Alcott, Louise May -Una Guirnalda de Flores

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    UNA GUIRNALDA DE FLORESLOUISA M. ALCOTT

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    R. A. LAWRENCEle dedica afectuosamente este librito, su agradecida amiga

    L. M ALCOTT.

    PREFACIO

    Escrib estas historias para mi propio entretenimiento, durante un perodo de reclusinforzosa. Las flores, que eran mi solaz y placer, me sugirieron los ttulos de los cuentos ydieron inters a mi trabajo.

    Si mis lectoras encuentran un poco de belleza o alegra en estas flores vulgares, su

    vieja amiga no habr creado en vano su Guirnalda.

    L. M. ALCOTT.

    Septiembre, 1887.

    FLORES DE MAYO

    Como verdaderas hijas de Boston, haban fundado un club para incrementar su

    preparacin intelectual, y, como todas ellas descendan de los Puritanos, le pusieron pornombre el Club Flor de Mayo. Era un nombre acertado, y las seis muchachitas que locomponan formaban un lindo ramillete cuando se reunan, una vez por semana, paracoser y leer libros escogidos. En la primera reunin de la temporada, despus de haberestado separadas todo el verano, charlaron y se contaron muchas cosas, antes de que sepusiera a discusin la pregunta:

    -Qu vamos a leer?Ana Winslow, que era la presidenta, comenz por proponer "La dichosa Dodd", pero

    al or que varias replicaban a coro:-"Ya lo he ledo", se vio obligada a buscar otro ttulo en su lista.-"Prisioneras de la pobreza" es un libro que trata de las obreras, una obra muy triste y

    muy real, pero mam dijo que no hara bien el enterarnos de la vida tan dura que llevanotras muchachas -dijo Ana razonando juiciosamente, porque era una jovencita reflexiva ydeseosa de cumplir con su deber en todos los aspectos.

    -Prefiero no, enterarme de cosas tristes, ya que no puedo hacer algo, por mejorarlas-replic Ella Carver, pasando suavemente el dedo por las flores de manzano que bordabaen un pao de raso azul.

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    -Pero creo que, si nos propusiramos realmente, podramos hacer algo; ya veis cuntascosas hizo Dodd, a pesar de que no era ms que una muchacha pobre y no posea ni lamitad de medios de hacer bien que tenemos nosotras -dijo Ana, contenta de discutir elasunto, porque haba ideado un plan y quera preparar el camino para proponerlo a las

    dems.-S, siempre me repito que tengo ms comodidades, diversiones y cosas lindas de lasque merezco, y que debera compartirlas con alguien. Pero no lo hago; y cuando meentero de algn caso de verdadera pobreza, o de alguna enfermedad terrible, meavergenzo tanto de mi conducta! Si supiera cmo empezar, hara de veras alguna obrabuena. Pero en mi camino no se cruzan nunca los niitos sucios, las mujeres borrachasque hay que reformar, o las interesantes muchachitas invlidas, con las que se puedecantar y rezar, como acontece en los libros -exclam Marion Warren, con tal expresin deremordimiento en su alegre y redondita carita, que sus amigas soltaron unnimemente lacarcajada.

    -Yo s algo que puedo hacer, si tuviera el valor necesario para empezarlo. Pero pap

    meneara, incrdulo, la cabeza, si se enterara; mam se preocupara pensando que no escorrecto; me restara parte del tiempo que dedico a mi msica, todas las cosas agradablesse presentaran siempre en el da que tena pensado consagrar a mis buenas obras y yo medesanimara o me avergonzara, y lo hara mal, as que no empiezo nada, aunque s quedebera hacerlo.

    Y Elizabeth Alden mir implorante a sus amigas, con sus grandes ojos, comorogndoles que la incitaran a cumplir con el deber, dndole nimos o buenos consejos.

    -S, tambin comprendo que eso est bien, pero no me agrada introducirme en lascasas de los pobres para oler malos olores, ver espectculos tristes, or contar historiaslastimosas y correr el riesgo de pillar una fiebre, difteria o cualquier enfermedadespantosa. No finjo que me agrada la caridad, y declaro abiertamente que soy unachiquilla tonta y egosta, y que quiero gozar de todos los minutos de mi vida, sin preocu-parme por los dems. No es verdaderamente vergonzoso?

    Maggie Bradford pareca una pecadora tan amable, mientras haca francamente sutriste confesin, que nadie pudo reprenderla, aunque Ida Standish, su amiga ntima,mene la cabeza, y Ana dijo, suspirando:

    -Me parece que todas pensamos ms o menos como Maggie, aunque no loreconocemos tan honradamente. La primavera ltima, cuando estuve enferma y cre queiba a morir, me avergonzaba de tal modo pensar en el invierno frvolo y ocioso que habapasado, que me deca que dara con gusto todo lo que tena con tal de poderlo vivir otravez, y mejor. Ya s que de una muchacha de dieciocho aos no se espera gran cosa, pero,oh!, podra haber hecho cientos de pequeas bondades, si no hubiera pensado ms queen m. Resolv entonces que, si viva, sera menos egosta y tratara de hacer feliz aalguien. Creedme, muchachas, es algo muy solemne el estar en la cama, pensando en lamuerte prxima, y ver cmo nuestros pecados aparecen ante nuestros ojos, aunque slo setrate de faltas pequeas. Nunca lo olvidar, y despus del hermoso verano que he pasado,quiero ser mejor y vivir mejor, si es que puedo.

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    Ana hablaba con tal seriedad, que sus palabras, escapadas de un corazn inocente ycontrito, conmovieron profundamente a sus oyentes, disponindolas favorablemente paraaceptar su proposicin. Por un momento nadie habl, y luego, Maggie dijo sencillamente:

    -Conozco tambin eso. Senta algo muy parecido cuando los caballos se desbocaron y,

    durante quince minutos, permanec aferrada a mam, esperando morir de un momento aotro. Todas las palabras speras y malas que haba pronunciado volvieron a mi memoria,y aquello fue peor que el miedo a una muerte repentina. El susto me hizo perder granparte de mi maldad y, desde entonces, mam y yo somos mejores amigas que nunca.

    -Empecemos con "Las Prisioneras de la Pobreza", y quiz ah aprendamos lo quedebemos hacer -dijo Lizzie-. Pero, en verdad, debo decir que nunca cre que lasvendedoras necesitaran mucha ayuda; generalmente parecen muy contentas de su suerte yson tan descaradas y tan presumidas que no las compadezco lo ms mnimo, aunquedeben llevar una vida dura.

    -Creo que no podemos hacer gran cosa en ese aspecto, como no sea dar un ejemplo debuenas maneras cuando vamos de compras. Quera proponeros que cada una de nosotras

    elija una pequea caridad para este invierno y cumpla fielmente lo que se haya propuesto.Eso nos ensear a hacer ms con el tiempo, y podamos ayudarnos las unas a las otrascon nuestras experiencias, o divertir a las dems con nuestros fracasos. Qu decs?-pregunt Ana, mirando a sus cinco amigas con persuasiva sonrisa.

    -Qu podemos hacer?-La gente nos llamar santurronas.-No tengo ni la menor idea de lo que puedo hacer.-Creo que mam no me lo permitir.-Ser mejor que cambiemos nuestro nombre de Flores de Mayo por el de Hermanas de

    la Caridad, y nos vistamos con humildes gorros negros y anchas capas.Ana recibi aquellas respuestas con gran compostura y aguard a que se hiciera el

    orden en la sala, pues saba muy bien que a las muchachas les gustaba rerse y protestarprimero, para ponerse a trabajar luego ms seriamente.

    -Creo que la idea es perfecta y voy a poner mi plan en ejecucin. Pero no os dirtodava de qu se trata; os pondrais a gritar, dicindome que no podra hacerlo, pero sicada una de vosotras intenta algo parecido, estaremos en el mismo caso -dijo Lizzie,cortando con decisin los bordes de un estuche de peluche que estaba haciendo para suquerida msica.

    -Y si todas mantuviramos en secreto nuestro trabajo y no dejramos que la manoderecha supiera lo que hace la izquierda? A m me divierte mucho intrigar a la gente, yas nadie podr rerse de nosotros. Si fracasamos, no tendremos que decir nada; y sitriunfamos, lo contaremos todo y tendremos nuestra recompensa. Me agradara que fueraas, y me pondr en seguida a buscar un limpiabotas especialmente horrible, una viejadesagradecida o una nia fea, para dedicarme a ellos con la paciencia de una santa-exclam Maggie, seducida por la idea de hacer el bien secretamente y ser descubiertapor accidente:

    Al cabo de cierta discusin, las dems muchachas dieron tambin su aprobacin alplan, y entonces Ana, tom de nuevo la palabra:

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    -Propongo que cada una de nosotras trabaje, segn le parezca mejor, hasta el mes demayo, y luego, el da de nuestra ltima reunin, nos informe, sincera y honradamente, delo que ha hecho, proponindose hacer algo mejor el ao que viene. Lo ponemos avotacin?

    La aceptacin fue unnime, porque cinco dedales de oro se alzaron, mientras cincofrescos rostros sonrean y cinco voces juveniles exclamaban:-Aprobado!-Muy bien; ahora decidiremos lo que vamos a leer, para empezar en seguida. Creo que

    las "Prisioneras" es un buen libro y podemos encontrar enseanzas tiles en l.As pues, empezaron a leerlo, y durante una hora una agradable voz fue leyendo en

    voz alta esas tristes y reales historias de las mujeres que trabajan y de su dura vida,mostrando a las alegres muchachas lo que costaban sus lindos vestidos a las que loshacan, y cuntos sufrimientos, injusticias y desperdicio de fuerzas entraba en ellos. Lalectura era grave, pero muy interesante; y las agujas de crochet se movan cada vez conmayor lentitud, la labor de encaje yaca en el regazo de una de las muchachas, y una

    gruesa lgrima brillaba como una gota de roco en las flores de manzano, mientras Ellaescuchaba la "Historia de Rosa". Pasaron por alto las estadsticas y fueron buscando esteo el otro pasaje, conforme le tocaba el turno a cada una de ellas; pero al cabo de doshoras, cuando lleg el momento de levantar la sesin, todas las muchachas estabanprofundamente interesadas por el pattico libro y ms decididas a hacer el bien que antes,porque aquella ojeada a otras vidas les haba mostrado cun necesaria era su ayuda yestaban ansiosas de prestarla.

    -No podemos hacer gran cosa, porque no somos ms que muchachas -dijo Ana-, perosi cada una de nosotras hace alguna buena obra, por pequea que sea, eso preparar elcamino para algo mejor; as que, por lo menos, podemos intentarlo, aunque -parezcamoshormigas tratando de mover una montaa.

    -En frica las hormigas construyen hormigueros ms altos que la cabeza de unhombre; no recordis el dibujo que haba en nuestras geografas? Y estoy segura de quenosotras podemos hacer otro tanto, si cada una arrastra con fe su pajita o su guijarro.Maana mismo me encargar del mo, si mam me lo permite -replic Lizzie, cerrando subolsa de labor como si hubiera metido dentro de ella su resolucin y tuviera miedo de quese le evaporara antes de llegar a casa.

