35
Del comercio a la tierra y más allá: Los negocios de Juan José y Nicolás de Anchorena (1810- 1856) Author(s): Roy Hora Source: Desarrollo Económico, Vol. 44, No. 176 (Jan. - Mar., 2005), pp. 567-600 Published by: Instituto de Desarrollo Económico y Social Stable URL: http://www.jstor.org/stable/3655868 Accessed: 17/05/2010 15:24 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available at http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unless you have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and you may use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use. Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained at http://www.jstor.org/action/showPublisher?publisherCode=ides. Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printed page of such transmission. JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Instituto de Desarrollo Económico y Social is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Desarrollo Económico. http://www.jstor.org

Hora Del Comercio a La Tierra

Embed Size (px)

DESCRIPTION

historia

Citation preview

Del comercio a la tierra y más allá: Los negocios de Juan José y Nicolás de Anchorena (1810-1856)Author(s): Roy HoraSource: Desarrollo Económico, Vol. 44, No. 176 (Jan. - Mar., 2005), pp. 567-600Published by: Instituto de Desarrollo Económico y SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/3655868Accessed: 17/05/2010 15:24

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of JSTOR's Terms and Conditions of Use, available athttp://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp. JSTOR's Terms and Conditions of Use provides, in part, that unlessyou have obtained prior permission, you may not download an entire issue of a journal or multiple copies of articles, and youmay use content in the JSTOR archive only for your personal, non-commercial use.

Please contact the publisher regarding any further use of this work. Publisher contact information may be obtained athttp://www.jstor.org/action/showPublisher?publisherCode=ides.

Each copy of any part of a JSTOR transmission must contain the same copyright notice that appears on the screen or printedpage of such transmission.

JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range ofcontent in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new formsof scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].

Instituto de Desarrollo Económico y Social is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend accessto Desarrollo Económico.

http://www.jstor.org

Desarrollo Econ6mico, vol. 44, Ng 176 (enero-marzo 2005)

DEL COMERCIO A LA TIERRA Y MAS ALLA: LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y

NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)*

ROY HORA**

No es aventurado afirmar que los Anchorena constituyen la dinastia propietaria mAs reputada de toda la historia argentina. Juan Esteban de Anchorena, el fundador de este linaje en el Plata, acumul6 un patrimonio que a fines del siglo XVIII ya tenia "algo de fabuloso"1. Tras la independencia, sus descendientes volcaron esa fortuna, crecida gracias al comercio con el Alto Peru, hacia otras esferas de actividad, entre ellas la producci6n rural, y gracias a este giro, y a sus habilidades para la acumula- ci6n de riqueza, el patrimonio de esta familia continu6 creciendo a ritmo sostenido. Hacia mediados del siglo XIX, su fortuna era poco menos que legendaria. En esos anos, un viajero chileno calificaba a Mariano NicolAs de Anchorena, conocido habi- tualmente como NicolAs, no s6lo como "el mAs rico ganadero de Buenos Aires" sino tambi6n "del mundo", y con ello no hacia mAs que hacerse eco de una opini6n que muchos habitantes de Buenos Aires tenian por cierta2. Esta impresi6n se confirma cuando recordamos que en su Fausto-un poema de la d6cada de 1860 pronto des- tinado a alcanzar enorme 6xito de publico- Estanislao del Campo colocaba a su pro- tagonista ante la tentaci6n de entablar un pacto diab6lico que le permitiria ser "mis rico que Anchorena", y lo hacia con plena confianza en que su audiencia conocia muy bien el significado preciso del termino de comparaci6n elegido.

Pese a la relevancia que habitualmente se les reconoce, la historia de estos principes entre los grandes capitalistas argentinos no ha sido explorada con el detenimiento necesario. Si bien la referencia a los Anchorena es poco menos que infaltable en todo relato general sobre la historia argentina en el medio siglo que suce- di6 a la independencia, no es mucho lo que sabemos sobre los negocios de estos capitalistas. Este trabajo se propone Ilenar parte de este vacio. En particular, se detie- ne en algunos puntos cuyo anAlisis permite alcanzar una mejor comprension tanto de los negocios de los Anchorena como del contexto econ6mico en el que sus acciones

* Esta investigaci6n cont6 con el apoyo de la Fundaci6n Antorchas. ** Departamento de Humanidades, Universidad deSanAndrs /CONICET. [ CI Vito Dumas 284/B1644BID

Victoria / Tel: 4725-7000/ E-mail: <[email protected]>]. 1 Tulio HALPERIN DONGHI: Revoluci6n y guerra. Formaci6n de una elite dirigente en la Argentina criolla

(Buenos Aires, 2002), pag. 42. 2 Benjamin VICUNA MACKENNA: La Argentina en el ano 1855 (Buenos Aires, 1936), pag. 25.

cobran sentido. El articulo analiza los negocios de Juan Jos6 y Nicolas Anchorena, y se interroga sobre el modo en que estos empresarios coloniales respondieron a las oportunidades y desafios que les planteaba un escenario que, tras la ruptura con Espafa, aparecia caracterizado por la crisis del orden mercantil centrado en el co- mercio con el Alto Perui, la Ilegada del comercio libre y la inestabilidad politica.

El mejor estudio sobre los negocios de los Anchorena en la primera mitad del siglo XIX lo debemos a la pluma de Jonathan Brown3. Este perceptivo historiador encaro el analisis de los emprendimientos econ6micos de Juan Jose y NicolAs Anchorena como parte de un trabajo mayor sobre las transformaciones que la econo- mia rioplatense experiment6 tras la revQlucion de independencia. Brown inscribi6 su trabajo en el marco de una problemAtica que habia sido definida algunos afos antes por Tulio Halperin Donghi. En un estudio seminal dado a conocer en 1963, Halperin Donghi afirm6 que el proceso de expansi6n de la producci6n ganadera en la campa- ra bonaerense gan6 impulso gracias al ingreso en los negocios rurales de grandes mercaderes de origen colonial cuyas oportunidades de negocios en la esfera de la circulaci6n se vieron limitadas luego de 18104. Y si bien Brown discutio algunos as- pectos de esta interpretaci6n (por ejemplo, sugiri6 que el desplazamiento de los co- merciantes nativos de la esfera de la circulaci6n no habia sido tan completo como Halperin Donghi afirmaba), de todas maneras termin6 por ofrecer una imagen con muchos puntos en comun. Ambos senalaron, por ejemplo, el neto perfil terrateniente que el gran empresariado porteno adquiri6 tras la independencia. En alguna medida, el trabajo que Brown consagr6 a los Anchorena fue orientado por (y desarroll6) esta hip6tesis. Convencido de que en las d6cadas que sucedieron a 1810 los Anchorena habian trasladado su capital de los emprendimientos mercantiles a la tierra, Brown se aboc6 al estudio del funcionamiento de las estancias ganaderas de estos hermanos, a las que describi6 como empresas que, aunque algo menos rentables de lo que a veces se afirmaba, de todas maneras ofrecieron a sus propietarios una fuente regular y sustantiva de beneficios. Esta Oltima conclusi6n, sin embargo, debe ser relativizada por el hecho de que, como el propio Brown se ocup6 de seralar, sus estimaciones sobre la rentabilidad de las actividades rurales de los Anchorena se basan en inducciones realizadas a partir del estudio de otras empresas agrarias del periodo.

Interesado en primer lugar en entender c6mo funcionaban las empresas gana- deras de los Anchorena (para lo que s6lo contaba con informaci6n relevante para la d6cada de 1820), Brown presto escasa o nula atenci6n a ciertas fuentes que revelan otras facetas sobre los negocios de estos capitalistas. Entre ellas destacan la corres- pondencia comercial de Juan Jose de Anchorena, las cuentas de gastos de las estan- cias para el periodo 1821-1830 y la abundante documentaci6n de origen judicial (pro-

3 Jonathan BROWN: "A Nineteenth-Century Argentine Cattle Empire", Agricultural History 52:1 (enero de 1978), pags. 160-78, luego integrado en su A Socioeconomic History of Argentina, 1776-1860 (Cambridge, 1979). Vease tambien Ruprecht POENSGEN: Die Familie Anchorena. 1750-1875. Handel und Viehwirtsschaft am Rio de la Plata (Colonia, Weimar y Viena, 1998). Algunas referencias, escuetas pero precisas, sobre las actividades comer- ciales de los hermanos Anchorena en la decada de 1810 pueden hallarse en Guillermo MIRA y Alicia GIL LOPEZ: "Mineria, comercio y moneda en un periodo de transici6n. Potosi, la crisis colonial y las bases del crecimiento econ6mico del Rio de la Plata despues de la Independencia", en Maria Alejandra IRIGOIN y Roberto SCHMIDT (editores): La desintegracidn de la economia colonial. Comercio y moneda en el interior del espacio colonial (1800- 1860) (Buenos Aires, 2003).

4 Tulio HALPERIN DONGHI: "La expansi6n ganadera en la campafna de Buenos Aires (1810-1852)", en Torcuato Di TELLA y Tulio HALPERIN DONGHI (compiladores): Los fragmentos del poder(Buenos Aires, 1968), pags. 21-73. La version original de este trabajo apareci6 en las paginas de Desarrollo Econ6mico en 1963.

ROY HORA 568

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

tocolos notariales y sucesiones) que cubre, no sin algunos baches, toda la primera mitad del siglo XIX. Como veremos en las p6ginas que siguen, estas fuentes, que ponen de manifiesto la relevancia de los emprendimientos extraagrarios de los Anchorena a lo largo de todo este periodo, obligan a revisar la interpretaci6n, hoy dominante, que percibe a los miembros de esta familia en primer lugar y por sobre todas las cosas como terratenientes. A lo largo de este articulo, pues, intentaremos argumentar que analizar la trayectoria de los Anchorena (en muchos aspectos similar a la de otros grandes capitalistas pampeanos) en el medio siglo que sucedi6 a la independencia desde la perspectiva que ofrece el estudio de sus emprendimientos rurales constituye una decisi6n equivocada, pues deja fuera de consideraci6n parte importante de sus intereses econ6micos, y en consecuencia hace imposible com- prender cabalmente aspectos relevantes de sus estrategias de acumulaci6n de capi- tal, asi como del contexto en el que 6stas cobran sentido.

I. La crisis de independencia y el crecimiento de la producci6n rural en la campana bonaerense

En el afo 1820, el polvo levantado por un decenio de movilizaci6n guerrera y conflicto politico comenz6 a asentarse en las tierras ubicadas al oeste del Rio de la Plata. La desaparici6n de la amenaza de una reconquista espafiola y el fin de la par- ticipaci6n de Buenos Aires en las campaias militares contra la resistencia que los ejercitos realistas todavia oponian en el Altiplano y mAs all, del macizo andino, permi- tieron que la maltrecha elite colonial portefna, que habia sufrido duramente la crisis de independencia, comenzara a recomponerse y a buscar nuevos modos de afirmar su supremacia social y econ6mica. El nuevo clima que reinaba en Buenos Aires desde la primavera de 1820, tras la retirada de las fuerzas entrerrianas y santafesinas de la Liga Litoral, que por un momento conquistaron la ciudad y humillaron a su elite, permi- ti6 que los que Juan Jos6 de Anchorena calificaba como "hombres de corbata" nue- vamente comenzaran a sentirse mcs a gusto en su tierra5. No sorprende, pues, que durante la asi Ilamada Feliz Experiencia -un quinquenio de paz luego de una larga d6cada de furia- los hermanos Anchorena abandonaran definitivamente los proyec- tos de radicarse en el extranjero que habian abrigado durante gran parte de la d6ca- da de 1810, y que unieran su suerte a la de la reconstrucci6n politica y econ6mica que tenia lugar en la antigua capital del m6s austral de los virreinatos americanos6.

Para que ello fuera posible, los Anchorena debieron adaptarse al nuevo escena- rio que comenzaba a delinearse tras la ruptura de la relaci6n colonial, las guerras de independencia y las civiles, y la apertura al comercio libre. Se ha sugerido que, una vez destruido el lazo comercial con el Alto Peru (cuya economia minera habia consti- tuido tanto el motor econ6mico del virreinato como la principal fuente de recursos de su elite), los Anchorena abandonaron progresivamente los emprendimientos mercan- tiles para concentrar todos sus recursos en la producci6n agraria7. Hay elementos que parecen confirmar esta visi6n. En efecto, en aquellos anos Juan Jos6 y Nicolis reali- zaron grandes inversiones en propiedad fundiaria, y pusieron de manifiesto una voca-

5 Juan Jose de Anchorena (en adelante JJA) a Tomas Manuel de Anchorena (en adelante TMA), 26 de julio de 1821, citado en Carlos IBARGUREN (h): Los antepasados. A lo largo y mas alla de la historia argentina. Genea- logfa de sus respectivos linajes (Buenos Aires, 1983).

6 Sobre la historia politica del periodo, consultese HALPERIN DONGHI, Revoluci6n y guerra, cit. 7 BROWN, "A Nineteenth-Century Cattle Empire", cit., pag. 161.

569

cion rural de la que hasta entonces carecian. A trav6s de distintos mecanismos de ac- ceso al suelo como la denuncia, la compra o el arrendamiento de tierras pOblicas bajo el regimen de enfiteusis, entre 1822 y 1827 los Anchorena colocaron bajo su dominio casi medio mill6n de hectAreas. En 1826, Juan Jos6 le recordaba a su primo y socio Juan Manuel de Rosas que la superficie que 61 y su hermano NicolAs poseian era inusualmente extensa, y que no resultaba prudente seguir reclamando acceso a nue- vas tierras pOblicas puesto que "ya bastante nos han murmurado por lo que tenemos"8.

El interbs de estos mercaderes coloniales por la inversi6n rural se vincula con las oportunidades de negocios surgidas en este sector luego de la ruptura con Espana. Este fue un fenomeno novedoso. En el medio siglo que antecedio a la independencia, la producci6n rural en la regi6n pampeana habia crecido bajo el triple impulso de la expansion de la demanda local (en la que destacaba el abasto de trigo y carne), de la proveniente del mercado espanol (que reclamaba sobre todo cueros vacunos) y de la altoperuana (concentrada en primer lugar en mulas y animales de tiro). A pesar de las abruptas fluctuaciones que en esas decadas de ocaso del imperio experimentaron la demanda del Alto PerO (afectada por las guerras de castas y el fin de los repartos forzados de mercancias) y la peninsular (sobre la que pes6 en particular el ciclo de guerras napole6nicas), la producci6n creci6 a ritmo sostenido. Pero no fueron los grandes capitalistas portenos sino una miriada de pequenos y medianos producto- res, muchos de ellos titulares de explotaciones de tipo familiar, quienes constituyeron sus principales impulsores. En esa economia de frontera, signada por la escasez de fuerza de trabajo y las facilidades para la apropiaci6n productiva del suelo, el acceso a la mano de obra, mts que la posesi6n de capital o el control sobre la tierra, definio los parAmetros bAsicos de un patron de desarrollo agrario signado por la presencia dominante de la pequena y mediana producci6n y en el que el capital mercantil no mostr6 mayor interns en penetrar en la esfera productiva. Para los titulares de las mayores fortunas del periodo colonial tardio, todavia en visperas de la independen- cia, la actividad mercantil -en particular el comercio a distancia- resultaba mAs atrac- tiva que la producci6n agraria9.

Tras la independencia se produjeron importantes mutaciones en este cuadro. La apertura definitiva de los puertos del Plata al comercio con buques de todas las ban- deras ampli6 la demanda externa de bienes pecuarios, en particular de cueros, que pronto comenzaron a ganar espacio en los mercados nordatlAnticos. Esta sObita ex- pansi6n de la demanda se tradujo en un fuerte aumento de los precios ganaderos, que volvi6 a la actividad rural mAs atractiva que en cualquier momento del pasado. Ello hizo que los grandes capitalistas de base urbana, cuyos negocios en la esfera mercantil sufrieron duramente la crisis de independencia (en particular aquellos vin- culados a la ruta altoperuana), se volcaran mAs decididamente hacia la tierra. La vision dominante sobre como se desarroll6 este proceso sostiene que las nuevas

8 JJA a Juan Manuel de Rosas, 13 de mayo de 1826, Archivo Anchorena, Jockey Club (en adelante, AAJC). 9 Sobre las caracteristicas de la sociedad y la economia pampeanas en el periodo tardocolonial, vease:

BROWN, A Socioeconomic History, cit; Carlos MAYO: Estancia y sociedad en la pampa, 1740-1820(Buenos Aires, 1995); Samuel AMARAL: The Rise of Capitalism on the Pampas. The Estancias of Buenos Aires, 1785-1870 (Cambridge, 1998); Jorge GELMAN: Campesinos y estancieros. Una regidn del Rio de la Plata a fines de la dpoca colonial (Buenos Aires, 1998); Juan Carlos GARAVAGLIA: Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la camparna bonaerense, 1700-1830 (Buenos Aires, 1999). Los grandes comerciantes del periodo son analizados en: Susan M. SocOLOw: The Merchants of Buenos Aires, 1778-1810: Family and Commerce (Cambridge, 1978), y Jorge GELMAN: De mercachifle a gran comerciante: los caminos del ascenso en el Rio de la Plata Colonial (Sevilla, 1996).

