608

Revisitando Chile - Identidades Mitos e Historias

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Descubriendo la idiosincracia chilena

Citation preview

REVISITANDO CHILE

2

METRO DE SANTIAGO y la CORPORACIN CULTURAL METROARTE, han comprometido su esfuerzo en la difusin de ste libro.

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

Revisitando Chile:

IDENTIDADES, MITOS E HISTORIAS

3

REVISITANDO CHILE

4

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

Revisitando ChileIDENTIDADES, MITOS E HISTORIAS

Sonia MontecinoCompiladora Subcomit Identidad e Historia Comisin Bicentenario

5

CUADERNOS BICENTENARIOPRESIDENCIA DE LA REPBLICA

REVISITANDO CHILE

MONTECINO, SONIA Revisitando Chile / Sonia Montecino, compiladora Santiago: Publicaciones del Bicentenario, 2003 608 p.; 16 x 26 cms I.S.B.N.: 956-7892-02-4 HISTORIA DE CHILE 983

6

Primera edicin : noviembre de 2003 I.S.B.N.: 956-7892-02-4 Registro de Propiedad Intelectual N 135.109 Editor: Arturo Infante Reasco Diseo: Patricio Andrade Impresin: Andros impresores, Santiago de Chile Esta publicacin no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperacin de informacin en ninguna forma o medio, sea mecnico, fotoqumico, electroptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito de la Secretara Ejecutiva de la Comisin Bicentenario Comisin Bicentenario, Presidencia de la Repblica Nueva York 9, piso 17, Santiago de Chile Telfono: (56-2) 672 9565. Fax: (56-2) 672 9623 Correo electrnico: [email protected] www.bicentenario.gov.cl

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

AGRADECIMIENTOS

sta publicacin no habra sido posible sin la conviccin, aportes y generosidad de: Ricardo Lagos, Presidente de la Repblica Jos Miguel Insulza, Presidente de la Comisin Bicentenario Matas de la Fuente, ex Secretario Ejecutivo de la Comisin Bicentenario Todos los integrantes de la Comisin Bicentenario, en especial de los miembros del Subcomit Identidad e Historia, seores(as): Mara Teresa Ruiz Horacio Salinas Jos Bengoa Elicura Chihuailaf Rodrigo Roco Len Cohen Arturo Infante, editor de la Comisin Bicentenario Vernica Vergara, periodista Secretara Ejecutiva Comisin Bicentenario Victoria Martn, periodista Secretara Ejecutiva Comisin Bicentenario Germn Yovane, asistente Secretara Ejecutiva Comisin Bicentenario Ximena Sandoval, asistente Secretara Ejecutiva Comisin Bicentenario De los coordinadores regionales: Hctor Gonzlez, Universidad de Tarapac Javier Pinedo, Universidad de Talca Juan Carlos Skewes, Universidad Austral de Chile Mateo Martinic, Universidad de Magallanes Marcel Young, Ministerio de Relaciones Exteriores Ema Tuki, Conadi Isla de Pascua Marcela Prado, Universidad de Playa Ancha Gilberto Trivios, Universidad de Concepcin y de Hans Muhr Victoria Castro y Patricia Roa, Secretaria Ejecutiva de la Comisin Bicentenario

E

7

REVISITANDO CHILE

8

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

Nuestra historia puede sintetizarse as: Naci hacia elextremo sudoeste de la Amrica una nacin obscura, que su propio descubridor, don Diego de Almagro, abandon apenas ojeada, por lejana de los centros coloniales y por recia de domar, tanto como por pobre. El segundo explorador, don Pedro de Valdivia, el extremeo, llev all la voluntad de fundar, y muri en la terrible empresa. La poblaba una raza india que vea su territorio segn debe mirarse siempre: como nuestro primer cuerpo que el segundo no puede enajenar sin perderse en totalidad. Esta raza india fue dominada a medias, pero permiti la creacin de un pueblo nuevo en el que deba insuflar su terquedad con el destino y su tentativa contra lo imposible. Nacida la nacin bajo el signo de la pobreza, supo que deba ser sobria, super-laboriosa y civilmente tranquila, por economa de recursos y de una poblacin escasa. El vasco austero le ense estas virtudes; l mismo fue quizs el que lo hizo pas industrial antes de que llegasen a la era industrial los americanos del Sur. Pero fue un patriotismo bebido en libro vuestro, en el poema de Ercilla, til a pas breve y fcil de desmenuzarse en cualquier reparto, lo que cre un sentido de chilenidad en pueblo a medio hacer, lo que hizo una nacin de una pobrecita capitana general que contaba un virreinato al Norte y otro al Este. En una serie de frases apelativas de nuestros pases podra decirse: Brasil, o el cuerno de la abundancia; Argentina, o la convivencia universal; Chile, o la voluntad de ser.(Gabriela Mistral, Anales de la Universidad de Chile, 1934)9

REVISITANDO CHILE

10

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

NDICE

Ricardo Lagos Escobar, Presidente de la Repblica. PRLOGO Sonia Montecino. INTRODUCCIN

15 19

11

PRIMERA PARTELECTURAS DE LAS IDENTIDADES: SUBJETIVIDADES, MRGENES E INSTITUCIONES Carla Cordua. Sobre una identidad nacional Agustn Squella. Necesitamos proteger una identidad o asumir y fomentar nuestra diversidad? Roberto Aceituno. Notas sobre los cuerpos sociales (Reflexiones crticas sobre la identidad cultural) Rafael Parada. Identidad y memoria Pedro Morand. Los distintos niveles de la identidad cultural Jorge Larran. Etapas y discursos de la identidad chilena Pedro E. Gell. Identidad chilena? El desconcierto de nuestros retratos hablados Jorge Gissi. Identidad chilena: conflictos y tareas Ana Pizarro. Mitos y construccin del imaginario nacional cotidiano Miguel Laborde. La construccin de la identidad en Chile Vctor Gubbins. Ciudad e identidad Ariel Dorfman. La hora de los tamborileros Juan Pablo Sutherland. La identidad como seuelo de un trnsito cultural Gilberto Trivios. Revisitando la literatura chilena: historias, mitos, identidades Jaime Valdivieso. Algunas reflexiones sobre la identidad individual y colectiva Justo Pastor Mellado. Sismografa, identidad y filiacin: dos siglos de representacin pictrica Rafael Gumucio. La Colonia Micaela Navarrete. El propio espejo... 27 29 36 45 52 59 67 74 78 85 92 97 102 106 109 117 123 131 136

REVISITANDO CHILE

Jorge Montealegre. Pepo y el cndor de Chile Horacio Salinas. Nuestra identidad musical es tambin latinoamericana Rodrigo Torres. El arte de cuequear: identidad y memoria del arrabal chileno

141 146 149

SEGUNDA PARTEIDENTIDADES: DE LO REGIONAL A LO LOCAL O DE LA PATRIA A LA MATRIA I. El Norte Lautaro Nez. La comarca tarapaquea: de pertenencias y desiertos Victoria Castro. Entretejiendo las diferencias Hans Gundermann. Las elusivas identidades regionales del norte de Chile Hctor Gonzlez. Imaginario e identidad cultural de la Regin de Tarapac Bernardo Guerrero. De la Cenicienta del Norte al Puerto-Mall: la identidad cultural de los iquiqueos Jos Antonio Gonzlez. La identidad en el desierto de Atacama: una regin polifnica Jorge Zambra. El Huasco, una multiidentidad II. El Puerto Leopoldo Sez. Aproximaciones a lo porteo Alberto Cruz. Revisitar Marco Chanda. La joya deslucida del Puerto. Cultura popular de un Valparaso que no muere Marcelo Mellado. San Antonio, el cuerpo de mi delito (Texto de antropologa ramplona) Claudio Caiguante. Reencontrarse con la historia Miguel Chapanoff. El mundo invisible: identidad y maritorio Jorge Razeto. Esbozos identitarios de Aconcagua Claudio Mercado. Bailes chinos, mil aos sonando en el Valle del Aconcagua III. Las islas Rapa Nui Jos Miguel Ramrez. Apuntes personales sobre la identidad rapanui Ema Tuki - Ernesto Tepano. Rapa Nui: una identidad inconfundible Alberto Hotus. La visin de la etnia rapanui Regin transparente Marcel Young. La bsqueda del afecto perdido de la XIV Regin Juan Matas. La identidad bicultural para un Chile moderno y democrtico Luis Mizn. Pensar Chile desde afuera Loreto Rebolledo. De la isla al archipilago. La experiencia identitaria de los chilenos retornados IV. El Valle Central Fernanda Falabella. Las identidades en el mundo prehispano de Chile central Viviana Manrquez. De identidad e identidades. Una aproximacin etnohistrica a los indgenas del Maule 159 161 163 171 174 180 189 196 202 207 209 217 221 228 234 240 247 252 257 259 266 268 272 277 283 289 295 297 304

12

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

Fidel Seplveda. La identidad desde los sentidos, el sentimiento y el sentido Javier Pinedo. Chile, un pas de rincones: la Regin del Maule Pedro Gandolfo. Lo importante es tejer, zurcir Guillermo Blanco. En los mitos nos somos Cecilia Snchez. Chile en el cruce de identidades defensivas y excntricas V. El Bo-Bo Leonardo Mazzei. En torno a la identidad histrica de Concepcin Roberto Hozven. Identidades penquistas: lugares y caracteres Gonzalo Rojas. Otra carta sobre este Concepcin del Nuevo Extremo Omar Lara. Quin soy yo, quin eres t Roberto Lira. La vegetacin como factor de identidad urbana en Concepcin Juana Paillalef. Revisar la multiculturalidad desde lo femenino y laboral VI. El Sur Ximena Navarro. Identidades compartidas. Experiencias milenarias en los bosques del sur de Chile Jorge Bravo. De la frontera a la Araucana: identidad fragmentada Ivn Carrasco. Qu significa ser chileno en uno de los sures de Chile? Hctor Painequeo. Identidad mapuche en la composicin oral del l Pilar lvarez-Santullano y Manuel Contreras. Chile, identidad y lenguas: el ser se dice de mltiples maneras Jos Ancn. Sobre miedos y pesadillas: ser mapuche dentro de las murallas de la frontera Margarita Calfo. En nuestra diversidad est el poder de la transformacin Rolf Foerster. El movimiento mapuche y las instituciones mediadoras Juan Carlos Skewes. Identidades precarias: otra forma de remodelar el futuro Andrea Minte. La colonizacin alemana a orillas del lago Llanquihue: asentamiento e identidad regional Clemente Riedemann. De cmo me qued en el sur o mi prima Carmen tena razn Eugenio Alcamn. Las ideas de identidad e historia en una regin multitnica Jaime Luis Huenn. Entrada en Chauracahun Bernardo Colipn. Identidades, memoria y alegoras Delia Domnguez. La cintura llovida de la patria Renato Crdenas. La saga del pueblo chilote: tensiones externas e identidades Edward Rojas. La identidad de la arquitectura del sur VII. El Sur Austral Alfredo Prieto. Algunos alcances sobre la prehistoria del Chile austral Leonel Galindo. Costumbres y tradiciones de Aysn continental. Claves para entender la identidad de sus habitantes Danka Ivanoff. El ser aysenino: reflexiones sobre nuestra identidad Enrique Valds. Aysn: entre el truco y la taba Mateo Martinic. Regin magallnica: una identidad bien definida Mauricio Quercia. Identidad: latitud, meridin y temperie

