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LA RUEDA DEL TIEMPO - 2 EL DESPERTAR DE LOS HEROES Robert Jorda

EL DESPERTAR DE LOS HEROES - mercaba.org contemporánea... · En la Sombra El hombre que se autodenominaba Bors, ... bajo la máscara de seda negra que le cubría el rostro, una máscara

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  • LA RUEDA DEL TIEMPO - 2

    EL DESPERTAR DE LOS HEROES

    Robert Jorda

  • Este libro est dedicado a Lucinda Culpin, Al Dempsey, Tom Doherty, Susan England,

    Dick Gallen, John Jarrold, los Johnson City Boys (Mike Leslie, Kenneth Loveless, James

    D. Lund, Paul R. Robinson), Karl Lundgren, los Montana Gang (Eldon Carter, Ray

    Grenfeli, Ken Miller, Rod Moore, Dick Schmidt, Ray Sessions, Ed Wildey, Mike Wildey y

    Sherman Williams), William McDougal, Louisa Cheves, Popham Rabul, Ted y Sydney

    Rigney, Bryan y Sharon Webb y Heather Wood.

    Todos ellos acudieron en mi ayuda cuando Dios camin sobre las aguas y el

    verdadero Ojo del Mundo pas por encima de mi casa.

    Robert Jordan

    Charlestn

    Febrero de 1990

  • Y llegar a acaecer que lo que los hombres han

    construido se har pedazos y la Sombra se cernir sobre el

    Entramado de las Eras, y el Oscuro abatir de nuevo su

    mano sobre el mundo humano. Las mujeres sollozarn y

    los hombres se arredrarn cuando la tierra se desgarre

    como una tela gastada. Nada permanecer en

    pie ni nada perdurar...

    Pero habr uno que nacer para enfrentarse a la

    Sombra, nacer como naci antes y nacer otra vez, en el

    correr del tiempo infinito. El Dragn renacer, y habr

    gemidos y rechinar de dientes en la hora de su renacer.

    Con sayales y cenizas vestir a la gente y con su venida

    volver a desmembrarse el mundo y romper todas las

    ataduras y vnculos. Como el alba desencadenada nos

    cegar y quemar, y, sin embargo, ser el Dragn

    Renacido quien pelee con la Sombra en la ltima Batalla

    y ser su sangre la que nos traer la Luz. Derramad

    vuestras lgrimas, oh pueblos del mundo. Llorad

    por vuestra salvacin.

    Del Ciclo Kareathon,

    Las Profecas del Dragn,

    segn traduccin de Ellaine Marise'idin Alshinn, Gran

    Bibliotecaria de la Corte de Arafell, realizada en Ao

    de Gracia 231 de la Nueva Era, en la Tercera Edad.

  • En la Sombra

    El hombre que se autodenominaba Bors, al menos en aquel lugar, esboz una sonrisa

    despreciativa al advertir los quedos murmullos que recorran la abovedada estancia,

    similares al parloteo atropellado de los gansos. Su mueca qued oculta, sin embargo,

    bajo la mscara de seda negra que le cubra el rostro, una mscara idntica a la que

    velaba el centenar de caras presentes en la sala y el centenar de pares de ojos que

    trataban de percibir lo que se extenda ante ellos.

    A primera vista, hubirase dicho que aquella enorme habitacin perteneca a un

    palacio, con sus altas chimeneas de mrmol, sus lmparas doradas, que colgaban de un

    techo en forma de cpula, sus abigarrados tapices e intrincados diseos en el mosaico

    del suelo. Aqulla era, no obstante, la primera sensacin, pues si uno se detena a

    examinar con ms atencin descubra inslitos detalles. Las gruesas llamas que

    danzaban en los hogares no despedan ningn calor. Las paredes que tapaban las

    colgaduras, y los techos, situados a una altura muy superior a la de las lmparas, eran de

    tosca piedra casi negra. No haba ventanas y slo se advertan dos puertas, una a cada

    extremo de la estancia. Era como si alguien hubiera intentado imitar el aspecto de una

    sala de recepcin de un palacio pero sin preocuparse ms que en algunos rasgos

    esenciales.

    El hombre que se autodenominaba Bors ignoraba el sitio donde estaba ubicada

    aquella habitacin y no crea que los dems estuvieran mejor informados que l. En

    realidad no le agradaba plantearse preguntas acerca del lugar donde poda hallarse. Ya

    era suficiente con que lo hubieran citado all. Tampoco le gustaba pensar en aquello,

    pero, a pesar de la naturaleza de aquella reunin, haba aceptado asistir a ella.

    Movi su capa, congratulndose de que los fuegos estuvieran fros, pues de lo

    contrario hubiera hecho demasiado calor para llevar puesta la prenda de lana negra que

    lo arropaba de pies a cabeza. Todos sus ropajes eran negros. Los amplios pliegues de la

    capa encubran los hombros que encorvaba para disimular su altura y alimentaban la

  • confusin acerca del verdadero tamao de su cuerpo. No era l el nico de los presentes

    en ir tan cubierto.

    Contempl en silencio a sus compaeros. La paciencia haba sido una constante a lo

    largo de la mayor parte de su vida. Si aguardaba y observaba durante el tiempo

    suficiente, siempre haba alguien que indefectiblemente cometa un error. Seguramente la

    mayora de hombres y mujeres reunidos all profesaran la misma filosofa; miraban y

    escuchaban en silencio a quienes deban hablar. Algunas personas no eran capaces de

    soportar la espera ni el silencio y acababan revelando ms de lo que ellos mismos tenan

    conciencia.

    Esbeltos y jvenes criados de cabellos dorados circulaban entre los invitados,

    ofreciendo vino con una reverencia y una sonrisa. Doncellas y muchachos llevaban

    indistintamente ceidos pantalones blancos y blancas camisas de holgados faldones. Y

    varones y hembras por igual se movan con una gracia impecable. Cada uno de ellos

    pareca una imagen calcada de los dems, en la cual la belleza de los chicos no

    desmereca en nada la hermosura de las doncellas. Dudaba de su capacidad de distinguir

    uno de otro, y ello a pesar de ser persona que distingua y retena los rostros con

    facilidad.

    Una sonriente muchacha le acerc una bandeja con copas de cristal. Tom una,

    resuelto a no beber su contenido; tal vez seria interpretado como una muestra de recelo

    o algo peor, lo cual poda tener consecuencias mortales all que la rehusara de plano,

    pero quin saba lo que podan agregar a una bebida? Estaba seguro de que algunos de

    sus acompaantes no tendran inconveniente en ver menguar el nmero de sus rivales en

    el acceso al poder.

    Se pregunt distradamente si se desharan de los sirvientes despus de la reunin.

    Los sirvientes lo oyen todo. Cuando la criada se irgui tras inclinarse cortsmente, mir

    aquellos ojos que se revelaban sobre su dulce sonrisa: ojos inexpresivos y vacos, los

    ojos de una mueca, ms apagados que la propia muerte.

    Se estremeci mientras la muchacha se alejaba con grciles movimientos y se llev la

    copa a los labios antes de recobrar el aplomo. Lo que le horrorizaba no era lo que haban

    hecho con la joven, sino la comprobacin de que, en cada ocasin que crea detectar

    alguna debilidad en sus amos actuales, notaba como si se le hubieran adelantado,

    atajando la supuesta debilidad con una ruda precisin que lo suma en la perplejidad. Y

    en la preocupacin. La primera norma de su vida haba sido siempre buscar los puntos

    flacos, pues cada uno de ellos era un resquicio que le permita tantear, obtener

  • informacin y adquirir mayor influencia. Si sus amos actuales, sus amos del momento,

    posean vigor equiparable en todos los flancos...

    Frunciendo el entrecejo tras la mscara, examin a sus compaeros. Al menos en

    stos adverta mltiples seales de debilidad. Su nerviosismo los traicionaba, incluso a

    aquellos que tenan el suficiente juicio como para mantenerse callados. Una rigidez en la

    apostura de uno, una torpeza en la manera de sostener las faldas de otra.

    Ms de una cuarta parte de ellos, segn sus estimaciones, no se haba preocupado en

    disfrazarse ms que con la mscara. Su atuendo mostraba claros indicios de su

    identidad. Una mujer situada de pie ante un tapiz de tonos dorados y carmes hablaba en

    voz baja con alguien, cuyo sexo le era imposible determinar, tapado con capa y capucha

    grises. Era evidente que haba escogido aquel lugar para que sus ropajes resaltaran con

    ms fuerza sobre los colores de la colgadura. Resultaba doblemente insensato atraer la

    atencin sobre s, dado que su vestido escarlata, de generoso escote y dobladillo

    elevado, que dejaba visibles unos escarpines dorados, denunciaba su procedencia illiana

    y su condicin de seora adinerada, de noble estirpe tal vez.

    A poca distancia de la illiana, haba otra mujer, sola y admirablemente silenciosa. Con

    un cuello de cisne y una lustrosa melena negra cuyas ondulaciones le llegaban hasta la

    cintura, daba la espalda a la pared de piedra, observndolo todo. No haba nerviosismo

    all, sino un sereno dominio de s. Aquello era, en efecto, muy loable, pero su piel cobriza

    y su traje largo de color crema, que no dejaba al descubierto ms que sus manos, ceido

    y de tela apenas opaca que insinuaba sus formas sin revelarlas era una marca patente de

    su pertenencia a la alta aristocracia de Arad Doman. Y, a menos que el hombre que se

    haca llamar Bors anduviera totalmente desencaminado en sus suposiciones, el macizo

    brazalete de oro que luca en su mueca izquierda tena grabadas las enseas de su

    casa. Sin duda, haba de ser de su propia familia; ningn domani de alta alcurnia seria

    capaz de doblegar su orgullo llevando las insignias de otra casa. Aquella ostentacin era

    una absoluta temeridad.

    Un hombre vestido con una chaqueta shienariana de cuello alto y tonalidad azul cielo

    pas ante l dedicndole una recelosa mirada que lo recorri de pies a cabeza. Su porte

    lo identificaba como soldado, y la postura de sus hombros, su manera de mirar sin posar

    la vista ms de unos instantes en un lugar, y su mano, aparentemente dispuesta a

    empuar rpidamente una espada que no llevaba en el cinto, no hacan ms que

    corroborar tal apreciacin. El shienariano apenas desperdici un minuto en el hombre que

    se autodenominaba Bors; sus hombros encorvados no expresaban ninguna amenaza.

  • El individuo que se haca llamar Bors esboz una mueca de desdn mientras el

    shienariano prosegua su camino, con la mano derecha cerrada en un puo y los ojos

    escrutando a alguien ms para detectar su peligrosidad. l era capaz de

    desenmascararlos a todos, desde su clase social a su pas de origen. Mercaderes y

    guerreros, plebeyos y nobles. De Kandor y Cairhien, Saldaea y Ghealdan: de cada una

    de las naciones y de casi todos los pueblos existentes. Arrug la nariz, presa de una

    sbita aversin. Incluso haba un gitano, ataviado con pantalones de color verde chilln y

    una escandalosa chaqueta amarilla. Llegado el Da, podremos prescindir de sos.

