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REVISTA INTERDISCIPLINARIA DE ESTUDIOS AGRARIOS Directores Horacio G iberti Eduardo Azcuy Ameghino Comité Editorial Momea Bendini Roberto Benencia Silvia Cloquell Gabriela Gresores Carlos León Gabriela M artínez Dougnac José Pizarro M aría Isabel Tort Comité Académico Asesor Waldo Ansaldi Eduardo Basualdo Daniel Campi Norma Giarracca Noem í Girbal-Blacha Graciela Gutman Ignacio Lloruet M iguel M urmis Guillermo Neiman Alejandro Rojman M iguel Teubal N° 23 2 do semestre, 2005

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REVISTAINTERDISCIPLINARIA DE ESTUDIOS AGRARIOS

DirectoresHoracio G iberti Eduardo A zcuy Ameghino

Comité EditorialMomea Bendini Roberto Benencia Silvia Cloquell Gabriela Gresores Carlos LeónGabriela M artínez Dougnac José Pizarro M aría Isabel Tort

Comité Académico AsesorWaldo A nsaldi Eduardo Basualdo D aniel Campi Norma Giarracca N oem í Girbal-Blacha Graciela Gutman Ignacio Lloruet M iguel M urmis Guillermo Neiman Alejandro Rojman M iguel Teubal

N° 232 do semestre, 2005

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© P IE A Programa Interdisciplinario de Estudios A grariosEste número de la Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios ha sido realiza­da en el marco de las actividades del Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. [email protected] IS SN n° 1514-1535Impreso en Argentina - P rin ted in Argentina Noviem bre de 2005

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Revista Interdisciplinaria de Estudios AgrariosN° 23, 2do semestre 2005.

IndiceArtículos

Graciela E. Gutman y Pablo LavarelloReconfiguración de las Empresas Transnacionales

Agroalimentarias y sus impactos locales. El caso de las industrias lácteas 5

Silvia Cloquell, Roxana Albanesi, Mónica De Nicola, Graciela Preda y Patricia Propersi

La agricultura a escala y los procesos de difer enciación social 35Daniel Slutzky

Los conflictos por la tierra en un área de expansión agropecuaria del NOA. La situación de los pequeños

productores y los pueblos originarios 59Roberto Benencia y Germán Quaranta

Producción, trabajo y nacionalidad: configuraciones territoriales de la producción

hortícola del cinturón verde bonaerense 101Ideas y debates

Eduardo Azcuy Ameghino y Carlos Alberto LeónLa “sojización”: contradicciones, intereses y debates 133

Documentos¿Ridículo o irracional?

Horado Gibertiy Carlos A. Makler 159______ Reseñas Bibliográficas_________

Mónica Bendini y Carlos Alemany (Compiladores)Buenos Aires, 2004

Crianceros y chacareros en la Patagonia Cuaderno 5 del Grupo de Estudios Sociales Agrarios

Grádela Landrisdni 163

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2do semestre 2005.

Reconfiguración de las Empresas Transnacionales Agroalimentarias y sus impactos locales.El caso de las industrias lácteas*

GRACIELA E. GUTMAN** y PABLO LAVARELLO***

IntroducciónLas empresas transnacionales (ETN) agroalimentarias enfrentan

un panorama mundial crecientemente complejo, en el que se combina el estancamiento relativo de la demanda de alimentos en los países indus­trializados, cambios demográficos y en los patrones de consumo, nuevas exigencias de calidad de los consumidores/clientes; innovaciones tecno­lógicas y organizativas, en particular la difusión de las modernas biotec­nologías; estrategias relacionadas con el acceso a los mercados y/o el abastecimiento de materias primas; modificaciones en los contextos re- gulatorios mundiales y regionales; nuevas relaciones de poder a lo largo de las cadenas.

En respuesta a este contexto competitivo, las ETN rediseñan sus modelos organizativos, buscando alcanzar a la vez economías de escala y de gama; reestructurar las formas de coordinación vertical; conformar de redes y alianzas con proveedores de materia prima y de tecnología. Las grandes ETN inauguran nuevas oleadas de internacionalización ha­cia mercados en crecimiento y las fuentes de materia prima y/o activos

* Una primera versión del artículo se presentó como Ponencia en las IV Jomadas de Estu­dios Agrarios y Agroindustriales, PIEA, INTA, GESA, CEHR-UNLP y CEI-UNQ, Buenos Aires, noviembre de 2005-06-29

** Investigadora del Conicet, Profesora de la UBA, [email protected] de la UBA y la UNGS, [email protected]***

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6 Graciela E . G utm an y Pablo Lavarello

tecnológicos, en una lucha competitiva dentro del oligopolio mundial pa­ra mantener o acrecentar sus posiciones.

Estas grandes tendencias se expresan en los países de destino de las inversiones en forma heterogénea, en función de las especificidades de las distintas producciones, la estructuración de sus sistemas de innovación, sus modalidades de inserción internacional y los cambios en los contextos re- gulatorios. La presente ponencia analizará estos impactos para el caso de las industrias lácteas en Argentina. En la Sección I, discutimos los princi­pales cambios en el contexto competitivo a nivel mundial y el conjunto de innovaciones tecnológicas y organizacionales en los cuales éstos se susten­tan. En la Sección II, a partir de la taxonomia de cambios de estrategia y estructuras organizacionales discutidas en la primera sección, identificamos cuales son los comportamientos de las ETN localizadas en Argentina.

1. Cam bios en ei contexto com petitivo internacional y es­trategias de las em presas trasnacionales lácteas

En los mercados nacionales de alimentos, la situación tradicional caracterizada por una demanda abastecida por productores independien­tes y transformadores locales está siendo reemplazada por cadenas de va­lor globales, en las cuales los grandes grupos multinacionales abastecen a los consumidores de diversos países con variados grados de integración local de las cadenas. Las inversiones extranjeras directas son atraídas por las posibilidades de mercados internos ampliados y el aumento del co­mercio intra-regional.

1.1. Un oligopolio maduro con una creciente rivalidad inter-sectorialLas transformaciones en curso en las pautas y hábitos de consu­

mo, profundizan los cambios estructurales que remontan a la postguerra -la entrada de la mujer en el mercado de trabajo; el crecimiento en el nú­mero de viviendas unipersonales, la desestructuración de las comidas fa­miliares y la difusión de productos alimenticios ahorradores de trabajo-; cambios que ahora se acentúan marcados por el paso de un modelo de consumo agro-industrial (intensivo en calorías, con producción y consu­mo de masas estandarizado) hacia otro de “saturación” en el cual los principales rasgos son (Gutman y Lavarello, 2004; Rabobank, 2004):

(i) Lento crecimiento del negocio alimentario.(ii) Cambios demográficos y en los hábitos de vida: el envejeci­

miento general de la población en los países desarrollados, si

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bien disminuye la demanda de alimentos, genera nuevos seg­mentos de mercado.

(iii) Un reforzamiento de las regulaciones orientadas a garantizar la seguridad alimentaria y la salud.

(iv) Persistencia (e hibridación) de las especificidades locales en donde las migraciones y la multi-culturalidad de los grandes centros urbanos son determinantes fundamentales.

En el otro extremo los complejos agroalimentarios, las tecnologías agropecuarias están cambiando. En Europa, el énfasis creciente de la so­ciedad en la sustentabilidad ambiental se refleja en el crecimiento de la agricultura orgánica, al mismo tiempo que la moderna biotecnología ofrece importantes oportunidades. Varios países del MERCOSUR, y Ar­gentina en primer lugar, adoptaron rápidamente los nuevos “paquetes biotecnológicos”; las grandes empresas multinacionales proveedoras de insumos, se consolidan como articuladoras de estas nuevas tecnologías (Bisang, e td 2000).

Como resultado de estos cambios, las industrias agroalimenta- rias (IAA) enfrentan una demanda cada vez más exigente y segmenta­da, y una agricultura que incorpora velozmente las modernas (biotec­nologías.

Tradicionalmente, la segmentación más importante de los merca­dos de consumidores se definía a nivel nacional. Sin embargo, la crecien­te trasnacionalización de las LAA se traduce en la configuración de ver­daderos oligopolios mundiales agroalimentarios (Rastoin, 2000; Lavare- 11o, 2001). La elevada concentración de las LAA en los mercados nacio­nales hoy se reproduce a nivel global. La difusión de las políticas de libe- ralización y de la competencia desde los ‘80, presentadas por sus impul­sores como políticas tendientes a aumentar la competencia, generaron paradójicamente mayores niveles de concentración. La expansión de las ETN debilita la estabilidad que gozaban de los oligopolios nacionales en mercados protegidos; ello, junto a la generalización de las políticas de de­fensa de la competencia y la mayor rivalidad entre las empresas inciden en la reducción de los márgenes de ganancias industriales y promueven mayores niveles de concentración para viabilizar las adecuadas escalas de producción de las firmas (Sutton, 2003).Las industrias lácteas

El mercado mundial de las industrias lácteas está dominado por un reducido grupo de ETNs y de cooperativas. Un rasgo particular de es­tas industrias resida en la importancia que todavía conservan las formas cooperativas de organización empresarial, las que comparten, junto a las

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empresas multinacionales diversificadas, las primeras posiciones de las ventas en el oligopolio mundial de productos lácteos. Estas grandes coo­perativas delinearán en los próximos años importantes cambios en sus estrategias de intemacionalización.Cuadro 1. Industrias Lácteas. Ventas Mundiales de las principales empresas en el año 2003.

Empresa País de origen Ventas miles millones USS

2003

Participación en las ventas de las mayores 20

1. Nestlé Suiza 15,3 8%2. Dean Foods EEUU 7,1 4%3. Dairy Farmers oí America (c) EEUU 6,4 3%4. Aria Foods (c) Din/Suiza/GB 6,1 3%5. Danone Francia 6 3%6. Fonterra (c) Nueva Zelanda 5,8 3%7. Parmalat Italia 5,8 3%8. Kraft Foods EEUU 5,3 3%9. Lactalis Francia 5,2 3%10. Unilever* Holanda/GB 4,9 2%

Fuente: Rabobank, 2004 *) Estimación c) Co-operativa

Dominada por las fusiones y adquisiciones (F&A), la internaciona­lización de estas industrias asume una modalidad intra-regional o mun­dial en función del tamaño de las ETN y de sus estrategias. En particu­lar las ETN de capitales europeos o norteamericanos de mayor factura­ción, en su mayoría firmas multiproductos, se caracterizan por una inter­nacionalización extra-regional. Los grupos de menor dimensión -ya sean aquellos provenientes de países emergentes como Arcor (Argentina), o bien firmas especializadas- presentan una intemacionalización de tipo intra-regional. La excepción es sin lugar a dudas, la ex cooperativa neo­zelandesa Fonterra, que expresa un acelerado paso a la intemacionaliza­ción extra-regional, fuertemente asociada a las alianzas estratégicas con otros miembros del oligopolio mundial, como veremos más adelante.

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Cuadro 2. F&A internacionales por principales empresas en los sectores lácteos, galleti- tas, chocolates y golosinas. Período 1995-2003

% sobre el N° F&A

Empresa Sector País de origen mili U$S N° F&A Extraregional

Intraregional

Unilever MP Países Bajos 28 955 20 55% 45%Nestle MP Suiza 20 044 53 79% 21%Cadbury Schweepes CyG Inglaterra 9 796 24 75% 25%Danone MP Francia 3 278 41 88% 12%Dreyers GIC Inc PL Suiza 2 354 1 100% 0%Parmalat PL Italia 1002 17 88% 12%Kerry Group PLC MP Estados Unidos 965 18 67% 33%CSM NV MP Países Bajos 817 9 56% 44%Perfetti SpA CyG Italia 579 1 0% 100%Kraft Foods Inc CyG Estados Unidos 480 11 91% 9%Saputo Group Inc PL Cañada 441 3 0% 100%NZDB PL Nueva Zelanda 193 2 0% 100%Arcor SAIC CyG Argentina 191 2 0% 100%Fromageries Bel SA Nabisco

ñ Francia 189 4 50% 50%

(previo F&A Kraft) CyG Estados Unidos 185 8 88% 13%Besnier SA PL Francia 177 2 50% 50%Fonterra Co-op Grp Ltd PL Australia 159 7 57% 43%

Nota: MP multi-productos; CyG: chocolate y Golosinas; PL productos lácteosFuente: Gutman y Lavarello (CEPAL) elaboración propia en base a datos de diversas fuentes

Esta mayor concentración e intemacionalización se manifiesta asi­mismo en una mayor rivalidad inter-sectorial, entre las empresas del co­mercio minorista concentrado (Gran Distribución, GD) y las IAA. La in­tegración de las etapas mayoristas y de logística por parte de la GD, la difusión de las marcas de distribuidores, las prácticas comerciales con los proveedores (plazos de pago, alquiler de espacios en la góndola, descuen­tos, y otras condiciones) ilustran este proceso de creciente rivalidad en­tre las industrias agroalimentarias y la gran distribución alimentaria (Gut­man 2002). Crecientemente, los supermercados están exigiendo certifica­ciones de calidad, concordancia con estándares privados y diversas for­mas de trazabilidad para permitir el acceso a sus góndolas; marcas y Sis­temas de Identidad Preservada (SIP) serán componentes importantes en las estrategias de los grandes comercios minoristas para construir la con­fianza de los consumidores (Reardon y Fariñas, 2002; Gutman y Lavare­llo, 2005, Rabobank, 2004).

Un nuevo espacio dentro de los complejos agroalimentarios, de recreación de relaciones verticales de conflicto y cooperación, es en el

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caso de las industrias de ingredientes alimentarios, las que proveen una diversidad de ingredientes requeridos para las nuevas formulaciones de productos y procesos - enzimas, saborizantes, starters, fortificadores, co­lorantes, emulsifiantes, texturizantes, otros-. Estas industrias no son ho­mogéneas; por una parte, existe una serie de ingredientes tradicionales al­tamente estandarizados en donde las economías de escala en la produc­ción son las principales barreras a la entrada. Por otro lado, surgen nue­vos ingredientes en segmentos dinámicos que responden a las exigencias de los consumidores que buscan características saludables y de nutrición de los productos finales. Este último segmento presenta elevados grados de concentración en las ventas a nivel global, basados no solo en las eco­nomías de escala sino particularmente en elevados gastos de I&D. Hace no más de dos décadas muchas de estas empresas eran monopólicas; si bien los nieves de concentración están decreciendo en algunos casos, se está configurando un mercado mundial oligopólico, con una alta propen­sión a las F&A y a las alianzas estratégicas. Tres o cuatro grandes empre­sas controlan 80% de la oferta total de estos “nuevos” ingredientes, con fuertes barreras a la entrada de competidores (Gutman y Lavarello, 2004; Gutman, Lavarello y Cajal, 2005).

1,2, Estrategias y reestructuraciones empresarios en las industrias lácteasAl igual que lo que ocurre en otras industrias alimentarias, las

principales ETN de productos lácteos requieren tener en cuenta dos ni­veles de decisiones estratégicas (Pérez, 1996).

• En primer lugar, la dimensión “financiera” asociada a la carte­ra de activos en el marco de un grupo (o Holding), explicada por la entrada y salida de ciertas unidades o fracciones de em­presas del perímetro del grupo TN tal como si fueran activos financieros.

• En segundo lugar, la dimensión referida a la cartera de activi­dades y marcas en función de la competencia en los mercados y/o de su coherencia tecno-productiva. Estas comprenden la diversificación/especialización de sus actividades, la gestión de sus carteras de marcas, y las decisiones de intemacionalización en función de las ventajas de localización e intemalización.

Ambas dimensiones estratégicas frecuentemente son complemen­tarias. Este es el caso del grupo Danone, el que si bien se expande desde una lógica de grupo, mantiene una coherencia en la recomposición de su portafolio de actividades (Recuadro N°l).

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Teniendo en cuenta estas dos dimensiones, la del grupo y la de la coherencia tecnológica, podemos mencionar dos estrategias claramente diferenciadas en las ETN lácteas en particular, y en las ETA agroalimen- tarias en general

• Estrategias diversificadas, orientadas a la gestión de un porta­folio de marcas, que frecuentemente desverticalizan parte de los activos productivos.

• Estrategias especializadas en la producción de alimentos cuyos principales activos se encuentran en la producción.

Dentro del primer tipo de estrategias podemos mencionar a las grandes ETN fuertemente diversificadas, como Nestlé, Danone y Kraft. Dentro del segundo tipo, encontramos a las ETNs de menor tamaño es­pecializadas en la producción de quesos como Bongrain y Besnier, en las cuales la lógica dominante es el recentraje sobre su competencia de base y la reducción de costos a través de mejoras de procesos, gestión del abastecimiento. Aquí podemos también considerar el caso de varias coo­perativas holandesas que se fusionan con el objetivo de obtener econo­mías de escala y especialización (Campina/Melkunie, Friesland Frico Domo).Cuadro 3. Principales ETN en los sectores lácteos. 1997.

Participación en la Ventas en facturación tota!

Ranking de IAA Empresa Configuración

alimentos (millones de U$S)

Alimentos Lácteos GalletitasGolosinas

1 Nestlé Multiproductos 43.979 95,9 26,7 14,92 KRAFT

(Philip Morris) Multiproductos 31.527 44 s/d s/d9 Danone Multiproductos 14.263 92 26 1523 Dairy Farmers

of Am Productos lácteos 7.000 100 100 037 Land O’Lakes, inc. Productos lácteos 4.195 100 49,7 039 Northern Foods Productos lácteos 3.052 100 50 1940 Parmalat Productos lácteos 2.825 100 75 042 Orkla Multiproductos 1.635 49 0 11

Fuente: Elaboración propia a partir de Revista Food Processing, Top 500 de Financial Times y AGRODATA.

Las ETN diversificadas hacia productos lácteos y/o golosinas se encuentran entre los grandes jugadores del oligopolio mundial agroali- mentario. Solo los Traders Internacionales de Granos (Cargill, Conagra, Archer Daniels) y las gaseosas (Pepsi Co y Coca Cola).

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El mayor peso de las ETN diversificadas se verifica en las opera­ciones recientes de F&A de los sectores analizados (a partir de la década de los noventa). No obstante la “cartera de actividades” no es aleatoria ni responde a una lógica estrictamente conglomeral como ocurrió durante las oleadas de F&A de los 80. Durante los años ’90, las empresas mostra­ron una menor propensión a la especialización, consolidando su estrate­gia diversificada. No obstante, si tenemos en cuenta que parte de dicha diversificación ocurrió al interior de los diferentes complejos, cerca del 60% de las F&A se orientaron bien a la misma rama, o bien a una rama complementaria. Esta coherencia tecno-productiva está presente en lác­teos y galletitas.

Cuadro 4. Estrategias de especialización y diversificación en los sectores lácteos, galleti­tas, chocolates y golosinas. Período 1995-2003.

(% sobre las operaciones de cada sector)

Actividad Principal N° de Especialización Diversificación Diversificaciónde la ETN operaciones intra-rama intra-complejo extra-complejo

Chocolates y Golosinas 140 42,9 12,1 ' 45,0Galletitas 31 32,3 32,3 35,5Productos Lácteos 232 30,2 29,3 40,5

Total 403 34,7 23,6 41,7

Nota: las ramas consideradas en el complejo de los chocolates y golosinas son Caramelos y Golosinas, Chocolates y Pro­ductos de cacao: las ramas consideradas en el complejo Galletitas son Galletitas y Crakers; las ramas del complejo Lácteo son Quesos, Manteca, Leche Líquida y Helados.Fuente: Gutman y Lavarello (CEPAL) elaboración propia en base a datos de diversas fuentes

1.3. Estrategias tecnológicas y organizacionales: diferenciación de productos, alianzas y coordinación flexib le de las cadenas

La desaceleración en los negocios alimentarios y la mayor con­centración de los mercados incide en cambios en las estrategias tecnoló­gicas. Se verifica un menor ritmo de lanzamiento de nuevos productos en los países industrializados). En particular, las empresas lácteas lanzaron al mercado en el 2000 un 35% menos de productos nuevos que en 1990. (Gutman y Lavarello, 2004).

Sin embargo, existen ciertos nichos de mercado productos aso­ciados a la revalorización de lo natural y a productos orgánicos, los que muestran un alto ritmo de innovación. Dentro de estos nuevos segmen-

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tos, se destaca de productos nutracéuticos1 y de alimentos funcionales1 2, frente a la creciente sensibilización de los consumidores respecto a la importancia de la nutrición para prevenir enfermedades en adultos tales como diabetes y las enfermedades cardíacas. Un ejemplo de estos ali­mentos funcionales son los productos con alto contenido de calcio y otros nutrientes orientados hacia segmentos de consumidores sensibles a la salud; otro ejemplo son los productos enriquecidos con Vitamina A, C y fibra.

Las nuevas biotecnologías ofrecen grandes oportunidades para las estrategias de innovación en productos. Los recientes desarrollos en la genómica y la proteómica promueven estas estrategias de diferenciación de productos hacia nuevos nichos funcionales, mejorando al mismo tiempo, la calidad y la seguridad de los alimentos. La genómica ofrece herramientas poderosas para realizar estudios de análisis global que faci­litan y aceleran la identificación identificar características funcionales. Los estudios integrales de expresión génica, a través de micro arreglos (macroarrays), y de proteínas -a través de proteómica- aparecen como una interesante promesa para abordar diversos problemas y necesidades en la composición y funciones de los alimentos. La idea detrás de este enfoque es que los cambios que experimenta un alimento en sus funcio­nes y propiedades, se ven reflejados en cambios en el patrón normal de expresión génica y de proteínas que forman parte de una variedad. (Gut- man, Lavarello y Cajal, 2005).

Las modernas biotecnologías ofrecen fuertes potencialidades para la innovación de productos en las industrias agroalimentarias, en particu­lar en el caso de los alimentos funcionales y nutracéuticos. Algunos gru­pos empresariales orientan parte de sus gastos en Investigación y Desa­rrollo (I&D) en la exploración de estas oportunidades. Asimismo, las ma- joras en los procesos de producción y los cambios en los gustos de ali­mentos fermentados, son otros terrenos en los cuales la combinación de la técnica sobre enzimas y la ingeniería genética motiva el interés de los proveedores globales de las industrias lácteas, -como es el caso de la em­presa dinamarquesa CHRS Hansen-, y grandes proveedores de de enzi­mas -como es el caso de la empresa noruega Novo Zymes-. a través de nuevas alianzas estratégicas con empresas alimentarias y centros de in­vestigación (Gutman, Lavarello y Cajal, 2004).

1. Se trata de un componente bioactivo aislado o purificado a partir de fuentes alimentarias o no alimentarias. Puede presentarse en su estado natural o ser producido por síntesis química o medios moleculares.

2. Un alimento funcional es similar a uno convencional, pero demuestra poseer beneficios fi­siológicos o de salud en relación a los alimentos básicos (por ejemplo, los prebióticos y los pre- bióticos).

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Si bien es cierto que las modernas biotecnologías son una de las fuentes fundamentales del cambio en las industrias agroalimentarias, no son las únicas. En efecto, las industrias agroalimentarias no solo tienen una mayor dependencia de los conocimientos científicos y tecnológicos. Requieren asimismo calidad de la información, gestión eficiente y la coordinación en los procesos de producción, distribución y circulación (Fariña, et al, 2005). En un contexto competitivo en permanente cambio, con el que caracteriza a los mercados agroalimentarios, el conocimiento adecuado y oportuno de los precios relativos, los costos y las ventajas comparativas de una región u otra constituyen información de extrema importancia, (aunque insuficiente) para elaborar estrategias de inserción activa en la competencia internacional.

La importancia de controlar y/o promover la calidad de la mate­ria prima para garantizar la calidad del producto final; la búsqueda de la calidad total; y la búsqueda de flexibilidad y rapidez de respuesta frente a los cambios en la condiciones de contexto (funcionamiento just-in-ti- me) lleva e las empresas agroalimentarias en muchos casos al desarrollo de relaciones contractuales con sus proveedores.

Otra de las formas organizacionales encontradas por las ETN pa­ra resolver la tensión entre la capacidad de respuesta a las condiciones lo­cales y las deseconomías de escala, es el recurso a alianzas estratégicas. Estas alianzas son acuerdos de largo plazo entre firmas que van más allá de las transacciones de mercado normales, pero tampoco alcanzan a ser una fusión; muchas involucran acuerdos contractuales, o incluso uno o más jo in t ventures.

Las ETN agroalimentarias que invierten en el complejo lácteo lle­van adelante una amplia gama de alianzas estratégicas que involucran acuerdos de comercialización, producción y de cooperación tecnológica en los cuales las empresas comparten activos intangibles tales como acce­so a redes de comercialización, capacidades tecnológicas o comerciales.

Los motivos principales de estas alianzas son (Lavarello y Gut­man, 2004):

(i) En primer lugar la búsqueda de sinergias para acceder a tecno­logías o capacidades complementarias, como es el caso de la alianza entre Danone y Yacult Honsha para el lanzamiento de productos probióticos.

(ii) En segundo lugar, lograr escalas mínimas ahorrando costos de inversión y distribuyendo riesgos, como es el caso de la alian­za de Danone con la empresa europea Edén y la norteameri­cana Suntory Limited compartiendo sus redes distribución de agua en hogares y oficinas. También aquí podemos mencionar

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la alianza entre Nestle y Fonterra para su expansión en Amé­rica Latina {Dairy Partners o f America), o de Danone con la EMNL Arcor.

(iii)Lograr acceso a mercados locales en los cuales los gobiernos requieren propiedad nacional. Este es el caso de la alianza a en el 2004 entre Danone y la principal empresa china de lácteos Shangai Bright Dairy.

La generalización de este tipo de alianzas permite delinear la emergencia de una nueva estrategia y estructura organizacional, en don­de los límites de la ETN son mucho más variables y le permiten combi­nar una búsqueda de eficiencia con una mayor flexibilidad frente a las nuevas oportunidades tecnológicas y a la mayor rivalidad, en donde la velocidad en que se entra (y sale) de un país son determinantes para mantener su posición en el oligopolio mundial.

2. Estrategias de las em presas trasnacionales en las industrias lácteas en A rgentina

Durante varias décadas, el desarrollo de las LAA en Argentina tu­vo lugar en un contexto de mercados fuertemente protegidos y, muchas veces, subsidiados, lo que permitió la consolidación temprana de merca­dos oligopólicos, controlados mayoritariamente por un reducido número de grandes empresas y conglomerados de capitales nacionales y extranje­ros. A partir de los años 90 se manifiesta un fuerte cambio en el entorno competitivo de estas empresas, resultante del nuevo contexto macroeco- nómico y regulatorio (desregulación de los mercados, con la desaparición de las juntas reguladoras sectoriales, apertura comercial, el estímulo al in­greso de capitales extranjeros, y en general achicamiento del estado a par­tir de las privatizaciones y del debilitamiento de las instituciones públicas).

En estos años, las industrias de la alimentación atraviesan por un período de fuertes reestructuraciones, que se traducen en la profundiza- ción de los procesos de concentración y transnacionalización empresa­rial, junto con un reforzamiento de las heterogeneidades productivas, tec­nológicas y comerciales intra e Ínter rama que han caracterizado históri­camente a estas industrias. Las nuevas condiciones de contexto que en­frentan las LAA en la década de los noventa se caracterizan por (Gutman y Cesa, 2002; Gutman y Lavarello, 2002):

• La expansión en los mercados nacionales y regionales de gran­des ETN de la alimentación, centralmente a través de un.agre-

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sivo proceso de fusiones y adquisiciones, con el recrudecimien­to consecuente de la competencia ínter empresarial.

• Junto a los Grupos locales centrados en los agroalimentos, se verifican en estos años la incursión en el negocio agroalimen- tario de fuertes Grupos económicos financieros con participa­ciones transitorias en el negocio (Fondos de Inversión).

• El creciente poder económico de la gran distribución minoris­ta concentrada de alimentos, con capacidad para imponer a condicionamientos productivos, logísticos, tecnológicos y co­merciales.

• El nuevo ámbito competitivo conformado por el mercado am­pliado del Mercosur.

• Difusión de innovaciones tecnológicas y organizativas, y glo- balización de las fuentes tecnológicas a lo largo de las cadenas alimentarias.

• En particular, asociado a la importancia creciente de las inno­vaciones no sólo de procesos sino también de productos en es­tas industrias, - entre otros, desarrollo de los alimentos funcio­nales y los nutracéuticos-, surgen nuevas actividades estratégi­cas: la producción de ingredientes alimenticios, controladas en su mayoría por TNs.

Las potencialidades de crecimiento del mercado de alimentos del Mercosur atrajeron a nuevas inversiones de ETN que enfrentaban mer­cados estancados en sus países de origen. En efecto, tanto en Argentina como en Brasil, las industrias de la alimentación crecieron en estos años a tasas mayores que el resto del sector industrial. Factores adicionales de atracción de la ETN fueron la búsqueda de proveedores locales de ma­terias primas y acceso a los canales de distribución (alianzas con distri­buidores locales); la necesidad de estar en contacto cercano con el mer­cado local; y la relativamente débil competencia en los mercados que les permite absorber firmas (Lavarello, 2004; Belik y dos Santos, 2002; Gut­man y Cesa, 2002)

Tomando en cuenta el contexto, institucional, legal y competitivo en cada país, el redespliegue de las ETN combina IED, flujos comercia­les y alianzas estratégicas, con importancia relativa cambiante de estos tres tipos de inversiones extranjeras, según los diversos momentos del ci­clo económico regional y mundial, y de los cambios en los contextos re- gulatorios. Algunas de estas empresas ya habían desembarcado en el país desde varias décadas atrás, como es el caso de Nestlé, cuyas inversiones en Argentina se remontan a la década del treinta del siglo pasado.

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La producción de leche y productos lácteos se ha caracterizado en Argentina por un marcado comportamiento cíclico, con ciclos anua­les (originados en la base pastoril del sistema productivo)- plurianuales originados en las expansiones y contracciones de la demanda interna y las dificultades para exportar en mercados internacionales fuertemente subsidiados. La conformación del Mercosur revierte en parte esta situa­ción (Gutman, 1999).

2.1. Estructura de mercado y form as de competenciaLas características estructurales de la industria láctea a mediados de

la década de los noventa configuran un mercado del tipo oligopolio con­centrado y diferenciado, con la presencia de numerosas pequeñas y me­dianas firmas, una fuerte estratificación empresarial, y una importante pre­sencia de las cooperativas, aun cuando bajo la presión de la competencia algunas están reestructurando parte de sus negocios en forma de SA...

Las tres mayores empresas según su valor de producción en 1995 multiplantas y multiproductos - SanCor cooperativa nacional, Mastello- ne de capital nacional, y Nestlé, transnacional, generaron el 57% del va­lor de producción; las seis siguientes empresas, también multiplantas, al­canzaron 16% del valor de producción. En conjunto, estas nueve mayo­res firmas de la industria representaron el 73% del valor de producción de la industria con un 48% de la ocupación. La concentración económi­ca se acentúa en años posteriores como consecuencia de la expansión de las mayores firmas a través de la absorción de empresas más chicas, y de nuevas inversiones de capitales nacionales y extranjeros.

A pesar de que no existen en esta industria fuertes barreras tecno­lógicas a la entrada, el arribo de competidores extranjeros y la apertura a la importación agudizaron la competencia ínter empresarial.

La expansión de la industria láctea en los noventa - motorizada hasta mediados de la década por la demanda interna, y luego por las ex­portaciones- fue acompañada por importantes procesos de reestructura­ción empresarial, con la incorporación de innovaciones tecnológicas y organizativas; la entrada de nuevas ETN y la transnacionalización (regio- nalización) de empresas locales, que expanden sus inversiones dentro del Mercosur, principalmente en Brasil, dando lugar al surgimiento en este sector de EML, empresas multinacionales latinas.

Los casos más destacados de EML son los de SanCor y Mastello- ne Hnos, las dos mayores empresas lácteas de capitales nacionales, que pasaron por un proceso de fuerte reestructuración empresarial con al re­composición de sus deudas.

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Las nuevas ETN que invierten en el sector en estos años, en aso­ciación con firmas locales o comprando plantas y empresas existentes son Parmalat (que compra las firmas locales La Vascongada y Lactona SA) y, Danone (que inicia su entrada al sector en alianza con Mastellone Hnos.), Bongrain (con al compra de Estancias Santa Rosa), Krafi Gene­ral Foods y Unilever, estas últimas en el segmento de helados. Asimismo se registran en estos años el paso por el sector de grupos financieros y económicos a través de compra de empresas (entre otros, el Grupo Pé­rez Compac que comprar la firma Molfino/Abolio y Rubio), los que po­cos años después venden sus activos en esta industria (Gutman, 1999, Gutman 2002; Gutman, Guiguet y Lavarello, 2004).

El sendero de expansión empresarial ha llevado a la conformación de una estructura empresarial caracterizada por los siguientes estratos de empresas (Gutman, Lavarello, 2004):

(i) ETN gerenciadoras de marcas multiproducto y multiplantas (en muchos casos diversificadas más allá del sector) con ámbi­to de acumulación regional: Nestlé, Danone, Parmalat, Molfi- no

(ii) Grandes empresas nacionales multiproducto y multiplantas con ámbito de acumulación centrado en el mercado nacional- /regional (EML): SanCor, Mastellone Hns.

(iii) Medianas /grandes empresas multiproducto y multiplantas con orientación exportadora: Williner

(iv) Medianas empresas mas especializadas y con mayor orienta­ción hacia el mercado interno: Milkaut, Verónica

(v) Pequeñas y medianas empresas lácteas, con presencia variable y may or en épocas de crisis, de pymes que operan en circuitos informales.

La innovación tecnológica en el período en tecnologías de proce­sos y de producto, en frió y en logística -las grandes con equipos y tec­nologías importadas y las medianas grandes empresas recurriendo en mayor medida a la producción local de bienes de capital- se tradujo en fuertes aumentos de la producción y la productividad.

En esta industria ocupa un lugar estratégico las articulaciones con el sector primario, para garantizar la calidad de la materia prima, ya sea a través de la integración de la producción primaria con al industrial en las empresas cooperativas, o bien a través de contratos formales o informales entre las industrias procesadoras y los tambos. Los contratos de las gran­des empresas del sector, fueron un vehículo para la difusión de modernas tecnologías en la producción primaria a través asistencia técnica y financie­ra y de sistemas de bonificación y castigo en relación parámetros compo-

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sicionales y de calidad de la leche, frío, cantidad y otros atributos diferen­ciales según las estrategias de las firmas. Asimismo, parea la selección/ex- clusión de productores primarios y el aumento de las escalas económicas de los tambos. Estas articulaciones intersectoriales pasaron por distintas modalidades, hasta la completa desregulación de los noventa, en donde las relaciones se establecen entre cada empresa láctea y sus proveedores.

Pueden reconocerse cinco segmentos de mercado en esta indus­tria (Gutman, 1999; Gargiullo, 2004):

i) el mercado de la leche fluida, muy concentrado: el líder el Mastellone, seguido de Sancor (para el mercado interno)

ii) el mercado de productos frescos, también orientado al merca­do interno, muy concentrado (yogur, crema, postres, quesos crema). Está dominado por dos transnacionales: Danone y Nestlé.

iii) el mercado de quesos, con fuerte presencia de pymes, bajo coeficiente de exportaciones. Las principales empresas del sec­tor son las nacionales Sancor y Williner (empresa innovadora en productos), y las TNs Molfino/Saputo, Bongrain (Santa Rosa).

iv) el mercado de la leche en polvo, con fuerte orientación expor­tadora. Los principales jugadores son: SanCor, Nestlé, Maste­llone, Williner y Saputo.

v) Helados: actualmente Kraft Foods (La Montevideana y Hela­dos Milka), Unilever (Montelado), Nestlé (Frigor, Laponia, Noel).

La crisis económica de fines de la década de los noventa y la pos­terior devaluación de la moneda cambia el contexto competitivo de es­tas empresas, reforzando el escenario de fuerte competencia Ínter empre­sarial. A ello se suman otros fenómenos locales e internacionales que in­ciden fuertemente en el sector. Entre los hechos más destacados hasta el 2003 se encuentran:

• la fuerte competencia y desplazamiento de la producción de leche por la producción de soja, en arrolladora expansión so­bre tierras ocupadas por la lechería.

• la reorientación exportadora de varias empresas frente a la caí­da de la demanda interna.

• la entrada de nuevos jugadores globales, Fonterra y Saputo, que refuerzan la concentración y trasnacionalización de la in­dustria.

• los impactos locales y regionales de la crisis de Parmalat.

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• los impactos sobre la situación financiera de las firmas, de la devaluación la ruptura de la cadena de pagos y la crisis del sis­tema financiero.

En el siguiente cuadro puede apreciarse la posición relativa de las empresas líderes de la industria en el 2003.Cuadro 5. Las mayores empresas del sector lácteo Ventas totales y Procesamiento diario de leche 2003 (millones de litros por día).Empresa Origen del capital Ventas

(millones de $)Procesamiento diario (miles de litros/día)

SanCor Nacional, cooperativa 1056 4500Mastellone Nacional 1171 4000 (1)Danone (2) ETN 846Molfino/Saputo ETN 290 1250Nestlé ETN 774 1100Williner Nacional 305 1000Milkaut Nacional cooperativa 217 1000Verónica Nacional 131 900Parmalat (3) ETN S/d 850

Fuente. Elaboración propia a partir de Sagpya y Revista MercadoNotas: (1) incluye las plantas de Danone; (2) engloba las ventas de la ETN de productos lácteos y galletitas; (3), en el año 2001, Parmalat ocupaba el 7o lugar en el ranking de ventas de las empresas lácteas, luego de SanCor, Mastellone, Nestlé, Milkaut, Molfino y Williner.

2.2. Estrategias recientes de las E T N en las industrias lácteas en Argentina

El análisis de las estrategias recientes de estas empresas en las in­dustrias de la alimentación en Argentina debe diferenciar su accionar en los dos momentos del ciclo económico que caracterizaron estos años:

a) El período de expansión de la producción y la demanda de ali­mentos (1990/1997). En estos años, la expansión de las ETN en la región se asentó, principalmente, en la adquisición de empresas locales con mar­cas reconocidas, red de proveedores eficientes y canales desarrollados de comercialización y distribución. La opción por la adquisición otorga a las empresas una ventaja temporal y el ahorro del costoso proceso de apren­dizaje sobre las condiciones locales de proveedores y clientes.

A diferencia de lo ocurrido en décadas anteriores, - en las que las ETN invertían en cada uno de los países de la región en forma aislada en el marco de una estrategia multidoméstica, en los 90’s, especialmente a

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partir de la conformación del Mercosur, muchas ETN agroalimentarias desarrollaron estrategias de acceso al mercado a escala regional, interre­lacionando los mercados, otorgando a las filiales mayor autonomía rela­tiva de decisión en algunas áreas productivas y comerciales, promovien­do de esta forma el comercio intrafirma cuando la naturaleza de los pro­ductos lo posibilitaba. La búsqueda simultanea de acceso al mercado y eficiencia caracterizó a las estrategias durante el período.

b) El período de estancamiento y crisis, que, con diversos matices, se extiende hasta nuestros días. Desde fines de los 90’s en adelante (cri­sis y devaluación, cambios en las variables macroeconómicas), las ten­dencias expansivas en la producción y el consumo se interrumpieron. Ello se reflejó en las modalidades de inversión y en las estrategias de las ETN y de las EML en el MERCOSUR. Las IED cayeron abruptamen­te: en Argentina, fueron prácticamente nulas en 2001 y negativas en 2002. La modalidad de expansión de las ETN en estos años de crisis se basó, mucho más que en períodos anteriores, en la conformación de alianzas estratégicas, así como en la reestructuración de sus inversiones a escala regional y la reestructuración de su cartera de marcas. La crisis afectó asimismo a las EML, tanto con relación a la gestión de sus pasi­vos en monedas locales y en dólares, como a sus inversiones a escala re­gional. Las mayores EML de Argentina debieron realizar fuertes ajustes para enfrentar la crisis y dependiendo de la evolución de los precios re­lativos reales en Brasil y Argentina, resultantes de la crisis y las devalua­ciones, movieron inversiones de un país a otro y reestructuraron sus ac­tivos productivos y comerciales.

El análisis presentado, permite reconocer tres tipos de empresas internacionales, con estrategias muchas veces similares en la región del MERCOSUR, fenómeno éste que se expresa en el periodo más recien­te, en nuevas alianzas estratégicas y joint-ventures entre algunos de estos grandes grupos económicos.

• ETN multidomésticas, con una fuerte especialización sectorial; en este estudio especializadas en las producciones de lácteos o galletitas y golosinas. Se ubican en este tipo, entre otras, las ETN Bongrain, Parmalat, Saputo/Molfino.

• ETN gerenciadoras de marcas, inicialmente con IED multido­mésticas, y actualmente en transición hacia estrategias especia­lizadas a nivel regional. Se ubican en este tipo, Nestlé, Danone, Kraft.

• EML, con estrategias multidomésticas de expansión hacia el Mercosur y el resto de América Latina. Casos representativas

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de este tipo de empresa, en Argentina son Mastellone Hnos. y SanCor.

¿Cuáles fueron las principales estrategias de las ETN y las MNL en estos años?

El accionar de las EML no difiere mucho del de las ETN: sus in­versiones cubre un abanico de situaciones, que van desde la realización de alianzas con empresas de otros países para la distribución de sus pro­ductos, hasta la instalación en ellos de plantas productores.

La expansión de las EML obedeció tanto a estrategias ofensivas (búsqueda de economías de escala, aprovechar sus ventajas en conoci­mientos de los mercados regionales y canales de distribución); como a estrategias defensivas (ocupar espacios claves antes que la competencia, evitar ser absorbidas por las ETN), y estuvieron orientadas a la búsque­da de economías de escala y la reducción de costos de transacción. Las ventajas de estas empresas regionales frente a las ETN se basan, princi­palmente, en su conocimiento de las condiciones locales: proveedores de materias primas, canales de distribución, preferencias de los consu­midores, cultura local, contexto institucional. Sus inversiones externas estuvieron estimuladas adicionalmente por la apreciación de la moneda local. Presentan, sin embargo, importantes desventajas o debilidades en relación a sus grandes competidores transnacionales; éstas se originan básicamente en su menor tamaño económico, las dificultades para acce­der al financiamiento externo, su relativamente reducida experiencia en materia de multinacionalización y de innovación en productos, la fuer­za de las marcas globales. Se observa asimismo, una cierta especializa- ción sectorial de las EML, basadas en sus ventajas comparativas y com­petitivas ya adquiridas, como es el caso de las empresas lácteas Argen­tinas que se expanden Brasil (Gutman y Lavarello, 2004, Belik y dos Santos, 2002)

La búsqueda de liderazgo regional, de economías de escala, de re­ducción de costos de transacción y/o mejoramiento de su posiciona- miento competitivo se ha expresado en diversas estrategias de las ETN y las EML, con mayor o menor énfasis en cada una de ellas según sec­tores y empresas, pero en todos los casos englobando varias de las siguien­tes estrategias (Gutman y Lavarello, 2004; Gutman, Guiguet y Lavarello, 2004):

• Estrategias productivas a escala regional con especialización sectorial o intrafirma

• Innovaciones tecnológicas, de procesos y productos• Estrategias comerciales, logísticas y de distribución

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• Innovaciones organizacionales. Estrategias de integración ver­tical y/o acuerdos contractuales con proveedores de materia prima. Articulaciones con nuevos agentes estratégicos dentro de las cadenas alimentarias: ETN proveedoras de ingredientes y aditivos; modernas empresas de fast food

• Alianzas estratégicas(i)- Estrategias productivas a escala regional (MERCOSUR)

La expansión productiva regional de estas firmas acentuó su ca­rácter multiplantas y multiproducto. En las producciones lácteas estas es­trategias fueron seguidas por todas las grandes ETN que operan en la re­gión. Algunos casos ilustran el proceso.

Parmalat inició sus inversiones en Argentina en el marco de una estrategia multi-doméstica, al igual que en otros países de la región, a tra­vés de F&A; comprando dos tradicionales empresas nacionales media­nas-grandes: La Vascongada y Unión Ganderense (Gutman, 1999). El grado de autonomía de la división latinoamericana era importante. En efecto, sus inversiones en América Latina representaron una cuarta par­te de sus ventas globales. La crisis desatada por la quiebra de la esta em­presa en su casa matriz en 2003, tiene fuertes implicancias en la reestruc­turación y consolidación del sector lácteo en la región. El proceso de reestructuración en curso a escala mundial, cuyos resultados no son to­davía previsibles, implicará su salida (venta de sus activos) de varios paí­ses de la región y su posible permanencia en otros con una fuerte reduc­ción de sus plantas productivas y del conjunto de marcas que gerencia. Tanto en Argentina como en Brasil es de esperar el surgimiento y/o la expansión de jugadores globales en estos mercados, acentuando la con­centración y centralización de capitales que caracteriza a estos mercados.

Danone, en el marco de una estrategia multi-productos, inició su expansión en Argentina (al igual que en Brasil y Uruguay) en los años no­venta y es una de la empresas más dinámicas y líder en los segmentos de mayor valor de los productos lácteos, combinando una estrategia global con un recurso creciente a formas de inversión flexibles a través de la ad­quisición de plantas locales, joint-ventures con empresas locales y cen­tros de distribución.

Nestlé se ubica crecientemente en el segmento de ETN globales, desarrollando una estrategia de especialización a nivel de América Lati­na, a partir de las ventajas comparativas de los distintos países, (café en Brasil, leche en polvo en Argentina, vegetales procesados en Chile) im­pulsando el comercio intrafirma.

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(ii)- Estrategias tecnológicasA lo largo de la década de los noventa, las ETN difundieron im­

portantes innovaciones en tecnologías de proceso y de producto desarro­lladas en sus casas matrices. En el caso de los procesos productivos, se tra­tó de tecnologías difundidas, adquiridas a través de la importación de equipos a proveedores globales, incorporando automatización de proce­sos en el ámbito de la producción, la logística y el packaging.

Las plantas locales lácteas se ubicaron en niveles tecnológicos si­milares a las mejores prácticas internacionales, destacándose en estos años las nuevas tecnologías en leches fluidas: esterilización por ultra alta temperatura (UHT, en su siglas en inglés), - tecnología introducida por Parmalat, que fue rápidamente adoptada por las mayores empresas del sector-; procesos de ultrapasteurización, microfiltración, modernas plan­tas de secado de leche. Las grandes empresas del sector implementaron asimismo tecnologías de “diferenciación postergada” como estrategia pa­ra hacer frente a las exigencias del just-in-time de la GD y alcanzar al mismo tiempo economías de escala y de gama.3

Las innovaciones en productos han jugado un rol central en las estrate­gias de las empresas agroalimentarias, para ganar posiciones en el mercado frente a los competidores, para aumentar sus ventas y sus ganancias a tra­vés de la segmentación de los mercados, y para hacer frente a las presiones competitivas de la GD. En este camino, las alianzas con empresas de ingre­dientes y aditivos y del packaging adquieren importancia creciente.

