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Delito de extorsion reflexiones

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DELITO DE EXTORSION-REFLEXIONES

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Page 1: Delito de extorsion reflexiones

cademia

Ab s t R A c t

The extortion that ordinarily is located in the title of crimes

against the property or the patrimony, it is characterized to

affect the victim’s will by virtue of the used means, violence

or threats. The racketeer’s capacity cognitive is determined

by the processes cognitive and emotional that antisocial

dog facilitate or to inhibit the manifestations. People that

have been kill for some of the extortion modalities, they

have suffered direct damage under much, psychological,

patrimonial moral and naively, being developed cognitive

processes that would sees mediatizing in a subjective way the

valuation of the reality. The frequently human beings find

information that is dissonant with to their beliefs and you

estimate; behavior they also sometimes adopt to dissonant

with to their beliefs and you estimate

Keywords: extortion, threatens, dissonance, victims, cog-

nition.

Re s u m e n

La extorsión, que ordinariamente se ubica en el título de

delitos contra la propiedad o el patrimonio, se caracteriza

por afectar la voluntad de la víctima en virtud del medio

empleado, violencia o amenazas. La capacidad cognocitiva

de los extorsionistas está determinada por los procesos

cognitivos y emocionales que pueden facilitar o inhibir las

manisfestaciones antisociales. Las personas que han sido

víctimas por algunas de las modalidades de extorsión, han

sufrido daño directo, tanto de tipo psicológico, moral y pa-

trimonial, desarrollando procesos cognoscitivos que estarían

mediatizando de forma subjetiva la valoración de la realidad.

Los seres humanos con frecuencia encuentran información

que es disonante con sus creencias y valores; además a veces

adoptan una conducta disonante con sus creencias y valores.

Palabras clave: extorsión, amenaza, disonancia, víctimas,

cognición

Reflexiones sobre el delito de extorsión y los procesos cognoscitivos que se desarrollan en las víctimas y victimariosReflections about the extortion crime and cognition process in the victims and extortionist

* Psicólogo, Especialista en Psicología Forense. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Cooperativa de Colombia, seccional Montería. Correo electrónico: [email protected]** Psicóloga, Magíster en Proyectos de Desarrollo Social. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Cooperativa de Colombia, seccional Montería. Correo electrónico: [email protected]*** Psicóloga, Candidata a Especialista en Docencia Universitaria. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Cooperativa de Colombia, seccional Montería. Correo electrónico: [email protected]**** Psicóloga, Especialista en Docencia Universitaria. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Cooperativa de Colombia, seccional Montería. Correo electrónico: [email protected]

José C. Celedón Rivero*

Yadith Saleme Negrete**

Lina Luz López López***

Ingrid Lucía Pardo Percy****

Recibido: 27 de febrero de 2009 Aprobado: 8 de abril de 2009

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que se desarrollan en las víctimas y victimarios

Revista de la Facultad de Psicología Universidad Cooperativa de Colombia - Volumen 5, Número 8 / enero-junio 2009

IntroducciónCuando se habla de extorsión, la mayoría de las veces se hace alusión es al delito, especialmente en lo penal, sin detenernos a pensar qué sucede en las personas que la padecen. La extorsión, en sus distintas formas, ataca la libre determinación de la persona y su propiedad. Pero la ofensa a la libertad es sólo un medio para consumar la ofensa a la pro-piedad, que es la que el legislador colombiano, re-considerándola prevaleciente, ha tenido en cuenta para elegir el título delictivo correspondiente al delito. Por consiguiente, el indicador que preva-lece es el daño patrimonial y no en las personas. La extorsión se caracteriza por afectar la volun-tad de la víctima en virtud del medio empleado, violencia o amenazas, para obligarla a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo contra su voluntad y derecho, con objeto de obtener o provocar para sí o para otro un provecho ilícito. Pavón (1999) sos-tiene que el elemento más efectivo para persuadir a las víctimas1 es la amenaza, ya que es ésta el me-dio más usual que utilizan los delincuentes para conseguir el injusto económico. Por consiguiente, la amenaza se convierte en la forma de agresión instrumental en la obtención de la meta por parte del extorsionista. La amenaza como acción busca reducir a la víctima, lográndose el daño de tipo pa-trimonial, psicológico y moral. Por tanto, la ame-naza puede consistir, por ejemplo, en denunciar un delito cometido, exigiendo un pago por guardar silencio, en no publicar hechos bochornosos que deben y conviene guardar en secreto, en descubrir al cónyuge en adulterio, el de exigir dinero a cam-bio de no atentar contra la vida ya sea de una per-sona, hijo de esta o familiares etc., o en los casos más extremos el de retener o secuestrar y, asimis-mo, solicitar dinero, bienes u otros, a cambio por la liberación de la víctima (secuestro extorsivo).

