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FRAGMENTUM PETRONII

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FRAGMENTUM PETRONII

FRAGMENTUMPETRONII

Introducción, traducción y notasde

Joaquín Álvarez Barrientos

ESPUELA DE PLATA

José Marchena

Para Alberto González Troyano

© 2007. Ediciones Espuela de Plata

© Introducción, traducción y notas de Joaquín Álvarez Barrientos

Depósito Legal: S. ISBN: 978-84-96133

Impreso en España Printed in Spain

Diseño de cubierta: Equipo Renacimiento

INTRODUCCIÓN

L AS mistificaciones artísticas, literarias, científicas parecenser algunas de las actividades preferidas de los hombres deletras y de ciencias. Es como si la necesidad de divertirse a

costa de la credulidad de los colegas fuera para muchos algo impa-gable y tentación imposible de eludir. En muchos casos las falsifica-ciones tienen motivaciones económicas; a veces, son inducidas porintereses que quieren defender supuestos derechos adquiridos poraristócratas y órdenes religiosas; en otras ocasiones, se trata de con-firmar con falsedades teorías, opiniones, etc. También pueden serun juego y una forma de reivindicar un lugar en la República delSaber.

En el caso de Marchena y su Fragmentum Petronii, junto a otrasrazones que se exponen después, posiblemente el motivo que leestimuló fuera mostrar a la República del Conocimiento, desde su

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LA FALSIFICACIÓN

En 1792 José Marchena abandona España para exiliarse a Fran-cia, país en el que desarrolló una intensa actividad propagandísticay política. Esa actividad tanto le procuró cargos públicos como des-tierros y cárcel, pero en ningún momento sirvió para que dejara deinteresarse por las corrientes literarias, culturales e ideológicas de sutiempo. Marchena estaba al día y daba a conocer a sus compatrio-tas, desde el exilio, las novedades en aquellos campos que le pare-cían interesantes. Parte de esta publicidad la llevó a cabo mediantetraducciones que, en su caso, eran además un modus vivendi. Así, sitradujo a Voltaire, a Volney, a Rousseau o a Montesquieu, tambiénconoció y presentó a los españoles los novedosos y supuestos poe-mas de Ossián, la polémica impostura publicada a partir de 1760

por James Macpherson, que, de ser un intento por alcanzar renom-bre literario y cierta estabilidad económica, pasó a convertirse enuna causa política y nacionalista al pretender ensalzar la cultura yliteratura oral celtas, como modo de autorizar la identidad escocesaen un momento en que se buscaban sus rasgos diferenciadores. Enesta falsificación, que casi acabó siendo un proyecto «de Estado»,participaron y estuvieron comprometidos en distintos grados escri-tores y políticos escoceses como Hugh Blair, David Hume, HoraceWalpole, David Dalrymple y el primer ministro del gobierno deJorge III en 1762, el conde de Bute (Stafford, 1988, pp. 163-183).Las acusaciones de falsedad llegaron pronto –en 1775 la del doctorJohnson, desde su A Journey to the Western Island of Scotland– ytambién los desacuerdos políticos, pues los poemas de Macpherson

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periferia o incluso desde fuera de ella, la debilidad de sus presu-puestos y métodos científicos, a pesar de encontrarse en unmomento de notable desarrollo de las técnicas filológicas e históri-cas de estudio, tras los notables avances iniciados en el siglo XVI

(Álvarez Barrientos, 2003; 2006). Cuando realiza la superchería lite-raria, Marchena no pertenece a ninguna institución académica, enrealidad nunca perteneció a ninguna, aunque más tarde su nombrefigurara entre los que iban a formar la Academia Nacional de José I.A pesar de su situación colateral, su erudición, sus muchas capaci-dades y amplios conocimientos quedan de sobra sancionados porsus trabajos y por los comentarios de quienes le conocieron, inclusosi esas observaciones no siempre eran positivas para él, como lafamosa de Madame de Staël, que le consideraba «una falta de orto-grafía de la naturaleza», según comenta Andrés Muriel en su Histo-ria de Carlos IV (BAE 114, p. 197b). Otros pensaban que su nom-bre ocuparía un lugar distinguido, tanto en la historia políticacomo en la literaria; y que «los tiros que contra él dirigió la malicia,sorprendiendo la sencillez, si bien surtieron el efecto de herir suamor propio […], nunca podrán eclipsar la gloria de su mérito»(MacCrohon, 1821, p. 23).

Cuantos se han acercado a la figura de José Marchena (1768-1821) destacan su aprovechamiento en estudios clásicos y lo buenlatinista que era; razones, entre otras, por las que pudo realizar concredibilidad la falsificación de Petronio. Como se verá después, susconocimientos eran mucho más amplios, y todos se concitaronpara llevar adelante este trabajo.

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interesa señalar ahora es que se encontraba en Basilea con el ejérci-to, y que, según Antonie de Latour, escribió una canción muy subi-da de tono, por lo que el general Moreau le reprendió. Para defen-derse, Marchena argumentó que sólo era la traducción de un trozode Petronio que había encontrado y copiado en el monasterio suizode Saint-Gall. Y, dos días después, le presentaba el texto (1869, p. 65).

El fragmento, escrito en latín, completaba una de las lagunasdel Satiricón y, gracias a los grandes y buenos conocimientos lin-güísticos que Marchena poseía, pasó por auténtico, a pesar de losexámenes a que fue sometido. Recomponía un hueco en el capítuloveintiséis, tras la palabra verberabant. La obscenidad del texto, asícomo su gramática y estilo, hicieron que la imitación resultara per-fecta a los especialistas, pues no hay evidencia interna de hallarseante un contrafacto. La razón de este éxito estaba, además, en quelo compuso con palabras y expresiones tomadas de la novela dePetronio. Según recuerda Latour (1869, p. 65), «Alemania mismafue confundida, y uno de sus más grandes críticos proclamó muyalto, en un periódico, la autenticidad del trozo». A pesar de losintentos, no ha sido posible localizar a este gran crítico, pues lascolaboraciones en la revista donde escribió van sin firma.

La verdad es que Marchena demuestra en su falsificación, nosólo saber mucho latín, sino también estar al tanto de los métodosde falsificación y de lo que sucedía con Petronio y su Satiricón. Merefiero a que, desde los primeros hallazgos de la obra, éstos fueronparciales y fragmentarios, y a que desde entonces no fueron pocoslos que quisieron anotar y llenar los huecos que tales descubrimien-

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no aludían a los celtas en Irlanda, lo que provocó el ataque de losirlandeses, que pensaban que Macpherson se apropiaba para Esco-cia una epopeya que les pertenecía (Montiel, 1974, p. 24).

José Alonso Ortiz, en 1788, y Pedro Montengón, en 1800, tra-dujeron algunos de estos versos, pero Marchena, al parecer, habríapuesto en español y anotado la obra entera, de la que publicó seisfragmentos en 1804 en el periódico de su amigo Quintana, Varie-dades de Ciencias, Literatura y Artes (Montiel, 1974, pp. 53-73).1 Esposible que no fuera ajeno a su interés por el bardo celta el queNapoleón se mostrara decidido admirador de Ossián. En cualquiercaso, Marchena no desconocía ni el eco que los poemas ossiánicoshabían tenido en toda Europa desde el punto de vista estético, nilas polémicas sobre su autenticidad, que habían llevado a que secrearan dos comisiones para juzgar sobre el particular.

Y tampoco le eran ajenas estas formas de metaliteratura que sonlas supercherías literarias al estilo de la de Macpherson y otros. En1800 le encontramos nombrado inspector de contribuciones en lospaíses conquistados por Bonaparte, y agregado al Estado Mayor delejército del Rin, que comandaba el general Jean-Victor Moreau,amigo que Mme. de Staël, como el mismo Marchena lo fue duran-te un tiempo. Las circunstancias de este nombramiento, así comola posible intervención de Sièyes, que estaría recompensando alsevillano los servicios prestados en la preparación del golpe del 18

de Brumario, quedan recogidas en Fuentes (1989, p. 188). Lo que

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1. Se pueden encontrar en el tomo primero de sus Obras literarias, publicadaspor Menéndez Pelayo. Marchena (1892).

guarda en la escritura subyacente el Código de Eurico» (1968, p.cvi). Y, en efecto, a la hora de componer el cuadro y las circunstan-cias necesarias para dar credibilidad a su hallazgo, Marchena recu-peró las de un hallazgo real, realizado dos años antes en la Bibliote-ca parisina, de donde salió su proyecto fracasado. Andrés Muriel,en su Historia de Carlos IV, al referirse al sevillano, cuenta que en1798 había solicitado al rey una pensión para investigar sobre asun-tos relativos a España en la Biblioteca Nacional francesa. En supetición refería algunos de los manuscritos de interés para su estu-dio, entre ellos los relativos a las leyes visigodas,

inéditas y absolutamente desconocidas hasta ahora, que se leen enun códice del siglo VII, donde están las obras de San Jerónimo yGenadio, De viris illustribus.2 Estas leyes se hayan esparcidas enquince o veinte páginas, desde la 71 hasta la 144, y aunque se hanraspado y sobre el mismo pergamino se han escrito los dos tratadoscitados, sin embargo, muchas de esas leyes son aún legibles y pre-ciosísimas por su antigüedad (BAE, 114, p. 197).

Marchena continuaba explicando el interés de estos textos parala historia de España. La petición fue rechazada a causa del informeque José Nicolás de Azara envió al ministro Saavedra, en el queindicaba, entre otras cosas, que había escrito un libro defendiendoel ateísmo, en alusión a su Essai de Théologie, de 1797.3

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tos dejaban a la vista. Así, por ejemplo, en 1650, Masimo Statileodescubrió un trozo que narraba la famosa cena de Trimalción,publicado en 1664. Este fragmento, al parecer auténtico, sufriócomo es lógico las mismas pruebas que cualquier otro para diluci-dar su carácter y, junto a quienes pensaron que era verdadero, huboquienes no lo creyeron (Grafton, 1990). Más tarde, François Nodotutilizaría el mismo recurso al fragmento para dar a conocer susupuesto hallazgo, y lo mismo Marchena.

Con gran inteligencia y conociendo los métodos empleados porlos falsificadores para hacer verosímiles sus descubrimientos, ade-más de construir un magnífico trozo petroniano, el sevillano prepa-ró todo un marco contextual y paratextual útil para distanciarse delhallazgo y dar autoridad al mismo. Así pues, en principio, lo quehabría encontrado en la biblioteca del monasterio de Saint Gallsería un pergamino con textos del siglo XI de Genadio de Marsella,en los que éste hablaba de los deberes de los sacerdotes. Fue debajode estos donde encontró, semiborrados, los restos de otra escrituraque, una vez desentrañados, resultaron ser de Petronio. MenéndezPelayo considera que en la base de este modo de hacer está el carác-ter curioso y ávido de novedades de Marchena, quien «en los cuar-teles de invierno del ejército del Rin volvía sin querer los ojos aaquellos dulces estudios clásicos que habían sido el encanto de losalegres días de su juventud en Sevilla. Entonces forjó su breve frag-mento de Petronio» (1942, p. 154). Manuel Díaz y Díaz, por suparte, comenta a este respecto que la idea de fingir un palimpsesto«le vino, sin duda, de su plan de investigación, presentado en vanoen 1798, del códice rescripto de la Biblioteca Nacional de París que

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2. Genadio continuó el De viris illustribus iniciado por San Jerónimo.

3. Menéndez Pelayo (1942, pp. 163-164) comenta que, si hubiera podido trabajar sobre esos manuscritos, se habría adelantado a Knust, que copió esos

logos, cuanto esas mismas notas que lo acompañan y abruman. Seha hablado de que el sevillano quería ridiculizar la tradición filoló-gica francesa y germana –de hecho, quien supuestamente traduce elfragmento es un doctor en Teología llamado Lallemandus, que sesuele interpretar como latinización del francés allemand–, así comola costumbre de aquellos que deparan aplastantes aparatos queocultan el objeto de estudio; también que deseaba embromar a losque dedican su tiempo y esfuerzos a la anotación de bagatelas. Y esposible que estos objetivos, sobre todo los primeros, figuraran entreotros.

Pero si acudimos a las notas, su coherencia temática, extensióny erudición indican que el fragmento se escribió para poder ofrecerun mensaje de libertad, ironía y goce de la vida en forma de un tra-tado breve, anotación erudita sobre diferentes aspectos, no ortodo-xos, de las costumbres y relaciones sexuales. Esta perspectiva es ava-lada por Firebaugh (1922) en su traducción al inglés del relato, yaque señala, siguiendo a un tal Davenport, contemporáneo de Mar-chena, que éste preparaba notas sobre lo que llamaban «ForbiddenSubjects», que resultan ser los textos sobre asuntos eróticos. Parapublicarlas, como si se tratara de diferentes capítulos de una obra,es para lo que fingió el fragmento. Todo ello convertiría al Frag-mentum Petronii en uno de los pocos testimonios de la actividadlicenciosa de Marchena, como señala Fuentes (1989, p. 190).

He indicado más arriba que Lallemandus seguramente significa«El alemán», que es como tradicionalmente se explica ese nombre.Sin embargo, podría tratarse de otro guiño, dado que, como se verádespués, el Fragmentum y sus notas se fraguaron en el Cuartel

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Como puede observarse, el erudito describe la misma situacióndel manuscrito, en este caso real, que sólo dos años después utiliza-rá para hacer verosímil su invención, que es muy afortunada, pues,siguiendo lo que había sido práctica habitual en la escritura medie-val, dice descubrir un texto religioso sobre el de otro autor, latinoen el caso de la falsificación: «en esos siglos de ignorancia era habi-tual escribir libros eclesiásticos sobre códices que contenían lasobras de los mejores autores de la latinidad». De esta forma, si criti-ca a la Iglesia por ignorante, prepara ya el que será uno de sus asun-tos de más interés, explícito y desarrollado en las notas, como esexplicar la «heterodoxia» sexual con el libro de la Iglesia, la Biblia, ala que utiliza como una de sus fuentes de erudición erótica.

Ahora bien, la versión de la historia que da Latour, que fuera lareprimenda del general por cantar una canción lúbrica lo que des-encadenara la redacción del fragmento, parece demasiado literaria,y en ella se presenta además al falsificador con los caracteres de faci-lidad creativa propios de la mixtificación romántica, característicosde la mentalidad que tiene en el literato a un héroe, a un genio. Pormucho que Marchena dominara el latín, componer el fragmentohabía de llevarle más de dos días, y no digamos ya las seis largas yeruditas notas, dado que, además, lo interesante de esta falsificaciónno es tanto el trozo del supuesto Satiricón, que lo fue para los filó-

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fragmentos visigodos en 1828, y a Bluhme, que los publicó en 1846. Por otro lado,«el haber fijado su atención en el palimpsesto de París y haber comprendido suimportancia en 1798, es, sin duda, uno de los rasgos que evidencian el claro enten-dimiento de Marchena, siempre que su monomanía enciclopedista no le pertur-baba el juicio». Véase también Fuentes (1989, pp. 179-180).

acabo de señalar. Comenta que Marchena compuso el fragmentomientras el ejército estaba en sus cuarteles de invierno, que fue elprimero en darse cuenta de que en el relato de Petronio había unvacío a la altura del capítulo veintiséis, que rellenó con su compo-nenda, y hace constar también que eran cinco y no seis las notasque había preparado. Años más tarde, siguiendo a Schoell, Qué-rard, en sus Supercheries littéraires dévoilés, avala esta versión de loshechos, pero aporta algunas novedades, como la de ser varios losautores de los apéndices eruditos:

Marchena y algunos amigos suyos –traduzco– tenían en unportafolios, y querían imprimirlas, cinco notas sobre asuntos eró-ticos. Como no encontraron texto al que pudieran adaptarlas,Marchena fabricó uno, y eligió un pasaje de Petronio, en el queinsertó un relato que, ofreciendo una ligazón maravillosa entre loque precede y lo que sigue, parece colmar una laguna que nadiehabía señalado aún (1869, I, col. 11).

Por lo tanto, y según este autor, en el proyecto estuvieron impli-cados otros compañeros de Marchena que contribuyeron con sutrabajo a elaborar las eruditas notas. De ser así, y dada la intenciónde publicarlas, hay que suponer que la elección del tema erótico nofue inocente, y que con esa publicación se quería proporcionar unmaterial con un objetivo determinado. En todo caso, es claro queparticipó en la elaboración de las notas, cinco según este autor, yque a él y solo a él se debe la invención del fragmento, que entraríaen la categoría de lo que Nodier (1828, pp. 134-137) denominó«supposition de passages». La existencia de un grupo trabajando

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General de Moreau. Sin desdeñar la intencionalidad de crítica filo-lógica, puede darse el caso de que Marchena estuviera aludiendo aCharles François-Antoine Lallemand, militar francés muy aprecia-do por Napoleón, que nació en 1774 y murió en 1839, tras unainteresante vida de exilio y negocios no siempre claros en los Esta-dos Unidos, donde llegó a fundar una colonia ilegal, que se llamó«Champ d’Asile», en la que recogería a los militares franceses bona-partistas allí exiliados. Lallemand participó en la batalla de Water-loo y negoció la entrega de Bonaparte, pero antes había interveni-do en campañas en España, Egipto y Francia desde 1792. Tenía unhermano, Henry Dominique, también militar, y tanto podría tra-tarse de una alusión a uno como a otro (Six, 1974; Garnier, 1987;Michaud, 1968; Ratchford, 1969; Reeves, 1905). Considerando queMarchena dedica su superchería al ejército del Rin y que en ellaparticiparon varios compañeros militares, pensar que Lallemanduspueda ser Lallemand quizá no sea una especulación muy descabe-llada y sí coherente con esa dedicatoria y con los juegos de referen-tes que maneja. Por otro lado, Lallemand estaba en relación conJunot, del que fue Ayuda de Campo, y con Pichegru, que eraamigo de Moreau, a cuyo servicio estuvo Marchena. Es decir, quese da una situación de cercanía y posible conocimiento, aunque nofuera personal, que puede avalar, a falta de mayores detalles, eseposible guiño privado entre aquellos que estuvieran en el secreto dela falsificación, pues, como se verá a continuación, Marchena noestuvo solo en el proyecto.

Friedrich Schoell (1808, pp. 239-240), más cercano en el tiempoa los hechos que Latour, explica la invención en la línea de lo que

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pesar de que, según unos, el librero- editor, que estaba en el secre-to, alertó del error en diferentes periódicos (Schoell, 1808, p. 240;Quérard, 1869, I, col. 11). Según otros, como el mismo MenéndezPelayo, fue Marchena quien confesó en la prensa, unos tres o cua-tro años después, que el responsable de todo era él.

Diversas pesquisas me permiten aclarar ahora este y otros extre-mos que habían quedado en la nebulosa de la tradición erudita. Helocalizado la revista en que el sabio alemán publicó su reseña apro-batoria y así he podido saber quién destapó en la prensa la autoríade Marchena. Son datos que aclaran puntos básicos, como se verá acontinuación, aunque, como ya adelanté, no he llegado a saberquién fue el crítico famoso. Éste, que no firmó sus trabajos, segúnla costumbre de la revista, publicó tres reseñas, no una, en la Allge-meine Literatur-Zeitung en 1801, en los «Suplementos» de estarevista, que se editaba en Jena desde 1785. En esos tres artículosmatiza su primera opinión, que era absolutamente favorable a laautenticidad del fragmento. Los artículos son estos:

—, «Römische Literatur», Allgemeine Literatur- Zeitung. Ergän-zungsblätter («Revision der Literatur für die Jahre1785-1800»[Jena y Leipzig]), nº 103, año 1, vol. 2, 1801, cols. 196-198.

—, «Römische Literatur. Nachtrag zu der Recension von PetroniiFragmentum ed. Lallemand [sic]», Allgemeine Literatur- Zeitung.Ergänzungsblätter («Revision der Literatur für die Jahre 1785-1800» [Jena y Leipzig]), nº 107, año 1, vol. 2, 1801, cols. 123-124.

—, «Noch ein Nachtrag zu der in den Ergänzungsblättern Nr. 103

u. 107. [sic] befindlichen Recension von Fragmentum Petronii ex

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puede explicar la rapidez con que parecen haber sido realizadas lasnotas y la abrumadora erudición; es, desde luego, posible que con-taran con alguna biblioteca cerca. Por otro lado, todo el asuntoevoca el mundo de los salones desde donde se proyectaban distin-tas actividades literarias.

La portada del folleto publicado en 1800 es esta: Fragmentum/Petronii/ ex/ Bibliothecae Sti. Galli/ Antiquissimo mss. excerptum,/nunc primum in lucem editum./ Gallice vertit ac notis perpetuis illus-travit/ Lallemandus, S. Theologiae Doctor./ 1800, y responde a lasportadas de otras publicaciones anteriores relativas a ediciones dePetronio. Otro ejemplo de los conocimientos de Marchena.4 Estáescrito en francés, salvo el fragmento, que va en latín y es luego tra-ducido. Recuerda Schoell, y con él otros, que la falsificación era detal calidad que muchos sabios de mérito la tuvieron por original, enespecial parisinos, lo que dio lugar a que «el gobierno helvético dela época, al que se había solicitado información, llevara a cabo unaespecie de encuesta jurídica sobre su autenticidad» (1808, p. 240).Consecuencia de esta consulta fue que uno de los críticos más res-petables de Alemania, como se ha visto, declarara en la Gaceta Lite-raria Universal de Jena (Marchena, 1865, p. V; Menéndez Pelayo,1942, p. 158) que no se podía dudar de su autenticidad. Recuérde-se que en aquel momento Jena contaba con figuras de la talla de loshermanos Schlegel, Tieck y otros. La broma siguió funcionando, a

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4. Fragmento de Petronio, de la Biblioteca de Saint Gall. Extracto de un manus-crito antiquísimo, editado ahora por primera vez. Traducido al francés e ilustrado connotas seguidas. Lallemandus, doctor en Teología, 1800.

de Basilea, había mandado una carta, fechada el 10 de octubre de1801, al periódico Reichsanzeiger, carta que se publicaba en el nº295, el 10 de noviembre. En ella se hacía eco de lo comentado porel reseñador en la revista de Jena y aclaraba que él había publicadoaquella superchería, y «que el autor tanto del texto como de lasnotas es el amigo de Brissot que ha alcanzado fama en la Revolu-ción Francesa, el español Marchena». Comentaba además el editorque

no todos los momentos de estos hombres estaban consagrados apreparar campañas, también se dedicaban a los placeres literarios ya los juegos sociales. Fruto de estas actividades fueron las notasañadidas al fragmento de Petronio que los oficiales del CuartelGeneral desearon imprimir, por lo que se buscó un pretexto parasu publicación. Lo más natural era crear un texto para esas notas,y Marchena tuvo la idea de completar una laguna del Petronio,porque era la manera más fácil de aludir a muy diferentes cosas enpocas páginas (col. 3874).

El periódico Reichsanzeiger (Índice imperial) es el que desde1791 se publicaba con el título de Der Anzeiger en Gotha, cerca deJena, bautizado con el nuevo título desde 1794. Así pues, si es cier-to, como ha repetido la crítica, que el famoso erudito alemán semanifestó de forma afirmativa acerca de la autenticidad del frag-mento, es también cierto que pronto mostró sus dudas sobre el par-ticular y que acabó reconociendo su error.

Por otro lado, el editor Decker aclaraba todos los extremos rela-tivos a la falsificación, a la motivación de los falsificadores y al

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biblioth. St. Galli antiquiss. codice etc. ed. Lallemandus», Allge-meine Literatur- Zeitung. Ergänzungsblätter («Revision der Lite-ratur für die Jahre 1785-1800» [Jena y Leipzig]), nº 156, año 1,vol. 2, 1801, cols. 623-624.

En el primero de ellos (n.º 103), se muestra convencido de quese ha descubierto un fragmento auténtico, pero le preocupan lasnotas, que considera superficiales, y sólo útiles «para el entreteni-miento de los diletantes, pero de ninguna manera para la explica-ción o la corrección del texto» (col. 198). La perspectiva filológicaes clara, y las notas, eruditas sí, no aportan nada al conocimientodel fragmento. En el segundo (n.º 105) empieza a dudar de laautenticidad porque hace un importante hallazgo: descubre que laspalabras que siguen a las líneas encontradas no son las de Petronio,sino las del falsificador François Nodot. Así pues, destaca que elfragmento ya no conecta sin ruptura con el texto auténtico de suautor. Se da cuenta también, revisando las notas, de que hay «unamezcla rara de ideas burlescas, explicaciones graciosas y alusionessatíricas» (cols. 123- 124). Además, comenta que el nombre del edi-tor, Lallemandus, le había parecido ficticio desde el primer momen-to. Sin embargo, destaca que sigue considerando auténtico el esti-lo, salvo la palabra satyrico (en lugar de satyrio). Es en el tercerartículo (n.º 156) en el que admite que ha sido objeto de un enga-ño, puesto que ha tenido conocimiento de que la falsificación ya hasido descubierta.

