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Introducción de Trotsky al Capital de Karl Marx. Este escrito que hoy es fundamental para entender el sistema capitalista y su crisis, aparecerá en 5 fragmentos dentro del periódico Anatecma. A N A T E C M A Anatema del capitalismo - Anatecma - www.facebook.periodico.anatecma - @ natecma - anatecma @ gmail.com - ® MAYO 2014 ANATECMA León Trotsky EL PENSAMIENTO VIVO DE KARL MARX POR LEON TROTSKY

01 Folleto Marx por Trotsky

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Breve introducción al Capital de Marx por Trotsky.

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Introducción de T rot sky alCapit al de Karl Marx. Esteescrito que hoy esfundament al para entenderel sistema capit alist a y sucrisis, ap arecerá en 5fragmentos dentro delperiódico Anatecma.

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cada vez mas profunda, de la econo-mía norteamericana ha hecho que laopinión publica de ese país se hayaenfrentado bruscamente con los proble-mas fundamentales de la sociedad capi-talista. En cualquier caso, quienquieraque no haya dominado la costumbre deaceptar sin un examen riguroso lasreflexiones ideológicas hechas a laligera sobre el progreso económico,quienquiera que no haya razonado,siguiendo los pasos de Marx, la natu-raleza esencial de la mercancía comola célula básica de organismo capita-lista, estará incapacitado para compren-der científicamente las manifestacionesmas importantes de nuestra época.

EL MÉTODO DE MARX

Habiendo definido la ciencia como elconocimiento de los recursos objetivosde la naturaleza, el hombre a tratadoterca y persistentemente de excluirsea si mismo de la ciencia, reservándoseprivilegios especiales en la forma de unpretendido intercambio con fuerzassupersensorias (religión) o con precep-tos morales independientes del tiempo(idealismo). Marx privó al hombre defi-nitivamente y para siempre de esosodiosos privilegios, considerándolecomo un eslabón natural en el procesoevolutivo de la naturaleza material, a lasociedad como la organización para laproducción y la distribución; al capita-lismo como una etapa en el desarrollode la sociedad humana. La finalidad deMarx no era descubrir las “leyes eter-nas” de la economía. Negó la existen-cia de semejantes leyes. La historia deldesarrollo de la sociedad humana es lahistoria de la sucesión de diversos sis-temas económicos, cada uno de loscuales actúa de acuerdo con sus pro-pias leyes. La transición de un sistemaal otro ha sido determinada siempre porel aumento de las fuerzas de produc-ción, por ejemplo, de la técnica y de laorganización del trabajo. Hasta ciertopunto, los cambios sociales son decarácter cuantitativo y no alteran lasbases de la sociedad, por ejemplo, lasformas prevalecientes de la propiedad.Pero se alcanza un nuevo punto cuandolas fuerzas productoras maduras ya nopueden contenerse más tiempo dentrode las viejas formas de la propiedad;entonces se produce un cambio radi-cal en el orden social, acompañado deconmociones. La comuna primitiva fuereemplazada o complementada por laesclavitud; la esclavitud fue sucedidapor la servidumbre con la superestruc-tura feudal; el desarrollo comercial delas ciudades llevo a Europa, en el sigloXVI, l orden capitalista, el que pasóinmediatamente a través de diversasetapas. Marx no estudia en su Capitalla economía en general, sino la econo-mía capitalista, que tiene sus leyesespecificas propias. Solamente al pasarse refiere a otros sistemas económicoscon el objeto de poner en claro lascaracterísticas del capitalismo. La eco-nomía de la familia de agricultores pri-mitiva, que se bastaba a si misma, notenia necesidad de la “economía polí-tica”, pues estaba dominada por un ladopor las fuerzas de la naturaleza y porel otro por las fuerzas de la tradición.La economía natural de los griegos yromanos, completa en sí misma, fun-dada en el trabajo de los esclavos,dependía de la voluntad del propietario

de los esclavos, cuyo “plan” estabadeterminado directamente por lasleyes de la naturaleza y de la rutina.Lo mismo puede decirse también delEstado medieval con sus siervoscampesinos. En todos estos casoslas relaciones económicas eran cla-ras y transparentes en su crudezaprimitiva. Pero el caso de la sociedadcontemporánea es completamentediferente. Ha destruido esas viejasconexiones completas en si mismasy esos modos de trabajo heredados.Las nuevas relaciones económicashan relacionado entre si a las ciu-dades y las villas, a las provincias ylas naciones. La división del trabajoha abarcado a todo el planeta.Habiendo destrozado la tradición yla rutina, esos lazos no se han com-puesto de acuerdo con algún plandefinido, sino más bien al margende la conciencia y de la previsiónhumanas. La interdependencia delos hombres, los grupos, las clases,las naciones, consecuencia de ladivisión del trabajo, no está dirigidapor nadie. Los hombres trabajan losunos para los otros sin conocerseentre sí, sin conocer las necesidadesde los demás, con la esperanza, einclusive con le seguridad, de quesus relaciones se regularizarán dealgún modo por sí mismas. Y lohacen así, o más bien quisieranhacerlo. Es completamente imposi-ble buscar las causas de los fenóme-nos de la sociedad capitalista en laconciencia subjetiva –en las inten-ciones o planes- de sus miembros.Los fenómenos objetivos del capi-talismo fueron formulados antes deque la ciencia comenzara a pensarseriamente sobre ellos. Hasta hoydía la mayoría preponderante de loshombres nada saben acerca de lasleyes que rigen la economía capita-lista. Toda la fuerza del método deMarx reside en su acercamiento alos fenómenos económicos, nodesde el punto de vista subjetivo deciertas personas, sino desde elpunto de vista objetivo del desarro-llo de la sociedad en su conjunto,del mismo modo que un hombre deciencia que estudia la naturaleza seacerca a una colmena o a un hormi-guero. Para la ciencia económica loque tiene un significado decisivo eslo que hacen los hombres y cómo lohacen, lo que ellos piensan con res-pecto a sus actos. En la base de lasociedad no se hallan la religión y lamoral, sino la naturaleza y el trabajo.El método de Marx es materialista,pues va de la existencia a la concien-cia y no en el orden inverso. Elmétodo de Marx es dialéctico, puesobserva cómo evolucionan la natu-raleza y la sociedad y la misma evo-lución como la lucha constante dela fuerzas en conflicto.

EL MARXISMO YLA CIENCIA OFICIAL

Marx tuvo predecesores. La econo-mía política clásica –Adam Smith,David Ricardo- floreció antes de queel capitalismo se hubiera desarro-llado, antes de que comenzara atemer el futuro. Marx rindió a los dosgrandes clásicos el perfecto tributode su profunda gratitud. Sinembargo, el error básico de los eco-

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¿QUÉ OFRECEMOS AL LECTOR?

Este libro expone de unamanera compacta las doctri-nas económicas fundamenta-les de Marx según las propias

palabras de Marx. Después de todonadie ha sido capaz de exponer la teo-ría del trabajo mejor que el propio Marx.Algunas de las argumentaciones deMarx, especialmente en el capitulo pri-mero, el mas difícil de todos, puedenparecer al lector no iniciado demasiadodigresivas, quisquillosas o “metafísi-cas”. En realidad, esta impresión es unaconsecuencia de la necesidad o de lacostumbre de acercarse ante todo deuna manera científica a los fenómenoshabituales. La mercancía se ha conver-tido en una parte tan corriente, tan acos-tumbrada y tan familiar de nuestra vidadiaria que ni siquiera se nos ocurre con-siderar por qué los hombres ceden obje-tos importantes, necesarios para el sos-tenimiento de la vida, a cambio depequeño discos de oro o de plata queno se utilizan en parte alguna de la tie-rra. El asunto no se limita a la mercan-cía. Todas y cada una de las catego-rías de la economía del mercado pare-cen ser aceptadas sin análisis, comoevidentes por sí mismas, y como si fue-ran las bases naturales de las relacio-nes humanas. Sin embargo, mientraslas realidades del proceso económicoson el trabajo humano, las materias pri-mas, las herramientas, las maquinas,la división del trabajo, la necesidad dedistribuir los productos terminadosentre los participantes en el proceso deltrabajo, etc., las categorías como “mer-cancía”, “dinero”, “jornales”, “capital”,“beneficio”, “impuesto”, etc., son única-mente reflejos semi-místicos en lascabezas de los hombres de los diver-sos aspectos de un proceso económicoque no comprenden y que no puedendominar. Para descifrarlos es indispen-sable un análisis científico completo. Enlos Estados Unidos, donde un hombreque posee un millón de dólares se con-sidera que “vale” un millón de dólares,los conceptos con respecto al mercadohan caído mucho mas bajo que en cual-quier otra parte. Hasta una época muyreciente los norteamericanos se preo-cuparon muy poco por la naturaleza delas relaciones económicas. En a tierradel sistema económico más poderoso,la teoría económica siguió siendo exce-sivamente estéril. Únicamente la crisis,

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nomistas clásicos era que considera-ban el capitalismo como la existencianormal de la humanidad en todas lasépocas, en vez de considerarlo sim-plemente como una etapa históricaen el desarrollo de la sociedad. Marxinició la crítica de esa economía polí-tica, expuso sus errores, así como lascontradicciones del mismo capita-lismo, y demostró que era inevitablesu colapso. La ciencia no alcanza sumeta en el estudio herméticamentesellado del erudito, sino en la socie-dad de carne y hueso. Todos los inte-reses y pasiones que despedazan ala sociedad ejercen su influencia enel desarrollo de la ciencia, especial-mente de la economía política, laciencia de la riqueza y de la pobreza.La lucha de los trabajadores contralos capitalistas obligó a los teóricosde la burguesía a volver la espaldaal análisis científico del sistema deexplotación y a ocuparse en una des-cripción vacía de los hechos econó-micos, el estudio del pasado econó-mico y, lo que es inmensamente peor,una falsificación absoluta de lascosas tales como son con el propó-sito de justificar el régimen capita-lista. La doctrina económica que seha enseñado hasta el día de hoy enlas instituciones oficiales de ense-ñanza y se ha predicado en la prensaburguesa no está desprovista demateriales importantes relacionadoscon el trabajo, pero no obstante escompletamente incapaz de abarcarel proceso económico en su conjuntoy descubrir sus leyes y perspectivas,ni tiene deseo alguno de hacerlo. Laeconomía política oficial ha muerto.

