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UNIVERSIDAD DE MEXICO 25
Decorado de 1'. I.ég-er para Ro/lllf11' <le n. Milhaud
LA EVOLUCIÓN DE LA ÓPERA guna, un progreso tan real sobre su modelo, como Elce/m sobre Tris/dll.
Pero Salollu;, Elce/ra, IVo)'zeck revelan una línea de sucesión directa. En loporvenir, Al ba n Berg sed consideradoprobablementc, como el conservador, enel siglo xx, eIel concepto de "drama musical" del siglo XIX, y no como un iconoclasta o un radical. Su prontitud enadmi tir su deuda, recouociendo a Tris·td 11 WIl10 el padre de IV o)'sl'tk pruebasencillamente que Berg sabía muy bienlo que hada. Esta idea es demasiado simplc para los que, cuando tomen umciencia ellos mismos de la relativa ortodoxia de WO)'ZI'ck, sean los primcros enacusarlo de wagnerianismo.
¿Sed preciso vcr, en el ensayo de lapequei'ía orquesta, intent:ldo por Straussen Arillr/na, un gesto agresivo conU'aWagner? De ninguna manera, o por lomenos, no únicamente. Sil 101/1/; y l';I('('/mha bía n agotado la in tensi ficaciún sonora, tan original y llena de innovacionesq uc Stra uss ha bía hecho a con ti nuaciónde 'Nagner. El mbllllt,1'IJ d,: 111 RoslI erael término o el límitc de su sentido delclasicismo y del pastie!u:. Había que encontrar algo nuevo. Y dc esta necesidadnació A1'iadna y con ella el ideal de laópera de cámara. ¿Nos atrevcríamos adecir que m{ls que la decisión personal,tomada por Strauss, de separarse dc uncamino, fue la historia la que provocútodo esto?
Creo que tenemos tendencia a menospreciar las ambiciones, las predilecciones personales de los músicos, cuandoexaminamos el desarrollo de las artesdesde lo alto del mirador de la historia,Hoy en día, la ópera de dmara est;ien auge particularmente en Inglaterra;Benjamin Britten no se conformó conescribir algunas de las obras de máyoréxito y m{IS inspiradas dentro del género: El mpto de Lllcrecia (The mpcof LUC1'ecirt) , Albe1'to Hanil1g, La vuelta de tormllo (The tllJ'n of the Serew)sino que fundó, además, una compañíalírica destinada a ejecutar sus obras ylas de otros compositores estimuladospor su ejemplo. No cabe duda de queel interés de Britten por la música decámara -sin olvidar por otra parte quesus "grandes" óperas, después de PeterGTimcs, decaen gravemente por la sonoridad y la complicación- refleja el carácter de su "oído interno" y su preocu-
Por Donald MITCHELL
EN EL SIGLO XX
famoso monodrama de Schoenberg, Erwartung.)
Pero prolongaciones de la herenciawagneriana como Salomé o ElN/m est;in forzosamente limitadas -el 1Il:IJ;lerOde heroínas patológicas no es indefinido, En muchas óperas ulteriores, Straussvolvió a cometer afectuosos plagios devVagner, que únicamente su infalibledestreza técnica y su habilidad pudieronhacer tolerables. Sin embargo Straussque deci.didamente es una lig'ura poo;banal, eho en El caballero de la Rosa(Rosen kava her) una idea -si no en suejecución, sí en sus intenciones-, de loque llegaría a ser uno de los principalesrasgos de la ópera contempodnea: unaestilización consciente, "a la manera"a la manera de un compositor anterior,de un siglo anterior. Ésta nunca habíadesempeñado un papel semejante.
Si necesitáramos aún m;ís pruebas delcadcter profético que tuvo la visión deStrauss sobre la ópera, obtendríamos unbuen número de ellas en ATirldna en NaxOs (Araine aut Noxos). Aquí encontramos la introducción en la fosa, durante los primeros a¡"íos del siglo xx, deuna pequeña orquesta: es uno de losprimeros signos de la ópera de cámara,esa brillante novedad de la ópera quepertenece propiamente a nuestro tiempo. Es curioso pensar que fue RichardStrauss quien dio impulso a este importante movimiento.
