White Elwyn B - La Telaraña De Carlota (ilustrado)

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Ttulo original: Charlotte's Web 1952 by E. B. White 1980 Text copyright renewed by E. B. White 1980 Illustrations copyright renewed by Garth Williams Published by arrangement with HarperCollins Publishers, Inc New York, N. Y., U.S.A. 1986 Noguer y Caralt Editores, S.A. Traduccin: Guillermo Solana Alonso Ilustraciones: Garth Williams ISBN: 84-279-5016-0 Reservados todos los derechos Primera Edicin Especial: Diciembre 2006 Impreso en Espaa Printed in Spain Valant 2003, S.L. L'Hospitalet de Llobregat Depsito legal: B - 46087 - 2006

ContenidoI. Antes del desayuno ............................... 7 II. Wilbur ................................................. 13 III. Escapada .............................................. 17 IV. Soledad ................................................ 27 V. Carlota ................................................. 33 VI. Das de verano ..................................... 41 VII. Malas noticias ..................................... 46 VIII. Una charla en casa .............................. 49 IX. La bravata de Wilbur........................... 52 X. Una explosin...................................... 61 XI. El milagro ............................................ 70 XII. Una reunin ........................................ 78 XIII. Un gran progreso ................................ 83 XIV. El doctor Dorian .................................. 94 XV. Los grillos .......................................... 101 XVI. A la Feria ........................................... 105 XVII. To ..................................................... 115 XVIII. El fresco del atardecer ........................ 122 XIX. El saco de huevos ............................... 127 XX. La hora del triunfo ............................. 136 XXI. El ltimo da ...................................... 143 XXII. Un viento tibio .................................. 150

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I. Antes del desayuno

Adnde va pap con esa hacha? pregunt Fern a su madre mientras ponan la mesa para el desayuno. A la cochiquera replic la seora Arable. Anoche nacieron unos cerditos. No veo por qu necesita el hacha continu Fern, que slo tena ocho aos. Bueno respondi su madre. Uno de los lechones es canijo. Est muy dbil y pequeo y jams llegar a nada. As que tu padre ha decidido acabar con l. Acabar con l? chill Fern. Quieres decir que va a matarlo?

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Y slo porque es ms pequeo que los dems? La seora Arable puso un cuenco de nata sobre la mesa. No grites, Fern! dijo. Tu padre hace bien. De cualquier modo el cerdo morir, probablemente. Fern apart una silla de un empujn y corri afuera. La hierba estaba hmeda y la tierra ola a primavera. Cuando alcanz a su padre, las playeras de Fern estaban empapadas. Por favor, no lo mates! grit llorando. Es injusto! El seor Arable se detuvo. Fern le dijo cariosamente tienes que aprender a dominarte. A dominarme? chill Fern. Es una cuestin de vida o muerte y t me dices que me domine. Las lgrimas corran por las mejillas de la nia. Trat de quitarle a su padre el hacha. Fern le explic el seor Arable. Yo s ms que t acerca de criar una carnada de cerdos. Uno que nazca dbil, siempre es causa de problemas. Ahora, vete corriendo! Pero es injusto grit Fern. No es culpa del cerdito haber nacido tan pequeo. Me habras matado a m si yo hubiera sido muy pequea cuando nac? El seor Arable se sonri. Pues claro que no dijo mirando con cario a su hija. Pero esto es diferente. Una cosa es una nia pequea y otra muy diferente un cerdo encanijado. Yo no veo la diferencia replic Fern, agarrando todava el hacha. Este es el caso ms terrible de injusticia que yo he conocido. Una curiosa mirada asom a la cara de John Arable. De acuerdo dijo. Vulvete a casa y yo te llevar el lechn. Empezars por darle el bibern, como si fuera un beb. Ya vers entonces todo el trabajo que eso supone.

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Cuando media hora ms tarde regres a su casa, el seor Arable llevaba una caja de cartn bajo el brazo. Fern estaba arriba, cambindose de calzado. La mesa de la cocina estaba preparada para el desayuno y la habitacin ola a caf, a panceta, a yeso hmedo y al humo de la madera que arda en el fogn. Djalo en su silla! dijo la seora Arable. Y el seor Arable puso la caja de cartn en el sitio reservado a Fern. Luego se acerc a la pila, se lav las manos y se las sec en la toalla. Fern baj lentamente las escaleras. Sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar. Cuando se acerc a su silla la caja de cartn se agit y se oy el ruido que el lechn haca al frotarse contra los costados. Fern mir a su padre. Luego levant la tapa de la caja. All dentro, observndola, estaba el cerdito recin nacido. Era blanco. La luz de la maana traspasaba sus orejas, volvindolas de un color rosa. Es tuyo dijo el seor Arable. Salvado de una muerte prematura. Y que el Seor me perdone por cometer esta tontera. Fern no poda apartar los ojos del cerdito. Oh murmur miradle. Es verdaderamente perfecto. Cerr cuidadosamente la caja. Primero bes a su padre y luego bes a su madre. Despus volvi a levantar la tapa y sac el cerdito, apretndolo contra su mejilla. En aquel momento entr en la cocina su hermano Avery. Avery tena diez aos. Iba armado. En una mano llevaba una escopeta de aire comprimido y en la otra una daga de madera. Qu es eso? pregunt. Qu es lo que tiene Fern? Ha trado a desayunar a un invitado respondi la seora Arable. Avery, lvate las manos y la cara! Vamos a verlo! dijo Avery, dejando su escopeta. Y t crees que este animal es un cerdo? Vaya cerdo que no es mayor que una rata blanca!

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Avery, lvate y tmate el desayuno! dijo su madre. Dentro de media hora estar aqu el autobs de la escuela. Me vas a regalar un cerdo a m tambin, pap? pregunt Avery. No, yo slo regalo cerdos a los que madrugan replic el seor Arable. Fern se levant con el da para tratar de librar de injusticias al mundo. Y como resultado, ahora tiene un cerdito. Desde luego es muy pequeo, pero al fin y al cabo se trata de un cerdo. Eso slo demuestra lo que puede conseguir una persona cuando se levanta temprano. Hala a desayunar! Pero Fern no poda comer hasta que su cerdito hubiese tomado leche. La seora Arable encontr un bibern con su tetina de goma. Verti leche tibia en la botella, ajust la tetina a la boca de sta y se la entreg a Fern.

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Dale su desayuno! dijo. Un minuto ms tarde, Fern estaba sentada en el suelo en un rincn de la cocina con su criatura entre las rodillas, ensendole a mamar del bibern. El cerdito, aunque menudo, tena buen apetito y aprendi muy pronto. Oyeron el claxon del autobs que llegaba por la carretera. Corred! les dijo la seora Arable, quitndole el cerdito a

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Fern y poniendo en su mano un bollo. Avery se apoder de su escopeta y de otro bollo. Los nios corrieron hasta la carretera y subieron al autobs. Fern no se fij en los dems chicos que haba dentro. Se sent, mir por la ventanilla y pens que ste era un mundo maravilloso y que ella era muy afortunada por tener que ocuparse de un cerdito. Cuando el autobs lleg a la escuela, Fern ya le haba encontrado nombre, eligiendo el que le pareci ms bonito entre los que se le ocurrieron. Se llama Wilbur murmur para s misma. An segua pensando en el cerdito cuando la profesora dijo: Fern, cul es la capital de Pennsylvania? Wilbur replic Fern, todava en las nubes. Sus compaeros se echaron a rer y Fern se ruboriz.

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II. Wilbur

Fern quera a Wilbur ms que a nada en el mundo. Le gustaba acariciarlo, alimentarlo y dormirlo. Cada maana, en cuanto se levantaba, calentaba su leche, ajustaba la tetina y sostena el bibern para que bebiera. Cada tarde, en cuanto el autobs se detena frente a su casa, saltaba a la carretera y corra a la cocina para prepararle otro bibern. Volva a darle leche a la hora de cenar, y de nuevo antes de irse a la cama. La seora Arable se encargaba de darle un bibern a medioda, cuando Fern estaba en la escuela. A Wilbur le gustaba la leche y jams se senta tan bien como cuando Fern se la calentaba. Permaneca alzado sobre sus patas, mirndola con ojos de adoracin. Durante los primeros das de su vida, a Wilbur se le permiti vivir en una caja, cerca del fogn de la cocina. Luego, cuando la seora Arable se quej, fue trasladado a una caja ms grande, en la leera. Cuando cumpli dos semanas, lo llevaron afuera. Era el tiempo en que florecen los manzanos y los das se hacan ya ms templados. El seor Arable dispuso especialmente para Wilbur un corralito bajo un manzano, con un cajn grande lleno de paja en el que abri un agujero para que entrara y saliera como le viniera en gana. No tendr fro por la noche? pregunt Fern. No dijo su padre. Obsrvalo y fjate en lo que hace.

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Con un bibern en la mano, Fern se sent bajo el manzano dentro del corralito. Wilbur corri hacia ella y Fern sostuvo la botella mientras el cerdito chupaba. Cuando acab hasta la ltima gota, gru y, adormilado, se meti en el cajn. Fern mir por el agujero. Wilbur hurgaba en la paja con su hocico. En muy poco tiempo abri un tnel en la paja. Se meti en el tnel y desapareci de la vista, completamente cubierto por la paja. Fern se sinti encantada. Se tranquiliz al saber que su beb dormira tapado y que estara calentito.

Cada maana, despus del desayuno, Wilbur acompaaba a Fern hasta la carretera y esperaba con ella a que llegase el autobs. Ella le deca adis con la mano y l se quedaba mirando el autobs hasta que desapareca en una curva. Mientras Fern se hallaba en la escuela, Wilbur permaneca encerrado en su corralito. Pero en cuanto Fern llegaba a casa por la tarde, lo sacaba y el cerdito la segua por todas partes. Si iba a la casa, Wilbur iba tambin. Si suba al piso de arriba, Wilbur se quedaba esperando al pie de la escalera hasta que bajaba. Si sacaba a pasear su mueca en el cochecito, Wilbur iba detrs. A veces Wilbur se cansaba y entonces Fern lo sujetaba y lo pona en el cochecito junto a la

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mueca. A Wilbur le gustaba esto. Y si estaba muy cansado, cerraba los ojos y se dorma bajo la manta de la mueca. Estaba muy mono con los ojos cerrados porque tena las pestaas muy largas. La mueca cerraba tambin los ojos, y Fern empujaba su cochecito muy despacio y con mucho cuidado para no despertar a sus nios.

Una tarde de calor, Fern y Avery se pusieron los baadores y fueron a nadar al arroyo. Wilbur corri tras Fern. Cuando ella se meti en el arroyo, Wilbur se meti tambin. Pero el agua le pare-

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ci demasiado fra. As es que mientras los nios nadaban, jugaban y se echaban agua, Wilbur se entretuvo en el barro de la orilla. All haca calor, haba humedad y la tierra estaba deliciosamente pegajosa y fangosa. Cada da era un da feliz y cada noche una noche tranquila. Wilbur era lo que los granjeros llaman un cerdo de primavera, que significa simplemente que naci en esa poca del ao. Cuando cumpli cinco semanas, el seor Arable dijo que era suficientemente grande para venderlo y que habra que hacerlo. Fern se ech a llorar. Pero su padre se mostr firme. El apetito de Wilbur haba aumentado; empezaba a comer sobras de la comida junto con la leche. El seor Arable no estaba dispuesto a alimentarlo por ms tiempo. Haba vendido ya diez hermanos y hermanas de Wilbur. Tiene que irse, Fern dijo. Ya te has entretenido criando un cerdito, pero Wilbur ya no es un beb y hay que venderlo. Llama a los Zuckerman sugiri la seora Arable a Fern . Tu to Homer cra a veces un cerdo. Y si Wilbur va a vivir all, podrs bajar por la carretera y verlo cuando se te antoje. Cunto dinero debo pedir por l? pregunt Fern. Bueno dijo su padre es canijo. Di a tu to Homer que tienes un cerdo y que ests dispuesta a vendrselo por seis dlares. A ver qu te responde. Pronto se arregl todo. Fern llam por telfono y se puso su ta Edith. Ta Edith le grit a to Homer, y to Homer vino del establo y habl con Fern. Cuando supo l que el precio era slo seis dlares, respondi que comprara el cerdo. Al da siguiente, sacaron a Wilbur de su casita bajo el manzano. Fue a vivir en un montn de estircol en los bajos del establo de los Zuckerman.