En efecto, el asunto había sido esclarecido por el dueño de lacasa editorial que imprimió el Fragmentum. Johann Decker, editor

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tingué par la prodigieuse variété de ses connaisances» (1803, I, p.343). Por su parte, Schoell (1808) y Brunet (1922, col 577) seinclinan por que la edición se hizo en Basilea.5 Ahora sabemos,gracias al propio editor Decker que, en efecto, lo fue en Basilea, yen 1800.

En todo caso, a pesar de la declaración del impresor, la falsifica-ción estuvo funcionando como trabajo auténtico al menos hasta1804, que es cuando Gabriel Peignot publica el suplemento a suDictionnaire de bibliologie, y en él no sabe si el manuscrito encon-trado supuestamente en Saint Gall es auténtico, ni si su traductor(no su falsificador, claro) es Marchena, de modo que reseña en notaque le aseguran que quien se oculta tras el pseudónimo de «Lalle-mandus» es, en tanto que editor y traductor, «M. March..a, espag-nol» (1804, p. 251). Repárese en que Peignot está peor informadoen 1804 que Noël en 1803 respecto del papel de Marchena en todoel asunto.

Tras conocerse que él era el autor de la tropelía, vuelve a París,pero allí le espera una vuelta de tuerca sorprendente. Se encuentra

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modo en que trabajaron: Marchena pergeñó el fragmento para col-gar del mismo las notas, y toda la superchería es fruto de un entre-tenimiento de salón en el que participaron varios oficiales.

Conocer el nombre del editor permite solucionar otro proble-ma, cual es el del lugar de impresión del folleto, extremo hastaahora conflictivo. Se imprimió, como se indicó, sin datos biblio-gráficos en 1800, lo que da señales de su evidente carácter clandes-tino, a pesar de lo cuidadosamente editado que está. De hecho, haysólo un par de erratas. Esta clandestinidad habla de la forma en quese divulgaban determinados conocimientos e ideas, de ese «liberti-naje erudito» al que se refirió Iris Zavala, que, en este caso, tienemuchas vinculaciones con la narrativa pornográfica de la época(Goulemot, 1991). Nada se sabe respecto de la tirada, ni sobre sudistribución, aunque por su rareza pronto fue una codiciada pieza.Por otro lado, a juzgar por el eco entre los eruditos, parece queentre ellos sí tuvo cierta difusión, aunque Menéndez Pelayo opina-ba que era un folleto más conocido que leído.

Su clandestinidad llevaba a no saber con certeza el lugar deedición, ni siquiera la fecha, que algunos ponen en duda. Así,Menéndez Pelayo piensa que en realidad, apareció en 1802 y enBasilea, pues allí se encontraba Marchena (1942, p. 156). Creoque razona de este modo porque parece desconocer la primeraedición y trabajar con la segunda, que es idéntica, pero con fechade 1802. François Noël, por su parte, piensa que el lugar donde seestampó fue en Estrasburgo. Noël, como muchos en la época ydespués, destacaba el «arte» con que se había hecho la broma yañadía que se debía a «un jeune espagnol nommé Marchena, dis-

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5. En las guardas del ejemplar que se conserva en la Biblioteca Nacional deEspaña, alguien escribió ese fragmento de Noël: «En 1800 a été publié à Stras-bourg ce prétendu fragment de Pétrone. Le style de Pétrone est imité avez assezd’art… on m’assure que ce badinage est dû à un jeune espagnol nommé Marche-na, distingué par la prodigieuse variété de ses connaissances, etc. (1) Noël page343, tome 1er. des poësies de Catulle.

(1) Traditus hunc Natalem qui fuis eruditissimus nebulo Venerique plus quamdecem addictus, hujusce editionis procurandae fuisse participem imprimisquecommentario libidinosam manum admovise.

influyera el prurito nacionalista de ser un alemán el supuesto des-cubridor y anotador de un nuevo fragmento de Petronio. De modoque, si en la falsificación de Marchena no había intención naciona-lista, como sí la hubo en el caso de Ossian, su trabajo sí pudo pro-ducir una consecuencia cegadora de este tipo en algunos miembrosde la República Literaria germana. También hay que recordar que,por lo general, los falsarios cuentan con la predisposición de loseruditos a ser engañados, como señala Grafton (2001, p. 81), lo queen este caso se evidencia además en que los filólogos no considera-ron que el folleto se publicaba sin pie de imprenta, es decir, deforma clandestina. Mencke ya había aludido a la credibilidad delgremio al colocar precisamente en el frontispicio de sus disertacio-nes sobre la charlatanería de los eruditos una estampa titulada «Elmundo quiere que lo engañen», haciendo referencia a la poblaciónde la República del Conocimiento (Grafton, 1985; Álvarez Barrien-tos, 1998).

Interés tiene, por otro lado, la reimpresión de 1865, que apare-ció con el falso pie de «Soleure», con una introducción biográfica,a cargo del «bibliófilo Jacob», en realidad Paul Lacroix, conocidopor sus ediciones reducidas y cuidadas y sobre asuntos escabrosos.Como figura al final del mismo libro, se publicó en Bruselas, en lasprensas de A. Mertens e hijo, con tirada de 100 ejemplares numera-dos, más veinte en papel superior, de lo que también se hizo ecoStephen Gaselee en 1910 en su revisión de la primera traducción alinglés del Satiricón. La edición de 1865 formaba parte de un pro-yecto del no menos conocido bibliófilo J. Gay, que pretendía publi-car «Raretés bibliographiques. Réimpressions faites pour une socié-

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con que un filólogo llamado Eloi Johanneau declara que el frag-mento famoso es en realidad una interpolación antigua, realizadapor un monje del siglo XII, que recuerda haber leído tiempo atrás.Indicaba también que el pasaje era más largo y más erótico que elpresentado por Marchena, y que él lo había descubierto en laBiblioteca Imperial de París. Según Paul Lacroix, que es quiencuenta esto en su «Notice sur le Fragmentum Petronii» de la ediciónde 1865, Marchena habría quedado estupefacto al tener en susmanos el pastiche de Johanneau. Al parecer se conservaba aún, entiempos de Lacroix, en poder del barón de Schonen (1865, p. 4),desconozco dónde pueda estar hoy. En todo caso, el métodoempleado por Johanneau es el mismo que más tarde utilizaría elprofesor Eichstaedt, cuando dio cuenta de la siguiente falsificaciónde Marchena en 1806, sobre Catulo, a la que aludiré después.

Diferentes bibliógrafos –Peignot, Quérard, Brunet– señalan queel folleto de 1800 se volvió en seguida una rareza, dada su cortatirada, y que alcanzó precios muy elevados; esto es lo que llevó aLacroix a reeditarlo en 1865, quien también recoge la opinión deQuérard de que fueron varios los amigos que colaboraron en la ela-boración de las notas y que solo fue Marchena quien realizó la fal-sificación del fragmento del Satiricón.

Hoy llama la atención que, a pesar de lo bien tramada que estáen sus aspectos técnicos, los eruditos no percibieran el tono decidi-damente irónico y burlón que caracteriza, por ejemplo, a todos lospreliminares, en especial a la dedicatoria al ejército del Rin y alnombre del «editor»: Lallemandus, S. Theologiae Doctor, pero esposible que en la consideración positiva de los sabios germanos

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pasaban por Italia realizando su Grand Tour.7 Este Fragmentum seanunció en el Journal de Littérature Française. Catulo, con supoema «Ad Lesbiam» y el epitalamio de Manlio y Julia, había apa-recido ya en el Fragmentum Petronii. En esta ocasión el objetivo delsevillano no fue tanto engañar a la sociedad sabia y divertirse, cuan-to recordar su presencia en el mundo de las letras y hacer evidentesu broma, pues los versos de Catulo, en flagrante anacronismo, alu-dían a la Revolución Francesa y a los diferentes triunfos de Napo-león en Egipto y otros escenarios bélicos, además de referirse en laintroducción a «su» Petronio de 1800 y al error del sabio que loautorizó: «Si yo hubiera estudiado latinidad en el mismo colegioque el célebre doctor en Teología Lallemand, editor de un fragmen-to de Petronio, cuya autenticidad fue demostrada en la revista ale-mana Gaceta Literaria Universal de Jena, probaría, por comparaciónde este fragmento con lo que nos queda de Catulo, que sólo puedeser suyo. Pero confieso mi insuficiencia, y dejo esta tarea a plumasmás ejercitadas que la mía» (cit. por Schoell, 1808, p. 185).

Esta vez los eruditos vieron la broma y el profesor Eichstaedt, dela Universidad de Jena, «para vengar a uno de sus antiguos compa-ñeros», destacó los errores que contenía el texto, aunque lo hizocon humor y tratándolos como «variantes». Como Johanneau añosantes, indicaba que lo presentado por Marchena era parte de unfragmento mayor que poseía la biblioteca de su Universidad. Hizoesto en un discurso pronunciado el 7 de agosto de 1807, con moti-

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té de bibliophiles, à cent exemplaires numerotés, plus deux surpeau vélin et quatre sur papier de Chine, plus 20 exemplaires petitin-8º, sur papier de Hollande», como se indica al final de la reim-presión (Véase también Pia, 1998, p. 292). Todavía vería la luz elfragmento otras veces en antologías, y casi siempre sin las notas,que son hoy lo más interesante, y en diferentes ediciones del Satiri-cón de Petronio, como la de Nisard, la de Vorberg (1923) y la deDíaz y Díaz (1968). Que continuara imprimiéndose el fragmentoen antologías latinas y ediciones de Petronio dice de los criterios dela erudición del momento, que, sabedora de su falsedad, lo seguíapresentando, en atención a sus valores lingüísticos, o, como en elcaso de la antología de Noël, porque recogía, además de los textosde varios autores latinos y otros relativos a Venus, aquellas parodiase imitaciones de interés. A veces se señala que publicar el fragmen-to es un homenaje al talento del español.6

La actividad falsificadora de Marchena no terminó aquí, puesen 1806, en la prestigiosa casa Didot de París, publicó su Fragmen-tum Catulli, donde «recuperaba» un trozo perdido del Epitalamiode Tetis y Peleo, que acababa de descubrirse en Herculano. De pasohay que decir que, desde que se comenzaron las excavaciones enPompeya y Herculano a mediados del siglo XVIII, la falsificación deobjetos se disparó, en gran medida para satisfacer a los viajeros que

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6. En todo caso, algo similar sucedió con otras falsificaciones, como la deAdolfo de Castro y El buscapié cervantino, publicado junto con el Quijotemucho tiempo después de conocerse la superchería del gaditano. Véase Castro(2005).

7. Para el Grand Tour, Wilton y Bagnimini (1996); sobre métodos y familias defalsificadores, Bindman (2002).

faltas a tu compromiso? Pero esto no quedará sin castigo; tú y tuamante veréis que tratáis con un hombre».

Apenas acabó de decir estas palabras cuando sus camaradas noscogen a mí y a Cuartila y nos atan estrechamente al uno contra elotro, rostro contra rostro, pecho contra pecho y, en fin, vientrecontra vientre. El soldado ordena entonces al embasiceta [alusiónal cap. 21. 2]8 que me colme con sus besos impuros, que yo nopodía evitar, atado como estaba. El embasiceta llegó en seguida ala cima de sus deseos. Mientras tanto, como la bebida erótica quehabía tomado hacía su efecto [alusión al cap. 20. 7], yo apretaba aCuartila con tiernos abrazos que ella no rechazaba en absoluto. Losjóvenes reían con todas sus fuerzas viendo que el placer que yogustaba con Cuartila se volvía, a mi pesar, en beneficio para elimpuro embasiceta.

Panníquides, que por su edad no estaba aún madura para losplaceres de Venus [alusión al cap. 25. 1], lanzó un gran grito queatrajo toda la atención del soldado. Gitón acababa de desflorarla yde conseguir una sangrienta victoria. Emocionado por este espec-táculo, el soldado penetra en la habitación y prodiga mil tiernascaricias tanto a Gitón como a Panníquides por separado, ya a losdos a la vez. Panníquides lloraba amargamente y le conjuraba aque mirara por su infancia, pero sus plegarias no eran escuchadasy el soldado se excitaba cada vez más y más. Así pues, la pequeñase cubrió la cabeza y se resignó a su suerte sin murmurar.

Entonces una vieja, la misma que se había burlado de mí el díaque buscaba mi morada, apareció como caída del cielo [alusión al

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vo de la elección de un nuevo rector (Schoell, 1808, pp. 185- 186;Marchena, 1865, pp. 3- 4; Menéndez Pelayo, 1942, p. 159; Fuentes,1989, p. 212). El fragmento de Catulo, con «las variantes de Jena»,fue incluido por Schoell en su Repértoire de littérature ancienne(1808, pp. 184-188); así pues, todo formaba parte de los juegos deerudición.

EL FRAGMENTO

En el texto de Petronio, tal y como se conserva, Encolpio y suamiga Cuartila, sacerdotisa de Príapo, se han escondido en la casade la mujer y están viendo cómo el joven Gitón, amante del prime-ro, intenta desflorar a Panníquides, una niña de siete años. A ren-glón seguido se comenta que Encolpio está agotado tras haber dis-frutado de Cuartila. Marchena, que, al parecer fue el primero endarse cuenta de que entre una escena y otra faltaba algo, imaginó loque supuso que había ocurrido entre el antes y el después, que esesto. Quien habla es Encolpio:

En aquel momento, se oyó un gran ruido en la puerta [alusiónal cap. 16. 1], que excitó la curiosidad de todos nosotros; en segui-da vimos entrar a un soldado que estaba de guardia, la espada des-nuda, acompañado de un gran número de jóvenes. Se puso amirar a todas partes con los ojos inflamados de cólera y cara depocos amigos; después, reparando en Cuartila, dice: «¿Cómo tú, lamás desvergonzada de las mujeres, osas burlarte de mí, haciéndo-me falsas promesas, y, tras jurarme que pasarías la noche conmigo,

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8. embasiceta: según la Enciclopedia Espasa es el «hombre entregado a un infa-me libertinaje».

Como se ve, el «abate» utiliza con inteligencia referencias a dife-rentes momentos de la historia para dar a su fragmento muchosvisos de autenticidad, además de servirle esas alusiones para inser-tarlo de forma verosímil en la lógica del relato. Esta estrategia fue,sin duda, una de las razones de que los eruditos tuviesen su frag-mento por auténtico, sin olvidar tampoco que lo que se había des-cubierto de la obra eran fragmentos y sin desdeñar, de nuevo, lashabilidades de Marchena como latinista.

LAS NOTAS: ERUDICIÓN LIBERTINA Y EROTISMO

Ya se indicó que la falsificación de Macpherson tuvo al princi-pio una intencionalidad pecuniaria y acabó convertida en actividadpolítica, además de suponer una importante influencia a la hora decambiar la poesía de la época. Los motivos de Marchena para reali-

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cap. 6. 4] para sacar a Panníquides de este aprieto. Entró en la casadando grandes gritos y diciendo que los ladrones recorrían impu-nemente la calle vecina, que los vecinos pedían en vano socorro yque la guardia estaba o dormida o entretenida en beber en lastabernas. Al oír estas palabras, el soldado y sus compañeros aban-donan precipitadamente la casa de Cuartila, librando a Panníqui-des de un peligro inminente y a todos nosotros del miedo que noshabían inspirado.9

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9. A continuación doy la traducción de Manuel Díaz y Díaz (1968, pp. ciii-cv), por su estilo más arcaizante: «Entre tanto, con enorme ruido retumban depronto las puertas; y mientras todos nos preguntamos qué habrá sido estruendotan imprevisto, vemos a un soldado, de los servicios nocturnos de vigilancia, consu cuchillo desenvainado rodeado de un grupo de mozalbetes. Con ojos feroces ygesto fanfarrón miró en derredor; viendo al fin a Cuartila, dijo: «¡Qué, mujer másque desvergonzada! ¿Te burlas de mí con falsas promesas e intentas estafarme lanoche prometida? Pues no lo conseguirás impunemente, y tú y ese amigo tuyocaeréis en la cuenta de lo hombre que soy». Obedeciendo a sus palabras, los com-pañeros del soldado nos atan con nudos bien prietos a Cuartila y a mí, boca conboca, pecho con pecho y pierna con pierna, no sin grandes risotadas. El embasice-ta, por orden del soldado, me ensuciaba, sin que yo pudiera valerme, con losasquerosos besos de su boca maloliente; y yo ni podía zafarme de ellos ni evitarlos.Hízose conmigo al fin y obtuvo en mí una satisfacción completa. En esto, como elsatiricón que poco antes había bebido excitaba al placer sexual todos mis sentidos,comencé a gozar de Cuartila: y ella, embriagada de deseo, no se sentía molesta conel juego. Partíanse de risa los muchachos, movidos por la jocosa escena, pues,montado yo por el cochino mariconcete, sin proponérmelo y sin darme casi cuen-ta, me meneaba lo más aprisa que sabía mientras Cuartila vibraba ya con el orgas-mo. Panníquide, entre tanto, como que no estaba aún madura para los deleites deVenus, dio un grito y el soldado, ante la repentina queja, la advirtió. Estaba siendodesvirgada una niña de tierna edad, y Gitón había obtenido su botín no sin san-gre. Movido por el espectáculo, el soldado se lanza violentamente y rodea confuertísimo abrazo ya a Panníquide, ya a Gitón, ya a los dos a un tiempo. Deshecha

en lágrimas la muchachita pedíale que tuviera compasión de sus pocos años; perode nada le aprovechaban sus ruegos, y enloquecía el soldado por compartir aquelplacer inmaduro. Cubrióse, pues, Panníquide la cabeza dispuesta a pasar por loque le trajera el destino. Pero entonces aquella misma vieja que poco antes se habíaburlado de mí cuando andaba en busca de mi posada, como enviada del cielo,vino en ayuda de la pobre Panníquide. Con grandes gritos entra en la casa y cuen-ta que unos bandidos rondan por la calle próxima, que en vano han invocado lasgentes ayuda oficial, y que no se encuentran por ninguna parte las rondas de vigi-lancia que, o están entregadas al sueño o entretenidas en comilonas. En estepunto, el soldado profundamente impresionado se retiró precipitadamente de lacasa de Cuartila; siguiéronlo sus acompañantes y así libraron a Panníquide delpeligro que se le venía encima y a todos nosotros de una sensación de terror». Ade-más de ésta, existe una versión de Genoveva García-Alegre (Marchena, 1980).

medirían las acciones con una balanza distinta de aquélla del fana-tismo y el prejuicio (1980, pp. 380-381).

Las seis notas acercan al lector un compendio de historia sexual,una sociología de las costumbres eróticas de la antigüedad, utilizan-do sobre todo como fuentes documentales a autores clásicos y a laBiblia, mientras que otros, como Jean Hardouin, Cornelius dePauw y Mirabeau, son criticados por sus errores de método, juicioo información. Críticas realizadas siempre desde la ironía, que estono que domina el texto.

Los temas elegidos y las fuentes hacen que, en parte, el Frag-mentum se aproxime al Erotika Biblion de Mirabeau, aparecido en1792 y varias veces reeditado, al que flagela sin piedad, y que, enparte, anuncie el libro de Friedrich-Karl Forberg (1995), conocidocomo Manuel d’érotologie classique desde que Alcide Bonneau tra-dujera al francés en 1906 los comentarios que el primero hizo en suedición de 1824 de Antonii Panormitae Hermaphroditus, conocidotambién como De Figuris Veneris, donde trata algunos de los mis-mos asuntos que Marchena con un extraordinario conocimiento delos autores grecolatinos. En uno y otro caso, el texto de Marchenay el de Forberg, lo que acaba interesando son las notas, no las obrasque las propiciaron. Forberg, que era hombre de gran erudición yseguidor de Fichte, fue docente en Jena durante los años noventadel siglo XVIII. Por otra parte, los tres (Mirabeau, Marchena, For-berg) documentan prácticas como el tribadismo, la irrumación,etc., y suponen además el uso de toda una serie de fuentes eruditasque a menudo se empleaba en objetos de investigación distintos.

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zar la suya se desconocen, pero cabe pensar que se movía en variasdirecciones. Por un lado, el ya señalado entretenimiento erudito yel desafío de salón; por otro, el también mencionado de su situa-ción periférica en la República de las Letras y su interés en hacernotar lo frágiles que son los mecanismos de autenticación, y, porúltimo, su pretensión de ofrecer a los lectores, en número reducidopues la tirada parece haber sido corta, un discurso erudito acerca dela libertad sexual, un discurso libertino en tono irónico y burlesco,que pasaba revista y cantaba a menudo las excelencias de prácticascomo la homosexualidad o amor griego, como él prefiere llamarlo,la masturbación y el lesbianismo, y las bondades y necesidad que lasociedad civil tiene de alcahuetas y prostitutas.

Marchena nunca pierde la perspectiva de la ciudad, es decir, quesus observaciones nos sitúan siempre en el orden urbano, en el quemuestra la aceptación de la sexualidad como algo natural, así comola idea de que la abstinencia voluntaria es un delito, pues el hombreestá hecho para desarrollar su naturaleza. En esto coincide con elsentir de casi todos los que escribieron literatura erótica y porno-gráfica, aunque él use la retórica erudita en lugar de la de ficción.Se puede resumir el sentido, el concepto de las notas de Marchena,recurriendo a lo que escribió Diderot en 1769, en L’Entretien entreD’Alembert y Diderot, cuando señalaba que no había nada contrarioa la naturaleza, si se daba en ella, y así:

No acepto ni la castidad ni la continencia voluntarias, que soncrímenes contra natura, si se pudiera pecar contra ella, y el prime-ro de los crímenes contra las leyes sociales de un país donde se

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facer los placeres de los hombres. La cosa mejora en el siglo deAugusto, pues antes se poseía a una mujer como consecuencia dealgún esfuerzo o demostración de valentía, y así las guerras podíandesencadenarse por su culpa, como en el caso de la Ilíada. El pro-ceso de civilización hará que en los tiempos caballerescos las másgrandes hazañas se lleven a cabo para agradar a una dama, y aquí lareferencia a Don Quijote se aprovecha para comparar la actividadde los caballeros con la de los trovadores. Esta primera nota le sirvetambién para deslizar uno de sus temas subyacentes: el ataque a laIglesia, en tanto que defensora de una moral que penaliza el placer,y el uso de la Biblia como fuente de conocimiento de las costum-bres eróticas, cuyo discurso no casa con el posterior ideado por lainstitución eclesiástica: «Los libros que más se parecen son la Bibliay Homero, porque los pueblos que describen y los hombres de losque hablan casi han llegado al mismo nivel de civilización». En elcaso de Mirabeau la Biblia es fuente central, hasta el punto de que,cuando el Erotika Biblion se traduce al español en 1905 lleva el sub-título de «La pornografía en la Biblia y en la antigüedad». Marche-na obtiene de este libro, de la Biblia, parte notable de los datos yargumentos que le sirven para desmontar opiniones y tópicos ypara presentar su idea del cuerpo y de la sexualidad a través de tes-timonios históricos valorados, como eran los autores clásicos y loslibros del Antiguo Testamento.

Una de las notas más largas es la dedicada a la prostitución, y nose limita solo a hacer su historia, ya que las prostitutas le sirventambién para criticar el presente: «El oficio de Cuartila responde alque ejercen nuestras señoras del Palacio Real». A pesar de esta críti-

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Desde otro punto de vista, la falsificación de Marchena, comootras anteriores, contribuyó a depurar o a crear, según los casos, losmecanismos filológicos y de crítica, capaces de aclarar la autentici-dad de los testimonios, algo en lo que los filólogos y eruditos euro-peos, especialmente los alemanes, habían dado importantes pasos.Quizá por eso no sea descabellado sostener, como se ha hecho, queuno de los objetivos del sevillano al hacer su trabajo fuera burlar «lamaestría con la que los investigadores alemanes de finales del sigloXVIII y principios del siglo XIX formulaban y aceptaban hipótesiscomplejas, algunas de las cuales convergían, como una pirámideinvertida en equilibrio exquisito, sobre un único dato; para muchosde ellos era pan comido desayunarse creyendo en tres nuevas teoríasimposibles» (Grafton, 2001, p. 85).

Pero, sin desdeñar estas posibles intenciones, quizá el objetivodel autor fuera, en línea con su pensamiento libertino, ofrecer untexto que diera cuenta de un aspecto de la realidad mantenido almargen de los estudios de erudición, a pesar de las notables aporta-ciones que se habían hecho. Como se ha visto, el texto de Petroniofue posterior a las notas y se compuso para ofrecerlas al públicocomo un todo orgánico.

