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CuPAUAM 39, 2013, pp. 151-182 El Cerro Tormejón (Armuña, Segovia). Análisis de sus materiales cerámicos tardoantiguos. New evidences to know the Late Antiquity in Cerro de Tormejón (Armuña, Segovia, Spain). Francisco Gozalo Viejo*, José María Gonzalo González** y Juan Francisco Blanco García*** *I.E.S. Peñalara (La Granja, Segovia) **Aratikos Arqueólogos, S. L. ***Universidad Autónoma de Madrid Recibido: 21-06-2013 Aceptado: 20-10-2013 Resumen El propósito de este trabajo es ampliar la información existente sobre la fase tardoantigua en el Cerro Tormejón a tra- vés del análisis tanto de los materiales recuperados hace unos años en él, con motivo de la realización de una cam- paña de excavación, como de otros procedentes de varios trabajos de prospección. Esta nueva documentación y la disponible en la bibliografía arqueológica nos ha permitido concretar aspectos relativos a los siglos V y VI d. C. en el área segoviana del corredor del Eresma. Palabras clave: Tardoantigüedad, visigodos, poblado en altura, cerámica estampada, Segovia, España. Abstract The aim of this paper is to show a Late Antiquity pottery collection from Tormejón hillfort, a settlement located near Eresma river, between the roman cities of Segovia and Cauca (Coca). Our principal support of analysis is an ancient archaeological excavation conduced by one of us and other evidences from intensive survey. With the combination of this material evidences and the little notices of other archaeologists who write about this site, we want to make a syn- thesis of knowledge for this period. Keywords: Late Antiquity, visigoths, hillfort, stamped pottery, Segovia province, Spain. El Cerro Tormejón, localizado en el término municipal de Armuña (Segovia), es un promonto- rio de calizas y margas del Cretácico que ha que- dado individualizado a causa de la erosión lleva- da a cabo por un meandro del arroyo homónimo muy próximo a su desembocadura en el río Eresma. Su superficie amesetada –aunque suave- mente abombada y basculada hacia el sureste– tiene unas 4 hectáreas de extensión y está delimi- tada, en las tres cuartas partes de su perímetro, por escarpadas vertientes que, en algunos puntos, suponen desniveles cercanos a los 30 m respecto al fondo del valle (Fig. 1). Estas características hicieron del cerro un lugar idóneo para el estable- cimiento de grupos humanos tanto en la Prehistoria reciente como en tiempos tardoanti- guos y medievales, épocas todas ellas en las que se tuvieron muy en cuenta las posibilidades de defensa natural de los poblados. A pesar de las intermitentes ocupaciones que en él se produje- ron, el depósito arqueológico ha desaparecido por completo en varias zonas debido a la erosión, lo que hace que hoy se pueda ver la roca madre aflo- rando desnuda en diferentes áreas de su superfi- cie. En otras, por el contrario, se conservan leves restos de dicho depósito, si bien están bastante alterados por el laboreo agrícola en las terrazas hasta los años 50 del siglo XX.

El Cerro Tormejón (Armuña, Segovia). Análisis de sus ...files.ayuntamientoarmuna.webnode.es/200000789-90805917b1/cerr… · Viñas, 1971: 76-85, figs. 1 y 2; Juan y Blanco, 1997:

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CuPAUAM 39, 2013, pp. 151-182

El Cerro Tormejón (Armuña, Segovia). Análisis de sus materialescerámicos tardoantiguos.New evidences to know the Late Antiquity in Cerro de Tormejón(Armuña, Segovia, Spain).Francisco Gozalo Viejo*, José María Gonzalo González** y Juan Francisco Blanco García****I.E.S. Peñalara (La Granja, Segovia)**Aratikos Arqueólogos, S. L.***Universidad Autónoma de Madrid

Recibido: 21-06-2013Aceptado: 20-10-2013

Resumen

El propósito de este trabajo es ampliar la información existente sobre la fase tardoantigua en el Cerro Tormejón a tra-vés del análisis tanto de los materiales recuperados hace unos años en él, con motivo de la realización de una cam-paña de excavación, como de otros procedentes de varios trabajos de prospección. Esta nueva documentación y ladisponible en la bibliografía arqueológica nos ha permitido concretar aspectos relativos a los siglos V y VI d. C. en elárea segoviana del corredor del Eresma.

Palabras clave: Tardoantigüedad, visigodos, poblado en altura, cerámica estampada, Segovia, España.

Abstract

The aim of this paper is to show a Late Antiquity pottery collection from Tormejón hillfort, a settlement located nearEresma river, between the roman cities of Segovia and Cauca (Coca). Our principal support of analysis is an ancientarchaeological excavation conduced by one of us and other evidences from intensive survey. With the combination ofthis material evidences and the little notices of other archaeologists who write about this site, we want to make a syn-thesis of knowledge for this period.

Keywords: Late Antiquity, visigoths, hillfort, stamped pottery, Segovia province, Spain.

El Cerro Tormejón, localizado en el términomunicipal de Armuña (Segovia), es un promonto-rio de calizas y margas del Cretácico que ha que-dado individualizado a causa de la erosión lleva-da a cabo por un meandro del arroyo homónimomuy próximo a su desembocadura en el ríoEresma. Su superficie amesetada –aunque suave-mente abombada y basculada hacia el sureste–tiene unas 4 hectáreas de extensión y está delimi-tada, en las tres cuartas partes de su perímetro, porescarpadas vertientes que, en algunos puntos,suponen desniveles cercanos a los 30 m respectoal fondo del valle (Fig. 1). Estas característicashicieron del cerro un lugar idóneo para el estable-

cimiento de grupos humanos tanto en laPrehistoria reciente como en tiempos tardoanti-guos y medievales, épocas todas ellas en las quese tuvieron muy en cuenta las posibilidades dedefensa natural de los poblados. A pesar de lasintermitentes ocupaciones que en él se produje-ron, el depósito arqueológico ha desaparecido porcompleto en varias zonas debido a la erosión, loque hace que hoy se pueda ver la roca madre aflo-rando desnuda en diferentes áreas de su superfi-cie. En otras, por el contrario, se conservan levesrestos de dicho depósito, si bien están bastantealterados por el laboreo agrícola en las terrazashasta los años 50 del siglo XX.

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Algunos materiales recuperados de la Edad delBronce, como un fragmento cerámico de la etapade plenitud de Cogotas I decorado con boquiquey otros menos significativos, indican la presenciade grupos humanos en el lugar ya en ese periodo.Nada tiene de extraño la presencia de estos mate-riales aquí, pues al hecho de ser un lugar elevadocon amplio control visual del entorno se unen laabundancia de agua potable disponible (manantialde la ladera sur, arroyo Tormejón, Eresma), elcobijo que dan las oquedades de la denominadaCueva de la Mora, posiblemente un eremitorioaltomedieval, y la potencialidad económica delespacio circundante. Todo esto, cuando más hubo

de ser valorado y aprovechado sin duda fue en laSegunda Edad del Hierro, época en la que ya sí sepuede decir que se identifica una fase de ocupa-ción de cierta entidad. Sin embargo, la conocemosde forma muy deficiente, pues nada sabemos deaspectos tan básicos como las dimensiones delespacio urbanizado, el volumen demográficoaproximado que pudiera haber alcanzado, el tra-zado urbanístico, el sistema defensivo con el quepresumiblemente contó o las características cons-tructivas de sus edificaciones. Únicamente tene-mos los datos que se deducen del análisis de susrestos muebles –casi todos de procedencia super-ficial, no de excavación, y la mayor parte frag-

Figura 1. Localización del Cerro Tormejón y sección topográfica (Blanco García, 2006).

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mentos cerámicos–, el periodo global de ocupa-ción, el perfil económico del enclave (aunquededucido exclusivamente del medio natural talcomo hoy se presenta), los caminos de acceso queexistían desde las vegas, las fuentes de abasteci-miento de agua, los trazados viarios de comunica-ción con los establecimientos vecinos de Segovia

y Cauca, y poco más (Molinero Pérez, 1971: 93,lám. CLII, fig. 1; Lucas y Viñas, 1971: 76-85,figs. 1 y 2 (b); Gozalo Viejo, 1979; Barrio Martín,1994: 408 y ss., fig. 3a y b; Id., 1999: 106-111 yfigs. 62-70; Blanco García, 1999: 85-86, figs. 1 y3; Id., 2003: cap. 8, passim; Id., 2006: 49-51, fig.3; Id., 2010: fig. 14).

