Relatos de Belcebu a Su Nieto

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  • 8/8/2019 Relatos de Belcebu a Su Nieto

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    G. GURDJIEFF

    RELATOS DE BELCEBU A SU NIETO

    CRITICA OBJETIVAMENTE IMPARCIAL

    DE LA VIDA DE LOS HOMBRES

    DEL TODO y DE TODO

    Diez libros en tres series

    El conjunto, expuesto segn principios enteramente nuevos de razonamiento lgico, tiende a

    realizar tres tareas fundamentales:

    PRIMERA SERIE

    extirpar del pensar y del sentimiento del lector, despiadadamente y sin la menor componenda, las

    creencias y opiniones, arraiga- das desde hace siglos en el psiquismo de los hombres, acerca de todo

    cuanto existe en el mundo.

    SEGUNDA SERIE

    hacer conocer e] material necesario a una reedificacin, y probar su calidad y solidez.

    TERCERA SERIE

    favorecer la eclosin en el pensar y en el sentimiento del lector de una representacin justa, no

    fantasiosa, del mundo real, en lugar del mundo ilusorio que l percibe.

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    RECOMENDACION BENEVOLAimprovisada por el autor

    al remitir este libro al impresor

    Las mltiples deducciones y conclusiones a las cuales me han conducido mis

    investigaciones experimentales sobre el beneficio que los hombres contemporneos pueden sacar de

    las impresiones nuevas, debidas a lo que leen u oyen, traen a mi memoria una sentencia popular,

    venida del fondo de las edades, que afirma:

    "Toda oracin puede ser oda por las fuerzas superiores y ser concedida, a condicin de que

    sea dicha tres veces:

    La primera vez por el bien o el descanso del alma de nuestros padres;La segunda vez por el bien de nuestro prjimo;

    Y la tercera vez solamente, por nuestro propio bien".

    Y considero necesario, desde la primera pgina de este primer libro listo para ser publicado,

    dar el consejo siguiente:

    "Lean tres veces cada una de mis obras:

    La primera vez, al menos como ustedes estn mecanizados a leer todos sus libros y

    peridicos;

    La segunda vez, como si ustedes las leyeran a un oyente extrao;

    Y la tercera vez, tratando de penetrar la esencia misma de lo que escribo".

    Solamente entonces, estarn ustedes en condiciones de formarse un juicio imparcial, propio slo de

    ustedes, sobre mis escritos. Y slo entonces, se realizar mi esperanza de que ustedes reciban, de

    acuerdo con su comprensin, el beneficio determinado que tengo en vista para ustedes y que les

    deseo con todo m ser.

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    LIBRO PRIMERO

    CAPITULO I

    DESPERTAR DEL PENSAR

    ENTRE todas las convicciones que se han formado en mi "presencia integral" en el curso de

    mi vida responsable, ordenada de modo bien singular, hay una, inquebrantable, segn la cual todos

    los hombres -sea cual fuere el grado de desarrollo de su comprensin, y sean cuales fueren las

    formas de manifestacin de los factores que suscitan en su individualidad ideales de todo gnero-

    sienten, siempre y en todas partes en la tierra, la necesidad imperiosa de pronunciar en voz alta, ocuando menos mentalmente, cada vez que emprenden alguna cosa nueva, una invocacin,

    comprensible a toda persona, aun a la ms ignorante -invocacin cuyos trminos han variado segn

    las pocas, y que se expresa hoy con estas palabras: "En el nombre del Padre, y del Hijo, y del

    Espritu Santo, Amn".

    Por eso, al abordar esta aventura tan nueva para m -escribir libros- comienzo yo tambin

    con esa invocacin, que profiero en voz alta, claramente, y hasta, como decan los antiguos

    Tulusitas, con una "entonacin plenamente manifestada"; esto, por supuesto, en la medida en que lo

    permiten los datos formados ya en mi presencia integral y fuertemente arraigados en ella, quiero

    decir esos datos que se constituyen en la naturaleza del hombre durante su edad preparatoria, los

    cuales determinan ms tarde, en el curso de su vida responsable, el carcter y la fuerza vivificadora

    de esa entonacin.

    Habiendo iniciado as, puedo estar completamente tranquilo, y adems debo estar , segn los

    conceptos que nuestros contemporneos se forman de la "moral religiosa", plenamente seguro de

    que en lo sucesivo "todo ir como sobre ruedas" en mi nueva ocupacin.

    En resumen, as comienzo; en cuanto al resto, no me queda ms que repetir con el ciego:

    "Ya veremos !"

    Antes que nada, pongo mi propia mano, y lo que es mejor, la derecha -ella fue daada

    ligeramente, hace tiempo, en un accidente, pero, en cambio, es muy ma y en toda mi vida jams me

    ha traicionado- la pongo sobre mi corazn, mi propio corazn tambin (no considero necesario

    extenderme aqu sobre la constancia o inconstancia de esa parte de mi Todo), y confieso

    francamente, que en cuanto a m no tengo ningn deseo de escribir; pero me veo obligado a ello porcircunstancias independientes de m, las cuales no s todava si son accidentales o si han sido

    creadas a propsito por fuerzas extraas: slo s que estas circunstancias me obligan a escribir no

    cualquier bagatela buena de leer para dormirse, pero s gruesos e importantes volmenes.

    Sea lo que fuere, comienzo. ..

    S, pero con qu comenzar?

    Ah! diablos! Va a volver esa sensacin tan extraa y tan desagradable, experimentada

    hace tres semanas, mientras yo elaboraba en la mente el programa y el orden de las ideas que haba

    resuelto propagar, sin saber tampoco con qu comenzar?

    No habra podido definir esa sensacin sino con estas palabras: "el temor de estar sumergido

    en el mar de mis propios pensamientos".

    Para hacer cesar esa desagradable sensacin, podra haber recurrido a la funesta facultad que

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    De mi inexperiencia de las reglas y tcnicas literarias, no me inquieto nada. Y no me

    inquieto, porque est dentro del orden de cosas, para nuestros contemporneos, el ser '"profano" en

    esa materia.

    Ese nuevo "beneficio" ha surgido y ha florecido por todas partes en la tierra gracias a una

    enfermedad extraordinaria a la cual estn sujetas, desde hace unos veinte a treinta aos, todas las

    personas de los tres sexos que duermen con los ojos medio abiertos, y cuyo rostro ofrece un terrenofrtil para el cultivo de granos de toda clase.

    Esa singular enfermedad se manifiesta as: si el paciente es algo ilustrado, y si el primer

    plazo de su alquiler est pagado, se pone infaliblemente a escribir un "artculo instructivo", cuando

    no todo mi libro.

    Pero, sabiendo que esa nueva enfermedad de los hombres se propaga epidmicamente por

    todas partes, tengo derecho de suponer que ustedes estn inmunizados" contra ella, como lo diran

    los sabios mdicos, y que por consecuencia ustedes se sentirn menos indignados por mi

    inexperiencia en las diversas tcnicas y reglas literarias.

    Por eso hago hincapi, en esta advertencia, sobre mi ignorancia del lenguaje de buen tono.

    Mas para justificarme, y para atenuar la desaprobacin del consciente de vigilia de ustedes

    ante mi ignorancia de ese lenguaje, tan necesario a la vida moderna, considero indispensable decir,con humildad en el corazn y rubor en la frente, que s lo he aprendido yo tambin en mi infancia

    en tiempos en los que ciertos mayores que me preparaban para una vida responsable me obligaban,

    sin escatimar los medios de intimidacin, a machacar sin cesar la multitud de matices cuyo conjunto

    constituye esa "delicia" contempornea- por desgracia (no para mi, sino para ustedes naturalmente),

    no asimil nada de lo que haba machacado, y no me queda hoy de ello ni sombra, para las

    necesidades de mi actividad literaria.

    Quiero aadir adems que no fue de ninguna manera falla ma, ni la de mis antiguos

    "respetables" e "irrespetables" maestros. Si esos esfuerzos humanos fueron en vano, se debi a un

    suceso muy excepcional, que se produjo en el momento de mi aparicin en este bajo mundo. En ese

    momento preciso -como me lo explic, tras investigaciones "psico-fsico-astrolgicas" minuciosas,

    una ocultista muy conocida en Europa- las vibraciones entrechocadas de un fongrafo Edison en la

    casa vecina irrumpieron en la nuestra por un hueco que haba perforado en el vidrio de la ventana

    nuestra alocada cabrita coja, mientras la comadrona que me reciba tena en la boca una tableta de

    cocana, de fabricacin alemana (no ersatz, por cierto), que chupaba al son de la msica, sin

    encontrarle el placer anticipado,

    Abstraccin hecha de tal acontecimiento, raro en la vida corriente, mi situacin actual -lo

    advert, lo confieso, despus de haber reflexionado mucho segn el mtodo del Herr Professor

    Stumpfsinnsclunausen- se debe tambin a que en el transcurso de mi vida adulta he evitado siempre,

    tanto instintiva como automticamente, y a veces hasta conscientemente, es decir por principio,

    emplear ese lenguaje en mis relaciones con los dems,

    Y me manifest as hacia esa bagatela -pero, es acaso una bagatela?- gracias a tres datosque se constituyeron en mi presencia general durante mi edad preparatoria, y de los cuales me

    dispongo a hablarles en este primer captulo de mis obras.