Como subproducto de las estrategias tecnológicas a nivel global se inicia en el sector lácteo, aunque de forma aún muy incipiente, la produc­ción de alimentos funcionales, asociados a las modernas biotecnologías: probióticos, prebióticos y otros nutracéuticos. El segmento de mercado de bebidas probióticas y leches fermentadas está adquiriendo gran dina­mismo a nivel mundial, donde operan entre otras empresas, Danone, Nestlé y la japonesa Yakult. La ETN Danone ha sido pionera en Argen­tina en el desarrollo de estos productos, con la producción de la bebida funcional Actimel; el avance de Danone en este segmento de mercado le permite en la actualidad establecer una alianza estratégica con la mencio­nada firma Japonesa que tendrá impactos en este segmento de mercado en la Región (Gutman y Lavarello, 2004).

Si bien la efectiva transferencia de las capacidades tecnológicas es limitada entre las casas matrices y las filiales locales de las ETN, las gran-

3. Se trata de la combinación en las mismas plantas de líneas de producción en series largas de bienes intermedios fácilmente almacenables, junto con líneas de producción cortas de bienes finales diferenciados, que se elaboran en respuesta a la evolución de la demanda y a la órdenes de compra de las cadenas de super e hipermercados (Gutman, 1999).

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des agroalimentarias lácteas de capitales nacionales han desarrollado - en el marco de una estrategia de seguidores de las empresas líderes - alimen­tos funcionales, a partir de alianzas con instituciones tecnológicas locales y/o con ETN. Esto se apoya en la capacidad vincularse con la infraes­tructura de Ciencia y Tecnología nacional y en políticas espontáneas de absorción de tecnología extranjera por parte de estos Grupos Naciona­les. Tal es el caso de SanCor, a partir del convenio con el Cerela-Conicet (instituto público especializado en el desarrollo de lactobacilos) para la elaboración de leche infantil; y de Mastellone Hnos quien compró al gru­po finlandés Vaio la licencia para incorporar la bacteria Lactobacillus GG a distintos productos lácteos (Gutman, Lavarello y Cajal, 2005).

En materia de desarrollo de envases, en el sector lácteo, se reali­zaron diversas innovaciones en envases y “packaging”, acompañando las estrategias de diferenciación productiva, en formatos adecuados a los di­versos tipos clientes, desde el sachet de plástico para la leche fluida o quesos crema al envase tetrabrick (tecnología de envases de la empresa transnacional Tetrapack), pasando por envases con picos y con tapas a rosca.(iii)- Estrategias comerciales, logísticas y de distribución

Las estrategias de consolidación y expansión de las marcas de las empresas agroalimentarias fue una estrategia comercial central de las em­presas transnacionales, para aumentar sus partes de marcado a expensas de sus competidores en la producción y de la competencia de la GD.

El gerenciamiento de las marcas, por lo demás, está en el centro de las estrategias de las ETN globales, que las lleva a la selección y con­centración del número de marcas, con miras a la reducción de la varie­dad de marcas locales, y a la globalización o regionalización de su carte­ra de marcas. Son pocos los casos registrados en los que una ETN glo- baliza marcas a partir de marcas locales (Lavarello, 2001).

La integración regional o subregional de la distribución y la logísti­ca, facilitada por la creciente homogeneización del consumo y las prácti­cas productivas en los países del MERCOSUR, es una estrategia común de las ETN y las EML en la búsqueda de disminuir costos de distribución y costos de transacción, de aumentar su poder de negociación frente a la GD, y facilitar sus estrategias exportadoras. En el sector lácteo de Argen­tina, las empresas líderes han desarrollado una importante infraestructura logística, propia, contratada o en joint-venture con otras empresas (caso de Mastellone Hns. y Danone), para el transporte de la leche cruda de los tambos a la usina y su eventual pasaje por plantas de concentración y en­friamiento, como para el transporte de los productos industrializados ha-

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cia el comercio minorista, pasando en muchos casos por centros de distri­bución. La tendencia actual en las grandes firmas combina la subcontrata­ción del transporte (la creación de empresas satélites, extemalizadas) con la exigencia a los productores primarios de hacerse cargo del enfriamiento de la leche, lo que disminuye sus necesidades de plantas intermedias.(iv) Innovaciones organizacionales. Estrategias de integración vertical y /o de acuerdos contractuales con los proveedores de materia prima.

Las relaciones de integración y contractuales han estado presente en el sector lácteo en Argentina desde varias décadas atrás, bajo la forma de cooperativas (SanCor) o de contratos formales e informales entre in­dustrias y tambos (Mastellone Hnos., las ETN que se instalaron en el sec­tor). La implementación de sistemas integrados de control de calidad re­fuerza la necesidad de coordinar las relaciones intersectoriales, como ha sido el caso de los planes de calidad total de Nestlé y Mastellone Hnos.

Por lo demás, el recrudecimiento de la competencia a partir de la crisis, aunada a la quiebra de importantes jugadores, ha impulsado a ETN y EML a una reestructuración de sus relaciones con proveedores, redu­ciendo el número y cambiando las relaciones, en la búsqueda de dismi­nuir los costos y aumentar la eficiencia(v) Alianzas estratégicas y joint-ventures

Una de las modalidades de expansión empresarial, de importancia en los negocios agroalimentarios de la región, es la conformación de alianzas estratégicas entre empresas transnacionales, y entre éstas y gran­des empresas locales y/o EML.

Los alcances y la extensión temporal de estas alianzas varían, y en algunos casos resulta difícil distinguir entre acuerdos transitorios como primer paso hacia una F&A, o bien senderos de expansión más perma­nente o de carácter renovable (con los mismos o con otros socios). Sus ámbitos de aplicación son variados: productivos, tecnológicos, comercia­les, logísticos y de distribución. Los principales motores impulsores de es­tos acuerdos son: i) entrada rápida a nuevos mercados en etapas explora­torias; ii) modalidades para disminuir costos de transacción y/o invertir en épocas de inestabilidad macroeconómica; iii) hacer frente al recrudeci­miento de la competencia en determinados mercados, ganando peso eco­nómico para enfrentar a tradicionales o nuevos jugadores; iv) responder a las estrategias de la casa matriz en relación al corporate govemance.

Algunas de estas alianzas fueron señaladas en las estrategias pro­ductivas y logísticas. Otros ejemplos importantes son los siguientes:

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• Alianzas entre empresas nacionales y ETN para impulsar la in­novación en productos y la transferencia de tecnología:- entre Mastellone Hnos. y Danone, en el segmento de pro­

ductos frescos de alto valor, que luego se transformó en una absorción por parte de Danone de la sociedad creada

- entre SanCor y Arla Foods (cooperativa danesa) para la producción de sueros y proteínas concentrada a partir de los quesos.

• Alianzas de producción y comercialización- Mastellone Hns. y Danone con la firma Logística La Sere­

nísima- entre empresas operando en distintas etapas de la cadena

de valor• Alianzas tecnológicas con los sistemas locales de innovación

entre grandes empresas e institutos públicos de investigación y desarrollo (por ejemplo, contratos de vinculación tecnológica del INTA)- acuerdo de SanCor con Cerela (Centro de Referencia de

Lactobacilos, CONICET especializado en la investigación, tecnología y desarrollo en bacterias lácticas, genética y bio­logía molecular) y la ETN de Ingredientes CHRS Hansen, para el desarrollo de una leche bio

Uno de los fenómenos recientes de ha sido la conformación de nuevas alianzas estratégicas, de la mano en algunos casos de la entrada en Argentina de nuevos jugadores globales. Estas alianzas resurgen como modalidad de expansión de las empresas transnacionales, posibilitando a los socios - sin necesidad de aumentar sus activos productivos en un pri­mer momento- el acceso a mercados, el acceso a desarrollos tecnológi­cos e innovativos, y el aumento del tamaño económico para hacer fren­te a competidores globales. De esta forma, las tendencias a la centraliza­ción y concentración de capitales, característica de estas producciones, se profundiza. Dos casos en los que participan empresas lideres de los sec­tores lácteos, ilustran este sendero: la conformación de Dairy Partners of América y la alianza de SanCor con DPAA (Gutman y Lavarello, 2004).• DPAA

Dairy Partners of America (DPA) fue conformada en 2002 como una alianza estratégica entre la empresa neozelandesa Fonterra, -coope­rativa monopólica en la producción y el comercio de productos lácteos de Nueva Zelanda y mayor exportador de lácteos en los mercados mun-

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diales-, y la transnacional suiza Nestlé, con participación igualitaria de ambas empresas, para la elaboración de leche en polvo y la fabricación, distribución y comercialización de productos lácteos líquidos y refrigera­dos en América, buscando convertirse en líder de costos en este segmen­to. La nueva empresa se hizo cargo también de la relación con los pro­ductores primarios, aprovechando la experiencia de Fonterra en esta área, permitiendo a Nestlé concentrarse más en el desarrollo de marcas.

La primera fase de este acuerdo fue implementada en 2003, con el establecimiento de joint-ventures en Brasil, Venezuela y Argentina, y la creación de una gerencia a nivel regional. La comercialización de leche en polvo en el mercado interno continuaría a cargo de Nestlé, mientras que la exportación industrial quedaría en manos de Fonterra En una se­gunda fase DPA planea expandir sus negocios en América del Sur a tra­vés de joint-ventures individuales para la producción de leche en polvo en Ecuador y Colombia, y la producción y distribución de productos lác­teos frescos y líquidos en Ecuador.

En Argentina, la creación de DPAA (DPA Argentina) significó la entrada al país de Fonterra, que ya tenía inversiones en otros países de América Latina. Las ventajas de Nestlé en este acuerdo serían la maximi- zación de la utilización de sus plantas de leche en polvo, subutilizadas luego de la crisis en Argentina, y su posicionamiento en el segmento de frescos de alto valor, liderado por Danone. Asimismo, DPA ayudaría a Nestlé a ganar competitividad en el mercado de las leches UHT, en el que no ha logrado convertirse hasta el momento en un jugador impor­tante. Para Fonterra, su expansión en América Latina persigue la conso­lidación de su posición en los mercados mundiales, a la vez que forma parte de una estrategia más amplia de Nueva Zelanda para ampliar la ba­se geográfica de sus inversiones. •• Alianza de SanCory DPAA

El movimiento de alianzas entre las ETN en el sector lácteo, per­siguiendo su reposicionamiento competitivo en mercados actuales y po­tenciales, continuó en Argentina con la conformación, en agosto de 2004, de una sociedad entre SanCor, cooperativa nacional primera en el ranking de captación de leche en el país, y DPAA. La nueva empresa se llama Unión SanCor CUL -DPPA UTE (Unión Transitoria de Empre­sas), y su capital se conforma con participación igualitaria de ambos so­cios. Se encargará de la producción, marketing y ventas de productos lác­teos refrigerados (yogures, quesos frescos, leches fermentadas, postres frescos) de la planta de SanCor en Córdoba y de la planta de DPAA en Arenas a y se proponen colaborar en áreas tecnológicas. Tanto SanCor

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como DPAA mantienen sus marcas, y dejan activos productivos fuera del acuerdo. SanCor será el responsable de distribuir los productos en Ar­gentina, contando con su amplia red de distribución, mientras que DPAA aporta a la sociedad su know how en materia de investigación y desarro­llo de nuevos productos. Actualmente, el grupo participa con sólo el 15% de mercado de lácteos frescos, que lidera Danone.

3. C onclusionesEl nuevo escenario competitivo de las industrias lácteas en años

recientes se caracterizó por un recrudecimiento de la competencia inter­empresarial. Esta se tradujo en un mayor flujo de IED y en reconfigura­ciones de las estrategias de las ETN. Estos cambios cuantitativos y cua­litativos en las modalidades de intemacionalización se expresan según las especificidades de los distintos países y el período del ciclo económico.

A nivel internacional, se perfilan dos grandes tipos de estrategias de las ETN en los sectores analizados: estrategias diversificadas gerencia- doras de marcas, y estrategias de producción de bienes alimentarios. Mientras las primeras son dominantes en las industrias de golosinas y ga- lletitas, las estrategias especializadas aún tienen relevancia en las indus­trias de productos lácteos. Paralelamente, las estrategias de internaciona­lización de las ETN experimentan una transición desde la configuración tradicional multidoméstica hacia formas más eficientes y flexibles, basa­das en una mayor especialización regional/global, acompañadas por reestructuración de los activos administrativos y productivos (este es el caso de Nestlé), así como la externalización de etapas y nuevas alianzas (Nestlé y Danone).

El estancamiento de la demanda, la mayor concentración y una saturación de la demanda en los países industrializados explican una dis­minución del ritmo de innovación de producto en los segmentos tradi­cionales. No obstante emergen nuevos nichos asociados a la salud y la nutrición, los alimentos funcionales. En este sentido, las grandes empre­sas diversifican sus actividades de I&D y de producción hacia estos seg­mentos y colaboran activamente con la industria de ingredientes a fin de responder a las nuevas oportunidades que podría brindar la biotecnolo­gía en estas actividades.

Este nuevo escenario competitivo a nivel internacional se expresa localmente a través de un aumento del flujo de Inversión Extranjera Di­recta durante los años ‘90. La importancia de dichas inversiones no radi­ca exclusivamente en los aspectos cuantitativos, sino fundamentalmente

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en los cambios cualitativos en las formas de competencia resultantes lle­gada de los grandes jugadores internacionales:

- Un aumento de la concentración y segmentación del oligopo- lio, en el cual coexisten diversos tipos de empresas con estra­tegias, tamaños y estructuras organizacionales heterogéneas.

- La diversidad inter-empresaria permite la construcción de alianzas verticales y horizontales entre grandes grupos interna­cionales y empresas locales, aprovechando diversas economías de escala y de variedad.

- Esto se traduce en una creciente división del trabajo y coordi­nación entre empresas especializadas en la producción con im­portantes economías de escala en la primera transformación y empresas gerenciadoras de marca cuyos principales activos son la diferenciación de productos.

- La división del trabajo no se limita a las estrategias comercia­les y productivas sino que se extiende a la generación, difusión y adopción de tecnología: empresas proveedoras de tecnología de ingredientes y de técnicas de embalaje, y empresas usuarias activas de dichas tecnologías.

Esta nueva configuración local del oligopolio en las industrias lác­teas plantea una serie de nuevos problemas de política pública que es im­portante tener en cuenta a la hora de garantizar la profundización del proceso de división del trabajo en el complejo estudiado:

La tendencia a la centralización de las actividades de I&D de las ETN en los países industrializados, en los cuales existe un denso entra­mado de institutos tecnológicos, universidades y laboratorios de otras ETN con la misma base de conocimientos (farmacéuticas, ingredientes alimentarios), requiere repensar el rol de la política pública en función de una estrategia de desarrollo. En Argentina, las ETN se vinculan a los institutos tecnológicos, pero la ausencia de una clara estrategia de desa­rrollo del sector y de mecanismos explícitos de apropiación por parte de la sociedad de los esfuerzos públicos, impide la generalización dichas vinculaciones hacia la totalidad de la industria y del subsistema de CyT. En consecuencia, una estrategia horizontal de incentivo a la I&D no es suficiente. La internalización de las diversas oportunidades de las nue­vas tecnologías por parte de los grupos lácteos requiere una política sec­torial explícita, que no sólo se base en aumentos del I+D público y su articulación en función de la demanda efectiva de un reducido conjun­to de empresas con las capacidades y la voluntad de absorción de tec­nología, sino también diseñar para áreas prioritarias (como los ingre­

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dientes alimentarios) mecanismos de incentivos que encuadren los es­fuerzos de una amplia gama de empresas con los objetivos estratégicos de políticas (componentes nacionales de I+D, desarrollo de proveedo­res locales, etc).

En segundo lugar, la necesidad de tamaños de mercado adecua­dos para desarrollar niveles de competitividad, refuerza la importancia del Mercosur ampliado y los posibles acuerdos inter-bloques a escala de América Latina y de alianzas sur-sur, en la búsqueda de senderos de cre­cimiento equitativos que incorporen la dinámica económica y social al conjunto de la población.

Esta política sería altamente coherente con una política de redis­tribución progresiva de ingresos, por los amplios impactos de la misma en la demanda de alimentos. La ampliación del mercado asociada a la es­trategia regional y a la mayor capacidad adquisitiva de la población, de­bería estar asimismo acompañados de una mayor coordinación intra-blo- que de las estrategias empresariales y de las políticas económicas.

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2do semestre 2005.

La agricultura a escala y los procesos de diferenciación social

SILVIA CLOQUELL, ROXANA ALBANESI, MÓNICA DE NICOLA, GRACIELA PREDA

y PATRICIA PROPERSI*

IntroducciónEn los inicios de la segunda mitad del siglo XIX las políticas pro­

vinciales de ocupación productiva de la tierra propiciaron procesos de colonización que dieron origen a una estructura agraria, donde produc­tores propietarios de pequeñas y medianas extensiones con una organi­zación laboral familiar, se consolidaron como los actores sociales y eco­nómicos que definían el perfil social agrario de la región. La flexibilidad ecológica, es decir, la posibilidad de obtener una alta productividad de la tierra y de combinar actividades y, la flexibilidad propia de la unidad la­boral, posibilitaron el desarrollo de estrategias que permitieron su perma­nencia a través de los diferentes períodos del desarrollo agrario local

En los 70 la agricultura comercial cambia el escenario principal de estos actores. El desarrollo de los medios de producción provoca cam­bios en la agencia social para la reproducción de estas explotaciones que afecta diferencialmente a los actores. El objetivo del presente trabajo es analizar la dinámica y magnitud los cambios en las familias rurales y en el contexto.

El artículo analiza el comportamiento de una fracción de agricul­tores familiares capitalizados frente a los cambios acaecidos en los últi­mos tres lustros en la agricultura mundial y local. Se presentan para este

* Grupo de Estudios Rurales, GEA. Facultad de Ciencias Agrarias. Universidad Nacional de Ro­sario. Parque Villarino - Zona Rural, Zavalla. Provincia de Santa Fe.E-mail: [email protected]

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análisis, los resultados obtenidos en un área agrícola de la región pam­peana, referidos a la tenencia de la tierra y su distribución según estratos, la composición del trabajo y las características del modelo tecnológico dominante, que en su conjunto dan sustento a las estrategias principales de los productores en la región.

Las transformaciones en el ámbito macroeconómico y político definen una parte importante de la agencia social a partir de los 90. Las estrategias que con anterioridad permitían la reproducción de la mayor parte de las explotaciones pampeanas, incluyendo a las de menor tama­ño, se quiebran. La pérdida del papel de regulación social del Estado Na­ción se puede observar en la derogación de políticas de sostén para la pe­queña y mediana producción, defendidas por las organizaciones repre­sentativas de los productores, que en su momento fueron interlocutores válidos ante el Estado y grupos de presión importantes en las políticas que se formulaban.

Los cambios en la estructura institucional del sector, se manifies­tan en acciones tales como la desregulación de los mercados de leche y productos lácteos, desaparición de la Junta Nacional de Carnes y Junta Nacional de Granos, privatización de diversas áreas de servicios vincula­dos directamente con el sector: elevadores de granos, ferrocarriles, puer­tos, telefonía rural, entre otros (Martínez Nogueira, 1998). Los agentes sociales de menor capacidad económica para responder a los cambios, se enfrentan a la construcción de estrategias con relación al mercado.

La organización de las cadenas agroalimentarias dominadas por las grandes empresas, que manejan la mayor parte de las condiciones del mercado (Teubal, 2002) restringe la emergencia de actividades alternati­vas de las explotaciones familiares más chicas, colocándolas frente a la adopción de tecnologías de ultima generación, con alto requerimiento de capital, limitando al mismo tiempo la elección de estrategias diversifica­das, basadas en la flexibilidad que tradicionalmente proveía el trabajo fa­miliar, permitiendo actividades que aportaban financiación para la reali­zación de otras. Históricamente se recurrió a la ganadería en pequeña es­cala para financiar la agricultura y a la implantación de cultivos alterna­tivos para la disminución de riesgos de producción y de mercado.

La fracción de pequeños productores familiares cuya explotación responde a un promedio de 100 ha, absorbió las consecuencias sociales del modelo, por su casi nula capacidad de negociación frente a los pro­pietarios que ceden tierra a terceros, comerciantes de insumos, acopiado­res y exportadores.

La respuesta de los afectados en algunos casos fue vender o arren­dar, total o parcialmente sus tierras, como estrategia para enfrentar las di­

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ficultades financieras por deudas o compensar la ausencia de capital.Aún así un número importante de productores familiares capitali­

zados, acompañados de un número menor de empresas capitalistas, que­braron y debieron abandonar sus actividades agrarias, sin que dicho fe­nómeno alcance la magnitud que se registró a nivel de los más pequeños (Azcuy Ameghino, 2004).

Se incrementó el peso de diversas formas de pluriactividad o tra­bajo fuera de la explotación y se agudizó la dependencia al capital finan­ciero, situación que derivó en el alto endeudamiento agrario en la época (Sarachu, 1996).

Los cambios en el contexto local e internacional incrementaron los riesgos de las explotaciones familiares para articularse al mercado.1

Se hace necesario para la comprensión de los cambios, describir las continuidades y las diferencias impuestas en la convertibilidad y post­convertibilidad cambiaría y su importancia en los cambios en la estruc­tura social.

El dominio del capital sobre el territorio obstaculiza la inserción en la producción para aquellos que no tienen capacidad para producir en una economía de escala. En la década del *90 se establecen aumentos en los intereses pagados por capital de préstamo y en la tasa de renta por el alquiler de tierras, a la par que se acentúa la tendencia en el descenso de los precios de las materias primas agropecuarias en el mercado interna­cional. Este último se revierte en el último lustro considerado, en la post convertibilidad cambiaría.

El escenario social es el desenlace de una trayectoria histórica que comienza en la modernización, en lo que Bengoa llama “la búsqueda de campesinos viables” (Bengoa 2003; 50), aquellos que se podían integrar a los circuitos agro-comerciales e industriales, que se extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, pero que en las últimas dos décadas, provoca la expulsión de una gran cantidad de productores a cargo de sus explotaciones. La década pone a prueba la hipótesis que Miguel Murmis planteara acerca de que aquellos que son “seleccionados” en el marco del crecimiento de la economía capitalista, los que han podido acumular en algún momento, en función de la dinámica del desarrollo capitalista, han 1

1. En Argentina para la fracción de productores agropecuarios articulados al mercado inter­nacional los cambios en la convertibilidad cambiaría en la década del 90 que establecía un peso igual a un dólar, y posteriormente lo que se denominó el fin de la convertibilidad, 2001/02, con la devaluación del peso con respecto al dólar con una paridad cambiaría que en su evolución al­canzó ldolar igual a 3 pesos promedio, plantea en el término de 10 años cambios locales en el es­cenario que tiene enorme repercusión en la producción familiar. El impacto de las transformacio­nes bajo estas condiciones, adopta una modalidad diferente. Sin embargo sigue la tendencia de las transformaciones que se dieran a nivel mundial.

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generado condiciones que deben representar una característica estable o permanente de estos sectores” (Murmis, 1994).

M etodologíaLa metodología estadística empleada para el relevamiento de infor­

mación, está basada en la técnica de encuesta semi-estructurada, asignada a productores agropecuarios a cargo de los procesos productivos, seleccio­nados a través de una muestra probabilística estratificada con asignación proporcional al tamaño de estrato, de explotaciones agropecuarias del sur de la Provincia de Santa Fe, correspondiente a la región pampeana argen­tina, en la denominada área de producción de cereales y oleaginosas. La muestra comprende 131 explotaciones. Sobre ese total se realizó una sub.- muestra con la cual se trabajó con entrevistas en profundidad. La distribu­ción de los agentes sociales por estrato en la muestra es la siguiente:Superficie total operada N° de productores %

< 50 a ha 24 1851-200 44 34201 -500 35 27501 y más 28 21

Total 131 100Fuente: Relevamiento GEA 2003/04.

Las unidades de producción en e l agro pam peanoSi bien las transformaciones ocurridas desde los 90 provocan un

fuerte impacto en la reducción de explotaciones en el área, la organiza­ción laboral de las unidades productivas sigue siendo predominantemen­te familiar.

Toda referencia a la producción familiar remite a la existencia de universos de productores con características comunes pero también con importantes diferencias. Se trata de una tipología amplia dentro de la cual es necesario acotar subconjuntos determinados por cómo el trabajo fa­miliar se relaciona con la tierra, la tecnología y los mercados, y cómo es­tas producciones se vinculan con la economía global en cada tiempo y espacio. Desde una perspectiva histórica es innegable su permanencia y, a la vez, la existencia en su seno de procesos de descomposición ascen­dente y descendente (Murmis, M., 1991). Constituye una forma de pro­

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ducción donde la mayor parte del trabajo es realizado por los producto­res y sus familias y la categoría salario no desplaza al trabajo familiar.

Se han producido importantes cambios en la organización del pro­ceso productivo en función de las demandas extemas y de las innovaciones tecnológicas de las últimas décadas, pero lo que no se ha modificado es la organización de la unidad productiva que sigue estando predominantemen­te en manos del productor. El se asume como coordinador de todas las ta­reas intemas de la explotación y de su articulación con el dominio externo.

No se constata una transformación de la explotación familiar en empresa capitalista, no habría -en términos de van der Ploeg- una sub- sunción real de la fuerza de trabajo al capital. A pesar del mayor control del capital sobre el proceso de trabajo agrícola y el aumento de las rela­ciones mercantiles, en las explotaciones más grandes se conserva la po­sibilidad de estructurar los procesos de trabajo de acuerdo a sus propios intereses y expectativas, (van der Ploeg; 1993)

En las explotaciones pequeñas donde las dificultades económicas son mayores, las estrategias de los productores se basan fundamental­mente en el manejo de sus propios recursos, no tienen capacidad econó­mica para entrar en el circuito de la renta y el capital. Estos productores construyen estrategias que tiene como base la utilización de las maquina­rias existentes en su dotación, realizando el contrato de labores para al­gunos cultivos, los más importantes de acuerdo al valor de mercado.

En casi todos los casos, el productor a cargo de la explotación asu­me también las tareas de coordinación.Cuadro 1. Porcentaje por estrato de encuestas clasificadas según la tarea que realiza el productor.Tarea Categoría menos de 200 ha Categoría 201 ha y más

AgriculturaSiembra 54 75Pulverización 26 52Fertilización 40 71Cosecha 28 59

Otros 4 3GanaderíaAlimentación 44 38Sanidad 29 33

Supervisión de tareas 93 92

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/2004.

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D ivisión d el trabajoLa mayor parte de los productores obtiene sus ingresos principal­

mente de la producción agropecuaria.Dentro de la familia, trabajan en la unidad el 59% de los hombres

y el 15% de las mujeres, no variando las proporciones significativamente por categoría.Cuadro 2. Porcentaje de personas que trabajan fiiera de la EAPs según estrato, por sexo.

Trabajan fuera de la EAP

Mujeres Varones

Categoría Agro­ No agro­ No tra­ Agro­ No agro­ No tra­pecuario pecuario baja pecuario pecuario baja

Menos de 200 ha 1 29 70 18 25 57De 2001 ha y más 3 21 76 23 12 65

Total 2 24 74 21 18 61

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003 /2004.

Al analizar la distribución del trabajo por sexo, las mujeres traba­jan en un porcentaje mayor fuera del sector agropecuario. La mayoría no mantiene un vínculo laboral remunerado.

Por el contrario, los hombres trabajan en la explotación, siendo de mucha menor relevancia el porcentaje que trabaja fiiera de la misma, tan­to en actividades agropecuarias como no agropecuarias.

Si se toman los cambios relacionados a la composición del traba­jo, se encuentra que por categoría hay una diferencia importante en la contratación de asalariados permanentes.Cuadro 3. Explotaciones distribuidas por estrato que incorporan asalariados permanen­tes. En número y porcentaje respecto al total por estrato.Categorías M0 asalariada

Eap %

Menos de 200 ha 17 25201 ha y más 53 85

Total 70 100

Fuente: elaboración propia GEA 2003/04.

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Las explotaciones correspondientes a la categoría de más de 201 ha incorporan en su mayor parte personal asalariado. Las estrategias de las explotaciones que buscan escala implican la contratación de trabajo asalariado por la índole misma de la dotación tecnológica y la anexión de tierra en tenencia precaria en distintos espacios de territorio y dado los procesos naturales contenidos en los procesos productivos. Estas uni­dades van a captar todas las oportunidades que el contexto capitalista les ofrece. En el último quinquenio, los beneficios aportados por la devalua­ción y los precios de la soja en el mercado incrementan los ingresos de las explotaciones más grandes, favoreciendo una composición del traba­jo diferente. De esta forma el capital incorporado en la unidad produce desplazamiento hacia formas de trabajo no exclusivamente familiares.

En las unidades más chicas, aún en el mismo contexto, los ingre­sos no son suficientes para dar lugar a la contratación de asalariados.Cuadro 4. Número y porcentaje de productores que contratan labores.Categoría Contratación de labores

Si contrató No contrató Total

N° % N° % N° %

Menos de 200 ha 57 83,8 11 16,2 68 100201 ha y más 43 68,2 20 31,8 63 100

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/0

Un mercado que se ha ido ampliando en la región, ha sido el de la­bores por contrato. Este mercado brinda la posibilidad de distintas estra­tegias a diferentes tipos de productores. Por un lado, aquellos que tienen la maquinaria en dotación ofrecen la labor posibilitando el aumento de los ingresos y la amortización de ese capital. Aquellos que carecen de la ma­quinaria, cubren las labranzas en los cultivos de mayor valor con tal ser­vicio. Se abre también la posibilidad de salvar las restricciones en los dis­tintos espacios donde se ubican las parcelas bajo producción, así como los límites temporales que los requerimientos productivos relacionados a pro­cesos biológicos imponen. De esta manera, el mercado de trabajo por la­bor sirve a diferentes intereses. La labranza, cuya contratación que se ha incremento en términos relativos en la última década es la siembra direc­ta, equiparándose en importancia a la de cosecha y fumigación.

Las opiniones vertidas por los productores acerca de la contrata­ción por labores difieren entre categorías. Los más pequeños señalan ca-

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rendas en la dotadón de maquinaria de última generación, respondien­do en general que “contratan labores porque no tienen la máquina”

Los productores de la categoría de más de 201 ha tienen una dota­dón de maquinarias selecdonadas por la proporción de cultivos en reladón al uso del suelo, lo que deriva en que contraten sembradoras de grano fino, dado que estos cultivos son los que resultan de una dedsión coyuntural en cada campaña Otros motivos señalados se relacionan con las dimensiones de las superfides trabajadas. En este sentido dicen contratar porque:

- "el clima apuró las tierras para realizar estas labores *- “no llega a tiempo con toda la superficie *- “no tiene mano de obra para trabajar en la explotación m- “para hacerlo bien*- “la superficie no da para tener cosechadora propia*- “no llega a tiempo con toda la superficie*En la evaluación de una incorporación futura de maquinarias los

productores más chicos expresan mayoritariamente no tener expectati­vas de compra debido al alto precio de las mismas. En cambio, los pro­ductores más grandes expresan sus perspectivas de compra en maquina­rias tales como sembradoras, pulverizadoras y cosechadoras.

La composición del trabajo resulta diferente por categoría, no en lo que se refiere al aporte de mano de obra familiar y a su distribudón por sexo, pero si en la contratación de asalariados permanentes.

El com portam iento d e la tierraLa tierra tiene una importancia central en los cambios que se es­

tablecen en la estructura social. Es de gran importanda la expansión de la superficie operada por explotación, como parte de la dinámica del cre­cimiento capitalista.

El análisis de las unidades de producción se realiza a través de la construcción de dos categorías según la superficie total operada, menos de 200 ha y de 201 ha y más. Esta decisión metodológica tiene su refe­rente empírico en la información elaborada a partir de los dos últimos censos, tomando como base comparativa el CNA 1960 (Cloquell y Gon­zález, 1992). El fenómeno más importante es la tendencia a la reducdón en número y superficie de las explotaciones de menos de 200 ha en la re­gión sur de Santa Fe.

Estudios realizados en el área a través de entrevistas a producto­res agropecuarios coinciden en esta evaluación y permiten fundamentar

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el corte, dadas las semejanzas en la caracterización de los productores en los diferentes categorías por superficie.Cuadro 5. Número y porcentaje de productores por superficie total operada por catego­ría.Categoría Unidades de la muestra Sup. Total operada de la muestra

N° % N° %

Menos de 200 ha 68 52 6.519 13201 ha y más 63 48 44.425 87

Total 131 100 50.944 100Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/2004.

En el análisis de la campaña 2003/4 se constata que más de la mi­tad de las explotaciones se ubican en el estrato de menos de 200 has, ocu­pando la menor superficie del área. Desde una perspectiva histórica se observa que las explotaciones correspondientes a este estrato, a pesar de su persistencia, se enfrentan a serias dificultades de crecimiento en el marco de los modelos de producción impuestos en la región. Los pro­ductores correspondientes a la categoría de 201 ha y más, en contraste con la primera, centralizan un alto porcentaje de la tierra por superficie total operada.

Las estrategias de continuidad en la producción sobre la base de la anexión de tierras por arrendamiento, fenómeno tradicional en la re­gión, tienen un punto de ruptura en este período respecto al iniciado en la modernización.

En los años 70 las condiciones de contexto permitían la expansión de la superficie operada por los pequeños productores mediante la toma de tierra arrendada (Cloquell, et. al.; 1982). Las razones más generaliza­das para ello eran: “para aumentar ingresos y/o ampliar la explotación” (57%), porque se trataba de explotaciones familiares o vecinas (19%), por­que tenían maquinarias suficientes para mayor superficie (17%). Los pe­queños productores eran los que proporcionalmente arrendaban más tie­rra (45 ha tomadas en alquiler por cada 100 ha en propiedad).

A lo largo de todo el período, de modo constante y paulatino, se modifican las condiciones de producción. Las unidades más peijudicadas fueron aquellas explotaciones pequeñas sin posibilidad de insertarse en el circuito del crédito y el pago de renta, mientras que en los estratos de mayor tamaño la duplicación y triplicación de la superficie total operada con respecto a la tierra en propiedad fue altamente significativo.

La dinámica de las explotaciones familiares por categoría puede

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analizarse comparativamente en dos estudios que toman a la misma po­blación (Cloquell et al, 2003)2. En el año 2001 la categoría de menos de 200 ha operaba el 35% de la superficie cuando en el 2003 se reduce al 13%, evidenciando la pérdida de poder relativo de las unidades más pe­queñas con relación al manejo de la tierra de la región.

El proceso de concentración, vigente desde los inicios de la mo­dernización, principalmente desde 1960 y con la introducción de la soja a mediados de 1970 en el área, se profundiza en el último quinquenio y puede constatarse en los valores que se dan en el intervalo entre ambas investigaciones: las unidades de más de 200 ha pasan de manejar el 65% de la superficie total operada en la campaña 2000/01 a operar el 87% en la campaña 2003/04.

Cuando comienza la modernización la escala aún no marcaba el ritmo de esta estructura social, la diferencia que introducen los años 90 es que el incremento de la escala reordena las pautas de ocupación y con­vivencia de un conjunto heterogéneo de unidades familiares en el territo­rio, quedando incluidas dentro del mismo un número menor y más ho­mogéneo de unidades.Cuadro 6. Tenencia de la tierra por categoría. En números absolutos y porcentaje.Categoría Tierra Propia Tierra Arrendada Sup. Total operada

Ha % Ha % Ha %

Menos de 200 ha 4.712 72 1.807 28 6.519 100201 ha y más 17.888 40 26.537 60 44.425 100

Total 22.600 44 28.344 56 50.944 100

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

Un componente central en esta estrategia es la tierra en alquiler, dado que el 56% de la tierra total operada es en tenencia precaria.

En la categoría de 201 ha y más la tierra en alquiler compone la mayor parte de la superficie total operada. Son productores buscadores de escala, trabajan la mayor superficie del área y detentan el 79% de la tierra en propiedad y el 94% de la tierra en alquiler de la muestra.

La casi totalidad de los integrantes de la categoría 201 ha y más son tomadores de tierras. Esta diferenciación con respecto a la categoría de menos de 200 ha constituye la base para la consolidación de una nue­

2. En la campaña 2000/01 se realizó en la misma área comprendiendo a los mismos distri­tos, un relevamiento de información sobre una muestra de 141 productores (GER -GEA) con la que se realiza la comparación

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va estructura social, cuyo soporte es el aumento de la escala con un com­ponente muy importante, el alquiler de tierras como estrategia dominan­te. Estos procesos conforman las tendencias vigentes desde décadas atrás, que maduran y se aceleran en el contexto económico y político de los últimos años. En la campaña 2000/01 (Cloquell et al, 2003) el por­centaje de tomadores en esta categoría alcanzaba el 82% llegando al 96% en la campaña 2003/04.Cuadro 7. Número y porcentaje de productores que tomaron tierra por categoría.Categoría N° de arrendadores % de arrendadores respecto Promedio de

por categoría al total por categoría parcelas arrendadas

Menos de 200 ha 27 40 1,5201 ha y más 56 96 3

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

Otro elemento para comprender el proceso de diferenciación so­cial, es el tamaño de parcelas y hectáreas promedio de la tierra que se in­corpora.Cuadro 8. Superficie arrendada, número de parcelas, promedio de ha por parcela y por explotación según categoría.Categoría Ha

arrendadas% N° de

parcelasHa promedio por parcela

Ha promedio por EAP

Menos de 200 ha 1.807 6 41 44 67201 ha y más 26.537 94 170 156 474

Total 28.344 100 211 134 341

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

En la información que se proporciona se observa la gran diferen­cia establecida por categoría, por lo que puede argumentarse un proceso de crecimiento que favorece decididamente a aquellas explotaciones que han tenido capacidad para construir escala, pagar interés por el capital y renta por el uso del suelo. La categoría de menos de 200 ha toma en el mercado el 6% de la tierra disponible en alquiler, aún cuando el 40% de los productores son tomadores de tierras.

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46 S. Cloquell, R . A lbanesi, M . D e N tcola, G. Preda y P. Propersi

Gráfico 1. Comportamiento de los productores con respecto al alquiler de t tierras en los últimos 5 años. En porcentaje

Aumentó Disminuyó Es igual

Fuente: elaboración propia, GEA 2003 /04

Los comentarios acerca de las decisiones para no alquilar más tie­rra, en los productores de la categoría de menos de 200 ha son:

• “alquila fundamentalmente a familiares. No tiene plata para alqui­lar otros campos

• le fa lta capital para poder operar tierra ”• “los alquileres ahora no se pueden pagar y además trabaja solo, por

lo tanto sus posibilidades de expansión están limitadas ”• “no digo hace 5 años pero hace 10 años alquilábamos mucha más tie­

rra, después los alquileres empezaron a subir y no nos metimos apa­gar eso”

Para los 201 ha y más, los productores argumentan que:• “no quieren alquilar más porque es muy caro”• “no nos resultaba rentable, ahora lo es por la devaluación pero es un

veranito temporario (hace referencia a la relación costo-precio de la soja). Ahora los pesos se van ajustando poco apoco, va pasando el ve­ranito que no es una realidad con fundamento. E l aventurero sale a tomar tierra, nosotros somos conservadores, no tomamos crédito y por lo tanto tampoco salimos a tomar tierra durante el veranito. En lapróxima soja.......y ojalá no se pierda la cosecha se verá. Como es elpaís así está la gente, es un país especulativo, impredecible a veces i

• “no aparecieron campos para alquilar y se estápidiendo mucha renta ”• “tiene otra actividad por lo tanto no puede dedicarse 100% al

campo”

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• “la superficie que actualmente opera es la unidad de sostenimiento de la familia, además participa de una SRL que presta servicios y al­quila campos. Son un grupo de productores que nació de cambio ru­ral y forman la sociedad. Esta presta servicio a los socios y también a terceros.”

Los que aumentaron la cantidad de tierra en los últimos 5 años se encuentran en su mayor porcentaje en la categoría de 201 ha y más. Es­tos productores opinan que:

• “La soja es un buen negocio en estos últimos años!*• “Por la confianza que tiene en su forma de trabajar. Hay mucha

competencia.“• “Se presentó la oportunidady y si pudiera seguir expandiéndose más

lo hacía.”• “Tuvo sus posibilidades y se fue agrandando a costa de los que fue­

ron desapareciendoPara aquellos que disminuyeron la cantidad de tierra tomada los

fundamentos son:• “Se vendió uno de los campos que alquilaba”• “La competencia es abismal levantó los precios de tal forma que no

daban los números. Cuando subieron los alquileres en la zona se tras­ladó a Corrientes y Santiago del Estero a sembrar soja,, pero le fue mal por las sequías. E l año pasado también sacó rindes bajos. Dicen que un agricultor es aquél que hace agricultura variada y ganade­ría, al que hace soja no se le tendría que llamar productor”

• “Elprecio del alquiler es muy alto ”El proceso está relacionado también a la modalidad de los contra­

tos y a la forma de pago de renta. En el siguiente cuadro pueden obser­varse las características de los mismos.Cuadro 9. Superficie arrendada según el tipo de contrato por categoríaCategorías Contrato accidental Arrendamiento Sin especificar

Ha % Ha % Ha % %

Menos de 200 ha 1.137 63 670 37 . . 100201 ha y más 15.222 57 11.290 42.5 25 0.5 100

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003 /04

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48 S. Cloquell\ R A lbanesi, M . D e N tcola, G. Preda y P Propersi

En el análisis de las formas contractuales en las que se establece el alquiler de tierras, hay también diferencias por categoría. La gran deman­da a partir de la post convertibilidad y los altos precios de la soja, eleva­ron los cánones de renta por uso del suelo y convocaron a contratistas de otras localidades, aumentando la presión por tierras. Los grandes per­dedores en esta competencia fueron una vez más los pequeños produc­tores quienes tienen que aceptar condiciones en la forma de contratos y pago de renta, de alto riesgo para su persistencia. La mayor parte realiza “contrato accidental”, con elección de cultivo de soja.

Tradicionalmente el contrato accidental en la región fue “contra­to de palabra”. Con el crecimiento de los llamados agro negocios y los cambios en la canasta de tierras en alquiler regional, las formas de con­trato establecidas en el conocimiento cara a cara y la cercanía vecinal, co­mo tradicionalmente eran los de palabra, fueron cambiando.

Se verificaban dos modalidades de pago: una suma de dinero o de cantidad de producto por año o un porcentaje de la producción. La mo­dalidad más común era esta última, por la cual el productor debía entre­gar un porcentaje de la cosecha al finalizar el ciclo productivo. Los por­centajes oscilaban desde 22-25% en zonas alejadas o de suelos de inferior calidad hasta 40-45% en las tierras de mejor calidad. La modalidad a quintal fijo era evitada pues agregaba un importante componente de ries­go económico (Cloquell, S. et al; 1982).CuadrolO. Número de productores clasificados según la forma de pago de la tierra arrendada. Por categoría en números absolutos.Categorías QQ fijo Aparcería Efectivo QQ fijo y QQ fijo y Aparcería,

aparcería efectivo QQ fijo y efectivo

Menos de 200 ha 14 5 - 4201 ha y más 23 8 3 18 2 3

Total 37 13 3 22 2 3

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003 /04

Según datos de la campaña 2003/04 la tierra arrendada está com­puesta por tierra aportada por propietarios que residen en el propio distri­to en que toma el contratista la tierra, en un 53%, y por inversores residen­tes en otros lugares, 42%. La información en la campaña da cuenta de una proporción importante en los contratos accidentales escritos en ambas ca­tegorías, 43% para los de menos de 200 ha y 55% para los de 201 ha y más. Los cambios en la modalidad de los contratos están también relacionados

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a las actividades realizadas por los arrendadores, el 49% de los mismos es “ex productor” en tanto el 45% tiene una profesión extra agraria

La modalidad de pago por el uso del suelo es mayoritariamente a quintal fijo en soja, 46%. Le sigue en importancia el pago a quintal fijo y aparcería, 27%, y en tercer lugar aparcería con el 16%. El pago a quintal fijo incrementa los riesgos inherentes a la producción agropecuaria, más aún en una zona que hace 30 años dejó de combinar riesgos de mercado y producción. La condición de pago mayoritaria a quintal fijo tiene inci­dencia no sólo en la viabilidad de los pequeños productores en el alqui­ler de tierras, sino que condiciona el uso del suelo al cultivo de soja.Cuadro 11. Superficie total comprada clasificada según año de compra por categoría. En número y porcentaje.

Año de compra

Categoría 1950-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000 y más Sin determ.

Ha % Ha % Ha % Ha % Ha % Ha %

Menos de200 ha 590 42 250 24 217 14 488 23 410 5 - -

201 ha y más 814 58 775 76 1.372 86 1.647 77 7.530 95 - -

Total 1.404 100 1.025 100 1.589 100 2.135100 7.940 100 500 100

% hacompradas/ tierra propia 6 5 7 9 35

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

Los productores de ambas categorías han tenido comportamien­tos diferentes con respecto a la compra de tierra según sus posibilidades económica en distintos momentos históricos.

En el período que comienza en 1950 se puede ver que los produc­tores que integran la categoría menos de 200 has participan de la compra, dada la existencia de políticas que actuaron en tal sentido: los créditos a tasas reducidas y largo plazo del Banco Nación que permitieron el acce­so a la propiedad de la tierra por parte de los arrendatarios, la ley 17.253 promulgada en 1967 permitió también una opción para aquellos arrenda­tarios que pudieran comprar la tierra que anteriormente arrendaban.

La compra de tierras es tradicional en todos los estratos de pro­ductores y un componente importante en el grupo que incrementa la es­cala. A partir de la modernización se privilegia la estrategia de la amplia­

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50 S. Cloquell\ R . A lbanesi, M . D e N icola, G. Preda y P. Propersi

ción de la superficie total operada por alquiler y por compra. Desde el año 2000 el 95% de la tierra es adquirida por los productores correspon­dientes a la categoría de más de 200 ha.

Las variables descriptas con respecto al componente comporta­miento de la tierra en la estrategia de escala en los últimos tres lustros permiten constatar la hipótesis de la incidencia del modelo económico implementado sobre el proceso de diferenciación social que redundó en cambios significativos en la estructura social agraria.

La canasta de tierras que configura la superficie total operada en la región merece el análisis de la tierra cedida y de quiénes son los “ce- dedores”, qué característica tienen los agentes sociales que viabilizan la penetración de capital en la región a través de la disposición de tierra por el pago de alquiler.

Desde el inicio de la modernización, la fracción de propietarios “cededores” de tierra se viene manifestando como una característica es­tructural al sistema. Estos agentes sociales son productores agropecua­rios que han decidido no hacerse más cargo de sus campos, familiares del productor a cargo de la explotación que deciden no darle continuidad a su trabajo en la misma e inversores externos al sector agropecuario, en­tre otros.

