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Conferencias de Merchita tomo 4

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CONFERENCIAS

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MERCEDES CRUZ REYES

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LOS FALSOS PROFETAS ........................................................................................... 3

TRANSICIÓN PLANETARIA ................................................................................. 12

ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO ESPIRITA ............................................... 22

ADQUISICIÓN FUNCIONALES DEL PERIESPÍRITU ........................................ 32

ESCLAVITUD DEL HOMBRE Y DE SU ALMA ................................................... 47

LA HIPOCRESÍA Y LOS FALSOS PROFETAS ..................................................... 54

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FALSOS PROFETAS Los profetas tuvieron la ciencia anticipada del porvenir, sea por la intuición,

sea por la revelación providencial, para dar advertencia a los hombres, habiéndose realizado esos acontecimientos, el don de pronosticar el porvenir ha sido mirado como unos de los atributos de la cualidad del profeta.

Todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hombres y revelarles las

cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual, son llamados profetas. Un hom-bre, puede ser un profeta, sin hacer predicciones, en los tiempos de Jesús, los judíos creían en las predicciones, por eso cuando Jesús fue conducido ante el gran sacer-dote Caifás, los Escribas y los Ancianos, cuando estaban reunidos le escupieron el rostro, le dieron bofetones, puñetazos, diciéndole: “Cristo profetízanos y di quien te ha pegado”

A los ojos del vulgo ignorante, todo fenómeno cuya causa no se conoce pasa

por sobrenatural, maravilloso y milagroso; cuando es conocida la causa, se recono-ce que el fenómeno por extraordinario que parezca, no es otra cosa que la aplica-ción de una ley de la naturaleza. A medida que se estrecha los círculos de los hechos sobrenaturales, se ensancha el de la ciencia

El hombre sintiéndose conocedor de ciertos conocimientos no le importa ex-

plotarlos, para provecho de su ambición, de su interés y de su dominación, esto ha sucedido siempre, y ha sido la causa por la que ha intentado adquirir prestigio, co-mo si poseyera un poder sobrehumano, o una pretendida misión divina. Estos son los falsos Cristos y falsos profetas, pero como en los tiempos actuales, el hombre está más instruido, su número disminuye a la medida de que el hombre se ilustra, y adquiere el conocimiento real de las cosas.

Muchas cosas parecen prodigiosas, para gentes que son ignorantes, pero esto

no quiere decir que el que las conoce y se sirve de ellas traiga una misión divina, ya que seguramente son el resultado de conocimientos que ha podido adquirir, facul-tades orgánicas especiales que el más digno puede poseer. El verdadero profeta se reconoce por caracteres formales y exclusivamente morales.

Los falsos profetas se caracterizan por el verbalismo exagerado, cuando utili-

zan los instrumentos mediúmnicos. Comentan en arrobos dorados, prolijos, los te-mas más variados, no obstante sin llegar a ninguna conclusión.

Cultivadores de su propia vanidad, se complacen en estimular el fanatismo

exacerbado, utilizando la palabra con habilidad, a través de cuyos recursos pro-

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mueven los sentimientos infelices del orgullo entre los que les escuchan, llenándo-los con referencias pomposas aunque vacías de significado.

Cuando se les pide esclarecimiento o se permiten interrogatorios para buscar

informes con los que sea posible clasificar su evolución, se rebelan feroces, mani-festándose heridos en los valores que se atribuyen, traicionando la inferioridad en la que se demoran.

Arrogantes, estiman la ignorancia presuntuosa; dominadores y arbitrarios, se

jactan de ser guías y conductores con altas dosis de soberbia. Otras veces, se inclinan hacia el campo del profetismo sensacionalista, diri-

giéndose por el terreno de las fantasías, gozando de la frivolidad o de la ingenuidad de la gran masa de criaturas humanas. Tejen amplios comentarios sobre la vida en otros planetas, discurriendo, superficiales, sobre temas controvertidos en los cua-les sean cuales sean las conclusiones de la honesta investigación del futuro, dispo-nen de válvulas para escapatorias vulgares.

Seudosabios conforme los dominó el Codificador del Espiritismo, cuando no-

tan sospechas en los que los escuchan, no se constriñen en utilizar nombres que portaron, personalidades históricas, sabios santos, para engañar mejor a los espíri-tus desatentos, que aunque encarnados, se complacen en la ilusión, distantes de la responsabilidad personal e intransferible de la tarea de renovación interior.

En los últimos tiempos, muchos se han presentado por antiguos profetas, por

Cristo, y aun por Dios, por María la madre de Cristo esto se ha dado también en otras épocas y San Juan previene contra ellos cuando dice: “Estimados míos, no creáis a todo espíritu, más probad si los espíritus son de Dios; porque muchos fal-sos profetas se han levantando en el mundo.”

¡Son falsos profetas de la Erraticidad! La desencarnación no los modifico´. Amantes de la ficción y socios de la mentira, cuando están en el cuerpo somáti-

co, prosiguen con las intenciones que se permiten arrastrar, sintonizando con otras mentes ociosas del plano físico, a los que se vinculan, dando curso a los programas infelices en que se complacen.

Fáciles de identificar, deben recibir instrucción evangélica, advertidos y repro-

chados fraternalmente.

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A veces, embisten contra grupos respetables, poniendo a prueba la excelencia moral de los componentes de la actividad espirita en su comienzo. Sin embargo, precipitados, pronto demuestran los propósitos que los inspiran.

Los fenómenos espiritas, lejos de acreditar los falsos Cristos y los falsos profe-

tas, viene a darles el golpe de gracia. El Espiritismo no produce milagros ni prodi-gios, el espiritismo viene a revelar las leyes desconocidas, las que rigen las relacio-nes del mundo corporal y del mundo espiritual y da explicación a cierto orden de fenómenos incomprensibles hasta este día destruyendo lo que quedaba aun de ma-ravilloso.

La ciencia espirita, averiguando la causa de ciertos fenómenos, levanta el velo

de muchos misterios, aquellos pues, que intentan explotar los fenómenos en prove-cho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no podrán abusar mucho tiempo de la credulidad de quienes les creen pues serán descubiertos.

El Espiritismo nos advierte sobre una categoría mucho más perniciosa que los

falsos Cristos y falsos profetas, que se encuentran entre los hombres, y estos son los que se encuentran entre los desencarnados, espíritus embusteros, hipócritas, orgu-llosos y pretendidos sabios que de la tierra han pasado a la erraticidad y toman nombres venerados para procurar gracias a la máscara con que se cubren, acredi-tar ideas a menudo muy extravagantes y absurdas.

Antes de que la mediúmnidad fuese conocida, ejercían su acción de una forma

menos ostensible. El apóstol Juan previene contra los falsos profetas, cuando dice: “No creáis a todo espíritu, más probad si los Espíritus son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo” El Espiritismo da los medios de pro-barles, indicando los caracteres en que se reconocen los buenos espíritus, caracte-res “siempre mortales y jamás materiales” (1) Hay que aplicar las palabras de Jesús, para el discernimiento de los buenos o malos espíritus, de: “Se conoce la clase de árbol por sus frutos; un buen árbol no puede producir malos frutos, y un mal árbol no puede producir buenos”. Por la calidad de sus obras se juzga a los espíritus, co-mo un árbol por la calidad de sus frutos.

Se deben examinar las obras, de los que dicen estar revestidos del poder divi-

no ver si están acompañados de todas las señales de semejante misión, es decir, si poseen el más alto grado de virtudes cristianas y eternas; la caridad, el amor, la in-dulgencia, la bondad que concilia todos los corazones; si, en apoyo de las palabras, unen los actos, entonces se podrá decir: verdaderamente son estos los enviados de Dios.

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Más el Evangelio nos aconseja que desconfiemos de las palabras melifluas, de los fariseos y de los escribas que ruegan en las plazas públicas vestidos con largos ropajes, y nos dice ¡Desconfiad de aquellos que pretenden tener el solo y el único monopolio de la verdad! Todo lo que revele un átomo de orgullo, separadlo de vo-sotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Recordando que “cada criatura lleva en su frente, sobretodo en sus actos, el sello de grandeza o de su decadencia.

Hemos de continuar y avanzar, sin cesar, nos aconseja los Espíritus, siempre

teniendo por divisa, nuestro progreso, el progreso continuo y en todas las cosas, hasta que lleguemos en fin, a ese término feliz en donde nos esperan todos aquellos que nos han procedido.

También hay falsos profetas en el plano físico. Celosos, pasan como fiscales de

la labor ajena, preocupados por encontrar en todo y en todos mistificaciones y mis-tificadores, con lo que traicionan el estado intimo. Se juzgan encargados de guardar la Verdad y solamente ellos la poseen en las más altas expresiones, descuidando, como es natural, el comportamiento propio, revelando así, en las actitudes apasio-nadas y en las posiciones irremisibles en que se fijan, la condición de espíritus atormentados, compañeros atormentadores.

Confían en las fuerzas que suponen poseer, jactanciosos olvidándose de que la

Viña pertenece al Señor, que elabora incesantemente. Son fariseos, cuya características es que son hombres presuntuosos, dogmati-

cos, exclusivos, supuestos privilegiados de las Fuerzas Divinas. Se créenlos únicos herederos de la Bondad de Dios, creen no precisar nada si-

no por el prisma del orgullo personal Preocupados en descubrir fallas y errores descuidan la actividad noble de en-

señar correctamente, relegando como deberían los irresponsables a la Ley que de ellos se encargará, fiscalizándose con mayor serenidad, en beneficio de la Causa o de las ideas que dicen defender.

Expresan una clase especial de falsos profetas. Son los nuevos farsantes. Traza

programas caprichosos e intenta torcer las propias leyes universales, sometiéndo-las al punto de vista que esposó en su escuela o en su argumento sectarita.

Jamás comparece, ante la bendición del Señor, como alguien que se convirtió

en instrumento de sus amorosos designios, sino como creyente orgulloso, lleno de propósitos individualistas, declarándose detentor de consideraciones especiales.

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Todo aprendiz fiel necesita cautelarse contra el fermento de tales enfermos de espíritu.

Toda idea opera fomentaciones mentales. Ciertamente que el Maestro no determinó la muerte de los fariseos, más reco-

mendó cautela tratándose de la influencia de ellos. Pero la mentira, de cualquier procedencia, no resiste el tiempo, ni a la meri-

diana luz de la autenticidad. Los que mienten, encarnados o desencarnados, no desacreditan a la verdad: se

ilusionan, perturbándose, en consecuencia de las actitudes y conceptos cultivados. Por eso debe es hombre, actuar correctamente, orando y vigilando para no ser

víctima de los espíritus atormentados y engañadores del Más Allá. De la misma forma que no ha de hacerse acusador de nadie; imponiéndose antes la tarea de ac-tuar con rectitud, enseñar con seguridad doctrinaria y servir siempre, pues el Señor hasta hoy trabaja, sin la excesivas preocupación de eliminar del campo a los malos trabajadores a los cuales El les concede la oportunidad y oportunidades, por no de-sear que ninguna oveja, confiada a Su persona por el Padre, se pierda sino antes, que sea salvada.

En los momentos actuales de transición en que se ha de operar la gran trans-

formación de la humanidad, hay que tener muy en cuenta estas recomendaciones y desconfiar de los falsos profetas, porque habrá una multitud de ambiciosos e intri-gantes que intentaran convertirse en reformadores y en mesías. Hay que tener mu-cho cuidado con los impostores y es deber de todo hombre honrado el descubrirlos.

Para hacer avanzar a la humanidad moral e intelectualmente son necesarios

hombres superiores en inteligencia y en moralidad; Dios confía esa misión a espíri-tus muy adelantados, que han hecho ya sus pruebas en otras existencias, los que se encarnan con ese objeto son superiores en el centro en el que han de obrar si no fuera así, su acción seria nula.

El verdadero misionero de Dios debe justificar su misión por su superioridad,

por sus virtudes, por su grandeza, por el resultado y la influencia moralizadora de sus obras.

Otra peculiaridad es que la mayoría de los verdaderos misioneros de Dios , lo

ignoran; cumplen aquello para lo que han sido llamados por la fuerza de su genio,

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secundados por el poder oculto que les inspira, y les dirige sin saberlo, pero sin de-signios premeditado.

Los verdaderos profetas se revelan por sus actos; es por ellos por los que se les

conoce; mientras que los falsos profetas se llaman a sí mismos enviados de Dios; el primeo es humilde y modesto; el segundo es orgulloso y lleno de sí mismo, habla con altanería, y como todos los mentirosos, siempre teme no ser creído.

Muchas gentes crédulas dan fe a semejantes torpezas, puesto que Jesús se fue

con su obra concluida, si El de nuevo viniese a la tierra es seguro que lo haría con todo su poder y todas sus virtudes, ya que si no lo hiciera así, sería admitir que habría degenerado; es lo mismo que si le quitamos a Dios uno solo de sus atributos no sería Dios. Si quitamos a Cristo una sola de sus virtudes no habría Cristo.

Estos falsos Cristos cuando son analizados se ve claramente que están llenos

de ambición y orgullo, al igual que se dicen otros profetas, como Juan, San Pedro, ellos y sobre todo Jesús estaban llenos de humildad y caridad. Estos suelen explotar la credulidad y viven a expensas de aquellos que les escuchan.

Hay que pasar por el tamiz de la razón y del buen sentido lo que dicen, pues el

que sean buenos no basta, sino que también sean eminentemente lógicos y raciona-les, ya que suelen contradecirse con las más vulgares nociones de la ciencia, demos-trando las más de las veces que son ignorantes y mentirosos.

Es cierto que la verdad no es siempre apreciada por todas las gentes, pero si

por el buen sentido de las masas, y esto también es un criterio. Dios, quiere que la verdad llegue para todos sus hijos, por eso no la concreta a

un círculo estrecho y limitado, la hace brotar de diferentes puntos con el fin de que en todas partes la luz esté al lado de las tinieblas.

Cuando se presenten espíritus que desean ser exclusivos y siembran la divi-

sión y el aislamiento, tengamos en cuenta que casi siempre son espíritus vanidosos y medianos , que procuran imponerse a los hombres débiles y crédulos y lo hacen prodigándoles alabanzas exageradas, con el fin de satisfacerles y ponerles bajo su dominio. Hambrientos de poder estos espíritus por haber sido cuando estaban en-carnados déspotas públicos, o privados, quieren tener aún victimas para tiranizar después su muerte. Pasemos un examen meticuloso sobre las comunicaciones que tengan un carácter de misticismo y extrañeza, o que prescriben ceremonias o actos extravagantes; cuando sean así, siempre es motivo para que se sospechen de ellas.

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Cuando una verdad deba darse a conocer, revelarse a la humanidad, se comu-nica instantáneamente a todos los grupos formales que poseen buenos médiums, y no a uno solo con exclusión de los demás. Recordemos que el médium perfecto es aquel que es menos engañado por los espíritus ignorantes. Y que nadie es médium perfecto si está obsesado; y es obsesión el que un médium solo sea apto para reci-bir las comunicaciones de un espíritu especial, por alto que quiera ponerse el mis-mo.

Todo grupo espirita, todo médium que se crea privilegiado por las comunica-ciones que suelen recibir, y que sus prácticas rayen la superstición, están induda-blemente bajo el peso de la obsesión , sobre todo cuando el espíritu dominador uti-liza un nombre digno de veneración.

Es esencial que sometamos al crisol de la razón y del sentido común todas las

comunicaciones, y todos los datos de los espíritus que se comunican y estemos se-guros que nos será fácil rechazar lo absurdo y el error, porque es posible que un médium, o un grupo pueda estar fascinado, engañados, pero la comprobación seve-ra de los otros grupos, más la ciencia adquirida y la elevada autoridad moral de los jefes de los grupos, más las comunicaciones de los médiums principales, reciben un sello de lógica y de autenticidad de los mejores médiums, ellos aran justicia a esos dictados mentirosos y astutos, que dimanan de una turba de espíritus engañadores y malos.

Estos espíritus intentan a toda costa tener razón aun en contra de todo el

mundo, su táctica es evitar la discusión y cuando se ven combatidos victoriosamen-te por las armas irresistibles de la lógica, rehúsan desdeñosamente responder y prescriben a sus médiums el que se alejen de los centros en que no son acogidas sus ideas. Este aislamiento es lo más fatal para los médiums; ya que sufren el asedio de estos espíritus obsesados que los conducen como a ciegos, y muy a menudo son llevados por caminos perniciosos.

Ante todo lo que hemos expuesto, hemos de tener cuidado en no atribuir a los

falsos profetas el fracaso de nuestros emprendimientos morales. Hemos de recordar que somos tentados según la índole de nuestras imperfec-

ciones. Todos somos inducidos al error según las características de nuestra propia ne-

cesidad. Muchas veces dominados por el orgullo creemos en los que incitan nuestra va-

nidad y sedientos de poder asimilamos las sugerencias infaustas de cuantos se pro-ponen explotar nuestra insensatez y codicia.

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Es preciso, que recordemos, que dentro del traje físico, o despojados de él, so-

mos espíritus en tránsito, que tratamos de obtener en la lucha y en la experiencia los factores de la evolución que necesitamos, y si ya somos aprendices de Cristo, por eso mismo, tenemos la obligación de recurrir a su ejemplo como la medida ide-al para nuestra conducta.

No sirve que aleguemos confiar en la palabra de aquellos que alimentan nues-

tra fantasía, con respecto a los ficticios valores de los que tal vez somos deposita-rias, en la suposición de que vengan a nosotros en la condición de desencarnadas, puesto que la muerte del cuerpo, en el fondo, un simple cambio de vestimenta que en la mayoría de las circunstancias no afecta nuestra formación espiritual.

“No creas, por tanto, en todos los Espíritus” nos recomienda el apóstol porque

en esa actitud implicaría la creencia ciega en nuestros `propios errores y la exalta-ción reiterada de nuestros caprichos.

El oído que escucha es hermano de la boca que habla. Engaño que admitimos es engaño del cual nos apropiamos. Tendencia que nos sugieren es tendencia que estimulamos. Mentira que aceptamos es mentira instalada en nosotros. Crueldad a la que damos cabida es crueldad que nos pertenece. En cierto modo somos también la fuerza con la cual nos sintonizamos. Busquemos pues, al Maestro de los maestros como si fuera la luz de nuestro

camino. Si cortejáramos con sus Lecciones los avisos, las novedades, los mensajes y las advertencias que recibimos, desde tal o cual sector de información, aprendere-mos sin sombras que la humildad y el servicio son nuestros deberes de cada hora, para que la verdad nos ilumine y el amor puro nos regenere, de forma que estemos definitivamente preservados del asedio del mal.

