Del Estado Posible Perez Pirela

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    DEL ESTADO POSIBLE

    Crnicas de una revolucin

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    DEL ESTADO POSIBLE

    Crnicas de una revolucin

    Miguel ngel Prez Pirela

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    1 edicin, 2008

    MONTEVILAEDITORESLATINOAMERICANAC.A. 2008

    Apartado Postal 70712, Caracas, Venezuela

    Telefax: (58-212) 263.8508

    www.monteavila.gob.ve

    Instituto de Estudios Avanzados (IDEA)

    Miguel ngel Prez Pirela

    Diseo de la coleccin

    ABV Taller de Diseo, Waleska Belisario

    Imagen de portada

    Ronald Freites

    Hecho el Depsito de LeyDepsito Legal N lf50020083204859

    ISBN 978-980-01-1664-7

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    VII

    DEL ESTADO POSIBLE

    De la poltica se dice que es el arte de lo posible. Un Estado es la evidencia

    de esa precaria factibilidad. Tambin es un modo de hacer inteligible alcopioso gnero humano. Van y vienen las profusas oleadas de los seres. Parapensarlos los encauzamos en los diques retricos de Estado, pueblo, ejrcito,clases sociales, partidos, identidades. Venezuela es un agregado de seresarticulado dentro de tales abstracciones. Concretemos algunas de las esclu-sas conceptuales que alternativamente las unen o desunen, siguiendo aproxi-mativamente los lineamientos que propone Miguel ngel Prez Pirela en sulibro Del Estado posible. Crnicas de una revolucin.

    PUEBLO

    El conservador Cecilio Acosta precisaba en su artculo de 1847, Lo quedebe entenderse por pueblo: No lo olvidemos:pueblo, en el sentidoque nosotros queremos, en el sentido que deben querer todos, en el senti-do de la razn, es latotalidad de los buenos ciudadanos. Y ello quieredecir que los buenos ciudadanos deben tenerpropiedad, o renta.Pueblo, seala Miguel ngel Prez Pirela enDel Estado posible, puedeser entendido como totalidad de los ciudadanos, como pobres, comocentro poblado. Ilusin del poltico es homogeneizar todas las tensionessociales en el mximo comn denominador del pueblo. Tarea del revolu-cionario, revelar que bajo la aparente armona combaten explotadores yexplotados. La mejor arma del Diablo es convencer al pecador de que

    no existe. El ms poderoso instrumento de clase dominante es pretenderque no hay clases ni lucha entre ellas.A las clases sociales se ha intenta-do enmascararlas como funciones o maquillarlas como estratos o niveles

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    VIII

    de ingreso. Sin embargo, estudiosos del populismo latinoamericano comoGino Germani, Torcuato di Tella, Octavio Gianni y Francisco Weffort

    insisten en categorizarlo, bien como movimiento de una clase, bien comopoliclasista. Con las clases, hemos dado, amigo Sancho. Slo queda huir,o enfrentar el problema.

    CLASES

    En esto, como en tantas cosas, plantea Venezuela una singularidad. Si lasclases sociales son grupos organizados para desempear cierto papel en laproduccin y ocupar determinado sitio en las relaciones productivas, pre-senta una peculiar estructura un pas en el cual slo treinta mil personastrabajan en la actividad econmica fundamental de los hidrocarburos. Elingreso petrolero no es una renta, sino la liquidacin de un activo. DavidRicardo especific que las rentas, como la de la tierra, la del capital o la deltrabajo, suponen que la productividad del bien permanece luego de rendirsu fruto, y especifica que en ltima instancia todas proceden del trabajo

    humano. El decreto del Libertador que atribuy la propiedad del sub-suelo a la Repblica constituye a sta un siglo ms tarde en administradorade nuestra riqueza fundamental, y sienta los pilares bsicos para un socia-lismo. Al mismo tiempo, inviste al Estado de la condicin de mximo dis-tribuidor y redistribuidor de ella y en eje de una suerte de socialismodistributivo. Tenemos as un proceso econmico invertido, en el cual laproduccin (o extraccin) del bien bsico fundamental ocupa una fraccininsignificante de la fuerza de trabajo, y los procesos distributivos un sector

    desproporcionado de ella. Desde 1929, fecha en la cual el ingreso fiscalpor hidrocarburos supera todos los dems rubros presupuestarios, enVenezuela la controversia econmica es ante todo pugna poltica por elreparto. En el curso de ella se ha creado una clase poltica que ocupa unespecfico nicho en los procesos de distribucin y comprende tanto elmilln y medio de empleados pblicos como los actores polticos inte-grados en partidos u otras organizaciones. La clase poltica opera la para-

    doja de convertir un bien de propiedad social y socialmente producido poruna empresa pblica, en un ingreso de apropiacin privada asimtrica einjusta. Esta pugna entre sectores antagnicos por la redistribucin desva

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    IX

    al Estado de sus otros deberes y sobre todo del primordial de invertir elproducto de los no renovables hidrocarburos en la creacin de un siste-

    ma productivo que no dependa de ellos.

    IDEOLOGA

    Si es escabrosa la delimitacin de las clases sociales en Venezuela, todavams lo es el factor que las consagra como tales, que es la conciencia. Igua-lados llaman en Mxico a quienes no veneran los rangos que los menos-precian. Ms que refractario a una conciencia de clase, el venezolano loes a una conciencia de clases.Venezuela es pas de igualados. En nues-tros pueblos originarios en lneas generales no hubo estratificacin social.Cronistas y costumbristas deploran su igualitarismo y ausencia de privile-gios como una peste. El concepto de jerarqua y rango fue introducido porla Conquista tras ardua pugna que todava no termina. El igualitarismodel proyecto bolivariano es mera expresin del originario. Pero acerta-damente seala Miguel ngel Prez Pirela que existe un desgarramiento

    en los sectores medios entre una realidad que los proletariza y una ideolo-ga que los hace creerse lite. Nuestra llamada clase media al mismo tiem-po ostenta las nfulas de la oligarqua y el nivel de vida de la marginalidad.Una clase vale tanto como sus valores.Y sagazmente apunta Prez Pirelaque tales valores le son instilados ante todo por los medios de comunica-cin, que en las telenovelas reconocen las diferencias de ingreso pero pre-dican que son superables mediante el afecto. La ilusin de la ascensinsocial, como la de la lotera, es el principal sostn de un sistema insosteni-

    ble. El Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 1999revela que a fin del siglo pasado Amrica Latina importa 70% de su pro-gramacin televisiva: 62% de Estados Unidos y un 8% de Europa y Asia,mientras que apenas produce un 30% del contenido de sus propias emiso-ras. Nuestros medios son heraldos deun sistema de dominacin mundial.Lo extrao no es que algunos sectores de la llamada clase media asumansu mensaje como identidad; lo sorprendente esque a pesar de este perti-

    naz diluvio de contenidos, mayoras tan relevantes se identifiquen con elsector explotado y con el proceso bolivariano.

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    PARTIDOS

    Idealmente, un partido debera ser representacin de una clase social. En

    Venezuela la perversin ideolgica ha reducido a muchos a apndices demedios de comunicacin, que a su vez son prolongaciones de una claseexplotadora.Venezuela oscila entre fantasmas de partidos caducos que noacaban de desaparecer y la esperanza de un gran partido revolucionarioque no acaba de consolidarse. Ello aprieta todava otra vuelta de la tuercade la perversin ideolgica. En desesperada busca de sufragios, los parti-dos mediticos que representan a los explotadores intentan confiscar los

    signos del proceso bolivariano. En un primer momento le usurpan la ban-dera nacional, para reducirla a trapo luctuoso o tricolor invertido. Luegodisimulan su pertinaz racismo para esgrimir como oferta electoral Lanegra, una tarjeta para recibir ddivas que muestra el rostro de una afro-descendiente. En fin, usurpan las canciones de Silvio Rodrguez y de AlPrimera para homenajear al gremio patronal.Tenemos as semiproletariosque para creerse oligarcas revisten los signos del pueblo revolucionario.As como los partidos populistas apropian los signos de la tradicin cultu-

    ral nacional popular para legitimar un proyecto de colaboracin de clases,los cadveres polticos intentan vestirse con las galas de los vivos.

    EJRCITO

    El Estado venezolano nace de un ejrcito Seremos una excepcin? Si,segn Engels, el Estado tuvo su origen en la violencia organizada de la

    clase dominante contra la dominada, todos los ejrcitos propiamentedichos tendran su origen en el Estado, y todos los Estados estaran funda-dos en un ejrcito. En Venezuela el fenmeno habra sido triple. El primerEstado, el colonial, lleg sobre las puntas de las espadas de los conquista-dores. El segundo, el de la repblica oligrquica, naci de las lanzas de lascaballeras llaneras. El tercero, el central, surge de los filos de las bayonetasandinas. Y como todo tro de mosqueteros recluta un cuarto, el Estadobipartidista nace del golpe de la Gloriosa Juventud Militar el 18 de octubre

    de 1945. Hablar entonces en Venezuela de un ejrcito separado del Estadoy de la poltica es una ficcin ms o menos hueca. Los ejrcitos que ins-tituyeron nuestros Estados se forjaron derrotando a ejrcitos que haban

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    dejado de representar a sus sociedades. Lo cual plantea para el actual doscometidos: el de participar en las tareas sociales, junto a las misiones y la

    administracin, y el de incorporar al pueblo mediante los grandes contin-gentes de una reserva preparada para la resistencia. O el ejrcito se vuelvepueblo o el pueblo se vuelve ejrcito.

    ESTADO

    El proceso bolivariano justamente surge porque el Estado que llamamos

    de la Cuarta Repblica tambin haba dejado de representar a su sociedad.Acertadamente seala Prez Pirela la contradiccin entre un Estado dbilante el abuso de las fuerzas econmicas, y represivo contra el pueblo, para-doja que acarre su propia inviabilidad el 27 de febrero de 1989. A esaincongruencia le sucede la de un Estado de la Cuarta Repblica sin nuevoshombres, nuevas ideas ni nuevos procedimientos, enclavado a contraco-rriente de un movimiento dinmico que lo rebasa.Antes que reformar elEstado, se ha preferido crear estructuras paralelas para acometer las tareas

    que aqul no cumple Son las misiones un instrumento de reforma, o unaconfesin de impotencia, la creacin de lo que Prez Pirela llama un Es-tado bis ante la imposibilidad de reconstruir el original? Y, aadimos: Sino se encuentran formas de rectificar sus defectos, se podr garantizar que nose reproduzcan en las misiones? Afortunadamente, algunos sectores admi-nistrativos han asumido una poltica de integracin con el pueblo a travsde la articulacin con los movimientos sociales, y en particular con los con-sejos comunales. Lo resum con el dicho de que institucin que no bailepegado con las masas, no tiene vida. La primera tarea de un proceso revo-lucionario es apoderarse del Estado para usarlo como herramienta de lastransformaciones que postula.Y la primera transformacin ha de ser la defusionarlo con el pueblo, para garantizar las restantes.