312 318 323 327 332 339 341 347 353 360 365 371 375 377 384 391 397 403 409 413 416 424 429 435 442 450 457 463 465 471 477 479 483 491 498 504 512

13

REVISITANDO CHILE

Mario Moreno. La identidad del confn de Chile Mario Barrientos. Canoeros australes: construccin diaria de una identidad Expositores Jornadas Revisitando Chile: Identidades, mitos e historias TERCERA PARTE HISTORIAS, IDENTIDADES Y TRASLACIONES Sol Serrano. Hay Bicentenario sin nacin? Jorge Pinto. Identidad nacional e identidad regional en Chile. Mitos e historias Bernardo Subercaseaux. El Bicentenario bajo un prisma de sano escepticismo Elicura Chihuailaf. Nada que celebrar y mucho que conversar Maximiliano Salinas. Historias e identidades desde el mestizaje lvaro Gngora. Una reflexin sobre la identidad chilena y la verdad histrica Julio Pinto. El dilema de la identidad nacional: entre los discursos unificadores y los vectores de accin histrica Jos Luis Martnez. Abrir las historias: a propsito de nuestra historia nacional y de nuestras identidades Gabriel Salazar. Debajo de la atalaya de la Historia Mara Anglica Illanes. Los mitos de la diferencia y la narrativa historiogrfica chilena Cristin Gazmuri. Algunos rasgos de la identidad chilena en perspectiva pretrita Jos Bengoa. Encontrando la identidad en la celebracin de la diversidad

517 522 526

529 531 536 543 549 554 562 568 575 581 588 593 600

14

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

PRLOGO Ricardo LagosPresidente de la Repblica de Chile

os autores del presente trabajo nos proponen un novedoso viaje: revisitar Chile a travs de mltiples textos. Y nos ofrecen un equipaje ligero: identidad, mitos e historias, que nos animan a compartir algunas ideas sobre el pas de nuestros sueos y desvelos. Preguntarse por la identidad es preguntarse de dnde venimos, qu somos y hacia dnde nos dirigimos. Se trata del modo particular de ser de nuestra patria. Se trata de identificar lo que somos, pero no definirlo. A Chile no le pueden fijar lmites estrechos, fronteras inexpugnables que as como aprisionan, expulsan. La identidad s propone una historia pasada a relatar, una misin que abrazar y una realidad humana y natural de la cual nos sentimos voluntariamente parte, pertenecemos a ella. La identidad chilena no es ni un puro discurso ni una esencia fijada por una tradicin inmodificable. La identidad de Chile, su historia y sus mitos estn en permanente construccin y reconstruccin. Esta obra apunta en esta direccin. Ese discurso pblico y que se da tanto en el aula acadmica, en la escuela pblica o en el relato revivido en las fiestas populares, se expresa y se hace carne en prcticas y significados sedimentados en la vida diaria de las personas. La identidad cultural est en permanente construccin y reconstruccin; pero esto no ocurre al azar, sino dentro de las relaciones y prcticas disponibles y de los smbolos e ideas existentes. Porque la historia es una corriente que viene de muy atrs, en la que continuamos navegando, aprendiendo de las experiencias del pasado y mirando hacia el porvenir. Nuestros progresos y nuestras metas de hoy son parte de esa larga historia. Una historia que no podemos dejar de asumir, de la que no podemos desconocer ni sus logros ni sus tragedias; ni lo que nos sirve de ejemplo ni lo que nos sirve de leccin. La historia del pas es el conjunto de relatos que se han escrito y tambin los que se escribirn. No hay una historia, pues las interpreta-

L

15

REVISITANDO CHILE

16

ciones de los hechos siempre sern rebatibles. Sin embargo, no estar de acuerdo acerca del papel de Bernardo OHiggins en la batalla de Chacabuco no significa que la batalla y el hombre no hayan existido. La historia de Chile y sus mil historias de pueblos, razas, ciudades, batallas, gestas, cotidianidades, hroes y seres sencillos y casi olvidados nos pertenecen a todos y nos llaman a autoidentificarnos. Y lo mismo podramos decir de nuestros mitos. La llamada cultura occidental no existira sin los mitos griegos, judeocristianos o romanos. El mito de Prometeo nos invita a pensar acerca del ansia de libertad del hombre y de la mujer. El mito de la caverna de Platn nos muestra, por el contrario, nuestras miserias intelectuales y espirituales. El mito de Ssifo nos llama a meditar acerca de la humanidad y tambin acerca de Amrica Latina edificando democracias que rpidamente se vuelven a desplomar para, luego, volver a empezar. La historia de la creacin del ser humano o de diluvios universales nos habla de la apertura a lo infinito y de la pequeez de la humanidad. Y los mitos romanos cantados por el poeta nos hablan de la grandeza de la patria y de los mil sacrificios de sus padres fundadores. Qu seramos sin ellos? Qu es Chile? Yo dira que es historia pasada, naturaleza, humanidad y destino futuro. Chile es una loca geografa, recuerdos histricos y mitos colectivos. Chile es actualmente una cultura de masas, una economa unificada y derechos y deberes legales iguales para todos sus habitantes. No es poca cosa. Cuando a Gabriela Mistral le preguntaban por la historia nacional deca que el chileno no puede contar como un idilio la historia de su patria. Ella ha sido muchas veces gestas o, en lengua militar, unas marchas forzadas. Esta vida tal vez tenga por smbolo directo la piedra cordillerana. Cuando la leemos y erramos por Chile y su geografa, sentimos el significado hondo de la patria. Nos damos cuenta, como deca Nicomedes Guzmn, de aquella emocin no slo de sabernos seres pensantes, sino seres de races vegetales alimentados de su esencia, de pjaros en vigilia, tambin y de animales cautelosos, pero que respiran de su aire, que beben de su agua, que afirman y reafirman sus instintos en la potencia natural, telrica, de su estrato y su estructura intrnsecos. La historia es aqulla que nos habla desde el pasado y nos empuja hacia el futuro. Cuando nos remontamos al pasado, nos sentimos atrados por el misterio. No soamos cuando nios leyendo La Ciudad de los Csares de Manuel Rojas o Pacha Pulay, de Hugo Silva Endeiza? Chile surge en parte del relato de sta y de otras ciudades perdidas. Ellas nos hablan del relato trgico del enfrentamiento armado entre pueblos que deben amarse, de la necesidad de crear y domear ciencia y tecnologa que as como sirve, mata.

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A RLOGO P M AT R I A

Ernesto Silva Romn nos invitaba en los aos cincuenta a recorrer Cobija, Punta de Rieles, Toconao, los arcaicos pukaras de Lasana, Turi, Ayquina, Caspana, Toconce y la vieja y destruida Imperial, hoy Carahue, es decir, pueblo que fue.... Esos pueblos que existieron nos recuerdan que Chile no naci en 1541 ni fue forjado por el empuje del espaol. Ese primer mapa de Chile, levantado por el sacerdote Cristbal de Molina, que acompa a Diego de Almagro hasta el Maule, expresa el relato espaol de nuestra patria. Pero esta naturaleza haba acogido haca miles de aos a pueblos como el atacameo o el inca, que incluso lleg hasta ms all del actual Concepcin. Cuando pensamos en el presente, sentimos que este libro llega en buen momento, pues Chile vive vertiginosos cambios. All estn la globalizacin y la revolucin de las comunicaciones, el acortamiento de las distancias, la universalizacin de ciertos modos de vida occidentales, la extensin de la democracia y de los derechos humanos, la revolucin cientfico-tecnolgica con sus avances increbles en informtica y biogentica, en fin. Y en Chile, cuando hemos retornado a la democracia, ha llegado el libre mercado, se ha reducido a la mitad la pobreza y la educacin se extiende a los doce aos, nos podemos preguntar sobre si hemos construido las bases para que los chilenos alcancemos una mejor calidad de vida. Asimismo, el acceso a una cultura universal pero muchas veces vulgar, nos ha hecho preguntarnos por nuestra cultura nacional. Y surge el cine chileno y los grupos de rock entonan cuecas en fondas cibernticas que sus padres no cantaron ni visitaron. El aserto de Hernn Godoy sigue siendo certero: las sociedades se preguntan acerca de su identidad durante su formacin y ante perodos de crisis, decadencia o cambio. Y si pensamos en estos desafos mundiales y nacionales, sentimos la necesidad de decirles a todos los chilenos que conozcan, amen y sirvan a su patria. Otro grande que se pregunt por Chile, siendo extranjero nacido en Inglaterra y muerto recientemente en Estados Unidos, fue Simon Collier. l nos relata cmo el amor a la patria fue un detonante central en la independencia nacional. Se trata de luchar y trabajar incansablemente por un pas mejor. Eso es lo que entendieron los patriotas de 1810. Ellos se emocionaban leyendo en el extranjero La Araucana. Manuel Lacunza, desde el exilio, haba aorado un Chile enajenado. Y de su dolor expresaba que slo saben lo que es Chile los que lo han perdido. Del patriotismo geogrfico e histrico, amor al terruo y a sus orgenes y prceres, naci el patriotismo poltico de los promotores de 1810. Don Manuel de Salas deca que era sin contradiccin el ms frtil de toda Amrica y el ms adecuado para la humana felicidad. Este amor por Chile es clave para su futuro. Pues de no existir entre sus elites, siempre el mundo desarrollado terminar por darles mayores

17

REVISITANDO CHILE

18

comodidades materiales y oportunidades de desarrollo personales. Algunos lo dicen con cinismo: el capital no tiene patria. Y hay intelectuales que sostienen que aman ms la patria celeste de las ideas universales que su terruo. A los que aman valores universales que se pueden servir en cualquier parte les decimos, con el filsofo, que toda la idea del mar est contenida en una gota de agua. Que si se trata de servir a la ciencia o a los valores de la libertad y la igualdad, ah estn Chile y sus habitantes para ser servidos. Y a quienes buscan enriquecerse en otras latitudes, les afirmamos que no slo Chile es tierra de oportunidades, sino que tambin es el lugar donde ellos nacieron y donde ciertamente sern enterrados al morir. A lo largo del tiempo, los chilenos y chilenas hemos tenido y tendremos diversas experiencias y visiones, pero ciertamente una historia comn. Cada una de esas historias y nuestra historia las seguimos viviendo y escribiendo en nuestros das. Chile no slo es una memoria histrica y un presente de naturaleza y humanidad compartidas. Es tambin un futuro por hacer en comn. Es tanto ser como llegar a ser. La pregunta no es entonces slo qu somos, sino tambin qu queremos ser. Para ello est hecha la invitacin del Bicentenario. El Chile del Bicentenario, conocerlo y amarlo, amarlo y forjarlo. Por eso me gusta lo que escribi Gabriela Mistral a Benjamn Subercaseaux, el 27 de febrero de 1941: Los contadores de patria cumplen de veras un acto de amor (...) con rabiosa exigencia que es la del amor en grande. No resta ms que guardar silencio y comenzar a leer, recordar, pensar y soar en Chile.

