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1 9 5 8 - 2 0 1 3 1 9 5 8 - 2 0 1 3 1 9 5 8 - 2 0 1 3 en la memoria de su gente Oriente Edición Especial Puerto La Cruz, 29.8.2013

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en la memoria de su genteOrienteEdición Especial

Puerto La Cruz, 29.8.2013

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La historia que es de uno y de todos

Historias particulares, lenguajes propiosPERFILGUILLERMO GARCÍA CAMPOS

PERFILJOSÉ FÉLIX DIAZ BERMÚDEZ

Nació en Mar-garita y creció en Anaco. Resi-de en Cumaná desde hace 43 años. Soció-logo, locutor y realizador audiovisual Fue director de Cultura del estado Sucre (1990/1992 y 1997/1998). Fue director de Cultura y Extensión de la UDO, 2002/2008. Es director de las emisoras FM Musical 100.3 (Cumaná) y FM Musical 94.1 (Carúpano).

Abogado, historiador, investigador, profesor universitario y biógrafo del Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre. Es articulista de El Tiempo y de otros dia-rios naciona-les, así como de revistas científicas internaciona-les. Es autor de “Juicios y Sentencias a

Presi-dentes de Vene-zuela”, entre otros libros.

- Así como están los historiadores y los escritores que se inclinan por el tema his-tórico, están otras voces: las de la gente de a pie que narra, de manera coloquial, la historia de una ciudad, de una localidad, de una región.

-Esa es la otra historia. La historia cotidiana, la historia vivencial de los pueblos. La historia que es de uno y es de todos, la historia común. Esto a veces se olvida, y es lo que acertada-mente nos recordaba Lucien Febvre al señalar que un poema, un cuadro, un drama, y tantas otras creaciones y realidades forman parte de la histo-ria viva y humana, que nos expresa y nos identifica, pero que es necesario estudiar y sistematizar para tener conciencia de su significado y tras-cendente valor histórico. La historia antes de estar escrita y de ser formal, es la vida de las gentes, una rica, fe-cunda y compleja multiplicidad de

- ¿En qué complementan los periódicos la tarea formal o académica de escribir la historia?

- Si bien los escritos históricos no son la historia, la escritura es el me-dio por excelencia merced al cual la cultura se hace perenne, pero no es el único vehículo. La arquitectura, la tecnología, la literatura, la músi-ca, las artes escénicas, las artes de pesca y navegación y, en general, los hábitos socioculturales, cuentan his-torias particulares, tienen lenguajes propios, se nutren de saberes popu-lares y académicos que se hacen bien patrimonial colectivo, material o in-material. Más que complementario, el papel de los medios al escribir la historia es fundamental, por siste-mática, por su prolijidad cronológica, por su diversidad y abundancia, y ac-cesibilidad al pueblo, pero además de eso porque son valiosos vehículos de difusión y archivo de la memoria de los pueblos.

hechos que realizamos todos los días.

- ¿Por qué parece pertinente que se in-tente escribir la historia desde una óptica periodística?

- El periódico es una fuente documental para la historia. Un ejemplo: al estudiar periódicos de aquí fundados en los siglos XIX y XX como “El Eco de Barcelona”, “El Partido Liberal de Oriente”, “El Re-publicano”, “El Poder Civil”, “La Re-forma”, “El Civismo”, “Las Noticias”, “El Centinela Restaurador”, “La Voz de Barcelona”, encontré valiosos aportes en el proceso de formación de la República moderna desde en-tonces, y contenía la opinión local con planteamientos avanzados para el país. Los pueblos escriben su historia y la prensa es un buen testigo y agente de ella.

- UN VIEJO PROVERBIO DICE QUE “TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR”, ¿QUÉ OPINA DE ESTA AFIRMACIÓN?

- Ningún tiempo pasado fue mejor. En todo caso, se trata de cómo asu-mamos el compromiso con el tiem-po en el que nos corresponda vivir. El tiempo de hoy tiene que ser bueno para nosotros, tenemos a disposición herramientas y recursos como nunca antes ninguna sociedad tuvo para hacer la vida más gratificante, más digna, pero algunos hemos errado al creer que las respuestas caerán del cielo, que otros harán por nosotros las cosas necesarias para que eso ocurra. Tenemos responsabilidad no sólo con nosotros, sino con quienes nos habrán de suceder, de construir un mundo, un país, una ciudad, una calle, una familia en consonancia con las elementales normas de con-vivencia ciudadana y con el medio ambiente. Conocimiento, pro-yectos concretos, decisión,

La facilidad con la que el orien-tal evoca el pasado, la fuerza con la que narra episodios del ayer y la naturalidad con la que los compara con lo actual, se mezclan en esta edición aniversaria, en el marco de la conmemoración de los 55 años de El Tiempo, publi-cación madre de todo el conglo-merado que conforma Editores Orientales.

Difícil tarea periodística pre-sentar esos testimonios sin caer en el pesimismo por contraste: comparar el antes y el ahora y sentir que en el pasado la vida era más noble; que las generaciones activas en aquel entonces dejaron perder lo conquistado.

Esta dura misión encontró en lo anecdótico de las palabras y en la chispa de los nacidos en estas tierras, un dejo de esperanza, de posibilidad de pasar los momen-tos difíciles que cada época tiene, tuvo y tendrá.

Este ejercicio muestra un lado quizá un poco soñador: Si las generaciones de ahora entien-den qué pueden rescatar de las anteriores, se abre la posibilidad de vislumbrar un porvenir que apunte hacia la convivencia respetuosa, en el que los que estudian y los que se esfuerzan honradamente se vean recom-pensados, donde se rescate la ca-lle como campo en el que se hile fino hacia los cambios positivos, y se recalque la responsabilidad individual como tránsito hacia el bienestar colectivo.

“Puedes decir que soy un soña-dor, pero sé que no soy el único”, dijo John Lennon en “Imagine”. Vale la pena soñar.

Responsabilidad individual y colectiva

Impreso en los talleres de Editores Orientales, C.A. Puerto La Cruz, agosto de 2013

EQUIPO DIRECTORA-EDITORA: Gioconda de Márquez PRESIDENTA EJECUTIVA:

María Alejandra Márquez DIRECCIÓN: Edder Díaz. EDICIÓN: Jhonny Mendes y Edder Díaz. EDITOR GRÁFICO: Yonathan González. CONCEPTO GRÁFICO: Claudia Sofía Verde. FOTOGRAFÍAS:

Equipo de reporteros gráficos de El Tiempo PRODUCCIÓN DE PORTADA:

Yonathan González y José Barrios.

- ¿Qué opina de que esta edición aniversa-ria sea un acercamiento a la historia de la región que se nutre de distintas voces, de una diversidad de perspectivas?

- Es una acertada iniciativa. La his-toria es plural, es una construcción social, y sólo así entendida seríamos capaces de participar en ella con un mejor sentido histórico como ciuda-danos y como República, tal y como lo expresaban aquellos periódicos anzoatiguenses en tiempos muy difí-ciles para el país. Un valioso concepto que encontré en “El Republicano” de 1889 señalaba: “…cimentar a la Re-pública sobre las sólidas bases de la concordia nacional”, es la voz del pa-sado absolutamente válida hoy para que construyamos con diversidad de perspectivas los valores de un país: la libertad, la democracia, el derecho, el progreso y la civilización. Esa es la vi-sión de la historia como debe ser.

disciplina, constancia, compromiso, honestidad, trabajo y pasión son las claves para lograrlo y la historia, un manual operativo para errar menos.

- ¿Qué valor tiene que la historia escrita de la región conjugue la visión de distintas personas, unas son protagonistas de los he-chos y otras testigos?

- Contar es una prerrogativa personal, una libertad entrañada en las cualidades pensantes y de discernimiento de los in-dividuos. Es una garantía fundamental, una promesa al ser humano que define la emancipación, la ruptura con la alie-nación a voces distintas a las decididas por nuestro libre albedrío. Libertad de pensar, libertad de expresar lo pensado, ese es un camino expreso al desarrollo humano. Más voces: más libres. Más di-versidad: más pluralidad, más viabilidad para los proyectos humanos; unidad de esfuerzos, desentrañamiento colectivo de las claves para vivir.

EDICIÓN ESPECIAL 55º ANIVERSARIO EL TIEMPO

OTRO PRODUCTO DE

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TAMBIÉN SE HACÍA AGUA DE MAÍZ; EL MAÍZ SE SANCOCHABA Y A ESA AGUA SE LE ECHABA LECHE Y ENDULZABA, ¡UMM! ERA MUY SABROSA”.

DORYEL SALAZAR

Doña prisca recuerda cómo era “clarita” el agua de las playas, “en las que abundaban los caracoles, cangrejos y chipichipis” / FOTO: CORTESÍA GLENN SARDI

[LECHERÍA]

¡Cómo extraño aquella Lechería tranquila! Yo nací en El Cerro El Mo-rro. Era muy bonito, todo verdecito y se ponía amarillo cuando llegaba el invierno, pues abundaban los ár-boles de Palosano y de Guamache. Nada igual a lo que es ahora. No había edificios, sólo el fortín de los Españoles con una muralla bonita, pues abajo, en todo el borde del cerro, era donde estaban todos los ranchos y en la parte de arriba de El Morro sólo había un cementerio de niños, porque los adultos que morían se enterraban en Puerto La Cruz: el cuerpo se llevaba a pie por toda la orilla de la playa.

Lo que hoy es la ciudad de Leche-ría era pura tierra, no tenía calles, casas ni rancherías. Recuerdo que al cavar la tierra salía agua dulce, pero mi familia siempre iba a bus-car el agua al río Neverí, caminan-do. Todo se hacía a pie en la vieja Lechería.

Se vivía tranquilo, sin inseguri-dad ni malandros. En los ranchos no había lujos, sólo colchonetas, hamacas y chinchorros, y al llegar la noche nos alumbrábamos con la luz de la luna y de las lámparas de kerosene. No había electricidad.

En el cerro teníamos una escue-la en la que se veía clases de lunes a viernes todo el día y los sábados medio día. Recuerdo que se canta-ba el Himno Nacional y cuando lle-gaba el invierno, yo llevaba un va-sito lleno de arena y subía el cerro a buscar ramitas de palosano para sembrar un árbol.

Para ir a la escuela no había uni-forme, íbamos en cholita. Había una bodeguita que era del señor Santos Marval y también estaba una farmacia donde se vendía de todo, era como el Farmatodo de ahora y el dueño fue el doctor Aní-bal Carrasquel.

Lo que es hoy el Complejo Turís-tico El Morro eran puros manglares y salinas. ¡Qué tiempos aquellos! Todo era bonito. Las playas eran azulitas y el agua sabrosa. Se saca-ba buena pesca y en grandes can-tidades. Recuerdo que mi mamá vendía lebranches y carites a un bolívar junto a la Catedral de Bar-celona, y con ese dinero hacía el mercado para la casa. No se estaba pendiente de la política, sino de ir a la playa, buscar leña arriba en el ce-

PERFILPRISCA SALAZAR

Tiene 86 años. Nació el 18 de enero de 1927, en el Cerro El Morro. Tuvo nueve hijos, tres en

el “cerro”, y seis en la ciudad de Lechería. Se casó con Luis López, quien tiene 91 años de edad y durante 27 años ha sido responsable de pasear la ima-gen de la Virgen del Valle en su embarcación “La Cubana I”. Es ama de casa.

rro para hacer las comidas y jugar tranquilos.

La única autoridad del pueblo era un cabo de resguardo, quien se encargaba de vigilar toda la costa en las noches, cosa que no se ve en estos tiempos.

La primera casa en Lechería la hizo Manuel Arcia, el mismo que fundó el sector Palotal (Barcelo-na). Fue en ese entonces cuando comenzó la construcción de casas de concreto. Yo me mudé a Leche-ría el 23 de diciembre de 1949. No recuerdo cuándo tuvimos electri-cidad ni agua por tubería porque nos surtían camiones cisternas y gratis.

Anhelo ver los alcatraces, cotúas y guanaguanares que adorna-

ban el cielo morreño, así como las aguas claritas de las playas, en las que abundaban los caracoles, can-grejos y chipichipis; se daba una brisa fresca y llegaban tortugas a desovar. Se vivía como dice el re-frán: “El que está en el campo goza con una vida tranquila, comiendo fruta sabrosa que da gusto a la vida”.

La comida de ese entonces era sana: pescado, pollo, casabe del campo y arepa de maíz pilao que mamá hacía, y que yo también aprendí a hacer, se hacía entre dos personas. También se tomaba le-che de cabra, es por eso que dicen que de allí viene el nombre de Le-chería, pero eso realmente no se sabe. Lo que sí es cierto es que los

primeros habitantes de Lechería vivíamos en el cerro, y éramos de Margarita.

Lo único que venía enlatado de comida era la mantequilla, y el refresco que se veía era la kolita, y también se hacía agua de maíz: el maíz se sancochaba y a esa agua se le echaba leche y endulzaba, ¡umm! era muy sabrosa. Y en cuando llega-ba el Carnaval, mamá nos prepara-ba los huevos de pato, le abría unos huequitos al cascarón para sacarle lo de adentro, les echaba angeline de colores -que era como wiki wiki- y agua de olor, y luego los huecos los tapaba con cera, y con eso jugá-bamos sanamente.

Lebranches y carites a un bolívar

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A PRINCIPIO DE LOS 60, TODO ERA ECONÓMICO. SE VENDÍAN 20 PLÁTANOS MADUROS POR UN

BOLÍVAR, UN KILO DE OCUMO CHINO POR 0,50, SARDINAS A UN BOLÍVAR, EL DE CARNE A 0,50 Y EL CAMBUR A TRES LOCHAS. LAS SEÑORAS VENÍAN CON CINCO BOLÍVARES Y CON ESO HACÍAN MERCADO”

VISTA DeL MERCADO DE ANACO durante su construcción // FOTO: CORTESÍA ARGENIS MARCANO

[ANACO]

El mercado de Anaco tiene 52 años de fundado. A los sie-te años yo vendía bolsas de cemento para ayudar con los gastos de mi familia. Muchos muchachos lo hacíamos. Nos íbamos desde el mercado hasta las bloqueras, entre ellas la del italiano “Cachicamo”, ya falleci-do. Yo reunía las bolsas y en mi casa las llenaba de cemento. Trabajaba en eso sábados y do-mingos en el mercado. Vendía unas 500 bolsas diarias, a 0,25 céntimos cada una.

Unos zapatos Rex, que eran de muy buena calidad, costa-ban 12 bolívares. Íbamos a un cine muy emblemático en la avenida Miranda, donde pro-yectaban las películas de Pedro Infante, Cantinflas, Tintan, Cla-villazo, Biruta y Capulina.

La vida en el mercado era apa-cible, pues toda la gente, sobre todo los mayores, se trataban con cariño. Recuerdo que había una familia que llamábamos “todo a real”, porque vendían

¡Cinco bolívares eran un realero!

toda su mercancía a 0,50 cén-timos. El padre de esa familia tuvo mucha amistad conmigo y otros niños trabajadores y nos aconsejaba. Yo era como uno más de sus hijos.

En aquella época, a principio de los 60, todo era económico. Se vendían 20 plátanos madu-ros por un bolívar, un kilo de ocumo chino por 0,50, sardinas a un bolívar, el de carne a 0,50 y el cambur a tres lochas. Las señoras venían con cinco bolí-vares y con eso hacían mercado. ¡Cinco bolívares era un realero!

Los clientes eran especiales. Uno se involucraba con ellos, y se hacían buenas amistades .

Recuerdo al señor Félix García, quien para la época tendría 40 años. Teníamos un buen trato y eso se extendió hasta que yo me hice adulto. Había otra com-pradora que se llamaba Petra Cumana, quien me trataba con mucho cariño. Me decía: “Mira, mi negro, tú como que te pintas el pelo, porque tienen como mil años y no te salen canas”. Yo le respondía que eso era cuestión de la naturaleza. La quise tanto que, cuando ella murió, ayudé a trasladarla y a sepultarla en Cumaná, de donde era oriunda.

Anteriormente todo era mu-cho más organizado. Los vende-dores tenían sus cubículos y nos respetábamos. Nos tratábamos como una gran familia, ya que la mayor parte del tiempo con-vivíamos en estas instalaciones, igual que ahora. Aquí hemos sufrido, hemos vivido momen-tos de alegría, hemos sacado adelante a nuestras familias.

PERFILHAMILTON MANEIRO

Tiene 61 años y suma 54 años como comerciantes en el Mercado Municipal de Anaco.

LIZARDO AGUILAR

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EL COLEGIO PÍO XII ERA MÁS PEQUEÑO, TENÍA SÓLO PRIMARIA. LA CALLE DEMOCRACIA

E INCLUSO LA PARTE FINAL DE LA SIMÓN RODRÍGUEZ NO EXISTÍAN. HABÍA PURO MONTE Y UNOS CUJÍES EN MEDIO DE LOS CUALES JUGABAN LOS NIÑOS”

LAURA CASTRO

fechada En 1955, la imagen en blanco y negro ilustra la joven iglesia de la Santa Cruz, levantada en lo alto del cerro Las Monjas de Puerto La Cruz. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[PUERTO LA CRUZ]

No he sido párroco nunca, pero he estado muy cerca de las actividades religiosas que se han realizado en la región.

En Puerto La Cruz, una ciudad muy joven en comparación con Barcelona, siempre han existi-do procesiones y celebraciones masivas, incluso con más emo-ción, religiosidad y espíritu que ahora. Antes se podía salir a la calle tranquilamente y trancar algunas vías de acceso para las procesiones, porque el tráfico vehicular era menor, era más fácil desviarse y la gente era más paciente, tal vez.

Un gentío se reunía en pe-regrinación para venerar a la Virgen del Valle y a la Virgen del Carmen, y otro tanto se su-maba a las celebraciones del Corpus Christi que, hoy día, se están retomando. La iglesia de la Santa Cruz era la única que existía para la época (1950-1960), y desde allí salían los re-corridos hacia las calles Bolívar, Libertad y 5 de Julio. Al crecer la ciudad, creció la necesidad de atención religiosa, por cual se construyeron otras iglesias y se constituyeron nuevas pa-rroquias.

En la parroquia de la Santa Cruz, atendida desde su funda-ción en el año 42 por los sale-sianos, han existido dos fiestas muy importantes: La de María Auxiliadora, el 24 de mayo; y la de San Juan Bosco, el 31 de enero. La banda del colegio Pío XII y la banda municipal acom-pañaban los vía crucis, y la con-currencia del pueblo cristiano era sorprendente.

Cuando yo llegué a la zona, hace 43 años, el padre Quinto estaba al frente de todas esas manifestaciones. Un acto in-teresantísimo era la bendición del Mar que, aunque todavía se hace, no tiene el mismo entusiasmo de aquellos tiem-pos. Recuerdo al Padre Quinto cuando recorría la Bahía de Pozuelo en una barca, seguido de muchas barquitas de pesca-dores.

Me llamaba la atención que desde la terraza de nuestro co-legio se veía casi todo Puerto La Cruz. El único edificio que ha-bía tenía siete pisos y está en lo que hoy es la Avenida Muni-cipal. El comercio se aglomera-ba en las calles Juncal, Sucre,

El Padre Quinto en una barca

En JULIO DE 2003, el padre Quinto Della Bianca hizo un esfuerzo para caminar y posar para el

diario El Tiempo, con motivo de un reportaje que se publicó a propósito del 60° aniversario de la

fundación de la parroquia de la Santa Cruz // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

Bolívar y Libertad. No habían buhoneros. Se podía andar por las aceras porque de vez en cuando las arreglaban. Era una ciudad limpia que de pronto se convirtió en una ciudad sucia, muy sucia.

El colegio Pío XII era más pe-queño, tenía sólo primaria. La calle Democracia e incluso la parte final de la Simón Rodrí-guez no existían. Había puro

monte y unos cujíes en medio de los cuales jugaban los ni-ños. También se veía una lagu-na en medio del campo en la que se apostaba una garza que se quedaba allí durante meses. Hoy es un colegio grande, com-pleto, con muy buenas insta-laciones que, gracias a Dios, se ha ido mejorando.

PERFILRAMÓN REGUEIRO

Sacerdote. Es director del Colegio Salesiano Pío XII y uno de los voceros principales de la comuni-dad salesiana en la región.

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ANTES NO EXISTÍAN MUCHAS VÍAS, Y OTRAS, COMO A EL TIGRE-EL TIGRITO, ESTABAN EN MUY MALAS CONDICIONES. ERA DEMASIADO ANGOSTA Y GENERABA MUCHOS DOLORES DE CABEZA HASTA QUE FUE CONSTRUIDA LA AVENIDA INTERCOMUNAL”

“Los mismos conductores nos organizábamos para colocar las paradas”, explica Villarroel

[EL TIGRE]

Tengo 57 años en El Tigre. Me vine a la edad de 18 años. Yo soy del campo, de La Llanada de Puerto Santo, estado Sucre, municipio Arismendi. Éramos agricultores. Decidí venirme a El Tigre el 20 de abril de 1957.

Comencé a trabajar con el señor Jesús Rojas Villarroel, que tenía un negocio de víveres en la calle Guevara Rojas. Tuve la responsabilidad de manejar un camión repartiendo mercancía en Anaco y en Aragua, hasta que un día lo embargaron.

Comencé a trabajar con trans-porte público en 1959 y fundé la Unión Conductores El Tigre. En ese entonces, en la ciudad sólo había una ruta: El Tigre-El Tigri-to-San Tomé. Con el tiempo se conformaron otras 13, pero ha sido difícil mantenerlas.

Los choferes que tapaban huecos

Antes no existían muchas vías y otras, como a El Tigre-El Tigrito, estaban en muy malas condiciones. Era demasiado an-gosta y generaba muchos do-lores de cabeza hasta que fue construida la avenida Interco-munal.

Por aquellos tiempos no se veían tantos accidentes como ahora, y el flujo de carros tam-poco era tan grande.

Yo recuerdo que cualquier chofer que se portaba mal con

los usuarios era suspendido, mientras que ahora reina la anarquía. Los mismos conduc-tores nos organizábamos para colocar las paradas, e incluso las construíamos con nuestras pro-pias manos en horas de la no-che. No había tanto protocolo. Es más, si observábamos algún hueco en la vía, nosotros mis-mos lo tapábamos.

PERFILCRUZ ANTONIO VILLARROEL G.

Tiene 74 años y es chofer de carritos por puesto, además de presidente de la Unión de Conductores El Tigre, de la cual también fue fundador.

LIZARDO AGUILAR

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TENÍA MUY POCOS ALUMNOS Y LA OFERTA ACADÉMICA

COMPRENDÍA QUÍMICA, ELÉCTRICA Y MECÁNICA… FUNCIONABAN LA PALABRA, LA COMPRENSIÓN Y EL RESPETO. LOS MUCHACHOS HACÍAN UNA ASAMBLEA EN EL AUDITORIO PARA APROBAR O NO LA TOMA DEL NÚCLEOO”

LAURA CASTRO

“La colocación del medallón universitario, elaborado por el profesor Gabriel García y el escultor Roca Zamora, afianzó su identidad”, recuerdan Ramón García y Mirian Rojas // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[PUERTO LA CRUZ]

La presencia del doctor Raúl Leoni, presidente de la República de entonces, en la inauguración de la sede actual de la Univer-sidad de Oriente Anzoátegui, en 1963, fue uno de los acon-tecimientos más relevantes. La Universidad venía de funcionar en los galpones de Mario Sán-chez, bajo la dirección del doctor Freddy Mogna Cruz. Tenía muy pocos alumnos y la oferta acadé-mica comprendía Química, Eléc-trica y Mecánica. Se levantó en unos terrenos baldíos, donados por Creole (una empresa privada petrolera). A su alrededor estaba el Country Club y una vía conoci-da como la carretera blanca, que llegaba hasta el hospital, condu-cía a Pele el ojo, Ojo de agua, Boca e’ tigre y llegaba al Kilómetro 52. Fue un evento protocolar, digno de un Jefe de Estado, que marcó el crecimiento de la institución y, por ende, el desarrollo de la enti-dad.

