Almond Una Disciplina Segmentada Mesas Separadas

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    1. MESAS SEPARADAS: ESCUELAS y CORRIENTES EN LAS CIENCIAS POLTICAS*

    Miss Cooper: La soledad es algo terrible, no cree usted? Anne: Ya 10 creo. Es algo terrible ... Miss Meacham: Ella no es de las que disfrutan con la

    soledad. Miss Cooper: Acaso hay quien disfrute con la sole-

    dad, Mis.s Meacham?

    (Fragmento de Separate Tables ("Mesas separadas") de TERENC,E RAT.TICAN, 1955,78,92)

    EN SEPARATE TABLES, el mayor xito de la temporada teatral de Nueva York en 1955, el dramaturgo irlands Terence Rattigan recurri a la metfora de unos clientes solitarios sentados en el comedor de un hotel de segunda clase de Cornualles para ilustrar la soledad de la condicin humana. Tal vez sea un poco descabellado usar esta me-tfora para describir la situacin de las ciencias polticas durante la dcada de 1980. Pero en cierta forma,las diversas escuelas y corrien-tes de las ciencias polticas se encuentran actualmente sentadas ante mesas separadas, cada una con su concepcin de lo que deben ser las ciencias polticas, protegiendo un ncleo oculto de vulnerabilidad.

    Las cosas no siempre han sido as. Si recordamos el estado en que se encontraban las ciencias polticas hace un cuarto de siglo, diga-mos a principios de la dcada de 1960, las crticas de David Easton (1953) y David Truman (1955), relativas al atraso de esta disciplina en comparacin c~m.el Fsoode las disciplinas propias de las ciencias sociales, haban sido tomadas muy en serio por un importante y productivo cuadro de jvenes politlogos. En 1961, Robert Dahl escribi su Epitaph for a Monument to a Successful Protest, que refle-jaba la confianza de un movimiento t"iunfante, cuyos dirigentes rpidamente estaban convirtindose en las figuras ms destacadas de la profesin. Ni Dahl ni Heinz Eulau, cuya Behavioral Persuasion

    " Gabriel A. Almond, Separa te Tables. PS. vol. 21. nm. 4. Derechos reservados en 1988 por la American Poltica} Science Associalion. Reproduccin- autorizada.

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  • 40 LA POLTICA COMO CIENCIA se public en 1963, hicieron demandas exageradas o exclusivas a las nuevas ciencias polticas. Expresaron su conviccin de que el enfo-que cientfico en el estudio de los fenmenos polticos haba demos-trado su eficacia, y que poda considerarse, al lado de la filosofa poltica, el derecho pblico, y la historia y descripcin de las institu-ciones, como un procedimiento vlido para el estudio de la poltica. Como la parte "en movimiento" de la disciplina, digamos, suscit cierta inquietud entre las viejas subdisciplinas. Una metfora ilus-trativa del estado de las ciencias polticas en aquella poca podra ser el modelo de "turco joven-turco viejo", con los turcos jvenes que ya pintan canas. Pero todos somos turcos.

    Ahora prevalece una incmoda fragmentacin. Los especialistas en administracin pblica buscan un anclaje en la realidad, una "nueva institucionalidad" en la cual apoyar sus brillantes deduccio-nes; los econometristas polticos quieren relacionar los procesos his-tricos e institucionales; los humanistas critican la evitacin de los valores polticos por el llamado "cientificismo" y se sienten incom-prendidos en un mundo dominado por las estadsticas y la tecnolo-ga; y los tericos polticos radicales "crticos", como los profetas de la antigedad, maldicen a los conductistas y positivistas, as como a la simple nocin d~ un profesionalismo en las ciencias polticas ten-diente a separar el saber de la accin. Sin embargo, su antiprofesio-nalismo deja en entredicho su propia calidad de tericos o polticos.

    El malestar que prevalece entre .los profesionales de las ciencias polticas no es fsico sino anmico. En el transcurso de las ltimas dcadas, la profesin ha aumentado a ms del doble en trminos cuantitativos. La ciencia poltica norteamericana se ha extendido a Europa, Amrica Latina, Japn y, curiosamente, hasta China y la URSS. Las ciencias polticas adoptaron las caractersticas metodo-lgicas y de organizacin de la Giencia -institutos de investigacin, presupuestos en gran escala, el uso de mtodos estadsticos-Y hl~mticos, etc. La ciencia poltica ha prosperado materialmente, pero no es una profesin feliz.

    Estamos divididos en dos dimensiones: una ideolgica, y otra me-todolgica (vase el cuadro 1). En la dimensin metodolgica estn los extremos de blandos y duros. En el extremo blando figuran estu-dios clnicos "densamente descriptivos" como los de Clifford Geertz (1972). Como ejemplo de este tipo de orientacin, Albert Hirschman (1970) cit61a biografa escrita por John Womack (1969) del guerri-

    Dimensin metodolgica

    MESAS SEPARADAS

    Dura Blanda

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    CUADRO 1. Dimensin ideolgica

    Izquierda Derecha ID DD lB DB

    41

    llero mexicano Emiliano Zapata; se trata de una obra casi exenta de cualquier tipo de conceptualizacin, hiptesis, o intentos de demos-trar proposiciones. Hirschman argumenta que no obstante esta apa-rente carencia metodolgica, dicho estudio sobre Zapata est repleto de implica,ciones tericas de suIha importancia. Leo ~trauss (l9~9) y los seguidores de su filosofa poltica, con s~ enfoque I~terpretatIv~ en la evocacin de las ideas de filsofos polticos, tambIn se aproXI-man en gran medida a este extremo blando, aunque el estilo de Womack con su carcter narrativo y descriptivo parece dejarlo todo implcito, la exgesis straussiana conlleva la discip~~na propia ,?e.la explicacin de los grandes textos, que descubre su verdadero SIg-nificado mediante el anlisis del lenguaje empleado en ellos.