    IDENTIDADES

    No siempre ha favorecido la burguesa a un Estado dbil y fragmentado.En sus inicios el capitalismo apoy decididamente al Estado nacional

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    y central, mientras ste le sirvi para aplastar el feudalismo y unificar elcaos de fronteras, monedas, normativas y tributos que entrababan el co-

    mercio y la industria. Una vez que la burguesa se considera capaz deimponer sus propias normas, en lugar de desintegrar sus Estados, que soncada vez ms fuertes e interventores, predica la disgregacin de los Estadosde los pases dependientes. Los Estados nacionales o nacionalistas del siglo

    XIXnacieron bajo el supuesto de que a cada nacin, o por as decirlo acada identidad, deba corresponder un Estado. En realidad casi nunca fueas. Gran Bretaa alberga ingleses, escoceses, irlandeses, ms la inmigracinde todas sus ex colonias. Espaa alberga castellanos, catalanes, vascos, galle-

    gos, andaluces, sefardes, y as sucesivamente. Los grandes colosos, comoChina y Estados Unidos y la URSSy ahora la Unin Europea, se articularonpor suma de nacionalidades. La poltica constante de los colosos formadospor la agregacin es desagregar a los de menor talla. Les imponen planes dereduccin y de descentralizacin mediante misiones tcnicas o paqueteseconmicos, o planes de secesin que intentan dividir y vencer a travs delas grietas entre identidades regionales o tnicas. Por esa va se puede lle-gar a la disgregacin en parroquias o familias. Como advierte Prez Pirela,

    Es as como, coartando las caractersticas del Estado-Nacin, como porejemplo los lmites y fronteras, las lgicas secesionistas de las oligarquasbolivianas realizan distinciones entre tierras altas y tierras bajas, con el finde sustraer de all identidades fraccionadas a travs de las cuales separan alos quechuas y a los aymaras de las montaas, de los guaranes y blancos delas llanuras con el fin de crear, no ms un nuevo Estado ni una nueva Rep-blica, sino lo que es an ms grave, una improvisada Nacin Camba (p.92).

    Aadamos que en buena parte son inmigrantes nacidos en Europa quie-nes pretenden imponer esta supuesta identidad nacional sudamericana. Sehace as imperativo abrir un espacio para reflexionar sobre una dialcticade la identidad. La identidad, que plantea la decisiva pregunta Quinsoy?, slo puede contestarla por la adscripcin a un grupo, a un Quines so-mos. Esta pertenencia puede ser elegida discrecionalmente, pero se la de-fiende instintivamente como al propio ser. Por ello en su libroLa cultura

    es nuestro negocio, adverta McLuhan que La violencia empieza cuandose amenaza la identidad. Esta ltima, instrumento invalorable en lasresistencias nacionales contra el colonialismo, no debe ser usada por los

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    neocolonialistas para pulverizar a los nacionalismos. Los pueblos emer-gentes necesitan Estados, fuertes, unidos, dispuestos a integrarse en nue-

    vas identidades colectivas y agregaciones regionales antes que aatomizarse en servidumbres. Pero contra Venezuela, pas cuya disgrega-cin sera valiosa para las potencias, intentan stas exacerbar idiosincra-cias para promover secesiones.

    CATEGORAS

    A dnde nos lleva el disociar una realidad en tantas parcelas? Repro-ducimos el problema en lugar de resolverlo? La especializacin del trabajocondujo al mismo tiempo a un acrecentado dominio del hombre sobre lanaturaleza y a un multiplicado dominio del hombre sobre el hombre. ElReino de la Libertad consistir en borrar fronteras antes que en imponer-las, en eliminar barreras entre trabajo manual e intelectual, crear culturapara compartir y no para excluir, aniquilar diferencias entre clases y contri-buir al desvanecimiento del Estado, cuyo principal cometido es mantener-

    las. Para emprender este camino, por ahora, todo hombre debe ser a la veztrabajador, pensador, militante, miliciano. Participar no es ser parte, sinoaspirar al todo. La totalidad es el punto de encuentro de la revolucinpersonal y la social.

    LUISBRITTOGARCA

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    A Diego, recin llegado al Caribe

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    A MODO DE PRESENTACIN

    El presente libro es fruto de la investigacin y reflexin en el seno del

    Centro de Investigaciones Tericas (CENIT) del Instituto de EstudiosAvanzados (IDEA), el cual ha servido como marco institucional para laconformacin de lneas de trabajo orientadas al anlisis de los nuevosretos que representan la teorizacin de Venezuela, entendida como para-digma sociopoltico del sigloXXI.

    Cada uno de los captulos que integran la presente obra ha sido publi-cado en notorias revistas cientfico-sociales, tanto nacionales como inter-

    nacionales. Otros fueron publicados en medios de prensa nacional:El primer captulo, titulado Nacimiento y muerte del Estado Vene-

    zolano, fue publicado en la revista alemanaDilogo Cientfico, vol. 17,ao 2008 (que dedic un nmero monogrfico a Venezuela), bajo el ttu-loCrisis estructural contnua del Estado venezolano: del Estado heredadoal Poder Popular.

    El segundo captulo, que abarca los aos 1973-1989, devino de un

    artculo, originalmente escrito en francs, y publicado en la reconocidarevista parisinaCits, en su edicin nmero 28, ao 2006, bajo el ttuloHistoire brve de limpasse vnzulienne: Les enjeux symboliques.

    De la misma manera, el tercer captulo titulado Venezuela: el sndro-me del bipartidismo, fue publicado en el ao 2005 en la segunda edicinde la revista electrnicaIguana Roja, realizada en Pars: (http://www.iguanaroja.new.fr).

    Las reflexiones en torno a la propuesta de reforma a la Constitucinllevada a cabo en el ao 2007, ocupan el cuarto captulo, el cual fue publi-cado en el libroEstudios sobre Socialismo y Democracia, editado en el

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    2008 por el Centro de Investigaciones Postdoctorales (Cipost), Facultadde Ciencias Econmicas y Sociales (Faces) de la Universidad Central de

    Venezuela (UCV), bajo el ttuloDe la constitucin posible: Paradigma dela propuesta de la reforma de la constitucin venezolana.

    As mismo, el captulo quinto titulado Seis peligros y perspectivas delEstado Venezolano, est constituido por un conjunto de artculos publi-cados en distintos medios de comunicacin escrita de tiraje nacional,tales como el diarioVEAy el diarioEl Nacional.

    Por ltimo, el captulo sexto, Muerte y renacimiento del Estado latino-

    americano, apareci publicado en la revista de la Universidad SimnRodrguez (USR), Ensayo y Error, en su nmero 35, con el ttuloLa filo-sofa poltica del separatismo en Latinoamrica.

    En fin, como lo expres Jos Mart: Esos riachuelos han pasado pormi corazn. Lleguen al tuyo.

    MIGUELNGELPREZPIRELACaracas, 2008

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    CAPTULO INACIMIENTO Y MUERTE

    DEL ESTADO VENEZOLANO

    CRISIS1 ESTRUCTURAL CONTNUA DELESTADO VENEZOLANO,

    DELESTADO HEREDADO AL PODER POPULAR

    PREMISA:ELESTADO MODERNO

    En la visin clsica del Estado que nos ha dejado la modernidad, el mismose define por antonomasia como un Estado opresor/represor. Partiendo deuna interpretacin conservadora del desarrollo terico del Estado moder-no podemos decir que para Thomas Hobbes la figura del Estado est liga-da a un intercambio de libertad (individual) por seguridad (colectiva). Losindividuos sumergidos en una guerra de todos contra todos le piden alLeviatn garantas que limiten la libertad de cada uno en nombre de laseguridad de todos, y para ello se despojan de sus libertades individualesque transfieren al Estado. Esta tradicin clsica es retomada de un ciertomodo por Max Weber quien define sin ms el Estado comoelmonopoli-zador de una violencia legal/legalizada.

    En los dos casos parece existir entonces una esclavitud voluntariapor parte de aquellos que deciden dar el poder al Estado o, al menos,legalizar el uso de su violencia. Sin duda alguna este es el Estado quedefactoha llegado a travs de la tradicin moderna hasta nuestros das.Se trata de la visin de un Estado cuya ascendencia ha determinado radi-calmente elquodpropio, no slo de los Estados Occidentales, sino tam-bin de los latinoamericanos.

    A la luz de los eventos que han marcado la historia reciente de Estadoscomo el venezolano, y que trataremos de elucidar en esta obra, surgenperplejidades en relacin a la tradicin antes descrita. Sobre todo tomando

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    en consideracin fenmenos a partir de los cuales ese Estado opresor/represor, cuyo instrumento en pro de la seguridad de los individuos es

    una violencia legal/legalizada, no da ms seguridades a sus individuos, nimucho menos respuestas fundada en un hipottico bien comn.

    Para ello hemos de tomar en consideracin la relacin que existe o haexistido hasta ahora en Venezuela entre el Estado clsico, sus rganos deseguridad, y el pueblo.

    ELESTADO CONTEMPORNEO:PATERNALISTA-LIBERAL

    Existe en la actualidad un fraude terico y semntico en relacin a ladefinicin y el sentido propio del Estado. Hoy da muchos siguencayendo en la trampa por lo dems facilista de aquellos defensoresde la derecha libertaria que proponen un Estado dbil como promo-tor de una economa liberal y un individuo redimido de las amarras esta-tales2. De estas posturas se deducede factoque elEstado fuertesera unaprerrogativa de la izquierda. Es as que encontraramos un liberalismo

    que defendera un Estado dbil y, por otra parte, un socialismo ms pro-clive a sostener un Estado fuerte.Veamos de cerca dicha ambigedad.

