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Ella, La Nenita by Sonia Echezuria is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License. Based on a work at www.soniaechezuria.com. Permissions beyond the scope of this license may be available at www.soniaechezuria.com.

Cuentos de Recuperación

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En la década que he dedicado a descubrir lo que realmente significa el amor, he tenido la oportunidad de escuchar cientos de historias de recuperación. Historias de personas que tras perder algo, mucho o todo, ganaron el más maravilloso de todos los premios: se conquistaron a sí mismos. Sus historias han dejado huellas indelebles en mí. De hecho, una vez en mi mente y en mi corazón, estás historias comenzaron a contarme los cuentos que he decidido compilar bajo el nombre Cuentos de Recuperación. Los Cuentos de Recuperación son el resultado del impacto que generaron en mí las historias de personas que han sobrevivido y superado situaciones difíciles tales como adicciones, severas disfunciones familiares, separaciones, cáncer, pensamientos limitativos, y trastornos psiquiátricos. A pesar de su carácter dramático, los Cuentos de Recuperación son historias de éxito y superación. Sus protagonistas nos recuerdan que a pesar de todas las vicisitudes que la vida nos depara, bien vale la pena vivir. También nos recuerdan que tenemos más razones para ser felices de las que nos imaginamos. Es sólo que a veces se nos olvidan. Quizás este sea el propósito que me impulsó a escribir los Cuentos de Recuperación. Recordar que, aun cuando a veces no tenga tiempo para darme cuenta, me sobran excusas para ser feliz y sentirme agradecida. Es mi oración que encuentres en estos cuentos y en sus protagonistas pedacitos de ti y de tu historia. Y que tras identificarte con malabares y malabarista, te abraces con fuerza a lo que es verdaderamente importante para ti.

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Page 2: Cuentos de Recuperación

En la década que he dedicado a descubrir lo que realmente significa el amor, he tenido la oportunidad de escuchar cientos de historias de recuperación. Historias de personas que tras perder algo, mucho o todo, ganaron el más maravilloso de todos los premios: se conquistaron a sí mismos.

Sus historias han dejado huellas indelebles en mí. De hecho, una vez en mi mente y en mi corazón, estás historias comenzaron a contarme los cuentos que he decidido compilar bajo el nombre Cuentos de Recuperación.

Los Cuentos de Recuperación son el resultado del impacto que generaron en mí las historias de personas que han sobrevivido y superado situaciones difíciles tales como adicciones, severas disfunciones familiares, separaciones, cáncer, pensamientos limitativos, y trastornos psiquiátricos.

A pesar de su carácter dramático, los Cuentos de Recuperación son historias de

éxito y superación. Sus protagonistas nos recuerdan que a pesar de todas las

vicisitudes que la vida nos depara, bien vale la pena vivir. También nos

recuerdan que tenemos más razones para ser felices de las que nos imaginamos.

Es sólo que a veces se nos olvidan. Quizás este sea el propósito que me

impulsó a escribir los Cuentos de Recuperación. Recordar que, aun cuando a veces no tenga tiempo para darme cuenta,

me sobran excusas para ser feliz y sentirme agradecida.

Es mi oración que encuentres en estos cuentos y en sus protagonistas pedacitos

de ti y de tu historia. Y que tras identificarte con malabares y malabarista,

te abraces con fuerza a lo que es verdaderamente importante para ti.

INTRODUCCIÓN

Page 3: Cuentos de Recuperación

Ella, la Nenita

lla, la nenita, tenía como seis años. Estaba en

casa, jugando, con deseos de seguir jugando. Mami

tenía otros planes para ella. Mami siempre quiso ser

una gran bailarina de tap. Sin embargo, nunca pudo

cumplir su sueño. Así es que cuando nació ella, la

nenita, mami se prometió a sí misma que la convertiría

en un as del tap. Cuando mami la vino a buscar, ella,

la nenita, se negó rotundamente. Mami no tuvo otra

alternativa que vestirla a la fuerza y llevarla

prácticamente a empujones al carro. Cuando mami

arrancó, ella, la nenita, le dijo una vez más que no

quería ir a esa clase de tap. Que no le gustaba el tap.

