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8/19/2019 Aprender y Enseñar Terapia Jay Haley http://slidepdf.com/reader/full/aprender-y-ensenar-terapia-jay-haley 1/153 PSICOLOG€A / TERAPIA FAMILIAR Jay Hale y Apr en d e r y ens e •a r te ap i a `? no de los devastadores silogismos de Jay Haley pue- de ser enunciado as‚: ƒTodos los terapeutas orientan a sus pacie ntes en alguna direcci„n. Algunos tera-  peutas se dan cuenta de que lo hacen y otros no. Por lo tanto, un terapeuta no directivo es un terapeuta que no sabe lo que hace… Le fastidian las terapias que pro tenden despojarse de poder. Las considera una pos- tura perezosa e irresponsable (juguemos a charlar, en lugar de tratar de cambiar algo). El autor insiste en que, asi como la tarea del paciente es cambiar y la del terapeuta es ayudar a que esto ocurra, la tarea de quien aprende es aprender y la de quien educa es educar. Esto, que pue - de parecer una perogrullada, ha sido una bandera de combate de Haley en una batalla que lleva muchos a•os. Son muchos los conceptos que fueron inventados o descubiertos  por este S„crates contempor†neo y despu‡s explotados por otros y elevados a la categor‚a de principios explicativos o de intervenci„n universales (es el caso de la ƒparadoja…). Cuando estos conceptos han vuelto a ‡l en forma de prolijas teor‚as omnicomprensivas, Haley les ha aplicado su lupa quemante y las ha ƒdeconstruido… en el sentido literal. Esa es la tarea emprendida en este libro, cuando muestra que las generalizaciones pueden convertirse en el peor enemigo del cambio en una situaci„n particular. Todo esto, junto a una gran riqueza de ideas y sugerencias, fruto de una creatividad que brota en cada p†rrafo, encontrar† el lector en esta obra fundamental; destinada a convertirse en un cl†sico de la  psicoterapia contempor†nea. S„lo cabe agregar que, para nuestro autor, en la terapia con el cliente ocurre lo que sucede en la super- visi„n con el terapeuta principiante. Terapia y supervisi„n se deter- minan una a la otra. La terapia se debe aprender, y tambi‡n es  preciso aprender a ense•ar. JAY HALEY,  pionero de la terapia familiar, es autor, adem†s, de Te- rapia para resolver problemas, Terapia no convencional. Las t‡c- nicas psiqui†tricas de Milton H. Erickson, Trastornos de la eman- cipaci„n juvenil y terapia familiar y Terapia de ordalia. y coautor, con Lynn Hoffman, de T‡cnicas de terapia familiar, y con David Grove, de Conversaciones sobre terapia, obras publicadas por nuestro sello editorial. ISBN 978-950-518-145-2 :    D    i   s   e    €   o    A    J   a   y    H   a    l   e   y    A   p   r   e   n    d   e   r   y   e   n   s   e    •   a   r    t   e   r   a   p    i   a

Aprender y Enseñar Terapia Jay Haley

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PSICOLOG€A / T E R A P I A F A M I L I A R

Jay HaleyApr ender y ense•ar ter apia

`? no de los devastadores silogismos de Jay Haley pue-de ser enunciado as‚: ƒTodos los terapeutas orientana sus pacientes en alguna direcci„n. Algunos tera- peutas se dan cuenta de que lo hacen y otros no. Porlo tanto, un terapeuta no directivo es un terapeuta que

no sabe lo que hace… Le fastidian las terapias que protenden despojarse de poder. Las considera una pos-

tura perezosa e irresponsable (juguemos a charlar, en lugar de tratarde cambiar algo).

El autor insiste en que, asi como la tarea del paciente es cambiar yla del terapeuta es ayudar a que esto ocurra, la tarea de quienaprende es aprender y la de quien educa es educar. Esto, que pue-de parecer una perogrullada, ha sido una bandera de combate deHaley en una batalla que lleva muchos a•os.

Son muchos los conceptos que fueron inventados o descubiertos por este S„crates contempor†neo y despu‡s explotados por otros yelevados a la categor‚a de principios explicativos o de intervenci„nuniversales (es el caso de la ƒparadoja…). Cuando estos conceptos

han vuelto a ‡l en forma de prolijas teor‚as omnicomprensivas,Haley les ha aplicado su lupa quemante y las ha ƒdeconstruido… enel sentido literal. Esa es la tarea emprendida en este libro, cuandomuestra que las generalizaciones pueden convertirse en el peorenemigo del cambio en una situaci„n particular.

Todo esto, junto a una gran riqueza de ideas y sugerencias, fruto deuna creatividad que brota en cada p†rrafo, encontrar† el lector enesta obra fundamental; destinada a convertirse en un cl†sico de la

 psicoterapia contempor†nea. S„lo cabe agregar que, para nuestroautor, en la terapia con el cliente ocurre lo que sucede en la super-visi„n con el terapeuta principiante. Terapia y supervisi„n se deter-minan una a la otra. La terapia se debe aprender, y tambi‡n es preciso aprender a ense•ar.

JAY HALEY, pionero de la terapia familiar, es autor, adem†s, de Te-rapia para resolver problemas, Terapia no convencional. Las t‡c-nicas psiqui†tricas de Milton H. Erickson, Trastornos de la eman-cipaci„n juvenil y terapia familiar y Terapia de ordalia. y coautor,con Lynn Hoffman, de T‡cnicas de terapia familiar, y con DavidGrove, de Conversaciones sobre terapia, obras publicadas pornuestro sello editorial.

ISBN 978-950-518-145-2

:   D

   i  s  e   €  o   A

   J  a  y   H  a   l  e  y   A  p  r  e  n   d  e  r

  y  e  n  s  e   •  a  r   t  e  r  a  p   i  a

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Obras de Jay Haley en esta biblioteca

Terapia para resolver problemas

Terapia no convencional. Las t‡cnicas psiqui†tricas de

Milton H. Erickson

Trastornos de la emancipaci„n juvenil y terapia familiar

Terapia de ordal‚a. Caminos inusuales para modificar

la conducta

T‡cnicas de terapia familar

 Jay Haley y Lynn Hoffman

Conversaciones sobre terapia. Soluciones no convencionales

 para los problemas de siempre

 David R. Grove y Jay Haley

Aprendery ense•ar terapia

Jay Haley

Amorrortu editoresBuenos Aires - Madrid

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Indice general

11 Prefacio15 Agradecimientos

19 1. Ense•ar terapia

43 2. El supervisor

66 3. El terapeuta en formaci„n

85 4. El cliente

107 5. Qu‡ aprender, qu‡ ense•ar129 6. La mejor teor‚a

152 7. Temas controversiales

189 8. La supervisi„n en vivo

227 9. Similitudes entre terapia y supervisi„n

253 10. Algo m†s sobre las directivas

277 11. Terapia compulsiva

291 Ep‚logo. Para ser supervisor de terapia sin sabercambiar a la gente

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Prefacio

Cuando se aprende a conducir un auto, un mal aprendi-

zaje acarrear† consecuencias. Por lo tanto, lo mejor es que

un conductor experimentado acompa•e al principiante enlas pr†cticas, listo para intervenir ante cualquier dificultad

que surgiere en la calle. A los principiantes se les ense•anlas reglas de tr†nsito y las destrezas impl‚citas en la con-ducci„n de un veh‚culo. Para poder conducir solos, debenrendir un examen escrito y otro pr†ctico, esto es, se somete a

una observaci„n efectiva su capacidad de cumplir todas las

normas de tr†nsito y estacionamiento. Una vez aprobado el

examen, el aprendiz es oficialmente un conductor matricu-

lado. Sin embargo, que haya aprobado el examen de conduc-

ci„n no significa que pueda conducir y estacionar un ca-mi„n; algunos conductores serian incapaces de manipularla palanca de cambios. Es la experiencia en calles y rutas la

que acrecienta nuestras destrezas.

Supongamos que se aprendiera a conducir escuchandola disertaci„n de un docente sobre las diferentes marcas de

autom„viles y lo que se siente al convertirse en conductor.

 No habr‚a observaci„n del estudiante cuando conduce, ni pr†cticas con un chofer experimentado listo para asumir el

control del veh‚culo en caso necesario. Tampoco habr‚a que

aprobar un examen. El docente, sobre quien no recaer‚aresponsabilidad alguna por lo que hiciere en la calle el con-

ductor en formaci„n, se limitar‚a a entregarle las llaves del

auto y desearle buena suerte.

Sin duda, ningˆn aprendiz o estudiante sensato desea-r‚a que le ense•aran de esa manera. ‰No deber‚amos tomar

el aprendizaje de la terapia con la misma seriedad con queel del manejo de un auto?

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‰C„mo se ense•a terapia?

Durante los primeros cien a•os de la psicoterapia, los

terapeutas en formaci„n la aprend‚an fundamentalmentesometi‡ndose a ella. Se presum‚a que la terapia personal

crear‚a un terapeuta competente. Adem†s, hab‚a conversa-

ciones o seminarios sobre las razones que motivaban a las personas a comportarse en forma extra•a; sol‚an ser deba-tes filos„ficos sobre la naturaleza humana. Nunca se obser-

vaba ni registraba a un terapeuta en formaci„n haciendo te-

rapia. Era un aprendizaje en que el aprendiz nunca obser-

vaba el modo de trabajar del maestro ni este observaba eldel aprendiz.

En un programa formativo, el docente no asum‚a res- ponsabilidad alguna si un terapeuta en formaci„n fracasa-

 ba en el tratamiento de un caso (dif‚cilmente podr‚a asumir-la, puesto que no pod‚a ver lo que pasaba all‚). Tampoco se

hac‚a un test o evaluaci„n de su capacidad. Se ignoraba loque en verdad suced‚a en el tratamiento de los casos. Cuan-

do un terapeuta se ve‚a frente a un episodio tr†gico y recu-

rr‚a a su maestro en busca de consejo, este sol‚a preguntarle

qu‡ sent‚a respecto a esa tragedia y examinaba sus reaccio-

nes personales. Despu‡s le deseaba buena suerte y lo en-viaba a atender al pr„ximo cliente... o a afrontar la pr„-xima tragedia.

La formaci„n del terapeuta, hoy

En la actualidad, la misi„n de los terapeutas es aprender

terapia con la misma seriedad con la que aprender‚an a con-ducir un auto. Su formaci„n no consiste en debates filos„fi-

cos sobre la naturaleza humana. Consiste en aprender last‡cnicas terap‡uticas y adquirir las destrezas necesarias

 para entrevistar y tratar a la variedad de clientes que bus-

can asistencia; esas t‡cnicas deben ser practicadas. Si un te-

rapeuta en formaci„n recibe una ense•anza deficiente, mu-

chas personas sufrir†n las consecuencias. En estos tiempos

de servicios de salud gerenciados, recuerdos falsos y pleitos

 por mala praxis, los terapeutas en formaci„n corren el ries-

go de ser llevados a juicio si no saben lo que hacen. Hasta el

supervisor puede ser enjuiciado. Esta situaci„n hace quenos preocupemos m†s por formar terapeutas competentes.Adem†s, cada terapeuta hereda los fracasos de sus colegas.

Si fracasamos en un caso, dificultamos aun m†s el trabajodel pr„ximo terapeuta que trate a esa persona.

Cuando se ense•a una destreza (p. ej., a conducir un au-

to), parece evidente que se debe observar su pr†ctica. Hay

que guiar al terapeuta y ayudarlo a vencer las complejida-des de un caso. Para ella, el docente tiene que saber c„mo se

desarrolla la terapia. El terapeuta debe aprender lo que es

 preciso hacer para cambiar a la gente, y a poner en pr†cticaese saber. Necesita una formaci„n b†sica, sea cual fuere su

filosof‚a.En los umbrales del segundo siglo de psicoterapia, dispo-

nemos de una tecnolog‚a de observaci„n y registro de sesio-nes que incluye por igual el casete, la videocinta y el espejo

de visi„n unilateral. Docentes y terapeutas Šen formaci„no recibidosŠ ya no quedan atrapados en un solo m‡todo te-

rap‡utico ni en categor‚as diagn„sticas embrutecedoras.

Ahora son libres de innovar, si bien esperamos que refrenensu deseo de fundar nuevas escuelas de terapia. Eso s‚, debe-

mos ense•ar las t‡cnicas necesarias para llevar a cabo untratamiento logrado: c„mo hacer una pregunta, formularun comentario, impartir una directiva, determinar qui‡nes

han de participar en una entrevista y trazar la estrategia de

un caso.

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Agradecimientos

Hace treinta a•os, publiqu‡ Strategies of psychotherapy.Fue un producto del proyecto sobre comunicaci„n empren-

dido por Gregory Bateson. All‚ puse especial ‡nfasis en des-cribir la psicopatolog‚a como una forma de comunicaci„n y

la terapia como un modo deliberado de cambiar esa comuni-

caci„n. Esa perspectiva obligaba a pensar en la gente en t‡r-

minos de unidades de dos o m†s personas y, por lo tanto,introduc‚a pr†cticas y conceptos terap‡uticos diferentes de

los basados principalmente en los procesos de pensamiento

individuales. El entorno social del cliente pas„ a ser el focode la terapia. Lo que deb‚a cambiar era la manera en que se

formaban los terapeutas, y para eso hab‚a que vencer unainercia formidable. Este libro expresa mis puntos de vista

sobre la formaci„n del terapeuta, fundados en treinta a•osde experiencia en la ense•anza del arte de cambiar a las personas.

 Nunca recib‚ una formaci„n que me capacitara expresa-

mente para practicar una profesi„n determinada. Tampocoten‚a un compromiso emocional con tal o cual escuela de

 pensamiento; de ah‚, creo yo, que me resultara m†s f†cilcambiar mi concepci„n de la terapia. Por otro lado, si bienno me supervisaron, varias personas extraordinarias influ-

yeron sobre m‚. A Gregory Bateson no le entusiasmaba laidea de cambiar a la gente; como antrop„logo, prefer‚a estu-diarla. No obstante, era un manantial de ideas que intere-

saban al campo de la psicoterapia y a sus cambios. Trabajar

con ‡l diez a•os dedic†ndome por entero a investigar lo quese me antojara fue una experiencia nica. La compart‚ con

John Weakland, de quien recib‚ una influencia invalorable.

 Ni su pensamiento ni el de Bateson permanec‚an entram- pados en la ortodoxia antropol„gica.

Otra persona extraordinaria que influy„ de manera im- portante en mi concepci„n de la terapia fue Milton H. Erick-

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son. De ‡l aprend‚ la t‡cnica terap‡utica as‚ como una visi„n pr†ctica de la vida y los problemas humanos. Junto con

Weakland, estudi‡ su visi„n comunicativa de la hipnosis. Ya

en el ejercicio de mi profesi„n, lo consult‡ sobre diversos ca-

sos a lo largo de los a•os, con lo cual aprend‚ mucho acerca

de su singular enfoque de la terapia. Adem†s, lo tom‡ por

modelo en mi bˆsqueda de una postura para mi pr†cticaterap‡utica.

Don Jackson me prest„ un gran apoyo, particularmente

en lo relacionado con la psiquiatr‚a y la esquizofrenia. Erael consultor psiqui†trico en el proyecto de Bateson. Aunque

su enfoque difer‚a diametralmente del de Erickson, compar-

t‚a su visi„n pr†ctica de los dilemas humanos. Jackson era

reconocido en toda la Costa Oeste como la autoridad en ma-

teria de esquizofrenia, adem†s de destacarse por sus logros

en el tratamiento de esquizofr‡nicos. Estaba convencido de

que todo lo enfermizo en un esquizofr‡nico era una respues-

ta a su situaci„n social. Observar a Jackson haciendo te-rapia con personas psic„ticas era una experiencia extraor-

dinaria; su actitud daba a entender que eran casos curablesy que no adolec‚an de ningˆn defecto fisiol„gico. Era uno de

los mejores cl‚nicos que he visto en mi vida, en especial por

su destreza en el trato con los esquizofr‡nicos y su familia.

Por desgracia, muri„ joven, al parecer por haber ingeridoaccidentalmente una sobredosis de medicaci„n.

Jackson hab‚a tomado muchas ideas de Harry Stack Su-llivan, que lo supervis„ personalmente en Chestnut Lodge.

En la d‡cada de 1960, el Grupo para el Avance de la Psiquia-

tr‚a hizo una encuesta por muestreo entre terapeutas fami-liares y descubri„ que un nˆmero sorprendente de ellos es-

taban relacionados de un modo u otro con Sullivan, aun

cuando este no entrevistaba a familias completas. Su ideade que en la terapia individual hay dos personas en el con-

sultorio reflejaba su convicci„n de que el terapeuta no es

una mera pantalla en blanco sobre la que el paciente pro-yecta sus fantas‚as. Cuando yo informaba a Jackson sobrealgˆn dicho de un paciente, ‡l, como supervisor, me hac‚a la

misma pregunta que sol‚a formularle Sullivan: ƒ GQu‡ esta-

 ba haciendo usted inmediatamente antes de que el pacientedijera eso?…. Se supon‚a que la conducta psic„tica era unaconducta reactiva, como lo era en terapia cualquier otrocomportamiento.

Hubo otra persona extraordinaria con quien tuve lasuerte de asociarme all† por los a•os cincuenta: Alan Watts.

Era una autoridad en budismo zen y un consultor oficiosoen nuestro proyecto, esto ˆltimo a causa de nuestro comˆn

inter‡s por la paradoja. El introdujo las ideas del zen, que

en aquel per‚odo pod‚amos considerar una terapia alterna-

tiva y una opci„n bienvenida frente a la ideolog‚a psico-din†mica. Durante mil a•os, el zen incluy„ la experienciade una persona que trata de cambiar a otra; el cambio no es provocado por la introspecci„n ni por la conversaci„n o la

libre asociaci„n de ideas, sino por acciones y directivas, y su

meta es vivir sintiendo, experimentando vivencias, y novivir autorregul†ndose.

Tambi‡n aprend‚ de Salvador Minuchin, con quien tra- baj‡ durante casi una d‡cada. Minuchin, el creativo Braulio

Montalvo y yo nos entusiasmamos con las nuevas tenden-

cias terap‡uticas surgidas en la d‡cada de 1960. Mantu-vimos largas discusiones sobre terapia, y discurr‚amos so- bre la formaci„n de terapeutas y de personal no profesional

en diversos campos.

 Ninguno de estos maestros, a los que tanto debo, eranmiembros ortodoxos de su profesi„n. Bateson no gozaba de

 plena aceptaci„n entre los antrop„logos; Erickson, Jackson

y Minuchin no segu‚an las tendencias principales en suscampos respectivos: la psicoterapia, la psiquiatr‚a y la psi-

quiatr‚a del ni•o. Watts se autodefin‚a como un ƒ[estudioso]

clandestino del zen…. M†s aun, ninguno de ellos era docenteuniversitario, salvo para clases marginales. Sin embargo,de sus puntos de vista divergentes naci„ una terapia breve

orientada hacia la familia que, hoy, muchos acad‡micos in-tentan ense•ar en las universidades. Al parecer, los m‡to-

dos formativos cambian m†s despacio que las pr†cticas te-rap‡uticas. Quiz† se deba, sobre todo, a que los terapeutasdesean ense•ar lo mismo que ense•aban sus maestros. En‡pocas de cambios r†pidos en la teor‚a y la pr†ctica, esta

tendencia se convierte en un problema.Dedicar una secci„n a los agradecimientos presenta difi-

cultades: ‰debo tanto a tantos colegas y estudiantes! He

asistido a centenares de reuniones en las que intercambi‡ideas con mis colegas. Tambi‡n aprend‚ mucho de los cente-

nares de personas a quienes form‡. Muchas de ellas son hoy

colegas y cosupervisores, como Neil Schiff con quien siem-

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 pre ha sido un placer trabajar. Nombrar a algunas, agrade-

ci‡ndoles las ideas aportadas a este libro, significar‚a desai-rar a otras; y son legi„n las que participan en el desarrollode las ideas actuales en el campo de la terapia.

Deseo expresar mi aprecio a Michael Nichols, cuyo ase-soramiento editorial contribuy„ mucho a mejorar este libro.

1. Ense•ar terapia

Vivimos tiempos apasionantes en el campo de la terapia

 porque todo est† cambiando. No hay ortodoxia. Sin ortodo-

xia, nadie puede ser conformista y nadie puede ser disiden-

te. No hay una manera correcta de hacer terapia; s„lo haymodos diferentes. Podemos crear una t‡cnica terap‡utica o

revivir una antigua sin que nos tomen por herejes. De he-cho, si le damos un nombre a la nueva t‡cnica, hasta es po-

sible que iniciemos una nueva escuela de terapia y dirija-

mos talleres.Cabr‚a suponer que, al cabo de cien a•os, habr‚a un con-

senso entre los terapeutas, una concordancia sobre el modode formular el problema de un cliente e intervenir para ge-nerar un cambio. Pero ni siquiera hay acuerdo en que los cl‚-

nicos deben tratar de formular el problema presentado por

un cliente, hacer una intervenci„n o esforzarse deliberada-mente por cambiar al cliente.

Desde la d‡cada de 1950, con el desarrollo de la comu-

nicaci„n y las ideas conductales, la ortodoxia se debilit„ ycomenz„ a emerger un verdadero fest‚n de enfoques tera- p‡uticos. Este proceso, que todav‚a contin a, afecta sobre-

manera el campo de la terapia, en particular la formaci„nde terapeutas. En estos tiempos de cambio, todos se ponen a

ense•ar o aprender terapia, porque las t‡cnicas que se ela- boran partiendo de nuevas premisas deben ser aprendidas

 por todo cl‚nico que quiera mantenerse al d‚a. La entrevista

terap‡utica exige nuevas destrezas, hay que adaptarse anuevas formas de financiar el tratamiento y est†n llegando

nuevos tipos de clientes. Adem†s, la terapia breve ha des-

 pertado un nuevo inter‡s en tanto que la terapia prolonga-da ha pasado de moda.

A medida que cambia la terapia, muchos supervisoresque ayer lideraban el campo se afanan por ponerse al d‚a y

enterarse de lo que pasa. A menudo deben desaprender la

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formaci„n recibida a la vez que intentan ense•ar nuevos- m‡todos basados en premisas opuestas. Si cambian, los

docentes de formaci„n ortodoxa corren peligro de ser cen-

surados por sus propios maestros; para muchos, es una si-tuaci„n penosa. La diversidad desconcierta a los terapeutasen formaci„n, pues descubren que muchos de sus maestros

discrepan entre s‚. Mientras van de taller en taller, con la

esperanza de que all‚ aprender†n qu‡ hacer con sus clientesdesesperados, muchos terapeutas en formaci„n, decepcio-nados con lo que encuentran, deciden que deben idear su

 propio enfoque de la terapia.

Uno de los principales cambios en curso es la presi„n quese ejerce sobre el terapeuta en formaci„n para que aprenda

a tratar toda clase de problemas. Hoy, para sobrevivir, unterapeuta no debe especializarse sino dedicarse a la pr†c-tica general. Antes sol‚a especializarse en el tratamiento de

 problemas infantiles, problemas conyugales o trastornos dealimentaci„n. Con los nuevos sistemas de financiaci„n del

tratamiento por servicios de salud gerenciados, los tera-

 peutas deben ser capaces de tratar cuanto problema se les presente. Ya no pueden elegir entre una variedad de casos y

derivar aquellos en los que no se especializan. Hoy por hoy,

el terapeuta privado debe tratar una amplia gama de pro- blemas, o no tendr† casos suficientes para afrontar la rota-ci„n inherente a la terapia breve actual. Despu‡s de haber

trabajado en una agencia dedicada al tratamiento de unsolo tipo de cliente sintom†tico, los terapeutas quiz† se

sientan incapaces de trasladarse a otra cuya clientela pre-sente un conjunto diferente de problemas, salvo que hayanrecibido la formaci„n adecuada para tratar una variedad de

casos. Los programas formativos deben esforzarse por pro-

 porcionar experiencia en el tratamiento de toda clase declientes; los supervisores no pueden darse el lujo de limi-

tarse a ense•ar el tratamiento de un solo tipo de cliente,sino que han de ser capaces de ense•ar a tratar muy diver-sos tipos.

Aprender a ser un terapeuta no significa s„lo aprenderun conjunto de destrezas, como lo har‚amos si quisi‡ramosser carpinteros. En terapia, el instrumento de cambio es elterapeuta y ese instrumento puede ser inseguro o defec-tuoso. Al supervisor le incumbe no s„lo ense•ar qu€ se hace,sino tambi‡n ayudar a los terapeutas en formaci„n cuando

enfrentan reacciones personales que les impiden funcionar

como deber‚an. A los terapeutas en formaci„n se les pide

que respondan a seres humanos en dificultades y los hagan

cambiar, cuando, en su inocencia, el problema presentadotal vez les parezca incre‚ble. (Es posible que otros proble-

mas les resulten familiares por experiencia propia.)

Los terapeutas en formaci„n quiz† descubran en este li-

 bro un enfoque diferente, si no cr‚tico, del que sostienen sus

supervisores. Con esas diferencias no he querido causardificultades sino corregir ideas y procedimientos. Esto merecuerda una conversaci„n que mantuve hace largo tiempo,

tras haber escrito un art‚culo sobre el arte del psicoan†-

lisis.1

Mostr‡ el manuscrito a Donald Jackson y le pregunt‡si a su juicio pod‚a perturbar a los lectores que se estuvieran

 psicoanalizando y trabar su progreso. Jackson replic„ que

un analista competente podr‚a manejar la situaci„n, y no sedeb‚a proteger a los analistas incompetentes. Pienso que lo

mismo cabe decir aqu‚ con respecto a los supervisores.

Espero que este libro resulte til a los cl‚nicos que apren-

den, ense•an o practican terapia en estos tiempos cam- biantes. Los terapeutas aprenden a cambiar a la gente, ycon frecuencia ellos mismos cambian durante el proceso. Elsupervisor los gu‚a hacia el logro de esos fines. Al tratar un

caso, el terapeuta en formaci„n se centra en el cliente, mien-

tras que el supervisor enfoca su atenci„n en ambos. Si biense preocupa por las necesidades del cliente, el supervisor

tambi‡n debe considerar lo que el terapeuta en formaci„n

sabe y la manera de ampliar su gama de destrezas. Si cono-

ce varios modos de abordar distintos s‚ntomas, elegir† elque promueva el cambio en el cliente y a la vez enriquezca

 para el principiante su experiencia en intervenciones tera-

 p‡uticas.El supervisor debe ense•ar al terapeuta en formaci„n a

ser un t†ctico diestro y a responder con sensibilidad, al mis-mo tiempo, a la aflicci„n y malestar del cliente. Supervisar

significa ense•ar no s„lo las t‡cnicas terap‡uticas, sinotambi‡n cierta apreciaci„n y comprensi„n de tr†gicos dile-

mas humanos. Los terapeutas deben adquirir pericia en el

arte de asistir a los clientes, pero tambi‡n deben ser sensi- bles y humanos; lo primero puede ense•arse; lo segundo, tal

vez no.

1 J. Haley (1958) ƒThe art of psychoanalysis…, ETC, 15, p†gs.190-200.

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Algunos terapeutas en formaci„n se engolfan en sus teo-

r‚as al extremo de parecer inhumanos. Cierta vez visit‡ uncentro de altos estudios para asistir a la presentaci„n de

una entrevista por dos terapeutas j„venes; se sent‚an com-

 placidos con sus conocimientos y quer‚an demostrarme lo bien que aprend‚an a hacer terapia. Era la primera entre-vista con una pareja y sus dos hijos adolescentes (que ha-

 b‚an venido a disgusto). Tras ubicar a la familia, los dos

terapeutas expresaron su deseo de iniciar la entrevista ex- plicando su enfoque. La familia se mostr„ conforme. Los dos

terapeutas, que hablaban en forma alternada, dijeron que prefer‚an hacer coterapia porque ƒdos cabezas funcionan

mejor que una…. Explicaron que la coterapia impide que el

terapeuta se ponga de parte de un miembro de la familia ysea injusto con los otros porque, al ser dos, pueden corre-

girse mutuamente. Advirtieron que ocasionalmente discre-

 par‚an entre s‚, pero esto ense•aba a las familias a manejarlos desacuerdos. Los miembros de la familia asintieron, enactitud comprensiva.

Enseguida, los terapeutas manifestaron que prefer‚anver a la familia completa en la primera entrevista, pues as‚

 podr‚an ver actuar al sistema familiar. Tras explicar que to-

dos los miembros de la familia tendr‚an una oportunidad de

hablar y expresar sus opiniones personales, se•alaron quealgunos terapeutas prefer‚an centrarse en el individuo y no

en la familia completa. A•adieron que el hecho de entrevis-

tar a toda la familia no implicaba que le atribuyeran los pro- blemas de uno de sus miembros; simplemente, cre‚an que,

 puesto que todos participaban en la vida familiar, los ayu-dar‚an a comprender y resolver el problema individual de

uno de sus integrantes. A continuaci„n, empezaron a expo-

ner la teor‚a de sistemas (corrigi‡ndose entre s‚ por mo-mentos), no sin apuntar que, por fuerza, no la presentar‚an

en toda su complejidad. Esta presentaci„n de su teor‚a ym‡todo dur„ veinticinco minutos. .. hasta que el supervisor

los interrumpi„ y les propuso que preguntaran a la familia por qu‡ hab‚a venido.

Dos perspectivas extremas de la terapia

La terapia se ense•a de diversos modos, segˆn la ideolo-

g‚a y el enfoque de tal o cual escuela de pensamiento. El en-

foque recomendado en este libro fue concebido para una

terapia breve y activa que toma en cuenta el contexto so-

cial del cliente afligido. La situaci„n social enfatizada puedeser la familia, el contexto laboral o el contexto terap‡utico de

la persona. Tambi‡n hay que pensar en las consecuencias

sociales de cada intervenci„n. Hasta aceptar a una persona

 para su tratamiento es un acto social. El hecho de estar bajo

tratamiento puede definir a esa persona como deficiente einfluir, as‚, en su posici„n familiar o laboral, adem†s de

quedar registrado para conocimiento o uso futuros. Entrelos profesionales en este campo, se sustentan dos perspecti-

vas extremas de la terapia. La primera ve en ella una expe-

riencia de crecimiento que todos deber‚amos tener; mien-tras m†s terapeutas se involucren con una familia, mejorser†. La segunda considera que la terapia es para quienes

tienen un problema incapacitante, del que el terapeuta losayudar† a recuperarse con la mayor facilidad y rapidez po-

sibles, y que el empleo de un solo profesional evita los con-

flictos de jerarqu‚a que pueden surgir entre varios colegas.

La terapia breve

Hoy, la terapia breve est† de moda. Su popularidad n.o

 parece basarse en una preocupaci„n por los resultados, sino

en otros dos factores. Uno es la influencia de los partidarios

de la terapia breve que desde la d‡cada de 1950 Šy, en par-ticular, con el surgimiento de la terapia conductal y de una

terapia social o familiar centrada en el presenteŠ han in-tentado introducir un cambio de paradigma en la terapia.

El otro es el papel cada vez mayor que asumen los sistemas

de salud gerenciados en la prestaci„n de servicios de salud

mental. La toma de decisiones recae en empresarios que

nada saben de terapia, pues no recibieron formaci„n algu-

na. Ellos dicen qui‡nes deben hacer terapia, c„mo debenhacerla y por cu†nto tiempo. Sin darse cuenta, introducenuna renovaci„n positiva en el proceso terap‡utico. Bajo su

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gu‚a, la terapia se vuelve m†s activa y directiva; tiene me-nos de ejercicio intelectual. Preocupados por los costos, es- peran una clara formulaci„n de los problemas y la fijaci„nde metas terap‡uticas; puesto que el tiempo es oro, quie-ren una r†pida resoluci„n de los s‚ntomas. Quienes dictancursos de terapia deben saber c„mo ayudar a los terapeutas

en formaci„n a fijar metas y resolver los problemas presen-

tados por los clientes. Ya no pueden limitarse a conversarcon el terapeuta en formaci„n y reflexionar sobre las in-fluencias y los traumas vividos por el cliente. Deben saberqu‡ hacer y c„mo ense•†rselo.

Hay tres situaciones b†sicas en que un supervisor gu‚a a

un terapeuta en el tratamiento de un caso:

1. La supervisi„n did†ctica de un terapeuta en forma-ci„n que quiere aprender a hacer terapia.

2. La supervisi„n de un colega que tiene dificultades conun caso en particular y desea ser asistido (esta supervisi„n

 podr† ser did†ctica o no).

3. La supervisi„n de un terapeuta que aprende a super-visar (la supervisi„n entre pares no es una situaci„n did†c-

tica sino, primordialmente, un compartir conocimientos).

Diversos modos de ense•ar terapia

La mayor‚a de los terapeutas toman conocimiento de laterapia en la universidad. Reciben cursos sobre las diferen-

tes escuelas, leen textos y terminan siendo expertos en ideo-

log‚a. No la practican de manera efectiva y s„lo en rar‚simasoportunidades ven videocintas de sesiones. Como no songraduados, no pueden acceder al material confidencia]. niasistir a talleres en que se tenga a mano dicha informaci„n.

 Nadie puede aprender a hacer terapia en los textos. La primera vez que dict‡ una clase de terapia para estudiantes

no graduados, me di cuenta de lo dificil que era darles una

idea del proceso cuando no pod‚an ejecutarlo ni verlo. S„lo

 pod‚an leer res menes de diversos enfoques. Es como si tra-

t†ramos de ense•ar a tocar el viol‚n haciendo leer a nues-tros disc‚pulos lo que escribieron los grandes violinistas so-

 bre su arte. Los terapeutas principiantes pueden leer cada

vez m†s y participar en seminarios cada vez m†s prolonga-dos, pero, finalmente, deben ir y hacer el trabajo. S„lo setrata de establecer cu†n pronto les pediremos que lo hagan.

En este libro, cuando hablo de la ense•anza o la supervi-

si„n, me refiero a situaciones en que el terapeuta en forma-

ci„n es responsable de un caso y es guiado por un supervi-sor. Creo que lo mejor es poner al principiante en un consul-

torio, junto con el cliente, dentro de las dos o tres primeras

semanas de formaci„n cl‚nica. La presencia del supervisor,

detr†s del espejo de visi„n unilateral, protege al cliente delos errores que pudiere cometer el principiante.

‰C„mo se supervisa?

El proceso de ense•anza y aprendizaje se da en tres for-

mas est†ndar:

1. Un terapeuta en formaci„n discute un caso con unsupervisor, confiando en sus anotaciones.

2. Un terapeuta en formaci„n alcanza a un supervisor la

grabaci„n de una entrevista, en casete o videocinta.

3. El terapeuta en formaci„n entrevista a un cliente enun consultorio con espejo de visi„n unilateral o delante deun video, mientras el supervisor lo observa y gu‚a la terapia

telef„nicamente, sea mediante sugerencias o haci‡ndolo

salir a discutir algˆn punto.

Supervisi•n conversacional

La supervisi„n m†s corriente consiste en hablar de uncaso. Es tambi‡n la mas f†cil y barata. No requiere equipa-miento alguno, su programaci„n se limita a que supervisor

y supervisado concierten una agenda de conversaciones, yestas se computan como tiempo de estudio para la matricu-

laci„n del terapeuta.La terapia, como todo arte, se ense•a dentro de un siste-

ma de aprendizaje. La supervisi„n conversacional plantea

una dificultad: los participantes deben colaborar en el trata-

miento de un caso aunque ninguno haya visto c„mo practica

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el otro el arte de la psicoterapia. El aspirante, presionado por un cliente que necesita y pide asistencia, debe tratar de

describir la situaci„n de manera tal que el supervisor pueda

aconsejarlo. El supervisor escucha esta descripci„n del caso

y se pregunta qu‡ pudo haber sucedido durante la entrevis-

ta para que su supervisado presente as‚ el problema. Si bien

el modo de conducir una supervisi„n est† cambiando, la ma-

yor‚a de los supervisores se formaron en la ‡poca de la tera-

 pia no-directiva y, en consecuencia, desean abstenerse deindicar a sus supervisados lo que deben hacer. Mas esto es,

 precisamente, lo que quieren saber muchos terapeutas enformaci„n que se ven ante un cliente desesperado. Antes,cuando un terapeuta en formaci„n preguntaba: ƒ‰C„mo im-

 pido que este hombre le siga pegando a su esposa?…, el su-

 pervisor bien pod‚a replicar: ƒVeamos cu†n perturbador le

resulta esto a usted…. Ahora, este m‡todo no-directivo est†

en v‚as de desaparecer y los supervisores empiezan a dis-cutir con sussupervisados c„mo frenar al marido golpeadoren lugar de condenar por a•os a estas parejas a los grupos

de malvados y v‚ctimas.Las cr‚ticas m†s graves que he o‚do formular reciente-

mente contra los supervisores es que no dicen a los terapeu-tas en formaci„n lo que deben hacer y, a menudo, tampoco

 parecen saberlo ellos mismos; lo nico que tal vez saben es

explorar el problema del cliente y c„mo lleg„ a ‡l. Hace poco,

me sorprendi„ la reacci„n de un pˆblico numeroso ante un

comentario que hice durante una disertaci„n. Expon‚a la

 posibilidad de que se pagara a los terapeutas por la cura de

un s‚ntoma, y no por horas de consulta, y se•al‡ que, de ese

modo, tendr‚an que definir metas y mostrar resultados es- pec‚ficos para poder cobrar sus honorarios. Despu‡s de todo,

se•al‡, el pago por horas de terapia es una decisi„n arbitra-ria que alguien tom„ en el pasado. Como incidentalmente,

a•ad‚ que se podr‚a pagar a los supervisores por t‡cnicas bien ense•adas (p. ej., el uso de la paradoja o la met†fora) en

vez de pagarles por hora... Recib‚ una ovaci„n.

Una ventaja de la supervisi„n conversacional es la posi- bilidad de discutir varios tipos de problemas relacionados

con el caso que presenta el aprendiz. Por ejemplo, durante

la discusi„n de los problemas conyugales del cliente, se puede entrar a conversar sobre el tratamiento terap‡uticoque recibieron otros problemas conyugales similares.

Como en toda forma de supervisi„n, para el supervisorla unidad considerada se compone del cliente y el terapeuta

en formaci„n. Cuando le es imposible observar al primero,

suele dirigir su perspicacia cl‚nica hacia el segundo, con lo

cual este se convierte en cliente. Dicho de otro modo, al frus-

trarse su intento de establecer lo que debi„ de suceder du-

rante la entrevista cl‚nica y verse trabado por la regla que le prohibe decir al principante lo que tiene que hacer, el su-

 pervisor empieza a centrarse en las predisposiciones y los problemas emocionales de su supervisado. Si tambi‡n se ve

frustrado en este empe•o, como puede ocurrir, quiz†s acabe

 por aconsejar al terapeuta en formaci„n que haga terapia;as‚, no tendr† m†s dificultades con los clientes.

En la supervisi„n conversacional, es inevitable que el su-

 pervisado d‡ una versi„n distorsionada del caso. Al carecer

de formaci„n como observador participante, tiende a descri-

 bir la entrevista de una manera tal vez completamente dis-

tinta de como podr‚a haberla percibido el supervisor si hu-

 biera podido observarla en forma directa. Las primeras ob-

servaciones a trav‡s de un espejo de visi„n unilateral, all†en la d‡cada de 1950, revolucionaron la terapia porque re-sult„ evidente que era una cosa distinta de lo que la gentedec‚a. Saltaron a la vista las relaciones y se hizo patente lo

dicho por Harry Stack Sullivan: en el consultorio est†n pre-

sentes terapeuta y cliente. Antes se pensaba que el terapeu-

ta s„lo era una pantalla en blanco sobre la que el cliente pro-

yectaba sus ideas o impulsos, y se esperaba que mantuvieseuna actitud neutral (el fracaso de este empe•o constitu‚a la

reprensible contratrasferencia). No s„lo es posible que un terapeuta en formaci„n .censu-

re partes de lo sucedido en una sesi„n de terapia a fin de

 parecer m†s competente; tambi‡n se da el caso de que unsupervisor colabore en la tergiversaci„n. Por ejemplo, siambos est†n comprometidos con determinado tipo de te-rapia, quiz†s acuerden t†citamente pasar por alto ciertascuestiones. Recuerdo la presentaci„n de una supuesta tera-

 pia familiar por un supervisor y un terapeuta que entrevis-taban en pˆblico a una familia. Al discutir el modo en quelos miembros de la familia conceptualizaban la realidad, ni

uno ni otro mencionaron que el miembro adolescente estaba

encerrado en un hospital psiqui†trico y pidi„, en la entrevis-

ta, que lo sacaran de all‚. El contexto social era censurado,

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excluido de la consulta, porque la terapia concern‚a a los procesos interiores y las narrativas del individuo, y no ahechos reales del presente.

La supervisi„n conversacional puede ser ˆtil cuando elsupervisor ha formado antes al terapeuta. Ambos compar-

ten una misma ideolog‚a, un mismo enfoque, lo que permite

el uso de conceptos y lenguaje compartidos para describir la

entrevista en discusi„n. El supervisor puede idear direc-tivas para proponer y exponer las similitudes con otros ca-

sos, con miras a extraer conclusiones generales que ayudenal principiante en el tratamiento del pr„ximo caso. La discu-

si„n de un caso y su comparaci„n con otros similares posi-

 bilitan un debate m†s completo del que resultar‚a del lar-go proceso de escuchar la grabaci„n pormenorizada de unasesi„n de terapia.

Tambi‡n hay casos en que la observaci„n no es esencial.Una terapeuta acudi„ al supervisor que la hab‚a formado yle plante„ el caso de una mujer aquejada de misteriosasafecciones f‚sicas incapacitantes. Daba la impresi„n de que

ella y su marido ten‚an un contrato conyugal segˆn el cualla esposa tendr‚a problemas, y el marido, aunque exaspera-

do, cuidar‚a de ella. El problema de la terapeuta era que el

marido le hab‚a escrito una declaraci„n de amor donde, ade-m†s, dec‚a estar enamorado por primera vez en su vida. La

terapeuta pregunt„ al supervisor qu‡ deb‚a hacer con la car-

ta. ‰Deb‚a mostr†rsela a la esposa o mantenerla en secreto?

El supervisor, que la sab‚a una terapeuta competente por-que ‡l mismo la hab‚a formado, y en consecuencia confiaba

en su capacidad para ejecutar con destreza las acciones pro-

 puestas, la aconsej„ sin sentir la menor necesidad de obser-var su interacci„n con el cliente.

‚Terapia para el terapeuta?

Si la terapia fuera s„lo una destreza, podr‚a ense•arsecomo un conjunto de t‡cnicas. Pero los terapeutas mismos

son el instrumento de expresi„n de las t‡cnicas terap‡uti-cas. En ocasiones, ese instrumento tiene problemas. Unasveces, la intensidad emocional de una sesi„n terap‡utica ex-

cede el l‚mite de tolerancia del terapeuta. Otras, hay unconflicto entre el docente y el terapeuta en formaci„n. En al-

gˆn momento, los terapeutas vivir†n muchos de los proble-

mas que afectan a los clientes. A menudo, el terapeuta es un

 joven en plena etapa de abandono del hogar, la cual puede

resultar penosa. En vez de evitar las ideas perturbadoras ylos individuos perturbados, como lo hace la mayor‚a de la

gente, los terapeutas los buscan a diario. Esta clase de tra- bajo acarrea consecuencias personales: como dijo una vez

Gregory Bateson, la sonda que introducimos en seres hu-manos siempre tiene un extremo opuesto que se introduce

en nosotros.Unas veces, los terapeutas est†n demasiado ansiosos por

realizar una entrevista; otras, ejecutan compulsivamenteacciones que no ayudan al cliente. Algunos terapeutas sonarrogantes e incapaces de concordar con alguien; a otros les

cuesta escuchar. Otros, en fin, no pueden dejar de hacer pre-

guntas y nunca toman posici„n. Cuando entrevistan a una

 pareja, quiz† tomen partido, sin querer, por uno de los c„n-yuges, y as‚ impidan la concreci„n del cambio. O un tera- peuta desesperanzado trasmitir† al cliente una actitud de

desesperanza. La misi„n del supervisor no se limita a la en-se•anza de t‡cnicas cl‚nicas: tambi‡n debe ayudar al tera- peuta a superar sus dificultades personales y alcanzar el

mayor nivel posible de competencia cl‚nica.

‚Hace la terapia personal un mejor terapeuta?

 No hay prueba alguna Šy casi ninguna investigaci„n

cient‚fica al respectoŠ de que el terapeuta que ha hecho te-rapia personal tenga m†s ‡xito en el tratamiento de sus

clientes que quien no la haya hecho. Sin embargo, esta ha

sido una premisa b†sica originada en el tipo de formaci„nque exclu‚a la experiencia de observar a un terapeuta en ac-ci„n. Adem†s, es un importante factor econ„mico en el cam-

 po de la psicoterapia, porque los terapeutas en formaci„nconstituyen un alto porcentaje de la clientela. Al no saber lo

que sucede realmente en una entrevista, y preocupado por

lo que podr‚a suceder, el supervisor s„lo puede derivar al

terapeuta en formaci„n a la terapia personal y la oraci„n.Desde luego, se arg‹ir† que las predisposiciones de un

terapeuta en formaci„n causar†n problemas en la terapia.

Puede que sea cierto. De surgir tal problema en un terapeu-

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ta en formaci„n, el supervisor debe resolverlo. Enviarlo ahacer terapia dif‚cilmente ser† la soluci„n. Nada demuestra

que la terapia cambiar† la predisposici„n introducida porlos problemas emocionales del terapeuta. Sigmund Freud

sugiri„ que unos pocos meses de an†lisis personal ayuda-

r‚an a los terapeutas en formaci„n a ser m†s objetivos. Hoy,

en Nueva York, sus propuestas sirven de excusa para an†li-

sis did†cticos que, en promedio, duran siete a•os. (‰Qu‡ te-

rapeuta en formaci„n se recuperar‚a de semejante inmer-si„n ideol„gica?) En el pasado, la terapia personal se acep-

taba como parte del proceso formativo; por eso todav‚a hoy

se la exige aun cuando no sea apropiada para ciertos tera- peutas en formaci„n. Los programas de terapia familiarconducidos por ex analistas o terapeutas psicodin†micos

suelen exigirles que hagan terapia familiar. Esto significaque la esposa y los hijos deben hacerla, les guste o no y ten-

gan o no problemas. Es una variedad de terapia compulsiva

y puede considerarse una invasi„n indecorosa de la priva-cidad de los terapeutas.

La terapia personal tiene sus m‡ritos, y un terapeuta enformaci„n con problemas deber‚a ciertamente procurarseesa experiencia. El quid est† en que se duda de que produz-

ca mejores terapeutas desde el punto de vista de los resulta-dos. Esa conclusi„n aˆn est† por demostrarse. La propuesta

de que un principiante haga terapia personal saca de apu-ros al supervisor. En vez de ayudarlo a salvar un obst†culo,el supervisor lo deriva a terapia personal y, de este modo,

elude el trabajo de ense•arle lo que ha de hacer. Suponga-

mos que un terapeuta en formaci„n se muestra angustiadoy nervioso en una entrevista, tal vez porque no sabe qu‡hacer; el supervisor debe asumir la responsabilidad de edu-

car al supervisado en vez de derivar al individuo a terapia personal. El terapeuta en formaci„n vencer† su angustia si

adquiere competencia, y no por el hecho de comprender la

causa de su nerviosismo en sesiones de terapia personal.

Uno de los m‡ritos de la terapia personal para terapeu-tas en formaci„n es que los hace sentirse vulnerables; ade-

m†s, aprenden lo que se siente cuando se pide asistencia.

En otras palabras, el terapeuta puede aprender a identifi-carse con los clientes si es uno de ellos.

Algunos terapeutas familiares no fijan con claridad lasmetas terap‡uticas o, en vez de centrarse en lo que se debe

hacer, insisten en la comprensi„n del sistema familiar. So-

meten a sus supervisados a experiencias como la de mode-

lar a su propia familia o trazar geno gramas de su †rbol

geneal„gico. De diversas maneras les ense•an qu‡ es unsistema familiar haci‡ndoles explorar el propio. Si bien es

 posible que semejante programa formativo les haga com- prender la teor‚a de los sistemas familiares, nunca se aclara

la manera en que este conocimiento conduce a intervencio-nes terap‡uticas que provoquen un cambio en los clientes.

Se suele insistir en educar al principiante acerca de su propia familia. No se insiste en lo que debe hacer con la fa-

milia de los clientes. Cabe inferir que ese terapeuta educar†

a las familias clientes acerca de los sistemas familiares, tal

como lo educaron a ‡l.Por lo comˆn, la terapia personal tradicional ense•a al

terapeuta en formaci„n a centrarse en el self; se orienta

hacia el individuo y pone el acento en el conocimiento de s‚.Si un terapeuta ha hecho terapia personal tradicional porun lapso prolongado, resulta dif‚cil formarlo en una terapia

activa de orientaci„n social. He notado que cuanto m†s tera- pia hayan hecho, tanto m†s dif‚cil resulta formarlos en unenfoque social activo. Estos terapeutas se controlar†n y

analizar†n a si mismos aun durante las sesiones de tera- pia (p. ej., se preguntar†n: ƒ,,Le estoy respondiendo a esta

mujer como si fuera mi madre?…). A veces quedan tan ensi-

mismados, tan absortos en sus propias motivaciones, que al

cliente le cuesta atraer su atenci„n. Adem†s, tienden a cul- par al pasado por los problemas actuales, como lo hac‚a su

terapeuta, con desd‡n por el contexto presente.

 La supervisi•n por video: observar lo que sucedi•

Hasta la d‡cada de 1950, era dificil observar una sesi„n

de terapia porque no se dispon‚a de la tecnolog‚a necesaria.

Filmarla no era pr†ctico por su costo excesivo (aunque sehac‚a de vez en cuando). He filmado entrevistas familiares

de investigaci„n y ocasionales sesiones de terapia. Al apare-cer los casetes y reducirse el tama•o de los grabadores, re-

sult„ conveniente grabar las sesiones.En la d‡cada de 1970, ya se pod‚a filmar una sesi„n en

video a bajo costo. Salt„ a la vista que esta tecnolog‚a cam-

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 biar‚a los programas formativos, al posibilitar la grabaci„ny el estudio de entrevistas cl‚nicas. Ahora podr‚amos selec-

cionar los segmentos decisivos de las entrevistas y compagi-

narlos en videocintas did†cticas editadas. (Recuerdo que el

gerente administrativo de la Cl‚nica de Orientaci„n Infantil

de Filadelfia protestaba contra nuestro entusiasmo por lanueva tecnolog‚a, exclamando: ƒŒCompran esos videograba-

dores como si fueran l†pices!….) Aunque anteriormente se pod‚a observar una entrevista detr†s de un espejo de visi„n

unilateral, la posibilidad de verla en videocinta, inmovilizar

un fotograma y volver una y otra vez a determinado seg-mento de la entrevista, para estudiarlo, abri„ una nueva

 perspectiva en cuanto a la naturaleza de la terapia y la in-teracci„n humana en general. El examen de una videocinta

en proyecci„n lenta o acelerada permit‚a ver secuencias dif‚-

cilmente perceptibles en la velocidad normal.

A diferencia de la supervisi„n conversacional, la super-

visi„n por video permite ver conjuntamente, y en acci„n, al

terapeuta y la familia. No s„lo se preserva el di†logo y el to-

no de voz; tambi‡n pueden observarse sus movimientos cor- porales y cambios de postura, y detener la videocinta paraexaminarlos atentamente. A menudo, el modo de sentarsede un cliente provee abundante informaci„n sobre su re-

laci„n con el terapeuta. (Recuerdo este comentario de Mil-ton Erickson: le bastaba ver c„mo se sentaba una mujer pa-

ra prever si le hablar‚a o no de una significativa aventuraextramarital o premarital que hubiese tenido.) Dif‚cilmente

dispondremos de tal informaci„n si escuchamos la meradescripci„n de una entrevista basada en apuntes.

Si bien el uso de la videotecnolog‚a en la formaci„n cl‚ni-

ca puede lograr lo que ser‚a imposible para la supervisi„n

conversacional (permitir que el supervisor vea todo lo que sehizo y lo que se podr‚a haber hecho en la entrevista tera- p‡utica), los principiantes suelen inclinarse por describir la

entrevista que condujeron en vez de presentarla grabada en

videocinta. Creen que el video revela y registra sus ineptitu-

des. Se sientan o no inc„modos, deber‚an comprender que me-

 jorar sus destrezas como entrevistadores trae un beneficiotan valioso que justifica la molestia de ser observado. Des-

 pu‡s de todo, la destreza cl‚nica es la esencia de la terapia.

 No obstante, por valiosa que sea para la supervisi„n cl‚-

nica, la videotecnolog‚a tiene sus limitaciones. El supervi-

sor que examina una entrevista grabada en videocinta notiene oportunidad de averiguar c„mo responder‚a el cliente

a una nueva intervenci„n. Tampoco puede influir sobre ac-

ciones pret‡ritas. La diagnosis cl‚nica, completamente dis-

tinta de la diagnosis establecida por razones administrati-vas, ocurre cuando el cliente responde a la acci„n del tera-

 peuta. Como dijo cierta vez Salvador Minuchin: ƒLa diagno-

sis es la forma en que se mueve una familia cuando usted la

empuja….En suma, la supervisi„n mediante videocintas permite

ver al terapeuta en acci„n. La comunicaci„n intercambiada

en la sesi„n es visible, y es asequible su significado. L†stima

que sea demasiado tarde para cambiar lo sucedido en ella.

 Por qu€ interesa el movimiento del cuerpo?

Los movimientos del cuerpo, la postura que se adopta en

la silla o sill„n, el tono de voz, proporcionan m†s informa-

ci„n al observador que las palabras solas. La metacomu-nicaci„n de la entrevista cl‚nica, expresada en los movi-mientos y el tono de voz, califica lo que se diga; esta informa-

ci„n s„lo es provista por la grabaci„n audiovisual y la obser-

vaci„n en vivo. Lo que se dice en una conversaci„n terap‡u-

tica puede ser menos importante que la entonaci„n y losgestos con que se lo dice. Si una mujer declara: ƒNo tengo

ninguna queja contra mi esposo… y se toca la nariz, nos

comunica un mensaje diferente del que habr‚a trasmitido si

no se la hubiera tocado.

 La terapia no es una ocasi•n social

Hay una premisa b†sica respecto a la terapia que todosdeber‚amos aceptar, pues nos ahorrar‚amos muchos malen-

tendidos: la terapia no es un contexto social. En una entre-

vista terap‡utica, hasta los comentarios sociales tienen unasignificaci„n no-social. El mismo mensaje significa una cosa

en un contexto social y otra en la entrevista terap‡utica.

(Terminada la terapia, cl‚nico y cliente pueden compartir

una reuni„n social, pero durante la terapia el foco de aten-ci„n es el cambio.) Por ejemplo, en una entrevista terap‡uti-

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ca, dos c„nyuges pueden darse la espalda o cruzar las pier-

nas en sentido divergente, lo cual puede ser interpretado por el terapeuta como una expresi„n de desavenencia. (Por

supuesto, tal hip„tesis debe ser tentativa, como toda inter- pretaci„n de metamensajes.) Sin embargo, si marido y mu-

 jer est†n sentados en una sala de estar, entre amigos, y cru-

zan las piernas en sentido divergente, ese lenguaje corporal

 puede tener un significado totalmente distinto o no comuni-car nada.

Todo lo dicho y hecho en el consultorio debe tomarse co-

mo un mensaje sobre ese contexto, dirigido al terapeuta. Ya

lo dijo Gregory Bateson: ƒTodo mensaje es a la vez un infor-

me y una orden…. El informe puede referirse al estado de

†nimo o la situaci„n de una persona, pero todos los mensa-

 jes indican c„mo deber‚a responder el otro. En terapia, el se-

gundo aspecto de los mensajes, la orden, adquiere especial

importancia; no obstante, con frecuencia es deso‚da por te-

rapeutas que s„lo enfocan la interioridad de una persona einterpretan sus dichos como simples comentarios acerca de

su naturaleza interior.Los clientes trasmiten mensajes no s„lo en forma verbal,

sino tambi‡n al ubicarse en el consultorio. Si los padres

sientan a un hijo en medio de ellos, le dicen algo al terapeu-

ta. Si una mujer se sienta de espaldas al marido, su postura

es un comentario dirigido al terapeuta. Por lo general, enuna entrevista familiar, lo mejor es que el terapeuta deje

que los miembros de la familia se sienten donde quieran;

as‚, les da la oportunidad de enviar un mensaje a trav‡s desu ubicaci„n. (El terapeuta siempre puede modificarla m†sadelante si lo desea.)

Un terapeuta ducho, desde luego, nunca comentar‚a un

mensaje no-verbal. Algunos terapeutas en formaci„n lo ha-cen para demostrar lo perspicaces que son. Otros creen que

se•alar a los clientes su lenguaje corporal genera un cambio

en ellos. Sin embargo, si el terapeuta le dice a una dienta:

ƒSe tap„ la boca al hablar de su marido, por lo tanto debe deestar ocultando algo…, ‰qu‡ puede hacer la pobre mujer? Dos

cosas: enojarse o quedar confundida, sin saber c„mo reaccio-

nar ante semejante groser‚a. Entonces, el terapeuta puedesuponer que su confusi„n es producto de sus profundos pro-

 blemas, y no una respuesta a su tosquedad. M†s le valdr‚asuponer que los clientes se comunican de diversas maneras

y que, si desean hablar con m†s claridad acerca de algo, lo

har†n. Cuando sus movimientos corporales son objeto deinterpretaciones, el cliente empieza a retener informaci„nen grado creciente por miedo a que el terapeuta explicite

cuestiones perturbadoras. En suma, se•alar a los clientes lo

que significa ƒrealmente… su comunicaci„n indirecta no s„lo

es una falta de respeto: tambi‡n es un error t‡cnico.

‚Por qu€ no somos sensatos y hacernos supervisi•n

en vivo?

El modo m†s eficaz de formar a un terapeuta es vi‡ndolo

hacer terapia a trav‡s de un espejo de visi„n unilateral o en

un monitor. La mejor manera de ense•ar destrezas cl‚nicas

es instruir al terapeuta mientras se observa lo que sucedeen el curso de la entrevista terap‡utica. Es el m‡todo did†c-

tico m†s caro, pero resulta mucho menos costoso cuando se

ense•a a un grupo de terapeutas en formaci„n. Estos se tur-

nan para entrar en el consultorio: mientras uno entrevistaal individuo o la familia, los dem†s observan y aprenden. Elsupervisor traza de antemano una estrategia junto con elsupervisado, y le imparte sugerencias por tel‡fono durante

la entrevista. El supervisado es libre de salir a consultar alsupervisor cada vez que lo juzgue necesario. Esta supervi-si„n en vivo no s„lo ofrece a los principiantes la oportunidad

de observar el uso de t‡cnicas cl‚nicas y mejorar sus propias

destrezas, sino que adem†s protege a los clientes de los tera-

 peutas principiantes, dada la constante disponibilidad del

supervisor para guiar la terapia e intervenir en ella.Estoy convencido de que la supervisi„n en vivo desempe-

•a en el proceso formativo un papel lo bastante importantecomo para dedicarle un cap‚tulo entero. Aqu‚ me limitar‡ a

hacer algunos comentarios generales.

.Detrƒs del espejo

En la supervisi„n en vivo, lo que ocurre detr†s del espejoes tan importante como lo que sucede frente a ‡l. El compor-

tamiento detr†s del espejo, o sea, en el grupo de terapeutas

en formaci„n, corre paralelo a lo que pasa en el consultorio.

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Si el supervisor se centra en los sentimientos del supervisa-

do, este bucear† en los sentimientos de los clientes y todos

se pondr†n en contacto con ese tipo de lenguaje.

A ambos lados del espejo se plantean las mismas cuestio-

nes de jerarqu‚a. Si un supervisor trata a sus supervisadosde igual a igual o como si fueran compa•eros, a estos les cos-

tar† asumir el rol de expertos al entrevistar a una familia.Esto se nota particularmente cuando la familia tiene un

miembro descontrolado. Por ejemplo, si el terapeuta quiere

que los padres se pongan firmes con un hijo violento, debe

tomar medidas directas o indirectas en tal sentido. Paraello, el supervisor debe tomar medidas para que el terapeu-

ta se ponga firme con la familia. La jerarqu‚a establecida

frente al espejo refleja la jerarqu‚a establecida detr†s del es-

 pejo (esta premisa es v†lida hasta en los programas forma-

tivos que prescinden del espejo). Entonces, si la terapia

exige que el terapeuta asuma el rol de experto en el consul-

torio, el supervisor debe asumir el mismo rol detr†s del es-

 pejo. Esto no significa que se deba establecer una tiran‚a;

simplemente, el supervisor tiene que saber su oficio cuandoforma terapeutas y el terapeuta tiene que ser un experto en

ayudar a los clientes.

Tanto en la terapia como en la supervisi„n, es preciso de-

finir las responsabilidades. En la pr†ctica cl‚nica, el tera- peuta es responsable del resultado de un tratamiento. En la

supervisi„n en vivo, el responsable es el supervisor; si el ca-

so fracasa, ‡l ha fracasado (esta regla no rige necesariamen-

te en la supervisi„n entre pares o la supervisi„n de un cole-

ga que tiene un problema).

As‚ como deseamos ver una conducta positiva en el con-

sultorio, tambi‡n queremos verla detr†s del espejo. Cuando

el supervisor reˆne al grupo, conviene que explique breve-mente las normas de conducta que regir†n detr†s del espe-

 jo. La regla b†sica para los principiantes debe ser no co-mentar entre s‚ sus intervenciones salvo para formular una

sugerencia positiva. Las interpretaciones perspicaces, por

lo comˆn negativas, est†n prohibidas entre los miembrosdel grupo porque generan malestar cuando lo deseable y ne-

cesario es que reine el buen †nimo. Est† bien decir: ƒQuiz†s

ese hombre cambiar‚a m†s r†pidamente si hicieras pasar asu madre…. Es inconveniente decir: ƒj,Evitaste introducir a

su madre en el consultorio porque temes a las madres?….

 No es raro que los supervisados hayan recibido una for-

maci„n en terapia psicodin†mica. A estas personas les cues-

ta abandonar el h†bito de hacer interpretaciones. Hay que prestarles ayuda. El problema radica en parte en que se

 pide a terapeutas experimentados que vuelvan a ser estu-diantes para aprender la terapia breve, una posici„n en siembarazosa para muchos de ellos. Un terapeuta con varios

a•os de pr†ctica privada se inscribi„ en un programa for-mativo centrado en la terapia breve. No s„lo discrep„ con su

supervisor sobre la ideolog‚a y las t‡cnicas aplicadas en las

entrevistas, sino que adem†s se vio como otro principiante

en el aprendizaje de la entrevista a familias enteras. El su- pervisor tuvo que enfrentar su orgullo e impedir que conta-

minara los debates con ideas tomadas de la terapia prolon-

gada, en particular la noci„n de que el terapeuta debe pa-sar la mayor parte de una sesi„n buceando en el pasado del

cliente para comprenderlo a fondo. La presencia de este ti-

 po de supervisado mover† al supervisor a abordar aspectos

 pr†cticos de la terapia a fin de educar a los principiantes del

grupo; entretanto, invitar† a aquel supervisado a aprenderlos principios de la terapia breve y a reservar su opini„nhasta que no haya observado su aplicaci„n pr†ctica.

Un supervisor tambi‡n debe impedir que sus supervisa-

dos bromeen a costa de los clientes a quienes observan de-

tr†s del espejo, o los ridiculicen. Si tolera ese tipo de comen-

tarios, habitualmente hechos por principiantes que inten-tan adoptar una posici„n de superioridad, corre el riesgo de

que sus supervisados pierdan respeto al m‡todo terap‡utico

en s‚. La rivalidad entre supervisados debe ser encauzadahacia la meta de ver qui‡n puede ser el terapeuta m†s bon-

dadoso y competente. Los miembros de un grupo formativo

deben tener bien en claro que el supervisor es su director.Toda idea o sugerencia destinada a otro miembro del grupo

se propondr† a trav‡s de ‡l. Esto es, cuando un terapeuta

sale del consultorio en busca de un plan, el grupo no debecomportarse democr†ticamente y bombardearlo con ideas.

Quien debe comunicarse con ‡l es el supervisor. Si este abre

el debate para que todos aporten ideas, deber† organizar los

comentarios y sugerencias que formulen los otros miembrosdel grupo.

Hay m‡todos formativos en que el grupo es reflexivo ydemocr†tico, y nadie es responsable de los fracasos. B†sica-

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mente, es una supervisi„n entre pares. Tambi‡n hay quie-nes afirman que la formaci„n debe llevar impl‚cita una cote-

rapia y prefieren que el docente est‡ en el consultorio, junto

al principiante, y no detr†s del espejo. Otros alegan: puestoque, finalmente, el terapeuta en formaci„n deber† enfren-

tarse a solas con el cliente, ‰por qu‡ no empezar ya?

Los supervisores deben decidir sobre la clase de grupoque necesitan para crear un ambiente formativo. Los miem-

 bros del grupo de formaci„n trabajan mejor en equipo cuan-

do no hay observadores regulares no-participantes (los in-vitados ocasionales deber‚an ser bienvenidos); es decir, to-

dos los miembros tendr†n que exponerse haciendo terapiadelante del grupo. Los observadores que no hacen terapia

sino que se limitan a mirar a otros tienden a ser cr‚ticos yhasta arrogantes; dan a entender que ellos podr‚an hacerlomejor, pero sin tener que demostrar su pericia. Si todos los

miembros del grupo est†n obligados a participar en la te-

rapia, tienden a aunar esfuerzos y ayudarse mutuamente.

‰Todo debe ser compartido con los clientes?

Desde los tiempos del Antiguo Egipto, el m‡dico o cha-

m†n ha tenido que decidir si comunica sus ideas a las perso-

nas a quienes trata o si mantiene un halo de misterio. La

magia act a de manera „ptima cuando no se divulga su

 premisa pero, ‰qu‡ pasa con la terapia? ‰Los terapeutasdeben hacer part‚cipes de sus estrategias a los clientes? Un

supervisor tiene que elegir la frontera que trazar† alrede-dor de su grupo. Tal vez decida, por ejemplo, que los tera-

 peutas en formaci„n deliberen en privado, fuera del alcancede los o‚dos del cliente, y considere que las ideas y los pro-

cedimientos trazados incumben al terapeuta y no al cliente.

Si este insiste en conocer los fundamentos del enfoque tera-

 p‡utico o de una intervenci„n en particular, el terapeuta puede enunciarlos. Pero de ordinario el terapeuta no impo-

ne al cliente sus estrategias y premisas a menos que tengamotivos para creer que con ello facilitar‚a el cambio.

En esta ‡poca igualitaria, en Estados Unidos hay super-

visores que abogan por la terapia colaborativa. Hasta sos-tienen que en vez de ser autoritativos e imponer sus ideas a

los clientes, los terapeutas familiares deben someter los

 problemas a votaci„n y emitir su voto junto con los miem- bros de la familia. Supongamos que tenemos a una madre

con un hijo problema y queremos que lleve cuenta de sus buenas y malas conductas por una semana. La meta del

supervisor bien puede ser que la madre cambie su modo de

responder al hijo. En vez de enojarse, tomar† nota y, en con-

secuencia, responder† de una manera imprevista con rela-ci„n al hijo. ‰El terapeuta deber‚a comunicar a la madre el

 prop„sito de este plan? Puede discutirlo con ella y, proba- blemente, aun as‚ lo ejecutar‚a. Pero si existiese la posibili-

dad de que se sienta criticada o se rehuse a participar, ‰qu‡

ganar‚a el terapeuta comunic†ndole democr†ticamente el

 plan de terapia? Ese terapeuta s„lo ha respondido a una po-sici„n ideol„gica, pero no a la madre.

Cabr‚a arg‹ir que un terapeuta tiene que poner especial

cuidado en determinar si hace o no part‚cipe a la familia de

ciertas premisas. Supongamos que ha elaborado la hip„te-sis de que un adolescente ha intentado suicidarse como un

medio de ayudar a sus padres a estabilizar su matrimonio.Quiz† se sienta tentado de comunic†rsela a los padres para

destacar las motivaciones positivas del muchacho, pero nin-

guna pareja quiere o‚r de boca de terceros que su relaci„nconyugal es tan mala que su hijo se siente obligado a sacri-

ficar su vida por ellos. Si es cierto que intent„ suicidarse

 para ayudar a sus padres, estos se alterar†n y se enojar†n

con ‡l y entre s‚, el hijo intensificar† su conducta autodes-tructiva y el cl‚nico habr† arruinado el tratamiento por com-

 partir una hip„tesis terap‡utica. Si la hip„tesis es err„nea,si el, muchacho no intent„ suicidarse para ayudar a sus pa-

dres sino por otras razones, el terapeuta revelar‚a as‚ que

comete un grave error. Los supervisores deben abstenersede colocar a sus supervisados en situaciones perdidosasrespecto de sus clientes.

El supervisor decidir† igualmente si acceder† o no al de-

seo de un cliente del supervisado de conocer a la personaque est† detr†s del espejo. Vuelve a plantearse la pregunta

sobre si revelamos o no al cliente el mecanismo de la tera-

 pia. En ocasiones, el terapeuta est† en condiciones de

responderle que podr† ver al supervisor una vez resuelto su

 problema. Para entonces, los clientes suelen haber perdido

todo inter‡s por conocerlo.

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Mi sugerencia es que supervisores y supervisados medi-ten a fondo sobre ciertas pr†cticas heredadas del pasadoque hoy parecen superadas. Supongamos que un cliente pregunte al terapeuta: ƒ‰Usted es casado?…. ‰Qu‡ respuesta

deber‚a aconsejarle el supervisor? Un supervisor con forma-

ci„n tradicional le aconsejar‚a que contestara: ƒMe pregun-

to por qu‡ me lo dice…. Hoy deber‚amos darnos cuenta deque una respuesta as‚ data de la ‡poca en que los te„ricos

conceb‚an al terapeuta como una pantalla en blanco sobrela que el cliente proyectaba ideas e impulsos. A su entender,

los clientes que solicitaban informaci„n prosaica acerca de

‡l manifestaban una conducta manipulativa e impropia. Es

que se pon‚a el acento en las fantas‚as del cliente, y no en el

mundo real. Hoy, la mayor‚a de los terapeutas creen que los

clientes tienen derecho a saber si su terapeuta es casado o

tiene hijos. Si el cl‚nico intuye que detr†s de tal preguntahay una intenci„n oculta, responder†: ƒS‚, soy casado. ‰Por

qu‡ me lo pregunta?…. As‚ puede ser humano y, a la vez,

abordar diversos aspectos de la pregunta. En estos tiempos

de cambios en el campo de la terapia, es preciso revisarvarios tipos de conductas en terapeutas y clientes. Al pa-recer, con el desarrollo de la terapia familiar, se han huma-

nizado m†s las respuestas de los terapeutas, y este adelanto

se ha extendido a terapias basadas en otras ideolog‚as.

Variaciones sobre el concepto de la supervisi„n

Las diferencias culturales existentes en la terapia alcan-

zan tambi‡n a la formaci„n del terapeuta. La terapia fami-

liar naci„ en Estados Unidos y muchos de sus procedimien-tos son t‚picamente norteamericanos. Milton Erickson, que

tanto influy„ en las nuevas tendencias y avances de estadisciplina, sol‚a citar ejemplos tomados de la vida rural nor-teamericana. La terapia individual, de origen europeo, pri-

vilegiaba las ideas de los primeros psic„logos. Ser‚a impo-

sible pretender que Freud discutiese sobre el modo de per-

suadir a una vaca de que saliera de un granero, como lo hizo

Erickson. Con la transici„n a la terapia orientada hacia lafamilia, el mundo real entr„ en el consultorio y el foco de la

terapia se centr‡ menos en las fantas‚as y la filosof‚a.

Reunir a mi grupo de terapeutas detr†s de un espejo esotra t‡cnica norteamericana. La noci„n de un l‚der que uti-

liza las ideas de sus seguidores pero toma la decisi„n final y

se responsabiliza por las consecuencias refleja la predilec-

ci„n norteamericana por el individualismo. Comp†rese esto

con el enfoque de los terapeutas familiares japoneses: segˆntengo entendido, en Jap„n, el supervisor y el grupo de tera-

 peutas en formaci„n ubicados detr†s del espejo deben al-canzar un consenso sobre lo que har†n; as‚, el supervisor es

esencialmente un representante del grupo.Por supuesto, es posible que un supervisor que asuma la

responsabilidad como experto acabe por tiranizar a sus su-

 pervisados y pretender que copien sus ideas y conductas cl‚-

nicas. Hay motivos para preocuparse por esta posibilidad.Andan por el mundo supervisores arrogantes que, en vez de

alentar en sus supervisados la independencia de pensa-miento, m†s bien los humillan y esperan que adopten los

 puntos de vista que ellos les presentan. Este riesgo existe,en parte, porque el terapeuta se forma en un proceso de

aprendizaje, en el sentido literal de la palabra. Lo ideal esque se coloque como aprendiz en casa de un experto, apren-

da lo que ‡l pueda ense•arle y, despu‡s, desarrolle su propia

t‡cnica; pero hay terapeutas-aprendices que nunca van m†s

all† de las ense•anzas de su supervisor. Otros adquierenuna s„lida base de destrezas y conocimientos, y generan

ideas nuevas. La meta de la supervisi„n es producir tera-

 peutas que perfeccionen lo aprendido.

Esta concepci„n particular de la supervisi„n en vivo esuna entre tantas. Hay quienes sostienen que la supervisi„n

debiera ser menos jer†rquica y m†s colaborativa (tambi‡nlo dicen de la terapia). Prefieren el trabajo en equipo sin el

liderazgo de un supervisor, y hasta les gusta que el equipose siente junto a la familia en vez de situarse detr†s de unespejo. Adem†s, hay terapeutas que abogan por incluir una

coterapia en el proceso formativo: el maestro conduce la te-

rapia y el disc‚pulo lo observa, sentado en el consultorio.

En este libro, no recomiendo tales m‡todos. Temo que los

supervisores que los utilizan lo hagan porque son reacios a

responsabilizarse por lo que sucediere en la terapia. Com- partir la responsabilidad con un equipo o coterapeuta, o con

los mismos clientes, es una forma de eludirla. Creo que elsupervisor necesita recibir ideas del grupo de terapeutas

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situado detr†s del espejo, pero tambi‡n tiene que asumir la

responsabilidad por lo que le pasa al cliente. Me preocupaigualmente la posibilidad de que muchos supervisores nosepan ense•ar a un terapeuta en formaci„n el modo de

abordar cierto problema; al compartir con un equipo la ta-rea de discurrir un plan para resolverlo, eluden la necesi-

dad, y el deber, de saber qu‡ hacer. La conversaci„n rem-

 plaza a la acci„n tanto en el proceso formativo como en laterapia.

Creo que la coterapia did†ctica s„lo ense•a al terapeuta

en formaci„n a quedarse sentado observando el trabajo delmaestro. Puesto que, en definitiva, el estudiante ha de asu-

mir la responsabilidad por el tratamiento de sus clientes,‰por qu‡ no empezamos por encomendarle la conducci„n de

la terapia, mientras el supervisor, sentado detr†s del espejo,observa la evoluci„n del tratamiento?

2. El supervisor

Selecci„n del supervisor

El supervisor ideal es una persona de cierta edad, ma-dura, entendida, experimentada en la vida y en la pr†cticaterap‡utica. Cuanto m†s entendido sea, tanto mayor ser†

 probablemente su paciencia y tanto m†s se beneficiar† el proceso formativo. Desde luego, los terapeutas en formaci„n

no suelen tener el supervisor ideal, pero quiz† resulte tildiscutir sus rasgos. El terapeuta en formaci„n m†s sagaz es

aquel que aprende todo lo que puede de cada docente, e in-

cluso de un supervisor inadecuado. Aˆn m†s sagaz ser† elque se reubique para estar un tiempo con el mejor supervi-

sor disponible. Uno o dos a•os m†s de aprendizaje no son un

gran sacrificio si piensa dedicar su vida a hacer terapia.

Lo mejor es que nuestro supervisor haya sido c„nyuge y

 progenitor, es decir, que est‡ familiarizado con las vicisitu-des de la vida diaria adem†s de ser un experimentado con-

ductor de terapias. El tiempo que haya pasado de este lado

del espejo haciendo terapia le instilar† empat‚a hacia todas

las personas involucradas. El supervisor debe ser bonda-doso en vista de las dificultades y tribulaciones que debe

afrontar a ambos lados del espejo. Tambi‡n debe ser am-

 bicioso y escrupuloso, y estar decidido a tener ‡xito en todoslos casos que trate.

Ser un buen terapeuta no garantiza que se llegue a serun buen supervisor. Admirados a veces por la destreza deun terapeuta, los administradores de un centro de saluddesean promoverlo a un puesto de supervisor porque creen

estar ante dos capacidades interrelacionadas. Pero el tra-

 bajo del terapeuta y el del supervisor requieren destrezasdiferentes. El terapeuta debe pensar sobre la marcha (o

estando sentado) en medio de la acci„n terap‡utica; en cam-

 bio, el supervisor, situado detr†s del espejo, tiene tiempo

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 para reflexionar y oportunidad de abarcar una visi„n pano-

r†mica sin verse obligado a dar una respuesta inmediata.

En mi consultorio privado, sol‚a costarme pensar unadirectiva en medio de la acci„n emocional de la primera en-trevista. Me costaba ser objetivo. En algunos casos, ped‚a a

los clientes que volvieran dentro de una semana, momento

en el cual les impartir‚a una directiva ˆtil. Sol‚a decirles

esto sin saber cu†l ser‚a esa directiva, pero seguro de que enla semana se me ocurrir‚a alguna. A otros terapeutas lesresulta f†cil idear medidas o directivas durante la entrevis-

ta. Una de las razones por las que me volqu‡ a la supervi-si„n fue tener la grata oportunidad de tomar m†s distanciade los datos y, as‚, ser m†s objetivo.

El supervisor docente debe responder no s„lo a lo que su-

cede en el consultorio, sino tambi‡n a lo que les pasa a los

terapeutas en formaci„n agrupados detr†s del espejo. Launidad de observaci„n est† constituida por ese grupo y por

la entrevista terap‡utica. El supervisor que se centra en la

situaci„n de terapia corre el riesgo de descuidar su misi„nformativa, y viceversa.

Algunos terapeutas que se entusiasman haciendo tera- pia tienen dificultades cuando pasan a ser supervisores. Seaburren detr†s del espejo; les gustar‚a estar en el consulto-

rio, donde se desarrolla la acci„n. Tambi‡n hay supervisores

que recogen sus datos cl‚nicos interactuando con los clientes

y observando sus respuestas. Les resulta dificil adquirir in-

formaci„n mediante la observaci„n de los clientes a trav‡sde un espejo de visi„n. unilateral. En consecuencia, entran

en el consultorio para ƒayudar… al terapeuta y, en ocasio-nes, inventan una teor‚a que justifique esto como una bue-na forma de supervisi„n. Recomiendo a los supervisores

 permanecer detr†s del espejo. Con excesiva frecuencia, a los

terapeutas les cuesta recuperar su posici„n una vez que elsupervisor ha entrado en el consultorio y ha asumido la con-

ducci„n de la terapia. Esto sucede en particular cuando elsupervisor resulta ser obstinado o incompetente. Adem†s,

los terapeutas en formaci„n aprenden a asumir una mayor

responsabilidad si se establece, desde el principio, que el su-

 pervisor no entrar† en el consultorio para socorrerlos.

El administrador que contrata a un supervisor debe in-

sistir en las cuestiones que acabo de esbozar. El terapeutaen formaci„n que elige a un supervisor debe preocuparse no

s„lo por averiguar cu†n entendido y respetable es, sinotambi‡n hasta qu‡ punto se llevar† bien con ‡l. Despu‡s de

todo, supervisor y supervisado pasar†n muchas horas jun-tos, luchando con situaciones emocionales muy intensas y

 perturbadoras.

Las metas formativas

La formaci„n de terapeutas puede concebirse como un proceso en etapas. Adem†s de la adquisici„n de los conoci-

mientos generales necesarios para ser un profesional, lameta especifica de ese proceso es formar entrevistadores

competentes. Ya se la considere un intercambio human‚sti-

co o una destreza t‡cnica, la terapia consiste esencialmente

en saber entrevistar a la gente. Los terapeutas tienen queser capaces de entrevistar h†bilmente a individuos, pare- jas y familias. Deben aprender a manejarse bien con ni•os,

adolescentes, adultos y ancianos. Deben entrevistarlos demanera tal que se esclarezcan los problemas, se destaquen

las soluciones y queden claros los objetivos positivos. Tie-

nen que abordar una entrevista con un sentido de la opor-tunidad, y no prisioneros de una ansiedad nerviosa. Esto es,

si a un terapeuta en formaci„n lo detienen en e3 pasillo de

un centro de terapia y le preguntan si puede ver a una fami-

lia que acaba de ingresar, debe ser capaz de responder conaplomo ƒS‚, por supuesto…, en vez de preguntar ansiosamen-

te ƒ‰Qu‡ clase de familia es?….En la segunda etapa Šque bien puede requerir un se-

gundo a•o de formaci„nŠ, el terapeuta debe adiestrarse en

el uso de diversas intervenciones y aprender a elegir la que

conviene para una situaci„n dada. Por ejemplo, tal vez seacapaz de resolver prontamente un problema contra el que

un cliente o familia han luchado por largo tiempo, pero tam-

 bi‡n debe ser conciente de que un ‡xito r†pido puede con-ferirle un poder excesivo con relaci„n al cliente. En otras pa-

labras, los terapeutas en formaci„n deben aprender a anti-

ciparse a las reacciones que sus intervenciones, aun las lo-gradas, provocar†n en los clientes. Los terapeutas quierenevitar que el cliente o la familia sufran una reca‚da ocasio-

nada por la necesidad de desequilibrar la balanza de poder.

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Los supervisores tienen el deber de ense•arles, por lo me-nos, dos t‡cnicas de prevenci„n de las reca‚das: 1) alentar

una reca‚da con tal destreza que la familia o el cliente derro-ten el poder del terapeuta no recayendo, en cuyo caso todos

salen ganando, o 2) evitar que le atribuyan el logro de un

cambio positivo (si el terapeuta no se explica c„mo se pro-dujo el cambio, el cliente o la familia no lo responsabilizan

 por ‡l). La segunda etapa se completa cuando el terapeutaen formaci„n puede hacer lo que su supervisor le ha en-

se•ado.Por ltimo, es preciso reconocer que si los terapeutas s„-

lo pueden hacer lo que sus supervisores son capaces de eje-cutar, la formaci„n no ser† un logro cabal. Si los superviso-

res producen terapeutas que, al graduarse, piensan y ac-tˆan exactamente igual que ellos, el logro es relativo. Elarte de ense•ar incluye la meta de alentar a los disc‚pulos a

crear y ensayar procedimientos nuevos y originales. Haciael final del proceso formativo, los supervisores deben mos-

trarse agradablemente sorprendidos por las intervenciones

novedosas que hagan sus supervisados, y en las que ‡l nun-ca pens„. El aspecto m†s dificil del proceso formativo es en-

se•ar el arte de innovar, un arte necesario porque los cam- bios que experimentan los clientes y sus problemas obligan

a elaborar nuevos enfoques o t‡cnicas.Creo conveniente preguntarse si las anteriores genera-

ciones de supervisores en efecto produjeron terapeutas m†sinnovadores que sus maestros. ‰Hicieron sus disc‚pulos en

los diferentes enfoques terap‡uticos, en particular las tera-

 pias familiares, un aporte comparable o superior al de ellos?Si no superaron a sus maestros, ‰no ser† por culpa de es-

tos? Desde luego, la mayor‚a de los innovadores en un cam-

 po determinado, especialmente el de la terapia, poseen una

ortodoxia que les sirve de patr„n para confrontar y aclarar

sus ideas. Sus disc‚pulos carecen de ella y, por consiguiente, pueden heredar una confusi„n.De m†s est† decir que hay muchas metas formativas.

Los terapeutas deben aprender a involucrarse con un clien-

te y a desengancharse en el momento oportuno. Los super-visores pueden fomentar estas destrezas durante el proceso

formativo pero, en ˆltima instancia, los terapeutas deben

adquirirlas por s‚ solos. Tambi‡n se ejercitar†n en dos tipos

de entrevistas: 1) conversar con un cliente de manera de

establecer un clima favorable al cambio, y 2) hacer una

intervenci„n que provoque un cambio.

Un terapeuta debe aprender a conducir una entrevistaen forma sistem†tica; esto requiere conocimientos y pr†cti-

ca. Cuando empec‡ a hacer terapia, me di cuenta de que no

sab‚a c„mo conducir una entrevista terap‡utica. Revis‡ la bibliograf‚a en busca de orientaci„n, pero apenas si la en-contr‡. La ˆnica gu‚a que pude hallar fue The psychiatricinterview,' de Harry Stack Sullivan. A•os despu‡s, mien-tras formaba a varios terapeutas, escrib‚ Problem-solvingtherapy: New strategies for effective family therapy;2 all‚ofrec‚ informaci„n sobre la manera de conducir una prime-

ra entrevista. (La experiencia me hab‚a ense•ado que el

terapeuta principiante necesita que lo ayuden a aprenderincluso a saludar y a qui‡n debe dirigir ese saludo.)

Existe cierto peligro de que, una vez terminada su for-maci„n, los terapeutas regresen, a la larga, a los viejos m‡-todos terap‡uticos. Durante el curso, aprenden a hacer una

terapia breve e innovadora y a evitar procedimientos que la

dificulten. Para mantener su pericia, es importante que

consigan trabajo en un contexto donde la terapia aprendida

resulte apropiada. Por desgracia, eso no siempre es posible.Como es sabido, nuestro contexto social determina en gran

medida nuestro modo de pensar. Los terapeutas que traba- jen en un contexto inadecuado para la terapia breve e inno-

vadora tendr†n que responder a esa realidad. Supongamos

que s„lo encuentren empleo en una unidad de internaci„n.All‚ deben trabajar y pensar de una manera apropiada para

los clientes en custodia. (Una circunstancia tan extrema

quiz† sea infrecuente, pero todo contexto terap‡utico, in-cluida la pr†ctica privada, determina el modo de trabajo del

terapeuta, que no siempre es acorde con las t‡cnicas apren-

didas en el entorno m†s flexible de su lugar de formaci„n.)

A•os antes, mientras elaboraba una terapia breve orienta-da hacia la familia, pas‡ un tiempo con pacientes interna-

dos y su familia. Llegu‡ a la conclusi„n de que no tenia sen-

tido hacer terapia alguna hasta que no se fijara fecha para

z H. S. Sullivan (1970)The psychiatric interview, Nueva York: Norton.z J. Haley (1987)  Problem-solving therapy. New strategies for effective

 family therapy, 2„ ed., San Francisco: Jossey-Bass. [Terapia para resolver

 problemas. Nuevas estrategias para una terapia  familiar eficaz, BuenosAires: Amorrortu editores, 1980.]

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darles el alta, pues descubr‚ que cuando la persona proble-

ma est† hospitalizada, el resto de la familia se limita a dar

las respuestas o comentarios correctos. Pero cuando el tera-

 peuta anuncia ƒEl pr„ximo lunes por la ma•ana dar†n elalta a su hijo…, las familias responden con una mayor moti-

vaci„n e inter‡s por lo que sucede en el mundo real.

Qu‡ decir a un grupo de terapeutas en formaci„n

Tal vez convenga enunciar con detalle un conjunto de pautas destinadas a un grupo de principiantes, incluidas

 pautas sobre lo que se espera de ellos. Presuponemos que

los miembros del grupo son terapeutas con experiencia; ya

han pasado por una escuela para graduados.

