Un Precursor de Schopenhauer, Leopardi

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  • 8/13/2019 Un Precursor de Schopenhauer, Leopardi

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    EL PESIMISMO

    EN EL SIGLO XIX

    UN PRECURSOR DE

    SCHOPENHAUER, LEOPARDI

    por

    E. Caro

    Traduccin deArmando Palacio Valds

    Madrid

    Casa Editorial de Medina

    Amnista, nm. 12

    http://www.filosofia.org/ave/001/a244.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a244.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a244.htm
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    Edicin digital ntegra del texto contenido en ellibrode 141 pginas,formato 116165 mm, publicado en Madrid por Casa Editorial deMedina (Amnista, 12), impreso en Madrid (J. G. Conde y Compaia),

    dentro de la coleccinBiblioteca de Ciencias y Artes.En lacontracubierta figura la relacin deobras publicadasen esa coleccin.

    El libro que reproducimos no ofrece fecha alguna de edicin. Se publicen francs en 1878 (Le pessimisme au XIXe sicle: Leopardi,Schopenhauer, Hartmann,Hachette, Pars 1878, 3+298 pginas). Latraduccin realizada por el jovenArmando Palacio Valdsno ofreceaqu la obra completa, sino partes de los captulos I, II, III y IX.Datamos provisionalmente esta edicin madrilea en el mismo 1878.Hemos renumerado las 29 notas a pie de pgina, que en el libro van

    referidas a cada pgina. Se seala entre corchetes el nmero quecorresponde al inicio de cada pgina en esa edicin impresa.

    http://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htmhttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htmhttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htmhttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htm#ophttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htm#ophttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htm#ophttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/ave/001/a243.htmhttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htm#ophttp://www.filosofia.org/bol/bib/nb040.htm
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    Ser verdad que el mundo sea malo, que haya un mal radical absoluto,invencible en la naturaleza y en la humanidad, que la vida sea el don funestode un poder malvolo o la manifestacin de una voluntad irracional; serverdad, en una palabra, que la existencia sea una desgracia, y que la nada valems que el ser? Estas proposiciones suenan de un modo extra en los odosde los hombres de nuestro tiempo, aturdidos por el ruido de su propiaautoridad, orgullosos con justicia de los progresos de la industria y de laciencia, y cuyo temperamento, medianamente elegaco, se acomoda

    perfectamente a una existencia prolongada sobre esta tierra, a las condicionesde trabajo que les son impuestas y a las sumas de bienes y de males que leshan [6] tocado. Existe, sin embargo, esta filosofa que maldice la vida, y noslo se manifiestan en algunos libros brillantes como un desafo lanzado al

    optimismo cientfico e industrial del siglo, sino, que se desenvuelve por lamisma discusin y se propaga por un contagio sutil entre ciertos espritus aquienes turba. Es una especie de enfermedad intelectual, pero una enfermedad

    privilegiada, concentrada hasta ahora en la esfera de la alta cultura, de la cualparece ser una especie de refinamiento morboso y de elegante corrupcin.

    Se ha hablado aqu en diversas ocasiones de estas teoras del pesimismo, apropsito de los sistemas de Schopenhauer y de Hartmann, de los cualesconstituye la parte moral. No volveremos a empezar lo que ya est hecho.Queremos colocarnos en otro punto de vista. La cuestin merece ser

    profundizada en s misma y generalizada, aparte de las formas doctrinales quele impone la nueva filosofa alemana o de la explicacin metafsica que ella se

    propone. Existe aqu algo como una crisis intelectual y literaria a la vez, quetraspasa los lmites de un sistema. Trataremos de analizarla en algunosgrandes objetos de estudio, de observar sus analogas a travs de los mediosms diferentes, y por el examen de las formas comparadas y de los sntomas,[7] remontarnos hasta el origen de este mal esencialmente moderno. Unestudio semejante, es ms de curiosidad psicolgica que de utilidad prctica.

    No es mucho de temer que esta filosofa sea nunca otra cosa en Europa, que

    una filosofa excepcional y que la humanidad civilizada se abandone un da ala seduccin mortal de estos consejeros de la desesperacin y de la nada. Peroesta excepcin merece ser analizada con cuidado, en razn misma de losautores que la han prestado un lugar en la ciudad de las ideas, ciudad muyconfusa y discorde, mas de un inters inagotable para el observador.

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    I

    Hemos dicho que el pesimismo era un mal esencialmente moderno: espreciso entenderse. En todos los tiempos ha habido pesimistas, o lo que esigual, hay un pesimismo contemporneo de la humanidad. En todas las razas,en todas las civilizaciones, algunas imaginaciones poderosas, fueron

    preocupadas por lo que hay de incompleto y de trgico en el destino humano,dando a este sentimiento la expresin ms conmovedora y ms potica.Grandes crisis de tristeza y de desesperacin han atravesado los siglos,acusando la decepcin de la vida y la suprema irona de las cosas. Estedesacuerdo del hombre con su destino, la oposicin de sus instintos y de susfacultades con el medio en que vive, la naturaleza hostil o malvola, los azares[9] y las sorpresas de la suerte, el hombre mismo, lleno de duda y de

    ignorancia, sufriendo por su pensamiento y por sus pasiones, la humanidadentregada a una lucha sin tregua, la historia llena de los escndalos de lafuerza, la enfermedad, en fin, la muerte, la separacin violenta de los seres quems se aman, todos estos sufrimientos y estas miserias forman como unclamor inmenso que resuena desde el fondo de las conciencias, en la filosofa,en la religin, en la poesa de los pueblos. Mas estas quejas o estos gritos deinsurreccin, por profundos y apasionados que sean, son, por lo general, en lasrazas y en las civilizaciones antiguas accidentes individuales: expresan lamelancola de su temperamento, la gravedad triste de un pensador, lostrastornos de un alma bajo el golpe de la desesperacin; no expresan, parahablar con propiedad, una concepcin sistemtica de la vida, la doctrina de larenuncia del ser. Job maldice el da en que ha nacido: El hombre que nace demujer vive pocos das llenos de miserias; pero Jehov habla, deshace la dudaingrata, la injusta queja, la vana protesta de su servidor, lo levantailuminndolo y lo salva de s mismo. Salomn declara que est enojado de lavida viendo todos los males que se encuentran bajo el sol, y que todas lascosas son vanidad y [10] la afliccin para el espritu?1, mas sera unainterpretacin bien superficial la que no quisiera ver en esta triste poesadelEcclesiastesotro aspecto que el de la desesperacin, sin percibir al mismo

    tiempo el contraste de las vanidades de la tierra que disgustan un alma grande,con los fines ms altos que la atraen, y como la anttesis eterna que resumetodas las luchas del corazn del hombre, sintiendo su miseria en la embriaguezde sus alegras y buscando encima de s lo que debe desvanecer su hasto.

    1Ecclesiastes,II, 17.

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    Anlogos sentimientos se encuentran en la antigedad griega y romana.Se han observado rasgos de profunda melancola, lo mismo en Hesiodo ySimnides de Amurgos, que en los coros de Sfocles y Eurpides, que enLucrecio y Virgilio. De la Grecia ha partido esta queja conmovedora. Lomejor para el hombre es no nacer, y cuando ha nacido, morir joven. Mr. deHartmann no ha dejado de sacar un pasaje de laApologa,en que Platn le

    proporciona una imagen expresiva para comprobar la proposicin fundamentaldel pesimismo, de que el no ser es preferible al ser: Si la muerte es la

    privacin de todo sentimiento, un sueo sin ensueos, qu gran ventaja sermorir! Porque, que [11] cualquiera elija una noche as pasada en un sueo

    profundo que no haya turbado ningn ensueo, y que compare esta noche contodas las noches y todos los das que han llenado el curso entero de su vida;que reflexione y que diga en conciencia cuntos das y cuntas noches hatenido en su vida ms felices y ms dulces que sta: estoy persuadido de que

    no tan slo un simple particular, sino el mismo rey de Persia, encontrara unnmero bien pequeo y bien fcil de contar. Aristteles ha notado conprofunda observacin, que hay una especie de tristeza que parece ser lacompaera del genio. Trata la mentira como fisilogo; mas no se podr decir,

    bajo otro punto de vista, completando su pensamiento, que la altura a que seeleva el genio humano no sirve mas que para mostrarle con ms claridad lafrivolidad de los nombres y la miseria de la vida? Recordaremos, en fin, quehubo en Grecia como una escuela de pesimismo abierta por el famosoHegrias, tan elocuente en sus sombras pinturas de la condicin humana, querecibi el nombre dePeisithanatos,y que fue preciso cerrar su escuela paraevitar a sus oyentes el contagio del suicidio. El fondo de esta amarga filosofa,que no conocemos sino por algunas frases de Digenes, Laerces y de Cicern,

    permanece muy oscuro; es bastante difcil averiguar si este consejero, [12]harto persuasivo de la muerte, predicaba a sus discpulos el desprecio de lavida considerada en s o solo en comparacin de la vida futura, la muertecomo una emancipacin o como un progreso.

    Resulte lo que quiera de esta singularidad filosfica, queda bien sentadoque este gnero de sentimientos es raro entre los antiguos, y es un grave error

    del poeta del pesimismo, de Leopardi, el haber querido persuadirnos en pro desu causa, de que el pesimismo se hallaba, en el genio de los grandes escritoresde Grecia y Roma: sistema o error, este punto de vista borra alguna vez en lel sentido tan penetrante y tan fino que tiene de la antigedad. Nada msquimrico que esta Safo, meditando sobre los grandes problemas:

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    ...Arcano tutto

    Fuor che il nostro dolor...

    Ya no es la inspirada sacerdotisa de Venus la que aqu habla; es unablonda alemana que suea con un Werther desconocido, y exclama: Todo esmisterio, exceptuando nuestro dolor. Con el mismo sentido, y bajo el imperiode la misma idea, Leopardi fuerza la interpretacin de las dos frases clebresde Bruto y de Theophrastes en el instante de morir; el uno, renegando de lavirtud por la que muere; el otro, [13] renegando de la gloria por la que haolvidado vivir. Aun suponiendo que estas palabras sean autnticas, y que nohayan sido recogidas en alguna vaga leyenda por Digenes, Laerces y DionCasio, no podan tener, de ningn modo, en la boca que las ha pronunciado, lasignificacin moderna que les atribuye un comentario demasiado sutil eingenioso. Por otra parte, Leopardi se corrige a s mismo, entra en la verdad de

    la historia moral de las razas y de los tiempos, cuando dice de pasada en lamisma obra, que el origen de estos pensamientos dolorosos, poco esparcidosentre los antiguos, se encuentra siempre en el infortunio particular o accidentaldel escritor o del personaje puesto en escena, imaginario o real. Mas dafrecuentes ments a esta observacin tan justa. El fondo de la creencia antiguaes que el hombre ha nacido para ser feliz, y que cuando no logra serlo, es porculpa de alguna divinidad envidiosa o por una venganza de los dioses. Lo quedomina entre los antiguos es el gusto de la vida y la fe en la felicidad terrestreque persiguen con terquedad: cuando sufren parecen despojados de underecho.