    Los que disimulaban conscientemente su apariencia no salan, en la mayora de los

    casos, mejor parados, a pesar de ir envueltos en capas y telas. Advirti, bajo el borde de

    una tnica oscura, las botas adornadas con plata de un gran seor de Tear, y, bajo otra,

    la imagen fugaz de unas espuelas con la cabeza dorada de un len, que nicamente

    utilizaban los oficiales de alto rango de la guardia de la reina de Andor. Un sujeto esbelto,

    cuya delgadez era patente bajo su hbito negro que barra el suelo y una annima capa

    gris abrochada con un anodino broche de plata, escudriaba desde las sombras de su

    profunda capucha. Aqul poda ser cualquiera, proceder de cualquier pas.... salvo por la

    estrella de seis puntas tatuada entre el pulgar y el ndice de su mano derecha. Por

    consiguiente era un Marino y una mirada a su mano izquierda proclamara las marcas de

    su clan y estirpe. El hombre que se autodenominaba Bors no se molest en tratar de

    averiguar cules eran.

    De pronto entrecerr los ojos, fijndolos en una mujer rebujada en negro, que no

    mostraba ms que los dedos. En su mano derecha haba un anillo con la forma de una

    serpiente que se morda la cola. Aes Sedai o, como mnimo, una mujer que haba recibido

    las enseanzas de las Aes Sedai en Tar Valon. Nadie ms llevara tal joya. Para l,

    ambas cosas se reducan a lo mismo. Apart la mirada de ella antes de que notara que la

    observaba y casi de inmediato distingui otra mujer completamente arropada en negro

    que tambin luca el anillo con la Gran Serpiente. Las dos brujas no daban muestras de

    conocerse entre s. En la Torre Blanca se sentaban como araas en medio de una

    telaraa, tendiendo los hilos en los que danzaran reyes y reinas, entrometindose en

    asuntos ajenos. Malditas sean hasta la eternidad! Cay en la cuenta de que estaban

    rechinndole los dientes. Si el nmero de adeptos haba de disminuir y en efecto, as

    deba suceder antes del Da, haba ciertos elementos cuya desaparicin sera an ms

    ansiada que la de los gitanos.

  • Son un tintineo, compuesto de una sola nota vacilante que, procedente a un tiempo

    de todas direcciones, ataj bruscamente cualquier otro ruido con la precisin del filo de un

    cuchillo.

    Las imponentes puertas del fondo de la sala se abrieron, para dar paso a dos trollocs

    con mallas negras que les llegaban hasta las rodillas, decoradas con pas. Todos los

    presentes, incluso el hombre que se haca llamar Bors, retrocedieron.

    Con una estatura que superaba en uno o dos palmos a la de los ms altos hombres

    congregados all, eran una repulsiva mezcolanza de hombre y animal, con unas caras

    deformes y alteradas. Uno tena un macizo y acerado pico en lugar de boca, y plumas

    donde debera haberle crecido el cabello. El otro caminaba sobre pezuas, su cara

    terminaba en un prominente y peludo hocico y en su cabeza despuntaban unos cuernos

    de cabra.

    Haciendo caso omiso de los humanos, los trollocs se volvieron hacia la puerta y

    realizaron una profunda reverencia, en actitud servil y acobardada. Las plumas de uno de

    ellos se irguieron formando una enhiesta cresta.

    Cuando un Myrddraal avanz entre ellos, se postraron de rodillas. ste iba ataviado

    con unas prendas negras cuya intensidad haca aparecer, por contraste, claras las mallas

    de los trollocs y las mscaras de los humanos. Su atuendo se mantena inalterable, sin

    una arruga, mientras se mova con la agilidad de una vbora.

    El hombre que se autodenominaba Bors not cmo los labios se le separaban para

    esbozar un rictus, el cual reflejaba en parte una amenaza y por otra un temor, que le

    avergonzaba confesarse incluso a s mismo. El Fado tena al descubierto su plida faz de

    hombre, carente de ojos y con la lisura de un huevo, semejante a un gusano.

    El terso semblante blanco gir, al parecer mirndolos a todos, uno por uno. Un visible

    escalofro los recorri bajo el peso de aquella mirada en la que no mediaban ojos. Sus

    finos y exanges labios se arquearon en una especie de sonrisa al tiempo que los

    personajes enmascarados intentaban retroceder para fundirse entre la multitud y evitar

    as aquel escrutinio. La mirada del Myrddraal los hizo desplegarse formando un

    semicrculo encarado haca la puerta.

    El hombre que se haca llamar Bors trag saliva. Llegar un da, Semihombre,

    cuando el Gran Seor de la Oscuridad llegue de nuevo, en que elegir a sus Nuevos

    Seores del Espanto y t te humillars ante ellos. Te humillars ante los hombres. Ante

    m! Por qu no dices nada? Deja de mirarme y habla!

  • Vuestro amo va a entrar. La rasposa voz del Myrddraal recordaba el sonido de

    una piel seca de serpiente restregada Postraos boca abajo, gusanos! Arrastraos, no

    sea que su relumbre os ciegue y os queme!

    El individuo que responda al nombre de Bors se sinti rebosar de rabia, tanto por el

    tono empleado como por las palabras pronunciadas, pero entonces el aire suspendido

    sobre el Myrddraal comenz a brillar y ello suprimi sbitamente su acceso de furia. No

    es posible! No es posible que ...! Los trollocs ya se haban pegado al suelo como si

    quisieran esconderse en l.

    Sin aguardar a ver si los dems se movan, el supuesto Bors se postr con el rostro

    inclinado, gruendo al golpearse contra la piedra. A sus labios afluyeron las palabras de

    un encantamiento para prevenir el peligro el encantamiento era una pobre defensa

    contra lo que tema y oy un centenar de voces, jadeantes a causa del miedo, que lo

    acompaaban murmurando la misma frmula.

    El Gran Seor de la Oscuridad es mi seor y yo lo sirvo de todo corazn hasta la

    ltima fibra de mi alma. En lo ms recndito de su mente oa una voz empavorecida.

    El Oscuro y todos los Renegados estn confinados ... Estremecindose, la silenci.

    Haca mucho tiempo que haba dejado de escuchar aquella voz He aqu que mi seor

    es el Seor de la Muerte. Sin pedirle nada lo sirvo en espera del Da de su Advenimiento

    y, sin embargo, lo sirvo con la firme confianza de la vida eterna. ... confinados en

    Shayol Ghul, encerrados por el Creador en el momento de la creacin. No, ahora me

    hallo al servicio de un amo distinto Sin duda los fieles sern exaltados en la tierra,

    exaltados sobre los paganos, elevados por encima de tronos, pero yo sirvo humildemente

    en espera del Da de su Advenimiento. La mano del Creador nos resguarda a todos y

    la Luz nos protege de la Sombra. No, no! Un amo distinto. Se acerca veloz el Da del

    Retorno. Se aproxima veloz el Gran Seor de la Oscuridad para guiarnos y gobernar el

    mundo por los siglos de los siglos.

    El hombre que se haca llamar Bors finaliz su profesin de fe sin resuello, como si

    hubiera corrido diez kilmetros. El sonido de la respiracin trabajosa de los dems le

    indic que stos se encontraban en similar estado.

    Levantaos. Levantaos todos.

    Aquella voz meliflua lo tom por sorpresa. Era evidente que ninguno de sus

    compaeros, tumbados boca abajo con sus enmascarados rostros pegados a las

    baldosas, habra osado hablar, pero aqulla no era la voz que esperaba en... Con

    cautela, irgui levemente la cabeza para mirar con un ojo.

  • La figura de un hombre flotaba en el aire por encima del Myrddraal, con una tnica del

    color rojo de la sangre cuyo borde mediaba un palmo de la cabeza del Semihombre. La

    mscara del rostro tena tambin el mismo tono sanguinolento. Era factible que el Gran

    Seor de la Oscuridad se personara ante ellos como un hombre? Y enmascarado

    adems? El Myrddraal, con la mirada llena de terror, temblaba y casi doblegaba el cuerpo

    bajo la sombra de la figura. El hombre autodenominado Bors se afanaba en hallar una

    respuesta que su mente pudiera albergar sin estallar. Uno de los Renegados, tal vez.

    Aquel pensamiento era menos angustiante. Aun as, el hecho de que uno de los

    Renegados estuviera libre representaba que el da del retorno del Oscuro se encontraba

    prximo. Los Renegados, treinta de los ms destacados poseedores del Poder nico en

    una era plagada de potentes esgrimidores, haban sido encarcelados en Shayol Ghul

    junto con el Oscuro, apresados por unos sellos creados por Lews Therin y los Cien

    Compaeros, que los mantenan desterrados del mundo de los hombres. El contraataque

    producido por aquella accin haba contaminado la parte masculina de la Fuente

    Verdadera; y todos los varones Aes Sedai, aquellos malditos esgrimidores del Poder,

    enloquecieron y desmembraron el mundo, lo hicieron aicos como una taza de cermica

    aplastada contra las rocas, y pusieron as fin a la Era de Leyenda antes de morir,

    descomponindose an en vida. Una muerte adecuada para Aes Sedai, a su juicio.

    Demasiado benigna para ellos. Su nico pesar era que las mujeres no se hubieran visto

    afectadas por igual suerte.

    Lenta y dolorosamente, se esforz por ahuyentar el pnico de su mente, por confinarlo

    en lo ms recndito y retenerlo all a pesar de sus forcejeos por salir a la luz. Era todo

    cuanto poda hacer. Ninguno de los que estaban postrados en el suelo se haba

    incorporado y slo unos cuantos se haban atrevido a levantar la cabeza.

    Levantaos. La voz de la figura enmascarada de rojo son como un restallido esta

    vez. Gesticul con ambas manos De pie!

    El hombre que responda al nombre de Bors se enderez con torpeza, pero vacil

    cuando ya estaba casi erguido. Aquellas manos estaban horriblemente quemadas,

    cuarteadas por negras fisuras entre las que se perciba una carne al vivo tan rojiza como

    los ropajes que vesta aquel personaje. Acaso el Oscuro aparecera de aquella

    manera? 0 incluso uno de los Renegados? Los orificios visuales de aquella mscara

    de color sangre lo recorrieron lentamente y l se apresur a terminar de incorporarse.

    Tena la impresin de que de aquella mirada emanaba el mismo calor de un horno

    abierto.

  • Los dems obedecieron a la orden tan desmaada y temerosamente como l. Cuando

    todos se encontraron de pie, la figura flotante tom la palabra.

    Se me han otorgado muchos nombres, pero vosotros me conoceris por el de

    Ba'alzemon.

    El hombre que se haca llamar Bors apret los dientes para evitar que le

    castaetearan. Ba'alzemon. En la lengua de los trollocs, significaba Corazn de la

    Oscuridad, e incluso los infieles saban que se era el nombre trolloc para designar al

    Gran Seor de la Oscuridad, Aquel Cuyo Nombre No Debe Pronunciarse. No era su

    verdadero nombre, Shai'tan, pero aun as pesaba sobre l una prohibicin. Entre los

    congregados all y otras personas de sus mismas tendencias, era una blasfemia mancillar

    cualquiera de las dos designaciones con la lengua humana. Su aliento silbaba al

    atravesar las ventanas de su nariz y a su alrededor escuchaba a otros que jadeaban tras

    las mscaras. Los criados haban desaparecido, al igual que los trollocs, aun cuando l

    no los hubiera visto marcharse.