    Un tanto alejados del extremo blando, pero an del lado blando del continuo, podran estar los estudios filosficos ms abiertos a las pruebas empricas yel anlisis lgico. Obras recientes, como las de Michael Walzer acerca de la justicia (1983) Y la obligacin (1970), Y las de Carole Pateman sobre la participacin (1970) Y la obligacin (1979), podran ser ilustrativas. En estos casos existe algo ms que una evocacin sencilla y profusamente documentada de un aconte-cimiento o personalidad, o una exgesis precisa de las ideas de los filsofos polticos. Se presenta una argumentcin lgica, a menu~o corroborada por el estudio de pruebas, y desarrollada en forma mas o menos rigurosa.

    En el otro extremo-dd-cfflytinyo metodolgico se encuentran los estudios de carcter cuantitativo, economtrico y aquellos que con-tienen modelos matemticos; y lo ms extremo podra ser la combi-nacin de modelos matemticos, anlisis estadsticos, experimentos y la simulacin computarizada en la bibliografa sobre opinin p-blica. Ejemplos extremos de este polo duro podran ser las teora.s relativas al sufragio, la formacin de coaliciones y la toma de deCI-siones en comits y burocracias, implicadas en la comprobacin de hiptesis generadas por medio de modelos formales y matemticos.

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    42 LA POLTICA COMO CIENCIA

    En el lado izquierdo del continuo ideolgico, tenemos cuatro grupos de la tradicin marxista: los marxistas propiamente dichos, los te-ricos de la "poltica crtica",los llamados dependencistas, y los teri-cos del sistema mundial,los cuales, todos ellos, rechazan la posibili-dad de separar al conocimiento de la accin y subordinan la ciencia poltica a la lucha por el socialismo. En el extremo conservador del continuo figuran los neoconservadores, quienes favorecen entre otras cosas a la economa de libre mercado y a la limitacin de los poderes del Estado, as como a una poltica exterior agresivamente anticomunista.

    Si combinamos estas dos dimensiones, obtenemos cuatro escue-las en las ciencias polticas, cuatro mesas separadas -la izquierda blanda, la izquierda dura, la derecha blanda y la derecha dura. La realidad, desde luego, no est tan claramente delimitada. Los mati-ces ideolgicos y metodolgicos son ms sutiles y complejos. Prosi-guiendo con nuestra metfora sin salirnos del espacio del refectorio, toda vez que la inmensa mayora de los politlogos estn en algn punto cercano al centro -ideolgicamente "liberales" y moderados, al mismo tiempo que eclcticos y abiertos al dilogo en cuestin de metodologa- pbdra hablarse de una gran cafetera central en la que la mayora de nosotros seleccionamos nuestro alimento intelec-tual. y en donde compartimos grandes mesas en compaa de diver-sos y cambiantes comensales.

    Las mesas exteriores de este enorme refectorio disciplinario estn muy bien iluminadas y visibles, en tanto que el gran centro perma-nece en la penumbra. Es lamentable que el humor y la reputacin de la disciplina de las ciencias polticas estn tan influidos por estas posturas extremas. Esto se debe en parte a que los extremos suelen ser sumamente audibles y visibles -la izquierda blanda emite un ruido de fondo permanente y flagelante, y la derecha duta }1reduce los refinados modelos matemticos y estadsticos que aparecen en las pginas de nuestras revistas especializadas.

    LA IZQUIERDA BLANDA

    Supngase que empezamos con la izquierda blanda. Todos los sub-grupos de la izquierda blanda comparten el postulado metametodo-

    MESAS SEPARADAS 43

    lgico segn el cual el mundo emprico no pued~ entenderse en funcin de esferas y dimensiones separadas, sino como una totalidad espacial-temporal. La "teora cntica" desarrollada por Horkheimer, Adorno, Marcuse y otros integrantes de la "escuela de Francfort", rechaza la estrategia de desprendimiento y disgregacin atribuida a la corriente principal de las ciencias polticas. Las diversas partes del proceso social deben considerarse como "aspectos de una situacin total implcita en el proceso del cambio histrico" (Lukcs, citado en David Held, 1980, p. 164). Tanto el estudioso como su objeto de estu-dio participan en una lucha. Por tanto, la objetividad no es apropiada. "Los positivistas no entienden que el proceso de acceso al conoci-miento es inseparable de la lu'cha histrica que tiene lugar entre los seres humanos y el mundo. La teora y el quehacer terico estn entrelazados en los procesos de la vida social. El terico no puede mantenerse al margen, contemplando, reflejando y describiendo la 'sociedad' o la 'naturaleza' " (Held, p. 165). Para entender y explicar es menester ~star comprometido con un resultado. No existe una cien-cia poltica en el sentido positivista de la palabra, es decir, una ciencia poltica ajena a un compromiso ideolgico. Intentar una separacin equivale a respaldar el orden establecido, histricamente obsoleto.

    Marxistas ms ortodoxos como Perry Anderson (1976), Goran Therborn (1977), Philip Slater (1977) y otros, si bien comparten la metametodologa de la "escuela crtica", van ms lejos al argir que, a no ser que se acepte el materialismo histrico en su sentido ms reduccionista, consistente en explicar el acontecer poltico en trmi-nos de lucha de clases, se deja de apreciar la relacin existente entre teora y praxis.

    Al considerar la configuracin de la izquierda blanda, comienza a desintegrarse nuestra metfora cuatripartita de las mesas separa-das. Los tericos m~rPsta;& d.e.9ivt;rSas orientaciones -los "tericos' cnticos",los escritores de la "dependencia" y los tericos del "sistema mundial" - son compaeros de mesa con varias displ,ltas. Todos comparten la creencia en la unidad de la teora y la praxis, y estn convencidos de que es imposible separar la ciencia c!e la poltica. Como consecuencia lgica, la corriente positivista, empeada en separar la actividad cientfica de la poltica, ha perdido contacto con la arrolladora unidad del proceso histrico y permanece absurda-mente atada al statuquo. La ciencia poltica positivista se niega a

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    tomar en cuenta la dialctica histrica que hace inevitable el paso del capitalismo al socialismo.

