The Project Gutenberg EBook of Don Quijote, by Miguel de Cervantes Saavedra This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.net Title: Don Quijote Author: Miguel de Cervantes Saavedra Posting Date: April 27, 2010 [EBook #2000] Release Date: December, 1999 Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DON QUIJOTE *** Produced by an anonymous Project Gutenberg volunteer. Text file corrections and new HTML file by Joaquin Cuenca Abela. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha • Tasa • Testimonio de las erratas • El Rey • Al Duque de Béjar • Prólogo • Al libro de don Quijote de la Mancha 1. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha 2. Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote
1. The Project Gutenberg EBook of Don Quijote, by Miguel de
Cervantes Saavedra This eBook is for the use of anyone anywhere at
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Gutenberg License included with this eBook or online at
www.gutenberg.net Title: Don Quijote Author: Miguel de Cervantes
Saavedra Posting Date: April 27, 2010 [EBook #2000] Release Date:
December, 1999 Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1
*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK DON QUIJOTE *** Produced
by an anonymous Project Gutenberg volunteer. Text file corrections
and new HTML file by Joaquin Cuenca Abela. El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra El ingenioso
hidalgo don Quijote de la Mancha Tasa Testimonio de las erratas El
Rey Al Duque de Bjar Prlogo Al libro de don Quijote de la Mancha 1.
Que trata de la condicin y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote
de la Mancha 2. Que trata de la primera salida que de su tierra
hizo el ingenioso don Quijote
2. 3. Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote
en armarse caballero 4. De lo que le sucedi a nuestro caballero
cuando sali de la venta 5. Donde se prosigue la narracin de la
desgracia de nuestro caballero 6. Del donoso y grande escrutinio
que el cura y el barbero hicieron en la librera de nuestro
ingenioso hidalgo 7. De la segunda salida de nuestro buen caballero
don Quijote de la Mancha 8. Del buen suceso que el valeroso don
Quijote tuvo en la espantable y jams imaginada aventura de los
molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordacin 9.
Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo
vizcano y el valiente manchego tuvieron 10.De lo que ms le avino a
don Quijote con el vizcano, y del peligro en que se vio con una
turba de yangeses 11.De lo que le sucedi a don Quijote con unos
cabreros 12.De lo que cont un cabrero a los que estaban con don
Quijote 13.Donde se da fin al cuento de la pastora Marcela, con
otros sucesos 14.Donde se ponen los versos desesperados del difunto
pastor, con otros no esperados sucesos 15.Donde se cuenta la
desgraciada aventura que se top don Quijote en topar con unos
desalmados yangeses 16.De lo que le sucedi al ingenioso hidalgo en
la venta que l imaginaba ser castillo 17.Donde se prosiguen los
innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero
Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pens que era
castillo 18.Donde se cuentan las razones que pas Sancho Panza con
su seor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas
19.De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la
aventura que le sucedi con un cuerpo muerto, con otros
acontecimientos famosos 20.De la jams vista ni oda aventura que con
ms poco peligro fue acabada de famoso caballero en el mundo, como
la que acab el valeroso don Quijote de la Mancha 21.Que trata de la
alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras
cosas sucedidas a nuestro invencible caballero 22.De la libertad
que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los
llevaban donde no quisieran ir 23.De lo que le aconteci al famoso
don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las ms raras aventuras
que en esta verdadera historia se cuentan 24.Donde se prosigue la
aventura de la Sierra Morena 25.Que trata de las estraas cosas que
en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y
de la imitacin que hizo a la penitencia de Beltenebros 26.Donde se
prosiguen las finezas que de enamorado hizo don Quijote en Sierra
Morena 27.De cmo salieron con su intencin el cura y el barbero, con
otras cosas dignas de que se cuenten en esta grande historia
3. 28.Que trata de la nueva y agradable aventura que al cura y
barbero sucedi en la mesma sierra 29.Que trata de la discrecin de
la hermosa Dorotea, con otras cosas de mucho gusto y pasatiempo
30.Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a
nuestro enamorado caballero de la aspersima penitencia en que se
haba puesto 31.De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don
Quijote y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos 32.Que trata
de lo que sucedi en la venta a toda la cuadrilla de don Quijote
33.Donde se cuenta la novela del Curioso impertinente 34.Donde se
prosigue la novela del Curioso impertinente 35.Donde se da fin a la
novela del Curioso impertinente 36.Que trata de la brava y
descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino
tinto, con otros raros sucesos que en la venta le sucedieron 37.Que
prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras
graciosas aventuras 38.Que trata del curioso discurso que hizo don
Quijote de las armas y las letras 39.Donde el cautivo cuenta su
vida y sucesos 40.Donde se prosigue la historia del cautivo
41.Donde todava prosigue el cautivo su suceso 42.Que trata de lo
que ms sucedi en la venta y de otras muchas cosas dignas de saberse
43.Donde se cuenta la agradable historia del mozo de mulas, con
otros estraos acaecimientos en la venta sucedidos] 44.Donde se
prosiguen los inauditos sucesos de la venta 45.Donde se acaba de
averiguar la duda del yelmo de Mambrino y de la albarda, y otras
aventuras sucedidas, con toda verdad 46.De la notable aventura de
los cuadrilleros, y la gran ferocidad de nuestro buen caballero don
Quijote 47.Del estrao modo con que fue encantado don Quijote de la
Mancha, con otros famosos sucesos 48.Donde prosigue el cannigo la
materia de los libros de caballeras, con otras cosas dignas de su
ingenio 49.Donde se trata del discreto coloquio que Sancho Panza
tuvo con su seor don Quijote 50.De las discretas altercaciones que
don Quijote y el cannigo tuvieron, con otros sucesos 51.Que trata
de lo que cont el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote
52.De la pendencia que don Quijote tuvo con el cabrero, con la rara
aventura de los deceplinantes, a quien dio felice fin a costa de su
sudor Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la
Mancha Tasa Fee de erratas Aprobaciones
4. Dedicatoria, al conde de Lemos Prlogo al lector 1. De lo que
el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad
2. Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la
sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos 3. Del
ridculo razonamiento que pas entre don Quijote, Sancho Panza y el
bachiller Sansn Carrasco 4. Donde Sancho Panza satisface al
bachiller Sansn Carrasco de sus dudas y preguntas, con otros
sucesos dignos de saberse y de contarse 5. De la discreta y
graciosa pltica que pas entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza,
y otros sucesos dignos de felice recordacin 6. De lo que le pas a
Don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los
importantes captulos de toda la historia 7. De lo que pas don
Quijote con su escudero, con otros sucesos famossimos 8. Donde se
cuenta lo que le sucedi a don Quijote, yendo a ver su seora
Dulcinea del Toboso 9. Donde se cuenta lo que en l se ver 10.Donde
se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la seora
Dulcinea, y de otros sucesos tan ridculos como verdaderos 11.De la
estraa aventura que le sucedi al valeroso don Quijote con el carro,
o carreta, de Las Cortes de la Muerte 12.De la estraa aventura que
le sucedi al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los
Espejos 13.Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque,
con el discreto, nuevo y suave coloquio que pas entre los dos
escuderos 14.Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque
15.Donde se cuenta y da noticia de quin era el Caballero de los
Espejos y su escudero 16.De lo que sucedi a don Quijote con un
discreto caballero de la Mancha 17.De donde se declar el ltimo
punto y estremo adonde lleg y pudo llegar el inaudito nimo de don
Quijote, con la felicemente acabada aventura de los leones 18.De lo
que sucedi a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del
Verde Gabn, con otras cosas extravagantes 19.Donde se cuenta la
aventura del pastor enamorado, con otros en verdad graciosos
sucesos 20.Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el
suceso de Basilio el pobre 21.Donde se prosiguen las bodas de
Camacho, con otros gustosos sucesos 22.Donde se da cuenta de la
grande aventura de la cueva de Montesinos, que est en el corazn de
la Mancha, a quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la
Mancha 23.De las admirables cosas que el estremado don Quijote cont
que haba visto en la profunda cueva de Montesinos, cuya
imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por
apcrifa 24.Donde se cuentan mil zarandajas tan impertinentes como
necesarias al verdadero entendimiento desta grande historia
5. 25.Donde se apunta la aventura del rebuzno y la graciosa del
titerero, con las memorables adivinanzas del mono adivino 26.Donde
se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en
verdad harto buenas 27.Donde se da cuenta quines eran maese Pedro y
su mono, con el mal suceso que don Quijote tuvo en la aventura del
rebuzno, que no la acab como l quisiera y como lo tena pensado
28.De cosas que dice Benengeli que las sabr quien le leyere, si las
lee con atencin 29.De la famosa aventura del barco encantado 30.De
lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora 31.Que trata
de muchas y grandes cosas 32.De la respuesta que dio don Quijote a
su reprehensor, con otros graves y graciosos sucesos 33.De la
sabrosa pltica que la duquesa y sus doncellas pasaron con Sancho
Panza, digna de que se lea y de que se note 34.Que cuenta de la
noticia que se tuvo de cmo se haba de desencantar la sin par
Dulcinea del Toboso, que es una de las aventuras ms famosas deste
libro 35.Donde se prosigue la noticia que tuvo don Quijote del
desencanto de Dulcinea, con otros admirables sucesos 36.Donde se
cuenta la estraa y jams imaginada aventura de la duea Dolorida,
alias de la condesa Trifaldi, con una carta que Sancho Panza
escribi a su mujer Teresa Panza 37.Donde se prosigue la famosa
aventura de la duea Dolorida 38.Donde se cuenta la que dio de su
mala andanza la duea Dolorida 39.Donde la Trifaldi prosigue su
estupenda y memorable historia 40.De cosas que ataen y tocan a esta
aventura y a esta memorable historia 41.De la venida de Clavileo,
con el fin desta dilatada aventura 42.De los consejos que dio don
Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la nsula, con
otras cosas bien consideradas 43.De los consejos segundos que dio
don Quijote a Sancho Panza 44.Cmo Sancho Panza fue llevado al