En la primera de ellas, como introducción al pequeño tratado,pues tratado dividido en capítulos es el Fragmentum, aprovechapara hacer un estudio de cómo habían evolucionado las relacionesentre hombres y mujeres, indicando de qué manera pasaba lahumanidad de un estado natural a otro civilizado, a través de ladiferente consideración de las mujeres que, «en la infancia de lasociedad», fueron sólo contempladas como seres destinados a satis-

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nes que manda la naturaleza». Niega el valor de los gimnosofistas yde aquellas filosofías contrarias a los placeres de la vida e insiste enlo ya señalado: el tiempo glorioso de los griegos coincidió con «elimperio de las cortesanas». La lección sobre historia y costumbressexuales continúa apoyándose en Pauw, cuyos argumentos degene-rativos rechaza, en Tito Livio y en otros poetas, siempre señalandoel valor positivo del oficio y su capacidad como animadoras cultu-rales, que relaciona una y otra vez con los momentos de auge de lahistoria de occidente.

La evolución de esta nota, que en principio es una reivindica-ción de las cortesanas, pasa por el ataque a la hipocresía de la Igle-sia, representada en la figura de clérigos y abades medievales, que«relanzaron un poco la profesión de cortesana» a partir de que Gre-gorio VII estableciera el celibato en el siglo XI. Sólo entonces«tomaron ostensiblemente concubinas, de las que las gobernantasde nuestros curas de hoy no son, ¡ay!, sino pálidos vestigios. Loscódigos españoles de los siglos medios se ocupan en muchos sitiosde las concubinas de los frailes (mancebas de los clérigos),10 y siemprela suerte de estas elegidas de los elegidos del Señor parece digna deenvidia».

Todo lo argumentado en esta nota, desde la capacidad de estasmujeres para hacer progresar la civilización hasta las denuncias delos eclesiásticos, se resume en el último párrafo dedicado a la pre-sencia de las mismas en Roma, que hicieron renacer en el siglo deLeón X las bellas artes y las letras. Como se sabe, León X encargó a

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ca, el texto es una defensa de las cortesanas, entendidas comoimpulsoras culturales y sociales que contribuyen a la dulcificacióndel género humano, ya que reúnen en sus casas a lo mejor de lasociedad: hombres de letras y de mundo, magistrados y grandescapitanes, que perfeccionan su trato gracias a la sociabilidad y a laimitación de las maneras amables de esas mujeres. En este puntoMarchena está vistiendo a las cortesanas con un discurso que losfilósofos del siglo XVIII habían dado a las mujeres en general, aun-que sobre todo a aquellas de la clase alta que eran capaces, como lascortesanas, de aglutinar a su alrededor a los hombres de mérito. Porotro lado, de forma brillante, iniciaba la defensa de las mismasseñalando que «los reyes de Su pueblo elegido, el hombre que elVerbo adopta como padre carnal, son los descendientes de una cor-tesana», insistiendo en el uso de la Biblia como fuente de conoci-miento. De hecho, más adelante, repara con ironía:

Se nos reprochará quizá que citemos demasiado la santa Biblia,pero este libro contiene la ciencia de la salvación, y los que la quie-ran conseguir sólo deben estudiarlo con asiduidad. Confesamosque este estudio ha ocupado buena parte de nuestra vida y quesiempre hemos encontrado provecho en ello. Esta confesión puederesultar ridícula a los espíritus fuertes, pero nosotros sólo escribi-mos para las almas piadosas y éstas aplaudirán con gusto estavaliente profesión de nuestra piedad.

El elogio de las prostitutas y de la prostitución le sirve paradefender la práctica sexual frente a los que optan por la abstinencia,ya que, en aplicación rousseauniana, los actos sexuales son «accio-

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10. En español en el original francés.

se irrita con esto más que con otra cosa; sin duda tiene sus razones.[…] Se ha señalado que son los mismos sacerdotes del Señor, ysobre todo los monjes, quienes ejercen más generalmente esta pro-fesión entre nosotros. Los hijos de Loyola han adquirido un justorenombre a este respecto: cuando pintaban el placer, no faltabanunca su representación en pantalón corto. Los de José de Cala-sanz, que los han remplazado en la educación de la juventud,siguen con celo y fervor sus huellas. En fin, los cardenales, que tie-nen una intimidad muy especial con el Espíritu Santo, son tangrandes partidarios del amor griego, que lo han puesto de moda enla santa ciudad de Roma.

Jean Hardouin (1646- 1729) fue uno de los eruditos que entre elsiglo XVII y el XVIII dieron un impulso notable a los estudios decrítica textual y de fuentes, estableciendo métodos para poderconocer si los testimonios literarios y numismáticos eran auténti-cos. Entre otras cosas, preparó una muy buena edición de la Histo-ria natural de Plinio en 1685. Conocía bien la literatura de la Anti-güedad, pero tenía peculiares ideas acerca de sus orígenes, a lo quealude Marchena, pues creía que, salvo las obras de Homero, Heró-doto, Horacio, Virgilio y Plinio, el resto había sido escrito no porlos griegos ni los romanos, sino por un grupo de monjes benedicti-nos durante la Edad Media. Esto, que es una exageración, es elresultado precisamente de extremar los mecanismos para discrimi-nar entre obras auténticas y falsificaciones, y lo desarrolló en susProlegomena ad censuram veterum scriptorum. Escribió tambiénsobre numismática, pero, al igual que con la literatura, pensaba quela gran mayoría de las monedas antiguas eran falsas.

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Rafael y a Miguel Ángel diversos trabajos en el Vaticano y en Flo-rencia. Pero esta situación benéfica se acabó cuando «un monjefanático, desde el fondo de Alemania», turbó la calma y la dicha delas rameras, haciendo disminuir las rentas del Sacro Colegio carde-nalicio. El alemán al que se refiere es, naturalmente, Lutero, quemás tarde sería excomulgado por el Papa. La consecuencia queMarchena extrae de su defensa de la institución de las cortesanas esque se demuestra la imposibilidad de mejorar la sociedad, que elhombre no es perfectible. Al abandonar la capital del cristianismo,los placeres desaparecen con ellas. «¡Y aún se osa creer en el perfec-cionamiento del género humano, cuando las mejores, las más san-tas instituciones degeneran visiblemente!».

La tercera nota, sobre el amor griego, es aprovechada tambiénpara combatir la moralidad defendida por la Iglesia, esta vez ejem-plificada en los métodos de los jesuitas y en la figura del historiadorJean Hardouin. El modo merece ser conocido:

Una de las razones que incitaron al sabio y paradójico Har-douin a sostener que todos los libros que se atribuye a los antiguos,a excepción de las Geórgicas y de la Historia natural de Plinio, esta-ban compuestos por monjes, fue sin duda la demasiado frecuenterepetición de escenas del amor de los muchachos que se advierteen la mayor parte de estos escritos. Este sabio era jesuita. Pero estegusto no es privativo de los conventos, se le encuentra en todos lospueblos y bajo todos los climas.

La religión cristiana prohibió rigurosamente este amor, los teó-logos lo colocaron entre los pecados que ofendían directamente alEspíritu Santo. Yo no tengo el honor de saber exactamente porqué

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preguntarse si la Virgen, al ser fecundada por el Espíritu Santo, sin-tió el mismo placer que sienten las que no son vírgenes. Esto puedeparecer un ataque más a la doctrina de la Iglesia, y en efecto lo es,pero es también un ataque al tipo de erudición y argumentacióncasuista que aún caracterizaba a muchos teólogos, y así, para evi-denciarlo, hace esa pregunta siguiendo al padre Sánchez, que habíadiscutido «doctamente esta cuestión: utrum virgo Maria semen emi-serit in copulatione cum Spiritu Sancto». El padre había concluidoque la Virgen no sintió el mismo placer, y Marchena lo siente porella y por el Espíritu Santo.

El padre Tomás Sánchez (1550- 1610) alude a esta cuestión en eltomo I de Disputationum De Sancto Matrimonii Sacramento (1602,lib. II, disp. 21, n.º 11, pp. 297-298), que es un tratado en tres tomossobre el matrimonio y cuestiones con él relacionadas, como la virgi-nidad, varias veces reimpreso y compendiado, incluso después de sumuerte. Recuérdese que el dogma considera el matrimonio un esta-do inferior al de la virginidad, propio de almas poco resistentes a losdeseos de la carne. Ya escribió San Pablo en I Corintios, 7, 9: «másvale casarse que quemarse». Era un libro en principio dirigido a losconfesores, inscrito en la tradición casuista, que, sin embargo, porsus descripciones detalladas, leían muchos otros, cuya influencia esposible encontrar aún en el siglo XIX, cuando se tradujo al español(Aldea, Marín, Vives, 1975, IV, p. 2168). Pero, aunque el matrimo-nio era el estado en el que se podía satisfacer el deseo sexual, éstehabía de someterse a una ortodoxia determinada que justificaba elplacer en función de la procreación y lo espiritual. Eso es, en granmedida y a veces de forma poco dogmática, lo que hizo Sánchez en

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Por su parte, de nuevo Marchena (o sus amigos) hace un alardede conocimientos sobre la materia, el amor griego en el mundoantiguo, pasando de griegos a romanos, matizando las diferentesopiniones y consideraciones en pro y contra en que se tenía alhomoerotismo. Es aquí donde critica a Mirabeau, por no entenderel código legal de los judíos, por ofrecer lecturas equivocadas de laBiblia y por utilizar un método que le parece erróneo, como escreer que todo aquello que se prohíbe en las leyes es sistemática-mente ejecutado por los que están a ellas sometidos.

Sobre la masturbación y sobre las poluciones discurre en lacuarta nota, señalando que los teólogos las tienen por uno de losmás graves pecados, a pesar de lo cual, asegura, es de los que secomete más a menudo. Con esta práctica relaciona el tribadismo oamor lésbico, en tanto que «especie de polución». Entiende perfec-tamente esta clase de amor, pues «cómo una mujer que ha recorri-do todos los encantos de una joven de dieciocho años puede entre-garse a los rudos abrazos de un hombre». Esta idea le sirve parahacer alusión a Juvenal y para imitar de forma muy hermosa elpoema de Catulo «Ad Lesbiam», cuyo nombre cambia por el deHonorine. Al contrario de lo sucedido al tratar de la homosexuali-dad masculina, que dedica varios párrafos a detallar esta prácticaentre los eclesiásticos, no hace lo mismo con «las esposas del Señor»porque ya se aplicó a ello Diderot en La religiosa, y «¿quién osaríaretocar un tema tratado por Diderot?».

Las últimas notas están dedicadas a la virginidad y a las alcahue-tas. Tras señalar que todas las culturas han considerado la virgini-dad como algo sagrado, entra de lleno en el mundo católico para

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que escribe como atento observador del mismo desde su reclusiónen el confesionario: «Dícese que los párrocos se instruyen en elconfesionario de toda especie de delitos y de sus circunstancias, ydel doctísimo jesuita Tomás Sánchez se dijo, que, sin embargo dehaber muerto virgen, había sabido por aquel medio cuanto en elmatrimonio y en su uso se puede averiguar, como testifica la insig-ne obra suya, que de esta materia veneramos» (Feijoo, 1778, I, p.lxxxv). Más tarde, Félix María de Samaniego, en el cuento eróticotitulado «La discípula», incluido en El jardín de Venus, se vale de loque representan el padre y su libro para hacer burla de los sacerdo-tes, en un tópico irónico de extraordinaria vitalidad:

Estaba un venerable religiosoCon cierta señoritaProponiéndola a solas un esposo.Ni escuchaba la madre, ¡qué bendita!La historia cuenta que, con grande empeño,Caritativo el fraile y halagüeño,Procuraba vencer la repugnanciaDe la modesta niña. A tal instanciaAl fin pronunció el sí mirando al suelo.Con un modesto veloLe explica el padrecito el matrimonio.Sánchez para con él era un bolonio.¡Oh!, sabía muy bien su reverenciaQue en el mundo confunden la inocenciaCon la ignorancia crasa,Y que por eso pasa lo que pasa.

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su libro, que detalla grados de placer, posiciones, frecuencias, gestos,etc., que pueden y no pueden hacerse. Sus comentarios, su probabi-lismo y la descripción minuciosa de diferentes prácticas sexuales levalieron numerosas críticas y ataques polémicos como el de Pascal.El libro tenía además otro discurso subversivo y por él pasó al Índicede obras prohibidas, ya que afirmaba, entre otras cosas, la legitimi-dad de los hijos habidos fuera del matrimonio, que estaba permitidotener relaciones sexuales antes de casarse, que el aborto podía admi-tirse por honoris causa, como medio terapéutico y por razones socia-les, es decir, en caso de que la madre fuese joven y corriera peligro desuicidarse o de que la familia le diera muerte por haberse quedadoembarazada; si el marido no estaba dispuesto a aceptar al bastardo, osi había sido violada.

Durante el siglo XVIII su autor no fue un desconocido ni elsuyo un simple texto de consulta, y por lo mismo es fácil encontraralusiones a él o a su trabajo. Por sólo citar dos casos, me referiré aun testimonio de comienzos de siglo y a otro más avanzado: a Luisde Salazar, y a Samaniego. En ambos casos se percibe bien cómo eraentendido el jesuita, cuál era su recepción, el modo como se leía sulibro y de qué manera quedó registrada para la posteridad la figuradel padre. El consejero de Su Majestad y Cronista Luis de Salazar yCastro, autor de folletos en contra de la labor de la Real AcademiaEspañola, escribió una carta a Feijoo que éste recoge en el tomoprimero de su Teatro Crítico Universal (1726). En ella, para ponde-rar la sabiduría e inteligencia de las cosas mundanas que tenía elbenedictino, a pesar de estar retirado en un convento, compara susituación con la del padre Sánchez, ignorante práctico del mundo,

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del pueblo del Señor no les gustaba permanecer vírgenes» y explica,desde un punto de vista docente, la pasión que sienten los hom-bres, y también los dioses, por la doncellez, ya que es muy grato,comenta, «dar las primeras lecciones de voluptuosidad a un cora-zón inocente y puro, sentir bajo la mano las primeras palpitacionesde un seno virginal que se abre a delicias desconocidas», etc. Locual le lleva a entender que, en realidad, y siguiendo a Buffon, queera el responsable de la voz «Virginidad» en la Encyclopédie, ésta, lavirginidad, es «una afección moral», no un estado físico. Esta con-sideración, así como su defensa de una vida sexual activa, tambiénle hace mostrarse en contra de «los candados» y rechazar frontal-mente que en determinadas regiones y culturas «se cierre el órganodel placer cosiéndolo».

Finalmente son las alcahuetas y celestinas el último objeto de suatención. Es una nota en la que predomina una perspectiva socio-lógica, que recorre todos los textos, sin olvidar los adornos eruditos.Comenta la necesidad que la sociedad tiene de ellas en tanto queordenadoras de las relaciones sociales, mientras avala su opinióncon la idea de que «Cervantes, el único autor filósofo que ha pro-ducido España, deseaba que esta profesión fuese venerada en la ciu-dad por encima de las otras». Recuérdese que Cervantes fue acusa-do de alcahuete y que, además de en algún entremés, es en elcapítulo XXII de la Primera parte del Quijote donde hace ese elogiode la tercería, puesto en boca del anciano galeote, que lloraba sumala suerte por solo haber querido «que todo el mundo se holgasey viviese en paz y quietud», gracias a sus gestiones. Don Quijote loconsidera «oficio de discretos y necesarísimo en la república bien

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La modesta noviciaRecibió con placer y sin maliciaLa primera lección completamente.La niña se aficiona,Cuando llegó a ponerla en un estadoA que nunca ha llegadoEl más sabio doctor de la Sorbona.Se ajusta, se apresura el casamiento.Cásase la doncella en el momento,Y a los seis meses, breve,Hizo lo que otras a los nueve

(2004, pp. 277-278; vv. 22-48).

Sin tanta fe como demuestra Salazar y Castro y más en la líneadel «padrecito» de Samaniego, Marchena se refirió también en estanota a la supuesta virginidad de los religiosos. El final de la mismaestá destinado a sugerir que, aunque Jesús no se casó, es difícil sabersi permaneció virgen, pues pasaba mucho tiempo con María Mag-dalena, lo que había provocado los celos de Marta. Y termina rela-cionando virginidad con celibato, insistiendo en que a los sacerdo-tes, aunque no se casen, no se les puede aplicar en justicia el epítetode vírgenes.11 Añade algunos ejemplos bíblicos de cómo «a las hijas

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11. Véase el libro de Carrión Mora (1994), donde, al hilo de la solicitación, sedan muchos datos sobre las costumbres sexuales de los confesores. Las relacionesentre sacerdotes y doncellas o monjas que se confiesan con ellos es un tópicoañejo. Philip Deacon (1998) da noticia de un poema en esta línea.

intervinieron y si contaban con libros o con biblioteca cerca. Ya seha visto que, según las más solventes fuentes, las «cinco» notas fue-ron realizadas por un grupo de amigos. Si esto fue así, podemosimaginar a Marchena trabajando en una «sociedad de literatos» ode curiosos, cuyas identidades desconozco pero que debían sermilitares destinados con él, con intereses similares y con las tareasdivididas y asignadas para redactar ese corpus erotológico y entrete-ner el tiempo mientras el ejército se mantenía en sus cuarteles deinvierno. ¿Contaron con apoyo bibliográfico? Es posible. Sin saberquiénes eran ni dónde trabajaron no se puede afirmar, pero noparece aventurado suponer que en Basilea, donde paraban, pudie-ran consultar libros. En todo caso, así parece sugerirlo el mismotexto, pues ninguna de las muchas referencias que en él hay estáequivocada. A veces parece que detrás de tanto saber está un dic-cionario como el de Pierre Bayle o una enciclopedia como la deDiderot y D’Alembert. Desde luego, el trabajo del primero parecepresente, ya que algunos de los datos, enfoques e informes eróticosparecen extraídos de sus voces, como en el caso de Lais, el jesuitaSánchez, Safo, Calígula y otros. Además, su Dictionnarie historiqueet critique abunda en notas que interpretan las Sagradas Escriturasde forma pornográfica, y cuenta anécdotas eróticas de filósofos ysabios. La idea, expuesta por Antoine Latour, de que Marchenapergeñó la falsificación en un par de días es demasiado romántica yresponde a los patrones de idealización de los hombres de letras y asu conversión en genios. La posibilidad de que trabajara en equipono disminuye su talento grande ni sus muchas capacidades. Al con-trario, lo sitúa en lo que era la actividad literaria de salón y tertulia.

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ordenada», sin el cual no se puede vivir en paz y quietud. Y añade:«había de haber veedor y examinador de los tales [alcahuetes],como le hay de los demás oficios, con número deputado y conoci-do, como corredores de lonja, y desta manera se excusarían muchosmales por andar este oficio y ejercicio entre gente idiota y de pocoentendimiento».

A glosar la importancia de las celestinas, en tanto que mensaje-ras, depositarias de secretos que contribuyen a la paz de la casa y a laconcordia, a que las representa Mercurio, símbolo de la elocuencia,del saber y del misterio, dedica el resto de la nota, en la que hay unreflejo de la sociabilidad urbana y de un modo de vivir que concilialas apariencias, lo privado y lo público. Al mismo tiempo, como enel caso de la nota destinada a las cortesanas, da muestras de conside-rar a las mujeres, desde luego como objeto erótico, pero sobre todocomo elemento capaz de ordenar la vida social y movilizarla graciasa sus conexiones y capacidad para reunir individuos. Marchena, quecomo ha quedado para la leyenda, se consideraba un experto enmateria femenina, asume en estas notas el discurso dieciochescoacerca del papel civilizador que algunos concedieron a las mujeres.En cualquier caso, es un ejemplo de aplicación de los criterios desociabilidad dieciochesca al estudio de las relaciones sexuales, altiempo que la defensa de su oportunidad en la vida cotidiana.

Son seis notas llenas de ideas y de erudición. Seguramente, enmuchos casos las alusiones y referencias clásicas fueran conocidaspor los hombres de letras y formaran parte de los conocimientos deun sólido erudito y buen latinista como él era, pero en otros noparece que fuera así. Cabe preguntarse cómo se redactaron, quiénes

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FILOSOFÍA MATERIALISTA, SEXUALIDAD

E HISTORIA CULTURAL

Aunque no se alude en las notas a ningún filósofo contemporá-neo, salvo a Diderot, y en tanto que novelista, tras ellas parecehaber una perspectiva de carácter materialista. Marchena consideraal hombre como materia y como espíritu y hace depender, igualque La Mettrie, a uno de otro. Pueden encontrarse en sus observa-ciones rastros de los trabajos que este médico y pensador dedicó alalma, al maquinismo de los cuerpos y al arte de gozar, pero tam-bién de Spinoza y D’Holbach. Marchena participa de su idea deque el fin, el sentido de la existencia es ella en sí misma y, desdeluego, el placer (físico y mental); algo que también señaló Diderot.Estas notas son consecuencia de haber asimilado la filosofía experi-mental, y la paradoja, si es que existe, está en que esa filosofía sepresenta, más que con razonamientos, que se dan por obvios, conautoridades de carácter mitológico y religioso, considerando que laliteratura da respuestas a las preocupaciones de los hombres y quelos retrata con solvencia, al hacerse eco de sus conductas. Marche-na, solo o acompañado, parece pensar que quienes explicaronmejor las conductas de los hombres fueron aquellos escritores anti-guos, que desinhibidos escribieron sobre sus contemporáneos, y losutiliza para hacer más narrativa su exposición acerca de cómoentiende él las relaciones entre los seres humanos.

Por otro lado, el autor aparece en este trabajo como un granvitalista, defensor de la tendencia humana al placer. De sus páginasse deduce que por virtuoso, por hombre de bien, se entiende a

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Por otro lado, ya se señaló que el uso de notas de longitud aplas-tante respecto del tamaño del texto que las «originaba» era algohabitual entre determinada clase de filólogos e historiadores; lo quehay que añadir ahora, para situar el trabajo en su contexto erótico,es que, a menudo, muchos novelistas que producían esta clase detextos, también colocaban notas, como forma de dar credibilidad asus relatos, así como llevados de su intencionalidad didáctica, pre-sente en toda esta literatura. Las notas podían o no tener erudición,aunque siempre tenían intencionalidad y ésta con frecuencia se pre-sentaba desde el humor y la ironía, de modo similar al empleadopor Marchena en las suyas.

En la época en que realiza su superchería había un debate sobrelas formas de la erudición y de la historia, sobre el modo de presen-tar la información y sobre las notas. Así, por ejemplo, Hume acon-sejaba a Gibbon que colocara las notas al pie de la página, y no alfinal, y se discutía sobre el tipo de historia y narración que había depresentarse al lector. La discusión tenía que ver con la forma de serhombre de letras y con el cambio en los conocimientos. En todaEuropa se denunciaba a aquellos incapaces de escribir sus propiostrabajos y que sólo podían comentar los de los demás. Esto llevó enAlemania a que Gottlieb Wilhelm Rabener escribiese una sátira enla que sólo había notas, y no texto; trabajo que encontró la aproba-ción de Lichtenberg (Grafton, 1998, p. 76). Sin llegar a esto, Mar-chena se vale de las polémicas acerca de la erudición y de las notas,para ofrecer una reflexión sobre el individuo, camuflado bajo laforma de tratado de erotología clásica.

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luego de modo clandestino, Marchena, también desde la clandesti-nidad y con referentes narrativos franceses, representa el mundoprivado de la sexualidad y lo autoriza desde la erudición, en algocercano a lo que se ha llamado scientia sexualis, para diferenciarlode los ars amandi. Lleva a cabo esta reivindicación del cuerpo y delas prácticas sexuales mediante la inserción del pensamiento en undiscurso acerca de y a favor de la libertad, todo ello avalado por labatería de copiosa erudición sobre las costumbres eróticas delmundo clásico.

En las seis notas, así como en el fragmento que inventa, la prác-tica sexual se presenta como una forma de conocimiento y diálogo,como un medio de comunicación que, a su vez, da cuenta de lasformas de relación sociales e históricas, pues cada una de ellas, amenudo, reproduce la evolución del asunto tratado hasta los tiem-pos del Renacimiento, aunque Marchena siempre está hablandodel tiempo presente. Además, como ya se adelantó, considera quecualquier manifestación sexual es natural. En la medida en que dacuenta de estas formas de relación, habla de los modos de represióny control de la sexualidad, de cómo se vigila y castiga, para recordara Foucault (1998). El momento más explícito en este caso es aquelen que se define acerca de prácticas como el uso de los cinturonesde castidad y del cosido de los órganos sexuales femeninos.

Marchena no diferencia el tratamiento a la hora de hablar delcuerpo masculino ni del femenino, y seguramente no lo hace por-que raramente habla de ellos; lo que le interesa es lo que se hacecon esos instrumentos de placer y comunicación. Ya escriba sobreprácticas sexuales preferentemente masculinas, ya lo haga sobre

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aquel que ama la vida y sus placeres. En este sentido, la imagenanecdótica y a menudo burlesca que muchos contemporáneos, yotros después, dieron de Marchena como alguien que gustaba delas mujeres y se jactaba de conquistarlas, podría interpretarse enesta dirección: como sus intentos, en la medida de sus posibilida-des, de llevar a la práctica lo que aquí se expresa. Al mismo tiempo,aunque la superchería se maquinó en un salón en el que parece quesólo había oficiales y va dirigida aparentemente a los reducidos cír-culos eruditos, su receptor incluye también a las mujeres como des-tinatarias y usuarias.

