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    INDICE

    DESDE LUGARES SOMBROS

    PESADILLA A SEIS MIL METROS

    STEEL

    DESCENSO

    LZARO II

    LA FUTURA DIFUNTA

    CAMBIO DE CEMENTERIO

    EL LTIMO DA

    ES LA POCA DEL SER GELATINA

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    D E S D E

    L U G A R E S

    S OM B R OS

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    El doctor Jennings gir hacia la vereda y las ruedas de su Jaguar levantaronuna ola de barro. Pis con fuerza el freno, sac la llave con la mano izquierdamientras con la derecha tante en busca del maletn que tena a su lado. Uninstante despus se hallaba en la calle esperando un hueco en el trfico por el

    que poder cruzar.Alz la mirada hacia las ventanas del apartamento de Peter Lang. Estara bienPatricia? Haba sonado asustada por telfono... trmula, cercana al pnico.Jennings baj los ojos y frunci el ceo ante la hilera de coches que no dejabande pasar. Luego, cuando se produjo un hueco en la procesin, se lanz a la ca-rrera.La puerta de cristal se cerr automticamente a su espalda mientras atravesa-ba el vestbulo.Padre, date prisa! Por favor! No s qu hacer con l!La voz sobrecogida de Patricia reverber en su mente. Entr en el ascensor y

    apret el botn del dcimo piso.No puedo contrtelo por telfono! Tienes que venir!Jennings tena la vista clavada delante sin ver nada, ajeno al susurro de laspuertas al cerrarse.Ciertamente, la relacin de tres meses de Patricia con Lang haba sido proble-mtica. Aun as, no se sentira justificado para pedirle que la rompiera. A Langno se le poda clasificar entre los ricos ociosos. Cierto, jams haba tenido queenfrentarse a un trabajo en sus veintisiete aos de vida. Pero no era indolenteo intil. Era uno de los cazadores ms importantes del mundo, y se mova en elmundo que haba elegido con elegante autoridad. Y a pesar de su aire jactan-

    cioso, en l haba una vena de humor siempre dispuesta a manifestarse y unsentido bsico de la justicia. Pero lo ms importante era que pareca amar mu-cho a Patricia.Sin embargo, este problema, fuera cual fuere, haba surgido mientras el doctorse hallaba fuera.Jennings parpade y enfoc la vista. Las puertas del ascensor estaban abiertas.March rpidamente pasillo abajo, mientras los zapatos producan un ruidocrujiente en los baldosines encerados del suelo.Haba una nota escrita a mano pegada a la puerta.PASA.

    Jennings experiment un temblor ante la visin de la apresurada letra de Pat.Cobrando nimos, entr...Y se par en seco. El saln se encontraba revuelto, las sillas y las mesas tira-das, las lmparas rotas, un puado de libros lanzados por el cuarto, y por to-das partes se vean diseminados cristales rotos, cerillas y colillas de cigarrillos.Docenas de manchas de licor ensuciaban la moqueta blanca. En el bar, una bo-tella volcada goteaba whisky por el borde de la barra; un chirrido regular inun-daba la habitacin procedente de los gigantescos altavoces de pared. Jenningsse qued boquiabierto.Peter debe de haberse vuelto loco.Se quit el sombrero y el abrigo, y luego se acerc al equipo de alta fidelidad ylo apag.Padre?

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    S Jennings oy con alivio el sollozo de su hija y se apresur a ir al dormi-torio.Se encontraban en el suelo bajo la ventana. Pat estaba de rodillas abrazando aPeter, que haba encorvado su cuerpo desnudo hasta quedar acurrucado, los

    brazos apretados contra la cara. Cuando Jennings se arrodill junto a ellos, Pa-tricia los mir con ojos dominados por el terror.Intent tirarse por la ventana dijo, intent matarse.Bueno Jennings apart los brazos temblorosos de ella y trat de levantar lacabeza de Lang. Peter jade, reculando para evitar su contacto y de nuevo vol-vi a encogerse en una bola de extremidades y torso. Jennings observ su si-lueta contrada, el movimiento de msculos en la espalda y hombros de Peter.Pareca que haba serpientes retorcindose bajo la piel tostada por el sol.Cunto tiempo lleva as? pregunt.No lo s su rostro era una mscara de agona. No lo s.

    Ve al saln y srvete una copa orden su padre. Yo me ocupar de l.Intent saltar por la ventana.Patricia.Ella empez a llorar y Jennings gir la cara; lo que necesitaba eran lgrimas.De nuevo trat de estirar el inflexible nudo que era el cuerpo de Peter. Una vezms el joven jade y se apart de l.Trata de relajarte dijo Jennings. Quiero que te tumbes en la cama.No! exclam Peter; la voz era un susurro denso por el dolor.No puedo ayudarte, muchacho, a menos que...Jennings call, con expresin sorprendida. En un instante el cuerpo de Lang

    haba perdido su rigidez. Estaba extendiendo las piernas y los brazos se apar-taban de su tensa posicin ante la cara.Peter levant la cabeza. El rostro, cubierto por una barba oscura, estaba lvido,los ojos perdidos, era la cara de un hombre que aguanta un tormento insopor-table.Qu pasa? pregunt Jennings, consternado.Peter sonri, una mueca desagradable.No se lo ha contado Patty?Contado qu?Me estn embrujando repuso Peter. Algn...

    Cario, no suplic Pat.De qu ests hablando? pregunt Jennings.Una copa? dijo Peter. Cario?Patricia se puso con cierta inseguridad de pie y se dirigi al saln. Jenningsayud a Lang a echarse en la cama.Qu es todo esto? pregunt.Lang dej caer pesadamente la cabeza sobre la almohada.Lo que dije contest. Embrujado. Maldito. Hechizado lanz una risitadbil. El bastardo esqueltico me est matando. Ya lleva tres meses... casidesde que Pat y yo nos conocimos.Ests...? empez Jennings.La codena es ineficaz dijo Lang. Incluso la morfina... nada. Jade enbusca de aire. Sin fiebre, sin escalofros. No tengo ningn sntoma para la

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    asociacin de mdicos. Sencillamente... alguien me est matando. Mir atravs de prpados entrecerrados. Gracioso?Hablas en serio?Peter buf.

    Quin demonios lo sabe? coment. Quiz sea delirium tremens. Diossabe que hoy he bebido lo suficiente como para... La maraa de su pelo os-curo se desliz por la almohada cuando mir en direccin a la ventana. In-fiernos, ya es de noche dijo. Gir con rapidez. Hora?Las diez pasadas dijo Jennings. Qu hay de...?Martes, verdad? inquiri Lang. Jennings se le qued mirando. No, veoque no. Lang empez a toser secamente. Una copa! grit.Cuando sus ojos se dirigieron a la puerta, Jennings mir por encima del hom-bro. Patricia haba vuelto.Se ha cado todo dijo con voz de nia asustada.

    De acuerdo, no te preocupes musit Lang. No la necesito. Pronto estarmuerto.No hables as!Cario, me encantara morirme ahora mismo dijo Peter, mirando al techo.Su ancho pecho se alz de manera irregular al respirar. Lo siento, cario, nohablaba en serio. Oh, oh, ya empieza de nuevo Lo dijo con tanta suavidadque su ataque los tom por sorpresa.Bruscamente, empez a forcejear en la cama, sus piernas de msculos agarro-tados pateando como si fueran pistones, los brazos cruzados sobre la piel ten-sa de su cara. Un ruido como el chillido de un violn oscil en su garganta y

    Jennings vio que le caa saliva por la comisura de los labios. El mdico fue atoda velocidad en busca de su maletn.Antes de llegar a abrirlo, el cuerpo agitado de Peter se haba cado de la cama.El joven se irgui, gritando, la boca abierta con el frenes de un animal esclavi-zado. Patricia trat de contenerlo, pero, con un rugido, l la apart bruscamen-te a un lado y fue trastabillando hacia la ventana.Jennings sali a su encuentro con la hipodrmica. Durante varios momentosquedaron abrazados en una forcejeante lucha, el distendido rostro de Peter aunos centmetros de la cara del mdico, las manos de venas hinchadas en bus-ca de la garganta de Jennings. Lanz un grito ronco cuando la aguja atraves

    su piel y, dando un salto hacia atrs, perdido el equilibrio, se desplom. Inten-t incorporarse, los ojos enloquecidos clavados en la ventana. Entonces, ladroga entr en su sangre y se qued sentado en la postura flcida de un mu-eco de trapo. El sopor vidri sus ojos.El bastardo me est matando musit.Lo tendieron en la cama y cubrieron sus lentos espasmos.Me est matando repiti Lang. El negro bastardo.De verdad cree eso? pregunt Jennings.Padre, mralo contest ella.T tambin lo crees?No lo s sacudi la cabeza con gesto impotente. Lo nico que s es quelo he visto cambiar de lo que era a... esto. No est enfermo, padre. No tienenada. Experiment un escalofro. Sin embargo, se est muriendo.Jennings apart los dedos del agitado pulso del joven.

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    Lo han revisado?Ella asinti cansinamente.S respondi. Cuando empez a empeorar, fue a ver a un especialista.Pens que quiz su cerebro... sacudi la cabeza. No tiene nada malo.

    Pero, por qu dice que lo estn...? Jennings se vio incapaz de pronunciarla palabra.No lo s dijo ella. A veces, parece creerlo. La mayor parte del tiempobromea.Pero, en qu se basa...?Un incidente en su ltimo safari repuso Patricia. En realidad no s qupas. Un nativo zul lo amenaz; dijo que era un hechicero y que iba a... sele quebr la voz. Oh, Dios, cmo algo as puede ser verdad? Cmo puedesuceder?La cuestin, pienso, es si Peter en realidad cree que de veras est sucedien-

    do coment Jennings. Se volvi hacia Lang . Y, por su aspecto...Padre, me he estado preguntando si... si, tal vez, la doctora Howell pudieseayudarlo.Jennings la mir un momento. Luego, dijo:T crees en ello, verdad?Padre, trata de comprenderlo. haba un deje tembloroso de pnico en suvoz. T slo has visto a Peter de vez en cuando. Yo he visto cmo le sucedada tras da. Algo lo est destruyendo! No s qu es, pero probar cualquiercosa para frenarlo. Cualquier cosa.De acuerdo apoy una mano tranquilizadora en la espalda de ella. Ve a

    llamarla por telfono mientras yo lo ausculto.Una vez se hubo ido al saln la conexin del dormitorio haba sido arrancadade la pared, Jennings baj la manta y contempl el cuerpo bronceado y mus-culoso de Peter. Temblaba con vibraciones nfimas... como si, dentro del encar-celamiento qumico de la droga, cada nervio aislado palpitara todava.Jennings apret los dientes. En alguna parte en el centro de su percepcin sin-ti que la exploracin mdica sera intil. No obstante, experimentaba des-agrado por lo que poda estar preparando Patricia. Iba contra la naturalezacientfica, ofenda la razn.Tambin lo asustaba.

    Jennings vio que el efecto de la droga ya casi haba desaparecido. Por lo gene-ral, habra dejado a Lang inconsciente de seis a ocho horas. Y ahora en cua-renta minutos estaba en el saln con ellos, echado en el sof enfundado ensu bata, diciendo:Patty, es ridculo. Qu va a conseguir otra doctora?Muy bien, entonces, es ridculo! exclam ella. Qu quieres que haga-mos... simplemente quedarnos inmviles y observar cmo...? fue incapaz determinar.Shhh Lang acarici su cabello con dedos temblorosos. Patty, Patty.Tranquila, cario. Quiz pueda con ello.T vas a poder con esto Patricia le bes la mano. Es por los dos, Peter.No seguir sin ti.No hables de esa manera Lang se retorci en el sof. Oh, Dios, empiezade nuevo. forz una sonrisa. No, me encuentro bien le dijo. Slo... es

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    una especie de hormigueo. la sonrisa se transform en una repentina muecade dolor. As que esta doctora Howell va a solucionar mi problema? Cmo?Qu es, una quiroprctica?Es una antroploga.

