8/9/2019 Gnesis y desarrollo de las relaciones de poder en el Per virreinal (Siglo XVI)
1/24
Gnesis y desarrollo de las relaciones de poder en el Per virreinal (Siglo XVI)
Author(s): Alexandre Coello De La RosaSource: Revista de Historia de Amrica, No. 120 (Jul. - Dec., 1995), pp. 85-107Published by: Pan American Institute of Geography and HistoryStable URL: http://www.jstor.org/stable/20139944.
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2/24
G?NESIS
Y
DESARROLLO
DE
LAS
RELACIONES
DE
PODER
EN EL
PER?
VIRREINAL
(SIGLO
XVI)
Alexandre
COELLO
DE LA ROSA
*
Abstract
This
article is based
on
a
research
effort
on
historical
anthropology
and
po
litical
philosophy
closely
linked
to
European
expansion
towards
the Atlantic.
It
includes
a
discussion
of
the historical
and
theoretical
problems
of the
fig
ure
of
the American
"Indian",
the invention
of
the
term,
and their
subsequent
subjection
and
exploitation
in settlements
of converted
"Indians"
in the vice
regal period
in Peru
(sixteenth
century).
European
domination
produced
a
massive
biosocial
hybridization
that hierarchized
colonial
society
in
two
op
posing
poles:
the
indigenous
world
and that
of
Spaniards.
In this
context,
native societies
became
incorporated
into
a
political
and
economic
system
that
transformed
individuals
into
full-fledged
members
of
the
new
State be
ing
constructed;
docile,
disciplined
members
transformed
into
cheap
labor
who
were
crowded
together
in the
lower echelons of
the social
structure,
and
thus
the
origin
and
development
of
new
forms of
domination
could be
envi
sioned.
Resumen
Este art?culo
se
basa
en una
investigaci?n
sobre
antropolog?a
hist?rica
y
filo
sof?a
pol?tica
estrechamente vinculada
con
la
expansi?n
europea
hacia
el A
tl?ntico.
En
ella
se
plantearon
los
problemas
hist?ricos
y
te?ricos
de la
figura
del
"indio"
americano,
su
invenci?n
as?
como su
posterior
sometimiento
y
explotaci?n
en
las reducciones
de "indios"
del Peni
virreinal
(siglo
XVI).
La
dominaci?n
europea
produjo
una
masiva
hibridaci?n biosocial
que
jerarquiz?
la sociedad colonial
en
dos
polos
opuestos:
el mundo
ind?gena
y
el
espa?ol.
En
este
contexto,
las
sociedades
abor?genes
se
vieron
incorporadas
a
un
sis
tema
pol?tico-econ?mico
que
transform?
a
los individuos
en
miembros
caba
*
Licenciado
en
Geograf?a-Historia
por
la Universit?t
de
Barcelona
(U.B).
Master
en
Antropolog?a
B?sica
y
Aplicada
por
la
Universit?t
Aut?noma de Barcelona
(U.A.B).
Es
tudiante de Doctorado
en
la
University
of
Stony
Brook,
New
York
(USB).
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3/24
Alexandre
Coello de la
Rosa R.H.A.
Num. 120
les
del
nuevo
Estado
en
construcci?n;
miembros
d?ciles,
disciplinados,
trans
formados
en mano
de
obra
barata
que
se
agolpaba
en
los
escalafones
inferio
res
de la
estructura
social,
vislumbr?ndose
el
origen
y
desarrollo de
nuevas
formas
de
dominaci?n.
Viendo el
virrey
don
Fran.co de Toledo
la
vniuersal
perdici?n
de
todo
el
reyno
por
viuir
los
yndios
sin
pueblos
formados,
de
suerte
que
en
el
[ 109]
doctrinarlos
se
les
faltaua
nueue
ptes.
de las
diez
nes?esarias,
puso
grande
effica?ia
en
reducirlos
todos
a
pueblos
hordenados,
de
manera
q.
de
quince
o
veinte
de
aquellas parcialidades
o
poblesuelos
se
hizo
vno;
lo
qual
aunque
tubo
gran
des dificultades
y
repugnancia
de los
yndios,
con todo eso sali? el
virrey
con
ello,
q.
fue
la
obra m?s
her?yca
y
de
mayor
seru.? de
Dios
que
se
ha
hecho
en
aquellos yndios.1
...Don
Francisco de
Toledo,
visorrey,
mand?
despoblar
y
reducir
de los
pueblos
de
este
reino;
de
este
entonces
se
han
muerto
y
se
van
acabando
los indios de
este
ri?o
por
las
causas
siguientes:
el
primero,
porque
se
aparta
ron
los
indios
de
unos
pueblos
que
ten?an
escogidos
sitios, rincones,
por
sus
principales
sabios
y
doctores, licenciados,
fil?sofos
y
aprobado
de
los
prime
ros
Ingas
los
temples
y
tierras
y agua
para
multiplicar
la
gente...
...ha
sido
gran
da?o de los
indios
la venida
de
don
Francisco
a
este
reino...2
Tiene mucha
raz?n Carlos
Sempat
Assadourian
cuando
afirma
que
"la inves
tigaci?n
hist?rica ha
prestado
muy poca
atenci?n al
proyecto
de las
reduccio
nes
y
a
su
ejecuci?n
por
el
virrey
Toledo".3
Algunos
de los
estudios
realizados
hasta la fecha
se
refieren
a
aspectos
demogr?ficos,
jur?dico-administrativos
o
econ?micos,
si bien
todos ellos enfocan la
cuesti?n
de forma
aislada,
des
criptiva
y
bastante
aerifica.4
Nuestra
aportaci?n
consistir?
en
analizar
todos
los
aspectos
de
forma
global.
Para
ello,
hay
que
plantear
la cuesti?n
de las
reducciones desde
una
concepci?n poli?drica
del
poder,
es
decir,
una
reflexi?n
acerca de los procesos metamorfoseantes de dominaci?n y exclusi?n, anali
1
"Cr?nica
An?nima
de
1600",
cit.
en
Mateos,
1944:225.
2
Guarnan Puma de
Ayala,
"Nueva cor?nica
y
buen
gobierno",
1980:331.
3
Sempat
Assadourian,
1994:168.
4
Merecen
especial
menci?n los
trabajos
realizados
por
el historiador
peruano
Alejandro
M?laga
Medina durante la d?cada de los
setenta,
entre
los cuales
podemos
citar:
?
"Toledo
y
las reducciones
de indios
en
Arequipa. Aspecto
demogr?fico",
art.
publica
do
en
Historiograf?a
y
bibliograf?a
americanistas,
Sevilla,
1972;
?
"El
Virrey
don Francisco de Toledo
y
la
reglamentaci?n
del tributo
en
el virreinato del
Per?", art.
publicado
en Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, 1972;
?
"Visita General del Per?
por
el
Virrey
don Francisco de
Toledo:
1570-1575,
Arequipa",
Arequipa,
Per?,
1974.
86
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4/24
julio-diciembre
1995
G?nesis
y
desarrollo
de las
relaciones
de
poder
en
el Per?...
zando
su
continuidad,
desarrollo
y
evoluci?n
en unas
coordenadas
espacio
temporales
determinadas hist?ricamente.
Nuestra
perspectiva
parte
de la idea de
espacio
como
terreno
y
encrucijada
de
pr?cticas pol?ticas.
Uno de
los
objetivos
de
esta
investigaci?n
consistir?
en
analizar
c?mo
mediante
una
racionalizaci?n de los
espacios
(f?sico, social)
se
institucionalizaron
nuevas
t?cnicas
de control social. La
emergencia
de
este
ethos
dominante
se
desarroll?
en
el
seno
del
incipiente
Estado
moderno,
y
posteriormente,
se
aplic?
y
perfeccion?
en
el
Per? colonial
con
el fin
de
someter
a
la
poblaci?n ind?gena.
Resulta dif?cil concebir
el
Estado sin la idea
del
poder.