    Sea lo que fuere, es un hecho tan luminoso en todas sus fases como un anuncio americano,

    al que no poda modificarlo fuerza alguna, ni aun la ciencia de un "experto en asuntos de monos" -y

    ese hecho es que yo, que he sido considerado estos ltimos anos por muchas personas como un

    maestro de danzas de templo bastante bueno, me convierto a partir de hoy en un escritor

    profesional. Y emborronar cuartillas por millares, dems est decirlo, ya que me es propio, desde

    la infancia, cuando hago algo, no andarme con chiquititas. Pero, al estar desprovisto, como ustedes

    lo ven, de toda rutina automticamente adquirida y automticamente manifestada, me veo forzado a

    escribir lo que medito en una lengua simple, ordinaria, hecha por la vida; una lengua corriente, sin

    "melindres gramaticales", ni "manipulaciones literarias".

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    efectivamente tiene dos puntas, del que una puede considerarse como buena y la otra como mala. Si

    me sirvo del automatismo adquirido por una larga prctica, ser seguramente excelente para m;

    para el lector, en cambio, ser justo lo contrario, segn esa sentencia -y lo contrario de lo bueno,

    cada uno comprende fcilmente lo que es, aun sin padecer de hemorroides.

    Dicho de otro modo, si aprovecho mi privilegio para tomar el palo por la punta buena, la

    mala ir inevitablemente a "caer sobre la cabeza del lector".Y bien podra suceder as, ya que es imposible en ruso expresar todas las sutilezas de las

    cuestiones filosficas que me dispongo a remover; en cambio, eso es posible en armenio, mas, para

    desgracia de todos los armenios actuales, ese idioma no permite tratar de nociones contemporneas.

    Con el fin de mitigar la amargura que siento por ello, dir que en mi juventud, cuando

    comenzaba a interesarme en las cuestiones filolgicas y hasta apasionarme por ellas, yo prefera la

    lengua armenia a todas las que hablaba; la prefera aun a mi lengua materna.

    Me agradaba sobre todo porque tena carcter, y no se pareca en nada a las otras lenguas,

    vecinas o emparentadas.

    Cada una de sus "tonalidades", como dicen los sabios fillogos, le era propia tan slo a ella,

    y, como yo lo comprenda, responda idealmente al psiquismo de los hombres de esa nacin.

    Pero, en unos treinta o cuarenta aos, vi. esa lengua transformarse a tal punto que, sin haberperdido completamente esa originalidad y esa independencia que ella posea desde la ms remota

    antigedad, hoy no es, podra decir, ms que un "grotesco revoltillo de lenguas", que un oyente ms

    o menos atento y consciente percibira como un agregado de sonoridades turcas, persas, kurdas,

    francesas, rusas y de sonidos inarticulados completamente "indigestos".

    Podra decirse casi lo mismo de mi lengua materna, la lengua griega, que yo hablaba en mi

    infancia; y cuyo "poder asociativo automtico" conserva an todo su sabor para m.

    Quiz habra podido yo, en esa lengua, expresar todo lo que quiero, pero me es imposible

    emplearla aqu, por la sencilla razn, bastante cmica adems, de que har buena falta despus de

    todo que alguien transcriba lo que escribir y lo traduzca a las lenguas deseadas. Y quin podr

    hacer eso?

    Puede decirse con toda certeza que el mejor de los expertos en la lengua griega

    contempornea no comprendera ni una sola palabra de lo que yo escribiera en mi lengua materna,

    asimilada desde la infancia, ya que, en el curso de estos treinta o cuarenta aos, mis queridos

    "compatriotas", seducidos ellos tambin por los representantes de la civilizacin contempornea, y

    deseando a toda costa parecrseles hasta en su lenguaje, hicieron sufrir a mi querido idioma la

    suerte que los armenios infligieron al suyo, en su deseo de igualarse a la "intelligenzia" rusa.

    El idioma griego, cuyo espritu y esencia me fueron transmitidos por herencia, se asemeja

    tanto al que hablan los griegos contemporneos como, segn la expresin de Mulaj Nassr Eddin,"un

    clavo se parece a una misa fnebre".

    Qu hacer entonces?

    Eh! . . . qu importa, respetable comprador de mis lucubraciones.Siempre que haya bastante armaac francs y basturm de Jaissar, ya encontrar los medios para

    sacarme de apuros. Me he visto en otros!

    Me ha tocado tantas veces en la vida caer en situaciones difciles y salirme de ellas, que

    adquir, digamos, la costumbre.

    Mientras tanto, escribir ya en ruso, ya en armenio; por cuanto entre las personas siempre

    arrimadas a mis costados, hay algunas de ellas que saben "arreglrselas" ms o menos en esas dos

    lenguas, y yo no he perdido la esperanza de verlas transcribir y traducir de una manera que me sea

    tolerable.

    En todo caso, lo repito, y lo repito, para que conserven ustedes un recuerdo duradero de ello,

    y no un "souvenir" como aquel que le es habitual a ustedes, y en el que ustedes se fan para

    mantener la palabra de honor que se hayan dado a s mismos o a los dems; sea cual fuere la lengua

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    que emplee, evitar siempre y en todo, lo que yo llamo la 'lengua literaria de buen tono".

    A ese respecto, hay un hecho extremadamente curioso, ms digno de estudio de lo que

    ustedes imaginan: desde la infancia, es decir, desde que surgi en m la necesidad de robar nidos a

    los pjaros y tomar el pelo a las hermanas de mis compaeros, germin espontneamente una

    sensacin instintiva en mi "cuerpo planetario", como decan los tesofos antiguos, sobre todo, no s

    por qu, en todo el costado derecho. Esa sensacin instintiva se transform gradualmente ensentimiento definido hasta el perodo de mi vida en el que me hice "maestro de danzas"; y al

    obligarme esta profesin a tratar con hombres de tipos diversos, mi consciente a su vez fue

    convencido de que esas lenguas, o mejor sus "gramticas", estaban fabricadas por gente que, desde

    el punto de vista del conocimiento de esas lenguas, se asemejaba a los animales que el venerable

    Mulaj Nassr Eddin caracteriza con las palabras siguientes: 'Todo lo que pueden hacer es discutir con

    los cerdos sobre la calidad de las naranjas".

    Esa gente, que una herencia podrida y una educacin nauseabunda han transformado en

    "polillas voraces", destructoras de los bienes acumulados por nuestros antepasados y que el tiempo

    nos ha transmitido, jams han odo ni siquiera hablar del hecho que a gritos evidencia el que durante

    la edad preparatoria se constituye, en el funcionamiento cerebral de toda criatura -del hombre

    tambin, por consecuencia- una propiedad particular cuyas manifestaciones automticas sedesenvuelven de acuerdo con cierta ley que los antiguos korkolanos llamaban "ley de asociaciones";

    e ignoran que el proceso del pensar de todo ser viviente, el del hombre en particular, se efecta

    exclusivamente segn esa ley.

    Ya que me ha tocado abordar de paso el asunto que se ha convertido en estos ltimos

    tiempos para m casi en una idea fija, el del proceso del pensar humano, creo posible hablar desde

    ya -sin esperar el captulo que haba asignado a la elucidacin de esa cuestin- de una informacin

    de la que me enter por casualidad. Segn esa informacin, era la regla en la tierra, en tiempos

    antiguos, que todo hombre bastante atrevido para querer conquistar el derecho de ser considerado

    por los dems, y de considerarse a s mismo, como un "pensador consciente", fuese instruido desde

    los primeros aos de su vida responsable, del hecho de que los hombres tienen dos clases de pensar:

    por una parte el pensar mental, que se expresa con palabras que tienen siempre un sentido relativo;

    por otra parte, un pensar propio del hombre as como de todos los animales, y que llamar el

    "pensar por formas".

    Ese "pensar por formas" debe servir para percibir el sentido exacto de todo escrito, y para

    asimilarlo, despus de una confrontacin consciente con las informaciones adquiridas

    anteriormente; se constituye en los hombres bajo la influencia de las condiciones geogrficas, del

    lugar de residencia, del clima, de la poca y en general del medio en el cual se encuentran desde su

    llegada al mundo hasta su mayora de edad.

    Por consiguiente, en el cerebro de los hombres, segn su raza y sus condiciones de

    existencia, y segn la regin en donde viven, se constituye, respecto de un mismo objeto, de una

    misma idea o de un mismo concepto, una forma particular completamente independiente, queprovoca en el ser, durante el desarrollo de las asociaciones, una sensacin definida, la cual

    desencadena una imagen subjetiva precisa; y tal imagen se expresa por medio de cierta palabra, que

    slo le sirve de apoyo exterior subjetivo.

    Por tal razn esa palabra referida a una sola y misma cosa, o a una sola y misma idea,

    adquiere, entre los hombres que viven en regiones diferentes o pertenecientes a razas distintas, "un

    contenido interior" muy determinado, del todo diferente.