El total de tierra cedida por otros productores y tomadas en el marco de la región bajo estudio asciende a 25.998 ha.

Gráfico 2. Porcentaje de los lotes clasificados según donde vive el cededor.La residencia en caso de ser ex productor agropecuario es el pue­

blo, localidades en las cuales fue relevada la información. Desde ese pun­to de vista un 53% de las parcelas cedidas están ubicados en el mismo lu­gar en el que el contratista tiene sus campos en propiedad en la mayor parte de los casos. Hay un conocimiento local y lazos de sociabilidad cer­cana entre estos agentes. El 42% de las parcelas no pertenecen al lugar en el que reside el contratista.

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U so d el su elo y prácticas d e labranzasLa estrategia de las unidades de la región se basa en la producción

de granos exportables. En los últimos 10 años, con la incorporación del modelo tecnológico de última generación, se incrementa la producción de soja, cultivo de alta demanda en el mercado internacional, lo que constituye un punto de ruptura con la tradición productiva de la región ya que es la primera vez que el uso del suelo apto para agricultura está destinado en un 90% a un producto de escaso consumo en el mercado interno.

L a agricultura a escala y los procesos de diferenciación social

Cuadro 12. Uso del suelo por categoría. En hectáreas y porcentaje.Menos de 200 ha 201 ha y más

Sup. Propia Sup. Arrendada Sup. Propia Sup. Arrendada

Uso del suelo Abs Reí Abs Reí Abs Reí Abs Reí

Sup. Ganadera 613 9 126 8 1693 12 3208 12Sup. Agrícola 6276 91 1461 92 11962 88 24155 88

Sup. Total 6889 100 1587 100 13655 100 27363 100Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

Independientemente de la categoría de pertenencia hay un factor común a todas las unidades productivas, es la modalidad del uso del sue­lo con la agricultura como especialidad.

La ganadería como alternativa para la diversificación de activida­des queda reducida a un espacio mínimo, muchas veces justificado por la aptitud edáfica.

Esta modalidad de selección ecosistémica reduce la flexibilidad que otorga la diversificación de actividades al compensar riesgos climáti­cos y de mercado.

A fines de los años 70 el uso del suelo mostraba otro panorama.: El estudio realizado para la época en el área daba cuenta que sobre el to­tal de la superficie muestreada el 74% se dedicaban a la agricultura y el 26% restante a ganadería. El cultivo de trigo representaba el 33% del sue­lo destinado a la agricultura, soja de segunda el 28%, la soja de primera el 13% y el área sembrada de maíz ocupaba el 26% de la superficie agrí­cola. El resto era sembrado con arveja y/o lenteja.

Las rotaciones de mayor importancia en el área eran las agrícolas- ganaderas, le seguían en orden de importancia las rotaciones agrícolas y se registraba una mínima presencia (7% de la superficie) en ocupación del suelo con el mismo cultivo a lo largo del tiempo (Cloquell, S et al; 1982).

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52 S. Cloquell, R . A lbanest, M . D e N icola, G. Preda y P. Propersi

La región realiza agricultura continua desde hace más de treinta años. Los efectos de esta modalidad se expresan en el deterioro de los re­cursos naturales y en las condiciones de fertilidad de los suelos, generan­do una mayor dependencia de insumos industriales (Cloquell y Propersi; 2003)

En la campaña 2003/04 se aprecia que las explotaciones chacare­ras persisten con dificultad para armar estrategias alternativas a la produc­ción de soja, ocupando el 94% de la superficie agrícola con ese cultivo.

En la categoría de 200 ha y más en superficie propia, se combinan de manera diferente los cultivos agrícolas incorporando el maíz en la se­cuencia, como opción para atenuar los efectos adversos del escaso apor­te de materia orgánica del cultivo predominante.Cuadro 13. Características de la capitalización por componentes tecnológicos. Según número total de productores distribuidos por categoría.

No Tractor y Tractor, Tractor, poseen sembradora semb. SDy semb. SD, Total

SD cosecha- cosech. y dora pulverizador

N° % N° % N° % N° % N° %

Hasta 200 ha 42 61,8 15 22 2 3 9 13,2 68 100201 ha y más 5 8 15 23,8 6 9,5 37 58,7 63 100

Fuente: Elaboración propia, GEA 2003 /0

Mientras el 62% de los productores de menos de 200 ha no po­seen ninguno de los componentes tecnológicos de última generación, por oposición, un 59% de la categoría de 201 ha y más tiene en su dota­ción el componente tecnológico de última generación más completo.

Esto marca una diferenciación en la capitalización que puede con­siderarse como una condición estructurante para construir una agencia de continuidad en la articulación a los mercados actuales. La brecha es de tal magnitud que se presentaría como difícil de superar de no mediar la intervención de políticas para la pequeña producción.

En el Cuadro 14 se expresan las modalidades de combinación del uso del suelo con el tipo de labranza y la tenencia de la tierra. De esta manera se busca expresar las estrategias de los diferentes productores para la realización de procesos productivos, aún sin contar con la pro­piedad de recursos suficientes. En esas estrategias se acude a diferentes mercados de alquiler para producir el cultivo de mayor valor en el mer­cado.

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Cuadro 14. Sistemas de labranza en los cultivos predominantes de la región. En hectáreas y porcentaje por categoría, según tenencia de la tierra.

Principales cultivos Soja (1a ocupación) Trigo Soja (2a ocupación)

Superficie propia

Hasta 200 ha 201 ha y + Hasta 200 ha 201 ha y + Hasta 200 ha 201 hay +

Sistema de labranza Ha % Ha % Ha % Ha % Ha % Ha %

Siembra Directa 1.609 30 5.582 94 352 79 1.937 85 473 94 2.359 98Convencional 167 3 220 4 52 12 180 8 20 4 30 1Mín. c/disco 3.527 67 160 3 40 9 157 7 8 2 27 1

Sub-Total 5.303 100 5.962 100 444 100 2.274 100 501 100 2.416 100

Superficie arrendada

Hasta 200 ha 201 ha y + Hasta 200 ha 201 ha y + Hasta 200 ha 201 ha y +

Siembra Directa 825 80 14.517 96 194 90 5.382 93 170 94 5.783 99Convencional 65 6 241 2 114 2Mín. c/disco 136 13 380 3 21 10 284 5 10 6 50 1

Sub-Total 1.026 100 15.138 100 215 100 5.780 100 180 100 5.833 100

Total 6.329 21.100 659 8.054 681 8.249Fuente: Elaboración propia, GEA 2003/04.

La agricultura a escala y los procesos de diferenciación social

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54 S. Cloquell\ R . A lbanesi, M . D e N icola, G. Preda y P Propersi

Una de las consecuencias del modelo de escala es una fuerte dife­renciación en la capitalización entre los productores menores y mayores de 200 has. No obstante, dadas las características del trabajo familiar en la región, aquellos productores que se capitalizaron, fundamentalmente los arrendatarios, conformaron un mercado de alquiler de maquinarias por la­bor que posibilita una opción para aquellos que no han podido hacerlo.

Las explotaciones de menos de 200 ha utilizan en su mayor parte aquellos implementos que tienen en su dotación, que aún cuando resul­ten obsoletos para el modelo de última generación, son funcionales para la producción, trabajando alrededor del 60% de la superficie operada por ellos bajo la modalidad de labranza mínima. En la superficie arrendada (6% sobre la superficie total operada de la muestra) trabajan preponde- rantemente con siembra directa. El 62% de estos productores no cuenta con sembradoras para el sistema de labranzas en siembra directa, esto re­dunda en que casi el 84% contrata labores en esta campaña.

Los productores de más de 200 has son arrendatarios en el 96% de los casos y arriendan 60% de la superficie total operada de esta cate­goría, sus prácticas de labranzas son fundamentalmente con siembra di­recta en todos los cultivos. El 92% cuenta con la sembradora adecuada a este tipo de labranzas y el 60% de este grupo dispone de la tecnología ne­cesaria para la producción a escala.

C onclusionesLa articulación de la región agrícola santafecina como proveedo­

ra de materias primas a la economía mundial en las últimas dos décadas determina el diseño de un escenario que favorece localmente la concen­tración económica, dando pie a la conformación de una estructura social diferenciada.

El proceso de descomposición de la producción familiar tiene co­mo consecuencia la eliminación de un número importante de explotacio­nes, en su mayor parte las pequeñas y medianas, correspondiendo a la ca­tegoría menos de 200 ha, con dificultades de acceso a las condiciones de producción establecidas.

La centralización de la tierra que se produce en el término de 15 años es altamente significativa. Contextualmente, la política monetaria de la post convertibilidad y el alto precio de la soja en el mercado interna­cional, permiten la expansión de la superficie total operada y un creci­miento de la capitalización por explotación en las unidades de la catego­ría de 201 ha y más.

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Si bien se constata una importante reducción de explotaciones, la organización de las unidades productivas sigue siendo predominante­mente familiar.

La exclusión de unidades tiene como correlato la puesta en dispo­nibilidad de tierras por parte de pequeños propietarios. En el trabajo se constata que alrededor de un 40% de la tierra que se incorpora en arren­damiento es puesta en el mercado de alquiler de tierras por ex producto­res, en tanto el porcentaje restante por propietarios cuya actividad no es­ta relacionada al sector.

El trabajo de las familias está principalmente radicado en la pro­ducción agropecuaria que es además la principal fuente de ingreso.

Se mantiene la división del trabajo por sexo dentro de la explota­ción con predominancia del trabajo masculino.

El mercado de trabajo por labor brinda flexibilidad a las explota­ciones familiares en su conjunto, posibilitando producir en las condicio­nes requeridas en el período, utilizando tecnología de última generación.

La composición del trabajo resulta diferente por categoría, no en lo que se refiere al aporte de mano de obra familiar y a su distribución por sexo, pero si en la contratación de asalariados permanentes.

La centralización de la tierra adquiere tanta importancia como la incorporación de capital bajo un modelo tecnológico productivo no ba­sado en el aumento de la productividad por ha

El incremento de la escala significa un uso diferencial de los recur­sos productivos, una mayor incidencia del capital en la estrategia de la mayoría de las explotaciones y una menor necesidad de trabajo perma­nente, en términos de la composición de trabajo de la explotación. La concentración de la tierra, la reducción de las labores necesarias y del tiempo de trabajo en relación al tiempo de producción son parte del pro­ceso de dominio del capital sobre el territorio agrario.

El modelo de escala es incompatible con la persistencia de las pe­queñas explotaciones con recursos escasos en el mismo territorio, dada la valorización de la tierra y el precio de la renta

En este escenario se da lugar al proceso de diferenciación social más importante de los últimos 50 años.

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2do semestre 2005.

Los conflictos por la tierra en un área de expansión agropecuaria del NOA. La situación de los pequeños productores y los pueblos originarios*

DANIEL SLUTZKY**

IntroducciónLa dinámica agraria del país está experimentando transformacio­

nes sustanciales en sus aspectos productivos, económicos y sociales. Si bien se visualiza a la expansión sojera como el caso paradigmático de es­tos cambios, las transformaciones a que nos referimos incluyen, con ma­yor o menor impacto, al conjunto de las actividades agropecuarias.

No se trata sólo del sustancial aumento de la producción, de la ex­pansión del área implantada a nuevos espacios regionales, del corrimien­to de la frontera agrícola pampeana al Noa y Nea, sino básicamente de la implementación de un modelo productivo económico y social que atraviesa las distintas especialidades agrícolas y ganaderas.

Este modelo agropecuario es capital intensivo, es decir, que com­parativamente con la agricultura tradicional, se caracteriza por requerir -para ser rentable-, cada vez de mayores cantidades de capital comple­mentario a la tierra, para mantenerse y expandirse; esto significa que, aún los cultivos “extensivos” como la soja, demandan mayor cantidad de in­

* Versión ampliada de la ponencia presentada en las JORNADAS INTERDISCIPLINA- RIAS DE ESTUDIOS AGRARIOS Y REGIONALES DEL NOA Universidad Nacional de Sal­ta, Salta, 25 y 26 de noviembre de 2004.

** CENTRO DE ESTUDIOS URBANOS Y REGIONALES- CEUR-. Programa de susten- tabilidad del desarrollo urbano.

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sumos de todo tipo: maquinaria de última generación, genética adecua­da, agroquímicos diversos, riego, modernos sistemas de acopio y trans­porte, etc.

De esta forma, al requerir mayor capital, son los productores más fuertes económicamente, en comparación con la pequeña y mediana producción, los que tienen posibilidad de incorporar estos nuevos insu­mos costosos y, por tanto, desarrollar una agricultura rentable y en ma­yor escala.

Pero esta misma agricultura es muy “extensiva” en la incorporación de mano de obra tanto por la intensiva mecanización de todas las labores, por las propias características de los cultivos, particularmente los pampea­nos, como por el hecho que la producción agropecuaria termina su ciclo en las actividades primarias, como commodities, sin agregado de valor.

El presente trabajo tiene por objetivo analizar este proceso de ex­pansión de la frontera agraria pampeana a la región Noa y la implanta­ción de este modelo de agricultura capital intensivo en la misma y, par­ticularmente, sus consecuencias sociales

En la primera parte se analizan las características de este modelo de agricultura capital intensiva en el país, especialmente en la pampa hú­meda, teniendo como contexto el marco de la apertura externa, tasas de interés reales muy altas, la convertibilidad y sobrevaluación del peso y, en general, precios relativos campo-ciudad desfavorables para el primero.

En la segunda parte, se analizan las características del modelo agrícola en la región Noa, particularmente en la provincia de Salta, don­de el mismo tiene un impacto profundo en la economía regional y en la situación de los actores sociales agrarios.

Esta última es la problemática que se aborda en la parte final del trabajo, es decir, la incorporación de extensas áreas a la producción agrí­cola, con el correlato de un efecto negativo en el medio ambiente natu­ral y, lo más alarmante, en las posibilidades de sobrevivencia y en la pro- fundización de la exclusión que experimentan pequeños productores, campesinos y los pueblos originarios que se ven desalojados de las tierras que tradicionalmente han ocupado y del monte que, aún degradado, contribuye sustancialmente a su subsistencia. 1

1. C aracterísticas gen erales d e la expansión agraria en e l país en la últim a década

La década de los 90’ globalmente se caracteriza por una intensifi­cación de la incorporación de capital como requisito de una producción

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agropecuaria competitiva, tanto en las zonas pampeanas como extra­pampeanas. Se dice intensificación, porque el proceso de capitalización de la producción agropecuaria viene de lejos -décadas de los 70-80: agri- culturización, revolución verde, nuevas variedades híbridas, tecnificación, etc-, pero adquiere intensidad en la década pasada, produciéndose un salto cualitativo con la incorporación de capital, evidenciado en una alta inversión por unidad de superficie y por hombre ocupado.

En este sentido, pasamos de una producción rural relativamente “extensiva” a una “intensiva”, en la cual la incorporación de nuevas tierras al cultivo -que se produce en la región pampeana y especialmente en el Noa y Nea-, va acompañada con un aumento de la intensificación de ca­pital por unidad de producción.

Capitalización del agro, especialmente en el subsector agrícola im­plicó nuevas variedades de semillas RR, agroquímicos, diversidad de ma­quinarias, siembra directa, pulverizadoras, tractores de mayor dimensión, cosechadoras mecánicas de zafras tradicionalmente manuales, equipa­miento de riego, infraestructura de producción (por ejemplo espaldera en los frutales), etc.

Como afirma Horacio Giberti,1 comparando en el largo plazo, du­rante la agricultura pampeana del período de “desarrollo hacia fuera”, el productor tenía que adquirir muy pocos insumos, casi exclusivamente la bolsa de arpillera, y hacerlo en la etapa final de la producción; en la situa­ción actual los insumos constituyen alrededor del 50%-60% del costo de producción en la agricultura pampeana, teniendo éstos que adquirirlos al inicio de la producción, por tanto, debe contar con el capital suficiente.

Se debe remarcar que esta no es una tendencia de un subsector de la producción agropecuaria, sino que cubre las distintas ramas de la mis­ma, con mayor o menor intensidad, tanto en la producción pampeana co­mo las economías regionales; y en este sentido, la expansión sojera bajo este paradigma tecnológico es sólo un ejemplo de la tendencia señalada.

Esta nueva situación tiene que ver con el marco macroeconómico de la convertibilidad y sus políticas conexas implementadas en el dece­nio: apertura indiscriminada, sobrevaluación del peso, tasas de interés reales muy altas, imposición alta y, en general, precios relativos campo- ciudad desfavorables para el campo.

Resumidamente, a partir de las nuevas reglas de juego y debiendo tomar como dato el nivel de precios internacionales de las commodities agropecuarias, la rentabilidad de las explotaciones pampeanas “agricultu- rizadas” pasó a depender exclusivamente de la productividad de los fac- 1

1. H. Giberti: “Una buena cosecha no basta para asegurar el desarrollo”, CLARIN, 9/2/03

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tores, dado que, tanto la imposibilidad de hacer lobby para la fijación de tipos de cambio diferenciales, como las oportunidades de arbitraje gene­radas por las altas tasas de inflación, habían dejado de existir. De mane­ra que la única variable de control en manos de los productores pasó a ser el costo de producción y la incorporación de tecnología era la única variable abierta para minimizarlo.

La política macroeconómica es el marco para entender también que la reducción de costos vía la introducción de nuevas tecnologías co­mo las señaladas, fue posible en gran parte debido a la relación de pre­cios de las commodities frente a muchos de estos insumos importados, relativamente abaratados por la apertura del comercio internacional y la sobrevaluación del peso.

Ahora bien: ¿qué sector de productores -y demás agentes sociales vinculados a la producción agraria, contratistas, pool de siembra, etc-, es­taban en condiciones de incorporar la nueva tecnología? ¿Qué sectores contaban con el capital suficiente o tenían acceso al crédito competitivo, como para hacer esas inversiones?

Evidentemente no lo estaba el “pequeño productor”, endeudado, sin acceso al crédito o con acceso pero a tasas altísimas, o sencillamen­te sin el capital inicial suficiente para desarrollar una producción com­petitiva. Adicionalmente las nuevas tecnologías mecanizadas requerían para ser rentables de extensiones mayores o ceder parte del valor gene­rado en la explotación a otros agentes sociales, contratistas, etc.; de allí surge también el fenómeno del pequeño “rentista” que no tiene capaci­dad financiera para producir en sus escasas tierras y las trabaja por con­tratistas u otros agentes. Por ejemplo, en la zona núcleo pampeana se considera que a mediados de la década pasada el 84% de las explotacio­nes -5555 unidades-, estaba por debajo de la superficie mínima - 200 has-, para ser rentables.

Por tanto, sólo grandes y medianos productores, pools de siembra, grandes sociedades anónimas agropecuarias estaban en condiciones de desarrollar una producción rentable, incluso muchas de ellas con acceso al crédito internacional abaratado en relación a los precios internos.

Algunos de los efectos sociales producidos por este proceso hansido:

• Concentración productiva y de tierras: las grandes unidades concentran cada vez una parte mayor de la producción, por aumentos de productividad, tanto en tierras propias o apro­piadas a los pequeños productores, como en tierras arrenda­das; se expanden en la región pampeana, en el Noa y Nea tan­to por incorporación de frontera agrícola, motorizada por la

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posibilidad de tierras comparativamente baratas, como por la posibilidad de extender el boom sojero a esas nuevas y pro­ductivas tierras.Los escasos estudios existentes al respecto -Pergamino, Mar­cos Juárez y La Pampa-2 muestran un aumento significativo en el número de explotaciones de más de 1.000 has. a expensas de las pequeñas unidades.

• Pérdida del peso productivo y lenta pero paulatina reducción del peso de la pequeña y mediana producción; en esos mismos departamentos los datos existentes muestran una reducción significativa en el número de explotaciones de hasta 200 has.

• Un reciente estudio sobre Entre R ío s muestra que la superficie cultivada aumentó tres veces en el último decenio, debido en gran parte a la expansión de la soja, mientras el número de pe­queños productores bajó de 27 a 20 mil.En esta provincia, la expansión agrícola contrasta con la deso­cupación de los principales centros urbanos cabeceras de esas áreas en expansión -Concordia:18.3%; Paraná: 15.4%, 2003-, en cuyos municipios se constatan los records productivos, pe­ro también los déficits fiscales lo que los imposibilita de cons­tituirse en impulsores de nuevas actividades y generación de trabajo, y en donde sus trabajadores, los que producen ese boom productivo, cobran en bonos provinciales devaluados, mientras los productos exportables se convierten en dólares.3

• De todas maneras, y no es un dato menor a registrar para el desarrollo de políticas hacia el sector, estas explotaciones no hay que darlas por muertas ni mucho menos, ni subestimar su peso actual y no sólo en términos relativos -constituyen en la región pampeana aproximadamente el 70% de las unidades-, sino por su peso numérico absoluto y más concretamente por el impacto dinamizador que tradicionalmente han tenido en el conjunto de la ocupación, demanda de productos industriales adquiridos en la cooperativa o el almacén local y por tanto, en el ámbito rural-urbano que incluye un impacto positivo en las pequeñas localidades.

• Seguramente la desaparición de muy pequeños productores, marginales, de subsistencia, se ha producido particularmente

2. INDEC: Censo Agropecuario Nacional 2002, Censo Piloto de Pergamino, 1999; Córdo­ba: Dirección de Estadística provincial (Marcos Juárez, 1999); La Pampa: Dirección de Estadísti­ca Provincial, 1997.

3. Dirección de Estadísticas y Censos de Entre Ríos, citado en La Nación, 14/2/03.

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en el Noa-Nea con la apertura de la frontera, el desmonte y la consiguiente revalorización de tierras para cultivos exten­sivos en áreas ocupadas por esos pequeños productores que directamente son desalojados, como en el caso de poblacio­nes indígenas y criollas de esas provincias, como se verá más adelante.

• En esas regiones la mecanización de esas producciones, caña, algodón, poroto, soja, no requiere, como en el pasado, “fijar” mano de obra a la tierra para tenerla disponible en las épocas de mayor demanda, en las cosechas. Algunos análisis marxis- tas sobre el desarrollo del capitalismo afirmaban justamente que no cabe esperar un completo desalojo de la pequeña pro­ducción en la agricultura, pues los propios capitalistas tienden a restablecerla cuando la ruina de los campesinos llega dema­siado lejos y se quedan sin mano de obra, especialmente para las cosechas; la historia de los ingenios del Noa y la fijación de la población indígena en la Puna y en distintas fincas de los mismos ingenios, es un ejemplo de esto. De todas maneras, esa corriente coincidía que en el largo plazo, la tendencia era a la reducción/extinción del campesinado y sus sustitución por grandes explotaciones con trabajo asalariado y mecanización.

• Se produce cada vez más una brecha tecnológica mayor entre pequeñas/ medianas y grandes explotaciones que se evidencia en distintos índices, como por ejemplo los rendimientos físicos por ha Las estadísticas promedio esconden esta situación: 2 toneladas de trigo como promedio, cuando la mayor parte de la producción del cereal proviene de unidades promedio de entre 3-4 ton/ha; lo mismo ocurre con el maíz y, en menor medida con la soja

• Este proceso ha implicado una drástica disminución de la po­blación ocupada en la producción; se manifiesta profundamen­te en las regiones extra-pampeanas con la casi total mecaniza­ción de las cosechas de las producciones tradicionales -caña, al­godón, poroto,- y la mecanización de otras etapas del ciclo agrícola. Si bien esta era una ocupación transitoria, esa transito- riedad implicaba 6 -7 meses del año, como en el caso de la ca­ña y a la vez, los mismos trabajadores podían rotar en las cose­chas señaladas, contribuyendo a generar ingresos sustantivos en la población pobre del área, lo que a su vez, generaba la activi­dad de los pequeños centros urbano. Esa masa de dinero -muy reducido en términos individuales, pero considerable en su con-

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junto-, queda hoy en manos de esos enclaves productivos y es­casamente se derrama en el reducido personal empleado.Para tener una idea de esta sustitución de cosecha manual por cosecha predominantemente (90%) mecanizada, señalamos que en algodón se hubieran requerido aprox. 123.400 cosecheros y en cambio se ocuparon un total de 15.3294 (1998). Imaginemos el impacto de esta magnitud sobre el conjunto de la economía y condiciones de vida de la ya empobrecida población regional. Debe tenerse en cuenta que este fenómeno no sólo afecta a los tradicionales “obreros con tierra” del Nea y Noa, sino a una gran cantidad de pequeños y medianos productores -origina­dos en los procesos colonizadores de la primera mitad del si­glo pasado-, cuyos hijos participaban como mano de obra de esa cosecha y que ahora se ven privados de esa fuente comple­mentaria pero muy importante, de ingresos monetarios. Re­cordemos que cada vez más, como lo muestran, entre otros, los estudios de Miguel Murmis,5 la pequeña producción subsis­te con ingresos extra-prediales, siendo la pluriocupación una de las principales estrategias de sobrevivencia de estos produc­tores y en parte la razón que explica su notable resistencia a desaparecer.Además, la sustitución productiva de algodón por soja implica una menor demanda efectiva de mano de obra que se suma a la mecanización de cosechas para explicar la enorme disminu­ción del la población ocupada en el agro en estas regiones.En la producción pampeana, la cual ya estaba muy mecaniza­da desde sus orígenes, la agriculturización de los noventa no ha tenido un impacto de tal magnitud a la señalada para las economías regionales como expulsora de fuerza de trabajo agrícola, aunque la siembra directa ha incidido en este sentido. Seguramente la expansión de los cultivos ha contrabalanceado esa tendencia.Giberti, en el trabajo citado anteriormente, afirma que la PEA agropecuaria ha disminuido de 1.6 a 0.9 millones en el último decenio, para evidenciar que el campo es fundamentalmente expulsor de población porque se tecnifica y requiere menos trabajo directo.

4. V. Iñigo Carrera. “La mecanización de la cosecha algodonera y la transformación de la fuerza de trabajo indígena. De cosecheros manuales a población sobrante”, Mimeo, Bs. As. 1999.

5. M. Murmis, 1991. Tipología de pequeños productores campesinos. Ruralia, Junio 1991. C. Craviotti y S. Sovema: “Sistematización de Estudios de Casos de Pobreza Rural”, Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentación, Dirección de Desarrollo Agropecuario, PROINDER, 1995.

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• La concentración de producción señalada cambia la relación entre el subsistema agropecuario y el urbano comercial/indus- trial/público/servicios localizado en los alrededores o cabece­ras de esas áreas que experimentan un boom productivo.Las medianas/grandes unidades de producción adquieren su diversificada y creciente demanda de insumos, servicios, etc. en los grandes centros urbanos y no en las localidades intermedias. Un ejemplo clásico de esto es la casi desaparición de las divi­siones de “ramos generales” en las cooperativas agrícolas pam­peanas, que se han recluido -las sobrevivientes-, en la comercia­lización de granos, pero no compiten en la venta de agroquími- cos y de distintos insumos agrícolas y productos de consumo. También, las mejoras en el transporte carretero, la desaparición del ferrocarril y sus estaciones, las actividades alrededor de la misma, explican la reducción/desaparición de estos pequeños centros y sus posibilidades de generar producción y empleo.

• Asimismo, cabe señalar la creciente oligopolización de los mercados agropecuarios, es decir, la concentración existente en los mercados donde la pequeña producción compra sus in­sumos y vende sus productos. También la gran producción es­tá frente a tal oligopolización, pero evidentemente por su ca­pacidad de compra en grandes cantidades, su posibilidad de fletar un convoy de tren directamente al puerto, su posibilidad de diversificar riesgos climáticos produciendo en distintas áreas, sus posibilidades de jugar en los distintos mercados a fu­turo, -su integración agroindustrial, en muchos casos, etc-, les permite negociar en mejores condiciones frente al resto de la cadena agroindustrial y retener una mayor parte del valor ge­nerado que, en el caso de la pequeña explotación, se traslada a esos eslabones más fuertes de la cadena.

Ahora bien, la penetración/intensificación del capital en la pro­ducción agraria, encamado básicamente por las nuevas tecnologías seña­ladas, es prácticamente un fenómeno generalizado en la transformación del mundo agrario preindustrializado, aún en las experiencias de distinto signo ideológico/político.

Su correlato, la expulsión de la población del campo es una conse­cuencia directa de esas transformaciones, aunque las distintas modalidades de desarrollo nacional, el énfasis con que cada país dosificó la incorpora­ción de las distintas tecnologías, ha tenido un gran impacto en el ritmo de ese proceso. Ejemplo: mientras países como EEUU o Argentina se orien­

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taron a intensificar el producto por hombre ocupado, porque la fuerza de trabajo era un factor muy escaso y tenían enormes extensiones a cultivar, debiendo enfatizar las tecnologías mecánicas, básicamente la tractoriza- ción, en países con gran oferta de mano de obra -caso Japón-, inician su transformación agrícola enfatizando alcanzar altos rendimientos por super­ficie, dado que la tierra era el factor más escaso e intensificando el uso de semillas mejoradas, agroquímicos, riego, como tecnologías que logran ese propósito; la incorporación de tecnologías mecánicas, ahorradoras de ma­no de obra se produce más lentamente. Es decir, la incorporación tecno­lógica ha respondido a la oferta relativa de factores de producción y a una decidida intervención pública, abaratando mediante medidas fiscales, cre­diticias o arancelarias, la incorporación de una u otra tecnología.

En los países centrales la mecanización agraria es más o menos pa­ralela a un proceso intensivo de industrialización, por la necesidad de sa­tisfacer la demanda de trabajo industrial y la expulsión de población del campo es de alguna manera “funcional” a esa transformación en proceso.

En nuestro país, la expulsión de mano de obra rural -proceso de migraciones internas- fue funcional al desarrollo industrial en la etapa de sustitución de importaciones, especialmente desde la postguerra hasta fi­nes del los 60’. En ese período, distintas políticas, especialmente la de cré­dito y arancelaria, permitió una intensificación en la mecanización agrí­cola, básicamente tractorización y cosechadoras mecánicas, a la vez que la población expulsada encontraba inserción ocupacional en el desarro­llo industrial urbano.

A partir de la década de los 70’ y especialmente en la década de los noventa, la expulsión de población de las actividades agropecuarias que hemos señalado, no encuentra inserción productiva en los otros sub­sectores de la economía y de allí los altos índices de desocupación, subo- cupación, precarización del trabajo, pobreza, indigencia, que conocemos.

En los países centrales, el crecimiento del subsector urbano indus­trial, servicios, etc. de la economía, tampoco fue suficiente para absorber la creciente expulsión de población del campo, y han desarrollado polí­ticas de base territorial que han incidido en reducir esa migración, en for­talecer la pequeña y mediana producción, en “fijar” la población en el te­rritorio, tanto para frenar la creciente desocupación urbana como para integrar el territorio, desarrollar una agricultura sustentable, etc. El obje­tivo de la “multifuncionalidad” de la política agraria europea se orienta en esta dirección. Como se afirma en distintos documentos, la política agra­ria común tiende a acercar el mundo rural europeo a la sociedad que es­tá dispuesta a respaldar a la agricultura a condición que los productores ofrezcan alimentos seguros, un medio ambiente sano, etc.

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Y ese “respaldo” se efectiviza en la política de protección, subsi­dios, distintos incentivos y desgravaciones -en conjunto, aproximada­mente 1.000 millones de U$S diarios-, que tienden a mantener la renta­bilidad del pequeño/mediano productor tecnificado y con altos niveles de productividad; pequeño en superficie -comparativamente con nues­tras explotaciones-, pero grande en volumen de producción, de tal ma­nera que permita la continuidad del mismo y no sea desalojado de la ac­tividad y de esta manera no presionar sobre los cada vez más reducidos puestos de trabajo urbanos. Es decir, es una política funcional al conjun­to del desarrollo nacional, no es una política sectorialista.

Contribuye a esta política agraria el hecho de la “urbanización del campo” que permite la multiocupación de amplios sectores de pequeños y medianos productores que complementan sus ingresos provenientes de la actividad agrícola con actividades de servicio, profesionales, comercia­les, en pequeños centros urbanos. La población rural (centros de hasta 2000 habitantes) en los países centrales, particularmente los europeos, si bien en disminución y muy por debajo de la que se encuentra en los paí­ses dependientes, no debe ser minimizada; por ejemplo en Francia cons­tituye el 24.5% del total; en España, el 22.4% en el 2000.6

Como decimos, esta política tiene por objetivo, seguramente no es el único pero si fundamental, reducir el éxodo rural con su correlato de multiplicación de la desocupación de los grandes centros urbanos que viene siendo un fenómeno creciente. Obviamente, la política de reduc­ción de horas de trabajo semanal (35 horas semanales, en Francia), tam­bién contribuye a ese objetivo de reducir los niveles de desocupación, que es el fantasma que hoy recorre el mundo.

2. La exp a n sió n d e la frontera agropecuaria en Salta e n la dos ú ltim as d écadas

2.1 L a “pam peanización” productiva delN O ALa intensa capitalización que experimentó el agro del país en las

últimas dos décadas fue motorizada por un profundo proceso de agricul- turización en el uso de la tierra: ampliación de la frontera agrícola y agri­cultura permanente, con reducción de áreas ganaderas, principalmente en la región pampeana.

6. Anuario Estadístico de las Naciones Un idas, 2001.

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La superficie implantada en primera y segunda ocupación en el total del país y para el conjunto de los cultivos -cereales, oleaginosas, in­dustriales, frutales, forrajeros, hortalizas, etc-, creció en un 14.7% entre 1988 y 2002; frente a este promedio nacional de aumento de la superfi­cie bajo cultivo, la ampliación de la frontera agropecuaria se evidencia fundamentalmente en la región Noa cuya superficie implantada creció un 48% entre 1988/2002, frente al 5.2 del resto del país; la agriculturización del Noa es responsable de casi la mitad de la expansión nacional y se concentra en las provincias de Santiago del Estero y particularmente en Salta; entre ambas dan cuenta del 40% del aumento del área bajo cultivo del país; el Nea contribuye con el 27% de ese crecimiento y la región pampeana con el 24%.

En sintesis, si bien la distribución regional de la superficie cultiva­da del conjunto del país no se ha modificado sustancialmente entre los períodos intercensales, son las regiones extrapampeanas -Noa- las que evidencian mayor expansión del área agrícola.

A nivel de hipótesis se podría adelantar que en la región pampea­na el aumento del área cultivada se produce como consecuencia de una mayor intensificación en el uso de la tierra, intensificación que se verifi­ca por el doble cultivo en el mismo ciclo agrícola, es decir en una agri­cultura permanente.

En cambio, en las regiones extrapampeanas, este proceso tiene que ver principalmente con la incorporación de tierras forestales o con ganadería extensiva, a la producción agrícola; es decir, sería un proceso de agriculturización extensiva.

2 2 L a expansión de la frontera pam peana en Salta y en sus principales regiones

El caso de la provincia de Salta es paradigmático de este avance de la frontera agrícola: la superficie implantada entre 1988 y 2002 au­mentó en un 65%, más que en ninguna otra provincia -Cuadro N° 1-, y esta expansión se debe fundamentalmente al crecimiento del área con oleaginosas- exclusivamente soja-, que da cuenta del 75% del aumento del área cultivada total. El área con oleaginosas se multiplico más de tres veces entre ambos períodos censales y paso a cubrir el 45% del área im­plantada total en la provincia, cuando en 1988 representaba el 22% de esa superficie.7

7. Los datos referidos a superficie implantada en Salta están subestimados debido a que el Censo Agropecuario 2002 presenta un subregistro de superficie de las EAP de aproximadamente 1.8 millones de hectáreas con respecto al de 1988.

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El cuadro indica también una cierta sustitución del área sembrada con poroto por soja.

Dentro de esta expansión de la superficie implantada, se debe se­ñalar que la ocupada con forrajeras se duplico entre ambos extremos cen­sales, lo que seguramente permitió un avance sustancial en la productivi­dad ganadera y un crecimiento importante en el stock de bovinos, como se muestra en el cuadro mencionado; en contraposición, dicho stock dis­minuye en el conjunto del país.

También y en consonancia con el proceso de agriculturización, se señala el significativo aumento del área con cereales para granos -maíz y trigo-, y la disminución del área con porotos (legumbres en el cuadro); el período intercensal muestra justamente la declinación del w ciclo del po­roto” en Salta y su sustitución por el “ciclo de la soja”, actualmente en ex­pansión.

Esta expansión de la soja se produce en las áreas tradicionalmen­te ya ocupadas con esta oleaginosa en 1988, en el sureste de la provincia: el departamento de Anta es responsable del 54% del aumento del área sembrada, pero también se evidencia una expansión significativa en las otras áreas tradicionales sojeras del “Umbral del Chaco”: departamentos de Metán, Anta, Rosario de la Frontera y Candelaria (Cuadro N° 2)

Un aspecto importante a señalar es la expansión sojera hacia nue­vas áreas, como es el caso de las zonas noreste de la provincia: el depar­tamento de Gral. San Martín y Orán. En efecto y en una extensión de aproximadamente 80 Km. hacia el este de la ruta provincial 34, a la altu­ra del eje Embarcación- Aguaray, se observan nuevas plantaciones de so­ja en grandes extensiones, previo desmonte que no guarda mínimos re­quisitos de sustentabilidad ambiental.8

Esta expansión agrícola aprovechó la existencia de un ciclo húme­do en el clima local, donde el “corrimiento” de las isoyetas hacia el este amplió coyunturalmente el área de cultivo de secano. Y esto de coyuntu- ralmente tiene sentido puesto que el ciclo húmedo puede ser reemplaza­do por uno seco en el cual sería difícil mantener esa nueva frontera -ó, por lo menos, parte de ella-, en producción. Estos suelos, eliminada la protec­ción que le aseguraba el monte, podrían desertificarse aceleradamente.9

8. La expansión sojera en estas áreas nuevas, como el departamento de Orán, no están refle­jadas en toda su magnitud en el Censo 2002 puesto que justamente del subregistro a que se alu­dió anteriormente, 500.000 has. corresponden a este departamento.

9. “Hoy avanzan los cultivos en esa zona (chaco semiárido)porque- entre otras razones- aumen­tó el régimen de precipitaciones, pero si en el futuro volvieran los habituales períodos de prolonga­das sequías, se podrían disparar procesos de desertificación de difícil reversibilidad”, afirma Jorge Adá- moli, Jefe del Laboratorio de Ecología Regional de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, en La Nación, 3/6/04, en un artículo bajo el título: “ El bosque chaqueño, en grave riesgo”.

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Otra posibilidad de esta marcha hacia el este, y de la continuidad de la misma, profundizando su penetración en áreas secas en el departa­mento de Rivadavia depende de las innovaciones tecnológicas y, en es­pecial, de la posibilidad de crear variedades transgénicas resistentes al stress hídrico; al respecto, es de público conocimiento que las principa­les empresas que producen ese tipo de semillas están poniendo énfasis en investigación y dearrollo de variedades resistentes a la sequía y que es es- perable que en algunos años abran la posibilidad de un corrimiento aún mayor del umbral hacia el este, terminando con el escaso monte allí exis­tente y. lo que es más dramático, con la sobreviviencia de nuestros pue­blos originarios que allí han sido históricamente acorralados y que aún sobreviven, en condiciones cada vez más precarias, de los frutos del mon­te y de la pesca. Así mismo, este proceso, de continuar, también llevará a la pauperización de los pequeños ganaderos criollos que habitan esa zona.

2.3 L a expansión horizontal de la producción a costa del desmonte incontrolado

Según un informe oficial de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación,10 cada año se desmontan en el con­junto del país unas 30.000 hectáreas de bosques nativos; sin embargo, los datos censales para la provincia de Salta muestran que entre 1988 y 2004 la superficie con bosques y /o montes naturales paso de 3.718.943 ha. a 2.190.922 ha., es decir, se erradicaron en 14 años 1.528.021 hectáreas de montes nativos, a un ritmo de 110.000 ha. por año.

En el departamento de Anta, la cuna sojera de Salta, se deforesta­ron con ese propósito 86.796 has. entre 1998/2000 y 66.838 entre 2002/04. En total, 153.634 ha.

Esta es una tendencia verificable en todo el NOA, principalmente en Salta y Santiago del Estero y que está motorizado por el fenómeno cli­mático señalado anteriormente y la posibilidad dada por la soja transgé- nica.

“Los bosques nativos son nuestro patrimonio forestal originario. A diferencia de los bosques implantados, son propietarios de una biodi- versidad vegetal y animal valiosísima en términos genéticos, económi­cos y ambientales. Además, entre otras cosas, mejoran el régimen de hu­medad, contribuyen al asentamiento del suelo y constituyen barreras geográficas fundamentales para prevenir erosión hídrica y eólica y las

10 La Nación, 17/8/04

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inundaciones”.11 No se trata de una discusión de todo o nada, es decir, mantener el bosque ó deforestar para incorporar agricultura; la discu­sión debe centrarse en mantener el bosque pero en condiciones de su crecimiento y sustentabilidad e incorporar nuevas áreas a la producción pero tomando los recaudos necesarios de una agricultura en suelos muy frágiles, que aseguren sus condiciones de fertilidad en el tiempo, con ma­nejos adecuados que impliquen necesariamente la rotación de cultivos- aparte de la siembre directa- y con orientaciones productivas diversifi­cadas que nos aseguren contra las oscilaciones de los precios internacio­nales y que agreguen valor al conjunto de la cadena sea de soja, maíz, trigo, etc. Es decir, hay que situar esta discusión en un contexto de po­lítica agícola- de tierras, de tecnología, de crédito, de comercio exterior, etc.- y no de una discusión exclusivamente ambientalista o económica. Evidentemente estamos muy lejos de este encuadre de la discusión y mientras tanto, el mercado sigue haciendo de las suyas: inclinarse al des­monte y a la siembra de soja que es, en lo inmediato, lo que genera más ganancias al empresario individual, aunque esta sea una dirección nefas­ta para el conjunto de la sociedad y para las próximas generaciones.

Por otra parte, y desde una perspectiva de mejoramiento genera­lizado de las condiciones de vida de los pobladores, que es un argumen­to frecuentemente esgrimido por el gobierno de Salta y la empresa pri­vada para justificar la deforestación indiscriminada y el modelo sojero, sintetizamos la realidad vivida por los pobladores de áreas que están ex­perimentando esta situación en el departamento de Anta: “Es una situa­ción sistemática. Dicen que la producción agropecuaria va a generar avance económico. Esta zona ya tiene emprendimientos sojeros y lo úni­co que se ve acá es pobreza”.11 12

Evidentemente las sobreganancias a muy corto plazo han impul­sado este proceso de desvastación del bosque, inicialmente con destino a la producción de poroto- 1970/90- y en la última década, a la soja. Un elemento fundamental que impulsó este proceso, así como la concentra­ción de la tierra, ha sido el hecho que áreas marginales a la producción se transforman en áreas muy rentables y en donde el precio de la tierra resulta muy bajo en relación a la rentabilidad potencial.

Como se señala en el trabajo de Carlos León y otros, “Una de las características más particulares del proceso de expansión de cultivos en esta zona -umbral del Chaco-, principalmente Anta y Rosario de la Fron­tera. ha sido sin lugar a dudas la utilización del recurso tierra en forma

11. “El país perdió el 70% de sus bosques en los últimos 70 años”, Clarín, 30/4/04, citando informes de la Secretaría de Medio Ambiente Y Desarrollo Sustentable de la Nación y del INTA.

12. La Nación, 17/8/04.

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masiva y extensiva, sin que aparentemente el mercado de precios de la tierra se viera demasiado influido. Los productores poroteros, aprove­chando los altos precios del producto, que les permitían recuperar la in­versión de tierras y desmonte con no más de dos años de producción, co­menzaron a comprar grandes cantidades de tierra hacia el este y el nor­te de Rosario de la Frontera, tierras desvalorizadas por el sobreuso y cu­biertas con monte pobre. Los grandes productores se hicieron de esta forma de una “reserva” de tierras, que fueron poniendo en producción a medida que lo necesitaban. No es raro todavía (1985) el caso de produc­tores que poseen 15.000 hectáreas, pero solo cultivan un tercio de ellas”.13

En la década del 90’ este proceso de deforestación masiva conti­nuó y se extendió más al norte y al este de Salta, como se señaló ante­riormente. Los altos precios internacionales que alcanzó la soja, la limi­tación a la expansión de la frontera agropecuaria dentro mismo de la zo­na pampeana y la existencia de estas tierras aptas para la producción en el Noa, movilizó a capitales locales, regionales y extraregionales a conti­nuar el proceso de deforestación e incorporar tierras desmontadas a la nueva producción.

El precio de la tierra y el costo del desmonte -frente a este precio en la zona pampeana-, todavía constituye un gran atractivo para los ca­pitales que buscan sobreganancias a muy corto plazo y aún cuando la producción agrícola tiene en esta zona comparativamente un sobrecosto de transporte a los puertos, es justamente la diferencia en el precio de la tierra o el arrendamiento lo que mantiene el gran atractivo de rentabili­dad de la producción zonal, tanto a nivel nacional como internacional.14

Una evidencia de esta situación está dada por la demanda de tie­rras para soja que llevaron a la venta de la Reserva Provincial de los lo­tes 32 y 33 en Pizarro, Anta, a un precio que aún con el costo del des­monte, hace muy atractivo la obtención de altas ganancias en el corto plazo. Téngase presente que esas tierras fueron rematadas a un precio aproximado de $600 la ha.;15 aún si el costo del desmonte llevara ese va­lor a un promedio de $1.300, evidentemente estamos en niveles dos y

13. C. León, N. Prudkin y C. Reboratti: “El conflicto entre producción, sociedad y medio am­biente: la expansión agrícola en el sur de Salta.”, en: Desarrollo Económico N° 99, diciembre 1985.

14. Una de las grandes diferencias entre el costo de producción de nuestro país y los EEUU en la producción cerealera y particularmente en soja, es el precio de la tierra sustancialmente ma­yor en el país del norte; una de las grandes ventajas comparativas de éste, es el más bajo costo del transporte de granos en barcazas y ferrocarril, frente al transporte por camión en nuestro caso. Es­ta diferencia es mayor para las zonas como el NOA, más distantes que la región pampeana de los puertos de salida..

15. Licitación para la venta de los lotes fiscales 32 y 33 en Pizarro. Se vendieron las 16.275 has. en S9.615.000. El Tribuno, Salta, 24/6/04.

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tres veces menores al costo de tierras aptas para la producción sojera en la pampa húmeda.

2.4 L a capitalización de la producción agropecuaria regionalComo se dijo en el primer acápite de este trabajo, la década del 90’

se caracteriza globalmente por una intensificación de la incorporación de capital como requisito de una producción agropecuaria competitiva.

Se enfatiza este aspecto de intensificación de capital en la agricul­tura, en contraposición de un desarrollo agrícola basado exclusivamente en la incorporación de nuevas tierras a la producción y el empleo inten­sivo de mano de obra, con una reducida incorporación de insumos y bie­nes de capital, como los señalados.