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Figura 2. Ubicación de los sondeos y estructuras exhumadas en la excavación de 1977 (según F. Gozalo).

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Figura 3. Materiales cerámicos procedentes de la excavación de 1977.

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Desconocemos en qué momento del final de laEdad del Hierro cesa la ocupación del cerro, asícomo las posibles causas por las que ésta se pro-dujo, pero al menos sí sabemos que durante épocaaltoimperial el lugar está vacío, pues no se cono-cen materiales de este periodo, y no será hasta laAntigüedad Tardía cuando de nuevo vuelva a ocu-parse. Los datos que de esta fase constan en labibliografía científica son escasos y en su mayo-ría proceden del estudio de fragmentos cerámicosrecogidos en superficie (Molinero Pérez, 1971:93, lám. CLII, fig. 2 y lám. CLIII, fig. 1; Lucas yViñas, 1971: 76-85, figs. 1 y 2; Juan y Blanco,1997: 174 y ss.; Blanco García, 2003: cap. 10,passim), por lo que el nivel de conocimientos quede él se tiene es aún muy precario. Teniendo encuenta esto, y para paliar en parte la situación,nuestro objetivo en las páginas que siguen va a sertratar de definir mejor el perfil arqueológico delcerro durante la Antigüedad Tardía, para lo cualvamos a manejar dos tipos de datos: por un lado,los que obran en esa dispersa bibliografía que aca-bamos de referir y, en segundo lugar, los emana-dos del único trabajo monográfico realizado hastaahora sobre este yacimiento, tras la excavación devarios sondeos practicados por uno de nosotros yque en su día fue presentado como Memoria deLicenciatura (Gozalo Viejo, 1979). Estos últimosdatos constituirán la base del presente estudio, sibien no fueron todo lo interesantes que se espera-ban cuando se planificó la campaña arqueológica.

1. LA EXCAVACIÓN.

La intervención arqueológica en cuestión, aúninédita, tuvo lugar en 1977, en el área central delyacimiento y al suroeste de la ermita de la Virgendel Tormejón, en sendos puntos en los que eraprevisible que la secuencia estratigráfica se con-servase menos alterada y tuviera cierta potencia,pues en las zonas perimetrales el sustrato rocosoque compone el cerro aparecía a cielo abierto.Dirigida por uno de nosotros, y con la ayuda devarias personas ligadas al Departamento dePrehistoria y Arqueología de la UniversidadAutónoma de Madrid, se practicaron dos sondeosde 3 x 3 m cada uno, denominados Sondeo 1 y 2,a los que se añadieron sendas ampliaciones de 1 x4 m en sus cercanías, denominadas Catas A y Brespectivamente. La finalidad de esta interven-ción trataba de documentar estratigráficamentelas formas de ocupación que se habían desarrolla-do sobre el cerro y en qué épocas se produjeron,

preguntas que venían ya más o menos evidencia-das por el tipo de material disperso sobre la super-ficie del cerro.

El Sondeo 1, ubicado cerca de la ermita, sesituó en la terraza más elevada por considerar quela estratigrafía en ese punto podría alcanzar ciertapotencia. Sin embargo, a tan sólo 25 cm de pro-fundidad ya empezó a aflorar la roca, lo que supu-so que se tuviera que abandonar antes de lo pre-visto el lugar elegido y, además, sin haber obteni-do apenas material. Lo mismo ocurrió en la CataA, pues a pesar de estar situada a 15 m del Sondeo1 hacia la ladera del cerro, apenas levantado elnivel vegetal apareció la roca.

El Sondeo 2 se abrió a media ladera, en el ter-cer nivel de terraza, y a unos 15 m al sur se trazóla Cata B. En ambos casos se documentó unaestratigrafía arqueológica similar, si bien algoalterada, que les ponía en clara relación y que,además, aportaba más información de cuanta sehabía obtenido hasta el momento. Destacaba laaparición de los restos de un muro en deficienteestado de conservación construido mediante unzócalo de calizas y pizarras prolongado en alturamediante adobes. El muro –o poyete, pues noconseguimos aclarar su funcionalidad–, debió decontar también con lajas de pizarra dispuestas envertical que forraban la parte construida con ado-bes. Es decir, daba la impresión de que los cons-tructores realizaron una caja de piedra que des-pués rellenaron con adobes. Hay que reseñar tam-bién que en relación a este muro se asocia unnivel de suelo de tierra caliza bien compactada.Lo exiguo de las evidencias documentadas nopermitió asegurar si se trataba de la compartimen-tación interna de un área de habitación, de unespacio de habitación amplio con un banco corri-do, o bien, del muro perimetral de una edifica-ción. En cualquier caso parece que el final de esteespacio llegó con un incendio, como demuestra lapresencia de un nivel de cenizas y carbonescubriéndolo todo, en el cual se recuperó un jarrocasi completo con caño para verter (Figura 4, 1) yvarios fragmentos más de cerámica estampada.Este nivel de incendio quizá fuera el causante dela destrucción de esta construcción de época tar-dorromana o visigoda.

En toda el área del Sondeo 2 y de la Cata B sedocumentaron varios hoyos excavados en elsuelo, todos sin las paredes bien delimitadas salvouno de ellos que conservaba trozos de revoco quese habían desprendido y precipitado hacia el

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Figura 4. Materiales cerámicos procedentes de la excavación de 1977 (cont.).

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fondo, si bien parecía más moderno que todos losdemás. En varios de esos hoyos el relleno era muyanterior a la cronología del muro, pues estaba for-mado por tierras y fragmentos de cerámica pintaday estampada vaccea, lo que vendría a evidenciar,entre otras cosas, que parte de la destrucción de losrestos del poblado de la Edad del Hierro fue pro-vocada por el asentamiento de época tardoantigua.

2. LOS MATERIALES CERÁMICOS.

Constituyen el grueso de los restos mueblesrecuperados en el yacimiento, tanto en la excava-ción referida como en los diferentes trabajos deprospección desarrollados. A pesar de que se tratade un conjunto muy interesante y atractivo, queamplía lo que de su equipo vascular tardoantiguosabíamos, ofrece una visión un poco distorsiona-da de la realidad cerámica del enclave por variosmotivos. En primer lugar, hemos de reconocerque la muestra es escasa, pues en poco sobrepasalos cien elementos, entre recipientes completos yfragmentos, de los cuales el 82% son recupera-ciones de superficie y sólo un 18% procede deexcavación. En segundo lugar, el conjunto reuni-do por vía de prospección, que es el mayoritario,ha sido objeto de un fuerte proceso de selección,consecuencia de los criterios prospectivos impe-rantes en el momento de realizar el trabajo debase (Gozalo Viejo, 1979). Al no haberse hechouna recogida sistemática y meticulosa, por secto-res arqueológicos previamente establecidos ypensando en un análisis estadístico de la muestra,la representatividad de la misma es nula a efectosde estimaciones relativas a la presencia de cadatipo de producción en cada una de las zonas delyacimiento. Por ejemplo, se han recogido muypocos fragmentos tanto de sigillata tardía como deproducciones comunes romanas e hispano-visigo-das de los siglos V-VI d. C., a pesar de que estascerámicas nos consta que son muy abundantes enel yacimiento, sobre todo las sigillatas hispánicastardías. Finalmente, este proceso de selección nosólo afecta a la proporcionalidad existente entrelas distintas familias cerámicas, sino incluso indi-vidualmente dentro de cada una de ellas. Como severá, imperan los fragmentos de cerámica estam-pada y no hay apenas fragmentos lisos de bordes,bases o asas pertenecientes a esos mismos reci-pientes, pues al ser poco o nada atractivos no serecogieron. Sorprende, por ejemplo, que no hayani un solo plato con borde de sección triangular ymoldura tan característicos de Tormejón (Juan y

Blanco, 1997: 179-181, fig. 3, 1-4). Tampoco hayfragmentos de los toscos vasos de cocina que con-viven con las producciones estampadas de mesa ydespensa, ni piezas de recipientes de tipo dolium,por ejemplo. Una simple inspección visual de lasuperficie del yacimiento es suficiente para com-probar que muchos de estos materiales que acaba-mos de referir se encuentran bien representadosen ella. Pero ahí están, no en el conjunto cerámi-co que en estas páginas vamos a estudiar.

