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3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

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'Mad Men' nos dejó y en OchoQuince no queríamos que pasase al olvido. Para que permanezca en la memoria, igual que la época de desvanecimiento que representa, hemos creado este número especial, un monográfico dedicado a la serie de AMC desde varios puntos de vista.

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PRÓLOGO

LA HISTORIA Y LAS INTRAHISTORIAS

Antonio Sánchez Marrón y Jesús Villaverde Sánchez

EL ESTILO ‘MAD MEN’Coral González

LOS DERECHOS CIVILES EN ‘MAD MEN’

Antonio Sánchez Marrón

LA MUJER A TRAVÉS DE MAD MEN:

PATRIARCADO, LUCHA Y PRINCIPIO DE EMANCIPACIÓN

Jesús Villaverde Sánchez

SALLY DRAPER: LA FIERA DE MI NIÑAJavier Rueda

IT ’S TOASTED

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Mad Men es una serie de fantasmas. La evi-

dencia de los espíritus es una constante du-

rante las siete temporadas de la ficción de

AMC. Los fantasmas suelen aparecerse ante

Don Draper, siempre de mirada impasible, que

no consigue gobernarlos.

¿No sería el propio Don un espíritu? Su iden-

tidad parece indicar que, si no un fantasma,

al menos una entidad fantasmagórica. Son

varios los fantasmas que han desfilado a lo

largo de los episodios ante la mirada incré-

dula y fascinada de Draper. El publicista ha

sido visitado tanto por familiares y amigos

como por absolutos desconocidos. Anna Dra-

per, la exmujer del verdadero Don, el hombre

al que le robó la identidad después de muer-

to en la guerra, convirtiéndose a sí mismo en

un fantasma. Su hermano Alan. El soldado de

Vietnam con el que llega a mantener una alu-

cinada conversación en una fiesta. Su propio

padre. O, más recientemente, Rachel Menken,

en una aparición preciosa y bellísima; o el

mismo Bert Cooper, al que ve después de fa-

llecido en el final de la primera parte de la

séptima temporada y con el que, en otro de

los episodios de la segunda mitad, mantiene

incluso una conversación mientras conduce

en mitad de la noche. La mente de Don está

llena de presencias, y de ausencias; de perso-

nas, de memorias, pero también de vacíos. Tal

vez sea su condición de hombre sin identidad

pero con rostro lo que le haga parecer estar

siempre al borde del desvanecimiento. Qui-

zás sea esa la razón de que siempre parezca

tender a juntarse con personas (¿o espíritus?)

cercanas a la propia muerte. Seguro que to-

dos recordaréis la teoría que se hizo popular

en los últimos episodios de la primera mitad

de la última temporada en la que se asegu-

raba mediante razonamientos sesudos, pero

no necesariamente incorrectos, que Megan

podría estar muerta y sólo ser vista por Don.

Don camina siempre en un hilo que separa

dos mundos. Su elegante traje gris parece la

frontera entre la publicidad clásica y la “nue-

va publicidad” y en su laconismo parece resi-

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dir el límite de lo vivo y lo muerto. Ese cuer-

po, que como la serie exhala tristeza, es un

puente entre Bert o Roger y Peggy, un paso

intermedio, un genio que, pasado su momen-

to, sólo puede sentarse y asistir a su desmoro-

namiento. Igual que la época que representa

Mad Men, una época que desde el presente

sabemos condenada a convertirse en ruinas,

pese a que el propio Don asegure que “esto

no es el final, sólo el principio de algo nuevo”.

Todos sabemos que no es así, que Don, y con

él casi todo el aparataje publicitario sobre el

que se sustentan sus mentiras, que son las de

su época, se vienen abajo de forma irreme-

diable. La contracultura, el esplendor de los

sesenta, la playa sobre la que se vuelven a

ceñir los adoquines… Absolutamente todo

está en constante desvanecimiento. Quizás

por eso Weiner haya concedido a Don, gran

héroe de su epopeya, la posibilidad de atisbar

esos fantasmas del pasado, para comprender

que el futuro que se le aproxima es igual de

fantasmagórico y espectral para sus aspira-

ciones que el que vislumbra en cada una de

esas apariciones.

Es posible también que ese sea el motivo que

nos ha llevado a plantear este número. Si esa

condición de perpetuo desmoronamiento que

gobierna Mad Men a través de su fantasmago-

ría es inevitable, si la serie y con ella la histo-

ria de todos y cada uno de los personajes es-

tán condenados a convertirse en un recuerdo

imborrable en nuestras memorias, queremos

formar parte de ello. Por eso recogemos esta

serie de artículos sobre la que consideramos

que es una de las tres mejores ficciones que

ha dado la televisión en los últimos años.

Para no olvidarla, para que no nos olvide.

Para que no sea sólo un fantasma lejano que

vaga por nuestra memoria, para que podamos

comprender el motivo de cada una de las apa-

riciones futuras que haga en nuestras vidas.

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LA HISTORIA Y LAS

INTRAHISTORIASPor Antonio Sánchez Marrón

y Jesús Villaverde Sánchez

“Nostalgia. Es frágil, pero potente. Teddy me dijo que en griego ‘nostalgia’ significa literalmente ‘el dolor de una vieja herida’. Te punza el corazón mucho más fuerte que el simple recuerdo. Este dispositivo no es una nave espacial. Es una máquina del tiempo. Va hacia atrás, hacia delante… nos lleva al lugar donde nos duele ir de nuevo. No se llama ‘La Rueda’; se llama ‘El Carrusel’. Nos per-mite viajar como viaja un niño, vuelta y vuelta, y vuelta de nuevo, al lugar donde sabemos que nos aman.”

Las palabras que pronuncia Don Draper en la presentación más memorable de toda

la serie, la del carrusel de diapositivas de Kodak, hablan de la nostalgia, del tiempo,

de la lucha con los demonios del constante avance. El publicista utiliza su propia

historia para vender su producto y quedarse con la cuenta. De la misma forma, la

serie de AMC filtra la historia personal de los personajes (aquello que Unamuno

llamaba “intrahistoria”) entre las grietas que abre la Historia con mayúsculas, que

cobra una relevancia primordial para la serie en determinados momentos. En este

artículo ofrecemos un repaso, un carrusel de imágenes,

por los eventos históricos más importantes y por su

repercusión en los personajes de la ficción.

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Nixon vs. Kennedy

El capítulo 1x12 analizaba el cambiante pano-

rama político de un país que celebraba unas

elecciones entre dos jóvenes candidatos que

parecían querer darle un vuelco a la tradición

política del país. John Fitzgerald Kennedy y Ri-

chard Nixon celebraron el primer debate tele-

visado de la historia en un momento histórico

estudiado durante los últimos sesenta años

en todo tipo de escuelas, centros y facultades

donde la comunicación entre el producto y el

target al que va dirigido es el objeto último de

análisis.

Hasta llegar al momento que la serie plan-

tea, la retransmisión en un falso directo de

las elecciones norteamericanas en las que

Kennedy llegó al poder, hay que retrotraerse

al panorama político de aquellos días. Estados

Unidos había contemplado a tres presidentes

con largos mandatos cada uno. El Partido De-

mócrata mantuvo su poder en el país con los

doce años de Franklin D. Roosevelt y el ines-

perado doble mandato de un Harry S. Truman,

cuya contienda económica interior, unida a sus

decisiones en el exterior (bombardeo nuclear

a Japón, fundación de la ONU, la OTAN y el

Plan Marshall) le mantuvieron en liza durante

ocho años. Posteriormente, el Partido Republi-

cano llegaría al poder con un militar veterano,

un Dwight D. Eisenhower que ajustó la doctri-

na a seguir en la Guerra Fría. Pero, ¿qué es lo

realmente interesante a la hora de entrelazar

Mad Men con la llegada de Kennedy en 1960

y esa regeneración política en Estados Uni-

dos? El primer debate que tuvo lugar entre los

dos candidatos da muestras de un prolongado

estudio sobre el uso del lenguaje corporal y

las técnicas de transmisión de información (o

persuasión, según se mire) que emanan desde

la política a la vida social. El capítulo a tratar

incorpora varias dobles vertientes temáticas

que ayudan a identificar ciertas claves. Don se

enfrenta a Pete en numerosas ocasiones al in-

tentar evitar que Campbell llegue a controlar

importantes cuentas de la agencia. Para ello

usarán sus armas dialécticas con Bert Cooper,

la llave que abrirá la puerta de un nuevo futu-

ro para el sátrapa Pete enfrentado a la entere-

za irónica de Draper.