    -Ir al parque y pregonar en voz alta:"-Aqu tienen a una joven misionera que busca trabajo! Caridad barata! Quin la

    compra?, quin la compra?" -dijo Maggie con expresin resignada y un tonillo santurrny nasal.

    -Aguardar hasta ver si encuentro algo, porque no s lo que puedo hacer -y Marionmir por la ventana, como si esperara ver algn pobre interesante que la aguardara.

    -Le pedir consejo a la seorita Bliss; ella conoce bien a los pobres y me indicar elmedio de empezar bien -agreg la prudente Ida, resuelta a no hacer nadaprecipitadamente, por miedo de fracasar.

    -Tendr probablemente una clase de chiquillas sucias, a las que ensear a coser, yaque no s hacer otra cosa. No aprendern gran cosa, y robarn, rompern, molestarn ysern insoportables, y a m me entrarn deseos de no hacer nada, al ver cmo las dems

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    se ren de m. Aun as, seguir adelante y sacrificar mis labores finas a la causa de lavirtud -dijo Ella, guardando con cuidado su estuche de guantes de raso y mirando conternura las delicadas flores que tanto le agradaba bordar.

    -No tengo ningn plan, pero deseo hacer tantas cosas que tendr que aguardar hasta

    ver cul es la mejor. De hoy en adelante, no hablaremos ms de nuestro trabajo o, si no,dejara de ser un secreto. En mayo presentaremos nuestros informes, Buena suerte atodas, y hasta el prximo sbado.

    con esas palabras de despedida, la presidenta y las dems muchachas se separaron, conlos corazones y las cabezas llenos de grandes planes y nuevas ideas.

    La empresa les pareca enorme; pero donde hay una voluntad hay siempre un camino,y bien pronto se vio claramente que cada una de ellas haba encontrado su "trabajito", querealizaban por simple caridad. No hablaban ni una palabra de ellos durante las reunionessemanales, pero los inocentes rostros dejaban traslucir toda la gama de la esperanza, eldesnimo el orgullo y la duda, conforme las diversas obras triunfaban o fracasaban.Todas sentan gran curiosidad y algunas palabras accidentales, insinuaciones o encuentros

    en lugares extraos, servan para avivarla ms an, aunque no se descubri nada.A Marion la vieron varias veces en un tranva del North End, y a Lizzie en uno delSouth End, llevando una cartera con libros y diarios. Ella frecuentaba cierta tienda dondese vendan artculos de fantasa, e Ida traa siempre al club una costura muy sencilla.Maggie estaba muy ocupada en su casa, y Ana se hallaba siempre escribiendo cuando susamigas iban a visitarla. Todas ellas parecan muy contentas, y contestaban con aire deimportancia cuando sus relaciones les hacan preguntas acerca de su trabajo. Pero sedivertan como de costumbre y, al parecer gozaban ms que nunca de sus placeres, comosi hasta entonces no se hubieran dado cuenta cabal de los felices que eran, y de lo muchoque deban dar gracias a Dios por su felicidad.

    Y as fue pasando el invierno y, poco a poco, algo nuevo y agradable iba penetrandoen las vidas de las muchachas. El gesto aptico o descontento de algunas de ellas,desapareci por completo; su dulce seriedad y actividad alegre les daba un aspectoencantador, aunque ellas no lo advirtieran y se extraaran al or decir a algunas gentes:

    -Esas muchachas estn desarrollndose muy bien y, con el tiempo, llegarn a sermujeres de provecho.

    Las Flores de Mayo iban brotando bajo la nieve y, cuando lleg la primavera,comenzaron a exhalar un suave perfume; los sonrosados rostros se fueron animando y lashojas muertas cayeron, dejando al' descubierto las plantas verdes y fuertes.

    El 15 de mayo, el club se reuna por ltima vez aquella temporada, porque algunas delas muchachas salan pronto de la ciudad, y todas estaban muy atareadas con sus trabajosde primavera y sus planes para el verano. Cada una de los miembros del club se hallabaen su lugar con extraordinaria puntualidad, y todas ellas tenan un aire mezcla deansiedad, expectacin y satisfaccin, muy agradable de contemplar. Ana llam al orden,dando tres golpecitos en la mesa con su dedal y son riendo satisfecha, dijo:

    -Hoy no necesitamos elegir un libro. para leer, porque cada una de nosotras va a contarla historia de sus trabajos de este invierno. Estoy segura de que sern muy interesantes yespero que ms instructivas que muchas de las novelas que hemos ledo. Quin va aempezar?

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    -T! T! -fue la respuesta unnime, porque todas la amaban y respetaban mucho, ypensaban que su presidenta era quien deba "romper. el baile".

    Ana se ruboriz con modestia, pero sorprendi a sus amigas por la compostura conque relat su pequea historia, como si estuviera acostumbrada a hablar en pblico.

    -Ya sabis que en el mes de noviembre os dije que tena que buscar algo que pudierahacer. Estuve buscndolo largo tiempo, y comenzaba a desesperar, cuando mi tarea se mepresent del modo ms inesperado. Estbamos ocupadas en nuestro trabajo de invierno,as que yo tena que hacer muchas compras y me aburra en ellas menos que decostumbre, porque me entretena mirando a las vendedoras y pensando que me gustaraatreverme a preguntarle a alguna de ellas si poda ayudarles en algo. Muchas veces iba aCotton para comprar botones y adornos, y generalmente me atendan dos muchachas.Eran muy amables y me ayudaron con mucha paciencia a buscar unos adornos deazabache para mam, y entonces me enter de que se llamaban Mary y Mara Porter. Lasencontraba muy agradables, porque eran muy sencillas y llevaban los vestidos muylimpios -no como otras que piensan que, si tienen la cintura estrecha y van peinadas a la

    moda, no importa que lleven los cuellos manchados y las uas sucias-. Pues bien, un daque fui a buscar unos botones que nos estaban haciendo, Mara, la ms joven, que habaquedado encargada del trabajo, no estaba all. Pregunt por ella, y Mary me dijo queestaba en casa, con una rodilla enferma. Me dio mucha lstima y me aventur a hacerlealgunas preguntas, en tono amistoso. A Mary le agrad poder hablarme de sus penas; yentonces me enter que "Ra", como ella llamaba a su hermana, estaba enferma desdehaca mucho tiempo, pero no deca nada por miedo de perder su puesto. En Cotton nopermiten que las vendedoras tengan sillas, as que las pobres muchachas se pasan casitodo el da de pie, o descansan de cuando en cuando unos minutos apoyndose en uncajn entreabierto. Haba visto hacerlo a Mara, y me preguntaba por qu alguien nopeda que les dieran asientos, como hacen en otros almacenes, donde las vendedorastienen sus taburetes. No me atreva a hablar a los jefes, pero le di a Mary las rosas quellevaba en el pecho y le pregunt si podra llevarle unos libros y unas flores a la pobreMara. Me alegr ver cmo se le iluminaba el triste rostro y me daba las gracias cuandofui a verla, porque se senta muy sola sin su hermana y desconfiaba de conservar suempleo. No lo perdi del todo, pero tena que trabajar en casa, porque su rodilla enfermatardara mucho en curarse. Rogu a mam y a la seora Allingham qu hablaran por ellaal seor Cotton; y entonces le dieron los trabajos en azabache y abalorios, los botones quehaba que forrar y cosas por el estilo. Mary se los lleva a casa y luego los entrega, y Marase alegra mucho de no estar ociosa. Tambin le conseguimos taburetes a las dems ven-dedoras del almacn. La seora Allingham, que es rica y bondadosa, se encarg de ello, yahora da tanto gusto el ver a las pobrecillas descansando cuando no trabajan, que voy allmuchas veces para gozar con el espectculo.

    Ana hizo una pausa, mientras unas exclamaciones de aplauso interrumpan su relato;pero no les haba contado lo ms hermoso de todo, dicindoles cmo se iluminaban losrostros que vean a la muchacha que les haba demostrado lo que significa las jvenesvendedoras al verla entrar, y con qu placer ser una verdadera dama.

    -Me imagino que eso no ser todo -dijo Maggie con vehemencia.

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    -Queda todava un poco ms. S que os reiris cuando os diga que, durante todo elinvierno, una vez por semana, he estado leyendo ensayos a una clase de vendedoras, en laUnin.

    Un murmullo de respetuosa admiracin acogi aquella declaracin tan interesante;

    porque, fieles a las tradiciones de la moderna Atenas en que vivan, todas las muchachassentan un profundo respeto por los "ensayos" de la clase que fueran, ya que estaba demoda entre las damas, jvenes y viejas, leer y discutir los temas ms diversos, desde laalfarera al pantesmo; en los varios clubes que haba en la ciudad.

    -Ocurri del modo ms natural -prosigui Ana, como si estuviera deseosa deexplicarles su aparente audacia- Sola ir a visitar a Mary y Ra, y me iba enterando de suvida y sus escasos placeres, lo que me haca apreciarlas cada vez ms. Estaban solas en elmundo, vivan en dos habitaciones, trabajaban todo el da y, como diversin einstruccin, no tenan ms que lo que hallaban por la tarde en la Unin. Fui con ellas unascuantas veces y vi lo til y agradable que era, y me entraron deseos de ayudar, como lohacan otras' muchachas, slo un poco mayores que yo. Una vez, Eva Randal ley una

    carta de una amiga que viva en Rusia, y las muchachas gozaron mucho con ella. Eso merecord las cartas que nos escribi mi hermano George cuando estaba en el extranjero.Os acordis de lo mucho que nos reamos con ellas cuando las mandaba a casa? Puesbien, cuando me rogaron que las leyera una tarde, resolv buscar una de las ms divertidasy eleg la mejor -una dnde George cuenta cmo l y un amigo fueron a los diferenteslugares que Dickens describe en sus libros. Me habra gustado que pudierais ver cmo lasmuchachas gozaban con ella, riendo hasta verter lgrimas ante la consternacin de los dosmuchachos, cuando llamaron a una puerta de Kingsgate Street y preguntaron si viva allla seora Gamp. La casa era una barbera, y un hombrecillo muy parecido a PollSweedlepipes, les dijo: "La enfermera que vive ahora aqu se llama seora Britton". Losdos se quedaron desconcertados al verse tan cerca de la verdad y tuvieron que salircorriendo porqu no podan seguir serios ms tiempo.

    Los miembros del club no pudieron contener una sonrisa al recordar a la inmortalSairey. Luego Ana prosigui, con aire de tranquila satisfaccin, segura ahora de suauditorio y de ella misma.

    -Fue un gran xito. As que segu adelante y, cuando se terminaron las cartas les leotras cosas, les eleg libros para su biblioteca y les ayud en todo lo que pude, mientrasiba aprendiendo a conocerlas mejor. y les enseaba a confiar ms en m. Son orgullosas ytmidas, como debemos ser, pero si una quiere hacerse realmente amiga de ellas, y no leimporta que de cuando en cuando la rechacen, entonces, ellas aprenden a querernos ytener confianza en vosotras y se las puede ayudar de tantos modos, que no nos queda yani un minuto ocioso. No os dar ningn nombre, porque a ellas no les gusta, ni os dir dequ modo trat de servirlas, pero me alegro mucho y me hace mucho bien el haberencontrado este trabajo y saber que cada ao podr irlo haciendo mejor. As que mesiento muy animada y muy contenta de haber empezado, y me figuro que a vosotras ospasar igual. Quin va a hablar ahora?