    M. de Hartmann seala con rasgos precisos esta idea del optimismoterrestre que rige el mundo antiguo (judo, griego, romano). El judo aade unsentido temporal a las bendiciones del [14] Seor: la felicidad para l, es quesus graneros estn llenos, y sus lagares no puedan soportar el vino2. Susconcepciones de la vida nada tienen de trascendentales, y para llamarle a esteorden superior de pensamientos y de esperanzas, es preciso que Jehov lehable por sus profetas o le avise castigndole. La conciencia griega, despusque ha agotado la noble embriaguez del herosmo, busca la satisfaccin de

    esta necesidad de dicha en los placeres del arte y de la ciencia, se complace enuna teora esttica de la vida3. La existencia es el primero de los bienes;recurdese la frase de Aquiles en la Odisea,hallndose en los infiernos: Notrates de consolarme de la muerte, noble Ulises: quisiera ms cultivar como

    2Proverbios,III, 10.

    3Filosofa de lo Inconsciente.

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    mercenario el campo de un pobre hombre, que reinar sobre toda lamuchedumbre de las sombras. Dice tambin el Eclesiastes: Ms vale un

    perro vivo, que un len muerto (IX, 4). La repblica romana introduce odesenvuelve un elemento nuevo; ennoblece el deseo de la felicidad,trasportndola, sealando al hombre ese objeto todava humano, pero superior,al cual el individuo debe inmolarse; la felicidad de la ciudad, el podero de la

    patria. He aqu, salvo [15] algunas excepciones, los grandes mviles de la vidaantigua: las bendiciones temporales en la raza de Israel, los goces de la cienciay del arte entre los griegos; entre los romanos el deseo de la dominacinuniversal, el sueo de la grandeza y de la eternidad de Roma. En estas diversascivilizaciones no hay lugar sino por accidente para las inspiraciones del

    pesimismo. El ardor viril en el combate de la vida en estas razas enrgicas ynuevas, la pasin de las grandes cosas, el poder y el candor, virgen de lasgrandes esperanzas que la experiencia no ha destruido el sentimiento de una

    fuerza que no conoce aun sus lmites, la conciencia reciente que la humanidadacaba de adquirir de s misma en la historia del mundo, todo esto explica la feprofunda de los antiguos, en la posibilidad de realizar aqu abajo la mayorsuma de felicidad. Todo esto se halla en contraposicin con esta modernateora que parece ser la triste herencia de una humanidad decrpita, la teoradel dolor universal e irremediable. En cambio, y por contrastar con el mundoantiguo, no es posible negar que existen influencias y corrientes pesimistas enel seno de la doctrina cristiana, o al menos en ciertas sectas que la haninterpretado. Puede dudarse, por ejemplo, de que tal pensamiento de Pascal otal pgina de las Veladas de San Petersburgono [16] deben ocupar un lugarcomo ilustraciones de idea o de estilo al lado de los anlisis ms amargos de laFilosofa de lo Inconsciente o entre las canciones ms desesperadas deLeopardi? Esta aproximacin no parecer forzada a los que saben que el

    pesimismo del poeta italiano ha revestido desde un principio la formareligiosa. Existe en el cristianismo un aspecto sombro, dogmas temerosos, unespritu de austeridad, de abnegacin, hasta de ascetismo, que sin duda no estoda la religin, pero que es una parte esencial de ella, un elemento radical y

    primitivo anterior a las atenuaciones y a las enmiendas que la imponen sincesar las complacencias del yo o los desmayos de la fe. Por otra parte, cada

    cual hace un poco la religin, a su imagen y la imprime el sello peculiar de suespritu. El cristianismo, visto exclusivamente de este lado y bajo este aspecto,como una doctrina de expiacin, como una teologa de lgrimas y de espanto,

    puede muy bien herir las imaginaciones enfermas e inclinarlas a una especiede pesimismo. No est lejos, en efecto, esta manera de comprender elcristianismo del jansenismo. La naturaleza humana corrompida, la perversidadradical puesta al desnudo, la incapacidad absoluta de nuestras facultades para

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    lo verdadero y lo bueno, la necesidad de distraer este pobre corazn que [17]quiere huir de s mismo y de la idea de la muerte agitndose en el vaco, ysobre todo esto el perpetuo pensamiento del pecado original que arroja sobreesta miserable alma con sus consecuencias ms extremadas y ms duras, launin continua y casi sensible del infierno, el pequeo nmero de los elegidos,la imposibilidad de salvacin sin la gracia, y qu gracia! no slo la graciasuficiente que no bastapor ltimo, este espritu cruel de mortificacin, estedesprecio de la carne, este terror al mundo, la renuncia de todo lo queconstituye el precio de la vida, un cuadro semejante extrado delasProvincialesy de los pensamientos, era muy propio para agradar al futuroautor delBruto minore y de la Ginestra, en sus sombras meditaciones deRecanati. Pero esta analoga de sentimientos no dura. Quin no percibe ladiferencia entre las dos inspiraciones desde que se entra en una conversacinfamiliar con el alma grande de Pascal tan dolorida y tan tierna? El pesimismo

    de Pascal tiene por fondo una ardiente y activa caridad; quiere atemorizar yconsternar al hombre. Pero qu profunda piedad en esta violenta lgica!Cierra todas las salidas a la razn, mas es para llevarla de un vuelo recto alCalvario y trasformar estas tristezas en eterna alegra. Tortura su genio paradescubrir nuevas demostraciones [18] de su fe; se dira que sucumbe bajo laresponsabilidad de las almas que no ha podido convencer, de los espritus queno ha iluminado.

    Lo mismo sucede bajo cierto aspecto, aunque por diferentes razones, conlo que podra llamarse el terrorismo religioso de Jos de Maistre. Es muycierto que a primera vista parece una especie de pesimismo esta lgubreapologa de la Inquisicin, este dogma de la expiacin, aplicado a la penalidadsocial, esta teora mstica y feroz del sacrificio sangriento, de la guerraconsiderada como institucin providencial, del cadalso colocado en la base delEstado. El corazn se encoge ante el espectculo de la vida humana, presa de

    poderes formidables, y de la sociedad sometida a un yugo de hierro bajo unamo, que es un Dios terrible, servido por ministros sin compasin. Pero esteaparato de terror no puede resistir un instante de reflexin. Bien pronto seadvierte que todo esto son paradojas de combate, apologas y afirmaciones

    violentas, opuestas a los ataques y a las negaciones de otros. Jos de Maistrees ms bien un polemista que un apologista del cristianismo; la batalla tienesus arrebatos; la elocuencia, la retrica, tienen tambin su embriaguez enmedio de la lucha; a M. de Maistre le arrastran sin que tenga fuerzas paragobernarlas. Los argumentos [19] no le bastan, los lleva hasta la hiprbole. Esun gran escritor a quien falta un poco de razn, un gran pintor que abusa delefecto: su pesimismo tiene un valor extremado.

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    En vano se buscara en la historia del cristianismo, salvo quiz en algunasrectas gnsticas, nada semejante a esta nueva filosofa. En la India es donde el

    pesimismo tiene sus verdaderos abuelos; as lo reconoce l mismo y sevanagloria de ello. La afinidad de las ideas de Schopenhauer con el budismoha sido mostrada con frecuencia. Nosotros no insistiremos sobre este punto;recordaremos tan slo que el pesimismo ha sido fundado en la noche solemneen que sentado bajo la higuera de Gaja, meditando sobre la miseria del hombrey buscando los medios de libertarse de estas existencias sucesivas, que no eranms que un cambio sin fin de miserias, el joven prncipe Cakya exclama:Nada es estable sobre la tierra. La vida es como la chispa producida por elfrotamiento de la madera. Aparece y se extingue sin que sepamos de dndeviene ni a dnde va.

    ...Debe de haber una ciencia suprema, en la cual podramos encontrar el

    reposo. Si yo la alcanzase podra llevar a los hombres la luz. Si yo fuera librepodra libertar al mundo... Ah!, desgraciada juventud, que la vejez ha dedestruir. [20] Ah! desgraciada salud, que tantas enfermedades destruye. Ah!desgraciada vida, en la cual el hombre permanece tan pocos das...! Si nohubiera vejez, ni enfermedad, ni muerte! Si la vejez, la enfermedad y lamuerte fuesen para siempre encadenadas!. Y la meditacin contina extraa,sublime, desolada. Todo fenmeno es vaco, toda sustancia est vaca; fuerano hay ms que el vaco. Y tambin, El mal es la existencia; lo que producela existencia es el deseo; el deseo nace de la percepcin de las formas ilusoriasdel ser. Todos estos son efectos de la ignorancia. As, pues, la ignorancia es,en realidad, la causa primera de todo lo que parece existir. Conocer estaignorancia es al mismo tiempo destruir los efectos4. La ciencia suprema es laignorancia cuando cesa de engaarse a s misma. Es al mismo tiempo lalibertad suprema, la cual posee cuatro grados recorridos sucesivamente por elBuche moribundo: conocer la naturaleza y la vanidad de todas las cosas, aboliren s el juicio y el razonamiento, alcanzar la indiferencia, llegar, en fin, a ladesaparicin de todo placer, de toda conciencia, de toda memoria. Aqu esdonde comienza el nirvana: toda luz se extingue, es la noche, la nada; pero la[21] nada se consuma nicamente en la ms alta esfera del nirvana, donde no

    existe ni aun la idea de la nada: ni ideas, ni ausencia de ideas, nada.

    El mal es la existencia, he aqu la primera y la ltima palabra delpesimismo. He aqu el extrao pensamiento en el cual se abstrae en estemomento algn piadoso indio, buscando la huella de los pasos de Cakya-

    4Max Muller,Ensayo sobre las religiones.

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    Monni sobre el mrmol del templo de Benares. He aqu el problema sobre elque meditan vagamente a estas horas millares de monjes budistas en la China,en la isla de Ceiln, en la Indochina, en el Nepal, dentro de sus conventos y desus pagodas, ebrios de sueos y de contemplaciones infinitas. He aqu el textosagrado que sirve de alimento intelectual a todos estos anacoretas, a todosestos sacerdotes, a todos estos telogos del Triptacay delLotus de la buenaley,a estas multitudes que piensan y que oran en torno suyo, y que se cuentan

    por cientos de millones. Tal es tambin el lazo misterioso que une estospesimistas del extremo Oriente, desde el fondo de los siglos y a travs delespacio, a estos filsofos refinados de la Alemania contempornea, quedespus de haber atravesado todas las grandes esperanzas de la especulacin,despus de haber agotado todos los sueos y todas las epopeyas de lametafsica, vienen saturados de ideas [22] y de ciencia a proclamar la nada detodas las cosas, y repiten con sabia desesperacin la frase de un joven prncipe

    indio, pronunciada hace ms de veinticuatro siglos en las orillas del Ganjes:El mal es la existencia.

