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    Universidad Nacional Autnoma de Mxico

    La embestida conservadoraAuthor(s): John Kenneth Galbraith and Armida LievanaSource: Revista Mexicana de Sociologa, Vol. 43, Nmero extraordinario (1981), pp. 1781-1796Published by: Universidad Nacional Autnoma de MxicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/3539938

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    1781La embestida conservadoraJohn Kenneth Galbraith

    En las cuestiones econ6micasy socialesvaloramos la controversiay la damospor un hecho. Ella es la esencia de la politica y su principal atracci6ncomo moderno deporte para los espectadores. Por lo regular, esto nos im-pide daros cuenta de lo sustancial que puede ser en ocasiones el acuerdoen lo que respecta a una amplia gama de ideas y politicas dentro de lascuales se lleva a cabo el debate politico.Tal ha sido el caso de las politicas econ6micas y sociales ernlos paisesindustrializados a partir de la segunda guerra mundial. En EstadosUnidos ha habido un amplio consenso que se ha extendido a la mayor partede los republicanos y dem6cratas de modo similar al que han alcanzadolos democratas cristianos y los socialdemocratas en Alemania y Austria,los partidos laborista y conservador en Gran Bretafia, los liberales y losconservadores progresistas en Canada. Por lo general, las politicas deFrancia, Italia, Suiza y los paises escandinavos se han amoldado a esteproceso. En cada pais la ret6rica ha sido diferente, pero la acci6n prac-tica ha sido similar.Han existido tres puntos de convergencia. Los gobiernos de todos lospaises industrializados,aunque difieren en el enfasis individual, han acor-dado que:* La economia debe manejarse en el nivel macroecon6mico para mi-nimizar los problemas de desempleo e inflaci6n. Esto, al menos en lospaises de habla inglesa, es un legado de Keynes.* Debe Ilevarse a cabo una accion gubernamental para proporcionara la gente aquellos servicios que, por su naturaleza, no pueden obtenersedel sector privado o que -como en el caso de la vivienda de bajo costo,los servicios de salud y la transportaci6n urbana- la economia privadano proporciona.* Deben aplicarse medidas -seguro contra el desempleo, pagos de laayuda estatal, pensiones por vejez, seguro medico, proteccion del medioambiente, seguridad en el trabajo y reglamentacion de la seguridad deproductos- para proteger a las personas de circunstancias contra las que$

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    1782 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIAno pueden luchar en su carcter de individuos. Se ha considerado quegran parte de todo esto puede suavizar y limar las asperezas del capita-lismo.No existe un termino ya aceptado para el consenso que estas tres poli-ticas abarcan. La politica keynesiana se refiere de modo muy limitadoa la accion macroecon6mica; la corriente liberal o socialdem6crata poseeuna connotaci6n politica demasiado fuerte para lo que ha sido adoptadoen la practica por Dwight D. Eisenhower y Gerald Ford, Charles deGaulle, Edward Heath y Konrad Adenauer. No intentar6 idear un nuevotermino, en vez de ello me referire al amplio compromiso macroecon6-mico de servicios puiblicosy de bienestarsocial como el consenso economicoy social, o simplemente como el consenso. Lo que deseo analizar en estaspaginas es precisamente el ataque que hoy dia se esta llevando a cabo encontra de dicho consenso, en especial por parte del gobierno de la senioraThatcher en Gran Bretafia y de un gran numero de los seguidores deRonald Reagan en Estados Unidos.Las ideas que sustentan el consenso economico y social nunca han es-tado exentas de ataques. El manejo macroeconomico keynesiano de laeconomia, el primer pilar del consenso, tenia un prop6sito sumamenteconservador: unicamente buscaba corregir el rasgo mas autodestructivodelcapitalismo, aquel que Marx consideraba definitivo: su tendencia a expe-rimentar de manera cada vez mas frecuente y progresiva agudas crisiso depresiones. En nada modific6 el papel del mercado la actual distribu-ci6n del ingreso o los derechos de propiedad. A pesar de ello, un grannimero de conservadores, especialmente en Estados Unidos, relacionarondurante largo tiempo la economia keynesiana con la subversi6n. Entrelos conservadores hubo cierta inquietud cuando -treinta anios;despuesde la publicacion de la Teoria general de Keynes y en una epoca en quelas politicas que ella dictaba tendian de manera visible a convertirse enobsoletas- Richard Nixon, en un momento de extravio, llego a decir quetodos los estadounidenses,incluyendo a los republicanos, eran keynesianos.Las referencias a las politicas de bienestar social del consenso han enfren-tado siempre un ligero ambiente de desaprobaci6n: se estaba haciendoalgo costoso o debilitante por los indignos pobres de George BernardShaw. * En todos los paises se ha aceptado la necesidad de compensar losfracasos del capitalismo a traves del abastecimiento de viviendas a bajocosto, servicios de salud para la poblaci6n de bajos ingresos y transporta-cion masiva. Pero en Estados Unidos, por lo menos, no muchos han que-rido aceptar que esto constituye una forma inevitable de socialismo. Entodos los paises y en todas las epocas se ha hablado con frecuencia de loscosto del gobierno, del nivel de los impuestos, de las restricciones en ia

    * GeorgeBernardShaw: escritory dramatulrgorland6s.Sus primerasComediasdesagradables1892-93)causaron onsiderablempactoal exponer n ellas algunaslacras sociales de la epoca. [T.]

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1783reglamentaci6n de las empresas y del efecto de todo esto en los incentivoseconomicos.