Progresivamente se creó la es-cuela de petróleo, la biblioteca, la unidad de estudios básicos, el edificio de administración, la escuela de ciencias administra-tivas, la dirección de servicios estudiantiles, la federación de centros de estudiantes, la escuela de ingeniería y los cursos básicos, entre otros departamentos, con lo cual se permitió a los jóvenes cursar la carrera completa en la sede.

La colocación del medallón universitario, elaborado por el profesor Gabriel García y el es-cultor Roca Zamora, afianzó su identidad. Y la incorporación de profesores extranjeros le dio cre-dibilidad. La nómina crecía y los progresos eran más evidentes. Uno de ellos fue la fundación de la Escuela de Medicina, la aper-tura del área pre-clínica, el anfi-teatro, la biblioteca en el hospital Razetti y, en otros ámbitos, la for-mación del teatro universitario, la estudiantina y el orfeón, que se destacaban en eventos y fes-tivales.

Muy reseñada fue la primera elección de decano, en la que fi-guró el nombre del Dr. Alberto Ochoa Domínguez.

Internamente generó gran re-volución la llegada de la primera computadora, manipulada por el ingeniero Carlos Suárez. Era una inmensa y compleja máquina IBM que requería saber de pro-

La UDO en unos galpones

raúl leoni, presidente de la República de enton-ces, en la inauguración de la sede de la UDO. // FOTO: CORTESÍA DE RAMÓN GARCÍA Y MIRIAN ROJAS

gramación para poder utilizarla. Las protestas surgieron con la

integración de los centros de es-tudiantes. Solicitaban comedo-res, transporte y becas.

Los primeros dos autobuses se trajeron de Canadá gracias a las

peticiones estudiantiles que, vale decir, eran civilizadas. Funciona-ban la palabra, la compresión y el respeto. Los muchachos hacían una asamblea en el auditorio para aprobar o no la toma del nú-cleo. Luego comunicaban la deci-

sión al decano a fin de abandonar el recinto.

En la UDO se formaron y se for-man los profesionales que sacan adelante el estado,

PERFILRAMÓN GARCÍA Y MIRIAN ROJAS

Son esposos y trabajaron du-rante 25 años en la Universidad de Oriente. Él ingreso en 1967, laboró en la UDO cuando tenía sede en los galpones de Mario Sánchez. Fue auxiliar de con-taduría, luego cursó estudios de licenciatura y ejerció como contador, administrador, gestor de presupuesto, encargado de la delegación de personal y administrador regional del núcleo. Rojas fue secretaria del decano por muchos años y en su última década estuvo en la Escuela de Medicina.

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EN EL TIGRE SE DESATÓ UNA

ACTIVIDAD POLÍTICA CLANDESTINA. SE SUSCITÓ UNA FUERTE REPRESIÓN CONTRA DIRIGENTES DE AD Y DEL PARTIDO COMUNISTA DE VENEZUELA”

ARGEL FERNÁNDEZ

EN 1958, rómulo betancourt resultó electo en las elecciones presidenciales de diciembre de 1958. La foto corresponde a un mitin que protagonizó el líder adeco en El Tigre, al que asistió

Ángel González Echenagucia // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[EL TIGRE]

Llegué a El Tigre en el año 1945, cuando el pueblo tenía apenas 12 años de fundado. Paralelo al trabajo en la planta eléctrica de Roberto Bonaguro, me vinculé a la actividad políti-ca con Acción Democrática jun-to con otros luchadores, como Juan Medina Lugo.

La incipiente ciudad apenas tenía un colegio construido por la Mene Grande Oil Company.

Los hechos políticos prota-gonizados por la Junta Revolu-cionaria de Gobierno retumba-ban en cada esquina.

Tras la llegada del general Marcos Pérez Jiménez en 1952, en El Tigre se desató una acti-vidad política clandestina. Se suscitó una fuerte represión contra dirigentes de AD y del Partido Comunista de Vene-zuela, quienes fueron per-seguidos y torturados. Uno de esos presos fui yo. En 1952 me llevaron a la Seguridad Na-cional en Caracas y luego a la prisión de las islas deltanas de Guasina y Sacupana. Me acu-saron de buscar propaganda política en la capital de la Re-pública y entregarla en El Tigre para que fuera repartida en el oriente del país. Pese a los pla-nazos que me daban no delaté a nadie y sólo “le mentaba la madre” a Pérez Jiménez.

Después de permanecer con-finado en Puerto Ayacucho, salí en libertad condicional por una carta que pasó mi esposa al Presidente en la que decía que nuestros hijos estaban enfermos. Estuve en Caracas y viajaba escondido a El Tigre a traer la propaganda que ca-muflaba entre cientos de kilos de naranjas. Tenía muchos con-tactos y la gente colaboraba, no es como ahora.

En 1956 me instalé de nue-vo en El Tigre donde me sumé a las células clandestinas que funcionaban en la ciudad.

Adecos, copeyanos y comunistas se saludaban y se daban la mano

PERFILÁNGEL GONZÁLEZ ECHENAGUCIA

Nació en Río Caribe, estado sucre el 1 de abril de 1921. Tiene 92 años. Está casado desde hace 68

años con Carmen López. Tiene cuatro hijos. En cada elección se trajea impecablemente y sale a votar de la mano de su hijo Jesús González.

En la noche, antes de caer el Gobierno, me fui a dormir en la casa de mi hermana en El Tigri-to, pero no amanecí porque nos enteramos de la caída de Pérez Jiménez y salimos a la radio. El 23 de enero de 1958 mucha gente desenfrenada se lanzó la calle y a la plaza Bolívar. Tira-mos tachuelas a las vías para que los carros de la Seguridad

Nacional no pudieran avanzar. El Tigre siguió muy movido y

hubo una euforia política por las elecciones presidenciales de diciembre de 1958, en las que triunfó Rómulo Betancourt. Se instaló un Gobierno de ancha base y El Tigre comenzó a ma-durar, y surgieron otros diri-gentes políticos como Augusto Tenorio y Ángel Antonio Berlín

(ambos de AD). Me nombraron adminis-

trador de Rentas del Concejo Municipal que presidía Luis Echeverría y luego fui prefecto (durante el Gobierno de Raúl Leoni) donde trabajé para que la gente obtuviera los datos de su partida de nacimiento o de los presos en cinco minutos. La vida en la ciudad comenzó a ser

más dinámica y se inauguró el acueducto, el hospital y la plan-ta eléctrica pública.

En El Tigre, el ejercicio de la política era diferente: adecos, copeyanos y comunistas se sa-ludaban y se daban la mano, no es como ahora, hay mucho rencor.

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LA IGLESIA DE LOS DESAMPARADOS ES REFERENCIA DE LA GUANTA VIEJA. CERCA ESTABA UNA HELADERÍA MUY FAMOSA, PERO AMBAS FUERON AZOTADAS, AL IGUAL QUE EL TEMPLO, CON EL DESBORDAMIENTO DE LA QUEBRADA EN 1988

ANDRÉS ASTUDILLO MORALES

EN los archivos fotográficos de la familia Salazar Cordero destaca esta gráfica aérea del Puerto de Guanta y parte del sector Volcadero

[GUANTA]

Mi esposo y yo escogimos esta esquina porque había una ceiba inmensa muy cerca; de-bajo de ella había un manan-tial, y además se veía pasar el tren desde el patio.

La tranquilidad de Guanta era la que queríamos. Las Pal-mas nos brindó un hogar en el que criamos a nuestros dos hijos y desde esta casa hemos visto cómo el pueblo se ha transformado. Por ejemplo, an-tes, para poder comprar víve-res y otras cosas teníamos que caminar hasta la bodega de los Marval, que quedaba en la es-quina contraria a la Iglesia de los Desamparados, en la calle Real. Esa iglesia es el punto de referencia de la Guanta vieja.

Cerca se encontraba una he-ladería muy famosa, pero am-bas fueron azotadas, al igual que el templo, con el desbor-damiento de la quebrada en 1988. Eso fue terrible para mu-chas familias. Desde la venta-na de mi cuarto veía que llovía muy duro y con muchísimo sol. Eran como las 2:30 de la tarde, estaba hablando por teléfono con mi mamá y le dije: “El agua está llegando a los cauchos”.

Por la calle, frente a la casa, vimos pasar flotando carritos de helado, ropa, de todo se lle-vaba la corriente. Ya como a las 6:00 de la tarde pudimos salir y ver muebles, enseres, alfom-bras, entre otras cosas, regados fuera de las casas. Durante dos años aquí no se hablaba de otra cosa.

Poco a poco, el guanteño vol-vió a su vida, por lo menos para celebrar el tradicional Carna-val. Los Sosa, Belkis y sus her-manos, eran los encargados de organizar las fiestas, siempre de forma muy sana. Ellos tam-bién patrocinaban las danzas en el municipio.

Un poco más allá del centro de la ciudad, cerca de la plaza de Chorrerón, el conocido Ne-gro Vito se encargaba de rea-lizar la quema de Judas cada Domingo de Resurrección. Él murió hace como dos años.

Entre los 80 y 90, muchos se reunían en Los Cocales, el

Nos queda nuestra perenne tranquilidad

el desbordamiento de la quebrada en 1988 fue terrible para muchas familias”, recuerda Alida de González// FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

único restaurante reconocido de la zona, cerca de la iglesia, en la calle Real. Actualmente es una cervecería. A veces, las familias iban a comer a El Cu-banito, que quedaba en el cen-tro de Puerto La Cruz, donde

hoy está la tienda Dorsay, en la calle Libertad.

Aquí, en Guanta, también hubo empresarios muy reco-nocidos como el dueño de la farmacia San Francisco, Va-lentín Malavé, que mantuvo

su negocio durante años en la avenida Arizaleta de Guanta. La gente de Puerto La Cruz y Barcelona venía a buscar me-dicamentos para acá, porque siempre tenía. Nos daba cré-dito y decía: “paguen cuando

puedan’”. Entre los vecinos había mu-

cha empatía, aunque la delin-cuencia a veces hacía de las su-yas. Una vez se metieron en mi casa a robar y fui a poner la de-nuncia en la casa policial, que siempre ha estado al lado de la sede de la alcaldía, pero no había patrullas. Yo sabía dón-de estaban mis cosas y monté a un policía vestido de civil en el Montecarlo que teníamos. Llegué hasta el lugar y me traje lo que se habían llevado y, de paso, cargamos con los cuatro ladrones. Ahora no se me ocu-rre hacer eso.

Ya hoy no está la ceiba, por-que construyeron unos edi-ficios, el manantial se secó, no funcionó más el tren de la mina -que era una suerte de ‘espectáculo´de tres minutos, para mí, maravilloso- y desapa-recieron los inmensos cangre-jos azules que minaban el pue-blo. Sólo nos queda nuestra perenne tranquilidad.

PERFILALIDA DE SALAZAR

Tiene 69 años. Vive desde hace 38 años en el sector Las Palmas de Guanta, calle C, quinta Don

Chucho. Allí formó su familia junto con su esposo, el médico Jesús Salazar Cordero, cronista del municipio.

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TENER UN CARRO ERA UNA VENTAJA PARA TODOS EN LA COMUNIDAD, PUES ERA NORMAL QUE NOS LLAMARAN EN LA MADRUGADA PARA QUE AUXILIÁRAMOS A UNA PARTURIENTA O A ALGÚN ENFERMO O HERIDO”

ANDRÉS ASTUDILLO MORALES

“Había un tren que salía de Naricual, en las afueras de Barcelona, y terminaba aquí, en Volcadero”, recuerda Miguel López. // FOTOS: ARCHIVO EL TIEMPO

[GUANTA]

Hace 42 años, Volcadero era un pueblo que tenía pocas ca-sas, no estaban juntas. Se po-dían contar rápido. Las familias se dedicaban a la pesca, como los Rondón, a los que se les co-noce como los cuchos, y tam-bién estaban quienes trabajan para la mina de carbón que te-nía un puerto en esta zona.

Había un tren que salía de Naricual, en las afueras de Bar-celona, y terminaba aquí. La carga se volcaba en una peque-ña embarcación, que le decían bodegas, y con una polea era transportada hasta los barcos. Aún sobrevive esa estructura. A principio de los años 70, la compañía dejó de funcionar.

Para los chamos de esa época, tener un tren cerca era mágico. Escuchábamos el ruido del tren y corríamos a ver todo. Por eso

tener un tren cerca era mágico

el sector se llama así, el volcade-ro de la mina.

Algunos trabajadores, que ya vivían en el pueblo y perdieron su empleo, se unieron a la fae-na de la pesca. Así, cada vez éra-mos más a quienes el mar daba de comer. Además, las autorida-des comenzaron a interesarse en el sector.

Cuando Luis Herrera Cam-píns se lanzó como candidato en 1978, vino a Volcadero. Como todos los políticos, ofreció mu-chas cosas. Fue en su gobierno cuando nos colocaron los ser-vicios de agua y luz. Había una

toma de agua en la calle Princi-pal de la que nos surtíamos.

Más o menos en esa época le comenzamos a robar espacio al mar. El manglar, que llegaba hasta la orilla, se fue poniendo más pequeño pues lo podaron para poder tener más acceso a la costa. Los vecinos sacamos la tierra del cerro y la colocamos frente a nuestras casas para ha-cer una calle. Ni Pedro López, ni Alejandro Patiño ni yo, que éra-mos los únicos del sector con vehículos, teníamos acceso. El terreno era muy irregular. Nos estacionábamos donde hoy es-

tán las ruinas de la mina. Tener un carro era una venta-

ja para todos en la comunidad, pues era normal que nos llama-ran en la madrugada para que auxiliáramos a una parturienta o a algún enfermo o herido.

Hay pocas historias asombro-sas o increíbles por esta zona. En 1992, el domingo día de las madres, a las 7:30 de la ma-ñana, yo estaba en el cerro y vi un cardumen. Los tripulantes de tres peñeros que esperaban mi llamado tiraron la red y pu-dimos atrapar cinco toneladas de jurel, la captura más grande que se recuerda en la comuni-dad. Nos dejó dos millones de bolívares, un montón de dinero para la época. Es que antes las cosas era diferentes, pescabas mucho y ganabas poco. Ahora, pescas poco y ganas más.

PERFILMIGUEL JOSÉ LÓPEZ RAMOS

Pescador cumanés que ha vivido 42 años, de sus 57 de edad, en Guanta. Reside en Volcadero,

al final de la única calle de esta comunidad costera. En este pedazo de Oriente conoció a su señora, Rosa Elvira Figuera, con la que tiene seis hijos.

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EN UNA OPORTUNIDAD, UN VENDEDOR EMPEZÓ A CONSTRUIR SU PUESTO DE VENTA Y CUANDO LANZÓ UN PICOTAZO SE ENCONTRÓ UNA FOSA CON OSAMENTAS”

PEDRO UZCÁTEGUI“Todo era seguro, la gente venía y compraba tranquila”

parecía un centro comercial

“A FINALES DE LOS 70 e inicios de los 80, cuando llgué al mercado, sólo habían pocos vendedores, alrededor de mil, y había mucho espacio vacío”, cuenta Zamora. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[PUERTO LA CRUZ]

Me inicié en este negocio como vendedor de pescado en el mercado de Puerto La Cruz. Tenía 14 años y ya he pasado 34 años aquí.

Dicen por allí que en esta zona funcionaba un cemen-terio y creo que es cierto. Hay anécdotas, unas cómicas y otras no tanto. Recuerdo que, en una oportunidad, un ven-dedor empezó a construir su puesto de venta y cuando lan-zó un picotazo se encontró una fosa con osamentas. Todos nos impresionamos. Yo era un cha-mito, pero trataba de no ate-morizarme porque quería tra-bajar aquí y ganar dinero. Pero eso ya no se ve. Ya debe estar unos cuatro metros bajo tierra y menos mal (risas).

A finales de la década de los 70 e inicios de los 80, cuando llegué al mercado, sólo habían pocos vendedores, alrededor

de mil y había mucho espacio vacío. Existía una buena ad-ministración, completamente de la Alcaldía, que limpiaba y mantenía todo para el público que venía a comprar y para no-sotros los vendedores. Tan bue-

no estaba que hasta parecía un centro comercial, contaba con una gran infraestructura.

Todo era seguro, la gente ve-nía y compraba tranquila, con calma, sin esconder su dinero. Ahora todo es muy distinto.

Tras ver por todo lo que ha pasado el mercado, a veces me pongo a pensar que los clientes son muy buenos y fie-les: Ellos han visto cómo se ha desmoronado desde aquellos tiempos hasta ahora y aun así vienen.

Todos me conocen como “Chicho Parra” porque así se llama mi negocio, soy uno de los vendedores más viejos del mercado; muchos se han ido, pero yo me rehúso a irme, lue-go de todos estos años aquí, uno hace amigos y le agarra cariño. Vendrán tiempos me-jores, estoy seguro de eso, los vendedores tenemos que unir-nos para poner esto a valer otra vez, como en sus inicios.

PERFILJOSÉ LUIS ZAMORA

tiene 48 años y es vendedor de pescado fresco en el mercado municipal de Puerto La Cruz. Es barcelonés y

padre de ocho hijos. Su pues-to de venta se llama “Chicho Parra”.

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[ANACO]

En 1953, Anaco se consolidó con dos pueblos: Casco Viejo o Primara, también llamado Las Parcelas, y el sector Pueblo Nue-vo o San José de Anaco. Contaba con menos de 30 mil habitantes.

El gobierno dictatorial de Marcos Pérez Jiménez construyó la primera plaza Simón Bolívar y un grupo escolar, que superaba con creces la cantidad de niños en edad escolar de la localidad. La zona nueva comenzó a edifi-carse al suroeste de la vieja po-blación y la junta comunal, que se instaló, tras los sucesos del 23 de enero de 1958, decidió cons-truir una plaza, a pesar de los precarios recursos económicos.

Las obras de Pérez Jiménez eran de mucha calidad, siempre rodeadas de grandes árboles. A veces, primero plantaban las matas alrededor y luego se le-vantaba la estructura. La plaza donde ahora funcionan el edi-ficio de la Alcaldía y la Cámara Municipal de Anaco tenía una forma hexagonal, por ello, los bromistas de la época la nom-braron “la tuerca’”

Así transcurrieron muchos años hasta 1965, cuando se creó el Distrito Anaco y recibió el nombre de Andrés Eloy Blanco.

La bolita sacada de un congelador

PERFILARGENIS MARCANO

Tiene 78 años. Es periodista (certificado 1.846), cronista de Anaco y pri-mer correspon-sal de El Tiem-

po en la ciudad. Es fundador del periódico El Anaquense.

Este es un sitio de reunión muy particular, pues allí funcionan los poderes públicos y también estuvo por mucho tiempo el co-mando policial y la prefectura. Durante años operó una junta de beneficencia llamada Lote-ría de Animalitos, y los sorteos se hacían en ese sitio. Los or-ganizadores traían un globo y unas bolitas, que metían en una bolsa de tela. Una persona se

encargaba de sacar y cantar las bolitas con los números premia-dos. Cierta vez, un “vivo” se an-tojó de poner en un congelador la bolita que le interesaba dar por ganadora. Durante el sor-teo, metió la mano en el saco de las bolitas, reconoció al tacto la fría y la sacó. Enseguida se armó una trifulca porque el público se dio cuenta de la supuesta tram-pa. Aquello fue parecido al de-

rrocamiento de Pérez Jiménez. Al frente del comando poli-

cial, cuando cayó Pérez Jiménez, se formó una algarabía donde los palos y los machetazos vo-laron para todo aquel que con-sideraron amigo del régimen caído. Ahora la frecuentan mu-chos pedigüeños, que buscan al alcalde y a los concejales.

Recuerdo que anteriormente la empresa petrolera colocaba

SE EDIFICARON TRES CAMPOS RESIDENCIALES: SUR Y ROJO,

QUE ERA PARA LOS OBREROS Y UNO EJECUTIVO QUE SE LLAMA CAMPO NORTE. A LAS AFUERAS ESTÁ LOS PILONES, TAMBIÉN DE OBREROS. UNA CIUDAD PUJANTE, PERO LLENA DE CONTRASTES” LIZARDO AGUILAR ROJAS

EN las décadas de los 60, Anaco siguió creciendo al ritmo del impulso de la actividad gasífera. En la gráfica agencias de los bancos de Venezuela y de la Construcción y de Oriente // FOTOS: CORTESÍA ARGENIS MARCANO

al jefe civil y al presidente de la Junta Comunal de la ciudad y, aunque eso ha cambiado, se-guimos dependiendo económi-camente de la industria.

No es para menos: histórica-mente, la zona siempre ha sido importante por sus reservas de gas, al punto que se logró cons-truir un gasoducto de 240 kiló-metros que abastece a Puerto Ordaz, Ciudad Bolívar y San Fé-lix, y otro de mil kilómetros que surte al centro y occidente del país. Se edificaron tres cam-pos residenciales: Sur y Rojo, que era para los obreros y uno ejecutivo que se llama Campo Norte. A las afueras está Los Pilones, también de obreros. Anaco es una ciudad pujante, pero llena de contrastes.

“Las obras de Pérez Jiménez eran de mucha calidad, siempre rodeadas de grandes árboles”, recuerda Marcano.

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LO BONITO ERA QUE ADECOS Y COPEYANOS RESPETABAN SUS

DIFERENCIAS. OPINABAN ALEGREMENTE SIN QUE NADIE SE MOLESTARA. AHORA NO ES ASÍ”

JOSEPH ÑAMBRE

[PUERTO LA CRUZ]

Viví la mejor época del ter-minal de ferry, cuando la sa-lida puntual de los barcos era obligatoria. En 1965 iba con mis amigas allí y esperaba a mis familiares que venían de Margarita. Yo tenía 18 años y veía cómo un gentío bajaba de las naves.

Ferrymar, Luisa Cáceres, María Guevara, Santa Marga-rita y Virgen del Valle eran las embarcaciones más bonitas. El señor Rafael “Fucho” Tovar, ese que alguna vez gobernó a Nueva Esparta, era dueño de Conferry y se empeñaba en dar el mejor servicio po-sible. “Fucho” les ordenaba a los mecánicos que pintaran, cada cuatro meses, los ferrys en el muelle de Puerto La Cruz. Él sabía que si lucían bonitos, la gente viajaría con más fre-cuencia.

Un traslado a Margarita cos-taba Bs 2 y, como era tan bara-to, algunos portocruzanos via-jaban a diario. Ellos laboraban en la isla y, como el recorrido duraba dos horas y 45 minu-tos, disfrutaban la travesía.

Los barcos partían a distin-tas horas. A las 8:00 am, 12:30 pm, 4:00 pm y 12:00 am, se iban hacía Punta de Piedras.

Viajar era emocionante. Mientras navegabas por el Mar Caribe podías observar a los delfines, que nadaban y saltaban cerca del barco, y uno los veía por las ventanillas.