    Ahora se comprende en qu sentido y hasta qu punto la enfermedad delpesimismo es una enfermedad esencialmente moderna. Es moderna por laforma cientfica que ha tomado en nuestros das, es nueva en las civilizacionesdel Occidente. Qu cosa tan extraa es este renacimiento del pesimismo

    budista al que asistimos, con todo el aparato de los ms doctos sistemas, en elcorazn de la Prusia, en Berln! Que 300 millones de asiticos beban a grandessorbos el opio de estas fatales doctrinas que enervan y embotan la voluntad, esya muy extraordinario; pero que una raza enrgica, disciplinada, tanadmirablemente constituida para la ciencia y para la accin, tan prctica, y almismo tiempo tan calculadora, belicosa y dura, lo contrario seguramente deuna raza sentimental; que una nacin formada de estos robustos y vivoselementos, haga una acogida triunfal a estas teoras de la desesperacin,resucitada por Schopenhauer, que su optimismo militar acepte con ciertoentusiasmo la apologa de la muerte y de la nada, es cosa que a primera vista

    parece inexplicable. [23] Y el xito de la doctrina nacida en las mrgenes delGanjes, no se detiene en las orillas del Spreo. La Alemania entera tiene fija su

    atencin en este movimiento de las ideas. La Italia con un gran poeta se habaadelantado a la corriente; la Francia, como veremos, la ha seguido hasta ciertopunto: tambin tiene sus pesimistas. La raza eslava no ha escapado a estaextraa y funesta influencia. Mirad esa propaganda desenfrenada delnihilismo, de la cual se asusta, no sin razn, la autoridad espiritual y temporaldel Zar, y que esparce por toda la Rusia un espritu de negacindesvergonzada y de fra inmoralidad. Mirad, sobre todo, esa monstruosa secta

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    de los Skopsy, de los mutilados que haciendo, como dice Leroy-Beaulier, unsistema moral y religioso de una prctica degradante de los harenes delOriente, materializando el ascetismo y reducindolo a una operacinquirrgica, proclaman por este vergonzoso y sangriento sacrificio, que lavida es mala y que es conveniente secar la fuente de ella. Esta es la forma msdegradante del pesimismo; pero es tambin su expresin ms lgica. Es un

    pesimismo para uso de las naturalezas groseras y arrebatadas que van derechasal fin del sistema, sin detenerse en las intiles elegas y en las elegantes

    bagatelas de los espritus cultos que pasan la vida lamentndose.

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    II

    Observemos de ms cerca la filosofa moderna del pesimismo, y tratemosde recoger sus primeros sntomas en el siglo XIX. La ocasin se nos presentacon la publicacin de los profundos estudios que jvenes escritores como M.Bouch-Leclercq y M. Anlard, han consagrado en estos ltimos aos aLeopardi, y que dando novedad sobre ciertos puntos al asunto5nos permitencomprender mejor el carcter de su obra. [25] Agradezco a M. Anlard elhaberse aplicado a poner de relieve el pensamiento del filsofo, borrado confrecuencia por los plidos resplandores del poeta y el lirismo del patriota.Hubiera deseado todava ms atrevimiento y decisin en el desempeo de estaidea. Qu importa que Leopardi sea menos dogmtico que los filsofosalemanes, que no tenga sistema y que su pesimismo derive de una negacin

    universal en vez de ser la deduccin de una teora metafsica? No es laausencia de todo sistema, un sistema tambin que ha figurado en el mundo,pues es el de los escpticos? Se nos dice que Schopenhauer ha querido fundarescuela y que en efecto la ha fundado, mientras que Leopardi, aunque hablavarias veces de su filosofas no escribe para propagar su doctrina. Quin losabe? Por ventura, un hombre poeta o filsofo, escribe para otra cosa que

    para esparcir sus ideas, y no es propagarlas el expresarlas con tanto brillo ycon tanta fuerza? Aquellas son razones muy endebles. Lamento que el jovenautor, hallndose en camino de un problema tan interesante no lo hayaresuelto; pero nos ha dado facilidad para resolverlo por la rica variedad dedocumentos que nos ofrece, las traducciones y los comentarios que hacoleccionado y que nosotros vamos a aprovechar. [26]

    Por qu el captulo titulado Leopardi y Schopenhauer, no es ms que uncaptulo episdico, uno de los ms insignificantes del libro en vez de ser elms importante? En estas pginas harto breves, trataremos de mostrar que haexistido produccin casi simultnea de las mismas ideas en el poeta italiano y

    5 Giacomo Leopardi, su vida y sus obras, por M. Boucher-Leclerq. Un captulo de

    losEnsayos sobre Italia, por M. Gebhart. Ensayo sobre las ideas filosficas y lainspiracin potica de G. Leopardi seguido de obras inditas,&c., por M. Anlard. No olvidemos que en este asunto, como en tantos otros, M. de Sainte-Renne habaabierto el camino por medio de un trabajo magistral publicado en laRevista de dosmundosel 15 de Septiembre de 1844, y recordemos que nuestro colaborador Mazadeha consagrado un estudio de una simpata muy decidida a los Sufrimientos de unpensador italiano,en la Revista de 1 de Abril de 1861.

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    en el filsofo alemn, sin que pueda observarse ninguna recproca influenciadel uno sobre el otro. Precisamente en el ao de 1818, mientras que en elretiro de su soledad amarga y enojosa de Recanati se presentaba en el alma deLeopardi esa fase tan grave que le haca pasar casi sin transicin desde elcristianismo a la filosofa de la desesperacin, fue el mismo ao en queSchopenhauer parta para Italia despus de haber entregado a un editor sumanuscrito deEl Mundo considerado como voluntad y comorepresentacin.El uno, confinado en la pequea ciudad que servia de crcel asu ardiente imaginacin; el otro impaciente de la celebridad que deba tardaran veinte aos, igualmente oscuros ambos, seguramente no se encontraron;es tambin cierto que Leopardi no ley jams el libro de Schopenhauer, queno deba propagarse hasta mucho ms tarde aun en Alemania, y queSchopenhauer no conoci hasta mucho tiempo despus, si es que lleg aconocerlo, el pesimismo de un escritor que [27] Niebuhr haba dado a conocer

    a sus compatriotas como un helenista, y que en Francia no era entoncesapreciado ms que como un poeta patriota.

    En cuanto a la cuestin de saber si Leopardi tiene derecho a ser colocadoentre los filsofos, basta comparar la teora de la infelicit,con lo que se hallamado la enfermedad del siglo la enfermedad de Werther y de JacoboUrtis, la de Lara de Ren y de Rolla6. Se ha hablado con poco fundamento del

    pesimismo de lord Byron o del de Chateaubriand; este no es, bienconsiderado, ms que una forma del romanticismo, el anlisis idlatra ymorboso delyodel poeta, concentrado respetuosamente en s mismo ycontemplndose hasta que se produce en l una especie de xtasis doloroso deembriaguez, dando gracias a Dios, de haberle hecho fuerte y solitario7,oponiendo su sufrimiento y su aislamiento a los goces de la multitud grosera,

    pagando a este precio su grandeza y esforzndose en hacer de la poesa unaltar digno de la vctima.

    La antigedad, que en este punto era del [28] sentir de Pascal, odiabaalyo,y lo proscriba: las costumbres, de acuerdo con el gusto general, a duras

    penas permitan estos desahogos de una personalidad llena de s misma, y

    aficionada naturalmente a dar demasiada importancia a sus tristezas y alegras.Los dioses, los hroes, la patria, el amor, sin duda tambin, pero en la

    6 M. Bouche Leclercq, ha tocado con acierto este punto interesante en varios pasajes de suobra sobre todo, pg. 75-76.

    7 Alfredo de Vigny,Moiss.

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    una experiencia, es de una experiencia generalizada; se trasforma en unconjunto de conceptos razonados y enlazados acerca de la vida humana.

    Es preciso ver cmo el filsofo, que Leopardi nota dentro de s, sedefiende por no haber lanzado en el mundo ms que el grito de un dolorntimo, cmo teme exponer su corazn dolorido a la curiosidad pblica, conqu orgullo rechaza la limosna de las simpatas que no ha solicitado y que leavergenza. No es ms que por un efecto de la cobarda de los hombres quenecesitan ser persuadidos del mrito de la existencia, por lo que se han queridoconsiderar mis opiniones filosficas como el resultado de mis sufrimientos

    particulares, y se atribuya a mis circunstancias materiales lo que es debidoslo a mi [31] entendimiento. Antes de morir quiero protestar contra estainvencin de la debilidad y de la vulgaridad, y suplicar a mis lectores quetraten de combatir mis observaciones y mis razonamientos, mejor que acusar a

    mis enfermedades8

    . Que exista un enlace entre las desgracias de esta vida yla dura filosofa en que se refugi el poeta como en un ltimo asilo, no ofreceninguna duda; no es posible separar la figura acongojada de Leopardi delfondo montono de sus pinturas y de sus doctrinas9; pero es preciso reconocerque por un esfuerzo meritorio de libertad intelectual, borra, hasta donde es

    posible, sus recuerdos personales para la solucin que da al problema de lavida. Eleva esta solucin a un grado de generalidad en que comienza lafilosofa; su pesimismo es un pesimismo sistemtico y no la apoteosis de sumiseria. Por un rasgo que quisiramos poner bien en claro, se distingue

    perfectamente de la escuela de los lricos y desesperados, en la cual se haquerido introducirle; no tiene ms que un parentesco muy lejano con los Rolla,que le han reclamado por hermano; [32] los sobrepuja por la altura del puntode vista csmico, al cual se eleva; ha querido ser filsofo, ha merecido serlo;lo es.

    Juzgumosle, pues, como l desea ser juzgado, y veamos con quexactitud la teora de lainfelicit,esparcida en todas las poesas, recuerda o,mejor dicho, anuncia las inspiraciones de la filosofa alemana contempornea.

    8 Carta a M. de Sinner, 24 Mayo 1832.9 M. de Anlard traspasa lo justo cuando toma al pi de la letra la protesta de Leopardi y

    examina, bajo este punto de vista, para refutarla, lo que l llama la leyenda dolorosa,formada por sus biografas.

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    UN PRECURSOR DE SCHOPENHAUER, LEOPARDI

    III

    No hay ms que tres formas de felicidad posible para la humanidad, tresmaneras de comprenderla y de realizarla. Se equivocara el que quisieraexcitar y torturar su imaginacin para inventar alguna felicidad indita; puedeasegurarse que esta felicidad entrara en los cuadros trazados de antemano, yesta es ya una prueba manifiesta de la pobreza de nuestra facultad de sentir, yde la esterilidad de la vida.

    O bien se cree poder alcanzar la felicidad en el mundo tal como es, enla vida actual e individual, sea por el libre ejercicio de los sentidos, la riquezay la variedad de las sensaciones; o ya por el desenvolvimiento de lasfacultades del espritu, el pensamiento, la ciencia, el arte [34] y las nobles

    emociones que de aqu resultan, o ya por la actividad heroica, el gusto de laaccin, la pasin del poder y de la gloria.