¡Pues sí, movimiento, en él estamosaún! Si consideramos las realizaciones deStrauss, realmente no es necesario colocar en ellas a la historia como un comopañero indispensable. Richard Straussera un artista esencialmente pr<ietico ysensato, el músico trabajador por excelencia. Su inspiración hizo avanzar al·gunos pasos m;í.s el idioma wagnerianoen Electra y Salomé. Abrió adem{IS elcamino a lo que es, propiamente hablando, la única ópera moderna quedebe tanto a \,\Tagner corno las eIel mismo Strauss; vVo)'zeck (Wozzeck) , aunque su lenguaje representa sin eluda al-
SERíA DEMASIADO fácil (y aburrído)explícar todo lo que hay de nuevoen la ópera del siglo xx en lo que
se refiere a "escuelas", "tendencias","reacciones", especialmente reaccionescontra el siglo XIX y en particular contra ''''agner. Más que de "reacciones"preferiría hablar de "movimientos divergentes".
No es necesario que los agentes poli.cíacos de la historia aconsejen a los compositores (por lo menos a los mejores)que "circulen". Les basta su instintocreador. Tomemos algunas de las grandes características de la ópera modernay preguntémonos si es la historia -quepretende encontrar una razón para todo,lo que representa una de sus graves debilidades cuando se trata de la historiadel arte- o bien e! juicio de! compositor, o su interés, o las circunstancias eco·nómicas, quienes nos entregan las razones más convincentes.
La ópera moderna tiene tantas facetas que sería necesario un número completo de esta revista para estudiar todossus aspectos. Sin embargo, en· cualquierclasificación habría que incluir los siguientes puntos:
1, el auge de la ópera de cámara;2, los ensayos de ópera oratorio y de
las formas relacionadas con ella;3, el retorno a la ópera hecha de "tro-
zos";4-, las manifestaciones antimusicales;5, la ópera de actualidad (Zeitoper).Muy frecuentemente se acostumbra
considerar la variedad de las formas con·tempor<íneas de la ópera como el resultado de una huida de los compositores,ya que éstos han tenido que enfrentarsea los monumentos wagnerianos que lesocultaban en cierto modo cualquier VI
sión del porvenir.Los l;ost\.vagn~rianos q ue Cl~en tan (y
se podnan mclUlr entre ellos fIguras tandiferentes como Richard Strauss y Ar.nold Schoenberg) han comprendido, poruna parte, que era totalmente irrisorioi~tentar mantener la tradición wagnenana. Por supuesto, a otros muchos loscegó la ambición impidiéndoles ver estasencilla verdad: que el progreso es másfecundo que la más sincera imitación-pensamos en August Bunger en Alemania, en Rutland Boughton en Ingla·terra, ambos ahogados en las olas de supropio entusiasmo wagneriano. Únicamente Hans Pfizner tuvo éxito con suPalest1'ina, un notable acto de fe ennuestra época: una ópera que rendíahomenaje a 'Nagner y que, sin embar·go, estaba llena de una vigorosa individualidad (La "historia", dicho sea depaso, borró a Pfitzner, aunque en rea·lidad fue él quien borró la historia justi·ficando artísticamente la m;ís excepcional excepción a la regla) ,
Se podría decir que Richard Strausssostuvo el concepto wagneriano a travésde toda su larga carrera, pero como hom·bre práctico y perspicaz, su po ver lanecesidad de desarrollar nuevas formasy explorar otras zonas de sensibilidad,Por eso Salomé o Electm llevan la ma·nera de Wagner (en particular la deltercer acto de T1'istán) a su última consecuencia. Strauss vio perfectamente enesto una fuente fecunda para la músicadel porvenir. (Sin lugar a dudas, Electm,contribuyó a facilitar el nacimiento del
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Decorado para The Rake's Progress ele Igor Slravinsky
pación por restaurar la voz humana asu lugar en el teatro lírico, como el primer "instrumento" de que dispone elmúsico del escenario para realizar susintenciones. El siglo XIX había seguidouna tendencia cada vez más marcada aborrar la voz y ampliar la orquesta. LaAriadna de Strauss había ya disminuidoel poder de la orquesta. Otra tentativa,prodigiosamente original, fue la deSchoenberg en Moisés y Aarón (Mosesund Aron). Schoenberg es probablemente el único compositor de la primera mitad de este siglo, que ha escritouna ópera que puede rivalizar conWagner por la amplitud y grandeza dela inspiración, el único que ha concebido con claridad la lucha entre la vozhumana y la orquesta. La resuelve dando lugar a la vez a papeles hablados(Sprechstimme) y cantados, dejándolos
independientes o combinándolos segúnlas necesidades, tanto de los coros comode los solistas. o se trata de destacarel valor dramático de Moisés y Aarón,sino más bien de llamar la atención sobre el interés que puso Schoenberg enasegurar a su texto y a sus cantores unalto grado de perceptibilidad, lo cuales un cambio con respecto al siglo XIX.