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III. Escapada

El establo era muy grande. Tambin era muy viejo. Ola a heno y a estircol. Ola al sudor de caballos fatigados y al maravilloso aliento dulzn de las pacientes vacas. Era un olor que daba paz, como si nada malo pudiera volver a suceder en el mundo. Ola a grano y al cuero de los arneses y a la grasa de los ejes de los carros y a la goma de las botas y al camo de las cuerdas. Y siempre que le daban a un gato una cabeza de pescado, todo el establo ola a pescado. Pero sobre todo ola a heno, porque siempre haba mucho en el desvn de la parte superior del establo. Y siempre haba que bajar de all heno para las vacas, para los caballos y para las ovejas. El establo mantena un calorcillo agradable en invierno, cuando los animales pasaban la mayor parte del tiempo bajo techado, y un fresco agradable en verano cuando las grandes puertas, abiertas de par en par, dejaban entrar la brisa. En su planta principal, el establo tena pesebres para los caballos de tiro y argollas para atar las vacas. Ms abajo se encerraban las ovejas y haba una pocilga para Wilbur, y estaba lleno de todas esas cosas que hay en los establos: escaleras de mano, piedras de afilar, llaves inglesas, cortacsped, palas para quitar la nieve, hachas de mano, cntaras de leche, cubos para el agua, sacos de grano ya vacos y ratoneras enmohecidas. Era esa clase de establo que se traga todo como si

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todo le sirviera. Era esa clase de establo en donde a los nios les gusta jugar. Y todo aquello era propiedad del to de Fern, el seor Homer L. Zuckerman.

El nuevo hogar de Wilbur, en el piso inferior del establo, se hallaba directamente bajo el lugar que ocupaban las vacas. El seor Zuckerman saba que un buen montn de estircol es un buen lugar para tener a un cerdo pequeo. Los cerdos necesitan calor y all abajo, junto a la pared del Sur, la temperatura resultaba agradable y se estaba bien. Fern acuda a verlo casi todos los das. Encontr una vieja banqueta de ordear que ya haban dejado por inservible y la coloc en el redil de las ovejas junto a la cochiquera de Wilbur. All pasaba en silencio las largas tardes, pensando, escuchando y observando a Wilbur. Pronto la conocieron las ovejas y empezaron a confiar en ella. Lo mismo les sucedi a las ocas que vivan con las ovejas. Todos los animales confiaban en ella porque los trataba bien. El seor Zuckerman no le dejaba sacar fuera a Wilbur ni tampoco le permita que entrara en la pocilga. Pero dijo a Fern

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que podra sentarse en la banqueta y observar a Wilbur tanto tiempo como quisiera. Se senta feliz estando cerca del cerdo y a Wilbur tambin le haca feliz ver que ella estaba all, justo al otro lado de su cochiquera. Pero ya no volvieron a repetirse para l los buenos momentos; ya no haba paseos, ni viajes en el cochecito, ni baos.

Una tarde de junio, cuando Wilbur tena ya casi dos meses, sali a su pequeo patio fuera del establo. Fern no haba llegado para su visita habitual. Wilbur se qued al sol, sintindose solo y aburrido. Aqu no hay nada que hacer pens. Camin lentamente hasta la artesa de la comida para ver si se haba dejado algo. La

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oli y hall una monda de patata y se la comi. Le picaba el lomo, as es que se apoy contra la cerca y se frot contra las tablas. Cuando se cans de aquello, entr en el establo, subi a lo alto del montn de estircol y se sent all. No tena ganas de dormir ni de hozar, estaba cansado de estar quieto, cansado de estar tumbado. Tengo menos de dos meses y ya estoy cansado de vivir dijo. Y sali de nuevo al corral. Cuando estoy fuera dijo no tengo otro lugar a donde ir como no sea adentro. Y cuando estoy dentro no tengo otro lugar a donde ir como no sea saliendo al corral. En eso te equivocas, amigo mo, amigo mo dijo una voz. Wilbur mir a travs de la cerca y vio, all afuera, a la oca. No tienes por qu quedarte en ese sucio y pequeo, sucio y pequeo, sucio y pequeo corral aadi la oca, que hablaba muy deprisa. Una de las tablas est suelta. Empjala. Empuja empujaempuja y sal! Cmo? dijo Wilbur. Habla ms despacio! Aaa, a riesgo de repetirme declar la oca. Te sugiero que salgas. Es maravilloso estar aqu. Dijiste que una tabla estaba suelta? Eso es lo que dije, eso es lo que dije replic la oca. Wilbur se aproxim a la cerca y vio que la oca tena razn. Una de las tablas estaba suelta. Baj la cabeza, cerr los ojos y empuj. La tabla cedi. En cosa de un minuto consigui deslizarse a travs de la cerca y pis las altas hierbas que crecan fuera del corral. La oca lanz una risita. Qu te parece ser libre? pregunt. Me gusta dijo Wilbur. Es decir, supongo que me gusta. En realidad, Wilbur tena una extraa sensacin al verse al otro lado de la cerca, sin nada entre l y el resto del mundo. A dnde crees que sera mejor ir?

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Adonde quieras, adonde quieras respondi la oca. Vete al huerto y cmete la hierba! Vete a la huerta y arranca rbanos! Excava todo! Arranca hierba! Busca grano! Busca avena! Corre por todas partes! Salta y baila, brinca y corre! Cruza el huerto y pasate por el bosque! El mundo es un lugar maravilloso cuando eres joven. Ya me doy cuenta dijo Wilbur. Salt en el aire, gir en redondo, corri unos pasos, se detuvo, mir en todas direcciones, aspir los olores de la tarde, y luego se puso en camino a travs del huerto. Se detuvo a la sombra de un manzano y, aplicando su robusto hocico al suelo, empez a hozar, empujando, excavando y arrancando. Se senta muy feliz. Removi una buena porcin de tierra antes de que alguien reparara en l. La seora Zuckerman fue la primera en verlo. Lo distingui a travs de la ventana de la cocina e inmediatamente empez a gritar a los hombres. Homer! chill. Se ha escapado el cerdo! Lurvy! Se ha escapado el cerdo! Est all, bajo aquel manzano! Ahora empiezan los apuros pens Wilbur. Vaya problema. La oca oy los gritos y tambin ella empez a chillar. Correcorrecorre cuesta abajo, al bosque, al bosque! grit a Wilbur. Nuncanuncanunca te atraparn en el bosque. El cocker spaniel advirti el escndalo y tambin l sali del establo para participar en la persecucin. Y lo oy el seor Zuckerman, que abandon el taller donde reparaba una herramienta. Lurvy, el jornalero, percibi el gritero y sali de la esparraguera donde estaba arrancando las malas hierbas. Todo el mundo fue tras Wilbur, y Wilbur no saba qu hacer. El bosque pareca muy lejano y adems, no habiendo estado nunca all, no estaba seguro de que le gustara aquel lugar. Cirrale el paso, Lurvy dijo el seor Zuckerman. Y llvalo hacia el establo! Con calma, no lo acoses. Ir a buscar el cubo

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con restos de comida. La noticia de la escapada de Wilbur se extendi rpidamente entre todos los animales del lugar. Siempre que cualquiera de ellos se escapaba, el hecho constitua un gran acontecimiento para los dems. La oca grit a la vaca ms prxima que Wilbur se haba escapado, y pronto lo supieron todas las vacas. Luego una de las vacas se lo dijo a una oveja, y pronto lo supieron todas las ovejas. Los corderos se enteraron por sus madres. Los caballos, ante sus pesebres del establo, alzaron las orejas cuando oyeron los chillidos de la oca y pronto conocieron lo que estaba pasando.

Wilbur est fuera dijeron. Cada animal se agit, alz su cabeza y se excit al saber que uno de sus amigos estaba libre y no permaneca dentro de una cerca o sujeto a una argolla. Wilbur no saba qu hacer ni hacia dnde correr. Tena la impresin de que todos iban tras l. Si esto es ser libre, pens, me

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parece que preferira estar encerrado en mi cochiquera. El cocker spaniel se le acercaba por un lado; Lurvy, el jornalero, se acercaba por otro. La seora Zuckerman estaba lista para cortarle el camino si pretenda ir a la huerta. Y ahora el seor Zuckerman vena hacia l con un cubo. Esto es realmente terrible, pens Wilbur, por qu no viene Fern?. Y se ech a llorar. Pero la oca se impuso y empez a darle rdenes. No te quedes ah, Wilbur! Regatea, regatea! grit la oca Brlales, corre hacia m, esquiva, esquiva, esquiva! Corre hacia el bosque! Regatea, esquiva, corre!

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El cocker spaniel trat de atrapar una de las patas traseras de Wilbur. Pero Wilbur dio un salto y ech a correr. Lurvy se lanz, tratando de alcanzarlo. La seora Zuckerman chill a Lurvy. La oca jale a Wilbur. Wilbur se meti entre las piernas de Lurvy. Y Lurvy no acert a retenerlo y agarr, por el contrario, una pata del spaniel. Bien hecho, bien hecho! grit la oca. Otra vez, otra vez! Cuesta abajo! vocearon las vacas. Corre hacia m! grit el ganso. Cuesta arriba! chillaron las ovejas. Regatea! le orden la oca. Salta y baila! dijo el gallo. Cuidado con Lurvy! le avisaron las vacas. Cuidado con Zuckerman! le previno el ganso. Ojo con el perro! gritaron las ovejas. Escchame, escchame! chill la oca. El pobre Wilbur estaba aturdido y asustado por aquel gritero. No le gustaba ser el centro de aquel tumulto. Trat de seguir los consejos que le daban sus amigos, pero no poda correr cuesta abajo y cuesta arriba al mismo tiempo, ni poda regatear y esquivar al tiempo que saltaba y bailaba. Lloraba tanto que apenas poda ver lo que estaba sucediendo. Al fin y al cabo Wilbur era un cerdo muy pequeo, no mucho mayor en realidad que un beb. Deseaba que Fern hubiera estado all para tomarlo en brazos y consolarlo. Cuando alz los ojos y vio al seor Zuckerman muy cerca de l, con el cubo lleno de desperdicios calientes de comida, se sinti aliviado. Levant el hocico y lo oli. El aroma era delicioso: leche caliente, mondas de patatas, salvado, copos de maz y el bollo que haba sobrado del desayuno de los Zuckerman. Ven, cerdo! dijo el seor Zuckerman, golpeando el cubo. Ven, cerdo!

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Wilbur dio un paso hacia el cubo. Nonono! dijo la oca. Es el viejo truco del cubo, Wilbur. No te dejes engaar! No te dejes engaar! Est ponindote un cebo para que vuelvas a la cautividadvidad. Abusa de tu estmago. A Wilbur no le importaba. La comida tena un olor apetitoso. Dio otro paso hacia el cubo. Cerdo, cerdo! dijo el seor Zuckerman con voz amable, mirando inocentemente alrededor de l como si no se hubiera dado cuenta de que le segua un cerdito blanco. Lo sentirssentirssentirs le advirti la oca. A Wilbur no le importaba. Sigui caminando hacia el cubo de desperdicios. Perders tu libertad le grit la oca. Una hora de libertad bien vale un barril de desperdicios. A Wilbur no le importaba. Cuando el seor Zuckerman lleg a la pocilga, pas por encima de la cerca y verti los desperdicios en la artesa. Luego quit la tabla suelta de la cerca para que quedara sitio suficiente con objeto de que pudiera entrar Wilbur. Reconsidralo, reconsidralo! chill la oca. Wilbur no le hizo caso. Franque la cerca y se meti en su corral. Se dirigi a la artesa y tom un trago largo de gachas, absorbiendo hambriento la leche y masticando el bollo. Era magnfico eso de estar en casa de nuevo. Mientras Wilbur coma, Lurvy trajo un martillo y unos clavos y clav la tabla en su sitio. Luego, el seor Zuckerman y l se apoyaron perezosamente en la cerca y el seor Zuckerman rasc el lomo de Wilbur con un palo. Todo un cerdo dijo Lurvy. S, ser un buen cerdo remach el seor Zuckerman. Wilbur oy las palabras halagadoras. Sinti la leche caliente

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dentro de su estmago. Sinti el agradable frotamiento del palo por el lomo que le picaba. Se not tranquilo, feliz y sooliento. Esta haba sido una tarde fatigosa. Todava eran cerca de las cuatro de la tarde, pero Wilbur ya estaba listo para irse a la cama. En realidad, soy demasiado pequeo para salir yo solo al mundo pens al echarse.

