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1 Ficha Neuropsicología de las demencias Actualmente es difícil alcanzar una concepción unitaria de un conjunto tan dispar como son las demencias «orgánicas». Dicha disparidad posee una semiología incluso para los síndromes demenciales que no son uno sino varios; la semiología se mantiene a pesar de la diversidad de las etiologías, así como de la heterogeneidad de presentaciones clínicas en el seno de una misma etiología. A estas dificultades debe añadirse la confusión generada entre la noción de síndrome demencial y la de enfermedad causal. Por falta de marcadores biológicos es necesario esperar la constitución de una demencia para conseguir el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer: el procedimiento ofrece el doble inconveniente de ser probable y tardío, con frecuencia atestado por los «déficit cognoscitivos leves» (mild cognitive impainnents), de los cuales no todos evolucionan hacia una enfermedad de Alzheimer en el sentido demencial del término, y que permanecen durante mucho tiempo huérfanos de una nosología de acogida. Pero falta por definir el sentido del término «demencia» tan oscurecido por su historia y sus connotaciones que algunos se resisten a utilizarlo para calificar un paciente, por temor a provocar una desmotivación terapéutica y el abandono del cuidado correcto. Georget introdujo, en 1820, el criterio de incurabilidad de las demencias para distinguirlas de la confusión mental (designada, por ello, bajo el término estupidez), que se concebía como relacionada con una «ausencia accidental del pensamiento» y, por lo tanto, potencialmente reversible. La inoculación del paludismo comenzó en su época a provocar la primera brecha en la noción de irreversibilidad de las demencias, y Guiraud pudo escribir, en 1952, que «si la lesión responsable de la demencia es reversible, la demencia puede curarse; si es irreversible, la demencia permanecerá incurable; si la lesión es parcialmente reversible, la demencia puede curarse parcialmente». Si la demencia tampoco puede ser irreversible, también es difícil continuar considerando que se debe a una debilidad “global”: la adición de trastornos de diversas [unciones cognoscitivas hace bascular lo que se llamaba un síndrome psicorgánico en un proceso demencial, por cuanto está comprometida la adaptación a la vida profesional, social y familiar, así como la capacidad de gestionar la propia existencia. No obstante, si bien esos criterios de desadaptación se reconocen necesarios por el DSM-IlI-R 1 , por el contrario la Clasificación Internacional de Enfermedades (ClE- 10) de la OMS admite que una demencia «interfiere habitualmente en las actividades cotidianas», pero los ejemplos dados sólo conciernen a las demencias evolucionadas, puesto que «se trata de lavarse, vestirse, comer, observar una higiene personal mínima y controlar sus esfínteres»; además la CIE-10 llama la atención sobre la variabilidad de la desadaptación en función del contexto cultural y señala que las modificaciones en los resultados profesionales no deben analizarse como criterios de demencia. En cuanto al sustrato anatómico de las demencias, se refiere a lesiones difusas o extendidas, pero también a lesiones multifocales (como la demencia por infartos múltiples) e incluso, más excepcionalmente, a lesiones focales situadas en zonas denominadas estratégicas, como un infarto bitalámico. De una manera más general, se ha hecho 1 DSM-III-R. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Masson, Barcelona, 1990. Curso Neuropsicología del Adulto Mayor

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Ficha

Neuropsicología de las demencias

Actualmente es difícil alcanzar una concepción unitaria de un conjunto tan dispar como son las demencias «orgánicas». Dicha disparidad posee una semiología incluso para los síndromes demenciales que no son uno sino varios; la semiología se mantiene a pesar de la diversidad de las etiologías, así como de la heterogeneidad de presentaciones clínicas en el seno de una misma etiología. A estas dificultades debe añadirse la confusión generada entre la noción de síndrome demencial y la de enfermedad causal. Por falta de marcadores biológicos es necesario esperar la constitución de una demencia para conseguir el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer: el procedimiento ofrece el doble inconveniente de ser probable y tardío, con frecuencia atestado por los «déficit cognoscitivos leves» (mild cognitive impainnents), de los cuales no todos evolucionan hacia una enfermedad de Alzheimer en el sentido demencial del término, y que permanecen durante mucho tiempo huérfanos de una nosología de acogida. Pero falta por definir el sentido del término «demencia» tan oscurecido por su historia y sus connotaciones que algunos se resisten a utilizarlo para calificar un paciente, por temor a provocar una desmotivación terapéutica y el abandono del cuidado correcto. Georget introdujo, en 1820, el criterio de incurabilidad de las demencias para distinguirlas de la confusión mental (designada, por ello, bajo el término estupidez), que se concebía como relacionada con una «ausencia accidental del pensamiento» y, por lo tanto, potencialmente reversible. La inoculación del paludismo comenzó en su época a provocar la primera brecha en la noción de irreversibilidad de las demencias, y Guiraud pudo escribir, en 1952, que «si la lesión responsable de la demencia es reversible, la demencia puede curarse; si es irreversible, la demencia permanecerá incurable; si la lesión es parcialmente reversible, la demencia puede curarse parcialmente».

Si la demencia tampoco puede ser irreversible, también es difícil continuar considerando que se debe a una debilidad “global”: la adición de trastornos de diversas [unciones cognoscitivas hace bascular lo que se llamaba un síndrome psicorgánico en un proceso demencial, por cuanto está comprometida la adaptación a la vida profesional, social y familiar, así como la capacidad de gestionar la propia existencia. No obstante, si bien esos criterios de desadaptación se reconocen necesarios por el DSM-IlI-R1, por el contrario la Clasificación Internacional de Enfermedades (ClE-10) de la OMS admite que una demencia «interfiere habitualmente en las actividades cotidianas», pero los ejemplos dados sólo conciernen a las demencias evolucionadas, puesto que «se trata de lavarse, vestirse, comer, observar una higiene personal mínima y controlar sus esfínteres»; además la CIE-10 llama la atención sobre la variabilidad de la desadaptación en función del contexto cultural y señala que las modificaciones en los resultados profesionales no deben analizarse como criterios de demencia. En cuanto al sustrato anatómico de las demencias, se refiere a lesiones difusas o extendidas, pero también a lesiones multifocales (como la demencia por infartos múltiples) e incluso, más excepcionalmente, a lesiones focales situadas en zonas denominadas estratégicas, como un infarto bitalámico. De una manera más general, se ha hecho

1 DSM-III-R. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Masson, Barcelona, 1990.

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habitual distinguir las demencias «corticales» y las subcorticales centradas por un síndrome de desconexión frontal. Éstas son las bases que permiten abordar la semiología neuropsicológica y el diagnóstico de los síndromes demenciales. SEMIOLOGÍA La entrada en un proceso demencial se produce habitualmente de manera insidiosa (tabla 16-1): los síntomas de alerta pueden ser quejas mnésicas expresadas por el sujeto o por el entorno; también puede manifestarse mediante un desinterés progresivo por actividades habituales o poco habituales, de quejas de tipo depresivo, o tratarse de actos incoherentes que no están acordes con la personalidad habitual del sujeto. Trastornos de la memoria

Incluso si ciertas demencias como las demencias frontales pueden no comportar inicialmente trastornos de la memoria, su ausencia no permite establecer el diagnóstico de demencia, sean cuales sean los criterios utilizados (DSM-III o CIE-10). Afectan a la memoria a corto y a largo plazo. Sin embargo, en el DSM-III-R, los ejemplos ofrecidos (imposibilidad de aprender nuevas informaciones, como recordar el nombre de tres objetos cinco minutos después de haberlos citado) muestran que los autores de esta clasificación designan bajo el nombre de memoria a corto plazo, no a la memoria inmediata, sino a la memoria de los hechos recientes o memoria secundaria. Las demencias pueden alterar la memoria primaria, la secundaria y la terciaria.

Tabla 16-1. Criterios diagnósticos de demencia según el DSM-III-R, DSM-IV y CIE-10 El diagnóstico de demencia muestra según el DSM-III-R los siguientes elementos: A. Deterioro de la memoria a corto y a largo plazo B. Uno de los siguientes trastornos:

- deterioro del pensamiento abstracto - deterioro de la capacidad de juicio - afasia, agnosia, apraxia - modificaciones en la personalidad

C. La alteración en A y B interfiere en las actividades laborales o sociales D. No aparece exclusivamente en el curso de un delirium El DSM-IV* ha reemplazado los términos del deterioro del pensamiento abstracto y del deterioro de la capacidad de juicio por la referencia explícita a déficit cognoscitivos con alteración de la ejecución y ha suprimido el criterio de las modificaciones en la personalidad. La CIE-10 pone el acento en los trastornos amnésicos, acompañados de alteración del razonamiento, de la fluidez mental y de las dificultades para fijar su atención en varios estímulos a la vez (atención compartida). Además, la existencia de una obnubilación es un criterio de exclusión, pero se reconoce que una confusión puede añadirse a la demencia. Para que el diagnóstico de demencia se asegure, los trastornos deben evolucionar desde al menos 6 meses. *DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Masson, Barcelona, 1996.

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Memoria inmediata y memoria de trabajo. Por las tareas de span (en particular verbal) y por el paradigma de Brown-Peterson se

puede apreciar que están generalmente alteradas en los procesos demenciales, aunque, en fun-ción de los trabajos publicados, diversos aspectos de la memoria inmediata pueden encontrarse preservados en algunos enfermos. En cuanto a la memoria de trabajo, estudios de investigación tienden a determinar si el trastorno se encuentra en el ejecutivo central o en los sistemas auxiliares. El efecto de recencia se altera también, aunque puede ser superior al efecto de pri-macía. Memoria secundaria o memoria de los hechos recientes.