    El lugar donde os hallis se encuentra a la sombra de Shayol Ghul. Al or aquella

    afirmacin, ms de uno exhal un lamento; el hombre que se autodenominaba Bors no

    estaba seguro de si l no haba gemido tambin. Ba'alzemon incorpor a su voz un matiz

    de algo muy similar a la burla mientras extenda los brazos No temis, pues el da de la

    ascensin de vuestro amo sobre el mundo est a nuestro alcance. El Da del Retorno se

    acerca. No os lo indica el hecho de que yo est aqu, a la vista de vosotros, los

    privilegiados entre vuestros hermanos y hermanas? Pronto se quebrarn la Rueda del

    Tiempo. Pronto la Gran Serpiente perecer y con el poder de su muerte, de la muerte del

    propio Tiempo, vuestro amo rehar el mundo a su imagen para que perdure durante esta

    era y todas las eras venideras. Y aquellos que me sirven, fiel y diligentemente, se

    sentarn a mis pies sobre las estrellas del cielo y gobernarn para siempre el mundo de

    los hombres. As lo he prometido y as ser a perpetuidad. Viviris y gobernaris

    eternamente.

    Un murmullo de expectacin recorri a los presentes y algunos dieron incluso un paso

    adelante, en direccin a la flotante figura de color carmes, con la mirada perdida,

    embelesados. El propio hombre que se autodenominaba Bors sinti el arrebato de

    aquella promesa, la misma promesa por la que haba vendido su alma un centenar de

    veces.

    El Da del Retorno se aproxima reiter Ba'alzemon, pero queda mucho por

    hacer. Mucho por hacer.

  • El aire que ocupaba el lado izquierdo de Ba'alzemon comenz a brillar y a solidificarse

    y entonces apareci all la figura de un joven, apenas algo ms bajo que Ba'alzemon. El

    hombre que se haca llamar Bors no acababa de determinar si era un ente vivo o no.

    Pareca un muchacho campesino, a juzgar por su vestimenta, con un pcaro brillo en los

    ojos marrones y el esbozo de una sonrisa en los labios, como si rememorara o planeara

    una broma. Su cuerpo pareca tibio, pero el pecho no se mova con el comps de la

    respiracin y los ojos no pestaeaban.

    A la derecha de Ba'alzemon el aire onde como agitado por el calor y una segunda

    imagen vestida con atuendos campesinos se materializ un poco ms abajo de

    Ba'alzemon. Era un joven con el pelo rizado, tan musculoso como un herrero, con un

    detalle curioso: un hacha de guerra penda a su costado, una gran media luna de acero

    equilibrada por un grueso pico. El autodenominado Bors se inclin de improviso hacia

    adelante, acusando una sorpresa an mayor: el joven tena ojos amarillos.

    Por tercera vez el aire se solidific, adoptando la forma de un joven, esta vez

    directamente bajo los ojos de Ba'alzemon, casi a sus pies. Era un chico alto, con ojos que

    tan pronto se vean grises como azules segn las fluctuaciones de la luz, y el cabello

    rojizo oscuro; otro pueblerino o granjero. El hombre que se haca llamar Bors emiti una

    exhalacin. ste tambin tena algo fuera de lo comn, si bien se preguntaba por qu

    motivo haba de esperar que algo fuera ordinario en aquel lugar. De la cintura de la figura

    penda una espada, una espada con una garza de bronce en la vaina y otra en la larga

    empuadura. Un muchacho de pueblo con una espada con la marca de la garza?

    Imposible! Qu puede significar? Y un chico con ojos amarillos? Advirti cmo el

    Myrddraal observaba a las figuras, trmulo; y, a menos que se equivocara en su

    apreciacin, su temblor ya no responda al miedo sino al odio.

    Un tenso silencio se haba adueado de la sala, un silencio que Ba'alzemon dej

    prolongar antes de volver a hablar.

    Hay ahora uno que camina por el mundo, uno que fue y ser, pero que todava no

    es, el Dragn.

    Los oyentes emitieron un murmullo de asombro.

    El Dragn Renacido! Debemos darle muerte, Gran Seor? inquiri el

    shienariano, llevndose ansiosamente la mano al lugar donde debera haber estado

    prendida su espada.

    Tal vez s repuso simplemente Ba'alzemon. Y tal vez no. Quiz sea posible

    desviarlo para que me sea de utilidad. Tarde o temprano as ser, en esta era o en otra.

  • El hombre autodenominado Bors parpade. En esta era o en otra? Crea que el Da

    del Retorno se hallaba prximo. Qu me importa a m lo que ocurra en otra era si

    envejezco y muero esperando en sta? Pero Ba'alzemon estaba hablando de nuevo.

    Ya se est formando un recodo en el Entramado, con mltiples puntos en los que

    aquel que se convertir en el Dragn puede pasar a estar a mi servicio. Debe

    convertirse! Ser mejor que me sirva en vida que despus de perecer, pero, vivo o

    muerto, debe servirme y lo har! A estos tres debis conocerlos, pues cada uno de ellos

    es un hilo del Entramado que yo tengo previsto tejer y a vosotros os corresponder

    encargaros de situarlos como yo ordene. Examinadlos bien para que podis

    reconocerlos.

    De sbito se hizo un completo silencio. El hombre que se haca llamar Bors se movi

    con inquietud y vio a otros que tambin hacan lo mismo. Todos menos la mujer illiana,

    advirti. Con las manos extendidas sobre su escote como si quisiera cubrir las redondas

    carnes que mostraba, los ojos desorbitados, medio amedrentados y medio en xtasis,

    asenta vigorosamente como si tuviera un interlocutor frente a ella. En ocasiones pareca

    dar una respuesta, pero el supuesto Bors no oy ni una palabra. De repente se arque

    hacia atrs, temblando y con los pies de puntillas. No alcanzaba a comprender cmo no

    caa, a menos que algo invisible la sostuviera. Despus, tan de improviso como antes,

    volvi a apoyar los pies y asinti de nuevo, realizando una reverencia, estremecida.

    Cuando todava estaba incorporndose, una de las mujeres que llevaba un anillo con la

    Gran Serpiente dio un respingo y comenz a realizar gestos afirmativos.

    De modo que cada uno de nosotros escucha sus propias instrucciones y nadie oye

    las de los dems. El hombre que se autodenominaba Bors murmur presa de

    frustracin. Si supiera al menos lo que le ordenaban a uno de los otros, podra utilizar

    aquella informacin para cobrar ventaja, pero de aquella manera... Aguard con

    impaciencia a que llegara su turno, conservando la suficiente compostura como para

    mantenerse erguido.

    Uno a uno los presentes iban recibiendo rdenes silenciosas para los dems,

    expresando atormentadores indicios que no era capaz de interpretar. El hombre

    perteneciente a los Atha'an Miere, los Marinos, se enderez con ademn reacio mientras

    asenta. El semblante del shienariano denunci la confusin mientras mostraba su

    conformidad. La segunda mujer de Tar Valon se sobresalt como si hubiera tenido una

    conmocin, y la figura envuelta en pao gris cuyo sexo no alcanzaba a determinar

    sacudi la cabeza antes de postrarse de rodillas y asentir vigorosamente. Algunos se

  • vean aquejados por convulsiones similares a la de la mujer illiana, como si el propio dolor

    los obligara a ponerse de puntillas.

    Bors.

    El hombre que se haca llamar Bors dio un respingo cuando una mscara roja ocup

    su campo visual. Todava poda ver la estancia, percibir la forma flotante de Ba'alzemon y

    las tres figuras situadas ante l, pero al mismo tiempo todo cuanto le era dado ver era el

    rostro cubierto con la tela roja. Presa de vrtigo, sinti como si le partieran la cabeza y le

    arrancaran los ojos. Por un momento le pareci advertir llamas a travs de los orificios

    oculares de la mscara.

    Eres fiel.... Bors?

    La burla insinuada en el nombre le produjo un escalofro.

    Soy fiel. Gran Seor. No puedo ocultarme ante vuestros ojos. Soy fiel! Lo juro!

    No, no puedes.

    La certeza que expresaba la voz de Ba'alzemon le sec la boca, pero logr hablar.

    Dadme vuestras rdenes, Gran Seor, y os obedecer.

    Primeramente, debes regresar a Tarabon y proseguir con tus buenos oficios. De

    hecho, te ordeno que redobles tus esfuerzos.

    Mir a Ba'alzemon, sumido en la perplejidad, pero entonces el fuego llame de nuevo

    tras la mscara y aprovech la excusa de una reverencia para apartar la mirada de su

    semblante.

    Como ordenis, Gran Seor, as ser.

    En segundo lugar, vigilars a los tres jvenes e indicars a tus seguidores que

    hagan lo mismo. Ten cuidado; son peligrosos.

    El hombre que se autodenominaba Bors lanz una ojeada a las figuras suspendidas

    delante de Ba'alzemon. Cmo pudo hacerlo? Puedo percibirlos, pero no me es posible

    ver nada salvo su cara. Le pareca que iba a estallarle la cabeza. El sudor le humedeca

    las manos bajo los finos guantes y tena la camisa pegada a la espalda.

    Peligrosos, Gran Seor? Muchachos campesinos? Es uno de ellos el ...?

    Una espada resulta peligrosa para el hombre a quien apunta, no para el que la

    empua. A menos que el hombre que la esgrime sea un idiota, un insensato o un

    inexperto, en cuyo caso es tan peligroso para s mismo como para los dems. Es

    suficiente con que te haya indicado que los conozcas. Basta con que me obedezcas.

    Como ordenis, Gran Seor.

  • En tercer lugar, respecto a los que han tomado tierra en la Punta de Toman y a los

    domani, no hablars de ello a nadie. Cuando vuelvas a Tarabon.. .

    El hombre que se haca llamar Bors advirti mientras escuchaba que se haba

    quedado boquiabierto. Las instrucciones carecan de sentido. Si supiera lo que les ha

    dicho a algunos de los otros, quiz podra aclarar el rompecabezas.

    De pronto sinti como si la mano de un gigante lo agarrara por la cabeza, aplastndole

    las sienes, y lo levantara, y el mundo se desintegr en un millar de estallidos luminosos,

    cada uno de los cuales se converta en una imagen que recorra, rauda, su mente o

    giraba y se empequeeca en la lejana antes de que hubiera tenido ocasin de apresarla.

    Un cielo irreal de nubes estriadas, rojas, amarillas y negras, sucedindose a una

    vertiginosa velocidad, como impulsadas por el ms potente vendaval que haba azotado

    el mundo. Una mujer una muchacha? vestida de blanco retrocedi hacia la negrura

    y se esfum tan rpidamente como haba aparecido. Un cuervo lo mir a los ojos,

    reconocindolo, y desapareci. Un hombre vestido con armadura, tocado con un brutal

    yelmo, de la forma y el color de algn monstruoso insecto venenoso, alz la espada y se

    precipit a un lado, ms all de su punto de mira. Un cuerno, curvado y dorado, surgi

    como un rayo de la lejana. Exhal una penetrante nota mientras se precipitaba hacia l,

    atrayendo su alma. En el ltimo instante se convirti en un cegador anillo de luz dorada

    que lo traspas y lo llen de una gelidez ms terrible que la de la muerte. Un lobo se

    abalanz de un salto, procedente de las sombras, y lo degoll. Era incapaz de gritar. El

    torrente visual prosigui, anegndolo, enterrndolo. Apenas recordaba quin era o lo que

    era. El cielo escupa fuego y la luna y las estrellas caan; los tos corran teidos de

    sangre y la muerte campaba por sus respetos; la tierra se resquebrajaba y escupa

    chorros de rocas fundidas...