    Cuando Ana termin, las agujas quedaron ociosas, y diez manecitas suavesaplaudieron cordialmente, porque todas pensaban que lo haba hecho muy bien y haba

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    elegido una tarea especialmente apropiada para ella, pues Ana tena dinero, tiempo, tactoy unas maneras atractivas que le conquistaban amigos en todas partes.

    Rebosando de alegra por su aprobacin, pero pensando que le daban demasiadaimportancia a su pequeo xito, Ana las llam al orden, diciendo.

    -Me parece que Ella est deseosa de contarnos sus experiencias, as que quiz sermejor que hable la primera.-Que hable! Que hable! -exclamaron las muchachas; y, sin hacerse rogar, Ella

    comenz en seguida, con los ojos chispeantes y una modesta sonrisa, porque su historiatena un final romntico.

    -Si les interesan las vendedoras, seora presidenta y seoras, les gustar saber quetambin lo soy o, por lo menos, socia de una pequea tienda de novedades del West End.

    -No! -exclam a coro el asombrado club; y, contenta con ese comienzo sensacional,Ella prosigui:

    -S, lo soy, y muchas de vosotras habis comprado obras mas. Verdad que es unabroma divertida? No me miris as, porque yo fui la que hice ese alfiletero, y mi socia

    teji el nuevo velo de Lizzie. As fue cmo ocurri. No deseaba perder tiempo, pero no sepuede salir a la calle y detener a las niitas pobres dicindoles: "Venid conmigo y osensear a coser", as que pens que lo mejor era ir a ver a la seora Brown para pre-guntarle cmo deba empezar. Su local de la Asociacin de Caridad se encuentra enLaurel Street, no lejos de casa; y aquel mismo da, al salir de nuestra reunin, me dispusea ir en busca de mi "tarea". Me figuraba que tendra que buscarle trabajo a las costureraspobres, lavar niitas sucias, o ir a visitar a algn enfermo de una enfermedad espantosa, yme iba preparando para aceptar lo que fuera, mientras suba la cuesta luchando contra unfuerte viento. De repente, el sombrero se me vol y sali rodando, con gran contento deunos diablillos negros, que se limitaron a rerse y aplaudir, mientras yo lo perseguafuriosa al ver que se me escapaba. Al fin lo saqu de un charco y me encontr en unasituacin muy desagradable. El elstico se haba roto, la pluma estaba mojada y el pobresombrero todo manchado de barro. No me import mucho porque era el viejo -pues ibacon mi ropa de trabajo, como es natural-. Pero no poda volver a casa con la cabeza des-cubierta y no conoca a nadie por aquel barrio. Di media vuelta a fin de entrar en unalmacn de comestibles que haba en la esquina, para pedirles un cepillo o comprar unahoja de papel para cubrirme, porque pareca una loca con el sombrero todo sucio y loscabellos despeinados. Afortunadamente, en la otra esquina vi una tienda de novedades ycorr a ocultarme en ella, porque los chicuelos seguan gritando y la gente se me quedabamirando. La tienda era muy pequea y detrs del mostrador estaba sentada una mujer,alta y delgada, que cosa un gorrito de nio. Pareca pobre, triste y amargada, pero secompadeci de m, y mientras me cosa el elstico, me secaba la pluma y me cepillaba elpolvo, yo me puse a calentarme y a mirar en torno mo para ver qu poda comprarle enpago a sus molestias.

    "En el escaparate haba unos cuantos delantales para nios, adornados con encajes,pelotas y ligas pasadas de moda, dos o tres muecas y una pequea y pobre coleccin dediversas mercaderas. Sin embargo, en una vitrina que haba en la mesa que serva demostrador, vi algunas cosas realmente lindas, de peluche, seda y cintas, hechas converdadero gusto. As que dije, comprar un alfiletero, y una pelota, y un par de zapatitos

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    de beb, hechos como si fueran unos calcetines, con correllas de color de rosa, tan lindosy primorosos, que me agrad comprarlos para el beb de mi prima Clara. La mujerpareca complacida, aunque tena un modo de hablar muy severo y nunca sonrea.,Observ que manejaba mi sombrero como si estuviera acostumbrada a realizar tal trabajo

    y le agradara hacerlo. Le di las gracias por haber reparado tan pronto y tan bien el dao, yella me dijo, con el sombrero en la mano, como si no le agradara separarse de l: "Estoyacostumbrada a hacer sombreros y nunca los habra dejado, si no tuviera a mi cargo mifamilia. Tom la tienda con la esperanza de ganar ms dinero, ya que en el barrio hacafalta una cosa as, pero mi madre se puso enferma y necesita muchos cuidados; as que nopude dejarla, y los mdicos cuestan caros, las pocas son malas y tuve que dejar mi oficioy dedicarme a vender agujas y alfileres y cosas por el estilo".

    Ella era una excelente mmica e imitaba a la perfeccin el acento nasal de Vermont dela vendedora, haciendo un gesto lastimoso con su fresca carita, y ofreciendo un retratotan acertado de la pobre seora Almira Miller, que las que la haban visto la reconocieronen seguida y se echaron a rer alegremente.

    -Mientras murmuraba unas cuantas frases, condolindome de su mala suerte -continuElla-, una voz seca llam desde la habitacin de detrs: "Almiry! Almiry!, ven aqu'.Pareca un loro enojado, pero era la anciana, y estaba ponindome el sombrero cuando lao preguntar quin estaba en la tienda, y de qu estbamos "charlando". Su hija se lo dijoy la pobre vieja le pidi que "hiciera entrar a la muchacha"; as que entr, dispuesta adivertirme como de costumbre. Era una pieza oscura, pequea y triste, pero tan limpiacomo el oro y en la cama estaba sentada una verdadera abuela Smallweed, fumando unapipa, con una gran gorra, una caja de rap y un pauelo de algodn rojo. Era unaancianita pequea y acecinada, tan morena como un grano de caf, con ojos comocuentas negras, nariz y barbilla que casi se unan y manos como las patas de un pjaro.Pero nunca habris visto una viejecita ms animada, vehemente, curiosa y franca, y no sadnde habra parado yo cuando ella empez a hacerme preguntas, a reirme y final-mente a exigirme que "la gente deba venir a comprar a la tienda de Almiry despus dehaberle prometido que lo haran y haberla obligado a aceptar un contrato con susmentiras". A m me entraron ganas de rerme, pero no me atrev a hacerlo, as que la dejhablar, porque su hija haba salido para atender a unos clientes. La anciana me informque procedan de Vermont y que "haban vivido bien hasta que muri el padre y hubo quevender la granja". Luego, parece ser que las dos mujeres vinieron a Boston y se lasarreglaban bastante bien, hasta que un ataque de parlisis convirti a la madre en invliday oblig a Almiry a quedarse en casa para cuidarla. No puedo deciros os cun divertido y,a la vez cun triste, era ver a la pobre anciana, tan llena de energa y tan incapaz al mismotiempo, y a la hija tan desanimada, en aquella tiendecita sin clientes. No saba qu decirhasta que la "Abuela Miller", como la llaman los nios del barrio, me dijo, mientrasvolva a tomar su tejido, despus del sermn: "Si las gentes que derrochan su dinero enjuguetes fesimos, para la Navidad, supieran la de cosas bonitas y tiles que podemoshacer Almiry y yo, si tuviramos material, vendran a la tienda y las compraran, librn-dome a m del Hogar de Ancianas, y a mi hija, tan buena y trabajadora, del asilo; porqueacabar en l si no conseguimos ms trabajo, porque tiene que cargar con el alquiler y lmantenimiento de la casa y yo no puedo hacer ms que tejer alguna cosa".

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    "-Yo les comprar todo lo que pueda, y les dir a mis amigas que vengan a compraraqu, y adems tengo un cajn lleno de trozos de seda, terciopelo y peluche, que le daracon mucho gusto a la seora Miller, en pago de su trabajo, si ella me lo permite". Yagregu lo ltimo al ver que Almiry era orgullosa y ocultaba sus penas bajo su aspecto de

    severidad."Eso le agrad a la anciana que, bajando la voz, me dijo, con una mirada maternal ensus ojos negros: "Ya que veo que es tan bondadosa, le dir lo que ms me apena, al vermeinvlida en la cama, convertida en una carga para mi hija. Ella era novia de NathanBaxter, un maestro carpintero de Nestininster, donde vivamos, y si su padre no sehubiera muerto de repente, se habran casado. Aguardaron varios aos, trabajando cadauno en su oficio y esperando que todo se arreglara, cuando yo ca enferma y aqu nostiene. Nathan tiene que cuidar de sus' padres, y Almiry no quiere obligarle a que carguetambin conmigo, ni tampoco abandonarme; por eso, le devolvi su anillo y ella salalleva adelante la casa. No dice una palabra, pero se est quedando hecha una sombra, y yono puedo ayudarla en nada, corno no sea haciendo unos cuantos acericos, tejiendo ligas y

    cosas por el estilo. Si su negocio prosperara ms, ella se animara y podra mirar con msconfianza el porvenir, porque los viejos no viven mucho, y Nathan la espera, tan fiel ysincero como siempre".

    "Aquello termin conmigo, porque soy romntica y gozo con las historias de amor,aunque los enamorados sean una solterona huesuda y un maestro carpintero. As queresolv hacer lo que pudiera por la pobre Almiry y la vivaracha anciana. No les prometms que mis trozos de seda y, llevndome lo que haba comprado, me fui a casa parahablar de lo ocurrido con mam. Entonces me enter de que ella compraba muchas vecescintas y alfileres en la tiendecita, y que la encontraba muy barata, aunque no saba nadade las Miller. Le pareci muy bien que yo quisiera ayudarles, pero me aconsej que fueradespacio y viera primero lo que ellas saban hacer. No queramos tratarlas comomendigas; y enviarles dinero y ropa, t y azcar, como hacemos con los irlandeses,porque evidentemente eran gentes respetables y tan orgullosas como pobres. As quetom mi paquete de restos, y mam agreg a l algunos trozos grandes que habansobrado de nuestros vestidos y le encarg una buena cantidad de delantales y chucheraspara la feria de la iglesia.

    "Os habra alegrado el corazn, muchachas, el ver cmo los pobres rostros seiluminaron cuando les llev mis retazos y les pregunt si el trabajo estara listo paraNavidad. La anciana desapareca casi bajo los trozos de alegres colores que cubran su.cama, y gozaba con ellos como una nia, mientras que Almiry trataba de conservar suaspecto severo, pero sin conseguirlo, porque en seguida empez a cortar los delantales ycubri de lgrimas toda la muselina, cuando estaba de espaldas a m. Nunca cre que unasolterona borrosa pudiera resultar tan pattica".

    Ella se detuvo para lanzar un suspiro de pesar por su antigua ceguera, mientras susamigas murmuraban frases de simpata; porque los corazones jvenes son muy tiernos yse interesan inocentemente por las penas de los enamorados, por humildes que sean.