No olvidemos que el cuerpo doctrinario del Evangelio está constituido de es-

peranza dulcificante y paz tranquilizadora no son Espíritus Superiores aquellos que se atribuyen el derecho de inquietar a los hombres con pronósticos tenebrosos en relación al futuro o con fantasías exageradas sobre el progreso de la Tierra y la ce-leridad con que tal se dará.

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Seamos cautelosos frente a las exageraciones de cualquier procedencia, pro-fundicemos y reflexionemos en las fulgurantes paginas del Evangelio y de la Doc-trina espirita, en los cuales obtendremos el valor y recursos para el éxito sobre sa-ber discernir entre lo que es verdadero y lo que es falso.

La Revelación en toda su elocuencia permanecerá como el bendito faro para

clarear rutas e iluminar conciencias en los rumbos de la Verdadera Vida.

1. Trabajo extraído del Evangelio Según el Espiritismo de Allan Kardec 2. “Floraciones Evangélicas” de Divaldo Pereira Franco 3. “La Religión de los Espíritus” de Francisco Cándido Xavier.

Realizado por Mercedes Cruz Reyes Miembro Fundador del

Centro Espírita, “Amor Fraterno” de Alcázar de San Juan (Ciudad Real)

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TRANSICIÓN PLANETARIA Y LOS TIEMPOS VENIDEROS

Para que se consiga en la tierra la felicidad de los hombres, es preciso que so-

lamente la pueblen buenos Espíritus, encarnados y desencarnados, que solamente se dediquen al bien. Habiendo llegado el tiempo, para que ella progrese, en la escala evolutiva de los mundos, de un planeta de expiación y de pruebas, ella va a ascen-der a un planeta de regeneración y para ello muchos espíritus que perseveran en el mal van y, (de hecho ya lo están haciendo) a emigrar de la tierra; son aquellos que practican el mal por el mal mismo, que aun no han sido tocados por el sentimiento del bien, los cuales al no ser ya dignos de habitar el planeta Tierra transformado en una mejor morada, serán excluidos , ya que si se quedaran ocasionarían de nue-vo perturbaciones y confusiones y constituirían un obstáculo para el progreso. Ellos serán substituidos por mejores Espíritus, que harán que reine en su seno la justicia, la paz y la fraternidad.

Mientras que las penosas transiciones del siglo XX se anuncian el sonido si-

niestro de las armas, las fuerzas espirituales se reúnen para las grandes recons-trucciones del porvenir.

La época actual es de transición; en ella se confunden los elementos de las dos

generaciones. Colocados en el punto de intermedio, asistimos a la partida de una generación y a la llegada de otra, ya señalándose cada una, en nuestro mundo, por los caracteres que les son peculiares….

Todos nosotros, independientemente de la edad establecida por la cronología

terrestre, sufrimos la falta de apoyo, efectivo, substancial, en forma de luz que bri-lle en los oscuros callejones de la libertad condicional; de fuerza interior, que nos sustente en la luchas diurnas, en la búsqueda del perfeccionamiento.

En el siglo actual el Espiritismo es un farol derramando claridades en el mun-

do entero, es un conjunto de bendiciones, de mensajes de luz que los hombres de bien agradecen, porque ante las pruebas redentoras por las que pasamos, es un alto en el camino y una sonrisa para las tristezas, es una esperanza y el aliento para la desesperación. Abrazando numerosas áreas de las necesidades humanas, propicia lenitivo y paz a los que en la tierra vivimos experiencias diversificadas.

El tema que voy a tratar está tomado del libro de Divaldo Pereira Franco

“Transición Planetaria” por el espíritu Manuel Filomeno de Miranda donde el da un “Mensaje de Revelación” donde saludando a todos en nombre del Señor del Universo, y donde asistían por una invitación del Gobernador de la Tierra lo hizo con el deseo de contribuir en el programa que se está operando en la Humanidad a

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través de la reencarnación de servidores del Bien, preparados adrede para el minis-terio sublime.

Diciendo “esta no es la primera vez que el mundo terrenal recibe viajeros de

otras moradas, atendiendo la solicitud de Jesucristo, pues ya en el pasado, en el momento de gran transición de las formas, cuando malhechores del vaso orgánico se sumergieron en la densa masa física fijando caracteres que hoy definen a sus habitantes… De la constelación de Concheiro vinieron aquellos nobles embajadores de la luz que contribuyeron para la construcción de la Humanidad actual, inclusive otras inteligencias, todavía, no moralizadas, que después de concluidas algunas etapas evolutivas retornaron, felices, a los hogares queridos…

“En otras ocasiones, iluminados de la Verdad se sumergieron en las sombras

del mundo terrestre, con el fin de presenciar sus conquistas y realizaciones edifi-cantes, auxiliando a sus habitantes a crecer en tecnología, ciencia, filosofía, religión, política, ética y moral… No obstante, el desenvolvimiento más amplio ocurrió en el área de la inteligencia y no en la del sentimiento, siendo así es por lo que se explica el estado de evolución en el que se encuentran, rico en conocimientos y pobre en edificaciones espirituales…

“Periódicamente, por su vez, el planeta experimenta cambios climáticos, sísmi-

cos en general, con profundas alteraciones en su masa inmensa, o sufre el impacto de meteoros que alteran su estructura tornándolo más bello y harmónico, pues las destrucciones que, en ocasiones ocurre, tienen siempre la mira del progreso, obe-deciendo a la planificación superior con el objetivo de alcanzar su alto nivel de mundo de regeneración.

Al mismo tiempo, con comitentemente, con el fin de poder viajar en la gran na-

ve terrestre que avanza moralmente en los paisajes de los orbes felices, inconta-bles miembros de las tribus barbarás del pasado, que permanecen detenidos en re-giones especiales durante algunos siglos, de forma que no impidiesen la evolución del planeta, renacen con hermosas constituciones orgánicas, fruto de la selección genética natural, sin embargo, señalados por el primitivismo en el que se mantuvie-ron.

Es por esa razón que se presentan unos exóticos, otros agresivos, buscando los

orígenes primitivos en reacción inconsciente contra la sociedad progresista, te-niendo, sin embargo, la santa oportunidad de aprender nuevos conceptos, de mejo-rar sentimientos y de participar en la inevitable marcha ascensional… Sin embargo, gran numero, permanecen en situación de agresividad e indiferencia emocional, tornándose instrumentos de rudas pruebas en la sociedad que desdeñan. Disfrutan de la excelente oportunidad que, malbaratada, los conducirá a mundos primitivos,

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en los cuales contribuirán con los conocimientos de que son portadores, sufriendo, no en tanto, las medidas cautelares que serán enfrentadas. Se repite, en cierto mo-do, el exilio bíblico de Lucifer y sus comparsas, rumbo a estancias compatibles con su nivel emocional grosero, donde el pesar y la melancolía se les instalaran, esti-mulándolos a la conquista del patrimonio de amor desperdiciado por su rudeza, y entonces lucharan con afán por la conquista del bien.

En diversos periodos de la cultura terrestre, estos espíritus han disfrutado de

oportunidades luminosas, más muy raramente las han aprovechado, la densidad vibratoria, siendo aun rudimentaria, no les permite, por lo tanto, el renacimiento en el nuevo mundo en construcción.”

“Las moradas del padre son infinitas, manteniendo, como es comprensible, in-

tercambio de miembros, para poder así ser preservada la sublime fraternidad, por cuanto, los más preparados deben contribuir en beneficio de los menos enriqueci-dos de momento. La sublime ley de permuta funciona en el intercambio de elevado contenido espiritual.

De la Esfera Espiritual, descendieron al planeta terrestre, como ya viene suce-

diendo, millones de Espíritus ennoblecidos para el enfrentamiento inevitable entre el amor abnegado y la violencia destructiva, dando lugar a enfrentamiento caracte-rizados por la misericordia y por la compasión, también, otros misioneros de la educación y de la solidaridad, que mucho se empeñaron en promoverlos, en pro-gresivas existencias, estarán también de retorno , contribuyendo también para la construcción de la nueva mentalidad desde la cuna, facilitando así las alteraciones que ya están ocurriendo, y que sucederán con mayor aceleración. Esto se está dan-do, porque el siquismo terrestre y la genética humana se encuentran en condicio-nes de recibir nuevos huéspedes que participaran del festín iluminativo, conforme el atroz Codificador del Espiritismo se refirió en su obra magistral La Génesis, constituida por todos aquellos que se aficionan a la verdad y se esfuerzan por me-jorarse, trabajando a favor del prójimo y de la sociedad como un todo.

Como ocurre en otros Orbes, ha llegado el momento en que la Madre tierra

también ascenderá en la escala de los mundos, conduciendo a sus hijos y aguar-dando el retorno de aquellos que están en la retaguardia por algún tiempo, mien-tras el inefable amor de Dios que a nadie deja de amparar, les ofrece la oportunidad de mejorar y evolucionar.

Todos estaremos en ese inevitable esfuerzo, experimentando la vivencia del

amor en todas sus expresiones, formando un contingente harmonioso y encanta-dor.

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“Nadie se puede eximir de ese deber que nos pertenece a todos, individual y colectivamente, por cuanto el reino de los Cielos está dentro de nosotros y es nece-sario ampliar las fronteras para el exterior, dando lugar al Paraíso anhelado que, no en tanto, jamás será dentro de los límites territoriales de la organización física.

“La realidad de que somos, Espíritus inmortales en esencia, tiene su origen y

permanencia fuera de las limitaciones materiales de cualquier mundo físico, que podría no existir, sin cualquier perjuicio para el proceso de evolución. No obstante, cuando el Creador estableció la necesidad del desenvolvimiento en las organizacio-nes fisiológicas, a semejanza de la simiente que necesita de los factores meso lógi-cos para liberar la vida que en ella yace, razones ponderosas y existen para que así acontezca, facultándonos recorrer los escalones que nos llevan al infinito…”

¿Cuál es la razón, entonces, por la que deben venir Espíritus de otro Orbe, para

el proceso de moralización del planeta? Primero, porque, no teniendo vínculos an-teriores como difluentes de existencias perturbadoras, no enfrentarían impedi-mentos interiores para los procesos de donación, para los reencuentros dolorosos con aquellos que permanecen comprometidos con el mal, que tienen interés en mantener el atraso moral de las comunidades, con el fin de explotarlas psíquica-mente en perversos fenómenos de vampirización, de obsesión individual y colecti-va… Extranjeros en tierras preparadas para la construcción del progreso, haciéndo-lo por amor, convocados para ofrecer sus valores adquiridos en otros planos, facili-tando el acceso al desenvolvimiento de aquellos que son los nacionales anhelantes por la felicidad. Segundo, porque más adelantados moralmente unos, pueden con-tribuir con ejemplos edificantes capaces de silenciar las fuerzas de la perversidad y obstaculizarlas con los recursos insuperables del sacrificio personal, desde que, que las suyas no son las aspiraciones inmediatas e interesadas del mundo de las formas. Mientras otros estarán vivenciando una forma de exilio temporal, por ser desarrollado intelectualmente, necesitados más aun de la vivencia del amor, y en contacto directo con los menos evolucionados, sentirán la necesidad del afecto y del cariño, aprendiendo, por su vez, el milagroso fenómeno de la solidaridad. Todo se resume, por tanto, en el dar, que es recibir y en recibir, que invita a donar.

“A fin de que el programa sea ejecutado, en este mismo momento, en diferen-

tes comunidades espirituales próximas a la Tierra, hermanos nuestros, proceden-tes de nuestra Esfera, están presentando el programa al que hacemos mención, de manera que, unidos, formemos una sola caravana de laboriosos servidores, aten-diendo a determinaciones del Gobernador terrestre, el Maestro por excelencia.

“De todas esas comunidades saldrán grupos espirituales preparados para la

diseminación del programa, comunicándose en las instituciones espiritas serias y

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convocando a sus miembros para la divulgación de las directrices para los nuevos cometidos.

“Expositores dedicados y médiums sinceros estarán siendo convocados para

participar en estudios y seminarios preparatorios, para que así sea desencadenada una acción internacional en el planeta, invitando a personas serias a la contribu-ción psíquica y moral a favor del nuevo periodo.

“Las grandes transformaciones, aunque ocurran en una fase de perturbación

del orbe terrestre, en una fase en la que los fenómenos climáticos, en la población y del poco respeto a la Naturaleza, no se darán en forma de destrucción de la vida, más si de un cambio de comportamiento moral y emocional de los individuos, convidados unos al sufrimiento por los acontecimientos y otros por el discerni-miento en torno a la evolución.

“A semejanza de las olas del mar que inundan las playas voluptuosamente,

sorbiendo las randas blanca espuma, los nuevos obreros del Señor se sucederán ininterrumpidamente alterando los hábitos sociales, las costumbres morales, la li-teratura y el arte, el conocimiento en general, ciencia y tecnología, imprimiendo nuevos textos de belleza que despertaran el interés aun mismo de aquellos que, momentáneamente, se encuentren adormecidos".

“Antes, sin embargo, de que llegue ese momento, la violencia, la sensualidad,

la abyección, los escándalos, la corrupción, llegaran a niveles antes jamás pensa-dos, alcanzando el fondo del pozo, mientras las enfermedades degenerativas, los trastornos bipolares de conducta, las cardiopatías, los canceres, los vicios y los desvaríos sexuales clamaran por la paz, por el retorno a la ética, a la moral y al equilibrio…

Se aproxima el momento en el que se efectuara la estimación de todos los va-

lores terrestres para el resurgimiento de las energías creadoras de un mundo nue-vo, y es natural que recordemos el ascendente místico de todas las civilizaciones que surgirán y desaparecerán, evocando los grandes periodos evolutivos de la Humanidad, con sus miserias y con sus esplendores, para afirmar las realidades espirituales de todos los fenómenos transitorios de la materia.

Ante nuestros ojos del espíritu pasan los fantasmas de las civilizaciones

muertas, como si permaneciésemos ante una “pantalla” maravillosa. Las almas cambian de indumentaria carnal, en el curso incesante de los siglos; construyen el edificio milenario de la evolución humana con sus lágrimas y sufrimientos, y hasta nuestros oídos llegan los ecos dolorosos de sus aflicciones. Pasan las primeras or-ganizaciones del hombre y pasan sus grandes ciudades, transformadas en osarios

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silenciosos. El tiempo, patrimonio divino del espíritu, renueva las inquietudes y angustias de cada siglo, en el sentido de aclarar el camino de las experiencias humanas. Pasan las razas y las generaciones, las lenguas y los pueblos, los países y las fronteras, las ciencias y las religiones. Un soplo divino hace moverse todas las cosas en ese torbellino maravilloso. Se establece, entonces, el orden equilibrando todos los fenómenos y movimientos del edificio planetario, vitalizando los lazos eternos que reúnen a su gran familia.

Más es llegado el tiempo de un ajustamiento de todos los valores humanos. Si

las dolorosas expiaciones colectivas preludian la época de los últimos “afliccio-nes” del Apocalipsis, la espiritualidad ha de penetrar en las realizaciones del hom-bre físico, conduciéndolas para el bien de toda la Humanidad.

El Espiritismo, en su misión de Consolador, es el amparo del mundo en este si-

glo de declives en su Historia; solo el puede, en su función de Cristianismo redivivo, salvar las religiones que se apagan entre los choques de la fuerza y de la ambición, del egoísmo y del dominio, señalando al hombre sus verdaderos caminos.

En su manantial de esclarecimientos, se puede beber la linfa cristalina de las

consoladoras verdades del Cielo, preparándose las almas para la nueva era. Son llegados los tiempos en que las fuerzas del mal serán compelidas a abandonar sus posiciones finales de dominio en los ambientes terrestres, y sus últimos triunfos son mucho más la promesa de una reacción temeraria e infeliz, presentando la rea-lización de los vaticinios sombríos que pesan sobre su imperio perfectible.

Dictadores, ejércitos, hegemonías económicas, masas versátiles e inconscien-

tes, guerras sin glorias, organizaciones seculares, pasaran con el vértigo de una pe-sadilla.

La victoria de la fuerza es una claridad de fuegos artificiales. Toda la realidad es la del Espíritu y toda la paz es del entendimiento del reino

de Dios y de su justicia. El siglo que pasa efectuara la división de las ovejas del inmenso rebaño. El ca-

yado del pastor conducirá el sufrimiento en la tarea penosa de la elección y el dolor se incumbirá del trabajo que los hombres no aceptaron por amor.

Una tempestad de amarguras barrerá toda la Tierra. Los hijos de la Jerusalén

de todos los siglos deben llorar, contemplando esas lluvias de lágrimas y de sangre que reventaran de las nubes pesadas de sus conciencias ennegrecidas.

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Condenada por las sentencias irrevocables de sus errores sociales y políticos, la superioridad europea desaparecerá para siempre, como el Imperio Romano, entregando a América el fruto de sus experiencias, con vistas a la civilización del porvenir.

Se vive ahora, en la Tierra, un crepúsculo, al cual sucederá profunda noche; y

al siglo XX compete la misión de los resultados de esos acontecimientos espantosos. Sin embargo, los trabajadores de Cristo oigamos su voz en el fondo de nuestra

alma: "Bienaventurados los pobres, porque el reino de Dios les pertenece! Bienaventurados los que tienen hambre de justicia, porque ellos serán sacia-

dos! Bienaventurados los que lloran, porque vendrá el día de consuelo! Benditos

los pacificadores, porque ellos van a Dios! " Sí, porque después de las tinieblas surgirá una nueva aurora. Luces consolado-

ras envolverán todo el orbe regenerado en el bautismo del sufrimiento. El hombre espiritual estará unido al hombre físico para su marcha gloriosa en el Ilimitado, y el Espiritismo habrá retirado de sus escombros materiales al alma divina de las reli-giones, que los hombres pervirtieron, ligándolas en el abrazo acogedor del Cristia-nismo restaurado. Trabajemos para Jesús, a pesar de que nuestra oficina se en-cuentre localizada en el desierto de las conciencias.

Todos somos llamados a la gran labor y nuestro más sublime deber es res-

ponder a los apelos del Escogido. Viendo las imágenes de la Historia del mundo, sentimos un frio cortante en este crepúsculo.

Las alteraciones que se observan son de naturaleza moral, invitando al ser

humano al cambio de comportamiento para mejor, alterando los hábitos viciosos, con el fin de que se instalen en el los paradigmas de justicia, del deber, del orden y del amor.