gobierno, y de la estraa aventura que en el castillo sucedi a don
Quijote 45.De cmo el gran Sancho Panza tom la posesin de su nsula,
y del modo que comenz a gobernar 46.Del temeroso espanto cencerril
y gatuno que recibi don Quijote en el discurso de los amores de la
enamorada Altisidora 47.Donde se prosigue cmo se portaba Sancho
Panza en su gobierno 48.De lo que le sucedi a don Quijote con doa
Rodrguez, la duea de la duquesa, con otros acontecimientos dignos
de escritura y de memoria eterna 49.De lo que le sucedi a Sancho
Panza rondando su nsula 50.Donde se declara quin fueron los
encantadores y verdugos que azotaron a la duea y pellizcaron y
araaron a don Quijote, con el suceso que tuvo el paje que llev la
carta a Teresa Sancha, mujer de Sancho Panza 51.Del progreso del
gobierno de Sancho Panza, con otros sucesos tales como buenos
6. 52.Donde se cuenta la aventura de la segunda duea Dolorida,
o Angustiada, llamada por otro nombre doa Rodrguez 53.Del fatigado
fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza 54.Que trata de
cosas tocantes a esta historia, y no a otra alguna 55.De cosas
sucedidas a Sancho en el camino, y otras que no hay ms que ver
56.De la descomunal y nunca vista batalla que pas entre don Quijote
de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la
duea doa Rodrguez 57.Que trata de cmo don Quijote se despidi del
duque, y de lo que le sucedi con la discreta y desenvuelta
Altisidora, doncella de la duquesa 58.Que trata de cmo menudearon
sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a
otras 59.Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede
tener por aventura, que le sucedi a don Quijote 60.De lo que sucedi
a don Quijote yendo a Barcelona 61.De lo que le sucedi a don
Quijote en la entrada de Barcelona, con otras cosas que tienen ms
de lo verdadero que de lo discreto 62.Que trata de la aventura de
la cabeza encantada, con otras nieras que no pueden dejar de
contarse 63.De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de
las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca 64.Que trata
de la aventura que ms pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta
entonces le haban sucedido 65.Donde se da noticia quin era el de la
Blanca Luna, con la libertad de Don Gregorio, y de otros sucesos
66.Que trata de lo que ver el que lo leyere, o lo oir el que lo
escuchare leer 67.De la resolucin que tom don Quijote de hacerse
pastor y seguir la vida del campo, en tanto que se pasaba el ao de
su promesa, con otros sucesos en verdad gustosos y buenos 68.De la
cerdosa aventura que le aconteci a don Quijote 69.Del ms raro y ms
nuevo suceso que en todo el discurso desta grande historia avino a
don Quijote 70.Que sigue al de sesenta y nueve, y trata de cosas no
escusadas para la claridad desta historia 71.De lo que a don
Quijote le sucedi con su escudero Sancho yendo a su aldea 72.De cmo
don Quijote y Sancho llegaron a su aldea 73.De los ageros que tuvo
don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y
acreditan esta grande historia 74.De cmo don Quijote cay malo, y
del testamento que hizo, y su muerte El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha TASA
7. Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de Cmara del Rey
nuestro seor, de los que residen en su Consejo, certifico y doy fe
que, habiendo visto por los seores dl un libro intitulado El
ingenioso hidalgo de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes
Saavedra, tasaron cada pliego del dicho libro a tres maraveds y
medio; el cual tiene ochenta y tres pliegos, que al dicho precio
monta el dicho libro docientos y noventa maraveds y medio, en que
se ha de vender en papel; y dieron licencia para que a este precio
se pueda vender, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del
dicho libro, y no se pueda vender sin ella. Y, para que dello
conste, di la presente en Valladolid, a veinte das del mes de
deciembre de mil y seiscientos y cuatro aos. Juan Gallo de Andrada.
TESTIMONIO DE LAS ERRATAS Este libro no tiene cosa digna que no
corresponda a su original; en testimonio de lo haber correcto, di
esta fee. En el Colegio de la Madre de Dios de los Telogos de la ,
en primero de diciembre de 1604 aos. El licenciado Francisco Murcia
de la Llana. EL REY Por cuanto por parte de vos, Miguel de
Cervantes, nos fue fecha relacin que habades compuesto un libro
intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, el cual os haba
costado mucho trabajo y era muy til y provechoso, nos pedistes y
suplicastes os mandsemos dar licencia y facultad para le poder
imprimir, y previlegio por el tiempo que fusemos servidos, o como
la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo,
por cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que la
premtica ltimamente por nos fecha sobre la impresin de los libros
dispone, fue acordado que debamos mandar dar esta nuestra cdula
para vos, en la dicha razn; y nos tuvmoslo por bien. Por la cual,
por os hacer bien y merced, os damos licencia y facultad para que
vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna,
podis imprimir el dicho libro, intitulado El ingenioso hidalgo de
la Mancha, que desuso se hace mencin, en todos estos nuestros
reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez aos, que corran y
se cuenten desde el dicho da de la data desta nuestra cdula; so
pena que la persona o personas que, sin tener vuestro poder, lo
imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, por el mesmo
caso pierda la impresin que hiciere, con los moldes y aparejos
della; y ms, incurra en pena de cincuenta mil maraveds cada vez que
lo contrario hiciere. La cual dicha pena sea la tercia parte para
la persona que lo acusare, y la otra tercia parte para nuestra
Cmara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare. Con
tanto que todas las veces que hubiredes de hacer imprimir el dicho
libro, durante el tiempo de los dichos diez aos, le traigis al
nuestro Consejo, juntamente con el original que en l fue visto, que
va rubricado cada plana y firmado al fin dl de Juan Gallo de
Andrada, nuestro Escribano de Cmara, de los que en l residen, para
saber si la dicha impresin est conforme el original;
8. o traigis fe en pblica forma de cmo por corretor nombrado
por nuestro mandado, se vio y corrigi la dicha impresin por el
original, y se imprimi conforme a l, y quedan impresas las erratas
por l apuntadas, para cada un libro de los que as fueren impresos,
para que se tase el precio que por cada volume hubiredes de haber.
Y mandamos al impresor que as imprimiere el dicho libro, no imprima
el principio ni el primer pliego dl, ni entregue ms de un solo
libro con el original al autor, o persona a cuya costa lo
imprimiere, ni otro alguno, para efeto de la dicha correcin y tasa,
hasta que antes y primero el dicho libro est corregido y tasado por
los del nuestro Consejo; y, estando hecho, y no de otra manera,
pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucesivamente
ponga esta nuestra cdula y la aprobacin, tasa y erratas, so pena de
caer e incurrir en las penas contenidas en las leyes y premticas
destos nuestros reinos. Y mandamos a los del nuestro Consejo, y a
otras cualesquier justicias dellos, guarden y cumplan esta nuestra
cdula y lo en ella contenido. Fecha en Valladolid, a veinte y seis
das del mes de setiembre de mil y seiscientos y cuatro aos. YO, EL
REY. Por mandado del Rey nuestro seor: Juan de Amezqueta. AL DUQUE
DE BJAR, marqus de Gibralen, conde de Benalczar y Baares, vizconde
de La Puebla de Alcocer, seor de las villas de Capilla, Curiel y
Burguillos En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra
Excelencia a toda suerte de libros, como prncipe tan inclinado a
favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se
abaten al servicio y granjeras del vulgo, he determinado de sacar a
luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, al abrigo del
clarsimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento
que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su
proteccin, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso
ornamento de elegancia y erudicin de que suelen andar vestidas las
obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose
parecer seguramente en el juicio de algunos que, continindose en
los lmites de su ignorancia, suelen condenar con ms rigor y menos
justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia
de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fo que no desdear la
cortedad de tan humilde servicio. Miguel de Cervantes Saavedra.
PRLOGO Desocupado lector: sin juramento me podrs creer que quisiera
que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el ms hermoso,
el ms gallardo y ms discreto que pudiera imaginarse. Pero no he
podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa
engendra su semejante. Y as, qu podr
9. engendrar el estril y mal cultivado ingenio mo, sino la
historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de
pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como
quien se engendr en una crcel, donde toda incomodidad tiene su
asiento y donde todo triste ruido hace su habitacin? El sosiego, el
lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los
cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espritu son
grande parte para que las musas ms estriles se muestren fecundas y
ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de contento.
Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor
que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus
faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a
sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco
padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero irme con la
corriente del uso, ni suplicarte, casi con las lgrimas en los ojos,
como otros hacen, lector carsimo, que perdones o disimules las
faltas que en este mi hijo vieres; y ni eres su pariente ni su
amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedro como el ms
pintado, y ests en tu casa, donde eres seor della, como el rey de
sus alcabalas, y sabes lo que comnmente se dice: que debajo de mi
manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de todo
respecto y obligacin; y as, puedes decir de la historia todo
aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni
te premien por el bien que dijeres della. Slo quisiera drtela monda
y desnuda, sin el ornato de prlogo, ni de la inumerabilidad y
catlogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al
principio de los libros suelen ponerse. Porque te s decir que,
aunque me cost algn trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que
hacer esta prefacin que vas leyendo. Muchas veces tom la pluma para
escribille, y muchas la dej, por no saber lo que escribira; y,
estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja,
el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que dira,
entr a deshora un amigo mo, gracioso y bien entendido, el cual,
vindome tan imaginativo, me pregunt la causa; y, no encubrindosela
yo, le dije que pensaba en el prlogo que haba de hacer a la
historia de don Quijote, y que me tena de suerte que ni quera
hacerle, ni menos sacar a luz las hazaas de tan noble caballero.
