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Argentina como clave regional - Luis Bilbao

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Dilemas de la transición en Suraméricaa comienzos del siglo XXI

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Dilemas de la transición en Suraméricaa comienzos del siglo XXI

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Dilemas de la transición en Suraméricaa comienzos del siglo XXI

LLLLLuis Bilbaouis Bilbaouis Bilbaouis Bilbaouis Bilbao

FuenapFuenapFuenapFuenapFuenapFundación Enseñar para Aprender

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© 2007, Luis BilbaoDerechos exclusivos de edición en castellano reservado para todo elmundo.

Diseño de tapa: Ximena Moscoso Lazo

© 2007, Fuenap (Fundación Enseñar para Aprender)ISBN:

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723Impreso en Argentina

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitidaen manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico,óptico, de grabación o fotocopia, sin permiso del editor.

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ÍndiceÍndiceÍndiceÍndiceÍndice

I Introducción 11

II Qué viene después del neoliberalismo 252003: América Latinaen el final de una etapa histórica

III Dilemas de la transición 552004: Suramérica a comienzos del siglo XXI

IV Argentina como clave regional 752005: nuevo cuadro suramericano

V Desagregación nacional y responsabilidad de las izquierdas 99

2006: nueva oportunidad, objetivos de siempre

VI 2007, punto de partida 133A la deriva

VII Epílogo 153

Apéndice

1. Teoría y práctica del Frente Único Antimperialista 167

2. Teoría y práctica del Partido Revolucionario 181

3. Llamamiento por un Congreso Nacional del Pueblo 201

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IIIIIIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción

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ÍndiceÍndiceÍndiceÍndiceÍndice

I Introducción 11

II Qué viene después del neoliberalismo 252003: América Latinaen el final de una etapa histórica

III Dilemas de la transición 552004: Suramérica a comienzos del siglo XXI

IV Argentina como clave regional 752005: nuevo cuadro suramericano

V Desagregación nacional y responsabilidad de las izquierdas 99

2006: nueva oportunidad, objetivos de siempre

VI 2007, punto de partida 133A la deriva

VII Epílogo 153

Apéndice

1. Teoría y práctica del Frente Único Antimperialista 167

2. Teoría y práctica del Partido Revolucionario 181

3. Llamamiento por un Congreso Nacional del Pueblo 201

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IIIIIIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducciónIntroducción

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

«Es tan cierto como prodigiosoque verdad y error manan de una misma fuente,

por lo cual no se debe con frecuenciahacer daño al error,

ya que al mismo tiempose le hace a la verdad»

Johann W. Goethe

Menguada hasta límites impensados, sin timón en el puente demando, sin motores en marcha allí donde nace la fuerza que todo lomueve, Argentina es no obstante la clave para el desarrollo futuro dela coyuntura histórica que vive la región. Sólo que, aunque sueneparadojal, la condición de país clave reside en su debilidad y no en sufuerza. El destino inmediato deja como opción sumarse a uno u otrode los dos grandes contendientes ya delineados en este momentodecisivo de la Historia.

Había y sigue habiendo, en el subsuelo de estas tierras potencia másque suficiente para aspirar a un destino diferente. Pero no ocurrió.

En otros períodos Argentina ocupó un relevante lugar de avanzadaen América Latina. Por ejemplo cuando una naciente clase trabaja-dora tuvo la lucidez y el vigor necesarios para alumbrar aquel primerperiódico socialista, El Obrero, con el ímpetu de un proletariado quea fines del siglo XIX se puso a la vanguardia de la concientización yorganización de los trabajadores en el Sur de América. Fueronvanguardia también los estudiantes con la Reforma de 1918, abriendocamino para los universitarios en todo el mundo. Y los obreros quesobre las llamas encendidas por el 17 de octubre de 1945 construye-ron el Partido Laborista, mostraron a generaciones futuras la doblelección de la potencia implícita en la unidad social y política de lasmasas, y el costo a pagar cuando ésta queda bajo el control de lasclases dominantes.

Ya no en primera línea, pero sí en el pelotón de avanzada mundial,estuvieron trabajadores y estudiantes con la oleada de insurreccionesen el último tramo de los años 1960, que tuvo su expresión mayor enel Cordobazo. A las juventudes que tomaron las armas inmediata-mente después, les cabe también el honroso apelativo de vanguardia,en la búsqueda de una sociedad mejor.

La sangre hierve al comprobar que tanto sacrificio, tanta esperan-

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

«Es tan cierto como prodigiosoque verdad y error manan de una misma fuente,

por lo cual no se debe con frecuenciahacer daño al error,

ya que al mismo tiempose le hace a la verdad»

Johann W. Goethe

Menguada hasta límites impensados, sin timón en el puente demando, sin motores en marcha allí donde nace la fuerza que todo lomueve, Argentina es no obstante la clave para el desarrollo futuro dela coyuntura histórica que vive la región. Sólo que, aunque sueneparadojal, la condición de país clave reside en su debilidad y no en sufuerza. El destino inmediato deja como opción sumarse a uno u otrode los dos grandes contendientes ya delineados en este momentodecisivo de la Historia.

Había y sigue habiendo, en el subsuelo de estas tierras potencia másque suficiente para aspirar a un destino diferente. Pero no ocurrió.

En otros períodos Argentina ocupó un relevante lugar de avanzadaen América Latina. Por ejemplo cuando una naciente clase trabaja-dora tuvo la lucidez y el vigor necesarios para alumbrar aquel primerperiódico socialista, El Obrero, con el ímpetu de un proletariado quea fines del siglo XIX se puso a la vanguardia de la concientización yorganización de los trabajadores en el Sur de América. Fueronvanguardia también los estudiantes con la Reforma de 1918, abriendocamino para los universitarios en todo el mundo. Y los obreros quesobre las llamas encendidas por el 17 de octubre de 1945 construye-ron el Partido Laborista, mostraron a generaciones futuras la doblelección de la potencia implícita en la unidad social y política de lasmasas, y el costo a pagar cuando ésta queda bajo el control de lasclases dominantes.

Ya no en primera línea, pero sí en el pelotón de avanzada mundial,estuvieron trabajadores y estudiantes con la oleada de insurreccionesen el último tramo de los años 1960, que tuvo su expresión mayor enel Cordobazo. A las juventudes que tomaron las armas inmediata-mente después, les cabe también el honroso apelativo de vanguardia,en la búsqueda de una sociedad mejor.

La sangre hierve al comprobar que tanto sacrificio, tanta esperan-

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zada entrega, tantas generaciones en pie de combate, desembocaranen este oscuro período de mediocridad y cobardía que por momentosparece constituirse en rasgo nacional; en esta confusión de ideas yvalores con que Argentina recorre el primer tramo del siglo XXI.

La certeza de que se trata apenas de un instante en la historia nohace menos cruda la realidad. Pero basta cambiar el ángulo y mirarel panorama desde fronteras afuera, para asumir la verdaderadimensión del asunto y aventar cualquier forma de decepción opesimismo: aquella fuerza eclipsada hoy en Argentina, gravita conpotencia incontenible en la región como conjunto y en tres países enparticular. «Nada se pierde, todo se transforma», asegura la primeraley de la termodinámica. La inmensa energía producida por las luchasdel pasado es parte inseparable del formidable auge revolucionariolatinoamericano, a partir del cual discurre cada situación nacional.

La lucha de clases en cada país se desenvuelve a partir de unarealidad regional que se impone. Esto por cierto no es nuevo. Essabido que fue bajo el impulso de la lucha de clases en Europa comose edificaron en Argentina –y luego en toda América Latina- lossindicatos obreros en el último cuarto del siglo XIX; así nacierontambién las corrientes y partidos socialistas y anarquistas; y nadiedesconoce el impacto que tuvo la Revolución Rusa de 1917en la claseobrera, la intelectualidad y las juventudes. No obstante, hay algodecididamente nuevo en la actual coyuntura histórica. En primerlugar, la desagregación y desideologización sin precedentes delproletariado como clase internacional y en cada país. He allí unbasamento inédito cuya gravitación cambia de manera dramática elcomportamiento de las clases (y por supuesto de los individuos), locual a su vez determina por todo un período histórico los márgenes deacción de las clases y sus expresiones políticas. Así se explica enArgentina el estrechamiento hasta la desaparición del peso político delos trabajadores y la sobrevida artificial de partidos burgueses una yotra vez muertos y sepultados. En segundo lugar, a diferencia de loocurrido durante siglos, el XXI no tiene el centro de irradiaciónideológica y política en Europa. Desde hace por lo menos cincodécadas la inteligencia del viejo continente sólo emite señales deacomodamiento intelectual al sistema, recubierto de formas sofisticadas

y con nada dentro. Ese influjo intelectual se combina con el pragmatismodescarado y ramplón de las burocracias obreras y deja como saldo unvacío total en las ciencias sociales y la teoría política.

Al mismo tiempo, es una simplificación autocomplaciente suponerque ese deus ex maquina se ha mudado a América Latina. Hace yamuchos años sostenemos que, efectivamente, en esta región delplaneta se da una singular combinación de factores que conforman uncuadro potencial capaz de producir un salto cualitativo en el pensa-miento y la acción revolucionaria. A saber: alto desarrollo capitalistaimbricado con el más atroz subdesarrollo; poderosos proletariadoscon elevados niveles de organización sindical y experiencia política;debilidad relativa de las clases dominantes; historial de luchas queinvolucran a millones de activistas y abarcan todas las experienciasimaginables; fuentes naturales de riquezas que hacen viable unproyecto de revolución social autosustentada y con un punto departida a nivel de las metrópolis; campo inconmensurable de alianzasinternacionales con base en los países del hemisferio Sur y en losinmensos bolsones de pobreza y marginación en los países imperialistas;todo sobre una base de constante e irreversible ingobernabilidad paralos partidos del capital.

Los últimos siete años de la política latinoamericano-caribeña nohacen sino abonar esta proyección. Pero deducir de allí que bastaautoproclamarse vanguardia del planeta, es una manifestación deinconsistencia y oportunismo que, librada a su suerte, sencillamenteclausura toda perspectiva histórica. Basta ver la liviandad panegiristacon la cual un número de individuos ha tomado la consigna lanzada porHugo Chávez, «socialismo del siglo XXI», y su reivindicación de lafuerza endógena latinoamericano-caribeña, para precaverse sobre elpapel confusionista y destructivo que pueden jugar en este momentolos filisteos de la política.

Por el contrario, la interpretación rigurosa y la asunción plenade aquella singularidad potente de América Latina, permitiráavanzar en una dinámica que, para decirlo con la formulaciónclásica de las leyes de la dialéctica, afirme negando, alcance unasíntesis superadora que recomponga las fuerzas de la revolución,obre como centro aglutinante en cada país y se proyecte hacia una

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zada entrega, tantas generaciones en pie de combate, desembocaranen este oscuro período de mediocridad y cobardía que por momentosparece constituirse en rasgo nacional; en esta confusión de ideas yvalores con que Argentina recorre el primer tramo del siglo XXI.

La certeza de que se trata apenas de un instante en la historia nohace menos cruda la realidad. Pero basta cambiar el ángulo y mirarel panorama desde fronteras afuera, para asumir la verdaderadimensión del asunto y aventar cualquier forma de decepción opesimismo: aquella fuerza eclipsada hoy en Argentina, gravita conpotencia incontenible en la región como conjunto y en tres países enparticular. «Nada se pierde, todo se transforma», asegura la primeraley de la termodinámica. La inmensa energía producida por las luchasdel pasado es parte inseparable del formidable auge revolucionariolatinoamericano, a partir del cual discurre cada situación nacional.

La lucha de clases en cada país se desenvuelve a partir de unarealidad regional que se impone. Esto por cierto no es nuevo. Essabido que fue bajo el impulso de la lucha de clases en Europa comose edificaron en Argentina –y luego en toda América Latina- lossindicatos obreros en el último cuarto del siglo XIX; así nacierontambién las corrientes y partidos socialistas y anarquistas; y nadiedesconoce el impacto que tuvo la Revolución Rusa de 1917en la claseobrera, la intelectualidad y las juventudes. No obstante, hay algodecididamente nuevo en la actual coyuntura histórica. En primerlugar, la desagregación y desideologización sin precedentes delproletariado como clase internacional y en cada país. He allí unbasamento inédito cuya gravitación cambia de manera dramática elcomportamiento de las clases (y por supuesto de los individuos), locual a su vez determina por todo un período histórico los márgenes deacción de las clases y sus expresiones políticas. Así se explica enArgentina el estrechamiento hasta la desaparición del peso político delos trabajadores y la sobrevida artificial de partidos burgueses una yotra vez muertos y sepultados. En segundo lugar, a diferencia de loocurrido durante siglos, el XXI no tiene el centro de irradiaciónideológica y política en Europa. Desde hace por lo menos cincodécadas la inteligencia del viejo continente sólo emite señales deacomodamiento intelectual al sistema, recubierto de formas sofisticadas

y con nada dentro. Ese influjo intelectual se combina con el pragmatismodescarado y ramplón de las burocracias obreras y deja como saldo unvacío total en las ciencias sociales y la teoría política.

Al mismo tiempo, es una simplificación autocomplaciente suponerque ese deus ex maquina se ha mudado a América Latina. Hace yamuchos años sostenemos que, efectivamente, en esta región delplaneta se da una singular combinación de factores que conforman uncuadro potencial capaz de producir un salto cualitativo en el pensa-miento y la acción revolucionaria. A saber: alto desarrollo capitalistaimbricado con el más atroz subdesarrollo; poderosos proletariadoscon elevados niveles de organización sindical y experiencia política;debilidad relativa de las clases dominantes; historial de luchas queinvolucran a millones de activistas y abarcan todas las experienciasimaginables; fuentes naturales de riquezas que hacen viable unproyecto de revolución social autosustentada y con un punto departida a nivel de las metrópolis; campo inconmensurable de alianzasinternacionales con base en los países del hemisferio Sur y en losinmensos bolsones de pobreza y marginación en los países imperialistas;todo sobre una base de constante e irreversible ingobernabilidad paralos partidos del capital.

Los últimos siete años de la política latinoamericano-caribeña nohacen sino abonar esta proyección. Pero deducir de allí que bastaautoproclamarse vanguardia del planeta, es una manifestación deinconsistencia y oportunismo que, librada a su suerte, sencillamenteclausura toda perspectiva histórica. Basta ver la liviandad panegiristacon la cual un número de individuos ha tomado la consigna lanzada porHugo Chávez, «socialismo del siglo XXI», y su reivindicación de lafuerza endógena latinoamericano-caribeña, para precaverse sobre elpapel confusionista y destructivo que pueden jugar en este momentolos filisteos de la política.

Por el contrario, la interpretación rigurosa y la asunción plenade aquella singularidad potente de América Latina, permitiráavanzar en una dinámica que, para decirlo con la formulaciónclásica de las leyes de la dialéctica, afirme negando, alcance unasíntesis superadora que recomponga las fuerzas de la revolución,obre como centro aglutinante en cada país y se proyecte hacia una

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acción común a escala suramericana y mundial.Es aquí donde Argentina juega un papel clave, aunque no de

vanguardia. Porque la arquitectura geopolítica en construcción aescala suramericana tiene aquí una columna insustituible, pero lasrelaciones de fuerzas internas en el país, el estado de la clase obreray de las fuerzas revolucionarias, impiden por ahora la asunción de unlugar en la primera línea de combate.

A tres lustros del derrumbe de la Unión Soviética, en el marco deun recrudecimiento coyuntural de la crisis estructural e irreversibledel sistema capitalista mundial, la noción de vanguardia se expresahoy traduciendo en una conformación compleja, de difícil aprehen-sión, la realidad del proletariado mundial.

En lugar de un centro desde el cual, con base en una poderosafuerza social y una neta definición ideológica asumida por ella, seproyecta un accionar político revolucionario, (como pudieron ser ensu momento la Revolución Francesa, la irrupción de grandes sindica-tos y partidos socialistas o la Revolución Rusa), en la única área delplaneta donde refulge la perspectiva de la revolución anticapitalista,la línea de avanzada se desdobla y, aunque aparece más y más comobloque, existe y actúa de manera disgregada, en un conjunto en el cualCuba es la vanguardia ideológica, Bolivia la vanguardia social yVenezuela la vanguardia política.

Una de las contradicciones más estridentes del último período,durante el cual la Revolución Bolivariana apareció y fue imponiéndo-se gradualmente como fuerza ordenadora, consiste en que durantetoda una primera fase las formulaciones de su principal figuraexcluyeron las definiciones ideológicas; pero además y sobre todo, laclase obrera venezolana estuvo eclipsada o directamente ausente enel escenario político, con apenas apariciones puntuales y efímeras encalidad de bastión de retaguardia.

Es comprensible que este entramado llevara a la omisión primeroy la confusión después a innumerables cuadros revolucionariosmarxistas, que no lograron interpretar (muchos siquiera lo vieron) unfenómeno ausente en la teoría y la experiencia histórica de larevolución social. Déjese de lado a los infaltables epígonos, hablistascompulsivos capaces de invocar al proletariado y la revolución para

vender a su madre: incluso luchadores honestos, que se reclamanmarxistas, se mostraron incapaces de ver que en Venezuela irrumpíauna revolución que cambiaría el curso latinoamericano.

Una contradicción semejante se manifiesta en Bolivia. Allí unapoderosa fuerza social rescata la lucha de los indígenas combinadacon la más avanzada experiencia de organización y combate políticodel proletariado suramericano, pero no expresa identidad ideológicay deberá recorrer todo un camino para proyectarse como punto dereferencia política. A la inversa de Venezuela, en Bolivia es la unidadsocial la que impulsa la unidad política, pero estos fenómenosdiferentes plasman de manera análoga, dado que sólo se aglutinan yhacen coherentes por el papel de líderes sobre quienes recae el pesode la unidad y el rumbo a tomar.

Cuba, mientras tanto, hasta la aparición de la Revolución Bolivarianaestuvo poco menos que impedida de traducir más allá de sus fronterassu condición de vanguardia ideológica a los terrenos social y político.A menudo incluso, y por imperio de una insoslayable autodefensa, laexpresión política de aquella ubicación de vanguardia fundamental setrastocó al punto de enredar a propios y ajenos respecto de la realidady el papel histórico de la Revolución Cubana.

El formidable proceso de convergencia de estos tres factoresclave de la revolución continental, verificado en el primer semestre de2006 y reafirmado a un nivel superior en el primer tramo de 2007,anuncia la resolución positiva de este momento paradojal. En esebreve lapso, la combinación virtuosa de desigualdades de estas tresrevoluciones ha comenzado. El fenómeno en curso tomó cuerpovisible en dos acontecimientos internacionales ocurridos en pocosdías, en escenarios tan diferentes como Viena y La Paz. A mediadosde 2006 Hugo Chávez, Evo Morales y Carlos Lage en representaciónde Fidel Castro, se presentaron ante América Latina y el mundo conuna propuesta común para este momento de transición: convergenciasuramericana, transformación radical de las relaciones entre paísesy socialismo (1). Casi un año después, al reafirmar la Alternativa

1.- Ver «Recado a Europa» y «El Sur gana otra partida», en América XXI, Nº 15.Caracas-Buenos Aires, junio de 2006.

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acción común a escala suramericana y mundial.Es aquí donde Argentina juega un papel clave, aunque no de

vanguardia. Porque la arquitectura geopolítica en construcción aescala suramericana tiene aquí una columna insustituible, pero lasrelaciones de fuerzas internas en el país, el estado de la clase obreray de las fuerzas revolucionarias, impiden por ahora la asunción de unlugar en la primera línea de combate.

A tres lustros del derrumbe de la Unión Soviética, en el marco deun recrudecimiento coyuntural de la crisis estructural e irreversibledel sistema capitalista mundial, la noción de vanguardia se expresahoy traduciendo en una conformación compleja, de difícil aprehen-sión, la realidad del proletariado mundial.

En lugar de un centro desde el cual, con base en una poderosafuerza social y una neta definición ideológica asumida por ella, seproyecta un accionar político revolucionario, (como pudieron ser ensu momento la Revolución Francesa, la irrupción de grandes sindica-tos y partidos socialistas o la Revolución Rusa), en la única área delplaneta donde refulge la perspectiva de la revolución anticapitalista,la línea de avanzada se desdobla y, aunque aparece más y más comobloque, existe y actúa de manera disgregada, en un conjunto en el cualCuba es la vanguardia ideológica, Bolivia la vanguardia social yVenezuela la vanguardia política.

Una de las contradicciones más estridentes del último período,durante el cual la Revolución Bolivariana apareció y fue imponiéndo-se gradualmente como fuerza ordenadora, consiste en que durantetoda una primera fase las formulaciones de su principal figuraexcluyeron las definiciones ideológicas; pero además y sobre todo, laclase obrera venezolana estuvo eclipsada o directamente ausente enel escenario político, con apenas apariciones puntuales y efímeras encalidad de bastión de retaguardia.

Es comprensible que este entramado llevara a la omisión primeroy la confusión después a innumerables cuadros revolucionariosmarxistas, que no lograron interpretar (muchos siquiera lo vieron) unfenómeno ausente en la teoría y la experiencia histórica de larevolución social. Déjese de lado a los infaltables epígonos, hablistascompulsivos capaces de invocar al proletariado y la revolución para

vender a su madre: incluso luchadores honestos, que se reclamanmarxistas, se mostraron incapaces de ver que en Venezuela irrumpíauna revolución que cambiaría el curso latinoamericano.

Una contradicción semejante se manifiesta en Bolivia. Allí unapoderosa fuerza social rescata la lucha de los indígenas combinadacon la más avanzada experiencia de organización y combate políticodel proletariado suramericano, pero no expresa identidad ideológicay deberá recorrer todo un camino para proyectarse como punto dereferencia política. A la inversa de Venezuela, en Bolivia es la unidadsocial la que impulsa la unidad política, pero estos fenómenosdiferentes plasman de manera análoga, dado que sólo se aglutinan yhacen coherentes por el papel de líderes sobre quienes recae el pesode la unidad y el rumbo a tomar.

Cuba, mientras tanto, hasta la aparición de la Revolución Bolivarianaestuvo poco menos que impedida de traducir más allá de sus fronterassu condición de vanguardia ideológica a los terrenos social y político.A menudo incluso, y por imperio de una insoslayable autodefensa, laexpresión política de aquella ubicación de vanguardia fundamental setrastocó al punto de enredar a propios y ajenos respecto de la realidady el papel histórico de la Revolución Cubana.

El formidable proceso de convergencia de estos tres factoresclave de la revolución continental, verificado en el primer semestre de2006 y reafirmado a un nivel superior en el primer tramo de 2007,anuncia la resolución positiva de este momento paradojal. En esebreve lapso, la combinación virtuosa de desigualdades de estas tresrevoluciones ha comenzado. El fenómeno en curso tomó cuerpovisible en dos acontecimientos internacionales ocurridos en pocosdías, en escenarios tan diferentes como Viena y La Paz. A mediadosde 2006 Hugo Chávez, Evo Morales y Carlos Lage en representaciónde Fidel Castro, se presentaron ante América Latina y el mundo conuna propuesta común para este momento de transición: convergenciasuramericana, transformación radical de las relaciones entre paísesy socialismo (1). Casi un año después, al reafirmar la Alternativa

1.- Ver «Recado a Europa» y «El Sur gana otra partida», en América XXI, Nº 15.Caracas-Buenos Aires, junio de 2006.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

Bolivariana para las Américas (Alba) a la que se sumó Nicaragua,mientras Chávez en Venezuela aceleraba decisiones fundamentalespara reemplazar el Estado burgués y avanzar hacia el socialismo ensu país, aquella conjunción mostró que su potencialidad comenzó aconcretarse (2).

Allí está trazado, sin equívoco posible, el rumbo por el cualtransitará durante todo el próximo período histórico la fuerza de larevolución anticapitalista en el único lugar del planeta donde estáplanteada como proyecto estratégico, explícito y palpable.

Argentina, su clase trabajadora, sus fuerzas revolucionarias, y porsupuesto su gobierno, están ausentes en ese pelotón de vanguardia.Ahora bien; frente a este rayo que ilumina el cielo del hemisferio yfulmina todos los discursos de la resignación y la traición, el capitalimperialista y local no se rinde ni se rendirá sin combate. Por elcontrario, reacciona con su amplísimo arsenal de recursos paratrabar, desviar y finalmente aplastar la revolución.

Las armas más visibles, inmediatas y peligrosas de esta amenazaimperialista son la agresión constante por medios políticos y lasistemática preparación del ataque militar, hoy apuntado a Bolivia,Venezuela y Cuba.

***En este cuadro de riesgo extremo, el papel de Argentina puede ser

decisivo. Todo el accionar diplomático de la Casa Blanca en lo queva del siglo ha consistido en arrastrar al país a un bloque contrapuestoal que gradualmente fue conformándose en dos planos: el del Alba(Alternativa Bolivariana para las Américas) integrado por Cuba,Venezuela, Bolivia y Nicaragua, y el del Mercosur. La incorporaciónde Venezuela a este último, un bloque originariamente constituidobajo el signo de la maximización del lucro de las multinacionales, diolugar a un paso más –se verá si es el que determine el cambiocualitativo- en la transformación del Mercosur en heterogéneobasamento de un proceso de integración autónomo.

En cada paso de ese sinuoso camino Argentina fue tensionada al

punto de desgarramiento por dos fuerzas en ese plano contrapuestas:el imperialismo y sus asociados directos de una parte y los sectoresburgueses empeñados en poner límites a la voracidad descontroladade los centros metropolitanos, entre los cuales se hallan, de manerasubordinada, sectores movidos por un proyecto desarrollista deindependencia relativa.

Corresponde subrayar que en esta prueba de fuerzas, desdemediados de la década de 1990, el proletariado estuvo ausente convoz y perfil propios; mientras que las izquierdas, a la vez responsablesy víctimas de esa situación de los trabajadores, se degradaron entodos los sentidos hasta desaparecer por completo del combatepolítico.

El hecho es que incluso ante la omisión política de los explotados,no hay hegemonía efectiva por parte de ninguno de los sectoresburgueses. Y no la habrá. No habrá resolución hegemónica en la pujaentre proimperialistas y mercosuristas; y tampoco entre el sector deestos que sólo busca mejores negocios de corto plazo y aquellos quebalbucean un programa de soberanía y crecimiento. En ninguno deestos sub-bloques existe un núcleo con fuerza suficiente para impo-nerse de manera duradera y estable a los demás. No obstante, aun enese marco de constante desbalance y ambigüedad, hasta ahora lalínea resultante ha sido contraria a la voluntad de Washington, dandolugar a un doble saldo de realineamientos al interior del país y de ésterespecto de la región y el mundo.

Este dato es esencial en el polígono de fuerzas que define el cursoactual y futuro de América Latina. Por eso, nadie que se propongaluchar por una revolución genuina, antimperialista y anticapitalista,podrá soslayarlo a la hora de definir sus tácticas en la ardua labor poralcanzar la unidad social y política de los trabajadores y el conjunto delpueblo.

***************

Los capítulos que siguen fueron redactados -y publicados, enversiones ahora actualizadas- en los años que cada uno consigna.

2. Ver "El Alba de la unión suramericana"; América XXI Nº 23, febrero de 2007.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

Bolivariana para las Américas (Alba) a la que se sumó Nicaragua,mientras Chávez en Venezuela aceleraba decisiones fundamentalespara reemplazar el Estado burgués y avanzar hacia el socialismo ensu país, aquella conjunción mostró que su potencialidad comenzó aconcretarse (2).

Allí está trazado, sin equívoco posible, el rumbo por el cualtransitará durante todo el próximo período histórico la fuerza de larevolución anticapitalista en el único lugar del planeta donde estáplanteada como proyecto estratégico, explícito y palpable.

Argentina, su clase trabajadora, sus fuerzas revolucionarias, y porsupuesto su gobierno, están ausentes en ese pelotón de vanguardia.Ahora bien; frente a este rayo que ilumina el cielo del hemisferio yfulmina todos los discursos de la resignación y la traición, el capitalimperialista y local no se rinde ni se rendirá sin combate. Por elcontrario, reacciona con su amplísimo arsenal de recursos paratrabar, desviar y finalmente aplastar la revolución.

Las armas más visibles, inmediatas y peligrosas de esta amenazaimperialista son la agresión constante por medios políticos y lasistemática preparación del ataque militar, hoy apuntado a Bolivia,Venezuela y Cuba.

***En este cuadro de riesgo extremo, el papel de Argentina puede ser

decisivo. Todo el accionar diplomático de la Casa Blanca en lo queva del siglo ha consistido en arrastrar al país a un bloque contrapuestoal que gradualmente fue conformándose en dos planos: el del Alba(Alternativa Bolivariana para las Américas) integrado por Cuba,Venezuela, Bolivia y Nicaragua, y el del Mercosur. La incorporaciónde Venezuela a este último, un bloque originariamente constituidobajo el signo de la maximización del lucro de las multinacionales, diolugar a un paso más –se verá si es el que determine el cambiocualitativo- en la transformación del Mercosur en heterogéneobasamento de un proceso de integración autónomo.

En cada paso de ese sinuoso camino Argentina fue tensionada al

punto de desgarramiento por dos fuerzas en ese plano contrapuestas:el imperialismo y sus asociados directos de una parte y los sectoresburgueses empeñados en poner límites a la voracidad descontroladade los centros metropolitanos, entre los cuales se hallan, de manerasubordinada, sectores movidos por un proyecto desarrollista deindependencia relativa.

Corresponde subrayar que en esta prueba de fuerzas, desdemediados de la década de 1990, el proletariado estuvo ausente convoz y perfil propios; mientras que las izquierdas, a la vez responsablesy víctimas de esa situación de los trabajadores, se degradaron entodos los sentidos hasta desaparecer por completo del combatepolítico.

El hecho es que incluso ante la omisión política de los explotados,no hay hegemonía efectiva por parte de ninguno de los sectoresburgueses. Y no la habrá. No habrá resolución hegemónica en la pujaentre proimperialistas y mercosuristas; y tampoco entre el sector deestos que sólo busca mejores negocios de corto plazo y aquellos quebalbucean un programa de soberanía y crecimiento. En ninguno deestos sub-bloques existe un núcleo con fuerza suficiente para impo-nerse de manera duradera y estable a los demás. No obstante, aun enese marco de constante desbalance y ambigüedad, hasta ahora lalínea resultante ha sido contraria a la voluntad de Washington, dandolugar a un doble saldo de realineamientos al interior del país y de ésterespecto de la región y el mundo.

Este dato es esencial en el polígono de fuerzas que define el cursoactual y futuro de América Latina. Por eso, nadie que se propongaluchar por una revolución genuina, antimperialista y anticapitalista,podrá soslayarlo a la hora de definir sus tácticas en la ardua labor poralcanzar la unidad social y política de los trabajadores y el conjunto delpueblo.

***************

Los capítulos que siguen fueron redactados -y publicados, enversiones ahora actualizadas- en los años que cada uno consigna.

2. Ver "El Alba de la unión suramericana"; América XXI Nº 23, febrero de 2007.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

Constituyen el seguimiento paso a paso de los hechos que trazaron ladesgraciada parábola de Argentina en lo que va del siglo. Hoy resultaimprescindible volver la mirada sobre ese período durante el cualArgentina se degradó en todos los órdenes, ante la pasiva aquiescen-cia de la clase trabajadora, el derrumbe por abismos sin fondo de laburguesía, el desmantelamiento y corrupción de los partidos de lasclases dominantes, y la comisión de errores desmesurados por partede organizaciones y cuadros que en otros momentos pudieronaparecer como direcciones revolucionarias.

Es preciso asumir que ese colapso de los cimientos de la sociedadargentina alcanzó también al conjunto de las fuerzas anticapitalistas.Al compás de ese cataclismo histórico muchos cuadros veteranos dela lucha revolucionaria se derrumbaron. Muchos hombres y mujerescon años de bien ganada autoridad militante, perdieron la brújulapolítica y moral -no faltó quien descendiera a la condición deestafador- en una inconsciente asimilación al curso dominante en lasociedad.

Siempre es abusivo atribuirle alcance universal a un rasgo socialsobresaliente en una coyuntura determinada. El individuo puede y amenudo logra distinguirse de los trazos dominantes en la cultura y elcomportamiento colectivo. Al mismo tiempo es innegable que «laideología dominante es la ideología de las clases dominantes». En elconjunto infinito de caracteres y determinaciones individuales que,entrelazados y mutuamente condicionados conforman una culturanacional, ciertos rasgos se imponen por períodos y sobredeterminanlos valores y el comportamiento individual, para dar lugar a factorescomunes que atraviesan clases y sectores en una sociedad, en unperíodo dado.

Los rasgos distintivos del capitalismo tardío, agudizados por losrecursos aplicados por los estrategas del imperialismo para lasobrevivencia del sistema provocaron cambios profundos en lacultura y en la conducta individual del mundo contemporáneo (3). Esefenómeno ocurrió acelerado y multiplicado en Argentina. Era esperable

3.- Un estudio remarcable en ese sentido es «La corrosión del carácter», Lasconsecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Richard Sennett,Anagrama, Buenos Aires, 2000.

que la descomposición de las clases dominantes, precipitada en elúltimo cuarto del siglo pasado, se tradujera en un conjunto deconductas diferentes, por regla general degradadas, asumidas por elconjunto social como propias. No obstante, los resultados fueron másallá. La fase de declive derritió la hipocresía con la que la burguesíarecubre su conducta y puso a luz del día los estragos de la crisiscapitalista sobre el comportamiento de las clases dominantes. Enausencia de un modelo alternativo, sin partidos ni dirigentesanticapitalistas con fuerza moral que contrapesara el efecto dederrumbe y bajo el influjo arrollador de los medios de difusión masiva,en especial la televisión, las virtudes y valores del hombre llano fueronarrasados. Para completar el cuadro, la fuerza devastadora de lacrisis se extendió alentada por un error de proporciones incalculablesde prácticamente todas las corrientes de izquierda, que no sóloimaginaron una revolución centrada en los desocupados, sino que seprestaron a la maniobra estratégica del capital sirviendo de correa detransmisión para la distribución masiva de subsidios. A término, estotrasladó la corrupción a buena parte de la militancia y alimentó enfranjas significativas de los sin trabajo una conducta clientelista, ajenaa toda conciencia política y definitivamente divorciada de una militanciarevolucionaria.

Este fenómeno combinado cayó como roca sobre las espaldas dela juventud contestataria. Miles de activistas, arrastrados por la caídasocial y el ejemplo de personas a las que reconocían como dirigentes,adoptaron con la mayor naturalidad conductas propias de las clasesdominantes en su decadencia extrema. Ése es un pasivo insoslayablea la hora de emprender la tarea de recomposición de fuerzasantimperialistas y anticapitalistas.

No se trata de tomar al tigre por la cola (la subjetividadindividual), sino de reconocer el sustrato político transformado enideología, que alcanza a innumerables cuadros, sobre todo jóvenes,quienes deberán ser sujetos de la transformación revolucionaria enArgentina. Para eso es imprescindible buscar la responsabilidadpolítica de esta deriva. Y puesto que por definición no puedecargarse responsabilidad alguna a la burguesía y sus partidos,fuerzas motoras de la degradación, es ineludible poner entre el

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

Constituyen el seguimiento paso a paso de los hechos que trazaron ladesgraciada parábola de Argentina en lo que va del siglo. Hoy resultaimprescindible volver la mirada sobre ese período durante el cualArgentina se degradó en todos los órdenes, ante la pasiva aquiescen-cia de la clase trabajadora, el derrumbe por abismos sin fondo de laburguesía, el desmantelamiento y corrupción de los partidos de lasclases dominantes, y la comisión de errores desmesurados por partede organizaciones y cuadros que en otros momentos pudieronaparecer como direcciones revolucionarias.

Es preciso asumir que ese colapso de los cimientos de la sociedadargentina alcanzó también al conjunto de las fuerzas anticapitalistas.Al compás de ese cataclismo histórico muchos cuadros veteranos dela lucha revolucionaria se derrumbaron. Muchos hombres y mujerescon años de bien ganada autoridad militante, perdieron la brújulapolítica y moral -no faltó quien descendiera a la condición deestafador- en una inconsciente asimilación al curso dominante en lasociedad.

Siempre es abusivo atribuirle alcance universal a un rasgo socialsobresaliente en una coyuntura determinada. El individuo puede y amenudo logra distinguirse de los trazos dominantes en la cultura y elcomportamiento colectivo. Al mismo tiempo es innegable que «laideología dominante es la ideología de las clases dominantes». En elconjunto infinito de caracteres y determinaciones individuales que,entrelazados y mutuamente condicionados conforman una culturanacional, ciertos rasgos se imponen por períodos y sobredeterminanlos valores y el comportamiento individual, para dar lugar a factorescomunes que atraviesan clases y sectores en una sociedad, en unperíodo dado.

Los rasgos distintivos del capitalismo tardío, agudizados por losrecursos aplicados por los estrategas del imperialismo para lasobrevivencia del sistema provocaron cambios profundos en lacultura y en la conducta individual del mundo contemporáneo (3). Esefenómeno ocurrió acelerado y multiplicado en Argentina. Era esperable

3.- Un estudio remarcable en ese sentido es «La corrosión del carácter», Lasconsecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Richard Sennett,Anagrama, Buenos Aires, 2000.

que la descomposición de las clases dominantes, precipitada en elúltimo cuarto del siglo pasado, se tradujera en un conjunto deconductas diferentes, por regla general degradadas, asumidas por elconjunto social como propias. No obstante, los resultados fueron másallá. La fase de declive derritió la hipocresía con la que la burguesíarecubre su conducta y puso a luz del día los estragos de la crisiscapitalista sobre el comportamiento de las clases dominantes. Enausencia de un modelo alternativo, sin partidos ni dirigentesanticapitalistas con fuerza moral que contrapesara el efecto dederrumbe y bajo el influjo arrollador de los medios de difusión masiva,en especial la televisión, las virtudes y valores del hombre llano fueronarrasados. Para completar el cuadro, la fuerza devastadora de lacrisis se extendió alentada por un error de proporciones incalculablesde prácticamente todas las corrientes de izquierda, que no sóloimaginaron una revolución centrada en los desocupados, sino que seprestaron a la maniobra estratégica del capital sirviendo de correa detransmisión para la distribución masiva de subsidios. A término, estotrasladó la corrupción a buena parte de la militancia y alimentó enfranjas significativas de los sin trabajo una conducta clientelista, ajenaa toda conciencia política y definitivamente divorciada de una militanciarevolucionaria.

Este fenómeno combinado cayó como roca sobre las espaldas dela juventud contestataria. Miles de activistas, arrastrados por la caídasocial y el ejemplo de personas a las que reconocían como dirigentes,adoptaron con la mayor naturalidad conductas propias de las clasesdominantes en su decadencia extrema. Ése es un pasivo insoslayablea la hora de emprender la tarea de recomposición de fuerzasantimperialistas y anticapitalistas.

No se trata de tomar al tigre por la cola (la subjetividadindividual), sino de reconocer el sustrato político transformado enideología, que alcanza a innumerables cuadros, sobre todo jóvenes,quienes deberán ser sujetos de la transformación revolucionaria enArgentina. Para eso es imprescindible buscar la responsabilidadpolítica de esta deriva. Y puesto que por definición no puedecargarse responsabilidad alguna a la burguesía y sus partidos,fuerzas motoras de la degradación, es ineludible poner entre el

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Argentina como clave regional

yunque de los hechos y el martillo de la crítica la trayectoria políticade cada corriente.

Estas páginas pretenden ser una contribución para recorrer esecamino. La cita de Goethe que encabeza esta introducción no es unalarde. Es la certeza de que al descargar el mazazo de la crítica sobrela práctica propia y ajena, el brazo ejecutor debe estar movido por laconciencia de que el error no es lo contrario, sino una parte componentede la verdad, que se construye como una casa, ladrillo por ladrillo, enel transcurso del tiempo y al calor de la lucha de clases. Sin rozar laindeterminación, es preciso partir de esa concepción al esgrimir elarma de la crítica con el objetivo de negar la negación del pensamientoy la acción revolucionaria.

Sí, hay que afirmarlo sin rodeos: durante las últimas décadas, enArgentina predominó la negación del pensamiento y la acciónrevolucionaria, bajo la apariencia de partido y militancia anticapitalista.

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yunque de los hechos y el martillo de la crítica la trayectoria políticade cada corriente.

Estas páginas pretenden ser una contribución para recorrer esecamino. La cita de Goethe que encabeza esta introducción no es unalarde. Es la certeza de que al descargar el mazazo de la crítica sobrela práctica propia y ajena, el brazo ejecutor debe estar movido por laconciencia de que el error no es lo contrario, sino una parte componentede la verdad, que se construye como una casa, ladrillo por ladrillo, enel transcurso del tiempo y al calor de la lucha de clases. Sin rozar laindeterminación, es preciso partir de esa concepción al esgrimir elarma de la crítica con el objetivo de negar la negación del pensamientoy la acción revolucionaria.

Sí, hay que afirmarlo sin rodeos: durante las últimas décadas, enArgentina predominó la negación del pensamiento y la acciónrevolucionaria, bajo la apariencia de partido y militancia anticapitalista.

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yunque de los hechos y el martillo de la crítica la trayectoria políticade cada corriente.

Estas páginas pretenden ser una contribución para recorrer esecamino. La cita de Goethe que encabeza esta introducción no es unalarde. Es la certeza de que al descargar el mazazo de la crítica sobrela práctica propia y ajena, el brazo ejecutor debe estar movido por laconciencia de que el error no es lo contrario, sino una parte componentede la verdad, que se construye como una casa, ladrillo por ladrillo, enel transcurso del tiempo y al calor de la lucha de clases. Sin rozar laindeterminación, es preciso partir de esa concepción al esgrimir elarma de la crítica con el objetivo de negar la negación del pensamientoy la acción revolucionaria.

Sí, hay que afirmarlo sin rodeos: durante las últimas décadas, enArgentina predominó la negación del pensamiento y la acciónrevolucionaria, bajo la apariencia de partido y militancia anticapitalista.

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IIIIIIIIIIQué viene despuésQué viene despuésQué viene despuésQué viene despuésQué viene despuésdel del del del del neoliberalismoneoliberalismoneoliberalismoneoliberalismoneoliberalismo

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2003: América L2003: América L2003: América L2003: América L2003: América Latina en el finalatina en el finalatina en el finalatina en el finalatina en el finalde una etapa históricade una etapa históricade una etapa históricade una etapa históricade una etapa histórica

Para situarse en el nuevo escenario continental resultante deldesmoronamiento de la política anticrisis conocida con “neoliberalismo”,conviene seguir los acontecimientos paso a paso. Ya desde mediadosde 2003, sucesivos reveses políticos de Estados Unidos acompañaronel agravamiento de una crisis económica estructural compartida conla Unión Europea y Japón, que continuó su marcha inexorable pesea los esfuerzos por negarla o camuflarla. El inesperado fracasoestadounidense en la reunión de la Organización Mundial de Comer-cio realizada en Cancún, en septiembre de ese año, dejó como saldola constitución de un bloque de países (el Grupo de los 20, al que luegoanunciaría su adhesión China) capaz de plantarse como límite ante lasexigencias de Washington. Como prolongación de la sublevaciónboliviana y la destitución del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada,la denominada Cumbre Iberoamericana produjo poco después, amediados de noviembre, una declaración opuesta a los ejes funda-mentales de la política estadounidense, bajo la presión de un “Encuen-tro Social Alternativo”, que simultáneamente y en el mismo escenariode Santa Cruz de la Sierra, reunió organizaciones populares yrevolucionarias de 15 países. Esa misma fuerza potenció las contra-dicciones intercapitalistas que desde comienzos de siglo traban eldesarrollo del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) yprovocó un fracaso apenas disimulado de Estados Unidos en lareunión de cancilleres del Alca, realizada en Miami la semanasiguiente (1).

Como se verá, el fracaso estadounidense en su intento de imponerel Alca es paradojal en más de un sentido: Washington no logró laaceptación de los mecanismos mediante los cuales pretende, de unlado, cerrar el continente a sus competidores de ultramar; y de otro

1.- Desarrollo y significado de ambas reuniones fueron analizadas en “AméricaLatina esboza su propuesta”, Luis Bilbao, Le Monde diplomatique edición Cono Sur;Buenos Aires, diciembre de 2003.

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2003: América L2003: América L2003: América L2003: América L2003: América Latina en el finalatina en el finalatina en el finalatina en el finalatina en el finalde una etapa históricade una etapa históricade una etapa históricade una etapa históricade una etapa histórica

Para situarse en el nuevo escenario continental resultante deldesmoronamiento de la política anticrisis conocida con “neoliberalismo”,conviene seguir los acontecimientos paso a paso. Ya desde mediadosde 2003, sucesivos reveses políticos de Estados Unidos acompañaronel agravamiento de una crisis económica estructural compartida conla Unión Europea y Japón, que continuó su marcha inexorable pesea los esfuerzos por negarla o camuflarla. El inesperado fracasoestadounidense en la reunión de la Organización Mundial de Comer-cio realizada en Cancún, en septiembre de ese año, dejó como saldola constitución de un bloque de países (el Grupo de los 20, al que luegoanunciaría su adhesión China) capaz de plantarse como límite ante lasexigencias de Washington. Como prolongación de la sublevaciónboliviana y la destitución del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada,la denominada Cumbre Iberoamericana produjo poco después, amediados de noviembre, una declaración opuesta a los ejes funda-mentales de la política estadounidense, bajo la presión de un “Encuen-tro Social Alternativo”, que simultáneamente y en el mismo escenariode Santa Cruz de la Sierra, reunió organizaciones populares yrevolucionarias de 15 países. Esa misma fuerza potenció las contra-dicciones intercapitalistas que desde comienzos de siglo traban eldesarrollo del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) yprovocó un fracaso apenas disimulado de Estados Unidos en lareunión de cancilleres del Alca, realizada en Miami la semanasiguiente (1).

Como se verá, el fracaso estadounidense en su intento de imponerel Alca es paradojal en más de un sentido: Washington no logró laaceptación de los mecanismos mediante los cuales pretende, de unlado, cerrar el continente a sus competidores de ultramar; y de otro

1.- Desarrollo y significado de ambas reuniones fueron analizadas en “AméricaLatina esboza su propuesta”, Luis Bilbao, Le Monde diplomatique edición Cono Sur;Buenos Aires, diciembre de 2003.

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Unidos- se mostró inviable y la Unión Europea aceleró hacia laarticulación de una fuerza armada propia, de hecho contrapuesta a laOtan. La invasión a Irak, realizada por Estados Unidos sin legitima-ción por parte de las Naciones Unidas, con la oposición explícita deFrancia y Alemania y acompañada en términos militarmente signifi-cativos sólo por Gran Bretaña y España, subraya esta dinámica.

Frente a esta suma de factores que golpean con dureza lahegemonía ideológica y política de que gozó Estados Unidos durantelos últimos veinte años, los estrategas imperialistas tratan ahora deengañar a la opinión pública internacional respecto del curso de lasituación económica planetaria. Mediante la exhibición equívoca decifras de reactivación económica se pretende contrarrestar la con-ciencia cada día más extendida respecto de la crisis que vive elcapitalismo altamente desarrollado.

Esta nueva contraofensiva comunicacional se apoya en la recu-peración de los niveles de actividad de la economía estadounidense:7,2% en el último trimestre de 2003. En Argentina, donde la euforiaha hecho perder todo sentido de las proporciones a los apologistas delnuevo gobierno, se toma el dato como el fin de toda preocupación. Sinembargo, aquella reactivación está alimentada por una situaciónfiscal que pasó de un superávit del 2,4% durante el último año degobierno de William Clinton, a un déficit del 3,5% en 2003 y unestimado del 4,3% para 2004 (el mismo período para el cual se impusoa Argentina un superávit del 3%); y por los gastos de guerra, a lo cualcorresponde sumar la escandalosa manipulación de índices.

Basta un ejemplo: “Si una computadora tiene ahora el doble decapacidad de otra que costaba lo mismo un año atrás, se calcula queel precio ha caído el 50% (...) la inversión en computadoras ha subidoen un 54% en términos reales desde 2000. En términos de dólar, elgasto cayó un 8%” (2). No es el objetivo de estas páginas analizar endetalle la marcha de la economía mundial. Es preciso decir, sinembargo, que lejos de contradecir el análisis indicativo de una crisisestructural, estos datos lo reafirman en un nivel superior: el párrafocitado, además de revelar la manipulación estadística, indica a las

2.- “Altogether now”; The Economist, London 22 de noviembre de 2003.

absorber de sus socios subordinados una mayor cuota de la plusvalíahemisférica. Sin embargo, en la medida en que Brasil, a la cabeza deun bloque de países dispuestos a negociar en mejores términos con laCasa Blanca, al no clausurar de modo terminante la posibilidad de queel nuevo tratado en discusión (Alca ligth, descafeinado o alquita,como se lo ha llamado) avance sobre la soberanía de cada Estadonacional, deja abierta la posibilidad de que las burguesías localesinvolucradas en aquel bloque pierdan en poco tiempo el terrenoganado entre la Cumbre de presidentes suramericanos, en agosto de2000, y la aludida reunión de Miami. Más importante aún es el hechode que con Alca o Alca descafeinado, los trabajadores y las masaspopulares cargarán sobre sus hombros la crisis que tratan de contra-rrestar con estos recursos los dueños del capital, metropolitano olocal.

En todo caso, más visible que estos dos acontecimientos y conmayores consecuencias de carácter político es el curso de la invasióna Irak, donde Estados Unidos comenzó de inmediato a sufrir losefectos de una guerra de resistencia que aceleraría y agudizaría lossentimientos antimperialistas ya reinstalados como factor de peso enel escenario político internacional.

Otro factor revelador del curso de la situación mundial es lareversión notable operada en la Organización del Tratado del Atlán-tico Norte (Otan). En su momento subrayamos la peligrosidadextrema del paso dado cuando este dispositivo militar imperialistaanunció un drástico cambio de naturaleza y carácter precisamente enel momento en que cumplía medio siglo de existencia. En aquellaoportunidad, durante la celebración del aniversario en Washington seanunció que la Otan pasaba de estructura regional defensiva amecanismo ofensivo y con jurisdicción internacional. Esto significabano sólo la creación de un aparato militar imperialista único, sino sulegitimación para actuar, obviamente bajo el mando inapelable deEstados Unidos, en cualquier punto del planeta. Alemania y Franciano replicaron. Sin embargo, después de septiembre de 2001, cuandoWashington intentó utilizar a la Otan según su designio, obtuvoresultados exactamente inversos: la Otan planetaria -es decir, lasubordinación directa de las fuerzas armadas europeas a Estados

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Unidos- se mostró inviable y la Unión Europea aceleró hacia laarticulación de una fuerza armada propia, de hecho contrapuesta a laOtan. La invasión a Irak, realizada por Estados Unidos sin legitima-ción por parte de las Naciones Unidas, con la oposición explícita deFrancia y Alemania y acompañada en términos militarmente signifi-cativos sólo por Gran Bretaña y España, subraya esta dinámica.

Frente a esta suma de factores que golpean con dureza lahegemonía ideológica y política de que gozó Estados Unidos durantelos últimos veinte años, los estrategas imperialistas tratan ahora deengañar a la opinión pública internacional respecto del curso de lasituación económica planetaria. Mediante la exhibición equívoca decifras de reactivación económica se pretende contrarrestar la con-ciencia cada día más extendida respecto de la crisis que vive elcapitalismo altamente desarrollado.

Esta nueva contraofensiva comunicacional se apoya en la recu-peración de los niveles de actividad de la economía estadounidense:7,2% en el último trimestre de 2003. En Argentina, donde la euforiaha hecho perder todo sentido de las proporciones a los apologistas delnuevo gobierno, se toma el dato como el fin de toda preocupación. Sinembargo, aquella reactivación está alimentada por una situaciónfiscal que pasó de un superávit del 2,4% durante el último año degobierno de William Clinton, a un déficit del 3,5% en 2003 y unestimado del 4,3% para 2004 (el mismo período para el cual se impusoa Argentina un superávit del 3%); y por los gastos de guerra, a lo cualcorresponde sumar la escandalosa manipulación de índices.

Basta un ejemplo: “Si una computadora tiene ahora el doble decapacidad de otra que costaba lo mismo un año atrás, se calcula queel precio ha caído el 50% (...) la inversión en computadoras ha subidoen un 54% en términos reales desde 2000. En términos de dólar, elgasto cayó un 8%” (2). No es el objetivo de estas páginas analizar endetalle la marcha de la economía mundial. Es preciso decir, sinembargo, que lejos de contradecir el análisis indicativo de una crisisestructural, estos datos lo reafirman en un nivel superior: el párrafocitado, además de revelar la manipulación estadística, indica a las

2.- “Altogether now”; The Economist, London 22 de noviembre de 2003.

absorber de sus socios subordinados una mayor cuota de la plusvalíahemisférica. Sin embargo, en la medida en que Brasil, a la cabeza deun bloque de países dispuestos a negociar en mejores términos con laCasa Blanca, al no clausurar de modo terminante la posibilidad de queel nuevo tratado en discusión (Alca ligth, descafeinado o alquita,como se lo ha llamado) avance sobre la soberanía de cada Estadonacional, deja abierta la posibilidad de que las burguesías localesinvolucradas en aquel bloque pierdan en poco tiempo el terrenoganado entre la Cumbre de presidentes suramericanos, en agosto de2000, y la aludida reunión de Miami. Más importante aún es el hechode que con Alca o Alca descafeinado, los trabajadores y las masaspopulares cargarán sobre sus hombros la crisis que tratan de contra-rrestar con estos recursos los dueños del capital, metropolitano olocal.

En todo caso, más visible que estos dos acontecimientos y conmayores consecuencias de carácter político es el curso de la invasióna Irak, donde Estados Unidos comenzó de inmediato a sufrir losefectos de una guerra de resistencia que aceleraría y agudizaría lossentimientos antimperialistas ya reinstalados como factor de peso enel escenario político internacional.

Otro factor revelador del curso de la situación mundial es lareversión notable operada en la Organización del Tratado del Atlán-tico Norte (Otan). En su momento subrayamos la peligrosidadextrema del paso dado cuando este dispositivo militar imperialistaanunció un drástico cambio de naturaleza y carácter precisamente enel momento en que cumplía medio siglo de existencia. En aquellaoportunidad, durante la celebración del aniversario en Washington seanunció que la Otan pasaba de estructura regional defensiva amecanismo ofensivo y con jurisdicción internacional. Esto significabano sólo la creación de un aparato militar imperialista único, sino sulegitimación para actuar, obviamente bajo el mando inapelable deEstados Unidos, en cualquier punto del planeta. Alemania y Franciano replicaron. Sin embargo, después de septiembre de 2001, cuandoWashington intentó utilizar a la Otan según su designio, obtuvoresultados exactamente inversos: la Otan planetaria -es decir, lasubordinación directa de las fuerzas armadas europeas a Estados

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acelerado y sin control. De hecho, economistas de diferentes signossostienen la hipótesis contraria a la nuestra (5). Como quiera que sea,tanto las políticas económicas aplicadas en los centros imperialistascomo los resultados y las consecuencias de todo orden en curso enAmérica Latina, llevan a una coincidencia sin fisuras: elneoliberalismo está sepultado: en Estados Unidos, Francia, Alema-nia y Japón, se apela de manera desenfrenada al déficit fiscal paracontrapesar la caída en tirabuzón; en el resto del mundo, si no se hacelo mismo -por imposición del FMI- gobernantes y opositores des-echan siquiera retóricamente las recetas hasta no hace muchoglorificadas.

Desafío históricoDesde fines del siglo XX y específicamente desde la caída del

gobierno argentino en diciembre de 2001, América Latina transita elfin de la etapa denominada neoliberal, por caminos marcadamentediferenciados, pero con factores comunes que obrarán a favor o encontra del imperialismo según quién conduzca su dinámica: lasburguesías locales o genuinos gobiernos de los trabajadores y elpueblo. La batalla por esa preeminencia estratégica está en cursoahora mismo.

Entre tantos otros, hechos tales como el XXIIº Congreso de laInternacional Socialista, realizado en San Pablo en octubre de 2003,o la designación de un funcionario de la Central de TrabajadoresArgentinos como representante oficial del gobierno ante el Vaticano,deben ser interpretados como movimientos de piezas en el ajedrez dela batalla entablada. Mientras tanto, en 2003 no tuvo lugar la reuniónanual correspondiente del Foro de São Paulo. El Encuentro Social

5.- En un texto periodístico, el economista brasileño Theotonio dos Santos sostieneque la economía mundial está en “la primera fase de un nuevo ciclo de crecimiento”.Aun sin explicitarlo ni referirse al tema, parecen coincidir con él economistasargentinos como Eduardo Amadeo y Rubén Lo Vuolo, quienes en sendos libros dereciente aparición (La salida del abismo; Planeta, Buenos Aires, noviembre 2003y Estrategia económica para la Argentina; Siglo XXI, Buenos Aires, noviembre2003, respectivamente), desconocen la base internacional sobre la cual edifican suspropuestas para la economía local.

claras cómo evoluciona el verdadero nudo del problema: el aumentode la productividad, la caída del valor de la masa de bienes producidos,provoca el derrumbe de la tasa de ganancia y lleva al paroxismo lacompetencia interimperialista. Un índice menos manipulable reafir-ma esta evidencia: el Nasdaq, con 5000 puntos y en alza en marzo de2000, tres años después estaba en 1200 puntos...

Por otra parte, en los últimos cinco años Estados Unidos aumentóel gasto a un promedio del 7,7% anual y el plan de incremento engastos militares de George W. Bush supone un aumento real del 20%para 2020. De acuerdo con estos cálculos, incluso tomando comoválidas las proyecciones más optimistas de crecimiento, en lospróximos diez años “el presupuesto estadounidense es mucho peor delo que las previsiones oficiales indican. Entre los expertos indepen-dientes de Washington, el consenso es que las cifras oficiales nocontemplan un déficit acumulativo de alrededor de 5 billones(5.000.000.000.000). Más que un presupuesto que retorna al superá-vit hacia 2012, Estados Unidos verá probablemente déficits prome-dios del 3% durante la próxima década” (3).

Para financiar este desbalance fuera de control, Estados Unidosdepende más y más del endeudamiento externo. De allí que tenga unaparticular significación el hecho de que “el ingreso neto de inversionesen bonos y acciones estadounidenses cayó de 50 mil millones enagosto a sólo 4 mil millones en septiembre, el nivel más bajo desde lacrisis causada por el colapso de Long Term Capital Management enoctubre de 1998” (4). Esta situación está traduciéndose en unsostenido incremento del precio del oro (400 dólares la onza a finesde noviembre de 2003), una caída del dólar frente al euro y podríaestar augurando un nuevo colapso bursátil. Alemania, Francia yJapón no distan cualitativamente de este panorama.

Habrá que seguir paso a paso el desenvolvimiento económico enlos tres centros imperialistas durante el futuro inmediato y extraer delos hechos conclusiones que revaliden o no la afirmación de que, lejosde iniciar su superación, la crisis del capital se agrava a paso

3.- “A flood of red ink”; The Economist, London, 8 de noviembre de 2003.4.- “Boom or gloom?”; The Economist; London, 22 de noviembre de 2003.

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acelerado y sin control. De hecho, economistas de diferentes signossostienen la hipótesis contraria a la nuestra (5). Como quiera que sea,tanto las políticas económicas aplicadas en los centros imperialistascomo los resultados y las consecuencias de todo orden en curso enAmérica Latina, llevan a una coincidencia sin fisuras: elneoliberalismo está sepultado: en Estados Unidos, Francia, Alema-nia y Japón, se apela de manera desenfrenada al déficit fiscal paracontrapesar la caída en tirabuzón; en el resto del mundo, si no se hacelo mismo -por imposición del FMI- gobernantes y opositores des-echan siquiera retóricamente las recetas hasta no hace muchoglorificadas.

Desafío históricoDesde fines del siglo XX y específicamente desde la caída del

gobierno argentino en diciembre de 2001, América Latina transita elfin de la etapa denominada neoliberal, por caminos marcadamentediferenciados, pero con factores comunes que obrarán a favor o encontra del imperialismo según quién conduzca su dinámica: lasburguesías locales o genuinos gobiernos de los trabajadores y elpueblo. La batalla por esa preeminencia estratégica está en cursoahora mismo.

Entre tantos otros, hechos tales como el XXIIº Congreso de laInternacional Socialista, realizado en San Pablo en octubre de 2003,o la designación de un funcionario de la Central de TrabajadoresArgentinos como representante oficial del gobierno ante el Vaticano,deben ser interpretados como movimientos de piezas en el ajedrez dela batalla entablada. Mientras tanto, en 2003 no tuvo lugar la reuniónanual correspondiente del Foro de São Paulo. El Encuentro Social

5.- En un texto periodístico, el economista brasileño Theotonio dos Santos sostieneque la economía mundial está en “la primera fase de un nuevo ciclo de crecimiento”.Aun sin explicitarlo ni referirse al tema, parecen coincidir con él economistasargentinos como Eduardo Amadeo y Rubén Lo Vuolo, quienes en sendos libros dereciente aparición (La salida del abismo; Planeta, Buenos Aires, noviembre 2003y Estrategia económica para la Argentina; Siglo XXI, Buenos Aires, noviembre2003, respectivamente), desconocen la base internacional sobre la cual edifican suspropuestas para la economía local.

claras cómo evoluciona el verdadero nudo del problema: el aumentode la productividad, la caída del valor de la masa de bienes producidos,provoca el derrumbe de la tasa de ganancia y lleva al paroxismo lacompetencia interimperialista. Un índice menos manipulable reafir-ma esta evidencia: el Nasdaq, con 5000 puntos y en alza en marzo de2000, tres años después estaba en 1200 puntos...

Por otra parte, en los últimos cinco años Estados Unidos aumentóel gasto a un promedio del 7,7% anual y el plan de incremento engastos militares de George W. Bush supone un aumento real del 20%para 2020. De acuerdo con estos cálculos, incluso tomando comoválidas las proyecciones más optimistas de crecimiento, en lospróximos diez años “el presupuesto estadounidense es mucho peor delo que las previsiones oficiales indican. Entre los expertos indepen-dientes de Washington, el consenso es que las cifras oficiales nocontemplan un déficit acumulativo de alrededor de 5 billones(5.000.000.000.000). Más que un presupuesto que retorna al superá-vit hacia 2012, Estados Unidos verá probablemente déficits prome-dios del 3% durante la próxima década” (3).

Para financiar este desbalance fuera de control, Estados Unidosdepende más y más del endeudamiento externo. De allí que tenga unaparticular significación el hecho de que “el ingreso neto de inversionesen bonos y acciones estadounidenses cayó de 50 mil millones enagosto a sólo 4 mil millones en septiembre, el nivel más bajo desde lacrisis causada por el colapso de Long Term Capital Management enoctubre de 1998” (4). Esta situación está traduciéndose en unsostenido incremento del precio del oro (400 dólares la onza a finesde noviembre de 2003), una caída del dólar frente al euro y podríaestar augurando un nuevo colapso bursátil. Alemania, Francia yJapón no distan cualitativamente de este panorama.

Habrá que seguir paso a paso el desenvolvimiento económico enlos tres centros imperialistas durante el futuro inmediato y extraer delos hechos conclusiones que revaliden o no la afirmación de que, lejosde iniciar su superación, la crisis del capital se agrava a paso

3.- “A flood of red ink”; The Economist, London, 8 de noviembre de 2003.4.- “Boom or gloom?”; The Economist; London, 22 de noviembre de 2003.

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hecho, convulsiones de los más diversos géneros muestran a escalamundial un dato nuevo y determinante: el imperialismo ha vuelto aaparecer ante las masas -y específicamente ante las juventudes-como el gran enemigo. Esa contramarcha puede computarse comouna recuperación de terreno por parte de las fuerzas revolucionarias;no obstante, la confusión persiste y la distancia ganada está todavíalejos de plasmar en el terreno político. El agotamiento del llamadoneoliberalismo y la reasunción de una conciencia de lucha por partede sectores sociales afectados replantean aquella contradicción,aunque sigue gravitando con fuerza decisiva el hecho de que elproletariado, a escala mundial y en cada país, lejos de ocupar lavanguardia ideológica y política, o bien se mantiene paralizado, o bienmarcha tras otros estamentos sociales, cuando no directamente de laburguesía dependiente del imperialismo. Con excepciones que norompen la regla, la teoría que se reivindica marxista no da cuenta deesta realidad. Y en no pocos casos se niega a sí misma en un procesode constante degradación.

La propia idea dominante respecto del carácter de la crisis queatravesamos prueba estas afirmaciones. Por convención, la etapahistórica cuyo convulsivo fin se observa a escala mundial y en todosy cada uno de los países de América Latina, se ha dado en llamarneoliberalismo. Ninguna fórmula convencional es inocente. Éstafue impuesta desde los grandes medios de comunicación, peroadoptada con fruición en la mayoría de los ámbitos de izquierdas y, sinreparo de ningún tipo, por la academia y el periodismo. En laimposición de aquella fórmula, había ya una contundente victoriaideológica de las clases dominantes, que a su vez indicaba qué estabaocurriendo al otro lado de la frontera social, en las clases explotadasy oprimidas.

Se denominó neoliberalismo a un conjunto de medidas apuntadasa contrarrestar la caída de la tasa de ganancia que carcomía loscimientos del imperialismo y lo acorralaba ideológica y políticamenteen todo el mundo. Era el medicamento extremo, de destructivosefectos colaterales, aplicado a un cuerpo agónico. Una nueva y másdrástica expresión de lo que Marx denominó autofagia del sistemacapitalista. No obstante, fue presentada por intelectuales y políticos

Alternativo, realizado en Santa Cruz de la Sierra del 12 al 15 denoviembre del mismo año, tampoco llegó a articularse como bloqueantimperialista capaz de gravitar en la contienda señalada , con todoel valor que tuvo esta convocatoria, por primera vez planteada comocontraparte frente a la Cumbre Iberoamericana, la instancia prohijadapor la Unión Europea.

El vacío provocado por esa ausencia está siendo ocupado porpropuestas desarrollistas de actualización capitalista. Pero fracasadoen la década de 1960, cuando todavía estaba en auge la economíamundial de posguerra y Argentina no había enajenado las palancasfundamentales de su aparato productivo, el desarrollismo no tiene hoysiquiera la chance de intentar un despegue sin antes romper los lazosde sujeción al imperialismo y tomar como punto de partida una muydrástica redistribución de ingresos en favor de las clases desposeídas.No sólo la Historia, sino la comprobación cotidiana, permiten aseverarque nada de esto puede llevar a cabo un gobierno del capital, siquieraen su versión más progresista.

La recuperación de la iniciativa política por parte de la burguesíaen Argentina no podría ser exitosa a mediano plazo sino al precio deun mayor empobrecimiento del país y una sangrienta derrota de lasmasas. El cuadro actual deberá necesariamente resolverse en favorde la clase obrera y el arco más amplio de sus aliados estratégicos,o en favor del imperialismo y los socios que se le sometan sincondiciones.