    En otras palabras, cuando en la " presencia" de un hombre, que ha visto la luz y ha crecido

    en tal o cual regin, se fija cierta " forma" , resultado de influencias e impresiones especficas

    locales, esa " forma" suscita en l, por asociacin, la sensacin de un "contenido interior" definido,

    y, por consiguiente, una imagen o un concepto definido, que expresa con la palabra que se le ha

    hecho habitual y, como ya lo dije antes, subjetiva; pero el que le escucha -en cuyo ser, por el hecho

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    de las condiciones diferentes de su venida al mundo y de su crecimiento, se ha constituido respecto

    a esa palabra una forma con un contenido interior diferente- le dar siempre un sentido enteramente

    diferente.

    Por lo dems, uno puede comprobarlo al observar con imparcialidad un intercambio de

    opiniones entre personas de razas diferentes, o formadas desde la infancia en pases diferentes.

    Pues bien, alegre y temerario candidato a la compra de mis "lucubraciones", ya que le heprevenido que no escribir como lo hacen en general los escritores de profesin, sino de otra

    manera, le aconsejo reflexione seriamente antes de embarcarse en la lectura de las exposiciones que

    seguirn. Si no, temo estn sus odos y los otros rganos perceptores y digestivos de usted tan bien

    entrenados y automatizados al "lenguaje de los letrados" que reina en la tierra hoy da, que la lectura

    de mis obras tenga sobre usted una accin muy, pero muy cacofnica, que podra hacerle perder . . .

    sabe qu? el apetito por su plato favorito, as como el placer que "cosquillen sus entraas" a la

    vista de la morenita que pasa.

    Que mi lenguaje, o ms bien mi modo de pensar, pueda ejercer semejante accin, muchas

    experiencias de mi pasado me han convencido de ello con todo el ser, como un "asno de raza"

    puede estar convencido de la justicia y de la legitimidad de su testarudez.

    Ya les he dicho a ustedes lo esencial, y me siento tranquilo por lo que ha de venir.Si usted sufre el mnimo desengao con mis obras, ser por su culpa, exclusivamente. Mi propia

    conciencia estar limpia, tan limpia como, por ejemplo ... la del ex-emperador Guillermo.

    Tal vez usted cree que soy, como dicen, un hombre joven "de exterior agradable y de

    interior sospechoso", y que siendo un escritor novato, busco probablemente singularizarme, con la

    esperanza de hacerme clebre, y hasta rico.

    Si usted realmente piensa as, bueno! est usted muy equivocado.

    Primero, no soy joven; he vivido ya tanto, que las he pasado moradas -por no decir negras-,

    segundo, no escribo con la intencin de hacer carrera, y para "levantar cabeza" no cuento con esa

    profesin que, segn pienso, da a quienes la ejercen muchas oportunidades de convertirse en

    candidatos directos... al Infierno, si acaso semejante gente puede perfeccionar su ser hasta ah. Pues,

    aun no sabiendo ellos nada, escriben toda clase de tonteras, y adquiriendo automticamente

    autoridad, desarrollan ms cada ao uno de los principales factores de debilitamiento del psiquismo

    de los hombres, ya bastante debilitado sin eso.

    En cuanto a mi carrera personal, gracias a todas las fuerzas superiores, inferiores y hasta, si

    usted quiere, a las de izquierda y de derecha, est hecha desde hace mucho tiempo. Hace un buen

    rato que me puse sobre mis pies, a fe ma hasta muy buenos pies, y estoy convencido que se

    mantendrn slidos por largos anos, para gran perjuicio de todos mis enemigos pasados, presentes y

    futuros.

    S... sera bueno participarle a usted una idea que acaba de surgir en mi loco cerebro: exigir

    al impresor a quien confiar este libro que este primer captulo sea presentado de tal forma que se

    pueda leer sin tener que cortar las pginas; as, cada uno de ustedes sabr que no est escrito de lamanera habitual, es decir, para favorecer en el pensar del lector el florecimiento de imgenes

    excitantes y de sueos arrulladores; sin tener que discutir con el librero, usted podr devolver su

    dinero, ganado quiz con el sudor de su frente.

    Y me siento obligado a obrar as, pues acabo de recordar la historia de cierto kurdo de

    Transcaucasia, de quien o hablar en mi infancia. Cada vez que un caso semejante me la traa a la

    memoria, dicha historia provocaba en m un impulso "por mucho tiempo inextinguible" de

    enternecimiento. Y pienso que ser muy til, tanto para m como para usted, que se la relate

    detalladamente.

    En efecto, he resuelto hacer de la "miga" de esta historia -o, como lo habran dicho los

    judos de negocios modernos "pura sangre", de su tsimes -uno de los principios fundamentales de la

    nueva forma literaria de la cual voy a hacer uso para alcanzar el objetivo que tengo en vista.

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    Ese kurdo transcaucasiano sali un da de su pueblo para ir a la ciudad, por razones de

    negocio; al llegar al mercado, vio un escaparate de frutas de toda clase, muy bellamente dispuestas.

    Entre todas las frutas exhibidas, se fij en algunas, soberbias tanto por su color como por su

    forma; se sinti tan atrado y tena tal deseo de morderlas, que resolvi, pese a que tena poco

    dinero, comprar aunque fuese uno solo de esos dones de la Gran Naturaleza.

    Muy excitado con la idea, nuestro kurdo entr en la tienda con una desenvoltura que no erahabitual en l, y apuntando su ndice calloso hacia las frutas de su agrado, pidi el precio al tendero.

    Este le respondi que costaban seis groshes la libra.

    Viendo que no era tan caro para unas frutas tan maravillosas, compr una libra completa.

    Luego, nuestro kurdo, al terminar sus negocios, regres el mismo da, a pie, hacia su pueblo.

    Caminaba a la cada de la tarde por montes y valles, percibiendo, a pesar suyo, el aspecto

    exterior de las partes encantadoras del seno de la Gran Naturaleza, nuestra Madre comn. Y como

    absorba involuntariamente el aire puro, no envenenado por las exhalaciones de las ciudades

    industriales, le vinieron de golpe las ganas de hartarse tambin de alimento ordinario.

    Sentndose entonces al borde del camino, tom de su saco de provisiones pan, luego las "frutas"

    admiradas, que se puso a comer tranquilamente.

    Cuando . . . oh, horror! ... se sinti arder todo!Pero, a pesar del ardor, nuestro kurdo sigue comiendo.

    Y segua comiendo, esta desafortunada criatura bpeda de nuestro planeta, por el solo hecho

    de esa propiedad especfica del hombre, que yo fui el primero en hacer notar, y cuyo principio, que

    sirve de base a la nueva forma literaria que yo cre, me llevar al objetivo como un "faro director".

    Usted captar pronto tambin, estoy seguro, su sentido y su alcance -segn el grado de su

    comprensin, desde luego- si usted lee ciertos captulos de mis obras, a condicin, sin embargo, de

    que se arriesgue a continuar esa lectura- a menos que usted ya "olfatee" algo hacia el final de este

    primer captulo.

    As pues, justo en el momento en el que nuestro kurdo estaba invadido por la oleada de

    sensaciones extraas que suscitaba en l ese original festn del seno de la Naturaleza, pas por el

    camino un hombre de su pueblo, conocido por su sentido comn, y lleno de experiencia. Vio que el

    kurdo tema el rostro encendido, que las lgrimas le chorreaban de los ojos, pero que eso le tena sin

    cuidado, tan ocupado estaba como absorbido por el cumplimiento de un deber supremo- en

    comer un verdadero "pimiento rojo".

    Le dijo:

    -Qu diablo haces ah! Eh, triple idiota de Jeric, quieres acaso quemarte vivo? Tira ese

    producto inslito que no conviene a tu naturaleza!

    Pero nuestro kurdo le replic:

    -Ah no! No lo tirar por nada del mundo! Lo pagu con mis ltimos seis groshes!

    Aunque el alma me salga del cuerpo, me lo comer hasta lo ltimo!

    Dicho eso, nuestro resuelto kurdo -y por cierto lo era- lejos de tirar su "pimiento rojo",sigui comindolo.

    Despus de lo que acaba de leer, espero que comience en su pensamiento a despertar la

    asociacin deseada, que debera finalmente conducirle, como les pasa a veces en nuestros das a

    ciertas personas, a lo que usted llama comprensin. Y entonces comprender por qu a m -que

    conozco tan bien esa propiedad especfica del hombre, y me he dejado conmover tantas veces por

    su manifestacin inevitable, la cual requiere que despus de haber pagado por una cosa uno se crea

    obligado a gozarla hasta el fin- me ha animado por entero esta idea surgida en mi pensar: la de

    tomar todas las medidas posibles para evitarle a usted, mi hermano en espritu y en apetito, como se

    dice, usted que est acostumbrado a leer quiz cualquier libro, siempre que est escrito en el

    "lenguaje de los letrados", descubrir, despus de haber pagado por mis obras, que no estn escritas

    en la lengua ordinaria, que le es a usted tan cmoda, y de verse obligado a leerlas cueste lo que

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    cueste, hasta el fin tal como nuestro pobre kurdo de Transcaucasia se vio obligado a comer hasta

    lo ltimo ese alimento que le haba seducido por su sola apariencia, el noble "pimiento rojo", el

    cual, por cierto, "no bromea".

    Por consiguiente, para evitar toda confusin, debida a esa propiedad humana, cuyas

    caractersticas se fijan evidentemente en la "presencia" del hombre contemporneo por el hecho de

    que va a menudo al cinematgrafo y que no pierde ninguna ocasin de mirar con el ojo izquierdo alas personas del otro sexo, quiero hacer imprimir mi introduccin en la forma indicada, de modo

    que cada cual pueda leerla sin cortar las pginas.