Su alteración se considera la más típica, según CIE-10, lo que explica las dificultades encontradas por el sujeto para «adquirir, almacenar y encontrar informaciones nuevas». Las rela-ciones profesionales, sociales y familiares acabarán por alterarse a través del olvido de las «compilaciones» mnésicas que tejen la vida cotidiana: encuentro de personas, citas, compras en tiendas, comunicaciones telefónicas, cerrar puertas y canillas, olvidar las llaves, ordenar vestidos, pagar facturas. El interrogatorio, además de las escalas de actividades de la vida cotidiana necesariamente reductoras debe adaptarse al tipo de actividad del sujeto y a su contexto (la fábrica, la casa o el despacho; la ciudad o el campo, etc.). El examen neuropsicológico tenderá a distinguir los déficit mnésicos según estén relacionados con un trastorno de la descodificación y eventualmente de almacenamiento (observado en la enfermedad de Alzheimer) o de la recuperación de las informaciones (más frecuente en las demencias subcorticales). Así, en la enfermedad de Alzheimer se observan resultados igualmente deficitarios en recuerdo y en reconocimiento (en las palabras de Rey), trastorno del recuerdo inducido (que puede objetivarse en el test de Grober y Buschke) evocando un déficit de la codificación y quizás de la consolidación, y trastorno del recuerdo diferido (en los dos tests precedentes), lo que puede testimoniar un déficit de almacenamiento con fallo de la consolidación y mayor rapidez de olvido, aunque la existencia de un déficit de almacenamiento no es admitido por todos. Además, el recuerdo diferido puede contaminarse por intrusiones.

Las demencias subcorticales muestran una mejoría de los resultados por las ayudas durante el reconocimiento, aunque pueda observarse en las fases precoces de las demencias de Alzheimer. A esta incapacidad de adquisición o de evocación de los recuerdos se añade una disolución progresiva del almacén mnésico constituido, comenzando por los recuerdos menos consolidados, o incapacidad de acceder al almacén mnésico.

Cuando son puras las amnesias de evocación permiten al sujeto reconocer sus recuerdos como propios y como pasados desde el momento en que le son proporcionadas las respuestas con elección múltiple o con ayudas. Las amnesias por disolución del almacén amnésico destruyen dicha capacidad de reconocimiento de los recuerdos que conciernen a la memoria social o a la memoria autobiográfica. Así, la memoria de hechos antiguos está deteriorada (remote memory -en los autores anglosajones), aunque habitualmente obedece a un gradiente temporal; los recuerdos están aún más alterados cuanto más recientes son en el tiempo, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer, que puede, no obstante, al menos durante los primeros años de evolución, ver reactivarse los recuerdos en el reconocimiento. El nombre del presidente del país puede no evo-carse, pero se puede reactivar cuando se le dice al sujeto el nombre del presidente entre los nombres de otros políticos. Puede sostenerse una «semantización» de los recuerdos antiguos cuando se trata de hechos públicos o caras célebres que relatan informaciones que han implicado

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personalmente poco o nada al sujeto. Pero el déficit afecta también a la memoria autobiográfica y a la parte más personalizada de la memoria social (como los hechos locales, el nombre del alcalde de la comunidad); ello aparece durante una temporada en la enfermedad de Alzheimer, donde la historia personal del sujeto parece disolverse: primero son los nietos, cuyos nombres parecen no despertar ningún eco; posteriormente se ignora incluso su existencia o se olvida; después eI olvido llega a las nueras y a los yernos, y llegará el día en que no reconozca a sus hijos. Ciertamente, puede tratarse también de una agnosia de las fisonomías o el olvido del aspecto actual de la cara de los hijos en beneficio de recuerdos más antiguos de fisionomías más jóvenes. El cónyuge resiste mejor al olvido y permanece mucho tiempo siendo la única referencia estable del enfermo, lo cual permite el seguimiento de su inserción en la vida familiar. Así, en la enfermedad de Alzheimer el paciente vive el presente con fragmentos de su pasado (ecmnesia), y los trastornos de la memoria se asocian a propósitos de fabulación espontáneos y fácilmente reactivos por la sugestión, y constituyen la variedad presbiofrénica que parece coexistir con una mejor preservación de la fachada social. Lo que está en juego en estas amnesias es angustioso, puesto que entrañan una destrucción progresiva y caótica de la historia del individuo, golpeada en su conciencia de identidad. La memoria semántica no está preservada, aunque pueden observarse disociaciones entre el trastorno de la memoria episódica y el de la memoria semántica, y pueden estar menos alteradas una u otra. La alteración de la memoria semántica afecta tanto a los conocimientos didácticos como al sentido y a la disponibilidad de las palabras. Trastornos de las funciones instrumentales TRASTORNOS DEL LENGUAJE

El lenguaje del demente es un lenguaje cuantitativamente empobrecido, como lo demuestran la escucha de su discurso y los tests de fluencia verbal, en los cuales se pide al sujeto que cite nombres que pertenecen a categorías (animales, ciudades, frutas, etc.) o palabras que comienzan por una letra determinada.

El lenguaje del demente es un lenguaje informativamente empobrecido: las palabras exactas no aparecen; la prueba de denominación muestra errores de tipo afásico con una falta de vocablo, aproximaciones sinonímicas, circunlocuciones y parafasias, primero verbales y más tarde fonémicas; esos trastornos afásicos afectan a las demencias corticales y, en particular, a la enfermedad de Alzheimer. La comprensión del lenguaje también está trastornada y se asocia a una repetición satisfactoria, que se asemeja a una afasia transcortical sensorial. No obstante, se ha podido observar una denominación satisfactoria en sujetos dementes, contrastando con la ausencia de comprensión, lo que sugiere que una denominación correcta no es garantía de la posibilidad o de la pertinencia de un tratamiento semántica, lo que validaría también la existencia, en denominación y a semejanza de la lectura, de una vía lexical asemántica. La escritura y la lectura están alteradas: los errores de lectura y de escritura conciernen sobre todo a las palabras irregulares, especialmente si son poco familiares para el sujeto.

El lenguaje del demente es un lenguaje incoherente, puesto que es el reflejo, no solamente de los trastornos específicamente lingüísticos, sino también de otros fallos cognoscitivos y, en particular, de las alteraciones de la memoria. El lenguaje en el demente también puede afectarse

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por la ecolalia, la palilalia (repetición incoercible de una misma palabra o de una misma sílaba), de paligrafía (iteraciones verbales escritas), hechos observados en la enfermedad de Pick, y de logoclonía (repetición incoercible de la última sílaba de las palabras) observados en formas evolucionadas de la enfermedad de Alzheimer.

Los trastornos del lenguaje del demente deben interpretarse, esencialmente, como una degradación de la memoria semántica que designa el componente de la memoria a largo plazo, conteniendo la representación permanente de nuestro conocimiento del mundo, y que permite también relacionar los significantes (es decir las palabras) a sus significados. Los tests de denominación, de fluencia verbal, los subtests de semejanzas, de vocabulario y de información de la WAIS exploran la memoria semántica, cuyos déficit pueden relacionarse con un deterioro del almacén de las informaciones semánticas o con una dificultad de acceso a esas informaciones. La demencia subcortical de la enfermedad de Huntington alteraría más la fluencia literal (citar palabras que comiencen por una letra determinada) que la fluencia categorial, y el perfil sería inverso en la demencia de Alzheimer. Además, la tendencia a producir las clases superordenadas (animal salvaje por tigre, por ejemplo) en los tests de denominación y fluencia (el test de supermercado) es particular en la enfermedad de Alzheimer: los sujetos producen más nombres de categorías (carne, verduras, etc.) que palabras de artículos (tomates, jamón, etc.), lo que sugiere un deterioro del almacén semántico de abajo arriba (denominado en inglés de tipo bottom-up). Así, las palabras caballo y ruiseñor serían más rápidamente inaccesibles que las palabras animal y pájaro. El mismo comportamiento se encuentra con tests de denominación, cuyos errores conciernen sobre todo a la producción de categorías superordenadas o la sustitución de la palabra buscada por una palabra que pertenece a la misma categoría. Los trastornos no suelen afectar a una categoría específica; no obstante, se ha observado un trastorno preferencial de la representación semántica de las palabras que designan seres vivos. Solamente en la enfermedad de Alzheimer evolucionada se observa, además, con pruebas de denominación, errores de tipo perceptivo (presemánticos) y distorsiones fonémicas (postsemánticas). TRASTORNOS DE LAS FUNCIONES VISUOCONSTRUCTIVAS, VISUOESPACIALES y VISUOGNÓSICAS

La dificultad para realizar un cubo u otros dibujos geométricos constituye una manifestación muy frecuente de la enfermedad de Alzheimer, pero también puede observarse en demencias subcorticales, como la enfermedad de Parkinson. Los trastornos de la memoria topográfica explican también que el demente pueda perderse en el exterior y en el interior de su domicilio. TRASTORNOS PRÁXICOS

En la enfermedad de Alzheimer pueden observarse apraxias ideatoria e ideomotora. La utilización de una parte del cuerpo como objeto (p. ej., el dedo como cepillo de dientes) es muy habitual en el comportamiento apráxico de la enfermedad de Alzheimer, que también puede entrañar una apraxia del vestir.