    -Bueno, eso fue el comienzo. Me interesaba de tal modo que el negocio salieraadelante, que no busqu otra tarea, y uniendo mis fuerzas a las de la seorita Miller, laayud a dirigir su tiendecita. Nadie me conoca en la calle, as que sala y entraba a mi

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    antojo y haca lo que ms me gustaba. La anciana y yo llegamos a ser grandes amigas,aunque a veces grua y graznaba como un cuervo enojado y se pona muy fastidiosa. Yola mantena distrada con "sus acericos y sus tejidos", y le proporcionaba a Almiry lindosmateriales para las muchas cosas que saba hacer. No sabis qu lazos tan primorosos

    saban hacer aquellos largos dedos, qu sombreros de mueca tan lindos confeccionabacon trozos de seda y encaje, y qu adornos ideaba con caparazones de moluscos y pias,abanicos y cestas. A m me encantan esa clase de trabajos y sola ir con frecuencia aayudarla, porque quera que su tienda y el escaparate estuvieran llenos para Navidad, y leatrajeran muchos compradores. Nuestros nuevos juguetes y las cajitas con sedas debordar se vendieron muy bien, y los clientes iban siendo ms numerosos, porque yo lehaba prestado a Almiry algn dinero para que comprara mercaderas mejores. Pap sediverta muchsimo con mi aventura comercial y nunca se cansaba de gastarme bromasacerca de ella. Y una vez entr a comprar pelotas para cuatro niitos negros que estabancon la nariz pegada al cristal, hechizados por los tesoros rojos, naranja y azules que seexhiban en el escaparate. Le gust el aspecto de mi socia, aunque se burl de m

    dicindome que deberamos agregar a nuestro comercio la venta de limonada, porque elrostro cido de la pobre Almiry nos evitara comprar limones, y el agua y el azocar eranbaratas.

    "Pues bien, lleg la Navidad e hicimos unas ventas buensimas, porque mam vino ytrajo a sus amigas, y nuestros artculos de regalo eran tan lindos y ms baratos que los delas tiendas de novedades, as que todo fue bien y las Miller se sentan muy contentas, y yomuy animada; despus de las fiestas todo march bien. Uno de los regalos que recib enAo Nuevo fue mi propia caja de guantes, recordis la que empec a hacer en otoo,adornada con flores de manzano? La puse en el escaparate para que estuviera bien lleno,y mam la compr y me la regal llena de guantes muy elegantes, y acompaada de unacariosa notita, y pap envi un cheque a "Miller, Warren y Co." Estaba tan contenta ytan orgullosa, que me cost mucho trabajo no deciros nada. Pero lo ms divertido de todofue el da en que fuisteis a comprarnos cosas, y yo os miraba por la rendija de la puerta,porque estaba en la trastienda, muerta de risa, al veros mirarlo todo y alabar nuestro"surtido de artculos tiles y bonitos".

    -Nos parece muy bien y no nos importa que se riera de nosotros, si tuvo xito,seorita. Pero no creo que lo tuvieras, porque las Miller no estn ya all. Han abierto unalmacn de lujo en Boy1ston Street, para este ao y piensan erigirlo ellas solas? En esecaso, todas compraremos en l y tu nombre no resultar mal en un letrero -dijo Maggie,preguntndose cul habra sido el fin de la experiencia de Ella.

    -Ah!, todava me queda por contar lo mejor, porque mi historia terminamaravillosamente, como ya veris. Trabajamos bien durante todo el invierno, lo que noera de extraar. Lo nico que haca falta era un pequeo "empujoncito" en la direccindebida, y se lo di; as que las Miller se sentan muy consoladas y ramos muy' buenasamigas. Pero en marzo, la anciana muri de repente, y la pobre Almiry la llor como sihubiera sido la madre ms dulce y bondadosa del mundo. Los ltimos deseos de la pobremujer era que "la arreglaran muy bien, con una gorra adornada con cintas de raso celeste,porque el blanco no le sentaba, que a su entierro fueran por lo menos tres coches, y queun diario con la noticia de su muerte fuera enviado a N. Baxtex, Westminster, Vermont".

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    "Obedec fielmente sus rdenes, le puse yo misma la espantosa gorra, convid unascuantas ancianas del asilo a un paseo en coche, y dirig cuidadosamente el diario aNathan; esperando que resultara "fiel y sincero". Pero realmente no me imaginaba que losera, as que no me sorprend al ver que no recibamos respuesta. Lo que s me

    sorprendi fue que Almiry me dijera que ya no le interesaba seguir con la tienda, ahoraque estaba libre. Quera ir a visitar a sus amigos, por la primavera, y en el otoo volveraa trabajar en alguna sombrera.

    "Lo sent, porque gozaba sinceramente con nuestra sociedad. Me pareca un poco deingratitud, despus de lo mucho que me haba molestado procurndole clientes, pero no ledije nada, y le vendimos el negocio a la viuda Bates, que es una buena mujer con seishijos, y sabr aprovecharse de nuestros esfuerzos.

    "Almiry se despidi de m sin el menor rastro de su antigua severidad, dndome milesde gracias y prometindome escribirme pronto. Eso fue en abril. Hace una semana recibuna breve carta que deca: "Mi querida amiga: Le agradar saber que me he casado conBaxter y voy a quedarme aqu. Estaba fuera cuando lleg el diario con la noticia de la

    muerte de mi madre, pero me escribi en cuanto volvi a su casa. Yo no poda decidirmehasta que volviera a verle de nuevo. Ahora todo se arregl y somos muy felices.Muchsimas gracias por todo lo que ha hecho por m y por mi madre. Nunca lo olvidar.Mi esposo le enva sus saludos y yo le quedo eternamente agradecida. -ALMIRA M.BAXTER".

    -Esplndido! Lo hiciste muy bien, y el invierno que viene puedes buscarte otrasolterona agriada y otra vieja gruona, para hacerlas felices -dijo Ana, con la sonrisa deaprobacin que tanto les encantaba recibir a las dems.

    -Mis aventuras no tienen nada de romnticas, ni siquiera de interesantes y, sinembargo, he estado muy ocupada durante el invierno y me gustaba mucho mi trabajo-comenz a decir Elizabeth, a una seal de la presidenta.

    -El plan que haba pensado era llevar libros y diarios a los enfermos de los hospitales,como hace desde muchos aos una amiga de mam. Una vez fui con ella al HospitalMunicipal, y me pareci muy interesante, pero no me atrev a ir sola a visitar personasmayores, as que eleg el Hospital de Nios y bien pronto me encant el ayudar a divertira los pobrecillos. Les llev todos los libros de dibujos y todas las revistas que pudeencontrar, les vesta muecas, les arreglaba juguetes y les compraba otros nuevos, leshaca camisones y baberos, y me senta como la madre de una gran familia.

    -Tena, como es natural, mis preferidos, y me esforzaba por complacerles, leyndoles,cantndoles y divirtindoles, porque algunos de ellos sufran mucho. Una niita estabatan horriblemente quemada que no poda emplear las manos y se pasaba las horas enterasmirando la alegre mueca atada a uno de los postes de la cama, y hablaba con ella y laquera, y muri tenindola en la almohada, mientras yo le cantaba una cancin de cunapor ltima vez. Conservo la mueca entre mis tesoros, porque la pequea Norah meense una leccin de paciencia que nunca olvidar.

    "Luego, otro de los que me encantaban, era Jimmy Dolan, un enfermo de la cadera,porque era muy alegre a pesar del dolor, y un verdadero hroe en pequeo por el modocomo soportaba las curas dolorosas que tenan que hacerle. Nunca podr curar del todo yahora est en su casa; pero todava voy a verlo, y est aprendiendo a construir muebles de

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    juguete, as que, con el tiempo, si se encuentra en condiciones de trabajar, podr llegar aser ebanista, o a hacer cualquier otro trabajo liviano.

    "Pero el favorito de todos era Johnny, el cieguecito. Le haban tenido que sacar losojos, y lo encontraba tan indefenso y pattico, con toda la vida por delante y nadie que

    pudiera ayudarle, porque sus padres eran muy pobres y tena que dejar el hospital portratarse de un incurable. Casi me lo entregaron, porque la primera vez que lo vi, estabacantndole a Jimmy, cuando se abri la puerta y un niito entr torpemente en la sala.

    "-Oigo una voz muy linda y quiero encontrarla -dijo, detenindose al sentir que yo mecallaba, y extendiendo las manos como si pidiera ms.

    "-Ven, Johnny, y la seora te cantar como un ruiseor -lo llam Jimmy, tan orgullosocomo Barnum al ensear a Jumbo. "El pobrecito se acerc a nosotros y se apoy en mirodilla, sin moverse, mientras yo cantaba todas las canciones infantiles que s. Luegollev a mis labios un delgado dedito, como si quisiera tocar el lugar de donde proceda lamsica y, me dijo, con el plido rostro sonriente:

    "-Por favor, cante ms, muchas ms! Me gustan tanto!

    "As que tuve que seguir cantando, hasta quedarme ronca, y Johnny beba miscanciones como si fueran agua; segua el comps con la cabeza, golpeaba el suelo con elpie cuando cant "Marchando a travs de Georgia", y lanz dbiles hurras en el coro de"Roja, blanca y azul". Era un espectculo encantador ver cmo gozaba con ellas, y mealegr de que mi voz pudiera servir de consuelo a los pobres nios. Johnny llor cuandotuve que irme, y me conmovi de tal modo que resolv informarme acerca de l y hacerleingresar en la Escuela de Ciegos, porque es el nico lugar donde pueden ensearle y darleuna vida feliz."

    -Creo que ibas all el da que nos encontramos, Lizzie; porque tenas un aspecto tansolemne como si todos tus amigos hubieran perdido la vista -exclam Marion.

    -Me senta muy solemne, porque si Johnny no hubiera podido ingresar en ella, no squ habra sido de l. Afortunadamente, tena diez aos, y la buena seora Russell meayud, y las almas caritativas que dirigen la escuela lo admitieron, aunque tienen.muchsimos alumnos. "No podemos dejar de admitir a ninguno", dijo el bondadoso seorParpatharges.

    "As que mi nio est ahora all, tan contento como un rey con sus compaeritos,aprendiendo toda clase de lecciones tiles y lindos juegos. Modela muy bien la arcilla.Aqu tenis una de sus obras. Podrais hacerlo tan bien sin ojos? -y Lizzie les mostrorgullosa una pera algo torcida, con una paja larga que le serva de rabo-. No creo quellegue a ser alguna vez escultor, pero confo en que podr aprender msica, porque leencanta y se pasa el da tocando el pfano con mucha habilidad. Sean cuales fueren susaptitudes, si vive, le ensearn a ser un hombre til e independiente, no una carga o unacriatura desgraciada, sumida en la oscuridad y sola. Me siento muy contenta con mismuchachos y me sorprende ver lo bien que me llevo con ellos. El ao que viene buscarotros ms, porque creo de veras que sirvo para tratar con ellos, aunque no me loimaginaba, porque no tengo hermanos y siempre cre que los nios eran unos diablillos."

