Universidad de La Salle Universidad de La Salle
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Filosofía y Letras Facultad de Filosofía y Humanidades
2019
Reflexión de la pobreza absoluta desde el utilitarismo de John Reflexión de la pobreza absoluta desde el utilitarismo de John
Stuart Mill Stuart Mill
Joan Sebastián Cristancho Calderón Universidad de La Salle, Bogotá
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Reflexión de la pobreza absoluta desde el utilitarismo de John Stuart Mill
Joan Sebastián Cristancho Calderón
Trabajo de grado para optar al título de profesional en Filosofía y Letras
Tutor
Dr. Iván Ramon Rodríguez Benavides
UNIVERSIDAD DE LA SALLE
FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES
BOGOTA D.C
1
Índice Introducción-----------------------------
---------------------------------------------------------- 3 Capítulo uno: Placer en el
hedonismo y placer en el utilitarismo de Mill------------ 5
Del placer en el Hedonismo -------------------- -------------------------------------- 5
El placer no es una condición solo individual ------------------------------------- 7
Virtud como educación ---------------------------------------------------------------- 9
Capítulo dos: Limites morales y justicia del utilitarismo ------------------------------- 12
Individuo moral de Mill --------------------------------------------------------------- 12
Maximización de la felicidad y lo justo --------------------------------------------- 14
Bien común y justicia general -------------------------------------------------------- 19
Capitulo tres: Relación de la individualidad y la pobreza en John Stuart Mill ------- 23
La individualidad como parte de la maximización del bienestar -------------- 25
Pluralidad y bienestar ------------------------------------------------------------------ 28
Individualidad, pluralidad y pobreza absoluta ----------------------------- 32
Conclusiones-------------------------------------------------------------------------------------- 3 4
Bibliografía---------------------------------------------------------------------------------------- 35
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Introducción
La ética utilitarista es definida por John Stuart Mill como aquella en la que sus “normas
morales todas, de acuerdo con el principio de la utilidad, derivan su áurea de santidad y
respetabilidad de la suma de beneficios que de su cumplimiento se siguen para el bienestar
general” (Mill, 1984, p. 34). En este sentido el utilitarismo obtiene su valor moral del
aumento general del bienestar social. A partir de esta definición el utilitarismo ha recibido
algunas críticas porque su postura ética puede interpretarse como un aumento de dicho
principio de utilidad asociado al placer y a la disminución del dolor. Respecto a este aumento
de placer se encuentra una de sus principales debilidades ya que se le acostumbra a tildar
como una ética puramente hedonista. Para uno de los fines de esta investigación se
esclarecerá cuál es el lugar que le da Mill a los placeres y la manera como éstos tienen una
redimensión para él que evita reducción hedonista en su apuesta filosófica.
Otra de las críticas importantes que se le hace al proyecto utilitarista viene de la voz de
John Rawls, quien evita las típicas ambigüedades con que se suele criticar al utilitarismo
(Hedonismo) y centra su crítica en el problema de identidad que afronta el sujeto
comprendido como espectador imparcial. Así afirma Rawls: “Este espectador es concebido
llevando a cabo la requerida organización de los deseos de todas las personas en un sistema
coherente de deseos; y por medio de esta construcción muchas personas son fundidas en una
sola” (Rawls, 2006, p. 31) es decir, el individuo, que ya no es tan individuo, es determinado
a partir del deseo que se genera de un colectivo, su deseo no devendrá de su propia decisión,
sino de una decisión externa a el que dictamine cual es el deseo más eficiente para la mayor
proporción de placer en el mayor número de personas. Estas críticas se responderán desde la
perspectiva del utilitarismo de Mill.
Posteriormente se analizará dicho proyecto a la luz de un ámbito ético y político, esto para
pensar ¿Cómo esta comprensión ética y política del utilitarismo se constituye en una
problemática como la pobreza? y si ¿es posible concebir la pobreza como un fenómeno social
indiscutible en la actualidad? La pobreza en un país no solo como Colombia, sino también
en el resto del mundo se define como carencia de derechos básicos. Para intentar salir de
relativismo sobre la pobreza se utiliza el concepto pobreza absoluta para aplicar estándares
universales a lugares y momentos diferentes y facilitar comparaciones. Estos estándares de
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vida se caracterizan por desnutrición, falta de educación, insalubridad, altas propensiones a
enfermedades, mortalidad infantil alta y en general todo entorno que proporcione baja
esperanzas de vida (Singer, 1995, p. 272). Teniendo en cuenta lo anterior, el propósito de
este trabajo de investigación consiste en dar cuenta del sistema utilitarista de Stuart Mill
como proyecto ético a partir de categorías como justicia, individualidad, pluralismo y
responsabilidad moral. A la vista de este proyecto nos preguntaremos como se entiende la
pobreza desde el sistema ético y moral de Jhon Stuart Mill y cómo la pobreza impide la
individualidad, ya que para que esta se pueda desarrollar necesita de una serie de elementos
que están ausentes en el escenario de la pobreza absoluta
El orden que seguiremos es el siguiente: En el primer capítulo se expondrá el utilitarismo
formal propuesto por Mill y a partir de este se intentará mostrar que la búsqueda del bienestar
colectivo se da desde lo útil que rechaza postulados sin virtud. Además, se presentara la
manera en que se configura el placer en el sistema de Mill, como hace parte de la felicidad y
se separa significativamente de las antiguas escuelas hedonistas. De la misma manera
veremos el papel que juega la virtud en este sistema y la paradójica pero fundamental relación
que tiene con la felicidad.
En el segundo capítulo se discutirá el carácter de justicia que posee la propuesta de Mill,
y como esta hace parte de la maximización del bienestar general. Para ello se analizara los
limites morales de dicha propuesta ¿Cómo se concibe el sujeto moral de Mill? asimismo
¿Cómo dicho sujeto concibe la justicia? Nos serviremos del análisis de la injusticia que
realiza Reyes Mate en su libro Tratado de la injusticia. Se le prestara principal atención al
segundo y tercer capítulo donde enfrenta a la justicia de los antiguos y la justicia de los
modernos. Allí se puede percibir una denuncia a la justicia moderna y su pretensión de darle
una mayor relevancia a la distribución de beneficios sociales, que a la búsqueda del bien
común en su amplitud, como lo era en las teorías de la justicas de los pensadores antiguos
(Aristóteles y Santo Tomas). Aunque la perspectiva de justicia de Mill sea moderna, se
mantiene dentro del marco de justica de los antiguos, de su búsqueda del bien común y como
esta deviene en justicia general.
En el tercer capítulo se discutirá la importancia de la individualidad en el sistema ético y
moral que propone Mill en su libro sobre la libertad. La individualidad aquí se concibe como
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una parte del bienestar tanto propio como general que necesita de una serie de condiciones
para su desarrollo y libertad de expresión. Como dichas individualidades producen un
pluralismo y por lo tanto diferentes modos de vida que han de ser respetados y tolerados por
el mismo bienestar que producen o pueden producir. No obstante, si las anteriores
características son elementos del bienestar que se representa como una parte de la felicidad,
de la búsqueda del bien general, si no logran consolidarse y expresarse óptimamente pueden
representar un tipo de injusticia (como se tratara en el segundo capítulo) ¿Pero que puede ser
aquello que se atraviese en dichas características? Ahí es donde entra a jugar la pobreza. Está
en un punto crítico, en un nivel donde las personas están sumidas en la mayor precariedad se
le distingue como pobreza absoluta, una condición donde las personas se les son negados
unos derechos fundamentales que garantizan escenarios de acción. En este apartado se
discutirá aquella relación: individualidad, pluralidad y pobreza, y si ¿es la pobreza una forma
de negación a la individualidad?
Primer capitulo
Placer en el hedonismo y placer en el utilitarismo de Mill
Este capítulo tendrá como propósito aclarar el concepto de placer que resulta problemático
en la propuesta utilitarista de Mill, y la manera cómo es entendida tanto en el utilitarismo
como en el hedonismo. Ya que en El utilitarismo Mill afirma que todo lo que desea y por lo
que se mueve el hombre es la felicidad (Mill, 1984 p.120). Es necesario ver como dicho
concepto (placer) se relaciona con la felicidad y como la felicidad se relaciona con la virtud
en la propuesta de Mill. Es preciso hacer este aclaramiento ya que si dicho placer está ligado
a la felicidad, se tiene que entender en toda la amplitud el modo en el que se presentan en
dicha propuesta. Igualmente dará luz a uno de los objetivos de este proyecto, y es responder
a la pregunta ¿Cómo se constituye el sujeto moral desde esta óptica? y ¿De qué manera
percibe la justicia?
Del placer en el Hedonismo
Aunque dar una acepción correcta sobre esta corriente es algo difícil ya que a su definición
se le ha dado diferentes significados, específicamente a que se debe entender como placer y
que no. El concepto de placer ha sido definido y trabajado desde la antigüedad, por esto se
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tomará dos escuelas que son relevantes respecto a este tema: el epicureísmo y los cirenaicos.
De esta última solo se resaltara la noción de placer de Aristipo, ya que si bien fue el fundador
de la escuela cirenaica, de esta se desprende otras escuelas y pensamientos que se alejan un
poco de él.
Respecto a los hedonistas se ha de mantener que la finalidad superior de la vida es
principalmente el placer, este es el fin último y más excelso. Como creía Epicuro, el placer
era una cuestión más de ausencia de dolor que de aumento de este, además de alcanzar la
armonía del alma (Oyarzun, 1999, p. 415) es decir, la estima que se tiene a los placeres físicos
que son proporcionados por bienes materiales no es muy alta. Su interés más bien está
enfocado en cómo evitar el dolor y la perturbación del alma. Pero Epicuro no rechaza en su
totalidad ni el padecer dolor; ya que este puede perseguir un placer mucho mayor al dolor
sufrido, ni el acceso a placeres físicos; ya que estos son naturales a nosotros y son necesario
para nuestra sobrevivencia. Sin embargo, evitar el dolor es uno de los placeres con mayor
importancia. “Entonces, cuando decimos que el placer es el fin, no hablamos de los placeres
de los disolutos ni a los que residen en el goce regalado, como creen algunos que ignoran o
no están de acuerdo o que interpretan mal la doctrina, sino de no padecer dolor en el cuerpo
ni turbación en el alma” (p. 419). El placer no sería una cuestión meramente carnal o banal,
por el contrario, se acerca un poco más a un estado de estoicismo “Los alimentos simples
conllevan un placer igual al de un régimen lujoso, una vez que se ha suprimido el dolor [que
provoca] la carencia; y el pan y el agua proporcionan un placer supremo cuando se los ingiere
necesitándolos” (p. 419). Así que para Epicuro era más adecuado un hábito de regímenes
sencillos, ello provocaba un placer igual que los que proporciona un régimen lujoso que
quizás no estaba medido ni por el autocontrol ni la prudencia y provocaban el riesgo de
producir dolor o perturbación en el alma.
