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Forgotten Books · ÍN DICE Página s. CAPITULO PRIMERO Cádiz, de 1830 á 1833. Proemio. —Primeros recuerdos. —Asesinato de Hie rro y O liver. —Primera educación religiosa

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TOMO PR IM ERO

M A D R I D

IMPRENTA DE J . GÓNGORA YÁLVARE Z

San Bernardo,núm. 85 .

1 9 0 1

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E STA OBRA E S PROPIEDA D DEL A UTOR

QUE DA H ECHO E L DEPÓSITO QU E MARCA L A LEY

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ÍN DICE

Págin as .

CAPITULO PRIMERO

Cád iz , de 1830 á 1833 .

Proemio .

—Primeros recuerdos .

— Ases inato de Hierro y O liver .

— Primera educación religio sa y literari a .

— La escuela de Agreda — Cómo nos enseñaba la buena pronunciación— Los nacim iento s —Rlteatro de la tía N órica .

—Familias de origen ex

tranjero establecidas en Cádiz .

— Colegio de Villaverde — Detrás de la cruz suele estar el diablo .

Fiestas públicas .

—Jura de la Pr incesa Isabel . —Reuniones de los masones .

—Muerte del Rey D . Fernando

CAPITULO II

Cád iz, de 1833 5. 1837 .

Juicios diversos sobre Fernando VII .

— Filosofía quese estudiaba en el Seminario de Cádiz .

— Latínmacarrónico .

— Operas italianas .

— Pasión de algunasgaditanas por los cantantes .

— Comienzo a leer algunos clás icos españoles y franceses .— Temporadade Puerto Real .— Diversiones de aquel pueblo .

E l gallumbo .

— Las borri cadas .

— Inconv_eníente s delLevante

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VI

Páginas

CAPITULO III

Cád iz, de 1833 á 1837 .

Sucesos político s que siguieron a la muerte del Rey .

La Nación dividida en carli stas y cri stinos . Cea yMartínez de la Rosa .

— Carácter sangriento de lalucha .

—Convenio de Elliot — Pris ionero s carlistas .

Matanza de lo s frailes .

— Mendizabal .— Supresiónde los conventos y venta de sus b ienes . Quintade cienmil hombres .

— Montesco s y Capu letos .

El Obispo de Cád i z concluye la Catedral .— D e scripción de varias iglesias

CAPITULO IV

Cád iz y Sevi l la, . de 1837 á 184 1 .

Istúri z reemplaza aMendizabal — A quién llamabanla Fi li pona .

—Pacto s ingular entre Mendi zábal é Isturiz . qui s ínvení ct?

-Motín de laGranj a .

— Re stabléce se y re fórmase la Constitucióndel 12 .

—Mi llegada aSevilla é impres ión que aquella ciudad me produce .

— Lo que deben Murillo alas sevillanas y las sevillanas a Murillo .

— Los e s

pañoles hablan árabe s in saberlo .

— Sevil la merecería ser la cap ital de E spaña .

CAPITULO V

Cád iz y Sevi l la, de 1837 á 1841.

La vida de los e stu cl iante s_

. Los Catedráticos .

Cómo se debe estudiar el Corp us J zuº ís .

—U n estudiante de sesenta años .

— La estatua de Napoleónhecha pedazos .

— Noviazgos .

— Una casa bien guardada — Escenario poético .

— Opiniones de un Du

que sobre el matrimonio .

— Dionisio el Exiguo y lasseñ oritas cursi s — La gente macarena — Las corrid as de toros .

— La ópera y los dramas

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Páginas .

CAPITULO VI

Cádiz y Sevi lla, de 1837 á 1841.

Estado de las artes y las letras en Sevilla .

— Galeríasparticulares .—Museo nacional .— Poetas sevillanos .Reuniones del Liceo .

— Romantici smo .

— Entus ias

mo por D . Pedro el Cruel — Modas románticas .

Suicidios . Larra, Espronceda . Ocurrencias deGallego .

— Bondad de Lista .

— Chistes de E stévanezy del Duque de Rivas .

— Pronunciamiento de Sevilla en favor del General Córdova

CAPITULO VII

Cádiz y Sevi lla, de 1837 á 1841 .

Funciones de la Semana Santa en la Catedral de Sevilla .

— Baile de lo s Seises .

— Proces iones .

— Vacac io

nes en Cádiz .

— Faustas noticias de la guerra .

— Pazde Vergara .

—Alegría general .— Dos cosas que nono se veían— Recuerdo del Padre Valderrama .

Sermones del Doctoral A rbolí — D . Tomás GarcíaLuna y la Filosofía ecléctica — Consej os de A lcaláGaliano — Carácter de este hombre público

CAPITULO V III

Cádiz y Sevi lla, de 1837 184 1.

Pronunciamiento de Septiembre .

— La Reina Cristinaobligada a salir de España .

— Sus últimas palabrasal General Espartero .

— Ocupa éste la Regencia .

Plagio de una proclama de Bonaparte .

— Españapuesta al nivel de Méj ico y Perú .

— Caciques .

Ayuntamientos democrático s .

— Tiranía de la Milicia Nacional .— Cómo se respetaba la l ibertad deimprenta .

— Prematuro alzamiento de lo s moderad os .

—Mi primer viaj e aMadrid

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V I I I

Páginas.

CAPITULO IX

Madri d, de 1841 á 1844.

A ñicci ón de Madrid con motivo de los fus ilamientosde Octubre .

— La Duquesa de la Victoria llora lamuerte de León .

— E l público recobra pronto su natural alegría .

— Paseo del Prado .

— Bellezas de laaristocracia y burguesía — Rl Cuerpo diplomático .

Una muñeca que come ala mesa de un Ministro .

Entusiasmo de Washington Irving por España .

Monumentos públicos .

— Maravillas del Museo delPrado .

— Carácter sociable de Madrid .

— Sus tertul ias .

— Tendenc ia liberal de s u pueblo

CAPITULO X

Madrid , de 1841 á 1844.

Tertulia de la Condesa del Montijo — Belleza de sushij as .

— Um retrato de D . Diego León .

— Magníficobaile de traj es .

— Teatros de Madri d .

— Rubini en elLiceo . Carlos Latorre , Romea , Matilde Diez yotros actores .

— Dramas y comedias de Zorrilla,Gil

y Zárate,Bretón

,Hartzenbu sch y Ventura de la

Vega .

—Um poeta enamorado¡de su mujer .— Otro

apaleado por los milicianos — Talento universal deMartínez de la Rosa

CAPITULO XI

Madri d, de 1841 á 1844 .

Mis estudios en Madrid .

— Asisto al bufete de PérezHernández .

— M i ami stad conlos Madrazos .

— Rl

Ateneo : su s cátedras y su tertulia — Dotes oratorías de Pacheco y Fi dal .— La geografía acusada dealus iones políticas .

— Nicas io Gallego adivinadorde pensamientos . R ios Rosas

,Morón

,Gallardo

,

Castro , Cárdenas .

— E l poeta Pastor Díaz y la poe

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Página».

ti sa Avellaneda .

— Campoamor y sus Doloras .Mesonero Romanosé—Escrito s satírico s de Larra .

Lafuente y su F ray G erumlíu.

— LO S periodistas Sartorins y Coello

CAPITULO X II

Madr i d, deº

1841 1844.

La burgues ía española parecía digna de gobernar elEstado y devolverle su perdida grandeza .

— Porqué no lo ha conseguido .

— Males producidos por larevolución y por el s i stema representativo .

— Dism inuc ión de las rentas causada por la pérdida delas Américas .— Gastos de tres guerras civiles .— Inconvenientes de tres reinados de hembras .

— Ca

rácter poco constante de la Reina Doña Isabel .Inconstanci a mayor t odavía de los hombres político s .— Cambios continuos de Ministerios — Audacia de los pretendientes — Gobierno desacertadodel Regente Espartero .

—Mi viaj e a Andalucía yprimera gran pesadumbre de mi vida

CAPITULO X III

Madr i d, de 1841 á 1844.

Mi vis ita a Cádiz .

— Situación apurada del Regente .

Su exces iva deferencia a Inglaterra .

—Bombardeode Barcelona y Sevilla .

—Descontento de Cataluña .

—V ictoria del General Narváez en Ardoz .

Fuga de Espartero .

—Satisfacción que produce .

La Reina Isabel declarada mayor de edad .

— Atentado contra Narvaez — Miras de O lózaga .

—Cómose las desconcierta G onzález Bravo y le sustituyeen el Ministerio .

— Caracteres de esto s tres hombres políti cosl— Los moderados ocupan todo s losempleos .— Lu j o y desmoral ización que se notabanen aquella época .

—Presentado por mi s amigos a

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Páginas …

G onzález Bravo,fuí nombrado Agregado diplomá

tico en Lisboa .

— Personas que componían aquellaLegación

CAPITULO XIV

L i s b o a, en 184 4 .

Belleza de Lisboa .

— Lástima que no sea la capital detoda Espana .

— Historia de Portugal y ventaj asque nos ha llevado en muchas cosas .— Causas des u relativa pobreza .

— Semejanza de las s ituacio

ne s interiores de España y P ortugal en aquellaépoca .

— O lózaga expu lsado de Lisboa .

— GonzálezBravo nombrado M in i stro en aquel Reino .

—Muéstrase muy amigo de los portugueses — Lealtad dela política española en Portugal desde la época deFernando VII .

— Sab ios consej o s de Pacheco acerca de las ut0pi as unionistas .

— Cuerpo diplomáticores idente en Li sboa .

— España no estaba todavíareconocida por varias Potencias europeas .

—A fi

ción de nuestro s hombres político s a aquella Legación

CAPITULO X V

L i s b o a , en 18 44 .

Sociedad de Lisboa .

— Rl Marqués de Fronteira .

— E l

Conde de Farrobo .

— Pocas damas portuguesas verdaderamente bellas .

— Señoras españolas é inglesas .

— Las Cruz y Laura Blanco .

— Ultimos amoresde D . Luis Córdova — Poca afi ción de los portugue se s al paseo .

— Fealda '

d del pueblo .

— Gallegos .

Amena residencia de Cintra .

— Recib imientos de laCorte .

— Mafra y Batalha .

— Teatros de San Carlosy de la rua dos Condes .

— Lengua portuguesa .

Opiniones que Fernando VII tenía de ella .

—Su s

cualidades y defectos .

— Carácter melancólico de

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X 1

Página s .

los portuguese s — Su dulzu ra y lealtad .

—Vanidadque s e le s advierte

CAPITULO X VI

Li sboa y Londres, en 1844 .

Literatura y artes de Portugal .— Carece de teatro nacional y de composiciones festivas — No tiene Mu

seos ni Escuela de pintura .

— Poca belleza de sumúsica y bailes .

— Lo s portugueses son sólo exce

lentes en la poesía bucólica y en la ép ica —Vida intere sante de Camoens .

— Su poema equivale a unej ército .

— Fin de mi permanencia en Lisboa .

— Meenvían comoAgregado aMéj ico — Viaje á Inglaterra .

— Un Cónsul andaluz . Todo me agrada enLondres menos el clima .

— Generosa hospitalidadde los ingleses .

— Riqueza de aquel país .

— Hago elconocimiento de D . Javier de Istúri z

CAPITULO XVII

Parí s, en 1845.

Llegada aParí s .

— Impre smn que me produce .

— Susedifi cio s y teatros — Gracia de sus mujeres .

— Lasloretas y los estudiantes . Españoles allí res identes .

— E l Marqués de Santiago .

— E l banquero Aguado .

— Tertulia en nuestra Embajada — Ilusiones sobre e l estado de la Francia .

— Grandes cualidadesde Luis Fel ipe y de la Reina Amalia —Clases queodiaban a aquel Rey .

— Defecto s y cualidades d elo s franceses .

— Todo es extremado en aquel país .

Mi viaj e a la Habana .

— Madera — La Barbada y Jamaica .

— Naufragio de un buque inglés .

— Pasati em

pos de la travesía

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XII

Páginas .

CAPITULO XVIII

La Habana y Méj ico, en 1845.

Tres gritos que recuerda la Histo ria .

— La lengua es

pañola pierde ya terreno en América .

— La Habanay el castillo del Morro — Atractivos de las habaneras .

— E l Capitán General D . Leopoldo O '

Donne ll .

El dúo de L os Pmºítanos en el teatro de Tacón .

Edad de oro de Cuba .

— Diversos enemigos de su

prosperidad .

— Continuación de mi viaj e .

— Mi llegada aVeracruz .

— Personas que allí conoc í — Vicis itude s de la p ierna de Santana .

— Viaj e a Méj icoen compañía de mis j efes .

— Hermosura de su valle .

Glorioso s recuerdo s que despierta . Belleza de

CAPITULO X IX

Méj ico , de 1845 a ) 847 .

Clima delicio so de Méj ico — Excelencia de sus produccione s .

- Susto que nos causó un terremoto .

Paseo de Buceare lli .— Estatua de Guatimocín.

Bosque de Chapultepec .

— Salto de Alvarado .

—Alamedas de la Viga — Teatros y actores.

— Belleza deaquel la época .

— Baile dado por Bermúdez de Castro .

—Tertulia de la familia Lasqu ety .

— Temporada de Tacubaya .

—Feria de San Agustín de lasCuevas .

— Amigos que tuve en Méj ico . Parientesque allí encontré

CAPITULO XX

Méj i co, de 1845 á 1847 .

Vis ita que hice a las minas de Real del Monte .

— Descripción de ellas .— Sin razón con que se dice quela codicia fué el único móvil de los conquistado

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X I [I

Páginas .

res . Viaj e s á Cuernavaca y Temisco .

— Belleza dela Tierra Caliente — Su flora y su fauna .

— Fi sono

mía y carácter de los indios .

— Quinta de Mr . Laborde — Cueva de Cacahuam i lpal .—Animales venenosos . La hacienda de Temisco .

—Vida agradable que all í llevábamos — Tragedia que la interrumpa

—Asesinato de sei s españoles .

— Esfuerzosi nútile s de Bermúdez para que se descubriesensus autore s .

é—Estado anárquico del país

CAPITULO X X I

Méj i co, de 1845 a 1847 .

Origen de la anarquía en la América española .

— LaRevoluc ión francesa de 1789

,primera causa de la

insurrección .

—La revolución española del año 20impidió que fuese vencida .

—A quellos pueblos noestaban preparados para la independencia .

— Pro

yectos antiguos para establecer allí la Monarquía .

Vana tentativa del General Parede s con el mismoobjeto .

— Gobierno de Gómez Farías .

—E l GeneralSantana .

— Sus cualidades y defectos .

— Anécdotasde aquel tiempo .

— Un banquete presidencial .— E lCuerpo diplomático imita el salto de Alvarado .

CAPITULO XXII

Méj ico, de 1845 á 1847 .

Guerra entre Méj ico y los Estados Unidos .— Derrotade lo s mej icanos —Sucesos contemporáneos de España .

— Cuestión del casamiento de la Reina Isabel .— Caída de Narvaez .

— Ministerio de Istúri z .

Exigencias exorb itantes de Francia .

— La Reina encerrada en dos círculos de P0p i lío .

— Tristes consecuenci as de aquellas bodas — Diverso s cambio spol íticos .—E l nuevo Ministro de Estado me hace

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X IV

Páginas.

volver aEuropa .

— Dificultades de mi viaj e aVeracruz .

— Encuentro en Puebla al General americanoScott .

— Belleza de Orizaba y su s contornos — Reconozco en Veracruz que puede haber indias muybonitas

CAPITULO XXII

Roma, de 1847 á 1852 .

Viaj e de Veracruz a Southampton— Toco otra vezen la Habana .

— Veo al General O ºDonnell en la

quinta de Los Molinos — Corta detención en Iuglaterra .

—Voy a Parí s y encuentro alli ami familia .

Agitación que reinaba ya enaquella capital .— Sigomi viaj e y hallo en Bayona a Pacheco .

— Le acompaño aRoma como segundo Secretario de aquellaEmbaj ada—Paso por Marsella y Génova .

— Mi llegada aRoma .

— Grandes emociones que la vista desu s monumentos me produce .

— Entusiasmo de lo sromanos por Pío IX .

— Continuas demostracionesy fi estas .

— A l so7nmo P ío s i a g lori a e onor

CAPITULO —XXIV

Roma , d e 1847 á 1852 .

Destitución de Pacheco .

— Le reemplaza Martínez dela Rosa .

— Carácter de este Embaj ador .— La sociedad de Roma .

— Orsini y Colonna,as i sten al Solio .

El descendiente de Andrés Doria casado con unaTalbot — La herencia de Beatriz Cenci en la familia Borghese .

¡

— E l Príncipe de Piombino engañadopor un falso abate —Una pasión de Chateaubriand .

El Príncipe Lancelotti merece la gratitud de Espana .

— La bella Princesa Massimo .

— E 1Príncipe Rospi gli os i comparado con C i ncinnato .

— Salón de laDuquesa de Zagarolo .

—Chistes del Príncipe Gae

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X V

Páginas .

tani .— La Princesa d e Viano fiel a su origen m i lanés .— Corsini aplaudido en la ópera

CAPITULO X X V

Roma, de 1847 á 1852 .

Luj o ostentoso de Torlonia .

— Agrado de la Duquesade Rignano .

— Gracia de la Marquesa Capranica .

Una famosa comed ianta consigue ser Marquesaromana .

— Los Camarero s secreto s del Papa .

— E l

salón de la Condesa de Menou .

—Recuerdo de al

gunos Cardenales — Noble carácter de Altieri .Genio lingi í ístico de Mezzofante .

— Raras cuali dades de Antonelli — Los Embaj adores . — Carácter altanero del Conde Ross i .— E l Conde de Miguei s .

E l brasileño Figueiredo — Los Condes de Spaurmerecen el honor y la gloria de salvar aPío IX .

CAPITULO XXVI

Roma, de 1847 á 1852 .

Vida agradable que llevaba en Roma .

— Mejora queall í se advertía en las costumbres de la nobleza ydel clero .

— Constancia con que continuaba mis e studios .

— Lectura de lo s clásico s ital ianos con elprofesor Dom ini ci s .

— Leía también los a u t o r e sgriegos con un amable pedante — E l escultor Soláme instruía enlas Bellas Artes .

— Boga del p intorOverbeck

,corifeo de lo s prerrafae li stas .

— Solá consigue salvar de su influj o al famoso Gisbert — Opini one s de un Embaj ador sobre astronomía .

— Un

barbero de Roma va aver lo que pasa en G ibraltar

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Páginas .

CAPITULO XXVII

R oma , d e 184 7 si 18 5 2 .

Sucesos políticos de Roma .

— Influencia de la revolución acaecida en Francia en Febrero del 48 .

—E 1

Papa otorga al finuna Constitución .

— La cuestiónde la independ encia de Italia complica la situación interior .— Libros de Gioberti y Balbo .

— Propaganda de Azeglio .

—Mazzini y la Joven Italia .

El Rey de Cerdeña declara la guerra al Austria .

Pío IX se niega ahacer otro tanto .

— Tumulto s enRoma .

— E l Papa confía el Gob ierno al Conde Ross i .—Vil asesinato de este Ministro .

— Motín del 15de Noviembre .

— Ind eói s i óndel Jefe de los gendarmes — E l Papa concede al fi nunMinisterio democrático , pero piensa ya en alej arse de Roma .

CAP ITULO XXV I I I

Roma, de 1847 a 1852 .

Angustiosa S i tuación de Pío IX .

— Decide marcharsea Nápoles .— Circunstancias que favorecen su fuga .

El Rey Fernando le '

recibe con fi lial reverencia .

Derrota de los ej ército s de Carlos Alberto .

— Mazzin i pretende continuar la lucha en Roma .

— UnaConstituyente proclama allí la Republica .

—Tumultos ofensivos al Papa .

— Neces idad de_ una inter

vención europea .

— La España toma la iniciativa eneste asunto .

— E l Papa pide al fi n el auxilio de lasnaciones católicas

,— Conferencias de Gaeta .

— Falta de acuerdo entre las Potencias —Cada una deellas obra separadamente .

— Expedición españolamandada aItalia .

—Ventajas que de ella resultaron .

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X VI I

Páginas .

CAPITULO XXIX

Roma, de 1847 á 1852 .

Siti o de Roma por los franceses en 1849.

— Primerataque frustrado por Garibaldi .— Varias personascomprometidas se refugian en nuestro Palacio .

N apoleón envía a Lesseps para que negocie unarreglo .

— Concluyen los franceses un armisticioque permite a lo s romanos atacar al Rey de Napoles enVelletri .— E l Rey s e retira con sus tropas .

Los s itiados s e envalentonan .

—Asesinato de vario s ecles iástico s .

— E l, pueblo saca algunas armas

de nuestro Palacio .

—Consigo que salgan de Romamuchos españoles .

— Desacierto s de Lesseps — E sdespedido del campo francés y comienza el s itioen toda regla .

— Retrato de Garibaldi .— Los frances e s se apoderan al fin del Janícu lo y O ud inot verifica su ingreso en Roma el 3 de Jul io

CAPITULO XXX

Roma, de 1847 á 1852 .

Napoleón quiere imponerle condiciones al Papa .

Este res iste y vuelve al fin como Soberano absoluto .

— Entusiasmo con que fué recibido .

— Roma recobra su animación antigua — Excursiones que emprendo en las cercanías .

— Visito aViterbo y Caprarola .

— Paso una temporada en la quinta de Piombino en Albano .

— Renuévanse las divers iones delinvierno .

— Salones del Embaj ador Rayneval y delGeneral Baragu ey d Hilliers .

— E l magneti smo ylas mesas giratorias — E l Duque de Rivas .

— A lgu

nos Monseñores cuelgan los háb itos . Un Guardianoble llega á ser Cardenal — Magnífi cas ceremo

nias de la Semana Santa .

— Crimen cometido ennombre d e la música .

— Un poeta contribuye aimpedirlo .

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XVI I I

Páginas .

CAPITULO XXXI

Roma, de 1847 a 1852 .

Viaj e aEspaña en 1850.

—Barcelona y su industria .

Su Catedral afeada p or el coro central , como casitodas las de España .

— Alegría de Valencia .

— Clima benigno de Málaga .

— Tristes reflexiones sugeridas por Gibraltar .

— Placer con que vuelvo a vera Cádiz .

— Vis it0 a Sevilla , Córdoba y Granada .

Encanto incomparable de la Alhambra .

— La Vegade Granada compite en hermosura con el Valle deMéj ico — La Catedral y sus bellas e statuas — Decadencia de la escultura rel igiosa .

— Costumbre singular de vestir las imágenes .

— Sepulcro s de los Reyes Católicos .

— Gloriosos recuerdos que de spi er

tan—Viaje de Granada aMadrid .

— Oasis de Aranjuez — Llegada aMadrid

CAPITULO XXXII

Roma, de 1847 á 1852 .

Madrid en 1850.

— E 1 General N arváez en el apogeode su gloria .

— Emu los que le hosti lizan .

— Reacciónque dominaba en España .

— Influencia de DonosoCortés .— Tendencias exageradas de la Corte .

— Re

cuerdo de una respuesta de Ronquillo .

— Ambiciónde Bravo Murillo .

— Aumento de la riqueza publica .

— Luj o é inmoralidad que la acompañan .

— E l

banquero Salamanca .

— Creación de nuevos títulos .

La política convertida en una carrera .

— La literatura s e resiente también de la reacción general .Tragedias y novelas .

— Tamayo y Fernán Caballero .

— Visito aZaragoza .

— Regreso a Italia

CAPITULO XXXIII

Roma, de 1847 á 1852 .

Regreso aRoma .

—Voy en el otoño aArsoli para vi

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RECUERDOS DE UN DIPLOMÁTICO

CAPÍTULO PRIMERO

C á d i z,d e 1 8 3 0 a 1 8 3 8 .

Proemi o .—Primeros recue rdos .

—A se s inato de Hie rro y O l iv e r.—Prime ra edu

caci ón re l i giosa y l i te raria .—La e scue l a de Agreda .—Cómo nos enseñabala buena p ronunciaci ón .

—L os nacimientos —R l teatro d e l a t ia N óri ca.

Famil i as de o rigen extranj e ro e stableci das en Cádiz .— Coleg io de V i l laverde .

D etrás de la cruz sue le e star e l d iablo .—Fie stas públ icas —Jura de la Prince sa

Isabe l .—Reun ione s de los masone s .—Muerte d e l R ey D . F e rnando .

Hallándome ya ,avanzado en edad y falto de ocupacio

ne s obligatorias,h áme venido la i dea de escribir mi s re

cuerdos en forma de una autob iografía, no tan sólo para

mi propio entretenimiento , s ino también para que los que

gustan de las relaciones de los viej os , puedan leer la quevoy a hacer de las cosas que he visto ú oído desde quetengo uso de razón . Contendrá mi libro un poco de todo :viaj es , descripciones de ciudades y pueblo s hi stor ia pol itica

,anécdotas

,l iteratura

,artes y cuanto crea

,en fi n

,que

pueda servir para p intar bien los países qu e he vi s itado yla época en que he vivido .

Excuso de01r que no tengo en esta tarea la menor pre

tens ión l iteraria ó políti ca . Procuraré,únicamente

,que ni i

estilo sea natural y sencillo,cual conviene a las producci o

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nes de esta especie . N o haré revelaciones extraordinarias ,porque no he tenido cas i nunca ocas ión de manej ar negocio s que pudieran dar lugar a ello

,y cu ando to que a cues

t i one s políticas daré con l ibertad mi Opinión ; pero s in pa

s ión d eéparti do , no habiéndome jamás afi liado a ni nguno .

No trataré tampoco de despertar la curios idad por mediodel escándalo , l imitándome , s iempre que pueda, a relatarhechos históricos ; y cuando la verdad exij a que refi era lasfaltas de alguna persona determinada

,no haré más que

repetir lo que han dicho 6 creído de ella la generalidad demis contemporáneos .

Nací en Cád iz , el d ía 5 de Septiembre de 1823 ; por cons iguiente

,mis primeros recuerdos datan de la llamada

ominosa década,ó sea de los diez años que transcurrieron

desde la intervención de los franceses hasta la muerte delRey Fernando VII . Según oí decir más adelante , la campaña de aquéllos , si b ien vergonzosa para España, había tenido al menos la ventaj a de ser incruenta

,gracias al esta

do del país,harto ya de las locuras de los liberales ó maso

ne s,que era como los l lamaban más comúnmente . Y esto

me fué confi rmado mu ch os años después por varios testi

monios contemporáneos,entre otro s el d e l Duque de Ta

lleyrand Perigord , en aquella época Duque de Dinó , el cualmandaba la caballería de A ngu lema . A segurábame que

atravesó toda la España y llegó hasta Cádiz sin haber tenido que esgrimir la espada ni requerir las p istolas . Decías e que el Rey , ansioso por la llegada de lo s que cons ideraba como l ibertadores , no hacía más que mirar con unanteojo de larga vista, desde las ventanas de la Aduana deCád i z

, donde se aloj aba, para ver s i se acercaban por finlo s franceses a la costa de enfrente

,y que no pudo ocultar

su alegría cuando se cercioró de que estaban ya en ella .

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Pertenecía mi madre Doña Margarita Lerdo de Tej ada ,auna familia de las antiguas y sanas de Castilla ; por lo

tanto , era muy apegada a las ideas trad icionalis tas , y unode mis tíos

,l lamado Don Francisco

,había s ido educado

en la Corte , de donde volvro a Cád i z con el háb i to de San

t iago y convicciones tan reaccionarias , que mas tarde propendió

'

mucho al carli smo . Mi padre Don Augusto Conte ,e ra francés de nacimiento , pero español de corazón , porhaber venido muy j oven aEspaña

,y bastante inclinado a

las opiniones l iberales . Entre su s amigo s había también

muchos del mismo color político,formando todo esto un

c ontraste , el cual fué causa de que desde mi s más t ierno saños oyese dentro del hogar paterno el pro y el contra delas di scusiones de aquella época . Añádase que fuera d e

casa y hasta en los bancos de la escuela , se percibían también los ecos de unas y otras Opiniones y como los trueno s

precursores de la tempestad que andaba ya cercana .

Aunque los franceses hab ían evacuado la Espana, y elRey y su s Ministros hací an alguno s esfuerzos para rege

nerar el país , era notorio que lo s l iberales conspiraban con

obj eto de coartar las facultades del Monarca,re stab leci en

d o la Constitución del año 12 . O íase hablar á cada momen

to de consp iraciones reprimidas ó descubiertas,y en Cád i z

mismo estuvo a punto de estallar una,que sólo fracasó

por la energía de su Gobernador , el Brigadier Hierro y

O l iver . En pena de su lealtad , fué éste ases inado por los

sectarios,quienes le acometieron en

'

medio del día y enuna de las calles principales . Hierro d e senvainó su espada

y

v

probó a defenderse ; pero atacado por tres de aquello smalvados , cayó bañado en su sangre . Es este uno de misrecuerdo s m ás antiguo s

,y no he olvidado nunca la impre

s ión recib ida por m i ánimo ante aque l trágico su ceso,que

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me pareció por todo extremo aborrecible . Ni fueron meno r

res el terror y el horror con que supe después que uno de

los asesinos , llamado Alvarez , había s ido preso cerca ya de

la frontera de Francia . Un realista, que creyó reconocerle , le

l lamó en alta voz por su nombre, y el malaventurad o volvió luego la cara y se vendió incautamente . Traído a Cádiz

sufrió all í el último suplicio , y su mano derecha fué después cortada por el verdugo y colocada dentro de una jaula de hierro

,encima de la P uerta de Tierra

,de manera qu e

no se podía volver de l paseo a la ciudad sin contemplar

aquel obj eto tan tétrico .

Para comenzar mi educaci on me mandaron conmi amado hermano mayor Francisco auna escuela de primeras letras que había entonces en la plaza de San Antonio

,esqui

na de la calle de la Torre,dirigida por un tal D . José Ma

ría Agreda,buena persona

,de carácter pacífi co

,con

'

quienhice bastantes progresos . Además de la lectura

,escritura,

gramática y aritmética,nos enseñaban el dibujo

,hacia el

cual me sentí desde luego aficionado,y emulaba en este

estudio con mi querido amigo Miguel G ui lloto , aunque ,muchachos al fin, acabábamos muchas veces por jugar envez de dibujar y nos comíamos el pan que llevábamo spara borrar el lápiz . A gradábame mucho tamb iénla lectura en voz alta

, que hacíamos en l ibros interesantes y bienescritos

,cuales son las fábu las de Samaniego é Iriarte y la

historia de España de este último,que con gusto veo s i

gue siendo de uso en las escuelas,a pesar de que se han

escrito varias otras en lo que va de siglo . Y afuerza d e

leer estos libro s habíamos acabado por saberlo s cas i dememoria ; y en casa leía también otro s , porque la lecturafué desde luego mi ocupación favorita .

A la puerta de la escuela estaba escrita esta cuarteta

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A rbol que crece torcido

N unca su tronco endereza,

P ues se ha ce na tura leza

E l mew conque ha crec i do;

y por esto , s in duda, el bueno de A greda trataba de incu l

carnos lo s mejores principio s . Repetíamos s iempre que el

temor de Dio s es el principio de la sab iduría , y en nadaponía tanto empeño como en que aprendiésemos bien el

c atecismo , y luego una vez al año nos examinaban en él

c on toda solemnidad en la igles ia de las Descalzas . Iba

ms s allí muy lindamente vestidos , con los cuello s vuelto s

y almidonados y los cabello s perfumados y á rizos , y pues

tos de pie en sendos bancos,nos hacíamos mutuamente

preguntas sobre la historia sagrada y las leyes de Dio s yde la Igles ia

,con gran contentamiento de nuestras madres

y hermanas , que, apiñadas en aquel pequeño templo , asi st ian a nuestros primeros triunfos .

Igual,s i no mayor fiesta

,teníamos después en el día de

l a Purísima, pues aunque todavía no había proclamado elPapa el dogma de la Inmaculada Concepción

,

“ en Espana

se tenía de antiguo por cosa incontrovertible,y en mi ni

ñez se llamaba siempre a las puertas de las casas,d ici en

do : Ave María Purís ima,y respondían de adentro : Sin pe

cado conceb ida . Y los serenos antes de cantar las horas,

decían igualmente : A ve María Purísima . Y la devoción a laMadre de Dio s era tan grande

,que lo s mismos soldados de

la guarnición , luego que se ponía el sol, y sonaba el toqueque llamaban de oraciones

,formaban delante de las guar

dias y recitaban las preces del Ave María,mientras redo

blaban los tambores . La gente se descubría y se parabapor las calles para rezar

,s in que nadie tuviera verg ií enza

d e mostrarse buen católico . Había,pues

,gran fest ividad el

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día de la Purísima en las escuelas , y la nuestra solía tras

ladars e en cuerpo auna de niñas , que existía entonces en

la calle Ancha,al lado de San Pablo , donde había una ca

pilla con su altar y una imagen de la Virgen , a la cual

consagrábamos unas velas de cera muy bien labradas , yadornadas con dorados y pinturas , que nos parecían yeran en realidad pr

'

imoro s í s imas . Y por la noche , uno d e

nosotro s predicaba un sermonci to alu swo a la c ircunstan

cia . Y recuerdo que una vez le tocó la suerte ami hermano Francisco

,y me parece que le estoy viendo, sub ido en

un pu lpi ti llo y vestido con una sobrepell iz muy blanca yplegada

,y empezar luego su exordio con la mayor forma

lidad y en los términos siguientes : <<Padres y madres de

lo s alumnos congregados'

bajo las bóvedas de este edi fi

cio . » Por cierto que las bóvedas eran simplemente unas vi

gas pintadas de blanco y de no muy grande altura .

La difi cultad mayor en estos ej ercicios era la buena pro

nunci aci ón,porque los andaluces

,en general

,nos come

mos muchas letras,

" y sobre todo no hacemos sentir laseses finales , y hasta hombres muy notables en la e locu encia no han podido corregirse de ese V i cio

,a excepción de

D . Antonio Alcalá Galiano,quien

, por haber vivido muchotiempo en Madrid y hecho un peculiar estudio de ello

,pro

nunci aba como los castel lanos . Martínez de la Rosa se corri

gi ó también bastante , mas no tanto qu e no confundiera laese con la zeta

,principalmente cuando se alteraba un poco

6 s e dej aba ir asu modo más natural d e hablar,en el seno

de la confi anza .

Nuestro maestro,pues

,sudaba para hacernos pronun—

X

ciar bien , y entre otros medios originales de conseguirlo,adoptó el de obligarnos a pronunciar las eses finales por

vario s segundos y durante todo el tiempo que él tardaba

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mal hechas n i dej aban de costar caro , apesar de que erande barro pintado . Y luego todas las noches hasta pasadala Epifanía

,se i luminaba el monte y el l lano con velas y

candilej as,y se cantaban coplas alusivas a la circunstan

cia,con acompañamiento de panderetas y zambombas

,

llevando la batuta una antigua criada, por nombre Teresa,

sumamente hábil en este género de música . La harmoníano era grande y las coplas tenían una ingenuidad prim i ti

va ; mas no hay duda de que todo aquello contribuía mucho agrabar en l a imaginación tierna de los niños el misterio principal de nuestra religión

,al cual asi stían

,por de

c i rlo así,conservando luego de ello una impresión indele

ble . Ahora vase adoptando el uso del árbol de Navidad ,cuyo origen es escandinavo y pagano , el cual recuerda sólo

la renovación del año en el solsticio de invierno,y no sig

ni fi ca,por consiguiente

,lo mismo que el Nacimiento . Per

m ítaseme deplorarlo,y desear que la nueva co stumbre no

destierre al menos la antigua,s ino que las dos vivan

juntas .

Diversiones del invierno eran también los títeres,que

s e ej ecutaban en unteatri llo de la calle de la Compañía .

Este espectáculo es antiguo en España,según lo prueba

la aventura de Maese Pedro en Don Quij ote ; mas el queentonces existía en Cádiz había s ido establecido por unitaliano y no dej aba de tener algún mérito . Representabaa veces misterios y autos

,pero en general daba farsas

,en

tre las cuales sobresalía la de Tía N óri ca,tipo de la viej a

del pueblo , s iendo sobre todo célebre su testamento y laenumeración de cachivaches que dej aba a sus parientes yamigos . Por esto s in duda le habían puesto a aquel teatrillo el nombre de la Tía Nérica .

Su dueño era, como he dicho , un ital iano natural de

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G énova , de cuya nacionalidad había much o s en Cádiz ,pues nu estra ciudad ha sido de antiguo muy poblada por

e xtranj ero s , s iendo en ella numeros í s imas las familias que ,cual la mía

,traen su origen de antepasados franceses , ó

de ingleses,italianos y alemanes

,como las de Sicre , Laca

ve , Pemartíu ,Rancés

,Mac - Pherson

,Brochman

, Onetto ,Lavagi , Ravina , Peducci y Fe driani . Pero los genoveses

han s ido s iempre los más numerosos , y a ello s se debe s induda alguna el cultivo del campo llamado de Puerta Tie

rra y el empleo y gusto de los mármoles en la construcciónde los edifi cios

,que han hecho de cada casa de Cádiz una

como miniatura de lo s palacios de Ital ia . Debe igualmenteCádiz a este concurso de extranj ero s la bella raza de su s

mujeres,a consecuencia del cruzamiento de tantas san

gre s diversas . El comercio los atraía,y después se casaban

con señoritas del país ; formaban nuevas casas y familias ,é introducían en aquel suelo privilegiado una cultura bastante superior a la de las demás ciudade s

'

de Andalucía .

Continuando el tema de las divers iones,diré que tenía

mos también en casa la de las sombras chinescas,cuyo

origen es… antiguo y qu e se han usado s iempre hasta enArgel y Turquía para las representaciones del famosoKaragós ó pulch inela árabe , y ahora mismo están de moda

en Francia las que se ej ecutan en la taberna del Gato Ne

gro,con as i stencia de lo mej or de París . Las nuestras eran

má s modestas y las dirigía la misma criada que pre s i d ía a

la música del Nacimiento,ayudada de una cierta Doña

Dolores Mart ínez,antigua amiga de mi madre que vivía

con nosotro s y a quien queríamos mucho .

Poseíamos as imismo una famosa l interna mágica que

nos regaló nuestro abuelo D . Francis co Lerdo de Tej ada,persona tan grave que no se reía jamás ; pero que se com

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placía en vernos divertidos,y me acuerdo muy bien d e

'

cuando venía a vernos,vestido siempre de frac, corbata

blanca,las cadenas de dos reloj es colgando baj o la chupa

,

y un bastón de caña de India de dos pisos , con puño deoro . Traía

,sin embargo

,sombrero de cepa alta, porque el

de picos había desaparecido ya,y en mi niñez sólo quedaba

en Cádiz un gu i tarrero , antiguo , buen mozo , estableci do enla calle del Rosario

,que lo conservaba

,juntamente con el

calzón corto,las medias de seda, coleta y polvos .

Como el lector lo va viendo,no dej aba mi niñez de ser

entretenida,y todavía d ebe completar e ste catálogo de

pasatiempos,refi riendo mis lecturas caseras ; pues , como

ya lo he dicho, los libro s fueron desde luego mi pasión

dominante . Cuatro obras extranj eras,pero muy bien tra

duci das al español,fueron mis primeros favor itos : el Ber

toldo , libro chocarrero , pero no sin cierta ciencia del mundo , que compuso en italiano un tal Andrea Rubbi ; el Am i gºde los Niños , del amable Berquin , cuya sana moral es tanapropó s i to para formar los corazones en la edad temprana ;las Veladas de la Quinta de la Condesa de Genlis, quedespertaba m 1 cur i os idad con las aventuras del sabioTh eli smar ; y por último , el Robinsón de Campe, obra muyadecuada para inspirarme un gran deseo de viaj ar y vermundo .

Corrían así tranquilo s los días de mi primera edad,

cuando mi padre pensó que era ya tiempo de que empezasemos el latín y el francés

,para lo cual era menester que

fuésemos á un colegio . Mi santa madre, á cuyo celo soy

principalmente deudor de los sentimientos religiosos queme han libertado de mil errores en el discurso de mi vida

,

tenía una grande repugnancia a aquella idea,la cual tam

poco nos sonreía a nosotros, por temor al encierro y d i s

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c iplina ; mas al fin hubo de consentir en que nos pusiese

mi padre en cierto instituto dirigido por un clérigo llama

do Villaverde,donde había todavía poco s discípulo s y

todos de buenas familias . Nuestra madre no recordaba ,s in duda , que d etrás de la cruz suele estar el diablo , nisabía que el tal sacerdote

,no tan sólo era l iberal

,sino

también gran partidario de Rousseau,cuyas máximas pe

dagógi cas quería poner en práctica, hasta tal punto que

en las fi estas no s llevaba auna casa que tenía alquiladaen Puerta Tierra

,y all í nos dej aba pasar muchas horas en

la playa con los pies descalzo s y la cabeza desnuda, co

gi endo o stras v correteando como indio s bravos ; de lo cual

sacábamos sendos resfriado s y no pocas j aquecas .

Como quiera,el Sr . Villaverde era hombre docto , y

teniendo ganas de acreditar su nuevo colegio,puso mucho

esmero en que aprendiésemos b ien el latín,el francés

,las

matemáticas y la geografía ; y aumentando luego bastanteel número de los alumnos

,tomó buenos profesores para

que le ayudasen . Entre ello s no pu edo olvidar al de fran

cés,que se llamaba Luna , y era el hombre más colérico

que yo he conocido . Conmigo , s in embargo , no tuvo nuncaocasión de enfadarse demasiado . En mi anhelo de apren

der pronto la lengua francesa,era aquella la materia que

más estudiaba,y no tardé en recib ir mi recompensa, pues

pude leer las del icio sas fábulas de La Fontaine y el d ivinoTel éma co . Este último libro me hizo entonces todavía más

impres ión de la que me hicieron más tarde la Ilíada y laEneida . Fué para m i l a primera revelación de lo bello enla forma y en el fondo : no podía dej arle de la mano y le

he conservado tanta afición que no sé cuántas ve ces lo herele í do en diversas épocas de mi vida

,y siempre con el

mismo gusto .

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Del maestro de latín,nombrado Bustamante, haré des

pués mención así como del de dibuj o . Del profesor de

música diré que era un hombre j oven, el cual empezaba

e ntonces su carrera, pues era simple tocador de viola en

la orquesta del teatro principal ; mas con el tiempo llegó

a ser director de la del Real de Madrid y también de la

del teatro de Su Maj estad de Londres . Llamábase Bonetti ,y era italiano

,natural de Bolonia y muy háb il en su arte .

Deseé , con poco acuerdo , aprender (

con' él el violín , instrumento difíci l, que neces ita más estudio del que puede ded i carle un j oven que sigue una carrera l iteraria . Mas aunque al cabo le abandoné cuando fu i a la Univers idad, mesirvió aquel ej ercicio para conocer b ien la música y podergozar mej or de sus encantos .

O cupados as í de mil maneras , poca atenci on prestaba

mos los escolares a los acontecimien tos de fuera . Con

todo , algunos hub o que llegaron a nuestra noticia y nosintere saron mucho

,cuales fueron el casamiento del Rey

y,más tarde

,la jura de la Princesa de Asturias . Recuerdo

que nos llevaron a ver los retrato s del Rey y de la Reina ,que en fi estas semej antes se ponían en el balcón del Ayuntamiento y por las noches les encendían arañas

,cual s i

fueran santos , y dos granaderos con el arma al brazoestaban a un lado y otro en la inmovil idad de estatuas .Tenían los tales soldados grandes gorras de pelo que , a

pesar de ser nuestro clima tan cáli do,se habían adoptado

en nuestro ej ército para imitar a los ruso s , a la manera

que ahora se qr i ere adoptar el casco de metal para imitara lo s alemanes . Y todos los muchachos nos . quedábamosextas iados ante aquel espectácu lo ; bello por la hermosuraperegrina de la nueva esposa de Fernando

,la Reina Cri s

tina de Nápoles,é imponente por su conjunto . Era aquel

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como el último culto tributad o al ídolo de los verdadero smonárquico s : hoy,

los mismos que más se dicen y creen

tales , no sentirían lo que se sentía entonces , s i se pus ieraen alguna parte un retrato del Rey concentinelas y arañas .También me acuerdo perfectamente del tablado que se

construyó en mitad de la plaza de San Antonio para laj ura de la Princesa, el cual era de madera ; pero pintado ,imitando mármoles de vari os , colore s , y á m i se me . antoj ó

cosa estupenda . Y despu és vino la proces ión de la jura,

que vimos desde unos balcones de la calle A ncha,y paré

ceme que estoy mirando al Alférez Mayor Solís,montado

en un magnífi co cabal lo blanco,y llevando el pend ón real ,

que hizo ondear en lo alto del tablado al grito de viva laPrincesa Isabel ; y luego los voluntarios reali stas , muyluj o samente vestidos

,la tropa de línea con su aspecto

marcial,y las músicas y el pueblo apiñadí s imo dando

viva s,y la alegría general y sincera porque en Cádiz había

pocos car l i stas , y la gran mayoría se imaginaba que elnacimiento y jura de Doña Isabel abría para España las

puertas de un halagi i eño porvenir .

Solían los profesores hablar unos con otro s de la política del día

,y yo prestaba atención a sus palabras , que so

bremanera me interesaban,aunque a veces me parecían

enigmas . O íale s decir, por ej em plo , que se acercaban

grandes sucesos ; que la revolución acaecida en Franciatraería forzosamente otra parecida en España ; que la Reina Cristina amaba a lo s liberales y que éstos se preparaban ya para efectuar un cambio de s i stema apenas faltas eDon Fernando . Añadían que en Cád i z mismo eran cadadía más repet idas las reuniones secretas de los francma

sones , como lo probaba el frecuente paseo de los v e loneros ,porque e s de saber que de cuándo en cuand o se veían di s

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c urri r por las calles unos hofnbre s”

que vendían velones , lo scuales llevaban en la mano derecha dos de los más pequeños yhaciéndolos ch ocar

'

uno contra otro , producían un

retintín s ingular que se oía á mucha distancia ; y el vulgocreía que esta era l a manera empleada —por el j efe de los

masones para avi sarles que por la noche habría reuniónde la secta . Y con efecto

,es un hecho que en aquella época

se oía muy amenudo el retintín de que hablo , y nuestro smaestro s se alegraban mucho de ello , especialmente el dematemáticas

,que era un antiguo oficial de Marina y por

lo tanto muy liberal .Cuestión es tanobscura como ociosa, la de averiguar

quién tenía de ello la pr imera culpa ; mas es un hecho in

negable que la marina de aquel t iempo era poco adicta alMonarca . Más acces ible que o tras armas al contacto de lasnuevas ideas a causa de sus viaj es al extranj ero ; infi ciona

da de principios subvers ivos por su permanencia en América

,donde en aquella época pululaban las sociedades

clandestinas,enemigas de España y de la Monarquía

,in

clinábase mucho la Marina a las novedades más atrevidasP or otra parte

,estaban muy exasperado s los marinos por

que habían s ido víctimas dep lorables de la decadencia denuestro país , y porque llamados luego fuera de tiempo a

ej ecutar imposib les,habían desempeñado un papel poco

lucido en varias ocas iones memorables,y sobre todo en el

cabo de San Vicente y en Trafalgar . En Trafalgar hub oal menos cierto heroí smo ; en San Vicente nada compensóla poca fortuna de nuestras armas . El mi smo James

,histo

riador de la marina británi ca, indica que el tr iunfo del al

mirante Jerv i s no fué d ifíci l,y que en algunos de los na

v íos españoles apresados se encontraron cañones,á los

cuales ni siquiera les habían quitado las tapas por carecer

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notar un gran movimiento de gente en toda la calle,y un

continuo abrir de puertas y ventanas,y en fin

,todas las

señales de una grande agitación de los ánimos . Pero aquídebo dej ar en suspenso mi rela to , pues considero que el

fallecimie nto de un Monarca forma época y exige forzosamente un capítulo aparte .

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CAPÍTULO 11

Cá d i z,d e 18 3 3 a 18 3 7 .

Juicios diversos sobre Fe rnando VII .—Fi losofia que se es tud iaba en e l S eminariod e Cádiz .

—La tin macarrónico .— Ope ras i tal ianas .

—Pas i ón de algunas gad i tanas por los cantante s .

— Comienzo a l e e r algunos clá s icos e spaño le s y francese s .

—Temporada d e Puerto Rea l . D ive rs ion e s de aque l pueblo .—E l gallum

bo .—L as borri cadas .

— Inco nveniente s d e l Le vante .

La oración fúnebre de Fernando VII variaba mucho

según las opiniones de las personas que la pronunciaban .

Para los unos era s iempre aquel Fernand ito,el amado y

deseado,á quien las escenas de Aranjuez y el destierro de

Valencay habían hecho un día el ídolo d e los españole s .

Para lo s otro s era una especie de monstruo,un conjunto

de toda clase de vicios . E chábanle en cara su ingratitud

hacia el pueblo heroico que había defendido su trono y ladeslealtad conque s e había conducido

,la cual , después de

todo no era diversa n i mayor que l a que usaban en la m i sma epoca los Soberanos de Alemania y de Italia . Para

nada se tenía en cuenta el estado de la Nación , ni las pretensiones exageradas de los constitucionales , ni en fin la

razón con que Fernando tendía a defender sus prerrogati

vas en una época en que todavía podían hacerlo los Reyes

con esperanza de buen éxito , porque n i ello s s e habíanacostumbrado ni resignado aun en ninguna parte a vivircomo cerdos cebados

,según la gráfi ca expres ión de Bona

2

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parte,ni las i deas liberales habían penetrado muy honda

mente en la masa del pueblo .

Llamábanle Narizotas , a causa de las dimensiones fo r

m i dable s de aquella facción suya, superlativamente borbó

n ica.Vituperaban sus costumbres

,pues aunque en vi da de

su s mujeres vivía correctamente , decían que durante susvarias v iudece s corría poco ej emplares caravanas en lo s

barrios baj os de Madrid,siguiendo en e sto el ej emplo de

algunos de sus predecesores,porque entre nosotros , ora

s ea por efecto de la especie de esclavitud que imponía laetiqueta a los mismos Reyes , ó porque no se hallaban fá

c i lmente en nuestro país tipos de belleza femenina, unidos

a la distinción del ingen i o y de los modales , a la manerade la Ma intenón ó la Pampadour, es un hecho que losamores reales han s ido cas i s iempre con mu j erci llas de laplebe . De Fernando se d ecía q u e iba avis itarlas en sus

humildes casas,l levándole el caduceo un Grande de Espa

ña,quien probablemente s e quedaría en la antesala en

convers ación con alguna provecta Celestina .

Reprochábanle que , .mientras cerraba las Univers i dades

,establecía en Sevilla una escuela de tauromaquia ; y

en esto había poca justicia, pues posteriormente , tanto enEspaña como en otros países de Europa

,lo s desórdenes de

los estudiantes han .h e cho necesaria la primera de estas

medidas , aun por parte de Gobiernos liberales ; y en cuan

to ala afi ción alo s toros,el s i stema constitucional

,no sólo

no la ha hecho menguar,s ino que cada día fl orece más en

nuestro suelo,no habiendo ya villa ni aldea española que

no posea su plaza más ó menos grande .

Criticaban hasta su manera de hablar, tachándola de

poco culta, y contaban que tenía la co stumbre de ponerlesapodos todos los cortesanos y aun a su propio primer

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M in istro Calomarde , al cual l lamaba Calom ierda . En ñu,

no es posible llevar amayor extremo el odio y la malevolencia

,como que entre Fernando y los l iberales la lucha

había s ido amuerte,y él mismo sol ía compararse al tapón

d e una botella de Champaña, prediciendo que apenas cerrara los oj os

,estallaría un movimiento revolucionario . Y

con efecto , fué buen adivino .

A todo esto empezaba yo aprestar ya alguna atenciónno obstante mis pocos año s y el ardor que entonces teníapor mis estudio s . Este era tal , que por mi desgracia , pronto le pareció ami padre que debía hacerme empezar la fi los ofía

,y con este obj eto me sacó del colegio de Villaverde

,

para que asi stiera á las cátedras del Seminario de San

Bartolomé,único establecimiento donde se podía estudiar

entonces en Cádiz aquella ciencia . Siendo mi padre nego

c iante , pensó dedicar al comercio a mi hermano mayor , afin de que continuara su casa , y le mandó a París y luego

a Londres para que aprendiese all í las lenguas y la práctica de los Bancos . A m i me preparaba para una carreraliteraria ,

y digo que por mi desgracia me puso en el Semi

nario , porque en realidad era yo aun demasiado niño paracomprender la fi losofía

,mucho más en un 1nsti tut0 donde

todavía se usaban para texto libros latinos,lo cual exigía

mayor conocimiento de esta lengua que el que yo poseía .

Trató mi padre de suplir este defecto , dándome en casa elmismo maestro que me la enseñaba en el colegio , un talBustamante

,cuyo método era excelente, y quien me ins

pi ró mucha afi ción a lo s clás icos , especialmente aHoracioy Virgilio

,que eran sus autores favoritos ; pero no me bas

taba este auxilio .

No era entonces el Seminario l o que es hoy día, mercedal celo é ilustración del Sr . Obispo , Calvo . Hoy es un inst i

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tuto que puede competir con los primeros de su clase , nosólo de España, s ino del extranj ero , con magnífi ca b iblioteca

,clases de fís ica y química

,provistas de buenos ins

trumentos y hasta colecciones de Historia natural . Entonces tenía proporciones más que modestas

,y fuera de la

lógica y de la ética,poco más se aprendía como es debido .

En vez de m áqu inas nos deb íamos contentar con e stam

pas,y si alguno quería profundizar más sus estudios en

ciencias físicas,tenía que as istir al Colegio de Medicina .

Por mi parte me contenté con lo que en el S em i nar i o se

enseñaba,y aprendí de memori a y como un papagayo una

porción de defi niciones , cuyo verdadero sentido no s iem

pre comprendía . Me tíme,s in embargo

,en la cabeza los

misterios del Bárbara, Celáren, Ferio y Baralipton , y en

las argumentaciones que , S iguiendo el método escolástico ,teníamos hacia fines del curso , no dej é de mostrar algunahabilidad . Recuerdo que el que defendía una proposiciónterminaba s iempre con estas palabras : << s ic manet m ea

conclus io aliqu antu lum probata , ve stri s tamen argumen

ti s magi s atque magis d i luc i data maneb i t » ; después de locual nos echábamos encima los argumentantes y siempre

en latín le e spetabamos cada soñsma com o - una casa,en

una lengua macarrónica,que de seguro dej aba atrás a los

más famoso s di sparates de Merl ín Coccai o .

Antiguamente los estudiantes de nuestro Seminario ylos de toda España tenían un traj e especial

,como sucede

todavía en Inglaterra y otro s países,má s apegados que

no sotro s a los usos de la veneranda antigi i edad . El nues

tro eran hábitos largos y negros con tricornio del mismocolor

,ni más ni menos que e l que l levan todavía las l lama

das e stud iantinas , que tocando la guitarra y la bandurriahan recorrido no hace mucho cas i toda la Europa . Yo

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s) l

recuerdo haber visto todavía en mi niñez a algunos as í

vestidos , entre otros al ilustre D . Alej andro Llorente , tancélebre después en Hacienda y en Política

,y como era muy

delgado y muy alto,parecía cosa fantástica . El nuevo G o

bierno abolió es ta costumbre,no sé con cuánto acuerdo ,

pues su existencia no molestaba mucho,y su supres ión

hizo resaltar más las diferencia s de clases . Los antiguoshábito s eran iguales ; el vestid o burgués se di ferenciaba

mucho,entre pobres y ricos . El resultado fué que poco a

poco nos fuimos dividiendo en grupos,según la clase social

a que cada uno pertenecía .

Mis nuevos compañeros fueron principalmente PedroVíctor

,tan afamado luego en el foro de Cádiz ; Emilio

A dán, qu e l legó a ser Fiscal de la Audiencia de Madrid ;

José Rivera,Secretari o actual del Provi sorado

,y Félix de

Luzuriaga . Este último era hij o de un caballero muy ori

ginal y de carácter tan tímido , que habiendo corrido pel igro de s er muerto por la enfurecida soldadesca en una

de las asOnadas ocurri das en Cádi z el año 20, j uró no

vo lver a salir j amás de la'

calle en que vivía,que era la

de la Compañía,y a s í lo cumplió con rara constancia

,a

pesar de que no falleció hasta vein ticin co años después . El

hij o tenía o tra geniali dad : era poeta,y aunque yo no pro

pendía ahacer versos,me empezaba a gustar mucho la

buena poes ía,y esto me inspiraba simpatía hacia aquel

amigo . A él le deb í mis primeras lecturas de V íctor Hugo

y de sus imitadores españoles .

Además de las lecci ones de latín y retóri ca que recib íaen casa del profesor Bustamante

,tenía s iempre maestro

de dibuj o y de mús i ca…E l primero,l lamado Roca, había s i

do pensionado en Roma y me contaba muchas cosas de suv iaj e aItalia

,in iciándome en la teoría é historia de las ar

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tes.De su boca o í por la primera vez lo s nombres inmorta

les de Rafael y Miguel Angel,unidos a lo s de Murillo y

Ve lázquez . Era , no hay que decirlo , algo liberal , y referiré

como síntoma del espíritu de aquel la época,—que cuando

empecé apintar a la acuarela , el primer modelo que me traj o fué la casita de Rousseau en la isleta de San Pedro .

El maestro de música era s iempre mi inolvidabl e Bo

n 'etti,y llegué a hacer tantos prog resos que me llevó una

vez aun sarao de la Marquesa del Pedroso , para que all íhiciese honor a su pericia de maestro . Cori tribu ía a acre

centar mi afi ción a aquel arte divino la venida a Cád i z d euna compañía de ópera

,cuyos cantantes eran muy nota

bles . Tuve entonces la dicha de o i r las nuevas producci ones del inmortal Bellini

,del Cisne de Catania

,como le lla

maban sus admiradores,y no hallo palabras con que ex

plicar el efecto produc ido en mi ánimo por sus delicio sas

melodías . Todo conspiraba a ello , porque má s afortunado

en esto que la mayor parte de sus predecesores Bellini obtuvo l ibreto s de un verdadero poeta, cual lo fue Felice Romani . Traducíalos para el públi co aquel mismo Luna, quenos enseñaba francés en el colegio y qu e poseía tamb iénla lengua del Dante

,y como se publicaban con el texto es

pañol al lado del ital iano , me servían á m i para ir apren

diendo un poco este bello i dioma . Y Bonetti me hizo conoce r también la epopeya del Tasso

,y me enseñó a leer y

pronunciar bien el tierno episodio de Clorinda y aquellashermosas octavas

,en que pinta la l legada de los cruzado s

aJerusalén .

Hallábase el público de Cád i z entus iasmado con la

nueva compañía de ópera,y como la libertad era el ídolo

del momento , aplaudía frenéticamente el bello dúo de L os

P ar i tanos : <<Suoni la tromba e intrepido » que termina gri

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el tierno Racine,el gracioso Moli ére

, y tantos otros buenos

libros que me instruían y deleitaban . Soltábame al mismotiempo ahablar el francés con varios caballeros de aquella nación que concurrían ami casa , y v i éndome ya dueñode esa lengua empecé atomar también lecciones de ingléscon un tal Mr . Anderson , el cual ha enseñado su idioma a

tres generaciones de gaditanos . Pero no era por eso mivida un estudio continuo . Que dábame aun tiempo para ju

gar,especialmente durante las vacaciones , que por fortu

na eran bastante largas y que pasaba en el cercano pueblode Puerto Real .El aumento de las fortunas y la facilidad de las comu

ni caci one s han introducido ahora la m oda de los V iajes a

las aguas termales y al extranj ero ; en mi niñez las familias acomodadas se l imitaban abuscar un cambio de airesen d os pueblos inmediatos aCádiz: Puerto Real y Chicla

na . La campiña de entrambos no es comparable con la que

se admira en las Provincias Vascongadas,Galicia ó Cata

luña ; pero a lo s gaditanos les bastaba la frescura de lashuertas y el olor balsámico de los pinos

,que en uno y otro

de aquellos pueblo s abundan . Mi padre tenía una casa enPuerto Real con un jardín y una huerta provista de noriay alberca, según la costumbre del país .

Los viajes de Cád i z aPuerto Real no eran entonces tanfác i le s como ahora . No había todavía ferrocarri l ni vapores , y por tierra se tardaba cerca de tres horas en un veh ícu lo denominado calesa

,del cual quedan aun algunos

ej emplares en nuestra provincia,cuyos durOs vaivenes

eran muy poco agradables . Además,s iendo el tráfico es

caso en aquellos caminos,había s iempre peligro de encon

trar escondidos en los pinares algunos ladrones,que aun

que se llamaban modestamente rateros,no dej aban de ser

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temibles . No quedaba,pues , otro medio de comunicación

seguro m ás que el suinini s trado por las faldas del muelle ,las cuales tardaban hora y med ia , s i el viento era favorable

,y tres y cuatro

,s i era contrario ; deb iéndose sumar a

este tiempo el que se perdía antes de hacerse a la vela,a

menos de fletar de antemano y reservar para s i toda la

barca . El viajero que buscaba solo un puesto , se veía aco

metido por una turba de barqueros,quienes no sólo con

palabras , s ino cas i por fuerza se disputaban el honor dellevarle . Era as imismo frecuente que después d e decidida

esta cuestión,el pobre hombre

,que al fln se hab ía acomo

dado conuno de aquello s energúmenos y embarcádose en

su falúa, s e viera obligado a esperar largo rato antes de

que s e completase el número de su s compañeros de navegaci ón.

Don Juan Nicasio Gallego,que a fuer de leonés

,no era

muy aficionado a lo s andaluces,ten ía un odio particular a

estos importunos barqueros,y contaba

,con su acostum

brada gracia,que una vez le induj eron a embarcarse para

el Puerto de Santa María,asegurándole que la navegación

sería favorable ; mas al llegar a la barra el oleaj e era tal

que la barquilla daba terrib les tumbos,removiendo el é s

tómago del poeta , y cuando éste se quej aba del engaño , el

patrón le decía : <<Pero zeñor D . Juan , si vamos como la pro

pia rosa » .

Tenía Puerto Real para nosotros grandes atractivos,en

razón a la oportunidad que ofrecía para toda clase de jue

gos propio s de la primera edad , incluso el del toro , que es

peculiar de los muchachos de España . Y apenas tuvimosfuerza para manej ar la escopeta

,nos dej aban también ir

con otros compañeros a cazar pájaros , s irviéndonos de

maestro un cierto tío Juan,hombre ya anciano , pero buen

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tirador . Había sido calafate en nuestras escuadras , y cuando empezaba a subir el sol y nos tendíamos a descansar á

la sombra de algún árbol me divertía mucho oírle contarsu vida y aventuras

,y como en su juventud había estado

en la Habana,donde decía él que nunca le había faltado

una onza de oro para obsequiar á una buena moza . Refería también que hab ía alcanzado la época en que se pusleron a la par en la Carraca las quillas de doce navío s , querecibieron los nombres de los doce apósto les

,y se dolía de

la ruina de nuestra marina y del desastre de Trafalgar ,del cual había s ido testigo . A este tío Juan le oí contar

por la primera vez una circunstancia que después me confi rmó un antiguo ofi cial

,y es que para tripular los navío s

que fueron á aquél combate , se hizo en Cádiz una leva lanoche anterior á la salida

,llevándose á cuantos mozos s e

hallaban por las calles , y entre otros á un pobre hombreque j amás se había embarcado y cuya ocupación era ven

der golosinas en los paseos públicos,s iendo por esto cono

cido por el nombre de Pepe el Rosqu etero . Grande en verdad debió de ser la sorpresa del mismo tío Juan y de todoslos que s e hallaban en el navío á que fué destinado, alverle llegar á su bordo . Y cuando se conocen hecho s como

este , admira verdaderamente cómo el Emperador N apoleón y el Príncipe de la Paz pudieron creer posible quesemej antes tripulaciones se midiesen con los veteranos deLord N elson .

Desde niño y antes de haber leído aPlutarco me gusta

ba la parte anecdótica de la Historia,y por eso me dive rtía

el tío Juan , que contaba muchas cosas curiosas de su tiempo . Y también interrogaba á menudo á un cierto Conde

,an

tiguo oficial del ej ército y tertuliano de mi padre, el cualhab ía estado en Bailén y me refería los pormenores de

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aquella gloriosa batalla . Por cierto que Conde le daba importancia decis i va á la circunstancia de haber conservadonuestras tropas acceso al arroyo del Herrumbral, a dondebajaban de continuo por compañías á beber y refre s

carse mientras que los franceses se ahogaban de calor yde sed .

Concurría siempre mucha gente á Puerto Real ; pero elapogeo de su animación era para las fi estas de San Juan ,durante las cuales hab ía dos diversiones características

las Candeladas y el G allumbo . Las primeras,que proba

blem ente tienen un origen pagano y demostrarían anti

guamente alegría por la proximidad de la cosecha, cons i s

tían en grandes montones de maderas alquitranadas , á las

cuales prendían fuego cuando llegaba la noche . Los muchachos del pueblo bai laban alrededor , y lo s más atrevidos saltaban por encima de las llamas

,con riesgo d e

chamu scarse .

El gallumbo era cosa más seria y espero que ya no

exista . Su i nvención debió ser antigua, como antiguasson todas las luchas de hombres con animales . Consistíaen lo s iguiente : Tarde ya en la noche

,ataban un toro

por los cuernos con una cuerda muy larga,y trayéndole

al pueblo , le dej aban correr por las calles , conservándolo ,s in embargo , limitado á la extensión de la misma cuerda,la cual era tenida por sei s ó más robustos mozos del mata

dero , acostumbrados á manej ar tales fi eras . Pero ni estarémora podía impedir que el bruto acometiese á diestro ys in iestro , ni era raro que la cuerda se rompiese ó se s oltase de las manos que la llevaban

,dando lugar a desgracias .

Al acercarse el toro,sub íase cada cual á una rej a de las

que defi enden todas las ventanas baj as del pueblo,y s ólo

algunos afi cionados más intrép i tos se arriesgaban á ca

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pearle .

_

Cuando se cansaban los de la cuerda, entraban

otros en su lugar , y las carreras s e prolongaban a vecespor toda la noche hasta el canto del gallo , de donde vinoprobablemente el llamar. gallumbo á éste, a la verdad , poco

culto pasatiempo .

Más civilizada y agradable era s in duda la divers ión de

las borr icadas ó expediciones en burro, que á ve ces eran

muy numerosas ,porqu e reuniéndose varias familias , forma

ban unmás que mediano escuadrón de treinta ó cuarentade aquello s modestos animales

,l levando cómodas jamugas

los destinados para las señoras . Es más general de lo que

s e cree esta costumbre , y en Cintra la hallé muy floreciente

algunos años después ; y s i en España no ha inspirado áningún poeta conocido

,en Portugal ha dado lugar a una

sátira muy festiva del famoso Nicolás Tolentino,que co

m i enza con esta quintilla :

Marcha a trop a ; Amor a g ui a,

Tu que a mesma estrada tri lhas ,

Mostrame en todo esse d i a

Cousas, que nao f osf en_ñll¿a s

Da innoeenci a e da a leg ri a .

Inocente y alegre era en verdad aquella divers ión paranosotros los muchachos ; pero no tanto para los más crecidos , y si los animales hablaran “hoy como en los tiemposde Pilpai y E sopo , bien habían podido los borri qu i llos contarnos algunas conversaciones interesantes de los g alane sy damas que conducían . Durante los últimos días de Mayoeran las romerías á una hacienda llamada el Rosario

,don

de había unplantío de rosales tan dilatado,que era una mi

niatura del famoso valle de Kasanlik,célebre por su esen

cia de rosas . En Junio se iba a otros paraj es donde abundan las higueras , algunas de las cuales son tan grandes

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que debaj o de su s ramas caben mesas para más de veinte

convi dados . Quien no las haya vi sto no puede fác ilmentecreerlo . Las brevas que producen son as im ismo grandí s imas y mucho más dulces que las de Ischia y Smirna .

Había también en Puerto Real vida social muy agrada

ble,y eran varias las señoras que recibían de noche .

" Peroentre todas se dis tinguía la de Buck , que hab itaba en laplaza de Jesús

,y abría sus puertas á la colonia veraniega ,

ejerciendo la hospital idad de la manera más franca y

amable . Allí s e hacía música,se cantaba y bailaba y se pe

laba la pava hasta pasada la media noche . Si en la época

de que hablo no estaba yo en el caso de experimentar lasventaj as de aquellas alegres reuniones

,no dej é de concn

rrir a ellas más adelante . Sin embargo,algo y aun algo me

empezaron a gustar b ien temprano las hij as de Eva, y cuidaba ya tanto de mi peinado y vest ido que un día mi buen

padre se creyó obligado á decirme,como Mentor á Te léma

co : <<Hij o mío,el hombre que gusta de adornarse como una

mujer,es indigno de la sabiduría y de la gloria » .

Antes de dej ar á Puerto Real quiero dar una prueba d eimparcial idad revelando á quien lo ignore

,un grave d efec

to de aquel pueblo y de toda nuestra provincia,que es el

viento Levante,allí bastante frecuente

,especialmente en

verano . No hay idea de una cosa más molesta . Es peor que

el Bora del Adriático y el Libeccio de Sicil ia,porque vi

niendo por encima de las cercanas y abrasadas arenas delA frica

,es tan caliente como ellas

,y abate á los hombres ,

troncha los sembrados,despoj a los árboles y marchita

cuanto toca consu al iento de fuego . Hay la tradición de quelos fenicio s abandonaron la Baj a Andalucia á causa de lo se stragos que haci a e se viento en las campiñas

,y no me ex

trañaría que as í haya sucedido realmente . Pero lo s e spaño

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les se resignan á sufrir sus inconvenientes como cosa i i ievitable y compensada por otras muchas ventaj as de aquelbello suelo . En cuanto á mí

,nunca olvidaré los día s agrada

bles que he pasado en el ameno Puerto Real, ni sus camposperfumados , ni sus fl ores y frutas , ni sus r i cas b i scotelas ,que no tienen rival en toda España .

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nía de personas de todas Opiniones , desde un tal Brun qu e

había s ido Administrador de la Aduana de Cádiz en tiem

po del Rey,y era convencido carlista, hasta un D : Pedro

Muchadas,progresi sta con secuente , que fué muchas veces

Diputado y por fin Senador vitalicioEl Rey D . Fernando había s ido buen profeta ; su muerte

fué la señal y principio de suceso s grav ís imos, cuyas con

secuencias no sólo se sintieron desde luego,s ino que du

ran todavía en nuestro país ; de manera que la d esapari

ción de aquel Monarca pareció a muchos una desgracia .

Su Gobierno no era muy bueno,pero no e ra peor que lo s

que había en aquellos t i empos en varias naciones de Europa . No era más liberal q u e nuestro Rey su regio pariente

de Nápoles,ni aquel Carlos Félix de Cerdeña, á cuyo ad

venim i ento fueron arroj ados por las ventanas de las ofi cinas de Turínhasta lo s tinteros que habían servido durante e l Gobierno anterior

,ni aquel Duque de Hesse que res

tableci ó hasta las pelucas de sus granaderos ni Francisco

de Austria y su M ini stro Met ternich ; así que , s i hubiesedurado más el Gob ierno de Fe rnando

,no veo razón por

qué la España no hubiera de haber hecho siqu iera los pro

gre sos que hicieron en la misma época todos esos paíse s .

Nápoles,el peor gobernado de ello s

,se encontró al ser in

vad i do por Garibaldi y los piamonte se s,con una admini s

tración envidiab le y con sus fondos sobre la par ; y nadaha facilitado tanto la formación del Reino actual de Italiacomo el adelanto que habían obtenido baj o Gobiernos absolutos el mismo Piamonte

,Toscana

,Lombardía y todos

los demás Estados que lo constituyen . España, tri ste -

é s

decirlo , estaba fatalmente dest inada a ser en este siglo ladesventurada entre las Naciones .

Don Carlos,creyéndose conderechos al trono , recurrió

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luego á las armas y pronto vió en torno suyo á cuantos recelaban que s e renovasen los desmanes del año 20. Por

otra parte,muchos hombres tan ilustrados como llenos de

generosas ilusiones , temían el fanati smo de D . Carlos ycreían poder regenerar en poco tiempo la Nación restableciendo é l régimen constitucional y favoreciendo resuelta

mente los derechos de Doña Isabel ; por consiguiente , lo s

españoles se dividieron desde luego en carl i stas é i sabe linos ó cri stinos

,como también se llamaban los segundos á

causa del nombre de la Reina gobernadora . Escrib ieronunos y otros multitud de opúsculo s en defensa de susOpuestas opiniones

,pero cada cual conservó las suyas

, por

que en realidad toda discusión e ra inútil ; l a cues tión jurídica s e hallaba dominada por la política . Lo que deseabanlos carli stas

,era un Rey verdadero que conservase las for

mas antiguas del G obierno,mientras que los cri stino s

querían un Monarca que,deb i é ndoles el trono , se prestase

á todas sus miras ; y nadie les parecía más á propós ito para

ello que una débil mujer .

La Reina gobernadora,quien en el fondo del alma de

bía temer á los l iberales recordando sus excesos en tiem

pos de Fernando , trató al pr i nc ip io de establecer un G obierno de personas más celosas de la autoridad del Mo

narca que de aventuradas reformas , y puso el poder enmanos de Cea Bermúdez

,hombre de mucha ilustración y

no escasa prudencia . Mas pronto pudo notar que su pro

pós i to era irrealizable . Un Rey j oven y enérgico habría po

dido hacerlo ; una mujer no poseía fuerzas para ello , tantomás cuanto que ya tenía enfrente á los partidario s de Don

Carlos . A las ideas que é ste º

repre sentaba, era preci so Opo

ner otras no tan sólo diferentes,s ino contrarias . A las ma

sas reali stas era necesario oponer las masas liberales . Los

3

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que quis ieron la herencia de las hembras , no se habían de

someter á un régimen absoluto ej ercido por éstas , por muyilustrado que fuese . Vi óse , pues , pronto preci sada la Reinaá cambiar de Gobierno

,echándose en brazos del partido

constitucional,y empezando así fatalmente la especie de

cascada que la había de conducir de concesión en concesión

,de grada en grada á la humillación y al destierro .

Referíame Pastor Díaz, quien á la sazón se hallaba ya enMadrid y fu é testigo de ello , que la noche anterior á ladestitución de Cea había baile de máscaras en el salón deVillahermosa

,y de repente entraron en él tres j óvenes

que eran Espronceda,Miguel de los Santos Alvarez y otro

cuyo nombre no recuerdo,

. cubiertos con dominós negrosy llevando cosida en la espalda una enormeletra de telablanca: uno la o

,otro la e y el tercero la a . Paseáronse de

un extremo al otro del salón cogidos del brazo,pero cam

biando de puesto en cada vuelta,de manera que una vez

formaban la palabra Cea y otras la palabra ca e .

—Mérced á

esta chistosa invención,s in neces idad de desplegar los la

bios le anunciaron a aquella numerosa concurrencia lacaída del Ministerio , cuya noticia hab ían ello s sabido por

am igos que se hallaban en las intrigas de aquel tiempo . Yañadía Pastor Díaz

,que la alegría del público fué grandi

s ima, porque entonces , al empezar la revolución, cada novedad parecía la última y la mejor

,y de ella se esperaban

las más halagi i eñas consecuencias .

Fué_

suce sor de Cea el célebre orador y poeta D . Francisco Martínez de la Rosa, l iberal convencido é ilustrado , pero1nás

__part i dari o del s istema de gobierno inglés y á lo Mon

te squ i eu , que del constitucionalismo francés á la Rousseau .

Invención su'

ya, fué una Constitución á la cual dió el nombre d e Estatuto Real , con dos Cámaras que llamó Esta

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mentos,una de Procuradores y otra de Próceres . Cuentan

que cuando e l famoso poeta Bayardo inventó los nombre sde los personaj es que figuran en su O rlando enamorado y

que luego s e aprop ió A r io sto , como Brand imarte,Rodo

monte,Ferraguto y otro s igualmente apropiados y retum

bante s , fué tal su alegría que hizo echar á vuelo las campanas de su pueblo . También Cervantes nos dice que aDon Quij ote y sin duda á él mismo le parecieron muy bienlos nombres que á s í propio y á sus cosas hab ía puesto

.

Pues igual sat isfacción tuvo de seguro Martínez de laRosa después de haber hallado los nombres tan castizos

c omo pintorescos que ñgurabanen su Código político . Pordesgracia

,ni los nombres ni las cosas eran sufi ci entes para

c ontentar á lo s liberales , cuyo ideal era la Constitución

d em ó cráti ca del año 12 . Los próceres , a quienes el E statuto llamaba á vida política

,hacía t iempo que habían perdi

d o el háb ito de ella . Eran lo s descendientes de aquello snobles que abandonaron á los Comuneros en tiempo deCarlo s V

,y que se contentaban hacía más de dos siglo s

con desempeñar los cargos de Palacio . Ni ello s podían con

qu i star la influencia que poseen los de Inglaterra, ni la clase media quería consentírs elo . Nació, pues,para durar pocoel Estatuto Real

,y Martínez de la Rosa Vaciló pronto en el

poder como hab ía vacilado Cea .

Aumentaba su s difi cultades el crecimiento de las fuerzas carl istas

,á las cuales prestaron desde luego un decidi

do apoyo las Provincias Vascongadas y Navarra,deseosas

d e conservar su s fueros,que lo s liberales j uzgaban incom

patible s con la unidad nacional . Imitando en esto también á los revolucionarios franceses

,querían nivelarlo todo

,

y en hora menguada tocaron á una cuestión que les enajenaba aquellas belicosas regiones . Don Carlo s se aprovechó

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de este error y á poco entró en aquel territorio y dió nuevo

impulso á la lucha . En vano fué que se le tratase con des

dény que , imitando el dicho de Luis XVIII al volver a

Francia,de que era sólo un francés más , dij ese Martínez d e

la Rosa en las Cortes que la llegada de I) . Carlo s s ignificaba únicamente un faccioso más . La verdad es que pronto

se halló el pretendiente rodeado de un ej ército numeroso ,á cuya cabeza se puso un antiguo ofi cial de

'

la guardia, elcélebre Zumalacarregu i , que mostró en la organización y

conducta de la guerra una capacidad de pr imer orden .

La sangre corría á torrentes,no sólo en el ardor del

combate,—s ino después de la victoria

,porque no se daba

cuartel . Los cri stinos cons ideraban como rebeldes á lo scarlistas

,y éstos imitaban su s excesivos rigores á guisa

de represal ias . El mutuo furor llegó á tal extremo,que la

Inglaterra, donde había á la s azón un Gobierno l iberal , temió que semej antes horrores perjudicaran al princ ipio qu eella tenía interés en sostener

,en opos ición al de la Santa

Alianza de las Potencias del Norte,y movida también por

sentimientos de humanidad,mandó á España aLord Ell iot

para tratar de que cesase aquel estado de cosas . Tuve ocasión de conocer muchos años después en Inglaterra a e stenoble caballero , que llevó luego el título de Conde de SaintGermain y fué Gran Chambelán de aquella Corte, y ciertamente que poco s podían haber s ido más á propósito queél para tan deli cada misión

,a causa de su carácter i lu s

trado y concili ador . Su éxito fué completo : ambos partidos s e avergonzaron de que un extranj ero les recordaselos deberes de la humanidad

, y s e prestaron á celebrar unconvenio , en virtud del cual debían tratarse en lo suces ivocomo beligerantes .

Una de las consecuencias de este convenio,fué que se

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O

empezara á hacer pris ioneros,y para cu stod iarlos mejor

lo s enviaban á las plazas fuertes más lej anas del teatro dela guerra . A Cádiz llegaron en gran número y los empleaban en las obras que á la sazón se ej ecutaban en la muralla d e l Norte , cuyos c imiento s habían sido carcomidos porlas olas , poderos ís imas en aquel s itio . A golpábase la gentepara verlos y adm iraban su gran talla y el vigor de sus

músculo s , muchomá s robusto s que lo s de los hombres deAndalucía . Por mi parte

,confieso que miraba con compa

sión á aquello s españoles,á quienes la suerte de las armas

reducía cas i á la condición de pi e s i d iari os , condenados áun trabaj o forzo so , aunque después de todo no habían co

metido otro delito que el de pelear como buenos por lo quec reían la cau sa de la religión y del Rey

,y por unas l iber

tades más antiguas y verdaderas qu e_ las que entonces se

quería plantear en España . Mas de todos modos,esto era

ya un inmenso progreso en el camino de la humanidad yd e la justicia .

La guerra continuaba,en tanto

,y la fortuna era tan

poco favorable alos cristinos,que éstos recurrieron

, ¿quiénlo creyera? á una intervención extranj era . Los que tanto y

quizás con razón habían criticado la venida a España de

A ngu lema,aceptaban entonces el mismo remedio

,s i bien

cuidando de velarlo baj o el aspecto de una al ianza contres naciones l iberales

,Francia

,Inglaterra y Portugal .

Pero el resultado era el mismo . Renováronse los tiempos

del Rey D . Pedro,y no sólo lo s hermanos españoles se re

volcaban por el suelo buscándose uno á otro el corazón con

la daga,s ino que también s e hallaba presente á la lucha

más de un Bertran Dugu e sclin, prestándole su favor á uno

de ello s . Pero n i aun así conseguían lo s cri stinos destruirlas huestes de D . Carlo s , porque formadas éstas de pueblo s

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fanatizado s,renacían de su propia sangre , como los drago

nes de la fábula .

Semej ante estado de cosas provocó una gran h osti li

dad contra el desventurado Martínez de la Rosa, cuyo crédito se veía minado por todas partes . Hasta la bondadnunca desmentida d e su carácter y su propensión á las

soluciones más conciliadoras eran obj eto de burlas ; y porque tales soluciones suelen llamarse pasteles , le dieron

'

el

s obrenombre de <<Rosita la Pastelera» . Para c olmo de des

dichas,é l cólera morbo invadió entonces por primera vez

las provincias de España,y llegando aMadrid , hizo allí

grandes estragos . El pueblo , aterrado , buscaba las caus asde la epidemia

,y,como

ha sol ido suceder más de una vez

en caso s semej antes,sentíase inclinado á achacarla á la

malevolencia de algunas clases 6 personas . El parti do másexaltado

,que odiabaa lo s frailes

,porque los creía un obs

táculo para su dominación , cometió entonces la increíble

vi llanía de persuadir al populacho de Madri d de que aquel lo s hab ían envenenado las aguas . Cund i ó la idea como unrastro de pólvora

,y aquella Corte vió entonces el horrible

espectáculo de una matanza de inocentes é inofensivo srel igiosos

,s in que el Gobierno pudiera imped irlo . Dirigían

las turbas hombres pertenecientes a las logias masóni cas ,

y uno de ello s he conocido yo después , retirado en una pe

queña ciudad del extranjero , s in atreverseavolver á E spaña porque sin duda temía que ningún tiempo transourri do pudiese lavar de sus manos la sangre que las manchaba .

Cayó después de esto Martínez de la Rosa,y le su stitu

yó D . Juan Alvarez y Mendizábal . E raéste gaditano,y por

cons iguiente muy conocido de los tertu l ios de mi padre .

Su exces iva corpulencia le mereció el apodo de Juan y

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la Iglesia . Y con efecto , nada atraj o tanto número de per

sonas á la revolución ni nada la arraigó y consolidó másque la venta de los bienes eclesiásticos hecha en estaépoca y en otras que se s iguieron , porque aun despuésque la Santa Sede hubo absuelto á los compradores

,s iem

pre han temido éstos que,s i los carli stas triunfasen

, pu

d ieran verse obl igados á devolverlos . Con la adquis ición

d e,e sos bienes

,que se pagaban en parte en papel del E s

tado y á precio s relativamente moderados , se formó , pues ,una nueva clase de propietarios

,vivamente interesados en

el mantenimiento de la revolución . Algunos hubo que aña

d ieron á su fácil enriquecimiento un título nobiliario,con

no escasa burleta de sus contemporáneos .

En Cádiz no produj o desórdenes la expuls ión de losrel igiosos . Sólo en el convento de Capuchinos hubo quelamentar el saqueo de las pobres celdas

,l levado á cabo por

e l populacho de aquel barrio , persuadido quizás de que hallaría escondido en ellas algún tesoro

,dando así nuevo

tes timonio de cuán falto de gratitud es aveces el corazónd e l hombre

,porque no había otro convento en la ciudad

que socorriese á mayor número de pobres . Los frailes deCádiz fueron por el pronto recogidos en casas parti culares ,porque el Gob ierno no les—pagaba con exactitud la peseta

d iaria que les había prometido , y en la m ía tuvo muchotiempo mesa y mantel un cierto Padre Rosa

,muy conocido

y est imado . Más tarde pasaron algunos á Italia y otros sequedaron en España vestidos de cl érigos

,y entre ello s el

célebre Padre Félix,que era m i confesor y que más ade

l ante fué Obispo de nuestra diócesi s .

También acudieron á la caridad privada los muchospobres que recib ían la sopa en los conventos

,y las se

ñoras de Cádiz demostraron en aquella ocasión la gene

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ros idad que de antiguo es su más preciado timbre . Mibuena madre le dió la preferencia á lo s ciegos

,y mie ntras

Dios la conservó la vida,socorría todos lo s sábado s amu

chos de ello s . Uno había,por cierto

,ya muy anciano , de

quien se contaba una donosa respuesta que hab ía dadonada menos que al famoso Gallego . Era en tiempo de laguerra de la Independencia , y es te tal ciego vendía papele s impresos con noticias de victorias más ó menos auténticas de las tropas españolas . Don Nicasi o

,que era de genio

escéptico y burlón,le paró una vez en la calle y le pregun

tó,en tono de mofa, s i los franceses no vencían nunca .

señor,— le respondió sin detenerse el ciego ;— pero esas no

t ic ias las venden los ciegos de Francia » .

Inúti l e s decir que esta supres ión de lo s religio sos fuéa ltamente de saprobada por los carli stas y ab soluti stas y

aunpor no pocos l iberales moderados , que ya empezaban a

disgustarse de los excesos de la revolución . Decían que s i

bien no era posible negar que algunos frai le s daban malosejemplos en sus costumbres

,la generalidad de ello s era

i rreprens ible y sumamente útil . Confiesa Macaulay quedurante los tiempos de d e scre im i ento que siguieron á lareforma en Inglaterra

,la religión se salvó

,especialmente

en el campo,por el influj o de los clérigos más humildes .

Los grandes propietarios los despreciaban a tal punto que

lo s hacían comer en la mesa de los criados ; pero lOs cam

pe s inos lo s amaban y los preferían al c lero más culto yrico

,porque le parecían más santos en su pobreza y más

iguales suyo s en los modales y gu stos . P ues esto mismosucedía y sucede aun con los frai les en los países en que

existen : adonde el cura no llega,l lega el capuchino , y más

de una vez,viviendo yo en Nápoles

,he visto á alguno de

ello s,sal ir en las altas horas de la noche de las fét idas ca

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suchas de marineros y pescadores , a donde había ido para

confesar á un moribundo . Fué, pues , una gran pérdida para

la religión y para la moralidad de nuestro pueblo la supre

s ión de los frailes,y han procedido con más cordura que

nosotro s aquellas naciones,como el Austria y la misma

Italia,donde se han contentado con l imitar su número .

Una sola cosa pareció plaus ible á la general idad de los

gaditanos . Y fué que á consecuencia de aquella medida setransformó la huerta de San Francisco en una hermosaplaza, á la cual dieron e l nombre del famoso guerrilleroM ina . Más espaciosa y soleada que la antigua de San An

tonio,pronto se vió preferida para el paseo de lo s gad i ta

nos,y en su centro se dej ó un gracio so j ardín y algunas

palmeras que de antiguo existían en la huerta de los fran

c i scanos y que publ ican con sus hoj as de esmeralda la benigni dad de nuestro cl ima . El convento mismo se convirti ó en Academia de Nobles Artes

,con grandísimo conten

tamiento de m i maestro Roca,el cual pudo colocar allí con

más anchura la colección de vaciados que aquel Institutoposeía y cuyo mérito me explicaba muy bien

,citándome

en apoyo de sus Opiniones las que había leído en Winc

kelman .