    Fernando Cardoso, principal terico de la escuela de la depen-dencia, compara la metodologa de dicha teora con la tradicin norteamericana de las ciencias sociales:

    Nuestro propsito es restaurar la tradicin intelectual fundamentada en una ciencia social integral. En vez de concentrarnos nicamente en di-mensiones especficas del proceso social, buscamos una comprensin dinmica y global de las estructuras sociales. Nos oponemos a la tradi-cin acadmica que consideraba la dominacin y las relaciones sociocul-turales como "dimensiones" analrticamente independientes la una de la otra y de la ecqnoma, como si cada una de esas dimensiones hubiese correspondido a distintos rasgos de la realidad [ ... ] Nuestro estudio de la sociedad, as como de sus estructuras y procesos de cambio, est basado en un enfoque dialctico [ ... ] A final de cuentas, la opcin que se plantea no es la consolidacin del Estado o el advenimiento de un "capitalismo autnomo", sino ms bien en qu forma sustituirlos. Por lo tanto, lo importante es cmo trazar vas conducentes al socialismo. (Cardoso y Faletto, 1979, pp. ix y xxiv)

    De modo que la ciencia poltica no puede ser ciencia si no est dedicada plenamente a la consecucin del socialismo.

    Richard Fagen, uno de los principales exponentes del enfoque de la "dependencia", detalla las implicaciones de la postura de Cardoso para la comunidad acadmica interesada en cuestiones de desarro- . 110. Un avance real en el estudio sobre el desarrollo debe asociarse con una restructuracin de las asimtricas relaciones internaciona-les de poder y "un ataque, mucho ms difcil e histricamente signi-ficativo, contra las propias formas capitalistas de desarrollo [ ... ] So-lamente cuando tan crucial toma de conciencia dirija la. .naciente crtica acadmica contra el sistema capitalista global, podremos afir-mar que el cambio de paradigmas en las ciencias sociales estadu-nidenses cobr fuerza y est acercando el quehacer acadmico a lo que realmente importa" (1978, p. 80).

    Dos recientes interpretaciones de la historia de la ciencia poltica estadunidense, indican que est ganando terreno esta crtica de la "izquierda blanda" contra la corriente dominante de investigacin en la disciplina. David Ricci, en The TragedyofPolitical Science (1984),

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    describe el surgimiento, en las postrimeras de la segunda Guerra Mundial, de una escuela cientfica liberal de las ciencias polticas en los Estados Unidos de Norteamrica. Se trataba, segn Ricci, de un movimiento empeado en demostrar, mediante los mtodos ms precisos, la superioridad de los postul~dos y valor~s plurali.st~~ libe-rales. La validez de esta complaciente teora poltica emprica , crea-da porpolitlogos como David Truman, Robe~ Da?l. C. E. L~nd~lom, un grupo de especialistas electorales de la Umver~ldad ~e Mlch.lgan y otros investigadores, qued en duda durante los dIsturbIOS de finales de l~ dcada de 1960 y principios de la de 1970, junto con el despres-tigio de la poltica y administracin pblica estadunidenses. Ricci concluye que este episodio conductista-poscond";ctista ?em~estra q~e la ciencia poltica como ciencia emprica, sin la mcluSln SIstemtIca de valores y opciones morales y ticas, y sin un compromiso con la accin poltica, est condenada al fracaso. La ciencia poltica debe inclinarse hacia algn lado, no hacerlo propicia su repliegue a una postura de futilidad y especializacin preciosista.

    La izquierda blanda de Ricci es una variedad de la izquierda hu-manista moderada. La que propugna Raymond Seidelman (1985) corresponde a un tratamiento ms radical de la historia de la cie~cia poltica estadunidense. En un libro titulado Disenchanted Realtsts: Poltical Science and the American Crisis, 1884-1984, Seidelman des-arrolla con detalle una tesis que sustenta la existencia de tres corrien-tes en la teora poltica estadunidense: una corriente institu-cionalista, otra democrtica populista y una tercera, relativamente efmera, "ciencia poltica liberal", iniciada en las dcadas de 1920 y 1930 en la escuela de la Universidad de Chicago, y que habra de prosperar en los Estados Unidos de Norteamrica de~de la poca inmediatamente posterior a la segunda Guerra MundIal hasta los aos setenta, poco ms- g,.i:ncm.ps. La corriente institucionalista co-rresponde a la tradicin hamiltoniana-madisoniana incorporada al sistema constitucional y tendiente a frustrar la voluntad de las ma-yoras. La teora de la separacin de poderes se fundamenta ~~ ,la desconfianza de las tendencias populares. Opuesta a e~ta tradlclOn en la teora poltica estadunidense est la tendencia democrtica populista manifiesta en el temprano igualitarismo agrario, el aboli-cionismo, el populismo y otros movimientos similares. Esta segunda tradicin de Thomas Paine es antiestati~ta y antigubernamental. y

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    46 . LA POLTICA COMO CIENCIA fue desprestigiada por el auge de la sociedad industrial urbana y la necesidad de un gobierno central poderoso.