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IV. Soledad

El da siguiente amaneci lluvioso y sombro. La lluvia caa sobre el tejado del establo y constantemente goteaba el alero; en el corral, formaba arroyuelos, que sendero abajo, corran donde crecan cardos y ceiglos. La lluvia tambin golpeaba contra las ventanas de la cocina de la seora Zuckerman, sala a borbotones de las bocas de los canalones y caa sobre los lomos de las ovejas que pastaban en el prado hasta que, cansadas de soportar la lluvia, caminaban lentamente sendero arriba e iban al redil. La lluvia ech abajo los planes de Wilbur. Wilbur haba proyectado salir aquel da al corral y excavar un nuevo agujero. Tambin tena otros planes. Sus planes para hoy eran algo as: Desayuno a las seis y media. Nata, mendrugos, salvado, pedazos de torta de harina que todava conservaban gotas de miel de arce, las sobras de un bollo, mondas de patatas, lo que haba quedado de un pastel de pasas y copos de cereal. El desayuno terminara a las siete. De siete a ocho Wilbur pensaba tener una charla con Templeton, la rata que viva bajo su artesa. Hablar con Templeton no resultaba la cosa ms interesante del mundo, pero eso era mejor que nada. De ocho a nueve, Wilbur planeaba echar una siesta afuera al sol.

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De nueve a once pensaba excavar un agujero en el suelo o abrir una trinchera y posiblemente hallar enterrado algo que resultara comestible. De once a doce pensaba permanecer quieto y observar las moscas en las tablas, las abejas sobre los trboles y las golondrinas en el aire. A las doce llegaba la hora de comer. Pienso, agua caliente, mondas de manzana, roeduras de zanahoria, pedazos de carne con salsa, maz molido y cortezas de queso. La comida terminara a la una. De una a dos Wilbur pensaba dormir. De dos a tres proyectaba rascarse en donde le picara, frotndose contra la cerca. De tres a cuatro pensaba quedarse perfectamente quieto, reflexionar acerca de lo que significaba estar vivo y aguardar a Fern. A las cuatro llegara la cena. Nata, forraje, las sobras de la comida de Lurvy, mondas de ciruelas, un pedazo de aqu y un poco de all, patatas fritas, gotas de mermelada, un poco ms de esto y de aquello, manzana cocida y las migas de un pastel. Wilbur se fue a dormir pensando en esos planes. Se despert a las seis, vio la lluvia y le pareci que no podra resistirlo. Todo estaba magnficamente planeado y ahora tiene que llover. Durante un rato permaneci melanclico dentro del establo. Luego se acerc a la puerta y mir. Gotas de lluvia le golpearon en la cara. Su corral estaba fro y hmedo. En su artesa haba un par de centmetros de agua. No se vea por ningn sitio a Templeton. Ests por ah, Templeton? grit Wilbur. No hubo respuesta. De repente, Wilbur se sinti solo y sin amigos. Un da como otro cualquiera se quej. Soy muy pequeo; en este establo no tengo verdaderos amigos; llover toda

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la maana y toda la tarde y Fern no vendr con un tiempo como ste. Oh, verdaderamente...! Y por segunda vez en dos das Wilbur se ech a llorar. A las seis y media Wilbur oy el sonido de un cubo. Lurvy estaba afuera, bajo la lluvia, removiendo el desayuno. Vamos, cerdo! dijo Lurvy. Wilbur se movi. Lurvy verti los desperdicios, rasc el cubo y se alej. Advirti que algo pasaba al cerdo. Wilbur no quera comida, quera cario. Quera un amigo, alguien que jugara con l. Habl de esto a la oca que estaba tranquilamente sentada en un rincn del redil. Quieres venir a jugar conmigo? le pregunt. Lo siento, lo siento, lo siento dijo la oca. Estoy sentadasentada sobre mis huevos. Son ocho. Tengo que mantenerlos bien calicalientes. Tengo que quedarme aqu. No puedo ser ninguna veleveleta. No juego cuando tengo huevos que incubar. Voy a tener ansarinos. Bueno, yo no pensaba que tuvieses pjaros carpinteros dijo Wilbur, hoscamente. Despus, Wilbur prob con uno de los corderos. Por favor, quieres jugar conmigo? pregunt. De ningn modo replic el cordero. En primer lugar, yo no puedo entrar en tu pocilga. No soy lo suficientemente grande como para saltar la cerca. Y adems no me interesan los cerdos. Para m, los cerdos significan menos que nada. Qu quieres decir con eso de menos que nada? contest Wilbur. No creo que haya algo que sea menos que nada. Nada es por completo el limite de la nadera. Es lo ms bajo adonde puedes llegar. Es el final de la lnea. Cmo puede ser algo menos que nada? Si hubiera algo que fuera menos que nada, entonces nada no sera nada, sera algo... aunque fuese siquiera un poquito muy pequeo de algo. Pero si nada es nada, entonces nada no

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tiene nada que sea menos de lo que eso es. Cllate! le dijo el cordero. Vete a jugar t solo! Yo no juego con cerdos! Entristecido, Wilbur se tumb y escuch la lluvia. Poco despus, vio la rata bajar por una tabla inclinada que utilizaba como escalera.

Jugars conmigo, Templeton? pregunt Wilbur. Jugar? dijo Templeton, retorcindose los bigotes. jugar? Apenas conozco el significado de esa palabra. Bueno replic Wilbur, significa divertirse, triscar, correr, brincar y estar de juerga. Jams hago esas cosas, si puedo evitarlo replic agriamente la rata. Prefiero pasar el tiempo comiendo, royendo, espiando y ocultndome. Soy glotona pero no juerguista. Ahora mismo voy a tu artesa para comerme tu desayuno ya que t no tienes juicio suficiente para comrtelo. Y la rata Templeton trep con seguridad por la pared, y des-

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apareci en su tnel privado que ella misma haba construido en la pocilga de Wilbur entre la puerta y la artesa. Templeton era una rata maosa y haca las cosas a su manera. El tnel era un ejemplo de habilidad y astucia. El tnel le permita ir desde el establo hasta el escondrijo bajo la artesa del cerdo sin que nadie la viera. Tena tneles y trincheras por toda la granja del seor Zuckerman y poda ir de un lugar a otro sin que nadie se diera cuenta. Habitualmente dorma de da y slo sala al oscurecer. Wilbur la vio desaparecer en su tnel. Casi al instante distingui el agudo hocico de la rata que asomaba ahora bajo la artesa de madera. Cautelosamente, Templeton subi al borde de la artesa. Esto era casi ms de lo que Wilbur poda soportar: tener que aguantar que en aquel da lluvioso y tristn cualquiera devorara su propio desayuno. Saba que all afuera, Templeton estaba calndose, pero ni siquiera eso le consol. Sin amigos, abandonado y hambriento, se ech en el estircol y solloz.

Aquella tarde Lurvy fue a ver al seor Zuckerman. A ese cerdo suyo creo que le pasa algo raro. No ha tocado la comida. Dale dos cucharadas de azufre y un poco de melaza dijo el seor Zuckerman.

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Wilbur no poda creer lo que le estaba sucediendo cuando Lurvy lo sujet y le oblig a tragar la medicina. Aquel era desde luego el peor da de su vida. No saba si podra resistir por ms tiempo esa terrible soledad. La oscuridad cay sobre todas las cosas. Pronto slo hubo sombras y los ruidos que hacan las ovejas rumiando, y de vez en cuando, sobre su cabeza, el entrechocar de la cadena de alguna vaca. Puedes imaginarte, pues, la sorpresa de Wilbur cuando de la oscuridad surgi una vocecita que jams haba odo antes. Era muy aguda pero resultaba agradable. Quieres un amigo, Wilbur? Yo ser tu amiga. Te he observado todo el da y me gustas. Pero yo no puedo verte respondi Wilbur, alzndose de un salto. En dnde ests? Y quin eres? Estoy aqu arriba repuso la voz. Vete a dormir. Ya me vers por la maana.

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V. Carlota

La noche pareca larga. El estmago de Wilbur estaba vaco y su mente cargada. Y cuando tienes el estmago vaco y la mente llena siempre resulta difcil dormir. Wilbur se despert una docena de veces a lo largo de la noche. Permaneca mirando en la oscuridad, escuchando los sonidos y tratando de averiguar qu hora sera. Un establo nunca es un lugar completamente silencioso. Incluso a medianoche suele haber algo que se mueve. La primera vez que se despert oy a Templeton, royendo para abrir un agujero en el arcn del grano. Los dientes de Templeton atacaban con fuerza la madera y hacan muchsimo ruido. Esa loca rata!, pens Wilbur. Por qu tiene que permanecer en pie toda la noche, haciendo esos chirridos y destruyendo la propiedad de la gente? Por qu no puede irse a dormir como cualquier animal decente?. La segunda vez que se despert, Wilbur oy la oca revolvindose en su nido y cloqueando para s misma. Qu hora es? murmur Wilbur a la oca. Probablementebablementebablemente alrededor de las once y media replic la oca. Por qu no ests dormido, Wilbur? Tengo demasiadas cosas en mi cabeza contest Wilbur.

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Bueno repuso la oca. Ese no es problema mo. Yo no tengo nada en la cabeza pero tengo muchas cosas debajo. Has intentado alguna vez dormir sentado sobre ocho huevos? No contest Wilbur. Supongo que es incmodo. Cunto tiempo tarda la incubacin de un huevo de oca? Aproximadamentemadamente treinta das, por lo general respondi la oca. Pero, a veces hago trampas. En las tardes tibias, pongo un poco de paja sobre los huevos y salgo a darme un paseo. Wilbur bostez y volvi a dormirse. En su sueo oy otra vez la voz que le deca: Yo ser tu amiga. Vete a dormir. Ya me vers por la maana. Una media hora antes de que amaneciera, Wilbur se despert y escuch. El establo an estaba oscuro. Las ovejas estaban tendidas, inmviles. Incluso la oca estaba quieta. Arriba, en el piso principal, nada se mova: las vacas descansaban y los caballos dormitaban. Templeton haba dejado de trabajar y habra ido a hacer algn recado. El nico sonido era un ligero chirrido en el tejado, en donde la veleta iba y vena. A Wilbur le gustaba el establo cuando estaba as, callado y tranquilo, aguardando la luz. Casi ha llegado el da, pens. Por un ventanuco apareci un ligero resplandor. Una tras otra, las estrellas desaparecieron. Wilbur poda ver ya la oca, a muy corta distancia de l. Estaba sentada con la cabeza metida bajo un ala. Luego pudo distinguir las ovejas y los corderos. El cielo se aclar. Oh, que da tan bello, por fin ha llegado el momento! Hoy encontrar a mi amiga. Wilbur mir por todas partes. Observ cuidadosamente su cochiquera. Examin el alfizar de la ventana y contempl el techo. Pero no vio nada nuevo. Finalmente, decidi que tendra que llamarla. No le gustaba romper con su voz el silencio del amane-

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cer, pero no se le ocurri otro medio de localizar a su misteriosa y nueva amiga a la que no vea por ninguna parte. Por lo tanto, Wilbur se aclar la garganta. Atencin, por favor! dijo con voz alta y firme. Ruego al individuo que anoche, a la hora de acostarse, se dirigi a m, sea tan amable l o ella misma de darse a conocer con signo o seal apropiada. Wilbur hizo una pausa y escuch. Todos los dems animales levantaron sus cabezas y lo observaron. Wilbur se ruboriz. Pero estaba resuelto a ponerse en contacto con su desconocida amiga.