Así, se presenta de manera descarnada la urgencia por resolveren los hechos la dialéctica entre clase, organización de masas ydirección revolucionaria, a partir de una realidad determinada por laausencia de toda instancia de unidad social, ausencia de un genuinopartido anticapitalista, ante una sostenida ofensiva local y regional porparte de estructuras y cuadros al servicio de la socialdemocracia y elsocialcristianismo.

Por todo un período la contradicción entre una crisis sin preceden-tes del sistema capitalista y el retroceso -también sin precedentes- enla conciencia y la organización del proletariado internacional, selevantó como una muralla para la acción política revolucionaria. Elreinado ideológico del capital ya no es lo que fue en los años 1990. De

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hecho, convulsiones de los más diversos géneros muestran a escalamundial un dato nuevo y determinante: el imperialismo ha vuelto aaparecer ante las masas -y específicamente ante las juventudes-como el gran enemigo. Esa contramarcha puede computarse comouna recuperación de terreno por parte de las fuerzas revolucionarias;no obstante, la confusión persiste y la distancia ganada está todavíalejos de plasmar en el terreno político. El agotamiento del llamadoneoliberalismo y la reasunción de una conciencia de lucha por partede sectores sociales afectados replantean aquella contradicción,aunque sigue gravitando con fuerza decisiva el hecho de que elproletariado, a escala mundial y en cada país, lejos de ocupar lavanguardia ideológica y política, o bien se mantiene paralizado, o bienmarcha tras otros estamentos sociales, cuando no directamente de laburguesía dependiente del imperialismo. Con excepciones que norompen la regla, la teoría que se reivindica marxista no da cuenta deesta realidad. Y en no pocos casos se niega a sí misma en un procesode constante degradación.

La propia idea dominante respecto del carácter de la crisis queatravesamos prueba estas afirmaciones. Por convención, la etapahistórica cuyo convulsivo fin se observa a escala mundial y en todosy cada uno de los países de América Latina, se ha dado en llamarneoliberalismo. Ninguna fórmula convencional es inocente. Éstafue impuesta desde los grandes medios de comunicación, peroadoptada con fruición en la mayoría de los ámbitos de izquierdas y, sinreparo de ningún tipo, por la academia y el periodismo. En laimposición de aquella fórmula, había ya una contundente victoriaideológica de las clases dominantes, que a su vez indicaba qué estabaocurriendo al otro lado de la frontera social, en las clases explotadasy oprimidas.

Se denominó neoliberalismo a un conjunto de medidas apuntadasa contrarrestar la caída de la tasa de ganancia que carcomía loscimientos del imperialismo y lo acorralaba ideológica y políticamenteen todo el mundo. Era el medicamento extremo, de destructivosefectos colaterales, aplicado a un cuerpo agónico. Una nueva y másdrástica expresión de lo que Marx denominó autofagia del sistemacapitalista. No obstante, fue presentada por intelectuales y políticos

Alternativo, realizado en Santa Cruz de la Sierra del 12 al 15 denoviembre del mismo año, tampoco llegó a articularse como bloqueantimperialista capaz de gravitar en la contienda señalada , con todoel valor que tuvo esta convocatoria, por primera vez planteada comocontraparte frente a la Cumbre Iberoamericana, la instancia prohijadapor la Unión Europea.

El vacío provocado por esa ausencia está siendo ocupado porpropuestas desarrollistas de actualización capitalista. Pero fracasadoen la década de 1960, cuando todavía estaba en auge la economíamundial de posguerra y Argentina no había enajenado las palancasfundamentales de su aparato productivo, el desarrollismo no tiene hoysiquiera la chance de intentar un despegue sin antes romper los lazosde sujeción al imperialismo y tomar como punto de partida una muydrástica redistribución de ingresos en favor de las clases desposeídas.No sólo la Historia, sino la comprobación cotidiana, permiten aseverarque nada de esto puede llevar a cabo un gobierno del capital, siquieraen su versión más progresista.

La recuperación de la iniciativa política por parte de la burguesíaen Argentina no podría ser exitosa a mediano plazo sino al precio deun mayor empobrecimiento del país y una sangrienta derrota de lasmasas. El cuadro actual deberá necesariamente resolverse en favorde la clase obrera y el arco más amplio de sus aliados estratégicos,o en favor del imperialismo y los socios que se le sometan sincondiciones.

Así, se presenta de manera descarnada la urgencia por resolveren los hechos la dialéctica entre clase, organización de masas ydirección revolucionaria, a partir de una realidad determinada por laausencia de toda instancia de unidad social, ausencia de un genuinopartido anticapitalista, ante una sostenida ofensiva local y regional porparte de estructuras y cuadros al servicio de la socialdemocracia y elsocialcristianismo.

Por todo un período la contradicción entre una crisis sin preceden-tes del sistema capitalista y el retroceso -también sin precedentes- enla conciencia y la organización del proletariado internacional, selevantó como una muralla para la acción política revolucionaria. Elreinado ideológico del capital ya no es lo que fue en los años 1990. De

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liberalismo que, a fines del siglo XIX, mostró con crudeza suimpotencia hasta desembocar en la Revolución Rusa en 1917? Inútilpreguntarlo: los cultores del flamante comodín verbal -defensores ydetractores- se negaron siquiera a tratar el punto.

Ahora, menos de dos décadas después, habrá que hacerlo. Elneoliberalismo es un perro muerto y a él se le atribuye el cataclismoque sacude al mundo. Ni siquiera altos funcionarios de las finanzasinternacionales se privan de denostarlo (8). Pero es precisamente eneste punto que recobra fuerza la tramoya lingüística, la victoriaideológica inicial y de gran alcance que permite tergiversar nueva-mente el punto de partida para la comprensión de la realidad: el cicloagotado es... el del neoliberalismo.

El paso siguiente está a la vista: en reemplazo se propone algo queteóricos presurosos y buscadores de frases de impacto denominan ya,oh sorpresa, neokeynesianismo; una fórmula menos inocente aúnque la anterior, y de más peligrosas consecuencias.

Por motivos de comunicación directa con las víctimas de estedesenlace puede resultar efectivo apelar a la fórmula neoliberalismo

8.- Es el caso de, entre otros, el Sr. Joseph Stiglitz, prototipo de la irracionalidad delpensamiento económico burgués al que se aferran en su naufragio teórico, políticoy moral demasiados expertos y comentaristas de la materia. “Aunque nadie estabasatisfecho con el sufrimiento que acompañaba a los programas del FMI, dentro delFondo simplemente se suponía que todo el dolor provocado era parte necesaria dealgo que los países debían experimentar para llegar a ser una exitosa economía demercado, y que las medidas lograrían de hecho mitigar el sufrimiento de los paísesa largo plazo. Algún dolor era indudablemente necesario, pero a mi juicio el padecidopor los países en desarrollo en el proceso de globalización y desarrollo orientado porel FMI y las organizaciones económicas internacionales fue muy superior alnecesario”, dice Stiglitz en su best seller mundial El malestar en la globalización,Taurus, Buenos Aires, 2002. El autor de esta nueva versión de Caperucita Roja esPremio Nobel de Economía. Por su parte, en 1998 escribía Paul Krugman en El teóricoaccidental: “A finales del siglo XX casi nadie cree que haya alguna buena alternativaa una economía de mercado; a lo sumo podemos esperar aliviar a la gente de losaspectos más crueles de la economía” (Ed. Crítica; Barcelona 1999). Un año despuésel mismo autor diría: “Olvidamos el asombro que sentimos cuando estos modelosejemplares comenzaron a perderse en el camino, un asombro que de hecho eratotalmente apropiado porque no era de ninguna manera obvio, incluso ahora, cómopudieron salir tan mal las cosas” (De vuelta a la economía de la gran depresión;Norma, Buenos Aires 1999).

-y aceptada por las masas- como expresión de vigor del sistema yprueba de que no era posible rebelarse contra él.

Una respuesta fácil para explicar este resultado aparentementeinsólito es atribuírselo a los medios de comunicación, potenciados porel formidable salto tecnológico del último cuarto de siglo. Imputar ala prensa comercial el curso de la política fue uno más de los rasgosculturales que predominarían desde entonces en la intelectualidad:justificación del statu quo, teorización de la impotencia, elaboraciónminuciosa del “cambio puntual”. En otras palabras: elogio de lairracionalidad y la cobardía (6).

Pero la imposibilidad de los escasos equipos revolucionarios paraexplicar lo obvio y lograr que esto se transformara en acción políticatuvo otras razones, de carácter histórico y alcance global, quepermitieron convencer al mundo, atravesando clases sociales, cultu-ras y posiciones ideológicas, de algo que sí resultaba evidente paramiles de millones de personas: la muerte del socialismo y la victoriadefinitiva del capitalismo. Como la evidencia del Sol girando en tornode la Tierra, aquélla invertía la realidad. Pero llevaría tiempo descubrirel engaño. Y el capitalismo en su conjunto utilizó al máximo ese plazoextra.

Hay una siniestra ironía en el curso de esa inflexión histórica: el“neo” liberalismo no venía a reemplazar al socialismo, sino alkeynesianismo. Y éste, se sabe, había sido el antídoto utilizado inextremis en un cuerpo envenenado por el liberalismo (7). ¿Por quéreemplazar al salvador de Occidente precisamente cuando éste semostraba vencedor y qué tenía de “neo” este sustituto respecto del

6.- Un texto hecho a la medida de esas funciones (y no por acaso recientementereeditado), fue La sangre derramada –Ensayo sobre la violencia política-, una suertede justificación pseudofilosófica del espíritu de derrota, claudicación y conversiónideológica que tomaría cuerpo en el Frente Grande-Frepaso-Alianza. Véase porejemplo este postulado teórico: “Marx, hoy, al no existir el proletariado revolucio-nario superador, sólo podría enaltecer a la burguesía revolucionaria desde sí misma,como parte de ella”. José Pablo Feinmann, Seix Barral, Buenos Aires 2003.7.- “Yo las defiendo (las medidas que acentúan la participación del Estado en laeconomía) porque son el único medio practicable de evitar la destrucción total de lasformas económicas existentes” (John M. Keynes; Teoría general del empleo, elinterés y el dinero; Planeta-Agostini; Buenos Aires, 1994).

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liberalismo que, a fines del siglo XIX, mostró con crudeza suimpotencia hasta desembocar en la Revolución Rusa en 1917? Inútilpreguntarlo: los cultores del flamante comodín verbal -defensores ydetractores- se negaron siquiera a tratar el punto.

Ahora, menos de dos décadas después, habrá que hacerlo. Elneoliberalismo es un perro muerto y a él se le atribuye el cataclismoque sacude al mundo. Ni siquiera altos funcionarios de las finanzasinternacionales se privan de denostarlo (8). Pero es precisamente eneste punto que recobra fuerza la tramoya lingüística, la victoriaideológica inicial y de gran alcance que permite tergiversar nueva-mente el punto de partida para la comprensión de la realidad: el cicloagotado es... el del neoliberalismo.

El paso siguiente está a la vista: en reemplazo se propone algo queteóricos presurosos y buscadores de frases de impacto denominan ya,oh sorpresa, neokeynesianismo; una fórmula menos inocente aúnque la anterior, y de más peligrosas consecuencias.

Por motivos de comunicación directa con las víctimas de estedesenlace puede resultar efectivo apelar a la fórmula neoliberalismo

8.- Es el caso de, entre otros, el Sr. Joseph Stiglitz, prototipo de la irracionalidad delpensamiento económico burgués al que se aferran en su naufragio teórico, políticoy moral demasiados expertos y comentaristas de la materia. “Aunque nadie estabasatisfecho con el sufrimiento que acompañaba a los programas del FMI, dentro delFondo simplemente se suponía que todo el dolor provocado era parte necesaria dealgo que los países debían experimentar para llegar a ser una exitosa economía demercado, y que las medidas lograrían de hecho mitigar el sufrimiento de los paísesa largo plazo. Algún dolor era indudablemente necesario, pero a mi juicio el padecidopor los países en desarrollo en el proceso de globalización y desarrollo orientado porel FMI y las organizaciones económicas internacionales fue muy superior alnecesario”, dice Stiglitz en su best seller mundial El malestar en la globalización,Taurus, Buenos Aires, 2002. El autor de esta nueva versión de Caperucita Roja esPremio Nobel de Economía. Por su parte, en 1998 escribía Paul Krugman en El teóricoaccidental: “A finales del siglo XX casi nadie cree que haya alguna buena alternativaa una economía de mercado; a lo sumo podemos esperar aliviar a la gente de losaspectos más crueles de la economía” (Ed. Crítica; Barcelona 1999). Un año despuésel mismo autor diría: “Olvidamos el asombro que sentimos cuando estos modelosejemplares comenzaron a perderse en el camino, un asombro que de hecho eratotalmente apropiado porque no era de ninguna manera obvio, incluso ahora, cómopudieron salir tan mal las cosas” (De vuelta a la economía de la gran depresión;Norma, Buenos Aires 1999).

-y aceptada por las masas- como expresión de vigor del sistema yprueba de que no era posible rebelarse contra él.

Una respuesta fácil para explicar este resultado aparentementeinsólito es atribuírselo a los medios de comunicación, potenciados porel formidable salto tecnológico del último cuarto de siglo. Imputar ala prensa comercial el curso de la política fue uno más de los rasgosculturales que predominarían desde entonces en la intelectualidad:justificación del statu quo, teorización de la impotencia, elaboraciónminuciosa del “cambio puntual”. En otras palabras: elogio de lairracionalidad y la cobardía (6).

Pero la imposibilidad de los escasos equipos revolucionarios paraexplicar lo obvio y lograr que esto se transformara en acción políticatuvo otras razones, de carácter histórico y alcance global, quepermitieron convencer al mundo, atravesando clases sociales, cultu-ras y posiciones ideológicas, de algo que sí resultaba evidente paramiles de millones de personas: la muerte del socialismo y la victoriadefinitiva del capitalismo. Como la evidencia del Sol girando en tornode la Tierra, aquélla invertía la realidad. Pero llevaría tiempo descubrirel engaño. Y el capitalismo en su conjunto utilizó al máximo ese plazoextra.

Hay una siniestra ironía en el curso de esa inflexión histórica: el“neo” liberalismo no venía a reemplazar al socialismo, sino alkeynesianismo. Y éste, se sabe, había sido el antídoto utilizado inextremis en un cuerpo envenenado por el liberalismo (7). ¿Por quéreemplazar al salvador de Occidente precisamente cuando éste semostraba vencedor y qué tenía de “neo” este sustituto respecto del

6.- Un texto hecho a la medida de esas funciones (y no por acaso recientementereeditado), fue La sangre derramada –Ensayo sobre la violencia política-, una suertede justificación pseudofilosófica del espíritu de derrota, claudicación y conversiónideológica que tomaría cuerpo en el Frente Grande-Frepaso-Alianza. Véase porejemplo este postulado teórico: “Marx, hoy, al no existir el proletariado revolucio-nario superador, sólo podría enaltecer a la burguesía revolucionaria desde sí misma,como parte de ella”. José Pablo Feinmann, Seix Barral, Buenos Aires 2003.7.- “Yo las defiendo (las medidas que acentúan la participación del Estado en laeconomía) porque son el único medio practicable de evitar la destrucción total de lasformas económicas existentes” (John M. Keynes; Teoría general del empleo, elinterés y el dinero; Planeta-Agostini; Buenos Aires, 1994).

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como ministro de Economía a Domingo Cavallo, artífice del granviraje neoliberal. Pero había una lógica consistente detrás de aquelladesignación, cuya base es la ya señalada: en el actual contexto decrisis mundial la democracia liberal sólo es sostenible para llevar acabo el plan del gran capital imperialista. Salir de éste implicanecesariamente superar aquélla. Por estos días una fantasía seme-jante a la de la Alianza en Argentina hace estragos en la cúpula delPartido de los Trabajadores de Brasil (en el mismo sector interno que,no por acaso, apoyó públicamente la candidatura de Fernando de laRúa en Argentina e hizo viajar a Lula a Buenos Aires para compro-meterse con semejante posición). Y el fenómeno se repite enArgentina con el gobierno de Néstor Kirchner.

La imposibilidad de reformas progresistas duraderas estaba yaplanteada desde comienzos de los 80, cuando las dos grandescorrientes de la izquierda se alinearon tras la doble falacia quecerraría el camino a la comprensión de la coyuntura histórica que seabría: adaptación “progresista” al capitalismo triunfante, o adhesióna la supuesta ofensiva proletaria mundial encabezada por los obrerossoviéticos... mientras el capitalismo veía avanzar su crisis estructuraly los obreros de los países del ex Pacto de Varsovia, en masa, pedíanel retorno al capitalismo. Una trampa histórica de la que todavíasomos prisioneros.

La interpretación de esta coyuntura excepcional y la consecuenteconducta de partidos y cuadros que se reivindican marxistas contri-buyeron a que las masas fueran ganadas ideológica y políticamentepor las clases dominantes. Nada de lo que ocurre hoy puede sercomprendido sin esa victoria del capital. Argentina es también en esesentido un modelo puro (9).

De tal manera, podría decirse que la crisis del sistema penetró enel propio pensamiento anticapitalista, primer paso de una dinámicaque en pocos años pulverizaría partidos y organizaciones sociales yproduciría volteretas grotescas en dirigentes e intelectuales. No ha

9.- Los textos de Crítica donde se encontrará nuestra posición en aquel debate puedenhallarse en www.geocities.com/nuestrotiempo. Está disponible asimismo la colec-ción completa que hasta la fecha de publicación de este libro consta de 35 volúmenes.

para explicar su derrumbe. La dialéctica entre las palabras y las cosasobra en uno u otro sentido; y si antes el vocablo encubrió la realidadahora, arrastrado por ella, puede muy bien obrar como pseudónimodel sistema mismo, cosa que está ocurriendo en diversos escenariosdel mundo. Pero la respuesta es diferente cuando el objetivo consisteen afirmar un programa de acción para afrontar la crisis. Sea que setrate de un equipo de propaganda anticapitalista, una fuerza deoposición con peso real o un gobierno empeñado en resolver lademanda de las masas, el diagnóstico de la situación no puede eludirni maquillar la realidad a la hora de definir qué respuesta habrá dedarle; qué medidas de orden económico habrá de proponer o adoptar.

Precisamente porque el mundo no asiste al fracaso delneoliberalismo, sino al agotamiento de un recurso del imperialismofrente a la crisis; porque ésta no es otra cosa que la reiteración cíclicade la caída de la tasa de ganancia y la sobreproducción capitalista, nohay espacio objetivo para reformas positivas en la relación entre lasclases y la organización social. Y es también por las razones quedeterminaron el profundo retroceso del proletariado mundial en todoslos planos, que toda respuesta deberá partir de un dato decisivo: laausencia de un factor objetivo clave para abolir el capitalismo: lasubjetividad de las masas. Sí: la subjetividad de las masas (y sutraducción en formas organizativas y conductas políticas) es un factorobjetivo a la hora de definir qué hacer ante la crisis del sistema.

En cualquier hipótesis, reforma o revolución no es una opción. Nohay espacio real para conquistas duraderas en la actual coyunturahistórica. Lo inverso es verdad: repitiendo en escala ampliada laencerrona de la gran crisis que desembocaría en la II Guerra Mundial,la dinámica del capitalismo actual cierra toda chance de mejoras yreplantea la dramática alternativa asumida por los revolucionarios deentonces: socialismo o barbarie. Después del neoliberalismo noviene la simple reiteración de una economía regulada en un cuadroestable de democracia liberal. En Argentina, esa ilusión arrastró abuena parte de la militancia hacia el Frente Grande-Frepaso-Alianza.Cuando tuvieron el gobierno en sus manos, cuadros comprometidosy experimentados no podían comprender el rumbo en que eranarrastrados, resumido en el hecho de que su gobierno convocara

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como ministro de Economía a Domingo Cavallo, artífice del granviraje neoliberal. Pero había una lógica consistente detrás de aquelladesignación, cuya base es la ya señalada: en el actual contexto decrisis mundial la democracia liberal sólo es sostenible para llevar acabo el plan del gran capital imperialista. Salir de éste implicanecesariamente superar aquélla. Por estos días una fantasía seme-jante a la de la Alianza en Argentina hace estragos en la cúpula delPartido de los Trabajadores de Brasil (en el mismo sector interno que,no por acaso, apoyó públicamente la candidatura de Fernando de laRúa en Argentina e hizo viajar a Lula a Buenos Aires para compro-meterse con semejante posición). Y el fenómeno se repite enArgentina con el gobierno de Néstor Kirchner.

La imposibilidad de reformas progresistas duraderas estaba yaplanteada desde comienzos de los 80, cuando las dos grandescorrientes de la izquierda se alinearon tras la doble falacia quecerraría el camino a la comprensión de la coyuntura histórica que seabría: adaptación “progresista” al capitalismo triunfante, o adhesióna la supuesta ofensiva proletaria mundial encabezada por los obrerossoviéticos... mientras el capitalismo veía avanzar su crisis estructuraly los obreros de los países del ex Pacto de Varsovia, en masa, pedíanel retorno al capitalismo. Una trampa histórica de la que todavíasomos prisioneros.

La interpretación de esta coyuntura excepcional y la consecuenteconducta de partidos y cuadros que se reivindican marxistas contri-buyeron a que las masas fueran ganadas ideológica y políticamentepor las clases dominantes. Nada de lo que ocurre hoy puede sercomprendido sin esa victoria del capital. Argentina es también en esesentido un modelo puro (9).

De tal manera, podría decirse que la crisis del sistema penetró enel propio pensamiento anticapitalista, primer paso de una dinámicaque en pocos años pulverizaría partidos y organizaciones sociales yproduciría volteretas grotescas en dirigentes e intelectuales. No ha

9.- Los textos de Crítica donde se encontrará nuestra posición en aquel debate puedenhallarse en www.geocities.com/nuestrotiempo. Está disponible asimismo la colec-ción completa que hasta la fecha de publicación de este libro consta de 35 volúmenes.

para explicar su derrumbe. La dialéctica entre las palabras y las cosasobra en uno u otro sentido; y si antes el vocablo encubrió la realidadahora, arrastrado por ella, puede muy bien obrar como pseudónimodel sistema mismo, cosa que está ocurriendo en diversos escenariosdel mundo. Pero la respuesta es diferente cuando el objetivo consisteen afirmar un programa de acción para afrontar la crisis. Sea que setrate de un equipo de propaganda anticapitalista, una fuerza deoposición con peso real o un gobierno empeñado en resolver lademanda de las masas, el diagnóstico de la situación no puede eludirni maquillar la realidad a la hora de definir qué respuesta habrá dedarle; qué medidas de orden económico habrá de proponer o adoptar.

Precisamente porque el mundo no asiste al fracaso delneoliberalismo, sino al agotamiento de un recurso del imperialismofrente a la crisis; porque ésta no es otra cosa que la reiteración cíclicade la caída de la tasa de ganancia y la sobreproducción capitalista, nohay espacio objetivo para reformas positivas en la relación entre lasclases y la organización social. Y es también por las razones quedeterminaron el profundo retroceso del proletariado mundial en todoslos planos, que toda respuesta deberá partir de un dato decisivo: laausencia de un factor objetivo clave para abolir el capitalismo: lasubjetividad de las masas. Sí: la subjetividad de las masas (y sutraducción en formas organizativas y conductas políticas) es un factorobjetivo a la hora de definir qué hacer ante la crisis del sistema.

En cualquier hipótesis, reforma o revolución no es una opción. Nohay espacio real para conquistas duraderas en la actual coyunturahistórica. Lo inverso es verdad: repitiendo en escala ampliada laencerrona de la gran crisis que desembocaría en la II Guerra Mundial,la dinámica del capitalismo actual cierra toda chance de mejoras yreplantea la dramática alternativa asumida por los revolucionarios deentonces: socialismo o barbarie. Después del neoliberalismo noviene la simple reiteración de una economía regulada en un cuadroestable de democracia liberal. En Argentina, esa ilusión arrastró abuena parte de la militancia hacia el Frente Grande-Frepaso-Alianza.Cuando tuvieron el gobierno en sus manos, cuadros comprometidosy experimentados no podían comprender el rumbo en que eranarrastrados, resumido en el hecho de que su gobierno convocara

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convencidas de estar renovando el anquilosado espectro de lasizquierdas, en realidad dieron un fantástico salto atrás, para caer enposiciones teóricas, organizativas y políticas que el movimientorevolucionario internacional experimentó, combatió y superó desdecomienzos del siglo XIX (10).

Un caso diferente fue el de las corrientes doctrinaristas queinvocando a Marx, Lenin o Trotsky (o a los tres), se elevaron al cielo-al mundo metafísico de fórmulas literariamente emparentadas con lomejor del pensamiento revolucionario, pero enajenadas de la realidaden la misma medida en que se negaron a ver la fase histórica queatravesaba el proletariado mundial- desconocieron las tareas centra-les de la época y cayeron en la trampa de sostener que todo estabadado para la revolución, excepto el Estado Mayor. De allí a conside-rarse el jefe en torno del cual se aglutinaría ese Estado Mayor,mediaba un paso que más de un cuadro valioso estaría dispuesto a dar,sin comprender la dinámica en la que se vería atrapado (11).

Como quiera que sea, lo cierto es que la aceleración de la crisis delsistema capitalista no se vio acompañada por un desarrollo teórico,político y organizativo, de la voluntad revolucionaria. Ese retraso

10.- Ver “Qué frenó la construcción política de masas”; Cristina Camusso, CríticaN° 28, agosto-octubre 2003; y “La gran prueba”, Crítica N° 25, diciembre 2000.11.- Una penosa parábola arrastró a este tipo de organizaciones y sus dirigentes, quecombinaron desviaciones electoralistas y virajes conceptuales y contribuyeron alvaciamiento teórico y el colpaso político: poner a secretarios generales de partidosque se proclaman revolucionarios e internacionalistas a disputar un cargo de Concejal(y festejar como victoria histórica la obtención de ese puesto); aferrarse a unacategoría sin fundamento, a la que se denominaría “piquetero” y se le atribuiría lacapacidad de crear un partido; utilizar toda expresión de lucha genuina para produciruna victoria propia (manipulación en las Asambleas barriales que irrumpieron endiciembre de 2001, intervención ultrista y divisionista en las escasísimas luchasobreras de resistencia). El desenlace está a la vista: rotundo desastre electoral(expresión patética de esto fue que los dos cargos en la Legislatura de Buenos Airesobtenidos por el PC y el PO en la figura de sus secretarios generales fueron perdidos),multiplicación de las luchas intestinas, fraccionamiento extremo de los aparatos“piqueteros” (con ingerencia enorme del Estado mediante el manejo de los fondoscon los que se pagan subsidios), degeneración que lleva, como en el caso de la empresaSasetru, a choques entre obreros donde quienes se suponen vanguardia empleanarmas de fuego contra los propios trabajadores.

faltado nada en este período: desde la formulación pseudoteórica quepropone hacer la revolución sin tomar el poder, la presentación ensociedad de un nuevo pensamiento para tomar el poder y no hacerla revolución, hasta la propuesta de crear un partido piquetero.Cuando esta suma de desvíos culminó en el resultado electoral de abrilde 2003 y en la fulgurante aparición de Kirchner, organizaciones,dirigentes y comentaristas que contribuyeron a la confusión y laparálisis no se hicieron cargo de su responsabilidad.

Lo viejo reaparece travestido en las nuevas condicionesEn semejante panorama, las clases dominantes ocuparon todo el

escenario político y aprovecharon al máximo la ausencia de unaestrategia alternativa y la progresiva desaparición o marginalizaciónde las estructuras sindicales y políticas de la clase obrera. Puesto queen definitiva no hay muro capaz de detener la lucha social, ésta seexpresaría entonces determinada por la espontaneidad, sin concien-cia ni objetivos propios, lo cual en términos leninistas supone que loscombates dados no constituían, en rigor, lucha de clases. Pero entérminos electorales esto se tradujo en monopolio absoluto del votoproletario por parte de los partidos burgueses tradicionales y la nuevacorriente travestida que obraría como red para pescar en aguasrevueltas y retornar luego al puerto de partida. Helos allí, en torno alPartido Justicialista.

Al otro lado de la barricada, de modo más o menos articulado, máso menos consciente, innumerables tendencias impregnadas por unahistoria plagada de desvíos, incomprensión y frustraciones, encarna-ron la voluntad revolucionaria. La mayoría de estas comenzaron portomar distancia de la teoría marxista, identificada (por obra de lasmejores y las peores intenciones), con aberrantes experienciasorganizativas y políticas. A partir de allí se abriría un abanico deposiciones con la predominancia de dos: la adaptación reformista y labúsqueda revolucionaria por caminos diferentes a los hasta entoncestenidos como tales.

La negación de la negación, esperable y posible, no tuvo lugar sinembargo: prácticamente la totalidad de las nuevas fuerzas sociales ypolíticas de masas, aparecidas y consolidadas durante este período,

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convencidas de estar renovando el anquilosado espectro de lasizquierdas, en realidad dieron un fantástico salto atrás, para caer enposiciones teóricas, organizativas y políticas que el movimientorevolucionario internacional experimentó, combatió y superó desdecomienzos del siglo XIX (10).

Un caso diferente fue el de las corrientes doctrinaristas queinvocando a Marx, Lenin o Trotsky (o a los tres), se elevaron al cielo-al mundo metafísico de fórmulas literariamente emparentadas con lomejor del pensamiento revolucionario, pero enajenadas de la realidaden la misma medida en que se negaron a ver la fase histórica queatravesaba el proletariado mundial- desconocieron las tareas centra-les de la época y cayeron en la trampa de sostener que todo estabadado para la revolución, excepto el Estado Mayor. De allí a conside-rarse el jefe en torno del cual se aglutinaría ese Estado Mayor,mediaba un paso que más de un cuadro valioso estaría dispuesto a dar,sin comprender la dinámica en la que se vería atrapado (11).

Como quiera que sea, lo cierto es que la aceleración de la crisis delsistema capitalista no se vio acompañada por un desarrollo teórico,político y organizativo, de la voluntad revolucionaria. Ese retraso

10.- Ver “Qué frenó la construcción política de masas”; Cristina Camusso, CríticaN° 28, agosto-octubre 2003; y “La gran prueba”, Crítica N° 25, diciembre 2000.11.- Una penosa parábola arrastró a este tipo de organizaciones y sus dirigentes, quecombinaron desviaciones electoralistas y virajes conceptuales y contribuyeron alvaciamiento teórico y el colpaso político: poner a secretarios generales de partidosque se proclaman revolucionarios e internacionalistas a disputar un cargo de Concejal(y festejar como victoria histórica la obtención de ese puesto); aferrarse a unacategoría sin fundamento, a la que se denominaría “piquetero” y se le atribuiría lacapacidad de crear un partido; utilizar toda expresión de lucha genuina para produciruna victoria propia (manipulación en las Asambleas barriales que irrumpieron endiciembre de 2001, intervención ultrista y divisionista en las escasísimas luchasobreras de resistencia). El desenlace está a la vista: rotundo desastre electoral(expresión patética de esto fue que los dos cargos en la Legislatura de Buenos Airesobtenidos por el PC y el PO en la figura de sus secretarios generales fueron perdidos),multiplicación de las luchas intestinas, fraccionamiento extremo de los aparatos“piqueteros” (con ingerencia enorme del Estado mediante el manejo de los fondoscon los que se pagan subsidios), degeneración que lleva, como en el caso de la empresaSasetru, a choques entre obreros donde quienes se suponen vanguardia empleanarmas de fuego contra los propios trabajadores.

faltado nada en este período: desde la formulación pseudoteórica quepropone hacer la revolución sin tomar el poder, la presentación ensociedad de un nuevo pensamiento para tomar el poder y no hacerla revolución, hasta la propuesta de crear un partido piquetero.Cuando esta suma de desvíos culminó en el resultado electoral de abrilde 2003 y en la fulgurante aparición de Kirchner, organizaciones,dirigentes y comentaristas que contribuyeron a la confusión y laparálisis no se hicieron cargo de su responsabilidad.

Lo viejo reaparece travestido en las nuevas condicionesEn semejante panorama, las clases dominantes ocuparon todo el

escenario político y aprovecharon al máximo la ausencia de unaestrategia alternativa y la progresiva desaparición o marginalizaciónde las estructuras sindicales y políticas de la clase obrera. Puesto queen definitiva no hay muro capaz de detener la lucha social, ésta seexpresaría entonces determinada por la espontaneidad, sin concien-cia ni objetivos propios, lo cual en términos leninistas supone que loscombates dados no constituían, en rigor, lucha de clases. Pero entérminos electorales esto se tradujo en monopolio absoluto del votoproletario por parte de los partidos burgueses tradicionales y la nuevacorriente travestida que obraría como red para pescar en aguasrevueltas y retornar luego al puerto de partida. Helos allí, en torno alPartido Justicialista.

Al otro lado de la barricada, de modo más o menos articulado, máso menos consciente, innumerables tendencias impregnadas por unahistoria plagada de desvíos, incomprensión y frustraciones, encarna-ron la voluntad revolucionaria. La mayoría de estas comenzaron portomar distancia de la teoría marxista, identificada (por obra de lasmejores y las peores intenciones), con aberrantes experienciasorganizativas y políticas. A partir de allí se abriría un abanico deposiciones con la predominancia de dos: la adaptación reformista y labúsqueda revolucionaria por caminos diferentes a los hasta entoncestenidos como tales.

La negación de la negación, esperable y posible, no tuvo lugar sinembargo: prácticamente la totalidad de las nuevas fuerzas sociales ypolíticas de masas, aparecidas y consolidadas durante este período,

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el próximo período: impedir que la respuesta al infantoizquierdismosea el pragmatismo, y que éste ocupe el lugar de la comprensióncientífica de la sociedad y la historia. Si las relaciones de fuerzaaconsejan medidas transitorias de contenido ambivalente o directa-mente impiden en una determinada coyuntura la adopción de decisio-nes que resuelvan en términos prácticos aquella oposición entreremendar el sistema o reemplazarlo, ello no deberá ser eludido confrases grandilocuentes y conductas irresponsables, carentes de todatraducción posible en una política de masas con sentido antimperialistay anticapitalista, pero tampoco asumido como plataforma programáticay tanto menos como definición ideológica. El pragmatismo es la tumbade todo proyecto revolucionario. La capacidad para responder demanera concreta a situaciones concretas, la flexibilidad política, no espatrimonio del pragmatismo, así como enarbolar principios frente a lademanda quemante de la realidad no tiene punto de contacto con unateoría revolucionaria. La única estrategia consistente para quienes secomprometan hoy con una respuesta anticapitalista a la eclosión dela crisis consiste en reivindicar y desarrollar la teoría científica de larevolución social (esto es, según la expresión leninista, hacer propa-ganda; o sea educar a las masas y acerar una vanguardia), y aunaresa labor con los dos corolarios inseparables que de ella se despren-den: formar cuadros y organizarlos en un partido revolucionario que-cuando las masas se muestren dispuestas- quiera, sepa y puedaencabezar el combate por la toma del poder real y el ataque frontalal corazón del sistema. Esta generalidad toma cuerpo en situacionesconcretas, diferentes en cada país y aun cada momento. Descubrir-las, intepretarlas y darles respuesta: he allí la tarea pendiente.

Base social y transición políticaTodo lo anterior conduce a definir la situación actual como período

de transición. Este no tiene ni puede tener plazos ni formas predeter-minadas; por el contrario, podrá cubrirse en un lapso brevísimo o enlargos períodos según el desarrollo de acontecimientos imprevisiblesque serán diferentes en cada país. En sustancia, se trata del recorridonecesario para que el proletariado pase, según la expresión de Marx,de “clase obrera en sí, a clase obrera para sí”. No hay manera de

explica a su vez la incorporación de innumerables cuadros a lavariante reformista y plantea problemas tácticos y estratégicos decuya resolución depende la evolución y eventual desenlace de estacoyuntura histórica.

Otra etapaPor todo lo dicho, la coyuntura histórica en que ocurre el fin del

neoliberalismo, excluye a la vez reformas significativas y duraderasy una inmediata victoria socialista. Esto no se resuelve exigiéndole aun líder, un partido o un gobierno que rompa amarras con el sistemacapitalista. La norma impuesta en no pocas organizaciones izquierdis-tas (en el sentido que Lenin da a esta palabra) según la cual lasociedad no se divide en explotadores y explotados, sino en traidoresy traicionados, es una caricatura grotesca de la teoría revolucionaria.El cambio de posiciones por poses, ha contribuido en mucho alvaciamiento ideológico del que han sido objeto las vanguardias en losúltimos años. Así, la defensa intransigente de una estrategia revolu-cionaria en coyunturas complejas se ha transformado en actitudeshistéricas, de incalculable irresponsabilidad, frente al momento crucialque vive el planeta y específicamente América Latina.

El cuadro coyuntural condiciona tipo, modo, profundidad de lasdecisiones, plazos y caminos para cumplirlas. A una fuerza políticafehacientemente comprometida con los intereses de las masas nadiepodría negarle un margen muy amplio de acción. Esto, que es unaxioma en cualquier circunstancia, resulta vital en el inédito períodohistórico que atraviesan las masas explotadas y oprimidas del mundo.El marxismo no es un catálogo de principios (12), del mismo modo queel pragmatismo no es prueba de mayor capacidad para “hacerpolítica”.

De allí se desprende una crucial necesidad teórica y militante para

12.- “Los principios no son el punto de partida de la investigación, sino su resultadofinal, y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sino que se abstraen deellas; no son la naturaleza ni el reino del hombre los que se rigen según los principios,sino que estos son correctos en la medida en que concuerdan con la naturaleza y conla historia”. Federico Engels, Anti-Dühring, Obras de Marx y Engels, T 35; Grijalbo,Barcelona 1977.

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el próximo período: impedir que la respuesta al infantoizquierdismosea el pragmatismo, y que éste ocupe el lugar de la comprensióncientífica de la sociedad y la historia. Si las relaciones de fuerzaaconsejan medidas transitorias de contenido ambivalente o directa-mente impiden en una determinada coyuntura la adopción de decisio-nes que resuelvan en términos prácticos aquella oposición entreremendar el sistema o reemplazarlo, ello no deberá ser eludido confrases grandilocuentes y conductas irresponsables, carentes de todatraducción posible en una política de masas con sentido antimperialistay anticapitalista, pero tampoco asumido como plataforma programáticay tanto menos como definición ideológica. El pragmatismo es la tumbade todo proyecto revolucionario. La capacidad para responder demanera concreta a situaciones concretas, la flexibilidad política, no espatrimonio del pragmatismo, así como enarbolar principios frente a lademanda quemante de la realidad no tiene punto de contacto con unateoría revolucionaria. La única estrategia consistente para quienes secomprometan hoy con una respuesta anticapitalista a la eclosión dela crisis consiste en reivindicar y desarrollar la teoría científica de larevolución social (esto es, según la expresión leninista, hacer propa-ganda; o sea educar a las masas y acerar una vanguardia), y aunaresa labor con los dos corolarios inseparables que de ella se despren-den: formar cuadros y organizarlos en un partido revolucionario que-cuando las masas se muestren dispuestas- quiera, sepa y puedaencabezar el combate por la toma del poder real y el ataque frontalal corazón del sistema. Esta generalidad toma cuerpo en situacionesconcretas, diferentes en cada país y aun cada momento. Descubrir-las, intepretarlas y darles respuesta: he allí la tarea pendiente.

Base social y transición políticaTodo lo anterior conduce a definir la situación actual como período

de transición. Este no tiene ni puede tener plazos ni formas predeter-minadas; por el contrario, podrá cubrirse en un lapso brevísimo o enlargos períodos según el desarrollo de acontecimientos imprevisiblesque serán diferentes en cada país. En sustancia, se trata del recorridonecesario para que el proletariado pase, según la expresión de Marx,de “clase obrera en sí, a clase obrera para sí”. No hay manera de

explica a su vez la incorporación de innumerables cuadros a lavariante reformista y plantea problemas tácticos y estratégicos decuya resolución depende la evolución y eventual desenlace de estacoyuntura histórica.

Otra etapaPor todo lo dicho, la coyuntura histórica en que ocurre el fin del

neoliberalismo, excluye a la vez reformas significativas y duraderasy una inmediata victoria socialista. Esto no se resuelve exigiéndole aun líder, un partido o un gobierno que rompa amarras con el sistemacapitalista. La norma impuesta en no pocas organizaciones izquierdis-tas (en el sentido que Lenin da a esta palabra) según la cual lasociedad no se divide en explotadores y explotados, sino en traidoresy traicionados, es una caricatura grotesca de la teoría revolucionaria.El cambio de posiciones por poses, ha contribuido en mucho alvaciamiento ideológico del que han sido objeto las vanguardias en losúltimos años. Así, la defensa intransigente de una estrategia revolu-cionaria en coyunturas complejas se ha transformado en actitudeshistéricas, de incalculable irresponsabilidad, frente al momento crucialque vive el planeta y específicamente América Latina.

El cuadro coyuntural condiciona tipo, modo, profundidad de lasdecisiones, plazos y caminos para cumplirlas. A una fuerza políticafehacientemente comprometida con los intereses de las masas nadiepodría negarle un margen muy amplio de acción. Esto, que es unaxioma en cualquier circunstancia, resulta vital en el inédito períodohistórico que atraviesan las masas explotadas y oprimidas del mundo.El marxismo no es un catálogo de principios (12), del mismo modo queel pragmatismo no es prueba de mayor capacidad para “hacerpolítica”.

De allí se desprende una crucial necesidad teórica y militante para

12.- “Los principios no son el punto de partida de la investigación, sino su resultadofinal, y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sino que se abstraen deellas; no son la naturaleza ni el reino del hombre los que se rigen según los principios,sino que estos son correctos en la medida en que concuerdan con la naturaleza y conla historia”. Federico Engels, Anti-Dühring, Obras de Marx y Engels, T 35; Grijalbo,Barcelona 1977.

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ser publicados. Milton produjo El Paraíso perdido como elgusano de seda produce la seda: por un impulso de la natura-leza. Después de lo cual, vendió su producto por 5 llibrasesterlinas. En cambio, al autor que fabrica libros –manuales deeconomía política, por ejemplo- bajo la dirección de su editor,es un obrero productivo, pues su producción se halla sometidapor definición al capital que ha de hacer fructificar” (14).

Complementaba Marx estas definiciones con lo siguiente:“El campesino, considerado como propietario de los

medios de producción (esto vale para todos loscuentapropistas, LB) es un capitalista; considerado comoobrero, es su propio asalariado. Como capitalista, se paga a símismo su salario, obtiene una ganancia de su capital, se explotaa sí mismo como asalariado y se paga con la plusvalía el tributoque el trabajo adeuda al capital (...) Es, gracias a ello, su propiocapitalista y su propio obrero asalariado. La separación deestos dos papeles constituye el estado normal en este tipo desociedad. Cuando no existe, como en este caso, se da porsupuesta su existencia, y con razón; la unión se considerapuramente accidental, reputándose el desdoblamiento comonormal, aunque ambas funciones aparezcan reunidas en lamisma persona. En situaciones como éstas vemos de maneratangible cómo el capitalista no es sino el funcionamiento delcapital y el obrero el funcionamiento de la fuerza de trabajo.Por lo demás, la ley del desarrollo económico exige que ésteasigne estas funciones a distintas personas”. Así, la reversiónde aquel desdoblamiento –el aumento en flecha delcuentapropismo- expone una retrogradación muy aguda delsistema como tal.

Pero falta todavía voltear otro mito:“En una fábrica, los peones no intervienen directamente

en la elaboración de la materia prima. Los obreros encargadosde vigilar a los que trabajan en esa faena son ya de una

14.- Carlos Marx, Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía, Editorial Cartago,Tomo IV, pág. 220.

transponer con éxito y de manera duradera la barrera del sistemacapitalista sin esta transformación. Quienes creen que la concienciade clase es un factor dado se equivocan tanto como quienes suponenque sin esa conciencia se puede llevar a cabo una revoluciónsocialista.

Dos cuestiones enmarcan esta afirmación. La primera, alude a lasformas y plazos que supone la asunción de una conciencia “para sí”.La segunda, a la definición misma de clase obrera. En debate con loshoy eclipsados creadores de un nuevo pensamiento (es difícilalcanzar una síntesis superadora del saber humano mientras semaniobra por obtener una banca de diputado), en agosto de 2000citábamos en Crítica la definición que Marx da sobre la condiciónobrera:

“Dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero queproduce plusvalía para el capitalismo o que trabaja para hacerrentable el capital. Si se nos permite poner un ejemplo ajeno ala órbita de la producción material, diremos que un maestro deescuela es obrero productivo si, además de moldear la cabezade los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer alpatrono. El hecho de que éste invierta su capital en una fábricade enseñanza en vez de invertirlo en una fábrica de salchichas,no alterna en lo más mínimo los términos del problema. Portanto, el concepto de trabajo productivo no entraña simplemen-te una relación entre la actividad y el efecto útil de ésta, entreel obrero y el producto de su trabajo, sino que lleva ademásimplícita la relación específica social e históricamente dada deproducción, que convierte al obrero en instrumento directo devalorización del capital” (13).

“(...) el carácter específico del trabajo productivo no sehalla vinculado para nada al contenido concreto del trabajo, asu utilidad especial, al valor de uso determinado en quetraduzca. Cuando Milton, por ejemplo, escribía El Paraísoperdido, era un obrero improductivo. En cambio, es un obreroproductivo el autor que suministra a su editor originales para

13.- Carlos Marx, El Capital, Fondo de Cultura Económica; T I, pág. 426

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ser publicados. Milton produjo El Paraíso perdido como elgusano de seda produce la seda: por un impulso de la natura-leza. Después de lo cual, vendió su producto por 5 llibrasesterlinas. En cambio, al autor que fabrica libros –manuales deeconomía política, por ejemplo- bajo la dirección de su editor,es un obrero productivo, pues su producción se halla sometidapor definición al capital que ha de hacer fructificar” (14).

Complementaba Marx estas definiciones con lo siguiente:“El campesino, considerado como propietario de los

medios de producción (esto vale para todos loscuentapropistas, LB) es un capitalista; considerado comoobrero, es su propio asalariado. Como capitalista, se paga a símismo su salario, obtiene una ganancia de su capital, se explotaa sí mismo como asalariado y se paga con la plusvalía el tributoque el trabajo adeuda al capital (...) Es, gracias a ello, su propiocapitalista y su propio obrero asalariado. La separación deestos dos papeles constituye el estado normal en este tipo desociedad. Cuando no existe, como en este caso, se da porsupuesta su existencia, y con razón; la unión se considerapuramente accidental, reputándose el desdoblamiento comonormal, aunque ambas funciones aparezcan reunidas en lamisma persona. En situaciones como éstas vemos de maneratangible cómo el capitalista no es sino el funcionamiento delcapital y el obrero el funcionamiento de la fuerza de trabajo.Por lo demás, la ley del desarrollo económico exige que ésteasigne estas funciones a distintas personas”. Así, la reversiónde aquel desdoblamiento –el aumento en flecha delcuentapropismo- expone una retrogradación muy aguda delsistema como tal.

Pero falta todavía voltear otro mito:“En una fábrica, los peones no intervienen directamente

en la elaboración de la materia prima. Los obreros encargadosde vigilar a los que trabajan en esa faena son ya de una

14.- Carlos Marx, Historia Crítica de la Teoría de la Plusvalía, Editorial Cartago,Tomo IV, pág. 220.

transponer con éxito y de manera duradera la barrera del sistemacapitalista sin esta transformación. Quienes creen que la concienciade clase es un factor dado se equivocan tanto como quienes suponenque sin esa conciencia se puede llevar a cabo una revoluciónsocialista.

Dos cuestiones enmarcan esta afirmación. La primera, alude a lasformas y plazos que supone la asunción de una conciencia “para sí”.La segunda, a la definición misma de clase obrera. En debate con loshoy eclipsados creadores de un nuevo pensamiento (es difícilalcanzar una síntesis superadora del saber humano mientras semaniobra por obtener una banca de diputado), en agosto de 2000citábamos en Crítica la definición que Marx da sobre la condiciónobrera:

“Dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero queproduce plusvalía para el capitalismo o que trabaja para hacerrentable el capital. Si se nos permite poner un ejemplo ajeno ala órbita de la producción material, diremos que un maestro deescuela es obrero productivo si, además de moldear la cabezade los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer alpatrono. El hecho de que éste invierta su capital en una fábricade enseñanza en vez de invertirlo en una fábrica de salchichas,no alterna en lo más mínimo los términos del problema. Portanto, el concepto de trabajo productivo no entraña simplemen-te una relación entre la actividad y el efecto útil de ésta, entreel obrero y el producto de su trabajo, sino que lleva ademásimplícita la relación específica social e históricamente dada deproducción, que convierte al obrero en instrumento directo devalorización del capital” (13).

“(...) el carácter específico del trabajo productivo no sehalla vinculado para nada al contenido concreto del trabajo, asu utilidad especial, al valor de uso determinado en quetraduzca. Cuando Milton, por ejemplo, escribía El Paraísoperdido, era un obrero improductivo. En cambio, es un obreroproductivo el autor que suministra a su editor originales para

13.- Carlos Marx, El Capital, Fondo de Cultura Económica; T I, pág. 426

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profesor de literatura, un abogado, un periodista o arquitecto no sesientan obreros no cambia en absoluto el lugar que objetivamenteocupan en el sistema de producción capitalista en su actual estadio dedesarrollo. Tampoco es menos cierto que en condiciones de estabi-lidad socioeconómica, la falsa conciencia de los técnicos en compu-tación, los ingenieros industriales, los físicos atómicos o cualquier otroprofesional proletarizado, tiene un peso relevante, eventualmentedecisivo a favor del capitalismo, en el devenir político. De hecho, nohay modo de realizar hasta sus últimas consecuencias un cambiorevolucionario socialista mientras esa situación se mantenga.

Sin embargo es un error grave concluir que esa falsa concienciarequiere un período histórico para transmutarse, alcanzar una con-ciencia de clase y asumir las consecuencias políticas que esto supone.A la vez, parece obvio que tales estratos, en el camino de asunciónde su realidad social y política, corren el riesgo de pasar por lasestaciones del nacionalismo desarrollista, el reformismosocialdemócrata u otras propuestas que camuflan con llamados alcambio la idea de preservar el sistema capitalista.

Desde luego, la degradación teórica de ciertas organizaciones yautores que se reivindican marxistas no contribuye para que estoscontingentes numérica y cualitativamente decisivos del proletariadotomen conciencia de su condición y se sumen a una propuestarevolucionaria. La debacle teórica de quienes, en busca de lo quedenominan “nuevos actores sociales”, recalan en la invención de lacategoría “piquetero”, puede medirse por el hecho de que en unaactitud demagógica frente a las víctimas más castigadas del capita-lismo están proponiendo como vanguardia estratégica al sector másatrasado y socialmente inconsistente del proletariado, enajenando alas franjas obreras con la verdadera capacidad de cambiar el sistemapor el simple hecho de que en sus manos está el funcionamiento delmecanismo de producción y distribución de bienes. Semejante políticasólo puede conducir a la profundización de las divisiones en el senode la clase obrera, prólogo de un dramático fracaso que golpearía enprimer lugar a los desocupados y de allí al conjunto social.

La redención de las masas arrojadas a la marginalidad por la crisisdel capitalismo es inviable sin la revolución socialista. Esta a su vez

categoría un poco superior; los ingenieros trabajan principal-mente con la cabeza. Pero el resultado es el producto de eseconjunto de obreros, que poseen fuerzas de trabajo de distintovalor. Consideran como fruto simple del proceso de trabajo,este resultado se expresa en mercancías o en productosmateriales. Y todos en conjunto, en cuanto obreros, son comomáquinas vivas que fabrican estos productos. Del mismomodo, si enfocamos el proceso de producción en su conjunto,vemos que cambian su trabajo por capital y reproducen comocapital, es decir, con una plusvalía, el dinero del capitalista. Eltipo de producción capitalista se caracteriza, en efecto, por elhecho de separar y encomendar a personas distintas losdiversos trabajos, intelectuales y manuales; lo cual no impideque el producto material sea el producto común de todas estaspersonas ni cada una de estas personas sea, con respecto alcapital, un obrero asalariado, un obrero productivo en el sentidomás elevado de la palabra” (15).

Marx no deja una idea sin exprimirla hasta el final y agrega:“Un actor, incluso un clown, puede ser, por tanto, un

obrero productivo si trabaja al servicio de un capitalista, de unpatrón, y entrega a éste una cantidad mayor en trabajo de la querecibe de él en forma de salario. En cambio, un sastre quetrabaja a domicilio por días, para reparar los pantalones delcapitalista, no crea más que un valor de uso y no es, por tanto,más que un obrero improductivo. El trabajo del actor se cambiapor capital, el de sastre por renta. El primero crea plusvalía, elsegundo no hace más que consumir renta” (16).

Es a partir de estas bases teóricas que hablamos de proletariado.Basta trasladar la definición al entorno inmediato para comprobardatos determinantes de nuestra realidad contemporánea: en primerlugar, la clase obrera ha aumentado numéricamente; en segundolugar, ha elevado cualitativamente su nivel de instrucción y capaci-tación técnica, teórica y cultural. El hecho de que un ingeniero, un

15.- Ib. Pág. 222 et. pas.16.- Ib. Pág. 137.

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profesor de literatura, un abogado, un periodista o arquitecto no sesientan obreros no cambia en absoluto el lugar que objetivamenteocupan en el sistema de producción capitalista en su actual estadio dedesarrollo. Tampoco es menos cierto que en condiciones de estabi-lidad socioeconómica, la falsa conciencia de los técnicos en compu-tación, los ingenieros industriales, los físicos atómicos o cualquier otroprofesional proletarizado, tiene un peso relevante, eventualmentedecisivo a favor del capitalismo, en el devenir político. De hecho, nohay modo de realizar hasta sus últimas consecuencias un cambiorevolucionario socialista mientras esa situación se mantenga.

Sin embargo es un error grave concluir que esa falsa concienciarequiere un período histórico para transmutarse, alcanzar una con-ciencia de clase y asumir las consecuencias políticas que esto supone.A la vez, parece obvio que tales estratos, en el camino de asunciónde su realidad social y política, corren el riesgo de pasar por lasestaciones del nacionalismo desarrollista, el reformismosocialdemócrata u otras propuestas que camuflan con llamados alcambio la idea de preservar el sistema capitalista.

Desde luego, la degradación teórica de ciertas organizaciones yautores que se reivindican marxistas no contribuye para que estoscontingentes numérica y cualitativamente decisivos del proletariadotomen conciencia de su condición y se sumen a una propuestarevolucionaria. La debacle teórica de quienes, en busca de lo quedenominan “nuevos actores sociales”, recalan en la invención de lacategoría “piquetero”, puede medirse por el hecho de que en unaactitud demagógica frente a las víctimas más castigadas del capita-lismo están proponiendo como vanguardia estratégica al sector másatrasado y socialmente inconsistente del proletariado, enajenando alas franjas obreras con la verdadera capacidad de cambiar el sistemapor el simple hecho de que en sus manos está el funcionamiento delmecanismo de producción y distribución de bienes. Semejante políticasólo puede conducir a la profundización de las divisiones en el senode la clase obrera, prólogo de un dramático fracaso que golpearía enprimer lugar a los desocupados y de allí al conjunto social.

La redención de las masas arrojadas a la marginalidad por la crisisdel capitalismo es inviable sin la revolución socialista. Esta a su vez

categoría un poco superior; los ingenieros trabajan principal-mente con la cabeza. Pero el resultado es el producto de eseconjunto de obreros, que poseen fuerzas de trabajo de distintovalor. Consideran como fruto simple del proceso de trabajo,este resultado se expresa en mercancías o en productosmateriales. Y todos en conjunto, en cuanto obreros, son comomáquinas vivas que fabrican estos productos. Del mismomodo, si enfocamos el proceso de producción en su conjunto,vemos que cambian su trabajo por capital y reproducen comocapital, es decir, con una plusvalía, el dinero del capitalista. Eltipo de producción capitalista se caracteriza, en efecto, por elhecho de separar y encomendar a personas distintas losdiversos trabajos, intelectuales y manuales; lo cual no impideque el producto material sea el producto común de todas estaspersonas ni cada una de estas personas sea, con respecto alcapital, un obrero asalariado, un obrero productivo en el sentidomás elevado de la palabra” (15).

Marx no deja una idea sin exprimirla hasta el final y agrega:“Un actor, incluso un clown, puede ser, por tanto, un

obrero productivo si trabaja al servicio de un capitalista, de unpatrón, y entrega a éste una cantidad mayor en trabajo de la querecibe de él en forma de salario. En cambio, un sastre quetrabaja a domicilio por días, para reparar los pantalones delcapitalista, no crea más que un valor de uso y no es, por tanto,más que un obrero improductivo. El trabajo del actor se cambiapor capital, el de sastre por renta. El primero crea plusvalía, elsegundo no hace más que consumir renta” (16).

Es a partir de estas bases teóricas que hablamos de proletariado.Basta trasladar la definición al entorno inmediato para comprobardatos determinantes de nuestra realidad contemporánea: en primerlugar, la clase obrera ha aumentado numéricamente; en segundolugar, ha elevado cualitativamente su nivel de instrucción y capaci-tación técnica, teórica y cultural. El hecho de que un ingeniero, un

15.- Ib. Pág. 222 et. pas.16.- Ib. Pág. 137.

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este nuevo proletariado requiere algo más que gritos destempladoso buenos afiches electorales con el rostro de quienes se proponencomo vanguardia.

El impacto del derrumbe de la Unión Soviética (resultado de unaderrota con raíces en la década de 1920, pero realizada plenamenterecién a fin de siglo), sobre la conciencia de los trabajadores y lasjuventudes es un factor mayor para comprender la realidad políticamundial, regional y nacional. Recuérdese la frase de Marx, tantasveces citadas en nuestros textos: “a una fuerza material sólo puedevencerla otra fuerza material, pero las ideas, cuando penetran en lasmasas, se transforman en una fuerza material”. Ocurre que en estafase histórica se materializó como poderosísima fuerza política la ideade que el socialismo era peor que el capitalismo, combinada con elviraje de innumerables cuadros hacia la convicción de que a uncapitalismo todopoderoso e invencible sólo se le podía contraponer lalucha por reformas parciales.

El mundo está frente al resultado paradojal de aquella contraofen-siva global estratégica, que precisamente por haber sido exitosa entodos los terrenos y por haber llevado a casi punto cero la resistenciaeconómica del proletariado industrial mundial, liberó todas las fuerzasinmanentes, autodestructivas, del sistema capitalista, conduciéndoloa la más profunda y extensa crisis general en toda su historia. Ladestrucción de partidos y sindicatos obreros en todo el mundo, tieneun doble contenido: plasmó y aceleró la desmoralización ydesmovilización de los trabajadores con empleo, y a la vez mostró lanecesidad histórica -y abrió la oportunidad- de crear nuevas organi-zaciones a la medida de los nuevos tiempos.

Transición y programaEn América Latina el agotamiento del neoliberalismo, en los

términos que lo hemos definido, a comienzos de 2004 da lugar a unanueva configuración política regional, con Brasil encabezando, no singrandes dificultades, un conjunto de países constituido por Argentina,Paraguay, Bolivia y, desde un ángulo propio, Venezuela. El gobiernodel presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha asumido sin rodeos laestrategia del gran capital brasileño relativa a la política económica

es impensable sin el protagonismo dirigente de los estratos másavanzados del proletariado industrial. El hecho cierto de que grandescontingentes de desocupados estructurales y marginalizados tienenocasionalmente sectores dispuestos a movilizarse -incluso cuando laclase obrera con empleo elude la lucha, como es el caso en Argentinadesde hace una década- no puede confundirse con su capacidad parasostener la movilización, para asumir un programa revolucionario yencabezar a una sociedad que busca convulsivamente alternativasante el flagelo de la crisis. Por el contrario, como se ve por estos díasen Argentina, la dependencia directa y extrema de los desocupadosrespecto de los subsidios manejados por el Estado, incluso cuandoalcanzan algún nivel de organización, los hace víctimas de la manipu-lación destinada a dividirlos, a servir de base de maniobra a aparatosdel capital o ser utilizados como instrumento de provocación. Elfenómeno inverso está en curso en Venezuela, donde los obrerospetroleros -incluyendo técnicos de máxima calificación, ingenieros,científicos, economistas, abogados, etc- recorren rápidamente elcamino hacia la conciencia de clase.

Entre ambos extremos puede hallarse toda la gama en los paísesrestantes. El desafío no consiste en ver quién repite más veces quees necesaria la revolución socialista, sino en encontrar los factorescomunes que permitan unificar fuerzas sociales y recorrer, tanrápido como sea posible en las condiciones dadas en cada momentoy lugar, el camino de la constitución del nuevo proletariado, queresultará de la incorporación de todos sus componentes objetivos.El proletario medio del siglo XXI no es un peón textil o metalúrgico,sino un técnico altamente calificado o profesional con título univer-sitario. Esto, desde luego, reclama organizaciones, métodos ydirigencias necesariamente nuevos, entendiendo por tales unasuperación efectiva de aquellos a que diera lugar el estadio anterior.La noción de partido leninista no queda abolida, como sostienenquienes abjuran de la revolución social, de la lucha por el poder o deambos objetivos. Vencer al capitalismo, más centralizado quenunca, requiere instrumentos a la altura del perfeccionamientoalcanzado por el Estado burgués. El nuevo proletariado está encondiciones de forjarlos. Pero es claro que organizar y encabezar

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este nuevo proletariado requiere algo más que gritos destempladoso buenos afiches electorales con el rostro de quienes se proponencomo vanguardia.

El impacto del derrumbe de la Unión Soviética (resultado de unaderrota con raíces en la década de 1920, pero realizada plenamenterecién a fin de siglo), sobre la conciencia de los trabajadores y lasjuventudes es un factor mayor para comprender la realidad políticamundial, regional y nacional. Recuérdese la frase de Marx, tantasveces citadas en nuestros textos: “a una fuerza material sólo puedevencerla otra fuerza material, pero las ideas, cuando penetran en lasmasas, se transforman en una fuerza material”. Ocurre que en estafase histórica se materializó como poderosísima fuerza política la ideade que el socialismo era peor que el capitalismo, combinada con elviraje de innumerables cuadros hacia la convicción de que a uncapitalismo todopoderoso e invencible sólo se le podía contraponer lalucha por reformas parciales.

El mundo está frente al resultado paradojal de aquella contraofen-siva global estratégica, que precisamente por haber sido exitosa entodos los terrenos y por haber llevado a casi punto cero la resistenciaeconómica del proletariado industrial mundial, liberó todas las fuerzasinmanentes, autodestructivas, del sistema capitalista, conduciéndoloa la más profunda y extensa crisis general en toda su historia. Ladestrucción de partidos y sindicatos obreros en todo el mundo, tieneun doble contenido: plasmó y aceleró la desmoralización ydesmovilización de los trabajadores con empleo, y a la vez mostró lanecesidad histórica -y abrió la oportunidad- de crear nuevas organi-zaciones a la medida de los nuevos tiempos.

Transición y programaEn América Latina el agotamiento del neoliberalismo, en los

términos que lo hemos definido, a comienzos de 2004 da lugar a unanueva configuración política regional, con Brasil encabezando, no singrandes dificultades, un conjunto de países constituido por Argentina,Paraguay, Bolivia y, desde un ángulo propio, Venezuela. El gobiernodel presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha asumido sin rodeos laestrategia del gran capital brasileño relativa a la política económica

es impensable sin el protagonismo dirigente de los estratos másavanzados del proletariado industrial. El hecho cierto de que grandescontingentes de desocupados estructurales y marginalizados tienenocasionalmente sectores dispuestos a movilizarse -incluso cuando laclase obrera con empleo elude la lucha, como es el caso en Argentinadesde hace una década- no puede confundirse con su capacidad parasostener la movilización, para asumir un programa revolucionario yencabezar a una sociedad que busca convulsivamente alternativasante el flagelo de la crisis. Por el contrario, como se ve por estos díasen Argentina, la dependencia directa y extrema de los desocupadosrespecto de los subsidios manejados por el Estado, incluso cuandoalcanzan algún nivel de organización, los hace víctimas de la manipu-lación destinada a dividirlos, a servir de base de maniobra a aparatosdel capital o ser utilizados como instrumento de provocación. Elfenómeno inverso está en curso en Venezuela, donde los obrerospetroleros -incluyendo técnicos de máxima calificación, ingenieros,científicos, economistas, abogados, etc- recorren rápidamente elcamino hacia la conciencia de clase.

Entre ambos extremos puede hallarse toda la gama en los paísesrestantes. El desafío no consiste en ver quién repite más veces quees necesaria la revolución socialista, sino en encontrar los factorescomunes que permitan unificar fuerzas sociales y recorrer, tanrápido como sea posible en las condiciones dadas en cada momentoy lugar, el camino de la constitución del nuevo proletariado, queresultará de la incorporación de todos sus componentes objetivos.El proletario medio del siglo XXI no es un peón textil o metalúrgico,sino un técnico altamente calificado o profesional con título univer-sitario. Esto, desde luego, reclama organizaciones, métodos ydirigencias necesariamente nuevos, entendiendo por tales unasuperación efectiva de aquellos a que diera lugar el estadio anterior.La noción de partido leninista no queda abolida, como sostienenquienes abjuran de la revolución social, de la lucha por el poder o deambos objetivos. Vencer al capitalismo, más centralizado quenunca, requiere instrumentos a la altura del perfeccionamientoalcanzado por el Estado burgués. El nuevo proletariado está encondiciones de forjarlos. Pero es claro que organizar y encabezar

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gran envergadura en cuatro meses en Sudamérica. La burguesíabrasileña había trazado ya con el gobierno de Fernando HenriqueCardoso una línea roja contra el Alca. Esa línea se engrosará a partirde ahora, pese a que un sector del PT está, desde hace tiempo, a laderecha del actual gobierno en relación con este dilema estratégico.

“La lucha contra el Alca debe ser cuidadosamente definidaporque allí se presenta el punto en el que la lucha antimperialista ensus términos más amplios es tangencial a la política de conciliación declases. Desde una perspectiva socialista la oposición a la unificacióncontinental que plantea el imperialismo estadounidense no tiene elmismo carácter, la misma dinámica ni el mismo contenido puntual quetiene para las burguesías regionales. Además de la fractura que lasdivide entre socios menores de Washington y defensores de laindustria y el mercado propios, éstas se dividirán en el próximo períodoentre quienes adoptarán un discurso nacionalista y quienes, con laUnión Europea detrás, pretenderán sostener el marco liberal. Estaserá una prueba de fuego; habrá que defender la nación frente a lo quesin duda será una cada día más acentuada presión imperialista -queantes de no mucho se traducirá abiertamente en el terreno militar- yal mismo tiempo tendremos que levantar el estandarte de la democra-cia de masas como continuidad dialéctica de la democracia liberalburguesa.