Posteriormente, se comienza a dibujar el pasa-

do de Don. Un pasado en la guerra, un hombre

atemorizado, inerte, tímido y cuyo aspecto dis-

ta mucho de la seguridad que mantiene en su

otra vida. Dos personajes, Whitman y Draper,

con una presencia y lenguaje corporal clara-

mente diferenciados. Al Draper publicista fé-

rreo, seguro de sí mismo además de (paradóji-

camente) a sabiendas de su papel en su propio

presente, se le contrapone el dubitativo Dick,

asombrado ante el futuro que tiene en sus ma-

nos. Una explosión destrozará las ilusiones de

uno y transformará la vida del otro.

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La crisis de los misiles en CubaUna de las virtudes de Mad Men a la hora de

contextualizar el tiempo que representa es la

de filtrar perfectamente los giros históricos

con los giros narrativos. En la segunda tem-

porada, la serie se centra en la relevancia que

adquirió la crisis de los misiles, pero lo hace

desde el punto de vista narrativo que envuel-

ve a sus personajes. Como si de un juego de

matrioskas se tratase, Sterling Cooper vive su

propia crisis y, por si fuera poco, en al ámbito

del hogar, tanto Don como Pete Campbell, so-

portan sendas crisis matrimoniales.

La agencia está en una tesitura compleja: la

posibilidad de una fusión con PP&L está ahí

de la misma forma que lo están los misiles

soviéticos en la isla de Cuba, apuntando di-

rectamente a la costa de Florida, en un caso,

y a la agencia, en el otro. Durante trece días,

la escalada de tensión es imparable: Kennedy

ordena el bloqueo de la isla para responder a

la amenaza y la posibilidad de una guerra no

tan fría se antoja demasiado cercana. El mun-

do mira perplejo al enclave, a Estados Unidos,

a la URSS y, en medio de todo, como actor

secundario pero muy primario, a Cuba.

Sin embargo, Sterling Cooper vive su propia

escalada de tensión ante la fusión. Las dos

crisis se suceden paralelas, en una estructu-

ración perfecta del guión (ya sabemos que la

escritura es el punto cumbre de la serie de

Weiner).

Por último, el matrimonio, en la capa más nu-

clear de los Estados Unidos, también sufre su

amenaza. Si Pete Campbell tiene que acep-

tar que su mujer haga las maletas para mar-

charse a Manhattan, víctima del miedo que le

provoca la creciente tensión; Don Draper vive

uno de los momentos más críticos al lado de

Betty. Una de esas crisis en las que ya se sabe

que la relación está herida de muerte, aunque

trate de soliviantar sus diferencias en un últi-

mo acto de amor entre los dos.

Evidentemente, como la historia nos indica (y

también nos podía haber dado pistas de la re-

solución final de las tramas de los personajes,

en este caso), la crisis de los misiles se solu-

ciona: los soviéticos retirarán sus misiles si los

estadounidenses hacen lo propio en Oriente

Medio. Respecto a los personajes, todas las

crisis se solucionan al tiempo que Kennedy

anuncia el cese del conflicto. La agencia Ster-

ling Cooper se fusiona finalmente sin que la

amenaza de los despidos se consume y Don y

Betty se reconcilian cuando esta anuncia que

van a tener otro hijo. El tratamiento y la fil-

tración del contexto histórico para explicar la

situación de los personajes y la serie, y vice-

versa, es magnífico. Otra vez más.

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La muerte de Marilyn Monroe Mad Men es la serie que abandera el cómo

antes que el qué. La manera en la que se

vende un producto y los recursos emociona-

les, ganchos ideológicos o experiencia que el

anunciante conoce a la hora de especular con

el imaginario popular con el fin de ofrecer un

producto a la opinión pública. La publicidad

ha existido desde el momento en que se ha

tenido que hacer negocio con la invención de

determinadas herramientas, utensilios y sub-

jetividades varias que influían en una artifi-

ciosa necesidad creada para la adquisición de

tal o cual producto.

En el caso de Marilyn Monroe, cuya muerte

se trata como contexto y telón de fondo para

el noveno capítulo de la segunda tempora-

da, se debe hacer referencia a la situación de

la actriz, musa y mito del Hollywood clásico

entre la población norteamericana en el mo-

mento en que la estrella brilló en el Séptimo

Arte. Hollywood encontró una mina de oro en

aquella joven que debutó en películas como

Ladies of the Chorus, La jungla de asfalto, Amor

en conserva y Eva al desnudo. La maquinaria de

20th Century Fox explotó sus atributos físicos

muy por encima de sus dotes interpretativas

intentando que la imagen de la actriz fuera el

principal reclamo para las mujeres que veían

un modelo de belleza diametralmente opues-

to al que se tenía a finales de los años 40.

La revolución Marilyn estallaba y la actriz se

convertía en objeto de deseo de un país en-

tero. La crítica veía en sus películas, más que

a una intérprete, a una mujer que cambiaría

para siempre todo lo que rodea al pop, la cul-

tura de masas que en Estados Unidos floreció

en la década de los 50.

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Sin embargo, una noche todo cambió. La ac-

ción sucede en 1962. El Madison Square Gar-

den acoge los fastos de aniversario del pre-

sidente John Fitzgerald Kennedy, elegido el

año anterior y asesinado en 1963 en circuns-

tancias hasta ahora imposibles de esclarecer.

Marilyn se encontraba rodando Something s

Got To Give y apareció en el escenario para

cantar el icónico Happy Birthday dedicado al

presidente.

Tres meses después, su cuerpo aparecía sin

vida en su casa, con tan solo 36 años. Marilyn,

“la tentación rubia”, uno de los patrones de

la moda, el cine y la vida social en Estados

Unidos había desaparecido. Pero no así su ico-

no y aquello que Hollywood siempre ha apro-

vechado de sus estrellas caídas: la leyenda.

La propaganda cinematográfica alrededor de

una marca, el rostro de Norma Jeane Morten-

son.

El asesinato de KennedyEn su artículo ¡Han matado a Kennedy! ¡Hijos

de puta! El contexto histórico en Mad Men (Mad

Men o la frágil belleza de los sueños en Madison

Avenue, VVAA, Errata Naturae, p. 81-105), Os-

car González Camaño sentencia: “Aunque sue-

ne cruel o incluso macabro, nos interesa más

el Kennedy muerto que el vivo.” El autor se

refiere a la creación del mito sobre la persona

real. El presidente Kennedy representó para

los estadounidenses de los años 60 una espe-

ranza de cambio, la promesa del aire fresco,

la novedad que metaforizaba un presidente

joven y apuesto.

Kennedy era la regeneración después de tres

mandatos excesivamente largos y de perfil

no demasiado aperturista. No queremos de-

cir con esto que la llegada de Kennedy fuese

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a convertir los USA en algo completamente

distinto de lo que había sido históricamente.

Para nada. De hecho, son muchas las enmien-

das que se le hacen a su política; la crisis de

los misiles, el muro de Berlín, y a la larga, so-

bre todo, la falta de determinación para apro-

bar una ley de derechos civiles que sí aproba-

ría Lyndon B. Johnson posteriormente, y cuyo

espíritu se prestaba, precisamente, a la época

que a él le tocó gobernar. Pero, a pesar de

todo, la imagen que proyectaba JFK era de

aura completamente extemporánea, distinta,

ciertamente revitalizante. Y en una era en la

que esa imagen proyectada comenzaba a ser,

quizás, la parte más importante del día a día

(véase la construcción de la identidad de Don

Draper de puertas hacia el exterior), esto era

un dato muy a tener en cuenta.