ROY HORA 570

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

oportunidades de lucro que ofrecia una ganaderia que gozaba de altisima rentabili- dad (algunos autores afirman que la tasa de ganancia podia superar el 30% anual) concitaran el interns de muchos empresarios coloniales que habian visto c6mo la revoluci6n y la guerra afectaban los modos de inversi6n de capital tipicos del periodo virreinal. Segun esta visi6n, en el lapso de unos pocos anos los grandes capitalistas urbanos se convirtieron en los impulsores de la ganaderia del cuero, desplazando del centro del escenario a los humildes productores que los precedieron. Este proceso, concluye el argumento, habria de dar lugar a la emergencia de una nueva y poderosa clase terrateniente -de la que los hermanos Anchorena fueron quizA los miembros mas prominentes-, que encontr6 en la ganaderia una fuente de ingresos con la cual reemplazar con ventaja aquellas que la revoluci6n habia destruido.

Esta visi6n, que ofrece valiosos elementos para entender el proceso de cambio econ6mico y social que tuvo lugar en las pampas luego de 1810, presenta sin embar- go algunos puntos discutibles. El vuelco de los grandes capitalistas urbanos hacia la tierra y la expansi6n de las grandes empresas rurales -que fue uno de sus principales resultados- no se produjeron inmediatamente despues de asegurada la libertad co- mercial. En la campana de Buenos Aires, la mas importante de todas las nuevas regio- nes ganaderas que prosperaron tras la apertura comercial, s6lo desde entrada la d6cada de 1820 se registran evidencias sustantivas que indican el ingreso del gran capital mercantil en los negocios rurales. Esta demora no pas6 inadvertida para el principal analista de ese periodo. En un trabajo justamente c6lebre, Tulio Halperin Donghi afirmo que para entender el desfasaje de m6s de un decenio entre la libertad comercial y el inicio del proceso de inversi6n de capital mercantil en el sector rural es preciso considerar lo sucedido en las principales regiones ganaderas del virreinato, ubicadas al este del Parand y del Plata. Durante la primera d6cada revolucionaria, las end6micas guerras que asolaron estas comarcas dieron motivo a matanzas y sa- queos que diezmaron el rodeo que alli pastaba. Segun esta interpretaci6n, el subito incremento de la oferta de cueros a muy bajo precio que sign6 ese ciclo destructivo, que se prolong6 hasta cerca de 1820, retard6 el desarrollo de una explotacion m,s regular, incluso en aquellas regiones que no habian sido afectadas por el conflicto, entre las que se contaba la campana de Buenos Aires?.

El argumento no parece resolver del todo el interrogante que el autor se plantea, puesto que la oferta de las zonas ganaderas de la Banda Oriental y el litoral no era competitiva respecto de la portena, y en consecuencia los mArgenes de rentabilidad de la producci6n rural en esta Oltima regi6n no dependian de lo sucedido en otras comarcas. En lo que a cueros se refiere, ambas zonas tomaban precios que se fijaban en el mercado consumidor europeo, cuyos movimientos en ese periodo (fuerte alza desde mediados de la decada de 1800, tendencia a la baja en la segunda mitad de la decada de 1810, luego un breve repunte hasta 1821 y desde entonces una nueva baja que se prolong6 hasta la guerra con el Brasil de 1825-8) eran independientes de la situaci6n en el Rio de la Plata. Por estos motivos, el aumento de la oferta de cueros provenientes de las tierras al este del ParanA y del Plata no debe haber afectado mayormente los precios pagados por los cueros obtenidos en las camparias del sur11.

10 HALPERIN DONGHI, "La expansi6n ganadera", pags. 31-33. 11 El punto ha sido serialado por Eduardo J. MIGUEZ en su "El capitalismo y la polilla. Avances en los

estudios de la economia y la sociedad rural pampeana, 1740-1850", Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana 'Dr. Emilio Ravignani' 21:1 (2000), pag. 133.

571

572

Ello invita a concluir que, dado que en esos anos la actividad ganadera no parece haber atravesado ningun proceso de innovaci6n t6cnica significativo, las condiciones de desarrollo y la rentabilidad del negocio en la campana de Buenos Aires no debe- rian haber sufrido cambios demasiado abruptos hacia 1820.

Una explicaci6n mAs compleja de los motivos por los cuales algunos de los mayores mercaderes coloniales s6lo muy lentamente se volcaron a la producci6n agraria debe considerar factores que no han sido adecuadamente integrados en las narraciones habituales sobre c6mo tuvo lugar este proceso. La historia de los Ancho- rena ofrece algunos indicios al respecto. En primer lugar, sugiere que para los empre- sarios que a lo largo del periodo colonial se habian acostumbrado a concebir al co- mercio como el unico terreno en el que resultaba posible erigir una fortuna, dejar esta actividad no resultaba sencillo. La cultura empresaria en la que se habian criado, y el lugar central que habian ganado en el mundo comercial rioplatense en el Oltimo cuar- to del siglo XVIII, seguramente oper6 como un impedimento para moverse con veloci- dad hacia otros sectores. Es preciso tener en cuenta, tambi6n, que si los Anchorena s6lo comenzaron a adquirir mayor interes en la producci6n ganadera luego de mAs de una d6cada de apertura comercial, ello parece deberse al hecho de que durante esos anos (y aun despu6s) contaron con mas alternativas de inversion de las que habitual- mente se les atribuye, y a que 6stas podian competir en cuanto a rentabilidad y con- veniencia con la inversi6n agropecuaria.

II. Los negocios de Juan Jose de Anchorena: comercio y credito

Lo que sabemos sobre los negocios de Juan Jos6 Crist6bal de Anchorena luego de 1810 nos ofrece indicios sugestivos sobre los motivos por los cuales 6ste y otros empresarios rioplatenses no tuvieron .tanta urgencia en volcarse hacia la inversi6n rural. Hasta el fin del periodo colonial, los negocios de Juan Jos6 se mantuvieron concentrados, al igual que antes los de su padre, en la ruta altoperuana. Esto no significaba inmovilidad. Cuando, hacia fines de la d6cada de 1800, la crisis del impe- rio se profundiz6, Juan Jose comenz6 a evaluar nuevas alternativas. Asi, por ejemplo, en 1809, mientras se hallaba comerciando en Espana, le pidi6 a su hermano Tomas Manuel que se pusiese al tanto de las caracteristicas del negocio de exportaci6n de cueros, quizAs previendo su expansion en un regimen de mayor libertad comercial12. Para entonces, los hermanos Anchorena tambi6n comerciaban con textiles de origen britAnico ("esto nunca puede ofrecer perdida", le escribia Tomas Manuel en 1808), que distribuian hasta el Alto Peru13.

El impacto inmediato de la crisis final del orden colonial sobre las actividades del mayor de los hijos de Juan Esteban de Anchorena nos resulta desconocido. Cuando consideramos la suerte que corrieron sus negocios en el mediano plazo, empero, ciertas transformaciones se vuelven muy evidentes. La correspondencia comercial de Juan Jos6 de Anchorena, que se ha conservado en forma parcial y desordenada, nos provee de indicios fragmentarios pero reveladores acerca del modo en que este capitalista se adapt6 al clima post-independiente. Veamos algunos de ellos. Para 1813,

12 TMA a JJA, 29 de septiembre de 1809, Copiador de Cartas de Tomas Manuel de Anchorena (en adelan- te CCTMA).

13 TMA a JJA, 28 de julio de 1808, CCTMA.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

Juan Jose tenia intereses en el mercado chileno, donde colocaba yerba y papel14. MWs importantes eran sus lazos comerciales en las provincias del interior. Hacia me- diados de la d6cada, Anchorena habilitaba a Josef Velez, un importante comerciante cordobes, con articulos de ferreteria para su venta en esa plaza. Esta relaci6n comer- cial se mantendria por varios anos15. Sabemos que hacia 1819 tambi6n introducia azOcar, yerba y textiles en C6rdoba, en este caso mediante un agente de nombre Bartolome Carreras16. En 1823, luego de por lo menos un quinquenio de trato comer- cial, esta relaci6n se mantenia viva; para entonces, tenemos registro de que Carreras se ocupaba de la venta de varios productos que le enviaba Anchorena, entre los que destacaba la yerba17. Entre 1812 y 1816, Anchorena tambi6n comerci6 regularmente con Mendoza, a trav6s de un agente de nombre Benito Torres.

La correspondencia nos indica que, en esos mismos afnos, Juan Jos6 tenia im- portantes intereses comerciales en las provincias litorales. En esta regi6n contaba con una red de asociados dedicados al acopio de cueros para su remisi6n a Buenos Aires, y a la introduccion de textiles, yerba, azOcar, anil y articulos de ferreteria. En Santa Fe, por ejemplo, Anchorena tenia trato con Francisco Antonio de la Torre, un sobrino de su primera mujer, Bonifacia Lezica y Vera. Desde fines de 1812, y por mis de una d6cada, Anchorena y de la Torre mantuvieron relaciones comerciales, que sobrevivieron a todos los avatares de las constantes guerras que azotaron a esas comarcas. La correspondencia entre De ia Torre y Anchorena revela que en no pocas oportunidades sus esfuerzos se vieron afectados (a veces para bien, otras negativa- mente) por movimientos de tropas, o interrumpidos por bloqueos; en alguna ocasi6n el trato se realiz6 sobre el fondo de "un canoneo consecutibo" que torn6 sus resulta- dos algo imprevisibles18. Al margen de su relaci6n con de la Torre, Anchorena tambi6n mantenia vinculos con otros mercaderes litoralerfos, como Jos6 de L6pez, Francisco Alsogaray y Josef Manuel LOpez Larrosa. En el caso de este Oltimo, la relaci6n comer- cial s6lo se interrumpi6 como consecuencia del fallecimiento de Juan Jos6 en 183119.

La vinculaci6n con Francisco Alsogaray fue aun mAs importante, y se mantuvo vigente desde mediados de la d6cada de 1810 hasta la muerte de Anchorena. Por varios anos, Alsogaray recibi6 efectivo, libranzas y efectos y a cambio remiti6 cueros y sebo. A fines de la d6cada de 1810, Anchorena tambi6n apost6 a incrementar su participaci6n en el comercio de yerba, en el que su familia venia incursionando desde fines del siglo XVIII. Para ello envi6 a Alsogaray a comprar esta infusion en las regio- nes productoras del Alto Parana, y a colocar alii textiles y manufacturas. Una vez remitida la yerba a Buenos Aires, Anchorena se ocupaba de distribuirla en el mercado urbano, y tambi6n en el interior de las provincias del Rio de la Plata y en Chile. Para comienzos de la d6cada de 1820, la comercializaci6n de esta infusi6n se habia con- vertido en uno de sus negocios mas importantes20. En 1822, Juan Jos6 escribia a

14 Tomas Ignacio de Urmeneta a JJA, 12 de noviembre de 1813, Archivo Anchorena, Archivo General de la Naci6n, Sala VII (en adelante AAAGN), 328.

15 Jos6 Manrique a JJA, 9 de mayo de 1817, AAAGN, 328. 16 Bartolome Carreras a JJA, 10 de enero, 1 de agosto y 19 de octubre de 1819, AAAGN, 328. 17 Bartolome Carreras a JJA, 21 de junio de 1823, AAAGN, 328. 18 Francisco Antonio de la Torre a JJA, 26 de junio de 1814, AAAGN, 315. 19 Jose de L6pez a JJA, 26 de julio de 1816, AAAGN, 317; Josef Manuel L6pez Larrosa a JJA, 25 de

febrero de 1820, 12 de enero de 1825, 16 de enero de 1830, 24 de enero de 1831, AAAGN, 334. 20 Nicolas de Anchorena (en adelante NA) a JJA, 9 de diciembre de 1820, 17 de mayo de 1821,

AAAGN, 331.

573

Alsogaray instruy6ndole para que "mande mucha yerba y a fin de que nunca falte en este almac6n porque con la falta pueden perderse algunos marchantes"21. Poco mAs tarde, la venta de yerba se complement6 con la introducci6n de maderas paraguayas (un importante insumo para la construcci6n urbana, revitalizada en Buenos Aires en la decada de 1820, y cuya importancia en el comercio de importacion de Buenos Aires era visible todavia a mediados de siglo22), tambi6n por intermedio de Alsogaray. Este negocio era, a juicio de su hermano Nicolis (que particip6 en I1 desde su regreso de Rio de Janeiro a comienzos de la d6cada de 1820), "excelente"23. El hecho de que para 1824 Alsogaray hubiese recibido de sus patrones en Buenos Aires mercancias por mAs de $ 200.000 para colocar en el Alto ParanA, ofrece una indicaci6n de la importancia de este comercio.

Como lo indica la cita que hemos transcripto mAs arriba, para esos anos el ma- yor de los Anchorena tambi6n poseia un almac6n en Buenos Aires, que aparece men- cionado en los almanaques de Blondel de 1826 y 1829. Por Oltimo, tenemos eviden- cias que nos indican que en la primera mitad de la d6cada de 1820 tambi6n incursion6 en el cultivo de trigo y la comercializacion de pan24. Juan Jose de Anchorena le dedi- c6 atenci6n a esta actividad durante su paso por la Sala de Representantes25.

A Io largo de la d6cada de 1820, Juan Jos6 tambi6n se dedicO al pr6stamo de dinero, aparentemente de modo rutinario. En esos anos, esta actividad se torn6 mas riesgosa pero tambien mAs atractiva, por lo que el interns que en ella cobro Anchorena resulta comprensible. Durante el periodo colonial, la Iglesia habia ocupado un lugar central como oferente de cr6dito. Esta instituci6n solia prestar dinero a tasas bajas y a largo plazo, aunque s6lo a particulares muy solventes26. Como consecuencia de la crisis de independencia, el patrimonio de la Iglesia, tanto en el Rio de la Plata como en el resto de Hispanoam6rica, result6 seriamente afectado, y con ello la institucidn per- di6 peso como prestamista. Hasta la aparici6n de entidades bancarias en la segunda mitad del siglo, ninguna otra instituci6n la reemplaz6 en sus funciones de oferente de cr6dito. En consecuencia, el pr6stamo qued6 aOn mAs concentrado que en el pasado en manos de comerciantes y capitalistas que, en parte por la contracci6n de la oferta de dinero, y en parte por el aumento del riesgo que resultaba de la mayor inestabili- dad del periodo, comenzaron a cobrar tasas mAs elevadas por sus servicios financie- ros. En el caso rioplatense, el incremento de la tasa de interns que se verific6 en la segunda mitad de la d6cada de 1810 (reveladora tanto de cierto renacimiento econ6- mico tras el derrumbe de los anos de la revoluci6n como de la contracci6n de la oferta de dinero), ayuda a entender el motivo por el cual capitalistas como Anchorena vieron en el prestamo una actividad que podia competir en cuanto a rentabilidad con otros negocios en los que incursionaban. Para Juan Jose, el pr6stamo no era un asunto

21 JJA a Francisco Alsogaray, 29 de agosto de 1822, AAAGN, 334. 22 Xavier MARMIER: Buenos Aires y Montevideo en 1850 (Buenos Aires, 1948), pag. 47. 23 MNA a JJA, 19 de octubre de 1821, AAAGN, 331. 24 Benito Sosa a JJA, 30 de agosto de 1824, AAAGN, 334; BROWN, "A Nineteenth-Century Argentine Cattle

Empire", cit., pag. 162. 25 Diario de Sesiones de la Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, 1822, sesi6n del 4

de noviembre de 1822, pag. 563. 26 Arnold J. BAUER: "The Church in the Economy of Spanish America: Censos and Dep6sitos in the eighteenth

and nineteenth centuries", Hispanic American Historical Review, 63:4 (1983); Carlos MAYO y Jaime PEIRE: "Iglesia y credito colonial: la politica crediticia de los conventos de Buenos Aires", Revista de Historia de America, 112 (1991), pags. 147-57; Graciela Pozzi y Carmen FERRAZANO: "El prestamo a interes en una sociedad en transici6n. Cordoba en el siglo XVIII", en AAVVV, Homenaje al Doctor Ceferino Garzdn Maceda (C6rdoba, 1973).

ROY HORA 574

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

menor. En noviembre de 1828 le inform6 a su primo Rosas que en ese momento el monto de sus cr6ditos activos (es decir, de sus pr6stamos) ascendia a $ 200.000 m/c (unos $F 73.500 a la cotizaci6n promedio para la moneda de plata de ese mes) y que, ademas se hallaba "con mucho dinero parado" que aOn no habia colocado27. Para entonces, Juan Jos6 prestaba dinero (metAlico) a corto y mediano plazo a una tasa que duplicaba la vigente en los tiempos coloniales (oscilaba en torno al 1 % mensual). Como su declaracion de Oltima voluntad lo indica, Juan Jose de Anchorena sigui6 activamente involucrado en negocios comerciales y financieros (en asociaci6n con su hermano NicolAs) prActicamente hasta el fin de sus dias28.