En 1985, cuando el pasaje valía seis bolívares, cumplí un sueño: Conseguí trabajo en el terminal y pase a formar par-te de las 15 personas que se encargaban mantener limpio el lugar.

Éramos pocos, pero nos apa-sionaba nuestro trabajo. Nos esforzábamos en mantener impecables los jardines, los baños y las salas de espera. Los usuarios se sentían satisfe-chos y disfrutaban su estadía, mientras esperaban la llegada de los barcos.

Yo ganaba 15 bolívares. Ese dinero me bastaba para hacer mercado y mantener a John Charles y a Jerry Joe, mis dos

Viajar en el ferry era emocionante PERFILLUISA SALAZAR

Luisa Salazar tiene 66 años. Nació San Antonio del Golfo, estado Sucre. Reside en Puerto La

Cruz, Anzoátegui desde 1964. Vive en Valle Lindo desde 1988. Tiene seis hijos. Es obrera de Costemar, empresa municipal que administra el servicio de ferrys entre Puerto La Cruz y Margarita. Antes perteneció al personal de mantenimiento de las empresas Conferry, Teferca y Navibús.

El 7 de agosto de 1986, el ferry Virgen del Valle ardió en llamas en el muelle 2 del terminal de Conferry en Puerto La Cruz. No hubo heridos, pero se quemaron vehículos

y otras pertenencias de los viajeros, según la edición de El Tiempo del siguiente día.

“un traslado a margarita costaba Bs 2 y, como era tan barato, algunos portocruzanos viajaban a diario”.

maría guevara, Ferrymar, Luisa Cáceres, Santa “Margarita y Virgen del Valle eran las embarca-ciones más bonitas”. // FOTOS: ARCHIVO DE EL TIEMPO

hijos. A veces, ahorraba tres bolos para comprar las empa-nadas que vendían en ranchi-tos aledaños.

Recuerdo que Lusinchi, al final de su mandato presiden-cial, comió una vez allí y, luego, ordenó que construyeran el bulevar que permanece hasta hoy.

En 1988, en plena campaña electoral, tanto mis compañe-ros como los viajantes habla-ban de política. “Yo le voy a ‘El tigre’ ” (Eduardo Fernández) decían unos. “Mi gallo es ‘El gocho’ ” (Carlos Andrés Pérez), manifestaban otros.

Lo bonito era que adecos y copeyanos respetaban sus di-ferencias. Expresaban sus opi-niones alegremente sin que nadie se molestara.

Ahora no es así. Chavistas y opositores se odian, no se pue-den ver ni en pintura y, más de una vez se han peleado en un terminal lleno de carencias que no es ni la sombra de lo que fue.

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YO GANABA 144 BOLÍVARES SEMANALES, Y ESO ERA MUCHO DINERO... EN 1958 ME COMPRÉ MI PRIMER CARRO, QUE SÓLO ME COSTÓ OCHO MIL BOLÍVARES Y LO PAGUÉ CHIN-CHÍN”

[ANACO]

Yo comencé a trabajar en la empresa petrolera Menegran-de hace 52 años. Todavía la in-dustria estaba en manos de los norteamericanos. Fui cuñero, que es el rango más bajo de la pirámide. También trabajé como encuellador. La empresa estaba en manos extranjeros y nosotros hacíamos tres guar-dias, cada una de ocho horas. Aunque teníamos un jefe que era gringo y se ha hablado muy mal de ellos, era otra cosa.

Yo recuerdo que Anaco era muy tranquilo. No había inse-guridad, al punto que cuando éramos muchachos, la mayo-ría de los ranchos estaban fo-rrados sólo con papel de sacos de cemento y nadie se metía en las casas. Conseguir una casa con el gobierno no era fácil, pero los materiales para construir las estructuras eran muy baratos y se conseguían. Cuando yo llegué a esta ciu-dad, el saco de cemento costa-ba 4,5 bolívares.

Uno iba para los botiquines y no había peleas. Recuerdo mucho el bar La Estrella, ubi-cado en la avenida Miranda, llegando al terminal. Era muy apacible. Nadie te robaba ni te secuestraba.

La gente comenzó a sustituir sus ranchos gracias a la riqueza del petróleo. La avenida Miran-da era sólo casitas y ahora está llena de edificios. La avenida Mérida era una sabana y en la actualidad forma parte de la urbe y tiene muchos negocios. Al aeropuerto comenzaron a lle-gar aviones de Avensa, antigua línea aérea, cargadas de gente. La plaza Bolívar, en la avenida

Uno iba para los botiquines y no había peleas

PERFILCIRO MARÍN

Tiene 85 años y trabajó como obrero petrole-ro de la antigua Menegrande, una de las empresas

petroleras que funcionaron en la zona centro-sur del estado Anzoátegui.

“Al aeropuerto comenzaron a llegar aviones de Avensa, antigua línea aérea, cargadas de gente”

“la gente comenzó a sustituir sus ranchos gracias a la riqueza del petróleo. La avenida Miranda era sólo casitas y ahora está llena de edificios”, cuenta don Ciro Marín. // FOTOS: CORTESÍA ARGENIS MARCANO

Mérida, y el Grupo Escolar, que está en la zona, fueron cons-truidos durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez gracias a la bonanza petrolera.

En los años 60 había sólo un módulo de salud en la calle Bolívar. A las mujeres, las man-

daban a parir a Aragua de Bar-celona, que era un pueblo muy próspero. Nosotros también íbamos hasta allá para hacer-nos los exámenes médicos que nos ordenaban las empresas petroleras.

Como trabajador de la indus-

tria, los reales te alcanzaban. Ibas al mercado y conseguías un kilo de sierra, que es un pes-cado muy fino, a 4,5 bolívares. Con 10 bolívares te tomabas cinco cervezas y pasabas la no-che con una mujer. Yo ganaba 144 bolívares semanales, y eso

era mucho dinero. En 1958 me compré mi pri-

mer carro, que sólo me costó ocho mil bolívares y lo pagué chin-chín. Llevar a un hijo a la escuela no era costoso, porque la educación pública servía. Las personas recomendaban ir a estudiar a Aragua, porque los colegios eran muy buenos. Tener cuarto grado aprobado te daba prestigio. Ahora, ni si-quiera el título de bachiller vale tanto.

LIZARDO AGUILAR

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LA MEJOR DISCOTECA QUE CONOCÍ, BIEN CHÉVERE PARA PERSONAS MAYORES Y PAREJAS, FUE LA DIONISIO, EN LA 5 DE JULIO DE PUERTO LA CRUZ. DE MAS CACHÉ HUBO UN SITIO LLAMADO EL LIBERACHE QUE QUEDABA EN CENTRO COMERCIAL LA GRAN PARADA”

[PUERTO LA CRUZ]

Me sentía feliz de vivir en una zona donde había una actividad nocturna intensa. Así era entre los 70, 80 y principios de los 90. Primero fueron las guerras de minitecas (Sandy Lane, Muer-tos andantes, Buggys, Castillos de arena) y después las disco-tecas a las que jamás he dejado de ir. Todo el que va a una sabe quién es William “Sansón”, Wi-lliam “bailarín” o William “el que baila que jode”. Ya tengo 50 años y me mantengo activo. Lo de William “sansón” es porque era kilúo y usaba el pelo largo.

Las discotecas de moda en Puerto La Cruz eran la Ca-ribbeana del Meliá, en cuyo frente quedaba Estudio 150 y también Amnesia -en un centro comercial donde funcionó un Tropiburger-, y estaba La Mo-rocota de la avenida 5 de Julio. Existía La Bámbola en la Alberto Ravell y la Cuarta Dimensión de la calle Bolívar que ahora es un banco. En estas dos se hacían matinés y tocaban grupos en vivo. De allí brincábamos para Eclipse (en la calle Guaraguao).

Otros sitios eran la Melody que luego se llamó Swing y Bulldog (al final de la avenida Américo Vespucio). También tenía auge la discoteca Dance Fever, en la avenida Intercomu-nal, donde funciona ahorita el instituto Antonio José de Sucre.

El “discotequeo” era jueves, viernes y sábado porque el do-mingo la cita era en el Paseo Colón, donde hacíamos coreo-grafías de break dance. Había full actividad y todo el mundo se iba después para la arepera El Recreo, cerca del terminal o, si no, para El Taquito del En-cuentro.

La mejor discoteca que cono-cí, bien chévere para personas mayores y parejas, fue la Dio-nisio, en la 5 de Julio. De mas caché hubo un sitio llamado El Liberache que quedaba en Cen-tro Comercial La Gran Parada. Entré una vez y ya después no me dejaron pasar por robarle el show a los artistas. La gente que estaba afuera me hizo una rueda y aplaudía para que los complaciera con un baile. Me

Enseñaba a bailar a los canadienses

preguntaban ¿dónde apren-diste esos bailes?, y de manera jocosa respondía: los vi en Ca-racas.

Estaban también El Guata-carazo, Ibiza, Parranda. A algu-nos chamos les gustaba por la música en vivo, pero otros pa-vos preferían Cactus y Cowboy. Quedaban donde se unen las calles Bolívar con Libertad y la avenida Alberto Ravell.

Por todo ese movimiento de rumbas -y de auge hotelero

que después decayó- había una gran afluencia de turistas cana-dienses y yo era uno de los que los enseñaba a bailar. La pri-mera mujer con la que me iba a casar era una canadiense: se llamaba Manon Korte. Yo más a o menos le daba al francés pero después se me olvidó. Ellos iban para Swing, la Caribean-na, y me invitaban para el Doral Beach y yo me iba con esos cati-res. Todo eso se acabó por culpa de los malandros. ZORAIDA MOSQUERA

“Estaban también El Guatacarazo, Ibiza, Parranda. A algunos cha-mos les gustaba por la música en vivo, pero en realidad los pavos entraban a Cactus y a Cowboy”

“De mas caché hubo un sitio llamado El Liberache que quedaba en la Gran Parada. Entré una vez y ya después no me dejaron pasar por robarle el show a los artistasa del mundo”.

La discoteca Amnesia fue casi lo último. El Puerto se quedó muerto. Eran bien avanzados los 90 y todo el mundo se fue para Lechería; para El Patio, Mi Tasquita, al L’inferno de Plaza Mayor, no salíamos de ahí.

Me mantengo activo: los jue-ves bailo en 12 y 23, lo único que se medio salvó del Puerto; y los sábados en Timbalero de Lechería.

PERFILWILLIAM RODRÍGUEZ

Nació en Barcelona en 1963. Trabaja de manera independiente la mecánica automotriz y

recién se asoció para la apertu-ra de un negocio de comida en Puerto La Cruz. Está residen-ciado en Boyacá III y tiene una hija de 9 años que desde ya comparte con él la pasión por el baile que desde los 15 años.

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El elevado de Puerto La Cruz

lo hicieron rapidito

Los turcos vendían ropa de puerta en puerta

[PUERTO LA CRUZ]

Hace 35 años, cuando co-mencé a trabajar como hela-dero, las calles de Puerto La Cruz eran de tierra. Todo era más fácil y más barato. Se ha-cía mercado con 50 bolívares. Uno salía en la mañana y ya a las 3:00 de la tarde había vendido todo. Ahora son las 6:00 y hay que regresar con la mitad de los helados. Tam-bién había menos competen-cia y se ofrecían promociones, como cuando las paletas sa-lían premiadas y podías ga-narte otro helado.

Costaban medio, un real, el más caro un bolívar. Yo empe-cé con helados EFE, que tenía su local de distribución en el centro comercial Mario Sán-chez, en la Municipal de Puer-to La Cruz. Después me cam-bié a Tío Rico. Luego vino el asfaltado de las calles, el cen-tro comercial Cada, otro en la esquina donde está el Bingo Platinum, el hotel Meliá en el Paseo Colón. El elevado de la avenida Municipal lo hicieron rapidito, en una semana, du-rante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.

Yo siempre he sido adeco,

[BARCELONA]

“Pase adelante, el empleo es para usted, señor José Ron-dón Guerrero”. Aunque tenía 18 años me dieron el trato de señor porque así eran los ale-manes. Ese fue mi inicio en la compra y venta de repuestos de la mano de los Blohm, en lo que me desempeñé por el res-to de mi vida, aunque uno de mis primeros trabajos fue en el cine Barcelona, donde me tocó recibir a artistas como Amador Bendayán.

Me había venido con mi mamá de mi natal Río Caribe, en el estado Sucre, a Puerto La Cruz. Ella iba al mercado a comprar el diario con dos o tres reales. Yo viajaba mucho por todo Oriente en carretera y a Caracas en avión.

Tuve varios carros, valían en-tre 45 a 60 bolívares. Después monté mi propio negocio: Re-puestos Rondón, aquí en Ba-rrio Sucre, donde compré una parcela grande cuando esto era apenas un caserío. No recuerdo cuánto me costó, tal vez unos 300 bolívares, pero eso parecía mucho dinero.

Un autobús de aquí a Puerto La Cruz cobraba medio, no se tardaba tanto porque no había colas. Uno iba a tiendas como Sears, que era una de las más

pero antes uno era amigo de los copeyanos y de los comu-nistas, como una sola gente.

Las noticias se oían por Radio Rumbos, el periódico ha sido siempre El Tiempo.

Uno se entretenía viendo los juegos de béisbol. Se habla-ba de los boxeadores Pantoño Oronó, de Sucre; Betulio Gon-zález y Morochito Rodríguez, que fue el campeón olímpico.

No había televisión a color; esa llegó por allá en 1979. Las comunicaciones eran por te-legrama, como que era a dos bolívares cada envío.

Recuerdo cuando funciona-ban, en Puerto La Cruz, los ci-nes Canaima, frente al estadio Carrasquel; el Lido, en la calle Libertad y el Caroní, en la calle Bolívar. Pasaban puras pelícu-las mexicanas y del lejano oes-te. Para divertirse, uno iba a los ríos, a la playa o a tomarse las curdas en reservados de muje-res o bares. Había uno frente al elevado, llamado “Los tres pun-tos”, que lo tumbaron. Sólo se bebía las cervezas Zulia y Polar, costaban un real, un bolívar y la más cara, que era la media jarra, llegó a cinco bolívares.

grandes de la ciudad. Me casé con Ramona Mujica.

La vida era muy tranquila, las cercas eran rejas bajitas. Los turcos tocaban la puerta para vender ropa, zapatos, muebles y la gente abonaba cinco bolí-vares semanales.

Una de las diversiones los fi-nes de semana era ir a las galle-ras, tenían ambiente familiar, las mujeres iban a vender dul-ces, galletas. Me gustaba jugar gallos. Casi no veía televisión porque me la pasaba viajando, pero mi esposa sí veía novelas por Rctv, “El derecho de nacer”, que era mexicana y “Las tres hermanas”, que era venezolana y actuaban Raúl Amundaray y Eva Moreno. La Miss más famo-sa era Susana Duijm. En tiem-pos de Carnavales, la gente jugaba echándose agua, talco y bebiendo mucho aguardien-te. A mí me gustaba el ron ‘El Muco’ que costaba 3 o 5 bolí-vares. Después fue que se llenó todo de whisky.

Diciembre era de hallacas, dulces de lechosa y una be-bida llamada canelón, que se preparaba con papelón, aliños dulces y ron. Tengo 80 años, mire cómo se ha urbanizado todo esto y ahora se habla es de millones.

PERFILJOSÉ RONDÓN

GUERRERO

PERFILRIGOBERTO GONZÁLEZ

ROJAS

Tiene 80 años. Nació en Río

Caribe,estado Sucre. Fue vendedor de repuestos desde los 18

años. Sus pri-meros empleos

fueron como ayudante de

farmacia y encargado del

cineBarcelona. Fue

fundador de Barrio Sucre y

propietario de Repuestos Ron-dón. Es casado

con Ramona Mujica de Ron-dón y tiene tres hijos. Recuerda cuando por ser

tan conversa-dor perdió un

vuelo y el avión en el que via-

jaría se estrelló contra el cerro

El Piache.

Tiene 60 años Nació el 4 de

febrero de 1953

en Carúpano y se vino a

Puerto La Cruz cuando tenía 20 años. Vivió

en Barcelona y luego se esta-bleció en Valle

Lindo, donde aún reside

junto a su es-posa Maureny Santana y sus

cuatro hijos. Probó con

oficios comovigilante y ayudante de cocina,

pero eligió quedarse

como heladero ambulante. YAMILET HERRERA DUDAMEL

YAMILET HERRERA DUDAMEL

sears era La única tienda por departamentos en Puerto La Cruz hace 30 años. Luego cambió de nombre: Maxys. // FUENTE: EDICIÓN DE EL TIEMPO DEL 29-8-1983

en Puerto La Cruz se instaló el “primer elevado de Oriente” en marzo de 1979, según el título de la nota periodística publicada en El Tiempo // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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LIZARDO AGUILAR

HACE MUCHO TIEMPO, LAS FAMILIAS VENÍAN MUY TEMPRANO EN SUS VEHÍCULOS PARA COM-PRAR NUESTRAS FRUTAS, CARNES Y PESCADOS FRESCOS, COMO EN UNA SUERTE DE PASEO”

[EL TIGRE]

En los últimos 36 años de mi vida he trabajado en mi puesto de frutas y hortalizas del mercado municipal, en el casco viejo de El Tigre. Soy una de las fundadoras de este recinto, en 1977, y he sido fiel testigo de la transformación que ha vivido nuestra ciudad. Comencé haciendo esto para criar a mis 21 hijos y así con-tinúo.

Hace 20 o 30 años, el merca-do era abierto. Luego se fue-ron sumando más buhone-ros. Los estacionamientos han sido ocupados por montones de vendedores de ropa, bisu-tería y zapatos que luchan tanto por sobrevivir como no-sotros.

Hace mucho tiempo, las fa-milias venían muy temprano en sus vehículos para com-prar nuestras frutas, carnes y pescados frescos, como en una suerte de paseo.

Como nuestro pueblo, el crecimiento del mercado fue inevitable y lo que comenzó con unos pocos puestos co-merciales, fundados por per-sonas como Vicente Sánchez, el popular “Pata e’ Loro”; Anto-nio Rodríguez, conocido como “Caripe” y Vicente Maurera, a quien llamábamos “El Indio”, terminó por convertirse en un conglomerado apretujado.

Aún tengo en mi memoria cómo hace 15 años, mis com-pañeros y yo nos veníamos a la 1:00 de la mañana para re-cibir a los camioneros mayo-ristas, pero la inseguridad nos ha obligado a hacerlo casi al amanecer. La ciudad de los 80 no tenía tantos barrios como ahora. Mucha gente de la que llegó es buena, pero también se llenó de malvivientes.

Aunque el petróleo ha sido una bendición para otros pue-blos, en El Tigre ha ocurrido todo lo contrario. Mis pimen-tones, cebollas, patillas, me-lones y piñas que exhibo en estas pequeñas mesas, no son de tierras anzoatiguenses. La mayoría viene de los Andes, Lara y Monagas. Antes, ven-día ocumo fresquecito porque los arrancaban de los mismos morichales. Pero la gente dejó el campo. La tierra fértil se secó. Todos quieren trabajar en la industria petrolera.

Vendía ocumo fresquecito de los mismos morichales

PERFILBERTHA YÁNEZ

Vendedora de hortalizas del Mercado Mu-nicipal de El Tigre. 64 años. Nació en El Pao de Barcelona,

municipio Miranda. Vive en San José de El Tigre, munici-pio Simón Rodríguez. Tiene 21 hijos, seis propios y 14 de crianza.

Por suerte, sólo una cosa no ha cambiado: la simpatía y respeto de la gente que me sa-luda y me visita cada mañana, cuando se renueva la esperan-za de que el porvenir será me-jor y se fortalecen las ganas de vencer las angustias, como si la historia volviera a comenzar de nuevo.

“mIS PINTONES, cebollas, patillas, melones y piñas (...) no son de tierras anzoatiguenses. La mayoría viene de los Andes, Lara y Monagas”, dice la señora Bertha Yánez, quien labora en el mercado de víveres de El Tigre

// FOTOS CORTESÍA AUGUSTO HERNÁNDEZ / ARCHIVO EL TIEMPO

“Sólo una cosa no ha cambiado: la simpatía y respeto de la gente que me saluda y me visita cada mañana”.

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VIVIANA MELLA SANDES

ANTES NO ERA COMO AHORA. LAS FUENTES DABAN RESPUESTA SIEMPRE Y DONDE FUERA. A LAS 12:00 DEL MEDIODÍA ESTABA CADA UNO EN SU CASA”

[BARCELONA]

60 años atrás, yo vivía en la calle San Carlos, en una casa que tenía el diario El Nacional para sus corresponsales. Barce-lona era totalmente distinta a lo que es hoy. Había apenas unos 40 mil habitantes y las vías te-nían doble sentido para los ve-hículos. Daba gusto hacerle fo-tografías al casco central de lo bonito que estaba, igual que al río Neverí, en el que yo me baña-ba todas las mañanas.

Recuerdo que los sitios histó-ricos estaban abiertos para el visitante, como el teatro Cajigal. Funcionaba un cine a cargo de Luis Ramos. Proyectaba pelícu-

Todo el mundo andaba con una radio de mano

las mexicanas, que era lo que estaba en auge.

Casi siempre, al salir del tra-bajo, me iba a la plaza Boyacá a conversar con la gente. Eso era súper tranquilo y agradable. En Puerto La Cruz también había varias salas de cine, pero el ma-yor atractivo era el Paseo Colón. Llegar hasta allá desde Barcelo-na era rapidito, como seis mi-nutos. De hecho, para cubrir las pautas de un municipio a otro tardábamos nada usando la ca-rretera blanca –hoy Jorge Rodrí-guez- que sólo llevaba un canal.

Salía con el periodista a eso de las 7:00 de la mañana hacia la cementera Vencemos para que nos dieran el parte econó-

mico, a la aduana de Guanta, a Menegrande por la producción de petróleo, a las dos prefectu-ras por los sucesos y a las 10:00 de la mañana ya estábamos en la oficina de prensa de la Go-bernación donde nos atendía el gobernador.

Antes no era como ahora. Las fuentes daban respuesta siem-pre y donde fuera. A las 12:00 del mediodía estaba cada uno en su casa. Yo me metía en el labora-torio a revelar las fotos mientras me preparaban el almuerzo, y el periodista en la corresponsalía escribía las notas. Teníamos que hacer eso rapidito porque de-bíamos dejarle una valija al pi-loto del vuelo de Avensa que sa-lía a las 3:00 pm hacia Caracas. Era una odisea porque a mí me tocaba hacer hasta los ácidos de revelado y enviábamos, a diario, al menos 12 noticias. No tenía-mos las facilidades de hoy. Sólo

PERFILAUGUSTO HERNÁNDEZ

Nació en la ciu-dad carabobe-ña de Puerto Cabello el 1° de septiembre de 1927. A los 17 años llegó

a probar suerte a la capital ve-nezolana, pero su oficio de za-patero no le pareció suficiente y pronto consiguió un empleo como empaquetador en el dia-rio El Nacional. Transcurrieron algunos años y varios ascensos antes de que le ofrecieran ser corresponsal en Anzoátegui. En el 55 llegó a Oriente como fotógrafo y desde entonces ha vivido en Barcelona.

contábamos con el teléfono, el correo y el telégrafo. No había ni televisión –eso llegó en el go-bierno de Luis Herrera-, todo el mundo andaba con una radio de mano. Debíamos estar pen-dientes todo el día. Recuerdo que la mayoría de los accidentes ocurrían de madrugada y, si no recibía una llamada, aparecía algún conocido en la casa –cho-feres de plaza, policías, vende-dores- para avisarme y me toca-ba correr. Conocer mucha gente es una de las ventajas de esta profesión y a la vez una necesi-dad. Y al final eso es lo que uno recoge, conocidos, porque plata nunca haces.

