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TB I Parque de Garajonay 2
Amanece en La Gomera. La primera noche en esta tierra de orografía
vertiginosa y rotunda que ha cincelado la excepcionalidad a través
de los siglos, discurrió asomados a la imaginación, revisitando
mentalmente la ruta que nos condujo, inmersos en un juego
geológico de constantes ascensos y descensos, completamente
absortos en una espiral interminable, a la vera del mayor de los
misterios que ostenta esta isla inesperada.
En este camafeo de secretos, dentro, todo se aparece sorprendente y
extremo, pasando de las oscuras costas de aguas claras, a la agreste
vegetación que se asoma a los barrancos, y, de ahí, al espectacular
manto verde que corona la altiplanicie central de la isla. Hemos
llegado súbitamente a un mundo que ha retado al tiempo y lo ha
vencido, estamos frente al arcano milagro que es el Parque Nacional
de Garajonay.
¿Cómo puede existir esta selva inmemorial? ¿Cómo es posible tanto
esmeralda sobre trigueños y azules, sobre asperezas y abismos? Solo
la naturaleza conoce el enigma, nosotros estamos aquí como testigos
de excepción para dar testimonio de semejante belleza, para admirar
y disfrutar este regalo, para mimarlo y guardarlo, dentro del alma y
con los pies en la tierra.
pARque NAciONAlde
GARAJONAY
Nos hallamos en el reino de la laurisilva, bosque subtropical conformado por especies de lauráceas que se entrelazan con el fayal-brezal para dar lugar al monteverde; nos encontramos ante el
portentoso relicto que habrá de raptarnos del presente y trasladarnos más allá de las glaciaciones, veinte millones de años atrás, cuando el bosque de laurisilva se extendía por toda la cuenca
mediterránea y buena parte de Europa durante el Período Terciario.
Cuando uno cobra, mínimamente, consciencia de lo que supone acariciar uno de esos troncos torneados, retorcidos y vestidos de musgo y líquen, se ve
sobrepasado y fascinado. La esponjosa tierra que pisamos, ese hervidero silencioso de vida perenne, ya estaba allí mucho antes de que el hombre fuese
proyecto de un sueño. Ahora estamos aquí, en el último reducto del Edén, para soñar.
Lo que fueron caminos transitados comúnmente por nativos, nos sirven hoy de senderos
perfectos rumbo a un hechizo incurable. La vista sondea ávida el entorno, oscila de abajo
arriba, de frente y en derredor, aturdidos los sentidos por obra y gracia del virgen y
omnipresente verde que nos asume y nos envuelve. La tierna superficie impulsa cada paso;
el antiquísimo firme que serpentea entre miríadas de helechos, y trata de fijar el cuerpo
a la senda, tentado a ser gota de agua en la bruma que los alisios vierten; alargada mano
benefactora que propicia este paraíso indómito y superviviente, el equilibrio absoluto de
humedad y temperatura que alentó Garajonay día tras día, milenio tras milenio, para blandirlo
orgulloso cual prodigioso estandarte, espíritu imperecedero del pueblo gomero, memoria
imborrable de cuantos gocen del privilegio de haberlo hallado.
TB I Parque de Garajonay 5
Sobre el poderoso atlántico y bajo el mar de nubes, la faya y el brezo, el laurel, el tilo, el paloblanco, el acebiño, el viñátigo,
respiran serenos ajenos a los vaivenes del tiempo, prosiguen su existencia como espejismos en la niebla, fantasmagóricos y
mágicos, bebiéndose el cielo y dando de beber al hombre. De no existir Garajonay, La Gomera penaría de sed.
El agua que destila el Parque es recurso hídrico primordial, preciado bien de una región tan frágil al respecto.
Esa lluvia horizontal que mantiene latente este vestigio sagrado, suave, dulcemente, custodia la riqueza de una masa boscosa que integra cerca de veinte especies y hasta cuarenta y siete endemismos.
Además, en cuanto a su particular fauna se refiere, podemos encontrar cerca de mil especies de invertebrados, tales como arácnidos, lombrices, moluscos, artrópodos e insectos, y vertebrados tan
interesantes como el gavilán, la gallinuela, o esas reliquias vivientes y excepcionales que son las palomas torqué y rabiche.