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R I A A L A M AT R I A

INTRODUCCIN Sonia MontecinoAntroploga

El texto que presentamos compila una seleccin de las ponencias y reflexiones efectuadas en diez encuentros organizados por el Subcomit Identidad e Historia de la Comisin Bicentenario durante los aos 2001 y 2003. Cuatro de estas reuniones, que llamamos Revisitando Chile, se realizaron en Santiago, y el resto en Arica, Valparaso, Talca, Concepcin, Valdivia y Punta Arenas. Estos encuentros regionales tuvieron como espacio de recepcin universidades que, como las de Tarapac, Playa Ancha, Talca, Concepcin, Austral y Magallanes, nos abrieron generosamente sus salas y auditrium para acoger los debates que sostuvieron los(as) intelectuales de las zonas, as como los(as) estudiosos(as) de esas regiones. Es preciso sealar que se incorporaron tambin representantes de la decimocuarta regin, la de los Chilenos en el Exterior, en la medida en que revisitar sus identidades y sus modos de comprender la historia es relevante en la construccin de una nueva forma de definir el nosotros como comunidad con miembros desterritorializados, pero que se sienten y sentimos parte nuestra. La finalidad de llevar a cabo este proceso de reflexin emergi de las propias inquietudes planteadas en las primeras sesiones del Comit, en la medida en que si bien la celebracin del Bicentenario se asoci fundamentalmente con las obras, con los monumentos, en definitiva con lo que entendemos como patrimonio tangible, tambin fue evidente que los contenidos emblemticos de este patrimonio, sus significados y sus valoraciones deban ser encarados, pensados y debatidos toda vez que no existe una nica mirada sobre l y porque nuevos sentidos se han ido perfilando. As, los conceptos de identidad y de historia se tornaron fuente y punto de partida para examinarnos, para detenernos a meditar, con el

Revisitar Chile

19

REVISITANDO CHILE

20

referente de la celebracin de los doscientos aos de independencia, en las actuales formas culturales nuestras, sus riquezas y precariedades. Desde ese horizonte nos propusimos estructurar los encuentros que se iniciaron en Santiago, convocando a diversos especialistas con dismiles puntos de vista, porque consideramos clave un cruce de disciplinas; si desebamos que emergiera lo plural para la comprensin de los conceptos de identidad e historia y sus relaciones, era preciso hacer comparecer lenguajes y discursos que en sus engarces, en sus semejanzas y diferencias fueran bordando la compleja trama de lo diverso que nos compone. Denominamos este cruce de ideas y disciplinas Revisitando Chile, pues lo que se anhel fue volver a mirar con los ojos de quien regresa a un sitio entraable y releer las antiguas y nuevas marcas sociales con un sentimiento de asombro, no de ya visto, sino de algo que se desea observar con la sensibilidad de quien retoma objetos queridos, luego de haber cruzado y vivido traumas, cambios, transiciones e incertidumbres. Pero tambin relacionbamos revisitar con la idea de incluir y cuestionar. As, las preguntas qu celebramos en el Bicentenario? y todos y todas conmemoramos lo mismo?, fueron claves. Hubo distintas actitudes frente a estas interrogantes, pero dos fueron claras. La primera, la ms cmoda, fue decir que no hay que cuestionar nada y que es mejor sumirse en el caudal de lugares comunes: propongamos obras y slogans conocidos que tengan que ver con nuestras identidades libertarias, republicanas, de construccin de la nacin y del Estado, y con nuestras nuevas identidades de pas moderno (que algunos definen como liberal en lo econmico, pero tradicional en lo cultural). La otra actitud, la ms compleja y la que decidimos tomar, fue encarar el hito histrico descomponindolo, releyndolo, dialogando desde las distintas disciplinas, posibilitando nuevas interpretaciones, haciendo aparecer en lo pblico (en el sentido que da a esta palabra Anha Arendt), las diferencias, es decir, las mltiples experiencias humanas y sus relatos puestos de manera igualitaria en el escenario social. Esto supuso una voluntad de superar los discursos hegemnicos sobre la historia de Chile, y abrirse a la consideracin de las historias, de un conjunto de relatos que componen una trama mvil donde aparecen con igual poder las vivencias de las mujeres, de los indgenas, de los pobres, de los jvenes, entre otras particularidades. Esta postura tambin implic considerar que los nexos conceptuales entre historias e identidades son importantes, y asumir que las preguntas por estas ltimas deberan dejar de lado el esencialismo y el fundamentalismo. Hablar de identidades en este sentido es comprenderlas como procesos incesantes de identificacin (soy igual a) y de diferenciacin (soy distinto a), y que las fronteras de lo propio y de lo ajeno son siempre porosas.

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R IIA T R OA U CATIR I N N A L D M C A

De esta manera, elegimos el segundo gesto, el complejo, pues no queramos reproducir el sentido comn, conscientes de la necesidad de reformular los discursos existentes, de revisitar, recrear interpretaciones, no por el simple hecho de innovar como una empresa, sino porque hay demasiada riqueza acumulada y poco difundida, muchas ideas sacramentadas desde un poder estoy refirindome al poder de la interpretacin ciego a los nuevos conocimientos, a las nuevas experiencias, a los quiebres sociales, a la urgencia, por ejemplo, de incluir las diversidades que nos conforman en los programas de enseanza de la historia en los liceos si queremos de verdad ser un pas tolerante y democrtico. Por otro lado, ciertas maneras de transmitir los relatos del devenir corresponden a modelos superados por los nuevos enfoques de las ciencias sociales, de la arqueologa, de la antropologa y de la sociologa, que comienzan a incluir otros actores, otras duraciones temporales, nuevas construcciones de sentido. Asimismo, somos otros y otras los y las habitantes de Chile, hemos conquistado nuevos y distintos derechos sociales y simblicos; sin embargo, es evidente que falta incluir los relatos legitimados de este nuevo acontecer. As, este revisitar entra el desafo de sacar a la luz esos conocimientos que muchas veces, y sobre todo en el caso de las regiones, no son reconocidos o resultan poco difundidos. Me refiero a saberes sobre reas especficas, locales, producidos por quienes viven y tambin por aquellos que aman o estn ligados por distintos motivos a las regiones. Es importante sealar, a su vez, que las ideas de diferencia y la participacin de intelectuales hombres y mujeres, del universo de los pueblos originarios (mapuche y rapanui), de jvenes que estn construyendo modelos y nuevos marcos no fue siempre cabalmente comprendida, pues el tic de la exclusin, de la jerarquizacin de los saberes y del miedo a los disensos, an son habituales. Por ltimo, es evidente que no fue posible incluir a todos(as) los(as) estudiosos(as) y estamos conscientes de que cualquier inclusin siempre supone una exclusin. Sin embargo, intentamos en cada uno de los casos contemplar la mayor diversidad de expositores(as) y de ideas. Norte y Sur de las reflexiones Una mirada somera a los contenidos intelectuales de los encuentros permite observar que en el Chile de hoy existe una diversidad de lenguajes para hablar sobre identidad e historia, no obstante, la mayora confluye en la nocin de construccin de las experiencias y los discursos sobre el s mismo, y en que los conceptos fijos y unvocos no sirven para comprender la compleja dinmica de los procesos de constitucin de las identidades personales y sociales. Por eso, la historia de Chile aparece como un conjunto de relatos sobre el pasado en el que emergen distintos sujetos, donde tanto la tradicin oral como la escrita juegan un papel relevante en

21

REVISITANDO CHILE

22

su transmisin y socializacin. Pero es asimismo muy claro que los discursos histricos han privilegiado los relatos escritos sobre determinados grupos sociales, tnicos y de gnero. De este modo, la historia en tanto disciplina y construccin de sentidos sociales sigue siendo uno de los campos de tensin, de disputa. Los encuentros muestran cmo las tradicionales maneras de hacer historia se confrontan con las nuevas y cmo parece que ya no es posible excluir el vasto y milenario acervo de lo que se ha malentendido como prehistoria, es decir, de la antigua densidad cultural que precede a la Conquista y colonizacin y que sin duda nos ha construido en tanto sociedad mestiza, hbrida, mezclada, como lo han demostrado los(as) arquelogos(as) participantes en las jornadas del norte, centro y sur del pas. Otro de los temas relevantes ha sido el de los vnculos entre las identidades y el poder. Una de las manifestaciones generales fue el deseo de, por un lado, volver a nombrar las regiones hoy numeradas, seriadas, obedeciendo a un orden social que se entiende superado. Este volver a nombrar aparece como un acto de refundacin en donde se deberan privilegiar aspectos sensibles y simblicos de cada zona: los desiertos, los ros, los sujetos. Por otro lado, es evidente que el discurso de la descentralizacin ha permeado, pero no se ha cristalizado en realidades: en muchos lugares se habla del poder central para referirse a Santiago y est presente el sentimiento (y a veces resentimiento) de un nosotros regional percibido como desfavorecido, subordinado, acatando polticas y presupuestos. Entonces, se trata de una identidad construida por oposicin al centro. Esto nos lleva a que el otro siempre es un gran referente en las identidades nuestras ya sea por oposicin o por identificacin. En el primer caso, por ejemplo, los discursos tnicos han estado signados por los modos histricos en que el huinca, el Estado, la sociedad nacional, han incidido, modelado y estigmatizado a quienes pertenecen a los pueblos originarios como otros, como una alteridad desvalorizada. La introyeccin de la desvalorizacin es uno de los ejes de la construccin de las identidades tnicas; pero, por otro lado, lo son tambin las polticas del Estado que construyen una valoracin positiva e incentivan lo tnico como valor. sta es quiz la paradoja que se vive hoy da en las relaciones interculturales. No obstante, lo otro y su nexo con el poder no slo opera en el universo indgena, lo hace adems en la pertenencia a una clase o estrato social. Pareciera que el peso simblico del vnculo prstino en la zona central entre patrn e inquilino sigue funcionando y hace de nuestra modernidad algo sui generis, en la medida en que el poder, y tambin el micropoder, se ejerce de un modo en que las negociaciones jams se establecen entre iguales o pares, sino entre dador y deudor, como pago de favores, en donde la oposicin fidelidad/infidelidad, con toda la carga de perversin que supone, es la que domina.