    O bien se trasporta la idea de la felicidad, se la concibe como realizablepara el individuo en una vida trascendente despus de la muerte: es laesperanza en la cual se precipita la muchedumbre de los que sufren, de los

    pobres, de los despreciados por el mundo, de los desheredados de loa vida; esel asilo abierto por las religiones, y particularmente por el cristianismo a lasmiserias sin remedio, y a los dolores sin consuelo.

    O bien, por ltimo, separndose del ms alltrascendente, se concibeun ms all terrestre, un mundo mejor que el mundo actual que cadageneracin prepara sobre esta tierra por sus trabajos y sus experiencias. Sehace el sacrificio de la felicidad individual para asegurar el advenimiento deeste ideal nuevo, nos elevamos al olvido de nosotros mismos, a la conciencia ya la voluntad colectiva, se goza de antemano con la idea de esta felicidad, parala cual se trabaja y que otros gozarn, se la quierepara sus descendientes ynos embriagamos con la idea de los sacrificios que reclama: este noble sueode felicidad de la humanidad futura sobre la tierra, por los descubrimientos dela [35] ciencia, por las aplicaciones de la industria, por las reformas polticas ysociales, es la filosofa del progreso, que en ciertas almas entusiastas seconvierte en una religin.He aqu las tres teoras de la felicidad en las cualesse halla agotada la imaginacin de la humanidad: estos son los tres estadosde la ilusin humana de Hartmann, sucesiva o intilmente recorridos por lasgeneraciones que se remplazan sobre la escena del mundo, y que cambiando

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    de creencia sin cambiar de desengao, no hacen ms que agitarse en el crculode un infranqueable error, la incorregible creencia en la felicidad.

    M. de Hartmann no tiene razn al pensar que estos tres estados de ilusinse suceden. Son simultneos, coexisten en la vida de la humanidad, no hahabido tiempo alguno en que no hayan estado representados; son tres razaseternas de espritus ms bien que tres edades histricas. A la hora en que yoescribo, no hay en la inmensa variedad de la sociedad contemporneaoptimistas del tiempo presente, optimistas de la vida futura, optimistas de laedad de oro que el progreso har surgir sobre la tierra? Adems, estos diversosestados muchos hombres los recorren en una sola vida: cualquiera de nosotrosha perseguido sucesivamente la imagen de la felicidad en los sueos de la vidaactual, en la [36] vida futura, en el porvenir de la humanidad. Por ltimo elorden de sucesin y de desenvolvimiento que M. de Hartmann seala, no es

    por ningn concepto un orden riguroso; todo hombre puede recorrer estasdiversas etapas en un orden diferente, hasta en un orden inverso; no es raro verun alma, despus de haber atravesado las ilusiones de la felicidad terrestre,detenerse y reposar en la fe de lo invisible y lo divino. Y al mismo tiempo noes imposible que esta evolucin se lleve a cabo de un modo contrario,comenzando por las ms nobles aspiraciones religiosas y concluyendo en laindolencia optimista.

    Leopardi atraves estos tres estados, y no detenindose en ninguno, hadescrito cada uno de ellos, y nos ha mostrado con rasgos singularmente

    enrgicos, por qu no se ha detenido, y el error de los hombres que piensanencontrar en ellos un abrigo. Hasta la edad de diez y ocho aos, suadolescencia soadora no franque sino rara vez los lmites de la fe religiosa.Emplea los recursos ya variados de su erudicin en componer una especie deapologa de la religin cristiana, elEnsayo sobre los errores populares de losantiguos (1815). Pero ya bajo esta nomenclatura de las supersticiones de laantigedad, dioses y diosas, orculos, apariciones, magia, al lado deapstrofes, a la religin del amor que [37] le encanta y le consuela en sus

    juveniles dolores, se encuentran ciertas seales del escepticismo futuro. Al

    mismo perodo de su vida pueden referirse susProyectos de himnoscristianosque animan ya de un modo tan triste el sentimiento del doloruniversal. Es ya un pesimista el que se dirige en estos trminos al Redentor:T lo sabias todo desde la eternidad; pero permites a la imaginacin humanaque te consideremos como el ms ntimo testimonio de nuestras miserias. Thas experimentado esta vida que es la nuestra; t has conocido la nada de ella;t has sentido la angustia y la infelicidad de nuestro ser... Y tambin en esta

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    suplica al Creador: Ahora voy de esperanza en esperanza, errando todo el day olvidndote, aunque siempre engaado... Vendr un da en que, no teniendoya otro estado al cual acudir, pondr toda mi esperanza en la muerte yentonces recurrir a ti... Esta hora del recurso supremo no lleg; en el mismomomento en que arrojaba con mano febril sobre su papel empapado delgrimas estos fragmentos de himno y de oracin, fue cuando percibi que elabrigo de su fe haba desaparecido de su vista y ya no quedaba nada;

    permaneci solo, en pie, con su precoz decrepitud, en medio de las ruinas desu cuerpo y de su alma ante un mundo vaco y bajo un cielo de bronce. [38]

    Tom su partido sin vacilar: pas de una fe ardiente a una suerte deescepticismo feroz y definitivo, que no admiti jams ni incertidumbre, nicombates, ni ninguna de estas aspiraciones hacia el ms all,donde se refugiaen una especie de voluptuosidad inquieta el lirismo de nuestros grandes poetas

    contemporneos. En Leopardi no hay nada parecido a estas turbaciones delalma, estas tristezas o a estas luchas psicolgicas, cuya expresin es tanconmovedora. Permanece inmvil en la soledad que se ha hecho. Apenasalgunas alusiones desdeosas de pasada al temor de las cosas de otromundo. En ninguna parte se menciona a Dios ni aun para negarlo. El nombremismo parece que se evita: cuando se ve obligado como poeta a hacerintervenir un ser que haga este papel, lo llama Jpiter. La Naturaleza,

    principio misterioso del ser, pariente prximo de lo inconsciente de Hartmann,aparece sola, frente al hombre, en la meditacin perpetua de lo desconocidoque abruma al poeta: a ella sola es a la que el hombre interroga sobre elsecreto de las cosas tan indescifrable para ella como para l. Estoy sometidaal destino, dice ella, al destino que lo ordena, cualquiera que sea la causa,causa que ni t ni yo podemos comprender. La Naturaleza y el destino, esdecir, las leyes ciegas e inexorables, [39] cuyos solos efectos aparecen a la luz,cuyas races se sepultan en la noche. Cuando el poeta pone en escena lacuriosidad del hombre sobre los grandes problemas, tiene una manera muy

    particular de buscar un desenlace. Las momias de Ruysch resucitan por uncuarto de hora; dan cuenta de cmo murieron. Y qu es lo que hay despusde la muerte?, pregunta Ruysch; pero el cuarto de hora ha trascurrido, las

    momias se callan.

    En otro lugar hay un extrao dilogo de un islands que, despus de haberesquivado la sociedad, ha huido de la naturaleza, y encontrndola frente afrente en el fondo del Sahara la apremia con preguntas, de las cuales cada unaes una queja. Por qu me ha enviado sin contar conmigo a este nuevomundo? Por qu, si me ha hecho nacer, no se ha ocupado de m? Cul es,

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    pues, su objeto? Qu pretende? Qu quiere? Es mala o impotente?. LaNaturaleza contesta que ella no tiene ms que un cuidado y un deber: darvueltas a la rueda del Universo, en la que la muerte es el sostn de la vida y lavida de la muerte. Pero entonces, responde el islandspuesto que todo loque se destruye sufre, puesto que lo que destruye no goza y es bien prontodestruido a su vez, dime lo que ningn filsofo sabe decirme: a quin agrada,

    pues, a quin es til esta vida [40] desgraciada del Universo, que no subsistems que por la ruina y por la muerte de todos los elementos que la componen?La Naturaleza no se toma el trabajo de contestar a su molesto interlocutor: dosleones hambrientos se arrojan sobre l y lo devoran, esperando la muerte a suvez sobre la arena del desierto.

    El silencio, he aqu la sola respuesta a estas grandes curiosidades que vana estrellarse contra un muro infranqueable o a perderse en el vaco. No hay,

    pues, felicidad que esperar bajo una forma trascendente. He aqu el primerestado de ilusin atravesado por Leopardi, o ms bien por la humanidad quelleva en l. Ha demostrado al hombre la sinrazn de sus esperanzas fundadassobre lo invisible. Pero al menos el hombre no podr gozar del presente,

    puesto que no tiene porvenir, tratar de engrandecer su ser por medio de losgrandes pensamientos y las grandes pasiones, confundirle con una inmolacinsublime ya con la patria que le har un hroe poderoso y libre, ya con otro seral cual le har donacin de un ser y se enriquecer con su propia felicidad? El

    patriotismo, el amor, la gloria, cuntas razones para vivir todava; aunque elcielo est vaco, cuntas maneras de ser feliz! Y si es preciso renunciar a lasquimeras del ideal, todo esto no es bien slido y [41] sustancial, todo esto noes la realidad misma bajo su forma ms noble y ms bella, y no vale la pena devivir?

    Nadie mejor que Leopardi, ciertamente, ha sentido en s el alma de lapatria. Leyendo suOda a Italiaparece que escuchamos a un hermano dePetrarca o un rival de Alfieri. El que escriba estos versos que todas las mentesitalianas han retenido, que todas las bocas repiten y que han valido, sin duda,muchos batallones de voluntarios al vencido de Novara y al vencedor de San

    Martino, es indudablemente un gran patriota, pero es un patriota desesperado.Ama a su patria, pero la ama en el pasado: no cree en su porvenir. Cuando hacelebrado en versos ardientes su gloria desvanecida, cuando ha evocado paradespertarla de su sueo el recuerdo de las guerras mdicas y entona,terminndolo, el himno interrumpido de Simonides, el desaliento se apoderade l ante la Italia cautiva y resignada. Y ya las poesas de esta poca quamargura respiran: Oh, gloriosos antepasados, conservis alguna esperanza

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    por nosotros? No hemos perecido por completo? Quiz tengis el poder deconocer el porvenir. Yo estoy abatido y no tengo ninguna defensa contra eldolor; oscuro es para m el porvenir y todo lo que alcanzo a distinguir de l, estal, que hace [42] que la esperanza me parezca un sueo y una locura 10. Losgrandes italianos, Dante, Taso, Alfieri, para qu han trabajado? En qu han

    parado definitivamente sus esfuerzos? Los unos han concluido por no creer enla patria; los otros se han estrellado en una lucha insensata. Dante mismo,qu ha hecho? Ha preferido el infierno a la tierra: hasta tal punto le era latierra odiosa! El infierno! Y qu regios, en efecto, no vale ms que lanuestra? Y sin embargo, menos pesado, menos doloroso es el mal que se sufre,que el hasto que sofoca. Oh, feliz t, que pesaste la vida llorando!. lmismo tambin descendi al fin de su vida a los infiernos en el poco a

    burlesco y trgico a la vez, el ms largo que ha escrito (ocho cantos y cerca detres mil versos), losParalipomenos de la Batrachomyomachia; mas fue para

    burlarse dura y tristemente de la ilusin patritica que haba hecho latir uninstante su corazn. Aqu, como en otros muchos puntos, podemos observarque el pesimismo se equivoca, como se engaa frente a la esperanza obstinadade una nacin, qu crimen contra la vida y contra la patria se puede cometerdesalentando estas grandes ideas, abatiendo las energas viriles de un hombrey de [43] un pueblo. El italiano que no hubiese cedido a un desaliento

    prematuro, que hubiese luchado hasta el fin contra la decepcin de loshombres y la transicin de la fortuna, estara ms inspirado que el poeta:treinta aos ms tarde el patriota hubiese tenido razn contra el desesperado.