En el sentido weberiano del t?rmino, entendemos
por
poder
la
capacidad
de
determinados
individuos
o
grupos
para
intervenir
en
la volun
tad
y
la
conducta
de
otros
individuos
o
grupos.
El
poder p?blico
que
se
esta
bleci?
en
los Andes
se
constituy?
a
partir
de instituciones
organizadas
por
los
espa?oles
cuya
finalidad
resid?a
en
el
control
y
la direcci?n
pol?tico-social
de
la
sociedad
colonial.
La soberan?a
estatal
proporcionaba
una
suprema
juris
dicci?n
por
encima de
cualquier
otra
autoridad
terrenal. Su
poder
era
omn?
modo.
En
este
sentido,
el
proceso
de
objetivaci?n
del "indio"
peruano
en
las
reducciones
toledanas ser?
considerado
como un caso
concreto
donde
unos
individuos fueron
encerrados
y, simult?neamente, clasificados, adoctrinados,
vigilados,
sometidos
a
trabajos
forzados,
a
exacciones
econ?micas,
a
norma
tivas
que
regulaban
cualquier
tipo
de
comportamiento...
Del
mismo
modo,
sabemos
que
a
lo
largo
del
siglo
XVI
se
intensificaron
en
Europa
toda
una
serie de
pr?cticas
de
encierro,
vigilancia
y
sometimiento
sobre determinados
grupos
marginales
jud?os,
musulmanes,
y
tambi?n
le
prosos,
dementes,
gitanos,
brujas,
etc).
Estas
se
implantaron
con
posteriori
dad
en
el continente
americano:
?mera
coincidencia,
o
m?s
bien
expansi?n
tentacular de
una
matriz
originariamente
hisp?nica
y
europea,
forjada
a
lo
largo
de
los
siglos,
y
amplificada
ahora
por
los
nuevos
dispositivos
de
domi
naci?n
surgidos
en el seno de la
Iglesia
y
el Estado modernos?
La
cuesti?n
de
fondo
reside
en
c?mo
explicar
la creaci?n
de
una nueva
colectividad
social,
con
lo
que
ello
implicaba
de
desestructuraci?n
y
cons
trucci?n
de
una
leg?tima
soberan?a;
pero,
sobre
todo,
nos
interesa
reflejar
c?mo las
transformaciones
que
siguieron
a
la
llegada
de los
espa?oles,
esto
es,
la
colonizaci?n
y
su
posterior
estatalizaci?n,
introdujeron
unas
relaciones
de
poder
internas
en
la
sociedad
dominante,
en
la
distribuci?n
de
la
cultura,
la
riqueza
y
el conflicto. Antes de
analizar el modo
en
que
aquellas
pr?cticas
de exclusi?n
fueron
utilizadas
como un
m?todo efectivo
de
control
pol?tico
y de domesticaci?n ideol?gica en el Per? (las reducciones toledanas), es pre
ciso
enfatizar
que
la
representaci?n conceptual
de los
amerindios
tuvo
que
definirse
por
oposici?n,
puesto
que
"todos
los
hombres
se
definen
a
s?
mis
87
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5/24
Alexandre Coello
de la Rosa
R.H.A.
Num. 120
mos
mir?ndose
en
el
espejo
de 'los
otros',
para
diferenciarse
de
ellos".5
S?lo
invent?ndose
a
"otros"
es
posible
representarse
a
uno
mismo
a
partir
de
nuestros
intereses
espec?ficos
de
poder.
Europa
ante
el
espejo
del
Nuevo Mundo
(...)
La
mayor
cosa
despu?s
de la
creaci?n
del
mundo,
sacando la encarnaci?n
y
muerte
del
que
lo
cri?,
es
el
descubrimiento
de
Indias;
y
as?
las
llaman
Nuevo
Mundo.6
Ciertamente, como se?alaba
L?pez
de Gomara, el descubrimiento del con
tinente americano
fue
un
acontecimiento de
magnitudes
colosales.
La
emer
gencia
del
Nuevo
Mundo
trajo
consigo
la
primera
gran
ruptura
de
los
esquemas
geogr?ficos, temporales
y
antropol?gicos
establecidos
en
Europa.
Una cultu
ra
expansionista
y
homogeneizadora,
caracterizada
por
un
integrismo
cat?li
co
universalista
y
una
intolerancia inherente frente
a
la
diversidad,
traspas?
sus
fronteras
para
ir
en
b?squeda
de
nuevos
horizontes comerciales. Pero lo
que
hallaron
fue
un
mundo desconocido
y
una nueva
humanidad frente
a
la
cual
se
sintieron
mucho m?s desnudos
que
los
nativos
que
viv?an all?.
La
magnitud
de las
diferencias
culturales,
que
no
fenot?picas, provoc?
una
gran
conmoci?n
en
el
orden del saber
tardomedieval.
A
juicio
de Lorite
Mena,
"ya
no
se
trata
de diferencias
culturales
catalogables
en un
espacio
y
un
tiempo
reconocibles,
sino de
un
repliegue
de
la naturaleza humana sobre
s?
misma
que
disloca el
soporte
de
las
cronolog?as
y
la
l?gica
de
sus
conexiones".7
Las
categor?as conceptuales
vigentes,
la
cosmolog?a
ptolem?ica
y
la
psi
colog?a
aristot?lica,
profundamente arraigadas
en
la
Europa
de
la
Baja
Edad
Media,
se
mostraron
inoperantes, incapaces
de
pensar
la
"otredad". La ima
gen
tripartita
de la Ecumene
(Europa,
Asia,
?frica)
se
super?
con
creces,
dando
lugar
a
la introducci?n de
nuevas
formas de vida
(animal,
vegetal),
nuevos
l?mites, y
sobre
todo,
una
realidad
ajena cuya
existencia
perturbaba
a
Occidente. En
este
contexto,
los cimientos del ordenado
legalismo
del
siste
ma
escol?stico medieval
empezaron
a
resquebrajarse.
Los
primeros
cronistas
e
historiadores de las
Americas
(Oviedo,
Gomara,
etc.)
viv?an
en
un
mundo
que
cre?a firmemente
en
la universalidad de las
normas
socio-morales,
as?
como
en
el car?cter
unitario
y
homog?neo
de la
humanidad,
permaneciendo
5
Fontana,
1994:
107;
Rozat,
1993:111.Como
apunta
Emanuele
Amodio,
la
identificaci?n
de la
imagen
del "otro"
como
anormal,
como
"monstruo",
permite
red?finir la
categor?a
del
nosotros
a
partir
del
concepto
de
normalidad,
de
manera
que
el "otro
se
constituye
como espejo de la humanidad del sujeto" (1993:23).
6
L?pez
de
Gomara,
1979:7.
7
Lorite
Mena,
1995:21.
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6/24
julio-diciembre
1995
G?nesis
y
desarrollo
de las
relaciones
de
poder
en
el Per?...
fieles
a un
pensamiento
creacionista
que
defin?a a todos los seres humanos
como
criaturas
de
Dios.
Empero,
al enfrentarse las
diferencias,
fue
indispen
sable
clasificar
y
jerarquizar
las sociedades
y
culturas
partiendo
de criterios
teol?gico-morales
que
justificasen
su
dominaci?n.
As?
pues,
y
desde
un
hu
manismo
cr?tico
y
pre-ilustrado,
Europa
se
dispuso
a
definir
su anverso
cul
tural.
Pero
hizo m?s: someti?
aquella
alteridad
para
hacerla
inteligible
y
la
redujo
maquinalmente
a
las
categor?as
m?s
bajas
del
g?nero
humano,
esta
bleci?ndose
una
serie de
relaciones asim?tricas
entre
Europa
y
Am?rica. Una
sociedad
de
superiores
e
inferiores,
de tributarios
y
de
exentos,
de
libres
y
esclavos, empezaba
a
dibujarse
con
extraordinaria
rapidez.
