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Mary Van Buren/ Trinity University, San Antonio, Tx. Rethinking the Vertical Archipielago. Ethnicity, Exchange, and History in the South Central Andes. American Anthropologist 98 (2): 338-351. Copyright 1996. American Anthropological Association Replanteando el archipiélago vertical. Etnicidad, Intercambio e Historia en los Andes Centrales del Sur. Traducido por Cora V. Bunster para la cátedra Historia de América I Uno de los temas más constantes en los estudios andinos en las últimas décadas ha sido la evaluación del modelo de archipiélagos verticales de Murra, en diferentes contextos temporales y culturales. Resumiendo, el modelo propone que las sociedades andinas establecieron colonias en zonas ecológicas distantes y a menudo discontinuos, con el fin de acceder a los bienes producidos en ellas. De esta manera, las sociedades andinas podían diversificar sus recursos sin necesitar del intercambio con otros grupos étnicos, preservando así lo que Murra (1972) ha caracterizado como un ideal cultural ancestral de autosuficiencia económica. De acuerdo a discusiones más recientes del propio Murra (1985), el propósito del modelo es explicar el éxito de poblaciones de altura como los lupaqa en un ambiente riguroso e impredecible. También sirve para ilustrar el funcionamiento de un sistema económico que fue ordenado de acuerdo a principios diferentes que los mecanismos de mercado, característica única y exclusiva de la civilización andina. 1

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Repensando el archipilago vertical

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Mary Van Buren/ Trinity University, San Antonio, Tx.

Rethinking the Vertical Archipielago. Ethnicity, Exchange, and History in the South Central Andes.

American Anthropologist 98 (2): 338-351. Copyright 1996. American Anthropological AssociationReplanteando el archipilago vertical. Etnicidad, Intercambio e Historia en los Andes Centrales del Sur.Traducido por Cora V. Bunster para la ctedra Historia de Amrica IUno de los temas ms constantes en los estudios andinos en las ltimas dcadas ha sido la evaluacin del modelo de archipilagos verticales de Murra, en diferentes contextos temporales y culturales. Resumiendo, el modelo propone que las sociedades andinas establecieron colonias en zonas ecolgicas distantes y a menudo discontinuos, con el fin de acceder a los bienes producidos en ellas. De esta manera, las sociedades andinas podan diversificar sus recursos sin necesitar del intercambio con otros grupos tnicos, preservando as lo que Murra (1972) ha caracterizado como un ideal cultural ancestral de autosuficiencia econmica. De acuerdo a discusiones ms recientes del propio Murra (1985), el propsito del modelo es explicar el xito de poblaciones de altura como los lupaqa en un ambiente riguroso e impredecible. Tambin sirve para ilustrar el funcionamiento de un sistema econmico que fue ordenado de acuerdo a principios diferentes que los mecanismos de mercado, caracterstica nica y exclusiva de la civilizacin andina.

Murra elabor por primera vez el modelo de verticalidad en una serie de artculos que acompaaron la publicacin de un censo colonial temprano de las regiones de Hunuco y Chucuito en el centro y sur del Per. El testimonio contenido en esos documentos indica que durante el siglo XVI, las poblaciones indgenas mantenan colonias en zonas ms bajas a fin de obtener productos tales como maz, pimientos y algodn. La evidencia fue particularmente notable en el caso de los lupaqa, entidad ubicada en la provincia espaola de Chucuito en la margen sudoccidental del lago Titicaca (ver Figura 1).

Las colonias lupaqa estaban ubicadas en ambas laderas de los Andes y continuaron funcionando en siglo XVI tardo. Murra (1972) y posteriormente Franklin Pease (1982 a) evaluaron la persistencia de estas colonias luego de la conquista espaola, como evidencia de su antigedad. Debido a que muchos de los asentamientos establecidos por el Inka fueron abandonados al poco tiempo de la conquista, la continuidad en la ocupacin de las colonias de tierras bajas sugera que eran, en realidad, de origen preincaico. La explicacin implcita de la existencia de dichos asentamientos en el perodo colonial, fue simplemente que las formas tradicionales de organizacin haban resistido los cambio radicales generados tanto por la dominacin inka como por la espaola.

El propsito de este trabajo es evaluar las implicaciones del modelo de archipilago vertical para nuestra comprensin de las sociedades andinas, enfocndonos en las colonias lupaqa del siglo XVI, el caso ms claro, ms contundente y ms citado en el que se basa la tesis de Murra. Este estudio considera especficamente el establecimiento y mantenimiento de las colonias agrcolas, ms que la explotacin de mltiples zonas econmicas en general. Mientras la formulacin inicial de Murra ha sido ampliada a lo largo de los aos (Shimada 1985: XIII) garantizamos un examen del modelo original, debido a que sus supuestos centrales han sido incorporados en tratamientos de verticalidad ms recientes, sin ser sometidos a crtica. Estos supuestos, particularmente la visin de que los archipilagos verticales reflejan adaptaciones estables subyacentes debidas a tradiciones culturales persistentes, han ocultado la variabilidad entre las sociedades andinas y las fuentes de tensin entre ellas. Contrariamente el anlisis que presentamos aqu, esboza a una perspectiva conceptual focalizada en los intereses y estrategias de los diferentes grupos que constituan la sociedad lupaqa y su participacin en un orden colonial cambiante.

La trayectoria intelectual y disciplinaria del modelo ser examinada primero a fin de iluminar mejor los supuestos implcitos clave. Luego se analizar el caso lupaqa, desde la perspectiva de una colonia especfica identificada en el registro arqueolgico de la cuenca de Osmore. Finalmente la comprensin obtenida de estos dos pasos ser aplicada a una reevaluacin del censo material de Chucuito. Mientras los datos arqueolgicos confirman la existencia de una colonia lupaqa en la cuenca durante el perodo colonial temprano, y quiz durante la poca inka, no existe evidencia de una ocupacin lupaqa preincaica en el rea (Stanish 1989 a). Ms importante an, un anlisis del registro histrico indica que la existencia de las colonias lupaqa en los valles bajos puede entenderse mejor como el resultado de decisiones estratgicas en el contexto de condiciones socioeconmicas contemporneas, ms que como una adaptacin ecolgica basada en tradiciones culturales.

El Modelo de Archipilago Vertical

El modelo de archipilagos verticales surgi de la investigacin doctoral de Murra acerca de la organizacin econmica inka (Murra 1956). El bas muchas instituciones imperiales, tales como las actividades redistributivas caractersticas de los gobernantes inka y el uso de archipilagos verticales, en prcticas tradicionales andinas y enfatiz la continuidad entre las instituciones imperiales y el sustrato cultural del cual derivaban. Preservando las formas externas de reciprocidad, los inkas fueron capaces de presentarse a s mismos como lderes preocupados sobre todo por el bienestar de sus sbditos (Murra 1956: 204). Sin embargo, ms que depender de un estado centralizado para su bienestar, los grupos tnicos andinos parecen haber confiado en las relaciones recprocas dentro de la comunidad a fin de mantener su autosuficiencia (Murra 1956:223). Aunque dedic un captulo entero al intercambio y trueque, Murra enfatiz rotundamente la autonoma econmica de las sociedades conquistadas y su dependencia de relaciones recprocas dentro del grupo para satisfacer las necesidades econmicas.