    Debemos sefialar que siempre ha existido la posibilidad de que un ata-que al consenso econ6mico y social fuera utilizado para reflejar supuesta-mente los puntos de vista de un sector de la poblaci6n mucho mas grandede lo que era en la realidad. Esto sucede debido a que la expresi6n clarasobre las cuestiones publicas esta intimamente relacionada con el nivelde ingreso, y el consenso posee una gran importancia para la poblacion demenores ingresos.Del mismo modo, la percepcion de un movimiento en lasactitudes politicas puede llegar a ser tan importante en sus efectos sobrelos politicos como el movimiento mismo. Todos estos temas merecen unaatenci6n especial.No se pondra en duda el hecho de que una gran parte de todos loscomentarios politicos proviene de gente con una posici6n econ6mica hol-gada. Una alta posici6n social, academica y dentro de los negocios, per-mite el acceso a la radio, la television y la prensa. Asimismo, el accesoprofesional a los medios de comunicaci6n proporciona tambien un ingresoecon6mico relativamente alto. Por ese motivo, la voz de quienes poseenventajas econ6micas, que generalmente es mas fuerte, se confunde a me-nudo con la de las masas. En la necesidad de una disminucion de im-puestos, de incentivos para la inversi6n o de un freno a los costos delbienestar social, los puntos de vista de un elocuente y acaudalado ban-quero, de un hombre de negocios, de un abogado o de un economista sa-telites del sistema son equivalentes a los de miles de madres que vivende la beneficencia social. En los uiltimos afios, los ruegos de WalterWriston del Citibank o los de David Rockefeller del Chase Manhattan so-licitando un receso de la opresiva carga impositiva, de la reglamentaciono de un gobierno entrometido han atraido por lo menos la misma atencionque las expresiones de descontento de los habitantes del barrio neoyorkinodel Bronx sur. De este modo, ya que la voz de quienes poseen recursosecon6micos es muy sonora, se la confunde a menudo con la voz de lasmasas; y debido a que asi lo interpretan los politicos, el efecto de dichavoz sobre el cuerpo legislativo llega a ser el mismo que el de un verda-dero cambio en la opinion publica.En los filtimos aiios hemos sido testigos de un gran numero de cambiosde opinion similares; todos ellos se han realizado hacia la derecha. Inme-diatamente despues de la segunda guerra mundial, el profesor FriedrichHayek surgi6 como el mesias que propugnaba por un amplio y modernorechazo hacia el Estado. Su libro Road to Serfdom [Camino hacia laesclavitud] fue aclamado y considerado como las moderas tablas de laley. En 1964, se pensaba que el senador Goldwater era el representantede una corriente conservadoraque iba creciendo y abarcando todo el pais,Mas tarde, los seinoresRichard Scammon y Ben Wattenberg identificaronesta corriente conservadora como un ama de casa con recursos econ6mi-cos, definitivamente no radical; durante algunos meses esta dama constituy6

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    1784 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIAel nuevo arquetipo estadounidense.1 Se pens6 que los aplausos a SpiroAgnew representaban -por fin- el rechazo de la elite liberal, y queGeorge Wallace tenia un mensaje sumamente conservador para el pueblode Estados Unidos. Basandonos en estas experiencias del pasado, resultaprudente dudar acerca de la profundidad y durabilidad de los grandescambios de la opini6n estadounidense hacia la derecha.Sin embargo, incluso despues de un analisis adecuado, parece indudableque en la actualidad se lleva a cabo, no s6lo en Estados Unidos sino tam-bien en otros paises industrializados,un ataque sustancial al consensoecon6mico y social. Tanto la senora Thatcher como el sefior Reagan hantriunfado en las elecciones. Gran parte, si no la totalidad, del exito deReagan debe atribuirsele a los asesores econ6micos del presidente Carter,a su manejo macroeconomico que combino una grave recesi6n con una in-flaci6n severa, con un desplome drastico de la industria de la vivienda,con una zozobra economica particular en los Estados industriales tradi-cionalmente democratas; todo esto en el afio de las elecciones. Los eco-nomistas hacen ciertas cosas con precision, pero el manejo macroecon6-mico efectivo era solo una parte del consenso. Obviamente, hay algoequivocado en la manera en que funciona en la actualidad.La ofensiva conservadoracontra el consenso economico y social es, enverdad, sustancial pues ataca puntos genuinamente debiles. Sin embargo,esto no puede decirse de toda la ofensiva; una parte de ella es tan s6loun rechazo de la realidad o compasi6n. La embestida conservadora quepresenciamos en la actualidad requiere una cuidadosa disecci6n y dife-renciacion.Pueden identificarse tres diferentes lineas de ataque, su apropiada no-menclatura sugiere su misma naturaleza. Existe el ataque simplista, elromantico y el real. Resulta innecesario afiadir que estos terminos sonmeramente descriptivosy no poseen ninguna connotacion peyorativa.El ataque simplista consiste en una agresi6n generalizada a todos los ser-vicios civiles del gobierno modero. Dentro de la linea de fuego estanincluidos: educaci6n, servicios urbanos y otras funciones convencionalesdel gobierno; ayuda gubernamental a los desempleados, a quienes por.algfn motivo no pueden trabajar, o a quienes no poseen recursos econ6-micos; vivienda y servicios de salud, asi como las funciones reguladoras.del gobierno. La gente, como dice una frase muy famosa en la actualidad,debe ser libre para elegir. *En su forma mas elemental, este ataque sostiene que los servicios delgobierno son una obra maligna de quienes los llevan a cabo y constituyenuna carga que los burocrataso servidores piblicos imponen a los reacioscontribuyentes. En Estados Unidos el vocero mas elocuente de este puntode vista es William Simon, quien alguna vez fuera un candidato probable

    ' Richard Scammon y Ben Wattenberg, The Real Majority [La mayoria real], Co-ward, McCann, 1970.4* Free to chose [Libre para elegir], libro de Milton y Rose Friedman. [T:]