Ahora, en lo que corresponde a la noción de placer de Aristipo, quien creía que el máximo
bien era el aumento de este, pero a diferencia de Epicuro, los placeres del cuerpo tenían una
estima más alta (Florencia, 2013 p. 127). Mantiene casi el mismo orden de ideas de Epicuro,
que el placer es el máximo bien, pero a diferencia de este, pone el aspecto sensitivo, los
placeres que son producidos mediante los estímulos físicos, en una importancia igual que la
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intelectual. Aristipo también hace la distinción entre placeres intelectuales y carnales, pero
el abuso constante de estas podría generar un agotamiento del placer.
El placer no es una condición solo individual
Si bien el placer en el utilitarismo también juega un importante papel como en la ética
hedonista, estas dos difieren en varios puntos importantes. Primero, El aumento de placer o
el evitar el dolor en las dos concepciones ya mencionadas tienen un carácter meramente
individual, esta preocupación solo debe estar dirigida hacia mí. Cosa contraria sucede en el
utilitarismo donde dicho aumento de placer debe sostenerse, al menos, en la mayoría de
integrantes de una sociedad. Segundo, el placer es el fin último en el hedonismo, más en el
utilitarismo se puede distinguir como un medio para alcanzar el fin máximo del hombre, la
felicidad. Tercero, cómo se configura el mismo concepto de placer. Sin lugar a dudas al
hedonismo le es fundamental el placer que es producido por los estímulos físicos que
devienen ya sea por suplir algún deseo fisiológico o material. Sin embargo, en el utilitarismo
este tipo de placeres no es fundamental, se podría decir que está más cercano a la propuesta
de Epicuro donde los placeres intelectuales tienen una mayor relevancia. Para ello Mill
distinguirá dos categorías de placeres: superiores: del intelecto, e inferiores: materiales, el
abuso de los placeres inferiores puede afectar el acceso a los placeres superiores.
Mill afirmar que el principal deseo del hombre es la felicidad, felicidad como fin, no
como medio. La felicidad para cada persona representa un bien propio, por ende, la felicidad
general es un bien para todo el conjunto de personas, este fin se desea por sí mismo. Aquí
deviene otro problema ¿Es la felicidad el único fin que se desea por sí mismo?
[…] ¿Qué diremos, por ejemplo, del amor al dinero? No hay nada originariamente
que haga al dinero más deseable que a cualquier montón de guijarros brillantes. Su
valor radica únicamente en el de las cosas que con él se pueden adquirir: los deseos
de otras cosas distintas al dinero y para las que éste es un medio de gratificación. Sin
embargo, el amor al dinero no es sólo una de las fuerzas más poderosas que mueven
al hombre, sino que el dinero es, en muchos casos, deseado en y por sí mismo. (Mill,
1984, p. 118)
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Por ello, aunque el hombre se sirve de diferentes medios para alcanzar aquel último fin,
también tiene la capacidad de transformarlos en un fin último, como lo es caso del dinero que
plantea Mill. Cuando se hace uso de este para alcanzar la felicidad, de alguna manera ya no
es un simple medio, ya hace parte de la felicidad, el problema radica que lo único que se
persiga por sí mismo sea en este caso el dinero y ya no la felicidad. De lo anterior se puede
destacar uno de los puntos importantes de la propuesta de Mill respecto a la felicidad, este
es: “[…] La felicidad no es una idea abstracta, sino un todo concreto […]” (Mill, p. 119). Es
decir, posesión de cosas materiales, realizar diferentes actividades que estén encaminadas a
la producción de placer hacen parte de la felicidad. Lo interesante del planteamiento anterior
radica en que muchas cosas que estamos habituados a hacer, muchas cosas que disfrutamos,
hacen parte del conjunto, de la forma, de ese todo que es la felicidad. Cabe aclarar que el
poseer bienes materiales o el entretenerse con distintas experiencias no representan la
felicidad total y tampoco es la consecución de esta, es más bien una parte de ella.
Volviendo a la cuestión de los medios que se persiguen por sí mismos, y ya no como
medios para el fin último, la felicidad. Para Mill estos medios que se persiguen por sí mismos
no representan mayor problema hasta cierto punto, ya que muchos son parte de la felicidad.
El verdadero problema radica en que estos medios que se convierten en fines corren el riesgo
de terminar siendo perjudiciales para la sociedad (Mill, p. 120). No obstante ¿De qué manera
estos medios pueden atentar contra los integrantes de la sociedad? Para responder a esto
podemos regresar al ejemplo del dinero. Como es bien sabido, nos servimos del dinero para
suplir otros placeres, pero su acumulación también genera placer, así que el obtenerlo y
acumularlo se convierte en un fin. Dicho dinero genera poder, poder sobre los recursos y
sobre los demás, el problema radica en que si este poder está concentrado en una o algunas
persona estos son propensos a provocar en otros afectaciones negativas, por ejemplo, el
monopolio de los recursos: al concentrarse estos en un solo lugar tan solo en unas cuantas
manos, están dejando de llegar a otras personas que lo necesitan, esto queda bien
representado en una problemática tan común como la pobreza.
Así que cabe preguntarnos ¿Cómo evitar que las personas abusen de los medios, y de la
misma manera perviertan los fines? Se podría pensar que si el fin lo exige, los medios que se
empleen para alcanzarlo quedan justificados. De tal modo que toda acción, aun produzca
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daño a los demás, queda eximida de culpa o castigo en tanto que se dirigida a la consecución
del fin último. No obstante, para Mill, uno de los elementos con mayor relevancia en su
sistema ético y moral es la virtud, y como esta forma tanto al individuo y a la misma sociedad.
De este modo ¿Si un individuo y la misma sociedad son formados y orientados
virtuosamente, habría lugar para acciones y decisiones que produzcan daño a los demás?
Virtud como educación
La virtud juega un importante papel en la propuesta de Mill, ya que esta al mismo tiempo
que la felicidad debe ser deseada por sí misma. Pero ¿Qué papel ocupa en este proyecto?
para responder a la anterior pregunta se deben aclarar algunas cosas. En cuestión a los medios
para alcanzar el máximo fin o las diferentes cosas que aumentan mi placer, se ha de destacar
que el utilitarismo no rechaza estas como parte de la felicidad, ni siquiera en que se vuelvan
un fin y que se persigan por sí mismas, y ya no por la conveniencia que estas promueven para
alcanzar el último fin. Así que los medios tienen doble naturaleza.
Como se venía planteando la felicidad es un todo concreto compuesto de varias partes.
Cosas que se pueden considerar superficiales y hasta insignificantes para unos, pero que
pueden ser valiosas y fundamentales para otros. Esto se debe a que la vida de cada persona
tiene sus propios matices, aunque converjan en beneficios y algunas intenciones generales
(educación, salud, empleo o la preocupación del bien común). Dichos matices los podemos
ver representados en gustos, tendencias, profesiones etc. Quizás en esta medida se podría
argüir que estos matices cumplen la función de medios, muchos gustos dan placer por lo tanto
se consideraría que hay un aumento, quizás no tan considerable, en la felicidad. No es tan
considerable porque muchos de esos gustos pueden ser esporádicos y superficiales que en la
medida que los dejen de experimentar no afecta a su felicidad. Por otro lado hay personas
que convierten un gusto en un hábito casi hasta el punto que conforma su estilo de vida.
Hablase de las personas, por nombrar algunos entre varios, que disfrutan de la lectura o la
música, si tienen la costumbre de leer todos los días y sumergirse en la cantidad de mundos
alternos que esta ofrece, o aquellos que ante cualquier tiempo libre tiene el deseo de poner
su reproductor musical y perderse entre las notas y las voces, seguramente que si se les fuera
arrebatado dicho gusto sentirían una disminución en su felicidad. Estos quizás puedan llegar
a convertir medios en fines, un gusto por la música se puede convertir en el sueño de ser un
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cantante. Algo que en un principio comenzó como un medio para conseguir felicidad, ahora
es la felicidad misma, el fin último, que se conseguirá cuando la persona cumpla su meta.
Lo que en un tiempo se deseó como instrumento para la obtención de la felicidad, se
desea ahora por sí mismo. Al ser deseado por sí mismo, no obstante, resulta deseado
como parte de la felicidad. La persona es feliz, o cree serlo, por su mera posesión, y
es desdichada si no es capaz de conseguirlo. Su deseo no es algo distinto del deseo de
felicidad, como tampoco lo es el amor a la música o el deseo de salud. Todo ello está
incluido en la felicidad. (Mill, 1984, p. 119)
Desde la cita anterior se puede entender que los medios tienen la capacidad de ascender a
fines, y ser deseados por sí mismos. No obstante su consecución no es la felicidad en sí
misma, si no que hace parte de la felicidad. Probablemente podamos entender en Mill la
felicidad como una manera simplificada de llamar a una serie de condiciones del hombre que
resultan en un estado de realización.
Ahora bien, ya aclarado un poco el anterior aspecto de los medios, resulta pertinente que
abordemos la cuestión de la virtud ¿es un medio o un fin? Carolina Pallas1 en su artículo La
relación entre felicidad y virtud en Jhon Stuart Mill, problematiza dicha relación. La cuestión
radica en el mismo contenido de la pregunta anterior y es que el “tratamiento paradójico de
la virtud, se puede deber a que Mill no se preocupó por clarificar los conceptos de interés y
utilidad” (Pallas, 2007, p. 54). Esto debido a que:
En la tradición clásica, se distinguió entre el interés por el bien material y, en general,
mundano, y el interés por el bien moral, entendido como el perfeccionamiento del
individuo en cuanto hombre. En el primer caso, cabe hablar de una utilidad o de bien
útil: ordenar un medio a un fin material. En el segundo, no hay un bien útil, no hay
un bien-para, sino un bien en cuanto tal, un bien en sí. (Pallas, 2007, p. 54)
No obstante, dicha diferencia para la virtud desde el lente de la propuesta de Mill no es
muy clara. Por un lado se le puede concebir como un medio que se desea con la misma
intención que los demás en la consecución de la felicidad propia y general. Pero por el otro,
está la posición de que la virtud ha de ser deseada por sí misma de manera desinteresada
1 Profesora del departamento de filosofía del instituto de profesores Artigas, Montevideo, Uruguay.
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(Mill, 1984, p. 116). Es decir, el objeto de la virtud no ha de ser la felicidad en este caso o la
consecución de otros fines que están subordinados a esta misma. El objeto de la virtud es ella
misma. Aunque no sea objeto para la felicidad, esto no quiere decir que no haga parte de ella
por eso Mill afirma que “En aquellos que la aman desinteresadamente ya lo es, deseándola y
apreciándola no como medio para la felicidad, sino como parte de su felicidad” (Mill, 1984,
p. 117). La virtud no debe considerarse como un mero medio, aunque las consecuencias de
la actividad del hombre que son ejecutadas en compañía de la virtud la hagan ser codiciada
como uno.