LA LEY DE LA VALORIZACIÓNDEL TRABAJO

En la sociedad contemporánea elvínculo cardinal entre los hombres esel cambio. Todo producto del trabajoque entra en el proceso del cambiose convierte en mercancía. Marx ini-ció su investigación con la mercancíay dedujo de esa célula fundamentalde la sociedad capitalista las relacio-nes sociales que se han constituidoobjetivamente como la base del cam-bio, independientemente de la volun-tad del hombre. Únicamente si sesigue este camino es posible resol-ver el enigma fundamental: cómo enla sociedad capitalista, en la cualcada hombre piensa sólo en símismo y nadie piensa en los demás,se han creado las proporciones rela-tivas de las diversas ramas de la eco-nomía indispensables para la vida. Elobrero vende su fuerza de trabajo,el agricultor lleva su producto al mer-cado, el prestamista de dinero o elbanquero conceden préstamos, elcomerciante ofrece un surtido demercancías, el industrial construyeuna fábrica, el especulador compray vende acciones y bonos, y cadauno de ellos tiene en consideraciónsus propias conveniencias, sus pla-nes privados, su propia opinión sobrelos jornales y los beneficios. Sinembargo, de este caos de esfuerzosy de acciones individuales surgecierto conjunto económico que aun-que ciertamente no es armonioso,sino contradictorio, da sin embargoa la sociedad la posibilidad no sólo deexistir, sino también de desarrollarse.

Esto quiere decir que, después de todo,el caos no es de modo alguno caos, quede algún modo está regulado automá-ticamente, si no conscientemente.Comprender el mecanismo por el cuallos diversos aspectos de la economíallegan a un estado de equilibrio relativoes descubrir las leyes objetivas del capi-talismo. Evidentemente, las leyes querigen las diversas esferas de la econo-mía política –jornales, precios, arren-damiento, beneficio, interés, crédito,bolsa- son numerosas y complejas.Pero en último término todas procedende una única ley descubierta por Marxy examinada por él hasta el final: es laley del valor del trabajo, que es cierta-mente la que regula básicamente laeconomía capitalista. La esencia de esaley es simple. La sociedad tiene a su dis-posición cierta reserva de fuerza de tra-bajo viva. Aplicada ala naturaleza, esafuerza engendra productos necesariospara la satisfacción de las necesidadeshumanas. Como consecuencia de ladivisión del trabajo entre los producto-res individuales, los productos tomanla forma de mercancías. Las mercan-cías se cambian entre sí en una pro-porción determinada, al principio direc-tamente y más tarde por medio del oroo de la moneda. La propiedad esencialde las mercancías, que en cierta rela-ción las iguala entre sí, es el trabajohumano invertido en ellas –trabajo abs-tracto, trabajo en general-, la base y lamedida del valor. La división del trabajoentre millones de productores disemi-nados no lleva a la desintegración dela sociedad, porque las mercancías sonintercambiadas de acuerdo con eltiempo de trabajo socialmente necesa-rio invertido en ellas. Mediante la acep-tación y el rechazo de las mercancías,el mercado, en su calidad de terrenodel cambio, decide si contienen o nocontienen en sí mismas el trabajosocialmente necesario, con lo cualdetermina las proporciones de las diver-sas clases de mercancías necesariaspara la sociedad. y en consecuenciatambién la distribución de la fuerza detrabajo de acuerdo con las diversas cla-ses de comercio. Los procesos realesdel mercado son inmensamente máscomplejos que lo que hemos expuestoaquí en pocas líneas. Así, al girar alre-dedor del valor del trabajo, los preciosfluctúan por encima y por debajo de susvalores. Las causas de esas desviacio-nes están completamente explicadasen el tercer volumen de El Capital deMarx, en el que se describe “el procesode la producción capitalista consideradoen su conjunto”. Sin embargo, por gran-des que puedan ser las diferenciasentre los precios y los valores de lasmercancías en los casos individuales,la suma de todos los precios es igual ala suma de todos los valores, pues enúltimo término únicamente los valoresque han sido creados por el trabajohumano se hallan a disposición de lasociedad, y los precios no pueden pasarde estos límites, inclusive si se tiene encuenta el monopolio de los precios o“trust”; donde el trabajo no ha creadoun valor nuevo nada puede hacer ni elmismo Rockefeller.

DESIGUALDAD Y EXPLOTACIÓN

Pero si las mercancías se intercambiande acuerdo con la cantidad de trabajoinvertido en ellas, ¿cómo se deriva la

desigualdad de la igualdad? Marxresolvió ese enigma exponiendo lanaturaleza peculiar de una de lasmercancías, que es la base de todaslas demás mercancías: la fuerza deltrabajo. El propietario de los mediosde producción, el capitalista, comprala fuerza de trabajo. Como todas lasotras mercancías, la fuerza de tra-bajo es valorizada de acuerdo conla cantidad de trabajo invertida enella, esto es, de los medios de sub-sistencia necesarios para la vida yla reproducción del trabajador. Peroel consumo de esta mercancía–fuerza de trabajo- se producemediante el trabajo, que crea nue-vos valores. La cantidad de esosvalores es mayor que los que recibeel propio trabajador y gasta en suconservación. El capitalista comprafuerza de trabajo para explotarla.Esa explotación es la fuente de ladesigualdad. A la parte del productoque contribuye a la subsistencia deltrabajador la llama Marx productonecesario; a la parte excedente queproduce el trabajador le llama sobre-producto o plusvalía. El esclavotenía que producir plusvalía, pues deotro modo el dueño de los esclavosno los hubiera tenido. El siervo teníaque producir plusvalía, pues de otromodo la servidumbre no hubieratenido utilidad alguna para la clasemedia hacendada. El obrero asala-riado produce también plusvalía,sólo que en una escala muchomayor, pues de otro modo el capi-talista no tendría la necesidad decomprar la fuerza de trabajo. Lalucha de clases no es otra cosa quela lucha por la plusvalía. Quienposee la plusvalía es el dueño de lasituación, posee la riqueza, poseeel poder del Estado, tiene la llave dela iglesia, de los tribunales, de lasciencias y las artes.

COMPETENCIA Y MONOPOLIO

Las relaciones entre los capitalistasque explotan a los trabajadoresestán determinadas por la compe-tencia, que actúa como el resorteprincipal del progreso capitalista.Las empresas grandes gozan demayores ventajas técnicas, financie-ras, de organización, económicas ypolíticas que las empresas peque-ñas. El capital mayor capaz deexplotar al mayor número de obreros

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es inevitablemente el que con sigue lavictoria en una competencia. Tal es labase inalterable del proceso de concen-tración y centralización del capital. Alestimular el desarrollo progresivo de latécnica, la competencia no sólo con-sume gradualmente a las capas inter-mediarias, sino que se consume tam-bién a sí misma. Sobre los cadáveresy semicadáveres de los capitalistaspequeños y medianos surge un númerocada vez menos de magnates capita-listas cada vez más poderosos. De estemodo, la competencia honesta, demo-crática y progresiva engendra irrevoca-blemente el monopolio dañino, parásitoy reaccionario. Su predominio comenzóa afirmarse hacia el año 1880 y asumiósu forma definida a comienzos del sigloXX. Ahora bien, la victoria del monopo-lio es reconocida abiertamente por losrepresentantes oficiales de la sociedadburguesa. Sin embargo, cuando en elcurso de su pronóstico Marx fue el pri-mero en deducir que el monopolio esuna consecuencia de las tendenciasinherentes al capitalismo, el mundo bur-gués siguió considerando a la compe-tencia como una ley eterna de la natu-raleza. La eliminación de la competen-cia por el monopolio señala el comienzode la desintegración de la sociedadcapitalista. La competencia era el prin-cipal resorte creador del capitalismo ylas justificación histórica del capitalista.Por lo mismo, la eliminación de la com-petencia señala la transformación de losaccionistas en parásitos sociales. Lacompetencia necesita de ciertas liber-tades, una atmósfera liberal, un régimendemocrático, un cosmopolitismocomercial. El monopolio necesita encambio un gobierno todo lo más auto-ritario que sea posible, murallas adua-neras, sus “propias” fuentes de materiasprimas y mercados (colonias). La últimapalabra en la desintegración del capi-tal monopolista es el fascismo.

CONCENTRACIÓN DE LARIQUEZA Y AUMENTO DE LASCONTRADICCIONES DE CLASE

Los capitalistas y sus defensores tra-tan por todos los medios de ocultar elalcance real de la contradicción de lariqueza a los ojos del pueblo, asó comoa los ojos del cobrador de impuestos.Desafiando a la evidencia, la prensaburguesa intenta todavía mantener lailusión de una distribución “democrá-tica” de la inversión del capital. The New

York Times, para refutar a los marxis-tas, señala que hay de tres a cinco millo-nes de patronos individuales. Es ciertoque las compañías por acciones repre-sentan una concentración de capitalmayor que tres a cinco millones depatronos individuales, aunque EstadosUnidos cuenta con “medio millón de cor-poraciones”. Este modo de jugar con lascifras tiene por objeto, no aclarar, sinoocultar la realidad de las cosas. Desdeel comienzo de la Primer Guerra Mun-dial hasta 1923 el número de fábricasy factorías existentes en los EstadosUnidos descendió del 100 al 98,7 porciento, mientras que la masa de pro-ducción industrial ascendió del 100 al156,3 por ciento. Durante los años deuna prosperidad sensacional (1923-1929), cuando parecía que todo elmundo se hacía rico, el número de esta-blecimientos descendió de 100 a 93,8,mientras la producción ascendió de 100a 113. Sin embargo, la concentración deestablecimientos comerciales, limitadapor su voluminoso cuerpo material, estálejos de la concentración de su alma,la propiedad. En 1929 tenían en reali-dad más de 300.000 corporaciones,como observa correctamente The NewYork Times. Lo único que hace falta aña-dir es que 200 de ellas, es decir, el 0,07por ciento del número total, controla-ban directamente al 49,2 por ciento delos capitales de todas las corporacio-nes. Cuatro años más tarde el porcen-taje había ascendido ya al 56, en tantoque durante los años de la administra-ción de Roosevelt ha subido indudable-mente aún más. Dentro de esas 200compañías por acciones principales eldominio verdadero corresponde a unapequeña minoría. El mismo procesopuede observarse en la banca y en lossistemas de seguros. Cinco de lasmayores compañías de seguros de losEstados Unidos, han absorbido no sola-mente a las otras compañías, sino tam-bién a muchos bancos. El número totalde bancos se ha reducido, principal-mente en la forma de las llamadas “com-binaciones”, esencialmente por mediode la absorción. Este cambio seextiende rápidamente. Por encima delos bancos se eleva la oligarquía de lossúper-bancos. El capital bancario secombina con el capital industrial en elsúper-capital financiero. Suponiendoque la concentración de la industria yde los bancos se produzca en la mismaproporción que durante el último cuartode siglo –en realidad el “tempo” de con-centración va en aumento- en el cursodel próximo cuarto de siglo los mono-polistas habrán concentrado en sí mis-mos toda la economía del país, sin dejarnada a los demás. Hemos aducido alas estadísticas de los Estado Unidosporque son más exactas y más sorpren-dentes. El proceso de concentración esesencialmente de carácter internacio-nal. A través de las diversas etapas delcapitalismo, a través de las fases de losciclos de conexión, a través de todoslos regímenes políticos, a través de losperíodos de paz tanto como de los perí-odos de conflictos armados, el procesode concentración de todas las grandesfortunas en un número de manos cadavez menos ha seguido adelante y con-tinuará sin término. Durante los añosde la Gran Guerra, cuando las nacio-nes estaban heridas de muerte, cuandolos mismos cuerpos políticos de la bur-guesía yacían aplastados bajo el peso