    El hombre autodenominado Bors se encontr medio agazapado en la sala con los

    dems, la mayora de los cuales lo observaban en silencio. Doquiera que mirase, arriba,

    abajo o en cualquier sentido, el semblante enmascarado de Ba'alzemon ocupaba su vista.

    Las imgenes que haban invadido su cerebro estaban disipndose; estaba seguro de

    que ya no conservaba la memoria de la mayor parte de ellas. Titubeante, se irgui y hall

    el rostro de Ba'alzemon ante l.

    Gran Seor, qu ...?

    Algunos mandatos son demasiado importantes para que los conozca incluso aquel

    que los ejecuta.

    El hombre que se haca llamar Bors casi se dobl sobre s al efectuar una reverencia.

  • Como ordenis, Gran Seor susurr con voz ronca As se har.

    Al incorporarse, estaba de nuevo solo. Otro de los presentes, el gran seor de Taren,

    asenta y se inclinaba ante alguien invisible para los dems. El hombre que responda al

    nombre de Bors se llev con pulso vacilante una mano a la ceja, tratando de retener

    algn detalle del torbellino que se haba apoderado de su mente, aun cuando no tuviera

    la certeza de desear recordarlo. El ltimo vestigio se apag y de improviso se pregunt

    qu era lo que estaba tratando de rememorar. S que haba algo pero qu? Haba

    algo! 0 no?> Se frot las manos, esbozando una mueca de disgusto al sentir el sudor

    bajo los guantes, y desvi su atencin hacia las tres figuras suspendidas delante de la

    forma flotante de Ba'alzemon.

    El musculoso joven de pelo rizado, el granjero con la espada y el muchacho con aire

    travieso en el semblante. Mentalmente, el hombre que se haca llamar Bors ya les haba

    adjudicado un nombre: el Herrero, el Espadachn y el Bromista. Qu lugar ocupan en el

    rompecabezas? Deban de ser importantes o de lo contrario Ba'alzemon no los habra

    convertido en el centro de la reunin. Sin embargo, a juzgar por sus rdenes, podan

    morir todos en cualquier momento y era de suponer que algunos de los otros haban

    recibido instrucciones igualmente mortferas para los tres. Hasta qu punto son

    importantes? Los ojos azules podan representar la aristocracia de Andor que no se

    avena con aquellas ropas y haba personas de las Tierra Fronterizas con ojos claros,

    al igual que algunos tareni, por no mencionar parte de la poblacin de Ghealdan y, desde

    luego... No, no hallara ninguna solucin por ese camino. Pero ojos amarillos?

    Quines son? Qu son?

    Experiment un sobresalto al sentir que alguien le tocaba el brazo y, al dirigir la vista a

    su alrededor, vio a uno de los criados vestidos de blanco, un joven que se encontraba de

    pie a su lado. Los otros tambin haban vuelto a entrar, en mayor nmero que antes, uno

    para cada uno de los enmascarados. Pestae. Ba'alzemon haba desaparecido. El

    Myrddraal tambin se haba marchado y en el lugar donde se hallaba la puerta que haba

    utilizado nicamente se apreciaba la rugosa piedra. Los tres jvenes permanecan en el

    aire, no obstante. Sinti como si estuvieran mirndolo a l.

    Si sois tan amable, mi seor Bors, os conducir a vuestra habitacin.

    Evitando aquellos ojos de muerto, lanz una ltima ojeada a las tres figuras y luego

    camin tras el criado. Se pregunt con inquietud cmo habra tenido conocimiento aquel

    joven del nombre que haba de utilizar. Hasta despus de haber traspuesto las

    extraamente labradas puertas, que se cerraron tras l, y haber recorrido diez pasos no

  • advirti que se encontraba a solas con el sirviente en el corredor. Frunci suspicazmente

    el entrecejo bajo la mscara, pero, antes de que abriera la boca, el criado tom la

    palabra.

    Los dems tambin se dirigen a sus aposentos, mi seor. Si sois tan amable, mi

    seor? El tiempo corre deprisa y nuestro amo es impaciente.

    El hombre que se autodenominaba Bors hizo rechinar los dientes, tan molesto por la

    falta de informacin como por la implicacin de igualdad de rango entre l y el sirviente,

    pero sigui a ste sin realizar ningn comentario. Slo un necio expresara divagaciones

    a un criado y lo que era peor, teniendo en cuenta la mirada vacua de ste, no estaba

    seguro de que fuera conveniente hacerlo. Y cmo saba lo que iba a preguntarle? El

    sirviente sonri.

    El hombre que responda al nombre de Bors no se encontr a gusto hasta no haber

    penetrado en la habitacin donde haba estado esperando despus de su llegada y, una

    vez all, tampoco se liber por completo de su angustia. Incluso el hecho de encontrar

    intactos los sellos de sus alforjas no le produjo gran consuelo. El criado permaneci en el

    pasadizo, sin entrar.

    Podis cambiar de atuendo si lo deseis, mi seor. Nadie os ver partir de aqu ni

    llegar a vuestro destino, pero seguramente es preferible que lleguis vestido de forma

    adecuada. Alguien vendr pronto a mostraros el camino.

    La puerta se cerr sin que la hubiera empujado ninguna mano visible.

    El hombre que se haca llamar Bors se estremeci a su pesar. Precipitadamente,

    desat los sellos y las hebillas de sus alforjas y sac su traje habitual. En el fondo de su

    mente una vocecilla se cuestionaba si el poder prometido, incluso la inmortalidad,

    merecan el precio de soportar un encuentro como aqul, pero l la acall de inmediato

    con una risotada. Por tamao poder, sera capaz de adorar al Gran Seor de la

    Oscuridad bajo la Cpula de la Verdad. Recordando las rdenes que le haba dado

    Ba'alzemon, roz con el dedo el dorado y resplandeciente sol y el rojo cayado de pastor,

    smbolo de su cargo en el mundo de los hombres, y casi estall en risas. Tena una

    funcin, una notable funcin que cumplir en Tarabon y en el llano de Almoth.

  • La Llama de Tar Valn

    La Rueda del Tiempo gira, y las Eras llegan y pasan, dejando tras de s recuerdos que

    se convierten en leyenda. La leyenda se difumina en mito e incluso el mito se ha olvidado

    mucho antes de que la Edad que lo vio nacer retorne de nuevo. En una Edad, llamada la

    Tercera Edad por algunos, una Edad que ha de venir, una Edad transcurrida hace mucho,

    comenz a soplar un viento en las Montaas Funestas. El viento no fue el inicio, pues no

    existen comienzos ni finales en el eterno girar de la Rueda del Tiempo. Pero aqul fue un

    inicio.

    Nacido entre escarpados picos negros, en cuyos puertos vagaba la muerte y que sin

    embargo ocultaban asechanzas an ms terribles, el viento sopl hacia el sur, cruzando

    la enmaraada foresta de la Gran Llaga, un bosque infectado y desfigurado por la mano

    del Oscuro. El nauseabundo y dulzn olor de la corrupcin se disip cuando el viento

    hubo atravesado aquella invisible lnea que los hombres denominaban la frontera de

    Shienar, en donde los rboles estaban cargados de flores. Por aquel entonces debera

    haber sido verano, pero la primavera haba llegado con retraso y la tierra haba de

    afanarse para compensar la demora. El plido verdor de los nuevos brotes era patente en

    todos los arbustos y en cada rama de rbol despuntaba la tonalidad rojiza de los retoos.

    El viento hizo ondear los campos cual verduscos estanques, cargados de cosechas que

    casi parecan crecer perceptiblemente con cada momento transcurrido.

    El hedor de muerte haba casi desaparecido por completo antes de que el viento

    alcanzara la ciudad amurallada de Fal Dara y azotara los contornos de una torre de la

    fortaleza ubicada en el centro de la poblacin, una torre sobre la que haba dos hombres

    que semejaban ejecutar una danza. Con sus imponentes muros de defensa, asentada

    sobre elevadas colinas, a la vez fortn y ciudad, Fal Dara nunca haba sido tomada, jams

    haba sido traicionada. El viento gimi sobre los tejados cubiertos con tablillas de madera,

    alrededor de las altas chimeneas y de las an ms espigadas torres, gimi simulando

    entonar un canto fnebre.

  • Con el torso desnudo, Rand al'Thor se estremeci al sentir la fra caricia del viento y

    apret los dedos en torno a la larga empuadura de la espada de prctica que

    empuaba. El clido sol le lama el pecho y sus oscuros cabellos rojizos estaban

    empapados de sudor. Un leve olor en el remolino de aire lo indujo a abrir ms las

    ventanas de la nariz, pero no relacion aquel aroma con la imagen de una antigua tumba

    recin abierta que cruz su cerebro. Apenas era consciente de su olfato y su visin;

    porfiaba por mantener la mente en blanco, pero el otro hombre que se hallaba en la

    cspide de la torre con l no dejaba de entrometerse en el vaco. La cima del torren, de

    un dimetro de diez pasos, estaba rodeada por unas almenas que llegaban hasta la

    altura de su pecho. Era lo bastante espaciosa como para no encontrarse constreido,

    salvo cuando se comparta su superficie con un Guardin.

    A pesar de su juventud, Rand era ms alto que la mayora de los hombres, pero Lan

    tena una altura similar y su cuerpo posea una musculatura ms desarrollada, aun

    cuando no fuera tan ancho de hombros. Una estrecha cinta de cuero trenzado mantena

    apartados de la cara del Guardin sus largos cabellos, una cara que pareca compuesta

    de ptreos planos y ngulos, una cara exenta de arrugas como para desmentir el tinte

    grisceo que despuntaba en sus sienes. Pese al calor y al ejercicio, nicamente una

    ligera capa de sudor brillaba en su torso y en sus brazos. Rand escrutaba los glidos y

    azules ojos de Lan, tratando de vislumbrar algn indicio de cul seria su prximo

    movimiento. El Guardin no pareca ni siquiera pestaear y sus manos accionaban la

    espada de prctica con firmeza y suavidad al tiempo que l pasaba de una postura a otra.

    Con un hatillo de finas varas holgadamente atadas en lugar de una hoja, la espada de

    prctica resonaba estrepitosamente al golpear algo y dejaba un verdugn al descargarse

    sobre la carne. Rand lo saba demasiado bien. Tres angostas lneas le escocan en las

    costillas y otra en la espalda. Haba debido poner en juego toda su pericia para no llevar

    ms decoraciones. Lan, en cambio, no tena ni una marca.

    Tal como le haban enseado, Rand dibuj mentalmente una llama y se concentr en

    ella, tratando de alimentarla con todas sus emociones y pasiones, para forjar la calma en

    su interior y desprenderse de todo pensamiento. El vaco lleg. Al igual que le suceda en

    los ltimos tiempos, no era un vaco perfecto; la llama todava estaba all o cierta

    luminosidad que agitaba levemente el vaco. No obstante, aquel grado le bastaba. La fra

    paz del vaco lo envolvi, creando una unidad con el arma de prctica, con las lisas

    piedras que hollaban sus botas, con Lan incluso. Todo compona una sola identidad y l

  • se mova, despojado de toda idea racional, a un ritmo que se corresponda, paso a paso y

    estocada tras estocada, al del Guardin.