En las notas al fragmento de Petronio ataca los valores moralesy sexuales que defendía la Iglesia católica, y los seis trataditos estánenfocados a proporcionar una alternativa, desde la Historia, la cul-tura y la idea de que el amor es algo natural. La imagen sexual queparece estar detrás de su erudición erótica, su consideración delcuerpo y de las relaciones entre las personas, no coincide con la quese encuentra en las fábulas de Samaniego y en el Arte de las putas deNicolás Fernández de Moratín, donde lo sexual se representa de unmodo esencialmente cosificado. Pero sí tiene que ver con estos tex-tos, y más con el segundo, el hecho de que incorpore, mediante undiscurso avalado por la ortodoxia, como es el de la erudición, todauna serie de observaciones, referencias, datos e ideas acerca de unmundo que, con el surgimiento de la burguesía, quedaba vedado oculpabilizado. No era el único que aludía a esos procesos. Jovella-nos lo hizo desde sus sátiras, en las que se refirió también a la pros-titución, y, si Samaniego y Moratín habían dado entrada a ese dis-curso sobre la sexualidad y la mujer en forma de poesía, y desde

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sexuales, sean cuales sean, responden también a esa pulsión natural,que las autoriza y exime de castigo, punición o pecado. Pero, sersocial como es, y seguramente ya más alejado de los presupuestosrousseaunianos que en su juventud abrazó y más cerca de Diderot,detalla también que esas prácticas naturales no anulan los lazos queunen a los individuos. «¡Qué insípida sería la sociedad sin estas rela-ciones misteriosas por las que la naturaleza recupera sus derechos,eludiendo las uniones sociales sin romperlas!», exclama al final desu texto.

El fragmento que idea Marchena incluye unos tópicos que en laliteratura clásica tenían gran vigencia, y que seguirán teniéndoladespués en la producción erótica. Tiene interés indicar que esostópicos, a menudo pornográficos o presentados como tales, son uti-lizados por él para dar a conocer información desde un discursovalorado social y literariamente. Desde el fragmento heterodoxoofrece información heterodoxa pero mediante un vehículo que caedentro de los cánones más respetados. Así, las notas y el fragmentodan cuenta de motivos que organizan habitualmente el discursoacerca de la transgresión sexual: la virginidad, tratada con frecuen-cia desde el momento de la desfloración, como sucede aquí; la mas-turbación, la sodomía, la violación, el lesbianismo. Quedan fueraotros, como las orgías, a las que se alude sin embargo al tratar deTiberio y sus spintriae, la bisexualidad o el voyerismo, a las quetambién se refiere marginalmente. Por ejemplo, al voyerismo en elfragmento, pues dos de los personajes observan los juegos amorososde otros dos, y los soldados los de todos. Y bisexual parece serGitón, amante de Encolpio y desflorador de Panníquides. En todo

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aquellas más propias de mujeres, su perspectiva es abierta, peromasculina. Es así significativo que, a la hora de explicar la preferen-cia que algunas mujeres pueden tener por las de su propio sexo, délas mismas razones para ello que cuando explica las relacioneshomosexuales masculinas, describiendo un cúmulo de sensacionesgratas, iguales en ambos casos, mientras traza un similar mapa delerotismo sobre los diferentes cuerpos. Estas razones nacen de laobservación empírica y científica. Parece que el gran amante yconocedor de las mujeres por el que Marchena se tenía quisieraaparecer en esos párrafos. Convendrá señalar de todas formas que,en el siglo XVIII y después, gran parte de los discursos transgresoressobre la sexualidad se ampararon precisamente en el ámbito y en laexcusa de lo científico y filosófico. Las novelas de Sade participande esta perspectiva, lo mismo que diferentes trabajos de Restif de laBretonne y Mercier, como recuerda Iris Zavala (1983).

Con mucha menos extensión, pero con el mismo objetivo, elFragmentum Petronii adelanta el trabajo de Eduard Fuchs (1996)sobre la historia de la moral sexual, aparecido entre 1909 y 1912 enseis tomos. La perspectiva del sevillano es moral, tanto porqueatiende a las costumbres (mores) sexuales de los pueblos, como por-que se plantea el estudio de esas costumbres desde un punto devista moral, si bien no coincidente con el de la Iglesia católica nicon el de la sociedad en general. En este sentido, del mismo modoque gran parte de la literatura de finales del XVIII presentaba laatracción amorosa como algo natural (aludiendo realmente al deseosexual), Marchena explica, sin valerse de la ficción sino de los testi-monios que le proporciona la misma Historia, que las prácticas

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¿POR QUÉ EL «FRAGMENTUM»?

En 1800 Marchena falsifica a Petronio; hacia 1804 traduce aOssián, el poeta legendario que inventa Macpherson; en 1806 prue-ba de nuevo con Catulo. Da la impresión de que, al margen deotras ocupaciones, en los primeros años del siglo XIX el sevillanoestá interesado por la falsificación literaria, por una especie de cre-ación metaliteraria, que, en el caso de Petronio, incluye una inten-cionalidad crítica de la Iglesia y un mensaje de libertad sexual. Susexperiencias como falsario coinciden con momentos en que la filo-logía y la historia están depurando, sobre todo en Alemania, susmétodos de trabajo, datación y autenticación, y refinando los crite-rios de ecdótica y elaboración de textos y citas.

Dado el carácter que al parecer tenía, es posible que una de las ver-tientes de este trabajo responda a una broma de erudito, de hombrede letras sin acomodo institucional, pagado de sus conocimientos, ico-noclasta y levantisco, que desde la periferia, como se indicó, hace tem-blar las seguridades de la «Academia». El eco conseguido por Marche-na en el mundo universitario y de la cultura, gracias a su falsificación,debió de satisfacerle no poco. El fragmento sería, desde este punto devista, un desafío al orden académico y cultural establecido, del mismomodo que otros escritos suyos habían desafiado a la política.

Por otro lado, había sucumbido, si bien para llevar adelante suproyecto, a la tentación de rellenar un hueco del Satiricón, quehabía sido objetivo de muchos, desde Nodot. Por eso MenéndezPelayo (1942, p. 155) comenta que la bibliografía de Petronio estátrufada de «fraudes honestos» que tenían esa pretensión.

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caso, y dada la extensión de las notas, para el posible objetivo de lasociedad literaria que las produjo no era necesario hacer un repasode todas las prácticas sexuales que se consideraban heterodoxas. Elmensaje de libertad y de reivindicación de la sexualidad quedabasobradamente claro en sus páginas, en cuyo apoyo acudían la anti-güedad y las fuentes mitológicas y bíblicas para mantener un diálo-go con la civilización contemporánea de los autores. Marchena,como miembro de ese grupo y seguramente cabeza pensante delmismo, asume el texto y reivindica un mundo de relaciones libresamparándose en el pasado.

Sus páginas presentan, de forma fragmentaria, una historia delas costumbres sexuales, algo que haría después de forma más desarrollada, aunque para otras épocas, Eduard Fuchs, como ya seadelantó. Heródoto en su Historia se había detenido sobre las cos-tumbres religiosas, familiares y sexuales y puede decirse que Mar-chena, a su modo, se inscribió en esa línea. Por otro lado, en unsiglo en que se descubre la Historia, nuestro autor pone su grano dearena para dar a conocer la historia de la vida sexual y de la moralal respecto, mientras se burla de la legislación moral cristiana y delos instrumentos y medios empleados para dar a conocer los restosliterarios del pasado. Con su Fragmentum Petronii, además de haceruna propuesta acerca de la sexualidad, está haciendo historia cultu-ral.

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ía una copia del texto que un soldado llamado Du Pin había conse-guido de un renegado en el saqueo de Belgrado en 1688. Comotantos otros, ponía el parche antes de la herida indicando que elestilo, las frases, el espíritu, las expresiones eran claramente dePetronio (a pesar de los galicismos), a lo que eruditos como Leib-nitz, Crammer, Perizonio o más tarde Salvini en sus anotaciones aMuratori (1730, II, p. 86) y Voltaire, desde Le pyrrhonisme de l’His-torie, le respondieron que no podían creerle bajo su sola palabra:hacía falta presentar pruebas. A algunos de ellos les contestó Nodoten 1700 con una obra titulada Contre-critique de Pétrone.

Las peticiones de pruebas y testimonios resultan ser los grandesenemigos de los falsificadores. Ya se sabe que la mejor falsificaciónes aquella que aún no se ha descubierto, la que cuelga de las pare-des de un museo o la que leemos bajo el nombre de un determina-do autor. Lo «descubierto» por Nodot también llenaba los huecosde la novela y durante mucho tiempo se siguió publicando juntocon el original, para dar una idea más clara y continuidad a lanarración.

En toda superchería hay una parte de ficción, de invención nece-saria para explicar el hallazgo y las circunstancias del mismo, y es enesta parte en la que suelen naufragar los falsificadores, pues aunquecon cuidado tracen el escenario, siempre llega el momento en que seles piden los testimonios. El engaño de Marchena se descubrió unavez que se pidió a los suizos que investigaran sobre el fragmento.Pero él había previsto desde el principio este aspecto del problema.Como se ha visto, desde que se conocen, los falsificadores han nece-sitado tramar una historia que explicara el descubrimiento, y él la

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Cuando se pone a la tarea, demuestra estar en sintonía con loscambios que en el modo de hacer historia se habían dado a lo largodel XVIII, y así se interesa por aspectos de la vida cotidiana, inclu-so cuando trata de grandes personajes, y no por la Historia conmayúsculas. En este sentido, reproduce en la falsificación los rasgosculturales de su época, como les sucede a todos los falsarios. Enmomentos en que se desarrollan los sistemas de verificación depapeles, filigranas, tintas y demás instrumentos útiles para compro-bar la antigüedad y veracidad de los testimonios, Marchena detallaque encontró el fragmento en un pergamino cuya primera escriturahabía sido semiborrada. Es decir, proporciona datos que tienden alegitimar su hallazgo y a hacerlo pasar por auténtico. Son dispositi-vos y estrategias necesarias para tejer una trama paratextual quehaga pasar por buena la invención entre los entendidos, y quetodos los falsarios llevan a cabo de modos más o menos elaborados.Así, por ejemplo, mucha preparación hubo por parte de Macpher-son en su invención de los poemas de Ossián, ya que viajó y reco-gió canciones tradicionales que luego refundió; más ingenuo fueWilliam Henry Ireland, por ejemplo, cuando perpetró sus increí-bles falsificaciones shakespearianas entre 1794 y 1797 (Collins,2002) y muy inteligente resultó el ardid del soldado de fortuna quefue François Nodot en 1692, aunque al final también fuera desen-mascarado. Este predecesor de Marchena en la falsificación de frag-mentos del Satiricón, interpuso varios filtros entre los textos y susupuesto hallazgo, señalando que los había encontrado en Belgradoen manos de un renegado griego. Nodot había escrito a Charpen-tier, Presidente de la Academia de Francia, comentándole que pose-

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las costumbres sexuales de la antigüedad y aportar varias notas eru-ditas al respecto, recreaba el pasado mejor que si proporcionaba unpergamino debidamente envejecido o si desenterraba pruebas físicasauténticas entre las falsas, como habían hecho en Granada, alrede-dor del Sacromonte, varios años antes otros falsificadores famosospor entonces que, éstos sí, estaban movidos por razones económicas(Álvarez Barrientos y Mora, 1985; Mora y Álvarez Barrientos, 2003).

Esta contrahechura de Marchena refleja bien que las falsificacio-nes responden a un proyecto, en este caso, intelectual, y que no sonnunca o rara vez algo trivial. El trabajo y el tiempo que requiereperpetrar una falsificación deberían hacer olvidar esa idea. Erasmo,por ejemplo, inventó un texto, el De duplici martyrio, supuesta-mente encontrado en una biblioteca antigua y supuestamente deSan Cipriano, para contar con el apoyo de la Iglesia primitiva ensus pretensiones, llevando a cabo lo que siempre rechazó: la falsifi-cación de documentos (Seidel Menchi, 1978), pero tal mentira ser-vía de aval a sus propósitos. Dado que Marchena no iba a conseguirprestigio profesional desempolvando un texto clásico, pues noseguía la carrera académica, y tampoco iba a enriquecerse con suhallazgo, sólo queda pensar que su intención respondía, como se haseñalado, al deseo de ofrecer un punto de vista sobre la vida, sobrela vida sexual y sobre los prejuicios al respecto, que la Iglesia habíaconvertido en dogmas. Además, seguramente, de permitirsedemostrar sus conocimientos y su libertad crítica a los miembros dela República Literaria. Frente a estas cortapisas, y bajo el disfraz deun aparato erudito, presenta una defensa de la libertad y del amor,además de mostrarse como un gran conocedor del inventario ero-

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cuenta con gran ironía en su dedicatoria a los soldados franceses, loque ya era una forma de exculpación, un modo de decir a quienquisiera entender que todo aquello era sólo un juego para descargaruna batería de información sobre aspectos de la sexualidad y de lavida considerados libertinos y marginales, en los que llevaba (o lle-vaban) tiempo trabajando. Presentar este tipo de informaciones bajoel formato de la erudición más ortodoxa, siguiendo los patrones yrequisitos que piden la investigación histórica y filológica (haciendode paso mella en el mismo método, del que los alemanes eran losmás acabados cultores), suponía alterar las escalas de valores y los sis-temas de jerarquía cultural, pues se introducía un elemento espurioque, en apariencia, gozaba de todas las características de los textosautorizados. Y, como se ha visto, Marchena lo realizó con tal preci-sión y conocimiento, y con tan buen manejo de los métodos filoló-gicos, que pasó todos los filtros de la crítica, hasta que se pidió elcorpus delicti. También conocía el modo en que se había presentadoeste tipo de hallazgos y en su dedicatoria aludió a los mismos extre-mos que Nodot, además de presentar una portada similar a la deotras publicaciones de Petronio.12 Ya se ha visto que no fue el sevilla-no quien destapó la falsificación, sino su editor Decker, alertado porel derrotero y la importancia que estaba tomando el Fragmentum enel mundo de la erudición. Al componer unas líneas sobre la vida y

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12. Por ejemplo, Petronii Arbitri satyricon, ex recensione P. Burmannis passimreficta, cum supplementis Nodotianis et fragmentis Petronianis. Notae criticae aliasqueet indicem uberrimum addidit C. G. Antonius (1781) y otras que pueden verse enSchoell (1808).

sevillano, lo hace, si bien reduciendo el alcance de la figura, conpalabras que aluden directamente a la falsificación:

Marchena, nacido y educado en el siglo XVIII, sin fe, sin patriay hasta sin lengua, no pudo dejar más nombre que el siempre tur-bio y contestable que se adquiere con falsificaciones literarias, o enel estruendo de las saturnales políticas (1942, p. 212).

El tiempo no ha dado la razón a don Marcelino, pues Marchenano es recordado por este zurcido que le hizo a Petronio, a pesar desu gran interés desde el punto vista de la Historia cultural.

Por lo que se refiere a ésta, las falsificaciones nos preguntansobre el valor de nuestra cultura, sobre los mecanismos de controlque genera la sociedad y sobre aquello mismo que entendemos porcultura, así como por lo que dejamos fuera de los cánones. En cier-to modo, las falsificaciones son como la otra cara de la cultura, perootra cara que quiere asimilarse a lo canónico, pues utiliza y repro-duce sus mismas imágenes, métodos y protocolos. Sólo cuando sesabe que el objeto es falso es cuando esas imágenes y referentesadquieren una dimensión punible y censurable. Desde esta pers-pectiva, parece tentador interpretar la superchería de Marchenacomo un intento por su parte de asimilarse a los cauces ortodoxosde la cultura y a sus instituciones, a las que no había podido incor-porarse.

Las falsificaciones están demonizadas, son formas espurias de lacultura, pero, como tales, contribuyen a encumbrar, a autorizar lacultura «genuina». Sin embargo, lo que entendemos por tal, por

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tológico del mundo antiguo. Para que en Europa se dé entrada alerotismo oriental hay que esperar a la aparición de El jardín perfu-mado por la relajación de las horas, traducido en 1850 por el barónde R... (Alexandrian, 1990, pp. 217- 220).

Andrés Muriel dejó constancia del eco europeo que tuvo la tra-moya sobre Petronio y de cómo creció la fama de erudito y granfilólogo de Marchena. Pero el también afrancesado Muriel, queescapó a Francia con José I, iba más allá al reflexionar sobre las con-secuencias de las falsificaciones, y lo hacía en unos términos que yaantes habían sido objeto de atención por parte de historiadores,muchos de ellos empeñados en aclarar la Historia de España ylibrarla de los trabajos de falsarios como Román de la Higuera.Muriel pensaba que el divertimento de Marchena no había de tenergraves consecuencias (quizá porque era más literario que histórico),pero su opinión, en sintonía con la de personajes como Mayans ySarmiento, era que «por punto general se debe condenar todo escri-to que daña a la verdad histórica», mientras no terminaba de enten-der que, siendo un delito castigado con severidad por las leyes en lavida civil, en el campo de la Historia hubiera hombres instruidosque dedicaran a veces incluso años en tal ocupación, «por purocontentamiento del amor propio en engañar al público con las apa-riencias de la verdad, si ya no es que meditan otros intereses mássórdidos que lleven la pluma del escritor» (BAE, 114, p. 196b).

Con respecto a la biografía intelectual de Marchena, el Frag-mentum Petronii queda como un ejemplo de su calidad en tantoque erudito y del tipo de hombre de letras que fue. De hecho,Menéndez Pelayo, cuando tiene que terminar su trabajo sobre el

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CRITERIOS DE EDICIÓN

EN la traducción he actualizado los nombres clásicos y alguna vezhe alterado la puntuación para mayor claridad. He tenido en cuen-ta la buena versión de Genoveva García-Alegre, que apareció en larevista Poesía en el número de 1980-81. Era la primera vez que eltexto completo de Marchena se ponía en español, pues en otrasocasiones había aparecido solo el fragmento latino. Marchena utili-za un francés muy preciso y una sintaxis clara, que dejan poco espa-cio al traductor, a no ser que éste quiera «hacer literatura». Su pre-cisión es una forma de control sobre su mensaje.

He procurado que la anotación no agobie al texto, para no sercensurado por el autor, pero sus referencias son tantas que quizáabruma un poco. He intentado dar la mayor información delmodo más escueto posible.

Las llamadas entre paréntesis ( ) son las de Marchena; las míasvan voladas.

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cultura, no deja de ser otra forma de falsificación de la realidad, enespecial desde el momento en se ajusta en su expresión a unospatrones y normas retóricas que –aunque falsean la realidad alsometerla a sus convenciones de género–, sin embargo, proporcio-nan la idea (o la ilusión) de autenticidad, en tanto que modo oforma autorizada de representación de la realidad.

Las falsificaciones, que también hacen esto pero cuestionando elpropio sistema de representación y valoración, pueden entenderse,con Ruthven (2001), como manifestaciones creativas de la críticacultural, de aquellos instrumentos de que se sirve ésta para validarlo auténtico frente a lo espurio. En cualquier caso, falsificaciones yobras auténticas tienen en común mucho más de lo que se suelereconocer. Y el tratamiento que la sociedad culta dio al fragmentode Marchena así lo demuestra.

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AGRADECIMIENTOS

ANTONIO Mestre, de la Universidad de Valencia, me dio las pri-meras pistas para identificar al «padre Sánchez». Rosa FernándezLera y Andrés del Rey Sayagués, de la Biblioteca de MenéndezPelayo de Santander, con diligencia y eficacia me facilitaron fotoco-pias de la edición de 1865 del Fragmentum y con la misma eficaciarespondieron a mis dudas. Concha Herrero Carretero, de Patrimo-nio Nacional, Madrid, tradujo al anónimo erudito alemán y aJohann Decker. Jean-René Aymes, de la Université Sorbonne Nou-velle, e Irène Delage, de la Fondation Napoléon, de París, me ayu-daron con Lallemand.

Gracias a Marco Thomas Bosshard, de la Universidad de Kassel,pude conseguir las reseñas del Fragmentum Petronii en la AllgemeineLiteratur-Zeitung de Jena y el artículo que Johann Decker, el editorde Basilea, publicó en el Reichsanzeiger sobre la autoría de la falsifi-

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FRAGMENTUMPETRONII

EX

BIBLIOTHECAE STI. GALLI

ANTIQUISSIMO MSS. EXCERPTUM,

NUNC PRIMUM IN LUCEM EDITUM

Gallice vertit ac notis perpetuis illustravit

LALLEMANDUS, S. Theologiae Doctor.

1800

cación. De manera muy especial le quiero agradecer la dedicacióndesinteresada con que llevó a cabo las consultas que le fui encar-gando acerca del erudito filólogo, del editor de Basilea, y de los res-pectivos periódicos en los que publicaron sus trabajos.

Abelardo Linares acogió generosamente el proyecto en su edito-rial.

A todos ellos, gracias.

JAB

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AL EJÉRCITO DEL RIN

L AS conquistas de los franceses en esta guerra han sido amenudo de provecho para las ciencias y las letras. Egiptonos ha proporcionado monumentos de sus primeros habi-

tantes que la ignorancia y la superstición de los coptos y de losmusulmanes ocultaban a las naciones ilustradas.1 Las bibliotecas delos conventos de diferentes países conquistados han sido registradaspor los sabios, y preciosos manuscritos han visto la luz.

No es la menos interesante de esas adquisiciones el fragmentode Petronio que ofrecemos al público, sacado de un antiguo

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1. Napoleón llevó a cabo la campaña de Egipto entre 1798 y 1801. De lamisma resultaron obras importantes que dieron origen a la egiptología, como la deVivant Denon, Voyage dans la Basse et la Haute Egypte (1802) y la colectiva en 23

vols., Description de l’Egypte, 1809-1826. Por otra parte, Marchena juega con eltópico que relaciona las armas y las letras.

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manuscrito que el valor invencible de los soldados conquistadoresde Saint Gall nos ha permitido examinar.2 Hemos hecho esteimportante descubrimiento mientras leíamos un pergamino quecontenía la obra de San Genadio sobre las obligaciones de los sacer-

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2. Marchena alude al modo y al momento bélico en que Nodot «encontró» enBelgrado su fragmento. La biblioteca del monasterio de Saint Gall era la más gran-de e importante de la Europa del siglo VII. Había sido fundada por irlandeses.Uno de los documentos más destacados que se conserva en la biblioteca es el planode Saint Gall. Gracias a él se puede conocer el proyecto del monasterio. El planofue dibujado poco antes del año 829 en tinta roja sobre cinco hojas de pergamino,siendo encargado por el abad Gozberto. Concebía el monasterio como una peque-ña ciudad autosuficiente. Era tan ambicioso el proyecto que nunca se llevó a cabo,pero sirvió como referencia para los arquitectos cistercienses del siglo XII. A esteplano, modelo ideal del monasterio carolingio-benedictino, se le ha denominado«Utopía de Saint Gall» por lo complejo y perfecto de su estructura funcional.

3. San Genadio fue sacerdote en Marsella. Vivió en la segunda mitad del sigloV y murió entre los años 494 y 501. Al parecer era hombre de cierta cultura, cono-cedor del griego, de juicio equilibrado y sereno cuando no trataba de autores delsur de Francia. Su información es siempre de primera mano y segura. Según cuen-ta él mismo, escribió ocho libros contra todas las herejías; seis contra Nestorio,patriarca de Constantinopla; tres contra Pelagio; un tratado sobre el milenarismo;otro sobre el Apocalipsis; una carta dirigida al papa San Gelasio sobre su doctrinaen materia de gracia; De ecclesiasticis dogmatibus, que es una síntesis de la doctrinacatólica; De scriptoribus ecclesiasticis, conocido con el nombre de De viris illustribus,continuación de la homónima de San Jerónimo, que es el catálogo de los escritorescristianos antiguos que había iniciado San Jerónimo. Constaba de 135 artículoscon noticias de los evangelistas y de escritores judíos como Filón, Flavio Josefo,etc. La continuación de Genadio de Marsella (ca. 480) consigna a autores quevivieron a fines del siglo V y añade casi cien noticias. Finalmente, continuaron la

dotes, por cuyos caracteres la datamos como del siglo XI.3 Un exa-men más detenido nos ha hecho percibir que la obra de este Santohabía sido escrita sobre hojas que contenían ya letras escritas, quese habían intentado borrar. Se sabe que en esos siglos de ignoranciaera habitual escribir libros eclesiásticos sobre códices que conteníanlas obras de los mejores autores de la latinidad. A fuerza de trabajohemos conseguido descifrar el fragmento que ofrecemos al público,cuya autenticidad no será puesta en duda. Se lo ofrecemos al bravoejército francés, al que se debe esta adquisición.4

Es fácil reparar en que existe una laguna en este pasaje de Petro-nio, en el que se supone que Encolpio está en casa de Cuartila

obra de Genadio, mostrando un interés particular por los escritores españoles, SanIsidoro de Sevilla (m. 636) y su discípulo San Ildefonso de Toledo (m. 667). Losautores, con unanimidad, afirman que Genadio fue semipelagiano, apoyándose ensus alabanzas a escritores que simpatizaban con Pelagio (Gran Encilopedia Rialp).A pesar de denominarle santo, no he encontrado que este autor lo fuera, sí otroSan Genadio, del siglo X, que estuvo por León, Ponferrada y Astorga, pero que noescribió nada. ¿Un cruce de nombres?