La
inferioridad
social,
jur?dica,
pol?tica
y
econ?mica
que
padecieron
los "indios"
(seres
fi
nalmente
racionales,
pero
embrutecidos
por
un
ambiente
agresivo,
hostil)
se
hizo
patente
con
su
incorporaci?n
a un
sistema de
explotaci?n
colonial,
en
donde
pasaron
a
engrosar
los
contingentes
de
mano
de
obra
barata
para
las
minas,
obrajes, plantaciones...
Como
ha se?alado
Sabine
McCormack,
"Indians
were
therefore
faced with
a
double
system
of
constraints:
on
the
one
hand,
the
economic
and
political
constraints
imposed
by
the secular
state,
and
on
the
other,
the
spiritual
and cultural
constraints
of Christian
mission",8
despleg?ndose
una
insistente
actividad
misionera
que
trat? de
integrar
a
los
"indios id?latras" dentro del sistema de valores y creencias universalistas de
los
cristianos.
Ello
plante?
graves
problemas
?ticos.
La realidad
del mundo
salvaje qued?
encerrada
en una
red de
negaciones,
la
cual,
en
el
transcurso
del
tiempo,
permiti?
la construcci?n
de modelos
antit?ticos.
El
espacio
socio
pol?tico
empez?
a
constituirse
a
partir
de
un
principio
clasificatorio
que
organizaba
a unos
y
a
otros
en
mundos
divergentes.
Por
una
parte,
el diferen
te
grado
de
perfecci?n
que
caracterizaba
al
g?nero
humano
pudo
corroborarse
de
manera
inapelable
con
la
llegada
de los
espa?oles
al
Nuevo
Mundo,
ocu
pando
los
lugares
preferenciales
del sistema
de estratificaci?n
social,
y
por
otra,
los
pueblos
"salvajes",
cuyas
costumbres
eran
completamente
amorales
y
en las cuales se reconoc?a el
perfil
intercambiable de la exterioridad y la
barbarie.
Unas
veces se
tratar? de
pueblos
situados
en una
id?lica
"edad de
oro"
o
"edad de la
ley
natural",
y
otras,
de
pueblos
sin
historia,
sin
escritura,
sin
religi?n,
sin costumbres
ni moralidad.
Por
este
motivo
se
hizo necesario
definirlos:
?eran
hombres
o
bestias?,
?eran
seres
racionales
o
no?,
?podr?an
aquellas
sociedades
"rudimentarias" cambiar
a
otras
formas sociales mucho
m?s "avanzadas"? La
mayor?a
de debates
y
discusiones
se
mantuvieron
en
un
terreno
teol?gico.
Por
un
lado,
la
doctrina cristiana
dictaminaba
un
origen
com?n
para
todos
los
seres
humanos descendientes de
Ad?n;
por
otro,
resul
taba tremendamente
arriesgado
aventurar
alg?n tipo
de
parentesco
entre
aque
8
McCormack,
1985:446-447.
89
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7/24
Alexandre Coello
de
la
Rosa
R.H.A. N?m.
120
l?os "can?bales crueles
y
sanguinarios"
y
los
civilizados
europeos.
Esta
disyun
tiva
monog?nesis
versus
polig?nesis
result?
cuanto
menos
est?ril
y
no
fo
ment?
ning?n
inter?s
por
las culturas
de
aquellos
"salvajes".9
En
cualquier
caso,
el
problema
radicaba
en
saber
si
su escasa
humanidad les
permitir?a
ser
considerados
como
iguales
en
cuanto
humanos. Desde
una
?tica
cristiana,
no
pod?an
ser
tratados
de
otro
modo.
Sin
embargo,
la
virulencia de la
conquista
plante?
muy
pronto
profundas
contradicciones:
?c?mo
pod?a
concillarse la
noci?n moral
de la
igualdad
universal
de los
seres
humanos
con
la domina
ci?n violenta de los "otros" culturalmente
diversos,
m?xime
despu?s
de
ser
considerados como vasallos de la Corona? La interpretaci?n que hicieron los
te?logos espa?oles
de
la
ideolog?a
cristiana
provoc?
una
de las
grandes
para
dojas
de la llamada
"evangelizaci?n".
En
un
principio,
todos
los
hombres
se
consideraban
iguales
ante
Dios,
pero
dado
que
la
religi?n
cristiana
es
la fuen
te
de toda
verdad
revelada,
la verdad
absoluta,
los
espa?oles,
elegidos
por
el
Todopoderoso,
ten?an el derecho
y
el deber
de
llevar
su
palabra
aunque
este
hecho
comportara
violaci?n
y
conquista.
En
teor?a,
el cristianismo
represen
taba
una
religi?n
universalista,
igualitaria,
pero
por
el
contrario,
condenaba
a
algunos
seres
humanos
a
la
esclavitud.10
En
este
sentido,
nos
encontramos
con
un
"orden
de
una
doble realidad
y
una
doble
moral".11
Por
un
lado,
el
cristianismo
propag?
la idea de
igualdad,
de libertad, de salvaci?n celestial,
pero
por
otro,
permiti?
la existencia de
profundas
divisiones
entre
aquellos
privilegiados
que
ostentaban
la
verdad
y
los
paganos
ignorantes
sin
privile
gios,
favoreciendo la
aparici?n
de
un
etnocentrismo
jer?rquico, expansionista,
que
de forma
inherente
se
vinculaba
con un
tipo
de
discriminaci?n
teol?gico
moral.12
Un
tipo
de
ideolog?a
mistificante
que,
por
definici?n,
elevaba
a
la
9
AureolusTheophrastus
Bombast
von
Hohenheim
(1493-1541),
m?s
conocido
por
el nombre
de
Paracelso,
observ?
que
el G?nesis conten?a
la
formulaci?n
de
que
todas las
personas
fueron creadas por un ?nico Dios, pero a?adi? que eso no significaba necesariamente que
todos los hombres descendieran
de Ad?n.
A
su
juicio,
los humanoides
?como
las
ninfas,
los
s?tiros,
los
pigmeos
y
los habitantes
del Nuevo Mundo?
podr?an
ser
descendientes
sin alma de
otro
antepasado
distinto
de
Ad?n,
o
que
podr?an
haber
sido
creados
por
la
tierra
de
forma
espont?nea,
dado
que
no
pod?a
aceptarse
que
un
pueblo
reci?n descubierto
pudiera
ser
emparentado
al
linaje
de
Ad?n
(A.
de Waal
Malefijt,
1983:43-44;
Pagden,
1988:44-45).
10
El
franciscano Vasco
de
Quiroga, obispo
de
Michoac?n,
fue
uno
de
los
primeros
en
de
nunciar las contradicciones
existentes
en
el
proceso
"civilizador".
Al
respecto,
cons?ltese
el
cap?tulo
III
de
su
Informaci?n
en
derecho
(Quiroga,
1992:180-181).
Su
esp?ritu
filan
tr?pico
le
llev?
a
fundar
unos
hospitales-pueblo,
en
Santa
Fe,
con
el fin de
proteger
y
al
mismo
tiempo
aleccionar
a
los
nativos
en
las
"buenas costumbres"
(Pagden,
1988:62).
11
Subirats,
1994:51.
12
Stein, 1993:61; Mahn-Lot,
1977:80;
Wieviorka,
1992:221.
En
un
sentido mucho m?s
categ?rico,
v?ase tambi?n
a
Delacampagne,
1983:28.
90
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8/24
julio-diciembre
1995
G?nesis
y
desarrollo de las
relaciones de
poder
en
el Per?...
categor?a
de universales
los valores
de la sociedad
cristiana
europea,
proyec
tando
las caracter?sticas
propias
de
su
grupo
y
rechazando
todo
aquello
que
no
se
ajustaba
a su
escala
de valores.
El
catolicismo,
la vida
urbana
y
las
monarqu?as
organizadas
en
torno
al
Papado
aglutinaban
todo
aquello
que
se
consideraba
correcto desde
una
buena
sociabilidad.
La inexistencia
de
algu
no
de
estos
elementos
era
indicativo
de
un
desorden
pol?tico-moral
pr?ximo
a
la barbarie
y,
por
tanto,
opuesto
a
las sociedades
cristianas.