El asesinato de John Fitzgerald Kennedy su-

puso para los Estados Unidos el despertar

brusco de una plácida utopía. En Mad Men

este acontecimiento histórico se recoge en la

tercera temporada, en un episodio en el que

la televisión (herramienta publicitaria, infor-

mativa y marketiniana a partir de entonces)

será protagonista. Los personajes se enteran

del suceso y, desde entonces, se los puede ver

pegados al televisor constantemente. Todos

lloran a Kennedy, incluso aquellos que, como

Bert Cooper y Roger Sterling, no comulga-

ban precisamente con sus ideas. Todos lloran

la vulnerabilidad de América ante el horror,

porque todos entienden que esa flaqueza es

la que alberga cada uno de ellos en su fuero

interno. La noticia interrumpe la vida: Betty

llora al presidente junto a Carla, en casa; Pe-

ggy hace lo propio en un aséptico hotel, junto

a Duck Philips; la hija de Roger se viene abajo

cuando intuye que su boda va a ser recordaba

por el magnicidio. La muerte de Kennedy su-

pone el despertar del sueño, el inicio de la co-

lorista decadencia de los sesenta. La toma de

conciencia de que la frase de Trudy, respon-

diendo a las afirmaciones de Pete que asegu-

ran que hay gente que se alegra del asesinato,

se ha convertido en una falsedad: “No impor-

ta qué ideas políticas tengas. Esto es Estados

Unidos: aquí no se dispara al presidente”.

Civil Rights y la lucha del black powerPrimer capítulo de la quinta temporada. Una

manifestación de afroamericanos, en la que

llega a intuirse hasta un sacerdote, irrumpe

de manera sonora en la normalidad de la ofi-

cina de Young & Rubicam, agencia competen-

cia de SCDP, donde se sitúan tres hombres.

La cámara enfoca a uno de ellos que, enfa-

dado, espeta un sonoro “Shut up”. De pronto,

la acción se va a una de las ventanas y se ob-

servan varios carteles. Uno de ellos es el que

más llama la atención desde el punto de vista

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histórico: “Goldwater ´68”. ¿Qué o quién

es Goldwater y que hace en esa ventana

justo en ese momento?

De nuevo la política es el eje central de

Mad Men. Matthew Weiner no es contra-

rio a ajustar la realidad de sus personajes

a su contexto histórico. Ese cartel mues-

tra el apoyo a Barry Goldwater, conten-

diente republicano en las elecciones de

1964 frente a Lyndon Johnson. Contrario

al sistema económico que Roosevelt ha-

bía impuesto, Goldwater negó su apoyo

a la Ley de Derechos Civiles ratificada

por Johnson en 1964, un movimiento

hipócrita para con los demócratas que

se adscribieron a su pensamiento que

le hizo perder el apoyo de todos los es-

tados sureños que le habían manifes-

tado su voto. No obstante, fue elegido

senador por Arizona en 1968, época a

la que se retrotrae el capítulo en cues-

tión.

La situación de las personas de raza

negra en Estados Unidos seguía sien-

do una cuestión de prejuicios. Otro de

los carteles que Weiner propone en la

ventana reza: “If you want money, get

a job” (Si queréis dinero, conseguid

un trabajo). La burla y la mofa eran

una constante, lo que causaba inena-

rrables conflictos.

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Un ejemplo, la decisión de estos mismos eje-

cutivos de arrojar bolsas de agua a los ma-

nifestantes para confirmar su superioridad

racial. Tan absurdo como real. Con el mismo

significado, hay que hacer especial mención

al final del capítulo. Don y Megan hacen su

entrada en la agencia admirando el vestíbulo.

Una veintena de personas de raza negra se

postulan para trabajar en SCDP. Sin embargo,

todo responde a una broma infantiloide (como

el propio Campbell afirma) de los mismos que

arrojaron aquellas bolsas de agua.

La lección final no puede ser más acertada. La

agencia termina ratificando su propia declara-

ción de Derechos Civiles con las palabras de

Lane Pryce, dando paso a una nueva era para

los publicistas de Madison Avenue.

WoodstockCelebrado los días 15, 16, 17 y 18 de mayo de

1969, el Festival de Woodstock se convirtió

en una de las mayores manifestaciones de la

contracultura norteamericana en total opo-

sición a la situación política del país. Aque-

lla generación de hippies se reunía de forma

simbólica para hacer valer su papel en la opo-

sición a la barbarie de Vietnam y al sistema

establecido por el presidente Richard Nixon,

elegido meses antes.

El país se preparaba para vivir una de las

concentraciones culturales más reconocidas

de la época. El espíritu de Woodstock ocupó

las portadas de medio mundo y la presencia

de grupos como The Who, Jefferson Airplane,

Joan Baez, Joe Cocker, The Band, Johnny Win-

ter, Santana, Canned Heat, Crosby, Stills, Nash

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& Young, Janis Joplin, Jimi Hendrix o la Cree-

dence Clearwater Revival ayudó a concebir el

evento como uno de los mayores certámenes

musicales de la Historia.

Por si fuera poco, rindiendo culto a la meloma-

nía, The Beatles lanzaban Abbey Road, penúl-

timo álbum de estudio. Este anexo

a la separación de la banda

sirvió como preludio al

Let It Be y al concier-

to en la azotea de

Apple Records.

Su participación

en Woodstock

quedó descarta-

da tras oponerse

la organización a

las peticiones de

John Lennon.

A su vez, Led Zeppelin pu-

blicaban su primer disco, homó-

nimo, llevando a cabo una revolución en la

teoría conceptual del rock. The Rolling Sto-

nes lanzaban Let It Bleed, uno de sus mejores

álbumes. Johnny Cash destrozaba emociones

con At San Quentin, The Velvet Underground

lanzaba su disco homónimo, tercero de su ca-

rrera como grupo y The Who inventó la ópera

rock con su Tommy.

¿Qué se vislumbra en Mad Men en torno a toda

esta época? Es época de rebeldía, de romper

con las tradiciones, de establecer un nuevo

tempo a la cotidianeidad.

La llegada a la luna

Quizás el alunizaje sea uno de

los momentos clave para

el desarrollo de la te-

levisión como me-

dio informativo y

como centro del

hogar.

Así lo indica

Peggy en la

presentación de

Burger Chef que

prepara junto a Don

en el momento de la

llegada de Neil Armstrong

a la luna: “No tengo que cobrarles

por un estudio que diga que la mayoría de

televisores están a dos metros de la mesa

del comedor. […] Este es el verdadero hogar

en el que viven sus clientes”.

Las palabras de Olson no son vanas, la te-

levisión acaba de dar el paso definitivo para

convertirse en el punto neurálgico más im-

portante en el hogar, y está a punto de hacer

lo propio en el ámbito de la publicidad.

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Todos los personajes de Mad Men asisten per-

plejos a la frase de Armstrong: “Un pequeño

paso para el hombre, un gran paso para la

humanidad”, mientras ven el alunizaje en la

pequeña pantalla.

La estructuración del guión y la dirección de-

ciden mostrar la forma en que todos ellos re-

ciben la noticia: Roger junto a su ex mujer y

su nieto; Betty junto a Henry y un grupo de

amigos; Cooper junto a su secretaría; y Don,

Peggy, Pete y Harry en el hotel en el que se

hospedan para acudir a la presentación de

Burger Chef el día siguiente.

La representación de todos estos personajes

en la tesitura de observar el acontecimiento

no es otra cosa que la aseveración de que

toda América estaba ese día pendiente del te-

levisor, asistiendo atónitos a cómo el Apolo 11

plantaba sus patas en esa tierra lunar, abría sus

compuertas

y los pequeños saltitos de Armstrong abrían

una perspectiva nueva de futuro.

Esa perspectiva, ese pequeño paso para “el

hombre”, se abre también para Peggy en for-

ma de relevo. Don le cede la presentación y

con ello la cuenta de Burger Chef, si la ob-

tiene, pero con ello lo que hace es ofrecerla

su propio testigo, como había anunciado un

fantástico plano a contraluz de Olson en la

oficina unos capítulos antes. Evidentemente

Peggy obtiene la cuenta y el relevo queda

garantizado. Es entonces cuando Bert Cooper

muere y con él, el antiguo mundo de la pu-

blicidad.

Su tránsito refleja que el testigo que ha entre-

gado Don a su protegida es el de toda la pu-

blicidad, el de un maestro que anticipa su re-

tirada futura y delega su sabiduría en la mejor

de las ma-

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nos posibles. “The best things in life are free”,

canta Bert cuando se le aparece a Don en la

oficina; esas cosas gratuitas son las que ha-

cen que la vida merezca la pena, ese verda-

dero hogar que supone “una mesa en la que

todo el mundo tiene lo que quiere y cuando

lo quiere”. Esa mesa que para Don siempre

ha sido la familia “reconstruida” en la agen-

cia, como representa el fantástico plano en el

que la extraña unidad familiar constituida por

Don, Peggy y Pete toma una cena en el propio

Burger Chef. El cambio está consumado.