Estas circunstancias negativas, sin embargo,se ven ampliamente compensadas por el graninterés que poseen muchos de los fragmentos quepresentamos, ya que tienen estampillas hastaahora desconocidas en los repertorios que sobreestas producciones existen, configurando unnuevo conjunto cerámico fechable entre los siglosV y VI d.C. que aporta datos muy interesantespara ir conociendo mejor las producciones cerá-micas meseteñas de estos siglos. Por otra parte,con estos nuevos materiales se consolida la ideade que el Cerro Tormejón hubo de ser un centroproductor de cerámica común estampada, al igualque lo fue Cauca (Blanco García, 2002: 169, nota204; Id., 1997: fig. 1, cenizales del alfar), si bienen Armuña no sabemos aún dónde estuvieron ubi-cados los alfares, mientras en Cauca al menosuno de los que las estuvieron fabricando seencuentra en el paraje denominado Las Negreras,situado a las afueras del núcleo urbano, en las pro-ximidades del área residencial de Las Pizarras(Blanco García, 2002: 169 n. 204, fig. 36). Aligual que en Cauca, la existencia en Tormejón denumerosos fragmentos con defecto de cocción,así como el extenso catálogo de matrices paraestampar que han usado sus alfareros, apuntanindiscutiblemente en la dirección de que estamosante producciones locales. Resulta llamativa estacircunstancia si reparamos en el hecho de queTormejón fue un núcleo de población bastantemodesto, una pequeña aldea, aunque, eso sí, biensituada en la red de vías de comunicación, pues sesitúa a medio camino entre Segovia y Cauca, quees tanto como decir en la transitada vía que comu-nica los pasos del Guadarrama con las riberas delcentro del Duero, la 24 de los itinerarios romanos.Esto nos conduce a pensar que muy posiblementeparte de sus producciones fueran a parar a merca-dos externos, aunque seguramente dentro de unradio comarcal, no lejanos. Desde luego, a Caucatenemos la seguridad de que no iban a parar, puesambos tipos de producciones se distinguen muybien, del mismo modo que en Tormejón no vemos

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estampadas de fabricación caucense, tambiénfáciles de identificar desde el punto de vista tec-nológico. Habría que pensar, por tanto, en peque-ños establecimientos rurales de los alrededoresdel cerro como destino final de parte de su produc-ción, ya que, en este caso, la calidad de su facturanos crea serias dudas acerca de que estas produc-ciones estampilladas del Tormejón estuvieran vin-culadas a ciertas élites que pudieran residir enasentamientos en altura más que en el llano circun-dante según el modelo propuesto por algunos auto-res (Quirós, e.p.). Pero antes de proseguir en el aná-lisis arqueológico y las consecuencias históricasque se derivan de tan interesantes cerámicas vamosa adentrarnos, siquiera de forma rápida, en unaserie de cuestiones metodológicas que permitiránentender mejor cómo hemos organizado el trabajo.

En primer lugar, en la documentación gráfica delos materiales que presentamos se han respetado,en general, los dibujos originales de la Memoria deLicenciatura (Gozalo Viejo, 1979). No obstante,han sido necesarias algunas mejoras tales comoreorientar varios fragmentos, completar las decora-ciones de otros, repasar líneas y ornamentos quecasi ya se habían perdido en las piezas originales,etc., todo ello realizado con los mismos materialesin situ, sobre la mesa. No todos los fragmentoscerámicos tardoantiguos que se recogieron gráfica-mente en dicha Memoria aparecen representadosen las figuras de este trabajo, pues ha sido necesa-ria una labor de selección en la que han quedadofuera aquéllos que resultaban poco o nada signifi-cativos no sólo desde el punto de vista ceramológi-co, sino también histórico, a pesar de lo cual ennuestras conclusiones sí que hemos tenido en cuen-ta la totalidad, lógicamente. Esta operación de ali-geramiento del cuerpo gráfico era obligada debidoa que nos ha parecido ineludible añadir a la docu-mentación antigua algunas evidencias materialesinteresantes que se recogieron poco después de lareferida excavación, las cuales, estas sí, han sidodibujadas expresamente para la presente ocasión.

Por otra parte, para facilitar un conocimientodetallado de los materiales con los que hemos tra-bajado –al fin y al cabo la materia prima objetivadel estudio–, nos ha parecido oportuno elaborar uncatálogo abreviado en el que se han recogido, dis-puestas en tabla, sus características básicas.Relacionaremos en primer lugar un conjunto demateriales que fueron recogidos en superficie haceya más de cuarenta años; después, los procedentesde la campaña de excavación de 1977; y finalmen-te aquellos otros que fueron recuperados tambiénen superficie pero en prospecciones realizadas conposterioridad a dicha campaña, por lo que para dis-tinguir los primeros de los últimos, éstos llevan lasigla genérica Superf. 07 por haber sido inventaria-dos por nosotros mismos en el año 2007. Dentro decada uno de estos tres conjuntos cerámicos, laordenación en tabla se ha hecho según el númerode inventario, pero su presentación gráfica en lasfiguras sigue un orden crono-tipológico, más pro-pio del análisis arqueológico que se pretende hacer,de manera que primero aparecerá la sigillata, luegosus imitaciones, después las estampadas y final-mente algunas producciones varias.

Estos tres conjuntos, que serán depositados pró-ximamente en el Museo Provincial de Segovia, notienen nada que ver con aquellos otros que AntonioMolinero relacionara en su libro-inventario de1971. Los materiales que este pionero de la arqueo-logía segoviana recogió como procedentes deArmuña fueron precisamente los que Juan y uno denosotros estudiamos hace ya casi dos décadas conobjeto de definir este horizonte de cerámicasestampadas segovianas (Juan y Blanco, 1997),razón por la cual está fuera de lugar reproducirlosgráficamente de nuevo, simplemente por cuestio-nes de espacio1. Debido a que varios de los frag-mentos cerámicos pertenecientes a los tres con-juntos objeto de nuestra atención ya habían sidodibujados y publicados por M. R. Lucas y V.Viñas (1971) pero de manera incompleta (marca-dos en nuestra relación con un asterisco), aquí loshemos vuelto a dibujar y estudiar.

1 Para facilitar su consulta, esos materiales, unos seguros yotros no del todo, son los siguientes: Juan y Blanco, 1997:fig. 3, 1-5; fig. 4, 16; fig. 5, 30, 41 y 42; fig. 6, 44, 46 y 47;

fig. 7, 58, 64, 66, 70, 73, 75 y 78; fig. 8, 79-82, 89, 96, 99,101 y 102, (inventariados en pp. 212-216).

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En la presente relación no se recogen aquellosmateriales que son poco o nada significativosdesde el punto de vista cronológico y/o tipológi-co, aunque sí han sido tenidos en cuenta en elestudio.CLAVE. Pasta: a= abizcochada; b= blanda;

sd= semidura; d= dura. Factura: M= modelado(m= mano, t= torno, tn= torneta); C= cocción (o=oxidante; r= reductora; m1= mixta, interior oxi-dante y exterior reductor ; m2= mixta, interiorreductor y exterior oxidante; m3= tipo sandwich;i= irregular). Forma: ZC= zona conservada; Car=caracterización; TSIn= Imitación de narbonense;Isig.= Imitación de sigillata; TSHT= TerraSigillata Hispánica Tardía. Observaciones: Def.=Defecto de cocción.

Está de sobra cualquier comentario sobre losaspectos tecnológicos de la sigillata hispánica tar-día porque es un tipo de producción bien conoci-da. Las importaciones narbonenses por ahora nonos constan en Tormejón, pero de sus derivadas eimitaciones sí que conocemos varios fragmentos,uno de ellos de excelente calidad técnica aunquecon el barniz ya muy perdido (Fig. 5, 6), circuns-tancia ésta que también es habitual en otros yaci-mientos, como el cercano de Cauca (BlancoGarcía, Pérez González y Reyes Hernando, 2012-2013: 67, fig. 7). Tampoco entraremos en susaspectos técnicos porque se encuentran definidosdesde antiguo en la bibliografía (Rigoir, 1971: 36-41; Rigoir y Meffre, 1973: 215-222) y son desobra conocidos. Únicamente señalar cómo esta-mos ante fragmentos bastante erosionados que

han perdido gran parte del barniz que tuvieronpero que aún quedan suficientes restos que nospermiten identificarlos como tales, así como delas estampaciones que los ornaban, aunque no sepueda decir que sean de primera calidad.

