Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    1/60

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    2/60

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    3/60

    COLECCIN JORGE LVAREZBiblioteca Nacional

    Direccin:Horacio GonzlezSubdireccin:Elsa BarberDireccin de Administracin:Roberto ArnoDireccin de Cultura:Ezequiel GrimsonDireccin Tcnico Bibliotecolgica:Elsa Rapetti

    Direccin Museo del Libro y de la Lengua:Mara Pia LpezDireccin de Coleccin:Jorge lvarez

    Coordinacin rea de Publicaciones:Sebastin Scolnikrea de Publicaciones:Yasmn Fardjoume, Mara Rita Fernndez,Ignacio Gago, Griselda Ibarra, Gabriela Mocca, Horacio Nieva,Juana Orquin, Alejandro Truant, Juan Pablo Canala

    Colaboracin:Juan Martn Sigales

    Diseo:Carlos Fernndez

    2013, Biblioteca Nacional. Reserva de derechos

    Contacto:[email protected] 2502 - C1425EIDCiudad Autnoma de Buenos Aireswww.bn.gob.ar

    ISBN 978-987-1741-79-3

    IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINAQueda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Aira, Csar

    Tres historias pringlenses. - 1a ed. - Buenos Aires : Biblioteca Nacional,2013. 72 p. ; 15x23 cm. - (Coleccin Jorge lvarez / Jorge lvarez)

    ISBN 978-987-1741-79-3

    1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Ttulo CDD A863

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    4/60

    ndice

    La Iglesia 11

    La Sombra 25

    La Gallina 35

    El Santito 51

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    5/60

    La Iglesia

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    6/60

    11

    El nombre Toms recurre con frecuencia en las viejas familias dePringles. En la nuestra est instalado desde un to abuelo, y despusmi padre, yo, mi hijo Debe de estar en el santoral, ms de una vez,y por supuesto est el apstol, el que fue a predicar a la India, dondelo siguen adorando como uno ms de los muchos dioses que conviven

    en esas tierras. Pero en Pringles la preferencia por el nombre no tieneque ver con los santos. Mal podra serlo en un pueblo de perfil laicotemido por la arquidicesis, cansada de mandar curas a la perdicinde Pringles, donde terminan con barraganas y media docena de hijos,cuando no algo peor. Y sin embargo Toms viene de la religin, ode un rincn legendario de la religin, un cuento, que hace sonrer alos pringlenses cuando oyen que alguien se lo cuenta a los nios. Para

    apreciar el sabor de esta leyenda habra que tener algunas lecturaspatrsticas, o de las variadas mitologas que en el curso de los tiemposhan hecho florecer las creencias. Sin ellas, parece apenas grotesca.Pero aun a travs del absurdo, de lo que se hace a un lado con desdncomo fantasa sin objeto, sin ms resultado que avivar la prisa porvolver a lo concreto del da, se filtra un soplo de poesa, un torbellinode nada con el aroma del ms all, que, a fuer de sinceros, nadie enel pueblo percibe.

    La misma sinceridad obliga a reconocer que si ese soplo envol-vi a una iglesia construida con el oro de la Gracia, la iglesia realde Pringles, adems de fea y contrahecha, es un trasto intil. Slo lacostumbre la mantiene ah frente a la plaza; aparte de las desiertasmisas del domingo, y los rezos vespertinos del rosario de unas pocasviejas que no tienen otra cosa que hacer, se anima un poco de vez encuando con una boda, otro hbito (que muere). Por dentro la aus-teridad espanta, y el exterior se cubri del ocre sucio del clima. Laeconoma estancada del pueblo distrajo siempre de los cuidados quesolicitaban sus monumentos representativos.

    De ah debi de venir la fbula de que el pueblo no tuvo iglesia.Su iglesia estaba en el cielo, y en Pringles el vaco correspondiente, el

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    7/60

    C A

    12

    formato en hueco, el cascarn de ter celeste y agua bendita. Sin desa-

    rrollar el smil, porque no se molestaran en hacerlo, y slo algn viejoprofesor del Colegio Nacional reconocera la referencia, era como enlos antiguos cultos de los druidas, que celebraban a sus divinidadesen los bosques. All en el fondo de la llanura pampeana a los bosqueshabra que haberlos remplazado por cardos y gramneas. Y aqu laausencia era nada ms que ausencia, la ausencia de s misma, pues alos supuestos fieles no los transportaba ningn sentimiento ms alldel clculo de prdidas y ganancias, en el difcil trabajo de cultivar la

    tierra y criar el ganado. Lo nico que haba quedado del viejo cuentoera el cuento mismo, cuya patente inutilidad lo pona al margen desu pensamiento. En todo caso, haba quedado el nombre, como unhbito milagrosamente viviente.

    Porque el protagonista de la historia haba sido un cura llamadoToms, el padre Toms. Esto haba pasado en tiempos remotos,cuando no haba iglesia en Pringles: o sea en una poca que nadie

    recordaba, ni haba odo que recordaran los padres o abuelos. Unpasado sin lmites a la vista, aunque estaba bastante cerca, pues gober-naban los conservadores, que compensaban su desconocimiento dela sensibilidad social con un distrado paternalismo y una marea deconstrucciones, porque al fisco le sobraba la plata y en algo haba quegastarla. Los pueblos crecan al ritmo espasmdico de la meteorologachacarera. O al revs: desaparecan. Cuando la imaginacin retroce-da tanto en el tiempo los hechos se volvan optativos, nebulosos, la

    figura negra del curita se pegaba sobre paisajes distintos.El verdadero protagonista del cuento, el personaje humano (si es

    que al cura se lo remita directamente a los estratos divinos de lainformacin) era el Obispo Buenos Aires. Desde los oscuros palaciosde La Plata administraba todos los pozos de luz divina de la provin-cia, y fue l quien mand a Pringles (un Pringles recin fundado, otodava no: estamos en el tiempo reversible de las leyendas) al padreToms. Iba como primer prroco, y con la misin de dirigir la cons-truccin de la iglesia. El Obispo giraba los fondos, y reciba las cartasdel cura reportando el progreso de la obra. La correspondencia hacagala de un estilo medido, con ciertas torpezas de sintaxis, la caligrafaregular, perfilada, que el destinatario no se molestaba en releer. Las

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    8/60

    13

    Tres historias pringlenses

    misivas hablaban de los cimientos, los muros, los vitrales que traan

    los artesanos, los blancos mrmoles; sobre un fondo indiferente, decielos llanos y vientos cargados de hojuelas. Todo ello por la graciadel Seor. Regularmente los fondos arquidiocesanos iban al cobro enel Banco Provincia.

    El Obispo Buenos Aires provena de una familia ilustre, con rami-ficaciones tanto en la fe como en el gobierno. Un antepasado suyohaba fundado la ciudad a la que le dio su nombre. Las responsabi-lidades patrimoniales no le haban impedido brillar en lo trentino

    como en el manejo de volmenes de rara inspiracin. En el sigloanterior, contando pocos aos de Seminario, haba iniciado entre lossuyos colectas de beneficencia que capturaron por igual la imagina-cin del seglar y de la beata: reunir, con escafandras, los corales pr-pura acumulados en las fosas del mar de la codicia. En esos trminosse dio lugar a la creacin de una senda propicia a la renta marginalde la ganadera. Sus dotes organizativas lo llevaron a la ciudad de

    las diagonales, donde ya no fue necesario crear recursos, pues estosbrotaban con munificencia de imgenes.Todo el drama sucedi en su conciencia, y a expensas de ella. El

    escenario del fuero ntimo de un intelectual cristiano estaba pobladode sumas teolgicas contracorriente. Cuando su carrera termin depo-sitndolo en los espacios administrativos esas sumas pusieron sobresus hombros responsabilidades a las que slo apuntalaban creacionessuperiores. Sus antecedentes echaban races en la fbula. No haba

    conocido a su madre. Su padre, el viejo Buenos Aires, haba visto dis-persarse por el mundo a sus numerosos hijos, en incontables dcadasde soledad. El Obispo, en su robusta vejez, segua recibiendo intermi-tentes noticias de sus hermanos; l era el menor, los mayores debande ser viejsimos y ya, desde haca mucho, pertenecan a otras vidas. Elpadre por su parte sobreviva intilmente a su lado. La fortuna fami-liar se haba disipado en fideicomisos eclesisticos.

    Un detalle de importancia era el del orden. Mantener cada cosa ensu lugar, como en la casa de un ciego, era la prioridad, lo que en ciertomodo equivala a estar ciego, y fue algo que record con amargura lle-gado el momento. Ordenar las entidades abstractas, como viejas foto-grafas del presente, haba terminado volvindolo un trgico prctico.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    9/60

    C A

    14

    Mientras tanto, en Pringles El padre Toms se haca fama de

    santo entre los pobres. Con soberana indiferencia a la tarea que tenaasignada la plata que le mandaban la reparta entre los necesitados.Sin publicidad, en el silencio de la noche, derramaba a manos llenas eldinero que habra debido pagar el cemento y los mrmoles. El espaciocedido por la incipiente Municipalidad para la ereccin de la iglesiasegua vaco, con el pasto originario.

    Los pobres vivan la Pasin de la pobreza, como si estuvieran cons-truyendo algo, en sus ranchos de adobe, en las densas noches de llu-

    via, bajo el calor de horno de un cielo sin nubes, en el viento quesacuda los rboles. Fro, hambre, enfermedades, eran las piedras conlas que levantaban sus pirmides; la siempre renovada eternidad de lapobreza volva intenso el tema; la intervencin del curita providencialsoltaba un pequeo resorte, como el de un reloj pulsera de la vida.As pas un ao.