Tomorrow Never Knows,

el fin de una eraEl octavo episodio de la quinta temporada

supuso un punto de inflexión en la ficción

desarrollada por Matthew Weiner. Un punto

de inflexión en el que Don Draper comienza

a sentir que su poder se tambalea, su ego le

deja las mayores dudas y el universo que ha

creado alrededor suyo se descompone sin

que pueda, aparentemente, hacer nada para

sostenerlo. “Lady Lazarus”, nombre al que

responde el capítulo, pasará a la historia de

la serie por ser el único momento musical en

una obra audiovisual en la que se puede es-

cuchar un tema interpretado por The Beatles.

Tomorrow Never Knows fue un adalid del rock

psicodélico que los de Liverpool destaparon

en su álbum Revolver. El séptimo disco de

estudio de The Beatles data de 1966, una

época en la que Johnson retiene a los sol-

dados enviados a Vietnam al considerar que

no había finalizado la agresión comunista y

llega a haber algo más de 250.000 efectivos.

También coincide con el lanzamiento del dis-

co Pet Sounds de The Beach Boys, cambiando

diametralmente el sonido de la banda califor-

niana, o la fundación de los Panteras Negras,

una organización política que hizo tambalear

al gobierno de Johnson por su extremismo en

defensa de los derechos raciales.

En toda esta época convulsa, las relaciones

personales de los protagonistas se encuentran

en un proceso de ruptura física y psicológica.

Don y Megan atraviesan una crisis provocada

por la renuncia de Megan a seguir trabajando

en la agencia y recuperar su vertiente artísti-

ca, lo que provoca que Don comience a sen-

tir la inestabilidad de su vida. Pete Campbell

busca nuevos retos pasionales e inicia una

aventura con una extraña mujer que aguarda

a su marido en una estación, haciendo tamba-

lear su matrimonio y la seguridad en sí mismo

de la que alardea en su trabajo.

El viaje final que Weiner propone para con-

cluir el capítulo es un momento histórico en

la serie. La acción se traslada al apartamento

de Don. Megan vuelve a dar clases de inter-

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pretación y Draper se quedará solo esta noche en su apartamento. Ella, en un intento por mos-

trarle la realidad del presente en el que viven, le regala una copia del vinilo del Revolver de The

Beatles. Llenando su copa, Don ejecuta un preciso movimiento con la aguja de su tocadiscos y,

según las indicaciones de Megan, debe empezar por (paradójicamente) la canción final: Tomo-

rrow Never Knows, el mejor título posible a sabiendas de todo lo que sucederá en la ficción a

partir de este capítulo.

Y de nuevo, el vacío.

“Turn off your mind relax and float down stream It is not dying, it is not dying

Lay down all thoughts, surrender to the void, It is shining, it is shining.”

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ILUSTRACIÓN DE JACK HUGHES

EL ESTILO ‘MAD MEN’

CORAL GONZÁLEZ

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Si por algo ha destacado Mad Men a lo largo

de los últimos años es por el cuidadoso tra-

zado que ha realizado de los años 60 y 70 a

través de la pequeña pantalla. El trabajo de

Matthew Weiner, creador de la serie, junto al

resto del equipo ha sido tan meticuloso que

muchos pueden considerar que raya lo ob-

sesivo. El cuadro se ha compuesto prestando

atención hasta al más mínimo detalle, desde

la orientación de las ventanas de la oficina

hasta la decoración de las casas de la época,

que evolucionan a la vez que lo hacen las vi-

das personales de los protagonistas. Dentro

de este paisaje, el vestuario se ha convertido

en una pieza esencial para comprender la his-

toria.

Además, este retrato ha servido para inspirar

numerosas colecciones de algunos de los más

prestigiosos diseñadores de la esfera interna-

cional. Para muchos Mad Men es ya la serie de

televisión más influyente dentro del mundo

de la moda. Los trajes sobrios y grises para

ellos y los vestidos ceñidos a la altura de la

cintura para ellas han recuperado su espacio

dentro de la mayor parte de las tiendas alre-

dedor de todo mundo. Reflejar la sobriedad

y elegancia de la época no es sencillo. Janie

Bryant, estilista de la serie, combina nuevos

diseños con ropa vintage de la época.

El impacto que el vestuario de la serie ha te-

nido en el panorama internacional ayuda a

no tener que remontarse en el tiempo para

conseguir el look idóneo. La propia Bryant

ha aprovechado el tirón de la ficción para pu-

blicar un libro en Estados Unidos titulado The

Fashion File en el que invita a los lectores a

analizar el vestuario de la serie y revela cual

es el proceso que se sigue para diseñar la

ropa de cada personaje. Tanto Matthew Wei-

ner como ella se preocupan de cuidar hasta

el mínimo detalle lo que da autenticidad a la

serie.

Page 25: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

25

DON DRAPER, EL DANDY

Don Draper, protagonista indiscutible de la

serie, se ha convertido con el paso de los años

en el paradigma de la masculinidad, sobriedad

y elegancia. Durante las primeras temporadas

el armario del publicista estuvo plagado del

clásico traje americano de la época, populari-

zado por marcas como Ralph Lauren.

La americana de dos botones se acompaña

por corbatas que apuestan por diseños muy

elegantes, generalmente de rayas diagonales

o colores lisos, huyendo siempre de los to-

nos más llamativos. Draper es publicista pero

también es un hombre de negocios con un im-

portante cargo dentro de una de las empresas

más punteras de Nueva York. Este equilibrio

que tienen que encontrar entre la creativi-

dad y la sobriedad que requiere su puesto se

ve reflejado en su ropa. Su armario destaca

por encima del que viste el resto del elenco

masculino, aportando texturas y tonos distin-

tos. Fuera de la oficina hemos podido ver al

personaje con looks más desenfadados, pero

siempre cuidados hasta el último detalle. Du-

rante su viaje a California, un estado que vivía

un momento de explosión de la libertad, pu-

dimos ver las americanas más extravagantes

de toda la serie.

Durante los años 60 era muy habitual ver a

los hombres complementar su look con un

gorro, algo que posteriormente han hereda-

do otras ficciones, como es el caso de White

Collar, en la que Matt Bommer viste también

trajes diseñados a medida que acompaña de

los gorros más característicos de los años 60.

LAS MUJERES EN ‘MAD MEN’Joan Holloway siempre ha sido ama y señora

de los pasillos de la agencia Sterling Draper

Cooper Pryce. Su voluptuoso cuerpo de me-

didas imposibles hacía que la jefa de secre-

tarias fuese el objeto de deseo de la mayoría

de los hombres de la serie. Fuerte y carismá-

tica, siempre ha apostado por estilismos más

arriesgados que el resto del elenco femenino.

Su melena pelirroja funciona a la perfección

con looks más vivos y provocativos. El collar

de bolígrafo es el único patrón fijo dentro de

sus numerosos cambios de estilo a lo largo de

las primeras temporadas. Las faldas de tubo

y los escotes imposibles son básicos dentro

de su armario. Esta seguridad a la hora de ca-

minar y abrirse paso entre los pasillos de la

oficina es el fiel reflejo de una mujer que va

por delante de la época. Lejos de pretender

aparentar ser la esposa perfecta, Joan ha ex-

plotado desde el primer episodio su femini-

dad, haciéndose ver y respetar en un mundo

Page 26: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

26

mayoritariamente masculino. Su

personalidad camaleónica, que se

ha adaptado a todas las situacio-

nes que se le han presentado a lo

largo de la serie, tiene reflejo en

un armario de lo más variado.

LA ESPOSA DE AMÉRICASin lugar a dudas Betty Draper uti-

liza el vestuario más elegante de

toda la serie. Su posición econó-

mica, mucho más favorable que la

del resto de personajes femeninos,

se refleja en la poca frecuencia

con la que repite ropa a lo largo de

las temporadas. La belleza fría de

January Jones se traslada a la per-

fección al carácter de Betty, una

modelo que tuvo que renunciar

a su carrera para permanecer al

lado de su exitoso marido, al que

en muchas ocasiones siente que ni

siquiera conoce. En el comienzo de

la ficción, cuando Betty tan sólo

parece una ama de casa encargada

de criar a sus hijos mientras Don

amplía su currículum extrama-

trimonial vemos como a menudo

viste con atuendos serios y que

la hacen parecer más mayor de lo

Page 27: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

27

que es. En la segunda entrega presenciamos

la liberación del personaje, que empieza a co-

nocer una nueva vida fuera del matrimonio.