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R IIA T R OA U CATIR I N N A L D M C A

Por cierto, cuando se habl de las identidades de gnero, tambin emergi el tema de lo otro, en este caso de lo masculino, que representa sin duda el poder en lo pblico, dejando el mbito de los micropoderes privados a lo femenino. Ahora bien, si observamos cmo aparecieron en los encuentros las identidades construidas por identificacin, es obvia nuestra tendencia al blanqueamiento, al arribismo, al querer siempre ser otros en relacin a Latinoamrica, a lo considerado brbaro, cholo, indio, tropical, roto, flaite. Uno de los smbolos de esta tendencia son los mall, suerte de nuevos templos en donde mercado y cultura se entreveran, sitios de reconocimiento, de compra de las identidades (soy la marca que uso), nuevas plazas pblicas donde es posible mostrarse como comunidad. Plaza ya no abierta sino cerrada, donde confluyen las apariencias, todo ocurre como si estuviramos en otro pas (Estados Unidos es el paradigma). El imaginario latinoamericano del que queremos alejarnos para ser blancos, sin embargo, est cada da ms cerca: numerosos ejemplos de gestos garcamarquianos como los de crear ilusiones de mar y playa en medio de la ciudad que reverbera y ruge, de mujeres porotitos verdes que sirven para vender en la medida en que su voluptuosidad se asocia con el dinero, entre otros, fueron citados para poner en evidencia lo no moderno de nuestras pretensiones. De esta manera todo ocurre como si (se hicieron recuerdos de la construccin de las imgenes del jurel tipo salmn, los jaguares, el iceberg que se envi a Sevilla, modos emblemticos de entendernos y conceptualizarnos). La mayora de los(as) participantes en las jornadas constat que la desterritorializacin cultural trae consigo un enriquecimiento y un acercamiento a otras experiencias, pero tambin que la desvalorizacin (o la falta de polticas de reconocimiento) de expresiones de la cultura popular y campesina o de manifestaciones de las culturas locales, ocasiona un empobrecimiento de los sentidos y de los lenguajes identitarios. Es as como la amenaza de desaparicin de los patrimonios intangible y tangible fue una denuncia permanente. Por otro lado, y relacionado a las demandas frente al Estado, se hizo patente que las identidades colectivas y la lucha por lo local, por los derechos culturales y ciudadanos estn muy debilitadas. Esta carencia de una ciudadana activa en cuanto grupo fue vista como un rasgo contemporneo, pero se hizo nfasis en que la inversin en cultura debera pasar, a su vez, por una recuperacin de la educacin formal como espacio privilegiado para aprender a habitar el mundo de un modo determinado; hoy da los recursos simblicos estn siendo acumulados por unos pocos, y los ms no llegan ni siquiera a obtener los estndares requeridos para ingresar a las universidades. Podramos decir que a lo largo de las jornadas, la actitud crtica, el debate de las ideas, la puesta en escena de las diferencias ideolgicas fue

23

REVISITANDO CHILE

una constante, y constante fue asimismo el espacio de afecto, de afectarse unos con otros y otras, en el sentido de comprendernos como una comunidad compleja, a menudo agresiva, otras amorosa, cuya identidad pasa muchas veces por la declaracin de no tener identidad. Cerrando el breve periplo que hemos efectuado por los discursos de los participantes en las regiones, podemos decir que el revisitar Chile fue fecundo, a veces nostlgico de lo ido, crtico de lo que se es y esperanzador de lo que ser; pero siempre sembrador y creador de lenguajes. De modo figurado, es como si hubiramos dejado de pensarnos unilinealmente de norte a sur y comenzramos a vernos de manera transversal, entre el mar y la cordillera, entre los cerros, en la diversidad que nos habita. La compilacin El texto que publicamos, como ya dijimos, contiene un conjunto de las ponencias de los diversos debates efectuados,1 pero tambin de lo que denominamos encuentros virtuales, que conjuntaron a diversos(as) intelectuales que no pudieron, por distintas razones, formar parte de las reuniones, y cuyas reflexiones nos ha parecido importante incluir. Hemos intentado en esta seleccin recuperar y dar cuenta de las ideas que se vertieron en las jornadas de Revisitando Chile y es as como podemos apreciar, en los textos escogidos,2 que la celebracin del Bicentenario de la Repblica no aparece slo como la creacin de obras, sino que junto a ellas es preciso integrar otros monumentos, tal vez los que ms nos especifican como cultura y que tienen que ver con la imaginacin, el pensamiento, el conocimiento, la reflexin, la escritura. Es evidente que si analizamos desde la larga duracin, lo que nos singulariza no son las grandes arquitecturas monumentales, sino las grandes obras de palabras. Los finos mitos de los pueblos aymara, mapuche, rapanui, por ejemplo; las obras de la Mistral, Neruda, Huidobro, Donoso, entre muchos y muchas ms; las diversas expresiones de la poesa y del arte popular. La palabra, su misterio y su poder, se nos ha dado como alimento simblico. Por ello, es claro que el conjunto de textos reunidos hacen relativa o problematizan la idea de un dficit cultural, y dan cuenta de que la densidad de significados existe, pero que falta valorarlos, hacerlos circular y confrontar con los lenguajes dominantes. Podemos sostener que los resultados del desafo de realizar los encuentros Revisitando Chile y esta compilacin desde la perspectiva ms difcil, han sido de una fecundidad notable, y utilizamos esta palabra en sus acepciones de virtud y facultad de producir, de reproduccin numerosa y dilatada, de unin de lo masculino y femenino para crear un nuevo ser. Entonces, fecundidad como metfora de la produccin y la reproduccin material, social y simblica. Por ltimo, el Subcomit Identidad e Historia de la Comisin Bicentenario se propuso dar cabida a los necesarios cuestionamientos que este

24

I DENTIDADES : D E

L O R E G I O N A L A L O L O C A L O D E L A PAT R IIA T R OA U CATIR I N N A L D M C A

tiempo nos exige y dese convertirse en un espacio de acogida de las distintas interpretaciones sobre Chile, pues entendi la celebracin del Bicentenario no como nica y oficial. Nuestras identidades, precisamente por no ser esenciales sino construidas y cambiantes, se nutren y vinculan a una trama de significados que van ms all de nosotros, trama que se actualiza en el lenguaje que utilizamos, en nuestros mundos simblicos y en los recuerdos que somos capaces de compartir con otros. En ese sentido quisimos entender Chile como una cancin, pero en la acepcin mistraliana de que una cancin es una herida de amor que nos abrieron las cosas.

25

1. La seleccin realizada se hizo sobre la base de estrictos criterios temticos, de factibilidad textual y de espacio. Las ponencias de todos(as) los(las) expositores(as) que participaron en las jornadas Revisitando Chile, cuyos nombres se sealan al final de la segunda parte de esta publicacin, pueden ser ledas en el portal de la Comisin Bicentenario, www.bicentenario.gov.cl. (Seccin Debate y Reflexin). 2. Hemos procurado que en la edicin de los textos se respeten plenamente las diversidades, expresadas en el lenguaje de cada uno(a) de los(las) autores(as), por encima de las necesidades de homologacin que un texto de esta naturaleza obliga.

REVISITANDO CHILE

26

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

PRIMERA PARTE

LECTURAS DE LAS IDENTIDADES: SUBJETIVIDADES, MRGENES E INSTITUCIONESLos chilenos tenemos en el cndor y el huemul de nuestro escudo, un smbolo expresivo como pocos y que consulta dos aspectos del espritu: la fuerza y la gracia. Por la misma duplicidad la norma que nace de l es difcil. (Gabriela Mistral en Menos cndor y ms huemul, El Mercurio, 1926)

27

REVISITANDO CHILE

28

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

SOBRE UNA IDENTIDAD NACIONAL Carla CorduaFilsofa

scribo para buscar la respuesta a una interrogante doble que dice: Existe la identidad chilena? Si es as, qu elementos la constituyen? Una de las cosas que me anima a contestar es que sta es una de aquellas preguntas que desde un comienzo ofrecen ayuda, esto es, que le dan una seal al que desea responderlas. En este caso, el signo orientador residira en que el primer cuestionamiento est formulado en singular, la identidad chilena, mientras que el segundo, relativo a sus elementos, presupone que stos son, por lo menos, varios y, tal vez, muchos e, incluso, por qu no, innumerables. De este modo, las dos preguntas juntas apuntan, desde un comienzo, en la direccin de una identidad constituida por varios elementos, pero capaz de abrazarlos a todos y de otorgarles, por muchos que fueran, unidad. Esto, aunque poco, excluye de inmediato la posibilidad de que la palabra identidad, que tiene tantos significados diversos, sea confundida con alguno de sus sentidos que no vienen al caso. Pues existe la identidad chilena?, podra ser interpretada como una pseudointerrogante, si usamos el concepto en un sentido formal, puramente lgico-gramatical. Pues todo cuanto es, si puede ser conocido y reconocido, debe tener una identidad, que es, en cada caso, la suya, sa que lo diferencia de todas las dems cosas, a las que tampoco puede faltarles la identidad. Si ste fuera el sentido de la pregunta por la identidad, ella ya estara contestada afirmativamente antes de tener que formularla. Pero aqu no se trata de la identidad indiferente de todas y de cualquier cosa, sino de una especfica, de la identidad chilena. Una parte obligatoria e infaltable de ser chileno consiste en poseer un certificado oficial de identidad que llamamos, a la francesa, el carnet. Contiene datos bsicos sobre su portador que, en varias circunstancias, le suelen interesar a las

