128
Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Página 1

Dubet Repensar La Justicia Social

Embed Size (px)

DESCRIPTION

análisis de políticas publicas.Política social.administración publica.

Citation preview

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 1

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 2

  • sociologa y poltica

    Serie Educacin y Sociedad

    Dirigida por Emilio Tenti Fanfani

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 3

  • Traduccin de Alfredo Grieco y Bavio

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 4

  • REPENSAR LA JUSTICIA SOCIAL

    contra el mito de la igualdad de oportunidades

    franois dubet

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 5

  • Dubet, FranoisRepensar la justicia social.- 1 ed.- Buenos Aires: Siglo XXI Editores,2011.

    128 p.; 21x14 cm. (Sociologa y poltica / Serie Educacin y sociedad)

    Traducido por: Alfredo Grieco y Bavio

    ISBN 978-987-629-163-7

    1. Ensayo Sociolgico. I. Grieco y Bavio, Alfredo, trad. II. Ttulo

    CDD 301

    Cet ouvrage, publi dans le cadre du Programme d'Aide la Publication VictoriaOcampo, bnficie du soutien de Culturesfrance, oprateur du Ministre Franaisdes Affaires Etrangres et Europennes, du Ministre Franais de la Culture et de laCommunication et du Service de Coopration et d'Action Culturelle de l'Ambassadede France en Argentine.

    Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la PublicacinVictoria Ocampo, cuenta con el apoyo de Culturesfrance, operador delMinisterio Francs de Asuntos Extranjeros y Europeos, del MinisterioFrancs de la Cultura y de la Comunicacin y del Servicio de Cooperaciny de Accin Cultural de la Embajada de Francia en Argentina.

    Ttulo original: Les Places et les Chances. Repenser la justice sociale

    ditions du Seuil et La Rpublique des Ides, 2010

    2011, Siglo XXI Editores Argentina S. A.

    Diseo de cubierta: Juan Pablo Cambariere

    isbn 978-987-629-163-7

    Impreso en Altuna Impresores / / Doblas 1968, Buenos Aires,en el mes de abril de 2011.

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina // Made in Argentina

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 6

  • Agradezco a Marie Duru-Bellat y Antoine Vrtout, porpermitirme utilizar algunos de los grficos que integran untrabajo de ambos, actualmente en curso, y tambin porquesus anlisis han enriquecido mis propias reflexiones.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 7

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 8

  • 1171821

    2224

    262829

    333337

    41434649

    535458

    61

    ndice

    Introduccin

    1. La igualdad de posicionesEl Estado social y la redistribucinEl movimiento obrero y la cuestin socialAsegurar las posiciones y los servicios

    pblicosUn contrato de solidaridad ampliadaLa igualdad de acceso a la escuela

    republicanaLa promocin de las mujeresEl crisol francs

    2. Crtica de la igualdad de posicionesLos lmites de la redistribucinLa suma de las pequeas desigualdadesLa proteccin de las posiciones contra

    la cohesinLas decepciones escolaresTechos de cristal y mbitos separadosSegregacin e identidades

    3. La igualdad de oportunidadesUna ficcin estadsticaDiscriminaciones y minorasLa sociedad activa y la responsabilidad

    personal

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 9

  • 10 repensar la justicia social

    636668

    73737781838790

    9596

    99

    103106109

    115

    119

    Del elitismo republicano a la igualdad de oportunidades

    Los sexos, el gnero y los cuposPolticas pblicas y minoras visibles

    4. Crtica de la igualdad de oportunidadesLas desigualdades se profundizanDesventajas e identidades de vctimasLa responsabilidad como orden moralMeritocracia y competencia escolarAbolir las desigualdadesLa obligacin identitaria

    5. Prioridad a la igualdad de posicionesLas desigualdades hacen malLas posiciones determinan las

    oportunidadesDe la igualdad de las posiciones a la

    autonoma de los individuosDesigualdades y diferenciasQuerer la igualdad

    Conclusin

    Referencias bibliogrficas

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 10

  • Introduccin

    Existen en la actualidad dos grandes concepcionesde la justicia social: la igualdad de posiciones o lugares y laigualdad de oportunidades. Su ambicin es idntica: las dosbuscan reducir la tensin fundamental que existe en las socie-dades democrticas entre la afirmacin de la igualdad de to-dos los individuos y las inequidades sociales nacidas de las tra-diciones y de la competencia de los intereses en pugna. Enambos casos se trata de reducir algunas inequidades, para vol-verlas si no justas, al menos aceptables. Y sin embargo, esasdos concepciones difieren profundamente y se enfrentan,ms all de que ese antagonismo sea a menudo disimuladopor la generosidad de los principios que las inspiran y por laimprecisin del vocabulario en que se expresan.

    La primera de estas concepciones se centra en los lugaresque organizan la estructura social, es decir, en el conjunto deposiciones ocupadas por los individuos, sean mujeres u hom-bres, ms o menos educados, blancos o negros, jvenes o an-cianos, etc. Esta representacin de la justicia social busca re-ducir las desigualdades de los ingresos, de las condiciones devida, del acceso a los servicios, de la seguridad, que se ven aso-ciadas a las diferentes posiciones sociales que ocupan los indi-viduos, altamente dispares en trminos de sus calificaciones,de su edad, de su talento, etc. La igualdad de las posicionesbusca entonces hacer que las distintas posiciones estn, en laestructura social, ms prximas las unas de las otras, a costade que entonces la movilidad social de los individuos no seaya una prioridad. Para decirlo en pocas palabras, se trata me-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 11

  • 12 repensar la justicia social

    nos de prometer a los hijos de los obreros que tendrn lasmismas oportunidades de ser ejecutivos que los propios hijosde los ejecutivos, que de reducir la brecha de las condicionesde vida y de trabajo entre obreros y ejecutivos. Se trata menosde permitir a las mujeres gozar de una paridad en los em-pleos actualmente dominados por los hombres que de lograrque los empleos ocupados por las mujeres y por los hombressean lo ms iguales posible.

    La segunda concepcin de la justicia, mayoritaria hoy enda, se centra en la igualdad de oportunidades: consiste enofrecer a todos la posibilidad de ocupar las mejores posicionesen funcin de un principio meritocrtico. Quiere menos re-ducir la inequidad entre las diferentes posiciones sociales queluchar contra las discriminaciones que perturbaran una com-petencia al trmino de la cual los individuos, iguales en elpunto de partida, ocuparan posiciones jerarquizadas. En estecaso, las inequidades son justas, ya que todas las posiciones es-tn abiertas a todos. Con la igualdad de oportunidades, la de-finicin de las inequidades sociales cambia sensiblemente enrelacin con un modelo de posiciones: aquellas son menosdesigualdades de posicin que obstculos que se oponen aldesarrollo de una competencia equitativa. En este caso, elideal es el de una sociedad en la cual cada generacin deberaser redistribuida equitativamente en todas las posiciones socia-les en funcin de los proyectos y de los mritos de cada uno.En este modelo, la justicia ordena que los hijos de los obrerostengan el mismo derecho a convertirse en ejecutivos que lospropios hijos de los ejecutivos, sin poner en cuestin la brechaque existe entre las posiciones de los obreros y de los ejecuti-vos. Del mismo modo, el modelo de las oportunidades implicala paridad de la presencia de las mujeres en todos los peldaosde la sociedad, sin que por ello se vea transformada la escalade las actividades profesionales y de los ingresos. Esta figura dela justicia social obliga tambin a tener en cuenta eso que sellama la diversidad tnica y cultural, con el fin de que se en-cuentre representada en todos los niveles de la sociedad.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 12

  • introduccin 13

    Estas dos concepciones de la justicia social son excelentes:tenemos todas las razones para querer vivir en una sociedadque sea a la vez relativamente igualitaria y relativamente me-ritocrtica. Escandalizan la brecha entre los ingresos de losms pobres y los de quienes ganan por ao muchas decenasde SMIC [Salario Mnimo Interprofesional de Crecimiento],as como las discriminaciones que estancan a las minoras, alas mujeres y a diversos grupos segregados que no pueden es-perar cambiar de posicin social porque ya estn de algnmodo asignados a un lugar. A primera vista, no hay muchoque elegir entre el modelo de las posiciones y el de las opor-tunidades, porque, como sabemos bien, siguiendo a Rawls y atodos los que lo han precedido, una sociedad democrticaverdaderamente justa debe combinar la igualdad fundamen-tal de todos sus miembros y las justas inequidades nacidasde una competencia meritocrtica y equitativa. Esta alquimiasubyace en el corazn de una filosofa democrtica y liberalque le ofrece a cada uno el derecho de vivir su vida como pre-fiera en el marco de una ley y de un contrato comunes.

    Sin embargo, el hecho de que pretendamos a la vez laigualdad de posiciones y la igualdad de oportunidades no nosdispensa de elegir un orden de prioridades. En materia depolticas sociales y de programas, dar preferencia a una u otrano es indistinto. Por ejemplo, no es lo mismo apostar al au-mento de los bajos salarios y a las mejoras de las condicionesde vida en los barrios populares que procurar que los niosde esos barrios tengan las mismas oportunidades que losotros de acceder a la elite en funcin de su mrito. Tomemosun ejemplo an ms claro: no es lo mismo obtener, para lasminoras etnorraciales, una representacin igualitaria en elParlamento y en los medios, que transformar los empleos queocupan en la construccin y la administracin pblica paravolverlos ms remunerativos y menos penosos. Puedo o bienabolir una posicin social injusta, o bien permitir a los indivi-duos que escapen de ella pero sin someterla a juicio; y aun sien el largo plazo quiero conseguir las dos cosas, antes tengo

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 13

  • 14 repensar la justicia social

    que elegir qu es lo que har primero. En una sociedad ricapero obligada a fijar prioridades, el argumento segn el cualtodo debera hacerse de acuerdo con los ideales no resiste alos imperativos de la accin poltica. Si no queremos conten-tarnos con palabras, estamos obligados a elegir la va que pa-rece ms justa y ms eficaz.

    La eleccin se impone con ms fuerza porque estos dosmodelos de justicia social no son meros diagramas tericos.En los hechos, son enarbolados por movimientos sociales di-ferentes, que a su vez privilegian a grupos y a intereses dife-rentes entre s. No movilizan a los mismos actores ni ponenen juego los mismos intereses. No obro de la misma manerasi lucho para mejorar mi posicin que si lo hago para incre-mentar mis oportunidades de salir de ella. En el primer caso,el actor est definido por su trabajo, su funcin, su utilidad,incluso por su explotacin. En el segundo caso, est definidopor su identidad, por su naturaleza y por las discriminacioneseventuales que sufra en tanto mujer, desempleado, hijo de in-migrantes, etc. Desde luego, esas dos maneras de definirse yde movilizarse en el espacio pblico son legtimas; sin em-bargo, no pueden ser confundidas y, all tambin, tornamos aelegir la actitud que debe ser prioritaria. Una sociedad no sepercibe y no acta de la misma manera segn se incline porla igualdad de posiciones o por la igualdad de oportunidades.En particular, los actores a cargo de la reforma social los par-tidos de izquierda, en especial se ven enfrentados a una elec-cin que no pueden eludir eternamente.