Fijémonos ahora en un compositorque encarna el contraste más completocon Richard Strauss: Igor Strawinsky.En él también encontramos una mezclade gustos personales y circunstancias exteriores de orden económico, que lo llevaron a experimentar las pequeñas formaciones orquestales y varios estilos detipo teatral. La notable habilidad quetiene para manejar los nuevos conjuntosinstrumentales y la variedad de obrasque ha creado para la escena, han enriquecido y estimulado poderosamente laópera contemporánea, y esto a pesar deque Strawinsky sólo se consagró en 194951 a la composición de una verdaderaópera. En esta obra, El libntino (Themke's pmgress) , se liberaba íntegramente de los ideales del siglo XIX, como lodemostraba su retorno a los trozos, descomponiendo claramente cada acto enrecitados y arias, dúos, tríos, cuartetos,etc., y no desarrolhindolos como WagnersoLre una trama continuada; Strawinskymostraba también en ella su voluntariasmnisión a uno, o varios estilos. Su clasicismo (y aun, más recientemente, supreclasicismo) sigue no tanto un dogma artístico racional, sino más bien unadisciplina aceptada, que le lleva a conse~uir el objetivo muy personal que se
propone. No cabe duda que el legado deStrawinsky como músico de teatro, a pesar de las críticas de sus adversarios, serevelará cada vez como una de las aportaciones más duraderas y originales alarte lírico del siglo xx.
Si El libertino representa el clasicismo del siglo xx en toda su intensidad,el renacimiento de los "trozos", el usodeliberado y hábil de estilos anteriores,por otra parte, ¿qué no debe la óperacontemporánea a obras como El misefío¡- (Le Rossignol) , Zorro (Renard) oLa histoTia del soldado (L' histoi¡'e dusoldat)? Recordemos el pensamiento deStrawinsky a propósito de esta última:"¿Por qué no hacer algo muy sencillo?¿Por qué no escribir algo que no necesite ni un teatro enorme, ni un públiconumeroso, algo con dos o tres personajes y un puñado de instrumentistas?"y la lista se completa con Mavra, EdipoTey (CEdipus Rex), y finalmente El libertino. De todas estas obras, únicamente tres son verdaderas óperas y necesi taríamos demasiado espacio para analizarla forma de las demás. Pero en todasStrawinsky aparece como un artista enasidua búsqueda de nuevas soluciones,de "movimiento", de "otra cosa". Sólola última es una "ópera en tres actos",pero muchas otras, anteriores a El libertino eran, por decirlo así, experienciasteatrales que giraban en torno a la necesidad misma de la ópera.
