inocentes etopes entre los cuales a Zeus le gusta permanecer,o canta a las Islas de los Bienaventurados. Hesodo habla de la edad de oro,

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    seguida progresivamente de peores edades que descienden hasta los tiemposterribles en los cuales l mismo vive. Platn habla, en elBanquete,del hecho

    de que los hombres una vez tuvieron en un pasado remoto y feliz unaforma esfrica, y luego se partieron en mitades, y desde entonces cada hemis-ferio est tratando de encontrar su pareja apropiada con el propsito de volver-se otra vez redondo y perfecto. Habla tambin de la vida feliz en la Atlntida,perdida, perdida para siempre como resultado de un desastre natural. Virgiliohabla deSaturnia regna,el Reino de Saturno, en el cual todas las cosas eranbuenas. La Biblia Hebrea habla de un paraso terrenal, en el cual Adn y Evafueron creados por Dios y llevaban una vida inmaculada, feliz, serena; una

    situacin que podra haber continuado para siempre, pero que fue conducidahacia un final desgraciado por la desobediencia del hombre para con su Crea-dor. Cuando, en el siglo pasado, el poeta Alfred Tennyson hablaba de un reino"Donde no cae granizo, o lluvia, o nieve, ni an siquiera el viento soplafuerte", refleja una larga e ininterrumpida tradicin, y remite al sueo homricode una luz eterna que brilla sobre un mundo en calma.

    Estos son poetas que crean que la edad de oro se sita en un pasadoque no puede volver. Tambin hay pensadores que creen que la edad de oro

    est an por venir. El profeta hebreo Isaas nos dice que "en los ltimos das"los hombres "convertirn sus espadas en arados, y sus lanzas en podaderas; lasnaciones no levantarn sus espadas contra las naciones, ni se adiestrarn msen la guerra (...). El lobo por igual vivir con el cordero, y el leopardo yacercon el cabrito (...), el desierto se regocijar, y florecer como la rosa (...) y lapena y los lamentos desparecern". De igual manera, San Pablo habla de unmundo en el cual no habr ni judo ni griego, ni macho ni hembra, ni esclavo nilibre. Todos los hombres sern iguales, y perfectos a los ojos de Dios.

    Lo que tienen en comn todos estos mundos, ya sea estn concebidoscomo un paraso terrenal o algo ms all de la tumba, consiste en que muestranuna perfeccin esttica en la cual la naturaleza humana se encuentra, por fin,realizada plenamente, y todo es tranquilo e inmutable y eterno.

    Este ideal puede cobrar formas sociales y polticas, tanto jerrquicascomo democrticas. En laRepblica de Platn existe una jerarqua rgida,unificada, de tres clases, basada en la proposicin de que existen tres tipos denaturaleza humana, cada una de las cuales es susceptible de realizarse comple-tamente, y las que en conjunto forman un todo entrelazado y armonioso.

    Zenn el estoico concibe una sociedad anarquista en la cual todos los seresracionales viven en perfecta paz, igualdad y felicidad sin el beneficio de lasinstituciones. Si los hombres son racionales, no necesitan control; los seresracionales no tienen necesidad de Estado, ni de dinero, ni de cortes de justicia,ni de ninguna vida organizada, institucional. En la sociedad perfecta los hom-

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    bres y mujeres usarn ropa idntica y se "alimentarn de una pastura comn".Puesto que son racionales, todos sus deseos sern tambin necesariamente

    racionales y, por lo tanto, susceptibles de una armnica realizacin total.Zenn fue el primer anarquista utpico, el fundador de una larga tradicin queha tenido una sbita, a veces violenta, floracin en nuestro propio tiempo.

    El mundo griego gener una buena cantidad de utopas tras los prime-ros signos de declinacin de la ciudad-estado. Codo a codo con las utopassatricas de Aristfanes est el plan para un Estado perfecto de Teopompo.Tambin est la utopa de Evemerus, donde hombres felices habitan en islasdel Mar Arbigo, en las que no hay animales salvajes, ni invierno ni primave-

    ra, sino un eterno, suave, tibio verano, en el cual las frutas caen de los rboles alas bocas de los hombres, y donde no existe necesidad de trabajar. Estoshombres viven en un estado de incesante ventura en islas que el mar haapartado del continente malvado y catico, donde los hombres son necios,injustos y miserables.

    Puede que haya habido intentos de llevar esto a la prctica. Un disc-pulo de Zenn, Blossio de Cumas, un romano estoico, predic probablementeun igualitarismo social que puede haber derivado del anterior comunistaYmbulo. Fue acusado de ser el inspirador de revueltas antirromanas de tipocomunista, y fue debidamente investigado, de hecho "calcinado", por un comi-t senatorial que lo acus de esparcir ideas subversivas, en forma similar a lasinvestigaciones Mc Carthy en los Estados Unidos. Blossio, Aristnico, GayoGraco fueron acusados; la historia termina con la ejecucin de los Gracos. Sinembargo, estas consecuencias polticas son meramente accesorias al tema quenos ocupa. Durante la Edad Media se produce una clara declinacin de lasutopas, tal vez debido a que, de acuerdo a la fe cristiana, el hombre no puedealcanzar la perfeccin por sus propios e insuficientes medios; slo la divina

    gracia lo puede salvar, y la salvacin no se puede alcanzar mientras se perma-nezca en la tierra, creatura nacida en el pecado. Nadie puede construir unamorada duradera en este valle de lgrimas: porque no somos sino peregrinosaqu abajo, buscando ingresar a un reino que no es de este mundo.

    El tema constante que recorre todo el pensamiento utpico, tanto cris-tiano como pagano, es el de que hubo una vez un estado perfecto, y luegoocurri un desastre enorme; en la Biblia es el pecado de desobediencia; el fatalmordisco de la fruta prohibida; o bien es el Diluvio; o llegaron gigantes

    malvados que trastornaron el mundo, o los hombres, en su arrogancia, constru-yeron la Torre de Babel y fueron castigados. De igual manera, en la mitologagriega el estado perfecto fue interrumpido por algn desastre, como en lahistoria de Prometeo, o de Deucalin y Pirra, o de la caja de Pandora: la unidadprstina se resquebraja, y el resto de la historia humana consiste en un continuo

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    intento de juntar los fragmentos para restaurar la serenidad, de modo que elestado perfecto pueda realizarse de nuevo. La estupidez humana o la maldad o

    la debilidad pueden impedir esta consumacin; o los dioses pueden no permi-tirlo; pero nuestras vidas son concebidas, especialmente en el pensamiento delos gnsticos y en las visiones de los msticos, como un desesperado esfuerzode reunir los fragmentos dispersos del todo perfecto con que el universocomenz, y hacia el cual puede an volver. Esta es una idea persistente querecorre el pensamiento europeo desde sus ms tempranos inicios; subyace entodas las viejas utopas y ha influido profundamente en las ideas metafsicas,morales y polticas de Occidente. En este sentido, el utopismo, la nocin de la

    unidad rota y su restauracin, constituye un hilo central en la totalidad delpensamiento occidental. Por esta razn podra no ser intil intentar revelaralgunos de los principales supuestos que parecen subyacer a l.