Porque, cmo queris vos que no me tenga confuso el qu dir el antiguo
legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos aos
como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con
todos mis aos a cuestas, con una leyenda seca como un esparto,
ajena de invencin, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de
toda erudicin y doctrina; sin acotaciones en las mrgenes y sin
anotaciones en el fin del libro, como veo que estn otros libros,
aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de
Aristteles, de Platn y de toda la caterva de filsofos, que admiran
a los leyentes y tienen a sus autores por hombres ledos, eruditos y
elocuentes? Pues qu, cuando citan la Divina Escritura! No dirn sino
que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia;
guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un rengln han
pintado un enamorado destrado y en otro hacen un sermoncico
cristiano, que es un contento y un regalo olle o leelle. De todo
esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qu acotar en el
margen, ni qu anotar en el fin, ni menos s qu autores sigo en l,
para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del
A.B.C., comenzando en
10. Aristteles y acabando en Xenofonte y en Zolo o Zeuxis,
aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. Tambin ha de
carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos
cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o
poetas celebrrimos; aunque, si yo los pidiese a dos o tres
oficiales amigos, yo s que me los daran, y tales, que no les
igualasen los de aquellos que tienen ms nombre en nuestra Espaa. En
fin, seor y amigo mo prosegu, yo determino que el seor don Quijote
se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo
depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me
hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras,
y porque naturalmente soy poltrn y perezoso de andarme buscando
autores que digan lo que yo me s decir sin ellos. De aqu nace la
suspensin y elevamiento, amigo, en que me hallastes; bastante causa
para ponerme en ella la que de m habis odo. Oyendo lo cual mi
amigo, dndose una palmada en la frente y disparando en una carga de
risa, me dijo: Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengaar
de un engao en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os
conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en
todas vuestras aciones. Pero agora veo que estis tan lejos de serlo
como lo est el cielo de la tierra. Cmo que es posible que cosas de
tan poco momento y tan fciles de remediar puedan tener fuerzas de
suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan
hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la
fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y
penuria de discurso. Queris ver si es verdad lo que digo? Pues
estadme atento y veris cmo, en un abrir y cerrar de ojos, confundo
todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decs que
os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la
historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la
caballera andante. Decid le repliqu yo, oyendo lo que me deca: de
qu modo pensis llenar el vaco de mi temor y reducir a claridad el
caos de mi confusin? A lo cual l dijo: Lo primero en que reparis de
los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y
que sean de personajes graves y de ttulo, se puede remediar en que
vos mesmo tomis algn trabajo en hacerlos, y despus los podis
bautizar y poner el nombre que quisiredes, ahijndolos al Preste
Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo s que
hay noticia que fueron famosos poetas; y cuando no lo hayan sido y
hubiere algunos pedantes y bachilleres que por detrs os muerdan y
murmuren desta verdad, no se os d dos maraveds; porque, ya que os
averigen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo
escribistes. En lo de citar en las mrgenes los libros y autores de
donde sacredes las sentencias y dichos que pusiredes en vuestra
historia, no hay ms sino hacer, de manera que venga a pelo, algunas
sentencias o latines que vos sepis de
11. memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el
buscalle; como ser poner, tratando de libertad y cautiverio: Non
bene pro toto libertas venditur auro. Y luego, en el margen, citar
a Horacio, o a quien lo dijo. Si tratredes del poder de la muerte,
acudir luego con: Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas,
Regumque turres. Si de la amistad y amor que Dios manda que se
tenga al enemigo, entraros luego al punto por la Escritura Divina,
que lo podis hacer con tantico de curiosidad, y decir las palabras,
por lo menos, del mismo Dios: Ego autem dico vobis: diligite
inimicos vestros. Si tratredes de malos pensamientos, acudid con el
Evangelio: De corde exeunt cogitationes malae. Si de la
instabilidad de los amigos, ah est Catn, que os dar su dstico:
Donec eris felix, multos numerabis amicos, tempora si fuerint
nubila, solus eris. Y con estos latinicos y otros tales os tendrn
siquiera por gramtico, que el serlo no es de poca honra y provecho
el da de hoy. En lo que toca el poner anotaciones al fin del libro,
seguramente lo podis hacer desta manera: si nombris algn gigante en
vuestro libro, hacelde que sea el gigante Golas, y con slo esto,
que os costar casi nada, tenis una grande anotacin, pues podis
poner: El gigante Golas, o Goliat, fue un filisteo a quien el
pastor David mat de una gran pedrada en el valle de Terebinto, segn
se cuenta en el Libro de los Reyes, en el captulo que vos hallredes
que se escribe. Tras esto, para mostraros hombre erudito en letras
humanas y cosmgrafo, haced de modo como en vuestra historia se
nombre el ro Tajo, y verisos luego con otra famosa anotacin,
poniendo: El ro Tajo fue as dicho por un rey de las Espaas; tiene
su nacimiento en tal lugar y muere en el mar ocano, besando los
muros de la famosa ciudad de Lisboa; y es opinin que tiene las
arenas de oro, etc. Si tratredes de ladrones, yo os dir la historia
de Caco, que la s de coro; si de mujeres rameras, ah est el obispo
de Mondoedo, que os prestar a Lamia, Laida y Flora, cuya anotacin
os dar gran crdito; si de crueles, Ovidio os entregar a Medea; si
de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio a
Circe; si de capitanes valerosos, el mesmo Julio Csar os prestar a
s mismo en sus Comentarios, y Plutarco os dar mil Alejandros. Si
tratredes de amores, con dos onzas que sepis de la lengua toscana,
toparis con Len Hebreo, que os hincha las medidas. Y si no queris
andaros por tierras extraas, en vuestra casa tenis a Fonseca, Del
amor de Dios, donde se cifra todo lo que vos y el ms ingenioso
acertare a desear en tal materia. En resolucin, no hay ms sino que
vos procuris nombrar estos nombres, o tocar estas historias en la
vuestra, que aqu he dicho, y dejadme a m el cargo de poner las
anotaciones y acotaciones; que yo os voto a tal de llenaros las
mrgenes y de gastar cuatro pliegos en el fin del libro.
12. Vengamos ahora a la citacin de los autores que los otros
libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto
tiene es muy fcil, porque no habis de hacer otra cosa que buscar un
libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos decs.
Pues ese mismo abecedario pondris vos en vuestro libro; que, puesto
que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos
tenades de aprovecharos dellos, no importa nada; y quiz alguno habr
tan simple, que crea que de todos os habis aprovechado en la simple
y sencilla historia vuestra; y, cuando no sirva de otra cosa, por
lo menos servir aquel largo catlogo de autores a dar de improviso
autoridad al libro. Y ms, que no habr quien se ponga a averiguar si
los seguistes o no los seguistes, no yndole nada en ello. Cuanto ms
que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene
necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decs que le falta,
porque todo l es una invectiva contra los libros de caballeras, de
quien nunca se acord Aristteles, ni dijo nada San Basilio, ni
alcanz Cicern; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos
disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de
la astrologa; ni le son de importancia las medidas geomtricas, ni
la confutacin de los argumentos de quien se sirve la retrica; ni
tiene para qu predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo
divino, que es un gnero de mezcla de quien no se ha de vestir ningn
cristiano entendimiento. Slo tiene que aprovecharse de la imitacin
en lo que fuere escribiendo; que, cuanto ella fuere ms perfecta,
tanto mejor ser lo que se escribiere. Y, pues esta vuestra
escritura no mira a ms que a deshacer la autoridad y cabida que en
el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballeras, no hay para
qu andis mendigando sentencias de filsofos, consejos de la Divina
Escritura, fbulas de poetas, oraciones de retricos, milagros de
santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes,
honestas y bien colocadas, salga vuestra oracin y perodo sonoro y
festivo; pintando, en todo lo que alcanzredes y fuere posible,
vuestra intencin, dando a entender vuestros conceptos sin
intricarlos y escurecerlos. Procurad tambin que, leyendo vuestra
historia, el melanclico se mueva a risa, el risueo la acreciente,
el simple no se enfade, el discreto se admire de la invencin, el
grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto,
llevad la mira puesta a derribar la mquina mal fundada destos
caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos
ms; que si esto alcanzsedes, no habrades alcanzado poco. Con
silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me deca, y de tal
manera se imprimieron en m sus razones que, sin ponerlas en
disputa, las aprob por buenas y de ellas mismas quise hacer este
prlogo; en el cual vers, lector suave, la discrecin de mi amigo, la
buena ventura ma en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero,
y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la
historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinin,
por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que
fue el ms casto enamorado y el ms valiente caballero que de muchos
aos a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo no quiero
encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan noble y
tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el
conocimiento que tendrs del famoso Sancho Panza, su escudero, en
quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles
que en la caterva de los libros vanos de caballeras estn
esparcidas.