Lo anterior lleva a considerar que la extorsión es un delito de acción, al requerir una actividad voluntaria expresada en movimientos corporales y procesos cognoscitivos a fin de forzar u obligar a una persona a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar decisiones que van en contra de su voluntad; aquí 1 Existen numerosas formas de clasificar a las víctimas. Las más tradicionales son: víctimas

primarias, que son las directamente afectadas, y víctimas secundarias que son los familiares y amigos. Para el desarrollo de esta temática se analizarán ambas, haciendo hincapié en las víctimas secundarias ya que éstas estarían comprometidas en lo que refiere a la toma de decisiones frente a la exigencia por parte del agente que realiza la extorsión.

se confirma la omisión de origen en que incurre el legislador de no hacer directa referencia a los medios comisivos ya descritos anteriormente que obligan a la víctima ya que obligar no es sino el efecto de la violencia o la amenaza empleada que vulnera la libertad psíquica del sujeto para deter-minarse conforme a su interés. De esta forma el sujeto se siente vulnerable y sumido ante su víc-timario, que constriñe su capacidad de decisión. Tanto la voluntad y la capacidad de toma de de-cisiones por parte de la víctima estarían media-tizadas por la fuerza coercitiva de la violencia o la amenaza. Asimismo, Pavón (1999) explica la forma en que la amenaza influye en los procesos cognoscitivos de la víctima hasta llegar a doblegar la voluntad, este autor refiere que “[…] los medios utilizados por el agente son por sí mismos capaces de constreñir u obligar a la víctima […]” (p. 422).

Componentes básicos de la actividad criminal (extorsionista)Existen diversas teorías que explican la actividad criminal desde lo biológico, el aprendizaje, la per-sonalidad, lo económico, lo cultural, lo social, etc. La teoría planteada por Ryle (citado por Beltrán y Albarán, 2007) logra integrar los tres ejes funda-mentales para tenerse en cuenta al momento de una persona para delinquir. Para Ryle, la comisión de un delito requiere de la conjunción de tres fac-tores: 1) el componente volitivo, es decir, querer delinquir; 2) el componente cognitivo, que se re-fiere a los conocimientos técnicos que prescriben el procedimiento necesario para la ejecución del delito; y 3) el componente de control emotivo, es decir, la capacidad para regular las emociones en los momentos álgidos de la ejecución del delito. Este último componente busca regular al sujeto delincuente con la situación del delito, aunque a menudo el exceso de emotividad conlleva al delin-cuente a ser más agresivos (Ryle, 1975, citado en Beltrán & Albarán, 2007).

Elias (1997) refiere que “[…] la regulación emocional es uno de los aspectos centrales en el proceso de transformación de la agresividad […]” (p. 34). Por tanto, el extorsionista debe razonar más que llevarse por meros impulsos, ya que sus motivaciones provienen del análisis que se haga de

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la situación delictual. Por ende, para Elias (1997), si los tres componentes se regulan y se encuentran presentes en la ejecución de un delito, aumenta la probabilidad de que éste se realice. Entonces, para que un extorsionista efectúe plenamente el delito, se requiere del componente volitivo (querer hacer la extorsión), el cognitivo (es decir, el conocimien-to técnico y sistemático de la ejecución del delito de extorsión o modus operandi). Tal razón lleva a inferir que el sujeto que extorsiona comprende la ilicitud de su conducta, y por último, el compo-nente emotivo.