    El viento volvi a alzarse, acarreando el taido de las campanas de la ciudad. Alguien

    est celebrando todava la llegada de la primavera. Aquel pensamiento ajeno revolote

    entre la vacuidad en oleadas de luz, agitando la calma, y, como si el Guardin fuera

    capaz de leer en su mente, la espada de ejercicio gir frenticamente en las manos de

    Lan.

    Durante un largo minuto la rpida sucesin del ruido seco producido por el entrechocar

    de los listones atados ocup la cspide de la torre. Rand no realiz ningn intento de

    atacar al otro hombre; todo cuanto poda hacer era intentar salir indemne de las

    acometidas del Guardin. Al contener sus golpes en el ltimo momento, se hallaba

    siempre en retroceso. La expresin de Lan era imperturbable, y la espada de prctica

    pareca viva en sus manos. De pronto la arremetida zigzagueante del Guardin se

    transform a medio impulso en una estocada. Tomado por sorpresa, Rand dio un paso

    atrs, dibujando ya una mueca de dolor ante el golpe que tena la certeza de no poder

    parar aquella vez.

    El viento aull sobre la torre... y lo atrap. Era como si el aire se hubiera solidificado

    sbitamente, apresndolo en un capullo de seda y empujndolo hacia adelante. El tiempo

    y el movimiento adquirieron una lenta cadencia; horrorizado, observ cmo el arma de

    ejercicio de Lan avanzaba hacia su pecho. El impacto estuvo exento de lentitud o

    suavidad. Las costillas le crujieron como si se las hubieran golpeado con un martillo. Las

    tablillas de la espada de prctica de Lan se doblaron con igual lentitud, se le antoj a

    Rand y se quebraron; sus afiladas puntas se dispararon hacia su corazn y penetraron

    su piel con las bases sesgadas. El dolor se adue de su cuerpo; tena la impresin de

    que le haban horadado toda la piel. Notaba una quemazn tan fuerte como si el sol se

    hubiera convertido en una llamarada que lo abrasaba.

    Con un alarido, retrocedi tambaleante y cay contra la pared de piedra. Con mano

    trmula, se toc la herida del pecho y contempl con incredulidad sus dedos

    ensangrentados.

    Y qu ha sido esa insensata reaccin, pastor? gru Lan A estas alturas ya

    deberas actuar con ms juicio, a menos que hayas olvidado todo lo que he intentado

    ensearte. Cmo...? Call bruscamente cuando Rand alz la mirada hacia l.

    El viento. Rand tena la boca seca Me.... me ha empujado! Era.... era tan

    slido como una pared!

  • El Guardin lo observ en silencio y luego le tendi una mano. Rand la tom y dej

    que lo ayudara a ponerse de pie.

    Suceden cosas extraas a tan corta distancia de la Llaga apunt al fin.

    A pesar de la inexpresividad de su voz, sta denunciaba cierta turbacin, lo cual ya era

    inslito en s mismo. Los Guardianes, aquellos legendarios guerreros que se hallaban al

    servicio de las Aes Sedai, raras veces evidenciaban alguna emocin y Lan era

    extremadamente adusto comparado con otros Guardianes. Arroj el arma destrozada y

    se inclin contra el muro donde estaban apoyadas sus verdaderas espadas, fuera del

    campo de prctica.

    No de esta manera protest Rand. Se reuni con el otro hombre, sentndose de

    cuclillas de espalda a la piedra. En aquella posicin las almenas superaban la altura de

    su cabeza, protegindolo contra el embate de cualquier clase de viento. Suponiendo que

    hubiera sido el viento. Nunca haba notado un viento tan... slido... como aqul Paz!

    Quiz ni siquiera en la Llaga.

    Tratndose de alguien como t... Lan se encogi de hombros como si aquello

    aportara alguna explicacin Cundo vas a irte, pastor? Hace un mes que dijiste que te

    marchabas y yo pens que ya lo habras hecho tres semanas antes.

    Rand lo mir, sorprendido. Est comportndose como si no hubiera ocurrido nada!

    Ceudo, dej en el suelo la espada de ejercitacin y elev la suya propia hasta las

    rodillas, palpando la larga empuadura envuelta en cuero en la que haba incrustada una

    garza de bronce, idntica a la que se vea en la funda y a la que permaneca oculta bajo

    sta en la hoja. Todava le resultaba extrao el hecho de poseer una espada y ms an el

    que sta llevara la marca de un maestro espadachn. l era un campesino de Dos Ros,

    lo cual quedaba muy lejos ahora. Tal vez distante para siempre jams. Era pastor como

    su padre

  • as, un arma con la marca de la garza, sobre todo en manos de un joven apenas con la

    edad justa para ser considerado un hombre, atraa una atencin que no lo beneficiaba en

    nada. He sido capaz de engaar a mi adversario, cuando no poda echar a correr, y

    adems he sido afortunado. Pero qu pasar cuando no pueda correr ni burlar y se me

    acabe la racha de buena suerte?

    Podras venderla propuso prudentemente Lan. Esa hoja es rara incluso entre

    las espadas marcadas con la garza. Te daran una buena suma por ella.

    No! Era una posibilidad que haba considerado en ms de una ocasin, pero

    ahora la rehusaba por el mismo motivo que lo haba hecho anteriormente y con ms

    violencia debido a que la idea provena de otra persona. Mientras la conserve conmigo,

    tendr derecho a considerar a Tam como mi padre. l me la dio y eso me otorga tal

    derecho. Crea que todas las hojas con la marca de la garza eran armas

    excepcionales.

    Entonces Tam no te lo explic? dedujo Lan, mirndolo de soslayo. l debe

    saberlo, aunque tal vez no le diera crdito. Muchos no lo creen. Asi su propia espada,

    casi idntica a la de Rand, exceptuando la carencia de garzas, y la desenvain. La hoja,

    ligeramente curvada y de un solo filo; despidi destellos plateados al contacto con la luz

    del sol.

    Era la espada de los reyes de Malkier. Lan nunca hablaba de ello y ni siquiera vea con

    buenos ojos que otros lo hicieran, pero al'Lan Mandragoran era seor de las Siete Torres,

    seor de los Lagos y rey no coronado de Malkier. Las Siete Torres estaban quebradas

    ahora y los Mil Lagos eran la guarida de monstruosos seres. Malkier yaca postrada,

    engullida por la Gran Llaga y, de todos los seores malkieri, nicamente restaba uno con

    vida.

    Algunos opinaban que Lan se haba hecho Guardin, vinculndose a una Aes Sedai,

    para poder buscar la muerte en la Llaga y reunirse con el resto de sus familiares. Rand

    haba visto cmo Lan se expona a situaciones peligrosas sin aparente consideracin por

    su vida o su integridad fsica, pero defenda con muchsimo ms ahnco que la suya

    propia la seguridad de Moraine, la Aes Sedai a la que estaba unido. No crea, por tanto,

    que Lan fuera a buscar conscientemente la muerte mientras Moraine estuviera viva.

    Haciendo girar su hoja bajo la luz, Lan continu hablando.

    En el transcurso de la Guerra de la Sombra, el Poder nico fue utilizado como un

    arma y se crearon armas mediante el Poder nico. Algunas de ellas utilizaban el Poder

    nico; eran objetos capaces de destruir una ciudad entera con una explosin o dejar

  • balda la tierra en varios kilmetros a la redonda. sas se perdieron durante el

    Desmembramiento y nadie recuerda su mtodo de elaboracin. Sin embargo, tambin

    haba armas ms simples, pensadas para quienes haban de enfrentarse a los Myrddraal

    y a entes peores creados por los Seores del Espanto, cara a cara.

    Con el Poder nico, los Aes Sedai extrajeron hierro y otros metales de la tierra, los

    fundieron y los forjaron, realizando todo el proceso por medio del Poder. As dieron forma

    a espadas y a otras armas. Muchas de las que perduraron tras el Desmembramiento del

    Mundo fueron destruidas por hombres que teman y detestaban lo que haban realizado

    los Aes Sedai, y otras han ido desapareciendo con el tiempo. Quedan muy pocas y son

    escasas las personas que conocen su naturaleza. Se han ideado leyendas,

    desmesuradas historias en las que se habla de espadas que parecan disponer de una

    fuerza propia. Ya has escuchado los cuentos de los juglares. La realidad es

    suficientemente portentosa. Son hojas que no se rompen ni mellan y cuyo filo no pierde

    jams agudeza. He visto a hombres que las afilaban, o que pretendan afilarlas, pero ello

    se deba a que se negaban a creer que no fuera preciso hacerlo despus de haberlas

    utilizado. Lo nico que hacan era gastar sus piedras de afilar.

    sas fueron las armas creadas por los Aes Sedai y nunca habr otras iguales.

    Cuando todo acab, cuando la guerra y la Era tocaron conjuntamente a su fin, con el

    mundo destrozado, con ms cadveres por recibir sepultura que personas con vida, la

    mayora de las cuales huan tratando de encontrar un lugar donde guarecerse, con

    mujeres sollozando a cada segundo porque no volveran a ver a su marido o a sus hijos,

    los Aes Sedai supervivientes juraron no volver a forjar ninguna arma destinada a ser

    esgrimida por los hombres. Todas las Aes Sedai prestaron dicho juramento y todas las

    mujeres lo han respetado desde entonces. Incluso las del Ajah Rojo, a quienes les tiene

    sin cuidado la suerte que pueda sufrir cualquier varn.

    Una de esas espadas, una espada ordinaria de soldado con una mueca apenas

    perceptible, casi triste, si era posible advertir alguna emocin en el rostro del Guardin,

    ste volvi envainar su hoja se convirti en algo ms. Por otra parte, las que se haban

    realizado para los generales, con hojas tan duras que ningn herrero era capaz ni de

    araar y que ya estaban marcadas con una garza, pasaron a ser objetos ansiados.

    Rand apart, sobresaltado, las manos de la espada apoyada en sus rodillas. sta se

    volc y, en un acto reflejo, la aferr antes de que golpeara las losas del suelo.

    Queris decir que los Aes Sedai hicieron sta? Pensaba que estabais hablando de

    vuestra espada.

  • No todas las hojas con la marca de la garza son producto del trabajo de los Aes

    Sedai. Son escasos los hombres que manejan una espada con la destreza necesaria

    para ser nombrados maestros espadachines y recibir el tributo de un arma marcada con

    la garza, pero, aun as, no restan suficientes espadas creadas por los Aes Sedai para

    entregrselas a ese puado de elegidos. La mayora proceden de las forjas de eminentes

    herreros; el ms fino acero que el hombre puede producir y que, sin embargo, est

    fraguado por manos humanas. Pero sta, pastor.... sta ha sido testigo del paso de tres

    mil aos, como mnimo.

    No puedo librarme de ello dijo Rand, no es cierto? Situ la espada ante l,

    apoyada en la punta de la vaina; no tena un aspecto distinto del que presentaba antes de

    saber la verdad Forjada por Aes Sedai.