1. Los terapeutas se turnar†n para programar una se-si„n de terapia junto con el supervisor antes de entrar en el

consultorio, al otro lado del espejo, e iniciar la terapia.2. Habr† seminarios sobre temas que interesen a los

casos en tratamiento. Los miembros del grupo aprender†na presentar a los clientes el espejo de visi„n unilateral o lavideofilmadora y los formularios de permiso de divulgaci„n

de informaci„n que deben firmar. Las clases pueden incluir

simulacros de sesiones de terapia familiar a fin de que los

miembros del grupo puedan practicar estas presentaciones(la representaci„n de roles tendr† este ˆnico fin y no se uti-

lizar† para practicar entrevistas o intervenciones).3. Se advierte .a los estudiantes que, sean cuales fueren

sus antecedentes en terapia, en este curso les ense•ar†n un

enfoque determinado. Una vez que lo hayan aprendido, po-

dr†n decidir si lo mantendr†n o no en su lugar de trabajo.

4. No se permite ninguna interpretaci„n psicodin†mica.Se impedir† toda puja por ver qui‡n percibe los aspectos

m†s horribles o detestables de un cliente o familia; los estu-diantes deben destacar lo positivo en cualquier comentario

que hagan. Deben compartir bajo una luz positiva el conoci-miento adquirido en su formaci„n personal.

5. El supervisor es la autoridad m†xima detr†s del espe-

 jo y es responsable del resultado de la terapia. El grupo sedirige por intermedio del supervisor al miembro que condu-

ce la terapia y, en la discusi„n de una entrevista, no lo bom- bardea con una andanada de ideas individuales.

6. Cuando el supervisor imparte una sugerencia por tel‡-

fono durante la sesi„n de terapia, se la tomar† como tal y nocorno una orden. Si el principiante est† en desacuerdo, debe

expresarlo. Pero habr† momentos en que el supervisor letrasmita una orden porque en ‡l recae la responsabilidad

 por el ‡xito o fracaso del caso. Si el destinatario de la direc-tiva trasmitida telef„nicamente por el supervisor la objeta,

debe salir a consultar al supervisor para llegar a un acuerdo

sobre el procedimiento por seguir.

7. Los terapeutas deben prever que har†n un tipo de te-rapia hasta entonces no practicado por ellos, e intervencio-

nes que ampliar†n su repertorio cl‚nico. Pero no har†n nada

que contravenga sus principios, sino que negociar†n con el

supervisor hasta llegar a un acuerdo.8. Cuando se enciende la se•al de llamada en el tel‡fono

del consultorio, el terapeuta debe tomar el auricular, escu-char, colgar y proseguir con la entrevista. Nunca responde-

r† exageradamente a la llamada. El supervisor usa el tel‡fo-

no con el fin primordial de impartir sugerencias acordes con

un plan preestablecido; por consiguiente, ha de ser breve eir al grano. Una intervenci„n importante (p. ej., una estra-

tegia de ordalia) no debe surgir de una conversaci„n telef„-nica sino de un debate realizado detr†s del espejo.

9. La meta final de la formaci„n es capacitar a los tera- peutas para prescindir del supervisor y llevar a buen t‡r-mino los casos, apoy†ndose en los conocimientos espec‚ficos

adquiridos durante el curso. Del mismo modo, la meta tera-

 p‡utica es capacitar al cliente para independizarse del te-

rapeuta lo antes posible.

10. En muchos casos conviene hacer una entrevista de

seguimiento con un cliente o familia a los pocos meses de

haber terminado la terapia; la reuni„n se hace en un consul-torio provisto de espejo de visi„n unilateral. Se interroga a

la familia sobre lo ocurrido durante su tratamiento y los fac-tores que, a su entender, provocaron un cambio. Con fre-cuencia, sus respuestas sorprenden a los terapeutas por-

que la intervenci„n a la que atribuyen el cambio no siemprecoincide con la causal designada por la familia. La entrevis-

ta de seguimiento produce un efecto adicional: compromete

m†s al terapeuta en el caso, porque le recuerda que el clien-

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te o la familia podr†n ser convocados para que informen al

grupo acerca de su experiencia terap‡utica.

‰Qui‡nes administran el servicio de salud?

La mayor‚a de los terapeutas se formaron en una ‡poca

en que la terapia pod‚a ser .un proceso largo y pausado. Se

centraba en la reflexi„n sobre el pasado y la naturaleza delos problemas actuales. Nadie presionaba al terapeuta para

que indujese un cambio r†pido. A los j„venes de hoy les

cuesta creer que hubo un tiempo en que se aceptaba la tera- pia prolongada. Recuerdo que en la d‡cada de 1950 yo hac‚a

una terapia breve por medio de hipnosis, terapia familiar

y tratamiento de los s‚ntomas como fen„menos comunica-tivos. Cuando dict‡ una conferencia sobre la pronta reso-luci„n de un s‚ntoma, a los terapeutas que constitu‚an laaudiencia les pareci„ impropio, si no inmoral, hacer una te-

rapia que durara s„lo unas pocas sesiones. Estaban acos-tumbrados a advertir al cliente que no esperara lograr un

cambio en menos de un a•o y no era raro que un tratamien-to durara varios a•os. Por entonces, los clientes esperaban poco de los terapeutas, de modo que no hab‚a prisa por ob-tener un cambio. Los clientes no esperaban que el terapeuta

centrara su atenci„n en un problema y se afirmaba que la

terapia breve no pod‚a sino ser superficial. Los terapeutasnecesitaban relativamente pocos clientes, puesto que los

ve‚an por largo tiempo. Eso s‚, el problema de costear la

terapia afectaba su duraci„n, igual que ahora.

Con el tiempo, hubo una aceptaci„n paulatina de la tera- pia breve; cada vez fueron m†s los clientes y los terapeutas

que esperaban una terapia de corto plazo. Se impuso la

necesidad de formar terapeutas activos y directivos. Pero,‰d„nde encontrar supervisores capaces de hacerlo? Recuerdo

mis idas y venidas entre San Francisco y Phoenix para sersupervisado por Milton Erickson porque, entre los terapeu-tas conocidos por m‚ (y hab‚a investigado a varios como par-

te del proyecto de Bateson), era el nico que usaba terapia

 breve. Por entonces, los clientes derivados a un especialista

en terapia breve sol‚an ser personas que hab‚an fracasado

a•o a a•o haciendo terapia prolongada. Tambi‡n hab‚a m‡-

dicos que derivaban pacientes para un tratamiento de hip-noterapia porque pensaban que no deb‚a l levar a•os curars‚ntomas tales como una fobia. (Tal vez debo agregar queaunque la meta era abreviar la terapia, no siempre se alcan-

zaba. Recuerdo haber hecho ƒterapia breve… durante tresa•os con un cliente a quien no pod‚a curar ni despedir.)

Hoy asistimos a una trasformaci„n del sistema de finan-

ciaci„n de la terapia que impone a los terapeutas la necesi-

dad de aprender a conducir tratamientos breves centrados

en el s‚ntoma. Las compa•‚as aseguradoras deciden en qu‡consistir† la terapia, cu†nto durar† y qui‡n la har†. El tema

de debate entre terapeutas ya no es tanto c„mo hacer tera- pia, sino las ganancias y las p‡rdidas; esto se observa hoy

aun m†s que ayer. En la actualidad, los terapeutas intentan

convertirse en proveedores elegidos, en vez de confiar en laderivaci„n tradicional. Se pide a supervisores sin formaci„n

en terapia breve que ense•en ese enfoque porque es el que

encaja en los l‚mites impuestos por las compa•‚as asegura-doras. En este libro, presento una forma de terapia breve

elaborada muchos a•os antes del advenimiento de los ser-

vicios de salud gerenciados.

Los terapeutas tienen hoy la importante misi„n de man-tener la integridad de la terapia y no comprometer sus con-

vicciones s„lo para conformar a un grupo de empresariosque no sabe que es la terapia, ni qu‡ podr‚a ser. El peligro

est† en que quienes ejercen el control financiero de los ser-

vicios de salud fomentar†n la aplicaci„n de tratamientosinadecuados por parte de terapeutas con formaci„n m‚nima

que cobren los honorarios m†s bajos. El eventual fracaso de

una terapia mal hecha afectar† la reputaci„n de todos losterapeutas. Por otro lado, las compa•‚as aseguradoras ya producen el efecto positivo de inducir a los terapeutas a cen-

trarse en los problemas psicol„gicos que los clientes quieren

resolver as‚ como en su deseo de superar esos problemas lom†s r†pidamente posible.

Abriguemos la esperanza de que los terapeutas de dife-rentes escuelas y facciones antag„nicas se unan para man-

tener una posici„n ‡tica en estos tiempos de cambio. Cada

terapeuta y cada supervisor tiene que asumir una posici„n

‡tica e insistir con firmeza, ante los administradores de los

servicios de salud gerenciados, en la terapia que se debeaplicar en cada caso y en el tiempo que demandar†. Afortu-

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nadamente, parece que progresamos en convencer a esta

gente de que el terapeuta m†s barato rara vez es, a la larga,el m†s eficaz.

La intervenci„n sigue los pasos de la supervisi„n

Formar terapeutas significa darles un conocimiento

fecundo sobre capacidades humanas. Es ense•arles unagama de destrezas para entrevistar a sus clientes y resol-

verles sus dificultades; ayudarlos a superar los problemas personales que traben su capacidad de conducir eficazmen-

te la terapia. Se ha hecho evidente que el modo en que se

hace terapia y el modo en que se ense•a a hacerla son sin„-

nimos. Si el supervisor hace terapia de insight, ense•ar† proveyendo de insight personal al terapeuta en formaci„n.Si hace una terapia breve directiva, dirigir† al terapeuta enformaci„n en lo que este debe hacer. Los supervisados talvez se desconcierten si el supervisor les ense•a una teor‚a

adecuada para la terapia de insight prolongada, cuando

 pretendidamente los orienta en la pr†ctica de t‡cnicas de te-rapia breve. La supervisi„n debe cambiar a la par de la tera-

 pia. El proceso de transici„n por el que atraviesa la psico-terapia, caracterizado por una mezcla desconcertante deideas pasadas y presentes, genera la posibilidad de que te-rapia y supervisi„n entren en conflicto.

Si un terapeuta explora las ideas y emociones inconcien-tes de un cliente y se las interpreta, cabe presumir que susupervisor explora sus ideas y emociones inconcientes per-

sonales. Si el supervisor pide al terapeuta que trace ungenograma de su †rbol geneal„gico o se explaye sobre su

historia social, el terapeuta hablar† del pasado con sus

clientes. Si un terapeuta se centra en el problema presen-tado por el cliente, es seguro que su supervisor se centrar†

espec‚ficamente en los puntos fuertes y d‡biles de aquel.

Lo que sucede en el consultorio es formalmente id‡nticoa lo que sucede en la sala de supervisi„n.

Psicodin†mica de la formaci„n: pasado y presente

En el periodo psicodin†mico, la terapia y la formaci„n

del terapeuta estaban tan bien coordinadas que parec‚anfusionarse en un proceso ˆnico. El pensamiento psicodin†-

mico tal vez hoy nos parezca anticuado, pero muchos docen-

tes siguen us†ndolo porque fueron formados en ‡l. He aqu‚algunas caracter‚sticas del enfoque psicodin†mico:

1. La psicoterapia se consideraba una especialidad m‡di-ca; para alcanzar m†ximo prestigio como terapeuta, se exi-

g‚a un doctorado en medicina. Esto trajo consigo la impo-

sici„n de t‡rminos tales como salud, tratamiento y paciente.

2. El foco de la terapia era el individuo; tanto ella como la

formaci„n del terapeuta exclu‚an las entrevistas a familias.

Los terapeutas no hablaban a los parientes de sus pacien-tes. La familia era considerada una influencia negativa que

de algˆn modo conduc‚a a los pacientes a su situaci„n o es-

tado actuales.

3.  No se impart‚an directivas a los pacientes ni a los te-rapeutas en formaci„n. Tampoco se los iniciaba en lo que

ocurrir‚a durante la terapia o el proceso formativo. El tera- peuta psicodin†mico era un respondedor, y no un iniciador.

4. Se insist‚a en la aplicaci„n generalizada de un mismo

enfoque, tanto con los clientes como con los candidatos. Elenfoque no se modificaba para adaptarlo a diferentes clases

sociales, grupos ‡tnicos o tipos de personas.

5. Se ense•aba a los pacientes la teor‚a de la terapia o se

los alentaba a leer acerca de ella; de ah‚ que esas ideas pa-

saran a formar parte de la cultura popular.

6. La atenci„n se centraba en la interioridad del can-

didato o del cliente. Lo inconciente se defin‚a conforme a la

teor‚a de la represi„n, o sea, como un lugar lleno de impul-

sos desafortunados y deseos negativos. No hab‚a que con-fiar en ‡l. Un cl‚nico nunca dir‚a a un cliente, ni a un tera-

 peuta en formaci„n, que siguiera sus impulsos. (Despu‡s de

todo, ‰qu‡ podr‚an hacer?)

7. Los s‚ntomas se consideraban inadaptativos e impro-

 pios; se arrastraban del pasado al presente sin que cumplie-

ran en este ninguna funci„n social. En terapia se buscaba la

verdad sobre la influencia del pasado y no una hip„tesissobre el problema actual del. paciente.

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8. La terapia consist‚a en generar insight acerca de lasmotivaciones inconcientes y rastrear los or‚genes remotosde las ideas. Esclarecer el presente no se consideraba un be-neficio primario, sino secundario. Se supon‚a que las ideas

eran las causantes del comportamiento social de una perso-

na y, en consecuencia, hab‚a que cambiarlas. No se supon‚aque las ideas fuesen un resultado de una relaci„n.

9. La formaci„n del terapeuta se basaba principalmente

en la terapia personal. Se part‚a de la premisa de que el te-

rapeuta que hubiera resuelto sus problemas emocionalessabr‚a autom†ticamente c„mo resolver los problemas aje-nos. Los terapeutas en formaci„n aprend‚an a hacer terapiaobservando la propia.

Estas caracter‚sticas de la formaci„n y el tratamiento psicodin†micos bastan para dejar en claro la sinonimia

entre terapia y formaci„n. La mayor‚a de los supervisoresactuales se formaron en ese enfoque, o en alguna versi„nmodificada de ‡l, y ahora se les pide que abandonen esas

ideas. Hoy muchos supervisores intentan ense•ar unanueva forma de terapia fundada en premisas diametral-

mente opuestas a aquellas en que se bas„ su propia forma-ci„n. Examinemos algunos de los cambios a los que todos,

como terapeutas en formaci„n o como supervisores, nos es-tamos adaptando:

1. La terapia ya no se considera una especialidad m‡dicay muchos terapeutas evitan usar palabras tales como enfer-medad, salud y paciente con referencia a sus clientes. La

 psiquiatr‚a influye menos en la pr†ctica de la psicoterapia.Quienes llevan a•os formando psiquiatras residentes hanadvertido una disminuci„n constante en el nˆmero de losque se forman en terapia. Muchos departamentos de psi-

quiatr‚a que antes figuraban entre los mejor formados, hoy

no insisten en la formaci„n terap‡utica. A medida que la

 psiquiatr‚a se basa m†s en la biolog‚a y se limita a lo psico-farmacol„gico, los psiquiatras residentes tienen menos oca-

siones de adquirir destrezas terap‡uticas. Hay departa-mentos de psiquiatr‚a donde la terapia es una materia op-

tativa. Los psiquiatras tampoco asisten con frecuencia atalleres de psicoterapia. Son muchos los que, preocupados

 por explorar las complejidades de la medicaci„n, no apren-

den a hacer terapia conversacional, y entonces insisten enusar medicaci„n y no terapia para los problemas psicol„-

gicos. Cuando los terapeutas desean reducir o interrumpiruna medicaci„n porque incapacita a su cliente, suelen tenerdificultades en comunicarse con el psiquiatra interviniente.

A veces es preciso que un supervisor negocie por ellos.

2. Desde hace muchos a•os, es comˆn que los terapeutas

familiares no s„lo hablen a los parientes de sus clientes,sino que adem†s los inviten a coparticipar en la terapia. En

vez de verla como una fuerza negativa, consideran que lafamilia es un recurso para provocar el cambio. Como parte

de esta trasformaci„n ideol„gica, los s‚ntomas ya no se con-sideran conductas inadaptativas, sino comportamientos

acordes con la situaci„n social del cliente, y es esa situaci„n

(p. ej., la familia o el grupo laboral) la que debe cambiar pa-

ra que se resuelva el s‚ntoma del cliente. Desde este puntode vista, es l„gico centrar la terapia en la situaci„n presen-

te, y no en el pasado. Cuando un terapeuta propone unafunci„n social para un s‚ntoma, no tiene por qu‡ ser cierta;

m†s bien es una funci„n que sirve de brˆjula al terapeuta.Supongamos que un terapeuta formula la hip„tesis de que

un adolescente se porta mal para estabilizar a su familia.Esa idea puede guiarlo hacia la acci„n, aunque una investi-

gaci„n no le encontrase fundamentos. Trabajamos con hip„-

tesis, no con verdades, y con todas las consecuencia de ese

hecho.

3. La mayor‚a de las terapias breves requieren que el te-

rapeuta imparta directivas que induzcan al cambio. Tiene

que haber acci„n. Se supone que la conducta genera ideasen respuesta a una situaci„n social, y no que las ideas gene-

ran la conducta. No se cree que un insight provoque cambio,

sino m†s bien que este puede ser causa de aquel. Por lo tan-

to, la terapia se centra en directivas modificadoras de la

conducta, y no en interpretaciones. Las narrativas o fanta-s‚as del cliente cambian al ir cambiando sus relaciones con

los otros, y no a la inversa.

4. Siempre hubo dos perspectivas del inconciente: 1) co-

mo un repositorio de ideas negativas, y 2) como una fuerza

 positiva que nos encauza por el mejor camino. As‚ vieron a

la hipnosis muchos hipn„logos, incluido Milton Erickson.

La terapia contempor†nea se centra en los aspectos posi-

tivos de la vida o el inconciente del cliente porque, promo-

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vi‡ndolos, pueden conducir a cambios positivos. Se ense•a a

las personas a confiar en su inconciente. Hasta es posible

que un supervisor diga a un terapeuta en formaci„n ƒSiga

sus impulsos en la sesi„n…. Ahora se piensa que la misi„ndel supervisor es ayudar al supervisado a superar dificulta-

des privadas que estorben su labor. No lo deriva a terapia personal salvo que no atine a hacer otra cosa. Con el cambio paulatino de la terapia, los mismos supervisores descubren

que asumir la responsabilidad de formar terapeutas efica-

ces ayud†ndolos a salvar sus obst†culos personales es unaspecto importante de la formaci„n supervisada.

5. La mayor‚a de los terapeutas no aplican hoy el mis-

mo m‡todo terap‡utico a todos los clientes. Por el contrario,

cambian su enfoque conforme al problema y cliente trata-dos. Esa es una de las razones por las que resulta arduo

exponer la nueva terapia breve. Se ense•a al terapeuta aidear una terapia diferente para cada caso, algo dif‚cil de

ense•ar y de aprender. A todos nos es m†s f†cil hallar unm‡todo para todo uso.

Uno de los problemas que afectan hoy el campo de la te-

rapia es el sistema de diagn„stico antiterap‡utico. Los su- pervisores necesitan ense•ar los problemas de los clientes

en un lenguaje diagn„stico que oriente al terapeuta en for-maci„n sobre lo que debe hacer. Por ejemplo, si un ni•o noquiere ir al colegio, no ayuda mucho que el supervisor lo

describa como un caso de ƒfobia a la escuela…. Lo sensato es

diagnosticar un problema de ƒevitaci„n de la escuela…, por-

que se sugiere lo que convendr‚a hacer: impedir que el ni•oevite la escuela.

Algunos supervisores atribuyen la ineficacia de un su-

 pervisado a problemas emocionales b†sicos Šuna visi„nheredada de generaciones anterioresŠ m†s que a una falta

de destreza o a una respuesta a un contexto social y de diag-

nosis inhibidor. Conviene que el supervisor verifique prime-

ro si un supervisado con problemas est† atrapado entre dos

supervisores, uno cl‚nico y otro te„rico, que ense•an enfo-

ques opuestos. Los terapeutas en formaci„n que responden

a autoridades antag„nicas corren el riesgo de quedar para-

lizados; lo mismo les puede ocurrir a clientes atrapados en-tre relaciones familiares conflictivas. Si los docentes se cen-tran en la interioridad de sus disc‚pulos, pasan por alto su

situaci„n exterior. Estos supervisores tendr‚an un mundo por descubrir si desplazaran su atenci„n hacia una visi„n

social de los problemas.Las dificultades del terapeuta en formaci„n pueden re-

solverse por medio de cambios relacionados con su super-

visor, del mismo modo como los problemas del cliente se pueden resolver por medio de cambios relacionados con su

terapeuta. Las t‡cnicas de terapia breve est†n a disposici„n

de quien las ense•a. Este puede optar entre utilizar un en-

foque narrativo orientado hacia la resoluci„n de problemaso que ponga el acento en las soluciones; pedir a un princi-

 piante que se abstenga de cambiar, mediante la paradoja ola met†fora; proponer una ordal‚a o impartir abiertamente

consejos y directivas. Los supervisores pueden ser activos y

directivos, igual que los terapeutas de hoy. Si un supervisa-do tiene un problema y ƒno puede evitarlo…, nada le impide

al supervisor emplear t‡cnicas indirectas como lo hace el

terapeuta cuando un cliente ƒno puede evitar… algo.

 Nuevos m‡todos formativos

Si ahora consideramos el modo de ayudar a los terapeu-tas a superar las dificultades personales que les causan pro-

 blemas con sus clientes, vemos que la similitud entre la re-laci„n formativa y la relaci„n terap‡utica sugiere un plan

evidente: los supervisores pueden adaptar todas las t‡cni-cas terap‡uticas innovadoras actualmente en elaboraci„n para asistir a los terapeutas en formaci„n.

Erickson como supervisorMilton Erickson es un ejemplo cl†sico del docente que

utiliza las mismas t‡cnicas con los terapeutas en formaci„n

y los clientes. Veamos brevemente c„mo procedi„ conmigo

durante a•os, aunque su proceder fue complejo y merece

una discusi„n m†s extensa.Hace ya muchos a•os, inici‡ mi carrera profesional como

hipnoterapeuta y terapeuta familiar. Aprend‚ hipnosis en

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un seminario dirigido por Erickson en 1953. Junto con John

Weakland, dirig‚ veladas hipn„ticas a las que pod‚a asistircualquier persona interesada en la hipnosis para experi-

mentar con ella. Durante varios a•os, ense•‡ a psic„logosy psiquiatras de Palo Alto que deseaban tener seminariossobre hiponosis, en particular aplicada a la terapia breve.

Aunque a muchos les gustaba la hipnoterapia, no quer‚an

utilizarla personalmente, por lo que empezaron a derivar-

me pacientes. Cuando me inici‡ como cl‚nico, descubr‚ que

sab‚a hipnotizar a los clientes vali‡ndome de toda una ga-ma de inducciones, pero no ten‚a idea sobre c„mo usar lahipnosis para inducirlos al cambio. La hipnosis tiene, comom‚nimo, tres aplicaciones principales: 1) la experiencia indi-

vidual de trance, como en la meditaci„n; 2) la investigaci„n, por ejemplo, de par†metros tales como los l‚mites y la pro-

fundidad de un trance, y 3) el uso cl‚nico del trance, en elque se hipnotiza a alguien para cambiarlo. Antes de consul-

tar a Erickson, me di cuenta de que, a pesar de mi gran ex-

 periencia, s„lo conoc‚a las aplicaciones personales y de

investigaci„n. Usar la hipnosis para cambiar a alguien eraharina de otro costal. Ah‚ fue cuando empec‡ a llevarle ca-

sos en consulta.Hab‚a investigado por un tiempo varios temas relaciona-

dos con la terapia, entre ellos el enfoque de Erickson, y co-

noc‚a su extraordinaria destreza como hipn„logo. Por en-

tonces, los terapeutas s„lo pod‚an aprender hipnosis en se-

minarios de fin de semana conducidos por Erickson y otroscolegas. Freud se hab‚a vuelto en contra de ella y tenia sufi-

ciente poder para impedir su ense•anza. No era f†cil hallarun consultor en hipnosis; me considero afortunado por ha-

 ber podido estudiar la t‡cnica ericksoniana. Vi, adem†s, que

 practicaba una terapia especial, breve y directiva. Empec‡ allevarle casos en consulta; muchas de esas discusiones apa-recen rese•adas en

Conversations with Erickson.

3

Durantemucho tiempo, le hice una visita anual de una semana. Mi problema inicial no era el fracaso con mis clientes. Los cam-

 biaba, pero no sab‚a c„mo lo consegu‚a. En consecuencia, no

me sent‚a seguro de poder repetir mis ‡xitos. Cuando fui aconversar con Erickson, aprend‚ a dar un nombre a algunas

3 J. Haley (1985) Conversations with Erickson, 3 vols., Nueva York: Norton.

de las cosas que yo hac‚a. Por ejemplo, hab‚a curado a una

mujer de sus intensas jaquecas, pero ignoraba c„mo lo ha- b‚a logrado. Hablando con Erickson, advert‚ que hab‚a pro-

gramado y alentado sus jaquecas, lo cual pod‚a considerarseuna t‡cnica parad„jica. Con los a•os, Erickson influy„ nota-

 blemente en mi t‡cnica terap‡utica y mi labor docente.

He aqu‚ algunas de las premisas que me ense•„ Erick-

son.En todas sus conversaciones como supervisor, Erickson

ense•aba que era posible cambiar y curar a las personas.

Hasta el cliente m†s dificil pod‚a ser inducido a cambiar. Re-

cuerdo haberle o‚do decir con claro tono de enojo, sobre una

dienta con la que se debat‚a desde hac‚a un tiempo: ƒEsamujer todav‚a me vence…. No dudaba en absoluto de que eltrabajo del terapeuta era cambiar a la gente y, si fracasaba,

era por su culpa. Rara vez derivaba casos; nunca descarga-

 ba responsabilidades en otros. De vez en cuando, informabasobre un caso en que se hab‚a dado por vencido. Recuerdo el

de un chico al que deriv„ porque, como ‡l mismo le dijo, lo

exasperaba. Esto era raro en Erickson. No culp„ al ni•o,sino que asumi„ la responsabilidad por el fracaso del trata-

miento. Esta actitud de Erickson me lleva a decir a los su-

 pervisados: ƒQuiero que contin e tratando a este clientehasta curarlo o hasta que usted cumpla ochenta a•os, lo que

suceda primero…. Muchos clientes cambian si tienen la con-

vicci„n de que el terapeuta nunca se dar† por vencido.

Erickson ense•aba que deb‚amos ser directivos, en una

‡poca en que la ˆnica terapia correcta era la no-directiva.Ense•aba a usar directivas relatando casos como met†forasy usando hipnosis. Todos sus casos muestran un modo de

actuar para influir sobre un cliente o terapeuta en forma-ci„n e inducirlo al cambio. No categorizaba sus directivas,

 pero su anecdotario cl‚nico pone de manifiesto su conside-rable variedad. Sol‚a impartirlas abiertamente: dec‚a a los

clientes qu‡ deb‚an hacer y, a veces, insist‚a en pedirlescambios importantes en su estilo de vida. Tambi‡n los acon-

sejaba, les ense•aba a conseguir algo deseado y les impon‚a

ordal‚as para ayudarlos a abandonar un s‚ntoma.

Otras veces no hac‚a nada. Recuerdo una demostraci„nde hipnosis ante una audiencia numerosa. Pidi„ un volun-tario para demostrar la resistencia del sujeto. Un joven seadelant„ y se par„ frente a ‡l. Erickson se limit„ a quedarse

ah‚ de pie; sin embargo, yo vi que el joven entraba en trance.

58 59

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Despu‡s le pregunt‡ a Erickson qu‡ hab‚a hecho para in-

ducir el trance. Respondi„ que no hab‚a hecho nada. ƒPero

‡l entr„ en trance Šinsist‚Š. Usted debe de haber hechoalgo…. ƒNo, no hice nada Šreplic„, y a•adi„---: Ese joven se present„ delante de toda esa gente. Yo no hac‚a nada y al-

guien ten‚a que hacer algo, de modo que entr„ en trance….Estoy seguro de que a veces Erickson hac‚a lo mismo con los

terapeutas en formaci„n y, as‚, los obligaba a actuar.

Perm‚tanme citarles un ejemplo de directiva abierta; me

lo dio Erickson cuando lo consult‡ sobre lo que se deb‚ahacer en un caso. Yo trataba a una pareja; la esposa sequejaba de un problema que la enloquec‚a: los s†bados porla ma•ana pasaba la aspiradora a todas las habitaciones de

su casa y su marido la segu‚a, observ†ndola. Le pidi„ que

dejara de hacerlo porque la pon‚a nerviosa. El persisti„ ensu conducta y ella me pregunt„ c„mo podr‚a disuadirlo. Le

hice sugerencias pr†cticas, pero su marido no cambi„. Con-

sult‡ a Erickson Šque siempre ten‚a una soluci„n, como la

debe tener todo buen supervisorŠ y le pregunt‡ c„mo tra-

tar‚a este problema. Me sugiri„ que el s†bado siguiente lamujer pasara la aspiradora, como de costumbre, sin impedir

que su marido la siguiera por toda la casa. Concluida la lim- pieza, ella deber‚a llevar la bolsa de la aspiradora de habi-taci„n en habitaci„n y dejar en cada una un mont„n de pol-

vo. Luego, dir‚a: ƒBien, termin‡ de limpiar…, y dejar‚a losmontoncitos de polvo hasta el s†bado siguiente. Cuando le

 pregunt‡ a Erickson por qu‡ dar‚a resultado esta t†ctica,respondi„: ƒEs obvio…. Insist‚ en pedirle una explicaci„n y

entonces me dijo que los seres humanos no pueden tolerarel absurdo: si la esposa limpiaba y luego ensuciaba lo queacababa de limpiar, el marido no podr‚a tolerar la situaci„n

y abandonar‚a el campo. Impart‚ la tarea a la esposa y elmarido dej„ de seguirla de habitaci„n en habitaci„n.

Erickson sol‚a impartir una directiva abierta cuandoaconsejaba a un terapeuta acerca de un caso, pero era m†shabitual en ‡l escuchar la descripci„n de un caso y despu‡s

hablar de un caso similar que ‡l hab‚a tratado. Sus descrip-

ciones ven‚an a ser met†foras que nos ense•aban a refle-

xionar sobre una cuesti„n. Sus met†foras no s„lo suger‚anel modo de proceder con determinado cliente, sino que ade-

m†s estimulaban nuestra imaginaci„n para crear otras in-tervenciones.

Tambi‡n acostumbraba impartir sugerencias indirectas

que causaban un efecto retardado en los terapeutas en for-maci„n y los clientes. Recuerdo haber hablado con ‡l de una

chanta m‚a que experimentaba un dolor ilusorio en un

miembro amputado. Hab‚a perdido un brazo a causa de un

c†ncer, pero le segu‚a doliendo. La hipnotic‡ con levitaci„n

del brazo amputado y ella lo se•al„ mientras levitaba. Me

 pareci„ un caso de inducci„n hipn„tica tan extraordinario

que tal vez merec‚a ser publicado. Se lo cont‡ a Erickson,

 pero ‡l se mostr„ indiferente y me habl„ de otros temas. Un par de d‚as despu‡s, discuti„ conmigo un caso de sufrimien-to f‚sico y dijo que no se deb‚a inducir el trance en un †rea

dolorosa sino en otro lugar m†s positivo. Esto me hizo pen-

sar que, tal vez, no deb‚ haber inducido un trance enfocado

en el brazo que le dol‚a a mi dienta. Aprend‚ la lecci„n m†s

a fondo porque llegu‡ a esa conclusi„n por m‚ mismo.Erickson utilizaba la hipnosis tanto con clientes como

con terapeutas en formaci„n; en ambas situaciones, la per-sona sab‚a o no que estaba siendo hipnotizada. Su principal

 procedimiento did†ctico era el trance. Creo que a veces hip-

notizaba a su interlocutor ocasional para no aburrirse. Ex-

 perimentaba constantemente diversas formas de influir so- bre los clientes o los terapeutas en formaci„n. Al parecer, no

era raro que los predispusiera a una amnesia; uno siem- pre dudaba un poco sobre lo aprendido Šo sobre si hab‚a

aprendido algoŠ porque las conversaciones mantenidas

con ‡l inclu‚an cierta p‡rdida de tiempo.

Tipos de hipnosis

La mayor‚a de las formas de terapia derivan de la hipno-

sis. La escuela psicodin†mica parti„ de la hipnosis; las es-cuelas de teor‚a del aprendizaje se basan en los aportes dePavlov, que era hipn„logo. Las terapias familiares tambi‡n

contaron con cl‚nicos formados en hipnosis. Al colapso de la

ortodoxia en la d‡cada de 1950 contribuy„ la aceptaci„n de

la hipnosis por la American Medical Association, que allan„

el camino hacia la ense•anza de este arte a los psiquiatras y

a otros m‡dicos. Hoy los congresos m†s concurridos, sobrecualquier tipo de terapia, son los organizados por la Milton

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H. Erickson Foundation, que tambi‡n forma a muchos te-rapeutas.

La formaci„n en destrezas de inducci„n de la hipnosis puede resultar ˆtil aun a quienes no la practiquen de ma-

nera directa. Al tiempo que aprenden a impartir directivas,tambi‡n aprenden a coparticipar con un cliente del modom†s eficaz. Aprenden a utilizar met†foras en sus mensajes,

o directivas abiertas. Adem†s del uso de la hipnosis en casos

de emergencia, hay varios s‚ntomas para los que el trata-

miento hipn„tico puede ser m†s eficaz que las t‡cnicas con-versacionales.

El problema de los terapeutas es hallar el modo de reci- bir una formaci„n en hipnosis cl‚nica. Hay por lo menos tres

tipos de formaci„n. Podemos aprender autohipnosis paradiversos fines. Podemos aprender a hipnotizar a otros para

investigar las posibilidades de la conducta de trance. Nin-guna de estas t‡cnicas interesa particularmente a la hipno-

sis cl‚nica, en la que un terapeuta intenta aliviar a alguien

de un problema. Para aprender hipnosis cl‚nica, es preciso

observar a un maestro hipnotizar; luego, ‡l nos observa y puede guiar nuestras acciones. As‚ se ense•aba hipnosis en

el siglo pasado. Tal m‡todo did†ctico requiere un lugar don-de haya clientes con quienes practicar, Los participantes de

un seminario donde los terapeutas se hipnoticen entre s‚ pueden aprender a inducir un trance, pero no a cambiar a la

gente. Eso se puede hacer ˆnicamente en la pr†ctica cl‚nica.Si un supervisor no desea practicar o demostrar la hipnosiscon clientes, tiene la alternativa de quedarse detr†s del es-

 pejo de visi„n unilateral y observar c„mo hipnotiza el tera-

 peuta en formaci„n a un cliente en el consultorio. En este

entorno, sus posibles sugerencias telef„nicas no pareceninterferir gran cosa en la sesi„n, porque el sujeto suele estaren otra parte.

Recomiendo que los terapeutas obtengan toda la forma-ci„n posible en esta especialidad; espero que dispongan de

medios locales para recibir una formaci„n prolongada enhipnosis cl‚nica. No s„lo es valioso aprender los usos tera-

 p‡uticos de la hipnosis; las destrezas personales que se ad-

quieren durante el aprendizaje son aˆn m†s importantes y pueden aplicarse a toda clase de terapias.

Cuando destaco el valor de la hipnosis en la formaci„ndel terapeuta, no debo dejar de se•alar los factores negati-

vos. Segˆn parece, todo lo que es marginal en el campo de la

 psicoterapia lleva impl‚cita la hipnosis; por ejemplo, la tera-

 pia de personalidades mˆltiples y la multiplicaci„n de las

 personalidades en terapia. Hay otros usos m†s extremos: en

los casos de personas que afirman haber sido secuestradas

 por desconocidos o seres extraterrestres, es com n evocaresos recuerdos mediante hipnosis; por otro lado, los tera-

 peutas que inducen la regresi„n de los sujetos a una vida

anterior para hallar la causa de un s‚ntoma actual son hip-

n„logos. Tambi‡n es habitual evocar mediante hipnosis re-cuerdos falsos de abusos sufridos en la infancia. Salta a lavista que una formaci„n adecuada en las t‡cnicas y usos de

la hipnosis ayudar† a los hipn„logos a evitar la producci„n

de material delirante.Erickson ense•aba la hipnosis no s„lo como t‡cnica tera-

 p‡utica, sino tambi‡n como medio de expandir la imagina-

ci„n. La tarea primordial de quien ense•a terapia es dotaral terapeuta en formaci„n de una capacidad innovadora eimaginativa que le permita abordar los diversos problemas

que encontrar† en la pr†ctica cl‚nica. Lo que Erickson ense-•aba a los cl‚nicos, mediante su empleo de la hipnosis, era la

idea de que todo pod‚a cambiarse. Supongamos que un te-rapeuta sugiera a un sujeto hipn„tico que su mano se ele-var† sola. Si la mano no se eleva, el terapeuta puede sugerir

al sujeto que la siente elevarse, que se est† elevando sin que

‡l se d‡ cuenta o que podr‚a imaginarla elev†ndose cuan-

do en realidad no lo hace. O puede sugerirle que la mano sevuelve m†s pesada en vez de elevarse, alentar esta creencia

y, as‚, definir la resistencia como cooperaci„n.El terapeuta formado en la hipnosis cl‚nica puede tener

ante un s‚ntoma una actitud igualmente imaginativa. Siuna mujer que padece jaquecas sin causa f‚sica acude a unterapeuta formado por Erickson, el cl‚nico se pondr† a pen-

sar enseguida sobre la manera de alterar las percepciones

que ella tiene de sus jaquecas. Tal vez le sugiera que sus ja-quecas pueden cesar o pueden ser intensas y durar brevessegundos en vez de horas; o que la tiene pero no la siente, o

que la jaqueca le genera amnesia y, entonces, no podr† pre-

ver si tendr† otra. Tambi‡n le podr† sugerir las siguientes

acciones: 1) ver la jaqueca en una pantalla y examinarlaobjetivamente, comprendiendo su significado, pero sin sen-

tirla; 2) olvidarse de la jaqueca, imaginando en su lugar a

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un tigre aterrador; 3) dormirse y tener simult†neamente un

sue•o y una jaqueca que se ir†n desvaneciendo al despertar,

o 4) remplazar la jaqueca por algˆn otro uso de la cabeza(p. ej., escuchar mˆsica). O le sugerir† que piense en la

 jaqueca como un espectro crom†tico que puede salir de su

campo perceptivo (de manera que, si bien la jaqueca existe,

no pueda sentirla). O que desarrolle otra personalidad con jaquecas ocasionales; as‚, las sufrir† nicamente esta per-sonalidad, y no la dienta.

La sugesti„n de un terapeuta a un cliente es en algunoscasos una directiva para que cambie sˆbitamente una con-ducta y, en otros, una t†ctica muy gradual, como la ƒprogre-

Si„n geom‡trica… que gustaba ense•ar Erickson. Si un te-rapeuta formado por Erickson aplicara esta variante de lahipnosis a la mujer afectada de jaquecas, quiz† le pedir‚a

 pasar hoy un segundo sin jaqueca; ma•ana, dos segundos; pasado ma•ana, cuatro segundos, y as‚ sucesivamente. En poco tiempo, esos segundos se convertir‚an en horas, d‚as,

semanas y a•os. (Recuerdo haberle o‚do decir a Erickson

que si se quiere provocar un cambio r†pido en terapia, lo

mejor es empezar despacio.) El terapeuta puede pedir a la

dienta que describa la jaqueca, para luego incorporarla auna imaginer‚a de sugesti„n hipn„tica compatible con la

descripci„n del s‚ntoma dada por la mujer. Por ejemplo, siella dice ver un tˆnel cuando le sobreviene el dolor, el tera-

 peuta puede acentuar la nitidez de la imagen sugiri‡ndoleque trasforme el tˆnel en una Mina de oro.

Conviene que el terapeuta tome en cuenta la funci„n que

cumple el s‚ntoma del cliente. En nuestro caso ilustrativo, si

el terapeuta sospecha que las jaquecas de su cliente le per-

miten eludir alguna obligaci„n, puede incorporar esa fina-

lidad a la sugesti„n hipn„tica (p. ej., ense•†ndole a fingirsolamente su jaqueca), con lo cual preservar‚a su funci„n

 pero eliminar‚a el dolor. Tambi‡n puede incorporar un enfo-

que de terapia familiar, y por ejemplo usar la influencia del

marido o la suegra para modificar las jaquecas de la mujer.

El estilo did†ctico de Erickson contribuir‚a a liberar la ima-

ginaci„n de los clientes y los terapeutas en formaci„n.

Hab‚a en Erickson otro aspecto importante para mi: suenfoque estaba impregnado de su propio sentido del humor.

En ocasiones, la terapia es un oficio sombr‚o y desagrada- ble; cierto sentido del humor nos ayuda a sobrevivir. A ve-

ces, en los casetes de nuestras conversaciones, las risas son

tan estrepitosas que distorsionan la grabaci„n.

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3. El terapeuta en formaci„n

En el momento de seleccionar a los terapeutas en forma-ci„n a quienes ense•aremos a cambiar a la gente, los t‚tulos

universitarios no suelen ser importantes. Ser licenciado omaster en Artes, doctor en Filosof‚a o doctor en Medicina no

califica por s‚ a una persona, ni pone de manifiesto su ap-

titud potencial para ser terapeuta; significa, simplemente,que asisti„ a clases y aprob„ ex†menes. En un programa

formativo, podemos encontrar asistentes sociales, psic„lo-gos, enfermeras, psiquiatras, especialistas en psicolog‚a de

la educaci„n, psicopedagogos, terapeutas de pareja y fami-liares, orientadores consejeros, asistentes hospitalarios,

asesores en adicci„n, masajistas y acupunturistas. ‰Qu‡

 profesi„n prepara mejor para ser terapeuta? Aqu‚ se plan-tea una situaci„n curiosa. En cada profesi„n, los educadores

aplican el m‡todo did†ctico que juzgan m†s adecuado para

la formaci„n de cl‚nicos, mas desechan las ideas y los proce-

dimientos de otras profesiones. Sin embargo, si un asistente

social respeta el trabajo de un psiquiatra que hace terapia,viene a confesar que se deber‚a impartir formaci„n psiqui†-

trica aunque los asistentes sociales no reciban ese tipo deformaci„n. Si los psiquiatras consienten en que los psico-

 pedagogos se diplomen como terapeutas, vienen a confesar

que su propia formaci„n no es indispensable puesto que los psicopedagogos no la recibieron.

Ha quedado demostrado que personas que s„lo han cur-

sado el secundario pueden llegar a ser terapeutas expertos,

tan eficientes, por los resultados obtenidos, como los tera- peutas con t‚tulo universitario. A comienzos de la d‡cada de1970, Salvador Minuchin y yo instituimos en la Cl‚nica de

Orientaci„n del Ni•o, de Filadelfia, un programa para for-

mar terapeutas que trabajaran con familias pobres. Por en-

tonces, ten‚amos que optar entre ense•ar a terapeutas declase media lo que significaba ser pobre o ense•ar a los po-

 bres a hacer terapia. Hicimos ambas cosas. El programa du-

raba dos a•os, con jornadas did†cticas de ocho horas. Losestudios de los postulantes seleccionados no iban m†s all†

de un secundario completo; tampoco sab‚an nada de terapia

o problemas psicol„gicos. Les ense•amos terapia familiar y

trabajaron con familias de clase baja y media. Todas las en-

trevistas fueron supervisadas en vivo. Lo ˆnico que sab‚ande terapia era lo que nosotros les ense•†bamos (al principio,

los aislamos del resto del personal para que no recibieran

influencia ajena). B†sicamente, formamos en terapia fami-liar a personas sin formaci„n alguna en terapia individual.

A los seis meses, los. mezclamos con el resto del personal,

que tambi‡n intentaba aprender terapia familiar y envidia- ba la supervisi„n intensiva recibida por nuestro grupo. Sus

ideas eran diferentes e interesantes. Recuerdo una reuni„n

en que un miembro del personal present„ una videocinta de

una entrevista familiar. Los dem†s compitieron entre s‚ pa-

ra comentar la din†mica de la familia. Los no-profesionales

escucharon cort‡smente y s„lo dieron su opini„n cuando les

fue solicitada. Entonces uno de ellos dijo: ƒ,No seria mejor

invitar a la familia a quitarse los abrigos?…. Ah‚ nos dimos

cuenta de que los miembros de la familia permanec‚an sen-tados en sus sillas, arropados en sus abrigos.

Un estudio de resultados confirm„ que a los clientes de

los terapeutas no-profesionales les iba tan bien como a los

que hab‚an hecho terapia con profesionales.

Criterios de selecci„n

Supervisar a terapeutas con una formaci„n previa dife-rente no importa gran cosa en lo que se refiere a la profe-si„n. Interesa mucho m†s que un terapeuta ame y respete a

las personas en dificultades. Con todo, se plantea una cues-ti„n capital: ‰podr†n las personas as‚ formadas obtener

licencia para ejercer como terapeutas? No es pr†ctico for-mar a una persona que despu‡s no se pueda matricular.Una buena formaci„n es costosa y el resultado debe justi-

ficar la inversi„n. Por consiguiente, debemos elegir a perso-

nas que piensen dedicarse a la terapia como medio de vida ysean capaces de trasmitir a otros lo aprendido.

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En esta selecci„n, m†s que la profesi„n o el nivel univer-sitario, importa el contexto profesional de la persona, por

ejemplo, si mantiene una relaci„n simult†nea con otro su- pervisor u otra escuela de terapia; si trabaja en una unidadde internaci„n (esto contribuye mucho a definir el haz det‡cnicas terap‡uticas que necesitar† aprender), y si hace te-

rapia personal o ha hecho mucha terapia, sobre todo indi-vidual (en este caso, le costar† formarse en una t‡cnica deorientaci„n social). Debemos lograr un desaprendizaje con

la mayor‚a de los terapeutas en formaci„n, y tambi‡n conlos supervisores que han hecho terapia personal prolonga-da, han ense•ado en centros ideol„gicamente r‚gidos o tra-

 bajan en unidades de internaci„n.Los terapeutas en formaci„n cuyas lealtades est†n divi-

didas entre su supervisor y sus colegas plantean problemas

especiales. Por ejemplo, la aparente incompetencia de un te-

rapeuta en formaci„n para hacer una entrevista se atribui-r† a su ‚ndole, a su car†cter o a su pasado. Sin embargo,tambi‡n puede estar atrapado entre dos autoridades forma-

tivas y sentirse obligado a trabajar de una manera para

conformar a un docente universitario (o quiz†s a un tera-

 peuta personal) y de otra para conformar a un supervisorformativo. El resultado es una par†lisis que puede tomarse

equivocadamente por incompetencia.

Tipos de terapeutas en formaci„n

Con fines pr†cticos, los terapeutas en formaci„n se pue-den dividir en por lo menos tres tipos: novicios, grupalistaseide•logos. A todos se les puede ense•ar, pero algunos sonm†s dif‚ciles y requieren esfuerzos especiales.

 El novicio

Los novicios son los m†s f†ciles de formar. Est†n †vidos

de aprender y admiten que necesitan formaci„n. A muchosde ellos, graduados en programas formativos universita-

rios, les han asignado clientes dif‚ciles entendiendo que los

tratar†n sin supervisi„n. Cuando descubren que s„lo saben

decir al cliente ƒH†bleme m†s de eso… o ƒ‰C„mo se siente?…,

 buscan quien les ense•e a hacer terapia.En cierto modo, cuanto menos saben, tanto m†s f†cil re-

sulta formarlos en un nuevo enfoque terap‡utico. (Esto no

significa que deban ser estˆpidos. Los obtusos se cuentanentre los terapeutas m†s dif‚ciles de formar.) No vienen car-

gados de ideas preconcebidas que dificulten su aceptaci„nde las ideas del terapeuta docente. Son los m†s f†ciles deformar no s„lo porque sus ideas aˆn no se han solidificado,

sino tambi‡n porque comˆnmente no est†n insertos en unared de colegas que se ofendan si ellos abrazan un nuevo en-

foque. La aceptaci„n lenta, si no el rechazo, de las nuevasideas sobre terapia es caracter‚stica de las grandes ciudades

(entretanto, profesionales y clientes por igual suelen creer-

se en la vanguardia y ser los primeros en su campo). Estehecho tiene varias explicaciones; una es que las redes deterapeutas (en formaci„n y formados), docentes y c„nyuges

son tan ce•idas que cualquier cambio en la teor‚a o la pr†c-

tica disociar‚a a una cantidad de personas. Lo mejor es

evitar el cambio.Pero es cierto que surgen problemas con novicios. Unas

veces intentan compensar su inexperiencia con la arrogan-cia, actitud esta que debe corregirse, o les sorprende y asus-

ta que una familia en terapia les preste atenci„n. Descu- bren que su posici„n de expertos les confiere poder, y deben

aprender a usarlo. Otras veces los novicios j„venes intentan

actuar como si tuvieran m†s a•os. Recuerdo la primera vez

que vi a terapeutas en formaci„n extremadamente j„venes.

Fue en la Universidad de Kansas; James Stachowiak for-maba all‚ a estudiantes de posgrado. Vi a una joven tera-

 peuta entrevistar a una familia cuya hija problema no era

mucho menor que ella. Se esperaba que los padres escucha-

ran atentamente a esta joven soltera que poco sab‚a de fa-

milias o crianza de los hijos. Yo estaba acostumbrado a verterapeutas familiares mayores, con experiencia matrimo-nial (algunos se hab‚an casado varias veces). Del debate de

ese d‚a surgi„ un plan natural para que la terapeuta defi-niera una posici„n que sirviese de punto de partida al tra-

 bajo terap‡utico. Dir‚a a los padres algo as‚: ƒUstedes saben

m†s que yo sobre el matrimonio, sin duda que saben m†ssobre su propio matrimonio, pero me han formado para ser

una observadora objetiva, y en consecuencia los puedo asis-

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tir como tal…. Los padres aceptaron esa posici„n. Tambi‡n se

vio que si un terapeuta joven lo permite, progenitores mayo-

res lo ayudar†n mejorando, porque desean protegerlo. Des-

de luego, los terapeutas deben utilizar lo que tengan: juven-tud, madurez, experiencia o inexperiencia.

Algunos novicios se involucran en los puntos de vistaacad‡micos al extremo de olvidar que est†n haciendo tera-

 pia. Tal vez queden fascinados por la teor‚a, en especialcuando no saben qu‡ acci„n terap‡utica emprender.

A otros les cuesta reconocer un problema grave. Hanaprendido s„lo de los libros, y no de la observaci„n de pa-

cientes con diversos tipos de trastornos graves. Es frecuenteque no hayan tenido experiencia alguna en hospitales psi-

qui†tricos y, por consiguiente, no est†n familiarizados con

los problemas graves. Si se les ense•a una t‡cnica para tra-tar un problema en particular que le resta importancia por

razones estrat‡gicas, quiz† subestimen su gravedad.Ser un novicio no significa necesariamente ser inexperto

en la conducci„n de una terapia. El novicio m†s f†cil de for-

mar es el terapeuta experimentado que admite su inexpe-

riencia en el enfoque terap‡utico que ense•a este programa.

Por ejemplo, es posible que un terapeuta en formaci„n dies-tro en recoger informaci„n, hacer que los clientes se sientan

c„modos, manejar una pr†ctica privada, etc., desee apren-der t‡cnicas de terapia breve. No necesita ser formado en el

manejo de la terapia, sino en c„mo decirles a los clientes qu‡

deben hacer para cambiar.

 El grupalista

Un ƒgrupalista… es un terapeuta en formaci„n cuya expe-riencia consiste en haber integrado grupos artificiales en

terapia grupal. Estos terapeutas plantean un problema es- pecial y son aˆn m†s dif‚ciles de formar que los ide„logos.Sus clientes en terapia grupal han sido desconocidos que se

reunieron bajo su gu‚a. Pudo ser un grupo organizado en

torno de un s‚ntoma o del hecho de estar encerrados en unamisma prisi„n. Tales grupos se caracterizan por abordar

 problemas de abuso de sustancias, abuso sexual o violencia

familiar; a menudo se integran al grupo por orden judicial,

de modo que su pertenencia a ‡l es compulsiva.

El problema con los grupalistas es que su m‡todo de

trabajo les brinda satisfacciones aunque sus clientes nocambien. Adem†s de ser lucrativa y estar de moda, la tera-

 pia grupal en s‚ compele a involucrarse. Y es una de las te-

rapias m†s f†ciles de aprender. Al terapeuta le basta reunir

a un grupo de extra•os y preguntarles qu‡ les parece estarall‚. Un ocasional ƒD‚ganme qu‡ les parece esto… espolear†

al grupo, de modo que el terapeuta no necesita saber muchoacerca de cambiar a las personas. Desde luego, los partida-

rios de la terapia grupal objetar†n este aserto e insistir†nen se•alar la complejidad de la din†mica del grupo y la

necesidad de contar con un terapeuta grupal diestro y pro-fundo, particularmente ducho en confrontaciones. Pero si

un terapeuta grupal se sienta junto a una familia, es evi-dente que le resulta dif‚cil hacer una entrevista, no sabe

c„mo producir un cambio y no atina a fijar una meta. En vez

de centrarse en el problema organizacional, los grupalistasenfocan los procesos emocionales e interiores de los clientes.

Son diestros en hacerles decir lo que piensan, pero no im-

 porta si con eso resuelven o no sus s‚ntomas. Por lo com ntienen una considerable dificultad para ver una conexi„n

organizacional entre las personas, y entonces prefierencentrarse en averiguar lo que perciben y creen sus clientes

acerca de la gente. Les cuesta hacerse aa idea de que susclientes pueden funcionar de manera distinta dentro del

grupo que en relaci„n con su familia y su posici„n social.Presuponen que ellos necesitan comprender su visi„n delmundo: entonces cambiar†n en el mundo real.

Les cuesta aprehender la jerarqu‚a organizacional de

una familia porque han trabajado nicamente con gruposde personas desvinculadas entre si, para quienes no hay

una jerarqu‚a de pertenencia. Est†n confundidos acerca de

las posiciones de status de los miembros de la familia y, aveces, son provocadores y fomentan las confrontaciones sinadvertir que esas t‡cnicas son inadecuadas para una entre-

vista familiar puesto que los miembros de la familia deben

regresar al hogar y convivir en ‡l. En los grupos artificiales,

estas t‡cnicas no traen consecuencias adversas porque noes habitual que los miembros del grupo compartan un ho-gar. La mayor‚a de los terapeutas grupales dan por sentado

que su misi„n es traer a luz los secretos y las experienciasdolorosas, presentes y pasadas, de los integrantes del gru-

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A li d l f ili t t‡ i t i

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 po. Aplicada a las familias, esta t‡cnica trae consecuencias

completamente distintas. Ense•ar a un grupalista a no cen-

trarse en la catarsis, la revelaci„n de secretos y las ideas re- primidas exige un arduo trabajo de supervisi„n.

Como ejemplo de la artificialidad de la terapia grupalcabe citar las consecuencias de la tendencia a constituir

grupos de ejecutivos de empresas para ayudarlos a ƒcrecer….

El terapeuta grupa! t‚pico no advirti„ que hay diferenciasimportantes entre los ejecutivos que trabajan juntos y aque-

llos, extra•os entre s‚, que provienen de diferentes compa-•‚as. Al principio, tampoco apreci„ en su justo valor el hecho

de que expresar nuestras opiniones y sentimientos ante undesconocido no tiene las mismas consecuencias que expre-sarlas ante nuestro jefe.

Los supervisores y los terapeutas en formaci„n debenoptar entre ser puristas o ecl‡cticos en su enfoque de la tera-

 pia. En los primeros tiempos de la terapia familiar, se plan-

te„ el interrogante de si deb‚a usarse paralelamente a otrast‡cnicas o era un nuevo modo de concebir y practicar la tera-

 pia. Si se basaba en una visi„n diferente del ser humano,ser‚a preciso abandonar las otras t‡cnicas. Los terapeutas

que captaron la nueva visi„n fundaron su terapia en unaunidad de dos o m†s personas. Esto signific„ desechar lasterapias grupa! e individual, centradas en la interioridad de

la persona. Para la d‡cada de 1960, ya era posible diferen-ciar a los terapeutas familiares ƒpuristas… de los que trata-

 ban de estar a la moda sin cambiar sus ideas. El que un te-

rapeuta siguiera haciendo o no terapia grupa! era un indi-

cador clave de si hab‚a aprehendido o no la nueva perspec-tiva sist‡mica. Evidentemente, la terapia grupa! no se basa

en la idea de que un s‚ntoma cumple una funci„n dentro de

un grupo social; ella se ocupa de la interioridad de cadamiembro del grupo. Las ideolog‚as sist‡mica y grupal sonincompatibles. (Conviene se•alar que no est† en discusi„n

el valor de los grupos de autoayuda. Son innumerables, y

muchos parecen satisfacer a sus miembros. Lo que se dis-cute es la formaci„n en terapia familiar de profesionales con

experiencia en terapia grupal y, por eso, con una t‡cnica yuna ideolog‚a especiales.)

Un purista obliga a los otros a tomar posici„n; es un

aporte importante. Los terapeutas familiares puristas cre-

yeron asistir al advenimiento de una nueva idea que influi-

r‚a considerablemente en el futuro de la terapia. Otros cole-

gas pensaron que pod‚an mezclar todas las ideas y eludiruna toma de posici„n. Cuando los puristas los condenaron

 por aceptar la mezcla ecl‡ctica, hubo una confrontaci„n.Eran tiempos de cambio y, a partir de esta confrontaci„n, se

desarrollaron nuevas ideas.Don Jackson, un destacado terapeuta familiar, era un

 purista en su especialidad. No bien se dio cuenta de que losmiembros de cada familia estaban trabados en un entrela-

zamiento sistem†tico y la terapia deb‚a abordar tal situa-ci„n, cambi„. Present„ su renuncia ante la American Psy-choanalytic Association, retir‡ el div†n de su consultorio y

empez„ a tratar a familias enteras en una ‡poca en que casi

nadie lo hac‚a. A comienzos de la d‡cada de 1960, la Ame-

rican Group Therapy Association lo invit„ a disertar sobreterapia familiar. Por entonces, la terapia familiar empezaba

a popularizarse y los terapeutas grupales deseaban consi-derarla una forma, y hasta un subtipo, de terapia grupal.En su disertaci„n doctrinaria, Jackson dijo rotundamente

que la terapia grupal y la terapia familiar no guardaban re-laci„n alguna, ni en la teor‚a ni en la pr†ctica. La terapia fa-

miliar se centra en la conducta sist‡mica de personas quetienen una historia y un futuro comunes mientras que la te-rapia grupal se centra en el individuo y se basa en una ideo-

log‚a que no ha producido ninguna teor‚a nueva. La muerte

 prematura de Jackson (a los cuarenta y tantos a•os) fue

una gran p‡rdida para la terapia familiar porque ten‚a co-raje para tomar posici„n en cuestiones pol‡micas. Cuando

organic‡ una asamblea a modo de homenaje p„stumo (mu-

ri„ en 1968), reun‚ a cuarenta y seis personas de todo el pa‚s

que se consideraban terapeutas familiares; entre ellas, s„lo

encontr‡ unos pocos puristas como Jackson.Los grupalistas no saben trabajar con personas interre-

lacionadas; de ah‚ su frecuente renuencia a entrevistar jun-tos a los miembros de una familia. Si un hombre debe hacer

terapia por orden judicial, por haber golpeado a su esposa,el grupalista querr† incorporar al marido a un grupo demalvados y a la esposa a un grupo de v‚ctimas, y no pocas

veces recomendar† que permanezcan en ellos durante a•os.

A los grupalistas les parece mal entrevistar juntos a estosc„nyuges aunque vivan juntos y se vean a toda hora. A veces

cuesta persuadirlos de que cambien su orientaci„n grupal

72 73

l f ili A t i t f ili tdor. Estaba dispuesto a dejarla morir antes de infringir la

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 por la familiar. Aunque entrevisten a una familia entera, nola conciben como una organizaci„n.

En la terapia grupal reina un pesimismo (quiz†s alimen-

tado por los resultados terap‡uticos) que hace dif‚cil para el

terapeuta grupal trabajar desde una perspectiva optimista.En el tratamiento del abuso de sustancias, los terapeutasgrupales dicen a sus clientes que son incurables, que ser†n

adictos cr„nicos y s„lo podr†n refrenarse (siempre temiendo

las reca‚das). Recuerdo el caso de una heroin„mana de vein-

titr‡s a•os, a quien trajeron con su familia para hacer tera- pia. En la entrevista a solas, se puso llorar y dijo que ten‚auna enfermedad incurable (eso le hab‚an dicho en varios

 programas de tratamiento antidrogas). El terapeuta fami-liar tuvo que luchar contra esa idea para lograr que la joven

se aceptara a s‚ misma como una persona normal que ten‚a

un problema. Los grupalistas no suelen ver el efecto que produce sobre una familia, o una comunidad, el estigma de

un r„tulo de patolog‚a. En otro caso, un padre vino a hacer

terapia con su familia, diciendo que era alcoh„lico. Al pre-gunt†rsele cu†ndo hab‚a tomado su ˆltimo trago, respondi„

que hac‚a veintis‡is a•os que no beb‚a. En todo ese tiempo,

su familia lo hab‚a definido como una persona anormal, a pesar de que se hab‚a mantenido sobrio desde que nacieron

sus hijos. En algunos casos, quiz† sea preciso recurrir a ese

estigma para persuadir a un cliente de la gravedad de un

 problema, pero cuando se aplica de manera irresponsable, acausa de una ideolog‚a, puede generar sufrimiento. En vez

de calificar de enfermedad incurable la adicci„n de un clien-

te, m†s vale decir que los terapeutas sucesivos han fracasa-do en su enfoque del caso.

Tambi‡n puede ser duro para un grupalista aceptar laidea de que los miembros de la familia deben ayudarse unos

a otros a poner fin al consumo de drogas o alcohol. A su jui-

cio, el familiar que ayuda es un ƒintensificador…. Argumen-tan que los individuos adictos deben tocar fondo para cam-

 biar, por lo que sus familias no deben estorbar su ca‚da. Un

hombre de unos cuarenta a•os, que viv‚a con su madre, quelo manten‚a, mencion„ a su terapeuta familiar que ella era

alcoh„lica; el terapeuta le pidi„ que la trajera a una entre-

vista. Adem†s de beber, estaba enferma y la bebida la mata-r‚a. El hijo se rehus„ a traerla, aduciendo que ser‚a un error

intentar ayudarla porque ‡l, se convertir‚a en un intensifica-

regla de Alcoh„licos An„nimos que prohibe prestar ayuda.

La idea de que los miembros de una familia no deben ayu-

darse mutuamente a combatir el abuso de sustancias data

deuna ‡poca en que los terapeutas no sab‚an organizar a

las familias como nˆcleos de ayuda mutua. Con un terapeu-ta competente, la familia con un miembro adicto ejerce so-

 bre ‡l una influencia mucho m†s positiva que un grupo de

extra•os.

 Programas residenciales

Otro factor que hace dificil la formaci„n de los grupalis-

tas es que muchos de ellos trabajan en programas residen-ciales. Por la naturaleza misma de ese entorno, les cuesta

coparticipar con los padres en una terapia familiar. Se enca-

ri•an con sus clientes, sobre todo cuando son ni•os desdi-chados que pasan gran parte de su tiempo en terapia y ven

 poco a sus padres. Com nmente culpan a los padres por lossuelen

 problemas de su cliente; cuando losdesautorizan Los pa-

dres

hostiles y cr‚ticos, y

los te-

rapeutas

responden a este negativismo retray‡ndose, yrapeutas toman esta reacci„n como una prueba de que son

 padres ineptos. Los terapeutas tienden a ponerse de partedel cliente, a quien ven a solas. (Cuando un supervisor nota

que un terapeuta en formaci„n no simpatiza con un miem-

 bro de una familia, conviene que concierte una entrevista a

solas entre ambos. Esto suele mejorar la situaci„n.)En los casos de padres a quienes les han retirado la te-

nencia de un hijo, al personal le resulta dif‚cil coparticipar

con ellos para guiar al ni•o. Tambi‡n son frecuentes los ca-sos de grupalistas que han tenido problemas de abuso desustancias y est†n en conflicto con su propia familia. Pre-

fieren excluir a los padres de la terapia. Cuando los grupa-listas pasan a tratar pacientes externos, descubren que

deben aprender a motivarlos por medios muy distintos de

los que usaban cuando ten‚an autoridad sobre una persona

en custodia.Por dificil que resulte formar a grupalistas en una tera-

 pia de orientaci„n familiar, eso no significa que no pueda

hacerse. Muchos se recuperan.

75

74

El ide•logo les franceses) Se entusiasman por cualquier nueva moda

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 El ide•logo

Los ide„logos plantean problemas especiales durante su

formaci„n, si bien son m†s f†ciles de formar que los grupa-

listas. Por lo general, los terapeutas universitarios quedan

inmersos en teor‚as y diversos modos de clasificar los pro-

 blemas de la gente. Aprenden a distinguir las escuelas deterapia gui†ndose por los textos. Dicen cosas como ƒ,Es una

terapia estructural, no estrat‡gica?…. Piensan que, si el

maestro puede formular una diferencia, ellos sabr†n mejorc„mo hacer terapia. Cuando empiezan a practicarla, descu- bren que las personas en proceso de cambio requieren dis-

tintos criterios. La acci„n no ocurre en la mente sino en elmundo real. Recuerdo el caso de un terapeuta intelectual

que fue educado un d‚a por un jovencito que ten‚a una t†c-tica para intimidar a sus padres: cuando no estaban de

acuerdo con ‡l, rociaba con gasolina toda la vuelta de los ci-

mientos de la casa, y despu‡s se sentaba en los escalones dela entrada a encender f„sforos.

La mayor‚a de los terapeutas ide„logos dejan de serlo

cuando enfrentan los problemas de la terapia y se interesanm†s por las destrezas que por las ideas. Algunos terapeutas

en formaci„n nunca logran pasar de la etapa te„rica; el de-

 ber del supervisor es ayudarlos a salir de ella. Hace muchosa•os, Don Jackson me cit„ un ejemplo de esto. Habl†bamos

de los terapeutas que se atascaban en la teor‚a de las rela-ciones de objeto, y Jackson se•al„ que, para muchos deellos, eso constitu‚a una etapa. Estudiaban a Fairbairn y

elaboraban en su mente una teor‚a de las relaciones de ob- jeto. Una vez que pod‚an hacer eso, tambi‡n pod‚an trasfe-rir ese modo de pensar de las relaciones de objeto a las re-

laciones entre personas. Sin duda, todav‚a quedan algunosterapeutas, supuestamente familiares, que intentan salvarla teor‚a de las relaciones de objeto denomin†ndola una

forma de terapia familiar. No es raro que los ide„logos se muestren reacios a acep-

tar la idea de que deben producir un cambio en sus clientes.

Se centran en comprenderlos (y a veces comparten con ellos

tal comprensi„n). A este tipo de ide„logo le gusta concebir la

terapia como un trabajo de arquitectura, y no de carpinte-

r‚a. Quieren ser profundos y prefieren los aspectos filos„fi-

cos de la terapia (en ocasiones se asemejan a los intelectua-

les franceses). Se entusiasman por cualquier nueva modaideol„gica. Cuando el psicoan†lisis era la ideolog‚a m†s po- pular, el ide„logo viv‚a inmerso en la teor‚a psicodin†mica

de la represi„n. Al cambiar las modas, estos terapeutas sezambullen en teor‚as sobre la est‡tica de la terapia o deba-tes sobre epistemolog‚a, constructivismo, procesos disociati-

vos o cognici„n. Les cuesta centrar la atenci„n en problemas

concretos, como el del ni•o que se niega a ir a la escuela o el

adolescente que se rehˆsa a comer. Gustan de las categor‚as

diagn„sticas como ƒtrastorno de personalidad fronteriza… yse extienden sobre ellas aunque no vengan al caso. El ide„-logo hace que un supervisor comprenda que la terapia naci„

en la universidad y puede ser considerada un modo de vida

intelectual m†s que un conjunto cl<e procedimientos destina-

dos a producir un cambio. La meta de los ide„logos no es buscar un cambio en personas desdichadas sino participaren seminarios intensivos. Llevan al extremo el entusiasmo

natural de las personas instruidas por la comprensi„n te„ri-

ca y los descubrimientos.Desde luego, el novicio, el grupalista y el ide„logo no son

los nicos tipos de terapeutas que solicitan formaci„n. Sim-

 plemente, se los reconoce con mayor facilidad. Tambi‡n est†el ƒprincipiante obligado…, que se inscribe en el programaformativo porque as‚ lo exige su instituci„n educacional.

Muchos de ellos no desean esta formaci„n o son reacios a

hacer entrevistas a la vista de colegas situados detr†s de unespejo de visi„n unilateral. A veces plantean reparos ‡ticos

al uso terap‡utico de estos espejos cuando en realidad sus

objeciones nacen de su miedo a poner en evidencia anteotros su escasa destreza como entrevistadores. No es unaactitud conveniente. Resulta dif‚cil persuadirlos de que les

ir† muy bien en el proceso formativo si se ven a s‚ mismoscomo principiantes que tienen mucho por aprender en este

nuevo enfoque. La terapia familiar es la forma de terapia

m†s contempor†nea (tiene apenas treinta a•os); deber‚antener una noci„n de ella, la apliquen o no finalmente.

76 77

La influencia acad‡mica Citar‡ un ejemplo de la formaci„n que recib‚an antigua-

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 Formaci•n de asistentes sociales

La formaci„n en las diversas profesiones asistencialestiene en cada caso sus ventajas y sus dificultades.

Hoy, en los Estados Unidos, la mayor parte de la terapia

familiar est† en manos de asistentes sociales; ellos son losm†s representados en los programas formativos y en los

talleres de terapia. Una ventaja para su formaci„n es suconocimiento de los sistemas sociales y su conciencia de las

necesidades pr†cticas de los clientes. Han aprendido a ob-tener recursos cuando las familias los necesitan y tienenexperiencia en el trato de familias de clase baja y media.Hacia comienzos del siglo XX adquirieron fama de saber

manejarse con las familias; los cl‚nicos de otras disciplinas

que deseaban saber algo sobre terapia familiar recurr‚an aun asistente social. Pero la formaci„n del asistente social no

inclu‚a el aprendizaje de la terapia familiar: en cambio,

aprend‚an terapia individual y deseaban ser psicoanalistas(durante largo tiempo constituyeron el grupo m†s numero-

so de psicoanalizados, porque analizarse les daba prestigioen su profesi„n). La terapia familiar se desarroll‡ fuera del

campo de la asistencia social pero en la pasada d‡cada los

asistentes sociales se entusiasmaron m†s por ella, y esto se

refleja en el plan de estudios de sus programas formativos.El problema de la formaci„n acad‡mica del asistente so-

cial ha sido que insiste m†s en la historia de la asistencia

social que en generar un cambio terap‡utico en un cliente.El plan de estudios tiende a ser simple y reducido. Reciben

formaci„n cl‚nica m†s en sus empleos que en su trabajoacad‡mico. Por suerte, las escuelas de asistencia social es-

t†n cambiando; muchas ense•an terapia e incluso dictancursos pr†cticos de terapia familiar en consultorios con es-

 pejo de visi„n unilateral. Esto obedece en parte a las presio-nes de los mismos asistentes sociales, quienes, ya gradua-dos, descubren que no poseen los conocimientos necesarios

 para hacer terapia y deben buscar una formaci„n de pos-

grado en instituciones privadas. Las ideas acad‡micas so-

 bre la supervisi„n cambian m†s despacio que las pr†cticasterap‡uticas en el campo. En las escuelas de asistencia so-cial, todav‚a se ense•a la teor‚a psicodin†mica.

Citar‡ un ejemplo de la formaci„n que recib‚an antigua

mente los asistentes sociales. Hace pocos a•os, una joven

asistente social me plante‡ el caso de un ni•o peque•o queencend‚a fuegos no s„lo en su casa sino dondequiera que

fuese. En la cl‚nica de psiquiatr‚a infantil, su costumbre eraarrojar f„sforos encendidos en las papeleras. La asistente

social me cont‡ que acababa de graduarse y nadie le hab‚a

ense•ado a hacer terapia, en particular con un ni•o incen-diario. Al confesarles esta carencia, sus superiores le dijeron

que no se preocupara: el ni•o seria sometido a varios testsy, en una reuni„n del personal, le indicar‚an el proceder.En realidad, en esa cl‚nica de psiquiatr‚a infantil Šcomo

en tantas otras cl‚nicas de ni•osŠ siempre se aplicaba elmismo m‡todo: alguien ve‚a al ni•o en sesiones de terapia

lˆdica mientras que un asistente social entrevistaba a los

 padres. Desde luego, este ni•o fue sometido a tests y la asis-

tente social entrevist‡ a ambos progenitores. Varias sema-

nas Šy varios incendiosŠ despu‡s, el personal se reuni„ para considerar el caso. Pasaron revista a los resultados de

los tests y al material recogido en las entrevistas a los pa-

dres. Llegaron a la conclusi„n de que el ni•o era un piroma-

niaco, y hubo un debate acerca del significado psicodin†-mico de la piroman‚a. Al t‡rmino de la reuni„n, el director

de la cl‚nica, que la hab‚a presidido, se levant„ y dijo: ƒBien,

es evidente que se trata de un problema ed‚pico…. Se retira-

ron todos. La asistente social se qued„ sentada y se puso allorar: en la escuela de asistencia social no hab‚a aprendido

nada que la ayudara con este problema y tampoco hab‚aaprendido nada del personal de la cl‚nica de psiquiatr‚a

infantil.Afortunadamente, esta historia tuvo un final feliz. Un

 psic„logo, terapeuta conducta!, pas„ por la sala y vio a la

asistente social llorando en la desierta sala de conferencias.

Le pregunt„ qu‡ le pasaba y, al enterarse de lo sucedido, dijo

que hab‚a que hacer algo con la piroman‚a. ƒVeamos. Para

encender fuegos, el ni•o debe encender f„sforos…, razon‡

como terapeuta conductal. Le sugiri„ que impartiera a los padres la directiva de dar al ni•o un centavo por cada diez

f„sforos intactos que les trajera. La asistente social se sinti„

complacida de tener algˆn plan de acci„n definido y se lo propuso a los padres. A su vez, ellos se sintieron complaci-

dos de que, por fin, alguien les sugiriera una tarea dirigida a

78 79

resolver el problema. Al ni•o le gust„ la idea y les trajo hacer terapia, pues pecar‚a de una excesiva estrechez de

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 bastantes f„sforos intactos. Dej„ de encender fuegos, mien-

tras la terapeuta trataba las cuestiones familiares. ;Qu‡contraste entre esa intervenci„n y lo ense•ado en la escuela

de asistencia social! Pero los tiempos cambian: ahora los

supervisores de asistentes sociales procuran formarse para

ense•ar terapia familiar contempor†nea y, as‚, aprender aasesorar a sus supervisados para resolver los problemas desus clientes.

La formaci„n de terapeutas de pareja y familiares estodav‚a muy nueva y tiene un plan de estudios impreciso.

En las mejores escuelas, se ense•a a los estudiantes a tra-tar diversos problemas del ni•o y la familia. En las peores,

s„lo los preparan para que aprueben los ex†menes de ma-triculaci„n que se exigen en el estado, con lo cual s„lo apren-

den ese material y no a hacer terapia. Quienes dise•an los planes de estudio no parecen ver en esta nueva profesi„n

una oportunidad de abandonar los temas irrelevantes quese arrastran de los viejos programas formativos. En cambio,

insisten mucho en la supervisi„n conversada y dedicancentenares de horas a esto. Si los terapeutas en formaci„nreciben supervisi„n en vivo, es en sus lugares de trabajo.

 Formaci•n de psic•logos

Los psic„logos se forman en principio aprendiendo m‡-

todos de investigaci„n; hasta hace poco, su formaci„n cl‚ni-

ca ten‚a una importancia secundaria y carec‚a de prestigio.

Pero hoy se la toma bastante en serio, en parte porque se havuelto una profesi„n lucrativa; los psic„logos han llegado al

extremo de intentar limitar el nˆmero de colegas cl‚nicos enactividad aumentando la dificultad de los ex†menes de ma-

triculaci„n. En las universidades, la carrera de psicolog‚a

dura varios a•os, pero no parece que se dedique muchotiempo a aprender t‡cnicas terap‡uticas. Se hace un estudioextensivo de la psicolog‚a anormal, pero no se ense•a a pro-

ducir cambios en esas anormalidades. Los psic„logos estu-dian las diversas escuelas de terapia y su historia, y asisten

a conferencias sobre esos temas. Por lo comˆn, el resultado

es un terapeuta con un punto de vista ecl‡ctico que se cree

obligado a no tomar una posici„n personal acerca de c„mo

miras.El m‡rito de una formaci„n psicol„gica universitaria

est† en su amplitud intelectual que puede inducir una ac-titud cient‚fica. A su t‡rmino, los graduados son capaces de

examinar con ojo cr‚tico las ideas sobre la terapia. Si hacen

un internado en un hospital psiqui†trico, podr†n observar

la atenci„n de personas con problemas graves y participaren ella; esta experiencia los ayudar† a reconocer esos pro-

 blemas cuando se presenten en la pr†ctica privada.Si la actitud de investigaci„n adquirida impregna suenfoque terap‡utico, quiz† los ponga en desventaja comoterapeutas. Los investigadores aprenden a ser objetivos y

neutrales; no se involucran personalmente en el experimen-

to y se cuidan de influir en la informaci„n. En terapia ocurre

exactamente lo contrario. Un terapeuta tiene que involu-

crarse, no debe ser neutral, y la principal tarea terap‡uticaes influir sobre los datos y modificarlos. A muchos terapeu-tas en formaci„n con estudios de psicolog‚a tal vez les cueste

cambiar de posici„n. Si reciben una formaci„n en terapia

conductal, aprenden a ser m†s activos. No es raro que inten-

ten retener la influencia de su formaci„n acad‡mica hacien-

do una terapia basada en la cognici„n. El uso de la terapia para imponer la racionalidad a sus clientes les parece com-

 patible con su formaci„n acad‡mica.Por supuesto, en los departamentos de psicolog‚a de las

universidades norteamericanas no hay una ortodoxia sino

una diversidad de criterios. La ideolog‚a de un departa-mento puede diferir notablemente de la ideolog‚a de otro.En consecuencia, un supervisor no har† conjeturas sobre el

 psic„logo que viene a formarse con ‡l. Hace unos a•os, dict‡

una conferencia en la Universidad de Nueva York y el deba-

te con los estudiantes se mantuvo enteramente dentro de

un marco psicodin†mico. Ese mismo d‚a, horas despu‡s, fui

a dirigir un seminario en Stony Brook y no 01 mencionarninguna idea psicodin†mica; all‚, la discusi„n gir„ en torno

de una discrepancia entre los partidarios de Skinner y losde Wolpe sobre el mejor modo de abordar la terapia. Sin em-

 bargo, las dos universidades quedaban a pocos kil„metros

de distancia.

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 Formaci•n de psiquiatras origen cultural. El inter‡s de los miembros de grupos mi-

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Quien haya dictado seminarios de terapia a psiquiatrasresidentes, habr† advertido un deterioro constante del focoterap‡utico. (Para una discusi„n de temas relacionados con

la formaci„n de psiquiatras en terapia cl‚nica, v‡ase el ca- pitulo 7.)

Conclusi„n

Cuando los estudiantes me preguntan qu‡ tipo de profe-si„n les conviene abrazar para aprender a hacer una tera-

 pia eficaz, a menudo debo se•alarles que todo depende de la

escuela y el departamento a los que se asocien. He visto tan-tos desenga•os que suelo advertirles que no esperen apren-

der mucho sobre terapia cl‚nica durante su formaci„n aca-d‡mica; les aconsejo ver en el t‚tulo universitario un carn‡

de afiliaci„n gremial que los autoriza a ejercer como tera-

 peutas, y prever que su trabajo acad‡mico los decepcionar†

en el campo de la formaci„n cl‚nica. Durante muchos a•os,los terapeutas graduados en universidades tuvieron que

formarse privadamente en institutos desvinculados de

aquellas. Tal vez soplen nuevos vientos pero, aun as‚, debe-mos tener presente que las universidades est†n organiza-

das para guardar lo mejor del pasado y no para cambiar sus planes de estudio con cada capricho pasajero.

Hay otro aspecto de los terapeutas en formaci„n que ad-

quiere dimensiones de problema. Se espera que los super-visores formen terapeutas provenientes de distintas clases

socioecon„micas y grupos ‡tnicos. La formaci„n en terapia

ya no es un monopolio de la clase media. Los pobres han en-

trado en este campo como clientes y terapeutas en forma-

ci„n; de igual modo, quienes buscan una formaci„n repre-sentan una gama de nacionalidades de origen. Muchos eu-

ropeos y latinoamericanos asisten a programas formativos

mientras ejercen la docencia en Estados Unidos. Reciente-

mente ha aumentado el nˆmero de terapeutas en formaci„n

 provenientes de toda Asia. Es bueno que los clientes de dife-

rentes grupos ‡tnicos puedan recurrir cada vez m†s a tera-

 peutas que los comprendan mejor por compartir su mismo

noritarios en hacer terapia y en solicitarla beneficia igual-mente a los supervisores, porque les permite conocer mejor

la cultura de sus clientes de ese origen y aplicar esta com-

 prensi„n a su propia pr†ctica cl‚nica.

El idioma es un motivo de preocupaci„n primordial con

los terapeutas en formaci„n extranjeros. Algunos apenas si

hablan ingl‡s y deben actuar como observadores mientraslo aprenden. O un terapeuta extranjero que aprendi„ a ha-

 blar un ingl‡s excelente fuera de los Estados Unidos nocomprende nuestros modismos y vulgarismos. La mayor‚ade los terapeutas nacidos en el extranjero se encuentran en

una situaci„n intermedia.El enfoque estructural y organizativo de la terapia fami-

liar permite resolver los problemas en aquellos casos en que

la comunicaci„n entre terapeuta y cliente es m‚nima. Si de-

seamos hacer una terapia que exija una discusi„n sobre el

sentido de la vida, esa comunicaci„n ser† desde luego m†s

compleja. Recuerdo la experiencia did†ctica de un psiquia-

tra italiano que apenas hablaba ingl‡s y trat„ a una cliente

afro-norteamericana que hablaba un dialecto casi incom-

 prensible para ‡l. El supervisor los alent„ a luchar amisto-samente por comprenderse y, gracias a la supervisi„n en vi-

vo, pudo hacer sugerencias para aclarar los malentendidos.

Entretanto, se resolvi„ el problema del hijo y los dos adul-tos llegaron a disfrutar del di†logo. El problema madre-hijo

obedec‚a en parte a que la madre no lograba ponerse de

acuerdo con su propia progenitora. La experiencia de con-flictos similares entre su madre y su abuela, all† en Italia,

 permiti„ al terapeuta comprender ciertos aspectos del pro-

 blema y ayudar a las dos mujeres a zanjar sus diferencias.Cuando el foco terap‡utico es la familia, hay similitudes

interculturales que hacen posible el tratamiento por unterapeuta cuya cultura difiere de la del cliente. El terapeuta

quiz† no sepa c„mo tratar con una familia en esa culturadistinta de la propia (p. ej., a qu‡ miembro debe preguntarle

en qu‡ consiste es el problema), pero la estructura y el sis-

tema familiares le resultar†n. conocidos.A menudo, la presencia, detr†s del espejo, de un terapeu-

ta en formaci„n perteneciente a un grupo ‡tnico af‚n ayudaa sus compa•eros a reconocer las diferencias culturales

cuando observan a una familia. Un terapeuta que trataba a

82 83

una familia latinoamericana discut‚a la conducta machistad l id l did d d b l

4. El cliente

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del marido como algo aprendido de su padre y su abuelo. Un

terapeuta ƒhispano… que observaba detr†s del espejo corri-

gi„ esta opini„n individual se•alando que a muchas muje-res latinoamericanas les gusta que su marido sea machista

 porque eso lo hace m†s previsible y f†cil de manipular. De

ah‚ que algunas alienten ese comportamiento. Este puntode vista presupone que esa conducta cumple una funci„nsocial actual en vez de obedecer a una causa pret‡rita.

Muchas veces, la experiencia adquirida con una familia pobre o con un grupo ‡tnico ayuda al terapeuta a compren-

der mejor a las familias de clase media; as‚, los supervisores

deber‚an poner a sus supervisados en contacto con clientes

 pobres. Veamos un ejemplo. En ocasiones, un terapeuta es-

cucha el siguiente comentario de una madre pobre que se

interpone en el trato de su marido con su hijo adolescente:ƒTemo que mi marido mate a ese muchacho…. Despu‡s de

haber o‚do esto, al terapeuta le ser† m†s f†cil comprenderlos verdaderos sentimientos de una madre de clase mediaque dice: ƒTemo que mi esposo pueda mostrar hostilidad

hacia nuestro hijo…. En realidad, expresa su temor de que lo

mate. Trabajar con los pobres en la d‡cada de 1960 ayud„ a

muchos supervisores a orientarse hacia nuevos grupos ‡tni-

cos, adem†s de ampliar sus perspectivas terap‡uticas. (Enel cap‚tulo 4 me extender‡ sobre la influencia de los factores

culturales y econ„micos en el tratamiento de los clientes.)

Hoy se espera que los terapeutas aborden todo tipo de problemas y de clientes. Incumbe al supervisor prepararlos

 para esa tarea imposible. En un programa ideal, el terapeu-

ta en formaci„n adquirir‚a experiencia en cada tipo de pro-

 blema, familia y etapa de la vida, ya fuera como terapeuta o

como observador situado detr†s del espejo de visi„n unila-

teral. Claro est† que, en la realidad, la selecci„n de clien-tes para su tratamiento u observaci„n por terapeutas en for-

maci„n es limitada; no obstante, deber‚amos esforzarnos

 por presentarles clientes de diferentes edades, clases socio-

econ„micas y etnias. Es preciso ponerlos en contacto con la

mayor variedad posible de psicopatolog‚as. Cabe esperarque tras esta formaci„n los terapeutas sean expertos en de-

terminadas †reas y tengan una noticia pr†ctica sobre otras,

y puedan tratar de manera competente la inmensa varie-dad de problemas que traer†n sus clientes. El terapeuta

que debe derivar al cliente que presenta determinado pro- blema no ha recibido una formaci„n completa. Los terapeu-

tas en formaci„n no aprenden adecuadamente si prev‡n laderivaci„n rutinaria de los casos dif‚ciles.

Si la meta de su formaci„n es ense•arles a resolver los problemas de una amplia variedad de clientes, los super-visores deben insistir en que no es habitual derivar casos a

otros colegas. Pero hay circunstancias en las que es preciso

derivarlos a otros profesionales diestros en determinadas

t‡cnicas: por ejemplo, un cliente con incapacidad de apren-dizaje que necesite una desintoxicaci„n o un examen m‡-dico. Adem†s, corresponde la derivaci„n si un cliente quiere

cambiar de terapeuta porque, simplemente, le es imposible

llevarse bien con el actual. No debe haber derivaciones para

tipos espec‚ficos de problemas psicol„gicos, como problemas

de la ni•ez, dificultades sexuales de la pareja, drogadicci„n

grave o psicosis. Los terapeutas en formaci„n deben apren-

84 85

der que tienen la obligaci„n de enfrentar cualquier proble-

t li t L li t l j ‚ La jerarqu…a

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ma que presente un cliente. Los clientes logran una mejor‚a

„ptima cuando se dan cuenta de que su terapeuta est† deci-dido a resolver su problema y no se dar† por vencido f†cil-

mente. Aunque esto les cause ansiedad, los terapeutas enformaci„n deben dar por descontado que a cierta hora ten-

dr†n que luchar, por ejemplo, con el problema de un adoles-cente que se fug„ del hogar, y a la hora siguiente, con un

 problema de abuso sexual en una familia de inmigrantes en

la que uno solo de sus miembros habla ingl‡s. Tal vez lesinquiete la perspectiva de abarcar todo tipo de problemas

 pero, a la larga, percibir†n las ventajas de este m‡todo di-

d†ctico. La variedad de problemas que traer†n sus clientes

en el curso de su carrera profesional ser† tal que, cuantom†s experiencia adquieran durante su formaci„n, tantomejor preparados estar†n,

‰Qui‡nes deber‚an hacer terapia?