Los
conquistadores
espa?oles compart?an plenamente
esta
doctrina
aristot?lica,
mediante
la
cual
se
limitaba
cualquier tipo
de acercamiento
igua
litario
a
las sociedades
no
cristianas.
El
ser
cristiano operaba
como
un
signo
de
identidad
y
pertenencia
frente
a
toda clase
de
b?rbaros
y
herejes
conside
rados
inferiores.
La
negatividad
que
destilaban dichos
conceptos
levantaba
una
barrera
que
imped?a
el acercamiento
y,
al
mismo
tiempo,
justificaba
la
diferenciaci?n.
Este etnocentrismo
era
el resultado del
funcionamiento
de
par?metros
axiol?gicos
profundamente
arraigados; pol?ticos
y
religiosos,
sobre
todo. La
g?nesis
de
este
pensamiento
cabe
situarla,
con
toda
probabilidad,
durante
las
luchas
que
protagonizaron
los
espa?oles
contra
los
herejes
musulmanes
en
tiempos
de
la
Reconquista,
gener?ndose
un
profundo
rechazo
e
incompren
si?n frente a lo diverso. Aunque este pensamiento no era constitutivo del
cristianismo
universalista,
dichos
par?metros
valorativos
provocaron
fuertes
distorsiones
en
la
interpretaci?n
hist?rica,
que
se
mostraba
fiel
a
una
serie de
prejuicios
e
influencias
arteras
de las cuales
no
siempre
el historiador
o cro
nista
era
consciente.
Muchas
veces
se
ha
argumentado
que
la
gran
mayor?a
de
pensadores,
te?
logos
o
estudiosos
que
redactaron
las
cr?nicas
de Indias
dedicaron
sus es
fuerzos
a
justificar
la
conquista,
proporcionando
un
sustento
ideol?gico
y
doctrinal.
A
nuestro
juicio,
esta
visi?n
es
excesivamente
simplista,
poco
ob
jetiva
y
un
tanto
parcial
porque
proporciona
una
visi?n
sesgada
de
la
reali
dad.
Seg?n
la 21a. edici?n del Diccionario de la Real Academia de la
Lengua
Espa?ola,
se
define
"cr?nica"
como
"Historia
en
que
se
observa
el
orden de
los
tiempos",
y
en
el
Diccionario de
Uso
del
Espa?ol
de
Mar?a
Moliner
(1987),
cr?nica
es
la
"Historia
en
que
se van
exponiendo
los acontecimientos
por
el
orden
en
que
han
ido ocurriendo".
Etimol?gicamente,
observar
significa
mi
rar,
catalogar
y
juzgar
con
ojos
propios aquello
que
nos es
ajeno
y,
por
tanto,
si lo
aplicamos
al
caso
que
nos
ocupa,
vemos
c?mo
la
primera
historiograf?a
indianista
del
siglo
XVI
no
tuvo
una
voluntad directamente
legitimadora
en
lo
que
se
refiere
a
la
conquista
y
colonizaci?n
de
Am?rica.
Aquellos
cronistas
narraban
determinados
acontecimientos
partiendo
de
una
percepci?n
here
dada,
de
un
contexto
de saber asimilado.
L?gicamente,
estos
puntos
de
parti
da
condicionaban
sus
descripciones,
pero
no
por
ello hemos de descubrir
91
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9/24
Alexandre
Coello
de la Rosa
R.H.A. N?m.
120
ideolog?as
esclavizadoras
y
voluntades
maquiav?licas
al
servicio de
oscuros
prop?sitos,
sino
m?s
bien
reconocer
que
la
pr?ctica
totalidad de
sus
relatos
estaban
justificando
de
manera
inconsciente la indisoluble unicidad del
g?
nero
humano,
siguiendo
unos
par?metros psicol?gicos
definidos,
y
s?lo
pos
teriormente,
trataron
de
marcar
y
establecer las
diferencias mediante
unos
patrones
?tico-religiosos
excluyentes.
Lo
que
movi?
a
la
mayor?a
de los
primeros
sacerdotes cristianos
a
predi
car no
fue
manipular
las
conciencias
de
los
"indios",
sino
conseguir
su con
versi?n
guiados
por
el convencimiento casi m?stico de
sus
actuaciones.13
Cierto
es
que
la
aplicaci?n pr?ctica
de
los
principios
cristianos
result?
una
implan
taci?n
impositiva,
violenta
la
mayor?a
de
las
veces,
que
no
reconoc?a
los
derechos
m?s elementales de los "indios". Sin
embargo,
considerar
que
estos
te?ricos
fueran
"ide?logos justificadores
de la
opresi?n"
nos
parece
cierta
mente
poco
riguroso.14
Desde
este
referente
doctrinario,
la
concepci?n
aristot?lico-tomista de la
escol?stica
cristiana
juzgaba
las
relaciones de
poder
como
consubstanciales
a
la
naturaleza
humana.
Siguiendo
este
razonamiento,
el
orden natural
jerarquizaba
a
los individuos
a
partir
de la
capacidad
para
desarrollar
un
tipo
de
pensamiento
racional.
As?,
los
espa?oles
se
pensaban
como
los
individuos
m?s "capaces", los m?s "desarrollados" mentalmente y, por este motivo, se
consideraban los
se?ores
naturales de los "indios"
que, por
contra,
pertene
c?an
a una
categor?a
de
hombre diferente:
eran seres
"vagos,
violentos
y
de
mal
vivir",
seres
embrutecidos
y
degradados
cuyo
comportamiento
antinatu
ral
y
antisocial los condenaba irremisiblemente
a
la
servidumbre.15
Este
sa
ber,
basado
en
el
ius
naturae,
era
compartido
por
un
gran
n?mero
de
te?logos,
juristas
e
intelectuales,
quienes
hab?an le?do
y
compartido
los
presupuestos
ideol?gicos
de los aristot?licos
y,
especialmente,
la
c?lebre Summa
contra
Gentiles
(1259-1260),
del dominico Santo Tom?s de
Aquino
(1225-1274).
Uno
de
ellos
fue,
sin
lugar
a
dudas,
el
capell?n
del
emperador
y
cronista
oficial, Juan Gin?s de
Sep?lveda, quien
sostuvo un
apasionado
debate con
fray
Bartolom?
de
Las Casas
respecto
a
la
condici?n
natural de los nativos
(Juntas
de
Valladolid,
1550-1551).
Como
es
sabido,
el dominico
rechaz?
en
su
Apolog?tica
Historia Sumaria
(1551)
todas
y
cada
una
de las tesis sobre
la
13
Pagden,
1988:16.
14
Beuchot,
1992:134.
15
Al
respecto,
Sep?lveda apuntaba
que
"(
)
con
perfecto
derecho los
espa?oles
ejercen
su
dominio sobre
esos
b?rbaros
del
Nuevo Mundo
e
islas
adyacentes,
los cuales
en
pruden
cia,
ingenio
y
todo
g?nero
de virtudes
y
humanos sentimientos
son
tan
inferiores
a
los
espa?oles
como los ni?os a los adultos, las
mujeres
a los varones, los crueles e inhumanos
a
los
extremadamente
mansos,
los
exageradamente
intemperantes
a
los continentes
y
moderados"
(1951:33).
92
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10/24
julio-diciembre
1995 G?nesis
y
desarrollo de
las relaciones
de
poder
en
el Per?...
esclavitud
natural de
su
antagonista, planteando
una
cuesti?n
b?sica:
al
con
siderar
l?cito
hacer la
guerra
y
esclavizar
a
los "indios"
y
despojarlos
de
sus
bienes,
b?sicamente,
por
ser
clasificados
como
b?rbaros id?latras
carentes
de
raz?n,
estas
pr?cticas
y
estos
discursos estar?an evidenciando
unas
rela
ciones de
desigualdad
que
ser?a
preciso
legitimar
de
alg?n
modo.