En el contexto de las variables macroeconómicas del 90’ anterior­mente comentado, la rentabilidad de las explotaciones productoras de commodities- soja, poroto- paso a depender exclusivamentede la pro­ductividad de los factores, a partir de un precio internacional fijado ex­ternamente.

Bajo estas condiciones, la expansión de la frontera agrícola pam­peana a estas nuevas regiones se desarrolla bajo el modelo tecnológico que ya había evidenciado resultados de rentabilidad creciente en la pam­pa húmeda, es decir un modelo de capitalización creciente, ahorrativo en mano de obra e intensivo en insumos, maquinaria e infraestructura; es decir un modelo que requería de importantes inversiones en maquinaria, instalaciones y de capital disponible para adquirir los insumos necesarios para producir en cada ciclo agrícola y al inicio de la campaña. Evidente­mente esta agricultura solo era posible de estar dinamizada por media- nos/grandes productores del propio sector o de fuera del mismo.

Como se ve, esta modalidad del desarrollo en el NOA comparte con el experimentado en la zona pampeana una intensificación del capi­tal en la producción, pero difiere en que en esta región prácticamente to­da la superficie cultivable ya estaba incorporada a la producción, no exis­tía la posibilidad de ampliar la frontera dentro de la propia región, por lo menos sin grandes obras de infraestructura que los privados no estaban en disposición de asumir -por ejemplo a la posibilidad de incorporar al cultivo áreas de la pampa deprimida que requieren grandes obras para impedir inundaciones, etc.-. Aquí, aparte de la incorporación de capital, en el sentido señalado, ha habido un desarrollo tierra- intensivo en el sen­tido de que el doble cultivo sobre la misma superficie, la agricultura per­manente, ha permitido elevar sustancialmente el valor de producción por unidad de tierra.

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En cambio, la modalidad de desarrollo agrícola en Salta ha com­binado la capitalización de la agricultura con la significativa ampliación de la frontera agrícola, incorporando a la producción superficies, hasta el momento cubiertas con montes y bosques.; es decir, tenemos aquí una combinación de desarrollo agrícola intensivo y extensivo a la vez, posibi­litado por la existencia de tierras que se incorporan a la producción.

Veamos algunos indicadores de esta capitalización de la agricultu­ra en Salta:

• Como en el conjunto del país, la expansión sojera se realiza ca­si en su totalidad, mediante semillas transgénica, en su variedad original o de “bolsa blanca”, que deben ser compradas; esto ne­cesariamente implica la incorporación de un paquete tecnoló­gico, por lo menos en lo relativo a herbicidas y otros agroquí- micos. Esta tecnología, unida a la incorporación de maquinaria, siembra directa, etc., hace que los rendimientos de soja en esta provincia alcancen promedios sustanciales -23/24 qq/ha-, aunque por debajo de la media nacional de 27 qq en las cose­chas 2001 y 2002.16

• Como un indicador global de una mayor eficiencia en la pro­ducción, se señala que la superficie cultivada por trabajador permanente -ver Cuadro N° 3- creció de 18.7 ha. a 25.6 ha. en­tre 1988 y 2002, es decir hay una mayor productividad del tra­bajo que tiene que ver con la incorporación de maquinaria de mayor envergadura y con la introducción de la siembra direc­ta que, aparte de los beneficios sobre el ecosistema, implica un ahorro de mano de obra en la producción.

• En el período intercensal la provincia de Salta experimenta un proceso de tractorización significativa, que se evidencia parti­cularmente por la incorporación de tractores de mayor poten­cia; así, en 1988 los tractores de este tipo, con más de lOlcv constituían el 14.7% del total de tractores provinciales y en 2002, el 26%; el aumento más significativo se da en los tracto­res de 140cv y más.

16. “Fertilización, utilización de fiinguicidas, insecticidas mejores y más voluminosas cosecha­doras, potentes tractores, son algunos de los ejemplos del crecimiento de los últimos años. Y so­bre todo, el aprovechamiento de un ambiente ecológicamente apto para la agricultura. Esto no es todo, según Walter Bieleki, asesor privado, “se fertiliza el 2.5% de la superficie sojera de todo el Noa (cuatro años atrás ni se pensaba en esta práctica), las cosechadoras y tractores han elevado su capacidad de trabajo en un 10% en el mismo lapso, las sembradoras usadas comunmente pa­saron de contar con 30 cuerpos a 52 centímetros, en lugar de los 20 tradicionales. ¿Cuál es la ra­zón básica que promovió estos cambios en los últimos años en el Noa y especialmente en Salta? “Se basaron en el reemplazo importante del cultivo del poroto que tiene precios muy inestables, por el cultivo de la soja, que tiene precios internacionales más estables”. La Nación, 26/2/05.

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Este hecho posiblemente tiene que ver con que, como se verá posteriormente, la expansión agrícola supone una concentra­ción de las superficies cultivadas, explotaciones de mayor di­mensión, que requieren maquinaria de mayor potencia.

• Otro indicador de esta capitalización agrícola lo constituye la introducción de la siembra directa en una gran variedad de cultivos, lo que implica la existencia de maquinaria especializa­da y costosa. En el conjunto del país, la superficie implantada mediante siembra directa en el conjunto de los cultivos alcan­za al 41.2% del total, mientras que en la provincia de Salta as­ciende al 58.1% (Cuadro N° 4).Si tomamos los datos del cultivo de punta, la soja implantada mediante siembra directa es del 78.7% del total cultivado a ni­vel nacional y en Salta asciende al 90%, es decir, hay una ma­yor adopción de este tipo de tecnología que implica un mejor y más adecuado uso del suelo.

• Otro indicador de la fuerte capitalización agrícola lo constitu­ye la creciente utilización de infraestructura de riego, posible­mente utilizada en la producción hortícola en aumento en la provincia, aparte de su utilización en la producción cañera. Sal­ta tiene el 16% de la superficie regada en relación al total im- plantado(2002), frente a un 3.5% de la media nacional; ese va­lor representa 119.000 ha. regadas que es el valor máximo ab­soluto en comparación al conjunto de las provincias del país, solo superado por Mendoza y Buenos Aires (166.482 has. y 267.888 has. respectivamente en 2002, Cuadro N° 5).

2.5 E l modelo social resultanteLa expansión de la frontera agropecuaria en la provincia y la ob­

tención de cosechas record y en continuo aumento no se tradujo, al igual que en el conjunto del país, en más empleo, mejores condiciones de vida para los pequeños/medianos productores, trabajadores rurales, mayores ingresos para el conjunto poblacional, etc.-. Por el contrario, es­te modelo productivamente exitoso está concentrado en un número muy reducido de grandes productores, la mayor parte de los pequeños y medianos no están en condiciones de acceder a las inversiones de ca­pital necesarios para emprender una producción competitiva, los más pequeños están siendo desalojados de sus tierras -particularmente los “ocupantes” y las comunidades indígenas-, la demanda de trabajo es muy reducida por tratarse de siembras y cosechas totalmente mecaniza­

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das, la población rural debe emigrar ante la falta de fuentes de trabajo e ingresos, etc.

Si bien no contamos con datos suficientes -el Censo Nacional Agropecuario 2002 no ha terminado de presentar los cuadros al respec­to y por otra parte se requiere información catastral que no está a nues­tro alcance-, la comparación intercensal evidencia un claro proceso de concentración de la producción, aunque no podemos hablar de concen­tración de la propiedad agraria.

Como se observa en el Cuadro N° 6, la superficie implantada por EAP crece de un promedio de 93.7 ha. en 1988 a 132.7 ha en 2002, es decir, estamos en presencia de explotaciones que tienen una mayor su­perficie implantada y ante un proceso de creciente concentración de la producción en menos manos.

Si observamos los datos correspondientes al departamento de An­ta, es decir, en la zona donde se ha producido una mayor expansión de la superficie cultivada, observamos que la superficie media implantada paso de 225 ha. en 1988 a 590 ha en el 2002, evidenciando un proceso de acen­tuada concentración de la producción en unidades de mayor dimensión.

Este promedio es sustancialmente mayor al de las provincias de Córdoba y Buenos Aires (145 y 236 has. respectivamente).

En palabras de un diputado provincial originario del departamen­to de Anta, que reunió información al respecto, “Ya en el año 2000, 95 mil hectáreas de tierras estaban en manos de 19 productores- promedio de 5.000 ha.- entre los que se puede nombrar al conocido Alfredo Olme­do, que en ese entonces contaba con 25.000 a su disposición; el grupo Pro Anta tenía 35.000 ha., el resto se dividía en un grupo de empresas de gran porte. Tal vez esta distribución de fundos explica por qué los pobla­dores de departamentos tan productivos viven en condiciones que nadie envidia y surge aquí una pregunta: ¿dónde escondieron los habitantes de Anta los 154 millones de dólares producidos el año pasado”.17

Igualmente cuando se licitan la venta de las tierras del lote 32 y 33 (acápite 1.3) se lo hace en unidades de gran porte que van de las 2000 a las 3800 has. cada una.

La concentración de la producción es, por otra parte, consecuen­cia del modelo económico- productivo que implica contar con un capi­tal no tierra significativo para desarrollar la producción, capital que po­seen o que acceden vía crédito las empresas de dimensión considerable.

17. Semanario “CUARTO PODER”, Salta, mayo 2004. Otras fuentes señalan el mismo fenó­meno de concentración de la propiedad “... en la zona como son Agroindustrias Anta, Campos de Anta y Dofrasa, que en total suman unas 8500 has.... Según trascendió en esta zona -Las Lajitas- tres productores siembran unas 70.000 has, ellos son: Liag Argentina, Olmedo Agropecuaria y Las Lajitas SA”. La Nación, 26/2/2005.

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El trabajo de Van Dam18 se señala que “en Anta prácticamente no existen productores sojeros de menos de 500 has., pero sí los hay en zo­nas similares, como en Rosario de la Frontera o Metán”; sin embargo, pa­rece claro que la siembra directa y el paquete tecnológico asociado a ella, requiere maquinaria compleja y costosa cuyo uso sólo se justifica econó­micamente en el cultivo de grandes superficies. Si bien sobreviven peque­ñas explotaciones sojeras en las zonas mencionadas- hata 100 has.-, la tendencia parece marcar indudablemente un proceso de concentración del capital y de la producción y de explotaciones de mayor dimensión.

En efecto, Van Dam se refiere a un trabajo en la zona sojera de Marcos Juárez19 en donde se señala claramente que la estrategia de los pequeños productores es ampliar la superficie bajo cultivo para mejorar su escala productiva y sobrevivir como productor agrícola, superficie que toman bajo la forma de contrato accidental; se señala que esta es una ten­dencia de los pequeños y medianos productores, además del proceso co­nocido de los grandes productores. Y esta tendencia es avalada por indi­caciones muy claras: en Marcos Juárez -consideramos que globalmente vale para el conjunto de las zonas sojeras-, el capital invertido por hectá­rea parte de $1300 para pequeños propietarios/contratistas, desciende entre $860 y $950 para medianos productores, a $700 para uno de 1000 has. y a $135 por hectárea para un productor de 2800 has. (año 2000)!!! Es decir, hay varios factores que presionan al mediano y pequeño pro­ductor para incorporar más tierra en búsqueda de una mayor rentabili­dad por unidad de superficie: el sobredimensionamiento en maquinaria, los menores costos de la estructura por hectárea a mayor escala, que per­miten una fuerte disminución del capital invertido por hectárea, de 1 a 10, según ese estudio, y que redunda en la rentabilidad y en la capacidad de acumulación.

De aquí que según este mismo autor, para los productores de An­ta el umbral mínimo a partir del cual producir soja es rentable, está entre las 2000 y 3000 has.

También aquí se podría afirmar que este proceso de concentra­ción de la tierra y de la producción viene desde lejos, específicamente del ciclo porotero iniciado en la década de los 70’. El trabajo de León ci­tado anteriormente señala que “...poco a poco los productores más pe­queños vayan desapareciendo: en la actualidad (1985) prácticamente no

18. C. Van Dam. “Ocupación, degradación ambiental, cambio tecnológico y desarrollo soste- nible: los efectos de la introducción del paquete soja/siembra directa en el chaco salteño”, Tesis de Maestría, FLACSO- Centro Bartolomé de las Casas, mimeo, marzo 2002, pág. 84

19. G. Preda. u¿Productores accidentales o empresarios flexibles? Lógicas económicas y orga­nización social de la producción entre contratistas del sudeste de Córdoba”, en: Realidad Econó­mica, N° 172, Bs. As., 2000.

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existen productores con menos de 100 hectáreas, cosa relativamente co­mún hacia principios de la década del 70 (en 1975, de un total de 613 productores encuestados por el INTA, el 60% trabajaba en parcelas me­nores a 80 has)”.20

Asimismo el grado de mecanización de la producción conspira contra la creación de nuevos empleos en una provincia con una tasa de desocupación significativa (16.1%, mayo 2003).

Como se observa en el Cuadro N° 3 entre 1988 y 2004 la pobla­ción ocupada en forma permanente en las explotaciones agrarias de la provincia apenas aumento en unos 4000 puestos de trabajo mientras la superficie cultivada casi se duplicó; de esta forma aumentó la eficiencia del trabajo o, en otros términos, la productividad por hombre ocupado que es integramente apropiada por el empresario, creciendo de un pro­medio de 18.7ha. por hombre ocupado a 25.6 ha.

Es muy posible que el personal temporario no haya aumentado o no mucho, si tenemos en cuenta que por ejemplo la soja está totamente mecanizada en la siembra como en la cosecha. Como se verá más ade­lante, si bien en el pasado existía una gran demanda de trabajo estacio­nal- que en el caso de la zafra azucarera implicaba prácticamente 7 me­ses -, aún en las condiciones de explotación física y salarios miserables que terminaban en su mayor parte en los comercios del propio ingenio o en la provista tomada por los trabajadores a cuenta del ingreso-, esa de­manda ha desaparecido en una gran proporción debido a la mecaniza­ción de las tareas agrarias.

Como señala Van Dam “El reemplazo del poroto por la soja, pe­ro sobretodo la introducción de la siembra directa y la modernización tecnológica que ésta ha supuesto, ha sido desvastadora en términos de empleo en la zona -Anta-. Se calcula que los requerimientos de mano de obra han disminuido de 2,5 jornales por hectárea a 0,5 jornales por hec­tárea. Estas cifras se basan en lo señalado por los propios productores y coinciden con García (2000), quien citando a FUNIF (1997), señala que tanto el cultivo de la soja como de poroto hoy solo generan un puesto permanente cada 500 hectáreas. Traducido al conjunto de la región, las 200.000 has. hoy en producción en la zona de Las Lajitas solo generan 400 empleos permanentes.”21

La constante exclusión social de amplios sectores de la población de estas regiones con una producción alimentaria en constante creci­miento se evidencia en indicadores de pobreza y de emigración de po­blación: Anta, por ejemplo, tiene 53% de Hogares con NBI, mientras el

20. León, Prudkin y Reboratti. Opus Cit, pág. 413.21. C. Van Dam, Opus. Cit. Pág. 88-89.

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promedio provincial es de 33.9%; el hacinamiento total en hogares era de 52% en Anta versus 39% en la provincia (1991);

En la provincia de Salta la población rural disminuye lentamente entre 1991 y 2001, pero fundamentalmente disminuye la población rural dispersa, es decir la población que residía en las explotaciones agrope­cuarias o que se encontraba como ocupante en los montes, los que hoy han sido deforestados y han desalojado esta población, destinando esas tierras a la soja y a cultivos extensivos. La disminución de la población rural dispersa es significativa en la provincia, aproximadamente alcanza en 2001 al 11% de la población existente en 1991.22

La extinción del monte y la mecanización de las tareas agropecua­rias desalojan población de las zonas rurales, no las contiene ni las incor­pora a la producción y al trabajo y tampoco les permite continuar resi­diendo en sus lugares tradicionales; esos montes/tierras requieren am­plias superficies libres de ocupantes a fin de que la maquinaria circule li­bremente.

Es decir, este modelo productivo implica la expulsión de mano de obra y de población hacia las áreas urbanas de la provincia, engrosando la población excluida de las periferias de las grandes ciudades; regional­mente no hay desarrollo local, sino concentración de riqueza y expulsión de población.

Con respecto a los actores empresariales que dinamizan esta ex­pansión, a los grandes productores con o sin tradición agrícola, locales o provinciales, se han sumado megaempresas, pools de siembra, inversores de la región y extraregionales, en tierras propias o arrendadas. Y esto no es nuevo; recordemos que en estas provincias existían grandes latifundios desde la época de la concentración originaria de tierras institucionaliza­da en el momento de formación del estado nacional; muchas de esas tie- rras/montes, que por su origen eran de propiedad de la tradicional oli­garquía terrateniente nacional, con grandes propiedades en la pampa hú­meda, fueron mantenidas como reservas y así se valorizaron y entraron en producción con la expansión porotera.

Otro hecho evidente es el desarrollo del arrendamiento capitalis­ta, caracterizado por un sector que puede o no tener tierras propias, pe­ro que en general si las tiene, arrienda superficies mayores a las propias; este sector posee un parque de maquinaras modernas, de gran potencia y capital suficiente para arrendar grandes superficies y lograr una mayor rentabilidad de la maquinaria que poseen.

22. G. Gallo Mendoza y L. Gallo Mendoza “Algunas consecuencia del modelo agrario vigen­te, inferidas a partir de la lectura de los últimos Censos Agropecuarios y de Población y Vivienda e información complementaria. Mimeo. Abril 2003.

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En este sentido interesa señalar la importancia económica y pro­ductiva de este sector tanto en el conjunto del país, como en esta zona de expansión pampeana; por ejemplo se señala que en el conjunto del país, la superficie trabajada mediante servicio de maquinaria contratada para distintas combinaciones de labores que incluyen: roturación, siem­bra, mantenimiento de cultivos y cosecha de granos, es decir, práctica­mente todas las actividades culturales del ciclo agrícola, alcanza al 32% del total implantado y para Salta ese valor se eleva al 37.5.23

3. L os con flictos agrarios y la lucha por la tierra d e los p u eb los originarios y p eq u eñ os productores24

En los distintos ciclos económicos-productivos de expansión agrí­cola en Salta a que nos hemos referido -el de la caña, el del poroto-, ci­clos que han experimentado transformaciones en el tiempo, localizados en ámbitos geográficos diferentes, que se han superpuesto en el devenir agrario de la provincia, el desarrollo del capitalismo agrario requirió, a partir de una acumulación originaria de tierras, la creación de un “ejerci­

23. INDEC, CENSO NACIONAL AGROPECUARIO 2002.24. Nos referimos exclusivamente a los conflictos por la tierra originados en la expansión de

la frontera agrícola; a éstos conflictos se suman los originados por la construcción de infraestruc­tura energética y vial. Como se sabe, el departamento de General San Martín abarca la principal cuenca petrolera de la provincia y está cruzada por gasoductos, algunos en rehabilitación, como el que trae gas desde Bolivia y que estuvo desactivado por varios años, y otros en construcción, como el recientemente iniciado y actualmente paralizado nuevo gasoducto desde Bolivia a cargo de Reíinor. El tendido de estos gasoductos -incluidos los que transportan gas a Chile-, han origi­nado la entrada indiscriminada de camiones, retroexcavadoras, remoción de tierras en áreas tra­dicionales de ocupación indígena, sin consulta previa y destruyendo a su paso antiguos cemente­rios, destrucción de pequeñas obras de riego, inutilización de tierras dedicadas a cultivos, o de las propias viviendas de las poblaciones y sin estudio previo de impacto ambiental. Debido a estos hechos, recientemente- septiembre 04- las comunidades de Carapay, Arenal y La Bendición, cer­canas a Salvador Maza, impidieron la continuación del trazado del nuevo gasoducto.El departamento de Rivadavia, particularmente en el Municipio de Santa Victoria Este lindante con Bolivia, ha sido objeto de prospección petrolera y apertura de picadas con destrucción de vi­viendas de los pobladores. La infraestructura caminera se refiere a la pavimentación de la ruta 86 - que parte de las cercanías de Tartagal y llega hasta el puente de La Paz, que comunica con Pa­raguay, convirtiéndose en ruta privilegiada del Mercosur al permitir transporte ágil entre la costa del Atlántico con el Pacífico. Esta ruta atraviesa justamente los territorios- lote fiscal 55- de ocu­pación tradicional indígena y que, como veremos más adelante, son reclamados en propiedad co­munitaria desde hace años por las comunidades que lo ocupan; el trazado de esta ruta debe ser consensuado entre los pueblos que allí viven y el gobierno provincia, así como previo a su cons­trucción se debe hacer, como está previsto en la legislación vigente, un estudio de impacto am­biental que incluya fundamentalmente, el impacto sobre las poblaciones residentes y su habitat. Los antecedentes del cumplimiento transparente de estas normativasno parece ser lo más frecuente a juzgar por el caso de la reserva provincial de Pizarro que se ana­liza a continuación.

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to de reserva” de mano de obra; debido a la característica particularmen­te estacional de esa demanda, no proletarizó totalmente la fuerza de tra­bajo sino que arrinconó una parte sustancial de la población de la pro­vincia en áreas donde no podía reproducirse todo el año y debía buscar trabajo en las cosechas de esos productos a fin de sobrevivir.

Se desarrolló así un amplio sector de “obreros con tierra”25 es de­cir, un sector de la fuerza de trabajo que depende para su sobreviviencia durante el tiempo muerto, de los frutos del monte, de los ríos y de pe­queñas parcelas de cultivos de subsistencia, en áreas productivas margi­nales o que no interesaban en ese momento al gran capital.

De esta forma -coacción económica pero precedida de una coac­ción extraeconómica que implicó el desalojo de los pueblos originarios de sus mejores tierras y su arrinconamiento en áreas marginales -, los in­genios y los productores de poroto se aseguraban mano de obra barata en la época de las cosechas, mediante la migración de grandes contingen­tes que sobrevivían con lo propio el resto del año pero estaban disponi­bles en esos momentos.

Bajo esta lógica podemos entender que en los aledaños de las áreas cañeras, los ingenios fueran propietarios de extensas áreas de tie­rras improductivas, como es el caso del Tabacal con sus propiedades en la Puna o en Santa Victoria -fincas “Madre Tierra” y “Mecoyita”-, cuyo objetivo fundamental era justamente el de asentar población que no po­día sobrevivir permanentemente en las mismas y que debía bajar a tra­bajar en los ingenios en los períodos de mayor demanda de mano de obra.

En el desarrollo porotero original, en el sur de Salta, esta mano de obra transitoria fue ofertada por pequeños productores criollos, ocupan­

25. Este concepto y la relación entre los enclaves azucareros y la reproducción de un sector de campesinos dependientes para su subsistencia del trabajo asalariado en los ingenios -obreros con tierra-, lo analizamos en nuestro trabajo “Algunos aspectos de la estructura socioeconómica en una zona rural de la Argentina (Tucumán)”, en Economía y Ciencias Sociales, Revista de la Fa­cultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, Año IX, N° 4, octubre-di­ciembre 1967. Allí nos preguntamos, analizando el sector de los pequeños productores cañeros y su cíclica tendencia a convertirse en obreros asalariados, cuál es el significado que tiene esa masa de propietarios campesinos que solo poseen una cantidad de tierra tan ínfima que les impide sub­sistir con ella? Nos parece correcto responder a esta pregunta afirmando que esos pequeños pro­pietarios y arrendatarios "...constituye dentro de la estructura general del capitalismo, una parte del ejército de desocupados de reserva. Es una forma oculta, según expresión de Marx, de tal ejér­cito. Sería un error imaginar el ejército de desocupados de reserva como formado exclusivamen­te por obreros sin trabajo. También pertenecen a este ejército los campesinos o pequeños propie­tarios que no pueden subsistir con lo que les da su ínfima propiedad y deben procurarse medios de vida principalmente con el trabajo asalariado....El capitalismo tiene necesidad de estos seudo- propietarios “enanos”, “parcelarios”, para tener, sin gastos, siempre a su disposición una masa de mano de obra barata”, Cf. V.I Lenin, El régimen capitalista de la agricultura contemporánea, Obras Completas, Tomo XVI, pág. 427, editorial Cartago, Bs. As.

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tes de tierras otrora con montes y en general, trabajadores con tierra que del norte de Santiago del Estero acudían a la cosecha de poroto.

Con la extensión del cultivo a áreas del norte -Gral. San Martín, Orán-, la mano de obra estacional era aportada por las poblaciones indí­genas, principalmente por el reservorio de los wichí arrinconados en la zona de Santa Victoria Este.

La expansión agrícola de la década del 90’ que tiene a la soja co­mo su avanzada, se caracteriza, entre otras cosas en que, como se anali­zó anteriormente, la demanda de mano de obra es muy reducida, tanto la siembra como la cosecha están totalmente mecanizadas, la siembra di­recta es aún más ahorrativa de mano de obra, pero requiere personal más calificado para la nueva tecnología de producción.

A esta modalidad “capital intensivo” de los nuevos cultivos, hay que agregarle en esa misma dirección, es decir en el ahorro de mano de obra, la fenomenal mecanización de la cosecha de caña y parcialmente la de poroto, todo lo cual ha aumentado enormemente la desocupación en gran parte de la provincia y desarticulado la anterior relación de desarro­llo capitalista concentrado y articulado con formas no típicamente capi­talistas, como lo que hemos denominado “obreros con tierra”.26

Pero sí lo que requiere cada vez más el actual desarrollo del capi­talismo agrario son las tierras que tradicionalmente ocupaban esos “obre­ros con tierra”, ocupantes de tierras privadas antes marginales, de tierras fiscales, etc., a fin de incorporarlas a la producción rentable.

Los cambios climáticos a los que nos hemos referido, el ciclo hú­medo y su desplazamiento hacia el este, los cambios tecnológicos -semi­llas resistentes a climas secos, transgénicas, siembra directa, etc-, los altos precios de algunos cultivos -soja, cítricos, etc.-, los incentivos de carácter fiscal a nivel provincial -costo bajo del agua de riego, por ejemplo-, el ca­pital golondrina u originado en actividades no muy transparentes que ini­cia actividades productivas experimentales -caso del algodón en la ruta 34-, el contexto macroeconómico de la década con el libre flujo de capi­tales, la apertura indiscriminada, el abaratamiento en la incorporación de maquinaria e insumos importados frente a un dólar subvaluado, etc., lle­va a que extensas áreas de la provincia, hasta el momento mantenidas co­mo áreas de reserva, con montes naturales, con ganadería extensiva, sean revaloradas para incorporarlas a los nuevos cultivos, a la expansión de los existentes o al desarrollo de una ganadería modernizada.

Si bien este es un fenómeno generalizado en toda la provincia, ad­quiere más intensidad en los departamentos en los cuales coinciden un

26. Muy posiblemente estas articulaciones se mantienen y recrean alrededor de la producción de tabaco y hortalizas, actividades intensivas en mano de obra y con demanda estacional.

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ciclo húmedo y su desplazamiento hacia el este, hacia el semiárido cha­co salteño -Anta, Rosario de la Frontera, San Martín, parcialmente Riva- davia-, con la disponibilidad de montes y bosques en proceso de trans­formación en áreas de cultivo.s

Y esto requiere tierras libre de ocupantes criollos o de pobladores indígenas, trátese de tierras privadas o fiscales en proceso de apropiación privada. Y este es un fenómeno generalizado en varias provincias del NOA y del NEA; el caso más conocido es el de amplias superficies des­montadas en Santiago del Estero, el desalojo de los pobladores que en ellas subsistían y el arrollador desarrollo sojero. Obviamente el MOCA­SE refleja la reacción de los afectados ante este situación. Asimismo en Formosa, el estado provincial que más tierras había devuelto a los indí­genas, retoma parte de las mismas bajo el pretexto de nuevos proyectos de desarrollo agrícola -Laguna Yema, entre otros-, proyectos en manos de grandes empresas.27

Si bien es un tema que merece ser investigado en profundidad y que aún no se cuenta con la información completa del censo 2002, es po­sible señalar algunos hitos en este proceso actual de renovado desalojo de la pequeña producción, de ocupantes de tierras, de poblaciones indí­genas de sus lugares tradicionales de localización y sobrevivencia como consecuencia de este nuevo ciclo de expansión agrícola.

Además de las distintas situaciones de conflictos de tierras entre ocupantes y grandes empresas por la propiedad de las mismas, desalojos de pequeños productores con el empleo de la violencia privada e institu­cional, organización de los pueblos en defensa de sus tierras -Finca San Andrés, Finca Santiago, Rio Blanco, banda norte y sur, La Loma en Orán-, y conflictos que involucran al Ingenio San Martín del Tabacal y empreesas asociadas, situaciones más relacionadas con el tipo de expan­sión de los ingenios, vinculados a asegurarse las fuentes de agua para rie­go y el mantenimiento de áreas en reserva para la futura expansión de ca­ña, podemos señalar los conflictos más significativos, aunque no los úni­cos, vinculados a las nuevas transformaciones y a la modalidad de la ex­pansión agrícola que hemos tratado de analizar y que caracteriza la eta­pa actual.28

Por ejemplo la venta en el 2004 por parte del gobierno provincial de parte de la reserva provincial -lotes 32 y 33, General Pizarro, 25.000 has - en plena zona núcleo sojera de Salta, evidencia este proceso arro­

27. La firma LLA.G producirá trigo, soja, maíz y algodón en una explotación de 40.000 has. en Pozo del Mortero, departamento Bermejo, Formosa. La Nación, 8/7/99.

28. No tenemos información sobre la expansión agrícola del San Martín del Tabacal, al mar­gen de la caña de azúcar; el subregistro de superficie del Censo Agropecuario 2002, particular­mente en el caso del departamento de Orán, dificulta el análisis de esta problemática.

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llador del avance del capitalismo agrario que demanda nuevas tierras, ca­da vez más escasas, para incorporar a la producción. La voracidad de tie­rras que implica este hecho conlleva la destrucción de un medio ambien­te de gran valor por sus características naturales, por el mantenimiento de especies autóctonas en desaparición y por la contención al lavado de las tierras en una zona de suave pendiente pero que al deforestarse y orientarse a la soja, potencia el riesgo de la eliminación paulatina de la capa fértil del suelo.

Se ha comprobado también que la siembra directa no es suficien­te para evitar una mayor pérdida de fertilidad aún en la pampa húmeda y que es necesario rotaciones de cultivos, para evitar una mayor erosión. Estas conclusiones son aún más válidas en áreas con pendientes, con un suelo muy frágil y en los cuales el desmonte no se realiza manteniendo los mínimos recaudos de sustentabilidad -ej. barreras rompevientos- que la misma legislación provincial prevee, pero que no se cumple.

El impacto medioambiental ha sido analizado profusamente por distintas organizaciones ambientalistas; el profundo estudio de la Univer­sidad Nacional de Salta29 relaciona claramente los aspectos de sustenta­bilidad de los recursos con las consecuencias sociales de la privatización de reservas provinciales para dar paso a la agricultura extensiva.

En esa reserva se encuentran sobreviviendo alrededor de 35 fami­lias criollas y 18 indígenas de origen wichí en la Comunidad Eben-Ezer; ambas sobreviven del monte: los criollos mediante una ganadería de campo abierto y los indígenas que dependen de las actividades tradicio­nales de caza, recolección y extracción de miel del monte. Como lo he­mos evidenciado en un trabajo reciente,30 las familias indígenas dependen cada vez más de los frutos que pueden extraer del monte, en un contex­to en que el trabajo asalariado en la agricultura capitalista es, como lo he­mos analizado, cada vez más escaso.

La privatización de estas tierras en unidades de gran dimensión - en promedio, los lotes vendidos son de 2.900 has.-, la eliminación del bosque y la dedicación de esas tierras a la agricultura extensiva implica, como lo atestigua el compromiso formal del Gobierno, la entrega de las mismas libres de ocupantes.

29. Universidad Nacional de Salta, Consejo Superior. Resolución 210/04 del 28/6/04 en que se rechaza la desaafectación, licitación y venta de los lotes 32 y 33 por parte del Gobierno de Sal­ta; Resolución 247/04 del Consejo Superior del 3 /7 /04 en que hace suyo el Documento produ­cido por un equipo interdisciplinario de esa Universidad referido a las condiciones ambientales de ambos lotes y a la situación de las familias que lo habitan y que debían de ser desalojadas.

30. “Base de Datos de los Pueblos Indígenas del Chaco Salteño”, Instituto Nacional de Asun­tos Indígenas, Acompañamiento Social de la Iglesia Anglicana. Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta, Salta, 2002.

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Ante esta situación, indígenas y criollos, pero principalmente los primeros, se han organizado, frenando el avance de las topadoras que co­menzaron a deforestar, impidiendo la entrada a las tierras que reclaman como propias; como en otras áreas de la provincia en que, como vere­mos, se intenta desalojarlos, los primeros pueblos luchan por asegurarse sus tierras, el monte, que aún deteriorado, constituye hoy la única mane­ra de sobrevivir, aunque en condiciones de pauperización creciente.

En esta lucha desigual el gobierno local ha intentado dividir a los pobladores haciéndoles firmar a un grupo reducido un acuerdo de desa­lojo a cambio de tierras en otra zona alejada, tierras que en realidad eran de propiedad de la provincia de Jujuy. Posteriormente el acuerdo fue de­nunciado por la mayoría de los ocupantes.

Distintos organismos de Derechos Humanos, la Universidad Na­cional de Salta, abogados locales que defienden los derechos indígenas, Greenpeace, la Fundación de la Iglesia Anglicana, etc. se han movilizado apoyando los reclamos de los pobladores y interponiendo recursos ante la Justicia para impedir la venta y el desalojo de los ciudadanos, con resul­tados adversos hasta el momento. El gobierno provincial cerró el caso de la venta de la reservas de Pizarro pese a los sucesivos reclamos ante la Corte Suprema de Salta por parte de ambientalistas y la Universidad.31

En este momento se tiene información que buena parte de los ocupantes criollos han acordado con el gobierno la desocupación del área a cambio aparentemente de otras tierras; la comunidad indígena continúa en sus tierras de ocupación tradicional y uno de los adjudica­tarios de la licitación resolvió renunciar al lote debido al conflicto en ciernes.

Pero estas situaciones se están repitiendo en las nuevas áreas de extensión de la frontera agrícola como en el departamento de Gral. San Martín, y comienzan a rozar al departamento Rivadavia:

• En San Martín, como se ha visto, la soja triplicó su área sem­brada entre 1988 y 2002, alcanzando las 30.000 has.; pero el área total implantada -que incluye otras oleaginosas pero tam­bién otros cultivos: trigo, maíz, cártamo, algodón, etc.-, se ha duplicado entre ambos períodos llegando a sembrarse en total 90.000 has., una superficie más que significativa. Como se ha señalado, esto ha implicado enormes deforestaciones en las áreas húmedas de este departamento, con el desalojo de los ocupantes que tradicionalmente “con permiso” o “de hecho” ocupaban parcelas de esos montes, sobreviviendo del mismo:

31. La Nación, 7/4/05.

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los indígenas mediante sus frutos, los criollos mediante una ga­nadería de campo abierto.Un ejemplo de esta situación lo tenemos en el proyecto de Ba­jo Hondo en Tartagal en una explotación de 12.000 has. en que es desmontado el 50% para destinarlo al cultivo de soja, poro­tos, maní, sorgo y cártamo. Los argumentos de las autoridades responsables de autorizar tal desmonte son los repetidos en to­das estas situaciones ya que dicho proyecto forma parte de un programa aprobado por la Secretaría de Medio Ambiente pro­vincial y es sometido a audiencia pública. El monte es de esca­so valor comercial y hasta entonces sólo poblado por vacunos a campo abierto. No hay alusión a la población que sobrevive de ese monte ahora en desaparición y sus ocupantes están siendo desalojados bajo el argumento que la empresa dará em­pleo a 150 personas, lo cual parece un número muy sobresti- mado dado la mecanización de esos cultivos.

• Una situación similar de avance de la frontera agrícola se evi­dencia en la región noreste del departamento de San Martín, sobre la ruta 86 que une Tartagal con Santa Victoria Este y, a través del puente de La Paz, con Paraguay.El avance de los desmontes relacionados a la reciente y rápida expansión del frente agrícola hacia el este de la ciudad de Tar­tagal amenaza las posibilidades de sobrevivencia de poblado­res indígenas y puesteros ganaderos criollos, en particular de aquellos ubicados sobre dicha ruta, en las proximidades de To- nono, Pacará, Lapacho Mocho, Km. 12, 14 y 16, Arenales, Pa­raíso y Monteveo. Se calcula una población indígena y criolla de aprox. 2000 personas.El desmonte y los alambrados está afectando las formas tradi­cionales de subsistencia de ambos grupos de pobladores: por un lado, la economía tradicional de subsistencia indígena: re­colección de frutos, la caza y la extracción de miel, que man­tiene sus importancia estratégica, se ve limitada por la erradi­cación del monte; los alambrados perimetrales extendidos por los propietarios impiden que los pobladores no pueden transi­tar libremente por toda la región. Por otro lado, los criollos no pueden pastar sus animales en dichos lotes.En el mes de noviembre pasado las comunidades indígenas de la zona en cuestión, junto a pobladores criollos, tomaron por varios días la ruta 86 denunciando las actividades “de alambra­dos, apertura de picadas, preparación para el desmonte y en­

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trada de topadoras, que se están realizando en nuestras tierras que son territorios tradicionales de nuestras comunidades, las que recorremos y usamos desde siempre...denunciamos tam­bién que nuestros dirigentes y familias han recibido amenazas por parte de empleados de estas empresas”.32 Como consecuencia de la toma de la ruta y del reclamo y de­nuncia de los pobladores, se ha presentado una propuesta de expropiación de tierras en esta zona con destino a las comuni­dades que las habitan.

En el caso del departamento de Rivadavia, todavía hoy una fron­tera no incorporada en toda su dimensión a este proceso, hay serios in­dicios que el mismo ha comenzado:

• En la Banda Sur, en el municipio de Rivadavia, en donde exis­ten tierras fiscales y en propiedad privada, han comenzado a haber denuncias de la aparición de personas con “títulos” que amenazan con el desalojo por la fuerza de los tradicionales ocupantes de las mismas.

• En la Banda Norte, sobre la ruta 81 en tierras lindantes entre el Municipio de Embarcación y el de Morillo, existen fincas que han terminado de desmontar y desarrollan una produc­ción moderna, con riego.

En una reciente entrevista con Francisco Macri publicada en el diario La Nación, y ante la pregunta del periodista sobre proyectos futu­ros, el entrevistado contesta: “Uno es un proyecto de recuperación de tie­rras áridas. Nosotros somos propietarios de algunos miles de hectáreas en Salta. Desde hace años estamos estudiando el tema y hemos hecho estudios muy importantes con la Universidad Ben Gurión, de Israel. Confirmamos que son tierras muy buenas y que vale la pena acondicio­narlas. Estamos conversando con el sector específico de China. Ellos tie­nen una empresa que se dedica ala búsqueda de tierras, porque China tie­ne un problema muy serio: solamente el 20% de su superficie es cultiva­ble y los 1300 millones de habitantes necesitan más que eso.

Y de quién son esas tierras, pregunta el periodista: De privados. Hay que ir y comprarlas. El Gobierno no tiene que hacer ningún tipo de inversión. La propuesta nuestra no es venderle la tierra a los Chinos sino

32. Comunidades Indígenas de Ruta 86, Unión Wichí de Itiyuro, ACTA-DENUNCIA, 2/11/04. El avance de la frontera agícola, desmontes y situación de pobladores indígenas y crio­llos ha sido analizada en el documento: Situación actual de las Comunidades Indígenas con rela­ción al Avance del frente Agícola en la región de la Ruta 86 (Tartagal-Tonono), Departamento de San Martín, provincia de Salta, Elaborado por la Fundación Asociana, noviembre 2004.

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asociarnos con ellos para producir y venderles productos, probablemen­te con financiamiento chino en la etapa de desarrollo”33

En un momento de negocios globalizados, todo es posible: con tierras y mano de obra barata estamos en condiciones de alimentar a la población China, aunque la propia población del área sobreviva en con­diciones de constante indigencia. Tampoco se dice nada de la población localizada en esa tierras objeto del proyecto y que, es previsible, será de­salojada en nombre del progreso. Otra vez, lo que es bueno para la em­presa individual, no es necesariamente conveniente, para el conjunto de la sociedad.

Las zonas más áridas del chaco salteño que forman parte del de­partamento de Rivadavia no han sido aún incorporadas al desarrollo ca­pitalista empresarial, debido fundamentalmente a la falta de una tecnolo­gía adecuada para ello; sin embargo, es posible preveer que estamos en el umbral de esta dinámica a juzgar por la potencialidad que parecería desprenderse de los actuales estudios sobre el acuífero TOBA (Sistema Acuífero Yrenda-Toba-Tarijeño), que abarca una extensa área de la región chaqueña y que vendría a solucionar la escasez hídrica, principal limitan­te a una producción rentable.

Si estos estudios llegan a buen puerto, ocupantes indígenas y pues­teros criollos del chaco salteño en tierras fiscales, en su mayor parte -va­rios miles de personas-, verían peligrar la ocupación de sus tierras ances­trales y la posibilidad de ser desalojados de una u otra manera, como ocurrió en los lotes 32 y 33, sería un escenario posible.

En el ángulo nordeste del departamento de Rivadavia, lindante con Formosa y Paraguay, en pleno chaco salteño, encontramos una si­tuación que nos puede ilustrar sobre la posible dinámica de esta área aún marginal productivamente.

Forman parte de esta región los lotes fiscales 55 y 14 habitado por aproximadamente 5600 wichís y 3000 criollos en un área de 650.000 has. que son reivindicadas como propias y sobre las que los pueblos origina­rios tienen entablado un juicio ante el gobierno provincia, nacional y la Comisión de Derechos Humanos de la OEA; como se señaló, los indíge­nas sobreviven de los frutos del monte y los criollos con una ganadería a campo abierto. Constituye la demanda de recuperación de tierras más importantes de los primeros pueblos, tanto por la población involucrada

33. La Nación, 31/10/04. Las tierras de Macri a que alude el artículo son las que constituyen la finca El Yuto de 20.000 has. sobre la ruta 81 entre Embarcación y Morillo. Posteriormente se informa que Macri adquirió en esa zona otra finca de 15.000 has, cercana a El Yuto "... con una ventaja: le costaron menos de los 100 dólares que había pagado hace seis años por el campo (El Yuto) que ahora pondrá en producción”, Clarín, 19/2/05.

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directamente, como por la dimensión reclamada. A pesar de la histórica lucha encabezada por Lhaka Honhat -“nuestra tierra”- organización wi- chí que agrupa a alrededor de 27 comunidades de base de esa zona, la constitución de una Mesa de Trabajo por todos los actores involucrados para una solución consensuada al respecto que partiendo del reconoci­miento del derecho de los primeros pueblos a esas tierras, implica tam­bién alternativas para la población criolla residente, no se ha alcanzado el traspaso de la propiedad a la población indígena.

Las autoridades locales utilizan distintos mecanismos a fin de di­vidir al movimiento indígena como así también a los puesteros criollos que coinciden en una solución consensuada con los primeros pueblos, utilizando para esto la adjudicación discriminada de planes sociales, clientelismo y todo el poder del aparato público que aparece más omní­modo en estas zonas alejadas de los centros urbanos.

Mientras tanto, y a pesar de que esta área forma pare del chaco salteño, árido o semiárido, las posibilidades abiertas por el potencial tec­nológico- semillas adecuadas a zonas con stress hídrico, las posibilidades de riego, etc.-, se comienzan a visualizar acciones de privatización de los zonas más aptas y relativamente con menos problemas de falta de agua para los cultivos.

Así, por ejemplo la provincia ha privatizado en grandes extensio­nes, aparte de algunas parcelas en el lote 55, áreas importantes del su­roeste del lote 14 -propiedades de Valbuena y otros-, con una superficie de aproximadamente 90.000 has.

Con esto queremos indicar que al conjunto de intereses que impi­den la concreción del derecho indígena en estas áreas se les suma ahora la posibilidad de incorporar parte de esas tierras al proceso de ampliación de la frontera agrícola y el accionar de grandes empresas que, como la señalada anteriormente, comienzan a tener intereses directos en la región y que pueden dificultar aún más la posibilidad de una solución consen­suada al problema allí planteado, a partir del reconocimiento de la terri­torialidad indígena.

En síntesis: en el contexto que se ha querido analizar, el “almacén primitivo de víveres”, el monte aún degradado, es defendido a ultranza por los pueblos originarios puesto que constituye su último reducto de sobreviviencia física ante un desarrollo del capitalismo agrario que no re­crea un “ejercito de reserva” que de alguna manera era funcional al capi­talismo industrial, sino que. como en el conjunto del país, recrea una so­ciedad de tres cuartos de excluidos.

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Los conflictos p o r la tierra en un área de expansión agropecuaria d el N O A 91

C o n clu sio n esLa producción primaria del país está experimentando en la última

década una sustancial transformación en sus parámetros tecnológicos, en la organización de la producción, en su presencia regional y en la situa­ción de los actores sociales involucrados, transformación que incluye en mayor o menor medida al conjunto de la producción agropecuaria.

Estos cambios implican el desarrollo de una agricultura capital in­tensiva: incorporación de agroquímicos en cantidad, semillas mejoradas, transgénicas, mecanización de la mayor parte de actividades culturales, siembra directa, riego, instalaciones de acopio, etc. Es decir, cada vez más la producción competitiva depende de la incorporación en gran escala de capital circulante y de inversiones costosas. Esto no significa que la pro­ducción primaria carecía totalmente de estos rasgos, pero si que en los últimos quince años se ha intensificado la incorporación de capital en las actividades agropecuarias y que este rasgos abarca la casi totalidad de la misma. De aquí, una agricultura con altos niveles de productividad por hombre ocupado y en transito a lograr altos niveles de rendimiento por unidad de superficie.

Bajo las nuevas reglas de juego macroeconómicas implementa- das en los 90’ -apertura indiscriminada, tasas de interés reales muy al­tas, convertibilidad con un tipo de cambio que implicaba un peso so­brevaluado y, en general, precios relativos campo/ciudad desfavorables para el primero-, la rentabilidad de las explotaciones paso a depender casi exclusivamente de la productividad de los factores; la única varia­ble de control en manos de los productores paso a ser el costo de pro­ducción y la incorporación de tecnología era la única variable abierta para minimizarlo.

Estas nuevas condiciones productivas fueron desarrolladas por el sector de productores con capacidad económica para afrontar esas inver­siones y llevó a un proceso de concentración de la producción; en la pampa húmeda.donde estos cambios se dan con particular intensidad, una parte significativa de la mediana producción debió ceder la produc­ción directa de sus campos a otros empresarios de mayor capacidad eco­nómica, a pool de siembra, a contratistas agrarios, convirtiéndose mu­chos en pequeños rentistas- cediendo parte del valor de producción a los sectores de la burguesía agraria en proceso de acumulación-, en el mejor de los escenarios o vendiendo sus tierras por imposibilidad de ponerlas en producción, por carencia de medios, o acicateados por el alza de los valores de la misma, en un ciclo de altos precios internacionales de las commodities, particularmente de la soja, y de reducción de costos posi­bilitado por las innovaciones tecnológicas señaladas.