Hay dos opiniones acerca de la terapia. Una dice que es para la persona que tiene un problema, para el individuo

incapacitado que no puede resolver una dificultad. La otra

afirma que es buena para todos porque nos ayuda a crecer y

a ser mejores de lo que ser‚amos sin ella. Cada supervisory cada terapeuta deben decidir cu†l aceptar†n. Esta deci-si„n trae consecuencias.

Si pensamos que la terapia es para quienes no puedenresolver sus problemas por s‚ solos, no trataremos a cual-quier persona. Diremos al cliente, en una primera entrevis-

ta, que no necesita hacer terapia. Por otro lado, si pensamos

que la terapia fue concebida para enriquecer a la persona y

elevar su conciencia, aceptaremos como clientes a los que la

soliciten porque todos somos capaces de mejorar. Entre lasnumerosas consecuencias resultantes del punto de vista

adoptado, hay dos fundamentales: la jerarqu‚a y el estigma.

j q

Si creemos que cuanta m†s terapia se haga tanto mejor,

habr† m†s terapeutas involucrados en el tratamiento de los

miembros de una familia y la jerarqu‚a que se establezcaentre el terapeuta y los miembros de aquella se convertir†en un problema. Si cada familia tiene el mayor nˆmero de

terapeutas posible durante el mayor tiempo posible, el re-sultado puede ser la confusi„n y no el cambio: los padres

hacen terapia de pareja, cada hijo hace terapia individual yla familia en pleno hace terapia familiar.

Desde el otro punto de vista, el del desarrollo organiza-

cional y no individual, cuantos m†s terapeutas interven-gan, tanto peor ser† el resultado. Probablemente, una ban-dada de terapeutas establecer† relaciones diferentes con ca-

da miembro de la familia y tironear† hasta desmembrarla.

Es inevitable que entren en conflicto, pues entre ellos habr†discrepancias justificadas. Cada miembro de la familia usa-

r† a su terapeuta para que lo apoye contra los otros. Mien-

tras tanto, cada terapeuta se atendr† a una ideolog‚a cuyameta terap‡utica sea ayudar al miembro de la familia a ele-

var su nivel existencial como individuo, subestimando lasinfluencias personales que ejercer†n ‡l y sus colegas sobre

los problemas organizacionales y jer†rquicos de la familia.

En un caso extremo, los terapeutas individuales tironea-

r†n de los padres hasta provocar su divorcio, confinar a losadolescentes en instituciones psiqui†tricas o reformatorios

y colocar a los ni•os en hogares de crianza; en suma, pueden

desmembrar a la familia.Cuando hay varios terapeutas involucrados con una fa-

milia, tal vez sea conveniente que hagan una sesi„n ejecu-

tiva para ver si, al menos, logran llegar a un consenso sobrelas metas familiares. Esto requiere un grado razonable derefinamiento. La introducci„n de los servicios de salud ge-

renciados est† cambiando este problema, al negarse a fi-nanciar a varios terapeutas.

 El estigma

La opini„n de que la terapia est† destinada exclusiva-mente a los inv†lidos emocionales redunda en su estigmati-

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zaci„n. Seg n ella, algo anda mal en quienes hacen terapia

d l l ‚ l E d d l ˆ

Tratar con los pobres significa comprender no s„lo su

l j i t bi‡ l lt d l b Ci t

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y no pueden resolverlo por s‚ solos. En verdad, como el pˆ-

 blico en general todav‚a cree que s„lo consultan a los tera-

 peutas las personas con deficiencias, hacer terapia puedeacarrear consecuencias en el trabajo, la escuela o la candi-datura a un cargo pˆblico. M†s aun, se dir‚a que quienes

hacen terapia familiar o de pareja son menos estigmatiza-dos que quienes hacen psicoterapia individual.

 Nuestra concepci„n de la. terapia Šsi es buena para to-

dos o necesaria ˆnicamente para ciertas personasŠ afectaincluso su duraci„n. Si la terapia es una manera de crecer,cuanto m†s se haga tanto mejor; dicho de otro modo, la te-

rapia prolongada es mejor que la breve. Pero si opinamos locontrario, la persona que hace terapia durante a•os nos pa-

rece m†s defectuosa que la que recibe terapia breve.

Cada terapeuta debe elegir cu†l de estas dos opiniones

generales es la mejor. Si elige la primera, aconsejar‚amos a

sus clientes no presentarse como candidatos a presidente.

La diversidad socioecon„mica

Un joven miembro de una familia entrevistada dijo:ƒJusto antes de que el Chancho fuera a la c†rcel, vino el Pin-

t„n y me vendi„ unos porros. Me hicieron viajar un poco y

me pareci„ mejor que emborracharme, aunque no tengo un peso…. El terapeuta que conduc‚a la entrevista lo compren-

di„ perfectamente. Muchos colegas Šy sus supervisoresŠ no entender‚an ni jota.

El terapeuta que trata a personas de diferentes clasessociales debe ser flexible. Algunas veces, el problema est†

en aprender a entender un dialecto distinto del nuestro.Otras, hay que aprender la jerga de los miembros de otra

clase o generaci„n. Si el terapeuta no comprende el dialectode la familia de un cliente, lo habitual es que ella empiece ahablar en el idioma del terapeuta (y, en ocasiones, vuelva a

su dialecto m†s natural cuando este sale del consultorio).Los terapeutas no deben fingir que entienden a los clientes

cuyo dialecto desconocen, pues ser‚a una actitud condescen-

diente; deben hacerles ver que se esfuerzan por comprenderel sentido de lo que se dice.

lenguaje, sino tambi‡n la cultura de la pobreza. Cierta vezsupervis‡ a un joven de poco m†s de treinta a•os que se ha- b‚a criado en la pobreza y hac‚a terapia con familias humil-

des. Una madre de cincuenta a•os, que hab‚a solicitado tra-

tamiento para su hijo, le pidi„ consejo sobre otras cuestio-nes privadas. Desde hac‚a varios a•os, conviv‚a con un oc-

togenario. El le daba dinero si lo necesitaba, y en una oca-

si„n le hab‚a pagado el viaje para que pudiera asistir a un

funeral importante para ella. Quiz†s a causa de su terapia,recientemente hab‚a empezado a disfrutar m†s de la vida.

Por ejemplo, hab‚a comenzado a salir con un hombre cin-cuent„n y los dos pasaban buenos ratos juntos. ‰Qu‡ deb‚a

hacer: quedarse con el octogenario o unirse al hombre m†s

 joven? Supuse que el terapeuta le aconsejar‚a irse con elm†s joven y gozar de la vida. Pero ‡l proven‚a de la cultura

de la pobreza y pensaba de otro modo: le aconsej„ que se

quedara junto al octogenario. Hab‚a demostrado ser unhombre digno de confianza y servicial (le pag„ el viaje para

que asistiera al funeral), en tanto que se desconoc‚a el gra-

do de confiabilidad del cincuent„n, a quien apenas conoc‚adesde hac‚a un tiempo. He aqu‚ un ejemplo de un supervisor

que aprende de un terapeuta en formaci„n lo que significa

ser pobre.A un terapeuta o supervisor de clase media tal vez le

cueste comprender c„mo se vive en la pobreza. Los psicote-

rapeutas s„lo empezaron a tratar a los necesitados en la d‡-

cada de 1960; para ello hubo que introducir serios ajustesen la terapia tradicional. Por ejemplo, comenz„ a ser menos

intelectual y m†s conductal; este cambio ayud„ a muchos te-

rapeutas intelectuales a entrar en el mundo real.Si comparamos la situaci„n actual con la de la d‡cada de

1960, dir‚amos que los pobres tienden a pasar de moda,

aunque siempre los tendremos con nosotros. Es igualmen-

te importante que los terapeutas en formaci„n aprendan atratar con familias de clase media y alta. Aunque exista

similitud entre el sistema y la estructura familiares de dos

clases socioecon„micas, la relaci„n y las intervenciones te-

rap‡uticas son diferentes. El supervisor tiene que compren-

der la estructura de clases lo suficiente para poder guiar al

terapeuta cuyo cliente pertenezca a una clase social distinta

de la propia.

88 89

Por suerte, los clientes rechazados por los cl‚nicos por ca-

recer de dinero o cobertura siempre est†n disponibles paraLa terapia ya no es un monopolio de la cultura domi-

nante Hay una diversidad cultural tanto entre los clientes

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recer de dinero o cobertura siempre est†n disponibles para

los programas formativos. Es imprescindible que su terapia

iguale en calidad a la que se provee a quienes disfrutan deuna posici„n econ„mica m†s segura. No deber‚a haber una

terapia de segunda clase para los clientes atendidos por te-rapeutas en formaci„n.

Etnia y nacionalidad

Una escuela secundaria de Maryland celebr„ reciente-mente un festival multicultural en el que estuvieron repre-sentados ciento ochenta grupos ‡tnicos. Si bien es probable

que la clientela de un terapeuta no abarque semejante va-

riedad de culturas, tambi‡n lo es que recalen en su consul-

torio representantes de por lo menos la mitad de ellas. In-

cumbe al supervisor preparar a los terapeutas para estadiversidad. Cuando naci„ la psicoterapia, en el siglo XIX, el

 programa formativo no tomaba en cuenta esta diversidadcultural de la clientela. De hecho, hab‚a resistencia a adop -

tar un punto de vista multicultural. Recuerdo haber asisti-do a una reuni„n de la Psychoanalytic Society de San Fran-cisco, all† en la d‡cada de 1950, para escuchar la disertaci„n

de un psiquiatra indio. Parti„ de la premisa de que a cultu-

ras distintas corresponden problemas psicol„gicos diferen-tes y describi„ una subcultura de la India donde los padres

s„lo pod‚an re•ir a causa de su hijo mayor; esto es, si dis-crepaban en algo, deb‚an definir tal discrepancia como undesacuerdo en torno de ese hijo. El psiquiatra se•al„ que el

terapeuta ten‚a que tomar en cuenta esta regla cultural alconsiderar el complejo de Edipo de un paciente; adem†s, el

conflicto ed‚pico de un individuo de esta cultura diferir‚a,

 por fuerza, del de un paciente vien‡s. Al t‡rmino de la diser-taci„n, el presidente de la Psychoanalytic Society se puso de

 pie y opin„ que el disertante sencillamente no hab‚a com-

 prendido el conflicto ed‚pico, y entonces no deb‚a hablar de

‡l ni imponer sus puntos de vista a otros. Muchos de los ana-listas presentes se sintieron tan molestos y avergonzadoscomo yo ante esta r‡plica grosera a un colega reflexivo. El psicoan†lisis muri„ quiz† por actitudes como esta.

nante. Hay una diversidad cultural tanto entre los clientescomo entre los terapeutas. He supervisado a terapeutas

 provenientes de Escandinavia, Alemania, Argentina, Puer-to Rico, Israel, Italia y Jap„n, para nombrar unos pocos, as‚

como a norteamericanos descendientes de distintas etnias.En ocasiones podernos proporcionar a una familia un te-

rapeuta que pertenezca a la misma cultura. Cuando tal

arreglo es posible, se comprenden mejor durante la entre-

vista. Sin duda, se da el caso de que cliente y terapeuta per-tenezcan al mismo grupo ‡tnico pero a clases o religiones di-

ferentes, y estas diferencias pueden causar dificultades.

Hace poco, trajeron a una sala de guardia a un hombre que parec‚a haber enloquecido. Hablaba en un idioma que nin-

gˆn miembro del cuerpo m‡dico lograba comprender. Por

fin, llegaron a la conclusi„n de que era camboyano y contra-taron a un int‡rprete para averiguar qu‡ lo aflig‚a. El in-

t‡rprete result„ ser un vietnamita que odiaba a los cambo-

yanos y se neg„ a hablarle al paciente. Estos problemas han

dejado de ser ins„litos.

 Formaci•n para tratar a clientes de otras culturas

La misi„n del supervisor es ense•ar a los terapeutas en

formaci„n a hacer terapia con personas pertenecientes adistintos grupos ‡tnicos y poseer la flexibilidad suficiente para cambiar de marcha entre dos sesiones sucesivas. Por

ejemplo, en la primera hora, un terapeuta entrevista a una pareja de j„venes norteamericanos que se consideran igua-les; en la hora siguiente, quiz† vea a un hombre oriundo del

Medio Oriente que se rehˆsa a ser entrevistado junto con su

esposa. Los supervisores deben ayudar a sus supervisados ahacer terapia pese a sus limitados conocimientos de la cul-

tura de un cliente, Hay dos enfoques posibles: el antropol„-gico o el familiar sist‡mico.

 El enfoque antropol•gico

Los supervisores pueden tomar por modelo a los antro- p„logos y acopiar conocimientos sobre la cultura a la. que

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 pertenecen los clientes de sus terapeutas en. formaci„n. As‚

t ‚ di i d l t d l dif i

inducir a los miembros de la familia dienta a comportarsel i b d l ‡t i l t l

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estar‚an en condiciones de alertados para las diferenciasculturales. Veamos un ejemplo. Una madre trajo al consul-

torio a su hijo adolescente y el terapeuta defini„ su pro- blema como un caso t‚pico de depresi„n. La madre mencio-

n„, casi al pasar, que su hijo sufr‚a porque ella estaba em- brujada. El supervisor le pidi„ entonces al terapeuta que

desplazara el foco de atenci„n e indagara qui‡n la embru- jaba y con qu‡ prop„sitos. Finalmente, se teji„ la hip„tesis

de que la mujer intentaba reunirse con su familia en su pa‚sde origen. Cre‚a que la nica persona capaz de salvarla del

hechizo, y sacar a su hijo de su depresi„n, era un cham†n desu tierra natal. En otras palabras, la desdichada madre

deseaba reunirse con su familia y la necesidad de un cha-

m†n que tratase la depresi„n de su hijo hac‚a inevitable elregreso al hogar. Como siempre, la familia educar† al tera-

 peuta que la escuche.Gregory Bateson ense•aba a psiquiatras residentes

(muchos de los cuales jam†s hab‚an leido un libro, salvo los

textos de medicina) present†ndoles una visi„n m†s ampliadel mundo. Recuerdo aquel d‚a en que disert„ sobre una

cultura cuyos miembros cre‚an que ellos no dictaban leyes:simplemente, descubr‚an las leyes hechas por un poder su-

 perior. Uno de los residentes exclam„ indignado: ƒŒEsa gen-

te est† loca! ŒSin duda, las personas hacen las leyes!…. Ba-

teson respondi„ con benevolencia, sin recordarle siquiera

que su propia religi„n atribu‚a el dictado de las leyes a Dios.

Los terapeutas deben poseer conocimientos antropol„-gicos suficientes para apreciar las similitudes y diferencias

culturales pero, • aun as‚, su misi„n es hacer terapia y no

 buscar una comprensi„n acad‡mica. Supongamos el caso deuna joven pareja reci‡n casada que se muda al hogar de los

 padres del marido. La esposa queda sometida a la autoridad

tir†nica de la suegra y estalla un conflicto. Ante esta situa-

ci„n, a una pareja norteamericana se le podr‚a aconsejarque se fuera a vivir a otra parte. En una cultura en la queeste arreglo constituye una norma milenaria, tal soluci„n se

considerar‚a indecorosa, y habr‚a que buscar otra. Los tera-

 peutas deben adaptarse a ciertas premisas b†sicas de unacultura. Si un marido no quiere sentarse junto a su esposa y

tratarla de igual a igual, podemos entrevistar a los c„nyu-ges por separado y resolver sus problemas. La meta no es

como los miembros del grupo ‡tnico al que pertenece elterapeuta, sino resolver su problema respetando su cultura.

El terapeuta que adopta un punto de vista antropol„gico

estudia los sistemas de parentesco, el entrenamiento del ni-

•o en el aseo personal y el control de esf‚nteres, los h†bitosalimentarios, las actitudes hacia los ancianos, etc. El pro-

 blema est† en que los terapeutas sencillamente no tienen

tiempo para investigar el grupo ‡tnico de cada nuevo clien-

te. Aun si lo tuviesen, les ser‚a imposible aprender lo sufi-ciente para familiarizarse con todos los matices de esa cul-

tura. Hasta los antrop„logos se limitan a estudiar una o dos

culturas, y algunos dedican toda su vida a eso. Un tera-

 peuta reflexivo puede pasar horas enteras con una familia

recogiendo sus opiniones acerca del significado de la vida, pero la meta terap‡utica es provocar los cambios buscados

 por los clientes y no que estos instruyan al terapeuta sobresu cultura.

 El enfoque  familiar sist€mico

La otra alternativa en la ense•anza del manejo de la di-

versidad cultural es generalizar a partir de una visi„n or-ganizacional de la familia y utilizar nuestro conocimientode los sistemas familiares para buscar el modo de intervenir

eficazmente en cada familia. Fundamentalmente, supone-mos que la presencia de dificultades interculturales es lo

que motiva a muchas familias de inmigrantes a solicitartratamiento. Las distintas reacciones de sus miembrosfrente al hecho de haber emigrado a Estados Unidos consti-

tuyen un problema t‚pico de estas familias. Los hijos apren-

den pronto el ingl‡s y quieren adoptar las costumbres nor-teamericanas en tanto que los padres desean preservar sucultura, incluidos los m‡todos tradicionales de crianza. Con

frecuencia, la esposa consigue empleo, no as‚ el marido. Sutrabajo y su asociaci„n con mujeres norteamericanas le dan

una independencia mayor de la que ten‚a. El marido puede

sentirse amenazado en sus derechos patriarcales y golpea asu mujer. Interviene la polic‚a  y s„lo entonces ‡l se entera deque la ley norteamericana prohibe castigar a la esposa. El

 juez se hace cargo de la situaci„n y deriva a la familia a un

a~r 93

terapeuta. ‰Qu‡ necesita saber este sobre la cultura de lafamilia para resolver tales problemas? No son exclusivos de

Un enfoque familiar sist‡mico de los problemas psicol„-

gicos permite su resoluci„n cuando la comunicaci„n entre el

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familia para resolver tales problemas? No son exclusivos de

una cultura en particular. La familia cuenta quiz† provenga

de la India, y el padre use el t‚pico turbante sij; o de unaaldea guatemalteca, o de una ciudad portuguesa. El proble-

ma esencial es su adaptaci„n a una cultura diferente.

Los terapeutas deber‚an informarse al m†ximo sobre la

cultura de una familia dienta, mas la imposibilidad de co-nocer todas las culturas impone una simplificaci„n. Ser‚a

estupendo que los terapeutas en formaci„n y sus superviso-res conocieran a fondo la cultura de cada cliente, pero es im-

 probable que ello ocurra. Su deber no es ser una autoridad

en la cultura de una familia, sino comprender a esta lo sufi-

cientemente bien como para hacer intervenciones terap‡u-

ticas. Los supervisores han de saber c„mo ayudar a los te-

rapeutas en formaci„n a entrevistar cort‡smente a clientesde diversas culturas; deben ense•arles a asumir una acti-

tud respetuosa hacia todos los modos de vivir y pensar que

existen en el mundo. Dada la imposibilidad de conocer todas

las culturas, el terapeuta debe explorar al cliente durante laterapia. Est† bien que le diga: ƒDesconozco c„mo ve usted

estas cuestiones. ‰C„mo abordar‚a el problema si estuvierade regreso en su pa‚s natal?….

Pero si el terapeuta comete una torpeza en su trato so-cial, algunas familias, en particular las asi†ticas, no siem-

 pre la comentan porque desean ayudarlo a salvar las apa-riencias. Si se les pregunta c„mo abordar‚an este problema

en su pa‚s de origen, no es raro que la discusi„n derive en laelaboraci„n de un plan que tome en cuenta sus costumbres.

Adem†s, esta indagaci„n da pie a que la familia corrija cor-

t‡smente la interpretaci„n err„nea de la situaci„n, compa-r†ndola de manera impl‚cita con su propio enfoque.

Lo importante aqu‚ es la relaci„n entre el terapeuta y elcliente. En algunas culturas, quienes buscan ayuda quieren

una autoridad que les diga lo que deben hacer, y no una dis-cusi„n exploratoria. En cambio, los miembros de otra cul-tura opondr‚an resistencia a un terapeuta autoritario y bus-

car‚an una forma de consulta m†s suave. En ciertas cultu-ras latinoamericanas, el poder ejercido por el padre es tal

que el terapeuta que lo desaire corre el riesgo de perder el

caso; en otras, es incorrecto discutir cuestiones de adultosen presencia de ni•os.

g p

terapeuta y la familia es m‚nima. Es preciso admitir que en

muchas culturas el padre es quien manda (o la familia lotrata como si mandara); cuando las influencias intercultu-rales echan por tierra esa autoridad, surge un dilema fami-

liar que puede adoptar diversas formas. En toda cultura

hay conflictos con los adolescentes y con quienes se casan

con personas pertenecientes a otra casta o clase. Tambi‡nhay padres desunidos por sus discrepancias sobre el modo

de disciplinar a los hijos, y hermanos rivales.

Las cuestiones psicol„gicas impl‚citas en un caso pueden parecer simples y, sin embargo, ser dif‚ciles de resolver. Una

madre italiana trajo a su hija de quince a•os con quien esta-

 ba en conflicto. La hija quer‚a empezar a salir con mucha-

chos y la madre pensaba que aˆn era demasiado joven para

eso. La hija, una muchacha alta, rubia y atractiva, insist‚aen que todas sus amigas quincea•eras sal‚an con. mucha-chos. La madre decidi„ que necesitaba el respaldo de sufamilia en esta cuesti„n y tom„ una medida algo costosa: lle-

v„ a su hija a Italia para que su abuela materna, que siem- pre hab‚a sido una madre sever‚sima, hablara con ella. A la

abuela le pareci„ maravilloso que las chicas de quince a•ossalieran a divertirse con muchachos. La madre regres„ a

Estados Unidos furiosa, y ahora buscaba a un terapeuta

que le ayudase a resolver el problema.El desaliento del supervisor frente a la diversidad ‡tnica

es menor entre los que ense•an a abordar cada familia como

un caso nico que entre los que utilizan el enfoque antropo-

l„gico. Si dise•amos una terapia para una familia en par-

ticular, las diferencias culturales y de clase pierden impor-tancia y la exploraci„n de los problemas familiares genera

soluciones.Un enfoque terap‡utico centrado en los problemas fami-

liares, que atribuya el origen de los s‚ntomas psicol„gicos aconflictos estructurales de la familia, es sumamente eficaz

y requiere menos conocimiento de las premisas de una cul-

tura. Los supervisores que lo adoptan deben ense•ar a sus

terapeutas en formaci„n a reconocer los problemas familia-

res t‚picos y atenerse a las reglas de cortes‚a necesarias para hacer coparticipaci„n con clientes de distintos grupos

‡tnicos. Tambi‡n deben ense•arles a hacer intervenciones

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tentativas y observar la respuesta del cliente. Los terapeu-tas angustiados preferir‚an que les fijaran reglas r‚gidas y

En la primera entrevista, nos enteramos de que la joven

pareja ten‚a unhijo y ven‚a a hacer terapia por orden judi-

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 procedimientos est†ndar, pero los supervisores deben en-

se•arles a asumir una actitud experimental. Cada familia,

sea cual fuere su cultura, es diferente de las dem†s, y los te-rapeutas est†n obligados a determinar experimentalmen-

te c„mo coparticipar con ella, comprender sus problemas y proponerle diversos modos de resolverlos.

Es frecuente que un terapeuta y su cliente enfrenten con

 buen humor sus dificultades de comunicaci„n y disfruten de

la terapia. A veces esa colaboraci„n se pierde si tercia un in-t‡rprete, en la medida en que la familia tienda a prestarle

m†s atenci„n que al terapeuta. (En general, no es acon-

sejable que un miembro de la familia haga las veces de in-

t‡rprete. M†s vale que lo provea el terapeuta.) En algunos

casos, el int‡rprete oculta ciertas ideas al terapeuta. Enotros, su falta de habilidad para mantenerse neutral puedecausar problemas. Cuando se dialoga en varias lenguas (en-

tre ellas la de signos, para comunicarse con un cliente sor-

do), el supervisor debe hacer un llamado general a la pa-ciencia. Si el programa formativo trae incorporada la noci„n

de un respeto m‚nimo hacia toda persona, los terapeutas en

formaci„n provenientes de distintas culturas se respetar†nmutuamente y respetar†n las costumbres de sus clientes.

CASO ILUSTRATWO

Las posibilidades que ofrece la terapia ‡tnica quedandemostradas en el siguiente caso, dificil pero con final feliz.

Una joven terapeuta japonesa que asist‚a a un programaformativo sabia poco ingl‡s y lo hablaba con cortedad. Lasituamos detr†s del espejo de visi„n unilateral, sentada jun-

to a otros terapeutas en formaci„n, para que observara los

casos y pudiera seguirlos mientras perfeccionaba su ingl‡s.(Estaba previsto que, finalmente, har‚a terapia familiar enese idioma.)

Un d‚a nos derivaron a una familia japonesa que apenashablaba ingl‡s. Para la joven terapeuta fue un placer entre-

vistarla y hacer terapia en su propia lengua. Ella misma

trajo a un int‡rprete que tradujera las conversaciones parael supervisor y los principiantes, detr†s del espejo.

 pareja ten‚a un hijo y ven‚a a hacer terapia por orden judicial: el marido, un empresario sumamente exitoso, hab‚agolpeado a la esposa. El sent‚a ira frente a ese tratamiento

compulsivo y se preguntaba, perplejo, por qu‡ era ilegal que

un hombre golpeara a su mujer. Tambi‡n estaba mortifica-do, pues tomaba su arresto como una humillaci„n. La tera-

 peuta ten‚a el problema de ser la experta encargada de tra-tar a esta pareja pero, tambi‡n, ser mujer en una cultura

que tend‚a a considerarlas inferiores a los varones.La terapeuta se las ingeni„, muy diestramente, para

coparticipar con el marido en sus dificultades, ganarse surespeto como profesional y alentar a la esposa a no dejarse

golpear. Sus intervenciones fueron calmando la ira de la pareja. Entretanto, detr†s del espejo, el supervisor luchaba por comprender lo que suced‚a, con la ayuda del int‡rprete

que, vivamente interesao por el di†logo, a menudo olvida- ba traducirlo.

Por suerte, la terapeuta hab‚a aprendido mucho de las

entrevistas observadas y necesit„ poca orientaci„n. El caso

requiri„ una terapia breve y, en la entrevista de seguimien-

to, supimos que hab‚a tenido ‡xito: la violencia no hab‚a

reaparecido en el hogar y la pareja se llevaba mejor. La tera-

 peuta impresion„ a su supervisor por el modo en que pusofin a la terapia: en la ˆltima sesi„n, introdujo una ceremo-

nia durante la cual sac„ a relucir una peque•a botella dechampa•a e intercambi„ placenteros brindis de despedidacon la pareja. Un terapeuta de otra nacionalidad quiz†s ha-

 br‚a obtenido un resultado igualmente feliz, pero no habr‚a

conducido el caso con tanto donaire y elegancia. Fue todo un

ejemplo de que el hallarse inmerso en la cultura del cliente permite al terapeuta evitar su resistencia y lograr que acep-

te sus intervenciones.

La edad del cliente

Es natural que los terapeutas prefieran hacer terapia

con personas en cuya compa•‚a se sientan c„modos. Por lo

comˆn, son clientes de cierto grupo etario o con determina-

do tipo de problema. Un nˆmero sorprendente de terapeu-

96 97

tas dicen haber abrazado esta carrera porque deseabanayudar a los adolescentes. Pero los terapeutas j„venes

que, si lo hac‚a, s„lo lastimar‚a los sentimientos de muchos

colegas que no sab‚an hacer otra cosa con los chicos.)

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y p j

suelen hallarse en una etapa de la vida en la que tienen pro-

 blemas con sus padres, y esta parcialidad puede influenciarsu trabajo. Muchos se recuperan de esta predisposici„n

cuando se convierten en padres. Recuerdo el comentario de

un psic„logo de ni•os: tras haber adoptado a dos beb‡s, de-se‡ poder disculparse ante las madres a quienes hab‚a acon-

sejado en el pasado, es decir, cuando no ten‚a una idea con-

creta de los problemas que planteaba la crianza de los hijos.Los terapeutas en formaci„n deber‚an tener una expe-

riencia directa en el trato con ni•os, adolescentes, adultos y

ancianos, y con toda clase de diagnosis. Ya no podemos limi-

tar las destrezas terap‡uticas a un solo grupo etario. Losni•os dif‚cilmente llevan una vida independiente; por lotanto, un terapeuta de ni•os debe ser igualmente capaz de

tratar a un padre deprimido o a una red familiar dif‚cil. Los padres de ni•os perturbados suelen tener problemas perso-

nales y el terapeuta necesita saber c„mo ayudarlos.

Tratamiento de ni†os

El trabajo con ni•os requiere una aptitud especial para

comunicarse. Tener hijos propios es una ayuda. Unas veces,el ni•o es el problema presentado; otras, lo traen simple-mente como integrante de la familia. En uno u otro caso, elterapeuta debe ser capaz de hacer coparticipaci„n con el chi-

co y el supervisor tiene que orientarlo en esto. Recuerdo

haber o‚do decir a un terapeuta, dirigi‡ndose a un ni•o de

cinco a•os: ƒ,Has considerado la derivaci„n de tus proble-mas?…. Ese colega nunca hab‚a entrevistado a una persona

menor de veintiˆn a•os; una de las tareas did†cticas de su

formaci„n fue introducirlo en el trato con ni•os.

La ense•anza de la terapia l dica a los terapeutas enformaci„n busca, entre otros fines, ayudarlos a comunicarse

imaginativamente con los chicos. La terapia lˆdica tal vezno cambie al ni•o que tiene un problema, pero educa al tera-

 peuta inexperto. (Nathan Ackerman, terapeuta familiar y psiquiatra de ni•os, me dijo cierta vez que no cre‚a que la te-

rapia lˆdica hubiera cambiado jam†s a un ni•o. Le pregun-

t‡ por qu‡ no hab‚a dicho eso pˆblicamente, y respondi„

g q )

El ni•o que tiene un s‚ntoma tal vez exprese los proble-

mas de una red social y conviene entrevistarlo en ese con-texto. No obstante, el terapeuta debe respetar tambi‡n las

necesidades individuales del ni•o y ayudarlo a salir de sudif‚cil situaci„n. En la ‡poca en que yo intentaba imponerlela ideolog‚a de la terapia familiar, Milton Erickson me dijo:

ƒUnas veces, un ni•o apila unos cubos para complacer a sus

 padres; otras, los apila para darse el gusto….Veamos c„mo puede ayudar un supervisor a que un tera-

 peuta coparticipe ' on un ni•o. Verlo a solas y sentarse a su

lado, en el piso, puede ser un buen comienzo. Es importantemantenerlo ocupado. Conviene tener un pizarr„n en el con-

sultorio para que los chicos puedan expresarse por su inter-

medio y de ese modo informen al terapeuta sobre sus capa-cidades y limitaciones. Los terapeutas que han sido maes-

tros de escuela suelen ser m†s capaces de organizar a ungrupo de hermanos para poder avanzar en su trabajo conlos padres.

La mayor‚a de los problemas infantiles se sitˆan en un

 punto intermedio entre dos extremos: el ni•o es retra‚do yhay que inducirlo a comunicarse mediante halagos, o es

muy inquieto e incluso violento, y hay que refrenarlo de unamanera segura. La mayor‚a de los problemas infantiles ex-

 presan conflictos entre los adultos que deben mantenertrato con ellos. Por cada par de adultos en conflicto a causa

de un ni•o (p. ej., madre y padre, padre y abuela, madre y

maestra) hay un aumento de la perturbaci„n e hiperactivi-dad del ni•o en cuesti„n. En general, los supervisores ayu-

dan a que los terapeutas aprendan a coparticipar con losni•os adoptando una actitud juguetona. Resulta especial-mente til observar a otros terapeutas experimentados en

el trabajo con ni•os.

El problema del ni•o cumple una funci„n en una situa-ci„n social; los terapeutas en formaci„n deben aprender a

no desatenderla y, al mismo tiempo, no permitir que este

centramiento en la situaci„n social deje desatendidos o noresueltos los problemas personales del ni•o. Un programa

formativo debe ense•ar a los terapeutas a manejarse con

ni•os de diversas edades dentro de sus contextos sociales.Esto no significa necesariamente la introducci„n inmediata

98 , 99

del contexto social en el consultorio, como sucede cuando se

entrevista a la familia en pleno. Los terapeutas tienen que

d dif d d i d i f ili

que estaba enojada con ellos. Esta dec‚a que la esposa de suhijo era ƒla peor nuera del mundo…. No parec‚a prudente

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aprender diferentes modos de introducirse en una familia.Si un adolescente se porta mal en un intento de reconciliar asus padres, tal vez ser‚a sensato no abordar esa cuesti„n de

inmediato. Por ejemplo: en una sesi„n familiar, una adoles-cente deprimida no quer‚a expresar sus pensamientos. Apa-

rentemente, sus padres estaban en conflicto por ella y, ade-

m†s, experimentaban malestar entre ellos. El supervisortuvo que decidir c„mo abordar este problema. En la entre-vista a solas, la hija revel„ al terapeuta que hab‚a mante-

nido relaciones sexuales con su novio, y enseguida ‡l hab‚a

roto con ella. Esto la aflig‚a, pero su mayor motivo de pre-

ocupaci„n result„ ser su incertidumbre sobre c„mo tratar-

lo cuando volviera a verlo. La terapia abord‡ primero estacuesti„n y despu‡s se ocup„ de los problemas familiares.

Sea cual fuere el problema estructural de la familia, un ni•o

o adolescente puede tener inquietudes inmediatas absolu-

tamente personales que es preciso tratar. Por ejemplo, unaadolescente que tiene problemas como un medio de recon-

ciliar a sus padres adem†s sufre ella misma y necesita quela asistan antes de poder ayudar a sus padres. El supervisor

debe ense•ar al terapeuta en formaci„n a establecer priori-dades.

Tratamiento de ancianos

El arte de la supervisi„n consiste en ayudar a los tera- peutas a aprender a cambiar una situaci„n mientras se cen-

tran en las necesidades particulares de la persona afectada por un problema. Entrevistarla a solas y hacer pasar a lafamilia despu‡s puede ser una t†ctica adecuada para mu-

chos grupos etarios. Una mujer de ochenta y cuatro a•os fue

expulsada de su residencia geri†trica por mala conducta.Durante una visita al hogar de su hijo, se sent„ en el piso de

la cocina y se neg„ a marcharse. Un centro de crisis nos laderiv„. En un caso as‚, de ordinario se invita a participar en

la terapia a las personas vinculadas a la vida de la anciana,

incluidos su hijo, su nuera y sus nietos, pero la informaci„n

recibida del centro que hab‚a hecho la derivaci„n parec‚a in-

dicar que el hijo y su esposa estaban furiosos con la anciana,

reunirlos a todos al comienzo de la terapia. En la entrevistaindividual, la octogenaria se mostr„ m†s deseosa de vivircon su hijo y su nuera que sola. Al hacerse expulsar de la

residencia geri†trica y negarse a abandonar el hogar de suhijo, trataba de obligarlo a darle albergue. Pero el hijo y la

nuera no quer‚an que viviera con ellos. Ya ten‚an en su casa

a los padres nonagenarios de la esposa, lo cual encoleriza-

 ba igualmente a la anciana. Si hab‚an podido acoger a susconsuegros, ‰por qu‡ no pod‚an recibirla a ella? Era evi-dente que la familia estaba en esa etapa de la vida en la que

hay que hacer algo con un progenitor entrado en a•os; esuna de las etapas m†s arduas tanto para las familias como

 para los terapeutas que procuran brindarles ayuda. En este

caso, el terapeuta logr„ ayudar a la anciana a dominarse ya ser m†s razonable con su hijo y su nuera. Despu‡s, estos pudieron iniciar la terapia con una actitud positiva y no ira-

cunda. Finalmente, la familia acord„ que la anciana ocupa-

r‚a un departamento en una residencia geri†trica, los do-

mingos cenar‚a con su familia y participar‚a en las activida-

des de sus nietos. En muchas situaciones de crisis, m†s vale

que el terapeuta haga avanzar a sus clientes paso a paso en

vez de convocarlos a una sesi„n cargada de confrontaciones

iracundas.

La psicopatolog‚a del cliente

Si en el ejercicio diario de su profesi„n los terapeutas

han de tratar toda la gama de problemas psicol„gicos, du-

rante su formaci„n deben tener acceso a una poblaci„n declientes lo m†s variada posible. La especializaci„n excesiva

no es pr†ctica. No obstante, en la realidad, los clientes quevemos en un programa formativo (p. ej., en una cl‚nica deorientaci„n del ni•o) a veces difieren radicalmente de losque trataremos en el curso del tiempo. Supongamos que de-

cido dedicarme ˆnicamente a la terapia de pareja. ‰Qu‡ ha-

go si un c„nyuge tiene una compulsi„n o est† deprimido?Tambi‡n podr‚a haber un conflicto conyugal a causa de un

ni•o problema y es sabido que las suegras desempe•an un

100 101

 papel central en algunos problemas conyugales. En otras palabras, pronto aprendemos que para intentar especiali-

responsables por sus consecuencias nocivas como el psi-

quiatra que medica. La peor faceta de este crimen es, quiz†,

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zarse en un solo tipo de psicopatolog‚a es preciso fingir que

no hay otras personas involucradas. M†s vale tener una vi-si„n m†s amplia de la terapia y adquirir una mayor varie-dad de destrezas, Un terapeuta en formaci„n tal vez sea

m†s experto en ciertos problemas pero, aun as‚, deber‚a sercapaz de abordar el amplio espectro de problemas que apa-

recen en el consultorio.

Los colegas especializados en un solo tipo de terapia(p. ej., la grupa' ola que prescribe medicaci„n para todo pro-

 blema) pueden causar dificultades. Los supervisores deben

ense•ar a los terapeutas a manejarse con estos colegas demodo tal que la atenci„n al cliente no sea el chivo expiatorio

de las discrepancias entre los profesionales. Por ejemplo,

cuando un psiquiatra empieza a medicar a una persona quehace terapia individual o familiar, su terapeuta tiene varias

opciones. Una es aceptar la medicaci„n, aunque ocasione problemas. Tomemos por caso a una madre a quien el tera-

 peuta intenta potenciar; si la medican, podr†n definirlacomo una persona deficiente y le costar† asumir su rol. Esta

opci„n suele denominarse enfoque psicoeducacional. Vea-

mos otro ejemplo: un psiquiatra medica a una persona defi-

nida como esquizofr‡nica, contando con que el asistente so-cial persuadir† a la familia de que es un enfermo incurable

que deber† medicarse de por vida. De este modo, el asis-tente social permite que el psiquiatra disponga de mayortiempo para atender a m†s pacientes, pero el arreglo busca

 principalmente posibilitar la cooperaci„n entre el psiquia-tra y el asistente social u otro terapeuta. En cambio, cuando

los asistentes sociales sostienen con sensatez que es posi-

 ble curar a las personas definidas como esquizofr‡nicas conuna terapia sin medicaci„n, entran en un conflicto irrecon-

ciliable con los psiquiatras y el establishment m‡dico. Como

no hay evidencia alguna de que la esquizofrenia obedezca acausas fisiol„gicas (nadie ha recibido el Premio Nobel por

haber descubierto una causa fisiol„gica de la esquizofrenia),

se sacrifica al cliente en aras de la armon‚a entre colegas.Los antipsic„ticos no s„lo no curan a la gente: impiden sucomportamiento normal, y en muchos casos ocasionan dis-

quinesia tard‚a y otras lesiones neurol„gicas. Los asistentessociales y psic„logos que participan en este acuerdo son tan

q q p q

la afirmaci„n insistente de las autoridades de que las perso-nas definidas como esquizofr‡nicas y sus familias debenconvencerse de que su problema es incurable e inalterable,

convicci„n esta que los excluye de toda terapia. Hay pocas pruebas de la veracidad de estos asertos pero hay pruebas Šque se nieganŠ de su falsedad.

Si un terapeuta no quiere aceptar el punto de vista de la

incurabilidad, pero tampoco quiere entrar en conflicto conun psiquiatra sobre aspectos fundamentales del caso en

cuesti„n, lo l„gico es que abandone al cliente en manos del

 psiquiatra. Pero esta opini„n dificulta el trabajo del su-

 pervisor en un programa formativo. Los terapeutas en for-

maci„n deben aprender a tratar eficazmente los casos m†sdif‚ciles, en los que aparecen involucradas personas psic„-

ticas, drogadictas y retardadas. Tratar a la familia de un in-

dividuo seriamente perturbado es m†s instructivo para elterapeuta que tratar a cualquier otro tipo de familia. Acep-

tar la premisa de que estas personas son incurables y deben

ser drogadas o encerradas es simplemente inadmisible. Confrecuencia, a los supervisores les queda la posibilidad de

tratar tan s„lo dos tipos de casos psicopatol„gicos: los clien-

tes con a•os de medicaci„n inˆtil y aquellos cuya medica-ci„n se interrumpi„ porque la lesi„n cerebral resultante era

manifiesta y embarazosa para el establishment m‡dico.Por supuesto, los supervisores deben presentar a sus su-

 pervisados casos dif‚ciles y f†ciles. La elecci„n del caso o tipo

de intervenci„n debe fundarse en las necesidades particula-

res del terapeuta en formaci„n y las necesidades de la fami-lia atendida.

Terapia domiciliaria

El uso del hogar como entorno terap‡utico es cada vez

m†s comˆn. Esto tiene sus m‡ritos, y son muchos, pero pue-de constituir un problema en los casos de terapia supervisa-

da, La observaci„n en vivo es embarazosa, pero podemos

grabar una sesi„n y reverla m†s tarde. Otra posibilidad esir al domicilio del cliente acompa•ado del supervisor y pre-

102 i 103

sentarlo como a un colega que podr† participar o no en la

discusi„n. Entonces el supervisor puede sentarse fuera deld i l E di i i„ i l

Terapia compulsiva

U d l bl d l i † l

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grupo de interlocutores. Esta disposici„n permite que el te-

rapeuta en formaci„n conduzca la sesi„n, teniendo a mano a

un supervisor que proteja a la familia de sus errores.La terapia domiciliaria proporciona m†s informaci„n

que la terapia en consultorio. Las visitas al consultorio po-

nen de manifiesto la conducta pˆblica de los individuos; aveces quedamos bastante sorprendidos al descubrir lo di-

ferentes que son en el hogar. Conviene recorrer el domicilio,acompa•ados por la familia, para ver d„nde duermen y sicomen en el comedor o sentados frente al televisor. (Sen-

tarse todos juntos en un consultorio, por una hora o m†s, es

una experiencia extraordinaria para algunas familias. Co-mo rara vez se sientan a discutir algo, en particular un pro-

 blema, hay que asesorarlas sobre el modo de hacerlo.) El

ambiente dom‡stico es muy informal, los miembros de lafamilia pueden moverse libremente o ir al ba•o durante la

sesi„n de terapia; en consecuencia, el terapeuta debe pro-veer algˆn tipo de estructura. Por lo comˆn, empieza por

 preguntar: ƒ.Les molestar‚a si apago el televisor mientrasconversamos?…. En los casos de familias con perturbaciones

graves, siempre pido a los terapeutas en formaci„n que se

hagan invitar a una cena hogare•a, no para hacer terapia,sino para interactuar con los miembros de la familia en una

situaci„n social. El terapeuta aprende much‚simo y la fami-

lia establece una relaci„n m†s ‚ntima con ‡l porque sienteque le ha ofrecido su amistad. Una de las primeras familias

a las que trat‡ estaba constituida por un matrimonio y su

hija, diagnosticada como esquizofr‡nica. Los vi varias vecesen mi consultorio y luego, en una crisis, visit‡ su hogar. S„lo

entonces descubr‚ que la madre era un ama de casa com-

 pulsiva mientras que la hija manten‚a su habitaci„n en ab-soluto desorden. Durante mi visita, vi que la hija arrojaba al

 piso la colilla de su cigarrillo y la apagaba con el pie. La ma-dre desvi„ la vista, desesperanzada. Nunca habr‚a obtenidoesta informaci„n en el consultorio. Desde la perspectiva de

un antrop„logo, ver a una familia ˆnicamente en el consul-

torio es lo mismo que pedirle a una tribu primitiva que nosacompa•e en un crucero de placer para que podarnos estu-diarla.

Uno de los problemas de la terapia contempor†nea es el.

alto porcentaje de casos que llevan impl‚cita una terapiacompulsiva, es decir, impuesta por orden judicial. Muchos

guardan relaci„n con abusos (incluidos los de sustancias, el

maltrato f‚sico y el abuso sexual) u otros actos il‚citos- Ahora

que los jueces han descubierto la terapia y la imponen amenudo por sentencia, los supervisores deben ense•ar a los

terapeutas en formaci„n a tratar con clientes que no vienena hacer terapia porque as‚ lo deseen, sino para evitar algo peor. (Para una discusi„n detallada de este tipo de terapia,cf. el cap‚tulo 11.)

Resumen

Evidentemente, la formaci„n de terapeutas se hace cadavez m†s compleja. El supervisor debe ense•ar al terapeuta

en formaci„n a manejarse con familias de diferentes clases

sociales y grupos ‡tnicos, que se encuentran en distintasetapas de la vida y presentan los m†s diversos s‚ntomas de

 psicopatolog‚a. La familia cuya cultura difiere de la de su te-

rapeuta educa a este sobre su cultura mientras ‡l intenta provocar un cambio dentro de disposiciones donde los t‡rmi-

nos ƒasistencia… y ƒcambio… poseen significados muy dis-

tintos de los que tienen en la cultura de la familia.

Si las familias mantuviesen su forma reconocible, facili-tar‚an el trabajo del terapeuta. Pero se dir‚a que la terapiaempez„ a centrarse en la familia en la d‡cada de 1950, pre-cisamente cuando las familias comenzaban a desintegrarse

a causa del divorcio. La mitad de los matrimonios se sepa-

raban y muchas parejas vueltas a casar tambi‡n acababan

 por divorciarse. La complejidad de las familias va en au-mento. Los hijos deben adaptarse a sus padres, despu‡s a

sus padres separados, despu‡s a un nuevo padre, y no pocasveces a otro m†s. Entretanto, los abuelos se multiplican

igualmente, sin saber a ciencia cierta cu†les son sus dere-chos y responsabilidades hacia sus nietos. Si aceptarnos la

hip„tesis de que los problemas de los hijos se dan cuandoentre los adultos hay un conflicto en torno de ellos, las opor-

104 105

tunidades de que surjan tales problemas se multiplican alaumentar los matrimonios mˆltiples y sus separaciones. A

i di l i• h t i ib

5. Qu‡ aprender, qu‡ ense•ar

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veces conviene pedir al ni•o que hace terapia que escriba enel pizarr„n una lista de las personas involucradas en su vi-

da, e indique sus parentescos y responsabilidades. La confu-si„n salta a la vista.

Esta complejidad creciente de la situaci„n familiar obli-

ga al terapeuta a concebir cada constelaci„n familiar como

una entidad ˆnica; es indudable que no puede aplicar un

m‡todo terap‡utico estructurado para una familia ideal.Los supervisores deben ense•ar a los terapeutas en forma-

ci„n a centrarse en cada constelaci„n familiar compleja y di-

se•ar un plan para ella. En esta situaci„n social siemprecambiante, la supervisi„n se vuelve m†s compleja (y m†s in-

teresante). Por su parte, los terapeutas en formaci„n tienen

la oportunidad de adoptar una actitud de curiosidad ben‡-vola acerca de c„mo viven los dem†s.

El supervisor a cargo de un programa formativo debe to-mar posici„n sobre varias cuestiones: a qui‡nes ense•ar,

qu‡ ense•ar, c„mo ense•ar y c„mo verificar que esa ense-•anza ha sido trasmitida. Hay cuestiones generales y otras

 bastante especificas sobre las que todo supervisor debe in-

terrogarse a s‚ mismo; no existe ningˆn m‡todo de supervi-

si„n ortodoxo que podamos adoptar simplemente.

‰Debemos ense•ar todas las terapias o solamentela nuestra?

Durante su formaci„n, los terapeutas deben decidir siaprender†n varias terapias o se concentrar†n en una sola.,Leer†n y observar†n una gran variedad de t‡cnicas o elegi-

r†n una y se especializar†n en ella? Sus supervisores tienenante s‚ una decisi„n aun m†s grave porque afectar† a mu-chos terapeutas. ‰Ense•ar†n varios enfoques o ˆnicamente

el suyo? Si presentan y enserian todos los enfoques como situvieran el mismo valor, sus supervisados adoptar†n unaactitud ecl‡ctica, lo cual ser‚a desafortunado. Ser ecl‡ctico

significa no tomar ninguna posici„n ni tener jam†s una opi-ni„n firme sobre nada. Pero si un supervisor ense•a ˆnica-

mente su propio enfoque, corre el riesgo de que sus super-

visados no aprendan que hay otras formas de hacer tera- pia, algunas de ellas bastante populares, y sean tenidos por

ignorantes.Una soluci„n para este dilema, igualmente v†lida para

la ense•anza de otras artes, es ense•ar bien un enfoquedeterminado, y despu‡s ense•ar otras terapias selecciona-das por sus m‡ritos. Por mi parte, recomiendo que el super-

visor comience por ense•ar su propio enfoque. Una vez que

107106

el terapeuta en formaci„n lo conozca a fondo, se le podr†n

ense•ar otros m‡todos e ideas. S‡ que pido algo poco pr†c-

tico o aun irrealizable pero los estudiantes deber‚an pasar

cual fuere el problema presentado por el cliente, puedentratarlo igual que al caso precedente. Ense•ar un m‡todo es

la alternativa m†s simple y la que menos exige al. maestro.

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tico o aun irrealizable, pero los estudiantes deber‚an pasar

 por la experiencia de hacer terapia antes de leer textos. En

cuanto puedan aplicar bien un enfoque en particular, dis-

 pondr†n de una posici„n de retaguardia sobre la que pue-dan replegarse cuando se vean frente a un caso ins„lito. Los

terapeutas en formaci„n necesitan sentirse seguros. Milton

Erickson sosten‚a que cada sujeto hipnotizado es nico yrequiere un enfoque ˆnico. No obstante, en mis tiempos de

 principiante me aconsej„ que memorizara una inducci„nhipn„tica. Despu‡s me dijo que no la utilizara y, en cambio,

adaptara mi t‡cnica a cada sujeto. La inducci„n memori-zada estaba all‚ para que recurriese a ella si me pon‚a ner-

vioso o no sab‚a a ciencia cierta c„mo proceder. La reacci„n

t‚pica del terapeuta angustiado es replegarse sobre lo pri-mero que aprendi„ en su formaci„n. A veces esto es un dolor

de cabeza para maestros posteriores que tengan enfoquesdistintos.

Tambi‡n es prudente ayudar a los estudiantes a no ad-quirir una mentalidad. estereotipada. La ortodoxia es tanmala como el eclecticismo. Por ejemplo, tan pronto como ha-

yamos ense•ado el concepto de que un s‚ntoma cumple unafunci„n social y el principiante haya aprendido a cambiar la

situaci„n social, pasaremos a describir una terapia basada

en un principio totalmente distinto. As‚ soltaremos el pen-samiento de los estudiantes. Citar‡ otro ejemplo: cuando

advierto un endurecimiento de su concepci„n de la terapia

familiar, suelo presentar una videocinta del tratamiento deun cliente que siempre hab‚a tenido fobia a las abejas; Steve

Andreas lo cur„ en diecis‡is minutos sin la menor insisten-

cia en la funci„n del s‚ntoma (despu‡s le hizo entrevistas de

seguimiento durante un a•o).

‰Hay todav‚a quien quiera aprender un m‡todo?

Un supervisor debe decidir si ense•ar† un m‡todo tera-

 p‡utico o formar† terapeutas que dise•en un procedimien-to terap‡utico para cada caso. Los principiantes prefierenestudiar un m‡todo porque es lo m†s f†cil de aprender; sea

la alternativa m†s simple y la que menos exige al. maestro.

Todo se hace conforme a un procedimiento est†ndar; el su-

 pervisor no tiene por qu‡ ser innovador. La principal obje-ci„n que nos merece un m‡todo es que s„lo puede beneficiar

a los clientes aptos para recibir esa terapia. Ante la enorme

diversidad de clientes y problemas que vemos hoy, saltar‚a a

la vista la necesidad de dise•ar una terapia para cada clien-

te. ‰Qu‡ pasar‚a si eligi‡ramos un determinado s‚ntoma yafirm†ramos que siempre debe haber un m‡todo especifico

 para tratarlo? Tomemos por caso al adolescente que amena-

za suicidarse: diremos que un terapeuta siempre podr† apli-

car un ƒm‡todo para la amenaza de suicidio…. Pero supon-

gamos que un adolescente amenaza suicidarse porque sus padres est†n al borde de la separaci„n; otra muchacha hace

lo mismo para poder quedarse en un hogar de crianza en

vez de regresar junto a su familia, y otra jovencita amenaza

quitarse la vida porque su novio acaba de rechazarla. ‰C„-

mo aplicar‚amos un solo m‡todo para todas las situaciones?

Es cierto que al terapeuta le conviene seguir un m‡todo.

 No es sorprendente que lo busque y afirme poseer el mejor.

Puede tomar un aspecto menor de una idea tradicional ydecir que ha descubierto el verdadero m‡todo terap‡utico.Por ejemplo, pretender† que insistir en las soluciones, des-

tacar lo positivo o mantener una conversaci„n constituye unm‡todo novedoso. Seguir un m‡todo le allana el tratamien-

to al terapeuta, pero es el camino menos apropiado para el

cliente que tiene un problema.Recuerdo que a comienzos de la d‡cada de 1960 un psico-

analista que asist‚a al programa formativo me confes„ quela nueva carnada de psicoanalistas lo hab‚a decepcionado.El hab‚a iniciado su carrera participando en una rebeli„ncontra la psiquiatr‚a tradicional. Por entonces, las ideas psi-

coanal‚ticas eran revolucionarias. Esa situaci„n cambi„ conel triunfo del movimiento psicoanal‚tico. Los analistas j„ve-

nes que entraron en actividad a principios de la d‡cada de

1960 ya no eran rebeldes portadores de nuevas ideas; bus-caban ortodoxia y respetabilidad. Quer‚an que les ense-

•aran qu‡ pensar, qu‡ decir y c„mo vestir. No les interesa-

 ban las ideas novedosas, sino c„mo portarse correctamente.

La insistencia puesta en un m‡todo mataba al movimiento.

108 109

En mi experiencia personal, cuando los psicoanalistasrenunciaron al div†n y se trasformaron en terapeutas fami-

liares, a menudo retuvieron las peores ideas, entre ellas las

miembros de la familia a discutir sus inquietudes. (Muchas

veces las familias hablan de cuestiones importantes si elterapeuta se retira del consultorio. De hecho, en ocasiones

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, p ,

siguientes: 1) en terapia familiar, hay que seguir un m‡to-

do; 2) la formaci„n debe consistir en una terapia personal, y

3) en realidad, la familia est† dentro de la cabeza del clientey es una cuesti„n puramente perceptiva.

Citar‡ un ejemplo del poder que ejerce el enfoque me-t„dico. En 1959, Don Jackson y yo dictamos una conferencia

en una asamblea de la American Academy of Psychoanaly-

sis, una organizaci„n de analistas que intentaban salvarese pasatiempo introduciendo ideas nuevas. Quer‚an escu-

char una presentaci„n de la terapia familiar, creada apenasdos a•os antes. Se escandalizaron al enterarse de que entre-

vist†bamos a familias enteras (ellos ni siquiera hablar‚an

 por tel‡fono con un familiar de un paciente). Tambi‡n leschoc„ el uso del espejo de visi„n unilateral, porque revelaba

a otros terapeutas las entrevistas confidenciales.

Pocos meses despu‡s, recib‚ una invitaci„n de un grupo

de terapeutas de orientaci„n psicoanal‚tica de Filadelfia;

hab‚an asistido a aquella reuni„n y empezaban a hacer te-

rapia familiar. Me invitaron a observarlos detr†s del espejo.

La familia chanta estaba constituida por la madre, el padrey una hija de dieciocho a•os. El padre hab‚a mantenido re-

laciones sexuales con la hija, y esta hab‚a sido internada en

un hospital psiqui†trico (por esos a•os se sol‚a hacer estocon las v‚ctimas de incesto). La entrevista que observ‡ se

realiz„ en v‚speras de que la hija pasara su primer fin desemana en el hogar desde su internaci„n. Todos parec‚an

 preocupados por lo que pudiera suceder en la casa, peronadie fue capaz de plantear el tema del incesto. La entre-vista fue bastante blanda; los dos coterapeutas que la con-

duc‚an no estaban habituados a introducir un tema.Despu‡s de la sesi„n, expresaron su deseo de que la fa-

milia hubiese mencionado el problema del incesto, ya que parec‚a estar en la mente de todos. Opin‡ que ellos deber‚an

haberlo introducido, y que tal vez la muchacha necesitaba protecci„n. Replicaron que un terapeuta s„lo responde a lo

que digan los clientes y no introduce temas. Les contest‡

que, si ten‚an que atenerse a esa regla, al menos deber‚an

ayudar a la familia a plantear la cuesti„n; por ejemplo, po-d‚an haberse retirado detr†s del espejo tras invitar a los

p ,

eluden un tema porque aguardan el momento en que elterapeuta se vaya.) Los colegas objetaron mi sugerencia,

 pero no esgrimieron las razones que yo esperaba. Adujeron

que la terapia familiar no inclu‚a dejar el consultorio duran-te una sesi„n. Repliqu‡ que el terapeuta familiar pod‚a es-tar en el consultorio o fuera de ‡l. Se•al‡ que uno de los pri-

meros terapeutas familiares, Charles Fulweiler, hab‚a refi-

nado un procedimiento que consist‚a en dejar conversar asolas a la familia mientras ‡l observaba detr†s del espejo de

visi„n unilateral, y entrar en el consultorio de vez en cuan-do; otros lo hab‚an probado y les hab‚a resultado ˆtil. Elgrupo de terapeutas me inform„ que lo que yo aconsejaba no

era una terapia familiar.Este grupo llevaba apenas tres meses en la pr†ctica de la

terapia familiar; no obstante, ya ten‚a un m‡todo y una or-todoxia: siempre hac‚a coterapia, los terapeutas s„lo entre-

vistaban a la familia completa, no se permit‚an las sesiones

individuales, los terapeutas se limitaban a responder a loscomentarios del cliente sin introducir nunca un tema, y un

terapeuta nunca sal‚a del consultorio para observar a losclientes detr†s del espejo. Se hab‚an atrevido a intentar al-go totalmente nuevo y, sin embargo, se sent‚an obligados a

cargar con todo el peso muerto de un m‡todo. Tuve la impre-

si„n de que se preocupaban por estar a la moda y, al mismo

tiempo, no malquistarse con los poderosos psicoanalistas de

su comunidad. Pero en su af†n de aplacarlos adoptaban elaporte menos valioso de la tradici„n psicoanal‚tica. Por su-

 puesto, afirmaban que su ƒterapia familiar intensiva…, como

hab‚an dado en llamarla, era m†s profunda que las otras, alas que tildaban de superficiales. Adem†s, me atacaban por

recomendar la planificaci„n del tratamiento; dec‚an que era

ƒmanipulador….La siguiente an‡cdota muestra lo persistente que puede

ser este ƒm‡todo…. Diez a•os despu‡s, un miembro de este

grupo me invit„ a observar una sesi„n de terapia en la queaplicar‚a una nueva t‡cnica. Sentado detr†s del espejo de

visi„n unilateral, observ‡ a un grupo de matrimonios y co-

terapeutas. Eso no era una novedad para mi, pues ya ha- b‚a varios terapeutas grupales que entrevistaban colee-

111110

tivamente a familias o parejas. La sesi„n me pareci„ una

conversaci„n inconexa, un intercambio de quejas en tornode los hijos. A su t‡rmino, pregunt‡ al colega que me hab‚a

2Urna teor…a de la conducta normal?

En la d‡cada de 1960, dirig‚ un proyecto de investigaci„n

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invitado (un destacado terapeuta familiar) por qu‡ entre-

vistaban a grupos de parejas. Le dije que, en mi opini„n, era

m†s eficaz ver a cada pareja por separado y a•ad‚ que otros

terapeutas hab‚an llegado a la misma conclusi„n. ƒAhorahacemos esto…, replic„. Le pregunt‡ por qu‡ lo hac‚an. ‰Ha-

 b‚an descubierto que obten‚an mejores resultados entrevis-

tando a grupos de parejas? ƒPero ahora hacemos esto…,

repiti„, como si mi pregunta lo hubiera dejado perplejo. En-tonces le pregunt‡ si los coterapeutas eran m†s eficaces que

un solo terapeuta, y apunt‡ que nadie m†s parec‚a habernotado que lo fueran. ƒPero ahora hacemos coterapia…, meexplic„.

A juicio de estos terapeutas, el principal argumento endefensa de su t‡cnica era que segu‚an correctamente el m‡-

todo, y no si deb‚an aplicar o no un m‡todo. Mis preguntasme parecieron atinadas; a ellos no. A un supervisor m†s le

vale no ser metodista.

,Qu‡ teor‚as se deben ense•ar?

As‚ como debemos evitar una pr†ctica terap‡utica este-reotipada, tampoco debemos permitir que la teor‚a se con-

vierta en una ortodoxia que limite la gama de intervencio-nes terap‡uticas. Entre las numerosas teor‚as existentes, el

supervisor tiene que elegir las m†s tiles y ense•†rselas alos terapeutas en formaci„n. (Cabe esperar que sea capaz deense•arlas de un modo tan convincente que se vea que su

 propio abordaje es el correcto.) Aun antes de decidir qu‡ teo-

r‚a es la mejor, el supervisor se preguntar† por las teor‚as

que tomar† en consideraci„n. Hay, por lo menos, tres tiposdiferentes de teor‚as que deber†. esclarecer y frente a las

cuales deber† posici„n: 1) una teor‚a de la conducta normal;

2) una teor‚a de por qu‡ la gente hace lo que hace, y 3) unateor‚a del cambio.

g p y g

en el que utilizaba diversos tests y experimentos con fami-

lias. Intentaba responder a los siguientes interrogantes:‰las familias cuyos miembros (o algunos de ellos) tienendiversas clases de s‚ntomas difieren entre s‚ y respecto delas familias ƒnormales…?; ‰la familia con un hijo delincuente

es diferente de la que tiene un hijo normal?; ‰la familia que

contiene a una persona diagnosticada como esquizofr‡nica

es diferente, como organizaci„n, de las otras familias? Si la

 psicopatolog‚a es generada por la familia, las que tengan un

miembro problema deber‚an ser diferentes de las familias

ƒnormales…. Para averiguar si era as‚, necesitaba un grupotestigo de familias normales preseleccionadas, pero ‰c„mo

determinar si una familia es o no normal? Empec‡ por pe-dir a los cl‚nicos que examinaran una muestra de familiasy eligieran a las normales. No encontraron ninguna. S„lo pudieron detectar anormalidades. Hab‚an sido formados para eso. Eran incapaces de descubrir normalidad porquecarec‚an de los criterios necesarios. Acab‡ por investigar a

unas doscientas familias, elegidas al azar en una escuela

secundaria. Si ninguno de sus miembros hab‚a sido arres-tado o hab‚a hecho terapia, defin‚amos a esa familia como

normal. Concretamente, defin‚ la normalidad de una fami-lia como la capacidad de manejar sus problemas sin pedir a

la comunidad que se haga cargo de ellos. (Cierta vez quise

 probar un experimento en una familia. Llam‡ a un amigo

que parec‚a tener una familia comˆn y le expliqu‡ que ne-cesitaba una familia normal para probar un experimento.

Pregunt‡ si todos estar‚an dispuestos a venir y respondie-ron afirmativamente. Pero la esposa me telefone„ a las po-

cas horas para avisarme que no vendr‚an. Segˆn dijo, no

constitu‚an una familia normal porque su hija estaba por

marcharse al college, todos estaban perturbados por su par-tida y re•‚an constantemente. Entonces me di cuenta deque el t‡rmino ƒnormal… s„lo pod‚a describir a una familia

que en ese momento no pasara por un punto cr‚tico en sus

estadios de vida familiar.)Los cl‚nicos todav‚a carecen de criterios de normalidad.

 No podemos decir: ƒTratar‡ a esta persona o familia anor-

males y los har‡ normales… porque nadie logra ponerse de

112 113

acuerdo sobre lo que seentiende por normalidad. Curiosa-mente, se la define como el hecho de no figurar en el Diag-nostic and Statistical Manual of Mental Disorders de la

gas. Tambi‡n podemos ense•arlo para demostrar c„mo no

se debe estigmatizar a las personas.

Dada la variedad de clases, culturas, edades y proble-

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American Psychiatric Association (DSM-IV). Todo lo que nofigure en esa biblia es normal.

‚Para qu€ sirve el DSM-IV?

La gradual medicalizaci„n y burocratizaci„n del campo

cl‚nico ha incrementado el uso del DSM-IV por las institu-ciones, las compa•‚as aseguradoras y los investigadores.

Para los terapeutas, es una calamidad. Las categor‚as utili-zadas en el manual, as‚ como su manera impl‚cita de pensar

sobre los seres humanos, incapacitar†n a cualquier tera- peuta. Si los terapeutas tienen que categorizar a los indivi-duos, conviene que elijan categor‚as que los gu‚en hacia un

enfoque terap‡utico. El DSM-IV no s„lo no ofrece tal gu‚a,

sino que adem†s, por su misma naturaleza, expresa deses- peranza en el cambio.

La diagnosis es importante porque quienes clasificantienen poder. Un plan clasificatorio construye un sistema

ideol„gico y, de este modo, controla el modo de pensar de lagente acerca de los asuntos clasificados. Esto me recuerdaun caso presentado por Joseph Wolpe en un seminario de te-

rapeutas. Describi„ a una mujer, sus angustias y su trata-

miento. Al rato, mientras discut‚an el caso, un psiquiatraoy„ mencionar el nombre de la mujer y coment‡ que la ha-

 b‚a tratado personalmente durante varios a•os, pero no la

hab‚a reconocido por la descripci„n de Wolpe. Vemos as‚ que

el lenguaje empleado por un terapeuta puede hacer que susclientes resulten irreconocibles para otros colegas.

Segˆn parece, hoy se presupone que la terapia es m†seficaz si el terapeuta tiene una visi„n positiva del cliente.

Colaboran mejor entre s‚, y el cliente se siente esperanzado.El DSM-IV presenta descripciones tan negativas que nin-

gˆn cl‚nico querr‚a tener como amigo a nadie que est‡ ca-

tegorizado en ese manual. Las personas all‚ descritas no sonagradables. ‰Qui‡n querr‚a tener a un amigo ƒfronterizo…?

Los supervisores s„lo deber‚an ense•ar el DSM-IV por

razones pr†cticas, esto es, porque estamos obligados a usar-lo y porque debemos aprender el lenguaje de nuestros cole-

mas representados por los clientes, m†s valdr‚a no esforzar-

se por establecer una categor‚a de lo normal. Lo normal es lo

que cada individuo u organizaci„n familiar considera acep-

table. Cuando una persona inicia en efecto una terapia, tal

vez lo haga porque su estr‡s y sus problemas son mayoresque los de otras personas, o simplemente porque el terapeu-

ta al que la derivaron estaba m†s disponible y era m†s per-

suasivo que el terapeuta al que derivaron a otro individuocon problemas similares.

Una teor…a de por qu€ la gente hace lo que hace?

El grueso de la bibliograf‚a t‡cnica no habla de c„mo

cambiar a las personas. Se ocupa de diagnosticarlas y de ex- plicar por qu‡ son como son.

Todos deber‚amos empezar por aceptar que una teor‚a de

la motivaci„n sostenida por cl‚nicos no es lo mismo que unateor‚a que intenta explicar el comportamiento humano en

otros escenarios. Una cosa es preguntarse por qu‡ los peato-nes se comportan del modo en que lo hacen y otra, muy dis-

tinta, es plantearse esa pregunta con referencia a los clien-

tes en tratamiento. Las teor‚as que convienen a un terapeu-

ta que se dispone a tratar a alguien para inducirlo al cambio

no son las concernientes a c„mo vive y se comporta la gentenormal. Las teor‚as terap‡uticas y las teor‚as sobre c„mo

vivir son dos cosas completamente distintas, del mismo mo-do que teorizar sobre c„mo criar a un ni•o normal no es lo

mismo que teorizar sobre c„mo curar a un ni•o problema.Estas teor‚as no deben confundirse.

Como ejemplo, recordar‡ la an‡cdota de un psiquiatra,

amigo m‚o, que invit„ a varios colegas a una reuni„n socialen su casa. En plena fiesta, su hijo de ocho a•os entr„ dis-

tra‚damente en la sala sorbiendo leche de un biber„n. El padre no pod‚a enojarse ante esa conducta impropia e infan-

til, pˆblicamente expuesta, porque hab‚a abrazado la teor‚a

de que no se debe someter al ni•o a ningˆn tipo de repre-si„n. Tal como ‡l la hab‚a entendido, la infortunada teor‚ade la represi„n, ideada para personas en tratamiento, signi-

114 115

ficaba que deb‚a dar a su hijo una libertad de expresi„n ab-

soluta, por infantil que fuese. Ahora tenemos una genera-

ci„n de ni•os influidos por terapeutas que confundieron eld i l d l id di i

En la d‡cada de 1880, se investig„ a fondo esta cuesti„nde la conducta involuntaria, tal como la describe Henri

Ellenberger,1 busc†ndole explicaciones. Se propusieron tres

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contexto de terapia con el contexto de la vida diaria.

Esto plantea el interrogante de cu†l es la mejor teor‚aaplicable a las personas en tratamiento. Aceptemos el hecho

de que la situaci„n terap‡utica Šun contexto dise•ado para

cambiar a las personasŠ es diferente de otras situacionessociales, y las teor‚as que le convienen pueden no convenir a

otras circunstancias.

 La conducta involuntaria

‰Cu†l es la conducta t‚pica del cliente que los cl‚nicos in-tentan describir? Por lo comˆn, los clientes hacen algo o de-

 jan de hacerlo y dicen no poder evitarlo. Definen su conduc-

ta como involuntaria. Entre todas las desdichas que lleganal consultorio del terapeuta, la m†s comˆn es la presenta-ci„n involuntaria. Por lo general existe una conducta extre-

ma que los clientes dicen no poder evitar. Unos nunca pue-den ba•arse; otros no pueden dejar de lavarse. Unos no co-

men y hasta se dejan morir de hambre; otros se atracanhasta volverse obesos. Unos son pasivos e inertes; otros,violentos y agresivos. Unos son deprimidos y quiescentes;

otros, hiperactivos. Unos no pueden disfrutar del placer

sexual; otros no conocen otro placer. Algunos matrimoniosnunca pueden expresarse nada; otros no pueden dejar deexpresarse. Para cada problema individual o familiar hay

un extremo opuesto. (Desde luego, no todos los clientes se

caracterizan por una conducta involuntaria. Muchos clien-tes que hacen terapia compulsiva dicen someterse volunta-

riamente al tratamiento y expresan su deseo de continuar-lo. En el cap‚tulo 11, me extender‡ sobre estos clientes.)

‰C„mo explicar que una persona haga algo y diga que no puede evitarlo? ‰Por qu‡ es incapaz de hacer lo que otroshacen, y adem†s sin saber por qu‡? Por ejemplo, los f„bicos

dicen que les pasa algo indefinible y que no pueden dejar de

evitar ciertas situaciones. El terapeuta debe optar por unateor‚a que ayude a explicar esta conducta y admita la posi-

 bilidad de cambiarla. Es preciso evitar las explicaciones que

dificulten el cambio.

 puntos de vista, todos ellos derivados de la hipnosis.

Lo inconciente. Fue descubierto, o creado, en la d‡cada

de 1880. Se convirti„ en la explicaci„n de la conducta invo-

luntaria y fue explorado mediante la hipnosis. Se dec‚a quelas personas ten‚an impulsos inconcientes que las impel‚an

a hacer lo que hac‚an. Al ser estos impulsos inconcientes, la

 psique conciente s„lo pod‚a desconcertarse ante las acciones

y los pensamientos del individuo.

Esta explicaci„n de la conducta problema cobr‡ popula-

ridad cuando Sigmund Freud, con la fuerza de sus ideas ydestrezas organizativas, cre„ un movimiento basado en la

noci„n de que la conducta sintom†tica que aflige al indivi-

duo es causada por lo inconciente. Tambi‡n se formul„ unateor‚a del cambio. Si las personas tomaban conciencia de

sus motivaciones inconcientes, se sobrepondr‚an a su con-ducta involuntaria. Una variante de este tema fue la idea deque los sentimientos pueden ser reprimidos, es decir, desa-

lojados de la conciencia y relegados a lo inconciente. Se ela-

 bor‡ la hip„tesis de que la expresi„n de los sentimientos ha-r‚a desaparecer la conducta y los pensamientos involunta-rios. Si el terapeuta le preguntaba con regularidad a‰C„mo

se siente?…, el individuo entrar‚a en contacto con aquellos

sentimientos que hab‚an sido inconcientes.

‰Deben ense•ar hoy los supervisores esta explicaci„n de

la conducta involuntaria? ‰Deben ense•ar tambi‡n que el

cambio se produce si la persona toma conciencia de susideas y sentimientos inconcientes? La persistencia de estateor‚a se manifiesta en el hecho de que los supervisores no

necesitan de ejemplos para comprenderla. La aprendieronde sus maestros que, a su vez, la hab‚an aprendido de los

 propios, y as‚ sucesivamente.Al parecer, el concepto de lo inconciente se dividi„ a fines

del siglo pasado. A algunos cl‚nicos no les gustaba conce-

 birlo como un repositorio de ideas reprimidas. Propusieron

la hip„tesis de que lo inconciente era una fuerza positiva ca-

 paz de ofrecer soluciones a personas en dificultades. Sostu-

1 H. F. Fllenberger {1970) The discovery of the unconscious, N ue va Y or k:Bask Books.

116 117

vieron que si ellas lo dejaban funcionar, alcanzar‚an un fin

 positivo. Citaban como ejemplo al ciempi‡s, que camina me-

 jor si es inconciente de c„mo lo hace. Milton Erickson repre-

t„ l hi „l ‚ l i i t iti

nuevas t‡cnicas terap‡uticas y aprenden a tolerar a los

otros. Suelo describirles el trabajo de un sanador carism†-tico nacido en Puerto Rico y radicado en Nueva York. Cierta

h b l ll „ i fi l di i d

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sent„ a los hipn„logos que cre‚an en lo inconciente positivo.

Sol‚a decir que si extraviaba o traspapelaba algo, no lo bus-

caba afanosamente porque su inconciente le revelar‚a su paradero cuando lo necesitara.

Las diferencias en la concepci„n de lo inconciente produ-

 jeron abordajes de terapia muy dis‚miles. Por ejemplo, lossupervisores con una visi„n positiva de lo inconciente qui-

z†s aconsejen a sus supervisados que en una sesi„n proce-dan segˆn sus impulsos. Los supervisores para quienes lo

inconciente es un lugar lleno de ideas desafortunadas obje-tar‚an esa propuesta; a su juicio, los terapeutas que condu-

cen un tratamiento dej†ndose llevar por sus impulsos pue-den ocasionar desdichas porque su inconciente contieneideas desagradables arrastradas del pasado.

 La posesi•n por esp…ritus. Una segunda teor‚a explicati-va de la conducta involuntaria es la idea de que las personas

 pueden estar pose‚das por esp‚ritus. Un esp‚ritu se apodera

del cuerpo e impele al individuo a actuar sin tener concien-

cia de lo que hace y, entonces, sin poder controlar sus actos.Es la explicaci„n de la conducta involuntaria que ha alcan-

zado mayor popularidad universal; aparece en culturas detodos los continentes. Se ha presentado una teor‚a del cam-

 bio basada en la noci„n de que el esp‚ritu posesivo ayudar‚a

al portador/poseso a convertirse en sanador de otros (as‚como, en muchos casos, los psicoanalizados se convert‚an en

 psicoanalistas).2 Con ello, la fuerza negativa se trasforma- ba en una ventaja positiva. La hipnosis ola danza en estado

de trance se suele utilizar como recurso terap‡utico. El pro-

 blema que plantear‚a ense•ar este enfoque en los EstadosUnidos de hoy es que nos considerar‚an apartados Šdema-

siado apartados, quiz†Š de la tendencia predominante enterapia. (Por extra•o que parezca, muchos parecen aceptar

mejor la terapia fundada en una vida anterior.)

Conviene ense•ar diferentes enfoques a los terapeutasen formaci„n, aunque s„lo sea como met†foras. As‚ conocen

M. Richeport (1992) ƒThe interface between multiple personality,spirit mediumship, and hypnosis…, American Journal of Clinical Hypno- sis, 34(3), p†gs. 168-77.

vez, un hombre le llev„ a su esposa infiel, diciendo que noquer‚a matarla. Le pregunt„ si pod‚a hacer algo por ella. El

sanador carism†tico examin„ detenidamente a la mujer ylleg„ a la conclusi„n de que la infidelidad no hab‚a sido co-

metida por ella misma, sino por el esp‚ritu de una esposaanterior. (Explicaci„n para nada distinta de atribuir el he-

cho a otra personalidad o a un impulso inconciente nacido

de una experiencia de la infancia, p. ej., el abuso sexual.)Sin embargo, el sanador portorrique•o no se limit„ a formu-

lar una teor‚a: tambi‡n propuso una soluci„n. La pareja de-

 b‚a ir a cierta ciudad de Nueva Inglaterra, lo cual significa-

 ba hacer un largo viaje en „mnibus. Una vez all‚, camina-r‚an hasta un †rbol situado a 1,6 km de la ciudad y, frente a

‡l, celebrar‚an una ceremonia que ‡l mismo les ense•„. Su

objeto era exorcizar al esp‚ritu de la esposa anterior. Des-

 pu‡s la pareja tendr‚a que hacer el largo viaje de regreso a

 Nueva York. El cumplimiento de las conductas prescritasfue, evidentemente, una terapia de penitencia para ambos

c„nyuges, y los liber„ de su problema.

La personalidad m‡ltiple. En la d‡cada de 1880, hab‚a

otra explicaci„n para la conducta involuntaria: la noci„n de

que una persona pod‚a ser pose‚da por varias personalida-

des. Segˆn ella, la personalidad primaria sufre una amne-sia cuando una segunda personalidad se apodera del indivi-

duo; de ah‚ su confusi„n ante lo sucedido. En otras palabras,las otras personalidades est†n fuera de la conciencia de la

 personalidad primaria. El principal procedimiento utilizado

 para ponerlas en evidencia era la hipnosis. Esta teor‚a goz„

de popularidad en la d‡cada de 1880, pero cay„ en desuso y,en gran medida, en el olvido (salvo por Milton Erickson)

hasta 1980. En ese decenio, se produjo un fen„meno a modode celebraci„n del centenario: aparecieron varios miles decasos de personalidad mˆltiple, todos ellos registrados ytratados. El concepto de la personalidad mˆltiple parece de-

masiado estrecho para explicar la variedad de s‚ntomas queven los terapeutas en su pr†ctica cl‚nica; no obstante, algu-

nos afirman que estos casos constituyen la totalidad de su

clientela.

119118

Teor…a del condicionamiento

Pavlov (que tambi‡n era hipn„logo) sostuvo que se pod‚a

condicionar la conducta animal ofreciendo refuerzos dentro

yo participaba en el proyecto de investigaci„n de la comuni-

caci„n dirigido por Gregory Bateson. Nos aloj†bamos en un pabell„n de investigaciones, en el predio del Hospital de Ve-

t d M l P k C lif i E l i difi i d

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condicionar la conducta animal ofreciendo refuerzos dentro

de una secuencia. Los refuerzos adecuados hasta pod‚ancausar efectos fisiol„gicos. En algˆn momento, alguien, tal

vez B. F. Skinner, tuvo una idea extraordinaria: aplicar esta

t‡cnica de condicionamiento a seres humanos. Tambi‡n se

vio que la acci„n del terapeuta bien pod‚a ser el refuerzo po-sitivo. Esta idea proporcion„ algo que ense•ar a los docen-

tes de psicolog‚a cl‚nica y, en consecuencia, se condicionaronvarias generaciones de ratones de laboratorio y estudiantesuniversitarios. La teor‚a del aprendizaje se convirti„ en una

teor‚a de por qu‡ la gente hace lo que hace. La conducta in-

voluntaria se pas„ a definir como un producto del condicio-namiento y se admiti„ la posibilidad de que este ocurra sinque la persona lo note.

Joseph Wolpe desarroll‡ una variante de esta teor‚a; sut‡cnica deber‚a ense•arse a los terapeutas en formaci„n, pues sirve para determinados fines. Wolpe experiment„ con

gatos. Si asustamos a un gato en una situaci„n dada, seasustar† cada vez que se encuentre en esa situaci„n. Pero si

lo exponemos a esa situaci„n en forma muy gradual, vence-r† su miedo. Wolpe aport‡ la idea de que un ser humano

 puede imaginar una situaci„n aterradora, exponerse gra-dualmente a ella y, as‚, sobreponerse a su miedo. Wolpe sos-

ten‚a que el terapeuta no deb‚a angustiar al cliente, pero se

lo sitˆa dentro de la misma escuela de pensamiento Šlateor‚a del aprendizajeŠ de los terapeutas que ƒinundaban…

al cliente con el elemento angustiante, fuera cual fuere este

(p. ej., si tem‚a a los insectos, le hac‚an imaginar que hormi-gueaban por todo su cuerpo). De este modo, la teor‚a del

aprendizaje se ampli„ lo suficiente para absorber ideas bas-tante contradictorias.

La t‡cnica de condicionamiento invit„ a ser espec‚ficosen la definici„n de un problema y en el dise•o de interven-

ci„n, adem†s de ense•ar a los terapeutas a ser directivos.

Pero la idea del condicionamiento ten‚a sus limitaciones enterapia.

Hoy la ortodoxia se sigue poco y cuesta creer lo contro-

vertido que fue el enfoque conductista cuando se lo present„

 por primera vez. Citar‡ un ejemplo. En la d‡cada de 1950,

teranos de Menlo Park, California. En el mismo edificio, dos

 psic„logos j„venes experimentaban en terapia conductal.Hac‚an presentaciones semanales sobre la marcha de sutrabajo, a las que sol‚a asistir el cuerpo m‡dico del hospital

 Šintegrado por psicoanalistas y el director del programaformativo, un analista entrado en a•osŠ porque era su de-

 ber. Un d‚a, los psic„logos expresaron su deseo de presentar

una idea novedosa que se hallaba en su etapa experimental.Los dos j„venes hablaron de la teor‚a del aprendizaje en

animales e informaron que esas ideas se aplicaban a pa-cientes. Afirmaron que si los terapeutas deseaban que sus pacientes se comportaran de determinada manera, deb‚anreforzar su conducta positiva si obraban en la forma de-seada y no responderles si se comportaban de otro modo. At‚tulo ilustrativo, explicaron que si un terapeuta deseabaque un paciente expresara m†s sus emociones, deb‚a asen-

tir y sonre‚r cuando ‡l dijera algo de contenido emocional y permanecer impasible cuando no expresara emoci„n algu-

na. Aseveraron que si un terapeuta hac‚a esto durante una

hora, tendr‚a un paciente muy emocional,. No bien hubieron terminado su presentaci„n, el anciano

director del programa formativo expres„ su indignaci„n. Di-

 jo que as‚ proceder‚a un sinverg‹enza. Influir deliberada-

mente sobre un paciente estaba mal; hacerlo sin que el pa-ciente tuviera conciencia de ello era absolutamente impro-

 pio y hasta poco ‡tico. Uno de los j„venes se defendi„ alegan-

do que, de todos modos, los terapeutas lo hac‚an: ellos res-

 pond‚an positivamente al paciente que se comportaba como

ellos quer‚an y no le respond‚an si se conduc‚a de otro modo.

El veterano analista respondi„: ƒSi usted lo hace sin darse

cuenta, Œest† bien!….

La influencia deliberada sobre los clientes todav‚a es unimportante motivo de pol‡mica en nuestra profesi„n. ‰Unterapeuta debe intentarla y, si lo hace, debe trabajar fueradel campo conciente del individuo? ‰O debe revelar al clien-

te todas sus intervenciones? ‰O influir sobre el cliente s„lo

se admite si el terapeuta no tiene conciencia de lo que hace?

Cabe se•alar que nuestra disciplina tolera las contradic-

ciones. A partir de la d‡cada de 1950, acabada la ortodoxia

120 121

 psicodin†mica, los terapeutas pudieron utilizar t‡cnicas

opuestas sin generar un caos. No s„lo hab‚a terapeutas de

orientaci„n familiar; tambi‡n hab‚a psicodinamistas y con-

ductistas que evitaban colaborar entre s‚ Los psicodina

Teor…a de sistemas

 No todas las teor‚as datan del siglo XIX. Algunas fueron

introducidas a mediados de este siglo Una nueva teor‚a del

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ductistas que evitaban colaborar entre s‚. Los psicodina-mistas se val‚an principalmente de la interpretaci„n para

tomar conciencia de las motivaciones inconcientes; los con-

ductistas hac‚an psicoterapia sin formular interpretacionesni presumir, siquiera, la existencia de lo inconciente. Los

 primeros se opon‚an rotundamente a impartir directivas asus clientes; los segundos las impart‚an para cambiar las

situaciones de refuerzo de las personas. Pod‚a darse el casode que en dos consultorios contiguos de una misma agencia

trabajaran sendos terapeutas con pacientes afectados por elmismo problema, y aplicaran t‡cnicas contrarias. La metadel psicodinamista no era modificar la conducta problema;

si le hubiesen preguntado cu†l era, habr‚a respondido: ƒNo,

mi tarea es ayudar a la gente a comprenderse a s‚ misma. Si.cambian o no es asunto de ellos…. Para los psicodinamistas,

la eliminaci„n de los s‚ntomas carec‚a de importancia; lo im-

 portante era comprender el problema din†mico oculto de-

tr†s del s‚ntoma. Por su parte, los conductistas presupon‚an

que su tarea era cambiar a la gente; daban por fracasadas

sus intervenciones si no resolv‚an el s‚ntoma de un cliente.Los psicodinamistas tampoco asignaban importancia al

contexto social del cliente; ni siquiera hablaban por tel‡fono

con un pariente de este. En cambio, los conductistas sol‚an

hablar con las madres y hasta les ense•aban a cambiar susrefuerzos con un hijo.

Todos los terapeutas compart‚an, hasta cierto punto, la

idea psicodin†mica de que los problemas presentes ten‚ansu origen en el pasado. Los conductistas atribu‚an las con-ductas actuales de los individuos a lo aprendido en el pasa-

do. La terapia basada en la teor‚a del aprendizaje se compli-

c„ m†s cuando los cl‚nicos adoptaron la premisa de que los

s‚ntomas de un cliente tienen refuerzos actuales que es pre-ciso modificar. Los conductistas aceptaban igualmente lanoci„n de que los clientes necesitaban ser educados por su

terapeuta, pero ellos y los analistas les ense•aban cosas dis-tintas.