La otra medida importante de Mendizábal fué una

quinta de cien mil hombres . Por de contado,estos nuevos

soldados no se hallaron muy pronto en las fi las n i adquir ieron de repente tales virtudes militares que acabasen laguerra civil en sei s meses

,como lo había prometido aquel

,

Dulcamara políti co ; mas no cabe duda en que á ello s se deb ió l a superioridad que fué adqu iriendo poco á poco el ejérc ito cri stino , en confi rmación de que enlas lu chas de estegénero , la fortuna se complace generalmente en conceder la

victoria al que cuenta conmás batallones . Hablandoyo de

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estos suceso s conun antiguo oficial carl ista llamado Langa

,á quien conoci en Roma muchos años después

,me con

fe saba lo mi smo que aquí digo , y me refería que enviado elaño 38 conuna partida de lancero s aexplorar la marcha del

enemigo , vió desde lo más alto de un monte que la caballe

ría cri stina desembocaba en el valle,y eran tanto s sus es

cuadrone s que perdió la cuenta de ello s , sintiendo un gran

desal iento con aquella vi sta , porque según él decía con

expresión pintoresca, no semejaba un cuerpo de caballería ,s ino un bosque de lanzas .La generación actual

,apenas puede figurarse el d e sor

den moral y material,ni la división de lo s ánimos

,ni el en

cono de lo s partido s que reinaba en nuestro país en los

años azarosos de que estoy hablando . D i ríase que hab íamos vuelto á la Edad Media

,á la época de lo s gi i elfos y gi

belinos, de montesco s y capu letos . Las familias eran á ve

ces un compendio de la Nación,y carli stas y cri stinos , mo

derados y exaltados ó progres i stas s e odiaban mu tuamen

te y hasta dej aban de tratarse y saludarse . Parecerá por

lo mismo admirable que en medio de tamañas angustias y

cuando además no había apenas recurso s para otra cosaque para mantener el ej ército

,y todas las clases gemían

baj o el peso de los sacrificio s que la guerra civi l le s ibaimponiendo de día en día

,se hallase en Cádiz un Prelado

tan celo so de la religión y del culto y tan confiado en el auxi lio de la Providencia

,que formase y llevase a cabo el pro

yecto de acabar la Catedral,cuyas obras estaban suspendi

das desde princip ios del s iglo . Así sucedió,s in embargo ;

pero antes de proseguir en este tema,pediré l icencia para

decir algunas palabras sobre otras igles ias de aquellaciudad .

Tomando las cosas desde lej os,recordaré que Cádiz e s

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una de las poblaciones más antiguas,no tan sólo de Espa

ña,sino del mundo . En aquel recinto rodeado de mar

,que

da frente al Océano Atlánt ico,ha habido S i empre una ciu

dad más ó menos grande y situada má s ó menos di stantede la tierra firme . En la remota anti gi i e dad parece que seextendía hacia Santi Petri

,donde han sido halladas las

reliquias de un templo de Hércules . En la Edad Media erasólo un castillo marítimo

,cuyo dominio se di sputaban

cri stianos y moros . En el s iglo XV I se asentaba más alcentro de la i sla

,y terminaba donde está ahora el arco lla

mado del Popolo . En un cuadro que existe en el Ayuntamiento y representa un desembarco de los ingleses en

aquel s iglo,s e nota que era todavía una ciudad muy redu

cida . Hay también en la sala central del Museo del Prado ,en Madrid

,un cuadro de Caxés , de hermoso colorido y con

admirables retrato s de D . Fernando Girón y otros cabos

españoles,que representa igualmente un conato de desem

barco en Cádiz de aquellos enemigos de España, y en él sepuede ver muy bien qu e por la parte de tierra era todo eu

tonces un retamal sin caseríos ni huertas . El descubrímiento de las Américas no cambió tampoco por el prontol a s ituación de Cádiz

,y la Casa de Contratación y el

comercio principal permanecieron en Sevi lla, hasta queaumentado mucho e l tráfico y con él la cabida de lo s bu

ques,hubo que trasladarlos á la orilla del mar y tuvo as í

princip io la prosperidad é importancia d e nuestro puerto .

Sus igles ias principales datan de esas últimas épocas .

Una de las más antiguas es la de Capuchinos,cuya

construcción es sencilla,pero que contiene en su altar ma

yor una j oya inestimable , el último cuadro de Murillo .

Pintábalo aquel desgraciado artista en un tablado , que ,por incuria s in duda

,no tenía resguardo ni barandilla

,y

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un día quiso la fatalidad que , olvidado de e sa ci rcunstan

cia,se retirase poco á poco hac ia atrás para ver mej or el

efecto de las tintas , y llegando así al borde , cayó en malhora de una altura de cuatro metros

,quedando s in sen

tido . Según dice la tradición,no sufrió fractura n i herida

alguna ; pero el sacud im iento nervioso le llevó al sepulcroá lo s pocos días . Lloráronle y lloraranle s iempre las ar

tes,a quienes hubiera podi do dar aun muchas peregrinas

obras .

En el siglo XVI I se adornaron el Carmen y San Francisco con grandes retablo s de estilo plateresco , dorados áfuego y de una extrema riqueza . A un hoy resplandecen

hermosamente cuando los llenan de luces ; en la época enque fueron hechos

,debían de s er deslumbradores . En el

Carmen hay una imagen de Santa Teresa,que es una obra

de talla del mejor tiempo y dotada de tanta expresión , que

por mi parte la prefiero á la que se admira en Roma esculpida por Bernini . En el t iempo á que me refiero y hasta la

revolución del año (38, ve íase á la derecha del altar mayor

el sepulcro del Almirante G ravina,quien murió

,como Né l

son, en el combate de Trafalgar . Pos teriormente ha sidotrasladado al Panteón de marinos i lustres formado en la

i sla,y en mi sentir no ha sido una medida acertada, por

que al lí le ven muy pocos,y su nombre se va olvidando

entre las gentes,mientras que en el Carmen de Cádiz po

d ían vis itar su monumento de continuo as í nacionalescomo extranj eros

,y su recuerdo era un ej emplo vivo de

valor,una lección continua de patriot i smo ; despertaba ,

en fin,aquella tumba una de esas memorias que cousue

lan á las naciones desgraci adas de las injurias de la for

tuna .

San Francisco e s igualmente notable y muy frecuenta

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da por las familias más ricas,por hallarse s ituada en un

barrio central . Durante la revolución del año 73 , un fanático republicano

,enemigo de la rel igión y del cu lto

,que

contristó á su cri stiana familia demol i endo la igles ia de

la Candelaria,intentó también

,no se sabe por qué, demo

ler esta de San Francisco . Por fortuna la opos ición de al

gunos buenos , y sobre todo las reclamaciones del Cónsul deFrancia, á cuya nación pertenece el patronato de la capillaprincipal consagrada á San Luis

,consiguieron impedir

aquel vituperable vandali smo .

San Antonio y el Rosar io contienen altares de ricos

mármoles,y San Felipe es interesante porque en su re cin

to , circular y espacioso se celebraron las famosas Cortesdel año 12 . O b sérvase a la izquierda una capil la de carác

ter churrigueresco,pero muy original en su género ; y á la

derecha hay otra de gusto rococo,que prueba

,así como

también la nave central de Santo Domingo,que hubo en

Cádiz en el s iglo pasado artistas que imitaban muy bienla ornamentación inventada en Francia en tiempo deLui s XV .

Faltaba,s in embargo

,una Catedral digna de la riqueza

de Cádiz,porque la que de antiguo existía era pequeña y

pobre ; y los gaditanos del s iglq pasado , prevaleciendo ya

en nuestra ciudad el gu sto de los mármoles introducido

por los negociantes genoveses , como lo he dicho antes , dec i d i eron edifi car una toda de esa rica p i edra, tanto pordentro como por fuera . H ici éronlo así , con efecto

,esco

gi endo la Arquitectura del Renacimiento , y de un modelobastante bello

,aunque puede tach árséle de abundante en

superfi cies curvas y salientes,resab ios que todavía queda

ban del estilo rococo anterior . N o es ciertamente comparable con la de Sevilla ; pero es sumamente linda y la más

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pas del culto adquieren allí mayor esplendor , merced á lariqueza de su recinto . La memoria de Fray Dom i ngo deSilos

,á quien s e debe tan bello templo , será, pues , bende

cida por los gaditanos , mientras se conserve vivo en. ellos

el amor de la religión y de las artes .

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CAPÍTULO i v

Cá d i z y Se v i l la , d e 18 3 7 a 184 1 .

Istr'

uºiz re emplaza aMendizaba l .—A qui én l lamaban la F i lipona .

—Pacto s ingularentre Mendi zábal é I stúri z .

—¿Mul i erem for lem qui s invem

'

et?—Mo t in de l aG ranja .

—R e stablócese y re fórmase la Cons ti tuci ón d e l lº.—Mi llegada a Se

v il la e impre s ión que aque l la c iudad me produce .—L o que deben Muri l lo á las

se v i l lanas y las se v i llanas á Muri llo .—L o s españo le s hablan árabe sin sabe rlo .

Se v i l la merecería se r la cap ital de E spaña .

Concluídos mis estudios de Filosofía en el Seminario

de Cádiz,llevóme mi padre á Sevilla , á fin de que tomara

en aquella Univers idad el grado de Bachiller y empeza seá cursar las leyes . Pero antes de entrar en esto

,debo decir

alguna cosa de lo s suceso s políti co s que inmediatamenteprecedieron á mi viaj e .

Mendizábal no cumplió i i i podía cumplir lo que hab ía

prometido ; la guerra civil seguía poco más ó menos comoantes . De cuando en cuando obtenían los cristinos algunabrillante ventaj a ; pero no por eso cej aban los carlistas enla pelea . Además

,la actitud de Mendizábal era particular

mente desagradable á la Reina gobernadora , porque s e

incl inaba demasiadamente á las medidas revolucionarias .

Dado que Doña María Cristina comprendía,como ya lo he

dicho , que , estando enfrente de ella D . Carlos , no le erapos ible dej ar de ser constitucional , su buen sentido le

decía, eso no ob stante , que los progres istas caminaban

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con excesiva pri sa é iban privando al trono de sus principales apoyos . Conmovido el altar por la supresión de lo sfrai les , destruído con la abolición de los mayorazgos elpoco prestigio que aun le quedaba á la ari stocracia, minada la realeza y reducida cas i á una sombra, el instinto desu propia conservación le inspiraba á la Reina el deseo

de hallar hombres de ideas más moderadas que le ayudasen á contener la marcha d e la revolución y diesen alGobierno la fuerza que neces itaba para acabar pronto la

guerra .

Unaparte de los burgueses , la menos educada y menosr ica

,formó pronto lo que se llamó partido progres ista, por

l a sencilla razón d e que quería subir á donde veía ya enca

ramadó s á los burgueses más rico s , y le parecía que mientras más democráticas fuesen las inst ituciones , más fáci lle sería conseguirlo . Pero a su vez

,los burgueses más

ilus trados y ricos que se hallaban ya en posesión de ciertainfluencia

,querían defender las prerrogativas del trono

para que éste pudiera conservarle s las suyas . Uníans e á

ello s,los nobles que seguían la bandera de Isabel II y

todos los que creían incompatible la conservación del or

d eh públ ico con la licencia patrocinada por los progre s i stas ; y con unos y .con otros se formó el partido moderad ode aquella época

,en cuyo seno buscó la Reina Mini stro s

que secundaran sus designios . De esta manera nació,al

mi smo tiempo , la alianza natural de la Corona con el

partido conservador y fué inici ada la lucha de ambos conl os impacientes y progresi stas

,pudiendo en verdad de

cirse que la historia de España desde e ntonces hasta el

día no ha sido otra cosa más que la hi stori a de esa lucha .

Comprendidas la s miras de la Reina empezaron losprogresi stas á denigrarla y le dieron el apodo de <<1a Fili

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pona» , porque decían que no hacíamás que copiar lo que

Luis Fel ipe practicaba en Francia , y que buscaba hombres

parecidos á Perier y á Guizot para su s planes de reacción ;todo lo cual era quizás verdad , pero no me parece censurable

,pues entre nosotro s cada cual no hacía más que

imitar á lo s hombres y partidos de Francia . El G eneral

O ráa ,que cometió la inaudita atrocidad de fusilar á la

anciana madre de Cabrera, y los energúmenos que mataron á los frailes eran imitadores de los terrori stas del 98;los progresistas imitaron á Vérgni au d y Roland ,

y aunhubo quien jurara por Robespierre ; y en fin, nuestra revo

lución ha sido en todo un remedo de la francesa ; por con

s iguiente , no es justo criticar que cuando tantos imitaban

lo malo de aquella nación hub i e se q u i en qui siera imitarlo bueno ; y bueno era , a no dudarlo , el Gobierno de LuisFelipe

,dado el s istema constitucional y parlamentario .

Precisamente durante . aque l Gobierno fué inventada la

máxima famosa y ab surda de que el Rey reina y no gob ierna

,y de aquel s i stema s e dij o que era la mejor de las

repúbl icas .

La Reina Cri stina,pues

,escasamente satisfecha

,como

dij o,de las tendencias de Mendizábal

,llamó á su s consej o s

aD . Javier de Istúr i z , l iberal del año 20, como aquél , pero

ya bastante desengañado y persuad ido de la necesidad deresi stir á los que deseaban suprimir el Estatuto de Martinez de la Rosa y sustitu irlo con la Constitución del año 12 .

Era Istúriz gaditano é hij o de un antiguo y ri co comer

c iante, cuya casa fué la que ocupa ahora el Cas ino en l a

plaza de San Antonio . Había s ido educado cristianamentepor su madre Doña Jerónima Montero y por un e cle s i ás

t ico docto,de quien recibió lecc i ones d e l iteratura e spaño

la.

y latina ; pero malas lecturas y la compañía d e lo s sec

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tario s le hicieron volteriano é incrédulo . Sin ser preci samente l iterato

,hablaba y escribía galanamente su lengua .

Sus cartas eran s iempre modelos de estilo elegante , aunque familiar

,y s i se hub iesen reunido y publicado le h a

brian dado una fama parecida a l a que alcanza en Inglaterra Lord Chesterfi eld . Créese que en su juventud había

sido masón,pero lo negaba en la vej ez . Comprometido ,

como Galiano y Mendizábal, en lo s sucesos del año 20,tuvo que emigrar con aquéllo s á Inglaterra

,donde vivió ,

s inembargo , con más holgura que ello s , porque su hermanomayor D . Tomás , que dirigía la casa de su ya difuntopadre

,le mandaba recurso s suficientes ; y esta posición

excepcionalmente desahogada fué tamb i en causa de qu eadquiriese entre los demás emigrado s una especie de su

peri ori dad que luego le ayudó bastante en su carrerapolítica .

Durante su juventud d i óse Istúri z mucho á los galan

teos,y aunque era baj o de cuerpo y no muy buen mozo

,la

urbanidad de sus modale s y la amenidad de su trato lehacían muy querido de las dama s . Una había en Cádiz tantonta como hermosa , la cual tenía en su gabinete un retrato en miniatura de su propia y bella persona

,cas i entera

mente desnuda,y cuando alguna amiga le preguntaba por

qué se hab ía hecho pintar de aquella manera tan poco decente

,respondía sonriéndose

,que era un capricho de l s

turiz .

Corría grande amistad entre Istúriz y Mendizábal , y no

ob stante que le reempl azó en el Gobierno y estuvieron apunto de pelear en desafío

,á causa de sus diferentes ideas

pol íticas,volvieron luego á tratarse

,y como los dos eran

escépticos y al mismo tiempo conservaban recelos y curio

s i dad es acerca de la vida futura,hicieron el pacto singular

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i r. )

0 0

d e que el primero de los dos que muriese , trataría de apa »

recers e al otro y re fe rirle_lo que pud iera de las cosas del

o tro mundo . Falleció primero Mendizábal,é Is túri z as egu

raba muy seriamente que le había esperado y aun llamado

en vano muchas noches , deseando que s e le apareciera .

Eran, sin embargo , dos hombres totalmente diferentes ,pues as í como Mendizábal había nacido para revolucionar io

,I stúriz tenía más bien las cual idades de un palaciego .

Re íase él mismo muchas veces de las cortes ias que hacíaenPalacio , llamándolas inclinaciones de la espina dorsal ;pero la verdad es que procuró s iempre agradar á la Reina

y que és ta le demostró á su vez mucho afecto y confi anza .

N o era con todo D . Javier Istúriz el hombre más á pro

pó s i to para resi stir á lo s perturbadores , en primer lugarporque , s i b ien tenía mal genio y s e enfadaba con facili dad

,

no por eso tenía carácter,como lo probó en varias c ircuns

tancias importantes de su larga carrera política . Además,

faltábale lo principal,que era la fuerza . No habiendo clase s

influyentes n i verdadera Opinión públ ica,y siendo la revo

lución una cosa más bien impuesta que espontánea en E spaña

,el ej ército era el árb itro d e nuestro s destinos , y ha

llándose éste lleno de oficiale s m_

as ones,no podía un hom

bre civil oponerse á sus designio s . N ece s i tábase que poco

á poco s e formaran otros generales y ofi ciales , quienes por

s us convicciones más monárquicas y también por celo s de

los antiguos , se colocasen resueltamente al lado del trono .

Mostrábanse ya algunos animados de buenas intenciones ,pero no todavía con el prestigio sufi ciente para acometertan difíci l empresa . Más tarde los produj o al fin la fuerza

de las cosas,y entonces tuvo la Nación algunos años de

tranqu ilidad y buen gob ierno , durante los cuales prosperó

rápidamente .

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La Reina Cri stina , por su parte , no poseía tampoco todas las cualidades necesarias para el papel que pretendíadesempeñar . Era ilustrada

,clemente y animosa ; pero le

faltaba prudencia y no se hallaba exenta de las flaquez 'aspropias de su sexo

,porque ¿muli erem f ortem qui s inveni et?

Joven , hermosa y nacida en el ardiente clima de Nápoles ,

pe só le pronto la viudez , y habiéndose enamorado de uns imple Guardia de Corps

,llamado Muñoz

,hij o de un h i

dalgo pobre de Castilla,le dió la mano de esposa . La hi s

toria de estos amore s fué bastante novelesca . Contábase que

por algún tiempo Muñoz no había osado decl ararse ; cuando una tarde

,al volver la Reina de paseo

,se alborotaron

los caballo s del coch e,y al esforzarse los guardias para con

tenerlo s,Muñoz

, que i ba entre ello s , re cib ió u na pequeñaherida en la mano derecha . Al ver que corría de ella sangre

,la Reina olvidó completamente su recato y baj ándose

del coche , vendó ella misma con su prop io pañuelo la mano

herida . Después de esta condescendencia tan s ignificativa)

Muñoz,que no tenía el patrioti smo necesario para com

prender el daño qu e aquello s amores iban á causar á su

Reina y á su país,se aprovechó de la inclinación que la

Augusta Señora le mostraba y consiguió que le tomara

por marido .

Con razón s e dice que los Reyes no tienen propiamente

vida privada,porque todas su s acciones pueden producir

consecuencias buenas ó malas para la cosa pública . Este

casamiento de Doña Cristina le hizo perder mucha partede su prestigio . Las clases elevadas y el part ido moderado ,que ten ían grandísimo interés en conservárse lo , hicieron

todos los esfuerzo s imaginables,á fin de que semej ante he

cho pareciese la cosa más natural del mundo,aunque en

real idad era una, s i no única, rara, de parte de una testa

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do en el aposento de la Reina,la obligaron con amenazas

á fi rmar un decreto por el cual se re s table cía la Constitu

ción del año 12 . Cuenta la Historia que el Archiduque Fernando de Austri a se vió en un trance parecido al de laReina Cristina, al empezar la guerra de Treinta anos , cuando algunos Barones rebeldes le sorprend ieron en su Palacio de Viena, y amenazándole con s us espadas , queríanobligarle á—q ue se aliara con lo s pr otestantes de Bohemia .

Pero el animoso Fernando supo res istir varonilmente,y la

fortuna recompensó su valor,porque de repente re sonaron

en el patio de la Burg las trompetas de Damp i erre s , quien

acudía con sus coraceros en auxil io del Príncipe y ponía

en fuga á lo s conspiradores . La Reina gobernadora no tuvotanta fortaleza ni de seguro hubiera tenido el mismo buensuceso , porque nadie podía venir en su socorro , y precis a

mente cas i al'

mismo tiempo uno de los paladines de larealeza, que era el i lustre General Quesada, caía muertoen otro movimi ento ocurrido en Madrid y su cuerpo eravilmente arrastrado por el populacho . Fué

,pues

,proclama

da la Constitución del año 12,la cual era tan mala, que lo s

mismos progresistas se apresuraron á modifi carla al anosiguiente , y la llamaron Constitución del 37 ; y aunque muchos opinan que esto mismo hubiera sucedido más tarde 6

más temprano,no cabe duda en que el viaj e de la Reina á

la Granj a lo'

faci litó y apresuró,dando asimismo lugar á

que fuese acompañado de las circunstancias tan deplorables que he referido .

Poco después de estos graves sucesos llegué yo con mipadre á Sevil la y tomé el grado de Bachiller . El examenque sufrí fué poco riguroso

,y gracias á mi buena memoria

salí bien de él ; pero recuerdo que cuando subí al pulpi ti lloy pronunci ó la frase sacramental de <<ascendo ad cathe

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d ram ad expl icau dam uníversam ph i lo s0ph iam »,sentí que

me ponía sumamente colorado,no sólo porque me imponía

la presencia de los profesores que asi stían al acto,s ino

también porque me avergonzaba de decir que iba á expli

car una ciencia , la cual realmente no poseía , y en aquelmismo momento formé la resolución

,que realicé más tarde ,

de dedicarme con seriedad á su estudio . Tras esto,volvió

se mi bu en padre á Cád iz yx

yo quedé aloj ad o en casa demis tíos D . Jo sé Lerdo de Tej ada

,persona acomodada y

culta , y Doña Teresa Dominé , señora bella y de ameno carácter , lo s cuales tenían cinco hij as muy lindas , de mane

ra que s i bien me faltaba allí la lib ertad de que gozaban lamayoría de mis compañeros

,estaba compensado esto con

otras di stracciones , porque asi stía por las noches á la tertulia de m i tía , y vine poco apoco á encontrarme comoPeriquito entre ellas .

H ízome Sevilla una impresión muy agradable . Su caserío tiene mucho del de Cádiz

,y nótase también allí

,en la

abundancia de mármoles,la influencia de lo s genoveses

,

los cuales han dado su nombre á una de las calles más

céntricas . Al go recuerdan también aquellas casas las de

lo s antiguo s romanos,con e specialidad las de Pompeya .

Sus patios,enlosados de mármol

,adornados con fuentes y

macetas y cubierto s en verano con un toldo ó vela rimn que

los defiende de los rayos del sol , ofrecen un aspecto tan

original comopintoresco . Graci as a l a dulzura del climauna simple verj a de hierro

,que llaman cancela

,los separa

del portal y permite que se vea desde la calle e l interior de

ello s . Durante las noches de l verano , cuando aquellos pa

tio s estánbien iluminados y s irven para las tertulias delas bellas sevi llanas

,parecen las calle s de Sevil la una cosa

de ensueño . Llevábame mi tío en su coche avis itar los al

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rededores,y como no había conocido = h asta entonces otro

campo que el de Puerto Real y Chiclana, agradóme infi nitocuanto veía . Alcalá de G uadai ra c on susm olinos y su castillo moruno ; Mairena , con sus verdes praderas, donde se ce

lebra una famosa feria,y sobre todo San Juan deA lfarach e

y Gelves , qu e coronados de naranj os se miran en el Guadal

qu iv i r, me parecieronmuy bellos . Dentro de l a ciudad “

ad

miré también el paseo llamado de Cri stinay las de lici osas

Del icias,á donde concurrían

,tanto á pie como en

"

cóche,

las señoras más elegantes . Cau t iváronm e igualmente los

monumentos públicos,porque Sevill a lo s po8ee d e t ó das

las épocas y se asemej a enesto á “Florencia”

. S u s murosson romanos

,como lo recuerda n unos verso s '

grabados en

una de sus puertas, que dicen así

H ércules me edif icó

Ju li o César me cered

Con muros y torres a ltas,

Y el R ey

'

Santo me ganó

ConGarci Pérez de Va rga s.

La Torre del Oro y la Gi ralda.son árabes ; el A lcázar moro ,

la Catedral gótica,el archivo de Indias …del Renacimiento

y las Casas Consistoriales de estilo plateresco ; y cada uno

de estos edifi cio s es bello en su género y… apropiado también al obj eto para que fué destinado . La Catedral e s menos correcta y menos rica de adornos que las de Toledo yBurgos ; pero en cambio es más grandiosa y devota . Hayun contraste imponente entre el patio de los naranj os , tanl leno de luz y de verdura

,y el interior de—aque l templo ,

donde en los primeros momentos,después de entrar .no s e

ve apenas el suelo que se p i sa . El Alcázar e s asimismo bellís imo, y ni en Constantinopla ni en El Cairo , ni creo que

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en todo el O riente , hay edifi c io alguno más original ni máspoético . S innecesidad de salir d e '

E spaña pueden sentirseall í y en Córdoba y Granada los mismos,s i no mayores goces , que los que buscan tantos en viaj es lej anos , con no pocas incomodidades y dispendios .

Las mujeres de Sevilla sontamb i é n hermosas,como las

de Cádiz , con la sola diferencia que las gaditanas son algo

cosmopolitas y de sangre mezclada , mientras q u e las se'vi

l lanas parecen de pura raza oriental,y dudo yo que haya

en lo s h arenes de Marruecos ni en tod a la Morería morasmás moras ni más bellas que las muchachas de Sevilla . Aellas les cabe una gran gloria

,y es el haber inspirado a

Murillo , el cual no creo que en otra ciud ad de España ,como no s ea en Granada

,hubiera hallado los mismos tipos

que ha inmortalizado en su s obras . Sus Santas Justa y Ruñna son dos hermosas tri aneras ; los rostro s de = sus Virge

nes son, algo ideal izados , lo s mismos que se ven á menudo

en los balcones de la calle de las Sierpes . Lo cu al , me apre

suro á decirlo,no le quita al artista mérito a lgurio ; antes

al contrario se lo aumenta,pues no lo tiene poco el sentir

y buscar lo bello,y representarlo luego con acierto . Con

efecto , muchos pintores hab ían vi sto a las bellas trasti berinas antes que Rafael

,muchos á las rubias venecianas an

tes que Ticiano,y muchos á las gracio sas andaluzas antes

que Muril lo ; y sin embargo , sólo eso s tres tuvieron genio

bastante para trasladar aquella hermosura á sus cuadros .

La glori a se reparte,pues

,entre ellas y ello s

,y la fama de

lo s unos vivirá siempre unida con la de las otras :

El lenguaj e usado por las sevillanas y por l os andaluces en general

,es también muy bello

,y más que bello , gra

cioso . Difícil e s en verdad defi nir la gracia, tanto máscuanto que no sólo s e aplica al lenguaj e, s ino á l a fi sono

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mía y á los modales . N o es propiamente efecto exclus ivo

del cl ima,s ino que también depende de la raza, por lo cual

vemos, por ej emplo , que las polacas y rusas son en todo

más graciosas que las alemanas,a pesar d e que viven en

un clima más frío . La raza escandinava es asimi smo más

graciosa que la saj ona,y los suecos han sido llamados con

razón los franceses del Norte . Como quiera, los andaluces

tienen en España el primado de esa cualidad indefi nible ,y su lenguaj e

,que es un compuesto de ironía

,exageración ,

mofa y agudeza,es gracioso cual ningún otro de los que se

oyen en nuestra Penínsu la . Y es notable que á pesar de los

sei s siglo s transcurridos desde la reconquista de Sevilla,s e halla todavía tan cuajado ese lenguaj e de voces árabes ,que sin exageración puede decirse que hablan all í aquellalengua s in saberlo . En Castilla suelen usarse muchas ve

ces las equivalencias latinas ; en Andalucía s iempre lo ara

be . Todo lo relativo á la casa y al menaj e es árabe,como

zaguán,alj ibe

,alfombra '

i lmohada, alacena ,alj ofaina

,al

carraza, anafe, aljofi fa,zaranda

,almirez

,alcuza y candil ,

y también lo que atañe al campo y los j ardines,como za

ga],res

,acémila

,almocafre , aceituna, albahaca, almoradux,

alhucema, ale l í , azucena y azahar . Llenaría muchos plie

gos s i pusiera aquí todas las voces de ese género que emplea el pueblo andaluz . Y también sus giros de frases ysu s conceptos tienen á veces más analogía con el Orienteque con el Occidente , pues cuando dicen , verb i gracia, que

una mujer tiene cara de rosa, que sus oj os son luceros ysus dientes piñones , recuerdan más á Saadi que á Anacreonte . Si hablan de un desconocido

,le dicen fulano ó zu

tano ; s i una muchacha es cariñosa la llaman zalamera ; s iun hombre es flaco , alfeñique . Cuando quieren que algoplegue aDios , dicen oj alá, y en fin, cuando se enoj an , no

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usan como en Aragón y en el N orte expres iones latinas ,s ino una palabrota

,la cual es s implemente

'

el nombre del

pulch ine la árabe , que representa un papel muy principalen las pantomimas y sombras chinescas de Argel , Cons

tantin0pla, El Cairo y demás ciudades musulmanas . Pordesgracia , los hombres suelen abusar mucho de esa pala

bra,y cuando se regresa aEspaña de spués de una larga

ausencia, choca y aun repugna o írla á cada paso en laboca, no sólo del vulgo , s ino de las personas b ien educa

das . Yo tengo para m i que la pereza de nuestro caráctercontribuye bastante á ello

,porque esa voz s irve de artiñ

cio retórico universal,reemplaza los argumentos y presta

al lenguaj e familiar una energía grosera y vituperable ,pero no exenta de eficacia . De uno de nuestros ofi cialesde Marina se ha dicho que había llegado á ser A lm iran

te á fuerza de emplear á todo propós ito esa interj ecciónobscena .

Es Sevilla mucho más extensa y poblada que Cádiz , y

hoy día,después de la construcción de los ferrocarriles , la

ha igualado en cultura . Cuando yo la v i por la primera vezestaba relativamente atrasada

,hasta el extremo de que de

Cádiz se l levaban allí los buenos mueble s , los vestidos ytodos los obj eto s de moda . El traj e de los sevi llanos eraasimismo muy ordinar i o y en los paseos y aun en los teatro s v e íans e muchos caballero s con la capa parda y el

sombrero calañés . Más de un nono nieto del Rey Chico

perpetuaba todavía el tipo retratado tan magistralmente

por Jove llanos f Uno recuerdo,título de

'

Castilla nada menos , del cual pude ver una carta dirigida á cierta linda joven , con la cual deseaba tener relaciones amorosas , y en

ella se leía esta frase fi nal,cuya ortografía me quedó muy

impresa : << con tu corre spond enz ia seré feli » . Hoy ya la edu

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cación ha mej orado mucho y Sevilla es digna en todo y

por todo de su antigua fama . Allí nacieron nuestro s mej ores poetas líricos , nu e stros .pintore s más célebres , y un número infinito de hombres notables en las ciencias y las

letras . A quella ha sido la Atenas y la Florencia de E s

paña . Allí está el j ardin de nuestra Península , y si no me

equivoco,en aquella ciudad

,atravesada por un río navega

ble que la pone en comunicación con el mar cercano , debería estar la capital . Pero nuestros Reyes

,atentos á una

pol íti ca que dej aba lo cierto por lo dudoso,prefirieron cas i

s iempre las ciudades de la fría y tri ste Castilla,donde les

parecía que se hallaban mej or s ituados para vigilar lo que

sucedía fuera de la Nación . A Sev illa han venido s iempremuy pocas veces

,a semej anza de ciertos .estragados mag

nates , que poseyendo ,una rica galería de cuadros , ni laaprecian ni la vis itan .

Por remate , diré que no sólo quien no ha visto á Sevillano ha vi sto maravilla, s ino que qu ien no la ha habitado

algún tiempo no puede formarse una idea del encanto deaquella ciudad ; de un no sé qué impos ible de explicar, queacelera allí los latidos del corazón y nace en parte delcl ima y de la alegría de su cielo

,y en parte de mil asocia

ciones llenas de poesía . Y no lo he experimentadoesto so

lamente en mi_juventud , s ino cada vez que he vuelto á

pi sar aquel sueloencantador . N i los años ni las canas han

sido parte para que dej ara de sentirlo .

+o| oñoí o

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a tque la ra tum; y cuando se la negaban , francia las cej as ydecía con aire enoj ado para asustar á las mujeres : ramp a,rump i s , rmnp ere, rup i , rap tu

-m. Y era notable que entre lascompos iciones en verso ó en prosa atribu i das á los estudiantes ó que corrían entre ellos , no se veía n i nguna quefuese obscena, s ino que eran s implemente sucias y del género de aquel A rs p etancli in soci eta te

,cum ¡íg ar i s, que vió

Pantagruel en la biblioteca de San Víctor . Sobre un asunto análogo corría entre los estudiantes un poemi ta manuscri to , cuyas buenas octavas parecían parto de algúnpoeta de ingenio .

La única u sanza estudianti l que se conservaba aun,era

la de extender las capas por e l suelo cuando pasaba algu

na buena moza,á fin de que caminase sobre ellas

,como le

extendió la suya Walter Ralci gh á Isabel de Inglaterra ; yen verdad que más de una sevillana lo merecía tanto 6

más que ella,entre otras

,una huevera del mercado cerca

no . Tenía ésta d os ojo s como dos estrellas y unos dientes

más blancos que los huevos qu e vendía ; y cuando se poníasu pañolón de seda y se prendía un clavel en lo s cabellos ,parecía de veras una reina . Algunos estudiantes , que laadmiraban mucho

,le dirigían también los más gracioso s

requiebros ; costumbre , por otra parte , general entre la gente de Andalucía .

A l llegar los Catedráticos cesaba toda algazara y entrá

bamos en clase como en misa . El profesor de Derecho natural s e llamaba Rodas y era un santo varón . Había sidocasado

,y cuando env iudó se hizo clérigo ; pero conservaba

siempre la memoria de la fi nada,y todos los años hallaba

medio de hacer mención de ella con e stas expresiones :<<mi difunta muj er

,modelo de virtudes que nunca me

reci » . D ecíanselo los estudiantes de un año á los del s i

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gu iente , y cuando soltaba esa frase , soltaban ellos la'ri sa ;

de lo cual 6 no se apercib ía,6 le importaba poco

,

”con talde dar as í desahogo á lo que era sin duda una necesi dad

de su corazón. El de Derecho romano tenía por nombre

Santervaz y era tan colérico como erudito . Quería much oa lo s estudiantes

,con especialidad á los que mostraban

afición á las leyes romanas“,de las cuales era g rande admi

rador . Sin embargo,no había ninguno que le sati sfaci era

por completo y"

s i empre nos decía que nos engañábamos

mucho s i creíamos que,estudiando á He ineccio Hugo y

Savigny y aun al caballero Mackeldey ,que ya andaba tra

duc ido, íbamos á adquirir un conocimiento sufi ciente de

la legislación romana,porque esto sólo se conseguía con la

lectura a 's idua de los códigos . <<Aquí me tienen u stedes á

m i,seguía diciendo ; pues á pesar de que hace tantos año s

que enseño esta materia, todavía no dej o de las manos elCorp us J ari s , y muchas mañanas , apenas entra la claridad

por mis ventanas , le tomó de la mesa denoche donde ledej o al acostarme

,y poni éndole sobre las posaderas de m i

muj er,le repaso con el mayor placer del mundo» .

Para el Derecho civil e spañol , cuyo texto eraSalas , te

níamós á D . A ndrés Gutiérrez , abogado distinguido , cuya

fama fué siempre en aumento y que l legó á ser r ival deltodavía má s célebre D . Joaqu ín Seoane . La elocuencia deestas dos lumbreras del foro andalu

'z era diferente , á la

manera que tamb ién lo era la de.

los principales oradorespolíticos de aquel tiempo . Pertenecía la de Seoane al géne

ro sonoro é impetuoso, que recue rda á

'

Marco Tulio : bro

tabanle las palabras de la boca con facilidad y rap idez .

Gutiérrez era más pausado y razonador . Ambos teníán

gran boga,y los estud iantes acudían de buena gana á

oírles,cuando sabían que iban ahablar en estrados .

5

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a tque Za ra tum; y cuando se la negaban , fruncía las cej as ydecía con aire enoj ado para asustar á las mujeres : ramp a,rmnp i s, r am_pere, rup i , r ap tu

-m. Y era notable que entre lascompos iciones en verso ó en prosa atri bu i das á los estudiantes ó que corrían entre ellos , no se veía n i nguna quefuese obscena

,s ino que eran s implemente sucias y del gé

nero de aquel A rs p etancl i i n soci eta te,cum yfg z¿r is, que vió

Pantagruel en la biblioteca de San Víctor . Sobre un asunto análogo corría entre los estudiantes un poem ita ma

nuscri to , cuyas buenas octavas parecían parto de algúnpoeta de ingenio .

La única u sanza estudianti l que se conservaba aun,era

la de extender las capas por e l suelo cuando pasaba alguna buena moza

,afi n de que caminase sobre ellas

,como le

extendió la suya Walter Ralcigh á Isabel de Inglaterra ; yen verdad que m ás de una sevillana lo merecía tanto 6

más que ella , entre otras , una huevera del mercado cercano . Tenía ésta d os ojo s como dos estrellas y unos dientes

más blancos que los huevos qu e vendía ; y cuando se poníasu pañolón de seda y se prendía un clavel en lo s cabellos ,parecía de veras una reina . Algunos estudiantes , que laadmiraban mucho

,le dirigían también los más gracio so s

requiebros ; costumbre , por otra parte , general entre la gente de Andalucía .

A l dlegar lo s Catedráticos cesaba toda algazara y entrá

hamos en clase como en misa . El profesor de Derecho natural s e llamaba Rodas y era un santo varón . Había sidocasado , y cuando env iudó se hizo clérigo ; pero conservabas iempre la memoria de la fi nada

,y todos los años hallaba

medio de hacer mención de ella con estas expresiones :<<mi difunta muj er

,modelo de virtudes que nunca me

reci » . De cíans elo los estudiantes de un año á los del s i

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guiente,y cuando soltaba esa frase

,soltaban ello s la 'ri sa ;

de lo cual 6 no se apercib ía,ó le importaba poco

, cOn talde dar as í desahogo á lo que era sin duda una necesi dad

de su corazón . E l de Derecho romano tenía por nombreSantervaz y era tan colérico como erudito . Q uería much oa lo s estudiantes

,con especialidad á lo s que mostraban

afi ción á las leyes romanas , de las cuales era grande admi

rador . S iu embargo, no había ninguno qu e l e sati sfaci era

por completo y“

s i empre nos decía que nos engañábamos

mucho si creíamos que,estudiando á He ineccio Hugo y

Savigny y aun al caballero Mackeldey, que ya andaba traduc ido

,íbamos á adquirir un conocimiento sufi ciente de

la legislación romana,porque esto sólo se conseguía con la

lectura asi dua de los códigos . <<Aquí me tienen u stedes á

m i,seguía diciendo ; pues á pesar de que hace tantos año s

que enseño esta materia , todavía no dej o de las manos elCorp us J ari s , y muchas mañanas , apenas entra la claridad

por mis ventanas , le tomó de la mesa denoche donde ledej o al acostarme

,y poni éndole sobre las posaderas de m i

mujer,le repaso con el mayor placer del mundo » .

Para el Derecho "civil español,cuyo texto era Salas , te

níamós aD . Andrés Gutiérrez , abogado distinguido , cuya

fama fué siempre en aumento y qué llegó á ser r ival deltodavía más célebre D . Joaqu ínSeoane . La elocuencia deestas dos lumbreras del foro andalu

'z era diferente , á la

manera que también lo era la de.

los'

principales oradores

político s de aquel tiempo . Pertenecía la de Seoane al géne

ro sonoro é impetuoso, que recue rda á

'

Marco Tulio : bro

tábanle las palabras de la boca con facilidad y rap i dez .

Gutiérrez era más pausado y razonador . Ambos teníangran boga

,y los estud iantes acudían de buena gana a

oírles,cuando sabían que iban á hablar en estrados .

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No recuerdo cómo se_

llamaba '

el Catedrático de Derecho

canónico . Lo que'

no he olvidado es 'que aquel estudio nome agradaba tanto como los demás . Y no era por ”pereza,porque conservaba siempre un gran deseo de aprender, ycomo prueba de ello referiré que , conociendo ya -bastanteb ien el latín

,quise as i stir á la clase de griego , cuyo profe

sor era un tal D . A ntonio Colón , muy amigo de mi tío ypersona tan amable como instru i da . Hij o de padres aco

modados , había ido á la Universi dad de Montpellier á es :

tud iar medicina, no para ej ercerla, s ino por amor a ella ; y

allí tamb ién aprendió la lengua griega,poco cultivada en

tonces entre nosotros,enseñándola después en la Univer

sidad sin retribución alguna . Demostróm e mucha afi cióneste caballero

,y me franqueó un “ gabinete de física que

tenía en su casa,donde por la primera vez vi y manej é las

máquinas é instrumentos que sirven para el estudio deaquella ciencia , y qu e sólo conocía por estampas . En laclase de griego éramos pocos los alumnos,y entre ellos había uno de sesenta años llamado Blanco

,el cual era herma

no de cierto emigrado bastante extravagante que vivió mu i

cho tiempo en Londres,donde se hizo protestante

,y adop

tando el nombre de White,traducción de Blanco , fi rmó

con él much-os escrito s rel igioso s y l iterarios . El de S evi llatenía más seso y mostraba su anh elo

'

d e saber sentándoseen los bancos de nuestra clase

,al lado de condiscípulos

que podían ser su s nietos como dicen que lo hizo en laanti gi i edad el famoso Caton.

Además de estos estudio s universitario s organizamos

diversas lecturas que se hacían en casa de uncierto Ricci ,e l cual era de lo s que cursaban ya los últimos años . Leíauno de nosotros en alta voz y los demás podían interrum

pi rle y hacer ob servaciones ycomentarios . De esta mane

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ra saboreábamos la IÍ istor ia de.

la g uerra y revoluewnde E s

p aña , del Conde de Toreno , que aunque algo prolij a y no

muy fi lo sófica , e s un l ibro b ien escrito y el mej or que tenemos sobre tanimportante asunto . Después se leyó laH i stor ia de la ci vi li zaci ón europ ea ,

del célebre Guizot,que

acababa de traduc i r un cierto Betancour,obra admirable

y muy superior a sus numerosas imitaciones . En fi n,em

prendimos la H i storia de la R evoluci ónf rancesa ,de Thiers

,

asimismo traducida, porque pocos de mis compañeros em

tendían bien la lengua francesa . Mas al llegar á la lecturad e esta última obra hubo que suprimir los comentarios

,

porque ámuchos les pareció que el autor pecaba de parcial

y á menudo se suscitaban disputas que acaloraban mucholos ánimos . Y aun así había todavía protestas mudas en

forma de toses , arqueam i ento de cej as y sonrisas , pues no

t odos estaban conformes con los juicio s de Thiers , y había sobre cada cosa las Opiniones mas encontradas

, ad

mirando los unos á Robespierre y los otros á lo s G irondi

nos,defendiendo algunos á Luis X VI y no pocos á Bo

naparte .

De uno de nuestros compañeros s e l legó á saber que tení a en sucasa una pequeña estatua de este último personaj e

,comprada auno de esos ital ianos que venden por las ca

lles fi guras de barro,á las cuales llaman en su j erigonza his

p ano—itálica Santi ba ra ti , y parec iéndole á vario s condisci

pulo s que eso era contrario á los dictado s del patrioti smo ,fueron allá un día y arroj ando al suelo la estatua la h ic i eron mil pedazos. Por fin,

leíamos en casa las novelas d e

Balzac,Dumas y aun de Paul de Kock

,que nos prestaba

mos unos a otros . N uestra S eñora d e Pa rís, de Víctor Hugo ,era la más leída en aquel la época

,y no recuerdo que otra

novela alguna haya tenido después tamaña boga , como no

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se a E l J ud i o errante, de Soulier , y Los mi steri os de Pari s, d e

Eugenio Sué .

La vida del estudiante tenía tamb i é n sus pasatiempos

de otro género . Algunos amaban con pasión el j uego , y no

sólo de noche,s ino en mitad del día

,había partida de mon

te en dos 6 tres casas de huéspedes , especialmente e n la

que hab itaba un tal Peña , de Cádiz , que una vez jugó has

ta los Diccionarios/

. Pero la di stracción más general eranlos noviazgos . La palabra novio tiene enEspaña, y princi

palmente en Andalucía, nu—sentido mucho más lato que en

otras partes,y no se ha de confundir con lo que s ignifi ca

en otro s países el prometido esposo . El novio andaluz pro

mete bastante,pero cumple poco . Sus relaciones amorosas

son de un carácter l ibre y… cas i aleator io ; muchachas hay quetienen tres 6 cuatro antes de hallar uno que quiera ó pueda ser “su marido . Ni dej a de haber entre ello s algunos deprobada constancia

,y como tip o s ingular del género cita

ré á un caballero principal de Sevilla, l lamado D . PedroIbáñez

,el cual ha sido novio de Paca Paterna

,h i j a del

Marqu és del mismo nombre,desde que yo era estudiante

h asta el día . Naturalmente,e l amor ha degenerado en una

buena amistad ; pero es un hecho que s i gue¡v i s i tándola

todos los días , sin que nadie acierte á saber por qué no seh ancasado j amásPecu li ari dad característica del noviazgo a ndaluz e s

también el hablarse por la ventana ,á la cual llaman pelar

la pava . Pobres y ricos,nobles y plebeyos

,todos hacen

,lo

mismo,dando a veces pruebas de u na paciencia inagota

ble . Y a esto alude sin duda aquella copla que dice

D ebaj o de tus ventanas]V1e d i ó sueño y me dormí ,

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les de p iedra,cuyo aspecto e s tan pintoresco , prestan

mucha poes ía al cuadro en que campea la forma se ductora

de alguna linda andaluza . Cuando al fin se penetra enaquellas moradas y es dado vi s itar á las damas que las

ocupan,cas i echa uno de menos la época en que se las

veía solamente en el balcón 6 la ventana . Porque sucedeá veces que el novio es al fin admitido en la casa y el amor

se convierte de romántico en clásico,terminando luego

en lo que Febo de Chateaupers llamaba un fin trágico , óse a el matrimonio .

Existía antiguamente otra costumbre,que había des

aparecido ya en mi tiempo, 6 al menos estaba limitada a

las clases m ás bajas,y era la de dar música en la calle

…para obsequ iar á las damas . La idea es tan natural comoantigua. En la comedia de Plauto titulada C'urculi o, hayun amante que canta como Almaviva

,baj o la ventana de

su querida, lo cual prueba que lo s r omanos conocían e sa

usanza,y en las comedias de Lope y en casi todas nuestrasnovelas no hay cosa que sea más común . Según me decíanlos viej os

,en Sevilla sigu ió esa costumbre hasta fines del

s iglo pasado , cuando la esp ineta y el p iano desterraron de

los salones la bandurria y la guitarra, y esto s instrumen

tos, qu e formaban las orquestas callej eras , fueron cons ide

rados de mal gusto .

Pero s i no había y a serenatas , florecían s iempre losnoviazgos y también los galanteos , porque el estudiante ,como el caballero andante de antaño

,no puede vivir s in

amores,para l o cual daba bastante ocasión la sociedad de

Sevill a , siendo varias las casas que recibían , y no siendoPenélope s ni Lu crecias todas la s señoras que las frecuéntaban . Las Marqu esas de Monteagudo

, A lventos , y Motilla ,la Condesa del Aguila y la Duquesa de Rivas tenían ter

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t ulias bastante concurridas , á las cuales eran admitidos

los estudiantes de buenas famil ias y bien recomendados .

El Duque de Rivas daba mucha animación a la de su e s

posa,y acogía con benevolencia á la juventud , á la cual ,

en verdad,solía dar malo s ej emplo s y malo s consej os

, por

que no era un marido modelo , y con achaque de mostrarsu donaire

,soltaba ideas altamente subversivas . Decía ,

por ej emplo , que la mujer era para su consorte como unatercera pierna

,de la cual no sabría qu é hacerse ; y cuando

s e le preguntaba qu é Opinaba sobre el matrimonio , re s

pond ía que al pr i nc ip i o ofrecía su s difi cultades,á causa

de las pretensiones de la mujer y las impertinencias de lasuegra ; pero luego luego era el m i smísimo i nfi erno .

Los estudiantes más pobre s ó más modesto s en sus

gustos , solían buscar sus d evaneos en las familias bur

gue sas , y aun los había que preferían una clase de señori

tas de medio pelo,llamadas curs i s , donde no faltaban

caras b onitas . La palabra curs i fué inventada en Cádiz,y

de allí se ha propagado por toda España,y apl icase á

aquellas elegantes pobres que presumen de finas sin serlo .

.Muchas había de este género en Sevilla,y yo tuve un

compañero nombrado Vázquez que frecuentaba una deesas famil ias

,en la cual había tres niñas , - de nariz algo

arremangada ,pero muy agraciadas . Era Vázquez pequeño

de cuerpo,por cuyo motivo , cuando empezamos á estudiar

Derecho canónico, el primer uso que hicimos de nuestra

erudición,fué llamarle Dioni s ioel Exiguo , que es célebre

por su compilación de Decretales . Contábanos cosas chis

to sas de su s buenas amigas . Por él supimos,verb i gracia

,

que l impiándolo s con miga de pan hacían durar meses

enteros un par de guantes,y que merced á combinaciones

ingeniosas,hacían que dos solos vestidos pareciesen cua

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tro . E 1npez_

áronse á estilar entonces los boas de pieles , yellas

,ayudadas de Dionisi o el Exiguo , pus ieron una tram

pa en e l tej ado y con ella cogieron sufi ciente número degatos para fabricarse con sus pieles tres de aquellos adornos , que parecían de martas cebellinas . Concurrían á

_ pie

a los,paseos y frecuentaban los teatro s

,ocupando unos

'

as iento s de poco precio,que decían tablillas

,colocadas en

el piso más alto , y desde all í, con ayuda de sus bellos oj os ,traían alborotados á más de un estudiante y también alo s que no lo eran . El tener una de estas enamoradas decíase tener unbelén , aludiendo algo profanamente al lu

gar apartado y precioso que fué digno de ser vis itado porAngeles y Reyes ; y á las muchachas mismas las llamabanA talas

,nombre tomado d e una conocida novela de Cha

teaubriand , y que s iendo el de una hij a de los bosques ,conven ía maravillo samente á la sencillez y pocas comodidades con que vivían algunas de ellas .

Baj ando todavíamás en la e scala social , encontrábase

el linaj e de las c i garreras y gitanas y el no menos renombrado de las bailadoras y cantad oras . N o gozaba todavíaentonces el género llamado flamenco la

¡boga que ha ad

qui ri do de spués ; , pero _

contaba de antiguo c on muchosaficionados

,pr i ncipalmente extranj eros . No venía inglés

alguno á Sevilla , que no se pusiese luego el sombrero

calañés y la faja encarnada , afi n de mostrar su entu s ias

mo por las mujeres del pueblo y poder as istir á lo s bailesde candil y á todas las reuni ones —de la gente macarena .

Algunos de m i s compañeros , que también concurrían á

ellas ,¡quisieron muchas veces que les acompañase ; pero

lo rehu sé constantemente , porque mi instinto me alej abade nugs placeres que no eran conformes á la educaciónque había recibido . Parecíanme , s in duda, bellas algunas

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d e aquellas mujeres ; pero prefería verl as á c ierta distanc ia

, sobre todo las gitanas , cuyo olor, digan lo que quieran sus admiradores , no tiene mucho de sabeo . Y no digoesto para que se me crea impecable : desgraciadamente nolo era , y cuando llegué á la . edad d e las pasiones tuve m i sdebil idades , como otro cualquiera , aunque de genero menos grosero ; y s i no hablo aquí de ellas e s porque no mepropongo escribir mi s confesiones por vani dad , a ejemplode Rousseau , ni cómo San Agustín

,para edifi cación del

prój imo . Básteme decir que no he s ido nunca tan malocomo el primero ni tan bueno como el segundo .

Compañera inseparable de la afi ción á las mozas macarenas era la de las corridas de toros

, que enSevilla suelen

ser más lucidas que en.parte alguna , por la anchura y bue

na dispos ición de la plaza, por la bondad del ganado y porla numerosa y animada co ncurrencia . Abundaban enaquelespectáculo las buenas mozas de todas las clases sociales ,adornadas muchas de ellas con mantillas blancas que real

zan mucho ,su hermosura , y reconozco que no hay nada

comparable al cuadro que ofrece aquel anfi teatro , cuajado

de espectadores , en los primeros momentos de una corrida,cuando el toro en tra en la arena y recorre con su feroz mirada la apiñada muchedumbre

,antes de acometer enture

cido á caballos y lidiadores . Pero aquí acaba para m i l a divers ión: _

de spués de esto no hay nada que no me parezca

abominable .

Concedo que,en Ocasiones

,es digna de admiración

la habil idad y valor de los toreros ; mas por regla general

,las corridas no son otra cosa más que una serie de

escenas de crueldad y de barbarie . Vése allí al más noblede los animales p isotear su s propias entrañas , y el toro ,digno también de lástima, muere por modos horribles y

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vomita aveces torrentes de sangre . Los toreros mismo ssuelen morir en la plaza .

Es el hombre, á la verdad , el más cruel de los animales ;lo fué siempre

,lo es

,y temo que lo será eternamente , por

mucho que se suavicen sus costumbres . Hay,s in embargo ,

grados en su crueldad , y algún ,

progreso se ha hecho eneste punto

,merced á la rel igión cri stiana y á una filo sofía

que,aunque á ve ce s

'

reni ega de ella, es s in embargo hij a su

ya . Asoman con todo todavía,acá y allá, resto s de la anti

gua barbarie . El instinto de crueldad que halla su p laceren las corri das de toro s es el mismo que inventab a lo s combates de gladiadores en la semiculta Roma, el mi smo quese complacía después en aquello s autos de fe que le pare

cían cortos al sombrío Fel ipe II cuando duraban sólo treshoras . Qu i eren algunos excusar este espectáculo modernocomparándolo con otro s que se usan también todavía en

países civilizados,como por ej emplo , el de los boxeadores

de Inglaterra ; pero ni las desgracias son en ello s tan fre

cuentes como en nuestro s toros,ni tienen lugar en una

plaza pública,ni en presencia de toda clase de personas ,

inclusas las damas má s delicadas , la nobleza y hasta la familia misma del Soberano . Por mi parte , creo que ni en

tiempo de los romanos hubiera frecuentado el Circo,ni en

los de la Inquis ición habría presenc iado sus horribles autos ;y por lo que hace á los toros

,el odio que le s cobré desde

que los vi por primera vez no se ha mitigado j amá s , y durante toda mi vida he huido de ello s como de la cosa máscruel y más indigna de un pueblo

cr i stiano y,

cul tof Y sialguno l leva a mal mi modo de sentir

,le recordaré que de

gustos no hay nada escrito,y que se puede ser español sin

aprobar esta d i vers i ón tan sangrienta .

No a todo s les agradan las mismas cosas . Recuerdo ,

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como ejemplo de esa variedad,que el Duque de R ivas , con

ser, como indudablemente lo era , ungran poeta y una persona muy culta

,nogu staba de la música

,hasta el extremo

de decir que lo que más le d ivertía en las óperas eran los

entreactos,porque durante ello s iba á vis itar á las señoras

en los palco s . Imposible parece que quien hacía verso s tanhermosos fuera insen s ible a lo s encantos de e se arte divino y á composiciones tan peregrinas como las de Rossini

,

Bellin i y Donizetti , que eran las que entonces se ej ecuta

ban en el teatro principal de Sevilla por arti stas de primer

orden . Oímos all í una vez entre otros á la famosa Persiani,

Cuyo rostro era feo,,pero que cantaba como un rui señor

,y

todavía me suena, por decirlo así, en lo s oídos un aria de

la Par i sma,que era la ópera en que más campeaba su ta

lento , cuya letra de Felice Romani dice as í :

V”era undi guando l

'

a lma innocente

Tinto in rosa redea l'

avveni r,

Quando ancor sulmi o labbro r i dente,

]Von sona ra ol'

amore i l sosp ir;

Ma ti vid i,o f a ta l g i ovinetto,

Yo ti viali e la g ioia sp ari ;

Tinto in latto mi sembra ogni og etto

E f anebre la luce del d i . »

Digno de compadecer era, en mi sentir , el que no sentíagusto alguno al escu char tales verso s cantados por tal arti sta . La Jess ica de Shakespeare dice que desconfiaba de

quien no era sensible á la música . Yo me limito á sospe

char que hab ía alguna afectación en ese desdén delDuque .

El teatro de prosa era as imismo excelente en aqueltiempo

,porque teníamos en Sevill a actores tan sobre sa

l iente s como Tamayo y su mujer Joaquina Baus,Valero y

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Lomb ía . Interesante era tamb i en el repertorio , y' no todo

extranj e ro . Al lado de L a Torre de N esle,de D umas , y del

Vaso de ag ua de Scribe , dábans e dramasy comedias de Zo.

rri lla y Bretón,y el Don… A lvaro, de l Duque de Rivas , y E l

Trovador,de García Gutiérrez . Estos dos últimos poetas

formaban un curioso contraste : el primero era un gran senor de Sevil la, el segundo el hij o de una fami lia muy hum i lde de Cádiz ; ambos habían nacido poetas, y aunque decunas tan diferentes

,eran r ivales en la fama . Toda la ju

ventud de entonces sabía de memoria sus dramas,y más

de un estudiante repetía al volver á su pueblo aquello sversos de DonA lva ro:

<<Sevi lla ¡Guada lqui vir !

Cuá l a tórmentá i s mi mente,

N oche enque vi de rep ente

Mi s breves di cha s hui r . »

N i tampoco faltaban muchachas que recordaran,al se

pararse de su amante,aquello s que dice Leonor en E l Tro

vador

Ti emp os enque amor soli a

Colmar p iadoso mi af án,

¿Qué os hi ci stei s? ¿dónde estánVuestra g lori a y

"

mi a legri a?

I lusi ones engañosas

L i vianas como el p lacer,

N o aumente'

i s mi

Soi s p or mi ma l tanhermosas . »

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hacían “tamb i en colecciones de ello s,porque sus precios

eran todavía moderados . Más tarde vino el Barón Taylor,

com i s i onado por Lui s Felipe para comprar pinturas denuestras varias escuelas

,y á éste siguió un acaudalado in

glés llamado Stanley , y luego fueron llegando con el mismo obj eto otro s extranj eros

,cuya concurrenc i a las encare

c ió”extraordinariamente . Mi tío poseía una buena galería ;

pero la mej or quizás de Sevilla era la del canónigo Ceper0'

,

persona culta y conocida,que fi guró como Diputado en las

primeras Cortes y mereció por su buena presencia y aires eñori l que en ciertas semblanzas de los oradores de aquella época le llamasen.cura galán y cura l indo . Su vocaciónno hubiera sido la carrera eclesiástica ; pero cons i deraci o

nes de familia se la h icieron abrazar mal d e su grado , á fin

de no perder una r i ca cape llahía . Refería él mismo qu e

esta resolución le había costado muchas lágrimas y quehabía tardado largo tiempo en resignarse : los libros y lasartes habían

'

s ido su principal consuelo,y la colección de

p inturas que había poco á poco reunido,le distraía noble

mente . Vi s i tábale yo á menudo , porque Cepero era grandeamigo de m i s tíos

,y allí vi por primera vez los li enzos de

Zurbarán,Alonso Cano

,Herrera y todos los demás pinto

res anteriores y posteriores al s in par Murillo . De éste poseia asimismo dos 6 tres cuadros auténticos , y también unbuen Guido y un

'

Rubens .

f Por de contado no todo era deprimer orden

,ni faltaban en aquella numerosa colección

ciertas pinturas cuyas sombras son tan pesadas que apenas se distingue lo que representan , a l as cuales Bej aranollamaba con gracia San Brazo ó Santa Espalda, porque

poco más que eso se ve claro en sus telas ennegre ci das .

Pero ninguna galería podía vanaglor i arse de poseeralgo comparable con los cuadros reunidos en el Museo 6

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lo s qu e se admiran en la igles ia del Hospital de la Caridad

,especialmente el Moisés

,ó sea el milagro de las aguas .

Este último es una composición estupenda , en la cual elcolor

,

con ser tan bello , queda vencido por la expresión yviveza de la multitud de fi guras que ostenta ; pudiéndose

con verdad decir que así como no conoce b ien aVelázquezquien no haya visto su cuadro de las Lanzas , as í tampoco

conoce completamente á Murillo quien no haya visto suMoisés .

Cultivábanse tamb i é n en aquella época las letras , y nofaltaban poetas en la patria de Herrera . A más del Duque

de Rivas y GarcíaGutiérrez citados ya,d i stingu íans e Tas

sara, Tenori o , Cueto , Bueno , Bermúdez de Castro y otro s

de mucho mérito , para los cuales eran grande estímulo lasreuniones que se celebraban en una especie de Academial iterari a llamada el Liceo

,institu ida por el célebre escri

tor D . Serafín E s tévanez Calderón , conocido por el pseudónimo de el cual vino entonces á Sevilla encal idad de Jefe político 6 Gobernador . Este pe rsonaj e , cuyab iografía

,compuesta por su sobrino el ilustre D . Antonio

Cánovas del Castillo,es uno de los l ibro s más agradables

y b ien es critos de nuestra literatura contemporánea,era

buen poeta,y como estaba dotado de todas las cualidades

necesarias para cautivarse el cariño de las gentes,cous i

guió atraer al Liceo á la m ejor_

soci e dad'de Sevilla y á to

dos los arti stas y l iteratos que en ella existían . Concurríayo muchas noches á aquellas reuniones con m is tío s y pa

saba allí ratos agradables,ora oyendo buena música, ora

la lectura de buenos verso s . No faltaban allí aveces ocas iones de regoci j ars e , porque no todos los poetas eran deprimer orden

,y la manía de exagerar, prop ia del estilo lla

mado romántico que estaba á la sazón en boga, inspiraba

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de cuándo en cuándo producciones extravagantes . Eramoda general el declamar con voz tremante y ronca, y ré

cuerdo que una noche cierto j oven de melena larga y aspecto cadavérico

,recitó un cuento

,cuyo héroe refería que

logró penetrar en la estancia de la muj erá 'quien amaba , yal llegar a tan crítico punto

,leyó con tono cavernoso estas

palabras : <<ya soy adúltero » ; al o ir lo cual la'concurrencia,

que desde el princip io se estaba pereciendo de ri sa,soltó

una estrepitosa carcaj ada .

El romantici smo era la e scuela“ l iteraria que privaba

en aquel tiempo . Nació,

como e s sab ido,enA lemania , por

una reacción natural contra e ] estilo falso y'

sentimental ,

que la influencia francesa había introducido en“ aquel paísdurante el siglo XVI I I . Lo que habían empezado ahaceren la misma Francia Rousseau y el abate Prevost

,lo con

t inuaron á su vez en Alemania Less ing,Schleg'el y los

grandes poetas Schiller y Goethe . Siguieron enInglaterraLord Byron y Schelly ; en Francia Víctor —Hugo y Lamartine . Buscaban todos la pasión verdadera

,y como lo

'

contemporáneo parece siempre prosaico

,tomaron los asuntos

de tiempos más remotos,principalmente dé la Edad Me

d ía . A ntojósele s que esa época de ignorancia y de barbarieera la época romántica por excelencia, en lo cual vinierona co incidir con las - escuelas místicas y tradicionali stas . Siromántico era Schiller

,romántico también era Chateau

briand,y hasta el Rey Guillermo de Prusia

,que mostraba

afi ción exagerada á las antiguas inst ituciones políticas ,fué apellidado <<unRomántico en el trono » .

Y el perío do de la Edad Media,que más gustaba en

Sevilla y aun en Madrid,era (donosa ocurrencia) el de

aquel Rey D . Pedro , de cuya crueldad y mala vida aseguraBaluci o

,que incredi bi lia d i cebantur; de aquel á quien llama ,

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Por de sgracia,al mismo tiempo que nacía esta e scuela

literaria en Alemania,nacía también allí otra plaga mayor,

cuya propagación ha llegado á ser un Oprobio de nuestros iglo

,y es el suicidio . Decíame con mucha seriedad el

francés E dgardo Qu ine t, á quien conocí más tarde en Lisboa

,que los alemanes habían superado en osadía á los

franceses,porque éstos se habían l imitado

_ámatar á un

Rey,mientras que aquéllos habían matado á Dios . Y no le

faltaba razón , pues la verdad es que el esceptici smo y elpanteísmo que Fichte y Hegel sacaron como últimas consecuencias de las nebulo sidades de Kant

,eran unacom

pleta negación de la d ivinidad . Y la consecu enci a …de todo

esto fué que,suprim ida ú obscurecida, por lo menos , la

idea de Dios , y excitadas al m i smo tiempo las pa sionespor un orgulloso individualismo

,el suicidio volvió á re

nacer eu el mundo con más fuerza , s i cabe , que la que

tenía en la sociedad antigua . La obra de dieciocho siglosde cristiani smo ha s ido d e stru ida de tal modo qu e , s i b ienel romantici smo ha desaparecido en su forma primitiva

,

el su icid io ha quedado en las costumbres y se extiendemás cada día .

Nada hab ía,ciertamente .más contrario á lo s senti

miento s de la antigu a sociedad española qu e esa funestacostumbre . Madama d '

A u lnoy dice , en su viaj e á España,

que en Madrid se veían j óvenes tan perdidamente enamo

rados,que les llamaban los embebecidos ; pero ninguno

pensaba en matarse . Los galanes que retratan nuestras

comedias eran generalmente del tipo del Burlador de Sevilla ó de aquel otro engañador todavía más cruel

,á quien

dice la abandonada Dorotea :

S eñor Gómez A ri as

D uélete de mi ;

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N o me dej es p resa

E nB enamej í .

La aventura de Ine s i lla de Cantarilla,que se le e … en el G i l

.Blas, no pinta ciertamente costumbres españolas , y estátomada de una hi storia real y verdadera sucedida en

Francia a la célebre N inon de Lenclo s . Y,s in embargo

,

cund ió también por España ese extraordinario furor, s i noen im i tación del melancólico Werther

,cuya hi storia era

poco conocida,en imitación

,sin duda

,d e Jacobo Ortiz

,

o tro héroe de la misma laya,creado

,en competencia con

G oethe, por el ital iano Hugo Fó scolo ,

en unas cartas quefueron luego traducidas y obtuvieron mucha boga . Como

quiera ,el resultado inmediato fué que empezaron amenu

d ear los suicidio s en Sevilla , abr iendo la march a dos pobres muchachas de las l lamadas A talas , que habían s idoaband onadas por sus novios . Im i tólas después el hij o delJefe políti co sucesor de E stévanez

,mozo de grandes espe

ranzas,á quien pareció insoportable la vida sólo por ha

berse visto burlado por una niña coqueta .

Mayor impres ión produ j o el suicid io d e l in signe poeta

Larra , acaecido en Madrid . Aquel hombre tan ilustrado ,

que se había mofado con tanta gracia de las exagerac iones de Alejandro Dumas

,y cuya pluma era tan aguda y

s arcástica,rind i ó también tributo á la manía del s iglo ,

quitándose locamente la vida . Mantenía relaciones amo

rosas con una señora casada,la cual

,cansada ó arrepentí

da de aquel extravío,tomó la resolución de marcharse de

Madrid para v olver á reunirse con su marido . Qui so Larraimpedirlo y la amenazó con suicidarse . Persi sti ó ella ensu propósito y se d espid ió del poeta ; mas no había pasadoe l umbral de la puerta

,cuando la d etonación d e una pis

tola le anunciaba qu e aquél hab ía realizad o su desespera

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do designio . Parecía que el destino le hab ía impeli do áhacer verdadera en su prop ia persona la historia de su

Macías,y que hablaba de sí mismo al dictar aquello s ver

sos que dicen:

ba te, p ues, tanto en la suerte m ia

F ementida hermosa ,má s que hermosa ing ra ta ,

¡A s i a l má s rendi do amador se tra ta!

¡Cup o en ta l belleza tanta a levosi a /

Pero como la “

comedia suele acompañar á la tragedia,

para distraernos de tales tri stezas tuvimos que reir luegocon la aventura de cierta Condesa

,algo jamona

, qu i en,

á

causa de no sé qué disgusto s domésticos,decidió también

poner fin á sus días,tomando un venea mas apenas hubo

sentido algún tumulto en su i nterior,cuando , llena de e s

panto,pidió socorro á gritos . Acudió su marido , confe sóle

ella su locura y el nombre del farmacista qu e le había su

ministrado el tósigo,y corrió desalado el Conde_ en busca

de aquél para que le diera un contraveneno ; pero el buenboticario lo tranquil izó completamente

,diciéndole qu e ha

bía engañado á la Condesa,dándole C i ertos polvos , lo s cua

les eran s implemente un activo purgante,cuyos efectos ce

s aríanpoco á poco,dej ándola tan buena y mej or que antes

de su imaginado suici dio .

Aunque durante la época de que '

e stoy'

h ablando seguíatodavía la guerra civi l en muchas provincias '

de España ,h ab íase restablecido ya un poco la tranquilidad en Casti llay la Mancha , lo cual permitía que viaj asen otra vez las dil igenc ias y que en ellas viniesen muchos madrileños á Sevi lla . A consecuencia de esto tuvimos el placer de ver en elLiceo á Espronceda, Gallego y algunos otro s poetas de laCorte . E ra Esproncedaun hermoso hombre

,un tipo del e s

pañol, moreno y de oj os negros , que tanto agrada á lasmu a

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se usaba mucho en aquel tiempo, y uo entend i é ndola bien ,

le preguntó qué había querido decir . E xpli có se lo el autor ,y entonces Gallego le dij o : <<Pues si e so es lo que Vd . ha querido decir

, ¿por qué no lo ha dicho? » Había perdido casi en

teramente la fe en las ideas liberales , y fué chiste suyo muycelebrado el decir

,que el s i stema constitucional era una

cosa excelente , sólo que ofrecía grandes difi cultades en losprimeros cien añ os .Como poeta fué Gallego muy notable y hay en su estilo

una sonoridad y una energía que le distingue entre los demás . Su elegía á la Duquesa de Frías obtuvo mucho aplauso , y es característico que en ella comete la indiscreci ónde decirnos que la bella Piedad baj ó á v i s i tarle en su calabozo . Sucede con él lo mismo que con Villaverde

,Cepero y

cas i todos los cléíºigos l iberales de aquella época: hay s iempre que tener presente

,al tratar de su vida privada

,el <<ho

ni soit qui mal y pense » . Gallego , con ser tan feo , había tenido en su juventud mucho partido con el bello sexo á cau

sa de su talento,y en Sevilla referían algunos que cuan do

estuvo detenido tambiénen aquella Cartuj a , á la caída delGobierno constitucional

,salía todas las noches del encierro

con connivencia de su carcelero , y visitaba á una señorabastante bella

,con quien á pesar de las órdenes que había

recibido,representó más de una vez comedias y tonadi llas .

Ni negaba él mismo esta última circunstancia,y recuerdo.

que una noche se lo oí referir en casa de mis tío s y noscantó también á media voz unas coplas de la tonadilla deDon Celedonio

,que era la más conocida

,y que empezaban

d e este modo

Vengo tanarmado

Con todo mi tren,Porque una vi si ta

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A Doña Tor ibia,

Le teng o que hacer.

Como Johnson , emprendió también Gallego en la vejez lacomposición de un Diccionario de su lengua ; pero no poseíala perseverancia del escritor inglés

,as í que no llegó nunca

á acabarle , y aun so specharon algunos que la tal tarea era

s olo un pretexto para no hacer otra cosa y una capa con la.

cual cubría su pereza .

Buen poeta también,aunque de muy distinto carácter

que Gallego,era el célebre profesor D . Alberto Lista, cléri

go asimismo ; pero clérigo ej emplar , sm más¡pas i ón que los

l ibros,de lo s cuales tenía muchos y muy buenos . En feal

dad igualaba á Gallego ; en la índole le llevaba mucha ven

taj a,porque era la bondad y la benevolencia en persona .

Pasó cas i toda suvidaen señando y murió siendo Director

del colegio de San Felipe , de Cádiz . Tenía mucho afecto a

lo s j óvenes , y los animaba al estudio , sobre todo al de las

humanidades,procurando s iempre apartaiºl08 de la afi ción

a la vida políti cá qu e entonces cundía. Repetíale s S i empre :

Canta ,mucha cho,

Canta p la ceres,

P ues muchacho eres .

Para él no había goce igual al que proporciona la lectura .

Cuando cogía en la mano algún clásico latino,español 6

francés , que eran los que mej or conocía, y se ponía a analizar su s bellezas

,lo s oj o s le bri llaban como “luces

, y'

mos

traba tal contento,que ya no parecía feo . A él fué al pri

mero á quien consulté acerca del estudio de la fi losofía

que deseaba emprender desde m i l legada a Sevilla ; pero

su respuesta no me sati s fi zo . Había s ido Lista partidario

d e Condillac, cuya influencia duraba todavía en Sevilla, y

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aunque me aconsej ó que al e stu d io de aquel autor uniese elde los alemanes y escoceses , pareci óme todo ello muy vagoy aun contradictorio , y la verdad era que Lista compren

día ya que Cond i llac , _

como su maestro Locke , no conteníatoda laverdad ; mas .no ¿saba decirlo . Tan difícil es que los

viej os quemen públicamente los ídolos que hanadorado

en su juventud .

Pero los poetas más populares eran E stévanez y el Du

que,de Rivas , á causa de la gracia y amenidad de su con

versaci ón.¡ El Duque contaba admirab lemente sus propias

aventuras y las aj enas , ,exagerando y aun mintiendo , y

cuando,_

algún amigo le afeaba que ,según había observado , sus oyentes se divertían más mientras

,más él inventaba y mentía ; por consigui ente , ,

no veía

razón para priy arle s de aquel , gusto .,No era á la verdad

original en todo lo que decía . Por ej emplo , contaba que ,s iendo todavía muy joven, ,

s e hizo masón , y al momentode cierta colecta,

acostumbrada en las reuniones de aquella sociedad secreta, ¿ en vez de echar d inero , en la esportilla

,sacaba con d i s imulo un duro para ir al teatro

,lo cual

,

ya lo refiere Rabelai s,que lohacia“ él cuando era fraile con

el cepillo de las indulgencias . Pero , ¿quién no ha tomado

algo de Rabelais? Surft,Sterne

,Mol iére , Madama de Se

vi gné , que imitó su s chistosas cáfi las d e a dj etivos , y elmismo Cervantes

,á quien » sugirió probablemente la aven

tura de los molinos,la del gato que arañó á D . Quijote y

la abundancia de se han acordado delcura d e Meudon. Y e l

*

Duque , no sólo tomaba de él sino deotros muchos autores

,sab iendo como nadie e'ngalanar sus

plagios con el donaire del lenguaj e : En cuanto á E stéva

nez,su s chistes eran completamente originales y e spontá

neos ; era el más genuino representante de la sal andaluza .

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bria un carácter solapado y astuto . Su obj eto pareció ser

la c reación de una dictadura en favor del General“

Córdo

va . La dictadura , ó por lo menos el encumbramiento de unmilitar

,era entonces un voto bastante común: era como

una nueva y flamante ley s'

al ica que se quería estableceren vez de la que se había abolido ; sólo que cada

'

partidotenía su candidato

, y así como los progresistas trabaj abanya claramente paraque se '

formase un Ministerio pres idi

do por Espartero,as í también probaron algunos modera

dos á hacer otro tanto.

enfavor de '

Cérd'

ova . Pero este G eneral

,a pesar de tener mucho talentoy haber adquirido

bastante gloria en la guerra civil, ganando la batalla d e

Mendigorría, no gozaba del mismo' prest igio 'que aqu él ni

podía disponer del ej ército . E ra un hombre '

d e salón , más

diplomático que soldado,y más vanidoso que prudente .

El vulgo recordaba que había sido favorito de Fernando VII y no se fiaba de él . Muchos le tenían por ligero .

Creía poder contar con la Milicia nacional ; más ésta se ha

llaba dividida y poco dispuesta á pelear en”

su favor .

Esto lo experimentó bien pronto á su propia'

costa un

pariente nuestro llamado D . José Zaldo, hombre bien plantado y valentón

,que comandaba uno de los mejores bata

llone s . Con el objeto de explorar los áñ imos de sus milites ,los reunió un día en el patio del cuart el y comenzó á aren

garle s ; pero no só lo fué recibi do con s i seos,s ino que algu

nos milicianos se bajaban á coger peladi llas del suelo" con

intención de tirárse las á la cabeza ; en vi sta de lo cual ,nuestro Zaldo suspendió » su plática

,y retirándose á su

casa, dió luego la dimisión de aquel cargo . O tro tanto hizoE stévanez Calderón , luego que hubo notado la actitudequívoca del Ayuntamiento

,y así poco apoco fuése que

d ando tan sólo el poco afortunado Córdova,que bastó que

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el General San Juanena viniese de Cádiz con algunas com

pañías de trepa, para que cayese sin la menor res istenciaaquel castillo de cartas . Cortina se marchó después á Ma

dri d , donde , cambiando de Opiniones , se mostró muy par

ti dari o de Espartero , y Córdova emigró á Portugal y mu

rió en aquel destierro .

- o

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las más bellas é interesantes que pueden vers e despuésde las de Roma .

Todo es magnífi co en el culto de aque lla hermosa Catedral

,y el gusto se recrea con la variedad de los espec

táculos que ofrece . El edifi cio es gótico , como ya lo hedicho ; es una imitación en piedra de la Selva de Irm insul ;pero el Santo Sepulcro

º

ti ene carácter greco romano, con

estatuas de Profetas,que en vez de ser demacradas , cue

llitorci das y tristes , como las que acompañan naturalmen

te á las l íneas prolongadas de la arquitectura oj ival, os

tentan formas más humanas y hermosas . Las vestidurassacerdotales de su numeroso clero

,son de mucha riqueza

,

y la música de sus órganos y capilla e s digna de tan celebrado templo . Por último su s niños de coro

,que llaman

se i ses , son de un género unico en el mundo católico , porque no se limitan á cantar antífonas

,s ino que también

poseen el arte del baile,de lo cual hacen preciosa muestra

en cuatro de las principales—

fiestas religio sas del año . Opinan algunos que este uso es antiquís imo

,

" y no me extrañaría que así lo fuese y que lo que vemos ahora sea algúnresto de lo s misterios de la Edad Media . El baile e s tan

antiguo como las demás artes y se unió,como ellas

,a la

religión de los pueblos . Los hebreos danzaban delante de lArca

,y Dav i d ºgu s taba de hacerlo ,

á pesar de las burlasd e Micol ; en la Roma pagana bailaban los sacerdotes sal io s ; en los países musulmanes bailaban los derviches ; nosería, pues , extraño que este baile de Sevilla tuviese unagrande ant igi i e dad y se ej ecutase ya en algunas de lasigles ias que s e edifi caron allí después de la reconqui sta .

Mas de todos modos,el traj e que usan los sei ses y lamú

sica con que cantan y danzan,bastan para persuadir de

que esta usanza, en la forma que hoy día tiene , no es ante

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rior al s iglo XVI . Las mangas acuchilladas y los sombreretes con plumas son modas del Renacimiento , y la melo

día,e s del género sencillo y expres ivo que señala también

el renacimiento ó, por mejor decir , el nacimiento de la

buena música,porque este arte hechicero

,del cual no que

daban semillas ni modelo s antiguos,fuera de algunos

motivos conservados en el canto gregoriano,no empezó ,

propi amente , . á existir has ta fines del s iglo X V,y ha sido

completamente creado por el gen io moderno .

Quien no las haya vi sto , fácilmente podrá temer que

tales danzas sean impr0p ias del culto divino ; pero ni loson n i lo parecen a quien

,s in preocupación

,las mira ; y

hay la tradición de que un Papa,ó por lo …menos un Nun

cio,que oyó hablar mal de ellas , e stuvo á punto de acon

sejar su supresión ; pero des istió de hacerlo apenas las

hubo presenciado . Los protestantes mismos suelen juz

garlas s in severidad , y estando yo de paso en Sevilla hace

pocos años,durante la octava de la Concepción

,pude con

vencerme de ello ; pues encontré en mi posada un clérigoangli cano , y habiéndole preguntado su opinión sobre estacostumbre

,me contestó que lo s movimientos d e los sei ses

eran tan modesto s,l a música tan pausada y el canto tan

puro que,por su parte

,dada la pompa de nuestro s ritos ,

no veía en ello nada profano ni censurable .

Las proces iones de Sevilla son igualmente suntuosas,

y,en general

,me parecen dignas de su obj eto y de su

fama . Algo,s in embargo

,me desplace en ellas . Quis iera

yo que todo s los pasos y fi guras que llevan en andas fueran de un mérito artístico indudable

,de modo qu e no

degenerasen nunca en caricaturas ; desearía también mayor orden y compo stura en las personas que las acompanan. Hay , sobre todo , una que tiene lugar de madrugada,

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cuyo aspecto no es siempre edifi cante . Recuerdo que unavez que asi stí á ella vi q ue dos de los pen

'itentes con ca

puces negros se salieron de las fi las para u n as'unto personal y urgente , y mientras le daban término, entablaronel siguiente d iálogo : <<Juani llo , ¿sabe s tú á qué hora" se

arrecoge este ganao? NO''lo sé,Perico ; lo qué *

s'

é es queyome voy ahora mesmo á mi casa, porque estoy harto deki ri e le i sone s » . Pero ,

'

a juzgar por lo ronco de su voz, de*lo

qu e estaba harto era de vino,porque no sue len los peni

tentes ir en ayunas . Con razón se ha dicho 'que e s pel igroso tocar á la superstición , porque ésta es

*

un baluarteavanzado de la religión; pero en todo cabe un términomedio

,y estas procesiones nocturnas traen involuntaria

mente á l a memoria aqu ello que d ice San Pablo de lo quepasaba en ciertas cenas de la ' Igles ia primitiva: os

diré? ¿os alabaré? , en e sto no o s alab'o » . Sin e mbargo ,apre súrome á decir que esto es sólo i ma excepción y

'

que

en general é l_

- recogimiento y fervor de la mayoría delpueblo en estas funciones han sido y º

s i gu en siendo s iempre notables

,

'

y las lecturas de aquella semana, qu e mi sotro s llamamos santa

,y los gri egos grande , h an l legado á

ser tan familiares á lo s pueblo s cri stianos, que muchas fra

s e s y expresiones d e e llas han quedado en su s respectivosidiomas

,como verb i gracia : —i n ' i ll0 temp ore, turba multa ,

talle talle, f elix culp a , llorar como una Magdalena , negarcomo San Pedro

,otro gallo zme cantara, andar deH erodes

á Pilato,lavarse las manos d e un asunto , s er cruel—como

Herodes,ver y creer como Santo Tomás y _

dar al C ésar loque es del César . Hay también una"

e xpresión que propiamente no se refiere a las lecturas de la Iglesia, sino á unacostumbre que exi ste en muchos pueblo s 'de Andalucía,ycons iste en hacer un Judas de t rapo , relleno de paj a, y

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nerale s que le dirigían . Espartero no sólo *

impi di ó la toma

de Bilbao,s ino que re stableciendo luego la d is cip lina tomó

la ofens iva y batió completament e á los carlistas en Ramales y enArbalan ; Narváez había limpiado la Mancha de

facc iosos , y O'

Donne ll lo s venció en Belascoain . Los carlistas continuaban la lucha ; pero no poseían ya tantos medioscomo antes de reparar sus continuas pérdidas

,y “después

de la muerte de -Zu inalacarregri i , no habían tenido un soloj efe qu e reemplazase el número con la pericia . Cabrera

,

único caudillo que mostró algún genio militar,fué también

venc ido en Lucena por O '

Donne ll . Entre tanto D . Carlos,

que,s i no merecía manej ar la rueca

,no era tampoco digno

de la lanza, se hallaba dominado por una camarilla de fa

náti cos , que querían dirigir las operaciones militares desdeel cuartel general de Oñate

,enaj enándole asi lo s ánimos de

sus Generales . Estos, por su parte , pertenecían cas i

,todos

á la misma clas e media de donde habían salido los de laReina

,y aunque alard eaban d e real istas

,tenían ya amb i

ciones parecidas á las de sus contrarios . Uno de ello s,nom

bradoMaroto , digno émulo de l os revoltososdel bando l iberal , ocultando sus verdaderos móviles con la capa del

b ien público , decidió abandonar a su Rey y á su partido ; ydespués de fus ilar á tres Generales compañeros suyo s

,que

se oponían a su s d e s igni os , hizo un convenio con el General Espartero , en virtud del cual depuso las armas y desi st ió de la lucha . Espartero y Maroto se abrazaron delante

de ambos ej ércitos en los campos de Vergara,y en aquel

momento no era seguramente Espartero el más revolucionario de los dos . El hecho de que la mayoría de lo s ofi ciales carl istas se dej ó arrastrar por Maroto

,prueba asimismo

que estaban cansados de la guerra y que sacrifi caban debuena gana los pr inc i p i os de su partido

,contal de conser

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var sus grados . D . Carlos s e marchó aFrancia,seguido d e

pocos se c u aces , y aunque Cabrera intentó prolongar por s i

solo la lucha, tuvo también que abandonarla , luego queEspartero se apoderó de Morella algunos meses después .

Pero nu estra d esgraciada estrella quiso que las venta

j as de esta paz no fuesen durables,y la alegría —de enton

ces no hub iera sido tan grande n i tan general , s i los espa

ñole s hubiesen visto desde luego dos cosas que les ocultaba cl porvenir . La una , era que muchos de aquel lo s Gene

rales á la sazón tan querido s y tan aplaudidos,iban pron

to á volver sus espadas contra su prop ia Soberana . Algunos

de ello s se pusieron más adelante al lado del trono,pero

los más se complacieron en hostiliz arle y han s ido lo s au

tores de nuestras continuas revoluciones . El elementociv il ,representado por varones de un mérito reconocido

,ha tra

tado de sobreponerse á esos inquietos caudillo s ó apre scin

dir de el lo s ; pero siempre ha sucumbido en esa di fícil em

presa,por manera que la sociedad española ha veni do á ser

una democracia dominadapor una ol igarquía militar . Conpretexto de defender ó establecer novedades q u e la mas a

de la nación ni pedía ni necesitaba con tanta urgencia , esos

mi smos militares han repetido en este siglo en nuestro

país las revueltas que causaban en la Edad Media los

G randes Mae s tre s de l as Ordenes militares , el Almirante

de Castilla 6 lo s Adelantados de la frontera .

La otra co sa que tampoco se veía entonces , era que la

paz de Vergara no era propiamente paz , s ino tregua, por

que la guerra volvería á renacer más de una vez , cuandolos carl istas

,repuesto s de sus pérdidas , hallasen ot ras oca

siones oportunas para renovar sus esfuerzos . Esto sucedecas i s i empre ,

en las luchas dinást icas , y la razón de el lo e s- que mientras h ay un individuo que s e cree con derecho á

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l a corona,nunca le faltan partidario s para ayudarle

,so r

bre todo cuando un principio político ó religioso cubre laambición de su s miras . La guerra civi l de los Yorks y Lancaster duró cerca de un siglo en Ingl aterra y no terminó »

hasta que Enrique VII de Lancaster casó con I sabel d eYork

,hij a de Eduardo IV . La lucha de los Guzmanes con

lo s descendientes de D . Pedro duró también muchos añosen E spaña y no cesó hasta que una nieta de este Rey fu éunida en matrimonio con un nieto de Don Enrique . De l

mismo modo en el s iglo actual hemos vi sto á lo s carlis tas

volver por tres veces á la pelea y poseer todav ía tantafuerza latente

,que la democracia española se halla templa

da enmuchas circunstancias por el aspecto de ese partid o .

La rosa encarnada t iene s i empre miedo de la rosa blanca ,

Pero en el año 39 pocos podían adivina'r tales sucesos , y

la general idad de las gentes se entregó s in recelo á la más

viva alegría . Hubo Te ]) eum,i luminaciones y fi estas publ i

cas de toda clase,en las cuales s e renovó el regocij o s en

tido ya al empezar el reinado deDoña Isabel , y recuerdohaber vi sto á muchas personas graves abrazarse y congra

tularse en medio de la calle , como s i se tratara de un su ce

so, no sólo fausto , sino personal y privado . Por mi parte locelebré con todo el entusiasmo propio de m i poca edad yde mi inexper iencia . Figurábame ya ver á la España levantada de su larga postración y vuelta á lo s d ías de su antigua gloria

,y aunque no tardó en venir el desengaño

, por

el momento me hallaba gozos í s imo .

