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1 EL LIDERAZGO POLÍTICO EN DEMOCRACIAS DE BAJA INSTITUCIONALIZACION (El caso del Peronismo en la Argentina) Por María Matilde Ollier Escuela de Política y Gobierno Universidad Nacional de San Martín Argentina Paper Presentado al XXI World Congress of Political Science Internacional Political Science Association (IPSA) Santiago (Chile), 12-16 de julio de 2009 Abstract Dada la baja institucionalización del peronismo, el paper argumenta que su fortaleza se debe a que el liderazgo estructura al peronismo como organización política al tiempo que funda su legitimidad última en el voto ciudadano. Para desarrollar su tesis el paper, primero, describe cómo Perón ejerce su liderazgo carismático y arma el modelo peronista; y segundo analiza los liderazgos carismáticos de situación de Carlos Menem y Néstor Kirchner acorde al modelo peronista reciclado a los nuevos tiempos. Finalmente, pone a prueba la hipótesis exploratoria demostrando cómo, entre 1983 y 2007, los liderazgos justicialistas locales de la franja territorial más decisiva de la Argentina por su peso electoral, el conurbano bonaerense, se alinean con el liderazgo máximo. Palabras claves: Liderazgo presidencial, provincial y local --- liderazgo partidario --- organización política -– Peronismo --- imbricación. Given Peronist weak institutionalization, the paper argues that Peronist strength is due to the fact that leadership organizes Peronism as political force, and in the end, such leadership is legitimated by citizen suffrage. To develop this interpretation, the paper, first, describes how Perón’s charismatic leadership leads and builds Peronist organization; and second, it analyzes how Menem and Kirchner’s charismatic leadership of situation guide the recycled Peronist model. Finally, the paper tests the tentative hypothesis by demonstrating how Peronist local leadership from Conurbano Bonaerense, the Argentinean most decisive territorial portion in electoral terms, align with Peronist top leadership. Key words: Presidential, provincial and local leadership --- partisan leadership --- political organization – Peronism --- overlapping.

1 EL LIDERAZGO POLÍTICO EN DEMOCRACIAS DE BAJA

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EL LIDERAZGO POLÍTICO EN DEMOCRACIAS DE BAJA INSTITUCIONALIZACION (El caso del Peronismo en la Argentina)

Por

María Matilde Ollier Escuela de Política y Gobierno

Universidad Nacional de San Martín Argentina

Paper Presentado al

XXI World Congress of Political Science Internacional Political Science Association (IPSA)

Santiago (Chile), 12-16 de julio de 2009

Abstract Dada la baja institucionalización del peronismo, el paper argumenta que su fortaleza

se debe a que el liderazgo estructura al peronismo como organización política al tiempo que funda su legitimidad última en el voto ciudadano. Para desarrollar su tesis el paper, primero, describe cómo Perón ejerce su liderazgo carismático y arma el modelo peronista; y segundo analiza los liderazgos carismáticos de situación de Carlos Menem y Néstor Kirchner acorde al modelo peronista reciclado a los nuevos tiempos. Finalmente, pone a prueba la hipótesis exploratoria demostrando cómo, entre 1983 y 2007, los liderazgos justicialistas locales de la franja territorial más decisiva de la Argentina por su peso electoral, el conurbano bonaerense, se alinean con el liderazgo máximo. Palabras claves: Liderazgo presidencial, provincial y local --- liderazgo partidario --- organización política -– Peronismo --- imbricación.

Given Peronist weak institutionalization, the paper argues that Peronist strength is

due to the fact that leadership organizes Peronism as political force, and in the end, such leadership is legitimated by citizen suffrage. To develop this interpretation, the paper, first, describes how Perón’s charismatic leadership leads and builds Peronist organization; and second, it analyzes how Menem and Kirchner’s charismatic leadership of situation guide the recycled Peronist model. Finally, the paper tests the tentative hypothesis by demonstrating how Peronist local leadership from Conurbano Bonaerense, the Argentinean most decisive territorial portion in electoral terms, align with Peronist top leadership. Key words: Presidential, provincial and local leadership --- partisan leadership --- political organization – Peronism --- overlapping.

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INTRODUCCION

Argentina posee un presidencialismo fuerte (Mainwaring y Shugart: 2002) asentado en una débil institucionalización (O’Donnell: 1994) tanto de la república como del sistema partidario (Cavarozzi: 2002). Esta situación ha fortalecido al peronismo cuya morfología se adapta mejor a la misma. Numerosos autores han intentado develar este enigma de la política argentina.1 Sin embargo pese a reconocer el lugar crucial del liderazgo, ninguno ha teorizado sobre él a lo largo de los 63 años de su historia, es decir buscando una explicación común para Juan Perón, Carlos Menem y Néstor Kirchner. En consecuencia, el paper apunta a explorar la siguiente hipótesis: la fortaleza del peronismo es atribuible al hecho que el liderazgo estructura al peronismo como organización política, fundando su legitimidad última en el voto ciudadano.

Al frente del estado, el justicialismo imbrica liderazgo presidencial y jefatura partidaria (formal o informal). Así lo instaura Perón y así se ha dado desde que la tercera ola de democratización llega a la Argentina hasta 2007. Esta imbricación favorece el ejercicio concentrado del poder presidencial permitiendo, a su vez, que el peronismo emerja con diferentes caras en la escena nacional (del neoliberalismo al populismo económico), siendo éstos los rostros de sus liderazgos. El ejercicio del poder concentrado hacia adentro del peronismo tiende a reproducirse en el liderazgo presidencial hacia el conjunto del sistema político o del régimen democrático.2

Si el liderazgo constituye una parte central de la explicación sobre el peronismo, la otra lo es su morfología. Para ello recurro al clásico trabajo de Panebianco (1990) que facilita ubicarlo en una perspectiva teórica fundada en los diferentes modelos de partido en que se funda el justicialismo: carismático, de masas y de gobierno, combinación que ha pervivido reciclada a los nuevos tiempos, bajo los liderazgos carismáticos de situación y el sesgo de partido profesional-electoral, tal como prueban estas páginas, contribuyendo a alimentar su histórica fortaleza organizativa.

Para apuntar a corroborar la hipótesis exploratoria, que precisa aún más desarrollo empírico, el paper se compone de tres secciones. La primera describe cómo Perón (1946-1955) construye su liderazgo y, al mismo tiempo, la organización peronista. Para ello recurro a los modelos de partidos mencionados. La segunda sección analiza el peronismo de la tercera ola de democratización a partir de entender cómo ingresa a ella y cómo se construyen los liderazgos de Carlos Menem (1988-1999) y Néstor Kirchner (2003-2007). Esta interpretación del peronismo se realiza sobre fuentes secundarias basadas en investigaciones empíricas, permitiendo ver que los diferentes liderazgos peronistas encierran la misma concepción del ejercicio del poder, clave para comprender cómo éste estructura el peronismo verticalmente, al tiempo que permite las disputas horizontales por debajo de su máximo jefe, cuando éste existe, y entre los posibles competidores cuando la

1 Han dado cuenta del mismo, desde la historia: Mckinnon (2002), Torre (1999, 1995, 1983), Waldman (1981), Zanata (1999), Buchrucker (1986), Navarro (2002), Barry (2009); sobre la proscripción y el exilio: Amaral y Plotkin (2005), James (1990), Ollier (2005/1989), Sigal y Verón (1986); desde la renovación post 1983: Arias (2004, 2002), D’Ipola (1987), Gutiérrez (2003), Levitsky (2003), McGuire (1997), Palermo y Novaro (1996) y Sidicaro (2002). 2 La legitimación se da en dos pasos sucesivos o en dos pasos simultáneos (intra y/o inter partidaria) o en la elección general. Carlos Menem en 1988 vence en la competencia interna y en 1989 en la general. En 1995 es reelecto sin competencia partidaria. Néstor Kirchner en 2003 gana en “interna abierta obligatoria” pues el PJ presentó tres candidatos presidenciales; en 2007 decide que su mujer sea la candidata presidencial.

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jefatura se halla vacante. La tercera sección pone a prueba empíricamente la hipótesis exploratoria, a partir de demostrar cómo el máximo liderazgo nacional o provincial peronista alinea detrás de sí los liderazgos locales, entre 1983 y 2007, en el Conurbano Bonaerense, la franja territorial más decisiva de la Argentina por su peso electoral.

I. PERSPECTIVA HISTÓRICO-EMPIRICA: EL LIDERAZGO

CARISMATICO DE JUAN PERÓN Y EL MOLDE PERONISTA Cuando se hace referencia al liderazgo de Perón, siempre se remite a su sesgo

carismático plasmado en la relación líder-masa. Escasamente se estudia cómo Perón ejerce el poder y participa en la construcción de la organización peronista. Su liderazgo, entonces, apunta hacia dos blancos: las masas, destinatarias de sus discursos y beneficiarias de sus políticas, y los dirigentes justicialistas, imprescindibles para el ejercicio de su poder político en tanto que junto a Perón son los responsables por la organización (y funcionamiento) del peronismo. De este modo, su fuerza política convertida en una herramienta de poder y de gobierno le permite, a su vez, concentrar poder en su persona. En esta última cara del liderazgo de Perón, replicada por sus herederos, Carlos Menem y Néstor Kirchner, radica la llave que permite comprender la actual fortaleza peronista en términos de representación, gobernabilidad y estabilidad.3

Perón construye su liderazgo desde el estado, inicialmente en tanto miembro de un golpe militar (1943-1946), en cuyo gobierno ostenta los cargos de Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de Guerra y Vice- presidente de la nación.4 Elegido presidente por el voto popular, se convierte en heredero del régimen militar, a partir de sacar ventaja del temor de la elite a una revolución social y presentarse él como el hombre capaz de llevar adelante un proyecto que contenga a las clases populares. Así arma una coalición electoral de obreros, sectores del radicalismo y del conservadurismo, la Iglesia católica, las fuerzas armadas y franjas del nacionalismo. De este modo une sectores en disputa: las fuerzas armadas y la clase obrera.

