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•103• ––––––––––––––––––– 1 Scott Johnson, “We Are Losing the Info War”, Newsweek, 15 de enero de 2007. “Estamos perdiendo la guerra de la información”, titulaba en enero de 2007 la revista semanal Newsweek en un artículo ilustrado con fotografías de atentados en Irak, sacadas por los propios insurgentes con cámaras digitales o teléfonos móviles 1 . Como un relámpago, las imágenes de deca- pitaciones o escenas de carnicerías invaden el espacio mediático global, a través de los GSM, los correos electrónicos y de las cadenas de televisión por satélite, como la muy brutal Al Zawraa, liga- da a los extremistas sunies iraquíes y difundida hasta febrero de 2007 por el satélite egipcio Nilesat. “Para estas personas, un solo vídeo de estos tiene el valor de una división blindada”, según afirma Robert Steele, quien fuera oficial de inteligencia de los Marines estadounidenses consultado por la revista. El bumerán de la desinformación, la reacción a la globalización Jean Paul Marthoz Director de la revista Enjeux Internationaux (Bruselas) anuario 5-marthoz 6/6/07 17:48 Página 103

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  • 1031 Scott Johnson, We Are Losing the Info War, Newsweek, 15 de enero de 2007.

    Estamos perdiendo la guerra de la informacin, titulaba en enero de 2007 la revista semanalNewsweek en un artculo ilustrado con fotografas de atentados en Irak, sacadas por los propiosinsurgentes con cmaras digitales o telfonos mviles1. Como un relmpago, las imgenes de deca-pitaciones o escenas de carniceras invaden el espacio meditico global, a travs de los GSM, loscorreos electrnicos y de las cadenas de televisin por satlite, como la muy brutal Al Zawraa, liga-da a los extremistas sunies iraques y difundida hasta febrero de 2007 por el satlite egipcio Nilesat.Para estas personas, un solo vdeo de estos tiene el valor de una divisin blindada, segn afirmaRobert Steele, quien fuera oficial de inteligencia de los Marines estadounidenses consultado por larevista.

    El bumern de la desinformacin, la reaccin a la globalizacin

    Jean Paul Marthoz Director de la revista Enjeux Internationaux (Bruselas)

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  • La desinformacinque se establecipara poder venderla guerra en Irakha dado un giro y como un bumernle ha dado en plena cara a la Casa Blanca

    Menudo giro! El gobierno de Bush haba gestionado lo relativo a lainformacin y los medios de comunicacin con enorme eficaciadurante los meses precedentes a la guerra en Irak, llegando hasta elpunto de convencer a la mayora de la opinin pblica estadouniden-se, sin pruebas, de que Sadam Hussein posea armas de destruccinmasiva y que era responsable de los atentados del 11 de septiembre.

    Hoy en da, la maquina de ruido estadounidense ya no funciona. Apesar de una mayor vigilancia sobre los mensajes electrnicos, elPentgono no logra frenar el flujo de imgenes de vdeo que saturanInternet y los telfonos mviles2. A pesar de unos medios financie-ros y tcnicos importantes, y el recurso a especialistas experimenta-dos del mundo de las comunicaciones, la Casa Blanca no logramejorar su imagen en las encuestas que juzgan, peridicamente, lapopularidad de los grandes pases en el seno de la opinin pblicamundial. A principios de 2007, los resultados de un estudio solicita-do por el servicio mundial de la BBC3 han sido inapelables: las perso-nas que estimaban que los Estados Unidos tienen un papel positivoen el mundo retrocedieron de un 36% en el 2006 a un 29% en el2007. Ms de dos terceras partes de las personas entrevistadas con-sideran que la presencia militar estadounidense en Medio Orienteaviva los conflictos.

    An peor es el hecho de que la credibilidad de la poltica de informa-cin estadounidense est tan mermada que suscita en primer lugarsospechas, y luego dudas. Las afirmaciones de Washington se vuel-ven contraproducentes y generan las reacciones inversas a aquellasque deberan suscitar. Tras las mentiras sobre las armas de destruc-cin masiva en Irak, le cuesta mucho a Washington convencer a laopinin pblica internacional sobre el genocidio en Darfur, o el apo-yo iran a los extremistas chies de Irak.

    La desinformacin que se estableci para poder vender la guerra enIrak ha dado un giro y como un boomerang le ha dado en plena caraa la Casa Blanca, minando su capacidad de llevar eficientemente elesfuerzo blico en Irak, y en trminos ms generales a elaborar unapoltica exterior a la altura de los retos actuales.

    No obstante, los problemas que los Estados Unidos se estn encon-trando en este momento no se deben nicamente al conocido fen-meno del regador regado. Importantes tendencias de la esferameditica mundial la aparicin de nuevos actores como las cadenasde televisin rabes Al Jazeera o Al Arabiya, la proliferacin de tec-nologas de guerrilla meditica como los blogs o las imgenes en

    1042 Pentagon keeps an eye on war videos, BBC World Service On line, 10 de enero de 2007. 3 World View of US Role Goes From Bad to Worse, BBC World Service, 6 de marzo de 2007. www.world-

    publicopinion.com

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  • GSM, la fragmentacin y la exacerbacin de diferentes identidadesdebilitan de forma an ms fundamental la capacidad de los EstadosUnidos para imponer al mundo su discurso y su visin. La poca dela dominacin estadounidense de los medios del planeta , perteneceya al pasado.

    Estas evoluciones no generan simplemente preguntas sobre las rela-ciones de fuerzas a nivel mundial. Tambin ponen en entredichodirectamente la legitimidad del recurso a la desinformacin y a lamentira por parte de gobiernos democrticos, que se supone debe-ran garantizar informaciones crebles a sus opiniones pblicas y par-lamentos para que estos puedan desarrollar, con conocimiento decausa sus papeles respectivos de ciudadanos o de representanteselectos.