    Por el contrario, dicha bifurcacin parece no existir en lo emprico. Larealidad contempornea en lo irrefutable de su aplicacin nos muestraun modelo de Estado en las democracias occidentales con caractersticascomunes:

    Dicho Estado en sus propuestas polticas aplica de ms en ms unmnimo

    de redistribucin social y de intervencin en el mercado, y unmximodeintervencin policial y procesos jurdicos; esta corriente viene catalogadacomo liberal en cuanto, estableciendo un mnimo de intervenciones en elplano de los cambios econmicos, da lugar al crecimiento del mercado priva-do y, por ende, al incremento del capital privado. Desde este punto de vista elEstado se presenta como unEstado dbil. El problema est en que por otraparte se desarrollan polticas estatistas que presuponen una exagerada inter-vencin estatal, y que se ven reflejadas en la accin contra la inseguridad, atravs de polticas de mano dura policial y de leyes fuertemente punitivas quehacen del Estado unEstado fuerte. Los proyectos de privatizacin de la edu-

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    cacin ofrecen, por ejemplo, ventajas a los intereses individuales, obligandoal Estado a no encaminar polticas perfeccionistas miradas a educar ideol-gicamente a los individuos, lo que para el libertarismo significaradejarintactas sus libertades. A travs de estas medidas el Estado sera entoncesde nuevoEstado dbil. Pero por otra parte vienen invertidas grandes canti-dades de dinero parapreservar las garantas en relacin a la soberana delEstado,a travs dela compra o produccin de armas de guerras y la puestaen prctica de duras polticas de inmigracin, medidas a travs de las cualeslos individuos y el mercado son asegurados contra el peligro de una inesta-bilidad que venga del exterior. Podemos decir, sin lugar a dudas, que estas

    medidas hacen y presuponen entonces unEstado fuerte. Podramos hablarentonces de un proceso contemporneo a travs del cual nos vamos acercan-do cada vez ms a la creacin de una definicin de Estado que en s mismaposee dos trminos aparentemente incompatibles: liberalismo paternalista3.

    Cul es entonces el resultado hoy da de esta ambigedad en torno alo propio del Estado?

    De todo ello surge eso que podramos tildar como liberalismo paternalista,

    es decir, la mezcla de un Estado dbil y un Estado fuerte, liberal y conserva-dor que se transfigura slo para asegurar la libertad del mercado (liberalis-mo) y suprimir los efectos negativos en la esfera social (paternalismo) atravs de duras polticas de control judicial y policial. En teora, un Estadodbil que libere el mercado y un Estado fuerte que luche contra los posiblespeligros que vengan de las vctimas de dicho mercado4.

    Tal fue precisamente el caso venezolano donde, segn palabras del

    mismo Arturo Uslar Pietri, se mezcl durante los aos setenta y ochentaun capitalismo vergonzoso con un socialismo pdico5. La discusin quehoy da surge en Venezuela en torno al Estado parte precisamente de laambigua concepcin de Estado apenas mencionada.

    La pista que deberamos seguir entonces para profundizar en la cues-tin es precisamente aquella que da luces sobre los orgenes del Estadoque ha heredado el pueblo venezolano.

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    LOS ORGENES DELESTADOVENEZOLANO:CRISIS ENTREESTADO-FUERZASARMADAS

    No es casual que el traje tpico de Venezuela el liquiliqui no sea otracosa que un indumento militar despojado de toda la parafernalia propiaque caracteriza lo castrense: insignias, chapas, distintivos, medallas, etcte-ra. Y es que la historia sociopoltica de la Venezuela republicana puedeser interpretada, e incluso estructurada, a partir de un ir y venir de lo civila lo militar y viceversa.

    El ejrcito que trat de poner en pie Francisco de Miranda y que, ms

    tarde Simn Bolvar concretiz como tal en el sigloXIX, estaba confor-mado por un pueblo heterogneo sometido al yugo espaol que se descu-bri presto a encarar la lucha por la liberacin de la corona espaola.

    Se trat entonces en este primer momento de una conversin sbita delo civil a lo militar en aras de una redencin sociopoltica frente a unaopresin imperial tricentenaria. He aqu un primer precedente de transi-cin de una estructura sociopoltica civil a otra militar con fines mera-

    mente polticos.En otras palabras, en Venezuela desde su mismo nacimiento como

    repblica existe una marcada permeabilidad en la correlacin entre losmbitos civiles y militares.Toda la guerra de independencia de la na-ciente repblica hizo entonces transformar paulatinamente civiles devariados orgenes socioeconmicos en improvisados soldados de unejrcito de liberacin.

    Dicho ejrcito se estructur con tiempos, mtodos y modos guerrerosque, a pesar de tener un carcter militar, estaba marcado por costumbres yhbitos civiles. Las tropas estaban definidas y correspondan a las caracte-rsticas propias de las regiones desde donde se forjaban: tropas llaneras,costeas orientales y occidentales, andinas y centrales, sureas, entre otras.

    Cada una de stas se estructura entonces como puede y respetando lopropio de las regiones, con todo lo que ello conlleva: formas de vestir de lastropas, armas, medios de transporte, tcticas y estrategias, alimentacin.

    Es as como naturalmente comienzan a surgir liderazgos regionales queacompaan, y en ocasiones, ponen en peligro la figura principal de unin

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    representada por Simn Bolvar. Desde los territorios alzados contra lacorona espaola surgen figuras como, por ejemplo, Urdaneta en el extre-

    mo occidente del pas, Piar al oriente, o Pez y sus lanceros en los llanos.Protagonistas stos germinados de extractos socioeconmicos completa-mente diversos entre s y con un carcter eclctico. Los nuevos liderazgosvan desde blancos criollos hasta zambos, indgenas y afrodescendientes.

    Pero ms all de los orgenes tnicos de los integrantes del nuevo ejr-cito ms parecido a clulas guerrilleras que a otra cosa es importantenotar el origen ms bien civil de sus integrantes: gran parte del ejrcitobolivariano que dio la liberacin a Venezuela no tiene sus orgenes en

    ninguna academia especializada en las artes militares. No hubo formacintcnica militar, ni mucho menos seleccin alguna, tampoco uniformeshomogneos territorialmente, ni particulares orgenes socioeconmicosni culturales.

    Se trataba de una pragmtica traduccin de lo civil a lo militar porparte de individuos que venan desde los ms heterogneos estratos, yque slo estaban unidos entre s por el afn de contrarrestar un poder

    espaol, cuyas reales posibilidades se hacan ya insostenibles desdemuchos puntos de vista.

    En esto hay que insistir. Sin bien es cierto que el comn denominadorde estos nuevos militares era el de oponerse a los espaoles, no es menoscierto que las causas individuales, colectivas y regionales por lo cual lohacan eran totalmente dismiles entre s.

    Cmo homologar entonces o, al menos equiparar, las razones defondo por las que esclavos afrodescendientes, blancos criollos, pescadoresorientales o agricultores andinos, dejaban sus actividades civiles para ins-cribirse en una cruenta lucha militar que devastara el pas?

    Lo cierto es que lo que se conoci como el primer ejrcito republicanovenezolano, poco o nada tena en su esencia de militar en el estrictosentido de la palabra. He aqu la premisa necesaria para entender e inter-pretar las futuras estructuras sociopolticas que habran de caracterizar lahistoria venezolana.Aunque lo militar va a caracterizar y determinar lo

    poltico en la historia del pas, lo va a hacer como tensin o crisis continuacon(tra) lo civil. La historia sociopoltica venezolana flucta por elloentre los civil y lo militar, lo militar y lo civil.

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    De lo antes descrito resulta claro que el Estado venezolano posee susorgenes en la institucionalizacin de los ejrcitos bolivarianos de libera-

    cin y su conjugacin a un sistema poltico emergente. El mismo se trans-figur en el nacimiento de laIRepblica en el sigloXIX.

    Es por ello que as como el traje nacional el Estado venezolano ensus orgenes no fue ms que el resultado de un fenmeno que, de lo civil,pas a lomilitar(Guerra de Independencia) para, ms tarde, retransfor-marse enpoltica civil(nacimiento del Estado), al despojar del traje mili-tar (y de la realidad sociopoltica) sus insignias militares y convertir laguerraenpoltica.

    El Estado venezolano es entonces, en la primera mitad del sigloXIX, larepresentacin de un mundo militar que, hay que aclararlo, est constitui-do por un pueblo en armas. No hubo lites predefinidas en la base de lacreacin, tanto de las Fuerzas Armadas como del Estado venezolano. Deah la insoslayable tensin que existe histricamente en el tringuloPueblo-Estado-Fuerzas Armadas.

    ELESTADO VENEZOLANO CONTEMPORNEO: CRISIS ENTREESTADOFUERZASARMADAS-ECONOMA

    No se puede reflexionar sobre el Estado venezolano sin antes tomar enconsideracin algunos hechos importantes que fueron determinantes ensu estructuracin contempornea y, sobre todo, en la imagen que conser-van los venezolanos del mismo. Se podra decir que el punto de ruptura

    con el modo de vida venezolano y con la ausencia de inters poltico tuvolugar el 18 de febrero de 1983, una de las fechas ms significativas de lahistoria del pas. Durante la maana del clebre Viernes Negro6 los vene-zolanos se despertaron en un pas con una economa mucho ms frgil dela que pensaban. Hasta ese momento Venezuela viva una aparentebonanza econmica que mantuvo durante mucho tiempo el precio delbolvar a 4,30 con relacin al dlar.A partir de esta fecha la moneda sedevalu considerablemente colocando al pas de frente a un hasta

    ahora inadvertido fiasco econmico.

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    Este hecho llev a la luz, entre otras cosas, el fraude que haba sido lanacionalizacin del petrleo realizada en 1976, pero tambin la corrupcin

    existente a lo interno del Estado venezolano entre 1974 y 1983. Adems,durante este perodo de gracia econmica, en razn de las entradaspetroleras, se dio un endeudamiento desproporcionado del Estado.

    Dicho Estado, a travs de su histrica economa monoproductora depetrleo, favoreci la desproporcionada importacin, el abandono de lastierras y el xodo rural a las grandes ciudades, conformando eso que hoyson llamados los barrios. Nacieron entonces las zonas de extremapobreza y con ella una delincuencia que no ha hecho ms que fortalecersecon el pasar de los aos.

    Otro hecho determinante en lo que respecta la figura misma del Estadoen el imaginario sociopoltico venezolano es El Caracazo7. Dicha revueltapopular tuvo lugar en 1989. Las causas que lo determinaron tenan quever con la aplicacin de una receta de tendencia neoliberal, cuya puntade lanza fue precisamente el aumento de la gasolina. Se debe notar que niel gobierno, ni el parlamento, ni los partidos polticos, tomaron en cuenta el

    fenmeno en sus verdaderas magnitudes. Hubo una especie de modusoperandipor parte de la institucionalidad que consisti en hacer todo lonecesario para aplacar, en el menor tiempo posible, la revuelta popular.

    En todo ello el Estado venezolano, a travs del ejecutivo, tuvo un rolprimordial, pues el entonces presidente Carlos Andrs Prez despleg undesproporcionado poder represivo militar y policial que dej milesde muertos8. No cabe duda que, contrariamente a cuanto suele pensarse,

    la fractura no se dio slo a nivel del gobierno de la poca, sino ms bieny sobre todo en el Estado y la percepcin que los venezolanos tenan(y tendran) del mismo.

    Si bien es cierto que el gobierno de Carlos Andrs Prez se vio merma-do y herido de muerte, tambin el Estado termin por ser consideradosin ms como un Estado represor. Ese Estado que ya exista en el imagi-nario venezolano como corrupto e ineficiente (y opresor de movimientosalternativos forneos a los partidos del puntofijismo), durante El Cara-cazo despleg sin mediaciones su poder contra el pueblo.