Perón consigue la adhesión del movimiento obrero merced a su carisma plasamado en un discurso sencillo y en las políticas públicas dirigidas hacia él. El discurso y sus escritos conformaron la doctrina justicialista que lo tuvo a él como su único enunciador. Según James (1990), Perón en vez de prometer a los humildes un paraíso inalcanzable, como hacen sus opositores socialistas y comunistas, les habla de manera simple y les brinda beneficios concretos. En esa habilidad para conectarse con las clases populares se enmarca su triunfo electoral de 1946. Una vez alcanzada la popularidad en el seno de amplias capas de la sociedad argentina que lo votaron, utiliza esa legitimación para: 1) disciplinar a sus propios seguidores y llevar a cabo la organización peronista; 2) sujetar el sindicalismo al estado, a través del monopolio de la representación y la centralización de los sindicatos, ganando la batalla contra los sectores obreros que proponían mantener la autonomía (Torre: 1990 y Doyon: 1990). Lograda la sumisión, el paso siguiente fue que la Confederación General del Trabajo (CGT) pasó a ser conducida por sindicatos que respondían a las 3 Desde que la tercera ola democratizadora llegó a la Argentina, en 1983, en términos de estabilidad (ningún presidente peronista electo por la ciudadanía salió anticipadamente del gobierno, aún cuando les ocurrió a quienes fueron electos por la Asamblea Legislativa), de representatividad (mantiene una masa de votantes que ronda el 40%) y de gobernabilidad (su visualización como partido que sabe gobernar incluso bajo la descalificación “roban pero hacen”). Asistimos al record justicialista en el gobierno nacional y en los provinciales (Jones: 2002). 4 Para ver las dotes de Perón para construir su liderazgo previa llegada a la presidencia, Potash (1984).

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necesidades del gobierno y no a la importancia de los gremios en el mundo laboral; 3) subordinar a su voluntad la Corte Suprema y el Parlamento. 5

Utilizando los datos provistos por Mackinnon (2002), aunque no siguiendo su interpretación de los mismos, es factible analizar las reglas de construcción del liderazgo de Perón en relación a su fuerza política. El fundador del movimiento lidera la unificación de dos aliados suyos --el Partido Laborista (formado por sindicatos) y la Unión Cívica Radical, Junta Renovadora-- en el Partido Único de la Revolución. Consigue, sin que su intervención se note, armar un partido “encuadrado”, es decir, centralizado y subordinado a él, pese al conflicto inicial de intereses entre ambos grupos. Se ve entonces que el liderazgo carismático de Perón, conlleva un proceso de concentración del ejercicio del poder, cuyo destinatario fue la organización política.

Desde mi perspectiva, cuatro hitos prueban la forma que Perón construye un liderazgo concentrado en su persona y, al mismo tiempo, una organización vertical, el Partido Único. El primer hito es la conformación de la Junta Ejecutiva Nacional (JEN) para conducir la organización partidaria. La composición de la JEN responde a la relación de fuerzas existentes en el Partido (los laboristas, los renovadores, un grupo parlamentario y diferentes dirigentes provinciales, un incipiente oficialismo, y Perón). La presencia de “oficialistas” muestra cómo Perón, utilizando la legitimación que le confiere la presidencia de la nación, pone una cuña entre las dos fuerzas verdaderamente representativas, renovadores y laboristas, obligándolas a compartir con “sus leales” la conducción del organismo. Dos datos explican la influencia determinante de Perón en el armado del partido único. El primero remite al modo de intervención de Perón, que se presenta como un agente que apacigua las rencillas internas con el fin de contrarrestar la facciosidad emergente; siendo ésta un grave problema que la política argentina acarrea desde el comienzo de la democracia en 1916. Es decir, Perón ofrece su liderazgo como la posibilidad y el motivo de la unidad de la organización y en consecuencia de su fuerza y perdurabilidad. Segundo, la escasa resistencia a sus órdenes, observada desde el comienzo.6

Un segundo hito es el reemplazo de la JEM por el Concejo Superior del Partido, integrado por sectores laboristas y renovadores pero con la presencia de una franja puramente oficialista, que son los representantes “del otro fundamental actor organizativo: Perón”7. Los leales a Perón aumentan su representación mientras los laboristas la mantienen y los renovadores pierden un miembro. Perón incrementa su ingerencia vía mayor número de leales; un triunfo de la voluntad de Perón que equilibra a los sectores menos obedientes a sus designios, con otros leales (u obedientes) a su conducción, algo impensable de hacer al inicio. El tercer hito lo constituyen dos medidas cruciales, en el proceso de concentración de poder en manos de Perón, tomadas por el Congreso General Constituyente, de 1947: la primera es la decisión de no permitir “la expresión de disensos”.8 La segunda pasa por investir al líder de facultades superiores a la de los organismos

5 En relación a la Corte Suprema, sus miembros sufrieron juicio político para ser reemplazados por amigos del gobierno. El gobierno controla el Senado, posee 109 diputados sobre 158 en la Cámara Baja y gana en 13 provincias sobre catorce. 6 Mackinnon (2002, 49). 7 Ibíd., p. 86. 8 Se aprueba la Carta Orgánica que intenta contener sus heterogéneos apoyos en una estructura capaz de evitar los disensos; Ibíd., p. 97.

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partidarios.”9 De este modo, Perón pasa de avenirse a pactos y respetar los espacios políticos ocupados con anterioridad10 a quedar investido de facultades superiores, concluyendo la unificación partidaria sujeta a la máxima autoridad de Perón.

El cuarto hito se localiza en marzo de 1949, cuando se da un importante recambio en los miembros del Concejo Superior: “se van los hombres de la primera hora y entran los recién llegados, generalmente, sin trayectoria política previa, hombres formados dentro de esos pocos años de peronismo, hombres que muestran más identificación y lealtad hacia la organización”11, esto es, hacia Perón. El recambio prueba la culminación de un proceso que tuvo en Perón su máximo promotor y que finaliza con la identificación del líder con la organización, y no sólo con el pueblo. Según Mackinnon, la intervención de Perón en el armado de esta última etapa es indirecta y aparece mediada por dirigentes intermedios que ocupan lugares en el Concejo. Sin embargo, esta intervención, según ella misma ha escrito antes, nunca fue excesivamente notoria. Desde mi perspectiva, Perón lleva adelante la organización conduciendo vía sus dirigentes intermedios. El no interviene personalmente en el conflicto sino que lo hace a través de sus mediadores, pues su presencia en el terreno arriesga a convertirlo en parte de una facción, lo cual creía necesario combatir. Su intervención mediada le permitía reservarse la última palabra y colocarse por encima de las rencillas internas.

La autora reconoce que esta última etapa es representativa de “un Perón cuyo poder carismático ha aumentado, en gran parte debido al aumento de su caudal de votos, el origen y la garantía en última instancia de su legitimidad”12. Esto será así para siempre en el peronismo: la jefatura legitimada por los votos ciudadanos se ejerce de manera concentrada y personalizada, hacia adentro de la organización y hacia el régimen político. El final de su primer mandato encuentra a Perón en el punto álgido de concentración de poder en sus manos y al mismo tiempo en el inicio de su declive, pues han comenzado a tambalear dos recursos de poder que jugaban a favor de él, la Iglesia y las Fuerzas Armadas. El caudillo da un paso en falso al emprender la peronización de la nación, incluida la iglesia católica.13 De ahí que a tres años de iniciado su segundo mandato cae víctima de un golpe de estado.

De los varios elementos de la doctrina justicialista que sirven para entender la concepción del liderazgo de Perón, hay un concepto central: organización.14 El estaba convencido de que una explicación especial del éxito obtenido por las fuerzas armadas era “la organización”, entendida como garantía de unidad y eficacia en la acción colectiva. (“El

mejor sindicato, el gremio más poderoso y mejor organizado somos nosotros los

militares”) En la Asamblea Nacional Peronista de julio de 1949 Perón expone la importancia de la organización, ya que las escisiones debían ser controladas debido a que de profundizarse llevaría al partido al borde de la ruptura y a una merma significativa del

9 “En el caso de que un afiliado ejerciera la Primera Magistratura de la República, y en atención a que la Constitución Nacional le designa como Jefe Supremo de la Nación, será reconocido con igual calidad dentro del Partido y en consecuencia podrá modificar decisiones de los organismos”. Artículo 8 de la Carta Orgánica, Ibíd., p. 98. 10 Ibid, p. 142. 11 Ibíd., p. 138. 12 Ibíd., p. 142. 13 Según Caimari (2002), Perón ve en el catolicismo el lugar desde el cual se daba visibilidad al antiperonismo. Waldman (1981) clasifica como autoritarismo el estilo de conducción de esta segunda presidencia. 14 Para un análisis de la doctrina justicialista, Buchrucker (1986).

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caudal electoral. En esta idea de Perón aparece claramente explicitada su preocupación por la facciosidad y la forma de evitarla a partir de intervenir en los conflictos a través de los mediadores, para que las disputas no generen divisiones ni comprometan su lugar de jefe máximo.

Ahora bien, si el lugar encumbrado de Perón como jefe del movimiento se vincula estrechamente al éxito de su gestión al frente de la Casa Rosada, esto permite extraer otra lección: alcanzar el gobierno no sólo provee recursos sino que una gestión exitosa permite al líder disciplinar la organización peronista. De ahí que líder/masa/organización/votos/gobierno constituyen los componentes claves del diseño peronista. El líder, como presidente de la nación, ejerce un poder concentrado hacia adentro del movimiento y hacia otras instituciones (sindicatos, fuerzas armadas, gobernadores, parlamento, corte suprema), ambas instancias de concentración de poder en manos del líder son inseparables en la gobernabilidad peronista.