En aquel año tuve también un placer,que

,aunque d e

género muy diverso, ha quedado muy impreso en mi me

m oria,y fué que al cabo encontré una persona capaz d e

iniciarm e en los misterios de la moderna filosofía . En Cádiz , como en Sevilla y en toda España

,había reinado de8de

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mas iado fl orido y amanerado , que no satisfacía á los inte

ligente s , por lo cual quedó pronto bastante ob scu'

r.ecidocuando D . Juan Arbolí dió el ej emplo de una elocuencia

elegante,pero sobria .

Unía este orador los estudios clásicos á lo s teológicos , yademás de conocer b ien á Bossuet y Bourdalou e , hab ías e

famili arizado mucho con los escrito s de Cicerón y SénecaDe este último fi lósofo era sumamente afi cionado

,porque

le parecía que había l legado con la sola luz de la razón a

donde ninguno habí a llegado antes . Decía, que cuando'

fiere, por ej emplo , que todas las noches antes de entregar

se al sueño,examinaba su conciencia , mientras callaba su

esposa Paulina,que debía ser bastante habladora, se com

prende que alg unos hayan sospechado que tuñ ese puntasde cri stiano

,s i bien mil itan muchas

'

razone s para opinar lo

contrario,principalmente una intrín seca y de mucho peso ,

cual es el elogi o que hace siempre del su i ci d io . Arbolí le

estudiaba de cont inuo é imitaba tambiénsu estilo , abusando

,como él , de las antítesis ; y me acuerdo bien de

'

cierto

sermón de Cuaresma,en que hizo retratos estupendos d e

los principales Apóstoles,contrapom endo con mucho inge

n io caracteres a caract eres .

Estas afici ones de Arbolí le llevaron naturalmente á e stud iar también la fi lo sofía moderna y fué profesor de estaci enci a en un colegio l lamado de San Felipe

,que baj o la di

rección de D . Alberto Li sta había sustituido con muchaventaj a al antiguo de Villaverde ; y conociendo personalmente al Doctoral

,a él me dirigí en aquellas vacaciones

,

como me había dirigi do antes á Lista . Pero tampoco ohtuve de A rbolí lo que yo deseaba

,porque sus ocupaciones no

le permitían dedicarse á ninguna otra enseñanza fuera delco legio . Tuvo

,s in emb argo

,la bondad de recomendarme a

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su amigo García Luna,quien

,como él

,se hallaba muy a l

corriente de las nuevas doctrinas fi losóñcas .

Era García Luna hij o de padre s muy acomodados y rec ib i ó una esmerada educación clásica del conocido huma

nísta D . Bartolomé Gallardo,con quien viajó también al

gún tiempo,hasta que se descompuso con él precisamente

por no hallarse conforme en las opiniones fi lo sófi cas,por

que Gallardo era naturalmente intolerante y hombre de

pocos . amígos , y no perdonó nunca á García Luna que hubiera abrazado las ideas de Cousin . Enterado Luna de mideseo , que era asi mismo el de otros cuatro 6 cinco j óvenesde mi edad , aceptó de buena gana el compromiso de ser

nuestro maestro y compuso para nosotros unas L ecc iones

de fi losof ía_

eple'

ctíca, qu e más tarde fueron impresas en

Madrid y obtuvieron mucho aplauso . Mis compañeros y

yo formamos una especie de Academia , que se renovó luego vario s veranos

,para leer también al m i smo Cous in , á

Remu sat y demás cori feos de la escuela ecléctica . No llevábamos túnica ni barbas

,éramos fi lósofos de guantes

amarillo s,pero j urábamos por aquellos autores y por Re i d

y Dugald Stewart,como s i en ello s se hallase concentrado

todo el saber de los hombres .

Y á la verdad toda mi vida he conservado á García

Luna una sincera gratitud,por su intel igente amaestra

miento,porque

,no solamente me ha libertado esa fi losofía

de adoptar las ideas extravagantes,que luego han corri do

por el mundo y seducido a tantos incautos , s ino que á ella

deb í también una tendencia general á buscar la verdad '

y la

belleza do quiera que se encuentran , s in prevenciones d e

escuela . Cousin ha sido muy criticado y combatido y sigue

s iendo el fi lósofo más cordialmente aborrecido por los

hombres de ideas extremas,s ingularmente los pos itivistas ,

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s iendo cas i cómico el furor con que le hos til izan ; pero elmotivo de esta antipatía no es otro más que el despecho

que les infunde la elocuente , defi nitiva é inape lable refu

tación que ha hecho este gran fi ló sofo de las t eorías sen

suali stas .

Un peligro había, esto no ob stante , no en las análi si s

p sicológicas de Cousin,s ino en ciertas teorías que también

propaga, acerca de" la fi losofía d e la histor i a

,S i guiendo á

Vico y á Hegel , porque, s i se toman al pie de la letra, des

truyen toda confi anza en la fuerza del ingenio humano yconducen al fatali sní ó

,y por lo tanto á la pas ib i li dad abso

luta . La idea.

de que el hombre poco 6 nada puede contra

eso que _u

'

nos c onsiderandecretos de la Providencia y otro sevoluciones lógicas de la historia, d esalienta necesariamente . Pero contra esa especie de letargo fi losófi co d ióme

á su vez un buen remedio el célebre D . Antonio Alcalá Gal iano

, que vino aCádiz para d irigir el mencionado colegiod e . San Felípe á la mu erte de Li sta, y gustaba mucho dedar

,consej os á la juventud . Pero antes de explicar cuáles

fueron, los …que quiso darme , diré lo que recuerdo de aqueli lustre estadista .

Era Galiano natural de Cádiz , como Istúríz y Men

d i zábal,y pertenecía á una familia noble y antigua . Su

padre fué undistinguido ofi cial de Marina y él mismo s ir

vió algún t iempo en la armada y luego en la diplomacia ;pero su ambición y sus dotes oratorias learrastraron á la

'

vida política , en la cual alcanzó pronto gran distinción .

Pasaba por el p ico de oro de la ge neración del año 20 y

e clipsaba al mismo A rgií elle s . S u rostro era feo ; pero suelocuencia era tanta que no s e pensaba en ello . T enía unaimag inación muy lozana y sus primero s discurso s abundaban en figuras de todo género . Recuerdo haber leído uno

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Recuerdo que solía sentarse por las tardes en un banco d e

l a plaza de San Antonio,y allí le seguía un círculo de ad

miradores,aquienes embelesaba con su amena conversa

ción . Y su s ocurrencias eran a veces tan chistosas como

las de Gallego 6 E stévanez . Una vez encontró en la calleauna antigua amiga suya

,la cual le dij o

,con franqueza,

que le hallaba muy envej ecido : <<Hij a mía, le contestó Galiano

,no lo estás tú poco

,s ino que á ti te sucede como á

l os que se embarcan por la primera vez , que cuando lanave

_gmpi eza a andar, creen que lo que se va es la tierra

y que ello s no se mueven »

Pecaba Galiano de distraído,á la manera de tantos

otros literatos . De Walter Scot t se cuenta que , hab iéndoleregalado el Príncipe de Gales una precio sa copa de cri stal

c incelado,se la me tió en el bolsi llo de la casaca, y lo pri

mero que hizo al l legar á su casa,fué sentarse encima y

]

hacerla pedazos, con grave perjuicio de su propia epi der

mis . De nuestro Duque de Frías se refi ere que , siendo

Embajador en París,en tiempo de Luis Felipe

,se. dej ó

o lvidada á su hij a en un baile de las Tullerías y tuvo laReina Amali a que enviarla á .la Embaj ada

,acompañada

por una dama de Corte . A esta familia pertenecía Galiano :s iempre en las nubes . Hallándose de Mini stro en Li sboale sucedió una ve z que al l legar á un sarao

,s intió un agu

do dolor en un pi e , que pensó fuera de gota, hasta que,examinando mejor la causa del daño

,halló que se había

dej ado dentro del escarpin un pequeño calzador de metalcon que se lo había puesto .

Pero su defecto principal , y lo que le impi d10 siempre

h acer en la política un papel correspondiente á su saber y

elocuencia,fué la inconstanci a y debil idad -de su carácter .

Y por eso, s in duda , estimaba tanto en los demás las cua

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l idades contrarias , y nos dió lo s consej os á que me refi ero

y que voy por fi n á recordar . <<Las generalizaciones de la

fi lo sofía histórica, solía decirnos á m i y amis compañero s

de estudio,son, s in duda

,buenas para explicar los suce

so s pasados ; pero no para adivinar los futuros , y pueden

infundir desconfianza en la virtud de la voluntad de lo shombres . Para neutralizar , pues , los malo s efecto s de esas

general izaciones,le s aconsej o á ustedes que se dediquen

mucho al estudio de la historia misma . En la hi storia ve

rán ustede s lo que valen los caracteres y cómo se sobreponen á todas las circunstancias y á todas las evoluciones

más temibles . » Seguí yo de buena gana este saludableavi so

,y creo que así me he salvado también de las tenden

cias exclusivas y de escuela, porque la historia me haofrecido

,á cada paso , ej emplo s notables del poder de la

energía humana,la cual

,según la expres ión de l juicioso

Polib io,es capaz por s i sola de enaltecer á una ciudad ó a

un reino .

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cual daba á la Corona el derecho de nombrar los Alcaldes .

La generalidad del país no veía en esto un grande inconveniente

,y á cualquiera que juzgue desapas ionadamente

las cosas,le parecerá imposible que un hecho semejante

bastase para provocar una revolución ; pero las clases interiores

,que aspiraban ya á dominar

,no quis ieron confor

marse con una medida que las podía excluir de los puestos municipales

,objeto inmedi ato de su ambición . Espar

tero,que ya de antiguo acariciaba la idea de hacerse

Regente,decidió poner su prestigio al servicio de esas

clases,a En de lograr más fáci lmqnte por este medio el

o bjeto que se preponía .

Era Espartero un buen militar,y á su pericia fué deb í

d a,principalmente

,la terminación de la guerra carli sta ;

pero la humildad de su origen y su larga permanencia enla República del Perú

,habían contribu i do á que natural

mente s e inclinase á las ideas más democráticas . Sus aduladore s le comparaban con Washington ,

á causa de su

probidad y de su puritanismo político ; yo creo , s in embargo , que su s modelos eran más b ien los caudillo s de la ins urre cci ón d e nuestras Américas . Como quiera que sea

,

él dió el s egundo ej emplo de un General que,faltando á

su juramento y pisoteando la disciplina,se encaramaba á

un alto puesto con pretexto de salvar la patri a . El primero

fué Riego,y,según era fama en Cádiz

,fueron los agentes

de la insurrección americana los que le sumini straron eld inero para el alzamiento del año 20; ahora le tocó su vezá Espartero con el apoyo de lo s burgueses . Y así se fuéintroduciendo en España esa lepra de los pronunciam i entos militares , que tanta vergi i enza y descrédito han traído

sobre nosotros,s inm ás ventaj a que la de i mponer á nues

tro país instituciones y novedades para las cuales no es

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taba preparado'

y detener el desarrollo de su riqueza .

Sentía Espartero los impu l so s de la ambición ; pero párecia o ír también la voz de la conciencia y no podía decid irse á cometer de repente la acción tanviolenta y tan feaá que le excitaban su s am igo s los progresi stas . Por desgracia ten' ía á su lado o tro General llamado Linaj e

,hom

bre de mene s escrúpulos , que fué , por decirlo así , su Mefi stófele s ó diablo tentador . N o tenía este militar muchomás talento que Espartero

,y como prueba recordaré que

en una ocasión le hizo fi rmar una proclama,que pretendía

haber inventado , pero que resultó se r s implemente unatraducción de otra muy conocida del famoso Bonaparte

,

como - se lo probó un diario moderado,publ icando una y

otra en sus columnas .

A u p eu d'

esp ri t que le bonhomme a va i t

L'

esp ri t d'

a utru i p a r comp le'

ment serva i t.

Pero de todo s modos sabía más que su j efe,y el aseen

diente que sobre él ej ercía no disminuyó después de esteri dículo incidente

,ni tampoco perdió nada la populari dad

d e l mismo Espartero , porque el pu eblo , á igual de los enamorados

,no ve nunca los defectos de sus ídolo s .

Al p rinc ip io de la conspiración de E spa i tere no parecíatratarse más que de un cambio de Mini sterio

,y con ese

g rito se verifi caron en Septiembre de aquel año diverso spronunciamientos en Madrid y otras ciudades

,á la sazón

qu e la Reina hab ía sali do de la Corte y se hallaba en Barcelona . A pre surós e la augusta señora á retirarse á Valen

c ia y á nombrar Ministro á Espartero ; mas éste le qui soluego imponer un programa tan exces ivamente l iberal ytan ofens ivo á su dignidad .

,que no le fué pe s ible ,

acep

tarlo . Y como su permanencia en España hubiera podido

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ocasionar fácilmente una nueva lucha intestina,que re

pugnaba á su corazón, prefirió abdicar de la Regencia y

marcharse inmediatamente al extranjero . En la ú ltimaentrevista que tuvo con aqu el ambicioso

,es fama que le

dirigió estas severas,pero merecidas palabras :

b ienlo v eo ; te he h echo Cap itán General, te he hecho Duque

,te he hecho Grande de España ; pero no he ped i do

hacerte caballero » .

Partió,pues

,la Reina

,dej ando solas á su s tiernas h i j as

en una edad en que tanto neces itaban de su madre,

*

y estacircunstancia fué quizás el primer origen de otros males

que más tarde s e deploraron. En cuanto al país , excusado

e s decir que los moderados consideraron la acción de E s

partero como un atentado intolerab le , mientras que losprogresistas la celebraban y alababan con e l más extra

vagante entus iasmo . Por lo que hace alos carli stas tampoco ocultaban su regocij o , desmintiendo , por espíritu devenganza

,los princip ios que profesaban . Espartero regre

só triunfante á Madrid,y de allí á poco unas nuevas Cor

te s,elegidas baj o su influj o

,le nombraron Regente del

Reino .

De esta manera,la noble Nación española, la Monar

quia de“ los Recare dos y .Fernandos,la que en tiempo de

los Carlos y Felipes dió leyes á una parte de l a Europa y

dela América , Se vió puesta de repente al nive l de sus co

lonias más desventuradas . Cuando algún extranj ero quiere mofarse de nuestro atraso respecto a

'

las principales na'

c íone s de Europa , suele decir por donaire que el Afri caempieza en los Pirineos : con mayor exactitud podía cualquiera decir el año 41

,que lo que empezaba en “

los Pi r i neosera Méj ico ó el Perú . Y para que el paralelo fuese completo

,al m i smo tiempo que un General de la guerra civil ocu

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ocasionar fácilmente una nueva lucha intestina,que re

pugnaba á su corazón,prefirió abdicar de laR egenó ia y

marcharse inmediatamente al extranj ero . En la últimaentrevista que tuvo con aquel ambicioso, es fama que ledirigió estas severas

,pero merecidas palabrasz< <E spartero,

bienlo veo ; te he h echo Capitán General, te he hecho Duque

,te he hecho Grande de España ; pero no he pod ido

hacerte caballero » .

Partió,pues

,la Reina

,dej ando solas á sus tiernas h i j as

en una edad en que tanto necesitaban de su madre, y esta

circunstancia fué quizás el primer origen de otros males

que más tarde se d ep loraron. En cuanto al país , excusado

es decir que los moderados consideraron la acción de E s

partero como un atentado intolerable , mientras que los

progresi stas la celebraban y alababan con e l más extra

vagante entusiasmo . Por lo que hace á los carli stas tampoco ocultaban su regocij o , desmintiendo , por espíritu devenganza

,los principios que profesaban . Espartero regre

só triunfante a Madrid,y de allí apoco unas nuevas Cor

tes,elegidas baj o su influj o

,le nombraron Regente del

Reino .

De esta manera,la noble Nación eSpañola la Monar

quia de los Re caredos y F ernande s , la que en tiempo delos Carlos y Felipes dió leyes á una parte de la '

E uropa y

dela América , Se V i ó puesta de repente al nive l de sus co

loni as más desventuradas . Cuando algún extranj ero quiere mofarse de nu estro atraso respecto á las principales na

'

c ione s de Europa , suele decir por dona ire que el Afri caempieza en los Pirineos : con mayor exactitud podía cualquiera decir el año 41 , que lo que empezaba en los Pirineo sera Méj ico ó el Perú . Y para que el paralelo fues'e completo

,al m i smo tiempo que un General de la guerra civil ocu

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paba el más alto puesto del país , todas las ciudades de E spaña caían baj o el poder de Ayuntamientos salidos de la

ínfima burgue s ía ; y sobre todos ellos se elevaron los corifeo s más ardientes del bando progres ista

,que mandaban

más, especialmente en materia de elecciones , que losAyun

tam i entos y Gobernadores,y á lo s cuales dieron con mu

cha propiedad el sobrenombre de Caciques,porque real

mente trataban á sus conciudadanos como si fueran indio s .

Montesquieu , al hablar de la Monarquía oligárquica de laGran Bretaña, dice que aquel s istema político fué hallado

en lo s bosques de Germania . Nosotro s podemos decir quee l nuestro , con su mezcla de democracia y de militarismo ,ha sido inventado en las selvas del Nuevo Mundo .

El estado de todas las ciudades era tal,que hasta los

l iberale s más exaltados d ebían“

d eplorarlo , s i estaban debuena fe

,porque entre otro s inconvenientes tenía el de h á

cer,no sólo odiosas

,s ino ridículas las instituciones repre

s entativas . En Cádiz había un sastre llamado Arcos,cuya

tienda estaba en la calle Ancha, el cual era uno de los ca

cique s de la población . En Sevilla hubo una temporada enque el Ayuntamiento entero se componía de artesanos , pormanera que

,según aseguraban los chuscos s i alguien s e

acercaba en el teatro á la puerta del palcomunicipal y de

cía en voz alta : todo el Ayuntamiento volvía lacara . Y como muestra de lo que eran entonces , así el público como los Alcaldes

,referiré una escena ocurrida en

aquella época en uno de lo s teatros de Sevilla . Había en éluna bolera

,la cual era el ídolo del populacho , más que pór

su donaire,por su escandalosa desenvoltura . De sencuad er

nábase toda y parecía hecha de goma elástica, según l o

que se movía y quebraba , llegando su deshonestidad á tal:

extremo , que e l—Alcalde, a pesar de ser muy demócrata, le8

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mandó que se moderase . Mas ella,que era muy taimada ,

lo que hizo fué exagerar el defecto contrario y bai lar de

una manera tan pudorosa y remilgada,que el público adi

v ínó al instante la intervención de la autoridad y por lomi smo empezó apedir con desaforados gritos que la bolera bailase como antes

,y sobre todo que moviese aquella

parte de la persona que sirve para sentarse . El a lborotofué tal

,que al fi n hubo de ceder el pobre Alcalde , y po

ni éndose de pi e en su palco y tomando un aire tan solemne como S i echara su bendición al orbe

,dijo con voz pausa

da y sonora : <<Señores,que lo menee » . Después de lo cual ,

no solamente cesó el tumulto,sino que el Alcalde tuvo por

algunos días una “popularidad casi tan grande como la delmismo Espartero .

Pero,no sólo en los teatros

,sino en las calles y plazas

había de continuo escenas ri dículas ó deplorables . E xi s

tían de an tiguo en la plaza de SanAntonio de Cádiz unas

cadenas que impedían la entrada de los coches,á fin de

que no estropeasen el enlosado : pues el pueblo soberano ,a fuerza de gritar <<fuera caenas »

,cons iguió que se quita

ran . A cada paso se celebraban fi estas patrióticas , en lascuales

,á imitación de lo que antes s e hacía con el retrato

del Rey, paseaban los patriotas el de Espartero y le poníantambién arañas y colgaduras en el balcón del A yuntamiento . Fautora principal en todo esto era la Milicia Nacional, la cual se moría por reunirse y ostentar su entu

s i asmo l iberalesco . Tuvo esta i nstitución 'cierta utilidaddurante la guerra carlista

,guarneciendo fuertes

,custo

d íando convoyes y tomando parte en algunos encuentros ;pero aun entonces hizo ya tanto daño como provecho

,

porque á fuerza de perseguir é insultar alos que no protesaban ideas l iberales , fué causa de que muchos se marcha

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tiranía de aquellos pretorianos d e la revolución , se formóen Cádiz un batallón compuesto de todos los gallegos queservían en las casas de los más pudientes comerci antes ymercaderes

,los cuales los vi stieron á su costa, y su Co

mandante era un tal D . José María Pastor, hombre rico ydotado de un carácter muy enérgico . Pero aunque por estemedio defendieron bien sus haciendas , no por eso se l ibertaron enteramente de la tiranía progresi sta .

Esta era de tal natu raleza,que los moderados no po

dian ni s iquiera hacer uso de la libertad de imprenta .

Habían dicho y repetido mucho los progresi stas , cuandoestaban en la oposición

,que esa l ibertad era como no Sé

qué lanza encantada,la cu al curaba ella misma las heri

das que hacía ; pero luego que s e apoderaron del mando ,d e scohfi aron completamente de la tal lanza

,y echaron

mano de otros remedios que no tenían nada de mág i coS.

Como muestra recordaré que habiendo un periódico moderado de Cádiz

,l lamado E l Comerci o

,criticado con algu

na acritud los actos de Espartero , asaltaron las turbasuna noche su imprenta y arroj aron por las ventanas lasprensas ylos tipos . Hallábase mi casa frente por frente ,de manera que desde m i s balcone s fu i testigo presencial

de aquella e scena,indigna de un pueblo culto . Pero lo

más chi stoso del caso fué qu e después de consumado eldes trozo

,tocaron generala

,reuníó se l a Mil icia, y batallón

tras batallón,con caj as y trompetas

,pasaron por delante

de la imprenta,dando vivas á Espartero ; y al día siguien

te decía un periódico progres i sta,fund ado por cierto viej o

masón , nombrado Campe , que la actitud del pueblo y del a Mil icia había sido admirable y que n i un solo momentos e había turbado el orden .

Volvió de allí á poco E l Comerc io á cometer otro crimen

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d e leso progresi smo , censurando los gasto s que se hacían

para obsequiar á Espartero durante unviaj e qu e verifi cóa algunas provincias ; y entonces e l mismo Jefe políti co

,

que era un antiguo militar nombrado R icoh,en vez de

amparar en su derecho al Comerc io,escrib ió á su director

,

D . Alej andro Llorente,una carta tan ofens iva , qu e dió

luego motivo á un lance personal entre lo s dos . Veri fi có se

e l desafío en l os pinares de Chiclana,y Cádiz temió por

la vi da de Llorente,que era all í e stimado de muchos ; pero

la suerte dispuso que cayese el desventurado Riech . Tuvo,

s in embargo,Llorente que marcharse al extranj ero , á fin

d e evitar las iras de los gobernantes .

Igual determinación le fué también preci so tomar a

D . Juan Durana,j efe de los moderados de Cádiz , caballero

a caudalado y de un carácter sumamente firme . O d iábanle

por esto m i smo los revoltosos,y por dos vece s fueron las

turbas á insultarle en su propia casa y penetraron hastasu despacho

, s in que aquel varón constante dej ase de esc rib ir ni alzase siquiera la cabeza para mirar alos energú

menos que le denostaban . Pero más tarde se vió expuestoá tantos s insabores

,que por fi n decidió marcharse . Por

manera que la situación de las co sas era verdaderamente

muy violenta , y s i b ien había cesado la guerra carli sta ,continuaba entre los partidos i sabe linos la misma lucha

que antes . Dábanse muchos vivas á la libertad ; pero no á

la que definen tanto Ros s i como Julio Simón , s ino a la

que consi ste en una l i cencia egoísta y desenfrenada .

La administración pública,no hay que decirlo , no me

j oró mucho en este período , s ino todo lo contrario . Había

s e repetido has ta la saciedad que una de las ventaj as dels i stema representativo era que las Cámaras tenían, por

decirlo así,los cordones de la bolsa, y e so hacía impos ibl e

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los despilfarro s de otras épocas . Entre nosotros se v ió que

poco á poco los tales cordones se fueron aflojando de talmodo que

,s iguiendo la misma metáfora, púdos e luego de

cir que la bolsa de que se trata ya no los tenía . La progre

s ión de los gasto s fué desastro sa y su peso recayó princi

palmente , como era natu ral , sobre las personas que tení an

má s que perder , que eran los moderados . Hab ías e dicho

también que el régimen l iberal tenía por fundamento lajusticia

,y luego vimos que se despoj ó de sus destinos a

todos lo s empleados antiguos , sustituyéndolos con personas cuyo solo mérito era la recomendación de los Diputa

dos progresi stas . Y este mal traj o cons i go otros mayores ,porque los moderados tuvieron que hacer después á su

vez otro tanto . Y e sa instab i li dad de los dest inos produjo

dos inconvenientes deplorables,á saber : la inexperi enc i a

de lo s empleados y su relativa inmoralidad .

De esto último pude ver un curioso ej emplo en uno d e

mis viaj es á España después de cierto cambio político ,acaecido un poco más tarde . Pasando por una ciudad d eAndalucía fuí á vis itar á uno de mis antiguos compañero s

de Universidad,que desempeñaba all í un alto puesto

,des

pués de haber estado cesante una larga temporada,y al

despedirme de él,le deseé que no volviese á verse privado

d e la buena posici ón que ocupaba . A gradec ióm elo mucho ;mas al mismo tiempo me añad ió en el tono más naturaldel mundo : <<Espero du rar algún tiempo en este empleo ;pero de todos modos

,esta segunda vez no seré tan tonto

como la primera,y procuraré llenarme bien el bol sillo . »

Quise afearle su conducta y recordarle de qué padres habíanacido ; pero me contuvo sonriéndose y diciéndome conaire de compasión : <<Amigo mío

,qué cándido eres ; sábete

que no soy yo sol o el que así p iensa, y la culpa es de lo s

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¡partas en de su propósito . Los amantes de la lealtad y dela disciplina no pudieron menos de elogiar á aquellosbravos milita res

,los cuales parecían decirles a los suh le

vados,como lo s arcabuceros españoles á Gastón de Foix

en la calzada de Rávena: <<Haced con lo s demás lo que quis iére 1s ; pero no os metáis con nosotros . »

El triunfo de Espartero fué completo y su severidadigualó

,S i no excedió

,á la del monarca má s ab soluto , por

qu e es tamb ién una máxima de los progresi stas que sóloello s tienen derecho para sublevarse y que á los demás lesestá terminantemente prohib ido . Hubo

,pues

,comis iones

militares y fusilam ientos de j efes esclarecidos,entre ello s

el del General D . Diego León,que era el Aquiles de nuestro

ej ército por su valor y gallard ía ; tragedia qué produj o muy

tri ste impresión en toda España y muy principalmente enMadrid

,según pude verlo yo mismo

,porque habiendo cur

sado ya cuatro años d e . leye s en Sevilla, quiso m i padre quepasa8e á terminar mi carrera a aquella capital y llegué a

ella justamente pocos días d espués del movimient o polí

tico á que me refi ero .

Cau sóme bastante pe sar el abandonar á Sevi lla ; mas nodej ó pronto de sonreírme la idea de ir á vivir en la Cortey di sfrutar de sus diversiones y ventaj as . El viaj e de Sevi

lla á Madrid se hacía durante la guerra civil en unas malís imas galeras

,tiradas por mulas , que iban escoltadas por

alguna tropa y tardaban qu i nce días . Pacifi cada la Mancha

re stablecíéronse las diligencias,las cuales eran menos incó

modas y empleaban sólo cuatro días,descansando una

noche en Córdoba y otra en Ocaña ; pero los camino s permaneci eron por mucho tiempo todavía inseguros

,y era

necesario que dos ó tres e scepeteros fuesen en el techo delcarruaj e para d efenderle de los ladrones ; hasta que al fin

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un Mini stro moderado organizó la Guard ia c ivi l,á imita

c ión de la Gendarmería francesa . El estado de las carreteras era as imismo deplorable

,y en m i segundo viaj e volcó

la diligencia con tanta impetuos ídad , que los pobre s esco

pe teros fueron aparar a la copa de un olivo . El primero ,s in embargo

,no ofreció lance de ninguna clase

,y lo hice

muy agradablemente en compañía del famoso Mari scalSaldanha y de la señora de Alhear con sus s impáticashij as . Era aquél un hermoso hombre

,ya entrado en años

,

con cara de león blanco,de aspecto noble y militar y de

bello carácter . En Portugal pertenecía á la raza de los Ge

nerale s revolucionarios , que tambi én all í era entonces

abundante , y en aquella época desempeñaba la Embajadade su país en Madrid y volvía á su destino

,después de una

corta - licencia . Era persona docta y estudiosa,y por el ca

mino fué leyendo un ]lí anua l de G eolog ía ,que luego me

prestó,y en el cual tomé mis primeras nociones de esa inte

re santí s ima ciencia . La famil ia de A lbear e s la principal de

Motilla,donde tiene su casa solar

,y la señora era viuda

de aquel A lbear, valiente Ofi cial de Marina , que mandabaciertas fragatas españolas

,las cuales

,al regresar de Bue

nos A i re s cargadas de caudales , el año 1804, fueron pirati

camente atacadas por fuerzas superiores inglesas , antesde ninguna declaración de guerra

,y apresadas después

que la voladura de una de ellas hizo impos ible la re s i s

tencia .

Para hacer como todos los viaj ero s diré algo de mis im

pre s ione s , y confesaré que me quedé desagradablementes orprendido cuando entramos en la Mancha y s e presentaron á mis oj o s aquellas llanuras s in árboles ni ca s eríos y

aquellos pueblos tan negruzcos y tan tristes,que contrastan

con lo s de l a ri sueña y frondosa Andalucía y sólo pueden

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compararse con los más miserables de la Irlanda 6 de Polonia . Pr eguntábame yo qué sería Castilla la Viej a, S i la N ueva era tan fea

,y cómo había quien soñase todavía en con

qui stas fuera de España,cuando existía aun dentro de ella

tanto terreno baldío . Una sola cosa me causó cierto regocij o ,y fueron los molinos de viento

,porque me recordaron las

aventuras de Don Qu ij ote y el libro inmortal que las des

críbe . Pareci óme , en cambio , muy desagradable la multitud

de pobres que acosaban en cada parada_á lo s viaj eros y

seguían luego la dil igencia hasta que se cansaban de correr

tras ellas . Ni era posible contentarlos á todos,porque su

número era grandís imo . Y en el pueblo de Manzanares había una mendiga

,ciega de nacimiento

,la cual estaba dota

da de un gran talento natural para componer versos d erepente , amanera de los << ímprov i satori » de Nápoles . Su

rostro era agradable y su voz dulce, por lo cual insp iraba

doble lástima,y la Reina Isabel

, s iempre generosa, le seña16 una pensión y la sacó de aquel miserable estado , apenasla hubo conocido en su primer viaj e á Andalucía .

En Ocaña descansamos una noche y cenamos huevosnadando en aceite y perdices desechas d e puro cocidas .

Allí supimos ¡ay ! la muerte lamentable del General León

que fué muy sentida de cuanto s en la posada nos hallábamos . Hasta las muchachas que nos servían á la mesa dieron á su memoria un tributo de lágrimas

,y el General Sal

danha , quien á fuer de portugués , tenía un carácter dulcey compasivo

,se apesadumbró también mucho y me dij o

que , en su concepto , Espartero había cometido con aquello

fus ilamientos una falta de la cual i i o'

tardaría en arrepen

tirse .

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S in embargo , Madrid recobró pronto su asp e cto alegre

y bullicioso . No es aquella ciudad comparable con Sevi llani Barcelona ; porque ni sus monumentos son

,en general

,

muy notables,ni su territorio es frondoso , ni su s ituación

pintoresca ; pero t iene y tendrá siempre una cosa que lepresta mucho encanto

,cual es un cielo

tan azul y tanalegre que sólo le

b

h e hallado igual en N ápoles y Méj ico . Hoy

d ía ha ganado Madrid mucho en extensión y en la hermosura de su caserío

,y la traída de las aguas de Lozoya ha

hecho posible el plantío de muchos árboles que adornansu recinto y hacen algo más sano su clima ; pero de todos

modos,ha s i do s iempre la población más animada y diver

t ida de Europa,después de París y Viena . El carácter de

sus hab itantes es por extremo j ovial y forma contraste conel de los demás castellanos

,y más aun con el de lo s galle

gos y catalanes . D irías e que no tienen más ocupación qu ela de divertirse . A la una después de me dia noche hay enlas calles centrales una animación que sorprende ; y raro

es el madrileño medianamente acomodado que se levanta

de la cama antes de las doce del día, por cuya razón se

pregunta uno muchas veces cómo y cuándo de sempeñacada cual las obligaciones de su casa ú ofi ci o . N i las vicitudes políticas 6 del comercio son poderosas para a lteraresta fi sonomía general de aquel venture se pueblo . A seme

janza de la falange macedóni ca,donde uno cae allí se le

vanta otro ; y siempre hay en Madrid una masa de genteadinerada

,que sabe gozar de la vida . El coche que l levaba

hace un año al M in i stro ó al Subsecretario Juan,lleva

ahora á su sucesor Pedro,y la b erlinita que paseaba antes

al banquero Fulano , va ahora ocupada por otro más feliz .

Durante los primeros días anduve muy ocupado porque tenía que as istir á la Universi dad

,que se hallaba ya

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abierta,y perdía además mucho tiempo presentando las

cartas de recomendación que llevaba y vis itando á algunas personas que ya conocía de Cádiz y Sevi lla . Pero poco

á poco fu i organizando m i exi stencia de talmanera, qu e

me quedaba lugar para ir viendo á Madrid y participar desus diversiones . Y desde luego no dej aba nunca de baj aral Prado

,que era entonces el centro de todo el mov im i en

to de la ciudad , no existiendo todavía los nuevos barrio s

que luego la han ensanchado tanto . En aquella época po

día decirse que Madrid terminaba en la fuente de Cibeles .

En el Prado,pues , se reuníanen inv i erno , de dos á cuatro

de la tarde, todas las personas ociosas , y las más e legan

tes se paseaban á la izquierda de la alameda principal, que

l lamaban París . Circulaban junte á ella los coches,que no

eran la décima parte de los que h oy acuden á la Castel lana n i del luj o de los del día . La Corte misma llevaba gene

ralmente tiros de mulas y lo mismo usaban muchos Grandes

,entre otro s la Condesa del Montij o

,que con sus lin

das hij as no faltaba nunca al paseo .

Allí fu i conociendo poco á peco á las más célebres be ldades de la Corte

,entre quienes descollaba s in dispu ta la

Condesa de Villagarcía,de hermosura escultural y tipo

acabado de la dama española . El Cond e de Clarendon,que

había estado en Madrid algunos años antes como Embaja

dor de su país,estuvo muy enamorado de ella . La Mar

quesa de A lcañ ice s le disputaba el premio de la bellezapero no el del ingenio . Esta iba cas i s iempre acompañada

de su primo D . Pedro de Girón , Duque de O suna, el cualera asimismo un hermoso hombre

,y mucho más discreto

que su hermano D . Mariano , á qu ien pasó luego el títulopor la temprana muerte de aquél . La Marquesa de Montu

far era igualmente una l inda dama, que se ufanaba con

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los homenaj es del amartelado Martínez de la Rosa. Acudía

s iempre éste al Prado , á pesar de le que le ocupaba la polí

tica,armado d e sus lentes , porque era muy miope , y dando

el brazo á D . Domingo Ruiz de Arana, antiguo d iplomático

,de amable carácter

,pero de escaso talento , á quien

por e se tal vez había escogido Martínez para particular

amigo y confi dente,s iendo cosa bastantemente común que

los hombres de much o ingenio prefi eran para e s e papel álos que no le tienen . Iba acompañada la Marquesa de sulinda hij a Carolina

,que después fué Marquesa de Bedmar ,

y cuya muerte ha sido tan s inceramente llorada por susnumerosos amigos .

Las hij as del Conde de Parsens,que eran valencianas ,

fi guraban también con razón entre las bellezas de aquellaé poca, y una de

' ellas,la Duquesa de Veraguas

,parecía una

m uj er del N orte por la blancura de su tez y sus e j e s dea zul de cielo . ElMarqués de Pidal

,á pesar de su genio aus

t ero y aun ari sco,s e le mostraba muy rendido; pero la Du

quesa no gustaba de las adulacíone s del mundo , y hab i end o env iudado más adelante

,acabó como una dama del s i

glo XVII, encerrándose en un claustro . La Condesa de Cam

pe Alange debe ser también colocada j unto á estas seño

ras,aunque se dis tinguía mucho de ellas por un defecto

od ios íS imo,que era una lengua viperina . Por no perdonar :

a nadie,no perdonaba ni á su propio hij o . Las Camarasas

e ran todas agraciadas,s ingularmente Encarnación

,cuya

fi sonomía viva é inteligente la asemej aba á una linda fran

cesa . Por último,algo menos bella que todas éstas

,pero

muy superior á todas en di screción y bondad,era la Mar

quesa de Santa Cruz,hij a de los Marqueses de Malpica .

C onocí á su mari do en Sevilla,y á ella desde mi llegada á

Madrid, y la he co'

nservado s iempre una especie de culto,

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tario de Jerez,nombrado Haurie . A quella mujer s in igual

real izaba las descripciones que han hecho nuestro s poetas

de las Zulemas yZe raldas . Multitud de hombres notablesacudían también d i ar i amente al salón del Prado y era

para m i sumamente interesante el conocer, al menos de

vista,á los que entonces hacían mayor figura en la Corte ,

como Martínez,I stúríz

,Pidal

, O lózaga , Pach eco y tanto sotros que sería prolij o enumerar ; y también al Cuerpo di

plomáti co extranjero , entonces por cierto poco numeroso ,porque no nos habían reconocido las tres principales Potencias del N orte . El Duque de G luch sberg , que luego fuéDuque de Decaze s y Mini stro de Negocios Extranj ero s deFrancia

,era entonces Secretario de la Embaj ada de su

país y vivía en la intimidad de nuestra aristocracia . El Mí

ni stre de Dinamarca,llamado Dalbe rge di Prinío, era as i

mismo muy bien recib ido,entre otras razones

,porque mu

chos moderados comprometidos en el movim i ento delaño 41 se habían refugiado en su casa

,en premio de lo cual

le confirieron más adelante el título de Barón del A silo .

Era h ombre amable , pero original . Tuvo la ocurrenci a demandar hacer una muñeca de grandor casi natural, y lasentaba á su mesa cuando alguna circunstancia imprev i sta reducía el número de sus convidados á trece , que es

guarí sm e cons iderado todavía de mal ag ii ero , á pesar dela decantada ilustraci ónde nuestro siglo . El Príncipe deCarini representaba al Rey de Nápoles , el cual había reconocído á la Reina con la esperanza

,que al fin no logró

,de

que ésta se casaría con un Príncipe de su fam i li a . Mí

nístro de los Estados Unidos fué por aqu ello s tiempos elfamoso escri tor Washington Irving

,con quien tuve la for

tuna de hacer alguna amistad,por tener á veces m i luneta

en el teatro al lado de la suya . Mostrábase apas ionad í síme

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de España , y lo ha probado bien en sus obras , que soncas itodas sobre asuntos d e .nue stro país ; y le agradaba tantoto do lo e spañol , que , segúnme dij o en una ocasión , le gustaba hasta el olor de la e lla

,que sal ía de las casas más hu

mildes en lo s barrio s baj o s de Madrid . Era un literato tanmodesto como afable y de buenas formas . Saldanha noconcurría mucho al paseo , y el Ministro de Inglaterra, quese l lamaba Asthen , no era persona grata para la buena sec íedad

º

d e Madrid,á cau sa de su predilección por E sparte

ro , y tampoco Se le veía mucho en el Prado .

Los monumentos de Madrid ocuparon también m i

atención , aunque pronto pude advertir que en este puntola capital de España es inferior á cas i todas las de sus prov ínci as ; baste decir que no hay en ella ni s iquiera una catedral digna de tal nombre ni comparable por lo menos con

las de ciudades tan pequeñas como Cádiz,Gerona 6 Jaén .

Pedro el Grande de Rus ia, movido igualmente por razonespolíticas

,puso su Metrópoli , á semej anza de nues tro Rey

DonFelipe,en un terreno árido y en un clima malís imo ;

pero al menos la llevó á la orilla del mar y cuidó de embellecerla con edifi cio s magnífico s . Nuestro Monarca prefi rió

gastar sus millones en el Escorial , cuyo cielo no peca cier

tamente de risueño . Aquel carácter,más portugués que é s

pañol, parecía complacerse en lo tri ste . El Palacio Real deMadrid

,constru i do en tiempos posteriores , s in ser suntuo

so ni comparable con los que poseen otros Soberane s desegundo y tercer orden

,es por lo m enos de una arqu i te c

tura sólida y agradable . Lástima grande que esté situado

j ustamente al Norte y mirando al frío Guadarram a,lo cual

condena al Rey de España,al poseedor del Jardín de las

Hespérides,á soportar inviernos rigurosos

,suspirando qui

zás,como Mignon

, por el país donde los l imoneros fl orecen .

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El caserío de Madrid es muy diferente del de Cádiz ySevilla

,porque la frialdad del clima no consiente allí lo s

patios ab ierto s de la templada Andaluci a . Paréce se más

bien al de Francia y Alemania . Los palacio s de los Grandes son,

as imismo,de un estilo poco ri sueño , y á excep

ción del de Liria y algún otro,no tienen mucho méri to

artístico . Aquellos i lustres magnates , que fueren Virreyesen Italia y Fland e s , n o traj eron á su patria el gusto de

una rica arquitectura,comprobando así que e sa afi ción

estética es la última que se propaga en todas partes , por

que no sólo exige ho lgura,s ino también independencia en

las clases que la fomentan . Por e se vemos que en Italiamismo hay palacio s más suntuosos en Venecia y Roma

que en Milán ó Nápoles . Además , e s preciso confesar quelaa rqui tecturg£ no fué nunca cultivada entre nosotro s con

tanto éxito como la p intura después que cesó el floreci

miento gótico . Nuestro s buenos pintores han sido muy

numerosos , mientras que fuera de Herrera , Toledo y el

universal Berruguete,hay pocos nombres de arquitecto s

españoles que sean familiares á nuestros oídos .

Lo único que es en Madrid digno de “una capital y quecorresponde á la grandeza pasada de España

,es la colec

ción de cuadros del Museo del Prado . Con las afi ciones

que yo había adquirido ya en Sevilla, recibí las impre s i ones más deliciosas en aquel sagrado recinto

,donde vive

en todo su esplendor el arte de la p intura . ¡Válgame Diosy cuánto gozaba delante de tales maravillas ! ¡Qué placerme causaron , sobre todo, lo s lienzos de Rafael y Velázquez ,que veía por la vez primera ! Durante los tres año s que

permanecí entonces en Madrid no dej é de ir á contem

plarlos todos los domingos , y después , s iempre que he

vuelto á la corte,mi primera vis ita ha sido para el Museo ;

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s e Cane , ningún otro le haya seguido por ese camino . Lageneralidad de nuestro s pintores , ya sea por la falta demodelo s de lo bello

,tomados de la Naturaleza 6 de la é s

cultura antigua, 6 por la facil idad con que pueden hacer

cuadros' de efecto con la magia de su color y la valentíade sus toques

,no han rendido mucho culto á lab elleza, a

esa flor del arte que fué descubierta por los gri egos . Hanquerido algunos atribuir e ste a las severidades de la i n

qu i s i ci ón; pero la verdad es que los pintores modernos , loscuales no pueden ya temer al Santo O fi cio , s iguen prefiriendo lo feo y aun lo tétrico

,cual lo demuestran sus más

conocidos cuadros , como , por ej emple , L a camp ana de H ues

ca,donde se ven multitud de cabezas humanas rodando

por el su elo ; Juana la L oca , acompañando el ataud de sumarido ; E l D uque de Gand ía , contemplando el cadáver de

la Emperatriz Isabel ; E l cadá ver de Inés de.Castro, colocadosobre el trono

,y otros que por brevedad em ite . Ni tampoco

es lícito atribuir e ste al carácter tendenciae s más bien festiva

,según lo prueban nd e stras produccio

nes l iterarias . Cervantes sobre todo , en quien vive encarnad q el genio español , no sólo es el padre de la risa, s inoque ha pintado en su Qui7

'

e te mujere s tan hermosas comoLuscinda

,A ltí s i dora y aquella Dorotea

,<< cuye s cabellos

eran tan rub i os que pudieran los del sol tenerles envidia » .

Pero se a de e ste le que fuere , todo me pareció admirable en el Museo de Madrid

,y no podría decir cuáles fue

ron los cuadros que más llamaron entonce szmi atención

,

pues pocos son lo s que no ofrecen algo excelente . Desdeluego

,como ya lo he dicho

,lo s grandes l ienzos

,cuya fama

es europea, tales como E l Pasmo de S i ci lia , LaP erla y L a

Vi rg endel Pez,de Rafael ; los Murillos , lo s Velázquez, lo s

Rubens , los Van -Dycks , los Tíc íanos . H ay también all í

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cuadros qu e sobre ser be llos tienen la elocuencia de un

libro . ¿Quién , por ejemplo , puede mirar el retrato del Prin

c ipe Carlo s , por Sánchez Coello , s in reirse de los que han

supuesto que la R eina Isabel estuviera enamorada deaquella tri ste y raquítica figura? Lástima podría tenerle ;pero amor no . E S también interesante el de la Reina Maríade Inglaterra

, por Antonio Moor , figura tan vulgar y tanfea , que involuntariamente se compadece aFelipe II , quien

cuando fué su marido eramucho mas j oven que ella,y á

la verdad,no mal mozo

,segúnlo demuestra un retrato de

Ticiano,que está asimismo en el Museo

,el cual lo repre

s enta justamente en aquella época de su vida y vestido ála inglesa

,con un jubón de seda negra forrado de pieles de

c i sne . Con razón dice Sandoval que en aquel matrimoniohizo D . Felipe el papel de un Isaac sacrifi cado en aras dela conveniencia política

,y no extraña ya tanto , al ver am

bos retrato s,que , conforme le aseguran ciertas Memorias

inglesas,fuese el Príncipe poco fiel á su mujer y pers igu i e

s e á las criadas de Palacio , quienes probablemente eran

j óvenes y l indas .

Todo está en aquel Musee : nuestras grandezas y nues

tra decadencia ; Carlos V y Carlos II ; la rendición de Breda,que tanto li senjea nuestro orgullo , y un auto de fe , cuya

vista aprieta el corazón como'

una tenaza de h i erro . Parae l patriota hay páginas de gloria

,para el místico visiones

de ángeles y santos,para el profano las bellezas de lamás

ri sueña mitología . Dos cosas faltan únicamente en aqueltemplo de las artes : las p inturas anteriores á Rafael y una

buena colección d e'

e statuas . De las primeras no hay ni s iquiera alguna de Botticelli ó de Ghirlandaio para dar idead e lo que fuere n aquellos grandes pintores ; y las obras de

e scultura contenidas en el p iso baj o del Museo son buenas ,

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pero en ce rtís imo número . Esto último es á la vez causa yefecto ; porque la escasez de modelo s antiguo s ha impedi

d e que en España se cultivase la escultura con el mismo

éxito que la pintura,hasta el punto de que sólo se citan un

Montañés , un Cano y un Becerra como escultores de mé

ri to ; y por otra parte la poca afición que existe entre nosotros a ese arte tannoble

,tiene por efecto esa pobreza de

e statuas notada en e s e Museo . Si el público español gustase realmente de las buenas estatuas como gusta de los

bu enos cuadros , ya estaría dotado , Madrid por lo menos ,de una galería de vaciados antiguos y modernos como las

de Viena y Munich .

El pueblo de Madrid,por regla general , no es tan afl cio

nado á las artes como elde Sevilla ó Barcelona . Lo que másb ien le caracteriza es su buen humor y una sociabil idad

extremada . Pocas capitales conozco en que la hospital idadsea más franca y general . Hay multitud de personas que

tienen s iete cocineros,pues están convidados s iempre á

comer en casa de algún am igo . Yo tenía que rehusar muyá menudo los convites

,porque si aceptaba

,no pod ía i r

después al teatro, que era mi divers i ón f avorita . Comía, sin

embargo,de cuándo en cuándo

,con D . José Fontagut G ar

gelle , á quien me había recomendado m i padre , y que me

mostraba mucho afecto . Era hombre acaudalado , que habíahecho su fortuna en Méj ico

,y aunque no tenía muchas

l etras,le sobraba buen sentido y gramática parda . Hacía

pingii e s negoci os con el Gobierno ; pero e ste no le impedíaver claro en la s ituación política de entonces . Recuerdoque una vez que volvíamos en coche de' su quinta de Carabanch el y nos encontramos por el camino una brigada deinfantería, me dij o , guiñando un oj o : usted esos sol

dados? pues eso s han reemplazado á lo s frailes . El pueblo ,

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Celi s,compañero mío de Universidad, gastó -

'con una deellas todo el buen caudal que había heredado de su s p á

dres . La clase media no posee,como la de Andalucía

,un

carácter particular,y la aristocracia es una mezcla de la

de toda España . Lo que más d i stiugu e á las señoras madri leñas es la urbanidad de sus modale s y la suavidad desu pronunciación , pues en vez d e s uprim ír fi nales , á la manera de las andaluzas

,e sfu érzanse en alargarlos

,sobre

todo las eses , y e ste produce una especie de música sumamente agradable . Las valencianas

,de las cua les había en

toncesmuchas en la Corte,exageran á su vez las des fina

les , convirtiéndolas cas i en tes , por lo cual , d íce s e de ellas

L a s va lenci ana s del Ci t

Tienen p or g ran vi rtut,

Saber toca r el la ut

Y haber estado en Madri t.

En las catala'

nas,inclusa la bella señora de Madoz , noté

una voz fuerte y cas i hembruna,que está reñida con la

gracia .

Había asimismo varias extranj eras . La… Duquesa de

Alba, por ej emplo , era una Vintim iglía de Sicili a, tan fea

como di stinguida ; la Condesa del Montij o era irlandesa ; laseñora de A lbe ar inglesa, y algunas otras de varias nacionali dade s que ahora no recuerdo .

Pero el pueblo baj o de Madrid es lo más español delmundo y continúa siendo tal cual lo pintan las historias

desde los tiempos de Saint Simón y Madama d '

A u lnoy

hasta los del Marqués de San Felipe y el Conde de Toreno ,s iempre capaz de actos tan heroicos como los del 2 deMayo , s iempre exaltado en su patrioti smo . O b sérvase , contodo

, una notable diferencia en su modo de sentir, y es que

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antes s e dist inguía por su amor asus Reyes , mientras queahora se incl ina mucho a lo contrario

,s in que n i los favo

res ni las adulac íone s,que también el pueblo tiene hoy

quien le adule , hayan bastado á estorbarlo . En el año 42 , l agente baj a de Madrid era toda progresi sta

,probablemente

a causa de las continuas fiestas patrióticas y las esperanzas de b ienandanza que les hacían concebir los l iberales .

Para las masas , el concepto de la libertad pol ítica va unido

naturalmente al de la l ibertad absoluta de hacer cuantoles da la gana . Recuerdan a cierto caballero de Andalucía

,

que cuando fué proclamada la Constitución del año 12,

abrió una hermosa paj arera que tenía en su j ardín y le diól ibertad á una legión de canario s y ruiseñores .

En fi n,el pueblo de Madrid es más j ovial que poético ,

y su pasión dominante es,como ya he dicho

,la de diver

tirse . El cl ima es allí un obstáculo para la poesía de lavida

,al menos para la poesía al aire l ibre ; y el v i ci o halla

tantas faci lidades , que el amor verdadero ve amenudousurpado su imperio por el que es comprado y fingido . Si

las costumbres de aquella capital no son todavía tan malas como las de las otras grandes ciudades de Europa

,es

porque afortunadamente no han desaparecido aun deltodo en nuestro país las benéfi cas tradiciones de la fecristiana .

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Pedro,dirig i ó el motín de Aranjuez y a quien por esta ra

zón califi ca Toreno de inquieto y bullicioso .

Tenía yo amenudo ocasión de ver tanto a la Condesacomo a su s hij as en casa de la señora de A lbear

,y reca er

do que Eugenia me h ací ai

re ir mucho,contándome las bur

las que le jugaba á su maestro de italiano,pues era toda

vía tan niña, que no había terminado sus estudios . Sin em

bargo , un año después asi stía ya con su hermana mayor a

las recepciones de la Condesa,que eran semanales

,y tam

bi én a l a tertulia diaria,que poco apoco llegó a ser nume

rosa y a la cual tuve luego el honor de concurrir . Entreotros pasatiempos introdújos e en ella el de las charadas ,dirigidas por el Marqués de Mol ins

,quien

,aunque viudo ,

era de mediana edad y s e había enamorado perdidamentede Eugenia .

Por ella se prestaba a inventar juegos de toda especiey a representar un papel en ellos

,como si fuera un mo

zalbete . Una noche se quemó ambas manos al encender

unas luces de bengala . Pero no por eso logró ablandar el

corazón de aquella viva y amable muchacha,cuya hermo

sura y riquezas,unidas al título de Condesa de Teba , que le

pertenecía por su propio derecho,la hacían uno de los mej o

res partidos de la Corte y le atraían los homenaj es de otrosvari os pretendiente s

,entre los cuales se contó mi amigo

Don Salvador Bermúdez de Castro,que fué luego Marqués

de Lema y Embaj ador en París,en tiempo del Imperio . Y

la suerte quiso que la Paquita casase luego con el Duque de

Alba,mientras que Eugenia permaneció bastante tiempo

s oltera hasta que al fin la tomó por esposa nada menos quee l Emperador Napoleón III y se ciñó una de las más poderosas coronas de la tierra . ¡Quién le hubiera dicho en aque

l la época,cuando entraba tan risueña en la vida, que ven

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dria á. s e r con el tiempo uno de los ej emplo s más notable s

de los caprichos de la fortuna !

La Condesa del Montij o daba también grandes s arao s

y bailes,y tengo muy presente uno magnífi co de traj es ,

que fué laprimera gran fi esta ar i stocrática á que asi stí .Lucieron all í su belleza las damas principales de la Corte ,distinguiéndose entre ellas

,como siempre

,la Marquesa de

A lcañice s,la Duquesa de Veraguas

,Doña María Buschen

thal y la Marquesa de Santa Cruz . Esta última iba vestidacomo la Manch egu i ta de Goya . Jóvenes de ambos sexosformaban dos cuadrillas muy lindas

,una de guardias fran

cesas y otra de escoceses . En la primera figuraba la futura

Duquesa de Alba,en la segunda la Conde s i ta de Teba, a

cuya blanca tez sentaban muy bien los colores vivos de un

tartán roj o y verde . El hij o de Alcanices,hoy Duque de

Sexto , el Conde de Ayerbe , el Marqués de Arcicollar y otro sj óvenes de rancia nobleza eran los principales en ellas . Elgusto hallaba donde es coger en aquel baile

,porque había

traj es de todos géneros ; pero los que más abundaban eran ,como es natural

,lo s españoles . Yo llevaba uno de terci ope

lo negro con botones dorados de la época de Felipe IV, que

mi sastre copió de un retrato del Museo . Por cierto que

hice ya entonces una ob servación que he tenido motivos

para confirmar después,y es que esto s bailes de traj es re

sultan sin duda magnífi cos como espectáculo,pero no son

por lo común de lo s m ás divertidos,porque la mayor par

te de las personas que concurren a ello s piensan más en

lucir su s vestidos que en ser verdaderamente amables .

Madrid , como toda España , estaba entonces dividido

en bandos , que se odiaban cordialmente , hasta el punto ,según ya

/

lo he dicho,que ni se trataban ni veían . La Con

desa del Montij o hab ía abrazad re sueltamente las Opinio

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ne s moderadas , de suerte que en su s salones no se encontraba casi ningún progres i s ta . Como escena característicareferiré que una noche advertí al llegar que lo s primero ssalones se hallaban vacíos y que todos los tertulianos seagolpaban hacia un gabinete del fondo . Movido de la curios i dad hice como los demás

, y penetrando a duras penasen él

,descubrí que la causa de aquel apiñamiento era un

retrato nuevamente adquirido del desdichado GeneralDiego de León

,que todos querían contemplar a la vez . La

pintura,que era bastante buena , representaba de cuerpo

entero y muy al vivo la gallarda figura de aquel malograd o caudillo ; por manera que el entusiasmo de todos , y princ ipalmente de las señoras

,l legó arayar en delirio . Ve íanse

lágrimas en los oj os de—algunas hermosas damas,y bien

c reo que s i el Regente se hubiera asomado por allí aquellanoche, le habrían ellas sacado los oj os con su s uñas color

de rosa .

Frecuentaba yo tamb i en los teatros , lo mismo que lohabía hecho en Sevilla

,y tuve la fortuna de que ami llega

da á Madrid se hallase en él uno de los tenore s más afamad os de Europa

,que era Rubini . Su aspecto no pecaba de

noble : parecía un carnicero b ien vestido ; pero su voz notenía entonces ni ha tenido después igual ; por cuya razónolv i dábas e su vulgari dad y se le admiraba sin medida .

Cantaba en el teatro del Liceo,en el Palacio de Vi llah er

mosa,y le acompañaba como tiple una señora llamada

Lema,casada con el célebre Ventura de la Vega, la cual

poseía también ¡una$voz muy melodio sa .

L a Sonámbula ,la L ucía

,L os Pari ta

zzos y E l P ira ta fue

ron las principales óperas que cantaron aquellos dos gran

des arti stas,y no puedo explicar las sensaciones delicio sas

que experimenté al escucharlos . El canto de Rubini causa

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conjunto . Todos eran buenos ; todos sabían bien sus papeles y pronunci aban la lengua castellana con aquella per»

fecci ón que sólo es propia de la Corte . Observé tambiénque el escenario y los trajes : eran mucho más aprop iadosy luj o sos que los que se usaban enCád iz y Sevi lla . El re

pertori o de los teatro s era asimismo más variado . Manteniase aún el gusto de los dramas sentimentales ; pero em

pezaba ya a decaer . Recuerdo,por ej emplo

,que mis com

pañeros estudiantes sol ían burlarse de L os amantes de

Teruel y decían de ello s :

Tonta ella,tonto él,

Y tontos los que los vand ver.

Pero aunas exageraciones sucedían otras y las nuevaspiezas eran poco más razonables que las anteriores . Una de

las que má s l lamaban la atención general era el Carlosel H echi zado

,de Gil y Zárate

,drama tan disparatado y

tan malo que,según he oído decir

,su mi smo autor suplicó

má s adelante que dej ara de representarse . Pero como elefecto

,s i no el obj eto de aquella obra

,era poner en berlina

á la Inquis ición y á los frailes,y hacerlo s más odio so s aún

de lo que ya lo eran á lo s oj o s de los revolucion arios , deaquí nacía que el públ ico aplaudiese con furor y que elteatro estuviese lleno cuando se anunciaba su representa

ción . La poesía dramáti ca rendía tributo,como siempre , a

las pas iones populares,y como muestra

.

de esto referiré

que por aquella época fué dado en Zaragoza el drama deMartínez de la Rosa intitulado L a conj urac i ón de Veneci a ,

y el público llevó tan a mal su desenlace , a pesar deser conforme a la verdad hi stórica

,que el empresario tuvo

que tomarse la l ibertad de variarlo,y al d ía s iguiente de

cían los carteles del teatro : <<Esta noche vencerán los con

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j urados » ; gracias a lo cual obtuvo un éxito muy li sonjero .

Más merecido s y de mej or género fueron los aplauso sque consiguió otro drama del mismo Zárate

,intitulado

G uzmán el B ueno . Aunque su mérito intrínseco no era alaverdad muy grande , tenía la ventaj a de representar unaacción heroica, cuyo recuerdo ha hecho palpitar siempre elcorazón de los españoles , cual es el sacrifi cio que hizoaquel varón insigne de su propio hij o por no entregar aTarifa . Seguramente que lo más noble y sublime es sacr ificarse a s i mismo , como lo hizo Godro entre lo s griegos ,Decio en Roma, Z0p iro en Pers1a, y Wincke lri ed en Suiza ;pero inmediatamente después viene el sacrifi cio de los hij os , especialmente cuando no se debe a superstición , como

en los caso s de Jefté y A gamenon,s ino aun generoso pa

tri oti smo . Tal fué la a cción de G uzmán, la cual casi pareceatroz s i se olvida que con ella salvó aTarifa de los enem i

gos . Por cuyo motivo el éxito de este drama fué entoncesgrandís imo, contribuyendo también a el lo la manera ma

gi stral con que el actor Ju l ián Romea interpretó e l papelde aquel caudillo . Todavía resuenan

,por decirlo as i

,en mi s

o ídos las estrepitosas palmadas que acogían siempre suarenga alo s soldados y esto s bello s versos con que conclu

ye el drama

A la voz ¿le la p a tria nunca tenga

L ími te en vuestro p echo el heroí smo,

Y si emp re que p eligre, sep a E sp aña

Que otros tantos G uzmanes sonsus hi j os .

E ra Gil y Zárate buen poeta ; pero no ocupaba el pri

mer rango entre los de aquel tiempo . Zorrilla en el drama ,y Bretón de los Herrero s en la comedia, empuñaban entonces el cetro de la poesía dramática . N o conocí nunca personalmente a Zorri lla

,pero tenía e l gusto de . verle cas i

10

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s iempre que iba a los teatros,porque los frecuentaba mu

cho,acompañado de su mujer

,la cual

,apesar de ser de

mas i adameúte gorda, parecía muy s impáti ca . En cuanto a

él,su ñgura correspondía a su vocación . Tenía muy her

mosos oj os y llevaba la melena larga y la barba terminada en punta

,como los d emás poetas de la época . Lo que

no era de poeta romántico era su carácter . Muy diverso deLarra y Espronceda, vivía Zorrilla pacífi ca y burgu e smen

te,ocupado sólo en componer su s poesías y sus dramas

,y

s inmás amor que el que profesaba a su esposa . Según re

ferian sus amigos más íntimos,solía decirles con natural

sencillez,que para él no había dicha igual a la doméstica

,

y qu e el mayor de su s goces era as i stir con su mujer al

teatro,cenar después con» ella y buscar e l sueño en sus

brazos . Sus dramas eran muy aplaudidos,y los estrenos de

ello s,a lo s cuales asistía lo principal de Madrid

,eran ver

daderos triunfos . Poco apoco han i do desapareciendo delrepertorio ; pero el DonJnan Tenor io se mantiene todavíatan popu lar como en los años de que estoy hablando .

Bretón era en la comedia lo que Zorrilla en el dramaun autor s in rival . Le conocí personalmente

,porque asis

tía algunas veces a la pequeña tertulia que había cas i to

das las noches en casa del insigne jur i sconsulto D . Joa

quin Francisco Pacheco,á la cual solía yo i r también .

Era Bretón alto , grueso , tuerto y bastante feo . Nadie po

día ad ivinar que baj o aquel aspecto tan tosco se ocultabaun ingenio tan peregrino . Y también era él bondadoso

como Zorrilla, y también vivía feliz [con su mujer,s in te

ner defecto alguno de aquellos que son comunes en su º

pro

fe s i ón, pues desmintiendo el aforismo de Horacio , ni s iquiera era envidio so ó irritable . Recogiendo la lira que de

j aba Moratín , se propuso retratar al vivo el estado llano de

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d esapareciendo poco apoco , y sus comedia s de t endenciapolítica satirizan personas y cosas que al fin han quedadovencedoras . La generación actual n i puede ni quiere hallarr idículo lo que le parecía tal a su s padres . Entonces mismono eran s iempre bien acogidas las críticas de Bretón , y ha

b iéndose querido una vez burlar de la Mil icia Nacional,en

un juguete cómico intitulado L a Ponchada,algunos ind iv i

duos de aquel Cuerpo tuvieron la villanía de darle de palo s

a la salida del teatro . N i sus laureles poéticos , ni sus vene

rable s canas , ni la circunstancia de haber sido Bretón unvaliente soldado de la guerra de la Independencia

,basta

ronpara desarmar aaquellos inicuos .

El teatro y la literatura toda de España ej ercieron una

influencia preponderante sobre las letras de los demás

países de Europa, durante nuestro siglo de oro, como lodemue stra largamente en un buen libro el francés Pu ibusque ; pero desde principio s del s iglo XVII I viene sucedi endo lo contrario . En el actual

,la mayor parte de nuestro s

poetas s e inspiran en los de Francia,Inglaterra ó Alema

nia . Rivas,García Gutiérrez y Zorrilla imitan a Víctor

Hugo y a Schiller ; Espronceda imitó a Byron; D . Tomás

Rodríguez Rubí recuerda a Scribe en L a rueda de la For

tuna y otras comedias,que tuvieron mucha boga

,porque

además de contener una fábula interesante y bien desenredada

,pintan una clase de ambicioso s

,que sigue en el

s iglo XIX las huellas de Gil Blas y Guzmán de A lfarache .

Abundaban , asimismo , las traducciones de dramas y

comedias francesas,hechas algunas de ellas con mucha

gracia . Una muy feliz y muy aplaudida fué la que hizoHartzenbu sch de una comedia de magia francesa llamadaL e P i ecl de Mouton. D ióle el título de L a p ata de cabra y laadaptó a nuestros gusto s y costumbres de una manera

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s orprendente . El públi co no s e cansaba de oírla y de palmotear á Guzmán en el chistoso papel de D . SimplicioBobadilla . La fras e de este personaj e

,cuando después que

le apalean y acob ardan dice que renuncia e spontánea

mente a la mano de Leonor,ha qu edado como proverb io

en nue stra lengua ; y el D . Simplicio de Hartzenbu sch ,

c omo el D . Frutos de Bretón,han tomado as iento per

petuo en la imaginación de los españoles bastante cercad e Sancho Panza . Había Hartzenbu sch nacido en Madrid ,pero su padre era un ebanista alemán; y Martínez de la

Rosa me contaba que cuando s e preparó el local para las

primeras Cor tes de 1834, fué este artesano quien ej ecutólo s pupitre s y demás muebles que se necesitaban , y un díaen que Martínez había i do a exam inar el estado de las

obras , le p resentó aquél a su hij o , diciéndole qu e , aunqueniño todavía

,mostraba much a afición a la poesía y había

compuesto ya algunos versos . Quiso verlos Martínez , y

c omo era,naturalm ente

,bondadoso y gustaba de alentar

a lo s j óvenes,no sólo los alabó mucho

,s ino que se empeñó

e n que los diera a la prensa , prometi éndole desde luego

s u protección . El j oven Hartzenbu sch dej ó , pues , a un .

lado las labores mecánicas de su padre y se dedi có enteramente á las letras , ocupando pronto un puesto de primer

orden entre lo s poetas de Madrid . L os amantes de Teruel,

qu e fué la obra con que adqu irió más fama, pecan , s in

d uda,de la e xageración prop ia de la escuela romántica a

q u e pertenecen ; pero pu eden figurar con buen derecho al

lado del DonA lvaro y de E l Trorador.

Ventura de la Vega componía igualmente para el tea

tro y tenía mucha gracia para adaptar al nuestro las p iezas del francés . L a segunda Dama duende , tomada del

Dominó negro, de Scribe , fué muy b ien recibida por el pú

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blico . Más original fué E l hombre de mundo. La vers ifica

ción de este poeta es siempre correctí s ima, porque perte

necía, como Gallego y Martínez de la Rosa, a una genera

ción que había estudiado c on esmero las humanidades yla pro sodia española . Y es lástima que Vega igualara tamb ién á Gallego en lo perezoso ; pues su pluma, más ejercita

da,habría podido producir compos iciones de importancia .

La desidia de su carácter había llegado a ser proverbial, yél mismo se alababa de ello

,diciendo que lo má s útil que

había que conseguir en este mundo era que dij eran de uno :

Cosas de Fulano,como lo decían de él

,pues con esa fórmu

la indulgente todo se le permitía . N o sé cuál de sus amigos ,que llegó a ser Ministro de Estado

,le nombró Ofi cial d e

aquella Secretaría ; pero apesar de su gran talento demostró que no servía para covachueli sta . Tardaba semanasen despachar cualquier asunto ,

¡y enca rgado una vez de

examinar cierto legaj o muy voluminoso, jamás le llegó a

abrir y le puso en la cubierta este chi stoso epitafi o

A qui ya ce este exp edi ente

A l que Vega no p udo meter d i ente .

De muy opuesto carácter era el insigne literato D . Francisco Martínez de la Rosa

,cuya actividad fué incesante y

se extendió a todo s lo s ramos de la l iteratura . El E dip o,L a vi uda de Pad i lla y la comedia intitulada L a niña encasa

y la madre en la s má scaras fueron sus principales producciones y en todas ellas obtuvo mucho aplauso . N o era, sinembargo

,tan romántico como Zorrilla y Rivas . Su tenden

cia era má s bien clásica,y como clásico le cons ideraban

sus contemporáneos . No imitaba mucho a lo s escritores

modernos de Francia ; pero tuvo bastante'

pre sente s a losantiguos . El E dip o contiene reminiscencias de Racine y

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Martínez de la Rosa,sin ser precisamente ungenio , tuvo

la rara fortuna de recoger laureles en casi todas las multiples manifestaciones de su talento . En las Cortes como ora

dor eminente,en el teatro como poeta , en las Academ i as ,

no sólo españolas s ino extranj eras , como erudito y elocuente

,en fin

,en cuantos círculos se presentaba . Escribió

obras históricas,una novela y hasta un libro de moral para

los n i nos,y aunque algunos le hallaban superficial , la ge

nerali dad admiraba sus escritos . Era alto y delgado y teníalos oj os saltones y las facciones abultadas ; pero su frenteespaciosa y la expres ión de s u mirada revelaban su superiori dad y le distinguían entre mil . Preci ábase tamb ién

,

como Lamartine,de una poblada y nudosa cabellera . Muy

querido de las muj eres,era es timado y respetado por lo s

hombres,y como gozaba de esa independencia que dan lo s

bienes de fortuna,venía aser un tipo aparte entre lo s es

critore s contemporáneos . Al lado de Zorrilla y Bretón parecía tan ari stocrático como el mismo Duque de “Rivas . Pero

lo que más le distinguía era la afabili dad y bondad de sucarácter . Su alma era tan noble

,que aunque padeció más

que la mayoría de los liberales en tiempo del Rey Fernando y estuvo preso en un castillo de Africa

,fué s iempre leal

al trono y no se qu ej ó j amás de sus pasados sufrimientos .

Su crítica no fué nunca amarga . Para conocer lo inofens ivod e sus sátiras basta recordar su Cementer io de Momo

,donde

hay,entre otros

,aquel chistoso epitafi o que dice :

A qu i yace Sor B elén

Que h izo a lm íba res muy bi en,

Yp aso'

su r ida entera

Visti endo ni ños de cera .

Con todo,más adelante hubo una ocasión eu—que perdió

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un poco de su calma,y fué cuando el partido que apellida

ban neo - católico se mostraba amcnazador , y una monja fanatica

,l lamada Sor Patrocinio

,l legó agozar de una lamen

table privanza en el Palacio de nuestro s Reyes . Entoncessupo Martínez de la Rosa acerar su estilo y formuló con su

acostumbrada facil idad de expresión lo que muchos pensaban

,aunque no sab ían cómo enunciarlo

,d ici endo que lo que

aquel partido pol ítico pretendía exaltar no era la religión ,s ino una superstición vi llana . Algo mástendría que decirsobre este insigne hombre de Estado

,pero lo reservo para

cuando refiera mi res idencia enRoma,donde tuve la honra

y la fortuna de ser secretario suyo en aquella Embaj ada .

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vers itarios, y s i algo me sobraba , le empleaba en leer bue

nos l ibro s .

Las materias que cursé en los últimos años de Un i vers idad fueron el Derecho penal

,la Economía política y la

Práctica forense,agradables el primero y la segunda

,bas

tante fastidiosa la tercera . Con todo , para cumplir mi de

ber y contentar ami buen padre,que así lo deseaba

,no

solamente traté de aprender b ien los procedimientos,s ino

que asi stí por una temporada al bufete de Pérez Hernandez , que era entonces uno de los Abogados más célebresde Madrid . Don Francisco de Cárdenas , para quien habíallevado carta de introducción

,me presentó y recomendó a

él, y recuerdo que el primer pleito que me dió a estudiarfué uno de los hered ero s del Príncipe de la Paz

,cuya lec

tura no dej ó de interesarme . Pero mucho m ás me gustabae l

'

e stud io del Derecho penal,que nos enseñaba Rodríguez

Leal, y el de la Economía, cuyo Catedráti co era D . Eusebiod e l Valle . En la primera de estas clases tuvimos al fi naldel curso di sertaciones sobre la pena de muerte

,en las cua

les tomó parte,y aunque la obra de Ross i suministraba

buenas razones en favor de ella,no dej aron de hacerme

impresión las que aducían sus contrarios . Los ánimos an

daban ya muy divididos en esta materia, y el l ibro de Vic

tor Hugo sobre el último día de un condenado a muertehabía contri bu i do mucho a este resultado . En la economíapolítica había asimismo dw ers 1dad de pareceres . El mismoCatedrático distaba mucho de seguir Opiniones radicales ,y en la cuestión de la propiedad no ocultaba cierta afi cióna las antiguas vinculaciones , como las entendía Jovellanos .

Sin embargo,todas las ciencias sociales tenían todavía en

aquella época una especie de ñjeza, que han perdido después . Entonces Ros s1 parecía un clásico , un nonp lus ultra ,

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que h ab ía dicho la última palabra en leg i s lacron penal y

en las cuestiones económicas . Su obra principal era ya conoci da de todos , porque la traduj o muy bien un j oven d i st ingu i do , D . Pedro Madrazo

,el cual hab ía regresado por

entonces de París , donde había perfeccionado sus estudios .

Era hij o de D . José Madrazo,pintor de bastante mérito y

Director del Museo del Prado , y tenía dos hermanos , Federico y Luis , que han sido famosos arti stas . El hermanomenor, Fernando , era mi compañero de Univers idad, y ácausa de la amistad que nos unía vis itaba yo su casa

,y

tuve el gusto de conocer á la madre, que había nacido en

Ital ia y tenía el carácter suave de aquella nación, y á una

hermana llamada Cecil ia,la cual era muy linda y parecía

una V irgencita de Felipe Lipp i . Encantábame aquella fami

lia,porque todo respiraba en su seno el amor de las ciencias

y las artes . El talento ha s ido en ella hereditario,contra la

regla general en este punto , y el hijo de Federico e s hoydía uno de nuestro s mej ores pintores . D . Pedro

,el traduc

tor de Rossi , era buen poeta, y de tan gallarda fi gura quellamó mucho la atención en el bai le de traj es “de la Conde

sa del Montij o,que he referido antes

,presentándose ve s

tido como Van -Dyck,á quien en realidad se parecía much í

s imo . Escrib ió as im i smo con gran lucimiento sobre legislación y sobre nobles artes

,y con el ti empo llegó á ser Aca

démico y Consej ero de Estado,y el tipo más —perfecto de

ambos cargos .A más de la Univers idad busqué también otras fuentes

de instrucción,concurriendo al Ateneo

,que entonces esta

ba en una casa modesta de la calle de Carretas , y no tenía

tanto luj o n i extensión como ahora ; pero donde había yaCátedras y conferencias de varias ciencias y se reunían

por la noche muchos l iterato s y hombres político s , cuya

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conversación era muy interesante . M i buen amigo D . Fran

cisco de Cárdenas me presentó é hizo admitir en aquellad octa sociedad

,y aunque al princip io la juzgué demasiado

s eria y no hacía más que leer allí lo s periódicos,después

me afi cioné á ella de manera que muchas veces la preferíaal teatro . Explicaban en las Cátedras varios hombres nota

bl es , entre los cuales sobresalían Pacheco y Pidal por susgrandes dotes oratorias .D . Joaqu ínFrancisco Pacheco era un abogado andaluz

dotado de un talento poco común y de un buen sentido

e xtraordinario . Su fi sonomía dulce y risueña le hacía muy

s impático y una obesidad prematura le daba cierto aspec

to pacífi co,que armonizaba bien con la suavidad de su ín

dole . Estuvo casado dos veces y las dos con mujeres hermosas . Era afi cionado á los grabados y á lo s du lces , y confrecuencia se le veía en las confiterías y en las tiendas deestampas . Di ó lecciones de Derecho penal en e l Ateneo ycon ellas contribuyó más que Madrazo á propagar las doc

trinas de Ross i . Un libro que escrib ió más tarde comen

tando nuestro Código criminal,l legó pronto á ser clásico .

Su prosa,clara como un cristal

,era también natural y no

adolecía de la pesadez que se advierte en Jovellanos,y su

p alabra fácil y correcta obtuvo mucho éxito,no sólo en la

Cátedra,s ino también en el Foro y en el Parlamento . Aban

d onó Pacheco el estilo grand i locuente de los A rgii e lle s yLópez y fué como el inventor de otra oratoria más modesta,pero esencialmente rázonadora y persuasiva . Pronto hizo

e scuela y tuvo muchos discípulos , s iendo lo s más bril lantes Cánovas del Castillo y Alonso Martínez . Otro s no ra

yaron tan alto,y aun hubo algunos qu e sólo lograron imi

tar nu gesto suyo , que consistía en mover horizontalmentelas manos ; lo cual no chocaba en él porque era natural ,

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de librote s viej os que había entonces envarios paraj e s deMadrid , porque su pas ión dominante eran , las edicionesraras y antiguas . Propendió desde luego á las ideas más

conservadoras y se mostró siempre enemigo implacable delos revoluc ionar i os . A raíz de los suceso s de Octubre h á

bíase marchado á París,y á su regreso dió en el Ateneo

unas leccione s de historia que fueron muy aplaudi das .E n

imitación de lo que había vi sto hacer aGuizot y Villemain ,introdujo en Madrid la costumbre del vaso de agua la pilade libros y otros adm inículos del profesor erudito que tantohan excitado el buen humor de Pai lleron en una de sus comedias . Así como Pacheco propagaba las doctrinas de

Ross i , hacía Pidal conocer las de —Guizot , con quien teníamuchos puntos de contac to . Su elocuencia era noble y menos ado rnada que v igorosa

,por lo cual brillaba más en el

Parlamento que en la Cátedra . A veces descuidaba su esti

lo y no le importaba repetir lo s mismos conceptos . Solía ,

por ej emplo , comenzar á menudo sus discursos con estafrase : <<Señores

,embarazado me siento » , ó bien : <<Siento

bastante embarazo »,y como estas expresiones recuerdan

el estado interesante de las mujeres,no podían oírse sin

cierta sonri sa . Mas luego que entraba en materia no había

quien le igualase en la impetuos ídad de la palabra nien la lógica d e l raciocinio . En la réplica, principalmente ,era adversario temible . Recuerdo qu e una vez se hablaba

en el Ateneo de un dis curso que había pronunciado en el

Congreso el día anteri or,y el festivo E stévanez Calderón

sostuvo que,después de todo

,no había sido tan lógico

como lo parecía,y que se le podía haber dicho esta cosa y

la otra . <<Pues, ¿por qué no se lo dij o usted? » le preguntó

uno de los oyentes . respondió E stévanez . <<Que me

lo traben » .

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Pero como no hay nadie perfecto,este atleta del orden

y de las ideas conservadoras,este azote de los revoluci o

narios , tenía algunos defecto s . Faltábale universalidad ensu s conocimientos : su especial idad era la Historia y cono

cía tamb ién la Literatura ; pero de Filosofía no sabía mucho

y menos aún de Economía política,de la r

cual solía hace rpoco aprecio

,diciendo de ella que era una colección de ver

dades de Pero Grullo , puestas en forma científi ca . Otrode fecto de Pidal era cierta falta de aplicación á los trabaj os de su Secretaría . Sus émulos llegaron á formar con su

apellido el verbo usándolo como sinónimo dehacer poco

,y los ofi ciales del Mini sterio le acusaban de

que , en lugar de despachar los negocio s corrientes , s e estaba horas enteras encerrado en su despacho con el Subsecretario D . Leopoldo de Cueto

,l iterato como él

,y poeta por

añadidura,disputando sobre quién era Tomé Burguillo s

ú otra cuestión cualquiera de curios idad l iteraria . Por fin,

Pidal no ha tenido discípulos como Pacheco ; forma un tipoúnico y diferente de los d emas .

'

Su hij o D . Alej andro le ré

cuerda bastante en la lógica y en la doctrina ; pero no tiene

su fuerza . Le sucede lo que á Castelar, que el exceso de la

galanura le quitaba energía .

Además de esto s dos insignes oradores , había otros

que daban también lecciones en el Ateneo ; pero no hablaréde todos

,porque no es mi intento escribir una hi storia de la

l iteratura española . Haré,con todo

,mención de cierto pro

fesor, que expl icaba geografía, vulgarizando en España la s

bellas expos iciones de Maite—Brun y Balbi . He olvidado su"

nombre ; tengo , s in embargo , muy presente un incidente'

sucedido en su clase,el cual no dej a de toner chiste . Tra—

º

taba su asunto de una manera pintoresca, y una nocheque describía la fauna de Europa, ocurrió sele decir que los

11

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asnos más altos y robustos se hallan en una zona que , par

tiendo de la Grecia,pasa porel Mediodía de Italia y a tra

v i e sa luego nuestra provincia de la Mancha . Como el R é

gente Espartero era manchego,el auditor i o , sobre todo su

parte más j oven,cogió . la alusión al vuelo , y los unos

aplaudiendo y los otros s i lbando, según que se inclinaban á

las ideas moderadas ó á las progres istas , armaron una lbo

roto tan grande que con difi cultad pudo el profesor continuar su lección ; y al día s iguiente el Presidente del Ateneo

creyó necesario recomendarle que en lo suces ivo cuidasede no decir nada que pudiera recibir interpretaciones desagradables para cualquiera de nuestros partidos políticos .

Tenía también allí ocasión de ir conociendo personalmente á muchos de nuestro s más notables diputado s

,lite

ratos,poetas y periodistas , especialmente moderados , pues

aunque concurrían también algunos progres istas , entre

ello s O lózaga y Corradi , eran en corto número y no solíanentrar en el salón principal

,donde hab ía todas las noche s

una especie de tertulia muy divertida . En ella s e discutían

las cuestiones políticas del día, á veces con la animaciónpropia de los caracteres meridionales , y cuando nadie te

nía ganas de disputar d i scurríase de todo y de todos , murmurábase del Gobierno y hasta se proponían ingeniosasadivinanzas para pasar el rato . En este género lucía mucho

Su ingenio el poeta Gallego . Bastábale hacer tre s 6 cuatropreguntas que ñjabany reducían por categorías el enigma,para que enseguida acertase lo que habían pensado lo s demás . Una noche le dieron tá adivinar la hoj a de higueracon que se cubrió nuestra madre Eva, y no sólo lo acertó

pronto , s ino que dió la so lución en verso , diciendo de estamanera

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más cabal y una noble entereza . Viv1o y mur i o pobre , ápesar de haber desempeñado los más altos cargos , y á lahora de la muerte

,cuando la única criada que le servía en

su modesta habitación le traj o un sacerdote que le auxi

liase en aquel terrible trance,le halló que estaba ya él

m i smo encomendándose el alma con una serenidad in

creíble .

D . Fermín Gonzalo Morón era un valenciano4lleno d e

talento,quien semejante al admirable Cri chtonl lo sabía

todo y escribía sobre todo con una pasmosa facilidad . Du

rante una temporada redactó el solo una Revi sta que se

publi caba cada quince días . Emprendió una Il i stori a de lac ivi li zdc i ón de E sp aña ,

en imitación de Guizot, que algu

nos prefirieron á la de Tapia, pero que no concluyó porquesu genio v ersáti l le hacía empezar mil cosas á la vez yluego le faltaba tiempo para terminarlas . Era disputadoracérrimo y desde entonces daba ya señales de extravagancia

,las cuales aumentaron después de tal manera que vino

á perder el j uicio . Dió en la manía del luj o, y compraba alfombras

,coches y muebles sm tener neces idad de ello s

, ni

sitio donde ponerlos,ni dinero para pagarlos . Aquella her

mosa inteligencia se eclipsó del modo más triste .

D . Manuel García Gallardo,antiguo Magistrado y

hombre de ingenio muy sutil y de erudición nada común,

solía divertirse en sostener paradoj as que sacaban de su scasillas á D . Pedro Pidal

,con el cual armaba las más gra

ciosas disputas . Más tarde fué Senador y Consej ero de Estado , y tuvo mucha parte en la redacción de los nuevosCódigos . Castro y Orozco

,i lustre Abogado granadino

,di s

putaba también con G allardo . Tenía ocurrencias fel ices .En una ocasión le preguntó O lózaga , en son de quej a, s iera cierto que hab ía sostenido que todos los progre s istas

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e ran tontos , á lo cual le respondió qu e no era verdad y quelo que él había dicho era que todos los tonto s eran progre

s i stas,l o cual es muy diferente . Más grave personaj e era

D.Francisco de Cárdenas

,jurisconsulto sevillano , que ya

he citado varias veces porque le debí muchos favores . Dotado de soli d ís ima instruccióny de muy buen juicio , escribía entonces en la R evi sta de Madri d y después ha si do Di

putado y por último Mini stro de Gracia y Ju sticia y Em

bajador en Roma .

D . Nicomedes Pastor Díaz , á quien lo s estudiantes lla

maban Pastor Fido,había nacido en Galici a y conservaba

mucho de la pronunciación de aquella provincia . Como no

tenía salud ni medios de fortuna,adoptó muy naturalmen

te e l tipo del l iterato sentimental y modesto . Hablaba poco

y despacio , aunque su talento era grande y su imaginación

muy lozana . La Naturaleza le había hecho poeta, y compu

s o muy bellos verso s que le merecieron un lugar distingui

do en nuestro Parnaso . Andaba siempre enamorado plató

ni camente de alguna hermosura rebelde , y en aquella época suspiraba en vano por la célebre poeti sa Doña G ertrudi s Gómez de Avellaneda

,á cuya tertuli a concurría jun

tamente con Gallego y otro s literato s conocidos . N o eraaquella Safo muy hermosa

,ó por lo menos a mí no me lo

parecía ; pero su languidez habanera,su talento y la ame

nidad de su trato bastaban para procurarle much os ami

gos y admiradores , los cuales le formaban una especie de

c orte . Compuso muy hermosas cdas y también algunastragedias , entre ellas un Sa ul , qu e tuvo cierta boga, aun

que e s en realidad una mezcla de las de Soumet y A lfi eri ,s in aquellas audacias del poeta italiano

,que hacen intere

s ante la lucha del Monarca con los sacerdotes y su tristesuicidio . Pastor Díaz admiraba mucho cuanto ella escribía

,

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especialmente su s verso s líricos , que rivalizaban con los

suyos . Al igual de los otro s personaj es que antes he nom

brado , este poeta tomó parte activa en la política y ll egó á

s er Ministro de Estado y Pleni poten01ano en Turín , donde

tuve el h onor de ser su Secretario :D . Ramón de Campoamor, quien por desgracia ha fa

lleci do , merece párrafo separado , porque su talento poético

es sin duda superior a l de cas i todos sus contemporáneos ,excepción hecha de Espronceda y Zorrilla .

'

Nacido enAsturias

,tenía un carácter amable y ligero

,un corazón

todo sentimiento y una fi sonomía tan expresiva y risueña, que su sola presencia bastaba para alegrar á su s

amigos . Gu stábanle mucho las muj eres , pero s in enamerarse de ellas como Pastor Díaz , ni mostrarse muy constante en sus afecciones mientras permaneció soltero . Eragran lector . Muchas veces nos encontrábamos en la biblio

teca del Ateneo,dond e

,

“s i gu i endó cada uno sus gustos , él

leía los dramas de Calderón y yo las historias de Heeren ,que había traducido Guizot . A veces interrumpíamos lalectura para discurrir de cosas indiferentes

,y recuerdo que

me hacía reir mucho,refi riéndom e las aventuras de un via

j e que había hecho poco antes á Li sboa y sus amores conuna linda muchacha portuguesa

,la cual

,cuando él quería

propasarse , l e decía muy enoj ada: <<nao ge sto de brincade i

ras » . Vers i fi caba sobre todo , y solía tomar sus asuntos decuentos y canciones populares ó de poe s ías conocidas

,dán

doles , s in embargo , una forma tan elegante y castiza queparecían originales de puro bello s . La j ovialidad de su carácter le destinaba á seguir las huellas del anciano deTeos , del festivo Anacreonte ; pero poco á poco se dej ó deminar por un espíritu escéptico , imitado de Heine , y adoptó un género de poesías cortas , como las de éste ,

/

que con

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tres escritores serán leídos s iempre con gusto mientras vivan las letras españolas .

