CUANDO PRADAENCONTRÓ A KOOLHAAS

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Una relación longeva en la moda es una excepción. La de Miuccia Prada y Rem Koolhaas daría para una larga antología de la pasión. Por David López Canales >

ace veinte años ya, casi de improviso, la dise-ñadora y empresaria italiana Miuccia Prada se presentó en Rotterdam en la sede de the Office for Metropolitan Architecture (OMA), el estudio de arquitectura que lidera su amigo

Rem Koolhaas. Aquel día le hizo una confesión que se converti-ría en una de las alianzas más imprevistas, atípicas y duraderas del mundo de la moda. “Estoy aburrida de todas mis tiendas. Haz algo”, añadió. Koolhaas, uno de los grandes arquitectos del mundo, y uno de los mayores teóricos de la arquitectura contemporánea, que ganaría el premio Pritzker pocos meses después, acababa de re-cibir así uno de los encargos más insólitos de su carrera. En OMA nunca habían diseñado una tienda, le dijo a Prada. Pero lo estu-diarían. Tres meses después le presentaron un trabajo teórico que establecía un concepto del lujo que paradójicamente no consistía en comprar, sino en no tener ningún tipo de presión para hacerlo. Y un desarrollo práctico que establecía que las tiendas no debían ser tiendas, sino espacios vivos, cambiantes, como una galería, en las que hubiera más actividades además de los productos de Prada.

Aquel fue el comienzo del noviazgo entre Prada y OMA. Pero también el origen de AMO, el think tank del estudio, como lo de-nominan allí, la división que empezaron entonces a crear. “Cuando hacemos un edificio, desde el primer dibujo hasta que se construye, pasan diez años. Tiene otro ritmo. Queremos que sea un espejo del estudio. Se trata de aplicar el pensamiento arquitectónico fue-ra de la arquitectura. Todo lo que no sea uno de esos edificios es territorio de AMO”, lo explica Samir Bantal, su director. “Y eso puede ser desde un libro, un proyecto de identidad para la Unión Europea, como ya hicimos, un concesionario de coches... hasta una pasarela de moda”.

La colaboración entre Prada y the Office tiene un punto cul-minante: la Fundación Prada. El estudio de Koolhaas firma la remodelación y ampliación recientemente completada del edi-ficio histórico que ocupa en Milán. Como lo explican en la sede de Rotterdam de OMA, la Fundación es “el legado” de Prada en Italia y Europa y su transformación duró más de una década. Pero este es un trabajo normal para Koolhaas. Los atípicos son el resto, aquellos que durante estas dos décadas han desarrollado para las

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Miuccia estaba aburrida de sus tiendas y Rem Koolhaas creó un nuevo concepto para ella. Este escaparate en Nueva York resultó ser un buen ejemplo de lo que vendría después.

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firmas de la compañía: Prada y Miu Miu. Sobre todo, las pasarelas que diseñan para sus colecciones desde 2004. “Todo el trabajo proviene de una relación muy personal entre Rem y Miuccia. De la misma manera que él es una especie de antiarquitecto, un arquitecto que mira mucho más allá de la arquitectura, ella es una persona simi-lar y va también más allá de la moda”, cuenta Ippolito Pestellini, uno de los nueve socios de OMA entre los que se divide el liderazgo del estudio, y responsable de los proyectos con Prada. “La colaboración se basa en un formato de teatro, de represen-tación. Nosotros proveemos el contexto y ellos los personajes”, continúa.

Cada año, tres meses antes de que se celebre alguna de esas pasarelas donde la fir-ma italiana presenta sus nuevas propuestas, los arquitectos de AMO se reúnen en Milán con Prada y con Fabio Zambernardi, diseñador de la casa. Sin siquiera haber visto la colección, que no conocerán, de hecho, hasta el día del desfile, les llevan una decena de ideas para jugar con ellas en la creación de esas pasarelas. Es un trabajo de igual a igual. No hay encargo previo ni directrices. AMO propone lo que quiere ha-cer, los conceptos con los que quiere jugar y trabajar. Juntos debaten y deciden. “Esos conceptos pueden ser algo muy arquitectónico o referencias más vagas y ligeras, una película de Fellini o de Almodóvar o incluso la observación sobre una nueva sub-cultura digital emergente. Hemos discutido sobre arte post-Internet, sobre la crisis económica, sobre las redes sociales y sobre cómo ha cambiado nuestra relación con el mundo y con otras personas”, explica Pestellini.

AMO busca forzar las fronteras de la moda. Convertir una pasarela, una línea recta por la que desfilan las modelos, en un espacio diferente. Así, inspirados por el cuadro del siglo XVII Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, de Francisco Rizi, han convertido una pasarela en uno de aquellos tribunales de la Inquisición como FO

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Miuccia y Koolhaas, en la inauguración de la Fondazione Prada de Milán, en 2015. Arriba, la exposición ‘Waist Down’ desarrollada en el interior del Transformador de Prada.

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el que representa este óleo que se exhibe en el Museo del Prado. O han construido en el estudio uno de sus trabajos más simbólicos, un palacio de falso mármol azul que dividía el espacio interior. Aquello era “disfuncional”, como reconocen, porque complicaba incluso ver la colección, pero rompían así los límites establecidos.

En algunas ocasiones, incluso, la propuesta de AMO ha hecho un viaje de ida y vuelta, y ha acabado incorporada a la colección. Así sucedió con las ilustracio-nes de Robert McGinnis convertidas en pósteres que colgaban de las paredes de la casa que crearon como escenario de una pasarela y que terminaron convertidas en una colección de camisetas. O el año pasado con los logos de neón que colocaron alrededor de la pasarela y se adaptaban a los diseños. También en 2018 la alianza entre ambos amigos tuvo otro punto culminante cuando Koolhaas diseñó un bol-so-mochila para una colección especial de Prada.

“Nosotros aprendemos de Prada sobre la velocidad, porque la moda es rápida. Y ellos de nosotros sobre el espacio o los materiales. Normalmente los arquitectos somos ex-tremadamente lentos. Es una industria que no se adapta al mundo. Y Prada nos pidió que fuéramos rápidos, más brutales y creativos de lo que nuestra disciplina suele ser”, resume Pestellini. “Nos movemos con una idea muy clara de arquitectura. Porque somos arquitectos. No sabemos de moda. De hecho, ni siquiera tendría que intere-sarnos si no queremos”, lo completa Giacomo Ardesio, uno de los jóvenes arquitectos del equipo de Pestellini. Ardesio me muestra algunos de los trabajos de los últimos años, colgados en las paredes de la sede de OMA en Rotterdam. Mientras lo hace le pregunto con qué tipo de pareja compararía la que forman hoy OMA y Prada. “Pues le diría que es como un matrimonio mayor. Pensando lo cortos que son los ciclos de la moda, veinte años juntos tiene que significar algo importante, ¿no?”. n

Puede que en Rotterdam no haya canales ni buenos quesos, pero están los holandeses inventando el futuro. Y eso es más que suficiente.

Detrás del Palacio Gyeonghui en Corea del Sur emerge El Transformador de Prada, creado por Koolhaas, un edificio mutante en forma de tetraedro. Cuando es una pasarela es un hexágono, si es una sala de arte es un círculo y si es un teatro adquiere la forma de un rectángulo. A la izquierda, la rotación final del Transformador. Abajo, la torre de la Fondazione Prada en Milán.

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