“Lo opuesto al Alca no es el Mercosur. Esa noción, hoy popula-rizada en filas de izquierda, carece de todo y cualquier fundamentodesde el punto de vista de la clase obrera. Lo contrario al Alca es hoyla defensa de todo aquello que contribuya a instaurar una dinámica encuyo desenlace histórico aguarda la creación de una ConfederaciónSocialista de las Américas. El Mercosur puede sí ser un ámbito en elque se abroquelen las burguesías regionales para resistir la embestidade un Estados Unidos minuto a minuto más acuciado por su crisiseconómica. La coincidencia antimperialista, sin embargo, deberáproyectarse en una estrategia y un conjunto de tácticas propias, todascontrapuestas en fundamento y diferenciada en la acción ante lasmasas a los intereses y políticas burguesas. Es dudoso que el PTpueda resolver eso correctamente en una primera fase. Lo másprobable es que se limite a la diplomacia de “un Mercosur ampliado”.

consistente en negociar con Washington desde posiciones de fuerza,limar las aristas más gravosas del Alca y lanzarse a la búsqueda yconsolidación de un mercado para los productos brasileños ysuramericanos que, a los ya existentes en Estados Unidos y la UniónEuropea, sume países de Asia y África. Desde la posición dedebilidad determinada por la heterogeneidad de su gobierno y laausencia de base propia, el presidente Néstor Kirchner acompañaese rumbo. Esta línea de acción encarna la necesidad y únicaposibilidad de las burguesías suramericanas para afrontar a la vez ladescontrolada voracidad imperialista y la demanda creciente de lasmasas en todos los terrenos. Cuenta además, dentro de ciertos límites,con el respaldo de la UE frente a Estados Unidos. No sin ingenuidad,un alto ejecutivo de una empresa europea define desde su ángulo devisión la tarea planteada: “(Con Lula y Kirchner) los relojes de las dosnaciones mayores del sur americano parecen sincronizarse en elproyecto de fortalecer y engrandecer el bloque regional del Mercosur(...) Si bien no faltan sectores que imaginan este nuevo lanzamientodel bloque como un proyecto de proteccionismo ampliado, unamurallamiento destinado a desconectar a la región del vasto procesode integración económica planetaria que se conoce como globalización,todo hace pensar que no será ésa la resultante real de este nuevointento, sino, más bien, la búsqueda de un globalismo arraigado en laslógicas productivas de las naciones del Mercosur, de un universalismoen el que éstas no resignen la especificidad de sus culturas e interesesy del que puedan sentirse sujetos, no meras piezas de un ajedrezajeno” (17).

En efecto, el Mercosur es la palanca elegida para negociar desdeposiciones de fuerza con Washington y abrir nuevos horizontes a lasburguesías locales. Y no cabe duda de que se trata de la única víaposible para huir hacia delante. Era previsible:

“Si se confirma la victoria del PT en segunda vuelta el continenteestará ante una múltiple derrota de Estados Unidos. La segunda de

17.- “Integrarnos al mundo, arraigarnos en el Mercosur”; Luis Ureta Sáenz Peña,Director general de PSA de Peugeot-Citroen Argentina. Archivos del presente,Buenos Aires, 2003.

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gran envergadura en cuatro meses en Sudamérica. La burguesíabrasileña había trazado ya con el gobierno de Fernando HenriqueCardoso una línea roja contra el Alca. Esa línea se engrosará a partirde ahora, pese a que un sector del PT está, desde hace tiempo, a laderecha del actual gobierno en relación con este dilema estratégico.

“La lucha contra el Alca debe ser cuidadosamente definidaporque allí se presenta el punto en el que la lucha antimperialista ensus términos más amplios es tangencial a la política de conciliación declases. Desde una perspectiva socialista la oposición a la unificacióncontinental que plantea el imperialismo estadounidense no tiene elmismo carácter, la misma dinámica ni el mismo contenido puntual quetiene para las burguesías regionales. Además de la fractura que lasdivide entre socios menores de Washington y defensores de laindustria y el mercado propios, éstas se dividirán en el próximo períodoentre quienes adoptarán un discurso nacionalista y quienes, con laUnión Europea detrás, pretenderán sostener el marco liberal. Estaserá una prueba de fuego; habrá que defender la nación frente a lo quesin duda será una cada día más acentuada presión imperialista -queantes de no mucho se traducirá abiertamente en el terreno militar- yal mismo tiempo tendremos que levantar el estandarte de la democra-cia de masas como continuidad dialéctica de la democracia liberalburguesa.

“Lo opuesto al Alca no es el Mercosur. Esa noción, hoy popula-rizada en filas de izquierda, carece de todo y cualquier fundamentodesde el punto de vista de la clase obrera. Lo contrario al Alca es hoyla defensa de todo aquello que contribuya a instaurar una dinámica encuyo desenlace histórico aguarda la creación de una ConfederaciónSocialista de las Américas. El Mercosur puede sí ser un ámbito en elque se abroquelen las burguesías regionales para resistir la embestidade un Estados Unidos minuto a minuto más acuciado por su crisiseconómica. La coincidencia antimperialista, sin embargo, deberáproyectarse en una estrategia y un conjunto de tácticas propias, todascontrapuestas en fundamento y diferenciada en la acción ante lasmasas a los intereses y políticas burguesas. Es dudoso que el PTpueda resolver eso correctamente en una primera fase. Lo másprobable es que se limite a la diplomacia de “un Mercosur ampliado”.

consistente en negociar con Washington desde posiciones de fuerza,limar las aristas más gravosas del Alca y lanzarse a la búsqueda yconsolidación de un mercado para los productos brasileños ysuramericanos que, a los ya existentes en Estados Unidos y la UniónEuropea, sume países de Asia y África. Desde la posición dedebilidad determinada por la heterogeneidad de su gobierno y laausencia de base propia, el presidente Néstor Kirchner acompañaese rumbo. Esta línea de acción encarna la necesidad y únicaposibilidad de las burguesías suramericanas para afrontar a la vez ladescontrolada voracidad imperialista y la demanda creciente de lasmasas en todos los terrenos. Cuenta además, dentro de ciertos límites,con el respaldo de la UE frente a Estados Unidos. No sin ingenuidad,un alto ejecutivo de una empresa europea define desde su ángulo devisión la tarea planteada: “(Con Lula y Kirchner) los relojes de las dosnaciones mayores del sur americano parecen sincronizarse en elproyecto de fortalecer y engrandecer el bloque regional del Mercosur(...) Si bien no faltan sectores que imaginan este nuevo lanzamientodel bloque como un proyecto de proteccionismo ampliado, unamurallamiento destinado a desconectar a la región del vasto procesode integración económica planetaria que se conoce como globalización,todo hace pensar que no será ésa la resultante real de este nuevointento, sino, más bien, la búsqueda de un globalismo arraigado en laslógicas productivas de las naciones del Mercosur, de un universalismoen el que éstas no resignen la especificidad de sus culturas e interesesy del que puedan sentirse sujetos, no meras piezas de un ajedrezajeno” (17).

En efecto, el Mercosur es la palanca elegida para negociar desdeposiciones de fuerza con Washington y abrir nuevos horizontes a lasburguesías locales. Y no cabe duda de que se trata de la única víaposible para huir hacia delante. Era previsible:

“Si se confirma la victoria del PT en segunda vuelta el continenteestará ante una múltiple derrota de Estados Unidos. La segunda de

17.- “Integrarnos al mundo, arraigarnos en el Mercosur”; Luis Ureta Sáenz Peña,Director general de PSA de Peugeot-Citroen Argentina. Archivos del presente,Buenos Aires, 2003.

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La resultante es la pérdida de la iniciativa política por parte deEstados Unidos en América del Sur y la conformación de dos grandescorrientes que sin choques públicos pero no por ello con menorcrudeza, se disputan la primacía como conducción estratégica efec-tiva: el gobierno brasileño, acompañado por el gran capital local yrespaldado por la socialdemocracia y el socialcristianismo de un lado;y el gobierno del presidente Chávez, sin retorno enfrentado con laclase dominante de su país, respaldado por los movimientos revolu-cionarios y populares de todo el continente y, naturalmente, por Cuba.En este cuadro de disposición de fuerzas, Washington torpedea conel máximo de brutalidad al gobierno de Chávez y presiona coninstrumentos diplomáticos y financieros a Lula, mientras la UE atacacon sordina a la Revolución Bolivariana y saluda con alborozo la“madurez y sensatez” del PT. A su vez, en instancias claves como lareunión de la OMC en Cancún y del Alca en Miami, opera el ejeobjetivo Brasilia-Caracas e impide a Washington lograr sus objetivos,obligándolo a un retroceso sistemático en esos terrenos. Mientrastanto, la ausencia de Lula en el Encuentro Social Alternativo en SantaCruz de la Sierra y el discurso programático de Chávez en esareunión, proyectan en otro plano la diferencia estratégica entre ambasconcepciones.

Dividir estas dos corrientes de proyección histórica es un objetivodel imperialismo, buscado igualmente por la socialdemocracia y elsocialcristianismo. Impedir esa división, buscar sistemáticamente launidad social y política a escala continental, dar constantemente labatalla ideólogica, política y organizativa, es una tarea estratégica deprimera magnitud.

Es por estos vericuetos que discurre la transición. Las masasobreras, campesinas, desocupadas y juveniles, no tienen banderascomunes más allá del reclamo de trabajo, tierra, justicia. Hay sí unacreciente identificación de un enemigo común: Estados Unidos. Noel concepto abstracto de imperialismo, sino la imagen despreciablede Bush. Las masas explotadas y oprimidas no enarbolan comoconjunto social una propuesta de sociedad alternativa, aun en sus máselevadas formas de lucha, como quedó claro en las grandesmovilizaciones recientes en Ecuador y Bolivia. En Brasil, resulta

Esto deberá ser apoyado, pero entendido como vía de transición haciaformas políticas (Confederación, moneda única) y económicas (pla-nificación de grandes emprendimientos comunes) de asociaciónsuramericana en la cual la clase obrera deberá constituirse como taly disputar el poder político a esa escala. De modo que, además debregar con el máximo de nuestras capacidades por darle formaconcreta a un bloque antimperialista continental -es decir, que incluyaa los trabajadores y los pueblos de Estados Unidos y Canadá, comotambién propusimos cuando participamos en la fundación del Foro deSão Paulo- debemos asumir esas dos magnas tareas históricas: laconstitución de la clase obrera latinoamericana como clase para sí, yla conformación de todos los instrumentos necesarios para la luchapor el poder” (18).

Dos años después quedó en evidencia quiénes, cómo y cuánto hanandado aquel camino. Y la relación de fuerzas resultante de las líneasde acción asumidas quedaron a la vista: tiene más de un significadoque el Mercosur haya resuelto designar un Presidente y que el cargole haya sido entregado a Eduardo Duhalde (19). Posteriormentesorprendería la noticia de que Lula llevó como invitado especial al expresidente argentino en una larga gira comercial por Oriente. QueDuhalde acompañe al titular del Partido de los Trabajadores de Brasilinmediatamente después de haber expuesto con claridad la necesidadde reprimir las manifestaciones de los desocupados, es un símbolo dela dinámica impresa en esta alianza de clases definida por el PT comoúnica salida a la solución de los problemas de nuestros pueblos.

No es menos significativo, sin embargo, el curso tomado desdeentonces por la Revolución Bolivariana y su proyección como fuerzaactuante a escala suramericana, pese a la imposibilidad verificadahasta el momento de articular sobre bases genuinas y con dinámicade masas un bloque antimperialista continental.

18.- Texto presentado por el autor al IV Congreso de la UMS- Resolucióninternacional. Eslabón N° 41, Buenos Aires, diciembre de 2001. www.geocities.com/ums_ar19.- Prueba adicional de nuestra afirmación de que el de Kirchner es, por su base socialy partidaria, una continuidad lineal del de Duhalde, respaldado por Raúl Alfonsín.

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La resultante es la pérdida de la iniciativa política por parte deEstados Unidos en América del Sur y la conformación de dos grandescorrientes que sin choques públicos pero no por ello con menorcrudeza, se disputan la primacía como conducción estratégica efec-tiva: el gobierno brasileño, acompañado por el gran capital local yrespaldado por la socialdemocracia y el socialcristianismo de un lado;y el gobierno del presidente Chávez, sin retorno enfrentado con laclase dominante de su país, respaldado por los movimientos revolu-cionarios y populares de todo el continente y, naturalmente, por Cuba.En este cuadro de disposición de fuerzas, Washington torpedea conel máximo de brutalidad al gobierno de Chávez y presiona coninstrumentos diplomáticos y financieros a Lula, mientras la UE atacacon sordina a la Revolución Bolivariana y saluda con alborozo la“madurez y sensatez” del PT. A su vez, en instancias claves como lareunión de la OMC en Cancún y del Alca en Miami, opera el ejeobjetivo Brasilia-Caracas e impide a Washington lograr sus objetivos,obligándolo a un retroceso sistemático en esos terrenos. Mientrastanto, la ausencia de Lula en el Encuentro Social Alternativo en SantaCruz de la Sierra y el discurso programático de Chávez en esareunión, proyectan en otro plano la diferencia estratégica entre ambasconcepciones.

Dividir estas dos corrientes de proyección histórica es un objetivodel imperialismo, buscado igualmente por la socialdemocracia y elsocialcristianismo. Impedir esa división, buscar sistemáticamente launidad social y política a escala continental, dar constantemente labatalla ideólogica, política y organizativa, es una tarea estratégica deprimera magnitud.

Es por estos vericuetos que discurre la transición. Las masasobreras, campesinas, desocupadas y juveniles, no tienen banderascomunes más allá del reclamo de trabajo, tierra, justicia. Hay sí unacreciente identificación de un enemigo común: Estados Unidos. Noel concepto abstracto de imperialismo, sino la imagen despreciablede Bush. Las masas explotadas y oprimidas no enarbolan comoconjunto social una propuesta de sociedad alternativa, aun en sus máselevadas formas de lucha, como quedó claro en las grandesmovilizaciones recientes en Ecuador y Bolivia. En Brasil, resulta

Esto deberá ser apoyado, pero entendido como vía de transición haciaformas políticas (Confederación, moneda única) y económicas (pla-nificación de grandes emprendimientos comunes) de asociaciónsuramericana en la cual la clase obrera deberá constituirse como taly disputar el poder político a esa escala. De modo que, además debregar con el máximo de nuestras capacidades por darle formaconcreta a un bloque antimperialista continental -es decir, que incluyaa los trabajadores y los pueblos de Estados Unidos y Canadá, comotambién propusimos cuando participamos en la fundación del Foro deSão Paulo- debemos asumir esas dos magnas tareas históricas: laconstitución de la clase obrera latinoamericana como clase para sí, yla conformación de todos los instrumentos necesarios para la luchapor el poder” (18).

Dos años después quedó en evidencia quiénes, cómo y cuánto hanandado aquel camino. Y la relación de fuerzas resultante de las líneasde acción asumidas quedaron a la vista: tiene más de un significadoque el Mercosur haya resuelto designar un Presidente y que el cargole haya sido entregado a Eduardo Duhalde (19). Posteriormentesorprendería la noticia de que Lula llevó como invitado especial al expresidente argentino en una larga gira comercial por Oriente. QueDuhalde acompañe al titular del Partido de los Trabajadores de Brasilinmediatamente después de haber expuesto con claridad la necesidadde reprimir las manifestaciones de los desocupados, es un símbolo dela dinámica impresa en esta alianza de clases definida por el PT comoúnica salida a la solución de los problemas de nuestros pueblos.

No es menos significativo, sin embargo, el curso tomado desdeentonces por la Revolución Bolivariana y su proyección como fuerzaactuante a escala suramericana, pese a la imposibilidad verificadahasta el momento de articular sobre bases genuinas y con dinámicade masas un bloque antimperialista continental.

18.- Texto presentado por el autor al IV Congreso de la UMS- Resolucióninternacional. Eslabón N° 41, Buenos Aires, diciembre de 2001. www.geocities.com/ums_ar19.- Prueba adicional de nuestra afirmación de que el de Kirchner es, por su base socialy partidaria, una continuidad lineal del de Duhalde, respaldado por Raúl Alfonsín.

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obvio que los trabajadores y las masas desposeídas que llevaron aLula al gobierno confíen en él, crean en sus argumentos para pedirpaciencia y le den tiempo para obtener los cambios esperados; enArgentina, después de la prueba de fuego que expuso la desubicacióne incapacidad de las izquierdas, no puede sorprender que el discursode Kirchner genere expectativas positivas en una mayoría de lasociedad; en Bolivia, no asombra que las mismas masas que depusierona Sánchez de Lozada le den tregua a su vicepresidente, Carlos Mesa,y que incluso no rechacen de plano la idea de que éste termine sumandato en 2007, para entonces buscar un gobierno propio; enEcuador no cabe sorprenderse por el hecho de que el poderosomovimiento de masas que catapultó al poder a Lucio Gutiérrezingrese en una fase de desmovilización, confusión y división; enVenezuela, aun con las pausas y desvíos de la ofensiva revolucionarialanzada por Chávez, es el único país donde se constata un avancesistemático de las masas en términos políticos e ideológicos y tambiénel único país de la región donde la clase obrera industrial, desde susestratos más avanzados, comienza -lenta y contradictoriamente,como no podría ser de otra manera- a recorrer un empinado caminode autoorganización y asunción de una conciencia de clase.

Cuba, mientras tanto, continúa en su papel de vanguardia ideoló-gica en medio de este panorama donde por un lado resalta lareaparición generalizada de la movilización de masas y por otro elatraso y desagregación.

Es a esta transición y en esta coyuntura a la que se debe respondera escala regional. No se trata de una consigna. Sino de un concepto.La noción de Frente Antimperialista es hoy la única herramientacomún a los trabajadores y los pueblos suramericanos capaz depermitir pasos concretos hacia la unidad social frente a EstadosUnidos, un enemigo que, sin iniciativa política, sumando derrotas yatenazado por la crisis, tiene no obstante un enorme poder destructivo,ya desplegado y a punto de poner en funcionamiento con toda sufuerza letal.

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obvio que los trabajadores y las masas desposeídas que llevaron aLula al gobierno confíen en él, crean en sus argumentos para pedirpaciencia y le den tiempo para obtener los cambios esperados; enArgentina, después de la prueba de fuego que expuso la desubicacióne incapacidad de las izquierdas, no puede sorprender que el discursode Kirchner genere expectativas positivas en una mayoría de lasociedad; en Bolivia, no asombra que las mismas masas que depusierona Sánchez de Lozada le den tregua a su vicepresidente, Carlos Mesa,y que incluso no rechacen de plano la idea de que éste termine sumandato en 2007, para entonces buscar un gobierno propio; enEcuador no cabe sorprenderse por el hecho de que el poderosomovimiento de masas que catapultó al poder a Lucio Gutiérrezingrese en una fase de desmovilización, confusión y división; enVenezuela, aun con las pausas y desvíos de la ofensiva revolucionarialanzada por Chávez, es el único país donde se constata un avancesistemático de las masas en términos políticos e ideológicos y tambiénel único país de la región donde la clase obrera industrial, desde susestratos más avanzados, comienza -lenta y contradictoriamente,como no podría ser de otra manera- a recorrer un empinado caminode autoorganización y asunción de una conciencia de clase.

Cuba, mientras tanto, continúa en su papel de vanguardia ideoló-gica en medio de este panorama donde por un lado resalta lareaparición generalizada de la movilización de masas y por otro elatraso y desagregación.

Es a esta transición y en esta coyuntura a la que se debe respondera escala regional. No se trata de una consigna. Sino de un concepto.La noción de Frente Antimperialista es hoy la única herramientacomún a los trabajadores y los pueblos suramericanos capaz depermitir pasos concretos hacia la unidad social frente a EstadosUnidos, un enemigo que, sin iniciativa política, sumando derrotas yatenazado por la crisis, tiene no obstante un enorme poder destructivo,ya desplegado y a punto de poner en funcionamiento con toda sufuerza letal.

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2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suraméricaa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXI

Transcurridos apenas cinco años del siglo XXI, Suramérica comototalidad ha ingresado a una fase histórica cualitativamente diferentede la que determinó su curso durante el largo ciclo precedente. Enrigor, esa fase se inscribe en otra mayor, determinada por la crisisgeneral del capitalismo y su principal consecuencia política en elhemisferio: la autonegación y desarticulación de los grandes movi-mientos nacional-burgueses que dominaron el escenario político de laregión durante prácticamente todo el siglo XX. Se trata por tanto, sise permite la imagen, de una transición dentro de la transición.

Tomando prestada una expresión de la ciencia económica, podríadecirse que la “onda larga” del devenir político iniciada en los ’70 tuvosu primera fase con el debilitamiento y fragmentación de las grandesfuerzas políticas de masas nacional-burguesas en América Latina.Luego los aparatos dirigentes de aquellas fuerzas de masas seautonegaron, y pasaron a servir como ariete imperialista en laaplicación de medidas anticrisis (superexplotación del trabajo asala-riado, traslación de la plusvalía de las burguesías locales a los centrosmetropolitanos mediante argucias financieras, saqueo descarado delas materias primas). La tercera fase está en curso: el movimiento deautodefensa de las burguesías suramericanas es acompañado por unintento de recomposición de formas híbridas de nacionalismo burguésy reformismo clásico. Hay que decirlo para comenzar y sin rodeos:si este proceso desembocara en la reconstitución de movimientosnacional-burgueses o popular-reformistas con respaldo de masas,todo el ciclo de medio siglo de luchas revertiría y los obreros, loscampesinos latinoamericano-caribeños sufrirían una derrota históri-ca, que a su vez repercutiría con efectos devastadores a escalamundial. Simultáneamente, sin embargo, estas formas híbridas hoydominantes significan un límite que Estados Unidos no puede admitiren ningún sentido. El papel que en ese conjunto juega la RevoluciónBolivariana de Venezuela agrega un factor revulsivo, que a la vez

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2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suramérica2004: Argentina y Suraméricaa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXIa comienzos del siglo XXI

Transcurridos apenas cinco años del siglo XXI, Suramérica comototalidad ha ingresado a una fase histórica cualitativamente diferentede la que determinó su curso durante el largo ciclo precedente. Enrigor, esa fase se inscribe en otra mayor, determinada por la crisisgeneral del capitalismo y su principal consecuencia política en elhemisferio: la autonegación y desarticulación de los grandes movi-mientos nacional-burgueses que dominaron el escenario político de laregión durante prácticamente todo el siglo XX. Se trata por tanto, sise permite la imagen, de una transición dentro de la transición.

Tomando prestada una expresión de la ciencia económica, podríadecirse que la “onda larga” del devenir político iniciada en los ’70 tuvosu primera fase con el debilitamiento y fragmentación de las grandesfuerzas políticas de masas nacional-burguesas en América Latina.Luego los aparatos dirigentes de aquellas fuerzas de masas seautonegaron, y pasaron a servir como ariete imperialista en laaplicación de medidas anticrisis (superexplotación del trabajo asala-riado, traslación de la plusvalía de las burguesías locales a los centrosmetropolitanos mediante argucias financieras, saqueo descarado delas materias primas). La tercera fase está en curso: el movimiento deautodefensa de las burguesías suramericanas es acompañado por unintento de recomposición de formas híbridas de nacionalismo burguésy reformismo clásico. Hay que decirlo para comenzar y sin rodeos:si este proceso desembocara en la reconstitución de movimientosnacional-burgueses o popular-reformistas con respaldo de masas,todo el ciclo de medio siglo de luchas revertiría y los obreros, loscampesinos latinoamericano-caribeños sufrirían una derrota históri-ca, que a su vez repercutiría con efectos devastadores a escalamundial. Simultáneamente, sin embargo, estas formas híbridas hoydominantes significan un límite que Estados Unidos no puede admitiren ningún sentido. El papel que en ese conjunto juega la RevoluciónBolivariana de Venezuela agrega un factor revulsivo, que a la vez

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empuja y frena a los gobiernos de la región obligados a tomar distanciade Washington: si no siguen el ejemplo de las medidas radicales queaplica Hugo Chávez en favor de las masas y en defensa de lasoberanía y el crecimiento, estarán amenazados por obreros, campe-sinos y juventudes embanderados con un proceso que ya ha procla-mado la necesidad de transponer el capitalismo y edificar un nuevosocialismo; si intentan emularlo mientras frenan el ímpetu de aquellarevolución, día a día más identificada con la Revolución Cubana,corren el riesgo de chocar con sus socios-enemigos y ser derrocadospor ellos. En el centro de este dilema, el Departamento de Estadoestadounidense no disimula su estrategia: el empleo de la violencia aescala hemisférica, con punto de partida en Venezuela y en Cuba,apoyándose en su dispositivo militar continental.

No hay modo de eludir esta evidencia: Suramérica está ante larevolución, la guerra y la contrarrevolución. La batalla está pordelante; advertirlo no implica pesimismo y mucho menos duda, sinotodo lo contrario: la certeza de que están dadas las condiciones paraafrontarla y ganarla. Para ello es preciso ante todo despejar lasincógnitas principales, los dilemas teóricos, políticos y estratégicos, apartir de cuya respuesta se podrá orientar la tarea revolucionaria. Setrata de plantear, debatir y resolver, en el fragor de la lucha políticadiaria, el carácter del momento histórico que vive el mundo; elestado real material, de conciencia, organización y disposición delproletariado internacional; la necesidad/posibilidad de un FrenteAntimperialista a escala nacional, regional y mundial; la teoría delpartido requerido por una revolución social; la relación FrenteAntimperialista-Partido Revolucionario.

Coyuntura históricaLa base para interpretar la situación y la dinámica del cuadro

político continental está en la crisis del capitalismo a escala mundial,con centro en las metrópolis imperialistas, reaparecida como factordeterminante en el último cuarto del siglo XX (1). La profundidad y

magnitud de esa crisis clásica del sistema (sobreproducción de bienesy servicios), se enmarca en un momento histórico sin precedentes, enel cual el capital tiene la iniciativa estratégica a escala mundial y lalucha interimperialista por el control de los mercados se manifiesta demanera constantemente agudizada, gravitando sobre el conjunto decontradicciones que atraviesa el planeta.

Lejos de ser una novedad, esta situación se ha repetido cíclicamentedesde que el capitalismo se impuso a escala global. Factores nuevosse presentan sin embargo en dos terrenos:# la aceleración de una revolución permanente en la ciencia y latecnología, que potencia el desarrollo de las fuerzas productivas ytransforma sin pausa las formas de producción y las relacionesindividuales y sociales;# la inexistencia en la conciencia de las masas proletarias del mundo(geométricamente acrecidas por el avance vertiginoso en la univer-salización de la ley del valor), de su propia condición de tales y deque la respuesta a los innumerables, crecientes e insoportablessufrimientos materiales y espirituales de la vida contemporáneaestá en la abolición del capitalismo y la creación de un sistemasocialista mundial.

La subjetividad de las masas es un factor objetivo para larevolución. La caída de la URSS y la identificación de estecataclismo histórico con el definitivo fracaso del socialismoprodujeron un efecto letal en la conciencia de cientos de millones deobreros en todo el mundo, clausurando para la inmensa mayoríatodo horizonte más allá del sistema capitalista. Como no podía serde otra manera, esto redundaría en el debilitamiento de lasorganizaciones sociales y políticas de la clase trabajadora.Entrelazadas, estas causas y consecuencias permearían a toda lasociedad, ganando masivamente a las juventudes, a la intelectualidad,estableciendo una dialéctica negativa que diezmó organizaciones,personalidades y proyectos socialistas de la más amplia gama. Laasunción plena y formal de los programas anticrisis del capitalismo(denominados ‘neoliberalismo’) por parte de los principales partidossocialdemócratas europeos y los movimientos nacional-populistasen América Latina, traduce la magnitud del cimbronazo histórico.

1.- “El mundo después de la guerra del Golfo y sin la URSS”, Crítica N° 1, BuenosAires, octubre de 1991.

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empuja y frena a los gobiernos de la región obligados a tomar distanciade Washington: si no siguen el ejemplo de las medidas radicales queaplica Hugo Chávez en favor de las masas y en defensa de lasoberanía y el crecimiento, estarán amenazados por obreros, campe-sinos y juventudes embanderados con un proceso que ya ha procla-mado la necesidad de transponer el capitalismo y edificar un nuevosocialismo; si intentan emularlo mientras frenan el ímpetu de aquellarevolución, día a día más identificada con la Revolución Cubana,corren el riesgo de chocar con sus socios-enemigos y ser derrocadospor ellos. En el centro de este dilema, el Departamento de Estadoestadounidense no disimula su estrategia: el empleo de la violencia aescala hemisférica, con punto de partida en Venezuela y en Cuba,apoyándose en su dispositivo militar continental.

No hay modo de eludir esta evidencia: Suramérica está ante larevolución, la guerra y la contrarrevolución. La batalla está pordelante; advertirlo no implica pesimismo y mucho menos duda, sinotodo lo contrario: la certeza de que están dadas las condiciones paraafrontarla y ganarla. Para ello es preciso ante todo despejar lasincógnitas principales, los dilemas teóricos, políticos y estratégicos, apartir de cuya respuesta se podrá orientar la tarea revolucionaria. Setrata de plantear, debatir y resolver, en el fragor de la lucha políticadiaria, el carácter del momento histórico que vive el mundo; elestado real material, de conciencia, organización y disposición delproletariado internacional; la necesidad/posibilidad de un FrenteAntimperialista a escala nacional, regional y mundial; la teoría delpartido requerido por una revolución social; la relación FrenteAntimperialista-Partido Revolucionario.

Coyuntura históricaLa base para interpretar la situación y la dinámica del cuadro

político continental está en la crisis del capitalismo a escala mundial,con centro en las metrópolis imperialistas, reaparecida como factordeterminante en el último cuarto del siglo XX (1). La profundidad y

magnitud de esa crisis clásica del sistema (sobreproducción de bienesy servicios), se enmarca en un momento histórico sin precedentes, enel cual el capital tiene la iniciativa estratégica a escala mundial y lalucha interimperialista por el control de los mercados se manifiesta demanera constantemente agudizada, gravitando sobre el conjunto decontradicciones que atraviesa el planeta.

Lejos de ser una novedad, esta situación se ha repetido cíclicamentedesde que el capitalismo se impuso a escala global. Factores nuevosse presentan sin embargo en dos terrenos:# la aceleración de una revolución permanente en la ciencia y latecnología, que potencia el desarrollo de las fuerzas productivas ytransforma sin pausa las formas de producción y las relacionesindividuales y sociales;# la inexistencia en la conciencia de las masas proletarias del mundo(geométricamente acrecidas por el avance vertiginoso en la univer-salización de la ley del valor), de su propia condición de tales y deque la respuesta a los innumerables, crecientes e insoportablessufrimientos materiales y espirituales de la vida contemporáneaestá en la abolición del capitalismo y la creación de un sistemasocialista mundial.

La subjetividad de las masas es un factor objetivo para larevolución. La caída de la URSS y la identificación de estecataclismo histórico con el definitivo fracaso del socialismoprodujeron un efecto letal en la conciencia de cientos de millones deobreros en todo el mundo, clausurando para la inmensa mayoríatodo horizonte más allá del sistema capitalista. Como no podía serde otra manera, esto redundaría en el debilitamiento de lasorganizaciones sociales y políticas de la clase trabajadora.Entrelazadas, estas causas y consecuencias permearían a toda lasociedad, ganando masivamente a las juventudes, a la intelectualidad,estableciendo una dialéctica negativa que diezmó organizaciones,personalidades y proyectos socialistas de la más amplia gama. Laasunción plena y formal de los programas anticrisis del capitalismo(denominados ‘neoliberalismo’) por parte de los principales partidossocialdemócratas europeos y los movimientos nacional-populistasen América Latina, traduce la magnitud del cimbronazo histórico.

1.- “El mundo después de la guerra del Golfo y sin la URSS”, Crítica N° 1, BuenosAires, octubre de 1991.

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El desconocimiento del impacto profundo que en las masas delmundo produjo la consumación del fracaso de la primera revoluciónsocialista (un fracaso que, en rigor, había ocurrido medio siglo antes),es una de las causas principales de los desvíos en equipos y cuadrosrevolucionarios que sufrieron un vertiginoso distanciamiento de larealidad hasta llegar a la irracionalidad autoalimentada como fuentede todo su accionar. Si una autocrítica debe hacer el autor de estaspáginas es que, habiendo señalado este factor desde el primermomento, y pese a haber corregido una y otra vez la magnitud de sualcance, no lo hizo sin embargo en el momento y grado suficientescomo para no errar en la previsión de la conducta de las masasobreras, tanto en los países imperialistas como en el mundo semicolonial,lo que naturalmente llevaría a errores en cuanto a la capacidad de losestrategas imperialistas para manejar la coyuntura (2).

El hecho es que antes de la Primera Guerra Mundial las masasobreras tenían un horizonte socialista y antes de la Segunda GuerraMundial aquella esperanza colectiva se bifurcaba en dos líneas (la dequienes la veían realizada en la Unión Soviética y la de quienes,enfrentados con aquélla, proponían la superación del capitalismo porvía evolutiva), pero ambas con el objetivo socialista como definición.Hoy, en cambio, ante la reiteración del cuadro económico planetarioque precedió a las dos guerras mundiales, no existe como nociónenraizada en las masas la idea de alternativa anticapitalista. Secombinan entonces la proletarización creciente en un marco deininterrumpida actualización del modo de producción, crisis capitalis-

ta, ausencia de conciencia de clase y ausencia de voluntad socialistaen las masas trabajadoras, todo lo cual redunda en un ensanchamientosin precedentes de la capacidad de acción de las burguesías interna-cionales y nacionales.

A esto se suma la asimilación de las lecciones de la Historia porparte de las clases dominantes, que se manifiesta en líneas de accióndestinadas a mantener y ahondar las divisiones y los factores paralizan-tes en las filas obreras. La cada vez más marcada estratificaciónsalarial -con beneficios a menudo muy elevados para sectores clave delproletariado industrial en detrimento de todo el espectro asalariado, sinexcluir a las capas profesionales proletarizadas- gravita tanto mássobre el acontecer político inmediato cuanto más dramático es elnúmero y la situación de los desocupados. Además, como nunca antes,las clases dominantes penetran y actúan en las organizaciones socialesy políticas de las masas, comprando y manipulando cuadros en funciónde los intereses estratégicos del capital.

Como se ha mostrado en el capítulo anterior, la universalizaciónde las relaciones capitalistas y los propios paliativos hallados por lasclases dominantes para contrarrestar los efectos de la crisis estruc-tural han resultado en un crecimiento numérico explosivo de la claseobrera en sí; pero a la vez, como resultado de ese mismo aumentoarrollador -que proletarizó profesionales, técnicos, científicos ycapas medias- combinado con las sucesivas derrotas y frustracio-nes de la perspectiva socialista, prácticamente ha hecho desapare-cer la clase obrera para sí.

Éste es a grandes pinceladas el boceto de la coyuntura histórica.Ahora bien, en este ciclo prolongado, los factores que inhiben larespuesta obrera no han impedido el agravamiento sistemático de lacrisis del capital. El resultado es que los efectos del recrudecimientoacelerado de esa crisis se dirimen hoy exclusivamente en el terrenode las clases dominantes, que disputan entre sí la captación ydistribución de porciones cada vez mayores de la plusvalía mundial sinapenas resistencia por parte de las clases explotadas, que a escalainternacional no cuentan con programa, organización, liderazgo nibanderas para ocupar el lugar que la crisis exige.

No es posible trazar una estrategia y elaborar un programa

2.- Los errores provenientes de esa insuficiente evaluación del estado del proletariadomundial y sus organizaciones sociales y políticas pueden hallarse a lo largo de los30 volúmenes anteriores de Crítica sobre todo a partir del N° 4, “Perspectivas delsocialismo a 25 años de la muerte del Che”, noviembre 1992. Las correccionesrealizadas a la luz de los hechos -que también pueden hallarse en nuestras páginas,así como en documentos políticos como los informes a sucesivos congresos de laUnión de Militantes por el Socialismo- fueron sin embargo insuficientes, e impidie-ron prever éxitos políticos del imperialismo que redundarían en nuevos márgenespara el sostenimiento del capital, lo cual a su vez ahondaría todavía más ladesmoralización y desorganización de la clase obrera en todo el mundo, en unadialéctica negativa que aún no ha revertido con eje en el proletariado, aunque comienzaa cambiar de signo de una manera que es precisamente el objeto de este trabajo.

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El desconocimiento del impacto profundo que en las masas delmundo produjo la consumación del fracaso de la primera revoluciónsocialista (un fracaso que, en rigor, había ocurrido medio siglo antes),es una de las causas principales de los desvíos en equipos y cuadrosrevolucionarios que sufrieron un vertiginoso distanciamiento de larealidad hasta llegar a la irracionalidad autoalimentada como fuentede todo su accionar. Si una autocrítica debe hacer el autor de estaspáginas es que, habiendo señalado este factor desde el primermomento, y pese a haber corregido una y otra vez la magnitud de sualcance, no lo hizo sin embargo en el momento y grado suficientescomo para no errar en la previsión de la conducta de las masasobreras, tanto en los países imperialistas como en el mundo semicolonial,lo que naturalmente llevaría a errores en cuanto a la capacidad de losestrategas imperialistas para manejar la coyuntura (2).

El hecho es que antes de la Primera Guerra Mundial las masasobreras tenían un horizonte socialista y antes de la Segunda GuerraMundial aquella esperanza colectiva se bifurcaba en dos líneas (la dequienes la veían realizada en la Unión Soviética y la de quienes,enfrentados con aquélla, proponían la superación del capitalismo porvía evolutiva), pero ambas con el objetivo socialista como definición.Hoy, en cambio, ante la reiteración del cuadro económico planetarioque precedió a las dos guerras mundiales, no existe como nociónenraizada en las masas la idea de alternativa anticapitalista. Secombinan entonces la proletarización creciente en un marco deininterrumpida actualización del modo de producción, crisis capitalis-

ta, ausencia de conciencia de clase y ausencia de voluntad socialistaen las masas trabajadoras, todo lo cual redunda en un ensanchamientosin precedentes de la capacidad de acción de las burguesías interna-cionales y nacionales.

A esto se suma la asimilación de las lecciones de la Historia porparte de las clases dominantes, que se manifiesta en líneas de accióndestinadas a mantener y ahondar las divisiones y los factores paralizan-tes en las filas obreras. La cada vez más marcada estratificaciónsalarial -con beneficios a menudo muy elevados para sectores clave delproletariado industrial en detrimento de todo el espectro asalariado, sinexcluir a las capas profesionales proletarizadas- gravita tanto mássobre el acontecer político inmediato cuanto más dramático es elnúmero y la situación de los desocupados. Además, como nunca antes,las clases dominantes penetran y actúan en las organizaciones socialesy políticas de las masas, comprando y manipulando cuadros en funciónde los intereses estratégicos del capital.

Como se ha mostrado en el capítulo anterior, la universalizaciónde las relaciones capitalistas y los propios paliativos hallados por lasclases dominantes para contrarrestar los efectos de la crisis estruc-tural han resultado en un crecimiento numérico explosivo de la claseobrera en sí; pero a la vez, como resultado de ese mismo aumentoarrollador -que proletarizó profesionales, técnicos, científicos ycapas medias- combinado con las sucesivas derrotas y frustracio-nes de la perspectiva socialista, prácticamente ha hecho desapare-cer la clase obrera para sí.

Éste es a grandes pinceladas el boceto de la coyuntura histórica.Ahora bien, en este ciclo prolongado, los factores que inhiben larespuesta obrera no han impedido el agravamiento sistemático de lacrisis del capital. El resultado es que los efectos del recrudecimientoacelerado de esa crisis se dirimen hoy exclusivamente en el terrenode las clases dominantes, que disputan entre sí la captación ydistribución de porciones cada vez mayores de la plusvalía mundial sinapenas resistencia por parte de las clases explotadas, que a escalainternacional no cuentan con programa, organización, liderazgo nibanderas para ocupar el lugar que la crisis exige.

No es posible trazar una estrategia y elaborar un programa

2.- Los errores provenientes de esa insuficiente evaluación del estado del proletariadomundial y sus organizaciones sociales y políticas pueden hallarse a lo largo de los30 volúmenes anteriores de Crítica sobre todo a partir del N° 4, “Perspectivas delsocialismo a 25 años de la muerte del Che”, noviembre 1992. Las correccionesrealizadas a la luz de los hechos -que también pueden hallarse en nuestras páginas,así como en documentos políticos como los informes a sucesivos congresos de laUnión de Militantes por el Socialismo- fueron sin embargo insuficientes, e impidie-ron prever éxitos políticos del imperialismo que redundarían en nuevos márgenespara el sostenimiento del capital, lo cual a su vez ahondaría todavía más ladesmoralización y desorganización de la clase obrera en todo el mundo, en unadialéctica negativa que aún no ha revertido con eje en el proletariado, aunque comienzaa cambiar de signo de una manera que es precisamente el objeto de este trabajo.

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eficiente si no se parte de esta comprobación. La estridente paradojade que esto ocurra precisamente cuando la necesidad y la posibilidadobjetivas de la realización del socialismo son mayores que nunca enla historia, no hace menos real la falta de conciencia y la desorgani-zación de la clase obrera mundial. A cambio, asegura que hayfundamentos objetivos más que suficientes para una tarea estratégicade recomposición en todos los planos. Pero hay dos jugadores ante eltablero del ajedrez mundial: frente a las fuerzas de la revolución, estánlas fuerzas de la contrarrevolución (cosa que desconocen comonorma los hablistas atacados por la enfermedad infantil del comunis-mo). El desenlace de la convulsiva crisis que amenaza al mundo noes fatal. La derrota no ya de las fuerzas revolucionarias, y siquiera delas clases explotadas, sino de la propia humanidad, es una posibilidadcierta. La victoria requiere ciencia, lucidez, energía y audacia sincortapisas para la acción. La victoria requiere quitarle la iniciativa alimperialismo y las burguesías locales, cambiar la relación de fuerzas,recrear una conciencia de pertenencia clasista y una voluntadrevolucionaria en las masas, articular en cada país el accionar demillones y organizar la capacidad de intervención centralizada decientos de miles de cuadros; requiere crear y enarbolar una banderacomún para las víctimas de la crisis en todo el planeta. Considerarsevanguardia en esta fase de la coyuntura histórica exige acometerestas tareas estratégicas y ser capaz de dotarse del conjunto detácticas para alcanzar tales objetivos (3).

Suramérica como vanguardia internacionalDecíamos más arriba que Suramérica ha ingresado en una fase

histórica cualitativamente diferente a la que rigió su movimiento

durante el cuarto de siglo precedente. Falta subrayar que ese paso nose verifica en el resto del mundo y precisar (o, más apropiadamente,comenzar la ardua tarea de precisar, con el máximo de detalle yextensión), las características de la nueva fase.

La transformación cualitativa se muestra hoy a la vista de todoscon el rugido de la Revolución Bolivariana de Venezuela y elrealineamiento sistemático y creciente de los países del área en unbloque objetivamente contrapuesto a la voluntad estadounidensepara la región.

En el ciclo anterior predominó el fenómeno de transformación de lasgrandes fuerzas políticas de masas, de naturaleza populista nacional-burguesas, en dóciles instrumentos del capital financiero, para afrontarla crisis del sistema mediante partidos con respaldo de masas (el PRIen México, el peronismo en Argentina fueron los principales exponen-tes de un fenómeno que se puede rastrear en cada país). Ahora seasiste a una rearticulación de aquéllas y otras fuerzas sociales ypolíticas en torno a un factor determinante: la necesidad de resistir a ladescontrolada voracidad imperialista, obligada a su vez por la acelera-ción de la crisis del capitalismo mundial.

Antes de que fuera perceptible, este vuelco potencialmentedecisivo era previsible para una teoría que no se limitara a la merarepetición de recetarios y en cambio se abocase a estudiar lascorrientes profundas que trazan el curso de la historia. Ahora, en losprimeros tramos de la nueva etapa, todos quienes se propongansituarse y actuar en función de una resolución anticapitalista para lagran confrontación en marcha, están obligados a un esfuerzo teóricopara adentrarse en el conjunto de contradicciones que determinan lacoyuntura histórica e impulsan las fuerzas en pugna.

Conviene empezar por decir que, frente a esta necesidad, nada esmás letal que adoptar alguna forma de continuidad de las líneas deanálisis y acción que, durante las dos últimas décadas, mostraron unatotal incapacidad para interpretar el curso de los grandes aconteci-mientos que dieron vuelta como un guante la realidad políticainternacional y nacional.

Es preciso asumir que para recomponer la teoría y la organizaciónde una fuerza anticapitalista en los hechos, se impone trazar un corte

3.- ¿Cómo hacerlo? Si la afirmación de lineamientos para la acción está en discusióny constante corrección, en cambio quedan fuera de discusión aquellos que han de serrechazados. El conocimiento comienza siempre por la negación: no se podrá sincortar de un tajo con las rémoras que en el terreno de la teoría, de los conceptosprogramáticos, así como en las prácticas organizativas y las conductas de acciónpolítica, ha dejado el muy prolongado retroceso de la clase obrera internacional. Nose podrá sin apartar a charlatanes, aprovechados y cobardes que se presentan comodirigentes políticos revolucionarios y sólo buscan beneficios individuales, cargosrentados, o simplemente un lugar en el mundo que se derrumba.

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eficiente si no se parte de esta comprobación. La estridente paradojade que esto ocurra precisamente cuando la necesidad y la posibilidadobjetivas de la realización del socialismo son mayores que nunca enla historia, no hace menos real la falta de conciencia y la desorgani-zación de la clase obrera mundial. A cambio, asegura que hayfundamentos objetivos más que suficientes para una tarea estratégicade recomposición en todos los planos. Pero hay dos jugadores ante eltablero del ajedrez mundial: frente a las fuerzas de la revolución, estánlas fuerzas de la contrarrevolución (cosa que desconocen comonorma los hablistas atacados por la enfermedad infantil del comunis-mo). El desenlace de la convulsiva crisis que amenaza al mundo noes fatal. La derrota no ya de las fuerzas revolucionarias, y siquiera delas clases explotadas, sino de la propia humanidad, es una posibilidadcierta. La victoria requiere ciencia, lucidez, energía y audacia sincortapisas para la acción. La victoria requiere quitarle la iniciativa alimperialismo y las burguesías locales, cambiar la relación de fuerzas,recrear una conciencia de pertenencia clasista y una voluntadrevolucionaria en las masas, articular en cada país el accionar demillones y organizar la capacidad de intervención centralizada decientos de miles de cuadros; requiere crear y enarbolar una banderacomún para las víctimas de la crisis en todo el planeta. Considerarsevanguardia en esta fase de la coyuntura histórica exige acometerestas tareas estratégicas y ser capaz de dotarse del conjunto detácticas para alcanzar tales objetivos (3).

Suramérica como vanguardia internacionalDecíamos más arriba que Suramérica ha ingresado en una fase

histórica cualitativamente diferente a la que rigió su movimiento

durante el cuarto de siglo precedente. Falta subrayar que ese paso nose verifica en el resto del mundo y precisar (o, más apropiadamente,comenzar la ardua tarea de precisar, con el máximo de detalle yextensión), las características de la nueva fase.

La transformación cualitativa se muestra hoy a la vista de todoscon el rugido de la Revolución Bolivariana de Venezuela y elrealineamiento sistemático y creciente de los países del área en unbloque objetivamente contrapuesto a la voluntad estadounidensepara la región.

En el ciclo anterior predominó el fenómeno de transformación de lasgrandes fuerzas políticas de masas, de naturaleza populista nacional-burguesas, en dóciles instrumentos del capital financiero, para afrontarla crisis del sistema mediante partidos con respaldo de masas (el PRIen México, el peronismo en Argentina fueron los principales exponen-tes de un fenómeno que se puede rastrear en cada país). Ahora seasiste a una rearticulación de aquéllas y otras fuerzas sociales ypolíticas en torno a un factor determinante: la necesidad de resistir a ladescontrolada voracidad imperialista, obligada a su vez por la acelera-ción de la crisis del capitalismo mundial.

Antes de que fuera perceptible, este vuelco potencialmentedecisivo era previsible para una teoría que no se limitara a la merarepetición de recetarios y en cambio se abocase a estudiar lascorrientes profundas que trazan el curso de la historia. Ahora, en losprimeros tramos de la nueva etapa, todos quienes se propongansituarse y actuar en función de una resolución anticapitalista para lagran confrontación en marcha, están obligados a un esfuerzo teóricopara adentrarse en el conjunto de contradicciones que determinan lacoyuntura histórica e impulsan las fuerzas en pugna.

Conviene empezar por decir que, frente a esta necesidad, nada esmás letal que adoptar alguna forma de continuidad de las líneas deanálisis y acción que, durante las dos últimas décadas, mostraron unatotal incapacidad para interpretar el curso de los grandes aconteci-mientos que dieron vuelta como un guante la realidad políticainternacional y nacional.

Es preciso asumir que para recomponer la teoría y la organizaciónde una fuerza anticapitalista en los hechos, se impone trazar un corte

3.- ¿Cómo hacerlo? Si la afirmación de lineamientos para la acción está en discusióny constante corrección, en cambio quedan fuera de discusión aquellos que han de serrechazados. El conocimiento comienza siempre por la negación: no se podrá sincortar de un tajo con las rémoras que en el terreno de la teoría, de los conceptosprogramáticos, así como en las prácticas organizativas y las conductas de acciónpolítica, ha dejado el muy prolongado retroceso de la clase obrera internacional. Nose podrá sin apartar a charlatanes, aprovechados y cobardes que se presentan comodirigentes políticos revolucionarios y sólo buscan beneficios individuales, cargosrentados, o simplemente un lugar en el mundo que se derrumba.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

más tajante aún que cuando fue necesario enfrentar a quienes, enmedio del derrumbe de la Unión Soviética, quedaron paralizados o, enel otro extremo, vieron un formidable avance del proletariado en posde la revolución socialista mundial, para aunarse unos y otros, unadécada después, ya en el terreno nacional, confundiendo en 2001 lacontraofensiva de un sector del capital en Argentina con una victoriarevolucionaria.

A la vez, es imperativo tomar distancia de toda simulacióncharlatanesca de la teoría: en momentos de extraordinaria acelera-ción histórica, la incapacidad para la acción inhabilita y transforma ensu contrario a cuadros o equipos militantes, por muy loables que seansus intenciones.

El punto de partida de “la transición dentro de la transición” enSuramérica está definido ante todo por lo que no es; y no es larespuesta socialista del proletariado y su vanguardia a la crisis sinprecedentes del sistema capitalista. Más aún: no es el resultado de lamovilización de la clase trabajadora como tal. Los cambios que handeterminado el viraje del curso político general en la región, resumiblesen el freno y empantanamiento del Alca y la creación de unabalbuciente Comunidad Suramericana de Naciones, resultan sobretodo del choque de intereses entre las burguesías regionales y elimperialismo estadounidense (con algo más que el visto bueno de laUnión Europea), en un contexto de prolongada desmovilización de laclase obrera industrial en toda el área (4).

Fue por tanto en el marco de la desmovilización de la clase obreraregional como comenzó a tomar cuerpo una de las posibles resultan-tes del complejísimo choque de fuerzas a escala internacional y,naturalmente, hizo saltar en pedazos los esquemas teóricos que no

partían de esa complejidad. Este es sólo uno de los muchos costos apagar ahora. Porque el giro regional ocurre con la iniciativa políticaen manos de la burguesía. Y allí donde se instaura una dinámicarevolucionaria, como es el caso de Venezuela, ésta no proviene delempuje proletario, sino a la inversa: por todo un período y aun en estosmomentos, los trabajadores no han tomado la iniciativa sino en casospuntuales y efímeros. Es esta realidad inobjetable la que impidió a lamayoría de las fuerzas revolucionarias del continente y el mundocomprender el carácter y la dinámica del gobierno de Hugo Chávez.Corregir con cinco años de retraso la caracterización respecto de laRevolución Bolivariana es, al margen de toda consideración, un pasomeritorio y extraordinariamente positivo. Pero en tanto no se corrijanlas causas que impidieron no sólo comprenderla cuando apareció, sinoy sobre todo adelantar que, dada la particular conformación yaseñalada del cuadro de situación mundial, el fenómeno como taladquiría carácter de necesidad, se continuará desconociendo facto-res determinantes de la realidad política y sosteniendo desviacionesoportunistas o izquierdistas que dificultan la resolución revolucionariade la crisis. Esto es verdad para el análisis de la situación de conjuntoen Suramérica, pero lo será también para la ubicación respecto de lospasos que en el futuro inmediato dé el gobierno venezolano.

No es por falta de inteligencia o perspicacia que el grueso deorganizaciones y cuadros de definición revolucionaria desconoció elbrusco cambio de orientación manifestado a escala regional con larealización de un encuentro de presidentes suramericanos, instanciageopolítica jamás recurrida desde las guerras de emancipación delsiglo XIX. Hubo una demora de años hasta comenzar a registrarlo (enla mayoría de los casos para denostarlo). El convocante de aquellareunión, que tendría lugar en Brasilia, el 31 de agosto de 2000, fueFernando Henrique Cardoso; el principal impulsor de esa nuevainstancia fue Hugo Chávez. Como quienes toman las decisiones enel Departamento de Estado estadounidense no miran con anteojeras,ante tal convocatoria vieron la magnitud de lo que estaba en juego ehicieron un movimiento de emergencia, destinado a contrarrestarla yrecuperar una iniciativa que se le escapaba de las manos: un día antesde la reunión de 12 presidentes suramericanos en Brasilia, el 30 de

4.- En los dos países de mayor desarrollo en Suramérica, Brasil y Argentina, ladesmovilización del proletariado no tiene precedentes. Las últimas huelgas deenvergadura en Argentina ocurrieron a comienzos de 1991: ferroviarios y metalúr-gicos de Villa Constitución. Luego de su derrota, se impuso el plan de convertibilidady las movilizaciones fueron de trabajadores del sector terciario y de desocupados.En Brasil, el PT ganó las elecciones luego de 8 años sin respuesta obrera a losconstantes embates del capital: la última huelga fue la de petroleros en 1995, queterminó derrotada.

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más tajante aún que cuando fue necesario enfrentar a quienes, enmedio del derrumbe de la Unión Soviética, quedaron paralizados o, enel otro extremo, vieron un formidable avance del proletariado en posde la revolución socialista mundial, para aunarse unos y otros, unadécada después, ya en el terreno nacional, confundiendo en 2001 lacontraofensiva de un sector del capital en Argentina con una victoriarevolucionaria.

A la vez, es imperativo tomar distancia de toda simulacióncharlatanesca de la teoría: en momentos de extraordinaria acelera-ción histórica, la incapacidad para la acción inhabilita y transforma ensu contrario a cuadros o equipos militantes, por muy loables que seansus intenciones.

El punto de partida de “la transición dentro de la transición” enSuramérica está definido ante todo por lo que no es; y no es larespuesta socialista del proletariado y su vanguardia a la crisis sinprecedentes del sistema capitalista. Más aún: no es el resultado de lamovilización de la clase trabajadora como tal. Los cambios que handeterminado el viraje del curso político general en la región, resumiblesen el freno y empantanamiento del Alca y la creación de unabalbuciente Comunidad Suramericana de Naciones, resultan sobretodo del choque de intereses entre las burguesías regionales y elimperialismo estadounidense (con algo más que el visto bueno de laUnión Europea), en un contexto de prolongada desmovilización de laclase obrera industrial en toda el área (4).

Fue por tanto en el marco de la desmovilización de la clase obreraregional como comenzó a tomar cuerpo una de las posibles resultan-tes del complejísimo choque de fuerzas a escala internacional y,naturalmente, hizo saltar en pedazos los esquemas teóricos que no

partían de esa complejidad. Este es sólo uno de los muchos costos apagar ahora. Porque el giro regional ocurre con la iniciativa políticaen manos de la burguesía. Y allí donde se instaura una dinámicarevolucionaria, como es el caso de Venezuela, ésta no proviene delempuje proletario, sino a la inversa: por todo un período y aun en estosmomentos, los trabajadores no han tomado la iniciativa sino en casospuntuales y efímeros. Es esta realidad inobjetable la que impidió a lamayoría de las fuerzas revolucionarias del continente y el mundocomprender el carácter y la dinámica del gobierno de Hugo Chávez.Corregir con cinco años de retraso la caracterización respecto de laRevolución Bolivariana es, al margen de toda consideración, un pasomeritorio y extraordinariamente positivo. Pero en tanto no se corrijanlas causas que impidieron no sólo comprenderla cuando apareció, sinoy sobre todo adelantar que, dada la particular conformación yaseñalada del cuadro de situación mundial, el fenómeno como taladquiría carácter de necesidad, se continuará desconociendo facto-res determinantes de la realidad política y sosteniendo desviacionesoportunistas o izquierdistas que dificultan la resolución revolucionariade la crisis. Esto es verdad para el análisis de la situación de conjuntoen Suramérica, pero lo será también para la ubicación respecto de lospasos que en el futuro inmediato dé el gobierno venezolano.

No es por falta de inteligencia o perspicacia que el grueso deorganizaciones y cuadros de definición revolucionaria desconoció elbrusco cambio de orientación manifestado a escala regional con larealización de un encuentro de presidentes suramericanos, instanciageopolítica jamás recurrida desde las guerras de emancipación delsiglo XIX. Hubo una demora de años hasta comenzar a registrarlo (enla mayoría de los casos para denostarlo). El convocante de aquellareunión, que tendría lugar en Brasilia, el 31 de agosto de 2000, fueFernando Henrique Cardoso; el principal impulsor de esa nuevainstancia fue Hugo Chávez. Como quienes toman las decisiones enel Departamento de Estado estadounidense no miran con anteojeras,ante tal convocatoria vieron la magnitud de lo que estaba en juego ehicieron un movimiento de emergencia, destinado a contrarrestarla yrecuperar una iniciativa que se le escapaba de las manos: un día antesde la reunión de 12 presidentes suramericanos en Brasilia, el 30 de

4.- En los dos países de mayor desarrollo en Suramérica, Brasil y Argentina, ladesmovilización del proletariado no tiene precedentes. Las últimas huelgas deenvergadura en Argentina ocurrieron a comienzos de 1991: ferroviarios y metalúr-gicos de Villa Constitución. Luego de su derrota, se impuso el plan de convertibilidady las movilizaciones fueron de trabajadores del sector terciario y de desocupados.En Brasil, el PT ganó las elecciones luego de 8 años sin respuesta obrera a losconstantes embates del capital: la última huelga fue la de petroleros en 1995, queterminó derrotada.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

agosto, William Clinton desembarcaría con inusitado despliegue defuerzas en Cartagena, para lanzar el Plan Colombia. Allí el jefeimperialista exigió que todos los países del área se comprometierancon el dispositivo militar de control regional proyectado por Washing-ton. Apenas horas después, 12 presidentes, lejos de acatar la orden,la desafiaban no ya negándose a integrarse al dispositivo militar, sinodenunciándolo como serio riesgo de extensión del accionar bélico atoda la región.

Algo fundamental había ocurrido: la crisis capitalista adoptaba laforma de choque entre las burguesías suramericanas -encabezadaspor Brasil- y el imperialismo estadounidense. En el centro de esefenómeno nuevo, sin embargo, estaba la Revolución Bolivariana, locual le confería un carácter particular. Dijimos en ese momento “Yano es una presunción: el cuadro geopolítico hemisférico ha consuma-do un drástico giro, tras el cual Estados Unidos se ve desafiado -comonunca antes en dos siglos de historia- por un conjunto diverso depaíses suramericanos, a cuya vanguardia marchan, aunque porcarriles diferentes, los gobiernos de Brasil y Venezuela” (5).

Washington respondió redoblando presiones y esgrimiendo ya sinocultamientos la amenaza militar. Al mes siguiente afirmamos:“‘Sudistán’ existe. La república imaginaria diseñada por los estrategasdel Departamento de Estado y el Pentágono para ensayar la represióna una sublevación popular, es la inexorable prolongación del PlanColombia, puesto en movimiento por el presidente William Clinton el30 de agosto de 2000 en Cartagena. En la percepción de quienestrazan la política exterior de Estados Unidos, ‘Sudistán’ es AméricaLatina. Y el operativo ‘Cabañas 2000’, llevado a cabo en Córdoba(Argentina) con derroche de dinero, tecnología y armamento, es unamuestra de lo que espera Washington en la región y de sus aprontespara responder. Pero acaso el factor más alarmante es que urgido porrecuperar la iniciativa a escala continental, reubicar bajo su férula agobiernos arrastrados por una fuerza centrífuga e impedir la conso-lidación de un bloque regional que escape a su estricto control, la Casa

Blanca está obrando de modo tal que sus decisiones implican unaacelerada desestabilización político-institucional en la región, a la queofrece como alternativa una variante, aún con perfiles borrosos, deregímenes afirmados sobre la militarización de la vida política” (6).

Los hechos admiten siempre diferente interpretación; pero si selos ignora replican cobrando un alto precio: cuatro años y mediodespués, el fracaso del Alca y la conformación de la ComunidadSuramericana de Naciones dan una idea de la trascendencia de aquelviraje. Desde una perspectiva revolucionaria, obrera y socialista,¿qué actitud correspondía adoptar en aquel momento frente al obviorumbo de colisión entre un multiforme y apenas esbozado bloque degobiernos suramericanos frente a Estados Unidos? ¿Cómo conquis-tar el corazón y la conciencia de las grandes mayorías sin participaren la primera fila de ese combate?

Frente antimperialista, partido y clase obreraAquella pregunta no debería dar lugar a duda. En relación con

fenómenos análogos la naciente Revolución Rusa, amenazada por laguerra imperialista a escala mundial, teorizó en el IV° Congreso dela Internacional Comunista el concepto de Frente Antimperialista.Pero aquí y ahora ocurrió lo contrario de lo que debía esperarse dequienes se reclaman de aquella tradición: prácticamente sin fisuras,en Argentina las fuerzas del más amplio arco de izquierda coincidie-ron en desconocer los hechos. Como parte de ese distanciamiento dela realidad, no se le atribuyó significado alguno a la gira de la secretariade Estado estadounidense Madeleine Albright por la región algunosmeses después ni al efecto de su visita a Buenos Aires. En conse-cuencia, no se observaron los movimientos producidos en el seno delas clases dominantes en Argentina, que además entraba en esenuevo cuadro regional en medio de un cataclismo económico. A losfines del balance que intentamos, es obligado repetir una referenciaya citada anteriormente. Un artículo escrito en julio de 2001 paraCrítica, bajo el subtítulo ‘Preparativos de recambio patronal’, el autor

5.- “Militarización en la política”, publicado por el autor en Le Monde diplomatiqueEdición Cono Sur, en septiembre de 2000.

6.- “La onda expansiva del Plan Colombia”, Le Monde diplomatique Edición ConoSur, octubre de 2000

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agosto, William Clinton desembarcaría con inusitado despliegue defuerzas en Cartagena, para lanzar el Plan Colombia. Allí el jefeimperialista exigió que todos los países del área se comprometierancon el dispositivo militar de control regional proyectado por Washing-ton. Apenas horas después, 12 presidentes, lejos de acatar la orden,la desafiaban no ya negándose a integrarse al dispositivo militar, sinodenunciándolo como serio riesgo de extensión del accionar bélico atoda la región.

Algo fundamental había ocurrido: la crisis capitalista adoptaba laforma de choque entre las burguesías suramericanas -encabezadaspor Brasil- y el imperialismo estadounidense. En el centro de esefenómeno nuevo, sin embargo, estaba la Revolución Bolivariana, locual le confería un carácter particular. Dijimos en ese momento “Yano es una presunción: el cuadro geopolítico hemisférico ha consuma-do un drástico giro, tras el cual Estados Unidos se ve desafiado -comonunca antes en dos siglos de historia- por un conjunto diverso depaíses suramericanos, a cuya vanguardia marchan, aunque porcarriles diferentes, los gobiernos de Brasil y Venezuela” (5).

Washington respondió redoblando presiones y esgrimiendo ya sinocultamientos la amenaza militar. Al mes siguiente afirmamos:“‘Sudistán’ existe. La república imaginaria diseñada por los estrategasdel Departamento de Estado y el Pentágono para ensayar la represióna una sublevación popular, es la inexorable prolongación del PlanColombia, puesto en movimiento por el presidente William Clinton el30 de agosto de 2000 en Cartagena. En la percepción de quienestrazan la política exterior de Estados Unidos, ‘Sudistán’ es AméricaLatina. Y el operativo ‘Cabañas 2000’, llevado a cabo en Córdoba(Argentina) con derroche de dinero, tecnología y armamento, es unamuestra de lo que espera Washington en la región y de sus aprontespara responder. Pero acaso el factor más alarmante es que urgido porrecuperar la iniciativa a escala continental, reubicar bajo su férula agobiernos arrastrados por una fuerza centrífuga e impedir la conso-lidación de un bloque regional que escape a su estricto control, la Casa

Blanca está obrando de modo tal que sus decisiones implican unaacelerada desestabilización político-institucional en la región, a la queofrece como alternativa una variante, aún con perfiles borrosos, deregímenes afirmados sobre la militarización de la vida política” (6).

Los hechos admiten siempre diferente interpretación; pero si selos ignora replican cobrando un alto precio: cuatro años y mediodespués, el fracaso del Alca y la conformación de la ComunidadSuramericana de Naciones dan una idea de la trascendencia de aquelviraje. Desde una perspectiva revolucionaria, obrera y socialista,¿qué actitud correspondía adoptar en aquel momento frente al obviorumbo de colisión entre un multiforme y apenas esbozado bloque degobiernos suramericanos frente a Estados Unidos? ¿Cómo conquis-tar el corazón y la conciencia de las grandes mayorías sin participaren la primera fila de ese combate?

Frente antimperialista, partido y clase obreraAquella pregunta no debería dar lugar a duda. En relación con

fenómenos análogos la naciente Revolución Rusa, amenazada por laguerra imperialista a escala mundial, teorizó en el IV° Congreso dela Internacional Comunista el concepto de Frente Antimperialista.Pero aquí y ahora ocurrió lo contrario de lo que debía esperarse dequienes se reclaman de aquella tradición: prácticamente sin fisuras,en Argentina las fuerzas del más amplio arco de izquierda coincidie-ron en desconocer los hechos. Como parte de ese distanciamiento dela realidad, no se le atribuyó significado alguno a la gira de la secretariade Estado estadounidense Madeleine Albright por la región algunosmeses después ni al efecto de su visita a Buenos Aires. En conse-cuencia, no se observaron los movimientos producidos en el seno delas clases dominantes en Argentina, que además entraba en esenuevo cuadro regional en medio de un cataclismo económico. A losfines del balance que intentamos, es obligado repetir una referenciaya citada anteriormente. Un artículo escrito en julio de 2001 paraCrítica, bajo el subtítulo ‘Preparativos de recambio patronal’, el autor

5.- “Militarización en la política”, publicado por el autor en Le Monde diplomatiqueEdición Cono Sur, en septiembre de 2000.

6.- “La onda expansiva del Plan Colombia”, Le Monde diplomatique Edición ConoSur, octubre de 2000

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

de estas páginas adelantaba lo siguiente: “Todo indica que está en vías de consolidación unacoalición compuesta por el ala alfonsinista de la UCR, elsector de Duhalde en el PJ, la UIA, las dos CGT y lajerarquía de la iglesia con sus múltiples tentáculos,destinado a consolidar un parapeto ante la inexorableexplosión del actual esquema de poder (...) Tal parece queha llegado la hora del realineamiento formal y acaso deconformación de nuevos partidos burgueses” (7).