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1785del gabinete del seinorReagan. "Los bur6cratas -ha dicho el senior Si-mon- deben ser consideradoscomo parasitos sociales nocivos y autorita-rios con una tendencia a incrementar su propio tamanioy poder, asi comoa cultivar una clientela de parasitos en todas las clases de la sociedad."Expresa tambien la necesidad de "un prejuicio consciente y filos6fico con-tra cualquier intervenci6n del Estado en nuestras vidas".2 Si se consi-dera que los servicios publicos constituyen un acto maligno y no se losrelaciona con ninguna necesidad o funci6n, puede llegarse a la conclusionde que estos servicios pueden ser reducidos mas o menos sin ningun limitey sin un costo social o sufrimiento de importancia. Esto esta implicito,e incluso explicito, en este caso.Otros participantes en esta linea de ataque son, por lo menos de modesuperficial, mas sofisticados. El profesor Arthur Laffer de la Universidaddel Sur de California ha apoyado el caso con su ahora famosa curva, lacual demuestra que cuando no se recaudan impuestos no se obtiene rentaalguna y cuando los impuestos absorben todo el ingreso, su rendimientoes tambien de cero, lo cual no resulta sorprendente. Los impuestos dema-siado elevados, como lo demuestra una curva que conecta estos dos puntos,tienen en un momento dado un escaso rendimiento agregado. La curva deLaffer, que en sus alcances operativos tiene un origen totalmente espon-taneo, se ha convertido a su vez en un argumento general contra todoslos impuestos. Si se llevan a cabo reducciones impositivas importantes enel nivel horizontal, la expansion del producto privado y del ingreso resul-tante puede ser suficiente para mantener los ingresos puiblicosmas o me-nos en el mismo nivel anterior. Para aquellos un poco mas incredulos, lacurva de Laffer sirve como argumento para una reducci6n importantedel costo y el papel del gobierno. 3Existe otro ataque a los servicios pfublicos que proviene del profesorMilton Friedman y sus discipulos. Sostiene que los servicios se encuentraninexorablemente en conflicto con la libertad. El mercado proporciona alindividuo la soberania de eleccion; el Estado, a medida que amplia susservicios, limita o menoscaba dicha soberania y su tendencia es acumula-tiva y apocaliptica. Al aceptar los servicios y la protecci6n del Estado,la democracia se autocondena a una caida irreversible en el totalitarismoy en el comunismo. El profesor Friedman estA muy seguro acerca de lasperspectivas: "Si continuamos en el rumbo actual y nuestra sociedad librees remplazada por una de tipo colectivista, los intelectuales que han luchadotanto por llevarnos en este camino no seran quienes dirijan la sociedad;la prision, el manicomio o la tumba sera su destino."4 Tambien ha pre-guntado: " Tendremos la sabiduria y la fuerza para cambiar nuestro

    2 William Simon, A Time for Truth,Reader'sDigest Press, McGraw-Hill,1978, pp.219, 218.3 Es justo seiialar que el inspiradouso que el profesor Laffer hace de hip6tesismeramente ortuitas ha causadomolestias a sus colegas mas conservadores.4 Prologodel profesorFriedmanal libro de WilliamSimon,A Timefor Truth,p. xiii

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    1786 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIArumbo, para aprender de experiencias pasadas y para obtener los bene-ficios de un 'renacimiento de la libertad'?"

    A este ataque contra el consenso social lo he calificado de simplista;aquellos con menos tacto lo tacharian de puramente retorico, en vista deque depende casi por completo de afirmaciones apasionadas y reaccionesemotivas. Nadie puede llegar facilmente, tras una reflexi6n, a la conclu-si6n de que los servicios publicos constituyen un sector del nivel de vidamenos urgente que el de los serviciosque se suele adquirir en forma pri-vada: que el agua limpia sea menos necesaria que las casas limpias oque las buenas escuelas para los jovenes importen menos que los buenostelevisores.En la mayoria de los paises, la prestacion de servicios publicos no re-sulta muy eficiente, punto este que amerita verdadera preocupacion. Sinembargo, nunca se ha encontrado una forma de reducir seriamente losgastos para servicios eficientes o ineficientes sin afectar su funcionamiento.La burocracia publica posee una dinamica propia, pero tambien la tienela burocracia privada. Asi como los constructores viales promueven lasautopistas y los educadores oficiales impulsan la educaci6n puiblica, tam-bien los fabricantes particulares de armamentos promueven las armas yotras burocracias corporativas promueven automoviles, alcohol, dentifri-cos y cosmeticos. Tal es la tendencia comuin de la organizaci6n, como losabemos a partir de Max Weber. La buena educaci6n, la salud y la apli-caci6n de las leyes no deterioran la libertad ni presagian autoritarismo;segun la experiencia global de las sociedades civilizadas, estas caracteris-ticas son consistentes con la libertad y la amplian. La creencia del pro-fesor Friedman de que la libertad se mide, como actualmente en la ciudadde Nueva York, por la altura de la basura sin recoger resulta, como yalie seiialado, extremadamente discutible.Los impuestos a los mas acomodados restringen efectivamente, paraquienes los pagan, la libertad de gastar su propio dinero: "Una parte esen-cial de la libertad econ6mica la constituye la libertad para elegir comoutilizar nuestros ingresos". Sin embargo, los pagos para la asistenciasocial, compensaciones por desempleo y pensiones por vejez sirven aunmas especificamente para aumentar la libertad de quienes los reciben.Esto sucede porque, en lo que toca a la libertad, la diferencia entre uningreso considerable y otro un poco mas moderado puede ser leve; encambio, el efecto que sobre la libertad ejerce la diferencia entre ningun yalgun ingreso siempre resulta extremadamente considerable. Quienes ha-blan del efecto del gobierno sobre la libertad caen en la desafortunadacostumbre de limitar su preocupaci6n a la perdida de libertad para losricos; invariablemente se olvidan de considerar la forma en que el ingresogenera libertad para los necesitados.

    5 Milton y Rose Friedman, Free to Choose [Libre para elegir], Harcourt BraceJovanovich, 1979, 1980, p, 7.6 Milton Friedman, op. cit., p. 65.