    Permtaseme presentarlos en la forma de tres proposiciones, una espe-cie de taburete de tres patas sobre el que me parece descansa la tradicincentral del pensamiento poltico occidental. Temo que simplificar estas mate-rias demasiado, pero un mero esbozo no es un libro, y la excesiva simplifica-cin no siempre constituye as lo espero falsificacin, y a menudo sirvepara cristalizar los temas. La primera proposicin es: para todas las preguntas

    genuinas slo puede haber una respuesta correcta, siendo todas las respuestasrestantes incorrectas. Si no hay una respuesta correcta, entonces la pregunta nopuede ser genuina. Toda pregunta genuina debe, al menos en principio, poderser respondida, y si esto es as, slo una respuesta puede ser la correcta.Ninguna pregunta, siempre que est claramente formulada, puede tener dosrespuestas que sean diferentes y al mismo tiempo correctas. Los fundamentosde las respuestas correctas deben ser verdaderos; todas las otras posiblesrespuestas deben representar o basarse en la falsedad, que tiene muchas caras.

    Esta es la primera suposicin central.La segunda suposicin consiste en que existe un mtodo para el descu-

    brimiento de estas respuestas correctas. Si ese mtodo se conoce o puede, dehecho, ser conocido, es un asunto distinto; pero esas respuestas deben, almenos en principio, ser susceptibles de ser conocidas, siempre que se use elprocedimiento adecuado para establecerlas.

    La tercera suposicin, y tal vez la ms importante en este contexto,consiste en que todas las respuestas correctas deben, por lo menos, ser compa-

    tibles entre s. Esto se desprende de una verdad simple y lgica: que unaverdad no puede ser incompatible con otra verdad; todas las respuestas correc-tas representan o descansan en verdades; por lo tanto, ninguna de las respues-tas correctas, ya sea que constituyan respuestas a preguntas acerca de lo queexiste en el mundo, o acerca de lo que los hombres deberan hacer, o acerca de

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    cmo los hombres deberan ser en otras palabras, ya sea que respondanpreguntas que conciernen a hechos o a valores (y para los pensadores que

    creen en esta tercera proposicin, las preguntas sobre valores son en algnsentido preguntas sobre hechos), jams pueden entrar en conflicto unas conotras. En el mejor de los casos, estas verdades se entrelazarn lgicamenteentre s en un todo nico, sistemtico e interconectado; a lo menos, sernconsistentes entre s: es decir, formarn un todo armnico, de manera quecuando se hayan descubierto todas las respuestas correctas para todas laspreguntas centrales de la vida humana y se las ponga juntas, el resultadoformar una especie de esquema de la suma del conocimiento necesario para

    llevar a cabo una, o mejor dicho, la vida perfecta.Tal vez los hombres mortales no pueden alcanzar tal conocimiento. Lasrazones de esto pueden ser varias. Ciertos pensadores cristianos mantendrnque el pecado original hace que los hombres sean incapaces de tal conocimien-to. O quizs ya vivimos a la luz de tales verdades alguna vez, en el Jardn delEdn antes de la era del pecado, y luego esta luz nos abandon porqueprobamos del fruto del rbol del Conocimiento, conocimiento que, comocastigo, est condenado a permanecer incompleto durante nuestra vida en latierra. O tal vez lo conoceremos enteramente algn da, sea antes o despus dela muerte del cuerpo. O quizs los hombres nunca llegarn a conocerlo: puedeque sus mentes sean demasiado dbiles, o que los obstculos que presenta unanaturaleza ingobernable sean demasiado grandes como para que tal conoci-miento sea posible. Tal vez slo los ngeles pueden conocerlo, o tal vez sloDios lo conoce; o, si no existe Dios, entonces uno deba expresar esta convic-cin diciendo que en principio tal conocimiento puede ser concebido, auncuando nadie lo haya nunca alcanzado o probablemente nunca lo alcance.Pues, en principio, la respuesta debe ser cognoscible; ya que de no ser as, las

    preguntas no seran genuinas; decir que una pregunta es en principio incontes-table significa no entender de qu tipo de pregunta se trata, puesto que enten-der la naturaleza de una pregunta consiste en conocer qu tipo de respuestapodra ser una respuesta correcta a ella, sepamos o no sepamos que esa sea lacorrecta. De ah que la gama de posibles respuestas a ella debe ser concebible.Y una dentro de esta gama debe ser la correcta. De otra manera, para lospensadores racionalistas de este tipo, el pensamiento racional terminara enenigmas insolubles. Si esto es descartado por la naturaleza misma de la razn,

    entonces la configuracin de la suma (tal vez de una infinidad) de respuestascorrectas de todos los problemas posibles constituir el conocimiento perfecto.Permtaseme continuar con este argumento. Se afirma que, a menos

    que podamos concebir algo perfecto, no podremos entender lo que significa laimperfeccin. Si, por ejemplo, nos quejamos de nuestra condicin aqu en la

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    tierra a raz de los conflictos, la miseria, la crueldad, el vicio "las desventu-ras, locuras, crmenes de la humanidad", si, en suma, declaramos que nues-

    tro estado dista de ser perfecto, esto se hace inteligible slo mediante lacomparacin con un mundo ms perfecto; es mediante la medicin de labrecha entre los dos que podemos medir el grado en el cual nuestro mundoqueda corto. Queda corto de qu? La idea de aquello de lo que queda corto esla idea de un estado perfecto. Esto, creo, es lo que subyace en el pensamientoutpico, y por cierto en gran parte del pensamiento occidental en general; dehecho, parece fundamental en l, desde Pitgoras y Platn en adelante.

    A estas alturas podra preguntarse dnde, de ser ste el caso, deben

    buscarse las soluciones: cules son las autoridades que pueden mostrarles atodos los dems el camino cierto para la teora y la prctica? Sobre esto (comopodra esperarse) ha habido, en Occidente, poco acuerdo. Algunos nos handicho que las respuestas verdaderas deben ser encontradas en los textos sagra-dos, o dadas por profetas inspirados, o por sacerdotes que son los intrpretesautorizados de estos textos. Otros niegan la validez de la revelacin o delprecepto o de la tradicin, y dicen que slo el conocimiento preciso de lanaturaleza entrega las respuestas verdaderas, obtenido por controlada observa-cin, experimento, aplicacin de tcnicas lgicas y matemticas. La naturalezano es un templo, sino un laboratorio, y las hiptesis deben ser comprobadaspor mtodos que cualquier ser racional pueda aprender y aplicar y comunicar ycontrolar. La ciencia, declaran ellos, puede que no responda a todas las pregun-tas que queremos hacer, pero lo que no pueda responder ningn otro mtodo lohar: es el nico instrumento confiable que tenemos o que alguna vez tendre-mos. Luego, algunos nos dicen que slo los expertos conocen: hombres dota-dos de visin mstica, de clarividencia metafsica y capacidad especulativa ohabilidad cientfica, u hombres dotados de sabidura natural: sabios, hombres

    de elevado intelecto. Pero otros niegan esto y declaran que las verdades msimportantes son accesibles a todos los hombres: todo hombre que mira alinterior de su propio corazn, de su propia alma, se entender a s mismo y a lanaturaleza que lo rodea; sabr cmo vivir y qu hacer, en tanto que no hayasido cegado por la perniciosa influencia de otros hombres cuyas naturalezashan sido pervertidas por instituciones perversas. Esto es lo que Rousseauhabra dicho: la verdad debe buscarse no en las ideas o conducta de corruptoshabitantes en ciudades refinadas, sino que puede encontrarse, con mayor pro-

    babilidad, en el corazn puro de un simple campesino, o de un nio inocentey Tolstoi se hizo eco de esto efectivamente; y esta opinin tiene adherenteshoy da, a pesar de la labor de Freud y sus discpulos.