Pero,
me
diante
estos
mecanismos
de
autojustificaci?n,
mediante
estas
relaciones
de
dominaci?n
que
generan
profundas
desigualdades
sociales,
?acaso
no
esta
mos
contradiciendo
el
principio
de
igualdad
con
el
que
se
fundamenta el
dogma
cristiano?
Y
sobre
todo,
de admitir
una
desigualdad
real
entre
los
hombres, ?no habr?a que privar a los "indios" forzosamente de la fe? Por
contra,
Las
Casas
proclamaba
que
la salvaci?n
era
universal
para
todas las
culturas
y
civilizaciones,
ya
que
"todo
linaje
de los hombres
es uno
y
todos
los
hombres,
cuanto
a
su
creaci?n
y
a
las
cosas
naturales,
son
semejantes
y
ninguno
nace
ense?ado;
y
as? todos
tenemos
necesidad de
a
los
principios
ser
de
otros
que
nacieron
primero guiados
y
ayudados
(...)
Todas las naciones
del
mundo tienen
entendimiento
y
voluntad
y
lo
que
de
ambas
a
dos
estas
poten
cias
en
el hombre
resulta,
que
es
el libre
albedr?o,
y,
por
consiguiente,
todas
tienen
virtud
y
habilidad
o
capacidad
e
a
lo bueno inclinaci?n natural
para
ser
doctrinadas,
persuadidas
y
atra?das
a
orden
y
raz?n
y
a
leyes
y
a
la virtud
y
a
toda bondad".16
Hacia
el establecimiento del Estado
colonial
?ste
es
el
punto
de
partida.
Un
Nuevo Mundo
y
una
nueva
sociedad
por
cons
truir. Nuevos
seres
humanos
y
nuevos
espacios
para
cristianizar
pero
tam
bi?n
un
nuevo
territorio
para
colonizar
y
obtener
riquezas
y
honores. Los
objetivos
econ?micos,
pol?ticos
y
religiosos
a
menudo
se
hallaban enfrenta
dos
en
cuanto
al
tipo
de relaciones
sociales
que
deb?an existir
entre
los
espa
?oles
y
los "indios".
Por
un
lado,
los nativos estaban
obligados
a
trabajar
en
las tierras de los
encomenderos,17
en
las
minas de
oro
y
plata,
en
las
pesque
r?as de
perlas
y
muchos
otros
trabajos
en
condiciones
extremas.
Por
otro,
16
Las
Casas,
1992,
Libro
II,
Cap.
48:537.
17
De
acuerdo
con
la
filosof?a
pol?tica vigente,
las encomiendas
deber?an
definirse
como un
sistema
tutelar,
si bien
a
nivel f?ctico
representaron
el establecimiento
del dominio arbi
trario
espa?ol.
Dichas
instituciones,
cuyo
origen
cabe
situarlo
en
los
inicios de la coloni
zaci?n
americana,
se
ubicaban dentro de
un
modelo de sociedad
jerarquizada
en
donde
todos
los
elementos
que
la
integraban
(el
rey,
la
nobleza,
la
Iglesia,
los
"indios")
se
halla
ban
interrelacionados
por
un
sistema
de
obligaciones
rec?procas:
los "indios"
eran
entre
gados
en
dep?sito
para
que
los encomenderos los utilizaran como mano de obra en sus
haciendas
y
labranzas,
facilitando
su
evangelizaci?n
y
protecci?n,
as?
como
la
tasaci?n de
tributos
que
deb?an
pagar
a
sus nuevos amos
(M?laga
Medina,
1972b:604).
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11/24
Alexandre
Coello
de la Rosa R.H.A. N?m. 120
algunos
religiosos
(Montesinos,
Las
Casas)
denunciaron
esta
explotaci?n
sis
tem?tica
e
intentaron
defenderlos
de
la codicia
y
crueldad
de
los
espa?oles.
Los
primeros
cincuenta
a?os
despu?s
de
la
conquista
estuvieron
llenos
de
tensi?n
y
agresividad
entre
el
poder religioso
y
el
poder
pol?tico.
He
aqu?
la
enorme
contradicci?n
que
exist?a
en
el
proyecto
civilizador.
La
cruz
y
la
es
pada,
la redenci?n
y
la
ambici?n
se
abr?an
camino
en un
mundo
que
hab?a de
ser
sometido
y
cristianizado
para
mayor
gloria
de Dios. Este
trasfondo
era
compartido
por
muchos de
los
espa?oles
que
viv?an
en
la
Metr?poli
y
en
las
colonias,
pero
a
menudo
era
entendido de
maneras
muy
diferentes.
Hijos de Jafet, hijos de
Cam
o
descendientes
de
Ca?n, los "indios" necesi
taban
una
educaci?n
permanente,
una
constante
protecci?n.
Pero,
bajo
esta
visi?n
paternalista
y
bienintencionada,
se
ocultaba el
abismo sociocultural
que
los
separaba
de
los
espa?oles.
Un abismo
que,
lejos
de
reducirse,
aumen
taba.
Las normativas
oficiales establec?an
repetidamente
su
completa
huma
nidad,
pero
eran
demasiado
indulgentes
para
ser
efectivas.
?O
escasamente
interesadas
?Cu?l
era,
pues,
el
problema?
?La incapacidad
de la
Metr?poli
para
controlar
a
las
lejanas
colonias americanas?
?ste
siempre
fue
un
gran
inconveniente,
pero
con
el
tiempo
el
Estado colonial
empez?
a
arraigar
y
las
principales
autoridades del Per? condenaron
a
la
mayor?a
de la
poblaci?n
ind?gena a una pr?ctica esclavitud. El trabajo de los "indios" estaba dirigido
a
asegurar
la subsistencia de las formas de
poder
local
?cacicazgo?,
la de
los
conquistadores
y
por
supuesto
las necesidades
econ?micas de
la
Corona.
?C?mo
explicar
este
desdoblamiento,
esta
divergencia
de intereses?
A
nues
tro
juicio,
la Corona
se
vio
imposibilitada
para
construir
unas
relaciones
so
ciales arm?nicas
e
igualitarias
a
causa
de
la
constricci?n de
los
intereses
econ?micos.
El
jurista
Juan
de
Sol?rzano
y
Pereira
(1575-1655),
compilador
de
la
legislaci?n
indiana durante
el ?ltimo
tercio
del
siglo
XVII,
dec?a
que
el
sistema
de
la
mita18
subsisti?
porque
las autoridades estatales
nunca
intenta
ron
substituir de
manera
eficiente
la
mano
de obra nativa
por
una
mano
de
obra asalariada. Ello chocaba con la dura
oposici?n
de los
mineros,
quienes
no
ten?an
ninguna
intenci?n
de
pagar
un
mayor
salario
por
el
mismo
trabajo:
La
verdad
es
que,
como
dixo
S?neca,
muchas
cosas
dexamos de
hacer
por
tenerlas
por
dificultosas,
que
lo
son,
porque
no
acabamos de
atrevernos,
y
determinarnos
?
ponerlas
en
execucion,
que
si
se
pusiesen,
el
mismo
tiempo
las
ir?a
ajustando,
y
facilitando,
como
gravemente
lo dicen
Plinio,
Junior,
y
Polibio.
18
Desde
un
punto
de
vista
formal,
la
mita
consist?a
en
el establecimiento
de
turnos
de
traba
jo
por
sorteo
por
medio
del
cual
los "indios"
estaban
obligados
a
servir
a
los
espa?oles
en
determinadas
tareas:
servicio
dom?stico,
trabajo
en
las
minas,
servicio
agr?cola, pastoril,
en
los
obrajes,
etc.
94
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12/24
julio-diciembre
1995
G?nesis
y
desarrollo de las
relaciones
de
poder
en
el
Per?...
Y como los mineros est?n acostumbrados ?
los
repartimientos
de
Indios,
cuya
condici?n
es
tan
mansa,
y
rendida,
y cuyo
sustento
les sale
tan
barato,
hecha
y?
costumbre
lo
que
fue
vicio,
h?ceseles
de mal
el
dexarla,
como
suce
de
de
ordinario,
seg?n
sentencia de
T?cito,
y
de
Plutarco.19
La
mayor?a
del
estamento
pol?tico acept?
el
sistema de lamita
para
evitar
se
dificultades
mayores.