    A las dems muchachas les divirti mucho el descubrimiento que haba hecho Lizziede sus aptitudes, porque era una damita muy seria, que no gustaba de juegos -y vivasolamente para su msica. Ahora se vea claramente que haba encontrado la llave , que le

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    abra todos los corazones infantiles y estaba aprendiendo a usarla, sin darse cuenta de quela dulce voz que tanto apreciaba haba mejorado mucho con el tono de ternura que ledaba el cantar tantas canciones de cuna. La gruesa pera pas de mano, como unrefrigerio, y recibi muchas alabanzas y pocas crticas; y cuando se hall de nuevo en

    manos de su orgullosa propietaria, Ida comenz su historia con voz animada:-Aguard a que se presentara mi tarea, y sta lo hizo rodando por los escalones denuestro stano un da de lluvia, bajo la forma de un enorme y destrozado paraguas, conun par de pequeas botas al final. Un grito ahogado me hizo correr a abrir la puerta,porque estaba comiendo en el comedor, sola y bastante aburrida porque no poda ir a vera Ella. Al pie de la escalera se vea una nia, con la cabeza en un charco, las botasagitndose en el aire, y el paraguas posado encima como un sucio pjaro verde.

    '-Te has hecho dao, nia? -le pregunt."-No, gracias, seora -me dijo la mocosa, con toda calma, sentndose y ponindose en

    la cabeza un viejo sombrero negro de mujer.'-Viniste a pedir limosna? -le dije.

    '-No, seora. Vine a buscar unas cosas que la seora Grover tiene para nosotros. Ellame dijo que viniera. No pido limosna. -Y la empapada chiquilla se levant con grandignidad.

    -Entonces le ped que se sentara y corr a llamar a la seora Grover. Ella estaba enaquel momento ocupada con el abuelo, y cuando volv a mi comida me encontr con laseorita, cruzada de brazos chorreando agua por la punta de las botas, que se balanceabana cierta distancia del suelo y con los enormes ojos azules fijos en el pastel y las naranjasque haba en la mesa. Le di un pedazo y ella suspir embelesada, pero no hizo ms quetomar un bocado, hasta que le pregunt si no le gustaba.

    -Oh, s, es -muy bueno! Pero me agradara poder llevrsela a Caddy y Tot, si no leimporta. Ellas nunca han tomado pastel en su vida, y yo lo prob una vez.

    -Como es natural, le llen una cestita con pastel, naranjas e higos y, mientras Lotty sedeleitaba con ellos, hablamos. Me enter de que su madre se pasa el da lavando platos enun restaurante cerca de la estacin de Albany, dejando a las tres nias solas en la piezaque tienen en Berry Street Pensar en la pobrecilla que sale de noche, aun los das deinvierno, y se pasa todo el da lavando platos, dejando a las niitas solas! A veces podanencender el fuego y, cuando no podan, se quedaban en la cama. La mujer reciba portodo pago algunos restos de comida y cuatro dlares semanales, y con eso tenan quearreglarse para vivir. La buena seora Grover tena un enfermo cerca de Berry Street elverano pasado, y sola ver a las tres pequeas rodando por las calles, sin nadie que cui-dara de ellas.

    "Lotty tiene nueve aos, aunque parece que tiene seis, pero es mayor que muchasnias de catorce y cuida bien de "sus bebs", como llama a las ms pequeas. La seoraGrover iba a verlas y, aunque es una trabajadora, haca por ellas lo que poda. Esteinvierno tuvo tiempo de sobra para coser, porque el abuelo no necesita que le cuidenmucho, excepto por la maana y por la noche, y la buena mujer se gastaba su dinero encomprar franela caliente y algodn, para hacerles a cada una de las nias un buen traje.Lotty haba venido a buscar el suyo, y cuando tuvo el paquete en brazos, lo estrechcontra s y levant la carita para besar a Grover, tan lindamente, que sent deseos de hacer

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    tambin algo. As que fui a buscar el impermeable viejo de Min y sus chanclos, y unacapucha, y mand a Lotty a su casa, tan orgullosa como una reina, prometindole que iraa verlas. Fu un da y encontr all mi tarea. Oh, muchachas! Nunca habis visto unahabitacin tan fra y desnuda, sin fuego y sin otra comida que una sartn con unos restos

    de pastel, pan y carne, que realmente no podan comerse y, en la cama, cubiertas con unaalfombra vieja, estaban las tres nias. Tod y Caddy estaban acurrucadas en el lugar mscaliente, mientras que Lotty, con las manecitas azuladas de fro, estaba tratando de ponerremiendos a unas medias viejas, con trozos de algodn. No saba por dnde empezar,pero Lotty s lo saba y yo me limit a cumplir sus rdenes. La sensata mujercita me dijodnde poda ir a comprar un quintal de carbn y candela para encender el fuego, y harinay leche, y todo lo que haca falta. Trabaj como una negra durarte unas dos horas,alegrndome mucho de haber ido a una clase de cocina, porque saba encender el fuego,ayudada por Lotty, que se encargaba de lo ms sucio, y preparar una buena sopa con lacarne fra, unas papas y unas cebollas. Al poco rato, la habitacin estaba bien caliente yllena de un olor riqusimo, y las nias saltaron de la cama y se pusieron a brincar en torno

    de la estufa y a oler la sopa, bebindose la leche corno gatitos hambrientos, mientras yoles preparaba las tostadas con manteca."Era muy divertido!, y cuando lo limpiamos todo, y dej en la alacena la comida de la

    noche, despus de decirle a Lotty que calentara un tazn de sopa para su madre y nodejara apagar el fuego, volv a casa cansada y sucia, pero muy contenta, porque habaencontrado algo que hacer. Es asombroso lo poco que cuestan las cosas de los pobres, y,sin embargo, no pueden proporcionarse esa pequea cantidad de dinero que necesitan, sinmatarse a trabajar. Os aseguro que todo lo que compr no me cost ms que lo gasto enflores, en entradas de teatro o comidas, y sin embargo, las pobres nias se quedaron tansatisfechas que a m me entraban ganas de llorar al pensar que no lo haba hecho hastaentonces."

    Ida hizo una pausa para menear la cabeza, en seal de remordimiento, y luegoprosigui con su historia, mientras cosa afanosamente un camisn de algodn basto, tanchico que pareca casi para una mueca.

    -No puedo contaros ninguna historia romntica, porque la pobre seora Kennedy erauna mujer acabada y sin nimos, que no poda hacer ms que trabajos sin importancia, ysiempre necesitaba que alguien le ayudara a seguir adelante. Haba vivido en el campo, sehaba casado muy joven y no saba hacer nada; as que cuando su esposo muri y ella sequed sola con sus tres hijas, le cost trabajo abrirse camino, pues no tena ningn oficio,su salud era mala y careca de valor. La pobre hace lo que puede, ama a sus hijas y trabajaen lo nico que ha podido encontrar; pero cuando caiga enferma tendrn que separarse;ella ir al hospital, y las nias a algn asilo. A. ella le espanta esa idea y se esfuerza porseguir adelante, juntas todas. Gracias a la seora Grover, que es muy sensible y sabeayudar a los pobres, les hemos preparado un hogar cmodo y han podido pasar bien elinvierno.

    "La madre ha encontrado un trabajo ms cerca de su casa, Lotty y Caddy van a laescuela, y Tot est segura y confortable, porqu la seorita Parsons cuida de ella. sta esuna joven que se mora de fro y hambre en una de las habitaciones de arriba, porque esdemasiado orgullosa para pedir limosna y demasiado tmida y enferma para trabajar

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    mucho. Un da, la encontr calentndose las manos en la cocina de la seora Kennedy, einclinada sobre el perol donde se haca la sopa, como si se estuviera comiendo el olor.Eso me record una caricatura del "Punch",` donde se ve a dos nios mendigos mirandouna cocina y olfateando la suculenta comida que estn preparando en ella. Uno de ellos

    dice: "A m no me interesa la carne, Bill, pero no quiero dejar de oler el puding, mientraslo cocinan". En seguida propuse que comiramos, y todos nos sentamos a la mesa ytomamos sopa, en unos tazones amarillos y con cucharas de peltre, pero con tal apetito yplacer, que daba gozo verlas. Yo llevaba mi traje ms viejo, as que la pobre Parsonspens que era una modista o una obrerita, y me abri su corazn como nunca lo habrahecho si yo hubiera ido a verla y a pedirle que se confiara a m, con aire protector, comohacen muchas personas cuando quieren ayudar a las dems. Le promet buscarle untrabajo, y le propuse que lo hiciera en la habitacin de la seora Kennedy, como un favor,claro est, para que las nias mayores pudieran ir a la escuela y Tot tuviera alguien quecuidara de ella. Accedi, y de ese modo se ahorr el fuego y content a los Kennedy.Sara (que as se llama la seorita Parsons), trat d echarse atrs cuando se enter de

    dnde viva yo; pero necesitaba el trabajo y bien pronto vio que yo no era presumida, quele prestaba libros, le llevaba flores a ella y a Tot, y le contaba historias mientras ella secalentaba al fuego los dedos llenos de sabaones, como si nunca pudiera deshelrselos.

    "Este verano, todas ellas van a ir a la granja del to Frank, para recoger la fruta. lcontrata a muchas mujeres y nios durante la temporada de las frutas, y la seora Groverdice que eso es, lo que ellas necesitan. As que se irn en junio, tan contentas, y yo podrcuidar de que estn bien, porque siempre voy a la granja en julio. Eso es todo; no muyinteresante, pera hice lo que deba, aunque no sea ms que una pequeez."

    -Estoy segura de que el ayudar a cinco pobres infelices es una gran obra, y puedesestar orgullosa de ella, Ida. Ahora comprendo por qu no ibas al teatro conmigo nicomprabas tantas cosas lindas como antes. El dinero lo gastabas en comprar carbn ycomida, y tus labores eran siempre ropita para tus muecas de carne. Querida, qubondad demostraste al cocinar, limpiar y embastecerte las manos, renunciando a tusdiversiones por esa obra de caridad!

    El cordial beso de Maggie y los rostros de sus amigas le hicieron pensar a Ida que suhumilde tarea les pareca tan meritoria como a ella; y cuando las otras le hubieronexpresado el inters que sentan por su trabajo, se prepararon para or lo que iba a contarMarion.

    -He estado cuidando a un correo escarlata; un pobrecillo, viejo y abandonado; ahoraest trasplantado y me alegro de poder deciros que se encuentra muy bien.

    -Qu quieres decir? -le pregunt Ella, mientras las dems ,a miraban con curiosidad.Marion tom un punto que se le haba saltado en la media azul que estaban tejiendo y

    prosigui, con ojos sonrientes:-Queridas, as es como llamamos a los soldados del Cuerpo le Mensajeros, con sus

    gorras rojas y sus piernas incansables que trotan todo el da. Me encargu de cuidar a unode ellos r os aseguro que lo pas estupendamente. Pero antes de gozar con mi xito, deboconfesaros mis fracasos, que fueron muy tristes. Estaba tan deseosa de empezar cuantoantes a trabajar, que sal al encuentro del primer pobre que vi. Era un viejo, que est aveces en una esquina, vendiendo unas espantosas flores de papel. Estoy segura de que lo

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    conocis y habis visto sus margaritas magenta y sus peonias amarillas. Bueno, a m medaba mucha lstima, con su nariz enrojecida, sus ojos lacrimosos y sus cabellos blancos,parado en esquinas azotadas por el viento y ofreciendo silenciosamente sus espantosasflores.