4. Como se ha señalado en la introducción, Marchena había querido investi-gar en la Biblioteca Nacional francesa. Andrés Muriel (BAE 114, p. 197) recordabala noticia del descubrimiento de «un códice del siglo VII, donde están las obras deSan Jerónimo y Genadio, De viris illustribus. Estas leyes se hayan esparcidas enquince o veinte páginas, desde la 71 hasta la 144, y aunque se han raspado y sobreel mismo pergamino se han escrito los dos tratados citados, sin embargo, muchasde esas leyes son aún legibles y preciosísimas por su antigüedad». Manuel Díaz yDíaz también se hizo eco de este hecho (1968, p. cvi), que, por otro lado, demues-tra los amplios conocimientos de Marchena sobre el modo de trabajar en losmonasterios y acerca del estado en que se encontraban muchos de sus manuscri-tos.

FRAGMENTUM PETRONII

HAEC dum fiunt, ingenti sono fores repente perstrepunt, omni-busque, quid tam inopinus sonitus esset, mirantibus, militem, exexcubiis nocturnis unum, districto gladio adolescentulorumqueturba stipatum, conspicimus. Trucibus ille oculis ac thrasonicogestu omnia circumspiciebat; tandem Quartillam intuens: Quid idest, inquit, mulier impudentissima? Falsis me pollicitationibusludis, nocteque promissa fraudas? At non impune feres, tuque ama-torque iste tuus me esse hominem intelligetis.

Dicto audientes milites comites arctissimi vinculis me Quarti-llamque adligant, os ori, pectori pectus, femur denique femoriadplicantes, nec sino magno risu. Embasicoetas autem, jussu mili-tis, olidi oris foedissimis osculis totum me miserum conspurcabat;quae nec effugere, nec ullo modo vitare valebam. Constupravit tan-

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mirando con ella por la ranura de la puerta los escarceos de suGitón y de la pequeña Panníquide. En efecto, él dice algunas líneasdespués que estaba cansado de disfrutar con Cuartila, y en lo quenos queda sólo menciona las caricias preliminares de ese goce. Elestilo del latín lleva de tal modo el sello de Petronio que es imposi-ble creer que el fragmento sea falso.5

Para el conocimiento de los que no han leído a este autor, hayque decir que esta Cuartila era una sacerdotisa de Príapo,6 en cuyacasa se celebraban los misterios de ese dios. Panníquides es unaniña de siete años que ha sido entregada a Gitón para que la desvir-gue. Este Gitón era el amante de Encolpio, el mismo que se suponecuenta la escena. Encolpio, que acababa de tomar una bebida afro-disíaca, miraba con Cuartila junto a la puerta la manera en queGitón hacía su trabajo. Es entonces cuando el soldado entra en lacasa. Finalmente, la vieja que se menciona en el fragmento es lamisma que había conducido a Encolpio por sorpresa a casa de lasprostitutas, de la que habla al inicio de su obra.

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5. Marchena despliega en estas páginas, como a lo largo del texto, enorme iro-nía al tratar los distintos asuntos. Ahora evidencia, para quien quisiera entenderle,la falsedad de su fragmento, pues la alusión tan clara a no dudar de su autentici-dad es obvia. Algo similar se encuentra también en Nodot.

6. Príapo: Hijo de Dionisio y Afrodita. Su culto nació en Asia Menor, dedonde pasó a Grecia y Roma. Personifica la generación y es representado erecto(itifalo). Nació deforme y con un gran falo a causa de los celos de Juno. Era tam-bién el dios que guardaba jardines, huertas y casas. Véase Knight (1980).

FRAGMENTO DE PETRONIO,

ENCONTRADO EN LA BIBLIOTECA DE SAINT GALL,Y PUBLICADO POR PRIMERA VEZ.

EN aquel momento, se oyó un gran ruido en la puerta, que excitóla curiosidad de todos nosotros; en seguida vimos entrar a un sol-dado que estaba de guardia, la espada desnuda, acompañado de ungran número de jóvenes. Se puso a mirar a todas partes con los ojosinflamados de cólera y cara de pocos amigos; después, reparando enCuartila, dice: «¿Cómo tú, la más desvergonzada de las mujeres,osas burlarte de mí, haciéndome falsas promesas, y, tras jurarmeque pasarías la noche conmigo, faltas a tu compromiso? Pero estono quedará sin castigo; tú y tu amante veréis que tratáis con unhombre» (1).

Apenas acabó de decir estas palabras cuando sus camaradas noscogen a mí y a Cuartila (2) y nos atan estrechamente al uno contrael otro, rostro contra rostro, pecho contra pecho y, en fin, vientre

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dem et gaudium integrit hausit. Interim satyrico, quod paullo anteebiberam, omnes in Venerem nervos intendente, Quartillam valen-ter permoleri coepi, nec illa, libidine accensa, ludo gravabatur. Sol-vebantur in risum juvenes, jocosa scena permoti; namque a turpis-simo cineado subactus, ingratis ac paene inscius, quam creberrimecevebam, quum Quartilla crissaret.

Pannychis interea, utpote nec Veneri matura, clamorem inten-dit, milesque ad repentinam lamentationem animum advertit.Devirginabatur enim tenerrima puella, victorque Giton haudincruenta spolia retulerat. Quo spectaculo miles permotus impe-tum vi facit, arctissimisque amplexibus nunc Pannychin, nuncGitona, nunc simul ambo perstringebat. Efusa in fletum virgo aeta-ti ut parceret, obsecrabatur; sed nihil preces proficiebant, furebat-que miles in Venerem immaturam. Opervit ergo Pannychis caput,quidquid fata portenderent, passura.

Tunc vero anus, illa ipsa quae dudum me domicilium quaeren-tem luserat, velut a coelo demissa miserae Pannychidi auxilio fuit.Magnis illa clamoribus domum intrat, vicum proximum pererrarepraedones autumat; frustra cives Quiritium fidem implorare, necvigilum excubias, aut somno sopitas, aut comessationibus intentas,praesto esse. Hic miles graviter commotus, praecipitanter se exQuartillae domo abduxit; eum insecuti comites Pannychidaimpendente periculo, nos omnes metu liberarunt.

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Entonces una vieja (6), la misma que se había burlado de mí eldía que buscaba mi morada, apareció como caída del cielo parasacar a Panníquides de este aprieto. Entró en la casa dando grandesgritos y diciendo que los ladrones recorrían impunemente la callevecina, que los vecinos pedían en vano socorro y que la guardiaestaba o dormida o entretenida en beber en las tabernas. Al oír estaspalabras, el soldado y sus compañeros abandonan precipitadamen-te la casa de Cuartila, librando a Panníquides de un peligro inmi-nente y a todos nosotros del miedo que nos habían inspirado.

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contra vientre. El soldado ordena entonces al embasiceta7 que mecolme con sus besos impuros (3), que yo no podía evitar, atadocomo estaba. El embasiceta llegó en seguida a la cima de sus deseos(4). Mientras tanto, como la bebida erótica que había tomado hacíasu efecto, yo apretaba a Cuartila con tiernos abrazos que ella norechazaba en absoluto. Los jóvenes reían con todas sus fuerzas vien-do que el placer que yo gustaba con Cuartila se volvía, a mi pesar,en beneficio para el impuro embasiceta.8

Panníquides, que por su edad no estaba aún madura para losplaceres de Venus, lanzó un gran grito que atrajo toda la atencióndel soldado. Gitón acababa de desflorarla y de conseguir una san-grienta victoria (5).9 Emocionado por este espectáculo, el soldadopenetra en la habitación y prodiga mil tiernas caricias por separadotanto a Gitón como a Panníquides, ya a los dos a la vez. Panníqui-des lloraba amargamente y le conjuraba a que mirara por su infan-cia, pero sus plegarias no eran escuchadas y el soldado se excitabacada vez más y más. Así pues, la pequeña se cubrió la cabeza y seresignó a su suerte sin murmurar.

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7. embasiceta: según la Enciclopedia Espasa es el «hombre entregado a un infa-me libertinaje».

8. En las notas con que ilustra su fragmento, Marchena alude a los grupos eró-ticos con jóvenes que formaba Tiberio en su palacio de Capri. Algo de eso puedeverse en estas construcciones que detalla la fantasía del «abate».

9. En el texto francés se lee «victoire sanglante», mientras que en el latino sedice lo contrario: «incruenta spolia». Aunque el latín puede referirse a que no sederramó sangre del soldado, que es una de las acepciones que encuentro en losdiccionarios, apoyada en Salustio.

NOTAS SOBRE EL FRAGMENTO DE PETRONIO

Ipsa Venus magico religatum brachia nodoPerdocuit, multis non sine verberibus.

TIBULLUS10

(1)

veréis que tratáis con un hombre.

En todos los tiempos los militares han sido distinguidos por lasbellas. La encantadora fábula de los amores de Venus y Marte, des-crita por los más antiguos poetas, expresa de forma alegórica estaverdad.11 Todos los semidioses tuvieron un montón de aventuras

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10. Tibulo, Elegías, I, 8, 5-6: «Venus misma, atados mis brazos por mágiconudo,/ me enseñó no sin muchos pesares». Algunos aspectos de esta nota, referen-tes a las relaciones entre hombres y mujeres, a la mayor relevancia de éstas a medi-da que avanzaba la civilización, tienen un precedente en el «Discurso tercero» desu periódico El Observador.

11. Venus era la esposa de Vulcano; era pretendida por muchos dioses y, segúnlos testimonios, ella no se resistía. El Sol comunicó a Vulcano el adulterio conMarte, como cuenta Ovidio en las Metamorfosis, IV, 169-189. Aquel se vengó cre-ando una red invisible que los atrapó cuando estaban en el lecho, lo que, visto porlos demás dioses, dio lugar a que «fuese el caso más comentado en todo el cielo»(Ovidio, 1998, p. 150).

En la infancia de la sociedad casi no se conocen otras relacionesque las de la fuerza y la debilidad; el fuerte manda y el débil obede-ce. Así pues, las mujeres son miradas como seres destinados por lanaturaleza para servir a los placeres y a los caprichos del hombre.Nunca dicen los pretendientes una sola palabra tierna a Penélope y,en lugar de hacerle la corte, comen a pesar suyo su comida, seacuestan con sus esclavas y mandan en la casa como si fueran losdueños. Circe se entrega a Ulises, que la ha querido matar, y Calip-so, diosa como es, debe tomar la iniciativa.14 Los buenos sentimien-tos que Virgilio pone en boca de la sombra de Creúsa, contenta porhaber muerto antes que haber servido a los griegos: «ella, que eratroyana y esposa del hijo de Venus»; la confusión con que Andró-maca, viuda del hijo del asesino de su primer marido, responde alas preguntas de Eneas;15 estas ideas, digo, y estos sentimientos per-

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amorosas, los más valientes fueron además los más ardientes y feli-ces. Hércules desvirgó en una noche a cincuenta niñas. Teseo amóy raptó a mil bellas. Jasón dejó a Hipsípila por Medea, y a ésta porCreúsa. Aquiles, el de los pies ligeros, olvidó en los brazos de suBriseida a la tierna Deidamía.

Hay que señalar que los amantes no tenían escrúpulos sobre losmodos para conseguir gozar de las mujeres que amaban. El más habi-tual era el rapto, y casi siempre la mujer se sometía a su suerte sinprotestar. Helena había sido raptada por Teseo, antes de haberlo sidopor Paris. La mujer de Atreo lo fue por Tiestes, y esto provocó el odioimplacable entre las dos familias.12 La violación no era menoscomún. Las mismas diosas y las preferidas de los dioses corrían elriesgo de ser presa de cualquier mortal osado. Pirítoo, ayudado porTeseo, falló en su intento de raptar a Proserpina del trono mismo deldios de los infiernos; con dificultad Juno pudo sustraerse de la perse-cución de Ixión, y Tetis sucumbió, a su pesar, a las de Peleo. El poderde predecir el futuro con que Apolo había gratificado a Casandra nola pudo proteger de las brutales caricias de Ajax, hijo de Oileo.13

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12. Tiestes y Atreo eran hermanos. El primero sedujo a la mujer del segundo yconsiguió la rama dorada que le otorgaba el trono de Micenas. Atreo, padre deAgamenón y Menelao, como venganza, preparó una cena con los cuerpos de sushijos, le engañó e hizo que se los comiera. Fue un tema tratado por muchos dra-maturgos romanos. Horacio (2000, p. 543), en su Arte poética, explica cómo debenser abordados asuntos como éste (vv. 90-91)

13. Pirítoo, hijo de Ixión, falló, pero Dis, o sea Plutón, no. Ovidio (1998, p. 183), lib. V, «El rapto de Proserpina». Una alusión a las aspiraciones de Ixión,en Ovidio (1998, p. 368), lib. XII, v. 505. Horacio (2004, pp. 249 y 347) en sus odas

también se refiere a Pirítoo (III, 4, 80; IV, 7, 27); para Íxión, la oda III, 11, 21

(p. 271). Al hijo de Oileo le llama Homero Ayax el Pequeño, por su baja estatura.Combatía siempre en primera fila y era el mejor con el dardo. Después de tomarTroya, penetró en el templo de Minerva y abusó de Casandra, su sacerdotisa,razón por la que le hizo naufragar cuando regresaba a su país.

14. Distintos episodios de las aventuras de Ulises. Calipso acogió a éste en suisla de Ogigia, de la que era reina, y se las apañó para retenerlo durante siete años.Bayle, Dictionaire historique et critique (1720, III, pp. 2222-2226) dedicó un artícu-lo a Penélope en esta misma línea.

15. Virgilio, en la Eneida, lib. 2, 771-800. Creúsa, primera esposa de Eneas, sele aparece cuando vuelve a Troya para buscarla, de la que habían salido él y otrostras su incendio. Es entonces cuando le pide que no se lamente por ella, le anunciasus viajes y la fundación de Roma. El diálogo ente Andrómaca y Eneas, en el lib.3, 294-347.

lado de Abraham, y éste no se disgusta con su mujer y sigue vivien-do con ella. David, llegado al trono, se apresura a que se le entregueMicol, que estaba casada con otro.17

La mejor prueba de que en tiempos de los romanos las mujerespreferían a los militares antes que a otros hombres, está en lassupuestas aventuras galantes del Soldado fanfarrón de Plauto.18 Pir-gopolinices19 no cree poder pasar por un gran guerrero si todas lasmujeres no corren detrás de él; al mismo tiempo, su parásito y suesclavo sólo le hablan de las pasiones que ha levantado. La tradiciónpretende que entre los samnitas, los más bravos elegían a las másbellas; se designa esta costumbre como una de las causas principa-les del carácter belicoso de estos pueblos.20

En los tiempos de la caballería, las más grandes hazañas se con-sumaban para agradar a la dama de sus pensamientos, e incluso

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tenecen al siglo cortés de Augusto, y no a la época en la que ocurrela guerra de Troya. Virgilio, en su Eneida, no siguió nunca el pre-cepto de Horacio y del sentido común: Aut famam sequere, aut sibiconvenientia finge.16

De esta manera de considerar a las mujeres derivaba una nuevacausa de la posesión exclusiva de la belleza mediante el valor. Secodiciaba a una bella mujer como a un buen rebaño y, en ausenciade leyes, el que poseía uno u otro de esos objetos, era en seguida des-poseído de él, si no tenía el valor suficiente para protegerlos. Lasguerras se iniciaban tanto para recobrar a su mujer como a sus otrosbienes, y se puede recordar que Agamenon promete retirarse deTroya si se le devuelve Helena a Menelao y las riquezas que Paris lerobó. Por lo tanto, los griegos no reivindicaban lo que nosotros lla-mamos honor conyugal; esta idea es mucho más refinada, presuponecombinaciones demasiado sutiles para poder entrar en la cabeza depueblos casi bárbaros. Esto es tan verdadero como que, tras la tomade Troya, Helena, que de buen grado ha pertenecido sucesivamentea Paris y a Deífobo, vuelve después a Menelao sin que éste le haganingún reproche. Esta conducta de Menelao es tan natural que Telé-maco, que en su viaje por Esparta encuentra a Helena junto a él,como antes del rapto, no muestra ninguna especie de sorpresa.

Los libros que más se parecen son la Biblia y Homero, porquelos pueblos que describen y los hombres de los que hablan casi hanllegado al mismo nivel de civilización. Sara es raptada dos veces del

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16. Horacio (1998, p. 545), Arte poética, 119: «[escritor] sigue la tradición, ocrea algo que tenga coherencia».

17. En 2 Samuel, 3, 13-14. La había conseguido «a costa de cien prepucios defilisteos».

18. Se alude a Miles gloriosus. Plauto (254 a.C.-184 a.C.) fue autor cómicoromano que alcanzó una enorme popularidad entre sus contemporáneos y ejercióuna notable influencia en la literatura dramática europea. El asunto de sus obras,muchas de ellas perdidas, era generalmente amoroso, la trama se complicaba conengaños o confusiones de identidad, y los personajes respondían a los arquetiposheredados de las comedias griegas, como parásitos y soldados fanfarrones.

19. Pirgopolinices es el protagonista del Soldado fanfarrón.

20. Samnitas: pueblo itálico establecido en la región de Italia central entre lazona montañosa del Norte y el Este de Campania. Entre 343 y 290 a. C. mantu-vieron tres guerras contra Roma. La afrenta de las Hordas Caudinas data de lasegunda (321 a.C.). Tácito alude a ello en el libro XV, 13 de sus Anales. Sila losvenció definitivamente en el 82 a.C.

(2)

sus camaradas nos cogen a mí y a Cuartila.

El oficio de Cuartila responde al que ejercen nuestras señorasdel Palacio Real. Este Palacio Real es una especie de Babilonia, conla diferencia de que las mujeres se prostituyen en él todo el año yson un poco menos atractivas que las bellezas caldeas. Por lo demás,si hay algo incontestable en la historia antigua, es esta prostituciónde las damas de Babilonia en honor de Venus, que no sé porquéVoltaire rehusaba creer,22 como si las religiones no hubieran sidofuente de los actos más abominables, como si las guerras de reli-

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hubo tan valiente caballero que, como don Quijote, corrió elmundo para probar, con la fuerza de su brazo, que su dama notenía igual. Mientras los pobres trovadores cantaban armoniosa-mente a sus bellas, ellas volaban a los brazos del caballero que en eltorneo había roto más lanzas o acabado más hechos de armas. Enfin, todos los pueblos del mundo han dicho como Dryden: «Nonebut the brave deserves the fair».21

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21. John Dryden (1631-1700). El verso pertenece al poema «Alexander’s Feastor the Power of Music: an Ode in honour of St. Cecilia’s Day» de 1697: «None butthe brave/ none but the brave/ None but the brave deserves the fair» (I, 17-19,1987, p. 545). Más tarde Henry Purcell le puso música.

22. Voltaire (1959) no cree esto en el cap. XI «Des Babyloniens devenus Persans»de su Essai sur les moeurs et l’esprit des nations, de 1753: «Je m’étonne qu’Hérodote aitdit devant toute la Grèce, dans son premier livre, que toutes les Babyloniennesétaient obligées par la loi de se prostituer, une fois dans leur vie, aux étrangers, dansle temple de Milita ou Vénus». Según un prospecto de hacia 1819, Marchena pen-saba traducir esta obra de Voltaire (Menéndez Pelayo, 1942, pp. 179-180).

Por lo demás, hay que reconocerlo, la mayor parte de las queejercen esta noble profesión, son indignas de ella y sólo justifican laopinión de los rigoristas contra su clase. Ved a esas miserables detez lívida, de mirada extraviada, de voz estentórea, respirando altiempo el veneno que circula por sus venas y los licores con que sehan emborrachado; ved sobre sus cuerpos pálidos y descarnados laimpronta de las caricias de seres aún más horribles que ellas (veinteacaban de saciar sobre cada una su pasión brutal); escuchad suodioso lenguaje; sus juramentos, sus expresiones indignantes; pene-trad en el antro de estas arpías, escondrijo a menudo de bandidos yasesinos. ¡Qué espectáculo! Es la deformidad del vicio bajo losandrajos de la indigencia.

¡Ah! Estas no son las cortesanas, esto es la hez de la ciudad. Unacortesana digna de ese nombre es esa belleza llena de gracias y deamabilidad que reúne en su casa al hombre de letras y al de mundo,a los primeros magistrados y a los más grandes capitanes, y quevuelve más amables a los hombres de cualquier profesión porque,agradando a todos, les inspira el deseo de agradarse recíprocamen-te.25 Es esta Aspasia que, después de haber seducido al pueblo civi-

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gión, los horrores de la intolerancia, los engaños de los sacerdotes,el despotismo de los reyes, el envilecimiento y la estupidez de lospueblos no fuesen sus efectos más funestos; como si la ceguerafanática de los mártires y la brutal crueldad de los verdugos no fue-ran cien veces más deplorables que un sacrificio igualmente agrada-ble a la víctima y al victimario; como si gozar y dar la vida no fue-ran acciones más santas que mortificarse y degollar animalesinocentes.

El origen de las cortesanas se pierde en la más honda antigüe-dad;23 parece que su disfrute estaba entre las costumbres patriarca-les, pues Judá se acostó con Thamar, viuda de sus dos hijos, quienpara seducirle se disfrazó de cortesana. Otra cortesana, Rahab, jugóun importante papel en las primeras guerras del pueblo del Señor:es esta misma Rahab, que esposó a Salomón, padre de Booz, cuartoabuelo de David y trigésimo segundo de Jesucristo, nuestro divinosalvador.24 Así la eterna sabiduría se ha complacido en realzar estaprofesión y en vengarla del injusto desprecio de los hombres. Losreyes de Su pueblo elegido, el hombre que el Verbo adopta porpadre carnal, son los descendientes de una cortesana.

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23. Sobre ellas escribió Pietro Aretino sus Diálogos de cortesanas y ya en el XIX

Mª del Pilar Sinués, sus Cortesanas ilustres (1878). Véase también, Fuchs (1986, I,cap. 6).

24. El episodio de Judá y Thamar se narra en Génesis, 30. Ella abandona suvestido de viuda y le espera cubierta con un velo a la entrada de Enaím. «Déjameentrar en ti», le pide él; «¿Qué vas a darme por entrar en mí?», pregunta ella. En ellibro de Josué se cuentan los hechos y la ayuda de Rahab a los espías enviadoscamino de Jericó, que se hospedaron en su casa.

25. Como se ha indicado en la introducción, Marchena reproduce aquí elideal de mujer culta que triunfó en los salones de París, al tiempo que extiende laopinión, muy de la época, de que el trato con la mujer civiliza al hombre. Por otrolado, es de admirar su talento de escritor, capaz de reproducir niveles distintos delenguaje, diferentes estilos y retóricas, como se ha podido comprobar en el párrafoanterior, al trazar el cuadro de las que no eran cortesanas, sino la hez de la ciudad.Es en ésta donde se mueve constantemente su reflexión y su imaginación, a unlado los escenarios míticos.

Una cortesana tal y como la acabo de pintar puede tener todaslas virtudes públicas y privadas. Se conoce la probidad severa deNinon, su beneficencia, su gusto por las artes, el cariño a sus ami-gos. Epícaris, el alma de la conspiración de Pisón contra el execra-ble Nerón, era una cortesana, y el severo Tácito que ciertamente nopuede ser tachado de parcial hacia la galantería, ha rendido testi-monio a la constancia con que resistió a las promesas más seducto-ras y aguantó los tormentos más rebuscados, sin querer descubrirlos detalles de la conjuración ni los nombres de los conjurados.29

Sería el momento de levantarse contra esta moral ascética quehace consistir la virtud soberana en la abstinencia de las acciones quemanda la naturaleza, y que coloca las debilidades en el grupo de loscrímenes más odiosos.30 ¿Puede verse sin indignación que Suetonio

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lizado de Atenas, hizo durante tanto tiempo las delicias de Periclesy quizá contribuyó a hacer de su siglo el siglo del gusto, de las artesy las letras.26 Son esta Friné, esta Lais, esta Glícera y tantas otras queembellecieron Grecia y cuyos nombres serán célebres para siem-pre.27 Es esta Ninon de Lenclos, uno de los ornamentos del buensiglo de Luis XIV. Esta Clairon, la primera que mostró toda lagrandeza de su arte; eres tú C***, Talía francesa, que fuerzas alespectador, no diré a excusar, pero sí a compartir el defecto deAlcestes.28

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26. Se trata de Aspasia de Mileto, que vivió en el siglo V a. C. Pericles repudióa su mujer para estar con ella. En sintonía con lo señalado por el autor, Aspasiafrecuentó el trato de Sócrates, Heródoto, Alcibíades y Fidias. Plutarco (1983), ensu Vida de Pericles, 24-32, da información sobre ella.