Paralelamente,
muchos
religiosos
empezaron
a
mo
derar
sus
opiniones
cr?ticas
y
algunos
inclusive toleraron
aquellas
pr?cticas
abusivas. Uno de
ellos fue el
jesuita
Jos? de
Acosta
(1540-1600)
quien,
tras
reconocer la importancia que la explotaci?n minera ten?a para la Corona,
opt?
por
una
soluci?n
pol?tica:
como
la
gran
empresa
civilizadora
se
apoyaba
en
la seducci?n
que
sobre
los
espa?oles
ejerc?a
el
oro
y
la
plata,
y
dado
que
el
primer
deber del
gobernante
resid?a
en
"atraer,
pues,
a
estos
hombres
salva
jes
y
enfierecidos
a
g?neros
de vida
humana,
y
acomodarlos al
trato
civil
y
pol?tico",
Acosta
abogaba
por
reducir
la
explotaci?n
de
los
"indios"
por
me
dio del buen
trato.20
Haciendo
gala
de
un
extraordinario
cinismo,
lleg?
inclu
so a
declarar
que
la
Divina
Providencia hab?a
provisto
al
Nuevo Mundo
con
abundantes
recursos
de metales
preciosos,
atrayendo
la
colonizaci?n cristia
na
y asegur?ndose
as?
la conversi?n de los
naturales.
A
la
par que
las
minas
de
Potos?
y
Huancavelica devoraban
m?s
vidas
que
la
hidra
de las
siete cabe
zas
de la
mitolog?a
griega,
las
viejas
esperanzas
de los
religiosos
lascasianos
(Domingo
de
Santo
Tom?s,
Jer?nimo de
Loayza,
Tom?s de San
Mart?n)
de
evitar lamasiva
explotaci?n
en
el
Per?
se
fueron
diluyendo
en
el
tiempo.
La
exigencia
humanista
no
pod?a
armonizar
con un
inter?s material de
las
colo
nias,
que
exig?a
el mantenimiento de las
levas
forzosas de
mano
de obra
como
imperativo
econ?mico.
Es
as?,
por
ejemplo,
c?mo la
Raz?n
de
Estado
consigui?
depurar
los elementos cr?ticos del
cristianismo
para
poder
reforzar
los
ejes
de
sus
estructuras
materiales
y
espirituales,
dando
cabida
a
otras
propuestas de perfecci?n moral m?s acordes con las necesidades econ?micas
del Estado
moderno.
El
humanismo cr?tico
acab? siendo
censurado,
y
con
?l,
cualquier
esperanza
de redenci?n.
La
moral
siempre
ha
resultado
pol?ticamente
molesta. Por
esta
raz?n,
el
nuevo
orden
pol?tico
edific?
su
propia
moral,
estableciendo la necesidad de
crear
sujetos
civiles
a
los
que
pudieran
referirse
las acciones
normativas
del
Estado;
subditos
integrados
de tal
manera en
la estructura
colonial
cu
yas
reivindicaciones
de
justicia
y
solidaridad
fueran
completamente
amorti
guadas.
19
Sol?rzano
Pereira, 1972,
Libro
II,
Cap.
XVII:295-296.
20
Acosta,
1984:539,111:19.
95
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13/24
Alexandre
Coello
de la Rosa
R.H.A.
N?m. 120
Espacios
de
exclusi?n,
espacios
de
poder:
Las
reducciones de "indios
"
(Siglo
XVI)
Con
mucho
cuidado
y
particular
atenci?n
se
ha
procurado
siempre
interponer
los medios m?s
convenientes
para que
los
Indios
sean
instruidos
en
la Santa
Fe
Cat?lica,
y
Ley
Evang?lica,
y
olvidando
los
errores
de
sus
antiguos
ritos,
y
ceremonias,
vivan
en
concierto,
y
polic?a;
y
para
que
?sto
se
executase
con
mejor
acierto,
se
juntaron
diversas
veces
los de
nuestro
Consejo
de
Indias,
y
otras
personas
Religiosas
(...)
y
resolvieron
que
los Indios fuesen
reducidos
a
Pueblos, y
no
viviesen
divididos, y separados por
las
sierras, y
montes,
pri
v?ndose de todo
beneficio
espiritual,
y
temporal,
sin
socorro
de
nuestros
Ministros,
y
del
que
obligan
las
necesidades
humanas,
que
deben
dar
unos
hombres
a
otros
(...).21
Llegados
a
este
punto,
percibimos
c?mo la
poblaci?n
ind?gena
se
convir
ti?
en
el v?rtice de las
nuevas
relaciones de
dominaci?n.
Encomenderos,
curacas,
?rdenes
mendicantes
y
finalmente
el
Estado burocr?tico
colonial
intentaban
aumentar
sus
?reas de influencia
por
medio de la confrontaci?n
directa de
grupos
en
conflicto. El
proceso
de
asentamiento del Estado
mo
derno en el Per? no fue un
proceso
est?tico,
sino din?mico. Para
conseguirlo,
el Estado colonial
tuvo
que
doblegar
la autoridad
de las dem?s
instituciones.
Uno
de los
aspectos
m?s
definitorios de
su
poder
fueron los m?todos
y
las
t?cnicas
utilizados
para
lograr
el
control. Con
la
llegada
al
trono
de
Felipe
II
(1556),
la
nueva
pol?tica
encontr?
su
expresi?n
ideol?gica
en
la
gran
reforma
pol?tico-administrativa
del
virrey
Francisco de
Toledo
y
la
posterior
inaugu
raci?n del Tercer
Concilio
Limense
(1582-1583)
que,
liderado
por
la
figura
del
Provincial
Acosta,
permite apreciar
una
clara
convergencia
de
intereses.
El
imperialismo
euroc?ntrico
y
colonialista del
virrey
Toledo
coincidi?
con
una
exacerbaci?n
de la
pol?tica
sacramental
llevada
a
cabo
por
los
jesu?tas.
La raz?n
es
clara:
consolidar
un
proyecto
pol?tico
homogeneizador
inspirado
en
los
patrones
sociopol?ticos,
religiosos
y
culturales de
Europa.
El
patr?n
a
seguir
ser?,
como veremos
m?s
adelante,
la
concentraci?n de la
poblaci?n
ind?gena
en
las reducciones
organizadas
por
el
Estado
a
tal
efecto,
siguiendo
el
modelo
espa?ol.22
La
reagrupaci?n
de la
poblaci?n
ind?gena
en
determinados
puntos
(pobla
dos)
localizados
era un
antiguo
proyecto
cuya
realizaci?n
no
estuvo
exenta
de
tensiones.
En
un
principio,
las
reducciones
fueron instituciones
implanta
21
Recopilaci?n
de
Las
Leyes
de
Indias,
Ley
IX,
T?tulo
III,
Libro
VI,
dictada
por
Felipe
II,
lo. de
diciembre
de
1573,
pp.
207-208.
22
Lohmann
Villena,
1957:85;
M?laga
Medina,
1975:39.
96
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14/24
julio-diciembre
1995 G?nesis
y
desarrollo
de las relaciones de
poder
en
el
Per?.
FEUPEIIYELPERU
UN
NUEVO
ONTEXTO
IST?RICO
REFORMAS
POL?TICO-ADMINISTRATIVAS
REFORMA RELIGIOSA
CATOLICISMOCONTRA
REFORMA
(JESU?TAS)
VIRREY
TOLEDO
I
CONCILIO L?MENSE
JOS?