    Este ensayo est construido como una especie de tribunalde justicia intelectual donde el autor ser abogado, fiscal y ju-rado. Analizar sucesivamente el modelo de las posiciones yel de las oportunidades, a fin de aclarar sus respectivas fuerzasy debilidades. Al final de este examen dar, contra los vientosque soplan hoy, la preferencia al modelo de la igualdad de lasposiciones; eleccin que no significa que deba ignorarse laigualdad de oportunidades, sino que establece una prioridad,si pensamos que la accin militante y pblica consiste en je-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 14

  • introduccin 15

    rarquizar los objetivos. A fin de dar a esta indagacin un as-pecto prctico, revisar en forma sucesiva tres dominios enlos cuales esos modelos de justicia se aplican cotidianamente:la educacin, el lugar de las mujeres y el de las minoras visi-bles.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 15

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 16

  • 1. La igualdad de posiciones

    Declarando que todos los hombres nacen libres eiguales, la Revolucin Francesa ha abierto una contradiccindecisiva entre la afirmacin de la igualdad fundamental de todos y las inequidades sociales reales, las que dividen a los in-dividuos segn los ingresos, las condiciones de vida y la seguri-dad. El derrumbe de la sociedad del Antiguo Rgimen incre-ment las inequidades sociales ya que, bajo la invocacin de lalibertad, nada pareca oponerse a la accin de un capitalismodesenfrenado, como lo revelara en el siglo XIX el desarrollode la miseria obrera y urbana. Resultaba sin embargo claropara muchos que, sin intervencin pblica y sin un proyectosocial capaz de atenuar esos mecanismos desiguales, las socie-dades democrticas no sobreviviran a la cuestin social y a lasheridas inferidas por el funcionamiento de un capitalismo sincontenciones. Haca falta entonces que a los derechos socia-les se aadieran los derechos polticos para que las promesasde igualdad fueran cumplidas, antes de que una nueva revo-lucin, mucho ms radical, amenazara la libertad en nombrede una igualdad perfecta.

    Este combate fue promovido por el movimiento obrero,por reformistas sociales y, ms ampliamente, por eso que noshemos acostumbrado a llamar la izquierda. El principio de laigualdad de lugar no slo ha buscado limitar las brechas so-ciales, sino que, para decirlo en palabras de Castel (1995), haconstruido una sociedad salarial en la que las posicionesocupadas por los menos favorecidos son aseguradas y contro-ladas por un cierto nmero de derechos sociales. Ese modelo

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 17

  • 18 repensar la justicia social

    no es slo una concepcin de la justicia social: contribuye aproducir una sociedad definiendo a los grupos, las clases so-ciales, los movimientos sociales y las instituciones reunidas entorno a ese modelo de justicia.

    el estado social y la redistribucin

    A la sombra de las ambiciones socialistas y de las utopas co-munistas se han desarrollado polticas orientadas a reducir lasdesigualdades entre las diferentes posiciones sociales por lava de las transferencias sociales. Al reasignar una parte de lariqueza a la ayuda, mediante tasas, impuestos y derechos desucesin, las polticas de redistribucin han terminado porreequilibrar el reparto de las fortunas. Cuando uno comparalas economas de varios pases entre s, como en la figura 1, seconstata que a mayores tasas fiscales, disminuyen las grandesinequidades sociales.

    La correlacin entre el poder del Estado Benefactor y laigualdad social es muy fuerte. Abajo, a la derecha de la figura1 estn los pases socialdemcratas del norte de Europa; luegovienen los pases del capitalismo renano, Alemania, Blgica,Francia y los Pases Bajos; finalmente, los pases ms liberalescomo Canad, Corea, Gran Bretaa y sobre todo Estados Uni-dos, que combina fuertes inequidades y un Estado Benefactorpoco activo.1 En este ltimo caso, las polticas de reduccin degastos sociales, en especial de la seguridad social y de la protec-cin de desempleados, han acentuado las inequidades, que soncasi dos veces ms elevadas que en Francia. Los ingresos del10% de los ms ricos son seis veces superiores a los del 10%

    1 Constataciones idnticas han sido establecidas por numerosasinvestigaciones comparativas sobre los diferentes tipos de capitalismo.Vase Amable (2005).

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 18

  • la igualdad de posiciones 19

    Figura 1. Estado Benefactor e ndice sinttico de la inequidad-pobreza

    Esta tabla, producto de una investigacin dirigida conjuntamente conMarie Duru-Bellat y Antoine Vrtout, se construy sobre la base delincremento de la intervencin del Estado y de las inequidadessociales. Nuestro ndice sinttico de pobreza combina las inequidadesde los ingresos, representadas por la parte de la poblacinconsiderada como pobre (en el eje de las ordenadas), y un ndice deintervencin del Estado Benefactor que liga la amplitud de laredistribucin a la de la legislacin que protege los salarios (en el delas abscisas). Estos dos ndices estn construidos sobre una escala queva del 0 al 10. Por ejemplo, el ndice de pobreza no significa queEstados Unidos sea diez veces ms desigual que Dinamarca, sino queel primero es el ms desigual y el segundo, el menos desigual de lospases analizados.

    0,00 2,00 4,00 6,00 8,00 10,00Estado Benefactor

    Des

    igua

    ldad

    -Pob

    reza

    10,00

    8,00

    6,00

    4,00

    2,00

    0,00

    Estados Unidos

    Corea Portugal

    Dinamarca

    Finlandia

    Luxemburgo

    Suecia

    Pases Bajos

    Repblica Checa

    Suiza

    Noruega

    AlemaniaBlgica Austria

    Francia

    CanadEslovaquia

    Hungra

    Nueva ZelandaAustraliaGrecia

    Polonia

    Espaa

    Reino Unido

    IrlandaLaponia

    Italia

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 19

  • 20 repensar la justicia social

    ms pobre; en Francia, la brecha era del orden de 6 antes delas tasas fiscales y cay a 3,5 luego del juego de transferenciassociales. En el siglo XX, las inequidades sociales fueron redu-cindose regularmente con la aparicin del impuesto sobre elingreso, el aumento de derechos de sucesin y los diversos gra-vmenes a las empresas, aunque la tendencia actual sea consi-derablemente menor, incluso un retroceso (Piketty, 2001).

    Desde luego, ninguno de estos regmenes sociales ha erradi-cado totalmente la pobreza ni ha impedido que una minoraamasara considerables fortunas. Pero est claro que han inte-grado la clase obrera gracias a todo un conjunto de derechossociales relativo a la salud, al desempleo, a la jubilacin y a lascondiciones laborales (recreacin, progreso salarial, vacacio-nes, etc.). No slo los ms pobres han adquirido un nivel devida decente, sino que su estatus social ha sido garantizado poruna serie de derechos sociales y de prestaciones. Sin embargo,esas polticas de reduccin de las distancias sociales no hansido jams igualitaristas. Se han mantenido la mayora de las inequidades entre los empleados que cuentan con un ttulo ylos obreros poco calificados, entre los trabajadores intelectua-les y los trabajadores manuales, entre las profesiones liberales ylas salariales. Tambin es verdad que los sindicatos nunca sehan movilizado realmente en favor de una drstica reduccinde esas distancias y que las clases medias del Estado, los funcio-narios en especial, se han beneficiado ampliamente de estasconquistas sociales. Sin embargo, a fin de cuentas, las inequida-des sociales se han reducido y, para retomar la vieja frmula deGoblot, los niveles han reemplazado a las barreras.

    En cuanto a los pobres, si bien no han abandonado los lti-mos escalones de la sociedad, se han beneficiado de proteccio-nes relativas a la duracin del trabajo, al salario mnimo, a lasalud. Han escapado progresivamente a la suerte de los mise-rables y de los condenados de la tierra, an ms cuando ellargo perodo de crecimiento econmico posterior a la Se-gunda Guerra Mundial ha desencadenado un crculo virtuosode progreso y de redistribucin, aumentando el bienestar ge-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 20

  • la igualdad de posiciones 21

    neral sin socavar la jerarqua social. Cada cual podr inclinarsepor polticas que fueron buenas para l o para los otros. Pro-gresivamente ha ido consolidndose la certeza del progresosocial: a los derechos democrticos les siguen derechos socia-les que reducen la tensin entre la igualdad formal y las desigualdades reales. La fraternidad, inscrita en el frente delos ayuntamientos al mismo nivel que la libertad y la igualdad,es un voto po que poco a poco ha ido desapareciendo.

    En momentos en que algunos se preguntan si el capita-lismo es susceptible de ser reformado, la importante labor delos Estados de Bienestar, que han logrado reducir las inequi-dades sociales y garantizar las posiciones ocupadas por losms frgiles, permite responder afirmativamente. En efecto,mientras que el funcionamiento normal del mercado puedeahondar las inequidades hasta grados extremos, las socieda-des industriales han tenido la capacidad de enmarcarlas, deimponerles reglas y, a fin de cuentas, de ponerlas a su servicioencastrndolas en la sociedad (Polanyi, 1944).

    el movimiento obrero y la cuestin social

    El modelo de justicia centrado en la reduccin de las inequi-dades entre las posiciones sociales no debe ser consideradocomo una filosofa abstracta y racional que se aplicar a las so-ciedades en funcin de elecciones tericas. De hecho, estapoltica procede de una larga construccin elaborada por ac-tores heterogneos, acaso heterclitos, desde el Manifiesto delos iguales de Gracchus Babeuf hasta las grandes confederacio-nes sindicales, desde el catolicismo social hasta los empresa-rios utopistas y filntropos, pasando por los altos funcionariosy por todo el tejido de movimientos mutualistas. Pero ello noimpide que esta ambicin se haya encarnado especialmenteen la larga tradicin de las luchas obreras de los siglos XIX yXX, que han terminado por hacer triunfar ese modelo.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 21