    De otro modo, el librero le "buscar camorra", como suele decirse, y se manifestar una vez

    ms segn el principio, tpico de los mercaderes, que ellos formulan de la manera siguiente: "T no

    eres ms que un cretino y no un pescador si se te escapa el pez que ya mordi el anzuelo"; y

    rehusar aceptar un libro cuyas pginas hayan sido ya cortadas.

    No tengo, adems, duda alguna al respecto. Es de esperarse tal deshonestidad de parte de

    ellos.

    Los datos gracias a los cuales he adquirido la certidumbre acerca de la deshonestidad de

    parte de los libreros se constituyeron en m cuando, ejerciendo la profesin de "faquir indio", tuve

    necesidad, para elucidar ciertas cuestiones "ultrafilosficas", de conocer el proceso asociativo demanifestacin del psiquismo automticamente construido de los libreros contemporneos y de sus

    dependientes, mientras "cuelan" sus libros a los clientes.

    Sabiendo todo esto, y habindome vuelto extremadamente justo y escrupuloso despus de

    mi accidente, no puedo menos que recordarle a usted mi advertencia, y an ms, aconsejarle

    insistentemente que lea con atencin, repetidas veces, este primer captulo, antes de cortar las

    pginas del libro.

    Pero si, pese a la advertencia, usted desea conocer la continuacin de mis relatos, no me

    queda ms que desearle con toda mi "verdadera alma" un excelente "apetito" y hacer votos por que

    "digiera" usted todo lo que lea.

    A su salud! y no slo a la de usted, sino a la de todos los suyos.

    Digo bien: "mi verdadera alma". He aqu por qu:

    He encontrado muchas veces en Europa, donde he vivido ltimamente, gente que, a

    propsito de todo y de nada, le gustaba proferir nombres sagrados, reservados para la vida interior

    del hombre, es decir, blasfemar sin razn. Por lo dems, como ya se lo he confesado a usted, soy

    partidario declarado de la sabidura popular, cuyos dichos se han fijado tras largos siglos, y lo soy

    no slo en teora, como los hombres contemporneos, sino en la prctica. Pues bien, entre esos

    dichos hay uno que corresponde perfectamente al caso presente: "Para vivir entre los lobos, hay

    que aullar con los lobos!" As pues, para no infringir la costumbre establecida en Europa, he

    resuelto blasfemar yo tambin; al mismo tiempo, no queriendo desobedecer el mandamiento que

    nos ha sido dado por San Moiss: "No perturbars en vano los nombres sagrados", he decidido

    sacarle provecho a una de las curiosidades de la ltima lengua de moda, me refiero a la lenguainglesa -y, cada vez que la ocasin me obliga a ello, juro por mi " alma inglesa".

    El hecho es que en esa lengua la palabra alma y la palabra suela no slo se pronuncian, sino

    que se escriben casi de la misma manera.

    No s lo que piensan ustedes de ello, semicandidatos a la compra de mis obras; en cuanto a

    m, sea cual fuere el deseo intelectual que yo tenga, no puedo impedir que mi singular naturaleza se

    rebele contra esa manifestacin de los representantes de la civilizacin contempornea. Pues al fin y

    al cabo, como puede designarse con la misma palabra lo que hay en el hombre de ms elevado y

    ms amado por el Creador, nuestro Padre comn, y lo que hay en l de ms bajo y ms sucio?

    Pero, basta de "filologa"! Volvamos a la tarea esencial de este primer captulo que es la de

    sacudir tanto mis pensamientos polvorientos como tambin los de ustedes y de hacerle cierta

    advertencia al lector.

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    He establecido ya en mente el plan y el orden de mis relatos; pero qu forma adoptarn

    sobre el papel? Confieso que hasta ahora mi consciente no sabe nada de ello; mientras tanto,

    mi instinto siente claramente que ser algo "fuerte", y que tendr sobre la presencia general

    de todo lector un efecto anlogo al del pimiento rojo sobre el pobre kurdo de Transcaucasia.

    Ahora que usted conoce la historia de nuestro kurdo, considero mi deber hacerle ciertas

    confesiones. Antes de continuar este primer captulo, que sirve de introduccin a todo lo que mepropongo escribir, deseo pues informar a su consciente "puro", quiero decir, su consciente de

    vigilia, que en la secuencia de mis obras, expondr de propsito mis ideas en orden tal y de acuerdo

    con una confrontacin lgica tal, que la esencia de ciertos conceptos reales pueda automticamente

    pasar de ese "consciente de vigilia", que la mayora de los hombres contemporneos toma por

    ignorancia por el verdadero consciente (mientras que yo afirmo y pruebo experimentalmente que es

    ficticio), a lo que usted llama el "subconsciente", que debera ser, segn pienso yo, el verdadero

    consciente humano a fin de que esos conceptos sufran mecnicamente en la presencia general del

    hombre, la transformacin necesaria, cuyos resultados, bajo la accin de su pensar activo

    voluntario, harn de l un hombre y ya no un simple animal unicerebral o bicerebral.

    He resuelto proceder as para que este captulo de introduccin, destinado a despertar su

    consciente, justifique plenamente su misin, y que no toque solamente su "consciente ficticio",como slo yo lo he llamado hasta aqu, sino tambin el consciente verdadero -el subconsciente

    segn usted- y que le obligue, quiz por primera vez, a pensar activamente.

    En la "presencia" de todo hombre se constituyen, sean cuales fueren su educacin y su

    herencia, dos conscientes independientes, que no tienen casi nada de comn entre ellos, ni en su

    funcionamiento, ni en sus manifestaciones.

    El primero se constituye por la percepcin de todas las impresiones mecnicas accidentales,

    as como de todas las impresiones producidas deliberadamente por los dems, entre las cuales deben

    incluirse casi todas las palabras, que no son ms que "sonidos" vacos; el segundo se constituye ya

    sea a partir de los "resultados materiales fijados anteriormente" en el hombre, transmitidos por

    herencia, e integrados a las partes correspondientes de su presencia general, ya sea a partir de

    confrontaciones asociativas, efectuadas intencionalmente sobre los mismos "datos materializados".

    Este segundo consciente humano, que no es sino el que usted llama el "subconsciente", y

    que est constituido, como acabo de decirlo, por los "resultados materializados" de la herencia, y

    por las confrontaciones realizadas voluntariamente, debe predominar, segn pienso yo, en la

    presencia integral del hombre.

    Esta opinin se funda en investigaciones experimentales proseguidas durante largos aos en

    condiciones excepcionalmente favorables.

    Partiendo de esto conviccin, que probablemente no es para usted ms que la fantasa de un

    demente, me es imposible hoy, como usted ve, no tener en cuenta ese segundo consciente. Y hasta

    me veo obligado por mi esencia a construir este primer captulo de mis obras, que debe servirles de

    prefacio, de tal forma que llegue a tocar y fastidiar, de manera satisfactoria para mi meta, lasnociones acumuladas en sus dos conscientes.

    Con esa idea en mente, comenzar por instruir a su consciente ficticio del hecho de que,

    gracias a tres datos psquicos singulares cristalizados en mi presencia general en el curso de mi edad

    preparatoria, soy realmente "nico en mi gnero" para "embrollar y enredar", en las personas que

    encuentro, todas las nociones y convicciones que ellas creen tener fijadas slidamente ensimismas.

    Vaya, vaya, vaya, vaya! . . . Siento ya que dentro de su falso consciente -el "verdadero"

    segn usted- giran como moscas cegadas todos los datos legados por "tito y mamita" cuyo conjunto

    no engendra en usted, en todo y por todo, ms que un impulso verdaderamente enternecedor de

    curiosidad. Por ejemplo, usted quisiera saber cuanto antes, por qu yo, especie de escritor novato de

    quin usted jams ha ledo hasta hoy el nombre, ni siquiera en un peridico, tengo derecho a

    declararme nico.

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    Poco importa! Personalmente estoy muy contento de ver surgir esa curiosidad, aunque slo

    sea en su "falso" consciente, pues s por experiencia que, en ciertas personas, esa tendencia indigna

    del hombre puede cambiar a veces de naturaleza y transformarse en un impulso meritorio que se

    llama "deseo de saber", que favorece a su vez una mejor percepcin y una comprensin ms justa

    de la esencia del objeto sobre el cual puede ocurrir que el hombre contemporneo concentre su

    atencin; por eso es que consiento, hasta con gusto, en satisfacer esa curiosidad surgida en usted.Escuche pues, y trate de no decepcionarme, sino de justificar mis esperanzas!

    Mi original personalidad, "olfateada" ya por ciertos Individuums pertenecientes a los dos

    coros del Tribunal Supremo que imparte la Justicia objetiva, y en la Tierra, por un nmero muy

    limitado de personas, se ha edificado sobre tres datos especficos, fijados en m en el curso de mi

    edad preparatoria.

    El primero se convirti, desde su aparicin, en la palanca directora de mi Todo integral, y

    los otros dos en las "fuentes vivificadoras" que alimentan y perfeccionan al primero.

    Ese primer dato se constituy en m cuando apenas era un chiquillo.