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1787El efecto diferencial de los impuestos y servicios publicos sobre perso-nas de distintos ingresos constituye un punto que no debemos disfrazar.

    En los paises industrializados se proyectan los impuestos para que seanmoderadamenteprogresivos; en todo caso, la gente de ingreso medio y altolos paga en mayor cantidad en t6rminos absolutos. En contraste, quienesmas utilizan los serviciospuiblicosson los pobres. Los ricos gozan de accesoa escuelas particulares; los pobres deben depender de la educaci6n pi-blica. Los ricos poseen campos de golf y piscinas privadas; los pobresdependen de los parques y centros de recreaci6n publicos.El transporte publico reviste la maxima importancia para la gente demenos recursos, como tambien sucede con la vivienda, hospitales y biblio-tecas publicos, y con los servicios de vigilancia policiaca y otros serviciosmunicipales. Los beneficios de asistencia social y por desempleo son im-portantes para quienes no perciben ningun otro ingreso, pero no son tanesenciales para quienes obtienen recursos de otras fuentes. En California,aproximadamente dos terceras partes del ahorro de impuestos originadopor la Proposici6n 13 correspondierona corporacionesindividuales y gran-des propietarios. Los servicios interrumpidos (o que se habrian interrum-pido a no ser por la acci6n estatal de rescate) se contaban entre los masutilizados por quienes percibian los menores ingresos.En estos tiempos dificiles, vacilamos en insinuar una oposici6n de inte-reses entre ricos y pobres; no se debieran remover los rescoldos de la luchade clases. Fomentar la envidia resulta torpe, quizas incluso antiestadouni-dense; sin embargo, a cualquier agresion general contra los servicios pi-blicos debe entendersela como lo que es: un ataque contra el nivel devida de los pobres.El ataque romdntico contra el consenso social, del cual paso a ocupar-me, presenta superficialmente una base intelectual mas poderosa: invocala tradici6n de doscientos afios de las economias clasica y neocl,sica, lacual sostiene que debe dejarse toda decisi6n econ6mica posible al mer-cado libremente competitivo; ningin otro sistema es tan eficaz socialmenteo responde mas autenticamente a la voluntad del consumidor; ningunorecompensa mas seguramente las respuestas competentes o resulta masconfiable para castigar las incompetentes. El consenso social ha perjudi-cado el funcionamiento del mercado en dos formas: en primer lugar, alampliar el sector publico, ha reducido el sector mercantil de la economia.En segundo, al aceptar y estimular una amplia y variada gama de regla-mentos, ha interferido con la libre operaci6n de los mercados; por esomismo deben reducirse las proporciones del gobierno y este debe liberarde sus cadenas reglamentariasa la empresa privada y restaurar el mercado.Durante la uiltima campania, esta demanda se dej6 oir de manera estri-dente; constituye una invocacion con la cual puede contarse para des-pertar el interns de numerosos y, normalmente, placidos economistas. Heaqui la oportunidad de proteger o rescatar el mercado de libro de textocon el cual sigue firmemente comprometido el capital intelectual de granparte de la profesi6n.

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    1788 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIAHe llamado romantico a este ataque contra el consenso debido a queignora las fuerzas historicas que vuelven las medidas practicas para res-

    taurar el mercado muy poco apetecibles, especialmente para aquellas per-sonas que abogan por el restablecimiento de la primacia del mercado.Especificamente, la mayor fuerza historica en contra del mercado sonlas grandes corporaciones moderas, de las cuales alrededor de dos milproducen actualmente el 60% del producto privado total en Estados Uni-dos. Esto no es excepcional; en los demas paises industrializados se dauna concentraci6n similar. Dichas corporaciones gozan de libertad sus-tancial para fijar sus precios, influyen extensamente en el gusto de losconsumidores y organizan de manera similar su suministro de materiasprimas. Con todo esto, erosionan el poder del mercado; dada la escalade su inversion, esto es precisamente lo que las corporacionesdeben hacer:la planificaci6n dentro de un ambito parcialmente controlado es esencialpara las operaciones corporativasmoderas. El mercado clasico no admiteuna planificaci6n de este tipo.Aun asi, una cruzada contra las corporaciones no atrae a los filosofosdel libre mercado: los canionesno se vuelven contra la propia caballerja,de modo que debe fingirse que la corporaci6n modera no existe, obien, con igual falta de plausibilidad, debe insistirse en que la GeneralMotors, Shell, IBM, Philips y Nestle son solo una manifestaci6n ligeramenteampliada del clasico atomismo del mercado. La Mobil no es mas que laabarroteria de la esquina que ha crecido. Este ultimo esfuerzo, el cualemprenden regularmente los voceros corporativos,sirve principalmente paracultivar la sospecha de que, de alguna manera, la gran corporacion carecede legitimidad. Debe haber gato encerrado cuando a los voceros corpo-rativos (o a los profesores de economia complacientes) se les orilla a sos-tener que la Exxon y el amistoso vendedor de peri6dicos del vecindarioson la misma institucion econ6mica; que a cada cual lo rigen fuerzascompetitivas identicas e inexorables; que ambos se subordinan a los mis-mos precios del mercado, determinados impersonalmente; y que ningunodesempefia un papel politico significativo dentro del Estado.Algunos de los devotos que buscan el resurgimiento del mercado si de-mandan medidas vigorosas para restaurar la competencia, medidas quedetengan y contrarresten la tendencia hacia la concentracion industrial;pero esto equivale de nuevo a volverse contra las propias tropas, lo querequeriria una acci6n guberamental, es decir, una alianza con el enemigo.Aun para los apasionados, las leyes antimonopolistas, instrumento tradi-cional de lucha, constituyen una seria deformaci6n de su fe. Hemos dis-puesto de ellas desde hace ya noventa afnos; cuanto mas deberemos es-perar para que combatan eficazmente la concentracion industrial?Asi, en una u otra forma quienes defienden el mercado deben procu-rar ignorar a las grandes corporaciones y conglomerados moderos, metadificil de lograr; ademas, pocas de las fuerzas que degradan el mercadoclasico resultan atractivas como antagonistas politicos: los granjeros delas naciones industrializadas han remplazado su mercado por precios mi-