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TRASTORNOS GNÓSICOS

Se observan en la enfermedad de Alzheimer (demencia afasoagnosoapráxica). Así, las dificultades de la denominación de objetos pueden expresar, además de los trastornos lingüísticos, una agnosia visual. El déficit puede afectar también al reconocimiento de las caras y algunos sujetos no reconocen ya su propia imagen en un espejo o en una cinta de vídeo. TRASTORNOS DEL CÁLCULO

Las dificultades del cálculo y de la transcodificación dan cuenta de las dificultades de gestión de la vida cotidiana (pagar las compras en las tiendas o extender cheques) observadas en la enfermedad de Alzheimer, que sería la causa más común de anaritmetía, a la cual se añaden dificultades de lectura y de escritura de los números. Las sustracciones en cascada de la misma cifra a partir de un número determinado, como la prueba propuesta en el MMSE, necesitan la activación de múltiples funciones cognoscitivas: atención, cálculo, memoria de trabajo y planificación. TRASTORNOS DEL PENSAMIENTO ABSTRACTO, DEL JUICIO, DEL RAZONAMIENTO Y DE LAS FUNCIONES DENOMINADAS EJECUTIVAS

Reflejan la inadaptación de las acciones del demente y de la ausencia de autocrítica. Pueden provocar un síndrome frontal con distractibilidad y alteración de la flexibilización mental, así como de las capacidades de abstracción y de planificación. Dichos trastornos, cuando no se acompañan de afasia ni de agnosia, orientan hacia una demencia frontal (como enfermedad de Pick), o incluso hacia una demencia subcortical. Las demencias de Alzheimer se acompañan de trastornos del juicio y del razonamiento, que pueden explorarse a través de la crítica de historias absurdas, así como de las capacidades de abstracción exploradas, por ejemplo, por el subtest de semejanzas del WAIS y por la interpretación de refranes. TRASTORNOS COMPORTAMENTALES

La modificación de la personalidad concebida como una modificación o una acentuación de los rasgos anteriores forma parte de los criterios de demencia propuestos por el DSM-IlI-R (pero curiosamente no por el DSM-IV). Así, un individuo tranquilo y paciente puede convertirse en agresivo y colérico, y su entorno dirá entonces que «ya no se le reconoce». Un individuo considerado ahorrador se convierte en avaro y desconfiado y su entorno dirá que «era un poco así antes, pero poco a poco la vida se ha hecho imposible».

El sujeto demente puede describirse como pasivo, desinteresado, apático, envidioso, sospechoso, rígido, cerrado, egocéntrico o recriminador. Estas distorsiones comportamentales contribuyen a provocar en e] entorno familiar una dejadez y, posteriormente, un rechazo que atenúa, a veces, un sentimiento de culpabilidad. La depresión es inseparable de la demencia y debe discutirse como un diagnóstico diferencia], pero también como una manifestación asociada a la demencia, e incluso sintomática de la demencia. La depresión es frecuente en la enfermedad de Parkinson; constituye uno de los ítems de la puntuación isquémica de Hachinski; también se observa en la enfermedad de

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Alzheimer, en la cual tanto puede acompañar a las quejas mnésicas, al principio de la evolución, como aparecer en ausencia de quejas de memoria y, a veces, con características de una depresión mayor. El sujeto demente puede manifestar verbalmente ansiedad, ya sea con relación a su memoria, al inicio de la enfermedad, o de manera difusa, como inquietud flotante o incluso sobreexcitación motora (se levanta de nuevo, se sienta, quiere irse durante la consulta o en desplazamientos familiares) o verbal «Vámonos... , volvamos ... » ). Los comportamientos de errar o de deambular, o de fugas son multifactoriales: pueden favorecerse por la ansiedad o revelarse por una acatisia relacionada con la toma de neurolépticos, puede tratarse de una forma deambulatoria de agitación delirante, o de la consecuencia de problemas cognoscitivos graves, que inducen comportamientos automáticos o anárquicos por la alteración de la memoria topográfica. Hacerse cargo de ellos es difícil, puesto que el sujeto puede marcharse de su domicilio y perderse, lo que exige que su entorno lo vigile incesantemente, aun más cuando encerrarle es una fuente de agitación. Entonces el demente pide una presencia que lo canalice; los arreglos arquitectónicos pueden acondicionar los espacios de circulación, donde la deambulación puede efectuarse sin riesgos y sin obstáculos. La demencia que, por supuesto, debe distinguirse de la confusión mental, puede en sí misma acompañarse de brotes confusionales con o sin onirismo, en el cual se imagina el efecto deletéreo de los puntos de referencia espaciales y temporales frágiles, y, sobre todo, en el mantenimiento de la conciencia del ritmo nictemeral. La confusión mental, a pesar de ser regresiva, no es anodina en el demente: por ello es necesaria una gran prudencia a la hora de manipular los productos anestésicos y prescribir medicamentos. Los delirios de prejuicio (el monedero que no encuentra se considera robado), de persecución o de celopatía, a veces acompañados de alucinaciones, pueden convertirse en el único polo productivo de una vida mental cada vez más despojada y contribuyen a la exclusión del demente de su círculo familiar y social. Los trastornos del comportamiento alimentario con hiperfagia, incluso glotonería, también pueden observarse tanto en la demencia de Alzheimer como en las demencias frontales. Sólo excepcionalmente llegan a producir un síndrome de Klüver-Bucy, Las demencias frontales y, en particular, la enfermedad de Pick se caracterizan por la presencia o el predominio de síntomas frontales como euforia, jovialidad o irritabilidad, apatía o sobreexcitación estéril, desinhibición sexual (calambres con connotación erótica o gestos impúdicos) y conductas perseverativas y de imitación, desde hace tiempo descritas en la enfermedad de Pick (ecolalia, ecopalilalia, que designa una ecolalia varias veces repetida, y ecopaligrafía, que es el mismo comportamiento por escrito), que testimonian la vertiente cognoscitiva del síndrome frontal, junto con un trastorno de las capacidades de planificación y de flexibilidad mental. Las formas evolucionadas conducen a un mutismo con animia y motricidad gestual rudimentaria. GATISMO Constituye el término evolutivo de las demencias con el desmoronamiento del cuidado, por parte del paciente, de los actos de higiene más elementales, incontinencia urinaria y posteriormente fecal, disolución de las manifestaciones más elementales de la vida relacional y, finalmente, de aquella que es la primera de la existencia humana: la sonrisa.

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DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL DEMENCIA Y DEPRESIÓN Numerosos trabajos se han consagrado tanto a las relaciones entre la demencia y la depresión como al diagnóstico diferencial entre estas dos afecciones. Algunos síntomas son comunes a la depresión y a la demencia. La restricción del campo de intereses, la reducción de la actividad, la disminución psicomotora que puede confinar al apragmatismo, o incluso una agitación psicomotora pertenecen a la semiología comportamental de la demencia y de la depresión. Esta constatación ha generado el término de seudodemencia depresiva para reclamar la urgencia de un diagnóstico diferencial justificado por la reversibilidad de la depresión y la incurabilidad o, al menos, la precariedad terapéutica de la demencia. Además, la depresión ocasiona un trastorno cognoscitivo y, en particular, alteraciones mnésicas que hacen que la existencia de un deterioro psicométrico no excluya la existencia de una depresión. Ciertamente puede considerarse raro que una depresión provoque un trastorno cognoscitivo mayor; además, los trastornos mnésicos afectan a los procesos de recuperación y la depresión no altera la memoria inducida ni existen intrusiones en el recuerdo diferido ni falsos reconocimientos; incluso se ha querido oponer la frecuencia de las respuestas del tipo «no sé» del depresivo a las respuestas inexactas del demente. Pero una distinción también lineal es muy insuficiente, aun más cuando las demencias frontales y subcorticales respetan la codificación en los trastornos de memoria, lo que tampoco resulta imposible en el estadio inicial de la enfermedad de Alzheimer. La depresión acompaña a enfermedades como la de Parkinson o la de Huntington, que además pueden complicarse con una demencia. Dichas constataciones pueden extenderse a la frecuencia de la depresión en la demencia de Alzheimer para buscar una distorsión biológica común a los dos síndromes, pero ¿en qué medida los neurotransmisores deberían estar implicados? La demencia puede llegar a producir la pérdida total de la autocrítica y de las capacidades de juicio, que puede considerarse que protegen al demente de la depresión; pero esta afirmación sólo puede defenderse en los estadios últimos de la demencia; por el contrario, la demencia en estado leve puede, particularmente por la conciencia de los trastornos mnésicos, engendrar una angustia depresiva. La depresión no es probablemente una, sino múltiple, tanto en su psicogénesis como en su biogénesis. Aunque sea difícil afirmar que una diferencia de naturaleza, y no solamente de intensidad, separa la depresión menor de la depresión mayor, algunos trabajos sugieren que la frecuencia de la depresión menor es importante en los estados iniciales de la demencia de Alzheimer, mientras que el riesgo de reaparición de una depresión mayor permanece estable a lo largo de la evolución. La depresión puede, en particular en algunos ancianos, preceder a la eclosión más bien a la aparición de una demencia.