El eminente codificador del Espiritismo, asistido por Voces del Cielo se detuvo

más de una vez, en el análisis de los trágicos acontecimientos que sucederían en la Tierra y a sus habitantes, con el fin de despertar a los últimos para las responsabi-lidades para consigo mismos y en relación a la primera.

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En el Libro de los Espíritus, en el capítulo dedicado a la Ley de destrucción, el insigne maestro de Lyon estudia las causas y y razones de los desequilibrios que se dan en el planeta con frecuencia, señalando las tragedias colectivas, también aquellas producidas por el ser humano, y constata que es necesario que todo se destruya, a fin de poder renovarse. La destrucción, por tanto, es solamente produ-cida para la transformación molecular de la materia, sin llegar nunca al espíritu que es inmortal.

De ese modo, las grandes calamidades de una u otra procedencia tienen por fi-

nalidad invitar a la criatura humana a la reflexión en torno de la transitoriedad de la jornada carnal en razón a su inmortalidad.

Los dolores que fluyen de esos fenómenos denominados como flagelos des-

truidores, tienen el objetivo de hacer a la “Humanidad progresar más deprisa”. Di-jimos que la destrucción no es una necesidad para regenerar moralmente a los Espíritus, que, en cada nueva existencia, suben de grado en la escala del perfeccio-namiento. Pero si es preciso que se vea el objetivo, para que los resultados puedan ser apreciados. Solamente desde el punto de vista personal es que lo apreciamos; de ahí viene que el hombre los califique de flagelos, por el efecto de perjuicio que les causan. Esas subversiones, sin embargo, son frecuentemente necesarias para que se dé más pronto el advenimiento de mejores cosas y para que se realice en al-gunos años lo que habría exigido muchos siglos.

Es por tanto, lo que viene ocurriendo en los días actuales. Los niveles alcanzados del dolor son insoportables y la locura que toma cuen-

ta del campo terrestre tiene carácter de pandemia, al lado de los trastornos depre-sivos, de la drogadicción, del sexo desvariado, de las fugas psicológicas espectacula-res, de los crímenes aterradores, del poco respeto a las leyes y a la ética, de la des-consideración por los derechos humanos, a los animales y a la Naturaleza… Se llega al máximo desequilibrio, facultando la interferencia divina, a fin de que se opere la gran transformación de la que todos tenemos necesidad urgente.

Espíritus de otra dimensión están sumergiéndose en las sombras terrestres,

contribuyendo en la gran obra de regeneración de la Humanidad, con el fin de que, al lado de los nobles emisarios del amor y de la caridad, de la inteligencia y del sen-timiento, que protegen a los seres terrestres, puedan modificar los paisajes aflicti-vos, facultando el establecimiento del Reino de Dios en los corazones.

Reconocemos que toda esta información podrá causar extrañez en algunos es-

tudiosos del Espiritismo, e incluso reacciones más severas en otros… No obstante,

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permitirnos permiso de presentar nuestro pensamiento después de la convivencia con nobles mentores que trabajan en el elevado programa de la gran transición…

Equipos formados por apóstoles de la caridad en el plano espiritual también

descienden al planeta sufridor, con el fin de contribuir a favor de los cambios que deben operarse, atendiendo a aquellos que se encuentran atormentados por la vio-lenta desencarnación, inesperada, o padeciendo el yugo de crueles obsesiones, o fijos injustificable rebeldía, considerándose adversarios de la Luz, miembros de la saña del Mal, a fin de mejorar la psicosfera vigente, de ese modo, facilitando el tra-bajo de los Mensajeros de Jesús.

No te preocupes mucho con el ayer , ni tampoco con el mañana. Lo que paso

nos sirve, de vez en cuando, para una evaluación de nuestros deberes en los certá-menes futuros, sin que nuestra visión o sensibilidad se atrofie en falsas aprensio-nes.

Trabaja en el hoy, analiza tu propia personalidad y ve lo que en ella tienes pa-

ra fijar, en la secuencia que las leyes de la serenidad nos enseñan, para que no haya violencia en ningún sentido.

El hoy es el campo, no solo de observación, más si de ejecución, de mejora-

miento de nuestras cualidades y el ingenio de este trabajo se manifiesta por efecto de nuestra voluntad. ¿Ya que aceptamos el progreso y la evolución de todo lo que nos rodea, porque permanecemos estacionados en régimen de conservación en re-lación a nuestra moral? ¿Será que la razón no participa del hombre cuando se trata de reglas de religión, reglas esas que obedecen al tiempo y al propio empuje del mismo progreso? Las leyes son las mismas en todas las dimensiones de la vida. Ellas acompañan la escala de perfeccionamiento con perfecta justicia. La imparcia-lidad es, pues, el mayor síntoma de la perfección.

“Nos bendice Jesús, el sublime Guía de la Humanidad. “Hace poco tiempo, nuestros proyectos eran posibilidades en estudio, que hoy

se convertirán en realidad, gracias a la devoción de los servidores sinceros del Bien.

“Innumerables grupos de trabajadores del Evangelio en el plano espiritual

descenderán a la Tierra, con el fin de crear condiciones para la instalación del Reino de los Cielos en los corazones, y cuando se marchen dejan espacio a otros trabaja-dores que darán proseguimiento al programa, que se efectuará conforme el pro-greso de los resultados logrados en las experiencias iníciales.

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“Se contempla, allá en lo Alto, los futuros días de renovación total del planeta en su aspecto moral, cuando los Espíritus atrasados se transfieran para otros mun-dos, donde irán a operar el progreso que se niegan en este momento y los mensa-jeros de la luz transformaran los mecanismos de guerra en instrumentos de paz, los vicios y crímenes en espectáculos de amor y liberación.

“Los trabajadores de la gran transformación se encuentran, hace algún tiempo,

operando diligentes en los más variados segmentos sociales y culturales de la Tie-rra.

“En estos días, sin embargo, se dan grandes emigraciones de Espíritus felices, interesados en la modificación de las estructuras sociales del mundo para mejor, cuando el dolor huya avergonzado, por su innecesaria presencia entre los humanos.

“Tornando factible la promesa de Jesús, a respecto del mundo de regeneración,

a camino del paraíso o planeta feliz, los abnegados obreros de la Espiritualidad preparan el ambiente en el que deberán vivir esos constructores del mañana.

Los hermanos que cierran su recorrido de fraternidad, y que prepararon el

ambiente, en el periodo que les fue concedido para la ejecución del proyecto, y co-mo no existe en reposo en forma de ociosidad, pasado breve periodo de renova-ción y de estudios, volverán al orbe terrestre de nuevo para nuevas investiduras espirituales, contribuyendo más eficazmente junto a los rebeldes e insanos, con la intención de despertarlos, a fin de que dispongan de la oportunidad para el arre-pentimiento y la rectificación moral, en lugar del exilio que les será impuesto por la Divina Legislación.

“Ciertamente, serán actividades más penosas y desafiadoras que las que fue-

ron realizadas durante el periodo que hoy se cierra. Confiamos que el Sublime Trabajador nos equipará de recursos y nos instru-

mentalizará para la ejecución del futuro programa, de forma idéntica a esta que se concluye en bendiciones.

Que El mismo, nuestro Ejemplo y Modelo, nos conduzca con Su cariño, que su

providencial Misericordia, siempre atenta con Sus mensajeros, no deje de iluminar los caminos.

“El modelo a seguir sigue siendo Jesús, y la nueva ola de amor traerá de retor-

no el apostolado, los días inolvidables de las persecuciones y del martirio que, en la actualidad, tendrá diversas características, ya que no pueden matar impunemen-te los cuerpo como en el pasado. Eso no implica que se den acusaciones vergon-zosas y se promuevan campañas desmoralizadoras contra ellos, con el fin de difi-

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cultarles el emprendimiento superior. Aun así mismo , deberán avanzar , joviales y estoicos, cantando himnos de libertad y de fe razonada que dignifican al ser huma-no y lo promueven en su mundo interior.

Se trata, por tanto, de un movimiento que modificará el planeta para mejor, a

fin de auxiliarlo para alcanzar la meseta que le está reservada. Siendo así, bajo el comando del Cancionero de las bienaventuranzas, sigamos

todo empeñados en la legítima fraternidad, ofreciéndonos en el holocausto de amor para la verdad, seguros del éxito que nos está destinado.

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ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO ESPIRITA

Después de 140 años de Codificación Espirita, los espiritas necesitan estar pre-

parados para comprender y tomar posición frente a las modernas conquistas del mundo. Y el Espíritu Vianna de Carvalho nos esclarece bajo la óptica espirita, con relación a los más palpitantes temas de actualidad, como son la Sociología, Agricultu-ra, Desempleo, Familia, Casamiento, Adolescencia, Política, Socialismo, Economía, Medicina, Clonación, Ingeniería Genética, Informática, Automatización, Derecho Penal, Derecho internacional, Derecho Laboral, Educación, Tecnología, Psicología, Filosofía, Multimedios, Propaganda, Artes, Estática, Religión, Mediúmnidad. Etc.

El Espiritismo caminando al lado del progreso, jamás será superado, porque, si

nuevos descubrimientos le demostrasen que está en el error acerca de un punto cualquiera, el se modificará en ese punto, Si una nueva verdad se revelara, él la acep-tará.

El Espiritismo, es el puente que une la ciencia a la religión y recíprocamente, fa-

cilitando el ininterrumpido crecimiento del conocimiento lógico sin la perdida de los valores ético-morales consecuentes de ello.

El Espiritismo, por estar fundamentado en la moral enseñada y vivida por Jesús,

propicia el encuentro de la criatura con su Creador y elucida los enemigos del ser, de su evolución y de su progreso, de su pasado y de su futuro, señalando los rumbos superiores que serán alcanzados por la tenacidad de todos cuantos se empeñen en la Conquista del Infinito.

Con la Doctrina Espirita desaparecen los enigmas de la fe dogmatica y surge

aquella que tiene por fundamento los hechos capaces de ser encontrados en todas las épocas y pueblos de la humanidad.

Gracias a su contribución, el individuo se hace más digno y comprende más

fácilmente la justicia de Dios que lo orienta y conduce a la elevación moral, insistien-do en la permanente auto transformación para mejor y auto iluminación, de forma que se identifique cada vez más con la Fuente Generadora de la vida.

En cuanto a la Ciencia realiza nuevos descubrimientos, lejos de ensombrecer o

romper los cimientos del Espiritismo, lo confirma mas, pues, en realidad, nada se descubre que ya no existiese anteriormente y que solo aparecía ignorado, siendo por tanto una realidad constitutiva de las leyes de Dios, que acepta como necesarios para el perfeccionamiento del ser humano.

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El Espiritismo que estudia las causas, al tener ingenia en todas las ramas del co-nocimiento estudia las causas, mientras que la Ciencia investiga los efectos, conforme afirmo Allan Kardec – nunca se detiene, porque penetra la senda de las investigacio-nes en las matrices vitales del ser, donde duermen o vigilan los acontecimientos de ayer, de hoy y de mañana, invitando al intelecto-moral incesante.

Al ser la doctrina de los Espíritus codificada por el hombre, no permanece estan-

cada, en razón del proceso reencarnatorio que trae de vuelta a los misioneros de la verdad, a fin de que el progreso que no se estanca prosiga favoreciendo a la humani-dad con los preciosos recursos para el auto encuentro y la posibilidad de disfrutar de los anhelos de paz y de júbilo que le están destinados.

No pertenece a nadie, porque es una Luz que viene de lo Alto en dirección a la

Tierra, cortando las cadenas de aquellos que se encontraban encarcelados en los instintos primitivos y contemplan las estrellas con profunda melancolía e interrogan-tes dolorosos.

Siempre actual, El Espiritismo avanza con admirable conquistas del pensamien-

to, que posibilita entender mejor sus leyes y aplicarlas, tornando la tierra más agra-dable, propiciatoria de armonía y de objetivos siempre más nobles, a medida que son conquistados, generando estímulos para más avanzados esfuerzos.

Jamás superado, estará siempre frente al progreso, aunque de manera sutil, y

será mejor identificado cuanto mayor sea su labor de penetración en el complejo mecanismo del ser y de la vida.

Las bases del Espiritismo fueron lanzadas en 1857, con la primera edición de “El

Libro de los Espíritus”. Desde entonces develamos innumerables secretos de los reinos mineral, vegetal, animal y hominal. Con la Doctrina Espirita llegamos al límite del reino de los Cielos, anunciado por Jesús.

Las luchas desarrollan la capacidad de evolución del hombre es gracias a eso que

crece y aumentan sus resistencias interiores para enfrentamientos de todo orden. Todos los problemas se evitarían, si se generasen factores de equilibrio y de igualdad, de derechos justos y deberes dignamente ejercidos, gracias a los cuales, los valores sean considerados de forma ecuánime, predominando las oportunidades para todos, con ello serian cambiados los problemas, que cederían espacio a la armonía social y al progreso moral de las personas y de los grupos.

Las instituciones, en la actualidad sufren desequilibrio, por estar los valores ético

moral en decadencia, por haber perdido o desvirtuado sus valiosos contenidos de sustentación. El respeto al hombre, por su dignidad, por la vida, cede lugar a la agre-

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sión, a los desajustes, al crimen, a la deshonra que asumen proporciones perturbado-ras. Desgraciadamente, en todas las épocas, ha sido así, en el proceso histórico de la Civilización.

Para la preservación de la sociedad, es necesario que la familia se presente es-

tructurada sobre bases de honradez y equilibrio, sin los cuales se deshacen los códi-gos del amor y del deber de los padres para con los hijos, de estos para aquellos y sucesivamente en relación con los demás miembros del clan y de la sociedad.

La religión ejerció un papel preponderante, por la creencia en Dios, en la inmor-

talidad del alma y en la Justicia Divina. Las pasiones religiosas fueron la causa de crímenes horrendos, no obstante, ya el hombre a evolucionado en este aspecto, Ya Dios no es visto por la religiones con temor, y su estructura en el amor, proporciona al hombre la visión optimista de la realidad, ofreciéndole mejores perspectivas sobre la inmortalidad de la vida y que él enfrentará después del deceso de la organización física.

El debilitamiento surge de la incredulidad en los valores consagrados socialmen-

te por la falta de sustancia de los mismos, todo es devorado por la maquina insaciable de la prensa y del placer voluptuoso, que piensa en reducir a casi todo y a todos en el alimento de su voracidad.

Examinada la Tierra bajo la óptica del Espíritu, la superpoblación que parece

amenazar la estructuras económicas y morales del hombre, carece de fundamentos, ya que la Tierra tiene condiciones para mantener cinco veces más el numero de sus actuales habitantes, ya que en las Esferas espirituales están programados para la reencarnación más de veinte billones de seres, que aguardan el momento apropiado.

Avanzando con el progreso, las técnicas para nuevos descubrimientos alimenta-

rios propiciaran recursos para atender a todas las necesidades, sobre todo los que pueden ser retirados de los océanos, de las tierras improductivas, de los ríos, de los lagos y mares y sobre todo, los que podrán ser producidos en laboratorios, disminu-yendo la voracidad del ser humano que aprenderá, mediante experiencias respirato-rias elevadas, a retirar del propio aire innumerables nutrientes para la preservación de la existencia corpórea.

Es lamentable que los discutidos derechos humanos, aun permanezcan sin ser

respetados, sin embargo la vida se impone inevitablemente despertando desagrado al comienzo, después aceptación y finalmente, es incorporada a lo cotidiano de todas las criaturas.

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Le corresponde a cada hombre sano, moral y culturalmente, combatir cualquier tipo de separatismo, de persecución pública o disfrazada.

Se debe pensar en la construcción de una sociedad justa, sin desigualdades, y esa

es una de las metas importantes del Espiritismo aliado al pensamiento de la Sociolog-ía. El grande safio para esto, es la desigualdad moral de los individuos, en razón de su estado de evolución espiritual, que como aun es primario, genera, así, las injusticias que aún perduran en la Tierra.

El proceso de desarrollo se hace por la transformación moral del hombre, contri-

buyendo él a la organización social. Mientras no mejore interiormente, permanecerán los focos de conflictos, los preconceptos y persecución, la miseria y el abandono. No obstante, marchamos hacia la construcción de una sociedad noble, en la cual, todos disfruten de los mismos derechos y deberes, desapareciendo las perturbadoras opresiones que promueven las desigualdades entre los seres humanos.

Es necesario que la Educación tenga entre las personas prioridad, trabajando el

individuo desde dentro hacia fuera, a fin de que encuentre su lugar al Sol, y pueda cooperar a favor de una sociedad mejor, que la reencarnación irá propiciando, pero que se podría anticipar, si los gobiernos y los ciudadanos se unieran para realizarla ya. Por eso el individuo es factor preponderante para la organización de la sociedad, que irremediablemente, pasa a ser agente formador de otros individuos y de otros grupos. Es el elemento base de la sociedad, dependiendo de ella en el carácter grupal y de las relaciones, sufre, esta, las consecuencias de la organización.

En el individuo pues, están las piedras básicas del cimiento social, que deben ser

trabajadas para formar y poder construir grupos felices. La mejor técnica para acabar con el estancamiento del mal comportamiento en

todo el mundo, es la que surge del amor. El amor en su sentido más profundo, el que establece paradigmas de deberes y de respeto a los derechos propios y a los ajenos.

Por eso para construir una sociedad más justa, más verdadera y no utópica, el elemento transformador es el amor, que aun no tuvo oportunidad de expresarse profundamente. Por predominar el instinto animal en detrimento de su naturaleza espiritual, los instintos agresivos lo gobiernan, impidiendo que ese sentimiento noble se instale en su interior.

Muchos se convirtieron en paradigmas del amor y fueron asesinados por la arbi-

trariedad del poder temporal, sus lecciones modificaron otras vidas, que se tornaron poco a poco, modelos para la edificación de la Humanidad mejor por la cual todos luchamos.

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Aunque veamos tantas disparidades a nuestro alrededor, el progreso en la Tierra se hace aún por etapas, por ser el planeta, un mundo de regeneración y de pruebas, según acentuó Allan Kardec. En un periodo existe la predominancia del desarrollo artístico, en otro el crecimiento cultural, en otra fase la valoración moral, posterior-mente el perfeccionamiento tecnológico… Este siglo de la tecnología por excelencia que, de alguna forma, si trae muchos daños para la Humanidad, por otro lado pro-mueve y dignifica al ser, disminuyendo sus dolores y las miserias que el crecimiento moral podrá eliminar.