de las deudas nacionales, cuandolos sistemas fiscales rodaban haciael abismo, arrastrando tras sí a lasclases medias, los monopolistasobtenían sin precedentes con la san-gre y el barro. Las compañías máspoderosas de los Estados Unidosaumentaron sus beneficios durantelos años de la guerra dos, tres yhasta cuatro veces y aumentaronsus dividendos hasta el 300, el 400,el 900 por ciento y aún más. En 1840,ocho años antes de la publicaciónpor Marx y Engels del Manifiesto delPartido Comunista, el famoso escri-tor francés Alexis de Tocquevilleescribió en su libro La Democraciaen América: “La gran riqueza tiendea desaparecer y el número depequeñas fortunas a aumentar”.Este pensamiento ha sido reiteradoinnumerables veces, al principio conreferencia a los Estados Unidos, yluego con referencia a las otras jóve-nes democracias, Australia y NuevaZelanda. Por supuesto, la opinión deTocqueville ya era errónea en suépoca. Aún más, la verdadera con-centración de la riqueza comenzóúnicamente después de la GuerraCivil norteamericana, en la vísperade la muerte de Tocqueville. Acomienzo del siglo XX el 2 por cientode la población de los Estados Uni-dos poseía ya más de la mitad detoda la riqueza del país; en 1929 esemismo 2 por ciento poesía los tresquintos de la riqueza nacional. Almismo tiempo, 36.000 familias ricasposeían una renta tan grande como11.000.000 de familias de la clasemedia pobre. Durante la crisis de1929-1933 los establecimientosmonopolistas no tenían necesidadde apelar a la caridad pública; porel contrario, se hicieron más pode-rosos que nunca en medio de ladeclinación general de la economíanacional. Durante la subsiguientereacción industrial raquítica produ-cida por la levadura del New Deallos monopolistas consiguieron nue-vos beneficios. El número de losdesocupados disminuyó en el mejorcaso de 20.000.000 a 10.000.000;al mismo tiempo la capa superior dela sociedad capitalista –no más de6.00 adultos- acopió dividendos fan-tásticos; esto es lo que el subsecre-tario de justicia Robert H. Jacksondemostró con cifras durante sudeclaración ante la correspondientecomisión investigadora de losEstado Unidos. Pero en conceptoabstracto de “capital monopolista”está para nosotros lleno de sangrey de carne. Esto quiere decir que unpuñado de familias, unidas por loslazos del parentesco y del interéscomún en una oligarquía capitalistaexclusiva, disponen de las formaseconómica y política de una grannación. ¡Hay que admitir forzosa-mente que la ley marxista de la con-centración del capital ha realizadobien su obra!

¿SE HA HECHO ANTICUADA LATEORÍA DE MARX?

Las cuestiones de la competencia,de la concentración de la riqueza ydel monopolio llevan naturalmentea la cuestión de si en nuestra épocala teoría económica de Marx no tiene

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más que un interés histórico –como,por ejemplo, la teoría de Adam Smith-o si sigue teniendo verdadera impor-tancia. El criterio para responder estapregunta es simple: si la teoríaestima correctamente el curso de laevolución y prevé el futuro mejor quelas otras teorías, sigue siendo la teo-ría más adelantada de nuestraépoca, aunque tenga ya muchosaños de edad. El famoso economistaalemán Werner Sombart, que era vir-tualmente marxista al comienzo desu carrera, pero que luego revisótodos los aspectos más revoluciona-rios de la doctrina de Marx, contradijoEl Capital de Marx con su Capita-lismo, que probablemente es laexposición apologética más cono-cida de la economía burguesa en lostiempos recientes. Sombart escribió:“Karl Marx profetizó: primero, lamiseria creciente de los trabajado-res asalariados; segundo, la “con-centración general, con la desapari-ción de la clase de artesanos y labra-dores; tercero el colapso catastróficodel capitalismo. Nada de esto ha ocu-rrido”. A esos pronósticos equivoca-dos Sombart contrapone sus propiospronósticos “estrictamente científi-cos”. “El capitalismo subsistirá–según él- para transformarse inter-namente en la misma dirección enque ha comenzado ya a transfor-marse en la época de su apogeo:según se va haciendo viejo se vahaciendo más y más tranquilo, sose-gado, razonable”. Tratemos de veri-ficar, aunque no sea más que en suslíneas generales, quién de los dosestá en lo cierto: Marx, con su pro-pósito de la catástrofe, o Sombart,quien en nombre de toda economíaburguesa prometió que las cosas searreglarían de una manera “tran-quila, sosegada y razonable”. El lec-tor convendría en que el asunto esdigno de estudio.

A. LA TEORÍA DE LA MISERIA CRECIENTE

“La acumulación de la riqueza en unpolo –escribió Marx sesenta añosantes que Sombart- es, en conse-cuencia, al mismo tiempo de acumu-lación de miseria, sufrimiento en eltrabajo, esclavitud, ignorancia, bru-talidad, degradación mental en elpolo opuesto, es decir, en el lado dela clase que produce su producto enla forma de capital”. Esa tesis deMarx, bajo el nombre de “Teoría dela Miseria Creciente”, ha sido some-tida a ataques constantes por partede los reformadores democráticos ysocialdemócratas, especialmentedurante el período de 1896 a 1914,cuando el capitalismo se desarrollórápidamente he hizo ciertas conce-siones a los trabajadores, especial-mente a su estrato superior. Despuésde la Primer Guerra Mundial, cuandola burguesía, asustada por sus pro-pios crímenes y la Revolución deOctubre, tomó el camino de las refor-mas sociales anunciadas, el valor delas cuales fue anulado simultánea-mente por la inflación y la desocu-pación, la teoría de la transformaciónprogresiva de la sociedad capitalistapareció completamente asegurada alos reformistas y a los profesores bur-gueses. “La compra de fuerza de tra-

bajo asalariada –nos aseguró Sombarten 1928- ha crecido en proporcióndirecta a la expansión de la produccióncapitalista”. En realidad, la contradic-ción económica entre el proletariado yla burguesía fue agravada durante losperíodos más prósperos del desarrollocapitalista, cuando el ascenso del nivelde vida de cierta capa de trabajadores,el cual a veces era más bien extensivo,ocultó la disminución de la participacióndel proletariado en la fortuna nacional.De este modo, precisamente antes decaer en la postración, la producciónindustrial de los Estados Unidos, porejemplo, aumentó en un 50 por cientoentre 1920 y 1930, en tanto que la sumapagada por salarios aumentó única-mente en un 30 por ciento, lo que sig-nifica una tremenda disminución de laparticipación del trabajo en las rentasnacionales. En 1930 se inició un terri-ble aumento de la desocupación, y en1933 una ayuda más o menos sistemá-tica a los desocupados, quienes recibie-ron en la forma de alivio apenas másde la mitad de lo que habían perdido enla forma de salarios. La alusión del pro-greso “ininterrumpido” de todas las cla-ses se ha desvanecido sin dejar rastro.La declinación relativa del nivel de vidade las masas ha sido superada por ladeclinación absoluta. Los trabajadorescomenzaron por economizar en susmodestas diversiones, luego en susvestidos y finalmente en sus alimentos.Los artículos y productos de calidadmedia han sido sustituidos por los decalidad mediocre y los de calidadmediocre por los de calidad franca-mente mala. Los sindicatos comenza-ron a parecerse al hombre que cuelgadesesperadamente del pasamanosmientras desciende vertiginosamenteen un ascensor. Con el seis por cientode la población mundial, los EstadosUnidos poseen el cuarenta por ciento dela riqueza mundial. Además de un ter-cio de la nación, como lo admite el pro-pio Roosevelt, está mal nutrido, vestidoinadecuadamente y vive en condicionesinferiores a las humanas. ¿Qué sepodría decir, pues, de los países muchomenos privilegiados? La historia delmundo capitalista confirma de unamanera irrefutable la llamada “teoría dela miseria creciente”. El régimen fas-cista, el cual reduce simplemente almáximo los límites de la decadencia yde la reacción inherentes a todo capi-talismo imperialista, se hizo indispensa-ble cuando la degeneración del capita-lismo hizo desaparecer todas posibili-dad de mantener ilusiones con respectoa la elevación del nivel de vida del pro-letariado. La dictadura fascista significael abierto reconocimiento de la tenden-cia al empobrecimiento, que todavía tra-tan de ocultar las democracias imperia-listas más ricas. Mussolini y Hitler per-siguen al marxismo con tanto odio pre-cisamente porque su propio régimen esla confirmación más horrible de los pro-nósticos marxistas. El mundo civilizadose indignó, o pretendió indignarse,cuando Goering, con el tono de verdugoy de bufón que le es peculiar, declaróque los cañones son más importantesque la manteca, o cuando Cagliostro-Casanova-Mussolini advirtió a los tra-bajadores de Italia que debían apre-tarse los cinturones de sus camisasnegras. ¿Pero acaso no ocurre substan-cialmente lo mismo en las democraciasimperialistas? En todas partes se uti-

liza la manteca para engrasar loscañones. Los trabajadores de Fran-cia, Inglaterra y Estados Unidosaprenden a estrechar sus cinturonessin tener camisas negras.

B. EL EJÉRCITO DE RESERVA YLA NUEVA SUBCLASE DE LOSDESOCUPADOS

El ejército de reserva industrialforma una parte componente indis-pensable del mecanismo social delcapitalismo, tanto como la reservade máquinas y de materias primasen las fábricas o de productos manu-facturados en los almacenes. Ni laexpansión general de la producciónni la adaptación del capital a lamarea periódica del ciclo industrialserían posibles sin una reserva defuerza de trabajo. De la tendenciageneral de la evolución capitalista–el aumento del capital constante(máquinas y materias primas) aexpensas del capital variable (fuerzade trabajo)- Marx saca la siguienteconclusión: “Cuanto mayor es lariqueza social... tanto mayo es elejército industrial de reserva...Cuanto mayor es la masa de sobre-población consolidada... tantomayor es el pauperismo oficial. Éstaes la ley general absoluta de la acu-mulación capitalista”. Esta tesis–unida indisolublemente con la teo-ría de la miseria creciente” y denun-ciada durante muchos años como“exagerada”, “tendenciosa” y“demagógica”- se ha convertidoahora en la imagen teórica irrepro-chable de las cosas tales como son.El actual ejército de desocupadosya no puede ser considerado comoun “ejército de reserva”, pues sumasa fundamental no puede tenerya esperanza alguna de volver aocuparse; por el contrario, está des-tinada a ser engrosada con unaafluencia constante de desocupa-dos adicionales. La desintegracióndel capital ha traído consigo todauna generación de jóvenes quenunca han tenido un empleo y queno tienen esperanza alguna de con-seguirlo. Esta nueva subclase entreel proletariado y el semiproletariadoestá obligada a vivir a expensas dela sociedad. Se ha calculado que enel curso de nueve años (1930-1938)la desocupación ha privado a la eco-nomía de los Estado Unidos de más

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de 43.000.000 de años de trabajohumano. Si se considera que en 1929,en el cénit de la prosperidad, había dosmillones de desocupados en los Esta-dos Unidos y durante esos nueve añosel número de trabajadores potencialesha aumentado hasta cinco millones, elnúmero total de años de trabajo humanoperdido debe ser incomparablementemayor. Un régimen social afectado porsemejante plaga se halla enfermo demuerte. La diagnosis exacta de esaenfermedad fue hecha hace cerca deochenta años, cuando la enfermedadmisma se hallaba en germen.