Larra,cuyo trágico finhe referido en otro capítulo , fué

también periodist a,y siguiendo las ' huellas de Courier y

Steele , llamó la a tención por la causticidad de su pluma .

Imitó as imismo el lenguaje satírico d e Junio . Una diatriba

que publicó contra el Subsecretario de cierto Ministerio,

que hab ía salido á la defensa de su j efe,la cual princip ia

diciendo con viveza de esti lo : que es usted D . PedroPascual Oliver iº»

,recuerda la qu e escribió Junio contra un

defensor de Lord Granby .

Escritor satírico como Larra y mucho más popu lar y

constante,fué el juicioso D .

IMode sto de Lafuente,cuyo

periódico,titulado F ray G erundi o

,había tenido inmensa

boga durante la guerra civil . Después decayó bastante , yla fama de aquel escritor se funda más en una Hi stori a de

E sp aña que publicó algunos años adelante y que es muyestimada y leída .

Pero el decano de nuestro s periodistas era D . AndrésBorrego . De él aprendieron cuantos entonces escribían enlo s diarios de Madrid

,cuyo número era ya muy crecido , y

entre los cuales ha habido algunos que han sub ido despuésa lo s más alto s puesto s del Estado . Sartorius

,uno de ello s

,

obtuvo el títu lo de Conde de San Luis,fué Presidente del

Consejo y ej erció una funesta inñu enc ia en los destinos denuestro p aís . Entonces dirigía el H era ldo

,diario muy bien

escrito,que era el adali d más valiente del p artido mo

d erado .

Las damas mismas se deleitaban con su lectura,y re

cuerdo que en casa de la señora de A lbear,una de sus hi

jas , llamada Sab ina, que tenía muy buena voz , lo leía todaslas noches á la tertulia

,y como era sumamente discreta,

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s abía dar realce á lo s buenos artículos y excitar con ello snuestro entusiasmo .

D . Diego de Coello y Quesada, retirado hoy en Italia ,empezaba también entonces su carrera como periodi sta

,y

por medio de la prensa llegó á s er personaj e importante ;fué también hecho Conde y desempeñó el puesto de Mini s

tro Plenipotenciario en varias Cortes de Europa . Su gloria

principal está con todo cifrada en la creación de L a Ep oca ,

que es,á mi parecer

,el per iódico mejor impreso

,mejor in

formado y más ameno de España y el que por su tamaño

y esmerada redacción puede compararse más ventaj o samente con los principales de otras naciones . Suce sor delHera ldo

, es también el que más servicios ha hecho y siguehaciendo á la causa de la monarquía y del orden . Escrib íaCoello con facili dad

,método y juicio

,y su sólo defecto era

un exceso de benevolencia , que cas i raya en empalagoso yque por desgracia ha s ido imitado por todos lo s demás redactore s de su periódico . Para L a Ep oca todas las muj eressonhermosas ; todos los Ministros , Senadores y Diputados ,inteligentes ; todos los mili tares , b izarro s ; todos los nombra

mientos,acertados ; todos los errores , d i scu lpable s . Si algu

na vez críti ca ,es á más no poder

,y cuando la falta es ya

tan conocida que no hay pos ib ilidad de encubrirla . Perono es de extrañar que así proceda una hoja

,de suyo efíme

ra, cuando otro tanto se nota en muchos libros de Histori apublicados en nuestro s días en España

,especialmente si

s u s autores pertenecen al partido conservador . Por evitar,

sin duda,lo que con s ideran desprestigio de elevados per

s onaje s , adoptan un criterio tan indulgente , que el sesudoPadre Maria na parece al lado de ello s una especie de Tá

cito . Esta tendencia podrá tener sus ventaj as ; pero no hayduda de que es contraria á otros fi nes morale s muy impor

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tantes,pues

,como decía el Duque de Saint Simón

,s i lo s

contemporáneo s ocultan ó di sfrazan la verdad,resultará

que la condición de los malo s será mej or que la de los buenos . La Historia

,escrita de esa manera, cesaría de ser la

Mae stra d e la vida y se convertiría en una Crónica defraile .

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tan sati sfactorio como podía suponerse? La España , nadiepuede negarle , ha hecho en estos últimos años muchosprogresos materiales ; pero no han sido mayores que lo s

que hizo en el siglo pasado ; no han sido mayores que losque han hecho también las demás naciones de Europa , in

clu so la Turquía ; y de todos modos , ¿por qué á pesar de eso sprogresos no es ya ni aun lo que era en el s iglo anterior?

¿Por qué desde el tratado de Versalles hasta nuestros díasno ha hecho más que perder en importancia? ¿Por qué después de tantos años de reformas y régimen representativono somos ni en hacienda

,ni en ej ército

,ni en marina, ni

s iquiera lo que éramos en los primeros años del déb il Car

los IV? ¿Por qué vivimos s iempre con el temor de nuevasrevoluciones? Si no me equivoco

,las causas que han con

tribu ído y siguen contribuyendo á esta situación tan' poco

halagií eña , son unas generales á la mayor parte de las naciones que han adoptado el s i stema representativo , y otrasparticulares á España .

Entre las pr imeras, paréceme la más importante de todas

la introducción misma de ese s istema por medio de una réve la ción y concondiciones que lo convierten en v erdaderopeligro para la estab ilidad y poder de los Estados . Creyen

do imitar á la Inglaterra,s e ha limitado el poder real por

medio de las Cámaras ; pero al mismo tiempo se le ha aíslado completamente con la abol ición de lo s mayorazgos ,que priva de independencia á los nobles

,y con el despoj o

de la Igle s ia,¡que reduce á sus miembros á la humilde con

d ición de asalariados . La realeza ha quedado,no limitada

,

s ino de stru ída,'

reduci da cas i á una sombra . El siglo XIX ,

que ha presenciado tantas reformas y tantas revoluciones ;que ha podido contemplar en carne y hue s'

b á César yPompeyo , á Catil ina y Clodio , está viendo también á aque

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l lo s reyes llamados perezosos , que se paseaban lentamentepor las calles de París en un carro tirado por cuatro her

mosos bueyes . Los Ch i ldebertos y las Bati lde s de este si

glo s e pasean en coches tirados por caballo s frí sone s ; perofuera de esa diferencia

,son en todo parecidos á aquéllo s .

O igase s i no lo que dicen en su elogio sus mayores amigos<<E l Rey tal ó la Reina cual son modelos de Monarcas cons

ti tuci onale s ; á nadase oponen , en nada se meten » .

Consecuencia necesaria de este hecho es que e l Estado

vacila s iempre por falta de equil ibrio, porque la burgues íano es capaz de limitarse á s i propia ; sus clases más baj as

empujan siempre á las altas,y todas ellas van corriendo

de evolución en evolución hasta parar en la República . La

Inglaterra y los pueblos germánico s siguen también ese

camino ; pero poseen clases ari stocráticas , y no e s impos i

ble que,merced á tal contrapeso

,se detengan en la pen

diente . De todos modos,su desenvolv im i ento pol ít ico e s

más lento ; —no se precipitan de cabeza, como los demáspueblo s modernos

,s ino se deslizan .

Naturalmente,h ay diferencias de nac i ón á nacwn,

a

consecuencia de sus condiciones particulares ; pero la más

poderosa de las latinas,que es la Francia

,ha sido al mi s

mo tiempo la más loca,y liquida un siglo de revoluciones

y reacciones,con una República democrática , dos invas io

nes extranj eras y la pérdida de dos provincias .Además

,el Gobierno representativo no es solamente

instable y débil por su prop ia naturaleza,s ino que tamb ién

es sumamente costoso,porque los ' gasto s s iguen en él una .

progres ión mucho más rápida que la de la riqueza pública .

La necesidad de procurarse partidarios y remunerar ami

gos , hace que el número de empleados sea muy superior álas exigencias del servicio público . Los diputados reclaman

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tamb i é n mej oras de toda especie para contentar á sus electores , y sin reparar en los medios de satisfacer tantos nuevos gastos , las Cámaras votan sumas i ngentes

,con tanta

mayor facilidad , cuanto que , donde todos son responsables ,no lo es en realidad ninguno . De esta manera los embarazos fi nancieros de un Necker ó de un Calonne pareceríanniñerías á los hacendistas de este siglo

,y j amás hub

/

0 Monarca absoluto que se atreviese á hacer la mitad de los

gastos que hace hoy día cualquier Gob ierno representativo ,ni j amás tampoco ha hab i do pueblos tanpa ,

ci ente s y sufríd os . Como son lo s representantes de la misma burguesía los

que votan los gastos , y e s sab ido que no hay remedio posible contra las Cámaras

,todos pagan sin murmurar

,aunque

e l fis co meta á veces tan h ondamente la mano en el b ols i

llo de los particul ares , que les tome la mitad de sus béneficios . Los empréstitos son asimismo cons tantes , aun en medio de la paz más absoluta, y lo que s e condenaría como

prod i galidad en cualquiera persona privada, es hoy la vidaordinaria de los Gobiernos . Las naciones más ricas resi sten

como pueden á esta terrible prueba ; las pobres caminan ,conmás ó menos celeridad, á una inevitable ruina .

Todo esto es común á las diversas naciones que han copiado la Revolución francesa . Causas particulares del atras o de España son : en primer lugar

,la pérdida de las Amé

ricas , d ebida en gran'

parte á las revoluciones de la metró

poli . Con los caudales que venían de aquellas regiones se

s ostuvo por tres centurias el edifi cio de la grandeza española ; y en los archivos de nuestras Legaciones del s iglopasado he visto despachos enviados periódicamente á todas ellas , anunciándoles con j úb ilo la llegada de las fi otas con la plata de Méj ico y Perú . Gracias á ese recursopudo todavía Carlos IV disponer de buques numerosos y

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cirse que tenemos la oficialidad de dos naciones reunidas .

Otro resultado deplorable de esas guerras ha sido lapreponderancia de los G enerale s ; á quienes ofrecen ocasiónde hacerse populares y de infi u i r después en la goberna

ción del Estado . Como lo he dicho ya antes , en otro capítu

lo,esa influencia ha tenido á veces un carácter provechoso ;

nuestra oligarqu ía militar ha s ido en más de una ocas iónel sostén del orden y del trono , y unida al temor que ins

pira el carl isme,está ahora conteniendo y refrenando á la

democracia ; pero es siempre incompatible con la disciplinay ha s ido también

, por lo pasado , un origen de inútiles ré

voluc ione s y grandes desventuras ; y de todos modos , un

ej ército de pretoriano s, por mucho que disimule su ambi

ción,es s iempre una verg ií enza y un peligro .

La abolición de la ley sálica ha venido á ser igualmentecausa de otro notable inconveniente

,pues huyendo de Seila

hemos dado en Caribd i s , y como el reinado de Doña Isabel

se ha visto precedido y seguido de dos Regenci as de mujeres , é l resultado e s que España durante este siglo se ha

hallado gobernada casi exclusivamente por ellas . Ahorabien , con perdón sea dicho de los que Op inan de otra ma

nera, á m i me parece que así como la Monarquía hered itaria fué un progreso sobre la electiva

,del mismo modo la

exclusión de las hembras fué un progreso sobre la costum

bre de admitirlas al trono . Los reinados de las Catalinas éIsabeles han sido sólo .excepci one s , y en este s iglo especialmente , cuando los Reyes van quedando supeditados á lo sM inistros , como los de Esparta á los Eforos , considero unadesgracia para España el haber s ido gobernada por tresReinas , no s iempre atinadas , no siempre prudentes . N i laAlemania misma

,á pesar del carácter sesudo de sus pue i

ble s, podría soportar , s in resentirse de ello , una prueba

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tandifícil . Ya hemos visto á Doña María Cristina de Borbónperder su popularidad por un matrimonio desigual é

inoportuno , y ser luego privada de la Regencia y obl igadaa salir del Reino cuando qui so sostener sus prerrogativascontra un sol dado ambicioso . Su hij a Doña Isabel luchótamb ién y luchó más tiempo y á veces con mucha fortuna

,

como en el año 48; pero al igual de su Augusta Madre, perdió pronto su prestigio y acabó por perder el trono . Casadapor razones de Estado con un Príncipe de nobles prendas

,

pero cuyo carácter no conformaba bien con el suyo,las d e s

avenenci as del matrimonio fueron causa ó pretexto de suposiciones que le enaj enaron el cariño del vul º o . Aquellaparte de la burguesía que tan severa había s ido con laReina Cri stina, 10 fué todavía más con Doña Isabel II , y

no sólo severa,s ino injusta

,porque al mismo tiempo que

criticaba acerbamente todo s su s actos,no empleaba la

misma intolerancia respecto de otras personas , cuyos nombres sonaron en las intrigas de Palacio . No necesito poneraquí esos odioso s nombres

,que desgraciadamente son co

noci dos de todos los españoles ; pero es un hecho que alguno de los favorito s de la Corte lo fué después del pueblo deMadrid

,y la Historia tiene el deber de cbnd enar severa

mente esa aberración singular,diciendo de todos ellos

,sin

excepción alguna,que fueron malos caballeros y malo s

ciudadanos,para quienes

,s i Dante escribiera su poema en

este siglo,inventaría un suplicio especial en el ob scuro

reino de las sombras .

Pero el defecto po líticq verdadero de la Reina Isabel ,fué

,en mi sentir

,la poca constancia de su índole , unida á

la temeridad más inconcebible . Dotada, como su madre , degrandes cualidades

,buena

,generosa

,benéfi ca y amante de

su patria y de sus pueblo s , no mostró mucha firmeza en12

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sus propós itos . La facili dad con que cambiaba sus Ministe

rios llegó á ser vertiginosa . Gabinete hubo que mereció porsu poca duración el título de <<Ministerio relámpago » . Loshombres más importantes del partido moderado mismo lle

garon á cansarse de tantos cambios , y á alguno de ello s le

o í j urar en una ocas ión , que no volvería á ser Ministro ,aunque la Reina le llamara cien veces . Estos propós itos nore s istían á la tentación de un nuevo ensayo ; pero demuestran á qué punto habían llegado las veleidades de la Soberana . Y por lo que hace á s u temeridad , la hi storia entera

de su reinado está ahí para atestiguarla . El hecho de haberprescindido en dos cris is deci s ivas de los Generales de másprestigio

,fi ándose de hombres civiles tan desposeídos de

verdadera fuerza como el Conde de San Luis y González

Bravo,bastan para poner de manifi esto ese rasgo singular

de su carácter .

A pre súrome, s in embargo , á añadir que por su parte la

burguesía española no se ha mostrado menos voluble que

su¡

Soberana , de manera que no s iempre tuvo ésta la culpade tantas y tan continuas mudanzas . Si los partidos veían

con justa avers ión las intrigas de la Corte , no habrán falt ado tampoco ocas iones en que la Reina se habrá reído in

teri ormente de los extraños mari daje s y transformacionesque unían

,desunían y volvían á unir á los hombres políti

cos . Nace esto principalmente de la esencia misma de todoGobierno popular , y ya ob servaba Aristóteles que las d emocracias propenden por celos al cambio continuo dej efes , y menciona ciudades en las cuales se mudaban taná menudo como la luna . En Roma no duraban los Cónsul es má s que un año . En las Repúblicas de la Edad Media

,

en Florencia, por ej emplo , no duraba el Gonfalon iere másde dos meses , y Dante lo motej a con amargura . Hoy día

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tuvo sucesivamente por Ministros á todos los hombres másimportantes de su partido .

Por último , una de las cosas que explican también elpoco suceso de la burguesía

,es que si b ien ha contado en

su seno muchos oradores , muchos poetas y hombres de letras

,no han abundado en ella los hombres prácticos

,lo s

hombres dotados de aquellos conocimientos indi spensables para la gobernación del Estado ; y cuando ha habidoalguno que los tuviese, ha luchado con mil difi cultadespara aplicarlos . En prueba de el lo recordaré las que tuvoque vencer el ilustre D . Alej andro Mon

,antes d e poder é s

tablecer un sistema tributario á la moderna,que fué la

primera base de la restauración de la Hacienda española .

Fuera de esto , como cada M ini stro trata a nte todas cosa sde proteger á los que le ayudan con su s d i s curso s 6 votos ,es muy frecuente que se encaramen á los más alto s pues

tos hombres de talento natural,pero sin experiencia algu

na de los negocios que s e le s confían . Cual s i los hombres

político s poseyesen una Ci enc ia un i versal é infusa,vésele s

desempeñar de repente una Embajada y después un Mi

ni sterio ó la Presidencia de un Tribunal , 6 la Dirección d e

un Banco , y tengo para m i que aceptarían algunos la direc

ción de la orquesta del Teatro Real s i su sueldo fuera muycrecido .

Recuerdo á este propósito,que una vez que me hallaba

más adelante con licencia en Madrid,nombraron Director

de Correos á cierto individuo de tan pocos conocimientosadministrativos

,que esto dió lugar á una sátira muy natu

ral y muy celebrada de D . Antonio Cánovas del Castillo ,la cual consi stió en decirles un día por donaire á sus ami

gos : <<Señores,pasmado estoy ; Fulano es Director de Co

rreos y todos continuamos recibiendo nuestras cartas » .

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Según me contaba Pastor Díaz,hubo una ocas ión en

q ue un abogado , conocido suyo,fué Mini stro por haber

roncado ; y sucedió de esta manera . Cierto hombre político,

e ncargado de formar un nuevo Gabinete,fué á conferem

c iar sobre ello con uno de sus futuros colegas,y d ecíale

que aun le faltaba una persona idónea para no sé cuál cartera . Era en verano , y de repente oyóse un fuerte ronquidoe n el cuarto contiguo — ¿Qué es eso ? exclamó el futuro Pre

si dente , ¿no estamos solos ? — No se alarme usted, repusosu amigo ; es Zutano , mi compañero de d iputap i ón, que

vive conmigo y está durmiendo la s iesta .

—¡Ah ! s i , le co

nozco, y por cierto que me parece mozo i lustrado y l isto

¿por qué no le despertamos y le ofrecemos la cartera vac ante?— Por mi parte no veo en ello inconveniente .

— Y cone fecto , llamáronle , aceptó él con sumo gusto la proposición

que le fué hecha, y v i ó se así Ministro cuando menos podíae sperarlo .

Q

Naturalmente , s i esto acontece con los más alto s car

g os , imagínese el lector lo que sucederá con lo s pequeños .

El número y la audacia de los pretendientes no tiene límites , y más de una vez tuvo lugar entre nosotro s lo que

refi rió Beaumarchais por donaire en el monólogo de su F i

ga ro. El Marqués de Pidal dij o un día en plena Cámara

que el número d e solicitantes era tan cons iderable y le

perseguían de tal modo,que ya no podía ni s iqu i era salir

d e aquel recinto para sati sfacer neces idades corporales,

porque había gentes que le aguardaban en los corredoresá fin de asaltarle al paso . Y mi amigo Moreno López merefería que

,s iendo Ministro

,s e vió una vez tan apurado

c on un recomendado de su s electores,que recurrió para

l ibertarse de él,al medio dramático de pedir el libro del

personal,y dándoselo luego al t errible ambicioso

,le dij o :

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A brale usted mismo por donde guste y d igame á quién hede dej ar cesante á fin de colocarle » ; ante lo cual retrocedióaquel energúmeno .

Y cuando no bastaban los argumentos ad hominem,han

solido emplearse con éxito los argumentos ad muli erem,

porque ha habido y hay siempre algunas que gozan degran poder . Este mal existía ya de antiguo . En tiempo d eFernando VII se citaba la esposa de uno de los Ministro s ,l lamada María

,la cual había logrado disponer de muchos

empleos ; y cuentan que el Rey llegó á saberlo , y una vez

que le presentaron á la fi rma el nombramiento para Obispo de cierto Canónigo protegido por aquella dama

,pero

poco acepto al Monarca,puso éste al margenla s iguiente

nota: <<E sta mitra no ha de ser para Fulano,sino para Zu

tano ; y por esta vez que tenga paciencia Doña Mariquita » .

Pero el Gob ierno representativo,en lugar de disminuir este

abuso,lo ha aumentado de manera que raro es el Ministe

r io en que no ha habido alguna señora á quien se atribu

yese esa clase de influj o . Precisamente en la época de que

estaba hablando,ó sea en tiempo de la Regencia de Espar

tero , tuve una prueba de esas influencias del bello sexo , enel caso de un abogado asturiano

,que se alejaba en la mis

ma casa de huéspedes que yo,y solía contarme lo que po

dríamos l lamar sus intrigas para obtener un empleo de sucarrera . El pobre hombre era tertuliano de dos de lo s Mini stros de entonces ; pero no sacaba fruto alguno de sus

as i du i dade s,hasta que al li n hizo el conocimiento de una

bella señora,de la cual estaba perdidamente enamorado el

Subsecretario de uno de aquéllos,y por su medio consiguió

al cabo indirectamente lo que no había conseguido directamente del Mini stro mismo . Recuerdo que para celebrarel fausto suceso comimos mi amigo y yo en la mej or pas

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< Todos aquellos señores españoles , dice Qu i rini , tienen pornatural costumbre el estar siempre divididos , y cambian ácada paso de parcialidad ; y aunque entre casa y casa exi s

tan antiguas enemistades,sucede esto no obstante

,que los

que eran amigos en tiempo de un Rey se hacen enemigosbaj o de otro

,y los enemigos se convierten en amigos

,s i as í

conviene á sus ambiciones ; de modo qu e , no sólo son de áni

mo fácil á cualquiera mudanza,s ino que tamb ién son suma

mente inclinados á fraguar entre s í amistades y enemistades grandes y cru elí s imas » . Pues lo que sucedía antes deconsolidarse la Monarquía eso mismo sucede ahora después que ésta ha vuelto a deb ilitarse

,y de ello ofrecen

ej emplo s muy frecuentes nuestros anales de este siglo . Lacoal ición de López y O lózaga con los moderados de queacabo de hablar es uno de ello s

,como lo fueron más tarde

la unión de O '

Donnell con Espartero y la de Prim con Serrano .

El desventurado Espartero trató d e hacer frente al pel igre , echando mano de todos los recursos permitidos á losSoberane s constitucionales y también de otros que son másbien propios de lo s absolutos ; disolvió Cortes , cambió Mini sterios

,y por últ imo bombardeó ciudades importantes ,

desplegando un rigor increíble . Pero todo fué en vano .

Quien tal hizo , tal pagaba . También contra él s e pronun

ciaba el ej ército,y ya la espada de Serrano estaba pronta

para apoyar al Min isterio rebelde de López . A Serrano s i

gu i eron otro s Generales y todo se remitía al azar de las

armas .

Pero antes de seguir adelante en la relación de estos sucesos , debo mencionar otro s que me fueron personales y á

causa de los cuales tuve que abandonar precipitadamenteá Madrid .

'La Divina Providencia me vi s itó en aquellos

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momentos con la primera gran pesadumbre de mi vida . Mi

amado padre , á quien había dej ado en el verano anterior

con la más florida salud y apenas hab ía cumplido cincu en

ta años,falleció de repente en su casa de recreo de Puerto

Real,donde se hallaba de temporada . Lloréle amargamen

te porque le amaba con ternura y estaba reconocido al e smero con que había dirigido mi educación y mis primero s

pasos en el mundo ; y á fi n de acompañar y consolar á miamada y buena madre y á mis queridos hermanos

,corrí

luego á Cádiz,con permiso del Rector de la Univers idad ,

que era entonces el Conde de la Cortina, persona tan ama

ble como docta , y muy amiga de mi familia . En el capítulos iguiente referiré

,pues

,mi viaj e á A ndalucía y otro s re

cuerdos de aquella época .

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s exo fuerte apresencia del Capitán General , cuyo nombreno recuerdo

,el cual quería interrogarnos por s í mismo . Fu í

mos ihtroduci dos uno á uno en su gabinete , y nos pregun

tó qué hab íamos visto por el camino,cuál era la actitud de

los pueblos y qué se decía en ello s sobre la situación delRegente . Por m i parte le respondí con sencillez la verdad ;es decir

, que lo s pu eblo s andaban divididos , que el Ej ércitos e pronunciaba ya en contra del Regente y que la situaciónde éste me parecía sumamente comprometida . Los hechos

debieron probarle pronto que yo no le había menti do ,'

mas

por el momento no le agradaron mis informes,y según

supe después, le dij o á mi tío ,á quien conocía mucho , que

yo había andado demasiado diplomático en mis respuestas .

En Cádiz se repitió poc o más ó menos la misma escena,pero aquella ciudad se pronunció pronto al

*

gri to de viva

la Reina,y desde entonces no hicimos allí más que as istir

de lej os al drama que se representaba en toda España . Du º

rante las primeras semanas me ocupé sólo de mi queridamadre y hermanos ; luego volví poco á poco á mi vida ordi

naria y tomaba mucho interés en lo que acontecía en elpaís . La situación de Espartero era cada día más apurada

,

porque sus enemigos le acusaban de multitud de delitos,

entre ellos de hallarse supeditado al extranjero . Vivía el

Regente en Madrid en la calle de Alcalá,en el Palacio lla

mado de Buenavi sta,y daba la casualidad que frente por

frente había otro Palacio,donde se ale jaba el Ministro de

Inglaterra . Esto dió ocasión á que una mañana se hallasefi j ado en la pu erta de Espartero un pasqu ín

,que decía :

A qui vive el R egente;

E l que manda vive enf rente .

El pueblo de Madrid era en general muy afi cionado á

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Espartero , por las razones que he explicado en otro cap i

tulo , y conservaba as imismo cierta inclinación hacia la In

glaterra, á consecuencia del auxil io que nos prestó durantela guerra de la Independenci a, y que s i bien no fué desin

tere sado, porque los ingleses buscaban en aquella época

un campo de batalla para luchar con lo s franceses,no por

eso dej ó de sem os muy útil . Recordaban también con grati tud el socorro que nos dieron en la rec i ente guerra contraD . Carlos . Pero apesar de estas dispos iciones favorable s

no dej aron los madrileños de dar algún crédito á las acusacione s de que s e trata, y mucho mayor se lo dieron en

Cataluña, donde la industria de tej idos , que tan decaídayacía antes en España , había vuelto á florecer desde princ ipi os del s iglo , y temían los catalanes que Espartero concluye se , como se decía , un Tratado de comercio con Inglaterra, cuyas cláusulas dej asen sin protección las producciones de aquellas provincias .

Para comprender b ien este estado de cosas e s precisorecordar que Inglaterra y Francia nos hab ían ayudado

mucho durante la guerra civi l,conforme ya lo he referido .

Semej ante socorro es en sí un mal,pero hay ocas iones en

que no puede evitarse , y cas i no existe Estado alguno queno haya deb ido á otra nación extranj era

,e ra su indepen

dencia,ora su libertad

,ora la defensa de otro s grandes in

tereses . La Francia le deb ió á España el triunfo defin i tivodel bando católi co durante la guerra de la Liga . La Ingla

terra debe la l ibertad política de que disfruta al ej érci to

de holandeses que acompañaba á Guillermo de Orange . LaAlemania

,en fi n

,fué deudora de la l ibertad religiosa y po

l ítica á las armas victor iosas de Gustavo A dolfo , á quien,

en recompensa de tal servicio,tuvo que dar la Pomerania .

En el caso de España,no habiendo s ido el auxili o tan im

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portante, no exig10 tampoco recompensas materiales ; peroen cambio tuvo por consecuencia natural que la Francia yla Inglaterra obtuviesen desde luego cierta influencia en

nuestro s asuntos interiores y quis ieran conservarla después . La Francia seguía en esto su política tradicional

,

pues nada le importa tanto como tener un aliado ó cuandomenos un vecino neutral por el lado de los Pirineos ; y elRey Luis Felipe, que se esforzaba por mantener en su paísun gobierno muy conservador , deseaba otro tanto en E spaña . De esta manera la Francia vino á ser la aliada y protect—ora natural de nuestro partido moderado .

La Inglaterra tenía igualmente sumo interés en proeurarse amigos en nuestra Península ; porque á pesar de nues

tra guerra con Napoleón, que había s ido unhecho excepcional en la historia de nuestras relaciones extranj eras

,el

Gabinete de Londres no podía olvidar que,no siglos

,s ino

pocos año s antes,había hallado grandísima dificultad para

vencer á la España y Francia coaligadas , y que juntas recobraron á Mahón y estuvieron bien cerca de recobrar á

G ibraltar poco antes de la malhadada Revolución francesa .

Por consiguiente,tenía grandísimo deseo de abatir nues

tro poder y fomentar en España los principios revolucionarie s

,á fin de que la afi nid ad de instituciones fuese una

prenda de amistad entre los dos Gobiernos . Para lograr loprimero procuró Canning que se. extendi e s e más y más lai nsurrección de nuestras Américas

,y apre suróse á recono

cer su independencia antes que nadie lo hiciese en Europa .

A l mismo tiempo,aprovechándose de nuestra d eb ilidad

,

extend i óse fuera de las fortificaciones de Gibraltar, imp i

dió que s e reconstruyese el castillo de San Felipe , qu ehabía s ido demolido durante la guerra con Francia, y v iolando escandalosamente la letra y el espíritu del Tratado

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efecto llegó á buen tiempo para embarcarse á bordo del

navío de guerra inglés Ma labar,que le dió hospitalidad y

le condujo á Inglaterra . El General Concha , que le seguíael alcance con su s húsares

,l legó al muelle del Puerto pocos

minutos después de su partida,de lo cual se alegraron los

más humanos ; porque s i Espartero hubiese cai do en poderde los amigo s del General León

,como lo eran sus perse

gu idore s , es pos iblel

que no le hub ierantratado muy benignam ente .

E l gozo de la Nac i on al saber l a derrota y fuga de Es

partero , fué muy grande y general . Representaba aquel

hombre todo lo más odioso y antipático de nuestra ré volución ; lo s mismos progresistas le aborrecía

'n por el momento . A su huída podían aplicarse aquello s verso s de la Basv i lliana de Monti :

G ia c inta dell'

inf erno era la p ugna ,

E lo sp i r i to d i abi sso si p arti a ,

Vu-ota str ignendo la terri bi l ugna .

Respiró entonces España por espacio de diez años , durante

los cuales fué cas i s iempre gobernada por el partido mo

dé rade , á quien debió paz y verdaderos adelantos moralesy materiales

,hasta que otra nueva sublevación militar, la

del General O '

Donnell en 1854,nos volvió á regalar , ¡quién

lo creyera ! al mismo Espartero con su Milicia nacional ,sus pasiones anárquicas y todas sus abs urdas concomitancias . Y esto me obliga á decir que el único inconveniente

de la in su rrección del año 43 fué que,como hemos visto

se debió principalmente al ej ército,repitiéndose así lo su

cedido ya en 1820 y en 1839y convirtiéndolo en costumbre .

La mayoría de las personas sensatas y los hombres másnotables de todos los partidos liberale s contribuyeron

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mucho al éxito ; pero de poco hub iera servido esto y E s

partero habría permanecido Regente por lo meno s hasta

la mayor edad de la Reina Isabel s i el ej ército no se hu

biese pronunciado .

A este mal hubo que añadir otro . Los Generales que tomaron parte en el movimiento fueron muchos

,y cada uno

de ello s qui so luego ser Pres idente del Ministeri o,para lo

cual se unió con esta ó aquella bandería más ó menos liberal ó reaccionaria, de las que han ido naciendo naturalmente

,á consecuencia de la libertad de discu s ión , á la ma

nera qu e nacieron y nacen las sectas en los países protestantes . Por el momento obtuvo sin mucha dificu ltad laprimacía el General N arváez ; pero al lado suyo figuraban

ya O '

Donnell, Serrano y otro s varios . Ni había tampocomenos celo s y ambiciones ocultas entre los personaj es civiles . El Ministerio López gozó algún tiempo de ciertoprestigio

,y aprovechándose de ello

,declaró desde luego

mayor de edad á la Reina Doña Isabel,lo cual , con ser un

mal,fué un mal menor que el de excitar una nueva lucha

para elegir otro Regente ó restablecer á Doña María Crist ina . Las nuevas Corte s se prestaron gustosas á este proyecto , y todo parecía proceder pacífi camente , cuando Don

Salustiano de O lózaga, que era Pres idente de la Cámarade Diputados , puso en juego una especie de intriga parlamentaría, en virtud de la cual reemplazó en el Ministerio

á su correl igionario López . Quiso también disolver aquellas Cortes

, con el obj eto de manipularse otras todavía

más devotas á su persona ; mas la Reina Doña Isabel , á pesar de ser aún muy niña

,mostró repugnancia á esta medi

da . O lózaga, no sólo insi stió en ello , s ino que quiso intimidar á la Soberana .

El rumor de estas e scenas palaciegas corr i o pronto por13

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Madrid ; pero aunque mu chos demostraban por ello unagrande indignación, ninguno se atrevía á denunciar al Mi

ni stro. Entonces un j oven Diputado de gran talento y de

mucha" audacia,llamado D . Luis González Bravo

,tomó se

bre s i el deber de acu sarle en las Cortes . Mediaron con estemotivo vario s e loci i ente s y v iolentí s imos discursos

,que

leídos h oy no hacen quizá mucho efecto ; pero que oídosentonces tuvieron un eco terrible , y la impresión general

fué tan poco favorable para O lózaga, que tuvo que dej ar ásu vez el Mini sterio y marcharse poco despu és al extranj ero . González Bravo , e l mismo que le había acusado , fué

quien le sucedió en el poder,apoyado por el General Narvacz , que era en realidad el alma de todo aquel mov imi en

to pol ítico y el dueño verdadero de la situación . Así que,s i

O lózaga tuvo realmente el designio de romper la coaliciónen provecho suyo y de los progres i stas

,el re sultado de Su

intriga fué diametralmente contrario,pues con el Ministe

rio González Bravo comenzó de nuevo la dominación de

los moderados . El ej ército apoyaba á Narváez,y Narváez

los apoyaba á aquéllo s . La Reina Doña Cristina volviópronto de su destierro , y todo presagiaba una reacción de

c id i da contra los principio s d e los progresi stas .

Dos meses antes de estos últimos sucesos regresé yo áMadrid,fuí admitido á exámenes extraordinario s y me re

c ib í de Licenciado en Leyes . Mi intenci ón era hacer después un viaj e á París ; pero mis amigos me aconsej aron quelo dilatase un poco

,hasta ver qué fin tenían las agi taci o

nes políticas del momento . La ansiedad era general , puestodav í a no estaban ciertos lo s moderados de su triunfo , ácausa de la actitud del partido revolucionario . La Milicianacional

,unida á algunas tropas e sparteri stas , se agitaba

aun en varias provincias,

”y en Madrid mismo hubo cons

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ciar el caste llano *

d e l modo más agradable , por haber nacid e en Castilla . Sus defectos eran un exceso de liberali smo

que contrastaba con su aspecto aristocrático y sus instin

tos de hombre de gobierno,y

'

una vanidad que le perdió

en su lucha con los moderados . O lózaga no comprendió

que después de la caída del Regente,era quimera oponer

se al encumbramiento de aquéllos , porque eran los que ha

b ían contribuido á ella en primera línea . Además , el paísentero estaba muy cansado de la revolución y suspirabapor un cambio total , que le procurase algún tiempo de sos i ego . Más tarde, cuando se olvidaron poco á poco lo s excesos de la época anterior

,volvió á brillar la estrella de

O lózaga, y reconciliado otra vez con Espar tero , ocupópuestos importantes y fué hasta su muerte una de las

lumbreras de su partido .

D . Luis González Bravo era también hombre j oven yde buena presencia , como O lózaga . De estatura mediana ,con oj os expres ivos

,cara redonda

,b igote y pera ; tenía el

tipo del español , tal cual le vemos en lo s retratos del s i r

glo XVI I . En el Pa lacio de Hampton Court hay uno de cierto Embaj ador español del tiempo de Carlos II

,al cual se

parecía mucho . El destino le formó para rival de O lózaga ,

porque poseía toda la audacia y toda la elocuencia nece sarias para acusarle en medio del Congreso de haber querido intimidar á la Reina niña . Su elevación á la Pres idencia del Gabinete en edad todavía muy j oven y sin más an

teced ente que su lucha con aquel hombre político , fué crit icada por algunos de su mismo partido ; mas s i bien se

cons idera,la conducta que observó en aquella cri s i s

,fué de

aquellas que merecen recompensas extraordinarias,y ade

más era fácil comprender que el General Narváez neces itaba ponerle en el poder

,con el obj eto de que le preparase

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e l terreno para su prop io Ministerio . El fin de GonzálezBravo no correspondió á esto s principios

,y la osadía que

le sirvió para encumbrarse fué causa más adelante de sutriste caída .

D . Ramón María Narváez ha s ido una de las figurasmás notables de nuestro país en el s iglo presente

,y entre

los Rodriguito s de V ivar y Bonapartes en compendio quehan producido nuestras revueltas

,no hay ninguno que

pueda compararse con él en amor al trono,fi j eza de pr i n

c i pios y energía de carácter . Era culto,pero no docto

,por

manera que tenía aquella ignorancia relativa que tan b ienacompaña á los hombres de Estado

,porque los l ibra de

d udas científi cas . Su estatura era mediana,su rostro ex

pre s ivo, pero feo , y llevaba un peluquín empinado que anmentaba la dureza de su aspecto . Más adelante

,al acer

c arse á la vejez , dej ó de usarlo y ostentaba una calva res

petable , lo cual dió lugar á una escena bastante gracio sa .

Vino á España en 1864 un Enviado de Marruecos , y el Ge

neral N arváez,á quien hizo una vis ita

,le regaló una foto

g rafía suya, hech a cuando tenía peluquín . Notó Narváez

que el moro extrañaba mucho aquella diferencia , y con eld onaire que es prop io de todo andaluz

,porque el General

e ra de Loj a,le dij o al intérprete : Explíquele usted al Em

bajador que cuando me hice e se retrato llevaba yo turbante » .

Como la energía es cualidad que fácilmente se exagera ,

hubo caso s en que Narváez traspasó quizás los límites delo estrictamente necesario

,como lo había hecho el mismo

Espartero ; mas no me parece que s e le pueda tachar de

c ruel , antes bien no faltaron ocas iones en que mostró la

virtud contraria . Así,por ej emplo

,fué público entonces

que le había perdonado la vida á varios revoltosos de Ca

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taluña, lo s cuales fueron cogidos con las armas en la mano .,

Pero los que conspiraban en aquella sazón no le ped ían

perdonar á Narváez el valor i ndomable con que sabía ré

primirlos , y para consolarse de su derrota, empleaban contra él la calumnia .

Alguna más razón tenían,en mi concepto

,lo s que erit i

caban sus costumbres,pues es un hecho innegable que ,…

aprovechándose del prestigio que le daban entre el bellosexo su valor y su s hazañas militares

,y también su posi

ción,se ocupó de galantee s más de lo que convenía á su

buen nombre ; y no contento con e ste , tributaba también

público culto á la hermosura,donde quiera que se encon

trase . El vulgo veía con extrañeza, entre otras cosas , quepor graves que fuesen las circunstancias políticas

,no fal

taba el General j amás á su palco del teatro del Circo cuando bailaba la Guy Stefan

,célebre entonces entre las alum

nas de Terp s ícore . Eran éstas quizás meras ligerezas,pero

l igerezas más propias de un mozalbete que de un M i

ni stro .

Ni era el General Narváez el único que mostraba estasaficiones . La época no era precisamente de ejemplari dad

de ningún género . Sucedía entonces en España, en pequeño

,lo que en Inglaterra después del protectorado de Crom

well,y enFrancia cuando cayó Robespierre . Todos se apre

suraban á gozar de la tranquil idad renaci da . Aristócratas

y banqueros abrían nuevos salones,los cuales hacían con

currencia al de la Condesa del Montij o , y exageróse tantola manía de divertirse

,que hubo quien la cons iderase ex

ces iva . Recuerdo,por ej emplo

,el caso de una j oven , bel la

como un ángel,llamada Leocadia Zamora

,la cual dej ó de

repente á Madrid,donde brillaba por sus gracias

,y sin ser

culpable como la célebre La Valliere , fué á encerrarse, como

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d e donde su familia tenía origen , por cuyo motivo ofrecíael conjunto más agradable de la formalidad británica y dela gracia andaluza . Elegante , hombre de mundo y ligado

por relaciones antiguas de familia con l a Condesa del Mon

tij o,quien , como ya lo he dicho , había nacido también en

Málaga,era Comyn uno de los más íntimos tertulianos de

aquella gran casa,d onde s e reunía entonces lo más brillan

te de Madrid . D ed icós e,como Be rmúdez

,á la diplomacia

,

y González le hizo comenzar su carrera,nombrándole ofi

cial de la Secretaría de Estado . Andando el tiempo fué Mini stro en Lisboa y en Londres .Estos dos amigos , sabiendo cuáles eran mis deseo s , tu

vieron la bondad de presentarme y recomendarme á González Bravo

, el cual me … recibió con la más cortés benevo

lencia y me prepuso , desde luego , el puesto de Agregadoen Lisboa

,que acepté con el mayor placer del mundo . Mi

contento fué extremado,pues

,como ya se lo he confesado

al lector,no le tenía la menor afi ción al ej ercicio de la abo

gacía,y por otra parte me mori a por ver mundo y vis itar

los países extranj eros . Sin atreve rme á decírselo á nadie ,hacía tiempo que pensaba en ello

,y por s i acaso lo lograba ,

cuando regresasen al poder los moderados,con los cuales

me unían vínculos de amistad y simpatía,me había puesto

á estudiar en el anterior verano el Derecho internacional,

á pesar de que éste no fi guraba entonces entre las as ignaturas de la carrera de Leyes . Nombrado á pr i ncip ios de

Enero de 1844,salí pocos días después de Madrid para Lis

boa , y desde entonces permanecí siempre en el extranj ero ,con excep ción de algunas cortas vis itas que hacía á España

,en uso de Real l icencia

,para ver á mi familia y amigos

hasta que la revolución del año 68 me dej ó cesante . Volvi

al servicio activo luego que fué restaurado el Rey D . Al

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fouse XII ; pero después del fallecimiento de aquel malogrado Monarca

,quedé nuevamente s indestino . Mi carrera

no ha s ido rápida,y he recorrido paso á paso todos sus

grados ; así que no tengo de qué envanecerme ni tampocode qué quej arme .

H e hecho lo que he p od ido;

Fortuna lo que ha querido .

Y al volver ahora la cara atrás y recorrer con la mem oria tantos años pasados en el servicio de mi país , hallo

que mi vi da ha s ido , con pocas excepciones , la más agradable pos ible . El solo inconveniente que le he encontradoá la carrera diplomática ha sido que dej a poco. á poco sinamigos , de tal modo que cuando el que l a ha seguido mu

chos años regresa á su patria,es en ella como un ex

traño .

Hay quien añade que el diplomático pierde también á suvez mucha parte del amor que le debe á su país ; pero enesto creo que se equivocan , y por mi parte he experimen

tado todo lo contrario . Seguramente,el que reside largo

tiempo en el extranj ero contrae en otras naciones amistad es que recuerda s iempre con placer

,y á su existencia

puede aplicarse aquel verso de Luis de Camoens,en que

d ice, al volver de las Indias , que estaba su vi da

p elo mundo enp edazos rep a rti da .

Pero esto no destruye el cariño hacia la patria,porque

hay otras circunstancias que contribuyen mucho á conser

varlo ; y la principal es que el diplomático siente en primertérmino y conmás inten sidad que nadi e todo aquel lo qu eofende á su nación ó que la expone á la crítica de los ex

traños . Tener que ruborizarse de ciertas cosas delante de

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éstos,es a veces una pena tan grande , que debe tener

quien la sufre un interés excepcional. en que se conserve

el buen nombre de su patria .

Réstame ahora decir cómo estaba compuesta la mis i ondiplomática de la cual tuve entonces la honra de formarparte . Las Embaj adas de España habían sido confi adas

,

en tiempo de nuestra gran prosperidad,á individuos de la

más alta ari stocracia,lo s cuales las desempeñaban con

mucho be ato,y de ello son buenos testimonios los cuadros…

que se conservan en todas las casas d e nuestro s Grandes ,representando los diversos festejos con que habían realzado en el extranj ero el prestigio de su país . La e splend i

dez de nuestros Embajadore s llegó á ser proverb ial ; se

mantuvo aun despu és d e nuestro s reveses,y cuando ya …

_

no poseían nuestros nobles la r iqueza de otro s tiempos ,hubo muchos que s e cargaron de deudas

,para continuar

viviendo baj o el mismo pie de lu j o que sus predecesores .

En Roma se refiere que después de una magnífi ca fi estadada por un Embaj ador nuestro de la

“ época de decadencia

,apareció en su puerta este chi stoso y característico

pasquín : <<H á hecho todo lo que debía, y debe todo lo queha hecho » .

Pero pasaron aquellos tiempos,como pasó nuestra gran

deza,y ni nuestros magnates se sentían ya tan inclinados

á gastar su dinero en misiones extranj eras,ni el Rey

,que

cada día se hacía más ab soluto,le s daba ya la misma pre

ferencia . Hombres de una clase más modesta entraron

poco á"

poco á desempeñar aquellos cargos,y cuando todo

decayó entre nosotros , solían ocuparlos los favoritos del

Monarca,los cuales no eran siempre dignos de tanta honra .

Habíase formado , esto no obstante , un cuerpo de funcionari os , que constituía lo que se ha llamado la Carrera di

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Siendo entonces largo é incómodo el viaj e por tierra á Portugal , preferimos hacerlo por mar en un vapor inglés queiba en aquel tiempo periódicamente de Cádiz á Southampton

,tocando eu Lisboa y Vigo , y llegamos á Lisboa al sedía

,después de una navegación muy feliz .

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CAPÍTULO XIV

L i s b o a , e n 1 8 4 4 .

Be l leza de Li sboa. —Lást ima que no sea l a capi tal de toda E spaña .—Historia dePortugal y ventajas que nos ha llevado enmuchas cosas .

—Causas d e su re lativa pobre za — Semejanza de las s i tuaciones i nte riore s de E spaña y Portugalenaque l la época .— O lózaga expulsado d e Lisboa .— Gonzále z Bravo nombrado Minis tro en aque l Re ino .

—Muéstrase muy amigo d e los portugue s es .

Leal tad d e la po l í tica e spaño la enPortugal de sde la época de Fe rnando VII.Sab ios consejos d e Pacheco ace rca de las u top ías unionistas.

—Cue rpo diplomático re s idente enL isboa .

—España no e staba todav ía reconoci da por variasPotencias europe as . Afi ci ó n de nue stros hombre s po l í ticos á aque l la L egaci ón .

<<Quem nao tem r i sto L i sboa,nao tem vi sto cosa boa » , dicen

los portugueses , y por mi parte hallo que no les falta razón .

Es aquella capital un verdadero portento,digno de s er

comparado conN ápoles y aun conConstantinopla . Lo que

ésta ciudad es en el Oriente viene á ser Lisboa en el O ce idente . Si la una se ufana de ser la llave del mar N egro yla dominadora de los mundos la otra corona la Europa

,

como dice Camoens,da frente a la América y parece d es

tinada á mandar en el Océano . El Taj o recuerda el Bó sforo ; pero su clima es todavía más benigno y s e asemej a alde Italia . Bosques de naranjo s embellecen su férti l campiña, y desde Que lu-z hasta Cintra la N aturaleza repite porde quiera las maravillas de Sorrento .

El interior de Lisboa no es menos hermoso que su aspecto exterior

,porque hallándose fundada

,como Roma

,

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sobre varias col inas,ofrece á cada paso puntos d'e V i s ta

muy pintorescos . La plaza llamada Ferrero de Pazo,así

como las calles d '0uro,de Prata é Augusta, pueden com

petir con las más bellas de Europa . N o posee monumentostan notables como Sevi lla y Toledo ; pero los tiene superi ores á los de Madrid . El templo y la Torre de Belén sonj oyas preciosas d e l arte gótico

,y los Palacios Reales de

Ayudas y Neces idades,así l lamados porque están cons

tru ídos cerca de dos iglesias con estas invocaciones de la

Virgen , son dignos de una gran Metrópoli . Los palacios dela nobleza y el caserío en general sonhermosos

,y como

abunda el terreno,hay muchas habitaci ones con extensos

j ardi ífe s : En los alrededores , especialmente hacia Queluz…y Casillas , álzanse multitud de casas de campo , qu e _

recu er

dan las de Italia y forman un conj unto harto más risueño

que el de las cercanías de Madrid .

Con embeleso contemplaba yo aquel espectáculo y nopodía menos de deplorar que no estuviese allí la capi talde toda España

,como parece ped irle su admirable s itua

c ión y la amenidad de su.

suelo . Ya que desde los tiemposd e l Rey D . Enrique II cesó de ser Sevilla la residencia fávori ta de nuestros Monarcas

,es lástima grande que no la

pusiese en Lisboa el Rey D . Felipe II,dándonos así una

c apital digna de nuestra grandeza y haciendo más difíci l

la sublevación de aquel Reino . Paréceme,s iempre que

en ello p ienso , que d e cuantas faltas han cometido nuestros hombres de Estado

,ninguna ha s ido tan grave como

la de preferir la conservación de las posesiones de Italia yFlandes á la del vecino Portugal

,prestando más atención á

aquello s Estados lej anos que á lo s que teníamos tan cercad e casa y , por d

'

é cirlo así,en nuestro seno .

A presúrome, s inembargo , á decir que si b ien me d uele ,

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Fué tan gloriosa aquella época para los portugueses , quesu recuerdo los consuela siempre de las desgracias detiempos posteriores

,como lo ha expresado muy b i en e l

poeta Bocage en estos hermoso s versos

¡Oh seculos de héroes ¡dias de g loria !

Va roes excelsos , que ap ezar da morte,

Vi vei s na tradizao,vivei s na hi stori a !

A lbuquerque terri bi l, Ca stro f orte,Menezes e

'

outros mi l,rossa memor ia

Vinga as inj ur ias, que nos f az a sorte .

Cuando el j oven D . Sebastián,en quien revivía después de

algunas generaciones el carácter de Carlos el Temerario ,perdió locamente su vida en las arenas de Afri ca, Feli

pe Il supo aprovecharse d e la deb ilidad en que había quedado aquel Reino para apoderarse de él

, y tuvo as í la glo

ria de realizar nuevamente lo que había realizado diez si

glos antes la espada de Leowg11do : la unión de toda la Penínsu la . Pero aquel hermoso resu ltado no duró mucho

tiempo,y el Portugal,malcontento y desatendido , aprove

ch óse á su vez de nuestro decaimiento en el siglo XVI I

para recobrar su independencia .

V iniendo á los tiempos más modernos , Portugal tuvo lafortuna de libertarse más pronto y mejor que nosotros dela invasión de Bonaparte . Sus Reyes se retiraron con tiempo al Brasil . No tuvo su hi storia un episodio como aquellasescenas de Bayona, en las cuales no se sabe qué indignamás

,s i la perfidia del Monarca francés 6 la pu s i lanim i dad

de nuestros Príncipes . Empezada la era de las revoluciones , la suerte no fué menos favorable á lo s portugueses ,porque s i bien adoptaron

,como nosotros

,la herencia de

las hembras , tuvo Doña María por principal apoyo á su

mismo padre D . Pedro , quien , ayudado de Villa Flor y Sal

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daña , le aseguró en breve tiempo la posesión de aquel tro

no : la guerra civil fué corta y no ha v uelto á repetirse .

Después han tenido siempre el Gobierno de varones,y

aunque ha habido también all í pronunciamientos,no han

s ido tan frecuentes como entre nosotros,ni han humillado

á la Corona con el establecimiento de una República .

En su organización interior ha tenido asimismo el Portugal algunas ventaj as , en razón á que sus noble s tomaronuna parte más activa que los nuestro s en la restauraciónl iberal

,y esto les d ió por necesidad una posición más pre

ponderante en la política de su país . La Cámara d e lo s Pares ha real izado all í por mucho tiempo el ideal que Mart inez de la Rosa deseó en vano para España, al proyectar su

Estatuto Real y su E stamento de Próceres . Aquella revolución fué desde el principio más conservadora

,más ingle

sa que la nuestra , entre otras razones , porque, habiendocesado pronto la guerra civil , no hubo ocasión , como enEspaña

,de que los más exaltados extremasen sus ideas

para contraponerlas á las de sus adversarios . El carácter

de los portugueses ha contribu ido tambiénen mucho,s i no

me equivoco,á este feli z resultado

,porque son como una

raza aparte en la Penínsu la,conmenos imaginación , s i se

quiere , pero con más j uicio que las que pueblan otras provincias .

En la época de nuestra llegada reinaba en Portugal la

Reina Doña María de la Gloria, señora la más obesa entrelo s obesos Braganzas , l infática y comilona, á tal punto que

hasta en el teatro se retiraba á un salonc ito contiguo á su

palco,para tomar té y otro s alimentos durante los entreac

tos de la ópera . Su carácter era bondadoso , y vivía muy

enamorada'

de su segundo marido el Príncipe Fernando deCoburgo , j oven alto y bien plantado , instru i do y amable ,

14

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de modo que aquella Corte ofrecía el edifi cante y agrada

ble espectáculo d e un matrimonio Real completamente

unido y feliz . Las guerras y las revoluciones habíanempobrec i do mucho á Portugal , ya poco rico de suyo , porque eltratado d e Methuen acabó con sus antiguas industrias yle dej ó cas i reducido á la exportación de sus productos

agrícolas . Ya no se hacían all í aquello s muebles de otrasépocas

,delicias hoy del anticuario

,y á excepción de los

obj etos indispensables para la vida,todo se importab a de

Inglaterra . La Corte había quedado llena de deudas , ycomo muestra de el lo referiré que

,habi e ndo reinado una

noche un fortís imo viento,que rompió muchos cri stales

del Palacio Real,hubo grandes difi cultades para encontrar

un cr i stalero q u e qui s iera reponerlo s , porque , temiendo noser pagados en mucho tiempo

,todos se excusaban de h á

cerlo . El comercio de Portugal,reanimado pasaj eramente

por la política i lustrada de Pombal,volvió á decaer á fi nes

del siglo anterior,y había sufrido después mucho por la

pérdida del Brasil,como sufrió el nuestro por la de Méj ico

y Perú . Pod íase ya presagiar desde entonces la angustiosas ituación fi nanciera que nubla el porvenir de aquel Reinoen las postrimerías del s iglo XIX .

La semejanza de vicis itudes entre los dos países hacíanen aquel momento cas i iguales sus s ituaciones internas

,y

un Gobierno conservador hallábase allí, como entre nosotros

,al frente de lo s negocios públicos . Costa Cabral hom

bre de oscuro“

linaj e , pero de clara inteligenci a y energ icó

carácter, era entonces, primer Mini stro de Portugal y hacíaen aquella nación una polít ica de res istencia muy parecida á la que González Bravo estaba practicando en Madrid

,

circunstancia que facilitó mucho la negociación más urgente que ocupaba á D . Leopoldo de Cueto

,la cual estaba

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y Andalucía,quienes mantenían con la Legaci ó n una co

rre spondencia continua, y veían ó soñaban siempre expediciones de refugiados políticos

,dirigidas á aquellas pro

v incias . D . Leopoldo Cueto logró que el Gob ierno portugués

ej erciese sobre ellosla mayor vigilancia,y durante su E u

cargaduría de Negocios no hubo que deplorar cosa alguna

grave en este punto .

Al empezar el verano fué formado al fin en Madrid unMinisterio presidido por el General Narváez

,y D . Lui s

González Bravo vino de Ministro Plenipotenciario á Li sboa

,y confi rmó más y más el ánimo de Costa Cabral para

que siguiera una conducta política enteramente favorableá los intereses de España, los cuales eran en realidad lo sintereses de Portugal

,puesto que teníamos en aquel perío

d e histórico los mismos fines y lo s mismos enemigos . Gonzalez Bravo s e estableció con

—cierto be ato

,y como t enía

mucho talento,pronto supo adoptar los usos diplomático s

y conformarse á las exigencias de su posición . Estaba casado con Doña Joaquina Romea, hermana del célebre actor de este apellido

,mujer bella y graciosa

, que le ayudabamucho á hacer los honores de su posición ; y aunque ambo seran de la clase media

,no dej aron de ser bien acogidos

por la nob leza portuguesa . Su casa fué pronto una de lasmás agradables de Lisboa .

<<Estrechar más y más las cordiales relaciones que unenfelizmente á lo s dos países »

,es uno de lo s lugares comunes

más frecuentes de las instrucciones que reciben los diplomáti cos cuando marchan á su destino . En el caso de Portugal no está demás esa cláusula

,porque la vecindad de

los dos pueblos exige que esas relaciones sean lo más amistosas pos ibles ; pero sería bueno añadir <<que no se emitamedio alguno para persuadir alos portugueses de que E S *

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paña no tiene hoy d ía ni el más remoto deseo de apoderaree de aquel país » . Este deseo parece á primera vista

muy natural,porque allí de saguan tres de nuestro s princi

pales ríos,y Portugal es una parte integrante de la Penin

sula española . El Conde de Garden,contando una conver

saci ón que tuvo el de Ségur con el famoso Aranda, Emba

j ader de España en París , a fi nes del s iglo pasado , refiere

que éste le explicaba á aquél toda la política extranj era por

med io del s i stema entonces tan en boga del redondeam i en

to,reemplazado después por el de anexiones

,que es bas

tante parecido ; y queriendo Ségur probarle que le hab ía

comprendi do bien,dije le con gracia que s in duda á Espa

ña le convendría redondearse por el lado de Portugal . Y á

s emejanza de Ségur, no hay diplomático extranj ero que no

nos suponga esas secretas miras , á la manera que suponenen el gab inete ruso la de apoderarse de Constantinopla .

Pero,cualquiera que haya sido la política de nuestro s hom

b res de Estado en épocas anteriores,es un hecho que des

d e el tiempo de Fernando VII hasta el día nadie ha abri

g ado entre nosotro s tales designios , á excepción de los republicanos , cuya ut0p ia de la unión ibérica vendría á ser

una disimulada conquista . Reconóce se ciertamente que

nos convendría poseer á Portugal ; pero, puesto que esau nión no tuvo lugar en tiempos en que era relativamentefácil , nadie quis iera hoy emplear la violencia para conse

gu irla . Y la verdad es que en la época moderna la tendenc i a é s más b ien adversa que favorable á la amalgama de

naciones dotadas respectivamente de una vida propia y delengua 6 intereses diferentes

,pues vemos que la unión de

Hungría y Austria,de Noruega y Suecia

,y aun de Irlanda

é Inglaterra,forman como matrimonio s mal avenidos, que

á veces producen má s males que b ienes . Ocasiones ha h á

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b ido en que el Austria,la Suecia y la Gran Bretaña misma

han visto comprometidos su s más caro s intereses á causa

de la indocilidad de esos incorporados vecinos .

La consecuencia que se deriva de esto es que , s i b ien

la unión con Portugal sería deseable , eso habría de ser úni

camente en el caso de que aquella Nación se convenciera

algún día de que para salir de la posición relativamente

humilde á la cual la condena la pequeñez de su territorio ,debería formar parte

,como Aragón y Castilla

,de la gran

de patria española . Es lícito esperar que esto su cederá al

gún día ; mas entre tanto conviene respetar completamen

te la independ encia de los portugueses, persuadi éndole s

de que no tienen en Europa mej ores amigos que la España

y lo s españoles . D . Joaqú ínPacheco , en una serie de artícu

los que publicó el periódico L a Pa tr ia,resumió bien , en mi

sentir,el carácter de esta política

,diciendo que el G ab ine

te español debía adoptar respecto de Portugal una actitudpuramente pasiva

,l imitándose á no hacer nada para im

pedir que la unión tenga lugar algún día . En el s iglo XVII I

Portugal faltó de un modo deplorable á la buena armoníaque conviene á las dos naciones

,tomando gratu itamen

te las armas contra nosotro s durante la guerra de suces ión de Fel ipe V; y a princip ios del s iglo pasado la violóá su vez España cuando un Monarca alelado y un favorito temerario emprendieron

,por complacer á Bonapar

te , la insensata campaña, l lamada de las naranj as , queabrió las puertas de nuestro país á los ej ércitos franceses .

Pero eso s tiempos han pasado para no volver j amás,y en

varias ocas iones , s ingularmente cuando el General D . Manuel de la Concha entró en Portugal en 1847 á fin de

sofocar la loca insurrección de O porto , nuestro G ob i erno ha mostrado tanto celo para restablecer e l orden en

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la sangre . González Bravo hacía siempre lo pos ible con

obj eto de que tales escenas se evitasen , recomendando laprudencia y la vigilancia á las autoridades españolas , pue scasi s iempre sucedían por culpa de nuestros compatriotasó descuido de nuestros Alcaldes .La posición del Mini stro de España no 'era entonces

muy li sonjera en ninguna parte á causa de la especie deexcomunión política en que vivía nuestro país . Más afortunado en e ste que nosotros Portugal , había s ido ya reconocido por todas las Potencias europeas

,de modo que ade

m ás de los representantes de Inglaterra,Francia y Bélgi

ca,lo s había en aquella capital de Austria

,Prusia, —Rusia ,

Cerdeña y la Santa Sede,ninguna de cuyas Cortes quería

tener relaciones ofi ciales conel Gob ierno español . El triunfo

de las tropas de la Reina y la fuga de D . Carlo s no habíanbastado para que se moviesen á reconocernos , porque laRegencia de Espartero les pareció una república d i s imu

lada y no se fiaban de nuestras protestas de monarquismo .

Fué necesario que la revolución del año 48 les pusiese ámu chas de ellas en una pos ición bastante parecida á lanuestra para que al fin nos mostrasen mayor benevolenc ia . Pero s i b ien no manteníamos relaciones con aquello s

países , no dejábamos por eso de tenerlas ofi cio sas y amistosas con sus diversos Ministros y con sus agregados ySecretarios

,entre quienes había algunos de mucho mérito

,

tales como el Barón de Hubner , hechura de Metternich y

Secretario entonces de la Legación de Austria,el cual llegó

d espués á ser Embaj ador en París y Roma,y escribió l i

b ros muy amenos de historia y viaj es ; y el caballero D'

O u

bril , Secretario de Rusia, que era hij o de un antiguo Embajador de su país en Madrid , en tiempo de Fernando VII ,y ha ocupado después con mucho brillo lo s más altos pues

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tos de la carrera diplomática . El Nuncio era Monseñor d iPietro

,persona docta y háb il , pero algo j oven todavía

para un cargo tan importante , y prelado de un tipo dema

s iadamente mundano, que por fortuna va de saparec i en

do poco á poco , gracias á la mayor circunspección empleada hoy por la Igles ia al elegir sus altos funcionarios . Lasd esgracias y,

lo s ataques de que aquélla es víctima,han im

puesto también á éstos mayor dignidad en su s actos .

Siendo Lisboa puerto de mar,venían á menudo buques

d e guerra de todas las naciones marítimas,y la presencia

d e sus ofi ciales daba mucha animación á las reuniones de

los diplomáticos y de la sociedad portuguesa . Allí vi porla primera vez el pabellón de guerra de Rus ia y aun el dePrusia

,cuya nación envió entonce s á aquel puerto una pe

queña fragata de veinticuatro cañones ;'

y para que s e vea

cuánto espacio ha cor rido en este siglo aquel país , refer i

ré que su llegada llamó extraordinariamente la atención ,

pues pocos sab ían que Prusia tuviese marina de ninguna

especie . Y á causa de esto ocurrió una escena curiosa enuna de las Legaciones extranj eras . Preguntó cierto Ministro al Comandante del buque prus iano cuál era el obj etode su viaj e . Re spond i óle aquél que en realidad no le tenía

y que navegaba sólo para ej ercitar á su gente .<<Pues en ese

caso,continuó diciendo el otro , olvidando s in duda con

quién hablaba, puéde se decir que usted viaj a por el Rey de

Prus ia » ; que es la frase muchas veces empleada en lalengua francesa para indicar que una cosa es inúti l . Porfortuna todos lo tomaron bien y se rieron del lap sus lin

guaa

Decía muchas veces el Príncipe de Metternich,que en

cuaren ta años que había sido Ministro de Negocio s Ex

tranjeros , no hab ía conocido ningún diplomático ni Cónsul

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que estuviese contento con su destino . Cuál se quej aba d el

clima,cuál del alej amiento

,quién de la falta de v ida so

cial,quién de la carestía ó de la difi cultad de lo s asuntos .

El Cuerpo diplomático residente entonces en Lisboa no

desmentía esa regla general,porqu e p ocos eran sus ind i

vidne s que no le hallasen inconvenientes . El atraso delpaís era lo que más le s incomodaba ,

y por cierto no sinalgún motivo

,porque en aquella época hallábase todavía

Lisboa muy poco adelantada con relación á otras capitalese urepeas . Recuerdo

,verb i gracia

,que no toda la ciudad era

igualmente l impia : había ciertos barrio s donde,al volver

á casa d e noche,había que apretar el paso para no recibir

alguna lluvia parecida á las que se describen en el GranTa ca íto

, pues cada vecino echaba por la ventana toda clasede l íquidos

,s in más precaución que la de gritar << agua va »

casi al mismo tiempo que lo s vertía .

Como muestra de la idea que entonces tenían los diplomáti cos de aquella res idencia

,contaré esta anecdoti lla, in

ventada sin duda por algún descontento . Suponían qu e

cierto Ministro de Negocio s Extranj eros del Brasil,quería

persuadir á uno de sus amigos políticos de que debía aceptar la misión de Lisboa

,y para ello le decía lo s iguiente

<<Estará usted allí muy b ien ; el cl ima es delicio so , la len

gua y las costumbres son las mismas que en el Brasil,lo s

portugueses son afables ; en fin, con un poco de imaginación s e creerá usted en Europa » .

Pero ni entonces ni después han neces itado nuestros

hombres políticos que se les prueben las ventaj as de aquelpaís . Todos han aspirado siempre á la Legación de Portugal

,y eu ella han hecho sus primeras armas muchos de

nuestros noveles diplomáticos . La razón de esto ha sido ,en primer lugar, que les agrada mucho la proximidad en

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CAPÍTULO xv

L i s b o a , e n 1 8 4 4 .

S ociedad d e L isboa .—E l Marqués de Fronte i ra.—E l Conde de Farrobo.—Poe as

damas portuguesas verdade ramente be l las .—S eñoras e spañolas inglesas .

— L as

Cr uz y Laura B lanco .—U l t imos amores d e D . Luis Córdoba.

— Poca afi ci ón delos portugue se s al paseo.

—Fealdad del pueblo .—Gallegos .

—Amena re s idenci ade Cintra .—Re cib imientos de la Corte .

— Mai ra y Batalha .—Teatros de SanCarlos y de l a rua dos Conde s .— Lengua portugue sa.— Opiniones que Fe rnando VII ten ia de e l la .—Sus cua l idades y de fectos .

—Carácte r me lancól ico de losportugueses — Su dulzura y lealtad .—Van idad que se le s adv ierte .

La Legaci on de España en Lisboa ha tenido s iemprebastantes ocupaciones

,como todas “ las que se hallan en

países l imítrofes del nuestro,y generalmente no terminá

bamos los trabaj os de la Secretaría hasta las cuatro de la

tarde ; pero siempre me quedaba tiempo sobrado para pa

sear y divertirme . Las noches las ten ía ' asimismo l ibres y

las”

pasaba en el teatro 6 en sociedad , y cuando me faltaban ambos recursos

,me dedicaba á mi recreo favorito , que

e s la lectura,pues lo s l ibro s han sido siempre para mí como

para Don Quij ote , << el regalo de mi alma y el entreteni

miento de mi vi da » . De esta manera evitaba uno de lo s in

convenientes de la vida diplomática,que es el aburrim i en

to , porque no todo es en ella fiestas y regocij o s , especialmente durante la estación caluro sa

,cuando toda la buena

sociedad se va al campo 6 á los baños , m ientras que el di

plomático tiene siempre negocio s corrientes que no le per

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m iten ausentarse por mucho tiempo de la capital enqueres ide .

Frecuentar la sociedad es una de las obligaciones deld iplomático , pues no deotro modo puede conocer b ien elpaís donde res ide y las Opiniones de las clases dirigentes ;y aun hay ocasiones en que sería útil que vi s itase tambiénlas casas de la burguesía

,porque á vece s sucede , qu e cier

tos respetos cierran la boca de la gente más principal , ótambién que no hay conformidad entre las Opiniones detodas las clases

,y mal enterado estaría un agente extran

j ero de las generales de una nación si sólo escuchara, pord ecirlo así , una sola campana, cuando hay otras muchas

discordes . Mas de todas maneras.,es evidente que s in fre

cuentar los salones no es posible desempeñar bien los car

gos de esa especie ; por cuya razón he cons iderado siempreque el exces ivo rigor empleado hoy en los exámenes no esun med io tan seguro como á much os les parece de proeu

rarse buenos empleados de la carrera diplomática, en aten

ción á que es muy frecuente que lo s j óvenes más instruíd os sean al mismo tiempo los menos á propós ito para lavida del gran mundo . Pero en esto , como en todo , es muy

d ifíci l señalar reglas infalib les .Como quiera que sea

,lo s j óvenes que componíamos eu

tonces la Legación de Lisboa éramos todos muy afi cionad os á la buena sociedad y frecuentábamos cuanto podíamos los salones de aquella capital

,lo s cuales desgraciada

mente eran á la sazónmuy pocos . En primer lugar es prec i so decir que lo s portugueses en general

,no son demas ía

damente amigos de recib ir n i dar fi estas . Además, la Corte

s e veía obligada ávivir con mucha pars imonia á causa dele stado poco brillante del Patrimonio Real y de la escasezd e lla li sta civil . Los Duques de Ferce ira y Palmela y otros

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en general no lo son . Sólo recuerdo como excepciones a laCondesa de Villa Real

,la de Brancamp y una Conde s ita de

Araujo,la cual casó luego con Forth Rouen

,Encargado de

Negocio s de Francia . El contingente de hermosas señoraslo daban en aquel tiempo las extranj eras

,s ingularmente

las españolas . Una Montufar,hermana de la Marque sa

x

Ca

rolina de Bedmar y casada con el Coronel Barreiro s, era

tan l inda como graciosa . Las señoritas de Cruz , dos de lascuales pasaron más tarde á España

,casadas con e spaño

le s,eran lo que llamamos buenas mozas

,en toda la acep

ción de la palabra,y la casa de su madre vino á ser uno

de nuestros mayores recurso s,porque recibían cas i todas

las noches . Por fin,la bella de las bellas

,era una Laura

Blanco,hij a de un rico negociante español all í establecido .

Esbelta,elegante

,con oj os aterciopelados y una cabellera

negra y rizada que llevaba caída por la espalda, según lamoda de entonces

,f ascinaba á cuantos la veían ; y si aña

do que era también instru i da y di screta , fácilmente adivinará el lector queno le faltaban adoradores . Uno de ellos ,platónico por supuesto

,era nuestro j efe D . Leopoldo de Cue

to,quien

,a fuer de poeta

,hallaba en ella o tra Laura de

carne y hueso á la cual podía dedicar,cual un nuevo Pe

trarca, sus mas apasionados verso s . Su muj er, la amable

Amparo , no dej aba de aperc ib i rse de ello ; pero lo tomabacon esa magnanim i dad , que es tan propia de las señora sde mundo .

De las damas inglesas recuerdo á una Mis si s Gould su

mamente bonita y otra todavía más hermosa,que fué la

última pasión de nuestro General D . Luis Fernández deCórdoba

,emigrado en Lisboa desde el pronunciamiento de

Sevilla y muerto allí poco tiempo después . Segúnme con

taba un cierto D . Carlos de Gand,antiguo Guardia de

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Corps de Fernando VII , que estaba casado y establecidoen Lisboa , y había sido muy amigo de Córdoba ,

éste laamó bien hasta el último suspiro y creía que la bella '

seño

ra no le olvidaría nunca ; pero ¡ay ! que no sucedió así , por

que la hi storia del b il lete de la Chatre suele ser muy general en toda clase de amoríos .

Los j óvenes portugueses gustan bastante de la sociedad y eu todas partes encontrábamos muchos de ello s yde las primeras familiasde aquel Reino

,no dej ando de ser

interesante el ver con frac negro y corbata blanca a lo s

Noroñas,A cuñas

,Castro s

,Meneses , Sampayos y otros mu

chos , cuyos antepasados figuran con tanto brillo en los

anales de supaís . Algunos han dicho que lo s portuguese s

son apasionados por el juego,y algo ob servé en Lisboa que

me probó la exactitud de ese ju icio .

Siendo Portugal un p aís pobre , era por lo mismo sumamente barato ; de manera que con sólo pesetas anuales que me mandaban de mi casa

,podía vivir b ien y tener

un caballo de montar como mi más rico compañero Cartagena

,con el cual habitaba en una casa muy linda, s ituada

enfrente del teatro de San Carlos . Cueto y Figueras tenian as imismo caballo

,y todos juntos solíamos dar buenos

paseos,ora á la orilla del Taj o

,ora en lo que llaman Cam

po Grande . Pero en ningún s itio encontrábamos muchagente

,ni tampoco cuando íbamos á lo s paseos público s de

la ciudad,de los cuales había dos muy amenos , uno en la

parte baj a y otro en la alta,que llaman San Pedro de A 1

cántara ; de suerte que me atrevo'

á decir que lo s portugueses no se pasean nunca ni á pie , ni en coche ni de ningunamanera .

El pueblo baj o portugués e s en general feo , sobre todolas muj eres

,las cuales van además muy mal vestidas , cu

15

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b iertas en invierno con una capa parda, como la de los

hombres , que las priva de toda gracia, y con un pañuelo

blanco sobre la cabeza,que les da á todas ellas el aspecto

de viej as . Hay muchos negros en Lisboa venidos del Bra

s i l y del Congo , con cuyos países ha tenido siempre el Portugal continuas relaciones comerciales y políticas

,y al

gunos creen que la mezcla de esa sangre ha perjudicadomucho á la raza portuguesa . Mejor influencia etnológicatienen s in duda nuestro s gallegos , de los cuales acudenmillares á Lisboa

,para ej ercer

,como en Cádiz y Sevilla

,

todos los ofi cios que p iden fuerza 6 confi anza, y son tam

bién allí,como en todas partes

,modelos de honradez y la

borios i dad ; lo cual , s in embargo , no los salva de las burlas

de los portugueses . Camoens mismo los llama<< os sord idosgallegos

,duro bando » ; y toda la poesía portuguesa abunda

en expres iones del mismo género . ¿Qué más? Cuando losperiódicos de Li sboa anunciaban la llegada del vapor deVigo

,decían siempre que traía tantos pasaj eros y tantos

gallegos,como si ésto s no fueran seres humanos

,s ino de

una especie diferente .

Cuando llegó la estaci on más calurosa,logré que Cueto

me diera permiso para au s entarme algunos días de la Se

cretaría, y fu i á pasarlo s en Cintra con mi compañero Cartagena . No fueron más que quince ; pero guardo de ellos elrecuerdo m ás placentero , en_confi rmac iónde IOque dice deaquella residencia un poeta moderno llamado Almeida G arret, que es el Espronceda portugués , en una linda composición que empieza de esta manera :

Cintra ! amena estanci a,

Trono da vecej ante p r imavei ra ,

¿Quem te nao ama?

¿Quem em teu recinto

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da,y cuando se paraba delante de alguna persona

,se sen

taba y descansaba, por decirlo as í, sobre s i m i sma, disminuyendo mucho de talla, y cuando concluía de hablar yquería volver á ponerse en movimiento

,se la veía alzarse

y crecer muchas pulgadas,como si se levantara de una

silla .

La cabalgadura general en Cintra era el borrico , en

razón á que tiene el p ie más seguro que el caballo para

subir las montañas,y lo s hay all í de muy grande talla …

Pero ninguno igualaba al de la Reina,que era como un

castillo ; y bien se necesitaba que lo fuera para soportartan pesada carga

, y llevarla horas enteras por aquellovericuetos . Gu stábale mucho á Doña María ese ej erci cioy no había tarde en que no la encontrásemos en… alguno

de los paraj es más románticos y pintorescos,que son s iem

pre vi s itados por los que all í res iden . Hermoso es , sobremanera

,el valle llamado de los Amores donde

,según la

tradición , solía tener sus citas Camoens con Doña Catalina de Ataide, dama de la Corte ; y también me agradómucho la quinta de D . Juan de Castro

,aquel Virrey de las

Indias,que dió una vez sus barbas como prenda para un

dinero que neces itaba . En el parque, que _

e s dilatado , nohay árboles frutales

,s ino todos forestale s yagrestes , con

forme lo dispuso el fundador , siempre original en susacciones .Desde Cintra fu i un día á vi sitar el cercano Palacio

Real de Mafra, que es el Escorial de aquel Re ino ; pero noconservo más que una impresión muy vaga del efecto queme produjo . Solamente recuerdo que es de

,noble apari en

c ia y que hay en él una.

cruj ía de salones,más larga que

cuantas he vi sto en otro s edifi cio s del mismo género . También hubiera querido ver el famoso Convento gótico de

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Batalha,fundado por D . Juan I de Avis

,después de su

victoria de Aljubarrota ; pero me faltó el tiempo para elloy tal vez me ahorré así un mal rato , porque la vi sta dea quel monumento debe despertar s iempre tri stes reflexiones enel ánimo de cualquier español que ame la grandezade su patria . Aljubarrota fué para nosotros lo que Crecypara lo s franceses

,y la causa de la derrota que all í sufri

mos fué tamb ién,como la de aquéllo s

,el inconsiderado

arroj o de la jóven nobleza . Y aun me atrevo á decir queAljubarrota ha sido para los españoles mucho más funesta que Crecy ó Azincourt para los franceses , porque éstosrepararon más tarde su descalabro

,mientras que nosotros

no hemos vuelto á tener mej or oportunidad que aquéllapara reun ir á lo s dos pueblos . Allí perdimos la verdadera

g randeza de España, porque la que luego tuvimos , debidaá posesiones s ituadas fuera de la Península

,fué una grari

d eza poco natural y destinada á desaparecer como una

s ombra .

Dej ando ya un argumento tan poco halagueño hab laréahora de los teatros de Li sboa

,y empezando por el de la

O pera diré que tiene el nombre de San Carlo s y e s cas i tanbello como su homónimo de Nápoles . De antiguo ha tenidos iempre buenas compañías de canto y ha s ido frecuentado

por la m ejorb

soci edad portuguesa . La Reina y el Rey nofaltaban ninguna noche

,y cas1 todos lo s palco s estaban

e ntonces abonado s por la nobleza y los diplomático s , por

lo cual ofrecía la sala un hermoso aspecto . Entre lo s can;

tore s lo s había tan célebres como la Ros si Caccia,Bottell i

y la Al bertini . Esta última, que es inglesa, había modifi ca

do su nombre al presentarse en las tablas , dándole unaterminación italiana . Su figura era en aquella época muylinda y su voz muy melodio sa, por cuya razón tuvo pronto

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gran boga y recorrro después con mucho aplauso todos los

principales teatro s de Europa,hasta que

,llegadaá la vej ez ,.

se ha retirado á Florencia,donde actualmente reside y

donde tengo todavía el gusto de verla alguna vez sentadaen una butaca entre los espectadores de la Pérgola . Su

vi sta me recuerda aquello s tiempos en que ambos éramos

b ien j óvenes y comenzábamos alegremente la vida . Ha

sido siempre v irtuosa y casó con el tenor Beaucardé, fal lee ido ha poco tiempo .

El repertorio teatral que hallé en Lisboa era el mismoque conocí ya en Madrid

,á saber : Rossini

,Bellini y Doni

zetti ; y sólo tenía para m i la noved ad de las óperas delfrancé s Auber

,compositor fácil y popular

,cuyos Dominó

negro y Muda de Porti c i,me agradaron por extremo . Los

portugueses tienen mucha afición á la música,aunque

pocos se dedican á su estudio,y el teatro se hallaba siem

pre lleno . Hasta de los barrios más lej anos acudía la genteá la ópera, y como la ciudad abunda en colinas , cuya sub ida es fatigosa, era grande el número de personas quevenían en carruaj e y aun en borrico como en Cintra ; locual daba lugar á veces á conciertos poco armon i osos

,ej e

cutados al aire l ibre por aqu ellos animalitos . Había enton

ces en Lisboa,además de los coches de luj o , que

'

erancomo los de todas partes

,un vehículo llamado seg e, el cual

c onsi stía, al igual de la volante de Cuba, en"

un calesin alto

y ligero , tirado por dos caballos , en uno de lOs cuales ibamontado el cochero . Pero el pueblo baj o y los burgueses

más despreocupados ten ían también, como he dicho , el ré

curso del asno,y era muy frecuente en aquella época ver

de día como de noch e aun A bogado, corredor ó negociante

,caballero en uno de eso s humildes cuadrúpedos , con

silla y estribos y un paraguas en invierno y una sombrilla

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tarea por lo demás sumamente fácil,porque en realidad e s

aquel un dialecto del castellano,elevado á la categoría de

lengua independiente por el genio de algunos buenos poe

tas,especialmente Camoens .La general idad de los españoles juzga con demasiada

severidad el idioma portugués y aun suele reirse de él

Cuéntase á este propós ito que en cierta ocasión vino á Ma

drid un Embaj ador de aquel país , el cual se imaginaba pO

seer b ien el español,y enesta lengua le habló á Fernan

d o VII ; pero lo hacía con un acento tan portugués y con

tanta mezcla de palabras de su idioma, que al finel Rey ,cansado de tal algarabía

,le dij o : <<Señor Embaj ador , le

ruego á usted que me hable en francés , porque no enti endo el ga llego » . Y con» efecto

,el portugués se asemej a mu

cho al dialecto de aquella provincia,y abunda

,como él

,en

reuniones de vocales y terminaci ones nasales que le hacen

poco agradable . Los extranj eros , que son en esto los j uecesmás imparciales

,dan todos la preferenci a al castellano y

tachan en el portugués,no sólo esas terminaciones d e sagra

dable s , s ino también un exceso de dulzura que le priva deenergía . Mas á pesar de todo . e so , la lengua portuguesatiene cualidades que la hacen estimada de lo s doctos .

Libre de sonidos guturales , á causa de la temprana emanc ipación de aquel Reino del yugo de lo s árabes , es cas i lamás romana entre las románicas

,y comparable en muchas

cosas con el ital iano y el provenzal . En—la poes ía sobretodo, retiene mucho su carácter latino , por cuya razon dij od e ella Camoens :

1Va qua l quando imag ina ,

Com p ouca corrup za'

o cree que he la tina .

Pocas son las palabras árabes que conserva,tales como

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a lf andega ,aduana ; a lf a ia te, sastre , y a lj i bei ra , faltriquera, y

en cambio da formas suaves hasta á las más duras de otro

origen. Abunda en expresiones tiernas , y esta c ircunstan

cia la hace muy á propós ito para las composiciones bucóli

cos y e legíacas , s in quitarle por eso la facultad de elevarseá las mayores alturas de la epopeya , cuando la manej an

escritores de genio ..

Entre las palabras que más me agradaron delportugués ,debo citar la de Sa uda de, que algún clásico español ha traducido Soledad , y equivale , aunque no del todo , á la voz

francesa reg ret, ó sea tri steza por la cosa perdida ó por el suj eto ausente . Sa udade l laman asimi smo á la flor m i osoti s óno me olvides , _y el poeta Borges de Barro s compuso sobreella una letri lla muy expres iva

,que empieza de este modo :

Vem ca, minha comp anhe ira ,

Yem,tr i ste e mimosa flor,

S e tens de sa udade o nome,

De sa udade eu tenho a do'

r .

Saudades envían los enamorados á sus queridas , lo s

amigos á sus amigos,y no hay palabra más común que

ésta en la boca de lo s portugueses,á lo cual contribuye mu

cho uno de los rasgos más característicos de su carácter,

que es la melancolía .

Son los portugueses , s in duda alguna, como lo he dichoya en otro capítulo

,una raza aparte

,bastante distinta de

las demás de España . Amables y cariñosos cual pocos,

pero más serios que los castellanos , más tri stes que lo s ga

llegos y silenc i osos como ningún otro pueblo conocido .

Todas estas cualidades 6 s i se quiere defecto s , nótanse ensus costumbres y ensu literatura ; pero resalta también ene lla otro rasgo de su carácter, que les honra mucho , cual

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e s el de ser sumamente humanos . Su historia, tomada enconjunto

,no ha s ido nunca tan trágica como la de otros

pueblos . En tiempo de la Inqui sición los autos no durabanen Lisboa tanto como en Madrid

,según lo atestigua el mis

mo Felipe II en una carta á su hij a Doña Isabel . En nues

tro s días tienen,como nosotros

,corridas de toros ; pero les

ponen bolas en los cuernos,haciendo así menos sangriento

ese bárbaro espectáculo . No ha habido allí e scenas ré voluc ionarias como las de Francia y ni aun siquiera como las de

España . Existen en Portugal parti dos políticos ; mas enaquella época al menos no se odiaban como los de otros

países . Exaltados y moderados,carl istas y setembristas no

mostraban mucho encono recíproco ; y en cuanto á los mi

gue li stas y reaccionario s , más b ien eran obj eto de burla que

de aborrecimiento . Llamábanle s os corcovadinhos, s in dudaporque había entre ello s muchos v i e j eci llos agobiados por

lo s años .Hasta en sus santos se nota algo de particularmente

benigno ; pues no ha habido en Portugal ninguno que recuerde el celo vehemente de un Domingo de Guzmán , ni

la discipl inada virtud de un Ignaci o de Loyola, ó la exalta

ción serafi ca de una Teresa de Cepeda . El santo predilectode los portugueses

,aquél que representa mej or su carácter

nacional , es Antonio de Bullones , cuya pureza y mansedumbre le hicieron digno de recibir en sus brazo s al Niñodivino , conforme lo representan con la magia de sus colo

res los pinceles más famosos,especialmente el de Bartolo

mé Murillo . No había casa ni tienda en Lisboai

ni barco en

su bahía donde no se viese su imagen,y todas las artes y

ofi cio s formaban cofradías destinadas á su culto . Recuerdouna que era toda de negritos

, y_negritos eran los muñi do

re s y negrito s los músicos de la orquesta,que eta bastante

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más,s i alguna vez usan de expresiones hiperbólicas al e ló

giar á su nación,eso mismo hace que sean inofens ivas . Re

cuerdo , verb i gracia, que un Mini stro portugués , hablandoun día con alguno s extranj eros acerca de l a importanciade su país

,les d ij o con el aire más natural y convencido

del mundo : <<O Reino de Portugal , e muito pequeno , muitopequenino e desprezível

,mas pesa mu ito na balanza de

Europa » , lo cual h izo sonreir á muchos , pero no hirió á nin

Ni es extraño que sea tan Vanidosa la generalidad delos portugueses cuando sus más grandes ingenios incurrenen el mi smo defecto . Camoens , por ej emplo , llevó en oca

siones á un extremo excesivo su jactanc ia poética . Véansecomo muestra esto s versos de sus L usi adas:

Cesse tudo o que a musa antig ua canta

Que outro va lor ma i s a lto se levanta .

Y estos otros en que dice de su nación

D e Af ri ca tem mar i timos a ssentos;

H e na A si a ma is que todas soberana ;

N a qua rta p a rte nova os'

camp os ara ;

E se ma i s mundo houvera la chegdra .

Por fin, hasta los oradores sagrados usan de las mayores

exageraciones cuando de su país se trata . Vieira mismo ,que es el Bossuet portugués

,no se halla exento de esa —fla

queza ; y el elocuente José de Souza dice, no en verso , s ino

en prosa, y conmucha seriedad, hablando de lo s navegan

tes de su país, q ue as mesmas ondas tremiam medrosas

do inaudito e sforzo dos portugueses » .

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CAPÍTULO X VI

L i sb oa y L ond r e s en 18 4 4 .

Lite ratura y artes de Por tuga l .— Care ce de teatro nacional y de compos icione s fest ivas .

—N o t iene Museos n i Escue l a de pintura .— Poca be lle za d e su mús ica y

ba i le s .—L os portuguese s son só lo exce lente s en l a poe s ia bucó l ica y en l a ép i

ca.—V ida i nte re sante d e Camoens .

—Su poema equivale a un ej érc i to .—Fin de

m i pe rmanenci a enLisboa .— Mc env ian como Agregado aMéj ico .

—Viaj e á Ing laterra.

— U h Cónsul andaluz — Todo me agrada enLondre s menos e l cl ima .G ene rosa hospi tal idad de los ingle se s .

—Rique za de aque l país .—Hago el cono

cimiento de D . Javie r de I stúríz .