    Pero no es slo el italiano el que es preciso ver en Leopardi, sino elintrprete de la humanidad. Estas grandes sombras antiguas a quienes haconsagrado tan bellos cantos, las evoca para hacerlas proclamar la locura de suherosmo y la nada de su obra. Bruto, el joven, es el que en 1824 lanza en unaoda famosa el anatema sobre estas inmolaciones sublimes que eran la fe de laantigedad y abdica de su patriotismo estril. No, yo no invoco al morir, ni alos reyes del Olimpo y del Cocyto, ni a la tierra indigna, ni a la noche, ni a ti,ltimo rayo de la negra muerte o memoria de la posteridad! Cundoaconteci que una tumba haya sido tranquilizada por los sollozos o adornada

    por las palabras de una vil multitud? Los tiempos se precipitan hacia lo peor ynos engaaramos mucho al contar a nuestros nietos corrompidos el honor delas almas ilustres y la suprema venganza de los desgraciados. Que en tornomo agite el pjaro rapaz sus alas! Qu este animal me despedace, [44] que el

    10 Ode Angelo Mai.

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    huracn arrastre mis despojos ignorados y que el aire lleve consigo mi nombrey mi memoria!

    La gloria literaria, esta gloria por la cual Leopardi mismo confiesa quesiente una pasin inmoderada, vale la pena que nos tomamos poradquirirla?Il Parininos hace ver claramente a qu se reduce este fantasma. Secreera leer una pgina de Hartmann; hasta tal punto se parecen losargumentos de los dos pesimistas. Nadie negar, dice Hartmann, que cuestamucho trabajo producir una obra. El genio no cae del cielo completamenteformado: el estudio que debe desenvolverlo antes que est lo suficientemaduro para producir frutos, es una tarea penosa, abrumadora, en que los

    placeres son raros de ordinario, salvo aquellos quiz que nacen de la dificultadvencida y de la esperanza. Si a costa de una larga preparacin se coloca uno enestado de producir algo, los solos momentos felices son los de la concepcin;

    pero bien pronto les suceden las horas largas de la ejecucin mecnica, tcnicade la obra. Si no estuviera aguijoneado por el deseo de concluir, si la ambicino el amor a la gloria no impulsaran al autor, si ciertas consideracionesexteriores no le obligaran a apresurarse, si en fin, el espectro del hasto no selevantara por detrs de la pereza, el placer que nos [45] podemos prometer dela produccin, no bastara para hacer olvidar las fatigas. Y la crtica envidiosae indiferente! Y el pblico tan limitado y tan poco competente! Que se

    pregunte cuntos hombres por termino medio, son accesibles de una maneraseria a los placeres del arte y de la ciencia11.

    Esta pgina de Hartmann es el anlisis ms fiel de los argumentos deIlParini,que termina de este modo: Qu es un gran hombre? Un hombre quemuy pronto no representar nada. La idea de lo bello cambia con el tiempo. Encuanto a las obras cientficas son pronto desacreditadas y olvidadas. Elmatemtico ms mediano de nuestros tiempos sabe ms que Galileo y

    Newton. Pues entonces la gloria es una sombra y el genio de quien es la nicarecompensa, el genio es un regalo funesto para quien lo recibe.

    Queda el amor, ltimo consuelo posible de la vida presente o, por mejor

    decir, ltima ilusin, pero la ms tenaz, que es preciso disipar paraconvencerse de que la vida es mala y que la ms feliz, vale menos que la nada.Es un error como todos los dems pero que persiste ms tiempo que los otros,

    porque los hombres creen alcanzar en l una sombra ltima de felicidad, [46]despus que han sido engaados en todo.Error beato,dice con frecuencia el

    poeta. Que sea error; qu importa, si este error nos hace felices? No, no nos

    11Filosofa de lo Inconsciente,III parte, XIII cap.

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    hace felices, aunque nos engae y nos atraiga sin cesar; es una fascinacinque, siempre est renaciendo, que cada vez nos deja ms desconsolados, y quecada vez se apodera ms de nuestro corazn apasionado de su mismo error. Lalucha del hombre con este fantasma que nunca deja de irritar su imaginacin,que no se deja conjurar, ni por la clera, ni por el desprecio, ni por el desden,ni por el olvido, con qu elocuencia est descrita en lasRicordanzeenelRisorgimento,enAspasia,sobre todo! Es conocida la historia de losinfortunios amorosos del poeta, para quien amar no fue ms que una ocasinde sufrir. Dos veces, sobre todo, su corazn fue ocupado, y dos veces fuedeshecho; en los dos extremos de su corta existencia, el fantasma pas cercade l, hizo brillar la alegra ante sus ojos, un relmpago de alegra bienfugitivo, y despus que el fantasma hubo pasado, el poeta, que haba credocogerle y estrecharle entre sus brazos, qued ms solo y ms desolado. Ququeris! El poeta era torcido y contrahecho, no tena ms que genio.

    Schopenhauer le hubiera explicado su caso en dos palabras: La estupidez, dice este terrible humorista, no repugna a [47] las mujeres. El genio es el quesuele desagradarlas como una monstruosidad. No es raro ver a un hombreimbcil y grosero, suplantar en el favor de ellas a un hombre lleno de talento ydigno de amor por todos conceptos. Por otra parte, qu esperar de lasmujeres?, aada, recordando un epigrama griego: tienen los cabellos largosy las ideas cortas!

    Leopardi no se veng de Aspasia con la misma brutalidad, permanecipoeta en su venganza; pero su irona no es menos cruel por ser ms fina.Leamos otra vez la elega que lleva este nombre, y en la que su corazn seexplaya. En el fondo se da cuenta de su error; es lo de todos los hombres, porlo menos de los que tienen imaginacin: no es la mujer la que ha amado, es la

    belleza de la cual ha credo encontrar en ella un rayo. La que acaricia elenamorado con la mirada, es la hija de su imaginacin, es una ideamuy

    parecida a la mujer, que el amante, en su xtasis confuso, cree amar. No es asta, sino a la otra,a quien l persigue y adora. Al fin, reconociendo su error,y viendo se ha equivocado, se irrita y acusa sin razn a la mujer. Rara vez elespritu femenino alcanza la altura de esta concepcin, y la mujer no suea ni

    podra comprender lo que inspira a ciertos amantes su belleza. [48]

    No hay sitio en estas frentes pequeas para un pensamiento tan grande.

    No son ms que falsas esperanzas las que el hombre se forja con elrelmpago luminoso de estas miradas; en vano es que demande sentimientos

    profundos, desconocidos y viriles a este ser frgil y dbil. No, no es a ti a

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    quien yo amaba, exclama el poeta, sino a esta diosa que ha vivido en micorazn y que en l est sepultada. La belleza, la angelica beltadecuyo espejoengaoso hace el encanto de la mujer sobre la cual se pone, la ha cantadotambin Leopardi en elPensiero dominante.Pero, qu es pues, esta bellezaque l celebra as? Qu puede ser esta cosa, que no es ms que idea, un dolce

    pensiero? El poeta nos lo dice: no es ms que una quimera, la sombra de unanada, pero que vana, y todo como es, se pega a nosotros y nos sigue hasta latumba.

    Si la belleza no es ms que una quimera, si el amor no es ms que otraquimera, la sombra de una sombra, debemos comprender por ah uno de losms sorprendentes fenmenos de la psicologa del amor, la asociacininevitable de esta idea y la de la muerte.

    El amor es fuerte como la muerte, la mujer es amarga como la muerte; aestas melanclicas palabras se encuentran a menudo en el [49] Cntico de loscnticos,en elEclesiates,y en losProverbios.Estos pensamientos, tanfrecuentes en la inspiracin de Salomn, abundan tambin en los lricos. Masen ninguna parte se ofrece un esfuerzo tan grande como el de Leopardi paraconvencernos bien de este fenmeno raro. El Amor y la Muerte sonhermanos gemelos: el Destino los engendr al mismo tiempo. Dos cosas tanhermosas no las hay en este mundo de aqu abajo, no las hay tan poco en lasestrellas. De la una nace el placer ms grande que se encuentra en la mar delser: la otra calma los grandes dolores... Cuando comienza a nacer en el fondo

    del corazn la pasin del amor, al mismo tiempo que ella, se despierta en elcorazn un deseo de morir lleno de languidez y decaimiento. Cmo es esto?Yo no lo s; pero tal es el primer efecto de un amor verdadero y poderoso. Lamisma doncella, tmida y reservada, que de ordinario al nombre de la muertesiente enderezarse sus cabellos, osa mirarla frente a frente, y en su almainocente comprende la dulzura de morir, lagentilezza del morir.Tratemos dedarnos cuenta de este singular fenmeno. Quiz cuando se ama, este desiertodel mundo nos aterra: se ve en adelante la tierra deshabitada sin esta novela,nica, infinita felicidad que concibe el pensamiento. Acaso tambin el [50]

    amante presiente la terrible tempestad que va a levantar en su corazn la luchade los hombres, la fortuna y la sociedad conjuradas contra su felicidad; tal vez,en fin, en el secreto temor de lo que hay de efmero en todo lo que es humano,la desconfianza dolorosa de s mismo y de los otros, el temor de no amar o deno ser amado algn da, lo cual parece ms horrible a los que aman que lanada misma. Es un hecho que, las grandes pasiones sienten instintivamenteque la tierra no puede contenerlas y que harn estallar el frgil vaso del

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    corazn que las ha recibido; por eso se refugian desde luego en el pensamientode la muerte como en un asilo. He aqu lo que nos sugiere el poeta cuyo

    pensamiento, a pesar de un grande esfuerzo, permanece alguna vez, indeciso,y a la pgina siguiente, baja este ttulo expresivo:A se stesso,encontramos, amanera de posdata, un comentario completamente personal de sus ltimasdesilusiones sobre el amor y los bienes de la tierra: Y ahora t reposars parasiempre, mi fatigado corazn. Ha perecido el error supremo que haba credoeterno para m. Ha perecido. En m, bien lo percibo, se extingui no slo laesperanza sino el deseo mismo de los caros errores. Reposa para siempre. Has

    palpitado bastante. No hay cosa alguna que merezca tus latidos y la tierra [51]no es digna de tus suspiros. Msero poeta! Qu hombre no ha escrito esteepitafio sobre la tumba en que ha credo sepultar su corazn, y qu hombre nolo ha dolorosamente desmentido ms de una vez?