C. LAS DECADENCIAS DE LASCLASES MEDIAS

Las cifras que demuestran la concentra-ción del capital indican al mismo tiempoque la gravitación específica de la clasemedia en la producción y su participa-ción en la riqueza nacional ha ido deca-yendo constantemente, en tanto que laspequeñas propiedades han sido com-pletamente absorbidas o reducidas degrado y desprovistas de su independen-cia, convirtiéndose en un mero símbolode un trabajo insoportable y de unanecesidad desesperada. Al mismotiempo, es cierto, el desarrollo del capi-talismo ha estimulado considerable-mente un aumento en el ejército de téc-nicos, directores, empleados, aboga-dos, médicos: en una palabra, la lla-mada “nueva clase media”. Pero eseestrato, cuya existencia no tenía ya mis-terios para Marx, tiene poco que ver conla vieja clase media, que en la propie-dad de sus medios de producción teníauna garantía tangible de independen-cia económica. La “nueva clase media”depende más directamente de los capi-talistas que los trabajadores. Es ciertoque la clase media es en gran parte laque señala su tarea. Además se haadvertido en ella una considerablesobreproducción, con su consecuencia:la degradación social. “La informaciónestadística –afirma una persona tan ale-jada del marxismo como el ya citadoMr. Homer S. Cummings- demuestraque muchas unidades industriales handesaparecido completamente y que loque ha ocurrido es una eliminación pro-gresiva de los pequeños hombres denegocios como un factor en la vida nor-teamericana”. Pero según objeta Som-bart, “la concentración general, con ladesaparición de la clase de artesanosy labradores” no se ha producido toda-

vía. Como todo teórico, Marx comenzópor aislar las tendencias fundamentalesen su forma pura; de otro modo hubierasido completamente imposible com-prender el destino de la sociedad capi-talista. El propio Marx era, sin embargo,perfectamente capaz de examinar elfenómeno de la vida a la luz del análi-sis concreto, como un producto de laconcatenación de diversos factores his-tóricos. Las leyes de Newton no hansido invalidadas seguramente por elhecho de que la velocidad en la caídade los cuerpos varía bajo condicionesdiferentes o de que las órbitas de los pla-netas están sujetas a perturbaciones.Para comprender la llamada “tenaci-dad” de las clases medias es buenorecordar que las dos tendencias, laruina de las clases medias y la trans-formación de esas clases arruinadas enproletarios, no se producen al mismopaso ni con la misma extensión. De lacreciente preponderancia de lamáquina sobre la fuerza de trabajo sesigue que cuanto más lejos va el pro-ceso de arruinamiento de las clasesmedias tanto más atrás deja al procesode su proletarización; en realidad, enun determinada oportunidad el últimopuede cesar enteramente e inclusoretroceder. Así como la actuación de lasleyes fisiológicas produce resultadosdiferentes en un organismo en creci-miento que en uno en declinación, asítambién las leyes económicas de la eco-nomía marxista actúan de manera dis-tinta en un capitalismo en desarrollo queen un capitalismo en desintegración.Esta diferencia queda patente conespecial claridad en las relacionesmutuas entre la ciudad y el campo. Lapoblación rural de Estados Unidos, quecrece comparativamente a una veloci-dad menor que el total de la población,siguió creciendo en cifras absolutashasta 1910, fecha en que llegó a másde 32.000.000. Durante los veinte añossiguientes, a pesar del rápido aumentode la población total del campo, bajó a30,4 millones, es decir, en un 1,6 millo-nes. Pero en 1935 se elevó otra vez a32,8 millones, con un aumento en com-paración con 1930 de 2,4 millones. Estavuelta de la rueda, sorprendente a pri-mera vista, no refuta en lo más mínimola tendencia de la población urbana acrecer a expensas de la población rural,ni la tendencia de las clases medias aser atomizadas, mientras que al mismotiempo demuestra de la manera máscategórica la desintegración del sis-tema capitalista en su conjunto. Elaumento de la población rural duranteel período de crisis aguda de 1930-1935se explica sencillamente por el hecho deque poco menos que dos millones depobladores urbanos, o, hablando conmás exactitud, dos millones de desocu-pados hambrientos, se trasladaron alcampo, a tierras abandonadas por loslabradores o a granjas de sus parien-tes y amigos, con objeto de emplear sufuerza de trabajo, rechazada por lasociedad, en la economía natural pro-ductiva y poder vivir una existenciamedio de hambre en vez de morirsetotalmente de hambre. De aquí sededuce que no se trata de una cuestiónde estabilidad de los labradores, artesa-nos y comerciantes, sino más bien dela abyecta desesperación de la situa-ción. Lejos de constituir una garantíapara el futuro, la clase media es unareliquia infortunada y trágica del

pasado. Incapaz de suprimirla porcompleto, el capitalismo se las haarreglado para reducirla al mayorgrado de degradación y de miseria.Al labrador se le niega no solamentela renta que se le debe por su lotede terreno y el beneficio del capitalque ha invertido en él, sino tambiénuna buena porción de su salario. Deuna manera similar, la pobre genteque reside en la ciudad se inquietaen el reducido espacio que se le con-cede entre la vida económica y lamuerte. La clase media no se pro-letariza únicamente porque sedepaupera. A este respecto es tandifícil encontrar un argumento con-tra Marx como en favor del capita-lismo.

D. LA CRISIS INDUSTRIAL

El final del XIX y el comienzo del XXse han caracterizado por tal pro-greso abrumador debido al capita-lismo, tanto que las crisis cíclicasparecían no ser más que molestias“accidentales”. Durante los años deoptimismo capitalista casi universallos críticos de Marx nos asegura-ban que el desarrollo nacional einternacional de los “trusts”, sindi-catos y carteles introducía en elmercado una organización bienplaneada y presagiaba el triunfofinal sobre la crisis. Según Som-bart, las crisis habían sido ya “abo-lidas” antes de la guerra por elmecanismo del propio capitalismo,de tal modo que “el problema delas crisis nos deja hoy virtualmenteindiferentes”. Ahora bien, sola-mente diez años más tarde, esaspalabras sonaban a burla, en tantoque el pronóstico de Marx se nosaparece hoy en día en toda lamedida de su trágica fuerza lógica.Es notable que la prensa capita-lista, que pretende negar a mediasla existencia de los monopolios,parta de la afirmación de esos mis-mos monopolios para negar amedias la anarquía capitalista. Sisesenta familias dirigen la vida eco-nómica de los Estados Unidos, TheNew York Times observa irónica-mente: “Esto demostraría que elcapitalismo norteamericano, lejosde ser anárquico y sin plan alguno,se halla organizado con gran pre-cisión”. Este argumento yerra elblanco. El capitalismo ha sido inca-paz de desarrollar una sola de sustendencias hasta el fin. Así comola concentración de la riqueza nosuprime a la clase media, así tam-poco suprime el monopolio a lacompetencia, pues sólo la postray destroza. Ni el “plan” de cada unade las sesenta familias ni la diver-sas variantes de esos planes sehallan interesados en lo másmínimo en la coordinación de lasdiferentes ramas de la economía,sino más bien en el aumento de losbeneficios de su camarilla monopo-lista a expensas de otras camarillasy a expensas de toda la nación. Enúltimo término, el entrecruza-miento de semejantes planes nohace más que profundizar la anar-quía en la economía nacional. Lacrisis de 1929 se produjo en losEstado Unidos un año después dehaber declarado Sombart la com-

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pleta indiferencia de su “ciencia”con respecto al problema de la cri-sis. Desde la cumbre de una pros-peridad sin precedentes la econo-mía de los Estados Unidos fue lan-zada al abismo de una postraciónmonstruosa. ¡Nadie podía haberconcebido en la época de Marx con-vulsiones de tal magnitud! La rentanacional de los Estados Unidos sehabía elevado por primera vez en1920 sesenta y nueve mil millonesde dólares únicamente para caer alaño siguiente a cincuenta mil millo-nes de dólares, es decir, un des-censo del 27 por ciento. Como con-secuencia de la prosperidad de lospocos años siguientes, la rentanacional se elevó de nuevo, en1929, a su punto máximo deochenta y un mil millones de dóla-res, para descender en 1932 a cua-renta mil millones de dólares, esdecir, a menos de la mitad. Durantelos nueve años de 1930 a 1938 seperdieron aproximadamente cua-renta y tres millones de años huma-nos de trabajo y ciento treinta y tresmil millones de dólares de la rentanacional, teniendo en cuenta lasnormas de trabajo y las rentas de1929, época en que solamentehabía dos millones de desocupa-dos. Si todo eso no es anarquía,¿cuál puede ser el significado deesa palabra?

E. LA TEORÍA DEL COLAPSO

Las inteligencias y los corazones delos intelectuales de la clase mediay de los burócratas de los sindica-tos estuvieron casi completamentedominados por las hazañas logra-das por el capitalismo entre laépoca de la muerte de Marx y elcomienzo de la Primer Guerra Mun-dial. La idea del progreso gradual(evolución) parecía haberse asegu-rado para siempre, en tanto que laidea de revolución era consideradacomo una mera reliquia de la barba-rie. El pronóstico de Marx era con-trastado con el pronóstico cualita-tivamente contrario sobre la distri-bución mejor equilibrada de la for-tuna nacional con la suavización delas contradicciones de clase, y conla reforma gradual de la sociedadcapitalista. Jean Jaurés, el mejordotado de los socialdemócratas deesa época clásica, esperaba ajus-tar gradualmente la democraciapolítica a la satisfacción de lasnecesidades sociales. En esoreside la esencia del reformismo...¿Qué ha salido de ello? La vida delcapitalismo monopolista de nuestraépoca es una cadena de crisis.Cada una de las crisis es una catás-trofe. La necesidad de salvarse deesas catástrofes parciales pormedio de murallas aduaneras, dela inflación, del aumento de los gas-tos del gobierno y de las deudasprepara el terreno para otras crisismás profundas y más extensas. Lalucha por conseguir mercados,materias primas y colonias haceinevitables las catástrofes militares.Y todo ellos prepara las catástro-fes revolucionarias. Ciertamente noes fácil convenir con Sombart enque el capitalismo actuante se hacecada vez más “tranquilo, sosegado

y razonable”. Sería más acertado decirque está perdiendo sus últimos vesti-gios de razón. En cualquier caso nohay duda de que la “teoría del colapso”ha triunfado sobre la teoría del des-arrollo pacífico.