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En la práctica, toda distorsión emocional de la serie depresiva necesita tratamiento antidepresivo, que se fundamenta en dos preocupaciones: no agravar el déficit cognoscitivo con los medicamentos y preguntarse cada vez si la posología y la duración del tratamiento han sido correctos, con el fin de estimar el período de tiempo tras el cual el tratamiento puede declararse ineficaz y preguntarse si la ineficacia es suficiente para excluir la depresión. DEMENCIA Y CONFUSIÓN La confusión mental, con sus características habituales de agudeza y de fluctuación de la vigilancia, sus trastornos masivos de la atención, sus trastornos del sueño incluso con la inversión del ritmo vigilia-sueño, su perplejidad ansiosa y su onirismo, se opone en principio a la demencia, sobre todo si existe una alteración concomitante del estado general, afección somática conocida, fiebre, contexto de alcoholismo o de medicación, distorsión metabólica evidente o antecedente de traumatismo craneal. Pero es necesario desconfiar de las anamnesis imprecisas, que consiguen rápida y normalmente calificar al demente de «desorientado», aunque esta aproximación semiológica tiene, al menos, el mérito de no circunscribir al médico en la inacción y buscar una causa no demencial, y puede que curable, en la desorganización mental y comportamental. Por otra parte, poco importa que se hable de demencia curable, de confusión subaguda o de seudodemencia si ello permite el diagnóstico de una encefalopatía hiponatrémica en un anciano hipertenso tratado con diuréticos, con un tumor frontal, con un hematoma subdural crónico o incluso con una depresión estuporosa. TRASTORNOS DE LA MEMORIA ASOCIADOS A LA EDAD, DÉFICIT COGNOSCITIVOS LEVES y DEMENCIAS Es común recoger quejas mnésicas que aparecen con la edad en sujetos correctamente integrados en el aspecto social y que se quejan de infidelidades de su memoria, que conciernen, en particular, al olvido de los nombres propios, a las dificultades en encontrar objetos o documentos, o a retener números de teléfono o listas de la compra, Estas quejas mnésicas que califican la «metamemoria» pueden ser «cuantificadas» gracias a escalas como la de Squire o la de evaluación de las dificultades cognoscitivas de McNair y Kalm. Los criterios diagnósticos propuestos por el instituto americano de la salud mental asocian a una edad inferior a 50 años tests de memoria comparables a los obtenidos en la misma franja de edad y cuyas puntuaciones son inferiores a una desviación estándar de los obtenidos en los adultos jóvenes (p. ej., 6 o menos en el subtest de la memoria lógica, y 8, 13 o menos en el test de la memoria asociativa de la escala de memoria de Wechsler). Además, un funcionamiento intelectual satisfactorio debe atestiguarse por una puntuación estándar de, al menos 9 en el subtest de vocabulario del WAIS y de 24, o más, en el MMSE. No obstante, es necesario subrayar que una puntuación en el MMSE de 24, o más, no serviría por sí sola para afirmar un funcionamiento cognoscitivo óptimo o excluir una demencia inicial. Debe excluirse la confusión mental, la lesión cerebral orgánica, el trastorno psiquiátrico y, en particular, la depresión (la puntuación en la escala de depresión de Hamilton debe ser inferior a 13), la afección general significativa (como una insuficiencia cardíaca, renal o una diabetes) y la utilización de drogas psicotrópicas. Los «trastornos de memoria asociados a la edad», inicialmente denominados por Kral «olvidos benignos de la senescencia» se definen clínica y psicométricamente. Las dificultades mnésicas del envejecimiento podrían afectar a más de una

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tercera parte de los sujetos de 60 años y no constituirían ni el estado inicial de una demencia, ni un factor de riesgo para la aparición posterior de una demencia. Podrían, según los casos, tener una relación con los rasgos de la personalidad o con depresión relacionada con una visión peyo-rativa del envejecimiento, tanto en el ámbito personal como social, pero su etiología precisa sigue actualmente sin aclararse. Déficit cognoscitivo leve. Asocia los trastornos de memoria a un déficit de otras funciones cognoscitivas, cuya intensidad es insuficiente para alterar la vida social. En la escala clínica de demencia de Hughes, corresponde a una demencia dudosa (tabla 16-2). El riesgo de evolución hacia un síndrome demencial es posible, pero no inevitable. Según la CIE-10, este trastorno puede complicarse con afecciones somáticas muy diversas, cerebrales y generales, y el trastorno desaparece si lo hace el malestar físico causal. ENVEJECIMIENTO, CONDUCTAS REGRESIVAS Y DESMOTIVACIÓN El envejecimiento cerebral, asociado al envejecimiento general del cuerpo, a las consecuencias sociales del envejecimiento y a un declive del narcisismo, puede ocasionar manifestaciones neuróticas diversas y, en particular, conductas regresivas como abulia, adinamia, apatía, desmotivación y puerilismo, que pueden evolucionar hacia un estado depresivo. Necesitan un tratamiento psicoterapéutico. EXPLORACIONES COMPLEMENTARIAS Y DIAGNÓSTICO DE LOS SÍNDROMES DEMENCIALES Tests psicométricos La necesidad de estimar junto a la cabecera del enfermo y en el gabinete de la consulta la existencia de un trastorno cognoscitivo, ha ocasionado la elaboración de instrumentos de evaluación rápida de las funciones intelectuales, siendo la más conocida el MMSE de Folstein. Desde el punto de vista estadístico, este test se elaboró con el fin de que la gran mayoría de la población normal se agrupe en las puntuaciones más elevadas, formando una curva en J. Dicho procedimiento conduce a una difícil elección entre la sensibilidad y la especificidad. El MMSE permite, por lo tanto, detectar un déficit cognoscitivo, aun sabiendo que el test puede ser erróneo en sujetos con alto nivel cultural y que debe ser interpretado con prudencia en sujetos con un nivel de educación bajo. El MMSE no dispensa, por lo tanto, de la búsqueda de los criterios diagnósticos de demencia ni de investigaciones neuropsicológicas más elaboradas inspiradas en la descripción semiológica del síndrome demencial. La evaluación neuropsicológica de las demencias debe concebirse como una ayuda al diagnóstico, como un método de aproximación de la gravedad y como uno de los medios de seguimiento de la evolución. Toda demencia ocasiona un deterioro de la eficiencia psicométrica, es decir, una disminución de los resultados de las capacidades del sujeto en comparación a las que tenía antes del inicio de los trastornos, una vez eliminado lo que es propio de la disminución fisiológica de las capacidades en relación con el envejecimiento. La dificultad radica en que los resultados intelectuales anteriores a la enfermedad sólo pueden ser calculados comparando las

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puntuaciones del sujeto de los tests «resistentes» y las de los tests «sensibles» al envejecimiento fisiológico y a las lesiones orgánicas del cerebro. Los primeros exploran sobre todo el componente denominado «cristalizado» (reflejan la experiencia y los conocimientos didácticos como los subtests de vocabulario e información de la WAIS o el test de automatismos verbales de Beauregard), y los segundos exploran el componente denominado «fluido» (exploran la adaptación a las situaciones nuevas, como los tests de códigos o de cubos de la WAIS). Los primeros están muy relacionados con el nivel cultural, mientras que los segundos son más independientes del nivel cultural. El concepto de deterioro se infiere así sobre una base probabilística. No obstante, la existencia de un deterioro no indica su causa, ya que puede deberse a una lesión orgánica cerebral, pero también a un estado depresivo o un síndrome psicótico. La búsqueda de un deterioro puede completarse por la evidencia, en algunos tests, de errores típicamente observados con lesiones orgánicas del cerebro, lo que puede objetivarse, por ejemplo, por el test de retención visual de Benton o por la figura compleja de Rey. Las diversas facetas de las funciones cognoscitivas también pueden evaluarse por un procedimiento más estrechamente relacionado con la semiología neuropsicológica de las demencias: tests de memoria como las palabras de Rey, el examen del lenguaje a través de los tests de fluencia y de denominación; examen de gnosias visuales, examen de las capacidades visuoconstructivas (dibujos y figura de Rey) y visuoespaciales, y examen de las capacidades de abstracción (a través, por ejemplo, del subtest de semejanzas de WAIS) y de las funciones denominadas ejecutivas. Exploraciones electrofisiológicas El lugar del electroencefalograma (EEG) ha retrocedido desde la aparición de la exploración por neuroimagen, pero sería lamentable ignorar la ayuda que puede proporcionar: un foco delta frontal unilateral descarta una demencia frontal y orienta hacia una lesión focal, especialmente tumoral; la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob induce una actividad paroxística periódica, primero intermitente y posteriormente permanente, y el EEG puede proporcionar indicaciones preciosas en favor de una encefalopatía metabólica o de un estado epiléptico no compulsivo. Los potenciales evocados (p. ej., auditivos) de larga latencia están formados por compo-nentes exógenos que aparecen independientemente del valor informativo de la señal; se trata de las ondas NIOO y P200. La introducción en el protocolo de recogida de una tarea que necesita atención y tratamiento de la información, como contar sonidos agudos repartidos aleatoriamente en el seno de sonidos graves, puede hacer aparecer potenciales evocados cognoscitivos, siendo los más estudiados las ondas N200 y P300. Las demencias corticales ocasionan un aumento de la latencia de las ondas N200 y P300; sin embargo, las demencias subcorticales provocan además un aumento de las ondas NIOO y P200. Exploración por neuroimagen La exploración por neuroimagen estática (tomografía computarizada, resonancia magnética) puede mostrar una atrofia corticosubcortical o ser normal en la demencia de Alzheimer. Sobre todo puede proporcionar argumentos a favor de determinadas causas de

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síndromes demenciales: secuelas de infartos, leucoariosis, tumor, hematoma subdural e hidrocefalia normopresiva. La exploración por neuroimagen neuronal isotópica muestra hipoperfusiones más bien posteriores en la enfermedad de Alzheimer, e hipoperfusiones más bien frontales en la enfermedad de Parkinson y, sobre todo, en la parálisis supranuclear progresiva. Exámenes biológicos Pueden indicar, rápidamente, la pista etiológica de un síndrome demencial o confusional; se trata en particular del ionograma, de la creatinina, de la glucemia, de la calcemia o de la hormonenlia tiroidea. Las serologías de la sífilis y del VIH deben solicitarse a la menor duda. El hemograma y la velocidad de sedimentación podrían indicar una enfermedad general.