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    Sobre este punto es necesario detenerse un instante, para poner enrelieve el rol que tuvieron las Fuerzas Armadas en todo lo que fue la

    represin contra El Caracazo. Sin duda alguna dicha represin supera lofactual del evento mismo y nos proyecta a una dimensin simblica.No se debe olvidar que la fundacin simblica del Estado venezolano, yde la nacin misma, se yergue a partir de una gesta heroica de liberacincontra el yugo espaol. Ello implica que, no slo los smbolos patrios delvenezolano, sino tambin la estructura estatal misma es tributaria de unlegado militar.

    Dicho legado traspasa sobremanera batallas, tcticas y estrategias, bata-

    llones, armas, y va a tocar lo ms profundo de la estructuracin simblicadel venezolano. En el imaginario colectivo del venezolano ste se sientellamado a perpetrar el legado de ese ejrcito liberador que traspas lasfronteras propias para emancipar eso que hoy da es Colombia, Panam,Per, Bolivia, Ecuador.

    No es osado imaginar, a la luz de lo antes dicho, el impacto que pudotener durante los das de El Caracazo unas Fuerzas Armadas que atentan

    de forma generalizada, desproporcionada y desenmascarada contra unarevuelta popular.

    Pero ese transitar de eventos no se detiene ah. Slo tres aos despus,en 1992, otro hecho perpeta la contestacin sistemtica que, desdevarios frentes, se le haca al Estado venezolano: el comandante HugoChvez Fras junto con un grupo de militares de rango medio y bajo per-petran una intentona de golpe de Estado.

    Es importante notar que con este hecho, ms all de atacar el gobiernode turno, se trata de mermar un sistema estatal desgastado, corrupto eineficiente. De hecho, no es casual que siete aos ms tarde, cuandoHugo Chvez llega por va democrtica a la Presidencia, l mismo llamarpidamente a una Constituyente para reestructurar el alma misma delEstado venezolano.

    El alzamiento militar en cuestin tambin tuvo un impacto clave en losimblico del venezolano. El mismo pona en flagrante evidencia que

    exista al interno de las Fuerzas Armadas una contestacin, no solamentecontra el gobierno que ejerca el poder, sino tambin contra el Estadodefinido por laIVRepblica.

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    Si bien es cierto que el levantamiento de ese 4 de febrero de 1992 fallen cuanto a la toma del poder, el mismo funcion como catalizador de las

    zozobras populares contra un Estado desprestigiado. De alguna maneraese levantamiento que, hay que decirlo, fue sobre todo militar, representuna especie de exorcismo contra aquella imagen de las Fuerzas Armadasarremetiendo contra los manifestantes de El Caracazo9.

    A partir de las premisas antes enunciadas surge entonces una pregunta:Puede estudiarse el proceso revolucionario venezolano pasando por altola actual situacin del Estado venezolano? De ser la respuesta negativa sedebera comenzar por abordar una reflexin en torno al rol de las Fuer-

    zas Armadas venezolanas en dicho proceso.

    CRISIS DELESTADO VENEZOLANO:MISIONES COMOESTADO BIS

    Sin duda alguna una de las ms logradas acciones del periodo del presi-dente Chvez ha sido la creacin de las llamadas Misiones10. Sobre todo

    las dos ms emblemticas, es decir, la Misin Barrio Adentro que atiendeal sector salud, y la Misin Robinson, a travs de la cual la misma Unescodecret a Venezuela territorio libre de analfabetismo.

    Sin entrar en los detalles de las Misiones es importante por lo menosrealizar una breve reflexin sobre las mismas, sobre todo a partir de unacomparacin con el modelo del Estado clsico.

    No cabe duda que el paradigma de las Misiones venezolanas debe su

    xito precisamente a una destitucinde factodel Estado, as como hastaentonces exista en Venezuela. Se necesitaba un mecanismo que funcio-nara como atajo a la aplicacin de medidas de emergencia para resol-ver una situacin (tambin ella de emergencia), en planos como lasalud y la educacin.

    De hecho, la burocracia e ineficiencia del Estado venezolano hubierahecho imposible la puesta en prctica de un mtodo de educacin que, en

    pocos aos, aplacara el problema del analfabetismo o muertes por enfer-medades curables en los barrios ms desfavorecidos.

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    En el pasado, mtodos de alfabetizacin haban arrojado resultadosprecarios11 y, por su parte, la situacin de los hospitales se degradabacada

    vez ms. Fue as que se pens, para una primera fase (en lugar de creargrandes hospitales o inyectar recursos a los ya existentes), crear peque-os mdulos alternativos en los barrios ms deprimidos econmicamen-te. De igual manera se hizo con la educacin, la cual vivi un proceso demunicipalizacin que la hizo llegar hasta los sitios ms remotos del pas.

    Todo ello obviando de cierta manera las estructuras instituidas de losgrandes Ministerios. El resultado fue precisamente la creacin de Funda-ciones las cuales representaban legalmente dichas Misiones. Podramoshablar entonces, de la creacin de un Estado bis que iba a soslayar lashistricas, y al parecer irreversibles, fallas del Estado venezolano. Losresultados fueron exitosos a tal punto que hoy da nos colocan de frentea una incmoda pregunta: qu hacer entonces con el Estado existente ala luz de los resultados de este Estado bis auspiciado porungobierno?Puede el Estado bis constituirse como Estado propiamente dicho?Las respuestas a estas preguntas abren otra brecha en el debate relacio-

    nado al Estado venezolano.A partir de lo antes mencionado surgen nuevamente cuestiones rela-

    cionadas con el rol que han jugado las Fuerzas Armadas sobre todo enrelacin a este Estado bis.

    Hubo varios protagonistas alternativos a las competencias propias delclsico Estado venezolano con relacin a las misiones. Por una parte estel apoyo logstico del Gobierno cubano en lo relacionado al envo de m-

    dicos para apoyar la Misin Barrio Adentro o en la estructuracin de laMisin Robinson, a travs de su mtodo de enseanzaYo s puedo.Perotambin existe otro protagonista en toda la conformacin de eso quehemos llamado el Estado bis y son precisamente las Fuerzas Armadas.

    El rol que han jugado las Fuerzas Armadas, por ejemplo, en lo relaciona-do a las Misiones ha sido por lo dems indito. El Estado venezolano tradi-cionalmente reserv a las Fuerzas Armada un rol, por as decirlo, apoltico.Y ello no nicamente en cuanto a su clsica participacin poltica. LasFuerzas Armadas no slo carecan de voz y voto en la vida poltica vene-zolana, sino que tambin se mantenan limitadas a los cuarteles.

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    Histricamente, salvo en raras excepciones, las Fuerzas Armadas no inter-venan en acciones sociales propiciadas por ningn gobierno. Las responsa-

    bilidades de las mismas se encontraban limitadas a acciones que tenan quever, sobre todo, con la seguridad y defensa de la Nacin, pero con la instau-racin de laVRepblica, las tareas propias de las Fuerzas Armadas se hanvisto modificadas.

    En todo lo concerniente al caso de las Misiones, por ejemplo, las Fuer-zas Armadas han tenido un rol preponderante en campos como el logstico.El gobierno de Chvez ha utilizado las potencialidades humanas y ma-teriales que stas brindan para hacer efectivas Misiones como las antesmencionadas.Todo ello tuvo una repercusin directa tambin en el rolpoltico de la institucin castrense pues, a partir de la tarea social que lefue asignada, se dio una apertura a la expresin de puntos de vistas polti-cos, sociales o econmicos por parte de sus integrantes.

    Evidentemente ello tuvo un impacto directo y perceptible en la rela-cin que poco a poco se ha venido instaurando entre el mundo civil ymilitar a partir del rol social que este ltimo ha realizado. Dicho de otra

    forma, todo el fenmeno antes descrito podra ser analizado a la luz deuna nueva dimensin de la relacin Fuerza Armada-Pueblo.

    Es precisamente en este sentido que surge la preocupacin por anali-zar hasta qu punto la discusin sobre el Estado venezolano debe tomaren cuenta el camino recorrido hasta ahora por las Fuerzas Armadasvenezolanas.

    PERSPECTIVAS:DELESTADO HEREDADOAL PODER POPULAR

    En el artculo 141 de la actual Carta Magna venezolana se define al Es-tado como un ente que se fundamenta en los principios de honestidad,participacin, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendicin decuentas y responsabilidad en el ejercicio de la funcin pblica. De frentea tal afirmacin no queda ms que preguntarnos: es acaso ste el Estadocon el cual convive da a da el pueblo?, o en fin de cuentas, es sta laimagen que los ciudadanos y ciudadanas poseen del Estado?

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    No existe ninguna duda sobre la respuesta negativa de la mayora delos venezolanos a estas interrogantes. Pero tampoco existen dudas

    sobre el hecho que estamos llamados imperativamente a cambiar el Es-tado que tenemos. Claro est, no podemos realizar semejante empresasin antes preguntarnos qu es ese Estado que queremos cambiar,quEstado queremosy, por ltimo, side verdad queremos algn Estado?

    Para responder a todo ello regresemos al inicio de nuestra reflexin ysitumonos en el sigloXVIIcon Thomas Hobbes y su definicin del Es-tado moderno. Este autor imagin un estado de naturaleza en el cualcada hombre es absolutamente soberano y libre. Segn dicha ficcin, enesta situacin inicial cada uno podra hacertodolo que quisiera. Eviden-temente ello traera consigo una guerra de todos contra todos que llevarasin ms a la anarqua generalizada. Es precisamente contra esta situacinque nace el Estado: cada uno transfiere su libertad y su soberana indivi-dual a un tercero (Estado), a condicin que este ltimo le asegure unaconvivencia pacfica con el resto de los individuos.

    El problema est en que dicho Estado auspiciado por los individuos

    para crear reglas en pro del convivir y gestionar lo colectivo se haconvertido paulatinamente en la realidad venezolana en un monstruoseparado de ese pueblo que le transfiri la potestad de ejercer el poder.Es precisamente ste el origen del tan criticado Estado buro-crticoytecn-crata. Es decir, un Estado que da el poder (del griego, cratos),poruna parte a la burocracia, albureau(del francs, escritorio), y por otra, aaquellos que poseen el conocimiento otecno. En otras palabras, nos en-contramos de frente a un Estado que acapara el poder en un conjunto depolticos y tcnicos agrupados en un cuerpo profesional.

    Qu hacer entonces para cambiar dicho Estado moderno teorizadohace casi medio milenio? Esta interrogante toma una dimensin todavams compleja si se conjuga a un proceso revolucionario como el que sequiere hoy da en Venezuela, cuyo protagonista sera el pueblo y la ins-tauracin de un poder popular.

    Para acabar con el Estado antes descrito uno de los mtodos ms plau-sibles es el de laimplosin. Hay que derribar el Estado desde sus entra-as, y qu mejor manera de hacerlo que cambiando susreglas de juego.