    La tercera tradicin se basaba en la fe en la viabilidad de una ciencia poltica que ayudase a producir un poderoso Estado nacio-nal. dirigido por expertos que aplicaran polticas pblicas constlUc-tivas y coherentes, y respaldado por mayoras populares virtuosas. Esta ilusin de una ciencia poltica grande y constructiva se esfum, tanto en el mbito de la poltica como en el de la ciencia. La realidad poltica se convirti en una serie desarticulada de "redes de proble-mas" y "tringulos de hierro" dominados por la lite e incapaces de perseguir polticas pblicas consistentes y eficaces, y la ciencia, a su vez, se transform en un conjunto de especialidades inconexas ca-rentes de relacin con la poltica y la administracin pblica. Seidel-man concluye:

    Desde el punto de vista histrico, el profesionalismo en ciencias polticas no ha hecho otra cosa que oscurecer conflictos y opciones en la vida pblica estadunidense, tbda vez que consider a los ciudadanos como meros objetos de estudio o clientes de un paternalismo poltico benigno [ ... ] Mientras no.se percaten los politlogos de que su poltica democr-tica no puede llevarse a cabo mediante un profesionalismo yermo,la vida intelectual permanecer ajena a los autnticos aunque tal vez secretos sueos de los ciudadanos estadunidenses. La historia de las ciencias polticas ha confirmado esta laguna, aun cuando intent colmarla. La ciencia poltica moderna deber lograrlo para poder transformar meras ilusiones en nuevas realidades democrticas. (P. 241) .

    El principal cometido de la izquierda blanda es la impugnacin del profesionalismo en las ciencias polticas. Es un llamado a la academia para que se integre a la lucha poltica y oriente sus activi-dades didcticas y de investigacin hacia compromisos ia~blrgicos de izquierda: concretamente, hacia un socialismo moderado o revo-lucionario.

    LA DERECHA DURA

    La derecha dura, por el contrario, es ultraprofesional en cuanto a metodologa, y cuenta con un formidable arsenal de metodologas cientficas: deductivas, estadsticas y experimentales. Propende a

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    considerar las formas de anlisis histrico, descriptivo y cuantitativo sencillo como productos menores de la ciencia poltica, aun cuando en aos recientes se ha observado una notable rehabilitacin de las instituciones polticas, as como una tendencia a vincular la labor deductiva formal con la tradicin emprica inaugurada por Gosnell, HerringyV. O. Key.

    En una reciente revisin del movimiento de la eleccin pblica en las ciencias polticas, William Mitchell (1988) hace una distincin en-tre dos centros principales, a los que designa con los nombres de escue-las de Virginia y Rochester. La escuela de Virginia, que tuvo su mayor efecto entre los economistas, fue fundada por James Buchanan y Gordon Tullock, en tanto que William Ricker fund la escuela de Rochester, de mayor trascendencia entre los politlogos. Ambas es-cuelas tienden a desconfiar de la poltica y la burocracia, y mantienen una postura conservadora desde el punto de vista fiscal. Sin em bar-go,la escuela de Virginia declara abiertamente que el mercado cons-tituye la piedra de toque de una distribucin eficiente de la riqueza. Segn Mi'tchell, los virginianos estn "plenamente convencidos de que la economa privada es mucho ms robusta, eficiente y quizs ms equitativa que otras economas, y adems, bastante ms eficien-te que los procesos polticos en lo que toca a la distribucin de recu~sos [ ... ] Gran parte de las aportaciones del [virginiano] Center for Study of Pu blic Choice pueden considerarse como contribuciones a una teora sobre el fracaso de los procesos polticos [ ... ] la desigual-dad, la ineficiencia y la coercin son las consecuencias ms comunes de la definicin de polticas democrticas" (pp. 106-107). Buchanan sugiri un plan de reduccin automtica del dficit aos antes de la adopcin de la propuesta Gramm-Rudman-Hollings; tambin fue el autor de una primera versin de la enmienda constitucional pro-puesta para equilibra~l.pEc:lsl.\puc::sto. En dos libros -Demoeraey in Defieilt: The Politieal Legaey of Lord Keynes (Buchanan y Wagner, 1977) y The Eeonomies of Polities (1978)- Buchanan presenta un modelo de poltica democrtica en la cual el electorado acta en funcin de sus intereses de corto plazo, o sea que se ri:!siste a pagar impuestos y busca beneficios materiales para s mismo; los polticos aprovechan naturalmente estas preferencias favoreciendo el gasto y oponindose a los impuestos, en tanto que los burcratas procuran acrecentar su poder y recursos sin tomar en cuenta el inters pblico.

  • 48 LA POLTICA COMO CIENCIA

    Estos tericos difieren en cuanto a su grado de conviccin de que este modelo de maximizacin de utilidades a corto plazo refleja la realidad humana. Algunos estudiosos emplean este modelo como una simple fuente de hiptesis. As, Robert Axelrod, mediante mode-los deductivos, experimentacin y simulacin por computadora, hizo importantes aportaciones a nuestra comprensin de las formas en que surgen las normas cooperativas y, en particular, de cmo pueden surgir normas de cooperacin internacional a partir de una perspec-tiva de maximizacin de utilidades a corto plazo (1984). Douglass North (1981), Samuel Popkin (197~),Robert Bates (1988) y otros, combinan modelos de eleccin racional con anlisis sociolgicos en sus estudios sobre el desarrollo y el proceso histrico del Tercer Mundo.

    La naturaleza defensiva de esta perspectiva se refleja en comenta-rios hechos en fechas recientes por estudi~sos de incuestionable credibilidad cientfica; As, Herbert Simon cuestiona el postulado de eleccin racional de dicha bibliografa:

    Para la investigacin en general, y en particular para nuestra estrategia de investigacin, l!xiste una enorme diferencia entre estudiar el casi omnisciente horno ecollomicus de la teora de la eleccin racional, o el resueltamente racional horno psychologicus de la psicologa cognosciti-va. Esta diferencia atae no solamente a la investigacin, sino tambin al correcto diseo de instituciones polticas. James Madison tena plena conciencia de esto, y en las pginas de Federalist Papers opt por la siguiente perspectiva de la condicin humana: "De la misma manera que existe en la naturaleza humana cierto grado de depravacin que requiere alguna medida de circunspeccin y desconfianza, tambin se encuentran otras cualidades que justifican cierta cantidad de estima y confianza:" -una perspectiva que podemos considerar equilibrada y realista de la racionalidad humana con sus concomitantes flaquezas de m