    M querida abuela difunta an viva; tena poco ms de cien aos.

    En la hora de su muerte -j que el Reino de los Cielos le pertenezca!-mi madre me condujo

    hacia su lecho, como era entonces la costumbre, y mientras yo besaba su mano derecha, mi queridaabuela puso su mano izquierda moribunda sobre mi cabeza, y me dijo con una voz baja pero clara:

    "T, el mayor de mis nietos!

    Escucha... y acurdate siempre de mi ltima voluntad: en la vida, jams hagas nada como

    los dems!"

    Despus fij su mirada en el puente de mi nariz y, notando probable- mente que me haba

    quedado perplejo ante sus palabras, aadi un poco enfadada, con tono autoritario:

    "O bien no hagas nada en absoluto -ve solamente a la escuela- o bien haz algo que nadie

    hace".

    Dicho esto, con un evidente impulso de desprecio hacia los que la rodeaban y de digna

    conciencia de s, entreg, sin vacilar, su alma en las manos de Su Fidelidad el Arcngel Gabriel.

    Pienso que ser interesante para usted, y puede que hasta instructivo, saber que todo eso

    produjo en m una impresin tan fuerte que, de pronto, me sent incapaz de tolerar a mis semejantes,

    y que al salir de la habitacin en donde reposaba el "cuerpo planetario" perecedero, causa de la

    causa de mi venida al mundo, me introduje muy despacito, tratando de pasar desapercibido, en el

    foso en el que conservaban durante la cuaresma, el afrecho y las mondas de papa para los

    "basureros" de la casa, es decir para los cerdos; all me qued tendido, sin beber ni comer, asediado

    por un torbellino de pensamientos perturbadores y embrollados -nacidos, por suerte para m, en

    cantidad limitada en mi cerebro de nio- hasta que mi madre hubo regresado del cementerio y que

    su llanto, causado por haberse dado cuenta de mi ausencia y por su vana bsqueda, me arranc de

    mi torpor.

    Saliendo entonces de mi foso, me qued inmvil unos instantes, las manos tendidas haciaadelante, luego me arroj a ella, me as fuertemente de su falda y, pataleando, me puse, sin saber

    por qu, a remedar el rebuzno del asno de nuestro vecino, el juez de instruccin.

    Por qu hizo todo eso tan fuerte impresin en m? Por qu me port, casi

    automticamente, de modo tan extrao? He reflexionado con frecuencia sobre eso los ltimos aos,

    particularmente en los das llamados de "mediados de cuaresma", pero hasta hoy no lo he

    comprendido todava.

    Entretanto, me pregunto si no sera que la habitacin donde se realiz esa ceremonia, que

    habra de tener tan enorme influencia en toda mi vida, estaba impregnada hasta en sus mnimos

    rincones del olor de un incienso especialmente importado de un monasterio del Monte Aths, muy

    conocido entre los adeptos de todos los matices, de la religin cristiana.

    Sea lo que sea, esos son los hechos.

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    En los das que siguieron a ese suceso, mi estado general no sufri nada en particular, salvo

    que caminaba ms frecuentemente que de costumbre con los pies en el aire, es decir, con las manos.

    El primero de mis actos que estuvo claramente en desacuerdo con las manifestaciones de

    mis semejantes, pero sin que en l participara mi consciente, ni tampoco, por otra parte, mi

    subconsciente, sobrevino el cuadragsimo da despus del deceso de m querida abuela. Nuestra

    familia entera, parientes prximos y lejanos, y todos los que estimaban a mi abuela -ella gozaba, porlo dems, del afecto de todos- estaban reunidos en el cementerio, segn la costumbre, para celebrar

    sobre sus restos mortales una ceremonia llamada "rquiem". De repente, sin ton ni son -en vez de

    observar la "etiqueta" que consiste, entre los hombres de todas las posiciones y de todos los grados

    de moralidad tangible e intangible, en mantenerse quieto, como consternado, con una expresin de

    tristeza en el rostro, y si posible, hasta con lgrimas en los ojos- me puse a bailar y saltar alrededor

    de la tumba, cantando:

    Paz al alma

    Paz, al alma de la bella

    Toda de oro y calma

    La doncella

    y as sin interrupcin...Es desde ese momento que, ante toda "monera" -o sea ante toda imitacin de las

    manifestaciones automticas habituales de los presentes- surge siempre en mi presencia "algo" que

    suscita en ella lo que llamara ahora una "tendencia imperiosa" a no hacer nada como los dems.

    A esa edad, por ejemplo, yo me portaba as:

    Si mi hermano, mis hermanas y los nios del vecindario, se adiestraban en agarrar una

    pelota con la mano derecha, comenzando por lanzarla al aire como todos tienen por costumbre, yo,

    para lograrlo, la haca rebotar primero con fuerza contra el suelo, despus la coga en el aire

    delicadamente entre el pulgar y el dedo medio de la mano izquierda, habiendo dado antes una

    voltereta.

    Cuando los nios bajaban una pendiente en trineo con la cabeza hacia adelante, yo lo haca

    en "marcha atrs" como decan ellos. O bien, cuando nos distribuan pasteles de Abaram que los

    otros antes de comer se ponan, por costumbre, a lamer, posiblemente para darse cuenta de su gusto

    y hacer durar el placer, yo, en cambio, olfateaba primero ese alaj por todos los lados, a veces hasta

    lo acercaba a mi odo, escuchaba con atencin y murmuraba, casi inconscientemente tal vez, pero s

    con la mayor seriedad: "Bien hecho, sabes, bien hecho: no te atraques, por favor"; despus,

    acompandome de algunos sonidos acompasados, me lo coma de un bocado, tragndomelo entero

    sin saborearlo -y as sucesivamente.

    El primer acontecimiento que suscit en m uno de los dos datos, convertidos desde

    entonces en las "fuentes vivificadoras" que animan y refuerzan la exhortacin de mi difunta abuela,

    se produjo a la edad en que el chiquillo que yo era se transform en un "joven granuja", modelo de

    candidato al ttulo de "mozo de exterior agradable, pero de interior sospechoso".Ese suceso se produjo por azar -a menos que haya sido por disposicin especial del Destino-

    en las circunstancias siguientes:

    Un da, ayudado por unos pillos como yo, coloqu en el techo de la casa vecina un "lazo"

    para cazar palomas.

    Uno de los chicos, que, inclinado encima de mi cabeza, me observaba atentamente, dijo:

    -"Si fuera yo, pondra el nudo de crin de modo que el dedo medio de la paloma, el ms

    largo, no quede enganchado, pues, como acaba de explicrnoslo nuestro maestro de zoologa, es en

    ese dedo donde se concentran todas las reservas de fuerza de la paloma cuando se debate y

    naturalmente, si ese dedo se enreda en el lazo, lo romper sin dificultad".

    Ante esta observacin, otro chico que se encontraba justo frente a m y no poda hablar sin

    lanzar torrentes de saliva en todas las direcciones, empez a salpicarnos gruendo las siguientes

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    palabras:

    -"Para tu mquina de hablar, maldito bastardo, semilla de hotentote. Tu maestro no es ms

    que un engendro como t. Admitamos que toda la fuerza fsica de la paloma est concentrada en el

    dedo medio: razn dems para arreglrselas de modo que sea ese mismo dedo el que se enganche en

    el nudo. Ser entonces cuando adquiera toda su importancia para nuestro propsito -la captura de

    esas infelices criaturas, las palomas- cierta particularidad, innata en todo portador de esa "cosa"viscosa y blanda, el cerebro, o sea sta: cuando bajo la accin de nuevas influencias, de las cuales

    depende el insignificante poder de manifestacin de ese cerebro, se efecta de acuerdo con las leyes

    un cambio de presencia peridicamente necesario, el ligero desconcierto que de ah resulta -y cuya

    razn de ser es intensificar otras manifestaciones del funcionamiento general- determina al instante

    un desplazamiento temporal del centro de gravedad de todo el organismo, en el cual no desempea

    esa "cosa" viscosa ms que un papel muy reducido, lo que produce a menudo, en el conjunto de ese

    funcionamiento, resultados inopinados, insensatos hasta el absurdo . . ."

    Lanz esta ltima palabra con tales torrentes de saliva que mi cara pareca haber estado

    expuesta a la accin de un "pulverizador" de concepcin y fabricacin alemanas para teir telas con

    anilina.

    Eso fue ms de lo que poda soportar, y, sin levantarme, me precipit hacia l de cabeza,asestndole un formidable golpe en la boca del estmago, que inmediatamente lo dej tendido "sin

    conocimiento".

    No s ni deseo saber qu resultados aparecern en el pensar de usted por el relato del

    cmulo extraordinario de circunstancias que voy a describirle; en cuanto a m, esa coincidencia

    contribuy fuertemente a hacerme creer que todos los sucesos acaecidos en mi infancia y los cuales

    refiero aqu, lejos de haber sido simples efectos del azar, han sido creados de propsito por ciertas

    fuerzas extraas.

    He aqu los hechos: fui instruido en proezas de esa clase apenas unos das antes de ese

    incidente, por un sacerdote griego de Turqua; perseguido por los turcos a causa de sus opiniones

    polticas, tuvo que huir de all, y mis padres, a su llegada a nuestro pueblo, lo contrataron como

    profesor de griego moderno.

