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CARPE DIEM REVISTA DE LITETATURA 3ºESO INS LES CORTS Imitando a Julio Imitando a Julio Imitando a Julio Imitando a Julio Cortázar Cortázar Cortázar Cortázar La estructura de la narración Diciembre de 2011

carpe diem

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Imitando a Julio Imitando a Julio Imitando a Julio Imitando a Julio CortázarCortázarCortázarCortázar

La estructura de la

narración

Diciembre de 2011

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ÍNDICE 1. Continuidad en los parques de Julio Cortázar

2. Horrible sonrisa de Paulina Lavanda y Yulisa Pérez

3. A través de la ventana de Sara Alanti y Andrea Arévalo

4. Un alma perdida de Mar Serrallonga

5. Todo había sido un sueño de Provi Avomo y Paula Arias

6. La visión de agosto de Albert Ojeda y Nil Jarque

7. ¡Bang! de Dani Giró e Ignasi Puch

8. La continua calle de Barcelona de María de la Parra y Laia Herranz

9. No me abandones de Carlos Rivera

10. La profesora les pone un diez de Guillem Munté e Ignacio Arteche

11. Ella era Sandra de Anna Andreu

12. Carlos, el niño curioso de Raül Jarana

13. Por una simple imagen de Jorge Celi y Roger Centelles

14. La soledad de Luis de Yonay Arroyo

15. Aquella canción de Marina Albacar

16. La historia de una pareja de Dídac Buxeda

17. Una fotografía en una maleta de Marta Clavero

18. Continuidad de los espacios de Laura Masip y Claudia Mena

19. Parecía un día cualquiera de Òscar Almagro

20. Cansado de jugar de Víctor Lafuente y Javier Ibar

21. Una noche de invierno de Anna Deu

22. ¡Buah, tío! Esto... de Sharon Stoll y Mariona Sasso

23. La ola de los sueños de Laia Mallafré

24. ¿Videojuego o realidad? de Oriol Rubio

25. Con Oriol de Albert Vallespinos

26. Una casa fastuosa de Marta Isern y Núria Riba

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CONTINUIDAD EN LOS PARQUES Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de los que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió al instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

Julio Cortázar

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HORRIBLE SONRISA Era un día oscuro, más de lo normal, se despertó a causa de unos cuantos truenos que sonaron en el exterior. Se lavó los dientes y bajó a desayunar. En la cocina descubrió que sus padres, como ya era costumbre, la habían dejado sola, avisándole de que llegarían tarde con una simple nota. Cansada de tener que leer eso todos los días decidió volver a su habitación en donde estaría escuchando música hasta quedarse dormida y despertarse al día siguiente para seguir con esa rutina de vida. Estaba sola y sabía que si seguía así terminaría enfermándose, pero solo así podía captar la atención de sus padres.

En cuanto puso un pie en esa enorme escalera, que conducía a la planta de arriba, escuchó otro trueno, se dirigió a la ventana más cercana que estaba en el salón y comprobó que había comenzado a llover. Quizás fue por una enorme ráfaga de viento o porque sus padres se habían olvidado de cerrar bien la puerta, de repente se abrió. Sin saber por qué se dirigió hacia ella y en lugar de cerrarla salió y sintió el escalofrió que le provoco la lluvia, o quizás fue otra cosa. Escuchó un ruido que provenía del jardín que se encontraba en la parte trasera de su casa, recordó que años atrás se dedicaba a jugar allí con su mejor amiga. Se encaminó hacia los columpios que estaban situados en ese lugar al que no había ido desde hace mucho tiempo. No había notado hasta el momento que había una niebla espesa, se fue acercando a un columpio de donde provenía una voz que le decía: “¿por qué?”

Cuanto más se acercaba se daba cuenta de que alguien estaba llorando, una chica tal vez. Súbitamente cesó el llanto y ella paró en seco al escuchar una tenebrosa risa, la niebla se desvaneció y pudo ver que en los columpios no había nada más que una muñeca. Una muñeca bastante familiar, que no podía ver ya que estaba sentada de espaldas, todo se calmó, solo había un espantoso silencio y con un último trueno la muñeca giro su cabeza y le pregunt: “¿por qué, Alba, ya no juegas conmigo?” Entonces todo se volvió negro.

Despertó con un sudor en la cara, en su habitación, todo había sido un sueño, nada más que una horrible pesadilla, se lavó los dientes y bajó a desayunar, pero en la cocina no vio más que esa nota otra vez. Se encaminó asustada a la escalera, escucho el trueno, el mismo ruido que había escuchado en su sueño y se quedó quieta. Sintió el frío que provenía de la puerta. Se dirigió afuera pensando que solo había sido un sueño, nada más. Con valentía se dirigió a los columpios y comprobó que no había nada. Con un suspiro de alivio se dio la vuelta y la vio, allí tirada en el suelo, con esa horrible sonrisa.

Paulina Lavanda y Yulisa Pérez

3º ESO C

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A TRAVÉS DE LA VENTANA

Pedro estaba sentado en su pupitre, en la primera clase que se divisaba al entrar al instituto, mirando a través de los grandes ventanales marrones de la antigua y gran clase, para decir verdad, era demasiado grande para los pocos alumnos que en ella había; los pupitres desgastados y rayados, por los alumnos, estaban mal distribuidos por el aula. Las paredes eran opacas y estaban sucias. A través de la ventana, Pedro seguía mirando hacía la calle, a través de la cual se veía que era un día de otoño bastante lluvioso. Coches de un lado para el otro igual que las personas con sus respectivos paraguas, también, de un lado para el otro. Mientras Pedro observaba el paisaje escuchaba a su profesora explicar una historia. Un día gris, se aproximaba el invierno, una señora, cubriéndose con el paraguas, caminaba tranquilamente hacia el instituto en busca de su hijo. Al rato de estar caminando la señora tuvo la sensación que alguien la estaba persiguiendo. No le hizo mucho caso. Esa sensación volvió, más intensa aún. Ella decidió voltearse para comprobar que la sensación era verdad. Al girarse, con un poco de temor, comprobó que era verdad esa sensación, efectivamente, dos hombres vestidos de negro, con cara de pocos amigos iban detrás de ella persiguiéndola a corta distancia. Intentó tranquilizarse. Aceleró el paso. Los dos hombres también. Al darse cuenta de eso, ella, empezó a correr, llegó al instituto bastante desesperada. A causa de haber corrido, se había mojado bastante la ropa, pero no le importó. Miró hacia atrás. Los hombres ya no estaban. Se tranquilizó, pero no por mucho tiempo. Efectivamente, los hombres habían aparecido nuevamente. Ella miró de un lado a otro y pudo ver una puerta de una clase. La primera que se ve al entrar al instituto. Rápidamente fue hacia esa clase. Abrió la puerta. Todos los alumnos la miraron extrañados. No le importó en absoluto. Desvió su mirada por toda la vieja clase, se podría decir que la más vieja de todas. Su mirada se detuvo en un chico sentado en su pupitre mirando a través de los grandes ventanales marrones.

Sara Alanti y Andrea Arévalo 3ºESO C

UN ALMA PERDIDA El húmedo y oscuro bosque me protegía de la noche. Yo corría sin saber muy bien a dónde ir, disfrutando de la belleza que me rodeaba. Respiré profundamente aquel aire delicioso y fresco. Un sonido de agua me hizo cambiar de dirección. Llegué a una cascada, el color cristalino del agua me deslumbraba. Empezó a llover fuerte y un relámpago iluminó el bosque. En la lejanía pude ver una estructura de piedra. Corrí hacia allí. Otro relámpago y llegué. La puerta estaba entreabierta y entré en una gran sala, con grandes ventanales. <<Mía>>. Unos pasos firmes. Un empujón fuerte y caí al suelo con un sonido sordo y seco. Me giré y lo vi, con aquella extraña risita en sus labios.