    Estupendo. Qu va a hacer, explicarme los orgenes tnicos de la supersti-cin? Lang habl rpidamente, como si intentara superar el dolor con las pa-labras.Ha estado en frica dijo Pat. Ella...Yo tambin cort Peter. Un sitio maravilloso para visitar. Pero no jueguescon los mdicos brujos. su risa se torn en un grito jadeante. Oh, Dios,negro esqueltico y bastardo, si te tuviera aqu! sus manos se extendieronen dos garras, como si quisiera ahorcar a un atacante invisible.Perdn...Se volvieron sorprendidos. Una mujer joven y negra los miraba desde la entra-

    da del saln.Haba una tarjeta en la puerta explic.Por supuesto; lo habamos olvidado Jennings ya se haba puesto de pie.Oy que Patricia le susurraba a Lang:Quera decrtelo. Por favor, no tengas prejuicios.Peter la mir fijamente, su expresin incluso ms sorprendida:Prejuicios?Jennings y su hija cruzaron la estancia.Gracias por venir Patricia apret su mejilla contra la de la doctora Howell.Es agradable verte, Pat dijo la doctora Howell. Por encima del hombro de

    Patricia le sonri al mdico.Has tenido algn problema en llegar hasta aqu? pregunt ste.No, no, el metro nunca me falla.Lurice Howell se desaboton el abrigo y gir cuando Jennings alarg el brazopara ayudarla. Pat mir el bolso que Lurice haba dejado sobre el suelo; luegoobserv a Peter.Lang no apart los ojos de Lurice Howell mientras ella se le acercaba, flan-queada por Pat y Jennings.Peter, te presento a la doctora Howell dijo Pat. Fuimos juntas a Colum-bia. Ensea antropologa en el City College.

    Lurice sonri.Buenas noches salud.No tan buenas repuso Peter.Desde el rabillo del ojo Jennings vio la forma en que Patricia se puso rgida.La expresin de la doctora Howell no se alter. Su voz no cambi.Y quin ser ese negro esqueltico y bastardo que deseara tener aqu? lepregunt.La cara de Peter se puso momentneamente en blanco. Luego, con los dientesapretados para luchar contra el dolor, repuso:Qu se supone que significa eso?Una pregunta dijo Lurice.Si est planeando dirigir un seminario sobre relaciones raciales, entonces ol-vdelo musit Lang. No me encuentro con nimos para eso.Peter.

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    Observ a Pat a travs de ojos llenos de dolor.Qu quieres? demand. Ya ests convencida de que tengo prejuicios,as que... dej caer la cabeza de nuevo sobre el apoyabrazos del sof y cerrlos ojos. Dios, clvame un cuchillo jade.

    La sonrisa tensa haba desaparecido de los labios de la doctora Howell. Alhablar, mir a Jennings con seriedad.Lo he examinado dijo l. No hay seal de deterioro fsico, ni rastro delesin cerebral.Cmo va a saberlo? contest ella con calma. No es una enfermedad. Es

    ju-ju.Jennings se qued mirando.T...Ya empezamos dijo Peter con voz ronca. Ya lo tenemos. se volvi asentar, clavando los dedos plidos en los cojines. sa es la respuesta. Ju-ju.

    Lo duda? pregunt Lurice.Lo dudo.Del mismo modo en que duda de sus prejuicios?Oh, Jess, Dios! Lang se llen los pulmones con un sonido gutural, de as-piracin. Estaba herido y quera algo que odiar, as que eleg a ese asquerosobastardo para...se dej caer hacia atrs pesadamente. Al demonio. Pienselo que quiera se llev una mano paralizada a los ojos. Slo djenme morir.Oh, Jess, Dios, djenme morir. de repente, mir a Jennings. Otra inyec-cin? suplic.Peter, tu corazn no puede...

    Al demonio mi corazn! La cabeza de Peter se mova hacia adelante yhacia atrs. Entonces media dosis! No puede negrselo a un moribundo!Pat se llev el borde de su tembloroso puo a los labios, tratando de no llorar.Por favor! dijo Peter. Una vez que la inyeccin hubo surtido efecto, Langse tumb, la cara y el cuello llenos de sudor. Gracias musit. Los plidoslabios se retorcieron en una sonrisa cuando Patricia se arrodill a su lado y co-menz a secarle el rostro con una toalla. Hola, amor susurr. Los ojos apa-gados de Peter se volvieron hacia la doctora Howell. Muy bien, lo siento, misdisculpas coment con cortesa. Le doy las gracias por venir, pero no creoen eso.

    Entonces, por qu est funcionando? pregunt Lurice.Ni siquiera s lo que est pasando! espet Lang.Creo que s dijo la doctora Howell; su voz surga con premura. Y yo lo s,seor Lang. El juju es la magia pagana ms terrible del mundo. Siglos decreencia colectiva seran suficientes para conferirle un poder aterrador. Tieneese poder, seor Lang. Usted lo sabe.Y cmo lo sabe usted, doctora Howell? contrarrest l.Cuando tena veintids aos repuso ella, pas un ao en un pueblo zulrealizando trabajo de campo para mi doctorado. Mientras estuve all, la Ngom-bo se encari conmigo y me ense casi todo lo que saba.Ngombo? pregunt Patricia.Crea que los hechiceros eran hombres coment Jennings.No, la mayora son mujeres indic Lurice. Mujeres astutas y observado-ras que trabajan muy duramente en su profesin.

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    Fraudes dijo Peter.Lurice le sonri.S coment. Lo son. Fraudes. Parsitos. Holgazanes. Alarmistas. Sin em-bargo... qu cree usted que le est haciendo sentir como si mil araas se

    arrastraran por su cuerpo?Por primera vez desde que entrara en el apartamento, Jennings vio una expre-sin de miedo en la cara de Peter.Sabe eso? le pregunt Lang.S por todo lo que est pasando afirm la doctora Howell. Yo misma lopas durante aquel ao. Una hechicera de un pueblo prximo me lanz unamaldicin de muerte. Kuringa me salv de ella.Cuntemelo.Jennings not que la respiracin del joven se estaba acelerando. Le sorprendidarse cuenta de que la segunda inyeccin ya empezaba a perder su efecto.

    Que le cuente qu? dijo Lurice. Sobre los dedos de largas uas desga-rrando sus entraas? Sobre la sensacin que tiene de que debe encogersehasta formar una bola con el fin de aplastar a la serpiente que se va exten-diendo en su vientre? Peter se la qued mirando con la boca abierta. Lasensacin de que su sangre se ha convertido en cido? prosigui Lurice.Que si se mueve se desintegrar porque sus huesos han sido chupados hastaquedar huecos? Los labios de Peter empezaron a temblar. Esa sensacinde que su cerebro est siendo devorado por una manada de ratas peludas?Que sus ojos estn a punto de derretirse y chorrear por sus mejillas como sifueran jalea? Que...?

    Ya basta el cuerpo de Lang tuvo unos escalofros espasmdicos.Slo he dicho esas cosas para convencerle de que lo saba coment Luri-ce. Recuerdo mi propio dolor como si lo hubiera sufrido esta misma maanaen vez de hace siete aos. Puedo ayudarle si me deja, seor Lang. Haga a unlado su escepticismo. Usted cree en ello, o no podra hacerle dao, no lo ve?Cario, por favor pidi Patricia.Peter la mir. Luego su mirada regres a la doctora Howell.No debemos esperar mucho ms, seor Lang le advirti ella.De acuerdo l cerr los ojos. De acuerdo, intntelo. Por todos los infier-nos que no puedo empeorar.

    Deprisa suplic Patricia.S Lurice Howell dio media vuelta y cruz el cuarto para ir a buscar su bol-so.Fue al recogerlo que Jennings capt la expresin en su rostro... como si se leacabara de ocurrir alguna complicacin formidable. Ella los mir.Pat dijo, ven aqu un momento.Patricia se incorpor de inmediato y se acerc a ella. Jennings las observ du-rante un momento antes de volver a posar los ojos en Lang. El joven empeza-ba a retorcerse de nuevo. Ya le vuelve la chiripioica, pens Jennings.Qu?Jennings mir a las mujeres. Pat contemplaba a la doctora Howell con expre-sin aturdida.Lo siento dijo Lurice. Deb informarte desde el principio, pero no huboninguna oportunidad.

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    Pat titube.Debe ser de esa manera? pregunt.S.Patricia mir a Peter con aprensin dubitativa en los ojos. Luego, bruscamente,

    asinti.Muy bien repuso. Pero date prisa.Sin pronunciar otra palabra, Lurice Howell entr en el dormitorio. Jennings ob-serv a su hija mientras sta miraba con fijeza la puerta cerrada.La puerta del dormitorio se abri y sali la doctora Howell. Jennings, que enese instante giraba desde su posicin junto al sof, contuvo el aliento. Luriceestaba desnuda hasta la cintura y debajo llevaba una falda fabricada con diver-sos pauelos de colores anudados entre s. Sus piernas y pies estaban desnu-dos. Jennings la mir boquiabierto. La blusa y falda que haba llevado antes nohaban revelado nada de la sinuosa belleza de su cuerpo.

    Jennings desvi la vista a Pat; su expresin al mirar a la doctora Howell erainconfundible.El doctor volvi a observar a Lurice; la expresin de ella al observar la cara dela joven era ms difcil de interpretar.Por favor, comprndanlo, jams he hecho esto antes dijo Lurice, avergon-zada por su silencio escrutador.Lo comprendemos repuso Jennings, una vez ms incapaz de quitarle losojos de encima.Un punto rojo y brillante estaba pintado en cada una de sus mejillas cetrinas, ysobre su cabello rizado llevaba un penacho de plumas parecido a un yelmo, ca-

    da una de una tonalidad castaa con un ojo vvido en el extremo. Sus pechossobresalan de una maraa de collares hechos de dientes de animales, madejasde cuentas y abalorios de brillantes colores y tiras de piel de serpiente. En elbrazo izquierdo atado alrededor del bceps con un hilo de lana de angoracolgaba un pequeo escudo de piel moteada de buey.Avanz hacia ellos con un desafo tmido, casi infantil... como si su vergenzaestuviera equilibrada por el conocimiento de su esplendor fsico. Jennings que-d sorprendido al ver que tena el estmago tatuado, cientos de diminutos ri-betes que formaban un dibujo de crculos concntricos alrededor de su ombli-go.

    Kuringa insisti en ello le explic Lurice como si l se lo hubiera pregunta-do. Fue su precio por ensearme sus secretos. sonri fugazmente. Con-segu disuadirla de limarme los dientes hasta dejarlos puntiagudos.Jennings percibi que estaba hablando para esconder su vergenza y sintiuna oleada de simpata hacia ella mientras dejaba el bolso en el suelo, lo abray empezaba a extraer su contenido.Los ribetes se levantan haciendo pequeas incisiones en la carne dijo ellay metiendo en cada incisin una pizca de pasta. deposit en la mesita unfrasco con un lquido grumoso y un puado de piedras pequeas y lustrosas.La pasta tuve que hacerla yo misma. Tuve que agarrar un cangrejo de tierracon las manos y arrancarle una de sus pinzas. Tuve que desollar una rana vivay la mandbula de un mono. dej en la mesita un haz de lo que parecan serlanzas diminutas. La pinza, la piel y la mandbula, junto con algunos ingre-dientes de plantas, los mol hasta convertirlos en una pasta.