    Los hados se precipitaron cuando el Obispo Buenos Aires fue a

    ver, y encontr que no se haba comprado, y mucho menos puestoen su lugar, ni un solo ladrillo Los dineros haban ido a los pobresde Pringles, que dieron testimonio al respecto. El curita era un santo.Santo o ladrn, segn cmo se lo viera; la segunda opcin era la queproclamaba el furioso Obispo, sacudiendo en el puo el haz de car-tas donde su enviado le informaba peridicamente de una pared, unescaln, torre, campanario, altar Haba mentido entonces? Podanegarlo? S, lo negaba con mansedumbre: porque la Caridad eriga

    iglesias en el cielo. El Obispo consider la metfora fuera de lugar,y se enoj un poco ms todava. Salvo este detalle interpretativo, elpadre Toms no se defendi, como si su buena accin fuera la defensaanticipada y concluyente, o como si se guardara una carta en la manga.Su superior, sintindose estafado y humillado, cavil un castigo tre-mendo, como encerrar a este cura engredo en un stano a hacer tareasde limpieza monstica, o mandarlo a Formosa; pero sin dar explica-ciones a nadie, porque sera mejor que esta conducta no saliera a luz,no fuera el caso que inspirara a otros. Por lo pronto, urga apartarlo dePringles donde poda verse mal que se castigara al que tanta limosnahaba repartido. Ese baldo donde deba haber estado la iglesia, era unaherida en su orgullo.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    10/60

    15

    Tres historias pringlenses

    Las medidas disciplinarias se habran postergado de todos modos,

    para darle tiempo al Obispo a elucubrar framente la clase de encie-rro y castigo que saciara su sed de venganza, pero fue otro hecho elque las suspendi: la muerte de su anciano padre, que haba cum-plido, segn clculos inexactos, ciento ocho aos. Como una santareliquia, se extingua, entre sncopes. Al regresar de uno de ellos, elanteltimo, relat la siguiente visin que haba tenido. (Esto se hacontado miles de veces, y lo bueno que tiene es que se sabe de ante-mano qu es lo que hay que contar: no se inventa sobre la marcha, ni

    despus de una interrupcin pensativa, mordisqueando el lpiz y conla mirada perdida, preguntndose cmo seguir, qu nuevo episodioinventar que sorprenda al lector y avive su inters, sin por ello apar-tarse demasiado del verosmil). Los ngeles, dijo, se lo haban llevadoal cielo, y all haba visto una interminable hilera de iglesias que eranpalacios; le dijeron que estaban habilitadas para que las almas de losbienaventurados pasaran en ellas la eternidad, gozando de todos los

    lujos y comodidades. Sin ms, le sugirieron que eligiera una, y yapoda instalarse para iniciar su largo descanso. Deslumbrado, recorraesas avenidas, mirado las iglesias de oro y diamante, y le habra sidodifcil decidirse por una si no hubiera sido porque al extremo de lafila vio la iglesia ms bella de todas, rosa y blanca, con torres que sealzaban entre los astros, escalinatas de topacio y vitrales como el ala dela mariposa. La seal, ebrio de felicidad, y se diriga a ella, pero losngeles lo detuvieron: no, en esa justamente no poda entrar porque

    tena dueo. Con lgrimas de decepcin el alma del viejecito muertopregunt si no poda hablar con el dueo, y rogarle que le diera cobijoas fuera en el ltimo rincn, que seguramente sera ms bello y ricoque la nave central de cualquiera de las otras iglesias. Los ngeles lodesengaaron, sin ocultar la pena que sentan por no poder compla-cerlo: era imposible porque el dueo segua en el mundo de los vivos;por el momento a esa iglesia la ocupaba Santa Rosa de Lima que hacade celosa guardiana en espera del legtimo ocupante, y con ella no sepoda hablar porque era infusa. Carajo! dijo el alma, que por su edadestaba ms all del Bien y del Mal. Y cundo vendr el dueo? Losngeles no lo saban: se trataba de un hombre de edad, pero con buenasalud, as que poda demorarse un buen tiempo. Todava tena mucho

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    11/60

    C A

    16

    bien que hacer all abajo, porque era un Obispo, y sus trabajos Un

    Obispo? interrumpi el difunto. S, el Obispo Buenos Aires. Atnitoal or ese nombre, slo atin a decir que nadie le haba dicho que elObispo Buenos Aires haba mandado a construir esta bella iglesia enlas nubes. La explicacin no se hizo esperar: el Obispo haba puestoel dinero para hacer una iglesia, y en su nombre ese dinero se habausado para levantar la ms sagrada de las construcciones: la Caridad.Tan bella como era esta iglesia era el gesto de dar al que no tiene,que se transmutaba en moradas celestiales. Cmo crea si no que se

    haba levantado esta Jerusaln csmica? Pero es mi hijo! exclam elalma, y un hijo no le negar al padre la entrada a su casa! Los ngeles,que ignoraban esta relacin de parentesco, quedaron desconcertadosun momento, aunque no ms que un momento. Se miraron, y trasun breve concilibulo teleptico decidieron que el muerto volvieramomentneamente a la vida a recabar de su hijo el permiso

    Los que oan este relato en la cmara del moribundo haban cado de

    rodillas, y con lgrimas en los ojos murmuraban la palabra milagro,que no tard en abandonar el susurro de la intimidad estupefacta paraser proclamada por todos en forma unnime. Milagro de la Caridad, lams milagrosa de las virtudes. La Iglesia del cielo llen la imaginacinde la gente en aquellos tiempos de fe sencilla, esencialmente potica.Pringles se consider el asiento del milagro, porque all estaba el vacoque haba dejado el edificio no construido. Cada centavo dado a lospobres haba sido un ladrillo en el cielo para erigir el ms duradero

    templo, en la eternidad. La confirmacin estaba en que lo haba ele-gido Santa Rosa de Lima, que no casualmente era la patrona del pue-blo. Los pobres mismos dieron testimonio: su hambre y su fro habansido atendidos por el padre Toms, haba acudido con una puntualidadque ya de por s tena algo de milagroso, a aliviar una urgencia, unapequea necesidad que para ellos era grande.

    La historia lleg hasta ah noms, como una suerte de ancdotateolgica, aislada, con el aroma de la fe primitiva, un toque de cuentode hadas, de fbula oriental, tan lmpida como un cristal a travs delcual se vea su argumento. No tuvo mucha difusin fuera de Pringles,lo que se explica: su ejemplo podra haber frenado las construccionesque la Iglesia necesitaba para su ministerio. Aunque no haba mucho

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    12/60

    17

    Tres historias pringlenses

    peligro de todos modos, porque estas construcciones se llevaban a

    cabo en una realidad concreta, y la bella historia del amor a los pobresy los palacios de oro y madreperla en las nubes escapaba a esa realidadconcreta: su argumento la negaba o vaciaba.

    Tiempo despus, algo que oy al pasar hizo que el Obispo BuenosAires comenzara a recapacitar. Tanto haba odo hablar en el ambienteclrigo-monjil del famoso padre Toms que lo referido a l ya no atra-vesaba las primeras capas de su atencin. Pero en esta ocasin algoqued, y fue tomando cuerpo en retrospectiva: qu haban dicho que

    relacionaba al padre Toms con su padre? Poda ser cualquier cosa, yadems no recordaba dnde lo haba odo. En todo caso, el padre dequin? Del padre Toms, o el suyo, el del Obispo Buenos Aires? Oninguno? El doble uso de la palabra padre poda ser responsable dela confusin. Aun as, no se lo poda sacar de la cabeza, quiz porqueya estaba anticipando toda la trama que saldra a luz tirando de esehilo. Estuvo con la duda en un rincn del cerebro durante varios

    das y al fin, cansado de que lo siguiera molestando, pregunt. Supoentonces, para su asombro, de la conjuncin que se haba dado entrelos dos padres, vale decir el padre Toms y su propio anciano padreenfermo y con los das contados. El primero haba sido el confesory apoyo espiritual del segundo en sus ltimas semanas de vida. Porqu l no lo haba sabido? Era culpa suya: demasiado ocupado con losasuntos de la curia haba limitado a unas fugaces visitas aperidicas,cuando se lo permitan sus tareas, al lecho del enfermo. Ni siquiera

    haba sondeado en detalle el parecer del mdico de la familia. Supadre, pasados los ciento cinco aos, haba estado viviendo tiempo dedescuento desde haca mucho, con diversos descarriamientos de saludque lo ponan una y otra vez al desgastado borde del fin, repeticinque le haba hecho perder urgencia a su agona.

    Los cierto era que sin que l se hubiera enterado y ni lo sospecharasiquiera, el padre Toms haba estado viajando de Pringles una vez porsemana, todo el ao que dur su residencia en el pueblo, a pasar unatarde con el viejecillo. Qu significaba esa conexin? No quiso pensar,pero de todos modos lo hizo, que el curita pudo estar llevando a caboun trabajo de zapa en la mente debilitada del anciano. Poda haberestado contndole que al hijo del que estaba tan orgulloso (haba

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    13/60

    C A

    18

    llegado a Obispo coadjutor), l le estaba construyendo una iglesia en

    el cielo. Y describindosela, preparando la alucinacin. Lo pens, perono lo poda creer. Postulaba una deliberacin diablica, a priori fueradel alcance de un cura de campo. No obstante, una vez que la semillaestuvo plantada en su mente, no lo dej descansar.

    No lo dej descansar hasta que con la excusa de una recorrida porlas parroquias a su cargo se aperson en Pringles. Le llev unos pocosdas, en el escenario de los hechos, reunir los datos necesarios paracomprender hasta dnde llegaba el engao (hasta el cielo podra

    haber dicho con irona si su nimo hubiera estado para chistes). Enprimer lugar, comprob que los montos vertidos al socorro de la indi-gencia pringlense por el padre Toms no llegaban a sumar ni el unopor ciento del presupuesto que le haba girado para la construccinde la iglesia. El clculo lo hizo en base a someros interrogatorios a losbeneficiados, y a la regla de tres simple. Si a ellos les haba parecidomucho era porque para ellos era mucho. Y porque no tenan modo

    de correlacionar unas cantidades con otras. Las de ellos eran siem-pre mnimas; los artculos de primera necesidad que adquiran en losprecarios establecimientos comerciales abiertos en sus barrios pobrestenan precios a su alcance; los costos de los mrmoles y los broncesy los vitrales estaban directamente en otra dimensin. En tanto tales,el uno por ciento no era tan mezquino, era casi generoso. Por ciertoque la Caridad era Caridad, de cualquier modo que se la hiciera; noera cuestin de porcentajes; pero no por ello perdan significado los

    porcentajes cuando se trataba de hacer las cuentas.En el curso de su investigacin observ como hecho curioso que

    los protagonistas mismos de la historia, en Pringles, ya la estabanolvidando. Los pobres ponan la mirada en la lejana, rememoraban,y s, era cierto, una vez un cura bueno haba acudido sin que lo lla-maran, al ranchito, en medio de la noche, y les haba dado dineros, dinero contante y sonante No, no lo peda: lo daba. Qu raro.Ni ellos, habindolo vivido, terminaban de creerlo. Pero lo decancomo si recordaran algo de otra vida, de otro mundo. Y a los quevean el baldo en la calle Carlos Pellegrini, frente a la plaza, y pregun-taban por qu no haba una iglesia ah, les decan que la iglesia estabaen el cielo, lo que lgicamente era interpretado como una metfora.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    14/60

    19

    Tres historias pringlenses

    Entonces l era el nico que le daba importancia, o urgencia de

    actualidad, de presente real, a lo que haba pasado? No le gustaba sen-tirse aislado en esa posicin, cuando algn pringlense se inclinaba abesarle el anillo episcopal. Se senta, y eso era lo ms incmodo, soloy abandonado en la realidad, mientras todos a su alrededor se habantransportado al mundo de los sueos. Una vida entera en el radio dela religin lo haba habituado a la situacin contraria. Era como sila creencia, alada y armada, se precipitara sobre l con una carcajadaferoz, desde el cielo azul.