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Un ruido de un trueno me hizo volver a la realidad. El autocar paró con un ruido sordo. Chicos y chicas gritaban de alegría. Hoy visitábamos una antigua academia y cualquier excusa servía para salir del recinto escolar. Me puse la mano en el cuello y unas gotitas de sangre me envolvieron el dedo. Un dolor agudo. Con las uñas conseguí sacarme un cristalito de la herida. Lo examiné atentamente durante un par de segundos y me lo puse como colgante alrededor del cuello. Bajamos y allí estaba, imponente, la Academia Medianoche. Solo el nombre daba miedo. Entramos en la gran sala y el guía nos contó que allí mismo había muerto una chica más o menos de nuestra edad al separarse del grupo hacía un año. Yo viajaba a través de mi mente por todos los rincones de la sala: un ventanal roto, una tarima grande, unos vidrios en el suelo, una gran alfombra roja con el símbolo de la academia… Mi grupo subió por las escaleras y se perdió por el pasillo, pero cuando me di cuenta ya estaba sola. Los podría haber seguido perfectamente como hubiese hecho cualquier otra persona normal pero yo me agaché al lado de los cristales rotos. Unos pasos al acercarse y le vi, con aquella extraña risita dibujada en su boca. << ¿No tienes bastante con una vez, Mia?>>. Asustada me puse en pie y me incliné hacia atrás para apartarme de él. Cogí una piedra y la lancé con todas mis fuerzas contra un cristal. Este se rompió con el impacto pero no fue lo suficiente como para alertar a alguien para que me ayudase. Él se me acercó y me empujó al suelo. Yo caí formando un gran estropicio. Y me di cuenta. Mi cuello estaba sangrando y cada vez se me hacía más difícil respirar. Cada vez me dolía más y él no paraba de sonreírme. Estaba aterrada. Me esfumé y me convertí en una ligera niebla. Y desaparecí de la gran sala.

Mil y un asientos me rodeaban. El rojo telón empezó a bajar lentamente, al mismo tiempo que mi alma subía hacia el cielo. Feliz de ser libre por fin, de aquella pesadilla.

Mar Serrallonga Rosell

3ºESO A

TODO HABÍA SIDO UN SUEÑO Aquella mañana, una mañana muy fría y gris, salió con su coche para dirigirse a la carretera principal de la ciudad, iba a trabajar, como cada día. No muy concentrado en la carretera, iba pensando en la discusión que había tenido con su hermano, seis años mayor que él. Iba a llamarlo, cogió el móvil y marcó su número, pero justo en ese momento había un semáforo en rojo a pocos metros de distancia y tuvo que frenar de golpe, así que se le cayó el móvil debajo del asiento de al lado. Se agachó para cogerlo, y cuando ya lo tenía entre las manos y se levantó, vio que iba en sentido contrario de la carretera, pero antes de que pudiera girar, un camión se abalanzó sobre él. No se movía.

La carretera se llenó de gente y se hizo una caravana larguísima. Una chica llamó a la ambulancia, y en cuanto llegaron, lo intentaron reanimar, pero de nada sirvió; así que lo llevaron al hospital.

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Allí los médicos se dieron cuenta de que el pobre chico estaba en estado de coma y nada se podía hacer por él, sólo esperar para ver si despertaba.

Desde el hospital llamaron a su familia y les comunicaron la noticia.

La familia por su parte fue corriendo al hospital para verle. Y por otro lado, la impactante noticia salía en todas las portadas de los periódicos y en los telediarios.

* * *

Como todas las mañanas le sonó el despertador a las 7:00 h de la mañana. Se levantó y se dirigió a la ducha medio dormido para ir bien limpio a trabajar. El calentador se había estropeado y se tuvo que duchar con agua congelada. Más tarde, al salir de la ducha, se fue a la cocina a prepararse una taza de café con leche y azúcar bien calentito en ese día de invierno; pero en ese mismo instante sonó el teléfono, y se asustó de tal modo que se le cayó todo el café en su camisa nueva. No tuvo ni tiempo para cambiársela porque tenía que descolgar el teléfono y responder a la llamada.

Era su madre, decía:

- Hijo, tengo una muy mala noticia, esta noche ha muerto tu abuela.

Se quedó paralizado, con la camisa ardiendo del café y entonces decidió no ir a trabajar. Se cambió la camisa y fue a ver a sus padres, y al salir de allí después de hablar unas horas con su familia, empezó a llover. Apenas había empezado a caminar, le faltaba media hora para llegar a su casa, y lo que es peor aún; no llevaba paraguas.

Y destrozado por la noticia de su abuela y mojándose de pies a cabeza, se dijo:

- Hoy va a ser un mal día, todo me va mal y no creo que cambie el resto del día.

Al llegar a su casa se tuvo que cambiar de nuevo para no ir mojado.

Había parado de llover, y decidió salir de casa e ir a tomar algo al bar más cercano y relajarse un poco.

Al levantar la mano para que los camareros se dieran cuenta de que quería pedir, se acercó una muchacha, era muy guapa: alta, delgada, con el pelo castaño y ojos azules.

Él le pidió un vaso de agua fría y cuando ella volvió con el vaso le preguntó:

- ¿Se encuentra bien?, lo veo un poco pálido…

Y él le respondió:

- Sí, gracias. Está todo bien.

Pero al cabo de un rato, ella volvió para ofrecerle su ayuda si la necesitaba y finalmente él le contó todo lo sucedido de su mañana.

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Se pasaron media hora hablando mientras el jefe de ella la miraba de reojo como diciéndole que la iba a despedir si no volvía al trabajo, pero ella estaba interesada por el chico y no le hizo caso.

Al cabo de un rato, cuando él ya se tenía que marchar a su casa, le dio su número de teléfono a la camarera y ella le dio el suyo.

Estuvo dos días en casa recordando a la chica con su nombre escrito en el cartelito pegado en el uniforme del bar, Megan.

Y al final optó por llamarla. Ella se alegró mucho de que la llamara y quedaron para ir al cine. Se puede decir que esa fue su primera cita.

Se lo pasaron muy bien en su primera cita, y digo primera porque hubo muchas más. Ellos iban quedando, y al mismo tiempo, cada vez se gustaban más.

En esas citas surgió su primera mirada de amor, su primer abrazo, su primer beso, y por supuesto, la declaración de amor de ambos. Se enamoraron.

Pasaron cinco semanas y él le preguntó a ella si quería irse a vivir con él, y ella sin dudarlo ni un solo segundo le dijo que sí.

El día de la mudanza fue agotador, acabaron destrozados de tantos muebles, libros y cajas que llevar. Por eso, al acabar, se fueron a dormir rápidamente en su nueva habitación.

* * *

Se despertó. Abrió los ojos y vio en su alrededor una habitación blanca con cortinas. Estaba en un hospital. ¿Qué había pasado?, ¿Había sufrido un accidente? Y entonces pesó: ¡Oh no! ¡La chica de mis sueños no es real! Ahora que había encontrado a mi chica ideal y perfecta, ¿por qué todo ha tenido que ser mentira? Y… ¿Qué le ha pasado a mi abuela?

Todo había sido un sueño.

Alguien se acercaba. Entraba su abuela, no le había pasado nada. Y junto a ella la enfermera. Era alta, delgada, con el pelo castaño y ojos azules. Era muy guapa. Y en el traje de enfermera llevaba un cartelito donde ponía su nombre, Megan. ¡Era ella! ¡Era la chica de sus sueños! Y entonces Megan dijo.

- ¡Cuánto me alegro de volver a verte, por fin has despertado!

Paula Arias y Provi Avomo

3º ESO A

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LA VISIÓN DE AGOSTO

Era una triste tarde lluviosa de Agosto, Juan se había despertado con frío y todo le salía mal, parecía que se había levantado con el pie izquierdo. Era el segundo día que pasaba en casa de su tío, a varios kilómetros del pequeño pueblo de Treviso, en Cantabria.

Ir allí le traía recuerdos agradables de cuando era pequeño e iba con sus padres; siempre que podía intentaba ir y pasar allí unos días. Hacia el mediodía, su tío tuvo que acercarse al pueblo a comprar comida. Cogió su 4X4, un viejo pero robusto Jeep que había conseguido de segunda mano, el coche tenía algunas melladuras, pero aun así funcionaba a la perfección.

Juan tuvo que quedarse solo en la vieja casa. Como no tenía nada que hacer y fuera hacía frío, fue a la sala de estar a ver la televisión. Al encenderla, saltaron los plomos y tuvo que ir al recibidor para arreglarlos. Aún no los había arreglado cuando se oyó un ruido que a Juan le pareció que provenía del sótano. Sin pensarlo, Juan cogió una linterna que siempre había en la mesita del recibidor, se dirigió hacia el sótano y se fijó en la puerta: estaba entreabierta. Juan sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo, lentamente abrió la puerta y empezó a bajar las escaleras, pero en el segundo escalón, apoyó mal el pie y resbaló, se dio un golpe contra las escaleras, que lo dejó aturdido. Entonces tuvo una visión de su tío, apuñalado.