En esa época, todos éramos periodistas empíricos. Hasta yo hice de periodista y Alfredo “el cuate” Mejías –telegrafista de Barcelona- hacía de “correspon-sal helicóptero”, como le llama-ban en Caracas. Nosotros traba-

jamos en la calle 40 años antes de pisar los salones de la Uni-versidad Central de Venezuela.

En ese trabajo vivimos el Bar-celonazo y luego el Carupanazo, cuando debimos ir a Cumaná, pasamos tres días en la carrete-ra de la costa esperando al ejér-cito, comiendo lo que nos brin-daba la gente de las rancherías. En la ciudad todo estaba tran-cado, desde el aeropuerto hasta el comercio y había bastantes muertos.

También cubrimos la caída de Pérez Jiménez. Eso en Barcelo-na se vivió con dilación. Al otro día la gente todavía andaba con mucha cautela porque los go-biernos en las provincias siguie-ron mandando hasta que los gremios se organizaron. Creo que fue el acontecimiento más impactante.

En tiempos de dictadura ha-bía censura y autocensura; no se daba cabida a nada político y había que cuidarse de la Se-guridad Nacional, sobre todo de que no te pillaran con un pasquín Resistencia debajo del brazo. Pero también la época de las guerrillas fue fuerte, de lla-madas anónimas y encuentros furtivos de madrugada para obtener declaraciones de los subversivos. Esos años para el periodismo fueron duros pero apasionantes.

“Nosotros trabajamos en la calle 40 años de pisar los salones de la Universidad Central de Venezuela (...) Cuando debimos ir a Cumaná, pasamos tres días en la carretera de la costa

esperando al ejército, comiendo lo que nos brindaba la gente de las rancherías”. //

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DANIEL DELGADO AROCHA

[PUERTO LA CRUZ]

Cada aniversario de Ondas Porteñas (640 AM) pasaba lo mismo: La gente se agolpaba en las puertas de la sede para en-trar al estudio y poder escuchar cantar y tocar en vivo a los ído-los del momento, quienes eran invitados por Rafael (Bellorín) para celebrar el cumpleaños de la emisora. Los que no podían entrar, esperaban afuera a que los artistas salieran para salu-darlos.

Ondas Porteñas (hoy Actuali-dad 640 AM, y perteneciente al Circuito Unión Radio) quedaba en la calle Libertad de Puerto La Cruz, y cuando llegaba marzo, mes de su aniversario (fue fun-dada el 6 de marzo de 1950), se colapsaba la vía con frecuencia.

Siempre iba un gentío en esa fecha y también uno que otro domingo, cuando se hacía el programa en vivo “Estrellas ju-veniles”, en el que concursaban muchachos y jovencitas con ta-lento para la música.

Cada evento aniversario fue especial, pero cuando venía Al-fredo Sadel pasaba de ser una celebración a un acontecimien-to. El gentío se convertía en “masa”. Puerto La Cruz colapsa-ba, y hasta tenían que acordo-nar la calle Libertad.

Sadel vino varias veces, pero recuerdo en especial cuando nos visitó en 1965, para cantar en los 15 años de Ondas. Fue una locura, estaba en pleno apogeo, era un ídolo.

Puerto La Cruz entera se fue ese día a ver y a escuchar en vivo a Alfredo en Ondas Porte-ñas. Prácticamente Sadel que-dó preso dentro de la emisora. La Guardia Nacional tuvo que acordonar la calle para calmar los ánimos y protegerlo.

Yo estaba adentro, en el estu-dio. Tenía una voz increíble, era un moreno bien parecido, muy apuesto, alto, amable, una exce-lente persona.

Cuando salió de la radio eso fue revuelo total, ¡una locura! Lo amaban, lo querían tocar, abrazar. Las veces que vino, que fueron varias, siempre se quedó en mi casa. En aquel entonces

Sadel preso en porteñas 640PERFILHILDA DE BELLORÍN

Hilda Margarita Caraballo de Bellorín nació hace 78 años en Nueva Colom-bia, localidad de Casanay, estado

Sucre. En 1958 se casó con don Rafael Bellorín Malaver (+), mar-gariteño que llegó a Puerto La Cruz para fungir de operador ra-dial en Ondas Porteñas 640 AM, y a la postre asumió la dirección de la estación durante varias dé-cadas. A principios de los 80, Don Rafael estableció la alianza entre 640 AM y el Circuito Unión Radio. Tuvieron cinco hijos. Actualmen-te forma parte de la directiva del circuito radial.

vivíamos en el sector La Tinia de Puerto La Cruz.

Cuando Sadel cantaba cual-quiera se embelesaba. En mi casa compuso, acostado en un chinchorro, una canción llama-da “Muchachita oriental” y lue-go nos la cantó a Rafael y a mí.

En una entrevista que le hicie-ron en una radio que ahorita no recuerdo, en los años 70, luego de una de sus tantas visitas a Puerto La Cruz, dijo que le ha-bían hecho un desayuno en la casa de Bellorín, y que eso fue un “bellorismo”, una atención excelente que nunca olvidaría.

Así como Sadel acostumbra-ba a hospedarse en nuestra casa, también nos visitaron otros artistas como Lucho Gati-

ca, Raquelita Castaños, José Luis Rodríguez, al igual que algunos políticos y gente de la sociedad venezolana. Rafael (Bellorín) era muy conocido por su vida polí-tica en Caracas y luego por su rol en los medios, en especial en Ondas Porteñas. A él le encan-taba invitar gente a Puerto La Cruz, quería mucho a esta tie-rra, y eso que era margariteño.

Unos de nuestros huéspedes con los que más compartimos fueron el ex presidente Raúl Leoni y su esposa Menca de Leo-ni. Se quedaron en mi casa de La Tinia como tres veces.

Cuando él estaba en cam-paña presidencial llegaron a la casa. Leoni era alto, muy caba-llero, amable y medio gago (ri-

sas); y doña Menca era una mu-jer muy sencilla. Tenía mucho dinero, haciendas en El Callao, pero eso no le quitaba lo humil-de y buena persona.

Recuerdo que uno de esos días en los que estuvieron allí, mientras Rafael y él veían por la ventana hacia la costa, mi esposo le dijo que por qué no le sacaban provecho a un terre-no que quedaba entre La Tinia y la bahía de Pozuelos, al cual llamaban barrio Las Viudas, y construían un parque o algo provechoso para la comunidad porteña. De allí partió la idea de construir el Parque Andrés Eloy Blanco.

CADA EVENTO ANIVERSARIO FUE ESPECIAL, PERO CUANDO VENÍA ALFREDO SADEL PASABA DE SER UNA CELEBRACIÓN A UN ACONTECIMIENTO. EL GENTÍO SE CONVERTÍA EN MASA. PUERTO LA CRUZ COLAPSABA”

EN 1965, Puerto La Cruz entera se fue a ver y a escuchar en vivo a Alfredo en Ondas Porteñas. Prácticamente Sadel quedó preso dentro de la emisora. La Guardia Nacional tuvo que acordonar

la calle para calmar los ánimos” cuenta doña Hilda. // FOTO: CORTESÍA HILDA DE BELLORÍN

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ESAS VIEJITAS, TODOS LOS 24 DE DICIEMBRE, ALQUILABAN UN CARRO Y LE DECÍAN AL CHOFER: ‘USTED TRANQUILO, QUE SE VA A GANAR UNA ORQUÍDEA’. ERA EL DIBUJO DEL BILLETE DE CINCO BOLÍVARES DE ESA ÉPOCA”

petaticos a la orilla del río[MARGARITA]

A veces, me llegaban las 11 del día y no había hecho “en nombre de Dios”, o sea la pri-mera venta. Y yo me paraba a hablar con la Virgen y le decía: “Mija, acuérdate de que yo ten-go que llevar la comidita para la casa”. No habían pasado tres minutos y ya me estaban bus-cando en el puesto para com-prar. Y así levanté a toda mi familia.

Antes, la patrona se podía ver más cerca porque había puertas laterales donde está su camerino y por allí subía la gente. El paso fue cerrado cuando le robaron la corona en 1979. Restringieron esa co-modidad para verla. Así como hay gente que la admira hay muchas que se olvidan de la fe y tratan de quitarle sus cosas. No saben lo que hacen, la Vir-gen lo ve todo.

El Valle era la iglesia, el puen-te y el río. Después embaularon el río e hicieron el boulevard, eso fue un cambio radical que se hizo para crear una fuente de trabajo. Pero uno añora esos tiempos, todo era mucho más tranquilo.

Recuerdo que cuando tenía como seis años, la fiesta de la Virgen tenía una madrina y un padrino. Era la fiesta más importante de Nueva Esparta. Asistía gente de alcurnia. No sé por qué se acabó esa tradi-ción. Todos los margariteños esperábamos con ansias que llegara el 8 de septiembre. Ese día madrugábamos para ir a la misa. Era un día especial, estre-nábamos dos vestidos.

Para la gente del pueblo era casi una obligación ir a la pro-cesión. Antes, los creyentes de la isla hacían un gran sacrificio para estar presentes en esta festividad. Venían personas de Macanao con sus petaticos y los tiraban a la orilla del río; allí dormían y cocinaban sus pai-las de fríjoles. También lo hacía gente de otros sectores, por-que era muy difícil el traslado.

En una oportunidad querían prohibir que las viejitas ven-dieran su mercancía relacio-nada con la fe (rosarios, figuras

PERFILANA ASCENSIÓN RONDÓN

Desde hace 55 años, Ana Ascensión Rondón es vendedora de artesanía y ob-jetos alusivos

a la patrona de los margari-teños, en la localidad El Valle del espíritu Santo, en la isla de Margarita. Tiene 63 años

de la Virgen), en las cercanías de la iglesia. Esas señoras se reunieron y como pudieron se fueron a Caracas y hablaron con quien era el presidente de entonces, Marcos Pérez Ji-ménez y le explicaron lo que sucedía. Ahí mismo llegó una orden: no podían tocar a nin-guna de esas señoras.

Esas viejitas, todos los 24 de diciembre, alquilaban un ca-rro y le decían al chofer: “usted tranquilo, que se va a ganar una orquídea”. Era el dibujo del billete de cinco bolívares de esa época y reunían ropa, comida y compraban todo lo que podían y lo llevaban al asilo de Juangriego. Sus misas de aguinaldo eran las mejores. Repartían anís, café de todo, para ellas era un disfrute, fue otra época.

Cuando fue presidente, Luis Herrera Campíns venía todos los años y celebraba su cumpleaños en El Valle, todos los 4 de mayo. Primero iba a la celebración de una misa en la iglesia y luego se iba a un bar que era de uno de sus amigos, aquí, en el pueblo y allí lo festejaba.

La gente de antes era muy desprendida, aquí hubo per-sonas que para agradecer los favores concedidos pagaron para que pintaran toda la igle-sia. Hubo un señor que se ganó un Kino y mandó a hacer todo el arte en vitral del templo. La fe que se profesaba por la vir-gen es algo que no tiene com-paración.

“El VALLE ERA LA IGLESIA, el puente y el río. Después embaularon el río e hicieron el boulevard, eso fue un cambio radical que se hizo para crear una fuente de trabajo. Pero uno añora esos

tiempos, todo era mucho más tranquilo” dice doña Ascensión. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

REYNALDO RAPHAEL VILLARROEL

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NADIUSKA CABEZA

EL HOTEL DORAL BEACH ERA EL MÁS GRANDE DE LATINOAMÉRICA. ERA UN CINCO ESTRELLAS....HABÍA UN PAQUETE PARA CANADÁ Y, POR 500 DÓLARES, UNA PERSONA PODÍA VENIR EN UN VUELO CHARTER Y HOSPEDARSE EN EL HOTEL POR UNA SEMANA”

[PUERTO LA CRUZ]

Mi padre nació en Nápoles, Italia. Durante cinco años ve-nía a Venezuela regularmente, pues trabajaba como vendedor ambulante en los pueblitos del país. En esos viajes se ena-moró de Puerto La Cruz. Decía que se parecía a la Nápoles de su infancia. La gente era muy amable y la playa del Paseo Co-lón era muy limpia. La calle era más angosta y la arena la bor-deaba.

En 1962, mi familia se instaló aquí. Compró un hotel llamado Margelina, lo vendió y luego compró un edificio en construc-ción que estaba al lado para convertirlo en el hotel Neptuno y en nuestro hogar. Desde allí, veíamos muy cerca el mar del Paseo Colón. Mi niñez la pasé en esas aguas. Después del co-legio me iba a pescar allí. Saca-ba chipichipi, ostras, corocoro, cataco; me bañaba, jugaba al fútbol con los amigos. La pasé muy bien.

Eran pocos los negocios que había en el Paseo Colón. Estaba El Mundial, que era una fuente de soda y Fornos, una de las pa-naderías más viejas y que aún tiene los mismos dueños. Tam-bién estaba el hotel Gaeta, que para ese entonces se llamaba Pelícano. Eso cuando yo tenía unos 10 años (1971). Todos nos conocíamos. La mayoría era co-merciantes extranjeros.

Durante el primer gobierno de Carlos Andrés (Pérez) se hizo la primera remodelación del Paseo Colón. La parte vial no la modificó, sino que amplió el malecón y construyó unos 12 locales de 48 mts2. Allí estaba el restaurant Fuente Mar, que luego se convirtió en un ícono de la ciudad.

El mejor momento del tu-rismo en Puerto La Cruz llegó con el “boom” canadiense. Eso fue durante la primera deva-luación de la moneda, en 1983. Oscar Vila construyó el hotel Doral Beach, que para ese en-tonces era el más grande de Latinoamérica. Era un cinco estrellas. Vila ideó un paquete para Canadá, y por 500 dóla-res, una persona podía venir en

Teníamos más turistas que Margarita

Los traettino construyeron el hotel Neptuno en los 70. Está en la esquina entre el Paseo Colón y la calle Juncal de Puerto La Cruz

PERFILLUIS ENZO TRAETTINO

Luis Enzo Traettino tiene 51 años de edad. Nació en Maracay, y sus padres lo trajeron a

Puerto La Cruz cuando era un bebé. Es ingeniero civil y des-de 1985 asumió formalmente las riendas del hotel Neptuno, ubicado en el Paseo Colón. Fue fundador de la Asociación de Hoteleros del estado Anzoá-tegui.

un vuelo charter y hospedarse en el hotel por una semana. La temporada era de noviembre a febrero. Con las bondades del cambio del dólar, la moneda les era muy favorable. A Puerto La Cruz llegaban unas tres mil personas diferentes cada se-mana. Teníamos más turistas que Margarita.

Surgieron servicios como paseos en lancha, en paracaí-das, buceo, abrieron muchas tiendas, cafés, restaurantes,

discotecas... La más destacada fue el Guatacarazo. Se hizo tan popular que el extranjero venía al Paseo Colón preguntando por el “crazy bar”. Lo llamaban así porque el ambiente del local era una locura, un desorden. Abría hasta las seis de la maña-na. Tenía una barra redonda en el medio y alrededor las mesas. La gente bailaba donde sea. No había reglas. Los mesoneros usaban pañales de bebé, se dis-frazaban de piratas, igual los barmans. Los vasos de cerveza tenían forma de seno y por el pezón de cerámica salía el licor.

A esa gente le gustó tanto la ciudad, que los más pudientes compraron apartamentos acá y entonces llegó el “boom” de la construcción a Lechería. Un canadiense podía comprar, por unos 50 mil dólares, un aparta-mento frente al mar.

Ese turismo internacional fue mermando a medida que fuimos abusando con los pre-cios de los servicios, la insegu-

ridad y terminó por completo con “El Caracazo”, la revuelta popular que se suscitó en la capital del país el 27 de febrero de 1989.

Luego tuvimos esperanzas de un nuevo auge con el proyecto de la construcción de un mue-lle de cruceros. La obra se pa-ralizó con la debacle bancaria que hubo en el país, pues era financiada por el Banco Latino.

Otro momento que recuer-do con tristeza fue “El manda-rriazo” en 2002. Me marcó ver desde la terraza del hotel cómo las máquinas destruían los lo-cales del Paseo Colón. No fue la medida lo que lamenté, sino la forma en que lo hicieron.

Los tiempos de bonanza aún no han vuelto. Yo creo que para eso no hace falta mucho, sólo un poquito de voluntad públi-ca y privada para revivir lo que tuvimos.

“El mejor momento del turismo en Puerto La Cruz llegó con el “boom” canadiense. Eso fue durante la primera devaluación de la moneda, en 1983”, relata Enzo Traettino.

// FOTOS: ARCHIVO EL TIEMPO

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ANGÉLICA GONZÁLEZ

LAURA CASTRO

apreCIAr el buen teatrola sinfónica, Soto y cruz-diez [PUERTO LA CRUZ]

Barcelona era una ciudad pujante. Las inmensas salinas en lo que hoy es Lechería, se convertían poco a poco en un imponente complejo urbanís-tico. A pesar de tener pocos habitantes, Barcelona conta-ba con un espacio majestuoso como el Teatro Cajigal. Según cuentan los cronistas, se cons-truyó en 1895 con la idea de mostrar las zarzuelas que se presentaban por Carúpano, pasaban por Cumaná y lle-gaban a la región. El Cajigal, sin duda, fue una de nuestras grandes inspiraciones. Estar allí, era sentirse literalmente en el teatro.

En 1973, se fundó un taller de donde germinó la agrupación La Huella. Y aunque los espec-táculos eran eventuales y no existía una cultura teatral que permitiera tener un público asiduo, había disposición de los jóvenes por aprender el oficio. Un año después surgió el taller Teofilo Leal, que luego se llamó Centro Teatral Teofilo Leal, al cual me incorporé con una cá-tedra de técnica de actuación, y nació el Teatro Estable de Barce-lona que se estrenó con la pieza “Un amante en la ciudad” del neoliberalismo italiano.

También nos apoyó Jesús Márquez, director del Diario de Oriente, quien destinó una página del rotativo a las infor-maciones culturales. Él en el

[PUERTO LA CRUZ]

Uno de los acontecimientos más importantes en la historia de Anzoátegui fue la presenta-ción por primera vez de la Or-questa Sinfónica de Venezuela. Se realizó el 13 de octubre de 1976 en el gimnasio Luis Ramos de Puerto La Cruz. Aunque esta fundación musical contaba para entonces con 46 años de creada, nunca había hecho una gira por el Oriente del país. Visitó además Maturín y Ciudad Bolívar.

Luis Morales Bance era el di-rector de la Fundación de Or-questas, y el concierto lo dirigió Evencio Castellanos. Para mí, fue maravilloso e inédito. La afluen-cia de personas fue tanta, que el Luis Ramos se quedó pequeño. Fue transmitido por emisoras de Cumaná, Porlamar y Guanipa, a través de Ondas Porteñas.

La Galería de Arte Moderno de Puerto La Cruz también respaldó este concierto. Lo recuerdo muy

impreso y Rafael Bellorín Mala-ver en la radio, con Ondas por-teñas, le dieron mucha fortale-za al teatro oriental que, desde 1976, cuenta con su propio fes-tival.

En las primeras ediciones se evidenció un teatro espon-táneo y comenzamos a traer directores, profesores, críticos y dramaturgos de amplia tra-yectoria en el país, entre ellos Román Chalbaud, Rodolfo San-tana, Armando Gota, César Réngifo, Isaac Chocrón, Horacio Peterson, Esteban Herrera, Pa-blo Antillano, Nicolás Curiel y Orlando Rodríguez.

La presencia de estos perso-najes le imprimió fuerza al fes-tival que, al poco tiempo, pasó a ser nacional y luego interna-cional con representaciones de Cuba, Martinica, Guadalupe, República Dominicana, Costa Rica y, como invitados especia-les, Brasil y Colombia. Además, había presencia en comunida-des como el Viñedo, 29 de Mar-zo, Chuparín y Guamachito.

Desde el octavo festival co-menzaron a verse propuestas más arriesgadas, y la gente em-pezó a apreciar el buen teatro. Sin embargo, hubo una muy especial que se llamó “Festival de los Cinco Continentes”, en el que participaron poco más de 120 países de Oceanía, África, Europa y Latinoamérica. Fue delirante.

bien, porque dos meses después, el 11 de diciembre de 1976, in-auguramos la sede de nuestra institución.

Por 14 años fui profesor de la escuela de arte Armando Reve-rón de Barcelona. En aquella épo-ca debíamos llevar a los alumnos a Caracas para que conocieran a los grandes creadores venezo-lanos. De allí nació la necesidad de construir un museo en Puerto La Cruz y aunque no se logró, el gobierno porteño aprobó la ins-tauración de la Galería, pionera en la entidad y en el país, que ha servido para un sinfín de activi-dades culturales. Aquí han esta-do personalidades como el gran actor Rafael Briceño y el drama-turgo José Ignacio Cabrujas.

De todas las exposiciones des-taca en 1980 la del maestro del arte cinético Jesús Soto. Hubo también una alta afluencia de asistentes. “Ríos” de personas se formaron en las afueras de la Galería todo el mes que duró la muestra. Cuando Soto vino a Puerto La Cruz, la Alcaldía lo de-claró Hijo Ilustre de la Ciudad y eso permitió un nexo y estima del artista hacia el Oriente.

Otra exposición que tuvo re-levancia fue la del gran artista Carlos Cruz-Diez, y logró la co-bertura de medios de comunica-ción nacionales. Cruz-Diez pintó el mural de la entrada de la Gale-ría de Puerto La Cruz. No perdió oportunidad, y también fue al Paseo Colón y dibujó las camine-rías con sus formas cinéticas.

El humorista y caricaturista Pedro León Zapata expuso en nuestra institución y al mismo tiempo en el salón de sesiones del concejo de Sotillo. Se denomi-nó “Todo Puerto La Cruz para Za-pata”. Fue gran acontecimiento.

La Galería ha prestado sus espacios para la Bienal de Artes Plástica, la cual comenzó con ta-lentos locales, pero luego elevó su estatus a nivel nacional. Se hicieron siete y participaron los mejores exponentes.

PERFILKIDDIO

ESPAÑA

Nacido en Maripa,

estado Bolívar, inició su

formación teatral en

1965 en el Centro de Es-

tudios de Arte Dramático de

la Universidad Central de Ve-

nezuela. Prosi-guió en la

Academia de Arte Dramá-tico D’Amico

y en el Teatro Estudio en

Roma, Italia. En 1973 se

incorporó al Centro Teatral

Teófilo Leal, de Barcelona,

como profesor de Actuación y luego como

su Director.

en 1990, se dieron propuestas innovadoras como la obra “Mala Hembra”, en un autobús

En 1980 se dio un hecho inédito: el maestro del arte cinético Jesús Soto expuso en Puerto La Cruz

PERFILGILBERTO

BEJARANO

Nació hace 72 años en Méri-

da. Desde 1965 reside en An-

zoátegui donde ha desarrollado una destacada

carrera como pintor y escul-

tor. “Aunque soy andino, he

adoptado el Oriente como

mi casa. Acá he sido muy

feliz”. Dirige la Galería de Arte

Moderno de Puerto La Cruz.