    Haciendo a un lado estos resquemores, se aboc a averiguar quhaba hecho entonces el cura delincuente con el dinero, con ese abul-tado noventa y nueve por ciento que no haba beneficiado a los pobres.Las fuentes a las que recurri fueron las fuerzas vivas, los almacenesde ramos generales, por los que pasaba toda la economa del pueblo.Representantes de las familias Alfano, Izarra, Gonzlez, propietariasde los tres principales, no le escatimaron informacin. Para la menta-

    lidad prctica de estos hombres, no haba nada de ilegal en los escamo-teos del cura, y haban quedado tan satisfechos del trato que acudanespontneamente al Obispo en trminos de encomio y agradecimientopor haberles mandado un socio con el que daba gusto hacer negocios.El Obispo no daba crdito a sus odos. El capital birlado a la luz delda haba ido a una maniobra que le hizo sangrar el corazn. Se laexplicaron los almaceneros Alfano, los dueos del almacn El ArcoIris, y para hacerlo ms doloroso se lo contaban con orgullo y entu-

    siasmo. El padre Toms, ese benefactor cado del cielo (ellos crean quetodo lo haba hecho siguiendo las directivas del Obispo) haba puestolos fondos para iniciar un sistema de anticipo de capital de trabajopara chacareros del partido. Haba sido una verdadera revolucin, queampliaba de golpe la dimensin agrcola al articularla con el comer-cio: era como si el campo entrara a la ciudad, cargado de bienes, y laciudad extendiera sus brazos a la llanura. Una creacin de riqueza, ensuma, que haba estado esperando que viniera su Mesas para echarla aandar. Lo nico que les extraaba era que no se hubiera hecho antes,mucho antes, desde el comienzo del mundo. Era tan simple, tan evi-dente. Por qu no haba sido creado el mundo con este mecanismo yainstalado en l, como haba sido el caso de la Ley de Gravedad?

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    15/60

    C A

    20

    El dinero que se le anticipaba al productor rural le permita afron-

    tar los gastos de semilla, maquinaria, sueldos, transportes y gastosfamiliares. Cuando levantaban la cosecha, o vendan la hacienda, res-tituan en la medida de su capacidad lo que haban recibido, y pedanms. Aunque contarlo as era esquematizar burdamente una operatoriaque en los hechos tena una delicadeza casi cortesana, de conciertode Mozart. La gracia suprema del asunto estaba en que el dinero sehaca abstracto, se volva cifras, se poda vivir sin l. Los adelantosse entregaban con largueza, sin regateos, y nunca se exiga un pago

    determinado en ninguna fecha determinada; el mtodo funcionabacon amortizaciones ad libitum y prrrogas flexibles, y los chacare-ros, como con un juguete nuevo, se engolosinaban. Pero los intereseseran razonables, moderados, transitables! Eso no le quitaba el sueoa nadie! Ni siquiera era necesario cobrar porque el grueso de los insu-mos del deudor provena del mismo Arco Iris, de modo que las entra-das y salidas eran apenas nmeros que se trasladaban de una columna

    a otra. Una cosecha perdida, antes fuente de lgrimas, se volva apenasuna duplicacin de la deuda y composicin de los intereses; la sequa,la langosta, el paso implacable de la roya, se haban sublimado enoperaciones contables. Lo mismo todos los dems ciclos. Se formabaun vnculo inexorable con el chacarero enganchado a sus generososprestadores prendarios (lo que con el tiempo dara origen a la leyendade Los Colgados del Arco Iris). Y podan gastar todo lo que queran!Todos ganaban, porque el consumo se aceleraba, Pringles entraba en

    una espiral de crecimiento.Quiz no era tan simple y evidente como lo pintaban. Quiz ni

    ellos mismos entendan del todo lo que haban puesto en marcha porinspiracin e iniciativa del cura providencial. El Obispo, por su parte,no entendi ni la mitad, y en su mente qued resonando con ecosominosos la palabra usura.

    Volvi a La Plata menos escandalizado que perplejo. El cinismo delcurita lo superaba. Con el cuento de la iglesia en el cielo le haba atadolas manos. Su desconcierto obedeca a que tena enfrente una manio-bra que suceda al mismo tiempo en dos planos distintos: el de lafbula oriental, con ngeles psicopompos y palacios areos, y el de unrealismo contable, con la codicia de vuelo bajo proveyendo los detalles

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    16/60

    21

    Tres historias pringlenses

    de color local. Cmo era posible, se deca, que un hombre pudiera

    calzarse dos zapatos tan distintos? Era como si hubiera sacado prove-cho de la imaginacin tanto como de la falta de imaginacin. Tenaalgo de diablico, pero el Diablo era humano: era un caso de inma-nencia sobrenatural. Busc en el fondo de su corazn, donde debande estar las respuestas. A veces la vctima saba ms que el victimario,el estafado que el estafador. Porque el primero era el que incorporabael golpe, lo haca suyo y empezaba a vivir con l. Y cuando se decacmo pude ser tan ciego? la ceguera brillaba dentro de l como un

    Sol, como la Luna, como el diamante en el que se haban hundidotodos los diamantes. Si hubiera estado en otro siglo no habra vaciladoen condenarlo a la hoguera. Tal como estaban las cosas, no poda hacernada. La Caridad en cuyo nombre se haba perpetrado el crimen locubra como un manto inexpugnable. La Caridad, y la leyenda en laque se montaba la Caridad. Ech tierra sobre el asunto y dej que eltiempo hiciera su obra.

    Pasaron los aos. Con su paso lo que haba sucedido se reintegral orbe platnico de las ideas. Todo lo del padre Toms se olvid,menos su nombre, que qued como una vieja costumbre sin usar.Vagos informes de un pueblo en la llanura, llegaban de vez en cuandoa una Curia en ruinas, en la ciudad masnica. Tanto se haba nece-sitado, todo ese largo giro, tan largo como que uno de sus brazosllegaba al cielo, para hacer verosmil el mito del origen del Crdito?Un mito no necesita ser verosmil. Y la prosaica realidad del comercio

    parece no necesitar de la poesa de los viejos cuentos. Los chacarerosperpetuamente endeudados, a pesar de todo vivan, creaban riqueza,la derramaban sobre la tierra. El nico lunar en este panorama felizeran los pobres, que seguan siendo tan pobres como al principio,pero guardaban en secreto el tesoro de una posibilidad: la del crdito,el tesoro de la deuda, que era infinita. El verdadero milagro es que lascosas funcionen, y que la sociedad no se desintegre en el caos.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    17/60

    La Sombra

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    18/60

    25

    La Luna es buena me deca Omar, y los dos la mirbamos, yopreguntndome por qu habra dicho algo tan inesperado, l segura-mente esperando que se lo preguntara. Estaba justo frente a nosotros,a media altura sobre el patio de Astutti, recortada en el negro com-pacto del cielo. Un poco ms arriba el ro de estrellas, que habamos

    estado mirando, haciendo alardes de astronoma infantil. La oscuridadera completa. Deba de ser una de esas noches de verano en Pringles,cuando las familias salan a la vereda a tomar el fresco, los vecinos char-laban, los chicos jugbamos. En aquel entonces la electricidad conser-vaba algo de novedad, nuestros abuelos haban vivido sin ella; nuestrospadres, si haban nacido en el campo (era el caso de los mos) habanpasado la infancia sin electricidad, y en el campo todava seguan ilu-

    minndose con el Petromax o Sol de Noche (en casa tenamos uno,por si acaso). El respeto que se le tena al hada Electricidad, y laidea de que era carsima, haca que apagramos todas las luces que nofueran estrictamente necesarias. De modo que cuando salamos a lavereda de noche apagbamos todo, la casa quedaba en tinieblas, igualque todas las casas de la cuadra. Los faroles de las esquinas tambinestaban apagados; los prendan desde el Palacio Municipal a las diezde la noche, pero para entonces ya estaramos durmiendo. De todos

    modos eran unos macilentos focos amarillos, uno por esquina, queapenas si interferan con la oscuridad. Esta se transfiguraba. Aun paraalguien que le tena tanto miedo como yo, en esas ocasiones la encon-traba amigable, hasta protectora. Y si en las carreras que corramosvea huecos de profunda sombra donde podan agazaparse esos seresimaginarios que solan acecharme cuando yo vigilaba desde la cama, elnico despierto de la casa en la madrugada, los desafiaba con fatuidad,soltando una risa.

    Por qu?Porque donde voy yo ella me acompaa.No es imposible, aunque no lo recuerdo, que me haya sentido vaga-

    mente celoso, invadido en mi especialidad. Porque de los dos yo era el

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    19/60

    C A

    26

    de la imaginacin y la invencin, Omar se limitaba a aceptar mis fic-

    ciones, que en general yo adaptaba de algo que haba ledo o visto en elcine. l nunca propona nada nuevo, pero al hacerlo, en ese momento,iba mucho ms lejos de lo que yo haba ido nunca. De hecho, me hacaver por comparacin que mis invenciones eran todas parecidas, eransiempre las mismas, y mi jactancia de director de juegos y creador dehistorias era un tigre de papel. Omar daba un salto, desde su modestiade chico callado y razonable, a la Luna, nada menos, desde la hondurade un pensamiento que haba estado actuando, tranquilo, observador,

    a un costado de mi exuberancia de pavo real del intelecto precoz.Me dijo que me lo demostrara, y lo hizo. Miramos la Luna, toma-

    mos su posicin estirando un brazo: estaba justo frente a nosotros.Ahora vamos para all.Caminamos veinte pasos hacia la derecha y nos volvimos a plantar

    de cara a la calle. La Luna estaba frente a nosotros igual que antes, ellatambin haba dado veinte pasos a la derecha. Estir un brazo hacia

    ella, como la recta trazada a lpiz en el cuaderno, con la regla, paraponer encima despus el transportador y medir el ngulo. Deberahaber tenido una ligera inclinacin hacia la izquierda, pero no, eranlos noventa grados clavados.

    Haba que seguir experimentando. Era demasiado bueno para que-darnos con eso nada ms.

    Vamos hasta la esquina?Vamos.

    Salimos corriendo como galgos; bamos a todos lados corriendo. Alllegar, lo mismo. All la Luna haba quedado atrs del rbol gigante delo de Perrier, un enorme tringulo negro que suba hasta el cielo. Erael rbol ms grande de Pringles, y el objeto ms grande que yo hubieravisto, porque era ms alto que cualquier casa del pueblo, alrededor delcual no haba montaas. Pero nuestra amiga la Luna se vea a travs delas ramas, y otra vez estaba ah, delante de nosotros.

    Volvimos a probar, de una esquina a otra, saciando nuestra necesi-dad de movimiento, y Ella, calma, inmvil, nos segua, quizs irnica,rindose para sus adentros de esos dos chicos tontos que queran atra-parla en falta, distrada, retrasndose incapaz de seguirnos el ritmo.Pero en realidad no queramos tal cosa. La queramos ah, puntual,

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    20/60

    27

    Tres historias pringlenses

    siguindonos. No creo que furamos tan ingenuos como para creerlo

    de veras. Debamos de tomarlo como ficcin, como un cuento en elque la Luna era el ayudante mgico de los nios perdidos, o algo porel estilo. Su brillo suave, de una dulzura infinita, volva aterciopeladala oscuridad de la noche, la acercaba y haca que nos envolviera y nosprotegiera. Y a la vez que nos transportaba en su ensueo nos devolvaa la realidad: no estbamos perdidos en el desierto, sino entre nues-tros padres y hermanos y vecinos, con la dicha de poder jugar todavaun rato ms, mientras los grandes charlaban, antes de ir a la cama.