El análisis de la situación argentina a partir de la crisis general delcapitalismo, la lucha interimperialista y la creciente confrontación delas burguesías regionales con los centros imperiales, permitía adelan-tar el golpe de Estado que ocurriría seis meses más tarde. Comosucede habitualmente, quienes en diciembre de 2001 vieron unainsurrección espontánea y una revolución popular a la que sólo lefaltaba llegar a la Casa Rosada, malinterpretaban de tal manera lasituación porque partían de una completa incomprensión de larealidad y la dinámica internacionales. Esa incomprensión no hacambiado; pero sus consecuencias sí, porque son aún más graves enla nueva coyuntura.

Desde antes incluso de la asunción de la Alianza, era posibleprever el carácter necesario, para la burguesía, de un cambio drásticode rumbo, razón por la cual el sector hegemónico de aquella coalición,con cada éxito político que obtenía en la carrera electoral y la disputainterna, sólo cavaba más honda su propia tumba. De hecho, no sólose podía adelantar el inexorable cambio de régimen, sino que se podíaprever las fuerzas componentes y el programa que levantarían.Puede leerse en el artículo citado:

“Proponer o esperar la salida del desastre en el que estásumida la nación mediante una inyección keynesiana,incluso si está alentada por las mejores intenciones, esuna quimera. Y en términos de accionar político, es unaquimera reaccionaria: contribuir a una convergencia de

las fuerzas sociales acosadas por la crisis con personajescomo Duhalde, Alfonsín, tras un proyecto financiado porTechint y bendecido por la curia, es mucho más que unerror: si para los gerentes sindicales (sean de la centralque sean) y los partidos de la burguesía es la únicaposibilidad de aferrarse a un madero en medio delmaremoto, para los genuinos dirigentes sindicales (también:sean de la central que sean) y para el activismo sindical opolítico no comprometido con el capital, es una nuevaforma de suicidio, más absurda y dolorosa aún que la delos ‘frentes’ que desembocaron en la Alianza” (8).

Nos referíamos a la arrolladora marcha de un bloque munido deun programa keynesiano de reactivación, encabezado por Duhalde yAlfonsín y que aún no tenía como candidato presidencial a quiencoronaría más adelante. Resulta tragicómico ver casi cuatro añosdespués cómo están ubicados los protagonistas de las izquierdas queen aquellos momentos gritaban aunados y en desafinado coro “que sevayan todos”: mientras buena parte de ellos integra el gobierno deNéstor Kirchner, el resto denuncia que éste no es sino la continuidadlineal de los de la década anterior. En tanto, en Brasil ganó el PT y enUruguay el Frente Amplio. Y el mismo fenómeno ocurre en relacióncon ambos gobiernos dentro y fuera de esos países: subordinaciónsegún la noción simplificadora de “enemigo principal” o aceleradatoma de distancia respecto de la realidad. Un ejemplo de esto bastapara medir la dimensión de lo que está en juego: no se hallará una solaorganización revolucionaria que trepide en denunciar la agresividadyanqui corporizada en la amenaza cierta de intervención militar en elcontinente, a partir de Cuba y Venezuela. Sin embargo, esto aparececomo motivo de denuncia, no de articulación de una respuestaefectiva. Es como si la guerra en ciernes fuese un detalle. Se puedeparangonar esta alienación deliberada con lo ocurrido, en un contextomuy diferente, en los años ’70 en Argentina: la ofensiva imperialistacon las fuerzas armadas y franjas burguesas como vanguardia eravista y denunciada por todos. Pero se persistía en líneas de acción que

8.- Ibid.7.- “Cómo enfrentar la depresión económica y la encerrona política”; Crítica deNuestro Tiempo N° 26, septiembre de 2001.

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de estas páginas adelantaba lo siguiente: “Todo indica que está en vías de consolidación unacoalición compuesta por el ala alfonsinista de la UCR, elsector de Duhalde en el PJ, la UIA, las dos CGT y lajerarquía de la iglesia con sus múltiples tentáculos,destinado a consolidar un parapeto ante la inexorableexplosión del actual esquema de poder (...) Tal parece queha llegado la hora del realineamiento formal y acaso deconformación de nuevos partidos burgueses” (7).

El análisis de la situación argentina a partir de la crisis general delcapitalismo, la lucha interimperialista y la creciente confrontación delas burguesías regionales con los centros imperiales, permitía adelan-tar el golpe de Estado que ocurriría seis meses más tarde. Comosucede habitualmente, quienes en diciembre de 2001 vieron unainsurrección espontánea y una revolución popular a la que sólo lefaltaba llegar a la Casa Rosada, malinterpretaban de tal manera lasituación porque partían de una completa incomprensión de larealidad y la dinámica internacionales. Esa incomprensión no hacambiado; pero sus consecuencias sí, porque son aún más graves enla nueva coyuntura.

Desde antes incluso de la asunción de la Alianza, era posibleprever el carácter necesario, para la burguesía, de un cambio drásticode rumbo, razón por la cual el sector hegemónico de aquella coalición,con cada éxito político que obtenía en la carrera electoral y la disputainterna, sólo cavaba más honda su propia tumba. De hecho, no sólose podía adelantar el inexorable cambio de régimen, sino que se podíaprever las fuerzas componentes y el programa que levantarían.Puede leerse en el artículo citado:

“Proponer o esperar la salida del desastre en el que estásumida la nación mediante una inyección keynesiana,incluso si está alentada por las mejores intenciones, esuna quimera. Y en términos de accionar político, es unaquimera reaccionaria: contribuir a una convergencia de

las fuerzas sociales acosadas por la crisis con personajescomo Duhalde, Alfonsín, tras un proyecto financiado porTechint y bendecido por la curia, es mucho más que unerror: si para los gerentes sindicales (sean de la centralque sean) y los partidos de la burguesía es la únicaposibilidad de aferrarse a un madero en medio delmaremoto, para los genuinos dirigentes sindicales (también:sean de la central que sean) y para el activismo sindical opolítico no comprometido con el capital, es una nuevaforma de suicidio, más absurda y dolorosa aún que la delos ‘frentes’ que desembocaron en la Alianza” (8).

Nos referíamos a la arrolladora marcha de un bloque munido deun programa keynesiano de reactivación, encabezado por Duhalde yAlfonsín y que aún no tenía como candidato presidencial a quiencoronaría más adelante. Resulta tragicómico ver casi cuatro añosdespués cómo están ubicados los protagonistas de las izquierdas queen aquellos momentos gritaban aunados y en desafinado coro “que sevayan todos”: mientras buena parte de ellos integra el gobierno deNéstor Kirchner, el resto denuncia que éste no es sino la continuidadlineal de los de la década anterior. En tanto, en Brasil ganó el PT y enUruguay el Frente Amplio. Y el mismo fenómeno ocurre en relacióncon ambos gobiernos dentro y fuera de esos países: subordinaciónsegún la noción simplificadora de “enemigo principal” o aceleradatoma de distancia respecto de la realidad. Un ejemplo de esto bastapara medir la dimensión de lo que está en juego: no se hallará una solaorganización revolucionaria que trepide en denunciar la agresividadyanqui corporizada en la amenaza cierta de intervención militar en elcontinente, a partir de Cuba y Venezuela. Sin embargo, esto aparececomo motivo de denuncia, no de articulación de una respuestaefectiva. Es como si la guerra en ciernes fuese un detalle. Se puedeparangonar esta alienación deliberada con lo ocurrido, en un contextomuy diferente, en los años ’70 en Argentina: la ofensiva imperialistacon las fuerzas armadas y franjas burguesas como vanguardia eravista y denunciada por todos. Pero se persistía en líneas de acción que

8.- Ibid.7.- “Cómo enfrentar la depresión económica y la encerrona política”; Crítica deNuestro Tiempo N° 26, septiembre de 2001.

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en lugar de aunar a las masas y prepararlas para impedir el golpe deEstado diagramado en Washington, apuntaban a lo inverso: elahondamiento de la fractura entre vanguardia y masas; la disgregaciónde éstas por confusión y ausencia de un punto de referencia. Estoocurre ahora con numerosas organizaciones revolucionarias a escalasuramericana.

Ahora bien, si la región como tal está a la vanguardia de la situacióninternacional, si en ese conjunto juegan un papel fundamental losgobiernos de Cuba y Venezuela, el generalizado y prolongadorepliegue de la clase obrera, la dilución y confusión de una perspectivasocialista, la inexistencia de organizaciones anticapitalistas con arrai-go de masas, facilita lo que está a la vista: la imposición de respuestasa la crisis del sistema, desde el propio sistema. Pero como estasrespuestas no lo son sino en términos extremadamente parciales ybreves, y como el imperialismo redobla sus ataques para recuperar lainiciativa y el control de la región, resulta que Suramérica marcha ala vanguardia en una confrontación con el imperialismo bajo lahegemonía de fuerzas políticas que, sea por pertenencia de clase, pordesvío o por franca degeneración, representan el interés y el progra-ma del capital, es decir, en este punto de desarrollo y crisis del sistema,encarnan una perspectiva anacrónica que en hipótesis alguna puedearribar a una victoria frente al imperialismo. He allí la enormesignificación política de la actitud de Chávez, quien desde el 1º deMayo de 2005 comenzó a plantear que no hay solución en el marcodel capitalismo y es necesario recrear el socialismo del siglo XXI. Heallí la importancia decisiva del concepto de Frente Antimperialista, esdecir, del reconocimiento de una situación en que urge sumar todo loposible contra la arremetida imperial (y quitarle al enemigo tantosaliados como sea posible), sin deducir de allí que la burguesía local -necesariamente asociada y dependiente del capital financiero inter-nacional cuando se ve obligada a confrontar al proletariado- es un“enemigo secundario”.

Se trata entonces de una situación que pondrá a prueba a cuadrosy organizaciones revolucionarias que, flanqueadas por el oportunismoy el infantoizquierdismo, deben ser capaces de afrontar el comandode una encarnizada lucha antimperialista en función de una estrategia

socialista, frente a gobiernos representativos de burguesías regiona-les en actitud de resistencia al capital financiero internacional.

Sin teoría revolucionaria...Hasta el momento las fuerzas revolucionarias no han respondido

apropiadamente a los dilemas estratégicos planteados por ese fenó-meno político que hoy define el panorama continental, a saber, laconvergencia de gobiernos de diferente naturaleza y carácter en unbloque de resistencia al imperialismo. A la imprevisión primero y eltardío reconocimiento después del viraje suramericano con alcancemundial, le siguieron posicionamientos polares: alineamiento subordi-nado o llano desconocimiento del cambio encarnado en Argentina porel gobierno de Néstor Kirchner, en Brasil con Lula, en Uruguay conel Frente Amplio, aparte la presencia singular de Hugo Chávez enVenezuela.

De un lado están entonces quienes comenzaron por no prever ladinámica que provocaría la necesidad de poner límites al desenfrena-do avance destructor del imperialismo, siguieron por desconoceracontecimientos de la magnitud estratégica de la llegada de HugoChávez al gobierno de Venezuela, luego desconocieron el significadode las políticas regionales adoptadas por el gobierno brasileño deFernando Henrique Cardoso -con argumentos incuestionables en laabstracción de un planteo pero relativizados hasta la invalidación enel marco concreto de realineamiento hemisférico-; más tarde deses-timaron la proyección de la victoria del PT, mientras en Argentinapreparaban el asalto a la Casa Rosada cuando la clase obrera y elconjunto de la ciudadanía les daba ostensiblemente la espalda y abríaespacio para la llegada de Kirchner, y finalmente denegaron todovalor a la victoria del Frente Amplio en Uruguay.

Del otro lado se encuadran quienes, con las particularidades decada país, se subordinan y diluyen en las estructuras y los programasde acción de cada uno de los gobiernos señalados y, en el casoVenezolano, se alinean en el flanco de las fuerzas oficialistas quetratan de sofrenar los pasos de Chávez y proponen “ayudar a lagestación de una burguesía nacional”. Estas dos franjas principalesen que se divide el grueso de las organizaciones de izquierda

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en lugar de aunar a las masas y prepararlas para impedir el golpe deEstado diagramado en Washington, apuntaban a lo inverso: elahondamiento de la fractura entre vanguardia y masas; la disgregaciónde éstas por confusión y ausencia de un punto de referencia. Estoocurre ahora con numerosas organizaciones revolucionarias a escalasuramericana.

Ahora bien, si la región como tal está a la vanguardia de la situacióninternacional, si en ese conjunto juegan un papel fundamental losgobiernos de Cuba y Venezuela, el generalizado y prolongadorepliegue de la clase obrera, la dilución y confusión de una perspectivasocialista, la inexistencia de organizaciones anticapitalistas con arrai-go de masas, facilita lo que está a la vista: la imposición de respuestasa la crisis del sistema, desde el propio sistema. Pero como estasrespuestas no lo son sino en términos extremadamente parciales ybreves, y como el imperialismo redobla sus ataques para recuperar lainiciativa y el control de la región, resulta que Suramérica marcha ala vanguardia en una confrontación con el imperialismo bajo lahegemonía de fuerzas políticas que, sea por pertenencia de clase, pordesvío o por franca degeneración, representan el interés y el progra-ma del capital, es decir, en este punto de desarrollo y crisis del sistema,encarnan una perspectiva anacrónica que en hipótesis alguna puedearribar a una victoria frente al imperialismo. He allí la enormesignificación política de la actitud de Chávez, quien desde el 1º deMayo de 2005 comenzó a plantear que no hay solución en el marcodel capitalismo y es necesario recrear el socialismo del siglo XXI. Heallí la importancia decisiva del concepto de Frente Antimperialista, esdecir, del reconocimiento de una situación en que urge sumar todo loposible contra la arremetida imperial (y quitarle al enemigo tantosaliados como sea posible), sin deducir de allí que la burguesía local -necesariamente asociada y dependiente del capital financiero inter-nacional cuando se ve obligada a confrontar al proletariado- es un“enemigo secundario”.

Se trata entonces de una situación que pondrá a prueba a cuadrosy organizaciones revolucionarias que, flanqueadas por el oportunismoy el infantoizquierdismo, deben ser capaces de afrontar el comandode una encarnizada lucha antimperialista en función de una estrategia

socialista, frente a gobiernos representativos de burguesías regiona-les en actitud de resistencia al capital financiero internacional.

Sin teoría revolucionaria...Hasta el momento las fuerzas revolucionarias no han respondido

apropiadamente a los dilemas estratégicos planteados por ese fenó-meno político que hoy define el panorama continental, a saber, laconvergencia de gobiernos de diferente naturaleza y carácter en unbloque de resistencia al imperialismo. A la imprevisión primero y eltardío reconocimiento después del viraje suramericano con alcancemundial, le siguieron posicionamientos polares: alineamiento subordi-nado o llano desconocimiento del cambio encarnado en Argentina porel gobierno de Néstor Kirchner, en Brasil con Lula, en Uruguay conel Frente Amplio, aparte la presencia singular de Hugo Chávez enVenezuela.

De un lado están entonces quienes comenzaron por no prever ladinámica que provocaría la necesidad de poner límites al desenfrena-do avance destructor del imperialismo, siguieron por desconoceracontecimientos de la magnitud estratégica de la llegada de HugoChávez al gobierno de Venezuela, luego desconocieron el significadode las políticas regionales adoptadas por el gobierno brasileño deFernando Henrique Cardoso -con argumentos incuestionables en laabstracción de un planteo pero relativizados hasta la invalidación enel marco concreto de realineamiento hemisférico-; más tarde deses-timaron la proyección de la victoria del PT, mientras en Argentinapreparaban el asalto a la Casa Rosada cuando la clase obrera y elconjunto de la ciudadanía les daba ostensiblemente la espalda y abríaespacio para la llegada de Kirchner, y finalmente denegaron todovalor a la victoria del Frente Amplio en Uruguay.

Del otro lado se encuadran quienes, con las particularidades decada país, se subordinan y diluyen en las estructuras y los programasde acción de cada uno de los gobiernos señalados y, en el casoVenezolano, se alinean en el flanco de las fuerzas oficialistas quetratan de sofrenar los pasos de Chávez y proponen “ayudar a lagestación de una burguesía nacional”. Estas dos franjas principalesen que se divide el grueso de las organizaciones de izquierda

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conforman una tenaza capaz de neutralizar a grandes contingentes deluchadores y contribuir de manera decisiva a la derrota de la nuevaoleada revolucionaria que se anuncia a escala continental. Frente aesa tenaza del izquierdismo pseudomarxista y los oportunismos dediferente denominación, el pensamiento y la acción revolucionariaestán conminados a realizar un supremo esfuerzo para recomponersey superarse.

La primera línea de combate con las posiciones del izquierdismoy el oportunismo reside en el bagaje teórico que asume cada corriente.En franca colisión con una grave -aunque muy seductora- simplifica-ción de la teoría marxista consistente en interpretar la realidad yadoptar posiciones políticas a partir de supuestas “contradiccionesprincipales” y “contradicciones secundarias” (un recurso expositivode Mao Tse Tung, transformado en lección de filosofía), la teoríaconsistente propone otra visión de la realidad mundial y, en conse-cuencia, otra manera de plantear la intervención militante.

El mecanicismo implícito en aquella simplificación tiene conse-cuencias políticas devastadoras. En el ángulo opuesto, la interpreta-ción libresca del marxismo no sólo conduce a iguales resultados, sinoque realimenta la idea de entender y actuar según el par “principal-secundario”. Esto último es sanamente lógico puesto que, comoresulta fácil comprender, diferenciar lo principal de lo secundario esla primera manifestación de la inteligencia y una función elementalpara la sobrevivencia en cualquier circunstancia, tanto más en lalucha política.

Si alguien se empeña en una irremediable disputa con sucónyuge en el mismo momento en que entra un asesino a su casa,además de aparecer como un tonto incurable, probablementeterminará perdiendo la vida. Cualquiera comprenderá que no hasabido “diferenciar la contradicción principal de la contradicciónsecundaria”. Aunque resulte curioso, abundan aquellos que, enfunción de dirigentes, actúan de esta manera. Con sobrada razónlas personas sensatas se burlan de ellos; pero si éstas estándispuestas de verdad a divorciarse, deberían cuidarse de que elesquema de la “contradicción principal” los arrastre a quedar parasiempre amarrados a quienes dicen detestar.

Ocurre que el carácter de principal o secundario de una contra-dicción es constantemente cambiante y que la realidad sólo puede seraprehendida a partir de un abigarrado conjunto de contradicciones enpermanente mutación interrelacionada. Ese movimiento, por lo de-más, no tiene idéntica significación y resolución en cualquier situa-ción. Cada factor y su permanente cambio determinará funciones,ubicaciones y desenlaces diferentes. Por lo cual, para mayor compli-cación, tampoco se puede apelar al recurso de creer que es válidomoverse según la noción “contradicción principal-contradicción se-cundaria” en un momento dado -mucho menos en una etapa.

En términos metodológicos, se trata del milenario combate entrela lógica formal y la lógica dialéctica. “La lógica formal es, a la vez,el primer paso de todo conocimiento y el punto de partida de todos loserrores”, señaló Trotsky, palabra más o menos, en alguno de susescritos (aunque sus epígonos insisten en no atender la primeraafirmación de la proposición). Pero los problemas teóricos no termi-nan allí; porque un modo u otro de reflexión se puede apoyar en unaconcepción materialista u otra idealista. Y aquí, también, aparte lasdificultades propias del asunto, en las izquierdas cunde la confusiónpor otras causas: en medio del cataclismo provocado por la desapa-rición de la Unión Soviética aparecieron quienes identificaron mate-rialismo dialéctico con stalinismo (??!!) y arrojaron todo junto por laborda. Éste es igualmente un combate de siglos y no se resolverá parafacilitar la coyuntura. Con todo, asumiendo que “no hay acciónrevolucionaria sin teoría revolucionaria”, la militancia -y más aúnquien se considere dirigente- tiene por delante un arduo camino deestudio, trabajo y elaboración para que su accionar en esta nuevacircunstancia histórica contribuya a la derrota del imperialismo y lavictoria de la revolución socialista.

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conforman una tenaza capaz de neutralizar a grandes contingentes deluchadores y contribuir de manera decisiva a la derrota de la nuevaoleada revolucionaria que se anuncia a escala continental. Frente aesa tenaza del izquierdismo pseudomarxista y los oportunismos dediferente denominación, el pensamiento y la acción revolucionariaestán conminados a realizar un supremo esfuerzo para recomponersey superarse.

La primera línea de combate con las posiciones del izquierdismoy el oportunismo reside en el bagaje teórico que asume cada corriente.En franca colisión con una grave -aunque muy seductora- simplifica-ción de la teoría marxista consistente en interpretar la realidad yadoptar posiciones políticas a partir de supuestas “contradiccionesprincipales” y “contradicciones secundarias” (un recurso expositivode Mao Tse Tung, transformado en lección de filosofía), la teoríaconsistente propone otra visión de la realidad mundial y, en conse-cuencia, otra manera de plantear la intervención militante.

El mecanicismo implícito en aquella simplificación tiene conse-cuencias políticas devastadoras. En el ángulo opuesto, la interpreta-ción libresca del marxismo no sólo conduce a iguales resultados, sinoque realimenta la idea de entender y actuar según el par “principal-secundario”. Esto último es sanamente lógico puesto que, comoresulta fácil comprender, diferenciar lo principal de lo secundario esla primera manifestación de la inteligencia y una función elementalpara la sobrevivencia en cualquier circunstancia, tanto más en lalucha política.

Si alguien se empeña en una irremediable disputa con sucónyuge en el mismo momento en que entra un asesino a su casa,además de aparecer como un tonto incurable, probablementeterminará perdiendo la vida. Cualquiera comprenderá que no hasabido “diferenciar la contradicción principal de la contradicciónsecundaria”. Aunque resulte curioso, abundan aquellos que, enfunción de dirigentes, actúan de esta manera. Con sobrada razónlas personas sensatas se burlan de ellos; pero si éstas estándispuestas de verdad a divorciarse, deberían cuidarse de que elesquema de la “contradicción principal” los arrastre a quedar parasiempre amarrados a quienes dicen detestar.

Ocurre que el carácter de principal o secundario de una contra-dicción es constantemente cambiante y que la realidad sólo puede seraprehendida a partir de un abigarrado conjunto de contradicciones enpermanente mutación interrelacionada. Ese movimiento, por lo de-más, no tiene idéntica significación y resolución en cualquier situa-ción. Cada factor y su permanente cambio determinará funciones,ubicaciones y desenlaces diferentes. Por lo cual, para mayor compli-cación, tampoco se puede apelar al recurso de creer que es válidomoverse según la noción “contradicción principal-contradicción se-cundaria” en un momento dado -mucho menos en una etapa.

En términos metodológicos, se trata del milenario combate entrela lógica formal y la lógica dialéctica. “La lógica formal es, a la vez,el primer paso de todo conocimiento y el punto de partida de todos loserrores”, señaló Trotsky, palabra más o menos, en alguno de susescritos (aunque sus epígonos insisten en no atender la primeraafirmación de la proposición). Pero los problemas teóricos no termi-nan allí; porque un modo u otro de reflexión se puede apoyar en unaconcepción materialista u otra idealista. Y aquí, también, aparte lasdificultades propias del asunto, en las izquierdas cunde la confusiónpor otras causas: en medio del cataclismo provocado por la desapa-rición de la Unión Soviética aparecieron quienes identificaron mate-rialismo dialéctico con stalinismo (??!!) y arrojaron todo junto por laborda. Éste es igualmente un combate de siglos y no se resolverá parafacilitar la coyuntura. Con todo, asumiendo que “no hay acciónrevolucionaria sin teoría revolucionaria”, la militancia -y más aúnquien se considere dirigente- tiene por delante un arduo camino deestudio, trabajo y elaboración para que su accionar en esta nuevacircunstancia histórica contribuya a la derrota del imperialismo y lavictoria de la revolución socialista.

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2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila anteel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericano

Mientras despliega sus líneas de acción en función de la confron-tación estratégica con el bloque regional, el Departamento de Estadohace hincapié en Argentina: si no es pensable a corto y medianoplazos que, aunque por razones diferentes, los gobiernos de Venezue-la y Brasil declinen su posición contraria a los intereses económicosy geopolíticos de Estados Unidos, esa posibilidad no es descartable enArgentina. Si las clases dominantes, fracturadas y enfrentadas sobreeste punto, invirtieran el curso de convergencia con Brasil y Venezue-la apuntado a constituir realmente una Comunidad Suramericana deNaciones (ya superada por la Unión de Naciones Suramericanas,Unasur, constituida aunque no actuante todavía), la ruptura del bloqueen gestación y la gravitación sobre países vecinos podría cambiar elsentido actual del movimiento de la región. Ahora bien ¿cuál es lasituación de un país al que cabe tan grande responsabilidad?

La debilidad estructural de la burguesía local y el estado deconfusión, desorganización y parálisis de la clase obrera, da lugar auna situación que rechaza toda simplificación. Es precisamente lasimplificación caricaturesca de la realidad argentina lo que conducea un encadenamiento de errores y desviaciones que contribuyen adejar por entero el escenario político en manos de una burguesía enextremo escuálida y fragmentada.

Esta problemática no comienza con el gobierno Kirchner. Recu-rriremos a un texto de marzo de 1989 (durante la campaña electoralque daría la victoria al PJ conducido por la camarilla asociada conCarlos Menem), para resumir una metodología que permitió prever elcurso de los acontecimientos y hace inteligible el cuadro actual. Asídescribíamos la situación mientras se derrumbaba el gobierno de RaúlAlfonsín:

“Argentina se desliza hacia un colapso histórico. No sederrumba, no cae ruidosamente. Las columnas quesostienen el sistema capitalista se agrietan más y más, los

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2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila ante2005: Buenos Aires oscila anteel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericanoel nuevo cuadro suramericano

Mientras despliega sus líneas de acción en función de la confron-tación estratégica con el bloque regional, el Departamento de Estadohace hincapié en Argentina: si no es pensable a corto y medianoplazos que, aunque por razones diferentes, los gobiernos de Venezue-la y Brasil declinen su posición contraria a los intereses económicosy geopolíticos de Estados Unidos, esa posibilidad no es descartable enArgentina. Si las clases dominantes, fracturadas y enfrentadas sobreeste punto, invirtieran el curso de convergencia con Brasil y Venezue-la apuntado a constituir realmente una Comunidad Suramericana deNaciones (ya superada por la Unión de Naciones Suramericanas,Unasur, constituida aunque no actuante todavía), la ruptura del bloqueen gestación y la gravitación sobre países vecinos podría cambiar elsentido actual del movimiento de la región. Ahora bien ¿cuál es lasituación de un país al que cabe tan grande responsabilidad?

La debilidad estructural de la burguesía local y el estado deconfusión, desorganización y parálisis de la clase obrera, da lugar auna situación que rechaza toda simplificación. Es precisamente lasimplificación caricaturesca de la realidad argentina lo que conducea un encadenamiento de errores y desviaciones que contribuyen adejar por entero el escenario político en manos de una burguesía enextremo escuálida y fragmentada.

Esta problemática no comienza con el gobierno Kirchner. Recu-rriremos a un texto de marzo de 1989 (durante la campaña electoralque daría la victoria al PJ conducido por la camarilla asociada conCarlos Menem), para resumir una metodología que permitió prever elcurso de los acontecimientos y hace inteligible el cuadro actual. Asídescribíamos la situación mientras se derrumbaba el gobierno de RaúlAlfonsín:

“Argentina se desliza hacia un colapso histórico. No sederrumba, no cae ruidosamente. Las columnas quesostienen el sistema capitalista se agrietan más y más, los

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cimientos se resquebrajan, toda la arquitectura social,económica y política se inclina casi imperceptiblemente;pero no se desploma.

No hay energía en ninguna de las dos clases que rigenel destino social. Por eso la crisis toma la forma de unalenta, inexorable, desesperante decadencia.

(...) Estamos habituados a observar la actitud exitistaque considera imprescindible ver avances, triunfos ygrandezas allí donde no los hay. O aquella que sólorecurre a la realidad para buscar signos negativos queavalen la renuncia a los presupuestos teóricos del marxis-mo, la confianza en las masas y la certeza de que la accióndecidida y correctamente encaminada de la vanguardiapueden contrarrestar la acción del enemigo de clase. Peroentre el optimismo panglossiano y el pesimismo comorecurso para ponerse las pantuflas y ocupar un rinconcitoen el edificio resquebrajado del capitalismo, está la posi-bilidad de esforzarse para tener los pies en la tierra y losojos en el horizonte, fundar la audacia en la voluntadrevolucionaria y en la fuerza de la teoría, asumir lamilitancia como una condición de vida y subordinar lasurgencias individuales a las necesidades del movimientode masas.

(...) La verdad es que en Argentina el deterioro esglobal. La crisis lo corroe todo: el salario, las condicionesde vida, la educación, la conducta individual, las relacio-nes humanas. Todo aparece cada mañana peor que el díaanterior. La caída económica se manifiesta en la sistemá-tica, creciente e imparable disminución del poder adqui-sitivo de los asalariados. La declinación política se hacevisible en la conducta del gobierno, en la penosa propa-ganda electoral, la estatura de los candidatos.

El hombre, la mujer, el anciano, el adolescente quesufre este proceso de irresistible caída cotidiana, porregla general no lo comprende. Su conducta se vaadecuando inconscientemente a los imperativos de la

sobrevivencia. Los valores humanos se ponen de lado; losobjetivos se achican; la mezquindad se agiganta en lamisma medida en que aumentan la insatisfacción indivi-dual y la frustración colectiva.

¿Por qué esta degradación? ¿Qué mecanismo la impul-sa? ¿Qué fuerzas la alimentan? ¿Cómo detenerla?

Seis años atrás, cuando el país salía del espanto de ladictadura, el conjunto social reaccionó como activadopor una descarga eléctrica: se puso de pie, levantóbanderas de justicia, solidaridad, progreso, libertad. Laselecciones llevaron al poder a la más avanzada de lasalternativas que la burguesía pudo ofrecer al electorado.El presidente Raúl Alfonsín constituyó el gobierno repu-blicano más genuino de toda la historia argentina, elrégimen comparativamente más respetuoso de las liberta-des públicas en 170 años. Al lado de esa afirmaciónterminante se puede decir, sin error, que el suyo fue elpeor gobierno de nuestra historia: nunca la entrega alimperialismo fue tan descarada y total; nunca decayó aniveles más bajos la condición de trabajo y de vida de lasgrandes masas; nunca se llegó a tal punto de clausura decualquier perspectiva de desarrollo y mejoría. El gobier-no que concitó el apoyo y la esperanza de la inmensamayoría de la población termina unánimemente repudia-do; el hombre que se presentó como abanderado de lademocracia culmina su mandato enviando al Congresouna ley que trata de darle forma jurídica a la doctrina dela seguridad nacional. Y el conjunto social, a la inversa delo ocurrido seis años atrás, se muestra aletargado, des-concertado, sin confianza ni esperanza. Así concluye, enapenas un lustro, la alternativa más avanzada y progresis-ta que pudo presentar la burguesía frente a la crisis.

Hay que retener esta contradicción porque en ellareside la clave de la situación política nacional. Y en suresolución, reside el futuro del país.

La crisis argentina es la crisis del sistema capitalis-

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cimientos se resquebrajan, toda la arquitectura social,económica y política se inclina casi imperceptiblemente;pero no se desploma.

No hay energía en ninguna de las dos clases que rigenel destino social. Por eso la crisis toma la forma de unalenta, inexorable, desesperante decadencia.

(...) Estamos habituados a observar la actitud exitistaque considera imprescindible ver avances, triunfos ygrandezas allí donde no los hay. O aquella que sólorecurre a la realidad para buscar signos negativos queavalen la renuncia a los presupuestos teóricos del marxis-mo, la confianza en las masas y la certeza de que la accióndecidida y correctamente encaminada de la vanguardiapueden contrarrestar la acción del enemigo de clase. Peroentre el optimismo panglossiano y el pesimismo comorecurso para ponerse las pantuflas y ocupar un rinconcitoen el edificio resquebrajado del capitalismo, está la posi-bilidad de esforzarse para tener los pies en la tierra y losojos en el horizonte, fundar la audacia en la voluntadrevolucionaria y en la fuerza de la teoría, asumir lamilitancia como una condición de vida y subordinar lasurgencias individuales a las necesidades del movimientode masas.

(...) La verdad es que en Argentina el deterioro esglobal. La crisis lo corroe todo: el salario, las condicionesde vida, la educación, la conducta individual, las relacio-nes humanas. Todo aparece cada mañana peor que el díaanterior. La caída económica se manifiesta en la sistemá-tica, creciente e imparable disminución del poder adqui-sitivo de los asalariados. La declinación política se hacevisible en la conducta del gobierno, en la penosa propa-ganda electoral, la estatura de los candidatos.

El hombre, la mujer, el anciano, el adolescente quesufre este proceso de irresistible caída cotidiana, porregla general no lo comprende. Su conducta se vaadecuando inconscientemente a los imperativos de la

sobrevivencia. Los valores humanos se ponen de lado; losobjetivos se achican; la mezquindad se agiganta en lamisma medida en que aumentan la insatisfacción indivi-dual y la frustración colectiva.

¿Por qué esta degradación? ¿Qué mecanismo la impul-sa? ¿Qué fuerzas la alimentan? ¿Cómo detenerla?

Seis años atrás, cuando el país salía del espanto de ladictadura, el conjunto social reaccionó como activadopor una descarga eléctrica: se puso de pie, levantóbanderas de justicia, solidaridad, progreso, libertad. Laselecciones llevaron al poder a la más avanzada de lasalternativas que la burguesía pudo ofrecer al electorado.El presidente Raúl Alfonsín constituyó el gobierno repu-blicano más genuino de toda la historia argentina, elrégimen comparativamente más respetuoso de las liberta-des públicas en 170 años. Al lado de esa afirmaciónterminante se puede decir, sin error, que el suyo fue elpeor gobierno de nuestra historia: nunca la entrega alimperialismo fue tan descarada y total; nunca decayó aniveles más bajos la condición de trabajo y de vida de lasgrandes masas; nunca se llegó a tal punto de clausura decualquier perspectiva de desarrollo y mejoría. El gobier-no que concitó el apoyo y la esperanza de la inmensamayoría de la población termina unánimemente repudia-do; el hombre que se presentó como abanderado de lademocracia culmina su mandato enviando al Congresouna ley que trata de darle forma jurídica a la doctrina dela seguridad nacional. Y el conjunto social, a la inversa delo ocurrido seis años atrás, se muestra aletargado, des-concertado, sin confianza ni esperanza. Así concluye, enapenas un lustro, la alternativa más avanzada y progresis-ta que pudo presentar la burguesía frente a la crisis.

Hay que retener esta contradicción porque en ellareside la clave de la situación política nacional. Y en suresolución, reside el futuro del país.

La crisis argentina es la crisis del sistema capitalis-

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ta. En un país con extraordinarios recursos naturales y enun momento en que las conquistas de la ciencia y latecnología a nivel mundial ponen al alcance de la manolas realizaciones más fantásticas, la única explicaciónposible del retroceso económico y la degradación de lascondiciones de vida de la población es el agotamiento, laincapacidad, la inviabilidad del sistema que rige lascondiciones de producción y distribución de la riqueza.

Pero la crisis del capitalismo no se resuelve en elterreno económico. El rasgo decisivo de la crisis argenti-na es que pese al agotamiento irreversible del sistema, nohay lucha de clases. La lucha de clases, en el sentidomarxista del concepto, presupone lucha política en fun-ción de un proyecto propio de la clase obrera. Quienesmiden el nivel de la lucha de clases por los innumerablesconflictos sindicales, a menudo heroico, mediante loscuales los asalariados resisten la sostenida ofensiva eco-nómica del capital, no sólo confunden un concepto. Alocultar el problema, cierran toda perspectiva de resolu-ción de la crisis. No hay lucha de clases sin conciencia declases. Y no hay conciencia de clase sin una organizaciónque, dialécticamente, la recepte, la traduzca en términospolíticos, y la lleve de vuelta a las masas.

Es precisamente porque no hay lucha de clases quela crisis adopta la forma de decadencia y degradaciónininterrumpidas en todos los órdenes, sin excluir a laspropias organizaciones sindicales y políticas de los traba-jadores. Por esta vía, la crisis capitalista no lleva a larevolución. Con prescindencia del heroísmo de las masasy la voluntad de su vanguardia.

La burguesía no tiene energía porque histórica-mente es una clase exhausta. Todo lo positivo que elsistema capitalista podía ofrecer a la humanidad ya lo hadado. Y hace muchas décadas que no sólo no contribuyeal desarrollo, sino que es su freno, mientras alimenta lamiseria, la enajenación, la violencia, la muerte, y amenaza

incluso con el exterminio de la humanidad. Esto que esverdad a escala internacional, referido a las grandespotencias capitalistas, es más evidente y patético en rela-ción con las burguesías de los países dependientes.

La clase obrera no tiene energía porque está en unperíodo de transición y aún no asume su papel histórico.Durante décadas, el movimiento obrero en Argentina seexpresó políticamente en el peronismo. La esencia delperonismo como ideología es la conciliación de clases. Lacaptación masiva de los asalariados por el populismoburgués, bajo la apariencia de un salto político adelantede los trabajadores representó una trampa histórica queemasculó por décadas la potencia revolucionaria de laclase obrera. Mientras transcurrió la experiencia y elsistema pudo alimentarla con reformas o maniobras polí-ticas, el movimiento obrero traducía su poderosa fuerzade clase a través de los sindicatos y, de tanto en tanto, através del Partido Justicialista. Se trataba de una fuerzasin destino; o más bien, inexorablemente destinada afracasar. Pero se expresaba como tal y esa expresión erasuficiente para, por un lado, mantener oxigenado el tejidosocial, y por otro, limitar la voracidad del capital. Lacontradicción, entonces, consistía en que la inviabilidadfinal se manifestaba sin embargo en un vigor concreto,capaz de sostener a la propia clase y al conjunto social.

La experiencia de sistemáticas frustraciones minópaulatinamente al peronismo como dirección reconociday confiable para la masa trabajadora. Poco a poco, laclase obrera tomó distancia de su dirección peronista.Hubo saltos cualitativos en este proceso, como por ejem-plo el Cordobazo, punto simbólico de ruptura socialhistórica. Como símbolo, el Cordobazo marca el momentoen que el peronismo debe afrontar un papel francamenteantiobrero y contrarrevolucionario y la clase obrera dejade ser peronista, en el sentido en que lo fue durante las dosdécadas y media anteriores.

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ta. En un país con extraordinarios recursos naturales y enun momento en que las conquistas de la ciencia y latecnología a nivel mundial ponen al alcance de la manolas realizaciones más fantásticas, la única explicaciónposible del retroceso económico y la degradación de lascondiciones de vida de la población es el agotamiento, laincapacidad, la inviabilidad del sistema que rige lascondiciones de producción y distribución de la riqueza.

Pero la crisis del capitalismo no se resuelve en elterreno económico. El rasgo decisivo de la crisis argenti-na es que pese al agotamiento irreversible del sistema, nohay lucha de clases. La lucha de clases, en el sentidomarxista del concepto, presupone lucha política en fun-ción de un proyecto propio de la clase obrera. Quienesmiden el nivel de la lucha de clases por los innumerablesconflictos sindicales, a menudo heroico, mediante loscuales los asalariados resisten la sostenida ofensiva eco-nómica del capital, no sólo confunden un concepto. Alocultar el problema, cierran toda perspectiva de resolu-ción de la crisis. No hay lucha de clases sin conciencia declases. Y no hay conciencia de clase sin una organizaciónque, dialécticamente, la recepte, la traduzca en términospolíticos, y la lleve de vuelta a las masas.

Es precisamente porque no hay lucha de clases quela crisis adopta la forma de decadencia y degradaciónininterrumpidas en todos los órdenes, sin excluir a laspropias organizaciones sindicales y políticas de los traba-jadores. Por esta vía, la crisis capitalista no lleva a larevolución. Con prescindencia del heroísmo de las masasy la voluntad de su vanguardia.

La burguesía no tiene energía porque histórica-mente es una clase exhausta. Todo lo positivo que elsistema capitalista podía ofrecer a la humanidad ya lo hadado. Y hace muchas décadas que no sólo no contribuyeal desarrollo, sino que es su freno, mientras alimenta lamiseria, la enajenación, la violencia, la muerte, y amenaza

incluso con el exterminio de la humanidad. Esto que esverdad a escala internacional, referido a las grandespotencias capitalistas, es más evidente y patético en rela-ción con las burguesías de los países dependientes.

La clase obrera no tiene energía porque está en unperíodo de transición y aún no asume su papel histórico.Durante décadas, el movimiento obrero en Argentina seexpresó políticamente en el peronismo. La esencia delperonismo como ideología es la conciliación de clases. Lacaptación masiva de los asalariados por el populismoburgués, bajo la apariencia de un salto político adelantede los trabajadores representó una trampa histórica queemasculó por décadas la potencia revolucionaria de laclase obrera. Mientras transcurrió la experiencia y elsistema pudo alimentarla con reformas o maniobras polí-ticas, el movimiento obrero traducía su poderosa fuerzade clase a través de los sindicatos y, de tanto en tanto, através del Partido Justicialista. Se trataba de una fuerzasin destino; o más bien, inexorablemente destinada afracasar. Pero se expresaba como tal y esa expresión erasuficiente para, por un lado, mantener oxigenado el tejidosocial, y por otro, limitar la voracidad del capital. Lacontradicción, entonces, consistía en que la inviabilidadfinal se manifestaba sin embargo en un vigor concreto,capaz de sostener a la propia clase y al conjunto social.

La experiencia de sistemáticas frustraciones minópaulatinamente al peronismo como dirección reconociday confiable para la masa trabajadora. Poco a poco, laclase obrera tomó distancia de su dirección peronista.Hubo saltos cualitativos en este proceso, como por ejem-plo el Cordobazo, punto simbólico de ruptura socialhistórica. Como símbolo, el Cordobazo marca el momentoen que el peronismo debe afrontar un papel francamenteantiobrero y contrarrevolucionario y la clase obrera dejade ser peronista, en el sentido en que lo fue durante las dosdécadas y media anteriores.

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Pero se trata de un desarrollo desigual y sobre todoincompleto. La clase obrera ya no es peronista, perotodavía no es socialista. Rompe con su dirección burguesapero no construye una propia; descree de sus líderes perono talla otros o lo hace a su imagen de ese momento:vacilantes, confusos, en muchos casos dispuestos a gestosheroicos pero sin consistencia; desconfía de la concilia-ción de clases pero no asume la perspectiva política de lalucha de clases; mira de soslayo a Perón y a los candidatosque éste les impone, pero los vota.

Aun así, presenta combate. Su sola presión de clasemovilizada impide la consolidación de los proyectos bur-gueses; mina el sistema; inviabiliza las instituciones de lapseudodemocracia capitalista y pone en crisis a la claseenemiga. Esta no es ya capaz de mantener la estabilidadde sus instituciones; pero es todavía suficientemente fuer-te para sostener el sistema de explotación.

La secuencia de batallas y derrotas desde aquelsimbólico 29 de mayo de 1969 (elecciones en 1973,victoria y caída de Cámpora –dos derrotas de diferentesigno- huelgas y coordinadoras en junio y julio de 1975,golpe militar en 1976, resistencia y demolición sistemáticade la dictadura, elecciones de 1983, conquista de grandesespacios democráticos, recomposición del peronismo me-diante los ‘renovadores’, recomposición de la burocraciasindical, impotencia frente a la ofensiva económica ypolítica de la burguesía encarnada en el alfonsinismo,victoria de Menem dentro del peronismo, arribo a laselecciones de 1989 sin alternativa) llevó al límite el des-creimiento y alejamiento de las bases obreras respecto desus direcciones sindicales y políticas peronistas.

Pero la contradicción en este caso -visible sobre todo apartir de diciembre de 2003, cuando asume Alfonsín-consiste, a la inversa del período anterior, en que elobjetivo cuestionamiento a la dirección burguesa peronista,y en esa medida la posibilidad de que las luchas abran la

perspectiva de una victoria real de los explotados frentea los explotadores, se manifiesta en la ausencia de vigory protagonismo de la clase obrera. El salto histórico dejaa los trabajadores momentáneamente sin aliento. Ya noestán encuadrados ni se sienten convocados por la direc-ción peronista. Pero todavía no cuentan con organizacióny liderazgo propios. La clase obrera no puede sostenersea sí misma como fuerza gravitante en la sociedad. Elcapital financiero internacional no tiene contrapeso al-guno. Entra en el escenario nacional como un batallón depiratas en una isla habitada por luchadores sin armas, sinorganización y sin voluntad de combate. La burguesíacarece de fuerza para cualquier otro proyecto que no seael sálvese quien pueda. He allí el origen y la mecánica dela decadencia permanente” (1).

Lejos estábamos en aquel momento de sospechar el punto al quellegaría la caída. Aun así, 16 años después es posible comprobar ladiferencia entre una posición basada en el análisis de las clases y sudinámica, frente a las metodologías impresionistas -cuando nodeliberadamente mentirosas- para interpretar los acontecimientos yel devenir de la vida social. Fueron la ausencia de la clase obreracomo tal ante la embestida imperialista, así como la obligada avidezciega de la burguesía local, los factores que dieron paso al saqueoy la devastación. Y es cuando ese proceso llega por propioagotamiento a su culminación, cuando el conflicto se replantea: en2001 un sector de aquella burguesía entregada a la ilusión de suasociación con el imperialismo resuelve, in extremis, cambiar depolítica. La clase obrera seguía ausente. Quienes ignoraron larealidad en los ’80, a falta de luchas sindicales, descubrirían un“nuevo sujeto social”, al que denominarían piqueteros, siguiendo lainiciativa de la prensa comercial. Y en rara unanimidad, ante lamaniobra estratégica del capital un arco casi completo de lasexpresiones consideradas revolucionarias y progresistas propuso

1.- “Panorama antes de la confrontación”, marzo de 1989; publicado en Argentinasiglo XXI: El abismo y el horizonte. Buenos Aires, 1994. Búsqueda Editora.

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Pero se trata de un desarrollo desigual y sobre todoincompleto. La clase obrera ya no es peronista, perotodavía no es socialista. Rompe con su dirección burguesapero no construye una propia; descree de sus líderes perono talla otros o lo hace a su imagen de ese momento:vacilantes, confusos, en muchos casos dispuestos a gestosheroicos pero sin consistencia; desconfía de la concilia-ción de clases pero no asume la perspectiva política de lalucha de clases; mira de soslayo a Perón y a los candidatosque éste les impone, pero los vota.

Aun así, presenta combate. Su sola presión de clasemovilizada impide la consolidación de los proyectos bur-gueses; mina el sistema; inviabiliza las instituciones de lapseudodemocracia capitalista y pone en crisis a la claseenemiga. Esta no es ya capaz de mantener la estabilidadde sus instituciones; pero es todavía suficientemente fuer-te para sostener el sistema de explotación.

La secuencia de batallas y derrotas desde aquelsimbólico 29 de mayo de 1969 (elecciones en 1973,victoria y caída de Cámpora –dos derrotas de diferentesigno- huelgas y coordinadoras en junio y julio de 1975,golpe militar en 1976, resistencia y demolición sistemáticade la dictadura, elecciones de 1983, conquista de grandesespacios democráticos, recomposición del peronismo me-diante los ‘renovadores’, recomposición de la burocraciasindical, impotencia frente a la ofensiva económica ypolítica de la burguesía encarnada en el alfonsinismo,victoria de Menem dentro del peronismo, arribo a laselecciones de 1989 sin alternativa) llevó al límite el des-creimiento y alejamiento de las bases obreras respecto desus direcciones sindicales y políticas peronistas.

Pero la contradicción en este caso -visible sobre todo apartir de diciembre de 2003, cuando asume Alfonsín-consiste, a la inversa del período anterior, en que elobjetivo cuestionamiento a la dirección burguesa peronista,y en esa medida la posibilidad de que las luchas abran la

perspectiva de una victoria real de los explotados frentea los explotadores, se manifiesta en la ausencia de vigory protagonismo de la clase obrera. El salto histórico dejaa los trabajadores momentáneamente sin aliento. Ya noestán encuadrados ni se sienten convocados por la direc-ción peronista. Pero todavía no cuentan con organizacióny liderazgo propios. La clase obrera no puede sostenersea sí misma como fuerza gravitante en la sociedad. Elcapital financiero internacional no tiene contrapeso al-guno. Entra en el escenario nacional como un batallón depiratas en una isla habitada por luchadores sin armas, sinorganización y sin voluntad de combate. La burguesíacarece de fuerza para cualquier otro proyecto que no seael sálvese quien pueda. He allí el origen y la mecánica dela decadencia permanente” (1).

Lejos estábamos en aquel momento de sospechar el punto al quellegaría la caída. Aun así, 16 años después es posible comprobar ladiferencia entre una posición basada en el análisis de las clases y sudinámica, frente a las metodologías impresionistas -cuando nodeliberadamente mentirosas- para interpretar los acontecimientos yel devenir de la vida social. Fueron la ausencia de la clase obreracomo tal ante la embestida imperialista, así como la obligada avidezciega de la burguesía local, los factores que dieron paso al saqueoy la devastación. Y es cuando ese proceso llega por propioagotamiento a su culminación, cuando el conflicto se replantea: en2001 un sector de aquella burguesía entregada a la ilusión de suasociación con el imperialismo resuelve, in extremis, cambiar depolítica. La clase obrera seguía ausente. Quienes ignoraron larealidad en los ’80, a falta de luchas sindicales, descubrirían un“nuevo sujeto social”, al que denominarían piqueteros, siguiendo lainiciativa de la prensa comercial. Y en rara unanimidad, ante lamaniobra estratégica del capital un arco casi completo de lasexpresiones consideradas revolucionarias y progresistas propuso

1.- “Panorama antes de la confrontación”, marzo de 1989; publicado en Argentinasiglo XXI: El abismo y el horizonte. Buenos Aires, 1994. Búsqueda Editora.

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“que se vayan todos”, dejando por completo libre el camino a laoperación de recuperación del orden político para la burguesía.

Al día siguiente de las elecciones el resultado de tales posicionesestuvo a la vista: “En la mañana del 28 de abril los cómputos oficialesindican que el peronismo de Carlos Menem obtuvo el 24,1%; elperonismo de Néstor Kirchner el 22,0%; el radicalismo y aliados aderecha de Ricardo López Murphy el 16%; el radicalismo y aliadosa izquierda y derecha de Elisa Carrió el 14,2%; el peronismo deRodríguez Sáa el 14,1%; el radicalismo solitario de Leopoldo Moreauel 2,3%; la alianza PC-MST denominada Izquierda Unida el 1,7%; elPS el 1,2% y el llamado PO un 0,6%. El voto en Blanco fue del 0,86%(el más bajo desde 1946!) y el Voto Protesta de 1,62%, sobre unaparticipación del 80% del padrón: el nivel más bajo de abstención yrechazo activo desde 1995. El signo más relevante de estas eleccioneses la ausencia de la clase obrera como tal en la disputa política” (2).

El entonces presidente Eduardo Duhalde pudo, en buena ley,felicitarse al comparar su desempeño con el de equipos dirigentesde partidos que se consideran de vanguardia revolucionaria: sinningún obstáculo -sin siquiera un intento de buscar un desenlacediferente por parte de quienes dicen representar los intereses de lostrabajadores- las clases dominantes habían recuperado el controlinstitucional del poder.

No abundaremos en las citas de sucesivos textos que antes ydespués de ese período clave entre 2001 y 2003 registran la luchacontra el sectarismo y el reformismo (3). Importa en cambio insistiren que las clases dominantes recuperaron no sólo el control de lasociedad, sino la expectativa esperanzada de una mayoría abruma-dora de la población. La burguesía desplazada del poder en diciem-bre de 2001, así como el imperialismo estadounidense, se cuidaronmuy bien de impedir que sus victoriosos rivales llevaran a cabo lafaena. Hubo de hecho un frente único de todas las fracciones del

capital para limitarse a colocar piezas propias en las posiblesfórmulas vencedoras, sin chocar de frente con el proyecto ni sustimoneles. Sólo cuando una sucesión de acontecimientos aleatoriospuso a Kirchner como candidato primero y como presidente electodespués, el capital financiero mostró los dientes el mismo día en queMenem desistió de concurrir a la segunda vuelta: “este es ungobierno para dos años”, dijo en primera plana el diario La Nación,refiriéndose al presidente electo Néstor Kirchner. Pero nocomenzaron las dentelladas hasta después de un año, en el primertrimestre de 2004, cuando el gobierno ya se había afianzado y elnuevo presidente contaba con el respaldo de un 70% de la ciudada-nía. La tarea estaba cumplida y era posible disputar otra vez lahegemonía sin riesgo de descontrol.

Al influjo de una devaluación inicial del 400% y otras circunstan-cias coyunturales que no es el caso analizar aquí, desde la asunciónde Duhalde en 2002 la economía dio un brusco giro ascendente ycambió por completo el panorama nacional. Tras un interregno desaneamiento que devoró un ministro de economía, asumió la carteraRoberto Lavagna con un programa de reactivación de cortekeynesiano. Ministro y plan fueron transferidos por Duhalde aKirchner. Eventuales recambios ministeriales sólo acentuarían ésteo aquél rasgo de una política basada inequívocamente en la interven-ción del Estado para regular y promover el giro económico, mientrasse reprogramó y renegoció la deuda externa. Como parte de lareorientación económica, la política exterior se vuelca al Mercosur,a la Comunidad Suramericana de Naciones, desdeña el Alca, chocacon los símbolos estadounidenses y se reclina hacia la Unión Europea.Una suma de gestos positivos respecto de Venezuela, en momentosde extrema tensión del gobierno bolivariano con la Casa Blanca,completa un entramado “progresista” en las relaciones exteriores.Todo esto, incluido el cambio del voto contra Cuba por la abstenciónen la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, fueron lineamientosadoptados por el gobierno de Duhalde, quien pasaría luego al cargode coordinador general del Mercosur. El envío de tropas a Haití fueen cambio decisión de Kirchner (avalada por el Congreso), aunquefuerza es reconocer que en esta medida contraria a todo discurso de

2.- “Quién y cómo pondrá rumbo en una sociedad fragmentada y confundida”;Eslabón N° 45, 29 de abril de 2003.3.- Pueden ser hallados en las colecciones de Crítica y Eslabón o en sus respectivossitios de internet: Crítica de Nuestro Tiempo: www.geocities.com/nuestrotiempoEslabón: www.geocities.com/ums_argentina

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

“que se vayan todos”, dejando por completo libre el camino a laoperación de recuperación del orden político para la burguesía.

Al día siguiente de las elecciones el resultado de tales posicionesestuvo a la vista: “En la mañana del 28 de abril los cómputos oficialesindican que el peronismo de Carlos Menem obtuvo el 24,1%; elperonismo de Néstor Kirchner el 22,0%; el radicalismo y aliados aderecha de Ricardo López Murphy el 16%; el radicalismo y aliadosa izquierda y derecha de Elisa Carrió el 14,2%; el peronismo deRodríguez Sáa el 14,1%; el radicalismo solitario de Leopoldo Moreauel 2,3%; la alianza PC-MST denominada Izquierda Unida el 1,7%; elPS el 1,2% y el llamado PO un 0,6%. El voto en Blanco fue del 0,86%(el más bajo desde 1946!) y el Voto Protesta de 1,62%, sobre unaparticipación del 80% del padrón: el nivel más bajo de abstención yrechazo activo desde 1995. El signo más relevante de estas eleccioneses la ausencia de la clase obrera como tal en la disputa política” (2).

El entonces presidente Eduardo Duhalde pudo, en buena ley,felicitarse al comparar su desempeño con el de equipos dirigentesde partidos que se consideran de vanguardia revolucionaria: sinningún obstáculo -sin siquiera un intento de buscar un desenlacediferente por parte de quienes dicen representar los intereses de lostrabajadores- las clases dominantes habían recuperado el controlinstitucional del poder.

No abundaremos en las citas de sucesivos textos que antes ydespués de ese período clave entre 2001 y 2003 registran la luchacontra el sectarismo y el reformismo (3). Importa en cambio insistiren que las clases dominantes recuperaron no sólo el control de lasociedad, sino la expectativa esperanzada de una mayoría abruma-dora de la población. La burguesía desplazada del poder en diciem-bre de 2001, así como el imperialismo estadounidense, se cuidaronmuy bien de impedir que sus victoriosos rivales llevaran a cabo lafaena. Hubo de hecho un frente único de todas las fracciones del

capital para limitarse a colocar piezas propias en las posiblesfórmulas vencedoras, sin chocar de frente con el proyecto ni sustimoneles. Sólo cuando una sucesión de acontecimientos aleatoriospuso a Kirchner como candidato primero y como presidente electodespués, el capital financiero mostró los dientes el mismo día en queMenem desistió de concurrir a la segunda vuelta: “este es ungobierno para dos años”, dijo en primera plana el diario La Nación,refiriéndose al presidente electo Néstor Kirchner. Pero nocomenzaron las dentelladas hasta después de un año, en el primertrimestre de 2004, cuando el gobierno ya se había afianzado y elnuevo presidente contaba con el respaldo de un 70% de la ciudada-nía. La tarea estaba cumplida y era posible disputar otra vez lahegemonía sin riesgo de descontrol.

Al influjo de una devaluación inicial del 400% y otras circunstan-cias coyunturales que no es el caso analizar aquí, desde la asunciónde Duhalde en 2002 la economía dio un brusco giro ascendente ycambió por completo el panorama nacional. Tras un interregno desaneamiento que devoró un ministro de economía, asumió la carteraRoberto Lavagna con un programa de reactivación de cortekeynesiano. Ministro y plan fueron transferidos por Duhalde aKirchner. Eventuales recambios ministeriales sólo acentuarían ésteo aquél rasgo de una política basada inequívocamente en la interven-ción del Estado para regular y promover el giro económico, mientrasse reprogramó y renegoció la deuda externa. Como parte de lareorientación económica, la política exterior se vuelca al Mercosur,a la Comunidad Suramericana de Naciones, desdeña el Alca, chocacon los símbolos estadounidenses y se reclina hacia la Unión Europea.Una suma de gestos positivos respecto de Venezuela, en momentosde extrema tensión del gobierno bolivariano con la Casa Blanca,completa un entramado “progresista” en las relaciones exteriores.Todo esto, incluido el cambio del voto contra Cuba por la abstenciónen la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, fueron lineamientosadoptados por el gobierno de Duhalde, quien pasaría luego al cargode coordinador general del Mercosur. El envío de tropas a Haití fueen cambio decisión de Kirchner (avalada por el Congreso), aunquefuerza es reconocer que en esta medida contraria a todo discurso de

2.- “Quién y cómo pondrá rumbo en una sociedad fragmentada y confundida”;Eslabón N° 45, 29 de abril de 2003.3.- Pueden ser hallados en las colecciones de Crítica y Eslabón o en sus respectivossitios de internet: Crítica de Nuestro Tiempo: www.geocities.com/nuestrotiempoEslabón: www.geocities.com/ums_argentina

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soberanía y antimperialismo la presión del gobierno brasileño tuvo unpapel decisivo.

Mientras tanto, el supuesto “movimiento piquetero” -una de lasfantasías más insólitas aparecidas en la literatura de filiación marxis-ta- se evaporó y las cúpulas se fragmentaron hasta configurar unespectro más disperso y más impotente que el de los aparatos queusufructuaron el fenómeno (situación que, dicho sea de paso, planteaahora como una de las tareas principales la respuesta a los remanentessanos del activismo en el ámbito de los desocupados, de modo que lasurgencias diarias de este sector no se contrapongan con una estrategiade lucha común entre trabajadores con y sin empleo). Paralelamente,la cúpula de la CGT se unificó en inequívoca coincidencia con elgobierno, en tanto la CTA, sombra de sí misma, lidió sin suerte conla imposible tarea de no ser oficialista ni opositora, sino todo locontrario, y afronta ahora una más de las crisis internas que lavaciaron de contenido en los últimos años. En el mismo período,expresiones de vanguardia clasista, sin definiciones estratégicas niorientación política, fueron arrastradas por tendencias sectarias aun aislamiento del que ahora, algunas de ellas, pugnan por salir.Todo esto ocurrió sin un solo caso de movilización del proletariadocomo clase y sin ninguna lucha de envergadura de los obrerosindustriales. Luchas salariales dispersas, sin programa a la vistapara unificarse en un gran movimiento reivindicativo nacional, seperfilaron pese a todo como una posibilidad de reversión del cuadroresumido en este párrafo.

En este punto de desmovilización y fragmentación extrema de laclase obrera con y sin ocupación, y de contraataque del capitalfinanciero internacional y sus agentes locales, es cuando reaparecela simplificación mortal del “enemigo principal” o el irresponsabledesconocimiento de su existencia y gravitación. Porque, naturalmen-te, tanto el imperialismo estadounidense como sus socios localesembisten ahora sin subterfugios contra Kirchner y amenazan inclusola continuidad institucional, en la certeza de que ya está desactivadala bomba.

El verdadero estado de la clase obrera y el conjunto de la sociedadse intuye al tener en cuenta que tales resultados se obtuvieron

mientras la distribución de la renta acentuó vertiginosamente elsentido regresivo que arrastra desde décadas: los asalariados hanperdido desde 2001, según el sector de pertenencia, entre el 25 y el50% de su ingreso real; los desocupados reciben subsidios de $150;aumenta el trabajo en negro y con salarios que no superan los $400;se han pagado más de 10 mil millones de dólares por intereses yamortizaciones de la deuda; el petróleo sigue drenando riquezasrumbo al Norte mediante mecanismos descarados en favor deRepsol. Las exigencias de la deuda externa tensionan otra vez lasrelaciones con el capital financiero internacional; la producción enaumento recupera los niveles previos a la crisis y la capacidadinstalada muestra el límite para un crecimiento sostenido; se anunciauna crisis energética y se replantea la necesidad de recuperar YPFo permanecer impotente; una combinación de forcejeo por la renta yamagues de ‘golpe de mercado’, en un marco de falta de hegemoníaen el elenco gobernante y la consecuente debilidad relativa pararesponder a las presiones, da lugar a incongruencias dentro del propioplan oficial y parálisis ante resoluciones clave (Enarsa, inmóvil desdesu creación, es sólo uno entre muchos ejemplos). En una suerte deirrealidad económica autopropulsada, el peso se revalúa frente al dólarempujado por los ingresos extra por exportaciones y exige maniobrasdestinadas a contrarrestar el efecto, las cuales concurren a alimentarla inflación, mientras el centro de los esfuerzos oficiales en materia deplan económico, aparte la reprogramación de la deuda, consiste enhallar más mercados para las exportaciones primarias de siempre.Todo esto en medio de la caída del valor del dólar y la multiplicación designos de alarma en el sistema financiero internacional.

Pragmatismo y teoría científicaAnte la encrucijada, desde ángulos opuestos el pragmatismo y la

enfermedad infantil del comunismo convergen en un mismo punto:Kirchner. ¿Será un revolucionario encubierto o un agente embozadodel imperialismo? Puesto el mundo cabeza abajo, la situación objetivade las clases, su conciencia y estado de ánimo, sus puntos dereferencia ideológicos, políticos, sus niveles de organización y parti-cipación social, se reemplazan por alabanzas o denuestos respecto de

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soberanía y antimperialismo la presión del gobierno brasileño tuvo unpapel decisivo.

Mientras tanto, el supuesto “movimiento piquetero” -una de lasfantasías más insólitas aparecidas en la literatura de filiación marxis-ta- se evaporó y las cúpulas se fragmentaron hasta configurar unespectro más disperso y más impotente que el de los aparatos queusufructuaron el fenómeno (situación que, dicho sea de paso, planteaahora como una de las tareas principales la respuesta a los remanentessanos del activismo en el ámbito de los desocupados, de modo que lasurgencias diarias de este sector no se contrapongan con una estrategiade lucha común entre trabajadores con y sin empleo). Paralelamente,la cúpula de la CGT se unificó en inequívoca coincidencia con elgobierno, en tanto la CTA, sombra de sí misma, lidió sin suerte conla imposible tarea de no ser oficialista ni opositora, sino todo locontrario, y afronta ahora una más de las crisis internas que lavaciaron de contenido en los últimos años. En el mismo período,expresiones de vanguardia clasista, sin definiciones estratégicas niorientación política, fueron arrastradas por tendencias sectarias aun aislamiento del que ahora, algunas de ellas, pugnan por salir.Todo esto ocurrió sin un solo caso de movilización del proletariadocomo clase y sin ninguna lucha de envergadura de los obrerosindustriales. Luchas salariales dispersas, sin programa a la vistapara unificarse en un gran movimiento reivindicativo nacional, seperfilaron pese a todo como una posibilidad de reversión del cuadroresumido en este párrafo.

En este punto de desmovilización y fragmentación extrema de laclase obrera con y sin ocupación, y de contraataque del capitalfinanciero internacional y sus agentes locales, es cuando reaparecela simplificación mortal del “enemigo principal” o el irresponsabledesconocimiento de su existencia y gravitación. Porque, naturalmen-te, tanto el imperialismo estadounidense como sus socios localesembisten ahora sin subterfugios contra Kirchner y amenazan inclusola continuidad institucional, en la certeza de que ya está desactivadala bomba.

El verdadero estado de la clase obrera y el conjunto de la sociedadse intuye al tener en cuenta que tales resultados se obtuvieron

mientras la distribución de la renta acentuó vertiginosamente elsentido regresivo que arrastra desde décadas: los asalariados hanperdido desde 2001, según el sector de pertenencia, entre el 25 y el50% de su ingreso real; los desocupados reciben subsidios de $150;aumenta el trabajo en negro y con salarios que no superan los $400;se han pagado más de 10 mil millones de dólares por intereses yamortizaciones de la deuda; el petróleo sigue drenando riquezasrumbo al Norte mediante mecanismos descarados en favor deRepsol. Las exigencias de la deuda externa tensionan otra vez lasrelaciones con el capital financiero internacional; la producción enaumento recupera los niveles previos a la crisis y la capacidadinstalada muestra el límite para un crecimiento sostenido; se anunciauna crisis energética y se replantea la necesidad de recuperar YPFo permanecer impotente; una combinación de forcejeo por la renta yamagues de ‘golpe de mercado’, en un marco de falta de hegemoníaen el elenco gobernante y la consecuente debilidad relativa pararesponder a las presiones, da lugar a incongruencias dentro del propioplan oficial y parálisis ante resoluciones clave (Enarsa, inmóvil desdesu creación, es sólo uno entre muchos ejemplos). En una suerte deirrealidad económica autopropulsada, el peso se revalúa frente al dólarempujado por los ingresos extra por exportaciones y exige maniobrasdestinadas a contrarrestar el efecto, las cuales concurren a alimentarla inflación, mientras el centro de los esfuerzos oficiales en materia deplan económico, aparte la reprogramación de la deuda, consiste enhallar más mercados para las exportaciones primarias de siempre.Todo esto en medio de la caída del valor del dólar y la multiplicación designos de alarma en el sistema financiero internacional.