13. Y con esto, Dios te d salud, y a m no olvide. Vale. AL
LIBRO DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA Urganda la desconocida Si de
llegarte a los bue-, libro, fueres con letu-, no te dir el
boquirru- que no pones bien los de-. Mas si el pan no se te cue-
por ir a manos de idio-, vers de manos a bo-, aun no dar una en el
cla-, si bien se comen las ma- por mostrar que son curio-. Y, pues
la expiriencia ense- que el que a buen rbol se arri- buena sombra
le cobi-, en Bjar tu buena estre- un rbol real te ofre- que da
prncipes por fru-, en el cual floreci un du- que es nuevo Alejandro
Ma-: llega a su sombra, que a osa- favorece la fortu-. De un noble
hidalgo manche- contars las aventu-, a quien ociosas letu-,
trastornaron la cabe-: damas, armas, caballe-, le provocaron de
mo-, que, cual Orlando furio-, templado a lo enamora-, alcanz a
fuerza de bra- a Dulcinea del Tobo-. No indiscretos hierogl-
estampes en el escu-, que, cuando es todo figu-, con ruines puntos
se envi-. Si en la direccin te humi-, no dir, mofante, algu-: ''Qu
don lvaro de Lu-, qu Anibal el de Carta-, qu rey Francisco en Espa-
se queja de la Fortu-!'' Pues al cielo no le plu- que salieses tan
ladi- como el negro Juan Lati-, hablar latines reh-.
14. No me despuntes de agu-, ni me alegues con fil-, porque,
torciendo la bo-, dir el que entiende la le-, no un palmo de las
ore-: ''Para qu conmigo flo-?'' No te metas en dibu-, ni en saber
vidas aje-, que, en lo que no va ni vie-, pasar de largo es cordu-.
Que suelen en caperu- darles a los que grace-; mas t qumate las ce-
slo en cobrar buena fa-; que el que imprime neceda- dalas a censo
perpe-. Advierte que es desati-, siendo de vidrio el teja-, tomar
piedras en las ma- para tirar al veci-. Deja que el hombre de jui-,
en las obras que compo-, se vaya con pies de plo-; que el que saca
a luz pape- para entretener donce- escribe a tontas y a lo-. AMADS
DE GAULA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto T, que imitaste la
llorosa vida que tuve, ausente y desdeado sobre el gran ribazo de
la Pea Pobre, de alegre a penitencia reducida; t, a quien los ojos
dieron la bebida de abundante licor, aunque salobre, y alzndote la
plata, estao y cobre, te dio la tierra en tierra la comida, vive
seguro de que eternamente, en tanto, al menos, que en la cuarta
esfera, sus caballos aguije el rubio Apolo, tendrs claro renombre
de valiente; tu patria ser en todas la primera; tu sabio autor, al
mundo nico y solo. DON BELIANS DE GRECIA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Soneto
15. Romp, cort, aboll, y dije y hice ms que en el orbe
caballero andante; fui diestro, fui valiente, fui arrogante; mil
agravios vengu, cien mil deshice. Hazaas di a la Fama que eternice;
fui comedido y regalado amante; fue enano para m todo gigante, y al
duelo en cualquier punto satisfice. Tuve a mis pies postrada la
Fortuna, y trajo del copete mi cordura a la calva Ocasin al
estricote. Ms, aunque sobre el cuerno de la luna siempre se vio
encumbrada mi ventura, tus proezas envidio, oh gran Quijote! LA
SEORA ORIANA A DULCINEA DEL TOBOSO Soneto Oh, quin tuviera, hermosa
Dulcinea, por ms comodidad y ms reposo, a Miraflores puesto en el
Toboso, y trocara sus Londres con tu aldea! Oh, quin de tus deseos
y librea alma y cuerpo adornara, y del famoso caballero que hiciste
venturoso mirara alguna desigual pelea! Oh, quin tan castamente se
escapara del seor Amads como t hiciste del comedido hidalgo don
Quijote! Que as envidiada fuera, y no envidiara, y fuera alegre el
tiempo que fue triste, y gozara los gustos sin escote. GANDALN,
ESCUDERO DE AMADS DE GAULA, A SANCHO PANZA, ESCUDERO DE DON QUIJOTE
Soneto Salve, varn famoso, a quien Fortuna, cuando en el trato
escuderil te puso, tan blanda y cuerdamente lo dispuso, que lo
pasaste sin desgracia alguna. Ya la azada o la hoz poco repugna al
andante ejercicio; ya est en uso la llaneza escudera, con que acuso
al soberbio que intenta hollar la luna. Envidio a tu jumento y a tu
nombre, y a tus alforjas igualmente invidio, que mostraron tu
cuerda providencia.
16. Salve otra vez, oh Sancho!, tan buen hombre, que a solo t
nuestro espaol Ovidio con buzcorona te hace reverencia. DEL DONOSO,
POETA ENTREVERADO, A SANCHO PANZA Y ROCINANTE Soy Sancho Panza,
escude- del manchego don Quijo-. Puse pies en polvoro-, por vivir a
lo discre-; que el tcito Villadie- toda su razn de esta- cifr en
una retira-, segn siente Celesti-, libro, en mi opinin, divi- si
encubriera ms lo huma-. A Rocinante Soy Rocinante, el famo-
bisnieto del gran Babie-. Por pecados de flaque-, fui a poder de un
don Quijo-. Parejas corr a lo flo-; mas, por ua de caba-, no se me
escap ceba-; que esto saqu a Lazari- cuando, para hurtar el vi- al
ciego, le di la pa-. ORLANDO FURIOSO A DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Soneto Si no eres par, tampoco le has tenido: que par pudieras ser
entre mil pares; ni puede haberle donde t te hallares, invito
vencedor, jams vencido. Orlando soy, Quijote, que, perdido por
Anglica, vi remotos mares, ofreciendo a la Fama en sus altares
aquel valor que respet el olvido. No puedo ser tu igual; que este
decoro se debe a tus proezas y a tu fama, puesto que, como yo,
perdiste el seso. Mas serlo has mo, si al soberbio moro y cita
fiero domas, que hoy nos llama iguales en amor con mal suceso. EL
CABALLERO DEL FEBO A DON QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto
17. A vuestra espada no igual la ma, Febo espaol, curioso
cortesano, ni a la alta gloria de valor mi mano, que rayo fue do
nace y muere el da. Imperios despreci; la monarqua que me ofreci el
Oriente rojo en vano dej, por ver el rostro soberano de Claridiana,
aurora hermosa ma. Amla por milagro nico y raro, y, ausente en su
desgracia, el propio infierno temi mi brazo, que dom su rabia. Mas
vos, godo Quijote, ilustre y claro, por Dulcinea sois al mundo
eterno, y ella, por vos, famosa, honesta y sabia. DE SOLISDN A DON
QUIJOTE DE LA MANCHA Soneto Maguer, seor Quijote, que sandeces vos
tengan el cerbelo derrumbado, nunca seris de alguno reprochado por
home de obras viles y soeces. Sern vuesas fazaas los joeces, pues
tuertos desfaciendo habis andado, siendo vegadas mil apaleado por
follones cautivos y raheces. Y si la vuesa linda Dulcinea
desaguisado contra vos comete, ni a vuesas cuitas muestra buen
talante, en tal desmn, vueso conorte sea que Sancho Panza fue mal
alcagete, necio l, dura ella, y vos no amante. DILOGO ENTRE BABIECA
Y ROCINANTE Soneto B. Cmo estis, Rocinante, tan delgado? R. Porque
nunca se come, y se trabaja. B. Pues, qu es de la cebada y de la
paja? R. No me deja mi amo ni un bocado. B. And, seor, que estis
muy mal criado, pues vuestra lengua de asno al amo ultraja. R. Asno
se es de la cuna a la mortaja. Querislo ver? Miraldo enamorado. B.
Es necedad amar? R. No es gran prudencia. B. Metafsico estis. R. Es
que no como. B. Quejaos del escudero. R. No es bastante. Cmo me he
de quejar en mi dolencia,
18. si el amo y escudero o mayordomo son tan rocines como
Rocinante? Primera parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha Captulo primero. Que trata de la condicin y ejercicio del
famoso hidalgo don Quijote de la Mancha En un lugar de la Mancha,
de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viva un
hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocn flaco y
galgo corredor. Una olla de algo ms vaca que carnero, salpicn las
ms noches, duelos y quebrantos los sbados, lantejas los viernes,
algn palomino de aadidura los domingos, consuman las tres partes de
su hacienda. El resto della concluan sayo de velarte, calzas de
velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los das
de entresemana se honraba con su vellor de lo ms fino. Tena en su
casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no
llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que as ensillaba
el rocn como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo
con los cincuenta aos; era de complexin recia, seco de carnes,
enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir
que tena el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay
alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque,
por conjeturas verosmiles, se deja entender que se llamaba Quejana.
Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narracin
dl no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este
sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los ms
del ao, se daba a leer libros de caballeras, con tanta aficin y
gusto, que olvid casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun
la administracin de su hacienda. Y lleg a tanto su curiosidad y
desatino en esto, que vendi muchas hanegas de tierra de sembradura
para comprar libros de caballeras en que leer, y as, llev a su casa
todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos le parecan
tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque
la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le
parecan de perlas, y ms cuando llegaba a leer aquellos requiebros y
cartas de desafos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razn
de la sinrazn que a mi razn se hace, de tal manera mi razn
enflaquece, que con razn me quejo de la vuestra fermosura. Y tambin
cuando lea: ...los altos cielos que de vuestra divinidad
divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora
del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas razones
perda el pobre caballero el juicio, y desvelbase por entenderlas y
desentraarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el
mesmo Aristteles, si resucitara para slo ello. No estaba muy bien
con las heridas que don Belians daba y receba, porque se imaginaba
que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejara de
tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y seales.
Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la
promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino
deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como all se
promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si
otros mayores y
19. continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas
veces competencia con el cura de su lugar que era hombre docto,
graduado en Sigenza, sobre cul haba sido mejor caballero: Palmern
de Ingalaterra o Amads de Gaula; mas maese Nicols, barbero del
mesmo pueblo, deca que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que
si alguno se le poda comparar, era don Galaor, hermano de Amads de
Gaula, porque tena muy acomodada condicin para todo; que no era
caballero melindroso, ni tan llorn como su hermano, y que en lo de
la valenta no le iba en zaga. En resolucin, l se enfrasc tanto en
su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro,
y los das de turbio en turbio; y as, del poco dormir y del mucho
leer, se le sec el celebro, de manera que vino a perder el juicio.
Llensele la fantasa de todo aquello que lea en los libros, as de
encantamentos como de pendencias, batallas, desafos, heridas,
requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentsele
de tal modo en la imaginacin que era verdad toda aquella mquina de
aquellas sonadas soadas invenciones que lea, que para l no haba
otra historia ms cierta en el mundo. Deca l que el Cid Ruy Daz haba
sido muy buen caballero, pero que no tena que ver con el Caballero
de la Ardiente Espada, que de slo un revs haba partido por medio
dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del
Carpio, porque en Roncesvalles haba muerto a Roldn el encantado,
valindose de la industria de Hrcules, cuando ahog a Anteo, el hijo
de la Tierra, entre los brazos. Deca mucho bien del gigante
Morgante, porque, con ser de aquella generacin gigantea, que todos
son soberbios y descomedidos, l solo era afable y bien criado.
Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbn, y ms
cuando le vea salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando
en allende rob aquel dolo de Mahoma que era todo de oro, segn dice
su historia. Diera l, por dar una mano de coces al traidor de
Galaln, al ama que tena, y aun a su sobrina de aadidura. En efeto,
rematado ya su juicio, vino a dar en el ms estrao pensamiento que
jams dio loco en el mundo; y fue que le pareci convenible y
necesario, as para el aumento de su honra como para el servicio de
su repblica, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo
con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en
todo aquello que l haba ledo que los caballeros andantes se
ejercitaban, deshaciendo todo gnero de agravio, y ponindose en
ocasiones y peligros donde, acabndolos, cobrase eterno nombre y
fama. Imaginbase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por
lo menos, del imperio de Trapisonda; y as, con estos tan agradables
pensamientos, llevado del estrao gusto que en ellos senta, se dio
priesa a poner en efeto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue
limpiar unas armas que haban sido de sus bisabuelos, que, tomadas
de orn y llenas de moho, luengos siglos haba que estaban puestas y
olvidadas en un rincn. Limpilas y aderezlas lo mejor que pudo, pero
vio que tenan una gran falta, y era que no tenan celada de encaje,
sino morrin simple; mas a esto supli su industria, porque de
cartones hizo un modo de media celada, que, encajada con el morrin,
hacan una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si
era fuerte y poda estar al riesgo
20. de una cuchillada, sac su espada y le dio dos golpes, y con
el primero y en un punto deshizo lo que haba hecho en una semana; y
no dej de parecerle mal la facilidad con que la haba hecho pedazos,
y, por asegurarse deste peligro, la torn a hacer de nuevo,
ponindole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que l
qued satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva
experiencia della, la diput y tuvo por celada finsima de encaje.
Fue luego a ver su rocn, y, aunque tena ms cuartos que un real y ms
tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, le
pareci que ni el Bucfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con l
se igualaban. Cuatro das se le pasaron en imaginar qu nombre le
pondra; porque, segn se deca l a s mesmo, no era razn que caballo
de caballero tan famoso, y tan bueno l por s, estuviese sin nombre
conocido; y ans, procuraba acomodrsele de manera que declarase quin
haba sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era
entonces; pues estaba muy puesto en razn que, mudando su seor
estado, mudase l tambin el nombre, y le cobrase famoso y de
estruendo, como convena a la nueva orden y al nuevo ejercicio que
ya profesaba. Y as, despus de muchos nombres que form, borr y quit,
aadi, deshizo y torn a hacer en su memoria e imaginacin, al fin le
vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y
significativo de lo que haba sido cuando fue rocn, antes de lo que
ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponrsele a s
mismo, y en este pensamiento dur otros ocho das, y al cabo se vino
a llamar don Quijote; de donde como queda dicho tomaron ocasin los
autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se deba de
llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero,
acordndose que el valeroso Amads no slo se haba contentado con
llamarse Amads a secas, sino que aadi el nombre de su reino y
patria, por Hepila famosa, y se llam Amads de Gaula, as quiso, como
buen caballero, aadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don
Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo
su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrin celada, puesto nombre a
su rocn y confirmndose a s mismo, se dio a entender que no le
faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque
el caballero andante sin amores era rbol sin hojas y sin fruto y
cuerpo sin alma. Decase l a s: Si yo, por malos de mis pecados, o
por mi buena suerte, me encuentro por ah con algn gigante, como de
ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de
un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le
venzo y le rindo, no ser bien tener a quien enviarle presentado y
que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce seora, y diga con
voz humilde y rendido: ''Yo, seora, soy el gigante Caraculiambro,
seor de la nsula Malindrania, a quien venci en singular batalla el
jams como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el
cual me mand que me presentase ante vuestra merced, para que la
vuestra grandeza disponga de m a su talante''?
21. Oh, cmo se holg nuestro buen caballero cuando hubo hecho
este discurso, y ms cuando hall a quien dar nombre de su dama! Y
fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo haba una moza
labradora de muy buen parecer, de quien l un tiempo anduvo
enamorado, aunque, segn se entiende, ella jams lo supo, ni le dio
cata dello. Llambase Aldonza Lorenzo, y a sta le pareci ser bien
darle ttulo de seora de sus pensamientos; y, buscndole nombre que
no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de
princesa y gran seora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque
era natural del Toboso; nombre, a su parecer, msico y peregrino y
significativo, como todos los dems que a l y a sus cosas haba
puesto. Captulo II. Que trata de la primera salida que de su tierra
hizo el ingenioso don Quijote Hechas, pues, estas prevenciones, no
quiso aguardar ms tiempo a poner en efeto su pensamiento,
apretndole a ello la falta que l pensaba que haca en el mundo su
tardanza, segn eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que
enderezar, sinrazones que emendar, y abusos que mejorar y deudas
que satisfacer. Y as, sin dar parte a persona alguna de su
intencin, y sin que nadie le viese, una maana, antes del da, que
era uno de los calurosos del mes de julio, se arm de todas sus
armas, subi sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embraz
su adarga, tom su lanza, y, por la puerta falsa de un corral, sali
al campo con grandsimo contento y alborozo de ver con cunta
facilidad haba dado principio a su buen deseo. Mas, apenas se vio
en el campo, cuando le asalt un pensamiento terrible, y tal, que
por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a
la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a ley de
caballera, ni poda ni deba tomar armas con ningn caballero; y,
puesto que lo fuera, haba de llevar armas blancas, como novel
caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la
ganase. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propsito;
mas, pudiendo ms su locura que otra razn alguna, propuso de hacerse
armar caballero del primero que topase, a imitacin de otros muchos
que as lo hicieron, segn l haba ledo en los libros que tal le
tenan. En lo de las armas blancas, pensaba limpiarlas de manera, en
teniendo lugar, que lo fuesen ms que un armio; y con esto se quiet
y prosigui su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo
quera, creyendo que en aquello consista la fuerza de las aventuras.
Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando
consigo mesmo y diciendo: Quin duda sino que en los venideros
tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos
hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a
contar esta mi primera salidad tan de maana, desta manera?: Apenas
haba el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa
tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los
pequeos y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas haban
saludado con dulce y meliflua armona la venida de la rosada aurora,
que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y
balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando
el famoso caballero don Quijote de la
22. Mancha, dejando las ociosas plumas, subi sobre su famoso
caballo Rocinante, y comenz a caminar por el antiguo y conocido
campo de Montiel. Y era la verdad que por l caminaba. Y aadi
diciendo: Dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde saldrn a luz
las famosas hazaas mas, dignas de entallarse en bronces, esculpirse
en mrmoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro. Oh t,
sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser
coronista desta peregrina historia, rugote que no te olvides de mi
buen Rocinante, compaero eterno mo en todos mis caminos y carreras!
Luego volva diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado: Oh
princesa Dulcinea, seora deste cautivo corazn!, mucho agravio me
habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso
afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura.
Plgaos, seora, de membraros deste vuestro sujeto corazn, que tantas
cuitas por vuestro amor padece. Con stos iba ensartando otros
disparates, todos al modo de los que sus libros le haban enseado,
imitando en cuanto poda su lenguaje. Con esto, caminaba tan
despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera
bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera. Casi todo
aquel da camin sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual
se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer
experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que
la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lpice; otros
dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido
averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los Anales
de la Mancha, es que l anduvo todo aquel da, y, al anochecer, su
rocn y l se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a
todas partes por ver si descubrira algn castillo o alguna majada de
pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre
y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que
fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los
alczares de su redencin le encaminaba. Diose priesa a caminar, y
lleg a ella a tiempo que anocheca. Estaban acaso a la puerta dos
mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a
Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a
hacer jornada; y, como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba,
vea o imaginaba le pareca ser hecho y pasar al modo de lo que haba
ledo, luego que vio la venta, se le represent que era un castillo
con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle
su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que
semejantes castillos se pintan. Fuese llegando a la venta, que a l
le pareca castillo, y a poco trecho della detuvo las riendas a
Rocinante, esperando que algn enano se pusiese entre las almenas a
dar seal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo.