,Qu6 panorama es posible trazar a partir de los elementos dispersos que nos ofrece la correspondencia comercial de Juan Jose de Anchorena? El silencio respec- to al trato con el Alto Peru, que habia constituido el coraz6n de los negocios de esta familia de mercaderes hasta 1810, nos indica que, tras la crisis de independencia, el mayor de los hermanos Anchorena deshizo los vinculos comerciales que mantenia en aquella regi6n, que habia quedado dominada por fuerzas hostiles al nuevo orden republicano de Buenos Aires. La correspondencia tambien nos sugiere que Anchorena se retir6 del negocio de importaci6n de bienes europeos, aunque con cierta lentitud (en efecto, a lo largo de la d6cada de 1810 seguiria comerciando con bienes cuyo origen importado es evidente, tales como articulos de ferreteria, en algunos casos provenientes de Espafa via puertos neutrales; todavia a fines de la d6cada de 1820 mantenia contacto, si bien esporAdico, con comerciantes peninsulares como Josef Genesy29). Al mismo tiempo, esta correspondencia nos advierte que, frente a la crisis del imperio, Anchorena no s6lo puso en prActica estrategias defensivas. Tambi6n se lanz6 a explorar nuevos terrenos, tales como el prestamo de dinero, en el que aparen- temente no habia manifestado mayor interbs antes de 1810. Al mismo tiempo, comen- z6 a explorar nuevos mercados. Ello se advierte en el giro lento pero muy visible que experiment6 su actividad mercantil, cuyo centro de gravedad se desplaz6 desde el comercio transatlAntico y con el Alto PerO hacia el trato con bienes americanos, en particular aquellos que se producian y circulaban dentro del territorio dominado por las nuevas autoridades republicanas.

La raz6n de este Oltimo cambio resulta clara: obligados a buscar alternativas ante al cierre de la ruta con el Alto PerO, mercaderes como Anchorena no las encon- traron en abundancia en el comercio de exportaci6n e importaci6n (sobre todo en este ultimo) con los paises del Atlantico norte. En este terreno, los comerciantes nati- vos se encontraban en clara desventajas frente a recien Ilegados cuyos vinculos con los mercados de los que provenian indudablemente eran muy superiores a los suyos (lo que signficaba, por ejemplo, acceso a mas y mejor cr6dito, a mejor informaci6n, a mayores relaciones comerciales, etcetera). En cambio, en el trato con los bienes pro- ducidos y comerciados en el espacio americano podian hacer buen uso de relacio- nes personales que el tiempo habia solidificado, asi como de antiguas destrezas mer- cantiles que la apertura parece haber estado lejos de devaluar completamente. En estos segmentos mis tradicionales del mercado, en los que las armas que le otorga- ban superioridad a los extranjeros en el comercio de importaci6n-exportaci6n se tor-

27 JJA a Juan Manuel de Rosas, 1 de noviembre de 1828, AAJC. 28 Protocolos Notariales, AGN, Registro 6, 1831, ff. 493-5. 29 Vase, por ejemplo, Josef Genesy a JJA, 2 de enero de 1816, 11 de abril de 1819, 9 de abril de 1821,

24 de mayo de 1821, AAAGN, 316, y 11 de noviembre de 1829, AAAGN, 334. Al respecto, vease Mira y Gil LOPEZ: "Mineria, comercio y moneda", pAg. 46-7.

575

576

naban menos decisivas, las consecuencias negativas de la libertad comercial resul- taban mts bien tenues para los mercaderes nativos. En el trato con productos tales como la yerba mate o la madera, pero tambi6n en la comercializaci6n en el Ambito local de bienes ultramarinos, la presencia de los comerciantes britAnicos, norteame- ricanos o de la Europa continental se hacia sentir con menos fuerza, y en muchos casos los nativos siguieron compitiendo en pie de igualdad e incluso con ventaja. John Murray Forbes, el representante diplomttico estadounidense en Buenos Aires, no debe haber estado demasiado errado cuando en 1821 afirmaba que "existe una fuerte tendencia de parte de los comerciantes criollos a monopolizar el comercio del pais, con total exclusi6n de los extranjeros"30.

Es este cuadro el que ayuda a entender por qu6 tras la revoluci6n de indepen- dencia Juan Jos6 se retir6 del intercambio a distancia que giraba en torno al comercio de bienes europeos en el eje Buenos Aires-Potosi y pas6 a privilegiar el pr6stamo de dinero y la comercializaci6n de bienes producidos en America, muchos de los cuales no s6lo no se vieron afectados por la concurrencia extranjera sino que circulaban en mayor volumen y mis libremente tras la,apertura comercial iniciada en 1810. En este punto, pues, lo que se advierte es, mAs que el abandono del comercio, un cambio en cuanto a la forma de encarar los negocios mercantiles. Desde la perspectiva que nos ofrece la evoluci6n patrimonial de Juan Jos6 de Anchorena, el resultado de este giro dificilmente pueda considerarse totalmente negativo. Cuando contrajo segundas nup- cias con la joven Andrea Ibafez, a fines del afo 1820, el propio Juan Jos6 estim6 poseer una fortuna de unos $ 210.000, distribuida "en barios puntos de Europa y America"31. Esta cifra estaba cerca de triplicar la herencia que habia recibido tras la muerte de su padre en 1808, y seguramente lo colocaba entre los mayores capitalis- tas rioplatenses. Ciertamente, a esa altura su fortuna era bastante superior a la de Antonio Jos6 de Escalada, a quien muchos (err6neamente) tenian entonces por el hombre mis rico de Buenos Aires32.

III. Los negocios de Juan Jose de Anchorena: renta urbana

En esos afos tempestuosos, en los que no pocas fortunas coloniales se derrum- baron, Juan Jos6 de Anchorena hall6 formas muy aceptables no s6lo para sobrevivir sino tambi6n para hacer negocios e incrementar su patrimonio. Sin embargo, desde comienzos de la d6cada de 1820 Anchorena comenz6 a mover capital fuera de la esfera mercantil. En esos afnos, invirti6 parte de su fortuna en bienes de renta urbana y en empresas rurales, dos terrenos en los que jamAs habia incursionado en el pasa- do. ,Qu6 lo impulsaba a comportarse de esta manera? Diversos indicios sugieren que su intenci6n era doble: por una parte, pretendia dotar de mayor seguridad al patrimonio que habia acumulado en los anos previos; por la otra, se proponia ingresar (como veremos en el pr6ximo apartado, al comienzo de modo bastante timido) en esferas de actividad en las que las expectativas de beneficio eran altas. Parece ra- zonable suponer que un hombre que ya habia pasado los cuarenta aifos (y que entra-

30 John Murray FORBES: Once afos en Buenos Aires, 1820-1831 (Buenos Aires, 1956), pag. 164. Para un temprano sernalamiento de este punto, vease Jonathan BROWN: "Dynamics and Autonomy of a Traditional Marke- ting System: Buenos Aires, 1810-1860", Hispanic American Historical Review, 56: 4 (1976), pags. 605-29.

31 Protocolos Notariales, AGN, Registro 6, 1831, ff. 493-5. 32 FORBES, Once arlos en Buenos Aires, cit., pag. p. 67; Sucesi6n Antonio Jose de Escalada, AGN.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

ba sin saberlo en su ultima d6cada de vida), se sintiese tentado a protegerse de la inestabilidad politica y econ6mica que signo a ese periodo no tanto especializfndose sino, mas bien, diversificando sus activos. La actitud de Juan Jose sugiere que, en un contexto econ6mico y politico de gran incertidumbre como el que los hombres de negocios debieron enfrentar tras el derrumbe del orden colonial, la colocacion de parte del capital acumulado en sectores tenidos por menos rentables pero mas segu- ros cobraba mayor atractivo. Por otra parte, la inversion en actividades mas riesgosas y que entonces cobraban impulso (entre las que destacaba la produccion rural), apa- recia subordinada a los criterios algo especulativos tipicos del comerciante que si- guiO siendo hasta su muerte. De hecho, el espiritu con el que Anchorena encaro esta etapa de su trayectoria sugiere a las claras que el estilo de hacer negocios que habia aprendido durante sus largos afnos detras del mostrador era el que lo guiaba en su ingreso en nuevos e ignotos emprendimientos economicos. En una carta a su herma- no TomBs Manuel fechada en el otonio de 1822, Juan Jose dio testimonio de esta actitud de modo particularmente explicito. En esa misiva, Juan Jose instaba a su hermano a imitarlo, sefialandole que "la edad y las circunstancias de todos los paises me decidieron a poner fondos en bienes raices concentrando todo sobre esta [ciudad de Buenos Aires] para evitar los contrastes que en otras partes pueden ocurrir. Yo me persuado podria convenirte invertir la mitad de tus intereses en bienes raices y con la otra mitad algunos descuentos o entretenimientos y por lo futuro siempre tendras al- guna suma mobible"33.

Cuando Juan Jose se referia a bienes raices no estaba pensando unicamente en propiedades o empresas rurales. De hecho, en esos anos invirti6 una parte impor- tante de su capital en bienes de renta urbana. Para 1820, Juan Jos6 s6lo poseia un pequefio inmueble, que habia adquirido en 1816. En los anos siguientes, su interes en la inversion inmobiliaria se acrecent6, y en el curso de una d6cada adquirio cerca de una docena de propiedades en la ciudad de Buenos Aires. La primera fue la antigua Casa de Correos, en la calle Peru, por la que pag6 $ 17.000 en la primavera de 1821. En asociaci6n con su hermano Nicolts, a mediados de 1822 compr6 un terreno con- tiguo al Colegio de la Uni6n en la suma de $ 8.950 y, algun tiempo mas tarde, otro terreno en el llamado Hueco de los Sauces, hoy Plaza Garay, barrio de Constitucion. En esos mismos afros, Juan Jos6 adquirio, a traves de Juan N. Terrero, otra casa en la calle Potosi (hoy Alsina). El precio que abono por estas ultimas dos propiedades nos resulta desconocido, pero parece razonable suponer que este no fuera inferior a $ 15.000.

Pocos afos mas tarde, Juan Jose volvio a invertir fuertes sumas en propiedad urbana, seguramente acicateado por la subita aparici6n de la inflacion en el escena- rio rioplatense. Es preciso hacer una breve referencia sobre este fenomeno. Como consecuencia de la interrupcion del trafico comercial con el Alto Peru luego de 1810, la escasez de metal precioso comenzb a sentirse con fuerza en el area rioplatense. En 1822, las autoridades de Buenos Aires autorizaron la circulacion de papel moneda convertible, que por tres anos no enfrento mayores obstaculos para mantenerse a la par. Las grandes emisiones autorizadas a fines de 1825, destinadas a enfrentar pro- blemas de caja del gobierno, presionaron fuertemente sobre la cotizacion de la mone- da fiduciaria. Cuando en diciembre de ese afo la escuadra del Imperio del Brasil bloqueo el puerto de Buenos Aires y la guerra se instalo nuevamente en el escenario porte,o, se produjo una fuerte corrida contra el papel moneda que arrastro consigo el

33 JJA a TMA, 10 de abril de 1822, citado en POENSGEN, Die Familie Anchorena, cit., pag. 250.

577

regimen de convertibilidad34. El peso papel se devalu6 aceleradamente, y para fines de 1826 habia perdido dos tercios de su valor nominal. Al mismo tiempo, el bloqueo naval a Buenos Aires, que se mantuvo durante gran parte del conflicto con el Brasil, dificulto las actividades de importaci6n y exportaci6n, cerrando asi alternativas de inversi6n. En esas circunstancias, muchos poseedores de activos que se encontra- ban denominados en papel moneda buscaron protegerse de la inflacion que carco- mia sus ahorros. Como argument6 Matias Oliden algunos afos mis tarde, muchos de esos capitales se convirtieron "en bienes raices y haciendas de campo"35. Teniendo en cuenta estas circunstancias, puede entenderse por que, en enero de 1827, Juan Jos6 compr6 otras ocho casas de altos, aun sin terminar, en Balcarce y Brasil, por $ 51.000 m/c (que entonces cotizaban a $ 17.000 pesos de plata, o fuertes ($F))36. En abril del ano siguiente, pag6 otros $ 57.000 m/c, que entonces equivalian a $F 22.800, por una casa ubicada en la intersecci6n de las calles La Plata y Maipu37.

Las razones por las cuales entre 1821 y 1828 Juan Jose invirti6 mis de $F 75.000 en propiedades urbanas en la ciudad de Buenos Aires se comprenden fAcilmente. Entre las ventajas de la inversi6n en inmuebles de renta (pues 6ste era el destino de todos ellos, salvo la casa de la calle Peru que le servia de almac6n y residencia par- ticular) destacaba la posibilidad de percibir un ingreso constante en el mediano y largo plazo, de alrededor del 6% anual, que resultaba muy independiente de los aza- res que signaban el rendimiento de otras formas de inversion de capital38. Como pronto iba a advertirse, ademas de generar un ingreso seguro, la inversi6n en inmuebles de renta poseia un atractivo adicional puesto que el capital inmovilizado no s6lo no perdia valor sino que se incrementaba con el paso del tiempo, al ritmo del proceso de valorizaci6n del suelo. Aunque no contamos con informaci6n alguna sobre la evolu- ci6n de la renta del suelo, todo sugiere que esta debe haber acompanado (en particu- lar en los distritos mis c6ntricos) la veloz expansi6n demografica de Buenos Aires, que en esas d6cadas creci6 a un ritmo notablemente mrs ripido que otras ciudades latinoamericanas39.

La inversi6n en inmuebles de renta urbana debi6 resultar especialmente tenta- dora en esos tiempos agitados, ya que ofrecia un ingreso seguro y de percepcion sencilla, y a la vez permitia el incremento del capital invertido. Considerando estos elementos, no es sorprendente que no pocos empresarios del medio siglo que suce- di6 a la independencia poseyesen una porci6n sustantiva de su fortuna (que en algu-

34 Tulio HALPERIN DONGHI: Guerra y finanzas en los origenes del estado argentino (1791-1850) (Buenos Aires, 1986), pags. 157-65; Samuel AMARAL: "El descubrimiento de la financiaci6n inflacionaria. Buenos Aires, 1790-1830", Investigaciones y ensayos 37 (1988), pags. 413-16.

35 Citado en GARAVAGLIA, Pastores y labradores, cit., pag. 299. Sobre las consecuencias de ese episodio inflacionario, vease Maria Alejandra IRIGOIN: "Inconvertible Paper Money, Inflation and Economic Performance in Early Nineteenth Century Argentina", Journal of Latin American Studies, 32:2 (mayo de 2000), pags. 353-4.

36 Protocolos Notariales, AGN, Registro 6, 1831, ff. 493-5. 37 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1828, ff. 453-4. 38 Juan Carlos GARAVAGLIA: "'Patrones de inversi6n' y 'elite econ6mica dominante': los empresarios rurales

de la pampa bonaerense a mediados del siglo XIX", en Jorge GELMAN, Juan Carlos GARAVAGLIA y Blanca ZEBERIO (compiladores): Expansidn capitalista y transformaciones regionales. Relaciones sociales y empresas agrarias en la Argentina del siglo XIX (Buenos Aires, 1999), pAg. 142.

39 Se ha estimado que entre las decadas de 1820 y 1860 el crecimiento demografico de Buenos Aires alcanz6 el 2,4 % anual, muy por encima de otras grandes urbes latinoamericanas como Rio de Janeiro (1,8 %) o ciudad de Mexico (menos de 1 %). Carlos NEWLAND: "Economic Development and Population Change: Argentina, 1810-1870", en John H. COATSWORTH y Alan M. TAYLOR (compiladores): Latin American and the World Economy Since 1800(Harvard, 1988), pag. 213.

ROY HORA 578

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

nos casos superaba el cuarenta por ciento de sus activos totales) en inmuebles urba- nos40. Estas evidencias parecen indicar que la vision que afirma que luego de la revolucion el grueso del capital disponible en la economia se oriento hacia el sector rural, y que la inversi6n en fincas urbanas perdi6 importancia respecto de lo sucedido en el periodo colonial, debe ser revisada41. Por el contrario, resulta m6s probable que, luego de un hiato que coincide con los desordenes de la primera decada revoluciona- ria, desde los anos de 1820 la inversi6n en inmuebles de renta haya incrementado su importancia respecto a la etapa colonial. Woodbine Parish, el encargado de negocios britanico, no tenia dudas sobre el hecho de que durante su estada en la ciudad, que se prolong6 entre 1824 y 1832, habia asistido a "un cambio admirable" en "el estilo de arquitectura de los edificios de Buenos Aires", que atribuia a que "el valor de los bienes raices, especialmente en la parte mis central de la ciudad, se ha aumentado extraordinariamente, induciendo a los hijos del pais a anadir pisos altos a algunas de sus casas"42. Incluso Juan Manuel de Rosas, quizAs el mts famoso de todos los estancieros del periodo, no se mostr6 insensible a las ventajas que ofrecia la posesidn de propiedad urbana, y en momentos en los que se preparaba para librar el combate politico que lo separaba del poder supremo afirm6 que "si algo queda despu6s de esta tormenta acaso seria bueno comprarle i Encarnaci6n una 6 dos casas para que con el alquiler se mantengan si le hace falta"43. Para esos anos, los padres del Res- taurador, por largo tiempo propietarios de la estancia Rinc6n de Lopez y de otras tierras en Magdalena, se habian desprendido de todos sus bienes rurales, y contaban en su haber con unas quince propiedades urbanas, que representaban mAs de tres cuartas partes de su patrimonio total44. Algunos ejemplos tomados del censo de 1855 ponen de manifiesto la importancia de este fenOmeno para los anos finales del perio- do que estamos considerando. Para entonces, en manzanas c6ntricas como la com- prendida por las calles Merced, Maipu, Esmeralda y Piedad, residian unas 260 perso- nas, de las que unas 250 eran inquilinas; a pocas cuadras de alli, casas de renta como la de la calle Peru 60-2 albergaban mas de 60 inquilinos45. Mucho antes de que la palabra conventillo se volviese de uso corriente, la renta del suelo urbano ya se habia convertido en una forma decisiva de apropiaci6n del excedente social, del que las clases altas parecen haber sacado grandes provechos.