DE
ACOSTA
CONCENTRACI?N
DE
POBLACI?N
CONTROL
POBLACI?N
REACTIVACI?N
DEL
PROCESO
DE
EVANGELIZARON
PPTIMIZACI?NI
FISCAL
UTILIZACI?N
MANO
DE
OBRA
EXTIRPACI?N
PE
IDOLATR?AS
REDUCCIONES
DE "INDIOS*
das
por
el
gobierno
colonial
y
consistieron fundamentalmente
en
la
concen
traci?n de
poblaciones
rurales
dispersas
en
los
campos
de
cultivo
o
?reas
de
pastoreo,
en
n?cleos
o
poblados.23
La
aplicaci?n
efectiva
de
este
arquetipo
no
pod?a
ejecutarse
sin el convencimiento de
que
la voluntad
de
los "indios"
quedaba
sometida
por
una
voluntad
superior.
Sin
embargo,
el establecimiento
de dichas
congregaciones
o
pueblos
de
"indios"
tuvo
consecuencias
irrepara
bles
para
la
poblaci?n
nativa: la
desintegraci?n
de las
estructuras
socioeco
23
Valdez de
la
Torre,
1921:59.
97
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15/24
Alexandre Coello de la Rosa
R.H.A.
N?m. 120
n?micas de los
pueblos
andinos. El
gobierno
local fue reestructurado formal
mente
y gran
parte
de los
"indios"
se
negaron
a
obedecer
a
una
autoridad
artificial
que
carec?a
de
legitimidad
hist?rico-pol?tica.
Los
criterios de
pro
ducci?n
comunitaria,
en
torno
al
ayllu
precolombino,
se
vieron
afectados
tambi?n
en
su
evoluci?n
y
organizaci?n
interna
fundamentalmente
por
causa
de
esta
alteraci?n de
las
jerarqu?as
sociales
tradicionales
que
hab?an
perdura
do
en
dichos
ayllus.24
Estos
cambios
se
agravaron
al reubicar
a
los
"indios"
en
lugares
diferentes de los
suyos y
con nuevas
pol?ticas
de
gobierno
(ayllu
colonial),
adem?s de "la
usurpaci?n
de las tierras
desocupadas
(...), ya
sea en
forma
de
legal (mercedes)
o
admitiendo las
irrupciones
de
facto de los
euro
peos".25
Para favorecer
el abandono
de
los "indios"
se
lleg?
incluso
a
incen
diar
sus
poblados originales
y
a
la
completa
destrucci?n
de
sus
bienes,
provocando
aut?nticos
desajustes
ecol?gicos.26
Ello
supuso
un
aumento
con
siderable
en
el control
de dichas
poblaciones
y
una
vigilancia
sistem?tica
y
racionalizada basada
en
la colaboraci?n
de
todos los
poderes
(pol?tico,
ecle
si?stico).
Este
gran
proyecto
de estabilizaci?n
y
reorganizaci?n
de las
sociedades
andinas
supuso
la
primera
forma,
planificada
y
exitosa,
de
introducir
una
moderna
disciplina
de control
pol?tico
y
econ?mico,
representando
adem?s
un primer intento de constituir una sociedad estable en el Per? impuesta a
culturas fuertemente cohesionadas.
La
implantaci?n
del
Estado
colonial
en
tierras andinas
se
realiz?
seg?n
las
siguientes
etapas:
Por
un
lado,
acabar
con
el
caos
pol?tico provocado
por
las
guerras
civi
les,
reducir el elevado
grado
de
explotaci?n
de
los
espa?oles
y
sus
cola
boradores,
los
curacas o
se?ores
?tnicos,
as?
como
debilitar
la
posici?n
social
y
econ?mica
del sistema tradicional de
encomiendas;
Por
otro,
la
vigorizaci?n
de
una
estructura
econ?mica,
pol?tica
y
adminis
trativa
bajo
la
jurisdicci?n
de la
Corona.
A
tal
efecto,
el Estado nacional
24
Irene
Silverblatt ha mostrado
una
gran
clarividencia
en
relaci?n
a
las alteraciones
que
las
pr?cticas
tributarias
y
reorganizativas
impuestas
por
Toledo tuvieron
en
la
pr?ctica
totali
dad de
la
poblaci?n
nativa.
En
este
sentido,
la creciente
exogamia
de los
ayllus
coloniales
acab? fortaleciendo
los
v?nculos
patrilineales
y
patrilocales
en
detrimento de las relacio
nes
sociales
expresadas
a
trav?s
de la filiaci?n matrilineal
y
la residencia
matrilocal
(1990:53).
V?ase
su
Tesis Doctoral titulada
Luna,
sol
y
brujas.
G?nero
y
clases
en
los
Andes
prehisp?nicos
y
coloniales,
Centro
de Estudios
Regionales
Andinos
"Bartolom? de
Las
Casas",
Cusco-Per?,
1990
(Orig.
1987).
25
Sempat
Assadourian,
1992:81.
26 El contador Francisco
L?pez
de
Caravantes,
en su Noticia General del Per?
(aprox.
1630),
apunta
que
"(...)
para
que
los
indios,
una vez
reducidos,
no
volvieran
a sus
lugares
de
origen
el
Virrey
orden?
quemar
las
casas
antiguas"
(Escobedo,
1979:81).
98
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16/24
julio-diciembre
1995 G?nesis
y
desarrollo de
las
relaciones de
poder
en
el Per?...
territorial
precis?
de la creaci?n
y
el
desarrollo de una econom?a
monetarizada,
as?
como
de
un
monopolio
sobre la distribuci?n de los
metales,
de
una
red
de
mercados,
de
n?cleos
urbanos,
etc.,
que
en
la
pr?ctica
obedec?a
a
las
necesidades de los
centros
comerciales,
adminis
trativos
y
financieros del Per?. Esta
infraestructura
se
consigui?
en
el
?mbito
de
la
poblaci?n
colonial.
Paralelamente,
se
fue
desarrollando
una
superestructura
burocr?tica
profesionalizada (Virreyes,
Audiencias,
Co
rregidores,
Gobernadores,
Alcaldes
Mayores)
que,
entre
sus
m?ltiples
funciones,
tuvo
que
encarar
la
problem?tica
de
una
poblaci?n
ind?gena
dispersa y
sensiblemente diezmada
a
ra?z
de
la desestructuraci?n
de
su
"modus vivendi". En
consecuencia,
aisistimos
a
la
construcci?n
pol?tica
de
un
Estado
europeo
transnacional,
un
imperio
colonial
de
extraordi
narias
dimensiones
compuesto
de
espacios
mar?timos
y
terrestres,
espa
cios
pol?ticos
y
sociales
que
reorganizaron
a
poblaciones
y
culturas
sometidas.
Es
en
esta
coyuntura
en
que
la
l?gica
de
las reducciones
emergi?
como
un
intento de
ordenar
la situaci?n
y
reorganizar
las
sociedades
andinas
en
fun
ci?n de las
perspectivas
del
nuevo
Estado. Si bien la sociedad
andina
no
fue
ajena al conocimiento de la vida urbana, como lo prueban Cahuachi, Wari,
Chan-Ch?n,
Cajamarca,
Cusco,
etc.,
la
mayor
parte
de
su
masa
poblacional
estuvo
esparcida
en zonas
rurales. La
naturaleza
de
su
asentamiento
vertical
dificultaba
una
r?pida
y
completa
dominaci?n,
y
sobre
todo,
entraba
en con
tradicci?n
con
una
optimizaci?n
racional
de los
recursos
existentes. Durante
el
?ltimo tercio del
siglo
XVI
la
idea de reducir los "indios"
a
pueblos
gravi
taba,
como
es
sabido,
alrededor de
tres
v?rtices
fundamentales: favorecer
la
evangelizaci?n,
puesto
que
los
religiosos
apenas
tendr?an
que
desplazarse,
establecer la unidad fiscal
necesaria
para
la
imposici?n
del
tributo colonial
por
parte
de
los funcionarios reales
y
asegurar
la
disponibilidad
de
mano
de
obra
para
la
ejecuci?n
de lamita en las minas
y
obrajes,
en las
sementeras,
en
los tambos
y
caminos,
en
las f?bricas de
galeones,
haciendas
y
trabajos
di
versos.