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    50 LA POLTICA COMO CIENCIA

    t'eora poltica de carcter "historicista" o basadas en una "sociologa del saber". El significado verdadero de los textos filosficos est contenido en lo que se ha escrito. El filsofo de la poltica debe poseer la habilidad y la visin necesarias para explicar este sentido original. La verdad esencial puede encontrarse en los escritos de los filsofos clsicos, en particular en los de Platn -con su racionalismo socr-tico libre de contingencias-o Las verdades estn fuera del tiempo, del espacio y de cualquier contexto. La filosofa poltica posmaquia-veliana propici el relativismo moral y el deterioro de la virtud cvica; la ciencia poltica "conductista" es el producto degradado de este deterioro moral.

    Durante los recientes festejos del ducentsimo aniversario de la Constitucin, los straussianos, como era de esperarse, estuvieron a la vanguardia de la escuela del "primer intento" de la interpretacin constitucional. Gordon Wood, en un reciente anlisis de la biblio-grafa straussiana sobre la Constitucin (1988), seala que para straussianos como Gary McDowell y Walter Berns, toda la verdad de la Constitucin est contenida en el texto constitucional, y tal vez en el registro escrito de las deliberaciones y los Informes Federalistas. Wood indica queel compromiso straussiano con el "derecho natu-ral" los hace desconfiar de todos los derechos histricamente cons-tituidos, "en particular de los recin identificados por la Suprema Corte" (1988, p. 39). Para algunos straussianos, el derecho natural a la propiedad postulado por los fundadores puede servir de base para hacer retroceder el estado de bienestar moderno. Para otros muchos straussianos, el rgimen moral ideal es la aristocracia platnica o, en segunda instancia, el "gobierno mixto" aristotlico. Su programa de accin es un llamado a la formacin de una lite intelectual que promueva la restauracin de los principios fundamentales .

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    LA IZQUIERDA DURA

    Por ltimo, existe una escuela de izquierda dura que emplea una metodologa cientfica para probar proposiciones derivadas de las teoras socialista y de la dependencia. Sin embargo, desde el momen-to en que se hacen explcitas y verificables las proposiciones y creen-cias de las ideologas de izquierda, se empieza a rechazar el antipro-

    MESAS SEPARADAS 51

    fesionalismo de esta corriente ideolgica. Esta realidad se refleja en el nerviosismo de los principales tericos socialistas y de la depen-dencia a la hora de cuantificar y probar hiptesis. As, Christopher Chase-Dunn, uno de los principales cuantificadores del sistema mundial, aclara con sus colegas: "Mi preocupacin es que nos enfras-quemos en estriles controversias entre 'historicistas' y 'cientficos sociales', o entre investigadores cuantitativos y cualitativos. Las fronteras 'tnicas' pueden proveernos mucho material para alimen-tar animados dilogos, pero para una verdadera comprensin del sistema mundial, es menester superar esta clase de sectarismo me-todolgico" (1982, p. 181). Los principales tericos de la dependen-cia, entre ellos Cardoso y Fagen, cuestionan seriamente la validez de los estudios "cuantitativos de carcter cientfico" sobre los postulados de la teora de la dependencia. Por motivos que no se han precisado con toda claridad, esta clase de investigaciones son "prematuras" o fallan en su propsito. Por esta razn, es probable que no reconozcan como vliqos los hallazgos del grupo de Sylvan, Snidal, Russett, Jackson y Duvall (1983), quienes, durante el periodo incluido entre 1970 y 1975, probaron un modelo formal de "dependencia" en un conjunto de pases dependientes, y obtuvieron una serie de resulta-dos mixtos y poco concluyentes. Sin embargo, cuantificadores y econometras de la dependencia y del sistema mundial, incluidos politlogos y socilogos como Chase-Dunn (1982), Richard Rubin-son (vase Rubinson y Chase-Dunn, 1979), Albert Bergesen (1980), Volker Bornschier y J. P. Hoby (1981) y otros, estn actualmente llevando a cabo estudios encaminados a demostrar la validez de los postulados del sistema mundial y de la dependencia.

    U NA RESB/rl)E'!ftJE!S1RA HISTORIA PROFESIONAL

    La mayora de los politlogos se sentiran incmodos sentados en las mesas lejanas al centro. Con apenas dos o tres generaciones .de ha-berse convertido nuestra profesin en una importante disciplina acadmica, no estamos dispuestos a renunciar a nuestros galardo-nes de integridad profesional al someter nuestra actividad docente y de investigacin a controversias de orden poltico. Esto se refleja en la reriuncia parcial a su postura de antiprofesionalismo por parte de

  • 52 LA POLTICA COMO CIENCIA

    la izquierda dura, la cual sostiene que los asertos relativos a la socie-dad y la poltica pueden probarse dndoles una formulacin explci-ta y precisa, y aplicndoles, cuando sea necesario, mtodos estads-ticos.

    Asimismo, a la mayora de nosotros nos desconderta la autoadju-dicacin, por parte de los politlogos de la eleccin pblica y la estadstica, de la insignia del profesionalismo, as como el hecho de que pretendan relegar al resto de nosotros a un status precien tfico. Comparten esta preocupacin algunos de nuestros ms distinguidos y sofisticados politlogos, actualm~nte empeados en rehabilitar las metodologas tradicionales de la ciencia poltica: como el anlisis filosfico, legal e histrico, y la descripcin institucional.

    A decir verdad, pocos politlogos aceptaran que desde el siglo XVI la ciencia poltica no ha hecho ms que alejarse del recto camino, y que la nica va hacia el profesionalismo est en la exgesis de los textos clsicos de la teora poltica.