IV. Los hermanos Anchorena invierten en tierra

Al mismo tiempo que aseguraba parte de su fortuna invirtiendo en bienes de renta urbana, Juan Jos6 de Anchorena se interesaba en otro negocio para 61 desco- nocido: la producci6n rural. Su hermano Nicolas fue, desde el inicio, su socio en este emprendimiento. En la primera mitad de 1821, mientras Nicolis se hallaba en Monte- video, Juan Jose le compro a Lorenzo Lopez, en nombre de ambos, una estancia de unas 56.000 hectAreas ubicada en la cuenca del Salado. Por la propiedad de Dos Islas, pronto rebautizada con el nombre de Tala, los Anchorena abonaron $ 12.000.

40 Juan Carlos GARAVAGLIA, "'Patrones de inversion"', cit., pags. 121-43; Roy HORA: "The making and evolution of the Argentine economic elite: the example of the Senillosas", Hispanic American Historical Review, 83:3, agosto de 2003.

41 HALPERIN DONGHI, "La expansion ganadera", cit., pag. 37. 42 Woodbine PARISH: Buenos Aires y las Provincias del Rio de la Plata (Buenos Aires, 1958), pag. 167. 43 Juan Manuel de Rosas a JJA, Guardia del Monte, 10 de octubre de 1829, AAJC. 44 Sucesi6n LeOn Ortiz de Rosas y Agustina LOpez de Osornio, AGN, Sucesiones, 7280. 45 Censo de la ciudad de Buenos Aires, 1855, San Miguel (1390).

579

Cuando Nicolas tomb conocimiento de los t6rminos en los que se realiz6 esta opera- ci6n, se apresur6 a escribirle a su hermano dici6ndole que "estoy conforme con la compra de las Dos Islas a L6pez y la he celebrado mucho porque hace tiempo que estoi con la mania de estancia"46. Algunos meses mAs tarde, a comienzos de 1822, Juan Jose y Nicolas adquirieron otras 120.000 hectAreas al sudoeste del rio Salado, en tierras de frontera que los colonizadores blancos comenzaban a arrebatar a los indigenas pampeanos. Por las tierras de Camarones, los Anchorena desembolsaron otros $ 5.500. Ese mismo ano, Juan Jos6 y Nicolas compraron en $ 308 un terreno conocido como Laguna de los Toldos, vecino a Camarones. Por fin, mencionemos una Oltima adquisici6n, en este caso realizada por Juan Jos6 sin participacibn de su her- mano: una estancia proxima a Buenos Aires, en Matanzas, que le cedi6 Manuel Esca- lada en $ 3.70047. No sin cierto dejo de ironia o quizas de sorpresa ante el interes que Juan Jose y NicolAs Anchorena demostraban en los negocios rurales, su hermano Tomas Manuel (que no mostr6 vocaci6n alguna por invertir en tierra hasta fines de esa d6cada) comenzd a referirse a ellos como los "Sres comerciantes estancieros"48.

Ignorantes de todo lo referido a la gesti6n de una explotacion rural, Juan Jos6 y NicolAs confiaron la administraci6n de sus tierras de Dos Islas y Camarones a su primo Juan Manuel de Rosas, que para entonces ya poseia una amplia experiencia en la materia. Rosas, que asumib esta responsabilidad a cambio de una participaci6n en las utilidades de la sociedad, se desempen6 como administrador de estas estancias fronterizas (y de las que mAs tarde se agregarian al haber de los Anchorena) desde 1821 hasta su elecci6n como gobernador de Buenos Aires en 1829. A partir de esta Oltima fecha, Rosas se deslig6 de sus compromisos societarios, aunque siguib aseso- rando a sus primos, que por algOn tiempo tuvieron dificultades para dirigir y supervi- sar por si mismos la marcha de sus empresas agrarias49.

De ese periodo de casi un decenio nos ha Ilegado un cuaderno en el que Juan Jos6 registr6 los ingresos y gastos de esta sociedad, a trav6s del cual podemos ob- servar algunos rasgos de la historia de estas estancias de frontera en sus etapas iniciales. Conviene senalar de entrada que, dado que importantes partidas de gastos son anotadas por Juan Jose simplemente como dinero enviado a Rosas o a otros subordinados, sin referencia alguna a su destino, lo que puede decirse sobre la es- tructura de gastos e ingresos y la rentabilidad de estas inversiones a partir de esta fuente resulta en algunos aspectos limitado.

Cuando los Anchorena compraron Tala, la estancia poseia un rodeo vacuno de 3.200 cabezas, asi como algunos yeguarizos (cuyo valor de tasaci6n, junto con los "ranchos y corrales", fue de $ 7.000, mientras que a la tierra se le asign6 un valor de $ 5.000)50. Para entonces, esta estancia de frontera se hallaba todavia en una fase

46 NA a JJA, 17 de junio de 1821, AAAGN, 331. 47 JJA a Rosas, 26 de enero de 1825, citado en Carlos IBARGUREN (h): Los antepasados; cuadernos de

cuentas de Juan Jose de Anchorena titulados: "Las estancias de Camarones compradas con extension de 44 leguas quadradas a Rosas, Terrero y a mitad de ppal., con Nicolas y dando a Rosas 1/6, y La estancia de las Dos Yslas que he comprado a D. Lorenzo Lopez en doce mil pesos desembolsando el ppal. y gastos por mitad con mi ho. Nicolas y dandole una 3". parte de interes a D. Juan Manuel de Rosas", ambos en AAAGN, 316; POENSGEN, Die Familie Anchorena, cit., pAgs. 261-3; Andres CARRETERO: "Contribucion al conocimiento de la propiedad rural en la provincia de Buenos Aires para 1830", Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana 'Dr. Emilio Ravignani', X111:22-23 (1970), pag. 274.

48 TMA a NA, 3 de mayo de 1822, LCCTMA. 49 Juan Manuel de Rosas a JJA, 30 de septiembre de 1830, AAJC. 50 JJA a Juan Manuel de Rosas, 26 de enero de 1825, AAJC.

ROY HORA 580

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

relativamente temprana de su organizaci6n. Una medida indirecta de esta situacion puede obtenerse calculando la superficie ocupada por el ganado que pastaba en Tala. En ese periodo suele estimarse, en promedio, una tasa de ocupaci6n del suelo de alrededor de un animal mayor cada dos hectareas, lo que en el caso de esta estancia nos da un area en explotaci6n que no debia superar las 7.000 hectareas. Ello sugiere que, al momento de la compra por parte de los Anchorena, apenas un diez/ quince por ciento de la superficie de Tala se hallaba ocupada por ganado51.

iQue hicieron los nuevos propietarios cuando asumieron el control de la estan- cia? Veamos, primero, las cuentas para el periodo 1821-25. En esos anos, Tala vendi6 2.569 cabezas vacunas (en su mayor parte novillos) por $ 21.365. Esta cifra represen- ta el 85% de los ingresos totales de la empresa en el periodo mencionado, lo que confirma que la venta de ganado, en especial de novillos para abasto, constituia su principal actividad. Otros rubros, sin embargo, no eran despreciables, y en esos aios la estancia obtuvo ingresos adicionales gracias a la venta de frutos ($ 760), cueros ($ 1.108), sebo ($ 665), tasajo ($ 375) y grasa ($ 321). En la cuenta tambi6n figuran, aparte de una pequena cantidad ($ 80) sin origen especificado, ingresos por La venta de dos esclavos ($350) y dos carretas ($ 176). En ese quinquenio, pues, los ingresos totales de Tala alcanzaron a $ 25.200. Los gastos, excluyendo la inversi6n inicial ($ 12.000), s6lo representaron $ 10.906. Entre las salidas, hay dos rubros que se desta- can: la compra de 1.360 terneros y vacas de cria por $ 4.010, y de siete esclavos por $ 1.706. Ambos rubros pueden calificarse como inversiones antes que como gastos, pues en el caso de los terneros se trata de insumos que seran valorizados y nueva- mente colocados en el mercado, y en el de los esclavos y las vacas de cria, de medios de producciOn. El resto son partidas sin aclaraci6n de destino, sobre las que nada puede decirse, pero donde seguramente pesa la remuneraci6n a la fuerza de trabajo, que constituia el principal costo variable de la ganaderia pampeana del periodo.

Descontando los gastos de funcionamiento y el dinero invertido en la compra de ganado, la cuenta nos indica que entre 1821 y 1825 la estancia genero ingresos netos por $ 14.300. A pesar de intensas fluctuaciones, la tasa de beneficios (ingresos me- nos egresos como porcentaje de la inversi6n inicial) result6 muy atractiva: 17,2% en 1821, 7% en 1822, 29,7% en 1823, 54,8% en 1824 y 17,6% en 1825. El modo algo desprolijo en que Anchorena Ilevaba sus cuentas ayuda a entender las fuertes oscila- ciones de la tasa de ganancia: por ejemplo, en 1824, el aFo de los beneficios extraor- dinarios, la contabilidad no registra erogaciones de ningOn tipo. Por este motivo, el promedio de la tasa de beneficio para ese quinquenio, que fue del 25,2%, ofrece una imagen mas realista de lo sucedido en Tala en esos afos. Dado que a Rosas le corres- pondia un tercio de los ingresos por sus servicios como administrador, el beneficio de los hermanos Anchorena parece haber sido, aproximadamente, del 17% anual.

Es muy probable que los beneficios hayan sido algo mAs elevados que ese 17% como consecuencia de la capitalizaciOn de la empresa. Sobre este punto, sin embar- go, no puede decirse mucho. Dado que no poseemos informaci6n alguna sobre la variaci6n en el tamano del rodeo, o sobre el destino de algunas partidas de gastos, resulta imposible determinar si, ademas del excedente obtenido por ventas de pro- ductos, el valor de los activos de la empresa (en primer lugar el ganado) aumento o disminuy6 en este periodo. Aunque esto Oltimo resulta poco probable, lo que llama la atenci6n, en cualquier caso, es el muy cauteloso ritmo con el que los hermanos Anchore-

51 GARAVAGLIA, Pastores y labradores, cit., pag. 28.

581

582

na invirtieron en una empresa agraria que generaba beneficios muy sustantivos, y que disponia de tierra pr~cticamente ilimitada para expandirse. Hay que recordar que el rodeo vacuno existente en Tala en el momento de su compra, de 3.200 cabezas de ganado, estaba lejos de ser extraordinario pues, segOn afirmaba un gran conocedor de la economia rural de las d6cadas centrales del siglo XIX, entre "quinientas 0 ocho- cientas vacas al corte" eran apenas suficientes para sostener a "una familia de cam- pesinos con las sencillisimas costumbres que les eran peculiares" en aquel tiempo52. En consecuencia, la expansion de una estancia como esta, dotada de abundante tierra libre, s61o podia alcanzarse en el corto o mediano plazo mediante fuertes inver- siones destinadas a incrementar el tamano del rodeo que, como acabamos de ver, los Anchorena prefirieron no encarar53. Los enormes recursos economicos de estos capi- talistas les abrian la posibilidad de actuar a una escala, y asumiendo unos riesgos, que otros productores mas humildes dificilmente podian igualar. En abril de 1822, por ejemplo, Juan Jos6 le escribia a Rosas anunciAndole que "creo que habra en la cam- pana mucho miedo de indios: estos no deben temerse en grande [...] vea Ud si algu- nos timidos dan ganado barato [...] compre 3 6 4 mil cabezas para engrosar las estan- cias [...] Quien no arriesga, no gana, y ya v6 si podemos hacernos de ganado barato por que no hemos de arriesgar?"54 Sin embargo, esa compra no s6lo no tuvo lugar, sino que a lo largo de ese quinquenio jamas se produjeron adquisiciones de ganado de esa envergadura. La conclusi6n que parece imponerse es que a lo largo del perio- do 1821-25 los Anchorena se preocuparon mLs por hacer de Tala una empresa mo- desta pero rentable que por invertir fuertes sumas de capital para aumentar la escala, todavia reducida, de la explotaci6n.

,Qu6 sucedia mientras tanto en Camarones? En este caso, el registro nos mues- tra una empresa agraria en su primera fase de formaci6n. Durante ese periodo, como era de esperar, la empresa no rindi6 beneficio alguno. En 1822, los unicos ingresos obtenidos en estas tierras nunca antes explotadas por los colonizadores blancos resultaron de la venta de cueros de nutria (unos $ 1.500). En ese ano, las erogaciones que insumi6 este negocio ($ 2.000), y la compra de ganado vacuno (1.000 cabezas por $ 3.000), yeguas para la cria de mulas ($ 900) y un esclavo ($ 200), asi como otras partidas indeterminadas (entre las que seguramente se encuentran sueldos), Ilevaron la cuenta de gastos a $ 9.900. En el bienio 1823-4 (que en la contabilidad Ilevada por

52 Jos6 Maria JURADO: "La estancia en Buenos Aires", Anales de la Sociedad Rural Argentina, IX (1875), pag. 187.

53 ,A que velocidad creci6 el stock vacuno de Tala? Dado que no contamos con inventarios ni con mayor informaci6n a partir de la cual estimar la tasa de reproducci6n del ganado, s6lo podemos realizar algunas conje- turas. Sabemos que la estancia poseia unas 3.200 cabezas cuando los Anchorena la adquirieron en 1821. En ese ano, Tala vendi6 166 animales (79 vacas y 87 novillos), y no realiz6 compras. En 1822, ta estancia se desprendio de 429 vacunos (42 vacas, 150 novillos y 237 terneros), y compr6 500 terneros. Al ano siguiente, las ventas al- canzaron a 990 animales (285 vacas y 705 novillos), y las compras, a 860 vacunos (el tipo de animales adquirido no aparece descripto). En 1824 la estancia vendi6 780 animales (120 vacas y 560 novillos); ese aho no hubo com- pras. Finalmente, en 1825 Tala vendi6 374 novillos; tampoco entonces hubo adquisiciones. Si calculamos una tasa de reproducci6n anual del 20% (que estaba lejos de ser baja en una estancia de frontera, asaltada y robada varias veces por indigenas, que ademas parece haber tenido mucho ganado que a0n no habia ingresado en la etapa reproductiva), para comienzos de 1826 nos encontramos con un rodeo a punto de alcanzar las 6.000 cabe- zas. Una tasa algo mas alta, del 25%, hubiese colocado el rodeo ligeramente por encima de los 7.500 animales. Calculando una tasa de ocupaci6n del suelo de un animal cada dos hectareas, la estimaci6n mas alta solo hubie- se sido suficiente para ocupar la cuarta parte de la superficie de Tala. Es decir que, a pesar de duplicar su plantel en un quinquenio, tres cuartas partes de la superficie de la estancia todavia permanecerian sin explotar. Estima- ciones sobre tasas de reproducci6n de ganado vacuno y de ocupaci6n del suelo en Amaral, The Rise, pags. 106-20.

54 JJA a Juan Manuel de Rosas, 14 de abril de 1822, AAJC.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

Juan Jose aparece tomado en conjunto), las entradas crecieron. El rubro mIs impor- tante fue la venta de hacienda vacuna, que alcanz6 a $ 5.998 sobre un total de ingre- sos de $ 8.107 (en el que tambi6n se hace notar el producto de la venta de pieles de nutria por $ 1.339 y de cueros y sebo por $ 543). En ese bienio, las salidas alcanzaron a $ 6.592. Otra vez, la adquisici6n de 1.000 cabezas de ganado vacuno, a $ 3 cada una, representa el principal item de este rubro, seguido por la compra de seis escla- vos por $ 1.380. En 1825, los ingresos bajaron sustancialmente, alcanzando apenas a $ 1.480, compuestos en partes casi iguales por ventas de frutos y novillos. En ese aro, la adquisici6n de otras 1.000 cabezas de ganado vacuno (esta vez a una cifra mas alta, de $ 5 por unidad), los gastos en mensuras ($ 4.200) y otras salidas con fines que no conocemos Ilevaron las erogaciones hasta los $ 12.200.

En el periodo 1822-25, pues, Camarones registr6 ingresos por $ 10.997 y gastos (excluyendo los iniciales en tierra, muy reducidos, de apenas $ 5.500) por $ 28.201. Ello representa una inversi6n neta de $ 17.204. Estas cifras nos indican que la estan- cia experiment6 un proceso de capitalizacion sostenido, cuyo aspecto mas relevante se refiere al crecimiento del rodeo vacuno. Sin embargo, este aumento fue ciertamen- te modesto, y para 1825 la estancia no debia poseer mucho mas ganado que el que pastaba en Tala en el momento de su compra (3.200 cabezas). Un rodeo de ese tamaro dificilmente ocupara mas del cinco/diez por ciento de la superficie total de esta extensa propiedad. Por otra parte, cuando recordamos que los $ 17.204 que los Anchorena invirtieron en Camarones a lo largo de cuatro aros apenas superaba en unos $ 5.000 el monto total de los beneficios que obtuvieron de Tala en el mismo periodo o (para tomar otro patr6n de medida) que esta cifra representaba una fracci6n muy reducida del valor de sus inversiones en inmuebles urbanos o de su giro comer- cial de esos aros, advertimos la extrema cautela con la que estos capitalistas urbanos se aproximaron a la inversi6n rural.