El estilo de liderazgo de Perón se mantiene, con las obvias diferencias contextuales, durante su exilio. Ollier (1989/2005) reconstruye cómo Perón mantiene su liderazgo bajo estas circunstancias al lograr una doble colocación en la escena política nacional: Perón no está (físicamente) pero pesa su palabra (cartas, parlamentos magnetofónicos) y su presencia (frente a los visitantes en su exilio en Madrid). Esto lo lleva a tener múltiples voces y emisarios, es decir, otra vez los mediadores, con lo cual no es fácil jugar exitosamente contra su voluntad, incluso quienes tratan de sacar ventaja, dentro y fuera del movimiento, de su ausencia, proponiendo un peronismo sin Perón. En este contexto, el caudillo ve la gran oportunidad representada por los estallidos de violencia social contra el régimen autoritario que se inician en 1968, y que junto a la emergencia de la guerrilla revitalizan su lugar en la escena política. Liderando las fuerzas contenidas en el interior del movimiento (políticos, sindicalistas y grupos insurgentes) en una operación de acuerdo y confrontación hacia fuera de él (con las otras fuerzas políticas, las fuerzas armadas y el gobierno) pero en el marco general del acuerdo, Perón, como lo demuestra Ollier (2005) se convirtió en el hombre clave de la transición, que acaba articulando la oposición social y política al régimen militar hacia una salida contra el mismo. Así como presidente, desde el estado condujo una serie de actores e instituciones para gobernar, ahora desde el exilio vuelve a colocarse en el lugar de quien conduce las diferentes instancias de oposición al régimen para terminar en una salida electoral exitosa.

II.- LIDERAZGO CARISMÁTICO DE SITUACIÓN: CARLOS MENEM Y

NESTOR KIRCHNER El liderazgo peronista, a partir de 1983, siguió la tradición fundada por Perón y en

consecuencia imbricó liderazgo presidencial y partidario, apelando a la legitimidad de las urnas como corolario del mismo. En la primera etapa (1983-1999), a la renovación política que consistió en la búsqueda de un nuevo jefe, le siguió la consagración de una nueva jefatura encarnada en Carlos Menem. La etapa siguiente se inicia con la ausencia de un liderazgo nacional hasta la entronización de uno nuevo, Néstor Kirchner.

El justicialismo es vencido, en 1983, en elecciones limpias por primera vez en su historia, quebrando la “ley de hierro” de la lógica electoral argentina. Esta derrota asociada a métodos y personajes del viejo peronismo impulsa a la renovación. La habilidad desplegada por el justicialismo para sobrevivir unido (durante el exilio de Perón y luego de su muerte) hizo que la relación de fuerzas internas marcase sus objetivos y sus rumbos bajo la peculiar presencia de Perón antes señalada. Después de 1983, el equilibro de fuerzas

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internas vuelve a definir los pasos del peronismo hasta llegar a la renovación peronista. Esta vez el equilibrio interno de poder ve el desplazamiento del sindicalismo de la cúpula del movimiento (Gutiérrez: 2000; Levitsky: 2003), mientras otro actor gana espacio en la conducción peronista, los gobernadores (Levitsky: 2003).

Sin embargo, Perón imprime al justicialismo con una marca imborrable: el jefe del movimiento es indiscutido. Reúne en sus manos el poder necesario para ejercer eficazmente la conducción que radica en la subordinación, por convicción, de sus seguidores. La interpretación de Halperín Donghi (2004) acerca de la nula importancia que Perón atribuyó al destino de su movimiento –al colocar, en 1973, a su mujer, Isabel Perón, como vicepresidenta y por lo tanto como sucesora se funda en su incomprensión sobre cómo Perón entiende el liderazgo. La lección referida a la jefatura la enuncia Perón en 1974, en su discurso de despedida al pueblo argentino. Me llevo en mis oídos la más maravillosa

música que es la voz del pueblo argentino fueron palabras que encerraban el último apotegma que el anciano caudillo transmitía a sus discípulos. Aquella frase contenía, en lo más hondo de su pensamiento, su verdadera concepción de la conducción y en consecuencia de la política. La lección que Perón dejaba a los justicialistas era sencilla. La jefatura no se delega ni se hereda; se conquista en la lucha política. Por lo tanto, su heredero dentro del movimiento sería aquel dirigente capaz de atravesar exitosamente esa experiencia. Con esta lección a cuestas, el justicialismo jaqueado por la derrota de 1983 se dispone a buscar un nuevo conductor. Ese camino encuentra su punto de llegada el 9 de julio de 1988 cuando Carlos Menem bate a Antonio Cafiero en la competencia interna partidaria por la candidatura presidencial.

Esa batalla para dirimir el candidato presidencial resulta de un proceso que comienza con el revés en las elecciones generales de 1983 pero con el triunfo peronista en 12 gobernaciones y por lo tanto la obtención de un gran número de diputados y senadores que se suman a un significativo poder provincial. De este modo emerge otra fuente de poder capaz de disputar al sindicalismo, nucleado en las 62 Organizaciones, la cúpula del movimiento.15 Este primer challenger encuentra su legitimidad en el sufragio, plantándose así el germen de la constitución del próximo líder. D’Ipola (1987) y Arias (2004) afirman que no hubo renovación ideológica e incluso política que fuera más allá de la nominación de un líder. Sin embargo, este logro deviene central para el funcionamiento eficaz del peronismo. Como lo advirtió temprana y certeramente el mismo D´Ipola (1987: 350): “En el peronismo (también en la Renovación) la nostalgia de la garantía absoluta de verdad y eficacia que proporcionaría un liderazgo fuerte y carismático –capaz pues de investir la figura del poder- aún no se ha disipado. No por casualidad muchas de las más relevantes propuestas del peronismo renovador buscan auto-legitimarse apelando al aval ex ante de la palabra de Perón”. Que la legitimidad de la jefatura propuesta por los renovadores haya sido el voto ciudadano no constituye un hecho caprichoso: se trata de la legitimación final del líder, precisamente, por su lugar en la organización peronista. Esa legitimación le viene dada por la sociedad. De este modo, las disputas intrapartidarias habrían de quedar sujetas a una legitimidad extrapartidaria: la soberanía popular expresada en el sufragio.

Carlos Menem imbrica liderazgo presidencial y partidario, ejerciendo la presidencia de la nación a partir de concentrar poder en sus manos, en relación al justicialismo mismo y al régimen político. Para ello encuentra su legitimación, por un lado, en las vertientes políticas que lo acompañaron (y le permitieron ganarle a Cafiero), y por otro, en la base

15 Levitsky (2003: 109).

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social que lo respaldó posibilitándole ser el representante de ambos extremos del arco social: el establishment y las clases populares. Menem se erige para las clases populares en un verdadero peronista y para las clases altas en un anti-peronista de ley, sobre todo en su concepción del diseño económico y estatal, uniendo así los extremos de la pirámide socio-económica, del mismo modo que Perón unió pueblo y fuerzas armadas.

Similar a Perón, advirtió Arias (2002), Menem se auto-definía un conductor. La tradición peronista fundada en la confianza en el líder como conductor de la refundación de la Nación y de la unidad del pueblo, las invocaciones contra la clase política, su presentación como un outsider y el pragmatismo político le facilitan tanto la gobernabilidad como el ejercicio personalizado del poder. En ese marco subordina el sindicalismo (que lo reconoce como el jefe político del peronismo) y el partido a su voluntad.16 A su vez, el partido aprende, al igual que bajo Perón, a funcionar referenciado en su conductor. De ahí que el cambio de ideas económicas no es sólo responsabilidad de Menem. El Congreso de Actualización Doctrinaria (marzo de 1991) logra que el conjunto del partido se disciplinara bajo el nuevo modelo, advierten Palermo y Novaro (1996: 28).17 Con una opinión pública aliada a sus propuestas de reforma, Menem completa la construcción de su liderazgo presidencial y partidario e impone sus políticas. Condujo con mano férrea el poder legislativo (contando con mayoría en el Senado y por períodos en Diputados) y nombra nuevos magistrados en la corte suprema, que acatarán su voluntad al punto que popularmente se refería a ella como la “mayoría automática”.18 Menem corona su liderazgo con cambios discursivos en relación al peronismo tradicional, dejando para la historia las viejas banderas de imperialismo o nación. En este escenario el debilitamiento del actor militar, iniciado con Alfonsín, se prolonga.19 La convicción sobre la eficiencia tecnocrática gana el discurso político.

O’Donnell (1994) define la democracia argentina bajo Menem como delegativa y del texto se desprenden claramente los rasgos del liderazgo presidencial. Este tipo de mandatario (1) monopoliza en el ejecutivo, y dentro de él en su persona, las decisiones del gobierno. La concentración se refuerza por el rasgo individualista (2), que acompaña el sesgo mayoritario (asegurado a menudo por el ballotage), propio de su acceso a la presidencia: se elige al individuo que mejor pueda hacerse cargo del destino del país. El individualismo extremo en constituir el poder ejecutivo se combina con el organicismo del Leviatán: el presidente y sus seguidores de confianza constituyen el alfa y omega de la política. Por lo tanto (3) los otros poderes son ignorados. Como resultado (4) el presidente se aísla de las instituciones políticas y de los intereses organizados. La carencia de instituciones efectivas y autónomas (5) no sólo responsabiliza al presidente por el éxito o el

16 Importantes sindicatos (gas, telecomunicaciones, electricidad) cooperaron con su gobierno (Murillo: 2000 y 2001). Los nexos entre el gremialismo y el peronismo fueron cruciales al permitir que el justicialismo conserve su poder en todos los organismos oficiales, colaborando en las gestiones peronistas al frente del estado nacional (Levitsly: 2003, p. 224). 17 Sidicaro (2002) señala los beneficios materiales y simbólicos provenientes de la obtención de cargos públicos.17 La práctica del estado protector de los humildes se recicló en un extenso programa de políticas sociales. Levitsky (2003) demuestra cómo se organiza una red clientelar basada en los recursos del estado que vino a reemplazar los viejos lazos partidarios. 18 Sobre el abusivo uso de los decretos de necesidad y urgencia, Mustapic (2000). 19 La administración menemista redujo a un tercio a las fuerza armadas, recortó su presupuesto, privatizó empresas militares y puso fin al servicio militar obligatorio. El gasto militar quedó bajo la estricta supervisión del Ministerio de Economía.