    La mquina de ruido meditico republicana

    Creemos fundamentalmente en dos factores cuando hablamos de laopinin pblica, nos confesaba hace unos aos un responsable dela OTAN, creemos en su pasividad, al igual que en su racionalidad.

    En contra de la imagen de una opinin pblica verstil, inconstante,emocional, varios son los autores que han constatado que la opininpblica se determinaba racionalmente en relacin a la informacinde la que dispona. Poco preocupados por cumplir con su deber deinformar, muchos son los gobernantes que estiman que por consi-guiente deben ofrecer a este pblico informacin o desinformacin-que llevar a que la opinin pblica apoye las decisiones oficiales. Enotros trminos, al contrario de lo que se podra esperar por parte degobiernos fundados sobre la responsabilidad y la representacindemocrtica, no se deben suministrar al pblico informaciones exac-tas o completas, si no ms bien informaciones oportunas.

    La preparacin de la guerra en Irak ha ilustrado hasta el absurdo estapreocupante frmula. El gobierno de Bush no poda decir la verdadante su opinin pblica, ya que sta, presumiblemente, habra con-siderado que esta guerra sera intil o peligrosa. Las encuestas mos-traban, efectivamente, que la opinin pblica mejor informada era asu vez la ms escptica, por no decir la ms hostil, ante los planesblicos.

    Consciente del desfase existente entre los objetivos oficiales y el cli-ma de opinin de la poblacin, el gobierno de Bush se embarc enla creacin de un dispositivo sistemtico de promocin y ocupacindel espacio meditico. Desde que el gobierno de Bush puso en mar-cha su lgica de guerra, los medios de comunicacin han sido obje- 105

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  • El gobiernoestadounidense,con el apoyo de sus homlogosbritnicos y espaolescontaminaronsistemticamentelos flujos de informacin, en nombre de un principio segnel cual la malainformacinahuyenta a la buena

    tivo de una campaa sostenida de desinformacin oficial, mientrasque los periodistas dubitativos o crticos eran agredidos por una jau-ra de comentaristas ultraconservadores que denunciaban detrs decada duda la cizaa de la traicin. Esta poderosa maquinaria de rui-do meditico, como la denomina el comentarista David Brock4, hareunido las imponentes capacidades del gobierno estadounidense,su diplomacia pblica, y los recursos aparentemente inagotables deuna red extremadamente tupida de publicaciones, pginas deInternet, emisiones radiofnicas y programas de televisin que hansaturado el espacio meditico intentando intimidar a todo aquel quese opusiera al discurso oficial.

    Los principales ejes de esta comunicacin estratgica son bienconocidos hoy en da y han sido objeto de un diluvio de libros res-pecto al tema de las armas de desinformacin o de distraccin masi-va. El acceso a la informacin oficial ha estado estrictamentelimitado, las conferencias de prensa han sido orquestadas para apar-tar a los periodistas ms molestos, inmediatamente acusados bajo labandera de la lealtad patritica de servir al enemigo.

    Durante la guerra, el sistema de los periodistas adscritos (embed-ded) fue presentado como un regalo para los medios de comunica-cin preocupados de ser mantenidos al margen de la accin (tal ycomo ocurri durante la primera guerra del Golfo) pero en su origenfue concebido como una forma de comprometer a la prensa, deacercarla al ejrcito estadounidense y a sus objetivos de guerra.

    El gobierno estadounidense, con el apoyo de sus homlogos britni-cos y espaoles contaminaron sistemticamente los flujos de infor-macin, en nombre de un principio segn el cual la malainformacin ahuyenta a la buena. Impuso un nivel de ruido ensor-decedor para silenciar los dems puntos de vista y subvirti los con-ceptos clave del conflicto terrorismo, democracia, libertades,derecho internacional para controlar los lmites del debate acepta-ble. Efectivamente, en estos conflictos que son tambin guerras depalabras, el que las define, domina5.

    Por otra parte, el gobierno de Bush ha purgado las informacionespreocupantes que provenan de sus propios servicios de inteligenciapara no debilitar su propia lgica de guerra. En enero de 2004, losperiodistas Robert Dreyfuss y Jason Vest ya haban revelado, en larevista Mother Jones, de San Francisco, la creacin de una unidadsecreta en el seno del Pentgono encargada de preparar las infor-maciones6. Paul Pillar, que fuera responsable de Oriente Medio de la

    1064 David Brock, The Republican Noise Machine, Right-Wing Media and How It Corrupts Democracy, Crown

    Publishers, Nueva York, 2004.5 John Collins/ Ross Glover (Ed.), Collateral Language, A Users Guide to Americas New War, New York

    University Press, Nueva York, 2002.

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  • CIA, haba confirmado estas manipulaciones en un artculo sin con-cesiones, publicado a principios del 2006 en la revista ForeignAffairs7. A principios de 2007, una comisin de investigacin delPentgono concluy que Douglas Feith, un colaborador cercano alSecretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, y uno de los jefes de filadel movimiento neoconservador, haban adaptado de forma inapro-priada las informaciones recogidas de forma de demostrar la nece-sidad de derrocar a Saddam Hussein. Esto fue lo que el peridico TheNew York Times denominaba, en un editorial mordaz el taller deconstruccin de guerras8.