De sigillata hispánica tardía sólo contamoscon seis fragmentos, pertenecientes cuatro deellos a cuencos de la forma 37t (Fig. 3, 1 y Fig. 5,1-3), uno a un plato con el fondo estampadomediante rosetas dispuestas en círculo que estánrodeando una estrella realizada con triánguloscuartelados (Fig. 5, 5), y el sexto a una base detipología imprecisa (Fig. 5, 4). De forma másescasa, en Tormejón también hay algunas imita-ciones de sigillata anaranjada, casi todas de la his-pánica pero alguna podría estar emulando produc-ciones africanas. Su pequeño tamaño nos impideprecisar un poco más a este respecto. Estas imita-ciones son sobre todo de platos (Fig. 3, 2 y Fig. 6,1 y 2), en un caso lo es de una jarra cuyo hombroha sido engalanado con un friso de triángulos con-trapuestos y reticulados interiormente (Fig. 6, 3),y un último fragmento podría pertenecer a unjarro (Fig. 6, 4).

Aunque no estamos seguros de ello, pues nodejan de ser materiales procedentes de estratigra-fía poco significativa o de superficie, parece queconvivieron con estas producciones hispánicastardías unos recipientes de buena calidad técnicacocidos en atmósferas reductoras y, por tanto, desuperficies grises homogéneas, cuya decoraciónse ha realizado mediante líneas bruñidas a espátu-la de forma muy cuidadosa y equilibrada (Fig. 4,

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5 y Fig. 14, 4). Con esta técnica, en el primero delos fragmentos referido se ha diseñado una com-posición reticulada de amplio desarrollo, puesparece que cubrió todo el vaso, y en el segundo elcampo decorativo ha sido dividido radialmentepara en cada gallón resultante alternar al menosdos esquemas: el reticulado y el de espina de pez,muy propio este último de la común romana deamplia cronología.

Los recipientes que están imitando a la sigilla-ta narbonense en Tormejón son seis en total, perosalvo ese excelente fragmento de fondo de platogris estampado al que más arriba hemos aludido,con “ochos” enlazados, pares de roleos contra-puestos con centro romboidal y arquillos cuartela-dos (Fig. 5, 6), se trata de imitaciones de baja cali-dad que se sitúan algo distantes ya de sus mode-los originarios y tienen las decoraciones sensible-mente desarticuladas (Fig. 5, 7-9). A nuestroentender, su presencia en el yacimiento habría queexplicarla de la siguiente manera: Tormejón, aligual que muchos de los pequeños pobladosmeseteños coetáneos, constituiría parte de unaespecie de mercado secundario en el que encon-

traban salida estos productos que marcaban ciertogrado de distinción y prestigio entre quienes losposeían por ser foráneos, pero el limitado niveladquisitivo de este grupo social sólo les permiteacceder a estos vasos de baja calidad. Tengamosen cuenta que tanto las producciones africanascomo las gálicas llegan a este sector meseteño concuentagotas, así es más que probable que porestas latitudes y en estos momentos no haya yaotros vasos de mayor calidad circulando, de ahíque el mercado pudiera quedar casi “monopoliza-do” por estas imitaciones. De lo que no parecenexistir importaciones o imitaciones en Tormejón–ni en el resto del área segoviana, al menos porahora–, es de las características producciones tar-días atlánticas que tan frecuentemente aparecenen la zona cantábrica (Uscatescu, Fernández yGarcía, 1994).

En general, la presencia de estas producciones,hispánicas y de imitación gala, están indicandovarios hechos. En primer lugar, que en Tormejónexiste un grupo social, quizá muy minoritario, quetiene cierta capacidad económica como paraadquirir vajillas de calidad y otras que imitan a las

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Figura 5. Materiales cerámicos de superficie. 1-5, sigillata hispánica tardía;6-9, imitaciones de narbonense, grises y anaranjadas.

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Figura 6. Materiales cerámicos de superficie. 1-4, imitaciones de sigillata hispánica tardía; 5 y 6, platos comunes; 7,cuenco común de superficie exterior espatulada; 8, base de jarra común en cerámica gris.

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auténticas “de lujo” que circulan a través del grancomercio, aunque éstas no sean de primera cali-dad, como acabamos de decir. En segundo lugar,que son estos recipientes los modelos que imitanlos alfareros locales para atender la demanda deunas clases medias y bajas que tratan de emularen sus equipos vasculares a las altas. Finalmente,la población de Tormejón, como las de Cauca,Segovia y demás enclaves de la zona, se encuen-tra inmersa en un proceso de empobrecimiento ytransformación general en el que a medida que vararificándose la cerámica foránea –en parte debi-do también a que muchos de los centros produc-tores entran en franco declive o sencillamentedesaparecen–, la estampada local tomará el relevocomo único equipo vascular de mesa y despensa.Incluso estas cerámicas estampadas, a las queseguidamente nos referiremos, progresivamentevan fabricándose en calidades cada vez peores, cir-cunstancia ésta que perfectamente se puede aplicara los materiales de Tormejón a partir de las infor-maciones obtenidas en las estratigrafías de Cauca.

Centrándonos ya en el grupo de cerámicas másnumeroso e interesante, en el de las estampadasde fabricación local, aquellas que materializan elque en alguna ocasión ha sido denominado “hori-zonte provincia de Segovia” (Caballero, Retuercey Sáez, 2003: 261), vamos a comenzar por losaspectos técnicos de su fabricación. Más arribahemos adelantado la idea de que no nos cabe lamenor duda de que han sido producidas en lasinmediaciones del yacimiento para atender sobretodo la demanda local. Los tres hechos en los quenos apoyamos son: la abundancia en este lugar dematerias primas (buenas y variadas arcillas, aguay combustible), la presencia de numerosos frag-mentos con defectos de cocción producidos porexceso de calor (agrietamientos, burbujas, escori-ficaciones, deformaciones, etc.: entre otros, Fig.7, 7 y 9, Fig. 13, 1) y, en tercer lugar, el ampliocatálogo de estampillas documentado, propio deun centro productor. Desconocemos el lugar o loslugares donde estuvieron ubicados los alfares ytampoco tenemos constancia de la existencia decenizales que pudieran delatar su localización,pero seguramente se situaron en alguna zona bajacercana al agua del arroyo de Tormejón o delEresma, cuyo cauce se sitúa algo más distante delpoblado, por razones de seguridad de las vivien-das y también de comodidad laboral. Este desco-nocimiento de los alfares es el que explica quehasta ahora no se haya encontrado ni una solamatriz o punzón para estampar sobre los recipien-

tes en el espacio habitacional, pues, lógicamente,estos instrumentos se usarían y guardarían en laspropias instalaciones alfareras. Más que de huesoo madera, aunque no lo excluimos, lo más proba-ble es que los punzones fueran de cerámica, den-tro de la tradición de la sigillata decorada a molde.

En cuanto a las arcillas empleadas, existe cier-ta diversidad porque a lo largo del tiempo en elque esta especialidad alfarera se estuvo fabrican-do y tuvo uso su proceso de elaboración fue cam-biando, de manera que en los recipientes iniciales,que se solaparon cronológicamente con las últi-mas producciones de sigillatas y sus imitaciones(sobre todo hispánicas tardías y gálicas), lasmasas arcillosas fueron objeto de una decantaciónmejor, los desgrasantes eran menos perceptibles asimple vista, había menos impurezas, etc., mien-tras que en las de épocas avanzadas y tardías esevidente que se desatendieron cada vez más losprocesos de preparación. Y es que en Tormejón seconstatan, grosso modo, esas dos fases que pare-cen distinguirse en la historia de estas produccio-nes pero que convendría en el futuro definir mejorcon repertorios estratificados (Juan y Blanco,1997: 210; Blanco García, 2003: 159; Larrén etalii, 2003: 276). Comparando las característicastécnicas de las producciones de Tormejón con lasde otros yacimientos tanto segovianos como deprovincias vecinas, las de Armuña destacan portres peculiaridades: el alto porcentaje de las coc-ciones oxidantes, el contraste que existe entreunas pastas cerámicas de calidad media-baja y laexcelente factura de la mayor parte de las estam-pillas y, en tercer lugar, la escasez de bruñidosrealizados con posterioridad a la impresión de lasestampillas.

Por lo que a la primera peculiaridad se refiere,ya en alguna ocasión nos hemos hecho eco deella (Blanco García, 2003: 156), si bien a la vistadel conjunto aquí presentado conviene matizar.Y es que, aun siendo mayoritarios los recipientesde superficies ocres y anaranjadas (53%), losque las tienen grises cuentan con una presenciaalgo más destacada de la que teníamos constata-da hasta ahora (26%), y lo mismo se puede decirde las cocciones irregulares (21%). Es evidenteque con el aumento de la muestra las diferenciasson menos acusadas de lo que hace unos añoscreíamos, pero para que estos datos tengan algu-na fiabilidad y se ajusten a la realidad es necesa-rio contar con una muestra que tenga al menos500 individuos.