    El reverso de este idilio nocturno eran los terribles mediodas delesto. Un Sol que quemaba nos obligaba a buscar refugio en los sitiosms inslitos, pero ninguno estaba exento de una claridad excesiva,un fulgor ardiente, inhumano. Yo siempre estaba solo a esa hora. Loschicos del barrio respetaban la siesta obligada. Las madres le temana la insolacin, la ma tambin pero yo me escapaba. No saba porqu lo haca, pero no poda evitarlo, era una compulsin, dolorosa,

    inexplicable. Mam sala a la calle a buscarme, me llamaba, se que-daba largo rato bajo el rayo del Sol que le haca mal, yo estaba escon-dido, la angustia me apretaba el pecho, por ella, por m, pero no merenda. Cuando al fin lo haca ella y entraba a casa, derrotada, yohabra debido sentirme libre y contento de haberme salido con la ma,pero era todo lo contrario. No tena nada que hacer, ningn lugardonde ir, mis amigos no estaban, esa luz centelleante pareca borrarlotodo. Entonces conoca el horror del blanco. Me agobiaba una tristeza

    superior a m, un vaco. Si hubiera sabido cmo decirlo habra dichoquiero morirme.

    Para ilustrar ese horror, y ese deseo, los pringlenses tenamos unafbula, que se llamaba La Sombra Dominante. Era una historia largade contar, porque sus detalles circunstanciales podan seguir acu-mulndose al infinito, y lo hacan de verdad, no hasta el infinitopropiamente dicho, pero cerca: la invencin, aun cuando estaba acargo del narrador menos imaginativo, encontraba un campo frtilen la trama; bastaba tocar las semillas puestas en la fbula para verlasflorecer en episodios novedosos, y ver con qu fuerza electrizaban lasensibilidad del oyente. Grandes y chicos, todos la habamos odo almenos una vez, y todos volvamos a identificarnos y sentir la misma

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    21/60

    C A

    28

    inquietud desesperada y buscar una liberacin que ingeniosamente el

    cuento nos negaba. En resumen se trataba de lo siguiente: un da, lasombra de un gaucho tomaba el mando, era ella la que decida adndeir y qu hacer; su ex amo y seor, el cuerpo, deba seguirla y obedecera cada uno de sus movimientos y ademanes. Es decir, haba una inver-sin de roles, que le revelaba al que nunca se haba parado a pensarlola severa e implacable dependencia a la que tenan sometida los hom-bres a la sombra. Era algo as como una venganza, y terrible, a la largafatal. Inmune al agua, al fuego, a las cadas y embestidas, infatigable,

    flexible, la sombra poda someter al gaucho que la proyectaba a laspruebas ms extremas. Lo mataba al fin, aunque no sin antes hacerlesufrir un penossimo calvario. Y adems de penoso muy prolongado,pues la sombra quera vivir y no poda hacerlo sin el cuerpo vivo desu esclavo. De modo que se las arreglaba para que el gaucho afectadoaguantara todava un poco ms, a la extenuacin de locas carreras acampo traviesa que duraban das enteros, o a danzas que lo descoyun-

    taban, o a largas jornadas sin comer ni beber. Eso no era vida, parasu vctima. Llegaba a desear la muerte, para acabar el suplicio; perono poda clavarse el pual en el corazn si la sombra no lo haca. Erauna enemiga astuta y sdica, que aprovechaba todas sus ventajas, y nodaba tregua si no era para preservarlo con vida o alentar en l falsasesperanzas que haran ms dolorosa la continuacin del tormento. Eneste rubro de crueldad refinada, un truco particularmente malignoera aplacarse de pronto, una maana: el gaucho se despertaba, mova

    la cabeza, la sombra mova la suya, un pie, el cuerpo entero, se ponade pie, balanceaba los hombros, miraba con maravillada incredulidadla larga sombra a sus pies, mantenindose de espaldas al Sol naciente,levantaba un brazo con precaucin, la sombra haca lo mismo, comoen los viejos tiempos de la normalidad, que ahora le parecan tanlejanos, se pona de perfil, daba un paso, otro S! El hechizo sehaba roto, volva a ser el dueo de su cuerpo, de sus movimientos.Sus plegarias haban sido escuchadas. En su rostro ajado por la adver-sidad una incrdula sonrisa combata con las lgrimas. Quera correrhacia los suyos, abrazar a su mujer, a sus hijos, a sus ancianos padres,a todos los que se haban alejado de l con horror, conmiseracin ymiedo (porque la sombra no se haba privado, macabra bromista, de

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    22/60

    29

    Tres historias pringlenses

    obligarlo a liarse a trompadas con sus seres queridos). Y all parta,

    a recuperar su vida perdida ahora que la pesadilla haba terminado.Pero de pronto, cuando ya su euforia haba tenido tiempo de madu-rar, notaba que uno de sus dedos, el meique de la mano izquierda,empezaba a hacer movimientos sin que l se lo pidiera, se torca, dabagolpecitos en la palma, se separaba, se paraba en ngulo como el deuna seora sosteniendo la taza de t El corazn se le helaba deespanto, y al punto echaba atrs la cabeza, no porque quisiera hacerlosino porque la sombra estaba hacindolo, y ponindose de costado

    para que pudiera verse con claridad cmo abra grande la boca en unaestruendosa carcajada muda a la que lo obligaba, aunque lo ltimoque quera hacer en ese momento era rerse: era ella la que por suintermedio festejaba la burla. Lo haba hecho caer en la trampa. Parahacerle pagar esos momentos de ilusin, como si no fuera suficientecon la amargura de saber que haba sido pura ilusin, lo haca corrertodo el da por las pampas sin lmites, entretenindose en hacerlo

    tropezar de vez en cuando y coreografindole unas cadas acrobticasque lo llenaban de moretones.La simetra de la inversin que se haba producido no era perfecta.

    Porque en la situacin normal, con el gaucho al mando de su cuerpoy sus acciones, y la sombra siguindolo puntualmente en todos susmovimientos, l no pensaba en ella ni para bien ni para mal, viva suvida, haca sus trabajos, y poda pasar aos sin advertir que tena unasombra a sus pies. En cambio ella, cuando el hechizo le daba poder

    no pareca tener ms propsito que torturar al gaucho, declararle unaguerra a muerte en la que ella llevaba todas las de ganar. Por la ventajamgica con la que contaba, no era un combate, sino pura hostilidaden accin, y de la mala, la que busca el lugar que ms duele antes degolpear, la que calcula cmo y cunto el sufrimiento psquico puedepotenciar el sufrimiento fsico. Por qu tanta saa? Venganza? Perosi el gaucho nunca le haba hecho nada! Si ni siquiera haba estadoconsciente, salvo aislados y breves lapsos de atencin, de la existenciade su sombra! Aunque, pensndolo bien, la indiferencia poda ser mscruel que la crueldad. l no haba pensado en ella, es cierto, pero aunsin ninguna mala intencin la haba arrastrado entre piedras y espi-nas, la haba metido en el fuego y en las vsceras sangrantes de una

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    23/60

    C A

    30

    res (cuando carneaba, con el sol a la espalda), la haba deslizado por

    la escarcha en invierno, por las arenas ardientes de los cangrejales enverano, obligndola a quebrarse y torcerse y estirarse, o a bailotear sindescanso si se le ocurra sentarse frente al fuego. Y si se daba la oca-sin, o la posicin, hasta le meaba encima.

    De modo que la hiptesis de la venganza no poda descartarse.Pero haba algo mucho ms intrigante: con qu mente pensaba lasombra?, qu cerebro usaba para maquinar esa venganza, si era tanevidente que cerebro no tena, al ser el cerebro un objeto volum-

    trico, que necesitaba de las tres dimensiones para el contacto multi-lateral de transmisores y receptores neuronales? Y adems, al carecerde espesor careca de peso, y era discontinua. Cmo poda pensarun ser semejante? Como nica y tenebrosa respuesta asomaba la sos-pecha de que utilizaba la mente del gaucho. Haba una sola mente,y era la de l.

    Fuera como fuera, dentro de l segua actuando el pensamiento,

    quiz para su mal; porque si se hubiera transformado en un instru-mento ciego e inerte de su sombra (como ella lo haba sido de l hastaentonces) no habra sufrido tanto. El pensamiento le dictaba recursospara resistir, que no faltaban y no eran tan impracticables. Despus detodo, la sombra, aun dotada por la brujera de un poder irresistible,tena en su naturaleza misma debilidades que podan aprovecharse.Por lo pronto, la sombra no exista si no haba una fuente de luzdando sobre el gaucho. De modo que evitando la luz se acababa el

    problema. Pareca fcil, pero no lo era tanto, en parte por la omni-presencia de la luz, en parte por la astucia diablica de la sombraenemiga. No necesitaba una fuente de luz muy potente o definida.Con la ms difusa luminosidad de un da nublado y el manchn grisclaro que se volcaba en el suelo ya poda arrastrarlo, aun con esfuerzo,venciendo la resistencia desesperada del gaucho, a un sitio donde ellapudiera definirse y entonces s tomaba el mando pleno. De noche,la Luna era casi tan delatora como el Sol, y en las noches nubladasella, que pareca tener una estacin meteorolgica incorporada, loconduca con la ltima luz del da hasta las cercanas de un pobladodonde quedara algn farol encendido. Las ms de las noches, empero,lo haba obligado antes de la puesta del sol a recoger abundante bosta

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    24/60

    31

    Tres historias pringlenses

    seca de vaca, el nico combustible disponible en esas latitudes, con

    el que encender un fuego que duraba hasta el amanecer (y era unanoche de baile de San Vito sin pausa). O, ms fcil, lo extenuaba concarreras frenticas de modo que durmiera, comatoso, todas las horasde oscuridad.

    Si a la vctima, en las garras de la angustia, le hubiera sobradoun poco de calma como para contemplar objetivamente la situacin,podra haber admirado la habilidad de la sombra para manejarlo. Laayudaba su flexibilidad portentosa, la velocidad de relmpago oscuro

    que le daba su falta de peso y de volumen. Qu mente superior era laque poda calcular instantneamente a qu movimiento de su siluetaquebrada por la imprevisible superficie de las cosas obedeca la ges-ticulacin correspondiente del cuerpo del gaucho? Quiz no era tandifcil; quiz se haca por una suerte de automatismo, de instinto,si tal palabra era aplicable a una sombra (pero una sombra que habaadquirido vida y voluntad). Aunque no poda ser tan fcil, porque

    haba que tomar en cuenta la permanente inversin de la simetra.Era como trabajar con el negativo de los moldes, previendo al detallelo que saldra, y de a mil moldes por minuto. O quizs ella lo hacaal azar, sin buscar exactitudes, total lo nico que le importaba eraproducir un mximo de malestar al que haba sido su amo y ahoraera su esclavo.