La Influencia de la Antropologa Social

Alguno de los factores que explican la interpretacin de Murra de los datos histricos y el nfasis que pone en la colonizacin directa como adaptacin del grupo, estn relacionados a las fuentes intelectuales de sus primeros trabajos. Murra ha declarado abiertamente su deuda con antroplogos sociales tales como Firth, Gluckman y Kuper, cuyas etnografas ley mientras preparaba su propia tesis doctoral. La relacin entre principios de parentesco y poder poltico, la acumulacin y distribucin de riqueza en economas no capitalistas, y la naturaleza del gobierno indirecto son solo algunos de los temas cubiertos tanto por Murra como por los antroplogos sociales que l cita. Quiz ms importante que las similitudes temticas, es que la tesis de Murra se apoya en un enfoque comparativo para la mayora de sus ideas sobre las sociedades andinas. Aunque las referencias a trabajo etnogrfico fuera de los Andes no es extensa ni sistemtica, su tratamiento de la organizacin econmica inka fue estructurado por comparaciones con datos de Africa y Polinesia provistos por antroplogos formados en el funcionalismo estructural. Esto es ms claro en su examen de la redistribucin inka, que segn l sostiene, se entiende mejor en trminos de economas polticas no-europeas como aquellas asociadas con los estados africanos, ms que con conceptos occidentales de feudalismo o socialismo.

El tratamiento de Murra de la organizacin econmica no occidental tambin est ligado a su trayectoria intelectual. Nacido y criado en Rumania se nutri del pensamiento marxista durante su juventud, orientacin que lo llev a identificar de feudal al estado inka en sus tempranas publicaciones (Murra 1981). No obstante, rpidamente adopt una aproximacin ms emprica, sensible a las diferencias culturales, cambio que fue impulsado tanto por su experiencia durante la Guerra Civil Espaola como por su entrenamiento antropolgico (Rowe 1984: 636-637). Sin embargo, esta reorientacin no acarre un rechazo completo del materialismo histrico, que permaneci como la base fundamental de su disertacin y de la mayor parte de sus trabajos posteriores (Rowe 1984:642). Murra tambin cita especficamente los trabajos de Heinrich Cunow, un marxista alemn, como una influencia importante en su investigacin doctoral (Murra 1981).

Cunow (1933 [1896]:V) estaba intrigado por la semejanza entre los inka y la organizacin agrcola de los antiguos germanos. Usando un enfoque etnolgico vagamente basado en conceptos evolucionistas del siglo XIX , busc demostrar que la clasificacin del Imperio Inka como un estado socialista era el resultado de malas interpretaciones acerca de la naturaleza de la organizacin inka. Sostuvo que el Imperio Inka, ms que una entidad excepcional basada en principios comunistas, tena sus races en prcticas agrcolas que se encontraban comnmente en civilizaciones antiguas. Adicionalmente estableci el origen de muchas costumbres inka en el parentesco y las relaciones comunitarias tpicas de los grupos incorporados en el imperio, y enfatiz la autonoma relativa de las sociedades conquistadas (Cunow 1933[1896] :XII,58).

Por lo tanto, la caracterizacin de Murra de las economas polticas andinas no representa simplemente el descubrimiento emprico de relaciones andinas esenciales, representa su identificacin en trminos de conceptos etnogrficos desarrollados en otras reas. El uso de datos comparativos en el anlisis del caso inka fue fundamental para la comprensin de la organizacin socioeconmica andina, en trminos diferentes a los occidentales, pero ciertos conceptos implcitos en el funcionalismo estructural parecen haber sido incorporados en el modelo de archipilago vertical sin haber sido reconocidos explcitamente. El principal entre stos, es la suposicin de que la redistribucin y el poder poltico benefician al grupo tnico en su totalidad -perspectiva funcionalista que se aferra fcilmente al concepto ecolgico de adaptacin. La mayora de los antroplogos a los que Murra refiere, describen la economa poltica de Africa y Polinesia como sistemas relativamente armoniosos que mantienen de manera eficiente la productividad econmica y el orden social. En el modelo de archipilago, esta visin es traducida en un nfasis en la naturaleza adaptativa de las relaciones verticales y la combinacin conceptual de la subsistencia de las unidades domsticas y las economas polticas.

La Influencia de Polanyi

La falta de claridad del modelo de verticalidad en cuanto a la identidad y las diferentes motivaciones de los actores involucrados en la produccin, circulacin y consumo de los recursos de tierras bajas se relaciona con otro aspecto de la literatura sobre organizaciones socioeconmicas no-occidentales. Como lo sealaran Nathan Wachtel (1981) y Charles Stanish 81992:ch.1) y Murra mismo aclarara (1956:IV) su anlisis de la organizacin econmica inka tambin fue influenciado por el trabajo de Karl Polanyi. Polanyi estaba preocupado en distinguir el comportamiento del mercado capitalista en formas de organizacin econmica tpicamente asociadas con sociedades no-industriales. Este autor dividi al comercio en tres tipos diferentes: intercambio de mercado, redistribucin y reciprocidad (Polanyi 1968 [1944]: 46). Usando la sociedad de la isla Trobriand como ejemplo, mostr cmo la reciprocidad est encajada en las relaciones de familia y parentesco, mientras que las relaciones entre los lderes y sus seguidores generalmente se caracterizan por la redistribucin. As como la reciprocidad descansa en patrones de simetra que sostienen el constante toma y daca entre individuos o grupos, la redistribucin se basa en patrones de centralismo y establece el fluir de bienes desde y hacia el centro. Polanyi evit a propsito distinguir entre prcticas redistributivas en sociedades igualitarias y estratificadas, debido a que crea que en ambos casos operaban principios econmicos similares, an cuando los motivos y relaciones de los grupos sociales participantes hubieran sido bastante diferentes.

Aunque los conceptos descriptos por Polanyi seguramente no eran nuevos para Murra, la sistematizacin del primero de los datos empricos puede haber influenciado el anlisis de Murra. En primer lugar, la decisin de Polanyi de combinar todas las formas centrpetas de organizacin econmica dentro de la misma categora, no alent precisin conceptual con respecto a las actividades redistributivas. Solo el movimiento de los bienes, desligado del contexto de produccin y consumo, fue considerado en este esquema. Por ende Murra no sera alentado, por la tipologa en s misma, a clarificar la naturaleza de las transacciones econmicas asociadas al archipilago vertical. Segundo, la distincin de Polanyi entre reciprocidad y redistribucin, por un lado, e intercambio mercantil por otro, est imbuida de connotaciones polticas que aparecen ocasionalmente en el trabajo de Murra y en el de los investigadores que adoptaron su modelo. El anlisis histrico de Polanyi del intercambio mercantil y sus consecuencias en la sociedad recuerda las evaluaciones del siglo XIX acerca de la disolucin de la comunidad como consecuencia de la revolucin industrial. Una distincin similar aparece en el trabajo de Murra pero est enmarcada en trminos de un contraste entre las relaciones recprocas caractersticas de comunidades autosuficientes y la participacin en el intercambio. Desde 1964 Murra ha retratado firmemente a la complementariedad vertical como una forma econmica que es a la vez caracterstica y nica de los Andes. El intercambio, si es que se discute, se describe como perifrico. Este contraste se convirti en emblemtico de la sociedad andina, en la mayora de la literatura antropolgica y se relaciona con la popularidad del modelo de Murra durante los 70.