    As, arrojado de asilo en asilo, del patriotismo estril y desconocido a lagloria, de la gloria al amor, el hombre no encontrar al menos un consuelo,hasta una felicidad, en este grande pensamiento del progreso que merecetrabajar sin descanso, que hace que nada se pierda del trabajo humano y quemuestra la miseria del mundo actual como el precio y el rescate de la felicidadque han de gozar nuestros descendientes? Este es el tercer estado de ilusin;Leopardi lo mide, como los otros dos, con una mirada intrpida que no quiereextraviarse con quimeras, sino ver claramente lo que es y lo que ser siempre,el mal de todos y la infinita vanidad de todo.

    No, el porvenir no ser ms feliz que el presente; ser, debe ser an msmiserable.El progreso! Pero de dnde podr sacar el hombre su principio ysu instrumento? Del pensamiento, sin duda; pero el pensamiento es un donfatal: no vive ms que para aumentar nuestra desgracia iluminndola. Valems mil veces ser ciego como el bruto y la planta. Henos aqu muy [52] lejosde la caa pensadora. El pastor errante sobre los montes del Himalaya, sedirige a la luna; condenada, como l, a un eterno trabajo; la toma por testigode que las bestias que guarda son ms felices que l; ellas, por lo menos,ignoran su miseria, olvidan pronto todo accidente, todo temor que atraviese su

    existencia, no experimentan el hasto

    12

    . Mirad la retama; crece feliz y tranquilasobre las faldas del Vesubio, en tanto que a sus pies duermen tantas ciudadessepultadas, tantas poblaciones presas de la muerte en el pleno triunfo y elorgullo de la vida. Ella tambin, la humilde retama, sucumbir tambin un daal poder cruel del fuego subterrneo; pero al menos perecer sin haber

    12Canto de un pastor errante.

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    levantado su orgullo hasta las estrellas, tanto ms juiciosa y ms fuerte que elhombre cunto que no se habr credo inmortal como l. 13Leopardi vuelvecruelmente la frase de Pascal. An cuando el Universo lo aplastara, elhombre sera, sin embargo, ms noble que l, porque el hombre sabe quemuere y la ventaja que el Universo le lleva. El Universo no sabe nada. Estoes precisamente lo que constituye nuestra inferioridad segn Leopardi; sabersin poder. [53] La planta y el animal nada saben de su miseria; nosotrosmedimos la nuestra. Y este sufrimiento no tiende a disminuirse en el mundo,sino al contrario. Las almas ms ilustradas, las ms delicadas adquieren tanslo ms aptitud para sufrir; los pueblos ms civilizados son los msdesgraciados. Este es tambin, como ya se sabe, el tema perpetuo del

    pesimismo alemn. La conciencia de la desgracia hace la desgracia msprofunda y ms incurable: la miseria de los hombres y las naciones sedesarrolla en proporcin de su cerebro, a medida que su sistema nervioso se

    perfecciona y se afina, y que ellos adquieren por ah instrumentos msdelicados, rganos ms sutiles para sentir el dolor, para acrecer su intensidad,para eternizarlo por la previsin y por el recuerdo. Todo lo que el hombreaade a su sensibilidad y a su inteligencia, lo aade a su sufrimiento.

    Tal es el sentido, que se hace claro con esta interpretacin de variosdilogos extraos y oscuros, elNomo y el Duende,Eleandro yTimandro,Tristn y su amigo,y de estaHistoria del gnero humano,donde seve renovarse despus de cada grande perodo este disgusto de todo lo que loshombres haban sufrido en el perodo precedente, y engrandecerse este amargodeseo de una felicidad desconocida, que hace su tormento, por [54] que esextraa a la naturaleza del Universo. Jpiter se cansa de cubrir a esta razaingrata con sus dones que tan mal se aprovechan y tienen tan mala acogida.Verdad es que el primero de estos beneficios haba sido mezclar a la vidaverdaderos males para distraer al hombre de su mal ilusorio, y para aumentar

    por el contraste el valor de los bienes reales. Jpiter no haba imaginado, porlo pronto, nada mejor para eso, que enviar al hombre una multitud variada deenfermedades y la peste. despus, observando que el remedio no obra a sugusto y que el hombre se aburre siempre, crea las tempestades, inventa la

    plvora, lanza cometas y regula eclipses para arrojar el espanto entre losmortales y reconciliarles con la vida por el temor de perderla. Por ltimo, lesconcede un incomparable presente, enva entre ellos algunos fantasmas deaspecto excelente y sobrehumano, que fueron llamados Justicia, Virtud,

    13La Ginestra.

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    Gloria, Amor de la patria, y los hombres se tornaron ms tristes todava, mstristes que nunca y ms perversos.

    El ltimo y el ms funesto regalo hecho a los hombres fue la verdad. Secae en un lamentable error cuando se dice y se predica que la perfeccin delhombre consiste en el convencimiento de lo verdadero, que todos sus males

    provienen de las ideas falsas y de la ignorancia. [55] Es todo lo contrario,porque la verdad es triste. La verdad, que es la sustancia de toda filosofa,debe ocultarse cuidadosamente a la mayor parte de los hombres, porque sino,se cruzaran de brazos y se echaran esperando la muerte. Procuremos concuidado sostener entre ellos las ideas que nosotros juzgamos falsas y seremosunos verdaderos bienhechores. Exaltemos las ideas quimricas que hacennacer los actos y los pensamientos nobles, la abnegacin y las virtudes tiles

    para el bien general, esas imaginaciones bellas y felices que son las nicas que

    dan valor a la vida. Pero la verdad, as que penetra en el mundo, cumple sutarea y todas estas ilusiones que hacan la vida tolerable, caen una por una; heaqu el slo progreso.

    La ciencia, a lo menos, ya que no la filosofa, no es capaz de consolarnoscon sus magnficos descubrimientos y sus progresos? Puede creerse que elsabio que ha tomado parte en los grandes trabajos de la filologa de su tiempo,que ha conocido a los eruditos ilustres, desde Angelo Mai hasta Niebuhr,mulo l mismo de estos sabios, y destinado, si hubiera querido, a un granrenombre de helenista, puede creerse que va a perdonar por eso a la ciencia?

    De ningn modo. Sabemos, con alguna sorpresa, que la ciencia del siglo XIXha decado tanto por la calidad [56] como por la cantidad de los sabios. Elsaber, o como se dice, las luces crecen en extensin sin duda; pero cuanto msacrece la voluntad de aprender ms se debilita la facultad de estudiar: lossabios andan ms escasos que hace ciento cincuenta aos. Y que no se digaque el capital intelectual, en vez de estar acumulado en ciertas cabezas, sedivide entre muchas y gana en esta divisin. Los conocimientos no son lomismo que las riquezas, que divididas o aglomeradas, hacen siempre la mismasuma. All donde todo el mundo sabe un poco, se sabe muy poco; la

    instruccin superficial quiz, no precisamente dividida entre muchos hombres,sino comn a muchos ignorantes. Lo restante del saber no pertenece mas que alos sabios: y dnde se encuentran los verdaderos sabios, a no ser quiz enAlemania? En Italia y en Francia lo que crece sin cesar es la ciencia de losresmenes de las compilaciones, de todos esos libros que se escriben enmenos tiempo que se leen, que cuestan lo que valen y que duran en proporcinde lo que cuestan.

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    Este siglo es un siglo de nios, que, como verdaderos nios, quierenhacerlo todo de una vez sin trabajo profundo, sin fatiga previa. Por qu noqueris tener en cuenta la opinin de los peridicos que dicen todo locontrario? [57] Lo s, responde Tristn, que no es otro que Leopardi,aseguran todos los das que el siglo XIX es el siglo de las luces, y que ellosson la luz del siglo: nos aseguran tambin que la democracia es una gran cosa,que los individuos han desaparecido ante las masas, que las masas llevan acabo toda la obra que hacan en otro tiempo los individuos, por una especie deimpulsin inconsciente o de temor divino. Dejad hacer a las masas, se nosdice; pero estando compuestas de individuos, qu harn sin los individuos?Ahora bien, a los individuos se los desalienta no permitindoles esperar nada,ni an esta miserable recompensa de la gloria. Se les discute, se les injuria, seles fuerza a ponerse al nivel de todo el mundo. En eso solamente, a pesar de loque dicen los peridicos que Leopardi persigue con clera, es en lo que difiere

    este siglo de los otros. En todos los otros, como en este, lo grande ha sido muyraro; solo que en los otros la mediana es la que ha dominado; en este es lanulidad. Pero este es un siglo de transicin. Donosa excusa! Pues todoslos siglos no han sido y no sern de transicin? La sociedad humana no sedetiene jams y su trabajo perpetuo es pasar de un estado a otro.

    Los libros y los estudios que a menudo me asusto de haber amado tanto,los grandes [58] proyectos, las esperanzas de gloria y de inmortalidad, soncosas de las cuales pas ya el tiempo de rerse; as que yo me guardo bien dererme de los proyectos y de las esperanzas de los hombres de mi tiempo; lesdeseo, con toda mi alma, el mejor xito posible; pero no les envidio ni a ellosni a nuestros descendientes, ni a aquellos que han de vivir mucho tiempo. Enotro tiempo, he envidiado a los locos, a los tontos y a los que tienen una granopinin formada de s mismos, y de buena gana me hubiera cambiado porcualquiera de ellos. Hoy ya no envidio, ni a los locos ni a los sabios, ni a losgrandes ni a los pequeos, ni a los dbiles ni a los poderosos; envidio a losmuertos, y slo por los muertos me cambiara. Tal es la ltima palabra deTristn sobre la vida y sobre la historia, sobre el siglo XIX y el progreso.Siempre este refrn lgubre y montono:Il commnn danno l'infnita vanit

    del tutto.

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    UN PRECURSOR DE SCHOPENHAUER, LEOPARDI

    IV

    He aqu las tres formas de la ilusin humana agotadas; ya no queda nadaque esperar ni en el presente, ni en el porvenir del mundo, ni en un ms allque nadie conoce. No debemos, pues, extraarnos de estos tristes aforismosque no son ms que la conclusin de la experiencia de las cosas en forma deresumen, y que se encuentran en las obras de Leopardi en cada pgina y encada estrofa: la vida es un mal: aunque sea sin dolor, es todava un mal. Nohay situacin tan desgraciada que no pueda empeorar; la fortuna ser siemprela ms fuerte, y concluir por romper la firmeza misma de la desesperacin.Cundo terminar l'infelicit?Cuando todo termine. [60] Los peoresmomentos son aun los del placer. Ninguna existencia vale, ni ha valido, nivaldr lo que la nada, y la prueba de ello es, que nadie querr volver a

    comenzarla. Escuchad el dilogo de un vendedor de almanaques y de untransente:

    Almanaques! Almanaques nuevos! Calendarios nuevos! Almanaques para el ao nuevo?S seor.Crees t que ser feliz este aonuevo?Oh! s seor, seguramente.Como el ao pasado?Mucho, muchoms.Cmo el otro?Mucho ms, seor.Cmo es eso; no te gustara queel nuevo fuese como cualquiera de los ltimos aos? No seor, no megustara.Cuntos aos van pasando desde que vendes almanaques? Haceveinte aos, seor.A cul de estos veinte aos quisieras t que se pareciese

    el ao que viene?Yo? No s decir a usted. No te acuerdas de ningn aoen particular que te haya parecido feliz? No ciertamente, seor. Y sinembargo, la vida es una cosa muy hermosa, no es verdad? Ya se sabe, Noquisieras volver a vivir estos veinte aos y aun todo el tiempo que hatrascurrido desde tu nacimiento? Ah! seor, ojala lo quisiera Dios as! Pero si debieras empezar de nuevo tu vida con todos sus placeres y todos sus

    pesares?No querra.Y qu otra vida quisieras [61] vivir; la ma, la de unprncipe o la de otro? No te figuras que yo, el prncipe u otro cualquiera,responderamos como t, y que nadie consentira en comenzar la misma vida?