    Una opinin pblica ignorante

    Dentro de esta enorme operacin de gestin de la informacin; elgobierno de Bush se ha podido aprovechar de la ignorancia de lagran mayora de la opinin pblica, al igual que de su pasividad antelas cuestiones internacionales. El pblico estadounidense es efectiva-mente co-responsable de la desinformacin que recibe. En primerlugar, porque ante cada inicio de conflagracin blica, como lodemuestran todas las encuestas, este pblico aboga por la censuray critica el derecho de la prensa a investigar y a exigir informaciones,aunque esto no impida que posteriormente la condene por no habersido suficientemente agresiva o crtica. En segundo lugar, porqueopta por malinformarse: un 82% del pblico estadounidense se ali-menta principalmente de la televisin. Cuando es sabido que staltima no dedica ms que un mnimo espacio para los asuntos inter-nacionales y que lo suele hacer generalmente cayendo en todos losvicios del oficio: la puesta en escena, el chovinismo y la excesivasimplificacin. Los grandes medios escritos regionales no sonmucho mejores, teniendo en cuenta que lo internacional no ocupams del 3% del espacio.

    A lo largo del periodo de escalada hacia la guerra, un cierto nmerode medios de comunicacin, en particular en la prensa alternativaestadounidense ofrecieron informaciones crticas, poniendo enentredicho los argumentos oficiales, sin embargo la mayor parte dela opinin pblica se situ deliberadamente ms all del alcance demensajes que la perturbaran. Es posible hacer una gran laborperiodstica si al pblico no le interesa?, se preguntaba Evan Cornog,en la prestigiosa Columbia Journalism Review. En este contexto, esla informacin oficial, gubernamental, la que domina todos los espa-cios, fija las jerarquas de la informacin y la que marca el tono.

    1076 Robert Dreyfuss/Jason Vest, The Lie Factory, Mother Jones, enero 2004.7 Paul Pillar, Unheeded Intelligence, Foreign Affairs, marzo/abril 2006.8 The build-a-war workshop, International Herald Tribune, 12 de febrero de 2007.

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  • Adems la mayora de la prensa de masas lo adopt sin mayores pro-blemas. Los medios de comunicacin estadounidenses no han des-empeado su papel, que es de servir de contrapeso y equilibrar elejercicio del poder, tal y como lo exige la teora clsica de la demo-cracia, escriba Susan D. Moeller, de la Universidad de Maryland,como conclusin de una investigacin en profundidad de la cobertu-ra meditica sobre las armas de destruccin masiva9. Las cadenasde televisin no cubren la guerra, denunciaba Sheryl McCarthy en elperidico diario Newsday, la promocionan10. La prensa ha sidoamordazada y se ha auto-amordazado, confirmaba la periodistaestrella de la CNN, Christiane Amanpour11.

    El periodismo estadounidense, segn me confesaba en el 2005 unaresponsable de una organizacin profesional de Nueva York, ha ins-pirado desde hace mucho tiempo al resto del mundo por su indepen-dencia, sus mtodos y sus frmulas. El periodismo de investigacin,los programas de noticias, Sixty Minutes, el caso Watergate, la CNN,el New York Times, Rolling Stone, han sido maravillosas exportacio-nes. Hoy en da, ya no ofrecemos ms que programas de televisininconsecuentes, programas voyeursticos, y debates pueriles. Y expo-nemos ante el mundo nuestro conformismo y nuestras chapuzas.

    El descalabro

    En las semanas que siguieron a la cada de Saddam Hussein, la CasaBlanca ech las campanas al vuelo, felicitndose por la eficacia de sumquina de ruido. Impresionados, algunos pases incluso se lanza-ron a imitar la poltica de comunicacin oficial estadounidense. En laAsamblea Nacional francesa, se cre una comisin especial dirigidapor el diputado conservador Jacques Myard para disear una diplo-macia pblica que fuera tan eficaz como la de los Estados Unidos.

    Sin embargo, Washington perdi el control del mundo de los mediosde comunicacin con sorprendente rapidez. En abril de 2004, graba-ciones de video piratas filmadas por sus propios soldados hicieronque estallase el escndalo de las torturas inflingidas a los prisione-ros de la crcel de Abu Ghraib en Irak. Meses despus, las imgenesmostrando una patrulla rematando a un prisionero durante la bata-lla de Faluya, en Irak, generaron controversia en el seno de una delas operaciones de propaganda que se consideraba de las ms sofis-ticadas de la historia. Cada da, las cadenas internacionales ofrecanimgenes de un pas devastado, destrozado por una creciente olea-da de atentados y hundindose en una cruenta guerra civil.

    1089 Susan D. Moeller, Media Coverage of Weapons of Mass Destruction, Center for International and Security

    Studies at Maryland (CISSM), Maryland University, 9 de marzo de 2004..10 Newsday.com, 20 de marzo de 2003.11 John Plunkett, CNN star reporter attacks war coverage, The Guardian, 16 de septiembre de 2003.

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  • La guerraasimtrica, tan devastadoracomo lo es sobreel terreno,tambin dicta las leyes en el campo de batalla de lascomunicaciones

    La guerra en Irak una vez ms ha demostrado que no basta condominar el universo de los medios de comunicacin global, con recu-rrir a expertos del mundo de la publicidad y de las relaciones pbli-cas, como Karen Hughes, que fue nombrada para encabezar ladiplomacia popular estadounidense, o incluso con poseer unasexcepcionales capacidades tcnicas de comunicacin, para enmar-car el discurso internacional e imponer su propia lectura de losacontecimientos.

    La guerra asimtrica, tan devastadora como lo es sobre el terreno,tambin dicta las leyes en el campo de batalla de las comunicacio-nes. Equipados con sencillos aparatos de telefona mvil, o depequeas cmaras digitales, difundidas por informticos y webmas-ters que dominan a la perfeccin las nuevas tcnicas de la informa-cin, los grupos terroristas y los insurgentes logran inyectarreportajes de choque en el corazn mismo de una nebulosa medi-tica que se ha emancipado de sus obligaciones tradicionales12.