LA DECADENCIA DELCAPITALISMO

Por costoso que haya sido el dominiodel mercado para la sociedad, hastacierta etapa, aproximadamente hastala Primer Guerra Mundial, la humanidadcreció, se desarrolló y se enriqueció através de las crisis parciales y genera-les. La propiedad privada de los mediosde producción siguió siendo en esaépoca de un factor relativamente pro-gresista. Pero ahora el dominio ciego dela ley del valor se niega a prestar másservicios. El progreso humano se hadetenido en un callejón sin salida. Apesar de los últimos triunfos del pensa-miento técnico, las fuerzas productorasnaturales ya no aumentan. El síntomamás claro de la decadencia es el estan-camiento mundial de la industria de laconstrucción, como consecuencia de laparalización de nuevas inversiones enlas ramas básicas de la economía. Loscapitalistas ya no son sencillamentecapaces de creer en el futuro de su pro-pio sistema. Las construcciones estimu-ladas por el gobierno significan unaumento en los impuestos y la contrac-ción de la renta nacional “sin trabas”,especialmente desde que la parte prin-cipal de las nuevas construcciones delgobierno está destinada directamentea objetivos bélicos. El marasmo haadquirido un carácter particularmentedegradante en la esfera más antiguade la actividad humana, en la más estre-chamente relacionada con las necesi-dades vitales del hombre: la agricultura.No satisfechos ya con los obstáculosque la propiedad privada, en su formamás reaccionaria, la de los pequeñosterratenientes, opone al desarrollo dela agricultura, los gobiernos capitalistasse ven obligados con frecuencia a limi-tar la producción artificialmente con laayuda de medidas legislativas y admi-nistrativas que hubieran asustado a losartesanos de los gremios en la época desu decadencia. Deberá ser recordadopor la historia que los gobiernos de lospaíses capitalistas más poderosos con-cedieron premios a los agricultores paraque redujeran sus plantaciones, esdecir, para disminuir artificialmente larenta nacional ya en disminución. Losresultados son evidentes por sí mismos:a pesar de las grandiosas posibilidadesde producción, aseguradas por la expe-riencia y la ciencia, la economía agra-ria no sale de una crisis putrescente,mientras que el número de hambrien-tos, la mayoría predominante de lahumanidad, sigue creciendo con mayorrapidez que la población de nuestro pla-neta. Los conservadores consideranque se trata de una buena política paradefender el orden social que ha des-cendido a una locura tan destructiva ycondenan la lucha del socialismo con-tra semejante locura como una utopíadestructiva.

EL FASCISMO Y EL “NEW DEAL”

Hoy día hay dos sistemas que rivalizanen el mundo para salvar al capital his-tóricamente condenado a muerte: son

el Fascismo y el New Deal (NuevoPacto). El fascismo basa su pro-grama en la demolición de las orga-nizaciones, en la destrucción de lasreformas sociales y en el aniquila-miento completo de los derechosdemocráticos, con objeto de impe-dir la resurrección de la lucha de cla-ses del proletariado. El Estado fas-cista legaliza oficialmente la degra-dación de los trabajadores y ladepauperización de las clasesmedias en nombre de la salvación dela “nación” y de la “raza”, nombrespresuntuosos para designar al capi-talismo en decadencia. La políticadel New Deal, que trata de salvar ala democracia imperialista por mediode regalos a los trabajadores y a laaristocracia rural sólo es accesibleen su gran amplitud a las nacionesverdaderamente ricas y en tal sen-tido es una política norteamericanapor excelencia. El gobierno nortea-mericano ha tratado de obtener unaparte de los gastos de esa políticade los bolsillos de los monopolistas,exhortándoles a aumentar los sala-rios, a disminuir la jornada de tra-bajo, a aumentar la potencialidad decompra de la población y a exten-der la producción. León Blum intentótrasladar ese sermón a Francia, peroen vano. El capitalista francés, comoel norteamericano, no produce porproducir, sino para obtener benefi-cios. Se halla siempre dispuesto alimitar la producción, e inclusive adestruir los productos manufactura-dos, si como consecuencia de elloaumenta su parte de la fortunanacional. El programa del New Dealmuestra su mayor inconsistencia enel hecho de que mientras predicasermones a los magnates del capi-tal sobre las ventajas de la abundan-cia sobre la escasez, el gobiernoconcede premios para reducir la pro-ducción. ¿Es posible una confusiónmayor? El gobierno refuta a sus crí-ticos con este desafío: ¿Podéishacerlo mejor? Todo esto significaque en la base del capitalismo no hayesperanza alguna. Desde 1933, esdecir, en el curso de los últimos seisaños, el gobierno federal, los diver-sos estados y las municipalidadesde los Estados Unidos han entre-gado a los desocupados cerca dequince millones de dólares comoayuda, cantidad completamenteinsuficiente por sí misma y que sólo

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representa una pequeña parte de la pér-dida de salarios, pero al mismo tiempo,teniendo en cuenta la renta nacional endecadencia, una cantidad colosal.Durante 1938, que fue un año de rela-tiva reacción económica, la deudanacional de los Estados Unidosaumentó en dos mil millones de dólares,y como ya ascendía a treinta y ocho milmillones de dólares, llegó a ser supe-rior en doce mil millones a la mayor delfinal de la guerra. En 1939 pasó muypronto de los cuarenta mil millones dedólares. ¿Y entonces, qué? La deudanacional creciente es, por supuesto,una carga para la posteridad. Pero elmismo New Deal sólo era posible gra-cias a la tremenda riqueza acumuladapor las pasadas generaciones. Única-mente una nación muy rica puede lle-var a cabo una política económica tanextravagante. Pero ni siquiera esanación muy rica puede llevar a cabo unapolítica económica tan extravagante.Pero ni siquiera esa nación puedeseguir viviendo indefinidamente aexpensas de las generaciones anterio-res. La política del New Deal, con suséxitos ficticios y su aumento real de ladeuda nacional, tiene que culminarnecesariamente en una feroz reaccióncapitalista y en una explosión devasta-dora del capitalismo. En otras palabras,marcha por los mismo canales que lapolítica del fascismo.

¿ANOMALÍA O NORMA?

El secretario del Interior de los EstadosUnidos, Mr. Harold L. Ickes, consideracomo “una de las más extrañas ano-malías en toda la historia” que los Esta-dos Unidos, democráticos en la forma,sean autocráticos en sustancia: “Amé-rica, la tierra de la mayoría fue dirigida,por lo menos hasta 1933 (!) por losmonopolios, que a su vez son dirigidospor un pequeño número de accionis-tas”. La diagnosis es correcta, con laexcepción de la insinuación de que conel advenimiento de Roosevelt habíacesado o se había debilitado el gobiernodel monopolio. Son embargo, lo queIckes llama “una de las más extrañasanomalías de la historia” es en realidadla norma incuestionable del capitalismo.La dominación del débil por el fuerte,de los muchos por los pocos, de los tra-bajadores por los explotadores es unaley básica de la democracia burguesa.Lo que distingue a los Estados Unidosde los otros países es simplemente el

mayor alcance y la mayor perversidadde las contradicciones de su capita-lismo. La carencia de un pasado feu-dal, la riqueza de recursos naturales,un pueblo enérgico y emprendedor,todos los pre-requisitos que augurabanun desarrollo ininterrumpido de lademocracia, han traído como conse-cuencia una concentración fantásticade la riqueza. Con la promesa deemprender la lucha contra los monopo-lios hasta triunfar sobre ellos, Ickes sevuelve temerariamente hacia ThomasJefferson, Andrew Jackson, AbrahamLincoln, Theodore Roosevelt y Woo-drow Wilson como predecesores deFranklin D. Roosevelt. “Prácticamentetodas nuestras más grandes figuras his-tóricas –dijo el 30 de diciembre de 1937-son famosas por su lucha persistentey animosa para impedir la superconcen-tración de la riqueza y del poder en unaspocas manos”. Pero de sus mismaspalabras se deduce que el fruto de esa“lucha persistente y animosa” es eldominio completo de la democracia porla plutocracia.+Por alguna razón inex-plicable Ickes piensa que la victoria estáasegurada en la actualidad con tal deque el pueblo comprenda que la luchano es “entre el New Deal y el términomedio de los hombres de negocios cul-tos, sino entre el New Deal y los Bor-bones de las sesenta familias que hanmantenido al resto de los hombres denegocios de los Estados Unidos bajo elterror de su dominio”. Este orador auto-rizado no nos explica cómo se arregla-ron los “Borbones” para subyugar atodos los hombres de negocios cultosa pesar de la democracia y de losesfuerzos de las “más grandes figurashistóricas”. Los Rockefeller, los Morgan,los Mellon, los Vanderbilt, los Guggen-heim, los Ford y compañía no invadie-ron a los Estados Unidos desde afuera,como Cortés invadió a México; nacieronorgánicamente del pueblo, o más pre-cisamente de la clase de los “industria-les y hombres de negocios cultos”, y seconvirtieron, de acuerdo con el pronós-tico de Marx, en el apogeo natural delcapitalismo. Desde el momento en queuna democracia joven y fuerte en el apo-geo de su vitalidad era incapaz de con-tener la concentración de la riquezacuando el proceso se hallaba todavía ensu comienzo, es imposible creer nisiquiera por un minuto que una demo-cracia en decadencia sea capaz dedebilitar los antagonismos de clase quehan llegado a su límite máximo. De cual-quier modo, la experiencia del New Dealno da pie para semejante optimismo. Alrefutar los cargos del gran comerciocontra el gobierno, Robert H. Jackson,alto personaje de los círculos de la admi-nistración, demostró con cifras quedurante el gobierno de Roosevelt losbeneficios de los magnates del capitalalcanzaron alturas con las que ellosmismos habían dejado de soñardurante el último período de la presiden-cia de Hoover, de lo cual se deduce entodo caso que la lucha de Rooseveltcontra los monopolios no ha sido coro-nada con un éxito mayor que la de todossus predecesores.