    Pero Tam me la dio se dijo Mi padre me la entreg. Prefiri no cuestionarse la

    manera como un pastor de Dos Ros se haba hecho con una espada con la marca de la

    garza. Haba corrientes peligrosas en tales pensamientos, abismos que no deseaba

    explotar.

    De veras quieres irte, pastor? Volver a preguntrtelo: por qu no te has

    marchado ya entonces? Por la espada? En cinco aos podra hacerte digno de ella,

    transformarte en un maestro espadachn. Tienes unas muecas rpidas, buen equilibrio y

    no cometes dos veces el mismo error. Pero no dispongo de cinco aos para ensearte ni

    t dispones de cinco aos para aprender. No tienes ni un ao por delante y t lo sabes.

    De todas maneras, no vas a clavrtela en el pie. Tu porte indica que esa espada te

    pertenece, pastor, y la mayora de los matones de pueblo lo captarn as. Sin embargo,

    siempre has dado la misma impresin desde el da en que te la pusiste al cinto.

    Entonces por qu ests todava aqu?

    Mat y Perrin an estn aqu murmur Rand. No quiero marcharme antes que

    ellos. No pienso hacerlo. Tal vez no vuelva a verlos... durante aos. Recost

    nuevamente la cabeza sobre el muro. Diantre! Ellos al menos creen que estoy loco

    porque no regreso a casa con ellos. La mitad del tiempo Nynaeve me mira como si fuera

    un chiquillo de seis aos que se ha hecho un rasguo en la rodilla y al cual ella va a

    curar, y la otra mitad, como si estuviera viendo a un extrao, a alguien a quien podra

    ofender si lo observase con demasiada atencin, a decir verdad. Ella es una Zahor y,

    adems de eso, no creo que haya tenido jams miedo ante nada, pero... Sacudi la

    cabeza Y Egwene. Rayos y truenos! Sabe por qu tengo que irme, pero cada vez que

    lo menciono me mira y siento un nudo en el estmago y... Cerr los ojos, apretando la

  • frente contra la empuadura de la espada, como si quisiera presionar sus pensamientos y

    librarse de su presencia. Ojal... Ojal...

    Te gustara que todo volviera a ser como antes, pastor? 0 que la chica fuera

    contigo en lugar de ir a Tar Valon? Crees que va a renunciar a convertirse en una Aes

    Sedai a cambio de una vida errante contigo? Si se lo planteas adecuadamente, tal vez lo

    haga. El amor es algo especial. Lan adopt un tono receloso. Lo ms especial que

    existe.

    No. Aquello era lo que haba estado deseando, que ella estuviera dispuesta a

    partir con l. Abri los ojos, irgui la espalda y dot de firmeza su voz. No, no la dejara

    venir conmigo si me lo pidiera. No poda hacerle eso. Pero, Luz, no sera hermoso,

    slo por un minuto, que ella dijera que quiere venir? Se pone tozuda como una mula

    cuando se le mete en la cabeza que intento decirle lo que tiene que hacer, pero, de todas

    maneras, an puedo protegerla contra eso. Deseaba que ella se encontrara de nuevo

    en el Campo de Emond, pero aquella esperanza se haba desvanecido desde el da en

    que Moraine haba llegado a Dos Ros Aun cuando ello represente que va a

    convertirse en una Aes Sedai Por el rabillo del ojo advirti la ceja enarcada de Lan y se

    ruboriz.

    Y se es todo el motivo? Que quieres pasar el mayor tiempo posible con tus

    amigos antes de que se vayan? Eso es lo que te hace aminorar el paso? T sabes muy

    bien lo que significa que anden pisndote los talones.

    Rand se incorpor, lleno de furia.

    De acuerdo, es por Moraine! Ni siquiera estara aqu a no ser por ella, y ella ni se

    digna dirigirme la palabra.

    Estaras muerto de no ser por ella, pastor indic tranquilamente Lan. Pero la

    indignacin de Rand no disminuy.

    Me dice.... me dice cosas horribles sobre m mismo... Sus nudillos se tornaron

    blancos con la presin que aplicaba sobre el puo de la espada. Que voy a volverme

    loco y a morir! ...Y luego de pronto no me dedica ni dos palabras seguidas. Se

    comporta como si no fuera diferente de como era el da en que me conoci, y eso

    tambin me da mala espina.

    Quieres que te trate de acuerdo con lo que eres?

    No! No me refiero a eso. Caramba, la mitad del tiempo no s lo que quiero decir. No

    quiero eso y lo otro me atemoriza. Ahora se ha ido a algn sitio, se ha esfumado sin

    ms...

  • Ya te he dicho que a veces necesita estar sola. No te corresponde a ti, ni a nadie,

    cuestionar sus acciones.

    ... sin explicarle a nadie a donde iba, cundo volvera ni si volvera. Ella tiene que

    poder decirme algo que me sirva de ayuda, Lan. Algo. Tiene que poder. Si es que

    regresa.

    Ya ha regresado, pastor. Anoche. Pero me parece que ya te ha dicho cuanto poda.

    Qudate tranquilo. Ya has obtenido toda la informacin que ella poda darte.

    Sacudiendo la cabeza, Lan adopt un enrgico tono de voz. Lo que s es seguro es que

    no ests aprendiendo nada estando all de pie. Es hora de que ejercites el equilibrio.

    Pasa a La garza arremetiendo en los juncos, comenzando por Partir la seda. Recuerda

    que esa figura de la garza slo es para fortalecer la capacidad de dominio del contrapeso.

    Fuera del campo de prctica, deja el pecho al descubierto; uno puede dar en el blanco

    desde esa postura, si aguarda a que el contrincante ataque primero, pero le es imposible

    esquivar su estocada.

    Ella tiene que ser capaz de decirme algo, Lan. Ese viento... no era natural, y no me

    importa a qu distancia estemos de la Llaga.

    La garza arremetiendo en los juncos, pastor. Y concntrate en tus muecas.

    Por el lado sur se oy un toque de trompetas, un estrpito continuado que iba

    incrementando paulatinamente su potencia, acompaado por el montono percutir de los

    tambores. Por un instante, Rand y Lan intercambiaron una mirada y luego el sonido los

    atrajo hacia las almenas para averiguar su origen.

    La ciudad se extenda sobre elevadas colinas y el terreno que circundaba sus murallas

    estaba despejado de todo obstculo visual que superara la altura de los tobillos en un

    kilmetro a la redonda. Desde la torre de la fortaleza, ubicada en el lugar ms alto, Rand

    obtuvo una visin panormica que, extendindose ms all de chimeneas y tejados,

    llegaba hasta el bosque. Los tambores aparecieron los primeros entre la arboleda; eran

    doce y elevaban sus instrumentos con cada paso que daban al comps de su son,

    haciendo girar los mazos. Despus surgieron los heraldos, sin cesar de soplar sus largos

    y resplandecientes cuernos. A aquella distancia, Rand no lograba distinguir el enorme

    estandarte cuadrado que ondeaba al viento tras ellos. Lan exhal un gruido; el Guardin

    tena la vista tan acerada como un guila.

    Rand lo mir, pero el Guardin no dijo nada y continu concentrado en la comitiva que

    sala de la espesura. Unos jinetes vestidos con armadura cabalgaron hacia el claro, y

    mujeres, montadas a caballo tambin. Luego surgi un palanqun transportado por dos

  • caballos, con las cortinas corridas, y ms jinetes. Hileras de infantes, con las picas en

    alto, como si estuvieran erizadas de largas pas, y arqueros, con sus armas cruzadas en

    diagonal sobre el pecho, marchando al unsono al ritmo marcado por los tambores. Las

    trompetas volvieron a lanzar su toque. Como una serpiente cantarina la columna gir en

    direccin a Fal Dara.

    El viento agit el estandarte, de tamao superior a la estatura de un hombre,

    extendindolo hacia un lado. Ahora estaba lo bastante cerca como para que Rand lo

    distinguiera con claridad. Haba un torbellino de colores que carecan de significado para

    l, pero, en el centro, se recortaba una forma similar a la de una lgrima blanca. Se

    qued sin resuello: la Llama de Tar Valon.

    Ingtar va con ellos. Lan hablaba como si estuviera pensando en otra cosa. Por

    fin ha vuelto de su cacera. Hace mucho que se fue. Me pregunto si lo habr acompaado

    la suerte...

    Aes Sedai susurr Rand cuando al fin pudo articular una palabra. Todas aquellas

    mujeres que se acercaban... Moraine era una Aes Sedai, s, pero l haba viajado con ella

    y, si no acababa de confiar en ella, al menos la conoca. 0 crea conocerla. Pero ella era

    slo una. Tantas Aes Sedai juntas y aproximndose de ese modo, era algo muy distinto.

    Se aclar la garganta, pese a lo cual su voz son ronca. Por qu hay tantas, Lan?

    Por qu vienen? Y con tambores y heraldos y un estandarte para anunciarlas.

    Las Aes Sedai eran respetadas en Shienar, al menos por gran parte de la poblacin, y

    la restante les profesaba un respetuoso temor, pero Rand haba visitado lugares donde

    las cosas eran diferentes, donde nicamente exista el miedo y a menudo el odio. En la

    comarca donde se haba criado, algunos hombres se referan a ellas como las brujas de

    Tar Valon con el mismo tono que empleaban para hablar del Oscuro. Trat de contar a

    las mujeres, pero stas no se mantenan en filas, sino que iban de un lado a otro con sus

    caballos para conversar entre s o con quienquiera que ocupase el palanqun. Tena la

    carne de gallina. Haba viajado con Moraine y conocido a otra Aes Sedai, y haba

    comenzado a considerarse como un hombre de mundo. Nadie, o apenas nadie, sala

    nunca de Dos Ros, pero l se haba marchado. Haba visto cosas que nadie de Dos Ros

    haba contemplado y haba realizado actos que sus convecinos slo haban efectuado en

    sueos, suponiendo que en sueos hubieran aspirado a tanto. Haba visto a la reina y

    hablado con la heredera del trono de Andor; se haba enfrentado a un Myrddraal y viajado

    por los Atajos, y nada de aquello lo haba preparado para vivir con calma aquel momento.

    Por qu hay tantas? volvi a susurrar.

  • Viene la Sede Amyrlin en persona. Lan lo mir, con expresin tan dura e

    inescrutable como una roca. Tu clase ha acabado, pastor. Se detuvo entonces, y

    Rand casi crey percibir simpata en su semblante. Aquello no era posible, desde luego

    . Habra sido preferible para ti que te hubieras ido una semana antes. Dicho esto, el

    Guardin recogi su camisa y desapareci por la escalera en el interior de la torre.

    Rand trat de segregar saliva. Contempl la columna que se aproximaba a Fal Dara

    como si realmente se tratara de una serpiente, una vbora venenosa. Los tambores y

    trompetas sonaban con estruendo en sus odos. La Sede Amyrlin, la mujer que

    gobernaba a las Aes Sedai. Ha venido por m. No encontraba otra explicacin.

    Ellas saban cosas, posean conocimientos que podan ayudarlo, estaba convencido

    de ello. Y no osaba preguntar a ninguna de ellas. Tema que hubieran venido a

    amansarlo. Y tambin que no vengan a hacerlo admiti de mala gana Luz, no s

    qu me asusta ms.