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El impacto de este modelo agrícola capital intensivo condujo a que a pesar del proceso de agriculturización pampeana, el sector no tu­vo capacidad de generar empleo y por el contrario se produce una signi­ficativa emigración de población rural y de los pequeños pueblos, margi­nados de este auge productivo.

Este modelo agropecuario impregnó el conjunto de las diversas actividades productivas agrarias; en las provincias de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, es decir, gran parte del NOA, este proceso adquiere la modalidad de extensión de la frontera agrícola pampeana sobre esos nuevos territorios, expansión encabezada por el cultivo de la soja y bajo el modelo capital intensivo.

La expansión de la frontera agrícola en Salta es un ejemplo de es­te proceso regional: hasta mediados de la década del 90, a la agricultura tradicional salteña -caña de azúcar, tabaco, cítricos, etc.-, se había incor­porado el poroto que implicó un fuerte proceso de desmonte e incorpo­ración de nuevas tierras a la producción.

A partir de mediados de la década pasada, el ciclo del poroto en­tra en un amesentamiento y aún el área cultivada por esta legumbre se reduce para dar entrada al auge de la soja, cuyo ciclo ascendente estamos contemplando. La soja sustituye áreas poroteras, pero fundamentalmen­te incorpora nuevas tierras a la producción, mediante la eliminación del monte. Esta expansión comenzó en las áreas tradicionalmente poroteras de la provincia- departamentos de Anta, Metán, Rosario de la Frontera y rápidamente, en los últimos años se expandió en departamentos del nor­deste: Gral. San Martín, Orán.

El avance del área cultivada y especialmente de la soja fue posible por un ciclo húmedo y el avance del mismo hacia el este de la provincia, lo que posibilitó que áreas hasta el momento poco valorizadas, cubiertas de un monte en gran parte degradado por la extracción forestal minera, con una ganadería extensiva, fueran primeramente incorporadas a la pro­ducción empresarial de poroto y, en el último decenio, a la soja. En la dé­cada del 90 la superficie implantada en la provincia se duplicó y el área sembrada con soja aumentó casi tres veces.

La expansión sojera incorpora el modelo capital intensivo de la agricultura que se ha caracterizado más arriba, predominante en la acti­vidad agraria nacional pero, a diferencia del área pampeana, tiene el po­tencial de incorporar nuevas tierras a la producción.

Este modelo ya había penetrado la agricultura tradicional de la provincia: la mecanización total de la cosecha de caña y la paulatina me­canización de las labores culturales del poroto, marcan los inicios de es­te proceso.

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Los conflictos p o r la tierra en un área de expansión agropecuaria del N O A 93

La actividad sojera se desarrolla en unidades empresariales de gran magnitud, en promedio significativamente mayores que en la región pampeana: 590has. promedio en Anta frente a 145 y 236 para las provin­cias de Córdoba y Buenos Aires. Este promedio no refleja en realidad el hecho que la mayor parte de la superficie sojera de Salta se encuentra en unidades de gran dimensión debido al peso de un gran número de pe­queños productores con reducida superficie. Los estudios de campo muestran que en Anta -departamento cuna del desarrollo sojero-, apro­ximadamente las tres cuartas partes del área sojera estaba en unidades de 5000 has. en promedio.

Este modelo productivo rompió la tradicional articulación entre la gran empresa agraria y los pequeños productores, campesinos, semipro- letarios; éstos eran necesarios como parte del ejército de reserva, para te­ner siempre disponible la oferta de trabajadores para las actividades ma­nuales, particularmente la zafra de la caña y la cosecha de poroto. De es­ta forma los grandes ingenios, particularmente el San Martín del Tabacal se apropió de tierras marginales para el cultivo -parte de la puna salteña, departamentos de Santa Victoria y Orán-, con el objeto de fijar en esas tierras a la mano de obra que requerían en la cosecha: el costo de su re­producción durante los tiempo muertos de la agricultura eran asumidos por sus pequeñas parcelas de subsistencia, pero como no podían sobre­vivir con lo que las mismas producían, estaban económicamente coaccio­nados a trabajar en la cosecha cañera.

La mecanización de las actividades culturales rompió la tradicio­nal articulación entre la gran empresa azucarera y los pequeños produc­tores, campesinos semiproletarios; lo mismo ha ocurrido con la expan­sión porotero que en la zona nordeste de la provincia se abastecía de ma­no de obra básicamente con la oferta de trabajo que significaba una po­blación principalmente indígena arrinconada en las tierras deforestadas y en proceso de desertificación avanzado, como la población wichí resi­dente en los lotes 55 y 14 del departamento de Rivadavia, es decir, en pleno chaco salteño.

La población “sobrante” de los procesos aludidos del desarrollo del capitalismo agrario, sobrevive en condiciones de paulatina pauperiza­ción; los primeros pueblos a través de la pesca, los frutos y animales del bosque -cada vez más escasos por la degradación del mismo-, y por la emigración de familias enteras a los conurbanos de Tartagal, Embarca­ción, y la ciudad de Salta.

La población criolla formada pequeños puesteros con ganado, so­breviven de los escasos ingresos provenientes de una actividad ganadera en condiciones muy desfavorable para su desarrollo en tierras del chaco

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árido, de la venta de ese ganado, de queso, de chanchos, etc., y cuyos miembros más jóvenes emigran hacia los centros urbanos.

El avance sojero profundizó la carencia de fuentes de ingreso, de posibilidades de trabajo y, en general, de subsistencia de una gran parte de la población no debido exclusivamente a la mecanización señalada, si­no también debido a la expansión geográfica de la nueva agricultura que implica la eliminación del monte para poner esas tierras bajo cultivo y, por tanto, el paulatino desalojo de la población que sobrevive del mismo.

La nueva producción agropecuaria no requiere, como en el pasado, de grandes contingentes de mano de obra, pero si de incorporar nuevas tie­rras a la producción, lo que implica deforestación y desalojo de población.

Efectivamente en la última década asistimos en la provincia, en las áreas recientemente incorporadas al desarrollo agrícola empresarial -en­cabezado por la expansión sojera, pero que abarca el conjunto de activi­dades agrarias-, al desalojo compulsivo y directo de pequeños producto­res criollos y población indígena, que sobrevivía en el monte, en tierras fiscales o privadas, o bajo la forma encubierta que se manifiesta frecuen­temente por el alambrado de tierras por parte e sus propietarios, impi­diendo el acceso de ganado y de los indígenas que se proveían de frutos, caza de animales menores, etc.

Dan cuenta de ello numerosos casos, los más significativos acae­cidos en 1994 son la privatización de 25.000 has. de una reserva provin­cial en Pizarro, con el desalojo de los ocupantes criollos e indígenas de la misma; el conflicto sobre la ruta 86 originado justamente por el cerca- miento de tierras tradicionalmente utilizadas por criollos -pastaje- e indí­genas- caza y frutos del monte-, población que se ve impedida de utili­zarlas; los intentos de desalojo de pequeños productores criollos en Orán en tierras pertenecientes y lindantes con el Ingenio San Martín del Taba­cal; el peligro de la repetición de estas situaciones ante los nuevos pro­yectos agropecuarios de gran envergadura como los anunciados recien­temente por el empresario

Francisco Macri, localizado en el suroeste del departamento de Rivadavia, es decir, en un área geográfica que ha permanecido marginal a este proceso de extensión de la frontera agrícola, un área del chaco se- miárido ocupada por puesteros criollos y aborígenes, para la cual si bien aún no se cuenta totalmente con una tecnología que valorice esas tierras para la producción empresarial, ya está evidenciando las iniciativas seña­ladas. Estas iniciativas empresariales, con sus consecuencias anunciadas sobre la población que sobrevive en las mismas, se podrán multiplicar y llevar a la práctica si, como consecuencia de nuevos proyectos de inves­tigación hídrica, el área podría solucionar la principal limitante para una

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Los conflictos p o r la tierra en un área de expansión agropecuaria del N O A 95

producción en escala, que es la restrición de agua. Los actuales estudios sobre el acuífero Toba parecerían abrir estas posibilidades.

La reticencia del gobierno provincial al pleno reconocimiento de la propiedad de la tierra de los primeros pueblos wichis -aproximada­mente 6500 ciudadanos que ocupan tradicionalmente el ángulo noreste de la provincia, lotes fiscales 55 y 14 del departamento de Rivadavia- y la privatización de sus áreas de mayor potencialidad agrícola -dentro de las restricciones del ecosistema del chaco salteño-, son, a nuestro enten­der, indicios de un potencial avance de la frontera agrícola, con las posi­bilidades ciertas de nuevos conflictos ante la resistencia de los poblado­res a perder su fílente de subsistencia.

Asistimos a una dinámica agraria que genera un sustantivo creci­miento del producto agrícola y de generación de divisas; sin embargo, la modalidad que adopta esta dinámica en las nuevas áreas de expansión de la frontera agrícola motorizada por las fuerzas del mercado conlleva, por lo menos, dos graves riesgos: en el ecosistema de las mismas, en tanto esos suelos volátiles, desprotegidos del monte y de cubierta vegetal, con un monocultivo sojero, tienen alta probabilidad de desertificación, inun­daciones y aún, pérdidas de su potencial de cultivo, si se revierte el actual ciclo húmedo.

Por otro lado, este modelo librado a su suerte, no integra sino más bien excluye a grandes contingentes de pequeños productores y prime­ros pueblos de sus medios tradicionales de supervivencia y, obviamente, del producto, del valor que genera.

Concretamente se ha mostrado el proceso de desalojos de campe­sinos criollos y pueblos indígenas de las tierras y montes que les permi­tía a unos, sobrevivir con una ganadería marginal y a los indígenas, con la caza y los frutos del monte, en un contexto en que la demanda de tra­bajo asalariado es cada vez más escasa.

Como se analiza en el trabajo, esta nueva acumulación de tierras y producción en pocas grandes empresas con el desalojo de los poblado­res originarios conduce a la emigración de los mismos a los centros ur­banos locales y nacionales, donde su destino, en las condiciones actuales del país, los llevará a engrosar las villas y a sobrevivir, en condiciones aún más miserables que en sus lugares de origen, de la venta de cartón, de de­sechos del consumo urbano y de los planes sociales.

Este proceso está en pleno desarrollo en nuestros días y si bien no es el objetivo del trabajo, es conveniente enfatizar que no está prede­terminado por la soja o por las otras actividades agropecuarias, sino por el modelo productivo y económico orientado por las fuerzas sociales dominantes.

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Es decir, para que las políticas públicas activas orientadas a la ex­pansión de la frontera agropecuaria en el NOA tengan efectos benéficos para el conjunto de la población regional y no solo para un sector mino­ritario, deberían al menos orientarse a: a) impedir el desalojo de los ac­tuales ocupantes criollos e indígenas de las tierras que tradicionalmente ocupan; b)promover la producción local- regional de bienes con mayor valor agregado, a partir del procesamiento de la producción agropecua­ria, de tal manera que las commodities se transformen en carne de cer­do, carne aviar, productos lácteos, procesamiento de legumbres y horta­lizas, u otras agroindustrias que transformen materia prima local, y de es­ta forma generar empleo e ingresos en mayores sectores de la población; c) impulsar actividades agrícolas diversificadas y más intensivas en la uti­lización de mano de obra, como las hortícolas y el incipiente desarrollo citrícola que además posibilita limitar procesos de erosión; transformar la monoproducción azucarera en una industria sucroquímica -papel, car­tón, alcoholes, múltiples derivados de éste, etc-.

En resumen, aspiramos al Desarrollo Sustentable de la región que debe ser un modelo que tienda a incrementar la cantidad de bienes y ser­vicios disponibles en la sociedad bajo la condición de que los mismos sean distribuidos con creciente equidad, a fin de superar la desigualdad social y eliminar la pobreza incorporando el medio ambiente. El mismo debe satisfacer las necesidades de la presente generación sin comprome­ter la capacidad de las futuras generaciones para que satisfagan sus pro­pias necesidades.

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Los conflictos p o r la tierra en un área de expansim agropecuaria del N O A 97

A n exo mapas y cuadros

Fuente

: IGM S

IG250

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sO00

C uadro 1. Salta: Superficie implantada de las explotaciones agropecuarias con y sin límites definidos. Por grupos de cultivos. 1988-2002. Existencia de ganado bovino.Años Cultivos Has. * 1

Total Cereales Oleaginosas Industriales Forrajes Legumbres Hortalizas Tabaco Otros GanadoImplantado para

granos (2)(3) (4) Anuales

y Perennes(5) Bovino N°

de cabezas

1988 449.486100%

70.44515.7%

98.69122.0%

24.7365.5%

62.48714.0%

146.65632.6%

13.6173.0%

14.3423.1%

18.5124.1%

426.512

2002 739.764 (1) 100%

130.81617.7%

322.44143.6%

6.8940.9%

121.70616.5%

106.83214.4%

8.4821.1%

13.4551.9%

29.1383.9%

488.179

Fuente: Elaboración propia en base al Censo Nacional Agropecuario 1988 y 2002.Notas:(1) El Censo del 200 0 subregistra 1.8 millones de Has. (superficie de las EAP) con respecto al de 1888.(2) Maíz, Soja, Trigo, etc.(3) Soja, Girasol, Maní, etc. En el año 2002 , la Soja cubría 92 .2 % de la superficie con oleaginosas.(4) Incluye Caña de Azúcar. Esta superficie está subestimada debido a que el subregistro a que se alude en (1) está centrado mayormente en los departamentos cañeros, específicamente Orán.(5) Incluye Porotos.

Daniel Slutzky

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Los conflictos p o r la tierra en un área de expansión agropecuaria del N O A 99

Cuadro 2. Salta: Superficie implantada con oleaginosas en primera ocupación 1988-2002 (por departamento) (1).

Has. implantadas con oleaginosasDepartamento 1988 2002

Has. % Has. %

Total 98.691 100,00 233.963 100,00Anta 56.764 57,5 129.290 55,1Gral. José de San Martín 10.934 11,2 30.380 13,0Metan 10.369 10,5 32.290 14,0Orán (2) 2.729 2,7 7.967 3,4Rosario de la Frontera 13.974 14,0 28.097 12,0Resto de la provincia 13.975 3,9 - -

Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Agropecuarios Nacionales 1988 y 2002.(1) La superficie censal registrada "de primera ocupación’ constituye el 75% de la superficie implantada de primera y se­gunda ocupación.(2) Del total del área subregistrada en 2 0 0 2 ,5 0 0 .0 0 0 Has. corresponden al Departamento de Orán, por lo cual parte de la superficie con oleaginosas se incluye en esta omisión.

Cuadro 3. Salta: Trabajadores permanentes en las explotaciones agropecuarias. Salta 1998 y 2002.Años Total Productores Familiares No Sin Superficie Has.

Familiares Determinar Implantada Implant.Has. Trabajad,

perm.

1988 24.076 5.286 4.039 14.769 - 449.486 18.72002 29.901 10.406 10.839 7.648 3 739.764 25.6

Fuente: elaboración propia en base a los Censos Agropecuarios Nacionales 1988 y 2002.

Cuadro 4. Superficie implantada en siembra directa: total de cultivos y soja. Total país y provincia de Salta. Año 2002

Superficie implantada en siembra directa

Superficie implantada de todos los cultivos

Superficie implantada con soja

Has. % sobre el total implantado

Has. % sobre el total implantado

Total país 15.653.211 41,2 8.825.914 78,7Salta 429.573 58,1 266.816 90,0

Fuente: Elaboración propia en base al CensoNacional Agropecuario 2002.

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Cuadro 5. Superficie implantada y efectivamente regada. Total del país y Prov. de Salta. Año 2002.

Superficie implantada Superficie efectivamente 2 /1Has. Regada. Has. %

Total país 38.064.983 1.355.600 3,5Salta (a) 739.764 118.858 16,0

Fuente: En base al Censo Nacional Agropecuario 2001.(a) La superficie implantada y regada está subestimada debido a subregistro censal (ver cuadro 1).

Cuadro 6. Explotaciones y superficie implantada en las EAP agropecuarias y tam año prom edio de las mismas 1988-2002. Total Salta y departam ento de Anta.

Total Salta Departamento Anta

N° EAP con Superficie Promedio N° EAP con Superficie Promediolímites implantada 2 /1 límites implantada 2 /1

Años definidos en Has. Has. definidos en Has. Has.

1988 4.795 449.486 93.7 520 117.137 2252002 5.575 739.764 132.7 513 302.803 590

Fuente: Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Agropecuarios Nacionales 1988 y 2002.

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2do semestre 2005.

Producción, trabajo y nacionalidad: configuraciones territoriales de la producción hortícola del cinturón verde bonaerense

ROBERTO BENENCIA* y GERMÁN QUARANTA**

1. In troducciónLa sociología y geografía rural y agraria de origen anglosajón pro­

fundizaron en la última década el abordaje de la dimensión espacial de los fenómenos sociales y su impacto en las características de los mismos. Es­tos desarrollos incorporan a sus esquemas analíticos la especificidad del tiempo y del espacio para dar cuenta de los procesos sociales, los cuales se encuentran necesariamente imbricados en escenarios locales, que de­ben ser considerados como un componente tan significativo como las ten­dencias que exceden esos espacios a la hora de explicar dichos procesos.

La diferenciación de las estructuras agrarias y los sistemas produc­tivos fue incorporada con mayor facilidad a partir de estudios históricos sobre el desarrollo del capitalismo en la agricultura. Pfeffer (1983), en su trabajo sobre el origen de grandes sistemas de producción en los EE.UU.,1 afirma que éstos, en gran medida, son resultado de la forma có­

* Investigador del CONICET, Profesor Titular de la Facultad de Agronomía de la Univer­sidad de Buenos Aires, Director del Centro de Estudios y Servicios Rurales (Cederu/FAUBA). be- [email protected]

** Becario Posdoctoral del CONICET con sede en el Área de Empleo y Desarrollo Rural del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales y Docente de la Facultad de Agronomía de la Uni­versidad de Buenos Aires. [email protected]

1. Este autor analiza los siguientes sistemas de producción: California y sus corporaciones agrícolas, que recurren a grandes contingentes de trabajadores asalariados; la producción algodo­nera y la mediería en el sur de ese país, y la agricultura familiar y la producción de cereales en sus planicies de clima templado.

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102 Roberto Benencia y G erm án Q uaranta

mo se resolvieron problemas constitutivos de la producción agrícola, co­mo el acceso estacional a la mano de obra y los riesgos propios de la ac­tividad y el mercado.

Más recientemente se llamó la atención sobre las diferencias que se encuentran en la conformación de nuevos territorios rurales y las dis­tintas modalidades de organización del espacio rural. En términos gene­rales, se parte de la necesidad de considerar la articulación de lo local y no local para entender los procesos de constitución de los territorios ru­rales en determinados escenarios económicos e institucionales. Así, la configuración de estos territorios depende del uso que se haga de esos es­pacios, por ejemplo, agrícola o no agrícola, y de su imbricación en la or­ganización social más amplia (Marsden: 1998).

Otra perspectiva que resulta de gran interés desde el punto de vis­ta sociológico es la que explica diferencias microrregionales en los pro­cesos de reestructuración social y productiva, fundamentalmente a partir de diferentes evoluciones sociales, políticas y culturales. Los estudios de Wells (2000) sobre la producción de frutilla en California y sus cambios entre la mediería y el trabajo asalariado son el ejemplo más acabado de estos estudios. Así, la definición legal de la mediería como trabajo depen­diente -resultado de la lucha social y política- desalentó su utilización frente al trabajo asalariado, y su uso, consecuentemente, disminuyó en las zonas donde se encuentran delegaciones sindicales activas. En cambio, donde predominan productores de origen mexicano, con relaciones de tipo paternalista más acentuadas, y es menor la acción del sindicato, se observa la permanencia de la mediería. La autora diferencia tres zonas según el origen étnico del productor, la tecnología, la relación con los mercados del producto y el funcionamiento de los mercados de trabajo, demostrando la relevancia de las fuerzas sociales y políticas como tam­bién las especificidades locales para entender los procesos de reestructu­ración productiva.

En lo que respecta específicamente a los mercados de trabajo agrí­colas, se señaló su profunda estructuración -en contraposición a lo seña­lado por la economía del trabajo- a partir de relaciones e instituciones so­ciales de bajo grado de formalización, que se diferencian territorialmen­te. Por ejemplo, el trabajo femenino, generalmente no utilizado por dife­rentes consideraciones sociales tanto de los hogares de los trabajadores como de los productores en la actividad cafetalera colombiana, se pre­senta en localidades específicas donde grandes empresas generaron las condiciones necesarias para hacerlo socialmente aceptable (Ortiz: 1999).

En la sociología agraria argentina, entre los estudios que elabora­ron regionalizaciones de los espacios agrarios se destacan aquellos que

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Producció?iy trabajo y nacionalidad 103

diferenciaron mercados de trabajo regionales, aunque, dado su enfoque, no fueron capaces de captar las diferencias existentes en un mismo terri­torio (Bisio y Forni: 1978; Aparicio y Tort: 1981; Benencia: 1985).

En los últimos años se observa, en los distintos equipos de inves­tigación de nuestro medio académico, una clara tendencia a incorporar -con diferente acento y alcance- en sus desarrollos analíticos la dimen­sión espacial en términos sociológicos y su influencia en las configura­ciones territoriales.

En esta dirección se inscriben una importante cantidad de estu­dios de los últimos años. Por ejemplo, los que abordan las diferencias que existen en la estructura agraria y la organización productiva de los valles medios y altos de los ríos Negro y Neuquén en el norte de la Patagonia (Steimbreger y otros: 2003). En un sentido similar, se puede citar la com­paración de las estructuras agrarias, la producción y el trabajo en diferen­tes productos frescos de exportación de distintas regiones de nuestro país (Benencia y Quaranta: 2003a). A la vez que Benencia (2004) estudia el papel que cumplen familias bolivianas en el desarrollo de producciones hortícolas en los cinturones verdes de diferentes ciudades de nuestro país.

Con respecto a la influencia de los aspectos microlocales sobre los mercados de trabajo, recientemente se señaló el funcionamiento diferen­ciado para la vitivinicultura sanjuanina según el entramado de relaciones en el que participan los actores sociales. La organización de la cosecha varía -en gran medida- de acuerdo con la residencia de los productores. Así, los productores urbanos utilizan contratistas y los trabajadores que integran las cuadrillas también presentan residencia urbana. En cambio, los productores que viven en la explotación contratan directamente a los cosecheros y éstos son pobladores rurales vecinos a la explotación. Con­trariamente a las predicciones de la teoría, se observa mayor nivel de conflicto en las cuadrillas de contratistas que en los casos de contratación directa; lo cual se explica -según emerge de entrevistas en profundidad a productores, trabajadores y contratistas- a partir de la existencia de rela­ciones paternalistas que se establecen entre los productores con residen­cia rural y los trabajadores que contratan (Neiman y Blanco: 2003; Nei- man y otros: 2004).

Un intento novedoso y prometedor en esta dirección es el realiza­do a partir de investigaciones que recurren a la perspectiva de los estu­dios culturales y a los enfoques fenomenológicos para el abordaje de es­tos fenómenos. Este perfil de análisis permite entender la participación de los actores en sus propios términos, la constitución de las categorías nativas, y abordar la conformación de sus identidades. En esta dirección

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se ubica el desarrollo teórico de Giarracca y otros (2003), aunque, a nues­tro juicio, el mismo no se recupera en el tratamiento empírico de la in­vestigación, donde prima un perfil más típicamente socio-productivo.

En este marco de discusión, este artículo constituye un primer pa­so, mayormente descriptivo, de un proyecto de investigación2 que busca dar cuenta de las diferentes trayectorias de las zonas productivas del cin­turón hortícola de la Ciudad de Buenos Aires en lo que refiere a la orga­nización social de la producción y de los mercados de trabajo. Así, se analizan las diferentes configuraciones del Area Hortícola Bonaerense (AHB) en lo que a estructura agraria, tecnología, relaciones sociales de trabajo y origen étnico de los productores se refiere.

2. M eto d o lo g íaEn este artículo se caracterizan las zonas tradicionales del AHB a

partir de la información recogida en los Censos Hortícolas de la provin­cia de Buenos Aires 1998 y 2001. Estos censos no relevaron los mismos partidos, de modo que fueron utilizados en forma conjunta para dispo­ner de la información necesaria para todos los partidos del cinturón. Así, los partidos de las zonas sur y oeste fueron relevados en 1998, mientras que los de la zona norte, en 2001. La zona sur comprende los partidos de: La Plata, Florencio Várela, Esteban Echeverría y Berazategui; la oes­te: Moreno, Luján, Gral. Rodríguez, Marcos Paz y La Matanza; la norte: Escobar y Pilar.3

A partir de un procesamiento especial de la información de estos censos se realizó una descripción de las características sociales, produc­tivas y laborales de la horticultura bonaerense.4 Se construyó una tipolo­gía de establecimientos a partir de las formas sociales de trabajo presen­tes en los mismos y se analizaron las variables clásicas de la estructura so­cial agraria (tamaño de la explotación y sistema de tenencia); aspectos

2. UBACyT G014: “Trabajo, producción y territorio en el cinturón hortícola bonaerense”, Director Roberto Benencia.

3. La información referida a los productores de nacionalidad boliviana corresponde a la re­levada en el Censo del año 2001, donde se incluyó esa pregunta. Por tal motivo, esta información incluye en la zona sur las quintas del partido de La Plata; en el norte, Pilar y Escobar, y en el oes­te, Moreno y Luján.

4. Los autores agradecen a Eduardo Pirozzi, de la Dirección de Coordinación de Delegacio­nes de la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación de la Nación; a Héctor Pa­rís, de la Dirección de Economía Agropecuaria del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provin­cia de Buenos Aires, y a Cristina Sabalain, de la Dirección de Estadísticas del Sector Primario del INDEC, por el acceso a la información de base que permitió la realización de estos procesamien­tos especiales.

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productivos (superficie hortícola a campo y bajo cubierta), y mano de obra (familiar, asalariada y mediería).5 Para las diferentes zonas se profun­diza el análisis de los establecimientos según tipo, según la importancia relativa y absoluta de éstos en las mismas, dejando de lado aquellos que no resultan relevantes dado el reducido número de casos.6

La información censal se analiza además a la luz de los trabajos realizados por nuestros equipos de investigación y otros que abordan es­ta temática, así como también, entrevistas que venimos realizando a in­formantes calificados, productores, trabajadores asalariados, medieros, dirigentes de organizaciones, representantes sindicales, etc., para dar cuenta de las diferencias encontradas en las distintas zonas del AHB.

3. Estructura socia l agraria y productiva d el área hortícola b o n a eren se

El cinturón hortícola que rodea a la Ciudad de Buenos Aires ex­perimentó profundos cambios en las últimas décadas, que modificaron, en parte, sus características sociales y productivas. Estas transformacio­nes se expresan diferencialmente en las zonas del cinturón según condi­ciones productivas, sociales, históricas y culturales específicas de cada es­pacio territorial en particular. En general, se observa la expansión de la zona sur, al menos en términos relativos, asociada a la difusión del inver­náculo, y la retracción de las zonas oeste y norte; esta última, además, modificó su perfil social y cultural a partir del predominio de producto­res de origen de nacionalidad boliviana.7

Se trata, como es sabido, de una actividad cuyo origen estuvo marcado por el carácter familiar de las explotaciones y la condición de migrantes de ultramar de los productores, que, en su gran mayoría, eran de nacionalidad italiana, portuguesa o española. Este origen se mantiene en la actualidad en algunos rasgos de las unidades de producción. Sus ti­tulares en muchas ocasiones son descendientes de aquellos migrantes; el régimen jurídico de los establecimientos corresponde en la gran mayoría

5. Se utilizó la información básica para obtener una primera caracterización socioproductiva del cinturón presente en los cuestionarios de ambos censos. La construcción de variables con al­gún grado de complejidad implicó la pérdida de casos, dada la ausencia de información primaria para su construcción. Se optó, dado que las diferencias de subuniversos no eran significativas, por presentar los cuadros con la información total disponible para cada variable, y por tal motivo no siempre coinciden los valores totales presentes en los cuadros del anexo.

6. Los autores agradecen a Mariela Blanco su colaboración en el procesamiento de la informa­ción; así como también a Juan Martín Castro y Rojas, su participación en el análisis de la misma.

7. Como veremos más adelante, los productores de nacionalidad boliviana están presentes en todo el cinturón, sólo que en la zona norte son mayoría

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de los casos a personas físicas, y en las unidades más capitalizadas suele encontrarse junto al trabajo del titular la participación laboral de algún otro familiar.

Los procesos de diferenciación social que atravesaron a estas es­tructuras sociales y agrarias desembocaron en la conformación de un conjunto diverso de explotaciones, según las formas sociales de trabajo y la organización laboral presentes en ellas. El origen familiar de éstas, co­mo se mencionó anteriormente, está presente en el trabajo del productor y de miembros de su familia, ya sea de gestión o directo. Igualmente, a partir de la incorporación de trabajadores permanentes ajenos a la fami­lia del productor, sea como asalariados o medieros, se pueden distinguir cuatro tipos de explotaciones: primero, aquellas donde el trabajo perma­nente corresponde únicamente al productor y sus familiares, pudiéndose sumar trabajadores asalariados temporariamente (explotaciones familia­res); segundo, aquellas donde se incorporan trabajadores ajenos a la fa­milia del productor solamente bajo la forma de asalariamiento (empresas familiares con asalariados); tercero, aquellas donde los ajenos son contra­tados únicamente a partir de relaciones de mediería (empresas familiares con medieros);8 cuarto, y último, los casos que utilizan asalariados y me­dieros conjuntamente (empresas familiares con medieros y asalariados).9

La distribución de los establecimientos hortícolas muestra diferen­cias según zona del cinturón. Un dato a destacar es la importancia de las explotaciones familiares en toda el área, ya que en el sur y en el oeste al­canzan a la mitad del total, en tanto que este valor es todavía más eleva­do en el norte, donde siete de cada diez unidades corresponden a este ti­po de quintas (Cuadro N° 1).

Los establecimientos que incorporan trabajadores ajenos a la fa­milia del productor presentan un comportamiento diferencial según zo­na productiva. Así, en el oeste las empresas familiares con asalariados su­peran el 40% de los casos, y en el sur, en cambio, las quintas que utilizan medieros -ya sea en exclusividad (empresas familiares con medieros) o combinados con asalariados (empresas familiares con medieros y asala­riados)- alcanzan casi el 35% del conjunto.

8. La mediería en la horticultura bonaerense constituye una relación de producción que se desplaza desde una relación dependiente de trabajo no salarial, ya que su remuneración es una proporción del valor de la venta de la producción y no un salario, a una sociedad capital-trabajo donde el mediero es un socio menor. En estos casos, igualmente marcados por la asimetría, el me­die ro puede realizar algún aporte además de la fuerza de trabajo, desdibujándose la típica relación de trabajo dependiente (Benencia y Quaranta: 2003b).

9. Dada la presencia de trabajo del grupo doméstico del productor en estas explotaciones empresariales, se decidió calificarlas con el adjetivo de familiares.

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C uadro í . Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según zona.Tipo Zona Sur Zona Norte Zona Oeste

Explotaciones 486 106 95familiares (53,2%) (70,6%) (50%)

Empresas familiares 113 17 80con asalariados (12,4%) (11,4%) (42,1%)

Empresas familiares 264 22 12con medieros (28,9%) (14,7%) (6,3%)

Empresas familiares con 50 5 3medieros y asalariados (5,5%) (3,3%) (1,6%)

Total 913(100%)

150(100%)

190(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos de tos Censos Hortícolas FYov. Bs. As. 1998 y 2001

En términos generales, se destaca: la presencia de explotaciones familiares en el conjunto del AHB; la importancia de las empresas fami­liares con asalariados en el oeste, y de las empresas familiares con medie- ros en el sur.10

Las distribución de las explotaciones según estrato de tamaño, forma de tenencia y tipo de explotación muestra algunos comportamien­tos destacables según zona del cinturón. En el norte se observa que más de 2/3 de los establecimientos tienen menos de 5 ha, y que casi 2/4 de éstos son explotaciones familiares. Estas tienen, en promedio, una super­ficie total de 5,7 ha, siendo el valor promedio para el conjunto de 6,5 ha. A su vez, algo más de la mitad de las quintas de la zona se ubican en la categoría de forma de tenencia correspondiente a sólo arrendamiento, de las cuales también cerca de 3/4 son explotaciones familiares. En esta zo­na prácticamente la totalidad de las quintas no supera las diez hectáreas (Ver Anexo de Cuadros).

En la zona sur, algo más de la mitad de los establecimientos tie­nen menos de cinco hectáreas, y casi siete de cada diez de éstos son ex­plotaciones familiares cuya superficie total promedio es de 5,5 ha. A su vez, la participación de las explotaciones familiares es mucho más eleva­da dentro del subuniverso de las explotaciones que disponen de tierras exclusivamente en arrendamiento.

Las empresas familiares con medieros se distribuyen de modo re­lativamente similar entre los tres primeros estratos de tamaño de super­

10. En un trabajo anterior se habían señalado las diferencias existentes en las formas de orga­nización y las relaciones de trabajo entre los partidos de la zona sur y los de la zona oeste (Benen- cia: 1996).

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ficie, con cierta presencia en el estrato superior. Por su parte, entre los es­tablecimientos que tienen más de 10 hectáreas -el 26% de las unidades-, el 35% corresponde a empresas familiares con medieros11 y el 66% a em­presas familiares con medieros y asalariados. Para el primero de estos ti­pos la superficie total promedio alcanza las 10 ha, y para el segundo su­pera las 20 ha.

La zona oeste, que presenta la superficie total promedio más ele­vada -con un valor de casi 14 hectáreas-, muestra para las explotaciones familiares un comportamiento similar al de las otras zonas. Así, casi seis de cada diez de estos establecimientos tienen menos de 5 ha y explican el 75% de los casos de este estrato de tamaño. Además, casi siete de ca­da diez de las explotaciones familiares poseen tierra solamente en arren­damiento; a la vez que la mitad de los establecimientos que disponen de tierra sólo en arrendamiento se ubican en el primer estrato de superficie, con menos de 5 ha de tierra.

Las empresas familiares con asalariados11 12 se reparten, aproxima­damente, en partes iguales entre los dos primeros estratos que compren­den a las unidades que alcanzan hasta las 10 ha y los dos estratos supe­riores, que sobrepasan ese valor. La superficie total promedio para este tipo de unidad es de alrededor de 20 ha.

Encontramos para el conjunto del cinturón una asociación impor­tante entre explotaciones familiares y unidades de producción ubicadas en el primer estrato de superficie (hasta 5 ha), así como también la fuer­te presencia de formas de tenencia exclusivamente en arrendamiento. Los casos que combinan los tres elementos evidencian, según lo obser­vado en terreno, procesos de movilidad social de antiguos medieros que logran establecerse como productores.13 Este fenómeno comprobado, como veremos más adelante, para el caso de medieros bolivianos, tam­bién se podría estar produciendo para medieros provenientes de otras provincias de nuestro país.14

Entre las explotaciones familiares aparecen aquellas que atravie­san procesos de descapitalización, que se expresan en sus cultivos, sus

11. El resto de estas unidades se distribuye de la siguiente manera: 28% en el estrato de cinco a diez hectáreas y 37% en el de menos de cinco.

12. Recuérdese que no se analizan para esta zona las explotaciones que utilizan medieros, da­da su escasa relevancia

13. Estos procesos fueron estudiados a partir de las trayectorias de hogares de bolivianos en la horticultura del cinturón y de las estrategias productivas y de vida desplegadas por los mismos para acceder al arriendo e, inclusive, a la propiedad de la tierra (Benencia: 1999).

14. Encontramos en terreno para la zona sur la presencia de medieros de provincias del no­roeste de nuestro país, fundamentalmente jujeños. Inclusive, en algunos casos se observó la exis­tencia de medieros santiagueños, aunque éstos se desempeñan mayor y tradicionalmente como asalariados.

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prácticas y su tecnología, y que además se caracterizan por la presencia de productores de edad avanzada y la ausencia de hijos u otro familiar que continúe con la actividad de la quinta. Esta situación fue explicada a partir de una estrategia productiva basada en una lógica de resistencia (Benencia: 1994 y 2001),15 que podríamos catalogar de carácter defensi­vo, ligada a procesos de antiguas unidades que en el mediano o largo pla­zo tienden a desaparecer y a procesos de movilidad social descendentes.

Por otra parte, se observan -como se mencionó líneas arriba- pro­cesos de movilidad social en explotaciones familiares de antiguos medie- ros bolivianos que igualmente enfrentan problemas de disposición de tie­rra y capital. En estos casos, las estrategias resistenciales adquieren otro cariz, dado que se integran a procesos de movilidad social ascendente y a unidades de producción de reciente conformación.16

Las empresas familiares que utilizan en exclusividad medieros (en la zona sur) o asalariados (en la oeste) tienen presencia en los diferentes estratos de tamaño, pero la superficie promedio es marcadamente supe­rior para las empresas familiares con asalariados en el oeste. Por su par­te, las empresas familiares con medieros y asalariados en el sur presentan valores similares a las últimas. En estas unidades predomina en general la tenencia de la tierra en propiedad. Apareciendo entre las empresas fami­liares con mediero y las con asalariados algunas unidades con tierra en arrendamiento solamente; planteándose el interrogante acerca de si se trata de una continuidad de los procesos de movilidad social señalados anteriormente.

Un grupo reducido de unidades, pero significativo entre las em­presas familiares con medieros y asalariados, combina la tierra en propie­dad con el arrendamiento en el marco de lo que se denominó estrategia de expansión flexible (Benencia: 1994). Probablemente, la menor magni­tud de este fenómeno esté asociada a la posibilidad de intensificar la pro­ducción a partir de la adopción del invernáculo, sin necesidad de incor­porar tierra adicional a partir del arrendamiento.

También se observan diferencias en la superficie hortícola prome­dio de estas explotaciones, según tipo y zona. Las zonas sur y norte pre­

15. Igualmente, no se pueden restringir las explotaciones familiares a situaciones de descapi­talización, ya que existen indicios de situaciones contrarias, como por ejemplo la presencia de in­vernáculos en este tipo de unidades en el sur.

16. Es común encontrar en los estudios del mundo andino referencias al impacto que genera en su organización social la relación con otros espacios y sociedades a partir -por ejemplo- de la movilidad de los pobladores (Preston: 2003). Igualmente significativo sería analizar el papel que juegan instituciones y principios de organización social propios del mundo andino en los proce­sos de las sociedades de destino de sus migrantes; como, por ejemplo, en el AHB y en los men­cionados fenómenos de movilidad social.

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sentan un comportamiento similar sobre el promedio de superficie hor­tícola, aunque debe recordarse que el número de establecimientos en el sur prácticamente se multiplica por diez con respecto al norte; a su vez - como veremos más adelante-, en la primera se encuentra ampliamente difundido el invernáculo, con la consecuente intensificación del uso de la tierra que este implica (Cuadro N° 2).C uadro 2. Superficie hortícola media en hectáreas de las explotaciones por tipo, según zonaTipo Zona Sur Zona Norte Zona Oeste

Sup. Hort. Sup. Tot. Sup. Hort. Sup. Tot. Sup. Hort. Sup. Tot.

Explotaciones familiares 3,4 5,5 4,1 5,7 4,1 6,1Empresas familiares con asalariados 7,5 17,6 6,5 7,7 14,4 21,3Empresas familiares con medieros 6,6 10 6,6 7,3 14,4 19,6

Empresas familiares con medieros y asalariados 13,7 21,7 10,4 11,5 26,8 35

Total 5,5 9,5 5 6,5 9,5 13,9

Fuente: Elaboración propia sobre datos de los Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001

La zona oeste duplica los valores de todos los tipos, con excep­ción de las explotaciones familiares. Este dato también debe ser interpre­tado en el marco de una horticultura extensiva a campo y dedicada pre­dominantemente al cultivo de verduras de hoja y de cruciferas. Es decir, sería erróneo asociar el mayor tamaño de estas quintas a mejor tecnolo­gía y mayor productividad.

El comportamiento de la superficie hortícola promedio de las ex­plotaciones familiares ronda las 3,5 ha y las 4 ha para las tres zonas. Las empresas familiares con asalariados en el oeste duplican este valor con respecto a las del sur, y -en esta última zona- este valor es de 6,5 ha pa­ra las empresas familiares con medieros, así como las empresas familia­res con medieros y asalariados presentan una superficie hortícola prome­dio similar a la de las empresas familiares con asalariados del oeste, con el agregado -como veremos más adelante- de la amplia difusión del in­vernáculo entre las mismas.

La distribución de la superficie hortícola constituye un indicador indirecto de la concentración de la producción, aunque seguramente su­bestima el grado de esta última, dada la mayor productividad de las uni­dades empresariales, consecuencia de su superior nivel tecnológico.

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De este modo, en el oeste las explotaciones familiares -que repre­sentan el 50% del total- dan cuenta del 21% de la superficie hortícola, en tanto que las empresas familiares con asalariados -el 42% del conjunto- explican el 64% de la superficie, correspondiendo el 15% restante de la superficie al 8% de los establecimientos. Así, el 50% de las empresas fa­miliares con asalariados o con medieros17 tienen en producción casi 8 de cada 10 hectáreas hortícolas de la zona.

Por su parte, en el sur, las explotaciones familiares -cerca de la mi­tad del total- explican el 32% de la superficie. En tanto que aproximada­mente el 35% de las quintas -empresas familiares con medieros o con me­dieros y asalariados- dan cuenta del 50% de la superficie en producción. El 18% restante de dicha superficie es explicado por el 12,4% compren­dido por las empresas familiares con asalariados. Aquí, las empresas fa­miliares en conjunto explican el 68% de la superficie hortícola.

Se observa, de este modo, cierta concentración de la superficie hortícola entre las empresas familiares, situación que se acentúa para la zona oeste.

Un aspecto que debemos remarcar es la presencia de diferentes si­tuaciones que pueden encontrarse tanto al interior de las empresas fami­liares con asalariados como de las empresas familiares con medieros.

Si diferenciamos, para las empresas familiares con asalariados, tres estratos según el número de permanentes ajenos a la familia del produc­tor que contratan estas unidades, podemos distinguir aquellas que tienen hasta dos asalariados, las que tienen de tres a cinco, y las que tienen más de cinco.

En la zona sur para el primer estrato, que da cuenta del 60% de es­tas unidades, la superficie hortícola promedio es de aproximadamente de 4 ha; para el segundo, con el 18% de las quintas, de algo más de 8 ha, y para el tercero, con el 12% de las unidades, ese valor se acerca a las 26 ha.

Por su parte, en el oeste, el primer estrato -con el 53% de los casos- presenta una superficie hortícola promedio de algo más de 8 ha; el segun­do -con el 32% de las unidades- tiene una media de casi 15 ha, y el últi­mo -con el 15% de los establecimientos hortícolas- alcanza casi las 40 ha.

En el oeste, tomando en cuenta los estratos según número de asa­lariados permanentes, se evidencia el carácter más extensivo de su horti­cultura, con valores de superficie hortícola promedio que duplican en to­dos los casos los del sur. Igualmente, se destaca la relevancia numérica de aquellos que contratan hasta dos asalariados, entre este tipo de estableci­mientos.

17. En esta zona es muy poco relevante el número que contrata ambos tipos de trabajadores simultáneamente.

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Tomando como indicador global del nivel tecnológico de las ex­plotaciones la difusión del invernáculo en las distintas zonas, se observa que sólo en el sur esta tecnología tiene un presencia significativa, encon­trándose en el 54% de los casos. En cambio, en el oeste sólo tienen cul­tivos bajo cubierta el 14,2% de las quintas, en tanto que en el norte se ob­serva una situación similar, existiendo esta tecnología únicamente en el 18% de las unidades (ver Anexo de Cuadros).

En la zona sur, donde se encuentra ampliamente difundido el in­vernáculo, se puede observar su presencia en todo tipo de unidades, aun­que se acentúa en los casos donde existen relaciones de mediería. Así, dispone de algún tipo de invernáculo el 42% de las explotaciones fami­liares; el 55% de las empresas familiares con asalariados; el 70,5% de las empresas familiares con medieros, y el 84% de las empresas familiares con medieros y asalariados.

La superficie de horticultura bajo cubierta promedio en las empre­sas familiares con medieros o con asalariados se duplica con respecto a las quintas familiares y se triplica para las empresas familiares con medie- ros y asalariados.

En las empresas familiares con medieros,18 como ya se mencionó, se pueden observar algunas diferencias según el número de medieros que se contraten en los establecimientos. Así, el 53,2% de estas quintas tiene un solo mediero; el 26,6%, dos, y el 20,2%, tres o más.

A la vez que el 55% de estos productores sólo produce en la tie­rra asignada a los medieros, mientras que la otra mitad además lleva ade­lante actividad hortícola con trabajo familiar, pudiendo contratar o no trabajadores transitorios para la misma. Como se mencionó anteriormen­te, es elevada la presencia de invernáculo en estas unidades, que se acen­túa a medida que se incrementa el número de medieros. De este modo, el 60% de las quintas con un solo mediero produce a campo e inverná­culo; el 68% de las unidades, con dos, y el 77,5% de aquellas que tienen tres o más medieros.

Las unidades que sólo producen a campo -alrededor de un tercio- presentan 10% más de establecimientos con un solo mediero en compa­ración con aquellas que también lo hacen bajo cubierta. Y estas últimas, en comparación con aquéllas, presentan 10% más de quintas con tres o más medieros.

Para las empresas con mediero que sólo producen a campo se ob­serva en la superficie hortícola promedio una diferencia importante en­tre las que utilizan un único mediero con 5,2 ha por un lado y, por otro,

18. Nos concentramos en la zona sur, dada la relevancia que presentan estas unidades.

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las que utilizan dos o más medieros, por encima de las 10 ha. Además, en el primer caso es mayor la superficie en producción con mano de obra del familiar del productor que la llevada adelante por el mediero y su grupo doméstico; en cambio, para los otros casos esta relación es la inversa.

Por su parte, las que disponen de invernáculo muestran, en térmi­nos generales, un comportamiento similar para los promedios de super­ficie hortícola en los casos con uno y dos medieros,19 diferenciándose la superficie media en producción bajo relaciones de mediería, que se incre­menta en un hectárea para las quintas con dos medieros. En cambio, en las quintas donde contratan tres o más medieros se observa, como era de esperar, un importante incremento de estos valores. Estos establecimien­tos tienen en promedio una superficie hortícola de 13,1 ha, y el prome­dio de cultivo bajo cubierta es de 2,4 ha.20

Son significativas en términos numéricos las unidades que contra­tan un solo mediero; igualmente llamativo resulta para los casos que no disponen de invernáculo que sea mayor la superficie trabajada por el mis­mo productor que la incorporada bajo relaciones de mediería.