    Esclavo para siempre, porque no haba vuelta atrs. Era una con-dena de por vida, una condena a muerte. La sombra desencadenada

    se lo llevaba al gaucho, lo arrancaba de la comunidad, en la que habavivido hasta entonces, y a la que no regresara. El mundo del gau-cho era rudimentario, primitivo, un mundo de penuria, explotacin yhumillaciones. En el orbe rural argentino el gaucho era el ltimo ore-jn del tarro. Pero el exilio forzado embelleca retrospectivamente estasituacin indigente, a expensas de una nostalgia intolerable. Lo pocoque haba tenido le pareca mucho desde la perspectiva de su miseriaactual. Y no era para menos porque ese poco haba sido todo para l, ylo haba perdido. Haba perdido todo. Su ranchito de adobe, su zaino,el apero, el poncho, la mujer, los hijos Hasta lo malo extraaba:la pobreza, las vejaciones del patrn y la polica, los malones. Y ms,mucho ms que eso: antes l haba sido una figura de la realidad (no

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    25/60

    C A

    32

    haba sabido apreciarlo en todo su valor, lo haba dado por sentado,

    como que haba nacido en ella), despus del fatal accidente de caeren poder de la Sombra se haba vuelto un monigote de un cuento,un ser de existencia incierta, sujeto a la suspensin momentnea dela incredulidad, salvo que para l, desde adentro del cuento, no eramomentnea sino definitiva.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    26/60

    La Gallina

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    27/60

    35

    Las fbulas y moralejas de la Inteligencia estaban a la orden del daen Coronel Pringles. A los chicos nos inculcaban sus beneficios conuna insistencia francamente exasperante. Haba que ser inteligente, noera optativo sino necesario, imprescindible, obligatorio. A las demsvirtudes que podan hacer a un buen ciudadano o a un buen padre

    o madre de familia se las consideraba secundarias y derivadas de laInteligencia. Sin ella la Humildad, la Compasin, la Valenta, no ser-van de nada, hasta podan ser contraproducentes. De ella se derivabande modo automtico e infalible la Prosperidad y la Felicidad. Reina dela Vida, reina del Mundo, vencedora del Tiempo y el Espacio, panaceauniversal, la divina Inteligencia se alzaba en majestad, aplastando consu sandalia de oro a la serpiente del Fracaso.

    Esta figura alegrica, me temo que habra sonado artificiosa y untanto ridcula en aquel entonces. El encomio de la Inteligencia sehaca en trminos mucho ms concretos. La mentalidad pringlense eraeminentemente prctica, no condescenda a disfrazar la realidad parahacerla ms llevadera. Quiz porque no lo necesitbamos: tierras ricas,una naturaleza complaciente y una sociedad acomodaticia asegurabanel sustento de todos y la satisfaccin de cada uno. Pero justamentepor este conservadurismo se haca importante la Inteligencia, porque el

    paso en falso nunca era tan daino como en un rgimen establecido deantiguo. Divinidad omnipotente y universal, aun as la medan sobre elfondo estrecho del horizonte pueblerino.

    Esta religin civil no careca de ambigedades. No quedaba claro silo que se nos predicaba era tener la Inteligencia, o admirarla en quienla tuviera. Porque nunca se hablaba de cultivarla; habran puesto enapuros al que le preguntaran cmo se la poda promover o desarrollar.Primaba ms bien un cierto fatalismo: se naca inteligente, y tan altoera el precio que se le daba que no haba ms remedio que pensar quese trataba de un don del cielo, y como tal sumamente excepcional.Se la vea de lejos, se atesoraba su eco lejano. Lo que le tocaba al ciu-dadano comn no poda ser ms que una migaja, pero preciosa. La

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    28/60

    C A

    36

    consigna pareca ser: con la que tengo me arreglo, confesin impl-

    cita de que no se necesitaba mucho para salir adelante en el reducidoorbe agrocomercial de Pringles.Sea como fuera, el mito de la Inteligencia actuaba con fuerza en

    la conciencia de los nios del pueblo. Tanto nos machacaban con ellaque se nos haca imposible ignorarla. Podamos reconocerla y aislarlade entre los muchos rasgos mezclados de la conducta. Sabamos loque poda, y ese poder lo sentamos en nosotros mismos, las ms delas veces asociado a alguna especie de irritacin, de sublevacin con-

    tra el prjimo y el mundo. Era lo que me pasaba frente a mi abuela,una seora que hablaba y actuaba de modo bastante normal, pero enocasiones daba prueba de la ms patente falta de Inteligencia. Si mepusiera a contar las veces que lo demostr, estoy hasta la noche. Perono tengo ms remedio que contar algo si quiero hacerme entender.Y realmente lo quiero, porque la enseanza que recib sigue moto-rizando mi necesidad de hablar y ser claro. Mi abuela actuaba en

    m como esas sustancias qumicas de contraste; me mostraba lo quedeba ser la inteligencia cuando sala a luz; esto ltimo, que salieraa luz, no era contingente sino definitorio, ya que la exhibicin de lainteligencia y la inteligencia son lo mismo. El dilogo con la inteli-gencia es explicativo, uno quiere que los dems vean con la mismaclaridad con la que uno est viendo, y no es tan fcil conseguirlo:la luz debe combatir contra tenaces oscuridades que nunca se danpor vencidas. Lo prob con mi abuela: quera hacerme entender por

    ella, no porque quisiera educarla o transformarla, sino slo porqueyo entenda, para m era tan claro y evidente, y encontraba tan bellaesa transparencia intelectual que no soportaba que la contaminara elerror ajeno. No me importaba tanto la verdad como su esttica; eragratuito, como sigue sindolo en este momento en que lo escribo, yno puedo evitar seguir aclarando por medio de ejemplos y alegoras,razones, silogismos, historias aleccionadoras. Creo que esa pasin porhacerme entender, que ha afeado todos mis libros sobrecargndolosde explicaciones, proviene justamente de la posicin en que me ponami abuela, de la cruel frustracin de no hacerme entender en asuntosde una simplicidad francamente grotesca. No poda ser. Era como sihablramos idiomas diferentes. De ah deba de venir mi fascinacin

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    29/60

    37

    Tres historias pringlenses

    por su figura, el hechizo con el que me haba vuelto su esclavo, y su

    paradjico adorador.Una vez (Estas historias me las he contado a m mismo milveces, no s si como exorcismos o como modelos. Me pregunto siel fondo irreductible de malentendido que tienen no habr sido lamatriz de todo lo que he escrito. Y de paso, lo que le ha dado a todosmis libros ese falso humorismo que tanto deploro). Una vez salamosde la casa de su hermana, mi ta abuela Filomena, que viva en elBoulevard 25 de Mayo, la nica avenida asfaltada de Pringles. All las

    veredas eran el doble de anchas que en el resto de las calles, lo quecreaba la impresin de que la cuadra era ms larga. Impresin total-mente ilusoria, porque el plano de Pringles era un damero estricto,con manzanas cuadradas de cien metros de lado, sin ninguna varia-cin. Pero comet la imprudencia de decirlo en voz alta: aqu las cua-dras parecen ms largas, no? Mi abuela no se hizo rogar para recogerel guante: Es que son ms largas! Deben de tener a ver Mir de

    una esquina a la otra, calculando a ojo de buen cubero, y pronunciel resultado: mil metros. La enormidad del disparate me dej sin pala-bras. Cuando reaccion, puse en marcha el ya conocido proceso dehacerla entrar en razn. No s para qu me molestaba. Yo tena diezaos, razonaba como cualquier chico de esa edad, no poda compren-der que alguien no comprendiera lo que yo haba comprendido. Fueintil que le mostrara las calles que cortaban la avenida, los ngulosde noventa grados, que se lo diagramara con las baldosas cuadradas

    que pisbamos; ya suponer que medan ciento diez metros habrasido un error patente, las calles se habran salido de escuadra, habrancorrido en diagonal, no habran coincidido en las esquinas. Con unsolo metro de ms habra pasado eso. Pero mil! Mil metros eran diezcuadras, prcticamente el pueblo entero. Todo fue intil. Subi alauto dicindole a mi abuelo que haba observado, con su reconocidaperspicacia, que all en el Boulevard las cuadras eran ms largas, y queella les calculaba, as a simple vista, sin ponerse a medir porque novala la pena mil metros. Yo me desesperaba en el asiento de atrs,creo que hasta lloraba de rabia e impotencia.

    En el auto precisamente, se produca el error que ms me irritaba.Cuando el auto tomaba velocidad, y mi abuela iba con el vidrio de

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    30/60

    C A

    38

    la ventanilla bajo, al sentir el aire que le daba en la cara deca: Qu

    viento se ha levantado. Por supuesto que no haba nada de viento, osoplaba en otra direccin: el aire que ella senta era efecto del movi-miento del auto; y si este iba muy rpido ella exclamaba Pero quviento brbaro hay! Yo me volva loco tratando de explicarle, pero eraintil. Y no es que fuera la primera ni la segunda vez que se suba aun auto, al contrario. Corpulenta, pesada, perezosa, la haban llevadoen auto toda su vida, su marido, sus hijos, sus yernos. Pero no habaaprendido ni pareca que fuera a aprender nunca. Yo no lo soportaba.

    Cada vez que suba al auto con ella era lo mismo. Le sealaba losrboles, con todas sus hojas perfectamente inmviles; ella no asociaba.Cuando bajbamos le deca, con pesada irona: Par el viento, no?Asenta, tan tranquila, impermeable a mis explicaciones, que debade tomar como chchara infantil, como un juego en el que intentabahacerla participar. Supongo que los dems adultos que presenciabanestos intercambios deba de pensar que ella me estaba tomando el

    pelo, que lo deca en broma para hacerme enojar, o para que yo meluciera con mis conocimientos. Pero no era as. Muchos otros hechos,cotidianos, me aseguraban que se deba a su increble, insondable faltade Inteligencia.

    Cmo poda funcionar en la vida? Y funcionaba, no slo en lafamilia, de la que era la matriarca y dspota indiscutida; era una de lasdamas ms prominentes de la sociedad pringlense, esa misma sociedadque valoraba tanto la Inteligencia. Estaba en todos los comits, juntas

    y comisiones directivas, de Beneficencia, Socorros Mutuos, Cultura.Una vez, contando una de esas reuniones, se quejaba de lo mucho quefumaba alguien que se haba sentado a su lado: la haba asfixiado conel humo. Haba fumado, deca, un atado entero, lo que suscit incre-dulidad entre los que la oan. Un atado contena veinte cigarrillos, ysi la reunin haba durado poco ms de una hora, ni la ms eficientemquina de fumar podra haberlo hecho. Ella los haba contado? No,pero poda dar fe de lo que deca por una prueba irrefutable: lo habavisto arrugar y hacer un bollo al atado vaco. Ah intervine yo: tenaderecho a hacerlo por ser su nieto favorito. El atado poda contenerdos o tres cigarrillos al comenzar la reunin. Poda haber tenido unosolo. Se me ri en la cara. Uno solo! Semejante fumador vicioso!