De acuerdo con lo anterior, extorsionar es una tarea que requiere una minuciosa planificación, y por ello la probabilidad de éxito aumenta cuando es un grupo el que ejecuta el delito y disminuye fuertemente cuando es solamente una persona la que intenta la acción. En el crimen organizado, cada miembro que participa en una extorsión es-taría representado por el comportamiento voliti-vo, ya que esto garantiza el propósito común de la acción, donde la firme convicción de lo que debe hacerse permite la coordinación de labores delic-tivas, de tal forma que cada persona subordina sus intereses a favor del “interés común” en el grupo de extorsionistas. Con respecto a la víctima, y de forma general los extorsionistas, conocen todo acerca de ella: los bienes, los movimientos económicos, fami-liares, entre otros. Las fuentes en que se basan los extorsionistas para obtener la información de las víctimas son variadas: fuentes primarias: contacto directo con las víctimas; fuentes secundarias: per-sonas conocedoras de las víctimas o terceros que le suministran información a los extorsionistas; y fuentes terciarias: documentos y demás medios informacionales que le sirven a los extorsionistas para indagar sobre la víctima seleccionada. Por lo general, la fuente secundaria es la que los extorsio-nistas utilizan al momento de elegir a sus víctimas; es importante hacer la salvedad, que la conducta de estudiar las actividades de la posible víctima son identificativas a nivel etiológico como predictivas y no son exclusivas de los extorsionistas. Los psicó-patas, algunos antisociales y delincuentes lo realizan como parte de su estructura de ataque.

Toda la información reunida puede ser utiliza-da en el diseño de la planeación del delito, que describa el procedimiento a seguir por parte de

los extorsionistas desde antes de abordar a la víc-tima hasta el momento posterior a la ejecución del “acto” considerando, para cada etapa, la mayor can-tidad posible de variables. Si bien el procedimien-to de la extorsión difiere de una víctima a otra, en la medida en que no todos tienen los mismos modus operandis ni las mismas características vic-timológicas, con el paso del tiempo y con la ejecu-ción de muchas extorsiones de este tipo es posible identificar algunos “estándares” procedimentales y técnicos. Así, sólo los extorsionistas especializados que logran adquirir un amplio conocimiento res-pecto a los procedimientos de la extorsión están cognitivamente capacitados para desempeñar un papel importante dentro de la banda o grupos de extorsionistas que intentan acciones de esta clase.

Teniendo en cuenta lo anterior, para Beltrán y Albarán (2007), la capacidad cognoscitiva de los extorsionistas está determinada por los procesos cognitivos y emocionales que pueden facilitar o inhibir las manifestaciones delictuales, entre ellas las extorsiones. Los extorsionistas que carecen de estos elementos fracasan rápidamente en su in-tento de delinquir, por tal razón son capturados de manera inmediata y se encuentran dentro de los rangos de delincuentes impulsivos (emotivos). En líneas generales, los delincuentes de esta clase se caracterizan por su impulsividad, las dificulta-des para demorar la gratificación y la ausencia de planificaciones a corto y largo plazo (Ross, 1990; Salcedo, 1986, citado en Garrido & Perstange-land, 1999). Los delincuentes que carecen de la capacidad de inhibir el repertorio delictual esta-rían ligados al nivel cognitivo representado por el razonamiento concreto y posible ausencia en la capacidad de realizar reflexiones frente a una situación dada. En virtud a lo anterior Garrido (Garrido & Perstangeland, 1999) manifiesta lo siguiente:

Los déficit en razonamiento social o interpersonal de algunos sujetos delincuentes no son las causas directas de sus manifestaciones antisociales o violentas, pero pueden producir ciertos sesgos en las percepciones a cerca de las actividades y conductas de otros sujetos e impulsar la resolución de posibles conflictos con me-dios coercitivos (p. 503).

Aunque existen autores que difieren de lo ante-rior, especialmente en lo referente a la impulsivi-

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dad, ya que esto es necesario para la activación en la realización de un delito. Según los correlatos de Echeburua (Echeburúa Corral, 1995), se necesita de la impulsividad para planear una actividad ilí-cita, si bien no se presenta tanta reactividad con-ductual, la disuasión y persuasión requieren tener un espectro cognitivo rígido y permanente, el cual active la aprehensión ansiosa como factor de ex-pectativa conductual al riesgo.

Estos aspectos cognitivos permiten diferenciar los extorsionistas organizados de los que no lo son, donde la estructura de los procesos cognoscitivos y la personalidad de los delicuentes desempeñan un papel fundamental al momento de la realización de la extorsión. Por consiguiente, los extorsionistas or-ganizados son más dados a la razón, mientras que lo extorsionistas no organizados son más emotivos, no logran integrar lo razonal y emocional.