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1789nimos que el Estado subsidia; pero pocos conservadores desean enfrentarsea los granjeros y estos, a menudo, tambien son conservadores. La OPEPhaacaparado el mercado del petroleo, pero se encuentra fuera de alcance.Los sindicatos influyen poderosamente en sus propias demandas salarialesy seiialan la pauta general de salarios, pero suelen devolver los golpes.Asi pues, sucede que en Estados Unidos las medidas practicas contra lasfuerzas que invaden el libre mercado suelen terminar (como era de espe-rarse durante estas ultimas semanas) en propuestas para reducir o refor-mar el salario minimo. Un ataque contra el salario minimo, el recursobasico del pobre, resulta casi siempre inocuo.La eliminacion de otros tipos de reglamentacion gubernamental que in-terfieren con la libre expresi6n de las fuerzas del mercado enfrenta el pro-blema de que gran parte de ella es deseada por quienes mais comprome-tidos estan con el mercado. La campaniacontra la reglamentacion oficialinnecesaria, invalidante, costosa y represivaesta ligada a un esfuerzo deses-perado de las compafiias camioneras por conservar sus concesiones y res-tringir la competencia en el transporte interestatal. Lo acompanian: unesfuerzo paralelo de las companias siderurgicaspor disponer de precios es-tablecidos y regular las importaciones de acero; el intento de las firmastextiles de mantener cuotas por la importaci6n de telas; la demanda de laindustria automotriz para que disminuya la competencia por parte de losautom6viles japoneses; y el intenso deseo de todos los pasajeros de laslineas aereas de que no se deje nada al azar en las normas gubernamen-tales para el mantenimiento de los DC-10. Ni siquieraen el sur de Cali-fornia, cuna de la nueva derecha y de Ronald Reagan, existe una demandaurgente de reglamentar la contaminaci6n atmosferica; de todo esto sededuce que lo que esa reglamentacion urgente no necesita son mas regla-mentos innecesarios.El conflicto con la realidad en el cual se encuentran los opositores a lareglamentacion (dentro de una sociedad altamente organizada, tecnol6gicae interdependiente) no podria hallar mejor ejemplo que el caso de laenergia nuclear. En el momento preciso en que los defensores de la liber-tad nuclear preparaban una gran campana contra la reglamentaci6n gu-bernamental, sobrevino el accidente en Three Mile Island; justo cuandorecuperaban el equilibrio, se presento el problema reciente en IndianPoint, Nueva York. La ideologia es maravillosamente flexible: brindaa sus exponentes una extensa gama de opciones. En cambio, las circuns-tancias son extremadamente restrictivas, y son las circunstancias las quepredominan en gran medida, como lo revelaran de manera admirable losafios de la administraci6n Reagan.No debe dudarse de que el mercado continuiaprestando servicios de uti-lidad considerable. En la economia no existen absolutos; no obstante, launica politica posible hacia el mercado -sea para los conservadoreso losliberales, los derechistas o los izquierdistas- sera una de pragmatismode criterio amplio. Donde funcione, debe permitirse al mercado que fun-cione; donde no lo haga, debera aceptarse la reglamentaci6n.

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    1790 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIALlego ahora al ataque contra el consenso socioecon6mico que he deno-minado real. tste sostiene que los gastos en los servicios puiblicosde asis-

    tencia social no han incluido un juicio cuidadoso acerca de las necesidadeso costos; se ha creido que mas equivale a mejor. Agrega, ademas, que lacalidad de la administraci6npuiblicasufre graves deficiencias y, como puntofinal y mas importante, declara que la administraci6n macroeconomicadel consenso ya no funciona. El ataque me parece justificado en sus trespuntos; en los tres se muestra vulnerable el consenso economico y social.En lo que respecta al gusto social para el bienestar puiblico-vivienda,salud publica, diversas formas de financiamiento directo a la asistencia so-cial, educaci6n y servicios puiblicosen general-, los representantesactivosdel consenso han adoptado ciertamente la posici6n de que mas equivalesiempre a mejor. La prueba clasica ha consistido en cuanto podian lograrque los conservadores aceptaran.Se trataba de una prueba funcional, mientras que lo que se realizarapor la via del seguro social, pagos de asistencia, salud puiblicao viviendafuera elemental o limitado. Sin embargo, s61oera funcional bajo condicio-nes de insuficiencia general; de ahi en adelante se requeria una considera-ci6n objetiva del costo por beneficio. Debia considerarse especialmente elefecto del gasto puiblicosobre una tasacion tan directa y tan ampliamenteutilizada como el impuesto sobre la propiedad. La aplicacion de dichaspruebas no debe calificarse de reaccionaria; antes al contrario, era seguroque el antiguo supuesto funcional de que mas equivale a mejor daria lugaren algun momento al descredito intelectual y politico. Asi y todo, nosugiero, por muy de moda que este actualmente, que nuestros gastos porservicios piblicos y asistencia social son demasiado elevados; ciertamente,no lo son para quienes los utilizan o los necesitan mas. Si comparamos demodo general la calidad y alcance de los servicios pfiblicos con la extensiony variedad del consumo privado, podemos estar seguros de que la balanzafavorecera extraordinariamente al segundo. Yo solamente abogo por me-jores pruebas de suficiencia; pruebas que, como minimo, contribuyan auna mejor defensa del gasto social que actualmente se realiza.El segundo punto vulnerable del consenso socioecon6mico se refiere a lacalidad de la administracion puiblica. Cuando lo juzgamos conforme a lasmismasnormas, la burocraciapublica no es inferior a la burocraciaprivadani en su tono moral ni en su eficiencia. La incompetencia y fallas en la di-recci6n de las corporaciones privadas constituyen un lugar comun, comotambien sucede con la falta de honradez. En los circulos automotrices, laChryslerposeyo durante muchos afios la reputacion de incubar la ineficien-cia. En la actualidad, la misma empresa lo admite: su publicidad habla dela "nueva" corporaci6n Chrysler. Ning-in organismo puiblico descendionunca a un nivel de incompetencia peor que el de la Penn Central durantesus ultimos afos. La NBC, uno de los guardianes de nuestra virtud publicaha debido lidiar durante estos meses pasados contra los imaginativos robosde sus propios gerentes de unidad.