E

29

REVISITANDO CHILE

30

personas e instituciones con las que entra en relacin. Entre otras cosas, el carnet certifica, dentro de Chile, la nacionalidad, razn por la cual en Espaa se le llama documento nacional de identidad. Pero la funcin principal de ste es probar la identidad del ciudadano, sa que diferencia irremisiblemente a cada uno de todos los dems, mediante datos, huellas dactilares y una fotografa. Esta identidad exclusiva de cada cual, que pertenece al mbito de la vida prctica, civil y poltica, no deja lugar a ninguna duda o pregunta acerca de la existencia de su legtimo dueo. Lo que introduce las vacilaciones tanto acerca de la existencia de la cosa mentada como del alcance y validez de la expresin identidad chilena, provocando las preguntas que consideramos, proviene del uso extendido de la palabra identidad. Nadie, salvo los lgicos, cuestiona la identidad en general, que es una condicin del lenguaje, ni abriga dudas acerca de la justificacin de un carnet personal. Los desacuerdos de opinin sobre el significado ampliado de identidad, aquel que adquiere el trmino cuando se lo usa para atribuirle a la nacin una personalidad colectiva por analoga con la de la persona singular, los origina este uso analgico. Esta analoga es, como todas ellas, parcial. Decimos del hijo que se parece a su padre porque somos capaces de ignorar provisoriamente la diferencia de edad entre ellos, y tambin muchas otras diferencias que no estorban el parecido. La comunidad nacional poseera un espritu comn, una manera de ser que se expresa tanto fisiognmica como prcticamente en la conducta, las preferencias, las costumbres, los gustos, las actitudes, los sentimientos. Hablamos de una posible identidad chilena que no tiene carnet y olvidamos por un momento que el carnet de identidad prueba su utilidad porque demuestra que somos todos diferentes. Se puede objetar el uso amplio de un concepto? Claro que no, siempre que se tenga presente que la nueva extensin que se le da cambia las reglas de su aplicacin. En principio, las palabras estn ah para ser usadas, abusadas, cambiadas, diversamente aplicadas, abreviadas y extendidas, olvidadas y recuperadas. El lenguaje es uno de los campos de ejercicio de la libertad humana. Si no lo cree, pregntele a los poetas y a los chistosos. Pero es obvio que tales ejercicios tienen consecuencias de todo tipo, tanto felices como desgraciadas. Qu duda cabe de que todos los miembros de una comunidad nacional tienen numerosas cosas en comn? Desde luego la nacionalidad, que no es poca cosa. Pero tambin tenemos muchas coincidencias con gentes de otros pases, y tampoco stas son poca cosa. Afirmada al voleo, la existencia de una identidad nacional chilena, no implica grandes responsabilidades. Ah estn los sentimientos compartidos, las intuiciones, las simpatas, los recuerdos de infancia que, narrados, resultan extraamente parecidos a los recuerdos de infancia de nuestros contemporneos. Sin embargo, est claro que vamos entrando en dudas e interrogaciones apenas tratamos de hacernos una idea precisa de esta clase de identidad.

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

Cuntos caracteres o rasgos idnticos se necesitan para darnos algo as como una identidad que consta de muchos elementos homologables? Es esto algo que se puede calcular, cuantificar, evaluar con precisin, o siquiera discutir con rigor como para que de la discusin puedan resultar conclusiones vlidas? Hay respuestas unvocas para todas estas preguntas o nos movemos en un terreno resbaladizo sobre el cual resulta difcil, o tal vez imposible, ponerse de pie y sostener la posicin? Esto es, una posicin susceptible de ser defendida con argumentos legtimos que persuaden a todo el mundo. Recuerdo que leyendo los escritos de un filsofo mexicano, que se ocup frecuentemente y con maestra de la cuestin de las identidades colectivas, me sent iluminada por sus palabras mientras pude creer que hablaba de Mxico, una nacin tan nica e impresionante por su incomparable originalidad que quien la conoce siente el impulso de abandonar toda reserva crtica frente al que la trata como si fuera una persona, una gran persona. Pero aquel autor se mova con toda soltura de la identidad mexicana a la hispanoamericana, y de sta, a lo que llamaba la identidad de la cultura latina. A estas alturas de la generalizacin, cuando la personalidad pretendidamente unitaria abarcaba en conjunto a la Roma antigua y a la Italia actual, a Espaa y Francia, tal vez a Rumania, y tambin a las ex colonias espaolas y portuguesas en Amrica, nos sentimos privados de toda posibilidad de pensar con claridad. Pero volvamos a nuestro asunto. Si reclamamos que los chilenos tenemos una identidad nacional, le concedemos implcitamente lo mismo a todos los dems pases del mundo, o nuestra identidad constituye un privilegio de que otras comunidades humanas carecen? Importa o no, para el efecto en cuestin, ser un pas de doscientos aos hecho de oleadas disparejas de inmigrantes venidos de distintas partes del orbe a reunirse aqu con los restos de las poblaciones originarias de lo que ahora es Chile? Hagamos la suposicin romntica y democrtica de que todas las naciones poseen, en cuanto tales, una identidad nacional. Qu otra razn que este improbable supuesto general podra igualar en este respecto a un pas a medio hacer con 16 millones de habitantes con otro de ms de 1.000 millones y viejsimo como el que ms, como la India, por ejemplo? Las diferencias de escala en el espacio, el tiempo, la ubicacin, la experiencia acumulada, etc., desempean aqu algn papel o, al preguntar por la identidad nacional chilena, estamos frente a una conviccin mstica decidida a ignorar todo dato preciso como una intromisin impertinente en un terreno que no debe ser enturbiado por la inteligencia analtica? Siempre me ha llamado mucho la atencin que en los pases ms antiguos, dominados por tradiciones multiseculares cuyos representantes actuales ni siquiera saben expresamente que las actualizan y mantienen

31

REVISITANDO CHILE

32

de tan vigentes que estn, no se plantee nunca esta cuestin de la identidad nacional ni tampoco se la busque, movido, tal vez, por la angustia de una posible falta de la misma. En Latinoamrica, en cambio, ella reaparece a cada rato y por todas partes. Para no limitarme a repetir las dudas que tengo sobre el sentido de esta inquietud nuestra por la identidad y sobre el significado y vala de algunos de los discursos que entre nosotros se le dedican, consulto una obra del filsofo colombiano Carlos Rojas Osorio, Latinoamrica. Cien aos de filosofa (2002), que contiene una seccin 18 dedicada al tema. Este autor estudia las obras de filsofos cubanos y costarricenses que le dedican sendos libros a la cuestin de la identidad. Particularmente nutrida resulta ser la tradicin de Costa Rica; cuatro representantes de la misma merecen destacarse en esta historia del pensamiento latinoamericano. Son Luis Barahona Jimnez, Jos Abdulio Cordero, Constantino Lscaris Commeno y Jaime Gonzlez Dobles. Antes de resumir sus respectivas posiciones, Rojas dice: Desde el siglo pasado se ha ido desarrollando [en Costa Rica] el tema de la identidad nacional. Lo que llama la atencin inmediatamente es la diversidad irreductible de los planteamientos de los cuatro pensadores reseados. Cada uno de ellos entiende el asunto de otra manera. Cmo podra haber un desarrollo del mismo en estas condiciones? Voy a ilustrar esta independencia mutua de las cuatro concepciones mediante citas de Rojas, que demuestra gran fe y simpata hacia los autores que explica. Constantino Lscaris opina que El gran incgnito de Barahona es el primer estudio sociolgico acerca del campesino costarricense. Cordero es autor de El ser de la nacionalidad costarricense (1980); se trata de una historia filosfica cuyo papel es mostrar el espritu de un pueblo, la racionalidad concreta que lo caracteriza y su conato de llegar a ser un sujeto libre y creativo, es decir, la voluntad de ser una colectividad humana definida. Esa voluntad del pueblo se ha cristalizado en la construccin del estado-nacin. Lscaris propone sus ideas sobre la identidad en El ser costarricense (1985). Lscaris se aboc a un estudio fenomenolgico del ser costarricense. Lscaris se admira del buen uso de la lengua castellana que hace el costarricense. Es el espaol equivalente al de Espaa del siglo XIV al XVI, anterior al proceso de galizacin. El lenguaje del costarricense es notoriamente conservador en su expresin idiomtica. La sensibilidad del costarricense enraza en la vida de la montaa. Sin montaas delante de los ojos el costarricense se marea, escribe Lscaris. Lscaris analiza la geografa. Costa Rica es una prolongacin de los Andes pero en ambiente tropical. La montaa cubre la casi totalidad del territorio. Es puro monte. Y esto es decisivo para la forma de vida que el pueblo ha forjado.

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

Finalmente, para Jaime Gonzlez, autor de La patria del tico (1995), ante todo se trata de preservar la identidad del Tico. Ser nosotros mismos en plenitud Cada patria engendra un sentido que hace visible en sus ms profundas aspiraciones. Hacer patria es descubrir una humanidad concreta, descubrir lo humano realizado en la concretez histrica. La variedad de los puntos de vista muestra, en este caso y en otros, que el concepto de identidad nacional es incapaz de establecer una meta que gobierne la investigacin. Demasiado indefinido e impreciso, deja sin direccin a la bsqueda, sin mtodo, librada a iniciativas puramente personales, incapaces de empalmar constructivamente con el trabajo de otros interesados en el tema. En tales circunstancias, los diversos tericos de las identidades colectivas carecen de los lazos que haran falta para fundar una tradicin emergente, capaz de acumular saberes y de crecer. Todos los que proponen teoras en este campo dan la impresin de Adanes que han de partir de cero o resolverse a callar. No hay nada antes de cada uno que funde suficientemente y gue la actividad de pensar sobre identidad. De las explicaciones bien intencionadas de Rojas Osorio se deduce que los discursos tericos, en este caso filosficos, sobre la identidad, no dan para iniciar una historia que se pudiera heredar. Una de las debilidades de los textos contenidos en la historia de Rojas Osorio para ilustrar las filosofas de la identidad, es la manera en que la escritura se desliza sin control de la descripcin de los rasgos supuestamente definitorios de una identidad a la formulacin de deseabilidades. Ya que no es lo mismo decir cmo las cosas son que expresar como debieran ser a juicio del que habla, la sustitucin de la palabra definitoria por otro modo de hablar que propone un deber ser, un ideal, una preferencia, un valor, equivale a un abandono del tema y a una fuga en direccin de lo meramente deseable. Sobre el costarricense Gonzlez Dobles dice Rojas Osorio: Analiza valores tales como el humanismo, la autenticidad, los cuales deben integrar la idea de patriotismo. El humanismo nos debe incitar a poner al ser humano en el ncleo mismo de cualquier poltica de desarrollo. Por ltimo, Gonzlez destaca la importancia de la democracia [] En definitiva, nos dice Gonzlez, la patria es la personalidad de un pueblo. El mismo autor de Latinoamrica. Cien aos de filosofa, en su atraccin por las teoras de la identidad, titula la seccin 18 de su libro como Tres estudios sobre identidad y eticidad. Una crtica de la posibilidad de hacer teora, ya sea filosfica o cientfica, sobre la cuestin de la identidad nacional no significa lo mismo que proponer que haya que desconsiderarla del todo y guardar silencio acerca de ella. La teora tiene sus propias exigencias, de las que depende su xito,