Frente a estas complicaciones, los supervisores hoy de-

 ben mirar bien las premisas que ense•an; si no, corren elriesgo de caer en un galimat‚as de ideas contradictorias.

introducidas a mediados de este siglo. Una nueva teor‚a del

origen de los s‚ntomas postula que la familia es un sistema

autocorrectivo, mantenido por la conducta de sus miem- bros. Veamos un ejemplo. Si un marido se extralimita, la es-

 posa reacciona. Si la esposa se extralimita, el marido reac-ciona. Si ambos se extralimitan, reacciona el hijo. Esto es,cada movimiento hacia un cambio dentro del sistema activa

reguladores autom†ticos que lo impidan. Desde luego, lateor‚a es un poquito m†s compleja pero, b†sicamente, decla-

ra que la conducta sintom†tica es una respuesta a algˆn

elemento del sistema familiar y, para cambiar el s‚ntoma,

hay que cambiar el sistema. Quienes dicen no poder evitar

tal o cual conducta manifiestan una reacci„n de impotencia

frente a las acciones de otros. Los s‚ntomas integran, pues,

una secuencia repetitiva de conductas que el terapeuta de-

 be tratar de cambiar.Esta idea sist‡mica fue presentada en las conferencias

cibern‡ticas realizadas a fines de la d‡cada de 1940; desde

entonces, se difundi„ r†pidamente por diversos †mbitos

cient‚ficos. En psiquiatr‚a, su principal introductor fue Gre-gory Bateson, que particip„ en las conferencias cibern‡ticas

de la Macy Foundation y despu‡s describi„ problemas psi-

qui†tricos desde una perspectiva sist‡mica. (Milton Erick-

son asisti„ a la primera conferencia Macy.) Don Jackson,

que habr‚a de participar en el proyecto de Bateson comoconsultor, observ„ que la mejor‚a de los pacientes provocaba

reacciones negativas en sus familiares y propuso la noci„n

de la familia como sistema homeost†sico.3

Una de las consecuencias principales de la nueva teor‚a

fue el abandono de la idea de que el pasado causaba la psico-

 patolog‚a. Antes se cre‚a que un s‚ntoma se originaba en ex-

 periencias infantiles y se lo conceb‚a como una respuesta in-

teriorizada al pasado. Por ejemplo, una fobia se consideraba

una respuesta a un trauma que, de algˆn modo, hab‚a sido

interiorizado. La teor‚a de sistemas afirma que la situaci„n

 presente es la causa decisiva de la psicopatolog‚a y que los

3 D. D. Jackson (1959) ƒFamily interaction, family homeostasis and so-

me implications for conjoint family therapys, en J. Masserman, ed., Indi-

vidual and familial dynamics, Nueva York; Grune & Stratton.

123122

s‚ntomas constituyen una conducta apropiada en el actual

contexto social. Puesto que la conducta sintom†tica es adap-

tativa y correcta para la situaci„n presente, su modificaci„n

requerir† un cambio en el entorno social. Con esta idea na-

comprender por qu‡ la perturba tanto la maternidad. O se

 basar† en la idea de que est† en una de las etapas de la vidafamiliar y no puede pasar a la siguiente: la buena crianza

del hijo. La meta terap‡utica ser† despejarle el camino ha-

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qc‚a la terapia familiar.

Todav‚a es materia de controversias que la terapia sedeba centrar en el presente y no en el pasado. Los supervi-

sores deben tomar posici„n sobre si los s‚ntomas son adap-

tativos. Si una dienta que fue objeto de abuso sexual cuan-

do ni•a tiene dificultades en su relaci„n sexual con el mari-

do, ‰estas se deben al abuso sufrido en su infancia o a un problema actual en su relaci„n conyugal? El terapeuta apli-

car† tratamientos muy distintos segˆn d„nde sitˆe el ori-

gen del s‚ntoma: en el pasado o en el presente. El alcoholis-

mo es otro ejemplo: ‰su causa est† en la disfuncionalidad dela familia de origen, en una predisposici„n hereditaria o en

la presente situaci„n social? Un supervisor debe tener una

 posici„n clara y trabajar de manera coherente entre las

ideas incoherentes a que se ven expuestos los principiantes.

 El ciclo vital de la familia

Es otro concepto desarrollado en este siglo. Debo atri- buirme parte del m‡rito. Elabor‡ este marco de referenciadurante los cinco a•os que me llev„ escribir Uncommon the-rapy,4 publicado en 1973. Mientras intentaba hallar el mo-do de presentar la terapia de Milton Erickson, me di cuenta

de que su trabajo llevaba impl‚cita la hip„tesis de que la vi-da familiar evoluciona por etapas y tanto los s‚ntomas como

las metas terap‡uticas pueden situarse dentro de ese marcode referencia.

Si una persona o una familia llega a una etapa del ciclovital y no puede ir m†s all†, la meta terap‡utica ser† la deasistirlas hasta alcanzar la siguiente etapa evolutiva. Su-

 pongamos que una mujer da a luz y queda tan deprimida

que no puede cuidar de su beb‡: ‰c„mo definir‚amos la meta

terap‡utica para ella? La meta consistir† en ayudarla a

4 J. Haley (1973) Uncommon therapy. The Psychiatric Techniques of Mil-ton H. Erickson, Nueva York: Norton. ITerapia no convencional. Las t€cni-cas psiquiƒtricas de Milton H. Erickson, Buenos Aires: Amorrortu edito-res, 19801

del hijo. La meta terap‡utica ser† despejarle el camino ha

cia esa etapa.En la vida de una familia, los s‚ntomas y los problemas

 psicol„gicos no parecen ocurrir al azar, sino por etapas que a

veces se trasforman en crisis. Las etapas del ciclo vital de la

familia se fundan en los siguientes acontecimientos: el casa-miento y los primeros a•os de matrimonio, el nacimiento de

los hijos, el comienzo de su escolaridad, su adolescencia, su partida del hogar cuando llegan a ser j„venes adultos, y la

vejez. Podemos responder en parte al interrogante sobre las

causas de la conducta de las personas si sabemos en qu‡etapa del ciclo vital de su familia se encuentran, y la con-templamos desde la perspectiva de la terapia orientada ha-

cia la familia, aparecida a mediados de este siglo.Un supervisor se ve frente a muchas teor‚as distintas, de

las que algunas nacen de la inercia profesional. En otras palabras, los terapeutas han intentado adaptarse a la modasin cambiar sus teor‚as. Por ejemplo, practican una ƒterapia

familiar basada en las relaciones objetales… pero persisten

en sus teorizaciones de siempre, convencidos de que todoslos problemas y sus causas est†n en la mente del individuo.

O hacen terapia familiar guest†ltica, terapia familiar orien-

tada hacia las soluciones, terapia familiar clisfuncional, etc.Estas formas de terapia familiar aparecen en los textos

como si fuesen nuevas teor‚as psicoterap‡uticas cuando, en

realidad, son una mera repetici„n del pasado. Estas ƒnue-vas… terapias familiares interesan a los acad‡micos que

deben idear sistemas de clasificaci„n para los libros de tex-

to, pero no tienen importancia para los cl‚nicos.

Hoy la mayor‚a de los terapeutas admiten que la situa-

ci„n social, en particular la familia, es un elemento determi-nante significativo de la conducta. La aceptaci„n de ese he-

cho conduce a intervenciones terap‡uticas novedosas y efi-

caces. En vez de pensar en ƒescuelas… de terapia familiar,

conviene imaginar un continuo. En un extremo est† la tera-

 pia tradicional, basada en la hip„tesis de que los problemas psicol„gicos son causados por ideas e impulsos reprimidos

en lo inconciente, y la soluci„n est† en el insight y la toma de

conciencia. En el extremo opuesto se sitˆa una terapia pu-

124 125

rista, orientada hacia la familia, fundada en la hip„tesis de

que los problemas se originan en la presente situaci„n so-cial; esto significa que la unidad m‚nima a la que se dirige la

terapia es una diada. Para cambiar la situaci„n social, se

4. ‰El terapeuta debe introducir el tema de conversaci„n y

establecer c„mo se desarrollar† la sesi„n?

Si  No_

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p ,

necesitan acciones y directivas por parte del terapeuta. Por

consiguiente, el terapeuta que desee aprovechar la revolu-ci„n ideol„gica provocada por una orientaci„n familiar de- ber† abandonar ciertas ideas.

Hasta ahora, hemos discutido los siguientes conceptosque los terapeutas pueden elegir como base te„rica de su

enfoque cl‚nico:

Lo inconciente

La posesi„n por esp‚ritus

La personalidad mˆltiple

La teor‚a del condicionamiento

La teor‚a de sistemasEl ciclo vital de la familia

Hay otro enfoque te„rico: el que expongo en este libro.

Toma algunos de estos conceptos y a•ade otros. Para com-

 prenderlo, tenemos que discutir primero las cuestiones que

debe considerar un terapeuta cuando elige una teor‚a. An-

tes de revelar la teor‚a aqu‚ presentada, corresponde hacerun test que ayude a los lectores a ubicarse sobre el conti-nuo que va de la terapia tradicional a una terapia sensataorientada hacia la familia.

Test

1. ‰Debemos hacer terapia grupal con grupos artificiales,adem†s del grupo familiar?S‚_ No

2.‰Debemos explorar el pasado familiar disfuncional delcliente para conocer los or‚genes del problema?S‚_ No_

3. ‰Importa que los miembros de la familia de origen del

cliente, o la persona responsable de su trauma, hayanfallecido o aˆn vivan?S‚_ No_,..,,

126

5. ‰El terapeuta debe programar el desarrollo de una en-

trevista antes de ver al cliente?

Si  No_

6. ‰El terapeuta debe ver a la familia en pleno en la prime-

ra entrevista si ello es posible?

S‚_ No _

7. Si un cliente ha hecho terapia prolongada y otro hizo te-

rapia breve, ‰debemos suponer que aquel ha progresado

m†s que este?Si No

8. ‰La meta de la terapia es ayudar a los clientes a crecer y

elevar su nivel de autoconciencia?

Si  No

9. ‰Es mejor suponer que los problemas se basan m†s en el

modo en que los clientes construyen la realidad y ven asu familia que en los hechos de la vida familiar?

S‚~. No__

10. ‰Debe el adulto joven que tiene un problema ser interna-

do en un establecimiento prestigioso (p.ej., la Cl‚nica

Menninger, Chestnut Lodge o Austin. Riggs) silafamilia

 puede afrontar el gasto?

S‚  No

11 . ‰Una desintoxicaci„n correcta llevar† por lo menos

treinta d‚as?

Si_ No

12. ‰La medicaci„n es un auxiliar valioso porque facilita la

comunicaci„n del cliente durante la terapia?

Si No

13. ‰El terapeuta debe considerarse obligado a dar un trato

igualitario a todos los miembros de la familia, en cuanto

127

a su derecho a hacer comentarios durante una sesi„n deterapia?Si No

6. La mejor teor‚a

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14. ‰Para orientarnos dentro de una postura terap‡utica

 positiva debemos suponer que el mundo est† hecho demalvados y v‚ctimas?S‚ No

15. ‰Los terapeutas deben salvar a los clientes de aquellos

colegas que los retienen tenazmente y aplican un enfo-que desacertado?Si  _. No_

16. ‰Puede explicar qu‡ es el zen?S‚._._, No _ 

En una escala de 1 a 100, quienes hayan quedado atra-

 pados en los errores del pasado obtendr†n 1 punto y quienes

tengan una visi„n sensata obtendr†n 100 puntos. No se puede pretender que los terapeutas en formaci„n que se es-

t†n recuperando de su educaci„n acad‡mica logren el pun-

taje m†ximo, ni siquiera que se le acerquen. Todo supervi-sor que no pueda responder correctamente a estas pregun-tas deber‚a leer con detenimiento el resto de este libro, e in-

cluso repasar lo dicho hasta aqu‚. (Los supervisores que ob-

tengan el puntaje m†ximo deber‚an escribir su propio libro.)

Antes nos cre‚amos obligados a saber la verdad respecto

de las causas y las funciones de los s‚ntomas a fin de crear

una teor‚a que los modificara. Nos cre‚amos en la necesidad

de descubrir la verdadera causa de un s‚ntoma y el verda-dero mecanismo de cambio. Al cabo de un siglo de bˆsqueda

de la verdad, un siglo que produjo conclusiones encontradas

 partiendo de mˆltiples teor‚as terap‡uticas y de una pro-longada e intensa investigaci„n de casos, parece razonable

decir que nunca sabremos la verdad. Tal vez necesitemosuna hip„tesis para cambiar a las personas, pero eso no sig-

nifica que la ciencia la vaya a validar algˆn d‚a. Ciertamen-

te, no ser† validada por acciones terap‡uticas porque diver-

sas verdades conducen a resultados. Como nunca estare-

mos seguros de saber la verdad, debemos estructurar la te-rapia bas†ndonos en nuestro mejor saber y en los elementos

m†s pr†cticos. Dentro de este marco de referencia, no me

 parece una audacia excesiva discutir la elecci„n de la mejor

teor‚a sobre la terapia.

‰Qu‡ es la verdad?

Un hombre trae a su esposa al consultorio de un tera- peuta. Describe as‚ el problema: desde hace muchos a•os,

ella es incapaz de salir sola de casa. Si lo intenta, entra en p†nico y tiene jaquecas atroces: S„lo puede salir acompa-•ada por su marido o su madre. Ella dice no poder evitarlo.

El dice estar harto del problema, pues debe trabajar el d‚a

entero y, adem†s, hacer todos los tr†mites y compras, ha- blar con los maestros de sus hijos, etc‡tera.

‰Por qu‡ esta mujer no puede salir sola ala calle? Supon-

gamos que nos proponemos averiguar la verdad. Ser† una

128 ; 129

 bˆsqueda interminable, parcializada por nuestra forma dedescribir el problema: tejemos hip„tesis dentro de un marco

de referencia te„rico. Cada idea que se nos ocurre es una

nueva perspectiva que conduce hacia m†s hip„tesis, o aun

causa de un s‚ntoma determinado? Todav‚a no lo han hecho,y los terapeutas no pueden esperar hasta la pr„xima gene-

raci„n. Renunciemos a la idea de que encontraremos la ver-

dad y elijamos la mejor teor‚a para un terapeuta, cuya mi-

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nueva perspectiva que conduce hacia m†s hip„tesis, o aunhacia otro marco de referencia te„rico; sin embargo, nada de

esto puede ser verificado de manera cient‚fica.Citar‡ un caso desconcertante. Neil Schiff, un colega con

quien he trabajado largos a•os en muchos casos dif‚ciles,recibi„ a un ni•o de doce a•os, derivado por su pediatra por-

que todav‚a se orinaba en la cama. Hac‚a a•os que persist‚a

en su enuresis, pese a que la madre hab‚a intentado re-solver el problema por todos los medios. Schiff les hizo a los

 padres una pregunta que suelen hacer los terapeutas direc-

tivos: ƒ‰Est†n dispuestos a hacer cualquier cosa para sacar-

lo de este problema?…. La madre respondi„ afirmativamen-te; el padre pareci„ dudar. ƒQuiero que le den cincuentad„lares a su hijo cada vez que moje la cama…, dijo Schiff. La

madre accedi„, pero el padre se mostr„ menos entusiasma-do por la idea. La madre acat„ la consigna de Schiff; el chico

recibi„ 150 d„lares y, a partir de all‚, dej„ de orinarse en la

cama. Cuando la madre le cont„ al pediatra lo que hab‚anhecho, el m„dico ridiculiz„ la t†ctica y dijo: ƒNo se premia a

un ni•o por tener un problema que ustedes quieren que re-suelva…. La madre replic„: ƒNo me importa; ‡l dej„ de ori-

narse en la cama….

Sin duda, el pediatra pensaba con arreglo a la teor‚a del

aprendizaje y al refuerzo de la conducta positiva, mientrasque Schiff discurr‚a m†s bien por el camino propuesto en

este libro. Al investigar la terapia, muchas veces quedamos perplejos ante las premisas del terapeuta. Los investiga-dores pueden explorar con tiempo todas las posibilidadesasociadas a cada variable que decidan estudiar; los cl‚nicos

no. Estudiar las variables dentro del contexto terap‡utico

dificulta aˆn m†s la bˆsqueda de la verdad desnuda, aun

suponiendo que exista.Los terapeutas pueden formular hip„tesis, pero deben

actuar en auxilio de sus clientes; los investigadores, en cam-

 bio, pueden seguir el curso de sus pensamientos, sea cualfuere. Un terapeuta debe tener una teor‚a propicia a inter-

venciones que provoquen un cambio en el cliente de la ma-

nera m†s r†pida e indolora posible. ‰Podr†n los investi-

gadores presentar alguna vez a los terapeutas la verdadera

si„n es provocar el cambio en un cliente.

Los seres humanos no tenemos m†s remedio que tejerhip„tesis y crear teor‚as. Se dir‚a que est† en nosotros conje-

turar por qu‡ otras personas hacen lo que hacen. No es unaopci„n, sino una compulsi„n.

Una teor‚a para terapeutas

Los terapeutas deben teorizar, pero no pueden erigirse

en defensores de una teor‚a antigua (sin embargo, es lo que

 parecen hacer a veces). Las hip„tesis seleccionadas deben

utilizarse para construir una teor‚a que oriente sus esfuer-zos por provocar un cambio en los clientes. La teor‚a debereunir, adem†s, otras caracter‚sticas.

Ante todo, debe infundir esperanza al terapeuta y sucliente. Las personas afligidas deben tener un terapeuta

que crea en la posibilidad de un cambio positivo, y lo de-muestre. Las teor‚as de incurabilidad no son bienvenidas

en terapia (aunque puedan ser un alivio para el terapeutaque fracasa). En segundo lugar, la teor‚a debe guiar a laterapia por el camino del ‡xito en la mayor‚a de los casos. Es

 preciso que los clientes logren mejores resultados que los

que tuvieron una remisi„n espont†nea o integran grupos de

control formados a partir de una lista de espera.Dentro de lo posible, la teor‚a describir† a las personas y

sus problemas en el lenguaje corriente. Este lenguaje gu‚aal terapeuta para poner en pr†ctica un cambio en la vida del

cliente y es distinto del que se emplea en las categorizacio-nes diagn„sticas. Por ejemplo, el supervisor que ense•a a

sus aprendices a describir como agoraf„bica a la mujer in-

capaz de salir sola es, sencillamente, anticuado. Describirlacomo una mujer que no puede o no quiere salir sola define el

 problema e indica lo que es preciso hacer.

 No me limitar‡ a presentar aqu‚ la mejor teor‚a sobre la

terapia, sino que mostrar‡ un enfoque did†ctico discutiendo

las decisiones que deben tomar los terapeutas de cualquier

131130

escuela. Los principiantes, guiados por el supervisor, tienen

que participar en la elecci„n y consideraci„n de un enfoque;desde luego, el supervisor espera que, puestos ante estas

decisiones, los principiantes se ver†n llevados l„gicamente

d b i l d i d ‡l l j El

listas de lecturas recomendadas para los terapeutas en for-maci„n.

La teor‚a cognitiva, que tambi‡n goza de popularidad,

incluye la mayor‚a de las hip„tesis de la terapia psicodin†-

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a descubrir que los puntos de vista de ‡l son los mejores. Elsupervisor debe se•alarles que ciertas decisiones son inelu-

dibles. Cuando aparece un cliente, deben tomar posici„n

segˆn ciertas variables, qui‡ranlo o no.

 Las variables de terapia

Como vimos en el ejemplo de la mujer que no pod‚a salirsola, los terapeutas siempre tienen que decidir a cu†ntas personas incluir†n en la definici„n de un problema. Nues-

tra hip„tesis acerca de la naturaleza del problema se basaen el nˆmero de personas incluidas en su descripci„n: una,

dos, tres o m†s.

Un problema unipersonal

y y p p p

mica, pero se empe•a en abordar los problemas irracionales

de un modo m†s racional. Abundan igualmente las publica-ciones que expresan este enfoque. Adem†s, lo respalda la bi-

 bliograf‚a de los terapeutas conductales especializados en el

tratamiento del miedo y la angustia. A los terapeutas en for-maci„n que adoptan la perspectiva individual no les faltacompa•‚a. Todos, incluida la gente comˆn, saben c„mo re-

flexionar sobre la naturaleza interior de una persona. El

concepto naci„ hace tres mil a•os, por lo menos, cuando los

griegos estudiaron y categorizaron el car†cter individual.

La mayor‚a de los terapeutas en formaci„n tiene superviso-res que ense•an estas ideas que, a su vez, aprendieron de

sus supervisores. Este libro engrosa la escasa bibliograf‚aque sostiene que los terapeutas serian m†s exitosos si deja-ran de ver al individuo como la unidad abordada en terapia.

La gama de intervenciones posibles es demasiado limitada.

Un terapeuta que piense en t‡rminos de problemas uni- personales describir‚a el caso de la mujer que no pod‚a salir

sola como un problema individual. Quiz† propondr‚a el si-

guiente enunciado descriptivo: ƒNo puede salir sola de sucasa sin que la invada el miedo…. La proposici„n de que la

dienta ƒteme… salir de su casa da origen a una segunda hi-

 p„tesis. No s„lo se ha definido el caso como un problemaunipersonal: tambi‡n se ha designado el miedo como la cau-

sa de la conducta de la mujer. Una hip„tesis de miedo deri-

va, a su vez, en diversas ideas terap‡uticas en torno del mie-

do y la angustia. Inevitablemente, esta perspectiva induce acentrarse en los procesos interiores de la mujer porque no

aparece nadie m†s en el cuadro. Un psicodinamista dir‚aque la mujer tiene impulsos inconcientes que la asustan ca-da vez que intenta salir de casa; en otras palabras, entra en

 p†nico y no puede salir de su casa porque, si lo hiciese, eso le

acarrear‚a consecuencias inconcientes. Hay unos treinta ydos mil cuatrocientos ochenta libros sobre teor‚a psicodi-

n†mica, la mayor‚a de los cuales versa sobre algˆn aspecto

del miedo. Los supervisores encontrar†n sin trabajo alguno

07 si fuese una d…ada?

‰Qu‡ tal si ampliamos nuestra visi„n e incluimos a dos personas en el cuadro? Volviendo a nuestro caso ilustrativo,

 podr‚amos decir: ƒHe aqu‚ a una mujer cuyo esposo reac-ciona en forma negativa si ella sale sola de su casa…. Ha- blamos de la misma mujer, pero definimos el problema deotro modo, incorporamos a la descripci„n una hip„tesis di-

ferente. No hay tantas ideas y teor‚as sobre la unidad de dos personas Štampoco es un concepto varias veces milena-

rioŠ, pero en cuarenta a•os se ha obtenido suficiente expe-

riencia en su uso terap‡utico, de modo que un terapeuta tie-

ne que decidir si incluir† o no al marido en la descripci„n del problema por tratar. Podr‚amos tejer estas hip„tesis, entreotras: 1) la mujer no puede salir sola de su casa porque est†

ayudando a su marido; 2) la pareja tiene un contrato matri-monial, un conjunto de reglas, conforme al cual ella ser†

una esposa desvalida y ‡l un marido servicial; 3) la mujer

ayuda a su esposo al obligarlo a cuidar de ella y exasperarlo,

 pues as‚ lo distrae de sus propios problemas y le-proporciona

132 133

una explicaci„n para sus dificultades con ella y con otros, o

4) la pareja sigue una secuencia en que la esposa amenazaabandonar el hogar y el marido responde para imped‚rselo.

 No es preciso que la hip„tesis sea la causa real de la con-

Cabe arg‹ir que, en terapia, la unidad perceptual m‚ni-ma es la diada (m†s adelante, propondr‡ a la tr‚ada como

unidad perceptual m‚nima). As‚ como vemos un objeto con-

tra el tel„n de fondo de otro objeto, del mismo modo vemos a

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ducta del cliente; es una explicaci„n que gu‚a al terapeuta

mientras traza un plan para provocar el cambio. Por ejem- plo, el terapeuta puede encomendar al marido que ayude a

su esposa a salir de su casa sin temor, ya que ‡l dice de-sear que ella 'supere su problema. Puede ayudar al hombre

a guiar a su esposa paso a paso, hasta su propio l‚mite de

tolerancia, al tiempo que lo gu‚a a ‡l y lo ayuda a resolversus diversos problemas. En este enfoque, el marido tambi‡n

cambia.Supongamos que nuestro caso plantea un problema di†-

dico entre la mujer y su madre. Podr‚amos formular la hip„-

tesis de que la mujer nunca ha dejado realmente su hogar para iniciar una vida independiente junto a su esposo y que

su s‚ntoma requiere la involucraci„n constante de su ma-

dre. Y aun conjeturar que la mujer siente la necesidad de

mantener ocupada a su madre. Esta hip„tesis encaja en

una teor‚a del ciclo vital de la familia.La descripci„n di†dica de las personas tiene el problema

de su aparente inestabilidad. De pronto, recaemos en launidad unipersonal o pasamos a otra unidad mayor. Tal vez

esto explique la inexistencia de una teor‚a sistem†tica de te-

rapia conyugal. El terapeuta acaba por explorar la motiva-ci„n del c„nyuge o ampliar la unidad para incluir a otra per-

sona (p. ej., un amante, un hijo o la suegra).

Sullivan propuso la idea de que, durante una sesi„n de

terapia individual, hay dos personas en el consultorio.? Lasacciones del cliente responden a las acciones del terapeuta.

A los psicoanalistas de la d‡cada de 1940 les pareci„ una

idea abominable porque en su teor‚a no hab‚a lenguaje al-guno para dos personas. Se dec‚a que al principio de la te-

rapia el analista s„lo era una pantalla en blanco, y despu‡sse dijo que era una proyecci„n del cliente. Se ha intentadousar el t‡rmino ƒtrasferencia… para describir la unidad de

dos personas establecida en el consultorio, pero evidente-mente no es eso. Esta es una descripci„n del modo en quealguien percibe una relaci„n, y no la relaci„n en s‚.

1 H. S. Sul l ivan (1947) Conceptions of modem psychiatry, N ue va Y or k:Will iam A lanson W hite Psychiatr ic Ins ti tu te.

una persona en el contexto de otra persona: el observador.

 Nuestro sistema de clasificaci„n no admite la unidad uni-

 personal, salvo como marco de otra unidad. Como dijo Lao-tse: ƒCuando creamos el bien, hemos creado el mal…. No pue-

de existir una unidad singular.

La mayor‚a de las intervenciones estrat‡gicas se conci-

 ben en t‡rminos di†dicos. Por eso, quiz†, los terapeutas sue-len debatir su relaci„n con el cliente, o sea, una diada (lahipnosis tambi‡n se ha considerado un fen„meno di†dico).

Muchas interpretaciones incluyen la respuesta del cliente

al terapeuta. Decimos as‚ que, al presentar una paradoja, el

terapeuta provoca una reacci„n relacionada con ‡l. Las des-cripciones de problemas conyugales son mayoritariamente

di†dicos, en el sentido de que describen el comportamiento

entre marido y mujer. El caso de la esposa que no pod‚a salir

sola se podr‚a describir por referencia a la reacci„n que ten-dr‚a el marido si ella lo hiciese.

Apresur‡monos a desechar la unidad unipersonal, consi-

deremos la unidad di†dica una alternativa no del todo satis-factoria y saltemos al concepto de la unidad tri†dica como elobjeto de la terapia.

 Los m€ritos de la tr…ada

Cuando un terapeuta se ve obligado a decidir cu†ntas personas est†n involucradas en el problema por tratar, la

unidad m†s ˆtil es, a mi juicio, la tr‚ada (aunque la biblio-

graf‚a que la recomienda se duplicar†, como m‚nimo, con laaparici„n de este libro). En el caso que nos ocupa, podemos

conjeturar f†cilmente que la mujer incapaz de salir sola in-tegra un tri†ngulo con su madre y su marido.

Aclaremos desde ahora que no nos referimos al nˆmero

de personas que traemos al consultorio. Lo que hacemos es

conceptualizar la situaci„n segˆn unidades triangulares

mˆltiples. El cl‚nico que trata a una mujer en terapia indi-

vidual reconocer† que est† triangulando su matrimonio. El

marido reacciona contra la coalici„n entre su esposa y el

135134

terapeuta; esto sucede aunque el terapeuta nunca entre-

viste al marido. Durante a•os, la terapia de pareja consisti„

en entrevistar a cada c„nyuge por separado, con lo cual seagudizaba el problema de la triangulaci„n.

P d d i l i• t† i t t i† l

a paso y dirigido siempre por el encadenamiento de los s‚n-

tomas, de los recuerdos y de los pensamientos despertados

(...) no pude menos que ver que en todos los casos sometidos

al an†lisis hab‚a en el fondo la misma cosa, la acci„n de un

t l i t ifi d l

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Puede decirse que los ni•os est†n insertos en tri†ngulos

de adultos, en particular de los adultos que procuran ayu-darlos. El ni•o que tiene un problema escolar puede quedar

atrapado en una lucha entre su madre y su maestra, entre

esta y la directora de la escuela, o entre su madre y su pa-dre. Cuanto m†s conflictivos sean los tri†ngulos de adultos,

tanto m†s perturbado estar† el ni•o.En ocasiones, hasta los terapeutas en formaci„n quedan

atrapados en un tri†ngulo. Se ven triangulados entre las

nuevas ideas, representadas por el supervisor, y los viejos

conceptos en que ellos se formaron, representados por undocente anterior.

 Resumen

Una soluci„n al problema de definir la unidad terap‡u-tica es adoptar un punto de vista amplio y flexible que nos

 permita considerar distintas unidades para problemas di-ferentes. Por ejemplo, concebiremos el alcoholismo como

una enfermedad individual, la delincuencia como un pro- blema tri†dico, mientras que problemas con la erecci„n se-

r‚an problemas di†dicos. La larga tradici„n y el poder deseducci„n de la terapia individual suelen llevar a un super-

visor que intenta ense•ar flexibilidad en la percepci„n de la

unidad terap‡utica a recalar en una terapia menos eficaz,centrada en el individuo.

Como ejemplo de este desenlace, podemos citar un mo-

mento hist„rico en la evoluci„n de la psicoterapia. SigmundFreud lleg„ a la conclusi„n de que las mujeres j„venes a las

que atend‚a hab‚an sido v‚ctimas de abuso sexual, y public„

un trabajo sobre el tema. All‚ expres„, refiri‡ndose al m‡to-

do psicoanal‚tico:

ƒUno persigue los s‚ntomas hist‡ricos hasta su origen, que

todas las veces halla en cierto acontecimiento de la vida se-

xual del sujeto, id„neo para producir una emoci„n penosa.

Remont†ndome hacia atr†s en el pasado del enfermo, paso

agente al que es preciso aceptar como causa especifica de lahisteria. Sin duda se trata de un recuerdo que se refiere a la

vida sexual, pero que ofrece dos caracteres de la mayor im-

 portancia. El acontecimiento del cual el sujeto ha guardadoel recuerdo inconciente es una experiencia precoz de relacio-

nes sexuales con irritaci„n efectiva de las partes genitales,

resultante de un abuso sexual practicado por otra persona,y el per‚odo de la vida que encierra este acontecimiento fu-

nesto es la ni•ez temprana, hasta los ocho a diez a•os, antes

que el ni•o llegue a la madurez sexual. (...) He podido prac-

ticar el psicoan†lisis completo en trece casos de histeria (...)En ninguno de ellos faltaba el suceso caracterizado en el

 p†rrafo anterior; estaba representado por un atentado bru-

tal cometido por una persona adulta, o por una seducci„nmenos brusca y menos repelente pero que llev„ al mismo

fin. En siete casos sobre trece se trataba de una relaci„n in-

fantil por ambas partes, unas relaciones sexuales entre unani•a y un varoncito un poco mayor, las m†s de las veces su

hermano, que hab‚a sido v‚ctima ‡l mismo de una seducci„nanterior. Estas relaciones hab‚an proseguido a veces du-rante a•os, hasta la pubertad de los peque•os culpables; el

muchacho repet‚a siempre y sin innovaci„n sobre la ni•alas mismas pr†cticas que a su turno hab‚a sufrido de una

sirvienta o gobernanta, y que a causa de este origen eran amenudo de naturaleza repugnante. En algunos casos hab‚aconcurrencia de atentado y de relaci„n infantil, o abuso bru-

tal reiterado… (p†gs. 148-9).2

Freud propon‚a, en 1896, una teor‚a familiar de la neu-

rosis. Descubri„ que en todos los casos (trece) la pacientehab‚a sido v‚ctima de abuso sexual en su ni•ez. De haberllevado adelante esta conclusi„n, Freud habr‚a fundado la

terapia familiar. Para ello, habr‚a tenido que adoptar el en-

2 S. Freud (1959) ƒHeredity and the aetiology of neuroses…, en F. Jones,

ed., International psychoanalytic library, Nueva York: Basic Books, nŽ 7,

cap. 8 (1Ž ed., 1896). [ƒLa herencia y la etiolog‚a de las neurosis…, enObras

completas, Buenos Aires: Amorrortu editores, 24 vols., 1978-85, vol. 3,

1981, p†gs.151-2.1

137136

foque de los actuales terapeutas familiares, quienes deben

tomar en cuenta no s„lo a los abusadores, sino tambi‡n a lasmadres que no protegieron a sus hijos. Su pensamiento ha-

 br‚a devenido tri†dico y, en vez de contener una fantas‚a

ed‚pica habr‚a abarcado una conducta familiar de la vida

Una raz„n importante en favor de la visi„n tri†dica es

que pensar segˆn tr‚adas abre las puertas a la teor‚a de lacoalici„n, con todas sus ramificaciones. Unicamente pode-

mos concebir un antagonismo de dos contra uno a partir de

una unidad tri†dica. Este modo de pensar no s„lo ofrece un

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ed‚pica, habr‚a abarcado una conducta familiar de la vidareal.

Pero, poco tiempo despu‡s, Freud cambi„ de idea. Decidi„

que el abuso sexual de estas pacientes no hab‚a acaecido; no

era un hecho real, sino un recuerdo falso, una fantas‚a queellas hab‚an construido para su mundo. Al tomar esta posi-

ci„n, Freud retrotrajo el campo de la terapia al interior dela mente de la cliente, alej†ndolo de lo que sucede realmen-

te en el contexto social de la familia. ‰Por qu‡ dio marchaatr†s? He aqu‚ uno de los misterios m†s apasionantes en la

historia de la psicoterapia. Este misterio coincide con lo que,

hoy, es otro interrogante contempor†neo: ‰con cu†nta fre-cuencia el abuso sexual es, en realidad, un recuerdo falso,

incluido el que crean el terapeuta y su cliente al seguir jun-tos el hilo de una hip„tesis? Presuponer que el recuerdo de

un abuso sufrido por el o la cliente es falso equivale a absol-

ver de toda culpa a los miembros de su familia y liberar aaquel de cualquier necesidad de reprocharles su conducta

abusiva. En la actualidad, la cuesti„n del recuerdo falso se plantea con relaci„n al uso de hipnosis. (Nos preguntamossi Freud usaba la hipnosis en la epoca en que formul„ su

opini„n original.) Decidir si el abuso sexual hab‚a ocurrido

realmente o era un recuerdo falso tuvo consecuencias gra-ves en la vida de muchas personas. Llev„ a que los analistas

obligaran a sus clientes a negar un hecho que sab‚an cierto.

M†s aun, en una ‡poca era de rutina hospitalizar a la hija

que acusara a su padre de incesto, porque se argumentabaque semejante acusaci„n ten‚a que ser fruto del delirio.

Por lo que podemos aprender de la historia de la psi-coterapia, parece sensato que los terapeutas piensen ex-

 plicaciones tri†dicas para los problemas del cliente, porque

este enfoque centra la terapia en el mundo real. Adem†s,

sugiere un sinnˆmero de intervenciones posibles para pro-

ducir un cambio. Si hemos de llegar a un compromiso, dire-mos que es posible utilizar la perspectiva tri†dica sin dejar

de respetar las posibilidades individuales y di†dicas de al-

gˆn problema ins„lito. Desentenderse del tri†ngulo es noci-vo porque estabiliza la situaci„n.

una unidad tri†dica. Este modo de pensar no s„lo ofrece un

mapa de los dramas familiares: tambi‡n permite al terapeu-ta verse a s‚ mismo como parte del problema de su cliente.

‰Debe el terapeuta centrarse en el problema?

Es preciso ense•ar al terapeuta que la primera decisi„n

que debe tomar al iniciar una terapia, una decisi„n que re-fleja su orientaci„n general, es si centrar† la atenci„n en el problema presentado. ‰O debe el terapeuta demorarse en lo

que hay detr†s o a la vuelta de la esquina del problema? Su

opci„n determina la naturaleza de su relaci„n con el cliente.

Si confecciona un historial y averigua hechos, no  se centraen el problema. Construir un genograma Šel m‡todo demoda para examinar el †rbol geneal„gico de la familiaŠ 

tampoco es un abordaje inmediato de lo que el cliente o lafamilia quieren cambiar.

Si el terapeuta centra su atenci„n en el s‚ntoma presen-

tado, los clientes se sienten comprendidos. Si la centra en lo

que hay detr†s del s‚ntoma Šo por encima de ‡l, o en sus

ra‚cesŠ, el cliente tendr† que aguardar pacientemente aque, tras dar rodeos, llegue a lo que ‡l quiere cambiar, y por

lo cual, le paga. Convenzamos a los terapeutas en formaci„n

de que un abordaje inmediato del problema lleva al cliente acooperar al m†ximo. La faz negativa de este enfoque es que

el terapeuta dispone de menos informaci„n de la que desea-

r‚a, porque no la recoge con un historial de rutina. Por des-

gracia, compilar un historial define la terapia como un lu-gar donde se recoge informaci„n acerca del pasado; despu‡s

de este proceso, cuesta persuadir a la familia de que mire el presente y haga algo.

Dir‡ c„mo trabajaban los terapeutas familiares hasta

que la experiencia los aleccion„ mejor. Cuando una familia presentaba a un hijo como ƒtodo el problema…, el terapeuta

trataba de redimir al ni•o, diciendo: ƒBueno, ese otro chico

que est† all‚, en el rinc„n, tiene un aspecto un tanto extra•o,

139138

y a aquel otro no se lo ve muy feliz, y el matrimonio de uste-

des parece tambalear bastante…. Entonces sol‚a pedir a la

familia que hiciera algo por cambiar su organizaci„n, y en-

contraba una desconcertante falta de cooperaci„n que loinduc‚a a elaborar teor‚as sobre resistencia.

de los hijos. Esta secuencia puede perpetuarse sin limita-ciones de tiempo ni restricciones impuestas por el g‡nero

del nuevo progenitor. En este caso, el supervisor debe ense-

•ar al terapeuta a persuadir a la madre de que permita quesu nuevo esposo trate a los chicos a su manera, porque pro-

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Los terapeutas en formaci„n no desean ser anticuados; por lo tanto, lo mejor es apuntar que los terapeutas actuales

son diferentes: si una familia designa a un hijo como su ni-co problema, el terapeuta concuerda con ella y la persuade

de que se reorganice para tratar a ese ni•o problema.

Antiguamente, los terapeutas acostumbraban decir quelo importante no era el s‚ntoma, sino su causa, localizada en

el car†cter del cliente, y sus ra‚ces. Quienes opinaban as‚ no

sab‚an c„mo cambiar un s‚ntoma; s„lo pod‚an conversar lar-

gamente acerca de ‡l, con la esperanza de que cambiase.Esos mismos terapeutas nos avisaban que si el tratamiento

modificaba un s‚ntoma, el cliente contraer‚a otro peor. Esta

idea, cuya necedad ha quedado demostrada, s„lo es corrobo-rada por los psicodinamistas. Semejante teor‚a puede para-

lizar a un terapeuta si es cierto que el ‡xito trae algo peor.

Importancia d‡ la secuencia

Con respecto a lo que se cambia durante la terapia, essensato suponer que esta modifica secuencias, no personas;

esta idea deriva de la teor‚a de sistemas. Tomemos el caso

de un padrastro. Digamos que una mujer divorciada, conhijos, vuelve a casarse no s„lo porque su segundo esposo la

atrae sino tambi‡n porque cree que los ni•os deben tener un

 padre, y necesita ayuda para criarlos. Cuando el padrastro

empieza a imponer su autoridad a los ni•os, la madre reac-

ciona y lo increpa: ƒNo comprendes a estos chicos especiales.

 No los conoces…. El padrastro se retrae, y al cabo de un tiem-

 po uno de los hijos empieza a portarse mal. Entonces la ma-dre indica al padrastro que necesita ayuda. El toma alguna

medida disciplinaria, y ella le hace un comentario como es-

te: ƒNo comprendes lo sensibles que son estos chicos, sobre

todo desde que me divorci‡. D‡jame entenderme con ellos….

Despu‡s, el hijo vuelve a causar problemas, y ella le hacesaber al marido que se tendr‚a que ocupar m†s de la crianza

su nuevo esposo trate a los chicos a su manera, porque pro

 bablemente ser‚a menos severo si estuviera menos enojado

 por los obst†culos que ella le pone.

Todas las interacciones familiares se componen de se-cuencias; los terapeutas deben aprender a considerarlas y

cambiarlas. Su tarea no es cambiar al hijo, la madre o el pa-

dre, sino cambiar las secuencias que siguen. Hecho esto,cambiar†n los pensamientos y sentimientos de los miem- bros de la familia. Esta idea fue introducida en la d‡cada de

1950. Antes de entonces, se cre‚a que eleg‚amos nuestrasrelaciones sobre la base de nuestras ideas y sentimientos.

Ahora es evidente que sucede lo contrario: las relacionescausan nuestras ideas y sentimientos. Las secuencias afli-gentes se pueden modificar, y esto dar† m†s tranquilidad y

 placer a la familia. Hay varios modos de ense•ar a los tera-

 peutas en formaci„n a ver secuencias; por ejemplo, mostrar-les videocintas filmadas con c†mara lenta.

Desde luego, tambi‡n es preciso mostrar a los princi-

 piantes secuencias m†s largas. Ocurre que una pareja llegaal consultorio en plena crisis; al cabo de unas pocas sesio-nes, se siente m†s tranquila y se marcha complacida. El te-

rapeuta supone que el tratamiento tuvo ‡xito pero, seis me-

ses despu‡s, la pareja regresa en medio de otra crisis. Una breve intervenci„n terap‡utica la tranquiliza y la pareja se

marcha alegremente, s„lo para reaparecer nuevamente alos seis meses. El terapeuta debe admitir que ‡l y la pareja

forman parte de una secuencia de interacciones.Recuerdo un tratamiento de Gregory Bateson de una fa-

milia con un hijo diagnosticado como esquizofr‡nico. Du-

rante la terapia, el padre empez„ a trabajar por su cuenta;se lo consider„ una consecuencia positiva del tratamiento.

Pocos meses despu‡s, quebr‡; se lo consider„ una conse-cuencia negativa del tratamiento. Despu‡s se supo que el padre llevaba varios a•os fundando empresas y quebrandocon bastante regularidad. Por lo tanto, ese ciclo era inde-

 pendiente de la terapia. Aˆn no hemos terminado de apren-

der qu‡ secuencias son modificables y cu†les s„lo muestran

un cambio ilusorio porque forman parte de un ciclo mayor.

140 141

Importancia de la jerarqu‚a

Una visi„n social de los problemas psicol„gicos nos obli-

ga a pensar m†s en las organizaciones que en la naturaleza

‚ntima de un individuo. Durante siglos hemos explicado di-

cliente es averiguar si hay otros terapeutas involucrados en

su caso y, de ser as‚, cu†nto poder e influencia ejercen sobre

el cliente. Podemos ense•ar a un terapeuta en formaci„n aconversar con los colegas involucrados en su caso para lograr

los fines deseados. Lo importante es respetar las opiniones

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g p

lemas humanos refiri‡ndolos al individuo, pero s„lo desde

tiempos recientes hemos pensado en el individuo como par-

te de una organizaci„n. Es m†s f†cil hablar de ira reprimida

y falta de autoestima que describir la posici„n de una per-sona dentro de una jerarqu‚a organizacional, en particular

una que incluya al terapeuta.Todos los tests psicol„gicos se crearon para clasificar in-

dividuos; todas las categor‚as diagn„sticas de trastornosmentales clasifican individuos. Ante la inexistencia de tests

que revelen satisfactoriamente la complejidad jer†rquica

de una familia, hoy por hoy debemos describir la posici„nde una persona en la jerarqu‚a familiar por medio de an‡c-dotas. Veamos un ejemplo de confusi„n jer†rquica: un hijo

amenaza hacerse da•o, fugarse del hogar o suicidarse, y deeste modo hace que sus padres cedan a una exigencia o deci-

si„n de ‡l. En otras palabras, manda sobre sus padres encuanto a determinar lo que se har† en la familia. Los hijos problema tienden a determinar los sucesos familiares, conlo cual crean dificultades jer†rquicas.

Hay muchas jerarqu‚as y redes complejas; basta con quelos supervisores ense•en a los terapeutas en formaci„n la

 jerarqu‚a simple de una familia en terapia. En la cˆspideest†n los expertos a los que la familia ha pedido ayuda. Les

siguen los abuelos, los padres y los hijos (que tienen su pro-

 pio orden jer†rquico). Como en toda organizaci„n, hay dife-rencias de posici„n y de poder entre los miembros.

Tambi‡n hay una jerarqu‚a entre los terapeutas que in-tegran una organizaci„n o un sistema. Sus colegas tienen

 poder; por lo tanto, los terapeutas deben aprender a cola- borar con ellos y a tomar en serio su poder as‚ como deben

aprender a tomar en cuenta la posici„n de cada miembro dela familia. En estos tiempos de terapias impuestas por or-den judicial, a veces los cl‚nicos se encuentran con que los

miembros de una familia cuenta han sido puestos bajo cus-

todia sin su aprobaci„n. O se medica a un miembro de unafamilia, o se lo coloca bajo custodia psiqui†trica aunque el

terapeuta lo objete. Lo primero que debemos hacer con un

de los colegas e interesarse por ellas. Re•ir con un colega acausa de un cliente es tonto, y es penoso para el cliente.

Cuando una familia con varios miembros en terapia in-dividual viene a hacer terapia familiar, o un matrimonio so-licita terapia de pareja y uno de los c„nyuges se est† tratan-

do individualmente, surge un problema. Presentar‡ un casocomˆn: una esposa hace terapia individual y, en determi-nado momento, ella y su terapeuta deciden que tambi‡n ne-

cesita hacer terapia de pareja. Esto puede ocurrir si el tera- peuta descubre que en la terapia no pasa casi nada y quiere

animarla un poco. En vez de hacer terapia de pareja en su

consultorio, deriva al matrimonio a un colega. Este los acep-

ta en tratamiento y la esposa tiene nuevos temas paradiscutir con su terapeuta individual. Pero como el marido

no tiene a nadie m†s con quien hablar, se busca un tera-

 peuta individual para ‡l. Despu‡s los c„nyuges abandonan

la terapia de pareja. En semejante situaci„n, parece l„gicoque el terapeuta de pareja debe pedir a su colega que sus-

 penda o d‡ por terminado el tratamiento individual mien-

tras ‡l haga terapia de pareja con los c„nyuges. As‚ ser† el profesional responsable del caso y no un asistente de un te-

rapeuta individual que tal vez trabaja con el cliente de otra

manera.Desde luego, los terapeutas deben aprender a incluir o

excluir cort‡smente a otros colegas. Los que opinan quecuanta m†s terapia se haga tanto mejor es, suelen invitara todos los miembros de una familia a tratarse individual yconjuntamente. Estos terapeutas no piensan con un criterio

organizacional. A veces conviene supervisar a los terapeu-tas en formaci„n cuando conversan por tel‡fono con sus

colegas en un intento de obtener su cooperaci„n. Los super-visores que hablan con respeto de sus colegas, y de otros

 profesionales de la salud mental, sirven de modelo a sus su-

 pervisados en cuanto a la actitud indispensable para cola- borar felizmente con otros profesionales en un caso.

Un aspecto primordial de la jerarqu‚a es el poder que tie-ne el terapeuta de conferir poder. Es depositario de una es-

143142

 pede de imposici„n de manos en el sentido de que el miem- bro de la familia al que escucha con m†s respeto asciende en

la jerarqu‚a familiar. Veamos un ejemplo de este poder tal

como lo descubri„ un terapeuta en formaci„n, a quien lla-

mar‡ Gerald. Yo lo supervisaba detr†s del espejo de visi„n

il l i ‡l i b f ili

t‡rminos jer†rquicos desde el momento mismo en que la fa-milia entra en el consultorio. Si una madre soltera llega

acompa•ada de su madre, con quien convive, cabe suponer

que las dos mujeres tienen un problema de autoridad res-

 pecto de un ni•o problema. La conducta del terapeuta in-

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unilateral mientras ‡l entrevistaba a una familia compues-ta por la madre, el padre y un hijo adolescente, delincuente.Lo observ‡ un rato, lo hice salir del consultorio y le dije: ƒDe

m‚ se espera que lo supervise a usted, pero no s‡ qu‡ est†haciendo. ‰Qu‡ se propone?…. ƒObserve y ver†…, replic„Gerald. Lo observ‡ otro rato, lo hice salir nuevamente del

consultorio y le dije que lo hab‚a observado, pero segu‚a sin

saber qu‡ hac‚a. ƒLe estoy dando unos ligeros codazos al

 padre Šrespondi„ Gerald, y a•adi„Š: La madre ha carga-

do con los problemas de este muchacho mientras el padre se

desentend‚a. Pienso que ‡l deber‚a hacerse cargo del pro- blema; por eso le infundo fuerzas de a poco…. ƒ‰C„mo lo ha-

ce?…, inquir‚. ƒPues, cuando habla el padre, le presto mucha

atenci„n. Cuando hablan la madre y el hijo, no les presto

tanta atenci„n. Usted mismo notar† que el padre va en as-

censo…. Regres„ al consultorio y, efectivamente, pude verc„mo ascend‚a la posici„n del padre en el consultorio. Madre

e hijo le prestaban cada vez m†s atenci„n, exactamente co-

mo lo hac‚a el terapeuta.Esta capacidad del terapeuta de potenciar a los miem-

 bros de una familia explica la importancia que adquiere elconcepto de jerarqu‚a; el terapeuta en formaci„n que s„lo posee una visi„n individual de la terapia no puede apreciar-

lo. Si un terapeuta hace causa comˆn con un adolescente

contra sus padres, le confiere poder aunque crea manifes-

tarle simplemente su preocupaci„n y simpat‚a. La persona

a la que escucha con m†xima atenci„n, sea la que fuere,adquiere poder y posici„n dentro de la familia. De hecho,

cuando una familia llega por primera vez al consultorio y elterapeuta pide a uno de sus miembros que exponga el pro-

 blema, este acto selectivo designa autom†ticamente que esa persona es la autoridad en la concurrencia de la familia.Tambi‡n puede suceder que un terapeuta potencie involun-tariamente a los adolescentes si centra su atenci„n en ellos para mejorar su autoestima.

Supongamos que un terapeuta desea potenciar a un pro-genitor de un ni•o descontrolado. Para ello, debe tratarlo en

fluir† en la relaci„n que ‡l desee establecer entre ellas y elchico. (La meta habitual es que la madre se haga cargo de

su hijo y la abuela le d‡ ayuda y consejo para su crianza.)En algunas culturas, los abuelos est†n por encima de los

 padres; en otras, no. Cabe suponer que los abuelos tienen

m†s poder en una familia asi†tica que en una familia nor-teamericana comˆn, donde a menudo los dejan a un lado,salvo que tengan poder econ„mico o se los necesite para que

cuiden de los ni•os. Si una pareja ri•e constantemente y es

incapaz de resolver sus problemas, es muy probable que al-

gˆn abuelo se inmiscuya en su matrimonio de una maneranociva. En nuestros d‚as, abundan los casos de padres alco-h„licos o drogadictos a quienes les han quitado los hijos pa-

ra darlos en custodia a los abuelos. Cuando los padres in-tentan recuperarlos, los abuelos suelen poner reparos. Eltribunal ha conferido poder a los abuelos, y esto plantea un

 problema a los padres que reclaman a sus hijos. No es raro

que soliciten la opini„n del terapeuta sobre qui‡n debe cui-

dar de un ni•o. Esto puede significar una enorme respon-sabilidad porque le est†n pidiendo que prediga si un pro-

genitor recaer† en su adicci„n.

Importancia de la motivaci„n

Una variable primaria sobre la que un terapeuta debetomar posici„n es saber por qu‡ la gente hace lo que hace.

Probablemente sea m†s importante que preguntarse c„move el terapeuta la jerarqu‚a o la secuencia, o si centra o no su

atenci„n en el problema del cliente. Debemos tejer hip„tesisacerca de lo que motiva a las personas. Si una mujer le grita

a su marido a sabiendas de que se exasperar† y la tratar†

 peor, debemos explicar este acto irracional. Si un ni•o setajea las mu•ecas, debemos hallar una explicaci„n para

esta conducta sorprendente. La cuesti„n sobre la cual deben

tomar partido m†s frecuentemente es la de saber por qu‡

144 145

las personas hacen lo que hacen. Es comˆn que durante laterapia el supervisor tenga que cambiar por completo la

 perspectiva de un terapeuta en formaci„n acerca de la mo-

tivaci„n de un cliente. (Es posible que un terapeuta tengauna explicaci„n para la conducta de una persona en el con-

l i di i d i d

enoja. Sabe qu‡ anda mal: su esposa. Ella lo insta arehacer-se y, as‚, lo ayuda a sus expensas. El terapeuta que adopte

este enfoque tendr† una visi„n positiva de la mujer en vez

de considerarla una persona hostil. Los terapeutas trabajanmucho mejor si tienen una visi„n positiva de sus clientes.

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sultorio y otra, muy distinta, para su conducta como ciuda-

dano que transita por la calle.)

La motivaci„n cl†sica, aprendida de sus maestros por ca-

si todos los supervisores, y que en consecuencia ense•an asus disc‚pulos, es el concepto de lo inconciente negativo: la

gente hace lo que hace impulsada por la ira, la hostilidad,la codicia, la lujuria o cualquier otro pecado capital. Basta

 plantear un caso al cl‚nico medio para o‚r una desagradableexplicaci„n sobre la motivaci„n inconciente del cliente. Por

desgracia, tal vez oigamos la misma explicaci„n de boca de

un supervisor. Si le preguntamos por qu‡ no aconseja a los principiantes que se dejen llevar por sus impulsos en lassesiones de terapia, el supervisor que cree en lo inconciente

 perverso responder†: ƒŒSanto Cielo! ŒDios sabe qu€ podr‚an

hacer si se dejaran llevar por ellos!…. Advi‡rtase la presun-

ci„n de que ser‚a un impulso funesto. Mas. si los terapeutas

no pueden confiar en sus impulsos, ‰qu‡ clase de decisiones pueden tomar?

El punto de vista de un terapeuta sobre lo inconciente se

evidencia en la primera entrevista terap‡utica. Si explora

todas las atrocidades que ha pensado y hecho el cliente, es porque presupone que las ideas negativas deben salir a luz

o, de lo contrario, no habr† una cura. Dicho de otro modo,

ese terapeuta cree que si induce a sus clientes a expresar las

ideas espantosas que tienen metidas en la cabeza, se libe-

rar†n de ellas. Tal ejercicio tambi‡n puede ser deprimente.

Por otro lado, el terapeuta que mira el problema del cliente

 por los aspectos positivos de su experiencia, y discute con ‡l

la manera en que intent„ resolver su problema, piensa en

los t‡rminos de un inconciente positivo.

Lo mejor es suponer que un cliente en terapia (aunqueno necesariamente una persona en otro contexto social) ha-ce lo que hace con un prop„sito positivo. Por ejemplo, en los

t‡rminos de un inconciente positivo, si una mujer acostum-

 bra gritar al marido, es porque as‚ lo ayuda de alg n modo.Quiz†s advirtamos que cuando ella no le grita, ‡1 cae en una

inercia como si estuviera deprimido. Cuando ella le grita, se

La teor‚a de sistemas entra•a la idea de que cada inte-

grante del sistema lo estabiliza; tener un s‚ntoma es unamanera de mantener esa estabilidad. Un sistema es auto-

correctivo, y la correcci„n brota de las interacciones entrelos individuos. Un sistema podr† ser abyecto, pero es esta-

 ble. Si empieza a resquebrajarse, ocurre alguna acci„n pre-ventiva. El hijo adolescente de un matrimonio al borde del

divorcio quiz† tome alguna medida extrema, como una ten-tativa de suicidio. Si un hombre tiene un problema en su de-

sempe•o sexual, es posible que su esposa contraiga inhibi-

ciones sexuales para ayudarlo. Los miembros del sistema uorganizaci„n aˆnan fuerzas para afrontar la crisis y, duran-

te ese proceso, el sistema se estabiliza. De no resolverse el

 problema desestabilizador, el proceso se repetir† sistem†-ticamente.

Para quienes piensan as‚, la mejor teor‚a de la motiva-ci„n es que las personas se auxilian entre s‚ aun golpe†ndo-

se mutuamente. Esta explicaci„n ayuda a los terapeutas de

varias maneras. Por lo pronto, les da una visi„n positiva del

cliente como coasistente. Lamentablemente, los clientes pueden ayudar a otros miembros de la familia haci‡ndoseda•o a ellos mismos. Una vez que el terapeuta haya com- prendido esto, podr† idear el modo de que sus clientes ayu-

den a otros sin hacerse da•o. Por ejemplo, si un terapeu-ta admite la posibilidad de que una hija ayude a un padre

deprimido d†ndole el trabajo de tratar de impedirle que sedrogue, puede disponer las cosas de manera que la hija loayude en una forma positiva. En un caso, padre e hija ini-

ciaron juntos un programa de dieta y gimnasia bajo la su- pervisi„n de la madre. Cuando los terapeutas aprenden a

ver el problema de un cliente como algo que involucra a m†sde una persona, empiezan a pensar que los s‚ntomas no s„lo

son intentos de comunicarse con otros, sino tambi‡n inten-

tos de ayudar a otros.

147146

‰Salta a la vista cu†l es la mejor teor‚a?

De nuestro examen de las variables antedichas, sobre

las cuales todo terapeuta debe tornar posici„n, se desprendeque los supervisores deben seleccionar aquellas que sean

t fi d it t t f i„

quia ha de reconocer que el simple acto de intentar eludir el

 poder provoca, por s‚, una respuesta en el cliente.

Casos ilustrativos

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149

correctas, a fin de capacitar a sus terapeutas en formaci„n para una pr†ctica cl‚nica eficaz. Parece evidente que la teo-

r‚a elegida debe conducirlos a una visi„n positiva de losclientes. No hay que atribuirles motivaciones vengativas o

da•inas, sino serviciales y beneficiosas. Es preciso ense•ar-

les a centrarse en el problema presentado, porque eso es loque la gente quiere resolver; en consecuencia, los super-visores necesitan saber c„mo intervenir para resolver los problemas presentados.

Las personas definidas corno partes del problema debe-r†n ser, por lo menos, tres. La unidad triangular permite pensar en funci„n de la teor‚a de las coaliciones. Esta pers-

 pectiva ayuda al terapeuta a comprender los problemas or-ganizacionales y a crear intervenciones. Siempre podremos

descubrir tres personas involucradas en el problema, en

 particular si incluimos al cl‚nico. Cuando aparece involu-

crado un ni•o, la tr‚ada suele incluir a un abuelo que hacecausa comˆn con el nieto contra los padres y de quien el ni-

•o extrae poder, aunque tambi‡n es posible que el terapeuta

cumpla esa funci„n. La existencia de coaliciones intergene-

racionales, en las que un superior en la jerarqu‚a generacio-

nal se al‚a a un inferior contra un tercero que ocupa un nivel

intermedio, puede crear confusi„n, dificultades y s‚ntomas.

Es evidente que los terapeutas necesitan pensar en t‡r-minos de jerarqu‚a; y no lo es menos que no pueden pensar

as‚ en una perspectiva individual. Se discutir† lo que pien-

sa una persona acerca de una posici„n jer†rquica, pero no la posici„n que ocupa realmente cada individuo. El supervisor

 puede discutir con el terapeuta el tema de la jerarqu‚a en

t‡rminos generales o espec‚ficos, como mejor le convenga.

Esto es, podernos pensar en la jerarqu‚a cuando planeamosla trayectoria completa de un caso o cuando consideramosciertos detalles (p. ej., el miembro de la familia al que in-terrogaremos primero sobre la naturaleza del problema).De m†s est† decir que los terapeutas tienen el poder de con-

ferir poder de manera conveniente o inconveniente. El tera-

 peuta que prefiera no pensar en t‡rminos de poder y jerar-

Casos ilustrativos

La perspectiva contempor†nea de la terapia da por sen-

tado que una diagnosis requiere una intervenci„n terap‡u-tica. La teor‚a nace de la acci„n. Si los terapeutas interro-

gan a sus clientes, obtienen una informaci„n bastante dife-rente de la que recoger‚an imparti‡ndoles una directiva yobservando su reacci„n. El terapeuta sentado detr†s del di-

v†n obtiene sobre una familia una informaci„n totalmentediferente de la que recoge el colega que se sienta junto algrupo familiar. Ninguno de los dos supera al otro en la ve-

racidad de la informaci„n conseguida; simplemente, averi-

guan cosas distintas porque los contextos terap‡uticos difie-

ren. Si un terapeuta imparte una directiva a un cliente, la

reacci„n de este indica la diagnosis que tiene importancia

terap‡utica.Expondr‡ en forma anecd„tica un giro hist„rico decisivo.

En la d‡cada de 1960, el destacado psicoanalista Edoardo

Weiss public„ su libro Agoraphobia in the light of ego psy-

chology,3donde presentaba an†lisis de mujeres incapacesde salir solas. Al referirse a un caso en que hab‚a fracasado,

Weiss reconoce que el psicoan†lisis de una agoraf„bica fre-cuentemente se prolonga por varios a•os y a veces la perso-

na no cambia nunca. Cabr‚a esperar la siguiente conclu-si„n: ƒPor consiguiente, debemos buscar otra forma de tera- pia para estas mujeres en dificultades…. Pero Weiss no escri-

 be eso. Admite que en el caso siguiente ocurri„ lo mismo y

 procede a comunicar un tercer caso en que volvi„ a emplear

esa t‡cnica que nunca hab‚a dado resultado. (Por entonces,los psicoanalistas fracasaban sistem†ticamente, pero sin

considerar la posibilidad de cambiar su enfoque. A su juicio,deb‚an seguir utilizando el mismo m‡todo de siempre, pa-sara lo que pasara. De hecho, las sociedades psicoanal‚ticas

de las grandes ciudades aˆn persisten en esta actitud.)

3 E. Weiss (1964) Agoraphobia in the light of ego psychology, Nueva York:

Grune & Stratton.

148

Por la misma ‡poca, varios terapeutas empezaron a pro-

 bar nuevas t‡cnicas que remplazaran a las que siempreterminaban en fracasos. Con un nuevo enfoque, surgieron

datos nuevos acerca de las mujeres diagnosticadas comoagoraf„bicas. En mi pr†ctica de entonces, yo hac‚a terapiacon una muestra de mujeres que no pod‚an salir solas del

llegar a una confrontaci„n abierta. Los terapeutas debendecidir de antemano si evitar†n o no una confrontaci„n, y prever sus posibles consecuencias para el matrimonio.

Aunque discrepemos en nuestras respuestas a situa-ciones problema y en la elecci„n de las teor‚as que van a

i t t b j i t ‡ ti † t d

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con una muestra de mujeres que no pod‚an salir solas del

hogar. Expondr‡ una intervenci„n que revel„ un nuevo mo-do de abordar el problema.

Un hombre me trajo a su esposa que viv‚a enclaustrada.

S„lo pod‚a salir de casa con ‡l o con su madre. El marido

quer‚a que cambiara. Los entrevist‡ juntos y les advert‚ queles impartir‚a una directiva que quiz† les parecer‚a tonta.Ped‚ al marido que a la ma•ana siguiente, al irse a trabajar,

dijera a su esposa que se quedara en casa. El sab‚a que ellano saldr‚a de casa, pero yo quer‚a que se lo dijera igual-mente y que hiciera lo mismo todas las ma•anas hasta que

yo volviese a verlos la semana siguiente. Mi sugerencia les pareci„ c„mica; a la ma•ana siguiente, cuando el marido le

dijo a la esposa que se quedara en casa, ambos rieron. La

segunda ma•ana ya no les pareci„ tan divertido. La tercera,

la esposa fue sola hasta el almac‡n del barrio: era la pri-mera vez, en siete a•os, que sal‚a sola. En la entrevista si-guiente, me encontr‡ ante un marido muy afligido: se pre-

guntaba, alarmado, ad„nde ir‚a su esposa y con qui‡n, siempezaba a salir sola. La mujer reconoci„ haber declarado

a menudo que, si pudiera salir de casa, lo har‚a con la valijaen la mano.

Este tipo de reacci„n revela una estructura que tal vez

nunca se habr‚a puesto de manifiesto si yo hubiese conver-

sado a solas con la mujer sobre sus miedos y sus traumas pasados. Los terapeutas que piensan en t‡rminos de tr‚adas

encuentran motivaciones inesperadas en sus clientes y, enun caso como este, quiz† descubran que su intervenci„n te-

rap‡utica ha activado una amenaza de separaci„n. No estoy

recomendando este procedimiento como el mejor para situa-

ciones similares; presento este caso, que incluye una reac-ci„n a una intervenci„n parad„jica, a modo de ejemplo de

una t‡cnica intentada como alternativa al tratamiento ana-l‚tico, probadamente ineficaz en estos casos. El resultadofue en efecto una confrontaci„n. Habr‚a sido m†s deseable

trabajar con el marido para que ayudara a su esposa a salirsola, de manera que pudieran resolver sus problemas sin

guiar nuestro trabajo psicoterap‡utico, pong†monos todosde acuerdo en que la peor teor‚a de terapia cl‚nica que sehaya ideado es la teor‚a de la represi„n. Este concepto ha

exigido que sus adherentes se vean a s‚ mismos como recep-

t†culos de horrores reprimidos. Ha obligado a varias gene-

raciones de terapeutas a formular interpretaciones sobredesagradables elementos internos y a malgastar el tiempode todos preguntando a los clientes c„mo se sent‚an. La no-

ci„n de la represi„n ha sido impuesta por igual a los cl‚nicosy al pˆblico en general. Es una teor‚a tan seductora que pro-

 bablemente los cl‚nicos necesiten lanzar una campa•a na-cional para desterrarla y volver a una visi„n sensata del ser

humano.

150 151

7. Temas controversiales ‰La terapia es un proceso educacional?

La cuesti„n del aprendizaje y la educaci„n cobra nuevos

aspectos desde que se comprende que las personas en te-

rapia est†n motivadas por su posici„n organizacional. Si losd j l hij bl l t t d

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La tolerancia moldea el mundo de los terapeutas, pues

deben tratar con personas ins„litas y dif‚ciles en situacionesfuera de lo comˆn. No buscan problemas, pero pueden verse

envueltos en ellos. Las cuestiones controversiales deben ser

abordadas. Ocurre lo mismo que cuando brota sˆbitamentedel suelo un chorro de petr„leo: hay que hacer algo o se pro-

ducir† un desastre. Estos temas no pueden desatenderse

 por tiempo indefinido; los terapeutas y sus supervisores de-

 ben tomar posici„n frente a las ideas viejas, nuevas o auncontroversiales. Ahora se sostiene que el contexto social de-

termina las opciones de la gente y afecta sus decisiones.‰Siempre ha sido as‚? ŒEsta es, por s‚, una de las controver-sias! Recuerdo lo dicho por un brillante asistente social: ƒSi

usted dice que la motivaci„n est† en el sistema social, hace

desaparecer al individuo…. Gregory Bateson fue aˆn m†slejos: dec‚a que la mente estaba fuera de la persona.

Los terapeutas creen tomar decisiones cuando eligenuna teor‚a. ‰O han sido programados por la situaci„n social,

segˆn lo propone la teor‚a de sistemas? En este ltimo caso,convendr† conseguir trabajo como terapeuta en el lugar

adecuado. Pero, ‰c„mo podemos creer que un trabajo deter-

minar† nuestras ideas? Sin duda, los terapeutas que traba- jan en unidades de internaci„n tienen las mismas teor‚asque quienes se dedican a la pr†ctica privada. ‰O no? ‰Y qu‡

me dicen de este libro? ‰Gu‚a al lector hacia una decisi„n in-

dependiente, basada en argumentos s„lidos? ‰O influye so-

 bre ‡l, en gran medida porque expresa el contexto social deuna teor‚a contempor†nea de moda? Partamos del supuesto

de que hoy todos pueden afrontar con coraje temas en dis-cusi„n, aunque las opiniones sean impopulares, y pasemos

enseguida a considerar algunas de las ideas novedosas m†surticantes.

 padres manejan mal a un hijo problema, ‰el terapeuta de-

 ber† ense•arles a criarlo? ‰O presupondr† que all‚ hay pro-

 blemas organizacionales y que, una vez resueltos, los pa-

dres criar†n a su hijo de otra manera?Casi todas las terapias han adoptado en principio el en-

foque educacional. Si bien var‚an enormemente en las ense-•anzas impartidas al cliente, parecen dar por supuesto queeste necesita ser educado. Veamos algunos ejemplos. Los

terapeutas psicodin†micos educan a sus clientes acerca de

sus constructos inconcientes y la relaci„n entre su presentey su pasado. Los terapeutas orientados hacia el condiciona-

miento educan a sus clientes acerca de los refuerzos y lesense•an una de las diversas teor‚as del aprendizaje. Los te-rapeutas cognitivos suelen ense•ar a los clientes que temen

usar los ascensores cu†l fue la causa traum†tica de su mie-

do y c„mo pueden vencerlo. (Me pregunto si les ense•analgo que ellos desconocen o les dicen algo que ya saben para

motivarlos a entrar en el ascensor y perderle el miedo.) Losterapeutas de pareja hacen ver a los c„nyuges la manera en

que se provocan mutuamente y suscitan malos sentimien-tos, o les muestran que su conducta refleja la conducta desus padres (ƒSu padre golpeaba a su madre y, en conse-

cuencia, usted golpea a su esposa…).Educar a los padres para que sepan criar a sus hijos se

ha convertido en una industria. Muchos terapeutas parecen

convencidos de que saben ense•ar a la gente a criar hijosnormales: Cuando un terapeuta educa a un cliente, la pre-

misa es que esa persona carece de ciertos conocimientos ono sabe c„mo conducirse. Los terapeutas que aceptan estafunci„n docente presuponen que la conducta de los clientes

depende de opciones individuales; una vez que hayan reci-

 bido la educaci„n apropiada, cambiar†n sus conductas, in-cluidas aquellas que, al principio, dec‚an no poder evitar.

El descubrimiento de que la motivaci„n se sitˆa en elcontexto social sugiere que la persona que responde a un

sistema tiene escaso margen de elecci„n. Recuerdo haber pensado que por ser un extra•o no estaba obligado a pensar

152 153

como los miembros del sistema. Despu‡s me di cuenta de

que se me ped‚a que pensara como un extra•o. Aunque lamayor‚a de nosotros prefiere creer que toma decisiones

 personales, cabe arg‹ir que el sistema determina nuestraconducta y, por consiguiente, nuestros pensamientos y sen-

timientos ‰Qu‡ decir de esos terapeutas sist‡rnicos que

diga a una madre: ƒ‰Se ha dado cuenta de que sobreprotege

a su hijo?…. La pregunta puede ser bienintencionada, perocrea un problema. Si no hay tal sobreprotecci„n, la madre lo

tomar† por estˆpido. Lo m†s probable es que estas madres

ya sepan que son sobreprotectoras. Su problema est† en queno pueden evitarlo; esa es una de las razones por las que

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timientos. ‰Qu‡ decir de esos terapeutas sist‡rnicos queense•an a los clientes la manera en que ellos respondenirremediablemente a un sistema? Su premisa debe ser esta:

una vez educados, los clientes se sobrepondr†n al sistemay, de ese modo, adquirir†n la libertad de optar por responder

de otra manera.Por lo comˆn, a los terapeutas que educan a sus clientes

no les gusta admitir que eso es parte de su trabajo. Temenque aceptarlo d‡ a entender que se creen m†s sabios que

ellos. Habr‚a que comparar su educaci„n con la del cliente

 para ver si es superior en todos los campos del aprendizaje.

O, al menos, silo es en las †reas relacionadas con los proble-

mas del cliente. Entonces, ‰qu‡ deben ense•ar los terapeu-

tas a sus clientes? ‰Est†n de acuerdo los partidarios de dife-

rentes escuelas de pensamiento en lo que se debe ense•ar a

un cliente con v„mitos compulsivos? Consideremos el tema

mirando la manera de evitar el da•o, cuesti„n que, por su- puesto, interesa y. preocupa a todos los terapeutas.

‰El terapeuta debe educar al cliente?

La terapia naci„ entre gente con formaci„n universitariaque veneraba el conocimiento. La influencia acad‡mica se

 percibe cuando formamos a terapeutas :que no han ido a la

universidad. Estos no parecen dar por supuesto que la au-

tocomprensi„n provoque un cambio autom†tico (las perso-nas menos instruidas tienen otros prejuicios, pero no ese).Cuanto m†s instruido sea un terapeuta, tanto m†s dif‚cil

ser† impedir que intente ense•ar a sus clientes e interpre-tar sus motivaciones.

Examinemos un error capital que los terapeutas come-

ten cuando intentan educar a sus clientes. A los supervi-sores les cuesta impedir que se•alen a sus clientes lo que

estos ya saben. Es una actitud condescendiente que genera

resistencia. Supongamos que un terapeuta en formaci„n

no pueden evitarlo; esa es una de las razones por las que

solicitaron tratamiento. No necesitan que les frieguen por

la nariz su problema. El terapeuta que hace esa interpreta-ci„n supone, al parecer, que si esa madre ve que es sobrepro-

tectora, dejar† de serlo. ‰Por qu‡ otra raz„n har‚a semejan-

te comentario? Adem†s de tonto y condescendiente, decireso a una madre es crear un problema de relaci„n. La ma-

dre quiz† no exprese al instante la opini„n que le merece esecomentario pero, en algˆn momento de la terapia en que el

terapeuta le imparta una directiva, la pasar† por alto y se

negar† a cooperar. El terapeuta pensar† probablementeque la dienta es reacia y necesita m†s educaci„n. Se ha esti-

mado que el 78% de las interpretaciones formuladas por losterapeutas son intentos de educar a sus clientes en algo ya

conocido por ellos. Un terapeuta intentar† ense•ar a un

hombre con miedo a los ascensores que, si entra en uno sin

miedo, liquidar† su fobia; esto es quiz† lo que ‡l sospech„

desde siempre.A menudo, el trabajo del terapeuta consiste en potenciar

a los padres de hijos problema. La tarea jer†rquica es au-mentar gradualmente la autoridad de los padres y hacer

que sus hijos los respeten. Pero cada acto did†ctico lleva im-

 pl‚cita la acusaci„n de que los padres no saben lo que hacen;de otro modo, el terapeuta no estar‚a educ†ndolos. ƒDeben

ser firmes y coherentes con los chicos…, dice un psic„logo de

veintid„s a•os, soltero, a unos padres cuarentones.. ƒYo lo

soy, pero mi marido no…, responde la esposa. ƒPero deben

serlo ambos…, insiste el terapeuta. ‰Esto es educar? ‰O es

generar un sentimiento de culpa por una conducta que no pueden evitar debido a su relaci„n conflictiva? ‰No se trata

m†s de un problema de organizaci„n del sistema familiarque de ignorancia? El lector sagaz habr† advertido que los

supervisores tienen el mismo problema con los terapeutasen formaci„n. Si los educan para que no eduquen a los clien-

tes, hacen exactamente lo que les aconsejan no hacer. ‰C„-

mo pueden impedir que los terapeutas en formaci„n formu-len interpretaciones did†cticas sobre algo que los clientes ya

154 155

saben? El problema est† en cambiar el contexto social de

suerte que los terapeutas en formaci„n no intenten educar

a sus clientes para provocar el cambio terap‡utico. Los si-guientes resˆmenes de casos ejemplifican estos puntos.

 pidi„ que al regreso de la escuela le permitiera jugar en lacalle frente a su casa; as‚, podr‚a vigilarlo y protegerlo desde

el porche. La mujer accedi„. Despu‡s le pidi„ que lo obser-vara caminar hasta la esquina y volver, para que el ni•oaprendiera a estar en la calle con los otros chicos del barrio.La madre tambi‡n accedi„ a esto A las tres semanas el mu-

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PRIMER CASO ILUSTRATIVO

Una mujer trajo al consultorio a su hijo de doce a•os y

explic„ que era un ni•o ƒlimitado… (no qued„ en claro si era

retardado). Dijo que su marido hab‚a muerto hac‚a unosmeses, dej†ndole la pesada responsabilidad de criar a su hi- jo. Para protegerlo, lo acompa•aba en su caminata hasta la

escuela, se ofrec‚a a trabajar voluntariamente en el †rea de

 juegos a la hora del almuerzo para no perderlo de vista, yvolv‚a a acompa•arlo de regreso a casa. Nunca lo dejaba sa-

lir solo. Todo parec‚a indicar que esta mujer necesitaba una

educaci„n parental, que le ense•aran que era sobreprotec-tora, que el chico necesitaba mayor libertad y responsabili-

dad, e incluso que ella misma causaba muchos de sus pro- blemas al restringir su campo conductal. Tras escuchar se-

mejante exposici„n did†ctica de boca de un supuesto exper-to en crianza, la mujer probablemente se habr‚a sentido

muy mal con s„lo considerar el modo en que criaba a su hijo.

Llegar‚a a la conclusi„n de que su sobreprotecci„n hab‚a

sido perjudicial para ‡l. Si se hubiera sentido demasiadomolesta, enojada o perturbada frente al terapeuta, tal vez

su hijo se habr‚a portado mal para ayudarla: su mala con-

ducta le dar‚a pie para replicar al terapeuta que el problema

no lo tenia ella, sino el chico. Un terapeuta convencido deque la meta de los clientes es la autocomprensi„n declarar‚a

indispensable que esta mujer se diera cuenta de lo mal que

criaba a su hijo aunque esta conciencia la perturbara.

El profesional a cargo del caso, Peter Urquhart, uno denuestros terapeutas comunitarios, les habl„ a los dos du-

rante una hora. En ningˆn momento, y en modo alguno, in-sinu„ a la madre que era sobreprotectora. Conforme al plan

trazado por el supervisor, dijo a la mujer que tendr‚a que prepararse para afrontar un cambio en su hijo, que de un

muchacho de trece a•os se espera m†s que de un ni•o demenor edad y que, algˆn d‚a, ‡l tendr‚a que cuidarse solo en

el mundo. Urquhart se•al„ que no hab‚a ningˆn apuro y le

La madre tambi‡n accedi„ a esto. A las tres semanas, el mu

chacho practicaba tiro al cesto en el campo deportivo barrial

y la madre ten‚a un empleo de media jornada. El terapeuta

 jam†s critic„, en nombre de la educaci„n, la forma en que

esta mujer criaba a su hijo.

En el tratamiento de este caso, hubo otro hecho intere-sante. La madre dijo que a veces, cuando su hijo sub‚a a suhabitaci„n, o‚a que le hablaba a su padre muerto. Esto la te-

n‚a preocupada. Muchos terapeutas habr‚an adoptado in-

mediatamente una postura diagn„stica: el ni•o era psic„ti-

co; en cambio, Urquhart se volvi„ hacia ‡l y le pregunt„:

ƒ‰Qu‡ te dice tu padre all† arriba, en tu habitaci„n?…. El ni-

•o respondi„: ƒDice que deber‚a tener una bicicleta…. ƒ‰Qu‡opina de eso?…, le pregunt„ Urquhart a la madre. Esta acep-

t„ que tuviera una bicicleta, pero dijo que no podr‚a andar

en ella.

A la semana siguiente, en su entrevista a solas con el te-rapeuta, la mujer le cont„ que algunas noches su esposo

muerto sub‚a por la escalera hasta su dormitorio, se acos-taba en la cama a su lado, suspiraba y se marchaba. Posi-

 blemente, no habr‚a hecho esta confesi„n si su terapeuta no

hubiese respondido con tanta naturalidad a las conversacio-

nes imaginarias que el hijo manten‚a con su padre. Ur-quhart educ„ a esta madre dici‡ndole lo que ella ya sab‚a:

las personas que se sienten solas a veces ven a tal o cual pa-

riente cuando lo extra•an mucho. Las visitas cesaron.

En este caso, el terapeuta debi„ optar entre dos metasterap‡uticas. ‰Se propondr‚a el tratamiento educar a la ma-

dre en la crianza que daba a su hijo o lograr que el chico ma-

ximizara su potencial y la madre se interesara en otras co-

sas aparte de su hijo? Si le ense•aba a criar a su hijo, ‰c„moalcanzar‚a la segunda meta'? Esa mujer no necesitaba unaeducaci„n sino un hijo capaz de realizarse.

156 157

SEGUNDO CASO ILUSTRATIVO

Un matrimonio trajo a una cl‚nica de orientaci„n del

ni•o a su hijo de cuatro a•os con su hermana de tres a•os.

Ambos ten‚an problemas. No bien sal‚an de casa, el var„nno cesaba de gritar y chillar, aferrado a la madre, y su her-

terapeuta hac‚a precisamente eso, porque le cont‡ a alguien

que en la cl‚nica de orientaci„n la asesoraban sobre el tema.

Durante el tratamiento, la mujer expres„ su necesidad deser firme y coherente con sus hijos, la necesidad de la pareja

de respaldarse mutuamente, su necesidad de que su madrele diera consejos sin asumir el control de los ni•os, la nece-

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g y , , y

manita lo imitaba. Los padres se esforzaban in tilmen-

te por controlarlos y saltaba a la vista que no estaban deacuerdo en el modo de crianza. Dio la casualidad de que ese

d‚a yo supervisaba las sesiones y estaba irritado con unos

terapeutas conductales que educaban a las madres en tono pontifical; me preguntaba si no podr‚amos modificar la con-

ducta de esos chicos, y las pr†cticas parentales de esa fa-

milia, sin impartir a la madre lecci„n alguna expl‚cita sobrela crianza de los hijos, teor‚a del aprendizaje o refuerzos. Tal

fue la tarea que asign‡ a la terapeuta. Le dije que podr‚a ha-

 blar a la madre de todas sus relaciones salvo de la que man-ten‚a con sus hijos, y no podr‚a decirle una sola palabra so-

 bre los m‡todos de crianza. No era una tarea f†cil, a causadel comportamiento desenfrenado de los chicos. Al princi-

 pio, el marido no quiso hacer terapia, lo que dificult„ aˆn

m†s el trabajo. La terapeuta y la madre hablaron de las re-laciones que esta. manten‚a con su madre y su esposo, pero

no trataron el tema de los hijos. Al cabo de algunas sesiones,

no muchas, los ni•os pudieron separarse de su madre lo su-

ficiente como para quedarse en la sala de espera, jugando,mientras ella conversaba en el consultorio. Tambi‡n deja-ron de chillar.

Al mejorar la conducta de los ni•os, surgi„ un conflicto

conyugal. El marido, que parec‚a sentirse menos atendido

 por su esposa, dijo que no pod‚an seguir costeando el trata-

miento. Durante una sesi„n, la esposa declar„ con enojo que

ya le hab‚a tolerado demasiado a su marido; era la prime-

ra vez que expresaba esta queja. La terapeuta entrevist‡ asolas al marido y lo alent„ a salir m†s con su esposa y a rela-

cionarse m†s con la gente para que ambos pudieran disfru-tar un poco de la vida. Los esposos asistieron juntos a lassesiones de terapia y resolvieron sus dificultades; los ni•os

mejoraron su conducta, lo suficiente para que los aceptaranen un jard‚n de infantes.

La terapeuta que manej‡ el caso nunca educ„ a la madre

en la crianza de sus hijos, aunque esta parec‚a creer que la

le diera consejos sin asumir el control de los ni•os, la necesidad de amor y atenci„n de estos, etc. Estos son algunos de

los conceptos que los terapeutas suelen ense•ar a las ma-dres; aparentemente, esta madre los conoc‚a sin que nadie

se los hubiera ense•ado.

La terapeuta y yo supusimos que padres e hijos estabanatrapados en una desafortunada secuencia organizacional.Cuando la modificamos por medio de directivas, los ni•os

cambiaron. Nuestra hip„tesis result„ ser correcta.En general, conviene que los terapeutas presupongan

que los padres saben criar a sus hijos. Parientes, amigos, ve-cinos, la televisi„n, las revistas, etc., ponen a su disposici„n

un considerable acervo de conocimientos sobre el tema. Si lo

hacen mal, es probable que el problema est‡ en el sistema

familiar y no en los procesos mentales de los padres. La me-

ta es poner en pr†ctica esos conocimientos. Podemos suge-

rir a los padres ciertas t‡cnicas de crianza como una manerade motivarlos a actuar en determinada forma, pero esto no

significa que no sepan desde el principio c„mo criar a sushijos. Algunos terapeutas quiz† piensen que las interven-

ciones did†cticas siempre son oportunas, pero los padresque se sienten sermoneados o tildados de ineptos sufren yse resisten a toda acci„n terap‡utica ulterior. Por otro lado,

educar a los padres que as‚ lo solicitan es un gesto de corte-s‚a. No obstante, podemos pecar de ingenuos si creemos .que

la educaci„n genera el cambio.

TERCER CASO ILUSTRATIVO

Dar‡ un ejemplo de otro tipo de educaci„n. Un d‚a, cru-zaba tranquilamente un vest‚bulo de la cl‚nica cuando unterapeuta en formaci„n, de ascendencia hispanoamericana,me detuvo y me dijo: ƒAcabo de conseguir que un chico de

trece a•os deje de dormir con su madre. Nunca hab‚a dejado

de dormir con ella…. Se mostraba complacido por su ‡xito. Yo

sab‚a que muchos terapeutas eran partidarios de educar a

158 i 159

una madre acerca de la soledad, o de ciertos sentimientos

hacia su hijo que pod‚an instilarle el deseo de dormir cona.Se lo dec‚an en forma directa o impl‚cita , convencidos de que

la mujer necesitaba una educaci„n parental. El problemaest† en que si educamos a una madre respecto al deseo dedormir con su hijo, ella tendr† la sensaci„n de haber obrado

‰Que regla aplicaremos, entonces, en cuanto a educar a

los clientes? Propongo las siguientes pautas:

1. Hoy muchos j„venes creen que la vida cambia tan ver-

tiginosamente que ya no pueden confiar en la informaci„n

recibida de sus mayores y, en consecuencia, suelen buscar

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mal. ‰Qu‡ terapeuta desea eso? Entonces, pregunt‡ al prin-

cipiante: ƒBien, ‰c„mo hizo?…. ƒPens‡ que ‡l era muy grande

 para dormir con su madre y me pregunt‡ c„mo podr‚a cam- biar esa conducta Šrespondi„--. Vi a solas a la madre y le

dije que deseaba hacerle una sugerencia en privado. Leexpliqu‡ que su hijo ya ten‚a trece a•os; por las ma•anas,tendr‚a erecciones y, si ten‚a alguna en presencia de su ma-

dre, se sentir‚a muy avergonzado. A•ad‚ que, a niientender,

ser‚a mejor que durmiera solo. La madre me dio la raz„n:eso lo avergonzar‚a. Hasta hab‚a notado que ‡l le daba la

espalda por la ma•ana. Ahora lo hace dormir en otro lugar….

El enfoque de este principiante me pareci„ una forma deeducaci„n sensata, acorde con la regla terap‡utica segˆn la

cual, en nuestro trabajo con los clientes, nunca debemoshacer que se sientan m†s desdichados o culpables de lo queya se sienten.

C onclusiones

Parece que existe cierta confusi„n entre aprendizaje y

educaci„n. Si un hombre construye un puente y este sederrumba, alguien puede ense•arle a construirlo mejor. La

 pr„xima vez que intente construir uno, aprovechar† ese co-

nocimiento. Pero si ese hombre mantiene una relaci„n con-

flictiva con una mujer y un terapeuta le ense•a c„mo me-

 jorar la relaci„n, esto no traer† necesariamente mayor so-siego a su vida. Educar a las personas acerca de su entorno

social o viviente no parece llevarlas al ‡xito con la misma se-

guridad con que las encamina la educaci„n acerca del entor-no f‚sico. En otras palabras, como dijo un colega: ƒSi pateas

una piedra, puedes calcular el curso y la longitud de su tra-yectoria. Si le das un puntapi‡ a un perro, tus predicciones

tendr†n menos validez…. Lo mismo ocurre cuando se educa

a los clientes en sus relaciones personales. No es lo mismoun objeto vivo que un puente.

y y, ,un experto coet†neo. Si un terapeuta es experto en algo, sin

duda que debe educar al cliente en el sentido de proporcio-

narle la informaci„n que busca. Por ejemplo, si conoce bien

el tema del sida, es muy razonable que lo instruya sobre ‡l.