Pero, como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por
llegar a la
23. caballeriza, se lleg a la puerta de la venta, y vio a las
dos destradas mozas que all estaban, que a l le parecieron dos
hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta
del castillo se estaban solazando. En esto, sucedi acaso que un
porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de
puercos que, sin perdn, as se llaman toc un cuerno, a cuya seal
ellos se recogen, y al instante se le represent a don Quijote lo
que deseaba, que era que algn enano haca seal de su venida; y as,
con estrao contento, lleg a la venta y a las damas, las cuales,
como vieron venir un hombre de aquella suerte, armado y con lanza y
adarga, llenas de miedo, se iban a entrar en la venta; pero don
Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzndose la visera de
papeln y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil
talante y voz reposada, les dijo: No fuyan las vuestras mercedes ni
teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballera que profeso
non toca ni atae facerle a ninguno, cuanto ms a tan altas doncellas
como vuestras presencias demuestran. Mirbanle las mozas, y andaban
con los ojos buscndole el rostro, que la mala visera le encubra;
mas, como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su
profesin, no pudieron tener la risa, y fue de manera que don
Quijote vino a correrse y a decirles: Bien parece la mesura en las
fermosas, y es mucha sandez adems la risa que de leve causa
procede; pero no vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal
talante; que el mo non es de l que de serviros. El lenguaje, no
entendido de las seoras, y el mal talle de nuestro caballero
acrecentaba en ellas la risa y en l el enojo; y pasara muy adelante
si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy
gordo, era muy pacfico, el cual, viendo aquella figura contrahecha,
armada de armas tan desiguales como eran la brida, lanza, adarga y
coselete, no estuvo en nada en acompaar a las doncellas en las
muestras de su contento. Mas, en efeto, temiendo la mquina de
tantos pertrechos, determin de hablarle comedidamente; y as, le
dijo: Si vuestra merced, seor caballero, busca posada, amn del
lecho (porque en esta venta no hay ninguno), todo lo dems se hallar
en ella en mucha abundancia. Viendo don Quijote la humildad del
alcaide de la fortaleza, que tal le pareci a l el ventero y la
venta, respondi: -Para m, seor castellano, cualquiera cosa basta,
porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear, etc. Pens
el husped que el haberle llamado castellano haba sido por haberle
parecido de los sanos de Castilla, aunque l era andaluz, y de los
de la playa de Sanlcar, no menos ladrn que Caco, ni menos maleante
que estudiantado paje; y as, le respondi:
24. Segn eso, las camas de vuestra merced sern duras peas, y su
dormir, siempre velar; y siendo as, bien se puede apear, con
seguridad de hallar en esta choza ocasin y ocasiones para no dormir
en todo un ao, cuanto ms en una noche. Y, diciendo esto, fue a
tener el estribo a don Quijote, el cual se ape con mucha dificultad
y trabajo, como aquel que en todo aquel da no se haba desayunado.
Dijo luego al husped que le tuviese mucho cuidado de su caballo,
porque era la mejor pieza que coma pan en el mundo. Mirle el
ventero, y no le pareci tan bueno como don Quijote deca, ni aun la
mitad; y, acomodndole en la caballeriza, volvi a ver lo que su
husped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se
haban reconciliado con l; las cuales, aunque le haban quitado el
peto y el espaldar, jams supieron ni pudieron desencajarle la gola,
ni quitalle la contrahecha celada, que traa atada con unas cintas
verdes, y era menester cortarlas, por no poderse quitar los udos;
mas l no lo quiso consentir en ninguna manera, y as, se qued toda
aquella noche con la celada puesta, que era la ms graciosa y estraa
figura que se pudiera pensar; y, al desarmarle, como l se imaginaba
que aquellas tradas y llevadas que le desarmaban eran algunas
principales seoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho
donaire: -Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como
fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban dl;
princesas, del su rocino, o Rocinante, que ste es el nombre, seoras
mas, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mo; que, puesto
que no quisiera descubrirme fasta que las fazaas fechas en vuestro
servicio y pro me descubrieran, la fuerza de acomodar al propsito
presente este romance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepis mi
nombre antes de toda sazn; pero, tiempo vendr en que las vuestras
seoras me manden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el
deseo que tengo de serviros. Las mozas, que no estaban hechas a or
semejantes retricas, no respondan palabra; slo le preguntaron si
quera comer alguna cosa. Cualquiera yantara yo respondi don
Quijote, porque, a lo que entiendo, me hara mucho al caso. A dicha,
acert a ser viernes aquel da, y no haba en toda la venta sino unas
raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en
Andaluca bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras
truchuela. Preguntronle si por ventura comera su merced truchuela,
que no haba otro pescado que dalle a comer.
25. Como haya muchas truchuelas respondi don Quijote, podrn
servir de una trucha, porque eso se me da que me den ocho reales en
sencillos que en una pieza de a ocho. Cuanto ms, que podra ser que
fuesen estas truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca,
y el cabrito que el cabrn. Pero, sea lo que fuere, venga luego, que
el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno
de las tripas. Pusironle la mesa a la puerta de la venta, por el
fresco, y trjole el husped una porcin del mal remojado y peor
cocido bacallao, y un pan tan negro y mugriento como sus armas;
pero era materia de grande risa verle comer, porque, como tena
puesta la celada y alzada la visera, no poda poner nada en la boca
con sus manos si otro no se lo daba y pona; y ans, una de aquellas
seoras serva deste menester. Mas, al darle de beber, no fue
posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caa, y puesto el
un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto
lo receba en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la
celada. Estando en esto, lleg acaso a la venta un castrador de
puercos; y, as como lleg, son su silbato de caas cuatro o cinco
veces, con lo cual acab de confirmar don Quijote que estaba en algn
famoso castillo, y que le servan con msica, y que el abadejo eran
truchas; el pan, candeal; y las rameras, damas; y el ventero,
castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su
determinacin y salida. Mas lo que ms le fatigaba era el no verse
armado caballero, por parecerle que no se podra poner legtimamente
en aventura alguna sin recebir la orden de caballera. Captulo III.
Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse
caballero Y as, fatigado deste pensamiento, abrevi su venteril y
limitada cena; la cual acabada, llam al ventero, y, encerrndose con
l en la caballeriza, se hinc de rodillas ante l, dicindole: No me
levantar jams de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la
vuestra cortesa me otorgue un don que pedirle quiero, el cual
redundar en alabanza vuestra y en pro del gnero humano. El ventero,
que vio a su husped a sus pies y oy semejantes razones, estaba
confuso mirndole, sin saber qu hacerse ni decirle, y porfiaba con l
que se levantase, y jams quiso, hasta que le hubo de decir que l le
otorgaba el don que le peda. No esperaba yo menos de la gran
magnificencia vuestra, seor mo respondi don Quijote; y as, os digo
que el don que os he pedido, y de vuestra liberalidad me ha sido
otorgado, es que maana en aquel da me habis de armar caballero, y
esta noche en la capilla deste vuestro castillo velar las armas; y
maana, como tengo dicho, se cumplir lo que tanto deseo, para poder,
como se debe, ir por todas las cuatro partes del mundo buscando las
aventuras, en pro de los menesterosos, como est a cargo de la
caballera
26. y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a
semejantes fazaas es inclinado. El ventero, que, como est dicho,
era un poco socarrn y ya tena algunos barruntos de la falta de
juicio de su husped, acab de creerlo cuando acab de orle semejantes
razones, y, por tener qu rer aquella noche, determin de seguirle el
humor; y as, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y
peda, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros
tan principales como l pareca y como su gallarda presencia
mostraba; y que l, ansimesmo, en los aos de su mocedad, se haba
dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del
mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles
de Mlaga, Islas de Riarn, Comps de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la
Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlcar, Potro
de Crdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde
haba ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos,
haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo
algunas doncellas y engaando a algunos pupilos, y, finalmente,
dndose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en
toda Espaa; y que, a lo ltimo, se haba venido a recoger a aquel su
castillo, donde viva con su hacienda y con las ajenas, recogiendo
en l a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y
condicin que fuesen, slo por la mucha aficin que les tena y porque
partiesen con l de sus haberes, en pago de su buen deseo. Djole
tambin que en aquel su castillo no haba capilla alguna donde poder
velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo;
pero que, en caso de necesidad, l saba que se podan velar
dondequiera, y que aquella noche las podra velar en un patio del
castillo; que a la maana, siendo Dios servido, se haran las debidas
ceremonias, de manera que l quedase armado caballero, y tan
caballero que no pudiese ser ms en el mundo. Preguntle si traa
dineros; respondi don Quijote que no traa blanca, porque l nunca
haba ledo en las historias de los caballeros andantes que ninguno
los hubiese trado. A esto dijo el ventero que se engaaba; que,
puesto caso que en las historias no se escriba, por haberles
parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa
tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas
limpias, no por eso se haba de creer que no los trujeron; y as,
tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes,
de que tantos libros estn llenos y atestados, llevaban bien
herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo
llevaban camisas y una arqueta pequea llena de ungentos para curar
las heridas que receban, porque no todas veces en los campos y
desiertos donde se combatan y salan heridos haba quien los curase,
si ya no era que tenan algn sabio encantador por amigo, que luego
los socorra, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella
o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando
alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y
heridas, como si mal alguno hubiesen tenido. Mas que, en tanto que
esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada
que sus escuderos fuesen provedos de dineros y de otras cosas
necesarias, como eran hilas y ungentos para curarse; y, cuando
suceda que los tales caballeros no tenan escuderos, que eran pocas
y raras veces, ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas
27. muy sutiles, que casi no se parecan, a las ancas del
caballo, como que era otra cosa de ms importancia; porque, no
siendo por ocasin semejante, esto de llevar alforjas no fue muy
admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por
consejo, pues an se lo poda mandar como a su ahijado, que tan
presto lo haba de ser, que no caminase de all adelante sin dineros
y sin las prevenciones referidas, y que vera cun bien se hallaba
con ellas cuando menos se pensase. Prometile don Quijote de hacer
lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y as, se dio luego
orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la
venta estaba; y, recogindolas don Quijote todas, las puso sobre una
pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asi de su
lanza y con gentil continente se comenz a pasear delante de la
pila; y cuando comenz el paseo comenzaba a cerrar la noche. Cont el
ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su husped,
la vela de las armas y la armazn de caballera que esperaba.