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Atencin, por favor! dijo. Repetir el mensaje. Ruego al individuo que anoche, a la hora de acostarse, se dirigi a m, sea tan amable de hablar ya. Por favor, dime dnde ests, si es que eres mi amiga! Las ovejas se miraron unas a otras con expresin de enfado. Deja esas tonteras, Wilbur! dijo la oveja de mayor edad . Si tienes aqu una nueva amiga, probablemente ests interrumpiendo su descanso; y el medio ms rpido de echar a perder una amistad es despertar a alguien por la maana antes de que est listo para levantarse. Cmo puedes estar seguro de que tu amiga se levanta temprano? Pido perdn a cada uno de vosotros murmur Wilbur . No pensaba ser inoportuno. Se tendi sumisamente en el estircol, frente a la puerta. No lo saba, pero su amiga se hallaba muy cerca. Y la oveja de ms edad tena razn: su amiga an dorma. Pronto apareci Lurvy con los desperdicios del desayuno. Wilbur sali a toda prisa, se comi todo en un santiamn y lami la artesa. Las ovejas se fueron sendero abajo. El ganso sigui tras ellas, arrancando la hierba. Y entonces, precisamente cuando Wilbur se dispona a echar su siesta de las maanas, oy de nuevo la aguda vocecita que le habl la noche anterior. Mis saludos! dijo la voz. Wilbur se puso en pie de un salto. Salu-que? grit. Saludos! repiti la voz. Qu es eso y dnde ests t? chill Wilbur. Por favor, por favor, dime dnde ests. Y qu son saludos? Saludos es un recibimiento que se hace dijo la voz. Cuando digo saludos, es mi modo especial de decir hola o buenos das. Ya s que es una expresin tonta y me sorprende haberla empleado. Por lo que se refiere al lugar en que estoy, es

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fcil. Mira, hacia arriba, en la esquina del quicio de la entrada! Aqu estoy. Mira cmo me columpio! Y por fin vio Wilbur al ser que le haba hablado con tanta amabilidad. En el quicio de la puerta, se extenda por su parte superior una gran telaraa. De lo alto de la red, colgando cabeza abajo, haba una gran araa gris. Tena el tamao de una goma de mascar y ocho patas y con una de ellas haca gestos amistosos a Wilbur. Me ves ahora? pregunt. Oh, claro dijo Wilbur. S, desde luego! Qu tal est? Buenos das! Saludos! Encantado de conocerte. Cmo te llamas, por favor? Puedo saber tu nombre? Me llamo Carlota replic la araa. Carlota, qu ms? Carlota A. Cavatica. Pero llmame sencillamente Carlota. Creo que eres bella dijo Wilbur. Bueno, soy bonita contest Carlota. No hay por qu negarlo. Casi todas las araas tienen muy buena presencia. Yo no soy llamativa como algunas, pero no estoy nada mal. Me gustara, Wilbur, poder verte tan claramente como me ves t. Por qu no puedes? pregunt el cerdo. Estoy aqu. S, pero soy miope contest Carlota. Siempre fui terriblemente miope. Es bueno para algunas cosas pero no tan bueno para otras. Mira cmo atrapo esta mosca. Una mosca que haba estado husmeando por la artesa de Wilbur ech a volar y se estrell contra la parte inferior de la telaraa. Pronto se enred en sus hilos pegajosos. La mosca bata sus alas con furia, tratando de soltarse y escapar. Primero dijo Carlota. Me lanzo hacia ella. Se tir cabeza abajo hacia la mosca. Al descender, un hilo fino y sedoso se desenroll de su parte posterior. Ahora la atrapo.

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Se apoder de la mosca. Lanz ms hilo en torno de ella, le dio varias vueltas y la mosca qued tan sujeta que no poda moverse. Wilbur estaba horrorizado. Apenas poda creer lo que vea y aunque odiaba a las moscas, sinti pena por aqulla. Ya est! dijo Carlota. Ahora la dejo inconsciente para que se encuentre ms cmoda. Mordi la mosca. Ahora ya no siente nada. Ser un desayuno perfecto para m. Quieres decir que t comes moscas? pregunt Wilbur con voz entrecortada. Pues claro. Moscas, chinches, saltamontes, escarabajos deliciosos, polillas, mariposas, sabrosas cucarachas, cnifes, moscas de agua, tijeretas, ciempis, mosquitos, grillos, todo el que es suficientemente atolondrado como para quedar atrapado en mi red. Tengo que vivir. No te parece? Cmo? Ah, s, claro dijo Wilbur. Y saben bien? Deliciosos; en realidad no los como. Los bebo, me bebo su sangre. Me gusta la sangre dijo Carlota. Y su voz agradable y aguda se tom an ms aguda y ms agradable. No digas eso! gimi Wilbur. Por favor, no digas estas cosas! Por qu no? Es cierto y tengo que decir lo que es cierto. No me siento enteramente feliz con mi dieta de moscas y chinches, pero as estoy hecha. Una araa tiene que tener una manera de vivir u otra y resulta que yo soy un animal trampero. De un modo justamente natural, tejo una red y atrapo moscas y otros insectos. Antes que yo, mi madre tambin fue trampero. Y antes que ella, su madre fue animal trampero. En nuestra familia todas hemos sido tramperos. Desde hace miles y miles de aos nosotras, las araas, hemos estado tendiendo trampas a las moscas y a otros insectos.

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Es una desdichada herencia dijo Wilbur sobriamente. Se senta triste porque su nueva amiga era un ser sediento de sangre. S, lo es admiti Carlota. Pero yo no puedo evitarlo. Ignoro cmo fue eso de que, en los primeros das del mundo, a aquella araa antepasada nuestra se le ocurriera la extraa idea de tejer una red, pero la hizo, y fue toda una hazaa. Desde entonces todas nosotras, las araas, hemos tenido que recurrir al mismo truco. Mirndolo bien, no est nada mal. Es cruel declar Wilbur, que no estaba dispuesto a cambiar de opinin. Bueno, t no puedes hablar dijo Carlota. A h te traen la comida en un cubo. Nadie me alimenta a m. Yo tengo que ganarme la vida. He de vivir de mi ingenio. He de ser rpida y astuta, pues de otro modo me quedara hambrienta. Tengo que meditar las cosas, capturar lo que sea, apoderarme de lo que venga. Y sucede, amigo mo, que lo que aqu viene son moscas, insectos,

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chinches. Y adems aadi Carlota, agitando una de sus patas, te has parado a pensar que si yo no capturase insectos y me los comiera, esos insectos aumentaran y se multiplicaran y llegaran a ser tan numerosos que acabaran por destruir la Tierra, devorndolo todo? De verdad? dijo Wilbur. No me gustara que eso sucediera. Quizs despus de todo, tu tela de araa sea una buena cosa. La oca haba estado escuchando esta conversacin y cloqueando para s misma. Hay realmente muchas cosas de la vida que Wilbur no conoce, pens. Verdaderamente es un cerdito muy inocente. Ni siquiera sabe lo que le pasar cuando llegue la poca de Navidad; no tiene idea de que el seor Zuckerman y Lurvy proyectan matarle. Y la oca alz un tanto su cabeza y removi sus huevos un poco para que recibieran todo el calor de su clido cuerpo y de sus suaves plumas. Carlota permaneci en silencio sobre la mosca, disponindose a comerla. Wilbur se tendi y cerr los ojos. Estaba cansado de su noche en vela y de la excitacin de haber intimado con alguien por primera vez. Una brisa le trajo el olor de los trboles, del mundo de dulces olores que se extenda ms all de su cerca. Bueno, pens, ya tengo una nueva amiga, de acuerdo. Pero menuda amistad! Carlota es fiera, brutal, astuta y sanguinaria, todo lo que a m no me gusta. Cmo puede llegar a agradarme, aunque sea bonita y desde luego lista? Wilbur simplemente sufra las dudas y los temores que con frecuencia acompaan al hallazgo de una nueva amistad. Con el tiempo descubrira que estaba equivocado acerca de Carlota. Bajo una apariencia descarada y cruel, tena un corazn tierno y demostrara hasta el final su lealtad y su sinceridad.

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VI. Das de verano

Los primeros das de verano en una granja son los ms felices y alegres del ao. Florecen las lilas y endulzan el aire y luego se marchitan. Con las lilas llega tambin el florecer de los manzanos y las visitas de las abejas en torno de las ramas. Los das se tornan tibios y suaves. Acaba la escuela y los nios tienen tiempo para jugar y para pescar truchas en el regato. Avery regresaba a menudo a su casa con una trucha en el bolsillo, tibia y tiesa y dispuesta a que la frieran para la cena. Ahora que haba concluido la escuela, Fern visitaba el granero casi todos los das y se sentaba en silencio en la banqueta. Los animales la trataban como a uno de los suyos. Las ovejas se tendan tranquilamente a sus pies. Hacia el primero de julio, los caballos de tiro fueron enganchados a la segadora y el seor Zuckerman se subi al pescante y se dirigi al campo. Uno poda or durante toda la maana el zumbido de la mquina, yendo y viniendo mientras las altas hierbas caan en fajos largos y verdes tras la segadora. Al da siguiente, si no haba tormenta, todos ayudaban a amontonar, reunir y cargar el heno que sera llevado al granero en un carromato con Fern y Avery sentados en todo lo alto. Luego el heno, dulzn y clido, sera almacenado en el enorme sobrado hasta que todo el establo pareciese una maravillosa cama de alfalfa y trbol. Era magnfico

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saltar all, y resultaba un lugar perfecto para ocultarse. A veces Avery encontraba en el heno una culebrilla de las hierbas y la aada a las dems cosas de su bolsillo. Los primeros das del verano eran una poca maravillosa para los pjaros. En los campos, en torno de la casa, en el establo, en el bosque, en la cinaga, todo era amor, gorjeos, nidos y huevos. Desde la linde del bosque, el gorrin de cuello blanco (que viene nada menos que de Boston) grita: Oh pibu, pibu, pibu! Oh, Peabody, peabody, peabody!). En la rama de un manzano el febe se columpia, menea la cola y dice: Febe, febi! (Phoebe, phoebe!). El jilguero, que sabe cuan breve y encantadora es la vida, dice: Dulce, dulce, dulce! (Sweet, sweet, sweet!). Si entras en el establo, las golondrinas te observan desde sus nidos y te regaan: Descarado, descarado! (Cheeky, cheeky). En los primeros das del verano son muchsimas las cosas que un nio puede comer y beber y chupar y mascar. Los tallos de dientes de len rebosan de leche. Las cabezas de los trboles guardan nctar, el frigorfico est repleto de bebidas heladas. Hay vida all donde pones los ojos, incluso en la bolita de la punta del tallo de la cizaa. Si la abres, vers que tiene dentro un gusano verde. Y en el reverso de la hoja de una patata estn los brillantes huevos anaranjados del escarabajo de esa planta. Fue un da del comienzo del verano cuando termin la incubacin de los huevos de las ocas. Aqul constituy un importante acontecimiento en el piso inferior del granero. Cuando sucedi, all estaba Fern, sentada en su banqueta. Si se excepta a la propia oca, Carlota fue la primera en saber que haban llegado por fin los ansarinos. La oca saba desde haca un da que llegaban; pudo or sus vocecillas llamndola desde

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dentro de los huevos. Supo que se hallaban ya agobiados all dentro y que se sentan ansiosos de romper la cscara y salir. As que se sent completamente inmvil y habl menos que de costumbre.