El AHB muestra distintas características según tipo de estableci­miento en lo que respecta a su perfil productivo y relaciones de trabajo. La zona norte se caracteriza por las pequeñas explotaciones de tipo fa­miliar bajo arriendo.21 En el oeste se presenta una horticultura a campo y extensiva con los valores medios y generales más elevados de superfi­cie total y en producción. En el sur, la difusión de la mediería y el inver­náculo son el rasgo distintivo, y las empresas familiares con medieros y asalariados -las de mayor capitalización- se destacan por presentar valo­res promedio próximos al oeste, pero con la incorporación generalizada de invernáculos y la consecuente intensificación de la producción que el uso de esta tecnología implica.

Las empresas familiares con asalariados que sólo contratan un tra­bajador ajeno al grupo doméstico del productor seguramente muestran una lógica más próxima a las explotaciones familiares que a las empresas de este tipo. Esto se puede comprobar por los valores de superficie total

19. Las quintas con un mediero e invernáculo tienen los siguientes valores promedio: super­ficie hortícola (4,5 ha), producción bajo administración (2,5 ha), producción bajo mediería (3,2 ha), producción a campo (3,7 ha) y bajo invernáculo (0,8 ha). En tanto que los establecimientos con dos medieros, muestran los siguientes valores: superficie hortícola (5,2 ha), producción bajo administración (2,3 ha), producción bajo mediería (4,3 ha), producción a campo (4,1 ha) y bajo in­vernáculo (1,1 ha).

20. Además presentan las siguientes superficies promedio: hectáreas producidas bajo adminis­tración 8,8; en mediería, 9,6, y 10,8 de cultivos a campo.

21. Como se demostró, esta situación es común para el conjunto de las explotaciones fami­liares.

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y hortícola observados para estos casos. Lo mismo se puede señalar pa­ra las empresas familiares que contratan un único mediero y el produc­tor trabaja por su cuenta mayor cantidad de tierra que la puesta en pro­ducción bajo relaciones de mediería.

El AHB se caracteriza por su heterogeneidad social y productiva en lo que a tipo de explotación, productor, tecnología y formas sociales de trabajo se refiere. Inclusive, esta heterogeneidad se expresa al interior de los tipos de establecimientos diferenciados, mostrando el complejo entramado de procesos diferenciación que afecta a estas unidades. En es­te sentido, la incorporación de un asalariado o de un mediero no necesa­riamente implica un quiebre radical con respecto a la organización de una explotación familiar.22 Además, estas situaciones, que comúnmente fueron clasificadas como “transicionales”, pueden resultar más persisten­tes que lo señalado por la teoría.23

En este sentido, es útil recordar la complejidad y las múltiples di­recciones que pueden expresarse en los procesos de diferenciación social, así como la heterogeneidad de situaciones resultantes en las estructuras sociales agrarias (Murmis: 1998).

El AHB presenta unidades que persisten en situaciones de desca­pitalización crónica (explotaciones familiares de antiguos productores); otras que se capitalizan de modo limitado, donde las redes sociales de sus titulares y sus estrategias de hogar permiten sostener la unidad (explota­ciones familiares de bolivianos conformadas recientemente); otras que avanzan en los procesos de capitalización, pero sin despegarse totalmen­te de los casos anteriores (unidades con un único asalariado o mediero); otras que logran mantener niveles de capitalización que permiten soste­ner la actividad y, finalmente, aquellas que logran procesos sostenidos y ampliados de acumulación.

4. La m an o d e obra y las re la c io n es d e trabajoLa disímil importancia de los diferentes tipos de establecimientos

en las zonas del cinturón hortícola de la Ciudad de Buenos Aires reflejan la presencia diferencial de categorías ocupacionales y su combinación en la organización del proceso productivo y laboral.

22. Para la región pampeana en términos agregados se señala la importancia numérica de las unidades que contratan un único asalariado permanente (Neiman y otros: 2003), así como tam­bién, la persistencia de rasgos propios de explotaciones familiares entre ellas (Balsa: 2002).

23. El trabajo de campo del proyecto de investigación en curso nos permitirá abordar y expli­car la lógica de este tipo de explotaciones.

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Producción, trabajo y nacionalidad 115

En términos generales, las tres zonas presentan trabajo del pro­ductor y de sus familiares; estos últimos muestran una participación simi­lar sobre el total para las zonas sur y norte, pero dicha participación des­ciende para la zona oeste (Cuadro N° 3).Cuadro 3. M ano de obra perm anente por categoría ocupacional, según zona.Categoría ocupacional Zona sur Zona norte Zona oeste

Productores 913(18,4%) 166(25,1%) 231 (24%)Familiares del productor 1927 (38,7%) 270(40,9%) 280 (29%)Asalariados 609(12,2%) 91 (13,8%) 358 (37,2%)Medieros 659 (13,3%) 52 (7,9%) 35 (3,6%)Familiares del mediero 863(17,4%) 81 (12,3%) 59 (6,2%)

Total 4971 (100%) 660 (100%) 963 (100%)

Fuente: Elaboración propia en base a los Censos Hortícolas de la Prov. Bs. As. 1998 y 2001 .

Resalta, como era de esperar dado el tipo de unidades predomi­nantes, el comportamiento diferencial de las zonas sur y oeste con res­pecto a la categoría ocupacional bajo las cuales se incorporan trabajado­res ajenos a la familia. De este modo, en el oeste el 37,2% de esta mano de obra corresponde a trabajadores asalariados que explican casi ocho de cada diez trabajadores no familiares. Mientras que en el sur, el 30,7% de la mano de obra de esta categoría ocupacional es aportada por los me- dieros y sus familiares, que dan cuenta de algo más de siete de cada diez trabajadores no familiares de la zona.

En las explotaciones familiares trabajan de forma permanente en pro­medio 3,1 personas en el sur, y 3,6 en el norte, y la misma cantidad en el oeste. Estas explotaciones explican en el sur el 30% del total de la mano de obra; el 56% en el norte, y 34% en el oeste (Ver Anexo de Cuadros).

En las empresas familiares con asalariados se observan comporta­mientos diferenciales entre el oeste y el sur. Para la primera de las zonas, estas unidades dan cuenta del 51% de la mano de obra, en tanto que pa­ra el sur ese valor se reduce al 18%. Además, la composición de esa ma­no de obra según categoría ocupacional muestra diferencias significati­vas. Así, en el sur los productores y sus familiares explican el 65% de la mano de obra de las empresas familiares con asalariados, aportando en promedio 5,2 personas por establecimiento, siendo ese valor para los asa­lariados de 2,8. Desde ya que este comportamiento varía entre las unida­des que contratan un único asalariado respecto de aquellas que contra­tan más de cinco.

En cambio, en el oeste las empresas familiares con asalariados -principal tipo de la zona- explican el 51% del total de la mano de obra,

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descendiendo, en comparación con el sur, el aporte del productor y sus familiares al 31% del total, con 2,1 personas en promedio por estableci­miento; en tanto que ese valor es de 4,5 para los asalariados de estas uni­dades. Así, en las empresas familiares con asalariados se observa en el sur una mayor presencia de familiares, y de asalariados en el oeste.

Por su parte, las empresas fam iliares con medieros del sur compren­den el 37% de la mano de obra de los establecimientos de la zona. Los productores y sus familiares representan el 34,6% de la fuerza de trabajo de estas unidades, con 2,4 personas en promedio. El 66,4% restante es aportado por los medieros y su propia mano de obra, con una media de4,5 trabajadores por establecimiento.

Finalmente, también para el sur, las empresas familiares con medieros y asalariados, que sólo explican el 15% del total de la mano de obra de esa zona, son igualmente significativas dado que muestran un comporta­miento netamente empresarial. Los productores y sus familiares sólo aportan el 16,5% de la fuerza de trabajo, con 2,4 personas en promedio; los medieros y su propia mano de obra, el 63,5% con 9,1, y los asalaria­dos el 20%, con una media de 3,1 personas.

Se destaca el origen familiar de esta horticultura, como se mencio­nó al principio del punto anterior, por la importancia ya demostrada de las explotaciones familiares, así como también por el aporte de la mano de obra de estas unidades. Además, en las unidades consideradas de ca­rácter empresarial se puede observar la presencia de trabajo del produc­tor y sus familiares, siendo muy similar el promedio de éstos por estable­cimiento en los distintos tipos y zonas considerados en el análisis, con ex­cepción de las empresas familiares con asalariados de la zona sur, donde estos valores se elevan considerablemente.

Resulta interesante remarcar el comportamiento de los estableci­mientos más capitalizados del AHB. Así, las empresas familiares con me­dieros y asalariados del sur reducen, aunque manteniendo el promedio, la participación del productor y sus familiares en el total de fuerza de tra­bajo. En esta zona, como es de esperar, decrece progresivamente la par­ticipación del trabajo familiar en los establecimientos empresariales a me­dida que se incrementa la capitalización de las unidades, destacándose entre éstas la fuerte presencia de medieros con el aporte de su propia ma­no de obra.

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5. Los productores boliv ian os en la horticultura b o n a eren se

Considerando -como se explicó en el apartado metodológico- las explotaciones de los partidos del norte, de La Plata (como referente de la zona sur), y de Moreno y Lujan (como referentes de la zona oeste), en­contramos que casi cuatro de cada diez establecimientos corresponden a productores de nacionalidad boliviana.

Para la zona norte y para la zona oeste este valor supera el 50% de los casos; en cambio, en la sur desciende, a una cifra igualmente signifi­cativa, de casi un tercio de las explotaciones. Dada la magnitud de la hor­ticultura platense, ese tercio de las unidades del partido explica el 55% de las quintas de productores bolivianos de los partidos considerados (Cua­dro N° 4).Cuadro 4. Distribución de los productores hortícolas en las zonas de referencia, según nacionalidad.Nacionalidad de los productores Sur

ZonaNorte Oeste Total

Argentina 248 46 30 32457.3% 32.6% 44.1% 50.5%

Bolivia 139 77 36 25232.1% 54.6% 52.9% 39.3%

Otros países 46 18 2 6610.6% 12.8% 2.9% 10.2%

Total 433 141 68 642100% 100% 100% 100%

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola de la Provincia de Buenos Aires 2001.

En la categoría correspondiente a productores de otros países, que representan en la actualidad el 10%, se encuentran algunos de los pione­ros portugueses, italianos y españoles de la horticultura bonaerense, sien­do muchos de los productores de nacionalidad argentina descendientes de aquéllos.

Para el conjunto del AHB, algo más de seis de cada diez estable­cimientos de productores bolivianos corresponden a explotaciones fami­liares. Este valor es similar para el norte y el sur, y desciende a la mitad de las unidades en el oeste (Cuadro N° 5).

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C uadro 5. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas de productores boli­vianos por tipo, según zonaTipo Zona Sur Zona Norte Zona Oeste

Explotaciones 89 48 18familiares (64%) (64,9%) (50%)Empresas familiares 27 20 6con asalariados (19,4%) (27%) (16,7%)Empresas familiares 20 5 6con medieros (14,4%) (6,8) (16,7%)Empresas familiares con 3 1 6medieros y asalariados (2,2%) (1,4%) (16,7%)

Total 139(100%)

74(100%)

36(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

En el sur, entre las empresas familiares de productores bolivianos -a la inversa que para el comportamiento agregado de la zona- tienen si­milar importancia las que utilizan trabajo asalariado sin recurrir a medie- ros y las que utilizan medieros ya sea en exclusividad o con asalariados. En el norte, las empresas se concentran en las familiares con asalariados, y en el oeste se reparten -con un número más reducido de casos- entre los diferentes tipos.

Los productores de nacionalidad boliviana para el conjunto del AHB acceden a la tierra en algo más de siete de cada diez casos bajo la forma de arrendamiento en exclusividad, a la vez que algo menos de 1/4 de los mismos alcanzaron la propiedad de la tierra.C uadro 6. Productores hortícolas bolivianos del AHB, según formas de tenencia.Formas de tenencia de la tierra N° absolutos %

Sólo propiedad 59 23,7Propiedad y arrendamiento 6 2,4Sólo arrendamiento 184 73,9

Total 249 100.0

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola de la Provincia de Buenos Aires 2001 .

Para el conjunto del AHB la distribución de los establecimientos según forma de tenencia no muestra diferencias significativas para los distintos tipos de unidades. En cambio, si analizamos esta distribución por zona del cinturón, se observa que el sur y el norte muestran un com­portamiento semejante al conjunto, mientras que en el oeste sólo uno de

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cada diez productores son propietarios. Es decir que el acceso a la pro­piedad de la tierra entre los horticultores bolivianos se encuentra algo más difundido en el sur y en el norte que en el oeste.

En la zona norte, la proporción de productores bolivianos pro­pietarios es mayor en el partido de Pilar que en el de Escobar. Esto evi­dencia el corrimiento, mencionado por varios informantes clave, hacia ese partido por causa de la disponibilidad de tierra y su menor costo (Benencia: 2004). Podemos observar, de este modo, en los procesos de movilidad social analizados según la noción de escalera hortícola boli­viana (Benencia: 1999) la influencia de los diferentes espacios socio-pro­ductivos en las condiciones y características que adquieren y explican los mismos.24

El tamaño medio de estos establecimientos es de 5,2 ha, incre­mentándose para los exclusivamente propietarios a 7,8 ha, y descendien­do a 4,1 ha para los exclusivamente arrendatarios. En tanto que la super­ficie hortícola promedio es para el conjunto de 3 ha, siendo para los ex­clusivamente propietarios de 3,3 ha, y para los exclusivamente arrenda­tarios de 2,6 ha. Por otro lado, no se observan diferencias de importan­cia en el valor promedio de hectáreas hortícolas según tipo de estableci­miento, ubicándose todos los valores entre 3,5 ha y 4 hectáreas.

Con respecto a la presencia de invernáculos, casi tres de cada diez quintas de productores bolivianos disponen de esta infraestructura, y al igual que para el conjunto de productores, su presencia es mayoritaria en el sur. Así, el 80% de los establecimientos de productores de nacionali­dad boliviana con invernáculo se encuentra en esa zona. La presencia de invernáculo en las quintas en propiedad comprende el 35% de los casos; mientras que para las unidades bajo arrendamiento, desciende al 25%; además, no se observan diferencias según tipo de establecimiento. Este comportamiento es distinto que lo que acontece para el conjunto de las quintas, pudiendo estar indicando la existencia de situaciones no tan di­ferenciadas con respecto a la capitalización entre los distintos tipos de unidades.25

24. En la mencionada investigación en curso, además de profundizar este escenario, se estu­dia para el partido de La Plata la ubicación geográfica de las quintas propiedad de productores bolivianos y se analiza si existe un patrón específico que explique la localización de las mismas.

25. Igualmente, se trata de productores que pueden subdeclarar más acentuadamente los va­lores de sus unidades dada su condición original de migrantes limítrofes, la presencia de econo­mía informal y sus tradicionalmente tensas relaciones con diferentes agentes estatales. Esto últi­mo podría estar avalado por el hecho de que no se observa entre las empresas familiares con me- dieros y las empresas familiares con asalariados una mayor concentración en aquellas que contra­tan un único mediero y las que toman un solo asalariado.

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6. C on clu sion esLas quintas hortícolas del cinturón de la Ciudad de Buenos Aires

presentan diferencias en lo que respecta a sus características socio-pro­ductivas, según zona y tipo de establecimiento.

En todas las zonas se observa alta presencia de explotaciones fa­miliares, aunque en el norte son la mayoría de los establecimientos. La zona sur, que explica gran parte de las unidades de producción del cin­turón, se caracteriza por la presencia de relaciones de mediería y la difu­sión del invernáculo. El oeste, por su parte, presenta como rasgos distin­tivos la utilización del trabajo asalariado en las explotaciones empresaria­les y el carácter extensivo de la actividad.

La diversidad de establecimientos presentes en el área es un refle­jo de la complejidad de los fenómenos de diferenciación social que atra­viesan las estructuras agrarias. Entre las explotaciones familiares, que en general tienen menos de 5 ha y una alta proporción de tenencia en arriendo en exclusividad, surgen -al menos- dos situaciones diferenciadas. Por un lado, las antiguas explotaciones descapitalizadas en procesos -más o menos prolongados- de desaparición de productores de origen local y de edad avanzada. Y, por otro, nuevas explotaciones de productores bo­livianos con problemas de disposición de tierra y de capital, pero en pro­cesos -más o menos restringidos- de expansión.

Las unidades empresariales se caracterizan por la presencia de tra­bajo de gestión y /o directo del productor y de algunos de sus familiares. Entre estas unidades, en la zona sur, fundamentalmente, encontramos aquellas donde prima el trabajo familiar y que sólo contratan hasta dos asalariados, cuya lógica de producción seguramente se encuentra más próxima a una explotación familiar. Esto mismo se puede afirmar para las explotaciones que sólo contratan un mediero -que comúnmente no po­seen invernáculo-, que disponen de mayor cantidad de tierra en produc­ción trabajada por el productor y su familia que la llevada adelante por el mediero.

En la zona sur aparece como uno de sus rasgos distintivos la incor­poración de ajenos a la familia del productor bajo la modalidad de medie- ría. Además, estas unidades se caracterizan por una mayor presencia de invernáculos en ellas; inclusive, a medida que se incrementa el número de medieros es mayor la probabilidad de que el establecimiento disponga de esta tecnología. Finalmente, la existencia de invernáculo se acentúa toda­vía más en las empresas familiares con medieros y asalariados.

Las empresas familiares con asalariados -tipo de mayor relevancia productiva del oeste- presentan diferencias entre el oeste y el sur. En es­te último escenario se observa una fuerte presencia de trabajo del produc-

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tor y de algún familiar, que en promedio supera la participación de los asalariados, mientras que en el primero el trabajo del titular y su grupo doméstico se concentra en la dirección o tareas clave y es complemen­tario del trabajo asalariado, que explica el mayor aporte de mano de obra.

Finalmente, los productores bolivianos mayormente se encuen­tran al frente de explotaciones familiares cuya forma de tenencia corres­ponde al arrendamiento en exclusividad. Los casos de empresas familia­res de titulares de nacionalidad boliviana presentan, en comparación con el total, una presencia más importante de aquellas con asalariados, que superan a las que utilizan medieros.

Este artículo demostró la diversidad de situaciones presentes en AHB y su relación con las distintas zonas de la misma. A partir de las in­vestigaciones en curso se dará cuenta de los motivos que explican esta di­versidad de configuraciones territoriales.

7. A nexo cuadros

Cuadro 1. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según tama­ño de estrato, en zona sur.Tipo Menos de 5 5 -1 0 1 1 -1 9 20 y más Total

Explotaciones 331 97 46 12 486familiares (66,9%) (51,1%) (29,9%) (16,2%) (53,2%)Empresas familiares 56 14 26 17 113con asalariados (11,3%) (7,3%) (16,9%) (23%) (12,3%)Empresas familiar 97 73 66 28 264con medieros (19,6%) (38,4%) (42,8%) (37,8%) (29%)Empresas familiar con 11 6 16 17 50asalariados y medieros (2.2%) (3,2%) (10,4%) (23%) (5,5%)

Total 495(100%)

190(100%)

154(100%)

74(100%)

913(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

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Cuadro 2. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según tama­ño de estrato, en zona norte.Tipo Menos de 5 5 -1 0 1 1 -1 9 20 y más Total

Explotaciones 86 15 5 - 106familiares (74,1%) (68,3%) (55,5%) (70,6%)Empresas familiares 14 1 1 1 17con asalariados (12,1%) (4,5%) (11,1%) (33,3%) (11,4%)Empresas familiar 14 5 2 1 22con medieros (12,1%) (22,7%) (22,3%) (33,3%) (14,7%)Empresas familiar con 2 1 1 1 5asalariados y medieros (1.7%) (4,5%) (11,1%) (33,3%) (3,3%)

Total 116 22 9 3 150(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001

Cuadro 3. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según tama­ño de estrato, en zona oeste.Tipo Menos de 5 5 -1 0 1 1 -1 9 20 y más Total

Explotaciones 54 30 5 6 95familiares (75%) (49,1%) (23,8%) (16,7%) (50%)Empresas familiares 18 24 15 23 80con asalariados (25%) (39,4%) (71,5%) (63,9%) (42,1%)Empresas familiar - 7 1 4 12con medieros (11,5%) (4,7%) (11,1%) (6,3%)Empresas familiar con - - - 3 3asalariados y medieros (8,3%) (1,6%)

Total 72 61 21 36 190(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998

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Producción, trabajo y nacionalidad 123

Cuadro 4. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según régi­men de tenencia, en zona sur.Tipo Sólo

PropiedadSólo

ArrendamientoPropiedad/

ArrendamientoTotal

Explotaciones 189 259 13 461familiares (44,7%) (69%) (17,6%) (53%)Empresas familiares 46 50 10 106con asalariados (10,9%) (13,4%) (13,5%) (12,2%)Empresas familiar 163 57 36 256con medieros (38,5%) (15,2%) (48,7%) (29,3%)Empresas familiar con 25 9 15 49asalariados y medieros (5,9%) (2,4%) (20,2%) (5,5%)

Total 423 375 74 870(100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

Cuadro 5. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según régi-men de tenencia, en zona norte.Tipo Sólo

PropiedadSólo

ArrendamientoPropiedad/

ArrendamientoTotal

Explotaciones 20 73 4 97familiares (57,1%) (74,5%) (57%) (69,3%)Empresas familiares 6 10 - 16con asalariados (17,2%) (10,2%) (11,4%)Empresas familiar 7 12 3 22con medieros (20%) (12,3%) (43%) (15,7%)Empresas familiar con 2 3 - 5asalariados y medieros (5,7%) (3%) (3,6%)Total 35

(100%)98

(100%)7

(100%)140

(100%)Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001.

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124 Roberto Benenda y Germán Q uaranta

Cuadro 6. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por tipo, según régi­men de tenencia, en zona oeste.Tipo Sólo

PropiedadSólo

ArrendamientoPropiedad/

ArrendamientoTotal

Explotaciones 26 66 3 95familiares (33,7%) (68,8%) (17,6%) (50%)Empresas familiares 45 24 11 80con asalariados (58,5%) (25%) (64,7%) (42,1%)Empresas familiar 4 6 2 12con medieros (5,2%) (6,2%) (11,8%) (6,3%)Empresas familiar con 2 - 1 3asalariados y medieros (2,6%) (5,9%) (1,6%)

Total 77(100%)

96(100%)

17(100%)

190(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre ciatos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

Cuadro 7. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por régimen de tenen­cia, según tamaño, para la zona sur.Régimen de tenencia Menos de 5 5 -1 0 11 -19 20 y más Total

Sólo 214 104 85 38 441propiedad (44,5%) (55%) (56,6%) (50,6%) (49,3%)Sólo 256 71 38 14 379arrendamiento (53,2%) (37,6%) (25,4%) (18,7%) (42,3%)Propiedad /

©11 14 27 23 75

arrendamiento (2,3%) (7,4%) (18%) (30,7%) (8,4%)

Total 481 189 150 75 895(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre ciatos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

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Producción, trabajo y 125

Cuadro 8. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por régimen de tenen­cia, según tamaño, para la zona norte.Régimen de tenencia Menos de 5 5 -1 0 1 1 -1 9 20 y más Total

Sólo 25 8 - 2 35propiedad (23%) (36,4%) (66,5%) (24,6%)Sólo 82 12 4 1 99arrendamiento (76%) (54,5%) (44,5%) (33,5%) (69,8%)Propiedad / 1 2 5 - 8arrendamiento (1%) (9,1%) (55,5%) (5,6%)

Total 108 22 9 3 142(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001.

Cuadro 9. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por régimen de tenen­cia, según tamaño, para la zona oeste.Régimen de tenencia Menos de 5 5 -1 0 1 1 -1 9 20 y más Total

Sólo 22 23 12 20 77propiedad (29,7%) (38,3%) (57,1%) (57%) (40,5%)Sólo 48 35 6 7 96arrendamiento (64,9%) (58,3%) (28,6%) (20%) (50,5%)Propiedad / 4 2 3 8 17arrendamiento (5,4%) (3,4%) (14,3%) (23%) (9%)

Total 74(100%)

60(100%)

21(100%)

35(100%)

190(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

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126 Roberto Benencia y Germán Q naranta

Cuadro 10. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por adopción de tec­nología, según tipo, para la zona sur.Adopción de tecnología Familiar Fam /

AsalFam/Med

Fam / Med / Asal

Total

Sólo 283 51 78 8 420acampo (58,2%) (45,1%) (29,5%) (16%) (46%)Sólo 41 16 30 5 92invernáculo (8,4%) (14,2%) (11,4%) (10%) (10,1%)Campo/ 162 46 156 37 401invernáculo (33,3%) (40,7%) (59,1%) (74%) (43,9%)

Total 486(100%)

113(100%)

264(100%)

50(100%)

913(100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001.

Cuadro 11. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por adopción de tec­nología, según tipo, para la zona norte.Adopción de tecnología Familiar Fam/

AsalFam / Med

Fam / Med / Asal

Total

Sólo 89 8 19 4 123acampo (86,4%) (50%) (86,4%) (80%) (82%)Sólo 1 1 - - 3invernáculo (1%) (6,2%) (2%)Campo/ 13 7 3 1 24invernáculo (12,6%) (43,8%) (13,6%) (20%) (16%)

Total 103 16 22 5 150(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001.

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Producción, traba jo^ nacionalidad 127

Cuadro 12. Distribución porcentual de las explotaciones hortícolas por adopción de tec­nología, según tipo, para la zona oeste.Adopción de tecnología Familiar Fam/

AsalFam/Med

Fam / Med / Asal

Total

Sólo 84 66 11 2 163acampo (89,3%) (82,5%) (84,6%) (66,6%) (85,8%)Sólo 1 1 - . 2invernáculo (1,1%) (1,3%) d % )

Campo/ 9 13 2 1 25invernáculo (9,6%) (16,2%) (15,4%) (33,4%) (13,2%)

Total 94 80 13 3 190(100%) (100%) (100%) (100%) (100%)

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

Cuadro 13. Promedio de hectáreas bajo cubierta y número de explotaciones por tipo de explotación y según zona.Tipo de explotación Zona Sur Zona Norte Zona Oeste

Ha.promedio

N° de explot.

Ha.promedio

N° de explot.

Ha.promedio

N° de explot.

Familiar 0,6 203 0,5 14 0,23 10Familiar con asalariados 1,4 62 1,02 8 0,41 14Familiar con medieros 1,3 186 1,54 3 2,54 2Familiar con medieros y asalariados 1,7 42 0,03 1 1,5 1

Total 1,0 493 0,7 26 0,54 27Fuente: Elaboración propia sobre datos de tos Censos Hortícolas Prov. Bs. As. 1998 y 2001.

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128 Roberto B enenciay Germán Q tiaranta

Cuadro 14. Mano de obra permanente, por categoría ocupacional, según tipo de explo­tación, en% y promedio por explotación, para zona surExplotaciones Total Total mano de

obra permanente(%> Promedio de MOP

por explotaciónFamiliares 486 Productores 486 32,5 1,00

Familiares 1011 67,5 2,08

Total 1497 100 3,08

Fam / Asal 113 Productores 113 12,4 1,00Familiares 476 52,2 4,21Asalariados 322 35,4 2,85

Total 911 100 8,06

Fam / Med 264 Productores 264 14,4 1,00Familiares 369 20,1 1,42Medieros 510 27,9 1,93Fam-Med 617 33,7 2,34Asal-Med 69 3,8 0,26

Total 1829 100 6,93

Fam / Med / Asal 50 Productores 50 6,8 1,00Familiares 71 9,7 1,42Asalariados 156 21,3 3,12Medieros 149 20,3 2,98Fam-Med 246 33,5 4,92Asal-Med 69 8,4 1,24

Total 734 100 14,7

Total 913 Productores 913 18,4 1,00Familiares 1927 38,7 1,42Asalariados 478 9,6 3,12Medieros 659 13,3 2,98Fam - Med 863 17,4 4,92Asal - Med 131 2,6 1,24

Total 4971 100 5,40

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

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Producción, trabajo y nacionalidad 129

C uad ro 15. Mano de obra permanente, por categoría ocupacional, tación, en porcentaje, y promedio por explotación, para zona norte

según tipo de explo-

Explotaciones Total Total mano de (%> Promedio de MOPobra permanente por explotación

Familiares 103 Productores 115 31 1,11Familiares 256 69 2,48

Total 371 100 3,6Fam / Asal 17 Productores 16 14,5 0,94

Familiares 12 10,8 0,7Asalariados 83 74,7 4,88

Total 111 100 6,52Fam / Med 21 Productores 27 19,3 1,28

Familiares 0 0 0Medieros 47 33,6 2,23Fam - Med 66 47,1 3,14

Total 140 100 6,66Fam / Med / Asal 5 Productores 8 21 1,6

Familiares 2 5,3 0,4Asalariados 8 21 1,6Medieros 5 13,2 1Fam-Med 15 39,5 3

Total 38 100 7,6Total 146 Productores 166 25,1 1,12

Familiares 270 40.9 1,82Asalariados 91 13,8 0,61Medieros 52 7,9 0,35Fam-Med 81 12,3 0,54

Total 660 100 4,45Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 2001.

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130 Roberto Benencia y Germán Q uaranta

Cuadro 16. Mano de obra permanente, por categoría ocupacional, según tipo de explo­tación, en porcentaje, y promedio por explotación, para zona oeste.Explotaciones Total Total mano de

obra permanente(%> Promedio de MOP

por explotaciónFamiliares 91 Productores 113 34,6 1,24

Familiares 213 65,4 2,34

Total 326 100 3,58

Fam / Asal 74 Productores 98 20 1,32Familiares 56 11,4 0,75Asalariados 337 68,6 4,55

Total 491 100 6,63

Fam / Med 12 Productores 15 14 1,25Familiares 8 7,6 0,66Mediero 32 28,9 2,58Fam-Med 51 47,6 4,25Asal-Med 2 1,9 0,16

Total 108 100 9

Fam / Med / Asal 3 Productores 5 13,2 1,66Familiares 3 7,9 1Asalariados 18 47,4 6Mediero 4 10,5 1,33Fam-Med 8 21 2,66Asal-Med 0 0 0

Total 38 100 12,66

Total 180 Productores 231 24 1,28Familiares 280 29,1 1,55Asal-Prod 336 37,1 1,86Mediero 35 3,5 0,19Fam-Med 59 6,1 0,32Asal-Med 2 0,2 0,01

Total 963 100 5,35

Fuente: Elaboración propia sobre datos del Censo Hortícola Prov. Bs. As. 1998.

8. B ibliografíaAparicio, S. y Tort, M. (1981), “La producción y su relación con el mercado de trabajo rural: Estudios de casos de desequilibrio”, Informe de Investigación N° 2, CEIL, CONICET, Buenos Aires.Benencia, Roberto (1985), “Las regiones sociales agrarias en la Argentina. Estu­dios monográficos”, CEIL-CONICET, Buenos Aires.

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Producción, trabajo y nacionalidad 131

Benencia, Roberto (1994), “La horticultura bonaerense: lógicas productivas y cambios en el mercado de trabajo”, en Desarrollo Económico, Vol 34 N° 133, IDES, Buenos Aires.Benencia, Roberto (1996), “Formas de relación contractual y precarización del empleo en el mercado de trabajo hortícola”, en Estudios del Trabajo, N° 12, ASET, Buenos Aires.Benencia, Roberto (1999), “El concepto de movilidad social en los estudios rura­les”, en Giarracca, N. (Coordinadora), E studios Rurales. Teoría, problemas y estrate­gias metodológicas, La Colmena, Buenos Aires.Benencia, Roberto (2001), “Evidencias de exclusión social en la horticultura: pro­ductores pobres y trabajo precario en el oeste del cinturón verde de Buenos Ai­res”, en Fomi, F. y Angélico, H. (Compiladores), Articulaciones en el mercado labo­ral, La Colmena, Buenos Aires.Benencia, Roberto (2004), “Familias Bolivianas en la producción hortícola de la provincia de Buenos Aires. Proceso de diseminación en un territorio trasnacio­nal”, en Hinojosa Gordonava, Alfonso (Coordinador), M igraciones transnacionales. Visiones de N orte y Sudamérica, PLURAL EDITORES, La Paz.Benencia, R. y Quaranta, G. (2003a), “Producción y trabajo en frescos de expor­tación en la Argentina”, en Bendini, M. y Steinberger, N. (Coordinadoras), Terri­torios y organización social de la agricultura, Cuadernos del GESA 4, La Colmena, Buenos Aires.Benencia, R. y Quaranta, G. (2003b), “Reestructuración y contratos de mediería en la región pampeana argentina”, en R evista Europea de E studios Latinoam erica­nos y del Caribe, 74, CEDLA, Amsterdam.Bisio, R. y Fomi, F. (1981), “Empleo rural en la Argentina”, Documento de Tra­bajo N° 1, CEIL, CONICET, Buenos Aires.Giarracca, Norma (Coordinadora) (2003), Territorios y lugares. E ntre las fin ca s y la ciudad. Lules en Tucumán, La Colmena, Buenos AiresMarsden, Terry (1998), “New Rural Territories: Regulating the Differentiated Ru­ral Spaces”, en Journal o f R ural Studies, Vol. 14 N° 1.Murmis, Miguel (1998), “El Agro argentino: algunos problemas para su análisis”, en Giarra, N. y Cloquell, S. (Compiladoras), Las agriculturas delM ERC O SU R. E l papel de los actores sociales, La Colmena, Buenos Aires.Neiman, G. y Blanco, M. (2003), “Modalidades de contratación y empleo de la mano de obra estacional en el cultivo de vid”, trabajo presentado al 6o Congreso N acional de E studios del Trabajo, ASET, Buenos Aires, 13 al 16 de agosto de 2003.Neiman, G.; Blanco, M. y Quaranta, G. (2004), “La integración metodológica en el estudio de las estructuras sociales y los trabajadores agrarios”, trabajo presen­tado en IV Jom adas de E tnografía y M étodos C ualitativos, IDES, 25, 26 y 27 de agosto de 2004.

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132 Roberto Beneficia y Germán Q uaranta

Ortiz, Sutti (1999), Harvesting Cojfee, Bargaining Wages. Rural Labor Markets in Co­lombia, 1975-1990; The University o f Michigan Press, Ann Arbor.PfefFer, Max (1983), “Social Origins o f Three Systems o f Farm Production in the United States”, en Rural Sociology, Vol. 48, N° 8.Presión, David (2003), “Introducción. Los pueblos andinos en el nuevo milenio”, en Reboratti, Carlos (Coordinador), La Quebrada, La Colmena, Buenos Aires.Steimbreger, N.; Radonich, M. y Bendini, M. (2003), “Expansiones de frontera agrícola y transformaciones territoriales: procesos sociales diferenciales”, en Ben­dini, M. y Steinberger, N. (Coordinadoras), Territorios y organización social de la agricultura, Cuadernos del GESA 4, La Colmena, Buenos Aires.Wells, Miriam (2000), “Politics, Locality, and Economic Restructuring: Califor­nia^ Central COSAT Strawberry Industry in the Post-World War II Period”, en Economic Geography, Vol. 76 N° 1.

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133

Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2a0 semestre 2005.

Ideas y debates

La “sojizadón”: contradicdones, intereses y debates*

EDUARDO AZCUY AMEGHINO* y CARLOS ALBERTO LEÓN**

"Iniciada la campaña 2005/6 la soja se afianza como el único cultivo medianamente rentable; el área de siembra aumentaría un 7% respecto del ciclo anterior, en detrimento del maíz, por sus mayores costos, y del trigo, por la caída de su precio”

La Nación, 8-10-2005

1. Los núm eros d el fenóm eno: aproxim ación estadística a la “sojización”

En la medida que se ha extendido la idea del avance del monocul­tivo de soja, también caracterizado como un proceso de “sojización”, no son pocos los autores y publicistas que realizan las más diversas afirma­ciones en base a impresiones generales y datos aislados o fragmentarios.

Dadas estas circunstancias se hace necesario, hasta donde lo per­miten las estadísticas disponibles, establecer la base material del mencio­nado fenómeno, observándolo a nivel regional y provincial.

1.1 L a Región PampeanaEn primer lugar se presenta el panorama correspondiente a la re­

gión pampeana, donde la superficie sembrada con soja se ha incremen­tado en 6.850.013 hectáreas entre 1994/95 y 2003/4, correspondiéndole

* Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en las X Jomadas Interescuelas/De- partamentos de Historia, Rosario, 2005.

** Investigadores del Centro Interdisdplinario de Estudios Agrarios. CIEA-IIHES, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires.

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134 Eduardo A zcu y Am eghino y Carlos A lberto León

2.576.000 has a Córdoba, 1.829.000 a Buenos Aires, 1.197.000 a Santa Fe,1.070.000 a Entre Ríos, 142.000 a La Pampa y el resto a San Luis.

El siguiente paso consiste en indagar acerca de qué otros usos del suelo proviene el espacio ocupado por la nueva soja. A grandes rasgos -contraponiendo los años polares de la serie temporal considerada- se observa que el trigo y el maíz oscilan en tomo a una superficie que no registra variaciones significativas -lo cual resulta especialmente intere­sante en el caso del maíz, que compite directamente con la soja-, mien­tras que entre los que han perdido superficies de cierta magnitud se des­tacan la avena que cedió 600.990 has, el girasol 1.410.447 has y “otros” 261.411 has.* 1

Una síntesis de estos movimientos se refleja en la columna subto­tal del cuadro 1, de donde quedarían disponibles para una eventual im­putación al incremento sojero la cantidad de 2.065.861 hectáreas. Esto significa que en la región pampeana alrededor de 4.800.000 has de soja no fueron implantadas en superficies correspondientes a otros cultivos de granos, de modo que han sustituido otros usos del suelo que deberán ser determinados.Cuadro 1. Superficie sembrada en la región pampeana, 1994-2003.Años Avena Girasol Maíz Trigo Otros Subtotal Soja Pampeana

1994/95 1.943.020 2.920.200 2.662.800 5.200.400 1.772.795 14.499.215 5.478.450 19.977.6651995/96 1.836.100 3.343.620 3.046.450 5.010.600 1.981.385 15.218.155 5.614.355 20.832.5101996/97 1.866.180 3.044.400 3.725.300 7.191.950 2.115.215 17.943.045 6.140.300 24.083.3451997/98 1.777.000 3.443.100 3.375.200 5.811.515 2.364.260 16.771.075 6.593.010 23.364.0851998/99 1.810.040 4.049.200 2.849.750 5.328.500 2.147.085 16.184.575 7.459.100 23.643.6751999/00 1.706.960 3.359.500 3.201.200 6.080.600 1.816.880 16.165.140 7.821.300 23.986.4402000/01 1.659.185 1.808.120 3.102.400 6.158.100 1.677.520 14.405.325 9.419.660 23.824.9852001/02 1.512.115 1.860.745 2.702.896 6.604.100 1.483.000 14.162.856 9.757.490 23.920.3462002/03 1.366.400 1.988.930 2.741.110 5.760.750 1.418.760 13.275.950 10.542.355 23.818.3052003/04 1.342.030 1.509.753 2.631.510 5.438.677 1.511.384 12.433.354 12.328.463 24.761.817

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA

En la dirección señalada, indagamos la evolución del stock vacu­no a los efectos de comprobar si el incremento de la soja se corresponde con un retroceso significativo de la ganadería Esta operación se realiza mediante el cuadro 2, donde es posible observar que entre 1994 y 2002

1. Entre los “otros” cultivos que se destacan por haber perdido más hectáreas se encuentran el centeno (135.510 has), el lino (126.890 has) y el sorgo (91.030 has), mientras que entre los que incrementaron su implantación resalta la cebada cervecera (195.678).

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L a “sojización”: contradicciones, intereses y debates 135

las existencias descienden en poco más de 4,8 millones de cabezas,2 que sólo a modo de supuesto con vistas a un contraste preliminar podrían equipararse a otras tantas hectáreas.

En base a esta evidencia, se podría afirmar que en la región pam­peana la soja se expandió alrededor de un 70% sobre terrenos antes dedi­cados a la ganadería -que supondremos ubicados preferentemente en la zona mixta- y un 30% desplazando otros cultivos, en especial al girasol.Cuadro 2. Evolución de las existencias de ganado vacuno en la región pampeana, 1994-2002.

Años Bs. Aires Córdoba Santa Fe San Luis La Pampa Entre Ríos R. Pampeana1994 19.389.400 7.644.000 6.403.600 1.210. .200 3.460.000 4.175.100 42.282.3001995 19.001.300 7.209.400 6.736.800 1.211.900 3.323.600 4.201.400 41.684.4001996 18.221.700 7.105.300 6.632.400 1.185.700 3.098.800 4.138.900 40.382.8001997 17.659.400 6.863.300 6.393.100 1.134.600 2.997.500 4.039.300 39.087.2001998 16.856.100 6.573.200 6.327.800 1.015.100 3.002.000 3.660.000 37.434.2001999 18.295.200 6.471.000 6.153.900 1.081.500 3.055.000 3.820.100 38.876.7002000 17.889.300 6.145.900 6.225.900 1.200.300 3.170.200 3.807.100 38.438.7002001 17.824.500 6.085.700 6.262.100 1.213.800 3.178.400 4.015.600 38.580.1002002 16.443.400 6.142.700 6.047.400 1.328.400 3.681.000 3.791.200 37.434.10094/02(Dif.) - 2.946.000 - 1.501.300 - 356.200 118.200 221.000 - 383.900 - 4.848.200

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA e INDEC,

Dada la correspondencia que se observa entre los diferentes mo­vimientos generales en torno a los usos del suelo, procuraremos ampliar la imagen procediendo a afinar la cadencia y las cifras de la evolución de la soja y las existencias ganaderas en la región pampeana, operación que se realiza mediante el cuadro 3.

2. La merma del stock vacuno se distribuyó de la siguiente manera: Buenos Aires, 2.946.000 cabezas; Córdoba, 1.501.300; Entre Ríos, 383.900; Santa Fe, 356200. En sentido opuesto, La Pampa y San Luis registran pequeños movimientos ascendentes en sus existencias bovinas.

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136 Eduardo A zcu y Am eghino y Carlos Alberto^ León

Cuadro 3. Evolución del stock vacuno y de la superficie sembrada con soja en la región pampeana, 1994-2002.Años Stock vacuno Variación Soja Variación

1994 42.282.300 5.478.4501995 41.684.400 - 597.900 5.614.355 + 135.9051996 40.382.800 -1.301.600 6.140.300 + 525.9451997 39.087.200 - 1.295.600 6.593.010 + 452.7101998 37.434.200 -1.653.000 7.459.100 + 866.0901999 38.876.700 + 1.442.500 7.821.300 + 362.2002000 38.438.700 - 438.000 9.419.660 + 1.598.3602001 38.580.100 + 141.400 9.757.490 + 337.8302002 37.434.100 -1.146.000 10.542.355 + 784.865

Dif. 94/02 - 4.848.200 - + 5.063.905 -

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA e INDEC.

Como puede observarse, la estadística indica que entre 1994 y 1998 la soja incorporó 1.980.650 hectáreas de cultivo mientras que los vacunos decrecieron en 4.848.100 cabezas, lo cual habría dejado dispo­nibles alrededor de dos millones de hectáreas que fueron ocupadas en­tonces por otros cultivos, entre los que se destaca el girasol con más de un millón de nuevas hectáreas, alcanzando hacia 1998 su máximo de la serie.

Tomando ahora este último año como base, en 2002 se comprue­ba que las existencias bovinas -tras una ligera suba en los años interme­dios- permanecen prácticamente en el mismo nivel, mientras que el sal­do del conjunto de los cultivos (excluida la soja) registra una pérdida de 2.908.625 hectáreas, con epicentro en la caída de la siembra de avena (444.000 has), de girasol (2.060.000 has) y de “otros” (728.000 has, espe­cialmente de sorgo, maní, lino y arroz).

En este contexto, entre 1998 y 2002 la soja incrementa su super­ficie en 3.083.000 hectáreas, lo cual resulta consistente con el especifica­do descenso de los demás cultivos. De esta manera, durante el período analizado quedan establecidas dos etapas diferenciadas, la primera (1994- 1998) donde la soja compite y desplaza centralmente al ganado; y la se­gunda (1998-2002) en la cual lo hace con otros cultivos.

Complementariamente, dado que además de la ganadería vacuna también los ovinos han tenido un papel de alguna importancia en la re­gión pampeana, hemos construido el cuadro 4, que permite comprobar como entre 1994 y 2002 se produjo una caída de más de un cincuenta por ciento en las majadas pampeanas, lo que habría liberado para otros usos aproximadamente 500 mil hectáreas más.

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L a “sojización”: contradicciones, intereses y debates 137

Cuadro 4. Evolución del número de ovinos en la región pampeana, 1994-2002.Región Pampeana 1994 Ovinos 2002 Ovinos Diferencia Diferencia %

Buenos Aires 2.677.765 1.420.379 1.257.386 53Córdoba 315.563 151.331 164.232 48Entre Ríos 511.098 351.751 159.347 69La Pampa 385.240 203.764 181.476 53San Luis 87.367 49.515 37.852 57Santa Fe 73.862 30.816 43.046 42

Totales 4.050.895 2.207.556 1.843.339 54

Fuente: elaboración propia en base a IN D E C -E N A 1994 y CNA 2002.

Cuadro 5. Evolución de la superficie sembrada con soja de primera y soja de segunda en las provincias que componen la región pampeana y diferencias entre 1988 y 2002.

1988 2002 Diferencia

Has % Has % 1988/2002

BUENOS AIRES 1.041.462 26.1 2.573.963 27.2 1.532.501Primera 633.801 60.9 1.725.896 67.1 1.092.095Segunda 407.661 39.1 848.067 32.9 440.406CORDOBA 1.319.837 33.1 3.281.168 34.6 1.961.331Primera 1.063.906 80.6 2.112.695 64.4 1.048.789Segunda 255.931 19.4 1.168.473 35.6 912.542ENTRE RIOS 36.993 0.9 870.768 9.2 833.775Primera 25.516 69.0 534.793 61.4 509.277Segunda 11.477 31.0 335.975 38.6 324.498LA PAMPA 17.838 0.4 95.372 1.0 77.534Primera 13.651 76.5 64.365 - 50.714Segunda 4.187 23.5 31.007 - 26.820SAN LUIS 369 - 45.078 0.5 44.709Primera 359 97.3 44.618 - 44.259Segunda 10 2.7 460 - 450SANTA FE 1.573.066 39.4 2.603.147 27.5 1.030.081Primera 899.167 57.2 1.639.116 63.0 739.949Segunda 673.899 42.8 964.031 37.0 290.132R. PAMPEANA 3.989.565 100 9.469.496 100 5.479.931Primera 2.622.361 66.1 6.121.483 64.6 3.499.122Segunda 1.342.462 33.9 3.348.013 35.4 2.005.551

Fuente: elaboración propia en base a INDEC. Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002.