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fracaso del gobierno sino que (6) ratifica la herencia de alta personalización, a la cual contribuye la actual metamorfosis de la representación (Manin, 1992: 29-31). Cuando Menem intenta forzar una interpretación de la Constitución en vistas a lograr su habilitación por un tercer período, la resistencia más efectiva la halla dentro del propio justicialismo y la encabeza su sucesor, Eduardo Duhalde. De ahí que terminado su segundo mandato, la imposibilidad de continuar imbricando liderazgo presidencial y partidario debilita sus chances de continuar siendo el líder máximo del peronismo. Por lo tanto, a poco de andar, también finaliza su jefatura justicialista.

La derrota del candidato justicialista, Eduardo Duhalde, en las elecciones presidenciales de 1999, pone al peronismo frente a la ausencia de un líder nacional. La nueva columna vertebral conformada por los gobernadores, pasó a dirimir los acuerdos y las divergencias en el seno del peronismo. Poco a poco los inconvenientes de la falta de un liderazgo pasaron a depender del equilibrio de poder entre los barones provinciales, tal como había sucedido entre 1955 y 1973 y luego de la muerte de Perón, entre 1974 y 1988. La derrota del peronismo lleva al gobierno a una Alianza entre dos fuerzas política. La salida anticipada de su presidente F. de la Rúa, como resultado de la crisis de 2001, lleva a Eduardo Duhalde a la presidencia provisional de la república, electo por la Asamblea Legislativa.

Este período (1999-2003) de disputa abierta por la nueva jefatura no siempre ha sido comprendido. Levitsky (2003) estudia el menemismo, para luego trazar la trayectoria post menemista del peronismo, entre 1999 y 2003; aquí Levitsky (2005) advierte dos situaciones que denomina de renovación y de caos respectivamente. Según su interpretación, la causa de la renovación es la fluidez del peronismo producto de su débil institucionalización.20 En su perspectiva, la fragilidad institucional le permite al PJ tanto adaptarse eficazmente a los cambios (que Menem motorizó) como caer en el caos. Sin embargo, cuando se ven los momentos de caos señalados por el autor, se nota que son aquellos en los cuales el peronismo carece de un líder (es decir, 1983-1989 y 1999-2003); por el contrario, el período de la renovación comprende aquél donde el PJ exhibe un nuevo jefe (1989-1999). El error de interpretación cometido por el autor se funda, precisamente, en no convertir la fortaleza organizativa en variable dependiente. Pues el centro organizacional lo configura el liderazgo. La ausencia de un jefe implica una disputa entre los posibles candidatos para ocupar ese lugar. Por debajo de esa disputa, y tomando parte en ella, se alinean los liderazgos provinciales y locales. La presencia de un jefe indiscutido no impide disputas horizontales entre los jefes locales, tal como veremos en la próxima sección, para alcanzar el máximo lugar en su distrito. El resultado de esas disputas (horizontales por debajo) lleva a la reorganización del peronismo local en torno al vencedor local. Es entonces, el período comprendido entre 1999 y 2003, el de ausencia de un jefe indiscutido, aquello que lleva a Duhalde a un acuerdo con los gobernadores peronistas y con la bancada radical en la Cámara para que “por única vez” cada partido resuelva las candidaturas como mejor le parezca. Así el peronismo presenta tres candidatos para esa contienda presidencial. Al plantearse como un liderazgo de transición, el presidente provisional se convirtió en el puente entre Carlos Menem y Néstor Kirchner.

20 Levitsky (2005, 184) define al peronismo como “a distinctive combination of organizational strength and institutional weakness”.

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Ollier (2005) reconstruye cómo Kirchner organiza su liderazgo presidencial y su jefatura partidaria, por lo tanto tomo la idea central. Kirchner lidera el re-armado del modelo económico implementado por su antecesor, E. Duhalde, desde una clara posición de desventaja política por el bajo porcentaje de votos obtenidos (22%) y la sombra de su mentor, Duhalde, merced a cuya máquina electoral llegó a la presidencia. Por lo tanto, como buen peronista opta por construir su liderazgo presidencial, basado en la concentración personal de poder. Una vez logrado se convierte en el nuevo jefe partidario (primero informal y después formal) del PJ. Al igual que Menem, Kirchner 1) prioriza el tiempo político, apelando al favor de la opinión pública (Cheresky 2004), diferenciándose de la desprestigiada “corporación política”, contra la cual vociferaba la clase media al son del “que se vayan todos” en 2001; 2) busca aliados fuera del PJ pero a diferencia de él lo hizo hacia el otro extremo del espectro ideológico con un sesgo de centro-izquierda, resumido en su frase: “A mi izquierda, la pared”21 y 3) bajo la excusa de terminar con la desprestigiada corte menemista, renueva la Corte Suprema. Se gana, entonces, la confianza ciudadana que le permite gobernar con gran margen de poder personal. Aprovecha las elecciones legislativas de 2003 y de 2005 para incorporar legisladores afines (no sólo peronistas) y no tener mayores obstáculos en un Congreso, que por otra parte casi no funciona durante su mandato. El dominio sobre el actor sindical, propio de un presidente peronista, completó la centralización del poder.22

Haber construido su liderazgo presidencial antes que partidario le facilitó el consenso necesario para enfrentar los compromisos externos, alinear al peronismo y contar con la colaboración de la CGT en la puja por la redistribución de ingresos. A diferencia de Menem, que llega al gobierno sin deudas con la conducción peronista, Kirchner arriba a la Casa Rosada con una pesada hipoteca, llamada Duhalde. Las elecciones de 2005 resultan la ocasión para confrontar con Duhalde, al llevar a su mujer, Cristina Fernández, a disputar la senaduría nacional por Buenos Aires, como ya veremos. El triunfo implica el reforzamiento del liderazgo de Kirchner que continua sin tropiezos los dos años siguientes de su gestión que termina con una popularidad tal que le permite nombrar a su mujer, sin elecciones internas, candidata peronista a la presidencia. Ubicada Cristina en la presidencia de la república, Kirchner asume la presidencia del PJ que había estado vacante esos años.23

La organización peronista reciclada. Luego de 1983, el peronismo transita hacia un

liderazgo carismático de situación (Panebianco: 1990) sin perder el rasgo de concentración de poder en manos presidenciales.24 Según Tucker (1970, 81-82) este carisma se constituye más por un estado de predisposición de la comunidad que por características mesiánicas del líder, quien ofrece una salida a la situación de malestar por la que atraviesa la colectividad. El surgimiento del carisma de situación responde a “un estado de stress agudo en la sociedad que inclina a sus miembros ‘a percibir como extraordinariamente cualificado y a seguir con lealtad entusiástica un liderazgo que ofrece una vía de salvación de la situación de stress.’” Tanto Menem como Kirchner llegan al gobierno luego de severas crisis

21 Durante el período de confrontación con su propia fuerza, piqueteros y Madres de Plaza de Mayo tuvieron entrada en la Casa Rosada. 22 Para un análisis detallado de la construcción del liderazgo presidencial de Kirchner, Ollier: 2005. 23 El triunfo de su mujer se vio acompañado por la cooptación que hizo de cinco gobernadores radicales y de sectores del socialismo. 24 Panebianco (1990, 113) extrae el concepto de Tucker (1970).

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económicas. Aún cuando el segundo toma el gobierno con la solución a la crisis encaminada, en el ánimo colectivo todavía impactaba la hecatombe del 2001.

El carisma de situación se diferencia del puro (Panebianco: 1990, 114) por una inferior capacidad del líder para plasmar a su gusto y discreción las características de la organización.25 Mientras en el puro no hay subsistencia del partido autónoma del líder, en el de situación, pese al enorme poder del máximo dirigente, el partido no resulta su criatura sino que brota de una pluralidad de impulsos. Por lo tanto otros actores se reservan grados de control sobre las zonas de incertidumbre de la organización, y es en los momentos sucesorios, cuando las exigencias electorales requieren un nuevo presidente, y por lo tanto un nuevo jefe peronista, cuando la presencia de otros actores dentro de la organización se hará sentir. Dado que, a partir de 1983, el PJ no respetó un única regla de selección de sus candidatos (Mustapic: 2002), el paper mostró cómo irrumpieron y se desarrollaron los liderazgos carismáticos de situación que continuaron, al igual que con Perón, estructurando la organización peronista, tal como veremos en la próxima sección.

La muerte de Perón y la consolidación democrática concluyen con el carácter “eterno” de la jefatura peronista y su reemplazo por otro de naturaleza “temporal”, ajustado a las necesidades electorales que impone la democracia presidencialista y representativa. En consecuencia, la imbricación del liderazgo presidencial y partidario, acotada por los tiempos electorales, ha llevado a reforzar el carácter competitivo del peronismo en la arena electoral. Por lo tanto, el PJ recurrió en las más diversas circunstancias a un mecanismo fundamental de legitimidad del liderazgo: el sufragio.

En cuanto a la organización política, siguiendo los modelos partidarios de Panebianco (1990), el peronismo fusionó trazos de tres modelos: 1) carismático que implicó ausencia de institucionalización y una fortísima centralización de la autoridad, 2) de masas, signado por su marcada desideologización (Panebianco: 1990, 490) que le confirió el atributo pragmático que el mismo Perón le imprimió26, y 3) de gobierno, es decir, el justicialismo llevó a cabo su proceso de organización desde el centro, es decir desde el gobierno –en este caso inclusive desde el estado-- y no desde la periferia. Este último modelo, concluye el autor, inhibe el avance de las reglas formales, y acarrea una institucionalidad débil, ya que los líderes no se interesan en lograr una institución fuerte en tanto los incentivos selectivos se encuentran en el Estado; es decir, la cantidad de recursos públicos capaces de ser utilizados para la lucha partidaria comportan un factor decisivo. Por lo tanto la débil institucionalización se debe tanto a su rasgo carismático como de partido de gobierno, mientras la desideologización a partido de masa.