Cuando el primer ansarino asom su cabeza gris verdosa entre las plumas de la oca y mir a su alrededor, Carlota se fij en l e hizo el anuncio. Estoy segura dijo de que cada uno de los que aqu estamos se alegra al saber que tras cuatro semanas de esfuerzos y una paciencia inagotables por parte de nuestra amiga, la oca, tenga algo que mostrarnos. Han llegado los ansarinos. Mi ms sin-

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cera felicitacin! Gracias, gracias, gracias! dijo la oca inclinando ostentosamente la cabeza. Gracias dijo el ganso. Enhorabuena! grit Wilbur. Cuntos ansarinos hay ah? Yo slo puedo ver uno. Hay siete replic la oca. Magnfico! dijo Carlota. Siete es el nmero de la suerte. La suerte nada tiene que ver en esto intervino la oca. Todo fue cosa de buenos cuidados y duro trabajo. En aquel momento, Templeton asom su hocico desde su escondrijo bajo la artesa de Wilbur. Observ a Fern y luego se desliz cautelosamente hacia la oca, bien pegada a la pared. Todo el mundo la observaba porque a nadie le gustaba, ni nadie confiaba en ella. Mira empez a decir con su voz aguda t dices que tienes siete ansarinos. Haba ocho huevos. Qu pas con el otro huevo? Por qu no ha salido un ansarino? Est huero, supongo respondi la oca. Y qu vas a hacer con l? prosigui Templeton, clavando en la oca sus ojillos redondos y brillantes. Puedes quedarte con l respondi la oca. Llvatelo rodando y smalo a tu coleccin de cosas desagradables (Templeton tena la costumbre de guardar los objetos ms raros que encontraba en la granja y guardarlos en su casa. Se quedaba con todo.) Ciertamentetamentetamente dijo el ganso. Puedes quedarte con el huevo. Pero te dir una cosa, Templeton, si veo que husmeas con tu feofeofeo hocico en torno de nuestros ansarinos, te dar la paliza ms grande que jams recibi rata alguna.

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Y el ganso abri sus fuertes alas y bati el aire para mostrar su fuerza. Era vigoroso y valiente, pero la verdad es que tanto la oca como el ganso estaban preocupados por culpa de Templeton. Y con buen motivo. La rata no tena moral, ni conciencia, ni escrpulos, ni consideracin, ni decencia. Ignoraba lo que eran la amabilidad, el remordimiento, la amistad y los buenos sentimientos. La oca saba muy bien que matara un ansarino si poda. Todos lo saban. Con su ancho pico, la oca ech fuera de su nido el huevo huero y todos los presentes vieron con disgusto cmo la rata lo echaba a rodar llevndoselo de all. Incluso Wilbur, que era capaz de comerse casi cualquier cosa, se senta espantado. Mira que querer un huevo podrido! murmur. Una rata es una rata dijo Carlota. Lanz una estridente risita. Pero, amigos mos, si rompe ese huevo, no habr quien pueda vivir en este establo. Qu quieres decir? pregunt Wilbur. Pues que nadie podr soportar el olor. Un huevo podrido es una verdadera bomba ftida. No lo romper gru Templeton. S lo que hago. Manejo constantemente cosas como sta. Desapareci en su tnel, empujando ante s el huevo de la oca hasta que consigui introducirlo en su madriguera bajo la artesa. Aquella tarde, cuando se calm el viento y el todo el establo qued tranquilo y silencioso, la oca gris sac a sus siete ansarinos del nido hacia afuera, hacia el mundo exterior. El seor Zuckerman los descubri cuando vino con la cena de Wilbur. Caramba! dijo, al tiempo que mostraba una ancha sonrisa. Vamos a ver... uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Siete ansarinos. Qu maravilla!

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VII. Malas noticias

A Wilbur cada da le gustaba ms Carlota. Su campaa contra los insectos pareca inteligente y til. Difcilmente se hubiera hallado en toda la granja a alguien dispuesto a decir algo en favor de las moscas. Las moscas pasaban el tiempo molestando a los dems. Las vacas las odiaban. Los caballos las detestaban. Las ovejas las aborrecan. El seor y la seora Zuckerman siempre estaban quejndose de las moscas y poniendo rejillas para que no pasaran. Wilbur admiraba el modo de comportarse de Carlota. Le agradaba especialmente que siempre durmiera a su vctima antes de comrsela. Carlota, es verdaderamente atento lo que t haces le dijo. S replic con su voz dulce y musical. Siempre les doy un anestsico para que no sientan dolor. Es un pequeo servicio que presto. Con el paso del tiempo, Wilbur, creca y creca. Tragaba tres grandes comidas al da. Pasaba largas horas tendido de costado, medio dormido, entregado a agradables sueos. Disfrutaba de buena salud y gan muchsimo peso. Una tarde, cuando Fern estaba sentada en su banqueta, la oveja de ms edad acudi a hacerle una visita. Hola! le dijo. Me parece que ests ganando peso.

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S, supongo que s replic Wilbur. A mi edad es una buena idea ganar peso. Siempre lo mismo, precisamente por eso no te envidio afirm la vieja oveja. Supongo que sabes por qu te engordan. No contest Wilbur. Bueno explic la oveja de ms edad, no me agrada difundir malas noticias, pero estn engordndote porque van a matarte, es por eso! Que van a hacer qu? chill Wilbur. Fern se puso rgida en su banqueta. Matarte. A convertirte en tocino ahumado y en jamn prosigui la oveja. Casi todos los cerdos jvenes acaban asesinados por el granjero cuando empieza el duro invierno. Aqu hay una verdadera conspiracin para matarte por Navidad. Todo el mundo est en el asunto: Lurvy, Zuckerman, e incluso John Arable. El seor Arable? pregunt entre sollozos Wilbur. El padre de Fern? Desde luego. Cuando llega la matanza de un cerdo, todo el mundo ayuda. Yo soy una oveja de mucha edad y ao tras ao veo la misma cosa, el mismo asunto de siempre. Arable llega con su escopeta del calibre 22, dispara...

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Para! chill Wilbur. Yo no quiero morir! Que alguien me salve! Que me salve! Fern estaba a punto de saltar cuando se oy una voz. Sernate, Wilbur! dijo Carlota, que haba estado escuchando aquella terrible conversacin. No puedo serenarme grit Wilbur, corriendo de un lado para otro. No quiero que me maten. No quiero morir. Es cierto lo que dice esta oveja, Carlota? Es cierto que me matarn cuando venga el tiempo fro? Bueno contest la araa agarrndose pensativa a su red esta oveja ha vivido mucho tiempo en la granja. Ha visto llegar y desaparecer muchos cerdos de primavera. Si dice que piensan matarte, estoy segura de que es cierto. Es tambin la cosa ms sucia que haya odo nunca. Hay que ver lo que la gente es capaz de tramar! Wilbur rompi a llorar. Yo no quiero morir gimi. Yo quiero seguir vivo aqu, en mi cmodo montn de estircol, con todos mis amigos. Quiero respirar este aire magnfico y tenderme bajo este sol tan bello. Vaya escndalo que has organizado le reprendi la oveja. Yo no quiero morir! chill Wilbur, tirndose al suelo. No morirs declar Carlota con viveza. Cmo? De verdad? grit Wilbur. Quin va a salvarme? Yo respondi Carlota. Y de qu modo? Eso ya lo veremos. Pero voy a salvarte y quiero que te serenes inmediatamente. Ests portndote puerilmente. Deja de llorar! No puedo soportar a los histricos!

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VIII. Una charla en casa

Una maana de domingo, el seor y la seora Arable estaban sentados con Fern, desayunando en la cocina. Avery ya haba terminado y estaba en el piso de arriba, buscando su tirachinas. Sabis que el to Homer ha tenido ansarinos? Cuntos? pregunt el seor Arable. Siete replic Fern. Haba ocho huevos, pero uno result huero y la oca le dijo a Templeton que ya no lo quera, as que Templeton se lo llev. Cmo que la oca dijo? pregunt el seor Arable, observando a su hija con una mirada de extraeza y preocupacin. Le dijo a Templeton que ya no quera el huevo repiti Fern. Quin es Templeton? pregunt la seora Arable. Es la rata repuso Fern. A ninguno de nosotros nos gusta mucho. Qu nosotros? pregunt el seor Arable. Oh, pues todos los del piso de abajo del establo. Wilbur, las ovejas, los corderos, el ganso, la oca, los ansarinos, Carlota y yo. Carlota? pregunt la seora Arable. Quin es Carlota? Es la mejor amiga de Wilbur. Y terriblemente lista. Qu aspecto tiene? pregunt la seora Arable.

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Bueno... respondi Fern. Tiene ocho patas, como todas las araas, supongo. Carlota es una araa? pregunt la madre de Fern. Fern asinti. Gris y grande. Tiene su tela en lo alto de la entrada donde est la pocilga de Wilbur. Atrapa moscas y les chupa la sangre. Wilbur la adora. S? aadi un tanto vagamente la seora Arable. Miraba a Fern con expresin preocupada. Oh, s. Wilbur adora a Carlota declar Fern. Sabis lo que dijo Carlota cuando salieron los ansarinos? No tengo ni la ms ligera idea dijo el seor Arable. Cuntanoslo. Pues bien, cuando el primer ansarino asom su cabecita de debajo de la oca, yo estaba sentada en mi banqueta en un rincn y Carlota estaba en su telaraa. Pronunci un pequeo discurso. Dijo: Estoy segura de que cada uno de los que aqu estamos en el piso inferior del granero se alegra al saber que tras cuatro semanas de un esfuerzo y una paciencia inagotables por su parte, la oca tenga algo que mostrarnos. No os parece que fue muy amable por su parte decir eso? S, claro respondi la seora Arable. Y ahora, Fern, ya es hora de que te prepares para ir a la escuela dominical. Y avisa a Avery para que se prepare tambin. Esta tarde podrs contarme ms cosas acerca de lo que sucede en la granja del to Homer. No crees que pasas all mucho tiempo? Vas casi todas las tardes. Verdad? Me gusta estar all contest Fern. Se limpi la boca y corri escalera arriba. Tan pronto sali de la habitacin, la seora Arable habl con voz queda a su marido. Me preocupa Fern dijo. Te has fijado cmo divagaba

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acerca de los animales, pretendiendo que hablaban? El seor Arable lanz una risita. Tal vez hablen dijo. A veces me lo he preguntado. En cualquier caso, no te preocupes por Fern. Sencillamente, tiene una imaginacin muy viva. Los nios creen que oyen todo gnero de cosas. Pues, a pesar de todo, me preocupa replic la seora Arable. Creo que le preguntar al doctor Dorian acerca de ella la prxima vez que le vea. Quiere a Fern casi tanto como nosotros y deseo que sepa de su extraa manera de actuar con el cerdo y con todo. Me parece que no es normal. Sabes perfectamente que los animales no hablan. El seor Arable se sonri. Tal vez nuestro odo no sea tan fino como el de Fern dijo.