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Figura 7. Materiales cerámicos de superficie.Galbos de jarras en común estampada.

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En cuanto al contraste existente entre la defi-ciente calidad que tienen la mayoría de las pastasy la buena factura de las estampillas, resulta sor-prendente porque este rasgo no se advierte en nin-gún otro yacimiento de la zona. Lo habitual, almenos en el centro de la cuenca del Duero, es quelas estampillas de mejor factura estén en vasosfabricados con pastas de buena calidad y a medi-da que transcurre el tiempo vayan siendo peorestanto las estampillas como las pastas. EnTormejón el descenso de las calidades de la arci-lla resulta muy evidente pero las estampillas, engeneral, siguen manteniendo un alto nivel de eje-cución. La explicación lógica a este hecho quizáesté en que mientras los recipientes tienen unperiodo de vida relativamente corto, en general, ycontinuamente se están reemplazando los que sevan rompiendo por otros nuevos aunque cada vezde peor calidad técnica, las matrices con las quese decoran siguen siendo las mismas. Esto signi-fica que las formas y las calidades de los equiposcerámicos evolucionaron más rápidamente quelos diseños de las matrices. Sería de gran impor-tancia comprobar si esto fue así o no en yaci-mientos en los que este tipo de producción estam-pada se encuentra estratificada.

La tercera peculiaridad está directamente rela-cionada con la anterior. Ya en su día señalábamoscómo nos resultaba incomprensible el que en nopocos recipientes de esta familia cerámica tardo-antigua después de ser engalanados con estampi-llas se procediera al bruñido, con lo que éstas que-daban parcialmente borradas (Juan y Blanco,1997: 176, fig. 2). Pues bien, en Tormejón estaforma de hacer que aparentemente se produce enlas fases más avanzadas está constatada sólo enunos pocos recipientes (por ejemplo, en Fig. 7, 4y Fig. 10, 6), lo cual podría estar indicando queesa fase más tardía tuvo poca incidencia en esteyacimiento, aunque esta idea hemos de tomarlacon las debidas precauciones debido a que esnecesaria una más completa y amplia informaciónestratigráfica.

Esto último nos da pie a entrar en algunosaspectos relacionados con la evolución que sepodría reconocer en este conjunto. A pesar de quela mayor parte de estos materiales son de superfi-cie y que los de excavación son pocos y no ofre-cen una disposición estratigráfica de utilidad aeste respecto, con los datos obtenidos sobre todoen las excavaciones de Cauca es posible realizaruna ordenación que necesariamente ha de ser muy

general. Si partimos del hecho de que en estasproducciones es posible reconocer, grosso modo,dos fases, como acabamos de señalar, ambasparecen estar presentes en Tormejón, aunque node una forma equilibrada.

A los inicios de la fase más antigua, caracte-rizada por unos recipientes de pastas finas yduras, superficies cuidadosamente bruñidas decoloración homogénea, proximidad formal ydecorativa a las últimas sigillatas, estampillas detamaño pequeño pero de dibujo muy nítido quese distribuyen a intervalos equidistantes por lasuperficie del vaso y nunca se imprimen antesdel bruñido, pertenecerían fragmentos talescomo los de Fig. 3, 3 y 4, Fig. 6, 8, Fig. 7, 1 y 7,Fig. 10, 3, y algunos otros no dibujados. Resultanecesario señalar cómo es a esos comienzos alos que también son asignables los vasos grisesbruñidos de mejor calidad. Las estampillas máshabituales en estas producciones son los anillospequeños, los triángulos cuartelados o rellenosde finos nervios, los arquillos de pequeño tama-ño finamente cuartelados, alguna roseta de pro-porciones equilibradas, etc.

Dentro de esta genérica fase antigua, pero yasituados en momentos aparentemente más avan-zados, habría que ubicar la mayor parte del con-junto estudiado. Es en estas décadas de plena pro-ducción de las estampadas, que podríamos centraren los finales del siglo V y parte del VI d. C., enlas que imperan en Tormejón los recipientes depastas anaranjadas y ocres, las estampillas siguensiendo de excelente calidad y detallismo aunquetienden a aumentar algo en el tamaño, y los bru-ñidos comienzan a descuidarse. A veces el bruñi-do, rápido y poco sistemático, se aplica sólo par-cialmente al vaso (Fig. 8, 5, Fig. 9, 2, Fig. 12, 2),y en ocasiones no se trata más que de un simpleespatulado, como se puede ver, por ejemplo, enFig. 6, 7, un cuenco de carena baja cuyo prototi-po en sigillata hispánica tardía no es muy corrien-te pero sí aparece en urbes importantes como, porejemplo, Asturica Augusta, fechado a finales delV o, con más probabilidad, comienzos del VI d.C. (Paz Peralta, 2003: fig. 28, 21).

Aunque, lamentablemente, en muy pocos reci-pientes se ha conservado la composición decora-tiva completa (Fig. 4, 1 y Tabla 1, 1), pues casitodos son fragmentos en los que sólo aparece unapequeña parte de la misma, el catálogo de estam-pillas registrado en Tormejón es considerable-mente extenso, a pesar de que, como hemos

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Figura 8. Materiales cerámicos de superficie.Galbos de jarras y jarros en común estampada.

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dicho, fue un enclave poblacional de dimensionesmodestas. Si ponemos en relación estas dos reali-dades -a saber, importante variedad de estampillasy comunidad de tipo aldeano- con la proximidadformal de muchas de ellas a las del sur galo y lapresencia de cerámicas originarias de esas regio-nes, es muy posible que los alfareros que fabrica-ban estas cerámicas en el Cerro de Tormejónhubieran desarrollado su oficio bajo unas influen-cias muy directas y fluidas de las produccionesgalas. Pero la proximidad también se puede hacerextensible a las producciones de sigillata hispáni-ca tardía, más cercanas geográficamente. Esto nosconduce a plantear la hipótesis de que no tendríanada de extraño en este caso que alguno de esosalfareros hubiera aprendido el oficio en unambiente muy próximo a los alfares de sigillatahispánica tardía, del sur galo, o influido muydirectamente por él, y andando el tiempo hubieraacabado estableciéndose, él o sus sucesores, enTormejón. Evidentemente, esta es una hipótesisimposible de comprobar, puramente conjetural.

Sea como fuere, los arquillos cuartelados,impresos de forma aislada o formando parte decomposiciones más complejas, son los motivosestampados más habituales en Tormejón y quepresentan una mayor variedad de punzones.Todos ellos son de doble hilera de celdillas y pre-dominan los de arco de círculo sobre los semicir-culares (Fig. 7, 7) y los de herradura (Fig. 7, 4).No vamos a insistir mucho en este motivo deco-rativo porque poco o nada de novedoso hay eneste conjunto que modifique lo dicho hace unosaños (Juan y Blanco, 1997: 194), pero sí convie-ne señalar un par de cosas. En primer lugar, aquímejor que en ningún otro enclave resulta eviden-te que este motivo ha evolucionado desde lostamaños pequeños con el interior cuarteladomediante finísimas costillas y todo muy simétricohasta los grandes, de aspecto burdo, cuartelescada vez más desarticulados, asimetrías formales,etc. En segundo lugar, la presencia en Tormejónde un plato imitación de narbonense cuyo bordeha sido decorado con una serie de arquillos enca-denados (Fig. 5, 8) demuestra claramente que losalfareros de este yacimiento tuvieron cerca de síprototipos que utilizarían como fuente de inspira-ción, algo que no siempre es posible documentaren los yacimientos.