Pragmatismo y teoría científicaAnte la encrucijada, desde ángulos opuestos el pragmatismo y la

enfermedad infantil del comunismo convergen en un mismo punto:Kirchner. ¿Será un revolucionario encubierto o un agente embozadodel imperialismo? Puesto el mundo cabeza abajo, la situación objetivade las clases, su conciencia y estado de ánimo, sus puntos dereferencia ideológicos, políticos, sus niveles de organización y parti-cipación social, se reemplazan por alabanzas o denuestos respecto de

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un equipo gobernante. Y mientras unos ven en Kirchner el punto deapoyo para una estrategia revolucionaria, otros lanzan gritos de terroranunciando una “escalada represiva”. Desconociendo deliberada-mente la lógica del sistema y la crisis del capitalismo mundial, quienesse han incorporado al gobierno en situación de absoluta subordina-ción, proponen programas de reactivación y desarrollo con base en lasPymes, sin ahorrar invocaciones a la necesidad de fortalecer unaburguesía nacional. Frente a ellos, y abstrayéndose de la luchainterimperialista, de los realineamientos y la dinámica crecientementebelicista de las disputas intercapitalistas, haciendo completa abstrac-ción de la situación real del proletariado, quienes niegan cualquierdiferencia entre este gobierno y los de Menem y De la Rúa, convocandesde la nada a enfrentar y derrocar a Kirchner.

Rechazamos este primitivismo teórico disfrazado derevolucionarismo. Y a la vez reiteramos con énfasis lo que advertía-mos en 2001 y citamos más arriba: la política keynesiana no sólo esuna quimera, es una quimera reaccionaria.

Para trabajadores, jóvenes, desocupados y el conjunto de sectoresoprimidos de la sociedad, la posibilidad de dar un paso adelanterequiere como precondición una franca y tajante ruptura con esa falsaopción. No importa cuán elevado sea el precio de esa ruptura, ella esimprescindible. Si cuadros y organizaciones se dejan llevar por lainercia y se niegan a realizar el drástico replanteo que la coyunturaexige, su papel será negativo, contrario a las urgencias tácticas de lacoyuntura y opuesto a las necesidades de la clase obrera y la naciónen su conjunto.

Sólo los necios -y los agentes del enemigo- pueden desconocer labrutal amenaza estadounidense contra la región y las derivaciones deaquella estrategia sobre la situación Argentina. Los episodios ocurri-dos en enero de 2005 en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires,provocados por la tragedia en la discoteca Cromagnon, cuandoultraderecha y pseudoizquierdas convergieron en un bloque al quedenominamos ‘macrizquierdismo’, ilustra hasta dónde puede llegarel desvío pseudorrevolucionario. Enfrente, la votación de las leyesantiterroristas en el Congreso Nacional, indicaba la naturaleza delantimperialismo oficial.

El hecho es que no hay espacio para una resistencia antimperialistasostenida y con respaldo de las masas si a la vez se defiende elsistema. La satisfacción de las necesidades mínimas de las mayoríasrequiere decisiones que ataquen el corazón del mecanismo imperia-lista y, en el plano interno, dobleguen a las leyes de mercado a favorde la distribución equitativa de riquezas y la planificación económica.Si es cierto que hay un amplio espacio para la adopción de talesmedidas sin romper con el sistema capitalista, no lo es menos que, porun lado, la crisis estrecha a un mínimo esos márgenes y, por otro, lasclases dominantes son conscientes de la dinámica que instauran talespolíticas y están alertas para enfrentarlas con el máximo de beligeran-cia apenas se insinúan. De allí que las contradicciones interimperialistas,los choques entre el imperialismo y las naciones subyugadas y la luchaburguesía-proletariado se entrelazan y combinan de tal manera queeliminan todo espacio para concepciones etapistas en función de un“enemigo principal”.

La noción de Frente Antimperialista –que no debiera ser confun-dida con una organización formal- es el punto de partida de todapolítica consistente, así como la contraparte inseparable reside en laexistencia de partidos anticapitalistas con enraizamiento en el prole-tariado industrial y en el conjunto de los asalariados. Pero los objetivosno se alcanzan enunciándolos. Un partido revolucionario genuino esla fusión de la teoría del socialismo científico con el activo de la claseobrera. Y éste no lo es en sentido cabal si no está identificado con lossentimientos y la experiencia cotidiana del conjunto de la clasetrabajadora. Por eso no se debe confundir un aparato autoproclamadopartido, con la organización resultante de aquella fusión de teoría ymasa expresada en una vanguardia real organizada con decisión ymetodología revolucionarias.

La estrategia del débil, del vacilante, cuando quiere oponerse aalgo, es montarse a la abstracción de lo que desea desconociendo porcompleto el punto de partida y los pasos necesarios para alcanzarlo.Es el comportamiento del adolescente inseguro que, luego de unperíodo de extrema confrontación, culmina con la vuelta a casa. Loque parece más radical y resulta aparentemente más fácil, es enrealidad un camino en redondo, que lleva al punto de partida. En la

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un equipo gobernante. Y mientras unos ven en Kirchner el punto deapoyo para una estrategia revolucionaria, otros lanzan gritos de terroranunciando una “escalada represiva”. Desconociendo deliberada-mente la lógica del sistema y la crisis del capitalismo mundial, quienesse han incorporado al gobierno en situación de absoluta subordina-ción, proponen programas de reactivación y desarrollo con base en lasPymes, sin ahorrar invocaciones a la necesidad de fortalecer unaburguesía nacional. Frente a ellos, y abstrayéndose de la luchainterimperialista, de los realineamientos y la dinámica crecientementebelicista de las disputas intercapitalistas, haciendo completa abstrac-ción de la situación real del proletariado, quienes niegan cualquierdiferencia entre este gobierno y los de Menem y De la Rúa, convocandesde la nada a enfrentar y derrocar a Kirchner.

Rechazamos este primitivismo teórico disfrazado derevolucionarismo. Y a la vez reiteramos con énfasis lo que advertía-mos en 2001 y citamos más arriba: la política keynesiana no sólo esuna quimera, es una quimera reaccionaria.

Para trabajadores, jóvenes, desocupados y el conjunto de sectoresoprimidos de la sociedad, la posibilidad de dar un paso adelanterequiere como precondición una franca y tajante ruptura con esa falsaopción. No importa cuán elevado sea el precio de esa ruptura, ella esimprescindible. Si cuadros y organizaciones se dejan llevar por lainercia y se niegan a realizar el drástico replanteo que la coyunturaexige, su papel será negativo, contrario a las urgencias tácticas de lacoyuntura y opuesto a las necesidades de la clase obrera y la naciónen su conjunto.

Sólo los necios -y los agentes del enemigo- pueden desconocer labrutal amenaza estadounidense contra la región y las derivaciones deaquella estrategia sobre la situación Argentina. Los episodios ocurri-dos en enero de 2005 en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires,provocados por la tragedia en la discoteca Cromagnon, cuandoultraderecha y pseudoizquierdas convergieron en un bloque al quedenominamos ‘macrizquierdismo’, ilustra hasta dónde puede llegarel desvío pseudorrevolucionario. Enfrente, la votación de las leyesantiterroristas en el Congreso Nacional, indicaba la naturaleza delantimperialismo oficial.

El hecho es que no hay espacio para una resistencia antimperialistasostenida y con respaldo de las masas si a la vez se defiende elsistema. La satisfacción de las necesidades mínimas de las mayoríasrequiere decisiones que ataquen el corazón del mecanismo imperia-lista y, en el plano interno, dobleguen a las leyes de mercado a favorde la distribución equitativa de riquezas y la planificación económica.Si es cierto que hay un amplio espacio para la adopción de talesmedidas sin romper con el sistema capitalista, no lo es menos que, porun lado, la crisis estrecha a un mínimo esos márgenes y, por otro, lasclases dominantes son conscientes de la dinámica que instauran talespolíticas y están alertas para enfrentarlas con el máximo de beligeran-cia apenas se insinúan. De allí que las contradicciones interimperialistas,los choques entre el imperialismo y las naciones subyugadas y la luchaburguesía-proletariado se entrelazan y combinan de tal manera queeliminan todo espacio para concepciones etapistas en función de un“enemigo principal”.

La noción de Frente Antimperialista –que no debiera ser confun-dida con una organización formal- es el punto de partida de todapolítica consistente, así como la contraparte inseparable reside en laexistencia de partidos anticapitalistas con enraizamiento en el prole-tariado industrial y en el conjunto de los asalariados. Pero los objetivosno se alcanzan enunciándolos. Un partido revolucionario genuino esla fusión de la teoría del socialismo científico con el activo de la claseobrera. Y éste no lo es en sentido cabal si no está identificado con lossentimientos y la experiencia cotidiana del conjunto de la clasetrabajadora. Por eso no se debe confundir un aparato autoproclamadopartido, con la organización resultante de aquella fusión de teoría ymasa expresada en una vanguardia real organizada con decisión ymetodología revolucionarias.

La estrategia del débil, del vacilante, cuando quiere oponerse aalgo, es montarse a la abstracción de lo que desea desconociendo porcompleto el punto de partida y los pasos necesarios para alcanzarlo.Es el comportamiento del adolescente inseguro que, luego de unperíodo de extrema confrontación, culmina con la vuelta a casa. Loque parece más radical y resulta aparentemente más fácil, es enrealidad un camino en redondo, que lleva al punto de partida. En la

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lucha revolucionaria ocurre algo análogo. Y si eso fue siempre verdad(es preciso leer a Marx y Engels escribiendo en la Nueva GacetaRenana), lo es más aún ahora, ante la ciclópea tarea de revalidar laperspectiva socialista en el cerebro y el corazón de un proletariadonuevo, extraordinariamente estratificado, más culto y avanzado quenunca, más numeroso y poderoso que nunca, pero inexistente comoclase para sí.

Un Partido Revolucionario no es una universidad para los traba-jadores sino una organización de combate. Pero una organización derevolucionarios no será Partido si en la acción no se propone educara millones de trabajadores desculturizados, enajenados, cosificadospor su función social y por el devastador efecto de los medios dedifusión masiva en manos de los explotadores. Y si aquella organiza-ción no logra transformarse en partido, se transformará en secta ydejará de ser revolucionaria. Con absoluta prescindencia de lavoluntad y la mayor o menor conciencia de sus componentes, ésa esla dinámica inexorable planteada en este momento histórico.

Desde hace décadas la militancia revolucionaria ha sido educada-a nombre del marxismo- con base en una desgraciada combinaciónde pragmatismo y metafísica; abnegados luchadores asimilaronnociones a las que se les atribuye carácter de principios y setransforman en fetiches; la realidad deja de ser así el punto de partiday las posiciones se adoptan según presupuestos carentes de todofundamento objetivo. El análisis materialista-dialéctico se reemplazapor versículos y la entrega militante se equipara a la conductaobsesiva, irracional, sumisa, de un fanático religioso, que irrespeta pordefinición a sus interlocutores pues asume como propia la superiori-dad que le atribuye al Señor. Pero el Señor es en este caso unadirección encargada de reproducir ideas basadas en sus ideas, encuya base está la convicción de que todo el mundo es reformista,contrarrevolucionario y traidor, excepto ellos mismos. La generosi-dad y la voluntad de sacrificio del militante se transforma así en loinverso; en una conducta que abre y ahonda sin cesar la brecha entrelas ideas de la revolución y la masa a la que se debe fecundar con ellas.Esto no es nuevo pero se agravó en la exacta medida del reflujo delproletariado. Con los criterios y líneas de acción actuales, cualquiera

de los que se consideran partidos revolucionarios enviaría a lahoguera a Marx (que, un ejemplo entre mil, escribió la Crítica alPrograma de Gotha pero creyó necesario no publicarla, para no trabarel proceso de unificación de los socialistas alemanes); a Engels (quedecidió dar a luz ese documento recién 15 años más tarde), a Lenin(un ejemplo en un millón: al instruir a sus delegados a una reunión deautoridades económicas de Europa en Génova explicaba: “nadie debeser más capitalista que nosotros”), o a Trotsky (cuya conocida frase“en determinadas circunstancias debemos hacer alianzas con eldiablo y con la abuela del diablo” sería exorcisada como blasfemia deBelcebú. Como subproducto, tales conductas han provocado ademásreacciones que inhabilitan de igual o peor manera al militante, alintroducir el democratismo, la ausencia de disciplina, la dilución decriterios organizativos y de instancias con capacidad ejecutiva, dandolugar a experiencias destructivas en términos de organización y decuadros, pues si por un lado se aniquila la idea de organizacióncohesionada y aguerrida con capacidad de intervención centralizada,por el otro se entroniza a algún individuo o pequeña camarilla que, conel discurso del horizontalismo, actúa de la manera más antidemocrática,apelando a un centralismo que no tiene formal ni realmente ningúnpunto de apoyo en la participación democrática de la militancia.

Ahora, más que nunca, es incompatible la continuidad de aquellacultura política y la actuación como revolucionario. Por una razónmuy sencilla: ha llegado la hora de la Revolución. La ‘transición en latransición’ es el prólogo de la confrontación de la que saldránvencedores y vencidos. Las sectas no luchan por la victoria, por latoma del poder y la ruptura de todas las compuertas que aprisionana la sociedad. El triunfo de la Revolución no es inevitable, pero esposible a condición de resolver los dilemas que tiene enfrente; y estoexige cambiar de raíz la cultura y la política. Es un momento tan duroy difícil como estimulante para los genuinos luchadores. Al tiempo quemilitantes experimentados se quiebran como hombres de paja, dece-nas y cientos de miles de hombres y mujeres acuciados por la crisiscomienzan a recorrer el camino de la conciencia, el compromiso y laorganización. Al tiempo que se asiste a repugnantes casos decorrupción en individuos que se pretenden marxistas y dirigentes, un

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lucha revolucionaria ocurre algo análogo. Y si eso fue siempre verdad(es preciso leer a Marx y Engels escribiendo en la Nueva GacetaRenana), lo es más aún ahora, ante la ciclópea tarea de revalidar laperspectiva socialista en el cerebro y el corazón de un proletariadonuevo, extraordinariamente estratificado, más culto y avanzado quenunca, más numeroso y poderoso que nunca, pero inexistente comoclase para sí.

Un Partido Revolucionario no es una universidad para los traba-jadores sino una organización de combate. Pero una organización derevolucionarios no será Partido si en la acción no se propone educara millones de trabajadores desculturizados, enajenados, cosificadospor su función social y por el devastador efecto de los medios dedifusión masiva en manos de los explotadores. Y si aquella organiza-ción no logra transformarse en partido, se transformará en secta ydejará de ser revolucionaria. Con absoluta prescindencia de lavoluntad y la mayor o menor conciencia de sus componentes, ésa esla dinámica inexorable planteada en este momento histórico.

Desde hace décadas la militancia revolucionaria ha sido educada-a nombre del marxismo- con base en una desgraciada combinaciónde pragmatismo y metafísica; abnegados luchadores asimilaronnociones a las que se les atribuye carácter de principios y setransforman en fetiches; la realidad deja de ser así el punto de partiday las posiciones se adoptan según presupuestos carentes de todofundamento objetivo. El análisis materialista-dialéctico se reemplazapor versículos y la entrega militante se equipara a la conductaobsesiva, irracional, sumisa, de un fanático religioso, que irrespeta pordefinición a sus interlocutores pues asume como propia la superiori-dad que le atribuye al Señor. Pero el Señor es en este caso unadirección encargada de reproducir ideas basadas en sus ideas, encuya base está la convicción de que todo el mundo es reformista,contrarrevolucionario y traidor, excepto ellos mismos. La generosi-dad y la voluntad de sacrificio del militante se transforma así en loinverso; en una conducta que abre y ahonda sin cesar la brecha entrelas ideas de la revolución y la masa a la que se debe fecundar con ellas.Esto no es nuevo pero se agravó en la exacta medida del reflujo delproletariado. Con los criterios y líneas de acción actuales, cualquiera

de los que se consideran partidos revolucionarios enviaría a lahoguera a Marx (que, un ejemplo entre mil, escribió la Crítica alPrograma de Gotha pero creyó necesario no publicarla, para no trabarel proceso de unificación de los socialistas alemanes); a Engels (quedecidió dar a luz ese documento recién 15 años más tarde), a Lenin(un ejemplo en un millón: al instruir a sus delegados a una reunión deautoridades económicas de Europa en Génova explicaba: “nadie debeser más capitalista que nosotros”), o a Trotsky (cuya conocida frase“en determinadas circunstancias debemos hacer alianzas con eldiablo y con la abuela del diablo” sería exorcisada como blasfemia deBelcebú. Como subproducto, tales conductas han provocado ademásreacciones que inhabilitan de igual o peor manera al militante, alintroducir el democratismo, la ausencia de disciplina, la dilución decriterios organizativos y de instancias con capacidad ejecutiva, dandolugar a experiencias destructivas en términos de organización y decuadros, pues si por un lado se aniquila la idea de organizacióncohesionada y aguerrida con capacidad de intervención centralizada,por el otro se entroniza a algún individuo o pequeña camarilla que, conel discurso del horizontalismo, actúa de la manera más antidemocrática,apelando a un centralismo que no tiene formal ni realmente ningúnpunto de apoyo en la participación democrática de la militancia.

Ahora, más que nunca, es incompatible la continuidad de aquellacultura política y la actuación como revolucionario. Por una razónmuy sencilla: ha llegado la hora de la Revolución. La ‘transición en latransición’ es el prólogo de la confrontación de la que saldránvencedores y vencidos. Las sectas no luchan por la victoria, por latoma del poder y la ruptura de todas las compuertas que aprisionana la sociedad. El triunfo de la Revolución no es inevitable, pero esposible a condición de resolver los dilemas que tiene enfrente; y estoexige cambiar de raíz la cultura y la política. Es un momento tan duroy difícil como estimulante para los genuinos luchadores. Al tiempo quemilitantes experimentados se quiebran como hombres de paja, dece-nas y cientos de miles de hombres y mujeres acuciados por la crisiscomienzan a recorrer el camino de la conciencia, el compromiso y laorganización. Al tiempo que se asiste a repugnantes casos decorrupción en individuos que se pretenden marxistas y dirigentes, un

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reclamo profundo por conductas límpidas se afirma en medio desociedades día a día más degradadas. Y si no faltan ejemplos decobardía, se multiplica encarnada en millones la voluntad de recupe-rar el sentido heroico de la vida militante.

Desafío suramericanoHay rasgos diferentes potencialmente decisivos en Brasil y

Uruguay, comparados con el panorama argentino resumido en estaslíneas. El Partido de los Trabajadores (PT), el Frente Amplio (FA) yel Partido Justicialista (PJ) son tres universos diferentes con apenasnada en común. Las diferencias son aún mayores si la comparaciónse hace con Venezuela y el gobierno de Chávez. La posterior llegadadel Movimiento al Socialismo (MAS) al poder en Bolivia, hizo aún máscomplejo el panorama. No obstante, es obligatorio pensar en dimen-sión hemisférica y aferrarse hasta sangrar las uñas a los puntos decontacto entre estos y otros gobiernos. En nuestra región, EstadosUnidos ha perdido la iniciativa; pero multiplicará esfuerzos y arguciaspara recuperarla: nadie que eluda la tarea clave de impedirlo puedeconsiderarse dirección política de un pueblo.

Una de las vías de Washington para lograr ese objetivo estriba ensus socios-amigos y, mediante la manipulación de sus inmensosrecursos, las presiones sobre sus socios-enemigos. Si la política aemplear con los primeros no ofrece incógnitas, es otro el casorespecto de los segundos: el arte consistirá en obligarlos a mantenerla distancia con Washington sin conceder a cambio nada que pongaen cuestión la independencia en el accionar estratégico de las fuerzasrevolucionarias, la clase trabajadora y el pueblo oprimido.

Tal vez la tarea estratégica más difícil -por su aridez y prolonga-ción en un tiempo durante el cual todos los frutos serán amargos-consiste en la siembra de una conciencia clasista en la inmensa masaproductora de plusvalía que, si no fuese por la agudeza de la crisis,podría vivir la vida entera convencida de que forma parte de las clasesdominantes. Desde los técnicos y programadores de computaciónhasta los médicos, pasando por la amplísima gama de profesionalesasalariados, asumirán tarde o temprano su condición de alienadosvendedores de su fuerza de trabajo. Y constituirán el ejército más

poderoso imaginable. Los tiempos de la conciencia pueden noguardar ninguna relación con el calendario. En Europa y EstadosUnidos, cientos de millones de estos nuevos vehículos de la valoriza-ción del capital, desde hace ya muchas décadas enajenados comonadie en la historia humana, pueden todavía continuar años conven-cidos de que su peor enemigo es el colesterol. Aunque incluso allápueden acelerarse los ritmos. En nuestros países, en cambio, su futuroestá prefigurado en plazos perentorios por las columnas de “ahorristas”que en 2002 recorrían las calles de Buenos Aires gritando amenazascontra los banqueros y arremetiendo con lo que tuvieran a manocontra las puertas inexpugnables de los Bancos. Al profanar lostemplos sagrados del dios mayor de nuestro tiempo estaban, sinsaberlo, reconociendo su condición de víctimas inermes del capital,que no contento con extraerle la plusvalía en el trabajo cotidiano, lesarrebata mediante otros mecanismo el plus recibido por pertenecer -aunque la expresión los horrorice- a la aristocracia obrera.

No se trata de cambiar la militancia en la puerta de grandesempresas industriales por las clínicas de los barrios elegantes o losestudios jurídicos o de ingeniería donde ejércitos de asalariados condiploma ajustan tuercas de un mecanismo cuya función desconocen,para maximizar el lucro empresario (4). Se trata de entender que, enlos propios conglomerados industriales, donde los obreros rasos sonparte de la capa privilegiada de la clase, técnicos, ingenieros yprofesionales ocupan el mismo lugar en el proceso de producción einexorablemente esa realidad se les impone por sobre sus fantasías.Claro que esto hace más compleja la tarea no ya del militante, sino dequienes se proponen como dirigentes de partidos obreros dispuestosa la lucha por el poder, en medio de una crisis sin precedentes delcapital y con los estrategas imperialistas programando una guerrainminente contra nuestros pueblos.

La tarea misionera de explicar el funcionamiento del sistemacapitalista, la naturaleza de la crisis, el significado del trabajo asala-riado y la enajenación, la teoría del socialismo científico, es parteinescindible del objetivo de unificar a la clase en su más abarcadora

4.- Cf. Crítica de Nuestro Tiempo N° 24, pág. 51 y N° 29, pág. 16.

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reclamo profundo por conductas límpidas se afirma en medio desociedades día a día más degradadas. Y si no faltan ejemplos decobardía, se multiplica encarnada en millones la voluntad de recupe-rar el sentido heroico de la vida militante.

Desafío suramericanoHay rasgos diferentes potencialmente decisivos en Brasil y

Uruguay, comparados con el panorama argentino resumido en estaslíneas. El Partido de los Trabajadores (PT), el Frente Amplio (FA) yel Partido Justicialista (PJ) son tres universos diferentes con apenasnada en común. Las diferencias son aún mayores si la comparaciónse hace con Venezuela y el gobierno de Chávez. La posterior llegadadel Movimiento al Socialismo (MAS) al poder en Bolivia, hizo aún máscomplejo el panorama. No obstante, es obligatorio pensar en dimen-sión hemisférica y aferrarse hasta sangrar las uñas a los puntos decontacto entre estos y otros gobiernos. En nuestra región, EstadosUnidos ha perdido la iniciativa; pero multiplicará esfuerzos y arguciaspara recuperarla: nadie que eluda la tarea clave de impedirlo puedeconsiderarse dirección política de un pueblo.

Una de las vías de Washington para lograr ese objetivo estriba ensus socios-amigos y, mediante la manipulación de sus inmensosrecursos, las presiones sobre sus socios-enemigos. Si la política aemplear con los primeros no ofrece incógnitas, es otro el casorespecto de los segundos: el arte consistirá en obligarlos a mantenerla distancia con Washington sin conceder a cambio nada que pongaen cuestión la independencia en el accionar estratégico de las fuerzasrevolucionarias, la clase trabajadora y el pueblo oprimido.

Tal vez la tarea estratégica más difícil -por su aridez y prolonga-ción en un tiempo durante el cual todos los frutos serán amargos-consiste en la siembra de una conciencia clasista en la inmensa masaproductora de plusvalía que, si no fuese por la agudeza de la crisis,podría vivir la vida entera convencida de que forma parte de las clasesdominantes. Desde los técnicos y programadores de computaciónhasta los médicos, pasando por la amplísima gama de profesionalesasalariados, asumirán tarde o temprano su condición de alienadosvendedores de su fuerza de trabajo. Y constituirán el ejército más

poderoso imaginable. Los tiempos de la conciencia pueden noguardar ninguna relación con el calendario. En Europa y EstadosUnidos, cientos de millones de estos nuevos vehículos de la valoriza-ción del capital, desde hace ya muchas décadas enajenados comonadie en la historia humana, pueden todavía continuar años conven-cidos de que su peor enemigo es el colesterol. Aunque incluso allápueden acelerarse los ritmos. En nuestros países, en cambio, su futuroestá prefigurado en plazos perentorios por las columnas de “ahorristas”que en 2002 recorrían las calles de Buenos Aires gritando amenazascontra los banqueros y arremetiendo con lo que tuvieran a manocontra las puertas inexpugnables de los Bancos. Al profanar lostemplos sagrados del dios mayor de nuestro tiempo estaban, sinsaberlo, reconociendo su condición de víctimas inermes del capital,que no contento con extraerle la plusvalía en el trabajo cotidiano, lesarrebata mediante otros mecanismo el plus recibido por pertenecer -aunque la expresión los horrorice- a la aristocracia obrera.

No se trata de cambiar la militancia en la puerta de grandesempresas industriales por las clínicas de los barrios elegantes o losestudios jurídicos o de ingeniería donde ejércitos de asalariados condiploma ajustan tuercas de un mecanismo cuya función desconocen,para maximizar el lucro empresario (4). Se trata de entender que, enlos propios conglomerados industriales, donde los obreros rasos sonparte de la capa privilegiada de la clase, técnicos, ingenieros yprofesionales ocupan el mismo lugar en el proceso de producción einexorablemente esa realidad se les impone por sobre sus fantasías.Claro que esto hace más compleja la tarea no ya del militante, sino dequienes se proponen como dirigentes de partidos obreros dispuestosa la lucha por el poder, en medio de una crisis sin precedentes delcapital y con los estrategas imperialistas programando una guerrainminente contra nuestros pueblos.

La tarea misionera de explicar el funcionamiento del sistemacapitalista, la naturaleza de la crisis, el significado del trabajo asala-riado y la enajenación, la teoría del socialismo científico, es parteinescindible del objetivo de unificar a la clase en su más abarcadora

4.- Cf. Crítica de Nuestro Tiempo N° 24, pág. 51 y N° 29, pág. 16.

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acepción. Las acciones que en función de una lucha salarial oreivindicativa de cualquier tipo chocan con este objetivo y conducena fragmentar al activo, separarlo del conjunto y dificultar la conver-gencia social de éste, son, como decía Marx respecto de las sectas,“reaccionarias en esencia”. No se puede vacilar en enfrentar a talessectarios y llamarlos por su nombre: reaccionarios. Hay un inmensovalor en la vanguardia hoy dispersa en multitud de agrupamientos,parte vital del conjunto social aunque se exprese de manera sectaria,oportunista y aventurera. Rescatar ese acervo político debe ser unobjetivo irrenunciable. Pero la vía para hacerlo no es la de lascomponendas con sus desvíos, sino la perseverancia y la eficiencia enel trabajo con la masa asalariada en pos de su unidad social y política.Repetimos lo que hemos dicho mil veces: no se trata de unir a laizquierda (concepto vago al punto de perder todo significado real); setrata de unir a los trabajadores y el pueblo, con prescindencia de lasdefiniciones ideológicas de sus vertientes. Una vez constituida, esafuerza social gravitará sobre todas las expresiones sanas o rescatablesde las vanguardias, generando una unidad diferente a la quimera quepretende soldar siglas por un imperativo moral y un acto de voluntad.

No será superfluo reiterar un fragmento del Manifiesto Comunistaque citamos una y otra vez:

“¿Qué relación guardan los comunistas con los proleta-rios en general?Los comunistas no son un partido aparte, frente a losdemás partidos obreros.No tienen intereses separados de los intereses de todo elproletariado.No establecen principios especiales [en sucesivas edicio-nes el adjetivo especiales sería cambiado por ‘sectarios’]según los cuales pretendan moldear el movimiento prole-tario.Los comunistas sólo se diferencian de los restantes parti-dos proletarios por la circunstancia de que, por unaparte, en las diferentes luchas nacionales los proletariosdestacan y hacen valer los intereses comunes de todo el

proletariado, independientes de la nacionalidad; por laotra, por el hecho de que, en las diversas fases dedesarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y laburguesía, representan siempre el interés del movimientoen general.Por consiguiente, los comunistas son, prácticamente, laparte más decidida de los partidos obreros de todos lospaíses, la que siempre impulsa hacia delante; teóricamen-te llevan a la masa restante del proletariado la ventaja desu comprensión de las condiciones, de la marcha y de losresultados generales del movimiento proletario.El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que elde todos los demás partidos proletarios: la formación delproletariado como clase, el derrocamiento de la domina-ción de la burguesía, la conquista del poder político porparte del proletariado.Los postulados teóricos del comunismo no se fundan enmodo alguno en ideas o principios que hayan sido inven-tados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.Sólo son expresiones generales de los hechos reales deuna lucha de clases existente, de un movimiento históricoque transcurre ante nuestra vista”.

Con este arsenal teórico, político e histórico es posible afrontar losdesafíos de la nueva fase a la que ha ingresado Suramérica. No hayrecetas para actuar en ningún país. La “transición en la transición”,decimos, es el prólogo de la revolución. La revolución generainexorablemente la contrarrevolución y ésta se anuncia ya en la formade guerra imperialista. Estados Unidos está repitiendo puntualmenterespecto de Suramérica, con eje en Bolivia y Venezuela, los pasos queculminaron con la invasión a Irak. La posibilidad de frenar esadinámica en curso estriba exclusivamente en la convergencia de lospaíses de la región. Varios de sus gobiernos van, de buen o mal grado,en ese sentido. El punto de partida para relacionarse con ellos está,por un lado, en la convicción de que es cuestión de vida o muertesumar fuerzas en torno a un bloque antimperialista continental y porotro que sólo organizaciones de masas representativas de los pueblos

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acepción. Las acciones que en función de una lucha salarial oreivindicativa de cualquier tipo chocan con este objetivo y conducena fragmentar al activo, separarlo del conjunto y dificultar la conver-gencia social de éste, son, como decía Marx respecto de las sectas,“reaccionarias en esencia”. No se puede vacilar en enfrentar a talessectarios y llamarlos por su nombre: reaccionarios. Hay un inmensovalor en la vanguardia hoy dispersa en multitud de agrupamientos,parte vital del conjunto social aunque se exprese de manera sectaria,oportunista y aventurera. Rescatar ese acervo político debe ser unobjetivo irrenunciable. Pero la vía para hacerlo no es la de lascomponendas con sus desvíos, sino la perseverancia y la eficiencia enel trabajo con la masa asalariada en pos de su unidad social y política.Repetimos lo que hemos dicho mil veces: no se trata de unir a laizquierda (concepto vago al punto de perder todo significado real); setrata de unir a los trabajadores y el pueblo, con prescindencia de lasdefiniciones ideológicas de sus vertientes. Una vez constituida, esafuerza social gravitará sobre todas las expresiones sanas o rescatablesde las vanguardias, generando una unidad diferente a la quimera quepretende soldar siglas por un imperativo moral y un acto de voluntad.

No será superfluo reiterar un fragmento del Manifiesto Comunistaque citamos una y otra vez:

“¿Qué relación guardan los comunistas con los proleta-rios en general?Los comunistas no son un partido aparte, frente a losdemás partidos obreros.No tienen intereses separados de los intereses de todo elproletariado.No establecen principios especiales [en sucesivas edicio-nes el adjetivo especiales sería cambiado por ‘sectarios’]según los cuales pretendan moldear el movimiento prole-tario.Los comunistas sólo se diferencian de los restantes parti-dos proletarios por la circunstancia de que, por unaparte, en las diferentes luchas nacionales los proletariosdestacan y hacen valer los intereses comunes de todo el

proletariado, independientes de la nacionalidad; por laotra, por el hecho de que, en las diversas fases dedesarrollo que recorre la lucha entre el proletariado y laburguesía, representan siempre el interés del movimientoen general.Por consiguiente, los comunistas son, prácticamente, laparte más decidida de los partidos obreros de todos lospaíses, la que siempre impulsa hacia delante; teóricamen-te llevan a la masa restante del proletariado la ventaja desu comprensión de las condiciones, de la marcha y de losresultados generales del movimiento proletario.El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que elde todos los demás partidos proletarios: la formación delproletariado como clase, el derrocamiento de la domina-ción de la burguesía, la conquista del poder político porparte del proletariado.Los postulados teóricos del comunismo no se fundan enmodo alguno en ideas o principios que hayan sido inven-tados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.Sólo son expresiones generales de los hechos reales deuna lucha de clases existente, de un movimiento históricoque transcurre ante nuestra vista”.

Con este arsenal teórico, político e histórico es posible afrontar losdesafíos de la nueva fase a la que ha ingresado Suramérica. No hayrecetas para actuar en ningún país. La “transición en la transición”,decimos, es el prólogo de la revolución. La revolución generainexorablemente la contrarrevolución y ésta se anuncia ya en la formade guerra imperialista. Estados Unidos está repitiendo puntualmenterespecto de Suramérica, con eje en Bolivia y Venezuela, los pasos queculminaron con la invasión a Irak. La posibilidad de frenar esadinámica en curso estriba exclusivamente en la convergencia de lospaíses de la región. Varios de sus gobiernos van, de buen o mal grado,en ese sentido. El punto de partida para relacionarse con ellos está,por un lado, en la convicción de que es cuestión de vida o muertesumar fuerzas en torno a un bloque antimperialista continental y porotro que sólo organizaciones de masas representativas de los pueblos

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de cada país podrán consumar la Unión Suramericana. Los gobiernosrepresentantes o sometidos al capital de cada una de nuestrasnaciones, están mostrando el límite que el mercado les pone a suspujos suramericanistas: Brasil y Argentina paralizando el Mercosurpor peleas por heladeras, televisores y zapatos, son la prueba de eselímite inexpugnable. Buenos Aires y Montevideo aceptando que unconflicto bilateral vaya más allá de toda lógica y, para colmo,poniéndolo bajo el arbitraje del rey de España, prueban la escualidezde sus gobiernos. Pero estos y otros gobiernos están a su vez cribadospor contradicciones internas y con el imperialismo, que en modoalguno deben ser desconocidas.

En este sentido, cada caso es diferente. En el nuestro, considera-mos un error estratégico de consecuencias potencialmente trágicasla idea de sumarse al gobierno de Néstor Kirchner. A la vez insistimosen que quienes desde el ángulo opuesto identifican a este gobierno conlos de la década anterior y desconocen la nueva situación nacional yhemisférica -que incluye la amenaza bélica imperialista- trabajanpara que la clase obrera y el conjunto de la población sea neutralizaday en parte recuperada por los aparatos políticos y sindicales tradicio-nales de la contrarrevolución. Cuando calificamos como reacciona-rias a las sectas que actúan de esta manera, queremos decirexactamente lo que el término significa.

Como hemos tratado de resumir, la confrontación histórica encurso entre Suramérica y el imperialismo, ya ante la amenaza bélicade Estados Unidos, no encuentra una clase obrera para sí, conconciencia, organización y banderas propias. No obstante, la revolu-ción ha comenzado, con las hibrideces y contradicciones que implicatal punto de partida. Dado el arrastre de confusiones respecto de larelación entre revolución y democracia, y ante la evidencia de que elcapital financiero internacional apela a su último argumento, laviolencia, y obliga a los pueblos a poner en su propia agenda lanecesidad de impedir la guerra y responder el desafío bélico, vale citaruna vez más al Manifiesto Comunista cuando afirma que:

“El primer paso de la revolución obrera lo constituye laelevación del proletariado a clase dominante, la conquistade la democracia”

Solamente se conquistará la verdadera democracia cuando laclase obrera ocupe como tal el poder político. Para dar ese primerpaso, (no es preciso recalcar que no se limitará a una exitosacontienda electoral), este invencible proletariado contemporáneo,que aún no sabe de su propia existencia, deberá antes reconocerse ydisponerse al combate. Lo hará mientras transita un camino del queno hay registro en la cartografía del movimiento obrero internacional.Ser revolucionario en este período histórico significa, ante todo,asumir el riesgo de ese tránsito.

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de cada país podrán consumar la Unión Suramericana. Los gobiernosrepresentantes o sometidos al capital de cada una de nuestrasnaciones, están mostrando el límite que el mercado les pone a suspujos suramericanistas: Brasil y Argentina paralizando el Mercosurpor peleas por heladeras, televisores y zapatos, son la prueba de eselímite inexpugnable. Buenos Aires y Montevideo aceptando que unconflicto bilateral vaya más allá de toda lógica y, para colmo,poniéndolo bajo el arbitraje del rey de España, prueban la escualidezde sus gobiernos. Pero estos y otros gobiernos están a su vez cribadospor contradicciones internas y con el imperialismo, que en modoalguno deben ser desconocidas.

En este sentido, cada caso es diferente. En el nuestro, considera-mos un error estratégico de consecuencias potencialmente trágicasla idea de sumarse al gobierno de Néstor Kirchner. A la vez insistimosen que quienes desde el ángulo opuesto identifican a este gobierno conlos de la década anterior y desconocen la nueva situación nacional yhemisférica -que incluye la amenaza bélica imperialista- trabajanpara que la clase obrera y el conjunto de la población sea neutralizaday en parte recuperada por los aparatos políticos y sindicales tradicio-nales de la contrarrevolución. Cuando calificamos como reacciona-rias a las sectas que actúan de esta manera, queremos decirexactamente lo que el término significa.

Como hemos tratado de resumir, la confrontación histórica encurso entre Suramérica y el imperialismo, ya ante la amenaza bélicade Estados Unidos, no encuentra una clase obrera para sí, conconciencia, organización y banderas propias. No obstante, la revolu-ción ha comenzado, con las hibrideces y contradicciones que implicatal punto de partida. Dado el arrastre de confusiones respecto de larelación entre revolución y democracia, y ante la evidencia de que elcapital financiero internacional apela a su último argumento, laviolencia, y obliga a los pueblos a poner en su propia agenda lanecesidad de impedir la guerra y responder el desafío bélico, vale citaruna vez más al Manifiesto Comunista cuando afirma que:

“El primer paso de la revolución obrera lo constituye laelevación del proletariado a clase dominante, la conquistade la democracia”

Solamente se conquistará la verdadera democracia cuando laclase obrera ocupe como tal el poder político. Para dar ese primerpaso, (no es preciso recalcar que no se limitará a una exitosacontienda electoral), este invencible proletariado contemporáneo,que aún no sabe de su propia existencia, deberá antes reconocerse ydisponerse al combate. Lo hará mientras transita un camino del queno hay registro en la cartografía del movimiento obrero internacional.Ser revolucionario en este período histórico significa, ante todo,asumir el riesgo de ese tránsito.

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VVVVVDesagregación nacionalDesagregación nacionalDesagregación nacionalDesagregación nacionalDesagregación nacional

y responsabilidad dey responsabilidad dey responsabilidad dey responsabilidad dey responsabilidad delas izquierdaslas izquierdaslas izquierdaslas izquierdaslas izquierdas

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2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,objetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempre

A comienzos de 2006 bulle bajo la superficie una Argentinadiferente a la mostrada por los medios de difusión masiva y asumidacomo verdadera por dirigencias de todo género. Lejos de la consoli-dación de una perspectiva de estabilidad política, sostenido creci-miento económico y gradual mejoría de la situación social, es todo locontrario lo que el país tiene por delante en un horizonte no tan lejanocomo suponen quienes centran su accionar en preparar candidaturaspara 2007 y 2011.

Esta afirmación no parte de lo ocurrido en Las Heras, Santa Cruz,en la segunda semana de febrero. Aquella potente sublevación conbase en una huelga obrera es un signo por demás elocuente; perovolverán a equivocarse quienes pretendan hacer de esa lucha elcentro para interpretar la coyuntura y afirmar una estrategia.

A la vista de conductas recurrentes respecto de luchas importan-tes de los trabajadores, pero excepcionales y aisladas respecto delestado y el curso de la totalidad de la clase obrera y la sociedadargentinas, es obligado subrayar que el fenómeno al que aludimos esmás amplio, más profundo y complejo que el mostrado por la huelgay movilización de Las Heras. Se trata, repetimos, del fin de un períodohistórico en toda América Latina, en un marco de crisis estructuralcapitalista a escala mundial que una vez más ingresa a una fase deagudización. En Argentina esa fuerza gravita con trazos propios,marcadamente contradictorios, al punto de desdibujar y confundir losrasgos determinantes de la coyuntura.

No hay manera de delinear y aplicar una política correcta enArgentina sin partir de aquella realidad mundial y regional. Lavacuidad de discursos elaborados a partir de conceptos que apelan asupuestos principios, y eluden el análisis de la situación sobre la quese debe actuar, deriva de la añeja deformación del pensamientorevolucionario que induce a relacionarse con la realidad a partir desupuestos «principios», en lugar de partir de ella observada con una

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2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,2006: nueva oportunidad,objetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempreobjetivos de siempre

A comienzos de 2006 bulle bajo la superficie una Argentinadiferente a la mostrada por los medios de difusión masiva y asumidacomo verdadera por dirigencias de todo género. Lejos de la consoli-dación de una perspectiva de estabilidad política, sostenido creci-miento económico y gradual mejoría de la situación social, es todo locontrario lo que el país tiene por delante en un horizonte no tan lejanocomo suponen quienes centran su accionar en preparar candidaturaspara 2007 y 2011.

Esta afirmación no parte de lo ocurrido en Las Heras, Santa Cruz,en la segunda semana de febrero. Aquella potente sublevación conbase en una huelga obrera es un signo por demás elocuente; perovolverán a equivocarse quienes pretendan hacer de esa lucha elcentro para interpretar la coyuntura y afirmar una estrategia.

A la vista de conductas recurrentes respecto de luchas importan-tes de los trabajadores, pero excepcionales y aisladas respecto delestado y el curso de la totalidad de la clase obrera y la sociedadargentinas, es obligado subrayar que el fenómeno al que aludimos esmás amplio, más profundo y complejo que el mostrado por la huelgay movilización de Las Heras. Se trata, repetimos, del fin de un períodohistórico en toda América Latina, en un marco de crisis estructuralcapitalista a escala mundial que una vez más ingresa a una fase deagudización. En Argentina esa fuerza gravita con trazos propios,marcadamente contradictorios, al punto de desdibujar y confundir losrasgos determinantes de la coyuntura.

No hay manera de delinear y aplicar una política correcta enArgentina sin partir de aquella realidad mundial y regional. Lavacuidad de discursos elaborados a partir de conceptos que apelan asupuestos principios, y eluden el análisis de la situación sobre la quese debe actuar, deriva de la añeja deformación del pensamientorevolucionario que induce a relacionarse con la realidad a partir desupuestos «principios», en lugar de partir de ella observada con una

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metodología científica, es decir, materialista y dialéctica.Un siglo y medio atrás Engels denunciaba con mordaz precisión

esta deformación:«el pensamiento no puede jamás obtener e inferir esas

formas de sí mismo, sino sólo del mundo externo. Con lo quese invierte enteramente la situación: los principios no son elpunto de partida de la investigación, sino su resultado final,y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sinoque se abstraen de ellas; no son la naturaleza ni el reino delhombre los que se rigen según los principios, sino que éstosson correctos en la medida en que concuerdan con lanaturaleza y con la historia. Esta es la única concepciónmaterialista del asunto, y la opuesta concepción del señorDühring es idealista, invierte completamente la situación yconstruye artificialmente el mundo real partiendo delpensamiento, de ciertos esquematismos, esquemas ocategorías que existen en algún lugar antes que en el mundoy desde la eternidad» (1).

El idealismo como concepción inconsciente domina el pensamien-to y la acción no sólo de cuadros sindicales y sociales, sino y demanera sobresaliente, de la casi totalidad de las dirigencias deizquierda.

Argentina es el modelo perfecto de los resultados que semejanteconducta por parte de cuadros y organizaciones revolucionariasprodujo sobre la coyuntura nacional: en medio de una profunda crisiseconómica, con masas en la calle (aunque sin presencia delmovimiento obrero como tal) en espontánea rebelión interclasistacontra los fundamentos mismos del sistema, licuado el poder políticoburgués y con las clases dominantes carentes de aparatos políticosy sindicales con capacidad de tomar control de la situación, lacoyuntura fue entregada sin disputa al capital, que logró recuperarla iniciativa, recomponer un aparato político e imponer un liderazgoa partir del PJ (con el apoyo silente de la UCR), en detrimento de

cualquier variante que reivindique una revolución aun en el másamplio e indefinido de los sentidos de este concepto. Tal inesperadodesenlace provocó una mezcla de desaliento en la militancia yconfusión en los cuadros medios, y dio lugar a crisis y rupturas enlos partidos y organizaciones sin excepción. Esta vez no se trata sinembargo de una crisis más en la inexorable dialéctica de unaorganización revolucionaria, que se renueva y depura al compás dela lucha de clases. Se trata de la prolongación aumentada de la crisisdetonada con el derrumbe de la Unión Soviética dos décadas atrásy que ahora ha llegado a su punto terminal.

En Argentina la militancia revolucionaria organizada osemiorganizada en estructuras de tipo partidario suma decenas demillares de militantes formados y abnegados. Es una fuerza potencial-mente decisiva frente a la eventual ruptura del equilibrio político entrelas clases dominantes y el ingreso del país, nuevamente, en un estadode descontrol. Como veremos más abajo, esa perspectiva no esimpensable y ni siquiera es remota. Pensar y actuar la Revolución enArgentina es hoy, ante todo, pensar y actuar para articular de maneraefectiva una respuesta política que permita recomponer esa masamilitante, esa inmensa fuerza desperdigada y desnortada que, pese aser una clave en cualquier desenvolvimiento de la vida social, carecede protagonismo político efectivo (y esto es así incluso para aquellasorganizaciones y cuadros que se han sumado al gobierno), sencilla-mente porque carece de estrategia de lucha por el poder.

De modo que la búsqueda de una respuesta inmediata pero conlargo alcance que resuelva el juego de fuerzas centrífugas,instalado en todas y cada una de las organizaciones que se definena sí mismas como revolucionarias, constituye una tarea de primerorden de importancia.

Militante, Partido y SociedadNinguna de las organizaciones y dirigencias revolucionarias que

en 2001 confundieron la operación estratégica de un sector burguéscon una ofensiva revolucionaria del proletariado y sus aliados hahecho una revisión crítica de sus posiciones. El pasaje de aquellasupuesta ofensiva revolucionaria a la victoria del PJ en 2003 y la

1.- Friedrich Engels; Anti Dühring. OME 35/Obras de Marx y Engels; Grijalbo,Barcelona 1977; pág. 36.

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metodología científica, es decir, materialista y dialéctica.Un siglo y medio atrás Engels denunciaba con mordaz precisión

esta deformación:«el pensamiento no puede jamás obtener e inferir esas

formas de sí mismo, sino sólo del mundo externo. Con lo quese invierte enteramente la situación: los principios no son elpunto de partida de la investigación, sino su resultado final,y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana, sinoque se abstraen de ellas; no son la naturaleza ni el reino delhombre los que se rigen según los principios, sino que éstosson correctos en la medida en que concuerdan con lanaturaleza y con la historia. Esta es la única concepciónmaterialista del asunto, y la opuesta concepción del señorDühring es idealista, invierte completamente la situación yconstruye artificialmente el mundo real partiendo delpensamiento, de ciertos esquematismos, esquemas ocategorías que existen en algún lugar antes que en el mundoy desde la eternidad» (1).

El idealismo como concepción inconsciente domina el pensamien-to y la acción no sólo de cuadros sindicales y sociales, sino y demanera sobresaliente, de la casi totalidad de las dirigencias deizquierda.

Argentina es el modelo perfecto de los resultados que semejanteconducta por parte de cuadros y organizaciones revolucionariasprodujo sobre la coyuntura nacional: en medio de una profunda crisiseconómica, con masas en la calle (aunque sin presencia delmovimiento obrero como tal) en espontánea rebelión interclasistacontra los fundamentos mismos del sistema, licuado el poder políticoburgués y con las clases dominantes carentes de aparatos políticosy sindicales con capacidad de tomar control de la situación, lacoyuntura fue entregada sin disputa al capital, que logró recuperarla iniciativa, recomponer un aparato político e imponer un liderazgoa partir del PJ (con el apoyo silente de la UCR), en detrimento de

cualquier variante que reivindique una revolución aun en el másamplio e indefinido de los sentidos de este concepto. Tal inesperadodesenlace provocó una mezcla de desaliento en la militancia yconfusión en los cuadros medios, y dio lugar a crisis y rupturas enlos partidos y organizaciones sin excepción. Esta vez no se trata sinembargo de una crisis más en la inexorable dialéctica de unaorganización revolucionaria, que se renueva y depura al compás dela lucha de clases. Se trata de la prolongación aumentada de la crisisdetonada con el derrumbe de la Unión Soviética dos décadas atrásy que ahora ha llegado a su punto terminal.

En Argentina la militancia revolucionaria organizada osemiorganizada en estructuras de tipo partidario suma decenas demillares de militantes formados y abnegados. Es una fuerza potencial-mente decisiva frente a la eventual ruptura del equilibrio político entrelas clases dominantes y el ingreso del país, nuevamente, en un estadode descontrol. Como veremos más abajo, esa perspectiva no esimpensable y ni siquiera es remota. Pensar y actuar la Revolución enArgentina es hoy, ante todo, pensar y actuar para articular de maneraefectiva una respuesta política que permita recomponer esa masamilitante, esa inmensa fuerza desperdigada y desnortada que, pese aser una clave en cualquier desenvolvimiento de la vida social, carecede protagonismo político efectivo (y esto es así incluso para aquellasorganizaciones y cuadros que se han sumado al gobierno), sencilla-mente porque carece de estrategia de lucha por el poder.

De modo que la búsqueda de una respuesta inmediata pero conlargo alcance que resuelva el juego de fuerzas centrífugas,instalado en todas y cada una de las organizaciones que se definena sí mismas como revolucionarias, constituye una tarea de primerorden de importancia.

Militante, Partido y SociedadNinguna de las organizaciones y dirigencias revolucionarias que

en 2001 confundieron la operación estratégica de un sector burguéscon una ofensiva revolucionaria del proletariado y sus aliados hahecho una revisión crítica de sus posiciones. El pasaje de aquellasupuesta ofensiva revolucionaria a la victoria del PJ en 2003 y la

1.- Friedrich Engels; Anti Dühring. OME 35/Obras de Marx y Engels; Grijalbo,Barcelona 1977; pág. 36.

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desaparición electoral de las izquierdas, completada hasta la reduc-ción de éstas a la nada en 2005, no ha merecido una línea de reflexiónque busque la causa de estos errores inverosímiles. Tal conductaequivale a admitir que el predominio político de las clases dominanteses fatal; que una alternativa revolucionaria no puede disputar laideología y la expresión electoral de las masas y que la revoluciónvendrá por arte de magia. Es el espontaneísmo economicista llevadoa su máxima expresión de incapacidad e irresponsabilidad; es la basesobre la cual se crea en el militante un mecanismo de enajenaciónpermanente, que le impide comprender el estado de la conciencia dela clase trabajadora en un momento determinado y, por lo mismo, lecierra el paso a la elaboración y aplicación de tácticas capaces deensamblar en el proceso vivo, contribuir efectivamente a la evoluciónpositiva del conjunto y su vanguardia natural. En cambio, se produceel fenómeno contrario: militantes y dirigentes se distancian de lossentimientos y la comprensión del obrero, el estudiante o el vecino deun barrio en conflicto; al no comprenderlos es imposible educar,persuadir y organizar, tareas fundamentales de toda militancia verda-dera. Así, para relacionarse con el movimiento vivo sólo quedahacerlo a través de imposición, sea por manipulación, maniobra deaparato o autoritarismo. Fatalmente esa conducta hacia el exterior setraslada hacia las relaciones internas de la organización, que en unproceso inconsciente para la mayoría de sus componentes se trans-forma en un aparato burocrático, ajeno a la noción de partidorevolucionario leninista.

No importa cuánto se reivindique el nombre de Trotsky y secondene al stalinismo: eso es precisamente la reiteración, mutatismutandi, del proceso de degeneración que sufrió en los años 1920 elPartido Comunista de la Unión Soviética.

Esta dinámica de inocultable degeneración, sin embargo, noadmite una respuesta lineal, de contragolpe mecánico, a saber, lanegación del papel de vanguardia y del concepto leninista de partido.Existe y debe existir una distancia subjetiva y objetiva del militanterevolucionario respecto no sólo del ciudadano corriente, sino inclusode quienes se involucran circunstancialmente en un proceso de lucha.Las diferencias entre un revolucionario socialista y un hombre o una

mujer resueltos o empujados a la lucha social, son muchas y muyhondas. La exterioridad del militante en relación con un movimientode lucha social tiene una base objetiva y reivindicable: al asumir laperspectiva anticapitalista, al dedicar su vida a la revolución, unapersona cambia valores y conductas y se distancia del ciudadanocomún. Negar esa diferencia es propio de quienes encubren conretórica la cobardía o la falta de determinación para romper con elmodo de vida burgués. Asumir una existencia de lucha afecta el lugardel individuo en la sociedad, sus relaciones familiares, su cotidianeidaden todos los sentidos, e inexorablemente lo diferencia de su entorno,excepto cuando está entre compañeros, ámbito por definición minús-culo en relación con el conjunto social. Un hombre o una mujerdispuestos a sumarse a una organización revolucionaria, a asumir lasreglas que esto implica, a consagrar su vida a la lucha contra elsistema, no es -no puede ni debe ser- igual a quien, con mayor o menorconciencia de ello, trata de lograr un lugar en la sociedad capitalista;no es igual a quien incluso con conciencia de la explotación y lainjusticia, en su vida personal está dispuesto a someterse al yugo diariodel capital pero rechaza el concepto y la práctica de disciplinarevolucionaria. Trazarse objetivos individuales es lo opuesto deasumir una perspectiva de vida revolucionaria. Determina conductasy forja caracteres diferentes. Un revolucionario, decía Rosa Luxem-burgo palabra más o menos, vive con un pie en el presente y otro enel futuro. Es decir, vive en un desgarramiento constante.

El reformismo resolvió la contradicción integrando organizacionesy militantes al sistema. Ser socialista, desde esa perspectiva, es comono gustar del fútbol o negarse a pasar horas frente a un televisor: unaextravagancia sin mayores consecuencias; uno es diferente delcompañero de trabajo o del vecino, pero eso no se traduce en unapráctica de vida diferente en lo sustancial a la de los demás.

Lejos de negar esa diferencia, una genuina dirección revolucio-naria debe asumirla como virtud que a la vez es un riesgo constantepara la relación del militante con la sociedad en su conjunto y conla clase obrera en particular. «El revolucionario es el escalón másalto en la especie humana», decía el Che. ¿Es incorrecta, o acasoarrogante, esta definición? Filisteos de diferentes congregaciones

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desaparición electoral de las izquierdas, completada hasta la reduc-ción de éstas a la nada en 2005, no ha merecido una línea de reflexiónque busque la causa de estos errores inverosímiles. Tal conductaequivale a admitir que el predominio político de las clases dominanteses fatal; que una alternativa revolucionaria no puede disputar laideología y la expresión electoral de las masas y que la revoluciónvendrá por arte de magia. Es el espontaneísmo economicista llevadoa su máxima expresión de incapacidad e irresponsabilidad; es la basesobre la cual se crea en el militante un mecanismo de enajenaciónpermanente, que le impide comprender el estado de la conciencia dela clase trabajadora en un momento determinado y, por lo mismo, lecierra el paso a la elaboración y aplicación de tácticas capaces deensamblar en el proceso vivo, contribuir efectivamente a la evoluciónpositiva del conjunto y su vanguardia natural. En cambio, se produceel fenómeno contrario: militantes y dirigentes se distancian de lossentimientos y la comprensión del obrero, el estudiante o el vecino deun barrio en conflicto; al no comprenderlos es imposible educar,persuadir y organizar, tareas fundamentales de toda militancia verda-dera. Así, para relacionarse con el movimiento vivo sólo quedahacerlo a través de imposición, sea por manipulación, maniobra deaparato o autoritarismo. Fatalmente esa conducta hacia el exterior setraslada hacia las relaciones internas de la organización, que en unproceso inconsciente para la mayoría de sus componentes se trans-forma en un aparato burocrático, ajeno a la noción de partidorevolucionario leninista.

No importa cuánto se reivindique el nombre de Trotsky y secondene al stalinismo: eso es precisamente la reiteración, mutatismutandi, del proceso de degeneración que sufrió en los años 1920 elPartido Comunista de la Unión Soviética.

Esta dinámica de inocultable degeneración, sin embargo, noadmite una respuesta lineal, de contragolpe mecánico, a saber, lanegación del papel de vanguardia y del concepto leninista de partido.Existe y debe existir una distancia subjetiva y objetiva del militanterevolucionario respecto no sólo del ciudadano corriente, sino inclusode quienes se involucran circunstancialmente en un proceso de lucha.Las diferencias entre un revolucionario socialista y un hombre o una

mujer resueltos o empujados a la lucha social, son muchas y muyhondas. La exterioridad del militante en relación con un movimientode lucha social tiene una base objetiva y reivindicable: al asumir laperspectiva anticapitalista, al dedicar su vida a la revolución, unapersona cambia valores y conductas y se distancia del ciudadanocomún. Negar esa diferencia es propio de quienes encubren conretórica la cobardía o la falta de determinación para romper con elmodo de vida burgués. Asumir una existencia de lucha afecta el lugardel individuo en la sociedad, sus relaciones familiares, su cotidianeidaden todos los sentidos, e inexorablemente lo diferencia de su entorno,excepto cuando está entre compañeros, ámbito por definición minús-culo en relación con el conjunto social. Un hombre o una mujerdispuestos a sumarse a una organización revolucionaria, a asumir lasreglas que esto implica, a consagrar su vida a la lucha contra elsistema, no es -no puede ni debe ser- igual a quien, con mayor o menorconciencia de ello, trata de lograr un lugar en la sociedad capitalista;no es igual a quien incluso con conciencia de la explotación y lainjusticia, en su vida personal está dispuesto a someterse al yugo diariodel capital pero rechaza el concepto y la práctica de disciplinarevolucionaria. Trazarse objetivos individuales es lo opuesto deasumir una perspectiva de vida revolucionaria. Determina conductasy forja caracteres diferentes. Un revolucionario, decía Rosa Luxem-burgo palabra más o menos, vive con un pie en el presente y otro enel futuro. Es decir, vive en un desgarramiento constante.

El reformismo resolvió la contradicción integrando organizacionesy militantes al sistema. Ser socialista, desde esa perspectiva, es comono gustar del fútbol o negarse a pasar horas frente a un televisor: unaextravagancia sin mayores consecuencias; uno es diferente delcompañero de trabajo o del vecino, pero eso no se traduce en unapráctica de vida diferente en lo sustancial a la de los demás.

Lejos de negar esa diferencia, una genuina dirección revolucio-naria debe asumirla como virtud que a la vez es un riesgo constantepara la relación del militante con la sociedad en su conjunto y conla clase obrera en particular. «El revolucionario es el escalón másalto en la especie humana», decía el Che. ¿Es incorrecta, o acasoarrogante, esta definición? Filisteos de diferentes congregaciones

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

se apresurarán a decir que sí. Allá ellos, felices con sus pantuflas.Nosotros reivindicamos la superioridad de quien esté dispuesto a lagenerosidad, la entrega, el sacrificio de vida y muerte que suponeesforzarse por comprender las causas de la explotación y ladegradación y dedicar la vida a luchar contra ellas. No cejaremosen la tarea de convocar a la juventud a atreverse a ocupar un lugaren ese sitio, que lejos de todo privilegio, por el contrario sólogarantiza la satisfacción del combate colectivo y de una victoria queno es individual ni inmediata.

Esta reivindicación intransigente no supone ensalzar la diferencia,sino justamente lo contrario: exige entablar un combate sin tregua porigualar a las masas en la comprensión de las lacras del capitalismo,en la voluntad de luchar contra él, en la integración a instanciasorganizativas que permitan el desarrollo de la conciencia y la militanciade la clase obrera, las juventudes y el conjunto de la sociedadexplotada y oprimida.

Una dirección revolucionaria debe saber que las virtudes quehacen excepcional a un militante, no lo eximen de los vicios ydebilidades propios de cualquier ser humano; que la generosidad noexcluye la mezquindad; que la humildad es lo contrario de la altaneríapero que ésta anida en aquélla. Y, sobre todo, que el indispensableconocimiento teórico de la realidad no supone la posesión de respues-tas adecuadas en cualquier momento y lugar. A la vez, la respuestaespontánea de un movimiento vivo en situación de lucha puede ser elmáximo punto de apoyo para interpretar la realidad y transformarla.La incomprensión de la naturaleza y dinámica de un conflictodeterminado puede desatar una cascada de consecuencias aberrantes,en medio de la cual las condiciones distintivas de un militante setransformen en lo opuesto al valor positivo que implica asumir unaposición de vanguardia. Eso ocurrió, por ejemplo, durante la erupciónde Asambleas como consecuencia del estallido de la convertibilidady la caída del gobierno de la Alianza, en 2001/2002. En aquellaoportunidad el error garrafal de caracterización respecto de lacoyuntura en curso -error en cuya base está la inconsistencia teóricay la irresponsabilidad política de direcciones autoproclamadas- pusoliteralmente a la militancia contra el pueblo. (Empleamos deliberada-

mente esta categoría equívoca para subrayar que en aquella formi-dable movilización no participó la clase obrera en tanto que tal).

Es inseparable la capacidad de la burguesía y el imperialismo deretomar el control de una situación escapada de sus manos, de laconducta de las dirigencias de organizaciones que se consideranrevolucionarias. Hoy estructuras tales como Patria Libre (integradoal gobierno), Movimiento Socialista de los Trabajadores (fracturadoy sin rumbo), Partido Comunista (reducido a su minimísima expresiónluego del cataclismo electoral del cual fue voluntario artífice en laselecciones parlamentarias de octubre 2005), o Partido Obrero (capazde celebrar un resultado del 0,4% de los votos como una victoria,porque en dos poblados obtuvo concejales con elevada votación, pocoantes de que esos mismos concejales rompieran con la organizaciónlanzándole las peores pullas), están cada uno en un sitio por completodiferente del cuadro político actual. Pero todos estuvieron juntos enla realidad invertida del pensamiento idealista, que transformó lasjornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en el prólogo del asalto alpoder y, en lógica consecuencia de la concepción respecto del papelde la vanguardia en una revolución, los lanzó a copar la conducciónde las Asambleas para barrer a alegados reformistas y traidores yalistar a las masas para ocupar la Casa Rosada.

Al menos las direcciones de Patria Libre y del recientementeautodisuelto Partido Comunista Congreso Extraordinario fueron con-secuentes y ahora, bajo el comando victorioso del cavallista jefe degabinete Alberto Fernández y la mirada escrutadora del duhaldistaministro de Interior Aníbal Fernández, entraron por fin a la Rosada yestán llevando a cabo su revolución. El resto de aquel espectro sedebate en la disgregación de sus filas mientras repite que NéstorKirchner es idéntico a De la Rúa y toma cada expresión de luchareivindicativa como prueba contundente de la voluntad de las masaspor acabar «con todos» para declarar de inmediato la revoluciónsocialista. En el paroxismo de la incongruencia, este conjunto sefractura a su vez en tres grandes corrientes: una pretende reeditar enArgentina el (hasta hace algunos meses) victorioso modelofrenteamplista uruguayo; otro definió con precisión teórica su objetivoy lanzó la consigna «frente de izquierda 100%»; y un tercero, más

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se apresurarán a decir que sí. Allá ellos, felices con sus pantuflas.Nosotros reivindicamos la superioridad de quien esté dispuesto a lagenerosidad, la entrega, el sacrificio de vida y muerte que suponeesforzarse por comprender las causas de la explotación y ladegradación y dedicar la vida a luchar contra ellas. No cejaremosen la tarea de convocar a la juventud a atreverse a ocupar un lugaren ese sitio, que lejos de todo privilegio, por el contrario sólogarantiza la satisfacción del combate colectivo y de una victoria queno es individual ni inmediata.

Esta reivindicación intransigente no supone ensalzar la diferencia,sino justamente lo contrario: exige entablar un combate sin tregua porigualar a las masas en la comprensión de las lacras del capitalismo,en la voluntad de luchar contra él, en la integración a instanciasorganizativas que permitan el desarrollo de la conciencia y la militanciade la clase obrera, las juventudes y el conjunto de la sociedadexplotada y oprimida.

Una dirección revolucionaria debe saber que las virtudes quehacen excepcional a un militante, no lo eximen de los vicios ydebilidades propios de cualquier ser humano; que la generosidad noexcluye la mezquindad; que la humildad es lo contrario de la altaneríapero que ésta anida en aquélla. Y, sobre todo, que el indispensableconocimiento teórico de la realidad no supone la posesión de respues-tas adecuadas en cualquier momento y lugar. A la vez, la respuestaespontánea de un movimiento vivo en situación de lucha puede ser elmáximo punto de apoyo para interpretar la realidad y transformarla.La incomprensión de la naturaleza y dinámica de un conflictodeterminado puede desatar una cascada de consecuencias aberrantes,en medio de la cual las condiciones distintivas de un militante setransformen en lo opuesto al valor positivo que implica asumir unaposición de vanguardia. Eso ocurrió, por ejemplo, durante la erupciónde Asambleas como consecuencia del estallido de la convertibilidady la caída del gobierno de la Alianza, en 2001/2002. En aquellaoportunidad el error garrafal de caracterización respecto de lacoyuntura en curso -error en cuya base está la inconsistencia teóricay la irresponsabilidad política de direcciones autoproclamadas- pusoliteralmente a la militancia contra el pueblo. (Empleamos deliberada-

mente esta categoría equívoca para subrayar que en aquella formi-dable movilización no participó la clase obrera en tanto que tal).

Es inseparable la capacidad de la burguesía y el imperialismo deretomar el control de una situación escapada de sus manos, de laconducta de las dirigencias de organizaciones que se consideranrevolucionarias. Hoy estructuras tales como Patria Libre (integradoal gobierno), Movimiento Socialista de los Trabajadores (fracturadoy sin rumbo), Partido Comunista (reducido a su minimísima expresiónluego del cataclismo electoral del cual fue voluntario artífice en laselecciones parlamentarias de octubre 2005), o Partido Obrero (capazde celebrar un resultado del 0,4% de los votos como una victoria,porque en dos poblados obtuvo concejales con elevada votación, pocoantes de que esos mismos concejales rompieran con la organizaciónlanzándole las peores pullas), están cada uno en un sitio por completodiferente del cuadro político actual. Pero todos estuvieron juntos enla realidad invertida del pensamiento idealista, que transformó lasjornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en el prólogo del asalto alpoder y, en lógica consecuencia de la concepción respecto del papelde la vanguardia en una revolución, los lanzó a copar la conducciónde las Asambleas para barrer a alegados reformistas y traidores yalistar a las masas para ocupar la Casa Rosada.