Luego de casi un quinquenio de prudencia, durante el cual el entusiasmo de estos hermanos por la produccion agraria se mantuvo contenido, apenas comenzada la segunda mitad de la d6cada de 1820 se advierte un subito cambio de actitud, que se tradujo en una abrupta aceleraci6n del proceso de inversi6n. Este fen6meno coin- cide con la presencia ominosa de la inflaci6n, que hizo que, como seralamos mas arriba, el peso papel perdiera dos tercios de su valor s6lo en el curso de 1826. "En estos dias", se lamentaba Juan Jos6 a mediados de ese afo de cotizaciones descontroladas, "nadie sabe el precio que se puede lIamar corriente con el ganado bacuno"55. En esas circunstancias, Juan Jose y su hermano NicolAs se decidieron, finalmente, a realizar fuertes colocaciones en sus empresas rurales. Al igual que en el caso de las inversiones en inmuebles urbanos realizadas por Juan Jos6, y que tuvie- ron lugar en esos mismos meses, estas operaciones parecen haber tenido por objeto el desprenderse de tenencias en papel moneda que se encontraban en veloz depre- ciaci6n, cambiandolas por activos que se hallaran mejor protegidos de las conse- cuencias del proceso inflacionario. Es dificil estimar el valor "real" de estas inversio- nes, no solo porque a lo largo de este periodo de alta inflaci6n las cuentas de Juan Jose siguieron asentandose en una moneda que perdia aceleradamente su valor y muchas veces sin mayores referencias al momento preciso en el que tenian lugar las transacciones, sino tambi6n porque uno de los rasgos mas caracteristicos de 6ste y otros procesos inflacionarios es (como ilustra la cita que transcribimos mas arriba) la perdida de relaci6n entre distintos precios. Dado que no contamos con informacion

55 JJA a Rosas, 1 de julio de 1826, AAJC.

583

584

alguna sobre que porcentaje del patrimonio de Juan Jose de Anchorena se encontra- ba en activos que no se depreciaban facilmente, es asimismo imposible estimar el impacto de la inflaci6n sobre sus finanzas.

Parece evidente, sin embargo, que ante el embate de la depreciaci6n del papel moneda, la inversion rural fue la opcion preferida por Juan Jose y NicolAs. Es proba- ble que la elevada rentabilidad que habia ofrecido la estancia Tala en el quinquenio que sucedio a su compra fuese uno de los elementos que los indujese, a la hora de decidir qu6 hacer con sus activos liquidos, a dar primacia a la colocaci6n en empre- sas agrarias por sobre otras formas de inversion. En verdad, la magnitud de las inver- siones rurales de los Anchorena en ese ano inflacionario resulta notable, a punto tal que no parece desacertado afirmar que fue recien en 1826 cuando estos hermanos comenzaron a considerar la produccion agraria con alguna seriedad.

En efecto, en ese ano Juan Jose y Nicolas invirtieron en tierra tanto o mas que en todo el quinquenio previo. En primer lugar, en nuevas adquisiciones, entre las que se cuentan cuatro leguas en Navarro por $F 1.200, a las que luego sumarian otras tres de una enfiteusis vecina56. Sus mayores inversiones, sin embargo, tuvieron por destino la expansion de sus dos grandes estancias de la frontera sur. Veamos primero el caso de Tala. A lo largo de 1826, los Anchorena realizaron inversiones por $ 37.312 en pesos papel o moneda corriente (m/c). Para estimar cuanto representaba esta cifra en moneda metAlica hemos optado por tomar el promedio anual de la cotizacion del peso papel en pesos plata para el ano 1826, que fue de $F 1,69 (una medida no del todo arbitraria pues, como ya senalamos, las cuentas de Juan Jos6 no nos informan cuando se realizaron los desembolsos de ese ano). La cifra que obtenemos, que alcanzaba a los $F 22.078, estaba cerca de duplicar el precio pagado por Tala cinco anos antes. 6En que invirtieron ese dinero? Juan Jos6 y Nicolas adquirieron derechos enfiteuticos sobre unas 130.000 hectareas vecinas, que le fueron cedidos por Juan Jos6 Ezeyza por $ 8.000 m/c. Sintoma de su renovado interes en la actividad rural, tambien se preocuparon por mejorar sus derechos legales sobre la tierra, y para ello contrataron los servicios de un agrimensor de su confianza, Felipe Senillosa, que rea- liz6 un plano de mensura del terreno (del que hasta entonces carecian), por el que abonaron otros $ 1.030 m/c. Como era de esperar, el mayor desembolso estuvo des- tinado a la compra de ganado: 2.660 cabezas vacunas, en su mayoria vacas de vien- tre, asi como 40 caballos, por un total de $ 23.220 m/c. Por su parte, Rosas realizo desembolsos por $ 5.066 m/c que, ademas de jornales, quizas incluyeran algunas adquisiciones adicionales de ganado. Los $ 37.312 m/c que los Anchorena gastaron en Tala en 1826 superaron ampliamente los ingresos de la estancia, que en ese ano s6lo vendio unos 600 animales (en su mayoria novillos, que probablemente no podian mantenerse sin sufrir p6rdidas) por $ 7.528 m/c. La ausencia de grandes ventas de ganado durante ese ano nos ofrece otro indicio acerca de la firme voluntad de estos mercaderes de capitalizar a la empresa.

En Camarones, el giro que se verifica en 1826 resulta aun mas notable. Ese ano, los Anchorena hicieron desembolsos por un total de $ 112.543 m/c. Estos $F 66.593 (tambien tomando la cotizacion promedio del peso papel para ese ano) duplicaban la inversion total realizada alli a lo largo de los cuatro anos que transcurrieron desde la fundacion de la empresa (que alcanzaba a $F 33.701). Mas de la mitad de ese dinero fue invertido en la compra "de contado" de Achiras y Averias, dos estancias vecinas

56 Protocolos Notariales, AGN, Registro 4, 1826, f. 50.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

(de cuya extensi6n e inventario no tenemos mayores precisiones, pero que debian comprender un nOmero apreciable de animales), por un total de $ 66.000 m/c. Ade- mas, las anotaciones de Juan Jose registran la adquisicion de 1.931 cabezas de ganado por $ 12.118 m/c, asi como de otros $ 34.413 m/c destinados a afrontar gastos autorizados por Rosas. Al igual que en Tala, en Camarones las ventas de ese ano fueron magras: apenas 50 novillos y 60 redomones por un total de $ 1.460 m/c.

Una vez amainado el hurac,n inflacionario (pues a lo largo de 1827 y 1828 el peso papel oscilara, aunque con importantes fluctuaciones, en torno a los $F 0,3), las inversiones rurales de estos hermanos retomaron un ritmo menos fren6tico. Aparte de la adquisici6n por parte de Juan Jos6 de la estancia San Lorenzo o Rinc6n de Gorondona, en Santa Fe, por $F 8.500 (una propiedad que arrend6 hasta su muerte, y no fue integrada a la sociedad con su hermano57), en 1827 no se registran desem- bolsos en bienes rurales de magnitud. En este ano, los gastos de Tala s6lo alcanzaron a $ 2.634 m/c. Estos fueron destinados en su totalidad a remunerar al personal. Al aio siguiente, las erogaciones, algo mas altas, representaron $ 4.860 m/c, de los cuales $ 2.860 m/c correspondieron a la compra de 110 novillos y el resto a otros gastos co- rrientes. En cuanto a los ingresos del bienio 1827-28, 6stos fueron igualmente reduci- dos. En 1827 alcanzaron a $ 4.840 m/c (venta de 269 novillos a $ 18 cada uno) y en 1828, a $ 4.000 m/c (producto de la venta de cueros y frutos de varios anos). Ello sugiere que los Anchorena, quizas recelosos frente a la posibilidad de una nueva conmoci6n monetaria, todavia se encontraban remisos a desprenderse de activos.

Lo sucedido en Camarones en 1827 y 1828 fue ligeramente distinto. Las fuertes inversiones de 1826 no volvieron a repetirse, aunque en esta estancia de estructura mas pobre y rudimentaria el proceso de capitalizaci6n no se interrumpi6 tan brusca- mente como en Tala. Durante 1827, los Anchorena invirtieron $ 55.572 m/c (o el equi- valente a $F 16.738, a la cotizacidn promedio de ese afo) en Camarones, el 88% del cual fue destinado a la compra de animales. Adquirieron 2.682 vacunos (en $ 39.271 m/c), y una cantidad indeterminada de ovejas (por $ 5.255 m/c) y yeguas (por $ 4.510 m/c). Los ingresos (venta de novillos, caballos y sebo) se ubicaron en apenas un cuarto de las salidas, en $ 13.094 m/c. Al ano siguiente, Camarones sigui6 capitali- zandose a un ritmo similar. La estancia se hizo de cerca de 4.000 vacunos y un nume- ro indeterminado de yeguas por $ 46.750 m/c (F$ 16.010 al promedio anual), que re- presentaron el 93% de las erogaciones de ese ano. Las ventas (de cueros y frutos de varios anos, pero asentadas en 1828) sumaron apenas $ 5.183 m/c. Tal como se advier- te en Tala, tampoco aqui los Anchorena mostraron mayor entusiasmo por vender. Sus anchas espaldas financieras seguramente les permitieron perseverar en esta conducta.

En 1829, quizas convencidos de que los precios habian finalmente alcanzado un nuevo equilibrio, los Anchorena comenzaron a desprenderse de ganado en mayor cantidad. Ese ano, Tala vendi6 un total de 2.065 animales mayores, por los que recibi6 $ 58.162 m/c (o $F 12.507). La estancia parece no haber realizado adquisiciones de ganado durante ese ejercicio, por lo que sus erogaciones se mantuvieron muy por deba- jo de las cifras de anos anteriores, en apenas $ 7.811 m/c. Si bien no podemos hacer estimaciOn alguna sobre la tasa de ganancia (pues carecemos de cualquier informa- ci6n sobre el valor de esta propiedad para ese momento), es claro que, gracias a este excedente de mas de $F 10.000, Tala retomaba la senda superavitaria que la habia caracterizado desde el momento de su compra hasta la apariciOn de la inflaciOn.

57 Carlos IBARGUREN (h), Los antepasados, cit.

585

586

Una evolucion similar se observa en Camarones. Luego de casi una decada de existencia, esta estancia rindi6 sus beneficios en 1829. En este ano, Camarones ven- di6 unos 1.463 vacunos, en su mayoria novillos, por $ 31.618 m/c, y frutos por $ 2.380 m/c, lo que dio un ingreso total de $ 33.998 m/c, o $F 7.311. Al igual que en Tala, aqui tambi6n se advierte una reducci6n sustancial de las adquisiciones de ganado, que s6lo alcanzaron a 253 cabezas. Estas compras representaron alrededor de un tercio de los gastos totales, que se ubicaron en $ 11.271 m/c. Camarones cerro el ejercicio en 1829 con un excedente de cerca de $F 5.000.

A fines de 1829, Rosas se aparto de la administraci6n de las estancias de sus primos para ocuparse mas plenamente de satisfacer sus ambiciones politicas. Desde ese momento, Juan Jose y Nicolas asumieron personalmente la direcci6n de sus inte- reses rurales. Los hermanos Anchorena tomaron el control de sus empresas cuando, luego de casi una d6cada de expansion, 6stas alcanzaban cierta madurez producti- va. Algunos indicios sugieren que, para entonces, los Anchorena creian que el ciclo de grandes inversiones que habian encarado en anfos previos habia Ilegado a su fin, y que sus estancias debian ofrecerles ganancias regulares. Sin embargo, esta posibi- lidad aun no estaba asegurada.

De hecho, el debut de los Anchorena como administradores rurales les trajo cierto sabor amargo. En 1830, Tala vendio mas de 2.500 cabezas de ganado por $ 66.222 m/c (o $F 9.555 a la cotizaci6n promedio de ese ano). Las grandes erogaciones de ese ejercicio, sin embargo, estuvieron cerca de igualar esa cifra, pues se ubicaron en $ 61.085 m/c ($F 8.814), de los cuales el 66% se destin6 a la compra de ganado. Para una empresa cuyo valor, para entonces, debia estar por encima de los $F 40.000, una ganancia de unos $F 750 era poco menos que insignificante, pues se ubicaba por debajo del 3% anual. En Camarones, el resultado de 1830 fue aun menos feliz. Los ingresos, que sumaron $ 23.878 m/c ($F 3.445), fueron ampliamente superados por las salidas, que representaron $ 65.886 m/c ($F 9.507). Ese aro, al igual que el ante- rior, no hubo grandes compras de ganado en Camarones, pues 6stas s6lo alcanzaron a 652 vacunos y 111 caballos por $ 16.097 m/c, o el equivalente al 24% de las salidas de ese ejercicio. ,Cu,l fue el destino de los casi $ 50.000 m/c adicionales que se gastaron en 1830? Resulta imposible saberlo, pues las anotaciones de Juan Jose no ofrecen precisiones al respecto.

Disconforme con el balance negativo con que se cerr6 1829, que traicionaba las expectativas que habia depositado en sus empresas rurales, Juan Jos6 de Anchorena le escribio a su antiguo administrador solicitandole consejos y explicaciones. En su respuesta, Rosas no dej6 pasar la oportunidad de recordar el valor de sus servicios, seralando que si "la marcaci6n ha ido mal" y las ganancias eran escasas, ello se debia a que los establecimientos carecian de "la direcci6n, el orden y metodo que tenian" cuando 61 los dirigia58.

Es indudable, sin embargo, que la devastadora sequia que azotaba la campana de Buenos Aires desde 1829, y que se prolongaria por otros dos aros, tenia una relaci6n mas directa con ese desempeno negativo. Aunque el desastre climatico -quizas el mas terrible de la primera mitad del siglo- golpe6 mas duramente al centro y norte de la provincia (en algunos de cuyos parajes parece haber provocado la muer- te de tres cuartas partes del rodeo), sus efectos disruptivos tambi6n se hicieron sentir

58 Juan Manuel de Rosas a JJA, 30 de septiembre de 1830, AAJC.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

en el sur59. En agosto de 1830, cuando lo peor todavia estaba por venir, el capataz de Camarones le escribia a su patr6n que se hallaba "bastante apurado con la seca, pues se muere mucho ganado y continuamente estamos sacando cueros, y esto es casi todo lo que se puede hacer por ahora"60. Y si bien es probable que la decision de comprar ganado para Tala en 1830 (cuando tanto el agua como las pasturas comen- zaban a escasear) no haya sido particularmente sabia, incluso en la propia carta de Rosas la referencia al reducido numero de nacimientos sugiere no tanto problemas de gesti6n como la influencia negativa de factores naturales. En efecto, bajas tasas de reproducci6n, elevada mortandad y gastos extraordinarios (que incluian costosos desplazamientos de hacienda hacia areas con mejores pastos y aguadas, como los que los Anchorena ensayarian poco despu6s) fueron caracteristicos de ese periodo de calamidades naturales, que se extendio hasta 1832, y que seguramente compro- meti6 los beneficios de estas explotaciones por varios anos.

En 1831, el ano de la muerte de Juan Jose, el registro queda trunco y, por otra parte, la correspondencia que nos provee de informaci6n adicional se interrumpe (pues los papeles de Nicolis, que sobreviviria a su hermano por casi un cuarto de sigto, no se hallan disponibles para la consulta). En consecuencia, no contamos con datos lo suficientemente firmes como para seguir en detalle la evolucion posterior de las empresas agrarias (y mis en general los intereses econ6micos) de estos herma- nos. ,Qu6 mts es posible afirmar sobre estas estancias a partir de lo que hemos dicho sobre la decada que corre entre 1821 y 1830? Las cuentas de Juan Jos6 de Anchorena nos revelan la historia de un conjunto de estancias que se expanden sobre un vasto territorio hasta entonces apenas transformado por la acci6n invasora de los colonizadores blancos. Al fin de este periodo, nos encontramos con dos empresas mas capitalizadas, quizis pobladas por unos 40.000 animales mayores, que ocupa- ban mAs densamente la superficie nominalmente controlada por los Anchorena61. Para entonces, sin embargo, la ocupaci6n del suelo estaba muy lejos de haberse completado. Ello explica por qu6 hombres que mantenian relaciones de dependencia laboral en este complejo de estancias, como Benito Sosa y Pedro Burgos, todavia criaran ganado de su propiedad en las tierras de sus patrones, y que Manuel Morillo, otro empleado de confianza, solicitara en 1831 tener "algunas baquitas" en las tierras de Navarro cuya supervision tenia a cargo62. En una sociedad donde la tierra seguiria siendo un bien abundante por largo tiempo, en parte gracias a la continua expansi6n de la frontera hacia el sur y el oeste, esta situacion estaba destinada a durar: casi una dbcada mAs tarde, en 1839, tres capataces de los Anchorena (Juan Arista, Juan Decima y Manuel Morillo) aparecen registrados en los libros de Contribuci6n Directa como importantes propietarios de ganado (y en el caso de Morillo, tambien de tierra) en el partido de Azul.