    Casi no hay opiniones acerca de las fuentes del verdadero conocimien-

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    das en el curso de la meditacin consciente acerca de este problema en lastradiciones helnica y judeo-cristiana A causa de las diferencias entre dichas

    opiniones se han desatado grandes conflictos y se han librado cruentas guerras,y no hay que admirarse de ello, puesto que se sostena que la salvacin humanadepende de la respuesta adecuada a estas preguntas: los asuntos ms angustio-sos y cruciales de la vida humana. El punto que quiero hacer ver es que todoslos bandos suponan que estas preguntas podan ser respondidas. La casiuniversal creencia de que esto da cuenta, es que estas respuestas son, pordecirlo as, un tesoro muy oculto; el problema consiste en encontrar el senderohacia l. O, para utilizar otra metfora, la humanidad se encuentra ante laspartes dispersas de un rompecabezas: si se pueden reunir las piezas, se formarun todo perfecto que constituye la meta de la bsqueda de la verdad, la virtud,la felicidad. Esta es, creo, una de las suposiciones comunes de una gran partedel pensamiento occidental.

    Esta conviccin subyace ciertamente en las utopas que proliferaron enforma tan vasta en el Renacimiento europeo del siglo XV, cuando se produjoun gran redescubrimiento de los clsicos griegos y latinos, de quienes sepensaba que representaban verdades olvidadas durante la larga noche de laEdad Media, o verdades suprimidas o distorsionadas por las supersticiones

    frailunas de las pocas de fe cristiana. El Nuevo Conocimiento se basaba en lacreencia que el conocimiento, y slo el conocimiento la mente humanaliberada poda salvarnos. sta, a su vez, descansaba en la ms fundamentalde todas las proposiciones racionalistas, que la virtud es conocimiento, expre-sada por Scrates, desarrollada por Platn y su ms grande discpulo, Aristteles,y las principales escuelas socrticas de la antigua Grecia. Para Platn, elparadigma del conocimiento era de carcter geomtrico; para Aristteles, bio-lgico; para muchos pensadores durante el Renacimiento puede haber sido

    neoplatnico y mstico, o intuitivo o matemtico, u orgnico o mecnico, peroninguno dudaba que slo el conocimiento ofreca salvacin espiritual y moraly poltica. Se supona, creo, que si los hombres tienen una naturaleza comn,esta naturaleza debe tener un propsito. La naturaleza del hombre podrarealizarse completamente con slo saber lo que ste en verdad quiere. Si unhombre puede descubrir lo que hay en el mundo, y cul es su relacin con ello,y lo que l mismo es cualquiera sea la manera en que lo haya descubierto,por cualquier mtodo, por cualquiera senda de conocimiento recomendada o

    tradicional, l conocer lo que lo realizar, o lo que, en otras palabras, lohar feliz, justo, virtuoso, sabio. Conocer lo que lo liberar a uno del error y lailusin, y entender verdaderamente todo lo que como ser espiritual y fsico unosabe que uno mismo busca, y con todo, a pesar de esto, refrenarse de actuar enconsecuencia, significa no estar en sus cabales, ser irracional y, tal vez, no del

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    todo cuerdo. Conocer cmo alcanzar los fines y no tratar de hacerlo es, a lapostre, no entender verdaderamente los fines. Entender es actan en cierto

    sentido estos pensadores anteriores anticiparon a Karl Marx en su creencia enla unidad de la teora y la prctica.

    El conocimiento, para la tradicin central del pensamiento occidental,no slo significa conocimiento descriptivo de lo que existe en el universo,sino, como parte esencial y no distinta de ello, tambin conocimiento devalores, o de cmo vivir, qu hacer, cules son las mejores formas de vida y lasque ms valen la pena, y por qu. De acuerdo con esta doctrina que virtud esconocimiento, cuando los hombres cometen crmenes lo hacen porque estn

    en el error: se han equivocado con respecto a lo que en verdad les conviene. Siconocieran verdaderamente lo que les conviene, no realizaran esas cosasdestructivas: actos que terminan por destruir al actor, por frustrar sus verdade-ros fines como ser humano, por detener el desarrollo propio de sus facultades ypotencias. El crimen, el vicio, la imperfeccin, la miseria, todo nace de laignorancia y la mente indolente o confusa. Esta ignorancia puede ser fomenta-da por gente malvada que desea arrojar polvo en los ojos de otros con el fin dedominarlos, y que es susceptible, tarde o temprano, de caer en la trampa de su

    propia propia propaganda."Virtud es conocimiento" significa que, si se conoce lo que es buenopara el hombre, no se puede, si se es un ser racional, vivir de cualquier otramanera que aquella por la cual el cumplimiento constituye aquello hacia locual todos los deseos, esperanzas, oraciones, aspiraciones, se dirigen: eso es loque significa llamar a esto esperanzas. Distinguir lo que es realidad de lo quees apariencia, distinguir aquello que realizar verdaderamente a un hombre deaquello que solamente parece prometer hacerlo, eso es conocimiento, y sloeso lo salvar. Es esta vasta premisa platnica, algunas veces en su formabautizada, cristiana, la que anima a las grandes utopas del Renacimiento, lamaravillosa fantasa de Moro, la Nueva Atlntida de Bacon, la Ciudad del Solde Campanella, y la docena o ms de utopas cristianas del siglo XVII de lascuales la de Feneln es slo la ms conocida. La fe absoluta en solucionesracionales y la proliferacin de escritos utpicos son, a la vez, aspectos deestadios similares de desarrollo cultural, en la Atenas clsica y el Renacimien-to italiano y en el siglo XVIII francs y en los doscientos aos que siguieron,no menos as en el presente que en el pasado reciente o en el distante. Incluso

    los antiguos relatos de viajes, que se supone han contribuido a abrir los ojos delos hombres a la variedad de la naturaleza humana y, por lo tanto, a desacredi-tar la creencia en la uniformidad de las necesidades humanas, y, consecuente-mente, en el remedio nico, definitivo, para todo los males, a menudo parecenhaber provocado el efecto opuesto. El descubrimiento, por ejemplo, de hom-

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    bres en estado salvaje en las selvas de Amrica fue usado como evidencia deuna naturaleza humana bsica, del as llamado hombre natural, con necesida-

    des naturales como las que habran existido umversalmente si los hombres nohubiesen sido corrompidos por la civilizacin, por instituciones artificiales defactura humana, como resultado del error o de la maldad por parte de sacerdo-tes y reyes y otros ansiosos de poder, que practicaron engaos monstruosos enlas crdulas masas para dominarlas mejor y explotar su trabajo. El conceptodel buen salvaje era parte del mito de la inmaculada pureza de la naturalezahumana, inocente, en paz con su entorno y consigo misma, arruinada slo porel contacto con los vicios de la cultura corrompida de las ciudades occidenta-

    les. La nocin de que en alguna parte, sea en una sociedad real o imaginada, elhombre habita en su estado natural, al cual todos los hombres deberan volver,est en el centro de las teoras primitivistas; se encuentra de varias maneras encada programa anarquista y populista de los ltimos cien aos, y ha influidoprofundamente en el marxismo y en la gran variedad de movimientos juvenilescon metas radicales o revolucionarias.