Al menos las direcciones de Patria Libre y del recientementeautodisuelto Partido Comunista Congreso Extraordinario fueron con-secuentes y ahora, bajo el comando victorioso del cavallista jefe degabinete Alberto Fernández y la mirada escrutadora del duhaldistaministro de Interior Aníbal Fernández, entraron por fin a la Rosada yestán llevando a cabo su revolución. El resto de aquel espectro sedebate en la disgregación de sus filas mientras repite que NéstorKirchner es idéntico a De la Rúa y toma cada expresión de luchareivindicativa como prueba contundente de la voluntad de las masaspor acabar «con todos» para declarar de inmediato la revoluciónsocialista. En el paroxismo de la incongruencia, este conjunto sefractura a su vez en tres grandes corrientes: una pretende reeditar enArgentina el (hasta hace algunos meses) victorioso modelofrenteamplista uruguayo; otro definió con precisión teórica su objetivoy lanzó la consigna «frente de izquierda 100%»; y un tercero, más

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consciente de la magnitud de la debacle, trata de tomar distancia delultraizquierdismo desenfrenado y oscila entre la reiteración morigeradade sus desvíos anteriores y la asunción de una estrategia revolucio-naria marxista.

Este último sector ha abierto una posibilidad de debate, autocríticay recomposición, al dar lugar a una «Autoconvocatoria por elreagrupamiento y confluencia política de los luchadores, las fuerzaspopulares y la izquierda». Aunque en la oscura noche infantoizquierdistatodos los gatos son pardos, ésta es sin duda una oportunidad de debateserio en pos de la recomposición del pensamiento y la militanciasocialistas. La participación leal en esa instancia tiene sin embargocomo condición el rechazo, intransigente e igualmente franco, a laidea de que es posible alcanzar el objetivo clave de recomposición defuerzas y fundación de un genuino partido apelando a la sumaaritmética de las concepciones pseudoteóricas y las conductaspolíticas con las cuales los equipos dirigentes se hicieron responsablesdel desastre actual. No hay nombres en el index; pero hay conceptos,conductas, metodologías, que no tienen ni jamás tendrán lugar en unpartido capaz de asumir y llevar a cabo las tareas de la revoluciónsocialista en Argentina.

Esto es tanto más evidente, cuando aquellos mismos ejemplos serepiten en cada conflicto puntual, en los que el accionar de una líneade vanguardia transforma al militante en lo contrario de lo que debeser. Allí está, como uno más entre innumerables ejemplos, lo ocurridoen Las Heras. Un conflicto reivindicativo de singular potencialidad,desembocó en lo que la militancia debe tomar como signo de alertarojo: una vez más en la historia argentina las camarillas internas delperonismo utilizaron la lucha social para dirimir por la violencia susconflictos internos por el reparto del poder. Una vez más, la mayoríade las fuerzas revolucionarias confundió el significado táctico yestratégico de una batalla puntual. El resultado ha sido por enésimavez que el gobierno, en cuyas filas están los responsables delasesinato del policía, monopolizó la defensa de los derechos humanosy, a través de la burocracia sindical, transformó en victoria propia elresultado victorioso de la lucha reivindicativa.

Los capitanes de pacotilla que llevan una y otra vez a la derrota

a sus soldados no pueden ser comandantes. Tanto menos si loscombatientes son representantes de las nuevas generaciones deobreros que buscan un camino para sus anhelos de reivindicaciónsocial, no hay el menor espacio para la transacción con ellos. Unalínea política de tal manera errada en medio de cualquier lucha socialtransforma al activista en irresponsable actor de una frustración conefectos letales para la clase obrera en su conjunto: divide a las bases,desmoraliza a quienes se embarcaron en la lucha, aísla a la vanguar-dia, fortalece a los aparatos burocráticos y a sus dirigentes. Lavanguardia se niega a sí misma en tales condiciones.

Si no asume y resuelve este conjunto de contradicciones, unadirección que se pretende revolucionaria no es lo contrario deaquellas que se asumen reformistas, sino la contracara gritona de laasimilación al sistema. En consecuencia, si esta contradicción no esresuelta correctamente desde una comprensión teórica ajustada ycon una mano política férrea, el militante es arrastrado a la falsaopción de transformarse en un energúmeno que vocifera y condenamientras a su alrededor crece el vacío, o desistir de edificar unaorganización de vanguardia.

Las vacuidades con las que se condena el concepto y la prácticade vanguardia, haciendo el elogio mentiroso del democratismo y lahorizontalidad, calaron en franjas demasiado anchas del activismo entodas partes no sólo porque suenan como música de ángeles a losoídos de la pequeña burguesía conflictuada, impulsada a enfrentar lasaristas más descarnadas del capitalismo pero renuente al combatefrontal contra el sistema; la penetración de nociones tan primarias esinseparable de la degeneración de la noción de partido revolucionariode vanguardia.

El resultado en la coyuntura actual es que la militancia se divideen dos grandes conjuntos: el que apartado de la realidad concreta delas masas se encapsula en un mundo virtual sostenido a fuerza dedogmatismo e irracionalidad, y el consustanciado con el movimientovivo pero atrapado por él, negado a la organización y a la responsa-bilidad histórica de la vanguardia, incapaz de dirigir la fuerza espon-tánea hacia la lucha política de masas y la confrontación efectiva conel poder real. Aquél entrega por omisión la resistencia social a las

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consciente de la magnitud de la debacle, trata de tomar distancia delultraizquierdismo desenfrenado y oscila entre la reiteración morigeradade sus desvíos anteriores y la asunción de una estrategia revolucio-naria marxista.

Este último sector ha abierto una posibilidad de debate, autocríticay recomposición, al dar lugar a una «Autoconvocatoria por elreagrupamiento y confluencia política de los luchadores, las fuerzaspopulares y la izquierda». Aunque en la oscura noche infantoizquierdistatodos los gatos son pardos, ésta es sin duda una oportunidad de debateserio en pos de la recomposición del pensamiento y la militanciasocialistas. La participación leal en esa instancia tiene sin embargocomo condición el rechazo, intransigente e igualmente franco, a laidea de que es posible alcanzar el objetivo clave de recomposición defuerzas y fundación de un genuino partido apelando a la sumaaritmética de las concepciones pseudoteóricas y las conductaspolíticas con las cuales los equipos dirigentes se hicieron responsablesdel desastre actual. No hay nombres en el index; pero hay conceptos,conductas, metodologías, que no tienen ni jamás tendrán lugar en unpartido capaz de asumir y llevar a cabo las tareas de la revoluciónsocialista en Argentina.

Esto es tanto más evidente, cuando aquellos mismos ejemplos serepiten en cada conflicto puntual, en los que el accionar de una líneade vanguardia transforma al militante en lo contrario de lo que debeser. Allí está, como uno más entre innumerables ejemplos, lo ocurridoen Las Heras. Un conflicto reivindicativo de singular potencialidad,desembocó en lo que la militancia debe tomar como signo de alertarojo: una vez más en la historia argentina las camarillas internas delperonismo utilizaron la lucha social para dirimir por la violencia susconflictos internos por el reparto del poder. Una vez más, la mayoríade las fuerzas revolucionarias confundió el significado táctico yestratégico de una batalla puntual. El resultado ha sido por enésimavez que el gobierno, en cuyas filas están los responsables delasesinato del policía, monopolizó la defensa de los derechos humanosy, a través de la burocracia sindical, transformó en victoria propia elresultado victorioso de la lucha reivindicativa.

Los capitanes de pacotilla que llevan una y otra vez a la derrota

a sus soldados no pueden ser comandantes. Tanto menos si loscombatientes son representantes de las nuevas generaciones deobreros que buscan un camino para sus anhelos de reivindicaciónsocial, no hay el menor espacio para la transacción con ellos. Unalínea política de tal manera errada en medio de cualquier lucha socialtransforma al activista en irresponsable actor de una frustración conefectos letales para la clase obrera en su conjunto: divide a las bases,desmoraliza a quienes se embarcaron en la lucha, aísla a la vanguar-dia, fortalece a los aparatos burocráticos y a sus dirigentes. Lavanguardia se niega a sí misma en tales condiciones.

Si no asume y resuelve este conjunto de contradicciones, unadirección que se pretende revolucionaria no es lo contrario deaquellas que se asumen reformistas, sino la contracara gritona de laasimilación al sistema. En consecuencia, si esta contradicción no esresuelta correctamente desde una comprensión teórica ajustada ycon una mano política férrea, el militante es arrastrado a la falsaopción de transformarse en un energúmeno que vocifera y condenamientras a su alrededor crece el vacío, o desistir de edificar unaorganización de vanguardia.

Las vacuidades con las que se condena el concepto y la prácticade vanguardia, haciendo el elogio mentiroso del democratismo y lahorizontalidad, calaron en franjas demasiado anchas del activismo entodas partes no sólo porque suenan como música de ángeles a losoídos de la pequeña burguesía conflictuada, impulsada a enfrentar lasaristas más descarnadas del capitalismo pero renuente al combatefrontal contra el sistema; la penetración de nociones tan primarias esinseparable de la degeneración de la noción de partido revolucionariode vanguardia.

El resultado en la coyuntura actual es que la militancia se divideen dos grandes conjuntos: el que apartado de la realidad concreta delas masas se encapsula en un mundo virtual sostenido a fuerza dedogmatismo e irracionalidad, y el consustanciado con el movimientovivo pero atrapado por él, negado a la organización y a la responsa-bilidad histórica de la vanguardia, incapaz de dirigir la fuerza espon-tánea hacia la lucha política de masas y la confrontación efectiva conel poder real. Aquél entrega por omisión la resistencia social a las

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garras político-ideológicas del capital; éste, reiterando el giro clásicodel oportunismo y el centrismo, se subordina a las corrientes que,invariablemente, impulsan burguesía e imperialismo para afrontarsituaciones de crisis extrema con medidas radicales por definicióndestinadas a impedir la ruptura con los límites del sistema.

De manera que la incomprensión del momento histórico, lacorrupción organizativa, la degradación del papel del partido ante lasociedad y la impotencia que deriva de esto, son aspectos insepara-bles de un mismo fenómeno. Se comprende así la negativa de ciertasdirigencias de izquierdas a observar la propia conducta a la luz deresultados calamitosos: corregir un milímetro en caracterizaciones ytácticas exige cambiar de cuajo todo el discurso táctico y estratégico,todas y cada una de las columnas sobre las cuales estas organizacio-nes y dirigentes se han sostenido durante décadas.

No parece probable esperar que esas dirigencias fallidas se suici-den. Pero es menos probable -y, desde luego, inaceptable- queinnumerables militantes y cuadros sinceramente entregados a la causadel socialismo se inmolen por persistir en una actitud ya no acientífica,ajena al pensamiento marxista, sino directamente irracional.

Está planteada entonces una revisión profunda y franca de lascaracterizaciones que derivaron en posiciones y resultados hoy a lavista de todos. Urge empeñarse en esta tarea. No para proclamarvencedores, sino para hallar explicaciones y respuestas. Para avanzaren la comprensión teórica de nuestro tiempo, del mundo y el país sobreel cual debemos actuar. No es posible que Kirchner y el PJ avancenen la recomposición del poder político de las clases dominantes, queun espejismo burgués conquiste la conciencia de los trabajadores y elpueblo, sin que la militancia (incluidos sectores revolucionarios hoyalineados con el gobierno) se disponga a articular una respuestaeficaz en función de una genuina revolución social.

Táctica y estrategia: en qué basarlasDecíamos antes que pensar y actuar la Revolución en Argentina

es hoy, ante todo, pensar y actuar para recomponer la inmensa masamilitante revolucionaria neutralizada por su fragmentación y falta deconducción estratégica. Pero este propósito carece de cualquier

perspectiva de éxito si se apoya en sí mismo. El llamado «frentismode izquierda» (forma bastarda del sectarismo, que de los límites deuna estructura partidaria única se extiende a unas pocas siglas más),no resuelve una perspectiva para la militancia revolucionaria por lasencilla razón de que no es una solución para la perspectiva de laclase obrera.

No es posible organizar, galvanizar y conducir hacia la victoriarevolucionaria una vanguardia, al margen de lo que ocurra con aquelloque da sentido a ocupar un lugar en la primera línea: la fuerza socialde la que se destaca. Aquí hay dos temas: en primer lugar, cuál es lafuerza social a la que se refiere una organización política; en segundolugar, cómo se relaciona con ella.

En los últimos años en Argentina las organizaciones que sedenominan marxistas no podrían haber estado más distantes delpensamiento y de la práctica que en su momento asumieron Marx ysus genuinos continuadores: tomaron como base social de la revolu-ción a los desocupados; y con cuadros recién salidos de la Universi-dad, vestidos de pobres y con pretensiones de protagonismo, seplantaron ante ellos como jefes, para pedir «subsidios» (traducciónapenas disimulada de limosna). Por añadidura, no pocas de lasorganizaciones que en fila pasaron a bautizar organizaciones«piqueteras» (otro dislate conceptual) con siglas idénticas a las de suspartidos y en más de un caso adoptaron el modus operandi propiode lo más corrupto de la partidocracia burguesa, cobrando unporcentaje de aquella limosna. Caricatura de una caricatura, los«movimientos piqueteros» en realidad arrastraron a los partidos quelos habían creado.

Nadie podría minimizar o relegar la importancia táctica y estraté-gica de la masa de excluidos por la crisis del sistema. Una organiza-ción que incurriera en ese error, quedaría irremediablemente porfuera de una perspectiva cierta de toma del poder político. Con laaparición de organizaciones de desocupados se vieron expresiones deabnegada solidaridad, búsqueda sincera de formas alternativas parala sobrevivencia en momentos de colapso capitalista, y de formasorganizativas que prefiguran una línea de trabajo fructífero para laconcientización y organización de grandes contingentes humanos

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garras político-ideológicas del capital; éste, reiterando el giro clásicodel oportunismo y el centrismo, se subordina a las corrientes que,invariablemente, impulsan burguesía e imperialismo para afrontarsituaciones de crisis extrema con medidas radicales por definicióndestinadas a impedir la ruptura con los límites del sistema.

De manera que la incomprensión del momento histórico, lacorrupción organizativa, la degradación del papel del partido ante lasociedad y la impotencia que deriva de esto, son aspectos insepara-bles de un mismo fenómeno. Se comprende así la negativa de ciertasdirigencias de izquierdas a observar la propia conducta a la luz deresultados calamitosos: corregir un milímetro en caracterizaciones ytácticas exige cambiar de cuajo todo el discurso táctico y estratégico,todas y cada una de las columnas sobre las cuales estas organizacio-nes y dirigentes se han sostenido durante décadas.

No parece probable esperar que esas dirigencias fallidas se suici-den. Pero es menos probable -y, desde luego, inaceptable- queinnumerables militantes y cuadros sinceramente entregados a la causadel socialismo se inmolen por persistir en una actitud ya no acientífica,ajena al pensamiento marxista, sino directamente irracional.

Está planteada entonces una revisión profunda y franca de lascaracterizaciones que derivaron en posiciones y resultados hoy a lavista de todos. Urge empeñarse en esta tarea. No para proclamarvencedores, sino para hallar explicaciones y respuestas. Para avanzaren la comprensión teórica de nuestro tiempo, del mundo y el país sobreel cual debemos actuar. No es posible que Kirchner y el PJ avancenen la recomposición del poder político de las clases dominantes, queun espejismo burgués conquiste la conciencia de los trabajadores y elpueblo, sin que la militancia (incluidos sectores revolucionarios hoyalineados con el gobierno) se disponga a articular una respuestaeficaz en función de una genuina revolución social.

Táctica y estrategia: en qué basarlasDecíamos antes que pensar y actuar la Revolución en Argentina

es hoy, ante todo, pensar y actuar para recomponer la inmensa masamilitante revolucionaria neutralizada por su fragmentación y falta deconducción estratégica. Pero este propósito carece de cualquier

perspectiva de éxito si se apoya en sí mismo. El llamado «frentismode izquierda» (forma bastarda del sectarismo, que de los límites deuna estructura partidaria única se extiende a unas pocas siglas más),no resuelve una perspectiva para la militancia revolucionaria por lasencilla razón de que no es una solución para la perspectiva de laclase obrera.

No es posible organizar, galvanizar y conducir hacia la victoriarevolucionaria una vanguardia, al margen de lo que ocurra con aquelloque da sentido a ocupar un lugar en la primera línea: la fuerza socialde la que se destaca. Aquí hay dos temas: en primer lugar, cuál es lafuerza social a la que se refiere una organización política; en segundolugar, cómo se relaciona con ella.

En los últimos años en Argentina las organizaciones que sedenominan marxistas no podrían haber estado más distantes delpensamiento y de la práctica que en su momento asumieron Marx ysus genuinos continuadores: tomaron como base social de la revolu-ción a los desocupados; y con cuadros recién salidos de la Universi-dad, vestidos de pobres y con pretensiones de protagonismo, seplantaron ante ellos como jefes, para pedir «subsidios» (traducciónapenas disimulada de limosna). Por añadidura, no pocas de lasorganizaciones que en fila pasaron a bautizar organizaciones«piqueteras» (otro dislate conceptual) con siglas idénticas a las de suspartidos y en más de un caso adoptaron el modus operandi propiode lo más corrupto de la partidocracia burguesa, cobrando unporcentaje de aquella limosna. Caricatura de una caricatura, los«movimientos piqueteros» en realidad arrastraron a los partidos quelos habían creado.

Nadie podría minimizar o relegar la importancia táctica y estraté-gica de la masa de excluidos por la crisis del sistema. Una organiza-ción que incurriera en ese error, quedaría irremediablemente porfuera de una perspectiva cierta de toma del poder político. Con laaparición de organizaciones de desocupados se vieron expresiones deabnegada solidaridad, búsqueda sincera de formas alternativas parala sobrevivencia en momentos de colapso capitalista, y de formasorganizativas que prefiguran una línea de trabajo fructífero para laconcientización y organización de grandes contingentes humanos

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arrojados a la miseria extrema, la ignorancia y la degradación. Sinembargo, incluso esas expresiones nuevas e innovadoras de la luchacontra el sistema, fueron en más de un caso desviadas, manipuladasy esterilizadas por una combinación de desvío teórico y oportunismopolítico propiciado no sólo por individuos y pequeños grupos a la cazade notoriedad, sino principalmente por organizaciones que hallaron enesa base social la posibilidad de crecer como partidos revolucionariosy lograr un lugar en la vida política nacional. El camino recorrido enpocos años fue de la aparición genuina y espontánea de obrerosdesocupados y sus familias (principalmente como resultado de laprivatización de YPF, en 1992) que apelaron al corte de rutas parahacerse oír, al copamiento de los remanentes de esas luchas y lamovilización de desocupados en torno de la demanda de subsidios.Contingentes de familias desesperadas por el hambre erancotidianamente cargadas en ómnibus para ser trasladadas al centrode Buenos Aires a «hacer piquetes». Se teorizó la práctica de cobrarun porcentaje de los subsidios para sostener «la organización» y selegitimó la idea de que sólo quienes asistían regularmente a lasactividades «piqueteros» tenían derecho a las bolsas de alimentos ylas remesas concedidas por diferentes estamentos del gobierno.

Como cada partido creó su propio «movimiento piquetero» y lapráctica contagió a pequeños agrupamientos militantes en el conurbanobonaerense, los cortes de calles y rutas se multiplicaron. Hubo unperíodo en que literalmente todos los días se producían numerososcortes de calles y accesos a la Capital Federal. Los trabajadores conocupación no podían llegar a sus lugares de trabajo. En una ciudaddonde diariamente se desplazan unos 8 millones de personas sonpresumibles los conflictos creados por tal metodología de protesta.Una derivación de extraordinario valor potencial, como es la adopciónde una identidad por parte del luchador social, se transformó en sucontrario: la «identidad piquetera» tomó la forma de hombres ymujeres (la mayoría de ellos jóvenes, con indudable decisión de lucha)encapuchados y esgrimiendo palos que en no pocas ocasiones eranusados contra quienes reclamaban por el derecho a desplazarse y encualquier caso amedrentaban a buena parte de la sociedad.

El hecho extraordinariamente positivo de que un excluido pueda

afirmarse como individuo en una lucha colectiva, se transformó enrechazo individual a la sociedad excluyente mediante una conductamarginal. Lejos de condenarla, los partidos la enaltecieron comoexpresión de combatividad y desdeñaron cualquier esfuerzo porimpedir la fractura social y política que este accionar aceleró.

El poder político burgués actuó con habilidad ante el fenómeno:para «mantener el orden», hizo que la policía acordonara un área devarias cuadras alrededor de los «piqueteros», con lo cual a menudouna marcha de 50 ó 100 personas producía la paralización de sectoresenteros de la ciudad, por regla general los centros de actividadcomercial, administrativa y bancaria. El corte de los puentes deacceso a la Capital impedía o dificultaba el transporte de los trabaja-dores, que debían disponer de dos, tres o más horas adicionales parallegar a sus trabajos o regresar a sus hogares. Por supuesto y porrazones obvias esto nunca ocurría en las zonas ricas de la ciudad,donde viven la burguesía y las clases medias altas. Con el tiempo, losservicios de inteligencia del Estado pasaron de la observación a laacción, armando sus propios grupos «piqueteros», que agredían aciudadanos no ya como el resultado presumible de la situación, sinocomo método para ahondar y ampliar la fractura que el caos cotidianoproducía en la sociedad en general y, marcadamente, en la propiaclase trabajadora. Ajenas a los efectos ideológicos y políticos demediano y largo plazo que esta deriva social generaría, las dirigenciassupuestamente marxistas se aferraron al accionar irracional quepromovía un «piquete» por hora y anunciaba un «argentinazo» pormes, mientras la clase obrera como tal, distante en todos los sentidosde los desocupados y cada día más enfrentada objetiva y subjetivamentecon los «piqueteros», se mantuvo desmovilizada y por fuera delproceso político en marcha. Los medios de incomunicación social, ensu salsa, condenaban a los «activistas» y clamaba por el «orden»,echando nafta al fuego del malestar generalizado de una sociedad enla que se hizo patente la fragmentación extrema, al punto de que cadaindividuo asumió como propia y normal una actitud de enfrentamientoconstante con quienquiera tenga en su proximidad.

Ahora bien: esto no resultaba de la sublevación de los condenadosde la tierra, sino de la práctica cotidiana de lo que dio en llamarse

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arrojados a la miseria extrema, la ignorancia y la degradación. Sinembargo, incluso esas expresiones nuevas e innovadoras de la luchacontra el sistema, fueron en más de un caso desviadas, manipuladasy esterilizadas por una combinación de desvío teórico y oportunismopolítico propiciado no sólo por individuos y pequeños grupos a la cazade notoriedad, sino principalmente por organizaciones que hallaron enesa base social la posibilidad de crecer como partidos revolucionariosy lograr un lugar en la vida política nacional. El camino recorrido enpocos años fue de la aparición genuina y espontánea de obrerosdesocupados y sus familias (principalmente como resultado de laprivatización de YPF, en 1992) que apelaron al corte de rutas parahacerse oír, al copamiento de los remanentes de esas luchas y lamovilización de desocupados en torno de la demanda de subsidios.Contingentes de familias desesperadas por el hambre erancotidianamente cargadas en ómnibus para ser trasladadas al centrode Buenos Aires a «hacer piquetes». Se teorizó la práctica de cobrarun porcentaje de los subsidios para sostener «la organización» y selegitimó la idea de que sólo quienes asistían regularmente a lasactividades «piqueteros» tenían derecho a las bolsas de alimentos ylas remesas concedidas por diferentes estamentos del gobierno.

Como cada partido creó su propio «movimiento piquetero» y lapráctica contagió a pequeños agrupamientos militantes en el conurbanobonaerense, los cortes de calles y rutas se multiplicaron. Hubo unperíodo en que literalmente todos los días se producían numerososcortes de calles y accesos a la Capital Federal. Los trabajadores conocupación no podían llegar a sus lugares de trabajo. En una ciudaddonde diariamente se desplazan unos 8 millones de personas sonpresumibles los conflictos creados por tal metodología de protesta.Una derivación de extraordinario valor potencial, como es la adopciónde una identidad por parte del luchador social, se transformó en sucontrario: la «identidad piquetera» tomó la forma de hombres ymujeres (la mayoría de ellos jóvenes, con indudable decisión de lucha)encapuchados y esgrimiendo palos que en no pocas ocasiones eranusados contra quienes reclamaban por el derecho a desplazarse y encualquier caso amedrentaban a buena parte de la sociedad.

El hecho extraordinariamente positivo de que un excluido pueda

afirmarse como individuo en una lucha colectiva, se transformó enrechazo individual a la sociedad excluyente mediante una conductamarginal. Lejos de condenarla, los partidos la enaltecieron comoexpresión de combatividad y desdeñaron cualquier esfuerzo porimpedir la fractura social y política que este accionar aceleró.

El poder político burgués actuó con habilidad ante el fenómeno:para «mantener el orden», hizo que la policía acordonara un área devarias cuadras alrededor de los «piqueteros», con lo cual a menudouna marcha de 50 ó 100 personas producía la paralización de sectoresenteros de la ciudad, por regla general los centros de actividadcomercial, administrativa y bancaria. El corte de los puentes deacceso a la Capital impedía o dificultaba el transporte de los trabaja-dores, que debían disponer de dos, tres o más horas adicionales parallegar a sus trabajos o regresar a sus hogares. Por supuesto y porrazones obvias esto nunca ocurría en las zonas ricas de la ciudad,donde viven la burguesía y las clases medias altas. Con el tiempo, losservicios de inteligencia del Estado pasaron de la observación a laacción, armando sus propios grupos «piqueteros», que agredían aciudadanos no ya como el resultado presumible de la situación, sinocomo método para ahondar y ampliar la fractura que el caos cotidianoproducía en la sociedad en general y, marcadamente, en la propiaclase trabajadora. Ajenas a los efectos ideológicos y políticos demediano y largo plazo que esta deriva social generaría, las dirigenciassupuestamente marxistas se aferraron al accionar irracional quepromovía un «piquete» por hora y anunciaba un «argentinazo» pormes, mientras la clase obrera como tal, distante en todos los sentidosde los desocupados y cada día más enfrentada objetiva y subjetivamentecon los «piqueteros», se mantuvo desmovilizada y por fuera delproceso político en marcha. Los medios de incomunicación social, ensu salsa, condenaban a los «activistas» y clamaba por el «orden»,echando nafta al fuego del malestar generalizado de una sociedad enla que se hizo patente la fragmentación extrema, al punto de que cadaindividuo asumió como propia y normal una actitud de enfrentamientoconstante con quienquiera tenga en su proximidad.

Ahora bien: esto no resultaba de la sublevación de los condenadosde la tierra, sino de la práctica cotidiana de lo que dio en llamarse

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«movimiento piquetero», que en los hechos involucraba a una franjaminúscula, proporcionalmente insignificante, de la masa de desocu-pados. Esta, mientras tanto, comenzó a invadir silenciosamente laciudad en cada atardecer, para revolver la basura en busca de comiday restos vendibles. Ese ejército taciturno de seres humanos arrojadosa un estado de indigencia y degradación sin mesura también recibióun nombre, que lo identificaría como nuevo actor del colapso argen-tino: los «cartoneros». Cuando al caer el día la ciudad salía del caosprovocado por algunos cientos de «piqueteros», surgían en lassombras decenas de miles de «cartoneros».

Inicialmente estos nuevos protagonistas de la cotidianeidad porte-ña provocaron el espanto del ciudadano común que en la puerta de sucasa, en el país de las vacas y los trigales, veía personas comiendo delas bolsas de basura. Del horror a la compasión, y luego al rechazo porlos efectos devastadores sobre la higiene urbana, los trabajadoresocupados y las clases medias pasaron finalmente a la indiferencia. Elgobierno de la ciudad, progresista, como se sabe, tuvo la iniciativa deproponer que se separara la basura utilizable de la demás, parafacilitar la labor de los «cartoneros», a los que además se les daría ununiforme y una credencial. Esta osada línea de intervención noprosperaría. Pero tuvo la virtud de mostrar la capacidad de respuestasocial del capitalismo de nuestro tiempo, además de corroborar que,cuando irrumpe la crisis, los reformistas son tan ridículos e inocuoscomo quienes arrojan brújula y bandera y caen bajo los efectos de laenfermedad infantil del comunismo.

Mientras tanto, las usinas ideológicas y políticas del capital locale imperialista avanzaron sistemáticamente en sus planes. Al cabo deun período la propia práctica en las estructuras «piqueteras» hizo unaselección a la inversa y los aparatos fueron ganados por el clientelismo.Quienes resistieron esa dinámica, quedaron aislados. Y la sesudateoría del «partido piquetero» (!!) se reveló en toda su condiciónvisionaria: las estructuras más significativas (y en más de un casogenuinas) de esa base social, se incorporaron al gobierno, donde sonahora el ala combativa del partido que desesperadamente trata deconstruir la burguesía para salir del cementerio de sus aparatospolíticos del pasado. Las que nacieron y existieron como apéndices

de aparatos partidarios se disgregaron. Otros agrupamientos, inervadospor militantes abnegados y honestos, buscan un camino de salida.

Al margen incluso de un juicio de valor, es innegable que el sectornumérica y políticamente más significativo de lo que dio en llamarse«movimiento piquetero» fue cooptado por el gobierno y asimilado alsistema. Sus dirigentes son funcionarios; y una porción minúsculade sus bases, clientes del aparato político que intenta formar elsector del capital que se hizo del poder con el golpe de mano dediciembre de 2001. En el otro extremo, los «cartoneros» -es decir,la masa de desocupados y excluidos- sin cesar creciente, es ya partedel paisaje natural de Buenos Aires, con apenas un dato diferenciador,provocado por la reactivación económica: en ese ejército inerme demiserables hay menos hombres adultos, más mujeres y, sobre todo,más niños.

Es el rostro espantoso, intolerable, insostenible, de la crisis capi-talista. Sólo que, aunque golpea a los ojos de cada habitante, se ocultaa la mirada por un fenómeno de negación colectiva, aparece comoexactamente lo inverso y domina la percepción social en Argentinay más allá de las fronteras: la supuesta solución de la crisis, atribuidaal gobierno Kirchner, sin considerar o comprender hechos tan obviosque subleva tener que repetirlos: el colapso político lo revirtió laburguesía durante el gobierno de Eduardo Duhalde; la recuperacióneconómica no resolvió ninguna de las causas estructurales queprovocaron la explosión y… todo el cuadro político actual es inexpli-cable sin un factor decisivo: el papel de las dirigencias autoproclamadasrevolucionarias.

Este desenlace, que pone en cuestión el curso de Argentinadurante todo un período por delante, tiene responsables. No hablamosde individuos sino de concepciones encarnadas en organizaciones. Yno es posible achacar esa responsabilidad a aquellas que estándescartadas por definición, es decir, las que no propugnan la revolu-ción social. Por tanto, hay que buscarlos entre las que, desde los 80hasta el último período reseñado más arriba, en lugar de procurar atodo precio y por todos los medios la unidad social y política de lostrabajadores y sus aliados, por sobre las diferencias ideológicas,culturales y partidarias que naturalmente existen en los millones de

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«movimiento piquetero», que en los hechos involucraba a una franjaminúscula, proporcionalmente insignificante, de la masa de desocu-pados. Esta, mientras tanto, comenzó a invadir silenciosamente laciudad en cada atardecer, para revolver la basura en busca de comiday restos vendibles. Ese ejército taciturno de seres humanos arrojadosa un estado de indigencia y degradación sin mesura también recibióun nombre, que lo identificaría como nuevo actor del colapso argen-tino: los «cartoneros». Cuando al caer el día la ciudad salía del caosprovocado por algunos cientos de «piqueteros», surgían en lassombras decenas de miles de «cartoneros».

Inicialmente estos nuevos protagonistas de la cotidianeidad porte-ña provocaron el espanto del ciudadano común que en la puerta de sucasa, en el país de las vacas y los trigales, veía personas comiendo delas bolsas de basura. Del horror a la compasión, y luego al rechazo porlos efectos devastadores sobre la higiene urbana, los trabajadoresocupados y las clases medias pasaron finalmente a la indiferencia. Elgobierno de la ciudad, progresista, como se sabe, tuvo la iniciativa deproponer que se separara la basura utilizable de la demás, parafacilitar la labor de los «cartoneros», a los que además se les daría ununiforme y una credencial. Esta osada línea de intervención noprosperaría. Pero tuvo la virtud de mostrar la capacidad de respuestasocial del capitalismo de nuestro tiempo, además de corroborar que,cuando irrumpe la crisis, los reformistas son tan ridículos e inocuoscomo quienes arrojan brújula y bandera y caen bajo los efectos de laenfermedad infantil del comunismo.

Mientras tanto, las usinas ideológicas y políticas del capital locale imperialista avanzaron sistemáticamente en sus planes. Al cabo deun período la propia práctica en las estructuras «piqueteras» hizo unaselección a la inversa y los aparatos fueron ganados por el clientelismo.Quienes resistieron esa dinámica, quedaron aislados. Y la sesudateoría del «partido piquetero» (!!) se reveló en toda su condiciónvisionaria: las estructuras más significativas (y en más de un casogenuinas) de esa base social, se incorporaron al gobierno, donde sonahora el ala combativa del partido que desesperadamente trata deconstruir la burguesía para salir del cementerio de sus aparatospolíticos del pasado. Las que nacieron y existieron como apéndices

de aparatos partidarios se disgregaron. Otros agrupamientos, inervadospor militantes abnegados y honestos, buscan un camino de salida.

Al margen incluso de un juicio de valor, es innegable que el sectornumérica y políticamente más significativo de lo que dio en llamarse«movimiento piquetero» fue cooptado por el gobierno y asimilado alsistema. Sus dirigentes son funcionarios; y una porción minúsculade sus bases, clientes del aparato político que intenta formar elsector del capital que se hizo del poder con el golpe de mano dediciembre de 2001. En el otro extremo, los «cartoneros» -es decir,la masa de desocupados y excluidos- sin cesar creciente, es ya partedel paisaje natural de Buenos Aires, con apenas un dato diferenciador,provocado por la reactivación económica: en ese ejército inerme demiserables hay menos hombres adultos, más mujeres y, sobre todo,más niños.

Es el rostro espantoso, intolerable, insostenible, de la crisis capi-talista. Sólo que, aunque golpea a los ojos de cada habitante, se ocultaa la mirada por un fenómeno de negación colectiva, aparece comoexactamente lo inverso y domina la percepción social en Argentinay más allá de las fronteras: la supuesta solución de la crisis, atribuidaal gobierno Kirchner, sin considerar o comprender hechos tan obviosque subleva tener que repetirlos: el colapso político lo revirtió laburguesía durante el gobierno de Eduardo Duhalde; la recuperacióneconómica no resolvió ninguna de las causas estructurales queprovocaron la explosión y… todo el cuadro político actual es inexpli-cable sin un factor decisivo: el papel de las dirigencias autoproclamadasrevolucionarias.

Este desenlace, que pone en cuestión el curso de Argentinadurante todo un período por delante, tiene responsables. No hablamosde individuos sino de concepciones encarnadas en organizaciones. Yno es posible achacar esa responsabilidad a aquellas que estándescartadas por definición, es decir, las que no propugnan la revolu-ción social. Por tanto, hay que buscarlos entre las que, desde los 80hasta el último período reseñado más arriba, en lugar de procurar atodo precio y por todos los medios la unidad social y política de lostrabajadores y sus aliados, por sobre las diferencias ideológicas,culturales y partidarias que naturalmente existen en los millones de

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explotados y oprimidos, propiciaron una respuesta revolucionariamediante la incorporación de esa masa diversa en todos los sentidosa supuestos «partidos» o «frentes» de izquierda, que no son partidosporque no son parte real de la clase obrera; y por no ser partidos, nopueden tampoco ser un frente real aun cuando se presenten bajo unamisma sigla.

Simultánea y paralelamente, aquellas líneas de acción chocaroncon la tarea primordial en medio de la crisis expresada en últimainstancia en el desmoronamiento de la URSS y sus derivacionesposteriores en todo el planeta: la recomposición de las fuerzasrevolucionarias a escala nacional e internacional.

A cambio, la militancia ha asistido al espectáculo de «direcciones»que, tras interpretar que el proletariado mundial estaba a la ofensivaen 1990, en pos de la revolución y el socialismo, por sí y ante síalumbraron aparatos insignificantes a los que denominaron Interna-cional. Con la misma técnica que luego se utilizaría en relación con el«movimiento piquetero», cada pseudo partido creó su propia interna-cional; envió cuadros a «influenciar» a revolucionarios subdotados deotros países, necesitados de la conducción incluso táctica de aquellasdirecciones, cuya primera tarea consistió en mostrar que todas lasdemás eran, en realidad, contrarrevolucionarias al servicio del impe-rialismo. Cuadros talentosos, con acervo teórico y bagaje práctico deinmenso valor, resolvieron financiar un militante aquí, otro allá, paraque su internacional orientara la revolución en cada país. Y de paso,que denunciara a Fidel y el PC de Cuba por su papelcontrarrevolucionario dentro y fuera de Cuba. Cuando aparecióChávez en el escenario, se apresuraron a explicar que era unbonapartista al servicio del imperialismo…

Parece una mala comedia; pero es el entramado real en el que seformaron y actuaron millares de hombres y mujeres que, justamente,trataban de acceder al «escalón más alto de la especie humana». Lasleyes inexorables de la dialéctica producen a menudo resultadoscrueles: cuanto más abnegado y esforzado el militante, más enajena-do su accionar; cuanto más prolongada su vida de luchador y másintensa su participación en los combates de estos años, más conso-lidadas las deformaciones conceptuales y metodológicas.

No hay margen para la ilusión de que este resultado puedarevertirse con revistas de teoría, debates y reuniones. Aunque todoello sea necesario, sólo la irrupción del movimiento obrero real en lalucha social y política podrá rescatar esa masa militante malogradapor la encerrona histórica que tocó en suerte.

Rasgos de la nueva etapa históricaEl derrumbe de la URSS dio lugar a un fenómeno múltiple,

incomprendido o no asumido en toda su magnitud hasta hoy. Enapretada síntesis se puede resumir en dos aspectos determinantes:

1. ruptura de todas las barreras objetivas y subjetivas que condi-cionaban y limitaban a los países centrales (imperialistas) en laeconomía mundial capitalista; imposición arrolladora de las expresio-nes más brutales de la ley del valor en todas las economías nacionalesy en todos lo planos de cada sociedad; explosión del desarrollo de lasfuerzas productivas mediante la revolución científico-técnica y, enconsecuencia, crecimiento absoluto y relativo del proletariado indus-trial en la sociedad.

2. dilución hasta la desaparición de la noción de socialismo comoalternativa al capitalismo; proceso masivo y acelerado a escalamundial de pérdida de la conciencia de los trabajadores; consecuentedebilitamiento y/o extinción de partidos obreros en todo el mundo;adaptación de los restantes (con apenas excepciones), a la idea y lapráctica de que el capitalismo es invencible y sólo se puede intentarobtener mejoras dentro de él; desarme ideológico, organizativo ymoral, de cientos de millones de trabajadores y decenas de millonesde revolucionarios en todo el mundo; condena a la confusión, elindividualismo y la enajenación a cientos de millones de jóvenes,precisamente en el momento de su incorporación al ejército proletariointernacional numéricamente más poderoso de todos los tiempos y enuna coyuntura de crisis sin precedentes del sistema. Más rápido aúnque la proletarización masiva de profesionales antes independientesy la incorporación aluvional de nuevos proletarios en áreas extrema-damente sensibles para el funcionamiento del sistema (como porejemplo los técnicos y programadores en computación), se produjo elfenómeno de desideologización y alienación completa de más de la

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explotados y oprimidos, propiciaron una respuesta revolucionariamediante la incorporación de esa masa diversa en todos los sentidosa supuestos «partidos» o «frentes» de izquierda, que no son partidosporque no son parte real de la clase obrera; y por no ser partidos, nopueden tampoco ser un frente real aun cuando se presenten bajo unamisma sigla.

Simultánea y paralelamente, aquellas líneas de acción chocaroncon la tarea primordial en medio de la crisis expresada en últimainstancia en el desmoronamiento de la URSS y sus derivacionesposteriores en todo el planeta: la recomposición de las fuerzasrevolucionarias a escala nacional e internacional.

A cambio, la militancia ha asistido al espectáculo de «direcciones»que, tras interpretar que el proletariado mundial estaba a la ofensivaen 1990, en pos de la revolución y el socialismo, por sí y ante síalumbraron aparatos insignificantes a los que denominaron Interna-cional. Con la misma técnica que luego se utilizaría en relación con el«movimiento piquetero», cada pseudo partido creó su propia interna-cional; envió cuadros a «influenciar» a revolucionarios subdotados deotros países, necesitados de la conducción incluso táctica de aquellasdirecciones, cuya primera tarea consistió en mostrar que todas lasdemás eran, en realidad, contrarrevolucionarias al servicio del impe-rialismo. Cuadros talentosos, con acervo teórico y bagaje práctico deinmenso valor, resolvieron financiar un militante aquí, otro allá, paraque su internacional orientara la revolución en cada país. Y de paso,que denunciara a Fidel y el PC de Cuba por su papelcontrarrevolucionario dentro y fuera de Cuba. Cuando aparecióChávez en el escenario, se apresuraron a explicar que era unbonapartista al servicio del imperialismo…

Parece una mala comedia; pero es el entramado real en el que seformaron y actuaron millares de hombres y mujeres que, justamente,trataban de acceder al «escalón más alto de la especie humana». Lasleyes inexorables de la dialéctica producen a menudo resultadoscrueles: cuanto más abnegado y esforzado el militante, más enajena-do su accionar; cuanto más prolongada su vida de luchador y másintensa su participación en los combates de estos años, más conso-lidadas las deformaciones conceptuales y metodológicas.

No hay margen para la ilusión de que este resultado puedarevertirse con revistas de teoría, debates y reuniones. Aunque todoello sea necesario, sólo la irrupción del movimiento obrero real en lalucha social y política podrá rescatar esa masa militante malogradapor la encerrona histórica que tocó en suerte.

Rasgos de la nueva etapa históricaEl derrumbe de la URSS dio lugar a un fenómeno múltiple,

incomprendido o no asumido en toda su magnitud hasta hoy. Enapretada síntesis se puede resumir en dos aspectos determinantes:

1. ruptura de todas las barreras objetivas y subjetivas que condi-cionaban y limitaban a los países centrales (imperialistas) en laeconomía mundial capitalista; imposición arrolladora de las expresio-nes más brutales de la ley del valor en todas las economías nacionalesy en todos lo planos de cada sociedad; explosión del desarrollo de lasfuerzas productivas mediante la revolución científico-técnica y, enconsecuencia, crecimiento absoluto y relativo del proletariado indus-trial en la sociedad.

2. dilución hasta la desaparición de la noción de socialismo comoalternativa al capitalismo; proceso masivo y acelerado a escalamundial de pérdida de la conciencia de los trabajadores; consecuentedebilitamiento y/o extinción de partidos obreros en todo el mundo;adaptación de los restantes (con apenas excepciones), a la idea y lapráctica de que el capitalismo es invencible y sólo se puede intentarobtener mejoras dentro de él; desarme ideológico, organizativo ymoral, de cientos de millones de trabajadores y decenas de millonesde revolucionarios en todo el mundo; condena a la confusión, elindividualismo y la enajenación a cientos de millones de jóvenes,precisamente en el momento de su incorporación al ejército proletariointernacional numéricamente más poderoso de todos los tiempos y enuna coyuntura de crisis sin precedentes del sistema. Más rápido aúnque la proletarización masiva de profesionales antes independientesy la incorporación aluvional de nuevos proletarios en áreas extrema-damente sensibles para el funcionamiento del sistema (como porejemplo los técnicos y programadores en computación), se produjo elfenómeno de desideologización y alienación completa de más de la

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

mitad de la población mundial, es decir, miles de millones de sereshumanos. Mientras crecía a ritmo desconocido el proletariado en sí,menguaba hasta extinguirse el proletariado para sí.

La negativa a asumir ese momento histórico mundial y, a partir deallí, la coyuntura regional y nacional, redundó en la imposibilidad decomprender el papel objetivo del gobierno de Eduardo Duhaldeprimero y Néstor Kirchner después: la lucha interimperialista y elahogo de las sub-burguesías locales asociadas, sobre la base de lacompleta ausencia de una opción teórica encarnada en la voluntad yla conciencia de millones de ciudadanos, le daba al capital unaexcepcional vía de escape.

El saldo inmediato está a la vista: la burguesía no sólo retomó elcontrol social y la iniciativa política, sino que ganó a buena parte delas organizaciones sociales y políticas identificadas sinceramente conla revolución. A otro contingente, no menos sincero y no menosrevolucionario, al menos en las formulaciones e intenciones subjeti-vas, la burguesía lo arrinconó en el aislamiento sectario.

Dejemos de lado en esta oportunidad lo ocurrido a las corrientese individuos que se dejaron convencer por falacias tales como «elfin del proletariado», la «invencibilidad del capitalismo», la «crisisirreversible del socialismo», entre otras vaciedades dominantesdurante los últimos años. Al otro extremo del derrumbe militante, lasvíctimas de la enfermedad infantil del comunismo, impedidas decomprender la extraordinaria complejidad del mundo real reprodujerondeformaciones históricas del pensamiento revolucionario:espontaneísmo (como vimos se llegó a proponer un ‘partidopiquetero’); localismo llevado a límites absurdos (el caso Las Heras,entre tantos ejemplos), idealismo mecanicista como base para elrazonamiento (interpretación antojadiza de la realidad mundial,imprevisión primero y ceguera después ante un fenómeno de lasdimensiones de la Revolución Bolivariana). En suma, la transmutacióndel análisis de la realidad por el recurso sistemático al petitioprincipii, es decir afirmar aquello que se debe demostrar, apelar aformulaciones abstractas válidas para todo tiempo y lugar, impidieroncomprender la extraordinaria complejidad de la coyuntura histórica,tanto a escala mundial como nacional.

Siempre la complejidad ha sido subterfugio de filisteos para negarlo obvio y eludir la responsabilidad concreta; por eso hay que subrayarque ninguna complejidad debe oscurecer la línea de confrontación yrelegar o confundir el dilema que tienen ante sí las clases dominantesen Argentina.

Confrontación no saldadaEduardo Duhalde y luego, en otras condiciones, Néstor Kirchner,

llevaron a cabo una exitosa operación política que, en una paradoja sinprecedentes, recuperó credibilidad por parte de una sociedad hastia-da y en desesperada sublevación, mientras daba una nueva vuelta detuerca en la traslación de ingresos a favor del capital. Sin embargo,contra la opinión predominante, hay que afirmar que esta operaciónexitosa carece de base material para prolongarse en el tiempo sinsaldar de manera neta la confrontación esbozada en 2001/02. Lascausas objetivas y subjetivas que produjeron aquel choque socialespontáneo, abortado y transformado en su contrario por la inexisten-cia de organizaciones capaces de asumir las necesidades de lasmasas y la complejidad de la lucha revolucionaria, lejos de resolverse,se han agravado en todos los sentidos.

Por mucho que la realidad esté distorsionada y disfrazada, latensión de fuerzas entre burguesía e imperialismo de un lado,trabajadores y conjunto de la población del otro, late en los cimientosde la sociedad; explota aquí y allá de los modos más diversos einesperados; busca expresión y dirección política de clase; y noencontrándolas corre el riesgo estratégico de invertir su sentido ytransformarse en fuerza contraria a la revolución social. Peropermanece bajo la superficie de las relaciones sociales y no deja porun instante de agravarse.

Para decirlo todo de una vez: enmarcada en la lucha interimperialistapor el reparto de mercados mundiales, Argentina -indiferenciada enese punto del resto de América Latina- está de lleno en una transiciónconvulsiva dominada por una de las condiciones clave de unasituación revolucionaria: los de abajo ya no quieren y los de arriba yano pueden vivir como hasta ahora.

En su célebre clasificación, Lenin describió cuatro condiciones

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mitad de la población mundial, es decir, miles de millones de sereshumanos. Mientras crecía a ritmo desconocido el proletariado en sí,menguaba hasta extinguirse el proletariado para sí.

La negativa a asumir ese momento histórico mundial y, a partir deallí, la coyuntura regional y nacional, redundó en la imposibilidad decomprender el papel objetivo del gobierno de Eduardo Duhaldeprimero y Néstor Kirchner después: la lucha interimperialista y elahogo de las sub-burguesías locales asociadas, sobre la base de lacompleta ausencia de una opción teórica encarnada en la voluntad yla conciencia de millones de ciudadanos, le daba al capital unaexcepcional vía de escape.

El saldo inmediato está a la vista: la burguesía no sólo retomó elcontrol social y la iniciativa política, sino que ganó a buena parte delas organizaciones sociales y políticas identificadas sinceramente conla revolución. A otro contingente, no menos sincero y no menosrevolucionario, al menos en las formulaciones e intenciones subjeti-vas, la burguesía lo arrinconó en el aislamiento sectario.

Dejemos de lado en esta oportunidad lo ocurrido a las corrientese individuos que se dejaron convencer por falacias tales como «elfin del proletariado», la «invencibilidad del capitalismo», la «crisisirreversible del socialismo», entre otras vaciedades dominantesdurante los últimos años. Al otro extremo del derrumbe militante, lasvíctimas de la enfermedad infantil del comunismo, impedidas decomprender la extraordinaria complejidad del mundo real reprodujerondeformaciones históricas del pensamiento revolucionario:espontaneísmo (como vimos se llegó a proponer un ‘partidopiquetero’); localismo llevado a límites absurdos (el caso Las Heras,entre tantos ejemplos), idealismo mecanicista como base para elrazonamiento (interpretación antojadiza de la realidad mundial,imprevisión primero y ceguera después ante un fenómeno de lasdimensiones de la Revolución Bolivariana). En suma, la transmutacióndel análisis de la realidad por el recurso sistemático al petitioprincipii, es decir afirmar aquello que se debe demostrar, apelar aformulaciones abstractas válidas para todo tiempo y lugar, impidieroncomprender la extraordinaria complejidad de la coyuntura histórica,tanto a escala mundial como nacional.

Siempre la complejidad ha sido subterfugio de filisteos para negarlo obvio y eludir la responsabilidad concreta; por eso hay que subrayarque ninguna complejidad debe oscurecer la línea de confrontación yrelegar o confundir el dilema que tienen ante sí las clases dominantesen Argentina.

Confrontación no saldadaEduardo Duhalde y luego, en otras condiciones, Néstor Kirchner,

llevaron a cabo una exitosa operación política que, en una paradoja sinprecedentes, recuperó credibilidad por parte de una sociedad hastia-da y en desesperada sublevación, mientras daba una nueva vuelta detuerca en la traslación de ingresos a favor del capital. Sin embargo,contra la opinión predominante, hay que afirmar que esta operaciónexitosa carece de base material para prolongarse en el tiempo sinsaldar de manera neta la confrontación esbozada en 2001/02. Lascausas objetivas y subjetivas que produjeron aquel choque socialespontáneo, abortado y transformado en su contrario por la inexisten-cia de organizaciones capaces de asumir las necesidades de lasmasas y la complejidad de la lucha revolucionaria, lejos de resolverse,se han agravado en todos los sentidos.

Por mucho que la realidad esté distorsionada y disfrazada, latensión de fuerzas entre burguesía e imperialismo de un lado,trabajadores y conjunto de la población del otro, late en los cimientosde la sociedad; explota aquí y allá de los modos más diversos einesperados; busca expresión y dirección política de clase; y noencontrándolas corre el riesgo estratégico de invertir su sentido ytransformarse en fuerza contraria a la revolución social. Peropermanece bajo la superficie de las relaciones sociales y no deja porun instante de agravarse.

Para decirlo todo de una vez: enmarcada en la lucha interimperialistapor el reparto de mercados mundiales, Argentina -indiferenciada enese punto del resto de América Latina- está de lleno en una transiciónconvulsiva dominada por una de las condiciones clave de unasituación revolucionaria: los de abajo ya no quieren y los de arriba yano pueden vivir como hasta ahora.

En su célebre clasificación, Lenin describió cuatro condiciones

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para reconocer una situación revolucionaria:«Estamos seguros de no equivocarnos cuando señalamos

los siguientes tres síntomas principales (de una situaciónrevolucionaria): 1) cuando es imposible para las clasesgobernantes mantener su dominación sin ningún cambio,cuando una crisis, en una u otra forma, en las ‘clasesaltas’, una crisis en la política de las clases dominantes,abre una hendidura por la que irrumpen el descontento yla indignación de las clases oprimidas. Para que estalleuna revolución no basta, por lo general, que ‘los de abajono quieran’ vivir como antes, sino que también es necesarioque ‘los de arriba no puedan’ vivir como hasta entonces;2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clasesoprimidas se han hecho más agudas que habitualmente; 3)cuando, como consecuencia de las causas mencionadas,hay una considerable intensificación de la actividad delas masas, las cuales en tiempos ‘pacíficos’ se dejanexpoliar sin quejas, pero que en tiempos agitados soncompelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisiscomo por las mismas ‘clases altas’ a la acción históricaindependiente. Sin estos cambios objetivos, que sonindependientes de la voluntad, no sólo de determinados gruposy partidos sino también de la voluntad de determinadas clases,una revolución es, por regla general, imposible (...) larevolución no se produce en cualquier situaciónrevolucionaria; se produce sólo en una situación en la que loscambios objetivos citados son acompañados por un cambiosubjetivo, como es la habilidad de la clase revolucionaria pararealizar acciones revolucionarias de masas suficientementefuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, quejamás, ni siquiera en las épocas de crisis, ‘caerá’ si no selo ‘hace caer’» (2).

Toda clasificación -más si trata de relaciones sociales- tiene

rigideces y limitaciones que la inhabilitan cuando en lugar de sertomada como síntesis teórico-políticas se la adopta como fórmulamatemática. Excluida esa actitud, estas reflexiones de Lenin no sóloconstituyen una formidable guía para la acción, sino que, en los dosprimeros puntos señalados, calzan con inusual justeza con la realidadargentina actual. Nadie podrá dudar que los de abajo no quieren vivircomo lo hacen, y los de arriba no pueden sostenerse como hasta ahora(¡por eso Kirchner es Presidente y el diario La Nación se limita arepetir columnas insultantes, la más de las veces traducidas delinglés!). Sólo algunos propietarios de empresas periodísticas, algunostitulares de organismos encargados de estadísticas públicas y ciertospolíticos enajenados, dudan que la segunda condición planteada porLenin se verifica –en este caso sí- con precisión milimétrica en el país:«los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se hanhecho más agudas que habitualmente».

Pero falta, y de manera absoluta, la tercera condición: no hay «unaconsiderable intensificación de la actividad de las masas». Muchomenos está presente «la habilidad de la clase revolucionaria pararealizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertescomo para destruir (o dislocar) el viejo gobierno».

Partido y DirecciónLa contradicción entre la aguda vigencia de las dos primeras

condiciones y la no menos estridente ausencia de la tercera haconfundido una y otra vez a la militancia. En los años 1970, con unalectura arbitraria y mecanicista de Trotsky, se concluyó que sólofaltaba «el factor subjetivo», entendido éste como el partido, elcual a su vez era entendido exclusivamente como la existencia deun equipo que se atribuía las capacidades de una conducciónrevolucionaria.

Ahora, cuando el dilema se replantea y con mayor agudeza aunque cuatro décadas atrás, es literalmente de vida o muerte que lamilitancia revolucionaria no incurra en el mismo error de simplifica-ción (para nada exento de interés individual y corporativo).

Es preciso asumir en toda su dimensión y múltiple proyección laafirmación de que «los cambios objetivos son independientes de

2.- Lenin, Obras Completas, T XXII, pág. 310; Ed. Cartago. Las bastardillas sonnuestras.

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para reconocer una situación revolucionaria:«Estamos seguros de no equivocarnos cuando señalamos

los siguientes tres síntomas principales (de una situaciónrevolucionaria): 1) cuando es imposible para las clasesgobernantes mantener su dominación sin ningún cambio,cuando una crisis, en una u otra forma, en las ‘clasesaltas’, una crisis en la política de las clases dominantes,abre una hendidura por la que irrumpen el descontento yla indignación de las clases oprimidas. Para que estalleuna revolución no basta, por lo general, que ‘los de abajono quieran’ vivir como antes, sino que también es necesarioque ‘los de arriba no puedan’ vivir como hasta entonces;2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clasesoprimidas se han hecho más agudas que habitualmente; 3)cuando, como consecuencia de las causas mencionadas,hay una considerable intensificación de la actividad delas masas, las cuales en tiempos ‘pacíficos’ se dejanexpoliar sin quejas, pero que en tiempos agitados soncompelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisiscomo por las mismas ‘clases altas’ a la acción históricaindependiente. Sin estos cambios objetivos, que sonindependientes de la voluntad, no sólo de determinados gruposy partidos sino también de la voluntad de determinadas clases,una revolución es, por regla general, imposible (...) larevolución no se produce en cualquier situaciónrevolucionaria; se produce sólo en una situación en la que loscambios objetivos citados son acompañados por un cambiosubjetivo, como es la habilidad de la clase revolucionaria pararealizar acciones revolucionarias de masas suficientementefuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, quejamás, ni siquiera en las épocas de crisis, ‘caerá’ si no selo ‘hace caer’» (2).

Toda clasificación -más si trata de relaciones sociales- tiene

rigideces y limitaciones que la inhabilitan cuando en lugar de sertomada como síntesis teórico-políticas se la adopta como fórmulamatemática. Excluida esa actitud, estas reflexiones de Lenin no sóloconstituyen una formidable guía para la acción, sino que, en los dosprimeros puntos señalados, calzan con inusual justeza con la realidadargentina actual. Nadie podrá dudar que los de abajo no quieren vivircomo lo hacen, y los de arriba no pueden sostenerse como hasta ahora(¡por eso Kirchner es Presidente y el diario La Nación se limita arepetir columnas insultantes, la más de las veces traducidas delinglés!). Sólo algunos propietarios de empresas periodísticas, algunostitulares de organismos encargados de estadísticas públicas y ciertospolíticos enajenados, dudan que la segunda condición planteada porLenin se verifica –en este caso sí- con precisión milimétrica en el país:«los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se hanhecho más agudas que habitualmente».

Pero falta, y de manera absoluta, la tercera condición: no hay «unaconsiderable intensificación de la actividad de las masas». Muchomenos está presente «la habilidad de la clase revolucionaria pararealizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertescomo para destruir (o dislocar) el viejo gobierno».

Partido y DirecciónLa contradicción entre la aguda vigencia de las dos primeras

condiciones y la no menos estridente ausencia de la tercera haconfundido una y otra vez a la militancia. En los años 1970, con unalectura arbitraria y mecanicista de Trotsky, se concluyó que sólofaltaba «el factor subjetivo», entendido éste como el partido, elcual a su vez era entendido exclusivamente como la existencia deun equipo que se atribuía las capacidades de una conducciónrevolucionaria.

Ahora, cuando el dilema se replantea y con mayor agudeza aunque cuatro décadas atrás, es literalmente de vida o muerte que lamilitancia revolucionaria no incurra en el mismo error de simplifica-ción (para nada exento de interés individual y corporativo).

Es preciso asumir en toda su dimensión y múltiple proyección laafirmación de que «los cambios objetivos son independientes de

2.- Lenin, Obras Completas, T XXII, pág. 310; Ed. Cartago. Las bastardillas sonnuestras.

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la voluntad, no sólo de determinados grupos y partidos sinotambién de la voluntad de determinadas clases», y la certeza deque el «factor subjetivo» no puede ser reducido a un equipo dedirección autoproclamada, porque una dirección es inseparable de lamasa a la que en teoría debe encabezar, y mientras ésta tenga unasubjetividad ajena a la idea de revolución estará faltando un factorobjetivo determinante, que cerrará el paso a una dirección revolucio-naria real, es decir, real en el devenir diario de la sociedad, delmovimiento de masas.

Los cambios objetivos son independientes de la voluntad departidos y clases, pero no de la labor acumulada de los revoluciona-rios. Ésta, sedimentada en conciencia y organización, va sumandocantidades que en un momento (ése sí independiente de toda voluntady difícilmente previsible) se transforma en calidad y produce elestallido revolucionario.

Hay que subrayar que ese momento teórico difiere en todo y portodo de las cacerolas que atronaron Buenos Aires el 19 de diciembrede 2001 y supuestamente voltearon al gobierno de la Alianza. Elsubrayado es una advertencia para nada irónica: la confusión decualquier explosión con una situación revolucionaria acaba con laderrota del movimiento popular sublevado y el aniquilamiento de lasorganizaciones revolucionarias.

En algunos casos, como en los años 70 del siglo pasado, esto llevaal aniquilamiento físico de la militancia. En otros, como el períodovivido entre 1983 y 2003, produce el aniquilamiento organizativo deformaciones de definición revolucionaria, lo cual por extensiónconlleva la destrucción, desmoralización o neutralización de unafuerza militante clave en la lucha social y política.

No es antojadiza la comparación de 1976 con 2003, aun cuando enmás de un sentido se trata del desenlace inverso de un período deconmoción social. El 25 de mayo de 2003, con la asunción de Kirchnery la presencia en sendos actos masivos de Fidel Castro y HugoChávez, plasmaba un cambio volcánico en sentido positivo de luchaantimperialista y de emancipación social mientras simultáneamenteocurría un reacomodamiento ideológico-político que ubicaba al bordedel abismo a las organizaciones asumidas como revolucionarias. A

partir de ese momento, éstas se desplazarían para ingresar al gobiernou oponérsele frontalmente y en todos los planos.

No es habitual asumir que un mismo fenómeno pueda concentrartrascendentales factores positivos en el mismo nido en el que ocupanlugares de prevalencia los huevos de la serpiente. Menos lo es afirmarque, o se comprende esa ambivalencia brutal, o se clausura el caminopara toda comprensión. Sin embargo ése es el mensaje que necesi-tamos transmitirle a quienes en Argentina han luchado y siguenluchando contra el capitalismo:

- el gobierno de Kirchner con los fascistas Gustavo Beliz y JoséBordón (para mencionar sólo a los más connotados del Opus Deientre otros tantos innumerables) y una cantidad igualmente significa-tiva de mujeres y hombres imbuidos de intenciones revolucionarias,abría el 25 de mayo de 2003 un paréntesis dentro del cual se dirimiríanada menos que el curso histórico del país;

- Marx sostenía, en un texto citado una y otra vez en estas páginas,que si bien las sectas tienen justificación histórica en períodos deretroceso de las luchas proletarias, cuando éstas reaparecen, aquéllasson «reaccionarias en esencia» (3). La descripción que hemosresumido aquí no deja lugar a dudas respecto del papel reaccionariode las sectas en este período. Una conclusión lineal, por tanto,afirmaría que el colapso de las organizaciones de la izquierdarevolucionaria en Argentina, entendido como destrucción de lassectas de izquierda y resultante de la irrupción del kirchnerismo, es unfactor históricamente positivo.

El hecho es que la ambivalencia del oficialismo actual no niega sucarácter de clase, de la misma manera que la relatividad del tiempono impide que un hombre envejezca y muera. El principio de laindeterminación, fruto y motor del pensamiento idealista, traducido enformulaciones corrientes tales como «éste es un gobierno en disputa»,empuja a franjas importantes de militantes a una trampa mortal.

No sólo por su origen y composición, sino ante todo por lasrelaciones sociales de producción de las cuales es heredero y constan-

3.- Marx a, carta a Bolte, Correspondencia Marx/Engels. Editorial Cartago; BuenosAires 1987; pág. 260.

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la voluntad, no sólo de determinados grupos y partidos sinotambién de la voluntad de determinadas clases», y la certeza deque el «factor subjetivo» no puede ser reducido a un equipo dedirección autoproclamada, porque una dirección es inseparable de lamasa a la que en teoría debe encabezar, y mientras ésta tenga unasubjetividad ajena a la idea de revolución estará faltando un factorobjetivo determinante, que cerrará el paso a una dirección revolucio-naria real, es decir, real en el devenir diario de la sociedad, delmovimiento de masas.

Los cambios objetivos son independientes de la voluntad departidos y clases, pero no de la labor acumulada de los revoluciona-rios. Ésta, sedimentada en conciencia y organización, va sumandocantidades que en un momento (ése sí independiente de toda voluntady difícilmente previsible) se transforma en calidad y produce elestallido revolucionario.

Hay que subrayar que ese momento teórico difiere en todo y portodo de las cacerolas que atronaron Buenos Aires el 19 de diciembrede 2001 y supuestamente voltearon al gobierno de la Alianza. Elsubrayado es una advertencia para nada irónica: la confusión decualquier explosión con una situación revolucionaria acaba con laderrota del movimiento popular sublevado y el aniquilamiento de lasorganizaciones revolucionarias.

En algunos casos, como en los años 70 del siglo pasado, esto llevaal aniquilamiento físico de la militancia. En otros, como el períodovivido entre 1983 y 2003, produce el aniquilamiento organizativo deformaciones de definición revolucionaria, lo cual por extensiónconlleva la destrucción, desmoralización o neutralización de unafuerza militante clave en la lucha social y política.

No es antojadiza la comparación de 1976 con 2003, aun cuando enmás de un sentido se trata del desenlace inverso de un período deconmoción social. El 25 de mayo de 2003, con la asunción de Kirchnery la presencia en sendos actos masivos de Fidel Castro y HugoChávez, plasmaba un cambio volcánico en sentido positivo de luchaantimperialista y de emancipación social mientras simultáneamenteocurría un reacomodamiento ideológico-político que ubicaba al bordedel abismo a las organizaciones asumidas como revolucionarias. A

partir de ese momento, éstas se desplazarían para ingresar al gobiernou oponérsele frontalmente y en todos los planos.

No es habitual asumir que un mismo fenómeno pueda concentrartrascendentales factores positivos en el mismo nido en el que ocupanlugares de prevalencia los huevos de la serpiente. Menos lo es afirmarque, o se comprende esa ambivalencia brutal, o se clausura el caminopara toda comprensión. Sin embargo ése es el mensaje que necesi-tamos transmitirle a quienes en Argentina han luchado y siguenluchando contra el capitalismo:

- el gobierno de Kirchner con los fascistas Gustavo Beliz y JoséBordón (para mencionar sólo a los más connotados del Opus Deientre otros tantos innumerables) y una cantidad igualmente significa-tiva de mujeres y hombres imbuidos de intenciones revolucionarias,abría el 25 de mayo de 2003 un paréntesis dentro del cual se dirimiríanada menos que el curso histórico del país;

- Marx sostenía, en un texto citado una y otra vez en estas páginas,que si bien las sectas tienen justificación histórica en períodos deretroceso de las luchas proletarias, cuando éstas reaparecen, aquéllasson «reaccionarias en esencia» (3). La descripción que hemosresumido aquí no deja lugar a dudas respecto del papel reaccionariode las sectas en este período. Una conclusión lineal, por tanto,afirmaría que el colapso de las organizaciones de la izquierdarevolucionaria en Argentina, entendido como destrucción de lassectas de izquierda y resultante de la irrupción del kirchnerismo, es unfactor históricamente positivo.