Para Mill, cita Guisán del ensayo sobre Bentham “El hombre nunca es reconocido por él
(Bentham) como un ser capaz de perseguir la perfección espiritual como un fin; de desear
por sí misma la conformidad de su propio carácter con su criterio de excelencia...” (Mill,
1984, p. 117). La perfección espiritual es el camino de la virtud, es un constante auto
desarrollo, y sobre todo un desarrollo que se persigue por sí mismo. Ahora bien, dicha auto
perfección trae diferentes beneficios, desde el aspecto individual (perfeccionamiento) o el
general: una persona virtuosa procuraría el bien público de la misma manera en que procura
el propio. Por ello Mill promociona el cultivo y el amor desinteresado por la virtud por ser
por encima de todas las cosas importante para la felicidad (Mill, 1984, p. 118). El principio
aquí expuesto distancia significativamente la propuesta utilitarista de Bentham y Mill,
menciona Berlin “(…) Bentham no tiene, considera Mill, comprensión imaginativa de la
historia, la sociedad, o la psicología individual; tampoco acaba de captar que es lo que hace
(..) permanecer unida a la sociedad: ideales comunes; (…) solamente comprende el aspecto
“negocio” de la vida” (Mill, 2003, p. 18). Bentham reduce la perspectiva de lo que es y puede
ser el hombre, descarta la tesis, que posteriormente defenderá Mill, de que los sujetos se
perciban a si mismos como proyectos que tienden a la búsqueda de la autoperfección, que
poseen la capacidad de poder y acción mediado por la virtud.
Así que, la virtud es una parte fundamental de la felicidad puesto que “La felicidad
deseable no es la que cualquier hombre desea o cualquier deseo, es lo que los hombres
moralmente desarrollados desean. Por ello su concepción de felicidad es llamada felicidad
moral” (Pallas, 2007, p. 39). Para una mayor claridad sobre lo que debe ser la felicidad, se
tiene que ser un sujeto moralmente desarrollado, esto debido a que no cualquier cosa puede
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esgrimirse como felicidad, así mismo como no todo placer es aceptado como parte de ella.
Aunque Mill afirme que la virtud ha de ser deseada por sí misma, no se puede negar los
efectos que tiene esta sobre los individuos, tampoco se puede negar el papel educativo que
cumple o que puede llegar a cumplir, ya que una de sus características más estimables es la
manera en que los hombres se forman y actúan virtuosamente son capaces de evitar vicios y
por lo tanto no atentar contra su beneficio y el beneficio de los demás. El lugar que ocupa la
virtud en la formación de los individuos y en su felicidad es importante, y esto nos sugiere
ciertas preguntas: ¿De qué manera se configura el sujeto moral en Mill? ¿Cómo este sujeto
moral concibe la justicia? ¿Tiene límites la moral de Mill, teniendo en cuenta el lugar de la
virtud en la formación del hombre? Se intentara resolver estas inquietudes en el siguiente
capítulo.
Segundo capítulo
Limites morales y justicia del utilitarismo
¿Cómo serían los actos de una persona si tuviera como principal y último criterio el
aumento de su felicidad por encima de todo? Se podría decir que las más viles y crueles
decisiones tienen una justificación a partir del aumento del placer en la mayor proporción de
personas. Pero ya quedo resuelto que estos placeres son de una índole que corresponde a la
racionalidad del hombre. Es decir, que en Mill los placeres tienen dos niveles: los superiores,
y los inferiores. De lo anterior radica la cualidad y la calidad de los placeres y como se
determina su valor. No obstante, el utilitarismo como teoría teleológica con pretensión de ser
un sistema ético que tiene como bien máximo la consecución y aumento de la felicidad
general, tiene que enfrentarse a diversos problemas. Entre ellos, y uno de los que tiene más
relevancia, es la cuestión de la justicia. Porque como afirma Rawls:
La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de
los sistemas de pensamiento. Una teoría, por muy atractiva, elocuente y concisa que
sea, tiene que ser rechazada o revisada si no es verdadera; de igual modo, no importa
que las leyes e instituciones estén ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de
ser reformadas o abolidas. Cada persona posee una inviolabilidad fundada en la
justicia que ni siquiera el bienestar de la sociedad en conjunto puede atropellar. Es
por esta razón por la que la justicia niega que la pérdida de libertad para algunos se
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vuelva justa por el hecho de que un mayor bien es compartido por otros. (Rawls, 2006,
p. 17)
Esa es una de las críticas que Rawls elabora hacia el sistema utilitarista, que el bien se piensa
y ejecuta con independencia de lo justo, que el bienestar de un grupo mayor de personas
puede tener una prioridad más alta sobre el bienestar particular de cualquier otro sujeto. Por
tanto, se ha de entender que una acción que se considere buena no necesariamente tiene que
ser justa. Así que la intención de este capítulo es ofrecer una perspectiva de cómo se
constituye la justicia en el utilitarismo teniendo en cuenta la noción de sujeto moral de Mill,
la relación de la felicidad general con la justicia, y el vínculo que mantienen las teorías
antiguas de justicia, expuestas por Reyes Mate, con la perspectiva de justicia del utilitarismo
de John Stuart Mill.
Individuo moral de Mill
El principio fundamental de la moral es el utilitarismo, el aumento de la felicidad, por
ende las acciones que se juzgan como correctas son todas aquellas que promuevan el
aumento de dicha felicidad, y las incorrectas, por el contrario, todas aquellas que lo
disminuyan (Mill, 1984, p. 60). Es este principio el que causa malestar respecto a dicha
doctrina. Sin embargo lo que se pierde de vista es ¿Cómo se persigue dicha felicidad? Ya
Bentham nos ofrece una perspectiva que categoriza y aumenta la estima de los placeres,
placeres que son más deseados que otros, y que son fundamentales para el aumento del
bienestar al menos en la mayoría de personas que integran una sociedad. Pero Mill
proporciona un sentido más amplio del cómo se tiene que percibir el placer, ya que este no
solo se satisface supliendo deseos individuales, sino también los generales. Los deseos
generales tienen una relación con la preocupación la cual ocupa un importante lugar en el
utilitarismo de Mill. Que el sentimiento de preocupación resida en los hombres se consigue
por el cultivo de las virtudes. Estas mismas virtudes evitaran que un individuo persiguiendo
su bienestar y utilidad, decida tomar una decisión que represente un daño para otro. De lo
anterior se fundamenta el bien común como una parte de la felicidad para cada persona.
Consecuentemente, el criterio utilitarista mientras que tolera y aprueba todos aquellos
otros deseos adquiridos, en tanto en cuanto no sean más perjudiciales para la felicidad
general que aliados de ella, recomienda y requiere el cultivo del amor a la virtud en
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la mayor medida posible, por ser, por encima de todas las demás cosas, importante
para la felicidad (Mill, 1984 p. 120)
La satisfacción de nuestros deseos encuentra margen cuando estos pueden amenazar el
bien común. Pero se podría pensar desde la perspectiva utilitarista de Mill, para que un deseo
individual se interponga en el beneficio colectivo, aquella persona o no tuvo la educación
que se requería, o está claramente en un error. La educación que propone Mill es una que
explota todas las cualidades y potencias que posee el ser humano, pero tienen que
desarrollarse y llevar a un punto de excelencia (Mill, P. 76). Dicho desarrollo no se logra a
partir de nuevos criterios o normas que tendría que adoptar y posteriormente determinar a las
sociedades y al hombre. Por el contrario, se realiza desde los principios que ya poseen los
individuos, características que les son propias a cada uno ¿Cuáles? Los sentimientos, Mill
los tenía en gran estima ya que estos al igual que la moral, también son un motivo importante
para que los humanos decidan su actuar. Por lo tanto las acciones del hombre son juzgadas
no solo por “su bondad o maldad; el ser humano necesita también pronunciarse sobre su
aspecto estético, admirar la belleza de la acción o despreciar su torpeza; y necesita considerar
su aspecto simpático, que tiene que ver con el sentimiento humanitario que nos permite amar
y compadecernos o rechazar a otros” (Alvares, 2010, p. 155).
Aunque el utilitarismo sea una teoría consecuencialista, las consecuencias de las acciones
también tienen que ser percibidas en toda su amplitud. El agrado que pueda generar una
acción bondadosa y sobre todo la simpatía son factores a tener en cuenta. La simpatía por
ejempló está dentro de las sanciones internas del deber, que se genera por la interacción
constante con los demás, que nos lleva a crear diferentes vínculos, y en esta suerte de
cooperación los fines propios comienzan a identificarse con el de los demás (Mill, 1984 p
107). Por esta razón, el sujeto moral de Mill se perfila no como alguien sin escrúpulos,
puramente calculador, frío, egoísta, y que no tiene en mayor relevancia sus emociones. En
cambio sí es alguien solidario, tolerante con un creciente desarrollo moral, preocupado por
su felicidad y la del otro. Así que ¿Cómo contemplar la justicia desde el sujeto moral
descrito? ¿Qué tan relevante es para el sistema utilitarista que propone Mill? ¿Es la justicia
el máximo criterio de la moral? Se intentara dar una respuesta a dichas preguntas en el
siguiente apartado.
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Maximización de la felicidad y lo justo
Mill no es indiferente a lo problemático que es brindar una noción de justicia, y sobre
todo, ofrecer una relación de esta con el sistema utilitarista. Pero afirma que cualquier otra
disciplina o doctrina que quiera conciliar este concepto, tiene que afrontar la misma empresa
(Mill, 1984, p. 126). Es decir, el primer inconveniente que encuentra el utilitarismo de Mill
es su vínculo con la justicia, debido a las otras concepciones modernas del concepto, más
precisamente, aquellas que tienen a la justicia como criterio último y fundamental para
determinar si una acción es correcta o incorrecta. Así, afirma Rawls “Para nosotros, el objeto
primario de la justicia es la estructura básica de la sociedad o, más exactamente, el modo en
que las grandes instituciones sociales distribuyen los derechos y deberes fundamentales y
determinan la división de las ventajas provenientes de la cooperación social” (Rawls, 2006,
p 20). Que se entiende contrariamente al utilitarismo. Lo justo es absoluto, y por lo tanto, no
esta subordinado a otras pretensiones o elementos sobre lo bueno que busquen el aumento
del bienestar neto por medios injustos.