La combinación peronista original se mantiene hasta 2007 reciclada bajo los liderazgos carismáticos de situación: baja institucionalización, centralización de la autoridad, marcada desideologización y pragmatismo, y orientación hacia el gobierno y el estado. Con el retorno de la democracia, en 1983, el peronismo llevó a cabo un tránsito hacia una organización que, sin perder el tono de partido de masa y de gobierno, volvió a buscar un jefe carismático de situación sujeto al calendario electoral, ya no habría jefes peronistas hasta su muerte. El límite temporal a la jefatura del movimiento fue impuesto por el tiempo que dura el mandato presidencial, en tanto el presidente de la nación es el jefe partidario, tal como lo establece su carta orgánica.

25 Panebianco da como ejemplos de carismas puros a A. Hitler, B. Mussolini y Ch. De Gaulle y de carismas de situación a W. Churchill, F. Roosevelt, K. Adenauer y J. Jaurés. 26 Sobre la desideologización del peronismo, un libro clásico Buchrucker (1986)

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A partir de 1983 la organización peronista ha también tomado otro un rasgo del partido electoral-profesional (Panebianco: 1990, 490). Cavarozzi (2006) ya ha referido a la profesionalización creciente de la política, que alcanza al PJ, cuya contra-cara acompaña la merma del número de militantes. El partido de profesionales busca, exclusivamente, maximizar el voto para obtener cargos públicos. Ni se plantean debates de ideas o de programas, ni hay discusión sobre mejores formas de organización. En el caso de la instancia nacional, el presidente decide el rumbo de la política económica, de la política social, cultural, las alianzas y los ejes de conflicto, en una palabra de la agenda. En ese contexto, la organización peronista manejando al estado en todos los niveles donde gobierna (nacional, provincial y local) acompaña (con menor o mayor euforia) el decisionismo del ejecutivo.

Maximizar la estrategia electoral le permite acceder al gobierno y en consecuencia manejar el estado, tal como fue desde el origen, pues aquí reside el recurso fundamental para hacer política (en tanto son políticos profesionales) y para sustentar las relaciones clientelares (de sectores populares y marginales) que alimentan su caudal electoral.27 Se da entonces un exitoso entrelazamiento: la victoria electoral legitima la jefatura y garantiza el acceso al estado; este último, a su vez, proporciona los recursos. Si bien los vínculos de clientela y patronazgo imperan en todos los partidos, la diferencia radica en el grado de institucionalización de las fuerzas políticas: cuando ésta es mayor, la institución opera esas conexiones, en cambio, cuando es menor, dichos enlaces los guía un boss individual (Panebianco: 1990, 130). El PJ ha llevado a cabo un despliegue fenomenal de las unidades básicas que se ocupan de estos nexos.28

III.- EL LIDERAZGO PERONISTA Y SU IMPACTO EN EL CONURBANO

BONAERENSE Esta sección analiza el alineamiento de las jefaturas peronistas locales del conurbano

bonaerense (de ahora en más CB) con el liderazgo máximo del peronismo para corroborar, en un caso empírico, la hipótesis que sustenta el paper: cómo el liderazgo político estructura al peronismo como organización política, siendo el voto ciudadano la legitimación última de ese liderazgo. Esta sección es parte de una investigación más amplia sobre la política en la provincia de Buenos Aires, donde la información ha sido provista por diferentes organismos provinciales y locales, periódicos y entrevistas a políticos y periodistas del CB. La sección presenta el CB, luego bosqueja el diseño institucional local y finalmente despliega los alineamientos locales con los liderazgos peronistas provinciales y nacionales entre 1983 y 2007.29 El cuadro anexo despliega los nombres de los intendentes peronistas del período.

27 Así lo demuestra Levitsky (2003) para los años 90’s. 28 Levitsky (2003) clasifica las unidades básicas del PJ y encuentra 4 tipos de las cuales resaltan las “emprendedoras”, centradas en actividades punteriles que apuntan a maximizar el voto. Sus tareas consisten en repartir recursos a cambio de votos (favores por votos). Estas fueron, según el autor, las que más crecieron en los 90´s. 29 Los alineamientos locales con el vencedor del propio partido, una vez terminada la disputa interna, ocurre en todos los partidos del mundo. La diferencia es que en otros lados confrontan tendencias que no desaparecen al terminar la competencia interna. En el peronismo se tratan de disputas por posicionamientos personales, por lo tanto terminada la confrontación, el alineamiento con el vencedor hace desaparecer la disputa hasta tanto vuelva a plantearse una nueva.

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El CB es el anillo de la provincia de Buenos Aires que rodea a la ciudad autónoma de Buenos Aires.30 La provincia de Buenos Aires, que no incluye la ciudad, contiene el 35% de la población argentina. A su vez, el CB constituye el 62.81% de los habitantes provinciales, siendo el área con mayor número de votantes del país (Cormick: 1999). Dentro de la provincia, el CB se extiende en parte de la primera y tercera sección electoral (SE) de las ocho que la forman. A su vez, la primera SE, se halla compuesta en el CB por diez municipios, antes de 1995, y por catorce después de esa fecha: Morón, Hurlingham, Ituzaingó (las tres eran Morón), José C. Paz, Malvinas Argentinas, San Miguel (las tres eran General Sarmiento), San Martín, Merlo, Moreno, San Fernando, San Isidro, Tigre, Tres de Febrero y Vicente López. La tercera SE del CB incluye 9 y luego 10 municipios: Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora y Quilmes.31

La Argentina, bajo el formato federal, organiza una forma unitaria de gobierno que naciendo en el presidente, que concentra enorme poder institucional y financiero en relación a los gobernadores, termina en la concentración de poder de los gobernadores sobre los intendentes. Buenos Aires no escapa de este patrón cuyo rasgo clave en la política municipal es la centralidad del ejecutivo municipal, facilitada por una serie de elementos del diseño institucional.32 Entre ellos se encuentra la concentración de decisiones en el jefe comunal que promueve una dinámica política centrada en la figura del intendente, donde las decisiones más nimias requieran su firma. Al centralismo se suma una regla municipal que le da al intendente perdurabilidad en el tiempo: la reelección indefinida.33 Además el intendente peronista utiliza su poder político-institucional o bien para alinearse con el liderazgo ubicado por encima de él o bien para tomar parte de la disputa por el liderazgo entre jefes de la jurisdicción superior. En esta confrontación se alinean con uno de los contrincantes en contra del otro.

El poder de estos jefes comunales suele encontrar su fin o bien cuando gana un partido adversario (lo cual no es lo más frecuente) o dentro del propio peronismo cuando el liderazgo provincial o nacional decide confrontar con él apoyando a algún rival local. Los contrapesos resultan escasos en el ámbito local pues el Concejo Deliberante, organismo que posee la facultad de destituir al intendente, por la ley orgánica de los municipios, constituye, sin embargo, un contrapeso casi inexistente por tres razones. La primera se vincula al sucesor del intendente destituido, quien es el primer concejal de la lista del partido del intendente; con lo cual la destitución suele responder tanto a la disputa facciosa dentro del partido de gobierno como a una alianza tácita de una facción peronista con la oposición. La segunda razón reside en el diseño de la boleta electoral, que subordina el

30 Los estudios sobre el CB han comenzado en las últimas décadas y desde diferentes perspectivas: la democracia local (Amaral y Stockes: 2005), los partidos políticos (Anunzziata: 2006, Roca Rivarola: 2006), la gestión municipal (Cormick), el diseño institucional (Bennardis: 1999, Passalaqua: 2001, Recalde: 2008), el gobierno local (Badía: 2001, Gormick: 1997/2001), el Fondo de Reparación Histórica (Chiara, Danani y Flic: 1998), las relaciones entre género y poder (Masson: 2004), los sectores populares desde distintas problemáticas: el clientelismo (Auyero: 1997), la moral (Frederic: 2004), las formas de supervivencia (Hintze: 1989), la desocupación (Iñiguez y Sánchez 1995) y los saqueos a comercios durante la crisis de 2001 (Auyero: 2007). 31 El CB es sinónimo de lo que el INDEC denomina Partidos del Gran Buenos Aires. Es decir, “el área unida a la Ciudad de Buenos Aires y que conforma un gran conjunto urbano”, www.indec.mecon.gov.ar 32 Cravacuore (2001, 5). 33 Recalde (2008) rastrea todos los diseños municipales de Buenos Aires desde la colonia.

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legislativo al ejecutivo en tanto las candidaturas, a ejecutivo local y a concejales, se encuentran en el mismo cuerpo de la boleta electoral. En consecuencia votar a tal intendente lleva a votar por “sus” concejales.34 La tercera razón, que impide al CD cumplir su rol de contrapeso, radica en el sistema de cociente para la asignación de los concejales. Este método favorece al intendente en tanto contribuye a engrosar las filas de los concejales de su partido en el CD. El sistema electoral promueve que los partidos con más votos tengan mayor representación de manera des-proporcional tendiendo a fortalecer en primer lugar al partido del intendente, en segundo lugar a una sola fuerza de oposición y en tercer lugar a desalentar a las fuerzas nuevas. Entonces, centralidad del ejecutivo, concentración de decisiones en el jefe comunal, reelección indefinida, diseño de la boleta electoral y sistema de cociente en la distribución de los concejales otorgan al intendente un alto poder de decisión para garantizar obediencia dentro del peronismo.