  • 22 repensar la justicia social

    A travs de huelgas, manifestaciones y relaciones de fuerza,los sindicatos obreros se han esforzado por vender la fuerzade trabajo a un mejor precio. Instalaron la idea segn la cualla redistribucin de la riqueza era mucho ms legtima que elhecho de que la fortuna de unos reposara sobre la explota-cin de otros y, en ese caso, el mejoramiento de la condicinde los trabajadores era una manera de recuperar aquello queles haba sido robado. La justicia social no era solamenteuna cuestin de moral y de compasin hacia los ms pobres;era una redistribucin legtima, una suerte de nivelacin enun juego de suma cero. La fuerza de esta representacinviene de eso que se ha extendido progresivamente al con-junto del mundo del trabajo, ya que los derechos socialesconquistados por algunos deben ser aprovechados por todos,incluyendo a quienes no tengan los medios para luchar porellos. Aun siendo minoritarios, hubo sindicatos que pudieronnegociar acuerdos parciales y despus derechos sociales uni-versales, que beneficiaron a todos los ciudadanos en nombrede la igualdad o, sobre todo, en nombre de la igualdad entrelos mismos trabajadores. Evidentemente, esta historia no hasido todo lo armoniosa que uno creera y muchos grupos so-ciales han quedado fuera de esa epopeya.

    asegurar las posiciones y los servicios pblicos

    Eso no impide que la igualdad de posiciones haya sido promo-vida (y siga siendo ampliamente apoyada) por actores indivi-duales y colectivos que han convertido la lucha de clases encompromisos sociales y en reglas de derecho. Se ha creado unmecanismo que transforma los conflictos sociales en participa-cin poltica, en reduccin de inequidades y en integracinsocial. Muy a menudo, sin embargo, el camino hacia la igual-dad slo ha sido indirecto, ya que las grandes luchas obrerashan apuntado menos a la reduccin de la brecha en los ingre-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 22

  • la igualdad de posiciones 23

    sos que al desarrollo de la proteccin social y a la obtencinde derechos sociales. De hecho, el mes de junio de 1936 serrecordado ms por las conquistas de la semana de cuarentahoras y de las vacaciones pagas que por un aumento masivo delos salarios. Del mismo modo, los aos de la Liberacin fueronen primer lugar los de la generalizacin progresiva de la segu-ridad social. nicamente los acuerdos de Grenelle, en 1968,son recordados por un importante aumento de los salariosobreros, por ms que sus efectos sobre las desigualdades ha-yan sido relativamente dbiles ya que la entera jerarqua sala-rial se ha beneficiado con ellos, y aunque la inflacin de la d-cada de 1970 haya reducido levemente el aumento.

    Ms recientemente, la ley sobre las treinta y cinco horas detrabajo tradujo la misma lgica: apuntaba menos a reducir di-rectamente las desigualdades de los ingresos que a multipli-car las posiciones y los empleos compartiendo el trabajo. Dehecho, el movimiento hacia la igualdad ha consistido sobretodo en asegurar las posiciones ocupadas por los trabajadoresgracias al derecho a huelga, a la atencin mdica, al ocio, a lavivienda, a la jubilacin, etc. Esta igualdad se orienta no tantoa reducir directamente las distancias de los ingresos como aproteger los salarios (en especial los ms modestos) de losriesgos engendrados por las vicisitudes de la vida. Es el princi-pio de la sociedad salarial (Castel, 2009).

    El hecho de que el modelo de igualdad de posiciones hayasido promovido principalmente por el movimiento obrero ylos partidos de izquierda ha tenido dos consecuencias impor-tantes. La primera proviene de que el trabajo ocupa un lugaresencial, ya que la mayora de los derechos sociales derivande l (como ocurre en la actualidad).2 Para la mayora, esos

    2 Este tipo de derechos ha pesado en la construccin estadsticafrancesa, centrada en la actividad antes que en el modo de vida y losingresos, como en Gran Bretaa. Vase Duriez, Ion, Charlot y Pinon-Charlot (1991).

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 23

  • 24 repensar la justicia social

    derechos son los del trabajador, y hubo que esperar muchotiempo para que el RMI [Ingreso Mnimo de Insercin] acor-dara derechos a quienes los haban perdido por haber sidoexpulsados del mercado laboral, y mucho ms an para quela cobertura mdica universal fuera otorgada a los indigentes.De hecho, la igualdad de posiciones es un derecho derivadodel trabajo.

    La segunda consecuencia es ms universal y concierne a lacreacin de equipos colectivos dirigidos a desmercantilizar,en palabra de Esping Andersen (2007), el acceso a ciertosbienes. Aqu, la igualdad procede menos de la igualacin delos ingresos que de poner a disposicin de todos los bienes re-servados durante tanto tiempo para unos pocos. Es el caso enespecial de los transportes pblicos, de la implantacin de losservicios pblicos, de la educacin y de todas las obras pbli-cas gratuitas, porque su costo se reparte entre el conjunto delos contribuyentes. Esos bienes no entran directamente en laestadstica que mide las inequidades sociales; sin embargo,ellos tambin contribuyen a la igualacin progresiva de lasposiciones, ya que todos pueden beneficiarse de ellos. Porotra parte, durante mucho tiempo la Repblica ha concebidosu rol social en relacin con la inversin en obra pblica:cada comuna deba tener escuelas, su universidad, su correo,su comisara, su pileta, su biblioteca, su sala de reunin, etc.Los servicios pblicos y su gratuidad son percibidos como unade las condiciones de la igualdad de posiciones. Como corre-lato, cuando una de esas obras cierra, los habitantes tienen lasensacin de haber sido abandonados por la Repblica.

    un contrato de solidaridad ampliada

    La igualdad de posiciones y la redistribucin remiten a unaconcepcin general de la sociedad construida en trminos detrabajo, de utilidad colectiva y de funciones concepcin que

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 24

  • la igualdad de posiciones 25

    se combina con un sistema de clases y de conflictos de clases.En este esquema, si se da prioridad a los reclamos por laigualdad social, no es slo porque los individuos sean funda-mentalmente iguales, sino tambin y sobre todo porque lostrabajadores contribuyen a la produccin de la riqueza y delbienestar colectivo y, por eso, la sociedad les debe algo. Pararetomar el lenguaje de la solidaridad que caracteriz a LonBourgeois y Lon Duguit, la igualdad y la proteccin de lostrabajadores son una manera de reembolso de la deuda so-cial, algo que cada uno le debe a la colectividad y que la co-lectividad le debe a cada uno. Desde esta perspectiva, si se lessaca a los ricos para darles a los pobres, es menos en nombrede una obligacin tica hacia los pobres que en funcin deuna unidad de la vida social y de las obligaciones de la solida-ridad orgnica, en tiempos en que los vnculos interpersona-les del Antiguo Rgimen y del paternalismo patronal ya nobastan para equilibrar los dones y sacrificios.

    Es esta ampliacin del propio contrato de trabajo la que sehalla en el centro de la lucha de la Repblica social y de la iz-quierda. Por ms que esta filosofa pueda parecernos disueltaen la actualidad, su fuerza radica en apelar a un contrato so-cial que repose sobre un amplio velo de la ignorancia y entender hacia sistemas de proteccin universalistas, ya quecada uno se encuentra encerrado en un sistema de deudas yde crditos sociales: debo algo a toda la sociedad y toda la so-ciedad me debe algo. Desde esta perspectiva, es normal quelas adquisiciones sociales particulares sean ampliadas a todosy que la igualdad sea una consecuencia del contrato socialms que un objetivo poltico. Porque estamos ligados a esecontrato es que estamos invitados a volvernos iguales benefi-cindonos de los servicios y protecciones ofrecidos a todos, yen especial a los trabajadores. Se comprende entonces mejorpor qu el desarrollo del Estado Benefactor ha desempeadoun papel ms importante que la bsqueda directa de igual-dad merced al conflicto social y a la negociacin salarial(Ewald, 1986).

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 25

  • 26 repensar la justicia social

    En definitiva, la igualdad de posiciones, tal como se ha desarrollado en Francia, ha estado dominada por la tensinentre dos grandes tendencias. La primera consiste en reducirlas distancias, mientras que la segunda se dirige ms bien a fi-jar las posiciones y a asegurarlas, lo que es una manera indi-recta de producir la igualdad. Por un lado, es necesario redu-cir las desigualdades entre las posiciones sociales; por otro, esnecesario que cada uno est en su lugar siempre y cuando eselugar sea aceptable y est asegurado. Desde este punto devista, este modelo de justicia social no es igualitarista, y acasosea profundamente conservador.

    la igualdad de acceso a la escuela republicana

    La creacin de la escuela laica, gratuita y obligatoria hacia fi-nales del siglo XIX fue un progreso real en materia de igual-dad de posiciones, ya que esta escuela ofrece a todos los niosla posibilidad de compartir la misma cultura, la misma lenguay los mismos valores. La igualdad escolar presupuso la convic-cin de que la escuela deba ofrecer un bien comn, algo quetodos los ciudadanos pudieran compartir, a fin de formar unanacin en tiempos en que la Iglesia ya no ofreca ese vnculosino que, antes bien, era manifiestamente hostil a la Rep-blica. Pero, adems de este bien comn, la escuela republi-cana necesitaba preparar a cada uno para un puesto laboral oprofesional que le era asignado en el orden social: los niosde pueblos rurales y los de la burguesa, las nias y los niosno frecuentaran la misma escuela.

    Esta concepcin de la escuela republicana no ha sido jamscuestionada por el movimiento obrero, que consideraba quela educacin es un valor en s y que todos debemos benefi-ciarnos de ella. De hecho, esta escuela no es igualitaria msque en la medida en que ella genera unidad y garantiza quetodos los alumnos, incluidos los menos favorecidos, adquie-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 26

  • la igualdad de posiciones 27

    ran un bagaje mnimo de conocimientos. Es as como rease-gura las posiciones: ofrece a todos la dignidad escolar a la quecada miembro de la sociedad tiene derecho. Esto explica quelo esencial del esfuerzo pblico se haya consagrado durantetanto tiempo a la enseanza elemental. Esta concepcin de laigualdad de las posiciones ha producido tambin uno de losrasgos ms caractersticos de la escuela francesa: su centra-lismo y su uniformidad. Segn ella, en efecto, la igualdad sertanto mejor asegurada en la medida en que, sea del puebloque sea, la escuela a la que el alumno ingrese sea idntica a lade cualquier ciudad o pueblo vecino, que los programas y laorientacin pedaggica sean los mismos y que los maestrossean elegidos de idntico modo. En este sentido, la igualdades ante todo la unidad de la oferta escolar.