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DISTINCIÓN SINDRÓMICA: DEMENCIAS SUBCORTICALES Y CORTICALES Dichas enfermedades del sistema extrapiramidal y, por lo tanto, de los procesos lesionales de los núcleos grises centrales han permitido inicialmente construir el concepto de demencia subcortical y, posteriormente, extenderlo a ciertas demencias vasculares y, en particular, a estados lagunares y a patologías de la sustancia blanca, sobre todo a la leucariosis y a la esclerosis múltiple. Las características esenciales de dichas demencias consisten en respetar el córtex cerebral, con alteraciones cognoscitivas imputadas a una desaferencia del córtex frontal privado de sus conexiones subcorticales ya sea en sus trayectos (la sustancia blanca), ya sea en sus centros de llegada (los núcleos grises centrales). Esas demencias están caracterizadas por

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una disminución de la ideación (consagran así la realidad cognoscitiva de la bradifrenia parkinsoniana), por una dificultad para evocar los recuerdos sin trastorno significativo del aprendizaje (que explica la preservación de la memoria inducida), por apatía y, frecuentemente, depresión, por ausencia de afasia y de agnosia (pero pueden existir trastornos visuoespaciales, al menos en la enfermedad de Parkinson), y por trastornos de las funciones denominadas ejecutivas (capacidades de planificación y de resolución de problemas), que indican un déficit de tipo "frontal». Constituyen las demencias frontosubcorticales (algunas de ellas alteran la memoria procedimental). Teniendo en cuenta los centros lesionados implicados, con frecuencia se acompa-ña de alteraciones motoras. Se oponen a las demencias corticales y, en particular, a la demencia de Alzheimer, cuyos trastornos de Ia memoria traducen un déficit del aprendizaje y comportan síntomas de lesión cortical, como afasia, agnosia y acalculia. ETIOLOGÍA Es habitual incluir en la lista etiológica de las demencias un número impresionante de afecciones cuyas manifestaciones podrían, según el caso, designarse bajo el nombre de síndrome demencial o seudodemencial, o bien denominarse síndrome psicoorgánico o, incluso, de confusión subaguda o crónica, o bien síndrome confusodemencial. Encefalopatías medicamentosas Una anamnesis medicamentosa debe practicarse en presencia de todo síndrome confusional o demencial. Es difícil proporcionar una lista exhaustiva de todos los medicamentos que pueden provocarla: anticolinérgicos, en particular en los parkinsonianos, antidepresivos tricíclicos en razón no sólo de su efecto anticolinérgico, sino también de la hiponatremia inducida por secreción inapropiada de ADH, antiepilépticos, neurolépticos y diuréticos que pueden ocasionar hiponatremia e hipoglucemia. Procesos expansivos de presentación seudodemencial Los tumores frontales pueden provocar debilidad demencial, puesto que el comportamiento puede centrarse en indiferencia, como apatía, trastomos mnésicos y desorganización de los comportamientos de los esfínteres. Los tumores temporales derechos también pueden ocasionar una confusión de evolución subaguda. Por último, el hematoma subdural crónico representa una trampa diagnóstica frecuente en el anciano cuando el traumatismo craneal ha sido benigno e incluso olvidado: debe evocarse esta hipótesis cuando la confusión es fluctuante, y cuando existen síntomas de localización, incluso si son discretos. La tomografía computarizada permite, en general, el diagnóstico, desconfiando de las formas isodensas y de las formas cuya bilateralidad impide el desplazamiento de las estructuras mediales. Encefalopatías carenciales Son debidas frecuentemente al alcoholismo, pero también pueden revelarse de los estados de desnutrición en relación con vómitos, anorexias graves y síndromes de mala absorción intestinal. La más frecuente es la encefalopatía de Gayet-Wernicke, cuyos síntomas pueden, a

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veces, instalarse de manera subaguda o crónica. Además del contexto, trastornos oculomotores, nistagmo o síndrome cerebeloso deben orientar el diagnóstico, sobre todo si existe en la confusión un núcleo korsakoviano con olvido progresivo, confabulación y falsos reconocimientos. La hiperpiruvicemia y la disminución de la actividad transacetolásica de la sangre aclaran el diagnóstico, pero no deben esperarse para iniciar el tratamiento con tiamina, cuya instauración precoz (100 a 500 mg/día por vía intramuscular) puede evitar la constitución de secuelas definitivas y, en particular, de trastornos mnésicos. El síndrome de Korsakoff puede acompañar a la encefalopatía de Gayet-Wernicke o instaurarse aislada y progresivamente. El tratamiento es el mismo. Enfermedad de Marchiafava-Bignami. También denominada necrosis del cuerpo calloso, prácticamente sólo afecta a los alcohólicos. Puede presentarse como demencia progresiva acompañada de hipertonía oposicionista, astasia-abasia, disartria e incluso síntomas de desconexión callosa. Demencias alcohólicas. Amenazan a los alcohólicos empedernidos y prolongados; por lo tanto, aparecen esencialmente en los alcohólicos ancianos y, de manera más precoz en la mujer que en el hombre. Afectan a menos deI 5 % de los alcohólicos, si solamente se consideran las demencias caracterizadas, pero un número importante de pacientes muestra un deterioro cognoscitivo en los tests psicométricos. La tomografía computarizada puede objetivar una atrofia subcortical. Es necesario añadir los factores psicológicos y sociales que contribuyen a la decadencia del alcohólico, en la que la concienciación es, con la suspensión de la intoxicación, el único medio de esperar una regresión, al menos parcial, de los trastornos. Encefalopatías carenciales por insuficiencias vitamínicas diferentes a las relacionadas con el alcoholismo. Esencialmente son debidas a déficit alimentarios en vitamina B12 y en ácido fólico, a veces favorecidas por un síndrome de mal absorción o una gastrectomía. También existen en el anciano gastritis atróficas ocultas con aclorhidria y ausencia de factor intrínseco que explica la relativa frecuencia de las carencias en vitamina B". En presencia de una demencia senil, es preferible controlar esas dosis vitamínicas. Encefalopatías metabólicas y endocrinas El contexto de la encefalopatía hepática es demasiado particular para crear dificultades diagnósticas. Lo mismo sucede con la encefalopatía, con la insuficiencia renal y con la encefalopatía de los dializados. Por el contrario, las encefalopatías hipoglucémicas pueden presentarse bajo una forma crónica y manifestarse por síntomas de conducta neurótica de los trastornos del carácter, por un deterioro intelectual, por una rigidez e incluso por movimientos coreoatetósicos. La confusión mental y el enlentecimiento de la ideación pueden complicar la insuficiencia respiratoria. La hipocalcemia puede provocar trastornos encefálicos polimorfos: crisis convulsivas, rigidez, movimientos anormales, estado depresivo, confusión mental subaguda o crónica, e incluso alucinaciones. Las causas más frecuentes son Los hipoparatiroidismos posquirúrgicos e idiopáticos y las malabsorciones intestinales. La tomografía computarizada puede mostrar

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calcificaciones de los núcleos grises centrales. Las hipercalcemias, además de sus síntomas digestivos y generales (sed, anorexia, vómitos, poliuria o polidipsia), ocasionan cefaleas, confu-sión y, más raramente, crisis convulsivas. Un déficit motor proximal puede asociarse a ello. Las causas principales son los hiperparatiroidismos, los cánceres oseolíticos, los mielomas, las hipercalcemias paraneoplásicas, las sarcaidosis y los medicamentos hipercalcémicos. Las hipercalcemias constituyen una urgencia terapéutica. El hipotiroidismo, además de una ataxia cerebelosa, ocasiona frecuentemente trastornos de la memoria y apatía. La insuficiencia hipofisaria también puede provocar una encefalopatía de semiología muy semejante. Síndromes demenciales y cánceres La encefalitis límbica es un síndrome paraneoplásico cuyas manifestaciones están centradas en trastornos mnésicos, a los cuales pueden asociarse un estado depresivo y crisis de epilepsia. La leucoencefalopatía multifocal progresiva es una infección por papovavirus que acompaña cánceres y estados de inmunodepresión. Los focos de desmielinización son puestos en evidencia por la tomografía computarizada. Esta enfermedad no tiene tratamiento. La radioterapia de la neuropatía puede complicarse con una leucoencefalopatía insidiosa, provocando un cuadro de demencia subcortical. Síndromes demenciales y colagenosis Provocan un síndrome psicorgánico con depresión. El contexto u otras manifestaciones neurológicas (síndrome coreico, síndromes focales en relación con un infarto, una hemorragia o una tromboflebitis cerebral) facilitan el diagnóstico. La exploración por neuroimagen, la punción lumbar (pleiocitosis linfocitaria) atestiguan el sustrato vascular e inflamatorio de los trastornos. Las demencias postraumáticas se relacionan fácilmente con su causa. La demencia pugilística se acompaña de síntomas extrapiramidales. Demencias infecciosas Parálisis general. También denominada meningoencefalopatía sifilítica, en la actualidad aparece raramente. La demencia se acompaña generalmente de ideas delirantes y, en particular, de delirio de grandeza, disartria, temblor o sacudidas de la lengua. El líquido cefalorraquídeo es inflamatorio. Antes del descubrimiento de la penicilina, la evolución era inexorable. Demencia de VIII. Su sustrato histológico se representa por la encefalitis subaguda atribuida a la acción directa del virus sobre la neuropatía. Es una demencia subcortical, generalmente acompañada de disartria, trastornos de la coordinación, grasping, de mioclonías y signos de mielopatía. La demencia puede revelar el SIDA. El líquido cefalorraquídeo puede mostrar una elevación de la proteinorraquia, una pequeña pleiocitosis (hasta 50 elementos) y antígenos virales. La exploración por neuroimagen (resonancia magnética) puede objetivar una atrofia corticosubcortical y centros de desmielinización. La duración media de supervivencia es de algunos meses. El SIDA puede complicarse con leucoencefalopatía multifocal progresiva.