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JOSEPH ÑAMBRE

NADIUSKA CABEZA

La gente tenía fundamento y disfrutaba los juegos

El comienzo del romance

[PUERTO LA CRUZ]

Desde que tenía 15 años, yo estaba en un equipo de béisbol y era seguidora del deporte. Me encantaba ir a todos los juegos de mi esposo (Antonio Rafael Mejías) y de mis amigos. Me la pasaba en el estadio Delfín “Marval” de Cumaná. El público de entonces era decente, tran-quilo, sin monerías ni groserías. El ambiente era familiar. Era un público bueno... ahora no pasa eso. En estos días, en Caracas, a Marinos le tiraron unas sillas a la cancha, por eso ya no voy a Ca-racas, y también porque me pro-hibieron viajar. Ya tengo 94 años. Antes no ocurrían esas vagabun-derías en las gradas. La gente te-nía fundamento y disfrutaba del juego con tranquilidad. Yo me llevaba a mis 12 hijos y los sen-taba en fila. Si alguno se ponía necio enseguida lo regañaba.

Cuando nació Marinos me convertí en su fanática número uno. Cuando pierden, lloro. An-tes de cada partido, en el Luis Ramos, me meto en los vestido-res y sobo a mis muchachos en los brazos, en los codos, en las piernas. Les digo: “Llegó Toquita, a subirse los calzoncillos“ (risas). Siempre les doy mi bendición. Desde el público los animo, pito, grito y hasta peleo con los árbi-tros. El gañote se me escucha en toda la tribuna, y no me pongo ronca. Hasta para eso Dios me

[PUERTO LA CRUZ]

Jamás olvidaré el 13 de junio de 1991. Ese día, el deporte del Oriente del país se graduó con honores en la Liga Especial de Ba-loncesto. Marinos de Oriente ju-garía, a las 7:00 pm, el sexto jue-go de la final con Guaiqueríes de Margarita y no iba a perdérmelo.

Salí del trabajo a eso de las 5:00 pm, recogí a mi familia en la Fun-dación Mendoza y juntos nos fui-mos al gimnasio Luis Ramos. Tras

favorece. La trifulca más fuerte que

tuve fue cuando acompañé a Marinos a Puerto Rico. Los mu-chachos jugaron muy bien, pero el árbitro no servía. Me agarré con él, le dije ladrón y sinver-güenza.

Los juegos más emocionantes los viví a finales de los noventa, cuando estaba Harold Keeling, un americano que se casó con una venezolana y que tiene tres hijos... ¡bellísimos esos negritos! Tenía el número 21. En uno de sus tantos juegos se montó en el aro y me llamó para que subie-ra con él (risas). Él celebraba el triunfo así, era muy jodedor. Él era buenísimo, metía muchas cestas. Hace mucho que se retiró y vive en los Estados Unidos. Lo recuerdo clarito porque mantu-vimos el contacto. Me mandaba fotos de su mujer y de su familia.

La fanaticada de Marinos tam-bién se ha portado mal a veces. Hace mucho tiempo, cuando Do-mingo Cirigliano tenía el equipo (el fue el dueño por 30 y pico de años) recuerdo que hubo un rollo grandísimo y al público no lo dejaban entrar. Sancionaron a Marinos. La Guardia me dijo que no podía pasar y yo les dije “ese equipo es mío. Si me van a mover de aquí, me tendrán que llevar cargada hasta la puerta de mi casa”. Fui la única que entró. Cuando salí, al terminar el parti-do, todo el mundo me aplaudió.

40 minutos, sonó la chicharra que decretaba la victoria 123-97 de nuestro equipo y, en ese mis-mo instante, estalló la alegría. Marinos había ganado su primer campeonato y borrado el amargo recuerdo de un año antes, cuan-do Carl Herrera convirtió una ca-nasta para quitarnos el título.

Era tal el júbilo que a nadie le molestó que lo bañaran en cerve-za; quizás porque “La caldera del diablo” parecía un horno. Hacía un calor espantoso y no había aire acondicionado. Gritábamos “Viva, Marinos”, mientras nues-tros héroes saltaban por la can-cha. Harold Keeling, César Por-tillo, Gabriel Estaba y Luis Sosa contagiaban su felicidad. En las tribunas, amigos y familiares se abrazaban mientras los cohetes estallaban dentro y fuera del re-cinto. Hasta los vendedores de pinchos, perrocalenteros, policías y Guardias Nacionales gritaban y brincaban. En “La caldera” esta-ban fanáticos de El Tigre, Anaco, Cumaná y Maturín. Las pasiones estaban desbordadas.

Después de la coronación, nos fuimos en caravana por Puerto La Cruz, Barcelona, Guanta y Leche-ría. Toquita de Mejías, llena de vi-talidad, lideraba el desfile. Fue un recorrido memorable al que se unió la gente que había visto el choque por Radio Caracas Televi-sión (Rctv). Tocamos corneta toda la noche.

Así se inició el boom por el bás-quet en Anzoátegui que marcó el comienzo de un eterno romance con el Acorazado.

en el “chico” carrasquel, “Toquita” Mejías en un lanzamiento inicial con la camisa de Caribes

“marinos había ganado su primer campeonato y borrado el amargo recuerdo de un año antes”

El 13 de junio de 1991, Marinos de Oriente logró titularse campeón de la liga

PERFIL TOQUITA

MEJÍAS

Antonia Evangelista

Ruiz, “Toquita Mejías”, nació

en Cumaná, tiene 94 años

y es consi-derada la

“Madrina” del deporte en

Anzoátegui. Estuvo casada

con Anto-nio Mejías,

destacado beisbolista amateur. El

25 de abril de 2009, cuando

cumplió 90 años de edad,

se elevó su camiseta

número 99 en lo más alto de la Caldera del

Diablo.

PERFIL LUIS CÓRDOVA

Es periodista y director de turismo de la Alcaldía del municipio Ur-baneja. Tiene el título de Prepa-

rador egresado de la Escuela de Entrenadores de Venezuela. Fue director del Instituto Nacional de Deportes, Anzoátegui, presidente de la Asociación Anzoatiguense de Atletismo y presidente Interi-no de la Federación Venezolana de Ciclismo.

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LAURA CASTRO

LAURA CASTRO

Entre amigos y vecinos Se jugaba picha, volador, chapita y pelotica e’ goma[PUERTO LA CRUZ]

Esto del carnaval es importa-do. Los trinitarios que venían a trabajar en las empresas petro-leras trajeron parte de sus tradi-ciones y su gusto por el calipso, las carrozas y las comparsas. A finales de enero celebraban el llamado Grito de Carnaval. Un señor de apellido Beltrán, de ori-gen antillano, organizaba una caminata que salía a las 3:00 de la mañana de la calle 13 de Chu-parín (Puerto La Cruz) hasta el Paseo Colón. Lo llamaban Ama-necer feliz, y era indicativo de que pronto llegaría el Carnaval.

Ya en el mes de febrero salían las carrozas y las comparsas. El punto de concentración era la esquina de la actual sede de los bomberos. De allí se desfilaba hasta el Paseo Colón donde nos esperaba una tarima en la que se presentaban grupos musi-cales. Corrían los 70, la reina se elegía en un evento netamente popular, en el que participaba buena parte de la comunidad.

En los desfiles se veían repre-sentaciones de las diferentes colonias de la región. Las de Co-lombia, China, España y Portu-gal, por ejemplo, mostraban sus elegantes trajes típicos.

Las carrozas eran más senci-llas que ahora. Se inspiraban en pueblos indígenas, en persona-jes históricos y en tradiciones lo-cales como el Pájaro Guarandol. Ahora prevalecen las fantasías con plumas, canutillos y mucho brillo. El Rey Momo no podía fal-tar. Cada sector elegía al suyo y lo sacaba en un camión para re-partir caramelos.

[PUERTO LA CRUZ]

Recuerdo a Moncho Parra, el hombre que tocaba el gran tambor de la banda municipal, quien se quedaba por tres o cua-tro días para disfrutar de las fies-tas de la Virgen del Amparo, del 31 de octubre al 7 de noviembre. La parranda era día y noche. No paraba. Venían los guarañeros con sus mesas de juego y gran-des dados. Se celebraban las misas de aguinaldo, de la juven-tud, de los comerciantes, de los deportistas y de los conductores. Luisa y Rosa, por mencionar al-gunas, se instalaban en la pla-za para vender café, chocolate y empanadas recién fritas. Se realizaban caravanas, y cuando llegabas a la esquina de doña Rosa encontrabas una ternera o un tambor de sancocho para quien quisiera.

Muy esperadas eran la pro-cesión y el lanzamiento de los fuegos artificiales, una práctica que comenzó en los 60 gracias a Juan José González, quien los traía desde Caracas especial-mente para la virgen. Cuando falleció, José Ernesto Rodríguez adoptó esa costumbre.

Las prácticas deportivas en Po-zuelos se hacían en un terreno que llamábamos “el sitio”. Cuan-do salíamos nos íbamos a comer a la bodega de Marrero. Un pan con mortadela y mayonesa valía un bolívar, pero si le agregabas queso y tomate costaba tres rea-les. Con eso y un refresco, que costaba medio, uno se resolvía.

Aquí también se jugaba pi-

En Barrio Mariño habían unos tipos que se hacían llamar Ban-dera Negra y tenían unos camio-nes volteos en los que montaban tambores de agua y pintura, se metían en las casas, sacaban a las personas y las bañaban. Era algo sano porque todo se hacía entre amigos y vecinos. Nadie se molestaba.

La clausura se realizaba en el parque ferial que funcionaba en el terreno baldío que está en las cercanías del “Chico” Carras-quel. Recuerdo haber visto al Gran Combo Universal, al grupo Imagen y a Porfi Jiménez cuando estaba en pleno apogeo. Me hu-biese gustado mirar al trinitario Mighty Sparrow (famoso can-tante de calipso y soca, de Gre-nada), pero no tuve tanta suerte.

La familia Moy siempre ha estado vinculada con el Carna-val. Mi mamá, Máxima de Moy (que ya falleció), nos metió en este embrollo. Las últimas com-parsas donde estuvimos como participantes fueron en 1979 y en 1982, con la familia Gazcón de Pozuelos. En 1983 nos conver-timos en organizadores. Desde entonces hemos obtenido 19 primeros lugares en comparsas y tres en carrozas. En el 2007, creamos la Fundación Amigos Unidos del Carnaval de Oriente.

El carnaval es el único evento que disfrutamos en Puerto La Cruz porque aquí no hay fiestas patronales. Antes se hacía la fiesta de la Cruz y el Mar. Todos los años se esperan los desfiles en la Avenida Municipal.

cha, volador, chapita, pelotica e goma y trompo, aunque mu-chos preferían el palo encebao. En la plaza, el día de la Virgen, se ponía un tubo de cuatro metros, lleno de grasa. No se podía ir en pantalón ni en camisa manga larga, cuando mucho un short para poder subir a agarrar el premio.

Los manantiales de Pozuelos eran muy visitados. Venía gente a bañarse por sus efectos medi-cinales. Otros venían con tobos a buscar agua para sus conu-cos, ésos que quedaban en Las Terrazas y en Guanire, donde se sembraba maíz, caraotas, me-lón, cambures y más. De esos manantiales se distribuía agua hacia Lechería a través de unas tuberías que atravesaban las sa-linas.

Habían muchos bares y bode-gas. El bar restaurante La Mu-cura lo abrió mi padre en 1949 y aún se mantiene. Mi mamá hacía la comida. En 1976 nos visitó la Miss Venezuela, Judith Castillo.

Mi tía Rosa mantuvo una bo-dega por 50 años. Tenía una rocola con un rodillo de tres co-lores (verde, rojo y amarillo). Le metíamos un bolívar para escu-char a Julio Jaramillo, Javier Solis, Grupo Mirabal y Los Terrícolas.

Oíamos Julio Iglesias, Sandro, Pedro Infante y todas esas can-ciones para quitar el dolor. Los que tenían novia hacían sus vi-sitas formales. No había el bo-chinche de salir y llegar al otro día.

Cuando nos dejaban, íbamos al cine. A principios de los 70, lo construyó mi tía Luisa en la can-cha de bolas criollas. Era de dos carretes. Recuerdo haber visto “Ando volando bajo” y muchas películas mexicanas. La entrada costaba un real e incluía un be-sito de coco o un suspirito. Siem-pre había un coleao, pero ella iba con una linterna, alumbrando de mata en mata, buscando al que no había pagado y lo sacaba con un jalón de orejas.

PERFILENRIQUE MOY

Tiene 51 años y es uno de

los siete her-manos de la familia Moy,

una de las más conoci-

das del sector El Pensil de

Puerto La Cruz por su

participación en los Car-

navales. Han representado

a la ciudad en eventos en

Maturín y El Callao.

los colegios también han celebrado su carnaval escolar, que es muy popular en Puerto La Cruz

en la parroquia pozuelos es popular la proce-sión y la fiesta en honor la Virgen del Amparo

PERFILJOSÉ RAFAEL

SOSA MARIÑO

Nació en abril de 1953. Está

al frente de la Fundación

Nuestra Seño-ra del Amparo

inaugurada en el año

1992 para promover las

actividades deportivas,

culturales y sociales.

Es padre de dos hijos y se ha dedicado

a recopilar buena parte

de la historia de Pozuelos.

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YOLEIDA SALAZAR REYNALDO RAPHAEL VILLARROEL

Una procesión o una parranda podían

durar tres días

Aquella ciudad era más cosmopolita que ahora

[MARGARITA]

Antes, en Margarita, la mú-sica era obligatoria porque no había nada de equipos de so-nido ni esas cosas que se ven ahorita. La alegría de las reu-niones y eventos la ponían los grupos, y aunque muchas per-sonas nos veían como parran-deros, entre nosotros había un gran respeto porque éramos artistas.

Cuando alguien nos invita-ba a algún evento, íbamos por amor a lo que hacíamos, no pedíamos dinero ni poníamos condiciones para actuar. La mayoría de las personas nos agradecía con regalos, pero nos montábamos en la tarima a disfrutar lo que hacíamos y la gente que te escuchaba lo agradecía y manifestaban su respeto. Una fiesta podía em-pezar a las 10 de la mañana y amanecíamos. Y era dándole duro a los instrumentos y a la garganta. Había descansos para tomar café, chocolate o un trago de ron y seguíamos.

Los festivales de galerón de hace 40 años hipnotizaban y educaban a los que les gusta-ba. Donde había un velorio de Cruz de Mayo iba mucha gen-te.

Los músicos y cantantes sa-bían eso. Se preparaban, eran

[CUMANÁ]

La tienda la iniciamos mi es-poso y yo en 1962. Novedades Cati comenzó en un local al-quilado en la esquina de la Li-bertad con la calle Freites justo donde está hoy la torre Banes-co. Éramos muy jovencitos –yo tenía 18 años-, nos casamos y a la semana la abrimos. En la calle Libertad había pocos ne-gocios, estaban Taylor, Casa Al-fonso, Bambi, El Mundo Infan-til y la sastrería Broadway, que estuvo por 50 años. De aquella época, de los años 60, la única que queda en la actualidad que venda ropa de niños es No-vedades Cati.

Cuando ya estábamos em-pezando a surgir, se quemó la tienda, el 4 de diciembre de 1969. Un fuego por un cortocir-cuito, que se inició en la noche, terminó por consumir cuatro locales. Nosotros vivíamos de-trás de nuestra tienda. El fuego se consumió mi tienda, una boutique y un restaurant que se llamaba Cafetería Miami. Nos quedamos en la calle mi esposo y yo, con dos niños.

Pudimos reabrir el local en otro sitio, esta vez en la calle Maneiro y de allí, nos muda-mos a donde estamos actual-mente, en el número 45 de la Libertad.

Cuando los Carnavales de Puerto La Cruz eran bonitos, y los clubes sacaban las carrozas, los disfraces que vendíamos eran muy sencillos. Casi siem-

personas muy cultas, que leían mucho, esto era obligatorio porque en el fragor del contra-punteo había que hacer gala de ello. No eran mensajes va-cíos. En ocasiones los temas de “pelea” eran de geografía o de biología, por ejemplo, tenían que cantar en esa línea. El pú-blico se llevaba algo nuevo.

Ver cantantes como Jesús Ávila, Francisco Mata y José Ra-món Villarroel en un escenario, ponía los pelos de punta. Esos hombres cantaban con el alma y salían de sus casas y no sa-bían cuándo regresaban por-que para donde los invitaran se iban. Una procesión o una parranda podrían durar tres días, porque en todas las casas te daban algo. Un sancocho, empanadas, un palo de ron. Entonces no te emborracha-bas porque comías mucho y la gente disfrutaba. Ya eso no se ve. Nadie estaba pendiente de problemas ni de inseguridad. Se veía una pelea muy de vez en cuando entre la gente, pero casi siempre eran borrachitos. No pasaba de ahí.

Una vez fuimos a tocar a Ca-racas en una emisora y la re-cepción que nos dio la gente es algo imposible de olvidar: ver a personajes como Alfredo Sadel o Mario Suárez deleitándose con lo que hacíamos en vivo, porque no había pistas ni nada de eso, no tiene precio.

En toda Venezuela se preocupaban por escuchar la música de nuestro país. Para el galerón la tarea fue más difícil, no podíamos viajar constante-mente y cuando salíamos era por ferry y con carros, nada de avión. Teníamos gente que su trabajo era trasladarnos. Ahí nos ganó la partida la música llanera que ellos iban a la capi-tal y mostraban lo que hacían, ellos estaban más cerca.

pre eran de El Zorro, vaqueros, Caperucita. La mercancía era mayoritariamente de confec-ción nacional, y la ropita espa-ñola era la mejor. Después, con los cambios de la economía, se empezó a trabajar con ropa pe-ruana y colombiana.

Antes era muy tranquila esta calle. Para Navidad abríamos hasta las 10 de la noche, ha-bía seguridad, y eso que había muy pocos locales comerciales. Venían además muchos com-pradores de otras ciudades: Cumaná, Anaco, El Tigre y Ma-turín.

Desde la Plaza Bolívar hasta la calle Maneiro había sólo co-mercios. Los edificios vinieron después. Por ejemplo, el Al-macén La India tenía el nego-cio abajo y la casa arriba, todo lo demás eran locales de una planta. En los 60, los únicos edificios construidos eran el Matamoros, en la calle Buenos Aires y el Montilla, frente a la iglesia de La Santa Cruz.

Definitivamente lo que ex-traño de Puerto La Cruz es la tranquilidad. En las vacaciones nosotros salíamos a pasear con los niños por el Paseo Colón hasta las 10 u 11 de la noche, sin problemas, uno se sentía seguro. Entonces estaba la pizzería Reale, Restaurant Da Luigi, el Hotel Neptuno, y en la esquina de la Sucre estaba la cafetería Mundial, donde íbamos los domingos a tomar café. Aquella ciudad era más cosmopolita que ahora. Uno podía caminar, disfrutar y sen-tarse fuera de los locales a to-marse algo sin temor, y había muchas cosas que hacer y que disfrutar.

En estos 50 años he tratado de mantener surtida la tienda con ropa actualizada, y la gen-te sabe que aquí puede conse-guirla. Ahora en estos momen-tos no sé qué va a pasar. No hay ni mercancía importada ni nacional. Todo está paralizado.

PERFILALBERTO

VALDERRAMA PATIÑO

64 años. Nació en El

Cercado, Isla de Margarita. Músico, com-positor desde

los cuatro años

“Uno amanecía dándole duro a los instrumentos y a la garganta” relata Valderrama

cuando ya estábamos empezando a surgir, se quemó la tienda, el 4 de diciembre de 1969.

PERFILCATALINA

GUTIÉRREZSe llama Cata-lina Gutiérrez

de Iosue. Es la dueña de

Novedades Cati, tienda de ropa

infantil en la que ha estado

al frente por 51 años, en Puerto La Cruz. Se vino muy pequeña,

junto con sus padres, desde

Asturias, Espa-ña, en el año

1959. Doña Cati y su esposo Fer-nando, fallecido

hace 21 años, procrearon tres hijos orientales.

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PERLA LARA

AL CINE HUMBOLDT, QUE ERA EL ÚNICO QUE EXISTÍA, ÍBAMOS EN LA LIMOSINA DE MI PAPÁ... VEÍAMOS PELÍCULAS MEXICANAS DE CANTINFLAS Y TÍN-TAN. OTRA DIVERSIÓN ERA IR A VER EL PROCESO DE ELABORACIÓN DEL REFRESCO EN LA FÁBRICA DE LA COLITA SIFÓN”

[CUMANÁ]

Mi Cumaná de hace 50 años era una ciudad tranquila, her-mosa, donde habían pocos autobuses, para ir de un lugar a otro se iba caminando, al mercado, la iglesia, la plaza, la playa o el cuartel Mariscal An-tonio José de Sucre.

Al Cine Humboldt, que era el único que existía, íbamos en la limosina de mi papá, nos lleva-ba y nos recogía al terminar la función. Sólo veíamos pelícu-las mexicanas de Cantinflas y Tín-Tan. También estaba el Teatro Pepsicola. Otra diver-sión era ir a ver el proceso de elaboración del refresco en la fábrica de la Colita Sifón.

Había respeto y obediencia hacia los padres y las personas mayores. Mi esposo, mi único novio, con quien estuve casada por 54 años, murió el año pa-sado. A los 17 de días de ha-berlo conocido nos casamos, porque a mi papá no le gusta-ba eso de “pelar pava” y Julio, como se llamaba mi marido, fue a mi casa y pidió mi mano. Fue una boda hermosa, en la Iglesia Santa Inés. Recibí rega-los buenos. Se obsequiaban objetos de plata, y cristalería, nada de dinero. En la boda ha-bía música, pero nadie baila-ba, era un compartir.

Una de las cosas que más me agradaba era ir a organizar los eventos en el Cuartel. Había un Club de damas y se abrían las puertas para que todos co-laboraran en las fiestas de los niños en navidad, en las misas de aguinaldos; repartir bolsas de comida a los más necesita-dos y celebrar fechas patrias o religiosas. Los soldados nos ayudaban. Cuando todo esta-ba listo, el pueblo entrababa al cuartel y juntos como una gran familia festejábamos. Era bonito ver aquella camarade-ría, alegría y respeto.

Se escuchaban canciones románticas como las de Lu-cho Gatica, temas como Bésa-me mucho y El reloj. Estaba el Club Gran Mariscal, donde se hacían las mejores fiestas de Cumaná. Allí bailé con la Billos Caracas Boy´s, incluso una vez vino Marcos Pérez Jiménez a una de ellas.

La mujer siempre estaba elegante. No usaba pantalón, sólo falda y blusa o vestidos

La mujer siempre estaba elegante y no usaba pantalón

de flores; los hombres vestían pantalones de raya y camisa de popelina blanca. Antes ha-bían buenas sastrerías.

El luto era estricto: si una quedaba viuda, se vestía de negro para toda la vida.

Las calles eran limpias y se-guras, provocaba caminar. No habían malandros, ni delin-cuentes; la policía se veía por algunas partes con su rolo en la cintura. Los militares del cuartel salían a patrullar cuando hacía falta. Apenas estábamos saliendo de la dic-tadura de Pérez Jiménez. En el

año 1959 hubo elecciones pre-sidenciales y se votaba con tar-jetas, recuerdo las blancas y unas negras que eran de Prieto Figueroa.