El predominio del egoísmo en la naturaleza humana responde por las inconta-

bles aflicciones que aun dominan en el organismo social de la Tierra. Solamente la gradual transformación del individuo modificará el torpe paisaje terreno, constru-yendo una Humanidad más saludable, de la cual desaparecerán los “monstruos” del hambre, de la guerra, de las persecuciones, de las enfermedades degenerativas.

El hogar es el instituto del amor, en el cual los adultos caminan en la búsqueda de

soluciones, avanzando hacia el entendimiento sin predominio de uno al otro, para tener siempre en vista la felicidad de la prole y de los padres, en igualdad de condi-ciones. Esto se dará cuando los resquicios del machismo desaparezcan, cediendo lugar a los derechos de igualdad entre los hombres y mujeres, teniendo idénticos deberes en la construcción de la familia y orientación a los hijos. Los deberes serán ecuánimemente divididos, como ya está sucediendo en algunas comunidades, de acuerdo con las posibilidades de cada uno de los involucrados en la armonía familiar.

Al hombre le competen los deberes propios de su carácter masculino, de su vigor

y de su tipo de trabajo, en cuanto a la mujer, son propuestas labores domesticas com-patibles con su estructura femenina, dócil, maternal, sin ninguna sobrecarga para su economía emocional, sin negarle el derecho a la participación en el mercado del tra-bajo.

Los diferentes niveles de conciencia, en diversos grados de pensamiento, en va-

riados estados de evolución moral y espiritual, son otros factores responsables del aumento de la violencia, corrupción, criminalidad y prostitución, facilitando el brote de tendencias inferiores que en ellos existen, son espíritus sin un concepto vivencial del bien y del mal, de lo noble y de lo equivocado, de lo cierto y de lo errado, esos individuos fácilmente se introducen en los laberintos del vicio y del crimen, esperan-do inconscientemente contar con la comprensión, ayuda y corrección de la sociedad más digna y esclarecida.

La evolución es inevitable, por formar parte de los mecanismos de la Vida. Los

periodos se suceden con sus conquistas y caídas, cimentando los valores elevados que

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sirven de base para nuevas adquisiciones y mejor consolidadas realizaciones, que tienen por objeto la felicidad de todos.

La Nueva Era ya ha comenzado en las mentes y en los corazones que se dedican

al Bien y a la Verdad, es por eso que el planeta Tierra está pasando por diferentes ciclos y avanza hacia un nivel superior, conforme revelaron los Espíritus elevados a Allan Kardec.

Lamentablemente el hombre y la mujer aun son profundamente egoístas, la

competitividad injustificable caracteriza su conducta, pensando solo en el momento transitorio, olvidados de la realidad de la vida y de su perennidad.

A medida que aumentan los lucros, los individuos pasan a tener mayores aspira-

ciones, olvidando la solidaridad y el amor que todos nos debemos ofrecer. Es esa la consecuencia, de que sus leyes sean injustas, establecidas para la defensa de sus intereses con la inmediata reducción de los derechos sociales de las masas, cada vez más oprimidas.

En la actualidad el fantasma del desempleo amenaza a las comunidades huma-

nas, respondiendo por varias expresiones de la miseria económica, social y por conse-cuencia, de naturaleza moral, favoreciendo la agresividad y la violencia, las fugas espectacular hacia los vicios y la delincuencia en general. No obstante, a medida que el desarrollo tecnológico anuncia nuevas conquistas, se abren diferentes aéreas de servicio, convocando a trabajadores calificados para el desempeño de los mismos. Simultáneamente, la conciencia colectiva debe superar el egoísmo destructor de los empresarios y administradores que solamente piensan en el lucro, olvidando el com-promiso de promoción y dignificación de la criatura humana, que es finalmente, la meta del propio progreso.

Una visión humanitaria dilatada, observará que el cúmulo de recursos en pocas

manos es siempre el responsable por la abundancia de la miseria en otros segmentos sociales, observándose, la necesidad de una renovación de compromisos, que darán lugar al trabajo digno de todos los individuos que, igualmente, persiguen el bienestar general, en vez de buscar solamente las compensaciones salariales exclusivistas y personales.

Los centros de conocimiento se encuentran en los países con mejores posibilida-

des económicas, ello facilita el acceso a las conquistas de la inteligencia y a su colación practica en el mundo, multiplicándose los nuclees de investigación y de estudio, manteniendo un intercambio constante, para beneficios de todos los hombres.

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Al armonizarse el ser humano, no vivirá guerras intimas, ni desequilibrios que lo aturdan, por lo tanto evitará las guerras externas, generando la armonía en todas partes. Poseyendo el mayor poder sobre sí mismo, consiguiendo controlar los instin-tos agresivos y superar las pasiones disolventes que son responsables por los críme-nes de todos los matices.

Los desatinos humanos aun producirán muchas guerras, que podrán disuadir al

hombre de la locura en la que se detienen, ya que las calamidades anteriores no le sirvieron de lección para una vida verdaderamente saludable en un clima de fraterni-dad entre las criaturas y demás naciones.

Cuando el hombre se desarrolle moral e intelectualmente, y apoyado en la tecno-

logía que lo impulsa hacia delante, creará sistema políticos compatibles con los ideales que abraza, las aspiraciones que abriga y las labores que realice.

Pues hasta ahora, la política ha sido un instrumento mal utilizado por los hom-

bres y mujeres ambiciosas, olvidadas de los valores éticos, salvadas las excepciones comprensibles.

La política es un poderoso instrumento para la construcción de la sociedad y

moralmente adelantada, colocando los intereses personales, celando por los colecti-vos, se crearan nuevos sistemas y métodos de trabajo que elaboraran regímenes justos y nobles, que atiendan las necesidades del pueblo, siempre postergado, no respetado y oprimido a través de la Historia.

Si no crean Leyes Justas , que tengan por objetivo combatir la miseria socio

económica- que es la consecuencia del egoísmo, ese gran generador de la miseria moral será imposible disminuir el sufrimiento de millones de seres que padecen de escasez casi absoluta de lo necesario para una existencia digna o por lo menos sopor-table en las actuales condiciones de vida en la Tierra.

En una cultura que se presenta responsable por el desarrollo de la civilización no

puede existir la miseria económica; no hay lugar para la presencia del hambre, del desempleo, del abandono moral y social a que son relegados los pobres.

En el tercer Milenio es triste que aun se hable de analfabetismo, la ignorancia es

la gran enemiga del ser humano. Y por ser así, la peor ignorancia es la que surge del desconocimiento de las Leyes de Dios que rigen el Universo, de su realidad de espíritu Inmortal, de los compromisos que tiene con relación a la vida, a su prójimo y así mismo. De ese primer desconocimiento, provienen todos los demás, embrutecido, el ser agoniza en el alfabetismo relacionado con las Letras y las Artes, la belleza y los deberes. Sin olvidar que hay casos de analfabetismo que son Espíritus en prueba, y

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este cuenta con el discernimiento innato que lo auxilia a reparar los males causados anteriormente y a crecer en nuevas experiencias.

Gracias al Espiritismo, que invita al hombre a la responsabilidad, es factible esta-

blecer la justicia social, evitando las luchas de clase con mano armada, la alineación del trabajador, dándole dignidad, facilitándole estímulos para progresar a través de una mayor producción. Comprendiendo el mecanismo de la reencarnación los fenó-menos sociales y económicos se armonizaran, porque el hombre comprenderá, finalmente, que mediante la forma como siembre así cosechara y solo con una con-ducta compatible con el amor, en un régimen de conciencia de si mismo, es que lo-grará transformarse, alterando para mejor la sociedad en la cual se encuentra.

El materialismo, bajo cualquier forma en que se presente, es una actitud de re-

beldía del hombre con relación a la vida, porque no le soluciona el problema existen-cia en toda la complejidad en que se presenta.

Toda forma de explotación humana es un atentado a los códigos de la Divina Jus-

ticia. El hombre debe trabajar con el propio esfuerzo, a fin de conseguir el sustento material y la Naturaleza jamás le negará aquello de que tiene necesidad. Lo superfluo es condenable, cuando muchos tienen carencia o viven de lo poco que consiguen.

El valernos de nuestro semejante, exponiéndolo a humillaciones bajo cualquier

pretexto, amargando sus horas, cultivando o estimulando sus pasiones inferiores, constituye un crimen que no pasará incólume al despertar la propia conciencia así como delante de la Conciencia Cósmica.

Todos los seres están sujetos a la Ley del trabajo que rige la armonía del Cosmos.

Jesús acentuó con mucha propiedad:- Mi Padre hasta hoy trabaja y yo también traba-jo; enseñándonos que el trabajo es una Ley de la Vida a la que todos estamos someti-dos.

El trabajo no debe tener por meta prioritaria solamente obtener lucros mate-

riales, respuestas en salarios y premios, también ha de tener, la necesidad de seguir la dinámica de la Vida auxiliando y fomentando el progreso de las personas y de los pueblos así como la belleza y la armonía del planeta.

La ociosidad es matriz de muchos males que atormentan a los seres humanos,

generando, particularmente, perturbaciones emocionales y desajustes comporta mentales.

Cuando no se necesite trabajar, el individuo debe dedicarse a las obras de bene-

ficencia, de engrandecimiento social, de solidaridad humana, contribuyendo en la

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disminución de las pruebas y dolores de los desafortunados, sintiéndose así dignifi-cado y miembro actuante del conjunto social en el cual se encuentra.

La educación moral y espiritual del individuo, recordando siempre que su fun-

ción es de edificación de sí mismo y en consecuencia, de la sociedad, logrará resulta-dos maravillosos con perspectivas audaces de efectos imprevisibles.

El conocimiento elevado siempre libera al Espíritu de sus pasiones perturbado-

ras. Siendo el Espiritismo la Doctrina que penetra el bisturí de la investigación en el organismo de la criatura para identificarla correctamente, constatando su indestruc-tibilidad, porque el Espíritu es inmortal, posee los valiosos conocimientos para modi-ficar las actuales estructuras de la sociedad terrestre, posibilitándole una alteración completa de la forma de conducirse y de programar el futuro.

El Espiritismo tiene como meta prioritaria la transformación moral del ser

humano para mejor, en consecuencia, de la sociedad como un todo. Cuando sus postulados sean conocidos y vividos, habrá un radical cambio de

comportamiento en todas las áreas del pensamiento y el amor perdurará en los cora-zones, barriendo de la Tierra los monstruos del egoísmo, de la guerra, de la desola-ción, de la infelicidad…

El espiritismo tiene un mensaje noble que ofrecer y cabe a los espiritas el deber

de proponerlo, invitando a la persona lúcida o sufrida, culta o limitada en conoci-mientos a tener la opción de discernir y examinar.

Sin la preocupación, ni la presunción de salvar al mundo, o a las personas, co-

rresponde a los espiritas la actitud de contribuir para que la Humanidad sea mejor y más justa, y la divulgación de la Doctrina, así como su conducta moral basada en ella, son los medios hábiles y sabios para tal empresa.

Por tanto, el esfuerzo que tenga por fin la edificación del ser humano debe ser

empeñado, particularmente, mediante la iluminación de las conciencias a través del Espiritismo.

Trabajo realizado por Merchita, Mercedes Cruz Reyes Miembro fundador del Centro Espirita “Amor fraterno” de Alcázar de San Juan. Ciudad real (España)

1. Extraído del libro de Divaldo Pereira Franco “Actualidad del pensamiento Espirita.

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ADQUISICIÓN DE LAS PROPIEDADES FUNCIONALES DEL PERIESPÍRITU

La Naturaleza es la gran educadora: Solo en ella reside la verdad, y el que sabe

mirarla con ojos filosóficos descubre los secretos que permanecen velados para las muchedumbres ignorantes. Nada aparece súbitamente y en el estado perfecto. Lo demuestran las leyes que rigen las múltiples evoluciones de la materia física o viva.

El sistema solar, el planeta tierra, los vegetales, los animales, el lenguaje las ar-

tes, las ciencias, todo, no han brotado espontáneamente, es el resultado de una lar-ga y gradual ascensión, desde las formas rudimentarias hasta las modalidades que en nuestros días conocemos.

El alma humana no es una excepción de esta ley general y absoluta: en la Tie-

rra advertimos que pasa por fases que abarcan las manifestaciones más diversas, desde las humildes y mezquinas concepciones del estado salvaje hasta las magnifi-cas cimas del genio de las naciones civilizadas.

Es preciso remontarnos al origen de la vida inteligente para hallar, si no el ori-

gen del alma, al menos el posible punto de partida de su evolución a través de la materia.

El alma es indivisible en el hombre, y en la serie animal, nada nos dice que sea

distinto, dado que los fulgores del instinto son los signos reveladores de su acción. El periespíritu es la envoltura del alma que, en los animales como en el hom-

bre, individualiza el principio pensante por medio del fluido universal que lo cons-tituye.

El estudio serio de médiums videntes, ha comprobado que el alma animal no

se destruye con la muerte. La revista Espirite de 1984 refiere el caso de la aparición de un perro, que fue

fielmente descrito por un vidente en el momento en que su dueño, el conde Luvoff, recordaba el afecto que le tenía. El animal, ante aquel cariñoso recuerdo de su anti-guo dueño, se agitaba y saltaba alborozado como lo hubiera hecho viviendo con su cuerpo terrestre.

En la misma Revista Spirite de 1865, hallamos otra narración de la aparición

póstuma de otro perro. Dice el narrador, que estando en cama, pero no durmiendo, el débil quejido

que exhalaba su perra cuando quería alguna cosa. Le sorprendió tanto el quejido,

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que extendió el brazo fuera de la cama con el propósito de atraer hacia el a la perra. No la palpo, pero creyó en verdad sentir sus caricias.

Al levantarse al día siguiente contó el caso a su señora. La que le dijo, que ella

también había sentido el mismo quejido, pero no solo una vez sino dos, y que le pa-recía partir del dormitorio. Lo primero que pensó el hombre es que su perra no es-taría muerta, que el veterinario se la habría apropiado por su gentileza, y ella, es-capándose, fue a pedirle que le abriera para poder entrar.

La hija que por estar enferma tenía su camita en el mismo dormitorio que su

madre, afirmo también haber oído el quejumbroso aullido de la perra”. Este fenómeno no puede atribuirse a la alucinación, puesto que fue percibido

por tres personas que no estaban reunidas en el mismo sitio. Si el principio inteligente del animal sobrevive a la materia, si goza de la indi-

vidualidad, es posible aplicarle las mismas reglas que rigen al alma humana, y en este caso todo se explica.

Por medio del Espiritismo se comprueba experimentalmente la necesidad de

la reencarnación del alma humana; y la ley de continuidad que hemos señalado en los seres vivos, nos permite creer que el alma del animal está sometida a ese mismo proceso. De este modo el principio inteligente animaría sucesivamente organismos más y más perfeccionados, a medida que fuera adquiriendo capacidad para dirigir-los.

Admitiendo que en el animal hay un principio inteligente este está revestido

de un periespíritu en el que se graban los instintos y las sensaciones, y que la me-moria provienes de un despertar de tales instintos y tales sensaciones. Los anima-les domésticos son los mismos seres que vivieron antiguamente en el estado salva-je; y el olor de la fieras despierta en su envoltura fluídica el recuerdo del sufrimien-to y de la muerte bajo los dientes y las uñas de aquellos carniceros: de ahí su te-rror. En el hombre, el movimiento instintivo de repugnancia que siente por ciertos animales, como los reptiles, proviene de los yacimientos más profundos de su yo: son las sensaciones experimentadas por el ser humano a su paso a través de la se-rie animal.

El Espiritismo al proclamar la existencia del periespíritu, demuestra que tal

órgano reproduce fluídicamente la forma corporal de los animales, que es perma-nente en medio del flujo perpetuo de las moléculas vivas y, consecuentemente, que en él es donde radican los instintos y las modificaciones de la herencia. Por ser in-mutable, no obstante los incesantes cambios de que es testimonio el hombre, con-

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tiene –digámoslo así - los estatutos y leyes que dirigen la evolución del Ser; no se disgrega con la muerte, sino que constituye la individualidad póstuma del princi-pio intelectivo; y tomando en registro todas las modificaciones que le proporcio-nan las numerosas y sucesivas existencias, acaba por hacerse apto, después de haber recorrido toda la serie , no solo para organizar y dirigir organismos muy complicados, sino para hacerlo sin conocimiento del alma. Es parecida con la ana-logía que observamos a diario con el pianista acostumbrado a interpretar a prime-ra vista partituras nuevas. Como este se ha posesionado por un largo mecanismo del cerebro, del brazo, de los dedos, doblegándolo a su voluntad, no tiene porque preocuparse de las dificultades materiales que estos órganos ofrecen, y que son in-superables para un principiante: a él le basta leer la partitura y sus órganos obede-cen automáticamente a su alma; pero esto ha sido a través de mucho estudio y de mucho trabajo. Consideremos la indispensable necesidad del periespíritu; para que se nos haga más patente las acciones de las vidas físicas e inteligentes en los ani-males y en el hombre.

Si no tenemos ideas precisas de cómo están constituidos los seres vivos, es

difícil comprender claramente el papel del sistema nervioso, e igualmente el del periespíritu.

Los resultados a que ha llegado la ciencia respecto a la naturaleza intima de los

vegetales y de los animales ha sido la de adquirir la certeza de que el organismo de un vegetal o de un animal cualquiera proviene de la reunión, de la asociación de un numero inmenso de células; las partes diferentes del cuerpo del animal o de la planta son debidas a las modificaciones que las células sufren. En químico, por una serie de descomposiciones sucesivas, los productos más complejos pueden siem-pre reducirse a los elementos primordiales, a los cuerpos simples de que están formados; en historia natural, la célula aparece como el residuo ultimo de estudio de más en más profundo de toda clase de tejidos. La molécula orgánica, es pues, el elemento anatómico por excelencia de que están formados todos los seres vivos.

La célula se compone de tres partes: la 1ª de un núcleo solidó que está en el in-

terior; 2ª un liquido que baña el núcleo; y 3ª una membrana que envuelve todo. La parte esencia, la parte verdaderamente viva, es el líquido, al que se le ha dado el nombre de protoplasma; de manera que este líquido gelatinoso es el que constituye realmente el fundamento de la vida orgánica. Mientras el viva en los millones de células que componen un cuerpo, el cuerpo vive también; cuando el muere en una parte cualquiera de las células que componen un miembro, el miembro muere; si se destruye, en fin, el protoplasma en la totalidad de las células, el cuerpo entero mue-re.

