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VISUAL I TRAVEL I CULTURE I DOCUMENT GARAJONAY La Gomera 13 P A G E S PHOTO REPORT

VISUAL I TRAVEL I CULTURE I DOCUMENT La Gomera · portentoso relicto que habrá de raptarnos del presente y trasladarnos más allá de las glaciaciones, veinte millones de años atrás,

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VISUAL I TRAVEL I CULTURE I DOCUMENT

GARAJONAY

La Gomera

13p A G e s pHOTORepORT

TB I Parque de Garajonay 2

Amanece en La Gomera. La primera noche en esta tierra de orografía

vertiginosa y rotunda que ha cincelado la excepcionalidad a través

de los siglos, discurrió asomados a la imaginación, revisitando

mentalmente la ruta que nos condujo, inmersos en un juego

geológico de constantes ascensos y descensos, completamente

absortos en una espiral interminable, a la vera del mayor de los

misterios que ostenta esta isla inesperada.

En este camafeo de secretos, dentro, todo se aparece sorprendente y

extremo, pasando de las oscuras costas de aguas claras, a la agreste

vegetación que se asoma a los barrancos, y, de ahí, al espectacular

manto verde que corona la altiplanicie central de la isla. Hemos

llegado súbitamente a un mundo que ha retado al tiempo y lo ha

vencido, estamos frente al arcano milagro que es el Parque Nacional

de Garajonay.

¿Cómo puede existir esta selva inmemorial? ¿Cómo es posible tanto

esmeralda sobre trigueños y azules, sobre asperezas y abismos? Solo

la naturaleza conoce el enigma, nosotros estamos aquí como testigos

de excepción para dar testimonio de semejante belleza, para admirar

y disfrutar este regalo, para mimarlo y guardarlo, dentro del alma y

con los pies en la tierra.

pARque NAciONAlde

GARAJONAY

Nos hallamos en el reino de la laurisilva, bosque subtropical conformado por especies de lauráceas que se entrelazan con el fayal-brezal para dar lugar al monteverde; nos encontramos ante el

portentoso relicto que habrá de raptarnos del presente y trasladarnos más allá de las glaciaciones, veinte millones de años atrás, cuando el bosque de laurisilva se extendía por toda la cuenca

mediterránea y buena parte de Europa durante el Período Terciario.

Cuando uno cobra, mínimamente, consciencia de lo que supone acariciar uno de esos troncos torneados, retorcidos y vestidos de musgo y líquen, se ve

sobrepasado y fascinado. La esponjosa tierra que pisamos, ese hervidero silencioso de vida perenne, ya estaba allí mucho antes de que el hombre fuese

proyecto de un sueño. Ahora estamos aquí, en el último reducto del Edén, para soñar.

Lo que fueron caminos transitados comúnmente por nativos, nos sirven hoy de senderos

perfectos rumbo a un hechizo incurable. La vista sondea ávida el entorno, oscila de abajo

arriba, de frente y en derredor, aturdidos los sentidos por obra y gracia del virgen y

omnipresente verde que nos asume y nos envuelve. La tierna superficie impulsa cada paso;

el antiquísimo firme que serpentea entre miríadas de helechos, y trata de fijar el cuerpo

a la senda, tentado a ser gota de agua en la bruma que los alisios vierten; alargada mano

benefactora que propicia este paraíso indómito y superviviente, el equilibrio absoluto de

humedad y temperatura que alentó Garajonay día tras día, milenio tras milenio, para blandirlo

orgulloso cual prodigioso estandarte, espíritu imperecedero del pueblo gomero, memoria

imborrable de cuantos gocen del privilegio de haberlo hallado.

TB I Parque de Garajonay 5

Sobre el poderoso atlántico y bajo el mar de nubes, la faya y el brezo, el laurel, el tilo, el paloblanco, el acebiño, el viñátigo,

respiran serenos ajenos a los vaivenes del tiempo, prosiguen su existencia como espejismos en la niebla, fantasmagóricos y

mágicos, bebiéndose el cielo y dando de beber al hombre. De no existir Garajonay, La Gomera penaría de sed.

El agua que destila el Parque es recurso hídrico primordial, preciado bien de una región tan frágil al respecto.

Esa lluvia horizontal que mantiene latente este vestigio sagrado, suave, dulcemente, custodia la riqueza de una masa boscosa que integra cerca de veinte especies y hasta cuarenta y siete endemismos.