Admirronse de tan estrao gnero de locura y furonselo a mirar desde
lejos, y vieron que, con sosegado ademn, unas veces se paseaba;
otras, arrimado a su lanza, pona los ojos en las armas, sin
quitarlos por un buen espacio dellas. Acab de cerrar la noche, pero
con tanta claridad de la luna, que poda competir con el que se la
prestaba, de manera que cuanto el novel caballero haca era bien
visto de todos. Antojsele en esto a uno de los arrieros que estaban
en la venta ir a dar agua a su recua, y fue menester quitar las
armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, vindole
llegar, en voz alta le dijo: Oh t, quienquiera que seas, atrevido
caballero, que llegas a tocar las armas del ms valeroso andante que
jams se ci espada!, mira lo que haces y no las toques, si no
quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento. No se cur el
arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera
curarse en salud); antes, trabando de las correas, las arroj gran
trecho de s. Lo cual visto por don Quijote, alz los ojos al cielo,
y, puesto el pensamiento a lo que pareci en su seora Dulcinea,
dijo: Acorredme, seora ma, en esta primera afrenta que a este
vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este
primero trance vuestro favor y amparo. Y, diciendo estas y otras
semejantes razones, soltando la adarga, alz la lanza a dos manos y
dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derrib
en el suelo, tan maltrecho que, si segundara con otro, no tuviera
necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogi sus armas y
torn a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde all a poco,
sin saberse lo que haba pasado (porque an estaba aturdido el
arriero), lleg otro con la mesma intencin de dar agua a sus mulos;
y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin
hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie, solt otra vez
la adarga y alz otra vez la lanza, y, sin hacerla pedazos, hizo ms
de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abri por
cuatro. Al
28. ruido acudi toda la gente de la venta, y entre ellos el
ventero. Viendo esto don Quijote, embraz su adarga, y, puesta mano
a su espada, dijo: Oh seora de la fermosura, esfuerzo y vigor del
debilitado corazn mo! Ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu
grandeza a este tu cautivo caballero, que tamaa aventura est
atendiendo. Con esto cobr, a su parecer, tanto nimo, que si le
acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrs.
Los compaeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron
desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor
que poda, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la
pila por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le
dejasen, porque ya les haba dicho como era loco, y que por loco se
librara, aunque los matase a todos. Tambin don Quijote las daba,
mayores, llamndolos de alevosos y traidores, y que el seor del
castillo era un folln y mal nacido caballero, pues de tal manera
consenta que se tratasen los andantes caballeros; y que si l
hubiera recebido la orden de caballera, que l le diera a entender
su alevosa: Pero de vosotros, soez y baja canalla, no hago caso
alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiredes, que
vosotros veris el pago que llevis de vuestra sandez y demasa. Deca
esto con tanto bro y denuedo, que infundi un terrible temor en los
que le acometan; y, as por esto como por las persuasiones del
ventero, le dejaron de tirar, y l dej retirar a los heridos y torn
a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.
No le parecieron bien al ventero las burlas de su husped, y
determin abreviar y darle la negra orden de caballera luego, antes
que otra desgracia sucediese. Y as, llegndose a l, se desculp de la
insolencia que aquella gente baja con l haba usado, sin que l
supiese cosa alguna; pero que bien castigados quedaban de su
atrevimiento. Djole como ya le haba dicho que en aquel castillo no
haba capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria;
que todo el toque de quedar armado caballero consista en la
pescozada y en el espaldarazo, segn l tena noticia del ceremonial
de la orden, y que aquello en mitad de un campo se poda hacer, y
que ya haba cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que
con solas dos horas de vela se cumpla, cuanto ms, que l haba estado
ms de cuatro. Todo se lo crey don Quijote, y dijo que l estaba all
pronto para obedecerle, y que concluyese con la mayor brevedad que
pudiese; porque si fuese otra vez acometido y se viese armado
caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, eceto
aquellas que l le mandase, a quien por su respeto dejara. Advertido
y medroso desto el castellano, trujo luego un libro donde asentaba
la paja y cebada que daba a los arrieros, y con un cabo de vela que
le traa un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino
adonde don Quijote estaba, al cual mand hincar de rodillas; y,
leyendo en su manual, como que deca alguna devota oracin, en mitad
de la leyenda alz la mano y diole sobre el cuello un buen golpe, y
tras l, con su mesma espada, un gentil espaldazaro,
29. siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho
esto, mand a una de aquellas damas que le ciese la espada, la cual
lo hizo con mucha desenvoltura y discrecin, porque no fue menester
poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero
las proezas que ya haban visto del novel caballero les tena la risa
a raya. Al ceirle la espada, dijo la buena seora: Dios haga a
vuestra merced muy venturoso caballero y le d ventura en lides. Don
Quijote le pregunt cmo se llamaba, porque l supiese de all adelante
a quin quedaba obligado por la merced recebida; porque pensaba
darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su
brazo. Ella respondi con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y
que era hija de un remendn natural de Toledo que viva a las
tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese
le servira y le tendra por seor. Don Quijote le replic que, por su
amor, le hiciese merced que de all adelante se pusiese don y se
llamase doa Tolosa. Ella se lo prometi, y la otra le calz la
espuela, con la cual le pas casi el mismo coloquio que con la de la
espada: preguntle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera, y
que era hija de un honrado molinero de Antequera; a la cual tambin
rog don Quijote que se pusiese don y se llamase doa Molinera,
ofrecindole nuevos servicios y mercedes. Hechas, pues, de galope y
aprisa las hasta all nunca vistas ceremonias, no vio la hora don
Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y,
ensillando luego a Rocinante, subi en l, y, abrazando a su husped,
le dijo cosas tan estraas, agradecindole la merced de haberle
armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El
ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retricas,
aunque con ms breves palabras, respondi a las suyas, y, sin pedirle
la costa de la posada, le dej ir a la buen hora. Captulo IV. De lo
que le sucedi a nuestro caballero cuando sali de la venta La del
alba sera cuando don Quijote sali de la venta, tan contento, tan
gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo
le reventaba por las cinchas del caballo. Mas, vinindole a la
memoria los consejos de su husped cerca de las prevenciones tan
necesarias que haba de llevar consigo, especial la de los dineros y
camisas, determin volver a su casa y acomodarse de todo, y de un
escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que
era pobre y con hijos, pero muy a propsito para el oficio escuderil
de la caballera. Con este pensamiento gui a Rocinante hacia su
aldea, el cual, casi conociendo la querencia, con tanta gana comenz
a caminar, que pareca que no pona los pies en el suelo. No haba
andado mucho, cuando le pareci que a su diestra mano, de la
espesura de un bosque que all estaba, salan unas voces delicadas,
como de persona que se quejaba; y apenas las hubo odo, cuando
dijo:
30. Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan
presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que
debo a mi profesin, y donde pueda coger el fruto de mis buenos
deseos. Estas voces, sin duda, son de algn menesteroso o
menesterosa, que ha menester mi favor y ayuda. Y, volviendo las
riendas, encamin a Rocinante hacia donde le pareci que las voces
salan. Y, a pocos pasos que entr por el bosque, vio atada una yegua
a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio
cuerpo arriba, hasta de edad de quince aos, que era el que las
voces daba; y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina
muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompaaba
con una reprehensin y consejo. Porque deca: La lengua queda y los
ojos listos. Y el muchacho responda: No lo har otra vez, seor mo;
por la pasin de Dios, que no lo har otra vez; y yo prometo de tener
de aqu adelante ms cuidado con el hato. Y, viendo don Quijote lo
que pasaba, con voz airada dijo: Descorts caballero, mal parece
tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo
y tomad vuestra lanza que tambin tena una lanza arrimada a la
encima adonde estaba arrendada la yegua, que yo os har conocer ser
de cobardes lo que estis haciendo. El labrador, que vio sobre s
aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro,
tvose por muerto, y con buenas palabras respondi: Seor caballero,
este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de
guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual
es tan descuidado, que cada da me falta una; y, porque castigo su
descuido, o bellaquera, dice que lo hago de miserable, por no
pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi nima que miente.
"Miente", delante de m, ruin villano? dijo don Quijote. Por el sol
que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta
lanza. Pagadle luego sin ms rplica; si no, por el Dios que nos
rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego. El
labrador baj la cabeza y, sin responder palabra, desat a su criado,
al cual pregunt don Quijote que cunto le deba su amo. l dijo que
nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y
hall que montaban setenta y tres reales, y djole al labrador que al
momento los desembolsase, si no quera morir por ello. Respondi el
medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que haba
hecho y an no haba jurado nada, que no eran tantos, porque se le
haban de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le
haba dado y un real de dos sangras que le haban hecho estando
enfermo.