    De hecho, los Estados Unidos, su gobierno al igual que sus mediosde comunicacin privados han perdido la situacin de monopolioque gozaban respecto de los flujos de informacin provenientes delos campos de batalla. Ya han pasado los das en los que la cadenaCNN poda reservar a su corresponsal Peter Arnett la exclusividad deemitir desde Bagdad durante la primera guerra del Golfo. Nuevascadenas de televisin Al-Jazira, Al-Arabya, TeleSur, France 24 aligual que millares de pginas de Internet ofrecen ahora sus propiasvisiones sobre el mundo. Visiones, que adems suelen ser totalmen-te opuestas al mensaje que quiere transmitir Estados Unidos.

    Cuando la CNN muestra el misil que se lanza desde un portaavio-nes, nos explicaba en el 2005 el director de informaciones de AlJazeera, nosotros difundimos las imgenes de dnde explota.Incluso si con anterioridad, los pblicos filtraban, o incluso lean alrevs las informaciones que les llegaban de los medios de comuni-cacin occidentales, la aparicin de nuevos actores mediticos hantransformado significativamente la descodificacin del mundo y desu actualidad ms candente.

    No obstante, en 2003, hubo distintas narraciones del conflicto ira-qu: la opinin pblica de los pases de la coalicin de la voluntad[coalition of the willing], de la Vieja Europa y del mundo rabe, nohan visto ni entendido la misma guerra. El monopolio de la recopila-cin de imgenes se quebr, no exclusivamente ante la aparicin denuevas cadenas rabes, pero tambin por la presencia de otras cade-nas de televisin, no estadounidenses, presentes en Irak, como porejemplo France 3 que film los disparos de un tanque estadouniden-

    10912 Mobile phone captures Iraqs cruelty, BBC World Service Online, 3 de enero de 2007

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  • La pluralizacin de la informacinhace que seailusorio pensar en un controlmundial de la informacin

    se contra el Hotel Palestina, el hotel de los periodistas en Bagdad,incidente que el 8 de abril de 2003 caus la muerte de varios perio-distas, incluyendo al cmara espaol Jos Couso Permuy, que traba-jaba para la cadena de televisin espaola Telecinco13.

    Una dominacin ilusoria

    La pluralizacin de la informacin hace que sea hoy en da ilusoriopensar en un control mundial de la informacin. Este brusco giro noproviene nicamente de la aparicin de nuevos actores sobre el mer-cado de la global news. Expresa tambin la posibilidad que ofrecen,tanto Internet como las cadenas de televisin por satlite, de eman-ciparse de los monopolios estatales o comerciales. Hace unos pocosaos, una mayora de los habitantes del planeta estaban condenadosa ver la informacin en una nica cadena de propiedad estatal. Hoyen da, la mayora de las cadenas de televisin oficiales han sido des-plazadas por intrusos que logran, gracias a las antenas parabli-cas, saltarse las fronteras y las censuras. En el mundo rabe,especialmente, estas han tomado el relevo de las cadenas oficialesnacionales, pero tambin, y muy a menudo, han relevado a las cade-nas internacionales, como las cadenas de televisin francesas en elMagreb, o la CNN y la BBC en Oriente Medio.

    Anteriormente, en las dictaduras amigas, los Estados Unidos semantenan callados ante este control de la informacin. Hoy en da,varios factores convergen para hacer que tal complacencia sea msdifcil de sostener. El gobierno de Bush ha adoptado oficialmente unaretrica de promocin de la democracia que no le permite gran mar-gen de maniobra, y las organizaciones para la defensa de la libertadde expresin estn permanentemente alertas, sometiendo los pasesautoritarios y sus padrinos internacionales a una cortina de fuego deindignacin. Del mismo modo, tcnicamente, a pesar de las medidasde control que ofrecen las nuevas tecnologas de la informacin y lascomunicaciones adoptadas por pases como Tnez o Arabia Saud,es cada vez ms difcil bloquear la libre circulacin de la informacin.Por todas partes del mundo rabe, las cadenas de televisin por sat-lite ms dinmicas han destronado a las televisiones estatales, y hanreducido el espacio que otrora haban conquistado las cadenas detelevisin occidentales. A pesar de la vigilancia y la represin, milla-res de blogs se desarrollan, desacreditando los discursos oficiales14.

    11013 Jos Couso, La Mirada incomoda, H.A.C., Madrid, 2004.14 Faiza Saleh Ambah, New Clicks in the Arab World, Washington Post, 12 de noviembre de 2006.

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  • Esta evolucin no afecta nicamente a los rgimenes autoritarioslocales, sino tambin la capacidad que tiene Washington de contro-lar los flujos de informacin provenientes de pases clave, en el senode los cuales organizaciones de la oposicin son capaces, en laactualidad, de superar las barreras de la censura.

    Este fenmeno incluso se hace patente en los Estados Unidos, don-de la informacin difundida por la Casa Blanca haba gozado duran-te mucho tiempo de un aislacionismo meditico. Hasta hace muypoco tiempo, el residente en Madison o en Santa Fe estaba condena-do a leer el peridico local de la zona, por lo general poco interesa-do en las noticias internacionales, o de ver las conexiones regionalesde los telediarios muy convencionales de las grandes redes de NuevaYork: NBC, ABC y CBS. En estos ltimos ha podido conectarse a unamultitud de cadenas internacionales, y gracias a Internet, se puedeacceder a centenares de peridicos y revistas extranjeras que brin-dan una visin a menudo radicalmente distinta del mundo. Durantela invasin de Irak en el 2003, un 49% de los visitantes de la pginaweb del peridico britnico The Guardian residan en los EstadosUnidos. Distribuido por la red de cadenas pblicas PublicBroadcasting System (PBS, por sus siglas en ingls), la BBC ha obser-vado como su pblico estadounidense ha crecido en un 18%. Por otraparte, las ventas de la revista semanal britnica The Economist hanaumentado en un 66% en el mercado estadounidense a lo largo de ladcada de los noventa.