En el período del goberna-dor Enrique Tejera París se die-ron los primeros pasos para la creación de la Universidad de Oriente. Se comenzó a de-rrumbar el Cerro Colorado, y el polvo que salía de allí se usa-ba para pintar el frente de las casas.

EN DETALLEDIASMINA ORTIZ DE AMUNDARAIN

tiene 74 años. Nació en Cu-maná el 6 de abril de 1939. Tiene tres hijos y cuatro nietos. Siem-

pre ha vivido en Cumaná y se considera una promotora de su terruño. Estudió primaria mención comercio. Desde los 20 años se maquilla y viste de manera llamativa y según la ocasión.

El 2 de junio de 1953, exactamente cuatro días después de que el alpinista pisara el cenit de la montaña más alta del mundo, Isabel II ascendió al trono del Reino Unido

// FOTOS: CORTESIA D. AMUNDARAÍN / FRANCISCO GUERRA

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LA MAYORÍA DE LAS CASAS NO TENÍA AGUA, HABÍA QUE CARGARLA DE LAS PILAS. NOS ALUMBRÁBAMOS CON MECHEROS Y CUANDO NOS LEVANTÁBAMOS, TENÍAMOS LAS PESTAÑAS NEGRAS POR EL HUMO QUE ESTOS DESPRENDÍAN”

[CUMANÁ]

La gente de mi época era es-pontánea. El cumanés de los 60, 70 y hasta parte de los 80 era amable, cariñoso, colabo-rador. Se vestía muy humilde, aunque las mujeres siempre andaban pintorescas: siempre usábamos vestidos y el hom-bre pantalón de casimir o de kaki y camisa blanca.

Nuestra diversión eran el cine y los bailes de joropo. Íbamos a ver películas acom-pañados de mamá o papá; recuerdo las películas “El ca-ballo blanco” y las de Joselito.

Los fines de semana íba-mos a bailar joropo en barrios como El Guapo, El Totumo (actualmente La Trinidad), El Dique, Cumanagoto, El Peñón y Caigüire. Se disfrutaba sa-namente, a cualquier hora se prendía la fiesta y nadie toca-ba a la mujer. Otra distracción era el carnaval. Para mí los mejores se daban en la calle Larga, la avenida Bermúdez, y los velorios de Cruz de Mayo.

Viajábamos en autobu-ses grandes que tenían parte del motor al lado del chofer y pasábamos sobre ella para

Los velorios eran una fiestaentrar. Se utilizaba mucho la bicicleta.

El deporte popular era el béisbol. Hombres y mujeres lo jugábamos en las sabanas, que habían muchas en la ciudad.

Echábamos los papagayos e íbamos detrás de ellos; así nos alejábamos de la casa sin darnos cuenta, pero no existía peligro, porque las maldades de antes eran sanas.

Recuerdo las canciones de Magdalena Sánchez. Sonaban mucho los boleros, que me en-cantan: los de Julio Jaramillo y los de Felipe Pirela. Era fanática de la Billo’s, la adoro. Con el pa-dre de mis hijos siempre bailá-bamos en el Bar Los Mangles, un club familiar que quedaba en la avenida Perimetral.

La relación entres padres e hijos era de respeto y obe-

diencia: apenas nos miraban entendíamos la orden. Se cum-plía sin chistar. Mi mamá era joropera y nos decía: “vamos a formar una comparsa” y todos obedecíamos.

Éramos una familia de pocos recursos; nací en una casa de bahareque. Mi papá maneja-ba un camión con un tanque de agua y en él nos llevaba. Él, hermano de María Rodríguez, era muy mujeriego. Vivía con cinco mujeres y tenía 32 hijos, su esposa era mi mamá; siem-pre peleaban, pero con toda esa bravura, le parió 12 mu-chachos.

La comida se compraba en bodegas. El almuerzo era casi siempre pescado frito (que se lo regalaban a mi mamá en la pesquera), con arroz, y en la noche arepa de maíz o lo que

se consiguiera.Los velorios eran en las

casas; el muerto se exhibía a cuerpo entero y sin vidrio, sólo lo tapaban al momen-to de enterrarlo. Los vestían siempre de blanco, sencillo si era pobre, y con blondas o encajes si era de alcurnia. Era una verdadera fiesta, había sancochos, se bebía alcohol, jugaban cartas y echaban chiste toda la noche.

La mayoría de las casas no tenía agua, había que cargarla de las pilas. Nos alumbrába-mos con mecheros, y cuando nos levantábamos, teníamos las pestañas negras por el humo que estos desprendían. Cumaná era una ciudad pobre, de gente era muy sana.

PERLA LARA

“La relación entres padres e hijos era de respeto y obediencia: apenas nos miraban entendíamos la orden. Mi mamá era joropera y nos decía: ‘vamos a formar una comparsa”’y todos obedecíamos”, relata Domelys González // FOTOS: FRANCISCO GUERRA

PERFILDOMELYS GONZÁLEZ

Nació en Cu-maná el 2 de julio de 1952. 61 años. Tiene 5 hijos Viuda. Católica. Secre-taria comercial,

jubilada de la Gobernación de Sucre. Patrimonio Cultural Viviente del Estado Sucre. Di-rectora del Grupo de Compar-sas “Ayer y Hoy”, desde hace 28 años. Sus inicios culturales datan de los 9 años bailando joropo y cantando música folklórica, de la mano de su tía y mentora la famosa folklorista María Rodríguez.

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[CUMANÁ]

Recuerdo a la Cumaná de mediados del siglo pasado como un pueblito, con 10 ca-lles. La avenida Bermúdez ha-bía cobrado auge; al final de ésta sólo había sabanas (mon-te y culebra). Se viajaba en au-tobuses, uno de Elías Ocque y otro de Moisés Blanco. El pasa-je costaba una locha (12,5 cén-timos de bolívar).

Se veían carretas tiradas por mulas, que usaban los co-nuqueros de las charas, para transportar las cargas de ver-duras y vitualla. La otra forma de transportarse era a pie. Ca-minábamos de un sitio a otro, tranquilos, sin peligro alguno.

Serenatas con un piano en un camión Nunca me olvidaré del río

Manzanares. Allí, las mucha-chas y los muchachos nos ba-ñábamos todos los días, menos cuando crecía: Era un paraíso. El deporte preferido era el béis-bol: jugábamos en la plaza Ri-vero, en el Cementerio de Que-tepe, detrás de la Iglesia Santa Inés y en el estadio Julio Ma-drid, (actualmente Delfín Mar-val). Hubo un equipo llamado Gran Mariscal, que en toda Venezuela derrotó a los demás clubes. Tenía un pitcher llama-do “Norito”, una maravilla, na-die le ganaba, sólo lo derrotó el pitcher caribeño “Cocaína” García.

Las diversiones eran el baile.

Todas las semanas íbamos a un club que tenía una churua-ta, en San Luis viejo. Allí se presentaban conjuntos y las muchachas lo visitaban; pri-mero se bañaban en la playa y luego íban a bailar. Otro sitio de moda era el bar Sport, don-de también echábamos un pie.

En la ciudad había una bue-na afición taurina, al punto de que Julio Madrid y Francisco Berrizbeitia construyeron una plaza de toros, cerca de lo que ahora es el barrio Las Palomas, para que toreara Eleazar Sana-nes “Rubito”.

Cumaná fue un semillero cultural, una ciudad musical y

CUMANÁ FUE UN SEMILLERO CULTURAL, UNA CIUDAD MUSICAL Y HASTA DE ZARZUELA. SE PRESENTABAN EN EL SALÓN DE LECTURA… LA POESÍA ERA OTRA DE LAS MANIFESTACIONES DE GRAN ARRAIGO, TUVIMOS GRANDES POETAS”

PERLA LARA

“enamoré a mi esposa, allí a puro ojo, y con papelitos que nos cruzábamos en la Plaza Bolívar.”, recuerda Badaracco, mientras muestra la foto que se hizo durante su exilio en España. Aparece con su esposa y

un sacerdote, de quien no recuerda el nombre // FOTOS: FRANCISCO GUERRA

PERFILTULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO

Tulio Ramón Badaracco Rivero nació en Cumaná el 8 de Marzo de 1932. Tiene 81 años y está ca-

sado con Diana Gregorina Or-tiz. Tiene seis hijos, 12 nietos y cuatro biznietos. Es abogado egresado de la Universidad Central de Venezuela. Fue preso político y se exilió en Madrid, durante la dictadura de Pérez Jiménez. Historiador y escritor por vocación. Cro-nista oficial de Cumaná. Ha publicado nueve libros, y tiene más de 40 escritos.

hasta de zarzuela. Se presen-taban en el salón de lectura, donde hoy está una bibliote-ca pública. Posteriormente se construyó el cine Pichincha. La poesía era otra de las manifes-taciones de gran arraigo, tuvi-mos grandes poetas.

La Iglesia Santa Inés era el sitio preferido de reunión de la juventud. Hasta allí acudían las jovencitas más lindas y los galanes que las querían ena-morar, iban con las mejores vi-tolas para pavearse. Yo enamo-ré a mi esposa allí, a puro ojo, y con papelitos que nos cruzá-bamos en la Plaza Bolívar. Des-pués íbamos al cine y nos aga-

rrábamos las manos, cuando no nos veían las chaperonas.

Las retretas se hacían en las plazas Bolívar, Rivero, Bermú-dez y Ayacucho; hasta el año 1935 se publicaba, en los pe-riódicos, el repertorio que se tocaría.

Las serenatas eran otra tra-dición de la vieja Cumaná. Fui serenatero, interpretaba can-ciones de Agustín Lara. Montá-bamos un piano en un camión para ir a dar serenatas a las muchachas lindas de la época. Cumaná fue y es un paraíso, sólo que hay que mirarla con ojos de amor.

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[CUMANÁ]

Cumaná, en los años 60, contaba con un emporio cultu-ral. Cuando llegue aquí me di cuenta del vivero cultural que había, se perdía en el tiempo. Mi pasión por el arte, en todas sus manifestaciones comen-zó en la época de estudiante y se reafirmó cuando ocupé la presidencia de la Comisión de Cultura del Colegio de Aboga-dos de Sucre, además conté con el apoyo de dos grandes maes-tros, quienes me apoyaron en mis investigaciones, Zenaida Varela Mago y José Mercedes Gómez.

La gente cumanesa es su-mamente dada a apoyar las ideas, es expresiva, generosa y colaboradora, y en esa época encontré a un grupo de perso-nas dispuestas a respaldar las iniciativas que teníamos; así se funda el Ateneo de Cumaná, con el soporte gubernamental, de la Universidad de Oriente, de los colegios profesionales, del obispado y del pueblo cu-manés, al punto que la familia Berrizbetia cedió una de sus ca-sas para que funcionara y allí está todavía

En 1966, el Convento de San Francisco se mantenía gran parte en pie, la avenida Hum-boldt, era una gran hacienda con su vivienda. Donde está mi casa, en el Parcelamiento Mi-randa, era un terreno y se logró con el Concejo Municipal que se abrieran calles y compra-mos la tierra, construimos la casa, y poco a poco se convirtió en una gran urbanización. Su-cesivamente fueron naciendo los diferentes barrios y urba-nizaciones de Cumaná, que ha ido creciendo pero nunca ha perdido su magia cultural.

Las primeras exposiciones plásticas se hicieron con el apoyo de los grandes hote-les de la ciudad. Organizamos conciertos, ya que nos dimos cuenta de que teníamos músi-cos que merecían presentarlos. La Plaza Bolívar era el escenario principal y luego se llevaba a otras. Recuerdo los concursos de aguinaldos y de nacimien-tos, una vieja tradición cuma-

san francisco, el más animadoPERFILCOHINTA BERRIO

Nació en Boco-nó, Trujillo. Viu-da. Tiene cuatro hijos. Abogada egresada de la UCV, con varios diplomados

vinculados al Derecho al Tra-bajo y a la Gerencia Cultural. Presidenta del Ateneo de Cumaná por 26 años. Investi-gadora cultural. Directora de los Museos Gran Mariscal de Ayacucho y de Arte Contempo-ráneo. Desde el año 1966 vive en Cumaná, luego de casarse con el abogado Virgilio Boada.

nesa. Se hacían en los barrios, y la comunidad participaba acti-vamente, sin miedo, con abso-luta seguridad. El barrio más animado era San Francisco.

Las comparsas cumanesas son otra de las tradiciones más arraigadas de la ciudad, y es ne-cesario revivirlas para los 500 años de la fundación de Cuma-ná, así como los grupos musi-cales que todavía se conservan. El pueblo de Cumaná no puede

permitir que los 500 años de la ciudad primogénita pasen des-apercibidos ante el mundo.

Las retretas se hacían en las plazas, se presentaban la Ban-da Libertad, la orquesta Típica del Ateneo y los grupos musi-cales.

Cumaná no nació como otras ciudades que trazaban las ca-lles, una plaza y le daban un nombre a través de un acta. Cu-mana nació el 27 de noviembre

de 1515, en un núcleo cultural, que luego se convirtió en po-blacional, para la enseñanza del idioma castellano y la reli-gión católica, y nunca dejó de existir. No es una ciudad de grandes edificaciones y monu-mentos. Pero hay un gran mo-vimiento cultural de esa época que caracterizó la espirituali-dad cumanesa.

SE FUNDA EL ATENEO DE

CUMANÁ, CON EL SOPORTE GUBERNAMENTAL, DE LA UNIVERSIDAD DE ORIENTE, DE LOS COLEGIOS PROFESIO-NALES, DEL OBISPADO Y DEL PUEBLO CUMANÉS (...) LA FAMILIA BERRIZBETIA CEDIÓ UNA DE SUS CASAS PARA QUE FUNCIONARA Y ALLÍ ESTÁ TODAVÍA”

PERLA LARA

Las primeras exposiciones plásticas se hicieron con el apoyo de los grandes hoteles. Organizamos conciertos. La Plaza Bolívar era el escenario principal (...) El barrio más

animado era San Francisco” cuenta doña Cohinta. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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la descentralización política

Dos ejes urbanos: el turismo y el petróleo

[LECHERÍA]

El evento político más impor-tante que he presenciado fue la celebración de las primeras elec-ciones de gobernadores y alcaldes en Venezuela, porque las autori-dades fueron elegidas a través del voto directo y secreto del pueblo. Anteriormente era el Presidente de la República quien escogía a los representantes de esos cargos.

Fui el primer gobernador de An-zoátegui elegido por voto popular. Gané en los comicios celebrados en diciembre de 1989, con el res-paldo de 17 partidos políticos que creían imposible derrotar a Acción Democrática (AD), que en las pre-sidenciales de 1988 había obteni-do 50% de los votos para el man-datario Carlos Andrés Pérez.

Los beneficios de esas eleccio-nes significaban la llegada de la descentralización política. Ya los vecinos no tenían que dirigirse a un ministerio en Caracas para gestionar soluciones a los proble-mas de sus comunidades. Ahora contaban con una autoridad en su mismo estado que los escuchaba.

Era una época en la que no te-níamos suficiente dinero para realizar una gran campaña. Un candidato tenía que trabajar duro y ponerse en contacto con la gente para que lo conocieran. Considero que fui uno de los pioneros en la

[LECHERÍA]

Llegué a Anzoátegui en 1970 y tuve la responsabilidad de dirigir, en la región, la oficina de Cordiplan. Era el primer go-bierno de Rafael Caldera y se nos había asignado la tarea de hacer planes y proyectos a me-diano y largo plazo en Oriente.

Aquí sólo estaban tres gran-des obras: el hospital Luis Ra-zetti, el complejo polideportivo Luis Ramos, la urbanización Guaraguao y recién termina-ban de construir la sede de la Universidad de Oriente en la vía Alterna. Mi esposa, al en-contrarse con esto, se puso a llorar. Veníamos de Caracas, donde había un mayor desa-rrollo.

Había problemas fundamen-tales qué tratar. Recuerdo una vez que se inundó Barcelona, pues el río Neverí se desbordó. De inmediato, Caldera ordenó la construcción del canal de alivio que está después de la Redoma de Los Pájaros.

Había que mejorar muchas cosas, pues se querían esta-blecer para Anzoátegui dos ejes urbanos: el turístico y el petrolero. Por eso se trabajó para construir el hotel Meliá en Puerto La Cruz.

Hubo inversión privada y municipal, además se consti-tuyó el bulevar del Paseo Colón.

modalidad de casa por casa, iba y conversaba directamente con los ciudadanos. Hablar en persona es mucho más fácil. Claro, también se organizaban asambleas, reu-niones y concentraciones.

El 4 de febrero de 1992, Anzoáte-gui recibió con dolor la noticia del intento de golpe de Estado a Car-los Andrés Pérez. Muchos estába-mos convencidos de que Venezue-la se enrumbaba definitivamente por la vía electoral para dirimir sus problemas. Nunca esperamos que un evento de este tipo ocurriera. El pueblo no celebró el 4F, aquí no hubo ninguna movilización de apoyo al golpe.

Caso contrario ocurrió con el triunfo del primer presidente oriundo de Anzoátegui (Clarines), Jaime Lusinchi en 1984, lo cual se celebró con mucha alegría; la gente salió a las calles a mostrar su alegría.

La época más beneficiosa para el país fueron los 40 años de la mal llamada cuarta República, del 58 en adelante: se construyeron hospitales, escuelas, asfaltaron carreteras, se erigieron los puen-tes sobre el Lago de Maracaibo y el río Orinoco. Venezuela alcanzó un importante ascenso económi-co gracias a la nacionalización del petróleo y el hierro.

Corría la década de los 70. En-tre el 1973 y 1974, estos planes se ejecutaron. No se desarrolló más el Paseo Colón debido a la situación parcelaria con la que contaba la costa de Puerto La Cruz. Había muchas personas con pequeños espacios de tie-rra. Se intentó expropiar pero no hubo voluntad política.

En Puerto La Cruz también existía la necesidad de crear un parque y por eso se decidió re-tirar la ranchería que estaba en la periferia de la avenida Cons-titución y así se hizo la funda-ción del Parque Andrés Eloy Blanco. Casi de forma paralela se edificó el terminal de ferrys, en la misma zona.

Con la aplicación de todos esos proyectos era necesario trabajar en la estructura petro-lera. Cuando Humberto Calde-rón Berti dirigía el ministerio de Energía y Minas, a finales de los 70 y comienzos de los 80, se decidió migrar a las regiones la compañía petrolera nacional.Se aprobó la instalación del complejo petroquímico José Antonio Anzoátegui y además se hizo el edificio de Corpovén, en Guaraguao.

Se comenzaron a constituir, con viviendas y servicios, los Boyacá o Tronconales, Las Casi-tas, El Maguey, Los Boqueticos y Oropeza Castillo, entre otros sectores residenciales.

En 1983, cuando estábamos en el concejo municipal de Barcelona, se creó el Plan de Desarrollo Urbano, que incluía a todos los municipios de la zona norte. Este proyecto debió aplicarse hasta el 2003, pero aún hay cosas pendientes. A través de esta iniciativa se am-pliaron los límites urbanos y eso generó mayores ingresos a través de impuestos, se fundó el cementerio metropolitano y se construyeron las sedes del Aeropuerto José Antonio An-zoátegui, el Palacio de Justicia, Concejo Municipal y la Gober-nación.

PERFILBRUNO

CAVALIERI

PERFILOVIDIO

GONZÁLEZ

Se graduó como Ingenie-

ro Civil en la Universidad

Central de Venezuela

(UCV). Desde muy joven perteneció a la Oficina Central de

Coordinación y Planificación

de la Presi-dencia de la

República, mejor conoci-da como Cor-

diplan. Así fue como llegó en el año 1970 a

Anzoátegui. Logró parti-

cipar en la ejecución de varias obras

emblemáticas para la zona

norte, incluso como presi-

dente del con-cejo edilicio

de Barcelona (1978-1983).

El 26 de fe-brero de 1931

nació en el ba-rrio Bella Vista

de Porlamar (Nueva Es-

parta), Ovidio González. A los

14 años llegó a Anzoátegui

por motivos de estudios y

luego, partió a Caracas a cur-sar la carrera

de Medicina, la cual desarrolló

también en Mérida. En

1989 asumió por primera

vez la Gober-nación de

Anzoátegui y en 1992 fue reelegido en el cargo. Se

casó con María Antonieta

Aguana (+), con quien tuvo

tres hijos.

El5 de diciembre de 1992, Ovidio González es reelegido como gobernador de Anzoá-tegui. Esta gráfica del archivo de El Tiempo, ilustra la celebración junto a su esposa, María Antonieta

ANGÉLICA GONZÁLEZ

ANDRÉS ASTUDILLO MORALES

“En 1983 se creó el Plan de Desarrollo Urbano, que incluía a todos los municipios de la zona norte (...) aún hay cosas pendientes”. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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Un tubo tan grandeque entraba un carro

un pavo todos los 24

[LECHERÍA]

En 1974, mi esposa María Eugenia Cavalieri y yo nos vini-mos a Puerto La Cruz en prin-cipio por un año, y ya llevamos 40 acá. Era el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.

Cuando llegamos, no había ni un edificio en la principal de Lechería. Uno iba al Cada que quedaba frente al antiguo ho-tel Meliá y el otro cerca del CC Gran Parada. En ese centro co-mercial íbamos mucho a una discoteca que quedaba en la parte posterior.

Ya existía el Centro Médico Anzoátegui, donde nacieron todos mis hijos.

La vía entre Caracas y Barce-lona se recorría en cuatro ho-ras; recuerdo que el tramo de Aguas Calientes era una de los más peligrosos.

Los primeros concejales no tenían sueldos, trabajan por vocación. Eran notables, no percibían dieta.

Trabajé en la ampliación del terminal de ferrys de Puerto La Cruz. El ingeniero Bruno Cava-lieri y su esposa, la arquitecta Lena Nalsen, hicieron ese pro-yecto de la ampliación, que in-

[LECHERÍA]

El nuevo hospital Luis Ra-zetti de Barcelona se inaugu-ró hace 60 años. En los ante-cedentes encontramos que existía el Hospicio de la Purí-sima Concepción (1744) para atender niños enfermos y an-cianos. También sirvió como cuartel de la fuerzas realistas y luego de las patriotas. Luego, se creó el hospital de La Cari-dad, que funcionó desde 1912. El 5 de julio de 1940 pasó a lla-marse Hospital Luis Razetti, el viejo hospital, que funcionaba en una parcela, entre la plaza Bolívar y la plaza Miranda. En el 1963 se inaugura la sede actual.

Comencé a trabajar allí en 1969. Me presenté en el Ra-zetti, me dijeron que no había vacantes. Insistí, y cuando dije que podía hacerlo gratis, me dijeron que comenzara a tra-bajar por dos años sin cobrar.

Las clínicas privadas sur-gieron, especialmente las superclínicas con alta tecno-logía (como el Centro Especia-lidades Médicas Anzoátegui –CMA-, Meditotal y la nueva Zambrano) porque el hospi-tal no contaba con los recur-sos técnicos necesarios. Los médicos que regresábamos a la zona ya como especialis-tas requeríamos recursos y el hospital se mantuvo rezaga-do por falta de presupuestos. Siempre ha estado en esta si-tuación.

La vida y el trabajo en el Razetti eran especiales. Ha-bía una cercanía muy buena

cluía un hotel. Se construyeron la hilera de kioscos y las cami-nerías techadas. Eso fue entre el final del gobierno de Luis Herrera y el comienzo de Jaime Lusinchi. Como ese espacio no era de Conferry, no se pudo eje-cutar todo el proyecto. Luego se permitió la instalación del área de empanadas.