    Como ya lo he expresado, la doctrina comn a todas estas visiones ymovimientos es la nocin de que existen verdades universales, verdaderas para

    todos los hombres, en cualquier parte, en cualquier momento, y que esasverdades se expresan en reglas universales: la ley natural de los estoicos y laIglesia medieval y los juristas del Renacimiento, cuyo incumplimiento sloconduce al vicio, miseria y caos. Es cierto que esta idea fue puesta en duda, porejemplo, por algunos sofistas y escpticos en la antigua Grecia, as como porProtgoras, e Hippias, y Carnades y Pirrn y Sexto Emprico, y en un mo-mento posterior por Montaigne y los pironistas del siglo XVII, y sobre todopor Montesquieu, que pensaba que diferentes maneras de vida acomodaban alos hombres en entornos y climas diferentes, con diferentes tradiciones ycostumbres. Pero esto requiere ser precisado. Es cierto que un sofista citadopor Aristteles pensaba que "el fuego quema tanto aqu como en Persia; perolo que se piensa, cambia ante nuestros propios ojos"; y que Montesquieuconsidera que se debe usar ropas abrigadas en climas fros e indumentariadelgada en clidos, y que las costumbres persas no seran adecuadas para loshabitantes de Pars. Pero lo que esta suerte de argumento a favor de la variedadse limita a expresar es que medios diferentes son ms efectivos, en diferentescircunstancias, para la realizacin de fines similares. Esto es cierto incluso para

    el escptico David Hume. Ninguno de estos dubitativos desea negar que lasprincipales metas humanas son universales y uniformes, aun cuando no nece-sariamente se las establezcaa priori: todos los hombres buscan alimento ybebida, abrigo y seguridad; todos los hombres desean procrear; todos loshombres buscan intercambio social, justicia, un grado de libertad, medios de

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    autoexpresin, y cosas semejantes. Los medios para esos fines pueden diferirde pas en pas, y de poca en poca, pero los medios, ya sean alterables en

    principio o no, permanecen inalterados; esto se manifiesta claramente en elalto grado de parecido familiar que encontramos en las utopas sociales, tantode la antigedad como de los tiempos afrontarlo.

    Es cierto que un golpe un tanto ms grave contra estos supuestos fuepropinado por Maquiavelo, quien plante dudas acerca de si era posible,incluso en principio, combinar una visin cristiana de la vida, que significabaautosacrificio y humildad, con la posibilidad de construir y mantener unapoderosa y gloriosa repblica, que no requera de humildad ni autosacrificio

    por parte de sus gobernantes y ciudadanos, sino las virtudes paganas de coraje,vitalidad, agresividad y, en el caso de los gobernantes, una capacidad deaccin despiadada, inescrupulosa y, cruel all donde fuere necesario para lasnecesidades del Estado. Maquiavelo no desarroll todas las implicaciones deeste conflicto de ideales no era un filsofo profesional, pero lo que dijocaus gran inquietud en varios de sus lectores por cuatro siglos y medio. Sinembargo, hablando en forma general, el tema que l formul tendi a sermayormente ignorado. Sus obras fueron declaradas inmorales y condenadaspor la Iglesia, y no fueron tomadas seriamente del todo por los moralistas ypensadores polticos que representan la corriente central del pensamiento occi-dental en estos campos.

    En algn grado, creo, Maquiavelo s tuvo cierta influencia: en Hobbes,en Rousseau, en Fichte y Hegel; ciertamente en Federico el Grande de Prusia,quien se dio el trabajo de publicar una refutacin formal de sus opiniones; yms claramente que en ningn otro en Nietzsche y en aquellos influidos por l.Pero, con todo, el supuesto ms incmodo en Maquiavelo, especficamenteque ciertas virtudes y, ms an, ciertos ideales pueden no ser compatibles

    una nocin que transgrede la proposicin que he enfatizado, que todas lasrespuestas verdaderas a preguntas serias deben ser compatibles, fue por logeneral tranquilamente ignorado. Ninguno parece haber estado ansioso porconsiderar la posibilidad de que las respuestas cristiana y pagana a interrogantesmorales o polticas pudieran ambas ser correctas dadas las premisas desde lasque partieron; que esas premisas no eran demostrablemente falsas, slo incom-patibles; y que no se dispona de ningn estndar o criterio superior paradecidir entre, o reconciliar, estas morales totalmente opuestas. Esto era estima-

    do un tanto problemtico por aquellos que se consideraban cristianos peroqueran dar al Csar lo que era del Csar. Las divisiones tajantes entre vidapblica y privada, o poltica y moral, nunca funcionan bien. Demasiadosterritorios han sido reclamados por ambos. Esto ha sido y puede ser un doloro-

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    so problema, y, como sucede a menudo en tales casos, los hombres no estabandemasiado ansiosos de afrontarlo.

    Haba adems otro ngulo desde el cual estos supuestos eran cuestiona-dos. Los supuestos, reitero, son aquellos de la ley natural: que la naturalezahumana constituye una esencia esttica, inalterable; que sus fines son eternos,inalterables y universales para todos los hombres, en todas partes, en cualquiermomento, y pueden ser conocidos, y tal vez realizados, por aquellos queposeen la clase apropiada de conocimiento.

    Cuando las nuevas naciones-estado surgieron en el curso y, en parte,como resultado de la Reforma durante el siglo XVII en el oeste y el norte de

    Europa, algunos de los abogados empeados en formular y defender las de-mandas y leyes de esos reinos en su mayora reformistas, ya sea por oposi-cin a la autoridad de la Iglesia de Roma o, en algunos casos, a las polticascentralizadoras del Rey de Francia comenzaron a argumentar que el derechoromano, con su exigencia de autoridad universal, no significaba nada paraellos: no eran romanos; eran francos, celtas, noruegos; tenan sus propiastradiciones francesas, btavas, escandinavas; vivan en Languedoc; tenan suscostumbres de Languedoc desde tiempos inmemoriales; qu era Roma paraellos? En Francia eran descendientes de conquistadores francos, sus ancestroshaban subyugado a los galo-romanos; slo queran reconocer como propiaslas leyes francas o borgoonas o helvticas que haban heredado; lo que elderecho romano tena que decirles no se encontraba ni aqu ni all; no seaplicaba a ellos. Que los italianos obedezcan a Roma. Por qu deberan losfrancos, los teutones, los descendientes de piratas vikingos, aceptar el dominiode un cdigo legal nico, universal, extranjero? Naciones diferentes, racesdiferentes, leyes diferentes, pueblos diferentes, comunidades diferentes, idea-les diferentes. Cada uno tena su propio modo de vida, con qu derecho poda

    uno de ellos imponrselos a los otros? Menos que nadie el Papa, cuyas exigen-cias de autoridad espiritual los reformistas negaban. Esto rompi el hechizo deun solo mundo, una ley universal y, consecuentemente, una meta universalpara todos los hombres, en todas partes, en todo momento. La sociedad perfec-ta que los guerreros francos, o aun sus descendientes, conceban como su ideal,podra haber sido muy diferente de la visin utpica de un italiano, antiguo omoderno, y totalmente diferente de la de un hind o un sueco o un turco. Deah en adelante, el espectro del relativismo hace su temida aparicin, y con l

    el comienzo de la disolucin de la fe puesta en el concepto mismo de metasumversalmente vlidas, al menos en la esfera social y poltica. Esto fue acom-paado, a su tiempo, por la sensacin de que podra existir no slo un defectohistrico o poltico sino tambin lgico en la idea misma de un universo

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    igualmente aceptable para comunidades de diferente origen, con diferentestradiciones, carcter, perspectiva, conceptos, categoras, visiones de la vida.