De pronto, se despertó y se dio cuenta de que había sido una pesadilla. Se levantó de la cama, vio que hacía el mismo día lluvioso que en el sueño. Fue a mirar la televisión, saltaron los plomos, se dirigió a arreglarlos, la puerta del sótano estaba abierta, cogió la misma linterna que en el sueño, se asomo al sótano y vio un cuerpo inerte en el suelo.

Albert Ojeda y Nil Jarque

3º ESO C

¡BANG! La oscuridad y el frío invadían la sala. La presión que ejercía la cuerda a la que estaba atado, cada vez era más grande, la voz grave de aquel desconocido que, causaba un temor incalculable, retumbaba en aquel maloliente y pequeño zulo.

Ahora, solo pensaba en todos los momentos que había vivido, los buenos… y por desgracia, los malos, pensaba en lo que aguardaba el destino, en que estaría haciendo su querido y amado hermano, que en ese momento estaría llegando a

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casa, donde acurrucado en el sofá, encendió la tele y se puso a comer patatas fritas de bolsa. Minutos antes se había acordado de mirar el buzón, una sola carta se hallaba en su interior.

Allí acurrucado, abrió el sobre, sacó una carta y al ver las letras recortadas de un papel de diario le vino un mal presentimiento. La leyó, el estado de shock que le causó la carta duró infinitamente. Lo tenía decidido, iba a hacerlo.

Fue al banco, donde casi amenazando a la empleada le pidió nerviosamente que le sacara un millón de dólares. Se dirigió hacia el coche, lo encendió y solo tuvo que bajar tres calles para llegar a su destino, casualmente, la puerta estaba abierta. Entró. La intuición le dijo a su mente atemorizada que fuese a la derecha, siguió recto por el pasillo, le parecía estrecho. Pero sin pararse continuó, bajó las escaleras. Halló una puerta.

Las palabras de la carta aún resonaban en su cabeza: tenemos a tu hermano, queremos un millón de dólares. Calle Numancia 26. La abrió. Sintió un frío metal en su mejilla

¡Bang!

Dani Giró e Ignasi Puch

3ºESO A

LA CONTINUA CALLE DE BARCELONA

Ernesto era un chico de dieciséis años, alto y moreno que se pasaba toda la semana esperando a que llegara el fin de semana para poder descansar y pasárselo en grande tras las duras semanas de estudio.

Vivía en un edificio grande y moderno en una de las calles más turísticas de Barcelona, pero aunque la casa era preciosa, a Ernesto no le agradaba el hecho de que tuviera que subir tantas escaleras hasta llegar a su piso.

Estaba solo en casa y como había acabado de estudiar y estaba cansado se estiró en el sofá muy cómodamente sintiendo como si el sofá le estuviese abrazando para ver un poco la televisión. Tenía el mando al lado de su mano, perfecto para no hacer ningún esfuerzo. Al intentar encenderla se dio cuenta de que estaba estropeada y entonces recordó la antigua radio de su madre, una radio de color naranja, vieja, y desvencijada, pero a la que su madre tenía un gran aprecio. Decidió escucharla. Al sacarla del cajón, la radio estaba llena de polvo. Casi no se veía el naranja del color de la radio y los botones estaban atascados.

Le costó encender la radio, y al conseguirlo, como era muy antigua, no encontraba ninguna emisora de música que le acabara de gustar. Finalmente, decidió poner un programa que no conocía. Al ponerlo le sorprendió una música retumbante que solamente escucharla se reconocía el tema del programa, estaba claro que era de terror, aunque a Ernesto le era indiferente.

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Una voz grave y muy firme de un hombre de unos cuarenta años, explicaba el relato de un cuento.

Trataba de una mujer mayor con el pelo largo y blanco, que se encontraba en medio de de una calle solitaria y oscura, con cara de preocupación y pánico. La mujer avanzaba en dirección a una calle llena de gente con un paso muy ligero y a la vez muy firme, intentando reflejar normalidad, pero su cara la delataba. Aun así ella intentaba pasar desapercibida entre la multitud pretendiendo que nadie se fijara en ella ni en su peculiar frasco de veneno, de color morado, pequeñito y muy frágil al que sostenía con su delgada mano izquierda. Cada vez disminuía su ritmo, yendo más despacio. Se acercaba a su destino.

Se detuvo delante de la puerta de un edificio muy alto. Entró, la puerta estaba abierta. Subió las escaleras hasta el último piso. Extrañamente, se saca una llave del bolsillo. Abrió la puerta sigilosamente. Cruzó un largo pasillo. Es guiada pos una voz grave y firme. Allí se encontraba el joven, tumbado en el sofá escuchando la radio naranja.

Maria de la Parra y Laia Herranz

3º ESO C

NO ME ABANDONES...

A Juanjo le gustaba tanto su profesión, que en su afán de descubrir nuevas soluciones a veces se vendaba los ojos y buscaba lugares recónditos y ocultos donde poder experimentar sensaciones que tuvieran sus pacientes. Juanjo era cirujano oftalmólogo y toda su vida estaba orientada hacia este tema; de tal manera que su única vida social se centraba en sus compañeros de trabajo, sus pacientes y por supuesto Tolo, su fiel perro, al que él había adiestrado como lazarillo durante horas para que le ayudara en sus investigaciones.

Nerea no tenía un buen día, por enésima vez le habían denegado el perro de asistencia que ella ansiaba para poder desenvolverse con garantías. Desde su ceguera total hace ya dos años parecía que todo le salía al revés. La vista la fue perdiendo lentamente y sabía que antes o después quedaría ciega total, por eso Nerea ya llevaba un tiempo preparándose para el oscuro final que le esperaba, solo le faltaba el perro, pero eso nunca llegaba.

Hacía mucho calor, era un agosto de temperaturas extremas, y las obras en la calle no permitían abrir las ventanas. Juanjo se preparó para aventurarse en su investigación sobre la ceguera. Bajó las escaleras de su casa e hizo tiempo en uno de los interminables bares de Paseo de Gracia esperando a que hubieran marchado todos los obreros que construían el acceso del metro. Mientras tanto, Tolo tumbado a sus pies se interesaba por el movimiento de personas que entraban y salían.

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Era el momento, movió unas vallas que impedían el paso al subterráneo, forzó una puerta roñosa de madera y bajó a las obras. Sacó de una bolsa la cincha especial para perros lazarillo y se la colocó a Tolo. Él se vendó los ojos y confió en su mejor amigo, Tolo.

Ella cogió su bastón guía y cerró la caseta de venta de cupones para sorteos, que cuatro o cinco años atrás había conseguido. Iba andando para casa, se lo sabía de memoria, todas las esquinas, bancos y semáforos los tenía en la memoria. Pero aquel día tropezó con una maldita valla de las obras, que alguien había movido y no había vuelto a poner en su sitio. Por suerte no llegó a caer, peo sí lo hizo su bastón. A tientas y de rodillas en el suelo intentaba cogerlo, pero no había manera. Oyó los lejanos ladridos de un perro, desde hacía tiempo percibía ruidos que otras personas no sentían. Eran como de alerta y desesperación, muy agudos.

Juanjo tenía problemas, al andar a oscuras pisó una zona de cemento fresco y se le hundieron las piernas hasta más allá de las rodillas, era absurdo pero no podía salir, prácticamente no podía moverse. Decidió por fin sacarse las vendas de los ojos, en efecto el panorama pintaba mal, prácticamente seguía a oscuras, estaba metido en una zanja y tan solo podía ver el brillo de los ojos de Tolo, ladraba como un desesperado.

-Por Dios, Tolo, ve a buscar ayuda!

Nerea comenzaba a desesperar, sin el bastón estaba muy insegura y no se atrevía a dar ni un paso, además nadie pasaba por aquella calle. Al perro dejó de oírlo hacía un rato, pero, sin embargo, notó cómo algo húmedo le tocaba la mano, se asustó y la apartó en seguida. Fue entonces cuando tocó el bastón, lo cogió pero parecía que alguien lo apretaba con fuerza:

-¡Dámelo!