27. Friné era originaria de Beocia, vivió durante el siglo IV a. C. Fue amantede Praxíteles, al que sirvió de modelo para sus estatuas de Afrodita. Apareció comopersonaje en comedias de Timocles, Posidipo y otros. La prostituta siciliana Lais,que se estableció en Corinto, aparece en numerosos textos. A ella aluden Aristófa-nes, Platón, Epícrates, Eubulo, etc. Epícrates la presenta ya vieja, buscando a cual-quiera que acepte estar con ella. Existe una comedia titulada La rival de Lais. Pie-rre Bayle le dedicó un artículo en su Dictionaire historique et critique (1720, II, pp. 1638-1644). Menandro (fragmentos 96 y 240), Horacio (I, 19 y otras) y Tibulocantaron a Glícera. Sobre estas prostitutas, véase Arrigoni (1985), Sousa Delibes(2002), Pomeroy (1987).

28. Ninon de Lenclos (1620-1705). Pseudónimo de Anne de Lenclos. Cortesa-na francesa, famosa por su belleza y cultura. Véase Duchêne (2000). Ninon pasó aser la cortesana por excelencia. En 1750 se publicaron unas Lettres de Ninon deLenclos (Zavala, 1983, p. 521). Mme. Clairon fue una importante actriz trágicafrancesa del siglo XVIII. Dejó unas memorias que se tradujeron al español. Coninterés se lee la obra de Edmundo de Goncourt (1922) sobre ella. Alcestes fue hija

del rey Pelias. Ofreció su vida a cambio de la su esposo, Admeto, rey de Tesalia,que había ofendido a Artemisa. Hércules, huésped de Admeto, evitó su muerte. Essímbolo de entrega conyugal. El caso tuvo reelaboraciones artísticas, como la tra-gedia de Eurípides y la ópera de Gluck de 1767.

29. La conjura de Pisón contra Nerón se organizó el año 65. Da noticias Sue-tonio (1998) en los libros dedicados a Calígula y Nerón, 36, 1. Este episodio diopie a una novela titulada Epicaris, ou conjuration de Pison contre Neron, publicadaen 1766. Antes, entre otros, Boccaccio se había detenido en el caso de Epícaris, ensu libro sobre las mujeres ilustres, de 1494.

30. Diderot (1980, pp. 580-581), en L’Entretien entre D’Alembert et Diderot, de1769, señalaba, en esta misma dirección: «Todo lo que es no es ni contra natura nifuera de la naturaleza […]. No acepto ni la castidad ni la continencia voluntarias,que son crímenes contra natura, si se pudiera pecar contra ella, y el primero de loscrímenes contra las leyes sociales de un país donde se medirían las acciones conotra balanza distinta de aquélla del fanatismo y el prejuicio».

Por lo demás, a pesar de estas tristes locuras de algunos soñado-res atrabiliarios, los buenos tiempos de Grecia son los del imperiode las cortesanas. Era en sus casas donde charlaba el Pactolo, su lujoexcedía al de los principales griegos.33 Las más ricas ofrendas quedecoraban los templos de los dioses eran regalos de estas señoras, yhay que recordar que casi todas eran extranjeras, la mayor parte ori-ginarias de Asia Menor. Esto dio lugar a que un financiero atenien-se, que se parecía como dos gotas de agua a muchos de los nuestros,

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reproche a César sus galanterías con Servilia, con Tercia y con otrasdamas romanas, del mismo modo que sus malversaciones y su ambi-ción desmesurada, mientras alaba su ardor guerrero contra pueblosque no habían dado motivo de queja a Roma?31 La fuente de estoserrores fue la teoría de las emanaciones. Los primeros soñadores a losque se llamó filósofos imaginaron la materia y la luz coeternas; supu-sieron que aquélla era una masa informe y tenebrosa e hicieron deella el principio del mal y de toda imperfección; mientras que mira-ron a ésta como la perfección soberana. La creación, mejor dicho, lacoordinación no fue sino la emanación de la luz que penetró el caos,pero la mezcla de lo material con la luz pura es la causa de las imper-fecciones inevitables del universo. El alma del hombre es una parce-la de la divinidad o de la luz no creada; ella no será feliz hasta que nose reúna con la fuente de toda luz, pero para esto es necesario queprescindamos de todo lo que hay en nosotros de grosero y material,y nos elevemos a las regiones etéreas por la contemplación y la absti-nencia de los placeres de la carne. Cuando se han adoptado semejan-tes absurdos como regla de conducta, resulta una moral hosca, ene-miga de todos los placeres de la vida, similar, en una palabra, a la delos gimnosofistas o a la de los monjes de la Trapa.32

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31. César mantuvo con Servilia una duradera relación extramatrimonial. Alparecer, era una mujer muy interesada por la vida política. Fue la madre de MarcoBruto y la hermanastra de Catón. Tercia era su hija menor, con quien César, segúnCicerón, también tuvo relaciones. Suetonio da noticias en el libro I, 50. 2 de lasVidas de los Césares (1998, pp. 157-158).

32. La teoría de las emanaciones es de origen panteísta y neoplatónico. Todoprocedería de Dios, en tanto que modos que la sustancia divina produce en sí,

pero que no están esencialmente ni necesariamente ligados a ella. A los gimnoso-fistas dedica atención Diógenes Laercio en el proemio de sus Vidas de los filósofosmás importantes, que tradujo y anotó Ortiz Sanz (1792). La Orden Cisterciense de laEstrecha Observancia (Trapa) tiene sus raíces en Cister, abadía fundada en 1098 porlos santos Roberto, Alberico y Esteban Harding, procedentes del Monasterio deMolesme. San Bernardo de Claraval le dio más tarde una gran expansión. Cisterpretendió volver al ideal monástico que San Benito de Nursia había plasmado ensu Regla, en el s. VI. Con ello, el Patriarca de los monjes de Occidente implantabaen Europa un estilo de vida semejante al de los Padres del desierto (s. IV), cuyoanhelo era vivir el Evangelio en toda su pureza. La primitiva austeridad y humil-dad se habían perdido en beneficio de un mayor esplendor y boato en la forma devida y en la grandiosidad de sus abadías. Algunos veían necesaria una nueva refor-ma, que quiso llevar a cabo el abad de Fontfroide en 1335, pero que no contó conel apoyo de otros priores. Finalmente, en 1664, el abad de Nuestra Señora de laTrapa, Armand Jean le Bouthillier de Rancé, efectuó en su monasterio una reno-vación en profundidad, de la que resultó una rama autónoma del Císter: la Ordende la Trapa o trapenses.

33. Como Pactolo, sólo encuentro referencias al río de Lidia que arrastra pepi-tas de oro y tiene poderes curativos desde que el rey Midas se bañó en él. Segura-mente Marchena emplea una figura retórica para comparar las virtudes de las cor-tesanas, que mejoran a los que se reúnen en su casa.

dijo Cornelio Nepote.37 Los extraños no las visitaban jamás, veíanraramente a sus parientes más cercanos. Los matrimonios entrehermanos y hermanas estaban autorizados por la ley y favorecidospor la costumbre; las hermanas no estaban expuestas a los ataquesde los hermanos porque vivían separadas de ellos.

Entre los romanos, como entre nosotros, las mujeres honestasdeterioraron un poco el oficio de cortesana. El apartamiento abso-luto de las mujeres no estuvo jamás de moda en Roma y los cuen-tos que nos ha dejado Valerio Máximo sobre la castidad y el pudorde las primeras matronas romanas merece el mismo grado de credi-bilidad que la historia de Remo y Rómulo amamantados por unaloba, que la violación de Lucrecia o la muerte trágica de Virginia.38

Por el contrario, vemos en Tito Livio, gran admirador de las cos-

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propusiera a la asamblea del pueblo un impuesto que se recaudaríaentre las cortesanas. Como se extendiera con elocuencia sobre lasventajas incalculables que de él resultarían para la República,alguien le preguntó por quién eran pagadas las cortesanas. «Por losatenienses», respondió nuestro orador un poco desconcertado.«Serán entonces los atenienses quienes paguen tu impuesto», repli-có el otro, y el pueblo de Atenas, que tenía más sentido que ciertasasambleas legislativas, abucheó al financiero, y no hubo más pre-guntas sobre impuestos a las cortesanas.34

Corinto era sobre todo renombrada por el número y belleza de suscortesanas; es lo que dio lugar al proverbio: «no es dado a todos ir aCorinto».35 Allí se corría el riesgo de perder la bolsa y arruinar la salud.

La causa de esta gran boga de las cortesanas en Grecia no es unapretendida fealdad de sus mujeres, imaginada por el sabio Pauw36 ycontestada unánimemente por el testimonio de los escritores anti-guos y de los viajeros modernos, sino más bien la vida retirada ysolitaria que hacían las mujeres del país. Ellas vivían en apartamen-tos separados, sin comunicación ni con la calle ni con la habitaciónde los hombres. Interior pars aedium quae gynaeconitis appellatur,

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34. No he localizado esta alusión.

35. Adagio famoso: «¡Non licet omnibus adire Corynthum!» que, entre otros,utilizó Giordano Bruno en su Ars Memoriae. Solía emplearse para significar que noa todos les era dado alcanzar aquello de lo que se estaba hablando. Sobre Corinto yla prostitución, Salles (1982). Recuérdese que Lais se asentó en esa ciudad.

36. Cornelius de Pauw (1739-1799), holandés, fue geógrafo, historiador, filó-sofo, uno de los mayores representantes de la teoría del degeneracionismo ameri-cano, iniciada por Buffon y continuada por otros como Raynal y Robertson.

37. La cita de Cornelio Nepote se encuentra en el «Prefacio» a De viris illustri-bus: «[la mujer] no permanece sino en la parte más interior de la casa, llamadagineceo» (1996, pp. 31-32).

38. Valerio Máximo (2003) se refiere al pudor de las primeras matronas en ellibro VI de su obra sobre los dichos y hechos memorables. Para las cuestiones queaquí trata Marchena y sobre la vida amorosa en Roma, véase, entre otros, Robert(1999). Como se sabe, Lucrecia era una importante matrona romana, hija de Sep-timio Lucrecio Triciplino y esposa de Colatino. Sexto, hijo del monarca romanoTarquino el «Soberbio», se enamoró de ella y al no conseguir sus favores, entró unanoche en su habitación para violarla. La amenazó con matarla y colocar su cadáverjunto al de un esclavo para deshonrarla más aún, si no accedía a sus deseos. Al díasiguiente de su violación, Lucrecia reunió a su familia para darles a conocer lanoticia, momento que aprovechó para suicidarse. La venganza de los Lucreciosmotivó el origen de la caída de la Monarquía en Roma y la instauración de laRepública. El episodio tuvo muchas recreaciones artísticas, como el lienzo de

Por un Salustio que se arruinaba con libertas, había veinte Cupien-nios: mirator cunni Cupiennius alti.42 Delia, Lesbia, Ipsitila, Corina,Némesis, Neera, Cintia, Sulpicia, Licimnia y casi todas las mujeresa las que, bajo nombres supuestos o reales, se dirigen las composi-ciones eróticas de Catulo, Tibulo, Propercio, Ovidio, Horacio, etc.,son damas romanas. Sólo Horacio ha celebrado a las libertas enalgunas de sus odas. Eso era por la variedad de sus gustos y quizátambién por su nacimiento, pues él mismo era hijo de manumiso.43

El Arte de amar de Ovidio y las sátiras de Juvenal atestiguan cuántoestaba en boga la galantería en Roma, y Catón no habría celebradotanto la conducta de aquel joven que salía de una casa pública, sieso hubiera sido corriente.44

En la Edad Media europea los sacerdotes y los abates relanzaronun poco la profesión de cortesana. Ya San Pablo pretendía en susepístolas que les estaba permitido a los apóstoles del Señor llevarcon ellos por todas partes a una hermana por la caridad.45 Las diá-

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tumbres de los primeros romanos, que en esos tiempos un grannúmero de damas romanas de las más nobles familias fueron acusa-das de haber envenenado a sus maridos y condenadas a muerte poreste crimen espantoso, lo que no prueba un sentimiento muyexquisito de ternura conyugal.39 En los tiempos de la Segunda Gue-rra Púnica, ¿con qué diligencia por su parte no solicitaron la abro-gación de la ley suntuaria que les prohibía cargarse de joyas y pie-dras preciosas? Anulación que obtuvieron a pesar de la violentaoposición de Catón el censor.40

Parece que la profesión de cortesana era generalmente ejercidaen Roma por las libertas;41 su tono debía resentirse necesariamentede su educación. Además, los elegantes de Roma no se cuidabanmucho de ellas; preferían hacer la corte a las mujeres de sus amigos.

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Tiziano, de hacia 1570, Tarquino y Lucrecia, que reproduce el momento. La muer-te de Virginia dio también lugar a múltiples obras. Para la época, recuérdese la tra-gedia de Montiano, Virginia, de 1750. Bayle (1720, II, pp. 1797-1803) le dedica unartículo. A finales del siglo XVIII Barthold Georg Nieburh había desmontado laleyenda de la fundación de Roma por Rómulo y Remo y que fueran amamanta-dos por una loba (Walter, 1993). Lupus, además de loba, significa mujer que ganadinero con el sexo y de ahí la palabra lupanar, que es lugar donde se reúnen lasprostitutas. Así pues, más parece que quien amamantó a los hermanos fue unameretriz y no una loba. Por otro lado, las fiestas lupercales se daban en honor deesta mujer que les cuidó.

39. En Ab urbe condita, donde relata la historia de Roma, desde sus orígeneshasta la muerte de Druso, que ocurrió en el año 9 a. C.

40. La Segunda Guerra Púnica se libró contra los cartaginenses entre el 218 a.C y el 202 d. C.

41. liberta: esclava a la que se le ha concedido la libertad.

42. Horacio se refiere a Cupiennio en sus sátiras; en concreto, en 1.2.36. «“Nome pluguiera ser/ loado así”, dice Cupiennio, admirador del coño noble» (Hora-cio, 2000, p. 87).

43. manumiso: lo mismo que liberto, esclavo liberado.

44. Cuenta la anécdota Horacio junto al episodio de Cupiennio (1.2.32). Alparecer formaría parte de los Apophthegmata Catonis (Horacio, 2000, p. 87). Mar-chena volvió a recordarla en 1819, al escribir el «Discurso preliminar» a las Leccio-nes sobre Filosofía moral y Elocuencia (1990, p. 164).

45. En la Epístola I a los Corintios, 9, 5: «¿No tenemos derecho de traer connosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los herma-nos del Señor, y Cefas?»

En fin, las cortesanas aparecen en todo su esplendor en la Ciu-dad Santa, y la Roma moderna reparó los entuertos que tuvo haciaellas la Roma antigua. Los príncipes de la Iglesia las cubrieron deregalos, pusieron a sus pies el precio de la redención de los pecadosde los fieles, y el siglo de León X fue para Roma la época feliz de lasbellas artes, de las bellas letras y de las bellas muchachas.49 Pero unmonje fanático, desde el fondo de Alemania, trastornó la calma dela Iglesia y la felicidad de las rameras.50 Después de esta época lasrentas del Sacro Colegio no han hecho más que disminuir, las

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conas datan de los primeros siglos de la Iglesia. Pero el celibato delos clérigos no fue universal y sólidamente establecido hasta el sigloXI, bajo el pontificado de Gregorio VII.46 En el siglo anterior, loscélebres Marocio y Teodoro habían sentado sucesivamente sobre lasilla de San Pedro a sus amantes, hijos y nietos.47 Pero desde que lossacerdotes se sometieron al celibato, tomaron ostensiblemente con-cubinas, de las que las gobernantas de nuestros curas de hoy noson, ¡ay!, sino pálidos vestigios. Los códigos españoles de los siglosmedios se ocupan en muchos sitios de las concubinas de los frailes(mancebas de los clérigos), y siempre la suerte de estas elegidas de loselegidos del Señor parece digna de envidia.48

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46. El monje toscano Hildebrando de Soana llegó a ser Papa en 1073 con elnombre de Gregorio VII. Había adquirido experiencia política como secretario deGregorio VI (1045-46) y luego como tesorero de León IX (1049-54). Bajo los pon-tificados de Nicolás II (1059-61) y de Alejandro II (1061-73) se perfiló como unode los hombres más influyentes de la Curia papal, representante de la corrientereformista. Al ser elegido Papa se dedicó a lo que se conoce como «reforma grego-riana», que pretendía mejorar el nivel moral del clero, a defender la independen-cia del Papado frente a las monarquías y a reforzar la autoridad de la Iglesia deRoma frente a las iglesias nacionales, fruto del cisma de 1054. Fue en el Conciliode Roma de 1074 donde proclamó el celibato. Gregorio VII fue un papa intransi-gente y autoritario, que no sólo quería nombrar a los obispos, sino a los mismosmonarcas (véase su Dictatus papae de 1075).

47. No he podido localizar a estos personajes.

48. Las cursivas van en español en el original francés. Juan I se ocupó de lasconcubinas de los clérigos en 1380, cuando celebró unas Cortes en Soria. En susOrdenamientos daba varias leyes referentes a las barraganas de los frailes. Esta Leyde Soria pasó a la Novísima Recopilación, lib. I, tít. 20, ley 4. Se trataba de limitarla presencia de estas mujeres en el clero. Juan I revocó distintos privilegios que

igualaban los derechos de los hijos ilegítimos con los de los habidos dentro delmatrimonio. Por ellos, los hijos ilegítimos de los sacerdotes heredaban sus bienesy los de sus parientes, lo que daba ocasión a que viudas «y vírgenes sean barraga-nas». En esta misma ley se les imponía un traje para distinguirlas, con la esperanzade que esto sirviera como recurso disuasorio. Nicolás Fernández de Moratín (1977,p. 87) alude a estas cuestiones en su Arte de las putas: «Si esto se mira con inten-ción buena,/ en las Cortes de Soria nuestros reyes/ con mantillas de grana distin-guieron/ a las putas, y así las permitieron» (canto primero, vv. 311-314). Distinguira las meretices por la indumentaria ya lo hicieron los romanos y se volvió a inten-tar otras veces en la Edad Media. También en la Ordenanza de Mancebías de 1621,que las obligaba a llevar una mantilla negra.

49. Véase el libro de Paul Lacroix (1884) sobre las cortesanas en Roma. Lacroixse oculta bajo el pseudónimo de R. L. Jacob, bibliófilo. También Larivaille (1975)y Ramírez de Villa-Urrutia (1924). Recuérdese que Lacroix editó en 1865 el Frag-mentum.

50. León X (Juan de Médicis) excomulgó a Lutero en 1520. Éste protestabapor la vida alegre y degradada de los altos cargos de la Iglesia y por el negocio delas bulas, necesario al Papa para poder pagar sus encargos a Miguel Ángel y Rafael.Al desligarse de la obediencia a Roma, inició lo que se conoce como Reforma pro-testante.

(3)

El soldado ordena entonces al embasiceta52

que me colme con sus besos impuros.

Una de las razones que incitaron al sabio y paradójico Hardouina sostener que todos los libros que se atribuye a los antiguos, a excep-ción de las Geórgicas y de la Historia natural de Plinio, estaban com-puestos por monjes, fue sin duda la demasiado frecuente repeticiónde escenas del amor de los muchachos que se advierte en la mayorparte de estos escritos.53 Este sabio era jesuita. Pero este gusto no es

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bellas cortesanas han abandonado la capital del mundo cristiano ylos placeres han huido con ellas.51 ¡Y aún se osa creer en el perfec-cionamiento del género humano, cuando las mejores, las más san-tas instituciones degeneran visiblemente!

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51. El Sacro Colegio Cardenalicio está formado por aquellos que el Papa eligecomo cardenales. El Colegio funciona al menos desde 1059, aunque su formaactual data de 1150.

52. Véase nota 7.

53. Jean Hardouin (1646-1729) hizo una muy buena edición de la Historianatural de Plinio en 1685. Conocía bien la literatura de la Antigüedad, pero creíaque, salvo las obras de Homero, Heródoto, Horacio, Virgilio y Plinio, el resto habíasido escrito por un grupo de monjes benedictinos durante la Edad Media. Esto lodesarrolló en Prolegomena ad censuram veterum scriptorum. Escribió también sobrenumismática, pero pensaba que el grueso de las monedas antiguas eran falsas. Har-douin dio un impulso notable a los estudios de crítica textual y de fuentes.

Este gusto no se debe a los refinamientos de la sociedad, que,según algunos misántropos, degradan la naturaleza corrompiéndo-la; se le encuentra en los insulares de los mares del Sur, y el testi-monio de los primeros españoles asegura que era común entre lashordas de americanos, en la época del descubrimiento del NuevoMundo. Pauw ha querido explicarlo por un defecto de conforma-ción en los órganos del placer de los indígenas, pero una causa par-ticular no podría constituirse en razón de un efecto universal.57

En tiempos de los Patriarcas el amor griego era tan general queen las cuatro ciudades de Sodoma, Gomorra, Adama y Seboim fueimposible reunir diez hombres exentos del contagio. Este númerohabría bastado, dice el Señor, para evitar el castigo que infligió aesas ciudades.58

El pueblo del Señor imitó tan bien el ejemplo de Sodoma, queel abuso que los benjamitas hicieron de la mujer del levita deEfraim, que fue causa de la casi extinción de esta tribu culpable, notuvo lugar sino porque se entregó al pueblo a la mujer, en lugar delmarido que éste había solicitado.59 El profeta Isaías, que vivía en la

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privativo de los conventos, se le encuentra en todos los pueblos ybajo todos los climas. Su origen se pierde en la noche de los tiempos,es común a las naciones más educadas y a las hordas salvajes. Filóso-fos profundos han hecho su apología, los poetas han cantado losobjetos de este tipo de amor en composiciones tiernas y apasionadas,y esas composiciones harán las delicias de la posteridad. ¿Qué lectorestúpido o insensible ha podido leer con sangre fría la hermosa églo-ga de Virgilio, en la que Coridón suspira su amor sin esperanza porel bello Alexis?54 La oda más apasionada de Horacio es aquella en laque se lloran los rigores de Ligurino.55 El tierno Tibulo, traicionadopor su Márato, arranca lágrimas a todos aquellos que tienen corazón.El delicado Anacreonte celebra a su Batilo y el belicoso Alceo descan-saba a menudo de sus trabajos guerreros para cantar los ojos negros yla negra cabellera de Lico… Nigris oculis nigroque crine decorum.56

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54. Es la égloga segunda de la Bucólicas. Coridón es un pastor que intenta envano conquistar al joven Alexis, que recibe las atenciones de su amo, Yolas (Virgi-lio, 1996). En todos los ejemplos que siguen, Marchena alude a casos conocidos derelaciones homosexuales entre un erastés (vir) y un erómenos (puer), que era, desdela Grecia clásica, la forma ortodoxa de mantener relaciones entre hombres. Véase,entre otros, Boswell (1996).

55. Oda «A Ligurino» (IV, 10): «¡Oh tú, cruel hasta hoy, que fiaste tanto en losdones de Venus!/ Cuando inesperado bozo venga a tu orgullo y se caiga/ el cabelloque ahora flota sobre los hombros y el tinte/ más hermoso que la flor purpúrea delrosal/ cambie arrugando la faz de Ligurino, dirás,/ ¡ay!, cada vez que el espejo te mues-tre el rostro de otro hombre:/ “¿Por qué no tuve de niño la mente actual o por qué/no están frescas las mejillas de quien en tal modo siente?”». Horacio (2004, p. 355).

56. Tibulo, Elegias, I, 4, 81. Batilo tocaba la flauta y la cítara, cualidades queAnacreonte valoró en el joven, además de su belleza. El verso sobre Lico está en la

oda de Horacio «A la lira» (I, 32, 11-12): «Lico, el de los negros ojos y pelo negro»(2004, p. 157); Horacio también se hace eco de los amores de Anacreonte conBatilo en el epodo XIV (2004, p. 421).

57. Como ya se indicó, Pauw pensaba en sus Recherches Philosophiques sur lesAméricains, de 1771, que las razas indígenas americanas degeneraban.

58. Génesis, 18, 32. Abraham le pide al Señor que no castigue a las ciudades yacuerdan que no lo hará, si el primero encuentra diez hombres justos en ellas.