Marco legal del delito de extorsiónSegún el Código Penal Colombiano, de la ley 599 de 2000 el artículo 244, modificado por el artículo 5o, ley 733 de 2002, sobre la extorsión refiere:

El que constriña a otro a hacer, tolerar u omitir algu-na cosa, con el propósito de obtener provecho ilícito o cualquier utilidad ilícita o beneficio ilícito, para sí o para un tercero, incurrirá en prisión2 de doce (12) a dieciséis (16) años y multa de seiscientos (600) a mil doscientos (1200) salarios mínimos legales mensuales vigentes (pp. 106-107).

Por consiguiente, el artículo 245, modificado por el artículo 6o, ley 733 de 2002, de las circuns-tancias de agravación punitiva, considera que:

[…] Aumentará hasta en una tercera (1/3) parte y la multa será de tres mil (3000) a seis mil (6000) salarios mínimos legales mensuales vigentes, si concurriere al-guna de las siguientes circunstancias:

1. Si se ejecuta la conducta respecto de pariente hasta el cuarto grado de consanguinidad, cuarto de afinidad o primero civil, sobre cónyuge o compañera o compañero permanente, o aprovechando la confianza depositada por la víctima en el autor o en alguno o algunos de los partícipes. […]

2 La pena prevista en el artículo 244 fue aumentada por el artículo 14 de la ley 890 de 2004 en la tercera parte respecto del mismo y en la mitad respecto al máximo, respectando, en todo caso, el máximo de la pena privativa de la libertad.

2. Cuando la conducta se comete por personas que sea servidor público o que sea o haya sido miembro de las fuerzas, de seguridad del Estado.

3. Si el constreñimiento se hace consistir en amenaza de ejecutar muerte, lesión o secuestro,3 o acto del cual pueda derivarse calamidad, infortunio o peligro común.

4. Cuando se cometa con fines publicitarios o políticos constriñendo a otro mediante amenazas a hacer, sumi-nistrar, tolerar u omitir alguna cosa.

5. Si el propósito o fin perseguido por el agente es fa-cilitar actos terroristas constriñendo a otro mediante amenazas a hacer, suministrar, tolerar u omitir alguna cosa.

6. Cuando se afecten gravemente los bienes o la activi-dad profesional o económica de la víctima.

7. Si se comete en persona que sea o haya sido perio-dista, dirigente comunitario, sindical, político, étnico o religioso, o candidato a cargo de elección popular, en razón de ello, o que sea o hubiere sido servidor público y por razón de sus funciones.

8. Si se comete utilizando orden de captura o detención falsificada o simulando tenerla, o simulando investi-dura o cargo público o fingiere pertenecer a la fuerza pública.

9. Cuando la conducta se comete total o parcialmente desde un lugar de privación de la libertad.

10. Si la conducta se comete parcialmente en el extran-jero.

11. En personas internacionalmente protegida dife-rente o no en el Derecho Internacional Humanitario y agentes diplomáticos, de las señaladas en los Tratados y Convenios Internacionales ratificados por Colombia (pp. 107-108).

3 En el artículo 169, modificado artículo 2o, ley 733 de 2002, secuestro extorsivo refiere: “El que arrebate, sustraiga, retenga u oculte a una persona, con el propósito de exigir por

su libertad un provecho o cualquier utilidad, o para que se haga u omita algo, o con fines publicitarios o de carácter político, incurrirá en prisión de veinte (20) a veintiocho (28) años y multa de dos mil (2000) a cuatro mil (4000) salarios mínimos legales mensuales vigentes. (La pena prevista en esta norma fue aumentada por el artículo 14 de la ley 890 de 2004)” (p. 77).

El artículo 170. Modificado (óp. cit.) circunstancias de agravación punitiva refiere: “La pena señalada para el secuestro extorsivo será de veintiocho (28) a cuarenta (40) años

y la multa será de cinco mil (5000) a cincuenta mil (50.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes, sin superar el límite máximo de la pena privativa de la libertad establecida en el Código Penal…“ (pp. 77-78).

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Procesos cognoscitivos que se desarrollan en las víctimasSegún el Código de Procedimiento Penal, en el artículo 132 de la ley 906 de 2004, se entiende por víctimas:

[…] las personas naturales o jurídicas y demás sujetos de derechos que individual o colectivamente hayan su-frido algún daño directo como consecuencia del injus-to. La condición de víctima se tiene con independencia de que se identifique, aprehenda, enjuicie o condene al autor del injusto e independientemente de la existencia de una relación familiar con éste (pp. 254-255).