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Si la teoría de la evolución es exacta, la vida debió principiar en la Tierra por la formación del protoplasma. Este hecho se verifica en nuestros días. Las exploracio-nes de los grandes fondos submarinos han dado a conocer una sustancia gelatinosa que parece ser la primera manifestación vital.

Las móneras no son todas del mismo grado de simplicidad. Hay algunas que

tienen en el interior de su masa un núcleo bien caracterizado: son células desnudas a quienes se ha dado el nombre de amebas, y se las halla de ordinario en el agua común y en la sangre de los animales; otras hay que además de poseer el núcleo de las amebas, están envueltas por una cubierta: estas son las células propiamente dichas.

El modo de reproducción de la célula es muy simple: cuando a alcanzado cierto

volumen, se producen una o muchas divisiones en su masa, se fracciona en dos o más partes, y cada una de estas, haciéndose independiente, se nutre y crece como la célula madre, hasta que llega el momento en que, a su vez, da nacimiento a otras células semejantes. Algunas veces las células originarias de la primera no se sepa-ran, sino que forman una serie de células asociadas que a su vez, dan nacimiento a otras y otras, también unidad, según el grado de vitalidad que posean. Esto es lo que acontece en los vegetales, en los animales y en el hombre. Todos los organis-mos empiezan en la actualidad por una célula única: el huevo vegetal o el huevo animal y, según la complejidad más o menos grande del ser que debe nacer, las células se diversifican más o menos, guardando siempre su autonomía especial.

Aun en las asociaciones más complejas las células que constituyen un ser vivo

no pierden por completo su independencia: cada una de ellas vive por su cuenta, y las diversas funciones fisiológicas del animal, no son otra cosa que la resultante de los actos cumplidos por un cierto grupo de células.

El objetivo de todo organismo es vivir, y, cada parte concurre a la consecuencia

de este resultado en la esfera que le es propia. Se puede comparar el cuerpo vivo a una manufactura, cada órgano a un conjunto de obreros y cada obrero a una célula. Cada obrero tiene que efectuar un trabajo especial, pero uniendo las piezas elabo-radas de este modo, se obtiene el objeto manufacturado.

En la escala de los seres se encuentran las asociaciones de células en todas las

fases de desenvolvimiento. El individuo, tiene su unidad abstracta y su existencia colectiva; es una reunión

de individuos, frecuentemente en número inmenso, que no obstante puede ser con-siderada como un individuo solo, como un ser único, aunque compuesto.

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Los animales superiores son estas individualidades colectivas, aunque solo desde el punto de vista vital. La fuerza vital es un principio y un efecto: un principio porque es necesario un ser vivo para comunicar la vida, y un efecto, porque una vez fecundado el germen, las leyes físicas y químicas se encargan del mantenimiento de la vida. La fuerza vital tiene existencia propia, puesto que cada ser puede repro-ducirse en un semejante suyo, y puesto que no se puede dar vida artificialmente a un compuesto inorgánico.

El principio vital, es una fuerza esencialmente organizadora y reparadora y, en

lo vegetales y los animales, él es quien repara las células destruidas por el uso, si-guiendo un plan determinado. Podemos considerarle en cierto modo como el des-envolvimiento, el grado superior, la transformación exaltada de esa fuerza que en los cuerpos brutos conocemos por afinidad. Además, el fluido vital obra sobre las moléculas que produce el fantasma magnético. Si se niega la existencia de una fuerza vital, aunque invisible e imponderable, no es posible comprender como un cuerpo vivo conserva una forma fija, invariable, según la especie a que pertenezca, a pesar de la renovación incesante de las moléculas del cuerpo.

La vida es difusa, como en los animales inferiores; en tanto todas las células

pueden vivir individualmente sin necesitarse unas alas otras, el principio inteligen-te no se revela en ellas de un modo claro, puesto que en los seres rudimentarios no se observa sino la irritabilidad, es decir, la reacción a una influencia externa sin sensibilidad apreciable, pero desde que el sistema nervioso aparece, se concentran en él funciones animales, la comunidad viviente se transforma en individuo, y el principio inteligente toma a su cargo el gobierno del cuerpo, manifestando su pre-sencia por los primeros fulgores del instinto.

DESENVOLVIMIENTO CORRELATIVO DEL GANGLIO CEREBRAL Y DE LA INTELIGENCIA EN LA SERIE ANIMAL

Ciertos zoófitos (animales plantas), tales como las medusas y los rusitos, tie-

nen algunos lineamientos de sistema nervioso; también se distinguen en ellos algu-nos rudimentos del instinto.

En el mar es un inagotable receptáculo de las formas más inferiores de la vida,

en la arena húmeda, es raro no pisar alguna masa glutinosa y azulada como el en-grudo, sin forma aparente alguna. Tal masa gelatinosa no ofrece a la mirada ningún carácter de animalidad; pero si se coloca en una vasija grande llena de agua del mar o en un charco profundo para que pueda devolverse a sus anchas, pronto se la verá extenderse, redondearse y tomar formas concretas que no carecen de elegan-cia. Es un ser singular, cuyo cuerpo está compuesto de un disco más o menos bombeado como un hongo y de muchos apéndices colocados en su parte inferior o

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cóncava, que le sirven para la respiración o para la presión de los alimentos. Estos órganos son colgantes o flotantes en muchas especies, de manera que recuerdan las serpientes que constituían la cabellera de Medusa, personaje mitológico de quien han tomado el nombre. Normalmente se les llama ortiga de mar.

Fuera de su elementos se convierten en masas informes y confusas, en la que

la mirada atónita no puede hallar rastro alguno del animal que causaba admiración momentos antes, debido a que sus tejidos son muy espumosos para que puedan guardar en contacto con el aire su lugar respectivo, mientras que en el agua, pen-diendo una parte de su peso igual a la del volumen del liquido que desaloja, no tie-nen necesidad de ofrecer sino muy débil resistencia para conservar su estructura y para impedir que las diversas partes de su cuerpo se precipiten unas sobre las otras.

En estos animales simples, aun en aquellos que no se distingue muy bien el sis-

tema nervioso, ni miembros, ni órganos sexuales, se encuentra siempre el estoma-go. Esto revela que el estomago es el órgano por excelencia de la animalidad, el fundamento de la vida física, y hasta se puede decir que el estomago es el primer profesor en artes del Universo, puesto que es el que ha enseñado a los hombres y a las bestias todo lo que es preciso para existir, suscitando todas las necesidades y con ellas todos los instintos.

Las actinias, semejantes a las flores vivas cuyos brillantes pétalos están dota-

dos de gran movilidad, no son, con seguridad, sino estómagos organizados, verda-deros sacos que transmiten al resto del cuerpo, por inhibición, los jugos nutritivos. Tampoco se ven en ella otros instintos que los que son necesarios para este impor-tante acto. Estos pólipos no tienen diferenciado el sistema nervioso: la sustancia de este se la ve diseminada por todo el cuerpo y como petrificada en la materia gelati-nosa de que está formado el animal; de manera que las facultades activas, tales co-mo la visión, la audición, etcétera, que nosotros poseemos especializadas en órga-nos distintos, están diseminadas uniformemente y en estado latente en estas orga-nizaciones primordiales.

Las especies se transforman concentrando en órganos particulares las diferen-

tes facultades que en un principio poseían confundidas, gracias a la influencia permanente y sin cesar activa del medio que rodea al animal, que le crea necesida-des siempre nuevas e imperiosas; los órganos de los sentidos pierden una parte de sus propiedades generales y no conservan y desenvuelven sino aquella de su es-pecialidad.

La fuerza nerviosa esparcida por todo el cuerpo en los zoófitos, se centraliza

parcialmente en los moluscos mediante filetes nerviosos. Las diversas ramificacio-

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nes de los nervios con sus raros pequeños cerebros o ganglios, empiezan la concen-tración, la coordinación, la unidad del individuo; pero esto no tiene lugar sino pro-gresivamente. El sistema nervioso en los tipos mejor definidos, está formado prin-cipalmente por dos ganglios situados por encima y por debajo del esófago: el si-tuado en la parte superior ha recibido el nombre de ganglio cerebral, y está unido al otro por cordones nerviosos que forman el collar del esófago. A medida que el organismo se complica, que equivale a decir se eleva, el ganglio cerebral se hace doble; y las dos partes que lo componen pueden separadas o unidas.

Se ha observado que en los animales-planta, la ausencia de casi todos los sen-

tidos; los moluscos se hallan, en escala de progreso, un peldaño por encima de los primeros. Los moluscos en general poseen el tacto, bastante la vista y quizá el olfa-to, y algunos la audición. Este principio de perfeccionamiento orgánico da lugar a los instintos de nutrición y propagación, y aun a otros instintos especiales; prueba de ello son los equinodermos, que perforan las rocas para proveerse de habitación.

Si estudiamos a los seres colocados un poco más alto en la serie animal, vere-

mos que en los, articulados, el desarrollo ganglio cerebral es muy marcado. La progresión de las facultades la podemos ver clasificada de la siguiente ma-

nera, según Laurent, en su obra: (Anatomía comparada del sistema nervioso) 1ª) Se ven en primer lugar a los animales que parecen establecer una transi-

ción con la clase inferior: sus instintos se limitan a buscar alimento (anélidos, san-guijuelas)

2ª) Sensaciones más extendidas y más numerosas, ardor extremo para la ge-

neración, voracidad, crueldad ciega (crustáceos, cangrejos) 3ª) Sensaciones todavía más extendidas, construcción de un domicilio, voraci-

dad, artificio, astucia (arácnidos, arañas) 4ª) Sensaciones mucho más extendidas, construcción de un domicilio, vida de

relación, aprovisionamientos de guerra y defensa común, en una palabra, sociabili-dad (insectos, hormigas y abejas)

Antes de pasar a los vertebrados, hemos de darnos cuenta de cómo se han po-

dido formar los instintos y del papel que el periespíritu ha debido desempeñar en la evolución cuyos puntos principales acabamos de poner sumariamente de mani-fiesto.

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El Periespíritu Hemos visto que hay lazos que unen a todos los seres vivos, de tal manera, que

los animales suceden a las plantas sin transición sensible, y hay órganos también en aquellos que parecen participar también de la naturaleza de estas. Hemos visto que el principio vital desempeña un papel más importante en los vegetales, y que la citada fuerza no es una entidad vaga, sino una energía perfectamente definida, cuya asociación con el periespíritu es indispensable para podernos explicar la for-ma típica que conservan los seres vivos desde que nacen hasta que mueren. Pero el principio vital que impregna al germen y dirige su evolución, no es suficiente para darnos cuenta de los instintos que observamos en los animales, ni nos explica tam-poco las manifestaciones inteligentes de que hemos hecho merito; y por esta cir-cunstancia atribuimos nosotros tales hechos, que diferencian tan profundamente al reino animal del reino vegetal, al desenvolvimiento del principio anímico.

En los organismos ambiguos que se hallan en los confines de los reinos vege-

tal y animal, se observa una concentración más o menos grande, una individualidad más o menos perfecta o definida, según sea más o menos intensa la unión de la fuerza vital con el principio espiritual; pero tan luego como el principio espiritual prepondera sobre la fuerza vital, la evolución se cumple rápidamente , las formas se acentúan, y en lugar de ser flojos, blandos, indefinidos, toman contornos determi-nados, precisos, y adquieren instintos que acusan con energía.

También se ha establecido que el principio inteligente se haya siempre reves-

tido de una envoltura fluídica, y los hechos referidos por Dossier y confirmados por la lógica, no permiten poner en duda la existencia del doble periespirítico. Exami-nemos ahora sus funciones en los seres vivos.

Al principio de la vida, el fluido periespiritual está mezclado con los fluidos

más groseros del mundo imponderable: se le puede comparar a un vapor fuliginoso que contiene las radiaciones del alma. Ésta, aunque posee en germen todas las fa-cultades que la evolución le va desenvolviendo, no puede manifestarlas, cohibida como se halla por su unión intima con el periespíritu, con esa especie de vaina fluídica cuya materialidad es sobradamente densa. Precisa, pues, que en esta pri-mera edad del alma, los fuertes estímulos del hambre acudan a sacarla de su atonia. Ya sabemos que los fluidos son estados diverso de la materia etérea, y que la rapi-dez de su movimiento molecular es proporcional al grado de rarefacción de las moléculas; de manera que cuanto más groseros, opacos y en cierto modo viscosos sean los fluidos, tanta mayor resistencia opondrán a toda modificación, y tanto más tendrá que trabajar el alma si es que quiere manifestarse al exterior, a efectos de cambiar los movimientos de su envoltura y regularizar su acción.

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Podemos formarnos una idea de los fenómenos sucesivos que las diferentes encarnaciones determinan en el periespíritu, suponiéndonos un gran manantial de luz, por ejemplo un foco eléctrico, producido en un globo de cristal que contuviera un espeso vapor negro formado por una enorme cantidad de partículas sólidas. El resplandor de esa luz quedaría atenuado por aquel velo sombrío, que no irradia ninguna luz al exterior; a lo sumo se vería débil claridad. El alma es el foco eléctri-co, y el periespíritu, en los primeros tiempos de la vida terrestre, es el vapor denso y fuliginoso contenido en el globo.

Renovando frecuentemente la experiencia y suponiendo que cada vez se des-

carte el vapor de una cantidad muy mínima de partículas sólidas, tendremos una idea aproximada de lo que acontece con el alma y su envoltura, en tanto evolucio-na en la serie animal. Las facultades superiores que se observan en los vertebra-dos no son sino momentáneas, carecen de continuidad: se diría que son ráfagas de luz que atraviesan vertiginosamente la nube oscura. El principio espiritual sola-mente puede manifestar sus facultades sin intermitencias, cuando, habiendo ma-nipulado lo suficiente su órgano fluídico, está casi a punto de pasar al reino homi-nal.

FORMACIÓN DE LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS: PAPEL DEL PERIESPÍRITU Toda sensación se traduce siempre en movimiento. Esta verdad, por analogía,

como las otras partes del sistema nervioso ha tomado poco a poco la dirección de la vida vegetativa y orgánica.

La vida de relación comprende dos términos: por una parte, la acción del

mundo exterior sobre el animal, que se traduce en este por fenómenos sensoriales; por otra parte, la acción del animal sobre el mundo exterior, que se manifiesta por el movimiento.

La propiedad de responder con un movimiento a una fuerza exterior es gene-

ral y característica en los seres vivos, y se la denomina irritabilidad. Cuando una fuerza cualquiera actúa sobre un cuerpo, lo modifica en determi-

nado sentido. Esto nos conduce a admitir que aun cuando una fuerza no determine movimientos aparentes en un cuerpo, no por esto deja de modificar siempre su constitución molecular, ni deja ella de transformarse imprimiendo al cuerpo un nuevo estado diferente del primero. E animal , es muy sensible, la materia de que está formado es muy delicada, por eso podrá ser irritado por fuerzas menos enér-gicas que las que actúan sobre los cuerpos brutos, y las nuevas formas que estas fuerzas determinen, bien podrán también dejar en el ser vivo rastros de más en más perdurables, a medida que se ejerzan con más frecuencia. El calor, la electrici-dad, la combinación química y la pesantez, que tan diferentes parecen, no son en

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realidad sino formas del movimiento; movimientos moleculares, atómicos, vibrato-rios, imperceptibles a nuestros sentidos como movimientos, es cierto, pero reduci-bles a leyes mecánicas, según la ciencia a podido demostrar.

El punto esencial, que es preciso que no olvidemos jamás, es el que se centra

en la unión intima, molecular, del periespíritu con el cuerpo; unión que se inicia an-tes de nacer y que persiste hasta algo después de la muerte. Ya sabemos que solo mediante el fluido vital de que está impregnado el germen ha podido tener lugar esta encarnación, porque ya sabemos también que el Espíritu no puede obrar sobre la materia si no es por mediación del fluido vital. Hay, pues, fusión intima entre el periespíritu y el fluido vital, siendo este último el motor que determina la evolución manifestada en estas tres etapas: juventud, edad madura, vejez. Cada célula, a pesar de participar de la vida general en los organismos compuestos, goza de cierta au-tonomía, de manera que todo movimiento que se produce en ella cambia su equili-brio vital y tiene su repercusión inmediata en el doble fluídico, en donde aquella modificación dinámica determina un movimiento. Luego, toda acción interna o ex-terna del animal, producirá un movimiento en su envoltura periespiritica.

En todos los seres vivos, así como en el zoófito como en el hombre, la materia

viva se destruye y se regenera incesantemente por la nutrición, la cual, en un tiem-po muy corto, renueva todas las moléculas del cuerpo. Es indispensable, pues, que quede en el animal un principio permanente en el que residan las modificaciones adquiridas, sin lo cual las nuevas moléculas no serian más aptas que las antiguas para vibrar de un modo más rápido y el animal no podría adquirir ningún órgano sensorial diferenciado. Todo lo que abría en el serian órganos adventicios, y estos órganos no podrían proporcionarle su progreso.

El periespíritu es, pues, la causa directa del progreso animal, sin el, nada es ex-

plicable, y la teoría precedente, que es la ciencia, no la puede resolver. El movimien-to s indestructible, afecta a las células que encuentra a su paso y las conmueve, conmoción que ellas conservan. Pero cuando las células conmovidas desaparecen, se lleva consigo la modificación adquirida, y las nuevas células que las reemplazan no poseen el mismo movimiento vibratorio. Por tanto, si admitimos que el principio vital está íntimamente unido a todas las partes del periespíritu y que este repro-duce exactamente todas las partes del cuerpo, la incógnita queda despejada, por-que se comprende que las nuevas células sean organizadas por la fuerza vital mo-dificada según el movimiento de las líneas de fuerzas periespirituales y, por conse-cuencia, que el organismo físico reproduzca tales modificaciones y dibuje en el ser celular el lugar del sistema nervio-sensitivo a la par que el motor, puesto que el ser reacciona constantemente contra su medio.

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De este modo es como las células llegan a diferenciarse y a manifestar sus propiedades particulares en relación con su género de excitación especial, es de-cir, con el género de movimiento que las modifica con más frecuencia. Las vibra-ciones calóricas son menos rápidas que las lumínicas, y las conducciones sonoras difieren también de las primeras; de manera que tales movimientos, acabaran por adquirir una facultad de irritabilidad apropiada a la naturaleza especial de cada uno de los irritantes; en una palabra especificación de los órganos de los sentidos.