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    Jennings se mostr sorprendido cuando ella extrajo un disco de la bolsa y lopuso en el tocadiscos.Cuando diga Ahora, doctor pidi, querr poner la pa sobre el disco?Jennings asinti en silencio.

    Cuando se acuclill para colocar los diversos objetos sobre el suelo, se hizoevidente que bajo la falda de pauelos Lurice iba completamente desnuda.Bueno, puede que no viva dijo Peter, la cara casi blanca ya, pero da laimpresin de que voy a tener una muerte fascinante.Sintense los tres formando un crculo dijo Lurice.El educado refinamiento de su voz, procedente de los labios de lo que parecauna diosa pagana impact a Jennings mientras se acercaba a ayudar a Lang.El ataque tuvo lugar cuando Peter intent ponerse de pie. En un instante, sevio sumido en l, contorsionndose en el suelo, el cuerpo doblado, las rodillas ylos codos golpeando la alfombra. De repente, se dio la vuelta, ech atrs la ca-

    beza y los msculos de la espalda se le tensaron con tanta fuerza que su es-palda se arque hacia arriba desde el suelo. Una espuma blanquecina sala delas comisuras de su boca, sus ojos abiertos parecan congelados en sus cuen-cas.Lurice! chill Pat.No hay nada que podamos hacer hasta que pase dijo Lurice. Mir a Petercon ojos consternados. Entonces, cuando la bata de l se abri y se retorcidesnudo en la alfombra, apart la cara, y el rostro se le tens con una expre-sin que Jennings, para su inquietud, interpret como una expresin de miedo.Luego, l y Pat se agacharon para tratar de contener el afligido cuerpo de

    Lang. Sultenlo orden Lurice. No hay nada que puedan hacer.Patricia le lanz una mirada centelleante de asustada animosidad. Cuando elcuerpo de Peter por fin experiment un ltimo temblor y qued inmvil, cruzla bata sobre su cuerpo y volvi a anudarle el cinturn.Ahora. Formen el crculo; deprisa dijo Lurice, obligndose con claridad aabandonar algn terror interior. No, debe sentarse solo indic cuando Pa-tricia se situ junto a l, sostenindole la espalda.Se caer dijo Pat con una corriente subterrnea de resentimiento en la voz.Patricia, si quieres mi ayuda...Con cierta vacilacin, mientras sus ojos iban de las facciones asoladas por el

    dolor de Peter a la expresin atormentada de la cara de Lurice, Patricia seapart de l y se qued quieta.Con las piernas cruzadas, por favor indic Lurice. Seor Lang? Petergru, con los ojos medio cerrados. Durante la ceremonia, le pedir algo enpago, bastar algo personal, insignificante.Peter asinti.De acuerdo, empecemos dijo l. No podr aguantar mucho ms.Los pechos de Lurice se alzaron, temblando, cuando aspir una bocanada deaire.A partir de ahora silencio murmur.Nerviosa, se sent frente a Peter e inclin la cabeza. A excepcin de la estert-rea respiracin de Lang, en la habitacin rein un silencio mortal.Jennings pudo or dbilmente, en la distancia, los sonidos del trfico. En vanointent desterrar de su mente los malos presagios. No crea en esto. Sin em-

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    bargo, aqu estaba sentado, con las piernas cruzadas que ya empezaban a aca-lambrarse. Aqu estaba sentado Peter Lang, obviamente prximo a la muerte ysin ningn sntoma que lo explicara. Aqu estaba sentada su hija, aterrada, lu-chando mentalmente contra lo que ella misma haba iniciado. Y aqu, lo ms

    extrao de todo, estaba sentada no la doctora Howell, una inteligente profeso-ra de antropologa y una mujer culta y civilizada, sino una Bruja Africana semi-desnuda con sus instrumentos de magia brbarica.Hubo un sonido traqueteante. Jennings parpade y mir a Lurice. En la manoizquierda asa un haz de lo que parecan lanzas pequeas. Con la derecha es-taba eligiendo piedras lustrosas y diminutas del montn. Las agit en la palmacomo si fueran dados y las arroj sobre la moqueta, la mirada clavada en sucada.Observ el dibujo que trazaron en la alfombra; luego volvi a tomarlas. Frentea ella, la respiracin de Peter se haca cada vez ms ardua. Y si sufra otro ata-

    que,se pregunt Jennings, Tendra que iniciarse de nuevo la ceremonia?Se retorci en el instante en que Lurice quebr el silencio.Por qu vienes aqu? pregunt. Mir a Peter con frialdad, casi con ojos co-lricos. Por qu me consultas? Es porque no tienes xito con las mujeres?Qu? Peter la contempl con perplejidad.Alguien en tu casa est enfermo? Esa es la razn por la que vienes a m?pregunt Lurice, con voz imperiosa. De repente, Jennings se dio cuenta deque ella ahora era por completo una hechicera interrogando a su paciente va-rn, arrogantemente despectiva respecto a su rango inferior. Ests enfer-mo? Casi escupi las palabras, echando hacia atrs los hombros. Jennings

    mir de manera involuntaria a su hija. Pat permaneca sentada como una esta-tua, las mejillas plidas, los labios formando una lnea fina y casi blanca.Habla, hombre! orden Lurice, la Ngombo altiva.S! Estoy enfermo! El pecho de Peter se sacudi en busca de aire. Estoyenfermo.Entonces, habla de tu enfermedad dijo Lurice. Cuntame cmo lleg a ti.O bien Peter ya se hallaba en tal estado de dolor que cualquier nocin de resis-tencia haba quedado destruida... o haba sido atrapado por la fascinacin de lapresencia de Lurice. Probablemente era una combinacin de ambas cosas,pens Jennings, mientras observaba cmo Lang empezaba a hablar, la voz

    dominada, los ojos presos de la mirada ardiente de Lurice.Una noche entr ese hombre furtivamente en el campamento dijo. Tra-taba de robar algo de comida. Cuando le persegu, se puso furioso y me ame-naz. Dijo que me matara.La voz del joven era tan mecnica que Jennings se pregunt si Lurice habahipnotizado a Peter.Y llevaba, en una bolsa a su costado... la voz de Lurice pareca impulsarlecomo el de una hipnotizadora.Llevaba un mueco dijo Peter. La garganta se le contrajo al tragar saliva.Me habl.El fetiche te habl repiti Lurice. Qu te dijo?Dijo que morira. Dijo que, cuando la luna fuera como un arco, yo morira.Bruscamente, Peter tembl y cerr los ojos. Lurice volvi a tirar los huesos ylos contempl. De repente, arroj las lanzas diminutas.

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    DESDE LUGARES SOMBROS RICHARD MATHESON

    No es Mbwiri ni Hebiezo dijo. No es Atando ni Fuofuo ni Sovi. No es Kundio Sogbla. No es un demonio del bosque lo que te devora. Es un espritu malig-no que pertenece a un Ngombo que ha sido ofendido. El Ngombo ha trado elmal a tu casa. El espritu maligno del Ngombo se ha pegado a ti en venganza

    por tu ofensa contra su amo. Lo entiendes?Peter apenas fue capaz de hablar. Asinti con movimientos espasmdicos.S.Di: S, lo entiendo.S tembl. S, lo entiendo.Me pagars ahora le dijo ella.Peter la mir durante varios momentos antes de bajar la vista. Sus dedos rgi-dos buscaron en los bolsillos de la bata y salieron vacos. De repente jade ylos hombros se encorvaron hacia delante cuando un espasmo de dolor recorrisu cuerpo. Hurg en los bolsillos una segunda vez como si no estuviera seguro

    de que se hallaran vacos. Luego, frenticamente, se quit el anillo del dedoanular de la mano izquierda y lo extendi. La mirada de Jennings salt a suhija. Su cara era como de piedra mientras observaba a Peter entregar el anilloque ella le haba regalado.Ahora dijo Lurice.Jennings se puso de pie y, tambalendose debido a la insensibilidad de suspiernas, se acerc al tocadiscos y coloc el brazo de la pa en su sitio. Antesde que hubiera regresado al crculo, el cuarto qued inundado con el batir detambores, un cntico de voces y un batir de palmas bajo e irregular. Con losojos clavados en Lurice, Jennings tuvo la impresin de que todo se estaba des-

    vaneciendo en los extremos de su visin, que Lurice, sola, era visible bajo unaluz levemente nebulosa.Ella haba dejado el escudo de piel de buey en el suelo y sostena el frasco enla mano. Quit el tapn y bebi el contenido de un nico trago. De manera va-ga Jennings se pregunt qu era lo que haba bebido.La botella cay con un ruido sordo sobre la moqueta.Lurice empez a bailar.El comienzo fue lnguido. Al principio slo se movieron sus brazos y hombros,el inquieto y sinuoso gesto sincronizado con la cadencia de los tambores. Jen-nings la mir, imaginando que su corazn haba alterado su ritmo al de los

    tambores. Observ la contorsin de sus hombros, los movimientos serpentinosque haca con los brazos y las manos. Oy el crujido de sus collares. El tiempoy el espacio haban desaparecido para l. Poda haber estado sentado en el cla-ro de una selva, contemplando las contorsiones somnolientas de su danza.Batan las manos orden la Ngombo.Sin titubeos, Jennings empez a batir al ritmo de los tambores. Mir a Patricia.Ella haca lo mismo, los ojos todava clavados en Lurice. Slo Peter permaneciinmvil, la mirada al frente, los msculos de su mandbula temblando mientrasapretaba los dientes. Durante un fugaz momento, Jennings volvi a ser un m-dico que observaba preocupado a su paciente. Luego, girando, se vio atradootra vez a la insensata fascinacin de la danza de Lurice.Los tambores comenzaron a acelerar el ritmo, tornndose ms sonoros. Luriceinici un movimiento dentro del crculo, girando despacio, los brazos y hombrosan en gestos ondulantes. Sin importar dnde se situara, sus ojos quedaban

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    clavados en Peter, y Jennings se dio cuenta de que sus ademanes eran en ex-clusiva para Lang... movimientos de aproximacin, de acercamiento, como si loque buscara fuera tentarlo a ir a su lado.De repente, ella se inclin, se sacudi con abandono, oscilando los pechos de

    lado a lado y agitando los collares con su salvaje rostro flotando a centmetrosde la cara de Peter. Jennings sinti que los msculos de su estmago se con-traan cuando Lurice pas sus dedos en forma de garra sobre las mejillas dePeter, luego se irgui y gir, los hombros echados hacia atrs con negligencia,exhibiendo los dientes en una mueca de celo salvaje. Al instante, ya haba da-do la vuelta para mirar de nuevo a su cliente.Se inclin una segunda vez, en esta ocasin avanzando y retrocediendo delan-te de Peter con movimiento felino, con un canturreo rabioso en la garganta.Por el rabillo del ojo Jennings vio que su hija adelantaba el torso. La expresinde su cara era terrible.

    De repente, los labios de Patricia se abrieron como en un grito silencioso. Aga-chndose, Lurice se haba tomado los pechos con dedos penetrantes y los em-pujaba a la cara de Peter. ste la mir con el cuerpo tembloroso. Canturreandode nuevo, Lurice retrocedi. Baj las manos y Jennings se puso tenso al verque se estaba quitando la falda de pauelos. En un momento haba cado sobrela alfombra y ella volvi a centrarse en Peter. Fue en ese instante cuando Jen-nings comprendi lo que haba bebido.No la voz llena de veneno de Patricia lo hizo girar con el corazn acelerado.Ella se estaba poniendo de pie.Pat! susurr.