    El reflejo de girar hacia los medios de comunicacin internacionalesha crecido a medida que muchos medios de comunicacin estadou-nidenses reducan su cobertura internacional. Era lcito creer despusde los atentados del 11 de septiembre de 2001, que la prensa esta-dounidense se habra replanteado su excesivo ombliguismo yhabra incrementado su cobertura internacional. Pero no fue as. Trasun periodo de aparente inters por noticias de otras partes del mun-do, la mayora de los medios de comunicacin volvieron rpidamen-te al mbito del periodismo de proximidad. Sometidos a losimperativos de la rentabilidad financiera, que les imponen sus accio-nistas, la mayora de las grandes cadenas de peridicos o redes detelevisin han continuado con su poltica de recortar los recursos desus redacciones, y sobre todo de aquellas destinadas al tratamientode la informacin internacional. A principios de 2007, el prestigiosoperidico The Boston Globe clausur sus ltimos tres despachos en elextranjero. En 2002, haba 188 corresponsales estadounidenses des-tinados en el extranjero, en 2006, esta cifra se haba reducido a 141.

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  • Asistimos de hecho a una reapro-piacin de la informacinglobal por partede los medios de comunicacinlocales

    Filtros de identidad

    Los Estados Unidos deben enfrentarse a un autntico bomern en loque respecta a la globalizacin meditica que ellos mismos impulsa-ron. So pena de disgustar a Noam Chomsky y su retrica sobre ladominacin estadounidense de los medios de comunicacin globa-les, la visin de un mundo inmerso en las informaciones y las opi-niones Made in USA es imperfecta. Si la presin de los EstadosUnidos en el mbito cultural es enorme y se extiende hacia todos losrincones del planeta, incluso en aquellos lugares donde las poblacio-nes autctonas le son polticamente ms hostiles, su capacidad deimponer su mirada respecto de la informacin es bastante ms limi-tada de lo que parecera a primera vista.

    Es cierto, que el desequilibrio en lo relativo a la produccin y difu-sin de las informacin global sigue siendo muy marcado: tres gran-des agencias de prensa mundiales Reuters, Associated Press yAgence France Presse junto con dos mayoristas de imgenes,Reuters TV y APTN, forman un oligopolio en el segmento clave de lamateria prima de la informacin. Por otra parte, el podero econ-mico, poltico, cultural y militar de los Estados Unidos le brinda a estepas la posibilidad de fijar el orden del da del resto del mundo yconfiere, inevitablemente, a los principales medios de comunicacinestadounidenses una ventaja comparativa excepcional en el goraglobal. Pero, esta realidad no es ms que un aspecto de un panora-ma bastante ms complejo y diversificado.

    Asistimos de hecho a una reapropiacin de la informacin globalpor parte de los medios de comunicacin locales. No debemos con-siderar a los pases y a las culturas como receptores pasivos, presosde un proceso de mundializacin nico y proveniente de fuera,recordaba justamente Andrea Semprini en un informe relativo a laCNN15 en 2005. En este sentido, es necesario diferenciar claramen-te entre la mundializacin de la difusin de la informacin y la mun-dializacin de su recepcin. Algunos medios de comunicacin soncapaces hoy en da de difundir informaciones al mundo entero. Peroesta lgica de difusin homognea se topa con las lgicas de recep-cin, que por su parte siguen siendo muy heterogneas y estnsometidas a claves de lectura y a planos de fondo socioculturalestotalmente distintos.

    Este fenmeno no hace ms que fortalecerse. La globalizacin, pre-sentada como el instrumento imparable de la americanizacin, haexacerbado las reacciones identitarias y ha provocado una tremendafragmentacin del espacio meditico alrededor de ideas o de eslga-

    112 15 Andrea Semprini, CNN et la mondialisation de limaginaire, CNRS Editions, Pars, 2000, p.16.

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  • nes tnicos, religiosos, culturales, y polticos que obstaculizantoda la estrategia de dominacin del discurso global. El mundo nose ha vuelto plano, sino mas rugoso, escribe Andres Ortega. Cabellamarlo la globalizacin de las diferencias. Al tiempo que se supri-men fronteras fsicas surgen con ms fuerza otras barreras menta-les. Junto a un proceso de homogenizacin, se produce otro defragmentacin del mundo16.

    Respuesta inadecuada

    Ante estas evoluciones, el gobierno de Bush ha respondido median-te una huda hacia delante en sus polticas de comunicacin. Tras laconstatacin de los fracasos en su estrategia de influencia, el gobier-no estadounidense ha reforzado sus programas de diplomaciapblica. Se ha dedicado a la creacin de estaciones de radio y cade-nas de televisin que se emiten en rabe, sin verdaderos resultados.