El utilitarismo, afirma Rawls, no puede garantizar este estado, ya que partiendo de la
máxima del utilitarismo “Una persona actúa de manera correcta, al menos cuando otros no
resultan afectados, cuando trata de obtener el mayor beneficio posible y de promover sus
fines racionales” (Rawls, p. 35) ¿Qué es lo que evitaría que una sociedad, una asociación de
hombres, actuara de manera diferente? Si el interés de un individuo es la maximización de la
felicidad a partir de la satisfacción de diferentes deseos racionales, esto quiere decir que el
ethos de una sociedad será el mismo. Es decir, el bienestar de una sociedad se logra con la
satisfacción de los deseos de muchas personas que pertenecen a ella. En el cálculo del placer,
un individuo equilibra su satisfacción con ganancias ya sea presentes o futuras, del mismo
modo afirma Rawls, una sociedad es capaz de equilibrar dicha satisfacción entre diferentes
personas. Por lo tanto, todo aquello que se considere como bien tiene independencia con lo
que se considere como justo, o para ser más exactos, el valor, el juicio o la noción de justicia
estarán atados a acciones, decisiones, posibilidades, empresas o instituciones que maximicen
el bien. Por este motivo:
no hay en principio razón por la cual las mayores ganancias de alguno no han de
compensar las menores pérdidas de otros o, lo que es más importante, por qué la
15
violación de la libertad de unos pocos no pudiera ser considerada correcta por un
mayor bien compartido por muchos” (Rawls, 2006, p. 37).
No obstante, a pesar de que Rawls quiere denunciar características del utilitarismo, no se
desentiende de las nociones y justificaciones que han construido los pensadores del
utilitarismo respecto a críticas como la anterior. En la cita previa Rawls exponía un ejemplo
común de una crítica hacia el utilitarismo, pero, el objeta que una civilización razonablemente
avanzada no consigue su maximización de beneficios de tal manera, por lo tanto, ningún
sistema ético debería tener una intención cercana a ello. Las acciones descritas en el ejemplo
anterior no serían coherentes con el sistema utilitarista y mucho menos en una sociedad
racional. Más bien, considera Rawls, en la teoría utilitarista debería existir una institución de
los deseos que sea congruente, donde todos los individuos respondan a ella. Por tanto, los
deseos de cada persona y de la sociedad misma que tiene como principal fin la maximización
del bien, no tienen que entrar en discordia ya que, en todos, eficientemente, están dispuestos
y repartidos dichos deseos, y por tanto eficientemente aportaran a la maximización del
bienestar de la sociedad (Rawls, p. 38). Debido a lo cual la diferenciación entre personas no
tiene gran importancia para el utilitarismo desde la perspectiva de Rawls.
Antes de aclarar la concepción de justicia del utilitarismo, es pertinente desarrollar la
anterior crítica ¿Cómo se contempla la individualidad en un sistema que tiene como principal
fin la maximización de la felicidad? Es importante porque la individualidad es un elemento
relevante de la justicia en el utilitarismo. Mill sobre la protección y libertad de opinión dice
lo siguiente:
Al igual que las demás tiranías, también esta tiranía de la mayoría fue temida en un
principio y todavía hoy se la suele temer, sobre todo cuando obra por medio de actos
de autoridad pública. Pero las personas reflexivas observaron que cuando la sociedad
es el tirano —la sociedad colectivamente, y sobre los individuos aislados que la
componen— sus medios de tiranizar no se reducen a los actos que ordena a sus
funcionarios políticos. (Mill, 2003, p. 61)
En la anterior cita se ve la preocupación que posee Mill sobre el hecho de que las opiniones
de las minorías, no sean tomadas en cuenta por las mayorías. Mill se concentra en el ejercicio
de las tiranías, y como los que tienen el poder incurren en la estrategia de la censura, de la
16
prohibición y el adoctrinamiento. Pero esta forma de tiranía no es cuestión solo de aquellos
particulares, los políticos generalmente, también en aquel grupo de personas, que en conjunto
son la mayor parte de integrantes de una sociedad. La tiranía de la mayoría puede llegar a ser
más peligrosa que la de un solo individuo.
La sociedad puede ejecutar, y ejecuta de hecho, sus propios decretos; y si ella dicta
decretos imperfectos, o si los dicta a propósito de cosas en que no se debería mezclar,
ejerce entonces una tiranía social mucho más formidable que la opresión legal: pues,
si bien esta tiranía no tiene a su servicio tan fuertes sanciones, deja, en cambio, menos
medios de evasión; pues llega a penetrar mucho en los detalles de la vida e incluso a
encadenar el alma. (Mill, 2003, p. 61)
De la tiranía de la mayoría y como tiene, aún sobre el tirano individual, una mayor
capacidad opresión podemos decir lo siguiente. Pensemos en diferentes etapas de la historia
en la edad media, por ejemplo, y el dominio de la iglesia sobre occidente. El cristianismo
dictaba principios de cómo se debía pensar y actuar, por otro lado, aquello que iba en contra
de sus postulados, ideologías, y tradiciones era tachado como incorrecto, como herejía, y por
ende era perseguido y castigado. Aun así, eso no sirvió de garantía para evitar el desarrollo
de pensamientos y opiniones diferentes “la reforma fue intentada y rechazada veinte veces,
por lo menos, antes de Lutero. Arnoldo de Brescia fue vencido. Fra Dolcino fue vencido.
Savonarola fue vencido. Los albigenses fueron vencidos. Los valdenses fueron vencidos. Los
lolardos fueron vencidos. Los husitas fueron vencidos” (Mill, 2003, p. 91). Aunque existieran
principios absolutos e irrefutables gracias al dogma, aun así, la diferencia de pensamiento
persistía, la intención de individuos de mantener y representar su verdad, que fue perseguida
y reprendida con éxito. Estas otras expresiones de pensamientos que demostraban las
particularidades propias de una individualidad que intentaba florecer sobre tierra de
hegemonía y absolutismo, pero en el proceso se le negó con censura, persecución y ejecución.
Gran parte de la historia se caracteriza por lo anterior, por callar aquellos pensamientos
que vayan en contra de la hegemonía, en contra del tirano, y Mill encontraba esto sumamente
contraproducente. Quizás es entendible que un tirano particular se empeñara, por todos los
medios, en evitar la libertad de opinión, la libertad de pensamiento, para prevenir que su
poder se viera en peligro. Pero ¿Cómo justificar las decisiones y acciones de la mayoría como
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tiranía? Se podría creer que por el contrario, si es una mayoría persiguiendo un beneficio
tienen aprobación para hacer y deshacer dependiendo su conveniencia. No obstante, si se
permitiera que una mayoría se impusiera sobre una minoría, sustentaría la máxima del
aumento de beneficio en la mayoría de las personas, máxima del utilitarismo Benthiano. A
pesar de ello para Mill la libertad de opinión, libertad de pensamiento le es fundamental para
las personas y la misma sociedad.
Lo anterior se sustenta en el pensamiento de Mill, ya que la opinión para cada persona es
un bien que hace parte de su felicidad. Como ya se había aclarado, la felicidad no es un todo
objetivo, si no la conformación de varias partes que pueden ser tanto generales, como
particulares; aquellos aspectos que le pertenecen y distinguen a cada individuo, y que
procuran protegerlo, porque hacen parte de su bienestar, y entre ellas está la libertad de
opinión debido a que “Si nunca actuáramos según nuestras opiniones porque esas opiniones
pudieran estar equivocadas, dejaríamos abandonados todos nuestros intereses e incumplido
nuestros deberes” (Mill, 2003, p. 79). Igualmente la opinión de cada persona resulta útil a la
sociedad con independencia de que esta sea verdadera o falsa; si es verdadera demostrara que
la sociedad misma estaba en un error y por lo tanto ayudara a su solución y desarrollo; si es
falsa aumenta la percepción de verdad que es producida por el enfrentamiento con el error
(Mill, pág. 77).
Ahora bien, para que una opinión sea útil y libre se deben cumplir ciertas condiciones. A
Mill le interesa que los integrantes de una sociedad tengan individualidades desarrolladas,
esto quiere decir que sean libres e intelectuales para que puedan generar sus propias
opiniones, y para que ellas se expresen sin reservas (Mill, p. 126). Esto no quiere decir que
el hombre y su opinión sean infalibles, por el contrario, sus verdades son a medias, esto quiere
decir que no hay una verdad absoluta. Por lo tanto, que existan múltiples opiniones da lugar
a que haya muchas maneras de vivir. Además la utilidad social que devine del progreso
individual es muy importante en diferentes aspectos, por ejemplo para el desarrollo humano
ya sea tecnológico, cultural o político. Y sobre todo, una persona con una individualidad
desarrollada evitara a toda costa tiranías.
En consecuencia, que una individualidad no pueda desarrollarse podría verse como un
acto de injusticia. Para Mill la justicia era precedida por un acto de injusticia, por ello se
18
podría afirmar que la primera instancia para que se pueda saber de la justicia es a partir de la
experiencia de injusticia. De esto que Mill manifieste que hay “dos ingredientes esenciales
en el sentimiento de justicia, son el deseo de castigar a la persona que ha hecho daño y el
conocimiento o creencia de que existe algún individuo particular, o algunos individuos, a
quienes se les ha causado daño” (Mill, p. 142). Cuando se recibe un agravio o perjuicio el
sentimiento que acompaña a estos es de cobrar un castigo, dicho castigo es una forma de
retribución al mal provocado, es un impulso de auto-defensa. De la misma manera sucede
cuando se le ha provocado daño a otro, aunque nosotros seamos ajenos al daño y a la víctima,
existe un sentimiento de rechazo y reivindicación frente al afectado, esto a causa del
sentimiento de simpatía.
De lo anterior, la justicia para Mill se constituye en gran parte a partir del daño que se
recibe, no solo individual, sino también social. Los dos elementos mencionados, la auto-
defensa y la simpatía, brindan a la justicia dicho carácter. El daño por lo general se percibe
por la vulneración o violación de un derecho o “la humillación, también aquí es el desprecio
de la integridad personal lo que hace de un acto o de la manifestación de un estado de cosas
una ofensa moral” (Honneth, 1997, p. 242). Pero se tiene que dejar algo en claro frente a los
dos niveles de justica mencionados. La intención de resarcimiento que deviene del
sentimiento de simpatía posee una estima más alta, que aquella que procede del sentimiento
auto-defensa. Esto debido a que la simpatía orienta la acciones de las personas al bien común,
en otras palabras, que el daño que alguien le provoca a la sociedad también se lo genera a un
particular, y este individuo no solo percibirá como propio dicho daño, además tendera a
solucionarlo, por el sentido del bien común. La idea de que se pueda sentir la afectación del
otro ha sido ampliamente tratada por Rifkin. Aunque el autor se refiere a empatía2 dice que
“Gran parte de las interacciones diarias con nuestros semejantes son empáti-cas porque ello
2 La distinción entre el concepto de simpatía y empatía se debe, en su mayoría, a un desarrollo más amplio del segundo que aborda el plano emocional de una manera más extensa, dice Rifkin respecto a esto: “Para Smith, Hume y otros filósofos y escritores de la época, sentir sympathy hacia una persona significaba lamentar su desdicha. La empatía comparte cierto territorio emocional con la palabra sympathy así entendida, pero es muy diferente de ella” (Rifkin, pág. 21). Rifkin más adelante, explica que la diferencia de los dos conceptos radica en que la simpatía es más pasiva respecto al sentir del otro, al contrario que la empatía que requiere una actitud activa frente ha dicho otro.