Junto al desplazamiento parcial de la ganadería y de otros cultivos, la sojización también se manifestó mediante el incremento de las siembras de segunda, que especialmente en el caso de la provincia de Córdoba re­gistraron un incremento espectacular, resultando también destacado el

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aumento del cultivo en Entre Ríos, tanto en primera como segunda ocu­pación. Puntualmente, contrastando la información proporcionada por los censos agropecuarios de 1988 y 2002, el aumento de la superficie im­plantada con soja de segunda en la región pampeana fiie de dos millones de hectáres, tal como se observa en el cuadro 5.

En suma, el avance de la soja en la región pampeana, materializa­do en un incremento de 6.850.000 has de la superficie sembrada con la oleaginosa, y de 16.782.000 toneladas en el volumen de producción, se refleja claramente en el aumento de la superficie cultivada total con gra­nos, que sumó entre 1994/95 y 2003/04 alrededor de 4.784.000 hectá­reas, siendo ésta la base principal de su expansión, incluida la intensifica­ción agrícola del uso del suelo expresada mediante el aumento de las siembras de segunda

Finalmente, vale destacar que la realización de este tipo de ejerci­cio analítico a nivel de provincias y departamentos permite profundizar el estudio de los diferentes movimientos de uso alternativo del suelo, en­riqueciendo las posibilidades de abordaje de la problemática socioeconó­mica del agro en los últimos años.

1.2 La Región NoresteA efectos del análisis se agrupan en la región NEA las provincias

de Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones, en el conjunto de las cuales se observa que, entre 1994 y 2003, la superficie sembrada con soja se ha incrementado en 663.103 hectáreas, mientras que la superficie sembrada total creció 665.268 has.

Esta coincidencia puede pensarse asociada al hecho de que el to­tal del resto de las siembras (o sea excluida la soja) suma una superficie similar en ambos extremos de la serie temporal, registrando los siguien­tes cambios en la composición de los principales cultivos: el algodón pierde 346.183 hectáreas, el girasol suma 175.470 has, el maíz 49.190, el trigo 109.380 y “otros” 14.308.

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L a “sojización”: contradicciones, intereses y debates 139

Cuadro 6. Superficie sembrada en la región del noreste argentino, 1994-2003.Años Algodón Girasol Maíz Trigo Otros Subtotal Soja Totales NEA

1994/95 544.810 75.240 123.300 41.200 129.530 914.080 143.040 1.057.1201995/96 686.650 47.880 180.600 23.000 116.990 1.055.120 75.300 1.130.4201996/97 649.400 58.250 190.500 55.300 140.263 1.093.713 128.700 1.222.4131997/98 770.000 54.500 137.800 27.600 144.520 1.134.420 138.370 1.272.7901998/99 476.000 151.900 169.500 33.000 196.960 1.027.360 224.900 1.252.2601999/00 211.000 197.600 182.200 36.400 115.553 742.735 358.700 1.101.4352000/01 298.415 140.000 147.123 85.000 130.412 800.950 418.670 1219.6202001/02 105.733 160.120 167.765 130.000 100.637 664.255 617.629 1.281.8842002/03 106.349 300.570 165.064 150.860 111.661 834.504 788.490 1.622.9942003/04 198.627 250.710 172.490 150.580 143.838 916.245 806.143 1.722.388

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA.

De esta forma el importante retroceso de un cultivo tradicional de la región como el algodón resulta acompañado por la suba en los otros granos indicados,* 3 pudiendo afirmarse que la expansión sojera -concen­trada en el Chaco- se constituyó en el principal motor del movimiento de expansión de la frontera agrícola provincial.4

Esta hipótesis encuentra un principio de corroboración en los da­tos que entrega el cuadro 7, donde se observa un retroceso en la canti­dad de vacunos congruente con el aumento de la superficie sembrada, destacándose nuevamente la envergadura de los cambios en los usos de la tierra chaqueña.5

Dado que el caso del Chaco es uno de los más controvertidos, jun­to posiblemente a Salta y Santiago del Estero, entre los correspondientes a regiones extrapampeanas donde la “sojización” se ha presentado con fuerza, se ha construido el cuadro 8 a efectos de sintetizar los principales movimientos registrados en la utilización del suelo durante los años ex­tremos del período que estamos revisando.

3. Vale destacar que el movimiento primero ascendente (1994-1998) de la superficie sem­brada con algodón, y su brusca caída posterior se corresponde a grandes rasgos con el fenóme­no observado con el girasol en la región pampeana, cuya cotización internacional se derrumba a fines de 1998. Y si bien ocurre algo similar con la soja, en el marco de una baja general de los precios de los granos, esta oleaginosa sustentada en la semilla transgénica y la siembra directa lo­gra defender mejor sus márgenes de utilidad lo cual no sólo la mantiene en actividad sino que explica su rápido crecimiento.

4. Nótese que la superficie sembrada en las otras tres provincias del NEA varía entre 1994 y 2003 sólo en 35.498 has de incremento, mientras que el Chaco suma 629.770 nuevas hectáreas implantadas.

5. En el NEA también se observan algunos movimientos en el stock ovino, en especial la disminución de las majadas correntinas y un leve aumento de las chaqueñas.

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Como puede observarse, el algodón cede 338.000 has6 que reuni­das con las que abandonan los vacunos -tal vez equivalentes a unas200.000 has más-, suman buena parte del espacio ocupado ahora por la soja (dos tercios de las nuevas siembras, con fuerte participación de la im­plantada en segunda ocupación) y por el resto de los cultivos que se tam­bién se incrementaron, los que dan cuenta del tercio restante.Cuadro 7. Evolución de las existencias de ganado vacuno en la región NEA, 1994-2002.Años Corrientes Chaco Formosa Misiones Total NEA

1994 3.853.400 2.430.400 1.243.400 254.000 7.781.2001995 3.744.000 2.622.100 1.215.000 244.500 7.825.6001996 3.659.400 2.474.800 1.092.700 264.000 7.490.9001997 3.921.200 2.655.600 1.224.600 278.900 8.080.3001998 3.640.500 2.502.600 1.015.1001999 3.525.000 2.277.200 1.093.500 272.600 7.168.3002000 3.629.900 2.305.000 1.060.300 290.300 7.285.5002001 3.720.100 1.040.5002002 3.613.504 1.981.310 1.340.983 345.648 7.281.445

Dif 94/02 - 239.896 - 449.090 + 97.583 + 91.648 - 499.755

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA e INDEC.

Cuadro 8. Evolución de la agricultura y la ganadería en la provincia del Chaco, 1994- 2003.Rubros 1994/95 2003/04 Diferencias

Algodón 498.000 160.000 -338.000Girasol 75.000 250.000 175.000Maíz 75.000 120.000 45.000Soja 137.000 772.000 635.000Sorgo 30.000 40.000 10.000Trigo 41.000 150.000 109.000Resto 21.000 14.770 - 6.230Sup. Sembrada 877.000 1.506.770 629.770Bovinos 2.429.978 1.981.310 * -448.668Ovinos 72.644 108.614 * 35.970

* Datos correspondientes a 2002.Fuente: elaboración propia en base a INDEC: E N A 1994 y CNA 2002.

6. Es de hacer notar que en 2001 y 2002 el algodón había caído por debajo de las 100 mil hectáreas, repuntando en la campaña 2003/04 que es la última para la cual hay datos oficiales disponibles.

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1.3 La Región NoroesteEn la región del NOA,7 entre 1994 y 2003, la superficie cultivada

con soja se incrementó en casi un millón de hectáreas, concentradas en Salta con 257.600 has; Santiago del Estero, 573.950 has y Tucumán 139.700 has, provincia en la que el rasgo principal fue el crecimiento de la siembra de soja de segunda.. Mientras tanto, el total de granos sembra­dos aumentó en aproximadamente 1.250.000 has, destacándose la perfor­mance del trigo con 384.200 nuevas hectáreas cultivadas.

Analizando con mayor detalle lo ocurrido en las provincias don­de se ubica el epicentro de la expansión sojera, se puede comprobar que en Salta la superficie cultivada total aumentó en 243.640 has -cifra pró­xima al incremento sojero- habiéndose registrado caídas significativas en las siembras de poroto seco (75.200 has), algodón (26.800 has), y otras de menor envergadura (avena, 6.115; maíz, 7.000; sorgo, 3000). Como contrapartida crecieron el cártamo (5.000 has), el maní (8.570 has) y el trigo con 91.000 hectáreas.

En Santiago del Estero el total implantado en la campaña 2003/04 ascendió en 748.845 hectáreas, que expresan un aumento del 173,5% sobre los valores correspondientes a 1994. En este contexto regis­traron bajas las siembras de algodón (90.700 has) y de poroto seco (12.805 has), mientras que crecieron los cultivos de girasol (72.500 has), maíz (34.700 has), sorgo (10.000 has) y, con valores destacados, el trigo (164.200 has).

Finalmente, en Tucumán, el aumento de los cultivos entre los años indicados fue de 256.830 hectáreas, destacándose -además de la soja- las siembras de trigo, que registraron un fuerte incremento, con 136.100 nue­vas hectáreas implantadas. Por su parte, el resto de los cultivos existentes en 1994 no registraron variaciones significativas, salvo el maíz que per­dió 14.100 has.

De esta forma se observa que en el NOA el crecimiento de la agri­cultura en general, y el de la soja en especial, se ha realizado -al igual que en el NEA- mediante la extensión de la frontera agrícola, que en el caso de las tres provincias que acabamos de considerar sumó alrededor de1.250.000 hectáreas.

7. Integran este región las provincias de Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Es­tero y Tucumán.

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142 Eduardo A zcu y Am eghino y Cados Alberto^ León

Cuadro 9. Superficie sembrada en la región del noroeste argentino, 1994-2003.Años Algodón Maíz Poroto Trigo Otros Subtotal Soja Totales NOA

11994/95 175.650 171.600 235.280 66.400 114.502 763.432 389.750 1.153.1821995/96 261.650 187.500 260.920 54.200 99.950 864.220 312.500 1.176.7201996/97 262.960 237.600 255.370 119.600 121.390 996.920 400.500 1.397.4201997/98 304.050 238.630 284.180 79.550 130.650 1.037.060 444.870 1.481.9301998/99 227.880 251.000 385.850 91.750 159.600 1.116.080 716.000 1.832.0801999/00 119.150 268.500 288.910 183.000 155.100 1.014.660 610.500 1.625.1602000/01 94.090 245.000 272.650 253.500 178.800 1.044.040 826.000 1.870.0402001/02 58.080 191.000 262.100 374.800 139.600 1.025.580 1.264.121 2.289.7012002/03 42.250 178.200 206.025 388.600 190.200 1.005275 1.276.000 2.281.2752003/04 53.600 184.400 133.695 450.600 188.830 1.011.125 1.392.000 2.403.125

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA.

A diferencia de lo que ocurrió en las regiones pampeana y nores­te, en el NOA se observa un crecimiento del stock bovino total, mientras que en las provincias donde se focaliza el avance sojero los resultados fueron desiguales, ya que si bien habría una disminución en Tucumán (donde en proporción fiie menor el aumento de la soja), en Salta y San­tiago del Estero se verifican incrementos en el número de bovinos, espe­cialmente en ésta última provincia donde se combinan más de medio mi­llón de nuevas hectáreas implantadas con la oleaginosa con un exceden­te de prácticamente 280 mil animales respecto a las existencias corres­pondientes a 1994. En materia ovina no se registran movimientos dema­siado importantes en el número de animales, salvo una pequeña dismi­nución en las majadas de Salta.

Cuadro 10. Evolución de las existencias de ganado vacuno en la región NOA, 1994- 2002.Años Catamarca Jujuy La Rioja Salta Sgo Estero Tucumán Totales NOA

1994 193.600 89.300 278.500 441.200 764.300 147.400 1.914.3001995 190.200 90.700 209.900 481.700 784.600 148.600 1.905.7001996 202.500 97.300 199.400 388.900 805.100 138.300 1.831.5001997 194.600 93.300 210.800 381.800 768.300 129.100 1.777.9001998 - - - - 770.800 - -

1999 185.400 98.200 213.300 477.100 751.600 124.200 1.849.8002000 204.900 95.600 192.500 412.400 817.700 124.600 1.847.7002001 - - - - 792.100 - -

2002 228.259 86.496 253.846 493.804 1.044.169 102.850 2.209.492

Dif 94/02 + 34.659 2.804 24.654 + 52.604 + 279.869 44.550 + 295.192

Fuente: elaboración propia en base a datos de SAGPyA e INDEC.

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L a “sojizaáón”: contradicciones, intereses y debates 143

Para finalizar, se puede afirmar que considerando los totales co­rrespondientes a las tres regiones agroproductivas que se han revisado, el período 1994-2002 se caracterizó por un incremento de 6.596.000 hectá­reas en la siembra de soja -incluidas su cultivo en segunda ocupación-, y por una merma de 1.1861.000 has en la suma del resto de los cultivos, la que fue acompañada por una caída del stock vacuno estimada en5.052.000 cabezas.

2. A griculturización y “sojización”: elem en tos para una discusión

El espectacular avance del cultivo de soja en Argentina, especial­mente durante la última década, que alcanza aproximadamente al 50% del área sembrada de la región pampeana, llevó a que desde hace pocos años se comenzara a hablar del término “sojización”.

En realidad, se trata de una fase nueva del proceso de agricultu­rización que se iniciara a partir de mediados de los años 70, acompa­ñado en algunas zonas con el desplazamiento relativo de la ganadería bovina a instancias de los principales granos cultivados en la región pampeana.

Hasta entonces, aun cuando sólo los grandes empresarios estaban capacitados para aprovecharlo a pleno, la alternancia y combinación en­tre agricultura y ganadería actuaba reduciendo riesgos climáticos y eco­nómicos (Sábato, 1981). A su vez, la ganadería, a través de un sistema de periódicas rotaciones con los granos cerealeros y forrajeros, aportaba ex- ternalidades positivas respecto a la fertilidad del suelo, no sólo por me­dio de las deyecciones de los animales, sino especialmente por la instala­ción de praderas, especialmente de leguminosas como la alfalfa, que fija­ban el nitrógeno atmosférico aportando materia orgánica al suelo y me­jorando la estructura del mismo.

Una vez que este modelo de combinación entre agricultura y ga­nadería fue siendo reemplazado por la especialización en torno a la agricultura, dicha “agriculturización” fue estudiada y analizada por di­versos autores, pero no alarmó ni preocupó a la opinión pública, como está ocurriendo con la nueva forma que adopta el fenómeno en la ac­tualidad.

2.1 L a percepción pública del proceso de “sojización”La notable preocupación existente en relación a la “sojización”, en

comparación con hace aproximadamente tres décadas, se debe en gran

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medida, a que los suelos en la actualidad, ya no tienen el nivel de fertili­dad de aquel entonces.

Aquella primera fase de expansión de la agricultura en la región pampeana y en áreas del NOA y NEA más propicias para la ganadería, tampoco fue neutra en cuanto al deterioro del suelo se refiere.

Sobre esta base, al estarse produciendo un nuevo ciclo de deterio­ro edáfico en el contexto de la actual “sojización”, el peijuicio para el fu­turo será más grave y en algunas áreas, casi irreversible.

Sin embargo, los temores a la “sojización” contienen además, otros fundamentos que podrían sintetizarse en los siguientes conceptos:

1) La monodependencia de la economía del país en torno al cul­tivo de la soja, crea preocupación por la vulnerabilidad del mo­delo, sujeto a variaciones internacionales de los precios.

2) Se trata de un cultivo muy extensivo, muy poco demandante de mano de obra, en un contexto nacional de fuerte desempleo estructural.

3) Junto a la “sojización” ha tenido lugar un fuerte proceso de concentración del uso del suelo.

4) El importante avance de la soja en el NOA y NEA (cuadros 1, 6 y 9) en ecosistemas más aptos para ganadería y desplazando a cultivos regionales de mayor demanda de fuerza de trabajo.

5) La discusión en tomo a la ingeniería genética, protagonizada por la abrupta expansión de la soja RR, creada por Monsanto. En este caso, la preocupación gira en tomo no sólo a la inci­dencia sobre la salud humana, sino se ha entablado una fuerte discusión relacionada con las modalidades de apropiabilidad de esta innovación., en relación al derecho de los agricultores al uso de semilla propia.

Repasando los cinco puntos anteriores, es posible observar que los problemas enunciados son tan sustantivos que su significación excede al propio cultivo de la soja

Al adjudicarse a la soja la raíz y fundamento de todos estos pro­blemas, se estaría “fetichizando” al cultivo, adjudicándole daños que en realidad no provienen del mismo, sino de la estructura de producción en la que se asienta y que obviamente se repetiría en caso de predominio de otros rubros tanto agrícolas como ganaderos (Azcuy Ameghino, 2004).

Surge en consecuencia, la necesidad de contextualizar la discusión sintetizada en los puntos anteriores, a la luz de lo que ha ocurrido en el sector agropecuario argentino, especialmente a partir de la liberalización total de la economía iniciada en 1991.

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Las preocupaciones anteriores son alarmantes, porque tienen lu­gar en un país en el cual han sido reducidos a una mínima expresión los instrumentos de política económica y sectorial orientados a temas tras­cendentales como la tierra y el arrendamiento, la conservación de los re­cursos naturales, el patentamiento y la propiedad intelectual, el desarro­llo de economías regionales.

Prevalece la pregunta de quién está analizando desde el sector pú­blico toda esta problemática y si se está pensando en políticas para limi­tar los desequilibrios y resultados regresivos que se pudieran estar gene­rando.

A continuación se analizarán algunos de los conceptos señalados, con el objeto de contextualizar la discusión y enmarcarla en causas más estructurales.

2.2 E l problema de la conservación de los recursos naturalesLa discusión en torno a la “sustentabilidad” relacionada con la

“sojización” está representada por un lado por los propios actores prota­gonistas de la expansión del cultivo, especialmente las grandes empresas, que en términos generales no consideran que el monocultivo esté degra­dando de manera importante los recursos naturales.

Esta corriente afirma que la fuerte difusión del sistema de “siem­bra directa” -caracterizado por la mínima roturación del suelo- y la ge­neralización de la soja transgénica resistente a glifos ato -que exige me­nor concentración de uso de herbicidas-, constituyen dos elementos de­cisivos para no atemorizarse por el deterioro de los recursos naturales.

Si se ahonda en el análisis, veremos que la problemática es mu­cho más compleja y rica en cuanto a las variables que intervienen e in­teractúan.

Referentes calificados del sistema científico tecnológico y produc­tivo han hecho mención de los riesgos asociados a los procesos de agri- culturización y a la intensificación y simplificación de los sistemas pro­ductivos.

Satorre (2004) define como un sistema sustentable a aquél que además de proteger la integridad de los recursos naturales, es rentable para los productores agropecuarios y además debe ser socialmente acep­table, es decir, contribuir al bienestar de la población.

Conceptos muy similares a los de Rossi (2004) al considerar que el Desarrollo Sustentable abarca aspectos económicos, ambientales, so­ciales e institucionales, con la finalidad de aumentar de manera sosteni­da la calidad de vida de la población.

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Otros autores, refiriéndose a la expansión de la soja en las econo­mías extrapampeanas, hacen mención a la sistemática violación de leyes provinciales de bosques, en provincias como Santiago del Estero y Cha­co. Es decir, un estado “ausente” en cuanto a la potestad en materia am­biental (Moscatelli, 2004).

Romagnoli (2004) representante de “AAPRESID”, la Asociación que más ha impulsado la difusión del sistema de siembra directa, consi­dera que la combinación ganadería con agricultura, que tradicionalmen­te prevaleció en la región pampeana hasta que se desatara el proceso de “agriculturización”, permitía recuperar la materia orgánica perdida, en virtud de la existencia de una flora polifitica y la no roturación del suelo durante el período ganadero.

Considera, además, que con la siembra directa se cumple con el se­gundo precepto, pero el primero está ausente, sugiriendo la necesidad de cortar el monocultivo con una proporción de gramíneas. “Pensar que por el sólo hecho de hacer siembra directa o sembrar directamente sin labran­zas se tiene todo o casi todos los problemas resueltos es simplificar la Agronomía, cometiendo un error de tal magnitud que inexorablemente conduciría a un nuevo colapso productivo” (Romagnoli, op.cit.: pag. 31).

Existen un sinnúmero de importantes menciones de científicos y tecnólogos analizando nuevas aristas de la discusión.

Kobayashi (2004) menciona que el cultivo de soja provoca un au­mento y expansión de patógenos en el suelo y que la siembra directa pro­voca resurgimiento de enfermedades, ya que deja las raíces y los tallos in­fectados con hongos patógenos dentro del suelo hasta el año siguiente.

Este mismo autor hace referencia a que un campo con monocul­tivo muestra una diversidad de microorganismos notablemente baja, re­firiéndose a los microorganismos benéficos y también menciona que en China, en la actualidad, se desarrolla un programa para frenar los daños causados por el monocultivo de soja.

En relación al mayor uso de plaguicidas debido a la sojización, existen referencias encontradas. Mientras que algunos autores sostienen que el incremento del uso de plaguicidas aumenta el potencial de conta­minación de aguas superficiales y subterráneas y sedimentos (Costa, 2004), otros aluden a que el herbicida más difundido -el glifosato- permi­tió sustituir a herbicidas sintéticos tres veces más tóxicos y que persisten en el medio casi dos veces más tiempo que el glifosato (Hopp, 2004).

Sin embargo, en contraposición con la postura de Hopp, Papa (2004) indica la inconveniencia de la predominancia del glifosato sobre otros herbicidas tradicionales, por la mayor presión de selección sobre la comunidad de malezas, dirigida a especies adaptadas al no laboreo y re­

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lativamente tolerantes a glifosato, comenzando a destacarse malezas que antes aparecían desapercibidas.

Investigaciones realizadas en el Conicet y en la Universidad del Litoral, en lotes de soja de la provincia de Santa Fe, comprobaron que el glifosato es tóxico para peces, anfibios e invertebrados acuáticos (Con­ciencia, 2004).

Diversas fuentes calificadas hacen mención a la pérdida de mate­ria orgánica y la asocian a procesos erosivos, indicando que las rotacio­nes con gramíneas como maíz y trigo, aportan rastrojos con más posibi­lidad de humificarse (Casas, 2004).

Otros científicos, como Pfeiffer (2004), realizan una serie de pre­guntas trascendentes en torno a la influencia de la soja sobre el medio ambiente: i) ¿Tiene que ver el cultivo de soja con las grandes inundacio­nes en la región de la pampa húmeda?; ii) ¿Hay contaminación del suelo o del agua con glifosato?; iii) ¿El avance de la soja no pone en riesgo a los montes nativos?; iv) ¿no se generan desequilibrios biológicos, con la po­sibilidad de nuevas plagas y malezas?; v) ¿Se han sistematizado los datos que denuncias crecimiento de malezas resistentes al glifosato?; vi) ¿qué datos se manejan sobre la microflora y microfauna del suelo?.

Los grandes interrogantes de Pfeiffer no sólo no aparecen como imprudentes, sino que son trascendentales, al comprobar que no existen a nivel del sector público científico tecnológico investigaciones profun­das que permitan brindar respuestas finales a estos interrogantes, ni preo­cupación importante desde las esferas políticas del sector en desarrollar estos estudios.

La explosiva expansión del cultivo de soja no fue acompañada por la suficiente preocupación y asignación de recursos para la investigación de temas trascendentales que surgirían inmediatamente. Por el contrario, correspondió al período de mayor deterioro del sistema nacional cientí­fico tecnológico.

En el último Congreso de AACREA, el investigador de la UBA M. Oesterheld (XVII Congreso, 2004), afirmó en una conferencia, que “La Argentina es el tercer país productor de soja del mundo. Contribuye con un 16% de la producción mundial, detrás de EEUU con un 43% y de Brasil con un 24%. Sin embargo, Argentina produce sólo el 2% de los artículos que se publican sobre soja en el mundo, mientras que EEUU genera el 30% de los artículos y Brasil el 10%”. Esta aseveración pone al descubierto los vacíos de conocimiento que existen en torno a temas trascendentales relacionados con la expansión vertiginosa de la soja, lo cual no es tomado en cuenta por los más fervientes defensores de la pro­pagación de la oleaginosa.

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Continuaba Oesterheld afirmando que “el estado argentino gasta en investigación agropecuaria unas seis veces menos dinero que lo que gasta la firma Monsanto en el rubro I+D. Sin embargo, el producto bru­to agropecuario argentino es mayor que las ventas de Monsanto, por lo cual Argentina gasta en investigación una proporción de la facturación 22 veces menor a la de Monsanto”.

2.3 L a “Sojización”y la concentración del uso del sueloEl Censo Nacional Agropecuario 2002 revela un conjunto de in­

dicadores muy significativos, que se relacionan al período de expansión de la soja

Uno de ellos es la importante disminución del número de explo­taciones agropecuarias y del empleo rural. Desaparecieron 87.688 explo­taciones, en su mayoría pequeñas y medianas, registrándose solamente en la región pampeana una disminución de 54.495.

La superficie media de las EAPS se incrementó en un 25.3% espe­cialmente en las regiones y provincias de mejores ventajas comparativas naturales. Así, por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires, el aumento fue del 39.6%.

El segundo indicador que interesa para el análisis es el uso del sue­lo, que -como se ha mostrado en la primera parte del trabajo- resulta elo­cuente en cuando a la profimdización del proceso de “agriculturización” de la región pampeana, especialmente con el incremento de la superficie dedicada a la soja y el desplazamiento del stock ganadero.

En lo que respecta a las regiones extrapampeanas, se percibe un incremento notable de la superficie sembrada con oleaginosos, reempla- nado a cultivos industriales, como ocurre con la fuerte reducción de la superficie algodonera (ver cuadro 6).

El tercer indicador que surge del Censo Nacional Agropecuario 2002 es el incremento de la modalidad productiva basada en tomar tie­rra de terceros, multiplicándose las formas de producción basadas en contratistas capitalistas y grandes arrendatarios que alquilan campos ba­jo diversas modalidades jurídicas, como los “pools” de siembra o los fon­dos de inversión, que maximizan ganancias ya sea por la reducción de los costos de insumos, por el acceso a tasas de interés más convenientes, o bien por la integración vertical con etapas significativas de la comerciali­zación y el sistema financiero.

Junto a los grandes tomadores de tierras, se mantiene inalterada la vigencia de la gran propiedad, que permite a sus titulares reunir los sig­nificativos niveles de ganancias que obtienen cuando operan directamen­

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te la producción en calidad de terratenientes-capitalistas, con una cre­ciente renta del suelo, que en las mejores tierras sojeras alcanza a 15 o 16 quintales por hectárea.

Las grandes empresas productoras de soja explican la pérdida de vigencia de los pequeños productores en función de una economía de es­cala impuesta por el mercado. Aluden a este proceso de concentración como una nueva innovación organizacional, con aumento de escala, con tercerización de actividades y la realización de los contratos por la tierra. Hacen mención a que cada productor de acuerdo a su tamaño y fortale­za participa en una red y que el pequeño productor fuera de escala tiene como alternativa la obtención de una pequeña renta por la cesión de su predio. Explicación de tipo tautológica, que como ocurre en otras áreas, descansa en la “globalización”, considerada como un hecho inevitable al que hay que acomodarse.

Desde Instituciones como INTA o entidades de productores agro­pecuarios, la explicación del proceso de pérdida de vigencia de la peque­ña y mediana explotación se sustenta en el análisis microeconómico, rela­cionándolo a su vez con las variables macroeconómicas prevalecientes.

Peretti (1999) indica una fuerte transformación de los precios re­lativos agropecuarios durante el período de la convertibilidad. La rela­ción precios mayoristas/minoristas se redujo fuertemente, pasando de un promedio 2.07 en el período 1982-88 ($ de mayo del 98) a un promedio igual a 1, en el período 1992/98.

De este modo se verifica un importante deterioro de la capacidad de compra minorista o del ingreso familiar del productor agropecuario, que lo indujo a vender su propiedad o a alquilarla, situación parcialmen­te modificada luego de la devaluación de 2002.

Esta circunstancia no es provocada por el cultivo de la soja, sino que por el contrario, hubiera sido más grave aún con las otras activida­des agrícolas que generaban menores niveles de rentabilidad.

Refiriéndose al afianzamiento de la soja durante la década del '90, Pizarro (2003) afirma que la menor utilización de insumos por parte de esta oleaginosa en relación al maíz, y los mejores precios respecto a és­te último, al girasol y a la carne vacuna, explican el predominio final de la soja.

CONINAGRO elaboró un profundo trabajo de análisis del exce­dente económico y el endeudamiento agropecuario en abril de 1996, es decir previo a la gran expansión de la soja acaecida a partir de 1997-98, en que se inicia la expansión de la soja RR y la siembra directa. Ya en ese entonces afirmaba que la pequeña y mediana explotación estaba en re­troceso, y que la pérdida de su rentabilidad obedecía al mayor costo de

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vida que debía afrontar el pequeño productor (relación precios mayoris­tas agropecuarios/precios minoristas), a la tasa de interés con la que se estaba endeudando para hacer frente a inversiones y a capital de trabajo, y a los precios internos más bajos.

Es decir, que el deterioro del pequeño productor agrícola de la región pampeana no obedece a la generalización del paquete tecnoló­gico actualmente prevaleciente para la soja, sino que tiene su origen previamente y aparece como consecuencia de la transformación de los precios relativos a partir de la convertibilidad, agravado como se verá más adelante por la vulnerabilidad en la que ingresó este estrato pro­ductivo a partir del retiro del estado de su función de regulación en la comercialización.

No obstante, el proceso social se fue agravando con el avance so- jero, en la medida que la generalización del nuevo paquete tecnológico significó además la pérdida de empleo para los trabajadores rurales, es­pecialmente los menos calificados. La siembra directa demanda menor cantidad de mano de obra y la que emplea debe tener mayor nivel de ca­pacitación y conocimiento.

Blanco (2003), refiriéndose a la necesidad de la mayor profesiona- lización requerida por la siembra directa, alude a que es una explicación de las causas por las cuales salieron de la escena productiva los más dé­biles. Además, sostiene, se trata de una agricultura de ciclo más corto por cada cultivo, Es una agricultura de tipo “post fordista”. Con la siembra di­recta los tiempos operativos se reducen desde 3 horas a 40 minutos.

Esta es la razón por la cual constituye una herramienta adecuada a un proceso de crecimiento de tipo horizontal. Este conjunto de atribu­tos de la siembra directa explican también su rápida difusión: reduce el empleo de mano de obra, provoca menor desgaste de maquinaria agrí­cola por menor uso, ahorra en combustible y disminuye los tiempos muertos entre un cultivo y otro (Blanco, op.cit.)

2A Las políticas neoliberales y el desmantelamiento de los intrumentos regulatorios

Es imposible interpretar los profundos cambios que se operaron en la región pampeana durante la última década y media, sin considerar la incidencia que tuvo en los mismos la eliminación y/o reducción a su mínima expresión de los más importantes instrumentos de política agro­pecuaria, especialmente los que regían en tomo a la producción granaría.

A comienzos de los años 30 del siglo XX, Argentina creó su pri­mer organismo de regulación de granos, como respuesta a la compleji­

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dad que existía en tomo a todo el sistema productivo: i) desequilibrios in­ternos ocasionados por la oligopolización de la demanda de la industria y la exportación; ii) incertidumbres y fuertes oscilaciones en el mercado mundial operado por empresas multinacionales; iii) necesidad de incre­mentar la productividad y tecnología; entre otros problemas.

La creación de la Junta Reguladora de Granos, no fue una deci­sión aislada de Argentina, sino que por el contrario, constituyó una rápi­da respuesta a definiciones de la misma índole que estaban tomando EEUU, Canadá, Australia, es decir los principales países productores de granos, que ajustaban sus legislaciones y creaban organismos de regula­ción para la protección de las producciones locales.

Desde la primera Junta Reguladora de 1933, este organismo pasó por distintas vicisitudes en función de los distintos gobiernos y políticas económicas que prevalecieron en el país. A veces con posiciones más es- tatistas, otras mucho más liberales, acompañó por casi sesenta años los vaivenes de la producción y exportación de granos del país.

La desaparición de la Junta Nacional de Granos (última denomi­nación al momento de su disolución) se produjo en 1991, a partir del de­creto N° 2284 de desregulación económica, mediante el cual cesa esta Institución junto a la mayor parte de los organismos del Estado que in­tervenían en la comercialización de la producción agropecuaria (León y Rossi, 2003).

La Junta Nacional de Granos intervenía en el mercado granado a través de un conjunto de instrumentos que tendían a equilibrar y arbitrar mínimamente el sistema.

Mediante la aplicación de los “precios sostén” se protegía el pre­cio que recibía el productor, ante intentos de la demanda concentrada, de disminuirlos. Los precios mínimos de exportación constituían un in­tento de defender al estado de maniobras de subfacturación por parte de los grandes exportadores. La promoción de la producción de granos en el NOA y NEA se basaba en reconocerles las desventajas de sus locali­zaciones más alejadas de los puertos. La existencia de puertos operados por la Junta brindaba a la pequeña y mediana producción la seguridad de un servicio público con tarifas controladas.

Una de las principales misiones y repercusiones de la Junta Nacio­nal de Granos la constituía la operatoria de su Fondo Comercial, median­te el cual intervenía en el comercio internacional, especialmente median­te convenios entre países. La posibilidad de exportación directa de la Jun­ta Nacional de Granos, posibilitó defender el precio FOB de Argentina, que en última instancia es el que define, a posteriori, el precio que reci­ben los productores luego de deducir los costos de transacción.

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Si bien la existencia de la Junta Nacional de Granos no eliminaba los desequilibrios y perjuicios que tenían los pequeños y medianos pro­ductores en un sistema comercial de alta concentración oligopólica, su desaparición los dejó inermes en cuanto a lo que a definición y defensa de los precios internos se refiere.

Es decir, no sólo es importante al momento de analizar la pérdi­da de la rentabilidad de los pequeños y medianos productores, conside­rar los datos de los precios al productor como una variable más, sino có­mo se conforman esos precios, los cuales independientemente de los que prevalecen en el mercado mundial y de los que se traducen con un de­terminado tipo de cambio, están dependiendo de las posibilidades de protección que tenga la pequeña producción frente a los que definen los precios en el mercado interno, que nada tiene de libre sino que se halla totalmente controlado por parte de las grandes empresas.

En la actualidad, la necesidad e importancia de la existencia de instrumentos y políticas activas por parte del Estado es fundamental, más aun cuando no sólo se trata de intervenir en la comercialización de gra­nos, sino también en otras funciones que lo están reclamando, como por ejemplo en áreas relacionadas con la conservación de recursos naturales, en la problemática de tierras, en temas como la propiedad intelectual y el patentamiento, entre otros.

En relación con los recursos naturales falta legislación y la que existe se halla desarticulada entre las jurisdicciones nacional, provincial y municipal. Además de su compatibilización, deben asignarse los recur­sos necesarios para la investigación de los problemas, para la implemen- tación de su solución y para el ejercicio de la función de potestad por parte del estado.

En el tema tierras, la legislación y políticas existentes son claramen­te regresivas.8 Los pocos instrumentos que existían de resguardo de la pe­queña producción, que mínimamente atenuaban los procesos de concen­tración, fueron destruidos por la dictadura militar, como ocurriera por ejemplo con la disolución del Consejo Agrario Nacional en 1980.

8. Cabe remarcar la mayor complejidad que reviste actualmente el sistema de arrendamien­tos y contratos accidentales, ya que la tradicional contradicción que oponía en tomo a la renta predominantemente a grandes propietarios y pequeños productores, se ha matizado creciente­mente por la presencia cada vez más destacada de los grandes tomadores de tierras -como Gro- bocopatel o el grupo El Tejar- y los numerosos pequeños propietarios o mini-rentistas que en muchos casos les ceden sus tierras. De modo que la reglamentación legal del sistema de arren­damientos deberá contemplar que tanto en la demanda como en la oferta de tierras existen inte­reses que deben ser protegidos de las desiguales condiciones de competencia económica que im­pone el “libre” mercado. Al respecto, ver: Federación Agraria Argentina. La tierra: ¿para qué?, pa­ra quiénes?, ¿para cuántos? Congreso Nacional y Latinoamericano sobre uso y tenencia de la tie­rra. Bs. As., 2004.

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En la actualidad, este tema presenta una notable trascendencia. Por una parte, por la importante desaparición durante “la convertibili­dad” de aproximadamente la tercera parte de los pequeños productores, proceso que está lejos de haber desaparecido y que recrudecerá cuando cesen las favorables condiciones de rentabilidad que actualmente tienen los granos, especialmente debido a la alta paridad cambiaría. En este sen­tido, se mantiene invariable la vulnerabilidad estructural de la pequeña producción, sin que se halla producido ninguna transformación en senti­do contrario, ni se avisoren políticas en esa dirección.

Pero, además, el problema de la tierra interesa por su estrecha relación con la conservación del suelo. Es imposible pensar en conser­var el recurso edáfico, en condiciones de alta precariedad del uso del mismo.

El alto grado de concentración de la producción, el proceso de de­saparición del pequeño productor agropecuario y la conservación de la fertilidad de los suelos, constituyen partes de una misma problemática, que no podrá ser solucionada sin la existencia de políticas efectivas en materia de tierras.

A todo este conjunto de áreas se le agrega la necesidad de un aná­lisis más proíimdo de la temática del patentamiento y la propiedad inte­lectual de las obtenciones vegetales, especialmente la ingeniería genética. Los últimos acontecimientos en tomo a las amenazas de Monsanto del cobro de regalías sobre la soja RR en países a los cuales Argentina expor­ta se suman a las indefiniciones y dilaciones por parte de la SAGPyA en el abordaje y solución del problema. Además, nuevamente en este último punto, puede observarse la desprotección de los pequeños productores, en la medida que la reivindicación o derecho al uso de semilla propia no fue diferenciada en relación a las grandes empresas productoras.

3. C onclusionesEl proceso de fuerte incremento del cultivo de soja, especialmen­

te a partir de la difusión de la variedad transgénica RR y de la “siembra directa”, ha significado un importante aumento de la productividad y de los valores de exportación del país.

Especialmente, desde las entidades empresariales involucradas con este crecimiento y también desde medios periodísticos especializa­dos en el ámbito rural y desde algunas áreas políticas del aparato públi­co, se alude a la “sojización” casi como una epopeya que no tiene paran­gón a nivel internacional.

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Sin embargo, es necesario desarrollar un análisis crítico de este proceso, incorporando al mismo incidencias e impactos sociales y me­dioambientales, que a nuestro juicio es la manera apropiada de evaluar los procesos productivos.

La “sojización” no fue precedida ni acompañada de objetivos e instrumentos de planeamiento. Por lo tanto fueron muy pocas las inves­tigaciones y estudios que, entre otros aspectos, analizaran las externalida- des negativas.

Existe una importante cantidad de menciones de referentes califi­cados del sistema científico tecnológico alertando respecto a la degrada­ción de los recursos naturales debido al monocultivo de soja. No sola­mente deterioro de suelos, sino también contaminación de napas, proble­mas fitopatológicos, resistencia de malezas, etc.

Los defensores a ultranza del monocultivo sojero aluden a la exis­tencia y expansión de prácticas conservacionistas como modo de preve­nir el deterioro de los recursos naturales. Sin embargo, según cálculos re­cientes, en la última campaña agrícola sólo se repuso una cantidad muy limitada de los nutrientes que extrajo la cosecha, calculándose los por­centajes en apenas un 27/30% del nitrógeno, un 37/40% del fósforo y un 10% del azufre. Traducido a dólares, por ejemplo, podría afirmarse que se fertilizó por 370 millones y se extrajo por 1.400 millones.9

Así, la degradación medioambiental es una realidad ineludible de­bido a la contradicción existente entre el conocimiento tecnológico de prevención y las condiciones económicas de producción, basadas en la ló­gica del capital, agravada por la existencia de una elevada proporción de “contratos accidentales de arrendamiento” que impiden la incorporación de prácticas más conservacionistas y alientan a la “ganancia inmediata”.

El proceso de “sojización” se corresponde, también, con el avan­ce del capital financiero en la producción agraria, junto con la destruc­ción de marcos regulatorios que, más allá de su discutible eficacia, exis­tían hasta comienzos de los '90.

De este modo, tuvo lugar un proceso agudo de concentración y centralización económica, cuyo indicador más elocuente es la desapari­ción de casi la tercera parte de los pequeños y medianos productores pampeanos (Cloquell y Azcuy Ameghino, 2005).

No se trata de productores marginales desde el punto de vista de los rendimientos de las cosechas, ni de chacareros que se resistían a la incorporación de tecnología o que eran incapaces de incorporar inno­vaciones.

9. Clarín, 6-10-2005.

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Su desaparición tuvo lugar a instancias de cambios en los precios relativos, debido a una política económica explícitamente desfavorable para la pequeña y mediana producción y que condujo a la concentración económica, que continúa su curso en las nuevas condiciones de la post­devaluación.

Por último, es importante comprender que los problemas aludi­dos no hunden sus raíces más profundas en la “soja”, en tanto el cultivo en torno al cual se concentra actualmente el proceso de “agriculturiza- ción”, sin perjuicio de la alta vulnerabilidad externa que significa la de­pendencia de esta oleaginosa como rubro fundamental de las exporta­ciones nacionales.

En el futuro, si se producen cambios relativos en los precios de los granos y el mercado privilegiara tansitoriamente a otra especie, los proble­mas serían los mismos. Por eso, de lo que se trata es de lograr que la ex­pansión productiva incorpore como beneficiarios a la mayor parte de los actores y que sea compatible con la preservación de los recursos naturales.

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L a “sojización contradicciones, intereses y debates 157

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 260 semestre 2005.

D ocum entos

¿Ridículo o irracional?

HORACIO GIBERTI* y CARLOS A. MAKLER**

El 22 de agosto último, al cumplirse seis meses de su fallecimien­to, se realizó un homenaje al contraalmirante (RE) Carlos Sánchez Sañu­do, en el que se destacó "a esteform idable ser humano, sencillo, austero, p ro ­bo, bueno, de intachable conducta, pa la d ín en la defensa de la libertad y la irres­tricta subordinación a la ley y a nuestra sabia C arta M agna de 1 8 5 3 /6 0 ” (La Nación, 28 de agosto de 2005, pág. 16).

Sin entrar a juzgar la justeza de las cualidades morales que se le adjudican, no podemos menos que señalar que ciertas cualidades intelec­tuales no estarían a la altura de las primeras.En efecto, creemos que poco se puede coincidir con la pobre definición que años atrás efectuara ese homenajeado sobre el concepto de desarro­llo. En una conferencia dictada en el Centro de Estudios San Ignacio afirmó:

"Existen dos términos que comúnmente se utilizan como sinónimos, y que en realidad son totalmente contradictorios: Progreso y desarrollo. E l pro­greso es la evolución positiva de una comunidad m otivada p o r e l incre­mento de los bienes. E l desarrollo es una evolución negativa, basada en decisiones gubernamentales, que a l no poder producir riqueza se confor­man con im prim ir papel moneda” (La Razón, 3 de junio de 1967, 6a edición, pág. 6).Consideramos casi innecesario señalar la pobreza conceptual del

argumento pues la propia realidad y el uso generalizado del término des­virtúan las afirmaciones del conferenciante.

Ingeniero Agrónomo, Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires. Antropólogo, Universidad Nacional de Quilmes y Universidad de Buenos Aires.

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En realidad, la comentada pobreza conceptual no es patrimonio de una persona y de un período sino que viene arrastrándose desde bas­tante tiempo atrás; por ejemplo: cuando se crearon en el seno de la Se­cretaría de Agricultura y Ganadería la Dirección de Sociología Rural y el Comité Permanente de Sociología Rural, el periódico Edición Rural -en buena medida difusor del pensamiento de Confederaciones Rurales Ar­gentinas (CRA) y de la Sociedad Rural Argentina- los calificaba sin fun­damentos ni cortesía del siguiente modo:

... “este ridículo y absurdo 'Comité, que se incorpora, según su artículo 4 C\ a l ridículo y absurdo presupuesto que tendrá la no menos ridicula y absurda Dirección de Sociología R u ral* (Edición Rural, 9 de di­ciembre de 1958, pág. 2).Si las definiciones transcriptas nada aportan a un estudio de esos

temas, más lamentables son cuestiones similares provenientes no ya de esferas privadas sino de organismos oficiales. Todavía años más tarde, La Nación (26 de noviembre de 1978, pág. 20) informaba:

“Un revuelo de regulares proporciones se ha producido en el mundo de la enseñanza a ra íz de haber impugnado las autoridades educativas de Córdoba, p o r razones ideológicas (sic), la matemática moderna. ” ( ...)“L a tesis cordobesa sostendría que a través de la enseñanza de la mate­mática moderna se reniega de los postulados de la lógicaform al y se abre, por lo tanto, un peligroso camino para la penetración subversiva *La misma nota comentaba:“Los cordobeses sostienen que a p a rtir delfam oso grito de i Abajo Eucli- des!\ lanzado por el profesor Dieudonne, en la Conferencia de Royau- mont de 1959, las matemáticas pueden servir como arma su til a l servi­cio de la ideología revolucionaria. Observan, incluso, las características del lenguaje utilizado para expresar esa nueva matemática, con voca­blos, dicen, de origen típicamente marxista. Insospechadamente, uno de los vocablos cuestionados es e l de vector*

Y al día siguiente La Nación (27 de noviembre de 1978, pág. 12), agregaba que en el debate sobre el tema en el Consejo Federal de Edu­cación:

... “las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba se declararon contrarias a la matemática moderna, y no sólo a su enseñanza en el ci­clo m edio* , ( .. .)... “en un trabajo que circuló en medios institucionales docentes se ase­vera que la nueva matemática puede ser un arma terrible en manos de la subversión y de la ideología revolucionaria '•*...

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Documentos 161

Desde luego que tales afirmaciones generaron una fuerte polémi­ca. Refiriéndose a las argumentaciones que atribuían “desconexiones con la rea lid a d d e l m undo de la n a tu ra leza * o “conexiones ideológicas insospechadas” a los términos “vectores y /o conjuntos”, el Instituto de Matemática, Astro­nomía y Física de la Universidad Nacional de Córdoba señalaba:

“E stas afirm aciones revelan en quienes las sostienen serias deficiencias deform ación e inform ación m atem ática”(La Nación, 17 de diciembre de 1978, pág. 10).Por su parte, la Unión Matemática Argentina, señalaba “su estupe­

fa cc ió n ” ante la imputación por parte de ... “algunosfuncionarios vinculados con la educación” de que ... “la m atem ática m oderna era \elem ento idóneo p a ra in trodu cir ideas subversiva s*” (La Nación, 20 de diciembre de 1978, pág. 8).