    El gobierno republicano est especialmente mal preparado paraenfrentarse a los nuevos retos en el mbito de los medios de comu-nicacin. No es fcil hacer borrn y cuenta nueva despus de tantosaos marcados por un verdadero autismo, o incluso por una polticadel desprecio, ante las opiniones y susceptibilidades del resto delmundo. El unilateralismo de la Casa Blanca en lo que respecta a Irak,no ha sido, en realidad, una tctica expeditiva adoptada en nombrede las acuciantes necesidades de la lucha contra el terrorismo. Esms bien la expresin ms fundamental de una filosofa particular,casi mesinica, de las relaciones internacionales. Nuestra polticaexterior, afirmaba el coronel W. Patrick Lang, Jr, que fuera responsa-ble de la inteligencia militar estadounidense en Oriente Medio, tien-de a postular que todo el mundo quiere ser estadounidense. En losmeses que precedieron al inicio de la guerra en Irak, era frecuenteescuchar a personas aparentemente bien educadas, decir que losrabes, y en particular los iraques no tenan un modo de vida vli-do, y que sera mejor para ellos que se deshicieran, cuanto antes, detodas estas antiguallas, de sus tradiciones, de sus institucionessociales y de sus valores. Hemos invadido Irak, con el convencimien-to de que en cada iraqu haba un estadounidense que esperabanacer. (Es por este motivo) que hemos destrozado toda verdaderaesperanza de un desenlace positivo en Irak17.

    El excepcionalismo estadounidense, ese sentimiento segn el cuallos Estados Unidos tienen un Destino Manifiesto, el de un puebloelegido por la providencia para ofrecer al mundo la libertad y la pros-

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    El unilateralismode la Casa Blancaes la expresin de una filosofaparticular, casimesinica, de las relacionesinternacionales

    16 Andrs Ortega, La fuerza de los pocos, Foreign Policy en espaol, febrero/marzo 2007.17 W. Patrick Lang, Jr., What Iraq Tells Us About Ourselves, Foreign Policy, Edicin en Internet, febrero

    2007.

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  • La recuperacinde la credibilidady de la confianzaen este mbitoestratgico que es la informacinser una de las principalestareas a las quedeber dedicarseel prximogobierno estadounidense

    peridad, ha inspirado profundamente y finalmente ha acabado porcegar a los neoconservadores, estos aprendices de brujo de la pol-tica estadounidense hacia Oriente Medio. Corregir la estrategiaactual significa por tanto algo ms que una adaptacin de su polti-ca de imagen. Se trata, ms bien, de reconsiderar las relaciones deEstados Unidos con el mundo, tal y como lo sugeran autores comoStephen Walt18, o Anatol Lieven y John Hulsman19, partidarios de unapoltica exterior ms madura, que demostrase cierta sabidura ysaber estar, y sobre todo que sea ms atenta a las complejidades deun mundo que, cmo ya lo defina en 1941 el poeta peruano CiroAlegria, es ancho y ajeno.

    El bumern de la desinformacin

    Hay otro elemento, igual de fundamental, que afecta gravemente lacapacidad de convencer de la Casa Blanca. Gato escaldado del aguafra huye: la opinin pblica, tanto la estadounidense como la inter-nacional, se ha vuelto cada vez ms reticente ante los mensajes pro-venientes de Washington. La desconfianza es la regla, lo cualobstaculiza las capacidades de influencia de la diplomacia pblicaestadounidense.

    Los Estados Unidos, pagan de esta forma muy cara la maquinaria dedesinformacin que crearon tras los atentados del 11 de septiembrepara convencer a la opinin pblica de la necesidad de derrocar aSaddam Hussein. Cuando Colin Powell declar en 2004 que se per-petraba un genocidio en Darfur, incluso las personas ms preocupa-das por los crmenes del gobierno sudans se acordaron, conamargura, de las declaraciones del ex Secretario de Estado en elConsejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la presencia dearmas de destruccin masiva en Irak, poco antes de la invasin. Elregimen dictatorial sudans se ha aprovechado de este clima de sos-pecha generalizado que afecta a la diplomacia estadounidense paraproseguir con su brutal poltica represiva contra las poblaciones civi-les del oeste del pas, prolongando una de las crisis humanitariasms graves de este principio de siglo.

    La recuperacin de la credibilidad y de la confianza en este mbitoestratgico que es la informacin ser una de las principales tareasa las que deber dedicarse el prximo gobierno estadounidense. Apesar del descalabro sufrido por la imagen de los Estados Unidos enel mundo, en gran parte debido a ciertas polticas adoptadas por el

    11418 Stephen M. Walt, Taming American Power, W.W. Norton & Company, Nueva York, 2005.19 Anatol LIEVEN/John HULSMAN, Ethical Realism. A Vision for Americas Role in the World, Pantheon

    Books, Nueva York

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  • actual gobierno ante cuestiones tan emblemticas como los conflic-tos de Oriente Medio o el calentamiento global, el poder de atraccinde los Estados Unidos y su poder suave (segn el concepto de softpower desarrollado por el Profesor Joseph Nye) , son an reales. Perola recuperacin de la confianza implicar un giro radical, alejado delos bulevares y callejones de la mentira, lejos del Big Lie y las sweetlittle lies, como las llamaba el excelente Paul Krugman en las pginasdel peridico New York Times20.

    Es posible que el nuevo Jefe de Estado, suponiendo que pertenezcaal ala ms iluminada del partido Demcrata, se inspirara de John F.Kennedy que, en 1961, nombr como cabeza de la Agencia deInformacin de los Estados Unidos, a uno de los periodistas ms res-petados del pas, Ed Murrow, hroe de CBS News, cuya batalla con elcazador de brujas Joseph Mc Carthy fue llevada a la gran pantallapor George Clooney en la pelcula Buenas noches y buena suerte.

    Sus frases ms famosas han conservado toda su pertinencia: unanacin de borregos merece un gobierno de lobos, nosotros nopodemos defender la libertad ms all de nuestras fronteras si laabandonamos en casa.

    El despertar del periodismo

    Evocar a Edward R. Murrow nos lleva a preguntarnos sobre el perio-dismo estadounidense y sobre su papel como cuarto poder en elmarco de la poltica exterior de este pas. La prensa estadounidensese haba adormecido antes de los atentados del 11 de septiembre, ypas despus, segn se explic anteriormente, a participar sin tomardistancia de la lgica de la guerra. Si bien es cierto que los mejoresy los ms brillantes ya han entonado el mea culpa y someten ahoraal gobierno a una barrera de fuego, sus cicatrices y sus dudas per-manecen.