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Encefalopatías espongiformes humanas. Se representan en particular por el síndrome de Gerstmann-Strausser-Scheinker y, sobre todo, por la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Aparece más frecuentemente entre los 50 y los 60 años de edad. El 15 % constituyen formas familiares, lo que sugiere la transmisión de una susceptibilidad genética a la contaminación. El agente responsable es un virus denominado lento o no convencional, cuya incubación se cuenta en años. El modo de contagio es frecuentemente desconocido, pero excepcionalmente se ha encontrado algún foco: trasplante de una córnea donada por un sujeto que padecía enfermedad de Creutzfeldt-Jacob e intervención quirúrgica con material contaminado. El virus es inactivado con lejía durante una hora con una concentración de, al menos, 2 % de cloro libre o mediante el autoclave (a 134°C durante 30 minutos). La donación de sangre de estos enfermos está rigurosamente prohibida, pero ninguna reacción serológica permite detectar a los portadores del virus. Es prudente prohibir la donación de sangre a todo sujeto sospechoso y solicitar un informe neuropsicológico de todo donante a los 50 años. Los síntomas de demencia se asocian a mioclonías, hipertonía oposicional y síntomas piramidales o cerebelosos. El electroencefalograma muestra, cuando es típico, una actividad paroxística periódica, primero intermitente y luego permanente. La muerte aparece, en general, en menos de un año. Actualmente no hay tratamiento para esta enfermedad. Enfermedad de Whipple. Puede complicarse o incluso revelarse por una demencia que puede acompañarse de uveítis, parálisis oculomotora de función y de mioclonías que pueden localizarse en los ojos y en los músculos de la masticación. La resonancia magnética puede mostrar hiperseñales hipotalámicas y temporales. La biopsia yeyunal permite, en general el diagnóstico. La antibioticoterapia puede frenar la evolución de la afección. Enfermedad de Lyme y brucelosis. También pueden complicarse con una demencia. Hidrocefalias denominadas a presión normal Han permitido crear el concepto de demencia quirúrgica curable. Su semiología, de instalación progresiva, asocia (tríada de Hakim y Adams) trastornos de la marcha (ataxia con retropulsión o apraxia de la marcha) con signo de Babinski bilateral, con una incontinencia de esfínteres y en particular urinaria, un deterioro cognoscitivo con apatía, lentitud ideatoria, trastornos de la memoria, euforia y tendencia a la depresión. Esas hidrocefalias están relacionadas con trastornos de la circulación y de la reabsorción del líquido cefalorraquídeo en los espacios subaracnoideos fibrosos y con ausencia de hipertensión intracraneal, que se explica por la constitución de alteraciones ependimarias que permiten la creación de nuevas vías de reabsorción (transependimaria y transcerebral) del líquido cefalorraquídeo. Dichas hidrocefalias pueden complicar una hemolugia meníngea, un traumatismo craneal o una meningitis, pero en el 50 % de los casos no se encuentra ningún antecedente ni causa precisa. La tomografía computarizada muestra la dilatación ventricular, que contrasta con los surcos corticales normales y se asocia a una hipodensidad ventricular que traduce la reabsorción del líquido cefalorraquídeo. La sustracción del líquido cefalorraquídeo permite una regresión más o menos duradera de los trastornos y puede, en todo caso, constituir un test diagnóstico, que precede a la instauración de una derivación ventriculocardíaca o ventriculuperitoneal.

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Demencias de las enfermedades del sistema extrapiramidal Estas demencias acompañan a las enfermedades del sistema extrapiramidal y han permitido construir el concepto de demencia subcortical. La más frecuente es la demencia de Parkinson, que no debe confundirse con la demencia parkinsoniana y la asociación a la enfermedad de Parkinson de una demencia de Alzheimer. No obstante, incluso si se evidencia la alteración de la vía dopaminérgica mesocortical frontal, la actividad de la L-dopa en las funciones cognoscitivas es equívoca y el medicamento, así como los agonistas dopaminérgicos, no tienen un efecto preventivo curativo sobre la demencia parkinsoniana. Deterioros cognoscitivos o demencias con síntomas de disfuncionamiento frontal también se han observado en la parálisis supranuclear progresiva, la corea de Huntington, la enfermedad de Hallevorden-Spatz y la enfermedad de Wilson, cuyos trastornos cognoscitivos pueden mejorarse gracias a un tratamiento con agentes quelantes. Demencias vasculares Las demencias por hipo flujo crónico, como las que pueden complicar las estenosis carotídeas bilaterales muy importantes, son raras y mejoran después de la restauración quirúrgica del flujo carotídeo. Caídas agudas del flujo cardíaco. Pueden ocasionar una sucesión de infartos en los confines de los territorios arteriales y repartidos de manera arciforme en la parte superior de la cara externa de los hemisferios cerebrales. Los síntomas se asocian, en proporciones variables, a un déficit braquial, a trastornos del lenguaje, de la memoria y visuoespaciales, así como a un síndrome frontal; todo ello puede constituir un estado demencial. Ciertos infartos únicos, situados en regiones estratégicas, pueden complicarse de repente con un estado de demencia (como los infartos bitalámicos que, además de los trastornos mnésicos masivos, ocasionan apragmatismo), apatía e indiferencia. Los infartos de la cabeza del núcleo caudado provocan también una desaferenciación frontal. Demencias por infartos múltiples. Se instauran tras accidentes isquémicos repetitivos. Se agravan de forma sucesiva y en la explicación clínica se acompañan de signos neurológicos de localización. Su diagnóstico se apoya en el cálculo de una puntuación isquémica. Es difícil aceptar el diagnóstico sin constatar la presencia en la tomografía computarizada de, al menos, un infarto. Las demencias pueden ser de tipo cortical o subcortical en función de la topografía de los infartos. La encefalopatía subcortical de Binswanger se caracteriza por la aparición de accidentes lagunares repetitivos complicados con demencia en hipertensos. La tomografía computarizada muestra la asociación de una leucoencefalopatía y de hipodensidades lagunares. Síndrome de los anticuerpos antifosfolípidos. Este síndrome merece una atención especial. Observado sobre todo en sujetos jóvenes, puede ocasionar una demencia por infartos múltiples

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(v. anteriormente), pero excepcionalmente se complica con una demencia progresiva que podría estar en relación ya sea con microinfartos por obstrucciones fibrinoplaquetarias o vascularitis. Hemorragias cerebrales. También pueden participar en la eclosión de un síndrome demencial. El paciente con hipertensión arterial puede sufrir hemorragia cerebral, lagunas e infartos cerebrales, y la hipertensión un factor de riesgo de aterosclerosis. Las hemorragias repetitivas se deben, sobre todo, a la angiopatía amiloide, que se manifiesta por señales de hipodensidad (tomografía computarizada) o de hiperseñal T2 (resonancia magnética) de la sustancia blanca de los hemisferios cerebrales. Además del tratamiento general de todos los síndromes demenciales, la única terapia, por lo esencial y preventivo, es el control de los factores de riesgo de ateroescIerosis de los vasos cerebrales y, en particular, de la hipertensión arterial. No obstante, en un demente hipertenso la disminución de la presión arterial debería mejorar la cognición cuando las cifras de la sistólica se mantienen entre 135 y 150 mm Hg, pero el déficit cognoscitivo se agrava si la disminución es muy importante. Las terapias preventivas de accidentes isquémicos cerebrales como los antiagregantes plaquetarios (ácido acetilsalicílico, ticlopidina) o la endarterectomía también son útiles en la prevención de la demencia vascular. Demencias corticales degenerativas ENFERMEDAD DE ALZHEIMER Epidemiología. La enfermedad de Alzheimer (EA) tiene actualmente el peso epidemiológico más importante en la lista etiológica de los síndromes demenciales. Descrita a principios de siglo en un enfermo de 51 años como tal, fue considerada durante mucho tiempo una demencia del presenium. A finales de los años sesenta, los primeros trabajos señalaron la semejanza de las lesiones observadas en un número de dementes seniles y en la EA, mientras que las críticas comenzaban a imperar en defensa de una fisiopatología del envejecimiento cerebral, durante mucho tiempo encerrada en la teoría de la disminución del flujo sanguíneo cerebral relacionada con las alteraciones seniles del lecho vascular. Sin embargo fue necesario esperar a finales de la década de los setenta para que evolucionase el concepto actual de una sola enfermedad, la cual aparece excepcionalmente de forma presenil y, habitualmente, después de los 65 años, y cuyas lesiones asocian una atrofia cerebral progresiva que coexiste, desde el punto de vista histológico, con una degeneración neurofibrilar (DNF) y con placas seniles. Las placas seniles están situadas en el neurópilo y están constituidas de un centro amorfo formado por sustancia amiloide, mientras que la periferia está constituida de prolongaciones argirófilas representadas por fragmentos de dendritas y de astrocitos en degeneración. La DNF designa inclusiones neuronales formadas de fibras proteicas argirófilas que comparten algunas afinidades tintoriales de la amilosis y constituidas por filamentos intracítoplasmáticos en forma de hélice; se localizan, sobre todo, en las áreas cerebrales asociativas, en el hipocampo, en el núcleo basal de Meynert, en la sustancia negra, en ellocus cceruleus y en el núcleo dorsal del rafe. Las vacuolas claras, que contienen en su centro un gránulo denso y que provocan la degeneración granulovacuolar, se observan esencialmente en el hipocampo.