    Digno de mencin es el hecho de que cada una de estas escuelas o corrientes mantiene su versin de la historia de las ciencias polticas. Quien controle la interpretacin del pasado en los archivos de nues-tra historia profeEtional tendr grandes posibilidades de controlar su futuro. En aos recientes, la izquierda blanda ha tratado de apropiar-se de la responsabilidad de escribir la historia profesional de la cien-cia poltica" Mi opinin es que tal vez logr convencer a algunos de nosotros de qUe nos hemos alejado del recto camino. Tanto Ricci como Seidelman, trataron de convencernos de que la ciencia poltica moderna, metdica y objetiva, slo poda desarrollarse en los Esta-dos Unidos de Nortearnrica, en donde, durante un corto tiempo, parecieron factibles la democracia liberal, lo mismo que un profe-sionalismo objetivo. Sostienen que conforme ha decado este opti-mismo estadunidense, al recrudece.rse de manera inevita~le.~l ~t}"tagonismo partidista y de clases, se hace insostenible la tesis de una ciencia poltica polticamente neutral. Dentro de esta lnea de razo-namiento, la denda poltica necesita convertirse de nueva cuenta en parte activa de un IT.'ovimiento de carClF:f poltico y, para algunos, revollJ.c.ionario.

    La derecnu dura pr~senta una perS?ectAva muy escG?:zada de nues-tra historia pr0fesional: antes de la introduccin de las metodologas matemtica, est2dfs~;::::a.v experime'1tal, no existan ciencia ni teor:a polticas en el sentido estricto df'O l.a palat-ra.

    MESAS SEPARADAS 53

    Sin embargo, la inmensa mayora de los politlogos, eclcticos en cuanto a sus enfoques metodolgicos, as como quienes se esfuerzan por controlar la orientacin ideolgica de la actividad profesional -nuestra "cafetera central"- no deberan conceder a ninguna de estas dos escuelas el privilegio de escribir la historia de la disciplina. La historia de la ciencia poltica no apunta hacia ninguna de esas apartadas mesas, sino ms bien hacia la porcin central del come-dor, en donde sus ocupantes son partidarios de metodologas mixtas y aspiran a la objetividad.

    Es un error afirmar que la ciencia poltica se desvi de la filosofa poltica clsica durante los siglos XVI y XVII, Y que ha venido torciendo el rumbo a partir de entonces~ Tampoco es correcto atribuir a la ciencia poltica estadunidense el mrito de haber separado la teora y la accin polticas. Los straussianos no pueden pretender ser los nicos en fundamentar sus principios en la filosofa clsica griega. El impulso cientfico en los estudios polticos tuvo sus orgenes entre los filsofos clsicos griegos. En mi opinin, Robert Dahl es un se-guidor ms ortodoxo de Aristteles que Leo Strauss.

    Existe toda una tradicin sociolgica y poltica que viene desde Platn y Aristteles, pasa por Polibio, Cicern, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu, Hume, Rousseau, Tocqueville, Comte, Marx, Pareto, Durkheim, Weber, y llega hasta Dahl, Lipset, Rokkan, Sarta-ri, Moore y Lijphart, que intent, y contina hacindolo, relacionar las condiciones socioeconmicas con las constituciones polticas y las estructuras institucionales, y asociar estas caractersticas estructu-rales con tendencias polticas en tiempos de paz y guerra.

    Nuestros padres fundadores se adhirieron a dicha tradicin. Co-mo observara Alexander Hamiiton en Federalist 9: "La denda de la poltica [ ... ] como la mayora de las dems ciencias, ha evolucionado considerablemente. Se entiende actualmente con toda claridad la eficacia de varios prnclp; q"lo"s antiguos no conocan en abso-luto, o acaso en una forma muy parcial" (1937). En Federalist 31, Hamilton trata sobre el eterno problema de qu tan cientficos pue-den ser los estudios de carcter moral y poltico" Concluye que:

    Aun cuando no puede considerar"se que los principios c~e; saber morai y pc1ftico poseen. en general, el misfTlo gr~ . .:Jo de certi;n~re que los de las matemticas, no dejan de !J,cstrar en este senf.:do Tfl2."'jc're!' c~;a.!idade~ [ ... ] de las que estaramos dispuestos? concederles. (P. 18,.,

  • 54 LA POLTICA COMO CIENCIA

    Cabe sealar que la dicotoma entre las ciencias "exactas" yaque-llas a las que no se les reconoce este atributo, la cual se nos ha hecho creer es un fenmeno reciente atribuible a la hereja del movimiento conductista estadunidense, de hecho ha sido endmica en la disci-plina desde sus orgenes.

    Durante el siglo XIX y principios del xx, Auguste Comte, Marx y Engels y sus seguidores, Max Weber, Emile Durkheim, Vilfredo Pa-reto, y otros, trataron la poltica con perspectivas ms propias de la ciencia social, con regularidades seIllejantes a leyes y relaciones ne-cesarias. A la vuelta del siglo xx, John Robert Seeley y Qtto Hintze, Moissaye Ostrogorski, y Roberto Michels, formularon lo que consi-deraron "leyes cientficas" de la poltica -Seeley y Hintze teorizaron sobre la relacin entre las presiones externas y la libertad interna en el desarrollo de las naciones-Estado de Europa occidental; Ostro-gorski, acerca de la incompatibilidad entre el partido poltico buro-crtico de masas y la democracia, conclusin que obtuvo de un estu-dio comparativo sobre el surgimiento de los sistemas de partidos britnico y estadunidense; y Michels escribi acerca de la "ley de hierro de la oligarqq~a", a saber, la propensin en las grandes orga-nizaciones burocrticas a que el poder gravite hacia la dirigencia suprema, un razonamiento que se desprendi de su estudio de caso "crtico" del partido socialdemcrata alemn. En fechas ms recien-tes, tambin provino de Europa la "ley" de Duverger acerca de la relacin existente entre los sistemas electorales y de partidos.