    Lo creo.As, con esta condicin, t no volveras a empezarla? No seor,no, no quisiera comenzarla otra vez. Qu vida querras t, pues? Quisierauna vida, como Dios me la diera, sin otra condicin. Una vida al azar de lacual no se supiera nada de antemano, como no se sabe nada del ao nuevo? Precisamente.Si, es lo mismo que yo quisiera si fuera preciso volver a vivir;es lo que querra todo el mundo. Esto significa que no ha habido hasta ahoranadie a quien el azar no haya tratado mal. Todos convienen en que la suma de

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    mal ha sido para ellos mayor que la del bien: nadie deseara renacer acondicin de volver a empezar la misma vida con todos sus bienes y todos susmales.Esta vida que es una cosa hermosa, no es la vida que se conoce, sino laque no se conoce, no la vida pasada, si no la vida por venir.El ao que viene,la suerte comenzar a tratarnos bien a los dos y a todos los dems connosotros; este ser el comienzo de la vida feliz, No es verdad? Espermosloas.Ensame el ms hermoso de tus almanaques. Aqu lo tiene Vd., seor,vale treinta sueldos. Toma los treinta sueldos. Gracias seor. [62] Hasta lavista. Almanaques! Almanaques nuevos! Calendarios nuevos!

    Qu amargura en esta escena de comedia tan hbilmente dirigida por elcaballero, especie de Scrates desengaado! Alguna vez la irona es llevadahasta lo ms negro. El loco da cuenta al Nomo de que los hombres estnmuertos. Los esperis en vano, todos estn muertos, como se dice en el

    desenlace de una tragedia en que mueren todos los personajes. Y cmo handesaparecido esos pcaros? Los unos hacindose la guerra, los otrosnavegando; estos comindose entre s, aquellos ahogndose con sus propiasmanos; otros pudrindose en la ociosidad; otros gastando su cerebro sobre loslibros o en orgas o en otros mil excesos; estudiando, en fin, de todas manerasel ir contra la naturaleza y hacerse dao.

    No hay enemigo ms cruel del hombre que el hombre. Es lo que Prometeoha podido aprender a sus expensas en su apuesta con Momias, que meneaba lacabeza cada vez que el fabricarse del gnero humano se alababa ante el de su

    invencin. Se organiza la apuesta y los dos postores parten para el planeta.Llegados a Amrica se encuentran frente a frente con un salvajedisponindose a comer a su hijo; en la India ven una joven viuda quemadasobre la pira de su [63] marido, un borracho repugnante. Estos son brbaros,dice Prometeo, y parten para Londres. All, delante de la puerta de un hotel,ven una multitud que se estruja: es un gran seor ingls que acaba delevantarse la tapa de los sexos despus de haber matado a sus dos hijos yrecomendado un perro a uno de sus amigos. No es este punto por punto elcuadro sombro trazado por Schopenhauer? La vida es una caza interesante

    donde ya cazadores, ya cazados, los seres se disputan los pedazos de unahorrible ralea; una guerra de todos contra todos; una especie de historia naturaldel dolor que se rene de este modo: querer sin motivo, luchar siempre,despus morir y de este modo por los siglos de los siglos hasta que la cortezade nuestro planeta se deshaga en pequeos pedazos. Nos equivocamos aldecir que el pesimismo es menos una doctrina que una enfermedad del

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    cerebro? En este punto el sistema no revela ya crtica, viene derecho a laclnica: es preciso dejarlo en ella.

    En dos puntos solamente el pesimismo de Leopardi difiere del deSchopenhauer, y yo no vacilo en decir que el poeta es el ms filsofo de losdos, porque permanece en una medida relativa de razn. Estos dos puntos sonel principio del mal y del remedio. Del principio metafsico, [64] Leopardi nosabe nada ni nada quiere saber. El mal se siente y se aprecia: es una suma desensaciones muy reales, puro objeto de experiencia, no de razonamientos.Todos aquellos que pretendido deducir la necesidad del mal de un principio,sea la voluntadcomo Schopenhauer, sea lo inconscientecomo Hartmann, hanido a parar a teoras absolutamente arbitrarias, cuando no ininteligibles.Leopardi se contenta con establecer, por medio de la observacin, la leyuniversal del sufrimiento sin pretender formar con l una dialctica

    trascendente: siente lo que es, sin tratar de demostrar que debe ser as.Adems, como ignora el principio del mal, se guarda bien de oponerleremedios imaginarios, como los pesimistas alemanes que aspiran a combatir elmal de la existencia tratando de esclarecer sobre este mal a la voluntadsuprema que produce la existencia, persuadindola de que renuncie a s mismay que oponga la nada al ser. El slo remedio que el alma estoica de Leopardiopone al eterno y universal sufrimiento, es la resignacin, es el silencio, es eldesprecio. Triste remedio, sin duda; pero que est por lo menos a nuestroalcance:

    Nostra vita a che val? solo a spregiarla.[65]

    Nuestra vida para que sirve? Slo para despreciarla14.

    Se ve que no hemos exagerado nada al afirmar que Leopardi es elprecursor del pesimismo aloman. Anuncia esta crisis singular y profunda quese preparaba secretamente en algunos espritus, bajo ciertas influencias queser necesario determinar. Si se tiene en cuenta que el nombre deSchopenhauer permaneci casi desconocido en Alemania hasta 1837 y que lafortuna de sus ideas data de los ltimos veinte aos, no podemos menos dequedar sorprendidos de encontrar en el poeta italiano, en 1838, tanta afinidadde temperamento y espritu con la filosofa que deba seducir a la Alemania.Por instinto y sin profundizar nada, el poeta lo ha adivinado todo en estafilosofa de la desesperacin; sin ningn aparato cientfico, hay muy pocos

    14A un vincitore nel pallore.

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    argumentos que escapen a su dolorosa penetracin. Es, a la vez, el profeta y elpoeta de esta filosofa, es el vate en el sentido antiguo y misterioso de lapalabra: lo es con una sinceridad y una profundidad de espritu que no igualanlos ms clebres representantes del pesimismo. Por ltimo, lo que es algo;vivi, sufri y muri en conformidad perfecta con su triste doctrina,contrastando [66] evidentemente con la desesperacin completamente tericade estos filsofos, que han sabido siempre arreglar muy bien su vida yadministrar a la vez lo espiritual y lo temporal de la felicidad humana, susrentas y su gloria.

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    LA ESCUELA PESIMISTA EN ALEMANIA, SU INFLUENCIA, SU

    PORVENIR

    I

    Parece que el mundo de las ideas est sometido en todos los rdenes deproblemas al juego alternativo de dos doctrinas extremas.

    En todo el curso del siglo anterior, y en la primera mitad del nuestro, esevidente que el optimismo ha prevalecido en Alemania bajo formas y a travsde escuelas distintas. Hoy no cabe duda de que es el pesimismo el que tiende atriunfar, a lo menos por el momento15. [68] El pobre espritu humano semejarsiempre al paisano ebrio de Lutero, que cae ya a la derecha, ya a la izquierda,incapaz de mantenerse en equilibrio sobre su montura.

    La Alemania del siglo XVIII, esto es, la inmensa mayora de lasinteligencias que representan su vida moral, permanecen fielmente adheridas ala doctrina que haba enseado Leibniz, que Wolf haba sostenido, y que, porotra parte, se hallaba fcilmente de acuerdo, lo mismo con los dogmas de lateologa oficial, que con el desmo sentimental de Pope, de Rousseau y dePaley, en gran boga por entonces en esta poblacin de pastores y de filsofosde Universidad, durante el grande interregno filosfico que va desde Leibniz aKant. Apenas s en esta quietud de espritu y de doctrina penetran algunosecos de los sarcasmos de Voltaire, repetidos por su real discpulo, el granFederico, y los espritus libres que viven dentro del radio de la pequea costa

    de Postdam. La triste alegra de Cndido se ahog al atravesar el Rin; estepueblo religioso y literato persiste en repetir que aqu abajo todo estdispuesto por una Providencia benvola para la felicidad eterna del hombre, yque este mismo mundo es el mejor de los posibles.

    Ms tarde, cuando cambia la escena de las ideas, cuando aparece Kant ytodos estos [69] ilustres conquistadores del mundo filosfico, salidos dela Crtica de la razn pura,Fichte, Schelling, Hegel, el optimismo particularde Leibniz desaparece; pero el optimismo, aunque modificado, subsiste. Hay,

    15 Debemos sealar un libro de M. James Sully, que acaba de aparecer bajo el

    ttulo:Pessimism a history and a criticism,London 1877.Es una historia y un estudio muy

    completo; no nos equivocamos al decir que esta cuestin es hoy la orden del da de la

    filosofa. El sabio y distinguido autor de Sensation and Intuition,nos ofrece en este nuevo

    libro un contingente de observaciones y de noticias exactas, de las cuales habremos de

    aprovecharnos, aunque el punto de vista en cual vamos a colocarnos, sea completamente

    distinto del suyo.

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    sin embargo, desde entonces, una vaga tendencia a despreciar la vida y a nodarla su verdadero valor. Se han entresacado cuidadosamente algunos pasajesteidos de pesimismo en Kant; se nos recuerda que Ficthe ha dicho: Que elmundo real es el peor de los mundos posibles. Nos presentan estas

    proposiciones de Schelling: El dolor es una cosa necesaria en toda vida...Todo dolor tiene su origen exclusivo en el solo hecho de existir. La inquietudde la voluntad y del deseo que fatiga a toda criatura con sus demandasincesantes, es, en s misma, la desgracia16. Ya se siente aqu la vecindad deSchopenhauer. La filosofa hegeliana no es hostil al pesimismo; lo concibecomo una de las fases de la evolucin universal. segn Hegel, ya se sabe, todaexistencia finita est condenada a la ley dolorosa de destruirse ella misma porsus contradicciones. Esta ley del sufrimiento, que resulta de la divisin y de lalimitacin de la [70] idea, contiene un principio de pesimismo que Volkelt hahecho ver claramente17.