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El cuadro clínico es el de una demencia que se inicia frecuentemente por trastornos mnésicos y que evoluciona hacia un síndrome afasoagnosoapráxico. La muerte sobreviene tras un período comprendido entre 6 y 12 años. El examen puede mostrar paratonía (rigidez de los miembros provocada por una movilización pasiva repentina y rápida), reflejo de succión y reflejo de prensión forzada, todos ellos signos muy frecuentes en las formas evolucionadas de la enfermedad. El reflejo palmomentoniano puede observarse precozmente. Algunas formas se acompañan de mioclonías, los síntomas extrapiramidales acinetorrígidos pueden observarse sobre todo al final de la evolución. El electroencefalograma muestra anomalías lentas difusas inespecíficas. La tomografía computarizada puede ser normal al inicio de la evolución y, posteriormente, mostrar una atrofia corticosubcortical; la tomografía por emisión de fotón único (SPEDCT) refleja una disminución del flujo (secundaria al déficit metabólico), predominando en las regiones posteriores del cerebro. La resonancia magnética puede objetivar la atrofia del hipocampo, pero sólo se puede preconizar en casos de diagnóstico difícil. Diagnóstico: Según el DSM-III a los criterios de síndrome demencial se asocia la noción de un inicio insidioso con evolución progresiva y exclusión de cualquier causa de demencia y, en particular, como subraya la CIE-10, de hipotiroidismo, hipercalcemia a carencia de vitamina B12 neurosífilis, hidrocefalia a presión normal o hematoma subdural. Fisiopatología. Todavía existen vacíos: se ha prestado una atención particular a los depósitos de betamiloide, el componente esencial de las placas seniles, que podrían ser responsables directa o indirectamente (favoreciendo la acumulación intracelular de calcio, o la actividad de las sustancias excitotóxicas o de los radicales libres) de la destrucción de las neuronas. La observación de las formas familiares de la EA del aumento del riesgo de EA en sujetos cuyo familiar la padece y de la constatación de lesiones histológicas de EA en el cerebro de trisómicos 21 a partir de los 40 años han sugerido la existencia de factores genéticos, dado que el cromosoma 21 contiene el gen que codifica el precursor de la proteína amiloide. Ha podido detectarse una mutación de este gen en las formas familiares con inicio precoz de la enfermedad. El cromosoma 19 contiene el gen que codifica la apolipoproteína E; además esta lipoproteína, que se relaciona con los receptores de las lipoproteínas de baja densidad (low-density lipoprotein, LDL) y que también está implicada en los procesos de regeneración pogresiva del sistema nervioso, se acumula en la EA en las placas seniles y en los somas de degeneración neurofibrilar. Además, la apolipoproteína se relaciona fácilmente con la proteína beta-amiloide. Parece establecido que existe una sobrepresentación del alelo E4 (que codifica la apolipoproteína E4) en las formas familiares de inicio tardío y en las formas esporádicas de la enfermedad. La hipótesis de una infección vírica sugerida por la constatación de lesiones de degeneración neurofibrilar en el seno de cultivos de células nerviosas fetales a los cuales se añaden células del cerebro lesionado de EA, no ha sido confirmada por la prueba de la transmisibilidad de la enfermedad. La hipótesis de los radicales evoca la función deletérea de los radicales libres con relación a las membranas celulares y traduciría la incapacidad de algunos cerebros envejecidos de atrapar los radicales libres, cuya acumulación acabaría por ocasionar la muerte neuronal.

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El papel del aluminio ha sido evocado y a su vez, impugnado. Si bien este metal tiene una neurotoxicidad probada por la encefalopatía de las diálisis, las lesiones observadas son diferentes de las de la EA; la prueba formal de exposición al aluminio en estos pacientes no ha podido aportarse. Además de una toxicidad directa, también se ha propuesto que el aluminio podría formar complejos estables junto con el glutamato, implicado en la muerte neuronal. Los trastornos de neurotransmisión afectan a los sistemas noradrenérgico, serotoninérgico y somatostatinérgico, pero sobre todo al sistema colinérgico. Así, en el hipocampo y en el neocórtex existe una disminución de la concentración en colinacetiltransferasa; este déficit colinérgico traduce la degeneración de terminaciones nerviosas presinápticas que provienen de los cuerpos celulares de algunos núcleos de la base del cerebro y, en particular, del núcleo basal de Meynert. No obstante, las relaciones entre el déficit colinérgico de la EA y las placas seniles permanecen inexplicables. Los factores de riesgo de la EA son la edad y los antecedentes familiares de trisomía 21. Un nivel cultural bajo y un antecedente de traumatismo craneal constituyen también factores de riesgo documentados. La EA es muy frecuente en mujeres (pero su esperanza de vida es mayor); las relaciones entre la depresión y la demencia ya se han comentado. ENFERMEDAD DE PICK Y DEMENCIAS FRONTALES (O FRONTOTEMPORALES) Mucho más frecuente que la EA, la enfermedad de Pick se inicia frecuentemente entre los 50 y los 60 años, con predominio masculino. Desde el punto de vista histológico, las lesiones típicas son neuronas hinchadas, de las cuales algunas contienen inclusiones argirófilas. Afectan preferentemente a los lóbulos frontales y temporales. El cuadro clínico consiste en la instauración insidiosa de síntomas frontales, que contrastan con la ausencia de apraxia y agnosia y que evolucionan hacia un estado de indiferencia. La muerte se produce entre los 3 y 10 años. La tomografía computarizada muestra la dilatación globulosa de los cuernos frontales y de la parte anterior de los cuernos temporales. La gammagrafía con HMPAO muestra una disminución del flujo en las regiones anteriores del cerebro. La etiología de la enfermedad es desconocida y no se dispone de ningún tratamiento específico. Junto a la enfermedad de Pick existen demencias frontales sin signos histológicos específicos que asocian despoblación neuronal, gliosis de la sustancia blanca subcortical con palidez de la mielina y espongiosis laminar (que afecta a las capas superficiales del córtex y es diferente de la espongiosis de CreutzfeldtJacob, extendida a todas las capas del córtex). La esclerosis lateral amiotrófica puede acompañarse de un cuadro de demencia frontal. La enfermedad de Alzheimer puede manifestarse por síntomas frontales que no están ligados y se acompañan de otras manifestaciones neuropsicológicas de la enfermedad. La demencia con cuerpos de Lewy es una demencia cortical acompañada de síntomas extrapiramidales y piramidales, caracterizada por la importancia de las manifestaciones psiquiátricas y, especialmente, de alucinaciones. El diagnóstico de certeza sólo puede ser histológico.

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TERAPÉUTICA Las demencias constituyen un amplio cuadro nosológico que une la medicina interna, la neurología y la psiquiatría. Algunas aparecen tras tratamientos específicos que han sido abordados de paso y cuyo cuadro terapéutico depende de la etiología. Pero más allá de esta diversidad, queda por detallar la gran preponderancia epidemiológica de la EA y de las demencias vasculares alrededor de las cuales puede construirse el esquema general de la terapéutica de las demencias duraderas y evolutivas. Los objetivos del tratamiento son los siguientes: - Mantener el mayor tiempo posible al sujeto en su contexto familiar y social. - Detectar en el acompañante y, por lo tanto, con frecuencia en el cónyuge, sentimientos de agotamiento, de abandono e incluso de sufrimiento depresivo. - Buscar e intentar tratar los trastornos comportamentales que pueden agravar el riesgo de falta de integración social del demente. - Advertir que conviene asegurar las necesidades biológicas elementales del demente, en particular sus modalidades de alimentación e hidratación. Excluir toda medicación que facilite la agravación del déficit cognoscitivo. - Saber proponer una protección jurídica adaptada. Cuadro terapéutico Las exploraciones complementarias necesarias para el informe etiológico de una demencia quizá requieran varias visitas a un centro especializado, e incluso una hospitalización, que debería ser lo más breve posible. Por regla general, en ese estado la demencia es de grado 0,5 o 1 (tabla 16-2). El enfermo reconoce que su memoria es defectuosa y es incapaz, en gran parte, de comprender y aceptar la realización de las exploraciones complementarias. Pero el estado mnésico del sujeto necesita que se repitan las explicaciones a la menor manifestación de angustia. Además, es necesario que el cónyuge o quien acompañe al enfermo atenúe la angustia de aquél, y se permita implicar a dicha persona en el cuidado del paciente, lo que constituye una poderosa garantía de observación medicamentosa, una ayuda en la evaluación de la evolución y una manifestación de la calidad de la inserción social. Modalidades de terapéutica TERAPÉUTICAS ESPECÍFICAS Se trata primero del tratamiento de la enfermedad causal de la demencia, como por ejemplo el tratamiento de la parálisis general con penicilina o la exéresis de un adenoma hiperparatiroideo en un sujeto que presenta una encefalopatía hipercalcémica. El tratamiento de la enfermedad causal puede ser sintomático, como la corrección de un trastorno metabólico, como el caso de hipocalcemia relacionada con hipoparatiroidismo primitivo, o preventivo, como el tratamiento médico (antiagregantes plaquetarios) o quirúrgico (endarterectomía) de una ateroscle-rosis cerebral.