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forma parte de nuestra naturaleza. La empatía es el medio por el que creamos vida social y
hacemos que progrese la civilización” (Rifkin, 2010, p. 20).
Ya sea por la simpatía o empatía, aquello importante es que el sentimiento por los otros,
que comparten estas dos definiciones, le es fundamental a la justicia desde la perspectiva de
Mill. Ya que este sentir presupone una utilidad social, una disposición al bien general el cual
hace parte de la maximización de la felicidad. Con todo esto, la justicia desde la perspectiva
de Mill, como afirma Esperanza Guisán, “tiene el bienestar como punto de referencia”
(Guisán, 1987, p. 28). Dicho bienestar tiene matices, como ella misma afirma sobre lo que
ya había dicho Mill “somos humanos y no simplemente cerdos” (Guisán, p. 28) esto nos lleva
como “ya había sido descubierto por Epicuro, nuestra idea de bienestar conlleva el deseo
profundo de ser tratados con dignidad y respeto, tener igual acceso a los bienes, poderes,
estatus etc.” (Guisán, 1987, p. 28). A diferencia de otras teorías de la justicia, como la de
Rawls que se expuso brevemente, en el utilitarismo de Mill la justicia no es el culmen de la
moral, lo es el fin último, la felicidad. Justamente, en esta dirección, Reyes Mate señala el
carácter normativo de la justicia en la modernidad “esta deja de ser mera virtud para
constituirse en el fundamento moral de la sociedad” (Mate, 2011, p. 104).
Respecto a Mate, es preciso detenernos en el análisis que realiza de la injusticia en su obra
Tratado de la injusticia, antes de concluir este capítulo. Esto debido a que él recoge un
elemento fundamental en las teorías de la justicias de los antiguos, y que las teorías modernas
prácticamente desechan, a saber, el bien común, que posteriormente deviene en justicia
general. Lo importante de ello, es que la propuesta de Mill camina por el mismo lindero a
pesar de que esta también haga parte de las teorías de justicia modernas.
Bien común y justicia general
Reyes Mate realiza un análisis de la justicia partiendo de la experiencia de injusticia del
sufrimiento del daño, poniendo especial acento en la víctima, que es lo que proporciona la
condición para que se hable de justicia. Aunque Reyes Mate hace todo un estudio respecto a
lo fundamental que es la memoria3 en la teoría de la justicia, no es la intención de esta
3 “reconocer el núcleo semántico de la injusticia y hablar desde ahí de la justicia. El secreto del valor teórico
de la injusticia lo tiene la memoria, de ahí el lugar estratégico de esta categoría. Sin memoria la injusticia deja
20
investigación detenernos en ese aspecto. Por eso solo se hará un esbozo sobre el elemento de
justicia general de los antiguos que él expone.
Mate afirma que “Para los antiguos, la justicia es una virtud, esto es, una cualidad cuya
posesión hará al individuo capaz de alcanzar la perfección y, por tanto, la felicidad que
proporciona ese acto. Ser feliz es ser virtuoso”4 (Mate, 2011, p. 84). Esto coincide con la
relación de felicidad y virtud de Mill. Aunque en la cita es explicito que ser virtuoso es
proporcional a ser feliz, desde Mill la virtud puede tener dos acepciones: como fin y como
medio. Por un lado, Mill reconoce que la virtud es un fin en sí mismo y que es necesario
“que no solamente sea deseada, sino que ha de ser deseada desinteresadamente” (Mill, 1987,
p. 116). Esto quiere decir que la virtud no es un simple medio para conseguir la felicidad,
sino que ésta hace parte de la felicidad como fin. Por otro lado Mill no se puede desprender
de la utilidad de la virtud en pos del bienestar general, esto es lo que le da también a la virtud
un carácter de medio para conseguir un fin. Esta es la relación paradójica y ambivalente del
vínculo que poseen la felicidad y la virtud en la doctrina de Mill.
No obstante, que sea problemático definir dicha relación, no quita peso a la importancia
de las virtudes en el utilitarismo de Mill, y su afinidad con las teorías antiguas sobre la
justicia. Además, como sostiene Guisán en la introducción al utilitarismo “Mill,
contrariamente a Kant en este aspecto, concibe la personalidad humana desde una óptica
optimista, casi griega, de tal suerte que la virtud y la felicidad se conjugan y se presuponen
mutuamente, como en Platón, como en Aristóteles, como en Epicuro.” (Mill, 1987 p. 13).
Aquello contrariamente a Kant que se refiere Guisán, es que desde su perspectiva la virtud y
la felicidad parecen conceptos casi irreconciliables.
Es decir, para Kant la búsqueda de la felicidad está sumamente permeada por las
inclinaciones. Estas inclinaciones en gran parte están constituidas por la satisfacción de
placeres que pueden provocar afectaciones. Por ejemplo: si un hombre sufre de diabetes, y
elige satisfacer su goce momentáneo comiendo un pastel, pensando que está respondiendo a
dicha inclinación, y creyendo que no va a ir en contra de una felicidad que también se haya
de ser actual y, lo que es más grave, deja de ser” (Mate, 2011, p. 27). Para Mate sin memoria no habría injusticia, sin ella todos los actos que provoquen daño a los demás no tendrían significado. 4 Los antiguos que se refiere Reyes Mate son Aristóteles y Santo Tomas.
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en la salud. Por lo tanto, si la felicidad está compuesta de diferentes inclinaciones, en un
determinado momento una puede sopesar más que otras y hacer que obremos de la manera
menos correcta “sin embargo, aquí, como en todos los demás casos, una ley, a saber: la de
procurar cada cual su propia felicidad, no por inclinación, sino por deber, y sólo entonces
tiene su conducta un verdadero valor moral” (Kant, 2003 p. 13). Las inclinaciones son un
gran inconveniente, ya que estas no nos permiten actuar por el deber mismo, que es donde
reside el verdadero valor moral.
Pero además, “la moral no es propiamente la doctrina de cómo hacernos felices, sino de
cómo debemos hacernos dignos de la felicidad” (Kant, 2003, p. 113). De lo anterior que
Guisán afirme que en “Kant la moral no nos muestra el camino de la felicidad, sino, por el
contrario, el de la auto-negación, el sacrificio y el esfuerzo, que nos harán «dignos» a la
postre de ser felices (en algún otro lugar)” (Mill, 1987, p. 12). Lo “digno” en Kant se
configura como aquello, que por toda una vida de rectitud, de proceder debidamente, cumple
la condición para ser feliz, quizás no en el trascurso de la vida misma, pero si en “otro lugar”
tal vez el “paraíso” de la religión cristiana. Por ello, el actuar por deber, no garantiza ser feliz,
pero si garantiza el fundamento de la moral. Y es que los que actúan por deber no siempre
se ven recompensados con la felicidad, ya de por sí, la supresión de muchas inclinaciones
exige un importante esfuerzo, que no siempre nos llevara a un estado de satisfacción.
De lo anterior se entiende que en la filosofía kantiana la virtud como deber no se encuentre
en plena relación con la felicidad. Esto porque una vida virtuosa, no necesariamente es
proporcional a una vida feliz. Al contrario de esto, los antiguos y Mill consideran la felicidad
y la virtud en una relación casi simbiótica. Esto quiere decir que, la virtud es una condición
necesaria para la felicidad. Como se explicaba en el primer capítulo, la virtud lleva al
individuo por el camino de la autorrealización y orienta sus placeres, pero esta no se debe
perseguir por otros factores más que por ella misma. Así los efectos que provoque la virtud
en el individuo garantizaran la felicidad. Ahora cabe preguntar ¿en qué sentido esta relación
entre virtud y felicidad nos permite comprender una noción de lo común?
No se puede considerar a alguien feliz, si este carece de virtud. Mate afirma que “el
hombre virtuoso o justo es el que actúa no en beneficio propio sino dejándose imbuir por las
exigencias de un proyecto de vida humana, de suerte que actuar virtuosamente lo que hace
22
es activar la existencia misma de la comunidad política” (Mate, 2011, p. 86). En otras
palabras, la justicia es la virtud que está presente en las relaciones y las acciones de los
hombres. Lo decisivo de la justicia aquí presentada es que las acciones del sujeto procuren el
bien común. Dicho carácter público político representa la virtud de la justicia para
Aristóteles. Santo Tomas, de acuerdo con Mate, sigue ese sentido de pensamiento sobre la
justicia pero le agrega dos términos importantes alteridad: yo no soy quien determina mis
acciones como justas o injustas, son los otros, ese otro a quien se le ha causado daño, o se le
debe algo. Y la materialidad: que es la pregunta por el otro, lo que entendemos por el daño
objetivo que se le ha causado, y la reparación de dicho daño (Mate, p. 92).
Los dos autores que expone Reyes Mate, brindan un sentido de la justicia no distributiva.
La cuestión de la justicia no solo radica en cuan eficiente se reparten los derechos y bienes
existentes, o como las instituciones públicas exigen de una manera correcta los deberes a sus
ciudadanos. La justicia de los antiguos se mueve en un plano más humano, o ideal, respecto
a la humanidad. Es una justicia que remite en su mayoría a la búsqueda del bien común, en
la manera en que el cultivo de la virtud forma no solo una buena persona, sino también un
buen ciudadano (Mate, p. 94). Un buen ciudadano dispondrá sus demás virtudes en pos del
bien general, y la que guiará a dichas virtudes será la justicia general.
Aunque para Mill, que la justicia también se encargué de la distribución, no quiere decir
que esta se agote en dicho sentido. Ya se exponía con anterioridad, con el ejemplo de la
individualidad, que sería injusto donde una sociedad no permitiera el libre desarrollo de esta.
Ya que de la misma manera, Mate considera sobre la justicia de los antiguos que “previo a la
política distributiva está el deber de desarrollar los talentos, es decir, el reconocimiento del
valor del otro para la creación del bien común” (Mate, p. 95). Estos talentos son la respuesta
a una identidad que se permitió formarse.