Respecto de la fuerza de trabajo, no es mucho lo que puede decirse, aunque las breves referencias al tema presentes en la correspondencia entre Juan Jos6 y sus encargados bastan para desmentir la absurda afirmaci6n de que esas estancias con-

59 GARAVAGLIA, Pastores y labradores, cit., pags. 33-5. 60 Juan Arista a JJA, 7 de agosto de 1830, AAAGN, 334. Vease tambien BROWN, "A Nineteenth-Century

Cattle Empire", cit., pags. 171-2. 61 Estimaciones similares en BROWN, "A Nineteenth-Century Cattle Empire", cit., pag. 171. 62 Manuel Morillo a JJA, 25 de marzo de 1831, AAAGN, 334. Sobre la asociaci6n con Sosa, Protocolos

Notariales, AGN, Registro 6, 1831, ff. 493-5.

587

588

taban con "millares de peones militarmente regimentados"63. Por el contrario, de ella se colige que los Anchorena solian encontrar inconvenientes para contratar trabaja- dores en los t6rminos en los que consideraban convenientes (lo que explica en parte la intensidad con la que recurrieron a la compra de fuerza de trabajo esclava). Al igual que las complejas relaciones de asociaci6n que establecieron con sus subordinados, ello nos habla de una sociedad en la que, a pesar del avance de la gran estancia (de hecho, acompanando esa expansion sobre tierras nuevas), los sectores subalternos seguian manteniendo una gran capacidad de negociacion frente a los empleadores que, por cierto, conservarian por largo tiempo. En efecto, en su paso por Camarones en 1847, William Mac Cann advirti6 las dificultades que esta empresa enfrentaba como consecuencia de la ausencia de una fuerza de trabajo estable y disciplinada, y refiri6 que, a causa de la falta de peones, la hacienda, que estimaba en "por lo menos cuarenta mil cabezas de ganado" se habia vuelto "completamente cimarrona"64.

V. Una visi6n de conjunto sobre los negocios de Juan Jose

&Hasta qu6 punto Juan Jos6 de Anchorena se habia transformado en un estan- ciero para fines de la d6cada de 1820? Es indudable que en esos anos, particular- mente a partir de 1826, los emprendimientos agrarios concitaron cuotas crecientes de los recursos y energias de este capitalista. SegOn nos informan las cuentas de Tala y Camarones, para 1830 Juan Jos6 habia desembolsado al menos $F 85.000 para ad- quirir tierra y ganados, y otro tanto habia hecho su hermano. Si consideramos el alza sostenida de los precios de los bienes rurales en esa d6cada, medido en moneda metAlica, es indudable que su apuesta a la actividad rural le result6 provechosa. En 1821 los Anchorena compraban ganado vacuno a $F 3 por cabeza; para 1828 los precios que pagaron por los animales que adquirian o vendian oscilaban entre $F 4 y 7. Si calculamos que para ese Oltimo ano el stock vacuno de estos empresarios alcanza- ba a 40.000 cabezas, y estimamos el valor de este rodeo a la cotizaci6n promedio del precio de compra por cabeza para ese ano ($F 5,5), advertimos que el patrimonio ganadero de estos hermanos debia estar cerca de los $F 220.000. Si a esta cifra le sumamos un 20% por el valor de la tierra y las mejoras, tenemos que el patrimonio rural de cada uno de estos hermanos no debia estar lejos de alcanzar los $F 130.000.

Se trata, sin duda, de una cifra muy significativa, que por si sola constituia una fortuna de primer orden en el Rio de la Plata posrevolucionario. Es muy probable, sin embargo, que el valor de los bienes rurales de Juan Jos6 no fuese superior al de sus colocaciones en otras esferas. Conviene tener presente que, ademas de las propie- dades de renta urbana a los que hemos hecho referencia mas arriba, cuyo valor para 1828 no debia ser inferior a los $F 75.000 (y quizas mas, puesto que algunos indicios que ya hemos senalado sugieren que en la decada de 1820 las cotizaciones de la propiedad urbana acompataron, aunque de modo mas atenuado, el alza de los pre- cios rurales), Anchorena tambien mantenia parte sustancial de su patrimonio en la esfera de la circulaci6n, bajo la forma de cr6ditos y negocios comerciales. Carece- mos de cualquier estimaci6n sobre la importancia de estos Oltimos pero, como ya seralamos, poseemos algunos indicios sobre la magnitud de los primeros para fines de 1828 (esto es, en un momento en el que la etapa de grandes inversiones rurales y

63 Juan Jose SEBRELI: Apogeo y ocaso de los Anchorena (Buenos Aires, 1974), pag. 157. 64 William MAC CANN: Viaje a caballo por las provincias argentinas (Buenos Aires, 1969), pag. 63.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

urbanas ya habia concluido). En ese ano, Juan Jos6 decia tener colocados a interns $F 73.500, ademts de otra importante cantidad ("mucho dinero parado"), destinado a identico fin65. En sintesis, incluso una estimaci6n conservadora del valor de sus acti- vos liquidos y de sus bienes de renta urbana, que parece razonable colocar por enci- ma de los $F 150.000, sugiere que 6stos superaban a sus inversiones rurales. Estos elementos ayudan a explicar por que no fue solo el peso de la tradici6n el que hizo que el mayor de los hermanos Anchorena se percibiese como una criatura urbana del "vecindario y comercio" de Buenos Aires hasta el fin de sus dias66.

La muerte prematura de Juan Jos6 de Anchorena, ocurrida en 1831, cuando apenas habia cumplido los cincuenta anos, impide evaluar hasta qu6 punto el nuevo rumbo que habia dado a sus negocios en la decada de 1820 -en particular su interes en los inmuebles urbanos y las empresas rurales- alcanz6 a completarse. Al mismo tiempo, la imposibilidad de acceder al inventario completo de los bienes que dej6 a su fallecimiento (del que no queda rastro alguno en los archivos poblicos argentinos), nos impide trazar un cuadro pormenorizado de la estructura de su fortuna. En parte por estos motivos, la informaci6n con que contamos sobre su hermano Nicolts, aun- que m6s escueta, resulta de gran utilidad. Ella nos permite confirmar algunas aseve- raciones referidas a la importancia de las inversiones extraagrarias de estos grandes capitalistas pampeanos de la primera mitad del siglo XIX.

VI. Los negocios de Nicolas

La historia de Mariano NicolAs de Anchorena, tenido de modo justificado como el m6s exitoso integrante de la segunda generaci6n de los Anchorena en el Plata, ofrece evidencias adicionales que sugieren la manera en que los mayores empresa- rios rioplatenses se adaptaron al tormentoso periodo posterior a la independencia. Desde comienzos de la decada de 1820, Nicolls volc6 parte de su fortuna hacia la tierra, pero sigui6 participando en diversos emprendimientos mercantiles. En esos anos, y al igual que sus hermanos, NicolAs fue alejtndose del comercio de importa- ci6n de bienes europeos -"ya esta visto que no podemos concurrir con los extranje- ros"67, decia en 1821- y se lanz6 mas plenamente a operar con productos america- nos. Como ya hemos senalado, NicolAs se asoci6 con Juan Jos6 en distintos nego- cios, entre ellos la importacion de madera y de yerba del Alto ParanA68. Durante la decada de 1820 tambi6n mantuvo activas sus relaciones comerciales con Rio de Janeiro (ciudad en la que habia residido por cerca de tres afnos, entre 1816 y 1818), donde compraba azOcar, textiles y tabaco. A fines de la decada de 1830 era sindica- do como un importante productor y especulador en trigo en la plaza porteta, al punto de que se lo llego a acusar de dominar el mercado local. Estas denuncias encontraron eco en la prensa antirrosista; en abril de 1839 el Grito Argentino lo retrataba como un inescrupuloso especulador en granos, dispuesto a "llenar la bolsa, aunque perezca el pueblo entero de hambre y de miseria"69. En una carta al gobernador en la que des- mentia "la infame impostura, que se me ha hecho, de haber abarcado todo el trigo" de

65 JJA a Juan Manuel de Rosas, 1 de noviembre de 1828, AAJC. 66 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1831, f. 111. 67 MNA a JJA, 9 de junio de 1821, AAAGN, 331. 68 MNA a JJA, 19 de octubre de 1821, AAAGN, 331. 69 Juan Manuel de Rosas. Su iconografia (Buenos Aires, 1970), pag. 180.

589

la ciudad, Nicolas Anchorena argumentaba que la misma respondia a las maquina- ciones de "un par de godos, y godos unitarios". De todas maneras, aceptaba que "la casa ha sembrado una cosa mui insignificante, tambi6n recibiri alguna semilla de los anos pasados que se le debe, he comprado alguno" y prometia desde entonces cons- tituirse "en el angel de la guarda de los labradores"70.

En los ultimos afos de su vida, que culmin6 en 1856, Nicolas Anchorena parece haberse alejado de la actividad mercantil. Todavia en 1844 solia presentarse como del "vecindario y comercio" de Buenos Aires, pero en fechas posteriores esta forma de autoidentificaci6n desaparece de los documentos que llevan su firma71. De todas maneras, continub actuando como oferente de credito hasta el fin de sus dias. La falta de informaci6n proveniente de su archivo personal hace dificil reconstruir su actividad como prestamista. Sin embargo, algunas operaciones de credito que registro ante escribano pOblico ofrecen indicios acerca de la importancia de sus incursiones en este campo. En 1852, por ejemplo, concedi6 prestamos protocolizados por un total de F$ 38.000, a una tasa del 8% anual72. Un panorama mis completo de la participacion de NicolAs en este negocio lo tenemos gracias al inventario de sus bienes que sus hijos NicolAs y Juan levantaron tras su fallecimiento. En este documento de 1856 -por otra parte muy revelador de algunos rasgos del sistema de cr6dito en la era prebancaria-, aparecen consignados unos 25 pr6stamos, muchos de ellos a 90 dias y a una tasa del 1,25 mensual en moneda corriente, en documentos que sus hijos hallaron guardados "en el armario del labatorio" de su residencia, por un valor cerca- no a los $F 240.000. Am6n de estos cr6ditos activos, tambi6n encontraron, "envuelto en un panuelo de seda de color", otros documentos de cr6dito, entre los que se des- taca un pr6stamo con garantia hipotecaria por 4.700 libras esterlinas, concedido a una tasa del 6% anual. Sumados, estos cr6ditos activos superaban los F$ 260.000. Finalmente, los herederos dieron testimonio de la existencia de otro "pafiuelo blanco" en el que hallaron "documentos y escrituras chanceladas y algunas pequefas deu- das que por su naturaleza serin de muy dificil pago", sin referencia alguna a su mon- to73. Segun se desprende de este documento, Anchorena no tenia deuda alguna.

La opini6n de los hombres de las d6cadas centrales del siglo es coincidente a la hora de calificar a NicolAs Anchorena como el mayor propietario rural de la Confede- raci6n Argentina. El menor de los hijos de Juan Esteban de Anchorena dej6 a sus tres descendientes (sus hijos NicolAs y Juan y su nieto Fabian Gomez) valiosas empresas agrarias que se extendian sobre m6s de 75 leguas cuadradas, esto es, cerca de 200.000 hectireas. Enfatizar este aspecto de su trayectoria como empresario puede, sin embargo, Ilevar a conclusiones errOneas. Resulta revelador constatar que la ex- tensi6n del patrimonio territorial rural que dej6 tras su fallecimiento, aunque mejorada en lo que se refiere a derechos sobre el suelo, era prActicamente la misma que poseia en el momento en el que se produjo el deceso de su hermano Juan Jos6. Su Onica compra posterior de cierta relevancia fue la estancia Fontezuelas, una propiedad de

70 MNA a Juan Manuel de Rosas, 26 de febrero de 1839, AGN, VII, 2068. 71 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1844, f. 847. 72 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1852, ff. 640 y 644. Para otros ejemplos, encontrados al azar,

Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1827, f. 228; Registro 1,1831, ff. 7 y 278; Registro 1, 1835, ff. 269 y 296; Registro 1, 1837, ff. 120 y 196; Registro 3, 1842, f. 183; Registro 1, 1846, f. 235; Registro 1, 1847, ff. 65 y 228; Registro 1, 1849, f. 741.

73 AGN, Sucesi6n Nicolas Anchorena, apendice: "Fabian Gomez, sobre nombramiento de curador en la testamentaria de Nicolas Anchorena" ff. 17-20.

ROY HORA 590

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

unas 8 leguas que paso a poder de NicolAs y de los herederos de su hermano Juan Jose en 1837. Hay que sefialar, sin embargo, que esta adquisici6n no fue resultado de una compra directa, sino de la cancelaci6n de una deuda por $F 23.786 que la casa mercantil de Sebastian Lezica y Hnos. mantenia con los Anchorena desde 1831, y que tras su quiebra fue saldada con el traspaso de la estancia74. El hecho de que en el cuarto de siglo que transcurri6 entre la muerte de Juan Jose y la suya propia, Nico- las no haya mostrado mayor interns en realizar nuevas adquisiciones de tierra resulta particularmente revelador, pues sugiere que este empresario no consideraba que el crecimiento de su fortuna dependiese de la continua expansi6n de su patrimonio ros- tico. Ello es aOn mas notable cuando recordamos que en las d6cadas de 1830 y 1840 el precio del suelo todavia era lo suficientemente bajo como para que un incremento sustantivo de su patrimonio territorial no lo obligara a realizar erogaciones capaces de comprometer su margen de maniobra en otros negocios. En esos afos, Nicolas no ocup6 un lugar significativo entre los compradores de tierra publica, no obstante las muy atractivas condiciones bajo las cuales el Estado rosista sac6 a la venta gran parte del patrimonio rustico que se encontraba bajo su dominio. Ello obliga a concluir que si Nicolas Anchorena no adquiri6 mAs tierra en los Oltimos dos decenios de su vida (para lo que, como acabamos de ver, tenia dinero en efectivo en abundancia) no fue por falta de recursos sino, mAs bien, porque prefirio emplear su capital de otra manera.

,En que otras esferas invirti6 Nicolas Anchorena en esos afos? AdemAs del pr6stamo de dinero, Nicolas realiz6 importantes colocaciones en bienes de renta ur- bana. Hasta comienzos de la d6cada de 1820, el menor de los hermanos Anchorena no poseia ningun inmueble en Buenos Aires. A partir de ese momento, y al igual que otros miembros de su familia, Nicolas comenz6 a volcar parte de su capital en la compra de propiedad urbana. AdemAs de las adquisiciones que realiz6 en sociedad con su hermano Juan Jose, a las que ya nos hemos referido, entre 1826 y 1830 se hizo dueno de varias propiedades, entre las que destaca una importante "casa de altos" en la calle Reconquista y "tres tiendas y el edificio alto que ellas tienen" en la calle Bolivar75. Los registros de Contribucion Directa para el ano 1839 nos informan de la existencia de una decena de inmuebles a su nombre, casi todos ellos ubicados en la zona mds centrica del casco urbano portero: en las calles PerO, Cerrito, Potosi, Belgrano (en este caso, una "finca y quartos", seguramente de alquiler), asi como otros en las parroquia de San Telmo, del Socorro y del Pilar. Segun este registro, estos inmuebles tenian una valuaci6n fiscal de $ 571.000 m/c (unos $F 38.100 al precio promedio del peso papel en ese ano), indudablemente muy inferior a su valor de mercado.

La informaci6n con que contamos indica que desde fines de la d6cada de 1830 y hasta su muerte, Nicolas increment6 su interes en este tipo de inversi6n. En 1839 compro un "edificio" en la calle 25 Mayo de mas de treinta varas de frente, y una "casa-barraca" en San Telmo. En los anos siguientes, sus adquisiciones continuaron: mAs de cinco casas en la calle Moreno, una "casa de altos" en la calle Defensa y un conjunto de varias casas en la calle del Temple76. Para 1856, Nicolas contaba con 24 inmuebles urbanos, algunos de los cuales (como el de la calle 25 de Mayo adquirida en 1839) habian sido objeto de importantes reformas y ampliaciones. El inventario levan-

74 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1837, f. 120. 75 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1,1828, f. 585-7; Registro 1,1829, f. 11; Registro 1, 1830, ff. 483-

4; Registro 6, 1830, f. 397; Registro 1, 1835, f. 269. 76 Protocolos Notariales, AGN, Registro 1, 1839, ff. 529-30y 701; Registro 1,1844, f. 617; Registro 1, 1847,

ff. 276-7 y 955; Registro 1, 1849, f. 794; Registro 1, 1852, f. 779; Registro 1, 1854, f. 137.

591

tado por sus hijos en 1856, al que hemos hecho referencia m6s arriba, contiene un apartado sobre "materiales que existen para edificar", cuyo valor fue estimado en $F 20.000, que nos revela la importancia de sus emprendimientos como constructor77. No cabe duda de que, para entonces, Nicolas se habia convertido en uno de los mayores propietarios y rentistas de la ciudad, probablemente mAs importante que Francisco P6rez Millnn, que habia dejado propiedades urbanas por valor de $F 102.000 en 183778.