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1791Hace muchos anios,dividi mis esfuerzos entre Time, Inc. y el gobienofederal. Era indudable que en Nueva York se necesitaba mas gente con

    mejores salarios para realizar menos cantidad de trabajo que en Washing-ton; se experimentaba una sensaci6n de relajaci6n al regresara la empresaprivada. El registro de los gastos reembolsables en Time era un artecreativo y como tal se le trataba. Todos se conducian rectamente con laTesoreria de Estados Unidos. En el Departamento de Estado, cuando unhombre importante y con facilidad de palabra se agotaba o se disolvia enalcohol de manera muy evidente, se le designaba embajador en algun pe-queno pais o c6nsul general en Napoles. En Time, si se trataba de alguiende importancia similar, se le promovia al puesto de vicepresidente de lacorporaci6n y se le asignaba la buisqueda de nuevas oportunidades depublicaci6n.Sin embargo, nada de lo anterior disculpa un desempeno inferior en losorganismos publicos; estos se encuentran sometidos a un escrutinio muchomas riguroso de las personas a quienes sirve y aquellas que pagan por el.Por otra parte, se presta mayor atencion a la capacitacion en la adminis-tracion privada que en la publica; las escuelas comerciales preparan admi-nistradores por millares. No se invierte ningiln esfuerzo parecido para lacapacitaci6n en la teoria y practica de la administraci6n pfiblica. Todaviase cree que el desempeio en la oficina puiblicacomo en el sexo es, en sumayor parte, una cuesti6n de instintos basicos.La soluci6n no ofrece novedad alguna: los defensores del consenso debeninteresarse mucho mas en la calidad de la administraci6n pfiblica y em-prender con seriedad siempre creciente el desarrollo de administradorespublicos con los mejores niveles de inteligencia y pericia; debe tratarse dehombres y mujeres que crean en el servicio y la empresa publicos, que seenorgullezcande un desempeiio que se supere frente al capitalismo privadoy que obtengan una parte sustancial de su compensaci6n del conocimientode sus propios logros.

    La deficiencia importante y verdaderamente decisiva del consenso seha dado en la administraci6nmacroeconomica de la economia: su incapa-cidad para luchar eficazmente contra la inflacion y el desempleo. Estalucha constituia una parte significativa de su promesa; indudablemente,un ataque a este respecto se justifica y este punto resulta particularmentevulnerable. La verificaci6n surge del hecho de que en los paises industria-lizados que han logrado combinar un alto indice de empleos con preciosestables, como lo ilustran notablemente Alemania Occidental y Austria, elconsenso socioecon6mico ha permanecido invulnerable.Durante los veinte aniosposterioresa la segunda guerra mundial, la nece-sidad basica de la administracion macroecon6mica consisti6 en combatirla inflaci6n y el desempleo. Tanto en EstadosUnidos como en otros paiseseste proposito se llevo a cabo aumentando los gastos iniciales y posteriorespor medio de prestamos y a traves de bajas tasas de interes y facilidadesde credito, es decir, una politica monetaria. Tambien se intento el au-mento de los servicios y gastos puiblicos,o la reducci6n de impuestos y el

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    1792 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIAaumento del gasto privado, es decir, una politica fiscal. Ninguna de estasmedidas implicaba ningin conflicto politico serio con ningfin interes eco-nomico importante. Las menores tasas de interes, la reducci6n de im-puestos o el incremento del gasto puiblico tampoco encuentran objecionpiblica seria alguna. Como los precios se mantenian relativamente esta-bles -lo cual no era sorprendente en el contexto de la preocupaci6n parla deflacion y el empleo- las demandas salariales sindicales y su efectosobre los precios no despertaban gran ansiedad. Todo se mostraba pla-centero para los economistas y la politica econ6mica en aquellos anios;erauna situaci6n a la que se habituaron los autores de la politica econ6mica.Con todo, durante aquellos afnos-aproximadamente de 1948 a 1969-se preparaban cambios que alterarian drasticamente el contexto tanto po-litico como economico de la politica macroeconomica. La concentraci6ncorporativa, rasgo singular e indudable del desarrollo capitalista por in-geniosamente que lo nieguen, siguio su curso, como tambien lo hizo elpoder de las corporaciones para mantener y elevar los precios... paraescapar a la disciplina del mercado. Durante los albores de la segundaguerra mundial, el poder de los sindicatos seguia siendo escaso en EstadosUnidos; en las demas naciones industrializadas, habian sido debilitadospor la depresi6n o suprimidospor el fascismo. Ahora, tras la guerra, rea-firmaban sus demandas en todas partes con confianza y efectos crecientesy, como se mencion6 anteriormente,marcaban la pauta de todos los sala-rios. Asimismo, el gobierno subsidiaba los precios agricolas en los paisesindustrializadosy, con la OPEP,as naciones del Tercer Mundo se unie-ron al juego.El juego, en efecto, consistia en acaparar el mercado y ganar el poderpara elevar precios e ingresos. Al ser utilizado, el poder se transformo enuna nueva e ingobernable forma de inflaci6n. Los precios todavia podianaumentar a consecuencia de una demanda fuerte, pero ahora tambien seelevaban a consecuencia de la intensa presion que ejercian hacia arribacorporaciones, sindicatos, granjeros, productores de petr6leo y otras formasde poder organizado.Este nuevo desarrollo conjugaba de modo admirable las condicionespara debilitar el consenso economico y social y fomentar los ataques. Conla inflacion, los costos gubernamentales y los impuestosse elevan. Cuandolos impuestos (especialmente los que gravan la propiedad) se conservanrelativamente estables, se percibe menos su presencia. Al aumentar, se lespercibe en grado considerable y causan un resentimiento que mas tardese refleja en un ataque contra todos los servicios piblicos. Ademas, Ia in-capacidad para controlar la inflacion transmite aun otra impresi6n, nojustificada, de deficiencia o incompetencia gubernamental.De igual manera perjudicaron al consenso las medidas antinflacionarias.La politica monetaria fue el primer recurso pues no requiere de legisla-ci6n, s6lo un banco central flexible. Aqui, el profesor Friedman, la figuraomnipresente y por amplio margen la mas elocuente de la gran rebeli6n