Los cuadrados y rectángulos mayoritariamen-te los encontramos con el interior cuartelado, enunos casos ortogonalmente (Fig. 4, 3, Fig. 8, 8,

Fig. 10, 5, etc.) y en otros en losange (Fig. 8, 3,Fig. 10, 6). Son más abundantes en este yaci-miento que en ningún otro enclave segoviano,pues fuera de aquí sólo conocemos un ejemplo enla villa suburbana caucense de las Pizarras (Juany Blanco, 1997: 185, fig. 6, 47). Puesto que moti-vos similares existen en la TSHT, en las gálicas ysus derivadas (DSP) (Rigoir y Rigoir, 1971: 64) y,con gran profusión, en la africana (Jodin yPonsich, 1960: 305-307, fig. 9, d, f y g , fig. 11, d,fig. 12, a-c; Delgado, Mayet y Moutinho deAlarçao, 1975: 269-270, 281, pl. LXXV, 142 y143), verdaderamente no sabemos cuál fue lafuente principal de inspiración de estos motivosen Tormejón, aunque algunas pistas tenemos.Simplemente por motivos cronológicos y estadís-ticos, lo más probable es que de la african red slipware pasaran a la sigillata hispánica tardía y,sobre todo de esta última, a nuestras estampadasdel siglo V. El proceso podría ser el siguiente: loscuadrados y rectángulos de interior cuartelado sonmuy frecuentes en el estilo A (II) de Hayes (1972:218-219), que se fecha desde mediados del sigloIV hasta entrado el V, y como éste fue uno de losmás influyentes en los talleres de sigillata hispá-nica tardía, cuyo cese de la actividad productivaocurre a finales del siglo V o inicios del VI segúnPaz Peralta (1991: 230-231) –aunque a mediadosdel V según otros investigadores–, lo más lógicoes pensar que a las estampadas de imitación lle-garan desde la sigillata tardía. Bien es cierto queen la sigillata roja y gris del centro-norte portu-gués estos punzones son abundantísimos, pero seadmite que estas producciones son una variedadde la africana y no parece que hayan influido enel centro de la Meseta (entre otros, Alarçao yAlarçao, 1963-64; De Sousa, 1966-67). Estospunzones fueron utilizados en algunos casoscomo decoración única para formar frisos, perogeneralmente aparecen combinados con anillos ocon arcos. Un buen ejemplo de friso de cuadradosreticulados interiormente lo encontramos en unabotella anaranjada que se recuperó en las excava-ciones de 2006-09 en el edificio caucense de LasPizarras (Pérez et alii, 2012: 75 nº 102). En nues-tras estampadas, la forma en la que suele compa-recer con mayor frecuencia es en la orza de tama-ño medio.

La riqueza de punzones cuadrangulares enTormejón, sin equivalente en ningún otro lugarmeseteño de estos momentos, hace que no sóloestén presentes aquí los de interior cuartelado,sino también otros hasta ahora únicos. Tal es el

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caso en el que uno de sus lados cortos remata entriángulo equilátero y el interior ha sido divididoen tres zonas por dos acanaladuras dispuestas endiagonal (Fig. 12, 6), todo en simetría milimétri-ca. Lamentablemente no conservamos la compo-sición completa, pero al menos sabemos que eracompleja, pues en el fragmento en el que compa-

rece formó parte de un friso compartiendo campodecorativo con lo que parece ser un punzón bilo-bulado con punto en el centro de cada lóbulo.Punzón este último que es habitual en las produc-ciones gálicas DSP de la segunda mitad del sigloV d. C., y semejante al que aparece en un fondode plato del yacimiento madrileño de Congosto

Figura 9. Materiales cerámicos de superficie. Galbos de orzas en común estampada.

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(Rivas-Vaciamadrid; Vigil Escalera, 2006: 96, fig.6). Otro punzón rectangular, también único porahora en esta familia cerámica, tiene estructuradoel interior de forma muy elaborada, pues dentro seha trazado un rectángulo menor dividido a su vezen dos campos horizontales cada uno de los cua-les aparece recorrido por sendos zigzags en posi-tivo y el espacio que queda entre este rectángulomenor y el perimetral también se encuentra reco-rrido por líneas de zigzag en positivo (Fig. 13, 3).

De los dos tipos de husos en aspa hasta ahoraconstatados en estas producciones comunes, enTormejón sólo teníamos representado el de haz(Juan y Blanco, 1997: 197, fig. 7, 77 y fig. 10,66), no el cuartelado. Pues bien, esta segundavariedad está presente nada menos que en tresfragmentos del conjunto que aportamos (Fig. 7, 9,Fig. 8, 5 y 6): en un caso se trata de huso de triplelínea y en los otros dos la línea cuartelada esdoble, como es habitual. Los dos aspectos queestán aún por aclarar en lo que se refiere a estemotivo decorativo son, en primer lugar, si ambasvariedades llegan a la común simultáneamente ouna es más antigua que la otra. En algunos vasosde inicios de la primera fase tenemos finísimasaspas cuarteladas, pero en yacimientos como, porejemplo, el Cerro del Castillo de Bernardos lasúnicas aspas hasta ahora conocidas son en haz ysobre recipientes excelentemente bruñidos de esamisma fase inicial (Gonzalo González, 2006: fig.25, 1º y 3º de p. 68), lo cual parece querer decirque a nuestras comunes llegan al mismo tiempo.El segundo aspecto es el de qué producción fue lafuente de inspiración principal de este motivo enlas comunes: la TSHT o la gálica y sus imitacio-nes, pues en ambas se constata (p. ej., López yRegueras, 1987: fig. 4, D; Rigoir, 1968: fig.XVIII, La Savoye 6; García Guinea, GonzálezEchegaray y San Miguel, 1966: 10, lám. XIV, 9 yfig. 5; Quirós y Alonso, 2007-08: 1132, fig. 9).

Las estampillas de planta pedis también estánpresentes en dos variantes: la de interior liso osemiliso pero con reborde de línea cuartelada(Fig. 7, 3), y la que tiene todo el interior estructu-rado en cuarteles (Fig. 7, 2; Fig. 8, 1; Fig. 10, 1 y2). La existencia de un fragmento de plato imita-ción de TSHT con decoración impresa de plantasde pie (Fig. 6, 2) de nuevo evidencia cómo losalfareros de Tormejón tienen al lado los prototi-pos que imitan o bien ellos mismos están fabri-cando al mismo tiempo esas imitaciones en barrosfinos, no en comunes. Las plantae pedis suelen

ser de una extraordinaria calidad tanto enTormejón como en los otros dos yacimientossegovianos en los que hasta ahora han sido cons-tatadas (el área arqueológica de Las Pizarras, enCoca, y Duratón), y en algún que otro vallisoleta-no (Mañanes Pérez, 2002: fig. 51, inf. dcha.), peroa diferencia de éstos, en el de Armuña son másnumerosas. Lo encontramos formando friso comomotivo único y también conviviendo con otrospunzones, a veces en esquemas complejos. Noparece haber duda sobre su origen en la AfricanaC y D, hacia el último cuarto del siglo IV d. C.,pero que se siguieron fabricando hasta finales delV (Hayes, 1972: 252, fig. 43, 148), pasando des-pués a ser imitados por los alfares que estabanproduciendo TSHT (Abásolo et alii, 1984: 113,fig. 20, 3; Jerez Linde, 2006: 67, fig. 17, 64 y 66,lám. XXI, 74 y 75), y fue seguramente desde ellosdesde donde llegarían a nuestras comunes, puesen las gálicas tardías este tipo decorativo, sin estarausente por completo, es muy poco frecuente(Rigoir y Rigoir, 1971: 65, 752). A pesar de estoúltimo, lo que sí es muy galo es colocar en elextremo de una estampilla alargada uno o dos ani-llos, tal como se ha hecho en las plantas de pie denuestro fragmento de Fig. 7, 2 (Rigoir y Rigoir,1971: 62-63). Por poner un par de ejemplos, cadauno de ellos situado en un extremo de LosPirineos, en yacimientos tan permeables a lasinfluencias galas como el vizcaíno de Peña Forúa(Martínez y Unzueta, 1988: 22, fig. 21, 69, fig.23, 8) y en el andorrano de El Roc d´Enclar(Yáñez et alii, 1997: fig. 4, 2 y 4) esta caracterís-tica se muestra bien palpable. Todo esto redundaen la idea de cómo las decoraciones presentes enlas cerámicas comunes estampadas constituyenun crisol de influencias múltiples.

Aunque parece de sentido común que con unmismo punzón se decoraran vasos de diversasformas, hasta ahora en cada recipiente conocidoel tipo de estampilla es único y singular. Puesbien, en el conjunto que presentamos hemospodido advertir el primer caso conocido de unaolla impresa con el mismo punzón de plantapedis que también aparece en una orza (Fig. 8, 1y Fig. 10, 1, resp.). Sólo digitalizando todas lasestampaciones aparecerían casos idénticos, noya dentro de un mismo yacimiento, sino tam-bién, y lo que es más importante, en otrosmuchos, lo que constituiría un buen método paraestablecer los ámbitos de difusión de las produc-ciones de cada alfar, los circuitos comerciales dedistribución, etc.