Los fenómenos se van complicando a medida que uno se eleva en la serie ani-

mal, y el sistema nervioso se perfecciona correlativamente, pero el procedimiento es siempre el mismo. El estudio de las propiedades fisiológicas del aparato nervio-so, nos ara comprender mejor las propiedades del periespíritu.

EL SISTEMA NERVIOSO Y LA ACCIÓN REFLEJA El sistema nervioso no es sino la condición orgánica terrestre de las acciones

psíquicas del alma, y que, por si mismo, ni es inteligente, ni instintivo, puesto que el alma, tanto humana como animal, sobrevive a su destrucción; pero recordemos también que el sistema nervioso, durante la vida, es la reproducción material del periespíritu, y que toda alteración grave de su sustancia engendra los desordenes consecutivos en la manifestaciones del principio pensante.

Si lesionamos gravemente una parte del cerebro de un individuo, no podrá es-

te individuo producir, por ejemplo, la palabra articulada: luego, la facultad de la pa-labra quedará destruida. Esto ha sucedido simplemente porque el alma no se pue-de servir de su instrumento, y por tanto, no puede acusar su presencia de aquella manera. La experiencia demuestra, ciertamente, que ha desorganizado al alma en sus funciones objetivas; pero no demuestra, realmente, que se haya destruido par-cialmente.

El aforismo – mente sana en cuerpo sano – es exacto: es necesariamente preci-

so que los órganos estén en perfecta salud para que el Espíritu puede servirse li-bremente de ellos; pero debemos cuidarnos mucho de sacar como conclusión de esta verdad, que una alteración del órgano entrañe una alteración del alma. Lo que hace aquella es determinar una alteración de la manifestación de esta, y ambas co-sas, ciertamente equivalen a lo mismo. Es cierto que los límites entre los cuales se conserva la integridad del sistema nervioso, son muy estrechos: dependen de la circulación, de la respiración, de la nutrición, de la temperatura y de si estado sano o enfermo.

El sistema nervioso, sirve a las manifestaciones de la inteligencia. Se compone

de nervios o cordones nerviosos, y de centros, siendo estos últimos, en los verte-brados, la médula espinal y las diferentes partes que constituyen el cerebro.

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El movimiento en un principio tan penoso, se hace fácil enseguida, luego natu-ral, y, finalmente, automático e inconsciente, y cuando el organismo responde ma-quinalmente e inconscientemente a una excitación externa, sucede lo que los fisió-logos llaman una acción refleja.

Nada es de más fácil comprensión que un acto reflejo elemental, así sea un

nervio excitado en su extremidad periférica. La irritación se extiende a lo largo del nervio, remonta a los centros nerviosos, y ya allí, propagándose por grados y pa-sando por el periespíritu, desciende a los nervios motores para transmitirse al músculo que se contracta.

La conciencia puede perfectamente ignorar este movimiento sin que por ello

deje de producirse con una regularidad absoluta, dado que, el hábito adquirido du-rante un lapso considerable, acaba por dar carácter automático. Lo mismo que cuando leemos sin acordarnos por todas las fases que hemos pasado para llegar a conocer la letra, formar silabas, unir estas con las palabras, etcétera, así también una irritación del sistema nervioso determina un movimiento de respuesta, que puede perfectamente ser ignorado del alma y hasta independiente de su voluntad.

Las acciones reflejas son de diferentes clases. El Doctor Richet las clasifica del

siguiente modo: A. – Reflejas, teniendo como punto de partida una excitación exterior, y

produciendo: 1.) Sobre los músculos de la vida animal, movimientos reflejos de relación; 2.) 2.) Sobre los aparatos de la vida vegetativa, movimientos reflejos de nu-

trición. B. – Reflejos teniendo por punto de partida una excitación interior visce-

ral y actuando: 1.) Sobre los músculos de la vida animal.

La médula espinal es considerada por los fisiólogos bajo un doble aspecto: co-mo cordón conductor que transmite al encéfalo las sensaciones y conduce las exci-taciones motrices; como centro nervioso, es la sede de las acciones reflejas. La ac-ción refleja simple, que podemos definir por aquella en que una excitación simple es seguida de una contracción simple, es el primer acto de automatismo e incons-ciencia que se nos ofrece. La acción refleja consiste especialmente en el movimien-to de una parte del cuerpo provocado por una excitación externa en esa misma par-te, en cuyo movimiento interviene un centro nervioso que no sea el cerebro.

A medida que el principio inteligente pasa de uno a otro organismo más com-

plejo, el sistema nervioso se habitúa, mediante las innumerables reencarnaciones que cumple en cada forma, al manejo cada vez más perfeccionado del cuerpo mate-

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rial, y como estos actos acaban por hacerse automáticos a causa de la frecuencia reiterada de las mismas necesidades, se establece una estrecha relación entre el organismo y el periespíritu y, al mismo tiempo, una apropiación, a cada instante más perfecta, del ser con su medio.

La vida del animal, se puede casi decir, es toda ella una acción refleja, si deja-

mos aparte los fenómenos psíquicos superiores y los automáticos normales del co-razón y de la regularidad en el complicado mecanismo orgánico. Se puede compa-rar el cuerpo con una nación, y el mecanismo fisiológico con las leyes que la rigen. Las personalidades cambian constantemente, unas mueren y otras nacen; pero las leyes subsisten siempre, bien que puedan perfeccionarse a medida que el pueblo se haga más moral.

EL INSTINTO El instinto es la forma inferior bajo la cual se manifiesta el alma. El animal tie-

ne tendencia a reaccionar contra el medio externo, y la sensación determina en el emociones agradables o desagradables. La aptitud para traducir al exterior estas reacciones, se transmite hereditariamente, periespiritualmente, diremos nosotros, puesto que son los seres modificados quienes vienen a habitar los cuerpos nuevos. Tal es, según nosotros, la génesis de los instintos naturales primitivos, y en esta ca-tegoría colocamos a los instintos que tienen por objeto la nutrición la conservación y la generación. Los instintos naturales, son más o menos modificados o perfeccio-nados por la inteligencia.

Es indispensable que el principio espiritual pase por tales tamices sucesivos

con el fin de fijar en su envoltura las leyes que dirigen inconscientemente la vida, y para poderse entregar a continuación a los trabajos de perfeccionamiento intelec-tual y moral que deben elevarle a una condición superior. La lucha por la vida, por áspera y cruel que nos parezca, es solo el medio natural y lógico para obligar alar-ma, en su infancia, a manifestar sus facultades latentes, del mismo modo que el su-frimiento es indispensable para el progreso espiritual; y a no ser que veamos en el alma el efecto de un milagro, una creación sobrenatural, debemos reconocer el es-plendido encadenamiento de las leyes que dirigen la evolución de los seres hacia un destino siempre mejor.

Hay pues, progresión continua a medida que uno se eleva de la ramificación

inferior a la superior, pero a condición de que la pesadas abracen el conjunto de cada ramificación, y no tal o cual especie examinada por separado, dado que es un hecho hoy ya patente que el progreso en la serie tiene lugar, no en solo una línea recta, sino en las líneas desiguales y paralelas.

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Esto es solo un resumen breve de todo lo que se refiere a la especie animal, señalando de paso la utilidad del periespíritu para la comprensión de los fenóme-nos. Es imposible seguir en todos sus detalles los numerosos hechos que convendr-ía colocáramos bajo los ojos del lector; para ello se necesitaría escribir numerosos volúmenes.

UN RESUMEN DE LO EXPUESTO Hemos dejado claro que es muy posible, con los datos de la historia natural,

que el alma humana haya pasado a través de toda la serie animal. El principio espi-ritual ha evolucionado lentamente desde las formas más inferiores a los organis-mos más complicados. Durante el inmenso periodo de las edades geológicas, las fa-cultades simples del espíritu, se han desenvuelto sucesivamente actuando sobre el periespíritu, modificándolo y dejando cada vez en él las trazas del progreso adqui-rido.

La envoltura fluídica podría compararse con esos árboles seculares en los cua-les cada año, aumenta su diámetro, deja el tiempo una señal imborrable de su curso en la trama de su tronco, en razón de que la energía se transforma, pero nos e pierde nunca.

Bajo los impulsos del alma, excitada por el medio cósmico y la lucha por la vi-da, el organismo fluídico ha creado, por diferenciación la propiedades del proto-plasma, todos los órganos materiales sometidos a la dirección progresivamente preponderante del sistema nervioso; y, por el mismo mecanismo de más en más desenvuelto y coordinado de las acciones reflejas, han podido manifestarse los ins-tintos. A medida que la ascensión se pronuncia, aparecen los primeros fulgores de la inteligencia, y, por una notoria transformación, el habito, combinado con la ley de la herencia – que nosotros consideramos como el regreso de la misma indivi-dualidad, cada vez más modificada, al propio tipo -, convierte en inconscientes los fenómenos al principio voluntarios y conformes con la conservación y utilidad del individuo. Así como gran número de actos conscientes se hacen automáticos, en-trando de lleno en la física del alma, por decirlo así, y ser asimilado por el periespí-ritu.

Creemos pues, que hemos pasado por la bestialidad. Lejos de ser criaturas angélicas exoneradas, lejos de haber habitado un paraíso imaginario, hemos con-quistado con mucha dificultad el ejercicio de nuestras facultades y el poder de ven-cer nuestra propia naturaleza. Nuestros tatarabuelos de la época cuaternaria – débiles en comparación con los grandes carniceros contemporáneos suyos -, que iban errantes en pequeños grupos buscando su alimento y el árbol o la anfractuosi-dad de la roca en que guarecerse, achicharrándose bajo los rayos del sol o tem-blando con los mordiscos del viento o las frías caricias de la nieve, estaban lejos de aquella edad de oro que las leyes religiosas han hecho reverberar con engañosos resplandores. La lucha del hombre primitivo contra las grandes especies zoológicas tuvo que ser terrible: necesitó por fuerza declarar guerra a muerte a todas las bes-

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tias salvajes, dominarlas y purgar de ellas los contornos del lugar en que habitaba, pues solo de ese modo, solo mediante esta labor digna de titanes, pudo triunfar po-co a poco de tan numerosos y formidables enemigos.

¡Quien no admira esta marcha lenta, pero gloriosa, hacia la luz; esta evolución

producida por el aguijón de impecables necesidades que, arrancando al hombre de su abyección primitiva, le elevan progresivamente hacia las regiones más altas y más serenas del mundo del pensamiento! Las sociedades modernas están en pro-greso muy por encima de aquellas que las han precedido, y, si comparamos nues-tro estado con el de nuestros padres, nos cabe el derecho de estar orgullosos del resultado del esfuerzo colectivo de la humanidad; pero si fijamos nuestras miradas sobre la eterna justicia, entonces veremos todas nuestras imperfecciones y el cami-no que nos falta recorrer para aproximarnos a este ideal.

La lucha por la vida, necesaria al desarrollo del principio espiritual, tenía razón

de ser en un mundo brutal e instintivo, en el que no se revelaba ninguna conciencia ni ninguna inteligencia clara; pero hoy, que el alma se manifiesta ya en sus modali-dades más elevadas, aquella lucha debe desvanecerse poco a poco. Tenemos dere-cho a reclamar un reparto más equitativo de las cargas y de los bienes comunes, tenemos derecho a sublevarnos contra los funestos consejos de la ambición que precipitan a unos pueblos contra otros, y tenemos derecho en fin, a reivindicar aquellos que son imprescriptibles de la solidaridad y del amor. Nuestra Doctrina, mostrando la igualdad perfecta, absoluta, del punto de partida de todos los hom-bres, borra las separaciones ratifícales elevadas por el orgullo y la ignorancia, y pe-rentoriamente prueba que nadie tiene derecho a más respeto ajeno que aquel que se haga acreedor por la nobleza de su conducta. El nacimiento y la posición social no son sino accidentes temporales de los que nadie puede envanecerse, puesto que del mismo modo se pueden adquirir que perder en cualquier momento de la evolu-ción. Verdades tan consoladoras es bueno que las esparzamos sin cesar en torno nuestro. Demostremos que solo ele esfuerzo individual puede proporcionarnos el progreso colectivo, y que la misma Potencia que nos ha conducido al estado de hombres, nos abrirá perspectivas infinitas de la vida espiritual, desenvolviéndose en la extensión sin límites del Cosmos.

Realizado por Merchita, miembro fundador del Centro Espirita Amor Fraterno Trabajo extraído del libro: La Evolución Anímica de Gabriel Delanne

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ESCLAVITUD ENTRE LOS HOMBRES Y LA DE LA PROPIA ALMA

La vida en el mundo está llena de diferencias sociales y de la preservación por los

bienes; olvidando el hombre que lo que tiene es apenas un préstamo de la misericor-dia de Dios, pues por Su voluntad los espíritus que animan el cuerpo de señores podrían estar ahora, en la carne de un negro humillado y explotado que solo recibe, a cambio de su sudor, nada más que una choza infectada y el látigo impiadoso.

Los caminos de los hombres son extraños e insondables. Cuando la criatura vive

en un clima mental donde caben todas las virtudes y con el espíritu abierto al enten-dimiento de todas las situaciones, es la disposición idónea tanto en la tierra como en el plano espiritual para que su espíritu sirva bien.

El ser esclavo, no prohíbe a la criatura vivir en un clima mental superior; por el

contrario, por la contingencia de la subalternidad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, de la compren-sión y del deber. Le basta no asilar al monstruo de la revuelta, ni entregarse a la hoguera de la envidia para que la existencia le sea sumamente provechosa. De la misma forma, privado de todos los recursos materiales y morales sabe, más fácilmen-te, entender las dificultades ajenas y no existe nadie tan pobre que no tenga algo de si mismo para dar, sea una palabra de cariño, o un gesto de compasión.

Nunca debemos olvidar que el Sol baña y vivifica el lirio del campo, también

atiende a las necesidades del pantano, y la misma vida de Dios que anima a los hom-bres, anima, también, a las serpientes más temidas.

El alma es esclava siempre de sus debilidades. Por eso no hay labor más eficaz

para esto, que combatirlas hasta lograr hacerlas desaparecer. Cuando sufrimos y aceptamos con humildad ese sufrimiento, estamos también,

con el espíritu preparado para las más duras realidades y con la mente abierta a la comprensión de todos los problemas. La continuidad, como se puede percibir, dice respecto a nuestras disposiciones espirituales y no a nuestra situación en el mundo material.

Negro o blanco, el hombre que se siente respetado y reconocido, jamás se revol-verá contra sus bienhechores. Cada ser tiene la existencia que le es necesaria. Ningún ser, ante los dictámenes de la providencia podría surcar otros caminos que no sean, lo que la vida, espontáneamente le ofrece. Aunque el hombre no busque a Dios, siem-pre que no abrigue la rebeldía y venza, paso a paso, su caminata, aprovechara su existencia íntegramente.

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La búsqueda de Dios es un objetivo de la filosofía que no hace falta a la realidad, pues Dios está dentro de nosotros mismos, con nuestro consentimiento o sin el. Dios es la vida y la vida es luz.

Todos tenemos nuestro libre albedrio y nadie recibe pruebas del Señor para las

cuales no este preparado. Todos podemos recibir ayuda en la lucha, pero no es licito el que les perdamos nuestro concurso, debemos andar con nuestros propios pies y escoger el propio camino.

Cualquier situación que enfrentemos, la solución que intentemos en ella, será

desastrosa si no podemos comandar la lucha. Si permitimos, en nuestro propio barco, a cada viajante que entre, comandar el timón imprimiendo la ruta, que mejor le pare-ce, tengamos por seguro que no llegaremos a ninguna parte. Somos capitanes y de-bemos enfrentar los rigores de la tempestad. De la misma forma que el armador no entrega el barco a cualquier marinero, la Providencia Divina, con más justa razón, no coloca a sus hijos bajo la tutela de Espíritus inhabilitados. Como el buen capitán con-sulta sus propias cartas de navegación para conducir el barco.

Donde nos vemos incapaces, somos espíritus inmortales que, de experiencia en

experiencia, tenemos juntados grandes recursos. No sabemos solo lo que nos han enseñado en esta vida, sabemos todo lo que ya vivimos, actuando cada uno en una misma cosa de forma diferente, debido a que somos diferentes.

Todos debemos aprender a aceptar las cosas que nos llegan y contra las cuales

somos impotentes. El hombre negligente y que se entrega a la indisciplina mental, es foco permanente de complicaciones. Es muy difícil que nos ajustemos al deber y a la disciplina, los dos imperativos, mayores para garantizarnos la tranquilidad del Espíri-tu.

Generalmente, los corazones generosos no se saben defender del mal porque no cogitaron acerca de el. Acostumbrados a vivir espontáneamente, junto a la sinceridad, relajan la vigilancia que, aparentemente, no se torna necesaria. Aprenden a confiar en los otros y solo descubren que los otros mienten cuando caen en una gran desilusión. Aunque esto es peligroso, hay que admitir, que es preferible vivir confiando, pues la desconfianza en los que nos rodean genera inquietud constante. Los más complica-dos procesos patológicos de la mente tienen su etiología en la desconfianza habitual. El hombre desconfiado vive como un animal acorralado, divisando cazadores imagi-narios que lo quieren abatir y, en el delirio de la persecución, crea un mundo de an-gustias e inseguridades.

La duda es un acido destructivo que ataca al espíritu, consumiendo sus energías

superiores. Es un polarizador de todas las energías negativas que nos circundan, es como una fabrica de inquietudes, liberando poderosas corrientes de antipatía y de

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perturbación. Las fuerzas de la vida no funcionan como nuestra cabeza; ellas son eternas y justas y cada uno de nosotros recorre caminos recogiendo el resultado de su siembra.

Cundo vemos un acontecimiento como deplorable e injusto, este puede ser un auge de suprema felicidad para la redención del espíritu que en esos pasos tiene la oportunidad de resarcir deudas del pasado. Lo que es bueno y lo que es malo nosotros podemos definirlo con los viejos patrones de la tierra, de acuerdo con la alegría o el sufrimiento que nos acusan, sin embargo, lo que es justo o injusto, son definiciones que nos escapan al entendimiento por desconocer los autos del proceso cósmico.