La Bsqueda de lo Andino

El desarrollo del modelo de verticalidad puede entenderse mejor desde la perspectiva de la propia trayectoria intelectual de Murra y la informacin a su disposicin. No obstante, la aplicacin general del modelo de verticalidad fue coincidente con numerosas tendencias disciplinarias y sociopolticas de importancia. El auge demogrfico en antropologa, que tuvo lugar en los 60 y en los 70 tempranos, fue asociado con un tremendo aumento en la investigacin realizada en los Andes. Las condiciones eran favorables para la rpida difusin de ideas nuevas, y los estudiosos buscaban definir las caractersticas esenciales de la cultura andina para realizar un contraste de las mismas con las de otras civilizaciones.

Muchas de las ideas corrientes en el momento eran compartidas por investigadores de diferentes reas, tales como historia, arqueologa, y antropologa cultural. Adems de la aplicacin de sus ideas a diferentes perodos y lugares, el modelo de verticalidad fue compatible con varias orientaciones tericas dentro de la antropologa. La primera entre stas fue la ecologa cultural, pero los antroplogos estructuralistas y simblicos tambin incorporaron las ideas de Murra, en parte, debido a su preocupacin por los valores culturales y los principios que regan la organizacin social. Entre los historiadores, los dedicados a historia econmica, incorporaron muchos temas usados por Murra en su propio trabajo.

Tanto para el discurso popular como para el acadmico, uno de los aspectos ms importantes del modelo de Murra es su capacidad para defender lo andino, o aquellos aspectos de la vida del hombre que son nica y esencialmente andinos. El modelo de archipilago vertical, asentado sobre una apreciacin de la naturaleza distintiva de la geografa andina , enfatiza el control de recursos directo por una comunidad particular o grupo tnico. Murra y otros han ponderado que este tipo de organizacin econmica est relacionada con un ideal cultural de comunidad autosuficiente que es antiguo y panandino. Aunque de hecho el comportamiento vara de acuerdo a contextos histricos diferentes, se cree que el ideal en s mismo persiste. El acceso directo a zonas ecolgicas variadas es visto como una caracterstica esencial de la historia andina, debido a que es presentado como una variable perdurable que permanece inalterada por el devenir de los eventos. Adems, el control directo de los recursos se contrapone a la dependencia del intercambio (Murra 1981), actividad econmica que se desarrolla en la mayora de las culturas y que es especialmente tpica del capitalismo actual.

De este modo, el concepto de verticalidad tiene determinadas caractersticas que le permiten ser usado como un smbolo de lo andino. El ideal de verticalidad es descripto como una creencia cultural, enraizada en la originalidad del paisaje andino que subsiste inalterable tanto en el tiempo como en la distancia, a diferencia de las tradiciones de otras tierras y ciudades del Per hispnico, donde se practicaba comnmente el intercambio. As la nocin de verticalidad puede usarse no solo para explorar la realidad rural andina, sino como forma de representarla en el discurso existente acerca del desarrollo de la sociedad peruana.

El Caso Lupaqa

Como advirtiramos ms arriba, el estmulo inmediato para el desarrollo del modelo de verticalidad de Murra fue la publicacin de una serie de importantes visitas de Chucuito y Huanuco. Los censos contenan informacin recogida por funcionarios espaoles durante mediados del siglo XVI, a fin de determinar la capacidad de la poblacin indgena para pagar el tributo.

Los lupaqa eran una sociedad relativamente compleja de unas 20.000 unidades domsticas al momento de la conquista espaola. Habitaban la margen sudoccidental del Lago Titicaca, rea a la que los espaoles denominaron provincia de Chucuito. Los lupaqa estaban rodeados por los qolla al norte y los pacajes al sur (ver Figura 2). Estos grupos hablaban la misma lengua y compartan muchos aspectos de la cultura material, pero parece que haban competido en pocas previas a la conquista inka (Julien 1983). Los lupaqas basaban su subsistencia en una economa agro-pastoril que inclua camlidos, papas, quinoa, y una variedad de tubrculos y granos de altura. De acuerdo al censo de 1567, tambin mantenan colonias en las tierras bajas orientales y occidentales en donde obtenan maz, pimientos, algodn, coca y otros cultivos de baja altitud.

Con excepcin de dos asentamientos compuestos de artesanos especialistas que residan en el altiplano, todas las colonias lupaqa mencionadas en el censo de Chucuito estaban ubicadas en valles clidos, convirtindose en importantes productoras de vino, trigo, maz y coca para las ciudades espaolas durante la segunda mitad del siglo XVI. Una mirada ms atenta a uno de estos valles, la cuenca del Osmore da una idea acerca de las condiciones que fomentaron la persistencia de las colonias lupaqa en el perodo colonial temprano.

Evidencia Arqueolgica de las Colonias Lupaqa en la Cuenca de Osmore

La cuenca de Osmore ha sido estudiada intensamente por un nmero considerable de arquelogos, que trabajaron bajo los auspicios del Programa Contisuyu, organizacin que provea soporte logstico para investigadores cuyo objetivo era realizar trabajo de campo independiente. Uno de los principales temas tratados por los arquelogos que trabajaban en la cuenca, es la existencia y naturaleza de la complementariedad vertical en la zona durante diferentes perodos. Esta investigacin ha revelado un nmero de casos de colonizacin mediante poblaciones de la cuenca del Titicaca, que van del Horizonte Medio al perodo colonial temprano. Uno de los descubrimientos que emergen de estas investigaciones es que la presencia lupaqa en la cuenca de Osmore est restringida al Horizonte Tardo y a la poca colonial.

La investigacin de Stanish (1992) del brazo del Otora, de la cuenca del ro Osmore, fue establecida explcitamente para probar la sugerencia de Murra de que las colonias lupaqa descriptas en el censo de Chucuito eran previas al control inka de la zona. Stanish no encontr evidencias de la existencia de asentamientos lupaqa previos al Horizonte Tardo, pese a que algunos aspectos como el diseo de las viviendas, enterramientos y cermica sugieren la presencia de pobladores qolla. La mejor evidencia acerca de la colonizacin lupaqa de la cuenca viene de Torata Alta, sitio ubicado en las partes ms altas de la cuenca de Osmore, justo al sur del ro Otora.