Procesos y operaciones cognitivosLos procesos u operaciones son entendidos como el conjunto de procedimientos por los cuales el sistema opera y manipula la información. Estas reglas guían el procesamiento de la información hacia, entre y desde los esquemas, con el fin de generar los productos cognitivos. Las experien-cias cotidianas que evidentemente son contrarias a nuestra manera de pensar no parecen ser sufi-cientes por sí solas para producir cambios signi-ficativos en nuestros esquemas. Datilio y Padesky (1995) y Greenberg y Padesky (1998) afirman que en toda problemática humana hay al menos cinco elementos presentes: ambiente, cogniciones, emo-ciones-afectos, comportamientos motores y biolo-gía. Es apenas natural que cualquier abordaje será parcial, mientras que integración total y exhaustiva es poco menos que imposible. Así, afirmarse en la primacía cognitiva es priorizar, destacar, mostrar el peso o las relaciones (a veces causales) que se establecen cuando se toma como centro de interés y estudio uno de los aspectos de la realidad o del fenómeno en cuestión. Por consiguiente, cuando una persona es objeta a extorsión estaría afectan-do los cinco elementos mencionados, por ende su reparación se debe dar de manera integral debido a que el fenómeno de la extorsión se estaría inte-grando a la realidad de la víctima. En este aspecto, Ferrer (2004) anota que:

Pienso que tenemos que partir de considerar que el fenómeno está integrado en lo real. Es decir, tenemos que pensar que en la problemática humana los cinco elementos interactúan entre sí. Esta integración en lo real es una exigencia que se le hace a quién decida es-

tudiar la problemática humana: debe explicar cómo el aspecto elegido ejerce influencia sobre los otros cuatro (p. 3).

Por tanto, la ecuación informacional básica en la que se fundamentan los modelos cognitivos explican cómo afecta la amenaza de la extorsión a la cognición de la víctima. Es decir, de mane-ra integral los eventos ambientales (e) (amenazas extorsivas) operan sobre un esquema de base (es-tructura con significado, teorías sobre el sí mismo, que conjuntamente con el mundo y el futuro con-forman la triada cognitiva), que organiza y guía la información entrante y saliente por medio de determinados procesos u operaciones informacio-nales (atención, percepción, memoria, análisis in-ferencial), los cuales generan los productos finales o conclusiones (cognitivos, emocionales y moto-res). A su vez, estos productos interactúan entre sí y con el ambiente, y retroalimentan el esquema de base fortaleciéndolo o debilitándolo según sea el caso (mantenimiento esquemático).

Asimismo, las víctimas secundarias se ven en-frentadas a asumir posiciones cognitivas frente a la situación en peligro en el cual se hallan invo-lucradas, es decir, a tomar decisiones que pueden repercutir positiva o negativamente. Por consi-guiente, en este ejercicio se desarrollan proce-sos cognoscitivos que estarían mediatizando de forma subjetiva la valoración de la realidad, en este caso, la persona se ve enfrentada a evaluar el proceso de la extorsión. De la forma particular en que evalúa la víctima secundaria el riesgo que le implica ser extorsionada, se puede establecer una discrepancia entre sus creencias y la realidad objetiva desarrollándose disonancias cognitivas.

La disonancia cognitiva en el proceso de extorsiónLa mayoría de las personas abrigan de manera favorable una visión de sí misma. Gran parte de la gente se ve a sí misma como competente, moral y razonable. Tal autopercepción se representa de manera cognitiva como un conjunto de creencias acerca de sí mismo (Reeve, 2003). Sin embargo, en ocasiones el individuo adopta conductas que lo dejan sintiéndose como un estúpido, inmoral e irracional (Reeve, 2003). Cuando las creencias

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que se desarrollan en las víctimas y victimarios

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acerca de quién es y lo que hace el “autoesquema” resultan inconsistentes (es decir, se cree una cosa, aunque de hecho se presenta un comportamien-to contrario), la gente experimenta un estado psicológicamente incómodo conocido como “di-sonancia cognitiva” (Aronson, 1969, 1992, 1999; Festinger, 1957; Gerard, 1992; Harmon-Jones y Mills, 1999, citado en Reeve, 2003).

Dos creencias son consonantes cuando una creencia se deriva de la otra (ser una persona mo-ral y decir la verdad); dos creencias son disonantes cuando lo opuesto de una creencia se deriva de la otra (ser una persona moral, pero mentir). El gra-do en que la disonancia sea psicológicamente in-cómoda dependerá de su magnitud. Cuando es lo suficientemente intensa e incómoda, la disonancia adquiere propiedades motivacionales, llevando a la persona a buscar formas para eliminarla, o al menos reducirla.