33

REVISITANDO CHILE

34

e impone lmites a lo que puede ser tratado en sus trminos. El discurso terico excluye, por ejemplo, los casos individuales, las excepciones, y maneja imperiosamente todo cuanto no es sino particular, seleccionando en los individuos y en las particularidades lo que puede encontrar en ellas de universal. Pero hay muchas maneras de tratar asuntos de inters fuera del mbito de la teora. El habla de la vida ordinaria, la literatura, las artes en general, el culto religioso, la prctica de hbitos y costumbres que, tal como las instituciones sociales, va acompaada de un lenguaje caracterstico de ella, un lenguaje que es aceptado y comprendido en los grupos que la cultivan, ofrecen mltiples oportunidades de ocuparse de la experiencia personal de una identidad nacional. Tenemos esa experiencia en numerosas ocasiones; reconocemos en nosotros y tambin en otros, los sentimientos y emociones que forman parte del amor a la tierra natal, de la reverencia hacia la unidad poltica de la patria y de la comunidad que formamos con nuestros connacionales. Qu podra agregar una teora de la identidad chilena a esta persuasin personal, a estas devociones y respetos? En la tradicin literaria chilena hay abundantes ejemplos de ensayos, novelas, cuentos, dramas, que se proponen representar artsticamente al pas. Algunos lo logran, segn ciertos lectores; otros slo trataron, sin llegar a conseguirlo, segn otros. ste del propio pas y sus habitantes, es un gran tema, que puede ser tratado y que ya ha sido, en efecto, abordado de mil maneras diferentes. Pienso en Gabriela Mistral y su poema sobre Chile; en Benjamn Subercaseaux con Chile o una loca geografa. Recuerdo tambin las batallas crticas que a travs de sus ensayos no se cans de dar Joaqun Edwards Bello, que se fue enrabiando porque las cosas no eran como l habra querido que fueran. El amor agriado tambin revela lo que ansiamos saber cuando se expresa aliado con la inteligencia. De qu escribieron Manuel Rojas y Jos Santos Gonzlez Vera, Neruda y De Rokha sino de donde estamos y de quienes somos? Que el mensaje no es siempre claro y directo, que se deja entender de muchas maneras, que ninguna de estas obras es exhaustiva, que falta mucho por decir? Tambin falta mucho por hacer, por caminar, por resistir, por esperar. Las letras no tienen, en estas materias, ningn monopolio, a pesar de su jams suficientemente reconocida, o bastante celebrada, importancia. Las artes visuales, en particular la fotografa y el cine documental, pero tambin la pintura, la escultura, la danza, el folklore, emiten toda clase de smbolos que hay que aprender a incorporarse para darle forma y presencia memorable en nosotros al pas que somos. Hay alguien para quien todo esto no es bastante? Pues, en tal caso, hgalo usted mismo. Hgalo mejor. Los chilenos, no s por qu tengo que decirlo, ya tenemos una manera de pensar y de sentir el paisaje, el pas, la gente de aqu, las posibilidades y los inconvenientes de la vida local. Somos lcidos, conscientes y

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

pensantes. Si alguien produjera una versin filosfica o cientfica de la identidad nacional chilena, que fuera una respuesta impecable a las dos preguntas que me propuse contestar al empezar a escribir, ella vendra formulada, como no puede dejar de ser, en el lenguaje tcnico que es parte obligada de esta clase de obras. Vendra, adems, acompaada de estadsticas, promedios, notas eruditas, cuadros y mapas ilustrativos, y formulada mediante conceptos refaccionados a la medida de la precisin exigible. La ciencia, en cualquiera de sus formas, depende de procedimientos metdicos de medida, de aparatos tcnicos que regulan los procesos de la investigacin, de intervenciones para aislar sus objetos de los contextos a que pertenecen, de simplificaciones y estilizaciones que hacen posible que el saber que resulta se ajuste al ideal del conocimiento objetivo que regula la actividad cientfica moderna. Qu haramos con nuestra familiaridad ya adquirida de lo que significa para nosotros ser chilenos? La desdearamos y reemplazaramos por la teora? Lo dudo; las dos cosas no se sustituyen ni seran intercambiables; desempean papeles diferentes en el grupo social y en la vida personal. Nada que la ciencia pueda producir es adecuado para reemplazar la experiencia vital de seres como nosotros. Y, por cierto, no es para eso que se hace teora. Para poder vivir desde ellas tendramos que ser otros que los que somos, renunciar a la intimidad y a la constante referencia a nosotros mismos que posee la conciencia natural y sus contenidos.

35

REVISITANDO CHILE

NECESITAMOS PROTEGER UNA IDENTIDAD O ASUMIR Y FOMENTAR NUESTRA DIVERSIDAD?1 Agustn SquellaAsesor Cultural de la Presidencia

36

na sociedad moderna es aquella que acoge la diversidad y renuncia a la uniformidad. Por lo mismo, aspira propiamente no a la unidad, sino a instalar y compartir unos aceptables hbitos de convivencia entre sus miembros. Entendemos por la primera, la propiedad que consiste en que algo no puede dividirse sin que se destruya o altere gravemente, y por la segunda, el hecho de vivir unas personas con otras. Igualmente, la palabra unidad, utilizada al modo de un atributo que tiene o que se desea para una determinada sociedad, es ms fuerte que convivencia. Esto quiere decir que para lograr aqulla es preciso satisfacer ms condiciones que para conseguir esta ltima. As, la unidad, si bien no se confunde con uniformidad, tiene una evidente cercana con sta, ya que se podra creer que para obtenerla es preciso tener o a lo menos fingir uniformidad. Por su parte, la convivencia, que no se puede confundir con diversidad, es portadora de un sentido que la acerca a esta ltima expresin. La colaboracin no es una virtud social ni tampoco el conflicto un vicio o una patologa social, sino que ambos son fenmenos propios de la vida en sociedad. De all, entonces, que una frase como Quiero una sociedad donde haya colaboracin sea redundante, mientras que otra como Quiero una sociedad sin conflictos resulte contradictoria. Por lo tanto, tenemos que aceptar que en la vida social nos comportemos como amigos a la vez que como adversarios. Sin embargo, una autntica patologa puede surgir cuando se trata de propiciar el conflicto en forma deliberada o de evitarlo obstinadamente. Con ello no quiero sino aplicar la idea de Paul Ricoeur: puede ser tan daino para una sociedad el conflicto a cualquier precio como el acuerdo a como d lugar. Este punto tiene particular importancia en el caso de la sociedad chilena de las ltimas dcadas. Es bien notorio que la lgica del

U

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

conflicto a cualquier precio domin en nuestro pas, a fines de los sesenta e inicios de los setenta, perodo en el que se produjo una tan profunda como deliberada agudizacin de los conflictos. Otro tanto ha hecho la lgica de la segunda idea en la dcada de los noventa, lo cual quiere decir que hemos procurado sanar una patologa refugindonos en otra. Puesta dicha situacin de otra manera, se podra decir que a fines de los aos sesenta e inicios de los setenta prevalecan con claridad las opciones por sobre las tendencias. Es efectivo que el pas pag un alto precio por haber soado, en un momento dado de su historia, de espaldas a la realidad y a los lmites y condiciones que esta ltima impone. Es decir, por haber sobrevalorado las opciones y descuidado negligentemente las tendencias. Mi pregunta es si no vamos a pagar un precio demasiado caro por aferrarnos ahora a la mana contraria: creer que cada vez que vamos a decidir un asunto pblico debemos simplemente seguir la direccin que marcan las tendencias y eludir todo anlisis razonado y libre que nos pudiera conducir a una opcin diferente. Volviendo a la distincin entre unidad y convivencia, quizs s la primera se relacione con la idea tradicional de nacin (que es un concepto cultural), mientras que la segunda lo haga con la idea de sociedad, un concepto de alcances propiamente polticos. Nacin supone unidad cultural y en cierto modo moral de una comunidad. Ello trae consigo fenmenos como la identidad y el orgullo nacionales, esto es, un fuerte sentido de pertenencia comunitaria y una no menos potente conviccin acerca de que el sello comn compartido alberga determinados valores que se consideran mejores que los que puedan ostentar otros grupos nacionales. En cambio, sociedad alude a un pacto de convivencia entre quienes admiten tener diferencias y optan por la paz y la justicia ambas relativas que pueden proveer los vnculos asociativos e igualitarios, aunque no se inclinan por la instauracin de una unidad cultural que uniforme las ideas religiosas, morales o de otro orden, puesto que, precisamente, lo que la sociedad persigue es mantener las diferencias. Las distinciones previas podran servir para preguntarnos si lo que queremos tener en Chile es una buena sociedad, esto es, una buena convivencia, o una buena nacin, es decir, una unidad cultural que podamos a la vez identificar y exhibir como buena e incluso mejor que otras que existen en el planeta. Para caracterizar la sociedad chilena actual desde el punto de vista de su diversidad, as como para evaluar cunto esta ltima favorece o perjudica nuestra convivencia, es preciso distinguir entre pluralidad, pluralismo y tolerancia. A la vez, tratndose de sta es posible distinguir entre una activa y otra pasiva. Llamo pluralidad al simple hecho de la diversidad, a la circunstancia fctica de existir al interior de una sociedad cualquiera una variedad no

37

REVISITANDO CHILE

38

coincidente de creencias, convicciones, sentimientos y puntos de vista acerca de asuntos que se reputan importantes. Llamo pluralismo a la valoracin positiva que se hace de la pluralidad, esto es, a la actitud que consiste en aceptar esta ltima y en estimarla como un bien, no como un mal y ni siquiera como una amenaza, en tanto ella es expresin de la autonoma de las personas para determinarse en cada uno de los campos antes sealados. As las cosas, mientras la pluralidad es un hecho, el pluralismo es una determinada actitud que las personas pueden o no adoptar ante l. En cuanto a la tolerancia, se trata ya de una virtud, es decir, de algo ms que una mera postura inicial frente a la pluralidad, algo no slo adquirido, sino que es posible de obtener nicamente mediante su prctica o ejercicio. La tolerancia pasiva es aquella que consiste en resignarse al hecho de la pluralidad y en aceptar la existencia de aquellas creencias, convicciones, sentimientos y puntos de vista que no coinciden con los nuestros y que reprobamos por considerarlos incorrectos. En cambio, la tolerancia activa tiene que ver con la disposicin habitual de comunicarse con quienes sustentan creencias, convicciones, puntos de vista y sentimientos que no aprobamos, con entrar en dilogo con ellos, con escuchar las razones que pueden ofrecernos, sopesarlas luego y estar incluso dispuestos a modificar las creencias y convicciones propias como resultado de esta comunicacin y dilogo. Mi hiptesis es que para la sociedad chilena la pluralidad es mayor que el pluralismo, la tolerancia menor que el pluralismo y la tolerancia activa menor que la pasiva. Es posible que en toda sociedad se produzca alguna interrelacin entre pluralidad y pluralismo, a la vez que entre pluralismo y tolerancia. Lo que quiero decir con esto es que la pluralidad promueve el pluralismo, en tanto que este ltimo empuja hacia la tolerancia. En primer lugar, la pluralidad promueve pluralismo. En sociedades homogneas hay ms posibilidades de que las personas consideren como un mal, o cual menos como una amenaza, la existencia de creencias, convicciones, sentimientos, puntos de vista y planes de vida que se aparten de los cnones aceptados. A la inversa, en sociedades heterogneas hay ms posibilidades de que la gente se haga la idea de que la pluralidad es un hecho que conviene aprobar en nombre de la autonoma individual. En el caso de Chile, lo anterior nos parece evidente: el incremento de la pluralidad filosfica, religiosa, moral y poltica, o sea, el simple aumento de la diversidad en cada uno de esos campos (un fenmeno que se acenta a partir de la dcada de los sesenta, si bien por momentos llevado al extremo de los antagonismos) ha trado consigo un mayor pluralismo; ms personas que aprecian la pluralidad como un bien y no como una amenaza. En consecuencia, el solo incremento de la pluralidad en cual-