Cuando recuperó su bastón y pudo reincorporarse, escuchó una respiración: ¿quién era? se preguntaba, cuando oyó el ladrido del perro.

Juanjo tenía la sensación de que cada vez se hundía más, aquello era una pesadilla, sólo podía confiar en Tolo.

Nerea no se lo podía creer, aquél no era un perro cualquiera ¡Tenía las cinchas de un perro lazarillo! Se agarró a ellas mientras lo acariciaba y notó que su corazón palpitaba muy rápido. Tolo se dejó tocar, y en cuanto Nerea cogió la correa, se puso en marcha muy lentamente intentando que la chica lo siguiera.

Allí abajo no había cobertura, ¡a quién se le ocurre meterse en sitios prohibidos!…

Nerea se dejó llevar por la emoción de encontrar un perro guía. Volvió a tirar el bastón. Confió en su nuevo amigo. ¡La estaba haciendo bajar por unas escaleras! Pero no importaba, sentía que aquel animal necesitaba más de ella que ella de él.

Después de mucho caminar, oyó la voz de un hombre:

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-¡Tolo, no me abandones!

-¿Es usted el dueño?, ¿pero no es ciego…?

-Por favor, ¡ayúdeme…! ¡Estoy atrapado…! Yo también puedo ayudarla, le explicaré…

Carlos Rivera

3º ESO A

LA PROFESORA LES PONE UN DIEZ El sol se empezaba a poner y los dos hermanos estaban caminando por una bajada muy empinada, volviendo de una plaza en donde habían estado toda la tarde patinando, la rueda de su monopatín se paró en seco al hacer contacto con una piedra que había en la acera. Guillem fue a socorrer en seguida a Ignacio, el que se había caído. A duras penas llegaron al hospital más cercano. Se dirigieron a urgencias porque Ignacio se quejaba de que le dolían los brazos. Llegaron a casa por la tarde e Ignacio con los dos brazos enyesados, se sentó en su cama a ver la televisión, ya que no podía hacer nada, no podía ni patinar ni escribir y ésta era su gran pasión desde pequeño, nada, no podía hacer nada, solo quedarse callado y ver la televisión o pasearse por la casa o por el parque que tenía a diez metros de su casa.

Llegó el lunes, tenían que ir al instituto. En clase no podía tomar apuntes, ni hacer deberes, era su hermano el que le hacía todo eso; siempre estaba dispuesto a ayudarle en todo.

En clase de castellano, la profesora les mandó hacer una historia como la de Continuidad en los Parques de Julio Cortázar, es decir, que tuviera dos historias y después se fundieran en una. Ignacio la realizaba junto a Guillem y a los cinco minutos de empezar la actividad Ignacio cayó rendido del cansancio porque la noche anterior apenas había podido dormir un par de horas ya que le molestaban los brazos y empezó a dormir en medio de la clase.

Al despertar, Ignacio se encontraba en una casa de madera estirado en una cama de paja. Se levantó extrañado preguntándose qué hacía él en una cama como esa. No se acordaba de nada. Se levantó de la cama y fue hacia la calle. Mientras se dirigía a la puerta para salir fuera, se iba fijando en los muebles de la casa, sus puertas, las habitaciones, no tenían ningún aparato electrónico, era todo antiguo. Abrió la puerta principal y pisó la calle.

Se encontraba en una calle comercial, lo raro es que hubiera ambiente, también es donde había muchos tenderetes. De repente, una señora que salió de la nada, de

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unos sesenta años, se dirigió hacía el y les dijo que su hermano lo estaba buscando y que lo esperaba en el tenderete de escritura, donde se vendía papeles, plumas, tinteros, tinta, etc. Ignacio se quedó sorprendido durante unos instantes pensando en lo que le decía esa señora, que poco a poco se iba alejando. Él no tenía ningún recuerdo de su hermano, si es que lo tenía. Él, por si acaso, se dirigió al tenderete de escritura tal y como le había indicado aquella señora. Después de estar diez minutos buscando lo encontró y se esperó en la entrada a ver si alguien le decía algo. Estaba mirando a la gente pasar cuando sintió una mano que le agarraba el hombro, se giró y vio un hombre de estatura mediana, con el pelo corto, delgado, más o menos de unos treinta y nueve años. Guillem, que así se llamaba su hermano, le empezó a decir que le compraría todo lo necesario: papel, tinta, tintero, etc. para que pudiese escribir la novela que siempre había querido escribir pero que la falta de dinero se lo impedía. Ignacio que no sabía de lo que estaba hablando le dijo a su hermano que no sabía quién era él y que él nunca había querido escribir ninguna historia. Guillem, sorprendido de lo que decía su hermano, le empezó a preguntar que cómo podía decir esas cosas, que ese había sido su gran sueño desde pequeño, y empezaron a discutir allí en medio. Guillem que ya estaba desesperado pensó que quizás sí que no se acordaba, porque él no solía hacer este tipos de bromas y mucho menos con su gran pasión. Pensó que la única manera posible de recordar fuese enseñándole la pluma de su abuelo que Ignacio guardaba con un gran aprecio. Guillem compró todo lo necesario para poder escribir una historia y se fueron a su casa. Una vez en casa, Guillem sacó una caja que se encontraba debajo de la cama de su hermano y cuidadosamente, sacó una pluma vieja con los bordes de plata y un tacto muy suave, se la dio a Ignacio. Como por arte de magia empezó a recordar su infancia, sus anhelos de ser escritor, las tardes lluviosas escribiendo pequeños textos, etc.

Al día siguiente desde buena hora de la mañana empezaron a escribir la novela.

Después de cinco meses dictándole la historia a su hermano ya que Ignacio nació sin manos, la acabaron y se la llevaron a un mecenas, él aceptó al ver el valor que habían tenido los dos, uno por querer ser escritor sin tener manos y su hermano por apoyarle durante tanto tiempo, y les pagó la imprenta. Guillem e Ignacio se hicieron ricos.

El libro que realizaron y que tuvo tanto éxito trataba sobre un niño pobre y huérfano que no tenía nada y para poder llevarse algo a la boca tenía que robar. Un día unos piratas atracaron en el puerto y saquearon el pueblo, al ver que el niño de tan solo once años iba a salvar a la gente y protegía sus pertenecías, los piratas lo acogieron en su banda convenciéndole con una simple frase:”llegarás a ser un gran pirata”. El niño se marchó con los piratas y tal como decían fue un gran pirata.

Ignacio se despertó. Vio que la hoja esta en blanco. Empezó a escribir. Guillem e Ignacio acaban la historia. La profesora les puso un diez.

Guillem Munté e Ignacio Arteche

3ºESOC

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ELLA ERA SANDRA

Ella era Sandra, una chica adolescente bastante responsable y estudiosa. Vivía en Barcelona con su madre, su padre y sus hermanos: Josh y Max. Era el 10 de septiembre del 2018, iba a la Maternidad como cualquier chica de Les Corts en ese momento. Dos días eran los que faltaban para otro eterno curso. En su casa aún estaban las maletas sin deshacer del viaje a Pisa que hacía cada verano para ver a la tía Concha y al tío Pepe. A ella le gustaba ir a Pisa porque siempre se lo pasaba muy bien y siempre estaba tan bonita iluminada por la noche.

Ya muy cansada de deshacer todas las maletas, se fue a estirar al sofá; encendió el televisor, se veían las noticias, como lo encontraba tan aburrido se durmió.

Mientras dormía soñó el siguiente sueño: <Llegaba a Pisa. En la preciosa casa blanca. Ahí toda su familia. Abrieron la puerta olía como siempre. Nada cambiaba en Pisa. Los hombres jugando a cartas. Las mujeres haciendo media. Ella andaba cuando oyó un ruido espantoso. Veía cómo se derrumbaban todos los edificios incluyendo la Torre de Pisa. Sandra se empezó a preocupar. No sabía qué hacer. Buscaba desesperadamente a su familia. Encontró a su padre y le ordenó que corriese, ella hizo lo pedido y se encontró a Max. Ella le pregunto dónde estaba Josh él no lo sabía. Siguieron corriendo >.

Sandra oyó a alguien que le decía que se despertase. Abrió los ojos poco a poco y vio a toda su familia encima de ella. Ella se rio y los abrazó a todos. Miró el televisor aún encendido que anunciaban <<Torre de Pisa se derrumba>>.