31. Bien est todo eso replic don Quijote, pero qudense los
zapatos y las sangras por los azotes que sin culpa le habis dado;
que si l rompi el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le
habis rompido el de su cuerpo; y si le sac el barbero sangre
estando enfermo, vos en sanidad se la habis sacado; ans que, por
esta parte, no os debe nada. El dao est, seor caballero, en que no
tengo aqu dineros: vngase Andrs conmigo a mi casa, que yo se los
pagar un real sobre otro. Irme yo con l? dijo el muchacho. Mas, mal
ao! No, seor, ni por pienso; porque, en vindose solo, me desuelle
como a un San Bartolom. No har tal replic don Quijote: basta que yo
se lo mande para que me tenga respeto; y con que l me lo jure por
la ley de caballera que ha recebido, le dejar ir libre y asegurar
la paga. Mire vuestra merced, seor, lo que dice dijo el muchacho,
que este mi amo no es caballero ni ha recebido orden de caballera
alguna; que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.
Importa eso poco respondi don Quijote, que Haldudos puede haber
caballeros; cuanto ms, que cada uno es hijo de sus obras. As es
verdad dijo Andrs; pero este mi amo, de qu obras es hijo, pues me
niega mi soldada y mi sudor y trabajo? No niego, hermano Andrs
respondi el labrador; y hacedme placer de veniros conmigo, que yo
juro por todas las rdenes que de caballeras hay en el mundo de
pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados. Del
sahumerio os hago gracia dijo don Quijote; ddselos en reales, que
con eso me contento; y mirad que lo cumplis como lo habis jurado;
si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a
castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondis ms que una
lagartija. Y si queris saber quin os manda esto, para quedar con ms
veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don
Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a
Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado,
so pena de la pena pronunciada. Y, en diciendo esto, pic a su
Rocinante, y en breve espacio se apart dellos. Siguile el labrador
con los ojos, y, cuando vio que haba traspuesto del bosque y que ya
no pareca, volvise a su criado Andrs y djole: Venid ac, hijo mo,
que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de
agravios me dej mandado. Eso juro yo dijo Andrs; y cmo que andar
vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen
caballero, que mil aos viva; que, segn es de valeroso y de buen
juez, vive Roque, que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que
dijo!
32. Tambin lo juro yo dijo el labrador; pero, por lo mucho que
os quiero, quiero acrecentar la deuda por acrecentar la paga. Y,
asindole del brazo, le torn a atar a la encina, donde le dio tantos
azotes, que le dej por muerto. Llamad, seor Andrs, ahora deca el
labrador al desfacedor de agravios, veris cmo no desface aquste;
aunque creo que no est acabado de hacer, porque me viene gana de
desollaros vivo, como vos temades. Pero, al fin, le desat y le dio
licencia que fuese a buscar su juez, para que ejecutase la
pronunciada sentencia. Andrs se parti algo mohno, jurando de ir a
buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por
punto lo que haba pasado, y que se lo haba de pagar con las
setenas. Pero, con todo esto, l se parti llorando y su amo se qued
riendo. Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote;
el cual, contentsimo de lo sucedido, parecindole que haba dado
felicsimo y alto principio a sus caballeras, con gran satisfacin de
s mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz: Bien te
puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, oh
sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte
tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan
valiente y tan nombrado caballero como lo es y ser don Quijote de
la Mancha, el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibi la orden
de caballera, y hoy ha desfecho el mayor tuerto y agravio que form
la sinrazn y cometi la crueldad: hoy quit el ltigo de la mano a
aquel despiadado enemigo que tan sin ocasin vapulaba a aquel
delicado infante. En esto, lleg a un camino que en cuatro se
divida, y luego se le vino a la imaginacin las encrucejadas donde
los caballeros andantes se ponan a pensar cul camino de aqullos
tomaran, y, por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de
haberlo muy bien pensado, solt la rienda a Rocinante, dejando a la
voluntad del rocn la suya, el cual sigui su primer intento, que fue
el irse camino de su caballeriza. Y, habiendo andado como dos
millas, descubri don Quijote un grande tropel de gente, que, como
despus se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar
seda a Murcia. Eran seis, y venan con sus quitasoles, con otros
cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los
divis don Quijote, cuando se imagin ser cosa de nueva aventura; y,
por imitar en todo cuanto a l le pareca posible los pasos que haba
ledo en sus libros, le pareci venir all de molde uno que pensaba
hacer. Y as, con gentil continente y denuedo, se afirm bien en los
estribos, apret la lanza, lleg la adarga al pecho, y, puesto en la
mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes
llegasen, que ya l por tales los tena y juzgaba; y, cuando llegaron
a trecho que se pudieron ver y or, levant don Quijote la voz, y con
ademn arrogante dijo:
33. Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no
hay en el mundo todo doncella ms hermosa que la emperatriz de la
Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso. Parronse los mercaderes al
son destas razones, y a ver la estraa figura del que las deca; y,
por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de
su dueo; mas quisieron ver despacio en qu paraba aquella confesin
que se les peda, y uno dellos, que era un poco burln y muy mucho
discreto, le dijo: Seor caballero, nosotros no conocemos quin sea
esa buena seora que decs; mostrdnosla: que si ella fuere de tanta
hermosura como significis, de buena gana y sin apremio alguno
confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. Si os
la mostrara replic don Quijote, qu hicirades vosotros en confesar
una verdad tan notoria? La importancia est en que sin verla lo
habis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no,
conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. Que, ahora
vengis uno a uno, como pide la orden de caballera, ora todos
juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea,
aqu os aguardo y espero, confiado en la razn que de mi parte tengo.
Seor caballero replic el mercader, suplico a vuestra merced, en
nombre de todos estos prncipes que aqu estamos, que, porque no
encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros
jams vista ni oda, y ms siendo tan en perjuicio de las emperatrices
y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido
de mostrarnos algn retrato de esa seora, aunque sea tamao como un
grano de trigo; que por el hilo se sacar el ovillo, y quedaremos
con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedar contento y
pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte que, aunque su
retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana
bermelln y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra
merced, diremos en su favor todo lo que quisiere. No le mana,
canalla infame respondi don Quijote, encendido en clera; no le
mana, digo, eso que decs, sino mbar y algalia entre algodones; y no
es tuerta ni corcovada, sino ms derecha que un huso de Guadarrama.
Pero vosotros pagaris la grande blasfemia que habis dicho contra
tamaa beldad como es la de mi seora. Y, en diciendo esto, arremeti
con la lanza baja contra el que lo haba dicho, con tanta furia y
enojo que, si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino
tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader.
Cay Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo;
y, querindose levantar, jams pudo: tal embarazo le causaban la
lanza, adarga, espuelas y celada, con el peso de las antiguas
armas. Y, entretanto que pugnaba por levantarse y no poda, estaba
diciendo:
34. Non fuyis, gente cobarde; gente cautiva, atended!; que no
por culpa ma, sino de mi caballo, estoy aqu tendido. Un mozo de
mulas de los que all venan, que no deba de ser muy bien
intencionado, oyendo decir al pobre cado tantas arrogancias, no lo
pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y, llegndose a
l, tom la lanza, y, despus de haberla hecho pedazos, con uno dellos
comenz a dar a nuestro don Quijote tantos palos que, a despecho y
pesar de sus armas, le moli como cibera. Dbanle voces sus amos que
no le diese tanto y que le dejase, pero estaba ya el mozo picado y
no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su clera; y,
acudiendo por los dems trozos de la lanza, los acab de deshacer
sobre el miserable cado, que, con toda aquella tempestad de palos
que sobre l va, no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la
tierra, y a los malandrines, que tal le parecan. Cansse el mozo, y
los mercaderes siguieron su camino, llevando qu contar en todo l
del pobre apaleado. El cual, despus que se vio solo, torn a probar
si poda levantarse; pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno,
cmo lo hara molido y casi deshecho? Y an se tena por dichoso,
parecindole que aqulla era propia desgracia de caballeros andantes,
y toda la atribua a la falta de su caballo, y no era posible
levantarse, segn tena brumado todo el cuerpo. Captulo V. Donde se
prosigue la narracin de la desgracia de nuestro caballero Viendo,
pues, que, en efeto, no poda menearse, acord de acogerse a su
ordinario remedio, que era pensar en algn paso de sus libros; y
trjole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqus de
Mantua, cuando Carloto le dej herido en la montia, historia sabida
de los nios, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creda de los
viejos; y, con todo esto, no ms verdadera que los milagros de
Mahoma. sta, pues, le pareci a l que le vena de molde para el paso
en que se hallaba; y as, con muestras de grande sentimiento, se
comenz a volcar por la tierra y a decir con debilitado aliento lo
mesmo que dicen deca el herido caballero del bosque: -Donde ests,
seora ma, que no te duele mi mal? O no lo sabes, seora, o eres
falsa y desleal. Y, desta manera, fue prosiguiendo el romance hasta
aquellos versos que dicen: -Oh noble marqus de Mantua, mi to y seor
carnal! Y quiso la suerte que, cuando lleg a este verso, acert a
pasar por all un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que vena
de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel
hombre all tendido, se lleg a l y le pregunt que quin era y qu mal
senta que tan tristemente se quejaba. Don Quijote crey, sin duda,
que aqul era el marqus de Mantua, su to; y as, no
35. le respondi otra cosa si no fue proseguir en su romance,
donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del
Emperante con su esposa, todo de la mesma manera que el romance lo
canta. El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y,
quitndole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le
limpi el rostro, que le tena cubierto de polvo; y apenas le hubo
limpiado, cuando le conoci y le dijo: Seor Quijana que as se deba
de llamar cuando l tena juicio y no haba pasado de hidalgo sosegado
a caballero andante, quin ha puesto a vuestra merced desta suerte?
Pero l segua con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el
buen hombre, lo mejor que pudo le quit el peto y espaldar, para
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