    Le compr todas las que tena aquel da, se las regal a unos nios negros que encontrpor el camino, y le dije que viniera a casa para buscar un sobretodo viejo que mamquera regalar. Me cont una historia lastimosa acerca de l y de su anciana esposa, quehaca aquellos horrores de papel en la cama, y me dijo que carecan de todo, pero que lno quera mendigar. Aquello me conmovi mucho y fui corriendo a casa para darle elsobretodo y unos zapatos, y cuando mi viejo Lear entr por la puerta de servicio, leorden a la cocinera que le diera una comida caliente y le preparara algo bueno para suanciana esposa.

    "Me llamaron arriba mientras l coma, bendicindome del modo ms lindo, y penscon alborozo que se haba ido muy consolado. Pero, una hora ms tarde, la cocinera vinoespantada para decirnos que mi venerable y piadoso mendigo se haba llevado varias

    camisas y calcetines de pap que estaban en la cesta del lavadero y la capucha que leguardbamos para la muchacha."Me enfurec mucho y, acompaada de Harry fui en seguida a la direccin que el viejo

    pcaro me haba dado, una casa vieja y sucia en Hanover Street. Pero all me dijeron quenunca vivi en tal sitio y entonces comprend que mi santo de cabellos blancos era unmentiroso. Harry se ri de m, mam me prohibi que llevara ms ladrones a la casa ymis hermanas me rieron con severidad.

    "Pero me recobr de la impresin y, sin amedrentarme, fui en busca de la viejairlandesa que vende manzanas en el parque; no la anciana gruesa y lcida que tiene unpuesto cerca de West Street; sino una toda arrugadita que se sienta junto al camino, con lacabeza inclinada sobre una vieja cesta con seis manzanas y cuatro caramelos largos.Nunca veo que alguien le compre, pero ella sigue sentada en su puesto, esperando que unalma caritativa le d de cuando en cuando algunos centavos; la pobrecilla tiene unaspecto desolado de miseria y abandono.

    "Me cont otra historia triste, dicindome que estaba sola y no poda trabajar y "tandbil como una taza de caldo, sin una onza de carne que me cubra los huesos, y por amorde Dios dme algo para que pueda seguir viviendo en este invierno tan duro,.porque estoysola en el mundo y no tengo quien me ayude". No tena mucha fe en lo que me deca,porque recordaba al otro mentiroso, pero me daba lstima, la pobre vieja; as que le llevun poco de t y azcar, y un chal, y sola darle algunos peniques cuando pasaba por all.Nunca dije nada en casa, pues se rean de mis esfuerzos caritativos. Al cabo de algntiempo pens que progresaba bastante, porque mi vieja mendiga pareca muy animada, yestaba pensando comprarle un poco de carbn, cuando desapareci por completo. Temque estuviera enferma y le pregunt por ella a la seora Maloney, la irlandesa gruesa.

    "-Dios santo, mi querida seorita! Hace tres meses que la enviaron a ,'Irlanda; porquenunca vi una criatura tan borracha como Biddy Ryan, que se gastaba hasta el ltimocentavo en whisky,, lo que era una vergenza, porque tena un buen hijo, dispuesto amantenerla decentemente.

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    "Entonces si que me sent desanimada, y me fui a casa y me cruc de brazos,esperando lo que me enviara el destino, ya que :mis esfuerzos haban sido tales fracasos."

    -Pobrecita, qu mala suerte tuviste! -dijo Elizabeth, cuando hubieron terminado lascarcajadas provocadas pon las des dichas de Marin y su divertida imitacin del acento

    irlands.-Ahora hblanos de tu xito y del correo escarlata -agreg Maggie.-Ah!, se me lo envi el destino, y por eso pude seguir adelante. Tengo que retroceder

    a la poca de la guerra, para poder presentaros debidamente a mi hroe. Ya sabis quepap estuvo en el ejrcito y luch todo el tiempo, hasta la batalla de Gettysburg, donde lohirieron. Se haba comprometido antes de marchar; por eso, cuando su padre corri alhospital, despus de la terrible batalla, mam lo acompa, y ayud a cuidarlo hasta quepudo volver a su casa. l no quiso ir a un hospital de oficiales y se qued con sushombres en un lugar bastante pobre, porque muchos de sus soldados estaban heridos y noquera abandonarlos. Uno de los ms valientes era el sargento Joe Collins, que habaperdido su brazo derecho al salvar la bandera en uno de los encuentros ms encarnizados

    de la gran batalla. Era un leador de Maine, y meda ms de seis pies, pero era tan dulcecomo un nio, tan alegre como un chico y quera mucho a su coronel."Pap sali el primero del hospital, pero le hizo prometer a Joe que lo tendra al

    corriente de su vida, y Joe cumpli con su promesa hasta que sali tambin del hospital.Entonces pap dej de saber de l y, en medio de la excitacin de su convalecencia, delfinal de la guerra y de su matrimonio, se olvid de Joe Collins, hasta que nosotros fuimoscreciendo y gozbamos con la historia de las batallas en que pap haba tomado parte, ydel valiente sargento que se apoder de la bandera cuando el abanderado fue muerto, y lamantuvo en su poder durante todo el encuentro, hasta que una bala de can le arranc unbrazo y lo hirieron en el otro. Vosotras sabis que todos tenemos sangre guerrera, as quenunca nos cansbamos de orle contar esa historia, aunque los veinticinco aos trans-curridos, haca que nos resultara tan lejana como las de la Revolucin, cuando mataron aun, antepasado nuestro en Bunker Hill.

    "En diciembre, cuando yo acababa de sufrir mis tristes decepciones, pap lleg un daa la hora de comer, exclamando alegremente:

    "-He encontrado al viejo Joe! Un mensajero me trajo una carta y, cuando le mir alentregarle la respuesta, me hall ante un hombre alto y de cabellos canos, derecho comoun pino, sonriendo y con la mano en la sien, saludndome a estilo militar. "No seacuerda de Joe Collins, coronel? Me alegro mucho de volver a verlo, seor", me dijo. Yentonces lo record todo y hablamos largo rato, y me enter de que el pobre muchachohaba tenido bastante mala suerte, que careca casi de amigos, pero que segua siendo tanorgulloso e independiente como siempre y decidido a bastarse a s mismo, mientras se lopermitieran sus fuerzas. Me ha dado su direccin, y pienso ocuparme de l, porque notena muy buen aspecto, y estoy seguro de que no puede hacer gran cosa.

    "Todos nos alegramos mucho, y Joe vino a vernos, y pap lo envi a hacer milrecados, ayudndole de ese modo hasta que se march a Nueva York. Entonces, en mediode los preparativos y la emocin de las fiestas, nos olvidamos de Joe, hasta que pap vinoy lo ech de menos al no verle en su puesto. Me dijo que fuera a buscarlo, y Harry y yobuscamos por todas partes, hasta que lo encontramos, en una pobre casita del North End,

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    enfermo de fiebre reumtica, en su miserable cuartito, sin tener nadie que lo cuidaraexcepto la lavandera que le alquilaba la pieza.

    "Me arrepent tanto de haberme olvidado de l! Pero Joe nunca se quejaba y no hacams que decirnos, con su alegre sonrisa: "Yo ya me imaginaba que el coronel estaba

    fuera, y de todos modos, no quera molestarle". Trataba de mostrarse contento, aunquesufra unos dolores atroces; llamaba a Harry "mayor", y nos agradeci mucho lo que lehabamos llevado, aunque no quera tomar el t ni las naranjas, y exclam cuando le dije,como una tonta, pensando que era lo que deba decir:

    -Quiere que le humedezca la frente, ya que tiene tanta fiebre?"-No, gracias, seorita; ya me la he lavado yo; creo que lo que me hara mucho ms

    bien sera un poco de tabaco, y perdneme que se lo diga."Harry sali corriendo y trajo un buen paquete de tabaco .y una pipa, y cuando nos

    marchamos, prometiendo volver pronto, dejamos a Joe fumando tan contento y envueltoen una nube de humo. Fuimos a verlo casi a diario y lo pasamos muy bien; porque Joenos contaba sus aventuras y nos interesamos de tal modo en la guerra, que yo empec a

    leer de nuevo historia por las noches, y a pap le agradaba eso mucho y volvi acontarnos todas las batallas en que haba tomado parte. Harry y yo nos hicimos grandesamigos, leyendo juntos, y a pap le encantaba descubrir en nosotros el espritu de nuestroantepasado "el general", cuando nos excitbamos y empezbamos a discutir todasnuestras guerras, con una fiebre de patriotismo que haca rer a mam. Joe deca que yome "encabritaba" como un corcel de guerra al or la palabra batalla y oler la plvora, ypensaba que deba haber sido tambor, porque el sonido de la msica marcial me pona"nerviosa".

    "Para nosotros, los jvenes, todo aquello era nuevo y encantador, pero el pobre Joe lopas muy mal y estuvo muy enfermo. El fro y la fatiga, la falta de comida y la soledad,adems de sus heridas, lo haban vencido y no caba duda de que ya no podra trabajarms. Le espantaba el pensar en el asilo para ancianos, que era todo lo que poda ofrecerlesu ciudad natal, y adems no tena amigos ni poda conseguir una pensin, por no s querror de sus papeles; as que no lo habra pasado muy bien, de no ser por el Hogar deSoldados de Chielsa. En cuanto se hall en, condiciones de salir, pap lo hizo ingresar enl, y Joe acept gustoso, porque le pareca el lugar ms adecuado y una caridad que elms orgulloso de los hombres poda muy bien aceptar, despus de haber arriesgado lavida por su patria.

    "Ah era adonde iba cuando me visteis, y tuve mucho miedo de que olirais loscigarros que llevaba en mi cesta. Los pobres veteranos los aprecian mucho, y pap diceque los necesitan, aunque no es tan romntico como las flores, la jalea y el vino, y esosmanjares delicados que a las mujeres nos gusta regalar. He aprendido a distinguir lasdiferentes clases de cigarros y tabaco, y os reirais si me vierais distribuir mis obsequios,que son recibidos con tanto agradecimiento como la Cruz de la Victoria, cuando la reinade Inglaterra condecora a sus bravos. All soy un personaje muy importante y losmuchachos me saludan militarmente cuando entro, me cuentan sus penas y piensan quepap y yo somos capaces de gobernar el mundo. Eso me encanta, y mis queridosveteranos me entusiasman y enorgullecen tanto como si hubiera sido un Rigoletto y mehubieran montado en un can desde que era pequeita. sta es mi historia, pero no

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    puedo daros ni siquiera una idea de lo interesante que es todo eso y de lo que me alegroque me llevara a estudiar la historia de las guerras americanas, en las que hombresvalientes que llevaban nuestro nombre, cumplieron tan bien con su deber:"

    Una cordial salva de aplausos acogi la historia de Marion, porque su rostro

    resplandeciente y su voz excitada haban despertado el sentimiento patritico de lasmuchachas de Boston, que le sonrean con aprobacin.-Ahora, Maggie, t, querida, que aunque te hayas quedado la ltima, estoy segura de

    que no eres la menos importante -dijo Ana lanzndole una miradita para animarla, porqueella haba descubierto el secreto de su amiga, y la amaba' an ms por eso.