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

quiera de los campos o materias identificados al momento de acordar un sentido a la palabra pluralidad, si bien al comienzo puede producir desconcierto, temor e incluso antagonismos en parte importante de la poblacin, termina por persuadir a la mayora de que lo mejor que puede hacer es aceptar la pluralidad, tanto en nombre del principio de autonoma como en el del clculo de las posibilidades de sobrevivencia de las convicciones y perspectivas propias. Esto, claro est, con la condicin de que la agudizacin de los conflictos no llegue al punto que efectivamente alcanz en nuestro pas y que trajo consigo, como todos sabemos, la violenta imposicin de un determinado punto de vista sobre los dems y, por lo mismo, una fuerte atenuacin del pluralismo a partir de 1973. Por otra parte, la expansin del pluralismo, a su vez, tiene un efecto en el fenmeno de la pluralidad, puesto que crea mejores condiciones para un incremento an mayor de esta ltima. Debido a la interrelacin que existe entre pluralidad y pluralismo aqulla expandiendo a ste y ste favoreciendo un mayor campo para aqulla, los enemigos del pluralismo suelen ser tambin enemigos de la pluralidad. En otras palabras, como un incremento de la pluralidad tiende a producir una expansin del pluralismo, los enemigos de ste tratan de poner freno a aqulla, es decir, procuran favorecer un tipo de sociedad menos plural para no verse obligados a tener que vivir en una sociedad pluralista. Segn anticipamos, el pluralismo empuja a su vez hacia la tolerancia, a admitir las creencias, convicciones, puntos de vista y planes de vida que reprobamos, renunciando a combatirlos por medios coactivos, y consintiendo, adems, en que no es legtimo discriminar en su contra. Al igual que en el caso de la pluralidad y del pluralismo, tambin existe una relacin entre pluralismo y tolerancia. El incremento de aqul produce una expansin de sta, de donde resulta claro por qu los enemigos de la tolerancia siempre miran con recelo el fenmeno del pluralismo y tratan de disminuir el campo de accin de la primera valindose, para ello, de un desprestigio directo o soterrado del segundo. Pero esta relacin entre pluralismo y tolerancia es tambin una interrelacin lo mismo que en el caso de pluralidad y pluralismo, puesto que mayores grados de tolerancia en una sociedad proporcionan una base ms firme y segura a las cotas de pluralismo que esa misma sociedad exhiba. Algo similar ocurre entre tolerancia pasiva y tolerancia activa, en el sentido de que buenos niveles de la primera abren paso a la prctica de la segunda. El solo hecho de resignarnos a convivir con los que piensan, sienten o viven de manera diferente siembra, por as decir, el germen de esa disposicin espiritual ciertamente ms exigente y tambin ms generosa que nos lleva a comunicarnos con tales personas; a entrar en dilogo; a escuchar las razones que puedan ofrecernos y a mostrarnos incluso

39

REVISITANDO CHILE

40

dispuestos a modificar las propias convicciones y puntos de vista como resultado de esa comunicacin y dilogo. Si reunimos ahora las interrelaciones previas, se podra concluir que la aprobacin o rechazo que se hace de la pluralidad (entendida esta ltima como simple diversidad de hecho) estn determinados, en forma consciente o inconsciente, por la aceptacin que nos merecen, ya en otro plano (no el de los hechos, sino el de las actitudes y los hbitos), esas disposiciones que llamamos pluralismo y tolerancia. Asimismo, hay que admitir que el pluralismo de una sociedad ir a la zaga de la pluralidad, la tolerancia pasiva a la del pluralismo y la tolerancia activa a la de la pasiva. Con todo, resulta interesante preguntarse cunto es esa zaga en la sociedad chilena actual, cunto desfase tenemos entre pluralidad y pluralismo, entre pluralismo y tolerancia y entre tolerancia activa y pasiva. Sobre el particular, mi impresin es que subsiste un hiato importante entre pluralidad y pluralismo. La expansin de nuestro pluralismo se produce a una velocidad sensiblemente ms lenta que en otras sociedades respecto de lo que acontece con los tiempos ms rpidos que toma el simple incremento de nuestra diversidad. Lo anterior quiere decir que tardamos mucho tiempo en aceptar la diversidad que de hecho se produce en los ms diversos campos. Impedidos de terminar con ella o de obstaculizar su incremento, y fracasados tambin los intentos por estigmatizarla como fenmeno que pondra en riesgo la sobrevivencia de un proyecto social unitario, solemos recurrir al subterfugio de esconderla y de continuar presumiendo que somos una sociedad homognea. El ocultamiento de la diversidad se lleva a cabo de muy distintas maneras, en especial por medio de una cierta homogeneizacin de los medios de comunicacin que deberan transparentarla, como tambin mediante un discurso que certifica como alternativo en el sentido ms peyorativo que descriptivo del trmino cualquier planteamiento que haga patente de manera fuerte esa misma diversidad. A su vez, el hiato entre tolerancia pasiva y activa es todava mayor. Segn mi parecer, uno de los factores que ms perjudica el desarrollo de una tolerancia activa en nuestro medio se relaciona con un discurso pblico dominante. En materias de ndole moral sugiere que todo lo que pueden hacer personas con convicciones firmes en este terreno es practicar una tolerancia pasiva, puesto que la de carcter activo se vinculara inevitablemente con un relativismo moral de efectos personales y sociales inconvenientes. A un discurso como se lo he llamado otras veces moral de dos bandas, porque sugiere en forma errnea que en un punto a nuestras creencias de orden moral y a sus posibilidades de argumentacin racional existiran slo dos posiciones: la de quienes tienen convicciones fuertes en ese terreno y estn persuadidos de que es posible probar racionalmente su ma-

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

yor valor de verdad respecto de convicciones discrepantes, y la de quienes poseen postulados dbiles, o simplemente carecen de ellos y consideran que no es posible la prueba de verdades irrefutables en el mbito moral. Pueden existir a ese respecto ms de dos posiciones. La indiferencia sera la de aquellos que situados frente a un asunto moral importante respecto del que se les pide un pronunciamiento, sencillamente se encogen de hombros y declaran no tener ninguna preferencia que expresar sobre la materia. Est tambin la de los desinformados, aquellos que frente a la misma situacin antes descrita declaran no disponer de suficiente informacin acerca del tema que se les plantea. Por lo mismo, difieren su pronunciamiento hasta el momento en que puedan comprenderlo. Por su parte, la neutralidad sera la posicin de quienes tienen un juicio moral formado, aunque por una razn estratgica cualquiera prefieren no darlo a conocer. Sigue luego la posicin del relativismo, sustentada por quienes declaran ser capaces de formarse y emitir un juicio moral acerca del asunto de que se trate, aunque creen que todos los juicios morales que puedan pronunciarse al respecto, por contradictorios que resulten entre s, tienen igual justificacin. Ninguno de ellos, ni siquiera el propio, puede resultar preferible a los dems desde un punto de vista objetivo. A continuacin est la posicin del escepticismo, de aquellos que son capaces de tener y expresar un juicio moral acerca del asunto en discusin, que prefieren el suyo al de los dems y estn dispuestos a defenderlo con algn tipo de argumentacin. Pero, en ltimo trmino, admiten que ni ellos ni nadie cuentan con mtodos propiamente racionales que permitan probar con certeza el mayor valor de verdad de cualquiera de los juicios morales que puedan hallarse en conflicto sobre la materia de que se trate. Existe tambin la posicin de la falibilidad, de quienes poseen una conviccin moral fuerte sobre el asunto de que se trate y creen estar en posicin de demostrar racionalmente el mayor valor de verdad de la misma respecto de otras que se le oponen. Pero, a la vez, reconocen la posibilidad de estar equivocados y aceptan or los argumentos que puedan darles las personas que piensan distinto frente al tema moral en discusin. El absolutismo moral, tambin llamado en ocasiones realismo moral, coincide exactamente con la posicin anterior, la de los falibles, aunque su inters por identificar y acercarse a quienes piensan distinto proviene no de la posibilidad de aprender de stos, sino del impulso por convertirlos. En fin, el fanatismo en cuestiones de ndole moral se confunde con la posicin del absolutismo, aunque con una diferencia central: los fanticos buscan a sus contradictores no para convertirlos, sino para eliminarlos. Un esquema como el expuesto tiene la suficiente flexibilidad como para admitir que las personas puedan manifestar ms de un temperamen-

41

REVISITANDO CHILE

42

to moral, segn sea la ndole e importancia del asunto moral que se discuta. Es decir, las personas no tienen siempre y para todos los asuntos morales uno solo de tales temperamentos, sino que se desplazan entre ellos, o al menos entre algunos de ellos, segn sea la ndole e importancia del asunto moral de que se trate. Si por pluralismo entendiramos ahora la multiplicacin y autonoma de los centros de poder al interior de una sociedad, la nuestra tambin exhibe carencias manifiestas en este sentido, en particular en lo que concierne a la autonoma de los centros de poder. sta es escasa, por ejemplo, entre poder poltico y poder econmico, entre poder civil y poder religioso, y entre poder poltico y poder militar. Lo anterior es importante porque la sola multiplicacin de los centros de poder no satisface las exigencias de una sociedad libre, si ellos no se comportan de manera autnoma. Por otra parte, si domesticar los centros de poder equivale a la accin encaminada a limitar sus posibilidades de daar a las personas, el discurso pblico nacional que prevalece entre nosotros es el que busca limitar el poder del Estado, casi como si se tratara del nico centro de poder capaz de vulnerar la libertad de las personas. Pero se omite toda referencia a los dems centros de poder o se velan deliberadamente las posibilidades de daar la libertad de las personas que tienen tambin esos otros centros de poder. Un asunto especialmente delicado, que nuestra sociedad se niega a discutir en forma abierta, es el que concierne a los lmites que deben existir entre poder civil y poder religioso. Si bien la secularizacin es un proceso que tambin ha venido cumplindose en la sociedad chilena, es ms real en la base social que en las elites directivas, con el inconveniente adicional de que dicho proceso (con un carcter religiosamente neutral y no necesariamente antirreligioso) suele ser presentado como si se tratara de un burdo secularismo, esto es, el emplazamiento de la ideologa del rechazo o repulsa de toda religin. Es evidente que todo proceso de secularizacin hace perder a las religiones determinadas zonas de influencia, por ejemplo, en la ciencia, en el arte, en la poltica, desde el momento en que dichas actividades pasan a ser consideradas de injerencia y responsabilidad exclusivamente humanas. En tal sentido, queda de manifiesto que ella es un proceso que presta un evidente servicio a la libertad y a la creatividad humanas. Tambin a las propias religiones al demarcar bien el espacio de lo sagrado y eterno, por un lado, y el de lo profano y temporal, por otro. Entre nosotros existe una insuficiente comprensin de las ventajas que tiene mantener separados ambos dominios, tanto para una visin secular como para una religiosa. Se desconocen o se aplican en forma inadecuada las exigencias de autonoma para las actividades humanas y las estructuras sociales que, desde una perspectiva catlica, reconocieron