Igualmente,
las
reducciones
se
desarrollaron
como un
intento de
re
cuperar
el nivel
demogr?fico
tras
el
colapso
que
acaeci?
durante la
primera
mitad
de
siglo
sobre
las
masas
ind?genas.27
Fue
una
iniciativa
que
cont?
des
de
un
primer
momento
con
algunos
entusiastas,
sobre todo
religiosos quie
27
Como
apunta
Noble David
Cook,
aunque
Toledo
se
esforz?
por
establecer
las
condiciones
necesarias
para
la
?ptima evangelizaci?n
y
adoctrinamiento
de la
poblaci?n ind?gena,
su
pol?tica
de
las
reducciones
provoc?
las
condiciones necesarias
para
su
fracaso,
es
decir,
la
progresiva
disminuci?n
demogr?fica
de dichos
pueblos
de
"indios". Si
en
tiempos
de la
conquista
se
ha
calculado
una
poblaci?n
alrededor de seis millones
de
personas,
durante
la
?poca
del
virrey
Toledo
se
redujo
hasta
un
mill?n
(1975:XXI-XXV).
99
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17/24
Alexandre Coello
de la Rosa R.H.A. N?m.
120
nes,
como
parte
interesada,
escrib?an continuamente al
Rey
y
al
Consejo
ex
hortando
a
que
se
diese orden
para
reducir
los
"indios"
a
pueblos.
Una buena
muestra
nos
la
da el
siguiente
texto:
(...)
Mucho
provecho espiritual,
y
temporal seseguiria
desta
gente
si
V.E
mandare
se
redugeren
apueblos
mas
esta
reduzon
no
avia deser
con
el
da?o,
y
violencia
quetengo
noticia seles
hace
tocare
a
V.E
como
viven,
y
como
avian
devivir,
y
adelante
como
avia
deser
esta
reducci?n:
Est?n
metidos
los
Yndios
por
no ver
cl?rigo
ni
Doctrina
enuna
quebradilla,
tienen
una
casilla
que
mas
parece
de
conejos que
de
hombres,
alli
les
apetece
la
soledad
y
de
mala
inclinaci?n
a
continuos sacrificios
al
Diablo
y
a
vivir
vestialmente,
dur
miendo
con
su
Madre,
y
hijos,
haciendo
quantas
maldades
el
Diablo
le
pone
en
el
coraz?n;
reducidos
alos
pueblos
ordenarles
sus
rep?blicas
haci?ndoles
sus
Alcaldes,
y
regidores
(...)
cosa
de
gran
contento
ver
la
gran
policia,
raz?n
y
justicia
conquese
goviernan
entre
ellos
mismos;
y
si
por
mandado
de
V.E
se
empiezan
aponer
en
raz?n,
y
policia
de
hombres
que
hasta ahora
noles ha
sido
puesta
vendr?
adelante
en
conocimiento d?lo
bueno,
y
la
misma virtud
les
ir?
cada
dia abriendo
mas
el
camino,
yaque
tomen
gusto
enlo bueno
para
obrarlo.28
Para muchos
jesuitas,
hab?a
llegado
el
momento
de
someter
la actividad
pol?tica
del Estado colonial
a
la
misi?n
evangelizadora.
Por
contra,
Toledo
pensaba
que
las
intenciones
pol?tico-econ?micas
de
la Corona deb?an
preva
lecer sobre
cualquier
otra
consideraci?n.
La
escasa
coincidencia
que
a
priori
exist?a
entre
los intereses de
unos
y
otros
provoc?
numerosas
tensiones
y
fricciones durante
su
mandato.29
A
pesar
de
ello,
la
Iglesia
y
el
Estado
(Patro
nato
Regio)
se
necesitaban
mutuamente
para
conseguir
sus
prop?sitos,
a sa
ber:
la conversi?n
espiritual
de los
"indios",
por
un
lado,
y
por
otro,
su
asimilaci?n
social,
pol?tica
y
econ?mica
en una nueva
sociedad construida
a
28
"Memorial
que
el Racionero Villarreal dio
al
Se?or
Virrey
Dn. Feo.
de
Toledo
en
que
le
hace relaci?n
de las costumbres
que
ten?an,
y
tienen los
Indios de los
Reynos
del
Per?,
y
Nueva
Espa?a
y
de c?mo
se
podr?an mejor
gobernar,
y
ense?ar
en
la
Religi?n
Christiana",
S.
XVIII,
Biblioteca
del Palacio
Real,
Manuscrito 11/2846
-
f.
304-305.
29
Al
respecto
Acosta
consideraba
que
"nada
hay
que
tanto
da?o
cause
igual
a
la instruc
ci?n
que
a
la salud
espiritual
de
los
indios,
como
la
perversa
y
maligna
lucha
por
la
competencia
entre
las dos
potestades,
civil
y
eclesi?stica,
su
menoscabo
y
cualquier
g?
nero
de
choques"
(Acosta,
1984:331:11:11).
Sobre los conflictos de
jurisdicci?n
entre
el
Virrey
Toledo
y
los
jesuitas hay
mucho escrito.
A
modo de
s?ntesis,
v?ase
el
sugerente
art?culo
de Antonio de
Ega?a,
S.I. titulado "El
virrey
Don Francisco de Toledo
y
los
jesuitas
del Per?"
(1569-1581),
publicado
en
Estudios
de
Deusto,
No.
7, Bilbao,
Enero
Julio de
1956.
100
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http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsphttp://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsphttp://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp8/9/2019 Gnesis y desarrollo de las relaciones de poder en el Per virreinal (Siglo XVI)
18/24
julio-diciembre
1995 G?nesis
y
desarrollo de las relaciones
de
poder
en
el
Per?...
partir
de
una
serie de
urgencias
econ?micas,30
pero
con
la voluntad de
crear
una
aut?ntica sociedad
civil,
esto
es,
un nuevo
mundo
que
significara
la
con
tinuaci?n
en
las tierras de Am?rica
de los
valores
culturales
y
cient?ficos,
pol?ticos
y
religiosos propios
de
Espa?a
y
Occidente.
Como
explicaba
el
mismo
Acosta,
la cuesti?n
se
centraba
en
"atraer,
pues,
a
estos
hombres sal
vajes
y
enfierecidos
a
g?neros
de vida
humana,
y
acomodarlos
al
trato
civil
y
pol?tico,
?ste
debe
ser
el
primer
cuidado
del
gobernante.
Ser?
en vano
ense
?ar lo
divino
y
celestial
a
quien
se
ve
que
ni
siquiera
cuida ni
comprende
lo
humano".31
Y
lo humano consist?a
en
hacer
que
los nativos abandonasen
para
siempre sus "vicios y costumbres paganas" para vivir de acuerdo con una
vida mucho m?s "ordenada"
y
"civilizada".
Conclusiones
Este
trabajo
de
investigaci?n
se
ha interesado sobre todo
por
los
aspectos
pol?ticos,
tratando de entender
un
poder
fluctuante
que
constantemente
se
transforma
y
se
redefine
a
s?mismo. No
un
poder
aut?nomo
sino
autom?tico
que
act?a de
manera
diferente
dependiendo
del
contexto.
Una de las
carac
ter?sticas m?s
importantes
de las formas de dominaci?n consiste
en su
propia
reversibilidad. Por
ejemplo,
la violencia de
los
encomenderos
en
los
pri
meros
a?os de la
conquista
se
practic?
de
manera
incontrolada hasta
que
se
redujo
por
considerarla
como una
seria
amenaza
para
la estabilidad. En
este
sentido,
advertimos c?mo la Administraci?n colonial trat? de disminuir el
uso
indiscriminado de
la
violencia
e
incrementar
el control
pol?tico
por
otros
medios
menos onerosos.
?D?
que
forma?
Las
principales
autoridades
pol?ti
cas
y
eclesi?sticas
menguaron
la
capacidad
de
decisi?n
de
los
"indios";
sus
voluntades
quedaron
neutralizadas
y
un
proceso
de domesticaci?n
y
absor
ci?n cultural
oper?
con
extraordinaria voracidad. Una continua
vigilancia
se
organiz?
a su
alrededo