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IX. La bravata de Wilbur

Una telaraa es ms fuerte de lo que parece. Aunque formada por hilos finos y delicados, la red no se rompe fcilmente. Pero una tela de araa se rompe da tras da cuando los insectos atrapados tratan de escapar. La araa tiene que repararla cuando se llena de agujeros. A Carlota le gustaba entretejerla a ltima hora de la tarde y a Fern le gustaba sentarse cerca y observar. Una tarde oy una conversacin interesantsima y fue testigo de un extrao acontecimiento. Carlota, tienes unas patas terriblemente peludas dijo Wilbur mientras la araa se afanaba en su tarea. Mis patas son peludas por una buena razn replic Carlota. Adems, cada una de mis patas tiene siete partes: la coxa, el trocnter, el fmur, la patela, la tibia, el metatarso y el tarso. Wilbur se cay sentado de la sorpresa. Ests bromeando dijo. No, en absoluto. Di esos nombres de nuevo. No los pill la primera vez. Coxa, trocnter, fmur, patela, tibia, metatarso y tarso. Dios mo! dijo Wilbur al tiempo que observaba sus patas rechonchas. No creo que mis patas tengan siete partes. Bueno declar Carlota t y yo llevamos vidas diferentes. T no tienes que tejer una tela de araa. Eso exige mucho

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trabajo a las patas. Yo podra tejer una telaraa si quisiera se jact Wilbur . Lo que pasa es que nunca lo he intentado. Vamos a ver cmo lo haces dijo Carlota. Fern solt una risita y sus ojos se agrandaron por el cario que senta hacia el cerdo. De acuerdo repuso Wilbur. T guame y yo tejer una tela de araa. Cmo empiezo? Respira hondo! dijo Carlota sonriente. Wilbur respir hondo. Ahora sube lo ms alto que puedas. As. Y Carlota trep a toda prisa hasta lo alto de la entrada. Wilbur se afan por llegar a la cumbre del montn de estircol. Muy bien! dijo Carlota. Ahora haz un enganche con tus hileras, lnzate al espacio y suelta hilo a medida que caes! Wilbur titube un momento, y luego se lanz al vaco. A toda prisa volvi la cabeza para ver si le segua una cuerda que frenara su cada, pero nada pareca suceder en su parte posterior y lo que a continuacin supo fue que aterriz de un porrazo. Pum! gru. Carlota lanz tal carcajada que empez a temblar toda la tela de araa. Qu es lo que hice mal? pregunt el cerdo cuando se recobr del golpe. Nada respondi Carlota. Fue una buena prueba. Me parece que lo intentar otra vez dijo Wilbur animosamente. Me parece que lo que necesito es una cuerda que me sujete. El cerdo sali a su corral. Ests ah, Templeton? la llam. La rata asom su cabeza por debajo de la artesa. Puedes prestarme una cuerda? pregunt Wilbur. La necesito para tejer una telaraa. S, desde luego replic Templeton, que guardaba cuerdas. No hay ningn problema. Te la dar sin compromiso.

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Se meti en su agujero, ech a un lado el huevo de oca y volvi con un pedazo de cuerda vieja y sucia. Wilbur la examin. Esto es lo que necesito declar. Ata un extremo a mi rabo. Quieres, Templeton? Wilbur se agach, presentando a la rata su rabito rizado. Templeton asi la cuerda, la pas por el extremo del rabo del cerdo e hizo dos nudos. Carlota lo observaba encantada. Como Fern quera mucho a Wilbur, cuya olorosa pocilga y cuya comida rancia atraan a las moscas que ella necesitaba. Le enorgulleca saber que no desista con facilidad y que trataba otra vez de tejer una telaraa. Mientras la rata, la araa y la nia lo miraban, Wilbur volvi a subir a lo alto del montn de estircol, rebosante de energa y de esperanza. Mirad todos! grit. Y haciendo acopio de todas sus fuerzas, se lanz de cabeza. La cuerda fue tras l. Pero se haba olvidado de sujetar en algo el otro extremo. En verdad, no lo hizo nada bien. Wilbur aterriz de golpe. Se aplast, ruidosamente, contra el suelo. Las lgrimas asomaron a sus ojos.

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Templeton se sonri. Carlota se sent en silencio. Al cabo de un instante habl: T no puedes tejer una tela de araa, Wilbur y te aconsejo que te saques de la cabeza esa idea. Te faltan dos cosas para poder tejer una tela de araa. Cules son? pregunt Wilbur entristecido. Careces de una serie de hileras y te falta la tcnica. Pero algrate, t no necesitas nunca tela de araa. Zuckerman te proporciona cada da tres grandes comidas. Por qu tendras que preocuparte de atrapar alimentos? Wilbur suspir. Carlota, eres mucho ms hbil y ms lista que yo. Me imagino que lo que yo haca era una pura bravata. Me est bien empleado. Templeton desat la cuerda y se la llev a su casa. Carlota volvi a tejer. No tienes por qu ponerte as, Wilbur le dijo. No son muchos los seres que pueden tejer redes. Incluso los hombres no son tan buenos como las araas, aunque ellos piensan que son muy buenos e intentarn cualquier cosa. Oste hablar del puente de Queensborough? Wilbur movi la cabeza. Es una tela de araa? Algo parecido replic Carlota. Pero, sabes cunto les cost a los hombres construirlo? Ocho aos enteros. Dios mo!, yo me habra muerto de hambre si hubiese tardado tanto tiempo. Puedo tejer una telaraa en una sola tarde. Y qu es lo que los hombres atrapan en el puente de Queensborough? Insectos? pregunt Wilbur. No respondi Carlota. No cazan nada. Simplemente trotan entre uno y otro extremo, pensando que en el otro lado hay algo mejor. Si se colgaran cabeza abajo en lo alto de aquella cosa y

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aguardaran en silencio, quizs les llegara algo bueno. Pero no... con los hombres es siempre prisa, prisa, prisa, a cada minuto que pasa. Me alegra ser una araa sedentaria. Qu significa eso de sedentaria? pregunt Wilbur. Significa que paso sentada buena parte del tiempo y no me lanzo a vagar por el mundo. S distinguir una buena cosa cuando la veo y mi tela de araa es una buena cosa. Aqu estoy preparada para lo que venga. Me proporciona la posibilidad de pensar. Pues supongo que yo tambin soy algo sedentario dijo el cerdo. Tengo que permanecer aqu, tanto si me gusta como si no me gusta. Sabes dnde me gustara estar de verdad esta tarde? Dnde? En un bosque, buscando hayucos y trufas y races sabrosas, apartando las hojas con mi esplndido y fuerte hocico, husmeando y hozando en la tierra, oliendo, oliendo, oliendo... T hueles a lo que eres observ un cordero que acababa de entrar. Te puedo oler desde aqu. Eres la criatura ms oliente de este lugar. Wilbur agach la cabeza. Las lgrimas humedecieron sus ojos. Carlota advirti su turbacin y se dirigi speramente al cordero. Deja en paz a Wilbur! dijo. Tiene perfecto derecho a oler as, considerando lo que le rodea. Y t tampoco eres precisamente un ramillete de rosas. Adems, has interrumpido una conversacin muy agradable. De qu hablabas, Wilbur, cuando fuimos tan groseramente interrumpidos? Oh, ya no me acuerdo dijo Wilbur. No importa. Vamos a dejar de hablar por un rato, Carlota. Est entrndome sueo. Sigue adelante y acaba de arreglar tu tela de araa y yo me tender aqu y te observar. Es una tarde maravillosa. Wilbur se tendi de costado. Cay el crepsculo y una sensacin de paz envolvi el esta-

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blo de Zuckerman. Fern saba que ya era casi la hora de cenar pero no poda aceptar la idea de marcharse. Las golondrinas entraron y salieron, volando en silencio, para llevar comida a sus pequeos. Al otro lado de la carretera un pjaro cant: Uippuuu, Uippuuu! Lurvy se sent bajo un manzano y encendi su pipa; los animales percibieron el olor familiar del tabaco fuerte. Wilbur oy el gorjeo del sapo en el bosque y el ruido ocasional de la puerta de la cocina. Todos aquellos sonidos hacan que se sintiera a gusto y feliz porque amaba la vida y le agradaba ser parte del mundo en una tarde de verano. Pero, mientras estaba all tendido, se acord de lo que le haba dicho aquella oveja. El pensamiento de la muerte lleg hasta l y comenz a temblar de miedo. Carlota dijo en voz baja. Si, Wilbur? No quiero morir. Pues claro que no replic Carlota con voz confortante. Sencillamente, me gusta estar aqu, en el establo aadi Wilbur. Me gusta todo lo de este lugar. Pues claro que si repuso Carlota. A todos nos gusta. Apareci la oca, seguida por sus siete ansarinos. Echaban hacia adelante sus cuellecitos y lanzaban continuamente un silbido musical, como un pequeo grupo de gaiteros. Wilbur escuch aquel sonido con el corazn rebosante de cario. Carlota dijo. Qu? replic la araa. Hablabas en serio cuando me prometiste que les impediras que me mataran? Jams habl ms en serio en toda mi vida. No dejar que mueras, Wilbur. Y cmo vas a salvarme? pregunt Wilbur, cuya curiosidad acerca de esa cuestin era muy fuerte.

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Bueno respondi vagamente Carlota. En realidad no lo s. Pero estoy trabajando en un plan. Eso es maravilloso dijo Wilbur. Y cmo marcha el plan? Has progresado mucho? Se desarrolla bien? Wilbur temblaba de nuevo pero Carlota se mostraba fra y reservada. Oh, va bien respondi a la ligera. El plan se encuentra todava en sus primeras fases; an no le he dado forma, pero trabajo en el asunto. Y cundo trabajas? pregunt Wilbur con acento suplicante. Cuando me cuelgo cabeza abajo de lo alto de mi telaraa. Entonces es cuando pienso, porque toda la sangre se me va a la cabeza. Me gustara ayudarte en todo lo que pudiera. Bah, lo har yo sola replic Carlota. Puedo pensar mejor cuando pienso sola. De acuerdo aadi Wilbur. Pero no dejes de hacerme saber si hay algo en lo que yo pueda ayudar, por insignificante que parezca. Bueno contest Carlota. Tienes que tener ms confianza en ti mismo. Quiero que duermas mucho y dejes de preocuparte. Nada de prisas ni de preocupaciones! Mastica cuidadosamente la comida y tmatela toda a excepcin de lo que hayas de dejar para Templeton. Aumenta en peso y consrvate sano. Este es el modo que t tienes de ayudar. Has de mantenerte en forma y no dejarte llevar por los nervios. Crees que lo entiendes? S, lo entiendo replic Wilbur. Entonces, vete a dormir dijo Carlota. El sueo es importante. Wilbur trot hasta el rincn ms oscuro de su pocilga y all

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se dej caer. Cerr los ojos, pero al instante volvi a hablar. Carlota. Qu, Wilbur? Puedo salir hasta mi artesa y ver si queda algo de mi cena? Me parece que dej algo de patatas cocidas. Muy bien respondi Carlota. Pero quiero que te eches a dormir sin ms demora. Wilbur ech a correr hacia el corral. Lentamente, lentamente! le record Carlota. Nada de prisas ni de preocupaciones! Wilbur refren su carrera y se desliz despacio hasta la artesa. Encontr restos de patatas, los mastic cuidadosamente, se los trag y volvi a su rincn. Cerr los ojos y permaneci callado durante un rato. Carlota dijo susurrando. Qu? Puedo beber un poco de leche? Me parece que en la artesa quedan algunas gotas. No, la artesa est seca y quiero que te duermas. Ya est bien de hablar! Cierra los ojos y durmete! Wilbur cerr los ojos. Fern se levant de su banqueta y se puso en camino hacia su casa. Su mente rebosaba de todo lo que haba visto y odo. Buenas noches, Carlota! dijo Wilbur. Buenas noches, Wilbur! Una pausa. Buenas noches, Carlota! Buenas noches, Wilbur! Buenas noches! Buenas noches!

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X. Una explosin

Da tras da, la araa aguard cabeza abajo a que le llegara una idea. Pasaba inmvil hora tras hora, sumida en sus pensamientos. Tras haber prometido a Wilbur que salvara su vida, estaba resuelta a cumplir su promesa. Carlota era por naturaleza paciente. Saba por experiencia que si aguardaba el tiempo suficiente, una mosca llegara hasta su tela de araa; y tena la seguridad de que si pensaba bastante acerca del problema de Wilbur, llegara a su mente una idea. Por fin, una maana de mediados de julio lleg la idea. Claro, es perfectamente simple! se dijo a s misma. El modo de salvar la vida de Wilbur consiste en jugrsela a Zuckerman. Si soy capaz de engaar a un insecto, pens Carlota, entonces tengo que ser capaz de engaar a un hombre. Las personas no son tan listas como los animales. Precisamente en aquel momento sali Wilbur al corral. En qu ests pensando, Carlota? pregunt. Pensaba dijo la araa que las personas son muy crdulas. Qu significa crdulas? Fciles de engaar repuso Carlota. Qu suerte! respondi Wilbur. Y se tendi a la sombra de su cerca y se qued dormido. La araa, por el contrario, per-

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maneci muy despierta, observndolo cariosamente y haciendo planes para su futuro. Haba transcurrido ya medio verano. Saba que no le quedaba mucho tiempo.