El estudio de la lengua de cualquiera país,conduce ,

como por la mano,al de su l iteratura ; y aunque el poco

tiempo que estuve en Lisboa no me permitió más que lee rá Camoens

,más adelante

,en varias ocasiones de m i V i da

,

me he dedicado a. leer también lo s principales clásico s

portugueses,tanto prosadores como poetas . Muéveme esto

á decir aquí alguna cosa sobre las letras y las artes de

aquella nación,tema á la verdad muy poco conocido entre

nosotros ; y para que se vea mi imparcial idad , notaré pri

mero sus defi ciencias y elogiaré después sus primere s .

LO primero que se advierte al poner lo s pies en las c imas del Parnaso lus itano

,es la poca importanci a de Mel

pómene y Talia . Son lo s portugueses demasiado humanos

para ser trágico s y demasiado serios para ser cómicos : su

literatura retrata su carácter . La Inés de Castro de Ferre ira

,lo s Vi llalpandos de Sá de Miranda y algunas otras

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tragedias y comedias más ó menos imitadas de Séneca yPlauto

,de Racine y Moli ére , no bastan para constituir un

teatro nacional,como lo es

, por ej emplo , el nuestro . Gil Vi

cente fué un fenómeno aislado . Ni an tes ni después de élha habido en Portugal un poeta dramático que pueda llamarse de primer orden y c uyas producciones obtengan

aplauso en aquella nación . Es posible que á esto haya con

tribu í do el eclipse que tuvo su independencia durante¡

els iglo XVII

,que fué precisamente la época en la cual consi

gu i eron su principal desarrollo los teatros de otras naciones ; pero creo que el carácter de los portugueses es la

c ausa principal de este vacío que s e nota en su s letras . Nihan procurado llenarlo enépocas más modernas

,como los

ital ianos,alemanes y aun dinamarqueses ; el Portugal con

tinua s iempre sin dramas ni comedias .

Y que los portugueses no aman la r i sa, se ve tamb ien

en sus poesías de todos géneros . Diniz ha emitido en sufrío poema del <<Hisopo » los chi stes que prodigó Boileau

en su famoso pero es preciso aguardar hastaNicolás Tolentino

,en el s iglo XVI I I

,para hallar algo que

sea realmente gracioso . Sismondi trata a Tolentino concierto desdén ; por mi parte le tengo por un poeta muyameno

,y por eso y porque es una excepción entre lo s de

más de su país , pondré aquí una pequeña muestra de suestilo . Véanse estos versos sobre las ventaj as del dinero

que recuerdan á Quevedo :

Fa llo, como exp erimentada

Fa llo com p ei to s incero“

Pode …uma va ra de fi ta ,

Ma i s que a li ada de Homero .

N o sonoro bandolim

Fortuna as armas te den

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de sus tres mosquetero s , Athos , Porthos y Aramis . Peropreci samente por esta razón admira más que ningún otroe scritor de aquella nación haya imitado á Lobeira, y queentre los infinitos l ibros de la misma clase que se cono

cen en la Península,haya tan pocos portugueses y esos

pocos de un mérito tan escaso.

Es asimismonotable que la novelá p icare sca, inventadapor Mendoza, con recuerdos del A sno de oro y otro s cuentos antiguos

,y perfeccionada por Alemán …y Guevara, no

haya tenido imitadores en Portugal . Los franceses, no sólola imitaron

,s ino que la mej oraron

,produciendo el admi ra

ble G i l B la s . Los ingleses la tomaron por modelo en el Ro

deri ch Random,y aun en Tom Jones

,que fué luego como

el padre de l a novela moderna . En Portugal nadie se movióá seguir ese camino

,y el carácter de aquella nación parece

evitarlo como indigno quizás de su gravedad é h ídalguía .

Y si de las letraspasamos á las artes , no causameno sextrañeza que al m i smo t iempoque en España adquirieron

tanta perfección todas ellas,y se propagaron hasta el punto

de formar cuatro escuelas distintas de pintura en Sevilla”,Toledo , Valencia y Madrid , en Portugal no se conozca apenas más p intor que aquel Coe llo , _

el cual,al servicio de Fe lí

pe II,vino á ser el Montemayor y el Magallanes de la pin

tura española . Hablan también los portugueses con muchoencomio de un cierto Vasco ; pero aunque procuré ver algúncua-dro suyo

,nunca pude conseguirlo y creo que

Come l'

araba F eni cr,

Che ci si a ci a scun lo di ce,

Dove si a,nessun lo sd .

Pero ¿qué raro es que no tengan arti stas de gran fama,cuando ni siquiera poseen un Museo? Los hay ya en Dina

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marca , en Suecia y hasta en Constantinopla ; pero no enLisboa . Cultivase hoy ya la pintura y la escultura en todas

parte s , y las Exposiciones eurepeas contienen cuadros y é s

tatuas de todas las nacio nes conocidas ; de Portugal no s ecita nada .

Otro tanto puede decirse de la música . España no ocu

pa ciertamente en este arte universal y divino el m i smorango elevado que en lo s demás ; pero en el género sagradotuvo un día á Victoria

,émulo de Palestina

,á Morales

, en

yos me tete s gozan de tanta fama , y el erudito Salinas . Enl a edad presente pugna por adquirir al menos el cuartolugar entre las naciones que más se d i stinguen en la mús ica dramática

,y ha tenido en Eslava y Arrieta y tiene ahora en Bretón

,Caballero y Chapi

,maestro s que di sfrutan de

merecido aplauso . Portugal no tiene,por lo menos no s e

sabe que tenga más música qu e las llamadas mod íñas,ex

pre s ivas ciertamente , pero no comparable siquiera!

connuestras playeras y s egui dillas .

Por fin,tampoco tienen,ni creo que hayan tenido nunca

los portugueses bai le s nacionales,como los tienen casi

todos los pueblo s , empezando por los noru egos , que usanla danza de las espadas

,y acabando por lo s napolitanos ,

que han inventari o la tarantela . En Portugal se contentan

conimitar el bolero , el fandango y los demás bailes espa

ñole s , y de suyo no poseen más que las monótonas muñe

rías ó molineras ; y aun éstas no las he vi sto nunca en Lisboa

,y las conozco únicamente porque las bailan tamb ién

los gallegos de Cádiz, por señas que las acompañan con

canto,y recuerdo una de las coplas que dice

T anto ba i le'

con la moza del cura ,

Tanto ba i ló que me d i ó ca lentura ,

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Tanto ba i le'

,tanto ba i laba ,

Tanto ba i le'

, que me enamoraba .

¿En qué cons i ste esta relativa pobreza de Portugal en

tantos géneros d iversos de la literatura y de las artes?

¿Será que los portugueses carezcan enteramente de imaginación? La existencia de un sinnúmero de poetas de todos

los t i empos"

probaría lo contrario . A m i ver la causa principal de este hecho está en la raza

/

y el carácter . Otras cír

cunstancías han pedido contribuir tamb ién mucho á ello .

Portugal es pobre ; Portugal ha"

vivido h asta ahora muyapartado de los centro s más luminosos de Europa ; no hatenido una Corte voluptu

'

osa,como las de Borgona y Na

poles ; niMecenas como lo s Médici s de Florencia, lo s Luisesde Francia 6 los Felipes de España; pero nada de e ste

hasta para expl icar lo que decimos . Valdría,todo lo más

,

para excusar sd ínferiori dad en las artes ; mas no su defi

ciencia en el teatro 6 en lanovela . Para eso no hallo más

razón qu e la del carácter . Sensibles y valientes , lo s portu

gu e se s han perfeccionado sólo dos cuerdas de su lira : la lirica yla heroica, y en ambas han alcanzado , s i no me equivoco , el extremo de la excelencia .

Las j oyas de su prosa son principalmente una novela

pastoral , la Meizina y Moza,de Bernardin Ribeiro

,los Co

mentari os,de Albuquerque y las D ecadas

,de Barros . En

poesía, las l íricas y bucólicas de multitud de poetas , entrel os cuales descuellan Ribeiro

,Sá deMiranda y Bernardes ,

y los poemas de Camoens, Cortereal y Lobo . En el siglo

pasado los escritores que más se han di s tinguido en Portugal han sido : un poeta l írico

,Almeida Garrett

,y un his

toriador, Herculano . Ya he dicho que su poesía lírica meparece excelente . Su forma es armoniosa y dulce ; lo s sen

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cristianas ; pero esto era vi cio de s u época y no es más absurdo que el suponer

,como hace en su poema el Milton

que los ángeles peleaban con cañones . Además,el poeta

portugués e s superior á los ital ianos en un sentimiento queésto s no podían sospechar siquiera en la pequeña Ferrara ,cual es el amor patrio . Los dos Orlandos son obras bellí s imas

,pero meramente literarias . L as L us íadas sonuna obra

nacional , que respira por todas sus octavas el entusiasmopor Portugal . Es asimismo notable el talento descript ivode Camoens y sus pinturas de sitio s y d e personas ; es el

primer artista de su país . Véase,por ejemplo

,este retrato

de Vasco de Gama:

N ao menos g ua rnecido o L us i tano,

N os seus ba te is, da f rota se p artía

A receber no ma r o Melindano,

Com lustrosa e honrada comp anhi a .

Vesti do 0 Cama vem a o modo H i sp ano

Mas F rancesa era a roup a che vestia ,

D e setim da A dria ti ca Veneza,

Ca rmes í,cor che a gente tanto p reza .

D e botoes d'

ouro a s mangas veni tomadas

Ond'

0 sol relucindo a vi sta cega

A s ca lzas soldadesca s recamadas

Do meta l que a Fortuna a tantos nega

E com p onta s do mesmo deli cada s

O s golp es do g iba o aj unta e achega

A o i ta li co modo a a urea esp ada ;

P luma na gorra unp ouco declinada .

En fin,Camoens mismo es más interesante que ningún

otro poeta moderno,porque fué soldado como Cervantes ,

caballero como Garcilaso y enamorado como Macías . Fué

también más desgraciado todavía qu e el Tas so , porque no

acab ó como éste en un monasterio , sino en un hospital , y

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era tanta su miseria, que un esclavo que hab ía traído de laIndia tenía que pedir l imosna por las calles de Lisboa paraprocurarle algunos recurso s . El mismo compendia su vi da

y compone su propio epitafi o , cuando de s i dice en L a s L n

.s l

.

a 4la 8

A quelle cuya l i ra sonorosa

S erá ma i s aff amada que d i tosa .

Los portugueses guardan cariñosamente su memoria yle intitulan con d íscu lpable j actancia, <<O Príncipe dos poe

tas de Hespanha » . Hacen bien; porque s i la lengua es un

grande elemento de nacionalidad,el Camoens ha hecho

más que nadie por la de su patria, y su poema equivale ,baj o e ste respecto , á un ej ército poderoso .

Pero ya es tiempo de que dej e este tema para referi rm i sal ida de Lisboa . Mi buen amigo D . Salvador Bermúdezde Castro fué nombrado á fines del año 1845 Ministro Ple

nipotenc iario en Méj ico , y usó la amabil idad de ofrecerme

en aquella Legación la plaza de Agregado con sueldo,que

acepté de muy buena gana,porque en Lisboa no le tenía

,

s iendo entonces co stumbre de comenzar s in él la carrera .

Propúsome , pues , al Ministro de Estado , que era Narváez ,y éste tuvo la bondad de nombrarme .

Salí con pesar de Portugal,y aunque la casualidad ha

hecho que no haya vuelto nunca á vis itar aquel país , elcual se halla á un e xtremo de Europa y no es cam ino para

ningún otro , conservo, esto no obstante , un recuerdo muy

grato del corto tiempo que en él residí,y en todas las Cor

tes donde he hab itado después he sentido una s imp atía

e special por mis colegas portugueses . El Conde de Lavradio en Londres

,el de Migueis en Roma

,y el de Valmor en

Viena han s ido para mí unos amig os seguros,con los cua

les he mantenido las más agradable s relaciones .

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Por mar fuí á Cádiz , paradespedirme demi querida fámilia

,y por mar me trasladé después á Inglaterra . Allí me

detuve un par de semanas,y por último pasé á París , á

donde me había dado cita mi nuevo'

j efe Bermúdez . Toqué

en vario s puertos antes de desembarcar en Southampton ,y en uno de ello s h ice conocimiento con un Cónsul de nuestra nación

,que merece noti cia aparte

,porque era andaluz

y del género más gracioso pos ible .

Solía decir el General ,Conde de España

,que lo s andaluces no son los mej ores

soldados de nuestra nación ; pero que s in - embargo conme

ne que haya algunos en cada compañía, para que diviertan

á lo s demás . El Cónsul de quien hablo era de esa clase, yla conversación que con él tuve contribuyó mucho á dis i

par la melancolía que me habían producido las despedidasde Lisboa y de Cádiz . Cierto elevado personaj e , que eraalgo pariente suyo

,le había sostenido en su puesto duran

te los recientes cambio s de España ; él, sin embargo , qui sohacerme creer que lo debía únicamente á su habil idad consumada . Tenía en su despacho el retrato de Narváez

,pero

me aseguró que en el otro lado del mismo cuadro tenía el

de Espartero,y que solía ostentar el uno 6 e l otro

,según

eran las vis itas que recibía . Decía también que adivinabalas Opiniones de cada cual por el aspecto y el vestido : s i e l

que le vis itaba lo traía atildado y era como se debe,

—le calí fi caba de moderado ; s i al contrario, era lo que llamamoscursi

,le juzgaba progresi sta; en fin, s i tenía mala catadura

ó v enía pobremente vestido, entonces l a duda era pos ible ;por regla general debía ser demócrata, pero también podía

resultar carl ista, en atención á que ambos partidos se re .

clutanentre las clases más baj as de nuestro pueblo . Dí le

la enhorabuena por su felíz descubrimiento,y salí de su

casa de mej or humor que cuando hab ía entrado en ella .

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nas de Londres son tan grandes que entran en las casas yse huelen y se mascan

,y cubren de tal manera el disco del

sol, que no parece s e], s ino oblea , y puede mirarse de hito

en hito impunemente . Por eso,s in duda

,el convencional

Barrére,irritado por la conducta política de aquella nación ,

dij o de ella en una de sus famosas ínvectivas : <<L '

Anglate

rre , nation bouti qu i ére , que le soleil éclare a regret » .

Por efecto de esas neblinas y también del humo de susinfinitas chimeneas

,hálla se afeado Londres por una tri ste

negrura, que cubre todos sus edifi cio s y hace cas i inútil enaquella cap ital las galas de la arquitectura . San Pablo

,por

ejemplo , que ofrece una reducción muy feliz de San Pedro

de Roma, hase puesto tan negro , que produce en m itad deldía el efecto de una vi si ónnocturna . Todo es all í ob scuro

,

todo causa la tristeza,que llaman sp leen, por cuyo motivo

hay mu chas personas,especialmente s i proceden del Me

d iodia , que no pueden v ivir en aquel país . Cuando el Mar

qués de Casa Iruj o fué á Londres como Embajador , la Mar

q¿1e sa ,su muj er

,recib ió tan mala impres ión de la ob scu

ridad y neblinas,que no quiso residir allí y se volvió eu

seguida aMadrid . Hay,sin embargo

,otras que

,no sólo

s e afi cionan á Inglaterra,S i no que se convierten en de

c i di dos anglomanos . Elogian los tales s in medida todo

lo inglés,exagera

'

ndo,s i cabe

,las costumbres y excentric i

dades de aquello s insulares,pon iéndose s iempre una pier

na sobre otra,acariciándose las botas y no dirigiendo la

palabra á quien no conocen por medio de una presentaciónen toda forma . Para ser en todo como los ingleses no le sfaltaba más en aquella época que no fumar

,afeitarse el b í

gote y llamar f rench dogs á lo s franceses ; cosas por lo de

más que los ingleses mismos han dej ado de hacer después

de la guerra de Crimea . Entonces el odio entre franceses é

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i ngle ses era muy vivo,apesar de las entrevistas reales de

Windsor y En.

Son los ingleses ricos y generosos , y ej ercen la hospita

l idad como ningún otro pueblo . Apenas llegué a Londres ,fuí invitado a comer por todas las personas para quieneshab ía llevado cartas de recomendación

,y en s us casas ad

miré mucho la riqueza de las mesas,que entonces se cu

brian de obj etos de plata,porque todavía no habían inven

tado los ruso s la costumbre más civilizada y elegante de h a

c er que los criados sirvan lo s manjares ya cortados , no po

niendo sobre los manteles más que frutas y flores . En las

casas inglesas de aquel t iempo llenaban las mesas de vian

das en proporciones homéricas , y para que no s e enfriaran ,las servían en recipientes también gigantesco s

,provi sto s

d e calentadores y de grandes tapaderas , todo lo cual era ,como digo

,de bruñida plata . Este si stema era rico ; pero

producía el inconveniente de que el amo de la casa tenía

qu e ej ercer muchas veces las funciones de ofi cial trinchan

te,cosa que hacía interminables aquello s convites . Para

colmo de tormento existía as imismo la costumbre de quedespués de acabada la comida

,las señoras se retiraban al

salón,mientras q ue los caballero s se dedicaban á beber

vinos que,en general

,eran de Portugal y de España

,es

decir,fuertes y generoso s

,y más a propós ito para engen

drar sueño y embriaguez que para alegrar moderadamen

te lo s ánimos .

El Mini stro de España en aquella época era D . Javier de

Istúríz,á quien conocía ya por su fama como hombre pol i

t ico importante . Tenía por Secretario aD . Miguel Tacón,

Conde de la Unión de Cuba,cuya muj er era una america

na inglesa muy l inda,y a D . V ictoriano Pedrorena . Este ul

timo,que era del género anglomano antes descrito , y muy

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experto en la vida de Londres , me ayudó a ver y apreciarlas cosas más notables de aquella capital . Todas me agradaron mucho , especialmente el teatro de Haymarket, donde di la Dama de Lyon, preciosa pieza de Bulwer, y otrascomedias y dramas muy bien representados . En cuanto a

la Galería de Pinturas , pareci óme bastante pobre en com

paraci ónde nuestro Museo del Prado . Llamóme muc ho laatención la afi ción que tenían en aquel t iempo lo s inglesesal estilo de arquitectura gótico

,no sólo para las iglesias

,

s ino también para toda clase de edifi cio s , aun aquellos quemás neces idad tienen de buena luz , como por ej emplo , elPalacio del Parlamento . Además

,en las mismas casas par

ticu lare s hacían de estilo gótico salas,comedores y aun b i

bliotecas , ob scureci énd0]o todo con ventanas de oj iva ycri stales de colores .

-En los Club s,s in embargo

,han imita

do los Palaci os de Venecia, y eso les presta un aspecto

grandioso y grato . El siglo X IX , en Inglaterra como en

todas partes,no ha tenido un estilo de arquitectura propia;

se ha contentado con imitar los de todas épocas , según la

moda 6 el capricho .

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Viniendo de Londres,no me hizo París la impres ión

que esperaba, aunque me pareció también una ciudad

g rande y hermosa, y“

s egún pronto lo advertí, más divert ida aun que aquélla . Desde luego

,su clima es mucho más

ben igno , y esto hace que todo parezca más bello : lo s pas eos , las calle s y las casas . Su s

'

e d ifi cios también me agradaron más

,y el Museo del Louvre me sorprendió delic io

samente . N 6tre Dame,aunque no estaba aun restaurada y

c oncluida, me gustó por extremo , y. también en su género,

la Magdalena . Pero lo que más cautivó mi atención fue

ron los teatro s , especialmente el de la Comedia francesa ,donde oí aFirmin en la E scuela de los vi ej os y á la Du Pless i s en vario s dramas y comedias

,admirando su dulce pro

nunc iaci ón, que convertía el idioma que hablaba en una

c osa cas i di stinta de l o que es en la boca de los demásfranceses . En la Puerta de San Martín vi de qué maneraa dmirable representaba Federico Lemaitre los dramas románti cos , y quien no le haya conocido no puede tener ideadel efecto que producían en aquella época

,pues tanto su

voz como su gesto daban increíble realce a las escenasm ás difíciles . En el V audeville y en el teatri llo del Palai sRoyal me reí amás no

,poder con los chistes de Arnal y

o tros excelentes actores .

En la Grande Opera francesa o í al famoso Dupre. E l Cha

r iwa ri le p intaba ya en caricatura,corriendo tras su de de

pecho ; pero am i me pareció todavía excelente . El G ui llermo

Tell era entonces la ópera favorita del público , y los franc eses la aplaudían ya con furor

,apesar de que al pri nci p i o

la recibieron con frialdad y llamaron a Rossin i el maestroTapag1ni . Tan difíciles han sido siempre las innovacionesenmateria de música, porque por lo mismo que ésta es una rte meramente expres ivo , no tiene límites fi j os y varía

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más que otro alguno . Tenía entonces la ópera ital iana unteatro aparte

,al cual llamaban la Sala Ventadour

,y all í

tuve el incomparable placer de o i r a la Gris i y a Lablach edos artistas que no han sido nunca superados , especial

mente en la N orma, ópera que gozaba entonces de grand í

s ima boga .

A lo s pocos días de hallarme en París me apercibí tam

bién de otra superioridad que tiene sobre Londres,asaber

su exqui s ita cocina , mérito que , según he v i sto después enm i s suces ivos viaj es a aquel país

,es extens ivo a toda la

Francia,pues hasta en los pueblos más pequeños dan de

comer de un modo admirable . Enuno de los cafés que i re

cuentaba hice conocimiento con un compatriota nuestro ,el Marques de Santiago , el cual era famoso gastrónomo , ybaj o su dirección aprendí a apreciar los producto s del arteculinario francés . Concurría también a aquel establecí

mi ento el que fué más tarde Marqués de Guadalcazar , entonces s implemente D . Fernando de Souza

,s egundón d e

su familia y lleno de talento y de deudas . Las disputas que

se armaban e ntre aquello s des nobles eran sumamente

divertidas,porque ambos tenían mucha gracia , y como no

se querían demasiado,aguzaban el ingenio para decirse

mutuamente las cosas más mortiñcante s sm faltar a la

cortes ía . Unanoche acabó Souza por amoscars e y se fué a

l a calle , diciendo que , as í como Montesquieu escribió un li

bro sobre la decadencia de Roma,iba é l a escrib ir '

otro so

bre la decadencia y ruina de la casa de Santiago .

Mérito igualmente de París son sus amables muj eres,

menos bellas que las de Londres,pero más graciosas y

vestidas con mayor gusto . Estaba en aquello s tiemposmuy de moda la clase de las loretas , así llamadas porqueprocedían cas i todas del barrio de Nuestra Señora de Lo

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reto,y merecían ala verdad los elogios que de ellas hacen ,

tanto Balzac como Paul de Kock . Jóvenes había que cons i

d eraban cual una fel icidad suprema el tener relacionesamorosas con una de ellas

,y los estudiantes s ingularmen

te las e scogían por fi ele s compañeras y les dedicaban tod os los rato s que les dejaban l ibres sus estudios . Y aunsospecho que por esa razón se veían algunos que jamás losconcluían

,prefi riendo la querida á lo s l ibros . A lgunos e s

pañole s de buenas familias hacían también allí e sa vidaen el barrio Latino

,y ci tará dos b i en

"

cónoci dosz el uno eraD . Jacobo Bermúdez de Castro , hermano precisamente dem i nuevo j efe y j oven muy erudito , que s i guió más tardela Carrera consular

,pero volvió s iempre aParís y murió

allí rodeado de sus li brote s : el otro era un tal Benjumea ,andaluz de pura raza y que no creo que apesar de

'

vivirentre los estudiantes se dedicase a ciencia alguna . Tenía

la lengua muy gorda,y entre otras cosas le oí decir que di

v'

e'

rtía su tiempo paseando por los j olí va res , que era comoél llamaba a lo s Bu levares .

Existía también entonces como ahora en París una colonia de españoles de todas las clases sociales

,y algunos

d e e llo s muy ricos . El pr i nc i pal eraD . Alej andro Aguado,

Marqués de las Mari smas,de la familia sevillana de ese

nombre y pariente de los Marqueses de A lvénto,el cual

hab ía hecho una 1nmens a fortuna, contratando vario s em

présti tos con el Gobi erno español en tiempo de Fernando VII . Su palacio de París y su quinta? de Petit Bourgeran muy frecuentados por la mej or sociedad de aquellaépoca . Favorecía generosamente a lo s arti stas y había reunido una magnífi ca galería de cuadros , entre lo s cualess e admiraban muchos deMuri llo

,Zurb arán y otro s buenos

p intores de nuestras varias escuelas antiguas y modernas .

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tanto se asemej a a la que defendían Caton y Pompeyo enla antigua Roma

,y que no hacía mucha estima de la l iber

tad igualitaria y democrática,como era la que dominaba

en Francia, pareci éndole que ésta va siempre a terminar

en la anarquía,de la cual no se salva más que entregan

dose al cesarismo : Por cuyo motivo, decía él , que todos lo sliberales d e Francia y España

, por moderados que fuesen ,no eran otra cosa que revolucionarios inconscientes y fau

tores d e la República democrática,con todas sus deplora

bles consecuencias .

El tiempo ha dado en parte razón aArango ; pero en la

época de que estoy hablando,las i deas moderadas

,que lla

maban doctrinarias,eran las que tenían mayor concepto

entre las personas ilustradas de todos lo s países latinos , y

las avaloraba y autorizaba el ej emplo de la Francia,—la cual ,merced a ellas , di sfrutaba de una s ituación que parecíaenvidiable . Es cierto que las oposiciones radicales hacíanya una cruda guerra a Luis Felipe y que aquel pobre Rey ,

amenazado continuamente por viles asesinos , había tenidoque renunciar a sus paseos solitarios

,a pie

,con bastón ó

paraguas, y vivía encerrado en su Palac i o como lo s aborre

c i dos tiranos de Tiro ó Siracusa ; pero el orden y la prospe

ri dad de la Francia eran tan grandes que no se daba a

aquello s s íntomas alarmantes la importancia que merecían . Todo de s lumbraba entonces en aquella Nación , tanbien gobernada en el interior como respetada en el extran

j ero,y el reinad o de Luis Fel ipe puede ser con razón con

siderado como uno de los más brillantes de aquel país . La

e locuencia'

políti ca de Guizot , Thiers y Berrierera comparable con la de Burke 6 Fox . Los sermones de Lacordaire noeran menos bello s qu e los de Mas i llon. Los escritos de Guizot

, Villemain y Cousin, las poesías de Hugo , Lamartine y

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Musset, las compos iciones dramáticas de Scribe , de laVigne y Dumas no han sido superadas hasta ahora

,y,s i no

me equivoco , todos eso s autores seránun día considerado scomo los clás ico s del siglo X I X . Por fin

,los cuadros de In

gres y Delaroche dieron a la Francia ese lugar preem inente en las bella s artes que ha conservado hasta la época actual ; y el comercio , la agricultura y la industria recibieron

en tiempo de Luis Felipe un impulso tan grande que laFrancia, gracias a él , ha podido ponerse al lado de la misma Inglaterra en la carrera de lo s adelantos materiales .

El

coloso ten ía los pies de barro,pero su aspecto era bellís imo

.

Varias eran las circunstancias que ponían en peligro

aquella situación al parecer tan admirable . Luis Felipedebía pagar el delito que había cometido

,contribuyendo a

la caída de Carlo s X . Su conducta privada era intachable,

y Moreau de Jones pudo una vez decir que en toda la hi storia de Fran01a no había habido más que una media doce

na de Reyes fieles a s us muj eres,entre los cuales eran lo s

más notables San Luis y Luis Felipe . Su carácter era ama

ble,su ilustración grande

,su liberalismo indudable . Pero

quería poner al gunos límites a la revolución,creando una

especie de oligarquía burguesa,y esto era impos ible . Las

clases más baj as empujaban á las altas y no había nada

que oponerle s . En Francia,como en España, se repetía la

fábula del volatín y su maestro : queríase caminar sobre la

cuerda floj a s in ninguna clase de contrapeso .

La Reina Amalia era por su parte una señora sumamen

te virtuosa y todavía más estimable que su marido , porque ,s i había aceptado el trono

,de seguro no lo había deseado

n i buscado . En todas partes y por todas clases de personaseran cantadas sus alabanzas . Formaba con el Rey unme

naj e ej emplar, digno de admiración y respeto . Bermúdez17

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de Castro,que fué convidado a comer en las Tullerías , me

refería que todo era allí sencillo y modesto : la comi da , elservici o y el aparato . Después de con

,cluída aquélla, toda

la Familia Real pasaba al salón inmediato al comedor y se

se ntaban alrededor de una gran mesa redonda, ocupando

s e la Reina y sus damas en hacer alguna labor , y depar

ti endó todos sin ceremonias , como en casa de cualquierpersona privada . Entre las gentecillas del pueblo era muyalabada sobre todo la Reina Amalia

,porque sabían que

cuando alguno de su s hij os s e hallaba enfermo , era ella

misma quien le servía de principal“

enferm era,de scend i en

do aveces a acto s que cas i parecían demasiado humildesen una dama de su rango .

Los hij os de Luis Felipe eran asimismo modelos , no solamente de Príncipes

,s ino de j óvenes bien educados

,va

liente s , instru i dos y corteses , dignos en todo del lugareminente que ocupaban . En fi n

,no era pos ible hallar cosa

alguna criticable en aquella Augusta famili a,fuera del or i

gen de su elevación , la cual era, a la verdad, obra de lamisma Francia . Más tarde han tachado a todos los Orleanes de avaricia

,y es posible que haya sido con alguna

razón ; pero entonces no se hablaba todavía de e so ,ni en

traba para nada e s e defecto en la oposición que contraello s se i ba formando .

Había dos clases que odiaban con perfecto odio a LuisFelipe : la antigua ari stocracia y el baj o pueblo . Aquélla

,

porque la revolución de Julio la había despoj ado de los

restos de su poder, y éste porque no le permitía que lo ej erci e se á su vez . El Secretario Lozano

, qu e había vivido muchos años en París y frecuentaba algunas casas del barriode San G ermán

,me contaba que en aquellos salones

,men

tar a. Luis Felipe e ra lo …m i smo que mentar al diablo . El

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igles ia colocada en el centro mismo de París,de la cual ha

dicho con razón Mr . Nicolás,que recuerda y realiza más

que ninguna otra una de las profecías del Salvador,cuando

dij o , que el nombre de aquella humilde pecadora, á quienestá dedicada

,sería un día repetido con alabanzas en todo.

el orbe .

La reaccron rel igiosa , fomentada por E l Geni o del Cr i stiani smo

,de Chateaubriand , y por los sermones de Frays s i

nous y Lacordai re , daba ya ópimos frutos , y una parte d ela juventud concurría mucho alas igles ias . En ellas vi también por la pr imera vez a las Hermanas de la Caridad

, qu e

no eran conocidas todavía en España, y de las cuales h adicho bellamente Victor Hugo

A u li t dwz'

zi

eí lla rd solíta í re

E lle p enche unf ront g ra ci eux,E t r í enn

'

estp lus beansur la terre,

E t ri enn'

estp lus grand sons les cí euao.

Por desgracia todo es extremado en aquel país , lo mismo los vicio s que las virtudes , y aquello s otros pueblos quel o toman por modelo , suelen copiar sólo los primeros , sincompensación alguna .

Sei s semanas pasé en París , que me parecieron seisdías , y todo me detenía en aquellos j ardines de A rmida ;pero el de Febrero salía de Southampton el vapor quedebía llevarme a la Habana, y no tuve más remedio quedecidirme apartir . En estos viaj es en Inglaterra y Francia

hice uso por primera vez del camino de hierro,cuya inven

ción me pareció maravillo sa . Ya hoy todos nos hemos acos

tumbrado a ello s ; pero los que conocimos las s i llas de correos y las diligencias no podemos menos de bendecir laProvidencia

,que le dió al hombre genio suñci ente para ,

idear y real izar tamaño prodigio .

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El vapor en que me embarqué en Southampton perte

necia á la Mala de las Indias occidentales y era un colosode dos mil toneladas

,provi sto de todas las comodidades

necesarias para una navegación tan larga como la de In

glaterra aVeracruz . Hoy día se hace el pasaj e en veintedías ; entonces se empleaban treinta y cinco , porque las pa

radas eran muchas,tocando en Madera

,la Barb 'ada

, Ja

maica y la Habana,y deteniéndose demas iado en cada

punto .

Los pasaj ero s eran numeroso s y algunos muy agra

dahles,especialmente el banquero inglés Me lvi ll con su se

ñora,y la familia Dalcour

,de la Habana

,con quienes hice y

conservó después relaciones de buena amistad . La traves ia fué felicí s ima

,así que no tengo ocasión de pintar aquí

una tempestad é imitar el << intonu ere poli » , como lo hacen

tantos otro s viaj eros,en mares menos azarosos q ue el

O céano Atlántico . El tiempo era magnífi co , cual suele serlo s iempre en el O céano en mitad del invierno , y por esos in duda el cap itány los ofi ciales del buque s e ocupabanmás de beber greg y

“de dormir que de dirigir nuestrorumbo

,pudiéndose decir que íbamos a la merced del ti

monel .

Este descuido imperdonable es bastante común entrelos ingleses

,y de sus resultas

,poco después de m i l legada

aMéj ico tuvo lugar en aquel golfo el naufragio de uno delos vapores de la misma compañía de las Indias occi den

tales llamado Tweed,con circunstancias bastante vergou

zosas para su comandante , puesto que la catástrofe sucedió conmar tranquilo y cielo claro , a las ocho de la mañana

,metiéndose el buque miserablemente entre los escollo s

llamados que están señalados hasta en las

cartas de geografía más comunes . Encallado en aquellas ro

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cas y batido por las olas , el casco se part i o inmed iatamen

te en dos pedazos , sumergiéndose en el profund o mar todala parte de popa y ahogándose por consiguiente cuanto sestabantodavía en sus camas .

—Salváronse únicamente todos los pasaj ero s de proa

,así como la marinería ; pero estos

también . hubieran perecido infaliblemente , por falta deprovisiones

,s i una goleta española que venía de Campeche

con dirección a la Habana, no lo s hubiese d ivi sado , volando luego en su socorro , a pesar del rie sgo que corría al

aproximarse a aquello s arrecifes . Villaverde creo “se l lama

ha el animoso cap i tán español que ej ecutó aquella, quemuchos califi caron de hero ica hazaña,y

'

que le mereci o los

elogios y las expres iones de agradecimiento del Gobierno

inglés,y el regalo de un magnífi co cronómetro de parte d e

la Reina Victoria . A Méj ico Vinieron después algunos—delos náufragos , y me hizo mucha impres ión que des

"de ellos ,aunque j óvenes todavía , traían las cabezas blancas y decían que sus cabello s habían perdido así su c olo r en losocho días que estuvieron sobre los e scollos con la amenazade una muerte horrorosa ante sus oj os .A los pocos días de salir d e Inglaterra paramos en la

i sla de Madera,y habiendo baj ado a verla

,quedamos pren

dados de la suavidad—de su clima y d e la riqueza de su ve

getaci ón, que sin ser todavía tropical, es mucho más l ozana que la de ningún país europeo . Indudablemente fuéaquella i s la el modelo que tuvo presente Camoens al describir la de los Amores en su

'

poema de los ¿Lusíadas , ytodo lo que dice sobre la frondos i dad de su s árboles , la

hermosura de sus flores y la serenidad de su c ielo , corresponde exactamente a lo que allí vimos . Los habitantes indígenas parecen de una raza especial , que tal vez tengaparentesco con los guanches de Canarias . Tienen aspecto

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dable olor que,más aun que las gitanas de Sevilla, despe

'

d ían aquellas Venus africanas , cuyas formas , en generalmuy abultadas

,cautivaban a mis compañero s de viaj e .

Toda aquella negrada estaba ya emancipada,de lo cual

me alegró mucho , porque desde muchacho me ha parecidoodiosa la esclavitud

,y aunque lo s ingleses mismos decían

que la libertad recientemente adquirida por los negros loshabía hecho holgazanes

,y temían por esa razón que la i sla

perdiese poco apoco toda su prosperidad , los hechos han

probado después qu e había demasiada exageración en

aquellos juicio s .

Estas paradas ten ían,s in duda

,el inconveniente de pro

longar mucho el viaj e,mas por otro lado le hacían más

agradable . Ni nos faltaba tampoco entretenimiento durante la navegación

,porque , como el mar se mantenía tran

quilo , podíamos vivir abordo cual si estuviéramos en tierra , paseando , j ugando y haciendo la corte a las damas .

Estas podían también tocar el p iano y hacerse la i lusiónde que se hallaban enun castil lo fl otante . Todos teníamos

asimismo nuestras horas de lectura,las cuale s ocupaba yo

con el l ibro de Prescott sobre la Conquista de Méj ico,que

me había parecido necesario adquirir antes de ir a aquelpa i s . En mi primera edad había ya leído la Historia de Solís acerca del mismo asunto

,la cual es muy célebre entre

nosotros , a causa de su bello estilo , y también por la manera pintoresca con que refi ere aquello s maravillo sos sucesos , y aun debo decir que apesar de que Prescott me causómucho placer y me enseñó muchas cosas que no sabía

,tan

to en lo que respecta aCortés como al teatro de s us haza

ñas , esto no ha impedido volver después a leer á Solís con

el mismo 6 mayor gusto que antes . Asemej ase en" esto Soli s aQuinto Curcio , cuya Vi da de A lej andro se lee como

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una novela y es la más agradable de todas las que exi stensobre el mismo tema , no obstante que haya otras más

exactas .Pero hétenos ya llegados a la Grande Antilla, a l a her

mosa Cuba , a la reina de aquello s mares , cuya descripción

será obj eto del capítulo inmediato .

+05. 'E'+

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apercibieron desde lej os . El segundo es el de <<Jerusalén ,Jerusalén » , dado por los Cruzados , cuando , después de ha

ber atravesado la Europa y el Asia , abriéndose paso consus lanzas , divisaron la Ciudad Santa . El tercero es el de

Colón y los españoles que le acompañaban , el día en que ,apunto cas i de renunciar ya a su atrevida empresa

,des

cubrieron e l Nuevo Mundo y exclamaron : << tierra, tierra » .

Algo de esto recordé ya en la Barbada y en Jamaica ;pero la idea de que aquellas i slas no sonya de España, enfrió mucho mi entusiasmo . El Duque de Frías , en su bellaoda a las Nobles Artes

,prorrumpe

,a propósito de las con

qui stas españolas,en estas elocuentes palabras

Mas ahora s i emp re el a rº

gdna ata osado

Que del mar a rrostra re los f arores,A l arroj a r el ancora p esada

E n las p lagas antíp odas d i stantes,

Verá la cruz del G ólgota p lantada

Y escuchará la leng ua de Cervantes !

Esto ¡ay ! hace tiempo que no es enteramente verdad ,porque en varias Antillas se hablan ya hoy día lenguasque no son la nuestra

,y en el continente m i sm0 .vas e reti

rando poco a poco el dominio de nuestro idioma, de talmodo que en la mitad del antiguo Reino de Nueva España ,perdido por Méj ico , cede ya el puesto y desaparece ante lalengua saj ona, l levada allí por lo s invasores del Norte . En

Jamaica,conquistada ó más b ien arrebatada p iráticamen

te sin declaración de guerra por los marinos ingleses , entiempo de Cromwell

,no se habla ya más que el inglés , y

otro tanto sucede en la Barbaday las pequeñas Antillas .

En la Habana,pues

,fué donde al tocar en sus playas oí ya

efectivamente con inexplicable alborozo la lengua de Cer

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vantes,hablada con mucha propiedad y también concierto

canto gracio so,que es un efecto del cl ima .

El puerto de l a Habana es grande y pintoresco,y en su

entrada se ostenta el famoso castillo del Mor ro,reconstrui

do y ampliado en tiempo de Carlos III,después que los in

gle se s se apoderaron de él y de la ciudad el año 1762 , cuyacircunstanc i a recuerda el dicho popular d e que s e cierra elestablo después que se han salido los bueyes . Mas , como

quiera,aquel castillo es de imponente aspecto , y cuando

se le mira no causa ya sorpresa que costara tal suma demillones que

,según dicen

,el Rey al examinar las cuentas

en Madrid p idió un anteoj o y dij o por donaire que iba amirar con él desde el balcón de Palacio , porque de segurose debía ver acualquier distancia un castil lo que había cos

tado tanto .

El interior de la población no es tan bello como promete su vista desde el puerto mas de todos modos la Habanaes una ciudad rica y espac i osa

,y quizás

,después de Nueva

York,la primera de América . En lo s barrio s nuevos se han

edifi cado casas y quintas de buen estilo ital iano . Algunas

son de tan rica arquitectura que merecen el nombre de palacio s . El pueblo que bulle en sus calle s es bastante cosmopoli ta, dom inando en él lamultitud de negros africanos ,los cuales ej ercen toda clase de ofi cio s y no estaban allítodavía libres

,como los de Jamaica

,smo esclavos . Las crio

llas que vi me parecieron dignas de la fama que tienen de

agraciadas . La vida sedentaria que llevan,rodeadas las

más pudientes de cri adas negras,que les s irven como de

pies y manos y hasta les recogen el pañuelo s i se les cae ,

las reduce al papel deniñas delicadas cuyo mayor deleitee s llevar una vida oci osa y .tranqu i la . Por efecto de esta

continua quietud tienen losp ie s tan pequeño s como las

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chinas y j aponesas . Su mirar es lánguido,su voz suave . La

generación de aquella época fumaba todavía el cigarrillo .

El calor las obl iga avestirse ligeramente,lo cual exageran

ellas de buena gana a finde ostentar su s bello s brazos .Mi primer cuidado

,después de desembarcar

,fué buscar

ami jefe Bermúdez de Castro,a qu i en hallé

,lo m i smo que

al Secretario Lozano, muy contentos de la vida de la Habana

, cuyo clima es sumamente agradable durante los meses

de invierno . Pre sentáronme luego al Cap i tán General , quee ra el célebre D . Leopoldo O '

Donnell . Pareci óme de buena specto ; alto , blanco y rub io , no desmintiendo ni su fís icon i su moral el origen irlandés de su familia . Hablaba poco

y pausado ; era cortés , pero frío . La posición que ocupaba

era magnífi ca ; pues en—aqu ella época el Gob ierno de la i s la

de Cuba venía a ser una especie de virreinato . Su señora,

c onocida después en Madrid con el nombre familiar deDoña Manuela

,cuando su marido era j efe del Ministerio ,

tenía por l as noches una tertulia, a la cual concurría todolo principal de la Habana . Era una dama ya algo jamo

na,pero con c iertos restos agradables de su pasada belle

za . Su hij a,llamada Zenobia

,la cual casó después en pri

meras nupcias con el financiero Mariategu i , y luego en se

gundas con el Marqués de laVega"de Armij o

,estaba enton

ces en el apogeo de su gracia y su hermosura .

En aquella tertulia conocí también al Conde de V i lla

nueva, quien por varias veces fué Intendente de la is la y

g ozaba de la reputación de un buen hacendi sta,'

y a un

Conde de O '

Re i lly ,descendiente de aquel que bombardeó

conescasa suerte aArgel , cuya famil ia se hallaba estable

cida en la Habana . Este amable caballero nos convidó undía a comer,y siendo yo , a fuer de gaditano , sumame

'

ntegoloso

,aprobé mucho una" costumbre de aquella casa y se

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Europa y la boca en las caj as de Ultramar . Mas para todobastaban las rentas de Cuba

,cuya prosperidad parecía no

tener límites .Por desgracia aquella s i tuación excepcional y envidia

ble se hallaba combatida por vario s enemigos poderosos .

La multitud de lo s esclavos empezaba ya a ser un peligro

constante . En el siglo X IX y cuando , no sólo en Europa ,s ino también en todo el continente americano dominabanlas ideas más l iberales

,era una flagrante contradicción ,

una anomalía insostenible la exi stencia de la esclavitud enaquella i sla . Los Estados Unido s la mantenían todavía ver

gonzosamente en su seno , y aun hubo all í algunos hombres

de Estado tan obcecados por el interés , que pretendierondeclararla de derecho div i no y encontrarle fundamento en

no sé cuáles texto s de la Biblia, y hasta en la inferioridadmoral de la raza negra . Pero ya la habían condenado y abol ido tanto Inglaterra como Francia, y todo el mundo comprendía que su abolición en Cuba, como en los m i smos E stados Unidos

,era sólo cuestión de tiempo. Y ojalá que al

gún Gobierno moderado hubiera ten ido el valor de decretar esa generosa medida antes que la revolución alcanzasela gloria de hacerlo . Pero entonces nadie se atrevía a ha

blar'

s iqu i era de ello y la esclavitud era, como digo , un

gran peligro para nuestra Antilla .

Otro no menos grave era la tendenc i a natural enaquellacolonia

,como todas las de su especie

,a separarse de la Me

trópoli . Había allí partidarios , s i no de la independencia ,porque eso les parecía todavía demasiado difícil

,a l menos

de la unión a la República de los Estados Unidos,donde

existía preci samente un partido que deseaba muchola anexi ón de aquella Antilla

,a fin de aumentar el número de

los Estados e sclav i stas . Los revolucionario s de Cuba refu

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g iados en N ueva York y la Florida, unido s a algunos malos españoles y no pocos aventureros de la América del

Norte, habían intentado ya varias veces desembarcar en

la i sla para promover un movimiento anexionista . Llamaroules con razón fi libu steros , y pocos años después , en 1851 ,organizaron una expedición que logró desembarcar acuyofrente se hallaba el antiguo General D . Narciso Lopez

,la

cual hubiera podido sem os funesta a no haberla repelido

y d e stru i do con notable energía el valiente General Don

José de la Concha,que a la sazón era Gobernador de Cuba .

Esto s peligro s desaparecieron por fortuna después dela emancipación de lo s esclavos

,verifi cada tanto en aque

lla i sla como en lo s Estados Unidos ; pero quedó todavíael que había nacido al fi n

, por la naturaleza misma de lascosas

,de la tendencia abiertamente separati sta , queri endo

los criollo s de Cuba emanciparse de España para ser independientes

,como lo eran ya todas nuestras antiguas colo

nias de América . Esta tendencia era un efecto natural de

la prosperidad misma de Cuba,s iendo una profunda ob

servación del historiador Ali son,que mientras más se enri

quecen lo s pueblo s privados de independencia , mayor sehace en ello s el deseo de conseguirla . Ni era—posible imag i

nar que cuando en España s e e stablecía …una l ibertad querayaba cas i en licencia

,fuese pos ible privar de ella anues

tras posesiones ultramari”nas . Semej ante anhelo era ya bas

tante general en la época de que estoyhablando , y de ellotuve yo mismo al instante varias pruebas, a pesar del cor

to tiempo que permanecí en la i sla . Desde luego empecé a

notarlo al desembarcar,porque los marinero s cubanos que

me llevaron a tierra en una lancha tuvieron un altercadocon un soldado español

,y creyéndome am i extranj ero , se

desataron en improperio s contra nuestra nación , apenas18

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s e alej o aquél . Además , en casa de las señoras de Dalcour ,que eran criollas

,oí hablar de polít ica a vario s cabal leros

del país,y luego me apercib í que les pesaba ya mucho e l

yugo de España . Los comerci antes españoles que no erannegreros

,contribuían también

,s in quererlo

, a aumentar elmalcontento de los criollo s

,murmurando mucho del Ca

pitán General y de todos lo s empleados españoles de lai sla

, a quienes suponían interesados en la introducción

fraudulenta de los esclavos y atentos sólo, á enriquecerse .

Cuatro días no más permanecí en la Habana,y conti

nué luego m i V iaj e en el mismo vapor inglés en que hab íavenido hasta allí . Bermúdez y Lozano hicieron la traves ía

enun bergantín de guerra ya muy viej o,que antes se lla

mó el R ea li sta, y luego , mudando de nombre , conforme lo

exigían los tiempos , se titulaba el Pa tri ota . El Gobierno

había dispuesto que fueran en él porque le parecía que sunuevo Ministro ganaría en prestigio s i se pre sentaba en lasaguas de Méj ico conducido por un buque de guerra de sunación . Para mi no había enél comodidad de pasaj e

,de lo

cual no me pesó mucho , pues en sólo cuatro días me encontré en Veracruz , al paso que el Pa triota ,

combatido por

v ientos del Norte , que en aquel golfo sonmuy frecuentes ,tardó cerca de quince días .

A propós i to de esto quiero referir aquí, como muestrade lo que pueden ciertas preocupaciones entre los hombres

de mar, lo que me sucedió antes de dej ar aCuba conel

Comandante del Pa tr i ota , que era un tal D . Manuel de laPuente, marino antiguo y persona por lo demás culta ysensata . Por encargo de Bermúdez fué a decirle cuál díale convenía señalar para su partida

,y dió la casualidad

que ese día era un martes . Al oír esto el bueno de la Puen

te , me respondió con la mayor formalidad,que él estaba

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embargo , conservaba toda su sencillez primitiva,y como

prueba de ello contaré que cuando me recibió en su eseritorio me dij o por varias veces que me sentara, pero yo nos

descubrí en toda la estancia s illa ó banco de ninguna espe

cie,fuera del que él m i smo ocupaba

,por lo cual acabé por

sentarme en una caj a de azúcar que allí yacía depositada

y que sin duda era el s illón voluptuoso que me ofrecía .

Hice también conocimiento con un ciruj ano españoll lamado Mend izábal, gaditano como yo , y sobrino del famoso Ministro del mismo apell i do . Era hombre hábil en suprofesión y muy popular en el país desde que tuvo la

,para

él buena fortuna, de cortarle al General Santana la piernaque le destrozó una bala de Joinville y de curarlo perfectamente . Por él supe una anécdota curiosa y caracterist icarelacionada con aquella circunstancia, y fué que cuando elGeneral mej icano se sintió restablecido

,h izo venir de In

glaterra una pierna de palo , hecha con la mayor perfección

,la cual fué enviada Méj ico en la d il igencia . Mas

como en aquella época pululaban lo s ladrones en el camino

,una partida de ello s asaltó el carruaj e y se llevó todo

el equipaj e que conducía,inclusa la pierna de Santana .

Sintiólo mucho éste y estaba ya a punto de encargar otracuando un día recib ió en su aloj amiento una caj ita con la

p ierna y una esquela muy cortés del j efe de los bandoleros

,en la cual le decía que tenía el mayor gusto en hacerla

llegar sana y salva a sus manos . En cuanto a la pierna d ehueso que le había sido cortada por Mendizábal , tuvo asi

mismo extranas v1crs i tud e s . Al principio fué puesta en uncaj ón y enterrada en el cementerio común ; después , cuan

do Santana ocupó la Presidencia en el año 45, la enterra

ron con mayor aparato en un terreno reservado y le pa s ieron encima un mármol con una pomposa inscripción . Caído

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luego del poder y obligado a refugiarse en Cuba , la p ierna

fué desenterrada,profanada y arrojada no se sabe dónde .

Por último , a la vuelta de Santana algunos años después ,fué buscada

,hallada y sepultada nuevamente con la ma

y or solemnidad .

Conversando con las personas que he dicho entretenía

_yo m i s ocios hasta que llegó por fin el b_ergantm deseado ,

trayendo abordo amis j efes,y d os días después salimos

para Méj ico en una diligencia bastante cómoda y ocupadas ólo por nosotros . El Vicecónsul D . Dionis io Velasco obse

qu ió much o a Bermúdez y la noche anter ior anuestra mar

c ha le dió un suntuoso banquete,en el cual desplegó nues

tro enriquecido compatriota todo el luj o posible . Concu

rri erona aquella fie sta las primeras personas de la ciudad

y también algunas damas , haciendo la señora y señoritasde Velasco los honores d e su casa con mucha gracia y des

e mbarazo . En cuanto a D . Dioni s io,hizo también cuanto

pudo para desempeñar su papel con mucho brillo ; sólo queal fi nal de la noche

,s iendo ya grande el calor que se sen

t ía en las salas,le p idió permiso aBermúdez para quitarse

e l frac y ponerse una chaquetilla ligera, con la cual s iguióluego jugando al tres illo con sus amigos .

El viaj e de Veracruz a Méj ico fué para nosotros una

g ran distracción , a causa de la novedad y belleza del país

que si nuestro s oj os se ofrecía . En Jalapa dej amos las arid eces de la costa y encontramos ya la brillante vegetaciónd e lo s trópico s . Las palmeras y otros árboles de vivos col ores cubrían los campos y ocultaban aveces las casas con

s u rico follaj e . El aire estaba embalsamado por los más

g ratos olores y el cielo s e mostraba tan azul y tanpuro queno nos cansábamos de mirarle . Estábamos ya en la más

bella quizás de las partes del mundo,en la virgen Ameri

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ca, y en una de sus regiones más hermosas , cual e s s induda la Nueva España

,ese país qu e arrancó para nuestra

desgracia tantas alabanzas aGuillermo Humboldt ; y digopor nuestra desgracia, porque no hay duda de que contri

buyeron a aumentar la envidia que ya tenían los demás

Estados europeos a las posesiones de España en el Nuevo

Mundo y el deseo de que las perdiese .

Cuando entramos en el valle de Méj ico creció todavíamás nuestra admiración. Algunos le hancomparado conelde Granada y paréceme que tienen razón. En Méj ico la na

turaleza es quizás más imponente ; pero ambos son extensos

,ri sueños y animados por infi nidad de pueblos y case

ríos . S i el uno ostenta el Muley Hacen , el otro e stá dominado por dos grandes volcanes apagados

,el Popocatepetl

y el Iztaccihuatl , nombres difíciles de pronunciar, pero qu etienen algo de misterioso , que s e presta a toda clase de in

terpretacmne s .

Los recuerdos que el valle de Méj ico despierta son también comparab les con los que suscita la vega de Granada .

En un lugar como en el otro se realizaron los dos hechosmás notables de nuestra h i storia

,.los más heroicos

,lo s que

pueden rivalizar con los más célebres de la h i storia antigua y no tienen iguales en la moderna . Con efecto

,s i el

arroj ar por fin a lo s moros del suelo europeo .y completar

la int egridad de la patria española fué una hazaña gloriosa

, igual , s i no mayor lo fué , en mi sentir , la de conqui starel lej ano Imperio de Méj ico

,con un puñado de españoles .

Fué este un hecho tanto más li sonj ero para nosotros cuanto que quienes le realizaron eran todos españoles . En eld escubrimiento de la América tenemos que dar la primerapalma al gran genovés , que nos guió por el camino de lasondas . A un portugués se

'

deb i ó después e l traspasar la

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todo lo demá s son m ás amplias y e stán mejor edifi cadasque las de la madre patria . Méj ico

,La Puebla de lo s Ange

les,Guanajuato

,Córdoba

,Orizaba y cuantas vi durante mi

permanencia en aquel país,son muy superiores a lo que

eran aprincipios del pasado siglo Burgos , Valladolid , Jaénó Zaragoza . A causa de la benignidad del clima las casasde Méj ico se parecen mucho alas de Sevilla y Cádiz , conpatios y corredores abierto s y azoteas practicables

,donde

las mej icanas remedan por medio de macetas de flores los

pens i le s de Babilonia .

La plaza principal,que llaman de San Francisco , es muy

extensa y s e halla rodeada de portales . En un lado e stá la.

Catedral, qu e es un hermoso templo , rico de mármole s

,y

al frente el antiguo Palacio d e lo s Virreyes,convertido hoy

en residencia del Presidente . Este edificio es grande,pero

no tiene mérito alguno arquitectónico . En medio de laplaza había antes una estatua ecuestre de Carlo s IV

,hecha

de bronce con muy buen estilo por un escultor español llamado Tolsa ; hoy está en un patio interior . Numerosas sonlas iglesias

,y algunas

,como la de San Francisco

,notable

mente hermosas ; las calles son todas anchas y tiradas ácordel ; la s casas altas y adornadas con grandes balcones .

Las tiendas son buenas ; pero pertenecen casi todas amercad ere s extranj ero s . Abundan mucho los coches

,porque

las señoras mej icanas,como las habaneras

,salen poco a

pie . En el patio de las casas más pudientes hay siempre uncoche enganch ado para que las señoras de ellas puedansalir a cualquier hora . Lo único desagradable en Méj ico e sel pueblo baj o , compuesto casi todo de indios . No son tan

repugnantes como los negros,pero poco menos , y hay que

acostumbrarse a ellos . Llámanlos Léperos , y llevan agu i sade toga romana, una sábana , debaj o de la cual van cas i

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d esnudos . Caminan descalzos y se cubren la cabeza con uns ombrerete de paj a . Inteligentes

,pero perezoso s

,a seme

j anza de los lazaronos de N ápole s , es difíci l que quieran trabajar después que han ganado para el pan cuoti d iano .

S i éntanse entonces en las aceras de las calle s 6 en lo s escalones de las igles ias

,y all í toman el sol

,como los cínico s

d e la antigua Atenas .

El hotel en que nos aloj amos era bastante bueno . Per

tenecía, como cas i todos los de América a un prop ietarioanglo—americano

,cuya nación hace all i en este punto el

mismo ofi cio que los suizo s en Europa . Mi cuarto teníavistas a la plaza de San Francisco , 10 cual le hacía muy

a legre . Los muebles eran buenos , y la sirviente era unaindi ta

,no mal parecida

,que cuidaba de ponerme siempre

flore s en un vaso de bucaro,tierra allí muy común

,cuyo

perf ume es por s i mismo sumamente agradable .

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to , que con razón llaman á aquellas regiones Tierra Cali en

te ; en las costas del golfo y del Pacífi co , ardientes también ,reina además la fi ebre amarilla . Pero en la mesetacentral ,d onde está s ituada la ciudad de Méj ico , la e levación delterreno hace que no se s ienta apenas el calor tropical .

Todo el año es allí primavera,y en vez de llover en el in

vierno llueve en el verano,y esto sólo por un par de horas

d espues del medio día, y—con tal regularidad

,que se dan

c itas para después de la lluv1a,como en otras partes para

la puesta del sol .Todos lo s días

,cas1 sm m terrupci ón,

podíamos fumarnuestro c igarro después de almorzar

,paseando al aire l i

bre con la cabeza descubierta, por los corredores de nues

tra casa . Vestíamos siempre ligeramente,y en el invierno

usábamos de noche un gabán,que en Europa serviría para

e l otoño Las personas que se acostumbran á aquel climano pueden ya sufrir n i aun los más templados de España,y he conocido varios andaluces

,establecidos de antiguo en

Méj ico,los cuales han querido retirarse en la vejez á Cádiz

ó Sevilla , y no han podido soportar ni aun el poco frío queallí se s iente .

El único inconveniente de Méj ico es la sequedad exce

s iva,producida por la escasez de lluvia . Re s i éntense de ello

los nervios y hay que hacer uso continuo de baños cali entes

,á fi n de que se dilaten . Esto era ya conocido de los an

t iguos aztecas , y los españoles encontraron estab lecidaallí la costumbre de lo s baños

,no só lo entre los ricos , s ino

también entre las gente s más pobres , s iendo numerosos ,entonces como ahora

,los establecimientos públicos desti

nados á ese obj eto tan importante . Hoy día,las personas

pudientes tienen baños en casa, y las señoras mej icanas lo

toman al levantarse y conservan después toda la mañana

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y hasta la hora de ir apaseo,el pelo suelto sobre la espal

d a, á fin de que se seque mej or . Así reciben las vis itas

,y

es muy agradable el verlas con ese traj e de final de ópera,

especialmente cuando son guapas .

Obliga también aquel cl ima á cierta regularidad en las

comidas , pues con frecuencia se sufre de disentería, enfermedad que es todavía —más peligrosa para los extranjerosque para los del país

,como lo indica el adagio mej icano

que d ice : el español que se destapa,sólo la tierra lo tapa .

Pero yo creo que es ta dolencia no es tanto resultado delclima como de los exceso s que se cometen en la bebida y

en el abuso de las frutas,las cuales son riqu í simas y va

riadas,porque Méj ico tiene las nuestras y las de América

,

y sus chirimoyas,piñas y granadillas

,rivalizan con las

brevas,duraznos y peras . El plátano banana es tan co

mun y barato que no hay … casa rica ni pobre donde no s e

coma diariamente , ya crudo ó'

ya frito , como las patatas .

Acompáñalo el frij olito negro,que es superior al blanco de

Europa y puede aspirar á la supremacía entre las legumbres . Y en general

,todos los alimentos son excelentes en

aquel privilegiado país,de donde nos han venido

,con otras

cosas buenas , las patatas , el pavo común , que allí llamanguaj alote , y el exqui sito chocolate , tan alabado por Bri llatSavarin . La mesa de Bermúdez era de las m ej ores del país

,

porque tuvo la buena suerte de hallar luego un'

cocinero

francés que le servía á las mil maravil las . Decían las malas lenguas que había llegado á Méj ico huyendo de Europa, donde había cometido un asesinato, historia que no leperjudicaba mucho , porque en América perdónase bastante á los que allí emigran . Por lo demás

,su conducta en

Méj ico era i rreprens ible , y tenía tanto amor propio queBermúdez no necesitaba excitar nunca su celo

,y si alguna

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vez le recomendaba que se esmerase , le respondía conmu

cha gravedad : Señor Ministro , esté usted tranquilo : yo no

decaigo nunca .

Un susto y no muy pequeño vino á turbar nu estrabuena

andanza á poco de hallam os establecidos , y fué un terremoto de los mayores que se han sentido en aquel país , el

cual está bastante suj eto á ello s , aunque no tanto comoGuatemala y otras regiones de América. Sucedió á las diez

de la mañana y fué sólo ondulatorio ; pero duró muchos se

gundos y fué acompañado de bramido s subterráneos , cru

j idos de paredes y otro s accidentes que no dej aron de im

presionam os . La idea de que puede durar y crecer haceque este fenómeno natural aterre más que otro alguno . Há

llábame yo á la sazón escribiendo en la Cancillería, y aun

que me levanté para dir ig i rme á la puerta, no me fué posib le dar un paso ; tales eran lor vaivenes del p iso . Lo mismole sucedió á Bermúdez y á Lozano : cada cual se quedó en

el cuarto donde se hallaba hasta que disminuyeron los temblores y fueron su s titu ídos por una especie de cernim i entoque permitía al fin fij ar los pies y moverlos . Varias fueron

las casas que cayeron al suelo y más aún las cuarteadas,

por lo cual mucha parte de la población permaneció durant e algunos días acampada en las afueras

,y la bolsa de los

ricos tuvo que acudir generos amente en socorro de unamultitud de pobres

,que habían quedado s in sub sistencia

y sm techo . Tem i óse que el terremoto , como suele suceder,repitiera al día s iguiente

,y así fué

,con efecto

,aunque no

tuvo la misma fuerza . Sin embargo,hallábame yo cuando

tuvo lugar en la acera de la plaza de San Francisco y fu i

e chado con violencia fuera de ella . La plaza entera se movía como un barco

,y las dos torres de la Catedral se bam

boleaban como dos gigantes borrachos . No recuerdo s i hubo

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res ; pues hay allí do s cosas que han variado poco desde laépoca de Cortés

,á saber : la lengua y el vestido de campo .

La lengua e s , con pocas variaciones , el español que hablaban nuestro s antepasados ; las palabras mej icanas , como

p eta te por estera , y zarap e por rebozo , sonmuy pocas , y encambio se oyen muchas voces ya anticuadas entre nosotros , pero que son del más genuino castellano . En cuantoal vestido , compuesto de sombrero chambergo , chaquetil la

corta, greg i i e scos holgados , anchas polainas y espuelas

enormes , es el que usaban los españoles del s iglo XVI I .Según me refi eren personas venidas últimamente de

aquel país , en este paseo de Buceare lli han colocado ahoralos mej icanos una estatua de G uatimocin, que fué e l postrero de lo s Emperadores del antiguo Méj ico . No podemos

nosotro s ser buenos jueces en las cuestiones que tocan exelusivamente á los sentimientos patrióticos de aquel la na

ción ; pero á la verdad no se comprende que para ser buen

mej icano sea necesario recordar y enaltecer tanto las hazañas ó desventuras de los Príncipes aztecas . Probablemente nace esto de dos pasiones que debían estar ya depos i tadas en el almacén de cosas antiguas : el odio á lo s españole s y el deseo de adular á los indios . Ambas tuvieron razónde ser á princip io s del pasado siglo : hoy parecen un

anacronismo . Y si los mej icanos quieren algún día ser

j ustos , deben por lo menos alzarle también una estatua alfamo so Hernán Cortés

,en reconocimiento á la conquista

española,porque esa conqui sta los sacó de las tinieblas de

la i dolatría,lo s libertó de los sacrifi cio s humanos y de lo s

vicio s más i nfames,dándoles una religión subl ime y unas

costumbres más puras . Y si es cierto que los indios de hoy

son descendientes de los antiguos , también lo es qu e todas

las familias blancas,cuyo número es muy grande, de scien

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den exclus ivamente de los españoles , y aquellas de razamixta, numerosa as imismo , t ienen por lo menos una mi

tad de sangre española . Concedo que Hernán Cortés hizomal en consentir que el Monarca fuese tratado con crueldad ; pero esta falta fué deb ida á las exigencias del Tesorero Alderete , y no le quitan á aquel caudillo la gloria de

haber s ido el ins trumento elegido por la div ina Prov i dencia para convertir á un pueblo semibárbaro en una nacióncivilizada y cri stiana . Y en todo caso

,s i la persona de

Cortés le s es s iempre poco grata, ¿por qué no le alzan una

estatua al Emperador Carlos V en cuyo re inado fué desenbi erto Méj ico? ¿Por qué no le dan s iqui era el lugar que semerece á la del Rey Carlo s IV

, qu e hoy yace arrinconada?B i en pudieran lo s mej icanos tomar lecciones ' sobre este

punto de eso s americanos del Norte,á quienes tanto imi

tan en otras cosas,muchos de los cuales , á pesar de su es

p iritu ambicioso,profesan á España una especie de re spe

to,nacido del reconocimiento que s ienten hacia ella , por

que descubrió y civilizó aquel Continente . Según ellos , lo sespañoles han hecho enAmérica el papel que hicieron undía los romano s en el mundo antiguo

,sometiendo y civil i

zando á las naciones más ó menos bárbaras que le poblaban ; por cuya razón su s mayores ingenios , tales comoWas

h ington Irving , Prescott y Tichnor, se han dedicado con

preferencia al estudio de nuestra hi storia y de nuestras letras

,y en todas ocasiones nos han dado pruebas inequ ívo

cas de su aprecio y grati tud .

Más allá del paseo de Buceare lli h állanse la colina y el

bosque de Chapultepec,el cual está formado de árboles ¡se

culare s , á uno de los cuales asegura la tradición que seapoyó Cortés durante la llamada N oche triste , cuando , ex

pulsado de la ciudad de Méj ico , vió frustrada su primera19

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tentativa para apoderarse de ella y lloró de pesar y despecho ; cuyo recuerdo d espertaba s iempre en m i un vivo inte

rés cada vez que pasaba por aquel s it io , y estoy seguro deque otro tanto les sucede á todos lo s españoles que van ávis itarlo . Ni es menos interesante otro paraj e de Méj icocercano á un acueducto , que llaman Arcos de San Cosme ,donde dice también la tradición que el Capitán D . Pedrode Alvarado dió un famoso salto en aquella misma noche

triste , traspasando un canal que corría por aquella parte .

La calle edificada hoy día donde estaba el canal conservael nombre de Salto

,de Alvarado

,y algunos pretenden que

la anchura,de ella; que es bastante grande , es la misma

que la del foso traspasado por aquél ; mas me inclino ácreer que en esto cometen exageración

,porque no hay fuer

zas humanas qu e basten para saltar tanto .

Luego que l lega la primavera dej an los mej i canos el

paseo de Buccare lli para tras ladarse á otro denominado dela Viga, donde hay unas hermosas alamedas s ituadas áorillas de la s lagunas

,que todavía rodean á la ciudad por

aquel lado . Vense éstas cruzadas por una multitud de Ianchitas , llamadas ch inambas , dentro de las cuales naveganlas indias con provis iones de frutas y flores . Las señorasprincipales compran muchas de las últimas para sus c asasy también para dárselas á las iglesias

,cuyos altares ador

nan conmás primor que de costumbre durante los mesesde Abril y Mayo .

Méj ico no estaba muy b i en entonces de teatro s ; no había más que uno , el cual servía para toda clase de espectáculos . Alguna vez hantenido compañía de ópera ; en eltiempo que estuve yo allí no hubo más que dramas y comedias y no muy bien dadas

,excepto las segundas , porque

los actores tenían más disposición para lo j ocoso que para

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alabárse las , s e las estropeó con quemaduras . Las“lºanch i

tas,Guadalupes , Charitos y Reglas , que son allí los nom

bres más comunes,eran todas moní s imas . En cuanto á las

dotes del ingenio,me pareció que tenían cuantas bastaban

para hacer gratas su conversación y compañía .

Los mej icanos no carecen de chi ste y son asimismo algoburlones . Como ej emplo de ello refer iré que sol ían ponerle s

nombres á todo s los palcos,aplicándoles conbastante opor

tunidad el de alguna pieza dramática conocida . Así, verb igracia

,l lamaban D . M agnif co, al de Lasquety, que era hom

bre algo vanidoso ; E l R i co hombre de A lca lá , al del acaudalado español Rub io ; L a niña en ca sa y la madre en la s má s

ca ras,al de la viuda de A gi i ero , la que fué luego suegra del

General Prim ; E l p erro del hortelano,al de la bella Gordoa ,cuyo marido era ya algo viej o ; Mue

'

rele y verá s,

'

al d e c iertaviudita muy alegre

,y así á los demás . Y por de contado

había allí sus intrigas de sociedad y sus amorío s más ómenos ocultos , como en cualquiera otra ciudad del mundo .

Usaban también el pasear la calle á la muj er pretendida ,tanto á pi e como á caballo , pero no el hablar con ella porla rej a

,como en nuestra poética Andalucía

Durante los meses de invierno solía haber algunos baile s , pero casi todos con el carácter de confi anza

,es decir

,

que se reunían en cualquiera casa de las principales algunas docenas de parej as , y al son de una pequeña orquestade bandurr i as

,ni más ni menos que en tiempo de Hernán

Cortés,bai laban alegremente . Los bailes de gran aparato

tenían sólo lugar en las Legaciones extranj era 's,las cua

les en aquella época eran únicamente tres,la de Francia ,

la de Inglaterra y la nuestra . M ini stro de Francia era elBarón Alley de Ci prey ,

cuya señora hacía muy bien los honores de su

'

casa; Mr . Bankhead , el de l nglaterra, era un

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original rematado , que no abría nunca su correspondenciahasta que volvía de paseo , y evitaba todo aquello que podía incomodarle . Su mujer

,al contrario

,gustaba mucho de

divertirse y de divertir a las señoras mej icanas . Bermúdezde Castro dió muchas comidas y por fin un baile

,que hizo

época en Méj ico por lo concurrido y bril lante . El aspectode las salas era deslumbrador

, pue s'

las señoras mej icanas

de aquel tiempo,no solamente eran bellas

,s ino que en ta

les ocas iones o stentaban una cantidad increíble de buenasj oyas

,capaces de competir con las más ricas que posee la

aristocracia de Europa . Porque Méj ico como Perú ha sido

s iempre el depós ito de las perlas,esmeraldas

,brillante s y

otras—piedras preciosas,producto s las unas de aquellas re

g ione s , traídas las otras en días más fel ices de las Islas Fi

lip inas , Borneo y la India . Estas ricas alhaj as iban camb iando de dueño

,según las vici s itudes de las fortunas ;

pero permanecían todavía en Méj ico,donde adornaban

muj ere s tan hermosas que casr se podía decir que eran és

tas las que hacían brillar á aquéllas, como de la bella Elena

lo dij o ya Euríp ides .No abundaban en Méj ico las reuniones íntimas ni exis

tían allí aquellas vi s itas de primera noche que tan gratasson en Madrid . Con todo , á fuerza de paci encia fuimos ganando algún terreno en este punto

,y en general podíamos

estar contentos con la acogida que merecíamos . La oual i

dad de español fué un tiempo el mej or pasaporte para en

trar en la sociedad mej icana , s iendo en ella proverb ial que

el marido y la bretaña han de ser de España . Pero los recuerdos todavía muy vivos dela guerra de la independen

cia,la desdichada expedición de Barradas y algunas im

prudencias reciente s de nuestros compatriotas , como porej emplo el viaj e algo burlesco publicado por la muj er de

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Calderón de la Barca,habían hecho mucho daño '

á nuestro»

prestigio en aquel país . Teníamos , pues , que luchar conciertas difi cultades y darnos por sati sfechos con lo quepoco á poco obteníamos . Una casa e spañola, la de D . Juan

Lasquety, fué desde luego nuestro recurso principal parapasar las noches

,cuando no íbamos al teatro . E ra L asque

ty sobrino del penúltimo Virrey Apodaca , y se había quedado en Méj ico , después de haberse casado con una señora del país muy agraciada

,de la cual tenía varias hij as ,

La mayor,Carol ina

,que era muy guapa, casó pocos años

después con un par iente suyo , el Capitán de marina Apodaca

,y pasada á España

,donde env iudó , fué hasta su

muerte dama de la Infanta Doña Cristina, viuda'

d e—D . Sebastian de Borbón . Concurrían á aquella tertulia otras mu

chachas mej icanas,entre ellas una prima de las Lasquetv

llamada Teresa Schneider,en la cual se admiraba ese tipo

tan hermoso que produce muy á menudo el cruzamiento denuestra raza "con laalemana 6 la inglesa .

Cuando llega la estación más calurosa,d i spérsanse tam

b i en allí las familias,como sucede en Europa

,para respi

rar e l aire más puro del campo . Tacubaya era entonces ellugar de recreo más á la moda

,y en él se reunía lo más se

lecto de la sociedad mej icana . Nosotro s íbamos tamb iénallí cuando nos lo permitían nuestro s quehaceres ofi ciales

,

y asistimos asimismo á la feria de SanAgustín de las Cuevas , la cual me pareció , en su género , una d e las cosas máscuriosas de aquel país . El pueblo por s í ofrece pocos atract ivos ; pero en cambio existe de antiguo la costumbre de e stablecer allí casas de j uego , por el estilo de las de Hamburgo y Monte Carlo

,á l as cuá les acude toda la gente ociosa

de la capital , y lo que es más extraño y característico , losbanqueros mismos de Méj ico

,quienes

,—por lo vi sto

,no creen

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alegré mucho de que una persona tan instru i da como Uli

barri me acompañase en aquel estudio,y desde entonces

ha s ido Tácito uno de mis l ibro s favoritos_y le cons idero

como el primer h i storiador del mundo por la enérgica conci s i ón de su estilo

,la viveza de su s pinturas y la valentía

de su juicio .

Tenía tamb i en en Méj ico algunos parientes . Vivía allíuna hermana de mi madre

,viuda de un caballero llamado

Urqu iaga , el cual había i do el año 12 á Cádiz como repres entante de Méj ico , y tanto ella como sus hij o s , me recibieron con la cordialidad más afectuosa . Hab ia asimismo

en Méj ico varios Lerdos de Tejada,descendientes de un

hermano d e mi abuelo materno ; pero á éstos los veía poco ,porque noté que h abían perdido demasiado su afecto á E s

paña . Uno de ello s,hombre de mucho talento

,l legó á ser

más adelante Ministro de Juárez y por último Presidentede aquella República . Finalmente conocí á vario s de lo s

muchos españoles que res idían en Méj ico,y tuve luego bue

na amistad con tres gaditano s,que eran : D . José Sobrino ,

médico de mucha reputación,D . Manuel Tru eba

,Director

de un periódico español muy acreditado, que se intitulaba

l a E sp aña ,y un D . Juan Morphy

,pariente del Conde del

mismo nombre,Secretario que fué de la Reina

,el cual ha

bía ido á aquel país,como tantos otros

,en busca de una

fortuna .

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CAPÍTULO xx

M éj i co ,d e 18 4 5 a 18 4 7 .

Vis i ta que h ice a las minas de Re al de l Monte .— D escripc i on d e e l las .

— Sin razónconque se dice que l a codicia fué e l único móvi l d e los conquis tadore s — V iaj e sa Cuernavaca y Temisco .

— Be l le za de l a Tie rra Cal iente .—Su flora y su fauna .

Fisonom ia y carácte r de lo s ind ios .— Q uinta de Mr . L aborde — Cueva d e O s

cahuami lpas .— Animales venenosos .

— La hacienda de Temisco .—V i da agrada

ble que al l i l le vábamos — Tragedia que l a i nte rrumpa — As e s inato de se is e spañoles .

—Esfue rzos inút ile s de Bermúdez para que se de scubrie sen sus autores .

Estado anárqu ico de l pa ís .

En el segundo año de mi permanencia en Méj ico,reali

cé con mis amigos españoles Truebay Morphy, una expe

d ici ón muy interesante á las célebres m inas'

d e plata de

Real del Monte,las cuales no están muy lej anas de la ca

p ita]. El terreno donde se encuentran es muy árido , como

suele serlo el de todas ; pero el camino para llegar á ellasme pareció sumamente pintoresco . Hallábanse entoncesaquello s criaderos en poder de una compañía inglesa

,cu

yos accionistas re s i d ían/

enLondres , y los tenían confi ados

á un director inglés , hombre de poca conciencia sin duda,el cual vivía con un luj o tan extravagante

,que los gasto s

d e l a adm in i stración ab sorbían lo más p ingi i e de los productos . Según me ha referido últimamente un mej icano , l acompañía

,cansada al fin de aquel estado de cosas vend ió

las minas á un banquero del país llamado Escandon , cuya

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famili a ha resi dido mucho tiempo en París y es muy cono

cida en todas las capitales de Europa, y baj o este nuevo

dueño han vuelto á producir lo que debían y fi guran otravez entre las mejores de Méj ico . Cuando llegamos á ellasfuimos recibidos por el director con la más exquis ita cortesia

,y lo primero que tuvimos que admirar fué la mesa

de estado que tenía s iempre preparada para su prop i a familia y para sus empleados v huéspedes . El almuerzo era

una comida ; la comida un banquete de Luculo , en que lo svinos más exquis itos corrían como de una fuente . En lascuadras había más de treinta caballos

,de lo s cuales cada

huésped podía escoger el que mej or le parecía para pasear

por el campo .

Al día siguiente denuestra llegada bajamos á las minas

,cuya operación no dej ó de tener sus molestias . A nte

todas cosas nos despoj aron de nuestra ropa y nos pu s i e

ron un camisón de arpillera , chanclos de madera, y un

capacete de lo mismo : Con e ste si ngular atavío nos lleva

ron á un ancho boquerón , por cuyo centro descendían ys ubían dos sogas inacabables

,movidas por la rueda de una

noria,á la cual hacían dar vuelta dos mulas . Todo el día

e stán estas sogas en actividad y por ellas bajan y subenlo s obreros y las cargas de piedra . Lamanera conque ba

j an las personas es tan sencilla como peligrosa . Pá sáron

nos acada uno una ancha correa por debaj o de los muslos ,y luego la ataron á la soga descendente , colocándonos en

ella á manera de racimo . Impeli éronnos finalmente hacia

aquella s ima, y después de una breve pero desagradab le

osci lación , empezamos á baj ar, y no por poco rato , pues elpozo era muy profundo . Cuando alzábamos los oj os y mirábamos hacia la entrada, cuyo diámetro es de algunos

metros,nos parecía tan estrecha como el cañón de un f ir

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calone s , el resultado fué que llegamos arriba enteramenterendidos de cansancio y por más de dos días nos dolieron

mucho las corvas .Salidos de la mina

,nos llevaro n á un cuarto de las ofi

cinas,en el cual había preparados sendos baños muy ca

l i ente s , donde nos l impiamos con mucho placer de la tizne

que llevábamos encima . Allí tamb ién nos devolvieronnuestros vestidos

,

“ y por aquel d ía no hicimos más que

descansar de nuestro viaj e subterráneo ; y por m i . parte

gocé mucho en ver otra vez la cara del sol, y no cesaba depensar en los pobres indios que había visto allá abaj o trabaj ando medi o desnudos en aquellas eternas t inieblas . …Su

e xistencia me parecía tanto más digna de compasión ,cuanto que entran en la m ina antes de amanecer , y salen

d e ella después de anochecido ; de suerte que nunca ven els ol

,fuera de los domingos . Sin duda que les parece t odavía

más hermoso que á los demás mortales,y no es por eso ex

traño que muchos de ellos lo adorasen antes de conocer la

fe cri stiana .

A l otro día vis itamos las ofi cinas donde se elabora elm i neral . Una enorme rueda de madera

,movida por un sal

to de agua, hace andar muchos molinos , donde la piedraextraída se reduce á tierra muy fi na . En otro lugar juntane sta tierra con azogue

,y sometida luego á la acción del

fuego la amalgama que resulta,evapórase el azogue y que

da separada la plata . Fundida ésta en l ingotes de pequeñas dimensiones , es fi nalmente almacenada hasta que see nvía á Veracruz para su embarque .

_

E l azogue procedía

todo de nuestro Almadén,cuyo nombre es árabe y s igni fi

ca <<La Mina» , como si dij éramos , la Mina por excelencia; y

con efecto , t iene fama de ser el mayor criadero de aquelútil metal que exista en el mundo . Este método de extraer

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y laborar el mineral es siempre el mismo que se ha em o

pleado all í desde los tiempos de la conquista .

Estuvimos en e l Real del Monte una semana entera y lapasamos muy bien , vis itando a caballo las haciendas cer

canas y varios s itios p intore sco s que se hallan en aquel”

distrito . La mesa era siempre espléndida,los huéspedes

numerosos,y por las noches se jugaba á las cartas 6 se di s

curria .

Muchas veces recayó la conversaci on sobre la con

quista de Méj ico , y hallándonos , por decirlo as í, sobre lasminas

,no faltó

,entre los ingleses y mej icanos all í presen

tes,quienes hicieran alusiones á la codicia d e los conqui s

tadore s espanoles , sustentando que ella sola fué el móvilque los había impelido á arrostrar tantos peligros . Pero

nosotros,y especialmente m i am igo Trueba

,que tenía una

palabra muy persuasiva,le s probamos que ese juicio era

tan exagerado como injusto . E s cierto que la codicia entrópor mucho en aquellas empresas tan atrevidas

,y as í l o

han reconocido nuestros historiadores y también nuestro s

mej ores poetas . Ercilla,por ej emplo

,pone varias veces en

boca de los araucanos palabras que dan b ien a entender lo

que él mi smo pensaba en este punto . Véanse, entre otras ,estas del indio Galvarino

,cuando excita al Senado de

Arauco para que continúe la guerra contra España:

Volved,volverl envos

,no deis o ido

A sus embustes, tra tos ma rañas ;

Pacs todas se enderezan unp a rti do

Que vi ene deslastra r vuestras hazañas;

Que la ocas i ónque aqui los ha tra i do

Por ma res y p or ti erras tan extrañas

E s el oro golosa que se enci erra

E i la s f érti les venas de esta ti erra .

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Y Lope de Vega, en el Nnevo Mundo, hace que la Idolatría diga:

So color de relig i on,Van a busca r p la ta y oro

D el encubi erto tesoro .

Pero esto no obsta para que todos tamb i en reconozcan que

el deseo de propagar la religión cr i stiana'

por aquellasapartadas regiones

,fué uno de los principales fi nes de la

conquista . Por eso vemos que lo primero que hacían siem

pre los españoles era abatir'

los templos y los í dolos , edi ficando en su lugar magn ifi cas iglesias destinadas al verdadero culto . Al lado del guerrero iba S iempre el sacerdote ;

j unto con Cortés caminaba siempre el Padre Olmedo . Ade

más , en el proceso general de, aquellas empresas dom i nan

constantemente estas dos preocupaciones : la conservaciónde la raza india y la predicación de la fe cri st iana . Las fá

mosas Leyes de Indias,á vuelta de otros defecto s propios

d e la época en que fueron dictadas , contienen á cada pasolas prescr i pc iones más sab ias para la consecuciónde esosd os grandes objetos ; y el resultado de ellas ha sido quemientras la raza india ha desaparecido del Norte de Amé

rica,s e conservas iempre numerosa en la parte española y

profesa s in excepción alguna la religión de Jesucri sto .

Si esos hermosos propósito s anduvieron cas1 s1empremezclados por la codicia esto es sólo culpa de la flaqu ezah umana

,la cual en ningun tiempo ni en ninguna parte ha

s ab ido mostrarse exenta de todo vicio . ¿A caso los Cruzados

,que fueron á

u

re scatar á“ Jerusalén

,

" dej aronde buscarsu propio provecho en los países qu e conquistaron? ¿Acasono se apode raron por algún tiempo del Imper i o gri ego , acelerando así su ruina y facil itando las invas iones de lo s

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traste con su pequena estatura y aumenta mucho su grav

cia . Bermúdez le envió dos á la Reina Isabel; pero el unomu rió en el camino , y el otro

' á"

pocos meses de l legar áMadrid . No pueden resi stir el clima de Europa .

Pero lo que más llama allí la atenciónes la variedad ybelleza de las aves . Hállanse entre ellas el caluro , de hermoso color verde y tan elegante

'

en sus formas

"

y plumas ,que puede competir con el páj aro del Paraíso . Abundantambién en el Sur de Méj ico

'

los colibri s ó páj aros moscas,

de los cuales hay un centenar de e spec i e s'

d i ferente s , ytodas ellas conplumas tan brillantes que remedan el rubí ,la esmeralda y el topacio . El Estado de Michoacán está

llenode ello s , y aquello s indios, los cuales conservabantradiciones de un d i luv io

'

y de un Noé , á quienllamaban

Coxcox ,creían que el ave que volvió al arc 'a conunrami to

seco en el pico,no fué la paloma, s ino e l colibrí .

Objeto tamb ién de nuestra curiosidad eran las diversas

clases de indios que encontrábamos por el“camino : Sus

dialectos suelen ser diferentes; pero s us fi sono'

rnías son su

mamente parecidas . Todos tienen el color cobri z'

o, las mej i

llas abultadas y el pelo negro y lacio . La falta de barbas es

también general y característica . Dicen que de suyo son deíndole muy suave ; pero que se vengan si se le s ofende é irrita . Andan casi tan desnudos como los dóricos cantores ; mas

no por eso muestran ninguna rudeza,antes b ien son nota

blemente ceremoniosos . Es muy común que cuando dos indios se encuentran en un camino

,no sólo se saludan con

mucha cortesía, s ino que por apresur'

ados que vayan y ' aunsin pararse ni acercarse uno al otro

,se hacen una retahíla

de preguntas sobre sus respectivas familias . Viven con so

bri edad , alimentándose principalmente de una torti lla demaíz , cuyo sabor es bastante grato , y usando en lugar de

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vino una bebida espirituosa,sacada del agave ó pita del

pais , á la cual llaman pulpe , y que á ello s les parece s in

duda excelente , aunque por m i parte la encontré dete stable .

Los mestizos de indio y español hablan todos nuestroidioma . No así lo s indio s puros

,especialmente en el Medio

día . Estos usan diferentes dialectos de las lenguas azteca y

maya, y apenas hay diez entre ciento que entiendan el caste llano . Sin embargo , son todos cri stianos , aunque no sé yos i comprenden como es debido las verdades enseñadas por

nuestra Igle s ia,porque s i b ien es cierto que vivenmuy sumisos á su s curas y muestran mucha devoción exterior

,sus

facultades intelectuales,bastante limitadas , no pueden ele

varse á concepciones un poco difíciles . A semej anza de lo s

niños,gozan mucho con la parte material del culto y no

sienten devoción interior s i no r eciben impresiones muyfuertes

,transmitidas por lo s senti dos . Referiré en compro

baciónde esto , que habiendo entrado un día en una igles i acercana á Cuernavaca

,vi en ella un Cristo de bulto tan

sangriento,que parecía desollado vivo , y horrorizado de

aquel espectáculo,le manifesté mi extrañeza al cura , que

estaba sentado en el pórtico,y pregunté por cuál razón te

nían all í aquel la imagen . <<Señor,me respondió , ya por dos

veces se ha querido quitar y reemplazar con otra meno s

horrible ; pero lo s indio s se oponen á ello , porque no leshacen impresión lo s Cri sto s s i no están muy teñidos de

sangre . »

Hay cerca de Cuernavaca muy buenas haciendas yquintas

,entre las cuales d i stingu íase una perteneciente a

un francés llamado Laborde . Empezó por hacer en Méj ico

una buena fortuna ; mas de spués la perdió y estaba á puntode desesperarse cuando se acordó de que en el tiempo de

20

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su prosperidad le había regalado ala Virgen de Guadalupeun manto llovido de perlas y una Corona cuaj ada de d iamantes

,y le ocurrió pedirle á aquellos frai le s .que le devol

vieran al menos la corona . H ízolo así ; cons intieron ello s

s inmucha dificultad , y _

Laborde vendió su rica j oya,y con

el dinero que por ella ob tuvo , logró hacer un segundo caudal

,le regaló á la Virgen una nueva corona y edifi có una

quinta en Cuernavaca para acabar en ella sus días . Era del

gusto italiano,adornada con estatuas y fuentes y plantada

de arrayanes y fl ores , realzado todo ello por la hermosura

d el .ci elo y por las ri sueñas colinas que rodean aquel valle .