Anna Andreu Smart

3º ESO A

CARLOS, EL NIÑO CURIOSO Un día de verano, Carlos, un humilde niño de un pequeño pueblo del Pirineo, iba paseando por un bosque cerca de casa de sus abuelos. Era un bosque enorme, con una vegetación y una fauna muy variada. Las copas de los árboles eran tan exhuberantes que apenas dejaban pasar algunos rayos de Sol. Carlos nunca hacía el mismo recorrido, siempre iba por otros caminos para descubrir cosas nuevas. Ese mismo día encontró una caseta abandonada en lo alto de un árbol. Subió para ver qué había. Era una caseta muy vieja y cada vez que pisaba se oía un crujido. La madera con la que estaba hecha estaba podrida y daba la sensación de que en

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cualquier momento se iba a derrumbar. En una esquina había una bolsa muy vieja y hecha añicos. La cogió y miró dentro. En ella había una camisa y una americana ensangrentada. Se quedó blanco y cuando reaccionó soltó la bolsa y empezó a correr hasta casa de sus abuelos. Una noche calurosa de verano, Roger volvió de su trabajo muy cansado porque había tenido un día muy ajetreado. Dejó el coche en el aparcamiento y subió a su casa. Cuando fue a abrir la puerta se dio cuenta de que la puerta estaba abierta y la cerradura forzada. Se asustó mucho y no se atrevía a entrar. En ese mismo instante oyó un ruido en el comedor y no se lo pensó dos veces. Fue corriendo para ver qué había pasado. Se encontró a su mujer muerta en el suelo y todo el comedor revuelto. Entonces escuchó un ruido en la puerta del aparcamiento. Miró por la ventana y vio a un hombre corriendo. Cegado por la pena y la rabia creyó que era el asesino de su mujer y lo siguió con el coche. El hombre que corría se adentró en el bosque. Roger salió del coche, cogió un bate de béisbol que tenía en el maletero y lo siguió. En el bosque la visibilidad era casi nula por culpa de las copas de los árboles que no dejaban pasar la luz de la luna. Entonces, Roger vio una sombra a lo lejos, la siguió y cuando la tuvo cerca le empezó a dar palos. Cegado por la ira, empezó a golpearle por todo el cuerpo. No paró hasta que los faros de un coche iluminaron todo el bosque y se dio cuenta de que era una persona de sesenta y pocos años. Era inofensivo y lo único que había hecho era correr de noche. Estaba seguro que no era el asesino de su mujer. Entonces asustado y arrepentido por lo que había hecho enterró el cuerpo y su ropa ensangrentada la escondió en el bosque. Carlos, unas semanas después, volvió al lugar donde había encontrado la bolsa ya que no paraba de pensar en ella. Cuando llegó a la caseta vio a diez policías a su alrededor y dos dentro de ella. Entonces volvió a casa de sus abuelos donde le esperaba su padre que había venido a por él. Carlos ya había pasado un mes con sus abuelos y no se acordaba de que ese mismo día su padre venía a por él. Cuando vio a su padre se lanzó sobre él y le dio un abrazo. Le preguntó dónde estaba su madre y su padre le dijo que les había abandonado y se había ido a Alemania para empezar una nueva vida. Los cuatro se pusieron a llorar, pero el niño sospechó porque su madre le quería mucho y sabía que ella no le haría eso. Cuando llegaron a casa, aparcaron el coche y subieron a casa. El padre de Carlos fue a ducharse y él empezó a buscar pistas para averiguar el paradero de su madre. Mientras buscaba vio una bolsa en una esquina que era idéntica a la de la caseta. En ese mismo instante alguien llamó a la puerta. Carlos miró por la mirilla y vio a dos policías.

Raül Jarana Medina

3º ESO A

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POR UNA SIMPLE IMAGEN

Había ido al pueblo dispuesto a revelar las fotos de las navidades. Nervioso y desesperado por ver cómo quedaban, comenzó a ver las fotos que tenían expuestas en el local. Vio una foto que le impresionó más que las otras y con un rótulo: una niña jovencita, muy guapa y de muy buena clase había desaparecido. Le entregaron las fotos reveladas, él las pagó, se despidió y se fue pensando en aquella foto durante todo el camino. Caminó y caminó, pensando en todo el momento en aquella misteriosa chica. Ya llegó a casa, miró las fotos, se las dio a sus padres y las vieron; las comentaron pero Joaquín, ya que ese era su nombre, no se quitaba de la cabeza la fotografía que sin saber por qué le producía escalofríos.

Más tarde se puso en el ordenador impulsado por la curiosidad de saber qué había pasado con aquella chica, buscó hasta encontrar la noticia que explicaba todo lo ocurrido. Se puso a leer detenidamente, sin que nada ni nadie le distrajera. Mientras tanto sus padres se habían marchado dejándolo solo.

En 2006 desapareció Laura, la hija pequeña de una importante familia. Esta familia junto a otra, habían decidido pasar esas navidades juntas. Todo parecía normal en esa casa rural donde pasaron las siguientes dos semanas. Pero a los pocos días, mientras los cuatro niños jugaban, uno de ellos notaba una presencia a la que no le dio mucha importancia. Pasaron los días y los niños como siempre salían a jugar mientras sus padres cambiaron su rutina. Prefirieron quedarse dentro de casa sin vigilar a los críos. Laura volvió a escuchar pasos como la vez pasada, pero esta vez qué pasaba, sin avisar a nadie. Laura se alejaba más y más de la casa hasta verse en un punto sola, llorando desolada sin que nadie la consolara. Entre sus chillidos, escuchó unos pasos cada vez más cerca, hasta notar que lo tenía lo más cerca; se le paralizaron las piernas, dejó de llorar quedándose en total silencio. Cerró los ojos para no inmutarse de lo que se le venía encima.

Joaquín, al terminar de leer la noticia, sintió que alguien se le acercaba, su respiración, hasta que en un momento se le abalanzó un hombre encima del que lo único que pudo ver es la cara del psicópata que tenía y al que habían involucrado con la muerte de la niña.

Jorge Celi y Roger Centelles

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LA SOLEDAD DE LUIS Era un niño llamado Luis, de catorce años, que estaba acostumbrado a pasar sus ratos libres en una habitación, solo, sin la compañía de nadie. Era una habitación muy extraña, amplia, en la que se notaba que empezaba a atardecer, con poca luz pero muy poco acogedora, según sus padres. Muchas veces estaba acostumbrado a encerrarse en sitios muy insólitos y cerrados. Ese era su estilo de vida, se le conocía como un niño solitario, tímido y que no era muy visitado por sus amigos.

A través de una pequeña ventana por donde entraban los justos y necesarios rayos del sol brillante, se observaba un triste paisaje habitado por ciudadanos pobres y necesitados. Era un paisaje solitario que no tenía apenas gente, una de las únicas cosas que se podía ver era un pequeño tobogán oxidado por los extremos, con agujeros en la base, donde los niños jugaban y se tiraban sin saber las consecuencias que eso les podía acarrear.

Luis, en sus ratos libres, dedicaba horas y horas a un videojuego muy adictivo para los niños de su edad. El videojuego consistía en una guerra de la Edad Moderna. El videojuego situaba la primera misión en una ciudad de Alemania destruida por los atentados contra los chinos.

Durante la misión Luis tuvo que luchar contra los ciudadanos chinos para poder conseguir llegar al punto estratégico. Después de haber llegado al punto estratégico consiguió obtener los recursos suficientes para poder curar sus heridas. Este era uno de los diferentes puntos estratégicos de la ciudad, una casa en ruinas, donde Luis decidió huir por otro ataque. Huyó por un bosque peligroso y tenebroso. Durante el camino le ocurrieron una serie de historias. Mientras iba recorriendo el tenebroso bosque comienzó a oír extraños ruidos irreconocibles. Luis se empezaba a asustar cada vez más, hasta que finalmente apareció un pequeño huérfano. El huérfano se asustaba cada vez que Luis hacía un movimiento brusco o que estaba fuera de contexto. Era una persona con falta de cariño. Su ropa era sucia y desprendía un hedor desagradable. Le preguntaba una y otra vez el nombre al pequeño niño, pero él, asustado, no le contestó hasta que vio que era de fiar. El niño le pidió ayuda para que le pudiese guiar hacia la ciudad. Mientras pensaban cómo poder llegar, ellos reposan en un pequeño parque que tenía un pequeño tobogán oxidado por los dos extremos, con agujeros en la base, donde el huérfano se desprendía sin saber lo que podía ocurrirle.