    A pesar de la nostalgia que a menudo se asocia al recuerdode la escuela republicana francesa, hay que recordar que suconcepcin de la igualdad no atenda muy especialmente a laigualdad de oportunidades. Buscaba aproximar las diferentescondiciones escolares sin trastocar la estructura social y sus je-rarquas. De este modo, el elitismo republicano reposaba sobreuna concepcin muy particular de la justicia escolar. Si la na-cin no deba privarse de los mejores talentos salidos del pue-blo, en especial para hacer de ellos funcionarios y otros hsa-res de la Repblica, no procuraba dotarlos a todos con lasmismas oportunidades de buen xito. La prueba est en que,junto a la escuela comunal, los hijos de las clases favorecidas sevean reservar los pequeos liceos, los liceos y las humanidadesclsicas, que constituan la clave de los estudios ms largos, msprestigiosos y ms rentables. La igualdad no impeda que cadauno debiera quedarse en su posicin, una vez que esta posicinestaba asegurada y mientras que el zcalo de la cultura comnse viera progresivamente ampliado. Esta escuela asocia un rela-tivo acercamiento de las posiciones sociales a la seguridad depoder conservar la posicin propia. A la vez igualitarista y con-servadora, busca producir igualdad sin trastocar el orden so-cial, en nombre del contrato social republicano.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 27

  • 28 repensar la justicia social

    la promocin de las mujeres

    Parece poco discutible que, en dos siglos, las mujeres hanvisto cmo sus posiciones sociales se acercaban a las de loshombres, en trminos de derechos y de acceso a las diferen-tes posiciones sociales. La igualdad de posiciones ha asegu-rado a las mujeres una cierta promocin, gracias al accesotardo- a los derechos polticos y sociales. Por lo dems, hayque atribuir a esta razn que el trabajo asalariado de las mu-jeres haya sido percibido durante mucho tiempo como lacondicin esencial de la igualdad: garantizaba a la vez unacierta autonoma y protecciones sociales que, sin ella, pasa-ran por los derechos del marido. Desde esta perspectiva, seconsideraba que las mujeres deban conseguir la igualdad porel trabajo. Las mujeres podran obtener la igualdad a la quetenan derecho a aspirar, en funcin de su naturaleza y desu posicin en la divisin sexual del trabajo. Era necesarioque las mujeres fueran iguales en todo pero al mismo tiempoque se quedaran en su lugar, en especial en su lugar familiaren tanto esposas y madres.

    Sin embargo, este relato que calca el destino de las mujeressobre el de otros trabajadores (es decir, de hombres) no estan glorioso como podra parecer: el retraso de las mujeresen materia de igualdad pone al desnudo la tensin interna enla igualdad de posiciones entre la lgica de la igualdad y la l-gica de la seguridad social. Si, por un lado, las mujeres acce-den a los derechos que detentan los hombres, por el otro selas invita con fuerza a permanecer en su lugar y la mayora delas polticas combinan esos dos discursos. As, durante un pe-rodo muy largo, las polticas de la familia se han dirigido aasegurar el lugar de las mujeres en la familia y a mantenerlasall. Por lo dems, la escuela ha orientado a las jvenes haciatrabajos considerados femeninos (costura, cuidados a las per-sonas, etc.) y, ms an, hacia el hogar. Basta con ver cmo elPartido Comunista, acrrimo defensor de la igualdad de lasposiciones, se opuso mucho tiempo a la anticoncepcin, que

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 28

  • la igualdad de posiciones 29

    poda dar a las mujeres el gusto pequeo burgus de la li-bertad. Hay que recordar que el derecho al voto fue conce-dido en Francia a las mujeres recin en el momento de la Li-beracin, y que el derecho a la anticoncepcin y al abortochoc con resistencias considerables.

    A menos que pensemos que todo esto provena solamentede un arcaico reflejo misgino, hay que admitir que el pro-greso ofrecido a las mujeres fue mucho tiempo concebidocomo la garanta de una posicin estable y asegurada, a riesgode que resultara inferior a la de sus maridos y hermanos. En loesencial, por otra parte, el movimiento feminista se desarrollen los mrgenes de la izquierda antes que en su corazn: so-cialistas y comunistas explicaban a las mujeres que la mejorade su situacin dependa ante todo del triunfo del movi-miento obrero y de los progresos de la condicin salarial. Du-rante un perodo muy largo, la igualdad de las posiciones nosignific un cuestionamiento a la divisin sexual del trabajo.Construida por la solidaridad nacional, las asignaciones fami-liares, los servicios pblicos y los sistemas de jubilaciones ypensiones, est dirigida, aun all, a reducir las brechas sin porello abolirlas.

    el crisol francs

    Mientras que la sociologa emprica norteamericana, en espe-cial la sociologa urbana de la escuela de Chicago, se cons-truy sobre los problemas de la inmigracin y del melting-pot,mientras que los partidos polticos en Estados Unidos opo-nan los White Anglo-Saxon Protestants (Wasps) a los recinllegados, las ciencias sociales francesas y los grandes partidosse pronunciaron desde un primer momento con respecto a lacuestin social. Y sin embargo, durante algunos perodos denuestra historia, como por ejemplo en la dcada de 1930, laproporcin de migrantes fue casi tan elevada en Francia

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 29

  • 30 repensar la justicia social

    como en Estados Unidos. Si la sociedad francesa no ha ubi-cado a los migrantes en el corazn de su modelo de justiciasocial, a las crisis xenfobas no les faltan vnculos con ese es-tado de las cosas, desde la Gran Depresin hasta el Frente Na-cional.

    Desde el siglo XIX, se ha forjado un relato de integracin,un mito antes que una realidad, fundado sobre el crisolfrancs (Noiriel, 1988): este relato, declinacin del modelode la igualdad de posiciones, conduce a proyectar las cues-tiones culturales y nacionales sobre los problemas del tra-bajo y del rgimen salarial. En este marco conceptual, losmigrantes se ven definidos antes por su cultura que por sutrabajo. Parecera evidente que el modelo republicano y laidentidad francesa acabarn por disolver a los recin llega-dos en un conjunto nacional que se percibe simultnea-mente como particular y como universal, puesto que en-carna los derechos del hombre, la razn y la democracia(Schnapper, 1994). Se forma una concepcin de la toleran-cia laica en la cual las diferencias culturales son aceptadasdesde el momento en que se ven acantonadas en la vida pri-vada y que renuncian a expresarse pblicamente a travs delos partidos y de los sindicatos.

    Segn este paradigma, los migrantes entran desde un co-mienzo en la economa y en los sectores menos calificados,que son abandonados por los obreros franceses, quienes seelevan a las profesiones mejor remuneradas. En el trabajo, ad-quieren los derechos sociales de los otros trabajadores, estabi-lizan sus posiciones, y muy a menudo, en la minera, la side-rurgia y la metalurgia, se convierten en los actores principalesdel sindicalismo. Una vez asegurado este lugar, acceden a laciudadana y, a travs de una escuela republicana abierta a to-dos, terminan (tericamente al menos) por asimilarse a lacultura nacional y por volverse tan franceses como los de-ms. Tambin en esto, el modelo social republicano apuntaa la igualacin progresiva de las posiciones y construye mar-cos polticos y un imaginario de la integracin social. As, no

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 30

  • la igualdad de posiciones 31

    pueden existir polticas sociales especficas hacia los migran-tes, porque estos son convocados a fundirse en la clase obreraantes de diluirse en la nacin.

    Por cierto, hay una gran distancia entre este discurso y larealidad, donde se combinan xenofobia, segregacin y ra-cismo. Pero esto no significa que sea una simple fbula, por-que ha construido prcticas y englobado a los recin llegadosen una concepcin de la justicia social centrada en la aper-tura para ellos de los derechos del hombre y la seguridad delas posiciones. Hoy por hoy, este modelo es defendido feroz-mente por quienes ven en l la piedra miliar de la integracinsocial frente a las amenazas comunitaristas.

    El modelo de la igualdad de las posiciones ha sido menosigualitarista y proclive a compartirlo todo que redistribui-dor y asegurador, al dar derechos y protecciones sociales a losms pobres. En este sentido, es ms socialista que comu-nista. Se inscribe en una concepcin general del contrato so-cial en la cual cada uno se beneficia con una solidaridad or-gnica donde el asedio y la progresiva reduccin que sufrenlas desigualdades es la consecuencia de una representacinintegrada de la sociedad en torno a la accin del Estado. As,incluso por vas desviadas, las desigualdades han sido reduci-das a lo largo de un prolongado perodo, y un entero con-junto de mecanismos institucionales y de representacionespolticas ha contribuido a realizar un modelo de justicia cuyaeficacia parece poco refutable. En lo que respecta a la luchacontra las desigualdades sociales, el compromiso del Estadode Bienestar y de las tasas de redistribucin conserva su efica-cia cuando se compara entre ellas a las sociedades. Por otraparte, el modelo de la igualdad de las oportunidades se veasociado a una forma de construccin y de representacin delos actores sociales elaborada en torno al trabajo y a la utili-dad funcional de cada uno. Sin nostalgia alguna, esto mereceser subrayado en un momento en el que ese principio de jus-ticia sufre fuertes crticas.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 31

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 32

  • 2. Crtica de la igualdad de posiciones

    Va de suyo que la puesta en prctica de una polticaresulta siempre inferior a sus principios, en especial cuandodesaparece el fuerte crecimiento econmico que requierepara su despliegue. Pero puede ocurrir tambin que sus am-biciones mismas descubran vicios escondidos, efectos no que-ridos: esto ocurre, precisamente, cuando la proteccin de lasposiciones dificulta y disminuye la reduccin de las desigual-dades entre esas posiciones. Aunque por lo comn la crtica aeste modelo se ejerce en nombre de una ideologa liberal, nopuede, sin embargo, reducirse a este nico punto de vista. Enefecto, puede practicarse tambin en nombre de los princi-pios y de las aspiraciones de la igualdad de las posiciones. Esel punto de vista que desarrollar aqu.

    los lmites de la redistribucin

    Las sociedades que desarrollaron un Estado de Bienestar po-deroso se ven globalmente menos afectadas por las desigual-dades que las otras. Pero este argumento no basta para justifi-car el modelo de la igualdad de las posiciones. No puededefenderse eternamente el Estado de Bienestar y la redistri-bucin partiendo de la mera constatacin de que, en otros lados, todo es peor; en el seno mismo de las sociedades fuer-temente protectoras, las desigualdades estn lejos de ser des-preciables, como lo muestra el grfico del captulo anterior.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 33

  • 34 repensar la justicia social

    pases que presentan tasas de redistribucin anlogas tienendesigualdades de amplitud diferente. En este asunto lo queimporta no es solamente qu parte de los recursos es tomadaa la sociedad y qu parte juega el gasto pblico; es igualmenteimportante la manera como esta parte es tomada y gastada.