Veamos ahora cómo se despliegan las diferentes jefaturas peronistas locales entre 1983 y 2007, recordando que en todos los niveles el peronismo imbrica jefaturas de gobierno y partidaria. Cuando re-emerge la democracia, en 1983, Herminio Iglesias encarna al jefe justicialista provincial en Buenos Aires. Acusado de haber espantado los votos de la clase media en aquella elección al quemar un féretro en el cierre de campaña, y así se lo culpó de la derrota., Iglesias pertenece a la rama sindical. El descalabro electoral en Buenos Aires frente al contrincante radical sin duda debilita a Iglesias en el peronismo, que no tolera jefes derrotados en las urnas, tal como ya se ha señalado. El herminismo no era una máquina político-electoral articulada, más bien se trataba de una corriente constituida por los caudillos peronistas clásicos y los sindicatos más importantes que se nucleaban en las 62 Organizaciones (agrupamiento sindical peronista) y en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) (poderoso sindicato comandado por el peronismo). Excepto el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), conducido por José Rodríguez, el resto del espectro gremial se hallaba representado en el herminismo. Ahora bien, sobre los 19 distritos que componen el CB en 1983, el PJ gana en 10 de ellos. De los diez nuevos jefes locales, siete (J. López, A. Viviant, M. Quindimil, L. Suárez, H. Ibáñez, F. Russo y A. Ramón) se referencian en Herminio Iglesias, y tan sólo tres (E. Duhalde, J. Carpinetti y F. Flores) mantienen cierta autonomía, aun cuando comparten la boleta electoral de Iglesias gobernador.

Derrotado el peronismo a nivel nacional y bonaerense, comienza la renovación (que vimos en la sección II) cuya cabeza más visible se encuentra en Buenos Aires, Antonio Cafiero. Este decide disputar el liderazgo de Iglesias en territorio bonaerense, movido sobre todo por la derrota infligida a Iglesias en la elección a gobernador. Se planta la semilla del nuevo proceso de selección de los liderazgos: ningún candidato derrotado en las urnas puede seguir siendo jefe indiscutido en su territorio (nacional, provincial o local). En 1985, llevando adelante una táctica que luego se popularizaría en el PJ, que es ganar legitimidad electoral por fuera del partido para tener más poder adentro (y que lo vimos utilizándola a Perón al organizar el PURN), Cafiero compite con su propia fuerza en la provincia, en las elecciones legislativas, donde sale segundo e Iglesias, por el PJ, tercero. A partir de aquí, y por aquello que la legitimación de las urnas es el aval para cualquier líder peronista, Cafiero

34 A este diseño se suman disposiciones como el artículo 119 de la ley orgánica municipal que autoriza a los concejales a facultar en forma general a los jefes comunales para transferir créditos y crear o modificar partidas que éstos usan para concentrar atribuciones y gobernar sin rendir cuentas. Todos los intendentes pueden hoy cambiar, sin control alguno, partidas de libre disponibilidad. La Nación, 27/01/2008.

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queda como jefe del PJ y candidato a gobernador por Buenos Aires. En 1987, Cafiero obtiene el cargo y la renovación que dirige se ve beneficiada en las urnas locales: el PJ conquista 15 intendencias del CB cuya mayoría (10) pasa a manos del cafierismo (C. Brown en San Martín, G. Green en Merlo, E. Lombardi en Moreno, J. Mangas en Tres de Febrero, H. Toledo en Lomas de Zamora, E. Caamaño en Quilmes, J. Villaverde en Almirante Brown, J.J. Mussi en Berazategui, L. Obarrio en E. Echeverría, J. Carpinetti en Florencio Varela). Un solo candidato a intendente del CB (J.C. Rousselot), menemista, gana la competencia interna al cafierismo. Los cuatro restantes (Quindimil en Lanús, López en G. Sarmiento, Viviant en San Fernando y Russo en La Matanza) renuevan compartiendo boleta con el nuevo gobernador, al igual que Rousselot. Cafiero parece erigirse en el nuevo caudillo provincial.

Manuel sostiene que Cafiero “nunca armó una máquina electoral e imaginaba un peronismo con menor predominio del líder carismático”, probablemente convencido de que nadie podría reemplazar a Perón, “intentando hacer del peronismo un partido social cristiano, donde lo político prime por sobre lo sindical, quizás influenciado por el triunfo de Alfonsín se propuso esa renovación, apostando a la existencia de un sistema bipartidista”. Al ser Cafiero un dirigente que no comparte la visión de centrar el peronismo en torno a la figura del líder (más allá de si esa versión justicialista era viable), su derrota frente a Menem en las elecciones internas por la candidatura presidencial, en 1988, configura también el descalabro de su concepción sobre otro peronismo. El triunfo de Menem, por el contrario, se convierte en la victoria de la organización peronista centrada en torno a un jefe, como lo fue en vida de Perón.

El riojano vence en la elección interna aún en Buenos Aires y luego en las presidenciales, en 1989, llevando a Eduardo Duhalde como vicepresidente en recompensa por su labor en territorio bonaerense. Ubicado Menem en el lugar de presidente de la nación, y por lo tanto de nuevo jefe partidario, el destino de Cafiero en Buenos Aires se complica. La provincia no tiene reelección por lo tanto en 1991 Cafiero termina su mandato no sin antes, en 1990, convocar a un plebiscito para reformar la constitución provincial y ser habilitado para un nuevo período. Sin embargo, triunfa el NO a la reforma. La derrota lleva al PJ a apartar inmediatamente a Cafiero de la conducción nacional del partido. Duhalde que ni apoyó la reforma ni quedó identificado con los menemistas ultra-ortodoxos que vociferaban contra ella, transformó los enredos entre menemistas y cafieristas en una ventaja: se alió con los integrantes del segundo grupo, cuyo jefe había caído en desgracia al perder la competencia intra partidaria en 1988 y que ya rondaban en busca de otro. De este modo se alzó con la presidencia del PJ bonaerense, de cuya conducción quedó excluido el ultra menemismo, una señal de que Duhalde quería mantener cierto espacio de autonomía.

Duhalde, a pedido de Menem, abandona la vicepresidencia de la nación y compite, en 1991, por la gobernación bonaerense, elección en la cual el PJ mantiene quince (15) intendencias. Comienza, entonces, el proceso de construcción del liderazgo provincial de Duhalde, en principio subordinado al de Menem. Los comicios que consagran a Duhalde gobernador, permiten observar que los intendentes peronistas del CB responden a la dupla Menem-Duhalde. Así unidos llegan a las elecciones presidenciales y a gobernador, en 1995, previa reforma de ambas constituciones, que habilitan a ambos para otro período. La fortaleza del binomio Menem-Duhalde en el CB lleva al PJ a conquistar veintiún (21) distritos. El Fondo de Reparación Histórica del CB que Duahlde pone como condición para ser candidato del menemismo en Buenos Aires ha dado sus frutos. Se trataba de un fondo anual, compensatorio por la cantidad de habitantes provenientes del interior del país, y

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consistente en casi 2 millones de dólares por día que el gobernador podía utilizar discrecionalmente en la provincia.35 Del mismo extrae los recursos financieros con los cuales arma su máquina política y electoral. Para 1995, año del esplendor del binomio, seis intendentes conservan su identidad menemista (JC Rousselot, A. Granados, R. Glaría, JJ Alvarez, J. De Luca y en el límite A. Libonati) mientras los dieciséis restantes son seguidores de Duhalde.

Sin embargo, la disputa por la sucesión habría de empezar. Poco a poco Duhalde pasa de ser el candidato a suceder a Menem a convertirse en su adversario, en tanto descubre que el presidente considera que todavía su tiempo para salir del poder no ha llegado al intentar forzar la interpretación de la constitución para postularse para un tercer período. El jefe bonaerense se lo va a impedir. Pero mientras tanto, ¿Cómo impacta en el CB esta confrontación? La disputa por la sucesión del PJ entre Menem y Duhalde, se inicia visiblemente hacia 1997 y como resultado cinco de los seis intendentes menemistas sufren distintos traspiés en sus distritos y terminan sus intendencias. A Libonati, JC Rousselot y J De Luca son destituidos por el CD (clara lucha facciosa al interior del peronismo local), R. Glaría al llegar al momento de su reelección, en 1999, es confrontado por una tendencia interna del peronismo local apoyada por Duhalde, y derrotado por M. Ishii, y JJ Alvarez, poco interesado por el gobierno local, se pasa al bando duhaldista (saliendo en algunas ocasiones de la intendencia para ocupar cargos en el gobierno de Duhalde). Granados, al frente de Ezeiza, es el único sobreviviente menemista (la excepción que confirma la regla).

Cuando Duhalde pierde la elección a presidente, en 1999, mantiene en cambio la jefatura del PJ bonaerense. La salida anticipada de De la Rúa conduce a Duhalde, en enero de 2002, a la presidencia provisional de la República. La disputa entre él y Menem lo lleva a maniobrar para que el JP presente, con diferentes siglas, en abril de 2003, tres candidatos a presidente, Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. En la provincia de Buenos Aires las elecciones a presidente y gobernador se desdoblan siendo las segundas unos meses más tarde. El triunfo de Kirchner a nivel nacional, merced a los votos bonaerenses, facilita el de Felipe Solá como gobernador de Buenos Aires. Si en las presidenciales de 2003 dos intendentes (Othacehe en Merlo y Granados en Ezeiza) llevan votos a otro candidato peronista fuera Kirchner, las de septiembre a gobernador e intendente ven a los 18 candidatos peronistas alineados con el gobernador Solá, es decir con Duhalde y Kirchner. Kirchner que ha ganado la presidencia con pocos votos comenzaba a convertirse en el nuevo jefe (informal) justicialista. Aunque su liderazgo todavía trasmitía una debilidad: el poder de Duhalde en Buenos Aires (como vimos en la sección II) lo dejaba dependiendo parcialmente de él. Las elecciones legislativas de 2005 le ofrecieron la ocasión para asestarle un golpe a Duhalde y quedar como jefe indiscutido del PJ.

Al llegar estos comicios, Kirchner propone a su mujer, Cristina Fernández, candidata a senadora nacional por Buenos Aires. El nombramiento implica un combate entre Kirchner y Duhalde simbolizado en sus dos esposas, Cristina e Hilda González, que divide a los intendentes en dos bandos. Duhalde cuenta como incondicionales a diez de ellos (H. Curto, J. Cariglino, F. Amieiro, L. Acuña y O. Zilocchi, B. Alvarez de Olivera, J. Rossi, J. J. Mussi, M. Quindimil y M. Rodríguez); mientras Kirchner suma siete (A. Descalzo, R. Othacehé, A. Arregui y M. Ishii --hasta no hacía mucho fervoroso duhaldista--, J. Pereyra, A. Ballestrini, y A. Granados --hasta hacía poco ferviente menemista). El presidente

35 Para un análisis del Fondo, Chiara, Danani y Flic (1997).

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entonces utiliza una táctica conocida: ganar en una elección general por fuera del PJ (como Cafiero en 1985) para disciplinar adentro.