    Ella lo mir y, durante un momento, se observaron. Luego, con un violentotemblor, volvi a dejarse caer al suelo y Jennings ya no le prest atencin.Lurice estaba de rodillas delante de Peter, mecindose hacia adelante y atrs yfrotndose los muslos con las manos. Pareca que no poda respirar. Su bocaabierta no dejaba de aspirar aire con ruidos jadeantes. Jennings vio que le ca-an gotas de sudor por las mejillas; las vio brillar en su espalda y hombros.No,pens. La palabra sali de manera automtica, la vocalizacin de algn te-rror ancestral que pareci crecer, ahogarle. No.Observ las manos de Luricevolver a tomar sus pechos. Los tambores palpitaban y aullaban en sus odos. Elcorazn le lata con fuerza.

    No!Las manos de Lurice se haban extendido sbitamente y abierto la bata deLang. La respiracin de Patricia era ronca, sorprendida. Jennings slo capt unvistazo de su cara distorsionada antes de que su mirada volviera a verse atra-da hacia Lurice. Tragado por el frentico batir de los tambores, el aullido de lavoz canturreante, las explosivas palmadas, sinti como si su cabeza empezaraa atontarse, como si la habitacin se moviera. En una neblina de ensueo, violas manos de Lurice estirarse hacia Peter. Vio una expresin de pesadilla en lacara del hombre cuando la tortura cerr un vicio a su alrededor... un tormentoque era tanto carnalidad como agona. Lurice se acerc a l. Ms cerca. Ahorasu cuerpo baado en sudor se contorsion a centmetros del suyo propio.DMELO! su voz fue bestial, voraz. DMELO!

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    Aprtate de l la advertencia gutural de Patricia sac a Jennings del trance.Gir y la vio adelantarse hacia Lurice... quien, en ese instante, se peg alcuerpo de Peter.Jennings se lanz hacia Pat, sintiendo que deba hacerlo. Ella se retorci con

    frenes en sus manos, mientras su aliento clido caa sobre sus mejillas, y conel cuerpo violento en su clera.Aprtate de l! le grit a Lurice. QUTALE LAS MANOS DE ENCIMA!Patricia! espet Jennings.SULTAME!El grito de agona de Lurice los paraliz. Aturdidos, la vieron separarse de Petery caer de espaldas, con las piernas dobladas y los brazos cruzados sobre la ca-ra. Jennings experiment una oleada de horror. Dirigi la mirada hacia el ros-tro de Peter. La expresin de dolor se haba desvanecido. Slo permaneca unaperplejidad atontada.

    Qu pasa? pregunt Patricia.La voz de Jennings son hueca, atemorizada.Se lo ha quitado dijo.Oh, Dios mo... contempl a su amiga, espantada.La sensacin que tiene de que debe encogerse hasta formar una bola con el finde aplastar a la serpiente que se va extendiendo en su vientre.Las palabrasinvadieron la mente de Jennings. Observ el ondulante reptar de msculos ba-

    jo la carne de Lurice, la contorsin espasmdica de sus piernas. En el otro ex-tremo de la habitacin, el disco termin, y, en la sbita quietud, pudo or unagudo gemido que vibraba en la garganta de Lurice. La sensacin de que su

    sangre se ha convertido en cido, que, si se muere, se desintegrar porque sushuesos han sido chupados hasta quedar huecos. Con ojos perturbados, Jen-nings la observ padecer la agona de Peter. La sensacin de que su cerebroest siendo devorado por una manada de ratas peludas, que sus ojos estn apunto de derretirse y chorrear por sus mejillas como si fueran jalea. Las pier-nas de Lurice se enderezaron. Gir hasta ponerse de espaldas y empez a mo-ver los hombros. Sus piernas se encogieron hasta que sus pies quedaron apo-yados sobre la alfombra. Su estmago oscil con una respiracin torturada, lospechos hinchados oscilaron de lado a lado.Peter!

    El horrorizado susurro de Patricia hizo que Jennings levantara la cabeza conbrusquedad. Los ojos de Peter brillaban mientras miraba el cuerpo tenso deLurice. Haba empezado a apoyarse sobre las rodillas, con una expresin in-humana en las facciones. En ese momento sus manos se alargaron hacia Luri-ce. Jennings lo agarr de los hombros, pero Peter no pareci darse cuenta. Nodej de estirarse hacia Lurice.Peter Lang intent hacerlo a un lado, pero Jennings apret con ms fuer-za. Por el amor de Dios... Usa la cabeza, hombre! le orden. La cabeza!Peter parpade. Mir a Jennings con los ojos de un hombre que acababa dedespertar. Jennings apart las manos y dio rpidamente media vuelta.Lurice yaca inmvil de espaldas, con los ojos oscuros mirando al techo. Se in-clin sobre ella y apoy la yema de un dedo bajo su pecho izquierdo. Los lati-dos de su corazn casi eran imperceptibles. Le mir de nuevo los ojos. Tenanla mirada vidriosa de un cadver. De repente, se cerraron y un temblor prolon-

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    gado, torturador, recorri a Lurice. Jennings la observ con la boca abierta,incapaz de moverse. No,pens. Era imposible. No poda estar...LURICE! grit.Ella abri los ojos y le mir. Despus de unos instantes, sus labios se movieron

    dbilmente e intent sonrer.Ya ha acabado susurr.

    El coche avanzaba por la Sptima Avenida con las ruedas siseando en el barro.Junto al asiento de Jennings, la doctora Howell iba inmvil debido a la extenua-cin. Una avergonzada y arrepentida Pat la haba baado y vestido, despus delo cual Jennings la haba ayudado a subirse a su coche. Justo antes de dejar elapartamento, Peter haba intentado darle las gracias, pero, incapaz de hallarlas palabras, le haba besado la mano y dado media vuelta sin decir nada.

    Jennings la mir.Sabes? dijo, si yo no hubiera visto lo que de verdad sucedi esta noche,no me lo creera jams. Todava no estoy seguro de creerlo.No resulta fcil de aceptar.Le contaste a Patricia lo que iba a pasar?No repuso Lurice. No poda contarle todo. Intent prepararla para el im-pacto que se le avecinaba, pero, por supuesto, tuve que reservar parte. De locontrario quiz habra rechazado mi ayuda... y su novio habra muerto.Era un afrodisaco lo que haba en esa botella, verdad?S contest ella. Deba soltarme. Si no, las inhibiciones personales me

    hubiesen impedido hacer lo que era necesario.Qu pas justo antes del final...? comenz Jennings.El aparente deseo del seor Lang por m? pregunt Lurice. Slo fue untrastorno del momento. La sbita extraccin del dolor le dej, durante unossegundos, sin voluntad propia. Si lo desea, sin una contencin civilizada. Eraun animal el que me quera, no un hombre.Minutos despus Jennings aparc delante del edificio de apartamentos de ladoctora Howell y se volvi hacia ella.Creo que los dos sabemos cunta enfermedad dejaste expuesta... y curasteesta noche coment.

    Espero que s dijo Lurice. No por m, sino... sonri un instante. Nopor m realizo esta plegaria recit. Lo conoce?Me temo que no.Escuch en silencio mientras la doctora Howell volva a recitarlo. Luego, cuan-do l hizo ademn de bajarse del coche, ella le contuvo.Por favor, no hace falta. Ahora me encuentro bien.Abriendo la puerta, baj y se detuvo en la acera. Durante unos momentos semiraron. Despus, Jennings alarg el brazo y le apret la mano.Buenas noches, querida dijo.Lurice Howell le devolvi la sonrisa.Buenas noches, doctor.Jennings la observ atravesar la calzada y entrar en el edificio. Luego, ponien-do de nuevo el coche en marcha, dio la vuelta y emprendi el regreso a la Sp-

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    tima Avenida. Mientras conduca, en voz baja repiti el poema de Countee Cu-llen que Lurice le haba recitado:

    No por m realizo esta plegariaSi no por esta raza ma

    Que extiende desde lugares sombrosOscuras manos en busca de pan y vino.

    Los dedos de Jennings se apretaron sobre el volante.Usa tu cabeza, hombre dijo. Tu cabeza.

    FIN

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    A S E I S M I L

    M E T R OS

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    Abrchense el cinturn de seguridad, por favor enton alegremente la aza-fata cuando pas a su lado.Casi mientras hablaba, el cartel COLOCARSE EL CINTURN NO FUMAR seencendi sobre el panel delantero del pasillo.

    Dio una profunda y ltima bocanada; luego, Wilson exhal el humo y aplast elcigarrillo en el cenicero del apoyabrazos de su butaca con irritados y violentosmovimientos.Afuera, el motor izquierdo tosi majestuosamente, eyectando con fuerza unanube de humo que se diluy en el aire nocturno. El fuselaje comenz a estre-mecerse y Wilson, que miraba por la ventanilla, alcanz a ver la llamarada deescape que sala por debajo de la gndola del motor. El motor derecho tambinse puso en marcha atronadoramente, y ambas hlices se convirtieron en unasmanchas borrosas mientras giraban. Con una tensa sumisin, Wilson abrochsu cinturn de seguridad.

    Ahora, la cabeza de Wilson vibraba al unsono con el fuselaje. Sentado rgida-mente, clavando los ojos en el asiento delantero, soport el carreteo del DC-7dirigindose a la pista, mientras los motores calentaban la noche con sus es-candalosos gases de escape.Al llegar al borde de la pista, el avin gir sobre si mismo y esper autoriza-cin. Wilson pudo ver a travs de la ventanilla el deslumbrante y lejano cente-lleo de la terminal.En la maana, pens, aseado y pulcramente vestido, estara sentado en la ofi-cina de algn otro cliente discutiendo un intrascendente y nuevo contrato, queno agregara ni una pizca de significado a la historia del gnero humano; era

    todo tan condenadamente...Wilson boque cuando los motores empezaron su carrera de calentamiento an-tes del despegue. El sonido, que ya era estridente, se convirti en estrepitosasondas que inundaron sus odos; abri su boca como si pudiera drenarlas de sucabeza. Sus ojos reflejaban ansiedad y sus manos se tensaron como garras.Al replegar nerviosamente sus piernas, sinti un toque en su brazo. Girando sucabeza, vio a la azafata que se le haba acercado. Siempre sonriente, le pre-gunt, formando minuciosamente las palabras en su boca, debido al ruido:EST USTED BIEN?Apenas dedujo sus palabras.

    Cuando cay en la cuenta, Wilson apretuj sus labios, asinti con la cabeza yagit su mano como dicindole que se fuera, que no se preocupara. La sonrisade la chica brill indulgente y se fue apagando mientras volva a su asiento.El avin comenz a moverse. Al principio letrgicamente, como algn masto-donte luchando por trastocar el tirn de su propio peso en impulso. Luego,cuando fue ganando velocidad, la sustentacin se hizo tangible. Wilson, vol-vindose hacia la ventanilla, vio la oscura pista de aterrizaje pasando rpida-mente bajo el ala izquierda. En el borde de fuga, hubo un mecnico gemidocuando los alerones descendieron. Luego, imperceptiblemente, las gigantescasruedas perdieron contacto con la tierra, que empez a caer raudamente. Los

    borrosos rboles y los fusilazos luminosos de las autopistas quedaron atrs.El DC-7 se elev lentamente, cabeceando hacia estribor entre el brillo escar-chado de las estrellas.

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    Finalmente, se nivel y los motores parecieron detenerse cuando los odos deWilson se ajustaron al murmullo de la velocidad de crucero. Una momentneadescarga de alivio relaj sus msculos, dndole una sensacin de bienestar.Luego, se le pas.