Mientras el chico estaba entretenido en el juego, lo dejó en pausa durante unos segundos para descansar la vista. Durante el descanso se paró a ojear por la ventana, se asomó un huérfano muy tímido que se asustaba cada vez que hacía un movimiento brusco o fuera de contexto. Era una persona con falta de cariño. Su ropa era sucia y desprendía un hedor desagradable.

Yonay Arroyo

3ºESO C

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AQUELLA CANCIÓN

Ya había escuchado esa canción antes pero nunca se había fijado en que le recordaba a algo en especial. Esa tarde, ella se había acercado a la estación y esperaba a que llegara el tren que la llevaría a su destino. Anunciaron que su tren estaba a punto de llegar. Era viejo y estaba lleno de pintadas que le daban un aspecto desaliñado y decadente. Subió al tren y se sentó en un asiento doble. No estaba muy cómoda, los sillones eran duros y rectos, aunque no se preocupó por eso y se centró en la canción que sonaba por sus auriculares. En ese momento le vino a la cabeza un anuncio de televisión de cuando era pequeña. Salían conejitos blancos y esponjosos saltando por un prado grande y verde, y sonaba esa canción. Entonces llegaba corriendo desde detrás de una montaña una muñeca grande, de pelo suave y rubio, con los ojos azules enormes y unas mejillas rosadas. La muñeca llevaba un vestido largo de color rosa pálido. Esa muñeca hablaba de sí misma, diciendo que era muy bonita y que si la compraban todos serían más felices. Le gustaba mucho ese anuncio, le recordaba a su infancia, y sobre todo la muñeca, que se parecía mucho a ella.

El tren paró y se dio cuenta de que esa era su estación. Bajó y empezó a andar hacia la salida. Recordó que ella tuvo una muñeca como la del anuncio, pero un día la perdió. Ella había escrito su nombre en el pie derecho de la muñeca, aunque no la volvió a encontrar. Estaban de mudanza y donaron un montón de juguetes viejos que ya no usaban. Pero como esa muñeca le gustaba mucho, se la quería quedar, pero no la volvió a ver. Al cabo de unos años la olvidó y ya no volvió a pensar en ella hasta hoy. Tenía la sensación de que esa muñeca ahora pertenecía a otra persona, y que esa persona en estos momentos era feliz con esa muñeca que ella tanto quería.

Entonces dejó de pensar en su muñeca.Vio una niña en brazos de su madre. Llevaba una muñeca idéntica a la suya. La muñeca resbaló de las manos de la pequeña, sin que su madre se diera cuenta. Ella recogió la muñeca y vio que en su pie derecho estaba escrito su nombre.

Marina Albacar Subirats

3º ESO A

LA HISTORIA DE UNA PAREJA Érase una vez un hombre, George, guapo, listo, alto, con el pelo negro y liso y unos ojos azules como el mar. Una mujer, Megan, alta, rubia, inteligente y con los ojos verdes.

Los dos vivían en Nueva York, más concretamente en Manhattan. Él venía de una familia muy rica y la familia de ella era clase media baja.

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George tenía relaciones a corto plazo como Charlie Sheen en "Dos hombres y medio" aunque una vez estuvo a punto de casarse con una mujer, Stella, pero en el último momento llegó su exnovio muy arrepentido de lo que había hecho, dejarla abandonada, se disculpó y, como ella aún le quería, se fue con él y George quedó hecho polvo.

Mientras tanto Megan, que quería ser periodista, iba a muchos castings pero nunca la cogían, la seleccionadas eran otras chicas más guapas, listas o con más experiencia que ella y entonces fue cuando le surgió un trabajo muy bien pagado en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.

George, que quería ejercer como arquitecto, tampoco le cogían en ninguna empresa así que se fue a trabajar de profesor en una universidad. Fue en el museo, haciendo una excursión para enseñar a los alumnos lo que era ese edificio, donde se conocieron; fue un momento mágico giraron las cabezas y se vieron. Ella sonrió. Él le devolvió la sonrisa y empezaron a hablar sobre arquitectura, la televisión, de películas, entre otras cosas. Entonces él le pidió para salir alguna vez de marcha por allí o cenar en algún restaurante o tomar una copa... Después de esa noche se enamoraron locamente.

Cuatro años después de relación él le pidió la mano, se sentaron en un banco del Central Park y le respondió que sí. Se abrazaron y volvieron a sonreír. Dos años y medio después tuvieron dos hijos. Un hijo que se llamaba Marcus y una hija, Samanta, nacieron con diez minutos de antelación uno del otro.

Ahora tienen dieciocho años y es hora de que su padre les cuente la historia de cómo conoció a su madre.

Dídac Buxeda

3º ESO A

UNA FOTOGRAFÍA EN UNA MALETA

Estrés se respiraba en el ambiente de esa habitación pequeña, gris y muy fea que solo le daba sensaciones negativas. Roberto otra vez contagiaba de tristeza a sus hijos, desde la muerte de su mujer la casa se había inundado de nostalgia. Menudo día el que le esperaba a Roberto: hacer las maletas para todos, ya que marchaba a un viaje de negocios a Nueva York. Colocó en su maleta una fotografía donde se podía contemplar la belleza de su mujer ya fallecida, debajo ponía la fecha de su muerte.

Después de un largo verano Catalina volvía a su escuela de canto para comunicarles su marcha a Nueva York para ampliar sus estudios. Le informó a la recepcionista del local sobre su marcha a los Estados Unidos, Catalina le preguntó por su profesora, Inés la recepcionista le contestó que no estaba. Catalina pensó

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que debería de estar enferma o algo similar, al llegar a casa se puso hacer las maletas les esperaba un largo viaje mañana por la mañana.

Tanto Catalina como Roberto tenían un vuelo en el avión A502-E3 Madrid-Nueva York a las 10 de la mañana. Fue un largo viaje tanto para Catalina como para Roberto. Al llegar allí cogieron las maletas. Al llegar al hotel Roberto maldijo el mundo, se había intercambiado las maletas con alguien. No tenía mujer y próximamente estaría sin trabajo ya que en la maleta había papeles muy importantes para la empresa. Catalina al abrir su maleta se dio cuenta de una confusión de maleta con alguien, después de investigar de quién era vio una fotografía, de su maestra de canto de Madrid y que debajo ponía nacida el 3-5-1963 fallecida el 27 de junio del 2004.

Marta Clavero

3r ESO A

CONTINUIDAD DE LOS ESPACIOS

En un garaje muy húmedo una niña, deja unas mantas en el suelo. De repente llaman a la puerta. Sale del aparcamiento, pasa por la sala del piano, sube la escalera que tanto odia. Siempre se pregunta para qué sirven esos tres malditos peldaños y abre la puerta de la casa. Sus amigas ya han llegado. Se puede oler el agradable aroma de palomitas recién hechas; esas que gusta saborear tan lentamente mientras miras una película.

Por fin, solas en casa, se dirigen al garaje; encienden la televisión, tan vieja que solo reproduce videos y que deberían haber tirado ya hace años. Se arrellanan en un sofá desgastado que se hunde al sentarse, pero que aún conservan por el confort que sientes al sentarte en él.

Empieza a hacer frío y se oye como el aullido del viento avisa de una gran tormenta. Se tapan con esas mantas avejentadas que había dejado preparadas en el suelo helado del garaje.

Empieza la película en una sala vacía y muy húmeda que te deja aterrorizado nada más verla.

Seguidamente, la pantalla se funde en una imagen negra que dura diez segundos, se oyen gritos y una niña con un tono de piel muy pálido, un camisón de seda blanca hasta los tobillos y el pelo muy lacio y oscuro aparece entre las sombras de una calle estrecha y solitaria. Mientras la niña avanza por la calle, se oye el viento cada vez más y más fuerte hasta que estalla la tormenta que inunda hasta las calles más anchas.

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A la niña no le importa mojarse, no parece humana, es un ser extraño que no siente nada, ni expresa ningún tipo de sentimiento.

Se adentra en una casa, baja tres escalones, atraviesa la sala del piano, abre una puerta, atraviesa un pasillo, abre otra puerta, entra en un garaje muy húmedo, ve una televisión vieja, unas mantas, unas niñas, se oyen gritos.