El hecho es que la ambivalencia del oficialismo actual no niega sucarácter de clase, de la misma manera que la relatividad del tiempono impide que un hombre envejezca y muera. El principio de laindeterminación, fruto y motor del pensamiento idealista, traducido enformulaciones corrientes tales como «éste es un gobierno en disputa»,empuja a franjas importantes de militantes a una trampa mortal.

No sólo por su origen y composición, sino ante todo por lasrelaciones sociales de producción de las cuales es heredero y constan-

3.- Marx a, carta a Bolte, Correspondencia Marx/Engels. Editorial Cartago; BuenosAires 1987; pág. 260.

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temente reproduce en todos los planos y sentidos, el gobierno encabe-zado por Néstor Kirchner es un engranaje del mecanismo del sistemacapitalista. Esto no supone una opinión respecto de las intenciones delPresidente y es tan obvio como el hecho de que el funcionamiento delsistema requería en medio de la crisis un engranaje con particularidadesexcepcionales. Esa misma excepcionalidad le será demandada alelenco gobernante por la reaparición, bajo la forma que fuere, de lacrisis. Sólo que en la próxima vuelta, este equipo catapultado al poderpor la crisis será puesto en cuestión por ésta.

Ni en conceptos teóricos o formulaciones programáticas, ni en loshechos puros y duros dio el gobierno durante tres años un solo pasodestinado a cambiar las relaciones de clase. De manera sistemáticaha ocurrido lo inverso; y está a la vista: desde la distribución delproducto excedente hasta los alineamientos con la burocracia sindi-cal, desde el destino de los resultados de la recuperación económica(fácilmente mensurable con el nivel del salario real y la salida de 10mil millones bajo la forma de pago al FMI) hasta el curso derecomposición política que terminó subordinando cuadros combativosa los restos en descomposición del aparato mafioso del PJ, desde larelación con antiguos y nuevos grupos económicos hasta la que severifica respecto de la población en los actos públicos del Presidente,no podrá hallarse un solo hecho que permita fortalecer ideológica,política, social o económicamente a los de abajo en relación con lasclases dominantes. La idea de «dar poder a los pobres para acabarcon la pobreza» no sólo no está en el léxico oficial: tampoco está ensus líneas de acción de corto, mediano o largo plazos.

Por eso crece la economía y la pobreza a la vez; aumenta laproducción de riqueza y la marginalidad; se recompone el sistemainstitucional al compás de una degradación vertiginosa de la política:porque el curso del movimiento no va en el sentido de la participaciónconsciente y organizada, en el mejoramiento económico y social, enla educación y el protagonismo de las mayorías, es decir, en el sentidodel cambio de relaciones de fuerza y lugar entre las masas, sino enfavor del statu quo ante.

Estas afirmaciones no encarnan problemas mayores para quienespor convicción, conveniencia o simple ignorancia, creen que la crisis

del sistema ha sido superada y sólo resta mejorar los términos de ladistribución y la calidad de las instituciones. Quienes tenemos lacerteza de lo contrario, sin embargo, debemos poner manos a la obrapara afrontar lo que inexorablemente viene.

Aquí reaparece el dilema de qué hacer respecto de la legióndispersa de militantes revolucionarios. Pero falta reconocer que tantola crisis como la respuesta y eventual solución tienen raíz y alcanceinternacional. Por lo tanto no es posible dar un solo paso si no seanaliza qué lugar ocupa el actual gobierno argentino en ese plano.

La contradicción que polariza a la militancia y la conduce a uncallejón sin salida estriba en la imposibilidad de asumir que un datoesencial de la crisis que envuelve al planeta es la lucha interimperialistae interburguesa, que se desenvuelve en el marco de la desorganiza-ción y desideologización de la clase obrera mundial. Sin negar ningunode los factores que hacen de este gobierno un defensor del statu quoante, es preciso entender que surge como fruto de la luchainterburguesa en el plano interno y de la lucha interimperialista en elplano internacional. Ese origen es tan determinante de su condicióncomo lo es su naturaleza de clase.

Para el pensamiento mágico, para pseudodirecciones irresponsa-bles que no preparan la batalla contra el poder real, esas contradic-ciones carecen de relevancia. Pero quienes se propongan de verdaddesafiar y vencer al capitalismo no pueden desestimar talescontradicciones. La distancia entre la victoria y la derrota, entre lavida y la muerte no de una persona, sino de millones y sobre todo deuna perspectiva histórica de emancipación y redención social, estribaprecisamente en la capacidad para intervenir con estrategia y fuerzapropias en la múltiple confrontación que ocurre ahora mismo a escalaplanetaria.

De la misma manera que no es posible avanzar un milímetro enla recomposición de la vanguardia sin partir del estado y la evoluciónde la clase a la que ésta pertenece y se refiere, es igualmenteimprescindible partir de la realidad internacional y regional de laclase obrera y sus aliados. Dar indicaciones para cada país desdeun escritorio y enviar portavoces para «influir» en la revoluciónmundial, es algo más que una caricatura grotesca del

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temente reproduce en todos los planos y sentidos, el gobierno encabe-zado por Néstor Kirchner es un engranaje del mecanismo del sistemacapitalista. Esto no supone una opinión respecto de las intenciones delPresidente y es tan obvio como el hecho de que el funcionamiento delsistema requería en medio de la crisis un engranaje con particularidadesexcepcionales. Esa misma excepcionalidad le será demandada alelenco gobernante por la reaparición, bajo la forma que fuere, de lacrisis. Sólo que en la próxima vuelta, este equipo catapultado al poderpor la crisis será puesto en cuestión por ésta.

Ni en conceptos teóricos o formulaciones programáticas, ni en loshechos puros y duros dio el gobierno durante tres años un solo pasodestinado a cambiar las relaciones de clase. De manera sistemáticaha ocurrido lo inverso; y está a la vista: desde la distribución delproducto excedente hasta los alineamientos con la burocracia sindi-cal, desde el destino de los resultados de la recuperación económica(fácilmente mensurable con el nivel del salario real y la salida de 10mil millones bajo la forma de pago al FMI) hasta el curso derecomposición política que terminó subordinando cuadros combativosa los restos en descomposición del aparato mafioso del PJ, desde larelación con antiguos y nuevos grupos económicos hasta la que severifica respecto de la población en los actos públicos del Presidente,no podrá hallarse un solo hecho que permita fortalecer ideológica,política, social o económicamente a los de abajo en relación con lasclases dominantes. La idea de «dar poder a los pobres para acabarcon la pobreza» no sólo no está en el léxico oficial: tampoco está ensus líneas de acción de corto, mediano o largo plazos.

Por eso crece la economía y la pobreza a la vez; aumenta laproducción de riqueza y la marginalidad; se recompone el sistemainstitucional al compás de una degradación vertiginosa de la política:porque el curso del movimiento no va en el sentido de la participaciónconsciente y organizada, en el mejoramiento económico y social, enla educación y el protagonismo de las mayorías, es decir, en el sentidodel cambio de relaciones de fuerza y lugar entre las masas, sino enfavor del statu quo ante.

Estas afirmaciones no encarnan problemas mayores para quienespor convicción, conveniencia o simple ignorancia, creen que la crisis

del sistema ha sido superada y sólo resta mejorar los términos de ladistribución y la calidad de las instituciones. Quienes tenemos lacerteza de lo contrario, sin embargo, debemos poner manos a la obrapara afrontar lo que inexorablemente viene.

Aquí reaparece el dilema de qué hacer respecto de la legióndispersa de militantes revolucionarios. Pero falta reconocer que tantola crisis como la respuesta y eventual solución tienen raíz y alcanceinternacional. Por lo tanto no es posible dar un solo paso si no seanaliza qué lugar ocupa el actual gobierno argentino en ese plano.

La contradicción que polariza a la militancia y la conduce a uncallejón sin salida estriba en la imposibilidad de asumir que un datoesencial de la crisis que envuelve al planeta es la lucha interimperialistae interburguesa, que se desenvuelve en el marco de la desorganiza-ción y desideologización de la clase obrera mundial. Sin negar ningunode los factores que hacen de este gobierno un defensor del statu quoante, es preciso entender que surge como fruto de la luchainterburguesa en el plano interno y de la lucha interimperialista en elplano internacional. Ese origen es tan determinante de su condicióncomo lo es su naturaleza de clase.

Para el pensamiento mágico, para pseudodirecciones irresponsa-bles que no preparan la batalla contra el poder real, esas contradic-ciones carecen de relevancia. Pero quienes se propongan de verdaddesafiar y vencer al capitalismo no pueden desestimar talescontradicciones. La distancia entre la victoria y la derrota, entre lavida y la muerte no de una persona, sino de millones y sobre todo deuna perspectiva histórica de emancipación y redención social, estribaprecisamente en la capacidad para intervenir con estrategia y fuerzapropias en la múltiple confrontación que ocurre ahora mismo a escalaplanetaria.

De la misma manera que no es posible avanzar un milímetro enla recomposición de la vanguardia sin partir del estado y la evoluciónde la clase a la que ésta pertenece y se refiere, es igualmenteimprescindible partir de la realidad internacional y regional de laclase obrera y sus aliados. Dar indicaciones para cada país desdeun escritorio y enviar portavoces para «influir» en la revoluciónmundial, es algo más que una caricatura grotesca del

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

internacionalismo: es una concepción y una práctica provinciana dela política. Eso y nada menos es lo que han practicado y siguenpracticando los charlatanes irresponsables que desconocen realida-des como la Revolución Cubana, encogen los hombros frente a laRevolución Bolivariana, se solazan con la deriva reformista de Lula,recuerdan que ya sabían cómo es Tabaré Vázquez, explican consuficiencia despectiva el vuelco de la situación en Bolivia, parainterpretar lo que ocurre en Perú corren a buscar el ADN de un exmilitar y desestiman el curso de los acontecimientos en Ecuador.

El provincianismo, en el peor sentido de la palabra, llega al puntode que preclaros dirigentes de la revolución mundial acabanpostulándose como concejales… y salen chamuscados!

Basta con eso. El internacionalismo es en primer lugar pensar,comprender y actuar desde y para una realidad internacional. Laacción revolucionaria internacional implica en primer lugar pensar,comprender y actuar para enfrentar y vencer al centro vital delsistema: el imperialismo estadounidense. En términos históricos, nohay ni podrá jamás haber una revolución victoriosa en un país sin laderrota del imperialismo. No hay ni podrá jamás haber recomposiciónde la vanguardia sin la afirmación en el tiempo del desarrolloconsciente y organizado de la clase obrera, lo cual supone al límite laderrota del imperialismo.

La dinámica de convergencia de gobiernos actuales no sólo enAmérica Latina y el Caribe sino en el hemisferio Sur del planeta, esuna clave para enfrentar a tamaño enemigo. Se trata de gobiernosde muy diferente naturaleza y condición, pero esa convergencia,aun en su contradictorio desenvolvimiento, va en detrimento delcontrol, la base de sustentación y la capacidad de acción delimperialismo. La revolución necesita ese espacio para abrirse pasoy defenderse, en momentos en que la crisis estructural lanza algendarme mundial contra el mundo, con todo su poder destructivo:tras las invasiones a Afganistán e Irak, el Pentágono prepara unaagresión atómica contra Irán y tiende líneas de inequívoca confron-tación bélica hacia Suramérica y el Caribe. No es un problema queotro debe resolver. Es el principal problema de los revolucionariosdecididos a encabezar una revolución.

Ahora bien: no hay modo de adoptar una posición sólida frente algobierno argentino sin asumir este cuadro internacional. Así comoresulta transparente que la política oficial no cambió un ápice lasrelaciones de fuerza entre las masas y las clases dominantes, esigualmente evidente que sí hubo cambios en las relaciones internasde la burguesía y, por lo mismo, del país respecto del imperialismoestadounidense. El proletariado, las juventudes, la militancia, de uno uotro modo comprenden bien el papel del imperialismo, cuyos estrategasestán dispuestos a arrojar una bomba atómica sobre Irán con el objetivode golpear la conciencia de todo el mundo, para sostener su predominiomediante el único medio que le resta: el terror. La militancia enArgentina no podrá relacionarse con las masas sin ofrecerle unarespuesta creíble a esta conducta del máximo enemigo de la revolución.

En un contexto análogo -aunque incomparablemente menos gra-ve- se impuso entre la primera y la segunda guerra mundiales lanoción teórica de Frente Antimperialista y el accionar político enfunción de ella; no es un descubrimiento reciente; es una elaboraciónde la Internacional Comunista en el momento de mayor vigor de laRevolución Rusa y con la participación dirigente de Lenin. Abando-nar la política de Frente Antimperialista, sea para reemplazarla conlos Frentes Populares o por el sectarismo, es ni más ni menos queabandonar la perspectiva de una revolución verdadera.

¿Alguien recuerda la Plaza del No, el 1º de mayo de 1989?Entonces existía Izquierda Unida, que con todas sus insalvablesdebilidades (4) era cualitativamente diferente de la caricatura paté-tica que compusieron años después el PC y el MST y expiró por finel año pasado. En aquella oportunidad, ha ya 17 años, IU convocó aunas 80 mil personas a la Plaza de Mayo. El país enfrentaba unaembestida imperialista brutal, que mediante la figura de Menemdevastaría la nación durante la década siguiente.

Pese a nuestra resistencia fueron designados como oradoresquienes habían sido candidatos a presidente y vice meses antes.Habíamos planteado que ese punto era para nosotros condición de

4.- No decimos esto ahora: como parte integrante de IU y Fral señalamos desde el primermomento su inviabilidad en la medida en que no cambiase conceptos y métodoselementales. Ver «El abismo y el horizonte»; Búsqueda, Buenos Aires 1994.

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internacionalismo: es una concepción y una práctica provinciana dela política. Eso y nada menos es lo que han practicado y siguenpracticando los charlatanes irresponsables que desconocen realida-des como la Revolución Cubana, encogen los hombros frente a laRevolución Bolivariana, se solazan con la deriva reformista de Lula,recuerdan que ya sabían cómo es Tabaré Vázquez, explican consuficiencia despectiva el vuelco de la situación en Bolivia, parainterpretar lo que ocurre en Perú corren a buscar el ADN de un exmilitar y desestiman el curso de los acontecimientos en Ecuador.

El provincianismo, en el peor sentido de la palabra, llega al puntode que preclaros dirigentes de la revolución mundial acabanpostulándose como concejales… y salen chamuscados!

Basta con eso. El internacionalismo es en primer lugar pensar,comprender y actuar desde y para una realidad internacional. Laacción revolucionaria internacional implica en primer lugar pensar,comprender y actuar para enfrentar y vencer al centro vital delsistema: el imperialismo estadounidense. En términos históricos, nohay ni podrá jamás haber una revolución victoriosa en un país sin laderrota del imperialismo. No hay ni podrá jamás haber recomposiciónde la vanguardia sin la afirmación en el tiempo del desarrolloconsciente y organizado de la clase obrera, lo cual supone al límite laderrota del imperialismo.

La dinámica de convergencia de gobiernos actuales no sólo enAmérica Latina y el Caribe sino en el hemisferio Sur del planeta, esuna clave para enfrentar a tamaño enemigo. Se trata de gobiernosde muy diferente naturaleza y condición, pero esa convergencia,aun en su contradictorio desenvolvimiento, va en detrimento delcontrol, la base de sustentación y la capacidad de acción delimperialismo. La revolución necesita ese espacio para abrirse pasoy defenderse, en momentos en que la crisis estructural lanza algendarme mundial contra el mundo, con todo su poder destructivo:tras las invasiones a Afganistán e Irak, el Pentágono prepara unaagresión atómica contra Irán y tiende líneas de inequívoca confron-tación bélica hacia Suramérica y el Caribe. No es un problema queotro debe resolver. Es el principal problema de los revolucionariosdecididos a encabezar una revolución.

Ahora bien: no hay modo de adoptar una posición sólida frente algobierno argentino sin asumir este cuadro internacional. Así comoresulta transparente que la política oficial no cambió un ápice lasrelaciones de fuerza entre las masas y las clases dominantes, esigualmente evidente que sí hubo cambios en las relaciones internasde la burguesía y, por lo mismo, del país respecto del imperialismoestadounidense. El proletariado, las juventudes, la militancia, de uno uotro modo comprenden bien el papel del imperialismo, cuyos estrategasestán dispuestos a arrojar una bomba atómica sobre Irán con el objetivode golpear la conciencia de todo el mundo, para sostener su predominiomediante el único medio que le resta: el terror. La militancia enArgentina no podrá relacionarse con las masas sin ofrecerle unarespuesta creíble a esta conducta del máximo enemigo de la revolución.

En un contexto análogo -aunque incomparablemente menos gra-ve- se impuso entre la primera y la segunda guerra mundiales lanoción teórica de Frente Antimperialista y el accionar político enfunción de ella; no es un descubrimiento reciente; es una elaboraciónde la Internacional Comunista en el momento de mayor vigor de laRevolución Rusa y con la participación dirigente de Lenin. Abando-nar la política de Frente Antimperialista, sea para reemplazarla conlos Frentes Populares o por el sectarismo, es ni más ni menos queabandonar la perspectiva de una revolución verdadera.

¿Alguien recuerda la Plaza del No, el 1º de mayo de 1989?Entonces existía Izquierda Unida, que con todas sus insalvablesdebilidades (4) era cualitativamente diferente de la caricatura paté-tica que compusieron años después el PC y el MST y expiró por finel año pasado. En aquella oportunidad, ha ya 17 años, IU convocó aunas 80 mil personas a la Plaza de Mayo. El país enfrentaba unaembestida imperialista brutal, que mediante la figura de Menemdevastaría la nación durante la década siguiente.

Pese a nuestra resistencia fueron designados como oradoresquienes habían sido candidatos a presidente y vice meses antes.Habíamos planteado que ese punto era para nosotros condición de

4.- No decimos esto ahora: como parte integrante de IU y Fral señalamos desde el primermomento su inviabilidad en la medida en que no cambiase conceptos y métodoselementales. Ver «El abismo y el horizonte»; Búsqueda, Buenos Aires 1994.

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permanencia en la IU; y determinó nuestra ruptura con ella (5). Enrepresentación del MAS, Luis Zamora utilizó la tribuna para…condenar a Fidel Castro!! El otro orador expuso -acaso sin saberlo-la propuesta de lo que desde los años 30, con base en nocionesdefendidas por Dimitrov ante la ya devaluada Internacional Comunis-ta, el stalinismo denominó Frente Popular (6).

No faltan quienes dos décadas más tarde, y a la luz del derroterorecorrido por Zamora desde entonces, sospechan que su discurso fueobra de un agente contrarrevolucionario infiltrado: ¿a quién si no sele ocurre, desde el interior de IU y como diputado de ese frente, anteuna multitud inequívocamente identificada con la Revolución Cubanay su dirección, condenar a Fidel Castro y exigir «socialismo masdemocracia» en Cuba? Es difícil enfrentar tal interpretación, peronuestra respuesta es inequívoca: a un sectario. No hace falta seragente de la CIA. Recuérdese la frase de Marx: «las sectas sonreaccionarias en esencia».

Tampoco el orador impuesto en aquella oportunidad por el PC selibra de interpretaciones capciosas. Su trayectoria posterior contribu-ye igualmente a abonar la teoría conspirativa. Pero la respuesta es lamisma: eso es el frentepopulismo.

No es preciso ser agente secreto del enemigo. El sectarismo yel reformismo desaguan inconscientemente en el territorio de laburguesía y el imperialismo (por eso, dicho sea entre paréntesis,pueden convivir contra toda lógica durante largos períodos encircunstancias determinadas). El hecho es que resulta inseparablede lo ocurrido en el período posterior -la anomia de la sociedad, laparálisis de la clase obrera, la desorientación de la militancia antelo que el mal periodismo denominaría «neoliberalismo menemista»-de lo ocurrido aquel 1º de mayo de 1989. Imposible comprender elvuelco masivo de militancia y grandes sectores del movimiento

obrero y la juventud hacia lo que sería el Frente Grande, luegoFrepaso y Alianza, sin el impacto divisionista, desmoralizador yconfusionista que tuvo aquella Plaza del No.

Pero esto no es sólo pasado remoto e irreversible (perdimos labatalla y el imperialismo se alzó con la riqueza material y moral del país).Se repitió en Mar del Plata, con motivo de la contracumbre y el acto enel que habló Hugo Chávez; sólo que en esa oportunidad, y ante laimposibilidad de tener un protagonismo rupturista, un conjunto deorganizaciones optó por hacer su propio acto (7). Y se reiteró, esta vezcomo un calco, el 24 de marzo de 2006, en un escenario por completodiferente: en lugar de moverse tácticamente según la estrategia delFrente Antimperialista, las izquierdas súper revolucionarias provocaronun escándalo absolutamente innecesario y rompieron una concentraciónde mucha gente -tanta como en aquella nefanda Plaza del No- pero antetodo volvieron a actuar contra las bases existentes para un frenteantimperialista de enorme y decisiva potencialidad.

Es sencillo cargar las culpas sobre columnas identificadas con elgobierno que montaron una provocación adelantándose a ocuparlugares privilegiados en la Plaza. Pero quejarse porque entren en laescena grupos provocadores, equivale a descubrir que existe unenemigo. ¡Resulta que no podemos estar tranquilos en la Plaza! Elnudo de la cuestión, sin embargo, está en otro lado: la lectura de undocumento -conocido o no por todos los participantes- que obvia-mente no representaba el común denominador, es una provocación,aun con el signo contrario, equivalente a la del ala oficialista queparticipó en el acto.

Hay que advertir de algo a los dirigentes que reivindican laconducta asumida en esa oportunidad en la Plaza de Mayo: sinnecesidad de aliados, y sin enemigos, tampoco es necesaria direcciónalguna; sencillamente no hay batalla y mucho menos guerra. Unadirección y una vanguardia organizada son necesarias precisamenteporque la revolución social, para ser exitosa, debe vencer poderosí-simos enemigos, debe enfrentar innumerables batallas y ganar una

5.- Ibid. En ese libro se hallará un documentado relato completo del debate internoen la IU y el Fral.6.- Véase entre otros «Discurso de resumen ante el VII Congreso de la IC, 13 de agostode 1935. Jorge Dimitrov, Selección de trabajos. Ediciones Estudio, Buenos Aires1972, con prólogo elocuentísimo de Victorio Codovilla (téngase en cuenta que estetexto fue publicado mientras el PC afrontaba las elecciones del año siguiente con lafórmula Alende-Sueldo.

7.- «Teoría y práctica del frente único antimperialista». Crítica Nº 32; Buenos Aires,octubre 2005-marzo 2006.

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permanencia en la IU; y determinó nuestra ruptura con ella (5). Enrepresentación del MAS, Luis Zamora utilizó la tribuna para…condenar a Fidel Castro!! El otro orador expuso -acaso sin saberlo-la propuesta de lo que desde los años 30, con base en nocionesdefendidas por Dimitrov ante la ya devaluada Internacional Comunis-ta, el stalinismo denominó Frente Popular (6).

No faltan quienes dos décadas más tarde, y a la luz del derroterorecorrido por Zamora desde entonces, sospechan que su discurso fueobra de un agente contrarrevolucionario infiltrado: ¿a quién si no sele ocurre, desde el interior de IU y como diputado de ese frente, anteuna multitud inequívocamente identificada con la Revolución Cubanay su dirección, condenar a Fidel Castro y exigir «socialismo masdemocracia» en Cuba? Es difícil enfrentar tal interpretación, peronuestra respuesta es inequívoca: a un sectario. No hace falta seragente de la CIA. Recuérdese la frase de Marx: «las sectas sonreaccionarias en esencia».

Tampoco el orador impuesto en aquella oportunidad por el PC selibra de interpretaciones capciosas. Su trayectoria posterior contribu-ye igualmente a abonar la teoría conspirativa. Pero la respuesta es lamisma: eso es el frentepopulismo.

No es preciso ser agente secreto del enemigo. El sectarismo yel reformismo desaguan inconscientemente en el territorio de laburguesía y el imperialismo (por eso, dicho sea entre paréntesis,pueden convivir contra toda lógica durante largos períodos encircunstancias determinadas). El hecho es que resulta inseparablede lo ocurrido en el período posterior -la anomia de la sociedad, laparálisis de la clase obrera, la desorientación de la militancia antelo que el mal periodismo denominaría «neoliberalismo menemista»-de lo ocurrido aquel 1º de mayo de 1989. Imposible comprender elvuelco masivo de militancia y grandes sectores del movimiento

obrero y la juventud hacia lo que sería el Frente Grande, luegoFrepaso y Alianza, sin el impacto divisionista, desmoralizador yconfusionista que tuvo aquella Plaza del No.

Pero esto no es sólo pasado remoto e irreversible (perdimos labatalla y el imperialismo se alzó con la riqueza material y moral del país).Se repitió en Mar del Plata, con motivo de la contracumbre y el acto enel que habló Hugo Chávez; sólo que en esa oportunidad, y ante laimposibilidad de tener un protagonismo rupturista, un conjunto deorganizaciones optó por hacer su propio acto (7). Y se reiteró, esta vezcomo un calco, el 24 de marzo de 2006, en un escenario por completodiferente: en lugar de moverse tácticamente según la estrategia delFrente Antimperialista, las izquierdas súper revolucionarias provocaronun escándalo absolutamente innecesario y rompieron una concentraciónde mucha gente -tanta como en aquella nefanda Plaza del No- pero antetodo volvieron a actuar contra las bases existentes para un frenteantimperialista de enorme y decisiva potencialidad.

Es sencillo cargar las culpas sobre columnas identificadas con elgobierno que montaron una provocación adelantándose a ocuparlugares privilegiados en la Plaza. Pero quejarse porque entren en laescena grupos provocadores, equivale a descubrir que existe unenemigo. ¡Resulta que no podemos estar tranquilos en la Plaza! Elnudo de la cuestión, sin embargo, está en otro lado: la lectura de undocumento -conocido o no por todos los participantes- que obvia-mente no representaba el común denominador, es una provocación,aun con el signo contrario, equivalente a la del ala oficialista queparticipó en el acto.

Hay que advertir de algo a los dirigentes que reivindican laconducta asumida en esa oportunidad en la Plaza de Mayo: sinnecesidad de aliados, y sin enemigos, tampoco es necesaria direcciónalguna; sencillamente no hay batalla y mucho menos guerra. Unadirección y una vanguardia organizada son necesarias precisamenteporque la revolución social, para ser exitosa, debe vencer poderosí-simos enemigos, debe enfrentar innumerables batallas y ganar una

5.- Ibid. En ese libro se hallará un documentado relato completo del debate internoen la IU y el Fral.6.- Véase entre otros «Discurso de resumen ante el VII Congreso de la IC, 13 de agostode 1935. Jorge Dimitrov, Selección de trabajos. Ediciones Estudio, Buenos Aires1972, con prólogo elocuentísimo de Victorio Codovilla (téngase en cuenta que estetexto fue publicado mientras el PC afrontaba las elecciones del año siguiente con lafórmula Alende-Sueldo.

7.- «Teoría y práctica del frente único antimperialista». Crítica Nº 32; Buenos Aires,octubre 2005-marzo 2006.

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guerra. Esto sí requiere la capacidad de sostener alianzas y lograr que,si de un lado éstas suman fuerzas en términos materiales, de otro nolas resten en sentido estratégico. Es la ciencia y el arte de la política.«A una fuerza material sólo puede vencerla otra fuerza material»,decía Marx. Pero este lenguaje es incomprensible para sectarios yreformistas, cada uno empeñado en su propio juego: enfrentar alenemigo con discursos y a los gritos.

El imperialismo a la cargaLo ocurrido en la Plaza de Mayo en una fecha como el 24 de marzo

de 2006, así como la sublevación de Las Heras y la posterior explosiónen Subterráneos, prefiguran el escenario nacional de corto y medianoplazos. Todo está envuelto en la ilusión sin fundamentos de que el paísha salido de la crisis económica y tiene un prolongado período dedesarrollo y estabilidad por delante.

El único fundamento para esa ilusión es que las clases dominanteshan recuperado la iniciativa en todos los terrenos y, paralelamente, laperspectiva revolucionaria y socialista se ha desprestigiado aún másal compás de los desvíos sectarios y sus efectos de fragmentación ydebilitamiento tanto de las organizaciones revolucionarias como delmovimiento sindical. Incluso si el elenco gobernante se depurara desus elementos corruptos, ultraderechistas, mafiosos y proimperialistasy la política oficial se afirmara en dirección a la unidad suramericanay la soberanía nacional, como creen muchos de sus componentes, nohabría espacio para la estabilización de ese proyecto. Menos quenunca, en la fase agónica del imperialismo ninguna variante de tomade distancia y asunción de una línea de acción independiente tieneposibilidad de sostenerse sin transponer los límites del capitalismo.

Una corriente no articulada de pensamiento político sostiene quela magnitud de la crisis y la cantidad de frentes de combate que sele abren a Estados Unidos en todas las latitudes impedirá queWashington extienda sus garras para detener el proceso en cursoen Suramérica, lo cual daría espacio a franjas del capital nomonopolista, entrelazadas con otros centros imperiales y economíasde gran porte en el mundo para afirmar un programa no subordinadoal imperialismo yanqui. Nuestra opinión es la contraria: Estados

Unidos se lanza a la guerra. En todo el mundo. Sea el que sea elcosto interno y mundial que deba pagar.

Procesos históricos de este tipo no se desarrollan y resuelven deun día para otro. Y, puesto que su concreción sería extraordinaria-mente gravoso para el propio imperialismo, éste mismo intentaevitarlos. Pero no retrocediendo, sino tomando caminos que realicenla tarea de destrucción violenta sin su participación directa masiva. Através de los omnipresentes servicios de espionaje; volcando cifrasfabulosas para comprar funcionarios, dirigencias políticas, intelectua-les, periodistas; introduciendo cuñas en grietas reales del campo quese le opone (como ocurre con la parálisis del Mercosur a partir delchoque entre Argentina y Uruguay y las disputas económicas entreBrasil y Argentina, o con el proceso de aceptación uno a uno deTratados de Libre Comercio, o, peor aún, alentando situacionesinternas tales como las que ocurren con el Estado Zulia en Venezuelao el Departamento de Santa Cruz en Bolivia, para dividir países yeventualmente provocar guerras civiles).

El recurso del fascismoEn Argentina este accionar tiene otro terreno donde apoyarse y

ya están operando agentes visibles y encubiertos para explorarlos ydetonarlos: se trata de la fractura social, no entre burgueses yproletarios, sino entre proletarios y proletarios, a partir de la cual espensable una derivación de enfrentamientos irreparables por todo unperíodo. Dicho en otros términos: el imperialismo y sus agentesinternos promueven el fascismo; en el sentido preciso del término yno en la interpretación predominante que le atribuye sólo el rasgo dela violencia o la represión. Fascismo es el recurso del capital paraenfrentar la sublevación del movimiento social con sectores de lapropia masa oprimida y explotada. Como en la Alemania de los años30, un sector de la izquierda contribuye inconscientemente con esadinámica. Hay también en el gobierno franjas que, en este caso conplena conciencia, marchan en ese sentido.

No es la invasión de marines lo que amenaza a Argentina. Es laafirmación de una dinámica ya muy avanzada de disgregación sociale impotencia política. Es necesario detener esa dinámica ominosa.

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guerra. Esto sí requiere la capacidad de sostener alianzas y lograr que,si de un lado éstas suman fuerzas en términos materiales, de otro nolas resten en sentido estratégico. Es la ciencia y el arte de la política.«A una fuerza material sólo puede vencerla otra fuerza material»,decía Marx. Pero este lenguaje es incomprensible para sectarios yreformistas, cada uno empeñado en su propio juego: enfrentar alenemigo con discursos y a los gritos.

El imperialismo a la cargaLo ocurrido en la Plaza de Mayo en una fecha como el 24 de marzo

de 2006, así como la sublevación de Las Heras y la posterior explosiónen Subterráneos, prefiguran el escenario nacional de corto y medianoplazos. Todo está envuelto en la ilusión sin fundamentos de que el paísha salido de la crisis económica y tiene un prolongado período dedesarrollo y estabilidad por delante.

El único fundamento para esa ilusión es que las clases dominanteshan recuperado la iniciativa en todos los terrenos y, paralelamente, laperspectiva revolucionaria y socialista se ha desprestigiado aún másal compás de los desvíos sectarios y sus efectos de fragmentación ydebilitamiento tanto de las organizaciones revolucionarias como delmovimiento sindical. Incluso si el elenco gobernante se depurara desus elementos corruptos, ultraderechistas, mafiosos y proimperialistasy la política oficial se afirmara en dirección a la unidad suramericanay la soberanía nacional, como creen muchos de sus componentes, nohabría espacio para la estabilización de ese proyecto. Menos quenunca, en la fase agónica del imperialismo ninguna variante de tomade distancia y asunción de una línea de acción independiente tieneposibilidad de sostenerse sin transponer los límites del capitalismo.

Una corriente no articulada de pensamiento político sostiene quela magnitud de la crisis y la cantidad de frentes de combate que sele abren a Estados Unidos en todas las latitudes impedirá queWashington extienda sus garras para detener el proceso en cursoen Suramérica, lo cual daría espacio a franjas del capital nomonopolista, entrelazadas con otros centros imperiales y economíasde gran porte en el mundo para afirmar un programa no subordinadoal imperialismo yanqui. Nuestra opinión es la contraria: Estados

Unidos se lanza a la guerra. En todo el mundo. Sea el que sea elcosto interno y mundial que deba pagar.

Procesos históricos de este tipo no se desarrollan y resuelven deun día para otro. Y, puesto que su concreción sería extraordinaria-mente gravoso para el propio imperialismo, éste mismo intentaevitarlos. Pero no retrocediendo, sino tomando caminos que realicenla tarea de destrucción violenta sin su participación directa masiva. Através de los omnipresentes servicios de espionaje; volcando cifrasfabulosas para comprar funcionarios, dirigencias políticas, intelectua-les, periodistas; introduciendo cuñas en grietas reales del campo quese le opone (como ocurre con la parálisis del Mercosur a partir delchoque entre Argentina y Uruguay y las disputas económicas entreBrasil y Argentina, o con el proceso de aceptación uno a uno deTratados de Libre Comercio, o, peor aún, alentando situacionesinternas tales como las que ocurren con el Estado Zulia en Venezuelao el Departamento de Santa Cruz en Bolivia, para dividir países yeventualmente provocar guerras civiles).

El recurso del fascismoEn Argentina este accionar tiene otro terreno donde apoyarse y

ya están operando agentes visibles y encubiertos para explorarlos ydetonarlos: se trata de la fractura social, no entre burgueses yproletarios, sino entre proletarios y proletarios, a partir de la cual espensable una derivación de enfrentamientos irreparables por todo unperíodo. Dicho en otros términos: el imperialismo y sus agentesinternos promueven el fascismo; en el sentido preciso del término yno en la interpretación predominante que le atribuye sólo el rasgo dela violencia o la represión. Fascismo es el recurso del capital paraenfrentar la sublevación del movimiento social con sectores de lapropia masa oprimida y explotada. Como en la Alemania de los años30, un sector de la izquierda contribuye inconscientemente con esadinámica. Hay también en el gobierno franjas que, en este caso conplena conciencia, marchan en ese sentido.

No es la invasión de marines lo que amenaza a Argentina. Es laafirmación de una dinámica ya muy avanzada de disgregación sociale impotencia política. Es necesario detener esa dinámica ominosa.

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A la deriva

Sin distinción de clases, el 24 de junio de 2007 la sociedad argentinaemitió una señal anunciando que está a la deriva. No fue en modoalguno la primera pero, en un sentido, sí la más elocuente del últimocuarto de siglo. Ese domingo el presidente Néstor Kirchner –únicofuncionario político con opinión positiva en la población- sufrió unabofetada electoral en dos distritos emblemáticos, Buenos Aires yTierra del Fuego, en elecciones de segunda vuelta para gobernado-res. En la Capital Federal, rica y sofisticada metrópoli con 2 millonesy medio de votantes, Mauricio Macri, empresario de la ultraderechaliberal, proveniente del peronismo gobernante en la fatídica década de1990, aventajó por 22 puntos porcentuales –61 a 39– al hombre puestopor el Presidente para disputar el cargo. En la remota isla del fin delSur, con menos de 100 mil electores, una mujer de historial progresistale ganó por cinco puntos al candidato oficial.

En la Capital Federal Kirchner había asumido como propia lacampaña y enfrentó personalmente a Macri; en la Patagonia, suterritorio, la derrota tiene un significado real y simbólico que excedela dimensión numérica de esos distritos. De modo que estos resulta-dos golpearon de lleno al Presidente y sembraron el pánico en susfilas.

Como el exitismo dominante hasta ese momento en el amplio arcode las huestes oficialistas, la pavura postMacri carece de base. Pero,ya se sabe: aparte las profecías autocumplidas, en elecciones delgénero que experimenta Argentina desde hace años, donde lascampañas las diseñan empresas de publicidad y los discursos de loscandidatos más confrontados parecen copias de un mismo original, elánimo de ciertos círculos puede tener un peso temible a la hora deemitir los votos. Como el aleteo de una mariposa que desencadena elcaos.

Este es el trasfondo real de una extraña decisión que algunos vencomo error gravísimo y otros como genialidad táctica: la renuncia deKirchner a la reelección. Hacia el atardecer del jueves 28 de junio, enla residencia de Olivos, el presidente Néstor Kirchner, su esposaCristina Fernández y el jefe de gabinete, Alberto Fernández, ratifica-

ron una línea de acción planeada previamente por ellos mismos: laprimera dama sería candidata en las elecciones presidenciales del 28de octubre. En esa misma reunión se decidió también que el anunciose haría de inmediato y el lanzamiento formal se adelantaría para el19 de julio.

Basta describir el escenario para calificar el hecho: tres personasresuelven que una de ellas será Presidente. Pero el jefe de gabinetecarece de peso para semejante decisión. Y de las dos restantes, unatiene la posibilidad de aspirar a su reelección, además de contar conmás apoyo en la sociedad. No obstante opta por no presentarse.Adicionalmente, la elegida es cónyuge del elector. Esta ecuación essuficiente para medir la base política del Presidente y la fortaleza delsistema institucional hoy vigente.

Más allá del anecdotario, lo que efectivamente cuenta -y, sobretodo contará, a partir de la asunción de quien ocupe la Casa Rosadaen el próximo período- es la causa de fondo de los vaiveneselectorales y la designación de candidaturas: la desintegración ycorrupción sin límites de los partidos políticos con los cuales las clasesdominantes gobernaron el país durante el siglo XX.

Décadas de prórrogaImpensable una síntesis más exacta y elocuente de la desaparición

de los partidos del capital en Argentina: la candidata peronista CristinaFernández lleva como aspirante a vicepresidente al radical JulioCobos; el peronista Roberto Lavagna es secundado por el presidentede la UCR, Gerardo Morales. Más significativo aún es que Fernándezy Lavagna disimulan su filiación ideológico-partidaria, mientras Mo-rales expulsa a Cobos de la UCR.

No es un fenómeno nuevo. Las instituciones en general, y lospartido políticos en particular, con la Unión Cívica Radical y el PartidoJusticialista (peronista) a la vanguardia, agonizaban ya a mediados delos años 1960, cuando fue necesario dar paso a las fuerzas armadaspara gobernar con un plan de largo alcance. El experimento duróapenas tres años, hasta el estallido social del país entero, conepicentro en Córdoba y el Cordobazo del 29 de mayo de 1969. Luegohubo elecciones en marzo de 1973, el retorno de Juan Perón, el

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

A la deriva

Sin distinción de clases, el 24 de junio de 2007 la sociedad argentinaemitió una señal anunciando que está a la deriva. No fue en modoalguno la primera pero, en un sentido, sí la más elocuente del últimocuarto de siglo. Ese domingo el presidente Néstor Kirchner –únicofuncionario político con opinión positiva en la población- sufrió unabofetada electoral en dos distritos emblemáticos, Buenos Aires yTierra del Fuego, en elecciones de segunda vuelta para gobernado-res. En la Capital Federal, rica y sofisticada metrópoli con 2 millonesy medio de votantes, Mauricio Macri, empresario de la ultraderechaliberal, proveniente del peronismo gobernante en la fatídica década de1990, aventajó por 22 puntos porcentuales –61 a 39– al hombre puestopor el Presidente para disputar el cargo. En la remota isla del fin delSur, con menos de 100 mil electores, una mujer de historial progresistale ganó por cinco puntos al candidato oficial.

En la Capital Federal Kirchner había asumido como propia lacampaña y enfrentó personalmente a Macri; en la Patagonia, suterritorio, la derrota tiene un significado real y simbólico que excedela dimensión numérica de esos distritos. De modo que estos resulta-dos golpearon de lleno al Presidente y sembraron el pánico en susfilas.

Como el exitismo dominante hasta ese momento en el amplio arcode las huestes oficialistas, la pavura postMacri carece de base. Pero,ya se sabe: aparte las profecías autocumplidas, en elecciones delgénero que experimenta Argentina desde hace años, donde lascampañas las diseñan empresas de publicidad y los discursos de loscandidatos más confrontados parecen copias de un mismo original, elánimo de ciertos círculos puede tener un peso temible a la hora deemitir los votos. Como el aleteo de una mariposa que desencadena elcaos.

Este es el trasfondo real de una extraña decisión que algunos vencomo error gravísimo y otros como genialidad táctica: la renuncia deKirchner a la reelección. Hacia el atardecer del jueves 28 de junio, enla residencia de Olivos, el presidente Néstor Kirchner, su esposaCristina Fernández y el jefe de gabinete, Alberto Fernández, ratifica-

ron una línea de acción planeada previamente por ellos mismos: laprimera dama sería candidata en las elecciones presidenciales del 28de octubre. En esa misma reunión se decidió también que el anunciose haría de inmediato y el lanzamiento formal se adelantaría para el19 de julio.

Basta describir el escenario para calificar el hecho: tres personasresuelven que una de ellas será Presidente. Pero el jefe de gabinetecarece de peso para semejante decisión. Y de las dos restantes, unatiene la posibilidad de aspirar a su reelección, además de contar conmás apoyo en la sociedad. No obstante opta por no presentarse.Adicionalmente, la elegida es cónyuge del elector. Esta ecuación essuficiente para medir la base política del Presidente y la fortaleza delsistema institucional hoy vigente.

Más allá del anecdotario, lo que efectivamente cuenta -y, sobretodo contará, a partir de la asunción de quien ocupe la Casa Rosadaen el próximo período- es la causa de fondo de los vaiveneselectorales y la designación de candidaturas: la desintegración ycorrupción sin límites de los partidos políticos con los cuales las clasesdominantes gobernaron el país durante el siglo XX.

Décadas de prórrogaImpensable una síntesis más exacta y elocuente de la desaparición

de los partidos del capital en Argentina: la candidata peronista CristinaFernández lleva como aspirante a vicepresidente al radical JulioCobos; el peronista Roberto Lavagna es secundado por el presidentede la UCR, Gerardo Morales. Más significativo aún es que Fernándezy Lavagna disimulan su filiación ideológico-partidaria, mientras Mo-rales expulsa a Cobos de la UCR.

No es un fenómeno nuevo. Las instituciones en general, y lospartido políticos en particular, con la Unión Cívica Radical y el PartidoJusticialista (peronista) a la vanguardia, agonizaban ya a mediados delos años 1960, cuando fue necesario dar paso a las fuerzas armadaspara gobernar con un plan de largo alcance. El experimento duróapenas tres años, hasta el estallido social del país entero, conepicentro en Córdoba y el Cordobazo del 29 de mayo de 1969. Luegohubo elecciones en marzo de 1973, el retorno de Juan Perón, el

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

interinato de Héctor Cámpora y una segunda elección presidencial enoctubre de 1973, cuando el general moribundo, imposibilitado deestablecer un mecanismo que lo sobreviviera, designó a su esposacomo vicepresidenta. Que la señora María Estela Martínez tuvieralas particularidades de currículum que la distinguían no es un datomenor. Pero el hecho verdaderamente relevante era que un hombrecon la lucidez política y el respaldo de masas de Perón, no pudiera sinoelegirla a ella para que la carga de dinamita sobre la que estaba paradono explotara en ese mismo momento. Su decisión consistió en huirhacia delante. Con el detalle de que al Presidente que arrasaría en lasurnas, le quedaban apenas meses de vida y todos, comenzando por él,lo sabían: delante no había nada.

Salvando distancias de personas y circunstancias, la comparaciónes útil. Los 34 años transcurridos desde entonces, sólo han empeora-do el panorama de los partidos del capital. Aparte ese agravamientodesmesurado, tres factores adicionales completan hoy el panoramade entonces: el tifón arrolló también a los partidos de las izquierdas ensu gama más amplia, de un extremo al otro; la dictadura militar quesobrevino a expensas del gobierno de Isabel Perón, acabó, literalmen-te, con las fuerzas armadas; y la CGT se fragmentó y debilitó para darpaso a un panorama de impotencia sindical sin precedentes en lahistoria nacional. Cabe sumar un cuarto factor que, si bien menos netoen su desmantelamiento, podría tener consecuencias mayores: lacomplicidad de la jerarquía católica con esos años de terrorismo ysaqueo dejaron también exhausta a la iglesia como factor de podereficiente.

Pero volviendo hacia atrás, aquel panorama quedó a la vistacuando a fines de 1982 el PJ fue abatido por un hombre que disimulabasu traje de UCR bajo el manto colorido de otra sigla: Renovación yCambio. (Dicho sea entre paréntesis: por caso, 25 años más tarde laSeñora Fernández lanzó su campaña con la consigna “el cambiorecién empieza”). Aunque muchos no lo sepan y otros prefieranolvidarlo, tras su victoria Raúl Alfonsín tuvo el apoyo sincero de unavastísima mayoría de la sociedad y fue un factor aglutinante para unaArgentina que ya sufría los efectos de la disgregación e inconscien-temente buscaba contrarrestarlos. Pese a esa ansiedad mayoritaria

y a las condiciones y capacidades personales de Alfonsín -tan distantecomo individuo y como gobernante de quienes lo antecedieron ysucedieron- aquel objetivo mínimo, como se sabe, no se logró. Ysobrevino el menemismo, grotesca tara senil del capitalismo local,imprescindible sin embargo para aplicar medidas de la envergaduranecesaria para contrarrestar la crisis que carcomía los cimientos delsistema.

Ya con una sociedad resignada, despolitizada y crecientementepermeable a la corrupción de las clases dominantes, vencido elmovimiento obrero y en ausencia de una conducción revolucionariareal, aquellas medidas postergaron el desenlace y tuvieron la virtudinesperada de convencer a las clases medias y la intelectualidad –ya través de ellas a la clase obrera y el resto de la sociedad- de que lacaída de la Unión Soviética era de verdad la victoria final delcapitalismo y la apariencia de restauración del equilibrio en Argentina,resultante de la enajenación del país sin contrapartida, era la únicaalternativa viable. El ensueño duró cinco años, aunque el equipo quelo simbolizó permaneció una década y su caída se produjo medianteelecciones.

Como reacción a esto, regresaría la UCR, esta vez camuflada trasel supuesto progresismo de una pareja (Rosa Castagnolo –conocidacomo Graciela Fernández Meijide- y Carlos Álvarez), sólo imaginablescomo dirigentes políticos en una sociedad que ya había perdido porcompleto la brújula. Ella fue el puntal para que el extremo inverso alque representó Alfonsín en la UCR, Fernando de la Rúa, ocupara lapresidencia; él sirvió de tobogán para que regresara a su cargo elministro de Economía de Carlos Menem. Ya la sociedad argentina,sin distinción de clases, había perdido todo quicio.

Dos factores dominaban este devenir, uno invisible, el otroincomprendido: la ausencia política de la clase trabajadora y la crisisestructural del capitalismo. Pero carecer de conciencia política nosupone quedar al margen de ésta, así como ignorar ley de gravedadno impide caerse si se pierde el equilibrio. Todo estalló a fines de 2001.Nada semejante había ocurrido jamás en Argentina. No obstante eldesenlace no sería algo nuevo: definitivamente impresentables laUCR y el PJ, regresó sin embargo el peronismo, primero bajo la forma

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interinato de Héctor Cámpora y una segunda elección presidencial enoctubre de 1973, cuando el general moribundo, imposibilitado deestablecer un mecanismo que lo sobreviviera, designó a su esposacomo vicepresidenta. Que la señora María Estela Martínez tuvieralas particularidades de currículum que la distinguían no es un datomenor. Pero el hecho verdaderamente relevante era que un hombrecon la lucidez política y el respaldo de masas de Perón, no pudiera sinoelegirla a ella para que la carga de dinamita sobre la que estaba paradono explotara en ese mismo momento. Su decisión consistió en huirhacia delante. Con el detalle de que al Presidente que arrasaría en lasurnas, le quedaban apenas meses de vida y todos, comenzando por él,lo sabían: delante no había nada.

Salvando distancias de personas y circunstancias, la comparaciónes útil. Los 34 años transcurridos desde entonces, sólo han empeora-do el panorama de los partidos del capital. Aparte ese agravamientodesmesurado, tres factores adicionales completan hoy el panoramade entonces: el tifón arrolló también a los partidos de las izquierdas ensu gama más amplia, de un extremo al otro; la dictadura militar quesobrevino a expensas del gobierno de Isabel Perón, acabó, literalmen-te, con las fuerzas armadas; y la CGT se fragmentó y debilitó para darpaso a un panorama de impotencia sindical sin precedentes en lahistoria nacional. Cabe sumar un cuarto factor que, si bien menos netoen su desmantelamiento, podría tener consecuencias mayores: lacomplicidad de la jerarquía católica con esos años de terrorismo ysaqueo dejaron también exhausta a la iglesia como factor de podereficiente.

Pero volviendo hacia atrás, aquel panorama quedó a la vistacuando a fines de 1982 el PJ fue abatido por un hombre que disimulabasu traje de UCR bajo el manto colorido de otra sigla: Renovación yCambio. (Dicho sea entre paréntesis: por caso, 25 años más tarde laSeñora Fernández lanzó su campaña con la consigna “el cambiorecién empieza”). Aunque muchos no lo sepan y otros prefieranolvidarlo, tras su victoria Raúl Alfonsín tuvo el apoyo sincero de unavastísima mayoría de la sociedad y fue un factor aglutinante para unaArgentina que ya sufría los efectos de la disgregación e inconscien-temente buscaba contrarrestarlos. Pese a esa ansiedad mayoritaria

y a las condiciones y capacidades personales de Alfonsín -tan distantecomo individuo y como gobernante de quienes lo antecedieron ysucedieron- aquel objetivo mínimo, como se sabe, no se logró. Ysobrevino el menemismo, grotesca tara senil del capitalismo local,imprescindible sin embargo para aplicar medidas de la envergaduranecesaria para contrarrestar la crisis que carcomía los cimientos delsistema.

Ya con una sociedad resignada, despolitizada y crecientementepermeable a la corrupción de las clases dominantes, vencido elmovimiento obrero y en ausencia de una conducción revolucionariareal, aquellas medidas postergaron el desenlace y tuvieron la virtudinesperada de convencer a las clases medias y la intelectualidad –ya través de ellas a la clase obrera y el resto de la sociedad- de que lacaída de la Unión Soviética era de verdad la victoria final delcapitalismo y la apariencia de restauración del equilibrio en Argentina,resultante de la enajenación del país sin contrapartida, era la únicaalternativa viable. El ensueño duró cinco años, aunque el equipo quelo simbolizó permaneció una década y su caída se produjo medianteelecciones.

Como reacción a esto, regresaría la UCR, esta vez camuflada trasel supuesto progresismo de una pareja (Rosa Castagnolo –conocidacomo Graciela Fernández Meijide- y Carlos Álvarez), sólo imaginablescomo dirigentes políticos en una sociedad que ya había perdido porcompleto la brújula. Ella fue el puntal para que el extremo inverso alque representó Alfonsín en la UCR, Fernando de la Rúa, ocupara lapresidencia; él sirvió de tobogán para que regresara a su cargo elministro de Economía de Carlos Menem. Ya la sociedad argentina,sin distinción de clases, había perdido todo quicio.

Dos factores dominaban este devenir, uno invisible, el otroincomprendido: la ausencia política de la clase trabajadora y la crisisestructural del capitalismo. Pero carecer de conciencia política nosupone quedar al margen de ésta, así como ignorar ley de gravedadno impide caerse si se pierde el equilibrio. Todo estalló a fines de 2001.Nada semejante había ocurrido jamás en Argentina. No obstante eldesenlace no sería algo nuevo: definitivamente impresentables laUCR y el PJ, regresó sin embargo el peronismo, primero bajo la forma

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de emergencia desesperante con Eduardo Duhalde, luego disimuladoen la sigla Frente para la Victoria.

A mediados de 2007 el panorama es inequívoco: la burguesíarecuperó el equilibrio en el ejercicio del poder, acentuó la fragmenta-ción, despolitización y parálisis de la sociedad y concurre sin sobre-saltos a la disputa electoral. Pero no avanzó un milímetro en larecomposición de los instrumentos políticos necesarios para el ejer-cicio estable y duradero en su función de clase dominante.

Bien por el contrario, las dos fórmulas que el 28 de octubreescenificarán la comedia de la democracia política anuncian a gritosla desaparición de la Argentina del siglo XX y la ausencia de energíasocial para afrontar el crucial desafío del siglo XXI.

Interregno diferenteEl abismo ante el cual se bambolea Argentina, sin embargo, no

deviene de aquella ineptitud histórica de la burguesía local, sino de lainédita omisión social y política del proletariado.

Nada de lo que siguió a la explosión de 2001 se hubiese sostenidosin dos condiciones fundamentales: la desarticulación, desmovilizacióny desmoralización profundas de los trabajadores en todo el mundo yen particular del movimiento obrero argentino; la imposibilidad delconjunto de equipos y cuadros que en la coyuntura histórica sereivindicaron como revolucionarios para remontar esa corriente defuriosa adversidad. Pero faltaba algo más, y ocurrió: cuando ya seagotaba el impacto poderosísimo de la reactivación económicaprovocada por una devaluación del 400% (y el consiguiente saqueoa los asalariados, de dimensiones siderales, que en pequeña porciónfue desviado para surtir y cooptar con limosnas a la masa dedesocupados), en coincidencia con el pase del sillón presidencial pormedio de elecciones, llegó a la economía argentina el efecto de otrareactivación, esta vez del mercado mundial, que respaldó la angustio-sa necesidad local de negar la realidad y convencerse con sucedáneosde cualquier especie, que en esta oportunidad aparecieron en elespejismo palpable de dólares puros y duros, ingresados en torrentespor exportaciones acrecidas de, como siempre, materias primas.

Pocos repararon que esta vez, esos borbotones de bienes prima-

rios que hacían subir en flecha el saldo de la balanza comercialincluían petróleo y gas, ya en manos de empresas privadas. Sumadasa los servicios públicos privatizados y en manos de capitales extran-jeros, ese conjunto continuó remesando a sus casas matrices divisasprovenientes de las exportaciones y cuantiosas ganancias derivadasde la reactivación en la economía. Pese a todo, la combinación demiedo y esperanza, argamasa que las clases dominantes saben utilizarpara su sostén político, permitió una vez más cegar a la ciudadanía sindistinción de clases y reemplazar realidad por ilusión: Argentinainiciaba el camino de la salvación milagrosa, el crecimiento económi-co, el fin de las tragedias que en los últimos 50 años hicieronretroceder un siglo al país. El poder enajenante de este fetiche llegaa tal punto que, a comienzos de agosto, en su exposición ante elCouncil of the Americas, el jefe de gabinete Alberto Fernández nodudó en sostener que Kirchner deja al país “a las puertas del Paraíso”.

¿Qué es el kirchnerismo?Resultante de una operación audaz de un grupo de cuadros

peronistas provenientes de la JP de los años ’70, el kirchnerismollegó al gobierno a causa de la división profunda de las clasesdominantes en 2001 y la imposibilidad del dúo Duhalde – Alfonsínde conducir la transición por los carriles previstos en su golpe demano de diciembre de aquel año. Todo en el marco del colapso dela representación política histórica del conjunto del capital y laimposibilidad de éste de recurrir a las fuerzas armadas para elejercicio del poder.

De tal manera, el gobierno Kirchner nació como instrumento pordescarte para la reorientación económica planeada por Alfonsín,Duhalde, la iglesia, un sector del capital y un ala del sindicalismo. Eseobjetivo fue logrado en gran medida por la labor de un mismo ministrode Economía para la transición y el nuevo equipo gobernante, RobertoLavagna. Como recurso desesperado y temporario Kirchner fueaceptado bajo protesta por el ala de la burguesía integrada al capitalfinanciero internacional. Pese a su ostensible derrota política, esteúltimo sector ubicó sin embargo algunas piezas clave en el nuevoelenco gobernante, entre otros, el vicepresidente, el ya destituido

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de emergencia desesperante con Eduardo Duhalde, luego disimuladoen la sigla Frente para la Victoria.

A mediados de 2007 el panorama es inequívoco: la burguesíarecuperó el equilibrio en el ejercicio del poder, acentuó la fragmenta-ción, despolitización y parálisis de la sociedad y concurre sin sobre-saltos a la disputa electoral. Pero no avanzó un milímetro en larecomposición de los instrumentos políticos necesarios para el ejer-cicio estable y duradero en su función de clase dominante.

Bien por el contrario, las dos fórmulas que el 28 de octubreescenificarán la comedia de la democracia política anuncian a gritosla desaparición de la Argentina del siglo XX y la ausencia de energíasocial para afrontar el crucial desafío del siglo XXI.

Interregno diferenteEl abismo ante el cual se bambolea Argentina, sin embargo, no

deviene de aquella ineptitud histórica de la burguesía local, sino de lainédita omisión social y política del proletariado.

Nada de lo que siguió a la explosión de 2001 se hubiese sostenidosin dos condiciones fundamentales: la desarticulación, desmovilizacióny desmoralización profundas de los trabajadores en todo el mundo yen particular del movimiento obrero argentino; la imposibilidad delconjunto de equipos y cuadros que en la coyuntura histórica sereivindicaron como revolucionarios para remontar esa corriente defuriosa adversidad. Pero faltaba algo más, y ocurrió: cuando ya seagotaba el impacto poderosísimo de la reactivación económicaprovocada por una devaluación del 400% (y el consiguiente saqueoa los asalariados, de dimensiones siderales, que en pequeña porciónfue desviado para surtir y cooptar con limosnas a la masa dedesocupados), en coincidencia con el pase del sillón presidencial pormedio de elecciones, llegó a la economía argentina el efecto de otrareactivación, esta vez del mercado mundial, que respaldó la angustio-sa necesidad local de negar la realidad y convencerse con sucedáneosde cualquier especie, que en esta oportunidad aparecieron en elespejismo palpable de dólares puros y duros, ingresados en torrentespor exportaciones acrecidas de, como siempre, materias primas.

Pocos repararon que esta vez, esos borbotones de bienes prima-

rios que hacían subir en flecha el saldo de la balanza comercialincluían petróleo y gas, ya en manos de empresas privadas. Sumadasa los servicios públicos privatizados y en manos de capitales extran-jeros, ese conjunto continuó remesando a sus casas matrices divisasprovenientes de las exportaciones y cuantiosas ganancias derivadasde la reactivación en la economía. Pese a todo, la combinación demiedo y esperanza, argamasa que las clases dominantes saben utilizarpara su sostén político, permitió una vez más cegar a la ciudadanía sindistinción de clases y reemplazar realidad por ilusión: Argentinainiciaba el camino de la salvación milagrosa, el crecimiento económi-co, el fin de las tragedias que en los últimos 50 años hicieronretroceder un siglo al país. El poder enajenante de este fetiche llegaa tal punto que, a comienzos de agosto, en su exposición ante elCouncil of the Americas, el jefe de gabinete Alberto Fernández nodudó en sostener que Kirchner deja al país “a las puertas del Paraíso”.

¿Qué es el kirchnerismo?Resultante de una operación audaz de un grupo de cuadros

peronistas provenientes de la JP de los años ’70, el kirchnerismollegó al gobierno a causa de la división profunda de las clasesdominantes en 2001 y la imposibilidad del dúo Duhalde – Alfonsínde conducir la transición por los carriles previstos en su golpe demano de diciembre de aquel año. Todo en el marco del colapso dela representación política histórica del conjunto del capital y laimposibilidad de éste de recurrir a las fuerzas armadas para elejercicio del poder.

De tal manera, el gobierno Kirchner nació como instrumento pordescarte para la reorientación económica planeada por Alfonsín,Duhalde, la iglesia, un sector del capital y un ala del sindicalismo. Eseobjetivo fue logrado en gran medida por la labor de un mismo ministrode Economía para la transición y el nuevo equipo gobernante, RobertoLavagna. Como recurso desesperado y temporario Kirchner fueaceptado bajo protesta por el ala de la burguesía integrada al capitalfinanciero internacional. Pese a su ostensible derrota política, esteúltimo sector ubicó sin embargo algunas piezas clave en el nuevoelenco gobernante, entre otros, el vicepresidente, el ya destituido

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ministro de justicia y el embajador en Estados Unidos. Pero apenasse recompuso el poder de las clases dominantes, la guerrainterburguesa volvió a desatarse, incluso en el seno de la fracciónvencedora en 2002. Ése es el significado de la salida de Lavagna delgabinete de Kirchner luego de las elecciones legislativas de 2005 y suposterior candidatura con el respaldo, precisamente, de Alfonsín yDuhalde. Otro efecto aún no verificado puede sin embargo preversecon alto grado de certidumbre: en un futuro cercano –que dependien-do de la coyuntura puede ser incluso antes de las eleccionespresidenciales- las dos alas de la burguesía, incluida la que in extremislo promovió y sostuvo, tenderán a unirse contra Kirchner.

El dato clave de esta situación es que el conjunto variopintoliderado por Kirchner tiene mucho más de oportunismo político ensituación de sálvese quien pueda, que de real representación defracciones de clases. Hay, como siempre en el peronismo, dirigentesburgueses y sindicales entrelazados. Pero con una diferencia crucialrespecto del pasado: ni unos ni otros representan fehacientemente alas franjas sociales en las que formalmente se apoyan.

Para intentar cubrir ese talón de Aquiles, desde su asunciónKirchner ensayó tres vías de acción. Primero proclamó la“transversalidad” e intentó corporizarla en torno a su FpV. A pocoandar comprobó que esa táctica apenas alcanzaba para sumaroportunistas desahuciados de diferentes vertientes y enrumbó endirección opuesta: el ingreso al PJ en un intento de cohexistencia conDuhalde mientras buscaba la hegemonía. Ese paso incluyó la aproxi-mación al sector cegetista comandado por Hugo Moyano, quien encombinación con el peronismo abroquelado en los municipios del GranBuenos Aires sería una pieza clave para la lucha interna en el PJ yla “gobernabilidad”. La base de sustentación de este entramado deemergencia fue la reactivación económica. Desde allí, una vezdesplazado Duhalde y adoptado el antiguo aparato del PJ como centropara el ejercicio del poder, el escuálido FpV obró como mera palancapara maniobrar en ese universo convencionalmente denominado“peronismo”, que es en realidad un instrumento de poder y corrupciónadaptable a cualquier circunstancia política, incluida la dictadura.

Durante esta fase Kirchner obró como centro aglutinante median-

te una completa asimilación al bando contrario. Duhalde perdió elcontrol visible del PJ; sus hombres clave (José Pampurro, José DíazBancalari, Aníbal Fernández, entre los más destacados) pasaron a serpiezas al servicio de la gobernabilidad kirchnerista (en operaciónsiempre sospechada de táctica de infiltración comandada por elpropio Duhalde); el eje del poder se trasladó al antiguo aparato del PJen el Gran Buenos Aires, corporizado en el ex intendente de LaMatanza, Alberto Balestrini, al comando de la Cámara de Diputados;los sectores de izquierda y combativos sumados al gobierno fueronsistemáticamente marginados.

El dirigente de uno de ellos, Luis D’Elía, proveniente de organiza-ciones de desocupados, cuando este viraje comenzaba denunció que“un 40% de los intendentes incorporados al Frente para la Victoria(FpV) son mafiosos”. Tan rotunda afirmación responde estrictamen-te a la verdad.

A partir de esta táctica Kirchner afirmó más su figura cuandomenos tierra conservó bajo los pies. El saldo está a la vista: elkirchnerismo no logró afirmarse en un ningún sector social definidoy sólo puede ganar elecciones aliándose con sus peores enemigos, aquienes debe ceder el resultado real para poder exhibir la imagenfugaz de vencedor.

Sin base social definida no puede haber estrategia verdadera. Yviceversa. Sin lo uno ni lo otro, no hay programa de acción. La políticase transforma en un ejercicio de manotazos a uno u otro lado,definidos según circunstancias que cambian a cada instante.

Excluido el recurso de llamar a la movilización constante de lasbases, Kirchner se limitó a cabalgar la ola. Pero la ausencia de unmovimiento obrero en pie de lucha y de organizaciones revolucio-narias con arraigo y fuerza reales, no dejaba dudas hacia dóndearrastraría la corriente. Como resultado, en lugar de lograr cohesiónen sus cuadros Kirchner obtuvo lo contrario: acelerado divorcioentre grupos y personalidades sumadas a su gobierno, aumento dela rivalidad interna y -efecto inseparable- agravamientodescontrolado de la corrupción. El saldo de mayor trascendencia,sin embargo, consistió en el debilitamiento de su papel dirigentefrente a decenas de miles de activistas que inicialmente creyeron en

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ministro de justicia y el embajador en Estados Unidos. Pero apenasse recompuso el poder de las clases dominantes, la guerrainterburguesa volvió a desatarse, incluso en el seno de la fracciónvencedora en 2002. Ése es el significado de la salida de Lavagna delgabinete de Kirchner luego de las elecciones legislativas de 2005 y suposterior candidatura con el respaldo, precisamente, de Alfonsín yDuhalde. Otro efecto aún no verificado puede sin embargo preversecon alto grado de certidumbre: en un futuro cercano –que dependien-do de la coyuntura puede ser incluso antes de las eleccionespresidenciales- las dos alas de la burguesía, incluida la que in extremislo promovió y sostuvo, tenderán a unirse contra Kirchner.

El dato clave de esta situación es que el conjunto variopintoliderado por Kirchner tiene mucho más de oportunismo político ensituación de sálvese quien pueda, que de real representación defracciones de clases. Hay, como siempre en el peronismo, dirigentesburgueses y sindicales entrelazados. Pero con una diferencia crucialrespecto del pasado: ni unos ni otros representan fehacientemente alas franjas sociales en las que formalmente se apoyan.