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

documentos como los emanados del Concilio Vaticano II y la constitucin pastoral Gaudium et Spes. Otro aspecto interesante de considerar, a propsito de la pluralidad, el pluralismo y la tolerancia en la sociedad chilena actual, es el que concierne a los tres distintos planos en que tales fenmenos pueden ser apreciados. Esos son los de la realidad (cunta pluralidad, pluralismo y tolerancia tenemos efectivamente en Chile), del pensamiento (cunta pluralidad, pluralismo y tolerancia percibimos realmente los chilenos en nuestra sociedad) y del discurso (cunto de cada uno de esos mismos tres fenmenos expresamos pblicamente los chilenos). Por ejemplo, en el caso de la pluralidad, resulta evidente que existe en mayor grado en el plano de la realidad que en el del pensamiento, o sea, tenemos ms diversidad en nuestra sociedad que la que percibimos. A la vez, el grado en que nos percatamos de ella es menor que aqul en que la certificamos o expresamos en pblico. Sin dejar de considerar la importancia que para esta degradacin sucesiva de la pluralidad tienen en nuestro medio el temor a la exclusin y una cierta hipocresa social, es preciso no despreciar el papel que juega un conjunto limitado y marcadamente homogneo de medios de comunicacin. Dicho simplemente: nuestros medios de comunicacin (en el plano del discurso) muestran una sociedad ms homognea que la que los chilenos percibimos (plano del pensamiento), en tanto que lo que acontece en los hechos (plano de la realidad) es an menos homogneo. Continuando dentro del marco conceptual que hemos adoptado, lo que tendramos que hacer como sociedad no es fomentar la pluralidad, sino darle expresin. A lo que s deberamos darle validez es al pluralismo y, desde luego, a promover tambin una mayor tolerancia, especialmente en su modalidad activa. En todo ello la educacin, en sus diferentes niveles, suele desempear un papel muy importante. Por otra parte, es preciso mejorar nuestra percepcin de la pluralidad que tenemos como sociedad. Es decir, tendramos que conseguir una mayor correspondencia entre la diversidad que tenemos y la que percibimos. Adems, es menester dar mayor expresin pblica a la pluralidad que percibimos; esto es, tendramos que conseguir tambin una mayor correspondencia entre la diversidad que conocemos y aquella que estamos dispuestos a admitir y a mostrar pblicamente. Los sectores conservadores de la sociedad chilena son en extremo susceptibles a la amenaza. Parecen dispuestos a aceptar la diversidad nicamente en la medida en que no sientan que ella constituye un peligro para sus creencias y formas de vida. Por lo tanto, en esos sectores, y en las reas de influencia que manejan, existe una tendencia a mantener la pluralidad relegada al mbito privado, puesto que as se consigue ocul-

43

REVISITANDO CHILE

44

tarla y atenuar de algn modo su capacidad para amenazar a quienes no la toleran. El paso de la pluralidad desde el plano de la realidad al de la percepcin, y desde el de sta al plano del discurso, puede llegar a facilitar algo ms que la tolerancia frente a la diversidad, a saber, su reconocimiento. El reconocimiento de la identidad de todos los grupos en el espacio pblico sera realmente a lo que deberamos aspirar como sociedad, ms all de la simple tolerancia. El reconocimiento, en tanto reclama un igual derecho de todas las identidades a ser reconocidas en el espacio pblico, constituye una demanda mayor que la primera. Por lo dems, en la prctica de la tolerancia siempre existira la idea de una identidad bsica comn, a partir de la cual se pueden luego aceptar las diversidades. Otra cosa es lo que ocurre con las diferencias, que no supondran una identidad bsica comn y, por lo mismo, demandaran, ms que tolerancia, reconocimiento. Volviendo a los planteamientos iniciales de trabajo, siempre me gusta recordar ese ensayo de Tabucchi sobre Fernando Pessoa, llamado Un bal lleno de gente, en clara alusin a que todos, individualmente considerados, somos siempre ms de uno. Si eso vale para el plano individual, me pregunto cunto ms valdra cuando la cuestin de la identidad se plantea no respecto de los individuos, sino de las sociedades en que stos viven y de los pases que habitan.

1. La base de este texto es el artculo del autor Pluralidad, pluralismo y tolerancia en la sociedad chilena actual, publicado en Perspectivas, volumen 2, nmero especial, 1999, Departamento de Ingeniera Industrial de la Universidad de Chile.

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

NOTAS SOBRE LOS CUERPOS SOCIALES (REFLEXIONES CRTICAS SOBRE LA IDENTIDAD CULTURAL) Roberto AceitunoPsiclogo

Cuenta la historia que los griegos tributaban a las mujeres muertas en el trance de ser madres los mismos honores que a los guerreros que moran en el campo de batalla; pasaban, pues, a ser hroes. Da llegar que, as como a los hombres se les exige en servicio del Estado pasar por los cuarteles, a las mujeres para servir a la Patria se les exija pasar por una Escuela de Madres. El origen de la familia reside, pues, en las leyes naturales y es el vnculo de sangre el que impulsa a los hombres, desde tiempo inmemorial, a otorgarse mutua comprensin y afecto movidos por una fuerza superior latente: la perpetuacin de la especie (La eugenesia y su legislacin, Amanda Grossi)

esde la perspectiva, ciertamente parcial, en la que estas reflexiones se sitan, la pregunta por las identidades culturales requiere formularse de manera diversa.1 No slo porque ella pone en tensin las representaciones ms o menos unificadas que en el imaginario social han podido y debido crearse sobre las subjetividades de los pueblos y de sus individuos, sino porque es la pregunta misma la que debe ser analizada en su complejidad histrica. En este sentido, esta interrogacin puede servir como una herramienta crtica frente al anonimato de un poder (social, poltico, econmico) que reniega, en lo contemporneo de las diferencias para privilegiar un discurso mistificatoriamente comn; pero tambin puede operar como una versin ms de ese mismo discurso, a travs de su reverso en la reivindicacin ciega de una pura especificidad local. Esto ltimo merecera un anlisis detallado, pero basta por ahora con dejar indicado que este discurso planetario o globalizado tiene su reverso en los nuevos integrismos de nuestra poca actual. 1 Desde el primer punto de vista esbozado, habra que sealar que las relaciones econmicas, polticas o simblicas que constituyen actualmente el lazo social, se organizan bajo modos de intercambio para nuestros efectos, culturales que parecieran exigir un relativo olvido de las especificidades locales que habran definido las identidades las representaciones, conscientes o no que las culturas construyen de s mismas en el curso de sus historias. Si cada cultura en este caso, la chilena o latinoamericana organizara este guin fantasmagrico de lo que es en funcin de la particular relacin a sus orgenes (dado que la identidad concierne a la ficcin necesaria sobre lo traumtico de todo origen) y estableciera desde ah el

D

45

REVISITANDO CHILE

46

cdigo simblico desde el cual organiza sus referencias comunes, el horizonte globalizado que se dice comanda las relaciones entre los pueblos y los sujetos pareciera requerir hoy en da otro orden de referencias simblicas, es decir, acerca de la matriz cultural desde la cual se declinan sus identidades y la relacin a lo Otro que constituye la alteridad inevitable de sus cuerpos sociales. En este marco actual, la pregunta identitaria toma la forma de un sntoma y de una posible resistencia frente a las crisis referenciales que la modernidad clsica tramit a su manera, pero que hoy en da parece tomar el rumbo de otras encrucijadas. El problema de la identidad cultural no es entonces el mero resabio mtico de algn narcisismo cultural, sino que puede implicar tambin un trabajo crtico frente a las crecientes y cada vez ms eficaces oleadas de lo nico. Sin embargo, la pregunta por las identidades expresa tambin una paradoja caracterstica de las culturas modernas o, si se quiere, postmodernas en su afn por fijar los lmites de su geografa subjetiva. Una intencin que ha querido mantener tal especificidad al abrigo de los mestizajes y de los conflictos que sin embargo la han constituido histricamente. La paradoja ha consistido en que mientras ms se ha enunciado aquello que definira la identidad de un pueblo, de una nacin o de una cultura, ms el proceso de configuracin subjetivo-social ha sido despojado de la base real (e histrica) por la cual ese mismo relato identitario ha podido formularse. Desde aqu, resulta necesario considerar que la pregunta por las identidades culturales tiene su propia genealoga discursiva y constituye ella misma un elemento para pensar histricamente la cuestin sobre las subjetividades ms o menos comunes. En este contexto, habra que retomar otro momento de la reflexin sobre las identidades culturales, que historizar la pregunta misma: desde cundo, a partir de qu condiciones sociales, polticas, discursivas, la pregunta identitaria se hace un problema y el objeto de ms de alguna disciplina (antropologa, historia, sociologa, psicoanlisis)?, de qu manera una transcripcin cultural (en este caso de Europa a Chile) de aquella pregunta disciplinaria por la identidad nuestra constituira parte del objeto de nuestra reflexin local? Ubicados en esta perspectiva, habra que recordar que el problema de las identidades culturales resulta en parte de la transmisin discursiva de asuntos que ya se formulaban durante el siglo XIX en Europa, cuando los conflictos nacionales parecan obligar a las conciencias ilustradas de la elites intelectuales a producir la verdad de las diferencias entre los pueblos y sus modos de ser. Pero no solamente de los pueblos de all, cuyas rivalidades estimulaban una conciencia cientfica de las razas o de las particularidades subjetivas, sino la verdad de las diferencias que las intervenciones coloniales de la Razn haban producido como un nuevo problema. Parte importante del desarrollo de las ciencias llamadas humanas (la antropologa, particularmente, pero incluso la historia misma)

L ECTURAS

DE LAS IDENTIDADES :

S U B J E T I V I DA D E S ,

MRGENES E INSTITUCIONES

ha sido efecto de esta vocacin identitaria, toda vez que la relacin a lo incomprensible de lo Otro ha sido incluido al interior de la propia empresa racional de la modernidad cuando ha querido decir quin es.2 La pregunta por la identidad y por lo que hay de alteridad en ella misma se hizo asunto disciplinario (en ambos sentidos del t