Los proyectos sanitarios se hacían con expertos dentro del Inos (Instituto Nacional de Obras Sanitarias), pero en el gobierno de Luis Herrera se detuvo la inversión, por la cri-sis económica y por la devalua-ción. Uno de los proyectos más importante que se paralizaron fue el del sistema del Turimi-quire. El complejo turístico El Morro aún estaba comenzan-do.

Esta zona ha tenido profe-sionales calificados, de prime-rísima línea, como pocas en el país. No había dificultades para conseguirlos. Recuerdo cuando colapsó el tubo ali-mentador debajo de la ave-nida Pedro María Freites, en Barcelona. Fueron tres días de duro trabajo, era un tubo del año “de la pera”, que debimos cambiar. Ovidio González era el gobernador (1990-1994).

El problema de los drenajes de Puerto La Cruz era horroro-so. Cuando llovía, en el elevado de la Municipal se formaba una laguna inmensa. Eso pasa-ba porque había un retraso en la ejecución de los proyectos del Inos. Yo estaba en la em-presa. Me desempeñé como inspector de los trabajos de los drenajes de Puerto La Cruz.

Al final se logró la concresión de ese proyecto. Desde la redo-ma de las Banderas se instaló una tubería tan grande, que en su interior podría pasar un carro. En esa época, decíamos que si Caracas tenía el Metro, nosotros el Litro. Lo que pasa es que no se le ha hecho manteni-miento, la basura ha ido redu-ciendo su capacidad.

con la gente. La relación en-tre médico y paciente era ex-traordinaria. Por ejemplo, los pacientes recompensaban lo que recibían con regalos: una docena de huevos, unos kilos de caraotas, un chivo, una ga-llina, un cochino. Yo tenía un paciente que por 20 años me regaló un pavo, todos los 24 de diciembre.

Cuando yo era residente, sa-bíamos cuándo entrábamos pero no cuándo salíamos. Una guardia podía durar una se-mana o 15 días. Recuerdo que en 1970, en una ocasión yo es-taba de guardia un domingo, tenía una fiebre de 40 y tos. Sabía que tenía una neumo-nía. Se aparece el director del hospital, Humberto Flores, y me dice llama la atención. Le dije: “Pero no hay otro médico que quiera hacer esta guar-dia”. Me respondió: “dame tu bata, yo me quedo por ti”. Eso ocurría en esa época, en la que habían pocos médicos.

Un grupo de médicos enten-dimos que era necesario tener una escuela de medicina. El doctor Ramón Martinez Pati-ño se vino del estado Bolívar para sentar las bases de esta escuela, en 1978. Nos reunió, nos presentó las bases legales, el esquema de funcionamien-to y los argumentos; y nos pre-guntó: “¿quiénes quieren ser los profesores?”. Y 100 manos se levantaron. Y agregó: “pero, por ahora, no hay dinero para pagarles”. Entonces nos que-damos unos 20 con la manos levantadas, quienes decidi-mos trabajarle a la UDO ad ho-norem por casi 10 años. Tengo más de 30 años en la Universi-dad de Oriente Anzoátegui.

Con el proyecto estuvimos mucho tiempo sin apoyo gu-bernamental. En 1998 hice una huelga de hambre. Mien-tras estuve de huelga, me visi-taron varios de los candidatos a la gobernación del estado. Alexis Rosas fue el único que prometió que si ganaba, el proyecto tendría el aporte ini-cial y así lo hizo: mil millones de bolívares.

EN DETALLEANÍBAL SAUD

PERFILGLENN SARDI

BRANDT

Se graduó de médico

cirujano en la Universidad

de Los Andes. Se formó

también en el Razetti.

Se radicó en México, luego

en Estados Unidos. Ya

especializado en pediatría,

regresó al hospital en

1974. Profe-sor a dedica-

ción exclusiva, asesor del

hospital Ra-zetti, director

del hospital de Niños (“el

primero y único, porque

sigue siendo un anexo”,

aclara).

Nació en 1947. Egresó de la Univer-sidad Santa

María (Ca-racas) como

ingeniero civil en 1971. Hizo una Maestría

en Ciencias de Ingenie-ría, opción:

Hidráulica y Sanitaria, en

la Universidad de Michigan

(EE UU), en 1974. Fue

Comisionado Especial de

Hidroven en Anzoátegui

(1997-1998); presidente

Hidrocaribe (1998-1999).

Amplia expe-riencia en el

sector privado

“El problema de los drenajes de Puerto La Cruz era horroroso. Cuando llovía, debajo del elevado se formaba una laguna inmensa”, dijo Sardi JHONNY MENDES JHONNY MENDES

“El hospital razettil no contaba con los recursos téc-nicos necesarios”, cuenta Saud. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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Era el sitio perfectoBéisbol en la plaza Bolívar

[PUERTO LA CRUZ]

Añoro los buenos momentos de la Plaza Bolívar, esa que al-guna vez fue el punto de refe-rencia de Puerto La Cruz.

Aún recuerdo la primera vez cuando vine a este lugar, en 1969. Para entonces, yo acos-tumbraba vestir pantalones cortos e ir al terminal para buscar a mi abuela Margarita, quien venía de Caracas. Ella falleció recientemente. Cuan-do ella venía, la llevaba hasta la plaza. Allí nos tomábamos fotos. Era el sitio perfecto. La gente se trataba con respeto y dialogaba, mientras perezas, ardillas y palomas deambula-ban en los alrededores. Nadie atacaba a los animales, sólo los alimentaban.

Había personas que iban al lugar a comprar víveres. De vez en cuando, los pescadores traían gaveras repletas de co-rocoro, sierra y tajalí, y vendían el kilo de pescado a un bolívar. Si comprabas dos kilos, te rega-laban uno de sardinas.

Nadie se atrevía a ensuciar la plaza. La pulcritud era esencial. Sólo así se conservaban las pal-meras y cayenas que adorna-ban sus jardines. Tampoco se permitía sentarse al lado de la estatua del Libertador, pues se consideraba un irrespeto, y si lo hacías, cualquier policía podía regañarte. No permitían beber alcohol. Lo único permitido en

[BARCELONA]

Cuando era joven, por allá en 1973, ir a la Plaza Bolívar de Bar-celona era una experiencia úni-ca y placentera. Allí se respiraba paz y los ciudadanos respetaban a sus semejantes.

Nací en San Francisco de Asís, en el estado Aragua y viví en Oriente desde joven. En buseta, el viaje de Maracay a Oriente era de 12 horas.

Mi familia y yo íbamos a la Plaza Bolívar los domingos. Nos reuníamos allí después de oír la misa en la Catedral de Barce-lona. Regularmente, los papás dejaban a sus hijos solos en la plazoleta porque obreros y vi-gilantes se encargaban de cui-darlos. Ahí, frente la estatua del Padre de la Patria, jugábamos metras y bailábamos trompos. Nunca ensuciábamos el sitio. Había que respetar la figura de Bolívar.

En los postes había parlantes. Al mediodía sonaba por esas cornetas el himno nacional y los abuelos se quitaban los sombre-ros de pajilla, los niños guarda-ban silencio. Cuando terminaba, yo corría hacia los bancos donde se sentaban los ancianos y les pedía prestado el diario Últimas Noticias, para leer la sección de-portiva. El periódico costaba real

la plaza era comer los helados que costaban tres bolívares y se vendían en los alrededores.

En los años 60 y 70, los jóve-nes de mi generación nos reu-níamos allí antes de ir al cine o a bañarnos en el Paseo Colón. Para ver películas había varios cines: Plaza, Roraima, Sucre y Caroní eran los más populares; en ellos se proyectaban pelícu-las de Cantinflas, Tony Aguilar y Bruce Lee.

En la plaza Bolívar no habían malandros, indigentes, ni pros-titutas, sólo ciudadanos que debatían sobre política. Como aquel 4 de febrero de 1992, cuando todos hablábamos del golpe de Estado contra el pre-sidente Carlos Andrés Pérez. “Qué hombre tan valiente. Ha-cía falta que alguien se alzara”, decían algunos abuelos tras escuchar, por TV, el “por ahora” de Hugo Chávez, autor de la intentona. Todos lo vimos por RCTV, un canal que podías sin-tonizar con la ayuda un gan-cho de ropa o una parrilla de ventilador que servían de ante-na. Hablábamos de la asonada en voz baja, porque las garan-tías estaban suspendidas y los militares que custodiaban la plaza podían escuchar y llevar-nos presos.

Ahora nadie conversa. Sólo huye de la Plaza Bolívar para evitar ser atracado.

y medio. Me enteraba de las ha-zañas de David Concepción, mi gran ídolo del béisbol, que bri-llaba con los Rojos de Cincinnati. Yo era fanático de los Yanquis de Nueva York pero me fascinaba saber del “Rey David”.

En diciembre, cuando se ha-cían las misas de aguinaldo, la gente compraba maíz en el mer-cado y lo llevaba hasta la plaza, donde lo utilizaba para alimen-tar a las palomas. Esa era una tradición tan popular como ver el juego de pelota en la tardes.

En esa época no existía tele-visión a color. Los vecinos del casco central compraron un te-levisor blanco y negro para ver el béisbol profesional criollo. Lo colocaron en la plaza y recuerdo que, gracias a él, vi una acción memorable: cómo Víctor Dava-lillo, jardinero de los Leones del Caracas, le decapitaba un jonrón a Bob Darwin (Águilas del Zulia) sobre la barda del estadio Luis Aparicio “El grande” de Maracai-bo. Así se gozaba uno en la Plaza Bolívar, donde de vez en cuando los músicos animaban con sus retretas.

Ojalá mis hijos tuvieran el chance de experimentar esas emociones que parecen cada vez más lejanas.

PERFIL JESÚS

GARCÍA

PERFILVÍCTOR

SALAZAR

Es contador público jubila-

do y también es dirigente

deportivo de Barcelona.

Nació el 16 de julio de

1961 en San Francisco de Asís, estado

Aragua. Resi-de en el sector

Los Potocos de Barcelona

desde hace tres décadas.

Nació el 8 de junio de 1954.

Es obrero funerario jubilado.

Desde 1973 hasta 2006

trabajó en la Funeraria Vir-

gen del Valle como chofer

y preservador de fallecidos Está casado

con Irqida Henríque.

Tiene nueve hijos y ocho

nietos.

JOSEPH ÑAMBRE

JOSEPH ÑAMBRE

“Lo único permitido en la plaza era comer los helados que costa-ban tres bolívares”/ FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

“Así gozaba uno en la Plaza Bolívar, donde de vez en cuando los músicos animaban con sus retretas”, recuerda Jesús García // FOTO: ARCHIVO RAFAEL DELGADO

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[PUERTO LA CRUZ]

Hace cuatro o cinco décadas, cuando comencé a trabajar con transporte de pasajeros, iba a El Tigre y a Maturín. La vía, en aquella época, era difícil; tenía que gustarle a uno andar en ca-rro para atreverse a circularla a diario.

Como no existía la carretera nacional, uno tenía que mon-tarse por unos lugares que lla-man Cerro Grande y Boca e’ Ti-gre. Eso era un infierno, no era juego. A veces, los conductores de la ruta tardábamos hasta cinco horas para ir de Barcelona a El Tigre. Por la parte conocida como Los chinchorros, que era un tramo llegando a Cantaura y más adelante entre Anaco y San Mateo, era terrible.

La vía estaba en malas condi-ciones y a las gandolas que cir-culaban, a veces les tenían que poner cadenas en los cauchos para tener mayor agarre. Obvia-mente que esa medida provoca-ba que el trafico se pusiera más lento: Se atrasaban ellos y nos atrasábamos nosotros.

Sin embargo, aquellos tiem-pos eran mejores. Pese a la tar-danza, la gente iba tranquila, no había tanto “loco” en la carrete-ra y casi no había inseguridad.

Posteriormente, a mediados de los 70 e inicios de los 80, re-cuerdo que se construyó la au-topista kilómetro 52 hasta el peaje de Mesones. Era moderna, con cuatro canales, y lo más im-portante era que evitabas Boca é Tigre y le dio mayor fluidez al tránsito desde cerca de San Ma-teo hasta Barcelona. También, poco después, se hizo una auto-pista que unió a Cantaura con el km. 52, esas infraestructuras abrieron mejores posibilidades para los viajes. Todo se facilitó.

Yo andaba en un Impala que me costó 79 bolívares, de la Che-vrolet. Los viajes hasta El Tigre costaban entre 10 y 15 bolívares de los verdaderamente viejos, ahora están alrededor de 120.

A pesar del mal estado de las vías, todos los choferes tenía-mos bien cuidados nuestros vehículos porque los repuestos eran baratos. Comprar cauchos, baterías y amortiguadores era

Eran unos “monstruos” de carros

PERFILREINALDO RAFAEL NORIEGA

Es profesional del volante en las rutas inter-urbanas desde hace unos 50 años. Tiene 73 años. Nació en

Quiriquire, estado Monagas, el 20 de septiembre de 1939. Está casado y tiene 11 hijos. Vive en Anzoátegui desde hace 48 años. Reside en Barcelona.

una ganga, y con lo que uno ga-naba, le rendía para mantener el carrito al día.

Pero eso también se debe a que antes un Impala, un Ma-libú, un Fairlane, un Maverick, eran unos “monstruos” de ca-rros. Motores ocho cilindros y no esos desechables como los de la actualidad. Antes hacían los carros para que duraran, ahora no, se destruyen con el más mínimo toque.

Añoro aquellas fechas. Ahora todo ha cambiado: la inseguri-dad, los costos. Parece que en este país explotó un volcán de repente, veo las cosas y no las creo. ¿Qué pasó aquí?

Está todo tan cambiado, que hasta la amabilidad de los pa-sajeros no se parece en nada a lo de antes. Anteriormente eran muy educados y atentos; ahorita, con el corre y corre de la vida, se la pasan estresados y a veces la pagan con noso-tros que no tenemos la culpa de las cosas.

A VECES, LOS CONDUCTORES DE LA RUTA TARDÁBAMOS HASTA CINCO HORAS PARA IR DE BARCELONA A EL TIGRE. POR LA PARTE CONOCIDA COMO LOS CHINCHORROS, QUE ERA UN TRAMO LLEGANDO A CANTAURA Y MÁS ADELANTE ENTRE ANACO Y SAN MATEO, ERA TERRIBLE”

PEDRO M. UZCÁTEGUI

Reinaldo Noriega recuerda que los carros “de antes” eran “monstruos”, con motores ocho cilin-

dros y no desechables, hechos para que duraran. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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LA LABOR DEL MÉDICO ERA RECONOCIDA Y BIEN PAGADA POR EL GOBIERNO. TENÍAN SÓLO UN TRABAJO Y NO DOS Y HASTA TRES COMO LO HACEN AHORA. INCLUSO IBAN A CASA DE LOS PACIENTES LIZARDO AGUILAR

“Al hospital de El Tigre entré con la ayuda de una vecina. He estado en la cocina, en los pisos 1, 2 y 3, repartiendo los alimentos, empujando todos los días este carrito que ves aquí”. // FOTO: CORTESÍA ARGENIS MARCANO

[EL TIGRE]

Llegué a El Tigre hace 40 años procedente de Cantaura. Me vine estimulada por una tía.

Al hospital de El Tigre entré con la ayuda de una vecina. He estado en la cocina, en los pi-sos 1, 2 y 3, repartiendo los ali-mentos, empujando todos los días este carrito que ves aquí. Es grande, pero yo le echo pier-na, aunque el gobierno nunca me ha pagado nada por eso, pues soy voluntaria.

En esa época las cosas eran diferentes, porque la ciudad no era tan grande y no venían muchas personas a buscar atención médica. Sólo reci-bíamos gente de El Tigre por algunas enfermedades graves como la malaria o la tuber-culosis, pero no eran dema-siadas. Además, los traslados eran más difíciles, porque no había transporte público como ahora y las redes de ca-rreteras no eran buenas. A ve-ces la gente se venía en bestia y duraban días en llegar.

Había menos pacientes, pero eso no significaba que existí menos trabajo, ya que era muy poco personal y, por eso, muchos más platos y bandejas que lavar. Se acumu-laban tantos que podía pasar hasta tres horas en esa labor. Las manos quedaban peladas de restregar y restregar sin parar.

Todavía parían en sus casasPERFILANA ISABEL LANZA

Tiene 80 años. Es cantaurense y desde la déca-da de los 70 es voluntaria del hospital gene-ral de El Tigre.

La vida era muy rural, dife-rente a estos tiempos de mo-dernidad. En caseríos o pobla-ciones cercanas, las mujeres todavía parían en sus casas o en los ambulatorios rurales

con la ayuda de parteras o co-madronas. Esa era una prácti-ca común, aunque la mortali-dad de las madres y los niños era mucho mayor que ahora. Yo parí cuatro de ese modo.

Anaco o Aragua y prestar sus servicios.

La labor del médico era re-conocida y bien pagada por el gobierno. Tenían sólo un tra-bajo y no dos y hasta tres como lo hacen ahora. Incluso iban a casa de los pacientes, cuando estos no se podían trasladar al hospital a raíz de alguna discapacidad o gravedad. Eso pasaba, sobre todo, en los pue-blos más pequeños de la zona centro y sur del estado.

Recuerdo con mucho amor a personas valiosas, trabaja-doras que aunque no tenían título eran muy queridas. Una de ellas era Marina Rodríguez, quien me ayudó a llegar hasta aquí para servir a los demás, sin miramientos, sin dudas, sin esperar nada a cambio, sólo la ayuda de Dios. Si el go-bierno finalmente no me ayu-da con un sueldo, yo estaré satisfecha porque hice el bien, junto con todos mis compa-ñeros.

En aquellos tiempos había menos médicos, pero eran muy buenos especialistas. Ellos se preparaban en ciuda-des tan lejanas como Caracas para luego viajar a El Tigre,

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cuadriláteros improvisados

PERFILJOSÉ ABRAHAM MORFFE

José Morffe nació en Soledad, al sur del estado Anzoátegui, el 12 de noviembre de 1940. Llega a El Tigre a los dos años. A los nueve tiene su primera práctica de boxeo y gana su primer combate a los 10. A los 15 se pasa al ciclismo y dos años más tarde regresa al cuadrilátero cuando incursionó al Ejército y compite para el Batallón Vial N°-20 del estado Lara. Deja las armas en 1960 y desarrolla una mo-desta carrera como boxeador amateur hasta el 65, cuan-do se forma como entrenador. Funda un club bajo su nombre. Entrenó a varios cam-peones nacionales, entre ellos José “coco” Evans. También llegó a dirigir en su fase amateur a los campeones mundia-les peso mosca Jesús “kiki” Rojas (1985), Aquiles “tanquecito” Guzmán (1992) y José Bonilla (1996). Con 72 años, es el actual presidente de la Liga de Boxeo del municipio Simón Rodríguez.

[EL TIGRE]

A pesar de convertirse en una atracción familiar, el bo-xeo, en la década de los 50 y 60 en El Tigre, no se practica-ba como deporte ya que no existían clubes de desarrollo, sino que era visto como un espectáculo.

Sin embargo, las peleas gustaban, sobre todo a los jó-venes. En ocasiones, los mu-chachos, al salir del colegio, improvisaban cuadriláteros en las plazas y se retaban. No comíamos cuento. En-tre todos se trazaba el ring y se turnaban para pelear a mano limpia. No eran pleitos para agredir al otro, sino para medir habilidades. Era como una caimanera de pelota, había un código de caballero-sidad: sólo se buscaba saber quién era el mejor boxeador.

Por la falta de clubes de bo-xeo, me cambié al ciclismo. Quedé segundo en mi debut con bicicleta de paseo, que se corrió en la Primera Carrera.

En esa época se recorrían las calles del sector Casco Viejo, donde más nunca se hicieron competencias.

En 1965 decidí fundar la primera escuela de boxeo de la Mesa de Guanipa, que llamé Club José Morffe, para

atender la falta de espacios para la disciplina.

Comencé en un galpón detrás de la antigua Policía Metropolitana, donde hoy funciona el Cicpc. Luego nos mudamos al Cine Canaima, en la calle 5 de Julio de Pueblo Ajuro.

En 1980 guindé mi saco de-bajo de las gradas del estadio Alejandro “Patón” Carrasquel, que hoy se llama Enzo Her-nández. En esos tiempos se inició la construcción del gim-nasio cubierto Gustavo Maza, en el que también entrena-mos por muchos años.

Las carencias de la práctica en ese entonces son las mis-mas de ahora, la falta de ma-teriales es algo común entre los clubes de boxeo. Con atle-tas humildes, el entrenador se encargaba de adquirir guan-tes como pudiera.

En los años 70 cerró el Cine Mundial en El Tigrito y desde entonces funciona en esos es-pacios el Boxing Club Guani-pa. Ese club era nuestro prin-cipal rival en los intercambios, porque éramos los únicos. Desde entonces se dejó de practicar el de tipo aficionado para popularizarse el profe-sional.

“En 1965 decidí fundar la primera escuela de boxeo de la Mesa de Guanipa, para atender una necesidad: la falta de espacios para la disciplina”, relata Morffe // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

SERGIO SALAZAR

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[LECHERIA]

Vengo de una familia de pes-cadores. En mi infancia, esto era pura ranchería y uno creció jugando en el mar. Salíamos a buscar ponsigué, almendrones, uvas playeras. Ahora aquí, en playa Muerta, hay tanta con-taminación que da miedo ba-ñarse.

La vida era muy tranquila, dejaban las puertas abiertas o las llaves pegadas en la cerra-dura. Uno estudiaba en las no-ches debajo de los postes de luz y nadie nos faltaba el respeto.

Se cocinaba con leña o kero-sene. Yo comencé con mi pues-to de empanadas hace 28 años, con un reverbero prestado y una mesita. Las empanadas costaban un bolívar y un refres-co valía medio (25 centavos). Sólo había cines en Barcelona y en Puerto La Cruz.

Aquí en Lechería proyecta-ban películas en la pared de la prefectura o de la iglesia. La gente se llevaba sus sillas. Eran patrocinadas por Juan Cucha-ra, el de las pinturas Montana. En temporadas traían parques de atracciones. En Carnaval, to-dos colaboraban para adornar las calles, las familias, los nego-cios, no el Gobierno.

En diciembre, las misas de gallo eran en las madrugadas y los muchachos se iban pati-nando. En Semana Santa, a uno le decían que no se podía bañar en la playa porque le salían es-camas y no se comía carne sino pescado. Uno respetaba lo que decían los viejos.

Las fiestas de la Virgen del Valle no eran como ahora, don-de el primero que se mete es el ron.

Para ir a Puerto La Cruz había carritos por puesto que cobra-ban medio o un real y no se po-día dejar que lo agarrara a uno la noche porque trabajaban hasta las 6:00 de la tarde.

Yo fui asistente de óptica en Sears, que luego se llamó

películas en la pared de la prefectura o de la iglesia

Maxy’s y quedaba donde estaba el Bingo Platinum. Ganaba 3.500 bolívares, pero ¡qué no compra-ba con eso! Alcanzaba para todo.

De telenovelas daban “La Fiera”, “La Usurpadora”, “Esme-ralda”, “Lucecita”. Los protago-nistas eran José Bardina, Raúl Amundaray, Marina Baura y Lu-pita Ferrer. Había drama, ahora es pura pegadera de cacho. Se veía Venevisión, la Televisora Na-cional, pero sobre todo Rctv. En las emisoras Ondas Porteñas y Radio Puerto La Cruz se oían las canciones de Julio Jaramillo, Los Panchos, Miguel Aceves Mejías, Jorge Negrete y Pedro Infante.