    Segn un reciente informe21 de la Carnegie Corporation, el periodis-mo estadounidense est atravesando una verdadera crisis de con-fianza. Crisis que proviene menos de errores individuales que de laestructura misma de la industria meditica y de la forma segn lacual ha definido su propia misin. A lo largo de los ltimos veinteaos, los gestores se han hecho con el poder en el seno de las redac-ciones22. Financieramente, su intervencin ha sido en su conjuntobastante eficaz: mrgenes de beneficio del 20% se consideran nor-

    11520 Paul Krugman, Sweet Little Lies, The New York Times, 9 de abril de 2007.21 Christopher Connell, Journalisms Crisis of Confidence. A Challenge for the Next Generation, Carnegie

    Corporation of New York, 2006. 22 Doug Underwood, When MBAs Rule The Newsroom, Columbia University Press, Nueva York, 1993.

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  • males en el mbito de la prensa. Pero tambin han impuesto normasy exigencias de rentabilidad que han debilitado las capacidades derecopilacin y de tratamiento de las informaciones, y privilegian alperiodismo ms miope. Las cifras hablan por s solas: mientras quelos beneficios de la prensa diaria han aumentado en un 207% entre1991 y 2000, los puestos de trabajo en las redacciones no han cre-cido ms que en un 3%23. Este tratamiento de choque ha sido espe-cialmente duro en las grandes cadenas, que controlan a la mayorade los peridicos regionales estadounidenses.

    La creciente influencia de los financieros ha llevado, en muchoscasos, a lo que se denomina bajo el ttulo de conglomerizacin; esdecir la integracin de los medios de comunicacin en el seno degrupos industriales y financieros muy decididos a no dejar que susperiodistas comprometan, mediante reportajes incongruentes, losbeneficios del grupo en su conjunto.

    La concentracin de los medios de comunicacin no ha mejorado lasituacin. En 1983, Ben Bagdikian, que por aquel entonces era eldirector de la Escuela de Periodismo de la Universidad de California,haba escrito un libro llamado Media Monopoly que describa, conpreocupacin, la creciente concentracin de los medios de comuni-cacin estadounidenses. Este libro va ya por su sexta edicin y a lolargo de los aos, el nmero de grupos mediticos estadounidensesque controlan ms de la mitad de la audiencia ha pasado de cincuen-ta en 1983 a seis en 2000. Por primera vez en la historia de losEstados Unidos, escriba, las fuentes de informaciones, de comen-tarios y de ocio ms diseminadas en el pas estn controladas porseis empresas, de las cuales dos son extranjeras, y que estn entrelas mayores empresas del mundo 24.

    Paradjicamente, esta concentracin coincide con una proliferacinen el nmero de los medios de comunicacin, gracias al empuje dela tecnologa (satlites de comunicaciones, GSM, Internet, etc.) queencumbran al espacio medatico y dan cierta ilusin de pluralismo.Pero, tal y como seala el informe State of the News Media 2006, sibien hay cada vez ms medios de comunicacin, cubren cada vezmenos temas. Los grandes acontecimientos son tratados cada vezms del mismo modo por periodistas generalistas que disponen deun nmero limitado de fuentes y de muy poco tiempo.

    Estas evoluciones, segn destaca este mismo informe, fortalecen lacapacidad de los fabricantes de informaciones, y sobre todo delgobierno para controlar lo que la opinin pblica merece saber. Elgran problema, escriban Leonard Downie Jr. y Robert Kaiser, respec-

    11623 The Project for Excellence in Journalism, The State of the News Media 2004, Washington, www.journa-

    lism.org24 Ben Bagdikian, The Media Monopoly, Beacon Press, Boston, 2000, p. viii.

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  • tivamente director ejecutivo y redactor jefe adjunto del peridicoWashington Post, es que ya no hay suficientes noticias en los noti-cieros, y que se acusa de sesgo izquierdista a lo que es la misin vitaldel periodismo: el escepticismo respecto de las autoridades y lasvacas sagradas. En otras palabras, y segn los autores del destaca-ble The News About The News, el sistema meditico estadounidensefunciona actualmente contra los valores que propugna el periodis-mo: cuando la propia Constitucin le otorga una sirena, la transfor-man demasiado a menudo en un megfono para los gobernantes.

    La guerra en Irak ha demostrado el aislamiento en el que se encuen-tran los periodistas y los medios de comunicacin, que ante la for-mula consagrada, se atreven a decir la verdad al poder. Losperiodistas, en su conjunto, se han dejado enmaraar en un sistemade desinformacin oficial orquestado por los servicios de comunica-ciones de la Casa Blanca, del Departamento de Estado y delPentgono. Han abdicado, sin oponer gran resistencia, de su papelcomo guardianes [watchdog], responsables, segn les conmina laConstitucin de los Estados Unidos a proteger a los ciudadanos con-tra las mentiras y los abusos de poder. Y es ahora que nos lo dicen!,exclamaba Michael Massing, uno de los observadores ms (im)perti-nentes de la prensa estadounidense; Porqu no nos han informadoms sobre las mentiras y los tapujos [de la Casa Blanca] durante esosmeses en los que el gobierno nos venda su versin, es decir, cuan-do podramos haber marcado la diferencia Muchos periodistassaban todo esto, y sin embargo, pocos fueron los que eligieronhablar de ello25.