Así que podríamos afirmar que la individualidad se constituye como un derecho, y así como
dice Mill “Cuando decimos que algo constituye el derecho de una persona, queremos decir
que puede exigir, con razón, de la sociedad que le proteja para su disfrute, ya bien mediante
la ley o por medio de la educación y la opinión pública” (Mill, 1984, p. 147). Por lo tanto la
ausencia de dichos derechos o su negación tienen calidad de daño no solo físico sino también
moral. Para que cada miembro se comporte como una parte de la comunidad se le debe, al
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menos, procurar ciertos derechos, uno fundamental es el de la individualidad, pero este no se
puede desarrollar por un gran obstáculo, la pobreza. La pobreza absoluta niega el acceso a
derechos fundamentales, pero en esencia obstaculiza el desarrollo de los talentos particulares
de cada persona. Así Que ¿Cuál es la relación entre las individualidades y las condiciones de
ausencia de derechos básicos? ¿Cómo se compondrían esa negación de elementos
importantes para su desarrollo? Este tema lo trataremos en el siguiente capítulo.
Tercer capitulo
Relación de individualidad y pobreza absoluta en J. S. Mill
Mill considera que la individualidad tiene un valor intrínseco, esto quiere decir que los
hombres tienen una capacidad propia que los hace distinguirse de los demás. Tal
individualidad proporciona beneficios tanto propios como comunes5. Como ya se había
planteado en el capítulo anterior, esta individualidad es útil para evitar tiranías y
absolutismos, pero además, puede promover un estado de pluralidad tal y como lo
desarrollaremos más adelante.
De ahí que Mill señale que “el libre desenvolvimiento de la individualidad es uno de los
principios esenciales del bienestar; que no solo es un elemento coordinado con todo lo que
designa los términos civilización, instrucción, educación, cultura, sino que es una parte
necesaria y una condición para todas estas cosas” (Mill, 2003, p. 128). Para Mill, la
individualidad no es un elemento más del conjunto de formas de habitar el mundo en
agrupaciones como la cultura, la educación, etc. Por el contrario, el libre desenvolvimiento
de ésta se constituye en condición necesaria de estas formas de vida. Esto quiere decir que si
todos los integrantes de una sociedad poseen una individualidad y tienen la libertad de
expresarla, el Estado proporciona unos derechos básicos, que por deber ha de suplir. De ello,
que las individualidades también son el resultado de otras características que compone una
sociedad civilizada: háblese de un sistema económico estable, de escasas problemáticas
sociales, de promoción de políticas públicas, etc.
5 Lo común se entenderá como la serie de derechos, deberes y beneficios que se comparten y consiguen en un
entorno social.
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En la medida en que un Estado preserve y proporcione alimentación, educación, salud,
seguridad social, trabajo, vivienda, medio ambiente saludable, no discriminación negativa y
fuentes de empleo, se construye un espacio óptimo y preciso para que se desarrollen las
individualidades y para que estas se puedan expresar libremente. Porque de lo contrario
¿habría espacio para desarrollar singularidades propias en un escenario donde la
supervivencia es la constante? ¿Existirían escenarios donde esta individualidad pudiera
libremente expresarse, si la preocupación y la prioridad de estos individuos solo fuera poder
llevarse algo de alimento a la boca? o ¿habría lugar para el desarrollo y libertad de la
individualidad en un espacio que no brinda los elementos necesarios para estas (educación,
empleo, salud, etc.).
De lo anterior, se desprende una noción amplia de injusticia. Se puede suponer desde Mill
que si no están dadas estas condiciones del libre desenvolvimiento de la individualidad se
produce un daño que puede ser percibido tanto moral como físicamente. Recordemos que
para Mill la justicia está atravesada por la experiencia del daño que va acompañada por el
sentimiento de restitución (Mill, 1984, p. 142). Así pues, esta restitución es una forma de
justicia, y el daño provocado por la ausencia de derechos básicos que promueven el
florecimiento de la individualidad se puede considerar como injusticia. Si el daño se entiende
de esa manera es pertinente preguntarnos ¿En qué medida y de qué manera podría decirse
que una sociedad a la que se le niegan sus derechos fundamentales, y que imposibilita en los
sujetos el libre desenvolvimiento de sus facultades es una sociedad justa?
Si como veníamos afirmando, a partir de Mill, la individualidad es una condición
necesaria para los demás elementos del bienestar, eso quiere decir que en su ausencia hay
una cualidad de daño que podemos interpretar como injusticia. Por lo tanto, una sociedad
está sumida en injusticia en tanto que carezca de posibilidades para que sus integrantes
desarrollen su individualidad y las expresen de la manera que mejor les parezca. Así que
¿Cuáles pueden ser los factores que impiden el desarrollo de la individualidad? Ya los
nombrábamos anteriormente, derechos fundamentales y básicos que procuran la dignidad de
todo ser humano, que cuando no están presentes o son frustrados se les da la característica de
“pobres absolutos”. Por ello, es importante pensar este fenómeno desde la obra de Mill, ya
25
que la individualidad es una parte fundamental del bienestar que está siendo negada por la
pobreza absoluta.
No obstante, la pobreza tiene un amplio espectro. Paul Spicker6sustenta que este
fenómeno se presenta en diferentes dimensiones. Definiciones que aparecen en tres grupos:
condiciones materiales: patrón de privaciones, necesidad, limitaciones de recursos.
Condiciones económicas: nivel de vida, desigualdad, posición económica; condiciones
sociales: ausencia de titularidades, carencia de seguridad básica, exclusión, dependencia,
clase social, y una doceava definición que está configurada como un juicio moral (Spicker,
2009, p. 300-302).
Aunque, las definiciones de Spicker resultan importantes para esclarecer el origen de la
pobreza desde diferentes perspectivas, para este trabajo resulta más pertinente el desarrollo
del concepto de pobreza absoluta, mismo concepto que trabaja Peter Singer en el capítulo
“ricos y pobres” de su libro Ética práctica, que es básicamente un estadio de la pobreza hasta
el nivel de privaciones inaceptables. Con ello en mente, la intención de este capítulo será
relacionar los conceptos pobreza absoluta expuestos por Singer y el de individualidad de
Mill, entendido como parte del bienestar propio y colectivo, esto para responder a la pregunta
¿Cómo la pobreza resulta ser un modo de negación al desarrollo de la individualidad y su
posterior libertad de expresión? Esto debido a la reducción de los escenarios de acción, los
elementos básicos que se nombraron con anterioridad procuran factores mínimos para la
dignidad del hombre, que, por otro lado, en su ausencia crean una condición de degradación,
marginación y no reconocimiento en los individuos. Lo anterior lo podemos percibir en la
perdida gradual de los escenarios para actuar de una persona, es decir, en la manera en que
se va perdiendo aquello que lo distingue de los demás, en que la diversidad de elecciones se
va restringiendo y la libertad de opinión es sancionada. Dichos elementos pueden representar
y conformar los escenarios de acción, un ambiente que promueve la autonomía, la distinción
y la libertad de obrar donde se desarrollan los individuos, pero que está siendo frustrado.
La individualidad como parte de la maximización del bienestar
6 Paul Spicker es profesor emérito de política social en la Universidad Robert Gordon, Aberdeen Escosia.
26
En el capítulo anterior se discutía sobre la cuestión de las tiranías y como no permitían el
desarrollo de la individualidad. Es pertinente que nos detengámonos en lo contraproducente
que considera Mill, que es para la sociedad que sus integrantes no desarrollen
individualidades. Antes que nada, tengamos en cuenta que para que se den las
individualidades en las apersonas se tiene que cumplir dos condiciones y son “la libertad y
la variedad de situaciones” (Mill, 2003, p. 129). Respecto a la libertad hay que decir, que se
entiende como el derecho de decir, opinar y actuar sin factores coercitivo, claro, en tanto que
estas no hagan daño a los demás. Y a la variedad de situaciones como: el escenario social
fecundo en diversidad individual, es decir, en multiplicidad de perspectivas y hasta en
diferentes tipos de vida. De esto último el filósofo ingles dice lo siguiente:
Nadie piensa que la excelencia de la conducta humana consista en que la gente no
haga más que copiarse unos a otros. Nadie sostiene que en la manera como las gentes
vivan y rijan sus negocios no deba influir para nada su propio juicio o su propio
carácter individual. Por otra parte, sería absurdo pretender que la gente viva como si
nada se hubiera conocido en el mundo antes de su venida a él; como si la experiencia
no hubiera hecho nada para mostrar que una manera de vivir es preferible otra. (Mill,
2003, p. 129).
En otras palabras, las actitudes y disciplinas que se toman como “excelencia” solo por el
hecho de que sean repetidas por un gran número de personas, no quiere decir que nos
conduzca a dicho estado. Por ejemplo: una sociedad materialista y consumista que posee
como máxima la obtención y hasta la acumulación de bienes para determinar el desarrollo
humano. De esta misma manera se han creado imaginarios que determinan la inclinación de
las personas a escoger tal o cual estilo de vida, dependiendo de la cantidad de personas que
siguen dicho estilo de vida.
El problema no radica en que alguien que sea un consumidor o superficial, el verdadero
problema se presenta cuando un estilo de vida impera de tal manera que se convierte en
costumbre, ya que “las facultades humanas de percepción, juicio, discernimiento, actividad
mental y hasta preferencia moral solo se ejercitan cuando se hace una elección” (Mill, 2003,
p. 130). Pero dicha costumbre es la que se encarga de las deliberaciones. El lenguaje
cotidiano da cuenta de esta peculiaridad en un refrán popular en Colombia, y tal vez en los
27
demás países de habla hispana: “Más vale malo conocido que bueno por conocer” se puede
pensar que es un refrán que hace alusión a la precaución y hasta la misma prudencia, donde
es preferible mantenerse en una situación por muy mala que sea a intentar cambiarla. Lo
anterior de cierta manera demuestra lo peligroso que termina siendo la costumbre en un estilo
de vida, y más aún si dicho estilo de vida se prolifera y se convierte en una práctica general.
Las personas, tal vez, en su acomodación y hasta temor evitarían hacer cosas elegidas por sí
mismos, preferirían seguir una serie de pasos ya determinados que evitarían una situación
desconocida, en la que no se tenga certidumbre si puede traer algo mejor o peor.
La conducta mecanicista planteada, es lo que denuncia Mill: “La naturaleza humana no
es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo
que se le sea prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos los lados,
según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva” (Mill, 2003, p.
131). El hombre necesita desarrollarse en toda su amplitud y plenitud, espontánea y
genuinamente. Necesita salir de la costumbre que siembra pereza, temor y que nos postra en
un estado de falso confort, que difícilmente le podríamos llamar beneficio. Se puede ver
como una vida estancada que no proporciona ni maximiza nada, tan solo continua repitiendo
patrones. Por el contrario, las personas desde el desarrollo de su individualidad tenderían a
obrar por decisión propia y no por la de los demás. Y esto resultaría más útil tanto para ellos
como para el resto de la sociedad ¿De qué manera? en que la diversidad de individualidades
obliga a que haya variedad de situaciones, por lo tanto diferentes estilos de vida.