    Permaneci inmvil, mirando vidamente el cartel de NO FUMAR. Cuando seapag, encendi rpidamente un cigarrillo. Meti la mano en el amplio reviste-ro del respaldo frente a l y sac un peridico.Como siempre, el mundo se debata en un estado parecido al de l: friccionesdiplomticas en Europa, terremotos, asesinatos, violaciones, tornados y coli-siones, conflictos en los negocios, gangsterismo. Dios, as en el cielo como enla tierra,pens Arthur Jeffrey Wilson.Quince minutos ms tarde, dej de leer el diario. Senta un espantoso revoltijoen su estmago. Alz la mirada hacia los cartelitos de los baos. Ambos esta-ban iluminados con la palabra OCUPADO. Sofoc en el cenicero su tercer ciga-

    rrillo desde el despegue y, apagando su lmpara individual, se qued mirandoa travs de la ventanilla.A lo largo de todo el pasillo, los pasajeros tambin iban apagando sus lucesindividuales y se reclinaban en sus butacas para dormir. Wilson mir la esferafosforescente de su reloj pulsera: 23 y 20. Resopl cansinamente. Como ya sehaba figurado, las pldoras que se haba tomado antes de abordar no le habanhecho ningn bien.Se levant abruptamente cuando una mujer desocup el bao y manoteandosu bolso de viaje, camin asientos arriba por el medio del pasillo.Sentado en el inodoro, su metabolismo no quiso cooperar, como era costum-

    bre. As que Wilson se subi los pantalones con un gemido enervado.Habindose lavado las manos y la cara, sac de su neceser un tubo de dentfri-co y un cepillo y comenz a lavarse los dientes.Mientras se cepillaba, apoyado en el fro aluminio del estrecho compartimiento,pudo ver hacia afuera por un pequeo ojo de buey. A metros de l, la borrosahlice zumbaba sobre las nubes.Wilson visualiz qu pasara si se soltara del motor y saliera disparada hacia l,como la enloquecida cuchilla de tres palas de una licuadora, cortndolo en ro-dajas.Una puntada repentina en el estmago lo oblig a encorvarse.

    Trag instintivamente y algo de dentfrico pas por su garganta; sofocndose,expector en el lavabo. Luego, atolondradamente, se enjuag la boca y tomun trago. Ay, Dios, por qu no pude haber tomado ese maldito tren.Tendrami propio compartimiento, me paseara por el coche comedor, me tendera enun silln con una bebida y una revista.Nunca habra suficiente tiempo o fortuna en este mundo.Estaba a punto de cerrar el neceser cuando su mirada se detuvo en un estuchede plstico dentro del bolsito. Vacil; luego, dejando el bolso sobre el lavaboextrajo el estuche y lo abri.Se sent, quedndose con la mirada fija en la simtrica y encerada belleza de

    su pistola. Desde haca casi un ao, la haba llevado a todos lados con l. Alprincipio, cuando meditaba sobre ella, justificaba su tenencia basndose en lanecesidad de protegerse contra los atracos y frente a las pandillas callejeras delas ciudades a las que tena que visitar por cuestiones de trabajo. Pero, muy en

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    el fondo, siempre haba sabido que no existan razones vlidas para portar unarma, exceptuando una: una razn en la que pensaba cada vez ms todos losdas.Qu fcil sera si, ahora...

    Wilson cerr sus ojos y trag saliva. Todava pudo sentir la pasta dentfrica ensu boca, un asqueroso regusto de mentol en el esfago.Permaneci all sentado, en el palpitante fro del bao, con el arma aceitosadescansando en sus manos.Repentinamente, comenz a temblar sin control.Dios, djame en paz!Implor abruptamente su mente.Djame, djame tranquilo! apenas pudo reconocer el gimoteo en sus o-dos.De improviso, Wilson se irgui.Con los labios apretados, guard la pistola en el estuche, lo empuj dentro del

    neceser y cerr la cremallera. Abri la puerta y sali, apresurndose rumbo asu asiento. Se sent, deslizando la almohadita del respaldo en su lugar. Pre-sion el botn del apoyabrazos y reclin la butaca hacia atrs. l era un hom-bre de negocios y tena que concretar un negocio en la maana. Tan simplecomo eso. Si el cuerpo necesitaba sueo, l le dara sueo.

    Veinte minutos ms tarde, Wilson oprimi el botn, reclinando lentamente labutaca en posicin de sentado. Su cara era una mscara de resignada sumi-sin. Para qu combatirlo?Pens. Era obvio que iba a permanecer desvelado.No haba caso.

    Haba terminado la mitad del crucigrama antes de dejar caer el diario sobre suregazo. Sus ojos estaban demasiados cansados. Desperezndose, rot sushombros, estirando los msculos de su espalda. Y ahora qu?Pens. No que-ra leer y no poda dormir. Mir su reloj. Todava tena por delante unas seis osiete horas antes de llegar a Los ngeles. Cmo deba pasarlas? Pase la mi-rada a lo largo de la cabina y vio que, exceptuando a un nico pasajero de lafila delantera, todo el mundo estaba dormido.Una repentina y abrumadora furia lo invadi y quiso gritar, arrojar algo, pegar-le a alguien. Haciendo chirriar los dientes dolorosamente en sus mandbulas,Wilson apart con un manotazo brusco las cortinas y se qued mirando a tra-

    vs de la ventanilla con un gesto de fiereza.Afuera, pudo ver las luces de navegacin del ala parpadeando de vez en cuan-do, y los brillantes centelleos en el escape del motor. Y aqu estoy, pens; aseis mil metros por encima de la tierra, atrapado en una mortal y ruidosa cs-carade aluminio, atravesando la noche polar hacia...Wilson se estremeci cuando un relmpago cort el cielo, iluminando el ala conuna falsa y blanquecina aurora. Trag saliva. Nos dirigimos hacia una tormen-ta?La idea de cruzar un temporal de lluvia y fuertes vientos a esa altitud noera muy placentera. Wilson no amaba volar. Los zarandeos excesivos en cual-quier vehculo siempre lo haban enfermado. Quizs debiera tomarse otro par

    de pldoras de dramamina para sentirse seguro. Y, claro, su asiento estabacontiguo a la portezuela de emergencia. Imagin la posibilidad de que seabriera accidentalmente; se vio a s mismo succionado del avin, cayendo, gri-tando. Wilson parpade y sacudi la cabeza, renegando de esa idea. Sinti un

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    hormigueo apenas perceptible detrs de su cuello cuando presion su cara enla ventanilla y se qued con la mirada fija afuera. Permaneci unos segundosas, inmvil, casi bizco. Podra jurar que...Repentinamente, sus msculos del estmago se contrajeron violentamente y

    trat de esforzar la vista.Haba algo arrastrndose sobre el ala.Wilson experiment una pequea y sbita nusea. Por Dios, Algn perro ogato se haba subido sobre el ala antes de despegar y, de algn modo, se lashaba arreglado para no caerse?Era un pensamiento espantoso. El pobre ani-mal estara abrumado de terror.De todos modos, Cmo era posible que en la superficie suave y lisa de un ala,azotada por el viento, hubiera encontrado lugares donde sujetarse? Quizs,despus de todo, habra sido un pjaro o...Un relmpago ilumin de nuevo y Wilson distingui una forma humana.

    Estupefacto, observ como la figura oscura se arrastraba poco a poco a lo lar-go del ala. Imposible. En alguna parte, sepultada bajo estratos de desesperadaalarma, una voz buscaba abrirse camino; pero Wilson no la oy. Slo estabapendiente del titnico, casi forzado palpitar de su corazn y... del hombre allafuera.Sbitamente, como si hubiera recibido un baldazo de agua fra, reaccion; sumente encontr refugio en una explicacin: algn mecnico que, despus dehaber estado trabajando en el avin y que haba tenido un increble y lamenta-ble descuido, se las haba ingeniado para sostenerse sobre el ala; aunque elviento le hubiera desgarrado sus ropas, aunque el aire fuese delgado y aunque

    la temperatura exterior estuviera varios grados bajo cero.Wilson no se concedi ningn tiempo para refutarse a s mismo. Ponindoseinmediatamente de pie, grit:SEORITA! AZAFATA!Su voz resonante lacer el silencio de la cabina. Oprimi el timbre de llamadacon un dedo insistente.SEORITA!La chica se acerc corriendo por el pasillo, con su cara rgida por la aprensin.Cuando ella vio la expresin en su cara, se qued inmvil, alerta.Hay un hombre all afuera! UN HOMBRE! llor Wilson.

    Qu?La piel de las mejillas de la azafata se constri alrededor de sus ojos.MIRE, MIRE!Con manos temblorosas, Wilson se apart y apunt con un dedo la ventanilla.Estaba gateando sobre...Sus palabras acabaron ahogadas en un gorgoteo de su garganta.No haba nada sobre el ala.Wilson se sent, temblando. Por algn rato, antes de volverse, contempl elreflejo de la azafata en la ventanilla. La cara de la chica tena una expresinvaca.

    Al fin, se dio vuelta y la mir. Vio como sus pintados labios rojos se movieroncon la intencin de hablar, pero no dijo nada; slo se limit a cerrar la boca ytragar. Una forzada sonrisa distendi brevemente su semblante.Lo siento dijo Wilson. Debo haber visto un...

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    Se detuvo antes de completar la frase.Ms all del pasillo, una nia lo miraba boquiabierta con una somnolienta cu-riosidad.La azafata se aclar la voz.

    Puedo traerle algo? le pregunt.Ahh... un vaso de agua tartamude Wilson.La azafata se volte y se dirigi pasillo abajo.Wilson aspir una larga bocanada de aire y fue despojndose lentamente delescrutinio de la jovencita. Ahora se senta como al principio; sta era la clasede cosas que ms lo desconcertaba. Adnde quedaron las visiones, los gritos,las peleas a puetazos en los templos, el tironeo de los pelos?Abruptamente cerr los ojos. He visto a un hombre,pens. All estaba, real-mente. Un hombre arrastrndose por el ala. Por eso se senta como al princi-pio. Sin embargo, no era algo posible. Entenda eso claramente.

    Wilson se qued con sus ojos cerrados, preguntndose que hubiera hecho Jac-queline si hubiera estado aqu, sentada en el asiento contiguo. Se hubieraquedado quieta y callada? O hubiera aceptado todo sonriendo y charlando,fingiendo que nada de aquello haba pasado? Y qu pensaran sus hijos? Wil-son reprimi un seco sollozo que amenazaba con brotar de su pecho.Ay, Dios mo...Aqu est su agua, seor.Recuperndose, Wilson abri los ojos.Necesita una frazada? inquiri la azafata.No neg con la cabeza. No, gracias aadi, preguntndose por qu es-

    taba siendo tan educado.Bueno, si llegara a necesitar algo, slo llmeme dijo ella.Wilson asinti con la cabeza.Permaneci con el vaso de agua en la mano, sin beberlo, mientras escuchabala susurrante conversacin de la azafata con algn otro pasajero. Wilson aga-ch su cabeza, con resentimiento. De improviso, deposit el vaso cuidadosa-mente sobre la mesita rebatible y alcanz su bolso de viaje; abri la cremalleray de un frasquito sac dos pastillas para dormir. Se las zamp de un manota-zo, con el vaso de agua. Guard el neceser y luego, sin mirar, cerr las corti-nas deslizables.