TRAER DE VUELTA EL PASADO

No se puede menos que estar deacuerdo con el profesor Lewis W. Dou-glas, el primer director de Presupuestosen la administración de Roosevelt,

cuando condena al gobierno por “ata-car el monopolio en u campo mientrasque fomenta el monopolio en otrosmuchos”. Sin embargo, no puede serde otra manera dada la naturalezade la cosa. Según Marx, el gobiernoes el comité ejecutivo de la clasegobernante. Hoy día los monopolis-tas constituyen la sección más pode-rosa de la clase gobernante. Ningúngobierno se halla en situación deluchar contra el monopolio en gene-ral, es decir, contra la clase en cuyonombre gobierna. Mientras ataca auna fase del monopolio se halla obli-gado a buscar un aliado en otrasfases del monopolio. Unido con losbancos y con la industria ligera puededescargar golpes contra los “trusts”de la industria pesada, los cuales,entre paréntesis, no dejan de cose-char por ese motivo beneficios fan-tásticos. Lewis Douglas no contra-pone la ciencia al charlatanerismo ofi-cial, sino simplemente otra clase decharlatanerismo. Ve la fuente delmonopolio no en el capitalismo sinoen el proteccionismo y, de acuerdocon eso, descubre la salvación de lasociedad no en la abolición de la pro-piedad privada de los medios de pro-ducción, sino en la rebaja de los dere-chos de aduana. “A menos que serestaure la libertad de los mercados–predice- es dudoso que la libertad detodas las instituciones –empresas,discursos, educación, religión- puedasobrevivir”. En otras palabras, sin elestablecimiento de la libertad delcomercio internacional, la democra-cia, dondequiera y en cualquierextensión que haya sobrevivido,debe ceder a una dictadura revolucio-naria o fascista. Pero la libertad delcomercio internacional es inconcebi-ble sin la libertad del comercio interno,es decir, sin la competencia. Yla liber-tad de la competencia es inconcebi-ble bajo el dominio del monopolio. Pordesgracia, Mr. Douglas, lo mismo queMr. Ickes, lo mismo que Mr. Jackson,los mismo que Mr. Cummings, y lomismo que el propio Roosevelt, nose ha molestado para iniciarnos ensu prescripción contra el capitalismomonopolista y en consecuencia con-tra una revolución o un régimen tota-litario. La libertad de comercio, comola libertad de competencia, como laprosperidad de la clase media, per-tenecen al pasado irrevocable. Traerde vuelta el pasado es ahora la únicaprescripción de los reformadoresdemocráticos del capitalismo: traerde vuelta más “libertad” a los indus-triales y hombres de negocios peque-ños y medianos, cambiar en su favorel sistema de crédito y de moneda,liberar al mercado del dominio de los“trusts”, eliminar a los especuladoresprofesionales de la Bolsa, restaurar lalibertad del comercio internacional, yasí por el estilo ad infinitum. Los refor-madores sueñan incluso con el limi-tar el uso de las máquinas y decre-tar la proscripción de la técnica, queperturba el equilibrio social y causamuchas preocupaciones.

LOS CIENTÍFICOS Y EL MARXISMO

Hablando en defensa de la cienciael 7 de diciembre de 1937, el doc-tor Robert A. Millikan, uno de los

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principales físicos norteamericanos,observó: “Las estadísticas de losEstados Unidos demuestran que elporcentaje de la población emple-ada ventajosamente ha aumentadoconstantemente durante los últimoscincuenta años, en los que la cien-cia ha sido aplicada más rápida-mente”. Esta defensa del capita-lismo bajo la apariencia de defen-der a la ciencia no puede llamarseafortunada. Precisamente duranteel último medio siglo es cuando se“ha roto el eslabón de los tiempos”y se ha alterado agudamente la rela-ción entre la economía y la técnica.El período a que se refiere Millikanincluye el comienzo de la declina-ción capitalista así como la cumbrede la prosperidad capitalista. Ocul-tar el comienzo de esa declinación,que alcanza al mundo entero, esproceder como un apologista delcapitalismo. Rechazando el socia-lismo de una manera improvisadacon la ayuda de argumentos queapenas harían honor inclusive aHenry Ford, el doctor Millikan nosdice que ningún sistema de distri-bución puede satisfacer las necesi-dades del hombre sin aumentar laesfera de la producción. ¡Indudable-mente! Pero es una lástima que elfamoso físico no explique a los millo-nes de norteamericanos desocupa-dos cómo han de participar en elaumento de la fortuna nacional. Lapredicación abstracta sobre la virtudsalvadora de la iniciativa individualy la alta productividad del trabajo,no podrá seguramente proporcionarempleos a los desocupados, nocubrirá el déficit del presupuesto, nosacará a los negocios de la nacióndel callejón sin salida. Lo que dis-tingue a Marx es la universalidad desu genio, su capacidad para com-prender los fenómenos y los proce-sos de los diversos campos en surelación inherente. Sin ser un espe-cialista en las ciencias naturales, fueuno de lo primeros en apreciar laimportancia de los grandes descu-brimientos en este terreno: porejemplo, la teoría de Darwin. Marxestaba seguro de esa preeminen-cia no tanto en virtud de su intelectosino en virtud de su método. Loscientíficos de mentalidad burguesapueden pensar que se hallan porencima del socialismo: sin embargo,el caso de Robert Millikan no es sinouno de los muchos que confirmanque en la esfera de la sociologíasigue habiendo charlatanes incura-bles.

LAS POSIBILIDADES DE PRODUCCIÓN Y LAPROPIEDAD PRIVADA

En su mensaje al Congreso acomienzos de 1937, el presidenteRoosevelt expresó su deseo deaumentar las rentas nacionales anoventa y un mil millones de dólares,sin indicar, sin embargo, cómo. Porsí mismo, ese programa era exce-sivamente modesto. En 1929,cuando había aproximadamentedos millones de desocupados, larenta nacional alcanzó a ochenta yun mil millones de dólares.Poniendo en movimiento las actua-les fuerzas productivas, no debiera

bastar con realizar el programa de Roo-sevelt, sino que habría que superarloconsiderablemente. Las máquinas, lasmaterias primas, los trabajadores, todoes aprovechable, para no mencionarla necesidad que tiene la población delos productos. Si a pesar de ello el planes irrealizable –y es irrealizable- laúnica razón es el conflicto irreconcilia-ble que se ha desarrollado entre la pro-piedad capitalista y la necesidad de lasociedad de aumentar la producción.El famoso Examen Nacional de laCapacidad Productiva Potencial,patrocinado por el gobierno, llegó a laconclusión de que el costo de la pro-ducción y de los servicios utilizados en1929 alcanzaba a casi noventa y cua-tro mil millones de dólares, calculadossobre la base de los precios al pormenor. No obstante, si fuesen utiliza-das todas las verdaderas posibilidadesproductivas, esa cifra se hubiera ele-vado a 135 mil millones, es decir, quehubieran correspondido 4.370 dólaresanuales a cada familia, lo suficientepara asegurar una vida decente ycómoda. El Examen Nacional se basaen la actual organización productora delos Estados Unidos tal como ha llegadoa ser a consecuencia de la historiaanárquica del capitalismo. Si el propioequipo de trabajo fuese reequipado abase de un plan socialista unificado, loscálculos sobre la producción podría sersuperados considerablemente y sepodría asegurar a todo el pueblo unnivel de vida alto y cómodo, basado enuna jornada de trabajo extremada-mente corta. En consecuencia, parasalvar a la sociedad no es necesariodetener el desarrollo de la técnica,cerrar las fábricas, conceder premiosa los agricultores para que saboteenla agricultura, depauperizar a un ter-cio de los trabajadores ni llamar a losmaníacos para que hagan de dictado-res. Ninguna de estas medidas, queconstituyen una burla horrible para losintereses de la sociedad, es necesa-ria. Lo que es indispensable y urgentees separar los medios de producciónde sus actuales propietarios parásitosy organizar la sociedad de acuerdo conun plan racional. Entonces será real-mente posible por primera vez curar ala sociedad de sus males. Todos losque sean capaces de trabajar debenencontrar un empleo. La jornada de tra-bajo debe disminuir gradualmente. Lasnecesidades de todos los miembros dela sociedad deben asegurar una satis-facción creciente. Las palabras“pobreza, “crisis”, “explotación”, debenser arrojadas de la circulación. Lahumanidad podrá cruzar finalmente elumbral de la verdadera humanidad.

LA INEVITABILIDAD DEL SOCIALISMO

“Al mismo tiempo que disminuye cons-tantemente el número de magnates delcapital –dice Marx- crecen la masa dela miseria, la opresión, la esclavitud, ladegradación, la explotación; pero conello crece también la revuelta de laclase trabajadora, clase que aumentasiempre en número, disciplinada, uniday organizada por el mismo mecanismodel proceso de la producción capita-lista... La concentración de los mediosde producción y la socialización del tra-bajo alcanzan finalmente un punto enque se hacen incompatibles con su

integumento capitalista. Este inte-gumento es roto en pedazos.Suena el toque de difuntos de lapropiedad privada capitalista. Losexpropiadores son expropiados”.Ésta es la revolución socialista.Para Marx, el problema de recons-truir la sociedad no surge de pres-cripción alguna motivada por suspredilecciones personales; es unaconsecuencia –como una necesi-dad histórica rigurosa- de la potentemadurez de las fuerzas producti-vas por un lado; de la ulterior impo-sibilidad de fomentar esas fuerzasa merced de la ley del valor por otrolado. Las lucubraciones de ciertosintelectuales sobre el tema de que,prescindiendo de la teoría de Marx,el socialismo no es inevitable sinoúnicamente posible, están despro-vistas de todo contenido. Evidente-mente, Marx no quiso decir que elsocialismo vendría sin la voluntady la acción del hombre: semejanteidea es sencillamente un absurdo.Marx previó que la socialización delos medios de producción sería laúnica solución del colapso econó-mico en el que debe culminar, inevi-tablemente, el desarrollo del capita-lismo, colapso que tenemos antenuestros ojos. Las fuerzas produc-tivas necesitan un nuevo organiza-dor y un nuevo amo, y dado que laexistencia determina la conciencia,Marx no dudó de que la clase tra-bajadora, a costa de errores y derro-tas, llegaría a comprender la ver-dadera situación y, más pronto omás tarde, extraería las necesariasconclusiones prácticas. Que lasocialización de los medios de pro-ducción creados por los capitalis-tas representa un tremendo bene-ficio económico se puede demos-trar hoy día no sólo teóricamente,sino también con el experimento dela Unión de los Soviets, a pesar delas limitaciones de ese experi-mento. Es verdad que los reaccio-narios capitalistas, no sin artificio,utilizan el régimen de Stalin comoun espantajo contra las ideas socia-listas. En realidad, Marx nunca dijoque el socialismo podría ser alcan-zado en un solo país, y además, enun país atrasado. Las continuas pri-vaciones de las masas en la UniónSoviética, la omnipotencia de lacasta privilegiada que se ha levan-tado sobre la nación y su miseria y,

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finalmente, la desenfrenada ley decachiporra de los burócratas, no sonconsecuencias del método económicosocialista, sino del aislamiento y delatraso de la Rusia Soviética cercadapor los países capitalistas. Lo admira-ble es que en esas circunstanciasexcepcionalmente desfavorables, laeconomía planificada se las haya arre-glado para demostrar sus beneficiosinsuperables. Todos los salvadores delcapitalismo, tanto de la clase demo-crática como de la fascista, pretendenlimitar, o por lo menos disimular, elpoder de los magnates del capital paraimpedir “la expropiación de los expro-piadores”. Todos ellos reconocen, ymuchos de ellos lo admiten abierta-mente, que el fracaso de sus tentati-vas reformistas debe llevar inevitable-mente a la revolución socialista. Todosellos se las han arreglado para poneren evidencia que sus métodos para sal-var al capitalismo no son más que char-latanería reaccionaria e inútil. El pro-nóstico de Marx sobre la inevitabilidaddel socialismo se confirma así plena-mente mediante una prueba negativa.