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    Es en este punto donde toma sentido la idea de un poder popular: ya noser entonces el pueblo quien transferir su poder al Estado, sino que el

    pueblo mismo gestionar parte del poder a travs de formas de autogo-bierno. He aqu el epicentro de la cuestin.

    Pero de nada sirve decretar constitucionalmente el poder en manos delpueblo si, al mismo tiempo, dicho poder no loejercecotidianamenteun pueblo organizado.

    A la luz de lo antes dicho, la propuesta de un poder popular es enton-ces una puerta abierta o condicin mnima para hacerle ms fcil el cami-

    no al pueblo en su lucha por la reapropiacin del poder. Pero cuidado!De ninguna manera el decretar el poder popular puede considerarsecomo el punto de llegada del colosal e histrico maratn popular por susoberana. No se debe olvidar que muchas veces el poder decretado enmanos de todos se convirti en el poder en manos de ninguno, es decir,de algunos.

    Es por ello que se hace necesario definir el rol del pueblo en el procesovenezolano. Pero al mismo tiempo la relacin existente entre la nocinde Estado y aquella de pueblo que, es por lo dems ambigua y, en cuantotal, se ha prestado a confusiones semnticas de todo tipo.

    Partiendo de la definicin anteriormente planteada del Estado comoopresor/represor, surge una evidente tensin entre ste y el pueblo sobre elcual se ejerce o debera ejercerse el control estatal. En este sentido, no esfcil colocar los lmites de un Estado que se impone por esencia propia alos ciudadanos. Por ejemplo: Hasta dnde dicho Estado debera aplicar su

    poder coercitivo a travs de sus Fuerzas Armadas? Un Estado con estascaractersticas no implica el rol ms bien pasivo del pueblo? Y en ltimotrmino, cul es la verdadera naturaleza de la tensin existente entre eseEstado clsico y el pueblo?

    Para responder a estas perplejidades es necesario antes que todo, plan-tear tres definiciones bsicas de la nocin de pueblo. Ello nos permitirno slo superar las ambigedades semnticas de estos dos trminos, sino

    tambin superarlas a partir de una definicin alternativa, tanto de Estadocomo de pueblo.

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    En un primer momento podemos plantear la definicin de pueblobajo una acepcin ligada a la identidad. En este caso pensaramos por

    ejemplo al pueblo francs, el pueblo venezolano o el pueblo chino. Pue-blo sera un comn denominador que hace idnticos a los habitantesde un territorio determinado. Es claro el rol que posee el Estado enesta denominacin, pues evidentemente el mismo impone la nocin delmites o fronteras que determinarn el ms all o ms ac de esa iden-tidad que har de un conjunto de habitantes un pueblo. Sin entrar en losdetalles histricos de la conformacin de los pueblos hoy da existentes,ni en los Estados con varios pueblos o identidades, podemos decir de

    forma sumaria que existe una evidente correlacin entre esta definicinde pueblo y la del Estado.

    Pero el pueblo tambin es utilizado comnmente como clase social. Elpueblo sera desde esta perspectiva la clase ms baja de la pirmide econ-mica: pueblo como oposicin a la burguesa. Por ltimo, utilizamos la pala-bra pueblo en tanto que pequea conglomeracin o asentamiento humano.Pueblo bajo esta definicin sera lo opuesto a la ciudad: nos referimos

    alpueblo andino de La Puerta o al pueblo falconiano de Menemauroa.De hecho, al definir estas tres utilizaciones diversas de la palabra pue-

    blo, nos damos cuenta que en s mismas se oponen a otras entidadessociales existentes: el pueblo venezolanono es el pueblo francs; elpueblo como claseno esla burguesa; el pueblo de Menemauroano eslaciudad de Coro.

    A la luz de lo antes dicho debemos recordar que en la actualidad se

    plantea en Venezuela la instauracin de un nuevo Estado a partir de laidea de la creacin de un poder popular. La pregunta surge entoncesespontneamente: de qu pueblo hablamos cuando nos referimos alpoder popular?, o en otras palabras, a cules de estos pueblos se le estdando el poder a travs del poder popular?

    La respuesta es de una complejidad irnica. Cuando se ledael poder(popular) al pueblo, antes que todo se le est quitando el poder aquien poder tiene. Sera ingenuo pensar que al dar el poder al pueblono se est substrayendo el poder a quienpara ese momentolo tiene.Ah est el asunto.

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    A la luz de lo antes dicho surge una primera y fundamental definicindeese puebloa quien se leest dandoel poder: elpuebloquetendrel

    poder en el futuro es, nada ms y nada menos, que ese ente socio-polticoque nunca lo tuvo.

    De hecho, la primera definicin de pueblo la que funda todas lasotras parte de la idea de pueblo comoanti-poder. En este sentido, sihay algo que se opone al pueblo es justamente el poder encarnado en elEstado. La gnesis misma del Estado moderno surge comoanti-pueblo.Hobbes planteaba en suLeviatnque si no hay Estado, no hay pueblo;que el pueblo se estructura y organiza a partir de la oposicin a unEstado cuya principal vocacin es someterlo legalmente.

    Se plantea entonces aqu elpueblo polticocomo una figura de resisten-cia frente al poder instituido, sea ste Estado Central, Gobernacin,Alcalda, Banca, Religin, Medios de comunicacin, Partido, Imperio,etctera. Claro est, todo se complica an ms si se toman las FuerzasArmadas como poder instituido. O acaso se deberan abordar stasdesde la perspectiva de un poder popular?

    Si el pueblo se define en tanto que resistencia, se plantea un desafoan mayor para esa voluntad que quiere transferirle el poder al pueblo,a travs de la figura del poder popular. Dicho reto consiste en tener lavalenta poltica de anularse a s mismo como nico e indiscutible poderconstituido, para drselo al poder originario, al poder constituyente, alpoder de resistencia, al no-Estado, al no-Gobierno, al no-Partido.

    La responsabilidad histrica de los cambios que se nos presentan est

    por ello en preguntarnos: Quin posee el poder? Quienlo transfiere oaquiense le transfiere? Detrs de esta transferencia del poder de unEstado o un Gobierno al pueblo hay una gran paradoja, pues quien trans-fiere el poder a otro lo hace porque, en realidad, lo tiene. El desafo esta-ra entonces en preguntar, a aquel o aquellos que transfieren el poder alpueblo, si estaran eventualmente dispuestos a dejarlo.

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    NOTAS

    1. Aclaratoria semntica: la palabra crisis nos viene del griego y significa entre otras

    cosas ruptura, quiebre. Mas dicha ruptura no implica la discontinuidad.Todo lo con-trario. El quiebre crtico propio de la crisis presupone un antes y un despus caracteri-zado por la continuidad. La crisis en este sentido no se plantea como destruccin delproceso, es decir, como crisis destructiva, sino todo lo contrario: la crisis es un quiebreen el proceso que le da impulso al mismo. Hay por ello que recordar la triade: Tesis-Anttesis-Sntesis. Los procesos crticos seran ese momento antittico que nos conducehacia una sntesis: entre la tesis y la sntesis se encuentra la anttesis, es decir, la crisis.

    2. Confrontar por ejemplo posturas como las de Nozick,Anarqua, Estado y Utopa,

    Fondo de Cultura Econmica, BuenosAires, 1991.3. Miguel ngel Prez Pirela,Perfil de la discusin filosfica poltica contempornea,

    Editrice Pontificia Gregoriana, Roma, 2005, pp. 168-169.4. bid., p. 169.5. Arturo Uslar Pietri, De una Venezuela a la otra, Monte vila Editores, Caracas, 1992,

    p.II.6. Hasta el viernes del 18 de febrero de 1983 el dlar cotizaba a Bs. 4,30. Durante ese

    viernes la presidencia publica un decreto de suspensin de venta libre de divisasextranjeras. El dlar pas entonces a Bs.14,30.Ver cronologa anexa.

    7. Ver cronologa anexa.8. Manifestado en el conocido Plan vila, diseado para restaurar el orden civil de la

    manera que fuera. En agosto del ao 2002 la Corte Interamericana de DerechosHumanos estableci que la implantacin del Plan vila fue una masiva violacin delos Derechos Humanos.

    9. En los ltimos aos se han dado fenmenos como los de la Plaza Altamira en dondelites de las Fuerzas Armadas se pronunciaron en desobediencia contra el PresidenteChvez.Tambin se puede traer a colacin el golpe de Estado del 11 de abril de 2002.

    Entonces el comunicado que le peda la renuncia al Presidente tambin fue perpetra-do por cuadros de las Fuerzas Armadas. Detalles que deben ser tomados en conside-racin para un oportuno anlisis en torno al Estado y sus Fuerzas Armadas.

    10. Las Misiones Sociales son estrategias masivas orientadas a garantizar los derechosfundamentales a la poblacin,con nfasis en los sectores ms excluidos. Estas iniciati-vas cuentan con recursos extraordinarios,su coordinacin es interinstitucional e inter-ministerial y uno de los elementos fundamentales para su planificacin, ejecucin yseguimiento es la participacin activa y protagnica de las comunidades organizadas.

    En la actualidad existen 21 misiones llevadas a cabo por el Gobierno Nacional.11. Cfr. por ejemplo el mtodoACUDE. ASOCIACIN CULTURAL PARA EL DESARROLLO,entidad jurdica sin fines de lucro, constituida por representantes del sector bancario eindustrial, que llev a cabo actividades entre 1979 y 1983.

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    CAPTULO II1973-1989

    BREVE HISTORIA DE UNA REVOLUCIN1

    En una entrevista realizada al presidente Hugo Chvez Fras por GabrielGarca Mrquez, el premio Nobel de literatura propuso una bifurcacininterpretativa a propsito del lder venezolano2. Esta interpretacin nosda luces sobre una particularidad que encontramos en toda reflexinsobre el fenmeno Venezuela.Todo el mundo parece estar de acuerdo enla aplicacin de una hermenutica fundada en elaut aut: o bien Chvezes/ser un populista ms que se inscribir en la tradicin de los caudillos

    de Amrica del Sur, o bien es/ser un mandatario, democrticamente ele-gido que dar vigor a la democracia venezolana.

    Dar respuestas a la cuestin anteriormente planteada es fundamentalpara comprender la situacin venezolana de nuestros das. No obstantedicha situacin no puede ser abordada sin una reflexin sobre el caminodemocrtico que ha vivido el pas hasta llegar al socialismo que en laactualidad se plantea en Venezuela.

    De hecho, cmo explicar la paradoja de una sociedad venezolana quepas de una indiferencia poltica importante, que caracteriz casi todoslos aos de su democracia, a una implicacin poltica comparable con elfervor que Sudamrica conoci en los aos sesenta y setenta?