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    31/60

    39

    Tres historias pringlenses

    Le dije que no importaba su reputacin de fumador, que yo no lo

    estaba defendiendo ni justificando, pero que terminara un atado enun momento dado no quera decir que lo hubiera fumado todo en lahora previa. Me pareca tan evidente Ya debera haber aprendidoque cuanto ms evidente me pareciera algo, menos me hara entenderpor alguien que no lo encontrara evidente de entrada. Le pregunt silo haba visto empezar el atado. Respondi que haba visto algo mejor:lo haba visto terminarlo. La dej en ese punto, completamente con-vencida de que el sujeto de marras haba fumado veinte cigarrillos en

    una hora. Me renda, no porque quisiera rendirme, sino porque eraintil. Y adems porque me haba asaltado, a nivel inconsciente, lasospecha de que ella no era la nica entre los presentes que no enten-da. Quizs el nico era yo Esas discusiones, que en realidad no erandiscusiones, yo las prosegua durante horas, das enteros, en mi fuerointerno, afinando mis rplicas, formulando mis razones de modo msconciso y elocuente, convencindome definitivamente a m mismo, y

    a nadie ms que a m mismo.En esta socorrida cuestin de la Inteligencia haba otra falla, a lalarga ms grave porque implicaba una devaluacin del concepto, si esque haba un concepto en juego y no se trataba de una palabra nadams, una palabra hueca. Quizs el motivo estaba, paradjicamente, enla importancia que se le daba, en lo presente que estaba en la concienciade todos. Usaban demasiado la palabra, les gustaba pronunciarla, nos, los hara sentir inteligentes. Del peor alumno de la escuela decan:

    Saca malas notas porque no estudia, pero qu inteligente es!. Deuno que haba quedado en la miseria: Es muy inteligente, pero tuvomal ojo para los negocios. De una vecina: Es una charlatana inso-portable y dice puras estupideces, qu raro, no? Porque inteligente esinteligente. Yo me preguntaba: En qu quedamos?. Faltaba pocopara que dijeran: Es un idiota, pero es inteligente.

    Estos claroscuros de la pedagoga en sus choques con la realidadno afectaban tanto como puede parecer el ncleo de la cuestin. Yo,lo mismo que todos los nios en edad y condiciones de recibir elmensaje, no estaba preparado para aplicarles a los adultos el socorridoHaz lo que yo digo, no lo que yo hago. Lo que se deca segua pre-valeciendo, en un estadio puramente lingstico.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    32/60

    C A

    40

    A esto contribua el curioso desfase producido por la enseanza

    mediante historias. La Inteligencia, por su naturaleza misma, deberahaberse inculcado mediante razones. Yo mismo comprobaba, con loscasos de mi abuela, que las historias siempre ilustraban, y no podanilustrar otra cosa, la falta de Inteligencia, dejando a esta en su condi-cin de sombra proyectada o reflejo invertido.

    Las historias servan para ejemplificar las virtudes morales. Parahacerle apreciar a un nio la superioridad de la Verdad sobre laMentira, por ejemplo, no haba modo mejor que una buena historia,

    pintoresca, con premios y castigos al final. O el triunfo de la Humildadsobre la Soberbia (ese era un clsico, sumamente gratificante). O delDesprendimiento sobre la Codicia. Ya en s mismos, en su formula-cin, son cuentos. Un tesoro de cuentos, por lo dems ya escrito, quese pone al servicio de la formacin de buenos ciudadanos y hombresde bien. Pero la Inteligencia? El triunfo de un listo sobre un bobo noes materia conveniente para una historia aleccionadora, porque uno

    tiende a ponerse de parte del bobo, que no tiene la culpa de serlo.Sin contar con que para los pringlenses (y para m como pringlense,a pesar de todo) la Inteligencia era la base y razn de ser de todas lasvirtudes morales, y por lo tanto estaba en un plano anterior al de lashistorias, su naturaleza abstracta la pona ms cerca de la Lgica quede la Narracin.

    Aun as, haba una leyenda al respecto. No s si por falta de ima-ginacin o por economa, o porque no poda ser de otro modo, era

    una adaptacin de un cuento tradicional, uno de los ms burdos,apolillados y gastados del mundo. Y ni siquiera tena mucho de adap-tacin, porque se limitaba a invertir el desenlace, y cargar el planteode catlisis realistas. Pero cumpla aceptablemente su funcin, o porlo menos la cumpli conmigo. Se trataba de una familia de pobres, enuna casita en las afueras de Pringles, para el lado del Boulevard 40, enuna calle de tierra que muchos aos despus se llamara ConstancioC. Vigil; en aquel entonces mtico no tena nombre ni lo necesitaba.Un da la seora volvi del gallinero intrigada porque entre los hue-vos de sus ponedoras haba uno de oro. Ms o menos reconoca loshuevos, y este tena que ser de una gallinita blanca que apenas empe-zaba a poner. Mientras esperaba que volviera su marido al medioda

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    33/60

    41

    Tres historias pringlenses

    (l trabajaba de pen en una quinta) le dio vueltas al asunto en su

    cabeza. Un huevo de oro! Cunto valdra? Volvera a poner otro, lagallinita? Era como sacarse la lotera. Haba odo hablar de la gallinade los huevos de oro, como todo el mundo, pero nunca haba credoque tuviera una base cierta. El marido, cuando vino, comparti superplejidad, y cuando esta empez a ceder, su alegra. El huevo, comoun pequeo Sol en medio de la mesa, era admirado por toda la fami-lia. Los tres hijos del matrimonio pedan permiso para tocarlo, y lohacan reverentemente, con la punta del dedo. El concilibulo fami-

    liar se espesaba en una sensacin de trascendencia como nunca anteshaban experimentado. Aun con sus pocas luces no podan ignorarque una oportunidad as no volvera a darse. La decisin tena que serla mejor, caso contrario sera la peor, y no habra tercera opcin. Laseora propuso que carnearan a la gallinita para sacar de una vez todoel oro que deba de tener adentro. En principio su marido estuvo deacuerdo, y los chicos estaban impacientes.

    Pero entonces se hizo presente la divina Inteligencia, con sus razo-nes luminosas, que brillaban ms que el oro oval depositado ante losojos de su clientela ocasional. Lo que vena a traer eran razones sim-ples, que bastaba con ponerlas ante el pensamiento para que se demos-traran por s solas. Por qu no se recurra ms a Ella? Casi siempre erapor apuro, por esa atolondrada precipitacin que llevaba al abismo.Porque si se la esperaba un rato, acuda. Siempre estaba disponible.

    La Inteligencia les hizo ver que dentro de la gallinita no poda haber

    un cuantioso depsito de oro. La cuenta ms elemental lo deca. Esehuevo que tenan sobre la mesa, sopesado en la mano, mostraba en suurea solidez pesar unos buenos doscientos gramos. El peso de la gallinaapenas deba de superar el kilo, o sea cinco veces ms. Y la gallinitano estaba llena de huevos! Aunque as fuera, no seran ms que cinco.

    En este punto la Inteligencia sufri uno de sus frecuentes eclipses.Por su propia naturaleza, estaba sujeta a estas intermitencias. La familiaaprovech para recuperar sus planes: cinco huevos! Con el que tenan,eran seis, lo que seguramente representaba una suma apreciable, quizcomo para un juego de living o una camionetita usada

    La Inteligencia volvi a encenderse, con un gesto irritado: No selos poda dejar solos! No, la gallina no estaba llena de huevos, porque

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    34/60

    C A

    42

    si lo estuviera sera una bolsa, no una gallina que coma, cacareaba y

    pona huevos. El equipamiento orgnico era indispensable en todaslas gallinas para la fabricacin de huevos. Esta, por alguna inexplica-ble mutacin, los haca de oro, pero tena que hacerlos con la mismabiologa bsica con la que sus congneres hacan los huevos comunes.De modo que si la mataban no encontraran ms que un paquete devsceras viscosas, que todo lo ms serviran para hacer un puchero, nopara hacerse ricos.

    Este argumento tena su sutileza. No mucha, como que era bas-

    tante obvio, pero haba una transicin de un paso a otro, y apelabaa conocimientos previos, y a la confianza en la existencia de lo queno estaba a la vista (el interior de la gallina). Pero la Inteligencia seimpuso. Cuando realmente se lo propona, siempre se sala con la suya.A veces le daba bastante trabajo. Al ser una entidad abstracta, debaencarnarse en un representante humano, del que tena que recibir unmnimo de colaboracin. Haba humanos muy refractarios, pero para

    eso estaban las fbulas con moraleja, para abonar el terreno. El triunfode la Inteligencia en este caso consisti en dejar viva a la gallina, y fuepremiado con una larga sucesin de huevos de oro, que hicieron laprosperidad y la felicidad de la familia.

    Una simplificacin pragmtica poda haber resumido diciendoque la Inteligencia era lisa y llanamente la Eficacia, la conformadorauniversal de las Causalidades con Buen Resultado. Sin embargo,estaba por encima de esa moral de tenderos. Si bien tena la llave de

    los finales felices, tambin tena la recompensa en s misma, en labelleza mental que generaba, as como un diamante, adems de serequivalente a un buen fajo de billetes, tena un brillo que iluminabael alma. Pero esto no nos lo decan a los nios, para evitar el peligrosiempre latente de la estetizacin, dado que el propsito era prctico.Igual que el oro, la Inteligencia haca brillar el mundo, pero no paraque luciera ms bonito. Lo haca brillar como un aceite que baabatodos sus engranajes, para que funcionara mejor.

    Estas salvaguardas de realismo daban el tono a una suerte de ep-logo de la fbula, destinado a contrarrestar la poesa que pudierahaberse infiltrado. Aqu los que contaban el cuento metan todo loque les dictaba su experiencia contrafactual; se identificaban con

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    35/60

    43

    Tres historias pringlenses

    los personajes y se ponan a enumerar todo lo que poda hacerse en

    una circunstancia psicosocial equivalente. Curiosamente, desde elmomento en que queran hacer realismo se perdan por los cami-nos de la ensoacin. Segn estas premisas, la afortunada familia delquintero dueo de la gallina de los huevos de oro se haba dado comoprimer trabajo la venta de los huevos, porque por bellos y valiosos quefueran, en forma de huevo no les servan para nada. Hablaron conel joyero del pueblo, quien pasado el primer desconcierto se ofrecia oficiar de mediador con un operador de Baha Blanca que poda

    efectuar la venta. Haba que descontar las dos comisiones, pero aunas era una buena suma. Los huevos, de perfecta solidez y densidadde veinticuatro quilates, pesaban, con ligeras variaciones, siete onzas.Nunca haban soado que habra de concernirles la cotizacin deloro. Por un solo huevo reciban lo que el hombre ganaba en un mesde trabajo en la quinta. Se sintieron ricos.

    Se haba corrido la voz en el pueblo. Se arrepintieron de no haber

    manejado el asunto con ms secreto, pero ya era tarde. Una multitudde curiosos quera ver a la gallina y a los huevos de oro. Nunca anteshaban temido a los ladrones, gracias a que no tenan nada que valierala pena robar. Ahora se encontraban en posesin no slo de un bienvalioso, sino que adems era fuente de valor. Haba que cuidar a lagallina, no slo de los eventuales ladrones sino de comadrejas, ratas,perros, chimangos, para no hablar del pulgn y el moquillo. Los pri-meros gastos con su recin adquirida prosperidad los dedicaron a alzar

    un corraln de tres metros, poner doble alambre al gallinero, puertacon candado, y un perro importante. Las inquietudes e insomnios delos primeros tiempos fueron cediendo al hbito, por cuanto es ciertoque el hombre se acostumbra a todo, hasta a tener una gallina quepone huevos de oro.