Además, Ernesto Sábato, que dejó la física por la literatura, con­sultado por La Nación sobre el significado del término “vector”, respon­dió: “E s una p a la b ra im prescindible, ta n to como 'uniform e* en la p o lic ía o 'pre­cios* en econom ía.”Y agregó: ... “que quien niegue la m atem ática m oderna no p o d rá em plear los m isiles y m enos va lerse de las com putadoras. E n otras p a la ­bras, dijo , sin m atem ática m oderna no h a y ejércitos m odernos posibles; se tra ta ­ría , entonces, de vo lver a la la n za y e l sable, que no son feo s, pero sin duda un poco anacrónicos p a ra las F uerzas A rm adas de estos tiem pos!* (26 de noviem­bre de 1978, pág. 20).

La cuestión debió preocupar mucho por un posible papelón inter­nacional. La Nación, diario que apoyaba ideológicamente al gobierno, se expresó muy críticamente sobre este punto: le dedicó cuatro editoriales entre el 10 de diciembre de 1978 y el 20 de febrero de 1979, tres de los cuales aparecieron con una diferencia de entre diez y quince días. El pe­riódico planteaba de modo reprobatorio y alarmado que:

“D e la sorpresa in ic ia l se ha pasado a l asombro. H asta e l momento, nun­ca se habían planteado las discusiones respectivas en ese terreno. C uesta im aginar cómo los intentos p o r obtener que los niños de escuela prim aria superen un aprendizaje basado sólo en mecanismos o adiestram ientos y lo reem placen p o r la comprensión in tegra l de la operatoria, p o r ejemplo, haya de resultar en una in filtración de doctrinas m arxistas.”

A la vez, señalaba las consecuencias negativas que este debate po­día tener en la imagen internacional del país:

“Una discusión de este tipo d ifun d ida en e l exterior haría sin duda m uy fla co fa v o r a los esfuerzos sacrificadam ente cum plidos p o r e l gobierno y tantos órganos de la vid a nacional para contrarrestar una cam paña pro-

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pagandística contraria a la im agen argentina ,, pues nos p in ta ría como un p a ís que en una caza de brujas insensata no tem e ponerse aún a l bor­de d el ridículo\ (La Nación, 10 de diciembre de 1978, pág. 8).En definitiva, todos estos episodios más que cuestiones opinables

constituyen lamentables ejemplos de serios déficits en los procesos de ra­zonamiento de quienes los originaron. Esto podrá tener ribetes risueños, pero es trágico dado que quienes expresaban esos puntos de vista ocupa­ban posiciones importantes en el gobierno o bien tenían peso en la opi­nión pública.

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Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, N° 23, 2do semestre 2005.

R eseñas bibliográficas

Ménica Bendini y Carlos Alemany (Compiladores)Crianceros y chacareros en la PatagoniaCuaderno 5 del Grupo de Estudios Sociales Agrarios. GESA-INTA-NCRCRD.Editorial La Colmena, Buenos Aires, 2004

La presentación del nuevo Cuaderno del GESA, que lleva el nú­mero 5 encuentra su sentido en la acción compartida, entre docentes in­vestigadores, extensionistas, funcionarios y técnicos de organismos públi­cos, organizaciones sociales y de la producción y los propios sujetos del trabajo agrario.

Constituye entonces una valiosa oportunidad para compartir lo hecho en los difíciles tiempos recientes, para pensar juntos, para desafiar a quienes desde la defensa del Estado mínimo denostan la investigación pública y la planificación como actividades de trascendencia, para revisar y socializar la producción de nuevos conocimientos resultantes del traba­jo individual y colectivo, y para reflexionar acerca de su valor en térmi­nos de aporte a una transformación social centrada en la trascendencia de la vida humana, en el derecho al bienestar, al trabajo con dignidad, al ingreso justo y al ambiente sano.

El conjunto del libro, como aporte al conocimiento acerca de la región y de los sujetos que la moldean, pone el énfasis en la dinámica ru­ral, enfocada desde la dimensión productiva y sociocultural, buscando marcar la existencia de procesos singulares y contradictorios de genera­ción y apropiación de riqueza, información y poder, en el marco del de­senvolvimiento general del sistema económico.

En tal sentido, da cuenta de interrogantes y respuestas acerca de la coexistencia armónica y conflictiva, según los casos y tiempos, entre lo

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164 Reseñéis bibliográficas

individual y lo social, entre la racionalidad económica y el sentido de la vida, entre la lógica de la renta y la ganancia expresada en los mercados, y las necesidades vitales de los hombres y mujeres sujetos de la agricul­tura y la ganadería implícitas en su cotidianeidad, y entre las estrategias familiares y la acción colectiva en el territorio, en una ruralidad en pro­funda transformación tecnológica, organizativa, cultural e institucional.

Nutren la obra dos conjuntos de actores centrales de la economía y la sociedad en la Patagonia norte: los crianceros y chacareros. Cada grupo en un territorio particular, refleja una diversidad de relaciones con la naturaleza, entre sí, y con otros grupos sociales, dentro y fuera de ca­da subsistema de producción-distribución. Cada grupo con su historia de vida individual y colectiva, más allá de los determinantes estructurales, con sus experiencias de aprendizaje, de prueba y error, de organización y autogestión, y con vínculos de negociación y conflicto con el Estado en sus distintas jurisdicciones, por las regulaciones del trabajo, el dinero, el intercambio y el ambiente, y que a lo largo de su existencia se adap­tan, cuestionan o resisten, gestando mundos sociales, culturales y econó­micos particulares y diversos.

En tal sentido, cabe agrupar los trabajos desde distintas miradas. Por un lado, pueden distinguirse los trabajos que tienen por objeto inves­tigar, conocer, reflexionar, producir conocimiento aplicable en otras ins­tancias, y acumulable a través de intercambios en espacios de diálogo en­tre disciplinas, cátedras, equipos de análisis comparado, tesistas, y plani­ficadores. Por otro, están los trabajos que se vinculan más directamente a la intervención y la acción, presentados por los propios actores, exten- sionistas y sujetos de la producción, aportes que se nutren de miradas y percepciones directas, forjadas en el terreno, en la vivencia del ida y vuel­ta, de la suposición, la programación, la acción y la evaluación, en la que se hace visible una gran riqueza conceptual y de valores detrás de cada propuesta, afirmación, gestión o revisión. Trabajos que plantean análisis, decisiones de acción, ejercicio en la práctica, y vuelta al análisis y refle­xión sobre resultados, aciertos y errores, contextos, posibilidades y res­tricciones, nuevas oportunidades y riesgos.

Todos ellos incorporan al tiempo y al hombre como variables cen­trales, como una combinación de energía transformadora.

Pasando revista a los trabajos, encontramos en primer lugar Los crianceros del Neuquén, de M én ica B en d in i, Pedro T sakoum agkos y C arlos N ogués, los que retomando un trabajo clásico sobre campesina­do en sistemas ganaderos extensivos y con sentido de actualización revi­sión, centran el análisis en los productores familiares, campesinos-crian­ceros, que desarrollan su vida en el noroeste de la Patagonia ligados a una

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165R eseñas bibliográficas

particular forma productiva: la ganadería transhumante. En el texto sus autores retoman la historia, y resitúan a los crianceros en el actual esce­nario económico e institucional, revisando los condicionamientos estruc­turales a su desenvolvimiento, las prácticas productivas y los vínculos con el ambiente, al tiempo que evalúan las políticas públicas, su orientación e impacto sobre la organización campesina y territorial, en especial en cuanto a la disponibilidad de tierras de pastaje y arreos, y la transición de áreas fiscales a la mercantilización.

Siguiendo con el estudio de la vida de los crianceros, M arcelo P é­rez C en teno, en su artículo ¿H acia q u é nueva ru ra lid a d ?. E strategias fa m i­liares y program as de intervención en Coyuco, N euquén, aborda las estrategias desarrolladas por los crianceros del paraje Coyuco, del Departamento Chos Malal que se construyen combinando adaptación y resistencias en el nuevo escenario de complejidad que marcan los territorios del norte neuquino, entre el Estado, su centralización-descentralización y control, y las comunidades locales. Su trabajo se centra en las estrategias que des­pliegan los crianceros del sitio frente a los programas de intervención, las que dan cuenta de una profunda metamorfosis de las áreas rurales que im­plica la emergencia de nuevos roles y funciones a los tradicionalmente asignados a los crianceros teniendo en cuenta las especificidades locales. Con ese objeto, revisa el desenvolvimiento de la actividad de cría de ca­prinos, estructurante de la organización de la actividad familiar de los crianceros en las comunidades mapuches asentadas en el norte neuquino, y enfoca en los tiempos recientes el impacto de programas de interven­ción con origen en distintos organismos públicos, los que en una combi­nación de acciones de emergencia asistencial y cooptación política intro­ducen fuertes alteraciones en la organización productiva y familiar local, provocando el abandono de los lazos con la tierra en sectores jóvenes y la pérdida de saberes ligados a las prácticas productivas tradicionales, con las resultantes socioculturales que dicho proceso entraña en materia de crisis de identidad y de fractura de los vínculos comunitarios.

En función de ello, el autor se interroga ¿hacia qué nueva rurali­dad se encaminan estos territorios?

En relación a la dinámica de transformación, adaptación y resis­tencia, otro artículo, en este caso el del Ing. Luis T iscom ia , O rgan iza­ción y acción co lectiva . E l caso de la “M esa de O rganizaciones C am pesinas”, da cuenta del fértil y complejo proceso de organización y movilización de los crianceros nucleados en organizaciones como la ACU en la zona cen­tro oeste neuquina, devenidos en sujetos políticos, en un proceso de visi- bilización de sus tradicionales necesidades convertidas en demandas in­dividuales y reclamos colectivos al poder político provincial. El trabajo

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166 Reseñas bibliográficas

revisa el proceso de gestación de fuerzas, en los años 90, el conflicto de construcción de decisiones y manejo de tiempos, la acción y reacción, y las resultantes en materia de avances concretos en defensa de los dere­chos sobre la tierra, el trabajo, la promoción de su actividad y el valor de la producción, los derechos sociales básicos ligados a la salud, la vivien­da y la educación, y en particular acerca del reconocimiento del sector en su identidad, y su instalación como protagonista en el escenario de pujas políticas, demandas económicas e intervenciones públicas diversas, superpuestas y contradictorias, en la provincia de Neuquén.

Por su parte, M aría C ecilia M adariaga, presenta su artículo E l trueque en ¡os sistemas agrarios campesinos. La autora analiza cómo la esca­sez del dinero en las áreas rurales, entre otras razones sociales y cultura­les, perpetúa la existencia del trueque. Razona que este sistema de inter­cambio, que tiene lugar en el campo y en localidades del medio rural, cumple en general la función de eslabonar el circuito de comercialización de los productos agropecuarios por parte de los pequeños productores regularmente afectados por la incapacidad económica, de escala, e insti­tucional, para acceder a los mercados finales en forma directa. Pero tam­bién da cuenta de situaciones específicas y diferenciadas según el mayor o menor grado de debilidad del productor, y su correlativa dependencia del mercanchifle proveedor, comprador y transportista, del acopiador, o del comerciante financista de adelantos de dinero, provisión de insumos, mercaderías diversas, combustible, etc., no exentas de conflictividad; y del conjunto de relaciones que se tejen en cuanto a la disponibilidad de tierras, el acceso a fuentes de agua y pasturas, y la problemática de las dis­tancias a los servicios en los núcleos urbanos o centros rurales. Señala la autora las formas de canje por trabajo, la entrega de ganado, cueros, leña o ladrillos, a cambio de fardos de pasto, antisárnicos y otros bienes estra­tégicos en el circuito productivo ovino-caprino, y la variabilidad en los precios relativos, según los cambios en el clima, los valores de mercado de bienes y salarios, así como la existencia o no de intervenciones públi­cas que aflojan o tensan la tradicional asimetría de relaciones en las áreas rurales aisladas. Cabe destacar la referencia conclusiva del trabajo acerca de que estas relaciones asimétricas establecidas entre actores con intere­ses diversos, el mercanchifle y su lógica de ganancia, y el pequeño pro­ductor o criancero con su objetivo de reproducción familiar, se expresan en el trueque y reproducen sociedades contradictorias, en las que muy lentamente y con avances y retrocesos se alumbran procesos de cambio.

Recorriendo territorios y pasando a las áreas de riego en las que el chacarero ha sido el sujeto social central de la organización producti­va con base familiar, el trabajo de M én ica B en d in i y Pedro T sakou-

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167Reseñéis bibliográficas

m agkos C onsideraciones generales sobre los chacareros de la cuenca d e l río N e­gro, reconoce una estructura social agraria que se ha complejizado, abar­cando las grandes empresas agroindustriales, los sectores agrarios me­dios, de conformación heterogénea y las pequeñas explotaciones en ma­nos de chacareros con diversidad y pluralidad de inserciones en la repro­ducción social y territorial. El trabajo asume que las profundas transfor­maciones que se han producido en cada ciclo de la fruticultura a lo lar­go del tiempo han jaqueado desde lo económico, y desde lo sociocultu- ral la centralidad de la figura del chacarero como sujeto histórico del de­sarrollo frutícola en el Alto Valle, generándose constantes procesos de di­ferenciación en el colectivo de productores medios y pequeños, resultan­tes de las posibilidades o restricciones al acceso a nuevas técnicas de pro­ducción, y variedades, al crédito y la asistencia técnica, y de la creciente asimetría en la comercialización. Los autores identifican, por un lado, di­versidad de estrategias defensivas de adaptación por parte de estos agen­tes entre las que se cuentan la agricultura de contrato, formas asociativas singulares entre productores, y formas diversas de pluriactividad; y por otro, estrategias de resistencia orientadas a la acción gremial y la presión sectorial por mejoras en precios relativos, solución al endeudamiento, fi- nanciamiento de planes sanitarios, cambios tributarios, y del accionar del Estado en materia de infraestructura, controles y regulaciones. Ellas se superponen con procesos de desaparición, reorientación productiva, y cesión o venta de tierras para usos alternativos, en los que se evidencia la mezcla de situaciones particulares, en las que se advierten cuestiones ge­neracionales, de género, y otras directamente vinculadas a los factores productivos, como la antigüedad de las plantaciones, la obsolescencia de variedades, el deterioro de los suelos, o las cuestiones de localización, en el caso de las unidades productivas menores, próximas a las zonas urba­nas en expansión transformadas en negocio inmobiliario por la vía de lo- teos para vivienda.

Complementando la visión del trabajo de Bendini y Tsakoumag- kos, O svaldo Preiss en su artículo sobre la C aracterización de los agentes económ icos en la cadena fru tíc o la de m anzanas y peras en R ío N egro y N eu- quén, identifica a los principales agentes económicos de la cadena frutí­cola en Río Negro y Neuquén, dando cuenta de los distintos tipos de in­teracción que se establecen entre ellos, como perspectiva para determi­nar el poder de acumulación de los mismos en el proceso de producción- empaque-comercialización en el ámbito regional. En su análisis, el autor señala que los complejos regionales, como el caso del complejo frutícola regional, están crecientemente penetrados por las tendencias provenien­tes de la globalización, pero sus respuestas, como parte de sistemas loca-

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les frente a este nuevo escenario, dependen de las estructuras sociales y las instituciones, de la configuración y forma en que operan los sistemas de innovación, la cooperación inter-firmas y otros factores singulares a cada región. De su análisis resulta que la dinámica actual del complejo frutícola de Río Negro y Neuquén evidencia tendencias contradictorias y una alto grado de heterogeneidad entre los actores, de lo que se deriva la disminución de la superficie plantada, la pérdida de calidad y penetración comercial de la principal especie a nivel regional, la concentración eco­nómica y la debilidad de los productores independientes que no han con­seguido modernizar sus estructuras productivas ni consolidar tramas aso­ciativas. En esa línea, señala el autor, que la forma de coordinación del complejo frutícola regional se caracteriza por la Cuasi-jerarquías en tér­minos de Giuliani (2003), lo que involucra una empresa líder en la cade­na que define las reglas que el resto de los actores debe cumplir en un marco de relaciones de firmas legalmente independientes, reglas que se vinculan, entre otras, al financiamiento y acceso a los mercados externos e interno, y a la fijación de estándares de calidad y normas sanitarias y de trazabilidad requeridas a los productores. Este sistema de vinculación, el más frecuente en la región, se refleja claramente en las características asi­métricas que adquiere el proceso de generación y distribución del ingre­so de la actividad entre los distintos agentes, del que se destacan: que la empresa integrada y el agente comercial transfieren gran parte de los riesgos de la actividad al productor primario, quien debe afrontar las con­tingencias asociadas a la producción, a la evolución de los mercados de distribución y a las variaciones del tipo de cambio; y que la apropiación de rentas vinculadas al poder comercial de los actores claves, se eviden­cia en la conformación de un mercado regional oligopsónico para la co­mercialización de la fruta.

En la línea de los trabajos vinculados a la extensión, se presentan en el libro en primer lugar, el documento de C arlos A lem any, P olíticas p ú b lica s y experiencias asocia tivas de chacareros en e l norte de la P atagonia, y luego el de autoría de C ornelia Flora, Stefan G asteyer y G u illerm o Sem pron i, sobre P articipación loca l en investigación y extensión p a ra la con­servación y desarrollo de los recursos natura les. Un sum ario de enfoques.

El primero de ellos presenta una serie de evaluaciones acerca de las experiencias de transferencia tecnológica y organizativa que se desa­rrollaron como parte del Programa Cambio Rural del INTA, en el norte de la Patagonia El autor reflexiona sobre los resultados de las acciones llevadas adelante en conjunto por productores, técnicos y extensionistas traducidas en promoción a la asociación de los medianos y pequeños agentes para la comercialización de frutas. Del análisis se extrae que el

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169Reseñas bibliográficas

autor recupera en su trabajo interpretarativo tanto las condiciones pro­pias de los chacareros como las orientaciones de las políticas y las estra­tegias de intervención que permitieron y/o obstaculizaron avances hacia la asociación. Identifica el autor estrategias diversas por parte de los cha­careros puestas en marcha en forma individual y colectiva orientadas a resistir el ajuste estructural y la reforma del Estado, junto a la intensifica­ción de la apertura y globalización, con las implicancias sobre la reestruc­turación frutícola. De ellas han resultado avances en materia de asocia­ción para el aprendizaje conjunto, para enfrentar los dilemas de la recon­versión productiva en el marco de la asimetría comercial y financiera. Destacan la singularidad de situaciones, marcada en cada uno de los es­tudios particulares, en el Valle Medio del río Negro, Río Colorado y Co- nesa, y en Alien. En ellos pesa la historia y la trayectoria individual y lo­cal. Y se concluye que, los modos de intervención definidos por el Pro­grama Cambio Rural, más allá de haber abarcado sólo un porcentaje re­ducido de chacareros medios y pequeños, y de haber movilizado un me­nor número aún de asociados, ha despertado procesos reflexivos colecti­vos, de análisis complejo, superando la tendencia a interpretaciones li­neales de los fenómenos, como también ha promovido la visibilización de nuevos actores, que han pasado a operar como sujetos políticos o a ejercer liderazgo local impulsando nuevas formas de organización y ne­gociación, en el marco de los procesos de concentración y centralización económica y de fragmentación social que se operan en el complejo de la fruticultura regional, en el que la expansión a nuevos territorios da cuen­ta del poder diferencial que ejercer los agentes del capital consolidado y trasnacional a través de las relaciones salariales, de compra venta de fru­tas, y tierras, y en su vínculo con el Estado en sus distintas jurisdicciones. Cambio Rural, en síntesis, no ha podido revertir las tendencias de la di­námica global de la fruticultura, pero ha logrado movilizar energías loca­les en pos de la definición de nuevas estrategias de adaptación ofensivas y defensivas, y de resistencia de grupos de productores, ha enlazado a es­tos grupos con técnicos y extensionistas en una interacción de aprendi­zaje común, ha permitido construir experiencias que incorporan visiones sistémicas y no lineales, y ha comprometido cambios en las prácticas de investigadores y extensionistas que superando lo sectorial se imbrincaron en la cuestión territorial, con un enfoque que combina lo global y lo lo­cal, lo económico productivo y lo sociocultural, lo que sin dudas consti­tuye un nuevo capital institucional.

Por su parte, el trabajo de C orn elia Flora, Stefan G asteyer y G u illerm o Sem pron i, revisa los aspectos centrales de los principales enfoques teóricos acerca de la participación comunitaria para la gestión

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de los recursos naturales. Los autores se centran en el enfoque participa- tivo entendiendo la concepción de que la verdadera protección del eco­sistema implica considerar al usuario como el compromiso comunitario. Presenta referencias al descubrir y comprometer como dos momentos diferentes que pueden o no implicar a los mismos actores, lo que depen­de de las metodologías y prácticas seleccionadas en los procesos de ges­tión de los recursos naturales, de lo cual se derivan diversidad de resulta­dos. El artículo contribuye a la comprensión de los procesos participati- vos en los que normalmente están involucradas numerosas instituciones públicas y organizaciones no gubernamentales, y brinda elementos para una mejor aplicación de las herramientas participativas. A partir de ello, el trabajo propone una profunda revisión de las instituciones actuantes, sus agentes y sus metodologías para lograr el desarrollo sustentable de las comunidades. Todo un desafío para la intervención pública y la movili­zación social en el desarrollo territorial, a la vez que una oportunidad de reflexión colectiva de investigadores, docentes y extensionistas.

Integran también la obra las comunicaciones de M arcela Casta- ñ ó n y G ustavo Ferreyra. La primera de ellas, hace referencia a L os p ro ­ductores orgánicos d e l A lto Valle d e l río N egro. Al respecto señala Castañón que en el marco de las transformaciones y reestructuración de la fruticul­tura del valle, los productores orgánicos surgen a partir de estrategias de adaptación, combinando las circunstancias generales que fuerzan desde lo económico la reconversión productiva, de especies, variedades y mé­todos, y desde lo sociocultural, la voluntad propia y nueva conceptuali- zación de los procesos productivos, compatibles con un medio ambien­te sano, y un consumo de alimentos local y global libres de agroquími- cos. Ellos combinan la agricultura biodinámica y natural con prácticas ancestrales. En su análisis, la autora revisa el proceso de conformación de grupos de productores orgánicos ligados a la empresa Alcázar en la lo­calidad de Ing. Huergo, destaca el reconocimiento de los mismos sintién­dose distintos a los demás productores, y encara el análisis de las posibi­lidades de inserción comercial local y externa, más allá de la necesaria consideración de las exigencias de certificación nacional y extranjera de la producción, y las cuestiones acerca de los costos diferenciales y pro­blemas de apreciación de los productos por su aspecto, sabor etc. por parte de los consumidores.

G ustavo Ferreira en su trabajo Tierra, fa m ilia y trabajo. L os cha­careros de A lien , desarrolla aspectos metodológicos para el abordaje etno­gráfico de los chacareros, con especial referencia al caso de ellos en Alien, en el Alto Valle oeste. Su análisis enfocado desde la Antropología social, identifica como dimensiones iniciales la comprensión de los gru-

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pos rurales, el registro de las prácticas y discursos locales, enriquecidos por la historia de familias e individuos inmigrantes, y la búsqueda misma del objeto de estudio concibiéndola como un campo de indagación, con­traste y articulación no exentas de conflicto, en los que el tiempo y los lugares aportan lo suyo. El autor también presenta consideraciones acer­ca de las estrategias adaptativas de los pequeños y medianos producto­res familiares a lo largo del tiempo, asumidas explícitamente por ellos, combinando lo material y lo simbólico, lo que le otorga particular rique­za al trabajo.

Finalmente, el libro presenta aportes de organizaciones sociales como la Asociación de Crianceros Unidos del Neuquén, y de organismos públicos como el INTA, Centro Patagonia Norte, y de la Secretaría de Fruticultura de Río Negro, y una breve reseña de los aportes que confor­man el libro El campo en la Sociología actual, compilado por Bendini, Cavalcanti, Murmis, y Tsakoumagkos y presentado el año anterior como parte de las actividades del GESA y otros grupos de investigadores liga­dos a la Maestría en Sociología de la Agricultura Latinoamericana.

El aporte de la A C U da cuenta de su complejo proceso de orga­nización territorial, de compatibilización interna de intereses, visibiliza- ción y movilización, como así de sus iniciativas para mejorar los proce­sos de producción, comercialización y transformación de pelo, así como las oportunidades y dificultades en materia de estrategias de asociación local y regional para concretar algunos de los proyectos de fortalecimien­to del sector. Se destaca la interacción con algunos programas de inter­vención y la necesidad de fortalecer los vínculos con el entorno tecnoló­gico, así como de definir demandas concretas a los poderes públicos.

Por su parte, el aporte del INTA C en tro P atagonia N orte a par­tir de revisar los ciclos de actuación del organismo, condicionados por las políticas generales hacia el agro en la Argentina, da cuenta de la nueva filosofía de trabajo del INTA extendiéndose en los territorios, a partir de enfoques sistémicos, de desarrollo local e innovación social, en el marco de la dinámica global de los mercados, y de los procesos de cambio tec­nológico y aprendizaje institucional. Resulta más que interesante la nue­va visión del trabajo orientado al desarrollo rural, a la integración de pro­ductores con fines de empoderamiento y el énfasis puesto en el aprendi­zaje colectivo.

El informe de la Secretaría d e Fruticultura da cuenta de las prioridades de la política provincial en materia de asociación en grupos de productores, orientado ello a mejorar la operación de ventas en ma­yor escala regional, y del compromiso de la institución con los proble­mas sanitarios, de asistencia técnica para la garantía de calidad de la fru-

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ta, y de transparencia en las operaciones comerciales, así como en la identificación de las oportunidades de inserción en los mercados para la fruta fresca.

En síntesis, un trabajo de mucha utilidad al presente, de reflexión sobre el pasado y de proyección de estudios e intervenciones hacia el fu­turo, que convoca al pensamiento y la acción, y que obligadamente debe ser apropiado por todos quienes viven de las actividades de la ganadería y la fruticultura regional, por los decisores públicos, por los actores socia­les e institucionales y particularmente, por los jóvenes de la producción, el trabajo y la reflexión intelectual para construir un futuro de inclusión que respete la diversidad.

LIC. GRACIELA LANDRISCINI*

* Decana y docente investigadora de la Facultad de Economía y Administración. Universi­dad Nacional del Comahue.

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Indice de AutoresNúmeros 1 a 22

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A rtículos, ensayos y notasAlbanesi, Roxana; Cloquell, Silvia; D e Nicola, Mónica; González, Cristina; Preda, Graciela y Propersi, Patricia. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.Alvarez, G.; Nievas, L; Tiscomia, L.; Brizzio, J.; Vecchia, M. y Percaz, J. Los es­tancieros en la provincia de Neuquén. Vigencia de la gran propiedad territorial. N°12, segundo semestre, 2000.Azcuy Ameghino, Eduardo. Buenos Aires, Iowa, y el desarrollo agropecuario en las pampas y las praderas. N°3, segundo semestre, 1997.Azcuy Ameghino, Eduardo. De la reestructuración al estancamiento: la historia olvidada de la industria procesadora de carne vacuna (1958-1989). N°7, segundo semestre, 1998.Azcuy Ameghino, Eduardo. La evolución del mercado mundial de carne vacu­na: elementos para el estudio de la industria frigorífica argentina, 1955-1985. N°12, segundo semestre, 2000.Azcuy Ameghino, Eduardo. Eslabones sueltos en la cadena de la carne vacuna: impuestos, evasión y política, 1992-2000. N°19, segundo semestre, 2003.Azpiazu, Daniel y Eduardo Basualdo. Las modificaciones técnicas y de propie­dad en el complejo vitivinícola argentino durante los años noventa. N°17, segun­do semestre, 2002.Balsa, Javier. Tierra, política y productores rurales en la pampa argentina, 1937- 1969. N°9, segundo semestre, 1999.Balsa, Javier. Expansión agrícola y transformaciones sociales en el agro pampea­no, 1969-1988. N°16, primer semestre, 2002.Banzato, Guillermo. Las confiscaciones y embargos de Rosas en Chascomús, 1840-1852. N°15, segundo semestre, 2001.Barbetta, Pablo y Carla Gras. Trabajo y organización laboral en las pequeñas y medianas explotaciones de la región pampeana. N°21, segundo semestre, 2004.Bardomás, Silvia; Neiman, Guillermo y Quaranta, Germán. El trabajo en el agro pampeano. Análisis de la demanda de trabajadores asalariados. N°19, segun­do semestre, 2003.

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174 Indice de autores

Basualdo, Eduardo y Daniel Azpiazu. Las modificaciones técnicas y de propie­dad en el complejo vitivinícola argentino durante los años noventa. N°17, segun­do semestre, 2002.Bendini, Ménica y Norma Steimbreger. Empresas agroexportadoras y estrategias globales en el sistema agroalimentario de finta fresca. N°17, segundo semestre, 2002.Bendini, M énica y Pedro Tsakoumagkos. Transformaciones agroindustríales y nuevas posiciones laborales en nuevas y tradicionales zonas frutícolas de la Pata- gonia. N°10, segundo semestre, 1999.Bendini, Ménica; Tsakoumagkos, Pedro; Radonich, Martha y Steimbreger, Norma. Cambios en la demanda laboral y repercusiones en el empleo en la agroindustria frutícola de la cuenca del Río Negro. N°10, segundo semestre, 1999.Benenda, Roberto y Carlos A. Flood. Evaluación continua de pequeños proyec­tos de desarrollo rural y resistencia institucional: una perspectiva histórica de su implementación en la Argentina. N°19, segundo semestre, 2003.Benenda, Roberto y Germán Quaranta. El papel de la mediería en el agro mo­derno. Producción de leche y hortalizas en la Pampa Húmeda bonaerense. N°15, segundo semestre, 2001.Birocco, Carlos María. La estructuración de un espacio de poder local en la cam­paña bonaerense: las alcaldías de la Santa Hermandad de los partidos de Areco y la Cañada de la Cruz (1700-1790). N°5, primer semestre 1998.Bordas, Marcelo y Gabriela Martínez Dougnac. Análisis histórico estadístico de la ganadería vacuna bonaerense (1960-1988). N°7, segundo semestre, 1998.Brusilovsky, Silvia. Extensión rural y extensión universitaria. Reflexiones sobre experiencias. N°19, segundo semestre, 2003.Cáceres, D aniel Lógica práctica, estructura tecnológica y abordaje productivo. Una perspectiva dinámica. N°20, primer semestre, 2004.Camardelli, María Cristina. Estrategias reproductivas y sustentabilidad de sis­temas ganaderos criollos del Chaco salteño: el caso de los puesteros criollos del lote fiscal n° 20 en el departamento Rivadavia. N°22, primer semestre, 2005.Capezio, Silvia y Mónica Mateos. El subsistema de papas prefritas congeladas: una coordinación desde el fast-food hasta la producción primaria. N ° ll , primer semestre, 2000.Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; D e Nicola, Mónica; González, Cristina; Preda, Graciela y Propersi, Patricia. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.Craviotd, Clara. Configuraciones socio-productivas y tipos de pluriactividad: los productores familiares de Junín y Mercedes. N°17, segundo semestre, 2002.D e Nicola, Mónica; Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; González, Cristina; Preda, Graciela y Propersi, Patricia. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.

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Indice de autores 175

Durand, Patricia. Nuevos vínculos entre organizaciones no gubernamentales y programas de desarrollo rural: un estudio de caso en Santiago del Estero. N°20, primer semestre, 2004.Feldman, Silvio y Miguel Murmis. Persistencia de la pequeña producción mer­cantil en un pueblo rural: factores favorables y factores limitantes; ¿situación ex­cepcional o situación generalizable? N°19, segundo semestre, 2003.Feito, María Carolina. Antropología y políticas sociales rurales: una relación fructífera pero poco reconocida. N°21, segundo semestre, 2004.Flood, Carlos y Roberto Benenda. Evaluación continua de pequeños proyectos de desarrollo rural y resistencia institucional: una perspectiva histórica de su im- plementación en la Argentina. N°19, segundo semestre, 2003.Giberti, Horacio. Tipos de cambios fundíanos. N°6, segundo semestre, 1998.Girbal-Blacha, NoemL El Banco de la Nación Argentina: administrador y em­presario agroindustrial. El caso del ingenio y refinería “Santa Ana”, Tucumán (1932-1958). N°14, primer semestre, 2001.González, Cristina; Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; D e Nicola, Mónica; Preda, Graciela y Propersi, Patricia. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.Graciano, Osvaldo Fabián. El agro pampeano en el pensamiento universitario ar­gentino. Las propuestas de los ingenieros agrónomos de la Universidad Nacional de La Plata, 1906-1930. N°15, segundo semestre, 2001.Gras, Carla y Pablo Barbetta. Trabajo y organización laboral en las pequeñas y medianas explotaciones de la región pampeana. N°21, segundo semestre, 2004.Gresores, Gabriela. Poder social y poder estatal. Los terratenientes de la Mag­dalena en la segunda mitad del siglo XVIII. N°5, primer semestre 1998.Gresores, Gabriela. Apuntes para la historia del frigorífico Swift en la Argentina (1957-1980). N°7, segundo semestre, 1998.Gresores, Gabriela. “De cabeza de león a cola de ratón”: el caso del Swift, 1957- 1980. N°13, segundo semestre, 2000.Gutiérrez, Talía Violeta. El medio rural pampeano en el discurso educativo pe­ronista. Buenos Aires, 1946-1955. N°16, primer semestre, 2002.Gutman, Graciela y Pablo J. Lavarello. Transformaciones recientes de las in­dustrias de la alimentación en Argentina: transnacionalización, concentración y (des)encadenamientos tecnológicos. N°17, segundo semestre, 2002.Gutman, Graciela. Innovaciones tecnológicas y organizativas en complejos agroa- limentarios. El complejo oleaginoso en el Mercosur. N ° ll, primer semestre, 2000.Lavarello, Pablo y Graciela Gutman. Transformaciones recientes de las industrias de la alimentación en Argentina: transnacionalización, concentración y (des)enca­denamientos tecnológicos. N°17, segundo semestre, 2002.

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176 Indice de autores

Lazzarini, Andrés. Notas sobre los primeros resultados del Censo Nacional Agropecuario 2002. N°20, primer semestre, 2004.Lázzaro, Silvia B. El estado y las políticas agrarias a partir de la caída del pero­nismo (1955-1962). N°15, segundo semestre, 2001.León, Carlos y Flora Losada. Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). N°16, pri­mer semestre, 2002.León, Carlos. El desarrollo agrario de Tucumán en el período de transición de la agricultura diversificada al monocultivo cañero. N°8, primer semestre, 1999.Letson, David e Ignacio L lovet Condicionantes sociales y modelos mentales en la adopción de información climática entre productores agropecuarios del norte de la provincia de Buenos Aires. N°9, segundo semestre, 1999.Llovet, Ignacio y David Letson. Condicionantes sociales y modelos mentales en la adopción de información climática entre productores agropecuarios del norte de la provincia de Buenos Aires. N°9, segundo semestre, 1999.Losada, Flora y Carlos León. Ciencia y tecnología agropecuarias antes de la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). N°16, pri­mer semestre, 2002.Martínez Dougnac, Gabriela y Marcelo Bordas. Análisis histórico estadístico de la ganadería vacuna bonaerense (1960-1988). N°7, segundo semestre, 1998.Martínez Dougnac, Gabriela. Trabajo asalariado y familiar en la zona agrícola del norte. N°4, primer semestre, 1998.Martínez Dougnac, Gabriela. Problemas del desarrollo de la ganadería pampea­na, 1960-1990. N°13, segundo semestre, 2000.Mateos, Mónica y Silvia Capezio. El subsistema de papas prefritas congeladas: una coordinación desde el fast-food hasta la producción primaria. N ° ll , primer semestre, 2000.Murmis, Miguel y Silvio Feldman. Persistencia de la pequeña producción mer­cantil en un pueblo rural: factores favorables y factores limitantes; ¿situación ex­cepcional o situación generalizable? N°19, segundo semestre, 2003.Neiman, Guillermo; Bardomás, Silvia y Quaranta, Germán. El trabajo en el agro pampeano. Análisis de la demanda de trabajadores asalariados. N°19, segun­do semestre, 2003.Nievas, L; Tiscomia, L.; Alvarez, G.; Brizzio, J.; Vecchia, M. y Percaz, J. Los es­tancieros en la provincia de Neuquén. Vigencia de la gran propiedad territorial. N°12, segundo semestre, 2000.Ockier, María Cristina. Propiedad de la tierra y renta del suelo. La especificidad del Alto Valle del Río Negro. N °l, 1996.

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Indice de autores 177

Ottmann, Graciela; Andrés Bassi; Renato Biolatto y Pablo Marini. Unaestrategia de extensión agroecológica para la agricultura familiar tambera de la Pampa santafesina. N°22, primer semestre, 2005.Pagliettini, Liliana; Susana F. de Delñno y Stella Maris Zabala. Transfor­maciones en los sistemas productivos del sector primario. El complejo arrocero en el Litoral Argentino. N°22, primer semestre, 2005.Paz, Gustavo Raúl. Campesinado y potencial productivo: la revalorización del campesino en un contexto de desarrollo local. N°18, primer semestre, 2003.Pierri, José. Política estatal, tecnología y comercialización en el agro pampeano. N°4, primer semestre, 1998.Pierri, José. Leyes y política de carnes, 1960-1980. N°13, segundo semestre,2000.

Pizarro, José B. Evolución y perspectivas de la actividad agropecuaria pampeana argentina. N°6, segundo semestre, 1998.Pizarro, José B. La evolución de la producción agropecuaria pampeana en la se­gunda mitad del siglo XX. N°18, primer semestre, 2003.Preda, Graciela; Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; D e Nicola, Mónica; Gon­zález, Cristina y Propersi, Patricia. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.Propersi, Patricia; Cloquell, Silvia; Albanesi, Roxana; D e Nicola, Mónica; Gon­zález, Cristina y Preda, Graciela. Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa. N°19, segundo semestre, 2003.Quaranta, Germán y Roberto Benenda. El papel de la mediería en el agro mo­derno. Producción de leche y hortalizas en la Pampa Húmeda bonaerense. N°15, segundo semestre, 2001.Quaranta, Germán; Neiman, Guillermo y Bardomás, Silvia. El trabajo en el agro pampeano. Análisis de la demanda de trabajadores asalariados. N°19, segun­do semestre, 2003.Radonich, Martha y Norma Steimbreger. Estrategias empresariales y modalida­des de expansión territorial en zonas frutícolas de la Patagonia. N°10, segundo se­mestre, 1999.Radonich, Martha; Tsakoumagkos, Pedro; Bendini, Mónica y Steimbreger, Norma. Cambios en la demanda laboral y repercusiones en el empleo en la agroindustria frutícola de la cuenca del Río Negro. N°10, segundo semestre, 1999.Rau, Víctor. Mercado de trabajo y protesta social: los tareferos en el Nordeste ar­gentino. N°20, primer semestre, 2004.Ridhard-Jorba, Rodolfo. El mercado de trabajo vitivinícola en la provincia de Men­doza y los nuevos actores. El “contratista de viña”: aproximación a un complejo sis­tema de empresarios y trabajadores. 1880-1910. N°18, primer semestre, 2003.

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178 Indice de autores

Robles, Daniel y Marcela Román. Las explotaciones familiares en la provincia de Buenos Aires: un punto de partida para analizar su evolución. N°20, primer semestre, 2004.Román, Marcela y Daniel Robles. Las explotaciones familiares en la provincia de Buenos Aires: un punto de partida para analizar su evolución. N°20, primer semestre, 2004.Rubio, Blanca. La fractura de la autonomía estatal y la pérdida de soberanía ali­mentaria en los países latinoamericanos: el caso de México. N°19, segundo se­mestre, 2003.Salvatore, Sergio. La renta diferencial internacional. Una teoría inconsistente. N°2, primer semestre, 1997.Sevilla Guzmán, Eduardo. La agricultura transgénica como escenario de ries­go medioambiental y el papel de la agroecología en la "re” construcción de la so­beranía alimentaria. N°21, segundo semestre, 2004.Steimbreger, Norma y Martha Radonich. Estrategias empresariales y modalida­des de expansión territorial en zonas frutícolas de la Patagonia. N°10, segundo se­mestre, 1999.Steimbreger, Norma y M énica Bendini. Empresas agroexportadoras y estrate­gias globales en el sistema agroalimentario de fruta fresca. N°17, segundo semes­tre, 2002.Steimbreger, Norma; Tsakoumagkos, Pedro; Bendini, M ónica y Radonich, Martha. Cambios en la demanda laboral y repercusiones en el empleo en la agroindustria frutícola de la cuenca del Río Negro. N°10, segundo semestre, 1999.Tadeo, Nidia; Paula Palacios y Fernanda Torres. Zafralidad y empleo en la citricultura entrerriana. N°22, primer semestre, 2005.Tiscomia, Luis; Nievas, I.; Alvarez, G.; Brizzio, J.; Vecchia, M. y Percaz, J. Los estancieros en la provincia de Neuquén. Vigencia de la gran propiedad territorial. N°12, segundo semestre, 2000.Trinchero, Héctor Hugo. Políticas de desarrollo en la Cuenca trinacional del Río Pilcomayo: impacto social y económico en comunidades indígenas y campe­sinas. N°21, segundo semestre, 2004.Tsakoumagkos, Pedro y M ónica Bendini. Transformaciones agroindustriales y nuevas posiciones laborales en nuevas y tradicionales zonas frutícolas de la Pata­gonia. N°10, segundo semestre, 1999.Tsakoumagkos, Pedro; Bendini, Mónica; Radonich, Martha y Steimbreger, Norma. Cambios en la demanda laboral y repercusiones en el empleo en la agroindustria frutícola de la cuenca del Río Negro. N°10, segundo semestre, 1999.Van Dam, Chris. La tenencia de la tierra en América Latina. El estado del arte de la discusión en la región. N°12, segundo semestre, 2000.

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Indice de autores 179

Vitelli, Guillermo. Razones y raíces de la incorporación tecnológica en el agro pampeano. N°18, primer semestre, 2003.

Ensayos y notas bibliográficasAparicio, Susana. “ONGs y Estado. Experiencias de organización en Argentina” de Roberto Benencia y Carlos Flood (compiladores). N°17, segundo semestre, 2002.

Cloquell, Silvia. Abordajes y enfoques acerca de la interacción entre Agroecosis- temas y Comunidades Rurales. N°16, primer semestre, 2002.Lazzarini, Andrés. “Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política, 1860-1945” de Roy Hora. N°18, primer semestre, 2003.Rofman, Alejandro B. “Territorios y organización social de la agricultura” de Mónica Bendini y Norma Steimbreger (coordinadoras). N°19, segundo semestre, 2003.Rossi, Carlos A. “El sector agropecuario argentino. Aspectos de su evolución, ra­zones de su crecimiento reciente y posibilidades futuras” de Lucio G. Reca y Ga­briel Parellada. N°17, segundo semestre, 2002.Tort, María Isabel. “El campo en la sociología actual. Una perspectiva latinoame­ricana” de Bendini, Calvacanti, Murmis y Tsakoumagkos (compiladores). N°20, primer semestre, 2004.

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Editada en el marco de las actividades del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social y de la Maestría en Historia Económica y de las Políticas

Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires Av. Córdoba 2122, 2do. piso, (1120) Buenos Aires - Argentina

Telefax: (5411) 4374-4448, int. 6498.Casilla de Correo Ciclos: N° 147, Suc. 53B, (1453) Bs. AS. - Argentina

E-mail Ciclos: [email protected]

^CICLOEN LA H I S T O R I A , L A E C O N O M I A Y LA S O C I E D A D

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Facultad de Ciencias Económicas Universidad dé Buenos Aires

INFORME?JORNADAS INTERD1SCIPIINARIAS DE ESTUDIOS AGRARIOS Y AGROINDUSTRIALES COMISIÓN ORGANIZADORA CIEA-IIHES, FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS, UBA AV. CÓRDOBA 2122, PISO 2, CIUDAD DE BUENOS AIRES ¿ J

. E>mail: piea#interIiiik.com.ar/ TEL. 011-54-4370^6153 ~

* GRUPO DE ESTUOSOS SOCIALES AGRARIOS IGESA) DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES Y FACULTAD DE CIENCIAS AGRARIAS, UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE

* CENTRO QE ESTUDIOS HISTÓRICO-RURALES (CEHR-UNLPIY CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES (CEI-UNQ)

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REVISTAINTERDISCIPUNARIA DE ESTUDIOS AGRARIOSN ota para C olaboradores

Los trabajos con pedido de publicación deben ser enviados a Cuadernos del PIEA, Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social, Facultad de Ciencias Económicas, UBA, Av. Córdoba 2122, 2do piso (1120) Bs. As., Ar­gentina. Los mismos se ajustarán a las siguientes normas de presentación:

l.S e enviarán el original y dos copias del trabajo para su evaluación por árbitros externos. El texto deberá ser mecanografiado a 50 espacios por línea, 30 líneas, doble espacio, en el texto principal y en las notas de pie de página, en pa­pel tamaño carta escrito de un solo lado, con márgenes razonables, incluyendo nombre del autor o autores, domicilio, teléfono y dirección de correo electrónico.

Se sugiere la utilización de subtítulos en el texto de los artículos.Asimismo deberá adjuntarse una copia en diskette de 3,5” en formato

word o compatible. En el caso de autores extranjeros deberán enviar, en lo posi­ble, una versión en castellano de su trabajo -en diskette y en papel- acompañan­do la versión en idioma original.

2. Extensión de los trabajos: máximo 30 carillas incluyendo cuadros, grá­ficos, citas y notas bibliográficas.

3. Los cuadros y gráficos se enviarán en hojas separadas del texto (nume­rados correlativamente, titulados, con aclaración de la unidad en que están expre­sados los valores y de las fuentes correspondientes), confeccionados en versión definitiva para su reproducción; en el margen del texto se indicará la ubicación correcta del cuadro o gráfico. Los gráficos deben ir acompañados por los cuadros de datos en los que se basan.

4. Los artículos se enviarán precedidos de un breve resumen del conteni­do, de aproximadamente 20 líneas. Las aclaraciones sobre el trabajo (agradeci­mientos, mención de versiones previas, etc.) se indicarán con un asterisco en el tí­tulo, remitiendo al pie de página; si se señala institución a la cual se pertenece se indicará con doble asterisco en el nombre del autor remitiendo al pie.

5. Las citas y notas bibliográficas del trabajo, numeradas correlativamente con caracteres árabes, se incluirán al pie o al final del texto en hojas separadas, ob­servando el siguiente orden:

-Libros: nombre y apellido del autor o autores, título (cursiva), lugar y año de edición (entre paréntesis), página (p.) o páginas (pp.) citadas si corresponde.

-Artículos: nombre y apellido de autor o autores, título del artículo(entre comillas), título de la publicación donde fue editado (cursiva), vo­

lumen número, fecha de edición.Si resultara indispensable incluir bibliografía, irá al final del trabajo, ordena­

da alfabéticamente por autor (apellido, nombre, título, lugar y fecha de edición).

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