    LAGRANVENEZUELA3

    Venezuela comienza su camino democrtico el 23 de enero de 1958, conla cada del dictador Marcos Prez Jimnez.A partir de ese momento, elpas vive un perodo de democracia ininterrumpida4. La vida democrtica

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    venezolana durante los ltimos cuarenta aos, segn acierta la historiaoficial, pareca ser un caso indito en la zona por no haberse inscrito en la

    ola de dictaduras que azotaron el continente durante los aos setenta.Pero la originalidad del caso venezolano no se limita solamente, durante

    este perodo, a su situacin poltica. Desde el punto de vista econmico elpas conoci tambin importantes cambios que parecieron afianzar estaaparente quietud poltica. El cambio capital pareci ser la nacionalizacindel petrleo en 1976 operada por el presidente Carlos Andrs Prez.

    Si bien es cierto que la situacin poltica y econmica de la sociedad

    venezolana durante estos aos, aleja al pas del drama de las dictaduras,tambin lo es que la misma es propicia para arremeter contra todo movi-miento social alternativo.

    La particular situacin econmica del pas consolida entonces un fen-meno ya existente: la indiferencia de la sociedad por la vida poltica.Claro est, ello no quera decir que muchos de los venezolanos no hicie-ran parte de un partido poltico. Desde 1958, los individuos y las familiaspor lo general se inscriban en uno de los dos partidos en el poder,Accin Democrtica (AD) y Copei. Pero la similitud de proyectos polti-cos llevaba a los electores a escoger ms en relacin al carisma de loscandidatos que en sus lneas, ideologas y tendencias polticas.

    Se podra decir entonces, que en ese momento histrico exista un dficitde conciencia poltica que comenz a socavarse a partir de los aos ochen-ta, de manera preocupante para elestablishment. El punto de ruptura deesta ausencia de inters poltico tuvo lugar el viernes 18 de febrero de 1983,

    una de las fechas ms emblemticas de la crisis venezolana. Durante lamaana del clebre Viernes Negro, los venezolanos se despertaron en unpas con una economa mucho ms dbil de lo que ellos crean.

    Pero cul fue el principal efecto del Viernes Negro?

    Desde el punto de vista econmico, se descubri la existencia de unaparte mayoritaria de la poblacin que no era solamente pobre, sino queadems viva sin las garantas sociales e institucionales mnimas para sub-

    sistir. Venezuela a partir de 1973 (ao en que comienza el alza del petrleoque durar casi quince aos) haba vivido en una suerte de presentismoeconmico y poltico.

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    Desde el punto de vista poltico, el Viernes Negro hizo entender a losvenezolanos el grave error que fue la nacionalizacin del petrleo, la cual

    se haba llevado a cabo de manera precipitada a travs de la costosa com-pra a las compaas extranjeras de eso que, por mutuo acuerdo, deba serentregado a Venezuela algunos aos ms tarde. La devaluacin de lamoneda y la cada de la economa mostraron, de manera ms clara, ladimensin de la corrupcin existente: de 1974 a 1983 los casos de corrup-cin fueron numerosos.

    Todas las medidas polticas y econmicas que haban sido tomadasparecan haberse enfocado nicamente en el momento presente. El con-sumismo era desmedido, y la poltica completamente subsidiaria no seproyectaba ni siquiera acorto plazo. Paradjicamente, durante esos aosde felicidad econmica, Venezuela alimentaba una deuda interna yexterna desproporcionada. A todo ello se adicion la constatacin de losdesastres de una economafundada en la monoproduccin: Venezuela,que al inicio del siglo fundaba su produccin en cacao y caf entre otrosrubros, con la llegada del petrleo termin con la explotacin de la tierra,

    conduciendo de este modo a una gran parte de la poblacin a migrar a lasgrandes ciudades (sobre todo la capital Caracas y la ciudad petroleraMaracaibo). Las consecuencias son las mismas que en otros pases: xodorural y sobrepoblacin urbana, cinturones de pobreza en las grandes ciuda-des, delincuencia, etctera.

    Pero el Viernes Negro no se limita a mostrar una difcil realidad defacto. La situacin del pas, que hemos apenas descrito y que se prolongahasta 1983, forja en el pas una realidad paralela, que podramos llamarrealidadsimblica.

    LA CLASE MEDIA Y LO SIMBLICO

    A pesar de la descripcinde factoanteriormente realizada las consecuen-cias ms importantes del Viernes Negro se manifiestan en el planosim-blico.Hoy Venezuela est divida en dos facciones simblicas, en el

    sentido que no refleja en ningn caso una distincin de clases de facto.La divisin tpica de clases tal como se encuentra en Marx (burguesa yproletariado) no resulta suficiente para explicar la realidad venezolana.

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    Desde el punto de vista simblico la constatacin de grandes diferenciasa nivel econmico en el pas no se reduce solamente a una separacinde

    factoentre (muy) ricos y (muy) pobres, como suele pensarse.Hay una delicada zona intermedia, formada por una clase media (em-

    presarios, profesionales, comerciantes, viejas familias de la clase media,profesiones liberales, etctera.) que en otrora se caracterizaba por unasituacinmuy establedesde el punto de vista econmico durante los aosde la Gran Venezuela, pero que a partir del Viernes Negro, y a lo largo delos aos ochenta y noventa, fue severamente afectada por la grave situa-cin econmica. De facto,esta clase media fuedesclasada, aunquesimb-licamente sta continu y contina reivindicando una realidadeconmica ya desaparecida.

    Podramos decir entonces que lo simblicoparte de una realidad defacto, para ms tarde transformarla, creando sin ms, una realidad de ordensimblicoque se superpone a la realidadde facto,recubrindola. Estanueva realidadsimblicaque nace se convierte de este modo en unarealidad con todas las de la ley. El hecho de que la realidadsimblica

    no seala misma cosaque la realidadde facto, no le quita en ningn modosu estatuto de realidad.

    Hoy da esta clase media de facto no refleja ms la clase media deentonces, pues desde el punto de vista econmico y social sta vive unavida ms bien precaria. Pero los conflictos que hoy vive el pas nos mues-tran un fenmeno peligroso: la vida econmicade factode la clase mediano traduce su sentimiento de pertenencia. Esta clase, como antes del

    Viernes Negro, contina identificndose econmicamente con la clasealta. Y ms an, sta no duda en asimilarse polticamente con las mino-ras privilegiadas.Todo ello nos muestra cmo la situacinde factopuedetransformarse sin que la realidadsimblicasufra modificaciones.

    La relacin con la realidadde factonos ayuda a crear un mapa de nues-tra identidad. Nosotros somos algo o alguien a partir de la relacin quealimentamos con la realidad que nos rodea. Cuando la realidadde factocambia y con ella el fundamento real y material de nuestra identificacindesaparece, esta ausencia puede traducirse en una modificacin de la iden-tidad del sujeto. En Venezuela, despus del Viernes Negro una parte

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    de la poblacin parece haber perdido el fundamento real de su identifica-cin poltica, econmica y social de antao. El problema est en que sus

    modos de vida cotidianos continan como si dicho cambio no hubieratenido lugar.

    La clase media venezolana de los aos sesenta y setenta no es la mismaen nuestros das. sta ultima se caracteriza por una precarizacin econ-mica y social que la transforma en clase media baja, o ms bien, enclase pobre alta.

    Hoy la intencin poltica que moviliza la vieja clase media es clara: no

    convertirse nunca en clase pobre (clase baja)5

    . Es precisamente en esteideal de pertenencia a una imagen del pasado, que se encuentra el abismosimblicopropio de muchos de los venezolanos. A partir de esta constata-cin, vemos que la cuestin del rol protagnico de lderes polticos vienesuplantado por un protagonismo todava ms grave: la crisis de identidady pertenencia social, poltica y econmica de una parte de la sociedad.

    Pero hay otro elemento que debe ser tomado en consideracin. El pro-blema simblico ligado a la pertenencia ha sido amplificado por el pode-ro de una de las fuerzas del pas: la televisin.

    En Venezuela, la televisin representa uno de los mayores determinan-tes del modo de vida, de la cultura, lengua y costumbres. Pero su rol no essolamente poltico (ideolgico) o econmico (intereses particulares),como muchas veces se ha dicho. La fuente simblicams seria de ladesestabilizacin actual se encuentra en el rol que lleva a cabo la televi-sin venezolana.

    Desde los aos setenta, la televisin venezolana ha sido objeto de in-versiones exorbitantes que han participado en el desarrollo de mediostcnicos que a su vez la han convertido en una enorme potencia comu-nicacional por lo dems eficaz. Durante treinta aos los dos principalescanales de televisin privados (Venevisin y Radio Caracas TelevisinRCTV) se han embarcado en una competencia desaforada por la audien-cia, de la cual surgi un solo ganador: las telenovelas.

    Dichas telenovelas son desde un cierto punto de vista, la traduccinde las pseudos aspiraciones de los venezolanos. En la estructura narrativa delas telenovelas, el rico y el pobre son habitualmente unidos por unlazo

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    sentimental, el cual de manera muy relativa los haceiguales.Pero estaigualdad representa ms bien una escalada de la clase pobre hacia la

    clase alta, y no lo contrario.Encontramos entonces en las telenovelas un fenmeno que podramos

    llamar lgica de reflejo/perennizacin. En los dramas de las novelasexiste siempre elreflejode divisiones muy netasde factoentre las clasessociales. Muchas veces el rol de los protagonistas de las novelas no co-rresponde a caractersticas fundadas en el drama, a talantes de los persona-jes, a construcciones psicolgicas, sino ms bien a meras divisiones declases sociales. En la estructura de la novela hay siempre una diferencia-cin radical entre, de un lado, el empleado de la casa, el chofer, la familia yel barrio pobre y, del otro, la novia o esposa rica, el novio o marido rico, elabogado, mdico o empresario, la familia o urbanizacin rica. Estas distin-ciones no se contentan en mostrar una realidad existente sino que van msall reproducindola y perennizndola en el camposimblico.

    Es as como en el fenmeno de las telenovelas podemos apreciar unade las causas ms paradigmticas de la explosin de odio y radicalismo

    que sacude a las dos partessimblicasde la poblacin: una parte a lacual se le ha querido crear complejos de inferioridad, sintindose explo-tada; otra parte con nfulas de superioridad sintindose desclasada. Esprecisamente de este modo que se perennizan dos clases muy diferentesentre s que pueden ser unidas, sea por una relacin de servidumbredefacto(una clase aprovecha de la otra), sea por una relacin sentimental/simblica (telenovelas).

    Hasta inicios de los aos noventa, la poltica no haba nunca tomadoverdaderamente en consideracin el problema de las clases en Vene-zuela. A pesar de que el rol principal de la oposicin poltica de un pasdebera consistir en reivindicar los intereses de una parte de la poblacin,pareciera que jams hubo una verdadera oposicin poltica en el pas.