,Por qu6 desde fines de la d6cada de 1830 y hasta su muerte NicolAs Anchorena se propuso destinar mayores recursos a la compra de bienes de renta urbana que en etapas previas de su vida? No tenemos testimonios directos que nos aclaren el punto, pero diversos indicios nos sugieren que en ese periodo la rentabilidad de sus empre- sas agrarias debe haberse reducido respecto a periodos previos. En primer lugar, por la baja sostenida del precio de los productos rurales en esos anos. Esta caida fue particularmente pronunciada en el caso del cuero, el principal producto de exporta- ci6n del Rio de la Plata, cuyo precio en Buenos Aires cay6 cerca de un 50% entre el comienzo y el fin de la d6cada de 1830, para desde entonces mantenerse, a pesar de importantes oscilaciones, muy por debajo de las cotizaciones alcanzadas en los afos veinte79. Por otra parte, y a pesar de la fuerte expansi6n que el rodeo de las provincias de la Confederaci6n experiment6 en la d6cada de 1840, el ingreso agrario se torno m6s incierto. Las bruscas oscilaciones que las cotizaciones del cuero y de otros bie- nes rurales experimentaron desde fines de la d6cada de 1830 se encuentran vincula- das a las profundas alteraciones que el comercio exterior sufri6 en esos anos. Estas se iniciaron con la crisis econ6mica mundial de 1837 y tuvieron un momento particu- larmente negativo durante el bloqueo frances al puerto de Buenos Aires que se pro- long6 entre abril de 1838 y octubre de 1840. Acusando el golpe causado por el cierre del puerto al comercio internacional, el propio Rosas se lamentaba ante el adminis- trador de su establecimiento San Martin sefial6ndole que, en 1838, "los productos de esa estancia no han correspondido al capital invertido en su compra [...] pues que si el dinero se hubiera puesto al r6dito infimo del 3% al afo habria producido mucho mcs"80.

El intenso malestar que gan6 a parte significativa de los propietarios rurales en esos tiempos extremadamente duros se puso de manifiesto en el alzamiento rural que estall6 en la campaha sur (donde los Anchorena tenian casi todas sus tierras) en la primavera de 1839. Tras la derrota de los estancieros que se levantaron contra Rosas, los problemas continuaron. A fines de 1839, Robert Gibson, tambi6n propietario en la campaia sur, le escribia a su hermano que "si el bloqueo continua por algon tiempo mss, tendremos otro levantamiento; no tienes idea de la magnitud del malestar"81. En agosto del afo siguiente, todavia con el bloqueo en pie, la invasi6n de Lavalle otra vez puso a la provincia en pie de guerra. El conflicto politico afect6 a la producci6n, en primer lugar, contrayendo la oferta de fuerza de trabajo en una sociedad donde 6sta nunca habia sido abundante (segun cAlculos recientes, a comienzos de la d6cada de

77 Sucesi6n Nicolas Anchorena, AGN, Apendice: "Fabian Gomez, sobre nombramiento de curador en la testamentaria de Nicolas Anchorena", ff. 75-80.

78 GARAVAGLIA, "Patrones de inversi6n", cit., pags. 130-33. 79 AMARAL, The Rise, cit., pag. 237. 80 Citado en Jorge GELMAN: "Las condiciones del crecimiento estanciero en Buenos Aires de la primera

mitad del siglo XIX. Trabajo, salarios y conflictos en las estancias de Rosas", en GELMAN, GARAVAGLIA y ZEBERIO (compiladores): Expansi6n capitalista y transformaciones regionales, cit., pag. 115.

81 Robert Gibson a George Gibson, 23 de noviembre de 1839, citado en lain A. D. STEWART: "Living with Dictator Rosas: Argentina through Scottish Eyes", Journal of Latin American Studies, 29 (1997), pag. 39.

ROY HORA 592

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

1840 uno de cada cuatro adultos mayores se encontraba bajo bandera)82. Luego de algunos anos de relativa calma (que no significaron desmovilizaci6n del ej6rcito de la Confederaci6n), desde setiembre de 1845 el puerto otra vez fue cerrado (esta vez por acci6n de una fuerza naval anglo-francesa) y la guerra nuevamente ensombreci6 el esce- nario rioplatense. El bloqueo, aunque de eficacia cada vez mas relativa, no se levan- taria hasta 1848. En esos anos, otra vez, los precios de los productos rurales se derrum- baron, y la escasez de mano de obra volvi6 a incrementarse. En 1846, decia un testigo, "en toda la redondez de la provincia en vez de peones solo se ven soldados"83.

Este escenario de crisis y conflicto golpe6 duramente a la producci6n agropecua- ria. No tenemos mayor informaci6n sobre lo sucedido en las estancias de NicolAs en esos anos, salvo por el relato ya mencionado de Mac Cann, que en su visita a Cama- rones en 1847 encontr6 a la hacienda "completamente cimarrona" por falta de peo- nes. Por este motivo, lo que sabemos sobre la suerte de los negocios de su hermano Tom,s Manuel en ese periodo resulta de utilidad. Al igual que sus hermanos, Tom,s Manuel de Anchorena poseia un patrimonio diversificado. Entre 1828 (cuando hizo pie en la actividad rural con la compra de una gran estancia en el partido de Dolores, en la misma regi6n en la que sus hermanos poseian el grueso de sus tierras) y 1835, sus ingresos rurales parecen haber sido considerables. Desde entonces, empero, la situaci6n cambi6 radicalmente, y por cerca de una d6cada la rentabilidad de su es- tancia de Las Viboras fue muy baja e incluso por momentos negativa. Durante esa etapa plagada de dificultades, sus rentas urbanas, mucho menos afectadas por la interrupci6n del comercio exterior, el alza de los costos laborales y la baja de la acti- vidad en el sector rural se revelaron como una invaluable fuente de recursos para To- mAs Manuel de Anchorena. En mornentos especialmente malos para la estancia, como el ano 1847, sus rentas urbanas (donde habia inmovilizado un capital de magnitud similar al que habia colocado en tierra) le dejaron un ingreso diez veces mayor84.

La informaci6n con que contamos sobre Los Sajones, la famosa estancia ovejera de Peter Sheridan, nos ofrece otro testimonio aleccionador sobre los problemas que las empresas rurales atravesaron en esos anos. Tras la muerte de Sheridan en 1844, la administraci6n de Los Sajones recay6 por algo m6s de un ano, hasta que fue arren- dada, en James Sheridan y Thomas Hughes. SegOn el relato de los administradores, 1845, el ano en el que se declard el bloqueo anglo-frances, fue "desastroso". A las p6rdidas causadas por el mal tiempo se sum6 la cancelaci6n de un contrato "muy ventajoso" para la venta de cosecha de lana de la estancia, que s6lo pudo ser revendida aceptando una rebaja del 40 por ciento en el precio final en moneda corriente. Medida en moneda fuerte, la baja fue aun mAs pronunciada, pues el papel se depreci6 acele- radamente ese ano: la primera venta se realiz6 con un tipo de cambio de $ 200 m/c por onza de oro; la segunda, con la onza a $ 400 m/c. Esta baja del 70% en el ingreso se acompan6 de un incremento de los gastos. La estancia debi6 realizar mayores desembolsos para atraer trabajadores, que escaseaban como consecuencia de la presi6n reclutadora del Estado. Los gastos corrientes tambi6n subieron, y lo mismo sucedi6 con el tipo de inter6s del dinero que tomaron a premio para hacer frente a la

82 Juan Carlos GARAVAGLIA: "Ejercito y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860", Anuario IEHS 18 (2003), pAg. 181.

83 Citado en GELMAN, "Las condiciones del crecimiento estanciero", cit., pag. 117. 84 "Cuenta de administraci6n de la testamentaria del Doctor Tomas Manuel de Anchorena", en Sucesion

Tomas Manuel de Anchorena, AGN, ff. 7-19.

593

administraci6n. Todo ello, decian Sheridan y Hughes, trajo "el lamentable resultado de que los productos del ano fuesen menores que los gastos de la estancia". Con una nota justificadamente pesimista, los administradores pronosticaban que habia "pocos motivos para esperar una mejora en 1846". Si bien era necesario desprenderse de activos para saldar bstas y otras deudas, tanto los administradores como el represen- tante de los herederos menores de Sheridan se opusieron a toda venta con el argu- mento de que "el valor de la propiedad en consecuencia del bloqueo, etc., era a la saz6n puramente nominal"85.

Teniendo en cuenta las dificiles circunstancias que la producci6n rural atraves6 en aquel periodo, no extrana que a partir de la d6cada de 1830 y hasta su muerte, Nicolas de Anchorena se ocupase de desplazar recursos hacia otras esferas de acti- vidad. Y aunque parece probable que los contratos de venta de ganado al Estado de los que se benefici6 en esos ahos le otorgaron ventajas que otros productores no pudieron explotar, lo cierto es que sus estrechos vinculos con el r6gimen no le impi- dieron perseverar en esta conducta cautelosa86. Todo sugiere que, para el momento de su fallecimiento en 1856, el mayor propietario rural argentino de las d6cadas cen- trales del siglo era un empresario cuya fortuna no se concentraba en el sector agrario, sino que tenia su centro en el pr6stamo de dinero y la renta urbana, que en conjunto tenian clara primacia sobre sus bienes rurales. La consulta de su juicio sucesorio, iniciado en 1871 a solicitud de su nieto Fabian G6mez y Anchorena, brinda informa- ci6n muy confiable al respecto. Este documento nos ofrece una lista detallada de los bienes que NicolBs Anchorena dej6 tras su deceso, asi como tambi6n una estimaci6n del valor de parte de ellos para el aro 1871. Sus inversiones rurales, que hemos calculado en unos F$ 130.000 hacia 1828, para 1871 estaban pr6ximos a alcanzar el mill6n de pesos ($F 0,88 millones, o $ 22 millones m/c). Es importante seralar que esta cifra no contempla la totalidad del rodeo dejado por Anchorena. Tras la muerte de NicolAs, sus dos hijos recibieron un adelanto de herencia que incluia, en proporciones imposibles de determinar, tanto efectivo como ganado. Esta cesi6n fue hecha a una tasa del 7% anual, y para 1871 alcanzaba a $F 0,52 mill6n, o $ 13 millones m/c. Tenien- do en cuenta que la viuda de Nicolas, que autoriz6 este adelanto y fij6 ese tipo de interbs, no parece haber tenido intenci6n alguna de perjudicar a su nieto, el tercer heredero (que era entonces menor de edad y que, pese a la conflictiva relaci6n que luego mantendria con su abuela, no objet6 este aspecto del arreglo sucesorio), pode- mos considerar que esa tasa refleja bastante bien el incremento patrimonial que el acervo sucesorio experiment6 luego de 1856. Como ya seralamos, resulta imposible determinar cucnto de ese medio mill6n de pesos fuertes estaba integrado por ganado y cuAnto por efectivo. Pero aun si, como hip6tesis extrema, consideramos que el ga- nado constituia un 90% de esta cifra (y los adelantos en efectivo s6lo un 10%), tene- mos que, tomados en conjuntos, y a precios de 1871, los bienes rurales dejados por Nicolas Anchorena debian rondar los $ 33,5 millones m/c, o $F 1,35 mill6n. De ser asi,

85 Sucesi6n Pedro Sheridan, AGN, ff. 267, 270. 86 Es preciso senalar, sin embargo, que Anchorena no siempre parece haber obtenido beneficios en esas

transacciones. En 1837, por ejemplo, se quejaba ante Rosas de que el Estado le debia un monto equivalente al valor de doce mil reses, y amenazaba abandonar la provisi6n de ganado. "Cada dia conozco mejor que el gobierno, aunque quiera, no puede pagarme por los medios ordinarios, y yo no debo, ni puedo aventurar en mayor cuantia la fortuna de mis pupilos y de mis hijos a los azares de operaciones extraordinarias". Nicolas Anchorena a Juan Manuel de Rosas, 6 de enero de 1837, en AGN, Sala VII, 2068. En esos afos, otros producto- res, como Vicente Gonzalez, tenian mayor participaci6n en este negocio. Vease al respecto, HALPERIN DONGHI, Guerra y finanzas, cit., pag. 172.

ROY HORA 594

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856) 595

la tasa de crecimiento de los activos rurales de Anchorena entre 1828 y 1871 habria estado cerca del 5,6%. Si nos inclinamos por estimar una proporci6n mis modesta de ganado, de la mitad del adelanto, tenemos que los bienes rurales debian alcanzar los $F 1,14 mill6n. En este caso, habrian crecido a una tasa del 5,2% anual.

La importancia de un patrimonio rural superior al mill6n de pesos fuertes salta a la vista cuando recordamos que los ingresos ordinarios del Estado argentino en el ano 1871 alcanzaron los $F 12,7 millones; la fortuna rural que estamos considerando re- presentaba, entonces, alrededor del 10% de esta cifra87. Pero el patrimonio de Anchorena estaba lejos de agotarse alli. Si NicolAs Anchorena fue descripto como "el mts rico ganadero de Buenos Aires", hay elementos que nos sugieren que es necesa- rio hacer enfasis en la primera parte de esta frase ("el mas rico") tanto como en la segunda ("ganadero"). Al fin y al cabo, otros estancieros del periodo, como Felix de Alzaga (duero de mas de 76 leguas), dejaron propiedades rurales tanto o mas exten- sas que Anchorena, pero siempre estuvieron lejos de ser considerados como capita- listas del mismo rango. Para entender por qu6 Nicolas Anchorena era percibido como un hombre cuya fortuna era la primera de la Confederacion es preciso prestar espe- cial atenci6n a los demis componentes de su fortuna. Veamos, en primer lugar, sus inmuebles urbanos. Tras la muerte de Nicolas, su viuda destin6 el grueso de sus ingresos a adquirir propiedad urbana, que para 1871 estaba cerca de triplicar el valor de sus empresas rurales ($F 3,3 millones contra $F 1,14/1,35 mill6n). Con mAs de ciento veinte inquilinos, algunos de los cuales estaban lejos de ser pobres, Estanislada Arana debia ser la mayor propietaria y rentista de la ciudad de Buenos Aires, y de la Argentina toda. El patrimonio urbano que Nicolas acumul6 hacia el fin de sus dias era mas pequero, pero de todas maneras muy notable. En 1856 dej6 24 propiedades que tenian un valor de inventario de $ 32,1 millones m/c, o $F 1,3 mill6n. Es decir que cualquier estimaci6n que coloque el porcentaje representado por el ganado por de- bajo del 60% del adelanto al que nos hemos referido en el parrafo anterior (punto en el que el valor de su patrimonio rural se iguala con el urbano) da como resultado que el valor de los inmuebles urbanos de este capitalista superaba el de sus activos rurales. Aunque quiza nunca podremos saberlo con certeza, no es improbable que el valor de las empresas rurales del mayor estanciero pampeano de la primera mitad del siglo XIX fuese inferior al de sus inmuebles urbanos.

A valores de 1871, y descontando los activos liquidos, el patrimonio que Nicolas Anchorena dej6 a su fallecimiento estaba compuesto en partes similares por bienes urbanos y rurales. ,Es posible trazar un cuadro, siquiera aproximativo, del valor rela- tivo de sus propiedades urbanas y de sus empresas rurales para 1856? Desgraciada- mente, carecemos de los instrumentos (inventarios del ganado existente en las estan- cias en 1856 y 1871, un detalle de las mejoras introducidas en los inmuebles, serie de precios del ganado y del suelo, etc.) que nos permitirian avanzar en este sentido. Al respecto, s6lo puede afirmarse que el precio de la tierra en la campara subi6 marcadamente entre las d6cadas de 1850 y 1870 al calor de la expansi6n de la eco- nomia lanar, y que otro tanto debe haber sucedido en la ciudad de Buenos Aires. Es razonable suponer que el precio del suelo en los distritos centricos debe haberse incrementado de modo sostenido en una ciudad que, en lo que a ocupacion del espa- cio se refiere, no s6lo creci6 mas rapido que en etapas previas (entre 1855 y 1869, la

87 Oscar OSZLAK: La formacion del Estado argentino (Buenos Aires, 1985), pag. 261.

596

poblaci6n de la ciudad pas6 de 92.700 a 177.800, a la formidable tasa del 4,7% anual) sino que tambi6n tenia rasgos claramente ricardianos (en tanto ese crecimiento valo- rizaba en primer lugar a los distritos de asentamiento mAs antiguo, en particular a los ubicados en las inmediaciones de la Plaza de Mayo, donde Anchorena poseia el grueso de sus propiedades). En cualquier caso, quince afnos antes de la tasaci6n de 1871, la importancia relativa de cada una de estas categorias (bienes urbanos y bie- nes rurales) en la fortuna de Anchorena no debia ser muy distinta a la vigente en ese momento. Si algOn cambio en el peso relativo de los inmuebles urbanos y rurales debe sefalarse, el saber convencional sobre el tema sugiere que, considerando la veloz valorizaci6n del suelo rural durante ese periodo de "fiebre lanar", para 1856 el precio de los bienes rurales deberia haber sido comparativamente mAs bajo que el de los urbanos. Si esto es asi, la estructura del patrimonio de Anchorena para 1856 refle- jaria una incidencia de los bienes urbanos aOn mayor que la presente en 1871.