    Como el Estado de Bienestar francs es corporativo o con-servador, segn la tipologa de Esping Andersen (2007), pro-tege bien a los que estn integrados y mal a los que no lo es-tn. La igualdad se ve limitada a los incluidos, mientras quelos ms frgiles, los outsiders, encuentran dificultades para en-trar en el sistema y para acceder al ncleo duro del mundodel trabajo, con todos los derechos que ofrece. Durante losltimos treinta aos, Francia se caracteriz por una tasa dedesempleo elevada, al mismo tiempo que los trabajadores conempleos fijos estaban relativamente bien protegidos. De ma-nera general, los pases corporativos asocian desigualdadesrelativamente dbiles a tasas de desempleo elevadas. Todoocurre como si las sociedades eligieran entre dos grandes fi-guras de contrato social. O bien protegen a una gran parte dela poblacin y limitan las desigualdades excluyendo a los queno pueden entrar en el sistema, o bien abren sus puertas a to-dos, pero al precio de grandes desigualdades. Es el sentido dela respuesta de Tony Blair a los crticos de la izquierda fran-cesa: el primer deber de la solidaridad es ofrecer un empleoa todos. Ausencia de desigualdades o ausencia de desem-pleados! Aun si se elige la igualdad de las posiciones, la fr-mula no es milagrosa, incluso en los pases socialdemcratasms virtuosos: las desigualdades sufridas por las mujeres y losinmigrantes son en ellos relativamente elevadas.

    Cuando el crecimiento no pudo seguir dando un empleo atodos, el carcter corporativo del Estado de Bienestar se re-vel a plena luz del da. Por detrs de la igualdad de las posi-ciones se yergue la coalicin de los regmenes especiales y delos corporativismos, y el hecho de que se presenten como de-rechos adquiridos y desigualdades legtimas no cambia nadaa la cuestin. Ms all del gran contrato de solidaridad hay

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 34

  • crtica de la igualdad de posiciones 35

    una mirada de derechohabientes que disponen de ventajasespecficas. No son todos privilegiados, pero este mosaicode estatutos particulares parece intocable. Exagerando unpoco, se puede incluso afirmar que el sistema poltico francssigue siendo representativo de esta multitud de intereses: laderecha no podra hacer nada a los mdicos, a los notarios, alos campesinos, a los patrones y a los propietarios; mientrasque la izquierda nunca podra tocar a los docentes, a los fun-cionarios, a los asalariados de las empresas pblicas que iden-tifican sus intereses con los de la nacin.

    Sin afirmar, como lo haca Timothy Smith (2006), alu-diendo al movimiento de diciembre de 1995, que el AntiguoRgimen est vivo y marcha por las calles, hay que reconocerque la solidaridad es mucho menos universal y desinteresadade lo que se dice. Resultara fastidioso y desagradable dar lalista de los derechos adquiridos que sera indispensable des-mantelar, si no fuera porque esa lista subrayara que esos de-rechos adquiridos se despliegan a lo largo de la escala social.Es cierto que la crtica liberal resulta netamente ms sensiblea los derechos adquiridos de los ferroviarios que a los de losmdicos, los terratenientes y los beneficiarios de exencionesfiscales. Pero sigue siendo cierto, no obstante, que mil siste-mas aseguradores de posiciones han sustituido a los rdenesestamentarios del Antiguo Rgimen. Este conjunto no ten-dra nada de chocante si no dejara agujeros, vacos, para losque no tienen lugar en l: empleados precarios, jvenes sinproteccin social, mujeres solas, extranjeros sin derechos de-ben caer todos en las redes de seguridad o depender de la ca-ridad. En proporcin, dado que los gastos sociales son casidel mismo orden en Francia y en los pases escandinavos(31% en Francia y 33% en Suecia), nuestro pas tiene entredos y tres veces ms pobres. En cuanto a los jvenes, se venampliamente desfavorecidos, porque les resulta particular-mente difcil adquirir un lugar: su pobreza aumenta, la pro-longacin de los estudios no les ofrece ms que una protec-cin pasajera y, por aadidura, cargan con el peso de la

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 35

  • 36 repensar la justicia social

    deuda social (Baudelot y Establet, 2000; Chauvel, 1998). EnEstados Unidos (pero el juicio valdra tambin para Francia),Theda Skocpol (2000) denuncia el poder gris que orientalas transferencias sociales hacia las personas de mayor edaden lugar de derivarlas hacia los ms jvenes y los ms pobres.

    De hecho, la igualdad de las posiciones resulta favorable auna vasta clase media, estratificada a su vez, que es la que sesiente amenazada cuando el crecimiento ya no garantiza msaquella solidaridad de la cual es la primera beneficiaria. Estaventaja se debe a que estas clases son ms numerosas en lafuncin pblica y los empleos protegidos, y a que aprovechanms los servicios pblicos y las ventajas diferenciales asociadasa ellos. Son sus hijos los que hacen los estudios ms largos yms rentables, al mismo tiempo que se benefician de la gra-tuidad del sistema escolar. Estas clases suman, a las proteccio-nes elementales de salud, las que procuran las mutuales; sonellas las que se benefician de los servicios ofrecidos por las ofi-cinas de recursos humanos de las grandes empresas pblicaso privadas, mientras que las otras clases tienen derecho sloal servicio mnimo.

    Cuando el crecimiento ya no asegura la proteccin de lasposiciones y el mantenimiento de una jerarqua social, elvelo de la ignorancia se desgarra y la representacin de laestructura social se transforma. En el curso de una investiga-cin sobre los sentimientos de injusticia en el trabajo (Dubet,2006), se volvi evidente que la vieja concepcin de la estra-tificacin social fundada sobre las clases sociales y las activida-des profesionales era reemplazada por una visin ms simpley ms cruel: englobados en un grupo central que ya es hetero-gneo, los individuos de la clase media tienen el senti-miento de verse amenazados por una subclase de pobres,de trabajadores precarios y de extranjeros que va avanzandoprogresivamente, mientras que una clase de superricos sealeja ella tambin del ncleo central. Un lazo de desigualdad,pero orgnico, se ve sustituido por clivajes que oponen a losque se sienten integrados en la sociedad y a los que se alejan

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 36

  • crtica de la igualdad de posiciones 37

    cada vez ms. Nada ilustra mejor esta evolucin que la dispo-sicin social de la ciudad contempornea en la cual la nuevaburguesa, los pobres y las clases medias ocupan territorioscada vez ms netamente separados: cuando las desigualdadessociales son concentradas y reagrupadas en el espacio, susefectos sociales se ven acrecentados (Donzelot, 2006; La-grange, 2003). El hecho de que las desigualdades sociales nose acrecienten tanto como se pensaba no impide que la con-ciencia de las desigualdades sea cada vez ms aguda; esto seexplica probablemente por el hecho de que el modelo de laigualdad de las posiciones parece cada vez ms difcil de ase-gurar, tal como atestigua el miedo omnipresente de los ries-gos de cada social, de ser un desclasado y de marginalizarse(Maurin, 2005, 2009).

    la suma de las pequeas desigualdades

    El hecho de que la percepcin de las desigualdades se exa-cerbe mientras que los indicadores objetivos conduzcan a jui-cios mucho ms ponderados no se debe solamente a una nos-talgia por aquella supuesta edad de oro que fueron losgloriosos treinta, aquella poca en la cual se poda compar-tir la riqueza al mismo tiempo que uno se enriqueca. Esto noproviene solamente del hecho de que las normas de consumose elevan ms rpido que los medios de satisfacerlas, acen-tuando lo que los socilogos llaman la frustracin relativa.En realidad, ese hecho tiene su origen en un doble fen-meno que no captan las estadsticas en bruto de las desigual-dades, que miden efectos agregados y desigualdades ya crista-lizadas: la emergencia de desigualdades nuevas y laacumulacin de desigualdades minsculas.

    Cuando el modelo de la igualdad de posiciones se fisura,aparecen en la conciencia desigualdades que no son nuevas,pero que parecen tales porque se las mide y porque existe un

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 37

  • 38 repensar la justicia social

    apego cada vez mayor a la igualdad fundamental de los indi-viduos. En los mrgenes de la igualdad de las posiciones y aveces esos mrgenes se vuelven mayoritarios se constituyengrupos que se definen como minoras ms o menos discrimi-nadas y cuya lista a priori es ms o menos infinita: regionesdesfavorecidas, generaciones, clases etarias, poblaciones di-versas, etc. Mientras que el movimiento obrero ve cmo se re-ducen sus bastiones tradicionales, emergen nuevos actoresque reclaman menos la igualdad de las posiciones que laigualdad de las oportunidades para acceder a todas las posi-ciones. En este sentido, la frmula de Vincent de Gauljac(1997) sobre el pasaje de la lucha de clases (classes) a la luchade plazas (places) encuentra una amplia justificacin. Para en-trar en la lucha de clases, hay que contar con un lugar (plaza,place); y resulta claro que la escasez relativa del empleo quecaracteriza a Francia desde hace ms de treinta aos afectaprofundamente un modelo de justicia que ha conocido suapogeo con los aos de crecimiento y de pleno empleo. Ladebilitacin relativa del movimiento obrero y sindical quita almodelo de la igualdad de oportunidades uno de sus principa-les apoyos, mientras que los outsiders apelan a otras concepcio-nes de la justicia social. Hemos mostrado que si el ncleoduro del asalariado permaneca muy unido a la igualdad delas posiciones, las mujeres, los jvenes y los hijos de los inmi-grantes eran ms sensibles, en cambio, al principio del mrito(Dubet, 2006). En el fondo, para aquellos que no tienen posi-cin estable y que vienen a hacer competencia a los asalaria-dos protegidos, la justicia de las posiciones resulta profunda-mente conservadora: favorece a quienes ya cuentan con unaposicin establecida e invita a los outsiders a mantenerse en ellugar subordinado que les es acordado.

    Este cambio pesa sobre la posicin misma de las desigual-dades. Cuando se razona en trminos de posicin social y deestatus, las desigualdades corresponden esencialmente a lasdiferencias y brechas entre los ingresos, que afectan las condi-ciones de vida de los individuos. Es incluso posible subsumir

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 38

  • crtica de la igualdad de posiciones 39

    esta estratificacin en una representacin de la sociedad entrminos de clases sociales. Pero esta representacin es extre-madamente grosera y muy alejada de la vida de los indivi-duos. La percepcin de las desigualdades vividas es muchoms intensa de lo que son las meras desigualdades de ingre-sos captadas por las estadsticas, puesto que, al ubicarse en elpunto de vista de los individuos, parece que estas construccio-nes estadsticas borran desigualdades decisivas, aun cuandocada una de ellas es, a primera vista, bastante limitada.