    Pero, de nuevo, las implicaciones de esto no fueron comprendidasenteramente debido, quizs en su mayor parte, al vasto triunfo, en esta mismapoca, de las ciencias naturales. Como resultado de los revolucionarios descu-brimientos de Galileo y Newton y de la obra de otros matemticos, fsicos ybilogos de genio, el mundo exterior era visto como un cosmos nico, demanera que, para poner el ejemplo ms conocido, por la aplicacin de relativa-mente unas pocas leyes, el movimiento y la posicin de cada partcula demateria poda ser determinada con precisin. Por primera vez se hizo posible

    organizar una catica masa de datos de observacin dentro de un sistemasimple, coherente, perfectamente ordenado. Por qu no aplicar esos mismosmtodos a los asuntos humanos, a la moral, a la poltica, a la organizacin de lasociedad, con igual xito? Por qu habra que suponer que los hombrespertenecen a algn orden externo al sistema de la naturaleza? Lo que se aplicabien a objetos materiales, animales, plantas y minerales, en zoologa, botnica,qumica, fsica, astronoma todas ciencias nuevas en vas de unificacin, quevan desde hiptesis sobre hechos y acontecimientos observables a conclusio-

    nes cientficas que pueden ser probadas, y que en conjunto forman un sistemacoherente y cientfico, por qu no aplicarlo tambin a los problemas huma-nos? Por qu no se puede crear una ciencia o ciencias del hombre y entregartambin aqu soluciones tan claras y certeras como aquellas obtenidas en lasciencias del mundo externo?

    sta constitua una novel, revolucionaria y altamente plausible proposi-cin que los pensadores de la Ilustracin, particularmente en Francia, acepta-ron con natural entusiasmo. Era enteramente razonable suponer que el hombretena una naturaleza examinable, susceptible de ser observada, analizada, pro-bada como otros organismos y formas de materia viviente. El programa pare-ca claro: se debe averiguar cientficamente en qu consiste el hombre, y qunecesita para su crecimiento y para su satisfaccin. Cuando se haya descubier-to lo que uno es y lo que uno requiere, se preguntara entonces dnde puedehallarse esto; y luego, por medio de los inventos y descubrimientos apropia-dos, suplir las necesidades del hombre, para de esta manera alcanzar, si no laperfeccin total, en todo caso una situacin mucho ms feliz y ms racionalque la que prevalece en el presente. Por qu esto no existe? Porque la

    estupidez, el prejuicio, la supersticin, la ignorancia, las pasiones que obscurecenla razn, la codicia, el temor y el ansia de dominacin, y la barbarie, lacrueldad, la intolerancia, el fanatismo que los acompaan, han conducido a ladeplorable condicin en la cual los hombres, por tanto tiempo, se han vistoforzados a vivir. La falla, deliberada o no, en observar lo que hay en el mundo,

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    ha robado al hombre el conocimiento necesario para mejorar su vida. Slo elconocimiento cientfico puede salvamos. Esta es la doctrina fundamental de la

    Ilustracin francesa, un gran movimiento liberador que en su tiempo eliminuna gran cantidad de crueldad, supersticin, injusticia y obscurantismo.

    A su tiempo, esta gran ola de racionalismo condujo a una inevitablereaccin. Me parece que es un hecho histrico que cada vez que el racionalismollega lo suficientemente lejos, a menudo tiene lugar una especie de resistenciaemocional, una "resaca", que brota de aquello que es irracional en el hombre.Esto tuvo lugar en Grecia en los siglos cuarto y tercero antes de Cristo, cuandolas grandes escuelas socrticas produjeron sus magnficos sistemas racionalistas:

    pocas veces, nos dicen los historiadores de los cultos griegos, las religiones demisterio, el ocultismo, el irracionalismo, los misticismos de toda clase florecie-ron tan abundantemente. As tambin el poderoso y rgido edificio del derechoromano, uno de los grandes logros de la civilizacin humana, y, codo a codocon l, la gran estructura legal-religiosa del antiguo judaismo, fueron seguidosde una resistencia apasionada, emocional, que culmina en el nacimiento y eltriunfo del cristianismo. En la Baja Edad Media existi, igualmente, unareaccin contra las grandes construcciones lgicas de los escolsticos. Algo no

    diferente ocurri durante la Reforma; y finalmente, siguiendo los triunfos delespritu cientfico en Occidente, una poderosa contracorriente surgi alrededorde dos siglos atrs.

    Esta reaccin provino principalmente de Alemania. Se debe decir algosobre la situacin social y espiritual en la Alemania de aquella poca. En elsiglo XVII, an antes de la devastadora Guerra de los Treinta Aos, los pasesde habla alemana crean, por razones que no tengo la competencia de discutir,que ellos eran culturalmente inferiores a sus vecinos del otro lado del Rhin.

    Durante la totalidad del siglo XVII, los franceses parecan dominar en cadauna de las esferas de la vida, tanto espiritual como material. Su fuerza militar,su organizacin social y econmica, sus pensadores, cientficos y filsofos,pintores y compositores, sus poetas, dramaturgos, arquitectos su excelenciaen-las artes generales de la vida, los situaban a la cabeza de toda Europa.Bien podra excusrseles si entonces y despus identificaron la civilizacin ens con su propia cultura.

    Si bien es cierto que durante el siglo XVII la influencia francesaalcanz una altura sin precedentes, un notable florecimiento de cultura ocurratambin en otros pases occidentales: esto es evidentemente cierto en la Ingla-terra del ltimo perodo isabelino y estuardiano; coincidi con la Edad de Orode Espaa, y el gran renacimiento artstico y cientfico en los Pases Bajos.Italia, si no tal vez a la altura que alcanz en elquattrocento,produjo artistas, y

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    especialmente cientficos, de raro cumplimiento. Aun Suecia, en el lejanonorte, estaba comenzando a moverse.

    Los pueblos de habla alemana no podan jactarse de nada semejante. Sise pregunta cules fueron las contribuciones ms destacadas hechas a la civili-zacin europea en el siglo XVII por las tierras de habla alemana, hay bastantepoco que decir aparte de la arquitectura y del aislado genio individual deKepler, el talento original pareca fluir slo en teologa; los poetas, acadmi-cos, pensadores pocas veces se elevaban por encima de la mediocridad; Leibnizparece tener pocos predecesores nativos. Esto, creo, puede ser explicado, almenos en parte, por la declinacin econmica y las divisiones polticas enAlemania; pero me interesa solamente acentuar los hechos mismos. Aun cuan-do el nivel general de la educacin alemana era bastante alto, la vida y el arte yel pensamiento seguan siendo profundamente provincianos. La actitud de lasnaciones avanzadas de Occidente hacia las tierras alemanas, particularmentede los franceses, pareca ser de una especie de condescendiente indiferencia. Asu tiempo, los humillados alemanes comenzaron dbilmente a imitar a susmodelos franceses, y esto, como sucede a menudo, fue seguido de una reac-cin cultural. La conciencia nacional herida se afirmaba a s misma, a veces deuna manera un tanto agresiva.

    sta constituye una respuesta bastante comn de parte de nacionesatrasadas que son miradas con un desdn demasiado arrogante, con demasiadoaire de consciente superioridad, por las sociedades ms avanzadas. Al comien-zo del siglo XVIII algunos de los lderes espirituales en los piadosos,introspectivos principados alemanes, empezaron a contraatacar. Esto tom laforma de desprecio hacia los mundanos xitos de los franceses: estos francesesy sus imitadores por doquier podan alardear slo de una actuacin muy vaca.La vida interior, la vida del espritu, relativa a la relacin entre hombre y

    hombre, del hombre consigo mismo, del hombre con Dios sa, solamente,era la nica que tena suprema importancia; los vacuos y sabiondos materialis-tas franceses no tenan el sentido de los valores verdaderos: de aquello por locual solamente vivan los hombres. Djenlos tener sus artes, sus ciencias, sussalones, su riqueza y su ufana gloria. Todo esto era, a la postre, escoria: losbienes perecibles de la carne corruptible. Losphilosophes eran guas ciegos delos ciegos, alejados de toda nocin de lo que nicamente importaba de verdad:el obscuro, doloroso, infinitamente recompensante descenso a las profundida-

    des de la propia pecadora pero inmortal alma humana, hecha a semejanza de lanaturaleza divina. ste era el reino de la piadosa e introspectiva visin del almaalemana.