Torata Alta

Torata Alta est ubicado a 20 km. al noroeste de la ciudad de Moquegua y aproximadamente a unos 175 km. al suroeste de Chucuito, la capital lupaqa. El pueblo moderno de Torata est situado dos km. al sudoeste del sitio. El sector preservado de Torata Alta consiste en 24 conjuntos de habitaciones que contienen los cimientos de piedra de estructuras residenciales rectangulares y pequeos depsitos de piedra (ver Figura 3). El asentamiento est organizado de acuerdo a un plan de cuadrcula, y hacia el borde norte de la aldea existe una plaza rectangular.

Claramente Torata Alta fue un asentamiento planificado, y el diseo ortogonal sugiere fehacientemente que fue una reduccin colonial temprana, un tipo de aldea establecido por los espaoles para uso de los indios. Sin embargo, John Hyslop (1990: c.7) sugiri que los inkas tambin construan asentamientos ortogonales y declar que Torata Alta es un sitio inka. No hay consenso acerca del perodo en que Torata Alta fue fundado, los artefactos recogidos en la superficie y en las excavaciones indican que el pueblo estaba habitado por indgenas durante el perodo colonial temprano y quiz tambin justo antes de la conquista espaola (Van Buren et al.1993). La ocupacin del perodo colonial est confirmada por la estratigrafa del sitio. Fuentes histricas indican que el volcn Huaynaputina entr en erupcin en 1600. Huaynaputina est 70 km. al norte de Torata Alta y aparecen depsitos primarios de ceniza de la erupcin en la mayora de los sectores del sitio. Se encuentra basura domstica abajo y en algunas reas arriba de las cenizas, indicando que el asentamiento estaba habitado a fines del siglo XVI y a principios del XVII.

La identificacin de archipilagos verticales depende, en gran parte, del reconocimiento de la etnicidad en el registro arqueolgico. En el pasado, la simple aparicin de objetos de tierras altas en sitios costeros era interpretada a menudo como evidencia de colonizacin (Mujica 1985). A lo largo de la ltima dcada, los arquelogos han rechazado esta aproximacin y han tratado de distinguir entre intercambio y colonizacin basados en la evidencia de un asentamiento permanente y fuertes lazos con la comunidad de origen, incluyendo la presencia generalizada de productos del altiplano y bienes manufacturados. Ms recientemente Stanish (1989 a, 1989 b, 1992) se ha abocado al examen de contextos domsticos -antes que a tumbas o estructuras ceremoniales- ya que son ms aptos para identificar objetos producidos localmente asociados con la poblacin residente.

Mientras los programas actuales para identificar colonias son ms explcitos -que los enfoques ms tempranos- en distinguir entre correlatos materiales de colonizacin y comercio, no toman en cuenta la relacin entre la identidad del grupo y su expresin en el registro material. Esto es particularmente problemtico en lo que respecta a sociedades complejas, ya que las mismas incluyen unidades sociales diversas involucradas en varios patrones de produccin y consumo. Para complicar ms el tema, en los Andes existe el asunto de la presencia estatal en la produccin de algunas formas de cultura material -tales como la arquitectura y la cermica (Morris 1995)- como tambin la naturaleza encapsulada y a menudo difusa de los grupos tnicos. Por ejemplo, al menos tres configuraciones sociales son relevantes para la identificacin de etnicidad en Torata Alta: el estado Inka, la poblacin de la cuenca del Titicaca como un todo, y los diversos grupos de la cuenca, especialmente los lupaqas y sus vecinos los qollas y los pacajes.

Intentos recientes de sintetizar los enfoques arqueolgicos en un estilo han enfatizado las diferentes maneras de expresar la identidad del grupo en la cultura material. Algunos puntos emergen de estas discusiones. Diferentes tipos de artefactos usados por el mismo grupo, pueden usarse para expresar diferentes mensajes. No hay manera satisfactoria de predecir qu tipos de artefactos sern usados para comunicar la afiliacin del grupo, no obstante factores como la visibilidad y el contexto de uso probablemente jueguen un papel importante (Carr y Neitzel 1995). El comportamiento subyacente a la expresin de la identidad del grupo va de lo ampliamente inconsciente, a lo simblico absoluto. Esto sugiere que una estrategia productiva de determinar la identidad social en el registro arqueolgico es examinar muchas clases de artefactos, cuyos contextos de uso son bien comprendidos.

En el caso de Torata Alta, se examinaron tres clases de restos materiales a fin de establecer la identidad tnica de los residentes en el asentamiento. Estos restos fueron: la arquitectura domstica, la cermica y los torteros de hilar. Estos restos fueron comparados con sus equivalentes de sitios vecinos autctonos, as como con otros de sitios de la cuenca del Titicaca. Los resultados de estas comparaciones estn brevemente resumidos aqu. Las tres clases de artefactos proveen informacin referente a la afiliacin del grupo, pero la interpretacin de la variacin estilstica en trminos tnicos, est obstaculizada por la actividad del estado en la construccin de la vivienda y produccin de algunos tipos de cermica.

La comparacin de la arquitectura, la cermica y los torteros de Torata Alta con la cultura material de sitios del Perodo Intermedio Tardo en la cuenca de Osmore, indica claramente que Torata Alta fue un establecimiento intrusivo. No obstante, determinar la identidad tnica precisa de los residentes es ms problemtico

La forma y trazado de las estructuras residenciales en Torata Alta son el resultado de planificacin por parte de funcionarios inka o espaoles y por lo tanto indicativas de control imperial ms que de la etnicidad de la poblacin residente. La mayora de la cermica decorada recuperada del sitio consiste en vasijas chucuito-inka que se hallan comnmente en contextos del Horizonte Tardo en la cuenca del Titicaca. La distribucin de este tipo de cermica coincide muy de cerca, con los lmites entre el Horizonte Tardo y el perodo colonial temprano del territorio lupaqa (Hyslop 1976, 1979; Tschopik 1946). Ms an, la aparicin de otros estilos diferentes asociados con poblaciones vecinas, qolla o pacajes, sugiere fuertemente que la variacin en la cermica decorada, particularmente en vasijas, jug un papel en la diferenciacin de grupos vecinos (Julien 1983,; Rydn 1974). Sin embargo, debido a que el estado inka puede haber dirigido la produccin y distribucin de esta cermica, su presencia en Torata Alta puede no ser indicativa de poblacin lupaqa residente. Lo que puede decirse con seguridad, es que los ocupantes o consuman cermica hecha localmente de estilo Chucuito o se los provea de cermica proveniente de centros manufactureros del territorio lupaqa.

No existe evidencia que sugiera que los torteros de hilar o la mayora de las vasijas utilitarias fueran manufacturadas con auspicios del estado. Estos objetos generalmente permanecan en la unidad domstica y en el caso de los torteros no fueron comunes mientras se los usaba y por lo tanto no jugaban una parte activa en la negociacin de la identidad tnica. Como objetos producidos por un comportamiento ampliamente inconsciente, ellos pueden proveer informacin acerca de la afiliacin del grupo, pero no necesariamente acerca de los lmites tnicos (Wiessner 1985). En realidad, una comparacin de estos objetos con material de la cuenca del Titicaca, revela fuerte similitud de asociacin . Sin embargo, ellos no muestran afiliaciones claras con grupos particulares tales como los lupaqa o los pacajes.