    Y listo. Una alucinacin no significaba necesariamente locura.Se gir hacia su flanco derecho tratando de balancear el movimiento irregulardel avin. Ahora, como de costumbre, tendra que olvidarse de todo el asunto;esa era la cosa ms importante. No tendra que seguir dando vueltas sobre es-ta cuestin. Sin querer, se le fue formando una sonrisa sardnica en sus la-bios. Carajo! Quin se atrevera a acusarlo de tener alucinaciones mediocres?Cuando le ocurran, haca un trabajo de primera categora. Un hombre desnudogateando por el ala de un DC-7, a seis mil metros de altura.ESE era un genialdesvaro, digno del ms noble de los lunticos!El humor se desvaneci rpidamente. Wilson se senta helado. Todo haba sido

    tan claro, tan vvido. Cmo pudieron sus ojos ver tan claramente una cosaque nunca pudo haber existido? Cmo podra su mente fabricar un acto fsicotan elaborado? No haba estado borracho, ni dormido; la escena haba sido di-

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    fana y claramente tridimensional. Esa era la parte atemorizante. No haba sidocomo en un sueo en lo ms mnimo. Slo haba mirado por la ventanilla y...Impulsivamente, Wilson apart la cortina.No supo, inmediatamente, si podra sobrevivir a eso. Le pareci como si todo

    el contenido de su pecho y su estmago estuviera hinchndose horrendamen-te, empujando hacia arriba sus entraas por su garganta y su cabeza, sofo-cndolo y comprimiendo sus ojos. Forzado por esa masa abotagada, su cora-zn galopaba extraviado, amenazando con explotar. Wilson se galvaniz en subutaca, con la boca abierta.A pocos centmetros afuera, separado por el espesor del plexigls, la criaturaclavaba sus ojos en l.Era una cara odiosamente perversa, un rostro no humano. Su piel estaba mu-grienta, tosca y porosa; su nariz era una masa informe, descolorida; sus labiosresolutos, agrietados, forzados por unos dientes de una corrupcin y tamao

    grotescos; sus ojos, inyectados y pequeos, nunca parpadeaban. Estas faccio-nes estaban rodeadas por enmaraadas crenchas que tambin sobresalan dela nariz y de las orejas, como de un animal, cayendo sobre sus carrillos.Wilson se qued atornillado en el asiento, incapaz de la mnima reaccin. Eltiempo se detuvo y perdi su significado. Todo estaba congelado a su alrede-dor, en un paroxismo glacial.Slo se perciba su corazn, que lata bravo y solitario en el medio de las tinie-blas de su pecho. Wilson, jadeante, tampoco parpadeaba. Con ojos embota-dos, le devolvi a la criatura una mirada fija, desrtica.Abruptamente cerr sus ojos; su mente, libre en la oscuridad, decidi ignorar

    todo. No hay nada all, pens. Apretuj sus dientes y su respiracin brotsilbando por sus fosas nasales. No hay nada all, simplemente no hay nadaall!Aferrado a los apoyabrazos con crispados y plidos nudillos, Wilson se encora-

    jin.No hay nadie all afuera, se dijo. Es imposible que alguna criatura estuvieraall afuera, en cuclillas!Abri los ojos......slo para encogerse contra el respaldo con una exclamacin sofocada. Lacriatura no slo permaneca all, sino que ahora estaba sonrindole abierta-mente. Wilson pleg sus dedos y clav las uas en sus palmas punzantemente,

    y continu infringindose dolor hasta que no hubo dudas en su mente de estarabsolutamente consciente.Luego, temblando y con el brazo entumecido, Wilson alcanz lentamente elbotn para llamar a la aeromoza. No cometera el mismo error de la primeravez; gritar enardecido, pararse, alarmar a la criatura y ahuyentarla. As que semantuvo con el brazo sobre su cabeza, con pequeos espasmos de excitacinen sus msculos porque esa cosa continuaba observndolo; los pequeos ycetrinos ojos lo atisbaban, cambiando de posicin siguiendo cada movimientode su brazo.Presion el botn cuidadosamente. Una, dos veces.

    Ahora ven pronto, preciosa, pens. Ven con tu mirada objetiva y dime qu eslo que estoy viendo por la ventanilla... pero hazlo pronto.En la parte posterior de la cabina, se oy el rumor de una cortina siendo apar-tada y repentinamente, su cuerpo se paraliz. La criatura haba girado su ab-

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    surda cabeza para mirar en esa direccin. Wilson, alarmado, continu mirndo-lo.Apresrate,pens. Por el amor de Dios, apresrate!Fue cuestin de un segundo. Los ojos de la criatura tornaron a posarse sobreWilson, mientras esbozaba una astuta y prfida sonrisa. Luego se fue, dando

    un salto.Me llam, seor?Por un instante, Wilson atraves el ms angustioso tormento de la locura. Susojos saltaban desde la ventanilla hasta la interrogativa cara de la azafata, yviceversa; la azafata, el ala, y vuelta a la azafata. Su aliento entrecortado, sumirada desamparada.Seor? pregunt la muchacha.La expresin en la cara de la aeromoza fue emocionalmente demoledora. Ellaobviamente nunca le creera. Se dio cuenta de eso en un instante.Yo... eh... estoy apenado farfull.

    Trag con tanta dificultad que emiti un sonido gangoso de su garganta.No es nada. Me disculpo.La azafata lo estudi un par de segundos en silencio. Ella se mantena sujetn-dose ocasionalmente en los respaldos de las butacas, compensando el crecien-te balanceo del aeroplano; ahora, se apoyaba con una mano en el respaldocontiguo a Wilson, y con la otra se alisaba lentamente un pliegue de su falda.Sus labios atinaron a moverse, pero no encontr las palabras.Pues bien musit finalmente.Mir el piso, aclar su garganta y solt el versito reglamentario: Ya sabe, sinecesita alguna cosa...

    S, s. Gracias. Vamos hacia una tormenta?La azafata sonri precipitadamente.Ah, no hay nada de qu preocuparse dijo. Es una pequea turbulencia.Wilson asinti con un movimiento brusco y mecnico.Luego, cuando la azafata se retir, inhal con tanta vehemencia que sus fosasnasales le ardieron. A juzgar por su cara, era seguro que ella lo considerabainsano; pero claro, ella no saba como tratarlo, dado que en el curso de entre-namiento para aeromozas, nunca le haban enseado a manejar pasajeros quecrean haber visto criaturas gateando sobre el ala de un avin en pleno vuelo.Creer?

    Wilson volte su cabeza abruptamente y mir hacia afuera.Se qued contemplando la oscuridad, interrumpida espordicamente por azuli-nos relmpagos, los inflamados chorros de los escapes y por las luces intermi-tentes de navegacin. Haba visto una especie de homnculo, podra jurarlo.Cmo se puede ser perfectamente consciente de todo a su alrededor y termi-nar imaginando una cosa as? Sera lgico que la mente pudiera ceder terre-no, en lugar de terminar distorsionando toda la realidad, intercalando un hechoextrao lleno de detalles, y acomodarlo sin perjudicar al resto de la percep-cin?No, no era lgico en absoluto.

    Inmediatamente, Wilson evoc ciertos relatos de guerra. Eran aquellas histo-rias que frecuentemente publicaban los peridicos sobre la supuesta existenciade criaturas en el cielo, y que solan fastidiar a los pilotos aliados en sus misio-nes de combate: los llamaron GREMLINS, segn pudo recordar. De veras

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    existan tales seres? Podran ellos realmente vivir aqu arriba, sin caerse ja-ms, cabalgando el viento, corpreos, s, pero libres de masa y peso, insensi-bles a la gravedad?En esa magia estaba cuando la criatura apareci otra vez.

    En un segundo el ala estaba vaca; al siguiente, describiendo un arco descen-dente, la cosa baj dando saltos desde la puntera del ala, sin impactos aparen-tes; se pos delicadamente, casi frgil, con los brazos pequeos y peludos ex-tendidos como si hiciera equilibrio. Wilson se tens. S, haba discernimiento ensu apariencia, en sus movimientos. Esa criatura, se vera a s misma como unser pensante...?En ese momento, comprendi que haba sido astutamente engaado: esa cria-tura lo haba usado para llamar intilmente a la azafata.La angustia estaba haciendo estragos en su vientre. Cmo podra hacer paraprobarle a los dems la existencia de ese bicho? Mir alrededor desesperada-

    mente. La nia de la otra fila. Quizs si le hablara suavemente, la despabilara,le hara ver que... No, el homnculo se alejara de un salto antes de que ellapudiera despertarse. Probablemente ira a la parte superior del fuselaje dondenadie pudiese verlo; ni siquiera los pilotos desde su cabina.Wilson percibi como un feroz torrente de frustracin lo atravesaba por nohaber comprado esa cmara que Walter le haba pedido.Ay Dios,pens, si pu-diera sacarle una foto a esa cosa.Se apoy cerca de la ventanilla. Adnde se habra ido?Abruptamente la oscuridad cedi por el resplandor color tiza de un relmpagoy Wilson alcanz a verlo. Como un nio curioso, la criatura estaba en cuclillas

    en el borde de ataque del ala, estirando la mano derecha como si quisiera al-canzar una de las vertiginosas palas de la hlice.Fascinado y aterrado, Wilson lo observaba. Lentamente, la mano del homncu-lo se fue acercando ms y ms al borroso giro hasta que, de improviso, la reti-r bruscamente, mientras sus horrendos belfos articularon un insondable gritosilencioso. Ha perdido un dedo!Pens Wilson, asqueado.Pero, lejos de importarle, volvi a acercar la mano, con los engarrados dedosextendidos; era la parodia monstruosa de un nio tratando de aferrar las palasde un ventilador.Si no hubiese sido algo tan horrendamente inusual, esta escena hasta le

    hubiese parecido graciosa a una persona que la contemplara con cierta objeti-vad; un gnomo cabezn de cuento de hadas, recibiendo una colosal azotainadel viento en sus greas y a travs de su cuerpo, y con toda su atencin cen-trada en alcanzar el giro de la hlice.De que manera una cosa as podra ser considerada locura? Pens repentina-mente Wilson. Qu verdades interiores iban a serle reveladas con este peque-o y grotesco espectculo?Una y otra vez, el homnculo alcanzaba la hlice con su mano y la retiraba,sacudindola con fuerza; algunas veces, se meta los dedos adoloridos en laboca como para enfriarlos. Y siempre, en cada ocasin, echaba un vistazo so-

    bre su hombro para comprobar que Wilson estuviera mirndolo.l lo sabe,pens Wilson. Sabe que ste es un juego entre nosotros. Si pudieraobligar a alguien ms a verlo, l perdera; caso contrario, si contino siendo elnico testigo, me ganar.

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    Aquella vaga sensacin de divertimento se esfum y apret sus dientes.Por qu maldita razn los pilotos no alcanzaban a verlo...?!En ese momento la criatura, que haba perdido todo inters en la hlice, sehaba sentado a horcajadas en el carenaje del motor, como si fuera un jinete

    sobre un caballo que corcovea. Wilson se qued mirndolo fijamente. Abrup-tamente sinti un latigazo de estremecimiento en su espalda. El bicho habaempezado a rasguar las chapas de metal que enfundaban el motor, tratandode meter las uas entre los intersticios.Impulsivamente, Wilson alcanz el timbre de llamada y oprimi el botn parallamar a la azafata. En la parte posterior de la cabina, pudo or a la chica acer-carse y, por una centsima de segundo, crey que iba a engaar al homncu-lo, quien pareca estar absorto escarbando en el motor; sin embargo, a ltimomomento y poco antes de que la azafata llegara, el homnculo dirigi una mi-rada burlona hacia Wilson. Luego, como una marioneta levantada por sus cuer-

    das, se elev en el aire y desapareci de su vista.S? la aeromoza lo mir con aprensivo cansancio.Podra sentarse un segundo, por favor? le pregunt.Ella titube.Pues bien, yo...Por favor.Ella se sent cautelosamente en el asiento contiguo.Qu sucede, seor Wilson? inquiri en una voz baja, intranquila.Respir hondo antes de contestar.Esa cosa... Todava est all afuera dijo.