    Maggie se ruboriz y vacil, mientras dejaba las delicadas bridas de muselina, queestaba dobladillando con tanto esmero. Luego, mirando en torno suyo con una expresinen la que se mezclaban la humildad y el orgullo, dijo, haciendo un esfuerzo.

    -Despus de vuestras experiencias tan interesantes, la ma os resultar muy vulgar. Enrealidad, no puedo contaros ninguna historia, porque mi caridad empez por casa y nosali de ella.

    Cuntanoslo todo, querida, S que es muy interesante y que nos har bien a todas -dijocon rapidez Ana; y animada de ese modo, Maggie prosigui.-Yo haba planeado grandes cosas y hablaba de lo que pensaba hacer, hasta que pap

    me dijo un da, en que las cosas andaban todas revueltas, como suelen andar tantas vecesen casa. "Si las muchachitas que quieren ayudar al mundo entero, recordaran que lacaridad empieza por casa, encontraran en seguida algo que hacer."

    "Me qued bastante desconcertada y no dije nada, pero cuando pap se fue a la oficina,me puse a pensar y mir en torno mo para ver qu poda hacer en aquel momento. Vi quehaba de sobra para un da y puse inmediatamente manos a la obra. La pobre mam tenauna de sus fuertes jaquecas, los nios no haban podido salir porque llova, y estaban gri-tando y llorando en el cuarto de jugar, la cocinera estaba enojada y Mara tena dolor demuelas. Pues bien, empec por obligar a mam a acostarse, para dormir una buena siesta.Distraje a los nios dndoles mi caja de cintas y mis adornos para que se disfrazaran, lepuse a Mara una cataplasma en la cara y le ofrec lavarle los vasos .y cubiertos, paraapaciguar a la cocinera, que estaba hecha una fiera por tener que trabajar ms en da delavado. No era muy divertido como os imaginaris, pero logr pasar la tarde, sin quenadie hiciera ruido en la casa y, al crepsculo, entr silenciosamente en la habitacin demam y reaviv el fuego, para que la pieza estuviera ms alegre cuando se despertara.Luego fui temblando a la cocina para buscar un poco de t, y me encontr con tresmuchachas que haban ido a visitar a la cocinera y que se estaban divirtiendo de lo lindo.Una escondi una fuente de pastel en el cajn de la cocina, otra se meti una taza debajodel chal y la cocinera escondi la tetera, al or que yo haca ruido en la despensa, antes deabrir la puerta, por una de cuyas junturas haba visto, odo y olido la "fiesta", como dicenlos nios.

    "Estaba enojada y me habra gustado decirle unas cuantas verdades a las tres;prudentemente, contuve la lengua, cerr los ojos, les ped cortsmente un poco de aguacaliente, salud a las muchachas con la cabeza y le dije a la cocinera que Mara estabamejor y podra hacer el trabajo, si ella quera salir.

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    "As que la paz volvi a reinar y, mientras yo arreglaba la bandeja, o que la cocineradeca con su voz ms dulce, porque me imagino que el pastel y el t le pesabangrandemente en la conciencia: "La seora no est muy bien, y la seorita es muy buena yla cuida con todo cario".

    "Ya saba que eran exageraciones suyas, pero me agrad orla, y me hizo pensar en lodelicada que estaba mam y en lo poco que realmente haca yo por ella. Llor unaslagrimitas de arrepentimiento mientras suba la escalera con la bandeja del t y lastostadas, y encontr a mam dispuesta para tomarlo y muy contenta de que todo marcharatan bien. Entonces comprend qu alivio sera para ella el que lo hiciera ms a menudo,como deba, y resolv hacerlo.

    "No dije nada, pero me dediqu a cumplir con las tareas que se me presentaban y,antes de que me hubiera dado cuenta de ello, muchos de los deberes de mam fueron aparar a mis manos, como si siempre hubieran sido mos. No quiero decir con eso que megustaran ni que no grua entre dientes al hacerlo: generalmente me senta oprimida porellos, y a veces me dola el no poder salir cuando quera, ni divertirme ms. El deber est

    muy bien, pero no es nada fcil, y el nico consuelo que nos proporciona es una especiede tranquilidad que se siente al cabo de algn tiempo, y una sensacin de fortaleza, comosi hubiramos encontrado algo a que poder asirnos para no perder el equilibrio. No lo sexpresar muy bien, pero, no es cierto que os dais cuenta?

    Y Maggie mir con melancola los otros rostros, que le contestaron, con una rpidasonrisa de simpata, o con una expresin perpleja y respetuosa, como si pensaran quedeban saberlo, pero no lo saban.

    -No tengo por qu cansaros con mi vulgar historia -prosigui Maggie-. No haciaplanes y me limitaba a decir cada da: "Aceptar lo que venga y tratar de tomarlo conalegra y paciencia". Y as me fui ocupando de los nios, para que Mara tuviera mstiempo libre para coser y ayudar en las tareas domsticas. Haca los recados, iba almercado y me encargaba de que pap tuviera las comidas que a l le gustan, los das enque mam no se encontraba muy bien y no poda bajar a comer. Haca visitas en sunombre, y las reciba, y bien pronto cumpla con todos mis deberes, como si fuera laduea de la casa y no "una chiquilla", como me llama mi primo Tom.

    "Lo mejor de todo eran las tranquilas conversaciones que tenamos al caer la tarde,mam y yo, despus de terminado el trabajo del da, cuando ella haba descansado ya yesperbamos a pap. Ahora, cuando pap llegaba, yo no tena que irme porque ellosqueran contarme cosas, hacerme preguntas y consultarme sobre distintos asuntos, lo queme haca sentirme realmente como su hija mayor. Oh, era maravilloso sentarse entre losdos y saber que me necesitaban y que les encantaba tenerme con ellos! Eso merecompensaba por los malos ratos que pasaba y, hace poco, obtuve mi recompensa.Mam est mucho mejor, y yo me congratulaba por su mejora, cuando ella me dijo: "S,ahora me estoy poniendo realmente bien, y espero que dentro de poco podr relevar a mihijita. Pero quiero decirte, querida, que cuando me senta ms desanimada, mi mayorconsuelo era pensar que, si tena que dejar este mundo, mis pobres hijitos encontraran enti una segunda madre".

    "Eso me agrad tanto que me entraron deseos de llorar, porque la verdad es que losnios me quieren mucho y ahora hacen todo lo que les digo y tienen una gran idea de su

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    hermana, aunque antes no me tenan gran cario. Pero eso no fue todo. Quiz no deberacontaros estas cosas, pero me enorgullecen tanto que no puedo resistir la tentacin dehacerlo.

    Cuando le pregunt a pap, un da que estbamos solos, si mam estaba realmente

    mejor y no haba ya peligro de que volviera a caer enferma, me ech los brazos al cuelloy me dijo, dndome un tierno beso:"-No, ahora no corre peligro, porque mi valiente hijita le prest una ayuda tan

    esplndida, que tu querida madre se sinti aliviada de sus preocupaciones en el momentoen que ms lo necesitaba, y ahora puede descansar tranquila y segura de que no nosdescuidas. No podras haber hecho una obra de caridad mejor, y difcilmente podrashaberlo hecho con ms dulzura, querida. Que Dios te bendiga!"

    Al llegar a este punto, la voz de Maggie se quebr y ocult la cara, lanzando unsollozo de felicidad que terminaba con toda elocuencia su historia. Marion corri haciaella para enjugarle las lgrimas con un calcetn azul, las otras murmuraron frases desimpata, porque todas estaban muy conmovidas; ante sus ojos aparecan los deberes que

    haban olvidado de cumplir, y muchas de ellas resolvieron dedicarse a ellos cuanto antes,al ver cun grande haba sido la recompensa de Maggie.-No quera mostrarme tan tonta; pero s quera que supierais que no haba estado

    ociosa durante el invierno y que, aunque no tengo gran cosa que contar, estoy muysatisfecha de mi labor -dijo Maggie, alzando los ojos y sonriendo en medid de suslgrimas hasta que su rostro se asemej a una rosa bajo la lluvia.

    -Muchas de mis hijas han hecho buenas obras, pero la tuya es la ms excelsa de todas-le replic Ana, con un beso que termin de llenarla de satisfaccin.

    -Bien; como ha pasado la hora de levantar la sesin, debemos despedirnos -prosiguila presidenta, sacando de un lugar donde lo tena oculto un cesto de flores-. Me limitar adeciros que pienso que todas hemos aprendido mucho, y podremos trabajar an mejor elprximo invierno; porque estoy segura de que querris probarlo de nuevo, ya que elsuavizar un poco las vidas duras d los pobres, le da tanta dulzura a las nuestras. Comoregalo de despedida, he mandado traer unas cuantas rosas de Plymouth y aqu tenis unramo para cada una de vosotras, con todo mi cario y mi agradecimiento por habermeayudado a realizar de modo tan maravilloso mi plan.

    As que despus de entregar los ramilletes, de charlar unos momentos animadamente,de sugerir nuevos planes y decirse adis, los miembros del club se separaron, y cada unade ellas se fue alegremente con su ramo de rosas en el pecho y, dentro de l, unconocimiento ms claro de la parte dura de la vida, un nuevo deseo de saber y ayudar msan, y una dulce satisfaccin al pensar que cada una de ellas haba hecho lo que habapodido.

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    UNA RAMA DE HIEDRA Y UNASZAPATILLAS

    -Imposible! Tengo que comprarme un par nuevo. Lo deseo ardientemente, pero temoque eche a perder mi pequeo plan, con respecto a Laura -se dijo Jessie Delano en tantosacuda la cabeza ante un par de viejas zapatillas que no era posible componer. Mientrasen vano se afanaba, su mente estaba llena de esperanzas juveniles, y de miedos yansiedades excesivamente graves para una muchacha de diecisis aos.

    Un ao antes, las muchachas haban sido las mimadas hijas de un hombre rico; pero lamuerte y la desgracia sobrevinieron bruscamente y entonces se vieron solas, frente a lapobreza. Tenan pocos parientes, y haban ofendido a un to rico, que ofreci un hogar aJessie al verse sta separada de su hermana. La pobre Laura era una invlida y nadie laamaba; pero Jessie se neg a abandonarla, y las dos hermanas vivan juntas en lashumildes habitaciones donde su padre haba muerto, tratando de ganarse el pan con las

    nicas habilidades que posean. Laura pintaba bien, y despus de muchas decepciones,comenzaba a hallar un mercado para sus delicados dibujos y sus lindas flores. Jessie tenaun arte natural para la danza; y su anterior maestra, una francesa compasiva, ofreci a sualumna favorita el puesto de auxiliar en sus clases de baile para nios.