Una cuarta lnea de evidencia indicando un lazo entre los residentes de Torata Alta y la cuenca del Titicaca fue descubierta por Susan deFrance (1993: 178-181) durante su anlisis de los restos de fauna de Torata Alta. Ella identific doce herramientas de mandbula de camlido de cinco diferentes sectores de Torata Alta. Estas herramientas son idnticas a especmenes recogidos en Lukurmata y otros sitios del Horizonte Medio en la cuenca del Titicaca como tambin a los de una colonia Tiwanaku en la cuenca de Osmore. Este tipo de artefacto, tambin fue recogido por Rydn (1947: tabla 2) en Palli Marca, sitio del Horizonte Tardo en la regin de pacajes. Al igual que los torteros de hilar y la cermica utilitaria descripta arriba stas herramientas probablemente estn relacionadas con una identidad pan-Titicaca previa, o quiz posterior al dominio inka (Julien 1985).

Los datos arqueolgicos confirman la existencia de una poblacin altiplnica, posiblemente lupaqa, en la cuenca de Osmore durante el perodo colonial y quiz tambin durante el Horizonte Tardo precedente. Sin embargo, ni las excavaciones en Torata Alta ni los estudios realizados por Stanish en el valle adyacente de Otora han revelado evidencia de la presencia de colonias lupaqa previas al control inka de la regin. Por lo tanto, la existencia de colonias lupaqa en el perodo colonial no puede explicarse en trminos de simple persistencia de una adaptacin de larga data, en cambio debe buscarse en condiciones socioeconmicas contemporneas.

El Contexto Socioeconmico

Dos factores son especialmente relevantes para comprender las colonias lupaqa bajo el dominio espaol: el status administrativo especial acordado a las colonias como resultado de sus lazos con Chucuito y las condiciones econmicas de los Andes del sur. Cuando los primeros espaoles se asentaron en medio de la cuenca de Osmore alrededor de 1540, encontraron tres grupos indgenas diferentes. Los colonos parecen haberse asentado en Torata y cerca de la moderna ciudad de Moquegua, mientras que los qolla mantuvieron dos comunidades en un rea llamada Cochuna que probablemente abarcaba la regin hacia el noroeste de Moquegua y parte del valle de Torata (Julien 1985:tabla 9.1). Un tercer grupo, llamado carumas, residi en al menos cinco asentimientos diferentes dentro de la cuenca y pueden haber sido los habitantes originales de la regin.

Estas tres poblaciones tuvieron status administrativos diferentes bajo el dominio espaol. Los cochunas y carumas fueron mantenidos por encomenderos privados y estaban bajo la jurisdiccin de la Audiencia de Lima, una vasta unidad administrativa que se extenda al norte de la cuenca de Osmore (ver Figura 4). Por el contrario, los colonos lupaqa tuvieron una figura administrativa nica dentro del valle. Como parte de la provincia lupaqa, Torata fue incluida en la encomienda real, propiedad personal del monarca espaol (Pease 1982 b: 113-114). Esto est indicado claramente en el registro notarial de Moquegua, que establece que Torata fue retenida por la Corona espaola y pagaba tributo a la Caja Real en Chucuito (Guibovich 1984: 296-297).

Los lupaqa tuvieron el privilegio de estar en una encomienda de la Corona, estatus legal que muchos grupos parecen haber preferido antes de caer en manos privadas (Davies 1984:25; Murra 1964: 421). Pese a que no se ha realizado ninguna comparacin sistemtica de las condiciones asociadas a tenencias reales o privadas, Noble David Cook (1981:14,131) establece que la disminucin de la poblacin en los repartimientos de la costa norte pertenecientes a la Corona no fue tan dramtica como la de las encomiendas privadas en la misma regin, quiz debido a un trato menos severo de la poblacin indgena. As, los colonos lupaqa pueden haber enfatizado su status especial a fin de sacar ventajas del control de la Corona y la autonoma relativa resultante de estar separados geogrficamente de la cuenca del Titicaca.

Para 1587, si no ms temprano, se establecieron viedos en el valle de Moquegua en propiedades privadas, y el valle se convirti en un centro de produccin vitivincola para el siglo XVII. El centro minero de Potos fue el principal mercado consumidor del vino producido en Moquegua durante el perodo colonial temprano. Como la ciudad de Potos est ubicada en una elevacin de 4.000 m. en las ridas mesetas del sudoeste boliviano, todo tiene que ser importado de lugares ms bajos. Obviamente exista una fuerte demanda de todo tipo de alimentos, y el vino, el aguardiente y la coca eran consumidos en cantidades abundantes.

La participacin de la poblacin indgena de Moquegua en la produccin y distribucin de vino se refleja en los registros histricos y en menor grado en los arqueolgicos. Los trabajadores indgenas parecen haber trabajado en una variada gama de tareas relacionadas con la produccin del vino, desde la limpieza de los campos para los viedos y la plantacin de las vides hasta el laboreo de la arcilla usada para hacer las vasijas en las que almacenar y transportar el vino (Guibovich 1984:299,222-223). Adems de trabajar en propiedades europeas, algunos grupos nativos tenan sus propias bodegas y viedos. A los indios de Sama, un valle al sur de Moquegua, su propio encomendero Juan de San Juan les dej una via. De acuerdo a un residente espaol del valle, la misma produca -en 1567- cerca de 60 botijas de vino (Diez de San Miguel 1964: 127,248). Pease (1984:164 ) tambin ha ubicado una referencia acerca de un viedo perteneciente a la comunidad de Torata en la pampa de Moquegua, en un libro notarial indito. As como la presencia de semillas de uva y fragmentos de vasijas de almacenamiento de vino en Torata Alta sugieren que las uvas y el vino fueron consumidos en el asentamiento, tambin es bastante probable que la cosecha de vid fuera vendida a viateros locales, quiz para costear los gastos del tributo.

La mano de obra indgena es mencionada ms frecuentemente en los registros notariales en relacin al transporte de vino de Moquegua, tanto al rea lupaqa como a Potos. Una de las entradas involucra a gente de Torata. En este caso (Guibovich 1984: 337-338), don Baltazar Tumba, un funcionario de Torata acepta un contrato en el cual promete proveer tanto el ganado como los indios necesarios para despachar 200 botellas de vino del valle de Moquegua a July. Don Pedro Conta, el seor principal de Torata, est registrado como testigo. El transporte de mercadera hacia tierras altas era una tarea onerosa (Glave 1983), los grupos nativos podan ganar dinero para pagar el tributo y otras contribuciones impuestas por los espaoles realizando esta tarea.