Mami, muy contrariada, le dijo que si ella no se

callaba y la obedecía, la llevaría al orfelinato de la

esquina y la dejaría allí con los niños sin padres del

vecindario. Ella, la nenita, no dejó de patalear, así es

que mami cumplió su palabra. Detuvo el carro frente

al orfelinato, dejó a la niña frente a la puerta de

entrada, se subió a su carro y se fue.

E

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Ella, la nenita, entre anonadada y atemorizada, comenzó a

gritar y a buscar a mami por todas partes. Sintió pánico de que

alguien abriera esa gran puerta y la llevara adentro juntos a los

niños sin padres. Sintió terror de no volver a ver a mami y a papi.

Años después, contaba mami muy sonriente que, cuando se

devolvió a buscar a su hija, a levantar el merecido castigo que le

había impuesto por no querer obedecerla, la encontró bailando

tap desesperadamente frente al portón del orfanato, sudando

copiosamente. Así fue como ella, de nenita, aprendió que para ser

amada y para no ser abandonada debía bailar al ritmo que otros

pautaran. Le tomó toda una vida -y muchas horas de vuelo en

grupos de apoyo- descubrir que siempre tuvo el derecho a ser ella

misma y a tener sus propios gustos, aunque estos no sean del

agrado de los otros, incluyendo a papá y a mamá. Le tomó una

vida entera descubrir que su color preferido era el azul y no el

rojo… o el rosa.

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Ruedasl tenía todos los sueños del

mundo. Y una ambición ambiciosa.

Medía un metro ochenta. Era un

hombre muy atractivo y muy

inteligente. Tenía todo lo que se

requiere para ser el protagonista de

la más entretenida y dinámica de

todas las historias. Había sólo un

pequeño detalle: Él era

cuadrapléjico y estaba postrado en

una silla de ruedas.

E

Desde Silla una de

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Por muchos días de muchos años, él no podía hacer las

pases con su condición. “¿Qué pasó?”, se preguntaba. “¿Cómo

terminé postrado en esta silla de ruedas?” Todo había comenzado

tan bien. Muchos éxitos académicos. Grandes amigos, grandes

conquistas. El mundo comenzaba a quedarle pequeño cuando a

penas era un adolescente y, entonces, repentinamente, todo cambió.

Una enfermedad le arrebató prácticamente toda la fuerza de sus

piernas y de sus brazos. Por muchos años, la ironía sustituyó a la

ambición y la amargura a la esperanza. Y junto a estas dos

compañeras de vida, la ironía y la amargura, su alma se opacó. Pero

nunca se apagó. Así es que el soñador que habitaba en él comenzó

a rodearse de otros soñadores. Y entre soñadores se atrevió a soñar

otra vez. Un sueño llevó a otro sueño y nuestro amigo logró todo lo

que se propuso: conoció el amor, viajó a Europa, escribió libros,

trabajó en empresas trasnacionales, fue profesor universitario,

manejó el carro rojo que un día visualizó, en fin, nada se interpuso

entre sus sueños y él, ni siquiera ninguna de sus sillas de ruedas.

Una noche él recordó los tiempos en los que no había hecho las

pases con su condición, tiempos en los que soñar casi que dolía.

Surgió una respuesta a esas interrogantes que lo atormentaron por

tanto tiempo. Todo sucedió como sucedió porque el había venido al

mundo para recordarnos lo que un soñador puede hacer desde una

silla de ruedas.

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n anciano maestro conversaba con su joven discípulo. Ambos acababan de terminar su meditación vespertina. Disfrutaban y compartían la paz y la dicha que meditar les genera.

- Esto era maestro, esto era lo que yo estaba buscando -musitó el joven discípulo. Detrás de todos mis excesos, yo buscaba un poquitito de esto.

Tras una pausa, el maestro sonrió. Luego dijo:

- ¿Has notado las rosas del jardín?