Eso la empuja a modernizar sus looks y sacar

mejor partido a su espectacular figura. Los

vestidos estilo Barbie y las joyas son básicos.

Posteriormente, vemos a Betty reconvertida

en la esposa de un político, algo que cambia

por completo su armario, llenándolo de tonos

pastel que combina con prendas muy sobrias.

Las perlas, el complemento básico de toda

buena republicana. A medida que Betty se

siente menos atada a su matrimonio vemos

cómo va recuperando su figura y su armario

vuelve a coparse de tonos vivos y numerosos

estampados florales.

LA MADUREZ DE SALLYAl lado de Betty hemos visto crecer a su hija,

Sally. Desde los primeros episodios en los que

conocías a una pequeña niña vestida de bai-

larina o en pijama hasta la joven adulta, des-

ligada de su padre y desengañada respecto

al hombre que ella creía que era que hemos

podido ver en las últimas entregas. La actriz

Kiernan Shipka ha crecido dentro del set. En

una reciente entrevista, publicada por el New

York Times, asegura que participar en una

serie así le ha permitido enamorarse de este

tipo de personajes, que tienen una voz propia

Page 28: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

28

dentro de la historia. Esto es exactamente lo

que ha sucedido con Sally, que ha pasado de

ser un simple elemento accesorio de la serie

a llevar buena parte de la carga dramática de

algunas de las líneas argumentales más im-

portantes de las últimas temporadas.

Sally representa el único amor verdadero de

Don Draper, el único al que siente que de al-

guna manera ha fallado a lo largo de los años

y que le causa remordimientos. El mayor cre-

cimiento del personaje lo vimos durante los

años 60, en el que sorprendió a todos con un

look absolutamente sesentero durante la en-

trega de los premios Clio. Por primera vez, vi-

mos a la Sally que comienza a ser mujer y no

a la niña vestida por Betty. En la sexta tempo-

rada los cuadros se convierten en los grandes

protagonistas y en la última podemos ver ya

a una joven que se deja llevar por la moda

hippie de la época.

Al contrario que su madre, Sally no busca

aparentar ser la mujer perfecta, y como la

mayoría de jóvenes de la época se enfrenta

al orden establecido, sintiendo una profunda

desconexión con el mundo que le ha rodeado

hasta ahora.

Page 29: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

29

LA MUJER FUERA DE LOS CONVENCIONALISMOS El personaje que más ha evolucionado a lo largo de la serie es sin lugar a dudas

Peggy, que representa el cambio experimentado por la mujer durante estos años.

En el comienzo de la serie su vestuario era el propio de cualquier secretaria de

la época. Prendas muy serias y sencillas, acordes al perfil bajo que el persona-

je mostraba en un principio. A partir de la cuarta temporada, en la que vemos

su mayor crecimiento profesional, comprobamos como el personaje comienza a

vestir más acorde a su edad, incorporando colores y nuevos vestidos. Peggy re-

presenta en muchos momentos la evolución de la mujer dentro de un mercado

laboral plagado de hombres, y esta situación tiene su reflejo dentro del armario

de la protagonista. Peggy es la primera mujer en llevar pantalones dentro de la

serie. Una metáfora perfecta de su crecimiento y su posición dentro del mundo

de la publicidad. El personaje ha crecido de manera paralela a muchísimas de las

mujeres de la época, abriendo el camino para las siguientes generaciones.

El éxito de Mad Men radica en el cuidado de todos los detalles, que ayudan a

componer el cuadro perfecto que refleja una época llena de glamour y elegancia.

El vestuario es uno de los elementos esenciales que trazan las líneas maestras

de lo que es la serie. Una imagen perfecta que esconde las grietas y debilidades

que hay detrás de cada personaje.

.

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32

Antonio Sánchez Marrón

LOS DERECHOS CIVILES EN ‘MAD MEN’

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33

La ficción de AMC que ocupa este número se

extiende cronológicamente desde principios

de los 60 hasta, aproximadamente, mediados

de 1969. Una década en la que, históricamen-

te, Estados Unidos cambiaba tanto como sus

protagonistas. Una época en la que, de forma

taxativa, el gobierno norteamericano daba

un vuelco a un tema tan controvertido como

la propia historiografía del país: el reconoci-

miento de los derechos de la población negra.

Para trazar un mapa político que sirva para di-

bujar el panorama con el que Mad Men irrum-

pe en la década de los sesenta es necesario

remontarse hasta 1865. La Constitución de

los Estados Unidos, ratificada finalmente en

1790, no hacía mención alguna al reconoci-

miento de los derechos de aquellas personas

consideradas como esclavos. Una época en la

que la esclavitud todavía seguía siendo uno

de los ejercicios más frecuentes en Estados

Unidos y que sembró la semilla del odio en un

país ya de por sí fragmentado.

Si uno comienza a repasar la historia de Esta-

dos Unidos da con el punto clave que ayudó

a aliviar la situación (aunque no a mejorarla).

Antes incluso de que el último estado en ra-

tificar la Constitución, Rhode Island, lo hicie-

se, ya se estaban proponiendo las enmiendas

que completarían el texto regidor de los Es-

tados Unidos. 27 enmiendas son las que están

aprobadas a día de hoy y es preciso detenerse

en dos de ellas: la 13 (abolición de la escla-

vitud) y la 15 (sufragio racial). Entender en

estos días la Constitución con las enmiendas

planteadas es algo sencillo. La educación y

herencia sociocultural que se ha recibido en

las últimas décadas ha sido motivo suficiente

para facilitar la integración de todas las per-

sonas, sean del credo, raza, religión u orien-

tación de cualquier tipo en la vida diaria. Sin

embargo, la población de 1865 vivió como

su presidente, Abraham Lincoln, ratificaba la

XIII Enmienda: “Ni en los Estados Unidos ni

en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá

esclavitud ni trabajo forzado, excepto como

castigo de un delito del que el responsable

haya quedado debidamente condenado.”

Y, posteriormente, en 1869, Andrew Johnson

firmaba la XV Enmienda: “Ni los Estados Uni-

dos, ni ningún otro Estado, podrán descono-

cer ni menoscabar el derecho de sufragio de

los ciudadanos de los Estados Unidos por mo-

tivo de raza, color o de sus antecedentes de

servidumbre.”

Pero no todo iba a ser tan fácil. La población

afroamericana no ejerció libremente el dere-

cho al sufragio hasta 1965, casi cien años des-

pués. La población norteamericana se negaba

a dejar que los esclavos y sus descendientes

escogiesen con los mismos derechos a los que

les iban a gobernar pese a la ratificación casi

unilateral de las enmiendas a la Constitución.

Grupos como el Ku Klux Klan surgieron para

hacer valer la superioridad racial, religiosa,

Page 34: 3x01 - It's toasted (Especial 'Mad Men')

34

moral y cultural de los blancos por encima

de cualquier otra consideración personal. Las

consecuencias de la Guerra de Secesión, que

enfrentó a los unionistas de Lincoln y los abo-

licionistas con los confederados del Sur lide-

rados por Jefferson Davis, fue el caldo de cul-

tivo de una lucha social que se prolongó más

de un siglo y que hoy día sigue en la primera

página de los medios de comunicación.

Ulysses S. Grant, en 1871, disolvió el Ku Klux

Klan. Sin embargo, la sociedad volvería a re-

agruparse años después, en 1914 para volver

a desaparecer en 1944. Hoy en día, sigue en

lucha aunque su poder es bastante más mino-

ritario en el conjunto global de la nación. Hay

que llegar a la década de los 60, más concre-

tamente al primer capítulo de la quinta tem-

porada (léase La historia y las intrahistorias en

este mismo número) para comprender el es-

tado de la población en 1966, año en el que

se desarrollará la temporada. No hay más que

ver los cartelones colgados de las ventanas

de la oficina desde donde se arrojan las bolsas

de agua a los manifestantes negros congrega-

dos en Madison Avenue. Uno de esos carteles

muestra el nombre de Barry Goldwater, quien

llegó a enfrentarse al demócrata Lyndon Jo-

hnson y a quien el futuro presidente incluso

vendió como un político sostenido por el Ku

Klux Klan.