El hombre considerado más insignificante puede ayudar al considerado como

más poderoso. Tenemos necesidad de no interferir, en las vidas de nuestros herma-nos, hurtándoles la oportunidad de la experiencia. Las decisiones son de cada uno, porque ellas representan el momento en que el espíritu extravasará sus propios problemas y resolverá sus complicadas necesidades interiores. Las personas que nos rodean son personajes de un mismo drama y nos inclinamos hacia cada una de acuerdo con las reminiscencias de experiencias pretéritas que están archivadas en nuestro inconsciente. En razón de eso, nuestras decisiones tienen vinculación con una realidad que no nos es dado percibir.

El amor no es flor pasajera que la primavera pone encanto; es como el carbón de

la tierra que precisa de siglos para transformarse en joya. De la misma forma, la ges-tación del odio es larga y se funda en realidad del ayer.

Todo el Universo obedece a leyes precisas e inmutables, y no es el destino de los

hombres las criaturas superiores de la tierra, los que están a merced de las fuerzas del acaso. Todo viene y va, en la vida, a su tiempo. Debemos aprender a aceptar las cosas como contingencias necesarias, incluso cuando no podemos entenderlas, con-fiando en el Conductor Celeste que no está distante de ellas.

Acordémonos del Sermón de la Montaña cuando Jesús aseguró que los humilla-

dos serán exaltados y los que padecen por causa de los hombres serán aliviados. Debemos siempre ante acontecimientos desagradables tener paciencia sin asilar nuestro corazón con conclusiones angustiantes, muchas veces indebidas.

Todos sabemos qué sin el Sol la vida fenecería y bendecimos su presencia vivifi-

cante en el Universo, sin por eso conocer su intimidad e indagarle los secretos. Sabe-mos, también, como saben los propios salvajes, que existe un Ente Superior que todo lo creó y a todo prevé, que como incomparable Maestro rige la armonía de la vida Universal, sin por eso haberle visto, imaginándole de mil formas. Son certezas que no discutimos y que nos sustentan el ánimo, aunque no podamos entenderlas en su plenitud. Mientras somos ignorantes, esa fuerza interior deberá animar nuestro

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raciocinio, a medida que evolucionamos vamos entendiéndola, sustituyendo nuestro impulso místico por el conocimiento de las causas y de los fenómenos. El hombre teje por si mismo su propio futuro, preparando su propio camino, el contenido del maña-na es la evolución constante. Las escenas de hoy continúan una historia pasada.

La experiencia reencarnatorio es para extinguir el mal y no para perpetuarlo. La venganza no forma parte de la Justicia Divina, esta funciona en el tribunal de

la propia conciencia de cada uno y mientras no sobrevenga una sentencia de absolu-ción, seremos reos ante nosotros mismos. Fue por ese motivo que Jesús nos enseño que Dios está dentro e nosotros.

Antes de reencarnar, llevamos la memoria espiritual activada en los aconteci-

mientos anteriores que nos generaron los conflictos, también somos preparados para los momentos de decisión. En la hora de elección, los impulsos son equivalentes, porque si ellos conocen el problema en el inconsciente, en ese mismo depósito in-consciente existen, contenidos morales para contornarle. Por eso las decisiones son los instantes supremos del espíritu y no es lícito interferir en ellos.

Cuando volvemos al otro lado y no nos acordamos de existencias pasadas y no

sabemos los males que hemos cometido y nuestra conciencia está tranquila. Muchas veces nos preguntamos ¿Cómo vamos a pensar en una nueva encarnación? Eso sucede porque acabamos de ingresar en el plano espiritual, porque aun estamos impregnados de energías groseras del plano terrestre. A medida que nos adaptemos a la esfera en que estamos, con el pasar del tiempo, esa influencia decaerá y podremos enseñorearnos de una vasta faja del pasado, identificaremos con ello nuevas expe-riencias, con el beneplácito de nuestros Mentores que organizaran las tareas y acen-tuaran los detalles de la reencarnación.

Cuando el espíritu no puede fruir de esa facultad, los instructores Mayores deci-

den por el, programándole la experiencia en el grupo que le corresponde y activándo-les la memoria en el momento preciso para que pueda integrarse en ese grupo. Los que ganaron ya muchos valores, deciden hasta donde pueden, y los que permanecen en la retaguardia aceptan las decisiones que no alcanzan. Con todo, ninguno de noso-tros permanecerá estacionado por no tener y no poder, siempre que coopere en querer, aceptando las imposiciones de la realidad.

Existen, los espíritus incapaces, cuyo consentimiento es suprimido, por aquellos

que les tutelan la evolución. Ahí ocurren las reencarnaciones compulsorias cuando el reencarnante ingresa en un grupo que lo acepta y corre el riesgo de su presencia. Se sujeta a las programaciones del grupo en hipótesis, con el cual, naturalmente, tiene ligaciones afectivas y, como no se preparó previamente, los frutos que podrá recoger serán limitados.

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Los hechos surgen y desaparecen al paso de los días que los cubre con el polvo del olvido para la gran mayoría de los espectadores. Sin embargo, los protagonistas son marcados por ellos. Principalmente para aquel que los causo, sin soportar las consecuencias. La conciencia es un tribunal permanente y hace que el espíritu se juzgue, natural y automáticamente, sin necesidad de interferencias exteriores. Cuando el espíritu se siente culpable, por un hecho infeliz, ese sentimiento de culpa pasa a ser una sentencia condenatoria que nos va a exigir reparaciones permanente, hasta que en la conciencia, la contabilidad de nuestro mal cometido de el pago de la pena por resarcido. No hay culpa que no tenga un precio dentro de nosotros mismos, y que no carguemos indefinidamente hasta pagarla. Nadie lesiona a nadie, impunemente. La Justicia Divina colocó en cada mente humana una especie de condensador de sus-tratos emocionales, donde quedan retenidas todas las imágenes y vibraciones, histo-ria y consecuencias de cada acto responsable del ser humano, ese condensador de vez en cuando, o de una sola vez, descarga energías diferentes, de emociones diversas, que llevan a los deudores a cierto tipo de angustia exacerbada, y a los vencedores de si mismo a la exaltación de ideales cada vez más nobles. Debemos procurar no apar-tarnos jamás de las líneas de justicia y de bondad, de tolerancia y del perdón, a fin de tener siempre la conciencia tranquila y el corazón des nublado del panorama dolo-roso de las angustias.

El secreto de la felicidad es vivir de tal forma que nuestra conciencia no registre

culpas que puedan suscitarnos problemas de reparación. Cada Espíritu es un mundo y gravita en torno de otros mundos que le son afines;

nosotros conocemos de cada uno, apenas algunos detalles insignificantes en el cómputo general de cada individualidad.

Todo guarda una enseñanza, incluso las cosas peores y, por eso, nuestros ojos

deben mirar para aprender. Quien conoce el olor del estiércol del corral, sabe dar mayor valor al perfume del jardín, aunque no deje de ir al corral donde precisa coger la leche que sirve a la mesa, ni deje de ir al jardín porque las flores no alimentan. Tenemos en la vida duras realidades y tiernas bellezas, necesidades y placeres y debemos transitar entre ellas con el mismo espíritu de elevación, conscientes de que, por muchos siglos aun, nos serán inseparables.

El hombre para discernir precisa conocer lo cierto y lo errado, precisa conocer el

lado bueno y el lado malo de las cosas, precisa, en fin, conocer la vida, porque es la vida que contiene cosas buenas y cosas consideradas malas. Lo que no precisa y no debe, es vivir el lado malo de las cosas, porque es eso lo que lo contamina y le pierde.

Llegará un día, en la faz de la Tierra, en que las ciencias del Espíritu catalogaran

como enfermedades el orgullo y el egoísmo, la vanidad y la ambición y el orden social

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les obligará a severo tratamiento, una vez que son fuentes permanentes del mal y de la intranquilidad que reinan en el globo. El hombre que rebasa los límites de la nor-malidad, camina hacia la locura declarada, y es una fuente generadora de desequili-brio, en potencial.

El mal del mundo nace en el corazón del hombre egoísta y orgulloso, que no sabe

perdonar, ceder u obedecer, comprender y ayudar, guardando las debidas propor-ciones de si mismo como frágil criatura, necesitada de todo y de todos.

Lo malo es que la Humanidad sabe eso hace milenios y continúa siendo la misma.

El mensaje de Jesús no tuvo otro sentido sino el de convocar a los hombres hacia la humildad y la caridad, a fin de que pudiesen amarse los unos a los otros. El Maestro incitó a los buenos a tolerar y ayudar a los débiles, para que las pruebas de los hom-bres se abreviasen con la extinción del mal sobre la Tierra.

¿Y que es lo que hicimos hasta ahora? Estamos lejos muy lejos del Paraíso terres-

tre para cuando los tiempos sean llegados. Los actos humanos deben ser juzgados por la intención que los motiva, no por los

efectos que puedan llegar a tener, por fuerza de las cosas. El mal se elimina a si mis-mo, sin que nadie se erija en justificador. Va creando gérmenes de la propia destruc-ción, hasta que no puede contenerlos más. Cada uno responde por sus actos, a pesar de que el mal que genere, pueda resultar beneficiosa para centenares de personas. La vida es una escuela en que contra más se vive, más se aprende. No podemos respon-sabilizarnos por lo que los otros hacen más allá de los límites de nuestras decisiones, cada hombre siembra, con sus pensamientos y actos siendo la cosecha fruto del tiempo y de la vida.

Es te mundo no está a la deriva, ni la propia Naturaleza esta abandonada: cuando

sus fuerzas naturales llegan a un punto de desequilibrio, ella se autocorrige. La felicidad no es tener poder, ni vagabundear, ni gozar los placeres de este

mundo: La felicidad es tener la conciencia tranquila por el deber cumplido con amor. Solo el amor importa mientras el more en nuestros corazones, ni dolores ni tinieblas perturbaran nuestra paz, porque el es caritativo y perdona, ayuda, soporta, com-prende y por encima de todo, nos hace cada vez mejores ante la vida y ante Dios.

Ninguna comunidad puede progresar y vivir en paz cuando las personas que la

componen no se respetan mutuamente. Cuando se vive feliz y con respeto, la ver-güenza nos ayuda a no violar las reglas de la comunidad. Todo ser humano debe observar rigurosamente el deber y la disciplina, el respeto y la solidaridad. Cualquier función que realicemos hagámosla con amor y aremos brotar de ella nuestro recono-

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cimiento. Debemos respetar las reglas, cumpliéndolas con ese amor y con toda nues-tra responsabilidad como hijos de Dios.

Cuando consigamos vencer todos los escrúpulos y perjuicios y nos abracemos

con amor, encontraremos al fin del sendero nuestros corazones modificados, pues el amor genera amor y cubre la multitud de nuestros pecados. Cuando el hombre en la Tierra conozca el verdadero potencial de una vibración de amor, de un gesto de fraternidad, de una palabra de consuelo y de perdón, movilizará esa energía, que está dentro de si mismo, para transformarse a si mismo y el mundo que lo rodea pues el amor es la única semilla que produce eternamente.

El amor, el respeto la verdadera fraternidad es la única cosa de valor en este

mundo porque nunca mueren y siempre aumentan nuestras riquezas espirituales, nuestra felicidad todo en la vida tiene su razón de ser y cuando podamos penetrar en los recuerdos de nuestro propio pasado, encontraremos muchas explicaciones para las cosas aparentemente inexplicables.

Nuestras vidas están entrelazadas. Convivimos en la vida con mucha gente, te-

nemos muchos lazos afectivos, y cada lazo afectivo tiene su historia, buena o mala, porque los sentimientos se estructuran en los siglos. Amor y odio, solo en los cuentos de fantasía nacen a primera vista. Ellos nacen y se fortalecen o se rompen en el trans-curso de los siglos. Convivimos con acreedores y deudores del pasado, teniendo que pagar y recibir de los que comparten con nosotros la existencia. Por esa razón, quien sabe amar siempre, dando y perdonando va resolviendo todos sus problemas Karmicos dentro de la mayor naturalidad, al mismo tiempo que va facilitando, a los que le deben, saldar sus deudas con menores humillaciones y mayores alegrías.

Jesús dijo que el amor cubre la mayoría de los pecados; las pruebas están ahí a

nuestro frente, y en las historias de nuestros compañeros. Cuando los hombres com-prendamos eso, veremos que el pedido de Jesús , para que nos amasemos los unos a los otros, mucho más que un consejo religioso, es una ley a la que no podemos dar la espalda, ante la vida, para así ser felices.

Este trabajo ha sido extraído del Libro,

1. Esclavitud de Salvador Gentile.

Realizado por Merchita Miembro fundador del Centro Espirita Amor Fraterno,

de Alcázar de San Juan, Ciudad Real (España)

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LA HIPOCRESÍA Y LOS FALSOS PROFETAS

La hipocresía es el acto de pretender constantemente tener creencias, opinio-

nes, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que uno en realidad no tiene. La hipocresía es un tipo de mentira.

Vivimos tan pendientes de la opinión ajena que con frecuencia incurrimos en

simulaciones, fingimientos, y hasta mentiras. A la hipocresía se la entiende como el discurso o conducta explícita o implícita en el que se dice o se hace de modo incon-gruente con lo que se piensa o se desea hacer. Hipocresía no es otra cosa que la ca-pacidad para disimular o simular defectos y virtudes que tenemos o no tenemos -respectivamente con el objetivo personal de ganar espacios en un mundo ante el cual, si nos presentamos como somos, quedaríamos fuera de lugar.

Este vicio, no es innato en los individuos, sino que se trata simplemente de un

aprendizaje social que puede hacerse algunas veces con dolor, y otras sin él. Pero que se incorpora a las pautas sociales de aprendizaje, que permite ganar espacios y recompensas –materiales y simbólicas – que gratifican al narcisismo frente a la escala de valores expuestos en vidriera por la cultura contemporánea. El acceso a estos valores por parte del Yo sería imposible, o muy difícil de de alcanzar, si no se recurre a estrategias hipócritas que son las que facilitan la accesibilidad a la para-fernalia de valores contradictorios que conviven de manera promiscua en la misma estantería.

En la mentira hay una expresa y consciente falsificación de la verdad, ya sea para ocultar un hecho o bien para deformarlo. En este sentido suelen ser inteligen-tes los códigos penales contemporáneos que, al incorporar la figura del "falso tes-timonio", solo encuadran bajo su capítulo las falsedades de la realidad que pueden ser demostradas con intencionalidad del acusado, o del testigo, por falsificar el rela-to de los hechos.

En la hipocresía no existe la intencionalidad descripta en términos de la reali-dad objetiva externa, sino que lo que se oculta, exagera o deforma, son contenidos de la realidad objetiva interna que -normalmente- entran en el ámbito de las rela-ciones interpersonales directas y no mediatizadas por otras personas, hechos o elementos del ambiente. Además de los contenidos no conscientes que existen en el actuar hipócrita, aparecen también los contenidos conscientes al igual que en la mentira. Más, en general no se encontrará en la hipocresía la intención expresa de provocar un daño a otro, sino que apunta a producir beneficios a sí mismo u obje-tos ligados al actor.

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Se puede afirmar que mientras en la mentira hay una alteración del orden de los hechos externos, en la hipocresía hay una alteración de los estados afectivos que vive el actor de la conducta hipócrita.

En definitiva, debe quedar claro que en absoluto han podido dejar aclaradas las diferencias entre la hipocresía y la mentira. Las diferencias no son claras por que las mismas no tienen la magnitud que permita diferenciarlas como entidades absolutamente diferentes. La hipocresía y la mentira son dos constructos que tie-nen límites poco claros y con una superposición que facilita la confusión. Pese a to-do, la hipocresía no es más que una de las formas que puede llegar a asumir el cons-tructo mayor mentira.

Un acto hipócrita es "mentir" hacia adentro y hacia afuera. Al Yo y hacia los Otros. El sí mismo se construye y sostiene sobre la base de mentiras sistemáticas y coherentes, aunque esto que se describe no se da necesariamente siempre así. Las mentiras sistemáticas y coherentes, se venden, ofrecen, entregan a los Otros para facilitarles a ellos usarlas como un espejo donde reflejar la imagen de ése sí mismo que, ya devuelta por los Otros, se incorpora nuevamente al sí mismo que original-mente la emitió, pero reelaborada y digerida por el proceso de amagamiento y pre-figuración que han hecho quiénes la devolvieron al poseedor originario. Es decir, hay una mentira hacia los Otros que se reelabora como una verdad -sobre base fal-sa- que se refleja como una mentira hacia el sí mismo.

Ser hipócrita no consiste simplemente en simular o fingir, mentir incluso, sino en hacerlo de una manera muy peculiar, a saber: para aparentar, precisamente, ex-celencia moral.

«Hay que decir, por tanto –escribe Tomás de Aquino–, que la hipocresía es si-mulación, pero sólo una clase de simulación: aquella en que una persona finge ser distinta de lo que es, como en el caso del pecador que quiere pasar por justo.»

Esta comienza y acaba en sí misma o, si se quiere, en el interés del hipócrita. Se trata, pues, de un vicio o de un mal en estado puro, en el sentido de que a ninguna otra finalidad puede servir –ni siquiera accidentalmente– que no sea la de imitar la virtud, lo que acaso resulte útil al hipócrita, pero a nadie más que a él. Hay gente que miente sobre sus posesiones o sobre sus logros, sobre sus amistades o sobre sus amores: el hipócrita miente sobre su bondad; y con sus actitud ningún bien puede alumbrar –ni siquiera de forma casual o involuntaria– y sí, a menudo, mucho mal. De todas las modalidades de simulación, fingimiento y mentira –modalidades que recorren una amplia gama, que va desde lo risible o ridículo hasta lo franca-mente perverso–, la hipocresía es, probablemente, la más miserable y la más ruin.

El objeto de la mentira del hipócrita no es otro que él mismo, pero no en rela-

ción a lo que tiene, sino a lo que es en su más profunda interioridad; mentira, pues,

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respecto a su forma de ser, a su condición moral. La falsedad sobre el ser es propio y exclusivo del hipócrita, sin que eso sea óbice, para que alguien sea hipócrita y va-nidoso al mismo tiempo.

El hipócrita jamás se engaña a sí mismo: el destinatario y la víctima de su en-

gaño es siempre el otro. San Agustín, aprovechando el origen del término (hipócrita significa en griego comediante o actor), compara acertadamente al hipócrita con aquél que al actuar hace en su papeles de lo que no es (como el actor que sin ser Agamenón finge serlo); del mismo modo, el hipócrita es aquél individuo que apa-renta ser lo que no es.