    Se comprende bien el inters que Schopenhauer y Hartmann han de teneren buscar precedentes, y por decirlo as, un parentesco honroso para su teora.Mas si de cerca se considera, no se ve en esto ms que analogas superficialesy alianzas de ideas ms que dudosas. Hay un pesimismo emprico que seconcilia muy bien con el optimismo metafsico: este es el punto de vista enque es preciso colocarse para juzgar la cuestin en los principalesrepresentantes de la filosofa alemana desde Kant. Todos ellos estn unnimesen la apreciacin severa de la vida, considerada en sus aspectos inferiores y enla realidad sensible, y no obstante, en el conjunto de estas doctrinas, lo quedomina, es la solucin optimista del problema de la existencia. Kant nosensea, sin duda, hasta qu punto la naturaleza es poco favorable a la felicidadhumana; pero la verdadera explicacin de la vida, la ltima razn de las cosas,debe ser buscada fuera del orden sensible, en el orden moral, que constituyedespus de todo, el solo inters del soberano legislador, y la sola explicacinde la [71] naturaleza misma. Lo mismo acontece con Fichte, para quien losfenmenos sensibles, la apariencia de la materia, no es ms que una escenatransitoria preparada para un fin nico, el cumplimiento del deber, la accinlibre del yo que persigue en su reaccin contra el mundo exterior, y en su

    conflicto con la sensacin, el ms alto carcter que le es posible alcanzar. Encuanto a Schelling, en su segunda fase, sealada por su clebre obra Filosofa

    16Filosofa de lo Inconsciente, 2 v., pg. 354. Comparar estas proposiciones con las deSchopenhauer;El mundo como voluntad y representacin,2 parte.

    17Lo Inconsciente y el Pesimismo.

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    y religin,saca el smbolo de su metafsica de la doctrina cristiana de la cada.En ella se encuentra la historia trascendente de la ruptura de la unidad

    primitiva, la certidumbre del retorno final a la unidad, y asocia a esta obra a lamisma naturaleza rescatada y espiritualizada con el hombre, despus de habercado con l en el pecado y la materia. As, despus de haber puesto bajonuestros ojos las ms tristes pinturas de la naturaleza sombra y de la vidadesolada por el mal, Schelling nos conduce a una solucin final que esindudablemente una especie de optimismo teolgico. tambin es sta, aunque

    bajo otra forma, la solucin de Hegel sobre el valor del mundo y de la vida. Laidea, en un principio dividida, errando fuera de s, tiende a volver a s por laconciencia del mundo.

    Este devenirdel espritu, este proceso del mundo, que sin cesar secontina a travs del [72] drama variable de los hechos, he aqu la verdadera

    teodicea, la justificacin de Dios en la historia.Seguramente estaba all el optimismo de la evolucin universal y del

    progreso necesario; en todas estas doctrinas hay un fin cierto asignado almovimiento del universo, una razn divina envuelve, como en un tejidomaravilloso, todos los fenmenos, hasta los ms insignificantes y ms raros dela naturaleza y de la historia, y, atrayndolos en series determinadas, losimpide desbarrar o perderse en lo intil; es un orden providencial a su modo,que se cumple en todo momento, y del cual el pensador, colocado en elverdadero punto de vista, es testigo inteligente. Estas ideas han dominado el

    espritu alemn en la primera parte de este siglo; Leibniz, Kant, Hegel, habansido sucesivamente sus maestros, pero todos lo conducan y lo mantenan envas paralelas, al cabo de las cuales, la razn perciba un fin digno de ella,digno de que se venciesen por alcanzarlo todos los obstculos y peligros delcamino, digno de que el hombre soporte sin quejarse el peso de los das, lasenormes cargas, las miserias y las aflicciones sin nmero. Una gran parte dela Alemania filosfica parece arrastrada ahora en una direccincompletamente contraria. Es esto ms que una moda pasajera, [73] uncapricho de la imaginacin, una rebelin contra los abusos de la dialctica

    trascendente, una reaccin violenta contra la tirana especulativa dela idea, contra el despotismo de la evolucin universal, comparadas con lacual las miserias individuales no son nada. Lo que hay de seguro es que lasmiserias individuales se han rebelado un da como cansadas de servir a finesque ellas no conocan; es que los destinos humanos han concluido porvolcar el carro que los trituraba bajo sus ruedas de bronce. No pudiendoemanciparse del dolor, han protestado contra las razones dialcticas que

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    queran imponrselo como una necesidad saludable, y naci el pesimismo. Ala hora presente existe toda una literatura pesimista, floreciente en Alemania,y que tambin ha intentado, no sin xito, algunas excursiones y conquistas alos pases vecinos. Y no es solamente en los dos nombres de Schopenhauer yde Hartmann, el uno ya clebre, el otro investido de una notoriedad creciente,en los que se resume esta literatura, o si se quiere, esta filosofa. Schopenhaueres el jefe del coro, y despus de l se encuentra en segundo lugar y sinninguna afectacin de modestia el joven sucesor ya designado, presto cuandole llegue la edad a hacer el primer papel y a empuar el bastn de mando, el[74] cetro del coro. Pero este coro es numeroso y compuesto de voces que nocantan siempre al unsono, que pretenden ser independientes hasta cierto

    punto, quedando unidas todas en el acorde fundamental.

    Entre los discpulos de Schopenhauer, al lado o por debajo de Hartmann

    es preciso citar particularmente a Frauenstdt, Taubert y Julio Bahnsen.Rindiendo culto a la memoria del maestro, del cual ha publicado lacorrespondencia y las conversaciones, Frauenstdt trata, sin embargo, desuavizar algunos rasgos demasiado duros de la teora, llegando a negar que eltrmino pesimismo convenga en todo rigor a un sistema que admita la

    posibilidad de destruir la voluntad y de sustraer de este modo el ser a lostormentos que ella le impone.Esta tendencia a aceptar el hecho de la miseriadel mundo como inseparable del ser, y, no obstante buscar en los lmites del

    pesimismo fuentes de consuelo inesperado, se advierte ms claramente enTaubert. En su libro tituladoEl Pesimismo y sus adversarios, reconoce, conSchopenhauer, que el progreso trae consigo una conciencia cada vez ms

    profunda del sufrimiento que acompaa al ser y de la ilusin de la felicidad,pero manifiesta la esperanza de que se podr triunfar en parte de esta miseriapor los esfuerzos [75] combinados del gnero humano, que, sometiendo ms yms los deseos egostas, darn al hombre el beneficio de una paz absoluta yreducirn as en gran parte la desgracia del querer-vivir.La melancola mismadel pesimismo, dice Taubert, se trasforma si se examina de cerca en uno de losms grandes consuelos que se nos pueden ofrecer, no slo trasportar nuestraimaginacin ms all de los sufrimientos reales a los que cada uno de nosotros

    est destinado, y de este modo encontramos cierta ventaja relativa, queaumenta de cierto modo, los placeres que la vida nos concede y se duplicanuestro goce. Cmo acontece esto? La razn que nos da no carece deoriginalidad: El pesimismo nos ensea que toda alegra es ilusoria, pero notoca al placer mismo, lo deja subsistir a pesar de su vanidad demostrada, sloque lo encierra en un marco negro que hace resaltar mejor el cuadro. Porltimo, Taubert insiste sobre el gran valor de los placeres intelectuales, que el

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    pesimismo, segn l, puede muy bien reconocer, y que deben enlazarse en unaesfera superior como las imgenes de los dioses, libres de todo cuidado yesparciendo sus luces sobre los abismos tenebrosos de la vida, rellenos ya desus tormentos, ya de alegras, que terminan en penas! M. James Sully haceobservar con finura que Taubert le hace el [76] efecto de un optimista cado

    por equivocacin o por un paso en falso en el pesimismo, y que hace intilesesfuerzos por salir de este atolladero.

    Al paso que Taabert representa la derecha del pesimismo, Julio Bahnsenrepresenta la extrema izquierda de la doctrina. De este modo se presenta en suobra titulada laFilosofa de la Historia; y as se produce con ms exageracinan en su presente libro, provisto de este ttulo terrible: Lo trgico como leydel mundo! En todo lo que concierne al pesimismo y al principio irracional dedonde se deriva traspasa el pensamiento de Schopenhauer: para l, como para

    su maestro, el mundo es un tormento sin tregua que lo absoluto se impone a smismo. Pero va ms lejos que su maestro al negar que exista ningunafinalidad, ni aun inmanente en la naturaleza, y que el orden de los fenmenosmanifieste ningn enlace lgico. No slo sostiene el principio de la escuela, asaber, que toda existencia es necesariamente ilgica en tanto que esmanifestacin de la voluntad; para l la existencia es ilgica, en su contenidolo mismo que en su forma. Adems de la sinrazn de la existenciaconsiderada en s, hay una sinrazn fundamental en el orden de las cosasexistentes. Se comprende que Bahnsen, al negar toda cooperacin de la raznen el mundo rechace la sola [77] forma de placer puro conservada porSchopenhauer, el placer de la contemplacin intelectual, y de la creacin porel arte, el goce esttico y cientfico. Cmo podra encontrarse tal goce en unmundo en que no hay ya ni orden lgico, ni armona de ninguna especie, en un

    puro caos de fenmenos y de formas? La observacin del universo y larepresentacin de sus formas en el arte, lejos de ser una fuente de alegratranquila, no pueden ms que traer nuevos tormentos a un espritu filosfico.La esperanza misma de un aniquilamiento final, que es el remedio supremo

    propuesto por Schopenhauer al mundo desdichado, es para Bahnzen una purailusin. Su disposicin pesimista es tal, dice Hartmann, y le hace tan

    apasionado para lo que hay de desesperado en su punto de vista, que se sienteturbado en su tristeza absoluta cuando se le presenta una perspectivacualquiera de consuelo. Esta vez podemos estar seguros de que tocamos alltimo trmino a la ltima evolucin del pesimismo alemn. Esta vez laapuesta ha sido llevada hasta el fin, y si no hay apuesta, digamos que la locuradel sistema est completa. Bahusen puede decir con orgullo al pesimismo:No irs ms all.

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    nuevo diremos a nuestros lectores, recordndoles que ms de una pgina delosDilogos filosficosrecientemente publicados, tiene un color pronunciadode pesimismo. No se trata aqu, sin duda, de una de esas teoras violentas, sinmezclas, que pretenden resolver el enigma total de un solo golpe y secontentan con volver contra s mismo el dogmatismo de los pesimistas,oponiendo un fin negativo o la ausencia de fin a los fines razonables y divinos,y el desprecio absoluto de la vida a la estima que de ella deben tenerrazonablemente los hombres. Hay muchas atenuaciones, restricciones de todasuerte, hasta apariencias de contradiccin a la idea pesimista que parece habersido la gran tentacin del autor mientras meditaba o escriba estos conflictosde inspiraciones y de pensamientos encontrados, expresados con unasinceridad a veces dramtica, no son uno de los menores atractivos de estaobra perturbadora y turbada. Mas no es posible negar que a las influenciashasta entonces dominantes de Kant y de Schelling, haya venido mezclarse en

    la inspiracin de este libro, la influencia de Schopenhauer. La lucha de estosdos [81] espritus es visible de una pgina a otra, y a menudo en la mismapgina.

    Kant es el que inspira algunos bellos pensamientos sobre la vida humanay el mismo mundo inexplicables sin la finalidad moral, y tambin la notableconfesin de que lo que hay de mejor en el