La gente de Torata, como la de muchas otras comunidades andinas, se enfrent a condiciones socioeconmicas nuevas durante el perodo colonial temprano. Aunque las actividades de subsistencia y muchos aspectos de la vida social probablemente continuaron operando como lo haban hecho antes de la conquista espaola, el paisaje poltico y econmico fue transformado de manera dramtica. No obstante, a diferencia de la mayora de la comunidades, estaban relativamente bien situados para sacar ventaja de las oportunidades econmicas generadas por la industria minera de Potos.

Reexaminando el Censo de Chucuito

La revisin de las premisas implcitas en el modelo de archipilago vertical, como la informacin acerca de las condiciones locales que afectaron a algunas de las colonias lupaqa, alent una lectura del censo de Chucuito diferente a la interpretacin aceptada corrientemente. Tal perspectiva permite la identificacin de factores socioeconmicos especficos que moldearon las respuestas de los colonos indgenas durante el siglo XVI. La evidencia arqueolgica de la cuenca de Osmore confirma la existencia de al menos una colonia del siglo XVI del tipo descripto por Murra, pero indica que la colonizacin lupaqa ocurri solo en el Horizonte Tardo y en el perodo colonial temprano. La pregunta es por qu persistieron estas colonias luego de la conquista espaola? Para contestar esta pregunta hay que reexaminar el archipilago vertical desde la perspectiva de sus actores y no como sistema cultural unificado. En el corazn de las tierras lupaqa tanto como en las colonias, la elite y los hatunruna* tenan motivaciones y necesidades diferentes. Dos temas interrelacionados aparecen respecto a las estrategias de estos grupos: el papel que las colonias lupaqas del siglo XVI jugaron en satisfacer las necesidades econmicas de las comunidades de altura y las condiciones que promovieron la perduracin de estas colonias en el perodo colonial.

Colonizacin e Intercambio

La interaccin de la poblacin que vive en el altiplano con los residentes de los valles bajos adyacentes a la cuenca del Titicaca, confirmada tanto por testigos lupaqa como espaoles, aparece en la visita de 1567. Los dos lderes principales de la provincia de Chucuito, Cari y Cusi, indicaron que tenan autoridad sobre asentamientos distantes, tanto en los flancos orientales como occidentales de los Andes. Martn Cari incluy a Moquegua entre los pueblos sobre los que tena jurisdiccin, y cuando fue preguntado acerca del tributo que le daba su poblacin, estableci que 25 indios de servicio trabajaban sus campos de maz en Moquegua, y que el pueblo de Chucuito lo provea con indios adicionales para transportar el maz de Moquegua y otros valles bajos a su casa (Diez de San Miguel 1964:14,21). Martn Cusi mencion tanto Moquegua como Torata como asentamientos productores de maz bajo su control e indic que 14 indios sembraban y trabajaban la tierra para l en Moquegua (Diez de San Miguel 1964:27,32,33).

Muchas referencia adicionales a la adquisicin de maz en tierras bajas fueron hechas en respuesta a preguntas referidas a actividades econmicas y de produccin agrcola. Los testigos mencionaron que los indios a menudo adquiran maz, trigo y pimiento de regiones ms clidas a cambio de animales, carne, lana y ropa. Unos pocos tambin dijeron que algunas personas residentes en la cuenca del Titicaca eran dueos de campos en las tierras bajas.

La mayor parte de la informacin precedente ha sido presentada por Catherine Julien en su artculo de 1985 sobre obtencin de recursos en el siglo XVI en la regin de Arequipa: ella sugiere que la adquisicin de productos de las tierras bajas por los lupaqa estaba motivada principalmente por su ubicacin en un ambiente que parece haber sido marginal desde el punto de vista agrcola. Sin embargo, investigacin reciente indica que el uso de campos de cultivo aument sustancialmente tanto la confiabilidad como la productividad de la agricultura en la cuenca luego de la cada de Tiwanaku y quiz tambin bajo dominio inka (Graffam 1992). Julien (1985:199) tambin establece que los colonos producan comida para la poblacin lupaqa en su conjunto, posicin que concuerda con la caracterizacin de Murra de los archipilagos verticales como adaptacin ecolgica que beneficiaba a comunidades enteras. Su evidencia principal para este reclamo es una declaracin hecha por Pedro Gutirrez Flores al final de su informe realizado sobre una inspeccin secreta de Chucuito de 1572 a 1574. El recomendaba que los indios lupaqa residentes en los valles costeros establezcan campos comunitarios para producir maz para el consumo de altura como contribucin a la leva tributaria sobre la poblacin como un todo. Esta sugerencia fue apoyada estableciendo que tal arreglo haba sido efectivo en poca de los inka (Gutirrez Flores 1970 [1574]:45-46)

No obstante, un examen sistemtico sobre las referencias de obtencin de maz en el censo de Chucuito indica una situacin ms complicada que la descripta por Murra (1972), y sugiere que los variados mecanismos usados para adquirir recursos no pueden ser tratados solamente como una bsqueda de alimentos, como Julien (1985) lo hace. El censo de 1567 contiene aproximadamente 47 declaraciones relativas a la obtencin de maz. La mayora son informes como el siguiente realizado por un grupo de testigos de Acora, uno de los pueblos ubicados en las orillas del lago Titicaca: ellos van a la costa y traen animales y lana para cambiar por maz y otras cosas y adems traen ropa/vestimenta cuando la tienen (Diez de San Miguel 1964: 98).

Cuando la gente que realiza este intercambio es especificada, siempre son identificados como indios tanto por los lupaqa como por los espaoles (Diez de San Miguel 1964: 17,27, 112,116,140,160). Indio es un trmino usado comnmente para distinguir a los indgenas de gente no-nativa, pero cuando la poblacin nativa era claramente el sujeto de discusin, tambin significaba hatunruna en oposicin a cacique y principal, ambos miembros de la elite. Por el contrario, la referencia a los campos de tierras bajas controlados por gente lupaqa comnmente identifican a los kurakas u otros individuos importantes como sus dueos. Esto es establecido bien directamente por Gutirrez Flores quien en su relato sobre tributarios pertenecientes a la provincia de Chucuito dice que tienen algunos campos de maz y tales en el valle de Sama y Moquegua y en Larecaja aunque no todos sino los caciques y algunos principales (1970[1574]:38). No obstante, testigos ocasionales notaron que algunos campos tambin eran propiedad de indios, sugiriendo que los hatunruna tambin controlaban las tierras bajas, aunque con menor frecuencia que las elites (Diez de San Miguel 1964: 17, 129).

Un examen acerca de los segmentos de la sociedad lupaqa involucrados en diferentes formas de obtencin de recursos y la disposicin de bienes de tierras bajas una vez obtenidos sugiere que el intercambio y la colonizacin servan a propsitos diferentes. Los kurakas y unos pocos principales fueron las nicas personas que tenan control sobre tierra trabajada por indios de servicio, gente que era probablemente yanacona hereditario, o dependiente. Un grupo de testigos de la provincia de Chucuito declar, que algunos dependientes fueron beneficiados por el Inka por sobre algunos kurakas principales, y que los kurakas haban entregado algunos dependientes a otros hombres importantes. Por el contrario, los hatunruna parecen haberse involucrado en el intercambio bastante frecuentemente, en parte para compensar por malas cosechas.