    Permitieron que les robasen su funcin fundamental que es de defi-nir la informacin, de discernir, entre la pltora de acontecimientosdel da, lo que es importante y lo que es cierto. Dejaron en manos deotros, de aquellos que deberan haber controlado, el poder de deter-minar no slo la agenda y la jerarqua de la informacin, sino an msgrave, los acontecimientos que merecen ser cubiertos y tratados.

    Reforma

    Las reflexiones que surgen del seno del periodismo estadounidensese refieren a la manera segn la cual puede dirigirse la poltica exte-rior de los Estados Unidos, y deberan, por tanto, ser seguidas condetenimiento en el resto del mundo. Durante los aos tumultuososque siguieron a los atentados del 11 de septiembre es relevanterecordarles y rendirles un homenaje un nmero importante de

    11725 Michael Massing, Now They Tell Us!, The New York Review of Books, 26 de febrero de 2004.

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  • medios de comunicacin estadounidense no perdieron su rumbo,cumpliendo con la funcin crtica de la que hablaban Robert Kaiser yLeonard Downie. Mother Jones, el Washington Monthly, TheAmerican Prospect, The Nation, pginas web como las de AlterNet oCommonDreams.com, ofrecieron una informacin disonante y muyprofesional. A pesar de los errores de su periodista estrella, JudithMiller, los editorialistas del New York Times lograron mantener susangre fa ante la lgica de guerra. Por otra parte, algunos periodis-tas de grandes medios de comunicacin (Walter Pincus en elWashington Post, la oficina nacional de la cadena Knight-Ridder) hancumplido obstinadamente con su deber de informar, a menudo con-tra la posicin editorial de sus gerencias. En el New Yorker, una revis-ta semanal cuya tirada sobrepasa frecuentemente los 1,5 millones deejemplares, el que se conoce como el artista de las exclusivas,Seymour Hersh, ha realizado, a lo largo de los ltimos cuatro aosun trabajo de una calidad excepcional, publicando encuestas robus-tas y preocupantes sobre el Pentgono, los neoconservadores, oincluso la prctica de la tortura en la prisin de Abu Ghraib.

    Hoy en da, gran parte de la prensa, ha recuperado el rumbo.Siguiendo el ejemplo del Washington Post que ha desvelado el escn-dalo en el hospital militar Walter Reed en Washington, donde se mal-trata a los soldados estadounidenses heridos en Irak. La voluntad dereconsiderar el periodismo ha salido de los crculos restringidos dela prensa alternativa para incluir a importantes personalidades delsistema meditico. Constatando el malestar en su oficio, dos gran-des nombres del periodismo, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, crearonen 1999 el Committee of Concerned Journalists26 alrededor de la ideaque el objetivo principal del periodismo es ofrecer a los ciudadanoslas informaciones exactas y fiables de aquello que necesitan parafuncionar dentro de una sociedad libre.

    Su iniciativa se convirti posteriormente en un proyecto para la exce-lencia en el periodismo que se beneficia del apoyo de numerososprofesionales del sector, y que cuenta con la simpata de algunosgrandes patronos de prensa. Su apuesta es ambiciosa: se trata derefundar el periodismo estadounidense, de redefinirlo, asignndoleobjetivos de calidad y de independencia en un contexto que rehabi-lita la nocin de contrapoder y de inters pblico27.

    11826 www.journalism.org/ccj.27 Bill Kovach/Tom Rosenstiel, The Elements of Journalism. What Newspeople Should Know and the Public

    Should Expect, Crown Publishers, Nueva York, 2001.

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  • La democracia,sobre todo en tiempos decrisis, necesitaesencialmente una prensa audaz,curiosa y dinmica, que se atreva a enfrentarse a las intimidacionesy las manipula-ciones del Estado,por mucho quesean patriticas

    Periodismo y democracia

    Esta reflexin sobre los fundamentos de la profesin, sobre su exce-lencia, se inscribe en un debate mucho ms amplio sobre el papeldel periodismo y la informacin en el seno de la democracia, ya queel contexto de la lucha contra el terrorismo ha crispado las autorida-des y ha reducido el margen de maniobra de la prensa. Aquellos quese reconocen en este movimiento de periodistas preocupados qui-sieran volver a la labor de producir informaciones verdaderas, realnews, es decir, retomando la expresin del periodista historiador,Richard Reeves, informacin que ustedes y yo necesitamos parapreservar nuestras libertades.

    Las realidades a las que nos enfrentamos deberan hacer sonar lasseales de alarma, escriba en 2003 Bill Moyers. Este personajeemblemtico de la profesin, ex redactor jefe del tabloide responsa-ble Newsday (Long Island, Nueva York) y respetado presentador deemisiones del estilo de Arte en la cadena pblica PBS no pensabaestar dramatizando excesivamente la cuestin cuando declar pormotu propio: Un gobierno responsable y libre fundado sobre el con-sentimiento del pueblo, no puede existir sin una opinin pblica bieninformada No es nicamente la causa del periodismo que est enjuego hoy en da, si no la de la libertad en s misma28.

    La democracia, sobre todo en tiempos de crisis, necesita esencial-mente una prensa audaz, curiosa y dinmica, un periodismo que sir-va como salvaguarda ante las derivas del poder y los arrebatos de laopinin pblica, que se atreva a enfrentarse a las intimidaciones y lasmanipulaciones, por mucho que sean patriticas, del Estado y suscomplementos.

    Tambin necesita un gobierno que reconozca su obligacin de ver-dad y que acepte, aunque le cueste, el papel crtico de los medios decomunicacin. Es con estas condiciones que los Estados Unidospodrn restaurar su credibilidad en el mbito global de los mediosde comunicacin...

    Traducido por Leandro Nagore

    11928 Bill Moyers, Keynote Address to the National Conference on Media Reform, 8 de noviembre de 2003,

    www.commondreams.org.

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