En el caso de la amenaza en una extorsión, las víctimas pueden desarrollar tales disonancias. Las víctimas secundarias de extorsión cuyo sentido de “sí mismo” se ve vulnerado e incapacitado, cree que lo más correcto es denunciar o poner en conoci-miento a las autoridades lo que le está ocurriendo. También piensa que si pone el denuncio es posible que le hagan daño a su familiar amenazado o que las autoridades no realicen su trabajo de manera efi-ciente y los extorsionistas opten por hacer eficaz las amenazas. Todas sus creencias en lo concerniente al hecho grave son consonantes entre sí, es decir, creer en que si denuncia los extorsionistas pueden ejecu-tar la amenaza, o confiar en la capacidad operativa de las autoridades. Si se considera la situacion donde las víctimas sean advertidas por amigos, familiares u otras personas quienes le indican que si cede a la extorsión, no es garantía de que los extorsionistas no ejecuten la amenaza, o que en un futuro vuelvan a realizar otra amenaza. Más aún, si los familiares de la víctima primaria o secundaria observan por los medios de comunicación estadísticas de éxitos o fra-casos en las operaciones realizadas por los organis-mos de seguridad del Estado para derrotar este tipo de delito, o la creencia que se tiene de dichas insti-tuciones. Además, que las personas víctimas de ex-torsión, no tengan la capacidad inmediata de reunir lo solicitado por los delincuentes o lo que poseen no cubre con la totalidad exigida por los extorsionistas.

La víctima secundaria no quiere poner en riesgo a su familias, pero se le dificulta resolver todo de una vez. Esta persona cree una cosa, pero le toca tomar otras decisiones que van en contra de sus creencias o moral. Creer en una cosa y hacer lo contrario a sus creencias tiene un aire de inconformidad; así que esta experiencia de inconformidad entre el “autoes-quema” y la acción es la causante de la disonancia (Aronson, 1999; Fried & Aronson, 1995).

La experiencia de disonancia es psicológicamen-te aversiva (Elliot & Devine, 1994). La gente busca reducir el sentimiento de incomodidad, y lo hace en una de las cuatro formas (Festinger, 1957; Harmon-Jones & Mills, 1999; Simon, Greenberg & Brehm, 1995): eliminar la creencia disonante; reducir la im-portancia de la creencia disonante; agregar una nueva creencia consonante; aumentar la importancia de la creencia consonante

Las personas que son objeto de algún tipo de ex-torsión, por ejemplo, pueden: 1) ceder a la amenaza y esperar que los extorsionistas cumplan con lo pac-tado, o llegar a creer que al no denunciar el hecho no coloca en peligro a la víctima primaria (y con ello elimina la creencia disonante); 2) trivializar la mo-ral a la decisión, de denunciar, y que los delincuen-tes cumplan con la amenaza; por ende realiza lo que el consenso social establece como correcto, aunque todo haya terminado mal (disminuyendo así la im-portancia de la creencia disonante); 3) establecer a través de las estadísticas que le aseguren que los medios utlizados por las autoridades son eficaces al momento de combatir la práctica de extorsión, por tanto, se pensó que al poner en conocimiento los hechos, minimiza el grado de responsabilidad fren-te a la decisión moral (añadiendo de esta forma una nueva creencia consonante, o dos); 4) reflexionar que lo más importante es salvaguardar el bienestar de las víctimas y creer en la capacidad operativa de la justicia (con ello incrementa la importancia de la creencia consonante).

El grado de resistencia al cambio de tales creencias depende de:

a) cuán cercanas estén a la realidad (es decir, ¿la fuerza policiaca en realidad logrará re-solver el problema?);

b) cuán importante o central son para la visón propia de “sí mismo”;

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c) el grado de sufrimiento y el costo que ha-bría que soportar (por ejemplo, ¿cuán do-loroso será renunciar a no cumplir la exi-gencia de los extorsionistas?).

De acuerdo con lo anterior, la realidad, la im-portancia y los costos personales funcionan para apoyar las actuales creencias de uno, mientras que la disonancia agita un sistema de creencias que presiona las formas de pensar y los modos de conducta que son menos resistentes al cambio. Según Reeve (2003), “se trata de una competen-cia psicológica (realidad contra disonancia) con implicaciones motivacionales” (p. 323). Los seres humanos con frecuencia encuentran información que es disonante con sus creencias y valores.