Toda la gente involucrada en adquirir bienes de tierras bajas estaba preocupada principalmente en proveer a su unidad domstica. Adems los kurakas usaban el maz para satisfacer las variadas demandas asociadas con su papel de lderes de la comunidad. Algo de maz fue usado para hacer chicha, que era distribuida a la gente que trabajaba las tierras del kuraka, como parte de su prestacin de trabajo. Una gran cantidad de maz formaba parte del tributo pagado a los frailes Dominicos residentes en la provincia de Chucuito. El uso del maz realizado por los kurakas estaba claramente ligado a las obligaciones generadas por su cargo en el orden colonial y no estaba restringido a la satisfaccin de las necesidades de subsistencia de la unidad domstica. Sin embargo, mientras los materiales del censo indican claramente que los kurakas algunas veces provean a la gente pobre con animales o productos de stos, no existe evidencia de que distribuyeran bienes de tierras bajas a los pobres o para el beneficio de la poblacin como totalidad. Ms an, las declaraciones realizadas por testigos referentes a prcticas tributarias prehispnicas indican que el maz tampoco era redistribuido durante el rgimen inka. El material del censo de Chucuito no menciona lderes locales ni funcionarios inka redistribuyendo maz a la poblacin lupaqa, excepto como compensacin a prestaciones laborales. Debido a que este uso del maz solo pudo haber hecho una pequea contribucin en la dieta de las unidades domsticas lupaqa, no puede considerarse una parte rutinaria de los requerimientos de subsistencia diaria de la mayora de la poblacin.

La evidencia documental sugiere contundentemente que la colonizacin y el intercambio jugaron papeles diferentes en la sociedad lupaqa del siglo XVI. Mientras existe evidencia abundante de que las unidades domsticas de los hatunruna participaban del intercambio a fin de suplementar su dieta, las colonias parecen haber estado ligadas a las obligaciones polticas de las elites de tierras altas. La provisin de maz y trigo a los frailes Dominicos y la de chicha a los sujetos que trabajaban las tierras del kuraka no son hechos meramente econmicos sino polticos. Por esta razn, las colonias no pueden ser concebidas como adaptaciones ecolgicas cuyo objetivo era realizar un balance entre recursos y poblacin.

Adaptaciones al Rgimen Colonial Espaol

La comprensin de la persistencia del las colonias lupaqa requiere un examen de las condiciones polticas y econmicas que tuvieron que enfrentar los colonos tanto como la poblacin nuclear. La clave para cualquier discusin sobre la sociedad andina del siglo XVI es el establecimiento y crecimiento de Potos. La produccin de plata de Potos tuvo un profundo impacto en los emprendimientos europeos, pero la minera de la plata tuvo efectos de ms largo alcance todava, en muchos grupos indgenas. Los trabajadores que extraan y procesaban el mineral en Potos y otras minas de la regin fueron sacados casi exclusivamente de la poblacin indgena. La presencia lupaqa en Potos empez tan temprano como en 1545 (Bakewell 1984: 57), y para 1567 Chucuito enviaba 500 trabajadores por ao a la mina con el objetivo de pagar el tributo anual (Diez de San Miguel 1964: 19, 32, 46).

En 1572 Toledo implement la primer leva minera -mita- que requera una proporcin anual especfica de la poblacin de las provincias designadas a trabajar en la mina. Las provincias incluidas en la leva comprendan la espina montaosa de los Andes desde Asangaro, al norte del lago Titicaca, hasta Tarija, 200 km. al sur de Potos. Las provincias de la costa, an las relativamente cercanas a Potos, no estaban incluidas en el reclutamiento, quiz debido a la preocupacin de la corona por el traslado de indios de una zona climtica a otra (Bakewell 1984: 63).

La poblacin indgena tena una clara aversin al servicio forzado realizado en Potos. A la mayora de los mitayos se les requera trabajar en las minas realizando las tareas demandantes y no calificadas que la mayora de los trabajadores independientes no quera hacer. Adems de los peligros de accidentes y enfermedades, estaban sometidos a abusos que iban de insultos verbales a exceso de trabajo, golpizas, azotes y demandas financieras excesivas de los dueos de minas (Bakewell 1984: 142-160).

Aun antes del establecimiento de las reformas toledanas, la gente de Chucuito se quejaba del trabajo en Potos. Por ejemplo Diez de San Miguel, declar en 1567 que los indios de Chucuito preferan no tener que ir a la mina para pagar el tributo pero dej implcito que era la nica manera de satisfacer las demandas tributarias (1964: 210). Medio siglo ms tarde, un defensor annimo de los lupaqa introdujo un reclamo a su favor, objetando las penosas condiciones y el trato abusivo de los supervisores de las minas (Bakewell 1984: 142) No se ha encontrado informacin en registros publicados o fuentes secundarias referida a la reaccin a la mita de los colonos de altura de la cuenca de Osmore. No obstante uno puede asumir que, como la mayora de los indgenas andinos, deseaban evitar ser enviados a Potos como mitayos.

La gente de Torata, y quiz colonos de otras partes de los Andes sud-centrales, pueden haber logrado evitar la mita explotando las contradicciones jurisdiccionales entre nociones territoriales y demogrficas, distincin til realizada por Pease (1984:155). El conflicto y la confusin acerca de los lmites en Moquegua fueron debidos, en parte, al legado del dominio inka y a la incompatibilidad de los criterios inka y espaol para determinar jurisdicciones. Aunque las comunidades indgenas de Torata y Moquegua eran tcnicamente parte de la provincia de Chucuito, estaban distantes fsicamente de ese centro de poder lupaqa y espaol. De esta manera, ellas podan explotar un nicho en el cual las autoridades locales no tenan jurisdiccin oficial y las autoridades de Chucuito tenan poco poder en la prctica.

La situacin hubiera sido ventajosa para evitar el servicio en Potos. Algunos rastros de evidencia sugieren que a las colonias lupaqas se les requera pagar por los sustitutos antes que proveer mano de obra para las minas. El pago en plata fue una estrategia adoptada por muchos indgenas y parece haberse preferido al impuesto directo aportado con fuerza de trabajo. El testimonio del censo de 1567 indica que ni a Sama ni a Chicanoma, colonia productora de coca al este del lago Titicaca, se le requera proveer trabajadores para la mina. Martin Cari declar explcitamente esto respecto a Sama, y describe que esta colonia pagaba en mineral de plata antes que mandar sus indios (Diez de San Miguel 1964: 69-70). Chicanoma parece haber tenido un status similar. Los kurakas lupaqa testificaron que los indios en Chicanoma no iban a las minas y que no pagaban el tributo en otra cosa que no fuera coca (Diez de San Miguel 1964:197), punto que fuera confirmado por un kuraka de Chicanoma el ao siguiente (Saignes 1985:157). Mientras Torata no es mencionada explcitamente en ninguna de estas dos declaraciones, probablemente la comunidad era tratada de manera similar. El poco deseo de la corona de trasladar gente a climas diferentes, la dificultad que el kuraka hubiera tenido en juntar colonos distantes para la mita, y la importancia del maz en descargar sus obligaciones, tanto con respecto a sbditos como para sus superiores, son todos factores que hubieran mantenido esta situacin.