59. Hacia el final del libro de los Jueces un levita y su mujer caminan por lastierras que separan a la tribu de Efraim de la tribu de Benjamín (Jueces, XIX). La

Moloch62 significaba ofrecerle el esperma humano, y ha ignoradoque simiente significa en la Biblia los niños y la descendencia. Es asíque la tierra de los cananeos es prometida a la simiente de Abraham,y la perpetuidad del reino sobre Sión a la de David. Moloch era unadivinidad fenicia, la misma a la que Cartago sacrificó niños. Losromanos creyeron reconocerla en su Saturno, pero Saturno es unadivinidad etrusca que no habría tenido ninguna relación con los dio-ses fenicios. Él ha traducido «aquel que profanaría el templo» poraquel que haría esa misma obscenidad en el templo, y no sabe que eltemplo era «mancillado» por miles de actos impuros por ley, que notenían nada de obsceno. La entrada de una mujer en el lugar sagradoantes de cumplir la cuarentena después de su parto, la de un hombreque hubiera tocado un animal inmundo, eran formas de profanar lacasa del Señor. Cuando se quiere hacer alarde de erudición, es nece-sario comenzar por conocer las cosas que se pretende enseñar a losotros. Ahora bien, esto es lo que Mirabeau ha olvidado a menudo.

El amor a los muchachos estaba tan de moda en Grecia que aúnhoy le llamamos con el nombre de amor griego. A Orestes se lemiró como al amado de Pílades, y a Patroclo como al amante deAquiles.63 Los dioses dieron a los mortales ejemplo de esta preferen-

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corte, y que por lo mismo debía conocer los gustos favoritos de suépoca, exclamó: «Nosotros fuimos como Sodoma, nos parecemos aGomorra».60

Es necesario, por tanto, señalar ahora que la mayor parte de lasafirmaciones sobre las costumbres de los israelitas que se encuentranen el Erotika Biblion de Mirabeau son falsas o atrevidas.61 Es unmodo extravagante de juzgar las costumbres de una nación tomar sucódigo legal y concluir que el pueblo acostumbra hacer cuanto leprohíbe la ley. Es este, sin embargo, el método que el autor del Ero-tika Biblion ha considerado que debía adoptar para pintar las cos-tumbres del pueblo judío. Todavía más, no ha comprendido esecódigo. Ha creído que la prohibición de dar su simiente al ídolo de

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tribu de Leví (la de Moisés y Arón, la de los sacerdotes) no poseía territorio y, porlo tanto, los levitas eran alojados en tierras de las demás tribus. La mujer del levitacomete adulterio y huye a la casa de su padre, en Belén, cuidad perteneciente a latribu de Judá. El levita viaja entonces también a la casa de su suegro, para conven-cer a la mujer de que la ha perdonado. Cuando emprenden la vuelta hacia las tie-rras de Efraim, pasan por las de la tribu de Benjamín. Durante el viaje cae lanoche, y en lugar de hospedarse en la ciudad de Jebús, la antigua Jerusalem, sehospedan en la ciudad de Guivá, una de las ciudades benjamitas. Una vez allí, loshabitantes quieren matar al forastero, y éste les da su esposa a cambio de mantenersu vida. Abusan de ella durante toda la noche y la dejan a la mañana siguientemuerta a la puerta de la casa donde se alojaban. El levita toma el cuerpo, lo divideen doce trozos y envía uno a cada tribu de Israel como testimonio de la maldad delos benjamitas. A partir de ahí se desarrolla una larga guerra que concluirá con elcasi total exterminio de la tribu de Benjamín y luego con los esfuerzos para recons-truirla y evitar su desaparición (Jueces XX y XXI).

60. Isaías, I, 9.

61. Se había publicado en 1792.

62. El dios del sol de los cananeos, asociado a veces al Baal sumerio, aunqueMoloch era malvado. Le sacrificaban niños, igual que en Cartago. Se le represen-taba mediante una estatua de bronce con cabeza de toro. La estatua estaba huecay dentro se encendía un fuego en el que se consumían los sacrificados.

63. Homero, Sófocles, Esquilo cuentan la historia de Orestes y su relación conPílades; por su parte, Patroclo y Aquiles aparecen sobre todo en los cantos IX,XVIII, XXII, XXIII de la Ilíada.

hombres medio mujeres, mientras que aquellos cuyos gustos sonmasculinos y animosos quieren volver a ser doblemente hombres.65

Fedro ha puesto en boca de Esopo una explicación de este amorque seguramente no habría gustado a los griegos. Dice que mien-tras Prometeo estaba ocupado en forjar su hombre y su mujer fuellamado a una fiesta que Júpiter daba a los dioses; volvió de ellaborracho y colocó por descuido los órganos sexuales del uno en laotra.66

Por lo demás, los griegos coinciden en su profundo desprecio delas mujeres. Los autores dramáticos sobre todo, que estudian conparticularidad las opiniones generales y las favorecen para conseguirel aplauso del público, se distinguen por su encarnizamiento contralas mujeres. Eurípides pretende que Prometeo mereció ser encade-nado en el monte Cáucaso para que el buitre devorara sus entrañaspor haber formado un ser tan pernicioso y también tan odiosocomo la mujer.67 La sombra de Agamenón en la Odisea aconseja a

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cia, y el rapto de Ganímedes para servir al señor del trueno no fueuno de los menores disgustos que sufrió la casta aunque demasiadomojigata Juno. Hércules, en fin, no se limitó a los amores de Onfa-la y Deyanira, amó también al bello Hilas, que luego fue raptadopor las ninfas.64

Los griegos reconocían sin rubor este amor que creían única-mente digno de los hombres, mientras que se sonrojaban por amara las mujeres, cuya intimidad, decían, sólo puede ablandar y afemi-nar a sus adoradores. En el diálogo de Platón titulado El banquete,que trata todo él sobre las alabanzas del amor, se descarta primeroel de las mujeres como indigno de ocupar la atención de los seresrazonables. Uno de los interlocutores –creo que es Aristófanes–explica la causa de este fuego que nos hace volar a los brazos delobjeto amado diciendo que los primeros hombres eran dobles, loque multiplicaba sus fuerzas y sus capacidades. Abusaron de ellas y,para castigarles, Júpiter les fulminó y separó. De aquí su ardor porreunirse para retomar su estado primitivo. Pero los hombres afemi-nados no buscan más que a las mujeres porque ellos son medio

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64. Ganímedes, el más hermoso de los mortales, según cuenta Homero en laIlíada, era personaje de importancia en la fundación e historia de Troya. Mientrascuidaba los rebaños de su padre, fue arrebatado por Zeus, que se había decidido ahacerse con él por la fuerza, ya que su belleza le había trastornado. Zeus tomó laforma de un águila, lo raptó y lo llevo hasta el Olimpo. Luciano de Samosata, enDiálogo de los dioses, 125-200, inventa el que supone pasó entre ambos, una vez enel monte y abandonada ya la apariencia de águila. Respecto de Hilas, fue raptadopor Hércules, tras matar a su padre. Fueron juntos en la expedición de los Argo-nautas y llegaron hasta Quíos, donde fue de nuevo raptado, esta vez por las ninfasque, enamoradas de su belleza, se lo llevaron bajo las aguas.

65. En efecto, esta teoría, también acerca de la forma de los cuerpos, la pre-senta Platón (1991) en el «Discurso de Aristófanes» de El Banquete.

66. Fábula del libro IV. 6: «Alguien preguntó qué causa había dado origen a laslesbianas y a los maricones. El anciano [que es Esopo] lo explicó: El mismo Prome-teo, creador del barro mortal que […], habiendo estado todo el día modelando porseparado las partes naturales que el pudor esconde bajo la ropa, para poder luegoadaptarlas a sus respectivos cuerpos, fue invitado súbitamente a cenar por Líber.Tras bañar allí sus venas con abundante néctar, volvió tarde a casa con pasos vaci-lantes. Entonces, con la cabeza modorra y confusa por la borrachera, unió los órga-nos femeninos al género masculino y los miembros masculinos los unió a las muje-res. Así ahora la lujuria goza de placeres depravados» (Fedro, 1998, pp. 221. 222).

67. En Prometeo encadenado.

También los hombres confesaban el amor a las mujeres, yhemos tenido ya ocasión de conocer los rápidos progresos de lagalantería entre los romanos. Sin embargo, el amor a los mucha-chos no era menos universal en Roma, y Cicerón dice en sus cartasa Ático que los jueces que habían exculpado tan escandalosamentea Clodio de la acusación de haber profanado los misterios de laBuena Diosa, habían sido ganados con regalos y con la promesapública de los favores de algunas damas ilustres y varios muchachosde los mejores familias.70 El mismo César se prestó en su primerajuventud a los abrazos de Nicomedes, rey de Bitinia; también,cuando su victoria sobre los galos, solemnidad en la que se acos-tumbraba reprochar al triunfador todas sus faltas, los soldados can-taron: «Cesar sometió a los galos, y Nicomedes sometió a César.Ahora César que sometió a los galos, triunfa; y Nicomedes quesometió a César, no». Catón decía de él que había amado al rey ensu juventud y que en una edad más avanzada amó el reino, y Cice-rón, un día que apoyaba en el Senado no sé qué demanda de la hijade Nicomedes, y que alegaba los beneficios que le debía a esemonarca, le hizo callar replicándole: «Nosotros sabemos bien lo quete dio, y lo que tú le diste». Por fin, en los tiempos en que el primertriunvirato se repartía el poder, un bromista malvado dijo a Pom-peyo: «Yo te saludo, ¡oh rey!» y, dirigiéndose a César: «¡Yo te saludo,reina!». Sus enemigos decían de él que era el marido de todas lasmujeres, y la mujer de todos los maridos. Catulo, que le detestaba,

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Ulises que no se fíe de su Penélope y no deja de enumerar los viciosde todas las mujeres. Los primeros autores latinos imitaron a losgriegos en sus invectivas contra las mujeres, las comedias de Plauto,sobre todo, están llenas de ocurrencias virulentas contra ellas.

En Roma, sin embargo, una mayor libertad otorgada a lasmujeres introdujo pronto otras opiniones. Tuvieron a menudo unimportante papel en los acontecimientos públicos y privados, y loshombres se convencieron de que, como ellos mismos, ellas erancapaces de los mayores crímenes y de las virtudes más heroicas. Elnoble estoicismo de Arria no es el único ejemplo de virtud valerosaofrecido por mujeres romanas en ese tiempo en el que los mons-truos coronados gobernaban el Imperio.68 La joven Paulina se haceabrir las venas con su esposo, el filósofo Séneca, y Malonia prefieremorir en el tormento antes que entregarse al chivo impuro deCaprea. ¿Quién no admira la noble independencia, el amor conyu-gal y todas las virtudes de Agripina, mujer de Germánico?69

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68. Arria estaba casada con Poetus, que fue condenado a muerte por Claudio.Se apuñaló a sí misma y luego le dio el puñal a su marido, diciéndole: «Poetus, nosufras».

69. Tras descubrir Nerón la conjura contra él que lideraba Pisón, ordenó aSéneca que se cortara las venas, lo que hizo el 19 de abril del 65. Suetonio relata loocurrido con Malonia, en la vida de Tiberio, 45. El chivo al que se refiere Marche-na es Tiberio, así llamado por vivir en la isla de Capri, aunque se usaba el apelati-vo con ambigüedad. De hecho corría el dicho: «El viejo cabrón lame a las cabraslos genitales». Malonia se dio muerte para no permitir la consumación de susdeseos (Suetonio, 1998, pp. 370-371). Agripina sufrió el acoso de Tiberio, como seve en Suetonio (1998, p. 375), vida de Tiberio, 53, y prefirió morir de hambreantes que ceder a sus deseos. Boccacio (1494) también se detuvo en su caso.

70. En «Ad Atticus», XIV. Cartas publicadas por Pomponio Ático, que eraamigo suyo.

Una cosa a destacar es que en casi todos los pueblos los bañosson los lugares donde la prostitución de hombres con los de su pro-pio sexo es más común. Vemos en Catulo que los cinaedi, nombreque mi pluma púdica rehúsa transcribir en francés, rondaban porlos baños sin cesar para experimentar allí sus prácticas. Los orienta-les, de los pueblos modernos los que conservan este gusto en el másalto grado, son de la misma costumbre. Es en el baño donde Tibe-rio, consumido por la vejez y los excesos, se reanimaba aún por elcontacto de niñitos en su pecho, que llamaba «pececitos», y quechupaban de sus tetas secas, de su boca infecta y de sus labios lívidosy, finalmente, de sus partes viriles. Espectáculo repelente de un tira-no desfavorecido por la naturaleza que luchaba contra su maldición.Pero en vano inventaba goces desconocidos, en vano asistía a escenasdonde grupos de tres o cuatro jóvenes imaginaban toda suerte deposturas lascivas y eran al tiempo agentes y pacientes, la vista de losplaceres de esos spintriae (pues este fue el nombre que se les dio) nopodía resucitar su vigor, del mismo modo que el esplendor del tronoy la servil sumisión del Senado no apagaban sus remordimientos.73

Pero de todos los emperadores, los que llevaron más lejos elgusto por los jóvenes fueron Nerón, Domiciano y Adriano. El pri-mero se casó en público con el joven eunuco Esporo, al que hizoabrir para servirse de él como de una mujer. Él mismo sirvió demujer a otro de sus favoritos, tomó el velo e imitó hasta los lamen-tos que las mujeres hacen en su día de bodas. El segundo consagró

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le llama siempre en sus epigramas cinaedus calvus. Pretende que suamistad con Mamurra no era honesta, llama a ese Mamurra pathi-cus, nombre que se da a los que buscan los favores de los hombresya hechos o que han pasado la edad de la adolescencia.71

Los dueños del Imperio no podían dejar de gustar e inclusoen extremo placeres que todos sus súbditos se permitían. ¡Ay!,una corona es un peso tan abrumador. Los caminos de la domi-nación están sembrados de tantas espinas que no se podría ponerbastante cuidado en hacerlas desaparecer bajo las rosas. Losemperadores romanos los utilizaron, así pues; desearon placeres ylos placeres se les ofrecieron sin demora y a porfía. Calígula esta-ba tan poco acostumbrado a esperar que, estando ocupado enofrecer un sacrificio a los dioses y habiéndole gustado la figuradel sacerdote, no se dio tiempo a terminar las ceremonias sagra-das para gozarlo.72

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71. Se trata de Nicomedes IV, rey de Bitinia entre 91 y 74 a. C. César fue averle para conseguir los barcos que necesitaba para asediar Mitilene. Según Cice-rón, hizo de copero, a imitación de otros efebos que tenía el rey. Suetonio (1998,pp. 156-157), en la vida de César, detalla estos rumores; sobre todo lib. I, 49.Mamurra fue comandante de ingenieros de César en la campaña de las Galias y alparecer su amante. Catulo les ataca en varios poemas. Por ejemplo, en el nº 57,titulado «¡Buena pareja!»: «¡Qué bien se llevan esos depravados maricas,/ losmamones de Mamurra y César!» (1990, p. 80). Cinaedus calvus significa homose-xual calvo. Pathicus suele ser sinónimo de cinaedus, aunque con frecuencia denotaal homosexual pasivo. Sobre esta palabra de origen griego, Bain (1997). Sobre lahomosexualidad en Roma, Williams (1999), entre otros.

72. Bayle (1720, I, pp. 720-722) le dedicó un artículo.73. Famoso pasaje que cuenta Suetonio (1998, pp. 369-370) en la vida de Tibe-

rio (libro III, 43).

mos que no has hecho hasta ahora sino lo que estaba permitido,pero esas mismas cosas no están permitidas a un esposo».75

La religión cristiana prohibió rigurosamente este amor, los teó-logos lo colocaron entre los pecados que ofendían directamente alEspíritu Santo. Yo no tengo el honor de saber exactamente porquése irrita con esto más que con otra cosa; sin duda tiene sus razones.Pero la cólera de esta honesta persona no empece para que los cris-tianos hayan tenido sus cinaedi y sus pathici, igual que los paganosque sí estaban autorizados por sus dioses. Se ha señalado que sonlos mismos sacerdotes del Señor, y sobre todo los monjes, quienesejercen más generalmente esta profesión entre nosotros. Los hijosde Loyola han adquirido un justo renombre a este respecto: cuan-do pintaban el placer, no faltaba nunca su representación en panta-lón corto. Los de José de Calasanz, que los han remplazado en laeducación de la juventud, siguen con celo y fervor sus huellas. Enfin, los cardenales, que tienen una intimidad muy especial con elEspíritu Santo, son tan grandes partidarios del amor griego, que lohan puesto de moda en la santa ciudad de Roma. Esto me hacepensar, o que el Espíritu Santo ha cambiado de opinión sobre estegusto y no se disgusta, o que los teólogos se han equivocado al pre-tender una aversión contra los sodomitas. Los cardenales, que con-versan familiarmente con él, saben muy bien vivir para darse todoslos días este placer, sin causarle la menor molestia.

Terminaré esta demasiado larga nota con un extracto de la vio-lenta diatriba contra este amor que Luciano puso en boca de Cari-

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el mes de septiembre a su favorito, y el tercero amó con tantapasión a Antinoo que le hizo divinizar tras su muerte.74

La prueba más llamativa de la universalidad del gusto por losjovencitos entre los romanos se encuentra en el epitalamio de Man-lio y Julia de Catulo, y sería chocante que hubiera escapado a losfilólogos, si no fuera constante que los hombres leen a lo largo delos siglos a los autores sin percibir las cosas más palpables, igual queven los fenómenos más extraordinarios de la naturaleza sin obser-varlos. Parece por este epitalamio que los jóvenes, antes de sumatrimonio, tenían un favorito entre sus esclavos, que ese favoritoestaba encargado de distribuir aquel día nueces a sus camaradas yque ellos, como recompensa, le deshonraban y le abucheaban. Heaquí una traducción exacta de este trozo curioso: «Que el favorito(concubinus) no niegue nueces a los esclavos cuando oiga decir quesu amo ha olvidado su amor por él. Favorito ruin, da nueces a losotros esclavos, las retienes durante demasiado tiempo. Tu amo sepone bajo el yugo conyugal. Favorito, da nueces… Favorito, ayer yhoy me despreciabas, ahora afeitas tu barba. Infeliz, ¡ah!, favoritoinfeliz, da nueces». Y más adelante, dirigiéndose al esposo: «Sabe-

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74. Esporo era un conocido homosexual, que había sido esclavo y se parecíamucho a Popea, con quien se casó Nerón el año 67. Le hizo castrar y mandó que lepracticaran una transformación de sus genitales para «cambiarle el sexo». Le obligabaa vestir ropas de mujer y paseaba con él en una litera como si se tratara de la empe-ratriz. Domiciano fue emperador entre 81 y 97. Adriano, además de divinizar a suamado Antinoo, lo recordó mediante la emisión de monedas con su busto y la crea-ción de una ciudad con su nombre. Se le llamó el «dios dulce». Véase Lambert(1984) y Maza (1990). 75. Catulo (1990, pp. 85-86); es el poema nº 61, vv. 124-141.

zan nuestras artes corruptoras, ¿os ofrecen modelos de tal amor?¡Ah!, si la naturaleza más fuerte que vuestros sofismas no desmin-tiera vuestras máximas, pronto la muerte extendería su manto sobreel universo, y la sumergiría en el primitivo caos.

«Yo me dirijo sobre todo a vosotros, filósofos de la Academia,discípulos de Platón, a vosotros que habéis osado proscribir el amora las mujeres como indigno del sabio. Queréis que se ame en losmuchachos no sé qué ideal bello y espiritual que no se encuentra enlas mujeres. Pero si esa belleza de la que estáis enamorados es unacualidad privativa de nuestro sexo, debe existir en nosotros en cual-quier edad, debe brillar con más vivo resplandor en el anciano queha trabajado toda su vida para ser mejor que en el joven que seencuentra en la edad fogosa de las pasiones. ¿Por qué, sin embargo,no se ve a estos amantes de la belleza arquetípica suspirar por loshombres de edad avanzada? ¿Por qué sus amados se parecen al belloNireo, desprovisto de conocimiento, y nunca al viejo Néstor, cuyaselocuentes palabras fluían como miel de sus labios?77

«La naturaleza dio la belleza a la mujer, al hombre la fuerza y elvalor. En nuestro sexo, la belleza es como una planta exótica, sialguna vez germina sobre terreno infructuoso, se seca y perece al

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cles.76 Éste la dirige a Calicrátidas, amante apasionado de los joven-citos, con quien había ido a visitar el templo de Venus de Cnido:«Es en tu santuario, ¡oh diosa!, junto a tu estatua, donde yo voy adefender la causa del amor que inspiras, la causa de tu sexo y latuya. Porque es tal la depravación de la naturaleza humana que, trashaberse deshecho de tus leyes santas, ¡oh diosa!, de esas leyes de pla-cer y de amor por las cuales se renueva el universo y se reproducenlos seres, los hombres se atreven a reconocer claramente gustos ver-gonzosos, placeres estériles. Osan llamar refinamiento del amor aesas propensiones que lo aniquilan, y calificar de voluptuosidad lamás depurada al más monstruoso de los desórdenes. Como si seperfeccionara la naturaleza violando sus preceptos, como si su obje-tivo manifiesto en la diferencia de sexos no hubiera sido reunir porafectos simpáticos a toda la especie. Sublimes filósofos, vosotrosque mejoráis la naturaleza sustituyendo vuestras lecciones a susleyes, id a buscar ejemplos de esa práctica que nos ponderáis entrelos animales movidos por su sola inspiración. ¿Veis al caballo ena-morado de los encantos del caballo? ¿Al león de larga cabellera sus-pirar por el leoncito? Los escitas, los sármatas, todos esos pueblosque llamamos bárbaros porque en la simplicidad de su vida recha-

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76. Se refiere a «Los amores», texto atribuido a Luciano, donde se debate quétipo de amor es preferible, ante la duda de Teomnestes, que se enamora indistin-tamente de hombres y mujeres. Dado que se siente inclinado igualmente por unoy otro sexo y no sabe cuál escoger, le pide a Licinio que le indique qué camino ele-gir. Este recordaba el diálogo entre dos hombres sobre ese asunto. El primero,Caricles, amaba sólo mujeres y tenía por ellas una pasión arrebatatada; la prefe-rencia del segundo, Calicrátidas, eran los muchachos.

77. Como se sabe, la relación se daba entre hombre de más edad y joven, aquien el primero servía de maestro. Nireo es personaje de la Iliada (671): condujodesde Sima tres naves; era hijo de Aglaya y el rey Cáropo, y el más hermoso de losdánaos que fueron a Troya, a excepción de Aquiles; pero era tímido y poca la genteque mandaba. Néstor es en los libros de Homero el anciano prototipo de la perso-na sensata, comprensiva y prudente. Es famoso el discurso del canto XI de la Ilia-da (655-803) en que contesta a Patroclo.

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El embasiceta78 llegó en seguida a la cima de sus deseos.

Los teólogos califican esta especie de tocamientos lascivos comopolución, que es completa cuando producen un resultado. LasSagradas Escrituras nos hablan de Onán, hijo de Judas, nieto deJacob y esposo de Thamar, que fue muerto por el Señor porquederramaba su simiente, semen effundebat in terra.79 Se nos reprocha-rá quizá que citemos demasiado la santa Biblia, pero este libro con-tiene la ciencia de la salvación, y los que la quieran conseguir sólo

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primer soplo del viento impetuoso. En vano la depravación ha con-sumido sus recursos para luchar contra la naturaleza; en vano hamutilado los objetos de su lubricidad; esos seres degradados, priva-dos de los signos de virilidad que atestiguaban la potencia del hom-bre, no han adquirido los encantos delicados, los contornos redon-deados de la mujer. La naturaleza venga sus derechos malapreciados y esos eunucos cargados de achaques, avejentados antesde tiempo, son un testimonio irrecusable de su poder y de la debi-lidad del hombre, cuando éste quiere contrariar sus leyes».

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78. Véase nota 7.

79. Génesis, 38, 7-10: «Y Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yavé,y Él le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Cumple con tu deber de cuñado,y toma a la esposa de tu hermano para darle descendencia a tu hermano. Onánsabía que aquella descendencia no sería suya, y así sucedió que, cuando iba a yacercon su cuñada, derramaba en tierra el semen, para no darle un hijo a su hermano.Esto no complació a Yavé, y también a él le quitó la vida».