Otra cosa es decir a una madre que ella cr‚a mal a sus hijosy esperar que esta informaci„n la trasforme.

2. Si un terapeuta no puede abstenerse de interpretar y

educar, debe cerciorarse de que las ideas presentadas sean

 positivas.3. Si un terapeuta no puede dejar de ser un educador,

deber† modificar esta compulsi„n refrenando todo intento

de educar a los clientes sobre los motivos de su conducta.

‰El pasado es la causa del presente?

Hasta mediados de siglo, en psicoterapia se daba pordescontado que los hechos del pasado causaban los sucesos

 presentes. Un s‚ntoma Šcomo una fobia, una compulsi„n ouna angustiaŠ se consideraba una conducta actual inadap-

tada o impropia que se arrastraba de experiencias pret‡-ritas. El lavado de manos compulsivo se interpretaba as‚:

alguna experiencia del pasado causaba un temor que, a suvez, hac‚a necesaria esta conducta. Si un hombre beb‚a enexceso, se supon‚a que se hab‚a criado en una familia dis-

funcional. Esta idea de que el individuo responde irreme-diablemente a est‚mulos del pasado, en su mayor‚a incon-cientes, influy„ sobre el pensamiento tanto dentro como fue-

ra del campo de la terapia. De ah‚ la frecuencia con que unamujer sexualmente inhibida crea que, de ni•a, debi„ de ha-

 ber sufrido un abuso sexual, aunque no logre recordarlo.

Esto me trae a la memoria una conversaci„n que en lad‡cada de 1950 mantuve con un psiquiatra residente en un

hospital. Me hablaba de un hombre joven a quien trataba.Le pregunt‡ si era casado. Lo ignoraba. Sin embargo, He-

160 161

vaba seis meses haciendo terapia con ‡l varias veces por. se-

mana. Su falta de informaci„n sobre la situaci„n actual del

cliente no me sorprendi„ en absoluto; por entonces, algu-nos terapeutas ayud†bamos a los clientes psic„ticos a supe-

rar la fase oral de su infancia. No advert‚amos que el hechode estar internados constitu‚a una parte de su problema.

ci„n; por eso sigue siendo una cuesti„n controversial. Losque defienden la teor‚a de sistemas se han preguntado si laimportancia del pasado es algo m†s que una met†fora. En lad‡cada de 1950, surgi„ la idea de que un s‚ntoma no es una

conducta inadaptada, sino adaptativa. Con el argumento de

que un s‚ntoma es una expresi„n de la situaci„n actual de la

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p p

Cre‚amos que su problema era su infancia y busc†bamos la

verdad acerca de las influencias tempranas. Apenas si em-

 pez†bamos a aceptar que importaba el contexto actual del

 paciente; por ejemplo, estar confinado en un hospital con la

familia aguardando en la puerta.Por entonces, cuando trataba a clientes diagnosticados

como esquizofr‡nicos, los ve‚a durante a•os a raz„n de cinco

sesiones semanales de una hora. As‚ se hac‚a terapia. Des- pu‡s de haber tratado a un joven por varios a•os, empec‡ a

comprender que su problema era estar hospitalizado. Lle-vaba quince a•os encerrado all‚; lo llev‡ a un restaurante y

no supo consultar el menˆ para hacer su pedido. No obstan-te, en el hospital lo supon‚amos curado y descont†bamos

que pod‚a salir al mundo y ganarse la vida. Su contexto so-

cial actual no ven‚a al caso.

Los terapeutas de hoy quiz† no imaginen cu†n inmersos

est†bamos en la teor‚a. Recuerdo haber tratado a un jovenque sol‚a afirmar que ten‚a el est„mago lleno de cemento.

Lo dec‚a como si en efecto creyera que hab‚a cemento ah‚.

Ten‚a otros delirios. Como terapeuta, yo relacionaba su pro-

 blema con una fijaci„n a la fase oral: el cemento representa-

 ba la leche materna. Como lo expres„ John Rosen, el futuro

esquizofr‡nico mam† de un pecho de piedra.'Consult‡ a Milton Erickson sobre este caso y le pregunt‡

qu‡ har‚a ‡l. Respondi„: ƒVisitar‚a el comedor del hospital y

ver‚a qu‡ comida sirven. Luego, le hablar‚a de la digesti„n….Pens‡ que Erickson no apreciaba el poder de la fase oral,

 pero visit‡ el comedor: la comida era espantosa. Entonces

empec‡ a hablarle al paciente de la digesti„n, como me ha-

 b‚a recomendado Erickson, y, al parecer, le hizo bien.Cuando los terapeutas de hoy dicen que la causa de un

s‚ntoma est† en el pasado, s„lo repiten lo que dos o tres ge-

neraciones de supervisores dieron por supuesto. La mayor‚a

de los que dictan cursos de terapia aˆn sustentan esa no-

1J. N. Rosen (1951) Direct analysis, Nueva York: Grune & Stratton.

q p

 persona, o sea, es propio del contexto social en que se da,salt„ a la vista que para cambiarlo hab‚a que cambiar la si-

tuaci„n social. Esto significaba cambiar las familias y loshospitales.

‰Est† la ƒcausa… de un s‚ntoma en el presente o en el pa-sado? Esa es la duda. Evidentemente, algunas conductasiniciadas en el pasado persisten en el presente; por ejemplo,

sacar cuentas o conducir un auto, pero ‰qu‡ sucede con las

conductas sintom†ticas? Perm‚tanme aclarar esto median-te un ejemplo. Supongamos que una persona consulta a un

terapeuta porque teme usar los ascensores. El terapeuta

 puede atribuir este miedo a un trauma pasado que tuvoalguna relaci„n con los espacios cerrados. O puede suponer

que el miedo cumple alguna funci„n en el presente. ‰Evitar

los ascensores beneficia de algˆn modo socialmente a esta

 persona? Tambi‡n puede considerar ambas ideas Šla cau-

sa pret‡rita y la funci„n actualŠ o juzgarlas interesantes pero inaplicables al caso. La meta terap‡utica es hacer que

el cliente entre en un ascensor sin temor; esto se puede lo-grar sin explorar el pasado ni tener en cuenta la funci„n ac-

tual del s‚ntoma (para cambiar una fobia, a veces ni siquie-

ra es preciso tratar el s‚ntoma).

Educar a los clientes y hablarles de su pasado puede to-

marse, en el mejor de los casos, como un procedimiento de

cortes‚a. Los clientes comparten la creencia popular de que

el pasado determina el presente y, por lo tanto, se lo debediscutir; de ah‚ que a menudo esperen la ense•anza de un

terapeuta. A veces, esa discusi„n del pasado promueve unarelaci„n que permite modificar el s‚ntoma mediante una

intervenci„n terap‡utica. Al satisfacer la expectativa delcliente en el sentido de que discutir†n su pasado, el terapeu-

ta obtiene su cooperaci„n para emprender alguna acci„n.

El hecho de que a un cambio terap‡utico puede seguir uninsight del pasado fomenta la confusi„n en torno de la causade los s‚ntomas. En vez de suponer que el insight del pasadocausa el cambio, conviene m†s pensar a la inversa. Veamos

163162

un ejemplo. Ayud‡ a un hombre taciturno a recuperarse de

las jaquecas que lo hab‚an atormentado durante a•os. Se-

gˆn su propia hip„tesis, sus causas eran fisiol„gicas. Serecuper„ con ayuda de una directiva parad„jica. Entoncesquiso inundarme con informaci„n sobre los hechos de su

 pasado que hab‚an causado esas jaquecas. Necesitaba ha-

y seductoras. Los recuerdos son fr†giles. Hasta los verdade-

ros se tienen y desaparecen, est†n disponibles en ciertosmomentos y no en otros. La hipnosis permite revivir re-cuerdos muy tempranos, pero tambi‡n ƒtrae a la memoria…

recuerdos falsos. Esa es una de las razones por las que enlos procesos judiciales no se admite ning n testimonio obte-

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llar un sentido a la superaci„n del problema; por consi-

guiente, produjo varias hip„tesis y me las explic„. Parece

evidente que los terapeutas que hacen cambiar a las perso-

nas deben escuchar cort‡smente sus insights del pasado

una vez producido el cambio. Es preciso ense•arles a respe-tar el insight como una consecuencia del cambio.

Los recuerdos falsos

Una mujer tem‚a morir ahogada y este miedo la incapa-

citaba de diversas maneras, por lo que busc„ ayuda. Con-

sult„ a un terapeuta que la hipnotiz„ y la retrotrajo a unavida anterior. En esa vida, vio morir ahogada a su hermana.

En un taller se afirm„ que, al recordar esa experiencia deuna vida pasada, la mujer le perdi„ miedo al agua. Otramujer con temor al agua recuper„, durante la terapia, unrecuerdo de esta vida: el de una hermana que se hab‚a aho-

gado a corta edad. Se dijo que ese recuerdo le hab‚a quitado

sus miedos.‰Deben los supervisores ense•ar a los terapeutas en for-

maci„n a retrotraer a sus clientes a vidas anteriores y ha-cerles recordar traumas? Si eso alivia o quita el s‚ntoma,

‰por qu‡ no? ‰Falta a la ‡tica el terapeuta que no cree en la

existencia de vidas pasadas y, no obstante, finge lo contra-

rio para tratar a un cliente que s‚ cree en ellas? Los super-visores deben tomar posici„n sobre la existencia o no de vi-

das pasadas, sobre si estas influyen o no en nosotros y so-

 bre si existen los recuerdos falsos. Quienes no creen en laexistencia e influencia de vidas anteriores mencionan elhecho de que algunos clientes afirmen haber recuperado re-

cuerdos de una vida anterior como prueba de la posible fal-

sedad de los recuerdos.La cuesti„n de los recuerdos falsos no puede desecharse

con ligereza. Hay situaciones de recuerdo falso complicadas

nido mediante hipnosis. Los recuerdos tra‚dos en terapia

son producto de la relaci„n entre cliente y terapeuta. De elladepende que emerjan recuerdos ƒverdaderos… o falsos. Los

recuerdos pueden ser influenciados tanto por la sugesti„n

hipn„tica como por la ideolog‚a del terapeuta. Un terapeutaque crea en las vidas pasadas y un psicoanalista pueden

influenciar a un cliente, cada uno por su lado, y hacerle evo-

car recuerdos apropiados a cada relaci„n. Debemos tener presente que la teor‚a de la represi„n es producto de una co-

laboraci„n entre cliente y terapeuta.

Es tr†gico que una hija tenga un recuerdo falso, engen-drado por su terapeuta, de haber sido vejada sexualmente

 por su padre y sea alentada a confrontar a sus progenitores

con esta ƒverdad…. Tambi‡n es tr†gico que una hija queguarda un recuerdo preciso del abuso sufrido se esfuerce

 por conseguir que el padre reconozca la verdad, pero este la

niegue apoyado por la madre. ‰Qu‡ posici„n debe adoptar

un supervisor cuando un terapeuta en formaci„n tiene uncaso en que el cliente afirma recordar un abuso sexual? Los

supervisores recordar†n a los principiantes que un terapeu-ta y su cliente pueden producir recuerdos falsos. La influen-

cia del terapeuta puede ser descuidada o pasada por alto,como tantos otros problemas propios de la situaci„n cl‚nica.

Los supervisores deben explicar con claridad que el tera- peuta forma parte del contexto que organiza las creencias.

Uno de los momentos m†s dif‚ciles en terapia familiar es

cuando un miembro de la familia acusa a otro de abuso yeste lo niega. El terapeuta debe inferir de la mejor manera posible lo que pudo haber sucedido. Si la ƒv‚ctima… ha hecho

terapia, en particular con hipnosis, se lo debe tomar encuenta en estos tiempos en que los terapeutas centran suatenci„n en los abusos sufridos en la infancia.

Los supervisores deben fomentar la tolerancia hacia los

clientes con respecto a estos temas: 1) el pasado como causa

de los s‚ntomas actuales; 2) la educaci„n del cliente, y 8) los

recuerdos falsos. Esto es, los terapeutas deben aprender a

165164

hablarles cort‡smente de su pasado mientras se centran enel presente, pues aqu‚ est† el problema presentado. Cuando

convenga, los educar†n de una manera cort‡s, sin dejar de presuponer que los s‚ntomas cambian por las directivas, no

 por la educaci„n. Aprender†n que un cliente puede tenerrecuerdos falsos y estar seguro de su verdad, o dudar de un

d d d h ibl i i fi

El equipo terap‡utico no sab‚a que posici„n tomar. Tras

un largo debate, sugirieron a la hija que desistiera de la acu-saci„n porque probablemente le acarrear‚a una nueva in-ternaci„n. ƒ;Quiero que mi padre admita lo sucedido!…, re- plic„ ella, furiosa. Pon‚a toda su vida en obtener este recono-

cimiento y sus padres pon‚an la propia en neg†rselo. Final-

t l hij d idi„ d t i d l ti„ t

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recuerdo verdadero; hasta es posible que insista en afirmar

la validez de un recuerdo, a sabiendas de que es falso, paradar sustento a algˆn motivo ulterior, tal vez relacionado con

sus padres. Por lo general, los terapeutas tienen menos

complicaciones si se manejan con el presente y no con losrecuerdos.Me viene a la memoria aqu‚ una extraordinaria video-

cinta de una sesi„n de terapia familiar que Braulio Montal-

vo sol‚a mostrar a sus principiantes. Registraba una con-versaci„n entre el terapeuta y la familia, a cuyo t‡rmino la

hijita llora y el padre, alentado por el terapeuta, admite que

es demasiado duro con ella. Montalvo pasaba la videocinta

y luego ped‚a al grupo de principiantes que identificara a la

 persona que la hab‚a hecho llorar. El grupo siempre se•ala-

 ba al padre, con el argumento de que abrumaba a la hija.Entonces Montalvo hac‚a retroceder la cinta hasta el punto

en que la ni•ita romp‚a a llorar y se advert‚a que en ese

momento el terapeuta le hablaba en un tono hostil. Sin em-

 bargo, los miembros de la familia, el terapeuta a cargo delcaso y el grupo de principiantes que miraba la videocintaconfiaban en su recuerdo de que el padre hab‚a hecho llorar

a su hija. Tal es la facilidad con que se forman los recuerdos

falsos.

La siguiente vi•eta muestra el dilema de los terapeutas.

Una adolescente de dieciocho a•os lleg„ a un hospital psi-

qui†trico, llevada por sus padres. Acusaba al padre de haber

mantenido relaciones sexuales con ella. La madre negaba,en tono iracundo, la posibilidad de semejante conducta. La

hija afirmaba a gritos la veracidad del hecho. El padre dec‚a

no saber si hab‚a ocurrido o no, pues en ese momento estaba borracho. En la entrevista a solas, la hija dijo que la hab‚an

internado tres veces por esta cuesti„n; cada vez que pre-sentaba la acusaci„n de incesto, la internaban en el hospital

(ese era el procedimiento habitual hace treinta a•os, cuan-

do se supon‚a que el recuerdo de incesto en una hija cons-titu‚a un delirio).

mente, la hija decidi„ dar por terminada la cuesti„n antesque sufrir una nueva internaci„n. Los terapeutas sab‚an

que el cuerpo m‡dico insistir‚a en hospitalizarla y que ellos

no ten‚an autoridad para impedirlo.

Al discutir casos de abuso sexual, los supervisores debendecir claramente a los terapeutas en formaci„n que, en laactualidad, la soluci„n elegida, sea cual fuere, probable-

mente ser† controversial, y objetada. Aˆn no hemos llegadoa un consenso acerca de muchos problemas y es preciso

tolerar semejante situaci„n.

 Ideolog…a y recuerdos falsos

Si es posible demostrar que los clientes informan falsa-

mente sobre su pasado y que sus recuerdos no son confia- bles, la ideolog‚a b†sica de la terapia cl‚nica se ve amenaza-

da. La mayor‚a de las teor‚as sobre los s‚ntomas se fundanen los informes de los clientes, referidos principalmente al

 pasado. La historia personal es el trampol‚n de las teor‚as

cl‚nicas. Podemos tolerar la idea de que los clientes mientan

adrede sobre su pasado. Pero si creen sinceramente en re-cuerdos falsos y los relatan como hechos reales, se cuestiona

toda una teor‚a psicopatol„gica basada en los recuerdos del

cliente. Cuanto m†s doctrinaria sea la ideolog‚a, tanto m†s

vulnerable ser† el ide„logo. Es evidente que la teor‚a psico-

din†mica se basa casi exclusivamente en los recuerdos delas personas, pero lo mismo ocurre con el concepto de tras-

torno por estr‡s postraum†tico, las alegaciones de abuso su-

frido en el pasado y el historial de la familia disfuncional.Toda informaci„n proporcionada por un cliente acerca de su

 pasado se acepta como prueba de lo que sucedi„ realmente.Podemos aumentar aˆn m†s la incertidumbre sobre el

 pasado si adoptamos la teor‚a de sistemas. Seg n ella, lasacciones de un cliente son motivadas por las acciones de

otras personas, y no por el pasado. Un sistema autocorrecti-

166 167

vo es un elemento corrector del presente; el pasado no inte-resa (salvo que podamos decir que el sistema operaba antes

del mismo modo en que lo hace ahora).

Si los recuerdos pueden ser falsos y la conducta sintom†-

tica es una respuesta al presente, ‰qu‡ puede hacer el cl‚ni-

co con el pasado? Una soluci„n que un supervisor puede en-se•ar es tenerlo en cuenta cuando se habla de los motivos de

za de suicidio de una adolescente. Acaso ella intente con ello

estabilizar el matrimonio de sus padres, porque cree que

sus padres se mantendr†n unidos para ayudarla. Algunos

terapeutas en formaci„n se confunden y toman por hechocierto esta explicaci„n social de un s‚ntoma. En realidad,m†s vale ver en ella una hip„tesis que gu‚a al terapeuta

h i i„ d d bi E t l ‚

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se•ar es tenerlo en cuenta cuando se habla de los motivos de

lo que hace la gente y centrarse en el presente cuando se ha-

 bla del cambio. Es posible que un hombre beba porque secri„ en una familia disfuncional, pero esta hip„tesis s„lo in-

teresa como explicaci„n de las causas del problema y noconcierne al cambio de su conducta. Si un cliente padeceaccesos de angustia como una expresi„n de estr‡s postrau-

m†tico, el terapeuta podr† aliviar su estr‡s mediante de-sensibilizaci„n y reprocesamiento de movimientos oculares

(EMDR),* que no tiene ninguna relaci„n con el origen de su

angustia. Muchas de las t‡cnicas terap‡uticas antif„bicas

incluyen la formaci„n de im†genes y el aliento; muchos es-

 pecialistas en el tratamiento de fobias ni siquiera investi-gan el pasado del cliente, porque no interesa para el cambio

de la persona.

Vivimos tiempos de cambios revolucionarios en los enfo-

ques terap‡uticos y en consecuencia debemos cuestionar las

teor‚as prerrevolucionarias. A los terapeutas que no quie-ran luchar con sus colegas conservadores, les sugiero que no

tomen tan en serio las explicaciones causales, en particularlas que se basan en el pasado. Los supervisores pueden

ense•ar a sus supervisados que los problemas del cliente pertenecen al presente, y las hip„tesis sobre causas pret‡ri-

tas s„lo pueden servir para orientar el pensamiento de un

terapeuta; no son verdades.

Funciones sociales de los s‚ntomas

Podemos alegar que los s‚ntomas cumplen una funci„nsocial. Tambi‡n podemos decir que la funci„n social de un

s‚ntoma es un concepto ideado por los terapeutas y supervi-

sores para orientar la terapia. Tomemos por caso la amena-

* [Eye Movement Desensitization and Reprocessing. (  N. de laT .)]

hacia una acci„n generadora de cambio. En este caso, el s‚n-toma de la hija (amenaza de suicidio) permitir† que el te-

rapeuta piense en ella de un modo positivo y guiar† sus in-

tentos de organizar la familia para que proteja y cambie a la

hija. Hay otra raz„n por la cual lo mejor es tomar esta ex- plicaci„n como una hip„tesis. Si el terapeuta la considera

un hecho cierto, se sentir† tentado a educar a los padres en

esta verdad dici‡ndoles que su hija los ayuda a estabilizar

su matrimonio. A pesar de las buenas intenciones del tera-

 peuta, los padres se afligir†n con la idea de que su hija in-tenta suicidarse para ayudarlos. Si la hip„tesis es correcta,los s‚ntomas de la hija se intensificar†n y sus padres, junto

con el terapeuta, habr†n hecho fracasar la terapia. Y esto

har† sufrir m†s a la adolescente, a despecho de los bienin-tencionados esfuerzos del terapeuta por ayudarla. La tareadel terapeuta consiste en aliviar el sufrimiento de la joven lo

antes posible haciendo innecesario el s‚ntoma.Todos debemos formular hip„tesis sobre las razones que

llevan a la gente a hacer lo que hace. Postular una funci„n

social que explique las acciones de un cliente es ˆtil y nosayuda a no: concentrarnos en su pasado desdichado. As‚ co-

mo las directivas enfocan la atenci„n del cliente y del tera-

 peuta en formaci„n en las acciones,2 del mismo modo la idea

de que un s‚ntoma cumple una funci„n social gu‚a a ese te-

rapeuta hacia la acci„n. Decir que un ni•o no quiere ir a la

escuela para quedarse haciendo compa•‚a a una madre de- primida es una idea interesante y til, pero no es necesa-

riamente una verdad.

2 V‡ase J. Haley (1994) ƒZen and the art of therapy…, en day Haley on

 Milton Erickson, Nueva York: Brunner /hazel.

168 169

‰Deben los psiquiatras hacer terapia osupervisar?

Quien haya dictado cursos a psiquiatras residentes ha-

 br† notado que su formaci„n se centra cada vez menos en la

terapia. Los psiquiatras desempe•an muchas funciones, es-pecialmente enel campo de la in estigaci„n la diagnosis;

saci„n de haber logrado algo. Pero al t‡rmino del debate no

hab‚an trazado ningˆn plan terap‡utico, ni hab‚an com-

 prendido la situaci„n social que encuadraba la angustia dela mujer, ni sab‚an si estaba casada. Ni siquiera la hab‚an

visto; aun as‚, compet‚an por mostrar su pericia farmaco-

l„gica y su conocimiento del DSM y las personas m‚ticas all‚

descritas

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 pecialmente en el campo de la investigaci„n y la diagnosis;

en un tiempo, tambi‡n aprend‚an diversas destrezas tera-

 p‡uticas. Antes, sus supervisores parec‚an dar por supuesto

que necesitar‚an conocer las diferentes escuelas de terapia

y capacitarse como terapeutas, sobre todo porque llegar‚ana administrar numerosas agencias y hospitales.

En una ‡poca, este aprendizaje de la terapia era deseado

no s„lo por los supervisores: los mismos residentes se inte-

resaban en aprender maneras de cambiar a la gente (en es- pecial las que sus docentes no les ense•aban). Quer‚an co-

nocer distintas perspectivas sobre terapia. Recuerdo que un

grupo de residentes del hospital Mount Zion, de San Fran-

cisco, me pidi„ que dictara un seminario sobre terapia fami-

liar, por entonces un enfoque novedoso. Tambi‡n me pidi„

que lo mantuviera en secreto, porque el claustro de psiquia-

tr‚a, integrado por psicoanalistas, quer‚a que los residentesaprendieran exclusivamente esa ideolog‚a. Me impresion„

que los residentes tomaran la iniciativa de organizar talseminario.

La formaci„n terap‡utica en los programas de residencia

comenz„ a declinar a fines de la d‡cada de 1950 con la intro-

ducci„n de los psicotr„picos. Las causas fisiol„gicas, aun las

m‚ticas, y la farmacolog‚a pasaron a ser la base de los pla-

nes de estudios. En la d‡cada de 1970, los que ense•†bamos

terapia a psiquiatras residentes ten‚amos que disuadirlosde considerar el uso de drogas e insistir en que se centraran

en t‡cnicas terap‡uticas para cambiar a las personas. At‚tulo experimental, cierta vez autoric‡ un debate sobre las

drogas entre un grupo de psiquiatras residentes a quienes

formaba con supervisi„n en vivo. El caso en discusi„n con-cern‚a a una mujer con s‚ntomas de angustia. Los dej‡ es- pecular sobre su diagnosis y recomendar medicaciones

 posibles. Discutieron sobre una variedad de f†rmacos, se•a-

laron los efectos colaterales de cada uno y la medicaci„n

 para esos efectos colaterales. Al cabo de cuarenta y cinco mi-

nutos, cerr‡ el debate. Quedaron satisfechos; ten‚an la sen-

descritas.Entre el pˆblico, los psiquiatras tienen fama de ser los

terapeutas m†s prestigiosos. Segˆn mi experiencia, salvocontadas excepciones, desconocen la diversidad de terapias

disponibles y muchos no tienen destreza en ninguna de

ellas. No asisten a talleres o seminarios sobre terapia, a di-

ferencia de los dem†s profesionales de la salud mental que

colman los talleres para aprender las ˆltimas innovaciones

 psicoterap‡uticas. Sus supervisores les causan un serio per-

 juicio al ense•arles nicamente las perspectivas org†nicasde la psicopatolog‚a y poner el acento m†s en la diagnosis

que en la terapia. A ra‚z de esto, cada vez son m†s los psi-quiatras que no saben hacer terapia y ni siquiera compren-

den sus premisas. Como no han aprendido a hacer terapia,creen que la ƒterapia conversacional… deber‚a remplazarse

 por la medicaci„n. Cuando esta no da resultado Šcomo su-cede a menudo, porque la medicaci„n no cura al individuo:

simplemente lo estabilizaŠ, buscan y seleccionan nuevascombinaciones de f†rmacos en vez de cuestionar el enfoque

 biol„gico de la psicopatolog‚a.

Los psiquiatras forman parte de la profesi„n m‡dica y,

en tal car†cter, ejercen poder en el campo cl‚nico. La camari-

lla m‡dica les presta el apoyo necesario. La insistencia cre-

ciente con que afirman la naturaleza m‡dica de los proble-

mas psicol„gicos los malquista con otros terapeutas. Est†ssuelen quejarse de que los psiquiatras obstaculizan los tra-tamientos cuando prescriben medicaciones sin consultarsiquiera al terapeuta a cargo del caso. Si bien es cierto que

los terapeutas necesitan contar con un consultor m‡dico,

tanto en las agencias como en la pr†ctica privada, el proble-ma est† en hallar un psiquiatra que relacione su medica-ci„n con el caso y no con alguna teor‚a de incurabilidad. Ca-

da vez cuesta m†s encontrar a estos psiquiatras. Hoy se pre-

fiere consultar a m‡dicos de cabecera; tambi‡n ellos pueden

medicar, pero quiz† tengan una perspectiva social y est‡n li-

 bres de los prejuicios de la psiquiatr‚a contempor†nea.

170 171

La psiquiatr‚a hoy se define cada vez m†s como control

social, lo que es otra consecuencia inevitable del uso cre-ciente de la medicaci„n. Se insiste en impedir que los pa-cientes causen molestias a la sociedad o a su familia, y no en

ayudarlos a mejorar su estilo de vida. Si una persona est†deprimida, lo primero que se hace es buscar el medicamento

que se le prescribir† y no averiguar la causa de su depre-

cierto est† incluida en nuestro departamento. Los resi-dentes no tienen que aprender a hacer terapia, a menos que

as‚ lo deseen…. De hecho, para aquellos psiquiatras que pre-

ferir‚an hacer terapia es todo un problema encontrar un

empleo donde no los obliguen a recurrir exclusivamente a la

medicaci„n.

En una ‡poca, la presencia de psiquiatras beneficiaba a

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que se le prescribir† y no averiguar la causa de su depresi„n. Que ocasionalmente haya personas deprimidas pormotivos desconocidos no es una excusa suficiente para dro-

gar a la poblaci„n de pacientes en vez de aprender a iden-tificar y resolver problemas psicol„gicos.

Se admite la peligrosidad de algunos psicotr„picos: por

ejemplo, los neurol‡pticos pueden causar una discinesiatard‚a, en muchos casos irreversible.3Las muecas y los mo-

vimientos incontrolables de la discinesia dificultan la bˆs-

queda de trabajo, Œqu‡ triste futuro para los j„venes`. Causar

da•os neurol„gicos es una responsabilidad grave. Tambi‡nreviste gravedad que a los terapeutas no m‡dicos se lesimpida cada vez m†s tratar a cualquier persona diagnos-ticada como psic„tica. Si un individuo oye voces o parece de-

lirar, los m‡dicos se hacen cargo de ‡l y lo drogan. Aunqueya llevan m†s de medio siglo afirmando la existencia de una

causa fisiol„gica para la esquizofrenia, ning n cient‚fico la

ha descubierto aˆn. Los psiquiatras declaran que esos clien-tes son incurables y que s„lo es posible estabilizarlos, y as‚

impiden que sean tratados por asistentes sociales y psic„-

logos. Por desgracia, es posible que una vez estabilizados sevuelvan incurables.

Los pocos psiquiatras que se inscriben en un programade formaci„n terap‡utica obligan a los supervisores a abor-

dar constantemente cuestiones de medicaci„n, supuestascausas fisiol„gicas de los s‚ntomas y el riesgo de los juicios

 por mala praxis. Esto les deja poco tiempo para tratar el te-ma de cambiar a la gente.

Durante una visita a un departamento de psiquiatr‚a del

Medio Oeste, dije en broma a su jefe: ƒTengo entendido quela terapia es ahora una materia optativa en psiquiatr‚a…. Elno capt‡ la iron‚a y me respondi„ seriamente: ƒOh, s‚, por

3Con la posible excepci„n de la clozapina. Para una critica de las medi-cacionescon psicof†rmacos, cf. P. Breggan (1991)Toxic psychiatry, NuevaYork: St. Martin's Press.

p p p qlos programas de terapia. No s„lo aportaban conocimientos

m‡dicos, sino que adem†s manifestaban una actitud res- ponsable a veces ausente en otros profesionales de la salud

mental. Como parte de su formaci„n m‡dica, los psiquiatras

aceptan la idea de la responsabilidad absoluta respecto delcliente. Otras profesiones no ense•an esa posici„n. No obs-tante, la tendencia creciente de los terapeutas a consultar a

otros m‡dicos indica un posible distanciamiento de la psi-quiatr‚a del campo terap‡utico. Hoy por hoy, los superviso-res pueden ense•ar la posibilidad de una colaboraci„n entre

 psiquiatras, asistentes sociales y psic„logos. Los de estasdos ltimas categor‚as derivar†n a los de la primera los ca-

sos de psicosis y depresi„n; a su vez, los psiquiatras puedenderivar a los terapeutas aquellos casos que no deseen, o no

sepan, tratar, por ejemplo los que incluyan problemas con-

yugales y familiares. Pero esta colaboraci„n es cada d‚a m†s

tenue.

b ,Qui‡nes deben hacer terapia familiar?

La terapia familiar plantea un problema dificil tanto alos psiquiatras como a los psic„logos. Muchos ni•os y ado-lescentes requieren la potenciaci„n de sus padres como par-

te del tratamiento. Hay que alentar al padre desesperan-zado de hijos violentos, o resueltos a fracasar en la vida, ahacerse cargo de ellos y guiarlos. Si definimos el caso como

un problema m‡dico o un problema psicol„gico profundo, los padres no emprender†n la acci„n necesaria. Seria algo as‚como pedirles que le extirpen el ap‡ndice a su hijo. Para que

se hagan cargo y se involucren, es preciso definir el proble-

ma de manera tal que est‡ dentro de su campo de acci„n. Si

se diagnostica un problema m‡dico, buscar†n para tratarloa una persona experta en medicina. Si se diagnostica un

173172

 problema psicol„gico profundo, buscar†n a un experto en psicolog‚a profunda.

Para involucrar a los padres en la tarea de ayudar a re-solver los problemas de un hijo, hay que persuadirlos de que

se trata de un problema de conducta y, por consiguiente, de

algo sobre lo que ellos pueden actuar y que pueden cambiar.

Psiquiatras y psic„logos por igual deben abandonar su diag-

 pervisor la insistencia que pondr† en los antecedentes pro-

fesionales de un terapeuta en formaci„n y la manera de ha-

cerle aprender a generar cambios en los clientes. A menudo,tropiezan con la oposici„n de colegas universitarios que s„lo

tienen nociones anticuadas acerca de la terapia y tardan

m†s en cambiar que los terapeutas que enfrentan proble-

mas sobre el terreno.

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nosis profesional y definir el problema en el lenguaje co-rriente de la familia. Supongamos que a una muchacha lediagnostican una anorexia nerviosa. Los padres no actua-

r†n para modificarla, sino que llevar†n a su hija a un ex-

 perto en medicina que sepa tratar problemas m‡dicos. Sinembargo, si esa misma chica es diagnosticada como una

 persona que se reh sa a comer, o sea como un problema dis-

ciplinario, los padres estar†n dispuestos a actuar, guiados por un terapeuta, e inducirla a comer.

Como se•al de la importancia menguante de la terapia,cabe mencionar que las tres profesiones principales dedican

tradicionalmente la mayor parte de sus a•os de formaci„n

al aprendizaje de cosas apenas relacionadas con la terapia.Los psiquiatras dedican a•os de formaci„n m‡dica a adqui-

rir conocimientos que nunca utilizar†n en la pr†ctica tera-

 p‡utica. Pocos har†n siquiera ex†menes m‡dicos, a menos

que formen parte de su trabajo en la unidad de internaci„nde un hospital. Los psic„logos pasan a•os enteros haciendo

investigaciones que carecen de utilidad terap‡utica, aun-

que recientemente han empezado a estudiar personas, envez de ratones, con verificaci„n de resultados. (Ahora hanoptado por imitar el aspecto menos terap‡utico de la psi-

quiatr‚a y presionan para que les permitan medicar y hos- pitalizar a la gente.) Hasta hace poco, los asistentes sociales

aprend‚an en las universidades el contenido y significado de

su profesi„n. Ahora, algunos departamentos de asistenciasocial han comenzado a ense•ar diversas terapias.

Los profesionales de las tres disciplinas son formados

 para centrarse en los individuos. Los psiquiatras diagnosti-can a un ni•o, los psic„logos lo someten a tests y ambos ha-

cen terapia lˆdica del ni•o. El asistente social entrevista alos padres. Al desplazarse el foco de atenci„n hacia la tera-

 pia, los profesionales de las tres disciplinas hacen la misma

terapia y deben renunciar a gran parte de su formaci„n pa-

ra aprender nuevas t‡cnicas. Queda librado al juicio del su-

‰Elegir al terapeuta por su g‡nero?

Aparte de la ideolog‚a y la profesi„n, hay un tercer modo

de clasificar a los terapeutas: por su g‡nero. ‰Debe la super-visi„n considerar tambi‡n el g‡nero del terapeuta? Cada su-

 pervisor debe tomar posici„n al respecto.Parece evidente que las terapeutas deber‚an tener los

mismos derechos, salarios, posiciones, condiciones de pr†c-

tica y oportunidades de progreso que sus colegas varones.Es una posici„n segura y f†cil para el supervisor. Pero hay

otras cuestiones m†s complicadas.‰Se debe tener en cuenta el g‡nero del terapeuta para el

tratamiento de determinados problemas o casos? Por ejem-

 plo, ‰es preferible que una mujer que sufri„ un abuso sexualen su infancia se trate con una terapeuta? Se puede aducirque una terapeuta comprender† mejor su vulnerabilidad.

Tambi‡n se podr‚a arg‹ir que un terapeuta masculino laayudar‚a a ƒreelaborar… los sentimientos que experimenta

hacia los hombres a causa de esa experiencia traum†tica.Tal vez algunos supervisores juzguen importante asignar el

caso a un terapeuta var„n que haya sido v‚ctima de abuso

sexual en su infancia. Hay s„lidos argumentos a favor y en

contra de esto para muy diversos casos. Pero esto planteauna dificultad m†s general: si aceptamos la idea de que los

hombres tratan mejor ciertos problemas y las mujeres tra-

tan mejor otros, el campo de la terapia queda clasificado porg‡nero. Esta idea tiene consecuencias enormes. Pronto ten-

dr‚amos un sistema diagn„stico que especificar‚a a qu‡ te-

rape*, hombre o mujer, deber‚a asignarse el caso. Seme-

 jante clasificaci„n podr‚a generar una tendencia a asignarlos casos a psic„logos, psiquiatras o asistentes sociales se-gˆn el diagn„stico. Esto obligar‚a a una agencia a contar

175174

con suficientes terapeutas de cada g‡nero y profesi„n para

tratar los problemas reservados a cada uno de ellos. Pode-rnos prevenir tal situaci„n si, en el campo de la terapia,

aceptamos la pol‚tica de que cualquier terapeuta, hombre o

mujer, es capaz de tratar cualquier s‚ntoma en clientes deuno u otro g‡nero. Incumbe al supervisor establecer la ex-

 pectativa de que los terapeutas no ser†n clasificados por su

dido?…, inquir‚. ƒDesde luego que no Šreplic„Š. No soy

devoto….Las cruzadas personales de los terapeutas deben subor-

dinarse a la meta del emprendimiento terap‡utico. La metaterap‡utica es cambiar los problemas que traen los clientes,

y no convertir a estos o adoctrinarlos en el feminismo, la teo-

r‚a psicodin†mica o el cristianismo.

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g‡nero, ni tampoco por su etnia o nivel socioecon„mico. La

formaci„n debe capacitar a todo terapeuta para tratar acualquier cliente.

Un problema m†s serio es el de la manera en que los

terapeutas manejar†n las cuestiones de g‡nero en las fami-lias. Supongamos que una familia presenta a una hija pro- blema; la esposa dice que le gustar‚a salir a trabajar, pero su

marido no se lo permite. El marido admite que es as‚. Un te-

rapeuta feminista, sea var„n o mujer, se ve ante el problema

de decidir si educar† o no a la familia en los derechos de la

mujer. Si es un terapeuta en formaci„n, el supervisor a car-

go del caso debe decidir si alentar† o no esos esfuerzos di-d†cticos. Se arg‹ir† que si el problema presentado es la con-

ducta de la hija, la terapia deber‚a centrarse en ella. Ser‚aun error que el terapeuta enfrente a un padre cuyas ideassobre los derechos de la mujer difieren de las propias, y as‚

impida que la hija cambie. Si la diferencia de opiniones noobstaculiza el logro de las metas terap‡uticas, tal educaci„n

es razonable. Presuponemos que el terapeuta es lo bastante

sagaz para considerar la posibilidad de que la esposa sea re-

nuente a trabajar fuera del hogar y use al marido como ex-

cusa.

‰Importa la religi„n?

Veamos otro ejemplo esclarecedor: algunos terapeutas

son muy devotos y tal vez quieran hacer proselitismo, o aunsu misma religi„n los invita a esto. ‰Debe un terapeuta fo-mentar el rezo en una familia? Esto me trae a la memoriauna conversaci„n que mantuve con John Warkentin acerca

de una dienta de ‡l. ƒNo creo que esa mujer hubiera mejora-

do si yo no me arrodillaba a rezar junto con ella cuando melo pidi„…, dijo. ƒ‰Habr‚a rezado con ella de no hab‡rselo pe-

La jerarqu‚a dual

Los terapeutas necesitan supervisores que los asistancon sus prejuicios en torno de diversas cuestiones, en par-ticular la condici„n de la mujer. ‰C„mo hacer justicia a los

derechos de g‡nero y, al mismo tiempo, coparticipar con una

familia que pertenece a un grupo ‡tnico que sustenta ideasdesafortunadas sobre la igualdad entre mujeres y hombres?

Los cambios revolucionarios en la condici„n de la mujer no

son, por cierto, de alcance mundial. Los supervisores deben

encauzar a los terapeutas hacia una orientaci„n ideol„gicaque satisfaga su conciencia y, a la vez, les permita asistir a

la familia en tratamiento y trabajar con ella. En esta situa-

ci„n compleja, hay un par de cuestiones que los superviso-res pueden destacar para ayudarlos a ser objetivos.

La cuesti„n de la igualdad entre esposo y esposa nos in-

teresa especialmente a todos. ‰Cu†l deber‚a ser la jerarqu‚a

en la d‚ada conyugal? Algunas culturas niegan todo derecho

a la mujer casada, pero aun en la nuestra hay situaciones

m†s organizacionales que ‡tnicas. Una pareja joven, con es-

tudios universitarios, se casa, funda su relaci„n conyugal en

la igualdad y comparte las decisiones equitativamente. Niel marido tiene potestad sobre la esposa, ni ella sobre ‡l. Sin

embargo, todo cambia cuando tienen un hijo. A partir de

all‚, se convierten en codirectores de un grupo. La jerarqu‚a

 pasa a ser un problema. Deben acordar qui‡n estar† a cargode qu‡ con relaci„n al hijo. ‰Qui‡n decidir† c„mo discipli-

nario y educarlo? El problema est† en que marido y mujer

no pueden ser jefes en pie de igualdad cuando existe un gru-

 po, aun cuando ese grupo est‡ constituido por un solo hijo.

Segˆn la Quinta Enmienda de Relaciones Humanas, entrelos seres humanos o los animales no hay ninguna organiza-

177176

ci„n viable que tenga dos jefes de igual rango. ‰Se imaginan

dos copresidentes de Estados Unidos? El matrimonio debe

decidir qui‡n estar† a cargo de qu‡ con relaci„n al hijo.

La soluci„n t‚pica para este problema, a menudo alcan-

zada por las parejas con ayuda de un terapeuta, es dividir el

territorio. El marido se hace cargo de un †rea y la esposa de

otra. Tradicionalmente, la mujer es la responsable principal

d l i d i„ d l hij i ] id

un esposo le quita el liderazgo al otro o ambos pugnan por

mandar equitativamente Šun arreglo no viableŠ, surgen

conflictos conyugales o la pareja se divorcia. Un terapeuta

 puede hallarse en una posici„n en que sea preciso respaldar

la fingida jefatura de], marido aunque salte a la vista que no

la ejerce. Si no, convencer† a la pareja de que en verdad la

esposa es quien determina el curso de la vida familiar y de

j ‚ b

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de la crianza y educaci„n del hijo, mientras que e] marido se

hace responsable del sost‡n econ„mico de la familia. Cuan-

do la esposa ejerce una profesi„n, es posible que el marido

tome a su cargo la crianza y educaci„n del hijo y participe

m†s en la vida dom‡stica. O uno de los padres se encarga desupervisar los estudios del hijo y el otro maneja sus activi-

dades extraescolares. Qui‡n est† a cargo depende del †reaen cuesti„n, con lo cual se evitan muchos conflictos.

Otra soluci„n se vale del fingimiento. Fue muy comˆn

durante largo tiempo y todav‚a lo es. Una persona asume ladirecci„n de la familia pero finge que la dirige otro. El ejem-

 plo t‚pico es el de la esposa que asume el gobierno de la fami-

lia pero, cuando surge una cuesti„n espec‚fica, finge que el

 jefe es el marido. Aqu‚ podr‚amos hablar de una jerarqu‚adual. Cabe alegar que en cualquier organizaci„n siemprehay, por lo menos, dos jerarqu‚as: una manifiesta y otra

oculta. En una familia, hay una jerarqu‚a pˆblica, en la quemanda el marido, y otra privada, en la que su esposa decide

qu‡ suceder† en realidad (y en esto consiste, por definici„n,

estar a cargo de algo). Para que esta jerarqu‚a dual tenga‡xito, la esposa debe fingir que el marido, y no ella, es. quien

manda. Hace a•os, Lincoln Steffens present„ un ejemplo de

 jerarqu‚a dual. Si queremos saber qui‡n manda en una ciu-

dad Šaconsej„Š, no busquemos al alcalde o intendente; pregunt‡mosle m†s bien a cualquier botones de hotel qui‡n

es el cacique pol‚tico. Esa es la persona que gobierna encu-

 biertamente la ciudad mientras todos fingen que s„lo existe

la jerarqu‚a pˆblica. Desde luego, toda organizaci„n com-

 pleja posee muchos subsistemas jer†rquicos, pero la canti-dad m‚nima ser‚an dos.

Ultimamente, las mujeres han decidido que es degra-dante fingir que el marido es el jefe. Ya no est†n dispuestas

a enaltecerlo, ni a fingirse d‡biles e ingenuas. Han protesta-

do y se han hecho cargo de la familia pˆblicamente, desen-

mascarando as‚ la simulada jefatura del marido. Cuando

que esta jerarqu‚a no es broma.En una ocasi„n, reclut‡ a familias normales para una se-

rie de estudios destinados a determinar si las familias anor-males difer‚an de las normales. Como parte del proyecto,

deb‚a seleccionar a un estudiante secundario e invitar a sufamilia a una entrevista de investigaci„n. En su trascurso,les preguntaba con qu‡ miembro de la familia se hab‚ancomunicado telef„nicamente los reclutadores, o sea, qu‡

miembro de la familia hab‚a acordado la participaci„n en el

estudio. Revis‡ una muestra de treinta familias normales ydescubr‚ que en veintisiete casos la madre hab‚a decidido

 por s‚ sola traer a su familia. Esto significaba que pod‚a ha-

cer que el padre y los hijos adolescentes se tomaran la mo-

lestia de venir a vernos, sin consultarlos siquiera. Todas es-

tas familias se presentaron. En dos casos en que la comuni-

caci„n telef„nica inicial fue con el padre, este dijo que ten-

dr‚a que consultar a su esposa. Hubo un solo caso en que el padre acept„ la invitaci„n a participar en el estudio sin con-

sultar a su esposa e hijos; la familia no se present„.

En otra oportunidad, me interes„ el concepto del padre poderoso y castrador descrito por Sigmund Freud. Al pare-

cer, ya no hab‚a m†s hombres como esos. Descubr‚ a unamujer que se hab‚a criado en Viena en tiempos de Freud y la

interrogu‡ acerca de su familia. Me dijo que su padre era el

 jefe, cuando no el tirano. ƒNi siquiera pod‚amos sentarnos

en su sill„n…, record„. Le pregunt‡ con curiosidad c„mo ha-

c‚a ‡l para mantenerlos a todos alejados de su sill„n. Lamujer respondi„: ƒOh, eso no lo hac‚a pap†. Nuestra madre

nos lo prohib‚a; nos dec‚a que si nos sent†bamos en el sill„nde pap†, nos saldr‚an granos en las nalgas…. Pod‚a decirse

que su madre ordenaba que mandara el padre.En a•os recientes, he descubierto algo curioso: la mayo-

r‚a de los matrimonios que vienen a hacer terapia presen-

tan a la esposa en una posici„n superior a la del marido. Es

una situaci„n diametralmente opuesta a la opini„n de que

179178

las mujeres son sojuzgadas por sus maridos patriarcales. La

esposa presenta al marido como una persona de condici„ninferior a la de ella, sea porque ella gana m†s dinero, provie-

ne de una familia de mejor posici„n a juicio de los c„nyuges,

es m†s instruida, se expresa con mayor claridad, etc. Vienen

como parejas desiguales. No quiero insinuar con esto que en

nuestra cultura las mujeres tengan m†s autoridad que los

hombres o sean iguales a ellos Hablo de la poblaci„n que

 posa que se siente rebajada puede contraer s‚ntomas; lomismo sucede con los hombres cuando las mujeres adquie-

ren mayor poder. Ambos g‡neros disponen de ellos. A medi-

da que aumenta el poder real de las mujeres, quiz† notemos

un aumento de los s‚ntomas masculinos, en especial el delmarido que ƒno puede evitar… ser incapaz de hacer lo que su

esposa desea.

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hombres o sean iguales a ellos. Hablo de la poblaci„n quesolicita tratamiento. A veces, la mujer lo indica de una ma-

nera bien expl‚cita, trayendo al marido y formul†ndole alterapeuta un pedido de este tenor: ƒHaga algo con ‡l…. La

mujer quiere elevar la posici„n del marido respecto de la deella y desea que ƒsea un hombre…. Los supervisores que se

centran en los derechos de la mujer tienen que hallar el mo-

do de provocar este cambio solicitado por ellas.

La cuesti„n de la jerarqu‚a dentro de una relaci„n de

 pareja se complica, adem†s, con el uso de s‚ntomas para co-municar problemas conyugales. Hace algunos a•os se vioque cuando alguien dec‚a ƒNo puedo evitarlo…, tal reconoci-

miento infund‚a poder a la persona impotente. Advert‚ por

 primera vez esta paradoja cuando trat‡ a una mujer que se

lavaba las manos en forma compulsiva. Se quejaba de que

su marido era un tirano y ‡l admiti„, por cierto, que gober-

naba a la familia e insist‚a en hacerlo a su modo. Sin embar-go, tuve la impresi„n de que detr†s de esta jerarqu‚a pˆblica

hab‚a otra jerarqu‚a encubierta. La esposa no pod‚a hacerlas compras porque tem‚a exponerse al contacto con l‚qui-dos contaminantes. Entonces, las hac‚a el marido. La mujer

no pod‚a lavar los platos porque, una vez que se mojaba lasmanos, no cesaba de lav†rselas. Entonces, los lavaba el ma-

rido. El insist‚a en tener una casa limpia, pero no lograba

que su esposa la limpiara porque eso significar‚a entrar encontacto con productos de limpieza que conten‚an sustan-

cias t„xicas. Entonces, el marido se encargaba de toda lalimpieza. Por medio de su s‚ntoma, la esposa obligaba almarido a hacer todos los quehaceres dom‡sticos y, al mismo

tiempo, protestaba contra su tiran‚a. Desde luego que en loshechos ‡l nunca se sal‚a con la suya.

Una vez admitido que un s‚ntoma que comunica la ideaƒNo puedo evitarlo… potencia a la persona dentro de una

relaci„n, comprendemos por qu‡ es, fuera de toda duda, el

m‡todo predilecto de quienes se sienten impotentes. La es-

En estos tiempos de divorcio, hay otra organizaci„n noviable que los terapeutas deben reconocer. Abundan las ma-

dres solteras, o sin pareja, y los padres que cr‚an a sus hijos.Cuando un progenitor est† a cargo de varios hijos y no tiene

un segundo a bordo, es frecuente que los chicos empiecen a

abrumarlo. Los chicos no resuelven sus problemas entre

ellos, sino que siempre se los presentan al progenitor como

si este fuese el cubo de una rueda por el que pasan todos los

rayos. Esta organizaci„n no es viable. El l‚der de un grupo

necesita de un segundo que se•ale que el jefe es ‡l. Por eso,en el ej‡rcito, los oficiales tienen suboficiales que apuntalan

su autoridad. En las familias con un solo progenitor, este,

abrumado por su responsabilidad, necesita de alguien Štal

vez el hijo mayor, una abuela o el padre divorciadoŠ que

sustente su liderazgo y, de este modo, ponga en funciona-

miento una jerarqu‚a en lugar del caos.

La relaci„n entre g‡nero y jerarqu‚a es un proceso com- plejo, y no un simple problema entre el var„n y la mujer. Las

 parejas que luchan por liderar un grupo en pie de igualdad

est†n en dificultades. Analizar la cuesti„n de la jerarqu‚a y

la estructura familiares no es tarea sencilla, porque las je-rarqu‚as son, cuando menos, duales en la medida en que el

orden jer†rquico que se muestra al pˆblico, incluido el tera- peuta, puede diferir del establecido en la intimidad de la

familia.El g‡nero del terapeuta, el supervisor y los miembros de

la familia determina la probable existencia de coaliciones

fluctuantes; de ah‚ que los problemas de g‡nero planteados

en la terapia familiar no tengan soluciones simples y este-reotipadas.

180 181

El supervisor protector

Cabe esperar que los supervisores protejan a los prin-cipiantes y a los clientes, y se protejan a s‚ mismos.

 Protecci•n del miembro de la familia

los chicos saltaban, bailaban, bromeaban y se gritaban unos

a otros. Esto la hac‚a quedar espantosamente mal, pero nosab‚a c„mo organizar a la familia de manera tal que la ma-

dre y los chicos pudiesen alcanzar alguna meta. Tambi‡n

recuerdo haber observado a una terapeuta, ex maestra pri-maria, haciendo terapia con una familia que ten‚a cuatro

hijos salvajes. La terapeuta recurri„ a su experiencia docen-

i„ d i d hi d

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Por lo general, el supervisor debe proteger a los clientes

que est†n en manos de principiantes. Recuerdo un tipo de

 protecci„n surgido en la d‡cada de 1960. Les dar‡ un ejem-

 plo. Una adolescente de diecisiete a•os enloqueci„ durantesu primer semestre en el college. La internaron, le diagnos-

ticaron una esquizofrenia y la derivaron a un hospital cer-cano a su hogar. Inici„ un tratamiento con Don Jackson. Enuna entrevista familiar, el padre hablaba a su hija de ciertamanera; Jackson interrumpi„, dici‡ndole: ƒSi continˆa as‚,

se meter‡, en un l‚o sin necesidad alguna…. Por entonces

(comienzos de la d‡cada de 1960), lo habitual era que unterapeuta estimulara a la gente a decir cualquier cosa, como

lo aconsejaba la teor‚a de la represi„n. Impedir que un pa-

dre hablara a su hijo era algo ins„lito. Despu‡s de la en-trevista, le pregunt‡ a Jackson porqu‡ hab‚a hecho eso.

Respondi„ que el padre empezaba a pedirle a la hija que lo juzgara como padre, y estaba mal que un padre fuera super-visado por un hijo problema. El terapeuta deb‚a impedirlo.

Y a•adi„: ƒA mi juicio, un terapeuta tiene el deber de impe-dir que un padre se ponga en rid‚culo…. Era una idea nove-

dosa y refrescante en una ‡poca en que todos alent†bamos a

nuestros clientes a ser absolutamente sinceros y expresarsu personalidad.

 Protecci•n del principiante

Los supervisores tienen el deber de impedir que los tera- peutas en formaci„n hagan el papel de tontos. Un modo de

lograrlo es ense•arles a entrevistar a la gente a fin de que

no cometan torpezas o busquen desesperadamente un temade conversaci„n. Recuerdo el caso de una asistente social

con formaci„n terap‡utica que entrevistaba a una familiacon siete u ocho hijos. Conversaba con la madre mientras

te y, en cuesti„n de minutos, tuvo a cada chico sentado en un

rinc„n del consultorio, dibujando; reci‡n entonces se puso a

hablar con la madre y pudo incorporar a los ni•os a la con-

versaci„n de una manera organizada.A veces, pese a la destreza del principiante, la gente se

desmanda en el consultorio y el supervisor, situado detr†sdel espejo de visi„n unilateral, tiene que intervenir para re-

solver la crisis y salvar al supervisado. Quiz† le sugieratelef„nicamente que divida a la familia en dos grupos y en-

v‚e a uno de ellos a la sala de espera. Separar a los .miem-

 bros de una familia suele ser un recurso eficaz cuando lastensiones se intensifican.

Si, el terapeuta se altera y tiene dificultades a causa de

alguna reacci„n personal, el supervisor puede sugerir algu-

na conducta diferente. Pero no siempre es posible proteger a

los terapeutas de una profesi„n reconocidamente perturba-

dora. Deben ser capaces de tolerar la angustia y, aun as‚,funcionar bien. Parafraseando a Harry Truman: ƒSi los te-

rapeutas no pueden soportar el calor, deber‚an salir de la

cocina….

La violencia en el consultorio

Cuando los amenaza un peligro real y no un mero estado

de angustia, es preciso proteger a los principiantes. Cierta

vez en que supervis‡ a un supervisor, al reunirme con ‡l de-

tr†s del espejo de visi„n unilateral ambos observamos queen el consultorio hab‚a una madre, su hija y la terapeuta, de

 pie detr†s de su sill„n. Le pregunt‡ a mi colega por qu‡

 permanec‚a de pie y me cont„ que le ten‚a miedo a la hija porque la hab‚a amenazado f‚sicamente. Hice salir a la

terapeuta y le dije que no deb‚a temer a un cliente; deb‚a

advertirles a madre e hija que si volv‚an a amenazarla de

182 183

 palabra o de hecho, inmediatamente dar‚a por terminada laterapia. Madre e hija aceptaron esta advertencia; la tera- peuta se sent„ y condujo su entrevista.

Como ‡ramos un instituto privado, despu‡s de ese inci-

dente establecimos por norma no aceptar ningˆn caso queentra•ase algˆn riesgo de violencia. Poco despu‡s, un padreentr„ en el consultorio con su hijo de edad madura. Dijo que

le hab‚an informado telef„nicamente que no pod‚a traer a

des que la continuaci„n del tratamiento ambulatorio. Una

vez que ingresa en una sala psiqui†trica, el cliente quedaestigmatizado y ese estigma puede comprometer sus rela-ciones sociales, admisibilidad en escuelas o empleos, de-recho a conducir veh‚culos, etc. Adem†s, la internaci„n pue-

de inducir a los miembros de su familia a considerarlo undeficiente mental. Aun as‚, tal vez sea preciso internar a unadolescente que amenaza suicidarse para proteger a los te

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le hab‚an informado telef„nicamente que no pod‚a traer asu familia porque el hijo hab‚a sido violento y deseaba ha-

 blar de esto con alguien. Una integrante de nuestro equipode supervisores, Marcha Ortiz, entrevist„ a los dos hombres

y decidi„ que pod‚amos aceptar a la familia. La tratamos yel hijo nunca se violent„. M†s adelante, un hermano de ‡l,tambi‡n de mediana edad, amenaz„ recurrir a la violencia,

 pero el problema se resolvi„ en forma pac‚fica.

Las amenazas de suicidio

Cuando surgen dificultades en terapia, el supervisor de- be proteger al cliente. El uso del espejo de visi„n unilateral

se justifica porque le permite ver lo que sucede realmente

en el consultorio y, en caso necesario, proteger al cliente deun principiante ingenuo. Pero hay situaciones en que tam- bi‡n debe proteger a este. Uno de esos momentos se da cuan-

do un cliente amenaza suicidarse. Debemos ense•ar a losterapeutas en formaci„n a tomar siempre en serio las ame-

nazas de suicidio aunque se expresen en tono casual, par-ticularmente si provienen de j„venes. Si un adolescente

amenaza suicidarse, la situaci„n terap‡utica salta a otro

nivel y el terapeuta ya no aborda la habitual lucha de poderentre el adolescente y sus padres.

Debemos ense•ar a los principiantes que, adem†s de

ayudar al adolescente que amenaza suicidarse y de tratar

de resolver el problema oculto detr†s de esa amenaza, de- ben verse a s‚ mismos prestando testimonio ante un fiscal

que les pregunta: ƒ‰Qu‡ medidas tom„ para salvar la vidadel difunto?…. Los principiantes deber‚an ser capaces dediscurrir medidas satisfactorias con la ayuda del supervi-

sor. Entre ellas se cuenta la disposici„n a internar al ado-lescente, aunque esto pueda ocasionarle mayores dificulta-

adolescente que amenaza suicidarse para proteger a los te-

rapeutas en formaci„n del riesgo de que les imputen una

tragedia.Si, en el momento en que alguien amenaza suicidarse, el

terapeuta en formaci„n es observado por colegas y por unsupervisor detr†s del espejo de visi„n unilateral, se puedesuscitar un debate a cuyo t‡rmino varios profesionales apo-

yen las decisiones del terapeuta.Una de las mejores t†cticas frente a las amenazas de sui-

cidio es recurrir a la familia aunque, al parecer, los juecesnunca la han considerado. Si los padres est†n dispuestos aasumir la responsabilidad, el terapeuta puede organizar

una ƒguarda del suicida… a cargo de la familia. El cliente problema nunca queda solo; siempre est† con ‡l alg n fami-

liar. As‚ se protege al suicida y, al turnarse los miembros de

su familia en esta tarea inc„moda, salen a luz muchas cues-

tiones familiares.

Colaborar con los colegas

Los supervisores tienen el deber de proteger a sus super-

visados frente al sistema social, incluidos los colegas inves-tidos de diversos tipos de autoridad, y frente al sistema judi-

cial. Los terapeutas deben aprender a negociar sus derechos

con sus colegas. A veces, adem†s de asesorarlos, el supervi-sor tiene que oficiar de barrera entre ellos y sus colegas. Al-

gunos son atacados por no tomar en serio los diagn„sticosdel DSM-IV, aunque esa clasificaci„n no fue dise•ada parala terapia y puede obstaculizarla. Los supervisores deben

apoyarlos en esta lucha. En ocasiones, las discrepanciasideol„gicas adoptan la forma de ataques contra el enfoquede los terapeutas en formaci„n, al que tildan de superficial,

manipulador, poco ‡tico o incorrecto. Los supervisores que

185184

 participan en un programa. formativo tienen que sortearestos argumentos y sus fuentes.

Tambi‡n hay especialistas que desean hacer su trabajo

aunque estorbe la terapia de un cliente. Supongamos que

los colegas de un psic„logo persuadan a una familia de queun ni•o debe ser sometido a una bater‚a de tests psicol„gi-cos. El terapeuta en formaci„n quiz† sea demasiado t‚mido

y no se atreva a se•alar que esa bater‚a de tests identifica al

miento menos adecuado. El supervisor no siempre puede in-

fluir sobre los directores del programa de desintoxicaci„n.

La terapia interminable

Habr‚a que ense•ar al principiante a cerrar un caso una

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y no se atreva a se•alar que esa bater‚a de tests identifica alni•o como el problema presentado cuando tal conclusi„n no

s„lo puede ser incorrecta, sino que carece de utilidad para

un enfoque terap‡utico que pone el acento en la organiza-

ci„n social de la familia. El supervisor debe ense•ar a sussupervisados a reconocer los pocos tests que interesan a la

terapia e impedir la aplicaci„n de los irrelevantes, aunqueeso los enemiste con psic„logos que han pasado a•os apren-diendo el test de Rorschach.

Las dificultades m†s frecuentes surgen en la colabora-ci„n con psiquiatras. Cuando un psiquiatra deriva un caso,

lo habitual es que uno o varios miembros de la familia est‡n

 bajo medicaci„n. La mayor‚a de los terapeutas j„venes no se

deciden a pedirle que la retire o reduzca aunque lo conside-ren importante para el abordaje terap‡utico. El supervisor

tiene que hablar de esto con el psiquiatra y ver qu‡ se puede

hacer. El colega que deriva a una pareja o familia y entre-tanto continˆa haciendo terapia individual con uno de losmiembros crea un problema similar. El supervisor debeexaminar la posibilidad de suspender temporariamente la

terapia individual para poder centrar la atenci„n en la pa-reja o familia.

Hay veces en que los problemas de colaboraci„n alcan-

zan el nivel institucional. Supongamos que un terapeuta enformaci„n trata a una mujer que bebe en exceso y necesita

desintoxicarse. El curso de acci„n preferido ser‚a derivarla

 por pocos d‚as a un programa de desintoxicaci„n y haceruna terapia que involucre a toda la familia, a fin de que se

organice para prevenir futuras reca‚das. Pero los estable-cimientos de desintoxicaci„n tienen sus propios programas.

Tal vez quieran hospitalizar a la clienta durante varias se-manas y someterla luego a varios meses de tratamiento

ambulatorio. El terapeuta en formaci„n no se anima a opo-nerse a ese sistema y, de pronto, se encuentra con que le han

quitado a su clienta alcoh„lica para someterla a un trata-

Habr‚a que ense•ar al principiante a cerrar un caso unavez producido el cambio y resuelto el problema presentado.

Es posible que el cliente tenga otros problemas, pero no ha-ce falta abordarlos si ‡l no desea hacerlo. Sin embargo, hay

ocasiones en que el terapeuta en formaci„n y su cliente que-dan atascados. El primero siempre puede descubrir m†s problemas que la familia deber‚a abordar; por su parte, la

familia se siente complacida con los resultados obtenidos,

simpatiza con el terapeuta y desea continuar el tratamien-to. Incumbe al supervisor ayudar al terapeuta y su cliente a

desengancharse. Una t†ctica consiste en espaciar cada vezm†s las sesiones a medida que mejore la situaci„n familiar.

En cada intervalo, la familia se habr† interesado por otrosasuntos y el terapeuta en formaci„n tendr† otros casos que

capturen su atenci„n.En terapia, el desenganche puede ser un problema gra-

ve. A t‚tulo de ejemplo, recordar‡ mis tiempos de supervisoren la ciudad de Nueva York. Todos los supervisados eran te-

rapeutas experimentados que me tra‚an sus propios casos.

Su discusi„n comenzaba as‚: ƒLlevo ocho a•os tratando este

caso…. Otro terapeuta dec‚a: ƒHe practicado esta terapia du-

rante nueve a•os…. Empec‡ a ver que estos terapeutas metra‚an sus casos para que los ayudara a desengancharse deellos. No pod‚an curar a los clientes pero tampoco pod‚an

 perderlos. Como hac‚amos terapia breve, en varios de estoscasos bastaron unas pocas sesiones para que el terapeuta

en formaci„n terminara con ‡xito el tratamiento. Al cabo de

un tiempo, los terapeutas comenzaron a sentirse inc„modos

al presentar un caso, y me dec‚an: ƒPreferir‚a no mencionar por cu†nto tiempo he tratado a este cliente….

La protecci„n de los principiantes se refiere sobre todo asu interacci„n con miembros de otros †mbitos profesionales

cuyas prioridades difieren de las terap‡uticas. Tal vez sesientan trabados en su trabajo terap‡utico si intentan sa-tisfacer las necesidades e ideolog‚as de sus colegas m‡dicos,

187186

 psiquiatras y asistentes sociales. El supervisor tiene queayudarlos a esclarecer estas cuestiones. 8. La supervisi„n en vivo

Otros temas controvertidos

Entre las controversias que deben abordar los superviso-

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q p

res corno parte de su profesi„n, est†n las de decidir si los

terapeutas en formaci„n deben influir deliberadamentesobre los clientes sin que ellos se den cuenta; fomentar el di-

vorcio de las parejas desdichadas; retirar de su casa y colo-car en un hogar de crianza a los ni•os desatendidos por sus

 padres; aconsejar a los j„venes adultos que abandonen a sus padres y no vuelvan a dirigirles la palabra, y dar por termi-

nado el tratamiento de una familia cuando se ha resueltoel problema presentado pero aˆn restan otros problemasevidentes.

Me parece innecesario examinar aqu‚ estas cuestiones

 pol‡micas porque el supervisor sensato ya ha tomado una posici„n correcta con respecto a cada una de ellas.

Si tuvi‡ramos que definir la supervisi„n en vivo, dir‚a-mos que un supervisor observa el trabajo de un terapeuta y,

en su trascurso, le imparte sugerencias. Esta disposici„n puede adoptar diversas formas. En el siglo pasado, la hipno-

sis cl‚nica se ense•aba as‚: el terapeuta en formaci„n obser-

vaba el trabajo de un docente con un cliente; a continuaci„n,

el docente lo observaba trabajar a ‡l. El supervisor pod‚a ver

lo que suced‚a entre el terapeuta y el cliente, y guiar el pro-

cedimiento. El uso del espejo de visi„n unilateral desde lad‡cada de 1950 y, despu‡s, de los monitores, permiti„ que el

supervisor observara al terapeuta en acci„n sin estar pre-

sente en la entrevista. Parece que hubo varias etapas en el

uso del espejo de visi„n unilateral)

. Recuerdo las de mi pro-

 pia formaci„n como supervisor. Al principio, observ†bamos

a un terapeuta en formaci„n a trav‡s del espejo, pero s„lo leimpart‚amos sugerencias antes de la sesi„n y despu‡s deella. Al t‡rmino de la entrevista, le dec‚amos al terapeuta lo

que deber‚a haber hecho. A veces era penoso para quienes

 permanec‚amos detr†s del espejo ver cometer errores que podr‚an haberse corregido o evitado f†cilmente con una su-

gerencia. Pero deb‚amos aguardar a que concluyera la se-

si„n para formular comentarios. En esos primeros tiemposse cre‚a, al parecer, que una sesi„n de terapia era un †mbito

inviolable en el que nadie pod‚a inmiscuirse; esto se deb‚a,

quiz†s, al gran ‡nfasis puesto por entonces en la confiden-cialidad. La frontera que rodeaba al terapeuta y su cliente

creaba un intercambio privado, aun cuando la sesi„n fueseobservada a trav‡s de un espejo de visi„n unilateral.

1 En 1957, vi a Charles Fulweiler hacer terapia con una familia obser-

v†ndola a trav‡s de un espejo de visi„n unilateral.Despu‡s de esa expe-

riencia, el proyecto Bateson instal‡ un espejo. Cf. J. Haley y L. Hoffman

(1968)Techniques of family therapy, Nueva York: Basic Books. [T€cnicas

de terapia familiar, Buenos Aires: Amorrortu editores,1976.1

188 189

El paso siguiente fue golpear a la puerta del consultorio

durante la entrevista, hacer salir al terapeuta y hacerlesugerencias. Se advirtieron dos cosas: cuando las sugeren-

cias se impart‚an en el curso de la sesi„n, la terapia mejo-raba y el terapeuta captaba mejor las ideas sugeridas porel supervisor. Lejos de objetar la intromisi„n, los terapeu-

tas apreciaban la orientaci„n ofrecida. Una vez rota de este

modo la frontera terapeuta-cliente, al terapeuta le result‡

vuelven locuaces por lo f†cil que les resulta inmiscuirse enla sesi„n. Cuando el terapeuta recibe en su o‚do sugerencias

constantes, se convierte en una especie de robot que ejecuta

las ideas del supervisor.Se han probado muchas variantes de la supervisi„n en

vivo, incluido el uso de un simple micr„fono instalado en el

consultorio y conectado con el equipo de audio del supervi-sor, en una habitaci„n contigua. El supervisor no ve lo que

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p , pc„modo salir en plena sesi„n para celebrar una consulta conel supervisor.

El siguiente paso consisti„ en instalar dos tel‡fonos, uno

detr†s del espejo y otro en el consultorio, de suerte que el su- pervisor pudiera comunicar directamente sus sugerencias.Era menos intrusivo que los golpes a la puerta. Un terapeu-

ta en formaci„n experimentado atend‚a la llamada, escu-chaba la sugerencia del supervisor, dejaba el tel‡fono y pro-

segu‚a con la entrevista sin permitir que la interrupci„nconstituyera un problema. En verdad, con un terapeuta du-

cho, era imposible determinar cu†l hab‚a sido la sugerencia

sobre la base de la conversaci„n que segu‚a a la llamada.En cambio, los terapeutas principiantes a veces reaccionan

de una manera tan estudiada cuando se enciende la se•al.

de llamada o suena la chicharra que el supervisor vacila en

llamarlos por tel‡fono y hacer una intrusi„n tan patente.La supervisi„n en vivo plantea un problema cuando el

supervisor telefonea demasiado a menudo y traba la auto-nom‚a del terapeuta. En una ‡poca, en vez de colocar el tel‡-

fono sobre una mesa, al alcance del terapeuta, lo instal†ba-

mos en la pared del consultorio a fin de que tuviera que cru-

zar la habitaci„n para contestar las llamadas. La intenci„n

era hacer m†s intrusivas las llamadas y, as‚, inhibir a lossupervisores de su abuso. Es importante que el supervisor

sea breve y directo en sus comunicaciones telef„nicas. Debe

 pensar bien lo que dir†, condensarlo y s„lo entonces telefo-near. La versi„n extrema de la intromisi„n excesiva es el

uso de un auricular diminuto, semejante a un aud‚fono, conel cual el cliente ni siquiera se entera del momento en que seformulan sugerencias. No es prudente adoptarla porque

ocasiona dos problemas. Los terapeutas adquieren una mi-

rada vidriosa mientras tratan de escuchar simult†neamen-te a su supervisor y a la familia, lo que les impide mantener

un buen contacto con esta, Por su parte, los supervisores se

, g p q

ocurre en el consultorio pero, al menos, oye las conversa-

ciones y puede impartir sugerencias.La pr†ctica correcta de la supervisi„n en vivo requiere la

 planificaci„n previa de la entrevista y el empleo s„lo oca-sional del tel‡fono. El supervisor telefonea cuando ve unmodo de mejorar la acci„n terap‡utica dentro de un plan o

cuando advierte algˆn descuido u omisi„n. Si hay que re-

visar un plan terap‡utico, m†s vale hacer salir al terapeutay discutir la revisi„n en vez de intentar comunicarle telef„-

nicamente unos cambios complejos.

Una alternativa reciente al uso del espejo de visi„n uni-lateral es instalar en el consultorio una filmadora de bajo

costo y, en otra habitaci„n, un monitor para que el supervi-

sor observe la sesi„n. Es una disposici„n conveniente, aun-

que los episodios de la entrevista pierden cierta inmediatez,

comparados con la supervisi„n a trav‡s de un espejo de vi-si„n unilateral. Esta modalidad de video-observaci„n abre posibilidades nuevas. Cuando nos damos cuenta de que elmonitor puede estar en la habitaci„n contigua, es evidenteque tambi‡n puede estar en el edificio contiguo. De hecho,

 puede estar en otra ciudad. Podemos hacer supervisi„n envivo a cualquier distancia geogr†fica y aun entre dos pa‚ses.

A comienzos de la d‡cada de 1980, particip‡ desde Washing-

ton, DC, en la supervisi„n en vivo del trabajo de un terapeu-

ta en Luisiana; observaba la sesi„n en un monitor y hac‚asugerencias por tel‡fono. Con la tecnolog‚a satelital, pode-

mos guiar el trabajo de los terapeutas en cualquier parte del

mundo.La supervisi„n en vivo es un medio valioso de ense•ar al

terapeuta a llevar adelante un plan terap‡utico. Muchas

veces, simplemente es provechoso que otro par de ojosobserven un caso desde una distancia objetiva y que eseobservador asista al terapeuta en cuestiones pr†cticas tales

como evitar que entienda mal lo que alguien dice, o desa-

190 191

tender a un miembro de la familia a quien deber‚a hacer participar en la conversaci„n. A veces, por un olvido mo-

ment†neo, el terapeuta no hace algo que normalmente ha-r‚a y es preciso record†rselo. En una sesi„n familiar, una

madre expres„ su deseo de hablar a solas con el terapeutasin la presencia de su hijo. El terapeuta sigui„ discutiendodiversos temas, sin duda con la idea de concertar una en-

trevista individual con la madre para una fecha futura. El

El grupo de terapeutas en formaci„n

Los supervisores pueden trabajar individualmente conun colega o un terapeuta en formaci„n, o trabajar con un

grupo de terapeutas en formaci„n situado detr†s del espejo

de visi„n unilateral; en este segundo caso, los terapeutas se

turnan en ir al consultorio a entrevistar clientes. Son dos

situaciones completamente distintas. En la supervisi„n in-

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psupervisor lo llam„ y le sugiri„ que, simplemente, hicierasalir al hijo del consultorio y escuchara lo que tenia que de-

cirle la madre. As‚ lo hizo y ahorr‡ bastante tiempo. En otro

caso, mientras expon‚a su problema, una dienta mencion‡que su padre hab‚a abusado de ella en su infancia. Lo dijotan de pasada, en medio de otros temas, que el terapeuta no

lo registr„ realmente. El supervisor lo llam„ y le sugiri„ que

le preguntara si alguna vez hab‚a hablado de eso con al-guien. Result„ que nunca lo hab‚a hecho y le agradar‚a dis-

cutirlo por primera vez.

Hay un hecho problem†tico que debemos tener presente:

el espejo de visi„n unilateral tamiza las emociones. En oca-

siones, al supervisor le cuesta juzgar el grado de perturba-

ci„n de un cliente. Cuando sugiere al terapeuta que le hagahacer tal o cual cosa, puede tropezar con cierta resistencia

de su parte. En tal caso, deber† preguntarse si el terapeuta percibe alguna informaci„n del cliente que ‡l no posee o si el

terapeuta subestima la capacidad de tolerancia del cliente.Supongamos que un supervisor sugiera a un terapeuta quediscuta cuestiones sexuales con una pareja, pero ‡l se mues-

tra reacia. Se trata de saber a qui‡n le parece un tema de-masiado delicado para tratarlo en ese momento: ‰a la pareja

o al terapeuta?La informaci„n de que dispone el terapeuta en el consul-

torio es diferente de la que pueden tener los que est†n de-tr†s del espejo. Por eso conviene que un supervisor avise al

terapeuta algo as‚: ƒLe impartir‡ sugerencias y quiero que

las siga. Pero recuerde que son sugerencias. Usted est† enel consultorio, junto al cliente, y puede decidir pasar por alto

una sugerencia que a su juicio no es conveniente. Pero si ledigo que tiene que hacer algo, usted lo har†…. Palabras como

estas aclaran a los terapeutas en formaci„n que el supervi-sor es el maestro y la autoridad a cargo del caso, pero ellos

tambi‡n son responsables.

p pdividual, la unidad est† constituida por el terapeuta y el

cliente. Al supervisor le es f†cil centrar su atenci„n en ella y

omitir las distracciones. Adem†s, es libre de hacer comen-

tarios positivos o cr‚ticos sobre el terapeuta y su estilo, portratarse de una discusi„n privada.

En, cambio, en la supervisi„n grupal, todo lo que diga el

supervisor ser† o‚do por la totalidad del grupo. Adem†s, no

es libre de centrarse por entero en observar la entrevista,

 pues debe comentar al grupo lo que sucede y lo que deber‚a

suceder. A veces, la simple expresi„n verbal de sus pensa-

mientos ayuda a que el grupo siga la acci„n tal como ‡l la

entiende. De vez en cuando, es posible que la observaci„ndel manejo de un caso lo absorba al extremo de olvidarse del

grupo. Entonces se corre el riesgo de que el grupo observe lo

que sucede en el consultorio y extraiga una conclusi„n err„-

nea. Por ejemplo, si el supervisor aconseja una confronta-ci„n en una situaci„n dada, el grupo puede suponer que esa

confrontaci„n debe hacerse siempre en vez de comprender

que s„lo es sugerida para ese caso en particular. Lo correc-

to ser‚a que el supervisor explicara claramente a los prin-cipiantes sus puntos de vista para evitar malentendidos.

Cuando las sesiones de terapia se graban en videocinta, los

supervisores tienen la oportunidad de repasar el material

con m†s calma y aclarar las premisas en que se basaron sus

diversas intervenciones.

La meta de la formaci„n grupal es ense•ar t‡cnica te-rap‡utica y cierta comprensi„n de los problemas humanos.

La ventaja de la supervisi„n en vivo est† en la posibilidadde discutir un problema especifico en el momento en que el

terapeuta en formaci„n y el grupo de colegas se debaten con‡l. En los ambientes acad‡micos, los terapeutas pueden

aprender las ideas tradicionales sobre los problemas hu-manos y hallarles fundamentos en los textos. M†s adelante,

cuando hagan terapia y se les presente un caso que involu-

192 193

cre un tipo de anormalidad, tratar†n de recordar lo aprendi-

do en las clases a•os antes. La supervisi„n en vivo proponeotra forma de aprendizaje: la adquisici„n simult†nea de co-

nocimientos sobre la naturaleza de un problema y su tra-

tamiento. Por ejemplo, cuando un estudiante aprende algosobre el retardo mental en una escuela o facultad, ese cono-

cimiento s„lo tiene un inter‡s acad‡mico. Cuando a un tera-

 peuta en formaci„n, supervisado en vivo, le asignan una fa-

al grupo de manera tal que se presenten las mejores ideasde todos sus miembros.

 Z em a n o…do hablar de Emile Durkheim?

En cada grupo de ocho a diez terapeutas en formaci„n,casi siempre hay un desviante. Por lo comˆn, al supervisor

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peuta e o ac „ , supe v sado e v vo, e as g a u a a

milia con un hijo adulto retardado mental, la ense•anza es

muy diferente. El terapeuta ans‚a aprender a tratar este problema y lo que se sabe acerca de ‡l. Quiz† salte a la vistaque la persona retardada puede atarse los cordones de sus

zapatos pero que nunca lo hace porque su madre es tan sol‚-cita que se los ata siempre. Esto pone en evidencia la necesi-

dad de maximizar las capacidades de esa persona. El tera- peuta en formaci„n puede percibir la naturaleza del proble-

ma y el modo en que actˆan las involucraciones familiares.Cuando se ense•a terapia, no diagnosis, los supervisores

advierten que los terapeutas en formaci„n aprenden mejorsi observan un problema en una sesi„n de terapia que si loobservan durante una entrevista diagn„stica. No s„lo des-

cubren la naturaleza del problema, sino que adem†s el gru-

 po que observa la sesi„n es parte integral del proceso tera-

 p‡utico. El d‚a en que se encuentren con un caso similar, to-dos ellos lo abordar†n desde una posici„n ventajosa.

El grupo de terapeutas en formaci„n tambi‡n es valioso

 para el supervisor. Durante el programa formativo, se traen

todo tipo. de casos y el supervisor puede aprovechar los co-

nocimientos del grupo para complementar los suyos. En un

grupo constituido por terapeutas que ya ejercen su profe-

si„n, y no por estudiantes novatos, hay individuos con am- plia experiencia en diversos problemas, medicaciones, tipos

de colegas y situaciones legales. Un buen supervisor sabeaprovechar la sabidur‚a del grupo. Eso s‚, debe quedar en

claro que el responsable es el supervisor; las ideas y suge-

rencias van del grupo al supervisor y de ‡l al terapeuta enformaci„n que maneja el caso.

El aprovechamiento de los recursos del grupo est† deter-

minado por su organizaci„n. El grupo debe poner el acento

en lo positivo: este es un punto crucial. Se necesita un buenesp‚ritu de equipo. As‚ como el terapeuta desea servirse de

las mejores ideas del cliente, el supervisor desea organizar

le cuesta manejarse con ‡l. Objeta las ideas que ha venido aaprender, recusa un tipo de directiva o hace preguntas evi-

dentemente derivadas de otra ideolog‚a. Los miembros del

grupo tienden a aislarlo o a poner los ojos en blanco cada vezque habla. ‰C„mo deber† tratar un supervisor a una per-

sona as‚? Con paciencia. Hay que aceptar la idea de Durk-heim de que en todo grupo debe haber un desviante. 2 Sufunci„n es mostrar al grupo las conductas impropias. Las

reglas de conducta de un grupo son t†citas y no se pueden

explicitar; el desviante las infringe, y as‚ todos saben que no

deben comportarse de ese modo. Recuerdo lo dicho por ungerente de ventas: nunca despidan a su peor vendedor por-

que entonces ˆnicamente producir‚an otro vendedor p‡si-mo; el equipo de vendedores necesita tener un miembro

 peor que los dem†s. Expulsar del grupo a un terapeuta en

formaci„n que cause dificultades puede traer el mismo re-sultado.

En los numerosos grupos de terapeutas en formaci„nque he dirigido, he tenido muchos desviantes pero s„lo cono-

c‚ un caso en que el principiante se volviera loco. Algo cu-

rioso sucedi„ con esa mujer: empez„ a confundir su vida

 privada con las declaraciones de sus clientes. Mientras la

observ†bamos hacer terapia con una pareja que ten‚a un problema, nos dimos cuenta de que no respond‚a a los clien-

tes sino a sus propios pensamientos. Si el marido dec‚a ƒAl-

gunas personas son desdichadas…, ella asent‚a sabiamente,

como si supiera que alud‚a a un conocido de ella, y hac‚a un

comentario de este tipo: ƒNosotros sabemos bien que eso escierto…. Y a•ad‚a, por ejemplo: ƒAlgunos dicen que tienen problemas con su autom„vil, cuando no es as‚…. ƒSi, muchas

veces ‡l tiene algˆn problema misterioso y yo no s‡ d„nde

est†…, terciaba la esposa. La joven terapeuta complet„ la

2 E. Durkheim (1951) Suicide, Nueva York: Free Press.

194 195

hora de terapia con la pareja; a su t‡rmino, el marido le dio

las gracias y coment„: ƒŒAyuda tanto hablar de estas cosas

con un profesional?…. Y fue sincero. Detr†s del espejo, nos

 pareci„ evidente que la terapeuta no respond‚a a la pareja,sino a sus propios pensamientos. Tom‡ esta experienciacomo ejemplo de que un cliente puede descubrir un sentido

 profundo en los comentarios e interpretaciones desgrana.

dos al azar por un terapeuta.

 palmista de las lineas de la mano. El caparaz„n de tortugacay„ en desuso hace ya muchos siglos; en su remplazo, el he-

xagrama adecuado al momento en que se formula una pre-

gunta al or†culo se determina por la divisi„n fortuita de un juego de cincuenta tallos de milenrama. Pero un experto en I Ching no necesita usar caparazones de tortuga ni tallosde milenrama. Puede "ver" un hexagrama en cualquier par-te: en la disposici„n casual de un ramo de flores, en objetos

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Pero los supervisores de grupos de terapeutas en forma-

ci„n no deben tolerar a los desviantes cuyo comportamientollegue a extremos que resulte simplemente inaceptable. En

especial, deben tener presente que el desviante suele expre-sar los pensamientos que otros miembros del grupo sim- plemente callan. Es el vocero de las objeciones no expresa-

das por el grupo.

‚Qu€ dice el I Ching?

Una de las razones para hacer supervisi„n en vivo es daral supervisor la oportunidad de utilizar su intuici„n. Al ver

la ubicaci„n del terapeuta y los clientes en el consultorio Šdigamos la composici„n del grupo------ se le ocurren ideas.

Cuando discute un caso con un terapeuta en formaci„n, nose le ocurre una idea ni tiene un impulso interior de la mis-

ma manera. ‰Podr‚amos ejemplificar esto recordando el uso

del I Ching?Perm‚taseme citar a Allen Watts:3

ƒLa filosof‚a china tradicional adscribe el tao‚smo y el confu-

cianismo a una fuente aˆn m†s remota, una obra embebida

en los cimientos mismos del pensamiento y la cultura chi-

nos que data de una fecha imprecisa, entre el 3000 y el 1200

a. C. Me refiero al I Ching o El libro de los cambios. Consiste

en or†culos basados en las diversas formas en que se raja

un caparaz„n de tortuga al calentarse. Se refiere a un anti-guo m‡todo adivinatorio en que el adivino hac‚a una perfo-raci„n en el dorso de un caparaz„n de tortuga, lo calentaba y

luego predec‚a el futuro gui†ndose por las rajaduras as‚ for-madas, de una manera muy similar a la lectura que hace el

p , j

desparramados sobre una mesa, en las marcas naturales de

un guijarro. De lejos, la mayor‚a de nuestras decisiones im- portantes dependen de "corazonadas"; en otras palabras,dependen de la "visi„n perif‡rica" de la mente. En conse-

cuencia, la confiabilidad de nuestras decisiones descansa,en ltima instancia, en nuestra capacidad de "percibir" la

situaci„n, segˆn el grado de desarrollo de la "visi„n perif‡ri-ca"… (p†gs. 13-5).

Ver realmente c„mo se distribuye una familia en unconsultorio en presencia del terapeuta no es muy distinto dearrojar los tallos de milenrama y observar las figuras que

forman. Las respuestas no est†n en las figuras formadas por los tallos de milenrama sino en nuestra mente atra‚da

 por esos tallos o por las secuencias en las familias dientas.

Si un supervisor necesita una idea, puede telefonear al tera- peuta y pedirle que haga cambiar de asiento a los miembrosde la familia (p. ej., al hijo que est† sentado entre sus pa-

dres). Hecho esto, el supervisor intuye de repente lo que se

deber‚a hacer con esta familia, como si hubiese arrojado lostallos de milenrama y observado las figuras.

Se debe insistir en que el supervisor se deje llevar por

sus impulsos. Si se le ocurre una idea mientras observa atrav‡s del espejo de visi„n unilateral, deber† ponerla en pr†ctica aunque a veces dude en hacerlo. Despu‡s quiz†lamente no haberlo hecho.