    No s en que se fundaban las convicciones polticas y las ideas de ese sacerdote griego, pero

    recuerdo muy bien que, en todas nuestras conversaciones -hasta cuando l me explicaba la

    diferencia entre las exclamaciones del griego antiguo y las del griego moderno- se transparentaba

    claramente su deseo de volver cuanto antes a Creta para manifestarse all como debe hacerlo un

    verdadero patriota.

    Hay que confesarlo, yo mismo me horroric de los resultados de mi destreza, pues no

    conociendo todava el efecto de un golpe en ese sitio, cre haberlo matado.

    Mientras yo experimentaba ese miedo, otro chico que me haba visto hacerlo, primo

    hermano probablemente de la vctima de mi "habilidad en el ataque", impulsado probablemente por

    el sentimiento de "consanguinidad", arremeti contra m sin reflexionar, y me golpe a ms nopoder en plena cara.

    Los golpes me hicieron "ver las estrellas" como dicen, mientras mi boca se llenaba de un

    alimento destinado a la ceba artificial de un millar de pollos.

    Al cabo de algn tiempo, cuando esas dos sensaciones inslitas se calmaron un poco, sent

    un cuerpo extrao en mi boca. Lo saqu muy rpido con los dedos: no era ni ms ni menos que un

    diente de gran tamao y de forma singular.

    Vindome examinar ese diente extraordinario, los chicos se agruparon a mi alrededor, y en

    medio de un profundo silencio se pusieron a su vez a observarlo con la mayor curiosidad, mientras

    mi vctima, recobrando el conocimiento, se levant y, acercndose a m como si no hubiera

    sucedido nada, mir tambin con asombro mi diente.

    Ese diente extrao presentaba siete ramificaciones, y en la extremidad de cada una de ellas

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    goteaba, luminosa, una lgrima de sangre; y a travs de cada una de esas gotas transparentaba claro

    y distinto, uno de los siete aspectos de manifestacin del rayo blanco.

    Siguiendo a ese mutismo, tan singular para jvenes rapaces como nosotros, la barahnda

    habitual tom su libre curso y se decidi con grandes vociferaciones ir en seguida a donde el

    barbero, sacamuelas instituido, y preguntarle por qu ese diente era as.

    Bajamos todos como una tromba del techo para ir a casa del barbero.Yo, el "hroe del da", iba a la cabeza, naturalmente. Tras una ojeada distrada, el barbero

    declar que esa era simplemente una muela del juicio, y que era as en todos los humanos del sexo

    masculino, quienes antes de haber balbuceado "pap" y "mam", no haban tomado ms leche que

    la de su madre, y saban al primer vistazo distinguir a su padre entre muchas personas.

    Este suceso, en el cual mi pobre muela del juicio fue, por as decirlo, el "chivo expiatorio",

    tuvo un doble efecto. Por una parte, desde entonces, mi consciente se penetr en toda ocasin de la

    esencia misma de la ltima voluntad de mi difunta abuela -que el Reino de los Cielos le

    pertenezca! Por otra parte, al no recurrir a un "dentista diplomado" para curar la cavidad de mi

    muela (lo cual adems no poda hacer, estando nuestra casa tan lejos de todo centro de cultura

    contempornea) se produjo ah una especie de supuracin crnica, que tena la propiedad -como me

    lo explic recientemente un meteorlogo muy conocido, de quin me hice por casualidad amigontimo, a consecuencia de frecuentes encuentros en los restaurantes nocturnos de Montmartre- de

    despertar una tendencia imperiosa a investigar las causas de todo "hecho real" de naturaleza inslita,

    y esa propiedad independiente de mi herencia, hizo poco a poco de m un especialista en el arte de

    escudriar los "fenmenos sospechosos de toda clase" que encontraba en mi camino..

    Y cuando me transform -con la ayuda, por supuesto, de Nuestro Maestro Universal, el

    Despiadado Herops, es decir, el "curso del Tiempo"- en el tipo de mozo que ya caracteric, esa

    nueva propiedad se convirti entonces en un foco inextinguible de calor y de vida para mi

    consciente.

    El segundo factor vivificante que asegur la fusin definitiva de la ltima voluntad de mi

    querida abuela con los elementos constitutivos de mi individualidad fue el conjunto de impresiones

    que produjeron en m ciertas informaciones respecto al origen de un principio que se convirti ms

    tarde -como lo demostr el Sr. Allan Kardec en el curso de una sesin de espiritismo

    "absolutamente secreta"- en uno de los ms importantes "principios de vida" para los seres que

    pueblan todos los dems planetas de Nuestro Gran Universo.

    Ese principio universal de vida se formula as:

    "Cuando se hace la fiesta, se hace hasta el final, incluidos transporte y embalaje".

    Como ese principio ha nacido en el mismo planeta de usted donde digmoslo de una vez,

    ustedes pasan el tiempo holgando en un lecho de rosas, cuando no bailando el fox-trot- no me

    reconozco el derecho de ocultarle los datos que poseo al respecto, y que le harn comprender ciertos

    detalles de su aparicin.

    Poco despus de haberse implantado en mi naturaleza el deseo inconsciente de conocer lacausa de "hechos reales" de toda ndole, fui por primera vez al corazn de Rusia, a la ciudad de

    Mosc. Al no encontrar all nada que pudiera satisfacer esa necesidad de mi psiquismo, me dediqu

    a investigar las leyendas y los refranes rusos, y un buen da -ya fuese por azar, o en virtud de una

    serie de circunstancias objetivamente conformes a las leyes- me enter de lo siguiente:

    Un ruso, considerado por sus circundantes como un simple comerciante, tuvo que ir, por

    negocios, de su ciudad de provincia a la segunda capital de su pas, Mosc, y su hijo preferido (por

    el hecho, tal vez, de que no se pareca sino a su madre) le rog traerle cierto libro.

    Al llegar a Mosc, ese insigne autor de un principio universal de vida se embriag hasta el

    tope, con uno de sus amigos, de verdadera vodka rusa, como era y como todava es de rigor all.

    Y en cuanto esos dos miembros de una de las grandes agrupaciones contemporneas de

    criaturas bpedas hubieron vaciado el nmero deseado de copitas de esa "delicia rusa", se

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    enfrascaron en una conversacin sobre la "instruccin pblica", ya que era tradicional empezar con

    ese tema; de golpe el mercader, acordndose por asociacin del encargo de su hijo, resolvi ir en el

    acto con su amigo, a comprar el libro pedido.

    En la tienda, despus de hojear la obra que acababan de entregarle, el comerciante se

    inform de su precio.

    El dependiente le dijo que el libro costaba sesenta kopecks.Pero al notar que el precio indicado en la cubierta era slo de cuarenta y cinco kopecks, el

    comerciante se puso a reflexionar de manera inusitada -sobre todo para un ruso- y haciendo un

    extrao ademn con los hombros, se enderez abombando el torso como un oficial de la guardia,

    firme en el sitio y, despus de una ligera pausa, dijo tranquilamente, pero con tono de gran

    autoridad:

    -El precio marcado aqu es de cuarenta y cinco kopecks. Por qu pide usted sesenta?

    El dependiente, adoptando entonces la expresin "oleaginosa" tpica de todos los empleados,

    respondi que el libro no costaba en efecto ms que cuarenta y cinco kopecks, pero que deba

    venderse en sesenta, ya que haba quince kopecks en gastos de transporte y de embalaje.

    A esa respuesta, nuestro mercader ruso, muy confundido por los dos hechos contradictorios

    y sin embargo claramente conciliables, pareci ser presa de algo inslito. Levantando los ojos haciael techo, se puso a reflexionar, pero esta vez como un profesor ingls que hubiese inventado las

    cpsulas de aceite de ricino, y de pronto, volvindose hacia su amigo, profiri por primera vez en el

    mundo estas palabras que expresaban por su esencia una verdad objetiva incontestable, y que han

    adquirido desde entonces carcter de sentencia:

    -Que no quede por eso, querido; nos llevamos el libro. Hoy da igual.

    Estamos de fiesta, y cuando se hace la fiesta, se hace hasta el final, incluidos el transporte y

    el embalaje.

    En cuanto a m, infeliz condenado a padecer en vida las delicias del infierno, me qued

    mucho tiempo tras ese descubrimiento, en un estado extrao, como jams experiment ni antes, ni

    despus. Era como si todas las asociaciones y emociones de fuentes diversas que habitualmente se

    efectan en m, se hubieran puesto a "correr el Derby", como diran los jivintses contemporneos.

    Al mismo tiempo, senta tambin un intenso picor, casi inaguantable, a lo largo de la

    columna vertebral, y en el centro mismo de mi plexo solar unos "clicos" igualmente intolerables; y

    todas estas extraas sensaciones, que se estimulaban las unas a las otras, dejaron sitio, al cabo de

    algn tiempo, a un estado de calma interior que nunca ms experiment despus, salvo el da en que

    procedieron conmigo a la ceremonia de la "gran iniciacin" en la cofrada de los "hacedores de

    mantequilla con aire".