La amenaza, daño y emocionesUna de las emociones que surge inmediatamente al poner en conocimiento a la víctima de la ex-torsión, y es utilizada como mecanismo regulador, es la ansiedad y la falta de predictibilidad ante un posible daño, lo cual se evalúa con miedo o temor como reacción secundaria. El miedo surge con la interpretación que hace el individuo de una situa-ción como potencialmente peligrosa y amenazan-te. Los peligros y las amenazas percibidas pueden ser psicológicas o físicas. Las situaciones más co-munes que activan el miedo son las que provocan que el individuo anticipe el daño físico, psicológi-co y patrimonial. Asimismo, la vulnerabilidad al peligro o una expectativa de que las habilidades de afrontamiento del individuo podrán adaptarse a las circunstancias por venir; dependiendo de la respuesta del individuo frente al evento extorsi-vo, el sistema de afrontamiento puede regular la respuesta en modos o escalas de acción. Por con-siguiente, la percepción del hecho frena su acción al enfrentar la amenaza o el peligro ambiental (Bandura, 1983). Por tal motivo, la amenaza y el daño son los temas que unifican las emociones del miedo, tristeza, ira y repugnancia (Reeve, 2003). Para Reeve (2003), cuando se anticipan o prevén los malos acontecimientos, las personas sienten miedo:

En el afán por rechazar o combatir la amenaza y el daño, sienten repugnancia e ira, una vez que la amena-za o daño ha ocurrido, sienten tristeza. Como respuesta

a la amenaza y el daño, el miedo motiva una conducta de evitación […] tal análisis confirma el aspecto fun-cional de la emoción respecto a que el miedo, la triste-za, la ira y la repugnancia funcionan como un sistema emocional colectivo que predispone al individuo para enfrentar de manera efectiva todo los aspectos de la amenaza y el daño (pp. 461-462).

Según Lazarus (1991, citado en Reeve, 2003), la gente evalúa si la situación que enfrenta tiene relevancia personal para su bienestar. Cuando el bienestar se pone en riesgo, el individuo evalúa el daño, la amenaza o el beneficio personal que en-frenta. Asimismo, la gente valora las situaciones como tipos particulares de daño, tipos particulares de amenaza o tipos particulares de beneficio.

El proceso de valoración no termina con una evaluación de la relevancia personal. Las habili-dades percibidas de enfrentamiento y resolución continúan alterando la manera en que la gente interpreta (valora) las situaciones que enfrenta (Folkman & Lazarus, 1990, citado en Reeve, 2003). Por ejemplo, una vez que surge la amena-za en la extorsión, y probablemente vulnerada, la gente responde mediante: 1) la toma de acción para enfrentar el problema; interponer la denun-cia; 2) la negación de su importancia (Evitación Psicológica); o 3) el cambio de la valoración mis-ma (por ejemplo, “esa amenaza proviene de delin-cuentes comunes en vez de crimen organizado”).

En consecuencia, la función de enfrentamiento cambia la forma en que se valora una situación, y un cambio en la valoración provoca una varia-ción en la emoción. Así, la gente primero valora sobre todo su relación con la situación (valoración primaria), y luego su potencial de enfrentamiento dentro de dicha situación (valoración secundaria). Es así como el ser humano víctima de la extor-sión se ve abocado muchas veces a renunciar a sus principios y creencias por adaptarse a la situación que amenaza su integridad y lo obliga a ser discor-dante con ellos viéndose obligado a buscar formas de que esa discordancia se adapte a la vivencia que experimenta y reducir así el malestar psicológico que lo acompaña.

Según Ortony, Clore & Collins (1996), la personas distinguen tres niveles en la situación del acontecimiento. El primero es cuando el que tiene la experiencia puede no saber (todavía) si