Verla distribuci„n de las figuras en una familia observa-

da a trav‡s del espejo, o las figuras formadas al arrojar el IChing, puede ser productivo si dejamos que esas figurascapturen nuestra intuici„n y actuamos siguiendo nuestrosimpulsos.

3 A. Watts (1957) The way of Zen, Nueva York: Vintage Books.

196 197

Primer caso ilustrativo: ser injusto

Los miembros de una pareja, de unos treinta a•os, consiete a•os de matrimonio, llegaron al consultorio dudando

entre seguir unidos o separarse. Ambos se sent‚an insatis-

fechos, pero ninguno estaba dispuesto a dar un paso paracambiar su situaci„n, sobre todo mediante un acercamiento

al otro. Eran profesionales con ideas refinadas acerca de la.

dejarse atrapar en el compromiso de no revelar cierta infor-

maci„n aunque, en general, nada hay de malo en que guar-

de secretos de un c„nyuge o de los dos y se responsabilice por lo que hace con esos secretos.

Hay otra raz„n para ver a los c„nyuges por separado. El

terapeuta necesita ser una autoridad para conseguir quelas cosas se hagan, y la autoridad requiere poder. Un modo

de acrecentar el poder es controlar la informaci„n. Si el te-

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terapia.El terapeuta era Ron Redman, un ex pastor con expe-

riencia en el trabajo con parejas. Redman tend‚a a traer a

luz los sentimientos rec‚procos de los c„nyuges y era francoy directo en sus consejos. Cursaba el programa formativo

 porque deseaba aprender a hacer terapia breve directiva.

Se presentaba como un profesional y era un tanto campe-chano en el trato. Una de sus principales caracter‚sticas era

dedicar exactamente el mismo tiempo a cada c„nyuge, pues

le hab‚an ense•ado que un terapeuta deb‚a cuidarse y no to-

mar partido por un esposo contra el otro.

En la primera entrevista, exploraron los problemas y lasituaci„n de la pareja. La esposa dijo que su marido estaba.

resentido e insatisfecho. El dijo que su esposa le hac‚a elvac‚o y era desdichada en el matrimonio. En casa, sol‚an re-

•ir a gritos. Aunque sus familias estaban involucradas conellos, no parec‚an tener problemas con sus parientes pol‚-ticos, por lo que se posterg„ la decisi„n de traer a los pa-dres al consultorio. Ambos c„nyuges hab‚an triunfado en

sus respectivas profesiones, a las que se dedicaban por en-

tero. La esposa hab‚a asumido recientemente un nuevo car-

go y trabajaba hasta muy tarde. En su entrevista a solas,dijo que a menudo se quedaba por m†s tiempo del necesario

 porque la vida hogare•a le resultaba muy desagradable.En este enfoque, el terapeuta entrevista a los c„nyuges

individual y conjuntamente, ya sea en la primera sesi„n o alcomienzo de la segunda. De este modo obtiene la informa-

ci„n que cada uno dif‚cilmente dar† en presencia del otro.Por ejemplo, un c„nyuge no entra en terapia dispuesto amejorar su matrimonio sino llevado, m†s bien, por el deseo

de divorciarse y dejar a su pareja con el terapeuta. Si este no

se da cuenta, puede perder el tiempo. Las entrevistas a so-

las plantean problemas de confidencialidad, pero las ven-tajas pesan m†s que las desventajas. El terapeuta no debe

rapeuta s„lo mantiene sesiones conjuntas con una pareja,ambos c„nyuges est†n al tanto de todo lo que le han dicho;

en cambio, si los entrevista por separado, ninguno sabe lo

que ha dicho el otro. Pero el terapeuta s‚ lo sabe. Al poseerm†s informaci„n que cualquiera de los esposos, el terapeuta

tiene m†s poder. Cuando una pareja est† enzarzada en una

lucha conyugal, el terapeuta necesita tener autoridad paradesatascarla y ponerla en movimiento.

La presentaci„n que ofrecemos aqu‚ se centra en la se-gunda entrevista. La primera hab‚a terminado sin directi-vas y la pareja regres„ con la expectativa de seguir discu-tiendo sus insatisfacciones. As‚ empezaron la segunda en-

trevista: cada esposo se quej„ del otro ante el terapeuta. Erael tipo de discusi„n que las parejas refinadas, elocuentes,

son capaces de prolongar por muchas sesiones si el terapeu-

ta las alienta a hacerlo, como suele suceder en la pr†ctica privada. Pero en esta terapia breve directiva, la refinadaelocuencia impide el cambio porque este requiere acci„n.

Cuando el marido dijo dudar del amor de su esposa, el te-

rapeuta le pregunt„ qu‡ pruebas ten‚a. ƒElla evita por com-

 pleto mi compa•‚a y me demuestra muy poca calidez o ter-

nura, f‚sica y emocionalmente…, respondi„ ‡l. ƒEso no escierto…, lo interrumpi„ la esposa. El marido insisti„ en que s‚

lo era, y prosigui„: ƒMe siento completamente excluido de su

vida. Me entero m†s de lo que sucede en su vida por lo que le

oigo contar por tel‡fono a otras personas. No percibo en ellael menor deseo de estar cerca de m‚. Creo que est† a punto

de marcharse, que ans‚a estar sola y llevar una vida inde- pendiente, lejos de m‚…. Y a•adi„: ƒMe he esforzado much‚-

simo, pero no recibo la menor respuesta positiva….

ƒ .Y cuando ella extendi„ la mano y lo toc„ aqu‚? Usted no

respondi„ en absoluto…, dijo el terapeuta. El marido replic„:ƒMe di cuenta de eso. Ella no lo habr‚a hecho en casa…. ƒ;Eso

no es cierto! ŒEs pura mentira!…, lo interrumpi„ ella, furiosa.

198 199

El terapeuta continu„ su interrogatorio: ƒ‰Qu‡ pruebas

hay de que ella lo ama de veras?ˆ,

ƒBueno, estamos aqu‚ y seguimos viviendo juntos…, res-

 pondi„ el marido.ƒ‰Cree que ella se interesa por otra persona?…, pregunt„

el terapeuta. (En la entrevista a solas, la esposa lo hab‚a ne-

gado.)

ƒNo creo que el problema sea ese. No…, contest„ el ma-

id

En algunas parejas, las reglas de relaci„n parecen cumplir-

se tan inevitablemente como la que obliga a un tren a rodar

sobre los carriles. Supongamos que una pareja tiene una re-

gla segˆn la cual la esposa es responsable y el marido irres-

 ponsable. La cumplen en todas sus acciones. Si la esposa

quiere ahorrar dinero, el marido querr† gastarlo. Si la espo-sa quiere hacer terapia conyugal, el marido la evitar† (el te-

rapeuta suele simpatizar con la mujer porque dice lo que un

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rido.

ƒUsted siente necesidad de un mayor contacto y no lo re-cibe…, dijo el terapeuta. ƒExactamente Šasinti„ el esposoŠ.

Ejecutamos los movimientos, como hacer esta terapia. Ac-tuamos impulsados por un sentimiento de culpa o porque el

ˆltimo paso es dificil de dar….ƒ‰Lo est† abandonando suavemente?….

ƒQuiz† nos estamos abandonando suavemente. Nos sen-

timos un tanto responsables ante el matrimonio. En todo

caso, no me siento muy deseado….El terapeuta se volvi„ hacia la esposa y le pregunt„: ƒ‰Y

usted qu‡ opina? ‰El la ama o no?….ƒOh, creo que me ama Šrespondi„ ellaŠ. S‡ que de vez

en cuando dice que me odia, pero tiende a perder los estri-

 bos. Aunque, cuando lo hace, ciertamente me duele... y mu-

cho. Desear‚a que ‡l... el modo en que yo quiero que alguienmanifieste su amor es diferente de las maneras en que ‡l

intenta manifestarlo. Y no est† dispuesto a manifestarlo co-

mo yo quiero porque mis formas de manifestarlo no le pa-recen v†lidas. Pienso que ambos tenemos que llegar a unacuerdo sobre nuestros respectivos modos de manifestar el

amor. Tenemos que ser capaces de interpretar m†s f†cil-

mente c„mo se abre paso el amor…. Y a•adi„: ƒCreo que ‡l

 pierde la paciencia conmigo. Y estos son tiempos verdadera-

mente dif‚ciles para m‚….ƒ‰Cree que tendr† que ir nuevamente tras ‡l? ‰Tendr†

que volver a cortejarlo?…, pregunt„ el terapeuta.

ƒNo lo s‡. Una parte de m‚ no quiere hacerlo. Intuyo queno deber‚a hacerlo. Si ‡l no est† dispuesto a cambiar un poco

aqu‚ y all†, yo tampoco estar‡ dispuesta a hacer mucho….

Todas las parejas tienen reglas de comunicaci„n insertas

en su relaci„n. En este caso, emerg‚a poco a poco la regla de

que la esposa iniciaba las acciones y el marido respond‚a.

 buen cliente debe decir, en tanto que el marido ni siquieravendr† al consultorio). Y as‚ en todo. Por supuesto, la con-

ducta de esta pareja produce un refuerzo mutuo y siste-

m†tico: cuanto m†s irresponsable sea el marido, tanto m†sresponsable ser† la esposa, y cuanto m†s responsable sea

ella, tanto m†s irresponsable ser† ‡l.La regla que segu‚a la pareja que nos ocupa Šla esposa

inicia el contacto y el marido responde se da en muchosmatrimonios. Los c„nyuges suelen estar muy satisfechoscon ella. Pero si dejan de estarlo, se hace necesario un cam-

 bio. En cierto punto de la vida conyugal de esta pareja, laesposa dej„ de iniciar el contacto (como ella misma dijo:ƒSiento que no deber‚a hacerlo…) y esperaba que su marido

lo hiciera. El no lo hizo. La esposa se vio entonces frente al

dilema de tener que decidir si volver‚a a iniciar el contacto o

esperar‚a a que lo iniciara su marido, aun con la posibilidadde que nunca se adelantara a hacerlo.

A los veinte minutos de la segunda entrevista, el super-

visor, que observaba a trav‡s del espejo, advirti„ con clari-

dad que en el consultorio no pasaba nada; lo ˆnico que ha-

c‚an era conversar. La pareja estaba dispuesta a hablar in-terminablemente de sus ideas y sentimientos, pero hab‚a

que emprender alguna acci„n para que sobreviniera el cam-

 bio. La cuesti„n era: ‰qui‡n debe hacer qu‡? El marido pa-

rec‚a esperar que su esposa iniciara algo; la esposa, descon-

tenta con su rol de iniciadora, esperaba que su marido hicie-

ra algo; ambos c„nyuges esperaban que el terapeuta hiciera

algo, y el terapeuta esperaba que el supervisor hiciera algo.Este, conciente de la situaci„n, llam„ al terapeuta y lo hizo

salir en consulta.El supervisor comprend‚a que era preciso hacer algo pa-

ra desviar esta conversaci„n terap‡utica hacia una acci„ngeneradora de cambio. La conversaci„n no cambia a las per-

sonas, salvo que contenga una directiva impl‚cita. El super-

9nn 201

visor tenia la impresi„n de que la pareja deseaba mantener-

se unida, pero ninguno de los c„nyuges estaba dispuesto adar un paso hacia el otro. Percib‚a que ese primer paso ten-

dr‚a que ser organizado por el terapeuta. Entretanto, el te-rapeuta en realidad imped‚a el cambio con una conducta

neutral que confirmaba el tipo de relaci„n que le revelaba la pareja.

En los matrimonios que vienen a hacer terapia, es co-

mˆn que un c„nyuge tenga m†s poder que el otro Una for-

costar‚a emprender una acci„n si ello significaba ponerse de parte de un c„nyuge contra el otro.

El grupo de terapeutas en formaci„n, situado detr†s delespejo de visi„n unilateral, parec‚a opinar que la entrevista

marchaba bien puesto que la pareja expresaba sus senti-mientos y expon‚a claramente sus discrepancias. No ve‚a laestructura de la situaci„n, la desigualdad de la pareja y su

renuencia a emprender otras acciones que no fueran las

habituales La mayor‚a de los integrantes del grupo pensa-

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mˆn que un c„nyuge tenga m†s poder que el otro. Una for-ma elemental de discernir qui‡n manda en un matrimonioes fijarse en cu†l de los c„nyuges puede amenazar con aban-

donar al otro. En este caso, la esposa pod‚a hacerlo y, al pa-recer, el marido no. (Corrientemente, un c„nyuge amenaza

sistem†ticamente abandonar al otro por alguna cuesti„n, y

el otro capitula. Pero si un d‚a el que siempre capitul„ repli-ea: ƒDe acuerdo. Separ‡monos…, los dos se afligen y acuden aun terapeuta.)

En el caso de esta pareja, la esposa ocupaba una posici„n

superior a la del marido. Cuando se sent‚a insatisfecha, sa-

l‚a a hacer cosas. El marido, frustrado, se quedaba en casa a

esperarla. El terapeuta que, frente a esta desigualdad, esimparcial y equitativo hacia ambos esposos, confirma consu neutralidad su relaci„n desigual. La neutralidad indica

que no hace falta cambio alguno, aunque el terapeuta deseeque la pareja cambie. Por desgracia, en la formaci„n de los

terapeutas de pareja se tiende a insistir en que el terapeuta

trate con equidad a ambos c„nyuges. El temor de aliarse

inadvertidamente con un esposo contra el otro impide que elterapeuta establezca una coalici„n adrede, como parte de la

terapia. Pero al coparticipar con ambos c„nyuges por igual,

el terapeuta confirma su relaci„n en vez de tratar de cam- biarla.

Al supervisor le pareci„ evidente que esta pareja estaba

enzarzada en una lucha sist‡mica en que los intentos de ca-da esposo de hacer cambiar al otro s„lo serv‚an para trabar-

los aˆn m†s en una relaci„n desigual. Tambi‡n not„ su apa-

rente disposici„n a hablar interminablemente (o al menos por varios meses) acerca de su relaci„n. Lo que hac‚a falta

all‚ era alguna acci„n desestabilizadora. La rigidez de su re-

laci„n suger‚a que esa acci„n tendr‚a que ser extrema. A juicio del supervisor, el problema no era la pareja sino elterapeuta: se hab‚a propuesto ser ƒimparcial…, por lo que le

habituales. La mayor‚a de los integrantes del grupo pensa ban que el terapeuta deb‚a continuar esa conversaci„n en la

que, sobre todo, alentaba a los esposos a expresar sus pun-

tos de vista. Centraban su atenci„n en la pareja y no en eltri†ngulo pareja-terapeuta. Tampoco registraban el tri†n-

gulo que inclu‚a al. supervisor. Esta era, pues, una buena

situaci„n did†ctica.Aqu‚ se impone un comentario sobre el pensamiento con

arreglo a tri†ngulos. A algunos terapeutas en formaci„n les

cuesta aprender a explicar la conducta con arreglo a tr‚a-das, como deber‚a hacerlo todo buen terapeuta. Cuando un

terapeuta se sienta a conversar con una pareja, se crea una

situaci„n triangular. Si un terapeuta var„n hace terapia in-

dividual con una esposa, se triangula con ambos c„nyugesen su matrimonio; el marido supone que su esposa habla de

‡l con otro hombre, y es as‚. Cuando entrevista a una pareja,el terapeuta tiene varias opciones. Puede ponerse de partede la esposa contra el marido, coligarse con el marido contra

la esposa o tratar de ser neutral. Cada comentario formu-lado por un c„nyuge tironea de ‡l hacia esa persona o loaparta de una coalici„n con ella, y cada comentario que ‡l

haga a la pareja representa una coalici„n ofrecida o recha-zada. La terapia conyugal de orientaci„n familiar naci„

cuando se descubri„ que la terapia de pareja concierne a

un tri†ngulo y que una pareja cambia cuando el terapeutacambia con relaci„n a ella. Antes de ese descubrimiento, la

terapia conyugal se centraba en la pareja, como si el tera-

 peuta no estuviera presente, lo que reflejaba la creencia de

que el terapeuta conyugal deb‚a mantenerse neutral (algoimposible en semejante situaci„n).

Volvamos a nuestro caso. El terapeuta coincid‚a con susupervisor en que la entrevista no parec‚a marchar bien. Su

frustraci„n iba en aumento con las quejas reiteradas de la

 pareja y empezaba a sospechar que era preciso hacer algo.

202 203

Simplemente, no sab‚a qu‡ era ese ƒalgo…. Su insatisfacci„n

hizo posible que el supervisor lo motivara a cambiar.

 Intervenci•n del supervisor

El supervisor dijo al terapeuta: ƒ‰Puede ser injusto?…. El

terapeuta no estaba seguro de haberlo comprendido. El su-

 pervisor aclar„ su pregunta con otra: ‰es capaz de optar por

Lo que el supervisor se propon‚a era en parte expandir elcampo de acci„n del terapeuta. Era demasiado previsible, lo

cual constituir‚a un problema con algunos clientes. El tera-

 peuta s„lo accedi„ a ser injusto al cabo de, por lo menos, diez

minutos de discusi„n detr†s del espejo. El supervisor le dio

a optar entre ser injusto o fracasar en el tratamiento del

caso. Al parecer, un comentario final ayud„ a convencerlo.

El supervisor dijo que otros terapeutas eran capaces de ser

injustos. El terapeuta replic„ que pod‚a ser tan injusto como

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p p g ‰ p p p

uno de los c„nyuges y decir que uno estaba totalmente equi-

vocado y el otro ten‚a raz„n en todo? El terapeuta replic„

que no se cre‚a capaz de hacer eso porque no era cierto. A suentender, nunca se daba el caso de que un c„nyuge estuvie-

ra totalmente equivocado y el otro tuviera raz„n en todo; losesposos generaban su infelicidad en forma conjunta. El su-

 pervisor convino en que eso era probablemente cierto acerca

de la causa de la infelicidad conyugal, pero no concern‚a ne-cesariamente a la terapia. Comprender una causa no siem-

 pre lleva a formular una hip„tesis que gu‚e hacia el cambio.

En este punto, el supervisor dijo al terapeuta que deb‚a

coligarse con un c„nyuge contra el otro y decirles que uno de

ellos estaba equivocado y el otro ten‚a raz„n. Esta sugeren-

cia simple supuso, empero, una serie de etapas previas a su

aceptaci„n, similares a las que sigue un terapeuta cuandoconcierta una acci„n con un cliente. Aunque la discusi„n

entre el terapeuta y el supervisor no fue grabada, por lo ge-

neral esta clase de intervenci„n implica los siguientes pasos:

1. El supervisor habl„ con el terapeuta de la infelicidad

de la pareja y la obligaci„n del terapeuta de ayudarla a cam-

 biar. Insisti„ en que descontaba que ‡l deseaba ayudarla.2. Indic„ que si la terapia continuaba por ese camino, la

 pareja persistir‚a en su infelicidad y no cambiar‚a.

3. Se•al„ que el terapeuta ten‚a que hacer algo porqueas‚ lo esperaba la pareja; si carec‚a de un plan, deb‚a acep-

tar el del supervisor.

4. El supervisor explic„ que el plan por seguir era ser in- justo y decir que un c„nyuge estaba totalmente equivocado

y el otro ten‚a raz„n en todo.5. Dijo que la relaci„n del terapeuta con la pareja era

 buena, lo bastante para que aceptara su intervenci„n y nohuyera.

j p p q p j

cualquier otro colega y regres„ al consultorio.La cuesti„n era: ‰con qu‡ c„nyuge har‚a causa comˆn el

terapeuta en contra del otro? Cualquiera de los dos pod‚aser culpado por las dificultades del matrimonio; se hallar‚anabundantes pruebas en respaldo de cualquier opci„n. El su-

 pervisor sugiri„ culpar al marido. El terapeuta insistir‚a enque la esposa no ten‚a la menor culpa: el problema era el

marido. Esta opci„n obedeci„, en parte, a que ‡l no tomabala iniciativa en la relaci„n conyugal, y quiz† lo pod‚an per-

suadir de que lo hiciera. Esto agradar‚a a la esposa y, a la

larga, sus respuestas complacer‚an al marido. Otra raz„n para optar por el marido era el g‡nero: a un terapeuta var„n

le es m†s f†cil culpar al marido y designarlo como la per-

sona problema. Desde luego, lo mismo puede hacerse conotra disposici„n de g‡nero, pero esta es la menos complica-

da. Cuando una terapeuta culpa al marido, a veces crea una

situaci„n donde el marido se siente atacado por dos mujeres

coligadas. En tal caso, la terapeuta necesita prescindir par-

cialmente del g‡nero y destacar su experiencia profesional;

as‚ el marido no se sentir† enfrentado por dos mujeres, sino por su esposa y una profesional. Un terapeuta con una for-

maci„n adecuada, sea hombre o mujer, puede optar entrevarias coaliciones que tratan de manera satisfactoria los

 problemas entre los g‡neros.El terapeuta y su supervisor programaron la interven-

ci„n antes de reanudar la entrevista cl‚nica. El terapeuta

 pedir‚a a la pareja que le diera una oportunidad: har‚an te-

rapia por tres meses y, en ese lapso, no habr‚a ninguna ame-naza de separaci„n. Este tipo de contrato permite que ocu-rran diversos cambios. A continuaci„n, el terapeuta dir‚a al

marido que su comportamiento hacia la esposa era total-

mente equivocado. Le se•alar‚a que ella no hac‚a nada que

contribuyese a generar el problema y lo exhortar‚a a salvar

204 205

el matrimonio; para ello, cortejar‚a a su esposa a fin de re-conquistarla, pues la estaba perdiendo.

Anticipar las respuestas es parte de esta estrategia. Se

esperaba que el marido dijese que no tenia ganas de cortejara su esposa por lo mal que se llevaban. El terapeuta se ade-

lantar‚a a tal declaraci„n y le dir‚a que, de ser necesario, al

 principio deber‚a fingirse enamorado de ella y, si fuese pre-ciso, demostrarle su amor; los sentimientos vendr‚an des- pu‡s. A medida que discut‚a el plan terap‡utico con el su-

 blante solemne. El terapeuta a•adi„: ƒCreo que ya es hora

de que empiece a cortejarla. La est† alejando hacia otrossistemas y amistades, la deja trabajar hasta tarde, no pasaun solo rato con ella. En verdad, usted tiene que. .. si tu-viese que optar en este preciso instante, yo dir‚a que usted

est† totalmente equivocado. Es culpa de usted. Si quiere aesta mujer por esposa, tiene que bajarse de su gran caballo,

ir tras ella y cortejarla. Verdaderamente, tiene que respon-sabilizarse por esto. Y esta ‡poca del a•o es propicia para

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 pervisor y comprend‚a mejor lo que deb‚a hacer, el terapeu-ta empez„ a entusiasmarse. (Los terapeutas en formaci„n

suelen ser reacios a adoptar un enfoque especial porque nosaben ponerlo en pr†ctica.) Volvi„ al consultorio resuelto a

ser injusto y sinti‡ndose capaz de serlo.

 Interuenci•n terap€utica

Cuando el terapeuta expres„ a la pareja su deseo de ver-

los durante tres meses como m‚nimo, la esposa respondi„medio en broma: ƒ‰Quiere decir que ese es todo el tiempoque nos dedicar†n?….4Al o‚r este comentario, el supervisor

se dio cuenta de que hab‚a otra explicaci„n para la actitud

conversacional de la pareja ante la terapia. Es comˆn queuna pareja indique su intenci„n de hacer terapia prolonga-da por el modo en que presenta sus problemas. Esto es: dice

generalidades acerca de temas abstractos. Es como si es- perara jugar una larga partida y no vieran motivo alguno

 para apurarse e ir al grano. Si fija un plazo al tratamiento,

el terapeuta puede obligar a una pareja a enfrentar proble-mas concretos de su vida.

El terapeuta replic„ a la mujer que tres meses bastar‚an

y que no hab‚a la menor prisa porque los problemas exist‚andesde hac‚a un tiempo. Despu‡s, dijo al marido: ƒPor lo que

he o‚do esta noche, usted corre verdadero peligro de perder

a su esposa. Creo que su proceder es totalmente equivocado.

Me parece que estropea todo. Hace cosas que la apartan deusted: no le habla, no tiene iniciativa, no la busca, no la cor-

teja…. El marido lo escuchaba inm„vil, callado y con sem-

4 El di†logo aqu‚ presentado es una trascripci„n textual de las video-cintas.

usted, porque es primavera y ya sube la savia nueva. Creoque este es el comienzo de una nueva vida. Este es el mo-

mento de convencerse a s‚ mismo de que, dentro de tres me-ses, tendr† la certeza de haber hecho todo lo posible por con-

quistar a esta mujer como esposa. Es un segundo matri-monio….

Al ver la serenidad, la firmeza y la dulzura con que el

terapeuta hac‚a esta intervenci„n, un observador no habr‚asabido lo dificil que le resultaba. Una vez que hubo decididoque era necesario adoptar ese enfoque, lo hizo bien y con fer-

vor. Mir„ a la esposa, y agreg„: ƒY no es culpa de usted, en.absoluto…. Luego, se volvi„ hacia el marido y le dijo: ƒQuiz†

tenga que fingir al principio, pues aˆn est† furioso, aˆn se

siente burlado y desatendido. Durante la primera semana,m†s o menos, tendr† que fingirse enamorado de ella. Ma-

nifi‡stele cari•o. Una vez que haya empezado a hacer algo,

de pronto se dir†: ";Oh, s‚, nuestro matrimonio mejora!"Conque lo har‡ responsable a usted. No le gustar† lo que le

digo... le trasmito un mensaje duro. Y no veo que su esposa

haga nada que contribuya a mantener esta situaci„n….ƒDebo de estar haciendo algo…, interrumpi„ la esposa.

ƒNo…, replic„ el terapeuta.

El marido se inclin„ hacia adelante y dijo: ƒHablemos deesto. Desde ya le digo que usted es una mierda….

ƒNo Šinsisti„ el terapeutaŠ. De veras, tiene que perse-

guirla y cortejarla….ƒElla me dice constantemente que todo lo que soy y hago

es malo…, dijo ‡l, emocionado.ƒTiene que convencerla de que no es as‚ Šrepuso el tera-

 peutaŠ. Tiene que convencerla cortej†ndola, encontr†ndo-se con ella en la oficina, telefone†ndole durante el d‚a….

ƒLa llamo por tel‡fono durante el d‚a pero no logro comu-

nicarme. Ella nunca contesta las llamadas. Est† ocupada….

206 207

ƒT„mese un tiempo y vaya a buscarla para almorzar

 Šsugiri„ el terapeutaŠ. Est‡ con ella, no la pierda de vista.

Ella es un bien valioso. Si esto es lo mejor de su vida... me- jor que la margarina.. , entonces m†s vale que la persiga porque se derretir†, desaparecer†….

ƒTiene raz„n Šadmiti„ el maridoŠ. Creo que es as‚….ƒTiene que perseguirla de veras... tome la ofensiva aqu‚

mismo y pers‚gala... y no hable de cr‚ticas. Ella s„lo le est†haciendo pasar un mal rato….

ƒProbablemente no lo haga….

ƒVaya, ‰qu‡ se lo impedir‚a...? ‰Qu‡ puede hacer ma•a-

na, durante el d‚a, para convencerla de que ella es el amorde su vida?…, inquiri„ el terapeuta.

ƒYa no estoy seguro (de que lo seal….

ƒComprendo que al principio le resulte dificil porque sesiente inseguro….

ƒElla desea un tipo de persona que yo no soy. Y nunca loser‡….

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ƒS‚, pero sus cr‚ticas no se limitan a "No me gusta quehagas eso"; ella dice "Me voy"….

ƒVaya con ella….ƒNo soy invitado….

ƒNo tiene por qu‡ esperar una invitaci„n; usted es elhombre de la casa….

ƒElla no est† en casa. Todas las noches vuelve a las ocho

y media o las nueve. Siempre soy el primero en regresar.‰Qu‡ puedo hacer? Estoy all‚…, aleg„ el marido.

ƒVaya a su oficina a encontrarse con ella….

En este punto, el supervisor llam„ por tel‡fono al tera- peuta. Mientras conversaban, la esposa extendi„ la mano y

acarici„ el brazo del marido. (Cuando una esposa es absuel-

ta de culpa y cargo en su relaci„n conyugal, tiene que tomar

la iniciativa porque sabe que eso no es cierto.) ƒEst† bien…,respondi„ ‡l.

El supervisor sugiri„ por tel‡fono que no discutiera cues-

tiones abstractas con este marido y, en cambio, enumerara

las cosas concretas que pod‚a hacer al d‚a siguiente. Cuandoel terapeuta colg„ el auricular, el marido coment‡: ƒEsa es

una declaraci„n bastante audaz para tratarse de dos horas…

(alud‚a al hecho de que reci‡n estaban en la segunda entre-vista).

ƒQuiero que piense en esto y haga todo lo que pueda…, ledijo el terapeuta.

ƒHemos pensado en eso…, replic„ el marido, refiri‡ndose

a s‚ mismo y a su esposa como una d‚ada.

ƒ‰Qu‡ har† ma•ana para ir tras ella, para que no se leescape de entre las manos ni se aleje de usted?…, pregunt„ elterapeuta.

ƒRenunciar‡ a todas mis creencias…, replic„ el marido.ƒBien, tendr† que modificarlas en las pr„ximas dos se-

manas….

ƒ‰No lo puede ser s„lo por el d‚a de ma•ana?…, sugiri„ elterapeuta.

ƒ‰Qu‡ sentido tendr‚a? Cuando vuelva a ser yo mismo,ella volver† a tenerme antipat‚a….

ƒBueno, puede convencerse a s‚ mismo de que es capaz

de adoptar una conducta diferente. No est† inmovilizado

 por un bloque de cemento. Porque, muchachos, en este mo-mento ustedes est†n inmovilizados….

ƒEs cierto….< ƒ Uno de ustedes tiene que cambiar. Al no cambiar, usted

impide que ella le responda. De modo que, en verdad, tiene

que dar el primer paso y cortejarla….

ƒS‡ qu‡ debo hacer y lo he venido haciendo en estas lti-mas semanas. Tengo que mostrarme muy interesado por su

trabajo pero, al mismo tiempo, poner mucho cuidado en nohacerle ninguna pregunta que pueda incomodarla, insinuaruna critica o sugerir que, tal vez, ella no es perfecta. No me

est† permitido mantener ningˆn di†logo imparcial, pero se

espera de m‚ que sea como creo que son sus padres. Que me

limite a decir: "Todo lo que haces es perfecto". Y yo no soy esaclase de persona….

ƒLe costar‚a serlo. ‰Conque tiene que fingirse un buenoyente?…, dijo el terapeuta.

ƒNo me est† permitido decir: "Bueno, ‰qu‡ sucedi„? ‰Qu‡

 pas„?"; se espera que me limite a decir: "Oh, no te preocupes

 por eso, eres maravillosa y lo que sucedi„ en el trabajo es pu-

ra mierda", y yo no soy esa clase de persona….

ƒSe me ocurre que su esposa tampoco es esa clase de per-

sona. Es grosero con ella al decir que no puede pedirle una

informaci„n concreta sobre lo sucedido….

Cuando un terapeuta desequilibra su posici„n de estemodo, tiene que irse a los extremos. No s„lo absuelve de cul-

 pa y cargo a la esposa; si el marido la critica, debe tildarlo de

208 209

grosero y decirle que la esposa no parece ser esa clase de

 persona.

ƒLo s‡ todo sobre su trabajo. Conozco los nombres de los

empleados, s‡ qu‡ pasa durante el d‚a, pero no puedo in-terrogarla sobre ningˆn tema expl‚cito. Sucede algo y el jefe

se alter„ y no me deja...…, empez„ a explicar el marido.

ƒPorque mi jefe me grit„ y estoy alterada, y lo que menos

necesito es que mi marido se d‡ vuelta y empiece a interro-

garme sobre la situaci„n Šinterrumpi„ la esposaŠ. Quiero

continuar a la deriva, que ‡l deb‚a actuar y ten‚a que decidir

si estaba dispuesto a dar los pasos necesarios para salvar el

matrimonio. La esposa adivin„ la gravedad de sus pensa-mientos y se puso cada vez m†s nerviosa. Insisti„ en que

ella deb‚a hacer algo, y el terapeuta replic„ que tal vez, m†sadelante, se lo pedir‚a. Dicho esto, prosigui„ en su implaca-

 ble persecuci„n del marido para hacerlo cambiar: le sugiri„

que comprara entradas para algˆn espect†culo, invitarasorpresivamente a su esposa, la llevara a cenar, etc. Al pre-

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que me digas: "Est† bien"….ƒQue se limite a escuchar y no la torture con sus pregun-

tas Šterci‡ el terapeuta; y a•adi„, dirigi‡ndose al mari-doŠ: Eso le resultar‚a dificil….

ƒEl no podr‚a hacerlo…, sentenci„ la mujer.

ƒDigo que me costar†; no es mi modo de ser….

ƒPero puede aprender a comportarse as‚, ‰verdad?…, pre-gunt„ el terapeuta.

El di†logo conyugal cambi„ a partir de esta intervenci„n.

Dejaron de hablar en t‡rminos abstractos e intelectuales.Comenzaron a negociar directamente el cambio. El terapeu-

ta sigui„ insistiendo en que el marido diera pasos concretos

 para cortejar a su esposa, en tanto que el supervisor le haciasugerencias telef„nicas sobre diversas maneras de decir a la

 pareja lo que era preciso hacer y para anticipar dificultades.

Por ejemplo, el terapeuta sugiri„ que el marido tal vez in-tentar‚a complacer a su esposa, y enseguida le propondr‚a

hacer el amor y ser‚a rechazado. Pero la situaci„n cambia-

r‚a si ‡l la persegu‚a. Se imparti„ esta sugerencia para evi-tar una situaci„n. en que el marido persiguiera desganada-mente a su esposa, la abordara sexualmente y provocara su .

rechazo, tras lo cual ‡l dir‚a que todo aquello no serv‚a paranada.

El marido revel„ entonces que en la v‚spera hab‚a com-

 prado un regalo para su esposa y que ese d‚a le comprar‚a

otro. El terapeuta sigui„ presion†ndolo: ƒ‰Puede comprarle

otros?…. En un momento de la entrevista, el marido se qued„callado; parec‚a evidente que estaba a punto de decidir siromper‚a el matrimonio o tomar‚a las medidas que sabianecesarias. Uno de los riesgos de este enfoque desequili-

 brador es que fuerza la cuesti„n de decidir el destino de un

matrimonio. El marido intu‚a que ni ‡l ni su esposa pod‚an

guntarse en voz alta si el marido no estar‚a enojado con ‡l, el

esposo mene„ la cabeza. Sab‚a que el terapeuta estaba de su

 parte y s„lo le dec‚a qu‡ era preciso hacer. En un punto de laconversaci„n, el terapeuta le pregunt„ si, a su juicio, corte-

 jar a su esposa traer‚a mayor felicidad al matrimonio. ƒSin

duda alguna…, respondi„ el marido. Este aserto lo obligaba a

dar los pasos sugeridos o abandonar el matrimonio. Unas

 palabras de aliento lo sacaron de su silencio y empez„ a ha- blar; evidentemente, hab‚a decidido que val‚a la pena inten-

tar salvar su matrimonio.

Hacia el final de la entrevista, y por sugerencia del su- pervisor, el terapeuta pregunt„ al marido de qu‡ color eran

las rosas preferidas por su esposa. Contest„ que a ella no le

gustaban las rosas. ƒ‰Te lo dije alguna vez?…, replic„ ella con

coqueter‚a. El terapeuta le sugiri„ al marido que averiguara

cu†les eran las flores favoritas de su esposa.

Para la entrevista siguiente, la pareja entr„ alegrementeen el consultorio. Se ve‚a que se hab‚a producido un cambio.

El marido inici„ la discusi„n de los sucesos de la semana y

describi„ varias actividades de galanteo. (Por sugerenciadel supervisor, el terapeuta lo hab‚a llamado por tel‡fono

varias veces desde la ltima sesi„n para alentarlo en susesfuerzos por cortejar a su esposa.) Marido y mujer hab‚andecidido tomar medidas para cambiar su matrimonio en vez

de permanecer enzarzados en una lucha en la que ninguno

de los dos estaba dispuesto a dar el primer paso.

210 211

se por s‚ solo. Sus propias tribulaciones conyugales no seconsiderar†n pertinentes ni se aceptar†n corno excusa. Los

 problemas emocionales no deben interferir en el trabajo de

un terapeuta. En el mismo sentido, el supervisor tambi‡n presupondr† que el terapeuta no necesita un insight de sualianza con un cliente contra la pareja de este. Es que el te-

rapeuta ya sabe esto. El problema est† en hacer algo pararemediarlo. Si el supervisor presenta la coalici„n como uninsight de un problema propio, puede causar da•o. Proba-bl t t t t † d l t t †

terapeuta acot„ que s„lo le hab‚a parecido oportuno mencio-nar este punto y cambi„ de tema.

A partir de esa intervenci„n simple, marido y mujer setrataron como iguales y el terapeuta rompi„ su coalici„n con

la esposa. En la entrevista siguiente, el marido insisti„ en

que su esposa optara entre ‡l y el otro. Parec‚a haber reser-

vado el ultim†tum hasta ese momento para lanzarlo en pre-

sencia del terapeuta, en cuya imparcialidad ahora confiaba.La esposa tom„ una decisi„n.

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 blemente, ese terapeuta se apartar† de la esposa y tratar†

de aliarse al marido para complacer al supervisor. La clien-

ta ƒabandonada… se preguntar† entonces cu†l ha sido suerror, mientras que el nuevo aliado del terapeuta intuir†

que el respaldo ofrecido es falso y artificioso.

Situado detr†s del espejo de visi„n unilateral, junto con

un grupo de terapeutas en formaci„n, observ‡ c„mo el tera-

 peuta y la mujer dec‚an al marido, en un tono bastante con-descendiente, que ‡l trataba de complacer a su esposa pero

no llegaba a esforzarse lo necesario. Busqu‡ un medio de

alterar el equilibrio de la pareja con relaci„n al terapeuta.El marido estaba en una posici„n d‡bil y la esposa, apoyada

 por el terapeuta, se hallaba en una posici„n fuerte. El tera-

 peuta ten‚a que rebajar a la esposa y elevar al marido modi-ficando su relaci„n con los dos. Pero deb‚a hacerlo sin ofen-

der ni rechazar a la mujer. Yo presupon‚a que los esposos no

 podr‚an modificar su relaci„n mutua hasta que el terapeu-ta no cambiara su relaci„n con ellos, y que esto ˆltimo ser‚a

improbable en tanto yo no modificara mi relaci„n con ‡l.

Mientras buscaba una directiva, una integrante del gru- po de terapeutas. en formaci„n que observaba el caso men-

cion„ que la esposa se ve‚a poco femenina. En verdad, vest‚a

una camisa de obrero y jeans. ƒQuiz† se viste as‚ para man-tener a distancia al marido…, coment„ la terapeuta en for-

maci„n. Su observaci„n me pareci„ til y llam‡ por tel‡fono

al terapeuta. Le suger‚ que le dijera al marido que ‡l sabr‚aque hab‚a logrado complacer a su esposa cuando ella le res-

 pondiera de un modo m†s femenino.El terapeuta trasmiti„ mi comentario a la pareja y la es-

 posa se declar„ inmediatamente en desacuerdo. El marido,

hasta entonces taciturno, se reanim„, se mostr„ complacido

y agradeci„ el comentario. Ella protest„: si ‡l quer‚a una es- posa m†s femenina, tendr‚a que buscarla en otra parte. El

Este caso ilustrativo plantea un interrogante especial

con respecto a la supervisi„n. El terapeuta sigui„ la direc-

tiva del supervisor y se vio l iberado de la coalici„n que lotrababa, pero no comprendi„ lo que hab‚a pasado. En esteenfoque terap‡utico, no es habitual explicar a los clientes por qu‡ o c„mo una intervenci„n conduce al cambio. ‰Debe

explic†rselo el supervisor al terapeuta en formaci„n? ‰Una

terapia de no-percataci„n se ense•a., por l„gica, con una for-

maci„n basada en la no-percataci„n? Muchos terapeutas se

sienten c„modos con la idea de que pueden cambiar a una

familia sin que sus miembros se percaten de c„mo se pro-dujo el cambio. Ser‚a l„gico inferir que un supervisor puede

cambiar el problema de un terapeuta en formaci„n mani- pul†ndolo sin que ‡l se d‡ cuenta.

La meta de un terapeuta es resolver problemas familia-res. No tiene por qu‡ compartir con la familia el conocimien-

to de c„mo los resuelve si existe el riesgo de que tal cono-

cimiento dificulte el cambio. En el caso que nos ocupa, elterapeuta pudo haber informado a la pareja que hizo esecomentario sobre el aspecto femenino para apoyar al mari-

do en una relaci„n conyugal m†s equitativa. Aunque su res- puesta no era previsible, como desear‚amos que lo fuese to-

da respuesta, lo m†s probable era que tal explicaci„n mal-quistara a ambos c„nyuges con el terapeuta. Los cl‚nicosque intentan ser absolutamente sinceros con un clientesiempre acaban por perder su respeto. El contexto terap‡u-

tico no se asemeja a otras situaciones, como la amistad, en

que corresponde ser franco.‰Debemos ofrecer percataci„n a un principiante? Resol-

veremos esto si reparamos en las metas de los terapeutas y

del supervisor. En mi car†cter de supervisor, ‰deb‚ haberexplicado al terapeuta por qu‡ se desenganch„ de la coali-ci„n con la esposa si ‡l lo ignoraba? El mecanismo de la tera-

214 215

 pia no concierne al cliente, pero s‚ al terapeuta. Mi deber,

como supervisor, era no s„lo ayudar al terapeuta en forma-

ci„n a provocar un cambio en esta pareja, sino tambi‡n en-se•arle a cambiar a otras parejas en dificultades que acu-

dieran a ‡l en el futuro. Para alcanzar esa meta, se requer‚a

cierta conceptualizaci„n de su involucraci†n con la familia.

Pero se puede se•alar que muchos terapeutas expertos sonreacios a las conceptualizaciones. Como observador profe-

sional de otros terapeutas, he visto o escuchado grabacionesd i d id h l t t

sin que ellos se den cuenta, en particular cuando explicar

una intervenci„n la simplificar‚a en exceso o afectar‚a suaprendizaje. Otra cosa es cuando el terapeuta en formaci„n

 piensa dedicarse a la docencia o la supervisi„n. En tal caso,debe aprender las conceptualizaciones para luego trasmitir-

las. Porque el proceso de aprender a ense•ar es de por si

una situaci„n de aprendizaje.La conducci„n de una terapia se rige por el mismo princi-

 pio. La diferencia est† en que un terapeuta en formaci„n

debe aprender a influir sobre muchos tipos de individuos en

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de sesiones conducidas por muchos colegas competentes.

He aprendido que un terapeuta sabe c„mo tratar un caso

 pero, tal vez, si se lo piden, le cueste dar una explicaci„n ra-zonada de tal o cual intervenci„n. Lo ideal ser‚a que el tera-

 peuta desarrollara una teor‚a de terapia y despu‡s llevara

adelante el tratamiento siguiendo las etapas sucesivas exi-

gidas por ella. Pero en la pr†ctica parece m†s comˆn que loscl‚nicos tomen medidas terap‡uticas y despu‡s dise•en una

teor‚a que explica el ‡xito de sus acciones. Muchos docentes

emplean met†foras (p. ej., casos ilustrativos) para describiruna situaci„n cuya complejidad imposibilita su explicaci„ndigital.

Los terapeutas que est†n dispuestos a admitir que la te-rapia es un proceso de influencia y, por lo tanto, de manipu-

laci„n, deben decidir si es posible pensar lo mismo de la su-

 pervisi„n. Si hacemos cambiar a los clientes sin que ellos seden cuenta, ‰es aceptable formar del mismo modo a los te-

rapeutas? Todos deben tomar una posici„n. He aqu‚ una for-

ma de abordar la cuesti„n: en un consultorio pueden suce-der cosas tan complejas que vuelven improbables las con-ceptualizaciones conciertes hechas sobre la marcha.

En el caso aqu‚ presentado, expliqu‡ al terapeuta porqu‡ le hab‚a sugerido que hiciera el comentario sobre una

respuesta m†s femenina por parte de la esposa y por qu‡, a

mi juicio, ese comentario lo hab‚a ayudado a romper su coa-lici„n con ella. El corrigi„ el desequilibrio sin ofender a la

esposa, y el marido emparej‡ m†s su posici„n conyugal en

orden a la relaci„n con el terapeuta. No estoy seguro de queesta explicaci„n fuese necesaria para que el terapeuta re-

solviera una futura situaci„n similar. La acci„n en s‚ pudohaber sido suficiente.

Desde el punto de vista del supervisor, lo mejor ser‚a poder influenciar libremente a los terapeutas en formaci„n

debe aprender a influir sobre muchos tipos de individuos ennumerosas situaciones y, en consecuencia, necesita ser

educado como alguien capaz de producir un cambio en per-sonas. La familia s„lo necesita saber c„mo convivir sin tener

determinado problema.

Tercer caso de supervisi„n en vivo: disculparse

ante el paciente por haberle causado una lesi„n

cerebral irreversible

Cuando se descubri„ la comunicaci„n en la era interper-

sonal, se empez„ a dar por sentado que los dichos del pa-ciente respond‚an a los dichos o las acciones del terapeuta,

aunque la conexi„n fuese a veces oscura. Si un pacientedec‚a: ƒEsta ma•ana, el buque cisterna se retras„ en re-

abastecer a mi submarino…, se lo tomaba por un comentario

sobre el retraso del terapeuta. Parec‚a evidente que los pacientes tend‚an a considerar que la met†fora era la forma

de comunicaci„n m†s segura, pues quien la usara no podr‚a

ser acusado de criticar a otros, como pod‚a suceder si los co-mentarios eran directos. En la d‡cada de 1960, con el ad-

venimiento de los psicof†rmacos, la psiquiatr‚a empez„ aaceptar nuevamente las declaraciones de un paciente comomeras expresiones de su trastorno mental, y no como res-

 puestas a la situaci„n social. Fue un gran alivio para aque-

llos terapeutas a quienes no les gustaba lo que daban a en-tender las met†foras que usaban sus pacientes. Una vezm†s, la comunicaci„n extra•a de un paciente fue recibida

 por el psiquiatra como una simple indicaci„n de que era pre-

ciso incorporar determinada droga a su tratamiento y r‡gi-men. La ˆnica pregunta pendiente era: ‰qu‡ droga frenar†

216 217

mejor este modo de hablar y someter† a esta persona al con-trol social? La comunicaci„n psiqui†trica fue adquiriendoun car†cter farmacol„gico.

En ocasiones, por mucho que lo desee, al terapeuta lees sencillamente imposible pasar por alto el hecho de quelas extra•as declaraciones de un cliente son un comenta-

rio acerca de ‡l. Quiz†s intente negar que el cliente habla

metaf„ricamente o expresa una cr‚tica en un lenguaje cor-t‡s pero, aun as‚, hay casos en que no puede fingir que lasobservaciones del cliente s„lo expresan un trastorno men

ˆnico problema era que no quer‚a trabajar para ganarse la

vida.El doctor X ingres„ en un programa formativo en terapia

familiar y trajo a Reginald para una supervisi„n en vivo. El

supervisor le pidi„ que entrevistara a la familia en pleno. El padre adolec‚a de invalidez f‚sica a causa de diabetes; la

madre no gozaba de buena salud. Saltaba a la vista que una

de las razones por las que Reginald no se ganaba la vida era porque se quedaba en casa cuidando a su padre. Adem†s de

los cuidados f‚sicos le proporcionaba al padre algo en que

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observaciones del cliente s„lo expresan un trastorno men-tal. Cuando un cliente persigue al terapeuta con una misma

met†fora reiterada, le est† comunicando ideas importantes.A veces, cliente y terapeuta se enzarzan en un juego de evi-taci„n de las cuestiones desafortunadas impl‚citas en el len-

guaje psic„tico. En tales casos, la terapia se perpetˆa a me-

nos que un supervisor intervenga y saque a los dos de suatolladero.

Reginald era un hombre obeso, de veintitantos a•os, que

exasperaba a todos con su insistencia en atribuirse un ase-

sinato. En particular, exasperaba a su terapeuta, un psi-quiatra residente al que llamaremos ƒdoctor X…, porque en

tres a•os de terapia individual apenas si hab‚a hablado de

otra cosa. El doctor X escuchaba pacientemente, mientras

Reginald explicaba por en‡sima vez que hab‚a matado a al-guien y por eso lo segu‚an; casi siempre sus perseguidores

utilizaban un auto negro y ‡l sospechaba que eran agentes

del, FBI. Si lo indagaban sobre los pormenores del asesinato,

Reginald respond‚a con cierta vaguedad, alegando haberolvidado gran parte de lo ocurrido; eso s‚, ten‚a la certeza de

ser un asesino, los hombres del auto negro vendr‚an por ‡l,se lo llevar‚an y, finalmente, ser‚a castigado.

Reginald hab‚a sido internado varias veces. Durante

gran parte de su adultez, le hab‚an administrado fuertesantipsic„ticos. Como efecto colateral, padec‚a de discinesia

tard‚a, una lesi„n neurol„gica provocada por los neurol‡pti-

cos. Presentaba los s‚ntomas caracter‚sticos de este trastor-

no psiqui†trico: tics en los labios y manos, y un chasquidoinvoluntario de la lengua. Si se concentraba en no mover las

manos, lo consegu‚a, pero el tic reaparec‚a en cuanto dis-tra‚a su atenci„n. El tic labial imprim‚a a su rostro una

mueca desagradable. Aparte de la discinesia y el miedo a los

tipos del auto negro que ven‚an a detenerlo por homicida, su

los cuidados f‚sicos, le proporcionaba al padre algo en que

 pensar; as‚ no se sent‚a deprimido por su enfermedad. En

verdad, el padre de Reginald sol‚a expresar su irritaci„n porel supuesto asesinato en un lenguaje bastante pintoresco, y

su ira lo ayudaba a olvidar que padec‚a una enfermedad in-

curable y que probablemente le amputar‚an las piernas. En

las sesiones familiares, dijo que no necesitaba que Reginaldse quedara a cuidarlo. La madre convino en que ella pod‚a

atender a su esposo. Reginald se inscribi„ en un programade rehabilitaci„n laboral y empez„ a pasar el d‚a fuera delhogar como cualquier trabajador. Sus padres se arreglaban

 bien sin ‡l. Sin embargo, Reginald continuaba habl†ndoles,

a ellos y al terapeuta, del asesinato y los tipos del auto ne-

gro. Los padres dijeron al terapeuta que Reginald los enlo-

quec‚a con su parloteo sobre el crimen.

Por sugerencia del supervisor, el terapeuta persuadi„ a

los padres de que ya no era preciso que, por amor a su hijo

enfermo, toleraran su incesante mon„logo acerca del su- puesto asesinato. Ante la insistencia del terapeuta, en una

sesi„n familiar, los padres acordaron que, ante la primeramenci„n del tema, llamar‚an de inmediato a un abogado y le

 plantear‚an el caso. En otras palabras, tratar‚an el asesina-to como un hecho real que requer‚a una defensa legal. (Enestos casos, suele ser conveniente tomar una met†fora en su

sentido literal.) Reginald protest„, arguyendo que el aboga-do cobrar‚a mucho y, probablemene, los pondr‚a en rid‚culo,

 pero sus padres persistieron en aceptar el plan. M†s aˆn, se

mostraron entusiasmados con ‡l. Era la primera vez que re-cib‚an un consejo pr†ctico sobre qu‡ hacer para poner fin a

los comentarios obsesivos de Reginald.

Despu‡s de esta sesi„n de terapia familiar, el joven vol-vi„ a mencionarles el asesinato una sola vez. Inmediata-

mente, sus padres empezaron a telefonear a un abogado.

219218

Reginald discuti„ con ellos, pues no quer‚a que gastaran di-nero, prometi„ no hablar m†s del crimen... y lo hizo. Al pa-

recer, interpret„ su determinaci„n de acabar con el temacomo una se•al de que ya no necesitaban recibir de ‡l esaforma de ƒasistencia…. Esta respuesta demuestra c„mo un

 joven psic„tico puede normalizarse cuando sus padres, decomˆn acuerdo, se niegan a tolerarle ciertas conductas.

Pero, en las sesiones de terapia individual, Reginald persis-

ti„ en exasperar al terapeuta con sus reiteradas referenciasal crimen.

frutaban de su compa•‚a y apreciaban sus desatinadas peroratas

metaf„ricas; para ellos, eran historias interesantes. Durante una

sesi„n de terapia posterior a una de esas visitas, no bien empez„ a

hablar de sus millones, le dije que, habiendo visitado mi casa, ha-

 br‚a notado que yo no era rico y, ya que ‡l ten‚a tanto dinero, ser‚auna gentileza de su parte darme un mill„n de d„lares para saldar

mi hipoteca. ƒ‰Por qu‡ no vienes este viernes con un mill„n?…, le

 propuse. El viernes, me trajo un fajo de billetes del juego Mono- polio. Le se•al‡ que ese no era dinero genuino y no seria aceptado

en pago de mi hipoteca. Le dije que me hab‚a decepcionado al no

ayudarme con mis finanzas personales Tom‡ una tachuela y cla-

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al crimen.

Con la ayuda de su supervisor, el doctor X traz„ un plan

 para abordar el crimen de Reginald. Este hab‚a dicho quefelizmente estaba loco. Si fuese normal, los hombres del au-to negro vendr‚an por ‡l

ylo someter‚an a juicio por asesina-to. El supervisor aconsej„ al terapeuta que tornara en serio

los dichos de Reginald y le explicara que constitu‚an un se-

rio problema para ‡l. En muchos casos, conviene que los te-

rapeutas tomen las met†foras como algo personal.

Perm‚taseme una digresi„n y describir otro caso en que fue muy

ˆtil tomar una met†fora en su sentido literal. Yo hac‚a terapia en

un hospital de la Administraci„n de Veteranos con un paciente

diagnosticado como esquizofr‡nico cr„nico que hab‚a sufrido va-

rios a•os de encierro. Lo ve‚a una hora diaria, pues as‚ traba- j†bamos algunos terapeutas de internos en la d‡cada de 1950,

Cre‚amos que terapia prolongada era sin„nimo de terapia pro-funda. Este paciente Šal que llamaremos SamŠ era un joven da-

do a las ƒensaladas verbales…; esto es, hablaba mucho en un len-

guaje de met†foras aparentemente soltadas al azar. Yo le hac‚a

interpretaciones que no ten‚an ningˆn efecto. Sus afirmacionesinsistentes de que era rico y terna guardados varios millones de

d„lares constitu‚an un problema exasperante. En realidad, era un

trabajador golondrina que hab‚a enloquecido y hab‚a sido inter-

nado en un hospital estatal. Despu‡s lo trasfirieron a un hospital

de la Administraci„n de Veteranos cuando declar„ un nˆmero de

identificaci„n del Ej‡rcito que result„ ser exacto, a diferencia de

otros datos personales: por ejemplo, dec‚a haber nacido en Marte.

Las declaraciones de Sam sobre su riqueza y sus millones en-

torpec‚an nuestros di†logos terap‡uticos; el tema me irritaba cada

vez m†s. Finalmente, decid‚ tomar medidas. Hab‚a empezado a

invitarlo a cenar en mi casa a fm de proporcionarle alguna expe-

riencia extrahospitalaria; hab‚a pasado tantos a•os encerrado

que no recordaba c„mo se viv‚a en el mundo exterior. Mis hijos dis-

ayudarme con mis finanzas personales. Tom‡ una tachuela y cla-

v‡ un billete en la pared de mi consultorio. Despu‡s de eso, Sammencion„ su riqueza una sola vez. Yo me limit‡ a se•alar el billete

clavado en la pared y ‡l no hablo nunca m†s del tema. Podas las

met†foras desaparecieron y empezamos a trazar planes para que

saliera del hospital y buscara trabajo.

Le dije al doctor X, psiquiatra residente, que deb‚a inter-

 pretar literalmente la met†fora de Reginald sobre el asesi-nato. As‚ lo hizo: le pregunt„ al joven qu‡ le suceder‚a si lo

ayudaban a normalizarse; Reginald contest„ que, probable-

mente, ir‚a a la c†rcel por asesino. El doctor X replic„ que

eso imposibilitaba el tratamiento porque su propia me-ta, como terapeuta, era ayudarlo a volver a la normalidad.ƒConseguir† trabajo Šle dijoŠ, le ir† realmente bien por

un a•o, m†s o menos, y luego lo enviar†n a prisi„n…. Acot„que ‡l no quer‚a tomarse el trabajo de ayudarlo a normali-zarse s„lo para que lo mandaran a la c†rcel bajo cargo de

asesinato. ƒQuiz†s en vez de pasar por todo eso, deber‚a en-

tregarse ahora mismo a la polic‚a ----opin„ el doctor XŠ.Cumpla su pena, y despu‡s consiga un empleo. Si de verdad

va a haber arresto, tal vez deba hacer eso….Reginald se inclin„ hacia adelante, con los codos apo-

yados en las rodillas y las manos entrelazadas, como lo ha-

c‚a siempre para que no temblaran, y rumi„ la propues-

ta. ƒBueno, tengo prioridad para un empleo y, si puedo, loobtendr‡…, dijo finalmente. Explic„ que el centro de rehabili-

taci„n profesional le ofrec‚a trabajo. ƒNo me entregar‡ a la polic‚a Ša•adi„ . Si me quieren, pueden venir a buscar-

me. Saben d„nde estoy. Si no me quieren, me dejar†n en

 paz. No me importa un comino lo que hagan….El terapeuta insisti„: ƒLe sugiero que se entregue. Acabe

de una vez con el asunto. Seria muy duro para m‚ verlo ir

221220

a prisi„n justamente cuando marchaba bien. Como usted

dijo, conseguir† un empleo, empezar† a progresar en ‡l y,luego, Œbang!... a la c†rcel….

ƒ‰Cree que eso suceder† realmente?…, pregunt„ Regi-nald.

ƒUsted mismo lo dijo. Si usted es normal, suceder† as‚….Reginald se qued„ pensativo y repiti„ que no quer‚a ir a

la c†rcel precisamente cuando estaba a punto de conseguir

empleo. El doctor X reiter‡ su recomendaci„n: ƒUsted es

normal en muchos aspectos Šle dijoŠ, pero aˆn tiene esas

l‚an salir. Era una situaci„n t‚pica. Un paciente es tratado por un dolor y contrae una adicci„n al analg‡sico. El m‡dico

se siente exasperado y culpable por la adicci„n e intentasuspender la medicaci„n una vez desaparecida la causa f‚si-

ca del dolor. Irritado con el m‡dico debido a su adicci„n, el

 paciente persiste en su sufrimiento. A veces, estos pacientes

 peregrinan de m‡dico en m‡dico dentro de su comunidad;

 buscan, y obtienen, analg‡sicos para su dolor f‚sico y, a lavez, hacen saber a los m‡dicos que su doctor, en vez de cu-

rarlos los hizo adictos a una droga

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p j , p

ideas sobre el asesinato. Convengamos en una cosa: si esos

 pensamientos vuelven a inquietarlo, usted se entrega a la polic‚a y se quita el asunto de la cabeza….

ƒDe acuerdo…, respondi„ Reginald en tono dubitativo.

El supervisor, que observaba a trav‡s del espejo, estaba

cada vez m†s perplejo: ‰por qu‡ persist‚a Reginald en exas-

 perar a su terapeuta con esas afirmaciones delirantes deque hab‚a matado a alguien? La situaci„n familiar hab‚amejorado a punto tal que su locura parec‚a ya innecesaria,estaba aprendiendo un oficio y ten‚a una oferta seria de em-

 pleo. Ya ten‚a algunos amigos y hasta se ejercitaba para me- jorar su estado f‚sico. Sin embargo, no cesaba de hablar del

asesinato y los hombres del auto negro. El supervisor tam-

 bi‡n se preguntaba, intrigado, por qu‡ el doctor X parec‚a

tan tolerante mientras escuchaba pacientemente esos mo-n„logos repetitivos, pese al tedio que le causaban. Hab‚a es-

cuchado esas frases estereotipadas hora tras hora, durantea•os. Desde luego, el supervisor presupon‚a que no eran la

simple expresi„n de un trastorno mental, sino una comuni-caci„n provista de sentido, un misterio.

El supervisor llam„ al doctor X y lo hizo salir del consul-

torio para discutir el enigma de ese hombre joven que per-

sist‚a en hablar del asesinato. El doctor X tambi‡n estaba

 perplejo. ƒD‚game Špregunt„ el supervisorŠ, ‰qui‡n trata-

 ba a Reginald cuando contrajo la discinesia tard‚a?…. ƒYo Šrespondi„ el doctor XŠ. Lo trat‡ dentro de un programa

de experimentaci„n con una droga y contrajo la discinesia.Por eso llevo tres a•os haciendo terapia con ‡l... porque mesent‚ muy culpable….

El supervisor hab‚a descubierto una pista en aquel mis-terio. Record„ otras situaciones en que un paciente y undoctor se hab‚an enzarzado en una pugna de la que no po-

rarlos, los hizo adictos a una droga.El supervisor le habl„ al doctor X de su obligaci„n ‡tica

de disculparse ante Reginald por haberlo da•ado con unamedicaci„n. Tal vez el joven se vengaba de ‡l por haberleocasionado la discinesia tard‚a; su venganza consist‚a en no

 permitirle curar su delirio en torno del asesinato. La solu-

ci„n parec‚a obvia. ƒTendr† que volver all‚ y pedirle discul-

 pas dijo el supervisorŠ. ‰Se siente capaz de hacerlo?….El terapeuta accedi„ a disculparse ante el joven por el

da•o que le hab‚a causado tres a•os antes. Regres„ al con-

sultorio, pero le cost„ cumplir la tarea. Le habl„ a Reginaldde lo bien que le iba y luego le dijo: ƒVer†. .. a veces, aplica-

mos diferentes tipos de terapia a personas con problemas si-

milares. Entre otras cosas, usamos medicamentos... la me-

dicaci„n….ƒS‚…, dijo Reginald.ƒY ya hemos hablado del efecto colateral que le produjo….

ƒS‚….Tras una larga pausa, el doctor X dijo: ƒLe est† yendo

muy bien, sabe usted, y sin embargo tiene esta discinesia

tard‚a. Es duro padecerla….

ƒs‚….

ƒLo he tratado por varios a•os en forma intermitente. La

 primera vez que lo vi, cuando estuvo internado, usamos

Haldol….

ƒS‚….ƒY esa primera vez pareci„ dar muy buen resultado….

ƒAj†….ƒLa segunda vez que vino al hospital, volv‚ a intervenir

en su tratamiento. Usamos esa droga nueva….

ƒHum….ƒRecuerdo que le produjo muchos efectos colaterales.

Caminaba de aqu‚ para all†, y ese tipo de cosas….

222 223

ƒNo lo recuerdo…, dijo el joven.

ƒPues yo s‚ Šreplic„ el terapeuta con tristezaŠ. Yo lo re-

cuerdo….

ƒBien….ƒSabe usted, para un doctor... a veces creemos que ha-

cemos algo beneficioso para un paciente, y despu‡s resulta

ser nocivo. ŠEl terapeuta suspir„, y continu„ diciendoŠ: El

 problema es que me siento espantosamente mal. Me siento

muy mal por usted. Por este efecto colateral que padece….

ƒEn verdad, no me doy cuenta de que lo tengo…, replic„

m†s. Me ha ayudado a volver al punto en que puedo fun-cionar….

El terapeuta se vio ante un dilema. Por supuesto, sab‚aque siempre es bueno que un paciente est‡ dispuesto a inde-

 pendizarse y ya no necesite hacer terapia, pero dudaba dequ‡ motivaba a Reginald a querer dar por terminado su tra-

tamiento en ese momento. Tem‚a que su decisi„n significara

que cre‚a inˆtil todo esfuerzo por mejorar m†s, y con ello le

 pidiera que corroborase esta conclusi„n. El supervisor le dio

algunos consejos por tel‡fono, y el doctor X dijo a Reginald:

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, y q g , psuavemente el joven.

ƒLos movimientos de sus dedos y labios. Cuando piensaen ellos puede controlarlos, pero cuando est† ocupado enotra cosa, probablemente habr† notado que sus dedos semueven y los labios tambi‡n. Personalmente, eso me hacesentir terriblemente mal….

ƒ{,Por qu‡ habr‚a de sentirse mal?….

ƒPues, sabe, yo le di algo creyendo que lo ayudar‚a….ƒY en ese momento lo hizo….

ƒS‚, pero despu‡s provoc„ este efecto colateral Šdijo el

doctor X, y, tras una pausa, a•adi„Š: La cuesti„n es que le

sucedi„ a ustedˆ.

ƒS‚ Šrepuso tristemente ReginaldŠ. Eso pas„. Me suce-

di„ a m‚….

ƒ‰Qu‡ piensa de eso?….

Reginald tard„ en responder: ƒNo es mucho lo que se puede hacer. No se puede cambiar nada. Todo ha sido hecho

ya. Por desgracia, ni Dios puede hacerlo. Supongo que po-

dr‚a decir que algunas cosas son irreversibles….

ƒS‚ Šadmiti„ el terapeutaŠ. En este punto no hay for-

ma de revertir su estado. Y no s‡.. . no podemos predecir elfuturo….

Reginald cambi„ de tema. Anteriormente, se hab‚a refe-

rido a lo dif‚cil que les resultaba a sus padres asistir a lasentrevistas en el hospital a causa de sus achaques. Ahora

opin„ que ya no necesitaban venir a todas las sesiones. ƒSu-

 pongamos que tenemos una sola entrevista m†s con mi ma-dre, los tres juntos, aqu‚, y que ella marque el fin de las se-

siones familiares. Creo que yo tambi‡n dejar‡ de verlo si es-

t† de acuerdo Špropuso y, luego de una pausa, concluy„Š:

Porque, sinceramente, creo que ha hecho todo cuanto verda-

deramente ha podido hacer por m‚. No creo que pueda hacer

g j p , y j g

ƒNo puedo dejarlo ir tan f†cilmente. No puedo soltar tan

f†cilmente a su familia. Lo cierto es que ahora va muy bien, pero no quiero terminar el tratamiento hasta tanto no veaque ha vuelto completamente a la normalidad….

ƒS‚ Šrepuso ReginaldŠ. Creo que me va estupenda-mente bien. Me siento muy bien. No tengo pensamientos

asesinos con tanta frecuencia. Me vienen de vez en cuando,

muy de vez en cuando. Trato de no dejarme inquietar por

ellos. Trato de hacer otra cosa, ‰sabe?….

Estas palabras eran una especie de obsequio: indicabanal terapeuta que los pensamientos inquietantes de su pa-ciente estaban en v‚as de desaparecer; quiz† le expresaban

aprecio por su disculpa. El doctor X respondi„: ƒCreo quedeber‚amos reunirnos de tiempo en tiempo con sus padres y

que usted deber‚a seguir con el programa de rehabilitaci„n

 profesional….

A continuaci„n, el doctor X le propuso, y discuti„ con ‡l,

un plan de ejercicios y vida social. Hacia el final de la entre-

vista, retom„ el tema anterior: ƒSi esos pensamientos empe-

zaran a molestarlo, entr‡guese a la polic‚a. Libere su mente

de eso. ‰Est† claro?….

ƒ‰Si tengo esa clase de pensamientos, simplemente lla-mo a la polic‚a y me entrego?…, inquiri„ Reginald.

ƒSi lo confunden o asedian, s‚. La cuesti„n es que ahora

es normal, y eso es lo importante….ƒNo creo haber asesinado a nadie; eso s„lo lo hacen los lo-

cos. Es una locura…, coment‡ Reginald. Y solt„ una risita.ƒDe acuerdo…, aprob„ el terapeuta.

ƒ‰Todav‚a no me liberar† de la terapia?….

ƒNo, hasta que se gane la vida. No me doy por vencido….

Reginald sonri„, y dijo: ƒAprecio de veras su ayuda…. Fue

una declaraci„n sorprendente, por venir de quien ven‚a.

225224

Reginald consigui„ trabajo y se gan„ la vida. El doctor X

sigui„ vi‡ndose con ‡l y con sus padres; como estos se des-

 plazaban con suma dificultad, sol‚a visitarlos en su casa porlas noches, en su camino de regreso del hospital a su hogar.

Los tipos del auto negro desaparecieron.

9,Similitudes entre terapia y supervisi„n

Podemos decir que existe una sinonimia entre las t‡cni-

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q

cas de terapia y las t‡cnicas de supervisi„n. Todas las inter-

venciones terap‡uticas innovadoras actualmente en desa-rrollo no s„lo ayudan a los clientes: tambi‡n sirven paraayudar a los terapeutas en formaci„n. Una vez aceptado el

concepto de que la terapia debe ser directiva, sus directivas

adquieren utilidad tanto para los terapeutas en formaci„ncomo para los clientes.

El contexto social induce ideas y emociones en los clien-tes; por consiguiente, puede causar problemas entre los

terapeutas en formaci„n. Supongamos que a un terapeuta

le cueste aceptar y aplicar las ideas de un supervisor. Hoyabordar‚amos el problema averiguando si el terapeuta noest† atrapado entre dos supervisores en conflicto. Tambi‡n

considerar‚amos un posible conflicto ideol„gico entre el cl‚-

nico personal del terapeuta y un supervisor que sustentauna nueva perspectiva terap‡utica. El terapeuta se hace

inepto para aplacar estas relaciones conflictivas. En otras

 palabras, al terapeuta en formaci„n le sucede lo mismo que

a la persona problema en terapia familiar que, atrapada

entre las autoridades de su familia, se hace inepta.

Antiguamente, un terapeuta formado dentro de los c†-nones tradicionales sol‚a explicar los problemas del cliente y

de los terapeutas en funci„n de la teor‚a de la represi„n.Una de las dificultades que ese marco de referencia plantea

es su visi„n negativa de las personas. Un terapeuta debetener una visi„n positiva que ofrecer a sus clientes. Sus

 posibilidades importan m†s que sus incapacidades. Muchosterapeutas en formaci„n hacen terapia personal; esto lesexige recordar todas las cosas horribles de su vida y llegan

a la conclusi„n de que debe de ser bueno imponer esa ex- periencia a sus clientes, en particular si un supervisor los

alienta a hacerlo. En la actualidad, los supervisores deben

227226

oponerse a semejante conclusi„n. (Los principiantes con for-

maci„n tradicional tambi‡n vacilan en planificar junto con

el cliente una sesi„n de terapia, o aun el tratamiento mis-

mo. Les ense•aron a esperar y ver lo que hac‚a el cliente, esdecir, a ser reactores espont†neos en vez de planificadores.)

Los cl‚nicos que hacen terapia breve directiva trazan

 planes, imparten directivas y dan por sentado que la con-versaci„n no cambia los s‚ntomas, y que es preciso actuar. Si

un terapeuta en formaci„n tiene dificultades con un cliente,

 por lo general no las resolver† discuti‡ndolas con un super-

Los supervisores pueden ser tan activos y directivos como se

espera que lo sean los terapeutas de hoy. Les est† permitido

impartir directivas abiertas a sus supervisados (p. ej., con-

sejos e instrucciones) y utilizar t‡cnicas indirectas si alguno

de ellos ƒno puede evitar… tener un problema, tal como lohar‚an con un cliente que ƒno puede evitar… algo.

Uso de la paradoja

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visor a menos que este deslice en la conversaci„n una direc-

tiva impl‚cita. Discutir ideas e ideolog‚as conduce a m†s de- bates sobre ideas e ideolog‚as. A algunos supervisores les

gusta discutir con un terapeuta en formaci„n el significadode sus problemas, y a veces se exasperan si con eso no los re-

suelven; hasta es posible que reprendan a], supervisado,aunque jam†s lo har‚an con un cliente. Todav‚a hay super-

visores reacios a indicar a un terapeuta en formaci„n lo que

debe hacer (a ellos les ense•aron a no ser directivos con los

clientes); si se atasca, lo atribuyen m†s a problemas emocio-nales que a falta de destreza o a una respuesta a un con-texto social inhibidor.

En el pasado, muchos supervisores sab‚an filosofar, pe-

ro no sab‚an ense•ar a los terapeutas en formaci„n a sereficaces. En la ‡poca en que vivimos, el supervisor debe sa-

 ber c„mo actuar... o atreverse a intentarlo. Los procedi-mientos aplicados en un programa formativo deben ser co-

herentes con el enfoque terap‡utico que se ense•a. Cuando

la terapia se centraba en lo inconciente e implicaba el in-

 sight, lo mismo hac‚a la supervisi„n. En la actual transici„n

hacia una terapia breve y activa que utiliza diversas directi-

vas, el m‡todo did†ctico presenta caracter‚sticas similares.Los problemas del terapeuta en formaci„n se resuelven por

medio de cambios relacionados con el supervisor, del mismo

modo como los problemas del cliente se resuelven por medio

de cambios relacionados con el terapeuta. Las t‡cnicas de

terapia breve est†n a disposici„n del docente. Los supervi-sores pueden utilizar la t‡cnica orientada hacia la resolu-

ci„n de los problemas o la que pone el acento en la soluci„n,

refrenar el cambio en sus supervisados como un medio deinducirlos a ‡l, o valerse de la paradoja o las met†foras, pro- poner una ordalia o dar abiertamente consejos y directivas.

Con respecto a esta t‡cnica, citar† a modo de ejemplo lasiguiente experiencia personal. Como parte de un programa

de supervisi„n en vivo, supervis‡ a una joven terapeuta cu-

yo nerviosismo extremo interfer‚a en su trabajo con una fa-

milia. Siempre tem‚a equivocarse y se preocupaba demasia-

do pensando en la opini„n que me merecer‚a. Su nerviosi-dad no s„lo era evidente para m‚; tambi‡n lo era para la fa-

milia. Corr‚amos el riesgo de que su angustia indujera a sus

clientes a perderle el respeto. Se dir‚a que actuaba as‚ por-que ƒno pod‚a evitarlo…. Hab‚a que hacer algo.

Si yo, como supervisor, le comunicaba mi interpretaci„n

de las motivaciones personales a las que obedec‚a su angus-

tia, la terapeuta pod‚a sentirse aˆn m†s inepta. Por otro

lado, recomendarle que hiciera terapia personal para recu- perarse de su problema no habr‚a ayudado a la familia aquien entrevistaba y habr‚a sido una retirada de mi parte.

Ayudarla a preparar con cuidado sus entrevistas no parec‚areducir su nerviosismo. Asegurarle que era una entrevis-

tadora competente, lo cual era cierto, no aliviaba su angus-

tia en el consultorio. Segu‚a expresando su miedo a cometerun error: introducir un tema inoportuno, proponer una so-luci„n demasiado pronto, solidarizarse con el hijo contra la

madre, etc‡tera.

 Ni las indicaciones ni las directivas abiertas parec‚an re-

solver este problema. Decid‚ emplear una t‡cnica indirecta,

como lo har‚a con un cliente. Un momento antes de iniciaruna entrevista terap‡utica, le dije: ƒUsted teme equivo-

carse. Quiero ayudarla a superar esa inquietud. Quiero que

hoy, cuando entre en el consultorio con la familia, corneta

tres errores…. ƒ,Tres errores?…, repiti„ la joven, sorprendida.ƒSi ------respond‚------. Tienen que ser errores especiales. Quiero

229228

que uno de ellos sea un error evidente para usted y param‚o. ƒDe acuerdo…, dijo ella, mientras tomaba nota. ƒQuiero

que corneta ese error correctamente Šprosegu‚ El segun-

do error tendr‚a que pasar inadvertido para m‚, pero ustedsabr† que se ha equivocado. Ser† su error privado. Porˆltimo, quiero que corneta un error sin saber que lo es…. Y

a•ad‚ con firmeza: ƒQuiero que corneta todos estos errorescorrectamente…. ƒMuy bien…, asinti„ ella con nerviosismo,

apuntando estas instrucciones al tiempo que la familia en-traba en el consultorio, al otro lado del espejo. La joven con-

d j l i d d bl

cosas…. Durante mi pr†ctica cl‚nica, mis colegas sol‚an decir-

me: ƒTengo tal s‚ntoma. ‰No podr‚as impartirme una direc-

tiva parad„jica?…. Si la cumpl‚an, la paradoja era eficaz; esto

obedece a que la paradoja actˆa en un nivel relacional, y no

en un nivel de conciencia.

Los supervisores no eran diestros en impartir directivasa sus supervisados porque ellos mismos se hab‚an formado

en la era de la terapia no directiva. Supongamos que a un

terapeuta en formaci„n le costara trabajar con mujeres de

edad; tal vez le molestaba ser autoritativo con ellas. Ese

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dujo la entrevista de un modo razonablemente competente,

 pero se la ve‚a pensativa y preocupada. Cuando sali„ del

consultorio, terminada la entrevista, le pregunt‡ con firme-

za: ƒ‰Cometi„ correctamente todos esos errores?…. ƒŒD‡jesede joderl…, replic„. .. y nunca m†s volvi„ a ponerse tan ner-

viosa.

Los terapeutas inexpertos en el uso eficaz de la paradojaquiz† se pregunten por qu‡ esta terapeuta no protest„ ale-gando la imposibilidad de cometer un error que escapara a

su conocimiento, o no objet„ que yo le impartiera directivas parad„jicas. Deber‚amos reconocer que una paradoja es efi-

caz en un nivel relaciona". Es improbable que un terapeuta

en formaci„n que responde exageradamente a un supervi-sor critique sus dichos. Mi supervisada no pod‚a arg‹ir que

le ser‚a imposible cometer un error ignorando que lo fuese.Habr‚a significado hacerme una correcci„n y sus miedos leimped‚an actuar as‚. Si me hubiese preguntado c„mo podr‚a

cometer ese tipo de error, le habr‚a respondido que tendr‚a

que imaginarlo por s‚ sola o, quiz†, le habr‚a explicado que pod‚a cometer un error sin darse cuenta. Si me hubiese acu-

sado de impartirle directivas parad„jicas cosa que tampo-

co har‚a ellaŠ, yo lo habr‚a admitido y le habr‚a ordenadoque las cumpliera atentamente para comprender a fondo la

t‡cnica.

El uso de la paradoja presenta dos aspectos importantes.Primero: usamos la paradoja en aquellas personas en quie-

nes dar† resultado (la paradoja utilizada con esta joven talvez no podr‚a aplicarse a otro terapeuta en formaci„n). Se-

gundo: el hecho de que el sujeto sea ƒenciente de que le im- parten una directiva parad„jica no quita eficacia a esta. Aveces, un cliente dir†: ƒEst† haciendo conmigo una psicolo-

g‚a a la inversa…, La respuesta correcta es: ƒS‚, entre otras

mismo terapeuta quiz† no ten‚a ese problema en su trato

con mujeres m†s j„venes. El supervisor no puede limitarsea desearle que supere su dificultad, ni recomendarle que ha-ga terapia personal para resolver los problemas que tenga

con su madre. Su misi„n es ense•arle a tratar eficazmente a

mujeres y hombres de cualquier edad. Durante a•os, lossupervisores orientados hacia el insight atribuyeron talesdificultades m†s a los problemas emocionales de los tera-

 peutas en formaci„n que a su propia falta de formaci„n. Eraun modo de eludir la obligaci„n de ense•arles a actuar.

El supervisor dispone de una gama de posibles directi-vas terap‡uticas con fines did†cticos. La meta es cambiar laconducta del terapeuta de suerte que pueda utilizar una

amplia variedad de destrezas para las entrevistas. As‚ como

el terapeuta formula el problema de un cliente y hace la in-

tervenci„n, del mismo modo el supervisor se centra en for-

mular los problemas t‡cnicos de los terapeutas en forma-ci„n e intervenir para modificarlos.

Etapas de la formaci„n

Tal como sucede con la terapia, la formaci„n se desarro-lla en etapas y debe cimentarse en una relaci„n positiva.Las etapas de la formaci„n incluyen:

1. El supervisor evita toda actitud amenazadora para

ayudar a los terapeutas en formaci„n a sentirse c„modos.2. El supervisor debe proponer un contrato en el que de-

clare que los terapeutas en formaci„n aprender†n las nocio-

nes b†sicas de un nuevo enfoque terap‡utico.

230 231

3. Se ense•a a los terapeutas en formaci„n a impartir di-

rectivas que se propongan organizar a una familia o sacar a

un individuo de una situaci„n dificil.4. El supervisor observa el trabajo de los terapeutas en

formaci„n y luego formula los problemas que han tenido enla conducci„n de una entrevista terap‡utica.

5. Se ensayan intervenciones para mejorar el desempe•o

de los terapeutas en formaci„n.6,Se hace un seguimiento de la evoluci„n de los terapeu-

tas en formaci„n a fin de evitar las reca‚das en conductasdid t i id d t f i„

Comienzo del proceso formativo

Los supervisores deben mostrarse preocupados y com- prensivos y as‚ dar los terapeutas en formaci„n el apoyo para que puedan seguir las directivas y arriesgarse a inten-

tar innovaciones. Cuando lleguen en grupo, los har†n sen-tirse c„modos y les infundir†n la esperanza de que la forma-

ci„n ser† una experiencia interesante y valiosa. Convieneasignarles una habitaci„n como territorio propio mientras

dure su formaci„n. (Si alguna mujer del grupo lleva su car-

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aprendidas con anterioridad a esta formaci„n.

Los terapeutas en formaci„n incluyen desde principian-

tes que apenas empiezan a hacer terapia hasta terapeutas

experimentados que desean aprender determinado enfo-que. Desde el punto de vista did†ctico, cada terapeuta en

formaci„n constituye un problema nico; no obstante, caben

algunas generalizaciones. Los principiantes est†n en un di-

lema: quieren aparentar que saben lo que hacen aunque, para aprender, tienen que admitir que desconocen muchascosas. Los terapeutas experimentados est†n en el mismodilema, pero agravado: no quieren ser tratados como prin-

cipiantes pero, puesto que aprenden una nueva t‡cnica, lo son. Se sienten tentados de alardear de sus conocimientos,

 pero estos conocimientos son en buena parte incorrectosdesde este nuevo enfoque, y puede ser preciso corregir sus

 puntos de vista. Por ejemplo, los terapeutas experimenta-dos tal vez se sientan m†s c„modos en las entrevistas in-

dividuales, debido a su inexperiencia en la conducci„n de

sesiones familiares. Por lo tanto, buscan una excusa ideo-

l„gica para ver a solas a los miembros de la familia auncuando no sea lo correcto. El supervisor tiene que cambiar

esta situaci„n, ayudando a los terapeutas en formaci„n a

confiar en su destreza para entrevistar a familias. Despu‡s,

tambi‡n sus ideas cambiar†n. El supervisor tiene que de-mostrar en el proceso formativo las mismas ideas que ense-

•a en la terapia: las personas modifican su modo de pensarcuando su situaci„n social cambia.

tera al consultorio, cabe inferir que no se considera due•a

del lugar que ocupa detr†s del espejo.) Adem†s, los miem- bros del grupo deben tener la sensaci„n de que el consul-torio mismo es parte de su territorio. A veces la adquieren siles permitimos pronunciar all‚ unas palabras de apertura:

 por ejemplo, describir a una familia el espejo de visi„n uni-

lateral y las c†maras (tambi‡n adquirir†n la experiencia de producir una buena apertura con un cliente). Si bien es co-

mˆn que, al entrar en el consultorio, los clientes tengan la

sensaci„n de pisar un territorio ajeno, los terapeutas en for-maci„n no deber‚an tenerla.

La formaci„n puede impartirse con distintos reg‚menes

de horarios. Uno de los m†s eficaces para los terapeutas que

ejercen su profesi„n es una jornada completa por semana.En un d‚a entero, pueden observar a muchas familias y, de

este modo, verse expuestos a una gran variedad de proble-mas cl‚nicos a lo largo del a•o. Si a cada familia se le asig-

nan noventa minutos, en ese lapso se podr† planificar una

entrevista de una hora, efectuarla, y discutirla despu‡s conel terapeuta.

Lo ideal es supervisar todas las entrevistas que haga unterapeuta en formaci„n. En algunos programas formativos,

se lo supervisa en la primera entrevista, a la que siguen va-rias sesiones no supervisadas (o no se vuelven a supervisar

sus entrevistas a la misma familia). Este r‡gimen planteauna dificultad: el terapeuta en formaci„n no es supervisado

en cada etapa de la terapia. M†s aˆn, si imparte una direc-tiva al cliente, el supervisor que lo observe una sola vez no

 podr† saber c„mo se cumpli„ ni c„mo reaccion„ el terapeuta.

La supervisi„n de todas las entrevistas es el m‡todo forma-

tivo m†s costoso, pero la intensidad del programa compensa

el gasto. El terapeuta es guiado a trav‡s del per‚odo crucial

232 233

del tratamiento: la iniciaci„n del cambio en un cliente y la

reacci„n ante ese cambio.Cuando un terapeuta est† empleado y recibe formaci„n

un d‚a por semana, puede tomar lo aprendido en esa jorna-

da y aplicarlo, al d‚a siguiente, en su trabajo. En cambio, los

que no ejercen la profesi„n se ven impedidos de poner inme-

diatamente en pr†ctica lo aprendido. Muchas agencias otor-

gan un d‚a de licencia por semana para asistir a estos cur-

sos, e inclusive lo pagan, sobre todo si ven sus frutos.Cuando el grupo de terapeutas en formaci„n se reˆne

i di † d d ib i

Desde luego, un supervisor deber‚a saber ense•ar last‡cnicas de conducci„n de una primera entrevista, sea fa-miliar, individual o de pareja. La terapia es una destrezaense•able y, como toda destreza, debe aprenderse con la pr†ctica. Sin duda, los seres humanos y sus problemas son

extraordinariamente complejos; hay tantas maneras decambiar a las personas como terapeutas existen en el mun-

do. Sin embargo, es preciso discutir y simplificar los temas ytomar posiciones te„ricas.

Hoy disponemos de un instrumento did†ctico muy ˆtil:

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 por primera vez, se pedir† a cada uno que describa sucinta-

mente su profesi„n, su lugar de trabajo y lo que espera ob-tener del programa formativo. Es importante conocer su

contexto terap‡utico (o sea, el lugar donde trabaja o ense-•a), pues influir† mucho en el modo en que reciban la for-

maci„n.

Al comienzo del periodo lectivo, es oportuno que el super-

visor pronuncie un breve discurso en el que explique c„mo

conducir† del programa y que ponga el acento en cuestiones

de responsabilidad.Puede indicar a los principiantes que cada uno debe ate-

nerse a su .modo habitual de conducir una entrevista; si su

estilo difiriera notablemente del que se utiliza en el progra-ma formativo, ‡l los corregir†. Sin esta indicaci„n, los tera-

 peutas en formaci„n no usar†n su experiencia previa en el

consultorio, y tal vez se queden sentados, inm„viles, tra-tando de adivinar los deseos del supervisor (ƒŒ,Qu‡ querr†

que haga?…). Les recomendar† que eviten dos tipos de con-

ducta: hacer interpretaciones, sobre todo las que relacionen

el pasado con el presente o recalquen las habituales motiva-

ciones negativas, y preguntar a los miembros de la familia

c„mo se sienten. Si evitan estas intervenciones, la informa-ci„n recibida de la familia y las oportunidades de trabajarcon ella aumentar†n sorprendentemente, y los terapeutas

en formaci„n se sentir†n --y ser†nŠ m†s eficientes.Al t‡rmino de la primera sesi„n did†ctica, los terapeutas

en formaci„n deber†n prepararse para la segunda. Para en-tonces, tendr†n que estar familiarizados con los recursos y

 procedimientos del programa formativo, y con las reglas b†-

sicas de la terapia, tal como se las habr† presentado en un

 breve seminario; adem†s, habr†n tenido ocasi„n de expre-

sar sus deseos e inquietudes acerca del programa formativo.

la grabaci„n de las sesiones en videocinta. Un supervisor

 puede acopiar videocintas did†cticas que muestren dife-rentes formas de conducir una primera entrevista, motivar

a un cliente para que cumpla una directiva, impartirla,

abordar la reacci„n del cliente, etc. Cuando ya es rutinariofilmar las sesiones conducidas por terapeutas en formaci„n,

estas se convierten en una mina de datos y un valioso medio

 para presentar destrezas cl‚nicas.