    A la muchacha le cost el aceptar un humilde puesto de maestra, enseandopacientemente el baile a nios estpidos, en la pista donde ella haba sido el orgullo de laclase y la reina de los bailes de fin de curso. Pero, por causa de Laura, acept agradecidael ofrecimiento, alegre de poder llevar su bolo a casa, ayudando as a alejar la miseria. Aveces haban visto su negro fantasma amenazador, durante aquel ao, y. miraban el largoinvierno con un terror que no se atrevan a confesarse. Laura tema caer enferma sitrabajaba demasiado, y entonces, qu sera de su linda hermana menor que la cuidaba

    tan tiernamente y no quiso abandonarla? Y Jessie no poda por menos de rebelarse contrasu dura suerte y hacer planes impracticables. Pero cada una de ellas trabajaba afanosa-mente, hablaba con alegra, y esperaba en vano que le sucediese algo bueno, mientras laduda, el dolor y la pobreza opriman de tal manera sus corazones que las dos muchachasfrecuentemente caan dormidas sobre almohadas mojadas por el llanto.

    Las pequeas durezas de la vida acosaban a Jessie en aquel momento, y su ingenioestaba dedicado a la resolucin del problema de gastar sus queridos cinco dlares en unaszapatillas para ella y unas pinturas para Laura. Ambas cosas eran muy necesarias, y Jessiehaba llevado unos zapatos viejos con tal de ahorrar el dinero para la sorpresa queacariciaba en su interior; pero entonces se desalent al ver que lo roto se negaba acerrarse, y que la reverencia mayor no ocultara las gastadas punteras, a pesar de la tinta

    que tan abundantemente les haba aplicado.-Este es el fin de mis zapatillas francesas, y no puedo comprarme otras! Odio lascosas baratas! Pero tendr que usarlas; pues tengo las botas viejas, y todos tienen quemirar mis pies cuando los dirijo. Oh, qu cosa tan horrible es ser pobre! -y Jessieexamin cariosamente sus viejos zapatitos, y sus ojos se le llenaron de lgrimas. Pues su

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    camino le pareca muy largo y empinado, al recordar su vida anterior, que para ella habasido alegre como la de la mariposa en un jardn lleno de sol y de flores.

    -Vamos, Jess, nada de tonteras ni de ojos enrojecidos que digan lo que te ocurre. Vetea tus quehaceres, y vuelve alegr como una alondra para que Laura no se preocupe.

    y, ponindose en pie de un salto, la muchacha se puso a cantar en vez de sollozar,mientras se mova por la, pobre habitacin, limpiando sus guantes viejos, remendando sunico traje blanco, y deseando, con un suspiro, tener dinero para comprarse flores, puestodos sus adornos haban sido vendidos haca largo tiempo. Luego, dando un beso a supaciente hermana, sali a comprar las zapatillas y las pinturas que necesitaba Laura paracontinuar su trabajo.

    Criada en medio del lujo, los gustos de Jessie eran muy refinados; y su mayor prueba,despus de la precaria salud de Laura, era el sacrificio diario de las muchas comodidadesy elegancias a que estaba acostumbrada. Los trajes descoloridos, los guantes limpiados, ylas botas remendadas, le haban costado muchas congojas, y las constantes tentaciones dever cosas tiles y lindas, era muy fuerte. Laura sala raras veces y se ahorraba aquella

    cruz; adems tena tres aos ms que Jessie, siempre haba sido delicada y viva en unfeliz mundo de su propiedad. Por tanto, Jessie soportaba sus dolores en silencio, pero aveces senta gran resentimiento al ver que en el mundo haba tanto placer, dinero ybelleza y ella tena tan poco de ello.

    -Hoy me siento capaz de quitarle el bolsillo a cualquiera, sin ningn remordimiento, siestuviera segura de que se trataba de una persona rica. Es una vergenza que habiendosido pap tan generoso, nadie nos recuerde. Si vuelvo a ser rica de nuevo, buscar a todaslas muchachas pobres que encuentre, y ya que no otra cosa, les dar zapatos lindos -pensmientras recorra las calles detenindose involuntariamente ante las vidrieras, para mirarcon ojos de deseo los tesoros que haba dentro.

    Resistiendo la fascinacin de las zapatillas francesas con hebillas y lazos, compr unpar sencillo y til, y sali de la tienda consolndose con el hecho de que eran muybaratas. Ms consuelo hall cuando se encontr con una amiga, mientras mirabaansiosamente una vidriera llena de uvas, deseosa de comprar algunas para Laura.

    Aquella cordial compaera ley el deseo de Jessie antes que sta se diese cuenta, y leofreci la fruta tan graciosamente, que la muchacha pudo aceptar la cesta sin sentirsederrochadora ni mendiga. Aquello la consol mucho, y, su mundo se fue haciendo msbrillante despus de aquella pequea amabilidad, como ocurre siempre que la simpatailumina con su sol lugares ganados por la sombra.

    En la tienda de arte, le dijeron que se solicitaban ms flores otoales de las que pintabaLaura; y el rostro de Jessie se llen de tan inocente alegra, que el anciano que le vendilas pinturas se conmovi y le dio ms de lo que significaba su dinero, recordando lasduras pocas que l haba pasado y compadeciendo a la linda muchacha, a cuyo padrehaba conocido.

    Por tanto, Jessie no tuvo que disimular mucho para ponerse alegre como una alondra,cuando lleg a casa y mostr sus tesoros. Laura se alegr tanto con los regalosinesperados, que la comida de pan, leche y uvas, fue todo un "festn"; y Jessie la viosonrer cuando fue a vestirse para la fiesta.

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    Era un baile infantil, celebrado en casa de uno de los discpulos de "Mademoiselle", ya Jessie la haban invitado slo para que ayudase a bailar a los nios. A ella no leagradaba ir de aquel modo, pues estaba segura de hallar all rostros familiares, llenos depiedad, curiosidad o indiferencia, cosas difciles de soportar para una muchacha. Pero

    "Mademoiselle" se lo haba pedido como un favor, y Jessie le estaba agradecida; por lotanto fue al baile, esperando no hallar placer en l y s cansancio y aburrimiento.Cuando estuvo lista -y no tard mucho en ponerse su traje de lana blanca, en cepillarse

    sus cabellos negros y rizados, y envolver guantes y zapatillas- se mir al espejo. Advirtique era muy bonita, con sus ojos grandes, frescas mejillas, y aquel aire altivo que nadapoda alterar. Tambin con dolor se dio cuenta de que su viejo traje no la favoreca, sincintas ni flores, para darle la nota de color que necesitaba. Tena un sentido artstico, yhallaba gran deleite en encargarse trajes encantadores en las felices pocas en que todossus deseos eran cumplidos, como si viviera en un reino de hadas. Examin en vano supequeo almacn de cintas, pues todas ellas haban perdido su belleza y frescura.

    -Oh! Dnde voy a encontrar algo que me quite este aspecto monjil? Y pobre, a la

    vez! -dijo con pena, pues sus corales haban sido vendidos haca mucho para pagar lacuenta del mdico de Laura.Un sonido leve la sobresalt, y corri a abrir la puerta. No hall ms que a Laura,

    dormida sobre un sof. El sonido se repiti: tap, tap, tap! Pareca venir de la ventana.Jessie mir hacia all, esperando que su paloma mansa viniera para que le diese de comer.Pero no apareci ninguna paloma hambrienta ni ningn gorrin audaz; no haba ms queuna rama de hiedra que ondeaba a impulsos de la brisa. Era una rama muy linda, cubiertade diminutas hojitas rojas; y golpeaba con impaciencia, como si respondiese a la preguntade Jessie, diciendo: "Aqu tienes tu guirnalda; ven por ella!".

    La mirada de Jessie se sinti atrada por el hermoso color, y corriendo a la ventana,mir con avidez, pues le haba asaltado una nueva idea. Era un triste da de noviembre yel panorama de galpones, cubos y escobas no era muy vivificador. Pero la parte trasera dela casa resplandeca con los rojos zarcillos de la planta trepadora, que cubra con unmanto real el sucio muro, como si tratara de regalar los ojos de todos los que miraran.Pareca predicar el valor, la aspiracin y el contento a todos los que fuesen capaces deleer su mensaje, hacindoles ver cmo, surgiendo del suelo del patio lleno de los objetosms humildes y comunes, extenda sus ramas por todas las grietas de la pared, en buscade sol y de aire, hasta hacerse fuertes y lindas, pintando la pared de verde en el verano,hacindola gloriosa durante el otoo, y un refugio en el invierno, cuando anidaban en ellalas golondrinas, buscando las ramas donde daba ms el sol.

    Jessie amaba aquella hermosa compaa, y la haba disfrutado durante todo el verano,el primero que haba pasado en la clida ciudad. Senta la gracia que prestaba a todos loslugares donde tocaba su verdor, e inconscientemente trataba de ser valiente y brillante, alsubir a su habitacin, donde pareca estar apartada de todo lo hermoso, hasta quecomenz a descubrir que el cielo azul estaba sobre todos, que el sol brillaba an para ella,y el aire puro acariciaba sus mejillas con tanto cario como siempre. Muchas noches sehaba asomado a la alta ventana, mientras Laura dorma, soando inocentes sueos,recordando el pasado y mirando el futuro con confianza y valor. La hiedra haba sentidocaer sobre sus ramas gotas ms clidas que la lluvia o el roco, cuando las cosas

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    marchaban mal, y odo murmurar plegarias cuando la nia abandonada rogaba al Padrede los hurfanos, pidindole ayuda y consuelo, se haba asomado para verla dormirtranquilamente una vez terminada la labor del da, y la haba saludado con un golpecitoen la ventana, cuando se despertaba llena de esperanzas por la maana. Pareca conocer

    todos sus estados de espritu y todas sus preocupaciones, ser su amiga y confidente, yahora vena como un hada madrina, cuando nuestra Cenicienta quera estar linda para elbaile.

    -Precisamente eso! Cmo no lo pens? Tan lindo, delicado y favorecedor! Durarms que las flores; y nadie pensar que soy derrochona, ya que no me cuesta nada.

    Mientras hablaba, Jessie reuna las ramas de hiedra, con sus brillantes hojas, tanhermosamente sombreadas que era evidente que la helada haba hecho cuanto poda.Yendo a mirarse al espejo, se coloc una guirnalda hecha con las hojas ms pequeas; ungrupo de las ms grandes, en el pecho, y luego se contempl con juvenil placer; pues lefecto de la decoracin era sencillamente encantador. Satisfecha, entonces, at su velo ysali sin despertar a Laura, sintiendo qu las hojas de hiedra haban de darles suerte a las

    dos.Hall a los nios dando saltos, impacientes por comenzar el ballet, excitados por lamsica, la luz y los alegres vestidos que hacan de aquello un verdadero baile. Todossaludaron a Jessie calurosamente, y la muchacha pronto olvid las zapatillas baratas, losguantes remendados y el traje viejo, mientras diriga el baile infantil con tal gracia yhabilidad, que las admiradas mams declararon que era lo mejor que haban visto.

    -Quin es esa muchacha? -pregunt uno de los caballeros, escasos por cierto, quehaba en la sala.

    La seora de la casa narrle, en pocas palabras, la historia de Jessie, y quedsorprendida al orle exclamar con tono satisfecho.

    -Me alegro de que sea pobre. Quiero su cabeza y ahora tengo una oportunidad deobtenerla.

    -Mi querido seor Vane, qu quiere decir? -pregunt riendo la dama.-Vine para estudiar rostros juveniles. Necesito uno para un cuadro, y el de esa

    muchacha con la guirnalda de las hojas rojas es enc