    Gradualmente esa imagen que tena Alemania de s misma creci enintensidad, alimentada por lo que podra llamarse una especie de resentimiento

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    colectiva; estos vnculos son nicos, impalpables y ltimos. Las fronterasculturales son naturales a los hombres, surgen de la interaccin de la esencia

    interna y el entorno y la experiencia histrica. La cultura griega es nica einagotablemente griega; India, Persia, Francia son lo que son, no otra cosa.Nuestra cultura nos es algo propio; las culturas son inconmensurables; cadauna es como es, de infinito valor, como lo son las almas a la vista de Dios.Eliminar una en provecho de otra, subyugar a una sociedad y destruir unasociedad, como lo han hecho los grandes conquistadores, es un monstruosocrimen contra el derecho de ser uno mismo, de vivir a la luz de los propiosvalores ideales. Si se exilia a un alemn y se lo radica en Amrica, ser infeliz;

    l sufrir porque la gente puede ser feliz, puede funcionar libremente, sloentre aquellos que lo comprenden. Estar solo es estar entre hombres que nosaben lo que uno significa. El exilio, la soledad, es encontrarse uno entre gentecuyas palabras, gestos, escritura son ajenos a los propios; cuyo comportamien-to, reacciones, sentimientos, respuestas instintivas, pensamientos y placeres ypenas estn muy distantes de los propios; cuya educacin y perspectivas, eltono y la calidad de sus vidas y ser no son los propios. Hay muchas cosas quelos hombres efectivamente tienen en comn, pero eso no es lo que msimporta. Lo que los individualiza, los hace ser lo que son, hace posible la

    comunicacin, es aquello que no tienen en comn con los otros. Diferencias,peculiaridades, matices, carcter individual van en conjunto.

    Esta es una doctrina nueva. Herder identific diferencias culturales yesencia cultural y la idea misma de desarrollo histrico en forma muy diferentede Voltaire. Para l, lo que hace que los alemanes sean alemanes es el hechoque las maneras por las cuales comen o beben, dispensan justicia, escribenpoesa, rinden culto, disponen de la propiedad, se levantan y se sientan, obtie-nen su comida, usan sus ropas, cantan, pelean guerras, ordenan la vida poltica,

    todas tienen un cierto carcter comn, una propiedad cualitativa, un patrn quees nicamente alemn, en el cual se diferencian de las correspondientes activi-dades de los chinos o de los portugueses. Ninguno de estos pueblos o culturases, para Herder, superior a cualquiera de los otros, slo son diferentes; puestoque son diferentes, buscan fines diferentes; ah estriba tanto sus caracteresespecficos como sus valores. Valores, cualidades de carcter no son conmen-surables: una orden al mrito que presuponga una vara nica de medir es, paraHerder, evidencia de ceguera hacia lo que hace que los seres humanos sean

    humanos. No se puede hacer feliz a un alemn procurando que se transformeen un francs de segunda clase. A los islandeses no se los har felices con lavida en Dinamarca, ni a los europeos con emigrar a Amrica. Los hombrespueden desarrollar sus potencias a plenitud permaneciendo slo donde ellos ysus ancestros nacieron, hablando su lenguaje, viviendo sus vidas dentro del

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    marco de las costumbres de su sociedad y cultura. Los hombres no se crean a smismos: nacen dentro de una corriente de tradicin, sobre todo de lenguaje,

    que moldea sus pensamientos y sentimientos que ellos no pueden tirar ocambiar, que forma sus vidas internas. Las cualidades que los hombrestienen en comn no son suficientes para asegurar el cumplimiento de lanaturaleza de un hombre o de un pueblo, pues ello no depende menos de lascaractersticas propias del lugar, el tiempo y la cultura a las que los hombrespertenecen en forma exclusiva; ignorar u obliterar estas caractersticas signifi-ca destruir tanto las almas como los cuerpos de los hombres. Yo no estoy aqupara pensar, sino para ser, sentir, vivir! Para Herder cada accin, cada forma de

    vida, tiene un patrn que difiere del de los otros. La unidad natural para l es loque denomina das Volk, el pueblo, cuyos principales constituyentes son elsuelo y el lenguaje, no la raza o el color o la religin. Este es el sermn queHerder dirigi permanentemente despus de todo, l era un pastor protestantea los pueblos de habla alemana.

    Pero si esto es efectivo, si la doctrina de la Ilustracin francesa y porcierto, el principal supuesto occidental del cual he hablado, de que todos losvalores verdaderos son inmutables y eternos y universales necesita revisarsetan drsticamente, entonces existe algo profundamente errado en la idea de

    una sociedad perfecta. La razn bsica de esto no ha de ser encontrada entreaquellas que generalmente se esgriman contra las ideas utpicas que unasociedad tal no puede alcanzarse porque los hombres no son lo bastante sabioso habilidosos o virtuosos, o no pueden adquirir el grado requerido de conoci-miento, o resolucin, o bien porque, manchados como estn con el pecadooriginal, no pueden alcanzar la perfeccin en esta vida, sino que es total-mente diferente. La idea de una sociedad nica, perfecta, para toda a humani-dad, debe ser internamente autocontradictoria, puesto que el Valhalla de los

    germanos es necesariamente diferente del ideal de vida futura de los franceses,puesto que el paraso de los musulmanes no es el de los judos o cristianos,puesto que una sociedad en la cual un francs lograra una realizacin armni-ca es una sociedad que a un alemn le podra resultar sofocante. Pero si hemosde tener tantos tipos de perfeccin como tipos de cultura existen, cada una consu constelacin ideal de virtudes, entonces la nocin misma de la posibilidadde una sociedad nica perfecta es lgicamente incoherente. ste, creo, consti-tuye el inicio del ataque moderno sobre la nocin de utopa, de la utopa como

    tal. El movimiento romntico en Alemania, tan influido por el filsofoFichte, contribuy con sus propios poderosos mpetus a esta nueva y genuina-

    * Visin de mundo (N. del T.)

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    mente revolucionaria Weltanschauung.*Para el joven Federico Schlegel, oTieck, o Novalis, los valores, tanto ticos como polticos y estticos, no son

    objetivamente dados, no son estrellas fijas en algn firmamento platnico,eternas, inmutables, que los hombres puedan descubrir slo mediante el em-pleo del mtodo apropiado: penetracin metafsica, investigacin cientfica,argumentacin filosfica, revelacin divina. Los valores son generados por elyo creativo del hombre. El hombre es, sobre todo, una creatura dotada no slode razn sino de voluntad. La voluntad es la funcin creativa del hombre. Elnuevo modelo de la naturaleza humana es concebido por analoga con la nuevaconcepcin de la creacin artstica, ya no ms atada por las reglas objetivas

    extradas de la naturaleza universal idealizada ("la bella natura") o por lasverdades eternas del clasicismo, o la ley natural, o un legislador divino. Si unocompara las doctrinas clsicas aun aquellas de tericos tardos neoclsicos,algo platnicos, como Joshua Reynolds o Jean-Philippe Rameau con la desus oponentes romnticos, esto se aclara. Reynolds, en sus famosas conferen-cias sobre el Gran Estilo, dijo, en efecto, que si se est pintando un rey, unodebe guiarse por la concepcin de realeza. David, Rey de Israel, puede que envida haya sido de baja estatura y haya tenido defectos fsicos. Pero no se lopuede pintar as, porque es un rey. Por lo tanto, se lo debe pintar como unpersonaje real; y la realeza es un atributo eterno, inmutable, unitario e igual-mente accesible a la visin de todos los hombres, en todo momento, en todaspartes; de manera similar a una "idea" platnica, ms all del alcance del ojoemprico, la realeza no se altera con el paso del tiempo o la diferencia deperspectiva; y la tarea del pintor o escultor consiste en penetrar el velo de laapariencia, concebir la esencia de la realeza pura, y llevarla a la tela, o almrmol o madera o cualquier medio que el artista escoja utilizar. De formasimilar, Rameau estaba convencido que la tarea de un compositor consista en

    usar el sonido para revelar la armona las eternas proporciones matemticasque estn incorporadas en la naturaleza de las cosas, en el gran cosmos noentregada al odo mortal, no obstante ser aquello que entrega al patrn desonidos musicales el orden y la belleza que el artista inspirado crea o msbien reproduce, "imita" como mejor puede.