    No slo la medida de los ingresos ignora generalmente los patrimonios (y no es lo mismo pagar un alquiler que serpropietario), sino que las desigualdades reales son produci-das por la acumulacin de pequeas desigualdades que aca-ban por crear diferencias mucho ms considerables que lasmeras diferencias de ingresos. Nada muestra mejor este pro-ceso que la formacin de las desigualdades escolares. Laparte de esta desigualdad que se debe a desigualdades inicia-les (por ejemplo, al medio social de los padres) es a la vezprecoz y relativamente dbil cuando se mide el rendimientode alumnos muy jvenes. Pero, a medida que se avanza en elcurrculo escolar, estas desigualdades no dejan de profundi-zarse. Se sabe que la concentracin de los alumnos ms dbi-les en las mismas clases y en las mismas escuelas acenta sudebilidad relativa. Se sabe tambin que los maestros son me-nos optimistas con respecto a estos alumnos y que, como suspadres son menos ambiciosos y menos informados, las desigualdades se acentan an ms. Las familias modestas uti-lizan menos recursos educativos no escolares susceptibles deproducir diferencias en los rendimientos escolares (visitas almuseo, juegos educativos, turismo cultural o cultivado, etc.)y, al fin del recorrido escolar, las pequeas desigualdades ini-ciales se han transformado en grandes desigualdades escola-res (Duru-Bellat, 2002).

    Mecanismos idnticos obran contra las alumnas: mejorescomo estudiantes que los varones, pierden progresivamenteesta ventaja por la suma de las elecciones y el juego de las

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 39

  • 40 repensar la justicia social

    orientaciones hacia carreras y oficios menos rentables sinque ninguna de las etapas de su recorrido escolar haya sidobrutalmente discriminatoria. Desde los juegos con muecashasta supuestos gustos literarios, pequeas diferencias seacumulan, que a la postre se vuelven grandes desigualdades.El mismo fenmeno se observa en el mbito de la salud (Le-clerc, Fassin et al., 2000). Los trabajadores peor pagos tienengeneralmente los empleos ms penosos y no se jubilan antes.Reciben peores cuidados y tienen condiciones de vida, de ali-mentacin, de ocio, de vivienda y de transporte menos favora-bles para la salud. En definitiva, su expectativa de vida se veafectada muy sensiblemente por la acumulacin de estas pe-queas brechas y diferencias.

    Ya en el mbito del empleo mismo, no todos los grupos soniguales. Frente al desempleo, es mejor ser hombre que ser mu-jer, mejor descender de inmigrantes espaoles o portuguesesque maghrebinos, mejor ser cnyuge de una pareja mixta quede una que no lo es (Meurs y Pailh, 2008; Silberman y Four-nier, 1999). Para tener trabajo, es mejor vivir en la regin pari-sina que en el sur de Francia; pero, para vivir bien, lo mejor esel sur (Davezies, 2008). Es preferible tener menos ingresos enla Costa Azul, pero vivir all, donde se vive mejor, que en un su-burbio de Seine-Saint-Denis? Es preferible aburrirse en el tra-bajo durante treinta y cinco horas antes que vivir con estrs ycon un buen sueldo trabajando cincuenta a la semana?

    En definitiva, se le puede reprochar al modelo de la igual-dad de las posiciones que reposa sobre una representacin es-table y cristalizada de las desigualdades asociadas al empleo y,ms an, al empleo estable. Aparece entonces como un mo-delo conservador incapaz de hacerse cargo de la fluidez delos recorridos vitales y laborales, y de la multiplicidad infinitade las desigualdades. Este principio de justicia se debilita ne-cesariamente cuando se instalan el desempleo y la precarie-dad, pero tambin cuando la aspiracin a la igualdad se hacems fuerte y ms individualista, y cuando los actores se defi-nen tanto por su movilidad como por su posicin social.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 40

  • crtica de la igualdad de posiciones 41

    la proteccin de las posiciones contra la cohesin

    La igualdad de las posiciones reposa sobre una concepcinorgnica de la solidaridad, sobre un contrato social en elcual cada uno est asegurado en funcin de su posicin.Desde entonces, es el Estado (antes que la negociacin di-recta de los intereses) el que protege y asegura la integra-cin de la sociedad. Progresivamente, esta representacinde la integracin social es abandonada en provecho de unaconcepcin sensiblemente diferente que coloca en primerlugar a la cohesin social (Dubet, 2009). En este marco, launidad de la vida social ya no descansara en la coherenciade un sistema funcional y en la difusin de valores comunestransmitidos por las instituciones de socializacin para quecada uno est conforme con el rol que debe ocupar. La cohesin es considerada como producida por los actoresmismos, en funcin de su dinamismo, del capital social y dela confianza, que resultan de sus interacciones (Donzelot etal., 2003).

    Desde entonces, la buena sociedad es menos la sociedadordenada bajo el control del Estado y de polticas sociales uni-versales que la sociedad activa, mvil y movilizada, en la cuallos individuos actan y se comprometen con otros para pro-ducir mecanismos de cohesin y de regulacin que la mantie-nen unida; esos mecanismos tienen vocacin para reemplazarlas reglas y los valores impuestos desde arriba por las institu-ciones, cuyo carcter sagrado no sera, en definitiva, ms quela autoridad de la sociedad misma. Mientras que la integra-cin y la solidaridad procuran enmarcar y limitar el capita-lismo, la cohesin se esfuerza por domesticarlo y volverlo vir-tuoso segn el modelo del buen comercio. Esta concepcinde la vida social viaja, sin duda, con el equipaje del pensa-miento liberal, pero esto no basta para invalidarla: es total-mente legtimo preguntarse si la igualdad de las posicionesno crea rigores que acaban por destruir el contrato social alcual se adhiere.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 41

  • 42 repensar la justicia social

    Cuando la regulacin social pasa principalmente por el Es-tado, se puede imaginar que la confianza en los otros es rela-tivamente dbil, hasta privatizada, porque se tiene menos ne-cesidad de ellos. Es el sentido de la crtica desarrollada porAlban y Cahuc (2007), para quienes Francia es una sociedadde la desconfianza. Cautelosa, como hecha un ovillo sobre smisma, la sociedad francesa estara compuesta por una mul-titud de grupos y de corporaciones que esperan su salvacindel Estado antes que de su propia movilizacin, de su dina-mismo y de su capacidad de vincularse con otros. En estecaso, cada uno dependera de la accin pblica y vera en losotros un rival antes que un par. La confianza general sera d-bil; el conservadurismo triunfara sobre la innovacin; el capi-tal social colectivo, la fuerza de los vnculos, sera menos tilque la proteccin del Estado. Por ejemplo, mientras que eltransporte escolar de las zonas rurales podra estar organi-zado por los padres mismos con un sostn pblico y un sis-tema de seguro adecuado, est a cargo de la colectividad, loque hace que los vecinos no tengan verdadera necesidad losunos de los otros y los nios pasen a veces mucho tiempoarriba de los mnibus. Este anlisis no carece de fundamentoen un momento en que las investigaciones internacionales so-bre la confianza y el capital social muestran que Francia se vesingularmente desprovista de ambos, porque en el pas haymenos necesidad de los otros que del Estado.

    Esta crtica confluye con otra, ms antigua, referida a losefectos perversos de los mecanismos de asistencia. Antes queverse invitadas a hacerse cargo de s mismas, las personas ayu-dadas por el Estado defenderan la proteccin de su lugar,aunque este fuera mediocre, y no tendran inters en actuarpara salir de su situacin. Se crearan trampas de inactividaden las cuales sera irracional elegir el empleo y el movimiento,dado que la diferencia entre los ingresos producidos por eltrabajo y los generados por la solidaridad sera demasiado d-bil, e incluso negativa (para un anlisis crtico de esta hipte-sis, vase Dubet y Vrtout, 2001). La asistencia sera uno de

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 42

  • crtica de la igualdad de posiciones 43

    los vectores de reproduccin de la pobreza al estructurar losmodos de vida de los ms desprovistos, que tienen as un lu-gar subordinado, pero al menos un lugar. Susan Mayer(1997) observa que las ayudas sociales financieras acordadasa las familias pobres no acrecientan el tiempo que los padresdedican a sus hijos, ni afectan sus resultados escolares, ni susconductas desviadas. Tambin en este caso, el hecho de queesta crtica no sea simptica no basta para invalidarla: unaparte no despreciable de la poblacin vive de las ayudas socia-les ms que de los ingresos de sus trabajos, y esos grupos sonclientes y deudores antes que actores de la sociedad.

    Uno puede incluso llevar el razonamiento ms lejos mos-trando que la solidaridad se vuelve contra s misma. Los gru-pos ms integrados ya no quieren pagar por aquellos queno parecen contribuir a la riqueza colectiva: la pobreza de losunos ya no contribuye ms a la riqueza de los otros, porquelos pobres son desempleados y excluidos antes que explota-dos. Por lo dems, el sentimiento de estar vinculado a losotros por un contrato amenaza diluirse cuando los mecanis-mos de transferencia sociales se vuelven totalmente opacos,cuando no se sabe ms quin paga y quin recibe, cuando,bajo el pretexto de que los bienes colectivos son gratuitos, seacaba por creer que no cuestan nada. El mecanismo de la so-lidaridad puede entonces estallar en un egosmo generali-zado, asociado al sentimiento de que la sociedad debe todo acada uno de sus miembros (Rosanvallon, 1998; Schnapper,2002).

    las decepciones escolares

    En la medida en que la escuela republicana pareca capaz dedar un lugar a cada uno y de reforzar la integracin social, enla medida en que pareca capaz de reducir la desigualdad delas posiciones, Francia, como muchos otros pases, se compro-

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 43

  • 44 repensar la justicia social

    meti desde mediados del siglo XX en una poltica de masifi-cacin escolar. Todos los ingredientes del progreso se encon-traban reunidos en ese proyecto: dado que los obstculos re-feridos al costo de los estudios y a la dualizacin del sistemaescolar haban sido superados, cada alumno podra ir pormuchos aos a la escuela y, ms tarde, encontrar un lugar enla sociedad; las desigualdades se veran reducidas y la mayorcalificacin de todos acrecentara sensiblemente el capital hu-mano.3 Si decimos que este programa decepcion, decimosmuy poco. Sin duda, la masificacin escolar ha abierto am-pliamente las puertas de las escuelas secundarias y de las uni-versidades; desde este punto de vista, la masificacin es unxito de la igualdad en trminos de democratizacin abso-luta, ya que los hijos de las clases populares accedan a bienesescolares de los que haban sido desprovistos por largotiempo (Merle, 2009). Pero la llegada de los inmigrantes hatransformado la estructura jerrquica y la naturaleza de esosbienes, y ha engendrado una larga serie de decepciones, dequejas y de crticas.