La lucha por los derechos civiles comenzó

a plantearse a mediados de los cincuenta,

cuando surge la figura de Martin Luther King.

El termómetro de la violencia racial había

llegado a su límite con la sentencia a Rosa

Parks, una mujer que se negó a ceder su si-

tio en un autobús a un hombre blanco y que

fue arrestada posteriormente. El asesinato de

Emmett Hill en 1955 o el boicot a la compa-

ñía de transporte público de Montgomery in-

cendiaron un movimiento que ya comenzaba

a dar muestras de querer posicionarse políti-

camente. Movimientos posteriores en Albany,

Alabama o Washington manifestaron también

el lugar político que el presidente Kennedy

había decidido ocupar con respecto a este

controvertido tema. En 1962, se llevó a cabo

la Marcha sobre Washington, que culminó con

el histórico I Have a Dream de Martin Luther

King.

La quinta temporada de Mad Men, ese primer

capítulo al que se ha hecho referencia, supo-

ne un punto de partida a la hora de analizar

la situación de la población negra en Estados

Unidos. Se pasa de una América en la que las

mujeres afroamericanas no pasan de trabajar

para los burgueses a una sociedad que las

acepta en la cotidianeidad de las funciones

para las que jamás habían pensado. En las

tres primeras temporadas, solo se observan

dos personajes afroamericanos clave: Carla,

la empleada de Betty en su hogar y niñera de

sus hijos, y el hombre encargado del ascensor

en la oficina, con el que Draper llega incluso a

intercambiar miradas y conversaciones de ac-

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35

titud altiva. En el 3x09, Betty escucha el dis-

curso de Martin Luther King, I Have a Dream,

y asiente airada ante el cambio radical de pa-

radigma social que está a punto de suceder.

Pero no es hasta esa quinta temporada

cuando la agencia contrata a una secretaria

afroamericana, Dawn, que será una piedra an-

gular para Don dentro de su trabajo. No hay

más que recordar la llegada de Don y Megan

a la oficina mientras observan en el vestíbulo

a toda una legión de personas con sus currí-

culos esperando a ser llamadas para una en-

trevista de trabajo.

Es el momento en que SCDP decide empren-

der un viaje sin retorno a un futuro político y

social complejo. Un momento en que Nortea-

mérica decide embarcarse en la total unidad

social de su nación, una tarea que el presiden-

te Lyndon B. Johnson culminó con la Ley de

Derechos Civiles de 1964 desde la perspec-

tiva pública del poder. Con esta ley, pasaron

a ser ilegales todas aquellas acciones que se

habían adoptado desde hacía cien años has-

ta ese momento que separaban socialmente

a las personas negras de los blancos, espe-

cialmente en el sur de Estados Unidos con el

establecimiento de las leyes de Jim Crow en

1876.

El país se preparaba para vivir una nueva

época que proclamaba la unidad de todos sus

pueblos como una de las bases de la convi-

vencia americana. Buena parte de la pobla-

ción se dio cuenta de que el verdadero sueño

americano comenzaba por ellos mismos, por

aceptar a quienes tenían alrededor.

Mad Men recoge el sentimiento de aquellos

veteranos de guerra, todas esas personas que

ya habían cumplido los cincuenta o sesenta

años y que permanecían en un estado de le-

targo político-social propio de los tiempos de

Woodrow Wilson. La normalización que en

la serie se realiza de una sociedad en la que

todos los seres humanos han sido admitidos

como iguales supera cualquier concepción de

la realidad vivida. Y esa, precisamente, es la

razón por la que la riqueza temática y tras-

cendental de Mad Men sigue siendo de una

objetividad incuestionable.

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PATRIARCADO, LUCHA Y

PRINCIPIO DE EMANCIPACIÓN

LA MUJER A TRAVÉS DE ‘MAD MEN’:

ILUSTRACIÓN DE JACK HUGHES

JESÚS VILLAVERDE SÁNCHEZ

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Para nada sirve la discusión, excesivamente manosea-

da, sobre si Mad Men es una serie feminista, machista

o cualquier otro –ista que se nos ocurra respecto a la

figuración y el desequilibrio entre hombre y mujer en

su desarrollo. Lo cierto es que Mad Men la escriben,

fundamentalmente, mujeres. Además, cabe destacar

como introducción que no porque una época fuese

primigeniamente machista su retrato lo tiene que ser.

Desde estas páginas me posiciono: Mad Men está muy

lejos del machismo y, creo, y le hace bastante bien,

también del feminismo.

Desde el primer episodio, uno de los relatos que con-

tiene la globalidad de Mad Men es el del ascenso de la

mujer en el terreno laboral. En la serie, esta coyuntura

está centrada en los personajes de Joan Holloway y,

sobre todo, de Peggy Olson. No en vano, la ficción de

AMC comienza con la llegada de esta a las oficinas

de Sterling Cooper para trabajar como secretaria de

Don Draper. La entrada de Peggy es la de una mujer

novata, casi asustada, en un mundo completamente

hostil hacia mujeres como ella. Nada tiene que ver

esta entrada con la que efectuará en el episodio 7x12,

en la que su versión badass hace aparición en la nueva

agencia, después de luchar por su despacho y, en defi-

nitiva, por su condición laboral, ante la atónita mirada

de aquellos con los que se cruza.

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Mad Men es, por tanto, el reflejo de una épo-

ca de cambios: de la asimilación machista del

hombre como ser superior al ascenso de la

mujer gracias a sus aptitudes y su valía frente

al hombre. Del patriarcado a una sociedad más

igualitaria, aunque evidentemente el camino

no está recorrido íntegramente al final de la

serie (ni siquiera hoy en día, tristemente). La

situación en la que pone Weiner su punto de

partida la refleja muy bien un artículo que re-

coge la forma en que la disposición jerárquica

del espacio está hablando de la situación de

la mujer en la sociedad1. El hombre siempre

aparece situado en el mejor espacio, en las

oficinas del exterior del plano, en esos gran-

des espacios que reciben la vitalista luz natu-

ral; las mujeres, al contrario, son relegadas a

las salas internas, que no reciben el privilegio

de la luz natural y han de conformarse con la

luz artificial de los fluorescentes.

Mad Men es el relato de cómo la mujer, repre-

sentada en Peggy Olson por encima de todas

las demás, consigue dejar atrás esa conven-

ción y obtener, por méritos propios, su propia

luz natural. El relato del ascenso de la mujer

en el terreno laboral es una de las vértebras

de la ficción de AMC. Vila-Matas lo explica de

forma muy transparente en su artículo Peggy

no se casó, recogido en el volumen Mad Men o

la frágil belleza de los sueños en Madison Ave-

nue2: “El personaje de la intrépida Peggy Ol-

son era, por mucho que Don Draper y otros

parecieran gozar de ese privilegio, el verdade-

ro eje de todo lo que se contaba en la serie”.

Por tanto, en esa posibilidad de un feminismo

latente radica la problemática relación entre

Don y Peggy, maestro y pupila, que conduce

la serie de principio a fin y que no muestra

otra cosa que el cambio permanente que su-

puso la era de los sesenta. Quizás la metáfora

con la que Isabel Vázquez la define sea la más

poética, pero también encierra la esencia de

ese conjunto de cambios: “Peggy y Don son

la vida y la muerte entrelazadas en Manha-

ttan”3.

Don refleja la vertiente antigua, también per-

sonificada en sus socios Roger Sterling y, so-

bre todo, Bert Cooper; Peggy representa lo

nuevo, un futuro lleno de oportunidades y en

1 Mad Men. Visual Style. Jeremy G. Butler, en How to Watch Television. Ethan Thompson y Jason Mi-

ttel, New York University Press, 2013. (Citado por Jorge Carrión en La mirada masculina y la mujer

moderna: De Mad Men a Masters of Sex, en Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison

Avenue. VVAA, Errata Naturae, 2015. p.136).

2 Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue. VVAA, Errata Naturae, 2015. p. 47-60.