LA INEVITABILIDAD DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

El programa de la “Tecnocracia”, quefloreció en el período de la gran crisisde 1929-1932, se fundó en al premisacorrecta de que la economía debe serracionalizada únicamente por mediode la unión de la técnica en la cima dela ciencia y del gobierno al servicio dela sociedad. Semejante unión es posi-ble siempre que la técnica y el gobiernose liberen de la esclavitud de la pro-piedad privada. Aquí es dondecomienza la gran tarea revolucionaria.Para liberar a la técnica de la intrigade los intereses privados y colocar algobierno al servicio de la sociedad esnecesario “expropiar a los expropiado-res”. Únicamente una clase poderosainteresada en su propia liberación yopuesta a los expropiadores monopo-listas es capaz de realizar esta tarea.Únicamente unida a un gobierno pro-letario podrá construir la clase califi-cada de los técnicos una economíaverdaderamente científica y verdade-ramente nacional, es decir, una eco-nomía socialista. Por supuesto, seríamejor alcanzar ese objetivo de unamanera pacífica, gradual y democrá-tica. Pero el orden social que se ha

sobrevivido a sí mismo no cede nuncasu puesto a su sucesor sin resistencia.Si en su época la democracia joven yfuerte demostró ser incapaz de impe-dir que la plutocracia se apoderase dela riqueza y del poder, ¿es posibleesperar que una democracia senil ydevastada se muestre capaz de trans-formar un orden social basado en eldominio sin trabas de sesenta familias?La teoría y la historia nos enseñan queuna sucesión de regímenes socialespresupone la forma más alta de la luchade clases, es decir, la revolución. Nisiquiera la esclavitud pudo ser abolidaen los Estados Unidos sin una guerracivil. “La fuerza es la partera de todasociedad vieja preñada de una nueva”.Nadie ha sido capaz hasta ahora derefutar este dogma básico de Marx enla sociología de la sociedad de clases.Solamente una revolución socialistapuede abrir el camino al socialismo.

EL MARXISMO EN LOS ESTADOS UNIDOS

La república norteamericana ha idomás allá que otros países en la esferade la técnica y de la organización dela producción. No solamente los nor-teamericanos, sino la humanidadentera ha contribuido a ello. Sinembargo, las diversas fases del pro-ceso social en un y la misma nacióntienen ritmos diversos que dependende condiciones históricas especiales.Mientras los Estados Unidos gozan deuna tremenda superioridad en la tecno-logía, su pensamiento económico sehalla extremadamente atrasado tantoen las derechas como en las izquier-das. John L. Lewis tiene casi las mis-mas opiniones que Franklin D. Roose-velt. Si tenemos en cuenta la natura-leza de su misión, la función social deLewis es incomparablemente más con-servadora, para no decir reaccionaria,que la de Roosevelt. En ciertos círcu-los norteamericanos hay una tenden-cia a repudiar esta o aquella teoría radi-cal sin el menos asomo de crítica cien-tífica, con la simple declaración de quees “antiamericana”. ¿Pero dóndepuede encontrarse el criterio diferen-ciador? EL cristianismo fue importadoen los Estados Unidos juntamente conlos logaritmos, la poesía de Shakes-peare, las nociones de los derechos delhombre y del ciudadano y otros produc-tos no sin importancia del pensamientohumano. El marxismo se halla hoy díaen la misma categoría. El secretario deAgricultura norteamericana, Henry A.Wallace, imputó al autor de estas líneas“...una estrechez dogmática que esagriamente anti-americana” y contra-puso al dogmatismo ruso el espírituoportunista de Jefferson, que sabíacómo arreglárselas con sus opositores.Al parecer, nunca se le h ocurrido a Mr.Wallace que una política de compro-misos no es una función de algún espí-ritu nacional inmaterial, sino un pro-ducto de las condiciones materiales.Una nación que se ha hecho rica rápi-damente, tiene reservas suficientespara conciliar a las clases y a los par-tidos hostiles. Cuando, por otro lado, seagudizan las contradicciones sociales,desaparece el terreno para los compro-misos. América estaba libre de “estre-chez dogmática” únicamente porquetenía una plétora de áreas vírgenes,

fuentes de riqueza natural inagota-bles y según he podido ver, opor-tunidades ilimitadas para enrique-cerse. La verdad es que a pesar deesas condiciones, el espíritu decompromiso no prevaleció en laGuerra Civil cuando sonó la horapara él. De todos modos, las con-diciones materiales que constitu-yen la base del “americanismo” sonhoy día relegadas cada vez más alpasado. De aquí se deriva la crisisprofunda de la ideología americanatradicional. El pensamiento empí-rico, limitado a la solución de lastareas inmediatas de tiempo entiempo, parecía bastante adecuadotanto en los círculos obreros comoen los burgueses mientras la ley delvalor de Marx era el pensamiento detodos. Pero hoy día esa ley produceefectos opuestos. En vez de impul-sar a la economía hacia adelante,socava sus fundamentos. El pensa-miento ecléctico conciliatorio, quemantiene una actitud desfavorableo desdeñosa con respecto al mar-xismo como un “dogma”, y con suapogeo filosófico, el pragmatismo,se hace completamente inade-cuado, cada vez más insustancial,reaccionario y completamente ridí-culo. Por el contrario, son las ideastradicionales del “americanismo”las que han perdido su vitalidad yse han convertido en un “dogmapetrificado”, sin dar lugar más quea errores y confusiones. Al mismotiempo, la doctrina económica deMarx ha adquirido una viabilidadpeculiar y especialmente en lo querespecta a los Estados Unidos. Aun-que El Capital se apoya en un mate-rial internacional, preponderante-mente inglés en sus fundamentosteóricos, en un análisis del capita-lismo puro, del capitalismo en gene-ral, del capitalismo como tal. Indu-dablemente, el capitalismo que seha desarrollado en las tierras vír-genes ya históricas de América esel que más se acerca a ese tipo idealde capitalismo. Salvo la presenciade Wallace, América se ha desarro-llado económicamente no deacuerdo con los principio s de Jef-ferson, sino de acuerdo con lasleyes de Marx. Al reconocerlo seofende tan poco al amor propionacional como al reconocer queAmérica da vueltas alrededor delsol de acuerdo con las leyes deCopérnico. El Capital ofrece unadiagnosis exacta de la enfermedady un pronóstico irreemplazable. Eneste sentido la teoría de Marx estámucho más impregnada del nuevo“americanismo” que las ideas deHoover y Roosevelt, de Green y deLewis. Es cierto que hay una litera-tura original muy difundida en losEstados Unidos, consagrada a lacrisis de la economía americana.En cuanto esos economistas con-cienzudos ofrecen una descripciónobjetiva de las tendencias destruc-tivas del capitalismo norteameri-cano, sus investigaciones, prescin-diendo de sus premisas teóricas,parecen ilustraciones directas delas teorías de Marx. La tradiciónconservadora se pone en eviden-cia, sin embargo, cuando esosautores se empeñan tercamente enno sacar conclusiones precisas,

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limitándose a tristes predicciones oa vulgaridades tan edificantes como“el país debe comprender”, “la opi-nión pública debe considerar seria-mente”, etc. Esos libros se aseme-jan a un cuchillo sin hoja. Es ciertoque en el pasado hubo marxistas enlos Estados Unidos, pero eran deun extraño tipo de marxistas, o másbien de tres tipos extraños. En pri-mer lugar se hallaba la casta de emi-grados de Europa, que hicieron todolo que pudieron, pero no hallaronrespuesta; en segundo lugar, losgrupos norteamericanos aislados,como el de los Leonistas, que en elcurso de los acontecimientos y aconsecuencia de sus propios erro-res, se convirtieron en sectas; en ter-cer lugar, los aficionados atraídospor la Revolución de Octubre y quesimpatizaban con el marxismo comouna teoría exótica que tenía muypoco que ver con los Estados uni-dos. Ya pasó su tiempo. Ahora ama-nece la nueva época de un movi-miento de clase independiente acargo del proletariado y al mismotiempo de un marxismo verdadero.En esto también, los Estados Uni-dos alcanzarán en poco tiempo aEuropa y la dejarán atrás. La téc-nica progresiva y la estructura socialprogresiva preparan el camino en laesfera doctrinaria. Los mejores teó-ricos del marxismo aparecerán ensuelo americano. Marx será el men-tor de los trabajadores norteameri-canos avanzados. Para ellos estaexposición abreviada del primervolumen constituirá solamente elpaso inicial hacia el Marx completo.

EL MODELO IDEALDEL CAPITALISMO

En la época en que se publicó el pri-mer volumen de El Capital, la deno-minación mundial de la burguesíabritánica no tenía todavía rival. Lasleyes abstractas de la mercancía yde la economía encontraron, natu-ralmente, su completa encarnación–es decir, la menor dependencia delas influencias del pasado- en el paísen el que el capitalismo había alcan-zado su mayor desarrollo. Al basarsu análisis principalmente en Ingla-terra, Marx tenía en vista no sola-mente a Inglaterra, sino a todo elmundo capitalista. Utilizó a la Ingla-terra de su época como el mejormodelo contemporáneo del capita-lismo. Ahora sólo queda el recuerdode la hegemonía británica. Las ven-tajas de la primogenitura capitalistase han convertido en desventajas.La estructura técnica y económicade Inglaterra se ha desgastado. Elpaís sigue dependiendo en su posi-ción mundial del Imperio colonial,herencia del pasado, más bien quede una potencia económica activa.Esto explica incidentalmente la cari-dad cristiana de Chamberlain conrespecto al gangsterismo internacio-nal de los fascistas, que tanto ha sor-prendido al mundo entero. La bur-guesía inglesa no puede dejar dereconocer que su decadencia eco-nómica se ha hecho completamenteincompatible con su posición en elmundo y que una nueva guerra ame-naza con el derrumbamiento delImperio Británico. Esencialmente

similar es la base económica del “paci-fismo” francés. Alemania, por el con-trario, ha utilizado en su rápida ascen-sión capitalista las ventajas del atrasohistórico, armándose a sí mismo conla técnica más completa de Europa.Teniendo una base nacional estrechae insuficiencia de recursos naturales, elcapitalismo dinámico de Alemania, sur-gido de la necesidad, se ha transfor-mado en el factor más explosivo del lla-mado equilibrio de las potencias mun-diales. La ideología epiléptica de Hitler,es solamente una imagen reflejada dela epilepsia del capitalismo alemán.Además de numerosas e invalorablesventajas de un carácter histórico, eldesarrollo de los Estados Unidos gozóde la preeminencia de un territorioinmensamente grande y de una riquezanatural incomparablemente mayor quelos de Alemania. Habiendo aventajadoconsiderablemente a Gran Bretaña, larepública norteamericana llegó a ser acomienzos del siglo actual la plazafuerte de la burguesía mundial. Todaslas potencialidades del capitalismoencontraron en ese país su más altaexpresión. En parte alguna de nuestroplaneta puede la burguesía realizarempresas superiores a las de la Repú-blica del Dólar, que se ha convertidoen el siglo XX en el modelo más per-fecto del capitalismo. Por las mismasrazones que tuvo Marx para basar suexposición en las estadísticas inglesas,en los informes parlamentarios ingle-ses, en los Libros Azules ingleses, etc.,nosotros hemos acudido, en nuestramodesta introducción, a la experienciaeconómica y política de los EstadosUnidos. No es necesario decir que nosería difícil citar hechos y cifras análo-gos, tomándolos de la vida de cualquierotro país capitalista. Pero eso no aña-diría nada esencial. Las conclusionesseguirían siendo las mismas y sola-mente los ejemplos serían menos sor-prendentes. La política del FrentePopular en Francia era, como señalóperspicazmente uno de sus financie-ros, una adaptación del New Deal “paraliliputienses”. Es perfectamente evi-dente que en un análisis teórico esmucho más conveniente tratar conmagnitudes ciclópeas que con magni-tudes liliputienses. La misma inmensi-dad del experimento de Roosevelt nosdemuestra que solamente un milagropuede salvar al sistema capitalistamundial. Pero sucede que el desarro-llo de la producción capitalista ha ter-minado con la producción de milagros.Abundan los encantamientos y las ple-garias, pero no se producen los mila-gros. Sin embargo, es evidente que sise pudiera producir el milagro del reju-venecimiento del capitalismo, ese mila-gro sólo se podría producir en los Esta-dos Unidos. Pero ese rejuvenecimientono se ha realizado. Lo que no puedenalcanzar los cíclopes, mucho menospueden alcanzarlo los liliputienses.Asentar los fundamentos de esta sen-cilla conclusión es el objetivo de nues-tra excursión por el campo de la eco-nomía norteamericana.