    La azafata segua mirndolo.Le digo esto por una simple razn Wilson se apur a continuar: proba-blemente empiece a interferir con el funcionamiento del motor izquierdo.Ella volvi sus ojos instintivamente hacia la ventanilla.No, no, es intil mirar ahora dijo. En este momento no est.Se aclar ruidosamente la garganta y continu: Lo que pasa es que se alejade un salto cada vez que usted se acerca.Una repentina vergenza lo invadi al darse cuenta de lo que ella deba estarpensando; era lo mismo que hubiera pensado l, si alguien le hubiese contadouna historia semejante. Una vertiginosa nusea lo atraves y se dijo: Ahora s

    que voy a enloquecer!Mire, lo que trato de decirle es que este avin est en peligro explic, pe-leando contra su vahdo.S dijo ella.De acuerdo, lo s replic Wilson, usted piensa que he perdido el juicio.Oh, claro que no contest ella.Todo lo que le pido es esto indic, sofrenando un sbito arranque de cle-ra: por favor, advirtale a los pilotos lo que acabo de informarle; dgales quevigilen las alas. Si no llegaran a ver nada, todo estar en orden; pero si no esas...

    La aeromoza permaneci all, escuchndolo atentamente.Las manos de Wilson se convirtieron en temblorosos puos, cados en su rega-zo.Podra ser AHORA? pregunt, con un apremiante gesto imperativo.

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    Ella se puso de pie.Ir de inmediato dijo ella.

    La muchacha gir y se dirigi pasillo arriba con unos visajes teatrales que aWilson le parecieron demasiado artificiales y sobreactuados; exageradamente

    rpidos para ser normales y sin embargo pausados, como queriendo dejar enclaro que no estaba huyendo. Su estmago volvi a agitarse al volver la mira-da hacia afuera.La criatura haba vuelto a aparecer, posndose sobre el ala como si fuera algngrotesco bailarn de ballet. Inmediatamente se instal otra vez sobre el motor,

    jinetendolo con sus gruesas piernas desnudas, y se dispuso a escarbar entrelos paneles metlicos.Al fin y al cabo, por qu tanta preocupacin? Pens Wilson. Esa miserablecriatura nunca podra quitar esos remaches con la fuerza de sus uas. Enton-ces, Qu importancia tiene si los pilotos pueden verlo o no?Ninguna, en lo

    que respecta a la seguridad del avin. Pero en lo que concierne a su saludmental...En ese momento, el homnculo forz hacia arriba el borde de un panel.Wilson abri las mandbulas, boqueando.AQU, VENGAN RPIDO! grit, advirtiendo que la azafata y uno de los pi-loto se estaban acercando.Los ojos del piloto ubicaron a Wilson; luego abruptamente, se adelant a laazafata empujndola suavemente y se apresur por el pasillo.APRESE! berre Wilson, mientras giraba la cabeza hacia la ventanilla jus-to a tiempo para ver a la criatura brincar y desaparecer.

    Pero ya no tena importancia; ahora tena una prueba de su presencia.Qu est pasando aqu? pregunt el piloto, casi jadeante, al llegar a suasiento.ACABA DE DOBLAR UN PANEL DE CHAPA DEL MOTOR! aull Wilson conuna voz vibrante.Cmo dice?ESA COSA, ALL AFUERA! chill Wilson. LE ESTOY DICIENDO QUE...!Seor Wilson, baje usted la voz! le orden el piloto.La mandbula de Wilson se afloj.No s lo que est ocurriendo aqu dijo el piloto, pero...

    Mirar usted?! espet Wilson.Seor Wilson, se lo advierto...POR EL AMOR DE DIOS!Wilson trag rpidamente, tratando de reprimir la encendida furia que lo tras-pasaba; violentamente, se apoy contra su asiento y apunt a la ventanilla conuna mano casi paralizada.Podra en nombre de Dios, echar una mirada afuera?Respirando ofuscado, el piloto se agach y mir hacia afuera. Luego de unmomento, su mirada se cruz framente con la de Wilson.Y bien?

    Wilson gir con fuerza su cabeza hacia la ventanilla. Los paneles estaban en suposicin normal.Slo espere un poco dijo antes que el terror lo estrujara. Con mis propiosojos lo vi doblar un panel de chapa...

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    Seor Wilson, si usted no...Le estoy diciendo que lo vi forzando un panel repiti Wilson.El piloto se enderez y se qued mirndolo con una expresin tiesa, conster-nada, casi como lo haba echo la azafata; Wilson se estremeci violentamente.

    Esccheme, YO lo vi! gimote, y el repentino quiebre de su voz lo abrum.El piloto se sent en el asiento contiguo.Mire, seor Wilson, por favor comenz a hablarle en voz baja. De acuer-do. Usted lo vio; pero recuerde que hay otras personas a bordo. Debemos evi-tar alarmarlos.Al principio Wilson estaba demasiado estresado para entenderlo.Quiere decir... que ustedes ya lo han visto? pregunt.Desde luego dijo el piloto, pero lo que no queremos es asustar a los pa-sajeros. Comprende?Claro, claro, pero lo que quiero...

    Wilson sinti un fro polar en sus huesos. Repentinamente, frunci sus labios ycontempl al piloto con ojos malevolentes, iluminados por el sbito entendi-miento.Ah, s, ahora entiendo dijo.Debemos siempre recordar que... empez el piloto.Podra cortarla por favor? escupi Wilson.Seor?Vyase de aqu dijo Wilson, estremecindose de rabia.Seor Wilson, qu...?Quiere terminar con esto? lo interrumpi Wilson, mientras su rostro se

    tornaba blanco; gir rpidamente la cabeza y se qued con la mirada fija en laventanilla. Sus ojos eran dos piedras.Repentinamente, volvi a cruzar encolerizadamente su vista con la del piloto.De por hecho que no dir una sola palabra ms! solt, embravecido.Sr. Wilson, trate de entender nuestra...Wilson se sacudi y se qued observando enconadamente el motor. Pudo verde reojo a dos asombrados pasajeros en el pasillo, mirndolo y cuchicheando.IDIOTAS! La palabra explot en su mente. Sinti en sus manos que regresabael tembleque y por un momento, tuvo miedo de vomitar. Es este maldito za-randeo, se dijo. El avin se sacuda en el aire como un bote azotado por la

    tempestad.Se dio cuenta que el piloto todava segua hablndole; as que reenfoc susojos para verlo reflejado en la ventanilla. Al lado del piloto, silenciosa y som-bra, aguardaba la aeromoza. Idiotas y ciegos,pens Wilson, los dos.Al fin, se fueron. Reflejados en la ventanilla, los vio encaminndose hacia laparte trasera de la cabina.Ahora me despellejarn,pens; irn a hacer planesen caso de que me ponga violento.Empez a desear que el bicharraco ese apareciera, se sentara encima del mo-tor, arrancara un par de tuberas y lo arruinase completamente; el hecho desaber que era el nico pasajero conciente del peligro que corran las ms de

    treinta personas a bordo, le proporcionaba un vengativo y srdido placer; aho-ra tena el poder de decidir si la catstrofe se produca o no. Wilson sonriamargamente; si fuera por m, sera un majestuoso suicidio de la puta madre.

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    Como si lo hubiera escuchado, la criatura volvi a descolgarse del cielo y seagach sobre el motor. Wilson pudo comprobar que haba pensado lo correcto:el homnculo haba restaurado el panel en su lugar antes de desaparecer laltima vez. Ahora, estaba manosendolo nuevamente, y lo exfoliaba de una

    manera tan fcil que pareca que estaba pelando una fruta madura. El movi-miento del ala y el tempestuoso zarandeo del aeroplano no afectaban para na-da su fenomenal sentido del equilibrio.Una vez ms, Wilson entr en pnico. Y ahora, qu deba hacer? Nadie lo to-maba en serio; si volviera a intentar convencer a alguien, lo ms seguro esque lo esposaran, o lo encerraran o lo que fuera preciso hacer para restringir-lo por la fuerza. Si le pidiera a la azafata que se mantuviera sentada junto a l,en el mejor de los casos, sera slo una momentnea suspensin de la fatali-dad; en el momento en que ella retornara a sus labores o simplemente sedurmiera, la criatura volvera. Aunque permaneciera sin dormir a su lado Qu

    le impedira a la criatura destrozar el otro motor? Wilson sinti un vaco heladoen los riones.Bien, querido Dios, no me queda nada ms por hacer.Mientras observaba impotente a la criatura, vio pasar la imagen del piloto ca-minando, reflejada en el plexigls de la ventanilla.La enajenacin del momento casi lo quiebra; la criatura y el piloto Separadosuno del otro por escasos metros!Los dos juntos, en el mismo campo visual,pero ambos inadvertidos de sus respectivas presencias.No, en eso estaba muy equivocado.El homnculo haba vuelto socarronamente su mirada hacia la ventanilla cuan-

    do el piloto transit por el pasillo; era como si supiera que no era necesariobrincar otra vez para esconderse, dado que Wilson ya no tena capacidad parainterferir.Al entender esa situacin, la ingobernable clera de Wilson desbord su inte-lecto como un abrasador ocano rojo. TE MATAR! Las silenciosas palabrasbrotaron de sus ojos: MALDITO Y SUCIO ANIMALITO, JURO QUE TE MATAR!Afuera, el motor titube.Dur slo un segundo; pero en ese segundo, el corazn de Wilson tambinpermaneci estancado. Presion su cara contra la ventanilla, boquiabierto, susojos eran dos platos. El homnculo haba doblado por completo la cubierta del

    carenado de proa y ahora estaba arrodillado, metiendo de lleno una curiosazarpa en el motor.No lo hagas! balbuce quedamente, casi implorando. No lo hagas!El motor fall otra vez. Wilson mir alrededor, horrorizado. Estn todos sor-dos?Levant su mano para presionar el timbre de llamada, pero se arrepinti, sa-cudiendo su mano de regreso.No, lo ataran, lo confinaran en el bao, o algo as; y l era el nico que sabialo que estaba ocurriendo, el nico que podra ayudar. DIOS...Wilson se mordilos labios. Miraba enloquecido en todas direcciones, temblando.

    En eso, vio a la azafata que se apresuraba por el pasillo, bambolendose.Ella haba escuchado!La observ acercarse fijamente y cuando paso junto asu butaca, la chica le dirigi una mirada distrada. Finalmente, se detuvo tresasientos adelante.

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    Entonces, alguien ms haba odo!Alerta, Wilson observ como la aeromoza se inclinaba y le diriga la palabra alocupante de ese asiento.Afuera, el motor amenaz con detenerse otra vez y el avin cabece fugaz-

    mente a babor. Wilson dirigi raudamente sus ojos hacia afuera con la deses-peracin reflejada en ellos.Maldito seas! llorique.Volvi su mirada y vio a la azafata viniendo de regreso. No pareca alarmada.Wilson la sigui con la vista. No era posible. La vio pasar junto su asiento y si-gui mirndola, incrdulo, mientras volva a la cocina con movimientos cim-breantes.NO, NO.Wilson empez a temblequear incontrolablemente.Nadie haba odo nada.Nadie haba visto nada.