3 Me llamo Peggy Olson. Isabel Vázquez. Ediciones B, 2015. p. 10.

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el que la mujer jugaría un papel mucho más

importante que el de la secretaria. El ascenso

de la mujer en el terreno laboral se efectúa

a caballo con la masculinidad, la mujer nun-

ca termina de desprenderse del todo de ese

patriarcado gobernante. Es normal, teniendo

en cuenta que ni siquiera en la época actual,

en muchos casos, lo ha conseguido. Los ejem-

plos de Joan, ascendida a socia a condición de

sacrificar su libertad sexual y pasar una noche

con uno de los directivos, y de Peggy, ascendi-

da en un arrebato de Don para castigar a Pete

Campbell, son claras evidencias de ello. Qui-

zás el punto de giro más alto en este sentido

sea el episodio 5x04 en el que Roger Sterling,

tras una negociación y ante la perseverancia

de Peggy en obtener una cuenta, se la otor-

ga porque puede llegar a ver el potencial que

tiene.

No obstante, no sólo se evidencia la crecien-

te “independización” de la mujer en estos dos

personajes. Los sesenta de Mad Men aportan

una perspectiva de la mujer contestataria

ante el inmovilismo social reinante. “Las fuer-

zas de cambio surgidas del inmovilismo más

radical posterior a 1968 desafían abiertamen-

te el inmovilismo social y político de Sterling,

Draper, Philips y compañía. La hija de Roger

Sterling acaba en una comuna hippie sin que

su autoritario padre pueda remediarlo. Sally

Draper se muestra como una niña precoz y

desafiante, dispuesta a no dejarse dominar.

Incluso Megan se deja llevar por el ambiente

de la costa Oeste y convierte la distancia físi-

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42

ca que la acaba separando de Nueva York en

su garantía de libertad”, escriben Fernando de

Felipe e Iván Gómez4.

Por otra parte, la dicotomía entre las dos es-

posas de Don Draper ofrece también una inte-

resante perspectiva sobre el paso del tiempo

y la adquisición de libertad de la mujer. La

primera, Betty Draper, es la clásica esposa de

los años cincuenta. Una mujer florero, bella,

con cierto parecido a Grace Kelly, a la que Don

domina, exhibe y a la que llega incluso a pro-

hibir trabajar cuando aparece una oportuni-

dad de que lo haga en una serie de anuncios.

Betty es la mujer que permanece en el hogar,

aquella que se identifica por ser “la mujer de”.

Poco a poco su papel cambia, aunque verda-

deramente no termina de emprender nunca

esa emancipación, ya que cuando lo hace de

Don es para terminar volviendo al rol del ho-

gar en su nuevo matrimonio con Henry Fran-

cis. La escena en la que, encerrada en casa,

se harta y dispara a las palomas del vecino es

su punto más álgido de libertad. El momen-

to en el que más cerca de esa independencia

hasta la escena en la que, con Don ya casado

con Megan, vuelve a acostarse su ex marido

y pronuncia aquella sentencia tan devasta-

dora sobre Megan y su relación de amor con

el hombre que más conoce: “Pobre chica, no

sabe que quererte es la peor forma de acer-

carse a ti”. En ese momento Betty comprende

todo, es otra mujer de la que vimos al final del

primer episodio, cuando descubrimos la pri-

mera de las mentiras de Draper. Es una mujer

que se desenvuelve mejor que nunca en sus

relaciones, que sabe y conoce perfectamen-

te el mecanismo, que ha dejado a un lado su

inocencia. Una mujer que, dentro de los pará-

metros de la época, elige.

En la otra orilla se encuentra Megan. La cana-

diense también llega a Sterling Cooper como

secretaria de Don Draper, pero enseguida será

ascendida a copy writer, beneficiándose así del

trabajo de perseverancia de su compañera y

amiga Peggy en años anteriores. Megan es

otro tipo de mujer. Desde su primera aparición

la vemos de otra forma a como vimos a Betty

en el piloto. Ella es viva, alegre, mucho más

independiente de lo que era cualquiera de las

protagonistas en los primeros compases de la

serie. La evolución y el paso del tiempo tam-

bién han hecho que se diferencie de sus pre-

decesoras. A partir de entonces el espectador

asiste a la forja de una relación entre Don y

Megan que se anuncia desde los primeros en-

cuentros y que lleva al matrimonio. En el as-

pecto laboral Megan pasa rápidamente de ser

secretaria a obtener un puesto como creativa,

para después abandonar la agencia y dedicar-

se a la que verdaderamente es su pasión: la

interpretación.

Su carrera se desarrolla de forma paralela a

la de su marido Don Draper, que al contrario

4 Trajes grises en Madison Avenue. Esplendor y miseria en la vía Draper.

Fernando de Felipe e Iván Gómez en Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue.

VVAA, Errata Naturae, 2015. p. 171-194.

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43

de lo que sí hizo con Betty, no puede evitar

que Megan trabaje y progrese en su sueño. Ni

siquiera puede evitar –por banal que parezca,

no lo es– que en su cumpleaños Megan ofrez-

ca un número (el famoso Zou Bisou Bisou) de-

lante de todos sus compañeros, avergonzando

aunque lo disfrute, a su marido. La evolución

de Betty y la de Megan son completamente

antitéticas. Y el final también tenía que serlo.

La relación de Megan y Don se resquebraja

cuando ella decide marcharse a la otra costa

a perseguir su sueño de ser actriz. Pese a los

intentos de mantener una relación a distan-

cia y de recuperar los primeros estadios (trío

mediante, incluso), el matrimonio de Draper

y Megan es la crónica de una muerte anun-

ciada.

Lo sorprendente para Don, y otra muestra de

avance de la figura de la mujer, es que cuan-

do rompen por teléfono, es Megan la que da

el paso, la que primero toma la vía de salida.

Megan sabe que quiere a Don, pero también

sabe que no lo necesita y que su relación es

más una carga que un plus. Megan es una mu-

jer totalmente emancipada de Don, totalmen-

te independiente y consagrada a su libertad.

Una mujer que elige según sus conveniencias,

sin importarle ni el qué dirán ni el qué escu-

charán; alguien que, de la misma forma que

hacía Don con Betty, llega incluso a utilizar a

su marido como “hombre florero”.

En este sentido, la figura de Megan cierra

el círculo de la evolución madmeniana de la

mujer. Aunque quizás sería más correcto ofre-

cerle esta posibilidad a Sally Draper, la con-

testataria hija del publicista y Betty, que re-

presenta el futuro más libre de la mujer de los

sesenta. Ese fin de era que anuncia la cadena

AMC para promocionar el final de la telefic-

ción. Entre tanto, durante las siete tempora-

das de la ficción, sus mujeres, “Betty Draper,

Joan Holloway, Peggy Olson, Rachel Menken,

Sally Draper y Megan Calvet, entre otras, son

personajes que retratan los múltiples obstá-

culos que las mujeres afrontaron en la década

de 1960, durante la segunda ola del feminis-

mo: demarcadas claramente como ciudadanas

de segunda clase, toleraron el acoso sexual

en los lugares de trabajo, maridos adúlteros e

incluso sexo no consensuado.”5

Es Sally quien recogerá, voluntaria o involun-

tariamente, el testigo de todas ellas para con-

vertirse en la mujer del futuro (del presente

actual), para dar un paso más en esa libertad

y esa emancipación del patriarcado. Para ser

una nueva mujer, mucho más libre que sus

predecesoras. Aunque ese paso, tal vez me-

rezca un enfoque único.

5 Mad (Wo)Men: las mujeres anhelantes de Mad Men. Raquel Crisóstomo en Mad Men o la frágil be-

lleza de los sueños en Madison Avenue. VVAA. Errata Naturae. P. 195-217.

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“De pequeño me enseñaron a querer ser mayor,

de mayor voy a aprender a ser pequeño”

Enrique Bunbury

Si ya es difícil crecer en la vida real, aún más difícil es crecer en la fic-

ción. Las series de televisión no han resistido la tentación de incluir a

los “hijos de” los protagonistas como un elemento más para ilustrar la

complejidad de sus relatos. Pero, casi siempre dichos personajes han

sido vistos más como un estorbo para avanzar en el relato que como

un arco narrativo de importancia. Podríamos citar algunos ejemplos

como el desastre de Dana Brody en Homeland o los (últimamente)

invisibilizados hijos de Alicia Florrick en The Good Wife.