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Figura 10. Materiales cerámicos de superficie.Galbos de orzas en común estampada (cont.).

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En territorio segoviano, los pares de espiralesen “S” u “ochos” (Fig. 11, 6) por ahora única-mente se conocen en Tormejón, a través de cuatrofragmentos pertenecientes a vasos de distintaforma y cada punzón diferente de los demás. Nohay duda de que están inspiradas en motivos tantode la TSHT gris habituales en el centro-nortepeninsular (Garabito, 1983: fig. 4, 1; Juan yBlanco, 1997: 196) como en las DSP (p. ej., vid.,Rigoir, Pelletier y Poguet, 2001: fig. 32, 17351 yfig. 45, 5099; Larrén, 1989: 62, fig. 1; C.E.V.P.P.,1991: 49, fig. 4, 6), pero en nuestras cerámicascomunes estampadas son de tamaño más amplio ylabor más descuidada. Los paralelos más cerca-nos, y además sobre formas diversas, los encon-tramos en el yacimiento abulense de Navasangil(Larrén et alii, 2003: fig. 7, 2; Juan, 2012: fig. 5,5). Directamente relacionada con este tipo depunzón, de lo que hasta ahora no hay constanciaen Tormejón es de las trenzas formadas por“ochos” encadenados como las que espléndida-mente aparecen en un fragmento de Dehesa deCañal (Storch, 1997: fig. 13, dcha.), y que en elyacimiento segoviano sería lógico encontrar por-que en él hallamos ese fragmento de DSP de Fig.5 nº 6 que constituye un magnífico ejemplo de lafuente en que se inspiró este tipo de punzón.

Cinco tipos de rosetas se constatan en esteconjunto: las de perímetro realizado con doblemoldura cuartelada e interior liso (Fig. 4, 2); lasde moldura sencilla pero cuartelada en diagonal, amodo de hélice, también con el interior liso (Fig.7, 5); las de moldura doble cuarteladas igualmen-te en diagonal pero con punto central (Fig. 11, 2);las cruciformes (Fig. 12, 1); y las de ocho pétalosangulosos con el centro radiado convergente enpunto central (Fig. 14, 1). Más que en la TSHT, enla que no están del todo ausentes, estos punzonesparecen remitir con mayor claridad hacia las gáli-cas y sus derivadas, que tanto uso hicieron de unsinfín de variantes (Rigoir y Rigoir, 1971: 41-50;Rigoir y Meffre, 1973: 246-247, figs. XIX y XX).

Claramente relacionadas con las rosetas, másque con los arquillos cuartelados a pesar de queéstos sean una parte constitutiva de los mismos,se encuentran unos peculiares punzones formadospor un arco doble cuartelado cuyo desarrollo es decasi las tres cuartas partes del círculo, marcadopor el interior con línea acanalada que sirve deguía para una hilera de globulitos en positivo quese disponen en torno a un glóbulo mayor central.Hemos podido constatar en Tormejón dos varian-

tes, una de ejecución bastante cuidada y equili-brada en sus partes componentes (Fig. 12, 4) yotra algo más tosca (Fig. 14, 1), en ambos casosdecorando sendas tinajas de paredes espesas. Denuevo son las denominadas desde antiguo dérivé-es des sigillées paléochrétiennes (DSP) los refe-rentes indiscutibles de estos punzones (p. ej.,Rigoir, 1968: fig. XII, Narbonne 4598; Rigoir yRigoir, 1971: 48, 442, 60 y 543; Rigoir y Meffre,1973: 246, figs. XIX, 2166 y fig. XX, 439; Rigoir,Pelletier y Pouguet, 2001: fig. 41), pero como enalgunas sigillatas hispánicas tardías también apa-recen, y además con la misma finura que en lasgalas (como puede comprobarse, p. ej., en LaMorterona: Abásolo, et alii, 1984: 115, fig. 21, 6),la fuente de inspiración pueden ser ambas pro-ducciones.

Las palmetas, tan abundantes y variadas en losrepertorios vasculares galos y africanos, no sonmuy habituales en la TSHT estampada y tampocoen nuestras comunes. De hecho, en este conjuntode Tormejón sólo hay un ejemplo, del tipo impro-piamente denominado “de tijera” y también“cefalópodo”, (Fig. 11, 2). Más que los africanos,los mejores referentes son galos aunque, eso sí, deproporciones y ejecución muy clásicas (p. ej.,Rigoir y Meffre, 1973: 247, fig. XXII, 891). En lasigillata hispánica tardía este punzón, cuando seconstata, pues es poco habitual, tiene característi-cas morfológicas idénticas a las existentes ennuestras comunes, como puede apreciarse denuevo en La Morterona (Abásolo, et alii, 1984:115, fig. 21, 7; Pérez y Abásolo, 1987: fig. 1, 5).

Los punzones triangulares son bastante comu-nes en cualquier yacimiento que cuente con estetipo de cerámica, casi siempre isósceles. Dos sonlas variantes que se documentan -cada una deellas con varios subtipos-, y las dos están presen-tes en Tormejón, pues es el yacimiento segovianoen el que más abunda este tipo de punzón (Juan yBlanco, 1997: 196). La primera es aquella quemuestra el interior relleno de líneas rectas conver-gentes hacia el vértice (Fig. 7, 1). La segunda esla que el interior ha sido cuartelado bien ortogo-nalmente (Fig. 6, 8; Fig. 7, 8; Fig. 8, 9 y Fig. 14,1), bien en retícula (Fig. 7, 5; Fig. 9, 3). De estaúltima variante existen magníficos paralelos enyacimientos igualmente segovianos como Caucay el Arenero de las Cotarras (Sanchonuño), aúninéditos. A pesar de que hace años creyéramosque la fuente de inspiración de este motivo deco-rativo fue la Africana D (Hayes, 1972: fig. 44, 105

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Figura 11. Materiales cerámicos de superficie.Galbos de orzas en común estampada (cont.).

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Figura 12. Materiales cerámicos de superficie.Galbos de orzas en común estampada (cont.).

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Figura 13. Materiales cerámicos de superficie. Galbos de orzas en común estampada (cont.).1, Defectuosa en la cocción; 2, con cordón impreso; 3, con asa desprendido.

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y 106) –lo cual sigue estando plenamente vigen-te–, y no la TSHT porque en ella no aparecía(Juan y Blanco, 1997: 196), lo cierto es que tam-bién está presente en esta última, si bien de mane-ra escasísima. La demostración la encontramos,sin ir más lejos, en el mismo yacimiento deTormejón a través de un fondo de plato que ya ensu día dieran a conocer Lucas y Viñas (1971: 78,fig. 1, 9) y que aquí recogemos también (Fig. 5, 5).

Pero de todos los punzones constatados enTormejón, sin duda el más interesante es aquel enel que aparece una cierva (Fig. 11, 3 y Tabla 2, 3),pues hasta ahora se desconocía en este tipo deproducciones de cerámica común estampada. Apesar de su esquematismo, constituye un docu-mento privilegiado que refuerza considerable-mente la estrecha relación existente entre estascerámicas y las sigillatas tardías del sur de laGalia y sus imitaciones, pues en la TSHT los cér-vidos son, además de escasísimos, de unos rasgostan desarticulados que apenas se pueden recono-cer como tales (p. ej., Palol, 1974: 146, fig. 52,151; López, 1985: 65, fig. 14, 19 y 20, motivos1C, 43 y 2A3, 19-20; Carrobles y Rodríguez,1988: 50-51, fig. 11, 5). En Languedoc yProvenza, por el contrario, las estampillas zoo-morfas que aparecen en la sigillata tardía gris yanaranjada, aun no siendo tampoco muy corrien-tes, cuando se constatan lo hacen como motivocentral de los medallones que ornan el fondointerno de platos, fuentes y cuencos abiertos. Deentre los animales que aparecen, destacan conabsoluta autoridad, y ocupando la posición centraldel medallón, los cérvidos, generalmente repre-sentados en movimiento y formando escena concánidos, aves, figuras humanas, etc., todo elloambientado en plena naturaleza (arborescentes,palmas, rosetas…), a veces con imágenes astrales(discos solares, esvásticas, estrellas…), crismo-nes, abreviaturas epigráficas, etc., que ponen derelieve el alto contenido simbólico del conjunto(Rigoir y Rigoir, 1971: 66, 221; Rigoir y Meffre,1973: 248-256, fig. XXV, 2232, 894, 898, 2555,903, 2220, fig. XXVI, fig. XXVII). Pues bien, enel recipiente de Tormejón los ciervos estampados–no en el fondo interno de un plato, sino en lapared exterior de una orza–, también son anima-les representados en movimiento y bastanteesquemáticos, pero quizá tuvieron una funciónmás decorativa que propiamente ideológica por-que han sido privados de todo ese envoltorio com-plementario que los relaciona con la simbologíacristiana, a la postre una religiosidad bastante

menos arraigada en el centro de la Meseta que enel sur galo en estos momentos, aunque muyinfluida por ésta (Sanz Huesma y Martínez Maza,2007: 172).