    Entre los pioneros de ciencia poltica profesional moderna, desde el principio fue prctica comn calificar de "ciencia" a esta rama del conocimiento. As, sir Frederick Pollock y John Robert Seeley, el primero catedrtico en Oxford y la Royal Institution, el segundo en Cambridge, titularon sus libros The History of the Science of Politics (1890) y An Introduction to Poltical Science (1896), respecti~a~e~~ te. Lo que estos autores entendan por "ciencia" variaba de un caso a otro. Pollock distingue entre ciencias naturales y morales: "La comparativa inexactitud de las ciencias morales no es culpa de los hombres que les dedicaron sus talentos, sino que depende, como lo constatara Aristteles, de la naturaleza de la materia sobre la cual tratan" (p. 5).

    Para John Robert Seeley, la ciencia poltica era un conjunto de proposiciones derivadas del saber histrico. Como consecuencia del

    MESAS SEPARADAS 55

    desarrollo de la historiografa en el siglo XIX, anticipaba un despegue en el desarrollo de la ciencia poltica. Si los modernos habran de superar con mucho a Locke, Hobbes y Montesquieu, era simplemen-te porque su base de datos histricos sera mucho ms amplia.

    Para Seeley, quien introdujo a la ciencia poltica en el Tripas de Cambridge, se trataba de aprender a "razonar, generalizar, definir y diferenciar [ ... ] as como acopiar, verificar e investigar hechos". Es-tos dos procesos constituan la ciencia poltica. "Si descuidamos el primer proceso, slo acumularemos intilmente datos, toda vez que no tendremos manera de diferenciar entre hechos importantes y triviales; y desde luego, si descuid~mos el segundo proceso, nuestros razonamientos carecern de base, y no haremos nada sino tejer te-laraas escolsticas" (1896, pp. 27-28).

    Durante el siglo XIX y principios del xx, hubo en las ciencias so-ciales dos escuelas de pensamiento que ostentaban el nivel o la ca-racterstica de ciencia. Auguste Comte, Karl Marx y Vilfredo Pareto no establecen distincin alguna entre ciencias sociales y "natura-les". Ambos tipos de ciencia buscaban uniformidades. regularida-des, leyes. Por otra parte, para Max Weber era absolutamente ociosa la nocin de una ciencia social que consistiera en "un sistema cerra-do de conceptos en los que la realidad es sintetizada en alguna forma de clasificacin permanente y universalmente vlida, a partir de lo cual es posible hacer nuevas deducciones":

    El torrente de los eventos incuantificables fluye sin cesar hacia la eterni-dad. Los problemas culturales que mueven a la humanidad siempre se vuelven a presentar con diferentes matices, y en este infinito flujo de eventos, cambian constantemente los lmites del rea que adquiere sig-nificado e importancia para nosotros, es decir, que se convierte en un "ente histrico". Se modifican asimismo los contextos intelectuales den-tro de los cuales ste se cortre~dya'fializa cientficamente. (1949, p. 80.)

    Para Max Weber, la "sujecin a leyes" de la interaccin humana es de otro orden. La materia de estudio de las ciencias sociales -la accin humana- implica juicios de valor, memoria y aprendizaje, los cuales slo pueden arrojar regularidades relativas, "posibilidades objetivas" y probabilidades. Los cambios culturales pueden atenuar o incluso destruir estas relaciones. Asimismo, Durkheim conside-raba que los fenmenos culturales eran demasiado complejos y de-

  • 56 LA POLTICA COMO CIENCIA

    pendientes de la creatividad humana para tener el mismo grado de certidumbre causal que las ciencias naturales.

    Durante las primeras dcadas de la ciencia poltica profesional en los Estados Unidos de Norteamrica -desde 1900 hasta la dcada

    d~ 1930- dos estudiosos, Merriam y Cadin, el primero tan estadu-mdense como el pay de manzana y el segundo un ingls radicado tempor~lmente en ese pas, fueron los primeros en promover la in-t:OduccIn de n?:mas y m~odos cientficos en el estudio de la pol-tIca .. La aportacIon de MerrIam fue sobre todo programtica y pro-mocIOnal. Preconiz dicho movimiento, reclut personal y fund un progr~ma particular de investigacin en la Universidad de Chicago. T~mb!n fue ~no de los fundadores del Consejo de Investigacin en

    C~encIas SOCIales. Catlin escribi sobre cuestiones metodolgicas, hIZO una clara distincin entre la historia y la ciencia poltica y ubic a esta ltima entre las ciencias sociales.

    En su manifiesto de 1921, "La actual situacin del estudio de la poltica", Merriam recomend la introduccin de conocimientos psicolgicos en el estudio de las instituciones y procesos polticos, a~ con:o el empl~o de mtodos estadsticos para incrementar el rigor CIentfico del anlisis poltico. Este llamado al crecimiento y a la superacin profesional en ningn momento plante la necesidad de una ~iscusi~n s~bre la metodologa cientfica. Merriam propuso practlcar la CIenCIa poltica en vez de hablar de ella. Y de hecho en la Universidad de Chicago, se desarroll en el transcurso de las si~uientes dcadas un programa de investigacin que ejemplific el hinca-~i de Merriam en la investigacin emprica, la cuantificacin y la Interpretacin sociosicolgica. Los profesionales egresados de dicho programa conformaron una parte apreciable del ncleo del "movi-miento conductual" de la posguerra.