Y si el vanidoso o el narcisista se conforman con ser admirados, el hipócrita no

anhela tanto la admiración como el beneficio, la culminación de un determinado interés. Y si la falsedad del vanidoso puede desplegarse en una amplísima gama de ámbitos, la del hipócrita se halla anclada por completo en el de la moralidad. La hipocresía consiste, pues, en un procedimiento para conseguir determinados bene-ficios que de ningún otro modo podrían alcanzarse más que aparentando ser mo-ralmente lo que no se es.

Lo verdaderamente preocupante es que se trata, seguramente, de vicio más ex-

tendido de lo que acaso pudiera pensarse. Tanto que tal vez en mayor medida lo padecemos todos, y quizás hasta tal punto interiorizado que acabamos por no ad-vertirlo ni ser conscientes de ello. Si se pregunta a la gente que califique su grado de bondad o de amabilidad, difícilmente podremos esperar que alguien se suspen-da; y, sin embargo, diversos estudios demuestras que existen sensibles diferencias entre lo que la gente dice y lo que hace.

El hipócrita se parece al fariseo, muy dado a las prácticas exteriores, y al culto

de las ceremonias. La religión para ellos, es una apariencia de virtudes, prefieren siempre la letra de la ley, que mata, al espíritu que vivifica. Son hipócritas, enemi-gos encarnizados de las innovaciones, llenos de orgullo y de excesivo amor al po-der.

El objeto de la religión es conducir al hombre a Dios, y el hombre no llega a Dios hasta que es perfecto, toda religión que no consigue hacer al hombre mejor, no consigue su objeto, y aquella en la cual cree apoyarse para hacer el mal, es o fal-sa, o falseada en su principio. Tal es el resultado de todas aquellas cuya forma alte-ra el fondo. La creencia en la eficacia de las formas exteriores es nula si no impide cometer asesinatos, adulterios, robos, calumniar y hacer daño al prójimo de cual-quier modo que sea. Hace supersticiosos, hipócritas o fanáticos, pero no hace hom-bres de bien.

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Jesús reunido con sus discípulos, atendió a unos escribas y fariseos de Jeru-salén que le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los an-cianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.

Y El les respondió: ¿Y vosotros, porque traspasáis el mandamiento de Dios por

vuestra tradición? Pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre. Y: Maldice al padre y a la madre, muera de muerte – Mas vosotros decís: cualquiera que dijera al padre, o a la madre. Todo don que yo ofreciere, a ti aprovechará – Y no honrara a su padre o a su madre: habrá hecho en vano el mandamiento por vuestra tradición.

Hipócritas, bien profetizo de vosotros Isaías, diciendo: este pueblo con los la-

bios me honra; mas el corazón de ellos lejos está de mi – Y en vano me honran en-señando doctrinas y mandamientos de hombres.

Y habiendo convocado a las gentes, les dijo: Oíd y entended. No ensucia al

hombre lo que entre en la boca; más si lo que sale de la boca, eso ensucia al hom-bre.

Entonces Jesús les dijo a sus discípulos que los fariseos se habían escandaliza-do con sus palabras, pero que “toda planta que no ha sido plantada por el Padre, será arrancada de raíz”. Dejadlos, son ciegos que guían a otros ciegos y si ambos son ciegos caerán en el hoyo. Y respondiendo Pedro le dijo: Explícanos esta parábo-la. ¡Jesús les dijo vosotros también estáis sin entendimiento! ¿No comprendéis que toda cosa que entra en la boca, va al vientre, y es echado en lugar secreto? Más lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas son cosas que ensucian al hombre. Más el comer con las manos sin lavar no ensucia al hombre.

Y cuando estaba hablando un fariseo le rogo que fuera a comer a su casa. Y

cuando entro se sentó a la mesa y el fariseo empezó a pensar y a decir dentro de sí, ¿Por qué nos e habrá lavado las manos antes de comer? Y el señor le dijo: ahora vo-sotros los fariseos, limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: más vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. Necios ¿el que hizo lo que está fuera, no hizo tam-bién lo que está de dentro? (San Lucas cp. XI)

Los judíos habían descuidado los verdaderos mandamientos de Dios, para ob-

servar la práctica de los reglamentos establecidos por los hombres y cuyos rígidos observadores se hacían de ella un cargo de conciencia; el fondo, muy sencillo, Había concluido por desaparecer bajo la complicación de la forma. Era mucho más cómo-do observar los actos exteriores que el reformarse moralmente “lavarse las manos que limpiarse el corazón”.

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Así nos sucede en la actualidad, hay muchos hermanos que solo dan la imagen, pero que no son nada dentro. Se creen en paz con Dios porque dicen trabajar en su nombre, pero permanecen con los mismos defectos, nada hacen por superarlos. La doctrina moral de Cristo, ha hecho a muchos cristianos, que a ejemplo de los anti-guos judíos, creen su salvación con las prácticas exteriores que con las de la mo-ral. A estas adiciones hechas por los hombres a la ley de Dios, son a las que Jesús hacía alusión cuando dijo “Toda planta que mi padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz”.

Hay dos fundamentos en la vida para el que escucha las palabras de Jesús: el

primero es aquel que las pone en práctica y de ellas se beneficia, es como construir una casa sobre una roca y cuando vienen las lluvias, los vientos, se desbordan los ríos y pese a todo eso, la casa no se cae, porque está cimentada sobre la roca. La segunda es cuando el hombre las escucha y no las pone en práctica, es como cons-truir la misma casa pero en la arena y cuando llegan las inclemencias la casa cae sin dejar nada útil, totalmente arruinada.

Con esto comprendemos que hay dos creencias la verdadera y la falsa. Todo el que quiera construir a de buscar un buen terreno, cavar buenos ci-

mientos, hecha sobre él una buena base para que soporte el peso de la casa. En cambio todo el que viva despreocupado, y al construir no tome en cuenta

todos esos requisitos, su casa no ofrecerá ninguna garantía volviéndose peligrosa para sus habitantes.

Jesús en la parábola de la higuera seca, cuando Pedro le señala que la higuera

que maldijo se seco , le respondió “tened fe en Dios” - En verdad os digo, que cual-quiera que dijera a este monte: Levántate y échate al mar; y su corazón no dudase de ello en su corazón, y creyese firmemente en cuanto dijese, todo le será hecho. (San Marcos cap. 21)

La higuera seca es el símbolo de las gentes que solo son buenas en apariencia,

pero que en realidad no producen nada bueno; oradores que tienen más brillo que solidez, sus palabras tienen el barniz de la superficie, agradan al oído, pero cuando se les analiza nada sustancial se encuentra en su corazón; después de haberlos es-cuchado uno se pregunta qué partido se ha sacado de sus oraciones.

Por el fruto se conoce al árbol y no es buen árbol el que cría malos frutos. El

hombre bueno, aquel que no finge, de su corazón saca el bien. Porque de la abun-dancia de su corazón habla su boca. Igual sucede con el hombre malo, del mal teso-ro que guarda en su corazón, habla su boca.

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El espiritismo nos dice también algo muy significativo:”Guardaos de los Falsos profetas” que vienen vestidos de ovejas y por dentro son lobos ladrones; Jesús dijo “Guardaos que no os engañe alguno – Porque vendrán muchos en mi nombre, y dirán: Yo soy el Cristo: y a muchos engañaran.

Profeta se llama a todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hom-

bres y revelarles las cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual. Los profetas tuvieron la ciencia anticipada del porvenir, sea por la intuición,

sea por la revelación providencial, para dar advertencia a los hombres, habiéndose realizado esos acontecimientos, el don de pronosticar el porvenir ha sido mirado como unos de los atributos de la cualidad del profeta.

Todo enviado de Dios con la misión de instruir a los hombres y revelarles las

cosas ocultas y los misterios de la vida espiritual, son llamados profetas. Un hom-bre, puede ser un profeta, sin hacer predicciones, en los tiempos de Jesús, los judíos creían en las predicciones, por eso cuando Jesús fue conducido ante el gran sacer-dote Caifás, los Escribas y los Ancianos, cuando estaban reunidos le escupieron el rostro, le dieron bofetones, puñetazos, diciéndole: “Cristo profetízanos y di quien te ha pegado”

A los ojos del vulgo ignorante, todo fenómeno cuya causa no se conoce pasa

por sobrenatural, maravilloso y milagroso; cuando es conocida la causa, se recono-ce que el fenómeno por extraordinario que parezca, no es otra cosa que la aplica-ción de una ley de la naturaleza. A medida que se estrecha los círculos de los hechos sobrenaturales, se ensancha el de la ciencia.

El hombre sintiéndose conocedor de ciertos conocimientos no le importa ex-

plotarlos, para provecho de su ambición, de su interés y de su dominación, esto ha sucedido siempre, y ha sido la causa por la que ha intentado adquirir prestigio, co-mo si poseyera un poder sobrehumano, o una pretendida misión divina. Estos son los falsos Cristos y falsos profetas, pero como en los tiempos actuales, el hombre está más instruido, su número disminuye a la medida de que el hombre se ilustra, y adquiere el conocimiento real de las cosas.

Muchas cosas parecen prodigiosas, para gentes que son ignorantes, pero esto

no quiere decir que el que las conoce y se sirve de ellas traiga una misión divina, ya que seguramente son el resultado de conocimientos que ha podido adquirir, facul-tades orgánicas especiales que el más digno puede poseer. El verdadero profeta se reconoce por caracteres formales y exclusivamente morales.

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Los falsos profetas se caracterizan por el verbalismo exagerado, cuando utili-zan los instrumentos mediúmnicos. Comentan en arrobos dorados, prolijos, los te-mas más variados, no obstante sin llegar a ninguna conclusión.

En todos los tiempos los hombres han explotado, en provecho de su ambición,

ciertos conocimientos que poseían, con el fin de adquirir el prestigio de un poder digamos sobrehumano, o de una pretendida misión divina. Estos son los falsos Cris-tos y falsos profetas; la difusión del conocimiento sobre las cosas mata su crédito, y por esto disminuye su número a medida que los hombres se ilustran. El Hecho de obrar aquello que para ciertas mentes parece prodigioso, no es señal de una misión divina, puesto que puede ser resultado de los conocimientos que cada uno puede adquirir, o de las facultades orgánicas especiales que el más indigno puede poseer, lo mismo que el más digno. El verdadero profeta se conoce por caracteres más formales y exclusivamente morales.

El Espiritismo, no acredita en los falsos profetas ni en los falsos Cristos, el de-

clara formalmente que no produce milagros; que él viene a revelar las leyes del mundo desconocidas, las que rigen las relaciones del mundo corporal y del mundo espiritual, a explicar cierto orden de fenómenos incomprensibles hasta ahora des-truyendo lo que quedaba aún en el dominio de lo maravilloso. Aquellos pues que intenta explotar esos fenómenos en provecho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no podrán abusar por mucho tiempo de la credulidad y muy pronto serán descubiertos. La ciencia al igual que el espiritismo averigua la causa de ciertos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios.

Los que prefieren la oscuridad, la hipocresía, a la luz y el esclarecimiento, son

los que se obstinan en combatirla; pero la verdad es como el sol: disipa las más densas tinieblas.

El Espiritismo descubre además de los falsos Cristos y los falsos profetas, otra

categoría mucho más perniciosa entre los desencarnados, son los espíritus embus-teros, hipócritas, orgullosos y pretendidos sabios que de la tierra han pasado a la Erraticidad y toman nombres venerados para procurar a favor de la máscara con que se cubren, para así dar credibilidad a ideas extravagantes y absurdas. Muchos son los espíritus que se han manifestado a través de la inspiración, la mediúmnidad inconsciente, auditiva, parlante, como antiguos profetas, por Cristo, por María, in-cluso por el mismo Dios. el espiritismo da los medios de probarles, enseñando las características por las que se reconocen a los buenos espíritus caracteres siempre “mortales y jamás materiales”

Para discernir los buenos de los malos espíritus debemos aplicar las palabras

de Jesús: Se conoce la clase del árbol por su fruto; un buen árbol no puede dar ma-

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los frutos y viceversa como ya mencionamos antes. Por la calidad de sus obras se juzga a los espíritus.

Son las obras las que se deben examinar. Si los que son sinceros están acom-

pañados de todas las señales de la misión que dicen desempeñar, si poseen las vir-tudes cristinas y eternas; si son caritativos, si son amorosos, indulgentes, bondado-sos, si en apoyo a sus palabras, unen los actos; entonces se puede decir: verdade-ramente son enviados de Dios.

Se debe desconfiar de los escribas y fariseos que hablan en las plazas públicas

vestidos con largos ropajes ¡desconfiemos de todos aquellos que dicen tener el solo y único monopolio de la verdad! Todo lo que revela un átomo de orgullo, debemos separarlo de nosotros como una lepra contagiosa que corrompe todo lo que toca. Recordando, que cada criatura lleva en su frente, sobre todo en sus actos, el sello de su grandeza o decadencia.”

El verdadero misionero de Dios debe justificar su misión por su superioridad,

por sus virtudes, por su grandeza por el resultado y la influencia moralizadora de sus obras. Mirando si por su carácter, por sus virtudes, por su inteligencia, está fue-ra del papel que quiere representar, o del personaje cuyo nombre tome, no sabien-do copiar ni siquiera al modelo.

No fiarnos de los falsos profetas, sobretodo en un tiempo de renovación, por-

que muchos impostores se llamaran enviados de Dios; se procuran una vana satis-facción en la tierra, pero una terrible justicia les espera. Erasto, Paris 1862.

Los falsos profetas no solo están entre los encarnados, son mayor número en-

tre los espíritus orgullosos que bajo la apariencia de amor y caridad, siembran la desunión y retrasan la obra emancipadora de la humanidad, emitiendo a diestro y siniestro sistemas absurdos a los médiums, fascinando a aquellos que quieren en-gañar para dar más peso a sus teorías, apropiándose de nombres que solo con res-peto pronuncian. Ellos son los que siembran los principios de antagonismos en los grupos, que les inducen a aislarse los unos de los otros y a mirarse con mal ojo.

Si la verdad no es siempre apreciada por los individuos, lo es por el buen sen-

tido de las masas, esto también es un criterio. Dios, queriendo que la verdad llegue para todos, no la concreta a un círculo estrecho y limitado; la hace brotar en dife-rentes puntos con el fin de que por todas partes la luz esté al lado de las tinieblas.

Esos espíritus que se presentan como consejeros exclusivos predicando la di-

visión y el aislamiento casi siempre son espíritus vanidosos y medianos, que procu-ran imponerse a los hombres débiles y crédulos prodigándoles alabanzas exagera-

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das, con el fin de fascinarles y ponerles bajo su dominio, esta clase de espíritus de-ben ser rechazados, son espíritus hambrientos de poder, desconfiando de sus co-municaciones que suelen tener un carácter de misticismo y extrañeza.

Hay que escuchar los sabios consejos del apóstol San Juan, cuando dijo: “No

creáis a todo espíritu, más probad si los espíritus son de Dios”. Que aprendiésemos, a distinguir a los malos de los buenos espíritus para que nosotros mismos no fué-semos a ser falsos profetas (Luz, espíritu protector.)

Chico Xavier, nos aclara en el libro “Religión de los Espíritus” en una Reunión

pública el 30 de marzo de 1959 lo siguiente: Ten cuidado de no atribuir a los falsos profetas el fracaso de tus emprendi-

mientos morales. Cada uno somos tentados según la índole de nuestras imperfecciones. No despertarás el hambre del pez con un señuelo de oro, ni atraerás la aten-

ción del caballo con un plato de perlas, pero si lo lograras si ofrecieras a su per-cepción un pequeño bocado sanguinolento o algún cuenco de maíz.

De esa mismo modo, todos somos inducidos al error según las características

de nuestra necesidad. Dominados por el orgullo creemos en los que incitan nuestra vanidad y sedien-

tos de poder asimilamos las sugerencias infaustas de cuantos se proponen explotar nuestra hipocresía, insensatez y codicia.

Dentro de nuestro traje físico, si ya somos aprendices de Cristo, tenemos la

obligación de recurrir a su ejemplo como la medida ideal para nuestra conducta. Busquemos, pues al Maestro de los maestros como luz para nuestro camino. Si

cotejamos los avisos, las novedades, los mensajes y las advertencias que recibimos, desde tal o cual sector de información, aprenderemos sin sombras que la humildad y el servicio son nuestros deberes de cada hora, para que la verdad nos ilumine y el amor puro nos regenere, para estar definitivamente preservados del asedio del mal.

El mundo distingue ruidosamente a los hipócritas, a los expositores de fantas-ías.

En todas partes, es común observar la victoria de los hombres con labia, que prometen milagros y maravillas. Esos merecen de las criaturas gran crédito. Basta encubrir la enfermedad, la debilidad, la ignorancia o el defecto de los hombres, pa-

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ra que reciban acatamiento. No acontece lo mismo a los cultivadores de la verdad, por más simple que esta sea. A través de todos los tiempos, para esos últimos, la sociedad reservó la hoguera, el veneno, la cruz implacable.

Intentando huir a la angustiosa situación espiritual que le es propia, invento el

hombre la “buena dicha”, imponiendo, con todo, a los adivinadores el disfraz dora-do de las realidades negras y duras. El charlatán más hábil en la fabricación de mentiras brillantes será el señor de la clientela más numerosa y brillante.

En el intercambio con la esfera invisible, urge que los nuevos discípulos se

percaten contra los peligros de esa índole. La técnica del elogio, la disposición de parecer mejor, el prurito de caminar al

frente de los demás, la presunción de convertir conciencias ajenas, son grandes fantasías. Es necesario no creer en eso. Más razonable es comprender que el servi-cio de iluminación es difícil, comenzando del esfuerzo de regeneración de nosotros mismos.

Es indispensable que no nos perdamos en conclusiones ilusorias. Agucemos los oídos, guardando la palabra del apóstol a los gentiles. Es imprescindible que nos esclarezcamos, individualmente, sobre nuestra realidad, pues hay mucha gente es-perando las alas de ángel que no le pertenecen.

Si te encuentra en servicio edificante, si tu conciencia está limpia ¿Qué e im-

portan las opiniones livianas o hipócritas? Cumple tu deber y camina. Examina el material de los ignorantes y calumniadores como provechosa ad-

vertencia y acuérdate de que no es posible conciliar el deber con la liviandad, ni la verdad con la mentira.

Trabajo realizado por Merchita Extraído de los libros: 2. Evangelio Según el Espiritismo de Allan Kardec 3. Libro Camino Verdad y Vida de Chico XAVIER 4. Religión de los Espíritus de Chico Xavier.