    Desde 1958, ao que marca el fin de la dictadura, los dos grandes parti-dos polticos venezolanos establecieron un acuerdo conocido con el nom-brede Pacto de Punto Fijo6. El fin de dicho acuerdo consista en limitaralmximo a la oposicin poltica en el pas con el objetivo de evitar que se ins-taurasen verdaderas diferencias polticas en una sociedad que comenzaba

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    apenas a reencontrar un equilibrio democrtico7. Pero en lugar de lucharcontra un posible levantamiento militar, ms que conocido en la Amrica

    del Sur de la poca, de dicho pacto devino un mecanismo poltico deperennizacin del poder instituido. El verdadero resultado fue entoncesla dogmatizacin de un poder en las manos de dos partidos polticos quecompartan los beneficios del gobierno, alternando la toma del podercada cinco aos. Hasta el fin de los aos ochenta los venezolanos hacanentonces, en lo que respecta a los dos grandes partidos, parte de una solaclase poltica.

    El Viernes Negro (1983), El Caracazo (1989), y finalmente, la insurrec-

    cin militar (1992), marcan el inicio de una ruptura de la dimensin pol-tica y social venezolana, pero sobre todo en la dimensin simblica,que sin duda alguna nos llev a lo que hoy da se conoce como el pro-ceso venezolano.

    LA CLASE POBRE Y LA RUPTURA DE LO SIMBLICO

    Despus del Viernes Negro un trgico realismo se instaur en el pas. Lasdiferenciasde factose hicieron ms tangibles. La mayora pobre de lapoblacin, a diferencia de la pseudo clase media, logr por primera vezpercibir en toda su amplitud las diferencias de clase. La toma de concien-cia de dichas diferenciasde factono tard en crear alternativas visionespolticas heterogneas y radicales, que criticaban y refutaban el Pacto dePunto Fijo como fundamento de una nica clase poltica dividida en dospartidos tradicionales (ADyCOPEI).

    La solucin que el entonces presidente Carlos Andrs Prez adoptcontra la cristalizacin de dicha toma de conciencia popular, encarnadaen El Caracazo, se fund en la violencia y la represin. La respuesta llega-ra tres aos despus, el 4 de febrero de 1992, tal como se mencion enpginas anteriores, con el teniente Coronel Hugo Chvez Fras, quien aosms tarde ganara las elecciones presidenciales de forma democrtica.Un aspecto resulta interesante de analizar: dicha insurreccin militar no

    fue llevada a cabo por altos cuadros de las Fuerzas Armadas, sino porjvenes oficiales descontentos polticamente y amparados por reivindi-caciones sociales en medio de una Venezuela en bancarrota.

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    El joven comandante Hugo Chvez Fras, a travs de una accin antide-mocrtica, haba mostrado y demostrado la inminencia de la enfermedad

    de la cual era vctima el sistema democrtico venezolano. Dicha accin sus-cit, en todo el territorio nacional, una toma de conciencia de dicha enfer-medad. Es nicamente a partir de este momento que se podra comenzar ahablar del posible nacimiento de una verdadera oposicin a la hegemonade poder establecida por el Pacto de Punto Fijo.

    Una vez que Chvez sali de prisin8 se lanz en la carrera democrti-ca a la presidencia, a partir de un discurso que no buscaba solamenteigualar las diferencias de factode las clases, sino que tambin intentabaestablecer verdaderas diferencias simblicas. La fuerza del primer Ch-vez se fundaba en lo simblico: l trat de hacer sentir a los venezolanospobres sus diferencias polticas frente a la clase alta. Dichas diferenciasestaban disimuladas hasta entonces por lgicas, como la de las telenove-las desde el punto de vista social, y la del Pacto de Punto Fijo desde elpunto de vista poltico.

    El discurso de Chvez no se centraba nicamente encmoeliminar la

    pobreza, es decir, en las reformas para transformar la situacin de la clasebaja. El cambio que Chvez quiere entonces instaurar pasa tambin poruna transformacin de lavisinde los pobres: l trata de hacerlos accedera la conciencia de su pertenencia a la clase pobre, es decir alpor qudesupobreza. Chvez no trata slo de cambiar las distincionesde factoentrericos y pobres. l comprende que a partir de la instauracin de una con-ciencia simblica de s mismos, los pobres podran cambiar la realidaddefacto. Es solamente de esta manera que ellos terminaran con la acepta-cin pasiva de las diferencias reales de las cuales eran vctimas.

    El candidato a la presidencia llega por fin al poder al ganar las eleccio-nes de 1998 con una mayora aplastante (ms del 56% de los votos tota-les), gracias a la toma de conciencia identitaria que efecta tanto la clasepobre-alta como la clase pobre-pobre y la clase pobre-indigente, quienesse unen entonces en una mayora victoriosa. Estas tres subclases hacenen realidad parte de una nica clase que es mayora en el pas: la clase

    que, en razn de las deficiencias de los servicios y polticas pblicas, notienen garantas estatales para su sobrevivencia y tampoco pueden per-mitirse el lujo de ampararse en servicios privados.

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    No obstante, el primer verdadero resultado poltico no fue el triunfoelectoral, sino ms bien la premisa de dicho xito, es decir la cada de los

    viejos partidos polticos. La oposicin directa de Chvez contra los vie-jos partidos polticos cre un efecto domin: los principales represen-tantes de los partidos, y los partidos mismos, cayeron uno despus delotro. La conclusin fue ms que evidente. Elout siderChvez demostrque contra una verdadera oposicin poltica, los partidos tradicionalesno posean verdaderas armas democrticas. Durante algunos meses elnuevo presidente no conoci prcticamente una verdadera oposicin. Elpas se ampar por ello en una mayora fundada en un consenso simbli-

    co que unificaba la clase surgida a partir del Viernes Negro, conformadapor las clases pobres venezolanas.

    La pregunta surge entonces espontneamente: de dnde surgi laoposicin al presidente Hugo Chvez?

    EL ROL DE LA OPOSICIN

    Al momento de la desaparicin de la oposicin poltica fundada en losviejos partidos polticos (ADy Copei), el lugar dejado vacante es tomadopor otro tipo de oposicin. Algunos meses despus de su eleccin,Chvez debe afrontar la improvisacin de opositores muy potentes quie-nes contestan sus reformas de orden legislativo, social, poltico y econ-mico, entre las cuales las ms importantes son la reforma agraria, la leyde pesca y la reestructuracin dePDVSA. Los fines que alimentan lasreivindicaciones de dicha oposicin son, antes que todo de orden econ-

    mico, y slo devienen en un segundo tiempo reivindicaciones polticas.Pero esta vez, los opositores no se encuentran insertos en una lgica departidos polticos. El partido de oposicin, en tanto que institucinorganizadora de las ideas y las reivindicaciones polticas en vista de unfuturo proyecto pas, desaparece totalmente.

    Dicha oposicin posee comosede del partidolos medios de comunica-cin privados. Es de este modo que el lugar espacio-temporal e ideol-

    gico de sus reivindicaciones es encuadrado y legitimado por loscanalesde televisin y los peridicos privados.

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    Adems, detrs de la aparente cohesin de esta oposicin, se combinanmuchos elementos heterogneos de la vida poltica, social y econmica

    del pas: sera imposible tratar de encontrar una lnea poltica comn o unproyecto poltico real en el seno de la oposicin. He aqu que encontra-mos su verdadera debilidad. Eso que viene llamada la oposicin secaracteriza por la utilizacin de un discurso polticonegativo. Hasta hoy,esta oposicin no ha presentado un verdadero plan de gobierno alternati-vo. Su nica proposicin poltica durante los primeros aos del gobiernode Chvez parece ser la demisin de este ltimo.

    Qu demuestra todo esto? Entre otras cosas, la dificultad que siempreha existido en la democracia venezolana de constituirse una verdaderaoposicin poltica. Muchos hechos lo atestan: el Pacto de Punto Fijo queva desde 1958 a 1998, el derrumbe deADy Copei, y en ltimo trmino laemergencia de una oposicin econmica que lleg incluso a realizar ungolpe de Estado el 11 de abril de 2002, en el cual se disolvieron los pode-res democrticamente electos, proclamando a Pedro Carmona, presidentede Fedecmaras9, como Presidente de la Repblica.

    La vida poltica venezolana desde 1958 no ha encontrado un verdaderoequilibrio que permita la fundamentacin de una oposicin democrtica.En el funcionamiento de la democracia venezolana la oposicin ha sidosiempre o un mnimo cuasi ceremonial10, o bien un destructor de con-currencias polticas. Es en este sentido, que la urgencia de repensar elrol de la oposicin en la vida democrtica se presenta como una de lascitas ms importantes del pueblo venezolano.

    La ausencia de una verdadera oposicin poltica en el pas ha conduci-do entonces a una violencia de un nuevo orden: la violenciasimblica.

    En Venezuela en estos ltimos aos, la violencia del lenguaje polticoha llegado a niveles grotescos. Este gnero de violencia entr en las uni-versidades, los medios de comunicacin, el mundo empresarial y hastaciertas zonas del Estado. En nuestros das, a cada instante muchos de losvenezolanos son determinados por una tensin que va incluso ms alldel plano poltico para tocar el simblico.

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    EL TOTALITARISMO DE LO SIMBLICO

    Hoy en Venezuela las divisiones clsicas de las clasesde factono son ms

    tomadas en consideracin en el plano poltico, pues Chvez y la oposi-cin entendieron que el apoyo poltico del pueblo venezolano no depen-de de su medio social y econmico, sino ms bien del medio con el cualse identifica. La batalla poltica venezolana se funda entonces en el pro-blema de pertenencia.

    Como lo hemos mostrado, la creacin de la identidad muchas veces vams all de la realidadde factopara constituirse en realidadsimblica. La

    realidadde factoes entonces determinada por mi sentido de pertenencia,es decir, por una pregunta simple De dnde vengo?. Mientras que larealidad simblica responde ms bien a la pregunta De dnde sientoque vengo? Es en ese momento preciso que lo simblico puede surgiren tanto realidad alternativa a la realidad factual.

    Como ya lo hemos dicho, la construccin del movimiento de masa quellev a Hugo Chvez a la presidencia se apoya en un trabajo poltico

    deidentificacin simblicadel 80% de los venezolanos (la clase pobre-alta, pobre-pobre y pobre-indigente) a susituacin factual. El discursopoltico que lleva a esta identificacin se funda en las acusaciones perpe-tradas contra los partidos tradicionales, contra la vida poltica de enton-ces, contra ciertas fracciones de la sociedad y hasta contra el modo en elcual ha sido montada la historia venezolana.