    En contra de una creencia que hoy parece bien ingenua,no basta con disminuir los obstculos econmicos de la es-colaridad para atenuar los efectos de las desigualdades so-ciales sobre los rendimientos y las carreras escolares de losalumnos. La cultura, las ambiciones, las competencias de lasfamilias crean tantas desigualdades ante la escuela como losingresos. El cambio ms fundamental se debe al hecho deque las desigualdades que parecan decisivas en las orienta-ciones precoces se manifiestan y se desarrollan hoy a lolargo de los estudios. Mientras que los ttulos y diplomas, an-tes relativamente raros, tenan valores y utilidades socialesms bien homogneos, ahora no cesan de jerarquizarse conla multiplicacin de las orientaciones y de las opciones: lo

    3 Se reencontrar la frescura y el optimismo de este programa en elplan Longevin-Wallon elaborado en la Liberacin.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 44

  • crtica de la igualdad de posiciones 45

    que vale en un bachillerato es el tipo de bachillerato, laedad del candidato, las menciones, etc. Al multiplicar el nmero de bachilleres, se reencuentran brutalmente lasdesigualdades sociales que se crea haber borrado. Esta mutacin es decisiva porque la escuela se transforma, sevuelve un aparato encargado de seleccionar a los alumnosde manera fina y continua; la seleccin ro arriba de la es-cuela fue sustituida por otra en el curso del ro, a talpunto que la escuela parece menos justa, cuando objetiva-mente distribuye ms bienes escolares que antes. Multipli-cando y jerarquizando las posiciones hasta el infinito, la escuela ha avalado las desigualdades sociales y, muy a me-nudo, es percibida como la responsable.

    La masificacin escolar reposaba sobre el postulado de unaarmona natural entre los diplomas y las posiciones profesio-nales a las que daban derecho. Esta confianza resultaba tantomejor establecida dado que, durante un largo perodo, la es-casez relativa de los diplomas garantizaba su valor en el mer-cado de trabajo. Y, como la primera ola de masificacin en ladcada de 1960 ha sido asociada a un muy fuerte crecimientoeconmico, se ha podido multiplicar los diplomas sin debili-tar demasiado su utilidad social. Pero, despus de varios aos,esta regla de equivalencia se ha quebrado. Al mismo tiempoque los diplomas son cada vez ms indispensables, aunquems no sea porque su ausencia es una seal negativa enviadaa los empleadores, se necesitan cada vez ms para hacer dife-rencia en el mercado laboral, lo que crea un mecanismo deinflacin escolar (Duru-Bellat, 2006). En muchos casos, elvnculo entre calificaciones escolares y empleos se ha disten-dido tanto que la produccin de posiciones escolares ya noest ms armonizada con la de posiciones sociales, lo que aca-rrea un sentimiento amargo de desclasado.

    Sin embargo, el modelo escolar francs sigue profunda-mente vinculado al modelo de las posiciones, segn el cual losdiplomas seran el medio ms eficaz y ms justo de acceder alempleo. Y esta creencia traicionada destruye la confianza en la

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 45

  • 46 repensar la justicia social

    sociedad y en las instituciones (Galland, 2009; Van de Velde,2008). Las comparaciones entre jvenes franceses y jveneseuropeos resultan, en lo que a esto respecta, particularmenteesclarecedoras. Mientras que Francia tiene la tendencia deconservar largo tiempo a los jvenes en los sistemas de ense-anza y de formacin para diferir la prueba que representa elingreso en el mercado del empleo, los jvenes franceses estnentre los ms pesimistas de Europa. Como piensan que sloun trayecto acadmico perfecto puede protegerlos del desem-pleo y de la precariedad, no tienen confianza ni en la escuela,ni en las instituciones, ni en ellos mismos. Por lo dems, Fran-cia es un pas donde todos los intentos de reforma del sistemaescolar, sean buenos o menos buenos, arrojan a decenas demiles de estudiantes a marchar por las calles. Estn persuadi-dos de que todo cambio del sistema debilitar an ms el vnculo entre las posiciones escolares y las posiciones sociales,y esta conviccin exacerba su inquietud. El argumento segnel cual diplomas y ttulos protegen contra el desempleo slotiene validez en trminos muy generales: es mucho menos s-lido cuando se observan las tendencias en el largo plazo ycuando se miran de cerca diplomas y calificaciones. En ltimainstancia, no autoriza el silogismo segn el cual, dado que losque tienen ms diplomas tienen un empleo, si todos tuvierandiplomas bien calificados, entonces todos tendran un empleoque correspondiera a esa calificacin.

    techos de cristal y mbitos separados

    La mayor parte de los lugares reservados hasta entonces paralos hombres se abrieron a las mujeres a partir de fines del si-glo XIX, y se present como pioneras y heronas a las prime-ras mujeres que fueron ministras, egresadas de la Politc-nica, pilotos, cirujanas, etc. Se pensaba que abran el caminopara todas las mujeres que, as se crea, se precipitaran por

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 46

  • crtica de la igualdad de posiciones 47

    esa brecha. Aun si los progresos no son en modo alguno des-preciables, en especial porque el nmero de mujeres asalaria-das ha aumentado sensiblemente despus de la Liberacin,los lugares de las mujeres no son iguales a los de los hombres.Poco a poco, progresivamente, dos mecanismos de desigual-dad se fueron revelando.

    El primero es el de los techos de cristal.4 Cuando las muje-res entran en mbitos que hasta entonces estaban reservadosa los hombres, acceden con mucha menos facilidad a los car-gos de responsabilidad ms prestigiosos y mejor pagos. Lasmaternidades y las cargas familiares funcionan como obstcu-los que acarrean retrasos en las tareas, compromisos menostotales en el trabajo, y, cuando una pareja debe sacrificar sucarrera, es generalmente la mujer la que se inmola. Slo laelite de la elite puede escapar a esos mecanismos gracias aque tiene personal de servicio. Y ni siquiera en esos casos lasmujeres superan totalmente su desventaja. Como esta es anti-cipada por las parejas y por los empleadores, funciona a me-nudo como una discriminacin inicial: se le tiene ms con-fianza a un hombre que a una mujer que corre el riesgo dequedar embarazada y, cuando ella ya no corre ms eseriesgo, es demasiado tarde. Todo esto es tan evidente que lasmujeres mismas anticipan esta discriminacin y tienen menosambiciones que los hombres, aun cuando su rendimientoacadmico sea generalmente mejor que el de los varones. Di-cho de otro modo, no basta con haber abierto el acceso a loslugares para crear la igualdad: ni los modelos culturales favo-rables a los hombres, ni la economa de la vida familiar hansido profundamente afectados por esta aparente democrati-zacin. Al fin de cuentas, aun si las mujeres trabajan ms queantes, aun si son ms autnomas, estn peor pagas, caen conmayor facilidad en el desempleo y en la precarizacin que sus

    4 Vase Sociologie du travail, Le plafond de verre dans tous ses clats,n 2, 2009.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 47

  • 48 repensar la justicia social

    hermanos y compaeros.El segundo mecanismo est emparentado con el desarrollo

    separado, que es una forma de apartheid social. La llegada delas mujeres a los lugares que les han abierto en el mercado detrabajo no ha debilitado la definicin sexual de los empleos.Si el trabajo no tiene sexo, tiene un gnero: muchos empleosson de naturaleza masculina o femenina. Los enfermerosson enfermeras, los cajeros son cajeras, los asistentes socialesson asistentas sociales, mientras que los obreros de la cons-truccin, los ingenieros y los diputados son, muy a menudo,varones. Cuando las mujeres comienzan a descollar en unaprofesin, todo se da como si los hombres ya no quisieran sa-ber nada de ella: feminizada, parece haber perdido su valor.Es hoy el caso de las profesiones en la enseanza y maanaser el de las profesiones calificadas en el mbito de la salud.A pesar de los progresos de la igualdad, el mundo de la pro-duccin y el mundo del poder siguen siendo el mundo de loshombres; mientras que el mundo de los servicios y de las rela-ciones sociales, el mundo del care, sigue siendo el de las muje-res (vase, por ejemplo, Gilligan, 2008, y Tronto, 2009). Elpeso de los estereotipos, interiorizado tanto por las mujerescomo por los hombres, juega sin duda un gran papel en estadivisin, pero tambin se puede pensar que las elecciones fe-meninas proceden de anticipaciones relativas a la manera dearmonizar la vida familiar y la vida profesional, y eso es msfcil en la enseanza que en las obras pblicas.

    Sufridas como una injusticia o aceptadas como el orden na-tural de las cosas, las desigualdades que se hace padecer a lasmujeres sacan a la luz las dimensiones conservadoras del mo-delo de las posiciones. Los papeles que les estn reservados alas mujeres en la vida privada se oponen a una verdaderaigualdad de los lugares en el espacio pblico. Estas desigual-dades justifican un deslizamiento hacia un modelo de justiciasocial centrado en la lucha contra las discriminaciones y losobstculos a la movilidad.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 48

  • crtica de la igualdad de posiciones 49

    segregacin e identidades

    La igualdad de los lugares se despliega segn mecanismos deintegracin que suponen que el inmigrante se disuelve comotal para acceder a la igualdad y a la solidaridad nacional. Estemodelo ha sido cuestionado en los ltimos tiempos. La largaserie de revueltas en los suburbios desde la dcada de 1980 yel lugar que ocupan los jvenes descendientes de inmigran-tes en los debates polticos muestran que el crisol francsya no funciona o ya no funciona suficientemente. El hechode que esos jvenes, tan franceses como cualesquiera otros,sean siempre definidos como provenientes de la inmigra-cin basta para demostrar el agotamiento del modelo y quelos inmigrantes han sido sustituidos, como categora, por lasminoras. Esto se explica principalmente por dos causas.

    La primera se refiere al debilitamiento del mecanismo eco-nmico que haca que los migrantes se dedicaran a los traba-jos ms penosos, abandonados por los franceses; esta pruebaque deban superar funcionaba como un prolegmeno a suascenso en la escala social. No slo la industria ha dejado deofrecer a los hijos de esos trabajadores los lugares que les es-taban destinados, sino que esos mismos jvenes piensan queestn lo suficientemente escolarizados y asimilados a la cul-tura francesa como para no estar ya ms predestinados a esosoficios. Paralelamente, son vctimas de diversas discriminacio-nes que les cierran las posiciones a las que podran aspiraruna vez que ya poseen las calificaciones correspondientes.Con diploma igual o superior en el bachillerato, la tasa dedesempleo de los jvenes maghrebinos es el doble que la delos jvenes franceses cuyos padres nacieron en Francia: 28%contra 14% (Tavan, 2005). Como lo ms frecuente es que serenan en barrios que son guetos, donde se concentran todaslas dificultades sociales y donde todos los habitantes son per-cibidos como extranjeros, no slo el racismo se vuelve una ex-periencia banal, sino que los interesados mismos se sienteninducidos a definirse en trminos tnicos y raciales. Viven en

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 49

  • 50 repensar la justicia social

    barrios de negros y de rabes, van a escuelas de negros yde rabes, etc. Asumen esas identidades tanto ms volunta-riamente porque les son impuestas y recordadas diariamente.Los hijos de inmigrantes ya no tienen un lugar en la sociedadni en la de sus padres, ni en la de otros jvenes con quienescomparten, sin embargo, los valores y las aspiraciones. Elmodelo de inmigracin concebido como un recorrido quetransforma progresivamente lo extranjero en nacional hasido sustituido por la formacin de minoras que no consi-guen entrar en la sociedad y que contribuyen a producir elmodelo de exclusin del cual ellas mismas son las vctimas.5

    Nolens volens, Francia se acerca a Estados Unidos, pas quemuchos consideran que constituye un contramodelo, y ade-ms uno imposible de instalar en un pas con tradicin repu-blicana. Este repudio a ver las cosas de frente no facilita laadopcin de polticas eficaces en este asunto.