Aquella maana, justamente cuando Wilbur se qued dormido, Avery Arable apareci en el patio de los Zuckerman, seguido por Fern. Avery llevaba en la mano una rana viva. Fern luca una corona de margaritas en el pelo. Los dos nios corrieron hacia la cocina. Llegis a tiempo para comer un poco de pastel de gayuba dijo la seora Zuckerman. Mira mi rana! dijo Avery, colocando la rana en el escurreplatos y tendiendo una mano hacia el pastel. Quita eso de ah! le orden la seora Zuckerman. Est caliente dijo Fern. Esa rana est ya casi muerta. No lo est replic Avery. Voy a rascarle entre los ojos. La rana dio un salto y fue a caer en el barreo lleno de agua

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jabonosa de la seora Zuckerman. Ests manchndote con el pastel dijo Fern. Ta Edith, puedo ir a buscar huevos al gallinero? Fuera los dos! Y no molestis a las gallinas! Se lo est echando todo encima grit Fern. Est manchndose. Vamos, rana! grit Avery. Rescat la rana que se sacudi, salpicando el pastel con agua jabonosa. Otra crisis! gimi Fern. Vamos a columpiarnos en el columpio! dijo Avery. Los chicos corrieron hacia el establo.

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El seor Zuckerman tena el mejor columpio de todo el condado. Consista en una sola soga atada a la viga de la entrada septentrional del establo. En el extremo de la soga haba un nudo grueso para sentarse. Su mayor ventaja era que no necesitaba de nadie que empujara. Uno se suba por una escalera hasta el henil. Luego, sujetando la soga, se asomaba al borde, miraba hacia abajo y empezaba a sentir miedo y vrtigo. Entonces te montabas a horcajadas sobre el nudo, hacas acopio de valor, respirabas hondo y saltabas. Durante un segundo tenas la impresin de que ibas a estrellarte contra el suelo del establo, pero de repente la soga te sujetaba y pasabas columpindote por la entrada, a cien por hora. El viento silbaba sobre tus ojos, tus orejas y tu pelo. Luego te remontabas por el aire, veas las nubes, la soga se retorca y giraba y t te retorcas y girabas con la soga. Despus caas, y caas del cielo, y volvas al establo, casi al mismo henil desde el que te tiraste. Volvas a subir (pero esta vez no tan deprisa), y otra vez ms; subas as varias veces hasta que saltabas al suelo y dejabas que se columpiara otro. El columpio de Zuckerman era la obsesin de muchas madres en millas a la redonda. Teman que algn nio se cayera. Pero jams se cay nadie. Por lo general, los nios saben agarrarse mejor de lo que sus padres creen. Avery se meti la rana en el bolsillo y se subi al henil. La ltima vez que me columpi grit casi choqu con una golondrina del establo. Suelta esa rana! le orden Fern. Avery se mont en el nudo de la soga y salt. Sali por la puerta con rana y todo y se alz hacia el espacio, con rana y todo. Luego retorn al granero. Tienes la lengua morada! grit Fern. Como la tuya! le respondi con la misma fuerza Avery que se lanzaba de nuevo con la rana hacia las alturas.

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Se me ha metido heno dentro del vestido! Me pica! dijo Fern. Pues rscate! le grit Avery cuando volvi a lanzarse hacia afuera. Ahora me toca a m dijo Fern. Salta! Fern tiene picores! canturre Avery. Cuando salt, envi la soga a su hermana. Ella cerr con fuerza los ojos y se lanz al vaco. Sinti el vrtigo de la cada al precipitarse la cuerda hacia afuera. Cuando abri los ojos contempl all arriba el cielo azul, a punto de que la soga le trajera de nuevo hacia adentro. Y as pasaron una hora, turnndose en el columpio. Cuando los nios se cansaron de columpiarse, se dirigieron hacia la dehesa, encontraron frambuesas silvestres y se las comieron. Sus lenguas pasaron del morado a un rojo vivo. Fern mordi una frambuesa que tena dentro un gusano que saba mal y se sinti decepcionada. Avery encontr una caja vaca de dulces y meti dentro la rana. La rana pareca cansada despus de haber pasado buena parte de la maana en el columpio. Los nios subieron lentamente hacia el establo. Tambin ellos estaban cansados y apenas les quedaban energas para caminar. Vamos a construir una choza en lo alto de un rbol sugiri Avery. Quiero vivir en un rbol con mi rana. Yo voy a ver a Wilbur declar Fern. Saltaron la cerca para pasar al sendero y, perezosamente, se encaminaron hasta la pocilga. Wilbur les oy llegar y se puso en pie. Avery se fij en la tela de araa y, acercndose, vio a Carlota. Ven, mira que araa tan grande! dijo. Es tremenda. Djala en paz! le orden Fern. Ya tienes una rana. No te parece bastante? Es una araa magnfica y voy a capturarla replico Avery. Levant la tapa de la caja de dulces y luego se apoder de un

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palo. Voy a meter sta araa en sta caja. El corazn de Wilbur casi se par cuando se dio cuenta de lo que iba a suceder. Este podra ser el final de Carlota si el chico consegua atraparla.

Quieto, Avery! grit Fern. Avery puso un pie sobre la cerca de la pocilga. Estaba a punto de alzar su palo para golpear a Carlota cuando perdi el equilibrio. Se bambole, dio algunos pasos y acab por estrellarse contra el borde de la artesa de Wilbur. La artesa se desnivel y, despus, cay de golpe al suelo. El huevo de la oca estaba justamente debajo. Cuando el huevo se rompi se produjo una sorda explosin y desprendi un horrible olor. Fern lanz un chillido. Avery se puso en pie de un salto. El aire se llen de los terribles gases y olores del huevo podrido. Templeton, que se hallaba descansando en su escondrijo, escap

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a toda prisa hacia el establo. Buenas noches! Qu asco, qu mal olor! grit Avery. Vmonos de aqu! Fern estaba llorando. Tapndose las narices, corri hacia la casa. Avery fue tras ella, respirando tambin slo por la boca. Carlota se sinti muy aliviada al verles alejarse. Haba escapado por poco. Aquella misma maana los animales regresaron ms tarde: las ovejas, los corderos, el ganso, la oca y los siete ansarinos. Se multiplicaron las quejas por el terrible hedor y Wilbur hubo de contar repetidas veces la misma historia, explicarles cmo el chico de los Arable haba tratado de capturar a Carlota y cmo el olor del huevo podrido le hizo huir muy oportunamente. Fue el huevo podrido el que salv la vida de Carlota afirm Wilbur. La oca se sinti orgullosa de la parte que le corresponda en la aventura. Me encanta que ese huevo resultara huero cotorreaba. Desde luego, Templeton se senta afligida por la prdida de su amado huevo. Pero no supo resistirse a la tentacin de presumir: Siempre merece la pena guardar cosas dijo con su vocecilla agria. Una rata nunca sabe cundo algo le resultar til. Y jams tira nada. Bueno declar uno de los corderos este asunto ha acabado muy bien para Carlota. Pero, y el resto de nosotros? El olor resulta insoportable. Cmo es posible vivir en un establo perfumado por un huevo podrido? No te preocupes, ya te acostumbrars dijo Templeton. Se levant y, tras atusarse los bigotes, fue a hacer una visita al vertedero. Cuando a la hora de comer se present Lurvy con el cubo del

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almuerzo de Wilbur, se detuvo a unos pasos de la pocilga. Husme el aire e hizo una mueca. Qu diablos? dijo. Dej el cubo en el suelo, agarr el palo que haba dejado caer Avery y enderez la artesa. Ratas! murmur. Rayos y truenos! Tendra que haber sabido que una rata hara su cubil bajo la artesa. Cmo odio las ratas! Y Lurvy arrastr la artesa de Wilbur por todo el corral y ech tierra en el nido de la rata, sepultando el huevo podrido y todas las dems pertenencias de Templeton. Luego tom el cubo. Wilbur permaneca junto a la artesa, relamindose de hambre. Lurvy verti la comida. Los restos de comida descendieron viscosamente sobre los ojos y las orejas del cerdo. Wilbur resopl. Tragaba y sorba y sorba y tragaba, haciendo toda clase de ruidos, con el ansia de comrselo todo al mismo tiempo. Era una comida deliciosa: nata, salvado, restos de tortas, medio bollo, pepitas de calabaza, dos tostadas rancias, un pedazo de dulce de jengibre, una cola de pescado, una cscara de naranja, varios tallarines, los posos de una taza de cacao, un trozo de gelatina, una tira de papel del forro del cubo de la basura y una cucharada de jalea de frambuesa. Wilbur comi vorazmente. Pens en dejar a Templeton medio tallarn y unas gotas de leche. Luego se acord del papel que haba desempeado la rata en el incidente que salv la vida de Carlota, y de que Carlota estaba tratando de salvar su vida. As que le dej un tallarn entero en vez de una mitad tan slo. Como el huevo podrido estaba enterrado, la atmsfera se despej y el establo volvi a oler bien. Pas la tarde y lleg la noche. Las sombras se alargaron. El aliento suave y fresco del crepsculo penetr por puertas y ventanas. A horcajadas sobre su red, Carlota se prepar con talante taciturno a comerse un tbano mientras pensaba en el futuro. Al cabo de un rato se puso en movi-

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miento. Descendi hasta el centro de su telaraa y all empez a cortar algunos de los hilos. Trabajaba lentamente pero con firmeza mientras que los dems animales permanecan amodorrados. Ninguno de ellos, ni siquiera la oca, se dio cuenta en qu estaba trabajando. Hundido en su yacija, Wilbur dormitaba. Y all, en su rincn favorito, los ansarinos silbaban una cancin de cuna. Carlota arranc toda una parte de su red, dejando en el centro un espacio abierto. Luego empez a tejer algo que ocupara el lugar de los hilos que haba quitado. La araa an segua trabajando cuando, alrededor de la medianoche, regres Templeton del vertedero.

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XI. El milagro

El da siguiente amaneci brumoso. Todo en la granja goteaba humedad. La hierba pareca una alfombra mgica. La esparraguera se asemejaba a un bosque plateado. En las maanas de niebla la tela de araa de Carlota era verdaderamente bella. Esta maana cada hilo se hallaba adornado con docenas de gotitas de agua. La telaraa resplandeca a la luz y formaba una trama maravillosa y fantstica, como un finsimo velo. Hasta el mismo Lurvy, que no estaba especialmente interesado por la belleza, se fij en la telaraa cuando trajo el desayuno del cerdo. Advirti cmo reluca y se dio cuenta de lo grande que era y de lo bien tejida que estaba. Y luego volvi a mirarla y vio algo que le oblig a dejar el cubo en el suelo. All, en el centro, haba un mensaje tejido en letras maysculas de imprenta. Deca:

VAYA CERDO!

Lurvy perdi su aplomo. Se pas una mano por los ojos y continu mirando fijamente la telaraa de Carlota. Estoy viendo visiones murmur. Se hinc de rodillas

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y murmur una breve oracin. Luego, olvidndose del desayuno de Wilbur, volvi a la casa y llam al seor Zuckerman. Creo que ser mejor que venga a la pocilga le dijo. Qu es lo que pasa? pregunt el seor Zuckerman. Le sucede algo al cerdo? Nnnno exactamente replic Lurvy. Venga y valo usted mismo.