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Frecuentemente el tratamiento se dirige a la propia demencia, es decir, las alteraciones cognoscitivas. Algunos medicamentos tienen como objetivo suplir los déficit de la neurotransmisión secundarios a la demencia. Otros son medicamentos que intentan disminuir la muerte neuronal y restaurar las células dañadas. Estos medicamentos se encuentran todavía, en su mayor parte, en el dominio de la investigación y su importancia debería aumentar en los años venideros. La hipótesis colinérgica de la EA había suscitado varios ensayos de la fisostigmina, inhibidora de la colinesterasa cuyo efecto terapéutico ha resultado equívoco. En 1986 se realizó un ensayo preliminar que indicó que otro inhibidor central de la colinesterasa, la tacrina, había mejorado a algunos enfermos que padecían una demencia de Alzheimer, algunos de manera espectacular. Éste fue el inicio de una controversia alimentada por los resultados contradictorios de estudios que continuaron a causa de los temores sobre la tolerancia del medicamento. Poste-riormente, dos estudios, uno con una duración de 12 semanas y otro de 30 semanas, permitieron el reconocimiento oficial de la actividad sintomática de este medicamento, que permanece reservado y necesita una vigilancia regular de las transaminasas, lo cual ocasiona efectos secundarios colinérgicos (náuseas, vómitos, diarrea, dolores abdominales, dispepsia y anorexia). Otras sustancias colinérgicas se están experimentando. La preservación, al menos relativa, de los receptores muscarínicos corticales postsinápticos ha inducido el desarrollo de agonistas que se están evaluando. Junto a estas terapias basadas en la restauración del déficit de la neurotransmisión, existen ensayos con neuroprotectores que intentan limitar la acumulación de los radicales, como inhibidores de la monoaminooxidasa B o de la acetil-L-carnitina, dotada de actividad antiperoxidásica. Inhibidores del calcio, antiglutamato, que intentan enlentecer la muerte neuronal, también están en curso de evaluación. Otras investigaciones se orientan hacia los factores de crecimiento nervioso. Todavía es difícil prever cuáles serán las consecuencias terapéuticas, preventivas y éticas de los desarrollos de la investigación genética: así, si se confirma que el alelo c4 constituye un marcador fiable de la c4 será necesario conocer que una cuarta parte de la población tiene este alelo y que del 2 al 3 % son homocigotos. Por lo tanto, las constataciones genéticas deberían seguirse de consecuencias terapéuticas: moléculas que inhiben la afinidad entre la apolipoproteína y la betamiloide, incluida la terapia génica. Pero mientras tanto, todavía existen problemas comportamentales que se deben a la demencia y que necesitan un estudio cuidadoso, puesto que pueden agravada y participar en la falta de inserción social del demente. TRATAMIENTOS DE LOS TRASTORNOS COMPORTAMENTALES La indicación de los tratamientos psicotropos debe, en razón de sus efectos secundarios, ser sopesada detalladamente. Sólo deben tratarse los trastornos que pueden agravar la demencia, ocasionar un sufrimiento moral del demente o provocar un agotamiento en el entorno.

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Depresión. Necesita, en general, la instauración de un tratamiento medicamentoso difícil de elegir entre la amplia lista de los antidepresivos. No parece aconsejable prescribir antidepresivos con efectos secundarios colinérgicos marcados en la EA, teniendo en cuenta el déficit colinérgico observado en esta enfermedad; la indicación del antidepresivo en los síndromes demenciales dependerá de su eficacia o de su tolerancia. Agitación. Esta agitación puede estar relacionada con un brote de ansiedad, en la qué puede prescribirse meprobamato, hidroxizina y benzodiazepinas de vida media corta como ellorazepam, el oxazeparn o el alprazolam. Las posologías iniciales deben ser pequeñas y el aumento poso- lógico progresivo. En otros casos, la agitación puede ser secundaria a un estado delirante, pero el origen de la agitación debe buscarse. No parece relacionarse siempre con la intensidad del déficit cognoscitivo. La utilización de neurolépticos puede ser necesaria, aunque debe evaluarse cuidadosamente. Existe preferencia por la utilización puntual de neurolépticos sedativos como la tioridazina o la alimemazina, pero a veces es necesario recurrir a neurolépticos antipsicóticos como el haloperidol, del cual se conoce el riesgo de síndrome extrapiramidal y de lacatisia, que puede desencadenar a su vez una agitación ansiosa. Cuando una producción delirante o alucinatoria perturba el entorno familiar por su intensidad, es necesario decidirse por la prescripción de neurolépticos. Su utilización podría ser facilitada por nuevos medicamentos antipsicóticos antagonistas serotoninérgicos (como la risperidona), con pocos efectos extrapiramidales. Sueño. Puede ser interrumpido por salvas de onirismo o por despertares frecuentes, cuyo significado depresivo es discutible. Todo ello puede desembocar en grandes trastornos del ritmo nictemeral, difícilmente soportables por el entorno. Puede intentarse la prescripción de zolpidem o de zopiclona, habitualmente mejor tolerados que las benzodiazepinas de vida corta. Las prescripciones de psicotropos deben ser particularmente evaluadas en el sujeto demente, evitando las polimedicaciones, utilizando posologías iniciales leves, con aumento progresivo y controlando la observación con la ayuda del entorno. CUIDADO MÉDICO-SOCIAL El cuidado del demente sólo puede considerarse con un análisis de su red familiar y social. El destino de un demente no es el mismo si vive solo o acompañado, si tiene hijos o no los tiene, si los hijos viven cerca o están dispersados, si vive en el campo o en el medio urbano o si tiene recursos importantes o modestos. El demente aislado, sin acompañante ni familia, que vive en el campo, será un candidato precoz a la institucionalización. A pesar de que ello puede suponer un desarraigo, también es el medio de proteger al demente incapaz de cubrir sus necesidades; a la vez, puede ofrecer un germen de vida social. Aunque es necesario que esos objetivos de cuidados se definan claramente y la institución no se contente con ser guardería, signo de la muerte relacional y social, o antecámara de la muerte biológica. El cuidado del demente debe asociar de forma ideal el equipo médico y la persona, frecuentemente el cónyuge, que representa el punto de anclaje en una realidad huidiza y el

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remedio con relación a las incertidumbres. Esta misión del cuidador, extraído legítimamente de la historia personal, debe ser reconocida por su colaboración oficial en los cuidados. Su papel es esencial en la gestión de las tomas de medicamentos y, por lo tanto, en la observación de las terapias prescritas. Su opinión debe ser tenida en cuenta cuando se trata de apreciar la evolución de los trastornos vistos a través de la adaptación del enfermo a la vida cotidiana. Su angustia psicológica debe escucharse cuando el deterioro demencial incapacita toda vida relacional del enfermo, convertido en agresivo e indiferente, agitado o pasivo, lo cual provoca que el cuidador se encuentre en una soledad dolorosa. Entonces llega el momento de iniciar la institucionalización, que debe ser programada, anticipada. Desgraciadamente, todavía es muy frecuente que se produzca con ocasión de una confusión mental o de un episodio infeccioso, razones por las cuales el demente se interna en un servicio de corta estancia, que sólo es un pretexto para una espera de media estancia. A veces, varias idas y venidas preceden a la institucionalización definitiva de larga estancia. El demente se agrava por la inestabilidad de su entorno de vida y por su incapacidad para aprender nuevos contextos. Las razones de estas prórrogas son múltiples. Un sentimiento de culpabilidad conduce al cónyuge cansado a admitir que el enfermo vaya a una casa de reposo o a un servicio de larga estancia. Los hijos, cuando no viven bajo el mismo techo que el demente, a veces tienen dificultades para apreciar la intensidad del desasosiego que sufre aquel progenitor que se halla al cuidado del otro, el enfermo. Pero también es necesario afirmar que el coste, tanto de las residencias como de los servicios sanitarios de larga estancia, supone frecuentemente un obstáculo que paraliza toda decisión de la familia. Siguiendo con esta dinámica, algún día se instaurará una medida jurídica que proteja los bienes de la persona anciana y no la herencia de los hijos porque aquélla como todo ser humano, tiene derecho a caprichos, por lo que no se trata de impedir la libre disposición de lo que ha adquirido durante su vida, sino de proteger eventuales predadores y permitir que los bienes y los recursos del pacientes contribuyan a su propio bienestar. Puesto que toda medida de protección es privativa de libertad, es necesario evitar ofrecer al demente la impresión de ser despojado de sus bienes o de todo poder con relación a su persona. No es necesario proponer al juez una medida tutelar que elimine incluso el derecho de votar, sino una medida de curatela suficiente, por el simple hecho de que una medida de tutela sería ineludible durante un período breve y que, en primer grado, puede parecer lógica para evitar procedimientos repetitivos. Terapias medicamentosas, decisiones de institucionalización e inicio de medidas de protección jurídica plantean sin cesar la cuestión ética de saber cómo respetar al máximo los deseos del paciente, incluso si son difícilmente analizables. No se trata, por supuesto, de afirmar que el demente podría siempre guardar una lucidez en sus decisiones. Se sabe que, desgraciadamente, no es así; pero es necesario buscar sin cesar un resquicio de luz, lo que constituye el medio más seguro para evitar convertir al sujeto demente en un objeto y, por lo tanto, para respetar su dignidad humana.

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