    George Catlin tal vez haya sido el primero en hablar de un :!'t~-~~a"~iento conductista de la poltica" (1927, p. xi) y, en su exposicin acerca de una ciencia poltica, parece desechar todas las objeciones susceptibles de est~blecer una distincin entre los asuntos humanos y sociales y los objetos de estudio de las ciencias naturales. Sin embargo, no se muestra muy optimista con respecto a 12

  • 58 LA POLTICA COMO CIENCIA

    dio sobre el campesinado de la Prusia oriental, existen indicaciones de que planific e inici una encuesta sobre las actitudes de los campesinos polacos y alemanes. Asimismo, en su estudio sobre la religin comparativa emple una tabla formal de cuatro casillas -mundanidad-desprendimiento, ascetismo-misticismo- como instrumento para generar hiptesis acerca de la relacin existente entre la tica religiosa y las actitudes econmicas.

    La mayora de los avances importantes en el desarrollo de la esta-dstica fueron logrados por europ~os. La Place y Condorcet eran franceses; la familia Bernoulli era suiza; Bayes, GaIton, Pearson y Fisher, ingleses; Pareto, italiano; y Markov, ruso. El primer terico de la "eleccin pblica" fue un escocs llamado Duncan Black (1958). La opinin de que el enfoque analtico cuantitativo en las ciencias sociales fue una aportacin estadunidense no resiste el escrutinio histrico. Lo que s fue propiamente estadunidense fue la mejora, y la aplicacin, de mtodos cuantitativos en la investigacin por en-cuestas, el anlisis de contenidos, el anlisis estadstico agregado, la elaboracin de modelos matemticos y otros procedimientos simi-lares, as como la c~mprobacin emprica de hiptesis psicolgicas y sociolgicas formuladas en su mayor parte en la bibliografa euro-pea sobre ciencias sociales.

    En el momento ms negro de la historia europea -durante los aos treinta- hubo una gran penetracin de la ciencia social europea en los Estados Unidos de Norteamrica, propiciada por refugiados co-mo Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Marie Jahoda, Wolfgang Kohler, Hans Speier, Erich Fromm, Franz Neumann, Otto Kircheimer, Leo Lowenthal, Franz Alexander, Hannah Arendt, Hans Morgenthau, Leo Strauss y otros muchos. Tan larga serie de nombres indica cla-ramente que dicha corriente migratoria trajo consigo las diversas. polmicas entonces existentes en el rea de las ciencias so~"~i~s~' y que es un mito la contraposicin de un enfoque europeo y otro esta-dunidense en torno al problema de la orientacin humanista vs. cientfica. El desarrollo de las ciencias sociales y polticas en los Estados Unidos de Norteamrica muestra una clara continuidad con sus antecedentes europeos.

    Esta tradicin general en las ciencias polticas, la cual comenz con los griegos y contina avanzando hasta los pensadores creativos de nuestra generacin, es la versin verdica de la historia de nuestra

    MESAS SEPARADAS 59

    disciplina, aun cuando las escuelas crtica y marxista pretenden ser las principales protagonistas de esta evolucin. Ante tan simplista tentacin, necesitamos comprometernos con firmeza con la bsque-da de la objetividad. El llamado a la "pertinencia" asociado al "pos-conductismo" conlleva una mayor preocupacin por las implicacio-nes de orden prctico en nuestro quehacer profesional, pero no pue-de 1 ;.;ar un compromiso con un curso particular de accin poltica. Un politlogo no es forzosamente un socialista, y mucho menos un socialista de una determinada escuela.

    No puede tomarse en serio la versin que nos presenta la filosofa poltica straussiana de la historia de nuestra disciplina. La versin de nuestra historia presentada por la corriente radical de la eleccin pblica confunde tcnica con substancia. La ciencia poltica en ge-neral est abierta a cualquier metodologa susceptible de hacernos ms intelegible el mundo de la poltica y de la administracin pbli-ca. No debemos desdear el saber propiciado por nuestras metodo-logas tradicionales slo porque se dispone ahora de poderosas he-rramientas estadsticas y matemticas.

    Tenemos motivos para sentirnos orgullosos del avance logrado por la ciencia poltica durante estas ltimas dcadas. Y como ciuda-danos estadunidenses, hemos hecho importantes aportaciones al antiqusimo anhelo mundial de aplicar el poder del conocimiento a los trgicos dilemas del mundo de la poltica.

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    Il. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLTICA *

    con STEPHEN GENCO

    EN su afn de volverse cientfica, la ciencia poltica ha propendido, en las ltimas dcadas, a perder el contacto con su base onto16gica. Ha tendido a tratar los acontecimientos y fen6menos de orden poltico como hechos naturales reductibles a los mismos esquemas de 16gica explicativa propios de la fsica y otras ciencias exactas. Esta tendencia puede interpretarse en parte como una fase de la revoluci6n cient-fica, como una difusi6n, en dos etapas, de postulados ontol6gicos y metodolgicos propios de las ciencias exactas, cuyo xito no deja lugar a dudas: primero, hacia la psicologa y la economa, y luego, desde estas pioneras entre las ciencias humanas hacia la sociologa, la antropologa, la ciencia poltica e incluso la historia. Al adoptar la agenda de las ciencias exactas, las ciencias sociales y en particular la cien-cia poltica, fueron respaldadas por la escuela neopositivista de filo-sofa de la ciencia, la cual legitimaba este postulado de homogeneidad ontol6gica y metametodol6gica. En fechas ms recientes, algunos fil6sofos de la ciencia, as como ciertos psic610gos y economistas, han puesto en duda la posibilidad y conveniencia de aplicar a asuntos humanos la estrategia propia de las ciencias exactas. Tal vez sea provechoso sealar estos argumentos a los polit610gos .

    ,".~- ~~""." ". LAS METFORAS DE POPPER

    Karl Popper, quien junto con R. B. Braithwaite, Cad Hempel y Emest Nagel sostuviera la tesis de la homogeneidad metametodolgica, destac6 en fechas ms recientes la naturaleza heterognea de la rea-

    * De Gabriel A. Almond, "Clouds, Clocks, and the Study of Politics", World Poli-tics, vol. 29, nm. 4. Derechos reservados 1977 por Princeton University Press. Reproduccin autorizada.

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