    Si les hubieran preguntado qu hicieron con la plata, con ese cho-rro incesante en forma de generosas gotas de siete onzas, les habradado trabajo hacer la lista. En la abundancia, los gastos se sucedan:ropa, muebles, pintura de la casa, el agregado de un dormitorio, des-pus otro ms (pero al no hacerlo todo de una vez, cada vez haba quevolver a pintar y cambiar muebles: en la euforia de la riqueza repen-tina, no les importaba). A la camionetita nunca llegaron, ni a nada que

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    36/60

    C A

    44

    les asegurara el futuro ms all de la gallina, a pesar de diversas estrate-

    gias que planeaban y no podan ejecutar. Ahorrar durante seis meses oun ao, y comprar el fondo de comercio de algn negocio del pueblo,y el vehculo? Sonaba posible, pero no se daba, porque surgan gastospuntuales a los que no podan resistirse; y adems les daba pereza elesfuerzo de ahorrar, les pareca demasiado activamente pasivo. Sobretodo los desalentaba la idea de hacerse cargo de un negocio (cul?)cuyo manejo tendran que aprender, y eso se les antojaba tan lento ydifcil como aprender chino.

    As empezaron a pasar los aos, insensiblemente. Los tres hijosvarones, adolescentes, dieron problemas como todos los hijos a esaedad, estos un poco ms que el promedio. No poda esperarse otracosa, en la situacin tan peculiar en que la suerte haba puesto a lafamilia. Ninguno de los tres quiso estudiar, y despus de haber exigidotres bicicletas exigieron tres motos, y plata de bolsillo, y la manuten-cin de los hijos que empezaron a tener sus noviecitas

    Cmo se financiaba la vida fcil y despreocupada? Con el oro. Ycon el oro la despreocupacin empezaba a no ser tal. Su cotizacintuvo fluctuaciones esos aos, y hubo algunos cambios caprichososen las leyes que regan su comercializacin, lo que haca que hubierapocas buenas y malas. Tambin haba fluctuaciones en las prestacio-nes de la gallinita. Normalmente una gallina pone unos doscientossetenta huevos al ao. Su produccin disminuye en invierno, por lafalta de luz: necesita catorce horas de luz solar para poner. La de los

    huevos de oro no se apartaba de este rgimen. En el sombro gris delos inviernos la familia pasaba angustias. Como no disponan de otrosingresos, cuando no haba oro que vender y se acababan las reservas,nunca abundantes, deban pedir adelantos al joyero, que los concedacon cuentagotas y de mala gana, slo para cobrrselos con interesesexorbitantes. Ellos se prometan precaverse para el prximo invierno,pero nunca cumplan. Se olvidaban, tanta era la dicha de los veranosde oro, cuando cada maana apareca en el nido, puntual, ese pequeosol dorado que les iluminaba la vida.

    Inevitablemente la reflexin, con el tiempo, los llev a advertir quesu situacin no haba cambiado en lo esencial. Seguan viviendo enla misma casa, ahora cargada de objetos, ampliada, mejorada, pero la

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    37/60

    45

    Tres historias pringlenses

    misma, en las mismas afueras de calles de tierra, baldos y perros suel-

    tos. Mudarse? Adnde? Una casa cntrica, de material, costaba msque una docena de huevos de oro, y que dos y tres. Y si hacan cuentasvean que haban gastado muchas docenas en esta. Desalentados, sedejaban estar.

    De cualquier modo, la casa era una preocupacin menor al ladode la que empez a centrarse en la gallina misma. Toda eternidad setermina, y la que se deja pasar cerrando los ojos al tiempo se terminaantes. Una gallina de esa raza viva en promedio doce aos, pero esta a

    los ocho se vea agotada, vieja, flaca, perda las plumas. Evidentementeno era lo mismo producir los areos huevos de cscara frgil, clara yyema, que los slidos lingotes ovales de oro: la exigencia para el orga-nismo tena que ser mucho mayor. La produccin merm, primeroun poco, despus mucho. El invierno del noveno ao no hubo nadadurante tres meses. El hombre volvi a trabajar en la quinta, y siguihacindolo en la primavera cuando la gallinita volvi a poner sus hue-

    vos de oro, que ahora eran ms chicos y los encontraban a la maanaenvueltos en una baba sanguinolenta que no auguraba nada bueno.Sigui poniendo, con pausas cada vez ms prolongadas, un ao ms.Al dcimo muri. La enterraron en el patio, con fnebre melancola.Haba sido toda una poca de sus vidas: la era de la gallinita mgica.Haba sido una verdadera magia lograr que los pobres siguieran siendopobres a pesar de recibir una lluvia de oro. Porque volvieron a serpobres, ms que antes, y lo fueron hasta el fin de sus vidas.

    Pasaron los aos, las dcadas, el lapso indefinido, aunque prolon-gadsimo de por s, entre los hechos de una leyenda y su relato. Laperduracin del cuento en la memoria de las generaciones sucesivas depringlenses qued asegurada a expensas de la anulacin de los detalles.Era un simple y completo triunfo de la Inteligencia. Un triunfo encierto modo contra s misma, ya que ella era la encargada, tradicional-mente, de inventar las buenas historias con enseanza, y en este casosu intervencin haba trastrocado el argumento imponiendo la sordi-dez del realismo sobre la lnea luminosa del cuento de hadas.

    El pueblo no creci. Pringles se ganaba la fama de pueblo malditopara la empresa, ya que ningn negocio haba prosperado en l, nilo hara nunca. Pero se lo segua intentando. Para la inauguracin de

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    38/60

    C A

    46

    una planta fabril (quebr antes de un ao) viaj a Pringles el Ministro

    de Economa, personalidad descollante del gobierno, de clamorosapresencia en los medios audiovisuales. Aunque su paso por Pringlesfue de unas pocas horas, se hizo tiempo, despus de las ceremoniasoficiales, para visitar el sitio donde haba sucedido la vieja historia.No quera perder la oportunidad, ya que sus ocupaciones haran pordems improbable que volviera a Pringles. Dijo que conoca el cuentodesde nio, y aunque su profesin lo haba llevado por caminos men-tales de severo utilitarismo, la poesa de la fbula segua habitndolo.

    Era humano y tena sensibilidad, dijera lo que dijera una oposicinresentida y difamatoria.

    Una comitiva de burcratas locales, presidida por el Intendente, lollev a la casita de las afueras, una tapera a medias derrumbada, entrebarriales. Atravesaron cuartos sin techo, puertas cadas, pisos aguje-reados, y salieron al patio, donde estaba la tumba de la gallinita. Eraun lugar abandonado, con cardos y malvarrosas, pilas de escombros,

    los paredones cariados y cubiertos de gruesas capas de musgo. Habanquedado charcos de la ltima lluvia, y las nubes bajas y cargadas nocontribuan a disipar la atmsfera de desolacin, con la que hacaun marcado contraste el aura intensa de prosperidad tecnolgica yfuturista que emanaba del ministro. Su energa desbordante generabacorrientes que ionizaban el patio y ponan nerviosos a sus acompaan-tes. Se concentraba en silencio, ofrecindose a las miradas discretas delos funcionarios locales, descaradas de los curiosos de la vecindad que

    haban acudido por una celebridad de primer orden: en esos andurria-les perdidos nunca haban soado siquiera que lo veran en persona.Les pareca un milagro. No los decepcionaba. La luz cenicienta de laltima hora de la tarde se transfiguraba en el brillo enceguecedor de sucalva. Y directamente emita rayos por los ojos de huevo frito, ojos deloco o de genio, sin punto medio.

    Su silencio dur poco. La voz chillona, tan conocida por sus men-sajes televisados, se elev en una expectativa trmula. La visita lo habainspirado, y como su magisterio no le haca ascos a la falta de unpblico calificado, solt el siguiente discurso, poniendo en l la mismaconviccin y la misma elocuencia que habra puesto si hubiera estadofrente a las cmaras de la CNN:

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    39/60

    47

    Tres historias pringlenses

    Lo que tenemos ante nosotros es la ms perfecta exhibicin de un

    pensamiento econmicamente incorrecto. Los hombres y mujeres quevivieron aqu, hoy los vemos como seres de civilizaciones lejanas, per-didas en la noche de los tiempos, y sus reacciones nos parecen inexpli-cables. Sin embargo, el hombre ha sido siempre el mismo a travs detodas sus transformaciones, y siempre tropez con las mismas piedras.El error que se cometi aqu tiene races tan profundas en el compor-tamiento humano que no me extraara que vuelva a repetirse, si noestamos atentos. Qu es una gallina que pone huevos de oro? Una

    creacin de valor. El valor se divide en el valor propiamente dicho y ensu creacin. Ambas cosas se confundan en una poca poco iluminadaen la que los principios bsicos de la economa se reducan a adminis-trar el intercambio del valor en bruto que entregaba la Naturaleza, sinpreocuparse por averiguar de dnde vena. El tab de la ignoranciales prohiba modificar en lo ms mnimo la fuente de la que provenael valor. Hoy sabemos que no hay que respetarla: por el contrario,

    hay que violarla con el pensamiento y la accin, apoderarse de ellay obligarla a seguir actuando, en un parto permanente. Para lograrlose necesitan, adems de una determinacin que muchos confundencon crueldad cuando no es ms que lucidez aplicada al bien comnconocimientos tcnicos que no estn al alcance de todo el mundo.Pero en esta ocasin el Hombre Comn tuvo servida en bandeja deplata, y yo dira de oro, la posibilidad de iniciar un captulo indito enla historia de la Economa. No haba ms que abrir la puerta, torcerle

    el cogote a la gallina, abrir sus entraas y ver con sus propios ojoscmo se haca ese oro. Los ceg una codicia rastrera, de vuelo bajo,y el mundo perdi una oportunidad irrepetible. Es el mal de nuestraRepblica: darnos por satisfechos con lo que se nos da, y no sabervolvernos nosotros mismos la fuente de lo que se da. El tpico argen-tino bien pensante, izquierdista y ecolgico, el famoso progre que seespecializa en criticarnos y ponernos palos en la rueda, va a decir: Noles des un pescado, ensales a pescar. Y qu se gana con eso? Pescar.Sentarse a la orilla del ro y ver pasar las horas, en una meditacinsin objeto. Y los pescados que saque sern el ingreso perpetuo de unaeconoma de subsistencia, sin miras de futuro, enemiga de un progresoque interrumpira su eterna siesta. La brisa entre los rboles, el croar

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    40/60

    C A

    48

    de una rana, la lnea que cuelga de la punta de la caa y se hunde en

    el agua, el glu-gl de un pequeo remolino entre las piedras, y otrosmil detalles circunstanciales para darle realidad a lo que no la tiene nila tendr nunca. Y en este caso sobre cuya miserable reliquia estamosparados se perdi ms todava (ms que el tiempo, quiero decir), por-que la famosa gallina no produca bienes de uso sino el patrn mismodel valor con el que se adquieren todos los bienes. Estaba a nuestroalcance develar de una vez el secreto tan celosamente guardado de lageneracin del valor. La oportunidad se perdi por ignorancia, por

    falta de miras, por ambiciones cortas y por algo ms. Creo que nohabra bastado con ser perspicaz e informado. Habra sido necesarioestar fuera de uno de esos relatos que suenan bien, entretienen, hala-gan la corteza superficial del cerebro, pero corren al margen de la rea-lidad, en una paralela que nunca tocar el meollo de lo real, que, l s,se aloja en el centro de la mente humana, y es la columna vertebral delHomo Economicus. Cundo nos convenceremos de que no ganamos

    nada hablando y contando cuentos?