    Yo no tena intencin de encauzar el Poder musit Fue un accidente! Luz, no

    quiero tener nada que ver con l. Juro que nunca ms voy a utilizarlo! Lo juro!

    Advirti, sobresaltado, que la comitiva de Aes Sedai estaba entrando en las puertas de

    la ciudad. El viento se agit en violentos remolinos que le helaron el sudor, y el sonido de

    las trompetas se le antoj unas perversas carcajadas; le pareci percibir el insidioso olor

    de una tumba recin abierta. De mi tumba, si me quedo parado aqu.

    Tras recoger su camisa, descendi las escaleras y ech a correr.

  • La bienvenida

    Las salas de la fortaleza de Fal Dara, con sus paredes de piedra lisa austeramente

    decoradas con simples tapices y telas pintadas, bullan con las noticias de la eminente

    llegada de la Sede Amyrlin. Los criados de libreas negras y doradas se afanaban en sus

    tareas, corriendo a preparar habitaciones o transmitir rdenes a las cocinas,

    lamentndose de que no tendran todo dispuesto para un personaje de tamaa categora

    sin haber sido avisados con antelacin. Los guerreros de ojos oscuros, con las cabezas

    rapadas a excepcin de una cola atada con un cordel de cuero, no corran, pero su paso

    era presuroso y sus rostros revelaban una excitacin normalmente reservada para las

    batallas. Algunos de los hombres dirigan unas palabras a Rand mientras ste se

    precipitaba por los corredores.

    Ah, aqu ests, Rand al'Thor. Que la paz propicie el uso de tu espada. Vas a

    asearte? Querrs lucir un ptimo aspecto cuando te presenten a la Sede Amyrlin. Seguro

    que querr veros a ti y a tus amigos al igual que a las mujeres, date por advertido.

    Avanz al trote hacia las amplias escaleras, por las que podan pasar veinte hombres

    de frente, las cuales conducan a los aposentos de los hombres.

    La Sede Amyrlin en persona, llegada sin ms aviso que un simple buhonero. Debe

    de haber venido por Moraine Sedai y vosotros los del sur, eh? Para qu si no?

    Las grandes puertas, reforzadas con hierro, de los apartamentos de los hombres

    estaban abiertas, y medio atascadas con soldados con coleta que cuchicheaban acerca

    de la imprevista visita de la Sede Amyrlin.

    Hola, sureo! La Amyrlin est aqu. Habr venido a veros a ti y a tus amigos,

    supongo. Paz, qu honor para vosotros! Raras veces abandona Tar Valon y, que yo

    recuerde, nunca ha visitado las Tierras Fronterizas.

    Se alej de ellos tras pronunciar unas breves frases. Deba lavarse y buscar una

    camisa limpia. No tena tiempo para charlar. Ellos crean comprender su estado de nimo

    y lo dejaron marchar. Ninguno de ellos saba nada ms aparte de que l y sus amigos

  • haban viajado en compaa de una Aes Sedai y que dos de ellos eran mujeres que iban

    a ir a Tar Valon a formarse como Aes Sedai, pero sus palabras no hacan ms que

    aumentar sus temores. Ha venido por m

    Se precipit hacia la habitacin que comparta con Mat y Perrin... y se qued

    petrificado y boquiabierto. El dormitorio estaba lleno de mujeres vestidas de blanco y

    dorado, que trabajaban diligentemente. No era una estancia grande y las ventanas, un

    par de altas y angostas aspilleras que daban a uno de los patios interiores, no contribuan

    a ampliar la sensacin de espacio. Tres camas situadas sobre plataformas con baldosas

    negras y blancas, un bal al pie de cada una de ellas, tres sillas, una jofaina y un

    aguamanil junto a la puerta y un gran armario casi abarrotaban la habitacin. Las ocho

    mujeres parecan peces que rebulleran en el interior de un cubo.

    Las doncellas apenas si le dedicaron una mirada antes de continuar sacando sus

    ropas y las de Mat y Perrin del armario para sustituirlas por otras nuevas. Dejaban

    sobre los arcones lo que encontraban en los bolsillos y luego amontonaban sus viejos

    atuendos como si de harapos se tratara.

    Qu estis haciendo? pregunt cuando hubo recobrado el aliento. Esta ropa

    es ma!

    Una de las mujeres introdujo un dedo en un desgarrn de la manga de su nica

    chaqueta y luego la arroj al montn del suelo.

    Otra, una mujer de cabello oscuro con un gran manojo de llaves colgado en el pecho,

    pos la vista en l. Era Elansu, shatayan de la fortaleza. l la consideraba como un ama

    de casa, si bien la casa de que ella se ocupaba era una fortaleza y a su servicio trabajaba

    casi un ejrcito de sirvientes.

    Moraine Sedai dijo que todas vuestras ropas estn gastadas y lady Amalisa os ha

    mandado hacer otras. Ahora sal de en medio agreg con firmeza y as terminaremos

    antes. Haba pocos hombres a los que la shatayan no era capaz de imponer sus

    deseos, algunos opinaban que de ello no se libraba ni el propio lord Agelmar, y era

    evidente que no estaba dispuesta a aceptar ninguna resistencia por parte de un hombre

    tan joven que incluso hubiera podido ser su hijo.

    Reprimi lo que iba a contestar; no haba tiempo para discutir. La Sede Amyrlin poda

    mandarlo llamar de un minuto a otro.

    Que lady Amalisa sea honrada por su presente logr articular, a la usanza de

    Shienar y vos tambin, Elansu shatayan. Dignaos transmitir mis palabras a lady

    Amalisa y decirle que me declaro, en cuerpo y alma, su humilde servidor. Aquello

  • bastara para satisfacer la aficin shienariana por el trato ceremonioso que deban de

    tener ambas mujeres. Pero ahora, si me excusis, debo cambiarme.

    Eso est mejor alab Elansu Moraine Sedai ha dicho que os quitarais todo lo

    que llevabais. Todas las prendas, incluida la ropa interior. Varias de las criadas lo

    miraron de reojo, pero ninguna de ellas se dirigi a la puerta.

    Se mordi la lengua para no echarse a rer con nerviosismo. Haba muchas

    costumbres en Shienar que diferan bastante de las de su tierra y haba algunas a las que

    no se habituara aunque viviera all durante el resto de sus das. Haba optado por tomar

    el bao a primeras horas del da, cuando los grandes estanques embaldosados estaban

    vacos, despus de descubrir que en cualquier otro momento poda introducirse en el

    agua una mujer junto a l. Tanto poda tratarse de una fregona como de lady Amalisa, la

    propia hermana de lord Agelmar los baos eran uno de los lugares de Shienar donde

    no haba diferencias de rango, abrigando la expectativa de frotarle la espalda a cambio

    del mismo favor y preguntndole por qu tena la cara tan colorada: acaso haba tomado

    demasiado sol? Pronto haban aprendido a reconocer que aquello era rubor y no haba ni

    una mujer en la fortaleza que no se sintiera fascinada por verlo.

    Podra estar muerto o en un estado an peor dentro de una hora, y estn esperando

    a que me ponga colorado! Se aclar la garganta.

    Si aguardis afuera, os entregar el resto. Por mi honor.

    Una de las doncellas emiti una risa ahogada e incluso Elansu arque los labios, pero

    la shatayan asinti e indic a las otras mujeres que recogieran los bultos de ropa. Ella fue

    la ltima en salir y se detuvo bajo el dintel para aadir:

    Las botas tambin. Moraine Sedai ha especificado que habamos de retirarlo todo.

    Rand abri la boca y luego la cerr de nuevo. Sus botas, manufacturadas por el

    zapatero del Campo de Emond, se hallaban sin duda en buen estado, bien moldeadas a

    sus pies. Sin embargo, si el hecho de renunciar a sus botas tena como resultado que la

    shatayan lo dejara solo, se las entregara; y, si quera algo ms, tambin se lo dara. No

    dispona de tiempo.

    S. S, claro. Por mi honor. Empuj la puerta, obligndola a salir.

    Ya solo, se sent en su cama para quitarse las botas todava estaban en buen

    estado; un poco gastadas, con el cuero estriado aqu y all, pero resultaban cmodas y

    tiles y despus se desvisti apresuradamente, apilando su atuendo encima del

    calzado, y se lav en la palangana con igual celeridad. El agua estaba fra, al igual que lo

    estaba siempre en los aposentos de los varones.

  • El armario tena tres anchas puertas labradas con una simple decoracin al gusto

    shienariano, que en este caso sugera ms que representaba una serie de cascadas que

    se precipitaban entre peascos. Tras abrir la hoja central, observ durante un momento lo

    que haba ido a sustituir el escaso vestuario que haba trado consigo. Una docena de

    chaquetas de cuello alto de la ms fina lana y de corte tan elegante como las que haba

    admirado en los mercaderes y nobles, en su mayora bordadas como las prendas de das

    festivos. Una docena! Tres camisas para cada chaqueta, de lino y de seda, con holgadas

    mangas y ceidos puos. Dos capas. Dos, cuando l se haba conformado con una

    durante toda su vida. Una de ellas era sencilla, de gruesa lana de color verde oscuro; la

    otra era de tonalidad azul intensa con un cuello rgido bordado en oro con garzas... y un

    dibujo en el pecho izquierdo, donde los aristcratas lucan su emblema.

    Sus manos se lanzaron hacia la capa por propio impulso. Como si no supiera lo que

    iban a tantear, sus dedos rozaron los hilos que dibujaban una serpiente enroscada casi

    en crculo, pero una serpiente con cuatro patas y una melena de len, con escamas

    doradas y carmes y los dedos rematados con cinco garras doradas. Retir

    precipitadamente la mano como si se hubiera quemado. Que la Luz me asista! Esto lo

    ha encargado Amalisa, o Moraine? Cuntas personas lo han visto? Cuntas saben lo

    que es, lo que significa? Aunque slo sea una ya es suficiente. Que me aspen si no est

    tratando de matarme. La condenada Moraine no se digna hablarme pero ahora me ha

    dado unos malditos ropajes de lujo para que perezca vestido elegantemente!

    Un repiqueteo en la puerta lo sobresalt.

    Has terminado? inquiri la voz de Elansu Todas las piezas, ahora mismo.

    Quiz sera mejor que... Son un crujido, como si accionara la manecilla.

    Rand advirti, horrorizado, que an estaba desnudo.

    Ya he acabado! grit Paz! No entris! Recogi deprisa lo que llevaba

    puesto Ya os lo alcanzo! Ocultndose tras la puerta, la abri lo bastante para

    entregar el bulto en los brazos de la shatayan Ah est todo.

    La mujer intent lanzar una ojeada por el resquicio.

    Ests seguro? Moraine Sedai dijo que tena que ser todo. Tal vez debera mirarlo

    yo...

    Est todo gru Por mi honor! Cerr la puerta en sus narices y luego oy

    risas procedentes del otro lado.

    Murmurando para s, se visti presurosamente. No estaba dispuesto a darles ninguna

    excusa para que volvieran a invadirle la habitacin. Los pantalones grises eran ms

  • ajustados que los que estaba acostumbrado a llevar, pero cmodos a pesar de ello, y la

    camisa, con sus mangas abombadas, tena una blancura que hubiera enorgullecido a

    cualquier ama de casa de Dos Ros en da de colada. Las botas de caa alta se

    amoldaban a sus pies como si las hubiera utilizado durante un ao. Esperaba que fueran

    obra de un buen zapatero y no otro producto creado por Aes Sedai.