    La oposicin ha llevado hasta sus ltimas consecuencias un mtodopoltico/meditico muy efectivo, cuyo fin es cambiar simblicamente ladistribucinde factode las clases sociales en el pas. Ella buscapositiva-mentehacer sentir al ms grande nmero posible de venezolanos quehacen parte de la clase media, en el sentido que este trmino tena antesdel Viernes Negro; y al mismo tiempo hacer sentirnegativamentea loschavistas que hacen parte de la clase ms pobre del pas.

    Para llegar a este fin, la oposicin utiliza el mismo modelo puesto enprctica en las telenovelas, es decir, la perennizacin de fuertes diferencias

    sociales, unificadas por una sntesis sentimental, que no es ms el amorentre ricos y pobres de las novelas, sino que llevadas a la dimensin polti-ca, deviene la unin de todos los venezolanos contra el tirano Chvez.

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    Elresultado es una parte de la poblacin vctima de un odio y un miedoinfundado de una posible dictadura Chavista: estamos de frente a dos

    pasiones que han sido, de una cierta manera, producidas mediticamente.En esta lucha simblica no hay tregua. En los medios privados el men-

    saje de propaganda poltica contra el gobierno se lleva a cabo, a lo largode toda la jornada utilizando un lenguaje violento, al cual se suman coti-dianamente entrevistas polticas de personajes famosos del mundo de lasnovelas y del mundo del espectculo contra el presidente Chvez, ascomo tambin informaciones parciales y partisanas que se traducen enmera desinformacin.

    Por su parte, el presidente Chvez persiste en la utilizacin de un dis-curso directo contra las oligarquas que controlan los medios de comu-nicacin y la economa privada del pas, y contra los ataques que llegancasi cotidianamente de los Estados Unidos y sus pases amigos.

    Las luchas polticas venezolanas son por ello principalmente de ordensimblico. Lo cierto es que la paradoja que representa el fenmeno vene-zolano, es el de un pas que tiene hoy da una actividad poltica tan viva,que la hace nica y hasta vulnerable. Adems encontramos que la granganadora del proceso brevemente descrito es la conciencia poltica venezo-lana, la cual es aqu y ahora un testimonio tangible sobre las posibilidadesreales de un movimiento democrtico en Amrica Latina en el sigloXXI.

    NOTAS

    1. Artculo originalmente escrito en francs, publicado en la revistaCits,N 28, ao2006.Traduccin nuestra.

    2. Gabriel Garca Mrquez ha visto en Chvez dos hombres opuestos: Uno a quienla suerte empedernida le ofreca la oportunidad de salvar a su pas.Y el otro ilusionis-ta, que poda pasar a la historia como un dspota ms, enLe monde diplomatique,agosto 2002.

    3. Este apelativo designa el perodo que comprende los aos que van de 1973 a 1983.

    dicho perodo antecede a otro, por lo dems sombro, que comienza el 18 de febrerode 1983 y que se conoce como el Viernes Negro.

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    4. A excepcin del gobierno ilegtimo de Pedro Carmona Estanga que dur algunashoras, despus de un golpe de Estado contra el gobierno del presidente Hugo Chvez,el 11 de Abril de 2002.

    5. La comprensin de clase baja entendida como clase obrera no es del todo justa, yaque la clase obrera venezolana es ms bien una minora calificada, posicionada en eluniverso del trabajo formal. Ello quiere decir que la misma se inscribe en una clasepobre-pobre diferente a una clase pobre-indigente. No podemos por ello llamar a laclase pobre, clase obrera por el hecho que una gran parte de la poblacin venezo-lana trabaja informalmente. Hablaremos entonces de clase pobre.

    6. Ver cronologa anexa.7. Arturo Uslar Pietri,De una Venezuela a otra,Monte vila Editores, Caracas, 1992,

    pp. 89-90.8. Los militares que participaron en el golpe de Estado pagaron pena de prisin. El pre-

    sidente de entonces Carlos Andrs Prez, se escapara ms tarde del pas, perseguidopor actos de corrupcin. Una de las primeras acciones del presidente siguiente RafaelCaldera, fue la liberacin de los protagonistas del levantamiento militar. El caso msemblemtico es la liberacin del comandante Chvez, quien sali de prisin el 27 deMarzo de 1994.

    9. Federacin de Cmaras de Comercio de Venezuela10. Arturo Uslar Pietri, ob. cit., p.16.

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    CAPTULO III2004

    VENEZUELA: EL SNDROME DEL BIPARTIDISMO

    Ms all del maniquesmo con el que suele interpretarse la situacin pol-tica de Venezuela, se pueden encontrar aspectos muy precisos que hablande una democracia despierta, participativa. Dicha democracia puede per-cibirse, primero que todo, a travs de la existencia de una heterogeneidadpoltica encarnada por dos bandos, diferentes entre ellos1, que escapandel usual bipartidismo. Dichos bandos, el 15 de agosto de 2004, se enfren-taron en el campo democrtico de un referendo, nico en su gnero2,

    para decidir si, una vez llegado a la mitad del mandato, el presidentevenezolano Hugo Chvez Fras continuara o no en su cargo.

    Las condiciones y el resultado de dicho referendo parecan ser un est-mulo electoral para afianzar las bases democrticas. Sobre todo en vistade la cita electoral posterior al mismo. Dos fechas importantes para lademocracia venezolana se unan entre ellas para servir de medidor emp-rico de las verdaderas tendencias polticas del pas: el referendo del 15 de

    agosto y las elecciones regionales del 31 de octubre de 2004.Ms all de los resultados de estas dos contiendas electorales, nos intere-

    sa mostrar el modo en el que las dos partes polticas, antitticas entre s, seprepararon para la ltima de las citas. Saber lo que la oposicin y lo queel chavismo hizo o dej de hacer para perder o salir victorioso en laselecciones regionales es acaso ms interesante que seguir pensando deforma maniquea que uno perdi y el otro gan por un somero fraude elec-toral, o que los unos son fascistas y los otros comunistas.

    Aunque no lo parezca, ciertas democracias de Sudamrica, como esel caso de Venezuela (por el fervor participativo y por la pluralidad de

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    tendencias polticas) se presentan hoy da como los nuevos paradigmasde la democracia en el planeta. No es as para un puado de pases del

    primer mundo, que quieren prodigar al planeta lecciones de democra-cia: pases donde no existe realmente una derecha y una izquierda (Es-tados Unidos), donde la mxima autoridad del gobierno posee en susmanos todos los canales televisivos del pas (Italia) o, incluso, donde lademocracia existente dentro de sus fronteras est fundada en el sosteni-miento y la explotacin de dictaduras de otros pases a travs de la ventade armas, el control militar y el neocolonialismo (Estados Unidos, Ingla-terra o Francia).

    Qu ocurri entonces entre agosto y octubre de 2004 en ese que hemosllamado uno de los paradigmas democrticos del planeta? Respondiendo aesta pregunta intentaremos mostrar que, de hecho, el reto para el xito deese fenmeno poltico y social que es hoy da Venezuela se encuentra en lagestin de esa (verdadera) pluralidad de tendencias polticas.

    AGOSTO2004:REFERENDO REVOCATORIO

    Despus de una controversial recoleccin de firmas para llevar a cabo unreferendo revocatorio contra el presidente electo, la oposicin venezola-na consigue sus fines y el 15 de agosto de 2004 el pueblo es llamado arevocar al presidente Hugo Chvez.

    No se puede dejar de mencionar que si Hugo Chvez fuese revocado,podra presentarse a las elecciones que se celebraran poco tiempo des-

    pus. En este caso, difcilmente podra perder, visto que la oposicinvenezolana, como ya lo mencionamos, est compuesta por partidos hete-rogneos entre s que van desde la extrema izquierda hasta la derechaconservadora. Es difcil pensar que todos aquellos que estaran de acuer-do en revocar a Chvez, estaran a su vez de acuerdo por un candidatonico que ocupe su lugar.

    La oposicin finalmente pudo ir al revocatorio ya que logr conseguirlas firmas del 20% del cuerpo de electores, hecho que aliment una segu-

    ridad en sus posibilidades que todos los venezolanos pudieron percibir enese entonces.

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    En diferentes comunicados la oposicin dej en claro que el nicoresultado que aceptara sera aqul que no fuese contra la decisin del

    pueblo venezolano que, para ella, se resuma en la revocatoria del pre-sidente3. El gobierno de Estados Unidos en diversas declaraciones dioa entender que en relacin al referendo venezolano no sera especta-dor desinteresado4.

    El referendo se llev a cabo y Venezuela demostr que, desde el puntode vista de los electores, la situacin no es tan crtica, violenta y desespe-rada como los medios de comunicacin, nacionales e internacionales, lapresentan.Tanto de un lado como del otro, los ciudadanos, invitados porsus organizaciones y partidos polticos, se despertaron a las cuatro, tres, yhasta las dos de la maana para ir a votar. Ello trajo como consecuenciaque a las seis de la maana, gran parte de la poblacin votante estuvieraya en largas colas para ejercer su derecho democrtico.

    El ambiente era ms bien clido, de fiesta. El inesperado flujo de votan-tes hizo que el proceso se retrasara y muchos de los electores tuvieronque esperar hasta la madrugada del da venidero para votar. Ni los cha-

    vistas ni los antichavistas desistieron en hacer escuchar su voz a travs delvoto. Estuvieron en esas colas hasta el final.

    Una de las condiciones necesarias para que el voto de todos esos ciuda-danos fuera vlido y se pudiera llevar a cabo en las mejores circunstan-cias posibles era la presencia de observadores internacionales. As fue.Acuerdos fueron pactados durante las semanas anteriores al referendo, yese 15 de agosto estuvo amparado por la presencia de la Organizacin de

    Estados Americanos (OEA), el Centro Carter (invitado por la oposicin)y un grupo de reconocidas figuras del periodismo y la poltica internacio-nal. La palabra final estaba en dichos invitados: sus conclusiones positivaso negativas en relacin a la votacin seran la condicin necesaria de lavalidez del referendo.

    Fue una noche larga para los dos bandos. Tanto uno como el otro sedaba como vencedor y las encuestas de los das y semanas anteriores quedaban como vencedora la confirmacin del presidente Chvez en nadadeterminaban las esperanzas de los votantes opositores5. En poltica nadaest escrito.

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    Slo a las tres de la maana, despus de una reunin con los observa-dores internacionales, los resultados fueron revelados. La oposicin haba

    conseguido un nmero muy grande de votos: alrededor de cuatro millo-nes de votos (3.989.008, es decir el 40.63%) contra el cargo del presidenteChvez. Pero los votos que aceptaban su permanencia en el poder eranms: casi seis millones de votos (5.800.629, es decir el 59.09%). Los oposi-tores eran muchos. Pero an no la mayora.

    Las condiciones estaban dadas para que las prximas elecciones (regio-nales) que se celebraran en el octubre venidero, casi tres meses despus,fueran cerradas, y para que cada uno de los campos comenzara una cam-

    paa elect