Completamente absorto en su pensamiento, el discípulo continuó su reflexión:

- Sexo, maestro, detrás de cada orgasmo yo buscaba un poquitito de esto... Y lo obtenía, maestro, lo obtenía... Pero duraba un minuto y medio. Después quedaba tendido, maestro, más vacío que lleno, mirando el suelo.

El maestro interrumpió para agregar:

- ¿Has notado las rosas del jardín? Parece que sonríen mirando el cielo.

El joven retomó su relato:

- En el alcohol, maestro, ahogado en alcohol yo buscaba un poquitito de

esto. Y lo obtenía, maestro, lo obtenía... Pero duraba un minuto y medio. Una copa tras otra, yo apresuraba mi beber

para perderme, maestro, para perder de vista todo lo que parecía ser importante

para todo el mundo pero que nunca tuvo ninguna relevancia para mí. Las nauseas,

la resaca, la culpa, la vergüenza, la próxima copa. Mi vida se redujo a nada... A reunir las fuerzas para levantarme del

suelo.

Tras un breve silencio, el maestro acotó:

- Has notado las rosas del jardín? Parece que sonríen mirando al cielo.

Danzan dichosas, erguidas y armónicas.

Siguió su historia el discípulo:

- Luego vinieron las drogas maestro. Primero la hierba y luego polvos y cristales. Y las inyecciones, maestro, las

agujas entrando en mis brazos, en mis piernas, en mi cuello... Cuánto dolor,

maestro, cuánta sangre y dolor derramados para experimentar un

poquitito de esto que sólo duraba un minuto y medio. La calle se convirtió en

mi morada y el suelo en mi cama, maestro.

U Quietoyen

Silencio

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El anciano sonrió nuevamente. Esta vez sus miradas se cruzaron. Los ojos del discípulo estaban llenos de lagrimas. La mirada del maestro irradiaba luz.

- Has notado las rosas del jardín? Parece que sonríen mirando al cielo. Danzan dichosas, erguidas y armónicas. Parecen un grupo de hermanas o de amigas que van de una fiesta a otra.

El joven comenzó a sollozar con desesperación. Casi a gritos, exclamó:

- Es que no me escuchas anciano. Limpié el piso con la lengua y tú lo único que tienes para decirme es que mire las rosas del jardín. Ya las vi. No son más que rosas con espinas y tallos y pétalos y algo de color...

El maestro asintió con la cabeza y volvió a sonreír.

- Veo que has notado las rosas del jardín. Parece que sonríen mirando al cielo. Sin moverse, danzan dichosas, erguidas y armónicas. Parecen un grupo de hermanas o amigas que, gozosas pero en silencio, van de una fiesta a otra a plena luz del día. Las rosas apuntan hacia el suelo sólo para marchitar y morir.

Repentinamente, el rostro del joven discípulo se iluminó. Se secó las lágrimas y esbozó una dulce sonrisa.

- Sí maestro, como siempre, tus palabras nutren mi corazón. Quietas y en silencio, las rosas acarician el cielo. Dediqué mucho tiempo a marchitar y a morir. Hoy mis hermanas y amigas esperan por mi en la rosaleda para ir de fiesta en fiesta a plena luz del día... Quietas y en silencio, maestro. Quieto y en silencio.

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Música: Kevin MacLeodIlustrador: Ricardo Gómez

Corrector de Estilo y Redacción: Sergio SáezDirector de Arte: Juan Pablo Marín CorreaWeb Gurús: Mauricio Echezuría y Ángel León

Director de Mercadeo: Ángel León

Escrito, narrado, producido, musicalizado y dirigido por Sonia Echezuría

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Descuélgalos de:

Para mayor información sobre los Cuentos de Recuperación o sobre su autora, la Rev. Sonia Echezuría,

por favor, envía un e-mail a [email protected] o visita el sitio www.soniaechezuria.com

http://cuentosderecuperacion.bandcamp.com/album/cuentos-de-recuperacion

http://www.amazon.com/Cuentos-De-Recuperación/dp/B006CIG7DI/ref=sr_1_2?ie=UTF8&qid=1322420516&sr=8-2