En esta tendencia general sorprende la figura de Sally Draper en Mad

Men. Empezó siendo un personaje anecdótico en las primeras tres

temporadas para convertirse en regular a partir de entonces. A pesar

de no haber resultado nunca un personaje protagónico, su progresiva

relevancia y significación han permitido que, a medida que esa niña

pequeña iba creciendo, nosotros descubriéramos a una valiosa actriz:

Kiernan Shipka. Merece la pena que nos paremos a repasar el viaje de

Sally durante los ocho años y siete temporadas de Mad Men.

SA L LY DRAP E R :

L A F I E R A D E M I N I Ñ A

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B ETTY: L A BU ENA

MADR E

Decía el psicólogo Albert Bandura que sole-

mos imitar los modelos más cercanos y si-

milares a nosotros. En el caso de una hija, el

modelo más cercano y similar sería su propia

madre. Y menuda es su madre… En el memo-

rable capítulo de la séptima temporada, “Via-

je de Estudios” (7x03), Betty le pregunta a su

hijo Bobby si es una mala madre o por qué

nadie le quiere. En ese ejercicio de defensa y

autoafirmación emerge la tragedia de Betty,

y en la tragedia de Betty subyace la tragedia

de su hija.

Mad Men ha retratado con impecable y es-

crupulosa “verdad” la violencia que el mode-

lo patriarcal ha ejercido (y ejerce) sobre las

mujeres. Don recurre a un psiquiatra en la

primera temporada para “controlar” a su mu-

jer. La salud como mecanismo de poder y los

hombres patologizando a las mujeres. Y será

la misma Betty quien transmita dicho meca-

nismo de dominio cuando plantee que su hija

debe acudir también a un psiquiatra.

Cabe destacar a este respecto la elegante ca-

dencia en la escritura del personaje de Sally.

En las cuatro primeras temporadas se desa-

rrolla el duelo por la muerte de su abuelo

paterno, la relación (dominada por la fascina-

ción del riesgo) con su bizarro vecino Glenn,

su crisis escolar y el divorcio de sus padres.

Demasiado que digerir y procesar para una

“pobre niña rica” a la que todos dejan aparca-

da cuando empiezan las dificultades.

¡Como si Sally no fuese sino la expresión de

su familia y del mundo que la rodea (exce-

lente en sus juegos especulares el bueno de

Weiner)! ¡Como si su derivación al psiquiatra,

no fuese sino la evitación de una madre por

mirar a la cara de los problemas de su hija!

Ese viaje de vuelta del internado de Sally jun-

to a su madre, encendiendo su primer cigarro

frente a ésta, y contestando a la reprobación

de su madre que también está fumando: la

identidad, la independencia del modelo. Todo,

en un encuadre.

DONALD : E L HOMBR E S I N PA SADO

Si Betty es la tesis, Don Draper es la antítesis.

Las interacciones de la pequeña con su padre

han ido abriendo los ojos de esa niña a una

realidad del mundo adulto que quizás debió

conocer más tarde.

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Cuando éste la lleva a un concierto exclusivo

de los Beatles (incursión incluida en el backs-

tage) y unos días después la pequeña le des-

cubre flirteando y acostándose con su casada

vecina, Sally experimenta una confusa ambi-

valencia sobre la figura paterna.

Y no es tanto su padre, sino todo su mundo y

lo que representa. Si como decía la letra de

Pequeño de Enrique Bunbury, a algunos niños

les obligaron a crecer rápido, entonces Sally

debió ser mayor siendo demasiado pequeña.

Incluso encontró accidentalmente en una

fiesta al compañero de Don, Roger Sterling,

con la madre de su madrastra, Megan.

Esa niña, cada vez menos inocente, será ade-

más la testigo principal de ese mundo que co-

mienza a agrietarse y de la decadencia de su

padre que inicia “la caída libre” desde su pri-

vilegiada posición. La imagen que cierra el ca-

pítulo final de la sexta temporada, en la que

Draper está plantado, con sus hijos en cada

mano, frente a la casa donde vivió su infancia,

es otro de los iconos de la serie.

Así, las preguntas se acumulan en la cabeza

de los niños: ¿Quién es mi padre? ¿Puedo con-

fiar en él? ¿Cuál será mi futuro?

L A VOZ D E SA L LY:

“ S I M P L EMEN T E D I L A V E RDAD ”

Y llegamos a la etapa final. Como si de una

apasionante dialéctica madurativa se tratase,

la séptima temporada nos ha traído a la mejor

Sally posible. Superados ya los modelos pa-

rentales de Betty (la tesis) y Donald (la antí-

tesis), la niña pequeña ha dejado paso a una

deslumbrante adolescente.

En todo el proceso de cuestionamiento labo-

ral que sufre Don por parte de la agencia de

Sterling, Cooper & Price, su hija le aporta un

doloroso e imprescindible rayo de cordura. En

el capítulo “Día de trabajo” (7x02), Sally, que

ya ha visto demasiado del mundo de su padre,

empieza a preguntarle por qué no va a traba-

jar. Ante los intentos de su padre por respon-

derle, su hija espeta un rotundo: “Simplemen-

te di la verdad”. En esa frase resuenan muchas

referencias acerca del protagonista de la serie

pero sobre todo nos permite escuchar la voz

de la protagonista de nuestro artículo.

Todas sus apariciones desde entonces estarán

ya marcadas por una latente tristeza, acom-

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pañada de rabia y crítica hacia sus padres. El brillante guión del capítulo “El pronóstico” (7x10)

coloca a nuestra heroína ante la difícil situación de ver a sus dos progenitores flirteando con sus

amigos: Betty con un crecido Glenn a punto de alistarse en el Ejército y Don con las compañeras

de residencia de la mayor de los Draper. Si debemos tener en cuenta el título del capítulo en el

que se encuadran ambas escenas, mal augurio se plantea para Sally, quien parece darse cuenta

de que sus padres serán siempre así de inmaduros y negligentes el resto de sus vidas.

Pero es necesario leer de manera algo más positiva estos encuentros finales con sus padres.

Y sin duda estos capítulos finales aportan algo de luz hacia esa “fiera niña” a la que su mundo

no dejo otra opción que la rebeldía. Cuestiona la guerra de Vietnam y el militarismo patriótico

como si de la voz de aquella generación se tratase. Amargada y ofendida, pero emprendiendo su

propio camino y distanciada de la polución moral y vital de sus padres, la pequeña se ha hecho

mayor delante de nuestra mirada.

Y de esa forma, Sally Draper se erige en símbolo de la propia serie. Como Mad Men, ella nunca

dejó de crecer y la abandonamos plena de discurso y madurez. Te vamos a echar mucho de

menos.

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CORAL GONZÁLEZ

Periodista, seriéfila y amante del cine sin ningún orden en particular. Apa-

recí en el 88 y desde hace cuatro temporadas dirijo un programa de radio

llamado Spin Off. Sí, también trata del mundo de la tele.

Twitter: @Coralgo

JAVIER RUEDA

Psicólogo, seriéfilo y ameba cultural.

ANTONIO SÁNCHEZ MARRÓN

Periodista especializado en Cine. Crítico y redactor jefe en NoSóloGeeks y

parte de The Way Out Magazine y Esencia Cine. Coordina grupos de trabajo

e imparte talleres sobre Historia y Teoría del Cine.

Twitter: @AntonioSMarron

JESÚS VILLAVERDE SÁNCHEZ

Periodista cultural. Crítico literario y cinematográfico. Escritor y lector.

Portfolio: www.jesusvs.contently.com

Blog: www.culturalblues.blogspot.com

Neupic: www.neupic.com/authors/jesus-villaverde-sanchez

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REDACTORES

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SHOWRUNNERS

JESÚS VILLAVERDE SÁNCHEZ

Periodista cultural. Crítico literario y cine-

matográfico. Escritor y lector.

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JORGE DUEÑAS VILLAMIEL

Diseñador digital e historiador del arte.

Pensando en imágenes desde 1984.

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Blog: www.realidadesinexistentes.com

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www.ochoquincemag.com

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Mail: [email protected]

(2015)

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Now I am quietly waiting for

the catastrophe of my personality

to seem beautiful again,

and interesting, and modern.

The country is grey and

brown and white in trees,

snows and skies of laughter

always diminishing, less funny

not just darker, not just grey.

It may be the coldest day of

the year, what does he think of

that? I mean, what do I? And if I do,

perhaps I am myself again.

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