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115Reflexiones sobre el delito de extorsión y los procesos cognoscitivos

que se desarrollan en las víctimas y victimarios

Revista de la Facultad de Psicología Universidad Cooperativa de Colombia - Volumen 5, Número 8 / enero-junio 2009

el acontecimiento ha sucedido o no (o, al menos, lo ve de esa manera). Denominamos esta posi-ción como acontecimiento “no confirmado”; el segundo es cuando la persona puede creer que el acontecimiento ha ocurrido (rótulo de “confirma-do”); y el tercero, cuando la persona puede creer que el acontecimiento no llegó a ocurrir (rótulo de “refutado”). Por consiguiente, las tres filas co-rresponden a tres subclases de emociones basadas en previsiones. La primera clase de las emociones basadas en previsiones consta de las emociones de previsión de las que el miedo es un buen ejemplo. Son éstas las emociones que resultan de reaccionar ante la previsión de un acontecimiento deseable o indeseable sin referencia acerca de que el aconte-cimiento ha sucedido o no. Así, por ejemplo, una persona podría reaccionar con esperanza ante la previsión de que no va a ser extorsionado, o con miedo ante la previsión de que va a ser extorsio-nado. La segunda clase de emociones basadas en previsiones contiene las emociones de confirma-ción, de la que es ejemplo la preocupación cog-nitiva. Éstas son resultados de reaccionar ante la (que se cree) confirmación de un acontecimiento que se había producido (o pudo haber ocurrido) con una emoción de previsión. Las emociones de confirmación pueden surgir únicamente después de que se cree que ha ocurrido el acontecimiento. Así, si a la persona del ejemplo que no va a ser extorsionado, se sentirá tranquilo con respecto a su esperanza previa. Si hubiera temido que la extor-sión sería un hecho, podría sentir que sus temores se habían confirmado.

Finalmente, la tercera consiste en las emocio-nes de refutación, como el alivio. Éstas también pueden surgir únicamente después de que se cree que ha ocurrido el acontecimiento, excepto, por supuesto, cuando se cree que ha quedado refutado el acontecimiento.

La dimensión más sobresaliente en la que difie-ren los miembros de cada familia extorsionada es la intensidad de la amenaza. A medida que cam-bia la intensidad de la amenaza cambia también la adecuación de la palabra particular que designa la emoción dentro de la familia extorsionada. Si, por ejemplo, estar descontento por la previsión de un acontecimiento indeseable como la extorsión es de intensidad relativamente baja, la emoción especí-

fica parece expresarse mejor por una palabra como “aprensión”. Si es moderadamente fuerte “miedo” o “susto” pueden ser apropiadas y, si es muy fuerte, “pavor” o “terror” podrían ser los rótulos más apro-piados. Si la intensidad de la amenaza es demasia-do baja, puede no haber experiencia emocional en absoluto. En tales casos se podría tener un estado cognitivo como la preocupación, más bien que un estado emocional.

De esta manera, la Psicología podría determi-nar daño psicológico o moral en las víctimas de extorsión con el propósito de establecer la repara-ción integral por parte del agente víctimario. En este sentido, la intensidad de la amenaza guarda proporción con el estado cognitivo y afectivo de la víctima. Las expresiones individuales de las emociones de miedo (descontento por la previsión de un acontecimiento indeseable) difieren una de otra, debido a que algunas formas se refieren a objetos específicos (por ejemplo, estar asustado) y otros a causas más difusas (estar ansioso).

Otra dimensión en la que varía es la proximidad subjetiva del acontecimiento que está considerán-dose. Se tendería a usar palabras como “miedo” y “susto” para referirse a situaciones relativamente in-minentes, en particular cuando pueden comportar daño corporal, mientras que se usa términos como “preocupación” y “aprensión” con relación a posibi-lidades más remotas y que son amenazas posible-mente menos serias. Una amenaza que provenga de un grupo armado organizado estaría determinando una mayor intensidad y proximidad en la situa-ción relativamente inminente de la víctima, que la amenaza dada por un delincuente común. Aunque ambos casos afectan de manera integral a la víctima primaria como secundaria, en la víctima primaria la intensidad y proximidad es más directa y el efecto es mayor a nivel cognoscitivo y afectivo.

El lenguaje proporciona elementos léxicos que parecen referirse a componentes referenciales di-ferentes del mismo tipo de emoción. Por ejem-plo, en el contexto del miedo, hay palabras como “preocupación” que resaltan los aspectos cogni-tivos del miedo, palabras como “agitación” que se centran en los aspectos físicos, y expresiones como “temblar de miedo” que subrayan factores conductuales.

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116José C. Celedón Rivero, Yadith Saleme Negrete, Lina Luz López López e Ingrid Lucía Pardo Percy

Revista de la Facultad de Psicología Universidad Cooperativa de Colombia -Volumen 5, Número 8 / enero-junio 2009

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