También existe en aquellas cercanías una gruta de e s

talacti tas , sumamente notable . Llámase la Cueva de Ca

cahuam i lpas y pasa por la mayor del mundo . Fuimos un

d ía á verla en compañía de varias personas de Cuernava

ca,y quedamos agradablemente sorprend idos al observar

sus proporciones . Pretenden las gentes del país que nadieha podido todavía llegar á su fin, lo cual tendría quizás su

explicación en la falta de aire respirable . Nosotros nos detuvimos allí más de dos horas , y provi sto s de antorchas vi

s itamos varias de las que llaman salas , cuyas estalactitas ,tomando formas singulares

,han dado lugar á que el vulgo

las intitule á una la catedral,á otra el palacio

,á otra la

selva . Todas son muy extensas ; pero lo que* mas llamó

nuestra atención , fué la altura de algunas de ellas, la cuales tan grande que aunque disparamos muchos cohetes

,

ninguno de ellos tocó en el techo ni fué interrumpido en sucurso . Es

,pues , en su género , una gran maravilla .

Al salir de aquel oscuro recinto todo parecía más hermoso , y echándonos luego sobre la hierba, permanecimos

allí mucho tiempo contemplando e l paisaj e qu e nos rodeaba . Una sola cosa desagradable tiene aquel paraíso

,á qu i en

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vas para nosotros y nos parecieron muy interesantes ,

La vida que allí llevábamos no podía ser más »

agrada

ble . Durante las horas de sol nos reuníamos en un jardíns ituado delante de la quinta

,en el cual había muchas ha

macas , colocadas á la sombra de árboles frondosos . Unosleían , otro s hablaban , otro s dormían . Por mi parte

,hallán

deme preci samente en aquella edad en que se cree unoobligado á hacerle la corte á todas las muj eres bonitas

,de

las cuales había all í varias,escogí esta manera de pasar el

tiempo,y me consideraba cual otro *

Telémaco,en la i s la

de Calipso . Por las tardes i bamos á pasear á pie,á caballo6 en coche , y por las noches las señoras tocaban el pianoó cantaban y los hombres jugaban á las cartas .Los obreros de la hacienda

,que eran de ambos sexos y

bastante numerosos , tenían as im i smo sus h oras de recreo ,y los domingos bailaban al son de bandurrias y tamboriles

enun prado comprendido en el centro de las ofi cinas . Asis

tíamos por curios idad á aquellas fi estas ; mas confieso queno las encontré divertidas . Los indios é indias actuales nos e parecen en nada á los que vemos i dealizados en cierto scuadros y tapices . Ni tienen agradables fi sonomías ni van

adornados de bellas plumas . Engeneral son feos , y los queno andan medio desnudos vi sten repas sencillas y poco d i f

ferente s de las que u sa la gente pobre de Andalucía . Y por

lo que hace á s us bailes , no pasan de un continuo saltarmonótono y fatigoso . Colócanse en hileras un cierto núme

ro de parej as , y teniendo cada indio enfrente una india,hacen siempre el mismo paso , s in tomarse s iquiera las manos . Los demás están sentados en el suelo , y cuando lo sque bailan dan señales de cansancio

,levántanse otros y los

reemplazan . Todo esto pasa sin que hablen una palabra, n itampoco se nota conversación alguna entre los que descan

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s an sobre la hierba,ni dan j amás aquellas buenas gentes

'la más pequeña muestra de alegr ía .

Hacía sólo tres semanas que nos hallábamos en aquellaamena residencia , cuando vino a sacarnos de ella un suces o muy trágico . Había á dos horas de distancia un pueblod e campo , de cuyo nombre no recuerdo , en el cual teníana lgunos españoles un gran almacén de paños y lienzos

,s i

tuado en la plaza principal . Entre el amo y los d epend ien

t e s eran sei s , todos j óvenes , robustos y activos , de modo

que el número de ésto s y la publicidad del s itio parecíanhacer muy difícil cualquier robo violento

,de lo s que eran

entonces tan frecuentes en aquella República . Y sin embargo no se l ibertaron de ello

,pues en un día de trabaj o y

e stando la plaza llena de gente,entraron en ella ocho ban

didos bien montados , y colocándose enfrente de la tiendahicieron una descarga con su s carabinas

,matando ó h iri en

do á lo s españoles,y apeándose después con el mayor se

s iege y como si ej ecutasenuna op eración permitida , dej aron lo s caballos á dos de ello s

,y entrando lo s demás en la

t ienda, armados de unos sables cortos y anchos,que lla

man machetes,remataron con ello s alos sei s infelices . For

zaron luego la caj a, apoderándose de todo el dinero que

c ontenía, y tomaron tamb ién cuantas p iezas de paño pod ían llevar sus caballos . Hecho todo esto , volvieron á mon

tar en ello s y sali éronse al campo s in que nadie osase ni

pensase s iqui era en impedirlo .

Uno de lo s indio s de Temisco,que se hallaba por cá

enal idad en aquel pueblo,vino al instante á darnos noticia

de lo sucedido,y apenas lo supo Bermúdez

,decidió mar

char sin tardanza al s it io del delito,no sólo para informar

s e de sus circunstancias sino tamb ién para ver s i le era pos ible descubrir á su s autores

,que era s iempre lo más d ifí

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ci l, por no decir imposible, en los caso s de aquella especie

A compañámosle todos los que nos hallábamos con él en

Temisco,y llevamos también cuatro rancheros b ien arma

d os de carabina y machete . Montados en buenos caballos ,llegamos pronto al pueblo

,y en seguida vino á nuestro

encuentro el Juez,que era un mestizo muy ladino , y con

él entramos en el almacén,teatro de la tragedia . Habían

l impiado ya la sangre qu e manchaba el mostrador y latrast ienda y los sei s asesinados estaban puestos en sus

propias camas casi desnudos,porque el Juez había estado

hac iendo el examen de sus heridas . ¡Qu é lastimoso espectácu lo ofrecían aquello s infel ices ! Por mucho tiempo permanecimos mudos de espanto y dolor ; pero al fin la indignación nos hizo prorrumpir en quej as violentas y no

halláb amos palabras bastante fuertes para califi car un

hecho tan horrible . Salidos de nuevo á la plaza,Bermúdez

entabló un vivo debate con el Juez y también con el A lcal

de , tratando de hacerles comprender la responsabil idaden qu e iban á incurrir si no descubrían los autores de uncrimen como aquél

,cometido en un sitio tan públ ico y en

l a m itad del día . Pero toda la cólera y todos los argumen

to s de mi j efe se e strellaban en la apatía é impotencia deaquellas pobres autoridades

,á las cuales faltaban entera

mente los medio s necesario s para la represión y castigode los bandidos .

Entre tanto la plaza se había llenado de indios y mes

tize s , de suerte qu e nos h allábamo'

s como aprisionados enmedio de aquellas feas cataduras

,cuya actitud no insp i

raba á la verdad much a confianza . Para aumento de nuestro recelo

,uno de los indio s se acercó á m i y me di j o en

voz baj a : <<Señorito , dígale al Sr . Ministro que tenga muchocuidado , porque es muy posible que entre esta gente se

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pañolas de América pasan el primer año con ciertas ilus iones

,las p ierden cas i completamente al segundo

,y aca

ban de desesperarse en el tercero,no siendo raro que

algunos cometan al fin deplorables imprudencias » . Bermudez de Castro no incurrió nunca en ellas ; pero después

de haber luchado en vano por mucho tiempo , adquirió laconvicción de que todos sus esfuerzos eran poco menos

que inútiles .

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CAPÍTULO xx1

N

M éj i co , d e 18 4 5 3 48 4 7 .

O rigen de la anarquía en la América e spaño la.—La R evo luci ón france sa de 1789,prime ra causa de la insurrecc ión.

—La re vol uci ón e spañol a de l año 20 imp idióque fue se vencida .

—Aque l los pueblos no e staban p reparados para la independenci a$—Próyéctos ant iguos para e stablece r al l i l a Monarquía .—Vana tenta ti vadel Gene ral Parede s con e l mismo obje to .

—Gobie rno de Góme z Farias .—E l

Gene ral Santana .—Sus cua l idade s y de fe ctos .

— Anécdotas de aque l t iempo .

Unbanque te pres idencial .— E l Cue rpo diplomático imi ta el sal to de Alvarado .

La instab i li dad y la anarquía que reinaban entonces enla Repúb l ica mej icana, no eran cosas nuevas ni pasaj eras .

Habían empezado con su existencia y han durado al lí , con

pocos intervalo s de buen gobierno,todo el siglo pasado .

Ni eran tampoco un fenómeno aislado : eran la suerte común de todas las Repúblicas fundadas en aquel Contineu

te sobre las ruinas de la dominación española . Para com

prender b ien esto,es necesario recordar los antecedentes

de todas ellas .Las posesiones de España en ambos mundos llegaron á

ser tan dilatadas,que cas i superaban á las de la antigua

Roma . Sus colonias de América,cuya longitud era igual á

la de E urºpa y Africa reunidas , formaban un cuerpo tan

extenso y contenían países tan bello s y tan ricos,que por

necesidad habían de excitar la envidia y la codicia de otro spueblos

,especialmente de lo s que poseían fuerzas mariti

mas . Empezaron á hostilizarlas los holandeses ,

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E l holandés p i ra ta ,

Ga to de nuestra p la ta ,

como dice Lope . A éstos s iguieron los ingleses . Todos.

h á

l laban tarea poco peligrosa el atacarnos,ora aquí , ora allí ,

como los insectos que incomodamá un elefante . Sorprender

los buques que de América venían á España, asaltar y sá

quear lo s puerto s mal defendidos,eran operaciones relati

vamente fáciles y lucrativas . El Gobierno inglés quiso al

gunas v eces oponerse á ello y castigó severamente á Wal

ter Raleigh cuando éste penetró con otros aventurero s enla región del Orinoco

,buscando el fabuloso Eldorado ; pero

la codicia de sus súbdito s s e reía de esos ob stácu lo s . Elmismo espíritu de conquista que había animado a los é s

pañole s del s iglo XVI , animó luego á los holandeses y á los

ingleses . Los atrevidos marinos interesados en asaltar

nuestro territorio , repetían contra España una especie dedele nda Carthago . A semej anza de aquel romano

,que para

excitar á sus compatriotas contra sus rivales de Africa

llevó al Senado algunos higos traídos de Cartago , cuyafrescura probaba cuán cercana estaba aquélla de Roma ,hubo un miembro del Parlamento inglés que

,para excitar

á sus conciudad anos contra España,hizo entrar en la Cá

mara á un marinero de su nación,á quien habían mutilado

cruelmente en una colonia nuestra . En la época actual unhecho semej ante daría sólo motivo para que fuese destitu ído nuestro Gobernador y se indemnizase al herido ; eu

tonces fué pretexto de una guerra que duró muchos años .

Era preciso de spojar á España á toda costa de sus inmen

sas y ricas posesiones .Mas á pesar de la di ficultad que teníamos para acudir

á tantas partes,es un hecho lisonj ero para nuestro amor

propio que aquello s podero sos enemigos sólo nos tomaron

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penetrando primero en España,pasaron tamb i en á Amer i

ca y hallaron allí acogida entre las … clases más i lustradas .Pero lento y quizás provechoso hubiera sido su influj o

,si

no hub iese estallado después aquella malhadada Revolu

ción francesa de 1789, la cual , interrumpiendo la marchanatural, aunque más lenta, del progreso humano , quiso

realizarlo de repente con la violencia y en provecho exclus ivo de las clases medias . Esta fué

,á mi parecer

,la prime

ra causa de la insurrección de nuestras colonias . Entoncesvacilaron los ánimos en todas partes

,y divididos lo s espa

ñole s en sus opiniones , cesó aquella unidad de sentim ientos que había constituído nuestra fuerza . Sobrevino luegola invas ión de Bonaparte , que era precisamente una encar

nación del espíritu revolucionario,y ocupados en d e fen

dem os contra aquel enemigo tan poderoso , mal podíamosatender á la conservación de nuestras posesiones de América . De estas circunstancias supieron allí aprovecharsealgunos espíritus ambiciosos

,en quienes se reconcentra

ban el odio natural que excita s iempre una dominación extranjera , por benigna que sea, y el anhelo de adquirir laindependencia . A parti r del año de 1810, estallaron formidable s insurrecciones en Méj ico

,Perú

,La Plata

,Tierra

Firme,y en fin

,en todas nuestras colonias del Nuevo

Mundo ; y durante algún tiempo pareció que iban á triun

far en aquel primer esfuerzo tan terrible . No sucedió así

s in embargo , porque no bien hubo terminado la guerra que

sosteníamos con el funesto Bonaparte y pudo el . Gobiernode Fernando VII enviar algunas tropas á América

,cuando

las armas españo las sometieron sin mucha difi cultad á to

dos los rebeldes . Los títulos de Guaqui , Vi luma y Cartagena

,que llevan los descendientes de Goyeneche , Pezuela y

Morillo , recuerdan otras tantas victorias obtenidas por e s

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to s Generales contra los insurrectos del Perú y TierraFirme .

Hallándose así las co sas,estalló en España la ré volu

ción del año 1820, y á ésta toca la responsabilidad de h á

bernos hecho perder nuestras ricas colonias,privando as í

a España de unos recurso s '

que , como he notado en otrocapítulo

,eran la base principal de su grandeza . Ella hizo

irremediable su empobrecimiento y decadencia . Lucharontodavía por algún tiempo nuestro s Virreyes ; pero lucharon

sin esperanzas de éxito , porque ni había unidad entre losmismos españole

'

s,ni la metrópoli podía enviarles auxilio

alguno . Los Virreyes eran desobedecidos y aun depuesto s ;los ofi ciales masones peleaban de mala gana contra lo scriollo s insurrectos ; todo era desconcierto , debil idad y confusión . La América, pues , no fué perdida en Ayacucho , s ino

en Madrid y en las Cabezas de San Juan . Más tarde , cuan

do el Rey recobró parte de su autoridad,fueron hechos

otra vez algunos esfuerzos para remediar aquello s males ;pero ya la insurrección había tomado demasiada importancia y se habían creado allí intereses que hacían más obst inada la defensa .

Y sin embargo,sería injusto decir que la España dej ó

de mostrar en aquellas difíciles circunstancias la constancia que la ha caracterizado en todos tiempos . Aunque esta

ba debil itada y empobrecida por su reciente guerra contra

Napoleón,y aunque su Gobierno se veía precisado á defeu

derse contra los alzamientos que promovían continuamen

te los l iberales dentro de la misma Península, desplegó ,esto no obstante

,en los campos de América , el mismo ó

mayor valor que mostraron los ingleses -

en tiempo de Jor

ge III para impedir la emanmpación de sus colonias . Y las

dificultades con que tuvo que luchar España fueron , s i

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c abe , mayores .,E l territorio en que peleaba era mucho más

e xtenso ; y s i los colono s ingleses tuvieron j efes tan ilustresc omo Washington , no fueron de poco mérito los que dirigieron á lo s colonos españoles ; porque s i por valor va,¿quiénmás valiente que San Martín? Si por constancia va ,

¿quién la mostró mayor que Bolívar? Y si combatieron enfavor de aquéllo s un Lafayette y un Rochambeau

,más

daño nos hizo á nosotro s el almirante Cochrane, que organizó y mandó la escuadrilla de Chile . Por fi n, ni nuestra

desdicha en Ayacucho fué mayor que la de los ingleses enS aratoga , ni la cap itulación del bravo Rodi l en el Callao ,d espués de trece meses de s itio

,fué menos honrosa que la

d e Cornwall i s en Yorktown .

Como quiera que sea, en Méj i co S i gu i eron las cosas elm i smo curso que en las demás colonias españolas . Durante el primer período se alzaron Hidalgo y

.

Morelos,y gene

ral izada luego la insurrección,luchó ésta bastante tiempo

contra las tropas del Rey ; mas al fin fué suprimida , gracias

al valor de Callej a . Pero llegado el segundo período,la de

b i l idad de España , unida á la exces iva confi anza del Virrey

Apodaca y á la traición de Itu rb ide,fueron causas inme

d iatás de que se consolidase al fin la independencia deaquel país . Entonces empezó para Méj ico

,como para toda

la América española,esa época de instab i li dad que ha dura

do ya todo el pasado siglo y que parece destinada á perpe

tuarse tanto como la que reinó en los pequeños Estados deItal ia durante los siglos medios

,porque era impos ible que

unos pueblos que no tenían hábito ninguno de gobernarse

por s í propios , sino que vivían sometido s á la tutela de unametrópoli lejana , se hallasen de repente hábiles para const i tu irse en Estados independientes y mucho menos enRe

públicas . Si hemos visto que la España misma, á pesar de

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meno tan antiguo como el mundo . Grecia luchó siemprepara libertarse de ese pel igro . Luchó ”Roma, aunque envano

,y el nombre mismo de Emperador

,que s ignifi ca G e

neral,prueba que al cabo fué sometida á e se triste s iste

ma . Con efecto , César fué un General pronunciado , y lomismo puede decirse de la mayor p arte de sus sucesores .

Los condoti eros de Italia en la Edad Media, Walenste iny

Cromwell más tarde,y Dumouri ez y Bonaparte , en el s iglo

pasado,pertenecían á la misma familia . Este ú ltimo , sobre

todo,ha s ido el modelo favorito de los Generales america

nos . El doctor Francia le imitaba hastaen el vestido , llevando s iempre un pequeño tricornio y una casaca verde ,Santana se hacía llamar por sus .adu ladore s , antes de SanJacinto

,el Napoleón de Occidente . Y no .necesito añadir

que en España también ha existido ese hecho y por las

mismas causas,siendo justo decir que es entre nosotros

más vergonzoso que en Améri ca, .porque nuestros levantamientos no son de igual á igual

,s ino del inferior al supe

rior,del favorecido al favoreced or .De todos modos , en Méj ico y en las demás Repúbl icas

de América, ha echado hondas raíces ese deplorable fenómeno histórico d e l generalato , y si por . yentura … alguno shombres civiles se han sobrepuesto á lo s militares y góbernado á despecho de é stos

,no l o han conseguido sino

con la condición de imitarlos en la manera violenta deenaltecerse . Unos y otros suben y baj an á fuerza de pronunc iam i entos

,y luego siguen la misma conducta . Los que

triunfan se ocupan de hacerse ricos ; los que sucumben suelen venir á Europa

,donde gastan alegremente el dinero

que han reunido,hasta que saben que su rival ha empeza

do á perder su popu lari dad , y que , por consiguiente, es yafácil derribarle . Cierto escritor francés ha publicado una

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novela bastante entreten ida sobre el tema de L os R eyes en

el desti erro; pero s i algún humori sta monárquico quisieraescribir otra sobre los Presidentes desterrados

,podría tam

bién alargar mucho la pluma, con no poca diversión de su slectores .

La multitud de cambio s que han tenido lugar en Méj icodesde que cons iguió su independencia es un mar inmenso

,

donde se pierde la memoria más robusta . Basta decir que

durante los tre s años escaso s de mi permanencia en aquel

país hubo cuatro pronunciamientos,dos Congreso s consti

tuyente s , cuatro consti tu i dos y dos s itio s de la capital , unode los cuales duró treinta días . Para explicar y cohonestartantos trastornos tienen los ambiciosos

,allí como en toda

la América española,el recurso de varios partidos políticos ,

de los cuales los principales son : el centralista, á cuyos secuace s llamaron un día en Buenos Aires salvaj es unita

rios,y el federalista . En el primero se comprenden los hom

bres más conservadores,cuyo j efe enMéj ico , Bustamante ,

ayudado del entendido D . Lucas A lamán,d i o á aquel país

algunos años de paz y buen gobierno . El federalista tienepor compañeros inseparables á lo s radicales . A poco denuestra llegada subieron éstos al poder y empezaron , s in

tardanza,los trabaj os de los centrali stas para d e sposeerlos

de él,con cuyo motivo hubo

,por parte de lo s conservaci o

res , un conato de reacción monárquica, qu e vale la pena derecordarse

,á pesar de que“ sus resultados no corre spond ie

ron á las esperanzas que despertó en el principio .

El pensamiento de establecer la Monarquía en Méj ico y,otros Estados de América

,es antiguo y conocido . Felipe V

estuvo á punto de retirarse á Méj ico . Floridablanca , entiempo de Carlo s III

,abrigó el proyecto de colocar Princi

pes españoles all í y en el Perú . Carlo s IV pensó en refu

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giarse también en Nueva España, como Juan VI se refugióen el Brasil . Elio y el Pres idente Puyredón proyectaron e s

tablecer en el R io de la Plata á un Príncipe Borbón de Luca

ó la Princesa Carlota del Brasil . Pero lo más notab le fuéque el mismo Iturbide

,al proponer su famoso plan de Igua

la,ofrecía el trono de Méj ico á un Príncipe español . Por

desgracia de España y de Méj ico ninguno de esos proyec

tos llegó nunca á realizarse ; pero no hay duda de que eranmuy deseables

,por cuyo motivo

,la idea misma de estable

cer allí la Monarquía s e ha conservado en lo s ánimos demuchos

,aun después que había pasado casi enteramente

la oportunidad de llevarla á cabo .

El ensayo de que voy á hablar,porque tuvo lugar en

nuestro tiempo , distó mucho de ser afortunado , y á ellocontribuyeron varias causas exteriores é interiores . La host i li dad

, bien que encubierta, de los Estados Unidos á todo

proyecto de Monarquía en Méj ico,era un obstáculo gran

d í s imo para que cualquier Gobierno eu ropeo,y menos el

español , tan débil entonces , diese francamente su apoyo álos monárqu ico s de aquel país . Esto ob ligaba á Bermúdezde Castro a obrar s iempre con la mayor circunspección

fin de evitar un confl icto con el Gobierno de Washington.

Algo hizo , esto no obstante, ora estableciendo allí un peri ód i co muy bien redactado , que propagaba las i deas me

nárqu icas y facilitaba así el proyecto de que se trata, oraconferenciando con los hombres de ideas más moderadasde otros partidos y procurando que se adhiriesen á las miras de los reali stas . Pero nada de esto era bastante efi cazpara producir por s i solo un cambio tan importante .

O tro impedimento no pequeño era la difi cultad de ofrecerle s desde luego á los mej icanos un Príncipe

,que tanto

por sus cualidades pe rsonales como por su ilustre esti rpe

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suced io algunos años después para el ensayo tan desgra

ciado de Maximiliano , ó de la espada de un General delpa ís .

En la época de que voy hablando , no les fué difícil hallaresto último

,porque no faltaban allí ambiciosos que qu i s i e

sen labrar su propia fortuna, prometiendo sus servicio s álo s partidarios de la Monarqu ía . Llamábase Paredes el G eneral escogido

,y tenía fama de buen soldado ; mas por des

gracia carecía cas i completamente del talento y del carácter necesarios para llevar á cabo una empresa tan difícil ?Subió fácilmente á la Pres idencia con el apoyo de los con

servadore s ; prometió mucho , exi gi ó más , y cumplió una

parte del programa convenido,reuniendo

,baj o pretexto

de reformar la Constitución , un' Congreso constituyente

,

cuya mayoría era indudablemente monárquica . Pero mientras las cosas iban marchando

,al parecer

,con próspera

fortuna,un nuevo y repentino movimiento

,promovido por

lo s federali stas,le derribó del poder con la misma 6 mayor

facilidad que él le h ab ía conseguido . Y el drama acabó en

un entremés,porque los insurrecto s que le sorprendieron

en su palacio, ¡le encontraron borracho !

A Paredes sucedió el radical Gómez Farías,contra quien

se levantó pronto la ciudad de Méj ico,sufriendo en su con

secuencia un sitio que duró un mes entero ; después de locual tuvimos por alguno s días el temor de que las tropassublevadas

,compu estas en su mayor parte de hordas del

Sur,saqu earan la población 6 cometiesen otros exceso s .

Sin embargo , todo se calmó poco apoco , merced , según se

dij o,á ciertas influencias pecuniarias

,y Gómez Farias fué

por algún tiempo Presidente,s i tal puede llamarse á quien

era siervo de sus mismos parti darios,entre los cuales h á

bía algunos de tan mala reputación,que los chuscos d e

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Méj i co hicieron correr acerca de ello s una anécdota , que ,s i no era verdadera, estaba bien inventada . Decían que é s

tando una noche Gómez Farias en su despacho , rodeado

d e lo s amigos que componían su tertulia , desapareció derepente un braseri llo que se usaba en aquella época para

e ncender los cigarros , y que era de plata, como lo eran lo scandeleros

,el tintero y demás utens ilio s de su escritorio .

Enojós e mucho el Presidente , y á fi n de evitar el e scánda

l o que podría resultar de aquel hurto , apagó las luces , di»l

_: iendo que la persona que hubiera tomado , tal vez por

burla,el braseri llo , le volviese aponer sobre la mesa mien

tras estaba é l cuarto á obscuras . Pasado c ierto tiempo , fu é

a encender las velas con un fósforo , mas ¡oh sorpresa ! no

pude hacerlo , porque habían desapareci do los candelero s .

Después de Farias le tocó su turno aD . Antonio López

de Santana,á quien se consideraba siempre como el reme

d io supremo para restablecer un poco de orden . No era

s anguinario, como Rosas , ni tiránico como Francia, y sinembargo , sab ía hacerse obedecer . En realidad ha sido elhombre más notable que ha producido Méj ico después des u emancipación . Como General no fué siempre afortunad o ; pero buscó constantemente todas las ocasiones de pelear, ora contra nosotros , ora contra los fra nce ses , e ra con

tra los americanos del N orte . Cambió varias veces de opinione s políticas , empezando por ser federali sta , á fin ded erribar á Bustamente

,y acabando por mostrarse centra

l i sta , á fin de conservarse mej or en el poder, y esto másbien s e califi caba allí de habil idad que de falta . Su defectoprincipal era la inmoral idad . Por regla general t odos los

Pres identes eran poco escrupulo sos en materia de dinero ;pero Santana mostraba más avaricia y más cinismo que

los demás . Gu stábale v ivir con opulencia y poseía una

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quinta llamada Manga de Clave , la cual pasaba por un sitio de delicias . Allí se retiraba en los intervalos de sus fre

cuentes Presi dencias,y cuando sus enemigos le molesta

ban mucho,solía marcharse á la Habana 6 Santo Domingo ,

donde se divertía haciendo reñir gallo s . Jamás vino , como

otro s Pres identes , á Europa .

La corrupción que reinaba durante su mando era tal , .

que nadie obtenía—la resolución de ningún asunto importante s in dar alguna recompensa pecuniaria á los empleados público s y al mi smo Santana . Ni eran tampoco muy

honradas las personas que intervenían en estos tratos ,Contábas e

, á este propósito , que cierto banquero fué en una

ocasión a“

proponerle un negocio,por el cual le prometía

duros . Pero Santana sabía ya por otro s conducto s

que la oferta de los principales i nteresados era de

por lo cual , cogiendo por una orej a á su i nterlocutor, le pre

guntó , en son de burla, para quién serían los otros

restantes . A lo cua l decían,que le había respondido aquél

con el tono más natural del mundo : <<E s mucho General ,nada se le escapa » .

Solía también aquel Gobierno retardar y aun negar elpago de las cosas que adquiría

,aunque fueran de un valor

relativamente m s 1gni fi cante . Así, por ej emplo , no quiso

una vez pagar unas grandes gorras de pelo,que había h e

cho venir de Inglaterra para cierto batallón de granaderos,

l lamados de los Supremos Poderes,que eran como una

guardia escogida del Presidente,y esto dió lugar un día a'

una escena muy cómica , porque el banquero que había h echo el encargo , un inglés llamado Mackintosh , enoj ado porl a d emora del pago , las había recogido todas y las teníaguardadas en su s almacenes . Pero llegó el día del Corpus

y vinieron á rogarle que las prestara al menos para que los

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banquete algunos hombres civiles,entre ello s el suave

Cuevas,que hab ía sido varias veces Mini stro de Relaci o

nes Exteriores,y tenía suma habilidad para redactar notas

evas ivas .

El General Santana nos recib ió rodeado de sus ayudantes y con un aire muy digno . Era un hombre alto , delgado ,de agradable fi sonomía

,y á pesar de que todos conocíamos

su s defectos,su porte marcial y aquella pierna de palo

,que

recordaba la sangre que hab ia derramado por su patria,le

daban cierto prestigio . Hizo muy bien los honores de sucasa y nos dió una comida excelente

,traída

,según supi

mos después,de cierta fonda perteneciente á un francés

llamado Laurent,que era entonces el mej or cocinero de

Méj ico . Después de comer hab ló amablemente con todos y

nos dió buenos cigarros de la Habana . Sólo faltó el café,

por causas que bien pronto descubrimos , pues habiéndonosal fi n despedido

,después de una hora de conversación

,no

tamos al baj ar la escalera del Palacio,que había al p ie de

ella un pequeño lago de color o scuro . ¿Qué será? ¿Qué noserá? No había duda ; era el café , que había sido derramadoen aquel s itio por el indio que le traía . El lance fué tomadoá mucha risa

,pero nos obligó á ej ercitar toda nuestra lige

reza,porque no teniendo ganas de ensuciarnos las botas ,

nos decidimos á imitar al Capitán Alvarado,dando un

salto atrevido por encima de aquel charco .

'

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CAPÍTULO XXII

M éj i co , d e 184 5 a 18 4 7 .

G uerra entre Méj ico y los Es tados Unidos .—De rrota de los mej icanos — Sucesos

contemporáneos de E spaña . Cue sti ón d el casamiento d e la Re ina Isabe l .Ca ida de Narvae z .—Min is te rio d e I stúríz .

—Ex igenci as exorb i tante s d e Francia .

La Re ina ence rrada en dos circulos de P0p i li 0 .—Tris te s consecue ncias de aque

l las bodas .—D ive rsos camb ios po l í t icos .

—E l nue vo Minis tro d e E stado me hacevolve r á Europa.— D i ficultade s d e m i vi aj e á Ve racruz.

—Encuentro en Puebl aal General ame r icano Sco tt.— Be l le za d e O ri zaba y sus contornos .

— ReconozcoenVe racruz que puede habe r in dias muy bon i tas .

He dicho antes que las discordias c iviles de Méj ico habían hecho necesaria la vuelta de l General Santana á laPresidencia

,y cúmpleme añadir ahora

,que esto fué tam

bién debido a la guerra que , para colmo de desventuras ,estaba sosteniendo aquel país desde hacía bastante tiempocon los Estados Unidos del N orte

,y en la cual esperaban

los mej icanos que el experimentado caudillo podría tener

mej or fortuna que lo s demás Generales de la República .

La causa verdadera d e esta guerra era la ambición del

Gobierno y del pueblo angle—americano,los cuales busca

ban una ocasión de redondearse y extenderse hasta las

orillas del mar Pacífico . Pretexto para el la fué la cuestión

de los l ímites de Tej as,después que Méj ico se vió preci sa

do á renunciar á aquel terr itorio ; pues los mej icanos que

rían fi j arlo s en el río de las N ueces,y los americanos en el

río Bravo del N orte . Los primeros pecaron de altivez é im

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prudencia ; porque ni reconocieron su prop ia debilidad, niapreciaron bien las fuerzas del enemigo . Los segundos ,dueños de grandes recursos

,d e splegaron

'

u'

na energía sorprendente . Cincuenta mil voluntarios americanos penetraron á la vez en Méj ico por la parte de Occidente

,por el

centro y por la ribera or i ental , s igu iendo las orillas del

golfo . La infantería,compuesta casi toda de emigrados ir

land e se s,era muy sólida : la artil lería

,dirigida por ofi ciales

salidos del colegio de West Point,s e mostró siempre exce

lente . Pero lo que más contribuyó al buen éxito de su cam

paña,fué la caballería

,especialmente los dragones .

Tenían los mej icanos elementos para eponerles otrastrepas no menos poderosas ; pero la manía de la igualdad

y el ri dículo s i stema del reclutamiento á la europea, producían allí entonces el resultado s ingular de que todo elmundo montara b ien á caballo menos la cabal lería . En vezde componerla de rancheros

,como sucedía durante la gue

rra de la independencia,empeñábans e en formarla de po

bres indios,que no tenían costumbre alguna de montar á

caballo,ni llegaban nunca a ser buenos j inetes . Con todo ,

Kearney por el lado del Pacífi co , Taylor y el General enj efe Scott por el centro y el Oriente

,penetraron sin difi

cu ltad en el país,y derrotaron á los mej icanos en Palo

Gordo , Monterrey y el Saltillo . Ajustada una primera tre

gua y llamado Santana al poder , hubo un intervalo de mu

cho s meses,durante los cuales hubiera sido fácil concluir

la paz,haciendo algunos sacrificio s ; pero Santana no quiso

transigir , y renovadas las hostilidades se renovaron tam

bién los descalabros de los mej icanos . Scott tomó á Veracruz , batió á Santana en Cerro Gordo y l legó triunfantehasta Puebla . Una segunda tregua permitió respirar otrocorto intervalo á los mej icanos

,hasta que desechadas por

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Hab iase mantenido el General Narváez bastante tiem

po en el poder , dando así á nuestro pai s un período de paz

y de reposo . A su sombra,D . Alej andro Mon , que era su

Ministro de Hacienda,dió nueva vida á este ramo impor

tante de la Administración pública,introduciendo el s i ste

ma tributario , adoptado y probado ya en Francia, lo cualno dej ó de costarle trabaj o

,porque muchos hombres polí

t icos apegados á la _v i eja rutina se opusieron á sus proyec

tos , y é l m i smo Narváez confesó más tarde que había esta

do á punto de abandonar en esta empresa á su antiguocompañero . Mas por desgracia

,este triunfo de Mon le dió

entonces una importanc ia super ior á su mérito verdaderoy le inspiró a él mismo tan alta idea de sus talentos

,que

a sp iró á sustituir á Narváez,y,desde luego

,le ocasionó ta

les d isgustos,que llegó á apurar su paciencia

,que á la ver

dad no era mucha .

Un asunto de la mayor gravedad,cual fué el casam ien

to de la Reina Doña Isabel y de su hermana la InfantaDoña Luisa Fernanda

,vino á dividir más y más á estos

dos hombres políticos,mostrándose Mon un ciego partida

rio de la Francia,ora fuese por propio convencimiento , ora

por querer secundar en este punto las miras de la ReinaCristina

,la cual

,como era natural

,propendía mucho á ca

sar á sus hij as con Príncipes de la familia de Borbón . Re

t iró se Narváez , y después de otros variosó

ensayos , vino el

Gobierno á manos del débil y complaciente Istúríz, al cual

tocó la suerte de resolver aquel prob lema .

Conocidas son todas las intrigas y las negociaciones

qu e tuvieron lugar en a quella época,y cualquiera puede

leerlas,por ej emplo , en la Historia de Alison , y más exten

sam ente en las Memorias de Mr . Guizot . Este último trata

de presentar los hechos de la manera menos ofens iva posi

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ble para nuestro amor propio ; dice , s in embargo , lo bastante para indignar y ruborizar a cualquier lector español .

Pretendió la Francia con inaudito abuso de su fuerza , tra

zar alrededor de la Reina Isabel un círculo de Popi lio , de

clarando que no podia permitir que se casase con ningúnPríncipe q u e no fuese de la estirpe real de Borbón . Repe

tíanse , con menos derecho y con menos motivo , las intri

gas y pretensiones del tiempo de Carlos 11. Luis Fel ipequería imitar aLuis X IV

,juzgando s in duda que la bur

gue s ía e Spañola del s iglo XIX estaba tan hechizada comola Monarquía del siglo XVI I ; el Embajador Bresson se creia

otro d ' Harcourt ; y D . Alej andro Mon y los demás amigosde la Reina Cristina aspiraban á su vez al papel de otro s

tantos Portocarreros .

No paraban en esto las difi cultades de la Reina Isabel ,porque la Reina Madre y su s amigos del partido moderadole trazaron también

,con grande egoísmo , otro círculo de

P0pi lio , exigiendo que el Príncipe que eligiese había de ser

moderado y sin la menor so specha de un liberali smo exce

s ivo ; por cuya razón se oponían á las candidaturas del In

fante D . Enrique y de un Príncipe de Coburgo, las cualespreci samente eran las más simpát icas para la joven Reinay tenían además el apoyo decidido de Inglaterra, ya s ea

porque realmente las cons ideraba más ventaj o sas ó porquese preponía evitar por medio de ellas que la Francia realizas e sus des ignio s y adquiriese mayor preponderancia en

la Península .

Referíame Istúríz , que antes de tomar una decisión de

fini tiva en este grave negocio , le había preguntado aLord

Palmerston,s i en caso de que la Reina se decidiese por un

Príncipe de Coburgo, podr íamos contar con el auxil io de la

Inglaterra,y que aquel Mi nistro le dió siempre respuestas

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e vasivas . Otro hombre de Estado menos deferente á laReina Cristina y más atrevido en sus resoluciones

,habría

arrostrado , á pesar de esto , la enemistad de la Francia,dando la preferencia á Coburgo , j oven de sterling qua li ti es,

como decía Palmerston , y muy á propósito para marido deuna j oven Reina ; pero I stúríz no tenía ninguna de las con

diciones requeridas para adoptar una pol ítica tan fi rme .

E xag erábase la fuerza de la Francia, la cual no se h allaba

ciertamente en el caso de declaram os la guerra porque no

escogíamos un Borbón,y temía que el Coburgo fuese de

mas i ado l iberal , á pesar de que podía“

ver en el Rey D . Fernando de Portugal , Coburgo también , un ej emplo de locontrario . Hubiera podido elegir

,como último recurso, la

candidatura de D . Enrique ; pero además de que la ReinaCri stina no amaba á este Príncipe á causa quizás de su ca

rácter independiente,temía también el mismo Istúríz que

fuese demasiado liberal,habiendo ya mostrado , en ocasio

nes recientes,su s impatía por lo s progresistas ; en lo cual

había también notable exageración,porque no era imposi

ble que cambiando de posición , cambiase de conducta ,como le sucedió á Fernando VII , quien después de haberempezado por conspirar contra su mismo padre , se convir

t ió más tarde en un Monarca absoluto .

Ninguno de estos partidos indicados quiso ó pudoadop

tar Istúríz . O lvidó él y olvidaron todos los que interv ini e

ron en este asunto,que

,como dice el Cardenal de Retz , no

basta el talento para resolver todos los negocio s de Estado ,s ino que es necesario también que hable un poco el corazón. En el caso de que se trata

,todo el mundo procedía

con el más cruel egoísmo ; nadie pensaba lo más mínimo enla felicidad de la Reina Isabel

,ni se cuidaba de consultar

su inclinación . Y sin embargo , era notorio que amaba mu

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en una misma ciudad , viven en Palacios separados , y sólose ven

,como parientes lej anos

,en ciertas grandes solem

nidade s . En fin, aque l Duque de Montpensier , de quien

tanto esperaban, lo mismo María Cristina que Mon y susamigos

,pasó su vida murmurando de todos los Gobiernos

moderados,consp iró después contra la Reina Isabel

,y aca

bó por suministrar el dinero necesario para la revoluci óndel año 68. Tan ciegas son á veces las previs iones de los

hombres .

Y es asimismo notable que una especie de maldic i onperseguía á cuantos intervinieron en este asunto . E l Condede Bres son , víctima del exceso de celo con que había hechoej ecutar el matrimonio de la Infanta Doña Fernanda al

mismo tiempo que el de la Reina,su hermana

,dando así

un nuevo motivo de disgusto á la Inglaterra,fué enviado

,

como en destierro,á la Embaj ada de Nápoles

,y allí se de

golló un día con una navaj a de afeitar . Bulwer,cuyas con

t inuas intrigas hicieron más daño que provecho á la causa

que defendía, fué al fi n expulsado de Madrid por el enérgico Marqués de Casa Iruj o .

Entre tanto . Istúri z cedía pronto su puesto a otro s Mini stros

, la Reina Madre tenía que alej arse por algún tiempo de España

,y después de un período de incertidumbres

é intrigas , los moderados antiguos, mal visto s por la ReinaI sabel , a causa del casamiento que le habían impuesto ,perdieron por algún tiempo el favor de que di sfrutaban , y

se vieron reemplazados por los moderado s di s identes,los

cuales eran cas i progres i stas y se apell idaban puritanos,

porque decían que era preci so restablecer en toda su pureza e l régimen representativo . A su jefe

,que era D . Joaquín

Pacheco,le llamaban el Pontífice

,quizás

,como creo haber

lo dicho ya en otro capítulo,á cau sa de su aspecto grave y

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pre lac ial, y a este Ministro deb í , según queda referido , mi

nombramiento para un puesto de la Secretaría de Estado,

y por consiguiente mi regreso á Europa .

N o era esto , s in embargo , tan fácil como pudiera creers e , pues con motivo de la guerra hab ían suspendido lo s coches sus viajes á Veracruz , y era preci so que verifi case el

mío á caballo y á pequeñas j ornadas . Añádase á esto quepor todas partes hab ía multitud de guerrillas

,y no todas

puramente militares,sino también de bandoleros ; por cuya

razón érame necesario llevar una escolta . Uno de mis ami

gos mej icanos me aconsej ó que me entendiese con un lad rón de profesión , á quien él conocía… bien y le ocultaba áveces en sus hac i endas , y me le traj o un d ía para que leviera . Pero aunque su

_voz era suave y su catadura no del

todo siniestra,confieso que me repugnó mucho fiar mi di

nero y quizás mi vida aun facineroso tandeclarado ; y así,después de pensarlo bien , l o que decidí fué , que llamé a

dos españoles,antiguos ofi ciales de caballería de Cabrera ,

lo s cuales estaban empleados all í en una fábrica de chocolate

,y les prepuse que me acompañaran y dieran escolta ,

mediante una retribución convenida . Aceptaron gustoso smi propuesta ; compré caballo s y armas para m i y para

ello s,y también para mi criado

,que era un indio muy leal

y valiente,y una mula destinada á llevar mi equipaje y

provi s iones .Llegado el día de mi partida

,la verifi qué con lo s oj os

llenos de lágrimas,porque si bien me agradaba mucho ré

gre sar á Europa , para volver á ver tantos obj eto s queridos ,me dolía

,esto no ob stante

,abandonar á Méj ico , donde h á

b ía pasado tres año smuy felices , y donde dej aba, quizáspara s iempre

,un gran número de buenos amigos y alguna

h ermos í s ima cara á quien me había acostumbrado á ver2 2

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todos los días y'

cuyo recuerdo me ha perseguido d e spué

por muchos años . Y si alguien se extraña de que conserve

aún tan vivas estas impres iones del pasado , le recordaré

que la memoria e s á veces como los ojo s de los présb i te s ,*

que por mucho que se debiliten,ven siempre muy distinta

mente las cosas que están lej anas . Y por esto , sin duda ,dij o G(Bth e en la introducción del Fausto :

L o quep oseo p a rece que se a lej a ,

L o ,que p asó vuelve a adqui r ir rea li dad .

De Méj ico á Puebla no nos sucedió nada notable . Estan

do ya en los días caluroso s de Julie no caminábamos másque en la madrugada y en la tarde , y nos parábamos paracomer y dormir la sie sta du rante el d ia. Pocos pasaj ero s

encontramos por el camino . Sólo una vez divisamos sietehombres á caballo y armados , que nos pareci eron se spe

chose s , por cuya razón , mis dos españoles , que eran bue

nos estratégicos , di spus ieron que cogiésemos un altillo in

m ediato , donde puestos en fi la con nuestras carabinasprontas

,debíamos presentar un aspecto algo imponente .

Los mej i canos requirieron también sus armas,pero pasa

ron de largo sin decirnos nada, y yo tengo para m i qu eeran rancheros que iban á sus haciendas

,y que s i nosotro s

nos recelábani os de ellos,no se recelaban ellos menos de

nosotrosParecwme Puebla una ciudad muy linda

,un Méj ico en

pequeño . A ll í encontramos ya al ej ército angle—amer icano

y pudimos descansar y comer muy b i en en una posada

bastante cómoda . En ella se hospedaba también el Pleni

potenci ario americano que venía con el General Scott , llamado Mister Fri st , para quien llevaba yo cartas de Bermúd ez de Castro y del Ministro de Inglaterra ; y á la mañana

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la que había á la puerta estaba sentado cómodamente en

una silla y tenía el fusil colocado entre las piernas ; peroapenas nos divisó púsose en p i e , llamó á la guardia, y formada ésta

,saludó con lo s fusi les y bati ó sus tambores . Mi

Plenipotenciario de chaquetilla tomó también entonces poralgunos momentos un aire má s importante . En el piso principal hallamos al General en j efe vestido asimismo muy ála llana

,con una lev iti lla abierta, de paño azul , s in ch aleco

ni corbata ; pero su aspecto era imponente, porque no eraun hombre como otro cualquiera, sino una especie de gigante

,un General s imbólico , que representaba el poder 00

losa] de los Estados Unidos en lucha con un pigmeo . Sufi sonomía era franca y abierta y me recibió con mucha cord i ali dad . Cuando llegué estaba escr ibiendo , y al otro extremo de la sala había dos ofi ciales

,s in duda del Estado

Mayor,quienes vestían chaqueti lla

,como Mister Frist

,y

,

estaban echados de bruces y cas i acostados sobre un granmapa de Méj ico , qu e se hallaba extendido sobre una mesa .

No se veía por ninguna parte ni espada ni pistolas ni arma

de ningún género . Nada indicaba allí que estábamos entremilitares .El General Scott tomó en seguida la palabra y me hizo

muchas preguntas tocante á las cosas de Méj ico,y princi

palmente sobre el estado de los ánimos . Re spondíle , comoera verdad

, que los mej icanos no querían todavía darse

por vencidos , en atención á que conservaban aún un ejercito bastante considerable y esperaban que las lagunas yel terreno pantanoso que rodea á la capital haría difícil lamarcha de los invasores . Lo s iento mucho

,repuso Scott

,

porque la continuación de la guerra causará un inútil de

rramam i ento de sangre y los mej icanos verán pronto á expensas suyas que mis dragones pasan por todas partes , y

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harán resonar en las calles de Méj ico las herraduras de sus

c aballos . Regalóme después con chocolate,helados y fru

tas,que en la estación en que estábamos eran muy agra

dable s , y me dió también excelentes cigarros . En fin, dij ome cuando me de sped í , que al día siguiente á la hora demi marcha hallaría á la puerta de la posada una escolta de

d ragones , la cual me acompañaría al meno s dos j ornadas ,porque los alrededores de Puebla eran los más expuestos

e ntonces á las incurs iones de las guerri llas . Rendile graciaspor todo con las más corteses expres iones que pude , y él

con su mano gigantesca me apretó la mía de tal suerte que-creí que me la hacía pedazos .

Empezaba ya á reir el alba cuando me puse otra vez en

c amino , y conforme me lo h ab ía prometido Scott , encontré

a la puerta de mi aloj amiento treinta dragones america

nos,mandados por dos tenientes . Eran lo s soldados de

buena presencia, rubio s y robustos , vestidos con uniformes

d e pañoo scuro y gorri llas - d e lo mismo . Llevaban sables y

p istolas y unas carabinas de mucho alcance,que entonces

e ran un arma nueva y temible , poco conocida ,entre los me

j icanos . Montaban caballos de raza frisona y de mucha al

z ada .

Pareci óme desde luego , y los hechos lo confirmaron

e n toda aquella guerra, que cada uno de aquellos j inetes

valía por dos ó tres de los pobres indio s que componíanentonces la caballería mej icana . Los ofi ciales eran dos jóvenes de buenp

'

orte y de modales distingu idos , á pesar des er yankees . V iaj é en medio de ello s y nos hicimos muy

buenos amigos . Poco antes de l legar á Orizaba les rogué

que se volviesen y les d i las gracias más s inceras antes des epararnos

,gratificando con dinero a lo s sargentos y sol

d ados ; después de lo cual continué mi camino con mis bue

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nos españoles y mi criado , s inhaber V i sto antes ni después

rastro alguno de guerrillas n i de ladrones .Llegué sin novedad á Orizaba

,donde hice otro agrada

ble descan so . Es Orizaba como un pueblo de Andalucíapuesto en un clima tropical

,de manera que á los naranj o s

y limonero s se añaden los plátanos y palmeras. E l cielo esde zafi ro ; el aire está embalsamado por el olor de las flores ,

La s casas se parecen también á las de Andalucía, y tienenmuy l indo s patios . El trayecto de Orizaba á Veracruz fuécorto y agradable, por pasar casi todo por bosques qu eproporci onan sombra y frescura . La luna

,que estaba en

su plenitud,bañaba todo con una tinta de plata y prestaba

un ine X plicable encanto á los campos y á lo s árboles . A menudo me paraba por el camino , y dej ando que se adelantasen mis compañeros

,me complacía en escuchar el s ilenc i o

de aquellas soledades,y contemplar la hermosura d el cielo

H íce lo así , sobre todo en las cumbres de A cu lcingo, y engeneral , por todo el viaj e iba admirando la obra de Dios ,que es cas i más maravillo sa en América que en Europa .

Recordando las admirables páginas de Luis de Granada ,.decía como él : ¡oh Dios ! no se deleitará de la mú

s ica tan acordada de tantas y tan dulces ve ce s con que laN aturaleza nos predica la grandeza de vuestra gloria? Por

c ierto,Señor

,que el que tales vece s no oye , sordo es : y e l

que con tan maravillo so s resplandores no os ve, ciego es :

y el que con tantos tes timonio s de todas las criaturas no

os alaba, loco es . » Quieren algunos decir que los antiguos

no sentían las bellezas de la Naturaleza tanto como los me

dem os , y es posible que así sea ; pero en cambio hay mu

chos modernos que no se elevan de el las al conocimientodel Ser Supremo

,y es singular y cas i cómico

,que un hom

bre tan sabio como Humboldt,por ej emplo, describa en sus

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Cuando l legué á la posada,el mismo dueño de ella me

aconsej ó que me fuera desde luego á bordo del vapor de laMala inglesa que debía llevarme á Europa y se hallaba yaen la bahía, porque si me detenía en la ciudad, era muy detemer que cogiera el cólera ó la fiebre . Pero yo ten ía enton

ces veinticuatro años , y á esa edad se cree uno invu lne

rable .

Así,pues

,tomé con tranquilidad un baño

,comí bien y

dormí después quince horas,y creo que hubiera dormido

veinticuatro á no de svelarme el apetito . Fuí luego á buscará mis conocidos ; pero no hallé m ás que al Cónsul Escalante y á un tal Mr . Adoue

,hermano del banquero que hab ía

tenido en Méj ico y banquero también . D . Dionis io Velascos e había ido al campo con su familia, y el médico Mend izá

bal andaba muy ocupado en los hospitales , cortando brazos y piernas . Era Adoue un francés establecido alli de sde

hacía muchos años,rico y afable

,á quien llamaban todos

s implemente D . Guillermo . Aunque fri saba en los cincuen

ta,estaba muy bien conservado y era muy aficionado á las

mu j eres,por lo cual me preguntó luego qué tal me habían

parecido las de Méj ico . Dij ele que todasme habían gustadomucho

,á excepción de las indias

,y que no comprendía

cómo Cortés y los otro s Capitanes españoles habían podi do

prendarse de ellas . A lo cual contestó él que eso cons istirías in duda en que las indias de aquella época eran más bonitas

,ó en que ello s tuvieron la fortuna de encontrar las

más bellas,porque solía haber siempre algunas que lo eran

tanto como las blancas ; y que si deseaba convencerme deello , fuese á la noche á comer con él y me haría conoceruna que no me parecería despreciable . Vi luego al Cónsul

Escalante,y contándole todo esto

,me dij o que probable

menteA doue pensaba enseñarme una querida suya llamada

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Charito,quien efectivam ente era una india muy guapa

,de

la cual el buen francés estaba tan enamorado, que la tenía

puesto s maestro s y acabaría probablemente por casarsecon ella . A ñadióme que Adoue era tan celoso que no la dej aba salir más que amisa

,y que s i me la enseñaba á m i

,

s eria porque me marchaba al día siguiente y así no la volvería á ver j amás .

Cuando volví á casa de Adoue,estaba ya en la sala

Charito , y me la presentó dándole este nombre y d i c ién

dome que era una huérfana á quien había recogido . Miréla

luego con atención,y á pesar de ir preparado para ello ,

quedé absorto á su vi sta . Tenía el color cobrizo y lo s cabe

llos negros y lacio s,como todas las indias ; pero esto no

quitaba nada á su peregrina hermosura . Sus facciones era nmuy fi nas , sus oj os negros y dulces , su cuerpo esbelto y flexible .

Traía por único adorno un ramo de j azm i nes en los

cabello s y do s aro s de oro en las orej as . Un vestido de telablanca le cubría apenas el seno , dej ando adivinar cosasmuy bellas . La gracia y amenidad de su trato eran tam

bién seductoras . Cuando nos sentamos á la mesa parecía

colgada de mi s labios,cual otra De sdémona : re íase de todo

lo que yo decía para enseñarme sus preciosos dientes,y me

dirigía de cuándo en cuándo una s miradas tan piadosasque me robaban el juicio . Fué milagro que en vez de cortarla comida no me cortase los dedos

,como las damas de la le

yenda á la vista del genti l mancebo . Después de comer

fumó un cigarri llo , y como una muchacha que era, se divir

t ió en ver sub ir l as nubeci llas que formaba el humo . Tomóluego una guitarra

,y acompañándose con ella, cantó bas

tante b ien unas ceplas del país , cuya quejumbrosa melodía

contrastaba s ingularmente con el rostro placentero de

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aquella l inda niña . En fin,yo me quedé prendado de ella

,

y al marcharme le dij e á mi amigo Adoue que le alababasu buen gusto , y que por mi parte pensaba que si Doña Marina se parecía á Charito,había tenido Cortés mucha razón

en profe sarle tanto cariño .

—5ae5o

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ta que llaman de Los Molinos,la cual está situada en un

paraj e elevado que llaman El Cerro,y que es algo menos

caliente que el centro de la ciudad . Halléle muy contento ,

porque al finhabía logrado que viniesen á la i sla algunoschinos , con los cuales pensaba que sería posible reempla

zar poco á poco á lo s negros .—

E l tiempo ha demostrado ques irven efectivamente para criados

,mas no para las faenas

d e l campo .

Vi tamb i en al Intendente Villanueva,á O '

Re i lly y á lasseñoras de Dalcour

,mis compañeras del v iaj e anterior, y

salí luego para Bahama y las Bermudas,que era el rumbo

que seguían entonces los vapores ingleses en su regreso a

Europa . En el último punto tomamos una carga de tortugas , que se crían muy buenas en las aguas de aquellas i s

las , y sirven de regalo á los ingleses en general , y muy e s

pecialmente al Lord Mayor y los Corregidores de Londres .

Pus i éronlas boca arriba para que no se moviesen , apiladasunas sobre otras

,y no le s daban más al imento que regar

las dos veces al día con cubos de agua del mar .Los pasaj ero s eran pocos

,y sólo conserve el recuerdo

de un j oven inglés sumamente agradable,llamado Mister

Wilson . Su padre era grande amigo de Cobden y le había

ayudado bastante en aquella famosa campaña suya paraabol ir las leyes sobre cereales

,que fué uno de los ej emplo s

más notables de lo que pueden la perseverancia y el talen

to de unos cuantos hombres cuando se emplean al serviciod e una buena causa

,y de la manera con que las afortuna

das razas saj onas saben consegu i r sm V i olencias las reformas más importantes . El tiempo era tan hermoso que pas eábamos sobre cubierta como en una sala, y no nos cans ábamos de contemplar la inmensidad del Océano . Mi ami

go Wilson recordaba con este motivo á Lord Byron, que

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e ra s u poeta favori to , y aquello s versos suyos que em

piezan

Sobre las a leg res ag uas del mar azul y p rof undo .

Yo pensaba á mi vez en Chateaubriand,quien ha sido

,

en mi sentir,el primero que ha hecho comprender bien la

poes ía de la religión y la poesía de la Naturaleza . Su d e s

cripción del O céano me parece la mej or de cuantas se han

escrito,y á él le debemos además la pintura más acabada

del suelo de América . Parto fel iz de su ingenio es también

aquella A ta la , hermana de la Virg inia de Saint Pierre y ti

pos una y otra de candor y belleza, realzados de la ni ane i " .

más interesante por la naturaleza tropical que sirve de e s

cena á sus hi storias .

El encuentro de muchas velas que navegaban en dirección contraria a la nuestra y también el de algunos paj aros , que venían a descansar sobre las vergas de nuestrobuque

,nos anunciaron al fin que estábamos cerca de In

glaterra , y no es d ec ible cuánto me agradó el l legar á Europa después de haber e stado

l

algún t iempo lej os de ella .

Apenas desembarcado en Southampton,corrí á Londres ,

donde sólo me detuve algunos días , y pasé luego á París .

Alli encontré ami venerada madre y á mi querida hermana Emilia

,la cual s e casó poco tiempo después con el Con

de de Casa Sarr ia . Era entonces mi hermana sumamente

hermosa,y lo d igo aquí s in temor de que me desmienta

n inguno de los contemporáneos que la hayan conocido , ysobre ser hermosa era intel igente

,y con ella vi por segun

da vez muchas cosas de aquella capital , especialmente los

Museo s .Traía yo sed de ver cuadros y estatuas , porque tanto

Lisboa como Méj ico carecen de ese género de riquezas , así

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que me engolfé en el Louvre y en el Luxemburgo y les ded i caba mi entera mañana . Entre las obras antiguas megustaron más que nada la Virgen de Rafael llamada L a

Jardinera,y L a Joconda de Leonardo . A gradáronme mu

cho también los li enzos_de aquel Leopoldo Robert, de co

razón tan sens ible que se mató por amor, y cuyo colori do

tiene una verdad que pasma,y los del suave Greuze

,prin

c i palmente L a Jovendel cánta ro roto,que conmueve aunque

no llora . De los autores más modernos admiré á A rv

Schefer, restaurador de la pintura religiosa y especie deChateaubriand de las Bellas Artes

,cuyo cuadro de San

Agustín y Santa Mónica es con razón m uy popular enFrancia . Quedé también prendado de Paul de la Roche yde sus H ijos de E dua rdo , que despiertan tanto interés por

la tragedia que á su vista se pres iente . Pero el más aplaudido en aquella época

,era Ingres , el cual había recog ido el

cetro del ya difunto David , primer pintor del Imperio , ytenía muchos discípulos é imitadores

,entre lo s cuales s e

contaba al célebre español Federico Madrazo . Ingres erabuen colorista y tamb ién buen dibuj ante , y á él se atribuye e l dicho de que el dibuj o es la prob idad de lo s pintores

,

lo cual es,en mi sentir , tan verdad , que esa sola máxima

suya,bastaría para que me fuese simpático .

El aspecto de París en e l' año 47,era cada día más ymás

el de una ciudad descontenta , aunque en real idad no teníamotivos para ello . Faltábale s paciencia a los paris iensesde la burguesía para aguardar la extens ión del sufragio

electoral,como s i de esto dependiera la felicidad de Fran

cia . Pe sábale s s in duda aquel Gob ierno de los doctrinario sque les había dado una época de l ibertad y de paz

,cuyo

brillo empieza ahora a parecernos tan grande . París erasiempre el pueblo amigo de 'novedades y pronto á someter

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ces ._

La musa de aquellos antiguos poetas ha producido en

el siglo pasado e sa—

j oya inestimable que se intitulaMi rela,

y que es,como A ta la y Virg ini a , una bella criatura ename

rada y . piadosa . E n Marsella admiramos su magnífi copuerto

,fundado por lo s Foceos , y tan rico y animado en

nuestro s días como cuando lo s itió Julie César . En Génovala soberbia volví á gozar con la vista de buenos cuadros ytambién de bello s palacio s que publican sus pasadas gran

d ezas . Tiene aquella ciudad mucho atract ivo para los e s

pañole s , porque de ella nos vino el famoso Colón , y es par

ti cu larmente inte resante para nosotro s los gaditanos, por

que de allí proceden muchas de las principales familias d enuestra ciudad

,como los Fedriani s

,Onettos y Feducci s , y

á lo s genoveses se debe,tanto enCádiz como en Sevilla,

el gusto de los mármoles y de la rica arquitectura . Los genove se s

,á su vez , no le deben poco á España . Aquella Re

pública,dotada de inst ituciones menos sólidas que su rival

Venecia,osciló muchos s iglos entre la oligarquía y la de

mocracia,y agitada por facciones rivales , cayó alternativa

mente baj o el d ominio de Milán y Francia,hasta que e l

Emperador Carlo s V le devolvió la independencia á findeobtener en recompensa de este benefi cio ine stimable los

servicios del famoso Andrés Doria . Este grande hombre,después de haber asegurado la felicidad de su patria , edi

fi có en ella un hermoso palacio , que vi s itamos con mucho

interés,y donde vimos un retrato suyo que le representa

ya viej o,con un gran gato á su lado . Probablemente habría

ya muerto cuando le pintaron,el perro que le regaló Car

los V .

En Liorna nos detuvimos sólo algunas horas . ES unaciudad limpia y alegre

,cuyo comercio tiene

“bastante im

portancia . Su nombre se usa en castellano como sinónimo

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de confusión , y creo que no sin motivo , pues viene á s e rel centro y refugio de la marinería más turbulenta del Med iterráneo . De al l í han tenido origen cuantas revoluc iones

han agi tado en el pasado siglo á la culta y antes pacífi ca

Toscana . Al día siguiente desembarcamos por fin en Civitavecch ía

, que es un puerto más tranquilo , pero no tanl indo como Liorna . En seguida tomamos un coche para

tra sladarnos á l a grande y famosa Roma,obj eto final de

nues tro viaj e , á donde llegamos á la caída de la tarde .

A lojámonos primero en el hotel situado en la plaza dePopolo , y pocos días después nos trasladamos al Palacio deEspaña , que se halla en la plaza del mismo nombre . Es éste

un caserón destartalado,adquirido hace más de dos s iglo s

por un Conde de O ñate , Embajador nuestro en Roma y des

pués Virrey en Nápoles ; pero aunque viej o y de mala arqu itectura, tiene cierta apariencia imponente y aquel prestigioque dan los año s tanto alas personas como a las cosas

,por

lo cual me estremezco cada vez que oigo hablar del proyecto de venderlo para comprar otro más moderno . En mi concepto convendría modificarle el día en que nos sobre dinero

para ello ; mas entre tanto sería vergonzoso abandonar un

edifi cio que da su nombre ala plaza más bella de Roma,con

bastante envidia de las demás Embajadas,y que recuerda

tantas personas notables qu e l a han hab itado , empezando

por O ñate y acabando por Azara“

y Martínez de la Rosa .

Pacheco empezó por tomar posesión de la Embaj ada,l a

cual se hallaba antes regida por D . José del Castillo y

A yensa, l iterato de alguna reputación y una de las pocaspersonas que se dedicaban por aquel tiempo en nuestropaís al e studio del griego . Había publicado , entre otras co

sas,una razonable traducción de Anacreonte , y por esto

sólo le tenía yo afi ción,s in conocerle , llevado de mi entu

2 3

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s iasmo por aquella lengua . Cuando le vi por primera vez ,estuve á punto de decirle , como Filam inta á Vad iu s : <<Per

m ítame usted—que , por amor del griego , le dé un abrazo » .

Pero s i he de decir la verdad,pronto perdí mis ilusiones ,

porque su aspecto no era muy agradable . Era un hombre

pequeño , moreno y flaco , cuya figura y atavío distabanmucho de ser los que convienen á un diplomático . Bastedecir

,que por estar un poco resfriado , nos recib ió vestido

de bata y envuelto en un pañolón de su mujer . Era unode

e s protegidos de la Reina Cristina, á la cual enviaba s1em

pre copia de los principales despachos y notas que se recib ían ó salían de la Embajada, porque en aquella ép oca h abía

, por decirlo así , dos Reinas en vez de una . Concluyó alfi n un Concórdato con la Santa Sede ; pero en Madri d fuéconsideradodemasiado favorable á esta última y no quis ieron aprobarlo . Hízole muy poca gracia la venida de Pacheco á reemplazarle , pareci éndole que aquella misión erauna especie de feudo suyo , y no sólo se quedó en Romacon la esperanza de volver á ser Ministro

,s ino que solía

entrar de cuando en'

cuándo en nuestro Palacio y reprén

día al portero s i no hallaba la entrada y el patio tan limpios como durante el tiempo de su mando .

Otra de las personas que luego conocimos fué el caballero D . Antonio Solá, Director de nuestros pensionados deBellas Artes . Era un catalán de mediana estatura

,gordo y

de fi sonomía apacible , quien había venido muy j oven áRoma y había residido allí casi toda su vida

,dedicado al

ej ercicio de su arte y aventaj ándose mucho en ella,según

lo prueban las obras que ha dej ado tanto allí como en Es

paña : Citaré, como la mej or, el grupo de Da oi z y Velarde,

que sobre ser de un estilo muy correcto,t iene una vida y

un“movimiento raros en la escultura moderna . Mientras

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nos , y ante los recuerdos que despiertan en el ánimo de lfiló sofo y del cri stiano . ¡Qué esfuerzo tuve que haCer paraque mi imaginación se acomodase á los obj etos que se ofrecían á mi vi sta ! ¡Qué diferencia entre Méj ico y Roma ! Allítodo

,menos los bosques

,tenía un aspecto moderno ; aquí

todo llevaba el sello de lo antiguo . Allá se conservaba lamemoria li sonj era

,pero relativamente reciente , de la con

quista española ; acá las huellas imponentes de la dom i nación romana . La naturaleza es más lozana en Méj ico ; peromás austera en el Lacio . En América hay un ramo de la

religión de Jesucristo ; en Roma se venera el trono de suVicario .

Lo primero que vis itamos fué,como es natural

,San Pe

dro,y á pesar de sus defectos

,que son notables

,especial

mente en la fachada , nos causó una impres ión i ndecible .

Es el primer templo moderno , y s i se exceptúan los del an

tiguo Egipto y el que erigió Salomón , creo que no ha exi stido otro mayor en el mundo . Compláce se e l creyente enver tan honrado aDios con aquella suntuosa fábrica

,y por

m i parte , no sólo entonces , s ino también cada vez que h evuelto á Roma y entrado

,como de nuevo

,en aquel amplio

recinto,donde la materia es tan rica y las l íneas tan grandiosas y bellas

,me he sentido profundamente conmovido .

La admiración y el respeto se mezclan allí con ese placer

extraordinario que produce la vista de aquellas cosas que ,pa sando de lo bello , tocan ya en lo sublime .

Fuimos luego á las Galerías y Museo s,en los cuales tuve

al fin el gusto de encontrar lo s original es de muchas estatuas y cuadros

, que conocía ya por grabados y vaciados y

me eran,por decirlo as í

,familiares desd e que estuve en la

Academia de Cádiz con mi maestro Roca y viví luego enSevill a en casa de mi buen tío

,que tenía una excelente co

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lección de estampas . Pero qué diferencia entre unas cosas

y otras . ¡Qué mármoles tan d ivinos se ven reunidos en elVaticano y Capitol io ! Aquello es un pueblo de estatuas

,y

cuando se considera que son sólo los restos que se han salvado de tantas invasiones y ru inas

,ya no sorprende leer

enPlinio que en la Roma de su tiempo había más estatuas

que habitantes . ¡Qué bello es el Laocoonte ; qué bello elApolo ; qué bello todo ! Y lo mismo digo de los cuadros . No

hay cop ia ni grabado que dé una idea adecuada de la E s

duela de A tenas 6 la D isp uta del Sa cramento . Es preciso ver

aquellos frescos para apreciar toda su belleza . ¡Y qué diréde las Vi rg enes de Rafael , qué de la Cap i lla S ixtina ! La ad

m iraci ón se queda muda al contemplar tantas maravillas .Recorrimos después de esto los monumentos antiguos .

El Coloseo , tan bien conservado todavía y tan lleno de récuerdos paganos y cri stianos , puesto que allí sucumbíanlos gladiadores

,después de saludar al tirano

,y allí también

s acrifi caban su vida aquello s primero s cristianos , de quie

nes dice bellamente un antiguo ob ispo español,que no s á

b ían disputar, pero sabían morir , sci ebant mor i . El Foro ,muy afeado por lo s escombro s , pero bastante descub iertopara dar una idea de su extens ión y adornos ; en fin, lasTermas de Caracalla

,que aturden por la grandeza de sus

s alas,donde pueden circular s in confus ión muchos milla

res de personas . E lévase la mente á la vista de unas rui

nas,cuya grandiosidad no hay estampa ni descripción que

pueda hacer comprens ible .

“ Ni tampoco puede nadie entend er bien la histor ia romana s i no ha vi sitado á Roma y vi s

to sus monumentos,como lo han hecho Ampere , Reumont

y Gregorov iu s .

Mas dej emos ya estas cosas,bellas , pero antiguas , para

o cuparnos de otras más recientes y no menos interesantes .

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Dej emos los r'

omanos

A unque oímos y leímos

S as hi storia s .

N o curemos de saber

L a de aquel s ig lo p asado

Qué f ué de ello:Vengamos á lo de ayer,

Que tambi én es olvi dado

Como aquello .

Cuando nosotros llegamos aRoma estaba el gran Pontíñce Pío IX en el apogeo de su popularidad y de su gloria . N i en los Palacio s de los Príncipes , ni en las casas delo s particulares , ni en las calle s y plazas se o ía hablar deotra cosa que de las acciones admirables de aquel Papa . E s

taba Roma llena de su nombre,embriagada de júbilo

,loca

cas i de entusiasmo . Era esto en parte un efecto naturalde la conducta generosa de Pío IX

,y en parte también un

medio empleado por la secta llamada la Joven Italia para

obtener todavía mayores concesiones de aquel noble jerarca . Se le aplaudía con razón y sin ella, a todas horas yen todas partes . A poco de nuestra llegada tuvimos la for

tuna de encontrarle un día en la calle cuando iba adar un

pa seo fuera de Puerta Pía . La gente que rodeaba su cocheera tanta

,que apenas podían los caballo s avanzar al paso .

E l Papa,asomado a la portezuela

,daba la bendición á de

recha é izquierda . Tenía el rostro redondo,la fi sonomía

muy dulce y el color algo pálido . Todos*le daban v i vas convoces frenéticas ; todos le llamaban santo , grande , glorioso .

Fué aquella una escena indescriptible que nunca más seha borrado de mi memoria . P acheco y yo doblamo s, como

los demás,las rodillas , recibimos su bendición y le acla

m amos con entusiasmo .

Ni fué aquella la única vez que le vimos , pues que no

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a notar que el Papa se prestaba demasiado a aquellas escenas populares . El mismo Pacheco

,con ser

,como real

mente lo era, un liberal muy sincero , me decía, en c_

onfían

za , que no preveía nada bueno de aquellos excesos de entu s iasmo . Temía que el Papa

,embriagado por lo s aplausos ,

fuese en sus concesiones algo más al lá de lo que aconsej aba la prudencia

,y que el día en que le pareciese necesario

detenerse en tan peligroso camino,no tuviese ya libertad

para hacerlo . Las circunstancias en que se hallaba entonc e s la Europa hacían también muy peligrosa la posiciónde Pío IX

,porque en todas partes reinaba cierta inquietud

precursora de grandes movimientos revolucionarios . Escierto que todas las grandes Potencias

,incluso la Rusia

,

habían recomendado va rias veces a los predecesores de

Pío IX que introdu j eran serias reformas en el gobierno desu s Estado s ; pero ni esas reformas comprendían la libertad

política, ni era aquel el momento más a propósito paraconcederlas . A demás

,una cosa es aconsej ar reformas y

otra cosa realizarlas . Es como decirle aquien lleva encade

nado un león que le suelte en mitad de las calles . Y poreso vemos que casi en ningún tiempo ni en ninguna nacións e ha vi sto al Soberano intro ducir grandes novedades po

líticas por un acto verdaderamente espontáneo . A Inglate

rra le han costado sus l ibertades muchos siglos de combate . En todas partes se establecen a fuerza de luchas y deaños

El predecesor de Pío IX,que se llamaba Gregorio XVI ,

era un fraile de aspecto ordinario,con unas grandes nari

ces porronas y tabacosas y unos modales muy poco suaves ,d e quien cuentan que cuando su mayordomo le preguntódespués de su elección

,qué era lo que quería comer aquel

dí a,le respondió en tono muy brusco : <<Dame lo mismo de

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s iempre ; ¿acaso crees que por cambiar de pos ición he cambiado de estómago ? » Pero no le faltaba

,en medio de su ru

deza, la energía necesaria para sostener los derechos de laSanta Sede , y había quedado célebre en Roma su entrevi sta con el Emperador Nicolás y las vehementes quej as que

le dirigió con motivo d e su conducta violenta con los catól ico s de Polonia . Por lo cual no es de extrañar qu e hiciesepoco caso de los consej os de las Potencias

,temiendo que

las sectas pol íticas , cuyo obj eto era ya nada menos que la

secularización total d e lo s Estados Ponti ñci os y la realización de la independencia y de la unidad de Italia

,abusa

ran de cualquiera conces ión que se les hiciese para llevaradelante sus planes .

El ilustre Pío IX era todo lo contrario de Gregorio . Nobl ede nacimiento , dulce de semblante y de carácter , generoso ,confi ado y propenso por su educación a las ideas de su s i

glo , no tenía tanto temor a las reformas . Referían en Roma,

que á pesar del saber y virtudes que le adornaban , el Papa

Gregorio no quiso por algún tiempo concederle la púrpura ,y cuando al fin vino en ello

,les dij o a lo s eminentes perso

naje s que se l o recomendaban : <<Bien está ; le haré Cardenal ,aunque sé perfectamente

,que en la casa de los Masta i s

hasta lo s gatos son l iberales » . Así era la verdad,y la prue

ba de ello es la conducta que adoptó apenas llegó a serPapa . Amnistía general y completa, Consulta de Estado ,Consej os provinciales

,concesión sobre conces ión ; todo cas i

de un golpe,s in tener en cuenta el estado de Italia ni el de

Europa,contentando amuchos , alarmando a algunos , ad

mirando atodos .

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sus primeros actos había s ido la d estituc10n de Pacheco .

Sincero fué mi pesar,porqu e perdía en él un j efe que era

para mí un verdadero amigo,y así se lo manifesté con las

expres iones más cariñosas , desatándome al mismo tiempoen críticas acerbas de los Ministros que trataban con tanpocos miramiento s aun hombre de s u valer . Y aquel díaacabé de comprender que en la clase de gobierno parlamentario introducido entre nosotros , e l Monarca era cadadía más impotente y los Ministros cada día má s d e spóti

cos,resultando de una cosa y otra que la situación de los

funci onar i os públicos sea en España tan precaria como en

la Persia 6 la Turquía .

D íje se lo así aPacheco y le manifesté tamb i enmi admiración de verle

,al parecer, tan sosegado , por no decir indi

ferente ; á lo cual me respondió que eso se explicaba por sumanera particular de sentir

, y-también porque estaba con

vencido de que era inútil enojarse contra lo que,después

de todo,no era más que una injuria de la fortuna . Algo

s iento,s in embargo , inter i ormente y a pesar mío , añadió ,

y de m i pudiera decirse con el poeta Metastas io

S e a ci asczm l i nterno a ff anno

¡Si védesse inf ronte scri tto,

Quanti maz che invidi a f anno

Ci f areblero p i etoí .

El Embaj ador nombrado para sustituir a Pacheco fuéel célebre D . Francisco Martínez de la Rosa, persona tanilustrada y respetable que esta circunstancia s irvió muchopara consolarme de la pérdida de s u antecesor . En un ca

p ítulo anterior he hablado ya de él , cons id erándole comol iterato . Conocíale ya un poco por haberle visto , tanto enel Ateneo como en los salones de Madrid

,y sab ía cuán

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grande era su mérito como orador y político , y cuán dig

no era,por todos conceptos , del puesto em i nente que le

confi aban ; así que me consideré muy -afortunado de servir

a sus órdenes .

Martínez d e l a Rosa ganaba mucho en ser conocido . Su

a ire un tanto desdeñoso y la costumbre que tenía de dedicarse cas i exclusivamente a la sociedad de las señoras , no

le hacía simpático a la generalidad del sexo fuerte . Perotratado en la intimidad descubría un fondo de bondad y .

rectitud que le atraía los corazones . No había s ido volteriano ni masón ; era un liberal a la inglesa, que re spetaba

y amaba la rel igión y el trono . Unía,s in embargo

,lo sagra

do con lo profano,y aunque no faltaba nunca a la misa

que se decía los domingos en la capilla de la Embaj ada,esto no le impedía tener después citas con muj eres . N o l efaltaba orgullo

,pero desconocía la vanidad . Era tan poco

epicúreo y tan indiferente a lo s placeres de la mesa, que

cuando el cocinero le servía un plato nuevo,nos pregunta

ba anosotross i tenía buen gusto . D ivertíase como un niño,y si hacía mal tiempo los domingos

,lo sentíamás que nos

otros y decía que desde que iba a la escuela hab ía obser

vado que llovía cas i s iempre en los días festivos . Estabaabonado y concurría alternativamente á. la O pera y a laComedia, y cuando daban algo nuevo , no nos dej aba aca

bar tranquilamente la comida para llegar al principio delespectáculo . Habiéndome tomado mucho afecto

,me lleva

ba á menudo a su palco y me daba una agradable lecciónde literatura dramática

,expl icándome las bellezas y de

fectos de la pieza representada . También me prefería para

amanuense , porque yo escrib ía entonces con mucha velocidad

,y me dictaba sus despachos

,parándose de cuando

en cuándo para que le leyese lo escrito,y preguntándome

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luego : ¿Suena? ¿suena? ; porque su grande empeño era quelos períodos fuesen armoniosos .

No era Martínez de la Rosa muy amigo de hacer coni id encias , pero algunas veces me hablaba de política y des u vida pasada, y así como Istúríz recordaba siempre con

mal di s imulado pesar las escenas de la Granj a y el matrimonio de la Reina Isabel

,tenía Martínez fij a en la memo

ria la deplorable matanza de los frai les . Ve íase que aquel

tr iste suceso maneba t a lta mente rep ostum. Y motejaba conamargura al Ministro de la Guerra

,el cual l legó al Consej o

de Mini stros á hora tarda y echándose en un sofá, como s iestuviera muy cansado

,exclamó : <<Ya he vis itado todos lo s

puesto s y estoy seguro de que no habrá motín » . Pero nohab ía casi acabado de hablar, cuando s e oyeron los primeros tiros . <<Una sola cosame faltó entonces y me ha faltadotoda mi vida

,seguía diciendo Martínez

,y es ceñir una es

padaa

Imitaba Martínez a Lamartine en su vestido y peinadopero en polít ica fué más consecuente que él y s iguió másbien lo s ej emplos de Chateaubriand . Amaba much o al granmundo

,y presentado por él penetró desde luego en los sa

lones principales de Roma, cuya sociedad paso a describir .

Reuníase allí entonces una de las más brillantes de Europa

,compuesta

,no solamente de romanos , s1no también

de extranj eros de gran'

distinción . Los Príncipes ocupabannaturalmente el primer lugar . La mayor parte de las casas

que l levan ese título , deben su ilustración y sus riquezas a

los Papas,de cuyos sobrinos descienden , por lo cual se lla

man familias papales,a la manera que decimos reales a las

que provienen de algún Soberano tempora l . Hay, con todo ,algunas

,que tienen ilustración propia y adquirida con la

e spada, como por ej emplo , lo s Orsinis y Colonnas . Los pri

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El Príncipe Doria tenía un doble origen , pues los des

cend i ente s del famoso Almirante Andrés , e stán unidosdesde hace dos siglos con los de la familia Panñli

,sobri

nos de Inocencio X . Las riquezas de esta casa proceden ensu mayor parte de una célebre Doña O l impia, cuñada deaquel Papa, la cual vendía capelos y mitras con tanto e scándalo de Roma

, que el General de los j esuítas se creyóal fin obligado al lamar sobre tales exceso s la atención deldéb il Pontífi ce . El retrato de Inocencio se conserva en lagalería Doria y es un triunfo de su autor

,nuestro inmortal

Velázquez . Todo en él es roj o : la cara del Papa, cuyo color

era muy encendido ; su s ropas pontifi cales ; el s illón en que

aparece sentado,y hasta las cortinas que forman el fondo ;

y sin embargo,nada hay allí que desentone

,porque Ve

lázquez ha variado de t al modo todos aquello s maticesencarnados

,que su sabio conjunto ofrece una armonía ad

mirable .

El Príncipe D . Felipe era buen mozo y elegante ; pero nomuy inte ligente . Su casamiento con una h íja del Conde de

Schrew sbury,que era también rica , había aumentado el

esplendor de su familia . Su palacio del Corso y su galeríade cuadros son quizás los mejore s de Roma

,y sus fi es

tas eran muy brillantes . Recibía todos lo s lunes,y tanto

él como su esposa, se distinguían por la amabil idad de sutrato . Contaban los amigos del Príncipe que el Conde de

Schrewsbury,Par católico de Inglaterra

,había venido a

Roma con su s dos hij as Guendalina y María,las dos pia

dosas y las dos graciosas y bellas . Doria y Borghese empezaron luego ahacerles la corte , el primero aGuend alina y elsegundo a María . Pero sucedió que en aquello s días tuvo lugar unbaile de traj es en casa de otro Príncipe

,y la Mar ía se

presentó conel vestido de María Stuardo , s in duda porque

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e sto era más conforme a su carácter un tanto altivo ; mientras que Guendal ina prefi rió un traj e de aldeana de Tívol i .Entonces Borghese s intió que le gustaba ya más ésta

,y ha

biendo dado la casualidad de que Doria a su vez hallasemás a su gusto ala otra, cambiaron luego de novia y al fi ns e casó cada cual con aquella que prefería . En cuanto a las

señoritas Talbot, que éste era su nombre de famil ia , no dice

la histori a si les costó mucho trabaj o acomodarse a estecambio de adoradores . Martínez de la Rosa iba mucho acasa de Doria y le regaló el l ibro de sus poesías a la Prinº

cesa,la cual conocía muy bien el español

,porque se l o

había enseñado la muj er de uno de nuestro s emigrados delaño 20, que había s ido aya suya .

Los domingos recibía el Príncipe Marco Antonio Borgb ese . Había ya muerto la Princesa Guendalina

,y según

dicen,en olor de santidad , porque era en extremo limosne

ra y piadosa . La segunda mujer del Prínmpe era una Laro

chefoucauld , bella, pero no muy amable . A las recepcionespresidía también la madre de ésta, la cual era una señora

francesa muy dada a la devoción,cual lo eran en aquella

época todas las del barrio de San G ermán. Durante la Cua

resma me preguntaba siempre s i había oído el sermón en

San Luis de los Franceses,que era donde predicaba e l

abate francés que estaba de moda entre las damas de buentono ; y más de una vez me vi obligado amentir , diciéndoleque s í

,porque la buena señora tenía por poco menos que

pagano aquien no asi stía aaquella iglesia .

Provienen los Borgh e se s de los sobrinos de Paulo V yClemente VIII y han si do en todos tiempos muy incl inados ala Francia . A principios de este

_s iglo , el Príncipe Don

Camilo contraj o matrimonio con la más l inda de las hermanas de Bonaparte

,la célebre Paulina , cuya estatua, la

24

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brada por Canova, que la representa completamente desnuda

,se admira en la Galería del Príncipe . Canova la e s

culpió con el mayor esmero y aseguraba que en la forma

d e la cabeza y la elegancia del cuello es comparable á lasDianas y Calipsos del arte griego . El Palacio y la Galeríade Borghese compiten con lo s de Doria, y la Vi lla Borgh e

se,mayor que la Panfil i, perteneciente aDoria, es hoy día

el paseo principal_de Roma . Dicen las crónicas que esta

Villa,venida por herencia alos Borghe se s , formaba un día

parte de los bienes de la familia Cenci,que fueron confi s

c ados después del suplicio de aquella hermosa Beatri z , ul

t ima de su estirpe, é

'

ntere sahte , como la infeliz María

Stuardo , apesar de sus faltas , cuyo retrato , pintado porGu ido

,es una de las j oyas de la Galería Barberini .

El Príncipe de Piombino viene a ser lo que llaman en

Alemania un Príncipe mediatizado 6 ex soberano,en razón

a que hasta princip ios del s iglo actual tuvo una posición

cas i independiente en un rincón de la Toscana . Unida esta

f amilia con las de Buoncompagni , que proviene de Gregorio XIII

,el famoso reformador del Calendario

,y la de Ln

d ov i s i , procedente de Gregorio X V,a quien llamaron sus

contemporáneos el Padre de los pobres,el Príncipe de

Piombino venía á ser uno de lo s magnates más opulentos

de Roma . D . Antonio , el de entonces , usaba bien de sus ri

quezas y vivía con esplendidez. Era de carácter escépti co ,pero instruído y propenso a las ideas del siglo . Solía bur

larse con gracia de las costumbres de su s antepasados , yle oí referi r

,entre otras cosas , que su padre y su madre

ocupaban apartamentos separados en su Palacio,y cuando

aquél quería vi s itar a ésta por la noche,iba acompañado

d e dos lacayos con ant orchas,lo s cuales se quedaban espe

rando a la puerta de las habitaciones de la Princesa hasta

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te el tiempo de su Embajada en Roma había estado s iempre á sus pies . Un hij o de esta Princesa casó desp ués con

una hij a de la Reina Cristina y de Muñoz . Recibía los j ueves

,y a su Palacio acudían de preferencia …los Cardenales

y Prelados, porque el Príncipe era muy reacc i onar i o .

Hermana de la del Drago era la Princesa de Lancelotti ,la cu al recibía lo s miércoles . No tenía nada de hermosa ,pero era sumamente discreta, de tal suerte, que muchospreferían su conversación ala de otras señoras más bellas

,

pero de pocas palabras . Su marido era alto,flaco y suma

mente feo,por lo cual corría la voz en Roma de que ella ha

bía puesto por condición,al casarse

, que h ab ían de vivircomo hermanos ; cosa a la verdad poco probable . La Espa

ña debe cierto agradecim iento ala familia de Lance lotti , acausa de que en su Palacio de Velletri fué donde se alojóCarlos III en el tiempo que defendía su recién adquirido

Reino de Napoles , y todavía enseñan allí una c hinela quedej ó aquél en s u dormitorio cuando saltó p or la ventana afin de reunirse con sus soldados , la noche en que le sorprendió Lobkow itz .

El Príncipe Massimo , hermano de las do s Princesas an

teriore s , se distinguía por la antigií edad , verdadera ó su

puesta de su linaj e ; _ pues así como enFrancia el Duque d eLevis pretende descender en línea recta de Lev í , h i jo de

Jacob,así también el Príncipe Massimo pretende º

provenir

de aquel Fabio Máximo , que cunctando resti tui i rem, e s

deci r , que salvó aRoma con su cachaza . Posee en Romaun Pa lacio pequeño

¡pero muy famoso ar

qu i tecto Peruzzi . Tenía también una mu j er muy bella ,l lamada Jacinta della Porta , cuyo dulce semblante recor

daba las Vírgenes de Sassoferrato . Y conservo siempre elm ás grato recu erd o ,

de las horas. que ,pasé en la sociedad

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d e aquella amable señora . Fué Massimo uno de los poco s

nobles que no transigieron ni poco ni mucho con las i deasreformadoras de Pío IX . Era un retrógrado inconvertible .

El Príncipe Rospigl ios i , cuya familia , originaria dePi stoca, debe su ilustración al Papa Clemente IX ,

era un

caballero sumamente respetable . Su abuelo fué el protector del Pa s sino

,y en su Palacio p intó Guido su famosa

A urora , tan conocida y propaga'da en todo el orbe pormedio de 00pias y estampas . Es una de las pocas obraspuramente mitológicas del arte moderno

,que

,como el

Pa rnaso de Rafael , la E urop a de Ticiano y la D i ana deDomenicch ino ,

hacen sentir que los grandes maestro s nos e hayan dedicado más a ese género de cuadros .