Laura Masip y Clàudia Mena

3º ESO C

PARECÍA UN DÍA CUALQUIERA Había esperado este momento desde que su hijo había llegado del colegio. El trabajo no le dejaba tiempo para él, eran las 10:30 p.m, los niños ya estaban durmiendo, él y su mujer estaban en la cama. Comprobó que todo estaba en orden y sigilosamente cerró la puerta y se fue al bar a jugar y a divertirse un rato, ya que solo salía con los amigos una vez a la semana. Al cabo de unas horas de fiesta y de alegría llegó a casa medio ebrio. Se fue a dormir. Al despertar se encuentra en la casa de vacaciones de la familia, grande y bonita, con unas ventanas con vistas espectaculares, a las afueras de la población de Andorra, con su mujer. Empiezan a discutir, su mujer sabe que sale cada sábado por la noche, su amiga Rosa vio a su marido esa misma noche cuando pasaba con el coche. Al principio todo iba igual, una discusión, al final un beso y todo arreglado. Pero esta vez no fue así, no hubo ese momento tan esperado, no llegó. Los dos se pusieron muy nerviosos, el se tumbó en el sofá. Cuando se incorporó, le dolía mucho la cabeza y no recordaba nada. Su mujer estaba tendida en el suelo, boca abajo. Le dio la vuelta. Una herida le abría la barriga de lado a lado. No respiraba. No tenía pulso. Estaba muerta. Al lado, junto a ella había la preciada espada del abuelo, manchada de sangre. La utilizaban para decorar la parte superior de la chimenea. Poco a poco iba recordando lo sucedido, desde la discusión hasta el terrible momento en el que se puso muy nervioso y la mató. Pensó en entregarse pero tendría que estar en la prisión mucho tiempo. Suena el despertador, ha tenido una pesadilla horrible. Se viste, se lava, pero al lavarse las manos tiene una mancha roja en el dedo índice de la mano derecha, se extraña pero lo pasa por alto. Más tarde después de haber desayunado, cuando guardaba el maletín en el maletero, oye una noticia: ‘’Se halla una mujer muerta en una localidad cercana a Andorra, al parecer el cadáver lo descubrió el cartero que al ver una luz encendida y que no le respondían, fue a investigar. La víctima se llama

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Paquita Garcia de 41 años. Se busca a su asesino’’. Corre a guardar el maletín, pero al abrir el maletero encuentra la espada de su abuelo ensangrentada y envuelta en papel de plata. Se asusta, va rápidamente hacia casa de su hermano para contarle lo ocurrido. De camino un coche de policía le ordena parar. Se acerca uno de ellos. Le ordena que baje la ventanilla.

Óscar Almagro

3º ESO C

CANSADO DE JUGAR

Estaba cansado de jugar a la PS3, llevaba ya ocho horas, abrió la ventana porque tenía calor, entró el viento, que le levantó el pelo castaño y corto.

Se dirigió a la mesa para coger el vaso de agua la volvió a dejar en la mesa y siguió jugando.

El juego trataba sobre la Guerra Civil española.

Estaba solo en casa porque sus padres habían ido a visitar a su abuela que vivía en Canadá.

Siguió jugando, se le dilataron sus activos y jóvenes ojos marrones.

Volvió a coger el vaso que estaba sobre la mesa, cuando encontró una AK47, un arma usada en la guerra civil.

Al cogerla empezó a oír unos pasos procedentes de la cocina, se asomó al pasillo asustado, con cara de miedo, había una persona rubia con ojos azules, vestida de camuflaje y armada.

No dudó en disparar.

El hombre se desplomó sobre el suelo, estaba muerto, el niño Salió de su casa muerto de miedo, fuera le esperaban más nazis.

Intentó huir corriendo pero los nazis lo atraparon y lo mataron.

Se despertó de su sueño sudando y encontró un arma sobre la mesa, empezó a oír unos pasos.

Víctor Lafuente y Javier Ibar

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UNA NOCHE DE INVIERNO

Era una fría noche de invierno, la chica de catorce años estaba sola ya que sus padres habían salido a cenar, y ella se había quedado, no le apetecía ir con los adultos, prefería la soledad de su habitación. La estancia era pequeña, cabía su cama, un armario y una televisión pero esa suficiente para aquellos días en que se aburría. Decidió encenderla para que el tiempo le pasara más rápido. En esta solo se sincronizaba un canal en el que estaban emitiendo una película de terror. Este trataba sobre un hombre, alto y fuerte que entraba en casas para matar a niños que se quedaban solos en ellas. A la chica le resultó familiar la casa de la película y estaba distraída en sus pensamientos, cuando escuchó un gran ruido que procedía del comedor. Muerta de miedo bajó las escaleras. La habitación estaba en orden, parecía no haber ocurrido nada excepto por un pequeño detalle, había pegada una nota en la puerta. La letra era muy pequeña, por lo que tuvo que acercarse para poder leerla, mientras lo hacía, una gran mano la agarró por detrás y con la otra le atravesó con un gran cuchillo el pecho. Pablo apagó la televisión y muerto de miedo por el argumento de la película, decidió llamar rápidamente a sus padres.

Anna Deu

3º ESO A

¡BUAH, TÍO! ESTO NO PUEDE ESTAR OCURRIENDO…

Blanca es una chica común que no llama mucho la atención, una chica morena, con ojos verdes que hoy cumple quince años. Al llegar al colegio, nadie le felicita, ella piensa que hoy será el centro de atención, al menos para Pablo, el chico más guapo de su clase y de todo el instituto, pero solo Clara la felicita. Clara intenta de mil maneras animar a su amiga, pero no lo consigue y Blanca decide marcharse.

Decepcionada y con unas lágrimas rozando sus mejillas, va cabizbaja camino de su casa. Siente un vacío enorme en su corazón, porque a nadie le importa y tiene la esperanza de que al menos sus padres se acuerden de que es su cumpleaños. Una vez en casa, al cruzar la puerta de entrada, solo se oyen los gritos de sus padres, ya se están peleando, como de costumbre. Pensaba que este día tan especial para ella iba a ser diferente, pero no es así. Echa a correr hacia la

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habitación, para no escuchar nada, enciende el televisor y se pone a ver la primera película que encuentra. Poco después, se duerme para olvidar todos sus problemas.

Suena el timbre y nadie reacciona, se levanta de la cama con una sensación extraña dentro de ella. Es Pablo, no entirnfo qué puede hacer allí, pero igualmente le abre la puerta:

-Cariño, ¿qué haces todavía así? Habíamos quedado para ir a cenar.- le dice él.

Sorprendida, no comprende lo que está pasando, pero le sigue la corriente muy feliz, no se cree todo lo que le está pasando. Abre el armario y no reconoce nada de lo que tiene, se mira al espejo y coge un vestido cualquiera, para no hacerle esperar. Todo es un sueño, un sueño hecho realidad.

Tienen una velada muy romántica, y para terminar de sorprenderla le dice que aún queda otra sorpresa para ella. Era su fiesta de cumpleaños donde está todo el mundo esperándola. Se sigue preguntando cómo le puede estar pasando todo esto, como todo puede cambiar tanto en cuestión de horas y llegar a ser el día más feliz de su vida. En ese momento se siente otra persona, todo el mundo la quiere.

Pero para acabar de ser feliz, le falta alguien con quien compartirla. Esa persona es su mejor amiga, Clara. Busca y pregunta por ella, pero nadie sabe quién es, ni donde puede estar. Coge el teléfono para llamarla, ve que no está en su agenda telefónica, todo le está pareciendo muy raro, pero sigue con su fiesta.

Al acabar, Pablo le acompaña a casa, ella le agradece todo lo que ha hecho por ella esa noche. Sube a casa, entra, va a ver a sus padres, estan urmiendo. No tiene nada que hacer, va hacia su habitación, no puede dormir. Enciende la tele, piensa en todo lo que le ha pasado en esas últimas horas. Cansada de todo, se duerme viendo la primera película que encuentra en la televisión.

Se oyen gritos, se despierta, se da cuenta de que todo ha sido un sueño. En medio de todos los gritos, suena el timbre. Nadie va abrir, lo hace ella. Es Pablo, otra vez. Abre la puerta, no sabe qué decir y él dice:

-Cariño, ¿qué haces todavía así? Habíamos quedado para ir a cenar.