    De improviso, la convulsin mengu su tormento y alcanz su bolso de viaje.De un tirn abri la cremallera, sac el estuche y lo dej tirado sobre el alfom-brado; luego, abrindolo, sac el arma y se enderez.De reojo, alcanz a ver a la azafata que regresaba y empuj con un zapato elestuche bajo el asiento. Se arrellan erguido, con espasmos ocasionales, mien-tras sujetaba firmemente el arma por el barril y su aliento haca trinos en supecho. La muchacha pas junto a l, con un vaso.Luego, con dedos febriles, empu la pistola y le quit el seguro; al hacerlo,sinti un sudor fro al percibir movimiento en la ventanilla.La criatura estaba contemplndolo, moviendo la cabeza a los lados, como un

    cachorro que escucha cantar.Wilson frunci los labios. Era imposible que esa cosa pudiera anticipar sus in-tenciones. Trat de dominarse. Ech un vistazo a la azafata, que estaba sir-viendo agua al pasajero de adelante, y luego mir otra vez hacia la ventanilla.La criatura se encaminaba hacia el motor, alcanzndolo de un brinco. Empufirmemente el arma y se pas al asiento contiguo.Entonces, evalu la situacin. El plexigls de la ventanilla era demasiado grue-so; la bala podra rebotar y matar a uno de los pasajeros. Se sobresalt cuan-do el motor volvi a fluctuar en medio de un fogonazo que ilumin las inhuma-nas facciones de aquel homnculo. Se enfervoriz.

    Exista slo un camino.Mir hacia la manija de la puerta de emergencia. Estaba en el zcalo, protegi-da por una cubierta de plstico transparente. Wilson regres a su asiento yremovi la proteccin, dejndola en el piso. Mir hacia fuera; el homnculo se-gua all, encorvado y hurgueteando jubilosamente dentro del motor. Wilsonaspir una profunda bocanada de aire, resuelto y tembloroso. Puso su manoizquierda en la manija y la tante; tendra que girarla hacia arriba.Puso el arma en su regazo y se abroch el cinturn de seguridad sobre losmuslos. Ya no hay vuelta atrs, se dijo. Cuando la puerta se abra, la fuerza delaire succionar todo hacia afuera y no habrn segundas oportunidades.

    Wilson empu el arma otra vez, transpirando horrores. Tendra que ser rpi-do, preciso. Si fallaba, la criatura podra saltar hacia el otro motor, o peor to-dava: encaramarse sobre el empenaje de la cola dnde, sin ser molestado,entorpecera alegremente los alerones para destruir la estabilidad del avin.

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    No, sta es la nica forma. Tendra que hacer puntera en el pecho o en el es-tmago.Wilson aspir y llen sus pulmones de aire.Ahora,pens.AHORA.La azafata atin a pasar junto a l cuando comenz a girar la manija. Al verlo,

    permaneci en su lugar, paralizada y sin saber que hacer. Una apariencia dealelado terror distendi sus facciones y levant sus manos como implorandoclemencia. Luego, sbitamente, su crispado grito se escuch por encima delmurmullo de los motores.NO, SEOR WILSON, NO!RETROCEDA! clam Wilson, mientras giraba la manivela.La portezuela pareci esfumarse. En un instante estaba sujeta en su marco; uninstante despus, en medio de un sibilante rugido, ya no estaba. La monstruo-sa succin elev el cuerpo de Wilson por sobre su asiento. Su cabeza y sushombros estaban ahora fuera de la cabina, respirando el tenue y glido aire; y

    mientras el atronador bramido del motor arrollaba sus tmpanos y sus ojos secongelaban en la fragorosa corriente, se olvid de la criatura.Pero a lo lejos, le pareci or un penetrante chillido, un agudo aullido distanteque atraves la vorgine que lo rodeaba.En ese momento, Wilson pudo vislumbrar al homnculo.Estaba caminando haca l, inclinado hacia adelante, sus garras extendidas congesto ansioso. Wilson luch contra el viento para apuntarle y dispar. La deto-nacin apenas fue un chasquido sordo en medio de la rugiente violencia delventarrn. La criatura se tambale hacia l lanzndole un afilado zarpazo yWilson experiment un puntazo de dolor en su frente; dispar otra vez, a corto

    alcance, y pudo ver al homnculo retroceder violentamente, sacudindose fre-ntico; luego, como un soplo, se dispers en el flujo turbulento, al parecer sinms solidez que una hoja de papel arrastrada por un vendaval. Wilson se sintiatravesado por un desbordante aturdimiento que arras con su conciencia. Suarma se fue desprendiendo lentamente de sus dedos inertes.Entonces todo se desvaneci en una fra cerrazn de invierno.

    Se sacudi y farfull algo. Un burbujeo de calor inund sus venas y pudo sentircomo regresaban las sensaciones a sus petrificadas extremidades. En la oscu-ridad, poda or el sofocado sonido de pasos en suelas de goma y un delicado

    remolino de voces susurrantes. Yaca boca arriba, sobre algo que estaba mo-vindose, zarandendose. Una fra brisa barri su cara, como si se asomarapor una ventana.Suspir. El avin haba aterrizado y l era trasladado en una camilla.Su cabeza tenia un doloroso vendaje y alguien le haba inyectado un calmante.... es el intento de suicidio ms loco que he visto... dijo una voz, en algunaparte.Wilson se abandon al placer del divertimento. Quienquiera que haya dicho esose equivocaba, por supuesto; pronto se daran cuenta de la verdad cuando elmotor y su herida en la cabeza fueran examinados con ms atencin; slo en-

    tonces descubriran que l los haba salvado a todos.Wilson se durmi, sin soar.

    FIN

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    STEEL

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    STEEL RICHARD MATHESON

    Los dos hombres salieron de la estacin empujando un objeto cubierto, mon-tado sobre ruedas. Lo llevaron a lo largo de la plataforma hasta alcanzar unode los vagones centrales, y all lo subieron, gruendo, con los cuerpos empa-pados de sudor. Una de las ruedas cay, rebotando sobre los escalones metli-

    cos. La recogi un hombre que vena detrs, para entregrsela al que llevabaun traje pardo arrugado.Gracias dijo el hombre del traje pardo, guardando la rueda en el bolsillolateral de la chaqueta.Ya en el coche, ambos empujaron al objeto cubierto por el pasillo. La falta deuna rueda lo haca inclinarse hacia un lado; el hombre del traje pardo, cuyonombre era Kelly, se vea forzado a sostenerlo con el hombro para evitar quese tumbara.Respiraba jadeando, y de vez en cuando sacaba la lengua para lamer las pe-queas gotitas de sudor que se le formaban sobre el labio superior.

    Al llegar al medio, el que llevaba un traje azul arrugado volte hacia atrs unode los respaldos, de modo que quedaran cuatro asientos enfrentados. Despusempujaron el objeto hasta colocarlo entre los asientos; Kelly meti la mano poruna abertura de la funda y tante hasta encontrar cierto botn. El objeto sesent pesadamente junto a la ventana.Oh, Dios! Oye cmo chirra dijo Kelly.Pole, el otro hombre, se encogi de hombros y se sent.Qu esperabas? pregunt, suspirando.Kelly se estaba quitando la chaqueta. La dej caer en el asiento de enfrente yse sent junto al objeto cubierto.

    Bueno, le vamos a comprar algunas cosas en cuanto cobremos dijo, pre-ocupado.Si lo conseguimos dijo Pole.ste era muy delgado. Se recost contra el asiento caliente, mientras Kelly seenjugaba las mejillas sudorosas.Por qu? pregunt, pasndose el pauelo hmedo bajo el cuello de la ca-misa.Porque ya no fabrican ms respondi Pole, con la falsa paciencia de quienha repetido lo mismo demasiadas veces.Es una locura protest Kelly.

    Se quit el sombrero para secarse la pequea calva, circundada por pelo decolor herrumbre, agregando: Todava hay muchos B-7 en funcionamiento.No tantos observ Pole, apoyando un pie sobre el objeto cubierto.No! exclam Kelly.Pole dej caer el pie, con una suave maldicin. Kelly pas el pauelo por el fo-rro de su sombrero. Iba a ponrselo otra vez, pero cambi de idea y lo dejcaer encima de su chaqueta.Diablos, qu calor! exclam.Y se pondr peor observ Pole.Del otro lado del pasillo un hombre coloc su maleta en el estante y se sent,

    bufando. Kelly le ech un vistazo antes de volverse.As que har ms calor en Maynard, Eh? pregunt.

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    STEEL RICHARD MATHESON

    Pole asinti. Kelly trag saliva, diciendo: Me gustara tomarme otra de esascervezas.Su compaero perdi la mirada ms all de la ventanilla entre las ondas cli-das que se levantaban de la plataforma de cemento.

    Me tom tres cervezas continu Kelly, y tengo tanta sed como antes.Aj! dijo Pole.Como si no hubiese tomado nada desde que salimos de Filadelfia.Aj!Por un momento, Kelly fij la vista en el otro. Pole era de cabellos oscuros ypiel blanca; sus manos eran desproporcionadamente grandes en relacin conel cuerpo; pero eran tan hbiles como grandes. Pole es de los mejores, pensKelly, de los mejores.Te parece que le ir bien? pregunt.Siempre que no le peguen gru Pole, sonriendo sin la menor alegra.

    No, no, hablo en serio protest Kelly.Los ojos oscuros e inexpresivos de Pole se apartaron de la plataforma para mi-rar a Kelly.Yo tambin dijo.Vamos!Steel, lo sabes tan bien como yo. Lo mandarn al diablo.No es cierto afirm Kelly, agitndose en el asiento, incmodo. No necesi-ta ms que algunos arreglos. Un pequeo ajuste y quedar como nuevo.S: un ajuste de trescientos o cuatrocientos dlares repuso Pole, y conrepuestos que ya no se fabrican.

    Y volvi a mirar por la ventanilla.Vamos..., no est tan mal protest Kelly. Dios mo!, el que te oiga pen-sar que slo sirve para chatarra.Y no es cierto?No retruc Kelly, enojado, no es cierto.El moreno se encogi de hombros; sus largos dedos blancos tamborilearon so-bre las rodillas.Todo porque est un poco viejo...Viejo... gru Pole. Caduco, eso es lo que est.Ah!

    Kelly aspir una gran bocanada de aire caliente y exhal por la nariz ancha.Pos los ojos sobre el objeto cubierto, con la expresin de un padre enojadopor las faltas de su hijo, pero ms enojado an con quienes las mencionan.Todava le queda para rato dijo.Su compaero contempl a la gente que caminaba por la plataforma. Un male-tero empujaba un carro repleto de maletas apiladas.Bueno, est bien o no? pregunt Kelly finalmente, como si la pregunta leresultara desagradable.No s, Steel respondi Pole, volviendo los ojos hacia l. Necesita repara-ciones, y t lo sabes. El resorte impulsor del brazo izquierdo tiene ya tantas

    composturas que est casi arruinado. De ese lado no tiene proteccin. El ladoizquierdo de la cara est todo golpeado; la lente del ojo se ha quebrado. Loscables de las piernas estn gastados y flojos, y la tensin se ha ido al demonio.

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    Cielos, si hasta el giroscopio anda mal!Y agreg, apartando otra vez la mirada: Para qu hablar de la pasta lubri-cante que no tiene.Se la pondremosdijo Kelly.

    S, despus de la pelea, despus de la pelea! estall Pole Y antes qu?Andar a los chirridos por todo el ring, como una... pala mecnica. Por milagropuede ser que aguante dos rounds. Nos van a emplumar.Kelly trag saliva y encontr confianza para afirmar: No creo que est tanmal.Qu me lleve el diablo si no! Est peor. Ya ver cuando la gente se dcuenta de lo que es este "Maxo el Luchador", de Filadelfia. Oh, Dios!, nos vana matar.Tendremos que darnos por muy conformes si logramos cobrar los quinientosdlares.

    El contrato est fir