Los discursos de las dos candidatas peronistas prueban hasta qué punto se trata, en lo central, de una disputa intraperonista. Del lado del Frente para la Victoria, el partido electoral de Kirchner, la campaña se ve favorecida por la activa participación del presidente de la nación y miembros de su gobierno, siendo su eje la nacionalización la elección y reflejado en el acto de lanzamiento de la candidatura de Cristina de Kirchner. El mismo reunió a trece gobernadores, varios legisladores, funcionarios, intendentes del conurbano y al presidente de la Nación. Estas presencias indicaban el carácter nacional de la campaña bonaerense. La elección pone en juego el proceso nacional: “Se trata de la Argentina”. La evidencia más clara de la necesidad de ganar a Duhalde con votos de la clase media quedó reflejada en la estética de los actos, despojados de la liturgia peronista, excepto en algunas ocasiones. Pues no podía olvidarse la necesidad de atraer votos peronistas. En esa línea, Cristina confronta al peronismo bonaerense, al confesar estar “harta” de que se acuerden de Perón y Evita sólo en los discursos.36 La figura de Evita emerge como eje de la disputa femenina por el voto y la interpretación del peronismo. En un discurso, la candidata oficialista re-significa la figura de Evita, haciéndola Madre de Playa de Mayo. 37

La mujer de Kirchner plantea que la elección pone en juego la gobernabilidad y las transformaciones iniciadas y no el control. Ella se presenta ante su audiencia como la inquebrantable y garante del buen camino.38 La ingerencia presidencial en la campaña bonaerense es directa y sigue siempre un mismo patrón: el anuncio de obras públicas en cada distrito precede su discurso. La candidata no habla en estas ocasiones. La situación se revierte. No es ella la que insta al Señor Presidente a seguir la ruta trazada y no dejarse amedrentar.39 El marca el camino, dice las verdades, le “pone el pecho a las balas”. Kirchner ha volcado todo el peso de su lugar privilegiado en las encuestas, la popularidad de su gobierno, el poder de movilización peronista y los recursos del estado nacional. Así el discurso de Cristina continúa el tinte fundacional de las aspiraciones de Kirchner. En ese sentido la primera ruptura es con el pasado inmediato y tiene como destinatario a Duhalde. Precisa suprimir dos hechos: cómo Kirchner llegó a la presidencia gracias a él y cómo el justicialismo bonaerense, comandado por Duhalde, lo apoyó en su gestión (por ejemplo en el Congreso aprobando las leyes que el FMI requería para continuar las negociaciones). Afilada en la escalada verbal contra Duhalde, la candidata remata con la frase que culmina la operación de borrar rastros, que son deudas, con el pasado: “Cuando interponen escollos institucionales para que se gestione, eso no es libreto peronista: es guión y dirección de Francis Ford Cóppola; y no es manual de conducción política: es la película “El Padrino”.

Acompañando este insulto que homologa a Duhalde con un mafioso, el presidente denosta a Duhalde en todos lados40: “Los viejos intereses no se retiran, los profesionales de la política no se retiran; los que usaron la política como una cuestión personal no se retiran,

36 Clarín, 17/7/05. 37 Pregunta la candidata oficial “¿Dónde imaginan a Evita: pidiendo no volver al pasado o junto a las Madres de Plaza de Mayo?” Clarín, 28/7/05. La pregunta encierra un modo de ubicar a Evita junto a ella y contra su contrincante. Fue un acto, realizado en Berazategui, un bastión duhaldista, Clarín, 27/7/05. 38 Clarín, 27/7/05. 39 Clarín, 8/7/05. 40 Para el 22 de julio de 2005, de los 26 viajes realizados al interior en claro tren de campaña, 11 fueron a la provincia de Buenos Aires, La Nación, 22/7/05: Kirchner usó el 73% de sus viajes al interior para hacer campaña” por Oliver Galak,

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y los únicos que pueden retirarlos con los votos del pueblo argentino”.41 Los ataques también pasan por acusarlo de ineficiente, al dejar caer la provincia y despilfarrar el Fondo de Reparación. Y responde a las acusaciones de Hilda de Duhalde quien refiere al desconocimiento de Cristina de la provincia: “Si conocen la provincia ¿por qué la dejaron caer tanto?”42 “Algunos se creen que la provincia tiene dueño, como en los viejos tiempos. ‘La provincia es mía y me la llevo a mi casa’” “No solo a la provincia de Buenos Aires la alquilaron y vendieron sino al país todo. Destrozaron económicamente a este país (...) No se qué le habrá pasado a la provincia, qué huracán, qué vendaval, qué error se habrá cometido. Pero algo muy grave le habrá pasado para que esta provincia tan potente haya llegado a la situación en la que quedó”. Remata acusando a Duhalde de aliado de Menem. Denosta la década del 90, que él mismo apoyó: “El gobierno de la provincia tendría que haber hecho lo que me tocó hacer a mí en Santa Cruz y pararse ante ese presidente que entregaba la Argentina cotidianamente y ahora está escondido en La Rioja”.43

El discurso oficial traza una raya que anuncia el nuevo peronismo: tiempos fundacionales, la genuina vocación de poder, el valor de la institucionalidad, el que puede aprovechar la oportunidad histórica abierta, los que hablan con la verdad, los que cumplen las promesas, los que no se dejan intimidar (ni por los adversarios de adentro ni por los organismos internacionales de crédito), los “valientes”. Son los verdaderos ejecutores de la política de Perón y Eva. Del otro lado se encuentra en el mejor de los casos el viejo peronismo, en el peor, restos de algún peronismo que alguna vez fue pero desde que se inició la campaña ha abandonado ese lugar. Ese adversario cuasi peronista tiene una incorrecta forma de construcción del poder, miente, no cumple las promesas, llevó al país a un desastre, no confrontó con el neoliberalismo; es timorato. Son los que participan de la liturgia peronista, mencionan a Perón y Evita pero no materializan sus palabras.

Del lado del PJ duhaldista se da la estrategia inversa: provincializar la elección. Hilda de Duhalde, decidió no injuriar a su adversaria aunque admitió no dejarse atropellar, luego de aclarar que Cristina de Kirchner no representa al PJ sino a otro partido. Erigida en legítima representante del peronismo bonaerense, adelantó que sus disputas en el Senado reclamarán recursos para aumentar la coparticipación de Buenos Aires.44 En reiteradas ocasiones aludió a su “orgullo” de ser peronista y bonaerense, eje de su campaña que denuncia a su contrincante pues no es ninguna de las dos cosas. Reprocha a su rival por desconocer Buenos Aires al provenir de Santa Cruz.45 La mujer de Duhalde inculpó a Kirchner de haberla presionado para que no sea candidata.46 Ensayando la estrategia de ponerlo en el lugar del deudor, un enunciador duhaldista afirma: “Hace dos años que con este presidente yo manejo la Cámara y saqué todas las leyes pedidas”. De ahí que coloca la disputa en el terreno del poder: “No entendemos por qué razón ocurrió esta situación, que está llevando a un enfrentamiento innecesario en un país que necesita que se resuelvan otras cosas”.47 E. Caamaño se ha ocupado de recordar el origen del presidente: “Yo creí que el

41 Clarín, 14/7/05. 42 Clarín, 15/7/05. Solá salió a diferenciarse de esta postura de K diciendo que a él no le consta eso. Clarín, 16/7/05. 43 Clarín, 28/7/05. 44 Clarín, 12/7/05. 45 Clarín, 14/7/05. 46 Clarín, 12/7/05. 47 Clarín, 29/7/05.

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kirchnerismo era parte de lo nuestro, porque así habíamos llegado”. De ahí que deduce que la política del presidente es “la destrucción del PJ y yo no voy a permitir eso.”48

En una ocasión, ante el grito del auditorio llamando “traidores” a los otrora dirigentes duhaldistas devenidos kirchneristas, Hilda González señala: “Cómo agraviarlos. Cómo hacerlo, si dos de ellos fueron secretarios privados de mi marido. Cómo agraviarlos si, una semana antes, visitaron mi casa.”49 A diferencia del discurso oficial que pretende cortar con el pasado, ella lo reivindica al recordar que fue el PJB el que puso el hombro cuando sucedió la crisis de 2001 y el que ayudó mucho para que Kirchner llegara a la presidencia. En ese marco defiende a su marido de los ataques,”50 explicando que el presidente se peleó con él porque éste defendía al peronismo: “Yo no podía integrar una lista donde iban piqueteros” a quienes acusó de promover la violencia. 51 El discurso también advierte sobre la existencia de dos campos. Ellos están del lado del “único” peronismo y esperan el regreso de los que se fueron. Víctimas de los ataques y los agravios, se defienden. Son los “padres de la criatura”. Kirchner y varios de sus ministros son sus hijos. Ellos fueron el origen de este gobierno y lo han apoyado, por lo tanto no comprenden por qué son denostados. Un campo es ocupado por el buen padre peronista y el otro por los hijos ingratos, que reniegan del peronismo y quieren destruirlo.

Regresa entonces un viejo debate al interior de la tradición peronista: cuál es el verdadero peronismo, quién es el verdadero peronista y qué debe hacer un peronista. La disputa central quedó instalada en la definición de la identidad peronista y quién de los adversarios/as resulta ser el verdadero intérprete de esa peronicidad. El FpV construye un peronismo acorde con los nuevos tiempos, el PJB cuida al peronismo histórico.