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1793conservadora, aparece de nuevo en primer termino: controlen el suminis-tro de dinero, incrementenlo solo a medida que se expanda la economiay controlaran todo. Puede presentarsecierta incomodidad y desempleo ini-ciales; dentro de poco, todo marchara bien.Por desgracia, los bancos centrales no han aprendido todavia a controlarel suministro de dinero con cierta precisi6n y, bajo las actuales circuns-tancias, cuando el dinero puede adoptar cualquier forma, desde monedashasta dep6sitos bancarios y de ahorro, no queda del todo claro que es loque se debe controlar. Resulta dificil ejercer un control cuando no se sabeque se controla. Ademas, a traves de todas las medidas monetarias setrasluce una incertidumbre desconcertante acerca de la relaci6n entre laaccion y su efecto. En 1979 se dio en Estados Unidos una feroz discusionsobre si mayores restricciones al credito y mayores tasas de interes ocasio-narian una recesion. Los participantes mas conocedores y seguros desi mismos declararon que asi seria y se equivocaron; mas tarde, en 1980,se restringioel credito todavia mas y resulto que los expertos habian acer-tado. De ahi la recesi6n que coincidi6 tan admirablemente, para los re-publicanos, con las elecciones. Un ataque contra una politica con xesul-tados altamente aleatorios tiene mucho a su favor.

    Aparte de la incertidumbrerespecto a la relacion entre causa y efecto, lapolitica monetaria presenta otras consecuencias adversas: discrimina se-veramente aquellas industrias (entre ellas, como caso notable, la de la vi-vienda) que se apoyan en prestamos. Las corporaciones fuertes (no comola Chrysler) con capital procedente de sus ganancias y habilidad parapasar sus costos a los precios se ven mucho menos afectadas. Al combatirla inflaci6n reduciendo el gasto destinado a inversiones, la politica mone-taria ejerce un efecto extremadamente adverso sobre la productividad.Mas importante aun: funciona contra la inflacion que provocan las cor-poraciones, sindicatos y otras formas de poder organizado ya que creasuficiente desempleo para disminuir las demandas sindicales y suficientecapacidad ociosa para dificultar a las corporaciones el alza de precios.Conseguir estabilidad de precios en esta forma exige una acci6n mone-taria muy rigurosa. Aunque la ultima recesi6n fue dolorosa en la politicay otros campos, no detuvo -no ha detenido- la inflacion, situaci6n com-pletamente predecible dado el nuevo poder de organizacion.Asi pues, depender de la politica monetaxia ha resultado hondamenteperjudicial para el consenso socioecon6mico. La acci6n fiscal que controlala demanda al controlar el consenso pfblico y privado, lo hubiera sidomenos; sus efectos son mas predecibles, no favorece a las grandes em-presas por sobre las pequefias y como su efecto restrictivo recae sobre elconsumo, no menoscaba directamente la productividad. Por desgracia,la politica fiscal -mayores impuestos, reducci6n del gasto publico- es,para decir lo menos, inconveniente en el nivel politico. Por lo tanto,durante los fltimos tiempos los creadares de politicas, buscando comosiempre las soluciones mas moderadas, no se han apresurado a aprove-charla. En cambio, tenemos una inflaci6n combinada con reducci6n de

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    1794 REVISTA.MEXICANA DE SOCIOLOGIAimpuestos a la cual compensa una politica monetaria cada vez mas ri-gurosa.Sin embargo, la politica fiscal funciona tambien contra la fijacion in-flacionaria de precios de las corporaciones y sindicatos poderosos, sola-mente si se genera al mismo tiempo una gran cantidad de capacidad ociosay desempleo,hasta que una recesi6nse convierta en una influencia restrictivasobre precios y salarios. Por consiguiente, el cambio economico -la con-centraci6n corporativa, el fortalecimiento sindical, otras formas de pcderque afectan el ingreso- ha vuelto inoperantes todas las medidas del viejoconsenso contra la inflaci6n, a menos que induzcan capacidad ociosa ydesempleo. Tal ha sido el destino de la administracion macroecon6mica,uno de los tres pilares del consenso.La llegada de la administraci6n de Reagan a Estados Unidos no seramuy util para quienes quisieran seguir avanzando a partir del consenso;esto se debe a que su plan de administracion econ6mica incorpora todoslos viejos elementos de fracaso en forma un tanto exagerada. En conse-cuencia, los partidarios del antiguo consenso podran acumular capital ne-gativo limitandose a sentarse tranquilamente a esperar los fracasos. Espe-cificamente, la administracion Reagan promete gastos mas elevados parala defensa, lo cual es seguro; promete menores impuestos, lo cual es casiseguro; y promete reducir el gasto federal total disminuyendo el volumen,relativamente pequeino,de gastos civiles no contractuales, es decir, gastosque no correspondan al interes, seguridad social y similares.Esto ultimo no lo puede cumplir. Mientras que el consenso no es vul-nerable por lo que respecta a dichos gastos residuales, la administracionse harAextraordinariamenteimpopular si intenta hacerlo de manera seria.Con menos impuestos y con gastos puiblicostan elevados o mas que antes,la politica fiscal bajo el presidente Reagan se manifestara, si acaso, masinflacionaxia que en el pasado. La nueva administracion promete ademasque se abandonaran los mecanismos, bastante primitivos por cierto, pararestringir los precios y salarios. Es verdad que no podian tolerar este tipode mecanismos aquellos eruditos para quienes toda forma de reglamenta-ci6n gubernamental resulta abominable, para quienes el mercado -pormuy deteriorado que se encuentre- sigue siendo un t6tem. En conse-cuencia, habra de existir una dependencia mayor que nunca respecto a lapolitica monetaria. Como archirrepresentantedel monetarismo, al profesorMilton Friedman le esperan grandes dias.Pero su buena suerte no sera completa: el asociarse con una politicaque -por muy persuasivamenteque se le defienda- no funciona, presentagraves desventajas. El profesor Friedman ya se ha visto obligado a diso-ciarse de Chile e Israel, donde alguna vez lo aclamaran como profeta. Supolitica en Gran Bretafia hasta ahora solo ha producido inflaci6n elevada,profundo estancamiento interno, el mayor nivel de desempleo desde laGran Depresi6n y algunos indicios de que al profesor Friedman le gus-taria separarsetambien de la senioraThatcher. Mas por profunda que seami compasion hacia un antiguo amigo, mi preocupaci6n actual se remite