    Cuando mi "Yo", es decir esa cosa desconocida, que un tipo original de la ms remota

    antigedad -calificado de "sabio" por sus seguidores, como lo son todava hoy las personas de esa

    clase- caracteriza as: "aparicin relativamente pasajera, dependiente de la calidad de

    funcionamiento del pensamiento, del sentimiento y del automatismo orgnico", y que otro sabioclebre de la antigedad, el rabe Mal-el-Lel describe a su vez como el "resultado conjugado del

    consciente, del subconsciente y del instinto" - definicin "tomada en prstamo" despus, dicho sea

    de paso, por un sabio griego no menos clebre, llamado Jenofonte- cuando mi "Yo", digo, hubo

    vuelto su atencin pasmada hacia el interior, constat primero muy claramente que todo lo que me

    haba permitido comprender hasta la ms mnima palabra de esa sentencia, reconocida como un

    "principio universal de vida", se haba convertido en m en una sustancia csmica particular, la cual,

    fusionndose con los datos cristalizados antes por la ltima voluntad de mi querida abuela, se haba

    transformado a su vez en "cierta cosa" y que esa "cierta cosa", al penetrar toda mi presencia, se

    haba fijado para siempre en cada tomo que la constituye. En segundo lugar, mi desdichado "Yo"

    sinti claramente y reconoci, con un sentimiento de sumisin, la dolorosa certidumbre de que

    desde entonces yo debera, siempre y en todo, sin excepcin, manifestarme segn esta propiedad

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    todas las pocas -diferentes de los hroes del tipo de esos Juanes, Jaimes o Pablos nacidos por

    descuido, quienes durante el proceso de su preparacin para una "existencia responsable", no

    adquieren nada de lo que debe poseer una criatura a la imagen de Dios, es decir un hombre, y slo

    desarrollan en ellos progresivamente, hasta su ltimo soplo "atractivos" diversos, como

    "lubricidad", "baba", "enamoramiento", "perfidia", "sensiblera de corazn", "envidia" y otros vicios

    indignos del hombre.Tengo la intencin de tomar como hroes de mis obras tipos que uno deber, por las buenas

    o las malas, sentir con todo el ser como reales, y con respecto a los cuales deber cristalizarse

    inevitablemente, en el lector, la nocin de que cada uno de ellos es verdaderamente "alguien" y no

    "cualquiera".

    Durante estas ltimas semanas, mientras estaba todava en cama, fsicamente exhausto,

    esbozando en el pensamiento el programa de mis obras, y meditando en la forma y el orden de su

    exposicin, decid tomar por hroe principal de la primera serie... sabe usted a quin? al gran

    Belceb en persona . . .

    Y eso sin tener en cuenta que mi eleccin podra provocar desde el comienzo, en el pensar de la

    mayora de los lectores, asociaciones de idea que suscitaran en ellos toda clase de impulsos

    automticos contradictorios, surgidos de un conjunto de datos necesariamente constituidos en elpsiquismo de los hombres debido a las condiciones anormalmente establecidas en su vida exterior y

    cristalizadas en ellos gracias a su famosa "moral religiosa", lo cual no dejara de traducirse en una

    hostilidad inexplicable hacia mi.

    Sabe usted, lector? '

    Si a pesar de mi advertencia, quisiera usted arriesgarse a conocer la continuacin de esta

    obra, a esforzarse por asimilarla con un espritu de imparcialidad, y a comprender la esencia misma

    de las cuestiones que tengo la intencin de aclarar, yo me propongo - a fin de tener en cuenta esa

    particularidad psquica innata en el hombre, segn la cual el bien no puede ser percibido por l sin

    oposicin sino en la medida en la que se establece un "lazo" de sinceridad y de confianza mutua-

    confesarle a usted desde ahora, con toda franqueza, las asociaciones que se han formado en m para

    consumir poco a poco, en la esfera apropiada de mi consciente, ciertos datos que han sugerido a mi

    individualidad escoger como hroe principal de mis obras a un Individuum tal como el Seor

    Belceb, con todo lo que l representa ante los ojos de usted.

    Y no fue sin astucia.

    Mi astucia consiste simplemente en dar por descontado, con toda lgica, que si yo le presto

    semejante atencin, l querr, seguramente no tengo hasta ahora razn alguna para dudarlo-

    demostrarme su agradecimiento ayudndome con todos los medios a su alcance, en las obras que

    tengo la intencin de escribir.

    Aunque el Seor Belceb est hecho, como dicen, de otra pasta, posee, sin embargo -lo he

    aprendido hace mucho tiempo en los tratados de un clebre monje catlico, el hermano Fuln- un

    rabo rizado; ahora bien, la experiencia me ha convencido formalmente que todo lo que est rizado jams es natural, y no puede obtenerse ms que por medio de manipulaciones variadas; de lo que

    concluyo, segn la "sana lgica" formada en mi consciente por la lectura de libros de quiromancia,

    que el Seor Belceb, l tambin, debe tener su pequea buena dosis de vanidad . .. Cmo no

    habra de poder entonces ayudar a quien le haga propaganda a su nombre?

    No es por nada que nuestro incomparable maestro comn Mulaj Nassr Eddin dice

    frecuentemente:

    "Sin untar la pata, no hay forma de vivir cmodo en ninguna parte, ni an de respirar".

    Y otro sabio terrestre, llamado Till Eulenspiegel, quien tambin edific su sabidura sobre la

    crasa estupidez de los hombres, expresa la misma idea en estos trminos:

    "Sin engrasar las ruedas, no hay modo de partir".

    Por conocer esta mxima de la sabidura popular, y otras muchas adems, elaboradas por

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    siglos de vida comn, he resuelto "untar la pata" del Seor Belceb, que dispone, como cada uno

    sabe, de medios y de ciencia en profusin.

    Alto ah, viejo . . .

    Bromas aparte, aun filosficas, pareces haber violado por tus digresiones, uno de tus ms

    importantes principios, se del cual has hecho t la base del sistema destinado a realizar tus sueos

    por medio de tu nueva profesin; ese principio consiste en jams olvidar el debilitamiento de lafuncin del pensar en el lector contemporneo, y, teniendo en cuenta ese hecho, en no fatigarlo

    forzndolo a absorber mltiples ideas en un corto espacio de tiempo.

    Cuando le ped a una de las personas, siempre arrimadas a mi lado, con la esperanza de

    merecer as "entrar en el Paraso con sus botas", de leerme de un tirn en voz alta, lo que yo haba

    escrito en este primer captulo, mi "Yo" -sostenido desde luego por los numerosos datos fijados en

    mi psiquismo original en el curso de mi vida pasada, y que me permitieron, entre otras cosas,

    comprender el psiquismo de las criaturas de tipos variados, mis semejantes- mi Yo, digo, comprob

    y reconoci formalmente que este primer captulo suscitara con seguridad en la presencia general

    de todo lector, sea quien fuere, "cierta cosa" automticamente provocadora de una marcada

    hostilidad hacia m.

    A decir verdad, no es eso lo que me inquieta ms en este momento; lo que me preocupa es elhecho, comprobado al final de la lectura, de que en el conjunto de este captulo, mi presencia

    integral - en la cual mi "Yo" toma una parte muy restringida- se haba manifestado contrariamente

    al siguiente mandamiento del maestro universal que respeto entre todos, Mulaj Nassr Eddin:

    "Jams jeringues con tu bastn un nido de avispas".

    Mas la emocin que haba invadido el sistema del cual depende mi sentimiento, cuando

    hube reconocido que el lector deba inevitablemente sentir animosidad hacia m, se apacigu de

    repente, apenas mi pensar se record del viejo proverbio ruso:

    "No hay mal que el tiempo no muela como grano, para que suelte su harina".

    Desde entonces, no slo la emocin provocada en ese sistema por la conciencia de la

    desobediencia al mandamiento de Mulaj Nassr Eddin no me preocupa en lo ms mnimo, sino que

    se ha desencadenado en mis dos almas recientemente adquiridas, un extrao proceso, en la forma de

    un picor violento, y que aumenta poco a poco hasta producirme dolores casi intolerables en la

    regin situada poco ms abajo del lado derecho de mi "plexo solar", que ya sufre suficientemente

    de hiperfuncionamiento, sin eso.

    Espere, espere... me parece que ese proceso se calma a su vez, y que de las profundidades de

    mi consciente -digamos, mientras tanto, de mi "subconsciente"- empieza a surgir todo lo que hace

    falta para convencerme de que va a cesar completamente, pues acabo de acordarme de otro ejemplo

    de sabidura popular, y este ltimo me hace considerar que si me he conducido sin tomar en cuenta

    la advertencia del estimable Mulaj Nassr Eddin, en cambio, he actuado (sin premeditacin)

    conforme al principio de un personaje de lo ms sabroso, cuyo nombre, sin duda, no se ha extendido

    muy lejos, pero que se mantiene inolvidable para quin lo haya conocido, aunque fuese una vez;quiero hablar de esa joya pura: Karapet de Tiflis.

    Despus de todo, este captulo introductor se ha vuelto ya tan largo que no har mucho dao

    si lo alargo ms para hablarle a usted de ese archisimptico Karapet de Tiflis.

    Unos treinta a treinta y cinco aos atrs, los talleres de la estacin de Tiflis tenan un "pito

    de vapor".