LAS METRÓPOLIS Y LAS COLONIAS

“El país más desarrollado industrial-mente –escribió Marx en el prefacio dela primera edición de El Capital- nohace más que mostrar al de menos des-

arrollo en sí la imagen de su propiofuturo”. Este pensamiento no puedeser tomado literalmente en circuns-tancia alguna. El crecimiento de lasfuerzas productivas y la profundiza-ción de las inconsistencias socialesson indudablemente el lote quecorresponde a todos los países quehan tomado el camino de la evolu-ción burguesa. Sin embargo, la des-proporción en los “tiempo” y medi-das que siempre se produce en laevolución de la humanidad, no sola-mente se hace especialmenteaguda bajo el capitalismo, sino queda origen a la completa interdepen-dencia de la subordinación, la explo-tación y la opresión entre los paí-ses de tipo económico diferente.Solamente una minoría de paísesha realizado completamente esaevolución sistemática y lógicadesde la mano de obra, a través dela manufactura doméstica, hasta lafábrica, que Marx sometió a un aná-lisis detallado. El capital comercial,industrial y financiera invadió desdeel exterior a los países atrasados,destruyendo en parte las formas pri-mitivas de la economía nativa y enparte sujetándolos al sistema indus-trial y banquero del Oeste. Bajo ellátigo del imperialismo, las coloniasy semicolonias se vieron obligadasa prescindir de las etapas interme-dias, apoyándose al mismo tiempoartificialmente en un nivel o en otro.El desarrollo de la India no duplicóel desarrollo de Inglaterra; no fuepara ella más que un suplemento.Sin embargo, para poder compren-der el tipo combinado de desarrollode los países atrasados y depen-dientes como la India es siemprenecesario no olvidar el esquemaclásico de Marx derivado del des-arrollo de Inglaterra. La teoríaobrera del valor guía igualmente loscálculos de los especuladores de laCity de Londres y las transaccionesmonetarias en los rincones másremotos de Haidebarad, exceptoque en el último caso adquiere for-mas más sencillas y menos astu-tas. La desproporción en el desarro-llo trajo consigo beneficios tremen-dos para los países avanzados, loscuales, aunque en grados diversos,siguieron desarrollándose a expen-sas de los atrasados, explotándo-los, convirtiéndolos en colonias, opor lo menos, haciéndoles imposi-

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ble figurar entre la aristocracia capita-lista. Las fortunas de España, Holanda,Inglaterra, Francia, fueron obtenidas,no solamente con el sobretrabajo desu proletariado, no solamente destro-zando a su pequeña burguesía, sinotambién con el pillaje sistemático de susposesiones de ultramar. La explotaciónde clases fue complementada y supotencialidad aumentada con la explo-tación de las naciones. La burguesía delas metrópolis se halló en situación deasegurar una posición privilegiada parasu propio proletariado, especialmentepara las capas superiores, mediante elpago de algunos superbeneficios obte-nidos con las colonias. Sin eso hubierasido completamente imposible cual-quier clase de régimen democráticoestable. En su manifestación más des-arrollada la democracia burguesa sehizo, y sigue siendo, una forma degobierno accesible únicamente a lasnaciones más aristocráticas y másexplotadoras. La antigua democraciase basaba en la esclavitud; la demo-cracia imperialista se basa en la explo-tación de las colonias. Los Estados Uni-dos, que en la forma casi no tienen colo-nias, son, sin embargo, la nación másprivilegiada por la historia. Los activosinmigrantes llegados de Europa toma-ron posesión de un continente excesi-vamente rico, exterminaron a la pobla-ción nativa, se quedaron con la mejorparte de México y se embolsaron laparte del león de la riqueza mundial.Los depósitos de grasa que acumula-ron entonces, les siguen siendo útilestodavía en la época de la decadencia,pues les sirven para engrasar losengranajes y las ruedas de la demo-cracia. La reciente experiencia histó-rica tanto como el análisis teórico tes-timonian que la velocidad del desarro-llo de una democracia y su estabilidad,están en proporción inversa a la tensiónde las contradicciones de clase. En lospaíses capitalista menos privilegiados(Rusia, por un lado, y Alemania, Italia,etc., por el otro) incapaces de engen-drar una aristocracia del trabajo nume-rosa y estable, nunca se desarrolló lademocracia en toda su extensión ysucumbió a la dictadura con relativafacilidad. No obstante, la continua pará-lisis progresiva del capitalismo preparala misma suerte a las democracias pri-vilegiadas y más ricas. La única diferen-cia están en la fecha. El deterioro incon-tenible en las condiciones de vida de lostrabajadores hace cada vez menos

posible para la burguesía conceder alas masas el derecho a participar en lavida política, incluso dentro de la limi-tada armazón del parlamentarismo bur-gués. Cualquier otra explicación delproceso manifiesto del desalojo de lademocracia por el fascismo es una fal-sificación idealista de las cosas talescomo son, ya sea engaño o autoen-gaño. Mientras destruye la democraciaen las viejas metrópolis del capital, elimperialismo impide al mismo tiempo laascensión de la democracia en los paí-ses atrasados. El hecho de que en lanueva época ni una sola de las coloniaso semicolonias haya realizado una revo-lución democrática –sobre todo en elcampo de las relaciones agrarias- sedebe por completo al imperialismo, quese ha convertido en el obstáculo princi-pal para el progreso económico y polí-tico. Expoliando la riqueza natural de lospaíses atrasados y restringiendo deli-beradamente su desarrollo industrialindependiente, los magnates monopo-listas y sus gobiernos conceden simul-táneamente su apoyo financiero, políticoy militar a los grupos semifeudales másreaccionario y parásitos de explotadoresnativos. La barbarie agraria artificial-mente conservada es hoy día la plagamás siniestra de la economía mundialcontemporánea. La lucha de los puebloscoloniales por su liberación, pasandopor encima de las etapas intermediasse transforma en la necesidad de lalucha contra el imperialismo y de esemodo se pone de acuerdo con la luchadel proletariado en las metrópolis. Loslevantamientos y las guerras colonialeshacen oscilar, a su vez, las bases fun-damentales del mundo capitalista másque nunca y hacen menos posible quenunca el milagro de su regeneración.

LA ECONOMÍA MINDIALPLANIFICADA

El capitalismo tiene el doble mérito his-tórico de haber elevado la técnica a unalto nivel y de haber ligado a todas laspartes del mundo con los lazos econó-micos. De ese modo ha proporcionadolos pre-requisitos materiales para la uti-lización sistemática de todos los recur-sos de nuestro planeta. Sin embargo, elcapitalismo no se halla en situación decumplir esa tarea urgente. El núcleo sesu expansión siguen siendo los estadosnacionalistas circunscritos con susaduanas y sus ejércitos. No obstante, lasfuerzas productivas han superado hacetiempo os límites del estado nacional,transformando en consecuencia lo queera antes un factor histórico progresivoen una restricción insoportable. Las gue-rras imperialistas no son más que explo-siones de las fuerzas productoras con-tra los límites estatales, que han llegadoa ser demasiado limitados para ellas. Elprograma de la llamada autarquía nadatiene que ver con la marcha hacia atrásde una economía autosuficiente y cir-cunscrita. Sólo significa que la basenacional se prepara para una nuevaguerra. Después de haberse firmado eltratado de Versalles se creyó general-mente que se había dividido bien elglobo terrestre. Pero los acontecimien-tos más recientes han servido pararecordarnos que nuestro planeta sigueconteniendo tierras que todavía no hansido explotadas o, por o menos, explo-tadas suficientemente. La lucha por lascolonias sigue siendo una parte de la

política del capitalismo imperialista.Por completamente que sea divididoel mundo, el proceso nunca termina,sino que coloca una y otra vez a laorden del día la cuestión de la nuevadivisión del mundo de acuerdo conlas nuevas relaciones entre las fuer-zas imperialistas. Tal es hoy día laverdadera razón de los rearmes, lasconvulsiones diplomáticas y la gue-rra. Todos los intentos de presentarla guerra actual como un choqueentre las ideas de democracia y defascismo pertenecen al reino delcharlatanerismo y de la estupidez.Las formas políticas cambian, perosubsisten los apetitos capitalistas. Sia cada lado del Canal de la Manchase estableciese mañana un régimenfascista –y apenas podría atreversenadie a negar esa posibilidad-, losdictadores de París y Londres seríantan incapaces de renunciar a susposesiones coloniales como Musso-lini y Hitler de renunciar a sus reivin-dicaciones al respecto. La luchafuriosa y desesperada por una nuevadivisión del mundo es una conse-cuencia irresistible de la crisis mor-tal del sistema capitalista. Las refor-mas parciales y los remiendos paranada servirán. La evolución históricaha llegado a una de sus etapas deci-sivas, en la que únicamente la inter-vención directa de las masas escapaz de barrer los obstáculos reac-cionarios y de asentar las bases deun nuevo régimen. La abolición dela propiedad privada de los mediosde producción es el primer pre-requi-sito para la economía planificada, esdecir, para la introducción de la razónen la esfera de las relaciones huma-nas, primero en una escala nacionaly, finalmente, en una escala mundial.Una ves comenzada, la revoluciónsocialista se extenderá de país enpaís con una fuerza inmensamentemayor que con la que se extiendehoy día el fascismo. Con el ejemploy la ayuda de las naciones adelan-tadas, las naciones atrasadas serántambién arrastradas por la corrientedel socialismo. Caerán las barrerasaduaneras completamente carcomi-das. Las contradicciones que despe-dazan a Europa y al mundo enteroencontrarán su solución natural ypacífica dentro del marco de losEstados Unidos socialistas deEuropa, así como de otras partes delmundo. La humanidad liberada lle-gará a su cima más alta.

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