Más b ien por complacer al Papa que por propia inoli

nación , aceptó Rospiglios i e l puesto de Comandante general de la Guardia ciudadana

,y tengo muy presente que

una noche al volver el Príncipe del Quirinal, se presentóen la tertul ia de su nuera

,l a Duquesa de Zagarolo

,llevan

d o prendida en el frac una cucarda de lo s colores italianos,a cuya vi sta no dej aron de sorprenderse las personas que

a ll í se hallaban ; mas el Príncipe le s dij o que él , él , el mismo Pío IX era quien se la había dado . Pero poco duróRospiglio s i en aquel difícil cargo

,donde ni era s iempre

o bedecido ni podía evitar lo s desórdenes que cometían a

c ada paso sus soldados . Tomó al fin la sab ia resoluciónde dimitir y se retiró al campo

,en una quinta suya

,lla

mada Macare se , s ituada en las inmed iacione s de C iv ita

v'ecchia . Pasquino , s iempre dispuesto a burlarse de todo ,le dedicó en aquella ocasión este gracioso epigrama :

Dop o tante e si g lori ose imp reso

R i torna Cincimza to á Macarese .

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Su hij o mayor D . Clemente , persona caballerosa é i lustrada

,que fue después Príncipe, por muerte de su padre ,

tenía entonces el título de Duque de Zagarolo, y su mujerque he mencionado antes

,era Tanny Champagny, hij a del

Duque de Cadore,señora de l indo rostro , espíritu vivo y

cultivado y un gusto exquis ito para el adorno de su perso

na . Era un tipo acabado de la gran dama francesa . E l

Príncipe,su suegro

,recibía muy amenudo en sus grandes

salones,donde había que admirar, entre otras obras de

arte,un piano , único en su género , porque la caj a esta

adornada con graciosas pinturas debidas al p incel d e lPa s sino . Su nuera

,la Duquesa, tenía a su vez cas i tod as

las noches una tertulia separada en sus aposentos del se

gundo pi so del Palacio . Era aquél un recinto privilegiadoy elegante

,donde se reunían muchas personas que gusta

ban ante todas cosas de la buena conversación y por donde . han pasado los nombres más i lustres de Italia y deEuropa .

,Difíci l sería mencionarlos a todos . Citaré

,sm em

bargo , a uno de los más notables,al Príncipe D . Miguel

Gaetani , porque era entonces el prototipo del hombre dei ngenio agudo y ocurrente . Quiso Pío IX que fuera G obernador de Roma y él le pu so por única condición quehab ía de habitar en el piso baj o de la Cancillería . Pregun

tóle el Papa por qué , y Gaetani le respondió que como probablem ente le echarían algún día por la ventana

,deseaba

que la caída no fuese d e muy alto . Más adelante,cuando

la revolución iba emaumento , sol ía anunciarle al Papa quetal día habría un nuevo tumulto en las calles

,y s i Su San

tidad extrañaba que no pudiese impedirlo , el Príncipe lecontestaba que en momentos como aquello s la policía erasemej ante alos barómetros : anuncia la tormenta, pero nopuede evitarla .

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mucho los sectarios . Recuerdo que una noche le aplaud ieron tanto cuando entró en su palco de la Opera

,que el

pobre viej o no sabía cómo dar las gracias . Que dó se luegodormido ; mas héte aquí que se presenta en las tablas una

bailarina favorita del público ; empieza éste á dar palma

das ; d e spi értase el Prínci pe ; cree que le aplauden siemprea él y vuelve a'

levantarse y á dar gracias . El público no leescasea los aplausos , pero los acompaña con grandes carcajadas .

E l lector habrá advertido que cas i todos los Papas quehe mencionado hasta ahora se llamaban Clementes . Estefueen efecto el nombre que adoptaron con mayor frecu encia en los últimos s iglos . Observase también que fué aque

lla la época en que adquirió más estab ilidad e importanciala posición priv i leg iada d e los sobrinos del Papa, la cualera como una consecuencia del poder temporal de éste ys e creía tan i nd i spensable para su representación política ,

que, según lo hace notar Ranke , cuando el Pontífi ce no los

tenía,iban a buscar algún otro pariente por lej ano y oscu

ro que fuese,a fin de darle aquel título y a quella posición

en la Corte . Algunos llegaron a ser Soberanos indepen

dientes , como los Médicis y lo s Farnés ios ; todos lograronenriquecerse . Pero después de las revoluciones que empezarona fi nes del s iglo XVII I

,el nepoti smo ha desapareci

do,y el s iglo XIX

,que podría ser llamado el de los Píos , no

ofrece ej emplo alguno de ese lamentable abuso . El Papadoha ganado en esto más de lo que ha perdido , porque apa

rece ahora más desinteresado y más puro .

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CAPÍTULO X X V

R oma,d e 18 4 7 a 18 5 2 .

Hug o ostentoso de Torlonia .— Agrado de la Duquesa de Rignano .

— Graci a de laMarque sa Capran ica .— Una famosa comed ianta con si gue se r Marque sa romana .

L os Camare ros se cre tos d e l Papa .—E l salón de l a Conde sa de Menou .

— R ecuer

do de algunos Cardenale s —Noble carácte r de Altieri .— G en io l ingíí istico d e

Mezzofante .—Raras cual idades de Antonell i .—L os Embajadore s — Carácte r al

tane ro del Conde Ross i .— R l Conde de Migue is .—E l bras i leño F igue i redo .

—L os

Conde s de Spaur me re ce n e l honor y la gloria de salvar a Pío I X .

Voy ahora ahablar del Príncipe de Torlonia , cuya crea

ción es del siglo pasado,pero que no le debe al Papa más

qu e su título ; todo el resto se lo debe al comercio . Solá mea seguraba que le había oído contar amuchos V i ej os de fi nesd el siglo XVI I I

,que habían conocido al abuelo de Torloni a

e j erciendo el ofi cio de buhonero en las calles de Roma . Unhij o de aquél fué prestam i sta y ganó mucho dinero haci en

do adelantos a lo s nobles franceses refugiados en Italiad urante la Revolución del 89. El nieto estableció al fin unagran casa de banca

,y aumentó prontosu riqueza en una

é poca en que no había en Roma muchos e stablecrm1entos

d e ese género .

Pero s i Torlonia no contaba ilustres abuelos , y tenía

que decir de s í mismo como el General francés Lefebvre ,<<yo soy un antepasado » , en cambio era digno de fi gurar

e ntre los más l inajudos magnates por la esplendidez con

que vivía, por la protección que dispensaba á lo s arti stas y

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por la generos idad con que socorría a lo s pobres . A él se lepodían aplicar aquellos versos de Guevara :

N o es señor qui enseñor nace,

S ino qui en lo sabe ser.

Criticábanle algunos porque daba s iempre su dinero con

cierta ostentaci ón ; pero la verdad es que es muy difícilas ignar reglas fij as sobre la manera de hacer l imosnas .

Algo de vanidad tenían ciertamente los anuncios que hacía

poner eu ' lo s periódico s enumerando sus dádivas ; mas porotra parte es un hecho que esto consolaba y contentaba a

lo s pobres y excitaba al mismo tiempo la emulación deotras personas ricas

,las cuales no pensaban en abrir su

bolsa hasta que sabían que Torlonia había abierto la suya .

Para aumentar el brillo de su casa hab íase unido en

matrimonio nada menos que con una Princesa Colonna ,l lamada Doña Teresa

,la cual era de una hermosura pere

grina y de un carácter angelical . Faltábale sólo un poco"

de

entendimiento,aunque ocultaba su simplicidad con las

frases y formas de una educación muy esmerada . La vanidad de su marido la condenaba aveces a“ una ruda tarea,porque cu ando el Príncipe daba grandes bailes , eran tantas las j oyas que colgaba a su infeliz esposa

,que ésta ca

minaba materialmente agobiada por su peso . Su martirio

era tal , que cuando veía a sus amigos al día siguiente, no

s e cansaba de decirles : <<Qué bien me siento hoysin perlasni bri ll antes » . Era también Torlonia muy ostentoso en laconstrucción de su s habitaciones . Tenía dos palacios enRoma

,uno para vivir y otro para dar fi estas ; una quinta

en los alrededores de la ciudad y otra en Castel Gandolfo ;y todos esto s edifi cios estaban fabricados con gran d i spen

d io y amueblados conmucho luj o . Pero no reinaba en ellos

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h ermana del Príncipe de Piombino,hacía contraste con las

dos anteriores,porque no tenía nada de hermosa

,pero po

se ía en vez de esto mucho talento y “mucha gracia . Parecíase bastante —al retrato, de Madama de Epinay , pintadopor Liotard

,que se ve en el Museo de

"

Ginebra, y ten ía ,

como aquella amable francesa,muchos ilustres admirado

res , entre ello s el famoso Conde Ross i . Ella fué quien recibió

, como el Papa , noticias anónimas del atentado que sepreparaba contra aquel M inistro y la que le escrib ió aultima hora un billete para aVísárs e lo

,del cual no quiso hacer

caso . El Duque,su marido

,era as imismo un hombre muy

ilustrado y formaba parte del Gabinete presidido por Rossi .La Marquesa Inés Capranica era una francesa l inda y

amable , dotada de mucha gracia y tan hábil en la declamacióncomo en el canto . No se daba ningún concierto s in

que ella cantara en él c ierta aria del Roberto el D iablo,de

Meyerbe er,q ue estaba entonces muy de moda, y no se or

ganizaba ninguna comedia de sociedad sin que ella tomaseen su ej ecución una princi palís ima parte . . Aunque su marido

,el Marqués _

Pío,no era muy rico , recibían á un círculo

íntimo de amigos,que eran cas i todos sumamente agrada

bles . Allí concurría el Marqués V i tte lle sch i , que hoy día es

Senador y Concluye con dignidad una existencia brillante .

Allí venían también dos Guardias Nobles del Papa, que pa

saban por dos pinos de oro entre la sociedad romana . El

uno era el Conde Aníbal Moroni,carácter alegre y genero

so, con quien me unió desde luego una estrecha amistad ,y el otro el Conde José Ferretti

,sobrino de Pío IX y caba

llero profeso de Malta,lo cual no le impedía hacer la corte

a las damas .

Tenía el Marqués de Capranica tres hermanos que eranmuy distinguidos . E l mayor, Mimo , igualaba en sus chistes

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¡l mismo G aetani ; Camilo ha escri to novelas que rivalizancon las de Fogazzaro

,y Julián

,Marqués del Grillo

,era uno

de lo s Príncipes de la elegancia . Hacía este último la corte

a la célebre actriz Adelaida Ristori,cuyo mérito sobre sa

l iente la coloca en este siglo al lado de la Rachel y la Bernhardt

, s iendo notable que lo mismo movía al llanto en larlí a ria S tua rdo, de Schiller , que excitaba la risa en L a L ocan

d iera , de Goldoni , de modo que tenía un talento universal .

Ambicionaba mucho que el j oven Marqués la tomara porespo sa, y sabiendo que el mayor obstáculo para el lo eranlas preocupaciones naturales de la madre de aquél

,nacida

en la famil ia de los Príncipes de Odescalchi y señora deprincipios muy severos , imaginó hacer también su conqui sta, dej ándose ver de ella en las igles ias y fingiéndose de

vota,cuyo papel , desempeñado con la mayor perfección ,

la hizo efectivamente Marquesa del Grillo . Una hermana

del Marqués se casó con D . Giovanni Ch igi , hij o del Principe de este nombre y persona por extremo amena y ocu

rrente , que era la alegría de los salones de Roma .

La Duquesa de G raz ioli , hoy de Magliano , merece as i

mismo mención por su afabi l idad y por unos oj o s azule sque miraban muy dulcemente . Era de nacimiento , 6 comose dice ya en todas las lenguas de Europa

,nacía Lante , y

su madre la Duquesa de este nombre,había tenido fama

por su bellezaLa Condesa A 1borghe tti era tamb i en linda y gracio sa

como la G raz iol i,y su marido gozaba de gran prestigio en

tre las señoras extranj eras,por ser lo que l laman Camare

ro secreto de Su Santidad,cargo que corresponde al de

Gentil hombre ó Chambelán de las otras Cortes , y tener

con este motivo muchas ocas iones de ser úti l á las damasen las ceremonias rel igio sas de San Pedro , dándoles bue

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nos sitio s en las tribunas reservadas . Sólo podía rivalizarcon él otro Camarero secreto llamado Egidio Dati

,el cual

poseía muy bien la lengua inglesa y tenía la especial idad

de galantear á todas las bellas Missi s que venían á Romadurante el i nv i erno . Y acerca de este caballero Dati deboañadir que era en su género un tipo original, porque llevaba los sentimientos legitimistas hasta un exceso que rayaba en cómico . Así

,por ej emplo , cuando estalló la revolu

ción francesa en Febrero de 1848, yo mismo le o í decir queá él personalmente le importaba muy poco la caída de Lui s

Felipe, porque no le hab ía reconocido nunca .

Podría citar todavía otras muchas damas romanas,

como la Salviati,la Barberini

,la A ldobrandini , la O de scal

chi,la Ruspoli ; pero lo omito en gracia de la brevedad y

pasaré ya á mencionar algunas extranj eras que venían ávivir en Roma durante el invierno y formaban parte

,por

decirlo así,de la s ociedad romana . Recuerdo entre ellas á

Lady Duncan,la cual

,s in ser bella, era muy agradable y

daba lindos bailes . Madame O u stinoff, nacida Princesa

Troube skoy,que estaba casada con el Secretario de la Em

bajada de Rus ia y eramujer de peregrina belleza, una flor

d e amor, que inspiró muchas pas iones . Llevaba s1empre

una especie de toca,á lo María Stuardo , de la cual colgaba

una perla que le adornaba la frente . Hasta la última vej ezha conservado algunos rastros de lo que fué en sus buenost iempos . Recuerdo también á la Condesa de Menou , una

francesa que no era ya j oven ni hermosa, pero cuya vivezay talento le granj eaba muchos amigos , los cuales la visitaban á la hora -que los franceses llaman del pastor, ó sea a

la caída de la tarde .

Era aquel un salón del barri o de San Germán, trasladad o al Corso d

eRoma

,donde se reunían muchos diplomat i

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era su d iócesi s , corno allá s in tardanza, y se expuso tantoal contagio

,organizando hospitales y vis itando enfermos

,

que al fin fué presa de aquel terrible mal y sucumbió á élen edad relat ivamente temprana y cuando todo le sonreíatodavía en este mundo .

Entre los Purpu rados que brillaban por su ciencia sobre salía el célebre Mezzofante . No había ninguno más notable por su saber después de lamuerte de aquel AngeloMai

, que descubrió el l ibro de la R ep úbli ca de Cicerón enun antiguo palimpsesto . Di st ingu íase extraórdmari amente

Mezzofante por el conocimiento de multitud de lenguas ydialectos

,rep itiendo en nuestro siglo las maravillas que se

cuentan del famoso Mitrí date s,porque hablaba, como aquel

Rey del Ponto,todos los idiomas principales del mundo .

Presid ía el Colegio de Propaganda y tuve el h onor de co

nocerle personalmente en una fi esta que ¿

allí se celebra durante la octava de la Pascua de R eyes

,en la cual los alum

nos de aquel instituto,procedentes de tod as las d iversas

regiones de la tierra á donde llegan los misioneros católicos

, recitan cada uno en su'

prop ia lengua composicionespoéticas alusivas á la Epifanía , delante de un escogidoauditorio . Allí resuenan las bellas v oces—del sonoro español y del dulcí s imo italiano, al lado del martilleo del chino ,del ceceo del bengalí y del si lbido del malayo . Al cabo me

produj o tal confusión aquella divers idad de idiomas , que

cuando oí recitar unas p oesías catalanas creí que se trataba de algun dialecto exótico y desconocido . Eran , s i no meequ ivoco

,treinta y cuatro lenguas , y todas las hablaba ó

entendía el Cardenal . Conocía además la literatura d e

aquellas que la tienen . A mí me hablaba siempre en español

,pues le gustaba ej ercitarse en nuestro idioma

,cuyas

excelencias exaltaba mucho .

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Había también otros Cardenales,que sin ser grande s

sabio s ni mucho menos , se di stinguían por la elegancia desu persona, y citaré como ej emplo aUgolini . Llevaban eu

tonces todavía los Purpurados el vestido de Corte del s iglo XVII I , s iendo natural que se muestren siempre poco

presuroso s en seguir las modas modernas ; as í que se afe itaban toda la cara y usaban sombrero de candil

,chupa y

calzón corto , medias de seda, zapato con hebilla y capi llacorta, como los abates del tiempo de Lu i s X V . Ugolini erael m ás atildado de todos ello s

,y como tenía la cabeza muy

blanca, parecía que llevaba también peluca y polvos . Erapequeño de cuerpo , pero muy bien formado , y lucía una

pantorrill a labrada á torno . Tomaba rapé en una caj a d eoro

,con una miniatura de Gregorio X VI

,adornada de bri

llante s, y ostentaba también piedras valio sas en sus blan

quis imos dedos .

Rivarola era igualmente un Cardenal notable ; peroaunque sab ía mucha teología

,pecaba tanto de ingenuidad

que á veces soltaba especies bastante simples . Contaban,

verb i gracia,que habiendo s ido obj eto de una tentado ,

mientras era Gobernador de Imola,le participó lo acaecido

al Papa de la manera s igui ente : <<Salía á pasear en coche

acompañado de mi Secretario cuando de repente un as e s i

no,que estaba apostado detras de una esquina

,me dispa

ró un pi stoletazo . Afortunadamente,el tiro le pegó á mi Se

cretario » .

Bien diverso de éste era el insigne Cardenal Antonelli,

Secretario de Estado durante todo el pontifi cado de Pío IX

y que ejerció sobre este Papa un influj o tan grande y ex

clus ivo como el de Richel ieu sobre Luis XIII . Era unPrelado político por excelencia . Alto

,moreno , de aire señoril

con oj os morenos muy expresivos y labio s sensuales ; ten ía25

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más aspecto de hombre de Estado seglar que ecles iástico ,y le hubiera convenido mejor el frac que la sotana . No eraentonces sacerdote n i lo fué hasta poco tiempo antes de sumuerte . Era Simple diácono . La ambición le había hechoabrazar una carrera que no era conforme con sus inclinaciones ni con sus costumbres , según lo que se murmurabade él en vida y fué confi rmado después de su muerte , á

consecuencia de un proceso que entablaron sus hermanoscontra cierta bella j oven

,la cual reclamaba su herencia

como hij a natural suya,hab ida de una señora polaca .

Como no hay mal que por bien no venga, las revolucionesmodernas

,que han hecho desaparecer el nepoti smo y h á

cen también imposible que se nombren,como antes , Car

d enale s j óvenes y aun niños , serán igualmente causa deque en adelante ningún Papa se atreva á revestir de laprimera dignidad eclesiástica á personaj es como Mazzari

no y Antonelli . Así veremos evitado el escándalo que de

ello ha resultado siempre para la Ig les ia y los fi eles .

Había nacido Antonelli en Terracina,de una familia

modesta,pero acomodada

,y su talento natural le había

e levado pronto á los más altos puestos del Estado . Ayu

dábale también su carácter,que aunque enérgico

,no dej a

ba de ser fi ex i ble , sus maneras nobles y distinguidas , ycierto aire sosegado y cas i hipócrita que le servía paraocultar sus verdadero s sentimientos . Poseía as imismo elarte de persuadir y era maestro en el de hallar exped i entes y salidas para los negocios más difíciles . Cuentan del

célebre é ilustrado Lambertini,que fué después aquel Papa

Benedicto XIV,á quien Voltaire dedicó su tragedia de

Mahoma, que cuando llegó á Roma para empezar la carrera eclesiást ica, y fué á presentarse á cierto Cardenal , para

qu ien llevaba cartas de recomendación , le recib ió éste con

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que no había ningún otro individuo del Cuerpo diplomático qu e tuviese un aire más ari stocrático , ni existía en

toda Roma ningún galancete , por j oven que fuese , qu epaseara entre las damas con más gentiles meneo s y unasonrisa más amable .

El Conde Ros si , Embajador de Francia , era igualmenteun personaj e importante

,mas no tenía nada de ari stocrá

tico n i de afable . Pertenecía al género de hombres pálidosy pensativos que no le agradaban á Julio César . Su talento era grande y le había elevado por su solo mérito á las

más altas j erarquías de la Francia . Siguiendo y perfecci onando los trabaj os de Beccaria y Fi langi eri , y sobre todolos del sagaz Romagnos i , había expuesto las más sensatasdoctrinas de todas las ciencias sociales con un estilo elevado y nervioso , qu e le valió grandes aplausos . Luis Felipe

,á quien agradaban y convenían las doctrinas l iberales

,

pero moderadas , de aquel ju ri sconsulto italiano , le confirióun título de Conde y le nombró Embaj ador en Roma

,

donde hizo muchos esfuerzos , primero para obtener laconcesión de algunas reformas

,-y después para impedir

que el Papa fuese más allá de lo conveniente en e s e peligroso camino . Por desgracia no era tan flexib le como Antonelli

,y cuando llegó á ser Ministro de Pío IX mostró

más energía que prudencia . Su ser iedad,su aire altivo y

desdeñoso le hacían poco s impático . Una sola excepcióntenía su carácter austero : como cualquier otro mortal, rendía culto al más amable de los dioses . En aquel tiempoandaba enamorado de la Duquesa de Rignano, quien , comohe dicho antes

,era muy agradable s in ser hermosa . Aquel

amor era, sin duda , platónico ; que, según le dice Bembo ál a bella Emilia Tragoso, en un diálogo del Corte sano, e se l que más les conviene á lo s viej os ; pero estaba tan po

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s e ido de él que no faltaba jamás a la tertul ia de la Du

quesa . All í le vi yo varias veces , y aunque me cautivabasu talento

,me pareció desde luego que no s e hacía b ien

cargo de la situación peligrosa en que nos encontrábam os .

Despreciaba demasiado á sus enemigos .

El Conde de Lutzow,Embaj ador d e Austria , Buteni eff,

de Rusia y Usedom,Mini stro de Prusia , eran personas

i nteligentes y amables . El Conde de Migueis , M ini strode Portugal

,se di stinguía por la nobleza de su carácter y

por su devoción á la Santa Sede . Descendía de aquel Virrey de Indias del mi smo nombre , cuyo retrato puede verse en la Iconoteca de Florencia

,al lado de los N oroñas ,

A cuñas y Albuquerques,todos como él

,muy i lustres , pero

notablemente feos .Figueiredo

,el Ministro del Bras il

,era una excelente

persona,sólo que

,como cas i todos los d iplomáticos de su

país no hab ía podido aprender nunca b ien el francés y

habra , s in embargo , olvidado bastante su propio idioma ,por lo cual cometía tanto s errores que el Conde de Rayneval , cuando le conoció más adelante , decía de él que h áblaba una lengua aparte

,que se podía llamar el figueiredo ,

á ejemplo de lo que dice Madama de Sevigne de aquelConde de Buri

,que era también gran prevar icador del

lenguaj e . Para muestra del que usaba nuestro brasileñocontaré que en una ocas ión

,en vez de decir que había vi s

to al Papa adornado con la tiara,dij o que le había vi sto

l levando su cimitarra .

El Conde de Spaur,Ministro de Baviera

,no bril laba

por un excesivo talento , pero deb ió á la lealtad de su ca

rácter el honor y la gloria de salvar aPío IX . Contribuyó

también á ello la escasa importancia relativa de su pos ic i ón di plomática

,porque las miradas de los revoluciona

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ríos s e fij aban más bien en los Embaj adores de las gram

des Potencias y no sospechaban que el M ini stro de Bav i e

ra fuese elegido para llevar á cabo la fuga del Papa . La

Condesa de Spau r , señora de mucho mérito , le ayudó»

eficazmente en aquella difícil empresa . Era hi j a del conoc ido Conde Giraud

,au tor del Ayo en embarazo y otras bue

nas comedias ital ianas,y tenía el talento de su padre , ,

unido á una discreción poco común . Había sido muy bella ,y aunque ya no era j ov en, conservaba, esto no obstante , ,

cierto s resto s de su antigua hermosura que le procurabanaun algunos admiradores . A su presencia de espíritu sedeb ió que no fuese descub ierto el Papa cuando cambió d ecoche cerca de Albano .

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fu t i li dad y disipación con que vivíamos alli unas tre sc i en

tas ó cuatrocientas personas privilegiadas , con ocio y dinero

,para no hacer apenas otra cosa más que lo que se

l lama con cruel propiedad matar el tiempo . Pero como elpredicar sería

,sobre enoj oso

,inútil

,y como yo era uno de

los primero s en seguir esta deliciosa corriente , no me me

tere en reflexiones de ningún género . Además , lo que entonces sucedía en Roma

,sucedía y s igue sucediendo tam

bién,poco más ó menos

,en todas partes

,y lo he visto , con

pocas variaciones,desde Londres hasta Constantinopla .

Diré más , aunque con ello desagrade á los que sostienen

que el s iglo X IX ha tenido peores costumbres que los anteriores , y es que por efecto s in duda de las agi taci one s modernas qu e han dism i nuido el número

,ventaj as y riquezas

de la nobleza , me parece á m i que la alta sociedad actuales menos viciosa y sobre todo menos escandalosa que ladel s iglo XVII I . Desde luego ya no existe en Ital i a el ei ci sLeo

, ni el cava li er servente, ni ninguno de los usos vergonzo

s os ó ridículos que pinta Parini en sus sátiras,y que se

gún me aseguraban los viej o s,eran comunes en aquel paí s

antes de las alteraciones que marcaron los princip ios deeste siglo . Los maridos tienen más dignidad y por lo tantosonmás celosos y menos sufridos . Las mujeres no estántan abandonadas y cuidan más de su decoro . Seguramenteno todos lo s matrimonios son ej emplares ; pero el adulterioe s una excepción,

y cuando existe,anda envuelto en el mis

terio y tiene p or su duración y fi delidad algo que le asemej a á lo s lazos legítimos .

Otro tanto debe asegurarse de las costumbres del clero .

El proverb io que dice : Roma r ecluta, f ede p erduta , y que era

una triste verdad en tiempo de Bocaccio y aun en los s i

g los XVI I y XVII I , no lo es ya en el XIX . Había en la época

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d e que voy hablando una media docena de ecles iás ticos ,c ariredondos y coloraditos , lo s cuales no se conformabane strictamente con lo que les previenen los Concil io s sobrela edad de su s amas de llaves ; pero la gran mayoría era

i rreprens i ble ó por lo menos lo parecía .

Como quiera que sea,yo me encontraba muy bien en

a quella amena residencia,donde

Bella e di sol vesti ta

M í sorr idea la vi ta .

No me dejaba absorber,s in embargo

,por las distracciones

mundanas de tal suerte que perdiese completamente mishábito s de estudiante . Siguiendo en esto como en todo elespíritu ecléctico que me hab ía in spirado García Luna , ded i caba mis mañanas al estudio

,dej ando sólo para mis pla

ceres las tardes y las noches . Las ocupaciones de la Emba

j ada no eran muchas para m i , porque el primer Secretario

D . Vicente González Arnao,aquel mismo que había cono

c ido en la Embajada de Parí s á mi paso por aquella capital en 1844

,era un hombre tan inteligente como laborioso ,

a l cual le gustaba hacerlo todo por s í mismo . Además tenia

, á lo que creo , algunos celo s de m i , á causa del buen

a fecto que me demostraba Martínez de la Rosa , y por esarazón no me dej aba mu

'

chos negocio s'

que despachar . De

e sta manera me quedaba bastante tiempo libre para estu

d iar y leer lo que me parecía .

Desde luego me dediqué seriamente al e studio del idio

ma italiano,que conocía ya un poco

,y para ello tomé por

maestro á un cierto Dom ini ci s , el cual poseía b ien su len

gua y su l iteratura . Primero aprendí la gramática y me

e jercité en hablar y escrib ir ; luego leí con aquel maestrolos principales clás ico s ital ianos

,empezando por Dante ,

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que estaba entonces muy de moda,después de haber yací

do cas i en olvido durante los s iglos anter iores , á cau sa desus formas poco clásicas . Monti contribuyó arehabi li tarlo,im itándole en su Basvi lliana ; pero lo que le ha hecho popular

,además de su propio mérito , son dos circunstan cias

muy notables de su poema . La primera es que los cantosen que pinta el Purgatorio y el Paraíso contienen d escripciones y máximas que forman la delicia de los místicos ; yla segunda

,que hay también en su comedia c ierto s céle

bres terceto s en los cuales d e saprueba el poder temporal

de los Papas . De esta manera consigue al mismo tiempolos sufragio s de los retrógrados y los de lo s progresi stas .Fi licaya ha deplorado con elocuencia los males de Ita

l ia eu aquel conocido soneto que dice :

I ta lia,I ta lia , o tu, cui f eo la sorte

Dono inf eli ce d i bellezza , ouel'

ha i

F unesta dote d'

inyíni ti g ua i

Che infronte scr i tti p erº

g randog lia p orte.

Petrarca también ha gemido sobre esos males,señalada

mente en aquella canción dirigida á los Príncipes de Italia

,que empieza:

Ita lia mi a,benche l

'

p a rla r s i a inclarn0

A lle p i aglze morta li,

Che nel bel corp o tao s i sp esso vegg io.

Pero el Dante,bien lej os de abogar por la l ibertad e in

dependencia de su pai s,l lama á los alemanes y los excita a

entrar en él á mano armada,según puede verse en los ter

ceto s que siguen :

0 A lberto tedesco, che abbanoloni

Costei ch'

e f a tta indomi ta e selvagg ia

E douresti inf orcar li suoz arci oni .

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ya el Tasso y su J erusa lén cas i desde m i infancia,porque

mi profesor de música,el italiano Bonetti

,había llamado

mi atención hacia sus bellezas ; pero no tenía idea algunad e l O rlando

,y experimentó unplacer grandí s imo en leerle .

El superfi cial Voltaire , en aquella insul sa y obscena novela,l lamada Cándi do

,que compuso para burlarse del generoso

Optimismo de Leibnitz,tiene el valor de criticar el Ariosto .

Pone sus Opiniones en boca del Senador veneciano Poco

curante , en un capítulo , que es una mala imitación del e scrutinio de los l ibros del Quij ote, y dice que sus fábulas é

invenciones son capaces de hacer dormir en pie á quien laslea, dando así á conocer su falta de gusto y quizás unaoculta envidia del genio tan superior del Ariosto . Por mi

parte gocé inmensamente con aquella suces ión de cuadros

maravillo sos,escritos en octavas espontáneas y sonoras

que cas i son superiores á las de Policiano y el Tasso . Las

t ima es solamente que sus pinturas sean á veces l icenciosas , á tal punto que no se permite su lectura á la juventud .

Pasando luego á los prosadores leímos el B oca cci o,cuya

prosa es la mej or de la l iteratura italiana,y s e parece bas

tante en gravedad y armonía á la que usó á su vez tres s iglos más tarde el divino Cervantes . Por desgracia los cuen

tos del escritor florentino son muy lindos ymuy variados ,pero pecan de demasiado licenciosos

,dando así motivo

para que su l ibro sea desterrado de las escuelas,como el

O rlando, y sólo s irva de lectura á los estudiosos y literatos .

Y es tri ste ob servar que en cas i todas las lenguas hay de

estos l ibros muy inmorales, pero muy bien escritos , tale s

como Dafni s y Cloe, E l A rte de amar, nuestra célebre Celesti

na,los Cuentos de Lafontaine , Tom Jones y el Oberonde Wi e

land . Sucede esto,s in duda

,porque desgraciadamente to

dos p intan b ien aquello que más agrada á nuestra natura

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leza corrompida, y no parece sino que en esas obras e s elmismo diablo quien lleva la pluma .

Sin necesidad de la guía de un maestro leí más tarde a

G ui cciard ini , Dávila y Bentivoglio . El primero me parecióadmirab le en su género . Mucho ha sido criticado y tieneciertamente un estilo cuyos períodos

,demasiadamente lar

gos , ej erc itan la paciencia del lector ; pero el que no se l imita á morder en la cáscara

,como la mona de la fábula , ha

llará s iempre allí un número de cosas sumamente bellas

que le recompensarán de cualquier fatiga . ¡Qué pinturas

tan vivas ; qué retratos tan animados ; qué exposiciones tan

sagaces de los intereses de cada Gobierno , y qué constante ,l ibre y rara sensatez en su s juicio s nos ofrece á cada pasoel noble conjunto de su historia ! Es el príncipe de los historiadore s modernos , y por más que algunos hayan queridodenigrarle

,sigue s iendo el modelo con que se comparan

en todas partes los escritores del mismo género . Cuando

se quiere alabar á un historiador de nuestros días se dice

de él , como el mayor elogio , que es un nuevo Gu i cc i ar

dini .Después de éste emprendí a aquel Enrique Dávi la , que

tan excelentemente describe las guerras civile s de Francia,y luego á aquel Beri tivoglio , qu e pintó las nuestras de Flan

des . Este último e s menos original que Dávila,y ha s em

brado su l ibro de arengas al estilo de Tito Livio ; pero esexacto en sus relaciones y bastante imparcial en sus juicios . Los españoles no podemos leer su descripción del s itiode Amberes sin sentir l i sonj eado nuestro amor propio . Flo

rencia posee el retrato de este historiador,obra maestra de

VanDyck,el cual supo trasladar al lienzo la bella y elegante

fi gura de aquel noble Prelado,de quien se dice que , cuando

fué Nuncio en París,anduvo en la lista de los íntimos ami

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g os de la Duquesa de Montbazon , célebre en aquella épocapor su ingenio y hermosura .

Para no ser exclus ivo ni dej arme ab sorber demasiadopor los clásicos ital ianos

,alternaba su lectura con los de

otras naciones y este mismo s istema he seguido despuéstoda mi vida

,imponiéndome la regla de empezar por un l i

bro griego y seguir luego leyendo los de los otros idiomas

que conozco , en el orden de la generación fi lológica de ést os , á saber : latín ,

ital iano,español

,portugués

,francés

,

inglés y alemán,consiguiendo as í conocer bien á todos y no

olvidar aninguno .

Dij e ya que al llegar á Madrid había abandonado elgriego por no tener tiempo que dedicarle . En Roma lo volvíá emprender con un amable pedante llamado Rossi

,hom

bre erudito , paciente y tan exacto , que no parecía s ino que

se escondía detrás de la puerta de mi cuarto,á fi n de eu

trar cuando tocaban las campanas vecinas la hora de lalección . Recordaba el páj aro de un reloj de cuco . Era unej emplar curioso del profesor concienzudo : y con ser unpozo de ciencia

,tenía la sencillez de un niño y una igno

rancia completa de lo que es el mundo . A s í,por ej emplo

,

solía decirme que la fortuna le hab ia sido particularmenteadversa

,y comoprueba de ello me refería que el Cardenal

Antonelli,el cual había sido su compañero de estudio s en

el Colegio Romano,no sabía nunca bien sus lecciones , y

h abía estudiado tan superfi cialmente la lengua francesa,

que cuando tenía que responder en ella a cartas privadas

de los Prelados extranj eros,recurría á él para que le hicic

s e los borradores . Y,s in embargo

,añadía , Antonell i ha lle

gado á ser Cardenal,mientras que yo no he pasado nunca

de Profesor de Lenguas . La verdadera expl icación de e sad iferenc ia era la que existía entre sus dos caracteres ; pero

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lenguaje es quizás el más bello del mundo,pero sus ideas

suelen ser insufi cientes y aun equivocadas,lo mismo que

las de Sócrates . Débiles son sus argumento s en favor de la

inmortalidad del alma , y se muestra tan tolerante con lapoligamia y la sodo inía, que su l ibro es una prueba más d ela imposibil idad en que se hallaban lo s sabios de la antig ií edad para salir de sus vergonzosas tinieblas s in el socorro de una revelación divina

.

Con el t iempo he leído después los principales historiadores gri egos

_Herodoto, Tucídides , Polib io y Plutarco , y

todos me han contentadomucho , s ingularmente el último ,

á quien ya conocía bastante por la bella traducción d e

Amyot , que tenía mi padre . Todos describen de un modoadmirable , todos se expresan con e sa natural idad y senc illez que e s peculiar de las letras griegas

,todos juzgan s in

afi ción n i i ra ; pero el sensato Plutarco entretiene , enseña y

deleita más que ninguno . Sólo hay otro hi storiador que le

pongo por encima , y es uno latino , el valiente y enérgico

Tácito . La aristocrática Roma tuvo la fortuna de no perderlo todo cuando perdió la l ibertad

,y hubo allí durante e l

imperio quienes o saran vituperar á los tiranos y llorar á los

vencidos . En la Grecia democrática todo acabó en Queronea, y así vemos que , tanto Grote como los demás escrito

res modernos que trazan los anales de aquel país,no los

continúan más allá de aquella catástrofe . No hubo en Grecia Catone s , ni Trajanos , ni Antonimos , y por eso no ha h á

b ido allí tampoco Lucano s , ni Juvenale s , ni Tácitos .El amor á lo bello se extiende naturalmente de la lite

ratura á las artes,

'

y yo que había s ido siempre aficionadoá ellas

,les dediqué también algún tiempo en Roma; espe

cialmente durante el verano,cuando las galerías y museo s

convidan con su frescura á pasar en ellos muchos ratos .

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Y como nada s e fi j a má s en la memoria que lo que entra

por lo s o ídos , aprovechaba de la buena voluntad de miamigo Solá para que me comunicase lo que sabía y meahorrase la lectura de muchos l ibros . Gustaba aquel amable anciano de venir conmigo siempre que sus ocupacione sse lo permitían

,y me hacía observaciones precios í s imas

sobre todo lo qu e veíamos . Rossi era apas ionado de losgriegos ; Solá lo era todavía más , y con más razón s i cabe ,porque la escultura de aquel pueblo es el dechado y ladesesperación de los artistas modernos . Aquel catalán fríoy cachazudo perdía el sentido delante del Fauno ó del Me

leagro , daba vueltas a lrededor de ello s para mirarlo s portodos lados y no acababa nunca de tributarles alabanzas .

Algo , s in embargo , tenia que conceder Solá á lo s romanos cuando se trataba de la arquitectura , porque s i bien esverdad que los edifi cio s griegos son sumamente elegantes

,

no es pos ible negar qu e las construcciones de los romanostenían una magnificencia y una riqueza admirables . Tanto

en Egipto como en As iri a hubo edifi cios mayores que en

Roma,pero no por eso eran más bello s

,y pecaban amenu

do de monstruosos . Los de Grecia eran al contrario,dema

siado pequeños . Sólo en Roma se ve una arquitectura quees á la vez grandiosa y bella .

Respecto de la pintura no e s '

cas i dado hacer compara

ciones,no conservándose apenas otro s resto s de la anti

gua que los fresco s de Pompeya . Hay que juzgar del merito de los cuadros griegos y romanos por los elogio s que h á

cen de ello s los escritores clásicos . Solá pensaba que la:

pintura antigua debió ser muy superior á la moderna ; peropor m i parte considero muy difíci l que Apeles ó Zuxi s pintaran mejor que Rafael y Ticiano . Y la razón en que parael lo me fundo

,es que lo s antiguos estaban tan enamorados

2 6

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de la forma, que por necesidad habían d e descuidar tanto

el claro—ob scuro como el colorido,y algo de esto se nota en

lo s frescos hallados en las casas de Pompeya y conservados en el Museo de Nápoles .

También solíamos discordar mi amigo Solá y yo tocan

te al mérito relativo de los pintoresmodernos . Como buen

escultor que era, ponía Solá á Miguel Angel en un pedestal algo más elevado que el de Rafael

,y alababa s in medi

da todas sus obras,incluso E l Jui ci o fina l, que á m i no ha

llegado nunca á agradarme . Muchas veces v1s itamos jun

tos la capilla Sixtina, y aunque estábamos siempre deacuerdo en que lo s Profetas y Sibilas del techo son subli

mes,j amás pu do convencerme de que aquel Cristo “comple

tamente desnudo , que parece un atleta de circo , fuese unarepresentación adecuada del Redentor de los hombres .

Esta ºpinión la he conservado s iempre , y me contenta más

E lJu i ci o f ina l de Signorell i que he visto en la Catedral de

Orvieto y también el del B ea to Angéli co, que está en Florencia . Pero esto último sobre todo me hubiera guardado

b ien de confesarlo á Solá, cuyo ánimo estaba entonces

muy exasperado con la boga que di sfrutaban los pintoresllamados prerrafaeli stas , imitadores del Angélico y otros

primitivos .

Era el principal de aquellos un alemán llamado Overbeck

,el cual tenía cara y aspecto de fraile y vestía tam

bién de una manera singular, que más recordaba la sotanaque la levita . Tenía mucho talento , pero había d ado en lamanía de imitar á los pintores de los s iglos anteriores á

Rafael,no sólo en la expres ión devota que los distingue

,

sino hasta en su s defectos . Correspondía aquel movimi en

to artístico al movimiento literario de los románticos,y

también para los prerrafaeli stas era la Edad Media, ó por

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las que pertenecían al género favorito de Tallemant d es

Réaux, referiré aquí dos que quizás no desagraden á mi slectores . Contaba, verb i gracia, que en tiempo de Fernando VII, estuvo de Embajador en Roma un cierto D . Fulano Vargas , muy privado de aquel Monarca, por ser todavíamás realista que él, aunque esto parezca imposible , el cualera tan vanidoso que le puso herraduras de plata a lOs cá

ballos d e su coche ; pero su ignorancia era mayor aun que

su vanidad , y de ello dió una vez la s iguiente muestra . Tenía convidados á su mesa al Comandante y O fi ciales de

uno de nuestros buques de guerra,que hab ía venido á Ci

v i tavecch ia , y habiendo el primero aludido en el curso de

la conversación al movim iento de la tierra,le interrumpió

Vargas,diciéndole con una sonri s ita burlona: que

usted es de los que creen que el sol se está quieto y que latierra se mueve?— ¿Cómo s i lo creo?— le interrumpió el Co

mandante,

—estoy cierto de ello y hoy día no hay nadieque lo ponga en duda » . Y ya iba á armarse una disputamuy desagradab le

,s i Solá

,que asi stía también á la comi

da y conocía el genio de Vargas,no le hubiera tocado con

el p ie al buen marino por debaj o de la mesa, para hacerlecomprender la inutil idad y aun el peligro de meterse endiscusi ones científi cas con aquel ignorante megaterio .

Otra historia chi stosa en su género es que cuando laEspaña estaba .empeñada en el último sitio de Gibraltar ,había en Roma

,como en toda Europa

,quienes tomaban

mucho interés en aquella empresa,apreciando diver sa

mente las probabilidades de su éxito . Reuníanse entonces.

muchas personas principales en una famosa barberia,si

tuada preci samente en la Plaza de España, y all í se h i ci e

ron con motivo de aquel s itio muy grandes apuestas ,—unas

por el triunfo de los españoles y otras por el de l os ingle

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s e s . Depos i tábanlas todas en poder del barbero , que era

muy popular y muy querido de sus parroquianos,y se le

llegó á confi ar una suma bastante considerable . Esto incitóla codicia del Fígaro romano

,y cediendo al fin á la tenta

ción,se marchó con el dinero . Una mañana

,cuando meno s

nadie lo pensaba, apareció la t ienda cerrada y en la puertaun

'

letrero que decía :

In tanto che si decide la contesa

Vado a ceder se G i ln'

lterra p resa r

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eminente hombre de Estado,el famoso Príncipe de Met

terni ch , confesó que todo lo había previ sto , menos un Papaliberal . Mas por desgracia, el deseo de novedades era ins aciable

,y el partido avanzado

,que ya en el año 21 había

sufrido tan notable desengaño,viendo cortadas en flor

su s esperanzas por lo s ej ércitos del Austria, no se daba

por satisfecho s i no conseguía que el Papa otorgase tamb ién una Constitución

,semej ante á las de Francia y Es

paña . Parecíale á ese partido que toda la Italia estaba yamadura para di sfrutar de las mismas libertades

,y desde

Turín hasta N ápoles cundía la agitación y se organizabanmanifestaciones revolucionarias .

Las de Roma estaban dirigidas por un energúmeno ,l lamado Sterb ini , émulo

“ de los demagogos de Francia, que

publicaba un periódico titulado E l Contemp oráneo, en elcual defendía las ideas más avanzadas . Con gracia diceBalleyd i er en su historia de aquello s sucesos , que la redacciónde E l Contemp oráneo era como la sacri stía de la revolución, porque allí se organizaban todas las procesionesy moj igangas que con banderas y motes expres ivos salíaná recorrer las calles deR oma

,llevándose tras s i al p0pu

lach o desocupado y usurpando atrevidamente el papel dela opinión pública . Ayudaba mucho á Sterb ini un hombredel pueblo

,l lamado Ci cerovacch io

,cuyo ofici o era alquilar

caballos y carros en Trastevere y que gozaba de muchoprestigio entre la plebe de aquel barrio . Las turbas

,capi

taneadas por estos dos improvisados tribunos , pedían cual

quiera cosa al Papa, y cuando la habían conseguido , re

graciaban estrepitosamente á Su Santidad : á los pocos

d ías le pedían otra, y volvían á regraciarlc ; y así sucesiva

mente,ni ello s cesaban de pedir

,ni el Papa de otorgar .

Llegó entre tanto la notic ia de la revolución acaecida en

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París en Febrero d e l 48 , y entonces pidieron y obtuvi e

ron al fi n la famosa Con stitución tan vivamente deseada .

Y aunque parezca sueño y mentira , vimos en Roma unM ini sterio compuesto casi exclusivamente de seglares y

un Parlamento con sus dos Cámaras , ni más ni menos que

en París 6 Madrid .

Difícil es creer que estas novedades , tan poco confor

mes con el carácter mixto del Gobierno pontificio y tanOpuestas también á vario s y poderosos intereses político sy ecles iástico s de aquel Estado

,hub ieran podido prosperar

en él ; pero de todas maneras la suerte dispuso que nunca

se hic ie ra esa prueba, porque otros sucesos no menos importantes aceleraron pronto su caída e hicieron que desapareciesen con la misma rapidez con que hab ían s idoplanteadas . La causa principal de este malogrami ento

fué,en mi sentir

,que la cuestión de la libertad estaba

unida y complicada en Italia con la cuestión de la inde

pendencia .

De antiguo deseaban lo s italianos e sta última, y es notorio que habían di sfrutado de ella durante algunos siglos ,merced principalmente á la debilidad del Imperio germá

nico . Pero la amb ición del Duque de Mi lánvolv i ó á l lamar

á lo s extranj ero s al seno de Italia en el s iglo XVI , y desdee ntonces se hab ía vi sto esta nación hollada, div i d i da ydominada por otras varias de Europa

,atraídas por sus

riqu ezas y su benigno clima . La invasión del primer Bonaparte la li bertó por algún tiempo de los alemanes parasometerla á la Francia

,mas le dió á la vez una especie d e

g obierno nacional en Lombardía, que la consolaba de otras

desgracias . La caída del Imperio y las restauraciones po

líti cas que realizaron los Tratados del año 15, la volvieron

a someter al dominio del Austria . Admira el pensarlo ;

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p ero es un hecho que lo s hombres de Estado de aquella

época no titubearon en restablecer la dominación austriaca, no sólo en Lombardía, s ino también en Venec i a . La

Reina del Adriático,aquella nobilís ima ciudad que resi st ió

sola á todas las naciones de Europa, ligadas contra ellaen Cambray

,la patria de Dándolo y Morosini , de Ti ciano

y Goldoni,fué sometida sin ninguna justicia á un yugo

extranj ero .

Natural fué que una política tan poco generosa excita

se contra s i la op i n i ón pública . Airados los ánimos , empezaroná excog i tar lo s medios más á propósito para libertar

se de los austriacos . Formóse luego una asociación muy

extensa con el obj eto de recobrar la independencia perdida . La masonería y el carbonari smo

,que hab ían servido »

para acalorar las—i deas liberales al principio del s iglo , teni an un carácter europeo y general

,y por cons iguiente no

eran suficientes para e l nuevo fin que se buscaba . Un ge

novés,cuyo nombre era Mazzini

,dotado de muchOtalento ,

y fanatizado por el amor de su patria,fundó la nueva

secta y la inti tu ló <<Joven Italia » . Su carácter era más de '

mocrático que el de las anteriores ;'

su lema,<<Dios y el pue

blo » ; su fin, no sólo la libertad ,

“s ino también la independencia y unidad de Itali a . Su juramento era caracterí sti

coz <<Juro,dec ían los nuevos adeptos

,por e l rubor que cu

bre mi frente delante de los ciudadanos de las otras naci one s ,p or no tener ni e l nombre ni el derecho de ciudadano

,ni bandera

,ni nación

,ni patria » ; lo cual era verdad

respecto del veneciano y del lombardo,mas no del p iamon

tés ni del napolitano .

Contemporáneamente á la creac i on de —esta secta, la

cual encontraba prosélitos entre el pueblo,hacíanse tam

b ién votos por la independencia entre los literatos y los

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d ad, su propaganda le granj eaba adherentes entre las cla

s e s más elevadas de la penínsri la .

Como se ve , eran dos las fuerzas que se mostraban preparadas para la lucha ya inevitable con el Au stria: los

hombres políticos p iamonte se s y la Joven Italia . E jecu

tores de las ideas de los primeros debían ser Carlos Alberto y Victor Manuel ; corifeo de la segunda fué Garibaldi .

Cada una d e estas fuerzas tenía su carácter propio ; los publi ci stas emplearon todo s aquello s recursos que se aprue

ban ó toleran en los hombres de Estado,incluso el sobor

no y el engaño, por lo cual no es de extrañar que una de

las estatuas del monumento erigido en Turín al Conde de

C avour, represente la astucia . La Joven Italia fué todavíamás allá .

—Siguiendo las inspiraciones de Mazz ini , que era

un fanático austero, pero frío y cruel , á la manera de Ro

be sp i erre , cometió todo l inaj e de desmanes . A quel hombreterrible hacía asesinar á las personas que le molestaban ,por medio de s icario s que mandaba con ese objeto

,como

el V iej o de la Montaña . Además no se hacía el menor és

c rúpulo de lanzar á una muerte segura á sus adeptos , ha

c iéndole s cometer las empresas más descabelladas . Mu

chos de lo s atentados que hoy horrorizan cuando son obra¡ de lo s n ihil i stas ó de los sociali stas

,tienen antecedentes

en otro s de un género parecido , ej ecutados por orden de

Mazzini en los primeros tiempos de la revolución de Ita

l ia . Recordaré, como ejemplo , la voladura de un fuerte y

d e un vapor de guerra en Nápoles .Estas dos fuerzas no obraban s iempre de acuerdo , y .

o casiones ha habido en que la una ha perjudicado á la

otra y hasta la ha hostilizado abiertamente . Todavía pue

d e ob servarse ese sordo antagonismo en lo que se llamapolítica irredenti sta, pues mientras el Gobierno italiano

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busca su principal apoyo en la alianza alemana y austriaca

,los resto s de la Joven I talia le crean nuevas dificulta

des excitando á sus partidarios en Trento y Trieste ; porcuyo motivo vario s publici stas han llamado á Mazzini y álo s mazzini stas , lo s más terribles enemigos de Italia . Pero

de todas maneras , es un hecho que ambas fuerzas , ambosagentes

,han tenido su parte en la gran transformación de '

aquel país . Así , por ej emplo , s i Carlo s Alberto tuvo el mérito de sacar atrevidamente la espada para socorrer á Mi

lán,no hay duda en que el levantamiento anterior de

aquella ciudad , debido á Mazzini , le hizo más fácil su em

presa . S i Cavour consiguió al fi nque Napoleón III se unie

se con Victor Manuel para arroj ar á los austriaco s de Lombardia

,no es posible negar que el atentado de Orsini

,atri

buido también á la secta mazz ini sta,tuvo mucho influj o

para acabar con las vacilaciones de aquel antiguo carbo

nario . Y más evidente fué aun la parte que tuvo la JovenItalia en la anexión de Nápoles

,puesto que su condoti ero

Garibaldi,á qui en llamó por es ta razón

,Mr . Thiers

,el hal

cón de Victor Manuel , fué quien se atrevió á asaltar á

aquel Reino,preparando as í su ocupación por parte del

Rey de Italia .

En la época de que estoy hablando se veía asimismomuy clara la acción de esos dos elementos de la revoluciónitaliana . El bondadoso Pío IX había llegado al extremo de

las concesiones ; pero la fuerza de las cosas y el deseo na

tural de la independencia parecían exigir que todos lo sPríncipes de Itali a aprovechasen la ocasión tan favorable

que para emanciparse s e les presentaba, á causa del estado

revuelto de Austri a . La misma capital de aquel Imperio se

había al fin sublevado,y la Hungría se separaba abiert a

mente de la dominación de lo s Hapsburgos . Por otra parte

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C arlos A lberto marchaba en auxilio de lo s lombardos,y el

Rey de Nápoles y el Gran Duque de Toscana se veían O bli

g ados á …hacer otro tanto . ¿Cómo podía permanecer neutrale l Papa, que era al mismo t iempo un potentado italiano?Se ha dicho muchas veces que fueron los Papas los que

l lamaron siempre a lo s extranj ero s , y así ha sucedido efect ivamente en varias ocasiones memorables ; pero es igualmente ci erto que no fué un Papa, s ino Ludovico e l . Moro

quien llamó á Carlos VIII . De todo s modos la historia nos

enseña que s i algunos Papas,han llamado á lo s extranj e

ros,otros han hecho todo lo posible para arroj arlos de Ita

lia . El Papa Alej andro III formó la liga contra el Empera

d or Federico , y Julio II fué el primer Príncipe italiano que

d i ó el grito de << fuera Ies bárbaros » ; por consigu iente , h ábiendo s ido esto posible tantas veces , la mayoría de losital ianos se preguntaba por qué razón no había de serlo entiempo de Pío IX .

Los Cardenales y el partido reaccionario sostenían la

d octrina de que el Papa no podía declarar la guerra á unanación católica

,y asus taban á Pío IX con la amenaza de

qu e un acto semejante podría ser causa de un cisma enAlemania ; todo lo cual eran exageraciones inspiradas porla pas ión de partido . Para oponerse a ellas trabaj aba de

consuno la diplomac ia de Carlos Alberto y lo s secuaces de

la Joven Italia . Un antiguo am igo del Pontífi ce,el Conde

Pasol ini,que le había conocido ínt imamente ' cuando era

»O bispo de Imola, le vis itaba á menudo en Roma y le exhortaba á que se declarase abiertamente en favor de la independencia . Tocábaie fi bras muy s ensible s , recordándole

las nobles aspiraciones que tantas veces le hab ía manife s

tado en el seno de la amistad , y le ponía ante los oj os lasventaj as morales de una conducta patriótica . Ayudaba á

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con la mayor “ amargura que Pío IX abandonase la causa…

de su paí s . La piadosa y anciana Marquesa de Azeglio, e s

crib iendo á uno de su s amigos después de la fuga de aquél,

le decía estas palabras : <<E s preci s o pedir á Dio s por el pobre Papa, demasiado castigado ya por su defección de la

causa común , de la causa de la patria » . Porque es innegable que como defección era considerada por cas i todos

,

—s inmás excepción que algunos pocos

,cuyos intereses perso

nales los obligaban á profesar ideas muy reaccionarias . Yesta mala impresión fué después causa de que el

_Papa per

diera enteramente todo el prestigio que se había granj eadodesde el d ía de su creación , y de que se volviera a decir,con más ó menos fundamento

, qu e el Romano Pontíñce era

siempre un gran obstáculo para la independencia de Italia ;Otra consecuencia todavía más grave de la determina

ción del Papa fué que,perdida ya su popularidad y ame

nazado por la revolución, tuvo que adoptar una pol ítica de

resistencia y confi ar el poder a un hombre enérgico, comoparecía serlo el Conde Ross i . A esta medida respondió al

instante la Joven Italia con el cobarde ases inatode aquelMini stro y con el motín del 16 de Noviembre , y ya enton

ces no le quedó otro recurso al venerable Pontífi ce sino alej arse de Roma . Volvió de aquel destierro al cabo de algunos meses

,pero volvió precedido de las armas de Francia

y v ivió luego dependiente de la protección poco segura deesa misma Potencia .

El Conde Rossi empuñó el Gobierno con cierta fi rmezapero n i tenía fuerzas seguras sobre las cuales pudiera“

apoyarse n i prudencia para evitar lo s peligros que por

todas partes le cercaban. La secta decidió al punto su

muerte , y Mazzini fué entonces verdaderamente el ene l

migo de su país,porque

,haciendo asesinar á Rossi , hacia

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i ndispensable la fuga del Papa y atraía todo género decalamidades sobre Roma y sobre Ital ia . Desconociend o

Mazzini la s ituación de la Francia,creía

,s in duda

,poder

contar con su apoyo s i proclamaba la República . Rossi,

por su parte , desconocía la situación de Roma y despreciódemasi ado á los sectar io s . Era un gran profesor , un publi

c ista eminente ; pero le faltaban las dotes más necesarias

para un hombre de Estado . En vano fué que la Duquesade Rignano y el Papa mismo le comunicasen los aviso s

anón imos que recib ían ; en vano fué que un sacerdote le

dij ese que había recibido en el secreto de la confes ión l anoti cia del atentado que se preparaba ; de nada quiso h á

cer caso . O bró como un General que , al comenzar la batal la

,se presentase solo y con lo s brazos cruzados á poco s

pasos de las baterías enemigas . Llegó al Palacio de la

Cancillería,donde no había más fuerza armada que la

Guardia cívica,de la cual no era dado fi arse , y tuvo que

atravesar por medio de las turbas para llegar á la escale

ra.Iba ya á poner e l pie en ella cuando re cibió un golpe

de bastón en el costado derecho . Volv ióse para mirar á su

agresor , y aprovechándose de aquel movimiento otro ase

sino , colocado á la izquierda, le envainó un puñal en la

garganta .

Muerto así el desventurado Rossi,fué tal el terror de

todos,que los mismos Diputados , que le estaban aguar

dando en el salón de ses iones , no se atrevieron á hacermención siquiera de lo que había pasado . El animosoMartínez de la Rosa fué la sola persona qu e dió muestrasde desaprobación y dolor

,abandonando con ademán in;

dignado la tribuna diplomática,apenas supo la muerte

del Conde .

Sig ui éronse á esto varias escenas más propias de cam

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bales que de un pueblo civi l izado . Cantaban las turbas<<bendita sea la mano que á Rossi asesinó »

,y el semblante

de la ciudad se arrugaba de manera que hacía temer algúnnuevo atentado en plazo cercano . La secta preparaba unaimitación del famoso 15 de Agosto de la primera revolu

ción de Francia . Y con efecto,al día siguiente salieron de

nuevo las turbas y se dirigieron al Quirinal, con la inten

ción declarada de obtener á toda costa un Ministerio ra

d ical. Querían ver en el poder al Conde Mamiani , hombreinstru i do que había propagado en Italia la fi lo sofía ecléctiva de Cousin ; pero qu e pr

'

opendía demasiado á las soluciones democráticas .

Los Embajadores y Mini stros que residían “en Roma,corrieron luego al Palacio del Papa

,á fin de darle á éste

m á s fuerza moral y compartir sus peligros . Llegaron de

lo s primero s Martínez de la Rosa conArnao . Yo me quedéen la plaza

,acompañado de D . Carlo s Moreno

,agregado á

nue stra Embaj ada , y del barón Steinberg, Secretario deHannover . Para estar seguros de la retirada nos colocamos

en el portal del . Palacio Rospiglio si . Pronto se llenó aquelrec into de la más soez canalla y de guardias nacionales .

El mal olor que d espedía de s i aquel populacho nos martir izaba terrib lemente las narices . Venia la plebe capitaneada por el famoso trasteverino Cicerovacch io , que hacía elpapel de tribuno . Acompañaban á éste los verdadero sd irectore s del movimiento

,quienes eran

, Sterb ini , que remedaba á Maillard, y el Príncipe de Canino , que seguíalas huellas del Duque de Orleans . Era hij o de Luciano

Bonaparte y estaba casado con una hij a de José,e l intru

s o Rey de España,llamada Zene ide

,Princesa muy esti

mada de todos por su distinción y virtudes . Hab íase dedi

cado mucho Canino al estudio de las ciencias fís icas y

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cos son lo s que corren impávidos los riesgos de una luchaarmada cuando se pelea contra los revoltosos por unacue stión política . Al fin cedió ó fingió ceder Pío IX

,nom

brando un Mini sterio radical,en el cual fi guraban Ma

mian i y Sterb ini ; pero es probable que desde aquel momento comenzase á pensar en su fuga . El tumulto cesó ylas turbas se retiraron

,cantando un himno compuesto por

Sterb ini , que—fue la Ma rsellem de aquella revolución.

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CAPÍTULO XXVIII

R oma,d e 18 4 7 a 18 5 2 .

Angus t iosa s i tuación de Pio IX .—De c ide marcharse á Nápo les .

—Circunstanciasque favorecen su fuga .

—E l R ey Fe rnando le recibe con fi l ial reverencia —D errota de los ej érci tos d e Carlos Albe rto .

—Mazzin i pre tende cont inuar la luch aenRoma.—Una Cons t ituyente proclama a l l i la Repúbl ica .

—Tumultos ofens ivosa l Papa.—Nece s idad de una inte rvención europea —La España toma la in ici ativa eu e ste asunto .

—E l Papa p ide al fine l aux il io de las nacione s catól icas .

Confe rencias de Gae ta .—Fal ta d e acue rdo e ntre las Po tencias — Cada una de

e l las obra separadamente .—Expedici ón e spaño la mandada á I tal ia.—Ventaja s

que de e l la resultaron .

La noche » que sigu i o á los sucesos referidos en el cap i

tulo anterior pasó tranquilamente . No pude , s in embargo ,

plegar los oj o s , pensando en la s ituación angustiosa delPapa . Esta s ituación no era nueva en la hi storia . Antes dePío IX había habido muchos Romanos Pontífi ces insulta

d os y aun maltratados por el populacho ó por grandes potentados

,algunos de lo s cuales eran muy católicos , al me

nos de nombre . Basta recordar á Gregorio VII,perseguido

por el Emperador Enrique ; Adriano IV ,hostilizado por Ar

naldo de Brescia y el pueblo de Roma ; Bonifacio VIII , maltratado por el francés Nogaret y por el romano Sciarra ;C lemente VII

,apris ionado en el castillo de San Angelo por

las tropas de Carlos V ; Pío VI , arrancado de Roma por lo srepubl icanos franceses y llevado á morir en Valencia del

Delfi nado ; y fi nalmente , Pío VII , cruelmente vej ado por

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Napoleón I y preso por orden de aquel tirano en el Palaciode Fontainebleau .

De todos estos Pontífices,á quien más se parecía Pío IX

era á Adriano IV,ví ctima , como él, de una sublevación po

pular . Era Adriano de nación inglés,y el poeta N iccolini ,

en su tragedia de A rna ldo,lha puesto en su boca estos me

lancólicos verso s, que podrían apl icarse muy bien á Pío IX

0 si lenz io del clzi ostro, o della mi aI sola .nubi

,che del sol modesta

Fa te la luce,s i ccome era*un g i orno

L a sorte mi a ; qui f ra i tumulti i nsani

Del emp i a Roma,e lo sp lendor sup erbo

D a rdente Ci elo,i o vi ri cardo e p i ango.

Tamb i en Pío IX recordaba probablemente con gran

pena las horas tranquilas de su Obispado de Imola, dondehabía pasado tanto s años fel ices . Una cosa, s in embargo ,hacía s in duda su posición todavía más amarga, y era el

pensar que la mayor parte de los j efes de la revolución ledebían la libertad e el regreso e la patria . La s imple ingra

t itud es un vicio del corazón,una forma del egoísmo ; pero

cuando el desagradecido no'

se limita á olvidar lo s benefi

cios,sino que llega á ser enemigo de su bienhechor

,enton

ces la ingratitud se convierte en un del ito aborrecible . Eseera preci samente el caso de los sublevados de Roma

,y a

pesar de la razón serena y de la piedad de Pío IX,es natu

ral que esta circunstancia le causase un pesar mayor todav ía que el de verse ultraj ado por sus súbditos .Repre sentábame yo al Papa solo en su enorme Palacio ,.

con el corazón angustiado , con el ánimo lleno de dudas yrecelos

,sin tener fuerza alguna en qué apoyarse y tem i en

do quizás nuevos y mayores ultraj es , porque cuando las

revoluciones comienzan,no es dado prever los excesos á

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que estaban en la antecámara que conferenciaba con elPontífi ce . Entre tanto Pí o IX se vistió de S imple clérigo , yacompañado de l abate Fi li ppanti , baj ó por una escalera in

terior, sal ió del Palacio por una puerta excusada , y tomóluego un coche que le estaba esperando en una calle inmediata . En este coche sal ió al punto de la ciudad y se diri

g ió á Albano , donde le aguardaba en el suyo el Conde deSpaur, Ministro de Baviera, con la Condesa, su muj er , ysus dos hij os . El Papa sub io sin tardanza en el carruaj edel Conde

,fi gurando como ayo de los niños continuó as í

su viaj e ; traspuso al amanecer la raya de Napoles y entrócon toda felicidad en aquel Reino . Podríase añadir que

Pío IX se cuidó biende no asomarse nunca á las ventanas

del coche,como el cu i tádo Luis XVI

,y permaneció siem

pre s ilencio so é inmóvil hasta llegar á Gaeta .

Martínez de la Rosa había sido también informado detodo

,como Harcourt

,y aun creo que acon sej ó mucho

aquella fuga . Para no despertar sospechas,salió de Roma

en su propia carretela de paseo y fué en ella hasta Civitavecchia

,donde se embarcó luego para Nápoles . Arnao

,por

su parte,se encargó de sacar de Roma á Antonelli , y le

l levó en su coche precediendo á cierta di stancia al del

Conde Spaur . De este modo llegaron todos á Gaeta y all íd escansó al cabo Su Santidad y pudo considerarse seguro

baj o la custodia del leal y piadoso Rey de Nápoles,quien

acudió inmediatamente á recib ir al Pontífi ce fugitivo y

ofrecerle la hospitalidad más generosa.

Opinan algunos fi lósofos que hay en nuestro pechocierto rincón profundo

,donde suelen nacer sentimientos ,

que'

no son después acogidos ni aprobados en la parte más

noble del alma,y es muy posible que en ese oculto recinto

s e presentara al Rey Fernando el secreto impulso de ale

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g rarse por ver al Papa Pío IX ,que tan malos ratos le h á

bía dado con sus i deas l iberales , obligado á huir de su sEstados y venir á ped irle auxilio . Pero en todo caso nopasaría esto de una tentación

,pues D . Fernando se mos

tró s inceramente pesaro so de las desventuras del Pontífi ce

y sati sfecho únicamente de la honra de aquella inesperada

vis ita y del aumento de prestigio que de ella iba á resul

tar le, no sólo entre los extraños , s ino también entre suspropios súbditos . Acompañado de la Reina y de sus hij oss e humilló á lo s pies del Papa

,inclinándole las rodillas

con la m i smaº

veneración con que el normando Guiscardos e las inclinó á Gregorio VII .

Pero volviendo otra vez á las cosas de Roma , debo ahorareferir que Martínez . de la Rosa

,antes d e marcharse á

C ivitavecchia,me llamó á su gabinete y me preguntó s i te

nía inconveniente en aceptar el encargo , que entonces

parecía peligroso,de quedarme en aquella ciudad para

c ustodiar el Palacio de la Embaj ada y proteger,en cuanto

me fuese posible,á los súbditos españoles ; á lo cual le res

pondí que no sólo no tenía en ello inconveniente, s ino que ,a ntes al contrario

,aceptaba aquella comisión con mucho

g usto . Rogóme entonces que cuidase también de escrib ir ,t anto a D . Pedro Pidal como á él

,todo lo más notable que

sucediese en Roma durante su au s encia,y así lo hice cons

tantemente en despachos y cartas que , s i lo s tuviera ahoraá la vista

,me permitirían referir muchos pormenores que

y a con el transcurso de tantos años , se me han caído de lamemoria .

C iñéndome,pues

,á mis solos recuerdos diré que el

primer suceso notable que tuve que comunicarles á mi s

d os j efes fué que no había acontecido nada en Roma des

p ués de l a salida del Papa . Imposible parecerá á mis lec

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tores , pero así fué la verdad, y en esto se engañaron com

p letamente los político s reunidos en Gaeta, porque, segúnsupe de spués

,contaban mucho con una pronta reacción

,

produci da en . el pueblo por el pesar de haber perdi do la

presencia del Papa,s in la cual Roma debería convertirse

pronto en una especie de desierto,y también por lo s des

órdenes que iba á traer probablemente consigo la falta detodo Gob ierno . Hubo

,efectivamente

,un poco de reacción

en los ánimos,mas no fué bastante grande para oponerse

á la t iranía del G obierno prov1swnal, establecido ensegu i

da por los revoltoso s,cuya autoridad fué ej ercitada de tal

modo que no permitía que se turbase excesivamente elorden material

,mas no ponía coto á cierto s desmanes

destinados á infundir terror en sus contrarios .

Ve íase ya de mil modos que e l Papa había perdido e l

cariño de la plebe y de la burguesía ; a cuyo propósito e s

necesario tener presente que aunque e l G ob ierno papal esmonárquico

,es al mismo tiempo electivo

,y tiene , por lo

tanto,lo s inconvenientes de este si stema

,en el cual son

s iempre peligrosos los intervalo s de uno á otro Soberano y

también el alej am iento de éste,á causa de que no existe

una dinastía permanente que ocupe el puesto y defi endala memoria del que fallece ó se ausenta . Pío IX dej ó confiado el Gobierno á una Comisión

,compuesta de Cardena

les y Príncipes ; pero nadie se curó de ella . O bservábase

también en aquella ocas ión cuán escaso es á veces el respeto que profesa el pueblo romano al Soberano Pontífi ce

en comparación del que le tributan los cató licos de países

más di stantes,en quienes es naturalmente maj or e long in

quo reverenti a . Hay de ello mil ej emplos en la historia, pues

nada ha s ido tan frecuente como los insultos de la plebe

romana á lo s Papas muerto s 6 ausentes . Basta recordar

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á j efes de Opiniones exaltadas , pero de reconocida prob idad

,como Manara, Melara y Garibaldi . Ni hay que decir

que hubo al instante elecciones , Constituyente, venta debienes ecles iásticos , impuesto progres ivo , creación de papel moneda y todo cuanto constituye la ya conocida receta empleada por los profesores de revolucione s , á fin de

c ivilizar á lo s pueblo s que conceptúan atrasados . Y comotodo había de i r acompañado de moj i gangas , pusieron muo

s icas en lo s locale s de las elecciones y llevaron luego lasurnas al Capitol io con acompañamiento también de mus ica y canto .

El Soberano Pontífi ce,á pesar de su blandura conocida,

creyó al fin necesario lanzar una excomunión contra aque

lla multitud del irante ; má s tampoco de esto hicieron elmenor caso

,antes b ien organizaron luego una manifesta

ción con obj eto de mofarse de la bula,l levándola proce s io

nalmente por las calles de Roma y echándola al fi n en lacloaca públ ica con gritos

,bla

,sfemias y risotadas . Asusta

ban al mismo tiempo de mil maneras á los pocos Cardenale s y Monseñores que no habían huido todavía de Roma yandaban escondidos en vario s Palacio s , entre los cuales sehallaba Lambru sch ini . A éste le odiaban más que á ningúnotro , y al fin descubrieron el lugar de su refugio ; pero eli lustre Purpurado tuvo la fortuna de escapar —á tiempo

,di s

frazado de ofi cial de dragones,y los sectarios saciaron el

furor que los poseía , acrib i llando su cama á puñaladas .

La Asamblea Constituyente,apenas llegó á reunirse , se

d i o prisa á declarar al Papa decaído del Poder temporal yproclamó la República . En seguida fueron quitadas de todas partes las armas y la bandera del Pontífi ce , su stitu

y éndolas con el gorro encarnado , y una muchedumbre clamorosa sub ió en confuso tropel las gradas del Capitolio y

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colocó también aquel emblema republicano sobre la cabezade la estatua de Marco Aurelio

,que á pesar de ser de bron

ce , tengo yo para m i que se ruborizó del desacato . Final

mente formaron un triunvirato,compuesto de Mazzini ,

Saffi y Armellini . Ya sabemos quién fué el primero . El segundo era un abogado de Romaña qu e se distinguía porsu s i deas exaltadas . Armellini

,abogado también

,era ro

mano y gozaba de mucha reputación en el foro de aquellaciudad . Tenía su principal cl ientela entre la nobleza

,y cau

só por eso mucha sorpresa que se declarase repentinamen

te partidario d e la Repúbl ica ; pero todo se explica por laambición . Contaban que cuando se arre llanó en el sillóndel Gobierno

,le s d i j o á lo s que estaban presentes : <<Ahora

soy yo otro G onzalv i » .

La situación de Roma en aquella época llegó á ser peoraún que la de España é Italia después de las revolucionesdel año 20, y ,

como además de ofender los intereses polít i

cos de los otro s pa i ses , ofendía asimismo los intereses rel i

giosos de las naciones católicas , fué natural que éstas tra

tasen de repetir tambiénlas negociaciones de Verona , á finde poner coto a las demasías de los revoltosos . El Piamon

te mismo,á pesar de su desacuerdo con Pío IX

,empezaba

ya á alarmarse de lo s exceso s de Mazzini . La España fuéla primera que hab ló de ello

,tomando la delantera en este

asunto . Una nota de D . Pedro Pidal,á la sazón Mini stro

de Estado,excitó á las Potencias católicas para que , obran

do de común acuerdo,adoptasen las medidas necesarias

con obj eto de restablecer la autoridad del Sumo Pontífice .

Martínez de la Rosa apoyaba por su parte esta iniciativade nuestro Gobierno y escrib ía á Madrid . despacho sobredespacho

,con el fin de que , s in pérdida de momento , fuese

alistado en España un cuerpo de tropas que estuviese pron

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to á'

marchar á Italia, apenas lo requiriesen las circuns

tancias .

Sorprende á primera vista que dos hombres de Estadoespañoles pertenecientes al partido l iberal

,s i b ien mode

rado , se mostraran en aquella oca s ión tan sumamente rea ccionarios que no titubeasen en emplear todos lo s "medio sposibles para que la España hiciese en Italia lo mi smo

,

poco más ó menos,que ello s habían criticado tanto cuan

d o fué hecho por la Francia en España . Pero e l e s'

píri tu

humano incurre á menudo en tales contradicciones,y e s

un bien que así sea, porque la aplicación estricta de la lógica no siempre sería conveniente en los negocios de E stado . Pidal

,aunque liberal moderado

,propendía mucho á

las soluciones'

enérgicas, y por lo que hace á Martínez dela Rosa, parecía como que deseaba enmendar en Italia lo se rrores de que había s ido involuntar i o cómplice en España .

Además,creo yo que s iendo admirador del afamado Cha

teaubriand , quería tener también su Congreso de Verona .

Por desgracia,n i la nota de Pidal “tuvo en todas parte s

la acogida de que era digna, ni la s ituación re spect iva*

de

l as demás Potencias perm itía v

qu e obrasen de acuerdo en

e ste asunto . Al fin tuvo el Papa que pedir directamente el

auxil io de los Gobiernos católicos , y de sus resultas hubo

c onferencias en Gaeta ; pero los Plenipotenciarios , cuyas

miras no eran idénticas,se l imitaron á reconocer la nece

s idad de la intervención, s in explicar ni fij ar , como se hizo

en Verona,y como hubiera s ido deseable , la parte que en

a qu ella campaña debía corresponder á cada uno . Conse

c uencia de esto fué que cada cual Obró por su lado y de lamanera que le fué pos ible .

-El Austria , victoriosa ya enLombardía

,ocupó la Romaña y se adelantó hasta Perusa .

El Rey de Nápoles entró e nVelletri ; pero atacado por tro

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parte en una guerra europea,s i

,por desgracia

,en vez de

triunfar en París Napoleón“

,hubiese triunfado la Republi

ca, resultando de ello una guerra entre la Francia y el

Austria . El m i smo General Córdova no dej a de deploraren sus Memorias , que la falta de acuerdo entre las Potencias y la inefi cacia de las negociaciones de Gaeta le hubieran colocado en una pos ición que le parecía desairada

,y

se lamenta tamb i én de que no tuvo ni siquiera la ocasión ,como tanto lo deseaba

,de medirse cOn Garibaldi . Final

mente,confi eso que yo mismo me inclinaba entonces bas

tante á desaprobar aquella empresa .

Pero reflexi onándolo después mej or,me ha parecido

que las ventajas que tuvo superaron con mucho á sus inconvenientes . Martínez de la Rosa

,en su Bosquej o hi stó

r i co ,de la p oli ti ca de E sp aña , señala tres de aquéllas , á sa

ber : que la conducta ob servada por nuestro país no pu do

menos de realzar su concepto á la faz de las demás naciones ; que de sempeñó cumplidamente y con mucha honrasuya la parte que le cupo en la intervención ; y finalmente ,que allanó también el camino para el arreglo defi nitivo de

los asuntos eclesiásticos . A esto creo yo necesario añadirque por medio de aquel alarde de fuerza y de sentimientosconservadores

,la España recobró en la Opinión de los Ga

b inete s más monárquico s de Europa, la est imación que h áb ía perdido con sus revueltas de medio s iglo . La expedición de Portugal , verifi cada un año antes , le había gran

jeado ya mucho aplauso ; pero la de Roma fué todavía másdigna de alabanza . La noble España, la que durante tantos

año s había ofrecido el vergonzoso espectáculo de sus pro

nunci am ientos militares , alzaba a l fin la frente y traía a

Itali a l a bandera de la lealtad y de la monarquía, l a bandera de sus antiguas glori as . Y si á pesar de estas cons ide

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raciones duda alguno todavía de que aquella empresa fue

ra ventaj osa para nuestro buen nombre,no tiene más sino

pararse unmomento apensar qué'

se habría dicho de E spaña si , en lugar de acudir, como la Francia y el Austria ,al llamamiento del Santo Padre

, se hubiese limitado , comoel Portugal , la Baviera y la Bélgica, á hacer votos estérile s

por su restaurac ión . Es cierto que la Francia desatendiónuestra oferta de cooperar con ella al s itio de Roma ; perolo mismo hizo con el Aus tria

,y la respuesta de O udinot á

Córdova fué igual á la que ya antes había dado al General

austriaco , que se adelantó hasta Perusa . Es cierto tambiénque no tuvimos oportunidad de pelear con Garibaldi ; peroesto más b ien me parece á m i fo rtuna que desgracia

,pues

de ese modo nos l ibertamos d e tener que derramar inúti lmente sangre italiana y sangre nuestra en aquel paí s

,don

de no hay quizás un monte n i una llanura que no est énempapados de ella . Por primera vez

,pudo decirse y yo lo

celebro mucho,que veníamos á Italia por una santa causa ,

sin miras interesadas,s in oprimir á su s pueblos

,s in bunn

llar á su s Príncipes . En fin,las temidas complicaciones

europeas no llegaron nunca á existir,y si su posib il idad

era un peligro,valía la pena de correrlo en camb io de tan

tas otras ventaj as,que eran completamente seguras . Ho

nor,pues

, á D . Pedro Pidal y á Martínez de la Rosa, qu e

promovieron aquella nobilís ima empresa ; honor al Genera lNarváez

,que la hizo pos ib le

,manteniendo con mano fuer

te el orden público en nuestro propio país ; y honor, en fin,

al General Córdova,que supo llevarla acabo con dignidad ,

prudencia y tacto . ¡Ojalá hubieran s ido como aquella toda s

l as acciones de su vi da !

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En el primer período fué coñsp ícuo el valor de G aribal

d i , quien al frente de lo s voluntarios y ayudado por la ar e

t i llería , que coronaba los muros , rechazó e l 30 de Abril e l

ataque de los franceses y los obligó á retirarse á Palo . Los

moderados,que debían verñi car un movimiento de reao

ción,parecido al que se realizó cas i contemporáneamente

en Toscana,no tuvieron ánimo para hacerlo

,esperando

,

antes de declararse,que lo s franceses penetraran en Roma .

Un coronel francés , cuyo nombre era LeBlanc , y un diplomatico del mismo país , l lamado el Barón Mercier, que eraentonces Secretario de Legación y llegó á ser má s adelan

te Embaj ador de su nación en Madrid , habían entrado enRoma antes del . asalto y se entendían con los j efes reacc ionarios , princ i palmenté con los Comandantes de la Guardianacional

,uno de los cuales era el Marqués Pío Capránica ,

de quien he hecho mención en otro capítulo . A todos lo sconocía yo muy bien , por lo cual no ignoraba cuáles eransus proyectos . Tenían buenas intenciones y podían contarcon muchos milicianos cansados d e la República y deseosos del regreso del Papa ; mas les faltó valor en el momento decis ivo

,y mientras deliberaban ellos

,se retiraron los

franceses,rechazados por Garibaldi .

Según era de prever,los Triunv iros tuvieron pronto

noticia de lo que habían maquinado los reaccionarios , yapenas se vieron libres del peligro de los franceses

,se vol

vieron contra aquéllos,prendiendo á algunos é infund i en

do terror en todos . El coronel francés Le Blanc fué encerrado en el castillo de San Angelo

,y Mercier se refugió

en nuestro Palacio . También el Marqués de Capranica mepidió un as ilo , que no pude negarle . A compañóle la Mar

quesa, su esposa, la cual no qui so abandonarle en aquelpeligro

,y de este modo me encontré contres amables hu és

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pedes , que , aunque algo asustados , me proporcionaban unasociedad muy agradable . Las comidas eran alegres y porla noche se jugaba á las cartas

,cual si nos hallár amos en

alguna casa de campo y no en una ciudad si tiada . Moreno,

S teinberg y otro s amigos venían á pasar con nosotros lavelada .

Pi d iéronme as imismo asi lo varios clérigos y frailes es

pañole s del convento de Trinitarios de Vía Condotti , deSan Carlino y de Montserrat

,y aunque muchos de ello s

eran rabioso s carlistas , á todos los acogí con la mej or voluntad . Hice colocar colchones en los cuartos del último

pi so , y all í dormían todos con bastante comodidad . Al amamecer comenzaban sus misas en la capilla del Palacio y lasdecían todos por turno . De su manutención cuidaba el ma

y ordomo de Martínez de la Rosa , de manera que no carecían de nada .

En el ínterin hab íase suspendido el sitio , y Lesseps ne

gociaba con los Tr iunv iros . Luis Napoleón , que era ya Pre

s idente de la Repúbl ica,l e había enviado con el obj eto de

ver s i lo s romanos querían recibir á su s tropas como ami

gas , á fin de evitar mayores males en el caso de que , d es

pués de empeñar una lucha sangrienta,tuvi esen que d e

clararse vencidos . Pero no era Mazzini tan cándido que

consintiera la entrada de los franceses , s iquiera se dij esen

amigos,porque no se fi aba de Napoleón y tenía por otra

parte la esperanza de que su Gobierno no fue se duraderoni fuerte . Para hacer posibles las negociaciones habían consentido los franceses que se concluyese un armisticio ; ao

c ión á la verdad poco conforme á la lealtad que debían á

las otras Potencias católicas,porque permitía que lo s ro

mano s emplearan sus armas contra ellas . Y así sucedió

b ien,pronto . Rosell i y Garibaldi sal ieron luego de Roma y

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atacaron en Velletri al Rey de Nápoles , que, se hallaba enaquella ciudad , acompañado de su hermano el Conde d eAqu ila, de nuestro Infante D . Sebastián y de su Mini strode l a Guerra el Prín01pe de Ischitella .

El terreno era favorab le,pues que Velletri se halla si

tuado en una altura que domina los campos circundantes ,y e l Rey Carlos III había rechazado allí mismo un siglo

antes al G eneral austriaco Lobkov itz , que marchaba á la

conqui sta de Nápoles . En aquella nueva ocasión rechazótambién el Rey Fernando á lo s Generales romanos, y el …

afamado Garibaldi estuvo á punto de caer pri s ionero en

manos del Mayor Colonna, que mandaba la caballería

napolitana . Mas sea que el Rey tem iese por la tranquil idadde su Reino ó que creyera ofendida su dignidad por elproceder poco leal de la Francia, j uzgó al fin oportuno »

abandonar aquella posición avanzada y retirarse á sus Estados . Este partido pudo parecer prudente ; pero la preci

p i taci ón con que se l levó á cabo quitó bastante crédito á

las tropas ¡de aquel Monarca . Los revolucionarios queda

ron persuadidos de que D . Fernando hab ía huido por temor de su s armas . Y los franceses pagaron pronto bastan »

te caro sus tergiversac ione s , porque los romanos , enva

lentonados con esta supuesta hazaña de Rosell i y Gari

baldi,se creyeron inve ncibles y cerraron más y más los

oídos a las reflexiones de Mr . Lessep s . Y soñando S i empre

con nuevas maquinaciones de los reacci onar i os , empeza

ron otra vez á cometer serios desórdenes á fi n de aterrOri

zarlos . Así como habían imitado el 15 de A gosto , qu i s i e r

ron imitar también en pequeño las matanzas de Septi em

bre,empezando por ases inar y arroj ar al Tiber a varios

campes inos,por la sola sospecha de que fuesen clérigos

d i sfrazados,venidos á Roma para ganar partidarios al

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contento , y mayor le tuvieron cuando entraron al fin enel Palacio por ci erta puerta excusada

,que da á la solitaria

calle de Mario d e i Fiori . A la mañana siguiente,me horro

riza recordarlo , sup imos que los otros desventurados ecl es i ásticos presos con ello s en San Calixto

,habían s ido

cobardemente ases inados aquel la madrugada por la canalla republicana .

E l buen éxito que tuve en este negocio no me hizo ol

vidar lo expuesto que era tener . albergados en mi residen“

cia tanto número de clérigos y frailes,contra los cuales

era cada día mayor el encono de los revolucionario s . Hasta

e ntonces nuestro Palacio había sido respetado ; pero el

portero,que era un suizo muy fi el

,me avi saba que grupos

de pai sanos y también“

algunos gari bald inos solían parar

se delante de la puerta y amenazar con el puño al escudode nuestras armas . Además

,el Palacio Farnese , que per

tenecía á Nápoles , había s ido ya invadido y saqueado poruna turba de revolto sos

,y esto hacía temer que el nuestro

sufriese á su vez la mi sma suerte,principalmente después

que se supo que el General Córdova hab ia desembarcado

en Gaeta . Para aumento de inquietudes,había corri do la

voz de que exi stía en nuestro Palacio una colección numerosa de toda clase de armas ; lo cual era una grandeexageración

,porque lo que había era ún icamente un cen

tenar de alabardas y fusiles antiguo s , que habían perteuccido á la guardia que teníamos por un inmemorial pri

v i leg io , suprimido después de la restauración del Papa, en

el año 1815 . Pero bastaron aquellos rumores para desper

tar grandes sospechas ; y como además el pueblo necesitaba armas á fi n de rechazar á lo s franceses , decidió venirá tomarlas .

Hallábame yo un día escribiendo tranquilamente en

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m i despacho , cuandovinieron a avisarme que la plaza seiba llenando de gente y que pedían a grito s las armas .

Inmediatamente comprendí de qué s e trataba,y temiendo

por el Palacio y por las personas en él asiladas,me pare

c ió lo má s Oportuno sal ir s in demora á la plaza,dejando

en torna do el portón . Así que me vieron los que dirigían eltumulto , qu e eran do s miembros del Círculo popular , se

me acercaron con mu cho comedimiento y me expl icaroncuáles eran las sospechas y lo s deseos del pueblo . A estoles contesté que el pueblo s e engañaba completamente ;mas puesto que también ello s dos p arecían di spuestos a

creer que las armas eran muchas y buenas,les proponía

que entrasen en el Palacio con una docena de los amotinado s y yo mismo se

_las haría ver y se las entregaría , s i

eran de su agrado,á fin de evitar mayores desórdenes .

Aceptaron con gusto mi propuesta , y aunque , como digo ,las armas eran muy viej as y casi inservibles

,á ello s le s

parecieron excelentes y se las llevaron con mucho contento

,s in haber pretendido registrar otros aposentbs ni pasar

de una galería baj a,en la cual las hab ía hecho colocar al

gunos años antes el Mini stro'Castillo y A yensa . Y es pro

bable que alguno s de los albañiles que trabaj aron en aque

lla época en las obras del Palacio diera not ici a del d epós i

to á lo s miembro s del Círculo , á f m de mostrarse buen

patriota .