Todas las parte involucradas en determinar el destino de estos asentamientos tenan razones para mantener su existencia. Los kurakas de Chucuito se beneficiaban del acceso continuo al trigo y al maz, debido a que estos productos les permitan afrontar obligaciones polticas tanto como mantener su riqueza personal. Los lderes de los asentamientos lupaqa que residan en los valles costeros tambin pueden haber encontrado ventajosa esta situacin. Como miembros de la elite nativa no se les requera el pago de tributo ni la prestacin de servicios laborales para los espaoles. Sin embargo, su posicin nica como intermediarios entre las poblaciones indgenas y la sociedad europea les permiti a muchos de estos individuos acumular riquezas para si mismos o para beneficio de sus comunidades. Los lderes de las colonias lupaqa disfrutaban de acceso a mano de obra y a animales de tiro tanto como de familiaridad en las rutas de transporte altiplnicas, todo lo cual les permita una oportunidad nica para sacar ventaja del nuevo sistema econmico.

As los lderes lupaqa tenan inters en mantener las colonias en los valles costeros, pero los documentos sugieren que no podran haberlo hecho sin el consentimiento activo de los propios colonos. Para la poca en que se realiz el censo de Chucuito, en 1567, los lderes lupaqa ya haban perdido control sobre las prestaciones de trabajo que anteriormente eran realizadas para ellos por los residentes de pueblos cercanos (Murra 1964). En el mismo ao, Garci Diez de San Miguel (1964:201) public una orden que prohiba el servicio perpetuo entre los lupaqa, edicto que liberaba a los yanacona residentes en las tierras bajas. Por qu entonces colonos distantes continuaron trabajando en su beneficio? Los asentamientos costeros parecen haberse beneficiado de su status como colonias lupaqa. La residencia en las tierras bajas puede haberles permitido evitar las prestaciones de mano de obra en Potos, permitindoles la oportunidad de adquirir dinero para el pago del tributo.

Conclusiones

La colonizacin lupaqa de los valles de tierras bajas no representa una adaptacin a nivel de la comunidad que permita ajustar los recursos de la poblacin en la cuenca del Titicaca. Teniendo en cuenta las divisiones internas dentro de la sociedad lupaqa y los factores socioeconmicos contemporneos que moldearon las vidas de la poblacin indgena, podemos entender mejor el papel de aquellas comunidades durante el perodo colonial. As como parecen haber satisfecho las diferentes necesidades de la Corona espaola y las elites indgenas, tambin disminuyeron el peso de las prestaciones laborales en las colonias en s mismas.

Los archipilagos verticales establecidos por sociedades diferenciadas internamente probablemente nunca funcionaron para proveer a poblaciones enteras sino para producir bienes que eran fundamentales en el mantenimiento del poder poltico. Los arquelogos no se convencen de que la existencia de colonias en lugares poco elevados indica una adaptacin ecolgica a las demandas impuestas por el medio ambiente andino. Deben determinar la escala de produccin relativa a la poblacin nuclear y deben rastrear especficamente la circulacin de bienes, entre los diferentes segmentos de la sociedad, a fin de poder sostener su argumento. Por otro lado, el intercambio y trueque, quiz entre personas tnicamente diferentes puede haber sido un elemento ms importante en las prcticas de subsistencia prehistricas de las unidades domsticas de lo que es admitido actualmente (ver Beowman 1984).

Lo ms importante es que la revisin del caso lupaqa sugiere que en vez de poner el acento en la continuidad de la forma, los investigadores necesitan examinar las relaciones dentro de una poblacin especfica, tanto como las condiciones histricas particulares en las cuales estas tienen lugar. Esto es especialmente importante en el caso de la arqueologa, dado que formaciones paralelas pueden ser fcilmente mal interpretadas como resultado de idnticos procesos socioeconmicos.

Orin Starn (1991) establece que la mayora de la investigacin sobre sociedades andinas ha sido moldeada por lo andino concepto que sirve para contrastar las poblaciones andinas de altura con las culturas occidentales y para representar al mismo como algo relativamente inalterable. El nfasis en la naturaleza esttica del mundo social andino result en el fracaso de los antroplogos para predecir los conflictos que irrumpieron en Per a lo largo de la ltima dcada. Para los arquelogos tal perspectiva inhibe la identificacin de variabilidad y tiende a homogeneizar la prehistoria andina mediante la comparacin continua con el presente o el pasado reciente. En parte, tales problemas pueden evitarse, examinando los modos en que los habitantes de los Andes negociaron frente a nuevas circunstancias ms que resaltando su adhesin a principios culturales ancestrales.

Notas

Agradecimientos. Quisiera agradecer a Dimitris Stevis, Pru Rice Gil, Norm Yoffee y Bill Isbell por sus comentarios en versiones tempranas de este artculo. Los fondos para la investigacin en Torata Alta fueron provedos por la Tinker Foundation, Sigma-Xi y la University of Arizona, Geochrn, y la Southern Peru Copper Company. Las excavaciones tambin tuvieron financiamiento mediante Prudence Rice por el National Endowment for Humanities y la National Geographic Society.

Diez de San Miguel 1964; Murra 1964, 1967, 1972 y Ortiz de Ziga 1967, 1972.

Murra 1980:XIII, 1981: 53, y Rowe 1984:641.

Polanyi 1968 [1944]:52. Como notara Timothy Earle 81977:214-215), el trmino redistribucin comprende una amplia gama de comportamientos, desde la, prcticas de subsistencia de la unidad domstica entre cazadores-recolectores al tributo impuesto por el estado.

Para ecologa cultural, Brush 1977; Guillet 1981 y Webster 1971. Los antroplogos estructuralistas y simblicos incluyen a Bastien 1985; Isbell 1978, y Vall 1971.

Por ejemplo, Larson 1988; Spalding 1984 y Stern 1982.

Para Chucuito, Diez de San Miguel 1964. Para Hunuco Ortiz de Ziga 1967, 1972.

Bawden 1993; Goldstein 1989; Stanish 1992; y Van Buren 1993.

Plog 1990; Sackett 1990; y Weissener 1990.

Conrad 1993; Rice 1993; y Stanish 1992.

Julien 1983; Rydn 1993; y Tschopik 1946.

Para la cuenca del Titicaca, ver Bermann 1993; y Smith 1991.

Gubovich 1984; Rice y Rhul 1989; y Smith 1991.

Nota del Traductor: commoner en la versin original

Diez de San Miguel 1964: 17, 55, 57-58, 80, 132-133, 197.

Diez de San Miguel 1964: 80, 85, 120, 139, 197.

Diez de San Miguel 1964: 20, 94, 106, 108, 197.

Pease 1985; Spalding 1970; y Stern 1982.