El impacto de la imagen del presidente interviniendo de lleno en la campaña y la inclusión de la clase media como destinataria de buena parte de la misma llevan a Cristina Kirchner a la victoria en municipios (San Miguel, Malvinas Argentinas, Tres de Febrero, San Fernando y Hurlingham) cuyos intendentes apoyaron a la esposa de Duhalde.52

La

derrota de Hilda Duhalde conlleva el final de la jefatura de su marido y la consolidación de Néstor Kirchner como jefe indiscutido del PJ. Ya no hay sombras en su liderazgo. Sin rivales de peso, Kirchner se convierte en el jefe indiscutido del movimiento.

Por lo tanto al llegar las elecciones presidenciales de 2007, el presidente consigue imponer a su mujer como sucesora. El tandem Cristina de Kirchner a la presidencia y Daniel Scioli a la gobernación de Buenos Aires consigue el efecto esperado en el CB, por la cantidad de votos que arrastra: en Almirante Brown (65%), en Avellaneda (56%), en Berazategui (72%), en Florencio Varela (64%), en La Matanza (50.9%), en Lomas de Zamora (58%), en Tres de Febrero (50%), en Quilmes (46%).53 Sin embargo, la competencia dentro del conglomerado peronista muestra claramente la facciosidad que reinaba en las cúpulas locales del CB. La importancia electoral de la región que le había regalado la primera magistratura del país a Kirchner no podía ser descartada. Por lo tanto, el presidente en persona diseña la estrategia de sumar votos con varios candidatos K para las mismas intendencias, concejales y consejeros escolares, lo cual desató una guerra por

48 Clarín, 22/7/05. 49 La Nación, 10/7/05. 50 Clarín, 14/7/05. 51 Clarín, 14/7/05. 52 Clarín, 24/10/2005; El día, 24/10/2003. 53 El día, 29/10/2007.

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portar el sello oficialista en Buenos Aires.54 Un paso importante de esa estrategia fue avanzar sobre el PJ provincial. Varios nombres del radicalismo K y del socialismo, los socios kirchneristas de la concertación plural, ocuparon en cambio lugares que podrían haber sido del sindicalismo nucleado en torno a Moyano. 55

La Junta Electoral provincial pone un límite a la confrontación interna peronista al declarar que la cantidad de listas presentadas constituye una “ley de lemas encubierta”. En respuesta, el gobierno fuerza a la unidad al declarar que no concedería el uso del logo kirchnerista, FpV en distritos con presencia de varias nóminas kirchneristas. Incluso los intendentes del CB “habrían alertado sobre las dificultades de hacer campaña en estas condiciones que, por el contrario, parecen convenirles a sus rivales.”56 Sin embargo, este sistema de listas oficial y “colectoras”, como se las llama en la jerga, permitía el arrastre de votos hacia la fórmula presidencial y a gobernador, pues todas van junto a la boleta sábana de Cristina Kirchner y Daniel Scioli. Es decir, se podía votar diferentes candidatos a intendentes justicialistas y al mismo gobernador y presidenta. Finalmente, el apoderado del PJ bonaerense confirma que en los distritos donde se presente más de una lista kirchnerista para las elecciones locales ninguna boleta tendrá el sello del FPV, lo cual ocurrió en 76 de los 134 distritos bonaerenses. De ellos, 52 comunas tuvieron dos boletas oficiales y las restantes 24 comunas hubo tres o más nóminas. Por lo tanto sólo en 58 municipios el oficialismo presentó un solo candidato a intendente. La decisión fue adoptada luego de la advertencia realizada por la Junta Electoral provincial señalada anteriormente.57 De todos modos, algunas excepciones fueron inevitables. Para esos casos, el kirchnerismo decidió que si el intendente era peronista –en su versión PJ o FpV— la boleta oficial lleve su sello y la “colectora” corresponda a los otros aspirantes kirchnernistas.58

En la primera SE del CB, renovaron ocho peronistas –Hurlingham, Ituzaingó, José C Paz, Malvinas Argentinas, Merlo, Moreno, San Fernando y Tres de Febrero. Entre los peronistas que renovaron, Jesús Cariglino, que ha sido reelecto sucesivamente desde 1995, cuando se creó Malvinas Argentinas, merece un comentario aparte, pues sus renovaciones han ocurrido pese a todas las causas judiciales en su contra, (O’Donnell: 2005). En 2006 debía enfrentar un juicio por 29 hechos de corrupción, que contrastan bastante con su lema de campaña “peronista y buen vecino”. Cariglino fue de los últimos jefes comunales bonaerenses que abandonaron el duhaldismo. Reconvertido al kirchnerismo, buscando la protección del poder ante tantos acechos legales, Cariglino forma parte de “la liga de intendentes” de apoyo al Gobierno.59

En cuanto a la tercera SE del CB, el peronismo alcanzó la victoria en los diez distritos que la componen. Todos los candidatos ganadores compartieron la boleta con Cristina Kirchner. Renovaron sus mandatos los jefes comunales de Lomas de Zamora, Avellaneda,

54 Clarín.com; 20/09/2007. 55 Clarín.com; 14/09/2007. 56 El 8 de septiembre se habían anotado en la Junta Electoral, 134 listas del Frente para la Victoria y más del doble con apoyo del PJ oficial y de los radicales K y de otras agrupaciones que adhieren a la Concertación K y a Cristina Kirchner. www.clarín.com.ar. 20/09/2007. 57 El día, 21/09/2007. 58 Lomas de Zamora, una particularidad, presentó 5 listas. Cuatro en San Fernando y Vicente López. Tres en: San Martin, Hurlingham, San Miguel., Berazategui, Esteban Echeverría, Ezeiza, Quilmes. Dos en: Malvinas Argentinas, Morón, San Isidro, Tres de Febrero, Avellaneda, Lanús. Lista única tuvieron Ituzaingó, José C. Paz, Merlo, Moreno, Tigre, Florencio Varela, La Matanza, El día, 11/09/2007. 59 www.clarín.com.ar 15/4/2006

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Florencio Varela, Esteban Echeverría, Berazategui y ganó el delfín del intendente saliente de La Matanza. En Lomas de Zamora (distrito de Duhalde), la facciosidad peronista alcanzó su límite extremo con cinco candidatos con la boleta oficial nacional. Como dijo el ganador: “En Lomas de Zamora (…) se jugó una interna abierta y hubo cinco listas oficiales.” Luego coherente con este planteo Rossi continuó: “Ahora hay que subsanar las heridas abiertas con Osvaldo Mércuri (el segundo en votos), y eso lo voy a hacer. Con el resto de los candidatos ya estamos hablando”.60 El preferido ya era intendente y logró reelegir. Rossi, obtuvo 17.91 % de los votos contra el segundo, Mércuri, que alcanzó el 16.32%.En Lomas, cuenta Eduardo, “hay mucha pobreza y los votos de los más humildes van para el justicialismo.” En La Matanza la intendencia fue a parar a manos del delfín de Balestrini, Fernando Espinoza, mientras que el ex intendente Balestrini llegaba a la vicegobernación de la provincia.

En el escenario electoral de 2007, algunos cambios favorecieron a la nueva presidenta dentro de la disputa intra justicialista. En Quilmes, Lanús, Almirante Brown y Esteban Echeverría obtuvieron la intendencia candidatos más cercanos al kirchnerismo que los intendentes derrotados, que también compartieron boleta con C. Kirchner. Son los casos donde los jefes locales son confrontados por aspirantes apoyados por el máximo liderazgo del PJ. En Quilmes, para dar un ejemplo, el intendente S. Villordo era un hombre cercano al Ministro de Justicia, Aníbal Fernández, quien había sido duhaldista y luego se pasó a las filas kirchneristas. Pero al llegar el 2007, apareció un candidato a intendente no ligado a Duhalde, Francisco Gutiérrez, perteneciente al peronismo sindical, y el kirchnerismo prefirió promoverlo, consiguiendo que alcance la intendencia alguien sin pasado ligado a otros jefes bonaerenses. En Lanús, Quindimil retuvo el distrito desde 1983 hasta 2007 al renovar 6 períodos. En 2007 surgió un competidor, Darío Díaz Perez. Quindimil había atravesado diferentes elecciones internas y siempre las había sorteado con éxito. Pero ésta vez, el competidor, apoyado por Kirchner opta por competir en la elección general. Se ha sugerido que la derrota de Quindimil se debió a la falta de apoyo de la Casa Rosada porque en las legislativas de 2005 el viejo caudillo apoyó a Hilda de Duhalde. Paralelamente su contrincante, fue apoyado todo el tiempo, mostrándose en actos con varios ministros de Kirchner. En Esteban Echeverría, Groppi, un socio peronista acabó derrotado por un aliado de Kirchner, Fernando Gray, funcionario de Desarrollo Social de la Nación, cuya ministra es Alicia Kirchner, hermana de Néstor. En Almirante Brown, al llegar el 2007, Villaverde, jefe del peronismo local durante 20 años, parte de los cuales gobernaron sus delfines (F. Flores, H. Maruco y M. Rodríguez), decidió, ante una elección que se suponía más difícil de ganar, competir él y perdió frente a D. Giustozi, candidato preferido de Kirchner.61

Conclusión

Pese a las ventajas de estabilidad, gobernabilidad y representación del justicialismo, luego de 1983, el paper demuestra que estas garantías ofrecidas por sus liderazgos presidenciales (tanto de centro derecha como de centro izquierda) han sido a expensas de la calidad del régimen democrático. La baja institucionalización del sistema político argentino confiere mayor fortaleza al peronismo en tanto a menor institucionalidad mayor relevancia

60 La Nación 8/12/2007. 61“Con casi la totalidad de las mesas escrutadas en el distrito, el legislador provincial se impuso con el 30,33 por ciento ante el dirigente del PJ que obtuvo el 25,21 por ciento. Ver www.dario-giustozzi-electo-intendente.blogspot.com

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del liderazgo. De aquí extrae su punto fuerte el peronismo dado que el liderazgo estructura su organización política; liderazgo no exento de disputas horizontales y verticales que lo muestran permanentemente renovado y acorde con las demandas ciudadanas.

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