De todos modos,pasado aquel segundo peligro , me pá

reci ó prudente evitar otros mayores , haciendo que saliesende Roma todos lo s ecles iásti co s qu e tenía en Palacio . H á

bía para esto la difi cultad de que los Triunv iros se oponían

á que nadie saliese de la ciudad temiendo s in duda que

fuesen á revelar al General frances el secreto de la defeu

sa . Mas sucedió por aquello s días que Lesseps consiguió la

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l ibertad y salida de l coronel Le Blanc y tamb i é n la del BarónMercier

,quien

,como he dicho

,estaba escondido preci

samente en nuestro Palacio,y esto me animó á dar un

paso , que no era muy regular , pero que estaba justifi cado

por lo extraordinario de las circunstancias , y fué ir aver a

Mazzin i .Dejáronme pasar los i i j i ere s apenas les mostré mi

tarj eta . H ici éronme entrar en una sala , donde hallé á

Saffi y Armell ini_

jugando tranquilamente al aj edrez , y alfin fu i introducido en el déspacho del Triunviro . Estaba

éste sentado delante de uri bufete lleno de l ibros y pape

les , é interrumpió lo que escribía para escucharme . Miréle

un rato antes de me pareció tal cual le representaban su s retrato s

,demediana estatura, color moreno , bar

ba larga y negra, y oj os también negros , con la expresión

seria,pero dulce

l Parecía más b ien un pastor metodista,

qu e un tribuno .

'

Nue stra entrevista no duró mucho . Quisoal princip io most rarse difícil

,alegando la hostil idad de la

España , cuyo s soldados habían desembarcado en Nápoles ,y marchaban ya hacia Terracina . Pero le hice presente quelo s particulares no deben sufrir por la conducta de sus G ob i ernos , y le recordé, entre otras cosas , que algunos año santes el Piamonte no reconocía á nuestra Reina y teníahospedado en Génova á '

D . Carlos,s in que por eso fuese

molestado en España ningún súbdito sardo . Entonces sequedó un rato pensativo

,y al fin me alargó la mano

, di

c iéndome : Retírese usted tranquilo , pues voy á dar órdenes

para que se perm ita la salida diaria de una dil igencia_ocu

pada por lo s súbditos españoles que quieran dej ar á ;Roma .

De este resultado no saco ninguna vanagloria,pues es cosa

sab ida que cuando se trata de las relaciones exteriores,no

hay demagogo,por fanático que sea, que no mue stre cierta

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cer los bigotes y cambiar el vestido ecles i á stico por otro de

seglar, ocupó un asiento en una de las dil igencias y semarchó á Civitavecchia .

Otro español de un tipo.

todavía más original,se fué

también entonces de Roma . Llamábas e D . Ta l de Heredia ,natural de Cabra

,y era dueño de algunos bienes de fortu

na . Había sido teniente en el ej ército de Ricardos,duran

te la guerra de los Pir ineos,en tiempo de la primera Revo

lución francesa,y se había retirado á Roma después de la

paz de Basilea . Todavía se conservaba en aquella época enMontserrat el coche en que había hecho su viaj e , que era

cas i una casa con ruedas . No abandonó nunca la casaca ni

el sombrero de tres p icos,ni los calzones cortos ni la cole

ta, yendo siempre vestido como un ofi cial de princip ios del

s iglo ; por lo cual , los muchachos de Roma le pus ieron elapodo de Capitán de comedia

,y á veces se divertían en ti

rarle lodo y aun piedras . Aseguraban algunos que tenía unsolar muy bueno en Cabra y que sus parient es d eplorabanque viviese de aquella suerte , lej os de su país , y más aunque gastase su patrimonio en promover la beatifi cación de

Carlo -Magno,Cris tóbal Colón y otros célebres personaj es .

Por su voluntad no habría salido nunca de Roma ; pero lospilluelos

,envalentonados con la licencia reinante

,le daban

tan malos rato s , que al fi n me pidió el favor de salir en unade las diligencias

,dirigiéndome con este obj eto una súpli

ca, que comenzaba con este texto de Cicerón : ¿inqua urbe

vivimus, quam R emp ubli cam habemus? ; porque era hombre

docto y buen latino . Cuando todos estos fugitivo s llegaroná Barce lona, tuvieron la bondad de elogiar mi conducta enlos periódicos de aquella ciudad , diciendo que había s ido

para ello s un segundo padre .

Libre as í de pesadas responsabi l idades,recobrémi quie

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tud de e spíritu y continuó mi vida ordinaria,cual s i no hu

biera republicanos en el mundo . Los amables Marquese s

de Capranica eran lo s solo s huéspedes que me quedaban .

Leía y escribía durante el día,y por las tardes solía subir

á la Trinitá dei Monti para ir a la Villa Ludov i s i , que está

s ituada á su espal da y dentro de los muros de Roma . Ha

llábanse en ella sus dueños,lo s Príncipes de Piombino

,

únicos patricio s romanos que no habían dej ado la ciudad .

Era entonces aquella quinta un remedo del Paraíso y á ellapodía aplicarse cuanto dice poéticamente Fenelon de lagruta de Calipso . Ve íanse all í por todas partes árboles fron

dosos,alfombras de un césped más verde que la esmeralda ,

prados esmaltados de flores,y fuentes

,cuyas aguas cri sta

l inas corrían con un dulce murmullo . Enel Cas ino centralres idía la Princesa

,la bella y bondadosa Guillermina

,con

su s dos hijas,que aunque todavía niñas , prometían ser

muyv lindas . Carolina

,la mayor

,es ahora la Princesa Pal la

vicin o,d ama de la ReinaMargar ita ; la segunda , Julia , casó

con el Duque de Fiano,Senador del Reino . Es aquel Cas i

no de una arquitectura muy gracio sa, y en el techo de su

vestíbu lo pintó Guercino al fresco una Aurora,que rivali za

x

con la de l Palacio Rospigl io s i , debida al Guido . El Pr íncipeD . Antonio se a lojaba en un pabellón inmediato , y sol ia d ivertir su s ocios tocando la flauta

,á la cual era muy afi cio

nado,como Nerón y Federico . Cuando yo llegaba, paseaba

mos todos juntos baj o las amenas bóvedas de los árboles ,y como estábamos en el me s de las flores , el perfume delas rosas embalsamaba el aire . ¡Qué bella parecía la Naturaleza en aquel j ardín encantador ! ¡Qué odiosas—las d i spu

tas de los hombres !Pero dejemos ya este idil io y volvamos al drama tragi

co de Roma . Las negociaciones de Lesseps no lograron ven

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cer la constancia de Mazzini,y aquél tuvo al cabo la incre í

ble flaqueza de suscribir un arreglo,en virtud del cual no

sólo reconocía la Francia á la República romana, sino quese obligaba á defenderla de sus enemigos . Los franceses

se contentaban con ocupar algunas posic iones fuera de la

ciudad . Semej ante desacierto colmó al fin la paciencia delGeneral O ud inot, y como al mismo tiempo sabía que las

ideas de orden ganaban mucho terreno en París,decidió

desaprobar terminantemente aquel Convenio . Quiso Less eps prot estar y

'

oponerse á la voluntad de O ud inot , masfué despedido del Cuartel general c as i con violenc i a, y una

voz común entre los ofi ciales franceses le califi có de loco .

A fortunadamente para él , la gloria que adqu i ri ó más adelante con la apertu ra del i stmo de Suez

,y que le valió el

título de Gran Francés , hizo olvidar enteramente sus erro

res de Roma .

Denunciado,pues

,el armi sticio , empezó luego el s itio en

toda regla,el cual duró más de unmes . Atronaban el aire

lo s cañonazos º

y las descargas de fusilería de s itiados y si

t iadore s , que apenas se interrumpían durante la noche .

Los víveres no faltaron , porque el rec into de Roma es tandilatado que O ud inot no pensó nunca en establecer un

completo bloqueo . No circulaban carruaj es n i se veían apenas transeuntes . La hierba crecía en la plaza de España

,y

cuando iba á la Villa Ludov i s i no encontraba un alma viviente . Un cierto Cernuschi , Diputado milanés , recorría lascalles

,llamando al pueblo á la pelea . Era alto y de buena

presencia,y llevaba melena larga y chaleco blancode so

lapas , para imitar á Saint Just y Camilo De smoulin. Hacíaconstruir barricadas en todas las calle s principales y ponerpuntas de hierro en las que conducían á las mur allas , paraimpedir el paso de la caballería enemiga . Dirigía la defeu

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en la provincia de Río Grande,fué su principal maestro .

Mandó después la escuadrilla de Montevideo , que combatía contra Rosas , y formó , en fin, parte de la Legión extran

j era, compuesta de italianos y franceses , que defendió áaquella ciudad .

Apenas tuvo noticia de la revoluc ion acaecida en Italiaen 1848, vino sin tardanza á Europa, y reuniendo alred e

dor suyo un gran número de voluntario s,asi stió con ellos

á la campaña de Lombardía y finalmente á la defensa deRoma . Le vi e l día de su entrada y también otras variasveces . Era blanco y rubio

,llevaba melena y barbas , y su

cara recordaba la del león . Su vestido era algo teatral , peropintoresco ; cami sa colorada, calzones anchos , botas altas

y un sombrero chambe“

rgo adornado con plumas . Sus soldado s vestían de la misma manera . A compañábale , comoasistente

,un negro hi spano - portugués

,l lamado Andrés

Aguiar,que era fi el y valiente . Segu íale á todas partes la

bella Anita,nacida en Montevideo

,con la cual vivía con

yugalmente , después de habérs e la robado á su marido ; acc ión odiosa

,de que se declaró amargamente arrepentido el

día en que la vió morir de cansancio en el pinar de Ráve l

na,cuando hu ía de la persecución de lo s austriacos des

pués de la rendición de Roma .

Volvió entonces á su primer oficio de marinero y mandó un buque mercante , con el cual hizo el comercio en vá

rio s países de América y A sia ; y de esta manera pas ó al

gunos años hasta que , habiendo estallado nuevamente la

guerra entre la Cerdeña y el Austria,en el año 59, volvió a

reunir sus voluntario s y tomó una parte muy activa en l asegunda y victoriosa campaña de Lombardía . Más adelan

te realizó sólo con sus voluntarios la conqui sta de Sici lia ,promovió el levantamiento de Nápoles , é intentó por dos

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veces la ocupación de Roma . En todas estas empresas fuénotable su valor personal y también

,preci so e s decirlo

,la

nobleza de su carácter,porque n i la frialdad con que le

acogían los Ministro s del Rey de Cerdeña,por temor de su

popularidad y de sus imprudencias,ni la ingratitud con

que le trataba Mazzini,le hicieron nunc'a abandonar la

causa de Italia . Aunque la comparación parezca poco horrrosa para la naturaleza humana

,no puedo menos de decir

que Garibaldi se asemej aba' auno de eso s perros genero

sos,que pelean por salvar á su amo y lauren la mano que

los castiga . Era s in duda brutal en su manera de expresars e ; pero no dej aba nunca de ser franco ; por cuyo motivosol ía decir Pío IX

.

que le pre fería aVictor Manuel,como la

desventurada María Antonieta prefería Petion á Lafaye tte . Por fin,

G aribaldi no fué nunca sangu i nar io , y cuandole hicieron Dictador de Nápoles mostró un des interés muy

notable . Su fi gura y sus hechos herían la imaginación delas turbas

,y su histori a ha degenerado en una leyenda ,

que se tran smitirá de los padres á los hij o s .Volviendo otra vez á los suceso s de Roma , debo ya ré

ferir que ni los esfuerzos de Garibaldi , ni las barricadas de

Cernu sch i , ni las med idas que tomaba A vezzana , bastaban

ya para impedir el triunfo de los franceses . El s itio tocaba

á s u término . Una mañana vmo á Palacio el Rector de

Montserrat y me anunció qu e l os franceses habían al finen

trado por la brecha y estaban haciendo lo que los militaresllaman unaloj amiento dentro de los muros . Hab íalo vistoél mismo desde las azoteas del hospital . Era este Rectorun aragonés

,á quien llamaban en su país Mosen Langa ,

el cual había servido en su juventud en las fi las carl istas ,y por esta razón estaba fam i liarizado con las balas y nohabía tenido miedo de quedarse en Roma y aun venía a

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verme muy á menudo , vestido de seglar y armado de unbuengarrote . Sus noticias eran exactas . Los franceses ocn

paban ya las alturas del Janionlo, desde las cuales mandaban la ciudad y podíanlograr fácilmente todos su s tiros .

E sta decidida ventaj a del enemigo , añadida al terror dealgunas bombas que nos envi ó los tres últimos días el Ge

neral Guesvi llier, e stableci do ya en lo s Montes Pari oli, porel lado de la Puerta del Popolo

,acabó de desanimar á lo s

s itiados . Lo s Triunv i ros dieron luego su dimi s ión,Roma se

rindió,y el 3 de Julio hizo el General O udinot su entrada

triunfal á la cabeza de sus tropas . Una nueva Municipal idad

, pre s i d i da _ por el Príncipe O descalchi , asumió el gob ierno de la ciudad , y el poder temporal del Papa quedó

virtualmente restablecido ," con no poco júbilo de la inmen

s a mayoría del público , cansada ya de la tiranía de la Répública . Nadie hubiera a divinado entonces que lo que nohabían podido hacer Mazz i n i ni Garibaldi

,lo haría con la

mayor facili dad veinte años después,el General piamontés

Cardona , en nombre del Rey de Italia, s in qu e la Europa ,impotente y atónita, le Opusiera el menor

'

obstácu lo .

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bía concedido y restableciendo el estado de cosas que encontró al ascender al Pontificado . Napoleón quería queconservase , por lo menos , algunas de las reformas , cuyanecesidad había sido reconocida y recomendada por todaslas Potenci as antes de las alteraciones del año 48 .

La lucha entre estas dos voluntades duró por bastantetiempo ; pero fi nalmente venció la del Papa, tanto por sermás lógica, como porque recibió un auxil io muy efi caz porparte de los m i smos franceses . Ni O udinot ni su sucesor

Rostolan se prestaron nunca á ser instrumentos de la políti ca liberal de Bonaparte , y en las m i smas Cámaras d eFrancia s e alzó , primero la voz de Falloúx, y después lade Montalembert para condenar las ex i gencias de aquelGobierno . <<Lo que vosotros queréi s hacer, les dij o Montalembert á los Ministro s de Bonaparte

,es transformar á

l os soldados franceses en opresores y se i de s ; cambiar elpapel y la glori a de Carlo—Magno por una lastimosa imita

ción del revolucionario Garibaldi . »

El Cardenal Antonelli hizo entonces muestra de su ca

rácter fi rme y animoso , y como tenía en su favor la razóny la fuerza d e las cosas

,consiguió al finun triunfo deci s i

vo . La Francia ced i ó , y Pío IX pudo volver a Roma sinl igarse con promesas de ninguna especie . Y para que eléxito de Antonelli fuese todavía más completo , tuvo tamb ién la fortuna de encontrar al instante los millones nece

sari os para que el Papa pudiera retirar desde luego el

papel moneda creado por la República y comenzar conentero desahogo la gobernación de su s Estados

,s iendo

notable y verdaderamente inesperado , que fuese un i srael ita

,el famoso banquero Rotsch i ld , quien se prestase a

facil itarlos .Regresó , pues , el Papa el 5 de Abril de 1850, y no se pue

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d e negar que fué acogido con una extrema alegría . Esc ierto que muchos extranj eros

,especialmente frances es

,

c ontribuyeron con su s aclani ac ione s entusiastas á hacertodavía más notable aquel grandioso espectáculo ; perolos romanos mismos se regocij aban muy sinceramente

del reg reso del Pontífi ce , porque les prometía e l restablec imiento del orden y el renacimiento de la prosperidadperdida . Volvieron también los Cardenales y Preladosausentes ; volvieron lo s Príncipes y lo s Embajadores , y un

g ran número de extranj ero s vino , como siempre , á pasara ll í los meses del invierno . La ciudad recobró poco á poco

s u an imac ión de costumbre .

Por mi parte,apenas regresó el primer Secretario Ar

nao,hice varias excursi ones al campo

,para cambiar de

a ire y ver á mis amigos . Empecé por los amables Princi

pe s de Vi ano , quienes se hallaban en su quinta de Oriolo ,no lej o s de Viterbo . Allí pasé alguno s días

,paseando con

e llo s por lo s amenos campos,y haciendo expediciones

,

o ra á Bracciano,ora á Viterbo ó Caprarola . A compañába

me en e llas el capellán de los Príncipes, qu e era un cierto

D . Majuolo Cucci , festivo romañolo,que había simpatiza

d o mucho conmigo,á causa principalmente de nuestra

común afi ción á Horacio . Este poeta era para él todo el

Parnaso,y le profesaba tanto entusiasmo que hasta le

ten ía por devoto , aduciendo en prueba de ello que cuandorefiere su manera de vivir

,nos d ice que emp ezaba el d ía

a s i stiendo al sacrifi cio divino : adsi sto di vini s; lo mismo que

lo hacían Sci p ión,A lej andro y otros muchos héroes grie

g os y romanos , gente toda muy piadosa, según mi amigo

D . Majuolo .

En Viterbo admiré algunos buenos cuadros , s ingular

mente un Cri sto muerto de Sebastián del Piombo , que

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p ro duce una impresión terrible y es una de las cosas mej ore s que de este pintor he visto . Vi s ité asimismo la hermosa quinta de Doria

,edifi cada por la célebre Doña Olim

pia Pamfi li , y constru i da de tal modo que se puede'

sub i r

en coche hasta el primer piso . Era á la sazón Delegado ó

s ea G obernador pontifi cio de Viterbo un tal MonseñorMi le lla

, á quien yo había conocido en la tertuli a del C ondede Ludolf , Ministro de Nápoles , en el Palacio Farnesio , yme hizo conmucha urbanidad los honores de su re s iden

cia . Ten ía muy buena mesa y por la noche solía convidar

gentes y darles té , lo cual era todavía una gran novedadpara aquello s provincianos

,y no teníamos Mi le lla y yo

poco que reir con lo s apuros que pasaban algunos de ellos

para tomar de pre y sm derramarlo , aquel exótico brebaje

En Viterbo reina Santa Rosa,como enAvila Santa Teresa ,

Pero la canonizada v i terbense tuvo , al igual de Catalinade Sena sus puntas de política, y pasa por haber animadomucho a los patriotas del siglo XII I contra el EmperadorFederico .

Bracciano,que vimos despues fué antiguamente un

feudo de los Orsinis y conserva aun altos torreones y cá

labozos subterráneos . Mas últimamente ha venido á parar ,

por enajenaciones sucesivas , á poder de los O de scalch i s , y

ésto s le han remodernado y convertido en una residenciaagradable . Pero lo qu e más admiramos en él fué su nuevadueña

,la Princesa de Odescalchi

,que era una Condesa

Brani ska,polaca de nacimiento y hermosa como una Mi

nerva .

De Bracciano pasamos á Caprarola,Palacio pertene

c iente al Rey de Nápoles por herencia de los Farnes ios ,para quienes fué edifi cado en el siglo XVI I . Situado muy

lej os de toda población y de todo camino real, pocos son

.o

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una quinta muy espaciosa,donde pa

saba los veranos y

otoños con su familia,y á ella era yo s iempre convidado .

Eramos varios los que teníamos la honra de… disfrutar desu generosa hospitalidad

,y recuerdo á Mimo Capranica

,

Moroni , Malatesta F_érretti y otros j óvenes de aquel tiem

po . La vida era all i poco más ó menos la misma qu e en Temisco . Por la mañana temprano se hacían alegres borrica

das c omo las de Puerto Real y Cintra,ora á Castel Gan

d olfo y á lo s lagos,ora al Monte Cavi

,donde estaba

,en

tiempo de los romanos,el famoso templo dedicado á Júpi

ter Laci al, y hay ahora un convento de padres pas ioni stas .

La vista que desde all í se di sfruta alcanza hasta el vecinoMediterráneo y es de una belleza incomparable . Duranteel calor del día se leía ó conversaba ; por la tarde paseába

mos á pie 6 en coche,y de noche las señoras

,que también

había algunas convidadas,tocaban el piano

,y los demás

jugaban al billar ó á las cartas .Había en Albano y sus alrededores muchas otras fami

lias conocidas,como los A lti eri s

,los G raz iol i s y los Dorias .

En la Ariccia la familia Gh i g i , que posee allí un Palaciom onumental ; en Castello los Barbe rini s y Torlonias , qued aban á veces fi estas de campo muy lindas ; en Genzanoel Principe Ruspol i

,cuyas hij as eran muy bellas

,s ingular

mente Doña Francisca,la cual se casó más adelante con

un sobrino de Torlonia . Era graciosa y esbelta, con unos

oj os cuya expresión no puede descr ib irse . Toda su personaera un retrato del amor

,y me gustaba de tal modo , que

muchas veces prolongaba mi paseo hasta Genzano sólo por

verla asomada al balcón y contemplar sus amables encan

tos . En Genzano vivía también D . Camilo Jacob ini , rico

propietario y hombre ya maduro,pero lleno de viveza y

t alento,el cual fué el único seglar empleado por Pío IX en

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e l Ministerio que formó d espués de su restaurac ion , dán

dole la cartera d e Obras públicas . A él se le debe la construcción del hermoso puente de la Ariccia . Venía amenud o á la villa Piombino y amenizaba la tertul ia de la nochec on las agudezas de su festivo ingenio . Los actuales Card enale s Jacobini son sobrinos suyos y han heredado suc lara intel igencia y su noble carácter .

A l llegar el invierno del 1851 abriéronse los Palaciosc omo antes de la marcha del Papa y menudearon las fiestas en lo s de Doria

,Borgh ese

,Rospiglio s i y Torlonia, y

también en las Embajadas . A l Embaj ador francés Har

court había sucedido el Conde de Rayneval , Diplomáticode carrera y modelo acabado de su profesión . Su aspectoo frecía algo de extraño

,porque carecía completamente de

barba, á la manera de los eunucos . Tenía también un ca

rácter tan flemático,que s i no hubiese mostrado tanta agu

deza en el decir,no se le hubiera creído francés . Su mujer

era hij a del famoso Mr . Bertín,propietario y director del

D iar io de los D eba tes,y había heredado tanto las riquezas

c omo el talento de su padre . Era pequeña de cuerpo , peroe legante y agraciada . Sus salones fueron pronto el puntod e reunión de la sociedad más escogida

,y allí se veía tam

b ién á lo s extranj eros de distinci ón que iban acudiendo a

Roma , tanto seglares como eclesiásticos . A 11í conocí al ama

ble Monseñor de Segur,apóstol de aquello s tiempos

,cuyos

libro s de doctrina y polémica religiosa hicieron y siguenhaciendo mucho provecho á la j uventud católica . El Mar

qués de Custine merece también ser citado , porque enton

c e s gozaba de cierta boga por haber publicado un viaj e áRusia

,lleno de evidentes exageraciones

,pero con algunas

buenas pinturas de la sociedad moscovita de aquello sti empos . Los rusos no le podían sufrir, y un escritor de

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aquel país , respondiendo conch i ste á su libro , le di j o , entreotras cosas

,que s i qui s ieran las otras naciones imitar el

desdén con que trata las reformas y la glor ia de Pedro elGrande , y aplicar su criterio histórico á Napoleón , verb igracia

, podrian decir con muchas apariencias de verdad,que no merece el dictado de grande

,puesto “que de todas

su s instituciones y conquistas no le había quedado más á

la Francia que los Prefecto s y la azúcar de remolacha .

Daba Rayneval comidas y saraos , y tenía además tertulia diaria

,de un carácter más íntimo

,á la cual concn

rrían los amigos de aquella conversación urbana y llena deingenio que ha s ido s iempre privilegio de la buena sociedad francesa . Y cuando la conversación decaía no falta

ban quienes propusiesenciertos pasatiempos que e stabaná la sazón muy á la moda

,

.

tales como e l magneti smo , las

mesas girator i as y los láp ices dirigidos por espíritus inv i

s ibles . Madama Rayneval se hacía magnetizar tanamenudo , que estuvo á punto de comprometer su salud . Pocas se

ñoras la imitaban en esto . Las mesas giratorias no teniantantos inconvenientes y ofrecían en cambio ciertas ventaj as

,pues aunque no se moviesen

,proporcionaban siempre

la ocasión de un contacto de manos y brazos entre personas de sexo diferente

,cuyos efectos eran bastante agrada

bles . Más de una vez me hicieron recordar aquello s versos ,creo de Lamartine

,que dicen :

¿Un bras nu qui vous coudoi e,n est cep as unmot divin?

En cuanto á las pizarras y lápices mágico s no necesitoa segurar que eran el mayor disparate del mundo , y apenasse concibe que damas tan cultas y tan llenas de ingeniocomo las que all í se reunían

,diesen crédito á semej antes

patrañas . Pero las rusas principalmente eran muy dadas á

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cuales se escurren de entre las manos y es menester cogerun buen número de ellas para que quede al menos una .

Acababa entonces de publ icar una [l istoria de la subleva

c i ón de Ma sani ello, que mereció muchos aplausos por su

bello estilo y por su notable imparcial idad .

Además de los personaj es nuevos,vimos tamb i en eu

tonces algunos conocidos,que cambiaron de carrera y de

traj e . Citaré, por ej emplo , á D . Carlos Colonna, hermanodel Príncipe de este nombre . A mi llegada á Roma andabavestido de Monseñor y probablemente hubiera llegado á

ser Cardenal ; pero después de la revolución renunció á eseporvenir

,y prefi rió casarse con una muchacha muy guapa .

El Conde Spada,otro Monseñor

,colgó igualmente los h á

b ito s á la vuelta del Papa y se unió en matrimonio con

Natalia Comar, j oven y rica Condesa polaca , cuya bel lezae ra tan notable

, que el pintor Capalti , encargado de ejecutar un cuadro de Santa Rosa para su igles ia de V iterbo

,le

rogó á la linda Condesa que le sirviese de modelo .

Para consolar sin duda a la Iglesia de estas pérdidas ,hubo también algunas convers iones , s iendo una de las más

ruidosas la de un hermano del Príncipe Chigi,l lamado Don

Flavio,quien hab ía sido hasta entonces Guardia Noble del

Papa y cortejaba s inel menor dis imu lo á cierta Condesaromana

,con la circunstanci a agravante de que ésta era

muy fea . Pero al regreso de Pío IX se mostró completamente convertido

,y retirándose al Seminario de Tivoli , e s

tuvo allí cuatro años dedicado al estudio de la teología .

Volvió luego á Roma, cantó misa y fué hecho Monseñor

con bastante apresuramiento , porque la Corte pontifi cia

d eseaba mucho que la Prelatura contase algunos m iem

bros de la nobleza . Hanme referido varios amigos que elnuevo Monseñor volvió po co á poco á frecuentar la casa de

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la Condesa,quien , inútil e s decirlo , se había convertido

también , y cuando llegó la noche de Navidad fué á pasarlacon ell a y asi sti ó á la fi esta de la familia

,según sol ía ha

cerlo antes ; y decía con este motivo su prop io hermanoD . Giovanni , el cual era muy chusco , que todo hab ía pa

sado como antiguamente,con la sola diferencia de que

antes oía allí la m i sa D . Flavio y después la decía . Y transcurri do un poco más de tiempo le dieron la Nunciatura deBav iera y luego la de París

,donde hubo ya Nuncio de su

misma familia en tiempo de Luis XIV,y por último , fué

también creado Cardenal,y como era de aspecto noble y

distinguido,dicen que le caía muy bien la púrpura . Con

todo,el público romano en general

,no aprobaba entera

mente aquel rápido encumbramiento .

N o neces ito decir que además del pasatiempo de lo s s á

lones volvimos á tener también el de los teatro s . Pero loque más atraía á los forasteros era el magnífi co e spectácu

lo de las func iones religiosas que se celebraban en SanPedro y en la Capilla Sixtina . Ya antes quería hablar deellas y de buena gana

'

le s d edicaría un capítulo entero ,porque la impresión delici o sa que me produj eron no s e ha

borrado n i se borrará nunca de mi mente . Pero además de

que ya muchos las han pintado con plumas que con razónexalta la fama , creo que no hay descripción que baste paradar

,ni aun aproximadamente

,una idea de una cosa tan ad

mirable . Seguramente la Semana Santa de S evilla e s muy

bella ; pero la de Roma le llevaba muchas v entaj as , y digollevaba

,porque desde el año 70hasta aquí no h anv uelto á

tener lugar las funciones de San Pedro . En primer l ugar el

teatro donde se celebraban es más grandio so . San Pedro es ,como ya lo dej o d icho

,el mayor y más hermoso templo del

mundo , y no hay otro que pueda darnos , como él,una idea

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d e lo que seria el de Salomón en los más ñoreci eri te s año sdel Reino de Judá . Los personaj es de la escena eran también all í más augustos . El Papa

,rodeado de lo s Cardenales

y de un numeroso clero,era una imagen viva del Sumo

Sacerdote,sucesor de Aarón

,acompañado por innumera

bles Levitas . Todo era grandioso é imponente en aquel e s

plénd i do recinto . En ningún otro lugar de la tierra se le

tributaba al Ser Supremo un culto más digno de su omnipotencia y de su gloria .

Había sobre todo dos escenas que rayaban en lo subli

me : el momento de la elevación en la misa mayor de Pas

cua y la bendición que d aba luego el Papa desde el balcóncentral de la fachada . En el acto de la elevación -el Papasólo permanecía en pie

,y todos lo s Cardenales y Prelados ,

el Cuerpo diplomático,lo s Guardias Nobles

,lo s Príncipes

romanos y la masa entera de los fieles , s e prosternaba silenciosamente . Cesaba también el órgano y sólo algunas

trompas de plata tocaban una suave melo día que conmo

vía los corazones . La imaginación menos exaltada podíaver en aquel instante lo s hermosos rostros y las doradasa las de lo s ángeles al través de las nubes del inc i enso . Labendición del día de Pascua era as im i smo un espectáculoimponente . La plaza de San -P edro es tan extensa que cab ía en ella una selva de coches y muchos millares de per

s onas . Al aparecer el Papa en el balcón , todos se descubríanla cabeza

,todos ca ian de rodi llas y guardaban un silencio

tanprofundo , que sólo llegaba á lo s oídos el apacible murmullo de las fuentes

,y s i se cerraban los oj os

,podía cada

c ual creer que estaba solo en medio de una plaza des ierta .

Resonaba luego la'

voz de Pío IX,que era clara y armonio

s a , y daba su bendición á la ciudad y al orbe . Un estreme

c imiento involuntario corría entonces por aquello s milla

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464

Tento'

,d i f erro a rma to

,

L'

esecrabi le e j iero

Mi sf a tto, onde s i duole

L a muti la ta p role .

Pero—

aunque privada de tales voces,es s iempre aquella,

música una cosa bellís ima . El único defecto que yo me

atrevía á notarle,era que duraba demasiado . SanAgu stín ,

qu e alaba mucho la música religiosa, recomienda, sin embargo

, qu e no sea de tal naturaleza que distraiga á lo sfieles ; y esto es preci samente lo que suced ía en San Pedro

y en la Sixtina . Las sabias yhermosas harmonias se prolongaban á veces por horas , y de aquí result aba que los uno satendían úni cam ente á la música en vez de pensar en los

div inos m i ster ios , y los“

otros se rendían al cansancio . Los

Cardenales mismos cerraban involuntariamente los oj os y

s e entregaban con dis imulo en los brazos de Morfeo .

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CAPÍTULO xxx1

R oma , d e 184 7 a 18 5 2 .

V iaje España en ¡Si d — Barce lona y su i ndus tria .—Su Ca tedra l a feada por e l

coro central , como cas i todas las d e España —Alegria d e Valenci a .— Cl ima héniguo de Málaga .

—Triste s re flex ione s suge ridas por G ibraltar.— Place r con quevue lvo a ver a Cádiz .—V i s i to a S e v illa

,Có rdoba y G ranada .

— Encanto incomparable d e la Alhambra .

— La Ve ga d e Granada compite en h e rmo sura con e l

Val le d e Méj ico .—La Cate dral y sus be l las e s ta tuas — Decadenc ia d e la e scul i n

ra re l igiosa .— Costumbre s ingular de ve s ti r las imágene s .— Se pulcro s de los R e

y e s Cató l icos .—Glor iosos re cue rdos que de spie rtan .

—V ia_,e de Granada á Ma

d rid .—Oas is d e Aranjue z .

—L k gada aMadrid .

Los h echo s mencionados en este capítulo pasaron todos en España

,porque en la primavera del año 1850 obtu

ve una Real li cencia para permanecer allí tres meses,con

obj eto de ver á mi familia y amigos y vi sitar de paso varias ciudades importantes de mi país que me avergonzabade no haber visto , y me propongo decir ahora de ello alguna cosa . Daré

,pues

,un salto desde Roma á España

,no lle

vado por A smodeo,como el hidalgo D . Cleofas , s ino por un

vapor de ruedas, que desde Civitavecchia me conduj o á

Génova y Barcelona . Y empezando por esta última ciudad

diré que me pareció muy hermosa,pero que su aspecto e s

más bien francés en sus casas y tiendas . Recuerda bastante á Marsella . Su Catedral es gótica y bella . A féala, s in em

bargo,el coro

,que se halla colocado en mitad de su nave

principal,como en cas i todas las demás de España .

30

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Decía Istúríz que esto era deb ido á la vanidad de nuestros Prelados y Canónigos

, á lo s cuales agradan mucho lospomposo s paseos que dan desde el coro al altar y desde elaltar al coro

,precedidos de cruz y cantores . Pero es más

probable que esta costumbre haya nacido del deseo de darmás ostentación y publicidad al culto divino , e Specialmen

te durante lo s s iglos XVI y XVI I,en que todo empezó á re

sentirse de un gusto exagerado y de las perniciosas exigen

cias del luj o . El carácter nacional puede as imismo habercontribu i do á ello . En la Igles ia griega todo pasa dentrodel santuario ; en las latinas se ve más la liturgia ; en la e s

pañola especialmente se ha acabado por extender las cere

monias hasta el centro mismo de los templos . Como quieraes innegable que lo s tales coro s

,que son cas i todos de una

arquitectura bastante mediana,contrastan con la belleza

más pura de las iglesias,y forman una especie de pastel ,

que interrumpe lastimosamente la vi sta de las naves é im

pide gozar de su conjunto .

Es notable en Barcelona,igualmente que en toda Cata

luña, el espíritu industrial de sus habitantes . En aquella

época luchaban todavía desesperadamente para sostenersu s fábricas , á despecho de la oposición absurda que le sh acían los Diputados de las demás provincias de España ,s iendo de notar que mientras más l iberales eran éstos , másgritaban contra los laboriosos catalanes

, á pretexto de defender la i limitada libertad del comercio . Estaban acome

tidos de la que llama con razón Carlyle la e leuteromanía ,

ó sea la manía de la libertad,aplicándola á todo y s in cui

darse de lo s intereses de Cataluña,que eran los intereses

de España . Por fortuna, Cataluña perseveró , y hoy día esaquel la región una pequeña Bélgica

,donde vive y prospe

ra una industria muy importante . ¡Y oj alá que toda Espa

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e xqu is ito , que lleva su nombre , y tamb i en la patata dulce ,las naranj as , las pasas y has ta la sabrosa chirimoya, traídade Méj ico , que comí con delicia, porque me recordaba elhermoso país de donde procede . Como todas las ciudadesnotables de España, menos Madrid , tiene también Málagauna Catedral muy l inda, con esculturas de Alonso Cano y

sus discípulos . En el s iglo pasado ha crecido mucho aque

l la ciudad y está de enhorabuena, porque en ella nació eli nsigne estadista D . Antonio Cánovas del Castillo

, que tannotable papel ha representado en la polít ica española .

De Málaga fuimos á Gibraltar, que vis ité con tanta curios idad como pesadumbre . Vi sus admirables fort i fi caci ones y me asomé á la famosa punta de Europa

,puerta trai

dora de España, por la cual entró Tarik con sus árabes y

Brooke con sus ingleses . Diversas y tri stes reflexiones sea golparon á mi espíritu al contemplar aquella fortaleza .

¿Cómo fué posible , me decía á m i mismo , que la tuv i éra

mos guarnecida con sólo 150 hombres cuando empezó laguerra de ”

s ucesión? ¿Cómo fué posib le que al hacers e luego la paz prefiriéramos otras posesiones á aquella ciudadespañola? ¿Cómo se concibe que habiendo estado más tar

de en nuestra mano recobrarla con sólo renunciar á nuevas conqui stas en Ital ia, cometiéramos la falta de rehusar

lo? ¡Pobre España ! ¡Pobre patria mía ! La herencia de Car

los V te enloqueció miseramente . Atenas fué víctima ensu día de lo que llamaron sus historiadores la locura deSicilia ; tú has decaído en la época moderna á causa prin

c ipalmente de dos locuras no menos insignes : la locura deFlandes y la locura de Ital ia . Flandes fué para ti el caballode Troya

,la túnica de Neso , el donmás funesto que pudo

hacerte la fortuna . Por conservar á Flandes perd i ste s'

á

Portugal y e stuvi ste s á punto de perder la Cataluña . Italia

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te hechizó después de tal manera,que por dar all í un trono

a tus Príncipes,te fué indiferente dej ar en tu propio seno

los ingleses . ¡Y esta última humillación dura todavía, y

hemos decaído tanto , que comemos , bebemos , dormimos yhasta soñamos con ser otra vez una nación de primer ord en, teniendo en nuestro seno el oprob io de la ocupacióninglesa , que nos hace una excepción en Europa y nos igua“la a las Potencias bárbaras del Africa y del Asia ! Nuestros

gobernantes dicen , sin duda, como el Moscón de Rojas :<<Tiempo hay

,yo me correré » .

Y as í pasan,no los días

,s ino los siglos

,y España

,ñada ,

según parece,en la pueril quimera de que Gibraltar dej ará

un día de ser estimado por los ingleses,no quiere hacer lo

q ue debería para lavarse de esa mancha , para l ibrarse de

e sa afrenta . Claro está que no debe pensar en una guerra

con Inglaterra,porque ni puede hacerla sola

,ni le convie

ne repetir el pacto de familia 6 la campaña de las naran

j as . Eso sería imitar al ballestero loco , que donde pierdeun bodoque all í echa el otro . Pero podría darle en cambio

a la Inglaterra sus posesiones de Africa , podría dej arla

d ominar en aquella orilla del Mediterráneo y civilizar s iquiere y puede a Marruecos . Mas he aquí que ha nacido

en el siglo XIX una tercera locura, que se opone aello . Donoso Cortés

,hombre de mucho talento , pero de escas i s imo

j uicio , ha sido el principal inventor de ese nuevo delirio .

España no quiere ruborizarse de Gibraltar, pero quiere

¿c onquistar á Marruecos . Recuerda en esto al marido que ,.s iéndole infi el su esposa

,quiere darla de conquistador con

la muj er de su vecino,ó al paj e del cuento , que cuando su

amo le daba un puntap ié , se vengaba d ándole él otro a

s u perro .

Para colmo de desventuras no faltan sencillo s S anchos

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que aumenten con su credulidad la demencia de D . Qu i

j ote , ni dej a de haber ambicioso s que desean conservarenMarruecos un campo donde lucir su valor

,un semillero

”de Cati linas . Hasta hombres que tienen pretensiones deseriedad no se avergií enzan de seguir en este particularlas huellas de Donoso , y con la fantástica ambición de pose'er nosotro s dentro de diez siglos

,s i ante s no se acaba

e l mundo , las dos orillas del estrecho , seguimos s in poseern i aun s i qu i era una de ellas , la nuestra .

Estas reflexiones hacía yo en el año 50; pero ahora, des

pués de la campaña del General O '

Donne ll en 1860 y de losucedido en Me l illa en 1894 , hemos podido tocar también ,por decirlo así

,con la mano , que la Inglaterra no nos per

'mitira nunca extender nuestro territorio en Marruecos ,

porque de all í saca los víveres indispensables para abaste

cer á Gibraltar, d e lo cual resulta claramente que hastaese sueño de hacer conquistas en aquellas regiones es , so

bre ab su rdo,impos ible .

Soldando ahora e l hilo a la narraci on de mi viaj e, diré

que en una noche hice la travesía de Gibraltar aC ádiz y

tuve allí el inmenso placer de abrazar a mi adorada madre

y a mis queridos hermanos . Volví a ver conmucho gozoaquella tacita de plata , aquella reunión de casas blancas

y limpias , con balcones pintados de colores vivos , portalesde mármol y puertas de caoba barnizada

,que el mar rodea

con sus aguas , y su linda Catedral y sus alegres paseos ,poblados de hermosas mujeres . Abracé a mis amigos

,visi

té a mis amigas , concurrí a la tertulia más de moda enaquella época

,que era la de Carmen Berges

,en la plaza

de San Antonio en la cual hallé desterrado ya el chocolate por retrógrado y fra i luno

,y entronizado el perfumado

té,que se presentaba como liberal y poco menos que con

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De allí pasé a G ranada, haciendo s iempre el viaj e en laantigua y pérñda dil igencia , porque todavía no estabanconstruídos lo s ferrocarriles . Parec i óme aquella célebreciudad muy linda, y repetí con el famoso poeta V ictorHugo

G renada la belle vi lle,

S era i t une a utre Séví lle

S'

i l enp ozwa í t étre deux .

A gradóme mucho el G eneralife , y más aún la Alhambra ,

qu e sobrepuj ó acuanto yo me había imaginado . Todos'

lo sviaj eros de buen gusto la alaban , desde Pedro M ártir deAngheria hasta Edmundo de Amicis . Todos declaran quees una octava maravilla ; pero ninguno ha podido darnos n is iquiera una idea aproximada del encanto que causa aquelPalacio

,con sus pintorescos patio s y j ardines . Cuando se

penetra en ello s se queda uno maravillad o y como confuso

al advertir que antes de aquel momento ni siquiera en sueños se le había nunca ocurrido que pudiesen las manos delos h ombres ej ecutar un edifi cio tan fuera de lo común ytan l indo . Los brillantes azulej os y mosaicos , las numero

s as y ligeras columnas y la fi l igrana de los adornos , forman un conjunto delicio so . Así debía ser el palacio queconstruyeron lo s magos para el enamorado Aladino .

Cuatro días permanecí en Granada,y todas las maña

nas las pasaba en la Alhambra . La colina en que se halla edificada está embellecida con frondosas arboledas

,j as cualessuben con la cuesta

,suavizando el camino con su amena

s ombra . En una casita de las que llaman carmenes habiaun café donde me servían un buen almuerzo con fresas ex

qu i s i tas . Entraba después en el Palacio , y tomando una

s illa que me prestaba el portero , recorría con ella al hom

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bro todas las salas y patio s , que no tienen mueble ningu

no,parándome y sentándome donde mej or me parecía .

Así pasaba del salón de los A bence rraj e s al de los Emba

jadores , del patio de los Leones al de los Arrayanes . Todo

me agradaba , todo me sorprendía . A veces para mirar mej or el artesonado de un techo me tendía sobre el suelo .

Q uien me hubiese visto en aquello s paroxi smos de admiración , me habría tomado por 1000 .

Solía volver también por las tardes para contemplar ladilatada vega que se descubre desde la Torre de la Vela .

Su belleza puede sólo compararse con la del Valle de Méj i

c o . Trae á l a memoria , como aquél , lo s hechos más h eroi

cos de nuestra historia y los que pueden r ivalizar con los

más célebres de griegos y romanos . Allí se peleó por la ul

tima vez para expulsar de Europa a lo s moros ; allí se com

pletó al finrla integridad de España . Cuando llegaba la no

che agradábame mucho observar como,a la par que em

pezabana relucir las estrellas , empezaban también a bri

llar las mil luces de la ciudad y de las casas del valle . Parecia que la vega era un inmenso lago

,donde se reflej aban

los astros . Y la poesía de Granada es mayor aún que la deMéj ico

,porque el luj o y la elegancia de los moros y su ca

rácter altivo y caballeresco hace más interesante su desgracia que la de los inculto s aztecas . Por eso

, s in duda ,acontece que sea tan grande el número de escritores i lu stres de todas las literaturas conocidas que han empleado

su s plumas en recordar las últimas luchas de Granada, yque todos ello s entretengan y conmuevan a sus lectores

,

e specialmente Chateaubriand y nuestro elegante Pérez de

Hita,cuyo l ibro es una novela que interesa como una hi s

toria y una historia que divierte como una novela .

La Catedral de Granada y la Cartuja , de estilo greco

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romano,ofrecen un contraste singular con la arquitectura

de la Alhambra ; pero por dicha beb í yo cuando muchacho

en las fuentes templadas de la filosofía ecléctica,y estoh izo

que las impresiones que había recibido en la A lhambra no

me impidiesen reconocer que la Catedral sobre todo es

también un buen ediñci o . Y á la verdad,el estilo árabe ,

rama brillante del bizantino,ha tenido la fortuna de ex

tenderse más que otro n i nguno,gracias a las conquistas

de lo s sarracenos,de modo que - ostenta sus poéti cas hue

llas desde la s ierra de Cintra hasta las ori llas del Ganges .

Pero aunque es sumamente gracioso y el más a propósitopara los alcazares que se levantan entre naranjo s y mirtos ,no parece muy conveniente para los templo s católicos ni

para ningún otro edifi cio de climas nebulosos y frío s . L a

Catedral,pues

,no dej ó de parecerme bella , excepción hecha

de su trascoro churrigueresco . Posee buenos cuadros ytambién hermosas estatuas

,entre las cuales hay una Vir

gen,de Cano

,por c i erto muy notable .

La escultura española no cuenta tanto s artistas célebres como la p intura ; pero hayun ramo de ella, la e scultu

ra religiosa,en el cual fué España un día exc

'

elente : Mon

tañés , Becerra, Berruguete y Cano pueden competi r en

este género conDonatello y Bandinelli , y Enrique de Arfe ,autor de diversas custodias de plata

,fué nu'estro Cell ini .

Por gran desgracia llegó luego el s iglo XVI I , el siglo delluj o y del mal gusto

,en que hasta lo s manjares se cubrían

de oro,y entonces se introduj o el u so s ingular de vestir

r icamente las imágene s de la Virgen y de lo s santos , como

s i fueran muñecas .'El trabaj o del e scultor ha quedado des

de entonces reducido '

a labrar, por ej emplo , la cabezay las

manos de la Virgen , y lo demás e s un maniquí , al cual ciertas damas muy piadosas

,pero de poco gusto artístico , po

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que los tiempos han cambiado de tal modo que ya nadie

puede temer ningún asalto de nuestras costas por partede los degenerados marroquíes

,hay también hoy día una

c ircunstancia muy importante que no existía en los tiem

pos de Doña Isabel , cual es la ocupación de Gibraltar por

los ingleses,y anadie puede caber duda de que s i viviese

ahora aquella A ugusta Señora,en cuyas venas corrían uni

das las sangres altivas de Castilla y de Lancaster,su pri

mero, su único pensam i ento ,sería recuperar a Gibraltar ,

realizar otra vez la unidad é integridad de España . G ibral

tar,seguro estoy de ello

,es -lo que estaría grabado en su

corazón , como debería estarlo en el de todos los españoles .

Aunque no había estado antes en Granada,tenía allí

,

s in embargo,algunos conocidos con quienes pasar las no

che s . La linda y graciosa granadina D oña Dionis ia O '

Law

lor,viuda entonces de un caballe ro inglés , la cual casó más

adelante con el Duque de Vi stahermosa,era amiga mía de

Madrid,d onde pasaba siempre los inviernos . Don Tomás

de Retortillo,Oidor de aquella Chanc i llería , era gaditano ,

como también su mujer Doña Pilar N and ín,que tenía unos

oj os muy boni tos , .y a ambos los conocía desde m l mfancia .

Otro gaditano y amigo íntimo mío llamado D . Eusebio

Page,estaba también allí empleado como Ingeniero de ca

minos . Con él paseaba en la Alameda del Genil,donde se

reunen las j óvenes de aquella ciudad,cuya belleza puede

competir con la de las malagueñas y sevillanas . Todas tie

nen mucho de árabes,todas son hermanas en los 0108 , el

cabelloy el donaire .

Desde Granada volví aCórdoba y de allí fuí aMadrid ,atravesando los desfiladero s de Sierra Morena y luego la.

España petrea y la des ierta, hasta llegar aAranjuez . Elinglés Mister Ford

,que ha publ icado un exacto y bien es

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cri to viaj e por España, d ice , refi riéndose á Evelyn , que lo s

hermosos olmos de aquel verde oasi s fueron traídos de

Inglaterra, por orden de Felipe II . Si esto es v erdad , hizo

muy bien aquel Rey , y oj alá le hubieran imitado sus sucesores para poblar de buenos árboles las desnudas Casti llas .

Precisamente ese Evelyn,citado por Ford

,fué quien , en

su l ibro intitulado Sy lw y también por medio de su propioej emplo

,excitó

,en el siglo XVI I , alo s demás propietarios

inglese s para que plantasen y cultivasen árboles,de que

también carecía entonces aquel país,y de esa época data

la abundancia de ello s que todos envidian ahora á la In

glaterra .

Decía Pacheco que Madrid es una ciudad mocha,porque

no tiene torres , ni campanarios , ni grandes cúpulas queinterrumpan la monotonía de sus techos . Es preci so estarya dentro de él y ver sus amplias calles y hermosos paseos

,

para comprender que es nada menos que la capital de Es

paña . Pero lo que más agrada en Madrid es la alegría desu ci elo y la amabilidad de sus habitantes . Estando ya elverano algo adelantado

,se había marchado mucha gente

a los baños d e mar 6 al extranjero . Hallé,s in embargo

,

todavía algunos amigos,como la familia de Alhear

,la de

Page , lo s marqueses de Santa Cruz y los Pacheco . En el

Ateneo había poca concurrencia , porque , hallándose losmoderado s en el poder

,no tenían mucho tiempo para ir

all í de tertul ia . En el Casino de l a Carrera de San Jeróni

mo , donde comí algunas vece s , tampoco hallé mucha gente .

Mi gran“

recurso,especialmente por las mañanas , era

el Museo del Prado . En la Academia de Bellas Artes hayasimismo muy buenos lienzos

,tale s como la Santa Isabel

y lo s medio s puntos de Murillo , que son tres preciosas joyas de la pintura española . Pero nada puede compararse

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con el Museo . E s aquello un encanto . Hay en él tal abundanoia de buenos cuadros

,que aunque desaparecieran por

un cataclismo todos los demás Museos de Europa,bastaría

aquél solo para dar una. idea sufi ciente de todas las escuelas conocidas . Pasaba yo all í horas enteras y me pregunta

ba muchas veces con qué gozaba más : s i con los l ibro s 6con lo s cuadros . Mi maestro García Luna me hubiera res

pond i do que con los unos y con los otro s , sólo que los l ibros encantan sobre tod o el espíritu , y los cuadros la ima

g inaci ón. De todos modos es seguro que yo gozaba más,

tanto all í como en los demás Museos de Europa,que nin

gún Rey 6 Príncipe , porque jamás se sabe ni se lee en losperiódico s que esas excel sas personas , no sólo en Españas ino en ningún otro paí s

,vayan á pasar en ello s un rato .

Fuí también á la Armería Real,que en su género es

muy bella,y contiene armaduras de Colman de A ugsburgo

y N egroli , de Milán , las cuales son por la elegancia de sus

formas y la riqueza de s us ad ornos , verdaderas obras

de arte .

Las ventanas de aquel edifi cio daban frente á la puertalateral de Palacio en la época á que me refi ero

,y si se en

c ontraba uno allí á la hora en que se relevaba la guardia ,podía presenciar un espectáculo que producía desde aquels itio una emoción muy agradable . Los acentos majestuoso sd e la Marcha real y el continente marcial de nuestros sold ados hacían latir con más viveza que de costumbre el co

razón de cualquier español, cuando se veía rodeado porlas nobles armaduras de los Carlos y Felipes y los glori o

s os trofeos de Granada y de Lepanto .

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tengo ya émulos y enemigos .

—Mi General,le d i j e enton

ces , eso me trae a la memoria el dicho conocido de que pasado el peligro se olvida el santo .

—¡Qué verdad es , me re

plicó , qué verdad !Y con efecto , la s ituacron de Narváez ofrecía un nuevo

ej emplo de ese o lvido y d e esa ingratitud . Su gloria había

l legado al apogeo. La España le deb ía el no haber caídoen 1848 en la misma anarquía en que cayeron las demásPotencias de Europa . Su mano de hierro había contenidoá los revoltosos en Madrid y Cataluña . Impedía y d e sbarataba las conspiraciones antes cas i que empezaran á existir .

Parecía que hasta los páj aro s del cielo venían á referi rle

las tramas de sus enemigos,como al Rey de los proverbios ;

y con razón pudo decir“

una vez en las Cortes,que s i otros

habían escrito el arte de conspirar,él se proponía escribir

el arte de deshacer conspiraciones . Y no sólo triunfaba asíde las difi cultades que le suscitaban los revolucionarios e s

pañole s , s ino también de las que procuraba crearle el céle

bre Lord Palmerston,político mal intencionado y revolto

so , quien despechado por los matr imon i os de la Reina yde la Infanta y celoso de la influencia francesa

, usaba todaclase de medios para que cayesen los Borbones de España,como habían caído los de Francia . Su Ministro Bulaver,poco escrupuloso tamb ién en lo s medio s que empleaba,l legó á tal extremo en su s intrigas , que el Ministro de E s

tado,Marqués de Casa Iruj o

,hombre asimismo de grande

energía,le mandó un día sus pasaportes expulsándolo de

España,á la manera que Cellamare lo había sido de Fran

cia en el siglo anterior,La Chetard ie , de Rusia, y el Nuncio

A cciajuoli , de Portugal ; y esto había aumentado más y

más su an imosidad contra España .

Mas á pesar de que estos triunfos y estos servicios eran

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tanrecientes y debían estar todavía muy fresco s en la me

moria 'de los españoles , era un hecho que , como me lo hab ía dicho el m i smo N arváez , empezaban ya á ser olvidados ,y que tanto la Reina como muchos moderado s deseaband eshace rse de aquel Ministro . Las causas que contribuíaná ello eran unas personales y otras políticas . Narváez

,ya lo

he dicho en otro capítulo,tenía un carácter altanero y do

minante . Había en él algo del Duque de Alba en aquellalealtad , que contrastaba con el alma americana de otro s

Generales de su época ; pero tenía también bastante de unPipino de Landen , de un Mayordomo de Palacio . <<Yo soy

quien manda aquí »,dij o más de una vez cuando encontró

alguna oposición en la Corte,y olvidaba á cada instante

que lo s Borbones no eran todavía Meroveos . Tenía también

e l prurito de querer intervenir en cosas que eran de un ca

rácter enteramente privado,y trataba á la Reina como Pe

dro Recio de Tirteafuera al pobre Sancho,cuando no le per

mitia comer más que canutillo s y carne de membrillo . Estodesagradaba mucho á aquella Soberana, y sabiéndolo los

émulos de N arváez,se aprovechaban de ello para minar

su poder .Pero lo que más perjudicaba á Narváez era el espír itu

reaccionario que había cundido en España…, como en toda

Europa,después de la revolución del año 48 . La A leman ia

y el Austria,vencedoras al finde las rebeliones que habían

humillado sus tronos , se entregaban á una reacción muyviolenta . La Francia misma, nuestro constante modelo desde principios del s iglo XVI I I

,corría precip itadamente hacia

la dictadura . Nat ural era, pues , que en España sucedieseotro tanto

,á pesar de que no habiendo triunfado en ella

ni por unmomento la revolución , gracias á la energía deNarváez

,no ten íamos tantos motivos de temor . Y como

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s iempre ha de haber un apóstol que pr0pague las doctrinasdominantes , lo fué de éstas en aquellos t iempos el célebreD . Juan Donoso Cortés, natural de Extremadura, á quien

su maestro _Qu intana l lamaba su tesoro ; profesor de literatura ; Secretar io después de . la Reina ; periodista ; Diputado á Cortes , y fi nalmente , Marqués de Valdegamas y Mi ;ni stro Plenipotenmano en Berl ín .

Era pequeño d e cuerpo,pero de gentil parecer con

oj os negros muy vivos y una mirada algo inquieta . Dotadode mucho talento y de una grande elocuencia

,sus di scur

s os y sus l ibro s formaban las delicias de su partido . Tomómucho de Ronald y de Maistre, pero los españolizó y exagé ré

'

á su manera, y no contento con imitar el m i stici smode aquello s escritores

,se arrogó atrevidamente el papel de

profeta ,a segurando que si no se vo lvía á las institucionesde la Edad Media

, que eran su ideal, la . Eur0pá enteracaería en la más espantosa anarquía . Tenía—en su modoexage rado de sentir y de hablar mucha semejanza con

Castelar,s iendo

,en verdad

,circunstancia muy notable de

nuestra Historia contemporánea que los dos hombres que

más han influido en ella hayan sido dos fanático s , por nodecir dos locos

,uno en sentido reaccionario , que fué Do

noso,y otro en el republicano

,que fué Castelar . Por lo

demás,tanto el uno como el otro

,y esto es tamb ién cá

racterístico,lej os de parecerse aTorquemada ó á Marat ,

han tenido alma de niño . Donoso,pr i nc ipalmente , era de

una ingenuidad singular y de una ignorancia de las cosasprácticas que rayaba en lo increíble . Contábame , por ej em

plo,Eduardo Sancho , el cual había s ido

_su Secretario en

Berlín,que una vez que viaj aban juntos en ferrocarril ,

oyó Donoso el si lbi do de la locomotora, y dij o con el airemás .natural del mundo : pulmones tiene ese hom

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cas por el parecer de su confesor,y como Jacobo le re s f

pond i e se qúe'

extrañaba mucho su lenguaje,porque estaba

pe rsuadido de que el Rey de España no hacía nada importante sin consultar al suyo

,le repl icó con oportunidad

Ronqu illo : <<A s í es la verdad , señor ; pero preci samente pore so van tan mal nuestros asuntos » .

El proyecto de nuestros reaccionarios,á qu ienes llama

ron neo—católicos , ó católicos nuevos , era principa lmentere formar la Constitución moderada del año 45, haciendola Cámara alta más ari stocrática, y reprimiendo la libertad de las di scusiones en la Cámara baj a

,por medio de

un riguroso reglamento . Ni faltaban publici stas tan asustados y arrepentidos que deseasen el establecimiento deaquel absoluti smo i lust rado que había intentado realizar

Cea Bermúdez al principio del reinado de Isabel II . Lai dea de aquel Mini stro no había s ido mala, y oj alá que hw

b iera podido llevarse á cabo en su día ; pero no parecía ya

oportuna . Había durado ya mucho el régimen consti tucional, creando costumbres que no era fácil cambiar, é inte

re ses que no era prudente ofender . Es cierto que el puebloespañol no había s ido preparado para el régimen li beral ;pero “era ya demasiado adulto para darle otra vez nodrizaó para mandarle nuevamente á las aulas .

Comprend íalo así más que nadie e l General Narváez,

quien,no obstante que tenía un carácter muy autoritario ,

no aprobaba que se intentase restablecer en España el*ab soluti smo y la teocracia, , que entre nosotro s han vivi docas i s iempre unidos , y ésta fué la principal y verdadera

razón,por la cual dej ó de ser bien visto en Palacio . O pi

naban también como el General Narváez lo s h ombres másimportante s del partido moderado , tales como Pidal, Mon

y el mismo Martínez de la Rosa, á pesar de que había s ido

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autor de l Estatuto Real d e 1834 , cuyo carácter era muy

a r istocrático , y de que acababa de probar en su Embajada

d e Roma cuán sinceramente d eseaba que e l Papa fueseindependiente y que la Igles ia tuviese en España una saludable influencia .

Hubo,s in embargo

,otras personas que pensaban como

Donoso y como la Reina,y esto causó una divi s ión lamen

table eu el partido mod erado . Un hombre,notable por su

talento y saber,un abogado extremeño

,como Donoso ,

l lamado Bravo Murillo, que estudió teología en su juven

tud y s e dedicó luego á la juri sprudencia y al ej erc iciod e

la abogacía , se puso al 6 11 á la cabeza de los di sidentes ys upo dar una dirección práctica á sus aspiraciones . Era

g rueso y pálido , de aspecto vulgar , pero de fi sonomía in

te li gente . Su espíritu conservó siempre una tendenciam íst ica , pero no era tan casto como Donoso y Castelar , y

t odos sab ianfque tenía una intimidad muy tierna concier

t a señora de Mad rid . Entendía mucho de negocios de dinero y esto le llevó á ocupar en el Ministerio de Narváez

la cartera de Hacienda , qu e desempeñó conmucha repn o

t ación . Siguió las hu ellas de Mon,y as í como éste hab ía

i ntroducido entre nosotro s el " s i stema tributario francés,

d e l mi smo modo hizo él otro tanto con la contabilidadfrancesa

,dando á la gestión d e la Hacienda una regulari

d ad . que no había tenido nunca . Pero siguiendo tambiéne l ej emplo d e Mon en su ambiciosa conducta, le pareció

que tenía ya bastantes méritos para ser á su vez Presi

d ente del Consej o , y separándose d e Narváez , empezó áminar la posición de éste conel obj eto de susti tu irle . Y con

e fecto , empeñada poco después la lucha entre la Corona ye l General

,consiguió lo que tanto deseaba y se dispuso á

p oner en práctica la política de los neo—católicos .

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Entre tanto, ygracias á la completa tranquilidad queNarváez había hecho reinar en España, era notable el aumento de la riqueza pública y el adelanto de Madrid .…

A compañabaná este bienestar general la inmo'

ralli dad y e l

luj o ; pero as í sucede y sucederá siempre en todas partes , ,

sobre todo en aquello s períodos que s iguen á las grandes révolucionespolíti cas . Constru íansenuevas casas y aun nuevos

'

barr10 s . Ve íase hasta enlas hab itaciones de la “

burg'

ue

s ia , en vez de esteras , alfombras ; en vez de lana, seda; en

vez de caoba, pali s andro y muebles dorados . La

'

ciudad s e

l lenaba de coches de todas clases,y los había ya de alqui

ler tanb uenos com o

"

en cualquiera otra capital de Europa .

Recordaba,al verlos

, que cuando yo era all í estudiante ,.

tuve una vez necesidad de un carruaj e para ir á comerfuera y el criado no pudo encontrarme más que uno de

campo con cascabeles y'

campanill'

as .Copiábase también en el luj o las costumbres francesas ,

y un'

banquero muy rico,nombrado Salamanca

,daba e l

ej emplo de construir un palacio á la moderna,formar co

lección de cuadro s y estatuas y tener querida con coche,

como se ven en París . Era este banquero un malagueño,

buen mozo y de mucho ingenio,el cual llegó á Madrid con

e scaso s b i enes de fortuna , pero supo enriquecerse en pocot i empo por medio de negocio s financieros . Venía á ser ensu género un jugador en grande, y dos veces hizo bancarrota y dos veces volvió á verse muy rico . A él '

s e debió la

c onstrucción de un nuevo barrio en Madrid que lleva su

nombre,y la de vario s ferrocarriles de España

,en los cua

les real izó grandes ganancias . Fué en aquella época el gran

corruptor de nuestro país , porque envolvió al m i smº G ob ierno en el vértigo de sus aventuradas especulaciones e

i ntroduj o costumbres enteramente ignoradas hasta enton

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D . Pedro . Estaba ya haciendo la“misma pregunta al v igés imo aldeano , cuando de repente le vió venir á lo lej o s yexclamó regocij ado : <<Al lí viene el mismo á quien yo busco ,allí viene D . Pedro Alvarez de Oliva . » Acabáramos

,dij o á

su vez el lugareño ; pero es que á ese le llamamos aquí eltío Perico , y nadie le conoce por otro nombre . » Y sin embargo, s i bien se cons idera ,

no sólo no parece mal que sehayan dado así nuevos títulos

,s ino que , baj o cierto punto

d e vi sta, hay motivos para aprobarlo . La Monarquía no

puede existir s in nobles,y puesto que los antiguo s han de

caído tanto , bueno es que se les sustituya con burguesesi lustrados y ricos , aunque su aspecto no sea muy ari stocrát ico . El tiempo los irá fundiendo con los antiguos

,y s i

el primer ennoblecido hace ahora sonreir,su hij o tendrá

ya cierto prestigio . Cada título nuevo,no hay duda en ello

,

es una rama cortada del árbol de la democracia,y una pie

dra añadida á los cimientos del trono .

Otra cosa que noté en Madrid en aquella época,fué la

multitud de nuevos periodistas,entre los cuales hall é á

varios compañeros de Universidad y amigos antiguos . Se

gún me decían ello s,el dedicarse á esa tarea es en los G o

b i ernos parlamentarios la manera más segura de medrar

en poco tiempo y de convertir la política en una carreracomo otra cualquiera . Con efecto

,nada más común s ino

que de la redacción de un periódico salga un joven á serD iputado , por medio de la protección del j efe del partidoen que mil ita . Llámanlos generalmente cuneros

,porque , a

semej anza de lo s niños expós ito s , no tienen famil ia ni soncasi conocidos en el distrito que los elige ; mas esto no im

pide que en la primera ocas ión,y cuando menos lo piensa ,

se vea cualquiera.de ello s Gobernador, ó Subsecretario , ó

Plenipotenciario 6 Ministro de la Corona ; y que aunque no

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haya des empeñado este cargo más que veinticuatro horas ,perciba una cesantía igual á la que tienen aquellos alto sempleados que han encanec ido en el servicio de su país .

T odo lo cual , sobre ser poco justo , tiene el inconvenientede perjudicar á la paz y buena admini stración del Es tado

,

porque es claro que los j óvenes que as i s e encumbran,no

pueden tener en general la independencia necesaria para

que se les cons idere como representantes de la opinión pública . Semejante fi cción es , en el caso de ellos , poco menosque imposible , y en real idad el Gobierno representativo e s ,para los mismos , el Gobierno recreativo de que habla Loui sC ourier . Por cuyo motivo

,forman parte

,s in poderlo reme

diar y por la fuerza d e las cosas,de esa legión de amb icio

sos , que tienen un grandísimo interés en que haya frecuentes revoluciones

,ó por l o menos frecuentes cri si s m i

ni steriale s , que dej en vacantes algunas cartera s y otro spuesto s de mucha importancia . Son un elemento más ded esorden en una forma de gobierno en que hay ya tantos .

El teatro y la novela, que son las dos representaciones

más g enuinas del genio literario español , se resentían

también en aquella época de la reacción que reinaba entodas l as cosas . Ya nadie tributaba culto al romanticismo,

y tomando ejemplo de París , donde Ponsard había com

puesto con mucho éxito una tragedia clás i ca , hubo en

España quienes qui sieron hacer otro tanto . La Vi rg inia , de

Tamayo , es de aquella época y obtuvo bastante aplauso ;otras lo mº

erec ierou menos ; todas distaban mucho de aquella perfección

,s in la cual no pueden sostenerse . Si en

Franci a gustan siempre las de Racine , es porque su mérito

e s tal que , según Voltaire , el juicio sobre ellas se reduce á

poner al '

pie de cada página : <<bello,magnífi co

,sublime » .

Además,al l í se conserva la tradición y el tono de la trage

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d ía,mientras que entre nosotros acabaron con Carlos La

torre . Ni Calvo ni Teodora Lamadrid , no obstante ser muybueno s actores

,podían pasar

'

fáci lm ente de la nat ural idadde la comedia 6 del llóriqueo d el drama romántico á lanoble entonación de la tragedia .

En la novela se verifi có también entºnces'

una' verdadera innovación 6 , s i se quiere , renovación . Después

' de haber obtenido nosotro s la palma en ese género tan

agrada

ble como difícil,habíamos decaído en él de una manera

lastimosa,y recuerdo que cuando yo era muchachono se

leían más que novelas t raducidas de btras lenguas . Man

tínez de la Rosa compuso una intitu lada"

Doñd I sabel de

Solí s, que está escrita con muy bello estilo, pero que no

tiene mucho interés . Al fi n una señora fué'

qu i en volvió á

escrib irlas tan buenas que todos las leían con gusto . Llamabase Cecili a Bohl

,y era hij a 'de un alemán y de una e s

pañola . A doptó el poético pseudónimo de F ernánCaba llero,

y algunos la califi caron de Walter Scott "español ,"

en locual había mucha exageración , porque aque l e scri tor in

glés es un genio aparte , es el Shakespeare de la“novela . Loque

'

s i es cierto es que Fernán Caba llero logró escribir con

excelente estilo , y qu e en la pintura de caracteres y cos

tumbre s y también en la naturalidad de l diálogo puede

competir con los mejores novelistas de otro s países,s ien

do asimismo notable la tend encia moral que caracterizatodas sus obras . L a Gavi ota especialmente es una exce lenf

te novela, que f ué pronto traducida en todas las lenguas .

A F ernán Caba llero siguió A nton i o de Trueba, escritortambiénmuy agradable , que tomando pormodelo los Caen

tos'

de la a ldea,del alemán Auerbach

,compuso Cuentos cam

p es inos y Cuentos de color de rosa , con un espíritumuy cri st iano y una naturalidad exquisita . Flores

,

“autor del Ayer,

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recurren á ella ; todos la imploran . El pueblo aragonés loespera todo de su Pilari ca . Y qué pueblo . ¡Uno de los másnobles y más valientes del mundo

,y al mismo tiempo uno

de los más alegres ! Con efecto , después de la Pi laricaaman los aragoneses la j ota

,

'

que es el primero entre lo sbailes populares de España

,porque sobre ser muy gracie

s o, es también muy decente, y no tiene nada de la senenalidad del bolero ó del fandango . Y es s ingular que ennuestra Península el buen humor , no sólo aumenta haciae l Sur, s ino también h acia el Oriente . El

.

portugués e stri ste , el castellano serio , el aragonés alegre . Cuando se

traspasa la sierra de Molina, parece que se han andado

centenares d e millas y que se llegaá un mundo nuevo .

Zaragoza evoca también,como Granada

,recuerdos muy

interesantes,aunque de un género diverso . Allí se gozó de

c ierta libertad política antes que en otros países de Europa ; allí hubo en la Edad Media una Constitución ari stocrática

,que nada tenía que envidiar á la de Inglaterra de

aquellos tiempos ; allí se d esplegó durante la lucha conBo

naparte un valor indomable y un patriotismo desesperado

qu e recordó el de Numancia . Parecíame ver por todas par

tes—al tío Jorge y á su s hero icos compañeros, y también alvaliente Palafox

,quien

,unido con ellos

,mostró una vez

más cuán provechosa es para el bien de las naciones la

a lianza s incera entre la nobleza y el pueblo .

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CA PÍTULO xxx1n

R oma,d e 184 7 a 185 2 .

Regre so Roma.—Voy en e l o toño Arsol i para v is i ta r a los Príncipe s Máx imo .

L os cambios po líticos de E s paña causan la re ti rada de Martinez de la Rosa.

L e sust i tuye e l Conde de Co lombi .—Re acc i ón que se advierte también enR oma .

In fluenc i a de los e cle s iástico s extranje ros y de los j e su i ta s —E l S i labo y lasochen ta he rej ías de l s iglo — L os Pre lados romanos adoptan e l traje talar .—L ase s tatuas d e Canova cubie rtas de me tal p intado .

—Dive rs ione s de l CarnavalL o s moccolett : .—L as cenas de los Pr incipe s .

—La famosa actri z Rache l en e l

teatro Val le .—E l Marqués d e Mi raflo re s me nombra Secre tario enFlorenci a

Pe sar conque dejo á Roma .

A mi regreso á Roma tuve bastantes ocupaciones en la

Embajada y sólo en el mes de O ctubre pude hacer una pé

queña ausencia para vis itar á los Príncipes Máximo en su

quinta de Arsoli . Hallase ésta situada en los confines delReino de Nápole s y la rodea un paisaj e bastante árido ;pero su j ardín es muy l indo . Pertenece al género que perfeccionó Le Notre y que armoniza tan bien con la arqu itectura de las quintas ital ianas y con el cielo de Italia . Además , yo sentía crecer por días la amistad que profesaba ála bella

'

y amable Princesa Jacinta,y bastaba que ella ha

b itase all í para que todo en aquel lugar me pareciese admirable .

Pero pronto me sacaron de aquel s itio encantador lasnoticias que llegaban de España y que me obligaban á ré

gre'

sar á Roma . La Reina Doña Isabel,no sólo se descom

ponía con Narváez,s ino que , á pretexto de darle una mi

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s ión diplomática, le enviaba al extranj ero . Brav o Murillotriunfaba al finy se disponía á reformar la Constituciónen sentido absoluti sta . Levantaba asimismo la bandera d elas economías , y con color de realizarlas , suprimía la Embaj ada de Roma y la reducía auna S imple Legación

,ha

ciendo así necesario el retiro de Martínez de la Rosa; de locual recibí muy gran disgusto , porque aquel Embajadorhabía llegado á ser—para mi no solamente un j efe , s ino también un maestro y un amigo .

Esa bandera de las economías es s iempre bien acogida

por el vulgo y merecería los aplausos de todos , s i lo s quela llevan es tuviesen de buena fe

,porque uno de los lucon

veni ente s d el'

s i stema l iberal es,como ya lo he indicado , el

d espilfarro de los gastos , y pocos hay en verdad más i nútiles que el de las Embajadas

,cuando se trata de naci ones

d e mediana grandeza . Nacen únicamente de un impulsode vanidad

,de una sugestión de la meg alomanía; pero en

realidad,para un país como España , alej ado por neces idad

y por conven i enciade las complicaciones europeas,el titu

lo de Embaj ador dado áa su s diplomático s , es por regla general como aquel de Mamamuch i que confi eren los com

parsas turcos al Burgués gentil hombre . Mas lo peor delcaso es que esos conatos de economías de Bravo Murillo ,y

d e alguno s otros Ministros posteriores , ni han podido sostenerse ni han sido en real idad otra cosa que un ardid inventado para engañar al inocente público

,puesto que h e

mo s visto que lo que ahorraban por un lado lo gastabanluego alegremente por otro . Es una astucia parecida á lapromesa d e

_qu itar cierto plato dete stable , llamado chan

faina,que solían hacer los frailesmás ambiciosos , cuando

pretendían ser elegidos guardianes , s in que"

ninguno se

cuidara lueg o de cumplirla .

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eso s divinos autores,qué diríai s de aquellas extrañas pá

radojas ! Veu i llot por su parte era polemista de granm erito ; pero maestro al mismo tiempo d e la más furibundai nvectiva . En cuanto á lo s Padres j esuítas

,enemigos anti

guos de las ideas l iberales , natural era que contribuyesentambién á reforzar las huestes reaccionarias . A l calor, pues ,de tantos hombres convencidos é ilustres

,el Santo Padre

,

que se hallaba naturalmente ansmso de recobrar, como

Papa, la aureola que había perd i do *como Príncipe , se s in

ti ó poseído de tal celo , que , recogiendo el guante"

de todossu s enemigos , condenó á la faz d e l mundo en var i as encí

clicas y en un Silabo publicados desde el año 49 al 56 nadamenos que ochenta herej ías . ¡Divinos ciel os ! ¿Cómo escapar al peligro d e incurrir en alguna? Porque lo abrazantodo : panteísmo

,racionalismo

,indiferenti smo

,la ciencia,

el gobierno,las leyes

,todo en fin. ¡Si digo , verb i grac ia,que

el Poder civil tiene derecho á examinar_ lo s documentos

que proceden de la Curia romana,herej ía ! ¡Si opino que el

Romano Pontífi ce podría entrar en pactos de conciliacióncon el liberalismo moderno , herej ía ! ¡S i sostengo que e s

necesario adoptar el principio de no intervención , también

herej ía ! Y lo más terrible es que aunque en la práctica sevean triunfantes muchas de ellas

,hasta en país es c atóli

cos,en teoría no está permitido defenderlas ; por cuya ra

zónme apresuro á seguir el consej o de Maese Pedro , y dejoeste argumento sin meterme en má s dibuj os .Precisamente tenía yo en Roma un pariente cercano ,

primo hermano de mi madre,el cual era je su i ta, y por lo

tanto no dej aba de contribuir con sus sermonci tos y con

sejos á mantenerme fi el á la Iglesia . Llamábase e l Padre

Ignacio Lerdo de Tej ada , y era nada menos que uno de lo s

cuatro asi stentes de la Orden . Vi s itábale yo algunas veces ,

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y él me expl icó en más de una ocasión la importancia ytranscendencia de las enc ícl icas

,y la neces idad que tiene

el” Papa de exponer de tiempo en tiempo la buena doctrina

en toda clase de materias , á fi n de que n i los fi eles la olvi

d enu i puedan alegar ignorancia acerca de ella . Y s i la prác

tica es muchas veces contraria á lo que el Romano Pontí

fi ce recomienda , todavía es útil recordar á Gobiernos y go

bernados cuál es e l camino que deberían seguir s i quierenevitar nuevas y más terrible s revoluciones .

Era un santo varón el tal Padre Ignacio , y además de

amone starme para que , á ejemplo de Santa Teresa, me ale

_grara sobre todo de ser hij o de la Iglesia, sol ía entrar también en las cues tiones de moral práctica y me manifestabas u pesar por verme seguir la carrera diplomática, la cual ,según él

,era más pel igro sa que otras

,porque trae consigo

una vida muy mundana . Parecía que adivinaba las exageraciones evangélicas de Tolstoi . Pero yo le contestaba conchistes que le hacían reir y le desarmaban . Dec íale , p or

e j emplo , que tampoco entre los militares se cuentan mu

chos confesores,á pesar de que ha hab ido mártires

,ni tam

poco hay muchos santos médico s n i comerciantes ; y en

cuantºá abogad os , no s e conoce más que uno , que es SanIvo , y ese , según una jocosa leyenda , sólo está en el cielo ,porque en todo él no se ha podido encontrar un alguaci lpara ponerle fuera .

Dominaba , pues , con mucha fuerza en aquellos t iempo se l espíritu reaccionario

,y los clérigos extranj eros

,cuyas

ideas eran á veces muy estrechas,querían reformarlo todo .

Hallaban mucho que criticar hasta en los mismos Prelados

romanos , de saprobando, entre otras co sas , que asi stieraná lo s saraos .y reuniones mundanas , y que llevasen todav íae l calzón corto

, comc los abates del siglo XVI I I . D i óle s

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o ído Pío IX,muy inclinado de suyo á la austeri dad de cos

tumbre s , y por su deseo claramente expresado empezaronCardenales y Monseñores á hacer una vida más retirada .

Llevábanlo, s in embargo , muy á mal casi tºdos , en atencióná qi1e , privados de la buena sociedad, no les quedaba másrecurso para pasar las noches que jugar á lo s naipes consus mayordomos . Y como lo natural vuelve s iempre

,aun

que se eche con cien lanzas,he sab ido después que apenas

falleció aquel Papa , volvieron poco á poco á dej arse ver entodas partes

,de lo cual hay

,en mi sentir

,que alegrarse

,

porque la verdad es que lo s salones de la'

alta sociedad romana son muy diferentes de los de París 6 Madrid, y nosolamente puéden lo s Cardenales y Monseñores frecuentarlos y adornarlos con su presencia s in ningún peligropara su reputación y dignidad

,s ino que adquieren en aque

llas serias y ari stocráticas reuniones esas nobles manerasy ese conocimiento del mundo que son más necesarios d elo que se cree para unos ecles iásticos , los cuales están d e st inados

,como ellos

,á manej ar grandes negocios y á elegir

6 ser elegidos Papas .

La censura del calzón corto era más j ustifi cada, por lo

cual no ofreció tanta di fi cultad la adopción del vestido talar

,luego que la recomendó Pío IX, s i bi en no dej arían de

sentirlo aquello s Cardenales , como Ugolini , -Rivarola y aun

el mismo Antonelli,que tenían cierta vanidad en sus bue

nas p iernas . Empezaron á usar el nuevo ropaj e lo s Prelados domésticos

,que forman la Corte papal , y poco á poco

lo adoptaron todos y desapareció finalmente aquel calzónde l siglo XVI I I que hace c ien

'

años no chocaba á nadie, porque lo llevaba todo el mundo

,pero que en mitad del si

glo X I X chocaba ya mucho , porque este siglo , s in ser menos vicio so que el anterior , tenía por inniode sta la exhibí

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París . Es más bullicioso que desordenado , más alegre que

sensual . Limitado á la extensión del Corso , redúce se á una

guerra de confi tes y cierta gragea de yeso , que llaman eo

ríánololos , desde los balcones á lo s coches y de unos y ºtros

al pueblo . Tiene por fundamento e l buen humor , y produce

nu regocij o tan contagioso , que he vi sto á muchas gentesformales empezar por hallarlo absurdo y acabar por tomar

parte en él,porque el hombre tiene siempre mucho de niño

y es bueno que as í sea . Personas de todas edades y condi

c iones corren allí de un lado á otro , cubiertas con un di s

fraz , y no era raro , en mi tiempo , que algunos abates degenio j ovi al se arriesgaran á hacer otro tanto . Cuentan. á

e ste prºpós i to una buena chanza usada por el famoso Papa

Lambertini , ó sea Benito X IV,cuando era simple abate . Di

cen,pues , que persuadió una vez á otro eclesiástico amigo

s uyo,el cual era—cura de Santa María del Popolo , á que se

pusiera un dominó y le acompañase al Corso en un día del

C arnaval . H ízolo as í aquél ; pero Lambertin i le había puesto en la espalda un papel con su nombre

,y leyéndolo luego

las otras máscaras empezaron todas á decir : Mira,m i ra

,.

ah í va el cura del Popolo, lo cual fué causa de gran apuro

p ara éste y de no poca risa para su travieso compañero .

Pero lo más notable en aquella diversión es el juego

de luces con que concluye todos los días al cerrar de lanoche . Cada cual toma en la mano una pequeña vela encendida , que llaman moccoletto

,y trata por todos los me

dio s pos ibles de apagar las de los demás y mantener siem

pre viva la suya . El bullir de las luces en aquella inmensamu lti tud causa un efecto mágico . Parece unmar agitado ,donde se reflej an en m i l puntos los rayos bri llantes dels ol . Asistía yo siempre aaquellas fie stas en un balcón de lPalacio de Piano

,al cual me convidaba

,como á otro s jó

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venes,la amable Duquesa , su propietaria . Estaba s ituado

en un entresuelo y en una esquina del Cºrso , de manera

qu e parecía hecho adrede para el Carnaval . Reuníanse

all í varias damas muy elegantes,tales como la Princesa

de Viano,la de Piombino , la hermosa Doña Teresa Chigi ,

casada con un Torlonia, la G raz ioli y la Capránica; y to

das mostraban la mayor alegría . Era, s in embargo , notable qu e á ,pesar de la l ibertad que trae consigo la guerrade confite s y más aun los mocco letti , no había allí que notarn i una palabra ni un gesto que no fuese enteramentecomo se debe . Y otro tanto puede dec irse de la lucha en

tablada en las calles ; porque el carácter italiano es desuyo moderado y el pueblo mismo no pasa casi nunca delo s términos de un franco y decente regocij o .

Había también durante el Carnaval magníficas cenasdadas por los Príncipe s de Doria, Piombino , Torlonia y

Borghese . A mi me convidaba siempre el de Piombino .

Eran muy divertidas , porque los concurrentes se d i stri

huían en mesitas de pocos cubiertos,en las cuales es más

fáci l la conversación y más comunicativa la alegría . Des

pués de la cena se bailaba un rato,y en la del martes so

l ían las muchachas atrasar las agu jas de todos los reloj esde sobrenfe sa, á fin de hacer durar la diversión hasta algo

entrado el miércoles de Ceniza .

Debería tamb ién decir aquí alguna cosa acerca de lo sbailes de máscara de Roma

,los cuales , durante el s iglo

pasadº, fueron tan célebres como los de la misma Venecia.

Pero además de que nunca me han gustado mucho las

máscaras,porque s iempre temo que detrás de una hermo

s a careta se oculte alguna coqueta ya viej a,debo también

decir que á mediados del siglo pasado se hallaban eso sbailes en todas las ciudades de Italia en una cons iderable

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decadencia . La revolución cau só su ruina . Las clases altas,

que en otro s ti empos animaban aquellas fiestas con supresencia

,huían ya del contacto de las más bajas

, por

miedo de alguna broma impertinente , y habían perdido elbuen humorcon las preocupaciones de la política . Bastales ahora el Carnaval al aire abierto ; no tienen ya aquella

indo lente indiferenc i a de otro s tiempos para mezclarsecon personas encubiertas y desconocidas en el entarimadode un teatro público . El baile de máscaras no está ya muyd e moda .

En el último Carnaval que pasé en Roma tuvimos all í

un verdadero regal o con la presencia en el Teatro Vallede la cél ebre actriz francesa Rachel

,la cual tuvo en la

primera m itad dél s iglºpasado la m i sma fama que anteshabían disfrutado sucesivamente en

.

su país la Champme s lé , laLecouvre ur y la Mars .Era una arti sta inimitable ,s ingularmente en la tragedia . Su cara

,s in ser hermosa

,

e ra expres iva, su voz armon i osa, su acción siempre apropiada y enérg ica . Pasaba con natural idad y rapidez de la

ternura al desdén,de la piedad al furor . Cuando le decía

al Príncipe musulmán : Baj as et, e'

coutez; j e sens que j e vous

a ime,su acento apas ionado movía á compasión. Cuando

convencida después de la indiferencia del Pri n01pe ,le

despedía con enoj o,pronunciando el famoso sortez, casi

insp iraba miedo . Sucedi óme con ella lo que me había sucedido ya con Rub ini ; la hallé superior á su misma reputación

,y aunque después heoído á otras actrices de mucho

mérito,n i nguna me ha agradado tanto ni me ha hecho

tanto efecto .

Pero, ¿qué acento lúgubre llega de repente á mi s oídos?

¡Ay ! creo que es el cuerno del viej o Silva, que viene á

sacarme del paraíso en que vivía . Cumpl ióse ya el t iempo

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s e más eminente , Narváez , Martínez de la Rosa , Pachecoy Bravo Murillo . D i stingu íanse entre los segundos , Istúríz

y Mirafl ores ;“

aquél representaba la—burguesía liberal mása dicta al trono ; éste la aristocracia más l iberal é ilustrada .

A I uno 6 al otro recurría á menudo la Reina Isabel , cuando qu ería dar una tregua á la animos idad de los partidos .

Era el Marqués un hombrecito pequeño,pero activo ,

de fi sonomía agradable,de modales tranquilo s, de carác

ter bondadoso y afable . Sabía poco d e letras humanas ,pero mucho de las cosas del mundo . Hablaba y escribíacon facili dad y tenía una fe grande en el s istema repre

sentativo . Ni le faltaba cierto buen sentido natural , cierta

gramáti ca parda con la cual solía despachar burlados álos que querían engañarle . Modelo de padres de familia,no se le conocía más defecto que una grande afi ción á labuena mesa

,hasta tal punto que habiendo ido más ade

lante como Embaj ador á Roma, dió pronto su dimisión ,porque el clima no le permitía comer todo aquello que erade su gusto . En todo lo demás era intachable, ¡y pluguies e

a l cielo que hub iéramos tenido muchos noble s tan ilustra

d os y tan celoso s como él en el servicio de su Reina y de

su patria ! Había tenido yo la honra de conocerle en Ma

dri d en casa del Marqués de Santa Cruz .

.y en la d e la Con

desa del Montij o y le debí siempre muy buena voluntad ;pero en la ocasión á que ahora aludo me hizo cambiar deres idencia s in ganar en categoría . Para dorarme la píldorame dij o que gozaría la ventaj a de tener una posición in

dependiente y casi igual á la de un Encargado de Nego

c i o s,en atención á que mi nuevo j efe , que era D . Gerardo

Souza,el cual debía desempeñar las dos Legaciones de

Parma y Florencia,estaría generalmente en la primera de

estas ciudades,mientras que yo res idiría solo en la segun

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da . Pero aunqu e esto e ra cierto,v i poco después que el

verdadero motivo de. mi traslado había s ido que el Mar

qués tenía el compromiso d e dar mi puesto en Roma pre

c i samente á aquel D . Esteban Azpeitia,á quien ayudé a.

sal ir de aquella ciudad,durante el s it io ; lo cual me probó

que la estrella de los neo - católi co s no se había ecl ipsad otodavía en Madrid

,porque Azpeitia

,en su cal idad de an

tigno Secretario del Cardenal Marco y hechura del reac

c ionario Castillo y A yensa ,era naturalmente persona g ra

ta á aquel partido .

Llegó,pues

,para m i la hora de dejar á Roma , donde

todo me agradaba y convenía,incluso su benigno clima

,

donde era yo aquello que le parecía tan raro al Príncipede Metternich

,un diplomáti co enteramente contento con

su suerte . Grande fué mi sentimiento , lo confieso . Las

bellas damas y los distinguidos caball ero s que componíanaquella sociedad me habían acogido de una manera tanamable

,que no pude desped irme de ello s , y mucho menos

de ellas,s in una emoción verdadera . Algún Palacio hubo ,

de donde salí tan conmovido y tan fuera de m i , que alatravesar sus salas espaciosas me parecía que hasta lasestatuas y los cuadros

,acostumbrados á verme , compren

d ían lo que yo sentía v tomaban parte enmi disgusto .

+ oi t