Los partidos eran AD y Copei, pero a la hora de una cosa, co-mían en el mismo plato, no ha-bía peleadera, guerra, ni tiranía, porque todos somos igualitos.

Las comunicaciones eran por carta, uno tenía que ir al correo. Coleccionábamos las estampi-llas. Había un teléfono público frente a la plaza y a veces bo-taba monedas. El primero que tuve en casa era negro y se dis-caba para llamar. El número era 88316”.

LA VIDA ERA MUY TRANQUILA, DEJABAN LAS PUERTAS ABIERTAS

O LAS LLAVES PEGADAS EN LA CERRA-DURA. UNO ESTUDIABA EN LAS NOCHES DEBAJO DE LOS POSTES DE LUZ Y NADIE NOS FALTABA EL RESPETO”

YAMILETH HERRERA

Lourdes rojas recuerda que fue asistente de óptica en la tienda por departamento Sears, con sucursales en varias ciudades del país. Luego se llamó Maxy’s. En Puerto La Cruz estaba don-

de funcionó el Bingo Platinum. Este aviso se publicó en El Tiempo, el 5 de agosto de 1988.

“Esto era pura ranchería y uno creció jugando en el mar”, cuenta Lanza.

PERFILLOURDES ROJAS

Lourdes Rojas, viuda de Franco, tiene 61 años y cinco hijos. Nació en Lechería y ha visto cómo

se ha convertido de salina en ciudad y cómo las rancherías dieron paso a los edificios. Es reconocida como la vendedora de empanadas más antigua de la zona. Su quiosco está en la carrera 6 con calle 4 y lo fundó hace 28 años. Desde allí mira la orilla del mar frente al cual ha transcurrido su vida.

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[PUERTO LA CRUZ]

“Señorita, mantenga la sindé-resis”, fue la respuesta del can-didato presidencial por Acción Democrática para las elecciones de diciembre de 1983, Jaime Lusinchi, ante mi insistencia en entrevistarlo en marzo de ese año, cuando comencé a trabajar en El Tiempo. Me quedé con el grabador y la libreta en blanco, por no haberlo abordado en el aeropuerto de Valle de la Pas-cua, estado Guárico, para ha-cerlo en la fiesta que militantes, simpatizantes y amigos le ofre-cieron en la ciudad guariqueña. ¿A quién se le ocurre pensar que iba a dejar de lado su vaso de güisqui y de departir con su gente, para atenderme? Apren-dí la lección: en periodismo no se desaprovechan las oportuni-dades.

En este diario me inicié en la fuente política. En pocas opor-tunidades había cabida para el aburrimiento. La pluralidad de pensamiento de los protagonis-tas en las sesiones legislativas y municipales, los distintos en-foques sobre un punto en par-ticular enriquecían el debate, aunque al final se impusiera el gobierno de turno.

PERFILMAGDA LLOVERA

Nació en La Guaira. Es

periodista de la Universidad

Central de Venezuela.

Entre 1975 y 1978 trabajó

en la emisora Radio Visión en Caracas. Desde 1979

trabaja en El Tiempo. Ha

desempeñado el reporteris-

mo, la jefatura de Informa-

ción, adjunta a la dirección,

editora de Tiempo Libre.

Es editora de la sección

Nuestro Domingos son

Más. Tiene dos hijos y dos

nietos.

PERFILELIZABETH

LAYA

Pero también me rotaban en-tre las distintas fuentes cuando las circunstancias lo amerita-ban, como cuando secuestraron a un niño de padres árabes en Puerto La Cruz. El director de ese entonces, Jesús Márquez, movilizó a los periodistas, a ex-cepción de los de deportes, para cubrir el suceso. Casi revisamos palmo a palmo el área donde ocurrió el plagio, atentos a los detalles y a lo que pudieran de-cir algunos testigos del hecho. Se buscaban otros ángulos de lo sucedido, más allá de la acción policial.

El Caracazo, el 27 de febrero de 1989, tuvo su réplica, aun-que afortunadamente a menor escala, en la zona norte de An-zoátegui, donde hubo saqueos de supermercados y abastos.

Con los golpes de Estado fa-llidos del febrero y noviembre de 1992 ocurrió algo similar. No había twitter, así que Cantv y la televisión dieron el aldabonazo. La madrugada nos sorprendió atentos ante las pantallas de la TV. En la primera intentona, El Tiempo sacó una edición ves-pertina. La ocasión lo merecía. No teníamos la ayuda de In-ternet ni de las redes sociales. Dependíamos del teletipo, fax, teléfonos, grabadores y libretas.

La naturaleza nos dio una sorpresa con el terremoto de magnitud 7 que causó muer-tes y destrucción en Cariaco el 9 de julio de 1997. Durante una semana, dos equipos de perio-distas y reporteros gráficos de El Tiempo viajabamos de día al estado Sucre y en la tarde regre-sábamos a escribir. La tecnolo-gía en ese entonces tampoco la teníamos de aliada.

En periodismo no se desaprovechan

las oportunidades

La comunidad como principal objetivo

Es periodista egresada de la Uni-versidad Central de Venezuela. Desde 1983 trabaja en El Tiem-po, en la que se ha desempeñado como reportera de múltiples fuentes, editora de Informa-ción Local y jefe de Redacción.

También trabajó por breve tiempo en el diario Metropolitano y en Radio Bahía (1998 y 1999) y Radio Anzoátegui (1982). Tiene dos hijas.

[PUERTO LA CRUZ

El ejercicio periodístico en es-tos 34 años me aclaró muchas cosas. No todo lo que se declara es tan verdad, las promesas tar-dan en cumplirse o no se cum-plen, se habla mucho y se hace poco y me ratificó que poder y dinero pervierten.

Una de las primeras notas que escribí fue sobre la para-lización de la construcción del edificio de la Fundación para el Desarrollo de Sotillo (Fundeso), en la avenida 5 de Julio, el cual, con los años, aún constituye imagen del despilfarro y de la falta de planificación que to-davía impera. En ese entonces, la prensa local destacaba la or-den de demoler unos módulos construidos en el Paseo Colón, que no se ajustaban al diseño del espacio, y a los que el ex-presidente Carlos Andrés Pérez calificó de “mamotretos”, que opacaban la belleza de la bahía; era casi el único sitio de espar-cimiento de la ciudad. La gente se bañó en sus aguas hasta que las “negras” iniciaron su labor contaminante.

Cuando me vine a Puerto La Cruz, Jesús Márquez, director de El Tiempo, tenía una optimista visión y veía a Anzoátegui como un emporio turístico y econó-mico. Por eso, el periódico pro-

movió y acompañó importantes campañas como el desarrollo de la zona de El Morro, en la que llevó a la instalación de Corpo-ven en Puerto La Cruz, la de la Autopista de Oriente (la más amplia y larga), el Programa de Desarrollo Armónico de Oriente que impulsaba Pdvsa y que no se pudo concretar. El oriental te-nía que aprender a pedir hasta conseguir lo que aspiraba, decía Márquez.

Ha habido momentos de sa-tisfacción que han afianzado en nosotros la importancia de estar en un medio con la co-munidad como su principal objetivo. El caso del niño Ovidio, por ejemplo, quien padecía una enfermedad cardiaca. Se recau-dó lo suficiente para llevarlo a Estados Unidos donde se le practicó una cirugía, pero el pe-queño falleció poco después de su regreso al país.

Recuerdo también el caso de una señora de un caserío ru-ral que llegó a mi oficina para plantear que una hija suya de cinco años había desparecido hacía 14. Todo ese tiempo lo pasó esperando noticias de la policía y no se había acercado a un periódico porque simple-mente no sabía que eso podía hacerse. Publicamos su historia y a los pocos días nos avisó que la había hallado. Madre e hija se reencontraron. Aún conservó la “colcha” que la doña me hizo aceptar.

Hubo cambios para que por lo menos Puerto La Cruz deja-ra de ser un sitio de rancherías. Pero, al mismo tiempo, en las montañas que una vez fueron decretadas zonas de protección crecen barrios, marginalidad y violencia.

¿De destacar? El bagaje ar-tístico y musical poco revisado y poco realzado, y por lo tanto, poco conocido. Tuvimos una Bienal de Artes Plásticas orga-nizada por la Galería Municipal de Sotillo; tenemos un Festi-val Internacional de Teatro de Oriente para los que 15 días no parecían llenar las ansias de un público y que ahora se programa a una semana. Y una Orquesta Sinfónica que trabaja duro por mantenerse. Vale el rescate de la idea de futuro que previmos para esta región.

EN una de las visitas del entonces candidato presidencial Hugo Chávez, a Anzoátegui, la reportera Magda Llovera lo entrevistó. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

“CUANDO ME VINE a Puerto La Cruz, Jesús Márquez, director de El Tiempo, tenía una optimista visión y veía a Anzoátegui como un emporio turístico y económico”. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO.

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Las fuentes de noticias estaban abiertas

[PUERTO LA CRUZ]

Cuando llegué a Anzoátegui, en 1976, observé un enorme desarrollo urbanístico y poblacional, que des-bordaron las proyecciones en viali-dad y otros servicios. En plena era de la municipalización, nacieron Urba-neja y Guanta, para darle impulso a esas poblaciones que entonces pertenecían a Bolívar y Sotillo, es-pectivamente.

Nacieron Los Boyacá, y crecieron de tal manera que en la actualidad parecen alcanzar el tamaño de la ciudad.

La principal vía de comunicación entre Barcelona y Puerto La Cruz era la avenida Intercomunal Andrés Be-llo. Años después se construyeron la Vía Alterna, la avenida Camejo Oc-tavio y la Costanera.

Vine a estas tierras con el doctor Jesús Márquez, uno de mis men-tores en el oficio. Él dirigió inicial-mente el Diario de Oriente. Nacido en Oriente, Márquez era un hombre emprendedor, sencillo, de trato cor-dial. Era un maestro del que aprendí mucho.

El lápiz, la libreta y el grabador eran las herramientas del reporte-ro. No había surgido el celular. Los periodistas eran hombres en su ma-yoría.

Las puertas de las fuentes de no-ticias estaban abiertas. Nadie tenía “prohibido” de declarar.

Los periodistas seguimos el auge que vivió Anzoátegui como polo tu-

PERFILDOMINGO MATUTE

rístico hasta finales de los años 80, cuando venían contingentes de visitantes extranjeros. La inaugura-ción del complejo turístico El Morro en 1995 transformó la zona norte del estado.

Cuando mi esposa, nuestros cua-tro hijos y yo nos residenciamos en Barcelona, todavía se encontraban precios de alquiler bajos, al punto de que habitamos en una quinta en la avenida Centurión por una renta mensual de 900 bolívares.

Un pollo en brasas costaba ape-nas 10 bolívares. Cuando subía el precio, tenía tanta repercusión que era noticia de primera página. Hoy, si el pollo anda por 150 bolívares, se le dedica muy pocas líneas.

Las informaciones se escribían a máquina, luego eran copiados por expertas tipistas. Los textos y títu-los eran corregidos sobre tiras de papel. Cada página con las fotogra-fías respectivas eran fotograbadas en planchas, que luego se colocaban en una rotativa.

A mediados la década de los 90 nos incorporamos a la tecnología. La redacción de las noticias en má-quinas de escribir pasó a ser histo-ria. Los periodistas ahora tenemos Internet, el celular, el twitter y otros mecanismos, pero el lápiz, la libreta y el grabador siguen como las he-rramientas del reportero en la calle. Sin embargo, no todo es progreso. El periodista encuentra barreras en las fuentes cuando busca informa-ciones de interés colectivo.

Nació en 1941 en Barquisimeto. Está casado, tiene cuatro hijos y siete nietos. En Caracas fue redactor de prensa del Ministerio de Relaciones Interiores (antigua Oficina Central de Información), reportero y redactor en Radio Reloj Continente, Radio Nacional de Venezuela y trabajó en el área de prensa de la Corporación Venezolana del Petróleo (1968-1976). En Anzoátegui, trabajó en el Diario de Oriente y en Radio Barcelona. Fue director de la Oficina Regional de Información. Fue secretario del Colegio de Periodistas Seccional Anzoátegui. Tiene más de 22

años en diferentes posiciones en El Tiempo. Actualmente es editor de Sucesos de este diario.

EL PELOTERO ANTONIO ARMAS fue entrevistado por el perio-dista Domin-go Matute // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

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DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, PUERTO LA CRUZ ERA

UN ASENTAMIENTO MILITAR CON TROPAS VENEZOLANAS Y NORTEAMERICANAS, QUE CONFORMABAN LA BATERÍA DE COSTA NÚMERO 1. SU MISIÓN ERA RESGUARDAR LOS EMBARCADEROS DE LOS SUBMARINOS ALEMANES”

LAURA CASTRO

“Visitar el Paseo Colón era todo un espectáculo y la vida nocturna tremendamente buena. Existían diversos clubes y sitios de entretenimiento”, relata Enrique Cedeño. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[PUERTO LA CRUZ]

Puerto La Cruz era lo mejor que había. Lo que más me ena-moró de esta ciudad fue su gen-te. Visitar el Paseo Colón era todo un espectáculo y la vida noctur-na tremendamente buena. Exis-tían diversos clubes y sitios de entretenimiento.

Gracias al comercio, a la acti-vidad petrolera y a la gestión de los concejos municipales se fue desarrollando una ciudad que prácticamente fue fundada por pescadores margariteños. Había gente de todos lados, incluso ex-tranjeros que trabajaban en las refinerías. Muy conocidas eran las familias Ceccato y Salazar.

Mucho se ha escrito y se ha di-cho sobre esta localidad, pero lo que pocos saben es que durante la Segunda Guerra Mundial era un asentamiento militar con tro-pas venezolanas y norteamerica-nas, que conformaban la batería de costa número 1. Su misión era resguardar los embarcaderos de los submarinos alemanes. Para ello, se dispusieron dos cañones en el espacio donde actualmente funciona la sede de Pdvsa. Yo fui uno de esos militares y estuve durante un año. Posteriormen-te me fui a Caracas y regresé en 1959 para laborar como profesor y periodista.

El deporte era una de las ac-tividades con más auge en la entidad. En la década de los 60 se realizó la primera semana deportiva, con la participación de atletas de casi todo el país. Se efectuaron los primeros juegos nacionales y el maratón Barce-lona-Puerto La Cruz y Puerto La Cruz-Barcelona. Hubo un desfile apoteósico en el terreno donde se construyó el polideportivo. Im-portante fue también el primer Festival Náutico que se efectuó en la isla de Margarita, con una asombrosa concurrencia en la categoría de pesca deportiva.

Por aquí pasó mucha gente fa-mosa: El presidente Luis Herrera, el pelotero Emilio Cueche, el co-mandante Huber Matos, quien estuvo preso con Fidel Castro du-rante 20 años; y quizá una de las mujeres más hermosas que he

semana deportiva y juegos nacionales

“En la década de los 60 se realizó la primera se-mana deportiva, con la participación de atletas de casi todo el país”.

visto: la cantante Isabel Pantoja. La colonia española y los direc-tivos del Meliá, organizamos un gran agasajo en el antiguo hotel Meliá para recibirla.

Debo reconocer que del Puerto La Cruz de antaño queda muy poco.

EN DETALLEENRIQUE CEDEÑO

Tiene 85 años. Nació en la locali-dad de Río Caribe, estado Sucre. Fue profesor de educación física en un colegio

portocruzano y periodista. Estuvo al frente del Concejo Municipal de Puerto La Cruz en dos períodos, fue coautor de varios reglamentos del Instituto de Deportes. Fue funda-dor del sindicato de la prensa en el estado Anzoátegui, coordinador del Departamento de Hacienda de la ciudad y director del departamento de Relaciones Públicas de la gober-nación, entre otros cargos.

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PERLA LARA

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LAS PUERTAS SE ABRÍAN A LAS 2:00 DE LA MAÑANA. A ESA HORA SE LLENABA EL MERCADO, HABÍA MUCHA GENTE QUE LLEGABA EN EL FERRY DE LAS 12 DE LA NOCHE, SE VENÍA, COMPRABA Y SE REGRESABA EN EL FERRY DEL MEDIODÍA” REYNALDO RAPHAEL VILLARROEL

“Había mucha gente que llegaba en el ferry de las 12 de la noche, se venía, compraba y se regresaba en el ferry del mediodía”, relata Samir El Samarane // FOTO: CORTESÍA DIARIO EL SOL DE MARGARITA.

[MARGARITA]

Por estos pasillos han desfilado muchas personas: reinas de be-lleza, artistas, cantantes y sobre todo políticos. Una vez vino Gil-berto Correa, estaba de moda, era el animador de Sábado Sensacio-nal. Cuando las personas lo vie-ron empezaron a perseguirlo para pedirle autógrafos. El hombre se sorprendió y al intentar escapar, se cayó.

Nosotros tuvimos que luchar mucho para demostrar a la gente que aquí en el Mercado de Cone-jeros vendemos cosas buenas, de calidad. A finales de los 70, mu-chas personas pensaban que esto era una reunión de buhoneros, pero se han dado cuenta de que aquí hay cosas buenas y mucho más económicas que en los cen-tros comerciales.

Desde los 14 años estoy en este mercado. Yo recuerdo que empecé vendiendo medias. Yo compraba media docena o una docena y la revendía. Eso eso me daba como Bs. 10 de ganancia. En ese enton-ces el salario promedio era como Bs. 18. Yo podía ganar más de eso al vender dos docenas de medias.

Las puertas se abrían a las 2:00 de la mañana. A esa hora se llena-

ba el mercado, había mucha gen-te que llegaba en el ferry de las 12 de la noche, se venía, compraba y se regresaba en el ferry del medio-día. Ya a las 9:00 de la mañana los negocios estaban cerrando. Que-

Ahogaba a la gente. Pero el que viene a Margarita y no pasa por Conejeros no hizo el viaje comple-to. En la actualidad somos un íco-no del estado Nueva Esparta, pero eso costó mucho construirlo.

Los margariteños de antes eran fieles a sus puestos en el mercado. Cada quien tenía su clientela, ya se conocían, y como no había ese boom de los centros comerciales, era una relación casi familiar. Ha-bía personas que hasta se lleva-ban la mercancía y la pagaban de manera semanal o quincenal. Era una cuestión de hermandad entre el vendedor y el cliente. Ahorita no se ve nada de eso. Aunque ahora se puede decir que viene más gen-te y se ha avanzado, el Conejeros de antes era una maravilla.

Hoy no se ve la misma unión de aquellos años. La mística de trabajo era parte del oriundo de estas tierras. Aquí hemos recibi-do personas de tantos países, que ni lo podrían contar. Y lo mejor es que hasta el viejito de 80 años se las ingenia para venderles, así no tengan idea de su idioma. A la gente que vive en este mercado se le ha sembrado el amor por su gentilicio.

“Aquí hemos recibido personas de tantos países, que ni lo podrían contar”. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

daban algunos que trabajaban hasta un poco más tarde, pero era difícil.

Las instalaciones eran acomo-dadas, pero el techo era de zinc, el calor al mediodía era insufrible.

EN DETALLESAMIR EL SAMARANE

Tiene 41 años. Nació en San Juan de Los Mo-rros. Vendedor Mercado de Co-nejeros desde hace 28 años.

eran fieles a su mercado.

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SI UN ALUMNO ENTRABA AL SALÓN DE CLASES SIN DAR LOS BUENOS DÍAS, LO DEVOLVÍAN A LA PUERTA PARA QUE SALUDARA CON EDUCACIÓN, COMO SE LES ENSEÑABA. Y SI LA SITUACIÓN SE AGRAVABA, EL CASTIGO ERA, POR EJEMPLO, NO DEJARLO SALIR AL RECREO”

desde su creación, en 1912, la Unidad Educativa Nacional Eulalia Buroz funcionó en la calle San Carlos de Barcelona. Luego se construyó la sede actual (en la foto), al lado del Consejo Legislativo Estadal. // FOTO: ARCHIVO EL TIEMPO

[BARCELONA]

En 1965, cuando yo tenía 19 años, me gradué de maestra normalista. Era el título que re-cibían en aquella época quienes queríamos ser docentes. Eso sí, salíamos bien preparadas en psicología y sociología para tra-bajar con niños. Una vez gra-duados, íbamos directo a buscar trabajo. Yo no perdí tiempo. El 1° de octubre de ese mismo año ya tenía empleo en una escuelita ubicada en el sector Pekín, en la vía a El Rincón. Era una casita pe-queña y me quedaba lejos.

Todos los lunes, a las 6:30 de la mañana, las maestras coinci-díamos en el mercado de Puerto La Cruz para irnos en una camio-neta. La manejaba un señor que nos transportaba y nos dejaba en la población de El Rincón. Allí caminábamos tres horas para poder llegar al colegio. Íbamos con nuestros uniformes, blusa, falda, medias y tacones. Como era un camino largo, pernoc-tábamos en el plantel, donde había habitaciones para noso-tras. Los viernes regresábamos a nuestras casas. No eran muchas las escuelas en esa época, de allí que, por más lejos que quedaba, uno valoraba el empleo. No po-díamos darnos el lujo de recha-zarlo.

En 1972 me dieron la oportu-nidad de dar clases en la Uni-dad Educativa Nacional Eulalia Buroz, que para ese entonces estaba en la calle San Carlos de Barcelona. Ahora se encuentra al lado del Consejo Legislativo Estadal. No era muy agradable, los salones eran oscuros. Allí di clases por 34 años. Enseñé y aprendí todos los días.

Teníamos que dar clases a 60 estudiantes, todas niñas, con la luz prendida porque de día no entraba ni un rayito de sol. A pesar del calor, las maestras siempre estábamos de punta en blanco y los estudiantes vestían batolas blancas y largas.

Los muchachos apenas hacían travesuras inocentes. En mis años, una maestra era respeta-da. Había valores. Recuerdo que si un alumno entraba al salón de clases sin dar los buenos días, lo

tres horas para llegar al colegio

PERFILVESTALIA RÍOS DE MUJICA

Casada con Andrés Mujica. Tiene una hija de 30 años. Y dos más de crianza de 38 y 42 años.

Maestra normalista. Se graduó en el Colegio Nuestra Señora de la Consolación

devolvían a la puerta para que saludara con educación, como se les enseñaba. Y si la situación se agravaba, el castigo era, por ejemplo, no dejarlo salir al re-creo.

Los libros eran un recurso in-dispensable en aquellos años, con los que los niños investiga-ban y aprendían. Se les enseña-ba manualidades a las mucha-chas.

La relación con los padres y re-

presentantes era bonita. Cuando algún estudiante tenía una falla los llamábamos y sin importar el día o la hora, venían a conversar con nosotros. Lo importante era solucionar el asunto. Siempre estábamos disponibles para atender a los papás.

Los Carnavales Escolares fue-ron iniciativa nuestra. Fuimos nosotros los primeros en promo-ver esa actividad. Era una tradi-ción preparar los desfiles llenos

de colores e impregnado de ale-gría infantil. Poco a poco se fue-ron uniendo las otras escuelas.

Y qué decir de las graduacio-nes, el momento más emoti-vo del año escolar. Usábamos nuestros trajes de gala, todas las maestras de un mismo color para crear armonía. Era la satis-facción de haberlo hecho bien. Si volviera a nacer, sería maestra.

MARÍA GABRIELA LARA

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