    Todos aquellos atuendos conformaran un equipaje tan voluminoso como l mismo. No

    obstante, se haba vuelto a habituar a la agradable sensacin de llevar las camisas

    limpias y a no utilizar los mismos pantalones da tras da hasta que el sudor y la suciedad

    los dejaban tan rgidos como sus botas y continuar usndolos a pesar de ello. Sac las

    alforjas del bal e introdujo en ellas lo que caba; luego extendi de mala gana la lujosa

    capa sobre la cama y apil sobre ella algunas camisas y pantalones ms. Plegada con el

    peligroso emblema en el interior y atada con una cuerda que dejaba un bucle para

    colgarla al hombro, apenas pareca distinta de los hatillos que haba visto transportar a

    otros jvenes por los caminos.

    Un toque de trompetas atraves las aspilleras, saludando desde las torres de la

    fortaleza a los heraldos que se anunciaban desde el exterior de las murallas.

    Voy a descoser los puntos cuando tenga ocasin murmur para s. Haba visto

    cmo las mujeres deshacan los bordados cuando haban cometido un error o cambiaban

    de opinin respecto al diseo, y no le pareca dificultoso.

    El resto de los ropajes la mayora de ellos, de hecho los introdujo en el armario.

    Era mejor no dejar seales evidentes de su huida.

    Todava ceudo, se arrodill junto a la cama. Las plataformas embaldosadas sobre las

    que se apoyaban las camas eran estufas, en el interior de las cuales una pequea

    hoguera cubierta arda toda la noche para mantener clido el lecho en el transcurso de la

    ms glida noche del invierno shienariano. Las noches todava eran ms frescas que

    aquellas a las que estaba habituado en esta poca del ao, pero las mantas eran

    suficientes. Despus de abrir la puerta de la estufa, sac un hatillo que no poda dejar all.

    Se alegr de que a Elansu no se le hubiera ocurrido pensar que alguien poda guardar

    ropa all adentro.

    Despus de depositar el bulto sobre las mantas, desat una de las esquinas y lo

    despleg parcialmente. Era una capa de juglar, vuelta del revs para ocultar los

    centenares de parches multicolores que la cubran. La capa era austera en s; los parches

    eran el reclamo de un juglar. Haban sido el reclamo de un juglar.

  • En su interior haba dos rgidas cajas de cuero. La mayor contena un arpa, la cual l

    nunca tocaba. El arpa es demasiado delicada para las torpes manos de un campesino,

    muchacho. La otra, larga y delgada, protega la flauta con incrustaciones de oro y plata

    que haba utilizado para pagarse la cena y el lecho en ms de una ocasin desde que

    haba abandonado el hogar. Thom Merrilin le haba enseado a tocarla, antes de morir.

    Rand no poda contemplarla nunca sin recordar al juglar, con sus vivos ojos azules y sus

    largos bigotes blancos, arrojndole la capa a las manos y gritndole que corriera. Y luego

    Thom tambin haba echado a correr, esgrimiendo unos cuchillos que haban aparecido

    como por arte de magia en sus manos al igual que en sus representaciones, para

    enfrentarse al Myrddraal que haba acudido a darles muerte a ellos. Volvi a atar el fardo

    con un escalofro.

    Esto se ha acabado. Rememorando el viento que lo haba empujado en la torre,

    agreg: Suceden cosas extraas a tan corta distancia de la Llaga.

    No estaba seguro de dar crdito a aquella afirmacin, al menos, no con el sentido que

    Lan le haba conferido. En todo caso, aun sin la presencia de la Sede Amyrlin, ya era

    hora sobrada de que se marchara de Fal Dara.

    Encogindose de hombros dentro de la chaqueta que haba dejado afuera era de un

    tono verde oscuro, que le recordaba los bosques de su regin, la granja del Bosque del

    Oeste de Tam donde se haba criado y el Bosque de las Aguas donde haba aprendido a

    nadar, se ci la espada con la marca de la garza y se colg el carcaj, rebosante de

    flechas, en el otro costado. Su aflojado arco, dos palmos ms alto que l, estaba apoyado

    en un rincn al lado de los de Mat y Perrin. Lo haba hecho l mismo durante su estancia

    en Fal Dara y, aparte de l, nicamente Lan y Perrin eran capaces de tensarlo. Carg

    fardos y alforjas en el hombro izquierdo y asi el arco. Deja libre el brazo que empua la

    espada pens. Haz que piensen que eres peligroso. Tal vez alguien creer que lo

    eres.

    Cuando abri con sigilo la puerta, encontr la antecmara casi solitaria; un criado con

    librea caminaba presuroso, sin siquiera dedicarle una mirada. Tan pronto como se

    hubieron amortiguado las rpidas pisadas del hombre, Rand se desliz hacia el corredor.

    Trataba de caminar con naturalidad y desenfado, pero saba que con las alforjas en el

    hombro y los bultos en la espalda tena el aspecto de lo que era: un hombre que se

    dispona a emprender un viaje y que no tena intencin de regresar. Las trompetas

    volvieron a sonar.

  • Tena un caballo, un alto semental alazn, en el establo del norte, llamado el Establo

    del Seor, cercano a la puerta de salida que lord Agelmar utilizaba cuando iba a cabalgar.

    Sin embargo, ni el seor de Fal Dara ni ningn miembro de su familia iban a salir a

    pasear aquel da y seguramente no habra en la caballeriza ms que los mozos de

    cuadra. Dos recorridos distintos conducan al Establo del Seor desde la habitacin de

    Rand. Uno lo obligara a rodear toda la fortaleza, pasando por detrs de los jardines

    privados de lord Agelmar y luego atravesar las herreras en la fachada ms alejada, las

    cuales estaran previsiblemente vacas entonces. Tardara en llegar hasta su caballo el

    tiempo suficiente como para que se dieran rdenes para emprender una bsqueda. El

    otro camino era mucho mas corto; primero deba cruzar el patio exterior, adonde en

    aquellos precisos instantes estaba llegando la Sede Amyrlin acompaada de ms de una

    docena de Aes Sedai.

    Sinti un hormigueo en la piel slo de pensarlo; ya haba tenido sobrado trato con Aes

    Sedai para salir bien parado. Una ya era demasiado. Todas las historias eran unnimes

    en ese punto y l lo haba comprobado en persona. Aun as, no le sorprendi comprobar

    que sus pies lo llevaban en direccin al patio interior. Jams contemplara la legendaria

    ciudad de Tar Valon no poda correr ese riesgo, ni ahora ni nunca pero poda ver

    fugazmente a la Sede Amyrlin antes de irse. Sera lo mismo que ver a una reina. No hay

    ningn peligro en observarla desde lejos. Continuar caminando y habr desaparecido

    antes de que ella se entere de que estuve all.

    Abri una pesada puerta reforzada con hierro que daba al patio y sali en silencio. Las

    almenas de todos los muros estaban abarrotadas por una multitud, compuesta de

    soldados con coleta, criados con librea y siervos de baja condicin, sucios de estircol,

    con nios encaramados sobre los hombros para que pudieran ver sobre las cabezas de

    los adultos o tratando de escabullirse hacia una mejor posicin. Todos los balcones de

    arqueros estaban llenos como una barrica de manzanas e incluso se vean caras en las

    angostas aspilleras de las paredes. Una tupida masa de gente bordeaba el patio,

    formando una segunda pared. Y todos observaban y aguardaban en silencio.

    Se abri camino junto al muro, delante de los establos de los herreros y flecheros que

    rodeaban la plaza Fal Dara era una fortaleza y no un palacio, a pesar de su tamao y

    sobria grandiosidad, y todo cuanto all haba estaba dedicado a ese cometido,

    disculpndose quedamente ante las personas a quienes molestaba. Algunos lo miraban

    frunciendo el entrecejo; otros, los menos, dedicaban una mirada a sus alforjas y fardos,

  • pero ninguno deca nada. La mayora ni siquiera se interesaba en averiguar quin haba

    pasado dndoles un codazo.

    Vea sin dificultad por encima de las cabezas de los congregados lo que ocurra en el

    patio. Justo al lado de la puerta principal, haba una hilera de diecisis hombres, de pie

    detrs de sus caballos. No haba dos que llevaran el mismo tipo de armadura o espada y

    ninguno de ellos se pareca a Lan, pero Rand supo desde el primer momento que eran

    Guardianes. Aquellos rostros redondos, angulosos, alargados o enjutos tenan en comn

    una expresin que dejaba a las claras que vean cosas que otros hombres no perciban y

    escuchaban sonidos inaudibles para los dems mortales. A pesar de su porte tranquilo,

    parecan ms peligrosos que una manada de lobos. nicamente compartan otro detalle:

    todos llevaban la capa de color cambiante que l haba visto por primera vez al conocer a

    Lan, la misma prenda que con frecuencia se confunda con lo que haba tras ella.

    Resultaba un espectculo inquietante ver tantos hombres vestidos con aquellas capas.

    A diez pasos delante de los Guardianes, se extenda una hilera de mujeres ubicadas

    junto a sus monturas con las capuchas bajadas. Entonces pudo contarlas: catorce,

    catorce Aes Sedai. Altas, bajas, esbeltas o regordetas, con el pelo corto o largo, en

    melenas que les cubran la espalda o recogido en trenzas, sus atuendos eran tan

    diversos como los de los Guardianes, con tantas formas y colores como mujeres. No

    obstante, ellas evidenciaban, asimismo, una similitud, que slo era patente cuando uno

    las observaba juntas, tal como se encontraban en aquel momento. Parecan no tener una

    edad concreta. Desde esa distancia l hubiera aventurado que todas eran jvenes, pero

    saba que, miradas desde ms cerca, tendran el mismo aspecto que Moraine, una

    apariencia de juventud y una piel lozana desmentidas por una expresin excesivamente

    madura, unos ojos que expresaban demasiado conocimiento.

    Ms cerca? Insensato! Ya estoy demasiado cerca! Diantre, hubiera debido tomar

    el camino ms largo. Prosigui en direccin a una nueva puerta ubicada en el otro

    extremo del patio, pero no pudo evitar mirar.

    Las Aes Sedai permanecan impasibles, haciendo caso omiso de los espectadores,

    con la vista centrada en el palanqun velado por las cortinas, que ahora se hallaba en el

    centro de la explanada. Los caballos que lo transportaban se mantenan tan quietos como

    si estuvieran controlados por palafreneros cuando en realidad junto a las andas slo

    haba una mujer, cuya condicin de Aes Sedai era reconocible en su semblante, la cual

    no dedicaba atencin alguna a los animales. La llama dorada que coronaba el bastn que

    mantena erguido ante ella con ambas manos le llegaba a la altura de los ojos.

  • Lord Agelmar estaba encarado al palanqun en el otro lado del patio, con semblante

    inescrutable. En su chaqueta azul de cuello alto luca la insignia de los tres zorros de la

    casa de Jagad as como el halcn inclinado que simbolizaba a Shienar. Tras l se

    encontraba Ronan, marchito por la edad, pero an con una estatura envidiable; tres

    zorros labrados en madera roja culminaban la vara que llevaba el shambayan. Ronan