Edipo rey, una ópera oratorio, constituye una de las opciones más importanfes que nos haya propuesto Strawinsky: preparó la creación de obras tan impresionantes aunque híbridas como Juana en la hoguem (leanne au búcher) ,el oratorio escénico de Arthur Honegger.Por otra parte El Prisionero (Il Prigioniero) de Luigi Dallapiccola, es unaópera que nada pierde en una ejecuciónde concierto y al con trario, revela 'la íntima relación, la interpenetración entrela ópera y las formas musicales "abstractas" tales como el oratorio o la cantata (existen también las cantatas escénicas de Carl Orff) , montaje característico de nuestro siglo, y del que Strawinsky es en parte responsable por ser unode los más versútiles y fecundos colaboradores.
Mavra es, por su parte, una verdadera ópera bufa, lo que nos afirma queel teatro lírico de vena cómica es unade las más notables victorias de la óperacontemporánea, desde Strawinsky hastaobras tan diversas e incluso opuestas co-
mo el Albert Herring de Britten, Lospechos de Tiresias (Les mamelles de Tirésias) de Poulenc, El amor de las tTesnamnj~s (Love for three. oranges) dePro.kohev y Un COmp1'OmlSO pam cenar(Dmne¡' Engagement) de Lennox Ber
keley (otro argumento en favor de laópera de cámara es la oportunidad queofrece al compositor de desplegar susdones "líricos"; véase la deliciosa Ruthde Berkeley, una obra que marca la medida de su invención dramática, lo quen? ~curre con su Nelson) . Pe~o l~ óperacomIca es un tema que necesItana paraél solo un artículo.
Poco espacio me queda ya para hablardel Zeitoper -ópera de actualidad- quees una tendencia característica del sigloxx y que prosperó en la obra de un compositor dotado de un genio menor, perocuya música, durante mucho tiempo desconocida, es a la postre justamente estimada: Kurt Weill. También Paul Hindemith trabajó con destreza dentro deeste género en sus Novedades del día(Neues vom Tage) . Los libretos de Kurt
Weill son testimonio del desdén que tie-ne el siglo xx por los libretos románticos, míticos o fabulosos de que gustabael XIX. (Hecha excepción, quizás, delMatrimonio a mitad del verano (MidsummeT marriage) de Michael Tippett,pero cuyo texto impenetrable constituyemás una advertencia que un alicientepara aquellos que se vieran tentados devolver a los ritos y a los mitos.
Los héroes de tipo convencional handesaparecido prácticamente de la escenacontemporánea. La ópera de actualidadofrecía además, sobre todo cuando trabajaba Weill, otra posibilidad de renovación: el empleo de una fuente popular,reputada como "deshonrosa" y que todavía no había llamado la atención delteatro serio: jazz, canción de cabaret, etc.Kurt Weill comprendió pronto los recursos irónicos de esta audaz trasposición, es decir, el empleo de lo que seconsideraba generalmente como banal,trivial o de segundo orden, para realizar una nueva experiencia de teatro musical por ejemplo La ópera de dos cenotavos (Dreigroschenoper) , cuyo resultado fue punto menos que banal. Weillreveló así toda .una serie de posibles símbolos musicales, pero que exigen un músico de talento muy particular.
Iba a olvidar el cuarto .punto de milista: el referente a los compositores cuyo espíritu de búsqueda es puramentenegativo y representa, más que una elección musical, el olvido mismo de la música. ¿Acaso no es éste el caso de La bruja(Die Kluge) o La luna (Der Mond)
por ejemplo? ¿No está acaso la música,tal como la concibe nuestra cultura, simplificada hasta desaparecer? ¿Yen suAntígona (Antigonae) no está deliberada y totalmente ausente?
Este siglo verá tan tas formas de ópera,positivas o negativas, como buenos y malos compositores hay. Éstos, en su granmayoría, se sienten atraídos por la óperacomo las mariposas por la llama. Muchos se queman en ella. Algunos sobreviven. Un reducidísimo número la apagay triunfa. ¿Pero quién se asombraría dela hecatombe? o se resiste al resplandor o al choque inmediato de la granópera. El escenario lírico representa quizás el más hermoos medio de contactocon un público numeroso. No es puesnada extraño que tras una larga historia, este medio permanezca vivo, inquieto, en evolución, en movimiento.