3. ALGUNAS NOTAS SOBRE EL CERROTORMEJÓN EN EL MARCO DE LA TARDOAN-TIGÜEDAD DEL VALLE DEL ERESMA.

Hasta ahora, el conocimiento que tenemos deeste enclave deriva de dos fuentes de informa-ción. Por un lado, del análisis de sus característi-cas topográficas y del medio natural en el que seencuentra ubicado, que nos permite hacernos unaidea aproximada de cuál era la relación entre elespacio habitado y su territorio de captación derecursos, así como del perfil económico que cabesuponer. Por otro, de los materiales arqueológicosrecuperados en él, a través de los cuales se puedendetallar aspectos relacionados con su producción,uso, redes de intercambio existentes en la zona,fases cronológicas, implicaciones sociales de sususuarios, etc. No obstante todas estas posibilida-des, la documentación arqueológica disponible esaún insuficiente y hay muchas cuestiones para lasque nos gustaría tener respuestas, difíciles deobtener, por otra parte, si nos atenemos al malestado de conservación en el que, en general, seencuentra el yacimiento, como se ha indicado.Esto impide aclarar, por ejemplo, si el potente ali-neamiento de piedras que se detecta en foto aéreaen el lado este del cerro, único flanco que nocuenta con defensa natural, pudiera tratarse deuna estructura defensiva a modo de murallalevantada en una fase tardoantigua, o bien, se tratade la muralla vaccea reaprovechada y adaptadapara el asentamiento posterior visigodo (BlancoGonzález, López Sáez y López Merino, 2009:281). Como tampoco sabemos nada de las carac-terísticas que tenía su urbanismo, la extensión quealcanzó el caserío y el volumen demográficoaproximado que pudo haber albergado. Única-mente, en una zona en la que se encuentra a cieloabierto la roca madre y fuera del perímetro de lamuralla sí se ve cómo la misma ha sido acondi-cionada –nivelación de la superficie para conse-guir planos más o menos horizontales– con el finde levantar las edificaciones. Que sobre estassuperficies parcialmente niveladas llegaron aconstruirse viviendas y que no son simples prepa-raciones del terreno después no utilizadas (o can-teras de piedra, como en alguna zona sí parecenexistir), lo indican los agujeros de postes, a vecesalineados, que aún se pueden ver.

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Figura 14. Materiales cerámicos de superficie. 1-3, tinajas en cerámica común estampada;4, base de plato con decoración radial de bandas y líneas bruñidas.

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Tabla 1. Detalles de las estampillas (a diferentes escalas).

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Otra cuestión pendiente de aclaración se refie-re a las más que probables relaciones existentesentre el poblado de Tormejón y la cercana, perodestacadísima, villa de Los Casares, situada a tansólo unos cientos de metros al sureste del mismo.Unas relaciones que tendrían lugar, a juzgar porlas cronologías de los materiales recuperados encada uno de estos dos enclaves, sólo en el arcotemporal de la primera mitad del siglo V, puescuando la villa es construida, hacia mediados delsiglo I d. C., el cerro parece estar deshabitado trassu larga fase prerromana. El abandono de lasgrandes villae y, también, de las ciudades roma-nas a mediados del siglo V parece estar en rela-

ción directa con la progresiva aparición de losasentamientos en altura como sería el caso delCerro Tormejón o de La Morterona en relacióncon la villa de La Olmeda en Saldaña (Palencia)(Quirós, 2011: 296). Por las fotografías aéreas ylas recientes excavaciones sabemos que se tratade una villa de peristilo y aula de doble ábsidecruciforme con una amplia zona productiva(Regueras, 2010: 300-302; Storch, 2010). El pos-sessor que tuviera en época teodosiana, segura-mente un potentado aristócrata de cierto peso enla política regional, podría estar relacionado,como sugieren algunos investigadores, con lafamilia de Teodosio en virtud de su cercanía a

Tabla 2. 1-13, detalles de las estampillas; 14, fragmento de plato con decoración bruñida interior(a diferentes escalas).

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Cauca (Regueras y del Olmo, 1997: 682), perolo cierto es que nada hay en lo que fundamentaresta idea.

Tampoco sabemos la relación que pudierahaber existido con la comunidad establecida en elCerro del Castillo (Bernardos), distante sólo unoscinco kilómetros (Gonzalo González, 2006, con labibliografía anterior). Por no referirnos a cómopudieron interactuar Tormejón y Cauca, entre lasque median unos dieciocho kilómetros, o aquél ySegovia, algo más distantes pero con estableci-mientos rurales intermedios (Carbonero de Ausín,Garcillán, Hontanares de Eresma) a lo largo de laVía 24.

A diferencia de otros enclaves coetáneos de lazona, aquí casi con exclusividad la cerámica es laúnica fuente de información que tenemos paravalorar la ocupación tardoantigua, lo cual es muypoco. Con el inconveniente, además, de que casiel único referente es la estampada. La explicaciónes sencilla. En las prospecciones que se llevaron acabo se prestaba más atención al atractivo y pecu-liaridades de esta producción que a los de otras.En la Península Ibérica, las producciones estam-padas que constituyen el grueso del presente tra-bajo es evidente que se originan como imitacioneslocales de las últimas sigillatas. Pero el fenómenoque representan va más allá: hay estampillas,tanto en Tormejón como en otros yacimientos,para las que, al menos por ahora, no existen corre-latos en la cerámica sigillata, lo cual significa queno todo en este grupo cerámico es pura imitación,como ciertos investigadores piensan, sino queexisten rasgos de originalidad. Hay cierta perso-nalidad aportada por algunos de los alfareros quela estuvieron fabricando, lo cual le confiere uninterés añadido que aún no ha sido suficientemen-te valorado ni investigado. Nada tiene de extrañoesto, pues constituye un fenómeno extensamentedocumentado en la historia de numerosas familiascerámicas de la Prehistoria reciente y laAntigüedad. Por citar un ejemplo también mese-teño y bien ilustrativo, la cerámica celtibérica decocción oxidante y decoración pintada sabido esque deriva de la ibérica –en cuanto a sus formas ydecoraciones–, y de hecho muchos de los investi-gadores de principios del siglo XX se referían aella como una especie de versión meseteña burday desnaturalizada de la cerámica ibérica. Sinembargo, desde hace décadas es interpretada

como una meritoria y original adaptación realiza-da por los celtíberos al modificar esos elementoscaracterísticamente ibéricos –y sus códigos ico-nográficos– para atender sus propias necesidadesmateriales y mentales, que eran distintas a las deaquéllos por ser un conglomerado étnico de filia-ción céltica, no de corte mediterráneo. De estemodo, los celtíberos consiguieron “escribir” uncapítulo de la historia de la cerámica prehistóricahispana de gran singularidad. A tanto no llegaron,evidentemente, los alfareros de las poblacionesmeseteñas de los siglos V y VI d. C., pero justo esreconocerles también cierta personalidad, puescuanto más se alejaron cronológicamente de lasproducciones que constituyeron su fuente de ins-piración inicial, de las últimas sigillatas, más ele-mentos nuevos fueron introduciendo, tanto for-males como decorativos. Este fue un proceso dila-tado en el tiempo y es precisamente en las pro-ducciones evolucionadas, las del siglo VI d. C.,donde mejor queda patente, no en las del siglo V,aún muy apegadas a esas últimas sigillatas. El nohaber reconocido la investigación aún esta dife-rencia, en ocasiones ha sido origen de más de unerror a la hora de interpretar ciertos tipos deestampillas que se apartan de los repertorios usa-dos en la sigillata y, de manera forzada, se hanpretendido encajar cronológicamente donde nocorresponden. Estamos seguros de que con laincorporación a la literatura arqueológica de nue-vos conjuntos como el aquí presentado esos ele-mentos que no encuentran acomodo en los reper-torios al uso irán desapareciendo.

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