    La segunda mutacin se debe a la formacin de sociedadesnacionales pluriculturales. Muchos grupos e individuos veni-dos de lejos desean vivir y trabajar en Francia, desean ser ciu-dadanos activos sin por ello renunciar a su cultura y a su iden-tidad. En Francia, como en el resto del mundo, se formandisporas fuertemente unidas a sus pases de origen. En todaspartes se desarrollan minoras religiosas, en todas partes secrean negocios y empresas tnicas que participan plenamentede las economas nacionales y de la globalizacin de los inter-cambios (Tarrius, 2002). Frente a estas tendencias, surgen po-pulismos y republicanismos, que defienden la hegemona delas culturas nacionales; pero poco frenan la formacin de mi-noras culturales (o religiosas) que denuncian las mil discri-minaciones sufridas y reclaman un derecho al reconoci-miento, dado que ningn ciudadano puede ser privado de sucultura y de su identidad.

    5 Esto no significa que el modelo de integracin no contine, pero, pordecir poco, ya no concierne a la totalidad de los inmigrantes.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 50

  • crtica de la igualdad de posiciones 51

    La formacin de minoras tan impuestas como elegidas de-bilita sensiblemente el modelo de la igualdad de los lugares:a partir de ahora, los lugares tienen culturas y colores. En estecaso, el combate por la justicia social se desliza de la luchapor la igualdad de los lugares a la lucha por la igualdad de acceso a todos los lugares. Lo que est en juego centralmenteen estos combates es la activacin de medidas de discrimina-cin positiva, mientras que las minoras sufren ante todo unadiscriminacin negativa, cuya concentracin en algunas zo-nas urbanas y el control por portacin de rostro son algunasde las manifestaciones menos fciles de negar (Castel, 2007).

    Aqu, las crticas dirigidas contra la igualdad de los lugaresconciernen menos a sus principios y valores que a sus prcti-cas y a sus consecuencias. Despus de haber reducido las desigualdades, su eficacia y su legitimidad en la actualidad pa-recen declinar. Esta crtica no proviene nicamente de las fi-las de la derecha liberal ni de las de los ms desahogados eco-nmicamente: la igualdad de los lugares es ms favorablepara los que ocupan posiciones seguras que para los que ha-cen campamento a las puertas de la sociedad. Por lo dems,parece que crea clientelismos y estructuras rgidas que a me-nudo son contraproducentes y que debilitan la confianza y eldinamismo de la vida econmica y social, donde cada unobusca defender su estatus. La masificacin escolar ha decep-cionado, mientras que las mujeres y las minoras visibles noencuentran su lugar en un modelo de justicia indiferente alas discriminaciones y a menudo ms conservador de lo queparece. No slo la igualdad de los lugares no ha cumplido to-das sus promesas, sino que, peor an, ha engendrado nuevasinjusticias. De este modo, la hegemona progresiva de otromodelo de justicia, el de la igualdad de las oportunidades, noes slo un avatar de la ola ultraliberal que barre el planeta enlos ltimos treinta aos.

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 51

  • Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 52

  • 3. La igualdad de oportunidades

    Desde su origen, la igualdad de oportunidades parti-cipa del proyecto democrtico moderno. Incluso, quizs estms presente que la igualdad de las posiciones, porque hasido impulsada por las burguesas y las elites deseosas de des-truir los obstculos que el sistema estamentario del AntiguoRgimen opona a sus aspiraciones; por lo dems, la Ilustra-cin identifica la igualdad con la igualdad poltica y la liber-tad comn de expresin antes que con la igualdad social. LaRevolucin Francesa aboli los antiguos estamentos con el finde que cada uno pudiera acceder a todos los empleos segnsu mrito, con independencia de su nacimiento. Al prohibirla existencia de corporaciones, las leyes dAllarde y Le Chape-lier votadas en 1791 defienden la libertad de circular en el es-pacio social en funcin de los talentos y de las necesidades decada uno, y de los requisitos del comercio. Estas leyes, ascomo la abolicin del feudalismo en la noche del 4 de agosto,destruyen los fundamentos del Antiguo Rgimen; anuncianel reino de la igualdad de oportunidades. No cuestionan lasdesigualdades sociales, pero ofrecen a cada uno la posibilidadde aspirar a todas las posiciones sociales por desiguales queestas sean (Savidan, 2007).

    Aun cuando la historiografa marxista ha opuesto este prin-cipio burgus a las aspiraciones igualitaristas de los sans-cu-lottes y a la poltica del ao II, parece ms razonable conside-rar que la igualdad de oportunidades es, junto con laigualdad de las posiciones, la segunda manera de resolver lacontradiccin crucial de las sociedades democrticas liberales

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 53

  • 54 repensar la justicia social

    que deben combinar la igualdad fundamental de todos losciudadanos con las desigualdades sociales producidas por elfuncionamiento de la economa y la libertad de cada uno(Gauchet, 2002). Por cierto, la izquierda ha preferido histri-camente la igualdad de las posiciones a la igualdad de oportu-nidades, pero nunca ha renunciado totalmente a esta ltima.As lo atestiguan su antigua y prolongada defensa de la meri-tocracia republicana en la escuela y el hecho de que ven eneste modelo una manifestacin del combate contra los privi-legios. En la actualidad, la igualdad de oportunidades es rei-vindicada tanto por la derecha como por la izquierda; est enel corazn de la mayora de las teoras de la justicia, empe-zando por la de Rawls ([1971], 1987). Sin embargo, la sustitu-cin progresiva de la igualdad de las posiciones por la igual-dad de las oportunidades no surge solamente de la historiade las ideas sociales y polticas: induce una profunda transfor-macin de las representaciones de la vida social, de sus acto-res y de sus mecanismos.

    una ficcin estadstica

    La igualdad de oportunidades reposa sobre una ficcin y so-bre un modelo estadstico que supone que, en cada genera-cin, los individuos se distribuyen proporcionalmente en to-dos los niveles de la estructura social sean cuales fueren susorgenes y sus condiciones iniciales. No se afecta la jerarquade las posiciones y de los estatus, pero los individuos que ocu-pan esas posiciones deben provenir de todas las capas socialessegn el modelo de una movilidad perfecta. As, en una socie-dad que estuviera compuesta por un 30% de obreros, por un10% de miembros de minoras visibles y un 50% de mujeres,la igualdad de oportunidades supondra que los dirigentespolticos, los estudiantes de las mejores universidades y losobreros de la construccin constituiran grupos compuestos

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 54

  • la igualdad de oportunidades 55

    por 30% de hijos de obreros, 10% de hijos de las minoras vi-sibles y 50% de mujeres. Las desigualdades de los ingresos yde las condiciones de vida que separan a cada uno de estosgrupos dejaran de ser injustas porque todos y cada uno desus miembros tendran la oportunidad de escapar de ellas. Ycomo se supone o bien que los individuos son todos iguales, obien que sus talentos o sus mritos iniciales han sido reparti-dos al azar por la providencia, entonces, en consecuencia, de-ben terminar repartindose proporcionalmente en todos losniveles de la sociedad.

    Esta ficcin es tan exigente como la de la igualdad de lasposiciones: sin duda, todava ms exigente, porque suponeque la herencia y las diferencias de educacin estn abolidaspara que el mrito de los individuos produzca, por s solo,desigualdades justas.6 Por cierto, nadie cree por completo enuna ficcin de estas caractersticas, como tampoco nadie de-sea una estricta igualdad de las posiciones; pero todo pareceindicar que el modelo funciona. Extrae su fuerza de la crticasocial que denuncia, con el apoyo de estadsticas, la partemuy escasa que representan las mujeres, los hijos de obreros,los hijos de migrantes, los discapacitados, en las diversas esfe-ras de la vida social. Mientras que una crtica conducida ennombre de las posiciones denuncia las brechas en los salariosque separan los ingresos de los dirigentes de los ingresos delos asalariados ms modestos, la crtica ejercida en nombre dela igualdad de oportunidades denuncia la endogamia socialde los grupos dirigentes en los cuales las mujeres y las mino-ras visibles no se encuentran suficientemente representadas.

    Esta ficcin se reencuentra en todas partes en la vida po-ltica, en la escuela, en el mundo del trabajo. En todos esos

    6 Andrew Carnegie, que no era por cierto anticapitalista, se proponadejar a sus hijos slo el dinero necesario para una vida modesta yrestituir su fortuna a la colectividad a travs de fundaciones (vaseFrazier Wall, 1989).

    Dubet-_ME_EXP (2as).qxd 15/2/11 13:04 Pgina 55

  • 56 repensar la justicia social

    mbitos, numerosas leyes y medidas han sido adoptadas paratender a la igualdad de oportunidades. Este combate no esnuevo, pero se ha visto sensiblemente acelerado durante es-tos ltimos aos en nombre de lo que se llama la diversi-dad. Al privilegiar el acceso de los alumnos desfavorecidos yprovenientes de las minoras en las mejores universidades,mltiples dispositivos escolares se esfuerzan por acrecentar laigualdad de las oportunidades. La ley de paridad exige unarepresentacin ms equitativa de las mujeres en el mundo po-ltico. Despus de que se ha revelado la banalidad del racismoen el trabajo discriminacin emboscada o escondida, insul-tos y bromas dudosas, la mayor parte de las organizacionessindicales y patronales han firmado un acuerdo: reconocenla igualdad en materia de reclutamiento, de asignaciones, deremuneracin, de formacin profesional y de promocin enla carrera, sin distinciones por el apellido, la apariencia fsicao el lugar de residencia (Bataille, 1997; la asociacin SOS-Ra-cisme publica regularmente informes que llevan a las mismasconclusiones). El tratado de msterdam de 1997 hace de lalucha contra las discriminaciones el principio esencial de lajusticia social. Diversas autoridades, entre las que se cuenta la Alta Autoridad de Lucha contra las Discriminaciones y porla Igualdad (HALDE, por su sigla en francs), se han encar-gado de luchar contra todas estas desigualdades. Hay que se-alar que todas estas medidas y todos estos dispositivos apun-tan a disminuir las discriminaciones en el acceso a lasposiciones, pero que no cuestionan el orden de esas