Sorprendida ella murmura:

-¡Buah, tío! Esto no puede estar ocurriendo…

Sharon Stoll y Mariona Sasso

3º ESO A

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LA OLA DE LOS SUEÑOS Era un día caluroso en una playa llamada Teahupo. Había un chico joven, aparentaba unos diecisiete años, era moreno, alto, fuerte y delgado. Estaba surfeando cuando vio a una muchacha muy guapa. Se quedó mirándola. Le prestó más atención a ella que a la ola que le venía. Cuando reaccionó se dio cuenta de que la ola le estaba a punto de caerse encima de él. La intentó esquivar pero fue inútil. Se le cayó encima.

Estuvo unos minutos inconsciente hasta que abrió los ojos y notó que le habían dado un buen golpe. Estaba en un sitio extraño, nunca lo había visto. Se fue acercando y vio a unos seres extraños. No les prestó importancia y se fue adentrando más hasta que vio unas torres que parecían las de un castillo enorme. Se acercó más y vio un palacio muy bonito y grande. Dos seres se le acercaron y lo guiaron hasta el palacio. El descubridor de ese sitio, el rey, lo acogió de muy buenas maneras. Tenía mucha curiosidad por conocer a una de esas chicas que acompañaban al rey. La encontró y se presentaron. Se hicieron muy amigos. Él tenía muy claro que le gustaba mucho y se fue a buscarla para decirselo. Llegó y se lo iba a decir pero notó una fuerte sacudida en su cuerpo, cada vez más intensa.

Cerró los ojos por el miedo y cuando se sintió quieto los abrió. Vio a dos hombres. Se levantó sin decir nada. Recogió su tabla. Buscó a esa chica. La encontró. Empezó a decirle lo que tenía pensado. No entendió nada. Observó cómo se iba a grandes zancadas medio riéndose de él.

Laia Mallafré

3º ESO A

¿VIDEOJUEGO O REALIDAD?

Quedaron todos los amigos en el yate para ir a un bosque en el cual querían investigar. Esa noche, la luna llena y el silencio inundaban la ciudad, los dos amigos decidieron probar un juego al que hacía tiempo deseaban iniciarse, era un juego en el que aparecían animales, era el deseo de un gran amigo de él. Tal cual iba pasando el tiempo iban jugando y se iban divirtiendo más.

Había la misión de matar a un gran oso, era el turno del mejor amigo de Fw-Qun-Hwan, era la última misión y no era fácil, acabó perdiendo contra el oso, había sido un rival difícil. Sus amigos decidieron dejarlo estar y no volverlo a intentar porque había sido aburrido. Decidieron ir al bosque para investigarlo y para saber qué se escondía entre los árboles. Iban andando por la calle y se iban planteado qué se podían encontrar. Cada uno iba diciendo lo que se le pasaba por la cabeza. Cuando llegaron ya eran las doce tocadas y sus amigos no las tenían muy claras. Entraron y empezaron a investigar, miraron y miraron por todas partes hasta encontrarse con el

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gran peligro del bosque, era el oso que les había matado en el videojuego. Todos se pusieron nerviosos y no sabían qué hacer, no tenían salida hasta que uno se le paso por la cabeza intentar jugar al videojuego e intentarlo matar.

El mejor jugador del videojuego se puso a jugar, pasó y paso el tiempo, él iba haciéndole daño, hasta que lo pudo matar, el oso de repente desapareció y todos se fueron rápidamente, para no volver más. Hasta entonces nadie más ha entrado en ese bosque.

Oriol Rubio Peris

3º ESO A

CON ORIOL Estaba con Oriol en el sudoeste del mapa Supermarket. Mi equipo iba

perdiendo por mil puntos, pero creíamos en la remontada. Los dos llevábamos armas de poco alcance y poco pesadas para poder correr más. Giramos la esquina cuando, de pronto, vimos a un enemigo que, sin darnos cuenta, cogió a Oriol por el cuello. Él llevaba una vestimenta de camuflaje. Casi no se le veía. Llevaba un gorro que le tapaba la cara y sólo se le veían los ojos rojos como el fuego. Inmediatamente cogió un cuchillo y se lo clavó a Oriol, que perdió la poca vida que le quedaba y fue eliminado. Yo estaba desesperado y empecé a disparar, pero lo perdí de vista. Entonces se acabó la partida. Perdimos por muy poco, pero fue una derrota difícil de asumir, me despedí de Oriol y apague la play.

A la mañana siguiente me encontré con Oriol en el instituto. Allí comentamos las partidas que hicimos y me contó que el tipo que le acuchilló le dio un tremendo susto ya que no se lo esperaba. Al salir del instituto a las cinco y media continuamos con nuestra rutina y Oriol me acompañó al supermercado a comprar la merienda.

De repente, al entrar al supermercado, un hombre cogió a Oriol y me tiró al suelo. Yo, entumecido al caer por el golpe, me giré y vi a un hombre que tenia agarrado a Oriol. Iba vestido todo de negro. Con gorro que le tapaba la cara y guantes. Todo el mundo estaba observando. Dos adolescentes que hablaban a gritos, se callaron. Un niño pequeño que estaba riendo empezó a llorar por el miedo que transmitía el hombre. Entonces sacó un cuchillo del bolsillo y dijo estas mismas palabras: ‘Si no queréis que le haga daño a este chico, dadme el dinero de la caja fuerte’.

Albert Vallespinos

3º ESO A

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UNA CASA FASTUOSA Estaba esperando en su silla cuando escuchó cómo unas llaves entraban en la cerradura de la puerta. Esta se abrió y dejó pasar a una pareja de novios. Uno era el hijo de su dueño, que iba acompañado con una chica muy guapa. Llevaba el pelo liso y rubio recogido en una coleta y tenía una expresión serena en la cara. Lo que más le sorprendió es que llevaba una moneda colgada al cuello de un país que no supo identificar. Sus grandes ojos azules mostraban, igual que todos los que visitaban esa mansión, sorpresa y fascinación. Eso era normal porque aquella era la casa más maravillosa en la que el portero había trabajado. El hijo del dueño le había hablado de su novia: era una chica cariñosa y sociable. Pero recordaba muchas tardes en las que el hijo llegaba a casa enfadado, diciendo que su novia era una testaruda, caprichosa y egoísta. Él nunca había sabido las razones de sus frecuentes peleas. Pero él era un anciano y no debía preocuparse por las peleas de los adolescentes, así que dejó de pensar en eso y los acompañó a entrar al salón.

Mientras conducía, su pensamiento se dirigió hacia su hija.Hacía dos semanas que no la veía, ya que había discutido con ella. Él la quería mucho, pero como a cualquier padre, no le gustaba que su hija fuera una maleducada que le faltaba al respeto. Salía con su novio, al cual no había visto nunca, y con sus amigas quién sabe dónde y volvía más tarde de las cuatro de la madrugada a casa. Distraído con el pensamiento de su hija, el hombre casi chocó con un coche, así que decidió centrarse en la conducción. En unos minutos llegó a su destino. Una gran mansión, que le dejó con la boca abierta, estaba delante de él. Había ido a ese lugar porque le habían encargado un caso de robo. Hacía ya tiempo que no tenía uno. Se dirigió hacia la puerta de la casa y llamó al timbre. Inmediatamente el portero de la casa abrió la puerta con una sonrisa. Si ya se había sorprendido al ver cómo era la casa por fuera, por dentro aún se sorprendió más. Era una casa inmensa, con una decoración moderna muy original. Estaba tan fascinado con aquel espectáculo que no se dio cuenta de que llegaba el dueño de la casa. Inmediatamente, decidió empezar sus preguntas. Había deducido que la culpable del robo era la novia del hijo del dueño. Era la única visitante que había visitado la casa desde antes de cometerse el robo. No podía haber sido nadie de fuera, ya que aquella mansión tenía un gran sistema de seguridad y no había ninguna puerta ni ninguna ventana forzada. Como un buen policía, le pidió al hijo del dueño si le podía mostrar una foto de su novia. Él buscó en un cajón de su escritorio y le enseñó la fotografía. Su corazón se aceleró. Era una chica muy guapa. Un pelo rubio liso, recogido en una coleta. Ojos azules. Una moneda colgada al cuello. Una expresión serena en la cara. La reconoció al instante.

Núria Riba y Marta Isern

3ºESO A