Otro regalo de este entorno único (otro más) son las plantas con flores, algunas
de ellas rigurosamente exclusivas del Parque, donde se dan en torno a ciento
veinte endemismos, y la flora y numerosas especies exclusivas que habitan
esos colosos altivos que son los Roques, como el ciclópeo Agando, bellísimo y
solemne, La Zarcita y Ojila, pitones fonolíticos e impactantes agujas rocosas que
ejercen como tapones de los conductos volcánicos.
La floración de Garajonay otorga a este espacio un encanto y atractivo, si cabe, aún mayor.
“¡Qué delicia el Parque en primavera!”, pronunció emocionado José Aguilar, gomero que tuve la
fortuna de alcanzar a conocer: guía, intérprete y enamorado incondicional de este monumento
a la laurisilva, habitante perpetuo del hogar de los alisios, y profundo conocedor de un lugar
tan magnífico y legendario como este. De su mano es más sencillo entender cuanto Garajonay
representa, valorar su belleza única, mimetizarse con el entorno y aprender a amarlo.
CREDITOS Fotografia : Jesús Lopez
Texto: Jose Antonio Díez Fresno
Diseño: Pedro Laguna
AGRADECImIENTOS Cabildo Insular de La Gomera
Turismo de La Gomera
Hotel Jardín Tecina
Fred Olsen
TB I Parque de Garajonay 13
Volverse uno con esta rareza imponderable termina por hacerse
inevitable y comienza aventurándose por cualquiera de sus
múltiples paseos, sea desde Contadero, centro de la isla y
encrucijada de caminos, hacia el emblemático Caserío del
Cedro, entre el brezal de crestería, una umbría exuberante y
la majestuosa cascada de El Chorro; sea a través de la Cañada
de Jorge, encantada por las húmedas cortinas translúcidas del
Raso de La Bruma; o por la ruta circular de Los Barranquillos,
acompañados del invisible arrullo de la paloma rabiche, y la
belleza única de dos ecosistemas del monteverde, el fayal-brezal
en el lomo y la laurisilva en la cañada.
Toda incursión supone una puerta abierta a un escenario
suntuoso, siempre sorprendente y seductor, emocionante; una
invitación a redescubrir no solo el pulso del pasado, de La Tierra
que fue y que, prodigiosamente, continúa trémula e intacta
en nuestros días, si no la esencia de nuestra propia naturaleza
animal y humana.
Nos habla el telúrico alfombrado que sostiene acogedor las
mil preguntas que se suceden sin descanso, y callamos para
saber; nos tutela y nos despierta el abigarrado susurro de esta
selva heroica, el agua gaseosa y líquida, aérea y fluida, el simio
que cobró conciencia y consciencia milenios después de nacer
el Parque, milenios antes de existir nosotros,... la alquimia
inescrutable de todas las cosas; callamos solemnemente, queda
mucho que aprender.
Los elementos se conjuraron para contravenir un ciclo
presumiblemente inexorable, el suyo propio, y exiliarse de un
dictado establecido para salvar furtivamente la orquesta de
laurisilva más meridional de Europa, esta armonía estimulante y
primorosa que aún hoy nos subyuga y nos asombra.
Inmersos en las entrañas de esta esmeralda de biodiversidad
admirable, aprendemos sobrecogidos cómo la interacción de
cada elemento con su entorno, esa solidaridad distributiva y
sabia, es capaz de mantener indemne, en su brillante lección
de coexistencia, hasta los más frágiles y expuestos legados del
más remoto ayer. Desde el corazón cenozoico de estos bosques,
cuya indeleble memoria nos acompañará de por vida; fluyendo
por sus idílicos arroyos y gravitando en fabulosa armonía hasta
los titánicos roques; suspendidos en el viento y las nubes,
sobrevolamos la cima del Parque, mirador incomparable ante
el que se aparecen La Palma, El Hierro, Tenerife y hasta Gran
Canaria. Cumbre de culto divino y halo místico, en ese punto,
justo allí, se escuchan aún los ecos de los amantes prohibidos,
Gara y Jonay, sacrificando sus vidas en aras de la eternidad.