Reunir informaci„n

Antes de una primera entrevista, el supervisor debe pro-veer al terapeuta de cierta informaci„n, por lo comˆn obte-

nida del cliente por v‚a telef„nica, unas veces por una secre-

taria, otras veces por un terapeuta. Entre los datos impres-cindibles est†n la edad y la ocupaci„n del cliente (o de sus

 padres, si es un menor). Es importante averiguar qui‡nesviven en la casa y las edades de los hijos. Si hay un divorciode por medio, es preciso saber qui‡n tiene la custodia de los

hijos. En el curso de esta primera comunicaci„n telef„nica,

se pedir† al cliente un breve planteo del problema. Se evita-r† discutirlo a fondo, pero conviene requerir una descripci„n

sencilla (p. ej., ƒEs un problema conyugal…, o ƒMi hija se

fuga constantemente…, o ƒMi hijo es drogadicto…).

Importa saber si ha habido una terapia previa y, sobre

todo, si en estos momentos se atienden con otro terapeuta.Si tienen seguro y de qu‡ tipo. El nombre y/o cargo de la persona que hizo la derivaci„n, por si hay que comunicarse

con ella. Unas veces, un centro de crisis deriva a una perso-

na en situaci„n dif‚cil. Otras, una escuela deriva a un ni•o

234 235

con problemas. Si el caso incluye hechos de violencia, abuso

sexual o drogas y un juez ha ordenado el tratamiento, laterapia es compulsiva. Tambi‡n existe la grata posibilidad

de que un ex cliente haga la derivaci„n.Es importante saber si un cliente hace terapia con otro

colega, porque la posici„n del terapeuta en la jerarqu‚a pro-

fesional importa much‚simo. Supongamos que los servicios

de protecci„n de menores deriven un caso: ‰cu†l es la situa-

ci„n legal? Si, el cliente recibe medicaci„n, ‰qu‡ autoridad

tiene sobre el caso el m‡dico que la. prescribe? Conviene que

l i j d l l f

Los clientes se comunican con su terapeuta de tres ma-

neras. Cuando entran en el consultorio, eligen una ubi-caci„n respecto del terapeuta y los miembros de la familia;se comunican mediante movimientos corporales; y utilizan

 palabras, en toda su complejidad y multiplicidad de signi-

ficados posibles.

La ubicaci„n es importante. Un cliente puede sentarse

 junto al terapeuta o lejos de ‡l. Si los padres se sientan aambos lados de un hijo, tal vez indiquen con ello que el chico

desempe•a la funci„n de intermediario. Un hijo puede ele-

gir un asiento muy apartado de otros miembros de su fami-

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el supervisor proteja de sus colegas al terapeuta en forma-

ci„n y defina hasta d„nde llega su autoridad en el caso. No se debe ense•ar a compilar un historial social o el

genograma de un individuo o familia. Aunque resulta m†s

f†cil ense•ar esto que las t‡cnicas terap‡uticas, y puede

ayudar a principiantes y supervisores por igual a iniciar el

 proceso formativo, define la terapia desde perspectivas que preferir‚amos no adoptar. Por ejemplo, ense•a que la te-

rapia se refiere al pasado cuando, de hecho, se centrar† en

el presente y el futuro. La situaci„n social del cliente debe

explorarse en el curso de la entrevista, y no por separado.Solicitar la presencia en la primera entrevista de todos

los que conviven en un hogar suele ser una forma de aho-

rrar tiempo. Pero se puede entrevistar a solas a la personaque ha llamado por tel‡fono si as‚ lo desea ella, o si se tiene

la impresi„n de que en ese hogar reina tal discordia queser‚a nocivo entrevistar a toda la familia. En general, nodebe ser el cliente el que determine qui‡nes asistir†n a las

sesiones de terapia. Es una decisi„n profesional.

C„mo iniciar la primera entrevista

Una primera entrevista individual no requiere del tera- peuta las mismas destrezas cl‚nicas que la entrevista a una

 pareja o a una familia completa. Los mensajes gestuales overbales que un individuo env‚a a un terapeuta guardan re-laci„n con este y no con otras personas, aunque sus comen-

tarios se refieran a terceros. Probablemente, en una entre-vista a solas, un hombre no dir† a su terapeuta lo mismo

que le dir‚a en presencia de su madre.

gir un asiento muy apartado de otros miembros de su fami-

lia como un medio de expresar que no se siente involucrado.Los c„nyuges pueden ubicarse uno al lado del otro, e indicar

as‚ que constituyen una unidad, o sentarse casi d†ndose laespalda. Todas estas ubicaciones o posiciones est†n influi-das por diferencias culturales, pero tambi‡n son un comen-

tario sobre los individuos y su respuesta a la situaci„n tera-

 p‡utica. Las mismas posiciones tendr‚an otros significados

en el hogar o en diversas situaciones sociales; en terapia,

conviene presumir que los clientes trasmiten informaci„ncon sus movimientos y sus modos de sentarse. Por ejemplo,

un adulto que ha venido al consultorio a disgusto se lo har†saber al terapeuta, y su modo de comunic†rselo deber‚a ser

respetado.

El supervisor debe ense•ar a los terapeutas en forma-ci„n a dar por sentado que todo mensaje emitido dentro del

consultorio va dirigido a ellos y no es un mero informe sobre

el estado del cliente. Si su gran angustia le impide sentarse,

esto no es un simple informe sobre su estado interior, sino

un mensaje dirigido al terapeuta. Cuanto m†s indirecto sea

el mensaje, tanto m†s indicar† que esa persona no conoce alterapeuta y, por eso, no sabe c„mo la recibir† y le responde-

r†. Si el terapeuta dice algo y el cliente vuelve levemente la

cabeza, quiz† le exprese as‚ que en ese momento no quiere

arriesgar un comentario m†s directo.Los supervisores deben ense•ar que es un grave error

hacer comentarios directos o interpretaciones acerca de losmovimientos corporales de un cliente. Si un terapeuta pre-gunta a un cliente: ƒ‰l-la notado que cuando dije tal cosa us-

ted desvi‡ la vista?…, esa persona lo tendr† por ingenuo y/o

descort‡s, aunque tal vez no se lo diga. En lo sucesivo, no sa-

 br† c„mo moverse por temor a que el terapeuta tome cual-

237

quier movimiento propio como algo personal y haga nuevoscomentarios.

Los terapeutas quieren, y necesitan, que sus clientes les

cuenten esas cosas de las que, a menudo, cuesta hablar; porlo tanto, deben allanarles tales desahogos y darles la mayor

seguridad posible. Si un cliente expresa algo en forma ges-

tual, el terapeuta aceptar† esa comunicaci„n (si el clientedeseara traducir la met†fora, lo har‚a).

Sentarse todos juntos a conversar suele ser una expe-riencia novedosa para una familia, en particular si van atratar un problema familiar. Hoy, la mayor‚a de las familias

Cuanto m†s natural sea esta presentaci„n, tanto m†saceptables resultar†n el espejo y las c†maras. Ocasional-mente, surgen preguntas como estas: ƒ‰Quiere decir que

hay alguien detr†s de ese espejo?…, ƒ‰Por qu‡ no viene aqu‚

esa persona?…. La mejor respuesta suele ser: ƒEs nuestromodo de trabajar….

Es importante no dejar que la presentaci„n de las insta-laciones especiales prevalezca sobre el abordaje de los moti-vos de la consulta, porque algunos clientes vacilan en expo-

ner su problema. En su mayor‚a, no objetan este equipa-

miento que facilita la observaci„n por su supervisor y otros

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tratar un problema familiar. Hoy, la mayor‚a de las familias

ni siquiera se reˆnen para cenar. Exponer nuestros proble-

mas a un desconocido es una experiencia particularmenteextra•a. Los clientes necesitan cierta orientaci„n, pues ig-

noran c„mo deben comportarse. Aunque ya hayan hecho te-

rapia, todav‚a no han conversado con este cl‚nico y es posi-

 ble que desconozcan su enfoque terap‡utico. Un cliente a

quien un terapeuta anterior le ped‚a que expresara sus sen-

timientos puede mostrarse emotivo durante una primeraentrevista; a su vez, el terapeuta en formaci„n puede enten-

derlo mal y pensar que es emotivo por naturaleza cuando,en realidad, s„lo adoptaba la actitud supuestamente desea-

da por el terapeuta. Conviene hacer una aclaraci„n de estetenor: ƒQuiero que todos digan lo que piensan y se turnen en

escucharse mutuamente….Un supervisor debe ense•ar al terapeuta en formaci„n

los primeros pasos para poner c„moda a la familia del clien-

te. Mientras se quitan los abrigos y se sientan, convienehacerles comentarios intrascendentes: ƒ‰Les cost„ ubicar-nos?…, o ƒEl tr†nsito est† espantoso, ‰verdad?….

Si el consultorio est† equipado con un espejo de visi„nunilateral y c†maras de televisi„n, el supervisor debe ense-•ar a los terapeutas en formaci„n a present†rselos a los

clientes. Por ejemplo, dir†n: ƒAqu‚ trabajamos as‚: tenemos

un espejo de visi„n unilateral detr†s del cual yo tengo a unoo varios colegas que podr†n llamarme por este tel‡fono y

hacerme sugerencias. Cuatro ojos ven m†s que dos. Estasson c†maras de televisi„n; grabo las sesiones porque megusta repasarlas y ver qu‡ detalles se me escaparon. Al

t‡rmino de la sesi„n, les pedir‡ que firmen un formulario de

consentimiento. Si ustedes no desean firmarlo, borrar‡ lacinta….

miento que facilita la observaci„n por su supervisor y otros

terapeutas. Si un cliente objeta seriamente la grabaci„n uobservaci„n de la entrevista, podemos correr la cortina so- bre el espejo y desconectar las c†maras. La persona verda-

deramente recelosa puede ser trasladada a otro consultoriodesprovisto de tal equipamiento. Son casos rar‚simos, pero

el cliente tiene derecho a evitar que lo observen o lo filmen.Como la observaci„n suele ser un componente necesario del

 proceso formativo, a veces hay que derivar a estos clientes

reacios a otro terapeuta ya formado. Estas decisiones com-

 peten al supervisor y no al terapeuta en formaci„n.

Debemos procurar que toda la familia se sienta lo m†s

c„moda posible al comenzar la primera entrevista. El tera-

 peuta debe ser a la vez un experto y una presencia ben‡vola,

 para nada amenazadora; no ha de ser distante y neutral,sino personal y amistoso. Es un momento dif‚cil para el

cliente y conviene que los terapeutas recurran a todas sust†cticas personales para facilitarles la conversaci„n. Una

 pregunta inicial, dirigida tanto a los hijos como a sus pa-dres, resulta oportuna: ƒ qu‡ escuela vas?…, ƒ‰En qu‡ gra-do est†s?…, o aun ƒ‰Cu†les eran sus expectativas al venir

aqu‚?…. La idea es dejar en claro que todos participar†n en la

terapia. Tal vez sea conveniente que el terapeuta en forma-ci„n se prepare para el encuentro viendo videocintas de

otras entrevistas familiares.

Muchos clientes dudan de la idoneidad del terapeuta, so-

 bre todo si es joven, y quiz† le pregunten: ƒ‰Usted es doc-tor?… o ƒ‰Cu†l es su profesi„n?…. Las respuestas deben ser

lac„nicas, pues la brevedad indica experiencia: ƒSoy asis-tente social matriculado… o ƒSoy psic„logo cl‚nico…. En caso

de que un cliente le pregunte si es un terapeuta en forma-

ci„n, deber† admitirlo y contestar, por ejemplo: ‰Soy tera-

238 239

 peuta; estoy siguiendo un curso de especializaci„n en la te-

rapia que utilizan aqu‚….

En ocasiones, una madre pregunta: oi Est† casado?… oƒ‰Tiene hijos?…. Los terapeutas en formaci„n deben dar unarespuesta breve y sincera ƒNo estoy casado… o ƒSi, estoy ca-

sado y tengo dos hijos…. Estas respuestas parecen obvias,

 pero a muchos terapeutas les han ense•ado a contestar de

manera confusa las preguntas de car†cter personal, debidoa unas teor‚as extra•as acerca de algo denominado ƒtrasfe-

rencia…. En general, el terapeuta debe admitir preguntas de

este tipo, contestarlas sucintamente y seguir adelante sin

di‡ndole a un abuelo que exponga el problema, en esencia

 pasar† por alto la autoridad de los padres sobre el hijo; me- jor ser† centrar la atenci„n en los padres y asignar a los

abuelos el rol de asesores. No obstante, hay excepciones aesta soluci„n: por ejemplo, si un juez les ha dado al ni•o en

custodia porque sus padres son drogadictos, el terapeuta

debe respetar el hecho de que los abuelos tienen autoridad

sobre el nieto y la terapia abordar† esa situaci„n.Si un ni•o que tiene un problema llega al consultorio

acompa•ado por ambos padres (pero no por los abuelos), elterapeuta debe decir a qu‡ progenitor pedir† una descrip-

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p , y gdesviar su atenci„n del objetivo de la entrevista. El clien-

te tiene derecho a verificar los antecedentes del terapeuta pero no conviene que use esta indagaci„n como un medio de

eludir el abordaje del problema.

Algunas veces, en particular si los padres est†n pertur- bados, un ni•o se porta mal y dificulta el comienzo de la te-rapia. Muchos padres no saben qui‡n deber‚a llamarlo al or-

den: ‰ellos o el terapeuta? Los terapeutas discrepan en este

 punto, como en tantos otros, y los supervisores han de res-

 petar su opini„n. A algunos les gusta tratar con el chico.Otros ven una oportunidad de recoger informaci„n sobre la

familia y piden a los padres que traten al ni•o en la forma

habitual. Si un progenitor golpea al chico, el terapeuta debe

objetarlo y expresarle que tiene que reprimirlo de otro mo-do. Conviene disponer de una sala de espera donde los ni•os

 peque•os puedan jugar, mientras el terapeuta entrevista asus padres en la etapa inicial del tratamiento.

Si el problema presentado es un hijo, el supervisor debe

hacer que el terapeuta espere verlo a solas. La mayor‚a de

los padres no creen que un terapeuta pueda evaluar a un hi- jo en presencia de ellos y presumen que el cl‚nico que entre-

vista a ese hijo a solas actˆa como un experto en terapia delni•o.

En el caso de una pareja o familia, el supervisor debe en-

se•ar al terapeuta en formaci„n a determinar a qui‡n in-

terrogar† sobre el problema. Es una cuesti„n jer†rquica. Co-mo experto consultado por la familia, el terapeuta est† fa-cultado a decir qu‡ personas y qu‡ puntos son importantes.

Si los abuelos est†n presentes en el consultorio, el terapeuta puede dirigirse primero a ellos en se•al de respeto. Pero si el

 problema es un ni•o y el terapeuta inicia la entrevista pi-

p q p g p p

ci„n del problema y, con ello, a cu†l reconocer† como jefe de

la familia. Aun en esta ‡poca en que la mujer trabaja fuera

del hogar, la madre suele ser la principal cuidadora del hijoy ella querr† definir el problema. Hay casos en que el padre

est† bastante involucrado pero, por lo comˆn, parece ser

una figura perif‡rica. El terapeuta quiz† lo interrogue acer-ca del problema para involucrarlo m†s. Con frecuencia, el

 padre trasladar† la pregunta a su esposa. Si un padre se ha

coligado encubiertamente con el hijo contra la esposa, con-viene pedirle a ‡l que defina el problema, porque as‚ se ir†

m†s pronto al grano.

Si el ni•o que presenta el problema vive con un solo pro-genitor, el terapeuta en formaci„n debe buscar a otro adulto

involucrado. Si entrevista a una madre sin pareja que vivecon su madre Šun caso bastante comˆnŠ, debe mostrarseespecialmente cort‡s con la abuela y, al mismo tiempo, apo-

yar la autoridad de la madre sobre el ni•o. Por ejemplo, dir†

a la abuela: ƒInterrogar‡ a su hija sobre el problema. Des- pu‡s querr‚a escuchar sus consejos…. Esa declaraci„n dejar†

en claro su relaci„n. No es raro que la abuela, el ex marido o el amigo de una

madre sin pareja asista a una entrevista posterior si esa

 persona desempe•a un papel importante en la vida del hijo.

En tal caso, una breve conversaci„n a solas con el reci‡n

llegado ayudar† a emparejar las relaciones.

En los casos de dificultades conyugales, la cuesti„n es aqui‡n pedirle que defina el problema. Si el terapeuta in-terroga primero a la esposa, probablemente formular† tales

cr‚ticas contra el marido que a este le costar† recuperarsede ellas. Pero si indaga primero al marido, es probable que

‡l traslade la pregunta a su esposa con un comentario que

240 241

minimice el problema y que, tal vez, ella se sienta obligada acriticar.

Los terapeutas en formaci„n necesitan probar varias

t†cticas de abordaje del tema. Los supervisores deben en-se•arles que la meta es impedir que ambos c„nyuges hagan

comentarios que ocasionen una ruptura irreversible. A ve-ces, el terapeuta puede iniciar la entrevista con estas pala- bras: ƒSi le preguntara a su esposo [o esposa} cu†l es el pro-

 blema, ‰qu‡ responder‚a ‡l [o ella]?…. Siempre es una cues-ti„n de jerarqu‚a.

El terapeuta tiene suficiente poder para influir en la de-

cuesti„n, el terapeuta debe guiar el di†logo. Hay dos modos

de asumir la conducci„n de una entrevista: hacerla girar en

torno de uno, o crear una situaci„n y mantenerse al margen

mientras sigue su curso.

El tema de la conversaci„n tambi‡n debe ser determina-

do por el terapeuta. El que clasifique los temas conducir† lasesi„n. Los clientes aprecian la posibilidad de examinar una

situaci„n de vida desde perspectivas novedosas y m†s posi-

tivas porque las de ellos no han dado resultado. Es preciso

que alguien se haga cargo y ofrezca ayuda. Asumir la auto-

ridad no debe ser un acto desp„tico, sino sutil e inofensivo,

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p p pterminaci„n de las superioridades jer†rquicas, sea en una

relaci„n conyugal o parental. El problema presentado porlos clientes se vincular† con cierta confusi„n en la jerarqu‚a

y el modo en que lo plantea un cliente podr† interpretar-

se como una oferta de coalici„n dirigida al terapeuta. En el

caso de una hija adolescente que amenaza suicidarse, esfrecuente que los padres renuncien a su autoridad y la mu-

chacha se haga responsable de lo que ocurra en la familia.El terapeuta en formaci„n, preocupado por la amenaza desuicidio, tender† a defender a la adolescente; por consi-guiente, debe ense•†rsele a introducirse en la situaci„n yreconstruir una jerarqu‚a correcta coparticipando con todas

las partes. El arte de la terapia est† en hacer causa comˆn

con todos los bandos en conflicto.La primera entrevista tiene por tarea terap‡utica definir

un problema solucionable e iniciar un cambio. Esto s„lo puede suceder si la sesi„n la organiza el terapeuta. Paracambiar un problema, tiene que asumir la conducci„n deltratamiento. Al t‡rmino de la primera entrevista, el cliente

deber† aceptar al terapeuta como la autoridad rectora de laterapia.

C„mo adquirir poder

El terapeuta tiene dos maneras de adquirir autoridad:1) decidir qui‡n habla, y 2) decidir de qu‡ se hablar†. Debe

invitar a todas las personas involucradas a expresarse ver- balmente, y organizar ese proceso. Aun cuando los miem- bros de una familia dialoguen entre s‚ para resolver una

 para no provocar resistencia. Al escuchar a sus interlocu-

tores uno por vez, el terapeuta complace a cada cliente y de- ja sentado que 61 organiza la reuni„n. Lo confirmar† aun

m†s si, posteriormente, enuncia un resumen pr†ctico de loconversado y logra su aceptaci„n.

Al t‡rmino de una primera entrevista bien conducida, el

individuo o la familia se sentir†n comprendidos, el terapeu-ta les parecer† una persona bondadosa que se preocupa por

cada uno de ellos, y lo juzgar†n competente para tratar sus

 problemas; percibir†n que se ha generado esperanza y esta-r†n dispuestos a aceptar algunos cambios jer†rquicos. Por

su parte, el terapeuta en formaci„n y el supervisor deber†n

quedar conformes con su propia colaboraci„n.

Hacer un plan de terapia

Hablar con un terapeuta en formaci„n de los datos con-

tenidos en el formulario de admisi„n constituye el primer paso de una tarea a veces dif‚cil para el supervisor. Me refie-

ro a la planificaci„n de la primera entrevista con arreglo a

los aspectos previsibles del caso, pero de tal manera que el

terapeuta en formaci„n pueda abandonar el plan si, en la pr†ctica, resulta inadecuado. A algunos terapeutas en for-

maci„n se les ha ense•ado que planificar es malo; tienenque abordar la entrevista libres de toda idea preconcebidasobre el rumbo que deber‚a tomar. Yo recomiendo que super-

visor y terapeuta planifiquen cuanto puedan. Si el plan noresulta adecuado, pueden desecharlo y promover otro. Amenudo los planes se trazan frente al grupo de terapeutas

242 243

en formaci„n, con fines did†cticos. La discusi„n se entabla

entre el supervisor y el terapeuta que har† la entrevista, pe-ro a veces puede abrirse al grupo para escuchar sus ideas.

Supongamos que ha llegado una familia dienta y est† enla sala de espera. El terapeuta examina el formulario de ad-

misi„n y se entera de se trata de una madre que ha pasado

los cuarenta a•os, un padrastro algo m†s joven, una hija de

diecis‡is a•os y un hijo de doce. El problema presentado es:

ƒMi hija se fuga constantemente de casa…. El supervisor tie-ne dos tareas por delante: 1) resolver los problemas de esta

familia, y 2) ense•ar al terapeuta en formaci„n a considerart t bl (l i i † d‡

de un hijo descontrolado es potenciar a sus padres; por con-siguiente, el terapeuta no desea socavar su autoridad. Y eso

es, precisamente, lo que har‚a si escucha primero a la hija y

a ellos los hace esperar sin saber qu‡ le estar† diciendo ella.

En este caso, se decidi„ entrevistar primero a toda la familia

y ver despu‡s a la hija a solas para interrogarla sobre cues-

tiones privadas.Al discutir el caso con el terapeuta en formaci„n, el su-

 pervisor le explicar† c„mo tomar posici„n con respecto a las

siguientes variables:

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y tratar esos problemas (lo que un supervisor quiz† d‡ por

supuesto en su estudio inicial de una nueva situaci„n cl‚ni-ca puede ser rutinario para algunos terapeutas y totalmen-te novedoso para otros, de ah‚ su obligaci„n de hacerlo ex-

 pl‚cito).

La primera pregunta es: ‰a qui‡nes haremos pasar al

consultorio? ‰A la familia en pleno? ‰Solamente a la hija?

‰O habr† que entrevistar primero a los padres a solas? Ladecisi„n sobre el entrevistado primero se basa en lo que

 piense el terapeuta acerca del problema presentado.

Es posible que la hija huya de algo o hacia algo. Si huye

de algo, quiz†s abusen de ella en el hogar. La presencia de

un padrastro deja pensar en un tri†ngulo madre-padrastro-

hija demasiado intenso. Tal vez la muchacha huye del abu-so sexual a que la somete el padrastro. Si huye hacia algo,ese ƒalgo… podr‚a ser un novio o un grupo de amigos. Escomˆn que una adolescente propensa a fugarse del hogarhuya hacia un novio al que sus padres desaprueban. Los

 padres tienen ante s‚ la tarea problem†tica de alentar a sus

hijos a trabar amistades, pero no con determinadas perso-

nas. Cuando surge un problema, suele ser porque la hija ha

elegido un amigo o novio mucho mayor que ella, que perte-nece a un grupo ‡tnico desaprobado por sus padres o quetiene ciertos problemas (p. ej., es alcoh„lico o drogadicto).

Esta especulaci„n sugiere que deber‚a entrevistarse pri-

meramente a la hija. Si es v‚ctima de abusos, quiz† lo reveleen una conversaci„n a solas (pero dif‚cilmente lo haga de-lante de sus padres). Ahora bien, si el terapeuta empieza

 por entrevistar a la hija a solas, los padres, a quienes ha de- jado en la sala de espera, se preguntar†n qu‡ asuntos fami-

liares le estar† revelando. Una meta obvia del tratamiento

 Problema.La terapia debe centrarse en el problema pre-

sentado (en este caso, las fugas de la hija).

Unidad. La unidad de observaci„n e intervenci„n es el

tri†ngulo. (En este caso, la unidad b†sica del proble-

ma es el tri†ngulo madre-padrastro-hija, si bien po-

dr‚an detectarse en la familia otros tri†ngulos rele-

vantes.)

Secuencia. Se presume la existencia de secuencias repe-

titivas en la familia (aqu‚, las fugas de la hija son ten-

tativas de cambiar la secuencia pero, al mismo tiem-

 po, la perpet an).

 Jerarqu…a. El foco estructural est† en la jerarqu‚a fami-

liar. (En este caso, se presume que la hija ejerce m†s

 poder que los padres en la determinaci„n de los he-chos. Al fugarse y correr el riesgo de sufrir un da•o,

induce a los padres a capitular cuando tienen una de-

savenencia con ella. Para potenciar a los padres, elterapeuta debe ponerse de su parte siempre que sea

 posible. Esto plantea la dificultad de que a un princi-

 piante joven puede resultarle dif‚cil hacer causa co-

mˆn con los padres contra una adolescente problema,ya que, por razones generacionales, puede sentirse

inclinado a coligarse con la muchacha contra los pa-

dres. Y si es un terapeuta de edad mediana, quiz†

sienta la tentaci„n de hacer causa comˆn con los pa-

dres. El supervisor debe prever y tratar las predispo-siciones personales de un terapeuta en formaci„n.)

 Motivaci•n. La hip„tesis elegida para explicar lo que

motiva a la hija a fugarse tiene una importancia capi-

tal. Lo mejor es que el supervisor ense•e que la mala

conducta de la adolescente cumple alguna funci„n

244 245

 positiva en la familia. En este caso, tal interpretaci„n

ayuda al terapeuta a ver en la hija a un miembro ˆtil

de la familia, y no un mero problema. Un punto devista extremo ser‚a considerarla una coterapeuta, porque se porta mal para ayudar a la familia.

El terapeuta tendr† presentes estas variables; supondr†que la adolescente est† triangulada con sus padres, centra-

r† su atenci„n en sus fugas como problema designado, pro-

curar† determinar su funci„n positiva y cambiar la secuen-

cia impl‚cita, e intentara potenciar a los padres. Para ello,d b d ti i l d l i

 padrastro a conducirse como un t‚o bondadoso y no disci-

 plinar en absoluto a los chicos. Cada pareja puede elaborar

su propia forma satisfactoria de manejar esta situaci„n.Es posible que por medio de su conducta problema, esto

es, de sus fugas, la hija intente integrar al padrastro a la fa-milia. De ser as‚, el supervisor deber† ense•arle al terapeu-

ta en formaci„n a apoyar esa integraci„n para que la hija ya

no necesite recurrir a sus propios medios para intentar al-

canzar esta meta.

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debe aprender a coparticipar con los padres y, al mismo

tiempo, con la hija.Al finalizar la sesi„n de planificaci„n, el supervisor debe-

r† tener en foco el problema, habr† expresado su preocupa-

ci„n por el tri†ngulo constituido con el padrastro, insistido

en la necesidad de potenciar a los padres y corregir la jerar-

qu‚a, y trasmitido al terapeuta en formaci„n la idea de quela hija logra algo positivo con sus fugas. Tambi‡n habr† no-

tado, sin comentarlas, las predisposiciones personales delterapeuta; podr† modificarlas mejor una vez iniciada la te-

rapia en vez de abordarlas durante una discusi„n en tornode hip„tesis.

En vista de la informaci„n familiar recogida con anterio-

ridad a la sesi„n, es previsible que haya dificultades en laintegraci„n del padrastro a la familia. La integraci„n de un

 padre no biol„gico a una familia se est† convirtiendo en una

tarea nacional. Con un ‚ndice de divorcios del „0%, la paren-

talidad no biol„gica es cada d‚a m†s comˆn. Los superviso-

res tienen que saber tratar de algˆn modo los problemasque ella entra•a. Es una etapa de la vida familiar que al-gunas parejas no logran superar. Por lo comˆn, el marido esdemasiado duro con los chicos porque cree que su esposa les

tolera demasiado. Ella cree que ‡l los trata con excesiva du-

reza porque no advierte lo vulnerables que son, e intentarefrenarlo. La misi„n del supervisor es ayudar al terapeuta

en formaci„n a poner fin a esta secuencia. Hay que persua-dir a la madre de que, superando sus recelos, aliente a suesposo a comportarse como un padre. Muchas veces, esto

requiere una entrevista a solas. El marido tiene que tratar

de otro modo a sus hijastros para no inquietar a su esposa.Desde luego, hay otras alternativas: por ejemplo, inducir al

PRIMER CASO ILUSTRATIVO

El caso en discusi„n no es hipot‡tico; es una situaci„n te-

rap‡utica real que film‡ en videocinta y que utilizo comomaterial did†ctico. El terapeuta era David Eddy, por enton-

ces director ejecutivo de mi instituto.En la primera entrevista a una familia de raza blanca,

nos enterarnos de que la hija se hab‚a fugado del hogar para

unirse a un amigo afro-norteamericano y quedarse a vivircon ‡l en casa de su madre. La madre y el padrastro de la

muchacha desaprobaban esta relaci„n. Cuando la familia

vino a hacer terapia, en realidad ya hab‚a resuelto la ma-yor‚a de sus problemas. La hija hab‚a vuelto al hogar y ha-

 b‚a acordado con sus padres lo siguiente: pod‚a salir por lasnoches hasta la hora convenida con sus padres; podia salircon su amigo; dado su gran retraso en los estudios, los aban-

donar‚a por ese semestre, pero tendr‚a que buscar trabajo y

volver‚a a la escuela en el oto•o.La crisis que hab‚a tra‚do a la familia al consultorio fue

una ri•a callejera entre madre e hija cuando esta se neg„ a

volver a casa. Despu‡s de la pelea, la madre hab‚a dejado a

la hija en la casa de su padre biol„gico (el terapeuta y el su- pervisor se enteraron de su existencia en esa entrevista ini-

cial). La hija no era feliz con ‡l y quer‚a volver junto a su ma-

dre. La madre y el padrastro condicionaron su consenti-

miento; de ah‚ las negociaciones. La madre permit‚a que el padrastro tomara decisiones sobre la hija y, en este sentido,

lo integraba ala familia. (De hecho, el padrastro revel„ en la

entrevista su intenci„n de adoptar a sus hijastros.)Este caso pon‚a al terapeuta y al supervisor ante un di-

lema. La meta era poner fin a las fugas de la hija, potenciar

246 247

a los padres para que se hicieran cargo de ella e integrar al

 padrastro. Los padres presentaron el plan convenido con lahija, pero no era bueno. Pretender que una chica de die-cis‡is a•os, sin veh‚culo propio, encontrara trabajo, era ut„- pico. No obstante, si el terapeuta se opon‚a a este plan, soca-

var‚a la posici„n de los padres que ya lo hab‚an negociado

con la hija. El terapeuta y el supervisor decidieron atenersea lo acordado por los padres. La muchacha acab„ trabajan-

do en la oficina de su madre, y los padres accedieron a que

invitara a su amigo a cenar con ellos (fue una gran conce-si„n de su parte). En ese momento, la adolescente comenz„

i t • d fi i

algunas pautas obvias, eventualmente tiles para idear un plan terap‡utico, que los supervisores pueden enseriar a los

terapeutas en formaci„n.

SEGUNDO CASO ILUSTRATIVVO

Una mujer de veinticinco a•os, que viv‚a con su madre,

inform„ por tel‡fono que estaba angustiada y ten‚a ataques

de p†nico incapacitantes.El supervisor le sugiri„ al terapeuta en formaci„n a car-

go del caso que abordara la situaci„n de esta manera: la te-

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a interesarse por un compa•ero de oficina.

La primera entrevista se ajust‡ al plan terap‡utico: cen-

trar la atenci„n en las fugas de la hija, la integraci„n del pa-

drastro a la familia y la potenciaci„n de los padres para quela hija acatara sus reglas. Se formul„ la hip„tesis de que las

fugas ayudaban a la familia en varios sentidos: 1) la hija

causaba tantas dificultades que la madre se ve‚a obligada a

 permitir que el padrastro asumiera una mayor responsabi-lidad parental, y 2) el padre biol„gico era relegado a una po-

sici„n m†s perif‡rica de la que ya ocupaba respecto de la fa-milia, lo que dejaba mayor margen al padrastro para asu-

mir el rol de padre. Aˆn cabr‚a se•alar una tercera forma de

ayuda. Una hermana de la madre se hab‚a casado con un

afro-norteamericano, pese al clamor familiar. De hecho, lamadre no se hablaba con su hermana. Cuando la hija trab„relaci„n con este joven afro-norteamericano, la madre em-

 pez„ a comunicarse con ella. As‚ la hija contribu‚a a la re-conciliaci„n de su madre y su t‚a.

El terapeuta hizo un seguimiento del caso aunque s„loentrevist‡ a la familia en forma espor†dica. No hizo inter-

venciones importantes, limit†ndose, en cambio, a apoyar el

 plan desarrollado por la familia. La muchacha no volvi„ afugarse del hogar y, en el oto•o, reanud„ sus estudios comolo hab‚a acordado.

Hay estructuras familiares y jerarqu‚as problema t‚pi-

cas, previsibles cuando se tratan casos que incluyen pro- blemas de la infancia y la adolescencia. Las situaciones pierden cierta tipicidad cuando el caso involucra a un matri-monio o un cliente individual; a menudo el formulario de ad-

misi„n no contiene informaci„n suficiente para que el te-

rapeuta pueda trazar un plan sobre esa base. Con todo, hay

go del caso que abordara la situaci„n de esta manera: la te

rapia deber‚a centrarse en el s‚ntoma, el problema resulta-r‚a ser una triangulaci„n, habr‚a una jerarqu‚a problema y

se descubrir‚a que la joven ayudaba a alguien con su s‚nto-

ma. La entrevista inicial se program‡ con miras a explorar

estas variables.En ella, la joven result‡ ser muy atractiva y extremada-

mente nerviosa. Pidi„ que dejaran abierta la puerta del con-

sultorio por si sent‚a la necesidad de irse. Adem†s, declin‡

la invitaci„n a tomar asiento y prefiri„ quedarse de pie jun-to a la puerta abierta. As‚, no era el terapeuta, sino ella,quien determinaba c„mo se conducir‚a la terapia. (Es t‚pico

que un cliente utilice su s‚ntoma para influir sobre la jerar-

qu‚a existente en la situaci„n terap‡utica.)El terapeuta, Randy Fiery, permaneci„ de pie y convers‡

 pacientemente con la dienta. Al cabo de un rato, se sent„ y

lo mismo hizo la joven. Despu‡s propuso que cerraran la puerta para hablar en privado; si as‚ lo deseaba, pod‚a sen-

tarse cerca de la puerta. La dienta accedi„.La mujer le explic„ entonces que hab‚a vivido sola en un

departamento, tras haber roto con su novio. Hab‚a sido ge-

rente de un comercio minorista. Cuando renunci„ al puesto

a causa de su angustia, su empleador intent„ disuadirla, lo

que indicaba que era una mujer competente.Pocas semanas antes de la entrevista, la dienta empez„

a tener ataques de p†nico tan graves que opt‡ por dejar el

departamento e irse a vivir con su madre, que en todo ese

tiempo hab‚a vivido sola (sus padres se hab‚an divorciadohac‚a algunos a•os). Al explorar el terapeuta el tri†ngulomadre-padre-hija, salt„ a la vista que la clienta estaba atra-

 pada entre sus padres. Hac‚a siete a•os que estos no se ha-

248249

 blaban. Si ten‚an que negociar algˆn asunto de cualquiernaturaleza, utilizaban como intermediaria a la hija. Estahab‚a vivido alternadamente con uno y otro progenitor has-

ta que pudo comprarse un departamento, lo que signific„ ungran paso hacia su independencia. Ahora serv‚a otra vez de

enlace entre sus padres. La dienta inform„, adem†s, que sumadre ten‚a un problema de alcoholismo y ella trataba deayudarla a dejar de beber.

Al t‡rmino de la primera entrevista, el terapeuta y el su- pervisor hab‚an enfocado el s‚ntoma (la angustia) y explora-

do la triangulaci„n con los padres; parec‚a obvio que la hija,

en un intento de ayudar a sus padres sacrificaba su propia

El terapeuta alent„ a la joven a solicitar su reincorpora-ci„n al puesto de gerente. As‚ lo hizo y volvieron a contratar-

la. Otra medida ˆtil fue alentarla a evaluar su propia ima-gen corporal; ayudada por el terapeuta, la dienta descubri„

que era una mujer atractiva. Su angustia disminuy„. Vino a

hacer terapia con su madre y ambas fueron capaces de zan- jar algunas cuestiones que ten‚an pendientes. La madre co-

menz„ a beber menos, quiz† como resultado de su mejor re-

laci„n con la hija. Otra entrevista a ambos padres liber„ a lahija de su funci„n de enlace entre ellos. Despu‡s, los padres

empezaron a comunicarse por tel‡fono.La joven abandon„ su angustia y centr„ su atenci„n en

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en un intento de ayudar a sus padres, sacrificaba su propia

vida. Invitaron a la madre para la pr„xima entrevista y ellaacept„.

En esa segunda sesi„n, la madre se mostr„ irritada consu hija: dijo que intentaba gobernar su vida y hacerle beber

menos. No pod‚a convencerla de que no se metiera en su vi-da. La hija admiti„ que no pod‚a evitarlo a causa de su an-

gustia. La madre se quej„ de que su vivienda era demasiado

 peque•a para albergar a su hija; adem†s, pensaba que de- b‚a salir a trabajar. Tambi‡n estaba enojada con el padre; lo

hab‚a estado desde siempre. Cuando el terapeuta sugiri„que una entrevista a . l.a que asistiesen ambos progenitoresaliviar‚a la angustia de la hija, la madre protest„. Por lti-

mo, acept„ la sugerencia pero, esa misma noche, llam„ portel‡fono al terapeuta para decirle que le resultaba sencilla-

mente insoportable estar con su ex marido en una mismahabitaci„n.

En la siguiente entrevista individual, la hija habl„ de sunovio, que la hab‚a golpeado, y mencion„ que su abuelo pa-

terno hab‚a abusado sexualmente de ella. El terapeuta y elsupervisor intuyeron que la cuesti„n del abuso sexual dabauna oportunidad para reunir a los padres. Al plantear dicho

abuso como un problema que era preciso discutir, el tera- peuta proporcion„ a los padres una excusa para acompa•ar

a su hija al consultorio. La hija describi„ c„mo la hab‚a aca-

riciado su abuelo cuando era ni•a. El padre dijo no recordarese episodio. La madre replic„: ƒDeber‚as recordarlo. En

aquel momento, hablaste del asunto con tu madre…. En elcurso de la entrevista, los padres conversaron entre s‚ acer-

ca de diversas cuestiones familiares. A su t‡rmino, se decla-

raron dispuestos a encontrarse nuevamente.

j g y

los problemas del diario vivir. Sent‚a afecto por su terapeu-ta; le parec‚a una persona comprensiva y confiable. Sin esa

confianza personal, las intervenciones rara vez logran cum-

 plir sus prop„sitos.He citado este caso para demostrar que un supervisor y

un terapeuta pueden concebir un problema como un hecho

social aunque se trate de un s‚ntoma como la angustia. Lasdirectivas impartidas por el supervisor fueron b†sicamente

de instrucci„n, o sea, un tipo de directiva abierta.

Reca‚da del terapeutaA veces, un terapeuta sufre una ƒreca‚da… ocasional des-

 pu‡s de su formaci„n, es decir, revierte a un enfoque te-rap‡utico inadecuado para un caso espec‚fico. Supongamosque imparte directivas a un cliente y descubre que este no

cumple ninguna. Exasperado, lo reprende, Io corrige y hasta

le atribuye el fracaso del tratamiento. Este comportamiento

del terapeuta indica que ha reca‚do en la orientaci„n para lacual las personas son racionales y cambiar†n si les expli-camos que no se est†n comportando en la forma debida. El

supervisor deber† abordar y corregir esta premisa. Tam- bi‡n se producen reca‚das entre los terapeutas que han con-

seguido empleo en un ambiente donde no pueden hacer

terapia breve activa (p. ej., un programa de residencia en un

centro de internaci„n).Hay otro tipo de reca‚da, m†s grave: aquel en que los te-

rapeutas revierten a los m‡todos aprendidos antes de reci-

250251

 bir una formaci„n en terapia breve directiva. Recuerdo elcaso de un terapeuta joven que vino a formarse conmigo y se

mostr„ interesado en aprender varios enfoques. Era brillan-

te y flexible, y le iba muy bien en la pr†ctica de la terapia breve. Adem†s me hab‚a pedido alguna formaci„n especial

sobre tratamiento del adolescente esquizofr‡nico y su fami-

lia. Tuvo ‡xito en un caso dif‚cil y su futuro como terapeutadiestro parec‚a asegurado.

A•os despu‡s, decid‚ hacer un filme did†ctico en el que

incluir‚a el logrado trabajo de este joven colega con una mu-

 jer, igualmente joven, a la que hab‚an diagnosticado una es-

quizofrenia. Lo visit‡ para pedirle que me permitiera citarlo

10. •lg‘ m†s sobre las directivas

Decir a la gente lo que debe hacer

Hay un malentendido corriente sobre la terapia direc-

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q p p q p

en el filme. Cuando le expuse mi deseo, me pidi„ que nomencionara su nombre. Ahora llevaba una vida tranquilahaciendo terapia prolongada con clientes privados que ve-

n‚an puntualmente a las sesiones, pagaban sus honorarios

y no ten‚an crisis. Ya no quer‚a tratar casos dif‚ciles. Si apa-rec‚a su nombre en el filme, otros terapeutas le derivar‚anclientes insanos y dif‚ciles, y ‡l no quer‚a saber nada m†s deellos ni de sus familias.

 No present‡ el filme. Lament‡ el tiempo empleado en en-

se•ar a este joven una terapia breve y eficaz para casos dif‚-

ciles. Nunca usar‚a ese conocimiento, ni lo trasmitir‚a aotros. Los supervisores deben sobrellevar estas reca‚das.

Hay un malentendido corriente sobre la terapia direc

tiva. No se imparten directivas con el ˆnico objeto de provo-car un cambi„. Impartimos una directiva para establecer untipo de relaci„n. En vez de hablar de causas pret‡ritas o de

experiencias infantiles del cliente, se genera acci„n en el

 presente discutiendo la directiva. Es una t‡cnica similar al

 budismo zen, del que deriva en parte. En vez de hablar a undisc‚pulo del pasado o de su vida emocional, un maestro zen

le imparte una tarea. Por ejemplo, le ense•a el arte de la es-

grima o el ikebana, y esa arte pasa a ser el tema de discu-

si„n con el disc‚pulo. El esclarecimiento se produce a partirde esa involucraci†n. Del mismo modo, la acci„n de la tera-

 pia directiva consiste en impartir una directiva y discutirla.

Las directivas se clasifican de varias maneras. Algunasson expl‚citas; simplemente se le dice al cliente lo que debe

hacer. Otras son impl‚citas, como cuando se refrena el cam-

 bio en el cliente o se fomenta un s‚ntoma. Las directivas uti-lizadas en la formaci„n de un terapeuta tambi‡n puedenclasificarse en expl‚citas o impl‚citas. La elecci„n del tipo de

directiva por usar se basa, a veces, en el poder del terapeu-

ta. Lo habitual es recurrir a las directivas impl‚citas cuan-do un cliente no cumple las directivas expl‚citas. Esto se da

tambi‡n entre el supervisor y el terapeuta. Cuando el su- pervisor tiene suficiente autoridad, el terapeuta en forma-

ci„n hace lo que ‡l le dice. Cuando esa autoridad es insufi-

ciente, puede recurrir a t‡cnicas impl‚citas.Supongamos que el tratamiento de un problema exige

que un terapeuta en formaci„n interrogue a una pareja

acerca de su vida sexual, pero el terapeuta lo evita; el super-visor puede impartirle la directiva de hacer ciertas pregun-

tas a la pareja. Si el terapeuta es incapaz de interrogar a la

252 253

 pareja sobre su vida sexual Šsi una y otra vez inicia estas

 preguntas, pero luego se desv‚a del temaŠ, quiz† sea preci-

so adoptar una t†ctica m†s indirecta. Aparentemente, el su- pervisor carece de autoridad suficiente para persuadir deun modo directo al terapeuta en formaci„n.

 Directivas expl…citas

Entre las t‚picas directivas expl‚citas, figuran decir auna persona lo que debe hacer, aconsejarla, ense•arle a ha-

cer algo paso a paso, fijarle una ordal‚a o establecer una pe-

el supervisor puede telefonearle y sugerirle que le pregunteal padre si sabe por qu‡ est† enojada su esposa. El padrehace un comentario y la esposa no est† de acuerdo con ‡l o

desea corregirlo- Lo har† si se siente en libertad de hablarlea su marido y no exclusivamente al terapeuta. Con tal queeste hable a un miembro de la familia por intermedio de

otro, los clientes iniciar†n di†logos que pueden resultarˆtiles y fecundos. El terapeuta se vuelve cada vez menos

necesario, y eso busca la terapia; lo mismo sucede con el

supervisor, y esa es la meta del programa formativo.Esto parece una simple instrucci„n, y a veces lo es, pero

tal cambio puede constituir un problema para algunos tera-

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cer algo paso a paso, fijarle una ordal‚a o establecer una pe

nitencia. Estas directivas contrastan con las t‡cnicas de in-fluir sobre la persona por medio de met†foras o no hacer na-

da hasta que ella actˆe espont†neamente.

Las directivas expl‚citas destinadas a un terapeuta enformaci„n se caracterizan por implicar el aprendizaje de

destrezas para las entrevistas. Tomemos por caso a un tera-

 peuta en formaci„n que, en una entrevista familiar, recae

una y otra vez en la conversaci„n de persona a persona. Ha- bla a la madre, luego al padre y despu‡s al hijo. Mientras ‡l

habla a un miembro de la familia, los dem†s se arrellananen sus asientos y esperan que termine. No hay una partici-

 paci„n espont†nea. Esta forma de entrevistar a los clientes

suele ser fruto de una experiencia previa en la pr†ctica de laterapia individual. El terapeuta en formaci„n se siente m†s

c„modo hablando con una sola persona, y no con varias a lavez. El problema para el supervisor est† en que la familia no

conversa entre si, sino con el terapeuta y, por consiguiente,

necesita su presencia para discutir un tema. El supervisor,que observa detr†s del espejo, pensar† quiz† que con esteenfoque individual los otros miembros de la familia bien po-

dr‚an permanecer en la sala de espera.

En un abordaje directo de este problema, el supervisor lo

discute con el terapeuta y le indica que conduzca la entre-

vista de otra manera. El terapeuta interrogar† a la madre

con respecto al padre, a este con respecto a ella, y a amboscon respecto al hijo. Es un medio de activar sus relaciones

mutuas. Tras esa discusi„n, el supervisor puede guiar tele-

f„nicamente al terapeuta desde el otro lado del espejo. Lamadre dice estar enojada; el terapeuta debe dirigirse enton-

ces al padre. Si, en cambio, sigue conversando con la madre,

 peutas cuyo estilo, como entrevistadores, expresa la ideo-log‚a de la terapia individual. El supervisor no s„lo tiene

que telefonearles en cada oportunidad para inducirlos a

actuar del modo debido; tal vez necesite sacarlos del consul-

torio y volver a repasar con ellos la manera en que deben fo-mentar el di†logo familiar hablando a un miembro por in-

termedio de otro. Esta es una directiva expl‚cita impartidaal terapeuta; b†sicamente, el supervisor instruye al super-

visado.

 Directivas para clientes locuaces

Cuando los padres hacen un discurso sobre el problema

de un hijo, se produce una situaci„n de persona a persona.Algunos padres con un adolescente problema arrancan de

su primer resfr‚o y le hacen recorrer al terapeuta todas las

experiencias infantiles del hijo, a•o tras a•o. Otros miem- bros de la familia empiezan a dormirse de aburrimiento.Con frecuencia, el progenitor ensaya su discurso la noche

 previa a la entrevista para cerciorarse de que presentar† un

informe completo al cl‚nico. Los terapeutas en formaci„n pueden tener dificultades si les han ense•ado a ser corteses

con las familias y les parece grosero reencauzar el foco deatenci„n de un progenitor. Si le dice: ƒEl pasado no importa;

el problema es el presente…, el progenitor puede ofenderse

y pensar que el terapeuta no ha comprendido el verdaderoalcance del problema. Esto har† que se extienda aˆn m†s, y

seguir† hablando por el resto de la entrevista para educar al

terapeuta.

254255

Por lo comˆn, corregir a un progenitor no sirve de nada y

hasta puede crear un antagonismo. Adem†s. resumir lo di-

cho por un cliente, en un intento de reencauzarlo, suele in-

ducirlo a corregir el resumen extensamente. Ante esta si-tuaci„n, lo habitual es que el supervisor ense•e al terapeuta

en formaci„n a volverse hacia otro miembro de la familiacuando se le presente la ocasi„n. Si un progenitor se detiene

a tomar aliento, el terapeuta puede volverse hacia el otro y

 preguntarle si comparte las opiniones del c„nyuge. O sevolver† hacia el hijo y le pedir† que escuche al progenitor lo-

cuaz a fin de cerciorarse de que comprende sus objeciones.

Esto puede llevar a una conversaci„n con el hijo. El prop„si-

nado, el supervisor puede telefonear al terapeuta y pedirleque salga a conferenciar con ‡l; as‚ causar† una interrup-

ci„n m†s prolongada. Esta t†ctica tambi‡n da resultadocuando un terapeuta en formaci„n que solamente ha apren-

dido a escuchar a los individuos se encuentra con un cliente

locuaz.Recuerdo haber o‚do decir a Virginia Satir que era capaz

de establecer si un terapeuta pensaba en funci„n de la teo-r‚a de sistemas con s„lo pedirle que describiera un caso. Se-

gˆn dec‚a, le llevaba menos de cinco minutos y, si hab‚a

observado su trabajo con una familia, le bastaban tres. Elcomportamiento de un terapeuta en una entrevista inicial

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to es escapar del pasado y entrar en acci„n en el presente lom†s r†pida y cort‡smente posible.

Recuerdo c„mo trat„ Milton Erickson a una familia enque la madre monopolizaba la conversaci„n y no dejaba ha-

 blar a los dem†s. Dec‚a lo que ellos habr‚an dicho si hubie-

sen tenido la oportunidad de expresarse, pero nunca les da-

 ba esa oportunidad. Erickson le dijo a la mujer: ƒNo creo que

sea capaz de mantener sus pulgares separados, a medio

cent‚metro de distancia…. ƒPor supuesto que puedo hacerlo…,

contest„ la mujer, y coloc„ sus pulgares a medio cent‚metro

de distancia. ƒEstoy seguro de que no puede mantenerlos en

esa posici„n…, insisti„ Erickson. ƒS‚ que puedo…, replic„ ella.

ƒMientras lo hace Šdijo EricksonŠ, har‡ algunas pregun-tas a los dem†s. Quiero que escuche atentamente porque

quiero que usted tenga la ˆltima palabra…. Dicho esto, se puso a conversar con el hijo menor, luego con el mayor y, por

ˆltimo, con el padre. En cuanto la madre empezaba a ex- presar su desacuerdo, Erickson le se•alaba sus pulgares,

que se mov‚an no bien hablaba. La mujer los volv‚a a la po-

sici„n correcta y callaba nuevamente, confinada por una di-

rectiva tan absurda.

Si el supervisor no es tan innovador y prefiere recurrir a

una t†ctica m†s moderada frente a un progenitor que domi-

na la conversaci„n, quiz† sea til llamar por el tel‡fono alterapeuta. La interrupci„n silenciar† al progenitor, quien

deber† aguardar a que termine la comunicaci„n, y le dar† alterapeuta una oportunidad de recomenzar la entrevista. La

llamada telef„nica es en si misma una intervenci„n. Puede

interrumpir un mon„logo o romper una secuencia est‡ril se-

guida por toda la familia. Frente a un monologador empeci-

p p

revela la presencia o la ausencia de una visi„n sist‡mica; deeste modo, el supervisor percibe lo que es preciso ense•arle.

Objeciones a las directivas

Hay dos principios fundamentales de la terapia directiva

que son objetados por algunos terapeutas. El primero es que

el terapeuta asume la responsabilidad por lo que debe hacer

un cliente. Los objetores prefieren explorar y discutir. Aveces conviene se•alarles que no pueden evitar las directi-

vas. Si no le dicen al cliente lo que tiene que hacer, vienen a

decirle: ƒNo me pregunte qu‡ debe hacer…, lo cual constituyeuna directiva.

El segundo principio objetado por algunos terapeutas es-

tablece que el terapeuta directivo admite que trata delibe-

radamente de influenciar al cliente. Es oportuno se•alarles

a estos objetores que no podemos abstenernos de influen-ciar a un cliente y s„lo tenemos esta opci„n: reconocer ese

hecho o no. Carl Rogers es un buen ejemplo de esto. Soste-

n‚a que no dec‚a a sus clientes lo que deb‚an hacer; se li-mitaba a devolverles sus propios dichos, reflejados y comen-

tados.1Sin embargo, Rogers no les devolv‚a todas sus ideas,

sino s„lo las que ‡l eleg‚a. Al hacer esto, guiaba al cliente

hacia los temas que, a su juicio, deb‚an discutirse.Las directivas ocasionan otro problema a algunos tera-

 peutas en formaci„n: cuando un cliente no cumple una di-rectiva, suelen quedar perplejos y no saben c„mo mantener

C. R. Rogers (1951) Client centered therapy,Boston: Houghton Mifflin.

256 257

su posici„n de expertos. Desde luego, incumbe al supervisor

ense•arles a responder adecuadamente a los clientes que

no cumplen sus directivas. Los mismos procedimientos quese ense•an para estos casos se aplican cuando un terapeuta

en formaci„n no hace lo que el supervisor le dice. Lo primero

que deben hacer ambos es sondear las objeciones. Si la di-

rectiva es, en efecto, insatisfactoria, el supervisor debe dis-

culparse. Puede ocurrir que los supervisores se pongan en

esta situaci„n porque entendieron mal la situaci„n cl‚nica;si hubiesen propuesto el procedimiento correcto en la forma

correcta, el terapeuta en formaci„n sin duda habr‚a cumpli-

do la directiva. Por lo general, este paso lleva a que el tera-

Tomemos el caso de una mujer de poco m†s de veintea•os que, perturbada por haber roto con su novio, intent„

suicidarse arroj†ndose desde un puente. Se quebr„ varioshuesos. Se fue a vivir con su madre y vino a hacer terapia.El terapeuta le sugiri„ que trajera a su madre, pero la joven

lo crey„ innecesario: s„lo pasar‚a un corto tiempo con ella y

despu‡s volver‚a a independizarse. El terapeuta acept„ su

 punto de vista. Pero, a las pocas semanas, la joven descu- bri„ que estaba embarazada. No quer‚a abortar. El terapeu-

ta llam„ por tel‡fono a la madre y la invit„ a participar en laterapia y a trazar planes para su hija. La madre se rehus„

de plano. Le dijo que si antes no hab‚a querido que ella par-

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 peuta cumpla la directiva o proponga otra mejor. Una dis-culpa siempre es eficaz.

Los terapeutas en formaci„n ans‚an que alguien les digaqu‡ hacer frente a un cliente; esta es una de las razones por

las que empiezan a hacer terapia al comienzo de su forma-

ci„n en vez de anteponer la lectura de textos a la pr†ctica.Por lo comˆn, los terapeutas principiantes no vacilan en se-

guir las directivas de sus supervisores.

En algunos terapeutas en formaci„n, se advierte una

inercia innata que el supervisor debe combatir. La terapia

era cosa f†cil cuando lo ˆnico que ten‚a que hacer un tera- peuta era saber decir: ƒH†bleme m†s de eso… o ƒMe pregun-

to por qu‡ hizo eso…. S„lo necesitaban saber conversar con elcliente, y cualquier adulto ha tenido a•os de pr†ctica de con-

versaci„n. Actuar y provocar el cambio significa saber qu‡

hacer. Es comprensible que algunos terapeutas en forma-ci„n vacilen en impartir directivas a sus clientes a menos

que est‡n seguros de recibir una orientaci„n adecuada.

Entrevista individual o familiar

Para determinar qui‡n est† involucrado en un problema

familiar, conviene que el terapeuta conciba la familia segˆntri†ngulos. Por ejemplo, si aconseja a una madre para ayu-

dar su hijo, deber† sospechar que hay un marido, una abue-la u otro adulto no menos involucrados y considerar la posi-

 bilidad de que esa persona se sienta contrariada e intentederrotarlo si queda excluida de la terapia.

ticipara en la terapia, ahora se pod‚a arreglar con el em- barazo sin ella. Ante la negativa de la madre, el cl‚nico tuvo

que seguir tratando a la joven y ayudarla en su embarazo y

 parto cuando la madre quiz† lo habr‚a hecho mejor.Debemos ense•ar al terapeuta en formaci„n que cada

cliente en terapia individual est† relacionado con alguien.Podr† entrevistar a una esposa a solas, pero debe tener pre-

sente la existencia de un marido que es parte integral de la

terapia aunque no asista a la sesi„n. Un terapeuta puedequedar fascinado por las ideas o percepciones de un clientey olvidar que hay otras personas involucradas en la vida de

esa persona. El mero hecho de estar en tratamiento es una

respuesta, y un mensaje, dirigido a otras personas.Es dif‚cil para un terapeuta apreciar lo que debe hacer

cuando algunos miembros de la familia se rehˆsan a asistir

a una entrevista. La terapia familiar ya es bastante dificil

sin tener que afrontar la ausencia de un participante vital.Si el terapeuta cree que la no participaci„n de ciertos miem-

 bros de la familia har† fracasar el tratamiento, es eviden-te que debe abandonar el caso. La declaraci„n de derechosde los terapeutas incluye el derecho a no participar en un

fiasco. Tambi‡n puede optar por empezar a tratar a una

 parte del grupo familiar con la esperanza de que m†s ade-lante se incorporen otros miembros. Los terapeutas en for-

maci„n deben comprender que es comˆn que una familiahaya sido culpada por otros terapeutas y no quiera repetirla experiencia; en tales casos, tiene que persuadir a la fami-

lia de que esta vez no suceder† lo mismo.Hacer que un terapeuta en formaci„n pase de la entre-

vista familiar a la individual deber‚a ser un procedimiento

258 259

simple, y no un arreglo complicado y formal. El terapeuta en

formaci„n aprender† a determinar a qui‡n ver† y cu†ndo, a

 partir del reconocimiento de que un miembro de la familia

se reserva algo debido a la presencia de otros miembros.Una entrevista a solas con ‡l, o aun con cada miembro de la

familia, puede traer a luz una informaci„n til. Cuando elsupervisor intuye que hay gato encerrado, puede recomen-

dar al terapeuta entrevistar a solas a determinado miembro

de la familia o a un grupo de miembros distinto del actual. A

veces, cuando empiezan a hacer terapia, los miembros de

una familia est†n demasiado enojados entre si; en tales ca-sos, tal vez convenga verlos por separado, en lugar de iniciar

Recuerdo el caso de una joven afectada de un temblor ensu mano derecha. Era intermitente y los estudios neurol„gi-cos no indicaron ninguna causa f‚sica. Me la derivaron para

que la hipnotizara. Le pregunt‡ qu‡ suceder‚a si su proble-

ma se agravaba. ƒPerder‚a mi empleo…, respondi„ ella. ƒ‰Y

qu‡ pasar‚a si perdiera el empleo?…, inquir‚. Ella suspir„ y

dijo: ƒMi marido tendr‚a que ir a trabajar…. Descubr‚ as‚ que

la mujer manten‚a a su esposo, que estaba resentida por esoy que sus padres desaprobaban este arreglo al extremo de

intentar romper el matrimonio.A veces, al indagar las ˆltimas consecuencias de un s‚n-

toma, el terapeuta logra liberar de ‡l al cliente con s„lo po-

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la terapia con toda la familia presente.Siempre hay una simetr‚a en las relaciones humanas. Si

una madre est† sobreinvolucrada con su hijo, es probableque su marido est‡ sobreinvolucrado con otra persona. Si un

hombre es demasiado apegado a un amigo, su esposa cobra-r† apego por otra persona para equilibrar esa ecuaci„n. Es-

ta visi„n de la familia le permite al terapeuta prever las for-

mas de involucraci„n rec‚proca de las personas. Adem†s,hay que comprender que el terapeuta es parte del equili- brio. Si hace terapia individual con una mujer, el marido puede involucrarse con otra persona; a veces, busca un tera- peuta para ‡l.

Destino final de un s‚ntoma

Pese a lo restrictivo que es hacer terapia conforme a un

m‡todo, los supervisores de un programa formativo en tera-

 pia breve directiva pueden ense•ar varias pautas y procedi-mientos ˆtiles, aplicables a diversos casos.

Un procedimiento que ayuda al terapeuta a formular un problema consiste en pedir al cliente que imagine las conse-

cuencias finales de un s‚ntoma. Esto es, se ense•a al tera-

 peuta a preguntar: ƒ‰Qu‡ ocurrir‚a si su problema se agra-vara?…. El cliente suele responder: ƒMe sentir‚a espantosa-

mente mal…. Hay que proseguir la indagaci„n, inquiriendo:‰‚Y qu‡ pasar‚a si se sintiera peor?…. A medida que el tera-

 peuta avance en su interrogatorio, se har† m†s patente lafunci„n del s‚ntoma con relaci„n a otras personas.

nerlas de manifiesto. Veamos un ejemplo. Los clientes te-men enloquecer a causa de su s‚ntoma. Cuando el terapeutales pregunta qu‡ ocurrir‚a si su problema empeorase, dicen

que se volver‚an locos. Si les pregunta qu‡ pasar‚a despu‡s,

responden que los internar‚an en un hospital psiqui†trico y

ese ser‚a el final del camino. El terapeuta puede se•alarle al

cliente que podr† salir los fines de semana; que con la reduc-

ci„n del tiempo de internaci„n, al cabo de pocas semanas le

dar†n el alta permanente y entonces volver† a sentarse enese mismo sill„n y afrontar† otra vez la misma situaci„n.

Veamos un ejemplo m†s de la utilidad de indagar lasconsecuencias finales de un s‚ntoma. Un joven tue arresta-

do por tenencia y distribuci„n de marihuana. No era la pri-mera vez que lo arrestaban y recientemente hab‚a sido deri-

vado a terapia. Era el hijo menor y se ve‚a a las claras que

era el favorito. El terapeuta pregunt„ a la familia qu‡ pasa-r‚a si el joven reincid‚a en el consumo de drogas. Tras expre-

sar lo decepcionada que se sentir‚a, la familia, alentada por

el terapeuta, se dio cuenta de que ella misma pod‚a fijar unaconsecuencia seria a una eventual reca‚da del hijo. Hubo un

debate y la familia decidi„ no reaccionar m†s ante la con-

ducta del hijo como lo hab‚a hecho hasta entonces; ya no lo perdonar‚a cada vez que infringiera la ley sino que respon-

der‚a de otro modo. Como bien dijo el terapeuta: ƒLa familia

decidi„ que pod‚a fijar una consecuencia a la eventualreca‚da del hijo; si no, lo har‚a la comunidad envi†ndolo a la

c†rcel….El terapeuta tambi‡n puede preguntar qu‡ suceder‚a si

el problema de un cliente mejorara. El alivio del problema

cr„nico de uno de sus miembros trae consecuencias y ajus-

260 261

tes a una familia. Si un alcoh„lico empedernido deja de be, ber, la aceptaci„n del cambio crea problemas a la familia. Su

esposa ha aprendido a prescindir de ‡l como marido y loshijos tienen que volver a aprender a obedecer a su padre.Muchas veces, este ha sido remplazado por uno de sus hijos

mayores, que no ve con buenos ojos el retorno de su padre al

 poder. Los supervisores deben ense•ar a los terapeutas en

formaci„n que el cambio en s‚, y no s„lo el fracaso, puedeconstituir un problema.

La met†fora

Como intervenci•n

La cuesti„n de qui‡n inicia la nueva conducta se plantea

en el †rea del cambio por medio de met†foras. Por eso estas

 plantean los interrogantes ‡ticos m†s serios.En terapia, todo es an†logo a otra cosa. De hecho, est† en

la naturaleza misma de la comunicaci„n que los mensajes

sean trasmitidos y recibidos en mˆltiples niveles. (Recuerdo

que durante el proyecto de investigaci„n de la comunicaci„n

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Uso terap‡utico de la personalidad

Los terapeutas pueden cambiar hasta cierto punto su es-

tilo, pero no su edad, su g‡nero o, a veces, su profesi„n. Lossupervisores deben ense•arles a sacar provecho de su per-

sonalidad. Por lo general, abordan a los terapeutas en for-

maci„n pensando atenerse a su modo de trabajar. (Pareceinevitable que los terapeutas en formaci„n adopten, en bue-

na medida, el estilo de su supervisor, pero esto no significa

que lo copien fielmente. Formarse como terapeuta es apren-

der un arte y los artistas suelen empezar por adoptar el es-

tilo de su maestro. A medida que desarrollan un estilo per-

sonal y aprenden a utilizar sus propios recursos, la seme- janza con el maestro desaparece salvo cabe esperarŠ en

su sabidur‚a.) No hay por qu‡ convertir a un terapeuta en

formaci„n que responde pausadamente en un contestadorrel†mpago. Los terapeutas pueden tener varios estilos, pero

todos har†n lo debido. A veces deben ser autoritarios e im-

 partir „rdenes a los clientes. Otras veces necesitan fingirse

incompetentes para que el cliente se haga cargo. Pero cada

terapeuta puede ser autoritario o incompetente a su modo.

El supervisor no debe interferir en la naturaleza esencialdel terapeuta en formaci„n; s„lo necesita cerciorarse de que

 posee un estilo que le permite usar diversas destrezas.

emprendido por Gregory Bateson, quisimos preparar undiccionario terminol„gico. Decidimos comenzar por la pala-

 bra ƒmensaje…. Despu‡s a•adimos ƒmetamensaje… para re-

ferirnos a los mensajes sobre otros mensajes. Pronto debi-mos reconocer que todo mensaje es un metamensaje porquecalifica a otra comunicaci„n.) Si un progenitor dice a un ni-

•o: ƒCome tu cena…, el mensaje no se refiere ˆnicamente a la

comida. Tambi‡n ata•e a la relaci„n progenitor-hijo porque

expresa la idea de que el hijo debe hacer lo que su progenitor

le diga y porque los padres son nutrientes. Todo dicho califi-

ca la situaci„n en que se emite y es calificado por ella, y tie-

ne significados mˆltiples. A veces en terapia y tambi‡n en la

formaci„n se usa deliberadamente una met†fora. Si un su- pervisor describe un caso ante un grupo de terapeutas en

formaci„n, ese caso es una analog‚a que contiene ideas que

los miembros del grupo podr†n aplicar a otros casos. Es una

historia con una o varias moralejas. Todo supervisor debe-

r‚a poseer una colecci„n de casos para ilustrar diversas in-tervenciones terap‡uticas y premisas sobre la terapia. Este

libro es precisamente un ejemplo de eso.A continuaci„n, describir‡ un caso de intervenci„n meta-

f„rica deliberada. Un matrimonio trajo en consulta a un hijo

de doce a•os; era un ni•o problema desde hac‚a varios a•os

y hab‚a pasado por dos terapias infructuosas. Ten‚a un her-

mano de diez a•os, un chico sin problemas que era la joya dela familia. El terapeuta hizo terapia familiar e incluy„ en

ella al padre. Una vez que este se involucr„ m†s con el hijo,el ni•o mejor„ y empez„ a tener un buen desempe•o escolar.

En ese momento, la madre dijo que, en vista de la mejo-

r‚a del ni•o, quer‚a que el terapeuta mejorara su matrimo-

262 263

nio. El terapeuta se mostr„ dispuesto, pero el marido noquiso discutir su relaci„n conyugal. Estaba all‚ por el hijo y

 punto. El supervisor y el terapeuta se vieron ante un proble-

ma: pod‚an aceptar la posici„n del padre, terminar la tera- pia con el hijo problema y dejar un matrimonio desdichado;

o pod‚an hablar con el padre, un hombre de clase obrera que

se expresaba con dificultad, y tratar de persuadirlo de que

discutiera su matrimonio. Como su esposa era m†s educada

y se expresaba con claridad, ‡l quiz† tem‚a que lo humillara

si entraba a discutir su insatisfacci„n conyugal dentro de laterapia.

Hab‚a otra alternativa: mejorar el matrimonio, sin dis-

El uso de la met†fora para provocar un cambio requiereotra intervenci„n importante. No basta trazar la analog‚aentre dos relaciones. El terapeuta debe tomar una posici„n.

En el caso que nos ocupa, el supervisor telefone„ al terapeu-

ta y le sugiri„ que expresara su opini„n sobre c„mo deb‚aser la relaci„n entre los ni•os. As‚ lo hizo: dijo que los dos

hermanos deber‚an disfrutar de su mutua compa•‚a, y ade-

m†s cada uno deber‚a disponer de un rato para s‚. En ese

momento, el padre empez„ a hablar de la importancia deque el ni•o problema dispusiera de algˆn rato de soledad.De hecho, dijo que, si no pod‚a pasar un rato a solas, el chico

se sentir‚a como un marido que regresa del trabajo e in-

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cutirlo, mediante un abordaje metaf„rico. La idea surgi„durante la supervisi„n en vivo: la madre coment„ que el hijo

 bueno, el ni•o modelo, se sent‚a avergonzado a causa del

comportamiento de su hermano y, tanto al terapeuta comoal supervisor, les vino a la mente que a veces ella misma pa-

rec‚a avergonzarse de la conducta de su esposo. La madrea•adi„ que el ni•o problema no hablaba con la fluidez con

que lo hac‚a su hermano (del mismo modo en que su marido

no se expresaba tan claramente como ella). El supervisor,que observaba la interacci„n cl‚nica detr†s del espejo de

visi„n unilateral, crey„ advertir que, a los ojos de la madre,

el ni•o bueno se parec‚a a ella y el ni•o problema se ase-

mejaba al padre; esto abr‚a la posibilidad de discutir la re-laci„n entre los dos ni•os como una met†fora de la relaci„n

conyugal de sus padres. De este modo, podr‚an discutir los problemas conyugales sin referirse expl‚citamente al matri-

monio. El supervisor telefone„ al terapeuta y le comunic„ su

idea. De haber sido un terapeuta en formaci„n, lo habr‚a he-

cho salir del consultorio para expon‡rsela, pero el cl‚nico era

un terapeuta experimentado y capt„ al vuelo la estrategia.

Empez„ a preguntar a los padres si alguna vez los dos chi-

cos pasaban un buen rato juntos, si eran capaces de resolver

sus problemas, etc. La pareja respondi„ de inmediato a este

modo de discutir la relaci„n entre los dos ni•os. Nunca sesupo si se dieron cuenta o no de que la discusi„n acerca de

sus hijos era una met†fora de un debate en torno de su pro-

 pia relaci„n conyugal. Cuando se usa esta t‡cnica, es impor-tante impedir que los participantes tomen conciencia de lamet†fora. Su uso debe permanecer fuera del campo concien-

te o, al menos, no debe ser declarado de manera expl‚cita.

mediatamente la esposa descarga sobre ‡l todos los proble-mas del d‚a sin darle tiempo a relajarse con una cerveza yun poco de soledad. La esposa convino en que un marido de-

 ber‚a poder gozar de un momento de soledad. Es interesan-

te se•alar que el desplazamiento de la relaci„n fraternal auna hipot‡tica relaci„n conyugal lo produjo el esposo, o sea,

el c„nyuge que no hab‚a querido hablar de su matrimonio.

A la semana siguiente, la pareja inform„ de entrada que

hab‚an dispuesto que el padre, al regresar del trabajo, tu-viera veinte minutos para s‚ antes de afrontar los proble-

mas familiares de la jornada. Evidentemente cre‚an que la

idea se les hab‚a ocurrido en el curso de la semana. Las con-

versaciones posteriores con la pareja sobre el modo de me- jorar la relaci„n entre sus hijos generaron una serie de cam-

 bios similares en la relaci„n conyugal. Una vez m†s, qued„

abierta la inc„gnita de si los esposos sab‚an o no que esas

discusiones eran metaf„ricas.Este tipo de directiva plantea una cuesti„n ‡tica porque

el cambio se prepara sin que la persona sea conciente deello; aun as‚, es tanto lo que se obtiene de esta t‡cnica fe-

cunda que las cuestiones ‡ticas deben ser miradas desde

esa perspectiva.

Cordura y demencia

La met†fora sirve para cambiar a las personas, pero hay

otro aspecto de ella que es preciso comprender. La met†fora

tambi‡n es un tipo de comunicaci„n al que debemos respon-der. La persona que lo toma todo en su sentido literal se ve

264 265

impedida de captar la mayor‚a de los significados de las co-

municaciones cotidianas. Debemos ense•ar a todo terapeu-

ta a buscar el significado que un cliente intenta comunicar;gran parte de ese significado est† inserta en met†foras y ha

de ser comprendida. Por ejemplo, si un hombre es enjuicia-

do e ignora de qu‡ crimen se lo acusa, no sabr† qu‡ dichos de

‡l podr‚an demostrar su culpabilidad. El camino m†s segu-

ro para ‡l es evitar la comunicaci„n directa y usar met†fo-ras a las que puedan atribuirse significados mˆltiples y am-

 biguos. Recuerdo el caso de un padre que se cre‚a culpado

 por la psicosis del hijo, pero no ten‚a la menor idea, sobre

cu†l hab‚a sido su falta. Cuando le preguntaron por la afec-

y, en consecuencia, se desecha su declaraci„n tom†ndola co-mo un mensaje respecto de su estado interior, y no como un

mensaje dirigido a alguien. Desde este punto de vista, la

meta es hallar una droga que le impida hablar tan desatina-

damente. Se responde en funci„n del control social, y no de

la terapia.2. Segun otra interpretaci„n, quien utiliza una met†fora

comunica algo a alguien, y lo hace mal. Su problema es te-

ner cierta dificultad en el manejo de las se•ales indicadoras

del uso de un lenguaje metaf„rico. Esa persona no dice: ƒEscomo si hubiera nacido en Marte…, con lo cual expresar‚a al

oyente que su hogar de origen se asemejaba al del dios de

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ci„n del hijo, respondi„ sensatamente: ƒEs cierta especie dealgo que viene de otra parte….

La met†fora es la base de todo arte y religi„n. Tambi‡nes el tipo de comunicaci„n con mayor carga emocional. Pue-

de conducirnos a una vida dedicada a la creaci„n art‚stica.O llevarnos morir a manos del verdugo si en la diferenciaentre una met†fora y una enunciaci„n literal se esconde

una herej‚a. Cuestionar si la transubstanciaci„n del pan yel vino en el cuerpo y la sangre de Cristo es real o s„lo meta-

f„rica fue una gran herej‚a. Muchos murieron por su cau-sa. Por suerte, el terapeuta en formaci„n que confunde una

met†fora con la vida real no afronta esa consecuencia, pero

tomar conciencia de esa distinci„n es parte de la pr†ctica te-rap‡utica. Los terapeutas deben aprender algo sobre la co-municaci„n de sue•os, fantas‚as e historias con moraleja.

Las personas clasificadas como esquizofr‡nicas son las

m†s diestras en el uso de la met†fora. Si un tipo dice que

viene del espacio ultraterrestre y parece hablar en serio, lodiagnosticar†n como una persona rara que se encuentra en

una situaci„n dif‚cil. Si un hombre dice ser Jesucristo y da

la impresi„n de estar verdaderamente convencido de ello,diagnosticar†n que es psic„tico. Los supervisores deben en-

se•ar a los terapeutas en formaci„n a comprender tales co-

municaciones. ‰Qu‡ deben ense•arles concretamente? Vea-mos algunas opciones:

1. El uso de met†foras puede interpretarse como un s‚n-

toma de trastorno mental. Algo anda mal en la cabeza de un

hombre que dice haber nacido en Marte. Se presume que

 padece una enfermedad cerebral o un trastorno neurol„gico

la guerra, sino ƒNac‚ en Marte…. Quien tiene dificultad enutilizar estas se•ales, tambi‡n la tiene en comprenderlascuando otros las usan. Si una camarera le pregunta: ƒ‰Qu‡

 puedo hacer por usted?…, quiz† no acierte a comprender lo

que quiere decirle y le responda con un desatino.

3. Una met†fora tambi‡n puede utilizarse adrede. Si un

hombre dice ser Jesucristo con aparente convicci„n, tal vez

est‡ ofreciendo al oyente la posibilidad de elegir una res- puesta. El oyente puede contestarle como si hubiese dichoun desprop„sito, o puede tomar su autodescripci„n como un

comentario personal significativo. Aceptar esta hip„tesis

implica aceptar la idea de que esa persona usa delibera-

damente una met†fora y omite deliberadamente los indica-dores de que eso es una met†fora. Se comunica de manera

tal que deja abierta una salida a su interlocutor: este no tie-

ne por qu‡ advertir que el comentario es cr‚tico en un nivel

 personal y organizacional.

‰Qu‡ tiene que ver todo esto con la terapia? Significa que

el supervisor debe ense•ar a los terapeutas en formaci„n arespetar las comunicaciones de las personas diagnosticadas

como esquizofr‡nicas y escuchar atentamente sus met†fo-ras para tratar de comprender la situaci„n del individuo

(sin traducir la met†fora ni responderle en el mismo len-guaje). Si el terapeuta en formaci„n se pone a discutir la

met†fora con el cliente, se encontrar† en una situaci„n si-milar a la del ajedrecista biso•o que enfrenta a un maestro.

El mejor modo de responderle es centrarse en las ideas m†s

simples: los clientes adultos que residen en su hogar de ori-gen deben salir a trabajar o estudiar y hacer lo que sus pa-

266 267

dres les digan; deben trazar planes para ganarse la vida o procurarse una capacitaci„n laboral.. Tenemos que ense•aral terapeuta en formaci„n a ser digital y no anal„gico con las

 personas diagnosticadas como esquizofr‡nicas y con sufamilia.

Desde luego, esta es una exposici„n demasiado simpli-

ficada de un problema complejo. Es obvio que diversos tipos

de personas reciben un diagn„stico de esquizofrenia. Sinembargo, los terapeutas en formaci„n estar†n en ventajasi aceptan (pero no contestan) la met†fora esquizofr‡nica

como una gu‚a para comprender al cliente y centrarse en lascuestiones esenciales.

R d l t lit l di J h R

e hizo salir del consultorio al terapeuta. Le pregunt„ si po-

d‚a enojarse con la muchacha. El terapeuta, a quien ella ha-

 b‚a insultado, crey„ poder hacerlo. El supervisor le sugiri„

que le dijera a la joven que no ten‚a derecho a amenazar asus padres con suicidarse en caso de que se separaran, puesten‚an el mismo derecho que ella a hacer lo que juzgarannecesario. En vista de que el terapeuta era un intelectual, el

supervisor lo alent‡ a expresar su ira como una comunica-ci„n personal a la cliente, y no como una mera observaci„n

intelectual. El terapeuta en formaci„n regres„ al consulto-rio y, tras recibir algunos insultos m†s de la joven, que ayu-

daron a la intervenci„n, logr„ expresarle su ira frente a ese

d j d l d h d d L d di„

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Recuerdo la respuesta literal que dio John Rosen a un joven que dijo ser Jesucristo: ƒOh, usted es el cuarto Jesu-

cristo que recibo hoy…. A otro cliente, le respondi„: ƒSi deja

de afirmar que es Jesucristo, le regalar‡ una camisa nue-va…. El joven cooper‡ y obtuvo la camisa.2

CASO ILUSTRATIVO

En esta secci„n, no describo el tratamiento de psic„ticos,

sino c„mo juzgar los comentarios aparentemente psic„ticos

en un contexto terap‡utico. Una joven de dieciocho a•os em-

 pez„ a perder la raz„n y fue internada en el pabell„n psi-qui†trico de un hospital universitario. Cuando la entrevis-taron, dijo estar embarazada con varios fetos gemelos. Co-

mo estaba menstruando, su declaraci„n se tom„ por una

afirmaci„n delirante que indicaba un trastorno mental. Laderivaron a una terapia ambulatoria orientada hacia la fa-

milia, reanud„ sus estudios y su trabajo, pero tuvo una re-ca‚da anticipada cuando sus padres amenazaron separarse.

En una entrevista familiar, la joven dijo que si sus pa-dres se separaban, ella se matar‚a porque ƒesos ocho ni•os

los necesitan…. Durante la sesi„n, actu„ en forma extra•a e

insult‡ al terapeuta. (Conviene se•alar que es t‚pico queuna persona joven que ha tenido una reca‚da ataque a un

 progenitor y al terapeuta, por buena que haya sido hastaentonces su relaci„n con ellos.) El supervisor se inquiet„

ante la amenaza de suicidio en caso de separaci„n parental

2 J. N. Rosen (1951) Direct analysis, Nueva York: Grune & Stratton.

despojo de los derechos de sus padres. La madre respondi„ aesto advirtiendo con firmeza a su hija que no era asunto de

ella decidir si se separaba o no de su esposo: la decisi„n latomar‚a ella. A partir de ese momento, la hija empez„ a com-

 portarse con mayor sensatez en el consultorio y hasta bro-

me„ con el terapeuta.En el tratamiento de este caso, nunca se discuti„ la me-

t†fora de los fetos gemelos. Fue aceptada como alusiva a al-go relacionado con partos mˆltiples. Esta interpretaci„n pareci„ apropiada al descubrirse, m†s adelante, que la ma-dre hab‚a tenido ocho hijos y estaba triste y exhausta.

Cuando esta hija empez„ a independizarse, la madre se

deprimi„ y guard„ cama. La hija comenz„ entonces a actuardesatinadamente y a hablar de partos mˆltiples. El super-visor aconsej„ al terapeuta que presupusiera que la hija en-

tend‚a sus propias met†foras y no necesitaba que se las in-

terpretaran. El foco de la terapia no era demorarse en susideas fantasiosas sino devolverla al estudio y el trabajo y

zanjar las diferencias entre sus padres.La manera correcta de responder a un joven psic„tico es

tratar de comprender la met†fora sin comentar necesaria-mente su significado. Si el terapeuta en formaci„n procede

as‚, el cliente expresar† ideas importantes con una esponta-

neidad cada vez mayor. El cliente necesita poder confiar en

que el terapeuta no formular† interpretaciones o acusacio-

nes irresponsables sino que aceptar† sus ideas como parte

de una coalici„n encubierta hasta tanto puedan expresarsede un modo m†s expl‚cito. Conviene ense•ar a los terapeu-

tas que callar algo observado no es una muestra de desho-

nestidad, sino un gesto de cortes‚a.

268 269

‰Qu‡ es deshonesto?

Todo supervisor tiene la obligaci„n de velar porque losterapeutas en formaci„n no aprendan a ser deshonestos.

Los clientes casi siempre han sido v‚ctimas de abusos f‚si-cos, ps‚quicos o morales. No merecen ser enga•ados por un

terapeuta. Las buenas intenciones de un terapeuta no bastan para excusar su falsedad. La cuesti„n es determinar

qu‡ se entiende por deshonestidad. ‰Es deshonesto librar a

un cliente de un s‚ntoma por medio del enga•o? Veamos un

ejemplo. Erickson hipnotiz„ a un hombre que tem‚a a losascensores y lo envi„ a otro lugar, con la consigna de concen-

t t d t i„ l l t d i P t

esta directiva forma parte del tratamiento. Si se toma encuenta el contexto, la cuesti„n de la honestidad se complica:

el terapeuta quiere sinceramente que el ni•o se masturbe yno se masturbe. Es parte de la paradoja de la comunicaci„n.

Esto deber‚a aceptarse, pues no viene al caso si el cliente

sabe o no que el terapeuta est† usando una paradoja. La

conciencia de la acci„n en curso no es el punto en discusi„n;

 por lo tanto, en ese sentido, la directiva no es enga•osa.

Cierta vez, asist‚ a una conferencia junto con un tera- peuta eminente que hab‚a visto una videocinta del caso an-

terior. Dijo que se hab‚a procedido en forma deshonesta. El

destacado terapeuta no hab‚a sido formado en el uso de la

d j i t ‚ i i l l t‡ i

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trar toda su atenci„n en la planta de sus pies. Por supuesto,el lugar quedaba en el ˆltimo piso de un edificio alto y el

cliente tuvo que usar el ascensor para llegar hasta ‡l. Como

estaba absorto en cumplir la consigna, no se dio cuenta de

que viajaba en ascensor. Desde ese d‚a, viaj„ en ellos sintemor. ‰Fue una intervenci„n deshonesta?

Si se utiliza una paradoja, ya sea con un cliente o con un

terapeuta en formaci„n, puede presentarse la siguiente si-tuaci„n. El terapeuta desea que su cliente abandone un s‚n-

toma; no obstante, lo incita a tenerlo. ‰Es deshonesto? A t‚-

tulo ilustrativo, citar‡ el caso de un ni•o de doce a•os que,desde hac‚a largo tiempo, se masturbaba en la sala de estar

de su casa, delante de su madre y hermanas. Tambi‡n sehab‚a masturbado en la escuela. Dos a•os de terapia no ha- b‚an mejorado el s‚ntoma. Un supervisor dispuso que el te-

rapeuta utilizara una t‡cnica parad„jica. Incit„ al ni•o amasturbarse en privado y los domingos Š‡l mismo hab‚a

indicado que ese d‚a experimentaba los m†ximos placeresmasturbatoriosŠ, pero le advirti„ que, si lo hac‚a en otrosd‚as, como castigo deber‚a masturbarse aˆn m†s el domin-

go. El chico respondi„ masturb†ndose menos en pˆblico y el

terapeuta lo acus„ de falta de cooperaci„n. En el uso de la paradoja, hay una fase caracter‚stica en que el cliente ma-

nifiesta una mejor‚a parcial y el terapeuta insiste en mante-

ner el s‚ntoma. Tal actitud podr‚a juzgarse deshonesta, porcuanto estimula una conducta a la que desea poner fin. Sin

embargo, se presta a otra interpretaci„n. Dentro del marcom†s amplio de la relaci„n, el terapeuta quiere que esa per-

sona supere el s‚ntoma. En el caso que nos ocupa, el tera- peuta quiere que el ni•o contin e masturb†ndose porque

 paradoja ni ten‚a experiencia alguna con las t‡cnicas para-d„jicas. De ah‚ que no comprendiese la cuesti„n de la hones-

tidad tal como la presento aqu‚. En realidad, la paradoja es-

t† en el centro de toda terapia, en el sentido de que el tera- peuta debe dirigir al cliente hacia el cambio espont†neo.

Veamos otro caso ilustrativo sobre la cuesti„n de la des-

honestidad. Una mujer joven tem‚a viajar en avi„n; su mie-

do empezaba a causarle problemas, ya que deb‚a viajar por

razones de trabajo. Consult„ a un psiquiatra y le pregunt„si pod‚a ayudarla a superar este s‚ntoma por medio de lahipnosis. Al t‡rmino de la primera sesi„n, el psiquiatra ledijo que deseaba verla durante tres meses para abordar

cuestiones personales y familiares; al cabo de ese lapso, lahipnotizar‚a y la liberar‚a de su fobia. Le expres„ que lostres meses de terapia eran necesarios a fin de prepararla

 para la recuperaci„n. Sus honorarios eran altos, de modo

que esta fase preparatoria le significar‚a a la joven una in-versi„n considerable. ‰El psiquiatra era deshonesto y le co-

 braba demasiado, o era prudente? ‰Y si no sab‚a hipnotizar

(la mayor‚a de los psiquiatras no saben hacerlo) y supon‚aque a los tres meses de terapia ya no har‚a falta recurrir a la

hipnosis? El supervisor tiene la responsabilidad de definir alos terapeutas en formaci„n cu†ndo se explota a un clientey, por lo tanto, se es deshonesto, y cu†ndo se trata de una

mera cuesti„n de competencia.