Falta considerar, todavia, una parte muy relevante de esta fortuna. La informa- ci6n contenida en el inventario de 1856 nos indica que NicolAs dej6 unas 32.000 libras esterlinas ($F 160.000) depositadas en Londres, y cr6ditos activos por unos $F 261.000. Ademrs, en distintas "cajas de fierro" en su propio domicilio, Anchorena guardaba una importante cantidad de dinero en efectivo: $ 3,2 millones en papel moneda ($F 156.000), y mAs de $F 100.000 en metalico, ademAs de cerca de 437 libras en pinas (es decir, mineral no amonedado) de plata, que debian equivaler a unos $F 8.000. Parte del dinero que NicolAs conservaba en su domicilio debia constituir una reserva de valor; otra, quizas, esperaba ser colocada en algOn negocio. Tomados en conjun- to, y a precios de 1856, estos activos liquidos alcanzaban la enorme cifra de $F 685.000 (cerca de $ 14 millones de pesos papel).

,C6mo comparar estos activos liquidos, cuyo valor s6lo conocemos para 1856, con los inmuebles (urbanos y rurales)? Dado que resulta imposible estimar el valor de estos ultimos para 1856, una opci6n mAs razonable es tomar como base de compara- ci6n al afio 1871. Para ello, debemos estimar cuAnto hubiesen representado los acti- vos liquidos en ese ano. De haber permanecido colocados a una tasa de interes similar a la que percibian en 1856 ($F 240.000 al 10%, $F 23.500 al 6%, $F 160.000 al 4%), para 1871 los cr6ditos activos de Anchorena deberian estar cerca de alcanzar los $F 1.380.000. Dado que en la d6cada de 1860 las tasas de interns tendieron a bajar como consecuencia del avance del sistema bancario, es probable que, de ha- ber vivido, NicolAs Anchorena hubiese actuado de forma similar a los herederos de su hermano Tomas, que retiraron sus dep6sitos de la plaza de Londres y colocaron el grueso de sus activos en el Banco de la Provincia, donde percibian un interes cercano al 7% anual. Si optamos por realizar una estimaci6n alternativa tomando como base esta tasa (a la que Estanislada Arana, la viuda de NicolAs, le ofreci6 adelantos a sus descendientes en ese periodo) para todos sus dep6sitos y cr6ditos activos, similar o quizas inferior al ritmo de valorizaci6n del suelo en esos afos, advertimos que los $F 423.500 que Anchorena tenia colocados a interes en 1856 debian estar cerca de alcanzar los $F 1.170.000 en 1871. Si a esta estimaci6n, mAs modesta que la anterior, le sumamos los $F 260.000 que Anchorena poseia en efectivo en su domicilio, tene- mos que el valor de sus tenencias en cr6ditos o efectivo debia ubicarse por encima de los $F 1.400.000. En cambio, si optamos por tomar como cierta la estimaci6n realiza- da con las tasas vigentes en 1856 ($F 1.380.000), resulta que los activos liquidos de este capitalista superaban holgadamente el mill6n y medio de pesos fuertes.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

Cuando comparamos esta cifra con el valor atribuido al resto del patrimonio de Nicolas Anchorena en la valuaci6n de 1871, comprobamos que sus tenencias en di- nero resultan ligeramente superiores a sus bienes urbanos o rurales. Si bien parece algo temerario avanzar mucho m6s all, de estas gruesas estimaciones a partir de los datos con que contamos, parece dificil escapar de la siguiente conclusi6n: el hombre que era tenido por el mayor terrateniente de las pampas era, al fallecer, algo mss que un terrateniente. Nicolas poseia una fortuna diversificada, cuya estructura estaba com- puesta, en partes relativamente equivalentes, por bienes rurales, bienes urbanos y activos liquidos, quizas con una ligera primacia de esta Oltima categoria.

VII. Conclusiones

La historia de Juan Jos6 y Nicolas Anchorena ofrece un punto de mira privilegia- do para entender c6mo los grandes capitalistas rioplatenses reaccionaron ante las dislocaciones que la economia de la region experiment6 en el medio siglo que suce- di6 al derrumbe del orden colonial. Vista en perspectiva, la reorientaci6n de la activi- dad econ6mica hacia la exportaci6n de productos ganaderos se revela como la prin- cipal transformaci6n de ese periodo de mayor libertad comercial. En una economia tan abierta como la que entonces comenz6 a tomar forma, y que ademas carecia de un sector secundario o terciario de envergadura, el sector de exportaci6n pronto al- canz6 una influencia sobre el funcionamiento global de la economia que seria mayor que en cualquier otra etapa (previa o posterior) de la historia argentina. De este cua- dro no resulta legitimo concluir, como se ha hecho muchas veces, que la especializa- ci6n en la producci6n primaria para la exportaci6n fuera la actitud predominante entre los miembros mas conspicuos de la elite econ6mica pampeana. Como el ejemplo de los hermanos Anchorena pone de manifiesto, poderosos miembros de este grupo respondieron a los desafios que les planteaba un contexto plagado de incertidumbres -que s6lo retrospectivamente puede describirse como signado por el ascenso irrefre- nable de la economia ganadera- adoptando estrategias cuyo objetivo principal estu- vo lejos de circunscribirse a profundizar su vinculaci6n con la producci6n rural. Descripta habitualmente como un ejemplo paradigmatico de la mutaci6n del comer- ciante colonial en terrateniente, la historia de los Anchorena nos revela que los mas poderosos capitalistas portenos de la primera mitad del siglo XIX responden a un tipo hist6rico de empresario bien distinto. En efecto, desde los afos de 1820, y hasta bien pasada la mitad del siglo, no fue la apuesta exclusiva a la actividad rural, sino la inversion en distintos campos de actividad, el principio que presidi6 la organiza- ci6n de los negocios de estos principes entre los capitalistas de la Argentina inde- pendiente.

Esta constataci6n no puede pasar inadvertida para una historiografia que tradi- cionalmente ha considerado al empresariado que emergi6 de la crisis del orden colo- nial como una elite econ6mica de neto perfil terrateniente, y que de esta premisa ha deducido una serie de corolarios referidos a la importancia (economica pero tambien social y politica) de la gran estancia ganadera y de sus duenios. Todo ello es mas relevante puesto que esta hipotesis ha sido objeto de algunos estudios criticos que, recientemente, han puesto de manifiesto la importancia de las inversiones extraagrarias de algunos grandes empresarios, y que cuestionan el caracter exclusivamente terra-

597

598

teniente del sector mas poderoso de la elite propietaria que emergio de la crisis de independencia88.

Una exploracion sistemAtica de este problema cae fuera de los objetivos de este trabajo, y s61o puede encararse a partir de un estudio que tome por objeto no a figuras individuales sino a un conjunto mas representativo de los mayores capitalistas de la primera mitad del siglo XIX. La mirada mas microsc6pica que aqui se ha intentado, sin embargo, puede ofrecer algunos indicios acerca de los motivos por los cuales algu- nos capitalistas optaron por invertir simultaneamente en distintos campos de activi- dad. En el caso de los Anchorena, antes que un modelo abstracto de organizacion empresaria, este principio result6 de la adecuaci6n de un estilo de hacer negocios madurado durante el orden colonial a una realidad economica tan incierta como novedosa. La desaparici6n de los lazos comerciales con Espafa y el Alto PerO asesto un golpe decisivo a la comunidad mercantil portefa, que en poco tiempo perdio la posicion de primacia que, gracias a los privilegios que el orden imperial le otorgaba, habia sido suya durante el periodo tardocolonial. De todas maneras, para actores cuya cultura empresaria se habia forjado en la esfera de la circulaciOn, este terreno continu6 proveyendo oportunidades para la acumulaci6n de capital. Como los ejem- plos que analizamos parecen sugerir, la p6rdida de los mercados altoperuanos y la competencia extranjera, particularmente dura en el comercio de importaci6n-expor- taci6n con el Atlantico norte, no impidiO que algunos dintmicos (o afortunados) mer- caderes lograran sobrevivir e incluso prosperar gracias a nuevos emprendimientos mercantiles. En el caso que nos ocupa, ello result6 de la reorientacion de los negocios de Juan Jose y Nicolas Anchorena, en primer lugar, hacia el trato con productos ame- ricanos como la yerba o la madera. En este terreno, los Anchorena parecen haber encontrado modos de competir en condiciones de igualdad, e incluso con alguna ventaja, con los mercaderes extranjeros.

Todo sugiere, sin embargo, que en el clima mas incierto que domino el escenario rioplatense desde la d6cada de 1810, el comercio ya carecia del atractivo que lo singularizaba en tiempos coloniales, cuando constituia la Onica actividad a partir de la cual podia erigirse una gran fortuna en el Rio de la Plata. No sorprende, pues, que los Anchorena, hasta entonces ejemplos caracteristicos del mercader que concentraba sus recursos en la actividad comercial, comenzaran a explorar nuevas esferas de actividad. Para la segunda mitad de la d6cada de 1820 encontramos a Juan Jos6 convertido en un importante prestamista, y otro tanto parece haber sucedido con su hermano Nicolas, que cuando fallecio tenia cerca de un tercio de su patrimonio en efectivo, depOsitos y cr6ditos activos. El alza de las tasas de interes que se verifico desde la d6cada de 1810 parece haber vuelto al prestamo mucho mAs atractivo que en el periodo colonial. Sin embargo, la inestabilidad monetaria que caracteriz6 a la economia de Buenos Aires desde la decada de 1820, en parte consecuencia de la fragilidad del orden politico, dio lugar a abruptas fluctuaciones en el valor del dinero (metalico y fiduciario), que incrementaron los riesgos que afrontaban quienes incursionaban en esta actividad. No sorprende, entonces, que los Anchorena intenta- ran combinar este tentador pero riesgoso negocio con otros mas seguros. Entre ellos se contaba la inversi6n en inmuebles de renta urbana, en la que desde la decada de 1820 invirtieron una parte muy sustantiva de su patrimonio.

88 GARAVAGLIA, "Patrones de inversi6n", cit.; HORA, "The making and evolution", cit.

ROY HORA

LOS NEGOCIOS DE JUAN JOSE Y NICOLAS DE ANCHORENA (1810-1856)

Por cierto, en este periodo los hermanos Anchorena tambi6n invirtieron capital en la producci6n rural. Su ingreso en esta actividad, sin embargo, estuvo lejos de ser arrollador. S61o luego de un quinquenio de cautelosa exploraci6n de este terreno, en el que cosecharon altos beneficios, las inversiones rurales de estas criaturas urbanas tomaron impetu. Y todo hace pensar que, ademAs de la elevada rentabilidad que sus estancias habian alcanzado en los anos que van de 1821 a 1825, otros factores circunstanciales los decidieron a tomar este curso de acci6n. El fen6meno inflaciona- rio que desde fines de 1825 se desat6 sobre Buenos Aires parece decisivo para en- tender los motivos que los indujeron a realizar fuertes inversiones en tierra. En esa ocasion, los Anchorena parecen haber intentado desprenderse de activos que se encontraban en riesgo de depreciaci6n, cambiandolos por otros mejor protegidos frente a los avatares del papel moneda. Cualquiera sea el caso, ello sugiere que sus decisiones de inversi6n estaban sometidas a un calculo en el que la rentabilidad y los riesgos de la inversi6n rural aparecian comparados con los que predominaban en otras esferas de actividad en las que poseian parte importante de su patrimonio.

Todo ello parece confirmarse cuando observamos c6mo evolucionaron las in- versiones rurales de los Anchorena en d6cadas posteriores. Pues el fuerte giro hacia la inversi6n rural de fines de la d6cada de 1820 no marc6 una tendencia de largo plazo en sus estrategias de inversi6n. SegOn hemos visto, desde fines de la d6cada de 1820 y por un cuarto de siglo, estos hermanos no mostraron mayor interns en continuar incrementando su patrimonio inmobiliario rural; todo sugiere, por otra parte, que desde entonces el proceso de capitalizaci6n de sus empresas rurales se realiz6 con recursos propios, y que cesaron las fuertes transferencias provenientes de otros sectores. Al respecto, parece importante recordar que en diversos momentos de ese largo periodo (particularmente durante los anos de sequia de 1830-31 y en la d6cada que va de 1838 a 1848, signada por repetidas interrupciones en el comercio de expor- taci6n y por una aguda escasez de trabajadores rurales), la rentabilidad de sus em- presas ganaderas no parece haber sido ni tan alta ni tan constante como en el quin- quenio 1821-25. Esta poderosa sefal no pas6 inadvertida. No sorprende que expec- tativas de baja rentabilidad y alto riesgo fuesen un aliciente para que los empresarios optasen por incrementar sus colocaciones fuera del sector agropecuario. La informa- ci6n con que contamos nos indica que, desde fines de la d6cada de 1830, Nicolas Anchorena parece haber girado capital desde sus emprendimientos rurales hacia la compra de inmuebles y (quizas tambi6n) el pr6stamo de dinero, que al momento de su muerte tenian clara primacia sobre sus inversiones en la campana, a punto tal que representaban alrededor de dos tercios de su patrimonio total.

Esta ultima evidencia invita a formular una observaci6n final. El hecho de que desde la d6cada de 1830 el mas exitoso de los empresarios de la Confederacibn Argentina, lejos de haber profundizado su vocaci6n terrateniente, la haya atenuado, merece ser puesto de relieve. Constatar este dato a primera vista sorprendente es, empero, menos relevante que intentar reconstruir la 16gica que impulsaba a Nicolas de Anchorena a actuar de ese modo. No resulta aventurado sugerir que la conducta de este hombre de negocios nos habla de una percepci6n sobre el porvenir de la economia de exportaci6n bastante mas desconfiada que la que se volveria dominan- te a partir del Oltimo tercio del siglo XIX, cuando el arrollador avance de la producci6n rural en las pampas, y la veloz valorizaci6n del suelo que lo acompao6, invitaron a muchos contemporaneos (y tambi6n a historiadores de tiempos mas recientes) a con-

599

600

siderar a estos procesos como datos que no podian haber escapado al juicio de los hombres de la primera mitad del siglo XIX. Como hemos intentado sugerir en este trabajo, las propias acciones de los hermanos Anchorena nos revelan que 6se no era el horizonte de ideas en el que se movian los capitalistas de esos afos, que tomaron decisiones de inversi6n en funci6n de expectativas y creencias que no eran las del futuro sino las de su propio tiempo. Visto desde la perspectiva que ofrece la historia del empresariado, es quizas en torno de este punto (que nos habla de una evaluaci6n en muchos aspectos mcs sobria sobre las promesas contenidas en la expansi6n ru- ral) que se ubica una de las discontinuidades mAs radicales entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX, que ningOn estudio sobre la elite econ6mica argentina puede dejar de tener en cuenta.

RESUMEN

Este art[culo analiza como los hermanos Juan Jos6 y Nicolas de Anchorena, dos miembros prominentes de la elite economica de Buenos Aires, respondieron a la crisis de independencia. Habitualmente se afirma que cuando el orden colonial comenzd a resquebrajarse, los grandes capitalistas porteios desplazaron sus activos del comercio a la produccidn agropecuaria. Los An- chorena (que pronto se convertirian en los mayo- res terratenientes de la Confederacidn Argentina) son usualmente descriptos como un ejemplo paradigmatico de este giro. La evidencia que

aqui se ofrece sugiere que esta interpretaci6n debiera revisarse. Una mirada atenta a los papeles comerciales de los Anchorena, asi como tambi6n a informaci6n de origen judicial, indica que mas que concentrarse en la produccion rural, estos grandes capitalistas diversificaron sus ac- tivos en distintas esferas de actividad (comercio, finanzas, renta urbana y produccion rural). Este patr6n de inversiones intentaba responder a la inestabilidad econ6mica y polftica, que constitu- y6 un rasgo decisivo de la historia rioplatense en el medio siglo que sucedi6 a la independencia.

SUMMARY

This article analizes how Juan Jos6 and Nicol,s de Anchorena, two prominent members of the porteno economic elite, reacted to the crisis of Independence. It is often argued that, as the economic environment in which colonial merchants had prospered began to crumble, large capitalists moved from commerce into cattle ranching. The Anchorenas (who would soon became the largest landholders of the Argentine Confederation) are usually described as a paradigmatic example of this shift. The evidence produced here suggests that this interpretation

requires revision. A close examination at the Anchorena brothers' papers, and to judicial sources, indicates that, rather than concentrating on rural production, these large capitalists diversified his assets into several spheres of activity -commerce, finance, urban rents and rural production-. I argue that this pattern of investment emerged as a result of businessmen's attempts to cope with economic and political instability, which was a recurrent feature of River Plate history in the first half century after independence.

REGISTRO BIBLIOGRAFICO

HORA, Roy "Del comercio a la tierra y mas alla: los negocios de Juan Jose y NicolAs de Anchorena (1810-1856)". DESARROLLO ECONOMICO - REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES (Buenos Aires), vol. 44, Ng 176, enero-marzo 2005 (pp. 567-600). Descriptores: <Historia econ6mica> <Elite> <Comercio> <Anchorena> <Argentina>.

ROY HORA