Para intentar cubrir ese talón de Aquiles, desde su asunciónKirchner ensayó tres vías de acción. Primero proclamó la“transversalidad” e intentó corporizarla en torno a su FpV. A pocoandar comprobó que esa táctica apenas alcanzaba para sumaroportunistas desahuciados de diferentes vertientes y enrumbó endirección opuesta: el ingreso al PJ en un intento de cohexistencia conDuhalde mientras buscaba la hegemonía. Ese paso incluyó la aproxi-mación al sector cegetista comandado por Hugo Moyano, quien encombinación con el peronismo abroquelado en los municipios del GranBuenos Aires sería una pieza clave para la lucha interna en el PJ yla “gobernabilidad”. La base de sustentación de este entramado deemergencia fue la reactivación económica. Desde allí, una vezdesplazado Duhalde y adoptado el antiguo aparato del PJ como centropara el ejercicio del poder, el escuálido FpV obró como mera palancapara maniobrar en ese universo convencionalmente denominado“peronismo”, que es en realidad un instrumento de poder y corrupciónadaptable a cualquier circunstancia política, incluida la dictadura.

Durante esta fase Kirchner obró como centro aglutinante median-

te una completa asimilación al bando contrario. Duhalde perdió elcontrol visible del PJ; sus hombres clave (José Pampurro, José DíazBancalari, Aníbal Fernández, entre los más destacados) pasaron a serpiezas al servicio de la gobernabilidad kirchnerista (en operaciónsiempre sospechada de táctica de infiltración comandada por elpropio Duhalde); el eje del poder se trasladó al antiguo aparato del PJen el Gran Buenos Aires, corporizado en el ex intendente de LaMatanza, Alberto Balestrini, al comando de la Cámara de Diputados;los sectores de izquierda y combativos sumados al gobierno fueronsistemáticamente marginados.

El dirigente de uno de ellos, Luis D’Elía, proveniente de organiza-ciones de desocupados, cuando este viraje comenzaba denunció que“un 40% de los intendentes incorporados al Frente para la Victoria(FpV) son mafiosos”. Tan rotunda afirmación responde estrictamen-te a la verdad.

A partir de esta táctica Kirchner afirmó más su figura cuandomenos tierra conservó bajo los pies. El saldo está a la vista: elkirchnerismo no logró afirmarse en un ningún sector social definidoy sólo puede ganar elecciones aliándose con sus peores enemigos, aquienes debe ceder el resultado real para poder exhibir la imagenfugaz de vencedor.

Sin base social definida no puede haber estrategia verdadera. Yviceversa. Sin lo uno ni lo otro, no hay programa de acción. La políticase transforma en un ejercicio de manotazos a uno u otro lado,definidos según circunstancias que cambian a cada instante.

Excluido el recurso de llamar a la movilización constante de lasbases, Kirchner se limitó a cabalgar la ola. Pero la ausencia de unmovimiento obrero en pie de lucha y de organizaciones revolucio-narias con arraigo y fuerza reales, no dejaba dudas hacia dóndearrastraría la corriente. Como resultado, en lugar de lograr cohesiónen sus cuadros Kirchner obtuvo lo contrario: acelerado divorcioentre grupos y personalidades sumadas a su gobierno, aumento dela rivalidad interna y -efecto inseparable- agravamientodescontrolado de la corrupción. El saldo de mayor trascendencia,sin embargo, consistió en el debilitamiento de su papel dirigentefrente a decenas de miles de activistas que inicialmente creyeron en

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él, y el distanciamiento del ciudadano de a pie.Sin cuestionar las sinceras intenciones revolucionarias de un

número significativo de quienes integran y conducen el FpV, tras elgiro de Kirchner hacia los restos del aparato peronista, esa sigla seconvirtió en “un aguantadero temporario”, según la expresión de unperiódico marxista. Por su composición y su lógica, en ningunahipótesis el FpV podrá transformarse en estructura estable para elejercicio regular del poder político de las clases dominantes. Por elcontrario, mientras usufructúan las concesiones que arrancan a ungobierno estructuralmente débil, no ya la burguesía aliada al imperia-lismo, sino los propios capitales que dieron el golpe de mano en 2001,preparan la sucesión de este elenco inesperado y no chocan de frentecon él sólo porque el equipo alternativo en gestación (la alianza PJ-UCR de Lavagna-Morales) no goza precisamente de la confianzapopular y su ingreso forzado al poder podría provocar otra vez eldescontrol político, con consecuencias más graves que en 2001/2002.

Pero si para la burguesía el FpV no es ni será un instrumento depoder efectivo en función de sus intereses estratégicos, tampoco estáplanteada esa posibilidad para las clases populares. Ni qué decirrespecto del movimiento obrero. La negativa en grado absoluto delequipo presidencial a movilizar, concientizar y organizar a los oprimi-dos y explotados, ha ido a la par con la subordinación al antiguoaparato corrupto del PJ. Basta comparar la relación de constantesenfrentamientos públicos entre Kirchner y su esposa con el vicepre-sidente Daniel Scioli apenas un año atrás, transformada ahora en unidilio y la designación de éste como candidato a gobernador de laprovincia de Buenos Aires, para comprender la dinámica interna deeste supuesto germen de partido popular y revolucionario. Scioli es unvástago directo de Menem; su segundo, Balestrini, es un entenado deDuhalde. Esa candidatura es una lápida para las corrientes y cuadroscomprometidos con una política antimperialista y anticapitalista en lasfilas del FpV y el gobierno, pero es también una sentencia inapelablepara el propio Kirchner. Si faltaba un ejemplo para afirmar esadinámica, el apoyo en Córdoba a Juan Schiaretti en clara confronta-ción con Luis Juez y los sectores sindicales y políticos que lorespaldan, completa esta vuelta de campana.

Al margen de otras posibles interpretaciones de orden subjetivo –algunas de ellas bien fundadas- esto se explica porque la distanciaentre el peso personal de Kirchner y la capacidad electoral de laestructura que lo acompaña es abismal. En cuatro años el FPV, laorganización política creada por el Presidente para los comicios de2003, pudo atribuirse la victoria lograda con diferentes alianzas en larenovación parcial de ambas Cámaras en 2005, pese al traspié en laCapital Federal, donde salió tercero con el 21%. Pero en ochoelecciones provinciales posteriores, el FpV no ganó ninguna. El casodel referendo en Misiones, en octubre de 2006, fue grave porquetambién allí se involucró directa y personalmente la figura presiden-cial: el obispo Joaquín Piña, a la cabeza de una coalición progresistasuperó al gobernador Carlos Rovira por 56,6 contra 43,4%. Antes,también con intervención directa de Kirchner, había sido derrotado eljusticialismo al que apoyó en Santiago del Estero: el radical GerardoZamora se impuso con el 46,5%. Ya este año, en la constituyente deCorrientes (18/2), al igual que las elecciones para gobernador enCatamarca (11/3), Entre Ríos (18/3) y Río Negro (20/3), el FPVperdió aunque ganaron figuras del justicialismo o de la Unión CívicaRadical aliados al carro vencedor de Kirchner pero crudamenteenfrentados con su estructura. Luego el Presidente perdería sinatenuantes ante fuerzas explícitamente enfrentadas con él en Neuquén(3/6), antes de rodar en Buenos Aires y Tierra del Fuego.

Posteriormente, el 5 de agosto, el kirchnerismo tuvo una derrotamás: su postulante a la intendencia de la capital de San Luis perdiófrente la candidata de la familia Rodríguez Saá, por 50,18 a 41,85%,derrota no compensada por la victoria de un dudoso aliado en SanJuan, José Luis Gioja, el 12 de agosto. El domingo siguiente en lapugna por la gobernación de San Luis, Alberto Rodríguez Saá seimpuso por el 82,82%. Con esa base, es candidato presidencial enrepresentación del peronismo ortodoxo.

En el lapso que va de la redacción de estas páginas a sumetamorfosis en libro, se habrá recorrido un calendario complicado:el 26 de agosto Kirchner obtendrá una rotunda victoria en Tucumán.Luego, el 2 de septiembre la suerte se juega en dos provincias clave:Santa Fe y Córdoba. En la primera los pronósticos anuncian la

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

él, y el distanciamiento del ciudadano de a pie.Sin cuestionar las sinceras intenciones revolucionarias de un

número significativo de quienes integran y conducen el FpV, tras elgiro de Kirchner hacia los restos del aparato peronista, esa sigla seconvirtió en “un aguantadero temporario”, según la expresión de unperiódico marxista. Por su composición y su lógica, en ningunahipótesis el FpV podrá transformarse en estructura estable para elejercicio regular del poder político de las clases dominantes. Por elcontrario, mientras usufructúan las concesiones que arrancan a ungobierno estructuralmente débil, no ya la burguesía aliada al imperia-lismo, sino los propios capitales que dieron el golpe de mano en 2001,preparan la sucesión de este elenco inesperado y no chocan de frentecon él sólo porque el equipo alternativo en gestación (la alianza PJ-UCR de Lavagna-Morales) no goza precisamente de la confianzapopular y su ingreso forzado al poder podría provocar otra vez eldescontrol político, con consecuencias más graves que en 2001/2002.

Pero si para la burguesía el FpV no es ni será un instrumento depoder efectivo en función de sus intereses estratégicos, tampoco estáplanteada esa posibilidad para las clases populares. Ni qué decirrespecto del movimiento obrero. La negativa en grado absoluto delequipo presidencial a movilizar, concientizar y organizar a los oprimi-dos y explotados, ha ido a la par con la subordinación al antiguoaparato corrupto del PJ. Basta comparar la relación de constantesenfrentamientos públicos entre Kirchner y su esposa con el vicepre-sidente Daniel Scioli apenas un año atrás, transformada ahora en unidilio y la designación de éste como candidato a gobernador de laprovincia de Buenos Aires, para comprender la dinámica interna deeste supuesto germen de partido popular y revolucionario. Scioli es unvástago directo de Menem; su segundo, Balestrini, es un entenado deDuhalde. Esa candidatura es una lápida para las corrientes y cuadroscomprometidos con una política antimperialista y anticapitalista en lasfilas del FpV y el gobierno, pero es también una sentencia inapelablepara el propio Kirchner. Si faltaba un ejemplo para afirmar esadinámica, el apoyo en Córdoba a Juan Schiaretti en clara confronta-ción con Luis Juez y los sectores sindicales y políticos que lorespaldan, completa esta vuelta de campana.

Al margen de otras posibles interpretaciones de orden subjetivo –algunas de ellas bien fundadas- esto se explica porque la distanciaentre el peso personal de Kirchner y la capacidad electoral de laestructura que lo acompaña es abismal. En cuatro años el FPV, laorganización política creada por el Presidente para los comicios de2003, pudo atribuirse la victoria lograda con diferentes alianzas en larenovación parcial de ambas Cámaras en 2005, pese al traspié en laCapital Federal, donde salió tercero con el 21%. Pero en ochoelecciones provinciales posteriores, el FpV no ganó ninguna. El casodel referendo en Misiones, en octubre de 2006, fue grave porquetambién allí se involucró directa y personalmente la figura presiden-cial: el obispo Joaquín Piña, a la cabeza de una coalición progresistasuperó al gobernador Carlos Rovira por 56,6 contra 43,4%. Antes,también con intervención directa de Kirchner, había sido derrotado eljusticialismo al que apoyó en Santiago del Estero: el radical GerardoZamora se impuso con el 46,5%. Ya este año, en la constituyente deCorrientes (18/2), al igual que las elecciones para gobernador enCatamarca (11/3), Entre Ríos (18/3) y Río Negro (20/3), el FPVperdió aunque ganaron figuras del justicialismo o de la Unión CívicaRadical aliados al carro vencedor de Kirchner pero crudamenteenfrentados con su estructura. Luego el Presidente perdería sinatenuantes ante fuerzas explícitamente enfrentadas con él en Neuquén(3/6), antes de rodar en Buenos Aires y Tierra del Fuego.

Posteriormente, el 5 de agosto, el kirchnerismo tuvo una derrotamás: su postulante a la intendencia de la capital de San Luis perdiófrente la candidata de la familia Rodríguez Saá, por 50,18 a 41,85%,derrota no compensada por la victoria de un dudoso aliado en SanJuan, José Luis Gioja, el 12 de agosto. El domingo siguiente en lapugna por la gobernación de San Luis, Alberto Rodríguez Saá seimpuso por el 82,82%. Con esa base, es candidato presidencial enrepresentación del peronismo ortodoxo.

En el lapso que va de la redacción de estas páginas a sumetamorfosis en libro, se habrá recorrido un calendario complicado:el 26 de agosto Kirchner obtendrá una rotunda victoria en Tucumán.Luego, el 2 de septiembre la suerte se juega en dos provincias clave:Santa Fe y Córdoba. En la primera los pronósticos anuncian la

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

derrota oficialista frente a una alianza del Partido Socialista y laUnión Cívica Radical. En la segunda, Kirchner abandonó a últimahora a su hombre más próximo en la provincia, Luis Juez, paraaliarse como ya se ha señalado con Schiaretti, candidato del actualgobernador José De la Sota –acérrimo enemigo del Presidente– yex mano derecha de Domingo Cavallo, el ministro de Economía delos años 1990. El 16 de septiembre Kirchner previsiblemente ganaráen Chubut con candidato propio, pero perderá en Chaco ante laUCR. La elección en el resto de las provincias coincide con elcomicio presidencial. Y allí Kirchner cuenta con Buenos Aires,cuyo decisivo peso electoral puede garantizarle la victoria.

Después de octubreSi Kirchner recupera la iniciativa, es improbable que la oposición

ultraconservadora, disgregada y sin base de sustentación popular,logre pasar a una segunda vuelta, instancia en la cual podría aspirara unirse contra Cristina Fernández y vencerla. El problema serágobernar después de octubre. Aunque de manera distorsionada, lasadvertencias del electorado reflejan cuestiones de fondo irresueltas,que se agudizarán de ahora en adelante. Estados Unidos asecha,presiona y chantajea para sacar a Argentina de la convergenciasuramericana. Antiguos y nuevos cuadros políticos respaldados porlos grandes medios de difusión ven ahora la oportunidad de dar elzarpazo. Muchos de ellos fingen como aliados al Presidente. Ensentido inverso, no menos elocuente es la explosiva reaparición deSergio Acevedo, figura clave en el primer período del actual gobierno,que con motivo de la prórroga de concesiones petroleras a empresasextranjeras en Santa Cruz y Chubut, sostuvo que “se está profundi-zando la matriz económica menemista” y anunció su decisión de“dejar de pertenecer al espacio kirchnerista”.

Este oleaje se agigantará en el próximo período, al margen de losresultados electorales. Para afrontar ese futuro inmediato la burgue-sía no cuenta, como se ha reiterado, con partidos, sindicatos, fuerzasarmadas ni iglesia en condiciones de garantizar la gobernabilidad.

De su lado, Kirchner ha transformado la transversalidad en“Concertación Plural”. Esto es la Alianza con otro nombre. No sólo

por el grueso de sus protagonistas, sino por su concepción y suprograma. En un encuentro en Tarija con sus pares de Bolivia yVenezuela, el 10 de agosto, Kirchner dio una definición ideológica taninusual en él como significativa por la circunstancia en que lo hizo:

“Con una clara visión neokeynesiana, nosotros creemos quecuando se gasta en inversión pública (…) eso no es gasto público, esoes dignificar a nuestros pueblos para que tengan el nivel y la calidadde vida que nuestros pueblos merecen. Esa es la diferencia centralque tenemos con el neoliberalismo”.

No es poca cosa proclamarse “neokeynesiano”. Es mucho mássubrayar que “la diferencia central con el neoliberalismo” consistepara Kirchner en considerar inversión lo que otros llaman gasto. Perolo verdaderamente importante en esa declaración de fe es que marcó,por primera vez, una tajante delimitación ideológica de Hugo Chávezy Evo Morales, quienes escucharon inmutables sus palabras, acasodirigidas a protagonistas ausentes de ese escenario histórico.

Esto es desarrollismo tardío. Y como se verá a poco andar, másimpotente aún que el de fines de los años 1950, que llevó al colapsodel frondizismo en 1962 y el posterior golpe de Estado militar en 1966.Con el agravante para el capital de que hoy no están Perón, Illia, nilos sindicatos, ni las fuerzas armadas de entonces.

La «Concertación Plural» no es otra cosa que la repetición de unintento ya fracasado en los ’70 con el Gran Acuerdo Nacional dePerón y Balbín, en los ’80 con el Tercer Movimiento Histórico deAlfonsín y en los ’90 con el Frepaso-Alianza. Usufructuando de laausencia de una alternativa revolucionaria, el capital vuelve a intentarla recomposición de un aparato político a su servicio. La vacuidad delos discursos en el lanzamiento de la fórmula Fernández-Cobos, el 14de agosto en el Luna Park, no logra ocultar que esta «concertación»tiene el mismo programa que sustentó a la Alianza, pero menos basemilitante, menos cohesión interna y muchísimo menos impacto queaquélla.

Mientras tanto, el programa de la otra fórmula peronista-radical,Lavagna Morales, se diferencia sólo porque asume de manera frontallo que Fernández insinúa con dobleces: su distancia de la RevoluciónSocialista Bolivariana y su estrategia de intimidad con el imperialismo

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derrota oficialista frente a una alianza del Partido Socialista y laUnión Cívica Radical. En la segunda, Kirchner abandonó a últimahora a su hombre más próximo en la provincia, Luis Juez, paraaliarse como ya se ha señalado con Schiaretti, candidato del actualgobernador José De la Sota –acérrimo enemigo del Presidente– yex mano derecha de Domingo Cavallo, el ministro de Economía delos años 1990. El 16 de septiembre Kirchner previsiblemente ganaráen Chubut con candidato propio, pero perderá en Chaco ante laUCR. La elección en el resto de las provincias coincide con elcomicio presidencial. Y allí Kirchner cuenta con Buenos Aires,cuyo decisivo peso electoral puede garantizarle la victoria.

Después de octubreSi Kirchner recupera la iniciativa, es improbable que la oposición

ultraconservadora, disgregada y sin base de sustentación popular,logre pasar a una segunda vuelta, instancia en la cual podría aspirara unirse contra Cristina Fernández y vencerla. El problema serágobernar después de octubre. Aunque de manera distorsionada, lasadvertencias del electorado reflejan cuestiones de fondo irresueltas,que se agudizarán de ahora en adelante. Estados Unidos asecha,presiona y chantajea para sacar a Argentina de la convergenciasuramericana. Antiguos y nuevos cuadros políticos respaldados porlos grandes medios de difusión ven ahora la oportunidad de dar elzarpazo. Muchos de ellos fingen como aliados al Presidente. Ensentido inverso, no menos elocuente es la explosiva reaparición deSergio Acevedo, figura clave en el primer período del actual gobierno,que con motivo de la prórroga de concesiones petroleras a empresasextranjeras en Santa Cruz y Chubut, sostuvo que “se está profundi-zando la matriz económica menemista” y anunció su decisión de“dejar de pertenecer al espacio kirchnerista”.

Este oleaje se agigantará en el próximo período, al margen de losresultados electorales. Para afrontar ese futuro inmediato la burgue-sía no cuenta, como se ha reiterado, con partidos, sindicatos, fuerzasarmadas ni iglesia en condiciones de garantizar la gobernabilidad.

De su lado, Kirchner ha transformado la transversalidad en“Concertación Plural”. Esto es la Alianza con otro nombre. No sólo

por el grueso de sus protagonistas, sino por su concepción y suprograma. En un encuentro en Tarija con sus pares de Bolivia yVenezuela, el 10 de agosto, Kirchner dio una definición ideológica taninusual en él como significativa por la circunstancia en que lo hizo:

“Con una clara visión neokeynesiana, nosotros creemos quecuando se gasta en inversión pública (…) eso no es gasto público, esoes dignificar a nuestros pueblos para que tengan el nivel y la calidadde vida que nuestros pueblos merecen. Esa es la diferencia centralque tenemos con el neoliberalismo”.

No es poca cosa proclamarse “neokeynesiano”. Es mucho mássubrayar que “la diferencia central con el neoliberalismo” consistepara Kirchner en considerar inversión lo que otros llaman gasto. Perolo verdaderamente importante en esa declaración de fe es que marcó,por primera vez, una tajante delimitación ideológica de Hugo Chávezy Evo Morales, quienes escucharon inmutables sus palabras, acasodirigidas a protagonistas ausentes de ese escenario histórico.

Esto es desarrollismo tardío. Y como se verá a poco andar, másimpotente aún que el de fines de los años 1950, que llevó al colapsodel frondizismo en 1962 y el posterior golpe de Estado militar en 1966.Con el agravante para el capital de que hoy no están Perón, Illia, nilos sindicatos, ni las fuerzas armadas de entonces.

La «Concertación Plural» no es otra cosa que la repetición de unintento ya fracasado en los ’70 con el Gran Acuerdo Nacional dePerón y Balbín, en los ’80 con el Tercer Movimiento Histórico deAlfonsín y en los ’90 con el Frepaso-Alianza. Usufructuando de laausencia de una alternativa revolucionaria, el capital vuelve a intentarla recomposición de un aparato político a su servicio. La vacuidad delos discursos en el lanzamiento de la fórmula Fernández-Cobos, el 14de agosto en el Luna Park, no logra ocultar que esta «concertación»tiene el mismo programa que sustentó a la Alianza, pero menos basemilitante, menos cohesión interna y muchísimo menos impacto queaquélla.

Mientras tanto, el programa de la otra fórmula peronista-radical,Lavagna Morales, se diferencia sólo porque asume de manera frontallo que Fernández insinúa con dobleces: su distancia de la RevoluciónSocialista Bolivariana y su estrategia de intimidad con el imperialismo

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

europeo para ganar oxígeno frente a Estados Unidos.

Nuevos tiempos, nuevas tareasVisto desde la disyuntiva estratégica que afronta Argentina como

clave regional, si el cuadro actual no sufre un drástico cambio, el papelde nuestro país sólo puede deteriorarse. Si en octubre es favorecidaFernández, tendrá menos peso específico aún que su esposo paraafrontar el cúmulo de contradicciones interburguesas y del capitalcomo conjunto frente a los trabajadores y el pueblo, que se desataráninexorablemente y a corto plazo. Si por una aceleración del deterioroprevio a las elecciones tuviera lugar una segunda vuelta y la oposiciónburguesa unificada lograra arrastrar tras de sí a una parte suficientede la población desnortada como para ganar la presidencia, el paísingresaría de inmediato en una situación de ingobernabilidad. En unou otro caso, la moneda de cambio para comprar milímetros deestabilidad sería el distanciamiento de Argentina del bloquesuramericano.

Existe sólo una alternativa para eludir esta encerrona histórica:edificar una herramienta política de masas, de definición antimperialistay conducta consecuente con esa ubicación, que integre a las mayoríasexplotadas y oprimidas de la población y sume cuadros y militantes detodo el espectro afirmado en esa definición –sin excluir a nadie, lo queimplica apertura para integrantes honestos y consecuentes del actualelenco gobernante- que en el escenario que las circunstanciasindiquen esté resuelto a tomar el poder con el pueblo como protago-nista pleno en todos los niveles.

Las premuras de la inmediatez pueden arrastrar a optar entre unretroceso brutal si con Lavagna u otro candidato la burguesía y elimperialismo lograran imponer su candidato, o sumarse a esta cortede los milagros como hacen quienes buscan independencia concandidaturas menores en la provincia de Buenos Aires y en la mismaboleta electoral llevan nombres innombrables como los de Scioli,Balestrini y Cobos, para sostener a Fernández.

Son comprensibles los desgarramientos políticos y morales de lamilitancia ante semejante alternativa. Sólo una racionalidad con base

histórica y mirada estratégica podrá evitar que esa falsa opciónimpida una vez más, en una coyuntura histórica irrepetible como laque tenemos delante en América Latina y el mundo, que las masaspopulares explotadas y oprimidas logren su independencia y su unidadsocial y política.

Aunque la tarea parezca inalcanzable, como afirmamos en lasprimeras páginas de este trabajo, todo el panorama se transformacuando en lugar de mirarlo desde dentro, se lo entiende desde laperspectiva suramericana.

Con la irrupción de un partido que provisionalmente, hasta su plenaconstitución se denomina Socialista Unido de Venezuela, puede darsepor clausurada una fase de reacción sin precedentes en la historia einaugurada la que le sigue, en la que se retoma la marcha, pletóricade promesas y, por supuesto, también de riesgos.

No es en absoluto casual que en las tres últimas décadas AméricaLatina haya albergado los dos ensayos más potentes de recomposi-ción ideológica, política y organizativa de las mayorías sociales: el PTen Brasil, desde 1978, y el Psuv en Venezuela, a partir de ahoramismo. Imposible soslayar el hecho de que esta pujante prueba de unafuerza subterránea, casi siempre invisible, se manifiesta en el mismoperíodo histórico en que por vía de la desagregación y corrupción, opor el camino de un anacrónico renacimiento de fundamentalismoreligioso, se impone el fenómeno inverso en el resto del mundo. Es tanincontrastable el significado de estos ejemplos, que en su recienteviaje a Brasil, el titular del mayor partido político del mundo, BenedictoXVI, asume una consigna que reivindicamos desde hace muchotiempo –excluyendo, dicho sea de paso, cualquier atisbo de chovinis-mo regional: “América Latina es la esperanza del mundo”, dice elsupremo inquisidor, Joseph Ratzinger, adecuando a su léxico unaevidencia que, sin embargo, apunta como un torpedo contra el núcleomismo de su milenario poder. Sostuvimos esta afirmación cuandoarreciaban los vientos helados de la contrarrevolución en todo elmundo. Y con la misma crudeza con que afirmábamos en octubre de1991 que era preciso aprontarse para una resistencia extremadamen-te difícil, decimos hoy que aquella fase ha terminado. Y que es precisoalistarse para el contraataque. Después de quince años de brega, el

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europeo para ganar oxígeno frente a Estados Unidos.

Nuevos tiempos, nuevas tareasVisto desde la disyuntiva estratégica que afronta Argentina como

clave regional, si el cuadro actual no sufre un drástico cambio, el papelde nuestro país sólo puede deteriorarse. Si en octubre es favorecidaFernández, tendrá menos peso específico aún que su esposo paraafrontar el cúmulo de contradicciones interburguesas y del capitalcomo conjunto frente a los trabajadores y el pueblo, que se desataráninexorablemente y a corto plazo. Si por una aceleración del deterioroprevio a las elecciones tuviera lugar una segunda vuelta y la oposiciónburguesa unificada lograra arrastrar tras de sí a una parte suficientede la población desnortada como para ganar la presidencia, el paísingresaría de inmediato en una situación de ingobernabilidad. En unou otro caso, la moneda de cambio para comprar milímetros deestabilidad sería el distanciamiento de Argentina del bloquesuramericano.

Existe sólo una alternativa para eludir esta encerrona histórica:edificar una herramienta política de masas, de definición antimperialistay conducta consecuente con esa ubicación, que integre a las mayoríasexplotadas y oprimidas de la población y sume cuadros y militantes detodo el espectro afirmado en esa definición –sin excluir a nadie, lo queimplica apertura para integrantes honestos y consecuentes del actualelenco gobernante- que en el escenario que las circunstanciasindiquen esté resuelto a tomar el poder con el pueblo como protago-nista pleno en todos los niveles.

Las premuras de la inmediatez pueden arrastrar a optar entre unretroceso brutal si con Lavagna u otro candidato la burguesía y elimperialismo lograran imponer su candidato, o sumarse a esta cortede los milagros como hacen quienes buscan independencia concandidaturas menores en la provincia de Buenos Aires y en la mismaboleta electoral llevan nombres innombrables como los de Scioli,Balestrini y Cobos, para sostener a Fernández.

Son comprensibles los desgarramientos políticos y morales de lamilitancia ante semejante alternativa. Sólo una racionalidad con base

histórica y mirada estratégica podrá evitar que esa falsa opciónimpida una vez más, en una coyuntura histórica irrepetible como laque tenemos delante en América Latina y el mundo, que las masaspopulares explotadas y oprimidas logren su independencia y su unidadsocial y política.

Aunque la tarea parezca inalcanzable, como afirmamos en lasprimeras páginas de este trabajo, todo el panorama se transformacuando en lugar de mirarlo desde dentro, se lo entiende desde laperspectiva suramericana.

Con la irrupción de un partido que provisionalmente, hasta su plenaconstitución se denomina Socialista Unido de Venezuela, puede darsepor clausurada una fase de reacción sin precedentes en la historia einaugurada la que le sigue, en la que se retoma la marcha, pletóricade promesas y, por supuesto, también de riesgos.

No es en absoluto casual que en las tres últimas décadas AméricaLatina haya albergado los dos ensayos más potentes de recomposi-ción ideológica, política y organizativa de las mayorías sociales: el PTen Brasil, desde 1978, y el Psuv en Venezuela, a partir de ahoramismo. Imposible soslayar el hecho de que esta pujante prueba de unafuerza subterránea, casi siempre invisible, se manifiesta en el mismoperíodo histórico en que por vía de la desagregación y corrupción, opor el camino de un anacrónico renacimiento de fundamentalismoreligioso, se impone el fenómeno inverso en el resto del mundo. Es tanincontrastable el significado de estos ejemplos, que en su recienteviaje a Brasil, el titular del mayor partido político del mundo, BenedictoXVI, asume una consigna que reivindicamos desde hace muchotiempo –excluyendo, dicho sea de paso, cualquier atisbo de chovinis-mo regional: “América Latina es la esperanza del mundo”, dice elsupremo inquisidor, Joseph Ratzinger, adecuando a su léxico unaevidencia que, sin embargo, apunta como un torpedo contra el núcleomismo de su milenario poder. Sostuvimos esta afirmación cuandoarreciaban los vientos helados de la contrarrevolución en todo elmundo. Y con la misma crudeza con que afirmábamos en octubre de1991 que era preciso aprontarse para una resistencia extremadamen-te difícil, decimos hoy que aquella fase ha terminado. Y que es precisoalistarse para el contraataque. Después de quince años de brega, el

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

momento del contraataque ha llegado.

Dos vertientesHay mucho en común, y mucho diferente, entre el PT y el Psuv.

Ambos son expresión abrupta, casi espontánea, de una necesidadquemante que no sigue lineamientos previsibles en su concreciónespecífica para la teoría y el accionar conciente de las vanguardias,por lo que uno y otro nacen más como prolongación lineal de la luchacotidiana, cargados del vigor espontáneo proveniente de los entresijosmás remotos del cuerpo social y llevando consigo, inseparable de esepoderoso motor, los riesgos del pragmatismo y las formas que ésteadopta en materia de organización y acción política. El PT es fruto deinéditas luchas obreras en Brasil (1). El Psuv surge de una revoluciónapoyada en las masas populares desposeídas. Aquél tuvo un líderobrero. Éste uno de origen militar. Aquél definido por el socialismo ensu Congreso Fundacional y llegado al gobierno muchos años después.Éste fruto de una insurrección de masas en 1989, de una sublevaciónmilitar en 1992, de una victoria electoral en 1998 y de ocho años degobierno bajo el acoso constante de la contrarrevolución. Aquélprohijado por lo más avanzado, lúcido y resuelto de la vanguardiarevolucionaria brasileña. Éste abandonado por intelectuales y parti-dos de izquierda, salvo excepciones que confirman la regla. Aquélnacido en el período inmediato anterior a la gran debacle mundial y laentronización de la reacción a escala planetaria. Éste promovidoluego de que, sus propios gestores, fueran actores principales delcambio de época tras la marcha del desierto. Ambos nacidos comoresultado de la crisis estructural del capitalismo mundial, pero aquélen el momento en que esa crisis se manifestaba, de manera paradojal,mediante el derrumbe de la Urss, y éste luego de que ese tremendotrauma histórico ha sido a medias asimilado por las masas y cuandoel sistema capitalista ya no puede en modo alguno disimular su agoníaen sus metrópolis. Ambos con el punto de partida de una victoriaprevia a cualquier plan estratégico: el logro de la unidad social y

política de los trabajadores, las juventudes y el conjunto del pueblo.Uno, ganado a poco andar por franjas de la intelectualidad ydirigencias obreras que con fundamentos diferentes, declinaron susbanderas ante los ronroneos de la socialdemocracia internacional y elchantaje multicolor del Vaticano. El otro, acaso porque tuvo en esasdos fuerzas a sus peores enemigos inmediatos antes y después de sullegada al gobierno, vacunado en primera instancia contra esasdolencias de la contemporaneidad. El hecho es que esas dos vertien-tes claves de la realidad hemisférica encarnan hoy, desde su condi-ción de centros de unidad social y política indiscutible, dos estrategiascon caminos circunstancialmente paralelos y destinos contrarios:reforma y revolución.

DialécticaInnecesario decirlo: no todo en el PT es reformista; no todo en el

Psuv es revolucionario. Cabe sí subrayar un dato clave: la propuestay la dinámica del naciente Psuv encarnan la estrategia de la revolu-ción latinoamericana. La propuesta y la dinámica del PT encarnan laestrategia del reformismo. Esto en la hora misma en que en términosconcretos, muy a menudo la propuesta reformista coincide con la quepropugnan, desesperadamente, los jefes de la reacción local einternacional. Por eso, a la vez que son dos fuerzas claves para todaestrategia antimperialista y anticapitalista, se contraponen mientrasmarchan a la par, y en más de una oportunidad esos choques son yserán frontales, ubicando a uno y otro en posiciones irreconciliables.Que en esta circunstancia Hugo Chávez haya resuelto convocar a lafundación del Psuv es indicativo de una asunción cabal de lasexigencias de la coyuntura: la transición al socialismo es impensablesin una herramienta política poderosa, aceitada y disciplinada. Muchomenos es imaginable la réplica de la revolución a la inexorableacometida imperialista, ya a la vista, sin las masas conscientes,organizadas, capaces de presentar batalla en el terreno que sea. ElPsuv está estructurándose con los mayores esfuerzos de su núcleo

1.- PT Brasil. Una respuesta latinoamericana al desafío imperialista. Luis Bilbao;Búsqueda Editora, Buenos Aires, septiembre de 1990.

2.- «El gran debate»; América XXI Nº 24, marzo de 2007; «Tomar partido», AméricaXXI Nº 25, abril de 2007; «Movilización nacional para la construcción de un nuevopartido»; América XXI Nº 26, mayo de 2007.

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momento del contraataque ha llegado.

Dos vertientesHay mucho en común, y mucho diferente, entre el PT y el Psuv.

Ambos son expresión abrupta, casi espontánea, de una necesidadquemante que no sigue lineamientos previsibles en su concreciónespecífica para la teoría y el accionar conciente de las vanguardias,por lo que uno y otro nacen más como prolongación lineal de la luchacotidiana, cargados del vigor espontáneo proveniente de los entresijosmás remotos del cuerpo social y llevando consigo, inseparable de esepoderoso motor, los riesgos del pragmatismo y las formas que ésteadopta en materia de organización y acción política. El PT es fruto deinéditas luchas obreras en Brasil (1). El Psuv surge de una revoluciónapoyada en las masas populares desposeídas. Aquél tuvo un líderobrero. Éste uno de origen militar. Aquél definido por el socialismo ensu Congreso Fundacional y llegado al gobierno muchos años después.Éste fruto de una insurrección de masas en 1989, de una sublevaciónmilitar en 1992, de una victoria electoral en 1998 y de ocho años degobierno bajo el acoso constante de la contrarrevolución. Aquélprohijado por lo más avanzado, lúcido y resuelto de la vanguardiarevolucionaria brasileña. Éste abandonado por intelectuales y parti-dos de izquierda, salvo excepciones que confirman la regla. Aquélnacido en el período inmediato anterior a la gran debacle mundial y laentronización de la reacción a escala planetaria. Éste promovidoluego de que, sus propios gestores, fueran actores principales delcambio de época tras la marcha del desierto. Ambos nacidos comoresultado de la crisis estructural del capitalismo mundial, pero aquélen el momento en que esa crisis se manifestaba, de manera paradojal,mediante el derrumbe de la Urss, y éste luego de que ese tremendotrauma histórico ha sido a medias asimilado por las masas y cuandoel sistema capitalista ya no puede en modo alguno disimular su agoníaen sus metrópolis. Ambos con el punto de partida de una victoriaprevia a cualquier plan estratégico: el logro de la unidad social y

política de los trabajadores, las juventudes y el conjunto del pueblo.Uno, ganado a poco andar por franjas de la intelectualidad ydirigencias obreras que con fundamentos diferentes, declinaron susbanderas ante los ronroneos de la socialdemocracia internacional y elchantaje multicolor del Vaticano. El otro, acaso porque tuvo en esasdos fuerzas a sus peores enemigos inmediatos antes y después de sullegada al gobierno, vacunado en primera instancia contra esasdolencias de la contemporaneidad. El hecho es que esas dos vertien-tes claves de la realidad hemisférica encarnan hoy, desde su condi-ción de centros de unidad social y política indiscutible, dos estrategiascon caminos circunstancialmente paralelos y destinos contrarios:reforma y revolución.

DialécticaInnecesario decirlo: no todo en el PT es reformista; no todo en el

Psuv es revolucionario. Cabe sí subrayar un dato clave: la propuestay la dinámica del naciente Psuv encarnan la estrategia de la revolu-ción latinoamericana. La propuesta y la dinámica del PT encarnan laestrategia del reformismo. Esto en la hora misma en que en términosconcretos, muy a menudo la propuesta reformista coincide con la quepropugnan, desesperadamente, los jefes de la reacción local einternacional. Por eso, a la vez que son dos fuerzas claves para todaestrategia antimperialista y anticapitalista, se contraponen mientrasmarchan a la par, y en más de una oportunidad esos choques son yserán frontales, ubicando a uno y otro en posiciones irreconciliables.Que en esta circunstancia Hugo Chávez haya resuelto convocar a lafundación del Psuv es indicativo de una asunción cabal de lasexigencias de la coyuntura: la transición al socialismo es impensablesin una herramienta política poderosa, aceitada y disciplinada. Muchomenos es imaginable la réplica de la revolución a la inexorableacometida imperialista, ya a la vista, sin las masas conscientes,organizadas, capaces de presentar batalla en el terreno que sea. ElPsuv está estructurándose con los mayores esfuerzos de su núcleo

1.- PT Brasil. Una respuesta latinoamericana al desafío imperialista. Luis Bilbao;Búsqueda Editora, Buenos Aires, septiembre de 1990.

2.- «El gran debate»; América XXI Nº 24, marzo de 2007; «Tomar partido», AméricaXXI Nº 25, abril de 2007; «Movilización nacional para la construcción de un nuevopartido»; América XXI Nº 26, mayo de 2007.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

promotor principal para que se edifique desde las bases, con métodosdemocráticos, con la participación de millones y con definiciones sinremilgos revolucionarias (2). A no dudarlo, habrá sinuosidades en elcamino. Pero la línea de marcha está trazada. Ahora bien: como encada momento crucial de una revolución, su suerte no se juega sólo,ni principalmente, fronteras adentro. La Revolución SocialistaBolivariana de Venezuela está acompañada en grados diferentespor otros países. Tiene en primer lugar, como inapreciable punto dereferencia ideológico-político y base de apoyo concreto a la Revo-lución Cubana. Los procesos en Bolivia y Ecuador tienden aconverger en un mismo haz antimperialista y anticapitalista. Losgobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay se pliegan a la orientaciónde Caracas porque saben que el choque frontal con la estrategia dela revolución daría inicio a la cuenta regresiva acelerada de suspropios pueblos, pero responden a intereses de burguesías incapa-ces de un mínimo de consecuencia en la lucha antimperialista. Estánentre la pared imperial y la espada de Bolívar, símbolo hoy demillones de latinoamericanos y caribeños en su afán por la eman-cipación. Los gobiernos de Colombia, Perú y, desde otro ángulo,Chile, están francamente alineados con Estados Unidos. Todosacordaron, no obstante, integrar Unasur (Unión de NacionesSuramericanas), hecho relevante de la coyuntura hemisférica yelocuente respecto de las fuerzas que surcan bajo la superficie.Pero este conjunto de fuerzas en pugna, en todos los paísesinvolucrados -con excepción de Cuba- ocurre sin la participaciónconsciente y organizada de la clase obrera (3). Dicho de otro modo:la enorme potencia del fenómeno político en curso en AméricaLatina y el Caribe, la riqueza y vigor sin precedentes de un cuadroregional que avanza hacia una situación revolucionaria generaliza-da, adolece de una extrema timidez de las fuerzas obreras para laacción. Y a esto se suma la ausencia de organizaciones políticas queen cada país establezcan la dialéctica entre clase, partido y direc-ción, capaz de concluir en una fuerza continental en condiciones de

enfrentar la batalla (final, medida en términos históricos), contra elimperialismo y el capitalismo.

Qué hacerPor eso es impostergable la intervención urgente, audaz, generosa

y con mirada de largo alcance, de quien se sienta comprometido conla lucha antimperialista y anticapitalista, con el objetivo de edificar encada país instrumentos políticos capaces de avanzar tras la unidadsocial y política de las grandes masas, con un programa a la vezunificador y de neta definición revolucionaria.

Pero si esto urge en todas partes, en Argentina es cuestión de vidao muerte. Y entiéndase esta frase de manera literal.

No hay excusa posible para involucrarse en la tarea concreta deorganizar las fuerzas no ya de los revolucionarios marxistas, sino detodos quienes desde la ideología que sea estén resueltos a “cambiarde raíz la cultura y la política” y a organizarse en partidos revolucio-narios de masas, democráticos, antiimperialistas y anticapitalistas (4).En la actual coyuntura mundial y regional, tales partidos no puedensino tener, desde su nacimiento mismo, una definiciónlatinoamericanista. Por eso está planteado en cada país, a la escalay con las formas que cada situación permita, capítulos de un únicopartido revolucionario latinoamericano-caribeño, que adopte un pro-grama de acción antimperialista y anticapitalista y asuma, simbólicay efectivamente, como dirigencia de esa fuerza regional en gestación,a Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales.

Ése es, al promediar 2007, el nuevo punto de partida para lamilitancia revolucionaria en Argentina.

3.- Remitimos a nuestras reiteradas afirmación en este mismo volumen respecto dequé significa hoy esta categoría. 4.- Ver Apéndice 2.

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Luis BilbaoArgentina como clave regional

promotor principal para que se edifique desde las bases, con métodosdemocráticos, con la participación de millones y con definiciones sinremilgos revolucionarias (2). A no dudarlo, habrá sinuosidades en elcamino. Pero la línea de marcha está trazada. Ahora bien: como encada momento crucial de una revolución, su suerte no se juega sólo,ni principalmente, fronteras adentro. La Revolución SocialistaBolivariana de Venezuela está acompañada en grados diferentespor otros países. Tiene en primer lugar, como inapreciable punto dereferencia ideológico-político y base de apoyo concreto a la Revo-lución Cubana. Los procesos en Bolivia y Ecuador tienden aconverger en un mismo haz antimperialista y anticapitalista. Losgobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay se pliegan a la orientaciónde Caracas porque saben que el choque frontal con la estrategia dela revolución daría inicio a la cuenta regresiva acelerada de suspropios pueblos, pero responden a intereses de burguesías incapa-ces de un mínimo de consecuencia en la lucha antimperialista. Estánentre la pared imperial y la espada de Bolívar, símbolo hoy demillones de latinoamericanos y caribeños en su afán por la eman-cipación. Los gobiernos de Colombia, Perú y, desde otro ángulo,Chile, están francamente alineados con Estados Unidos. Todosacordaron, no obstante, integrar Unasur (Unión de NacionesSuramericanas), hecho relevante de la coyuntura hemisférica yelocuente respecto de las fuerzas que surcan bajo la superficie.Pero este conjunto de fuerzas en pugna, en todos los paísesinvolucrados -con excepción de Cuba- ocurre sin la participaciónconsciente y organizada de la clase obrera (3). Dicho de otro modo:la enorme potencia del fenómeno político en curso en AméricaLatina y el Caribe, la riqueza y vigor sin precedentes de un cuadroregional que avanza hacia una situación revolucionaria generaliza-da, adolece de una extrema timidez de las fuerzas obreras para laacción. Y a esto se suma la ausencia de organizaciones políticas queen cada país establezcan la dialéctica entre clase, partido y direc-ción, capaz de concluir en una fuerza continental en condiciones de

enfrentar la batalla (final, medida en términos históricos), contra elimperialismo y el capitalismo.

Qué hacerPor eso es impostergable la intervención urgente, audaz, generosa

y con mirada de largo alcance, de quien se sienta comprometido conla lucha antimperialista y anticapitalista, con el objetivo de edificar encada país instrumentos políticos capaces de avanzar tras la unidadsocial y política de las grandes masas, con un programa a la vezunificador y de neta definición revolucionaria.

Pero si esto urge en todas partes, en Argentina es cuestión de vidao muerte. Y entiéndase esta frase de manera literal.

No hay excusa posible para involucrarse en la tarea concreta deorganizar las fuerzas no ya de los revolucionarios marxistas, sino detodos quienes desde la ideología que sea estén resueltos a “cambiarde raíz la cultura y la política” y a organizarse en partidos revolucio-narios de masas, democráticos, antiimperialistas y anticapitalistas (4).En la actual coyuntura mundial y regional, tales partidos no puedensino tener, desde su nacimiento mismo, una definiciónlatinoamericanista. Por eso está planteado en cada país, a la escalay con las formas que cada situación permita, capítulos de un únicopartido revolucionario latinoamericano-caribeño, que adopte un pro-grama de acción antimperialista y anticapitalista y asuma, simbólicay efectivamente, como dirigencia de esa fuerza regional en gestación,a Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales.

Ése es, al promediar 2007, el nuevo punto de partida para lamilitancia revolucionaria en Argentina.

3.- Remitimos a nuestras reiteradas afirmación en este mismo volumen respecto dequé significa hoy esta categoría. 4.- Ver Apéndice 2.

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ApéndiceApéndiceApéndiceApéndiceApéndice

1. T1. T1. T1. T1. Teoría y práctica deleoría y práctica deleoría y práctica deleoría y práctica deleoría y práctica delfrente único antimperialistafrente único antimperialistafrente único antimperialistafrente único antimperialistafrente único antimperialista

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III Cumbre de los pueblos yIV Cumbre de las Américas

Entre los días 2 y 5 de noviembre de 2005, en el desarrollo de lasllamadas Cumbre de las Américas y Cumbre de los Pueblos, sepusieron a prueba los conceptos teóricos y las líneas de acciónestratégica de las organizaciones que se consideran revolucionarias.

Argentina vive un proceso tal de degradación política generaliza-da, como para asistir, por ejemplo, al hecho de que personasautoproclamadas dirigentes marxistas, hagan campaña electoral consu sola foto multiplicada en un alud de afiches, obtengan entre el 0,1y el 0,6% de los votos (uno por cada 10 mil afiches, grosso modo) yluego no sólo rehúsen un balance objetivo de lo actuado, sino queincluso lleguen a proclamarse victoriosos. De manera que no asom-bra encontrarse con esos mismos dirigentes eludiendo toda respon-sabilidad ante el hecho de no haber previsto y no formar parte y nisiquiera tomar cuenta de acontecimientos tales como la confronta-ción brutal del imperialismo con el Mercosur más Venezuela, o larealización de un acto con más de 40 mil personas en el cual el únicoorador, Hugo Chávez, a su vez participante de la reunión de presiden-tes, proclame que la opción de este momento histórico es “socialismoo barbarie”.

Esta completa enajenación de individuos y organizaciones queenarbolan posiciones de los autores clásicos del marxismo revolucio-nario y se comprometen con una revolución socialista es extraordina-riamente gravosa para el desenvolvimiento objetivo de la acciónrevolucionaria. Cuadros valiosos y miles de militantes sinceramenteentregados a la causa socialista se inmolan políticamente, restándosede una fuerza en gestación que estará al frente de la inexorableconfrontación con el imperialismo y el capitalismo; un combate yavisible en el horizonte y en marcha a toda velocidad.

Frente a esa militancia, en este momento de crisis y recomposi-ción urge el debate sobre un concepto clave de la teoría revolucio-naria marxista, forjado precisamente por una revolución victoriosay en marcha –la Revolución Rusa y la Internacional Comunista: el

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frente único antimperialista.Crítica publicó en sus ediciones 23, 24 y 25 los cuatro primeros

congresos de la Internacional Comunista, precisamente porque en sulabor de difusión, educación y debate, consideró imprescindibleasumir la experiencia de los líderes teóricos, políticos y militares de laRevolución Rusa de 1917. Hemos recordado una y otra vez que enesa instancia –el mayor laboratorio de la teoría revolucionaria quejamás existió- con la victoria en Rusia, el múltiple ataque imperialistay la necesidad de avanzar en la realización efectiva del concepto derevolución mundial, los revolucionarios de entonces encabezados porLenin llegaron a cambiar la clásica consigna del Manifiesto Comunista:“Proletarios de todos los países, unios”, para enarbolar en su lugar unconcepto adecuado a la realidad mundial: “Proletarios y pueblosoprimidos del mundo, unios”.

Los revolucionarios de hoy tenemos todavía un desafío mayor. Nosólo debemos asumir esa extensión socio-geográfica del bloque defuerzas necesario para enfrentar y vencer al capitalismo en su faseactual, sino que nuestro punto de partida no cuenta con aquello quehacía articulable la noción de “unión de los proletarios de todo elmundo”.

La degeneración, transfiguración y desarticulación de práctica-mente todos los partidos socialistas y comunistas y el proceso paralelode transformación de los sindicatos en todo el mundo, deja sin sustentomaterial inmediato en términos organizativos a la consigna estratégica.En 1848 los destinatarios (casi exclusivamente europeos) del llamadoal combate anticapitalista contaban con organizaciones de clase, conalcance de masas. En 1917/24, ya había partidos socialistas ycomunistas de masas en todo el mundo. Hoy, casi sin excepciones, noexiste ni lo uno ni lo otro. Peor aún: aquellos nombres, cuando se loshalla con realidad organizativa y política, casi invariablementerepresentan lo contrario de lo que sus nombres significaronoriginalmente.

Esto potencia un fenómeno siempre presente, pero que en nuestrotiempo adquiere relieve mayor: la ubicación en posiciones ambiguas,políticamente alineadas con formaciones burguesas e ideológicamenteidentificadas con el antimperialismo e incluso el anticapitalismo, de

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amplios sectores populares y de capas medias, representados en laemergencia de intelectuales y dirigentes intermedios de extremainconsistencia en todo sentido.

El frente único antimperialista parte de la certeza de que, sobretodo en momentos de crisis aguda del sistema capitalista mundial,sectores de la propia burguesía –incluso en el poder en paísessemicoloniales- ven aparecer contradicciones severas con los centrosimperiales. Si esto era verdad en los años 20 del siglo pasado, ahoralo es mucho más: los avances científico-técnicos que dieron lugar alo que vulgarmente se ha llamado “globalización”, permiten al capitalfinanciero internacional apropiarse de la plusvalía –y de las fuentesde plusvalía- de las burguesías subordinadas en todo el mundo.

Cuando se derrumbó la Unión Soviética la exacción interburguesa(que supone además la lucha interimperialista) se agravó al extremo.Es obvio que aquellas interpretaciones que en 1990 anunciaron unaofensiva mundial del proletariado revolucionario no podrían situarsecorrectamente frente a los acontecimientos que sobrevendrían, comotampoco podrían hacerlo aquellas que arrojaron la teoría revoluciona-ria marxista por la borda y desde entonces navegan al garete. Quinceaños después, cuando la revolución se instala otra vez en la orden deldía, ha llegado la hora de que cuadros, cuadros medios y militancia delas organizaciones comprometidas con la revolución exijan a susdirecciones un balance objetivo de sus caracterizaciones y accionesdesde entonces. Ahora sí, se han agotado todos los plazos. Y un errorrespecto de lo que está en curso no se limita a provocar unposicionamiento equivocado: lisa y llanamente coloca a quien locomete al otro lado de la barricada en la lucha continental y mundialcontra el capitalismo y el imperialismo.

Las “cumbres” de Mar del PlataEn la denominada Cumbre de las Américas se fracturó estrepito-

samente la burguesía continental, el imperialismo estadounidenseperdió el control de la situación, se vio impedido de retomar unainiciativa cedida desde hace cinco años, así como de imponer el Areade Libre Comercio de las Américas (Alca), recurso imprescindiblepara contrarrestar la crisis estructural del sistema y la competencia

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interimperialista. Con la negativa a incorporarse de inmediato al Alca,el Mercosur desoyó la perentoria orden de Washington y se plantófrente a frente con el imperialismo y quienes lo acompañaron. Elabroquelamiento de los gobiernos de Brasil, Uruguay y Paraguay entorno al discurso de Néstor Kirchner es un hecho inequívoco,indicativo de la honda fractura abierta entre el imperialismo estado-unidense y las burguesías dependientes. Este alineamiento es tantomás significativo cuando se toma en cuenta que simultáneamenteTabaré Vázquez se comprometía con un tratado bilateral con EstadosUnidos, Nicanor Duarte venía de dar inmunidad a tropas yanquis ensu país y de chantajear a sus socios en la Comunidad Suramericanade Naciones con la amenaza de pasarse al lado del imperialismo yLula preparaba en ese mismo instante la cita que tendría al díasiguiente con Bush, donde se esforzaría por mostrarse con gestoaquiescente. El propio Kirchner, lejos de mantener en su gobierno unaclara posición antimperialista, en los hechos ratifica cada día y entodos los terrenos una línea contraria a la ruptura con los centros depoder mundial y la afirmación de una línea de acción consecuentehacia la unidad suramericana, la organización de la nación para laresistencia y el enfrentamiento a los imperios. Lejos de desmentirnuestra afirmación, son precisamente estas actitudes demostrativasde temor y voluntad conciliacionista las que subrayan la importanciade lo ocurrido en el cónclave presidencial y la naturaleza objetiva delas causas que provocaron el enfrentamiento.

Prolongada y amplificada luego de la cumbre con la pelea entreKirchner y el presidente de la Coca Cola mexicana Vicente Fox, lafractura producida en Mar del Plata es un dato crucial de la realidady el futuro inmediato a escala continental. Sin partir de esa fracturaserá imposible comprender el complejísimo cuadro de situación yactuar como factor de peso desde las posiciones de la revoluciónsocialista. Quienes de verdad estén dispuestos a librar la guerracontra el imperialismo no pueden desconocer aquella fractura. Másaún, puede afirmarse que de la posición que se adopte frente a elladepende el desenlace del combate.

Mientras tanto a pocas cuadras, en la así llamada IIIª Cumbre delos pueblos, aunque sin contornos definidos, se perfilaba la base social,

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organizativa y programática de un frente único antimperialista. Losdías de sesión de ese encuentro, que más allá de circunstanciaspresumibles se organizó y desarrolló con criterio democrático, cons-tituyeron una prueba irrefutable de que el curso objetivo del movi-miento de las clases y sectores frente a la constante agudización dela crisis no está en las previsiones y la caracterización de práctica-mente ninguna de la organizaciones que se autoproclaman revolucio-narias. Un conjunto numerosísimo de organizaciones sociales ypolíticas, articuladas en torno al Serpaj (Servicio de Paz y Justicia) ycon notoria intervención de la CTA, fue el que durante mesesorganizó la tercera edición de estas “cumbres”, nacidas de unainiciativa en la que pesó particularmente el Partido Comunista deCuba y a la que se sumaría luego el gobierno revolucionario deVenezuela.

Dicho de otro modo: esta dinámica de frente único antimperialistaviene de fuera de Argentina y, al presentarse la oportunidad deplasmar aquí, lo hizo en torno a estructuras en las que no predominanlas organizaciones revolucionarias marxistas. Por el contrario, mu-chos de quienes se consideran tales se mantuvieron fuera hasta elfinal, ajenos y contrapuestos al hecho relevante que ahora debe sermateria de análisis y debate: el acto de cierre en el estadio mundialistade Mar del Plata, donde las organizaciones partipantes de la IIIªCumbre de los pueblos convergieron con contingentes puestos enmovimiento por sectores del propio gobierno.

La multitud que acudió a escuchar al presidente venezolano y elimpacto nacional que tuvo su discurso, centrado en la lucha frontalcon el imperialismo y en la perspectiva de la revolución socialista, sonprueba irrefutable de que la línea estratégica de frente únicoantimperialista –defendida desde su fundación por la Unión deMilitantes por el Socialismo (UMS)- es la única capaz de afirmar loscimientos para lograr tres objetivos clave en este momento histórico:

- afirmar un eje conceptual y político de unificación de las masasexplotadas y oprimidas;

- abrir un camino de articulación efectiva de fuerzas sociales ypolíticas en la perspectiva de afirmación de una herramienta políticade masas de signo antimperialista y anticapitalista;

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- ofrecer el marco social y político para que las tendencias ycuadros marxistas genuinamente comprometidos con la edificaciónde un partido revolucionario y con la lucha de masas contra elimperialismo y el capitalismo, puedan avanzar en la teoría y la prácticapor el camino de recomposición de fuerzas.

El hecho es que mientras en la reunión de presidentes Kirchnerdefinía una línea que más allá de toda interpretación abroqueló acuatro países (Venezuela, también sumada, no dependía de eso, sinoal contrario) en oposición a la exigencia imperialista; mientras Chávezparticipaba en la clausura de la IIIª Cumbre de los pueblos, en elestadio (y en todo el país, porque el acto y el discurso fue transmitidopor dos cadenas televisivas y seguido con entusiasmo por centenaresde miles, acaso millones de personas), plasmaba un frenteantimperialista que amplificaba más allá de toda previsión la derrotaestratégica que sufrió el imperialismo en la persona de George Bush.

La incorrecta caracterización que impidió comprender el fenóme-no objetivo por el cual cayó el gobierno de la Alianza y más tarde hizoposible el arribo de Kirchner al gobierno, impide ahora interpretar loque está ocurriendo a escala suramericana y el lugar que Argentinajuega en esa dinámica. Pero ocurre que esa incomprensión, más queinhabilitar a una dirección política para trazar una correcta línea deacción en función de los intereses de las masas y la revolución, enrealidad empuja hacia el campo enemigo. No son palabras: losminúsculos grupos que el sábado 5 de noviembre, luego del acto demasas en el estadio, quisieron hacer su propio acto y dieron lugar aacciones que resultaron en enfrentamientos, detenciones y algunoscasos de rotura de vidrieras y saqueos, hicieron mucho más queinvolucrarse en acciones tácticamente insostenibles y sin otra conse-cuencia que el repudio de las mayorías y el gesto satisfecho de unsector burgués que se infiltró con grupos provocadores. Más que eso,las dirigencias sin brújula que intentaron encubrir su desconcierto conmedidas estridentes, trazaron una línea de acción que, en caso de serseguida por sus bases, alejará a miles de militantes del movimientosocial y político allí naciente, conceptualmente definible como frenteúnico antimperialista, restando la voz, las ideas y la fuerza de unaperspectiva revolucionaria marxista en el seno de esa dinámica viva

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cuyo devenir de masas es inexorable.Algo semejante ocurrió cuando una década y media atrás nació el

Congreso de Trabajadores Argentinos. Pero transcurrido el períodohistórico que ese lapso encerró (es decir, el cambio de retrocesogeneralizado a comienzo de un auge mundial de las fuerzasantimperialistas y anticapitalistas), aquel error hoy reiterado no tendrásólo consecuencias por la negativa: será un factor gravitante a favorde la contrarrevolución. Es el destino fatal de los cuadros yorganizaciones alcanzados por la enfermedad infantil del comunismo,el izquierdismo. Por eso es tarea impostergable de los revolucionariosmarxistas combatirlos en la teoría, en la práctica política y en eldesarrollo organizativo.

Exigencias de la coyunturaUn frente único antimperialista hegemonizado por cuadros y

corrientes centristas, tanto más si éstas son parte de un gobierno, nopuede dar lugar al desarrollo y consolidación de una línea de acciónconsecuentemente antimperialista y anticapitalista. Pero las corrien-tes centristas, expresión de flancos de la burguesía y de otros sectoresno proletarios, son por definición parte del frente único antimperialistacuando la crisis del capitalismo se agudiza.

Para quienes se limitan a graznar o garabatear obviedadesanticapitalistas la fractura en la Cumbre de las Américas y el puntode unificación en la Cumbre de los Pueblos carecen de significación.Pero para quienes se consideren parte de la lucha sin retorno entreel imperialismo y las masas del mundo, se trata de la diferencia entrela posibilidad de victoria y la certeza de la derrota. Unir, organizar yconcientizar a millones de personas contra el imperialismo es, enefecto, cuestión de vida o muerte.

En cambio, para quienes comprenden que Estados Unidos hatrazado una línea de acción estratégica que supone la invasión deVenezuela y Cuba y la militarización del continente, la fractura en lacumbre y el discurso de Chávez equivalen al toque de Diana en lajornada del combate. Por eso, sin desatender el debate y la luchateórica contra el izquierdismo, en la medida en que se muestrencapaces de atraer a genuinos luchadores, el centro inconmovible del

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accionar en todos los terrenos es la participación en las formaslarvales del frente único antimperialista con el propósito de contribuira su efectiva articulación y afianzamiento, y con la determinación deactuar en su seno como destacamento comunista dispuesto a defenderla estrategia de revolución socialista, lo que equivale a decirorganización propia de los trabajadores y recomposición de lasfuerzas marxistas en un genuino partido revolucionario.

Por la naturaleza de la coyuntura y por el ya mencionado hechode que el frente único antimperialista prefigurado en la llamadaCumbre de los pueblos tiene su origen fuera de argentina y reúnefuerzas de toda América Latina y el Caribe, la acción deberádesarrollarse a esa escala. El conjunto reunido en la IIIª Cumbre delos Pueblos puede constituirse en punto de apoyo para la constituciónde un bloque antimperialista continental y la declaración de Mar delPlata en base para una plataforma programática.

Precisamente una plataforma programática y la decisión deconsolidar un bloque continental contra el imperialismo, deberían serel único cedazo para la inclusión de aliados. El acto de clausura en elestadio mostró cómo al sumarse fuerzas integrantes del gobierno, losrecursos de éste se pueden convertir en palanca para maniobras quedesvirtuen la naturaleza de una movilización. Esto requiere resguar-dos organizativos; no obstante, ese riesgo deberá ser siempre asumi-do ante acciones concretas. No se trata de arrastar al oficialismo aposiciones que no tiene, sino de tomar sus contradicciones internas talcual son y, mediante acciones de inequívoco contenido antimperialista,dejar que sean ellos mismos quienes las resuelvan y las evidencienante la juventud, los trabajadores y el pueblo. El problema no es ni seráqué hace o deja de hacer Kirchner, sino qué hacen o dejan de hacerlas fuerzas revolucionarias involucradas en un frente únicoantimperialista.

Aun sin considerar el hecho de que la agudización de la crisis entodos los planos saltará al centro del escenario político argentino enel próximo período, ya en el cuadro actual resulta evidente laimposibilidad para el gobierno de sostenerse sobre la base de laambigüedad y el doble discurso. Las tendencias e individualidadesque, con definiciones antimperialistas y anticapitalistas, se incorporaron

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al oficialismo, envueltas ya en el torbellino de una lucha desigual quelas acorrala, las corrompe y las desgaja, en su doble papel de legitimaral gobierno ante franjas del activismo e introducir demandas popula-res en el discurso oficial, constituyen un exponente frágil por demás.Sin base social genuina y sin otra fuerza organizativa que la quedeviene del usufructo del Estado, estas tendencias -además duramenteenfrentadas entre sí- no tienen la más remota posibilidad de influenciar-no digamos ya neutralizar- las decisiones centrales del gabineteministerial.

Quienes apelando a un método subjetivista sostienen que en lavoluntad de Kirchner está el propósito de afirmar un gobiernodefensor de la soberanía nacional y de realizar profundas transforma-ciones sociales, deben comprender sin embargo que aun admitiendoesa presunción, el objetivo es inalcanzable con base en los minúsculosaparatos y las desprestigiadas figuras del flanco izquierdo deloficialismo. Hacer crecer y fortalecer una tendencia revolucionariaal amparo del jefe de gabinete es un error mayor que el cometido porla tendencia revolucionaria del peronismo en 1973/74. Si por voluntado exigencia de las circunstancias, para defender su propia existenciael gobierno decidiera sostener una línea de confrontación con elimperialismo, su única alternativa sería la apelación a la movilizaciónobrera, juvenil y popular. En tal hipótesis, las tendencias eindividualidades de izquierda oficialista serían incapaces de proponery defender una línea de independencia programática de las masasfrente al gobierno. Harían, en una escala mayor y con efectoscompletamente diferentes lo que hicieron en el estadio de Mar delPlata: lanzar golpes de mano para adueñarse de una movilización queno gestaron e imponerse a un sentimiento colectivo y un programa deacción contrapuesto por el vértice al del gobierno. Hay que tener enclaro que si no hubiese sido por el contenido central del discurso deChávez, el enorme esfuerzo de la IIIª Cumbre de los Pueblos hubiesesido abortado por la irresponsabilidad oportunista de pequeños aparatosfinanciados por el gobierno.

De modo que una perspectiva consecuente de frente únicoantimperialista requiere la afirmación de una base programática y unaorganización propias, lo cual plantea la necesidad de impedir que la

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Teoría y práctica del frente único antimperialista

mano oficialista se imponga y esterilice el formidable proceso encurso de convergencia antimperialista. Esto vale también para laCTA, fracturada por tendencias diferentes, en cuyas filas gravitanindividuos y pequeños aparatos dependientes del gobierno, que encircunstancias especiales pueden hegemonizar esa organizacióncada día más fragmentada y vaciada de trabajadores.

Pero una base programática y una organización propia de lostrabajadores, las juventudes, el conjunto de sectores afectados por lacrisis del capital e incluso alas radicales del gobierno requiere a su vezde un motor revolucionario con potencia de ideas y capacidad deintervención. El frente único antimperialista se entrelaza así con laedificación de una herramienta política de masas en un proceso deconstante contradicción y lucha interna, que a su vez es el únicoterreno en el que puede germinar una organización revolucionaria queresulte de la recomposición de fuerzas marxistas.

Desde luego este conjunto de tareas es más complejo que pegarafiches con fotos de dudosa estética implorando un voto. Es tambiénmás complejo que inventar estructuras “piqueteras” para cobrarsubsidios del Estado y edificar una ficción capaz de engañar a suspropios promotores hasta que la voluntad de los trabajadores y lasmasas desposeídas demuestran qué lugar tienen tales fabricacionesen la conciencia y la acción de las masas. Pero es el único camino quelleva a la articulación de un bloque antimperialista continental; el únicocamino que puede forjar miles de cuadros dirigentes reales demovimientos reales, en condiciones de encarnar la unión de las ideascientíficas de la revolución social con la fuerza viva de las masasexplotadas y oprimidas; el único camino para librar con éxito la granbatalla histórica que se avecina contra el imperialismo y el capitalis-mo, en Argentina, en Suramérica y el mundo.

Amarrar tanto cuanto sea posible las manos del imperialismo yapelar a todas las instancias imaginables para minimizar los efectosdevastadores de sus zarpazos agónicos; contribuir a la educación,concientización y organización de las juventudes y los trabajadores;defender incondicionalmente las revoluciones de Cuba y Venezuelacontra la escalada bélica de Washington; continuar bregando sindescanso por la construcción de una herramienta política de los

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Luis Bilbao

trabajadores y las masas; aplicar dosis letales de teoría y políticacontra la enfermedad infantil del comunismo y contra el oportunismo,que como ya subrayara Lenin son dos caras de una misma medalla;acelerar la marcha para recomponer las fuerzas marxistas... he allílas tareas impostergables de la hora.