270 271.

Supervisar la supervisi„n: comentario

Hace a•os, ense•‡ terapia a miembros de la comunidad

sin estudios universitarios. Llegaron a ser terapeutas bas-

tante competentes, sobre todo en el trato con familias po-

 bres, que constitu‚an su especialidad. Despu‡s de su gra-duaci„n, me enter‡ de que eran solicitados como docentesante la gran escasez de terapeutas profesionales que supie-

ran hacer terapia familiar. Como ellos hab‚an sido formados

 para hacer terapia, y no para ense•arla, me pidieron que lesayudara a aprender a ense•ar.

Tal situaci„n me aclar„ algunas diferencias entre formar

a un terapeuta y formar a un docente o supervisor Los te

Conviene acompa•ar al supervisor en formaci„n detr†s delespejo de visi„n unilateral a fin de observar el intercambio

de ideas entre ‡l o el terapeuta y el cliente. Tal situaci„n ge-nera un problema; al salir en consulta, el terapeuta tiende a

orientarse jer†rquicamente hacia el supervisor de supervi-sores y no hacia su supervisor. (He intentado resolverlo me-diante la supervisi„n simult†nea de dos supervisores, ensendas salas. Cada terapeuta advierte mis frecuentes au-sencias para ver qu‡ pasa en el otro consultorio y, por consi-

guiente, presta m†s atenci„n al supervisor en formaci„n,quien sabe mejor que yo c„mo va la entrevista terap‡utica.)

Durante la formaci„n de un supervisor, es igualmente

ˆtil repasar grabaciones en videocinta y casete de sesiones

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a un terapeuta y formar a un docente o supervisor. Los te-rapeutas, sean o no profesionales, no siempre necesitanconceptualizar una ideolog‚a para hacer su trabajo. Necesi-

tan saber qu‡ hacer, pero no se les exige que sean capaces de

explicar a otro por qu‡ actˆan as‚. Un docente debe trasmi-tir un conjunto de destrezas y tambi‡n un modo de pensar.

La formaci„n de terapeutas plantea exigencias especiales.Los terapeutas deben saber tratar a sus clientes; sus maes-tros no s„lo deben saber tratar a los clientes: tambi‡n de-

 ben saber conceptualizar esa acci„n de suerte que puedantrasmitirla a otros.

Hoy, un supervisor debe ser capaz de supervisar tanto a

terapeutas como a supervisores. Son tareas distintas: un buen supervisor de terapeutas puede no ser un buen super-

visor de supervisores. Ambas tienen muchos aspectos en co-

mˆn, pero formar docentes es un emprendimiento m†s inte-

lectual. Por de pronto, las unidades difieren. Cuando se su-

 pervisa a un terapeuta, este y el cliente constituyen la uni-dad. Cuando se supervisa a un supervisor, la unidad est†constituida por el supervisor, el terapeuta y el cliente; esuna jerarqu‚a extensa que lo complica todo. Una idea sim-

 ple propuesta a un terapeuta para que la use con un cliente

 puede ser rechazada por el terapeuta porque no logra en-tenderla, o tal vez un supervisor en formaci„n no pueda o no

quiera trasmitirla. Otras veces, una idea experimenta mu-chas trasformaciones al ser trasmitida de un supervisor aotro, del segundo supervisor a un terapeuta y del terapeutaal cliente, y este recibe apenas una buena intenci„n.

La supervisi„n de supervisores plantea el problema ha- bitual de averiguar lo que sucede realmente en la terapia.

ˆtil repasar grabaciones en videocinta y casete de sesionesde terapia o sesiones de supervisi„n con terapeutas. El su-

 pervisor de supervisores puede discutir el modo en que losterapeutas ejecutan las sugerencias de sus supervisores, as‚

como algunos de los problemas que surgen al ayudar a los

terapeutas a superar tal o cual dificultad. Por supuesto, lasgrabaciones presentan el inconveniente de que se discutenhechos acaecidos y no se puede aconsejar en el momento

mismo de la acci„n. No obstante, como los supervisores desupervisores se manejan en un nivel m†s estrat‡gico, es

admisible una discusi„n m†s general con la grabaci„n como

 punto de partida.

Discutir un caso a partir de unos apuntes significa tra- bajar con una informaci„n m‚nima sobre los hechos reales;

con todo, tambi‡n da pie a debates m†s amplios en torno de

diversos tipos de intervenciones y de la naturaleza de dife-

rentes problemas. Cada caso se convierte en un punto de

 partida para discutir varias opciones y orientaciones tera-

 p‡uticas aplicables al tipo de situaci„n que ‡l ilustra.

En las discusiones de casos, es particularmente impor-tante que el supervisor en formaci„n presente el caso a su propio supervisor. Adem†s de compartir el mismo lenguaje

e ideas, el supervisor ya ha probado los procedimientos t‚pi-

cos empleados en un caso as‚. Al haberse ense•ado ya las es-

trategias utilizadas en casos similares, los supervisores nonecesitan extenderse en su discusi„n. Si los procedimientos

rutinarios ya han sido probados, el supervisor puede suge-rir otras ideas que ensanchen el horizonte del supervisor en

formaci„n. Este m‡todo did†ctico exige un mayor esfuerzo

al supervisor de supervisores, porque lo obliga a proponer

272 273

ideas y t‡cnicas novedosas para los supervisores en for-maci„n.

En la supervisi„n de supervisores entran las mismas va-

riables impl‚citas en la supervisi„n de terapeutas. La discu-

si„n se centra en los problemas del terapeuta. Adem†s, pre-

senta varios aspectos caracter‚sticos; 1) se intenta averi-guar c„mo est† involucrado el terapeuta con el cliente; 2) se

 buscan nuevas intervenciones que pudieran venir al caso;3) se corrigen los posibles errores del terapeuta, y 4) se ense-

•an ideas tal vez novedosas para el supervisor en formaci„n

que puedan servirle para otros casos. Por otra parte, un

caso puede estimular un debate general sobre la naturaleza

de la terapia En estas discusiones se consideran diversas

 poco de hero‚na, aparentemente para acompa•ar a su no-vio en esta experiencia. Recib‚ un informe diagn„stico desesenta p†ginas. En la junta m‡dica, coment‡ que un te-rapeuta orientado hacia el enfoque activo habr‚a terminado

el tratamiento en el tiempo que les hab‚a llevado preparar

ese documento de sesenta p†ginas. (El comentario no fue bien recibido.) Tambi‡n se•al‡ que el documento no inclu‚a

ning‹n plan de terapia, salvo la recomendaci„n del cuerpo

m‡dico de persuadir a los padres y obtener su consentimien-

to para internar a la adolescente por tres a•os, como m‚-nimo. Despu‡s de la reuni„n, habl‡ con los m‡dicos resi-

dentes y me enter‡ de que hab‚an recomendado tres a•os de

internaci„n porque ese era su tiempo de residencia

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de la terapia. En estas discusiones, se consideran diversasalternativas terap‡uticas con total libertad; despu‡s, el su-

 pervisor en formaci„n, el terapeuta, el cliente y la familiallegan juntos a una decisi„n final.3

El contexto formativo correcto

Al formar terapeutas o supervisores, es importante dis-

 poner de un entorno apropiado para una terapia breve deorientaci„n social. Estamos en plena transici„n de una tera-

 pia y una supervisi„n exploradoras y pausadas a un modode trabajo orientado hacia la acci„n. Las agencias suelen se-

guir por los caminos tradicionales aunque ya intenten cam-

 biar. Por su misma naturaleza, tienen procedimientos buro-cr†ticos estructurados sobre ideolog‚as pret‡ritas. La intro-

ducci„n de una nueva manera de hacer terapia puede cau-sar inconvenientes a todos. Como ejemplo extremo, pense-

mos que un centro pedi†trico puede solicitar una bater‚a de

tests psicol„gicos y una historia cl‚nica detallada, e insistir

en que el terapeuta lleve un registro minucioso del proceso

terap‡utico. Recuerdo que una vez me pidieron que comen-tara un caso presentado en un hospital privado. La clientaera una joven de dieciocho a•os que habla consumido un

3 V‡ase D. Grove y J. Haley (1993) Conversations on therapy. Popular problems and uncommon solutions, Nueva York: Norton. [Conversaciones sobre terapia. Soluciones no convencionales para los problemas de siem- pre,Buenos Aires: Amorrortu editores, 1999,]

internaci„n porque ese era su tiempo de residencia.El contexto formativo para la t‡cnica de supervisi„n re-

comendada en este libro requiere un entorno diferente del

tradicional. Intentar supervisar la pr†ctica de un nuevo en-

foque terap‡utico en un entorno que exige todos los procedi-

mientos antiguos puede ser un error. En el curso de unos

a•os he introducido una terapia socialmente activa en va-

rias agencias y he advertido que se pueden tomar varias

medidas para facilitar la transici„n.Ante todo, el supervisor necesita que el programa forma-

tivo cuente con la aprobaci„n de las autoridades m†ximasde la agencia. No queremos que los terapeutas en formaci„n

queden atrapados entre un supervisor y una administra-ci„n antag„nicos. La aprobaci„n debe incluir algunos cam-

 bios. Es preciso liberar al programa formativo de las restric-

ciones impuestas por los procedimientos tradicionales, con

la creaci„n de una unidad que tenga sus propios proce-

dimientos de admisi„n y alta, y su propia pol‚tica sobre elregistro del proceso terap‡utico. Las notas ser†n breves

 pero dar†n una idea clara de lo ya realizado, por si otro tera-

 peuta se hace cargo del caso. El consultorio contar† con un

espejo de visi„n unilateral y varias c†maras de televisi„n.Los terapeutas en formaci„n ser†n voluntarios, y no indi-viduos a quienes se les exige que hagan el curso. Las ideas

del programa formativo no se impondr†n a los miembros del

cuerpo m‡dico que no participen en ‡l; sin embargo, se los

debe invitar a que vengan a observar el curso en cualquier

momento.Este enfoque se asemeja a un emprendimiento comercial

en que una compa•‚a establecida crea una divisi„n para de-

274 275

sarrollar, experimentar y comercializar un nuevo producto.El proceso se mantiene aislado de los procedimientos habi-

tuales de la compa•‚a. Si el nuevo producto tiene ‡xito, es

absorbido por la estructura global de la compa•‚a; si fraca-sa, es cancelado sin estorbar el funcionamiento general de

la empresa. Unas veces, un nuevo programa formativo tie-

ne ‡xito y sus principios son adoptados por toda la agencia;

otras, se lo expele y la agencia sigue funcionando del modohabitual.

11. Terapia compulsiva

Una joven principiante recibi„ el caso de un delincuente

 juvenil acusado de robo. Les hab‚an dicho a sus padres que,

si hac‚a terapia, el juez lo considerar‚a un paso positivo y no

lo enviar‚a a la c†rcel El muchacho se present„ en el consul-

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lo enviar‚a a la c†rcel. El muchacho se present„ en el consultorio con su familia, por cierto bastante numerosa (inclu‚a a

varios hermanos y un t‚o). La terapeuta organiz„ a la fa-milia en torno de la meta de impedir que el menor volviera arobar. Emergieron varios conflictos familiares, que fueron

resueltos. La familia parec‚a satisfecha con la terapia; dijoque hab‚a podido discutir por primera vez varias inquietu-des. La terapeuta estaba complacida con su cooperaci„n yaparente satisfacci„n. Se fij„ fecha para el juicio y se concer-

t„ una sesi„n terap‡utica para el d‚a siguiente; en ella se

discutir‚a lo sucedido la v‚spera, y sus consecuencias. El juez tom„ en cuenta la cooperaci„n de la familia en asistir

a terapia y dispuso la libertad del menor. Al d‚a siguiente, laterapeuta esper„ a la familia para felicitarla por su ‡xito. No se presentaron ni cancelaron la cita. Cuando la tera-

 peuta los llam„ por tel‡fono, informaron con bastante brus-

quedad que no quer‚an verla ni continuar el tratamiento.La terapeuta se indign„ viendo que la familia simplementela hab‚a usado como un medio de evitar que el hijo fuera a la

c†rcel. Al parecer, su cooperaci„n hab‚a sido insincera; ha

 b‚an asistido a las sesiones con el nico prop„sito de que laterapeuta informara al juzgado que hab‚an cooperado enla terapia. Tras esta experiencia, la terapeuta sinti„ que yano pod‚a confiar en algunos de sus otros clientes; tem‚a que

sencillamente la estuviesen usando. Incumb‚a a su super-visor evitar que esta experiencia la empujara al cinismo y

afectara negativamente su trabajo. No cab‚a duda de que

hab‚a aparecido un nuevo tipo de terapia.La terapia fue creada para prestar ayuda a las personas

que la soliciten en forma voluntaria, a gente que tenga un

276277

 problema y no pueda resolverlo por s‚ sola. Todas las escue-las de terapia, y son muchas, se basan en la idea de que el

cliente inicia el tratamiento por voluntad propia. Los tera- peutas discrepar†n en sus enfoques y t‡cnicas, pero coinci-

den en suponer que sus clientes est†n motivados a buscar

ayuda. A tal punto se dio por sentada la naturaleza volun-

taria de la terapia que hasta se sostuvo la imposibilidad de

 prestar ayuda a quienes no la solicitaran. Esas personas te-n‚an que tocar fondo; s„lo as‚ se desesperar‚an lo suficiente

 para pedir asistencia terap‡utica y s„lo entonces podr‚an beneficiarse con ella. El pago de honorarios por la ayuda prestada defin‚a el car†cter voluntario de la terapia.

En estos ˆltimos a•os, ha aparecido otro tipo de terapia.Ah b d l t t i t l i L lif

de que ha sido enga•ado cuando el cliente simplementedesaparece despu‡s de la audiencia judicial. Pero algunosson sinceros y expresan que no tienen el menor inter‡s en

cambiar y s„lo hacen terapia para no ir a la c†rcel.

Veamos un ejemplo de un cliente sincero en terapia compulsiva.

Un hombre joven entr„ en terapia junto con su esposa; lo hab‚an

sentenciado a someterse a tratamiento por tenencia y comerciali-zaci„n de PCP.* El terapeuta entrevist‡ a la pareja y le pregunt„

al hombre si no le gustar‚a cambiar y abandonar las drogas. El

respondi„: ƒNo; las he consumido durante muchos a•os, en ver-

dad, toda mi vida, y lo disfruto. Me abstendr† mientras me hagan

los an†lisis de orina ordenados por el juez, pero el d‚a en que que-

de libre volver‡ al PCP…. ƒUsted sabe que el PCP es una de las po-

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En estos ˆltimos a•os, ha aparecido otro tipo de terapia.Ahora abundan los tratamientos compulsivos. La prolifera-ci„n de los casos de abuso ha inundado el sistema judicial:

abandono de ni•os, abuso fisico y sexual de menores, violen-

cia conyugal, abuso de sustancias. Cada vez suman m†s las personas derivadas a terapia por orden judicial. A veces se

suspenden las penas impuestas tradicionalmente por la ley

y se trata el problema, qui‡ralo o no el cliente. En tales si-tuaciones, no es raro que este no quiera hacer terapia y que

el terapeuta no desee tratar a alguien que viene al consulto-

rio contra su voluntad. Ninguno de los dos desea la compa-

•ia del otro. Este contexto se est† haciendo habitual en laterapia contempor†nea.

El descubrimiento de la terapia por el sistema judicialha conducido a varios tipos de tratamiento compulsivo. Uno

consiste en sentenciar al individuo a hacer terapia; es un

tratamiento por orden judicial. Quienes han recibido estasentencia tienen que asistir a sesiones terap‡uticas Šy pa-

garlasŠ les guste o no. Obligar a la gente a pagar un trata-

miento no deseado plantea curiosos problemas ‡ticos.

En una segunda forma de derivaci„n, un poco menos for-

zosa, un funcionario judicial dice al, acusado o a su familia

que hacer terapia ser‚a una buena idea pues podr‚a con-graciarlos con el juez.

Otra versi„n de la terapia compulsiva es utilizada por

quienes creen que, si empiezan a tratarse antes de ser juz-gados, tendr†n m†s posibilidades de que el juez sea clemente

con ellos. No hacen terapia en busca de ayuda sino s„lo paraimpresionar al juez. A veces, dicen al terapeuta que vienen

voluntariamente y ans‚an cambiar; el cl‚nico se da cuenta

q pcas drogas que causan lesiones cerebrales…, dijo el terapeuta bus-

cando el modo de motivarlo a abandonar las drogas. ƒNo he notado

ninguna lesi„n cerebral…, replic„ el hombre. El terapeuta se volvi„

hacia la esposa, para que lo ayudara a motivarlo m†s, y le pregun-

t‡: ƒ‰No querr‚a verlo abandonar las drogas?…. ƒSinceramente,no…, replic„ ella. Y el hombre acot„: ƒElla se droga m†s que yo. Nos

drogamos juntos….El terapeuta sigui„ buscando algˆn medio de estimularlos a

reformarse. En un momento, la esposa coment„ la posibilidad de

tener un hijo y expres„ cierta inquietud por el efecto que podr‚an

causar las drogas en el beb‡. El terapeuta se mostr„ complacido

 por este comentario. Sali„ del consultorio y, a poco, regres„ con un

folleto sobre los da•os que ocasionan las drogas a los fetos. El joven le ech„ un vistazo y dijo: ƒPues... no estoy seguro de querer

tener un hijo….

Un terapeuta exasperado tal vez habr‚a rechazado a este

cliente potencial, pero con ello s„lo habr‚a devuelto el pro-

 blema al sistema penal (que hab‚a fracasado porque, de lo

contrario, no habr‚a recurrido a la psicoterapia). O el hom-

 bre se habr‚a dirigido a otro terapeuta y le habr‚a mentido

en vez de decirle la verdad.

* [Sigla del anest‡sico ‰phenylcyclohexylpiperidine>(fenil-ciclohexil-pi- peridina), tambi‡n llamado ƒpiperidina…,‰phencycliolineˆ (fencicliolina) y,como droga de venta callejera, ‰angel dustˆ (polvo de †ngel). (  N, de la 71)1

278 279

Terapia parcialmente compulsiva

La terapia compulsiva es una novedad para los supervi-sores porque difiere de la terapia voluntaria, ense•ada en

las universidades a varias generaciones de terapeutas. Sin

embargo, tienen cierta experiencia en terapia parcialmentecompulsiva. Un ejemplo de ella es el tratamiento ordenado

 por las autoridades escolares. Cuando una familia trae a un

hijo problema y se le pregunta ƒ‰Por qu‡ han venido?…, tal

vez responda ƒPorque en la escuela nos dijeron que vini‡se-

mos…. No dicen ƒPorque tenemos un problema que desea-

mos resolver…. Este tipo de terapia es compulsiva para las

familias en el sentido de que la escuela puede hacerle la vi-d i ibl i• i t t t i t L f

‰De qui‡n es agente el terapeuta?

En terapia compulsiva, la cuesti„n m†s importante esestablecer a qui‡n representa el terapeuta. Un terapeuta

siempre es el agente de alguien. En los albores de la terapia,

era el agente de un cliente individual. Ni siquiera hablaba por tel‡fono con un familiar del cliente porque estaba de parte del individuo frente a la familia (aunque en muchoscasos esta pagaba sus honorarios). En otras ‡pocas, el tera-

 peuta era el agente de los padres contra un ni•o o adoles-

cente problema. Despu‡s, en ese per‚odo de cambio socialque fue la d‡cada de 1960, el terapeuta pas„ a ser el agente

de familias enteras y a menudo tom„ partido por ellas con-t l id d

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q pda imposible a un ni•o si no se somete a tratamiento. La fa-

milia s„lo viene al consultorio para evitar un mal mayor, y

esto es lo que define la terapia compulsiva.

Todo terapeuta familiar ha pasado igualmente por la ex-

 periencia de ver a miembros de una familia que vienen a

disgusto. Para el adolescente que es tra‚do a rastras por sus

 padres, la terapia es compulsiva. Los terapeutas deben ha-llar el modo de persuadir a estos muchachos de que en efec-

to est†n all‚ para su bien. Tambi‡n se da el caso de que una

 pareja venga al consultorio porque un c„nyuge le ha dicho aI

otro ƒO hacemos terapia o nos divorciamos…. Los pacientes

hospitalizados por orden judicial tambi‡n se sienten some-tidos a una terapia compulsiva. Quienes hemos trabajadoen un hospital, sabemos lo que es enviar a un asistente por

un paciente, ver que lo trae a rastras, y decirle al paciente:

ƒEstoy seguro de que ma•ana vendr† por su propia volun-tad…. Al d‚a siguiente tampoco quiere venir y, una vez m†s,

nuestro asistente lo trae a rastras. En vista del poder queejerce el cuerpo m‡dico de un hospital psiqui†trico sobre los pacientes, a veces resulta dif‚cil determinar si una persona

solicita tratamiento en forma voluntaria o no. Recuerdo el.

consejo que daba Erving Goffman a los pacientes para que

 pudieran salir de un hospital psiqui†trico: contraigan uns‚ntoma obvio, h†blenle de ‡l al psiquiatra de la sala y d‡-

 jense ƒcurar… por ‡l.

y p ptra la comunidad.

Cuando un juez ordena un tratamiento compulsivo, elterapeuta es un agente del Estado, situaci„n nueva para los

cl‚nicos, al menos en el mundo occidental. Quienes trabaja-

mos en el campo de la terapia, ahora enfrentamos el hecho

de que los terapeutas ayudan al Estado a hacer que la gente

observe las conductas aprobadas por la sociedad. (Hasta es

sabido que algunas filiales de Alcoh„licos An„nimos infor-

man a los juzgados si una persona asiste o no a sus reunio-

nes. Hubo un tiempo en que una reuni„n de AA era el lu-gar m†s seguro para quien, habiendo tocado fondo, deseaba

conseguir ayuda en forma an„nima.) La terapia compulsivaes una combinaci„n de terapia y control social, en la que el

Estado usa a los terapeutas para reformar a los perturbado-

res del, orden en estos tiempos cada vez m†s agitados. Por su

 parte, estos clientes responden al terapeuta igual que lo ha-

r‚an con un agente del Estado. Si bien muchos terapeutas procuran persuadir al cliente forzoso de que lo representan

a ‡l y no al Estado (y aunque as‚ fuera), es natural que el

cliente dude sobre cu†nto revelar de sus actos il‚citos y ten-ga miedo de que el terapeuta trasmita esa informaci„n al

 juez. La terapia compulsiva puede corromperse, y destruir-

se la seguridad de una relaci„n confidencial, no s„lo por el

miedo del cliente a revelar al terapeuta cuestiones priva-

das, sino tambi‡n por la incertidumbre del terapeuta sobrecu†nto debe revelarle al juez.

La mejor posici„n que puede adoptar un supervisor fren-

te a la terapia compulsiva parecer‚a ser esta: ense•ar que

los terapeutas deben decir al juez si un cliente enviado por

280 281

orden judicial se presenta o. no a hacer terapia y qu‡ reco-mendar‚an ellos. No tienen por qu‡ comunicarle lo que diga

el cliente durante el tratamiento. No sabemos cu†nto se utiliza la terapia compulsiva, pero

s‚ que va en aumento a medida que los sistemas judicialesrecurren cada vez m†s a ella como alternativa del encarce-

lamiento. En la actualidad, no s„lo la practican los terapeu-

tas, sino que hay agencias enteras dedicadas a ella. Cab‚aesperar que los terapeutas protestaran al verse usados deesta manera, pero pocos lo han hecho. En su mayor‚a no

simpatizan con este tipo de terapia aunque, por desgracia,algunos sienten placer al practicarla. Un joven terapeuta

admiti„ que hac‚a terapia de confrontaci„n y le gustabarecibir a clientes derivados por orden judicial porque pod‚a

Peculiaridades de la terapia compulsiva

Se advierten varias diferencias entre la terapia volunta-ria y la compulsiva.

 Involucraci•n de otros profesionales

En la terapia tradicional, el cl‚nico decide c„mo conduci-r† el tratamiento. Opta por una t‡cnica determinada y deci-

de a qu‡ miembros de la familia entrevistar†. Tiene libertadde elecci„n dentro de las limitaciones impuestas por una

ideolog‚a terap‡utica espec‚fica.

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q p y grecibir a clientes derivados por orden judicial porque pod‚a

hacer lo que quisiera con ellos. A menudo, los grupos de

drogadictos son sometidos a experiencias atroces so pre-texto de ayudarlos. El terapeuta posee un poder aˆn mayor

cuando le es conferido por un juez, lo cual puede ser bueno

o malo, segˆn los casos. Un nuevo mar de terapias inundalentamente nuestra disciplina hasta sepultarla. En una es-

cala menor, las grandes empresas contratan terapeutas que

induzcan a su personal a observar las conductas que ellas prefieren. Por consiguiente, estos terapeutas son agentes de

la compa•‚a y los empleados, que deben hacer terapia o

arriesgarse a ser despedidos, son clientes que, b†sicamente,experimentan una forma de terapia compulsiva.Uno de los problemas de la terapia compulsiva es la fal-

ta de organizaciones de profesionales en salud mental quediscutan los problemas que trae y de monograf‚as cient‚-

ficas que contribuyan a definir este tipo de terapia. La gente

se limita a aceptarla. Los jueces que han sido persuadidosde su valor suelen recurrir a ella porque no saben qu‡ hacer

con los reincidentes a quienes deben juzgar. Cuando se in-

tent„ organizar una reuni„n de juristas y terapeutas paratratar el tema de la terapia compulsiva, un juez dijo: ƒŒPor

amor de Dios, no me quiten la terapia! No s‡ qu‡ otra cosa

hacer con esta gente….

g p pEn la terapia compulsiva, varios profesionales intervie-

nen en el caso y muchos de ellos tienen m†s poder que el te-rapeuta. Entre los involucrados, hay agentes de polic‚a, jue-

ces, agentes del servicio de protecci„n de menores, agentes

de vigilancia judicial, abogados .y terapeutas individuales

asignados a tal o cual miembro de la familia. El nˆmero de

 profesionales involucrados complica el caso y, a veces, impo-

sibilita su tratamiento. Estos profesionales tienen un poder jam†s visto, hasta ahora, en los casos de terapia. Por ejem-

 plo, pueden retirar del hogar a un miembro de la familia sinla autorizaci„n del terapeuta. A veces retiran a un ni•o en

tratamiento sin consultar siquiera a su terapeuta. Con fre-cuencia, la familia no comprende el porqu‡ de esta remo-ci„n, y en ocasiones tampoco lo comprende el terapeuta.

Qu‡ extra•a forma de terapia familiar es esta: el terapeutani siquiera puede ayudar a la familia a decidir qui‡nes vivi-

r†n en su hogar, y mucho menos qui‡nes estar†n presentesen las entrevistas familiares. Recuerdo el caso de un tera-

 peuta que trataba a una familia desde hac‚a varios meses;

un d‚a, retiraron repentinamente del hogar al padre, unabusador sexual. Los agentes del servicio de protecci„n de

menores por fin hab‚an puesto al d‚a su papeleo burocr†tico

sobre el caso y ahora respond‚an a la situaci„n. El terapeuta

opinaba que el caso marchaba bien, pero nada pudo hacer.La terapia familiar naci„ en la d‡cada de 1950, cuando

las familias empezaron a desintegrarse. Debemos admitirla posibilidad de que los terapeutas y las agencias de asis-

tencia social hayan contribuido mucho a esa desintegraci„n,

 porque su tratamiento de individuos, y no de matrimonios,

282 283

debe de haber influido negativamente en el ‚ndice de divor-cios del 50%. Cuando los padres se separan, los hijos suelen

criarse en hogares con un solo progenitor (la ubicaci„n de

los hijos de una familia desmembrada en hogares de crian-za acarrea consecuencias m†s graves), un nˆmero creciente

de ancianos son abandonados por su familia y alojados enestablecimientos geri†tricos, y los adolescentes perturba-

dores son internados en pabellones psiqui†tricos o institu-

tos de menores donde los tratan como problemas indivi-duales. Se est† desmantelando la familia como unidad y no

 podemos negar que personas serviciales han contribuido a

ese desmantelamiento.

un muchacho, formulan la hip„tesis de que no se trata deuna simple cuesti„n de mala conducta: el chico estabiliza asu familia por medio de su s‚ntoma.

Los terapeutas familiares que tratan con representantes judiciales enfrentan un problema especial. El sistema ju-

dicial no puede tolerar un punto de vista sist‡mico. El juez

tiene que ser lineal; por eso toma posici„n en favor de la

existencia de un malvado y una v‚ctima. Ante un juez, el

individuo es responsable de sus actos y, si cometi„ un cri-men, debe ser castigado. Socavar‚a todo el sistema judicial

admitir, por ejemplo, la idea de que un hombre roba porque

su esposa lo provoca, o que abus„ sexualmente de una hija

 porque la esposa lo desatendi„ o lo alent„ a cometer ese ac-l i d d l d li

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 Necesidad de un cambio rƒpido

En el tratamiento voluntario, el terapeuta puede optarentre actuar r†pidamente o tomarse su tiempo y seguir el

cambio gradual de las personas. En algunas ocasiones, una

intervenci„n provoca la trasformaci„n inmediata del clien-

te; en otras, el cambio es paulatino. En los casos de abusoderivados a terapia compulsiva, el terapeuta no puede ele-gir entre un tratamiento breve o prolongado. Si alguien su-

fre abuso, el terapeuta debe hacer una intervenci„n r†pida.

 No podemos dejar que un padre golpee a un ni•o un pocomenos cada mes mientras el terapeuta cambia lentamente

a la familia. En tales casos, los terapeutas deben actuar con presteza; de ah‚ la creciente popularidad de los talleres deterapia breve (tambi‡n influyen en esto las compa•‚as ase-

guradoras, al fijar l‚mites de tiempo).

 La visi•n lineal de la Justicia

Muchos terapeutas han intentado cambiar su modo de

 pensar pasando de una visi„n lineal a un enfoque de la psi-

copatolog‚a basado en los sistemas familiares. Han abando-

nado la idea de que en los problemas humanos hay un mal-vado y una v‚ctima; ahora creen que una persona actˆa in-

fluida por las acciones de otra y una familia en dificultadessigue secuencias que, al repetirse una y otra vez, perpetˆan

su malestar. Por ejemplo, frente al mal comportamiento de

to. El crimen de un adolescente no puede explicarse ante un

 juez alegando que ese fue su modo de ayudar a un progeni-tor deprimido. Si los jueces admitieran una visi„n familiar

de los problemas, deber‚an encarcelar a familias enteras.

Cuando los terapeutas que tienen una visi„n sist‡micatratan de colaborar con representantes judiciales que tie-

nen una visi„n lineal, aparecen los problemas. Los repre-

sentantes judiciales tienden a pensar que los terapeutas fa-

miliares son demasiado blandos con los miembros de lasfamilias en dificultades; por su parte, los terapeutas fami-

liares tienden a pensar que los funcionarios judiciales son

demasiado duros con ellos. Esta divisi„n de perspectivas escaracter‚stica de los conflictos entre progenitores respectode un hijo problema.

 Fe en el cambio

La diferencia quiz† m†s sustancial entre los terapeutasy los agentes del servicio de protecci„n de menores deriva de

su contexto social. Los terapeutas deben declararse en favor

de la posibilidad del cambio, de influir sobre el problema,cualquiera que sea, y modificarlo. Si en una familia se come-

te un abuso, los terapeutas creen que puede ocurrir un cam- bio que impida su reiteraci„n. Si no creyesen en esto, no ha-

 br‚an elegido la carrera de terapeuta. Adem†s, como parte

de su visi„n m†s amplia del problema, tienen la responsabi-

lidad de ayudar tanto al abusador como a la v‚ctima mien-tras que el juez s„lo busca ayuda para esta ltima.

284 2RS

Por el contrario, la posici„n m†s segura para el personal

de una agencia protectora de menores es creer en la impro-

 babilidad de un cambio. Si estamos protegiendo a una v‚cti-ma, lo mejor es suponer que el abusador no cambiar† y que

su v‚ctima debe ser protegida a perpetuidad. Si los agentes

del servicio de protecci„n de menores se arriesgan a supo-

ner que las personas pueden cambiar y la v‚ctima sufre unnuevo abuso, han ca‚do en falta y deben asumir la culpa porhaber permitido la reiteraci„n del abuso. De ah‚ que prefie-

ran separar a los menores del abusador antes que correr elriesgo de que los abusos continˆen. Esta medida se tomaaunque el abuso se haya cometido en un hogar de crianza o

un padre vuelva a casarse y abuse de sus hijastros.C d t t l ibilid d d l

Compromiso emocional del profesional

Entre los profesionales involucrados en los casos de abu-

so, no s„lo hay meras discrepancias te„ricas: tambi‡n hay

fuertes emociones en pugna. No siempre pueden ser l„gicosy objetivos con respecto a un caso de abuso porque sus senti-

mientos personales quedan atrapados en el dramatismo dela situaci„n. Este problema afecta en especial a los terapeu-

tas, que han sido formados en una actitud imparcial, si noneutral. Todo terapeuta se perturba frente a determinadotipo de abuso; cuando debe tratar ese tipo de caso, le cuestacolaborar con los otros profesionales.

Un padre abus„ sexualmente de su hija, una adolescentede catorce a•os y fue retirado del hogar Los asistentes so-

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Cuando un terapeuta que cree en la posibilidad del cam- bio se re ne con un representante judicial que no cree en

ella, a ambos les resulta dif‚cil colaborar entre s‚. A menudo,

las partes ven una discrepancia personal en algo que en rea-

lidad constituye un problema estructural del sistema. Enotras palabras, la dificultad surge porque cada profesional procede correctamente. Tomemos por caso a los abogados

defensores, encargados de proteger a los miembros de la fa-milia. Suelen proliferar alrededor de un caso de abuso y ca-

da abogado representa a determinado miembro de la fami-

lia. Un muchacho fue arrestado por haber abusado sexual-

mente de su hermana a lo largo de varios a•os. El juez leasign„ una defensora que le aconsej„ no decir una sola pa-

labra sobre lo sucedido. La familia fue derivada a terapiacompulsiva y el hijo, siguiendo el consejo de no admitir na-

da, se rehus„ a hablar durante la sesi„n familiar. Su herma-

na hizo lo mismo, pues quer‚a protegerlo. Al terapeuta le re-

sult„ dif‚cil hacer terapia con personas que se negaban a co-municarse. No obstante, la posici„n de la abogada defenso-

ra era absolutamente correcta: para que ella pudiera cum- plir con su misi„n de defenderlo, era preciso que el joven

guardara silencio. Situaciones como esta demuestran queno estamos ante un simple conflicto entre profesionales. El

 problema radica en tratar de combinar dos sistemas muy

distintos, fundados en conceptos dis‚miles sobre lo que se

debe hacer.

de catorce a•os, y fue retirado del hogar. Los asistentes so-

ciales que trabajaban en el caso pensaron que la madre era

demasiado fr‚a con su hija y alentaron un acercamiento en-tre ambas. Al a•o, la madre comenz„ a abusar sexualmente

de su hija y trab„ una relaci„n sexual con ella. Al cabo de un

tiempo, se entreg„ a la polic‚a, presa de terribles remordi-

mientos. La muchacha fue retirada del hogar y enviada aun asilo de menores, pese a que ven‚a cumpliendo una fun-

ci„n parental con sus tres hermanos menores. Ni siquiera le

 permitieron verlos. Tampoco dejaron que la madre hablaracon ella. Cada vez que la hija le telefoneaba, la madre res-

 pond‚a ƒNo me permiten hablar contigo…. La chica empez„ afugarse del asilo, y en una ocasi„n pas„ la noche fuera de ‡l.

Asignaron el caso a un terapeuta. Habl„ con la madre y

la encontr„ abrumada por la culpa. Quiso reunirlas a lasdos para esclarecer lo sucedido entre ellas y ayudarlas a de-cidir varias cuestiones, entre ellas, el futuro domicilio de la

hija; pero los agentes del servicio de protecci„n de menores

estaban muy perturbados por la conducta de la madre y ne-garon la autorizaci„n para que madre e hija estuvieran en

una misma habitaci„n, aun para hacer terapia. Las discu-

siones telef„nicas en torno de este punto llevaron bastantetiempo. La extrema religiosidad de la madre plante„ un pro- blema adicional. Confes„ ante los ancianos de su iglesia lo

que hab‚a hecho, y estos ordenaron que su comunidad le hi-ciera el vac‚o. A los adeptos de esa religi„n les estaba prohi-

 bido trabar amistades fuera del grupo religioso, de modo

que esta mujer no pod‚a hablar con nadie, salvo con su tera- peuta (un sacerdote cat„lico que la ayud„ mucho).

2SR 287

La madre fue juzgada y sentenciada a un a•o de prisi„n.El terapeuta tuvo que localizar a una abuela, radicada enuna ciudad distante, y disponer lo necesario para que vinie-

ra a hacerse cargo de los ni•os. (No pod‚a traer al padre, que

hab‚a sido expulsado del hogar por abusador.) Mientras lamadre cumpl‚a su pena, ubicaron a la hija en un hogar decustodia, separada de su familia. Cuando la madre cuida-

dora se enter„ de lo que hab‚a hecho la madre biol„gica, su

 perturbaci„n y su ira fueron tales que se pasaba el d‚a expli-

c†ndole a la muchacha qu‡ madre espantosa ten‚a.Entretanto, el terapeuta se esforzaba en concertar al-

guna forma de reconciliaci„n entre madre e hija. Tras largas

negociaciones, los agentes protectores de menores accedie-ron a que ambas se reunieran con un terapeuta familiar en

va. La transici„n resultar‚a m†s f†cil si se pudiesen tomaralgunas medidas sencillas. Una ser‚a tener programas for-mativos que ense•en a motivar a los clientes que no hacen

terapia por voluntad propia. Tal aprendizaje ayudar‚a a los

terapeutas a no convertirse en agentes del Estado; adem†s,les ense•ar‚a a ser agentes de los clientes sin dejar de re-

conocer las necesidades de la comunidad.

Hoy, cada terapeuta se debate solitariamente con es-

tos problemas e intenta idear procedimientos terap‡uticos.

Algunos parecen tener poca o ninguna dificultad en mane-

 jar los casos de terapia compulsiva; otros tienen problemas

atroces. Otros, en fin, han desarrollado t‡cnicas especiales.Por ejemplo en un caso de terapia compulsiva conviene de

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ron a que ambas se reunieran con un terapeuta familiar en

una misma habitaci„n, siempre que la hija tuviera, adem†s,

un terapeuta individual que la apoyase si se perturbaba du-

rante las sesiones familiares. Lo tuvo y, por fin, madre e hija

volvieron a verse. Tambi‡n se concert„ una sesi„n para que

la hija pudiera conversar con sus hermanos.Por suerte, la madre fue derivada finalmente a un centro

de preexcarcelaci„n que, en varios aspectos, pod‚a conside-

rarse progresista. Le fue bien all‚: adelgaz„, consigui„ tra-

 bajo, adquiri„ cierta confianza en s‚ misma y continu„ sutratamiento. El terapeuta pidi„ a la madre sustituta que

viniera a una entrevista, porque la hija estaba atrapadaentre las dos madres. La sustituta respondi„: ƒJam†s estar‡

en una misma habitaci„n con esa mujer…, y persisti„ en sus

 peroratas a la chica sobre la p‡sima madre que ten‚a.La madre ha regresado a su hogar y sigue trabajando;

sus hijos crecen bien. La hija sigue alojada en el hogar de

custodia. En este caso, el terapeuta emple„ casi todo su

tiempo en negociar con otros profesionales; al parecer, esto

es t‚pico de los casos de terapia compulsiva en que el abusocometido perturba notablemente al terapeuta.

El futuro de la terapia compulsiva

El campo de la terapia experimenta un cambio constan-

te, que entra•a la adopci„n de nuevas formas y procedi-mientos. Se dir‚a que hasta absorber† la terapia compulsi-

Por ejemplo, en un caso de terapia compulsiva, conviene de-

dicar los quince minutos iniciales de la primera entrevista

familiar al esclarecimiento de la situaci„n legal, a menudo

ininteligible para la familia; esta explicaci„n estar† a cargode un representante judicial. A su t‡rmino, el terapeuta leda las gracias, lo despide y s„lo entonces puede dirigirse a la

familia y hacer un comentario como este: ƒŒQu‡ problemadificil tenemos por delante!…. En ese momento, el Estado ha

salido del consultorio y el terapeuta est† de parte de la fa-milia. Los supervisores deber‚an elaborar varios procedi-mientos de este tipo, siempre sencillos, para facilitar a los

terapeutas en formaci„n el manejo de los casos de terapiacompulsiva.

Tambi‡n hace falta establecer en cada comunidad algu-

na especie de foro donde los representantes judiciales y los

terapeutas puedan reunirse a discutir cuestiones relaciona-das con los casos que comparten. De este modo podr‚an zan-

 jar sus discrepancias en un tranquilo ambiente delibera-tivo, que es dif‚cil crear en una breve conversaci„n telef„ni-ca, la forma actual de colaboraci„n, segˆn parece. Tambi‡n

convendr‚a sustituir la expresi„n terapia compulsiva porotra denominaci„n (p. ej., asesoramiento judicial o prƒctica judicial) para distinguirla del tipo de actividad en que un

terapeuta promueve el desarrollo de personas que no hanhecho nada malo.

Por ltimo, seria bueno que los jueces que asignan casos

a terapeutas requiriesen, adem†s, un seguimiento cient‚fico

 para determinar si realmente la terapia es m†s eficaz que la

288 289

c†rcel con relaci„n a la frecuencia de las reincidencias. Laterapia puede ser eficacisima para los casos de tratamiento

compulsivo o no serlo. Deber‚amos saberlo porque est†n en

 juego importantes libertades civiles.

Ep‚logo. Para ser supervisor de terapia sinsaber cambiar a la gente

Los terapeutas en formaci„n salen de las universidades

e institutos privados, y revolotean cual bandadas de palo-mas cada vez m†s numerosas. Todos deben ser formados

 por supervisores. ‰D„nde encontrar supervisores competen-tes que sepan cambiar a las personas? La escasez de super-

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visores formados provoca una crisis, sobre todo en una tera-

 pia breve orientada hacia la familia. Los j„venes terapeutas

en este campo deben provocar cambios en clientes anor‡xi-cos, drogadictos, llorones, alocados, pederastas, asustados,

que han intentado suicidarse o que no pueden evitar com- portamientos tontos. El terapeuta, desesperado, se vuelvehacia un supervisor y le pregunta: ƒ‰Qu‡ debo hacer para

curar a esta gente?…. Los supervisores a quienes nunca les

ense•aron a tratar estos problemas se ven en figurillas.Much‚simos terapeutas se est†n formando con supervisores

que saben reflexionar sobre los problemas de la vida, perono saben qu‡ hacer para resolverlos. En estos ˆltimos a•os,la terapia ha adoptado un estilo activo y directivo, en parte

 porque las compa•‚as aseguradoras y los jueces requieren

tratamientos breves y resultados en los que el ‡xito seaevidente. Los administradores de los servicios de salud es-

 peran que los supervisores ense•en una terapia breve, queles digan a los terapeutas en formaci„n lo que deben hacer para resolver r†pidamente los problemas planteados porsus clientes. Varias generaciones de supervisores apren-dieron que la terapia y la supervisi„n eran indagaciones

ociosas que entra•aban m†s reflexi„n que acci„n. No eranformados para resolver el problema de un cliente, sino para

discutir otros temas, por ejemplo, por qu‡ las personas soncomo son y c„mo llegaron a serlo. Como dijo Al Titicaca (no

Esta es una nueva versi„ndel art‚culo publicadoen el Journal of SystemicTherapies (oto•o de 1993), p†gs. 4-52.

290 291

es su verdadero nombre), doctor en Filosof‚a: ƒPuedo es-tablecer una buena relaci„n con un terapeuta en formaci„n

y ambos podemos mantener una conversaci„n productiva

acerca de problemas personales, del modo de tomar notassobre desarrollo de un proceso, de la din†mica de un caso y

sus or‚genes que se remontan a la infancia. Despu‡s el te-rapeuta en formaci„n me pregunta qu‡ har† con un clienteque nunca se ba•a. Le hablo de los significados m†s pro-

fundos del acto de ba•arse pero, en realidad, no tengo lamenor idea sobre lo que deber‚a hacer…. La supervisora Vir-

ginia (su nombre real) dijo: ƒSupervisaba a una terapeuta

en el tratamiento de una dienta que, cada vez que ten‚a unorgasmo, cantaba en forma compulsiva "The Star-Spangled

Banner".* Pese a mis a•os de formaci„n como supervisora,

ill „ d l l

 pleo en una instituci„n afamada, hasta sus comentariostriviales parecer†n reflexiones profundas. Un enunciadotonto pronunciado en un contexto sabio, como la Universi-

dad de Harvard, despertar† admiraci„n, como lo han descu-

 bierto muchos necios que dictan c†tedra all‚. Le vendr† bien

explicar que desciende de un distinguido linaje de super-visores. Asistir a talleres de fin de semana que anuncien la

 participaci„n de supervisores famosos, y aun legendarios,

significa que podr† citarlos como antiguos maestros suyos y

mencionarlos por su nombre de pila. Tambi‡n es importan-

te poseer los diplomas correctos y exhibirlos en un lugardestacado del despacho o consultorio. El certificado de su-

 pervisor autorizado se obtiene f†cilmente: basta con pagarun arancel, asistir a clases, escribir algunas monograf‚as y

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sencillamente no supe c„mo ayudarla a resolver ese pro- blema embarazoso. Puedo solidarizarme con los terapeutas

en una perspectiva feminista y discutir largamente la teo-

r‚a de sistemas, pero cuando quieren saber c„mo se cambiaa alguien, simplemente me siento perdida y tengo que re-

currir a mi experiencia para inventar una respuesta….La mayor‚a de los supervisores se encuentran en la mis-

ma situaci„n que Al y Virginia: necesitan que los ayuden a

ocultar el hecho de que no saben c„mo cambiar a la gente. A

continuaci„n, ofrezco algunas pautas para usar las t‡cnicasde supervisi„n b†sicas que han ayudado a los docentes a

ocultar su ignorancia por varias generaciones. Incluyen or-ganizar el contexto apropiado, ofrecer la correcta presen-taci„n personal y reconocer que las diversas teor‚as cl‚nicas

no fueron concebidas para guiar a los terapeutas, sino m†s

 bien para ayudar a los supervisores que no saben qu‡ hacer.

Importancia del contexto apropiado

Para consuelo del supervisor, todos los enunciados est†nencuadrados dentro del contexto social. El simple hecho de

ocupar un puesto de supervisor significa que lo consideranuna persona bien informada. Si un supervisor consigue em-

* [aLa bandera tachonada de estrellas…, himno nacional de los Estados

Unidos. (  N. de la T.)]

hablar de din†mica. No se requiere prueba alguna de que el

supervisor haya ense•ado eficazmente a terapeutas en for-maci„n el buen uso de diversas intervenciones u otras t‡c-nicas terap‡uticas.

Presentaci„n personal

‰C„mo debe presentarse el supervisor frente a una clasede terapeutas que reci‡n inician su formaci„n? Lo mejor es

 presentarse como un tipo dotado de cierta sabidur‚a e in-genio. Si s„lo posee la mitad de cada cualidad, puede disi-

mularlo adoptando una actitud meditabunda. Cultivar† un

estilo contemplativo, como si considerara constantementetodos los aspectos de cada situaci„n. Los supervisores deben

dar la impresi„n de poseer lo que su t‚tulo implica: ƒsupervisi„n…. Hay dos amaneramientos visuales que les vendr†n

de parabienes: 1) una mirada abstra‚da que de a entender

que est†n considerando todos los aspectos de la situaci„nm†s amplia, y 2) una mirada penetrante y sagaz que pruebe

al estudiante que est†n alertas y apresan al vuelo lo esen-

cial de la cuesti„n. Cuando un estudiante nervioso teme por

el destino del cliente que tiene entre manos, el supervisor puede ganar su respeto, y aun su adulaci„n, con s„lo estar

 presente, mantener la calma y poner cara de sabio. A veces,la mirada distante y el silencio pensativo generan en el es-tudiante la impaciencia suficiente para que se le ocurra al-

292 293

guna t†ctica. El supervisor puede aceptarla e insinuarle,quiz†, que ten‚a esa idea en mente y s„lo quer‚a que se leocurriera a ‡l en forma espont†nea. Si un estudiante ya ha

trazado un plan y busca su aprobaci„n, es correcto lanzarle

una mirada aguda y conocedora, aunque no lo comprenda.El porte adecuado no puede prevenir, por si solo, las cr‚ti-

cas de los estudiantes. El supervisor debe cultivar una rela-

ci„n personal con los terapeutas en formaci„n e inspirarlestal grado de lealtad que resten importancia a sus deficien-

cias, o aun las pasen por alto. Por lo general, conviene recor-

dar el nombre de un estudiante. Los ocasionales comenta-rios personales son igualmente importantes, por ejemplo:

ƒTengo entendido que esta ma•ana su esposa tuvo trillizos.ŒBravo!…. La involucraci„n personal incita a los estudiantest l h t t l i i t t

Segundo: ‰c„mo puede eludir un supervisor la necesidadde inventar t‡cnicas diferentes para cada caso? Si pudi‡se-

mos idear un m‡todo ˆnico, lo bastante simple como paraque cualquier docente pueda entenderlo y explic†rselo a los

terapeutas en formaci„n, nadie pretender‚a que esos docen-

tes discurran intervenciones ad hoe.Tercero: si un supervisor no sabe c„mo provocar un cam-

 bio, ‰de qu‡ puede hablar para distraer la atenci„n de susestudiantes de las cuestiones terap‡uticas? Deber‚a ser untema interesante que intrigue y fascine a los j„venes inte-

lectuales a fin de que no reparen en que no se les ense•a a

modificar problemas reales.

Cuarto: ‰es posible que un supervisor pase a•os sin quese espere nada de ‡l y, de este modo, eluda las cr‚ticas hasta

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a tolerar, y hasta proteger, al supervisor incompetente.

Un supervisor que muestre el porte correcto en un con-texto solemne puede ganarse el respeto de sus supervisadosaunque no sepa c„mo inducir el cambio terap‡utico. Pero,

‰qu‡ pasa si le preguntan espec‚ficamente qu‡ debe hacerse

 para cambiar a un cliente afectado por un problema serio?

Hay formas aceptadas de afrontar esta crisis. La m†s popu-lar es comportarse como un terapeuta cognitivo y enturbiar

las cuestiones mediante una discusi„n racional de la teor‚a.Ya no es un secreto que las ideolog‚as b†sicas de la terapia

fueron concebidas para proteger a aquellos supervisores

que no supieran c„mo provocar un cambio.

La teor‚a ideal

Examinemos los criterios de una teor‚a cl‚nica que se-

r‚an ideales para los supervisores que no saben generar un

cambio. Dicha teor‚a tendr‚a que abordar los siguientes in-terrogantes:

Primero: ‰es posible disponer que un supervisor no pue-

de equivocarse? Suena dif‚cil pero, en los ltimos cien a•os,

los genios se han aplicado a la tarea y han propuesto solu-ciones. ‰Y si un estudiante completa su formaci„n sin haber

cambiado a un solo cliente ni haber adquirido destreza algu-na, salvo para decir ƒH†bleme m†s de eso…? ‰El supervisor

 puede evitar que lo tilden de inepto?

p y, ,que los problemas, y ‡l caso mismo, hayan perdido inter‡s?

Quinto: ‰se puede disponer lo necesario para que loserrores de un supervisor resulten indemostrables? En lasituaci„n did†ctica ideal, esta es la tarea m†s importante.

Un terapeuta en formaci„n podr‚a quejarse amargamen-te: ƒDespu‡s de haber hecho terapia durante a•os, bajo susupervisi„n, no he logrado cambio alguno en este cliente y

usted jam†s me ha prestado la menor ayuda…. El supervisor

tiene que responder de manera tal que el terapeuta desa- parezca, castigado y corrido por haberlo criticado y haberle

hecho reclamaciones estˆpidas.En suma, la situaci„n ideal para un supervisor ser‚aaquella en que no tuviese responsabilidad alguna por los

cambios, ni corriese el riesgo de equivocarse o ser criticado.

‰Esperar que este ideal se cumpla en alguna parte del mun-

do real ser‚a pretender demasiado? Para descubrir c„mo se

ha alcanzado este ideal, debemos mirar hacia las escuelascl†sicas de terapia. Descubriremos que el prop„sito primor-

dial de los en‡rgicos procedimientos y las ideolog‚as en elcampo de la terapia es ayudar a los supervisores que no sa-

 ben provocar cambios.

Teor‚as pasadas y presentes

Examinar las teor‚as cl†sicas no s„lo tiene inter‡s his-t„rico: tambi‡n puede constituir una verdadera discusi„n

294 295

de la psicoterapia contempor†nea. Generaciones de tera- peutas se formaron en esas ideas y los supervisores de hoy practican su profesi„n tal como lo hicieron sus maestros.

Las t‡cnicas terap‡uticas pueden cambiar en la pr†ctica, pero los procedimientos de supervisi„n destinados a prote-

ger a los docentes incompetentes no cambian jam†s.

Es bien sabido que las terapias de menor valor pr†ctico y

 peores resultados se basan en la teor‚a psicodin†mica. Noobstante, aˆn gozan de popularidad dentro de nuestra pro-

fesi„n. ‰A qu‡ se debe eso? Evidentemente, no es casual

que: 1) la teor‚a sea perpetuada por los supervisores, y 2) to-dav‚a no se haya ideado otra teor‚a que proteja m†s que esta

a los docentes incompetentes. Los aportes contempor†neosson meras modificaciones.

i fi d l i l d l i d d l

despu‡s, continˆa aplic†ndose a diario. En honor de Freuddebemos decir que satisfizo todos los requisitos imaginables

 para salvar a los maestros incompetentes. Su influencia estal que sus ideas sobre la supervisi„n hoy son utilizadashasta por quienes ense•an otras terapias con nombres nue-

vos, m†s en boga.

Homenaje a Freud

Freud fue enseguida al centro de la cuesti„n y propuso

un abordaje a dos puntas para salvar al docente. Concibi„una forma de terapia en que el terapeuta y, por lo tanto, el

i bili b d bi di A•

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Hacia fines del siglo pasado, en aquel gran periodo de laterapia hipn„tica, Freud recorr‚a los consultorios de los hip-

n„logos de entonces. Lo que all‚ observaba era una terapia

supervisada en vivo. Un supervisor hac‚a una demostraci„n

de terapia hipn„tica con un paciente, centr†ndose en el s‚n-

toma del que esa persona deseaba curarse. El terapeuta en

formaci„n observaba de qu‡ manera el hipn„logo expertoresolv‚a el problema. Tras haber observado al maestro, el te-

rapeuta en formaci„n trabajaba con un paciente y resolv‚a

un problema, bajo la mirada de aquel. Esta supervisi„n envivo part‚a de la presunci„n de que la formaci„n terap‡utica

implica ense•ar una destreza.

Despu‡s de haber observado el trabajo de estos hipn„-logos y haberlo experimentado ‡l mismo, Freud decidi„abandonar la hipnosis y adoptar un enfoque muy diferente.

La nica explicaci„n para este cambio es que debe de ha- berse dicho: ƒLos tipos con los que trabajo nunca podr‚anense•ar terapia de este modo. No podr‚an inventar una es-

trategia para cada caso. Nunca podr‚an mostrar semejantedestreza en la curaci„n de nuevos s‚ntomas; por lo tanto,tampoco podr‚an ense•†rsela a los terapeutas en forma-ci„n. En consecuencia, debo desarrollar otra forma de tera- pia que permita a los docentes tener prestigio y ser admi-

rados aunque no sepan c„mo producir el cambio. ‰Puedoestructurar una organizaci„n basada en este principio?….

Al cabo de largas horas de meditaci„n, quiz† sentado junto a su amigo y consultor, Wilhelm Fliess, casi roz†ndose

las narices, Freud propuso el enfoque cl†sico que, un siglo

supervisor, no se responsabilizaba de cambiar a nadie. A•a-

di„ la idea de que cualquier fracaso del terapeuta en forma-

ci„n debe atribuirse a sus problemas emocionales y no a su

maestro. Mediante estas dos premisas b†sicas, cualquiersupervisor incompetente pod‚a desviar los hondazos y fle-

chazos de los indignados terapeutas en formaci„n que, talvez, advert‚an que no consegu‚an cambiar a nadie.

Si un paciente dice ƒ‰Acaso su trabajo no es hacerme

cambiar?…, el terapeuta tradicional responder†, tal como lehan ense•ado: ƒNo, mi trabajo es ayudarlo a comprenderse

a s‚ mismo. De usted depende que cambie o no…. Es un re-

curso admitido para que los terapeutas no necesiten saber

qu‡ hacer. Se ha pasado por alto el hecho de que esta consig-

na contiene una agenda encubierta destinada al supervisor.

Si un terapeuta en formaci„n le hace la misma pregunta asu supervisor Šƒ‰Su tarea no es indicarme c„mo saco a este

cliente de su aflicci„n?…Š, el supervisor puede responder:

ƒMi tarea no es ayudarlo a cambiar a las personas, sino ayu-darlo a comprender por qu‡ tiene problemas en el trata-

miento de este paciente…. Hasta puede obsequiarle una son-

risa burlona e interrogarlo sobre sus problemas emociona-les no resueltos. ƒ‰Ha examinado sus fantas‚as omnipoten-

tes acerca de salvar a los pacientes?…, le preguntar†, y el

avergonzado terapeuta en formaci„n se batir† en penosaretirada para abordar sus problemas emocionales, sin ad-vertir que su maestro no supo resolver el problema del clien-

te. Al culparlo por sus propios problemas, tambi‡n lo ha per-

suadido de que no es un estudiante que critica a su maestro,

296 297

sino m†s bien una persona que desconf‚a de sus propios juicios.

Como parte de su plan, Freud suprimi„ la supervisi„n en

vivo y reafirm„ la confidencialidad de la terapia. Deb‚a ha-cerse en consultorios privados con doble puerta a fin de que

nadie pudiese o‚r u observar lo que se dijera o hiciera, niaun apoy†ndose contra la puerta. De este modo, los docen-tes no necesitaban demostrar su destreza a los terapeutas

en formaci„n ni observar c„mo entrevistaban a la gente. No

 podemos responsabilizar por sus fracasos a los estudiantestorpes si nadie observa c„mo conducen una entrevista.

El segundo paso de Freud fue insistir en la aplicaci„n de

un m‡todo nico. El supervisor ense•a que el paciente debellevar el peso de la conversaci„n, mientras que el terapeuta

„l f l l t t ( t ll h

del que se pod‚a hablar, y 2) de lograr que los errores de unsupervisor fueran siempre indemostrables. Propuso que laterapia nunca deber‚a ocuparse del mundo real, sino s„lodel mundo de la fantas‚a. Actualmente, se discute por qu‡abandon„ Freud la cuesti„n del abuso sexual sufrido por

sus pacientes j„venes de sexo femenino en el mundo real ylo trasform„ en un deseo o fantas‚a que acechaba en los

oscuros recovecos de su mente. ‰Qu‡ deb‚a hacer un tera-

 peuta frente a un padre incestuoso? Seg n Freud, deb‚a de-

cir que no hab‚a sucedido nada. Al parecer, quiso salvar asus docentes de enfrentarse con la realidad, un terreno en elque podr‚an demostrarse sus errores y tendr‚an que saber

qu‡ hacer con personas de carne y hueso, por ejemplo, con

 parientes lascivos. Cuando no se habla de hechos, sino deuna fantas‚a, ‰qui‡n puede decir que el supervisor tiene ra-

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s„lo formula alguna que otra pregunta (esto se llama ƒhacer

una interpretaci„n…). La interpretaci„n portadora de in- sight es la prescripci„n invariante que confunde al cliente ylo lleva a preguntarse por qu‡ tiene el problema, y no qu‡

 puede hacer para resolverlo.

Se puso gran ‡nfasis en evitar las directivas. El argu-mento esgrimido fue que pedir a la gente que hiciera algo

 Šsalvo acostarse y hablarle al techoŠ era degradante e im-

 pedir‚a alcanzar los objetivos de neutralidad. Se arguy„ queel nico medio de provocar el cambio era un mon„logo unila-

teral. As‚, los supervisores ya no se vieron en la obligaci„n

de aprender a impartir directivas y a determinar cu†les ser-v‚an para tal o cual problema.

Un tercer paso, destinado a ahorrar a los docentes la ne-

cesidad de saber c„mo curar los s‚ntomas, consisti„ en decirque los s‚ntomas carec‚an de importancia y lo que deb‚a dis-

cutirse era lo que hab‚a detr†s de ellos o a la vuelta de la es-

quina. Esta innovaci„n cre„ una terapia sin metas, de modoque ya no pudo culparse a ningˆn supervisor si un terapeu-ta en formaci„n no alcanzaba una meta.

El hecho de que Freud concibiera una terapia a largo plazo favoreci„ especialmente a los supervisores. Trascu-

rr‚an a•os y generaciones antes de que una terapia llegara

a su fin. Para entonces, ‰c„mo pod‚a saber alguien si el tra-tamiento del caso y, por consiguiente, el supervisor, hab‚anfracasado?

Con otro abordaje a dos puntas, Freud, a quien le gusta-

 ban las puntas, resolvi„ la cuesti„n 1) del tema interesante

una fantas‚a, ‰qui‡n puede decir que el supervisor tiene ra

z„n o se equivoca?‰Y qu‡ decir del mayor desafio: c„mo distraer la atenci„n

del terapeuta en formaci„n del problema de cambiar a lagente, haciendo hablar al supervisor de otro asunto verda-deramente interesante? Vean qu‡ se le ocurri„ al genialFreud: no s„lo propuso una explicaci„n fascinante de la mo-

tivaci„n humana y nuevas perspectivas sobre la criaturahumana, sino que adem†s centr„ su m‡todo formativo en

los aspectos m†s apasionantes de la vida. Recomend„ que eldocente hablara de sexo, poder, conflictos, la envidia de ge-

nitales de tipo diferente y los crudos dramas humanos entorno de fantas‚as de asesinato e incesto. ‰El ni•o experi-menta una pasi„n secreta por su madre? ‰La hija desea ar-dientemente a su padre? Ante cuestiones tan dram†ticas,todo lo dem†s parece pura ch†chara. Al elegir como temas

de conversaci„n aquellas cosas que la gente normal censu-

rar‚a por infandas, Freud asegur„ para siempre unas sesio-nes de supervisi„n agradablemente excitantes. Consultar a

un supervisor equival‚a a aventurarse en el terreno de lo pavoroso. El problema de cambiar a la gente se pod‚a pasar

 por alto como un tema secundario.Freud logr„ concretar todos y cada uno de los medios

ideales de proteger a los maestros incompetentes. Adem†s, persuadi„ a todo el mundo de que los terapeutas deb‚an

conversar, y no actuar. Los supervisores de terapia se han beneficiado con sus ideas durante un siglo. Hasta las nue-vas terapias, inspiradas en otras ideolog‚as, continˆan ba-

298299

salido la formaci„n de terapeutas en los principios freudia-nos destinados a proteger a los supervisores. Los nuevos tiempos

ŒArriba la diagnosis!

Desde luego, no tenemos por qu‡ atribuirle todo el m‡ri-

to a Freud. Otras escuelas de terapia han aportado m‡todos

adicionales para salvar a los supervisores. No hace falta ex-tenderse sobre c„mo los protege el enfoque de Carl Rogers.

En ‡l, s„lo ense•an a los terapeutas a devolver, reflejados,

los dichos del cliente. La mayor‚a de los supervisores pue-

den hacer eso.

Es bien conocido el valor que tiene la diagnosis para el

Los tiempos cambian y ya se percibe la necesidad de in-troducir algo novedoso para los supervisores. Resumamosel desafio. Se abandonan muchos procedimientos protecto-

res justamente cuando aumenta el nˆmero de supervisoresen formaci„n. Su protecci„n fundamental, la confidenci.ali-

dad, se ve amenazada por el desarrollo del espejo de visi„n

unilateral y la grabaci„n de las entrevistas, ya sea en caseteo en videocinta. La falta de conocimientos del supervisor se

exhibe pˆblicamente en lugar de mostrarse a un solo super-

visado y en privado. La supervisi„n en vivo exige que el do-cente sepa guiar a un terapeuta en formaci„n durante una

entrevista terap‡utica real, y no con posterioridad a ella,cuando s„lo es posible discutirlo que podr‚a haberse hecho o

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Es bien conocido el valor que tiene la diagnosis para elsupervisor que no sabe qu‡ hacer. Se descubri„ que, en lu-

gar de hablar de terapia, pod‚an gastar varias horas del

tiempo de supervisi„n en discutir el diagn„stico correcto. El

supervisor que descubre que un cliente encaja en una cate-

gor‚a del DSM-IV, o aun en tres o cuatro, se extiende en la

materia y suscita en su supervisado una viva sensaci„n de

logro. ƒEvidentemente, es una personalidad fronteriza y no

un estado esquizoide…, dice el supervisor. ƒCielos!…, exclama

el terapeuta en formaci„n, admirado. Cuando empiece a practicar su profesi„n en el mundo real, le llevar† un tiempo

advertir que el sistema de diagn„stico es irrelevante e in-cluso traba la inducci„n del cambio en las personas.

En la actualidad, cuando los supervisores forman a psi-

quiatras residentes, sus nicas actividades son diagnosti-car y elegir una droga, o aun tres o cuatro drogas. Un grupo

del Departamento de Psiquiatr‚a de la Universidad de Iowa

marc„ un r‡cord para los debates sobre medicaci„n. Dicen

que se pasaron dos horas y treinta y ocho minutos discu-

tiendo qu‡ medicaci„n deb‚a utilizarse para contrarrestar

los desafortunados efectos colaterales del Haldal. Le hab‚an

administrado esta droga a una mujer que intent„ arrojarse

desde el Puente Tallahatchie porque, segˆn dijo, estaba an-

gustiada.

p q p

dicho. Dada la popularidad de la supervisi„n en vivo, el su-

 pervisor que consigue evitar el espejo de visi„n unilateral

 puede considerarse afortunado.Los terapeutas tambi‡n se ven muy presionados para

saber c„mo tratar los problemas presentados. A medida que

se descubre lo penoso del mundo real de los clientes, se deja

de confiar en el pasado y las fantas‚as. Al mismo tiempo, con

los cambios sociales, los pobres y los nuevos grupos ‡tnicos

invaden los consultorios de los terapeutas. Tradicionalmen-

te, los cl‚nicos se impacientaban con los pobres y se rehusa-

 ban a tratarlos porque sol‚an ser impuntuales en su asis-tencia a las sesiones y en el pago de honorarios. Antes, a los

supervisores les bastaba poseer un agudo insight de la clase

media; ahora, deben tratar a gente de pocos recursos y amiembros de ciento ochenta etnias, muchos de los cuales ni

siquiera hablan ingl‡s. Adem†s, la terapia se aplica a pro- blemas m†s dif‚ciles, como la violencia, el suicidio, la viola-

ci„n, el abuso de drogas, el incesto, las actividades delictivas

y otras conductas conflictivas. Para tratar a esta gente des-dichada, los terapeutas tienen que saber qu‡ hacen. Los su-

 pervisores que no saben ense•ar las t‡cnicas son atacados.

La ltima complicaci„n que afrontan los supervisores es ha-

 ber descubierto que los terapeutas y los clientes vienen endos g‡neros. Las terapeutas feministas protestan contra los

 prejuicios pasados y presentes, y culpan por ellos a los su- pervisores. ‰C„mo pueden ocultar estos su incompetencia y

su sexismo cuando todo est† a la vista y el foco de la terapia

300 301

son personas de carne y hueso que viven en el mundo real?

‰Podr†n responder a ese desafio? Veamos de qu‡ modo lateor‚a puede ayudarlos, como siempre lo ha hecho.

La teor‚a moderna

Un modo de arrojarle al supervisor un salvavidas te„rico

es proporcionarle una teor‚a tan compleja que nadie puede

entenderla, ni siquiera un supervisor. Tal lo sucedido con lateor‚a de la terapia familiar. O si no, se le puede suministrar

una teor‚a tan simple que cualquier supervisor, no importa

si es obtuso, la entienda. Es lo que ocurri„ con la teor‚a de laterapia conductista. Pavlov descubri„ que si premiaba a un

disimular el hecho de que no comprenden la teor‚a y, por talraz„n, no advierten que sus maestros tampoco la entienden.Estos no necesitan ense•ar a cambiar a nadie, porque lateor‚a se refiere a las propiedades autocorrectivas y la in-

mutabilidad de los sistemas. Los intelectuales europeos

aman esta teor‚a porque creen que cambiar en realidad esno cambiar, ya que todo es constructivista. Los norteameri-

canos tienden a ser m†s pragm†ticos y pr†cticos, y s„lo se

sienten perplejos. Un nuevo descubrimiento, acaecido re-cientemente, gener„ un cambio en la cibern‡tica de la tera-

 pia familiar: el cambio de orden tercero. La cibern‡tica de

orden primero fue el descubrimiento de que los miembros

de la familia se respond‚an entre s‚. La cibern‡tica de ordensegundo fue el descubrimiento, por Harry Stack Sullivan,de que hay un terapeuta involucrado en la observaci„n y

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animal por hacer algo, ‡l repet‚a la acci„n. En cambio, si lo

castigaba por ella, la repet‚a con menor frecuencia. A este

descubrimiento notable se le a•adi„ la idea de que si una persona es castigada en un momento en que se tapa la na-

riz, experimenta desasosiego cada vez que se la toca. (Esta

ha sido una explicaci„n del inter‡s de Fliess, el amigo deFreud, por las narices.) Skinner se abalanz„ sobre esta teo-

r‚a y la expandi„ levemente. Sobre esa roca se construy„ laiglesia de la terapia conducta!, un sistema comprensible

 para la mayor‚a de los docentes.

Los terapeutas familiares tomaron un camino diame-tralmente opuesto, en busca de una mayor complejidad.Crearon teor‚as tan complicadas que era imposible preten-

der que un formador de terapeutas las entendiera. Por suer-

te, en nuestra profesi„n hab‚a un genio gigantesco dotadode una capacidad legendaria para la ambig‹edad: me refie-

ro a Gregory Bateson, quien se convirti„ en el te„rico de laterapia familiar. Aunque no se interesaba particularmente

 por la terapia, en colaboraci„n con Don Jackson introdujo lanoci„n de la homeostasis en el campo terap‡utico y la aplic„

a familias enteras, a las que empez„ a entrevistar como par-

te de su proyecto de investigaci„n. Gracias a esta visi„n ci-

 bern‡tica, los docentes confunden a los terapeutas en for-maci„n con un complicado conjunto de ideas sobre sistemasgobernados, procesos de realimentaci„n, funciones escalo-

nadas y entrop‚a negativa, todo envuelto en la segunda ley

de la termodin†mica. Los terapeutas en formaci„n intentan

de que hay un terapeuta involucrado en la observaci„n y

que influye sobre los datos. La cibern‡tica de orden tercero

es el descubrimiento de que los supervisores necesitan de lateor‚a cibern‡tica para ocultar el hecho de que no saben

cambiar a nadie.Al morir Bateson, la teor‚a de sistemas corri„ peligro de

hacerse m†s comprensible. Sin embargo, ante la amenazade tener que saber c„mo hacer terapia, varios te„ricos refi-

nados se apresuraron a postular complicadas teor‚as deepistemolog‚as est‡ticas con estados disociados con narrati-

vas basadas en principios constructivistas. Quienes dicta-

 ban cursos de terapia pudieron perseverar en su evitaci„nde ense•ar a producir cambios y en su actitud de impe-

netrable sabidur‚a. El puesto de Jefe de la Ambig‹edad con-

tinˆa vacante y son muchos los que compiten afanosamente por ‡l. Hay dos escuelas principales en carrera. Una es la

escuela del ƒtom-tom…, cuya canci„n caracter‚stica es un

cuento de Hoffmann y que se ufana de marchar al comp†sde un tambor diferente, sin sonido; los l‚deres de esta escue-

la esperar hallar en alguna parte un fil„sofo extranjero que

les infunda la sabidur‚a. La otra escuela se denomina ƒelgris no es blanco, digan lo que digan…. Es dificil descubrirla

 pues cada d‚a es m†s oscura. Si un principiante pregunta

c„mo se cambia a alguien en terapia, un supervisor de estaescuela tal vez le responda con la siguiente cita:

ƒLa perspectiva constitucionalista que sostengo refuta las premisas fundacionalistas de objetividad, esencialismo y

302303

representacionalism.o. Propone la imposibilidad de un cono-cimiento objetivo del mundo, y el concepto de que, en reali-

dad, los conocimientos se generan en determinados campos

discursivos. Propone que todas las nociones esencialistas,incluidas las concernientes a la naturaleza humana, son ar-

tima•as que desfiguran la realidad de los hechos; que las

nociones esencialistas son parad„jicas en tanto proveendescripciones que son especificaciones de vida; que estas no-

ciones disfrazan las operaciones de poder. Y la perspectiva

constitucionalista propone que nuestras descripciones de lavida no son representaciones ni reflejos de la vida tal como

es vivida, sino constitutivos directos de la vida; que estasdescripciones no se corresponden con el mundo, sino que in-

fluyen realmente en el moldeamiento de la vida…. (Desafio

al lector a identificar la fuente de esta cita. Aparece en la

 peuta se limita a iniciar una entrevista sin ideas preconce- bidas ni esperanzas de descubrir lo que pudiera servir para

algo, este enfoque es m†s espont†neo y menos coercitivo.Una nueva objeci„n se•ala que el espejo de visi„n unilateral

es antidemocr†tico y todos los terapeutas deber‚an confra-ternizar con las familias y hacer coparticipaci„n con ellas en

el consultorio. De esta manera, el supervisor no necesitar†

ser un experto en t†cticas terap‡uticas. Desde luego, se es- pera que las discrepancias entre profesionales no ser†n tre-

mendas y trasformar†n de algˆn modo a los clientes.

Evitar la necesidad de ense•ar destrezas

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p p†g. 125 de un libro que m†s vale evitar.)

S„lo cabe admirar esta muestra de que la terapia siem- pre puede producir grandes te„ricos que confundan lascuestiones y salven a los supervisores.

Aun as‚, ‰qu‡ haremos con los terapeutas en formaci„nque persisten en decir: ƒ;Al diablo con la teor‚a! ‰Qu‡ hago

 para impedir que un hombre siga golpeando a su esposa yabusando de sus cinco hijos?…. La terapia familiar obliga a

 prestar atenci„n al mundo real y los terapeutas en forma-

ci„n esperan que sus supervisores les impartan indicacio-nes pr†cticas. La insistencia puesta en la familia hace pe-

ligrar la claridad pero, por suerte, tambi‡n toca puntos sen-sibles para los terapeutas en formaci„n que todav‚a no se

han desenganchado de sus propias familias y se preguntansino ser†n disfuncionales. Las discusiones sobre los padres,los hijos y los suegros siempre est†n recargadas de predis-

 posiciones personales y recuerdos de malos tratos. Al expla-

yarse sobre la experiencia personal de los terapeutas en for-maci„n, los supervisores pueden distraerlos de sus inquie-tudes acerca de c„mo producir el cambio.

La t‡cnica m†s popular con las familias sigue siendo la

insistencia en el individuo. Cada a•o se anuncia el redescu- brimiento del individuo, en especial por supervisores que

nunca lo perdieron. Cada a•o surge la objeci„n alterna deque es impropio planificar el trabajo terap‡utico porque la planificaci„n previa est† orientada hacia el poder. Si el tera-

Si echamos una mirada objetiva a la formaci„n en tera-

 pia familiar, notamos que no ha habido ning n aporte nove-doso para salvar a los docentes. Aun cuando apliquen unnuevo enfoque, la mayor‚a de los programas formativos en

terapia familiar se limitan a utilizar ideas heredadas del pasado. El principal m‡todo did†ctico es hacer que el estu-

diante centre su atenci„n en s‚ mismo, ya sea en una terapia

 personal o mediante el uso de historias familiares presenta-das en forma de genogramas. Sin embargo, el lenguaje es

m†s contempor†neo. Por ejemplo, un partidario entusiasta

lo define as‚: ƒLa capacitaci„n en el conocimiento de los sis-temas atrae la atenci„n de los terapeutas en formaci„n ha-cia las resonancias de nivel en nivel de sistemas continuos.

Las resonancias con lo m†s ‚ntimo de nuestro ser producenla curva de aprendizaje m†s aguda…. (Esta cita se encontra-

r† escondida en el anuncio de un curso de terapia familiar,

 publicado en un lugar apropiado.)Algunos supervisores saben entrevistar a una familia y

explorar los problemas, pero no saben c„mo cambiarlos.Cuando se objeta que estas entrevistas no modifican en ab-

soluto a las personas, un supervisor puede hacer ver su im-

 portancia trayendo a entrevistadores hu‡spedes para que

hagan demostraciones pˆblicas destinadas a los terapeu-tas en formaci„n. A veces, los organizadores de los talleres

llaman a estos docentes nacionales ƒterapeutas magistra-

les…. Al parecer, llaman as‚ a cualquiera que haya disertadoen pˆblico alguna vez. Para distinguir a los docentes de los

304 305

terapeutas, es preciso hallar el modo de diferenciar a un te-

rapeuta magistral de un ƒsupervisor legendario… (definidocomo alguien que ha disertado en pˆblico m†s de una vez).

En el †mbito nacional, estos supervisores legendarios hacenentrevistas familiares demostrativas frente a audiencias

multitudinarias. Miles de j„venes aprenden a entrevistarfamilias frente a una sala colmada, si encuentran. alguna.

Apropiaci„n de ideas

‰Pueden los supervisores contempor†neos proveer al te-

rapeuta en formaci„n soluciones para los problemas sintener que idear ninguna? ‰Es pedir demasiado? Afortuna-

su s‚ntoma, tal como indica a las parejas que sigan ri•endoy alienta a ]as familias a persistir en sus conductas pertur-

 badoras. Salta a la vista que esta t‡cnica debe de haber sido

elaborada para los docentes incapaces de idear y ense•ar

una intervenci„n terap‡utica. Un supervisor s„lo tiene queense•ar a sus supervisados a decir a las familias que sigan

como est†n. Sin duda, los supervisores con un nivel m‚nimo

de inteligencia podr†n captar esta intervenci„n.

Conclusi„n

Si contemplamos retrospectivamente los ltimos veinte

a•os, parecer† evidente que los diversos programas for-

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damente, los supervisores han hallado un modo de hacerlo.

Si no se nos ocurre ninguna soluci„n para el problema deun cliente, un recurso obvio es ped‚rsela al cliente y aplicar-

la. Esto se llama ƒterapia de apropiaci„n de soluciones…. Es

m†s f†cil ense•ar este procedimiento a los terapeutas quecapacitarlos para inventar soluciones por s‚ solos. Hay dos

t‡cnicas opuestas. Una es preguntar a los clientes qu‡ in-

tentaron hacer para resolver su problema, y decirles des- pu‡s que insistan con eso. La otra es formularles la misma

 pregunta, y despu‡s decirles que esa soluci„n no dio resul-

tado pero, con una leve modificaci„n, resolver† su problema.Esta.. t‡cnica se denomina ƒel cliente debe de estar equivo-

cado o, de lo contrario, no tendr‚a un problema pero, aun

as‚, puedo tomar prestada esa soluci„n…. De este modo, elsupervisor no necesita discurrir ninguna soluci„n novedo-sa: le basta birlar la que propone el cliente.

‰Hay alguna otra posibilidad de salvar a los superviso-res a quienes no se les ocurre ninguna soluci„n o plan tera-

 p‡utico? Con que s„lo pudieran decirle a la gente que siga

como est†, no necesitar‚an lucubrar ninguna otra interven-

ci„n. Esta novedad ha sido introducida por los supervisores

contempor†neos. Se llama ƒparadoja… y es de uso corriente

en terapia, pero no suele discutirse el valor que tiene para elsupervisor.

Una intervenci„n parad„jica es aquella en que el tera- peuta imparte a los clientes la directiva de prolongar situa-

ciones cuya modificaci„n solicitan. Les dice que mantengan

, p q p gmativos han tomado mucho del pasado y no han introducido

nuevos modos de salvar al docente que no sabe qu‡ hacer.Despu‡s de todo, siempre hubo teor‚as abstrusas, para-

dojas, terapia personal y entrevistas ilustrativas.Alguien, tal vez un ingenuo terapeuta en formaci„n, po-

dr‚a preguntar ƒ‰Por qu‡ hemos de salvar al supervisor in-

competente?…. ‰Por qu‡ proteger al docente que no sabe c„-

mo cambiar a las personas? ‰No deber‚amos incitar a los te-rapeutas en formaci„n a rebelarse contra la ineptitud? Al

considerar un plan tan temerario, examinemos un aspecto

de la formaci„n que nos ha sido impuesto con el adveni-miento de la terapia familiar y la. teor‚a de sistemas. Se haadvertido que en la terapia sucede lo que en el programa

formativo. Esto es, lo que ocurre detr†s del espejo de visi„n

unilateral es una copia de lo que ocurre delante de ‡l (aun-

que no haya ningˆn espejo). Si se excusa a los terapeutas en

formaci„n incompetentes alegando que tienen problemasemocionales, se fomentar† la misma idea en las familiastratadas, cuyos miembros se excusar†n entre s‚ de manera

id‡ntica. Si en la sala de observaci„n se impone el insight a

los terapeutas en formaci„n, estos lo impondr†n a las fa-milias en el consultorio. Si los terapeutas en formaci„n se

acusan mutuamente con interpretaciones de su horrible psicopatolog‚a, tal como la encuentran en el DSM-IV, losmiembros de la familia podr†n endilgarse curiosas catego-

r‚as de anormalidades psicol„gicas expresadas en el lengua-

 je popular. Si el supervisor y los terapeutas en formaci„n

306 307

mantienen un trato amistoso y benevolente, integrandoequipos democr†ticos que son fieles reflejos los unos de los

otros, la familia en terapia perder† su estructura y ver†desorganizarse su jerarqu‚a. Como afirman insistentemen-te los neoconstructivistas, en terapia, las jerarqu‚as espejan

a las jerarqu‚as.

‰Qu‡ tiene que ver esto con el salvamento de los supervi-

sores? Si, en vez de proteger a los supervisores incompeten-

tes, los programas formativos incitan a los terapeutas en

formaci„n a no respetarlos e incluso a re‚rse de ellos porque

no saben cambiar a la gente, ‰qu‡ les sucede a las familias

en tratamiento? En el consultorio, de este lado del espejo,toda autoridad familiar ser† ridiculizada y reinar† el caos al

aumentar la impotencia de los padres. Si ha de mantenerse

el respeto a los clientes y entre los clientes, todo programa

r†n salvando ese obst†culo del mismo modo en que lo hicie-ron las generaciones anteriores. Un sinnˆmero de supervi-sores de terapia son respetados y venerados; hasta han fun-

dado nuevas escuelas de terapia; si bien no ense•an a nadiea cambiar en absoluto a ningˆn cliente ni a resolver ningˆn

tipo de problema.

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p y p gformativo debe respetar y proteger a los numerosos docen-

tes ineptos.

Hoy por hoy, son cada vez m†s los terapeutas en forma-

ci„n insatisfechos que protestan porque no aprenden a ha-cer terapia y hasta procuran eludir a sus supervisores. ‰Qu‡

 podemos hacer? Una soluci„n ideal ser‚a declarar ilegal la

desatenci„n al supervisor. De hecho, ya se ha tomado estamedida. Los poderosos grupos de presi„n que representan a

las organizaciones profesionales han persuadido a los legis-

Iadores de que un terapeuta s„lo puede ejercer la profesi„n,

y cobrar honorarios, si posee una matr‚cula o licencia otor-gada por dichas entidades. Todo aquel que haga terapia sin

estar matriculado infringe la ley. Para obtenerla licencia, el

terapeuta debe escuchar a un supervisor y pagar por tal pri-

vilegio. As‚, ahora se les exige por ley a los terapeutas que

escuchen a los supervisores; de lo contrario, nunca podr†n

ganarse la vida haciendo terapia. El supervisor tambi‡n

debe poseer un t‚tulo habilitante pero, por suerte, no se re-

quiere mucho para obtenerlo. No se piden pruebas de haber

tenido ‡xito en la ense•anza de las t‡cnicas inductoras delcambio; basta que el supervisor y el terapeuta hayan pasa-

do largas horas sentados, conversando. Cualquier supervi-

sor que posea un sill„n c„modo y unas cuerdas vocales sa-nas puede hacerlo.

Afortunadamente, el nˆmero de supervisores que sabencambiar a la gente va en aumento y cabe esperar que esta

feliz tendencia continˆe. Los que no saben qu‡ hacer segui-

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Obras completas de Sigmund Freud

Traducci„n directa del alem†n, cotejada con la edici„n inglesa de damesStrachey (Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sig-mund Freud),cuyo ordenamiento, pr„logos y notas se reproducen enestaversi„n.

Presentaci„n:Sobre la versi•n castellana1. Publicaciones prepsicoanal‚ticas y manuscritos in‡ditos en vida de

Freud (18864899)

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8/19/2019 Aprender y Enseñar Terapia Jay Haley

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Freud (18864899)2.  Estudios sobre la histeria (1893-1895)

3. Primeras publicaciones psicoanal‚ticas (1893-1899)4. La interpretaci•n de los sue†os (1) (1900)5.  La interpretaci•n de los sue†os (II) y Sobre el sue†o (1900-1901)6.  Psicopatolog…a de la uida cotidiana(1901)

7. "Fragmento de an†lisis de un caso de histeria" (caso "Dora"), Tresensayos de teor…a sexual, y otras obras (1901-1905)

8.  El chiste y su relaci•n con lo inconciente (1905)9.  El delirio y los sue†os en la "Gradiva" de W. Jensen, y otras obras

(1906-1908)10. "An†lisis de la fobia de un ni•o de cinco a•os" (caso del peque•o Hans)

y "A prop„sito de un caso de neurosis obsesiva" (caso del "Hombre delas Ratas") (1909)

11. Cinco conferencias sobre psicoanƒlisis, Un recuerdo infantil de Leo-nardo da Vinci, y otras obras (1910)

12. "Sobre un caso de paranoia descrito autobiogr†ficamente" (caso Schre- ber), Trabajos sobre t‡cnica psicoanal‚tica, y otras obras (1911-1913)

13. T•tem y tab‡, y otras obras (1913-1914)14. "Contribuci„n a la historia del movimiento psicoanal‚tico", Trabajos

sobre metapsicolog‚a, y otras obras (1914-1916)15. Conferencias de introducci•n al psicoanƒlisis(partesIy II) (1915-1916)16. Conferencias de introducci•n al psicoanƒlisis (parte III) (1916-1917)17. "De la historia de una neurosis infantil" (caso del "Hombre de los Lo-

 bos"), y otras obras (1917-1919)18.  Mƒs allƒ del principio de placer, Psicolog…a de las masas y anƒlisis

del yo, y otras obras (1920-1922)19.  El yo y el ello,y otras obras (1923-1925)20,  Presentaci•n autobiogrƒfica, Inhibici•n, s…ntoma y angustia, ‚Pue-

den los legos ejercer el anƒlisis?, y otras obras (1925-1926)

21.  El porvenir de una ilusi•n, El malestar en la cultura, y otras obras(1927-1931)

22.  Nuevas conferencias de introducci•n al psicoanƒlisis,y otras obras(1932-1936)

23.  Mois€s y la religi•n monote…sta, Esquema del psicoanƒlisis,y otrasobras (1937-1939)

24. Indices y bibliograf‚as