    No sucede as con aquellos que estn influidos por la nueva doctrinaromntica. El pintor crea; no copia. No imita; no sigue reglas: l las hace. Losvalores no se descubren, se crean; no se encuentran, sino que se hacen por un

    acto de voluntad imaginativa, creativa, como se crean las obras de arte, laspolticas, los planes, los modelos de vida. Mediante cul imaginacin, culvoluntad? Fichte habla del uno mismo, del ego; como regla, l lo identifica conun espritu del mundo trascendente, infinito, del cual el individuo humano esuna mera expresin espacio-temporal, mortal, un centro finito que deriva su

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    realidad del espritu, con el cual busca alcanzar una perfecta unin. Otrosidentificaban a este yo con algn otro espritu suprapersonal o fuerza la

    nacin, el verdadero uno mismo del cual el individuo es slo un elemento; o,por otro lado, el pueblo (Rousseau est cerca de hacer esto) o el Estado (comoHegel lo hace); o se lo identifica con una cultura, o el Zeitgeist* (una concep-cin de la cual Goethe se burla mucho en suFausto),o una clase que encarnala marcha progresiva de la historia (como en Marx), o algn otro movimiento ofuerza o grupo igualmente intangible. A esta fuente un tanto misteriosa se leasigna el generar y transformar valores a los que uno est obligado a seguirporque, en el grado en que uno es, en su forma mejor o ms verdadera, un

    agente de Dios, o de la historia, o el progreso, o de la nacin, uno los reconocecomo propios. Esto constituye una profunda ruptura con el conjunto de latradicin previa, para la cual lo verdadero y lo hermoso, lo noble y lo innoble,lo correcto o lo incorrecto, el deber, el pecado, el bien ltimo, eran valoresideales inalterables y, como sus contrarios, creados eternos e idnticos paratodos los hombres; en la vieja frmula, quod semper, quod ubique, quod abomnibus:el nico problema consista en cmo conocerlos y, una vez conoci-dos, en cmo llevarlos a cabo o evitarlos, hacer el bien y abstenerse del mal.

    Pero si estos valores no son increados, sino generados por mi cultura opor mi nacin o por mi clase, ellos diferirn de los valores generados por tucultura, tu nacin, tu clase; no son universales, y pueden entrar en conflicto. Silos valores generados por alemanes son diferentes de los valores generados porportugueses, si los valores generados por los antiguos griegos son diferentes deaquellos de los franceses modernos, entonces un relativismo ms profundo quecualquiera enunciado por los sofistas o Montesquieu o Hume destruir eluniverso moral e intelectual nico. Aristteles, declaraba Herder, es "de ellos";Leibniz es "nuestro". Leibniz nos habla a nosotros los alemanes, no Scrates o

    Aristteles. Aristteles fue un gran pensador, pero no podemos volver a l: sumundo no es el nuestro. Luego, tres cuartos de siglo ms tarde, fue decretadoque si mis verdaderos valores son la expresin de mi clase la burguesa yno de la clase de ellos el proletariado, entonces la nocin de que todos losvalores, todas las respuestas verdaderas a las preguntas son compatibles entres, no puede ser verdadera, puesto que mis valores inevitablemente entrarn enconflicto con los tuyos, puesto que los valores de mi clase no son los valores dela tuya. As como los valores de los antiguos romanos no son los de los

    italianos modernos, as tambin el mundo moral de la cristiandad medieval noes el de los demcratas liberales, y, sobre todo, el mundo de los trabajadores no

    * Espritu del tiempo. (N. del T.)

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    es el de sus empleadores. El concepto de un bien comn, vlido para toda lahumanidad, descansa sobre un error fundamental.

    La nocin de que existe una esfera celestial, cristalina, no afectada porel mundo del cambio y la apariencia, en el cual las verdades matemticas y losvalores morales o estticos forman una armona perfecta, garantizada porvnculos lgicos indestructibles, es abandonada ahora, o cuando menos esignorada. Esto se sita en el corazn del movimiento romntico, cuya expre-sin extrema es la autoafirmacin de la personalidad creativa individual comola constructora de su propio universo; estamos en el mundo de los que serebelan a las convenciones, de los artistas libres, los satnicos fuera de la ley,los parias byronianos, la "generacin plida y afiebrada", celebrada por losescritores romnticos alemanes y franceses de comienzos del siglo XIX, lostormentosos hroes prometeicos que rechazan las leyes de su sociedad, deter-minados a lograr la autorrealizacin y a liberar la propia expresin de cual-quiera contrariedad.

    Esto puede haber constituido un exagerado, y a veces histrico, tipo deautopreocupacin, pero su esencia, las races de las cuales creci, no se desva-neci con la disminucin de la primera ola del movimiento romntico, y setransform en la causa de intranquilidad permanente, de hecho ansiedad, en la

    conciencia europea, tal como sta se ha mantenido hasta ahora. Est claro quela nocin de una solucin armnica de los problemas de la humanidad, aun enprincipio, y por lo tanto del concepto mismo de utopa, es incompatible con lainterpretacin del mundo humano como una batalla de voluntades perpetua-mente nuevas e incesantemente conflictivas, individuales o colectivas. Huboesfuerzos encaminados a contener esta peligrosa marea. Hegel, y despus de lMarx, intentaron volver a un esquema histrico racional. Para ambos existeuna marcha de la historia: un ascenso desde la barbarie hacia la organizacin

    racional. Conceden que la historia es un relato de luchas y choques, pero estosa la postre se resolvern. Tales luchas se deben a la particular dialctica delautodesarrollo del espritu del mundo, o del progreso tecnolgico, que crea ladivisin del trabajo y la lucha de clases; pero estas "contradicciones" son losfactores indispensables para el movimiento de avance que culminar en untodo armonioso, la solucin final de las diferencias en la unidad, sea concebidasta como un progreso infinito hacia una meta trascendente, como en Hegel, ouna sociedad racional alcanzable, como en Marx. Para estos pensadores la

    historia es un drama en el cual existen contendores violentos. En ella ocurrirnterribles tribulaciones, choques, batallas, destruccin, consternador sufrimien-to; pero el cuento tiene, debe tener, un final feliz. Para los pensadores utpicosde esta tradicin, el final feliz es una serenidad atemporal, el resplandor de unasociedad esttica, libre de conflictos, una vez que el Estado se ha marchitado y

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    toda autoridad constituida se ha desvanecido: una anarqua pacfica en la quelos hombres son seres racionales, cooperadores, virtuosos, felices y libres. Este

    es un intento de tener lo mejor de ambos mundos: permitir el conflicto inevita-ble, pero creer que es, al mismo tiempo, ineludible y un estadio temporal a lolargo de la senda hacia la total autorrealizacin de la humanidad.