Diferentes estilos de vidas proporcionan diferentes perspectivas que amplían el horizonte
del entorno social. En esta medida las personas o grupos propondrían formas propias de
concebir y solucionar un problema, pero que no se interpusieran unas a otras en una suerte
de hostilidad, sino al contrario, estas diferentes formas se convertirían en una parte de la
solución de un problema determinado, lo que aportaría una mayor eficiencia a la ejecución
de políticas públicas. De ahí también reside la defensa a la individualidad y lo que ella
produce, libertad de expresión, originalidad y excentricidad
Siempre son necesarias personas no solo para descubrir nuevas verdades y señalar el
momento en que lo que venía siendo considerado como verdadero deja de serlo, sino
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también para iniciar nuevas prácticas, dando ejemplo de una conducta más
esclarecida, de un mejor gusto y sentido en la vida humana. (Mill, 2003, p. 138)
La importancia que le da Mill a la individualidad recae en lo fundamental que resulta para
el desarrollo personal y social. Desarrollo personal en la medida que, como se había
explicado antes, una persona potencia su facultad mental y moral en tanto que se vea expuesto
a varias condiciones deliberativas. Y el desarrollo social, en la medida que hace a una
sociedad diversa en perspectivas, y esto se refleja en la amplia lista de soluciones que puede
tomar un Estado para resolver un problema y emprender nuevas formas de gobierno. Así que
lo anterior presenta el notable y primordial papel que juega la pluralidad en el sistema de
Mill. El contexto social se teje con múltiples relaciones, situaciones, perspectivas e ideologías
que configuran los aspectos particulares y generales de las personas.
Pluralidad y bienestar
Insistimos en el argumento anterior, la protección de la individualidad de aquello que
conforma lo propio para cada persona y lo distingue entre los demás produce un escenario de
pluralidad. En este escenario conviven, coexisten, interactúan, se comunican y se expresan
entre sí varias subjetividades. Estas subjetividades representan idiosincrasias, ideologías,
tradiciones, en fin, un número considerable de características que le corresponde a cada ser,
que lo configura y en cierta medida hasta lo enfrenta contra los demás, ya que un individuo
X puede representar totalmente lo opuesto a un individuo Y.
Además, uno de los aspectos más relevantes que posee la pluralidad recae en evitar el
conformismo, y en especial el de pensamiento. Ya lo exponíamos anteriormente con el temor
de Mill a la costumbre. Un estado saludable es el que puede ofrecer a sus individuos múltiples
alternativas y caminos, y será la capacidad de elección lo que determine su individualidad.
Esta elección tiene un significado amplio ya expuesto en la cita anterior
El fragmento da cuenta de la visión que tiene Mill sobre una sociedad dinámica, diversa,
que así misma debe estar constantemente reformulándose, podríamos considerar que ese es
el sentido de la maximización (lo dinámico). Ahí tiene lugar la originalidad de los individuos,
que en su espontaneidad tienen la habilidad de construir nuevos paradigmas, nuevas
verdades. Pero esto solo se da en un escenario de pluralidad que no niega la diversidad de
29
perspectivas. Isaiah Berlin en el prólogo de sobre la libertad advierte que este es el carácter
utilitarista de Mill.
Si le hubiera interrogado acerca de la variedad, Mill la habría defendido con el
argumento de que sin ella muchas formas –completamente impredecibles en el
presente- de felicidad humana (satisfacción, plenitud, niveles más altos de vida, aun
cuando los grados de estos tendrían que ser determinados y comparados)
permanecerían desconocidos, no probadas e irrealizadas; entre ellas vidas más felices
que las experimentadas hasta ahora. Esta es su tesis a la que denomina utilitarismo.
(Mill, 2003, p. 20)
El interés cae en el terreno de las posibilidades ¿Cuántas formas de vida puede haber?
¿Cuántas formas de expresarse? ¿Cuántas formas de actuar y de ser? Claro está, no se puede
determinar ni estimar una cantidad exacta, tampoco saber si son del todo buenas o del todo
malas, están en una evidente indeterminación, pero es esa misma indeterminación la que
lleva a no desestimarlas. Piénsese por ejemplo en la situación de las mujeres, unos siglos
atrás. Imaginemos la condición de dominación que era producida por el hombre. Imaginemos
también la escasa por no decir nula participación que tenían en el ámbito político, económico
y hasta social, y que parcialmente aún siguen teniendo, pero en una evidente menor cantidad
a la de antes. Para no entrar en una discusión más profunda, se puede comparar la situación
del presente y la del pasado, una donde eran apocadas y silenciadas, la otra donde tienen un
espacio para defenderse y constituirse, y este espacio de alguna manera fue obtenido por la
originalidad que residían en algunos, que como bien dice Mill “que al ser de carácter fuerte
y romper sus cadenas se convierten en el punto de mira de la sociedad” (Mill, 2003, p. 139).
Pero aun así mantuvieron su verdad, desbancaron una perspectiva obsoleta y conquistaron
una forma de vida impredecible.
El anterior ejemplo, entre los muchos que hay respecto a la dominación, persecución y
censura demuestran que hay más formas de vivir. Formas que no representan ningún tipo de
peligro social, por el contrario, pueden aportar mucho a ella en diferentes sentidos, ya que
“la humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que
obligándolo a vivir a la manera de los demás” (Mill, 2003, p. 72). La libertad de los
individuos a trazar su camino, a seguir su carácter, a elegir sus propios gustos y determinar
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sus fines, tiene una relación ya sea directa o indirecta con los demás. Nuestras acciones con
independencia de nuestra intención afectan de cierta manera a otros. Por eso Mill afirma que
el único límite de nuestra libertad es el otro en tanto que pueda convertirse en un sujeto de
daño por las decisiones que tomemos.
Se podría considerar a partir de lo anterior que el individuo liberal, desde la perspectiva
de Mill, mantiene un equilibrio entre dos aspectos. El propio: moverse por una intención
particular; el querer ser alguien o algo a partir de una convicción de alguna manera propia.
Y el público: que las acciones particulares tengan un beneficio común o que las acciones
estén enfocadas puramente al bien común. No inmediatamente las acciones de los individuos
tienen que provocar algún beneficio a los demás, lo importante es que no provoquen daño,
pero aun así las acciones que produzcan bien a los demás siempre van hacer más estimables.
Aun así, la elección con su intención y sus consecuencias quedan a disposición del individuo,
debido al amplio prisma de opciones que ofrece un escenario plural, de múltiples
individualidades. Hannah Arendt por la misma vía también proporciona un valor alto a la
pluralidad
La pluralidad humana, básica condición tanto de la acción como del discurso, tiene el
doble carácter de igualdad y distinción. Si los hombres no fueran iguales, no podrían
entenderse ni planear y prever para el futuro las necesidades de los que llegarán
después. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferenciado
de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no necesitarían el discurso ni la
acción para entenderse. Signos y sonidos bastarían para comunicar las necesidades
inmediatas e idénticas (Arendt, 2009, p. 200)
Como bien aparece en la cita la pluralidad es una condición básica para saber y
comprender al otro, además de ocupar gran importancia en la actividad de la acción- Es una
de las tres actividades fundamentales que componen la expresión de vita activa7 de Arendt.
La acción para Arendt es la manera como el hombre se muestra en el mundo a partir de
7 Las otras dos actividades son: Labor: es la actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano,
cuyo espontáneo crecimiento, metabolismo y decadencia final están ligados a las necesidades vitales producidas
y alimentadas por la labor en el proceso de la vida. Y trabajo: es la actividad que corresponde a lo no natural de
la exigencia del hombre, que no está inmerso en el constantemente-repetido ciclo vital de la especie, ni cuya
mortalidad queda compensada por dicho ciclo. (Arendt, 2009, p. 21)
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aquello que lo hace propio, de eso que lo diferencia con el resto de personas. La acción es la
capacidad de irrupción en el mundo, la garantía de que puedo hacer y ser algo nuevo y distinto
a los demás (Arendt, 2009, p. 23). A diferencia de las otras dos actividades (labor y trabajo)
la acción es la que posee la mayor actividad política, porque esta requiere obligatoriamente
la presencia de otros.
Asimismo, Arendt resalta la característica de los humanos de ser igualmente diferentes,
es decir, hay una categoría que nos hace iguales y en esa medida nos vincula ¿Cuál es? que
somos humanos con todo a lo que esto se refiera (biológico y social). De esa misma manera
también somos diferentes y ese es el papel que juega la acción, crear distinciones sobre los
demás, crear pluralidad. Pero no solo la acción nos distingue sobre los demás, también el
discurso “Con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como
un segundo nacimiento, en el que con firmamos y asumimos el hecho desnudo de nuestra
original apariencia física” (Arendt, 2009, p. 201). La palabra y el acto son garantes de nuestro
sentido, de nuestra presencia, de nuestra iniciativa, de que somos parte de la sociedad.
Si bien podemos encontrar diferencias y matices en cómo se compone la pluralidad para
Arendt y para Mill, como lo es que la acción debe ser su propio objeto, en otras palabras, que
el actuar no ha de perseguir ninguna intención (necesidad o utilidad) (Arendt, 2009, p. 229).
Para ambos la cuestión de la pluralidad es fundamental. Arendt se refiere al discurso como
el que “(…) corresponde al hecho de la distinción y es la realización de la condición humana
de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y único entre iguales” (Arendt, 2009, p.
202). Aquí radica la importancia de traer a Arendt a la presente discusión. Si bien la acción
marca un nuevo comienzo, es en la palabra donde reside la capacidad de dar cuenta de dicho
comienzo frente a la pluralidad de concepciones existentes. Esto resuena con la posición de
Mill sobre la opinión y como esta ha de ser defendida y permitírsele expresar como ella
quiera. La opinión y la discusión han de ser libres, los individuos a partir de la palabra, de
su argumentación demuestran sus verdades y aportan nuevas verdades. En Mill la palabra, la
opinión es oportunidad de verdad “Cerrar puertas es cegarse deliberadamente a la verdad,
condenarse a un error incorregible” (Mill, 2003, p. 26). Parecido a Arendt la palabra y en el
caso de Mill la opinión es la forma de mostrar su diferencia ante los demás, diferencia donde
reside lo propio de cada quien. Pero esto solo se da en el espacio entre hombres, en una suerte
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de dialogo, donde todos sean escuchados, donde todos son iguales y diferentes a la vez. En
ambos, se podría decir, persiste una antropología que percibe al hombre como un ser plural,
un ser variado, desemejante pero semejante a la vez. Así que una homogenización iría en
contra de dichos planteamientos, intentar hacer parecer a todos no sería más que tiranía y
estos dos autores están en contra de ello.