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    41/60

    El santito

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    42/60

    51

    I

    De antiguo circulaba entre los gauchos la leyenda del Santito, amedias supersticin religiosa, a medias mito grosero de una civiliza-cin imperfecta. Tena distintas versiones, que hacan de su protago-

    nista, el Santito de marras, ya un nio, ya un joven, ya un jorobadoo paraltico, y hasta un viejo. Pero la ms difundida lo haca figurarcomo un nonato, un feto, si bien la imaginacin de los que contabanu oan el cuento lo representaba como un sonriente gaucho en minia-tura, regordete y bonito, botas, poncho y chirip blanco como la nieve;como se ve, las alternativas de la fantasa daban para todo. Encarnabalo bueno en su totalidad, el Bien con maysculas y sin rebaja. Era por

    ese motivo que Tata Dios (Dios Padre) no haba querido tan siquierahacerlo nacer y contaminarse con este mundo de traiciones y mentiras.Se lo quiso llevar directo al cielo a sentarse a su lado y dar el ejemploa los dems santos y ngeles y querubines. Pero el Santito, que a pesarde su tiernsima edad ya decida por s, prefiri ir al Infierno, pen-sando que en el cielo sera redundante, y no tendra nada que hacer.All abajo en cambio sobraba el trabajo para l; se tena fe, chiquitocomo era y enorme el reino del Mal. Y no se equivocaba. No bien

    lleg, su mera irradiacin poderosa empez a cambiarlo todo: el aceitehirviente se volvi agua cristalina y perfumada, las llamas se hicieronbrisas, los tridentes de los demonios se transformaron en plumeros yabanicos, y los demonios mismos mutaron en chinitas la mar de ama-bles y serviciales. Por efecto de su bondad y santidad esos stanos decondena se volvieron deliciosos jardines de placer. Termin siendo casimejor que el cielo mismo, tanta era la energa benfica que emanabadel Santito, lo que justificaba la devocin en que se lo tena. Devocinexagerada y malsana segn algunos, de efectos nefastos en el ordensocial, porque confunda en un solo y complaciente cobijo las tradi-cionales categoras del Bien y el Mal. En efecto, los gauchos cuandose enteraron de lo que haba pasado all abajo perdieron todo temor

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    43/60

    C A

    52

    al castigo de ultratumba, y el cuatrerismo prolifer. Seguramente el

    cuatrerismo prolifer por otras causas, mucho ms reales. Y al Santitolo inventaron despus, como risueo mito de origen de la temeridadde los delincuentes nocturnos.

    II

    La historia del cuatrerismo en Argentina se confunde con su lgica

    intrnseca. El ganado cimarrn, en la generosa multiplicacin pro-piciada por las praderas ubrrimas, era un bien comn que tard unbuen par de siglos en acomodarse a las condiciones de la propiedadprivada, y aun concluido el proceso conserv la marca de origen. Elindio legendario, libre como el viento en su potro, robaba las resesdel hombre blanco y las despachaba casi sin apearse. Nadie lo habavisto, a pesar de que en esos espacios eminentemente abiertos no haba

    muros contra la mirada. Efecto de la velocidad, el indio era la figura dela desaparicin. Hasta podra haberse dudado de su existencia, de noser por la falta de vacunos en el recuento del puestero perplejo, y sobretodo por el terror que produca al amanecer, con la atropellada, los gri-tos escalofriantes, el robo de mujeres. Todo lo cual entraba en un ciclode ancdotas fatales y didascalias en verso. En los vastos pastizales setejan sospechas y esperas, en la noche arreos subrepticios bajo la Lunase llevaban una riqueza gratuita a los pozos sin fondo de la barbarie.

    El avance de la civilizacin expuls al indio. Lo remplaz el cua-trero, que se molde en el hueco dejado por el salvaje, con rasgos pro-pios. Una cosa conserv de su predecesor: la sustraccin de su persona.Con la organizacin de las estancias, antes de la difusin del alam-brado que haban trado los escoceses, los clasificados y explotadosrebaos se volvieron cuantiosa fuente de valor. Los cuatreros calzabana medida en el sistema que se estaba conformando. Seguan invisibles,lo que no poda sorprender. De todo desocupado se sospechaba quepoda ser uno, pero nunca se lo poda probar, y en el fondo todossaban que era una sospecha infundada. El vago era una figura soli-taria, y todo lo ms habra podido practicar el cuatrerismo hormiga,que no les quitaba el sueo a los grandes propietarios. La operacin

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    44/60

    53

    Tres historias pringlenses

    a escala deba necesariamente llevarla a cabo una banda organizada,

    cuyo nmero ideal, segn los clculos ociosos y en el aire de la comu-nidad damnificada, era de diez miembros. Menos, habran faltado bra-zos para el rejunte de animales dispersos en una gran extensin; ms,habran sobrado, al disminuir las cuotas partes del botn. Esas bandas,que por invisibles se fundan todas en una sola banda en la imagina-cin, eran objeto de discusin de las autoridades y los magnates loca-les. Menudeaban las reuniones de delegados de distrito, se nombrabancomisiones de estudio, se coordinaban estrategias de prevencin, todo

    en vano. Los cuatreros mientras tanto seguan sin aparecer. Algunos sepreguntaban si no estaran combatiendo fantasmas.

    La existencia de los cuatreros poda ser dudosa, pero no la del cua-trerismo, que era flagrante. Los robos de ganado eran frecuentes, y nocesaban. El cuatrerismo, como categora, cubra una gran cantidad deprcticas de ganadera ilegal: puesteros que distraan reses, saladeristasque compraban sin papeles, vecinos que remarcaban. El arte de las

    marcas haba florecido en diseos transformistas, empleando herre-ros que se sobrepasaban en ingenio. Lo ms comn, empero, era elautorrobo, con el que se amaaban las cuentas (una especie de sobre-facturacin en vivo). De todo lo cual respondan, en el discurso jus-tificativo, las bandas de cuatreros profesionales, que nadie haba vistonunca. No por eso dejaban de estar en sus madrigueras, al acecho.Saban que se los necesitaba: la codicia de los estancieros y su pasinpor engaar a un Fisco por lo dems complaciente era el seguro de

    vida con el que contaban. Pero la prima que pagaban era la anulacinde realidad efectiva. Se haban vuelto un cuento, una leyenda, y nisiquiera de los que divierten o educan, o los que ponen algo de poesaen el devenir cotidiano del trabajo y la reproduccin, sino verdaderoscuentos del to, con toda la sordidez de las ficciones destinadas a res-tarle bienes al Estado. Y aunque no hubiera sido as, aunque se hubieratratado de una ficcin desinteresada, ellos habran preferido no seruna ficcin. Quin no lo habra preferido?

    Pero ellos no lo saban, o no lo saban con palabras. Habra sidodemasiado pedrselo. No eran intelectuales, la vida brbara no les habapermitido cultivarse. Aun sin articularlo, lo sentan. Era una vaga yterrible inquietud, ante la que no tenan otra respuesta que la huida.

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    45/60

    C A

    54

    Nunca antes haban enfrentado un desafo semejante. Los trabajos y

    peligros de su profesin nunca haban estado dentro de ellos, siempreafuera. Y habiendo tanto espacio fuera de ellos, en la inmensa pampasin lmites, encontraban siniestro e incomprensible que el peor de lospeligros, el que amenazaba la realidad de sus identidades, hubiera ele-gido alojarse en sus mentes. El crculo estable del horizonte haba sidoel salvavidas al que se haban aferrado hasta entonces para vencer lasinclemencias del tiempo y la animadversin de la Polica, cuando nobastaba el valor, el oportunismo, la suerte o la velocidad de sus caba-

    llos: haba dejado de servirles, se iba a pique junto con ellos. Un techobajo de nubes grises cruzado por relmpagos y crujidos daba el tonode urgencia y encierro a la escena en la que los cuatreros se alejabanal galope, ms rpido de lo que habra parecido posible; se dira queel tiempo haba cado sobre la tierra como un gran tapiz de sombra, yellos se deslizaban sobre l. Veteranos de la desaparicin, saban queestaban repitiendo otras huidas; el eco de los cascos de sus caballos les

    llenaba los corazones de presentimientos sobrenaturales, como unamsica fnebre. A la corta y a la larga, ya no estaban.

    III

    Los diez cuatreros de la banda legendaria se haban retirado a unlugar inaccesible de la pampa, a esperar la extincin de la Ley y el

    Orden. Unas vacaciones preventivas era lo que dictaba la ocasin.Algo tan bizarro como una vigencia de la Justicia por un perodo inde-finidamente prolongado era impensable. Y la esencial esterilidad de lapareja que formaban la Ley y el Orden les aseguraba que no se repro-duciran. Viviran tanto como los alimentara la imaginacin, facultadvoltil y tornadiza. Esos barroquismos eran efmeros. De modo que sefueron lejos, hicieron campamento donde no haba nadie, y dejaronpasar el tiempo. No les vendra mal un descanso, para reanudar suscorreras con la audacia que el hbito estaba embotando.

    Habran podido dispersarse, volver cada uno a su pago y darse citacuando el peligro hubiera pasado. Prefirieron seguir juntos, en parteporque se haban acostumbrado a funcionar en equipo, en parte porque

  • 7/25/2019 Aira Cesar - Tres Historias Pringlenses.pdf

    46/60

    55

    Tres historias pringlenses

    no haban dejado en parte alguna familia que quisieran reencontrar. Y

    por otro motivo de ms urgencia: compartan demasiada informacinde sus andanzas como para no tenerse bajo mutua vigilancia.El sedentarismo y la desocupacin, ambos forzados y contrarios

    a sus marcadas inclinaciones por la errancia y la accin, tensaron almximo sus recursos de convivencia. La ndole independiente y ds-cola del gaucho criado en los grandes espacios sin ley ni lmite no leshaca fciles las cosas en ese rubro. Tampoco su profesin de forajidos,que les haba impuesto el hbito de zanjar por la violencia todo pro-

    blema. A lo que se sumaba su persuasin taciturna; el silencio en el quesucedan sus vidas haba terminado entorpecindoles la expresin, loque les quitaba ms aun las ganas de hablar. Calladas, las diferencias omalos entendidos maduraban en rencores y envenenaban el ambiente.Habran terminado matndose unos a otros si no fuera porque existaun cdigo de conductas y lealtades, como lo hay hasta en los crimi-nales ms inveterados. Vistas desde afuera, la existencia y persistencia

    de los cuatreros ofrecan a la especulacin el problema de los cdi-gos internos. Aun en aquel entonces en que la anarqua reinaba en elpas, y generacin tras generacin de argentinos se habituaban a vivirbajo leyes cambiantes y en estado de permanente cuestionamiento, lasimple lgica mandaba que un grupo de hombres entregados a unaactividad colectiva, y que adems convivan durante largos perodo