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    LA EMBESTIDA CONSERVADORA 1795a las consecuencias que esto traera a los adeptos al consenso, pues tende-ran a descansar c6modamente con el descubrimiento de que el moneta-rismo implica ya sea un desempleo y tasas de inflacion elevados, o unpoco menos de desempleo y aun mas inflaci6n. Si sucediera de otramanera, si existiera una f6rmula sencilla para resolver nuestros problemas,ya se estaria utilizando de forma generalizada desde hace mucho tiempo.Lo que los defensores del consenso necesitan no es descanso sino un es-fuerzo vigoroso para mantenerlo al dia con los cambios que lo volvieronvulnerable. Esto significa, como ya se advirti6, mejores pruebas sobreaquello que resulta suficiente y costeable en los servicios y asistencia pu-blicos. Significa emprender todas las medidas posibles para asegurar unamejor administracion publica. Pero requiere, sobre todo, aceptar la logicadel poder moderno representado por las corporaciones, sindicatos y otrosgrupos, y su efecto sobre la fijacion de precios y la inflaci6n.Una utilizaci6n ingeniosa y firme de la politica fiscal sigue siendo nece-saria; siempre que la demanda ejerza presi6n sobre los recursos deberanaumentarse los impuestos, esto debera hacerse principalmente sobre los masacomodados. Esta es la opci6n ante la dependencia excesiva -y desas-trosa- de la politica monetaria para limitar la demanda o una manipu-lacion despiadada de los servicios publicos para aquellos con menos recur-sos. Yo sugeriria un aumento en los impuestos indirectos sobre articulosde consumo correspondientesa mayores ingresos o al lujo; es dificil verterlagrimas por personas que deben pagar mas por autom6viles, muebles,residencias, atavios o entretenimientos de lujo. Aun quienes pagan dichosimpuestos revelan cierta renunecia a alegar privaciones en su defensa.Debe haber tambien un pronunciamiento general contra las concesioncstributarias a los ricos, y esto se aplica a todo tipo de incentivos. Nuncadebemos olvidar que tras la palabra incentivos se oculta siempre el deseode alguien de percibir mayores ingresos.

    Las corporaciones manifiestan hoy en dia una tendencia admirable ainvertir cuando preven una ganancia, pero la reducci6n de impuestos noconvierte una presunta perdida en ganancia. El ejecutivo moderno de unacorporaci6n se enorgullece de entregarse por completo a su empresa; in-sinuar que mide sus esfuerzos por su ingreso total despues de pagar im-puestos seria insultante para el, y seria despedido si se pensara que lohace. Los impuestos sobre ingresos no devengados y herencias son conve-nientes para la etica del trabajo, pues con el correr del tiempo obligan a losricos y a su descendencia a volver al trabajo iUtil. Una de las rarezas denuestro tiempo consiste en que creemos que la etica del trabajo es espe-cialmente etica para quienes pertenecen a los grupos de menores ingresos.En la gente acomodada, un aprovechamiento adecuado del tiempo libreconstituye una senial de comportamiento civilizado.Empero, tambien debemos disponer de medidas directas para mantenerlos sueldos e ingresos en el nivel que puedan costearse seguin los preciosexistentes. Asimismo, y con igual firmeza, deben emprenderse acciones

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    1796 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGIArespaldadaspor la ley segun sea necesario para restringir los precios indus-triales en los sitios donde el poder del mercado es considerable. No Leviola ningin principio del mercado cuando el Estado toma medidas parafijar aquellos precios que, como productos de la concentraci6n industrial,ya estan fijados. De igual forma, debe restringirse otro tipo de ingresosque se incrementan de manera organi7ada. Esta labor no es tan compli-cada como a veces se imagina: la centralizacion del poder del mercadopor parte de las corporaciones, sindicatos y organizaciones agricolas, queprovoca inflaci6n en su forma moderna, disminuye considerablemente elnumero de firmas y organizaciones a las cuales se debe controlar. No seesta remplazando al mercado clasico: obviamente este ha desaparecidopara siempre y es ahi donde radica el problema.Esta es pues la tarea. Desde luego, debera defenderse al consenso en suposicion actual de fuerza, pero se recibira a este respecto una gran ayudade parte de las circunstancias. La verdadera tarea consistira en enmen-darlo, renovarlo y volverlo a planear en los puntos donde falla en la ac-tualidad.

    Traducci6n: Armida Lievana.