    Sin embargo, persisten dudas, y ha sucedido as desde el reto lanzadopor los irracionalistas. Esa es la perturbadora herencia del movimiento romn-tico; ha penetrado en la conciencia moderna a pesar de todos los esfuerzos poreliminarla o sortearla, o explicarla como un mero sntoma del pesimismo de laburguesa inquieta por la conciencia, pero incapaz de enfrentarla, de la cerca-na de su ineludible condenacin. Desde entonces la "filosofa perenne", consus verdades objetivas inalterables fundadas en la percepcin de un ordeneterno tras el caos de las apariencias, se ha puesto a la defensiva ante losataques de los relativistas, pluralistas, irracionalistas, pragmticos, subjetivistasy de ciertos tipos de empirismo; y con su declinacin, la concepcin de lasociedad perfecta, que deriva de esta gran visin unitaria, pierde su poderpersuasivo. Desde este tiempo en adelante, quienes creen en la posibilidad dela perfeccin social tienden a ser acusados por sus oponentes de tratar deimponer un orden artificial a una renuente humanidad, de tratar de hacer

    encajar a seres humanos, como ladrillos, en una estructura preconcebida, deforjarlos en lechos de Procrusto, y de hacer vivisecciones a seres vivientes enpos de un esquema fanticamente mantenido. De ah la protesta y las anti-utopas de Aldous Huxley, u Orwell, o Zamyatin (en Rusia a comienzos delos aos 20), que pintan un horroroso cuadro de una sociedad sin fricciones,donde las diferencias entre los seres humanos son, en lo posible, eliminadas, oal menos reducidas, y el patrn multicolor de la variedad de temperamentoshumanos, de inclinaciones, de ideales en suma, el flujo de la vida es

    reducido brutalmente a la uniformidad, oprimido por una camisa de fuerzasocial y poltica que duele y tulle y termina por aplastar a los hombres en elnombre de una teora monista, el sueo de un orden perfecto, esttico. Este esel ncleo de la protesta contra el despotismo uniformizador que Tocqueville yJ. S. Mill pensaban que estaba avanzando sobre la humanidad.

    Nuestros tiempos han visto el conflicto de dos visiones irreconciliables.Una es la visin de aquellos que creen que existen valores eternos, vinculantespara todos los hombres, y que la razn por la cual los hombres todava no los

    han reconocido o realizado radica en una falta de la capacidad, moral, intelec-tual o material que se necesita para alcanzar este fin. Tal vez las mismas leyesde la historia nos hayan retenido este conocimiento: en una de las interpreta-ciones de estas leyes, es la lucha de clases la que ha distorsionado tanto lasrelaciones entre los hombres que stos han quedado ciegos a la verdad, y de

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    esa manera se ha impedido una organizacin racional de la vida humana. Peroha habido bastante progreso como para permitir que ciertas personas vean la

    verdad; en la plenitud de los tiempos la solucin universal se har clara paralos hombres en general; entonces terminar la prehistoria y comenzar laverdadera historia humana. As lo sostienen los marxistas, y tal vez otrossocialistas y profetas optimistas. Esto no es aceptado por aquellos que declaranque los temperamentos humanos, dotes, perspectivas, deseos difieren perma-nentemente unos de otros, que la uniformidad mata; que los hombres puedenvivir vidas plenas slo en sociedades con una textura abierta, en las cuales lavariedad no sea meramente tolerada sino aprobada y alentada; que el desarro-llo ms pleno de las potencialidades humanas puede ocurrir slo en sociedadesen las que existe un amplio espectro de opiniones la libertad para lo queJ. S. Mill llamaba "experimentos en vivir", en las cuales existe libertad de

    pensamiento y de expresin, visiones y opiniones que chocan entre s, socie-dades en las cuales la friccin y aun el conflicto son permitidos, aunque conreglas para controlarlos y evitar la destruccin y la violencia; que la sujecin auna ideologa nica, no importando cun razonable e imaginativa sea, les robaa los hombres libertad y vitalidad. Puede que sea esto lo que Goethe quisodecir cuando, despus de leer elSystme de la naturede Holbach (una de lasobras ms famosas del materialismo francs del siglo XVIII, que apuntaba auna especie de utopa racionalista), declar que no lograba entender cmoalguien podra aceptar un asunto tan gris, lgubre, cadavrico, desprovisto decolor, vida, arte, humanidad. Para aquellos que abrazan este individualismoteido de romanticismo, lo que importa no es la base comn sino las diferen-cias, no lo uno sino lo mucho; para ellos el anhelo de unidad la regeneracinde la humanidad mediante la recuperacin de una perdida inocencia y armona,el retorno de una existencia fragmentada hacia el todo omniabarcante es una

    ilusin infantil y peligrosa: aplastar toda diversidad y an el conflicto en arasde la uniformidad es, para ellos, aplastar la vida misma.

    Estas doctrinas no son compatibles entre s. Son antiguas antagonistas;en su forma moderna ambas dominan a la humanidad hoy da, y ambas sonresistidas: organizacin industrial versus derechos humanos, reglas burocrti-cas versus 'hacer lo propio'; buen gobierno versus autogobierno; seguridadversus libertad. A veces una demanda se transforma en su opuesto: exigenciasde participacin democrtica se transforman en opresin de las minoras,

    medidas para establecer igualdad social aplastan la autodeterminacin y aho-gan el genio individual. Junto con estos choques de valores persiste un antiguosueo: la solucin final a todos los males humanos existe, tiene que existir ypuede ser encontrada; ella se puede lograr, ella vendr, con seguridad, atravs de la revolucin o por medios pacficos; y entonces todos o la vasta

  • 8/13/2019 Isaiah Berlin Declinacion Ideas

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    mayora de los hombres sern virtuosos y felices, sabios y buenos y libres; sital situacin puede ser alcanzada, y una vez alcanzada dure para siempre, qu

    hombre en sus cabales deseara retornar a las miserias del peregrinaje de loshombres por el desierto? Si ello es posible, entonces efectivamente ningnprecio es muy alto para ser pagado; habr algn monto de opresin, crueldad,represin, coercin demasiado grande si ste, y slo ste, es el precio por lasalvacin final de todos los hombres? Esta conviccin otorga una amplialicencia para ocasionar sufrimiento a otros desinteresados, a condicin de quese haga por motivos puros. Pero si uno cree que esta doctrina es una ilusin,sea slo porque algunos valores finales pueden ser incompatibles entre s y lanocin misma de un mundo ideal en el cual son reconciliados sea una imposi-bilidad conceptual (y no meramente prctica), entonces, tal vez, lo mejor queuno pueda hacer es tratar de promover alguna clase de equilibrio, necesaria-mente inestable, entre las diferentes aspiraciones de diferentes grupos de sereshumanos al menos para evitar que traten de exterminarse entre s, y, en loposible, evitar que se hieran unos a otros y promover el mximo gradopracticable de simpata y comprensin, probablemente nunca pleno, entreellos. Pero ste no constituye,prima facie, un programa tremendamenteexcitante: un sermn liberal que recomienda una maquinaria diseada para

    evitar que la gente se haga demasiado dao, dando a cada grupo humanosuficiente espacio para realizar sus fines propios, idiosincrticos, nicos yparticulares, sin que interfieran mucho con los fines de otros, no es precisa-mente un apasionado grito de batalla como para inspirar en los hombres elsacrificio y el martirio y los hechos heroicos. Con todo, si fuera adoptadopodra evitar la destruccin mutua, y al final, preservar al mundo. EmanuelKant, un hombre muy alejado del irracionalismo, observ una vez que "De latorcida madera de la humanidad nunca sali algo derecho". Y, por esa razn,

    no hay solucin perfecta posible, no solamente en la prctica sino en principio,en los asuntos humanos, y cualquier intento para producirla es probable queconduzca al sufrimiento, la desilusin y el fracaso.