Hic gelidi fontes, hic mollia prata, Lycori,Hic Lemus; hic ipso tecum consumerer aeuo.83

En el sentir de los teólogos, polución es lo mismo que gocecon personas de otro sexo o del mismo, que tiene por resultado lapérdida inútil del elixir de la vida. En este sentido, el tribadismoes un tipo de polución y Safo una pecadora contra el EspírituSanto.84

Sin embargo (a un lado este capricho de la tercera persona de laTrinidad), no concibo qué placer puede igualar a aquel y cómo unamujer que ha recorrido todos los encantos de una bella joven dedieciocho años puede entregarse a los rudos abrazos de un hombre.¿Qué comparación puede haber entre esos labios de rosa, esta bocaque respira el placer por primera vez, esas mejillas de nieve y púr-pura en las que el terciopelo imita el de la flor de Venus entreabier-ta, ese pecho naciente que palpita blandamente de temor y volup-tuosidad, esa mano que os aprieta tan delicadamente, esos muslosredondeados, esas nalgas flexibles, esa voz acariciadora y dulce, con

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deben estudiarlo con asiduidad. Confesamos que este estudio haocupado buena parte de nuestra vida y que siempre hemos encon-trado provecho en ello. Esta confesión puede resultar ridícula a losespíritus fuertes, pero nosotros sólo escribimos para las almas pia-dosas y éstas aplaudirán con gusto esta valiente profesión de nues-tra piedad.80

Los teólogos han clasificado el onanismo y la polución entre lospecados contra el Espíritu Santo, y, si es así, nada hay en el mundocontra lo que se peque más a menudo.81 Gracias a este pecado elcampesino goza de la reina, los rigores de una Lucrecia no la salvande mil Tarquinos. Los hombres con viva imaginación se crean unparaíso poblado de las huríes más bellas, más seductoras que las deMahoma;82 aunque Lícoris sea insensible, la imaginación de suamante se la pinta cediendo a sus caricias. Él la conduce de la manoa través de prados floridos, de espesos bosques, de limpias fuentes.La vida fluye por él en esta dulce ensoñación:

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80. Claras ironías, que perfilan un tipo de receptor, el esprit fort, tan de modaen la época y tan denostado a la vez.

81. «Cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el actodestituido de su propia natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y con-tra la ley natural, y los que tal cometen se hacen culpables de un grave delito»; PíoXI, Enc Casti Connubii, n. 21. El tema es desarrollado en la encíclica EvangeliumVitae de Juan Pablo II.

82. El paraíso de Mahoma es carnal. En él corren ríos de ambrosía, bajo losárboles reina siempre un frescor delicioso y hermosas huríes cuidan de los bien-aventurados para facilitarles cuanto deseen. Es un paraíso sensual, donde los sen-tidos son recreados sin que su goce canse nunca, y también un paraíso carnaldonde se encontrará satisfacción completa.

83. Versos que pertenecen a las Bucólicas, égloga X, 41-42, de Virgilio (1996, p.211): «Hay aquí fuentes heladas, hay blandos prados, Lícoris,/ bosques aquí; ycontigo aquí moriría de viejo». Lícoris había aparecido antes en poemas de Mar-chena (1892), como la elegía y la oda a ella dirigidas. En el «Discurso preliminar» asus Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia escribe: «Más fuego hay en una elegíade Tibulo, o en la égloga a Lícoris de Virgilio, que en los perpetuos incendios deestos enamorados poetas [los petrarquistas]» (Marchena, 1990, p. 166).

84. Tribadismo: «práctica lujuriosa entre mujeres» (M. Moliner). Arte del fro-tamiento. Significa «ella que roza». Tribade es palabra griega sinónima de lesbiana.

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las formas pronunciadas, la barba áspera, el pecho duro, el cuerpovelludo y la voz desagradable y fuerte del hombre? Juvenal ha ago-tado toda su bilis en pintar como escenas horrorosas los misteriosde la Buena Diosa, en los que las jóvenes y bellas romanas, lejos delos ojos de los hombres, se acariciaban mutuamente. Juvenal hapintado los ojos de las Gracias con los colores que convendrían alfuror de las Euménides.85 De este modo, su cuadro repele, en lugarde corregir.

La única composición que nos queda de Safo es una oda enhonor de una de sus amigas, y podemos juzgar por ella que estapoeta es merecedora de toda su reputación. Ha sido traducida atodas las lenguas, Catulo la ha puesto en latín y Boileau en francés.He aquí una imitación de la de Catulo:

Feliz quien cerca de ti puede ver tu dulce sonrisa,Oír de tu voz el sonido melodioso,Quien puede tocar tu mano… ¡más feliz que los dioses!Una sola de tus miradas vale el imperio celeste.Apenas te veo, apenas te oigo,Un delirio amoroso se apodera de mis sentidos;Fijos los ojos sobre tu belleza divina,Pierdo todo sentimiento, no veo más que a Honorine.Inmóvil, sin voz, postrado por la languidez,Un repentino tintineo resuena en mi oído,

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85. Las Euménides eran las divinidades del infierno, las Furias.

Y una nube oscura mi vista cubre;Un fuego vivo y sutil se desliza en mi corazón.*86

Por lo demás, no podríamos exhortar suficientemente a los pre-dicadores y a los moralistas para que truenen contra el tribadismo,

86. *AD LESBIAM

Ille mi par esse deo videtur,Ille, si fas est, superare divos,Qui sedens adversus identitatem te

Spectat et audit,Dulce ridentem, misero quod omnesEripit sensus mihi: nam simul te,Lesbia, adspexi, nihil est super mi;Lingua sed torpet: tenuis sub artusFlamma demanat: sonitu suopteTintinant aures: gemina teguntur

Lumina nocte.

El texto latino es el poema nº 51 de Catulo (1990, p. 77). La imitación es deMarchena, quien sustituye el nombre de Lesbia por el de Honorine. La edición dela Loeb Classical Library reúne 168 fragmentos de Safo; es cuanto queda de losnueve libros editados en la Biblioteca de Alejandría. Es un hecho notable que laenorme fama de Safo no se corresponde con lo poco que queda de su obra. Alparecer, respecto de su persona sucede lo mismo. Nadie duda de que existiera encarne y hueso y de que naciese en la isla de Lesbos, concretamente en la ciudad deMitilene, pero a partir de ahí todo es incierto, incluyendo su presunta homose-xualidad. Sin embargo, pasó a ser la representante del amor lésbico. Vivió entre lossiglos VI y V a.C. Muchas veces reeditada, no sé si Marchena conoció La nouvelleSapho ou Histoire de la secte anandryne, aparecida en 1791. Tomo el dato de Zavala(1983, p. 522). Pierre Bayle (1720, III, pp. 2532-35) le dedicó un artículo.

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Gitón acababa de desflorarlay de conseguir una sangrienta victoria.

Todos los pueblos han mirado la virginidad como una cosasagrada y Dios la ha distinguido tanto que ha querido que Su hijonaciera de una virgen, fecundada no obstante por el Espíritu Santo.Sin embargo parece problemático si la Virgen María, virgen comoera, no tuvo el mismo placer que las que no lo son, cuando conci-bió el Verbo por obra y gracia del Espíritu Santo. El padre Sánchezdiscute doctamente esta cuestión: utrum virgo Maria semen emiseritin copulatione cum Spiritu sancto. Desgraciadamente, se decide porla negativa, y yo tengo demasiada veneración por el padre Sánchezcomo para no someterme a su decisión, pero lo he sentido por laVirgen María y por el Espíritu Santo.88

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nunca el interés de los hombres ha estado tan acorde con los pre-ceptos de la ley divina.

Aquí yo había querido hablar de las esposas del Señor, pero mehe acordado de La Religiosa de Diderot, y la pluma se me ha caídode las manos. ¡Oh! ¿Quién osaría retocar un tema tratado porDiderot?87

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87. Otra nota de ironía, como tantas que aparecen en éstas. La crítica de lavida conventual que es La Religiosa de Diderot se publicó póstuma en 1796, aun-que la terminó de escribir en 1760. Hay una traducción al español, firmada D. M.V. M, publicada en París, Rosa, 1821, que se adjudica a Marchena entre interroga-ciones (Fernández Montesinos, 1980, p. 181).

88. El jesuita Tomás Sánchez (1550-1610) alude a esta cuestión en el tomo I deDisputationum De Sancto Matrimonii Sacramento (1602, lib. II, disp. 21, nº 11, pp. 297-298).) Es un tratado en tres tomos sobre el matrimonio y cuestiones con

por quien Apolo predecía el porvenir, no podía sino ser virgen; elespíritu del dios no se comunicaba más que a aquellas que no habí-an sido mancilladas por el contacto de un mortal. Era a estas vírge-nes a las que se confiaba el fuego sagrado de Vesta, y la pérdida desu virginidad era un crimen capital que Roma entera miraba comouna peste del cielo irritado.90

Las Sibilas vivieron y murieron vírgenes; Eneas al dirigirse a lade Cumas no deja de darle ese epíteto.91

Varias inmortales habían conservado su virginidad, Diana,Minerva, etc., pero lo que resulta sorprendente es que las compa-ñeras de Venus y del Amor, las más amables de las divinidades, lasGracias, fueran vírgenes también. Juno volvía a serlo todos los añosal bañarse en las aguas de una fuente maravillosa, lo cual dabamucha faena a Júpiter.92

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A pesar de esto, a las hijas del pueblo del Señor no les gustabapermanecer vírgenes; en ello, en el fondo, no hay gran provecho.La hija de Jefté antes de ser inmolada al Señor pidió a su padre unatregua de dos meses para ir a llorar su virginidad en las montañasde Gelboé; parece que no habría necesitado tanto tiempo para notener que lamentarla. Ruth tomó un modo bastante expeditivopara dejar de ser virgen: simplemente se acostó con Booz. El espíri-tu de Dios ha juzgado apropiado transmitirnos esta historia para lainstrucción de las doncellas por los siglos de los siglos.89

Los dioses de los paganos amaban mucho a las doncellas, lastomaban a menudo y siempre distinguían a las vírgenes. La Pitia,

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él relacionadas, como la virginidad, varias veces reimpreso y compendiado. Fue unlibro dirigido a confesores, que por sus detalladas descripciones leían muchosotros, cuya influencia perduró hasta el siglo XIX, en que se traduce al español. Loscomentarios del padre, su probabilismo y la descripción minuciosa de diferentesprácticas sexuales le valieron numerosas críticas y polémicas. El libro pasó al Índi-ce de obras prohibidas por afirmar, entre otras cosas, la legitimidad de los hijoshabidos fuera del matrimonio (Aldea, Marín, Vives, 1975, IV, p. 2168). Como seha visto en la Introducción, en el siglo XVIII era muy conocido, no sólo por losconfesores. Entre otros, aluden a él Salazar, en 1726, y Samaniego (2004, p. 278),en su cuento «La discípula»: «Con un modesto velo/ la explica el padrecito elmatrimonio./ Sánchez para con él era un bolonio» (vv. 31-33). Bayle (1720, III; pp. 2530-2532) también le dedicó un artículo.

89. Jueces, 11. Jefté, antes de marchar al campo de batalla, había hecho el votode sacrificar al primero que saliera a recibirle cuando regresara (Jue. 11, 30-31).Quien salió a su encuentro fue su única hija, que lo hizo con panderos y danzas(Jue. 11, 34). Hay diferencia de opiniones respecto de si Jefté realmente cumpliósu voto o no, pero el relato bíblico parece indicar que así lo hizo. Su hija volviódespués de haber «llorado su virginidad» por dos meses con sus compañeras (Jue.11, 39). Para el caso Rut-Booz, véase el libro de Ruth, 4.

90. Pitia es lo mismo que Pitonisa. Deriva el nombre de Pito, que fue tomadode la serpiente Pitón que vivía en una cueva y a la que Apolo dio muerte para apo-derarse de su sabiduría y ser él quien presidiera el oráculo. Tras matar y quemar ala serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su honor unosjuegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos. Más tarde corrió la leyenda de queese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, en el templo de Apolo enDelfos. Este nombre recibieron las mujeres que interpretaban las respuestas, esdecir, el oráculo. Al templo de Apolo se le llamaba también Pitión y al mismoApolo en Delfos se le llamó Apolo Pitio

91. Las sibilas vivían retiradas y también profetizaban. Para la de Cumas, Vir-gilio, Eneida, VI, 71-74.

92. Juno, diosa del matrimonio, de la fidelidad y la maternidad, recuperaba lavirginidad en la fuente de Canatos, en Nauplia. Su noche de bodas con Zeus durótrescientos años.

Los candados son conocidos desde hace mucho en Europa, seacusa a los italianos de esta odiosa invención.95 Sin embargo, escierto que era practicada, al menos por los hombres, en tiempos delos primeros emperadores romanos. Juvenal, en su sátira contra lasmujeres, dice: «si los cantantes le gustan, no hay candado que resis-ta de esos que han vendido su voz al pretor».

Si gaudet cantu, nullius fibula duratVocem vendentis praetoribus.96

El cristianismo, más espiritual, más místico que las religionesantiguas, debió atender más al celibato. Su Fundador no se casó, apesar de que los fariseos le reprocharan que frecuentara mujeres

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Esta pasión de los hombres por las doncellas tiene algo de razo-nable en su origen. Es tan dulce dar las primeras lecciones de volup-tuosidad a un corazón inocente y puro, sentir bajo la mano las pri-meras palpitaciones de un seno virginal que se abre a deliciasdesconocidas, enjugar las primeras lágrimas de ternura, inspirar esamezcla desconocida de miedo y esperanza, de deseos vagos y decuriosa inquietud, que quien no ha probado esta satisfacción noconoce el más dulce de los placeres.93 Pero tomada en este sentido, lavirginidad es más una afección moral, como dice Buffon, que unacualidad física, y nada justificaría las precauciones contra los raptosamorosos que toman los padres desnaturalizados o los amos celosos.94

En esos infelices países doblegados por la opresión, en esos paí-ses donde el cielo en su cólera dio la belleza a las mujeres y dondela belleza no es más que objeto de especulación para padres ávidos;en esas regiones, digo, se utilizan los medios más odiosos para con-servar la virginidad de las jóvenes y bellas hijas destinadas a ser ven-didas como vil ganado. Se cierra el órgano del placer cosiéndolo yno se deja otra abertura que la estrictamente necesaria para realizarlas funciones animales a las que la naturaleza lo ha destinado.

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93. Compárense con las razones que ha dado para explicar el tribadismo.

94. Georges Louis Leclerc (1707-1788), conde de Buffon, escribió la HistoireNaturelle, y también la voz «Virginidad» en la Enciclopedia. Consideraba que lavirginidad es un «ser fantástico», un ser moral, una virtud que tan sólo consiste enla pureza del corazón. Buffon aparece con frecuencia en la obra de Marchena. En«A la nación española» (1792), por ejemplo, al criticar las aportaciones apologistasde Masdeu y Forner, señala el valor de «nuestro sublime Rousseau», de «nuestrogran Buffon», de Raynal, Voltaire y Mably (Marchena, 1990, p. 111).

95. El deseo de controlar la sexualidad femenina se remonta casi a los orígenesde la civilización. Según los historiadores, en Oriente, las prácticas para evitar quelas mujeres tuvieran relaciones con hombres que no fueran su marido eran habi-tuales y, en ciertas ocasiones, crueles. El control genital que más aceptación tuvoen Occidente fue el cinturón de castidad. Este instrumento, de origen semita, fueintroducido en Europa en la Edad Media, tras las Cruzadas en Tierra Santa. Elcinturón consistía en un estuche de metal –de hierro o plata–, que se ceñía al cuer-po de la mujer. Para reforzar los mecanismos de seguridad, una gruesa barra pasa-ba entre las piernas, lo que dificultaba el caminar. El cinturón sólo tenía dos ren-dijas, que permitían la evacuación corporal, pero que a la vez impedían lapenetración de cualquier objeto, ya que estaban flanqueadas por afiladas púas.Producía innumerables infecciones. En Les bijoux indiscretes, de Diderot, los per-sonajes de la corte de Luis XIV son transportados a un país fantástico de las mil yuna noches donde el cinturón de castidad tiene una utilidad diferente. Existe tam-bién una Historia secreta del cinturón de castidad, de Piero Lorenzoni (1991).

96. Sátiras, VI, 379.

sacerdotes, y fulminó las más terribles amenazas contra aquellosmiembros de la clerecía que no guardaran el celibato.100 Sin embar-go, aunque ningún sacerdote ni monje se haya casado, el calificati-vo de vírgenes no se podría aplicar apropiadamente a todos losmonjes ni a todos los sacerdotes. No es que quiera repetir aquí losmalignos chistes de Erasmo, de Boccaccio y de tantos otros contralos monjes, sin duda la malignidad ha aguzado algunos dardosextraídos de las sátiras que se les han disparado, pero mi adverten-cia permanece mientras tanto.101

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públicas, y quizá a causa de esto mismo. Parece que Jesús distinguiócon un cariño especial a María Magdalena, hasta el punto de exci-tar los celos de Marta, que se quejó de que su hermana pasaba eltiempo charlando con Jesús y le dejaba a ella el peso del cuidado dela casa. «María ha elegido la mejor parte», respondió el Salvador.No es necesario que un buen cristiano dude de que estos coloquiosfueran exclusivamente espirituales.97

San Pablo aconseja la virginidad, y varios santos padres la prac-ticaron.98 San Jerónimo, entre otros, vivió toda su vida entre muje-res y no perdió su pureza. Respondió a sus enemigos, que le repro-chaban su demasiada intimidad con las santas, que la pruebairrefutable de su castidad era su mal olor. Esta hediondez de SanJerónimo no es en verdad un artículo de fe en la Iglesia, es sólo unobjeto de piadosa creencia, y mis lectores harán muy bien en darlesu asentimiento.99

Cuando el clero cristiano hubo formado un cuerpo de doctrinaque sometía a todos los seculares, sintió que, para distinguir lo másposible sus intereses de los del pueblo, debía prohibir aquellos lazosque le acercaban demasiado a sus conciudadanos. Por esto Hilde-brando, el papa más celoso del poder eclesiástico y que lo utilizó deun modo terrible, prohibió rigurosamente los matrimonios de los

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97. La frase continúa: «que no le será quitada», Lucas, 10, 38-42.

98. En la primera carta a los Corintios, donde habla del celibato de los sacer-dotes. Ya se indicó que el estado privilegiado por la Iglesia es la virginidad.

99. Véase sobre San Jerónimo, Moreno Chicharro (1994) y Heredia Correa(2004).

100. Gregorio VII. Véase nota 46.

101. Una historia sexual del clero, en Fuchs (1986, I, cap. 5). Para España,Sarrión Mora (1994).

cuando se piensa que quienes profesan ese arte verdaderamenteliberal son los depositarios de los secretos más importantes y de losmás sagrados, todo respeto hacia ellos es poco. La tranquilidaddoméstica, el estado civil de las personas dependen de su discre-ción; y, sin embargo, a pesar de que se les llene de ofensas, aunquese finja despreciarlos, muy raramente estos seres, verdaderamenteestoicos, han comprometido a quienes pusieron su confianza enellos.

Los antiguos habían cumplido en su Mercurio el bello ideal oarquetipo del complaciente, que se llama en lengua vulgar chulo.Este Dios,103 por mediación del cual a menudo Júpiter ha triunfadoen sus empresas más difíciles, como el rapto de Io, vigilada porArgos, el de los cien ojos; Mercurio, digo, era el Dios de la concor-dia, de la elocuencia y del misterio.104 Sólo descendía hasta los mor-

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(6)

Entonces una vieja…

Se menciona aquí a una proveedora o complaciente. Este traba-jo ha caído un poco en descrédito por yo no sé qué fatalidad que sejunta a los más dignos objetos. Cervantes, el único autor filósofoque España ha producido, deseaba que esta profesión fuese venera-da en la ciudad por encima de las otras.102 Y, en efecto, cuando sepiensa cuántos talentos son necesarios para ejercerla dignamente,

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102. Quijote, I, cap. XXII: es «oficio de discretos, y necesarísimo en la repúbli-ca bien ordenada», que no debería estar en manos de «mujercillas de poco más amenos, pajecillos y truhanes de pocos años y de poca experiencia», sino de perso-nas discretas elegidas por un examinador. El mismo Cervantes tuvo un procesoacusado de ser alcahuete. Marchena repetirá la idea de Cervantes como escritorfilósofo en su «Discurso preliminar» a las Lecciones de Filosofía Moral y Elocuencia,de 1819 (Álvarez Barrientos, 2002). Esta nota es un elogio de las celestinas ymediadoras. Sobre el personaje literario en esa época, Álvarez Barrientos (2001).

103. En el texto aparece con mayúscula todas las veces que se refiere a Mercu-rio. Porque parece intencionado, lo dejo así.

104. Io era sacerdotisa de la diosa romana Hera, la esposa celosa de Júpiter.Éste se enamoró de aquella y se transformó en una nube oscura para esconderse desu esposa. Sin embargo, ésta descubrió que aquella pequeña nube era su marido.Al verse descubierto, transformó a Io en una vaca blanca para evitar la furia deHera. Pero ésta la amarró y mandó a su sirviente Argos que la vigilara. Argos teníacien ojos y sólo unos cuantos se cerraban a la vez. Para liberar a Io, Júpiter envió asu hijo Mercurio a cantar y contarle historias aburridas a Argos hasta que todos losojos se cerraran. Contó tantas historias que finalmente se durmió. En ese momen-to Mercurio lo mató y desató a Io. Sin embargo, cuando Hera descubrió lo quehabía ocurrido, mandó una avispa para que picara eternamente a la vaca. Final-mente, tras jurar Júpiter que no perseguiría más a Io, Hera la liberó. Se asentó enEgipto, convirtiéndose en su primera reina. Ovidio, Metamorfosis, lib. I.

confían nuestros intereses más queridos, el descanso de los maridos,la felicidad de los amantes, el honor de las mujeres, el estado civilde los niños. Sin vosotros esta tierra desolada sería un verdaderovalle de lágrimas, la joven y bella esposa unida al marido decrépitolanguidecería y se postraría como se marchita la flor solitaria que elrocío del cielo nunca regó. Así unía Mecencio por lazos indisolu-bles los vivos a los cadáveres.108

Sin embargo, la fortuna ha vengado con frecuencia a los alca-huetes del desprecio del vulgo. Otón se abrió camino hacia elimperio del mundo por sus tercerías para Nerón. Y los alcahuetesde los príncipes, lo mismo que de las princesas, se han sentidosiempre bastante bien con su trabajo. Incluso el mismo Otón noabandonó tampoco todos sus derechos, Nerón le desterró con uncargo de honor, «porque había cometido adulterio con su propiaesposa Popea». Uxoris moechas coeperat esse suae, decían los romanosmaliciosos.109

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tales para inspirarles condescendencia y dulces afectos. Serpientesfuriosas, tocadas por su caduceo, se abrazaban estrechamente.Aquiles depuso su soberbia inspirado por él, acogió hospitalaria-mente a Príamo y le restituyó el cuerpo de Héctor.105 Los ferocescartagineses se aplacaron gracias a la influencia de este Dios de lapaz, y recibieron amistosamente a los troyanos. Así, fue Mercurioquien unió a los hombres en sociedad y sustituyó la barbarie por lascostumbres sociales. Inventó la lira y fue maestro de Anfión, quelevantó los muros de Tebas gracias a la fascinación de su canto.106

Mercurio o Hermes107 fue el primero en enseñar las ciencias, perolas envolvió con un velo misterioso que no estaba permitido levan-tar a los profanos, para indicar que todo lo que atañe al Dios con-fidente de las aventuras amorosas debe ser guardado en el silenciomás profundo.

¡Cuán bellas son todas estas alegorías! ¡Qué verdaderas son!¡Qué insípida sería la sociedad sin estas relaciones misteriosas porlas que la naturaleza recupera sus derechos, eludiendo las unionessociales sin romperlas! Yo os saludo, discípulos de Mercurio de unoy otro sexo; a vuestra discreción, a vuestro arte de persuasión, se

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105. Cuando Príamo se entera de que los griegos no van a celebrar los ritosfunerales por su hijo, va a ver a Aquiles, ayudado por Hermes, y le pide que leentregue el cuerpo de su hijo. Aquiles, conmovido por el dolor del viejo rey, se loda y declara una tregua para que los troyanos celebren un funeral adecuado. LaIliada concluye con la descripción del funeral en honor de Héctor.

106. Anfión, junto con su hermano gemelo Zeto, levantó las murallas deTebas.

107. Nombres romano y griego respectivamente de la misma deidad.

108. Virgilio en los libros VIII, X y XI de la Eneida cuenta los episodios relati-vos a Mecencio y su muerte a manos de Eneas.

109. Suetonio (1998, pp. 610-611), lib. VII, 3.

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INTRODUCCIÓN

La falsificación . . . . . . . . . . . . 13

El fragmento . . . . . . . . . . . . 32

Las notas: erudición libertina y erotismo . . . . 35

Filosofía materialista, sexualidad e historia cultural . 53

¿Por qué el «Fragmentum»? . . . . . . . . 59

CRITERIOS DE EDICIÓN . . . . . . . . 67

AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . 69

FRAGMENTUM PETRONII

Al ejército del Rin . . . . . . . . . . . 73

Fragmentum Petronii . . . . . . . . . . 77

Fragmento de Petronio . . . . . . . . . 79

Notas sobre el fragmento de Petronio . . . . . 83

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . 137