Son muchos los elementos que provocan tiranías: la imposición de ideologías, represión,
autoritarismo. Estas tiranías perseveran en que la diferencia se mantenga en lo mínimo o no
exista. Por lo tanto el espacio para la individualidad, para la acción, para el discurso y la
libertad de opinión seria reducido. Las herramientas de las que se puedan valer para oprimir
pueden ser distintas, pero la que es pertinente para esta investigación es la pobreza, la pobreza
absoluta. Sobre esta se tiene que aclarar dos aspectos: una tiranía con intención y una tiranía
sin intención. Sobre la primera podemos decir que es cuando las elites de una sociedad
utilizan el fenómeno de la pobreza de una manera deliberada, como una estrategia para
controlar al pueblo y poder satisfacer lo mas que puedan sus beneficios privados, por lo tanto,
la pobreza se convierte en un mecanismo intencionado de tiranía. Del segundo se puede
afirmar, que es cuando algunas personas deciden enriquecerse de una manera afanada y
descontrolada, monopolizando los recurso y las formas de empleo sin siquiera tener una pisca
de atención por el otro. En este aspecto, a diferencia del primero, la pobreza no es un medio
sino un resultado, un efecto del egoísmo y hambre de requisa de algunas personas. Hasta
donde va y lo que resta de la presente investigación, es pertinente darle un mayor lugar al
primer aspecto expuesto, ya que el utilizar la pobreza como mecanismo de tiranía
intencionada reduce en una manera más significativa los escenarios de acción. De esta
manera en el siguiente apartado se expondrá la relación que tiene la individualidad y la
pluralidad con la pobreza absoluta y sobre todo ¿si esta relación resultaría en la negación de
la individualidad y por ende de la pluralidad?
Individualidad, pluralidad y pobreza absoluta
La individualidad y como ella deviene en pluralidad, por lo tanto, en diferentes formas de
vida, hacen parte del bienestar personal y social, esto es, que el desarrollo personal (la
autoperfección) es un elemento fundamental no solo para la estabilidad de cada sujeto, sino
también para la sociedad a la que pertenecen. Pero ¿Cómo se perciben ante un fenómeno
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como la pobreza? ¿Qué lugar ocupan? ¿Cómo se configuran? Para hacer una relación,
primero vemos la posición de Peter Singer sobre la pobreza absoluta, algunas de sus cusas y
de su permanencia.
Preguntémonos en primera instancia ¿Existe un responsable de la pobreza? Es bien sabido
que el mundo tiene recursos para mantener a todos los que lo pueblan, pero la situación es la
contraria. El hambre se ha convertido en uno de los mayores referentes cuando tenemos que
describir un lugar en específico, la precariedad, la total falta de bienes, la insalubridad, la
decadencia se convierten en sus características. Pero en un planeta que posee suficientes
recursos para sustentar la necesidades básicas de los que viven en el ¿Qué es lo que provoca
que las personas se mueran precisamente porque no tienen los recursos para suplir sus
necesidades básicas? ¿Qué es lo que causa la pobreza? Singer en el capítulo: ricos y pobres
de su libro Ética practica plantea la siguiente situación: “Las personas que viven en los
países pobres consumen un promedio de 180 kilos de cereal al año, mientras que el promedio
norteamericano ronda los 900 kilos” (Singer, 1995, p. 274). La increíble diferencia de
consumo de cereal entre los países pobres y Norteamérica no recae en el número de sus
habitante, sino que en Norteamérica utilizan el cereal como alimento para los animales que
después servirán de alimento para los humanos. De lo anterior se distingue un claro problema
de distribución, ya que como afirma Singer “Si dejáramos de alimentar a los animales con
cereales y soja, la cantidad de comida que ahorraríamos -si la distribuyéramos entre los que
la necesitan- sería más que suficiente para acabar con el hambre en el mundo” (Singer, 1995,
Pero este problema de distribución no solo se percibe en los alimentos, sino en el resto de
elementos que garantizan el bienestar y dignidad de las personas, háblese de educación, de
salud, de acceso al trabajo, de vivienda. De ello que McNamara afirme que “La pobreza en
el nivel absoluto... es vivir en el mismo límite de la existencia. Los pobres absolutos son seres
humanos con graves privaciones que luchan por sobrevivir en unas circunstancias de miseria
(…)” (Singer, 1995, p. 272).
No se podría hablar de un responsable de la pobreza, pero si es claro que hay responsables
de que la pobreza siga existiendo “si está en nuestras manos evitar que ocurra algo muy
malo, sin sacrificar algo que se le pueda comparar moralmente, tenemos que hacerlo”
(Singer, p. 285) bajo este principio existe la responsabilidad de ayudar, ayudar en cuanto nos
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sea posible y que esto no transgreda nuestra calidad de vida. Este ayudar tampoco se reduce
a la mera colaboración material, es decir, si no se cuenta con los recursos económicos con
los cuales se podría proporcionar dicha ayuda, esta se puede hacer por otros medios. Pero si
al contrario, el que cuenta con los medios económicos con los cuales le basta y le sobra para
suplir sus necesidades básicas y no presta su ayuda al que la necesita, este será causante
también del mal que lo aqueja.
Ahora bien, esta lógica de distribución de recursos materiales la podemos ver como un
mínimo óptimo para que las personas se puedan desarrollar, claro, no se puede afirmar que
las individualidades se desarrollan y expresan libremente en la medida que se resuelve la
problemática del hambre, o que se evita la mortalidad prematura. No obstante ¿podemos
pensar que las personas pueden estar preocupadas por la libertad de sus opiniones, cuando lo
único que tienen en la cabeza es cómo sobrevivir? La distribución no ha de ser vista como la
única manera de medir o de percibir la calidad moral entre las relaciones humanas y el
bienestar de cada persona. Pero si se tiene que tener en cuenta como un factor necesario para
dichas relaciones (óptimos mínimos).
Así que el espacio de la pluralidad se iría perdiendo. La espontaneidad y la originalidad
también irían disminuyendo. La cantidad de opciones y la capacidad de elección, que son
fundamentales para Mill en el desarrollo moral, también reducirían ya que en un estado
precario como lo es el de la pobreza absoluta las opciones serian unas cuantas, la pluralidad
se vería afectada, ya que las personas estarían alineadas a la misma condición, la pobreza.
Así que como sustentar un escenario de acción cuando la distinción entre sujetos es cada vez
más escasa, cuando las posibilidades de hacer y de ser son determinadas por un solo
fenómeno, o cuando a la libertad de opinión se le calla por el beneficio de unos cuantos.
Desde este punto si la individualidad es una parte esencial del bienestar de cada persona, para
ello necesita de un escenario optimo en la que se pueda desarrollar. Por lo tanto, en la medida
en que no estén dadas dichas condiciones se estaría atentando moral y físicamente contra la
misma persona.
Dichas condiciones son necesarias para el desarrollo de la individualidad, entre las que
están los recursos materiales y otra serie de recursos sociales (educación y salud) y en la
medida en que faltan en una sociedad se le declara en pobreza absoluta. De modo que ¿es la
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pobreza absoluta una forma de negación a la individualidad? Desde Mill podemos ver que
hay una reducción de las posibilidades de la verdad, verdad que se declara a partir de
individualidades. Por lo tanto, si no hay un escenario que promueva y procure las
individualidades, las oportunidades a más verdades se verán reducidas. En consecuencia, la
pobreza absoluta termina convirtiéndose en un importante inconveniente en la obra de John
Stuart Mill. Ya que esta no permite un escenario pertinente para el desarrollo de las
individualidades, no ofrece tampoco diversidad de circunstancia, por el contrario la que
impera es la de sobrevivir.
Conclusión
Se ha realizado un recorrido sintético sobre el sistema moral de Mill; cómo entiende las
pasiones, la virtud y su composición con la felicidad, cómo percibe la justicia el individuo
moral, la importancia de la individualidad y la pluralidad para dicho sistema y su relación
con la pobreza absoluta. De lo anterior podemos decir lo siguiente.
Respecto al placer Mill, lo posiciona en un plano cualitativo que responden a la capacidad
racional del hombre. Aquí ya no se contempla como el mero estimulo físico que produce
agrado, por el contrario, para recibir la calidad de placer de la que el hombre tiene la
capacidad de sentir se necesitan ciertas condiciones, como lo es la educación, ella orientara
la manera adecuada de buscar el placer, que hace parte de la felicidad. Dentro de dicha
educación se encuentra la virtud, Mill no proporciona una definición de ella, pero si brinda
su comprensión fáctica. Esto quiere decir cómo se perciben las acciones de los hombres
cuando se ejecutan de manera virtuosa y como tienden al bien común y al auto
perfeccionamiento. Aunque lo anterior pueda hacer codiciar a la virtud como medio, esto
solo se debe considerar como una consecuencia de la virtud, ya que ella debe ser deseada por
sí misma.
Respecto a los límites morales y la justicia en Mill, vimos que el individuo moral está
desarrollado de tal manera que difícilmente pensaría causar daño a los demás con el propósito
de aumentar su placer y beneficio. Esto se relaciona con la manera de cómo se compone la
justicia en el utilitarismo de Mill y el marco que comparte con la teoría de la justicia de los
antiguos expuesta por Mate. El bien común deviene justicia general, por lo tanto, todo aquello
que afecte al bien común seria percibido como injusticia, de ello que se afirmara que en la
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medida que se niega la posibilidad al desarrollo de las individualidades, que son consideradas
como parte del beneficio propio y común, se estaría cayendo en injusticia.
Por último, resaltamos la defensa de Mill a la libertad de opinión, que da cuenta de su
preocupación por la homogenización y el autoritarismo. La pluralidad implica distintos tipos
de vida y de perspectivas, y es el reflejo de una sociedad política. De ello que la pluralidad
haga parte del beneficio social. La pluralidad en tanto su condición de diversas posiciones de
vista tiene la capacidad de aportar múltiples formas de resolver un problema. Pero sobre todo,
aportar diferentes verdades y posibilidades de la misma hacia una sociedad dinámica y
cambiante que las necesita. Verdades que se construyen en un entorno de discusiones
argumentativas, de dialogo, que solo se podrían conseguir entre demás individuos, por esa
razón que para Arendt la acción era la actividad que únicamente se lograba entre hombres.
No obstante, para llegar a esa condición de relaciones intersubjetivas se necesita que se
cubran ciertos elementos materiales y sociales, ya que cuando faltan provocan la situación
de pobreza absoluta que puede llegar a negar el ambiente de individualidades y por tanto de
pluralidad. Estos principios que desarrolla y por lo que se preocupa Mill, nos da a entender
que la máxima de “el aumento de felicidad para el mayor número de personas” termina
quedándose corta frente al sistema que él propone. En Mill por el contrario podemos
encontrar la misión, quizás idealista, de conseguir el beneficio general, la felicidad para todos
los integrantes de una sociedad.
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