    Cada maana despertaba a los obreros del ferrocarril y a los empleados de los talleres; como

    la estacin de Tiflis est situada en una colina, el pito se oa en casi toda la ciudad, y despertaba no

    slo a los empleados del ferrocarril, sino a los dems habitantes.

    Creo que los servicios municipales de Tiflis hasta haban intercambiado toda una

    correspondencia con la administracin del ferrocarril respecto a la perturbacin ocasionada al sueo

    matutino de los apacibles ciudadanos.

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    La obligacin de hacer funcionar el pito estaba encomendada a ese Karapet, empleado

    entonces en los talleres.

    En la maana, cuando l llegaba, antes de tomar la cuerda que operaba el pito, agitaba los

    brazos en todas las direcciones, gritando solemnemente a pleno pulmn, como un Mulaj

    mahometano desde lo alto de su minarete:

    ! Vuestra madre es una... tal! Vuestro padre es un... tal! Vuestro abuelo es el ms grandede los... tales! Que vuestros ojos, vuestros odos, vuestra nariz, vuestro bazo, vuestro hgado,

    vuestros callos!" En resumen, lanzaba a la redonda todas las injurias que conoca -y slo despus de

    esto, agarraba la cuerda.

    Al or hablar de ese Karapet y de su costumbre, fui a verlo una tarde, despus del cierre, con

    una bota llena de vino de Cacheta, y tras haber cumplido con el "ritual de los brindis"

    acostumbrado all, le pregunt -guardando la forma, claro est, segn el cdigo local de las

    "amabilidades"- por qu actuaba as.

    Bebi su vaso de un trago y, despus de haber cantado una famosa cancin a la bebida, de

    rigor en Georgia: "Hartmonos ms, muchachos", me contest sin apresurarse:

    "Usted no toma el vino a la manera moderna, es decir por aparentar, sino que bebe

    honradamente. Eso me indica ya que si usted busca conocer mi hbito, no es por curiosidad, comonuestros ingenieros y nuestros tcnicos, que me acosan con preguntas, sino por verdadero deseo de

    saber; por consiguiente quiero, y hasta considero que debo confesarle a usted francamente las

    escrupulosas reflexiones que me llevaron a adquirirlo.

    Antes trabajaba de noche en los talleres como pen para lavar las calderas de las

    locomotoras. Pero cuando instalaron el pito de vapor, el jefe del taller, quizs por razn de mi edad

    y de mi incapacidad para los trabajos pesados, me asign como nica ocupacin la de venir maana

    y tarde a una hora fija, a poner en marcha el pito.

    Ya en la primera semana de mi nuevo servicio, not que despus de haber cumplido con mi

    obligacin, durante una hora o dos me senta "muy raro".

    Un extrao sentimiento . . . aumentaba cada da y termin por transformarse en una angustia

    instintiva que me hizo perder todo apetito -hasta por la sopa de cebollas; pensaba y repensaba en l

    sin cesar tratando de adivinar su causa.

    Rumiaba el asunto con intensidad particular al llegar a mi trabajo o al salir de l.

    Mas, pese a todos mis esfuerzos, no encontr explicacin alguna, ni siquiera aproximada.

    Las cosas duraban as desde haca casi seis meses, y el roce de la cuerda haba vuelto la

    palma de mis manos dura como pergamino viejo, cuando de repente, por grandsima casualidad,

    comprend lo que pasaba.

    El choque que abri mi comprensin y me condujo a una conviccin inquebrantable me fue

    dado por una exclamacin que o en las circunstancias siguientes -bastante raras por cierto.

    Una buena maana, no habiendo dormido lo suficiente porque haba pasado una parte de la

    noche en casa de unos vecinos que celebraban el bautizo de su novena hija, y la otra parte leyendoun libro raro y muy interesante titulado "Los Sueos y la Hechicera", que cay por casualidad en

    mis manos, me apresuraba a ir a mandar el vapor, cuando vi. de golpe, en una esquina de la calle, a

    un enfermero conocido mo, adscrito al servicio sanitario de la ciudad, que me haca seas para que

    me detuviese.

    La funcin de ese enfermero consista en recorrer las calles de la ciudad a ciertas horas con

    un asistente, empujando un carro especialmente equipado, y capturar de paso todos los perros

    vagabundos cuyos collares no llevasen la placa de metal entregada por la ciudad de Tiflis contra el

    pago del impuesto. Llevaba luego los perros al matadero, en donde los guardaban durante dos

    semanas por cuenta de la ciudad, y los alimentaban con los desechos del matadero. Si durante ese

    plazo no haban sido reclamados por sus dueos, o si el impuesto no haba sido pagado, los perros

    eran conducidos con gran pompa hacia una salida que llevaba directamente a un horno especial.

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    Poco despus flua, del otro lado de ese homo notable y saludable, con murmullo

    encantador, para gran beneficio de nuestra municipalidad, cierta cantidad de grasa de una pureza

    ideal y de una transparencia perfecta, destinada a la fabricacin de jabones, y quizs tambin a otra

    cosa, mientras verta por otra parte, con ruidos no menos encantadores, un flujo de sustancias muy

    tiles como abono.

    Mi amigo el enfermero atrapaba los perros con un procedimiento de lo ms simple, y de unamaravillosa ingeniosidad.

    Se haba conseguido una vieja red de pescar de grandes dimensiones, que llevaba doblada de

    cierta manera sobre su robusta espalda durante las expediciones que emprenda por el bien de la

    humanidad en los barrios de mala fama de nuestra ciudad, y cuando uno de esos perros "sin

    pasaporte" caa en el campo de percepcin de sus ojos clarividentes, terribles para toda la gente

    canina, l, sin apresurarse, se acercaba al perro furtivamente, con la suavidad de la pantera, y

    aprovechando el momento en que el animal mostraba inters o atraccin por alguna cosa, lanzaba su

    red sobre l y lo envolva hbilmente; luego, halando hacia s el carro sobre el cual tena una jaula,

    desenredaba el perro para encerrarlo en ella.

    En el momento en que mi amigo enfermero me detuvo, estaba precisamente vigilando a su

    vctima; aguardaba el momento propicio para echar su red sobre un perro que mova la cola, paradofrente a una perra.

    Se preparaba a hacerlo, cuando de golpe son la campana de la iglesia vecina, llamando a

    los habitantes a la misa de la maana.

    Asustado por esos sonidos inesperados que repercutan en el silencio matinal, el perro dio un

    salto de lado y luego ech a correr como un loco, a galope tendido, a lo largo de la calle desierta.

    Entonces el enfermero, presa de una clera que se le extenda hasta los pelos de la axila, tir

    la red a la acera, y escupiendo por encima de su hombro izquierdo, grit: "Ah! demonios!

    precisamente ahora tenan que tocar!".

    Apenas la exclamacin del enfermero lleg a mi aparato de comprensin, se agolparon

    numerosos pensamientos en mi cabeza, que me llevaron finalmente a una visin correcta, en mi

    opinin, de la razn por la cual era yo presa de esa angustia instintiva.

    Despus de este descubrimiento, experiment de inmediato una fuerte contrariedad por el

    hecho de que esa idea, tan simple y tan lmpida, no me hubiese venido mucho antes a la mente.

    Yo senta con todo m ser que mi intervencin en la vida pblica deba dar necesariamente

    por resultado la sensacin que sufra mi presencia desde haca seis meses.

    En efecto, todo hombre arrancado de su dulce sueo matutino por el grito estridente del pito

    de vapor no puede dejar de maldecirme a diestra y siniestra, a m, causa de esa infernal cacofona,

    lo cual hace afluir de todas partes sin duda alguna, hacia mi persona, las vibraciones de

    innumerables deseos malvolos.

    Ese famoso da, luego de haber cumplido con mi obligacin fui a sentarme, presa de mi

    estado habitual, en la taberna vecina. Mientras coma mi refrigerio, reflexionaba y llegu a laconclusin de que si yo maldeca por adelantado a todos los que mi servicio pareca afectar de

    manera irritante en su bienestar, esas personas que se encontraban dentro de la "esfera de la

    idiotez", es decir, como lo explicaban en el libro que haba ledo la vspera, entre el sueo y la

    modorra, ya podran maldecirme cuanto quisieran, pues eso no tendra ya entonces ningn efecto

    sobre m.

    Y debo decir que desde ese da, jams he vuelto a sentir esa "angustia instintiva"."

    Pero, ahora, paciente lector, no me queda ms que terminar este captulo de introduccin.

    Slo me falta firmar.

    El que...

    Detente, so monstruo! No se juega con la firma; recuerda cmo, en un pas de Europa

    Central te obligaron a pagar diez aos de alquiler por una casa que habitaste slo tres meses, por la

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    nica razn de que habas firmado de tu puo y letra un papel por el cual te comprometas a renovar

    el arrendamiento cada ao.

    Y cuntas otras experiencias por el estilo!

    Despus de esto, claro est, debo ser muy, muy prudente en lo que concierne a mi firma.

    Basta.

    Aqul a quien llamaban Tatah" en su infancia, "el Moreno" en su juventud, ms tarde "elGriego Negro", en los aos de su madurez "el Tigre del Turkestn", y quin, hoy, no es cualquiera,

    sino "Monsieur" o "Mister Gurdjieff en persona, o tambin "el sobrino del Prncipe Mujransky", o

    muy simplemente:

    EL MAESTRO DE DANZA