Los dos hombres caminaron en silencio hasta el corral de Wilbur. Lurvy seal hacia la telaraa. Ve usted lo que yo veo? le pregunt. Zuckerman clav sus ojos en la telaraa. Luego murmur las palabras Vaya cerdo. Despus mir a Lurvy. A continua-

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cin, ambos empezaron a temblar. Carlota, adormilada tras sus ejercicios nocturnos, se sonri al verles. Sali Wilbur y se par debajo de la telaraa. Vaya cerdo! murmur Lurvy. .yaya cerdo! susurr el seor Zuckerman. Contemplaron durante un largusimo rato a Wilbur. Y despus clavaron sus ojos en Carlota. No creers que esa araa...? empez a decir el seor Zuckerman, pero luego mene la cabeza y no acab la frase. Se limit a caminar solemnemente de regreso a su casa y decir a su mujer: Edith, ha sucedido algo. Tras pronunciar dbilmente estas palabras se dirigi al cuarto de estar y se sent. La seora Zuckerman fue tras l. Es mejor que te sientes, Edith dijo. Tengo que decirte algo. La seora Zuckerman se dej caer en una silla. Estaba plida y pareca asustada. Edith aadi, tratando de que no le temblara la voz . Me parece mejor que te diga que tenemos un cerdo muy extrao. En la cara de la seora Zuckerman se dibuj una expresin de absoluta sorpresa. Homer Zuckerman, de qu me ests hablando? Es algo muy serio, Edith replic. Nuestro cerdo es un animal completamente fuera de lo normal. Qu hay de anormal en el cerdo? pregunt la seora Zuckerman, que estaba empezando a recobrarse del susto. Bueno, en realidad todava no lo s dijo el seor Zuckerman. Pero hemos recibido un signo, Edith, un misterioso signo. En esta granja ha sucedido un milagro. Hay una gran telaraa en la entrada del primer piso del granero, justo

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sobre la pocilga. Cuando esta maana fue Lurvy a echar comida al cerdo, advirti que haba niebla, y ya sabes que una telaraa tiene una apariencia distinta con niebla. Pues bien, en su centro se lea: Vaya cerdo. Palabras entretejidas en la telaraa. Formaban realmente parte de la red, Edith, lo s porque fui hasta all y las vi. Dicen Vaya cerdo de la manera ms clara posible. Resultan inconfundibles. Ha sucedido un milagro y ste es un signo surgido en la Tierra, aqu mismo en nuestra granja. Ese no es un cerdo cualquiera.Bueno dijo la seora Zuckerman me parece que ests un poco trastornado. Lo que yo creo es que sa no es una araa cualquiera. Oh, no! repuso Zuckerman. El extraordinario es el cerdo. Eso es lo que est escrito. Tal vez admiti la seora Zuckerman pero es igual. Tengo que echar un vistazo a esa araa. Es una araa gris corriente explic Zuckerman. Se levantaron y juntos fueron hasta la pocilga de Wilbur. Ves, Edith? Se trata de una araa gris corriente. A Wilbur le complaca ser objeto de tanta atencin. Lurvy an segua all de pie y junto con el seor y la seora Zuckerman, se quedaron cosa de una hora leyendo una y otra vez las palabras de la telaraa y observando a Wilbur. Carlota se hallaba encantada con el resultado que estaba teniendo su truco. Se sent y permaneci sin mover ni un msculo, escuchando la conversacin de las personas. Cuando una mosca pequea choc con la tela, justo ms all de la palabra cerdo, Carlota descendi a toda prisa, envolvi a la mosca y la retir del lugar. Al cabo de un rato se levant niebla. La telaraa se sec y las palabras no resaltaban tanto. Los Zuckerman y Lurvy regresaron a la casa. Un instante antes de abandonar la pocilga, el seor Zuckerman ech una ltima mirada a Wilbur.

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Sabes? dijo con voz solemne, que nuestro cerdo era de los mejores. Es un cerdo slido. Un cerdo tan slido como el que ms. Te has fijado, Lurvy, en lo slido que es por las paletillas? Claro, naturalmente dijo Lurvy. Siempre admir este cerdo. Es todo un cerdo. Inmenso y terso aadi Zuckerman. S admiti Lurvy. Tan terso como el que ms. Vaya cerdo.

Cuando el seor Zuckerman volvi a su casa, se quit la ropa de faena y se puso su mejor traje. Luego se subi a su coche y se dirigi a la casa del pastor de la parroquia. Estuvo all una hora y le explic al clrigo que haba sucedido un milagro en la granja. Hasta ahora precis Zuckerman slo cuatro personas en el mundo conocen este milagro: mi esposa Edith, Lurvy el jornalero, usted y yo. No se lo diga a nadie ms le advirti el pastor. An no sabemos lo que significa, pero si pienso en la cuestin, quizs pueda explicarla en el sermn del domingo. No hay duda de que tiene un cerdo extraordinario. Hablar de eso en el sermn, y destacar el hecho de que en esta comunidad existe un animal maravilloso. A propsito, tiene nombre ese cerdo? S, claro respondi el seor Zuckerman. Mi sobrinita le llama Wilbur. Es una nia un tanto extraa, llena de ideas. Cri el cerdo con bibern y yo se lo compr cuando cumpli un mes.

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Estrech la mano del pastor y se fue. Los secretos son difciles de guardar. Mucho antes de que llegara el domingo, la noticia se extendi por el condado. Todo el mundo saba que en una telaraa de la granja de los Zuckerman haba aparecido un signo. Todo el mundo saba que los Zuckerman posean un cerdo maravilloso. Las gentes venan desde muchas millas a la redonda para ver a Wilbur y leer las palabras de la telaraa. De la maana a la noche, el sendero de la granja de los Zuckerman estaba lleno de vehculos, turismos de las marcas Ford, Chevrolet y Buick; furgonetas GMC; Plymouth, Packard y De Soto de transmisin giromtica y Oldsmobil de inyeccin; rancheras Jeep y Pontiac.

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La noticia del maravilloso cerdo lleg hasta las colinas, y los granjeros bajaron en tartanas y carromatos chirriantes para permanecer horas y horas ante la pocilga de Wilbur con el propsito de admirar el maravilloso animal. Todos afirmaban que jams haban visto en su vida un cerdo como aqul. Cuando Fern dijo a su madre que Avery haba tratado de dar con un palo a la araa de los Zuckerman, la seora Arable se qued tan horrorizada que castig a Avery, envindole a la cama sin cenar. En los das que siguieron, el seor Zuckerman estuvo tan ocupado recibiendo a los visitantes que descuid su trabajo en la granja. Ahora vesta en todo momento sus mejores ropas; se las pona en cuanto se levantaba por la maana. La seora Zuckerman preparaba comidas especiales para Wilbur. Lurvy se afeit y se cort el pelo; su principal tarea en la granja consista ahora en dar comida al cerdo cuando haba visitantes. El seor Zuckerman orden a Lurvy que aumentara la alimentacin de Wilbur: cuatro en vez de tres comidas al da. Los Zuckerman estaban tan atareados con los visitantes que se olvidaron de otras faenas de la granja. Maduraron las moras, y la seora Zuckerman no se acord de hacer mermelada de moras. Haba que escardar el maz, pero Lurvy no tuvo tiempo para la tarea. El domingo se llen la iglesia. El pastor explic el milagro. Afirm que las palabras en la telaraa demostraban que los seres humanos deben siempre permanecer a la espera de portentos. De un modo u otro, la pocilga de los Zuckerman era el centro de la atraccin. Fern se senta feliz porque adverta que el truco de Carlota estaba dando resultado y que salvara la vida de Wilbur. Pero descubri que el establo ya no era un lugar tan

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interesante; haba demasiada gente. Le gustaba ms cuando poda estar a solas con sus amigos, los animales.

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XII. Una reunin

Una tarde, pocos das despus de que aparecieran las palabras en la telaraa de Carlota, sta convoc una reunin de todos los animales del primer piso del granero. Empezar pasando lista, Wilbur? Presente! dijo el cerdo. Ganso? Presente, presente, presente! replic el ganso. Pareces tres gansos murmur Carlota. Por qu no te limitas a decir presente una vez? Por qu tienes que repetirlo todo? Es mi idioidioidiosincrasia respondi el ganso. Oca? pregunt Carlota. Presente, presente, presente! replic la oca. Carlota le lanz una mirada muy expresiva. Ansarinos, del uno al siete? Bibibi!, Bibibi!, Bibibi!, Bibibi!, Bibibi!, Bibi bi!, Bibibi! respondieron los ansarinos. Esta va a ser una verdadera reunin coment Carlota. Cualquiera pensara que hay tres gansos, tres ocas y veintin ansarinos. Ovejas? Beeeeee! respondieron a coro todas las ovejas. Corderos?

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Beeeeee! respondieron a coro todos los corderos. Templeton? No hubo respuesta. Templeton? No hubo respuesta. Bien, aqu estamos todos menos la rata dijo Carlota. Supongo que podemos seguir adelante sin ella. Todos vosotros habris notado lo que ha estado sucediendo aqu en los ltimos das. Se ha advertido el mensaje que escrib en mi telaraa, ala-

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bando a Wilbur. Los Zuckerman se lo han tragado, y lo mismo les ha pasado a los dems. Zuckerman cree que Wilbur es un cerdo extraordinario y por eso no querr matarlo y comrselo. Me atrevo a decir que el truco funcionar y que podremos salvar la vida de Wilbur. Hurra! gritaron todos. Muchas gracias replic Carlota. He convocado esta reunin para recibir sugerencias. Necesito nuevas ideas para mi tela. La gente est cansndose ya de leer las palabras Vaya cerdo! Si a alguien se le ocurre otro mensaje u observacin, me gustara tejerlo. Alguna nueva idea al respecto? Qu tal Cerdo exquisito? pregunt uno de los corderos. De ningn modo replic Carlota. Suena a nombre de postre suculento. Y qu tal tremendo, tremendo, tremendo? pregunt la oca. Djalo en un slo tremendo y quedar muy bien dijo Carlota. Me parece que tremendo puede impresionar a Zuckerman. Pero Carlota dijo Wilbur, yo no soy tremendo. Eso no importa replic Carlota. No importa en absoluto. La gente se cree todo lo que ve impreso. Sabe alguno de vosotros cmo se escribe tremendo? Me parece dijo el ganso que es te doble, doble erre, doble e, doble m, doble e, doble n, doble d y doble o. Qu clase de acrbata crees que soy? declar enfadada Carlota. Tendra que tener el baile de San Vito para tejer una palabra como esa. Lo siento, lo siento, lo siento respondi el ganso. Entonces habl la oveja de ms edad. Estoy de acuerdo en que para salvar la vida de Wilbur tie-

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ne que haber algo nuevo escrito en la telaraa. Y si Carlota necesita ayuda para encontrar las palabras, me parece que podr obtenerla de nuestra amiga Templeton. La rata visita de modo regular el vertedero y tiene acceso a peridicos viejos. Puede arrancar pedazos de anuncios y traerlos al granero para que Carlota disponga de algo que copiar. Buena idea dijo Carlota. Pero no estoy segura de que Templeton se muestre dispuesta a ayudar. Ya sabis como es, siempre pensando en s misma y jams en los dems. Apuesto a que puedo lograr que ayude afirm la oveja de mayor edad. Recurrir a sus ms bajos instintos, que no le faltan precisamente. Aqu viene. Qu se calle todo el mundo mientras yo le planteo la cuestin! La rata entr en el granero del modo en que siempre lo haca, deslizndose pegada al muro. Qu pasa? pregunt al ver reunidos a todos los animales. Estamos celebrando una reunin del Consejo respondi la oveja de mayor edad. Pues acabad! Me aburren las reuniones declar Templeton. Y la rata empez a trepar por una cuerda que colgaba contra la pared. Oye, Templeton dijo la oveja de mayor edad, la prxima vez que vayas al vertedero, trete un recorte de peridico. Carlota necesita nuevas ideas para escribir mensajes en su tela de araa y salvar la vida de Wilbur. Qu se muera! dijo la rata. No me preocupa. Ya te preocupars cuando llegue el invierno declar la oveja. Ya te preocupars, una helada maana de enero, cuando Wilbur est muerto y nadie venga a echar en la artesa un esplndido cubo de restos de comida calientes. Lo que le sobra a Wilbur es tu principal fuente de alimentacin, Templeton. Y t lo sabes.

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La comida de Wilbur es t comida; por eso el destino de Wilbur y tu propio destino se hallan estrechamente ligados. Si matan a Wilbur y su artesa permanece vaca da tras da, adelgazars tanto que podremos mirar a travs de tu estmago y ver los objetos situados en el otro lado. Temblaron los bigotes de Templeton. Tal vez tengas razn dijo frunciendo el ceo. Maana por la tarde he de ir al vertedero. Traer algn recorte de peridico si lo encuentro. Gracias dijo Carlota. Se suspende la sesin. Me aguarda una tarde de mucho trabajo. Tengo que r