Además, en cuanto a su particular fauna se refiere, podemos encontrar cerca de mil especies de invertebrados, tales como arácnidos, lombrices, moluscos, artrópodos e insectos, y vertebrados tan

interesantes como el gavilán, la gallinuela, o esas reliquias vivientes y excepcionales que son las palomas torqué y rabiche.

Otro regalo de este entorno único (otro más) son las plantas con flores, algunas

de ellas rigurosamente exclusivas del Parque, donde se dan en torno a ciento

veinte endemismos, y la flora y numerosas especies exclusivas que habitan

esos colosos altivos que son los Roques, como el ciclópeo Agando, bellísimo y

solemne, La Zarcita y Ojila, pitones fonolíticos e impactantes agujas rocosas que

ejercen como tapones de los conductos volcánicos.

La floración de Garajonay otorga a este espacio un encanto y atractivo, si cabe, aún mayor.

“¡Qué delicia el Parque en primavera!”, pronunció emocionado José Aguilar, gomero que tuve la

fortuna de alcanzar a conocer: guía, intérprete y enamorado incondicional de este monumento

a la laurisilva, habitante perpetuo del hogar de los alisios, y profundo conocedor de un lugar

tan magnífico y legendario como este. De su mano es más sencillo entender cuanto Garajonay

representa, valorar su belleza única, mimetizarse con el entorno y aprender a amarlo.

CREDITOS Fotografia : Jesús Lopez

Texto: Jose Antonio Díez Fresno

Diseño: Pedro Laguna

AGRADECImIENTOS Cabildo Insular de La Gomera

Turismo de La Gomera

Hotel Jardín Tecina

Fred Olsen

TB I Parque de Garajonay 13

Volverse uno con esta rareza imponderable termina por hacerse

inevitable y comienza aventurándose por cualquiera de sus

múltiples paseos, sea desde Contadero, centro de la isla y

encrucijada de caminos, hacia el emblemático Caserío del

Cedro, entre el brezal de crestería, una umbría exuberante y

la majestuosa cascada de El Chorro; sea a través de la Cañada

de Jorge, encantada por las húmedas cortinas translúcidas del

Raso de La Bruma; o por la ruta circular de Los Barranquillos,

acompañados del invisible arrullo de la paloma rabiche, y la

belleza única de dos ecosistemas del monteverde, el fayal-brezal

en el lomo y la laurisilva en la cañada.

Toda incursión supone una puerta abierta a un escenario

suntuoso, siempre sorprendente y seductor, emocionante; una

invitación a redescubrir no solo el pulso del pasado, de La Tierra

que fue y que, prodigiosamente, continúa trémula e intacta

en nuestros días, si no la esencia de nuestra propia naturaleza

animal y humana.

Nos habla el telúrico alfombrado que sostiene acogedor las

mil preguntas que se suceden sin descanso, y callamos para

saber; nos tutela y nos despierta el abigarrado susurro de esta

selva heroica, el agua gaseosa y líquida, aérea y fluida, el simio

que cobró conciencia y consciencia milenios después de nacer

el Parque, milenios antes de existir nosotros,... la alquimia

inescrutable de todas las cosas; callamos solemnemente, queda

mucho que aprender.

Los elementos se conjuraron para contravenir un ciclo

presumiblemente inexorable, el suyo propio, y exiliarse de un

dictado establecido para salvar furtivamente la orquesta de

laurisilva más meridional de Europa, esta armonía estimulante y

primorosa que aún hoy nos subyuga y nos asombra.

Inmersos en las entrañas de esta esmeralda de biodiversidad

admirable, aprendemos sobrecogidos cómo la interacción de

cada elemento con su entorno, esa solidaridad distributiva y

sabia, es capaz de mantener indemne, en su brillante lección

de coexistencia, hasta los más frágiles y expuestos legados del

más remoto ayer. Desde el corazón cenozoico de estos bosques,

cuya indeleble memoria nos acompañará de por vida; fluyendo

por sus idílicos arroyos y gravitando en fabulosa armonía hasta

los titánicos roques; suspendidos en el viento y las nubes,

sobrevolamos la cima del Parque, mirador incomparable ante

el que se aparecen La Palma, El Hierro, Tenerife y hasta Gran

Canaria. Cumbre de culto divino y halo místico, en ese punto,

justo allí, se escuchan aún los ecos de los amantes prohibidos,

Gara y Jonay, sacrificando sus vidas en aras de la eternidad.