Perspectivas Clasicas y Contemporaneas en el Estudio de los Movimientos Sociales

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    Perspectivas clsicas y contemporneas en el estudio de los

    movimientos sociales: anlisis multidimensional del giro

    hacia la relacionalidad

    Juan David Delgado C.CENTRO DE INVESTIGACIN YEDUCACIN POPULAR(CINEP).

    [email protected]

    Hasta mediados de la dcada de los noventa se va consolidando, tanto en Europa occi-dental como en Estados Unidos, lo que hoy podremos denominar la agenda clsica en elestudio de los movimientos sociales. Dicha agenda toma la forma de un trpode interpretativosustentado fundamentalmente en las perspectivas de la movilizacin de recursos, el proceso

    poltico y los procesos enmarcadores. Desde aquel momento hasta hoy los supuestos deestos paradigmas se han sometido a importantes crticas y reelaboraciones, as han dadoorigen a nuevas agendas investigativas orientadas hacia la relacionalidad. Ser el objetivode este artculo ofrecer un anlisis multidimensional al desarrollo de aquellas perspectivasclsicas y contemporneas, mostrando sus principales planteamientos, crticas y propuestasde investigacin sobre este tipo de accin colectiva.

    Palabras clave: teoras de movimientos sociales, movilizacin de recursos, procesopoltico, procesos enmarcadores, anlisis multidimensional, relacionalidad.

    Classical and contemporary perspectives in the study of the social mo-

    vements: multidimensional analysis of the turn toward the relationality.

    In the mid-1990s the classical agenda in the study of the social movements is consoli-dated, as much in Western Europe as in the United States. This agenda takes the form of aninterpretive tripod mainly supported in the perspectives of resource mobilization, politicalprocess and framing processes. Since that moment the assumptions of these paradigms havebeen criticized and re-elaborated. This has given origin to new research agendas orientedtoward relationality. The purpose of this article is to offer a multidimensional analysis aboutthe development of the classical and contemporary perspectives, showing its main appro-

    aches, critics and research proposals on this type of collective action.Key words: social movements theory, resource mobilization, political process, framing

    processes, multidimensional analysis, relationality.

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGAREVISTA COLOMBIANA DE SOCIOLOgA - N 28. 2007ISSN 0120-159X - pp. 47-71Recibido: Noviembre de 2006,Aprobado: Abril de 2007

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    Del mismo modo en que la accin de los movimientos sociales se ha convertido enun elemento central en la configuracin de las sociedades y el mundo que hoy conoce-mos incluso al punto de convertirse en una forma rutinaria de expresar pblicamentereivindicaciones colectivas, as tambin ha venido en aumento la produccin y el intersinvestigativos en este campo de estudio. Tomando, por ejemplo, cuatro de las revistas desociologa ms importantes en Norteamrica (American Sociological Review, American Journalof Sociology, Social Forces y Social Problems), puede apreciarse un incremento constante enla proporcin de artculos sobre accin colectiva y movimientos sociales, en los ltimoscincuenta aos: 2,23% en la dcada de los cincuenta, 4,13% en los setenta y 9,45% enlos noventa (Snow, Soule y Kriesi: 2004, p. 5).

    De igual forma, existe una variedad de textos excelentes que dan cuenta de las dis-cusiones y los avances tericos de los principales paradigmas (Goodwin y Jasper: 2004;Goodwin, Jasper y Polleta: 2001; Johnston y Klandermans: 1995; McAdam, McCarthyy Zald: 1999a; McAdam y Snow: 1997; Morris y Mueller: 1992; Snow, Soule y Kriesi:2004; Tilly y Tarrow: 2007). Evidentemente, la abrumadora produccin acadmica eneste campo desborda las posibilidades de este artculo y, por tanto, ser imposible hacerjusticia a estos esfuerzos.

    En lugar de esto, buscar llevar a cabo una aproximacin a la agenda clsica en elestudio de este tipo de accin colectiva, a fin de mostrar los supuestos principales quese hallan en su teorizacin y las implicaciones que estos compromisos tienen para las

    agendas de investigacin recientes. En este sentido, se trata de un esfuerzo por haceruna mirada ms analtica y menos descriptiva de las apuestas y los silencios de las teorassobre movimientos sociales y acciones colectivas.

    Cmo analizar, comparar y evaluar las teoras sobre movimientos so-

    ciales?

    Existen diversas maneras de aproximarse a las teoras sociales a fin de caracterizar sus

    rasgos principales, sus postulados y los alcances de su mirada. Esto, en otras palabras,exige plantear la pregunta: En qu nivel residen los rasgos caractersticos o decisivos detoda teorizacin? Para dar respuesta a este interrogante, por lo general se ha intentadoprivilegiar uno u otro nivel del continuo en el que se hallan estos constructos. A lasteoras generalmente se las ha caracterizado de acuerdo con el nivel ideolgico (libera-les, radicales o conservadoras), al nivel metodolgico (cuantitativas o cualitativas), deacuerdo con sus puntos de vista sobre el cambio social (del conflicto o del equilibrio),o tal vez la ms comn por su afiliacin a algn ismo (marxismo, funcionalismo,

    constructivismo, feminismo).Si bien estas categorizaciones pueden ser tiles, dejan de lado el carcter no emprico

    ms general de la teora: el nivel presuposicional. Siguiendo a Alexander (1990), este nivel

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    puede entenderse como el lugar donde se asumen los compromisos ms generales, noopcionales y a priori que cualquier teora sociolgica enfrenta cuando decide comprendero explicar el mundo social. Estos compromisos estn relacionados con las respuestas ados asuntos grandes y fundamentales: elproblema de la acciny elproblema del orden.

    Toda teorizacin sobre el mundo social enfrenta el problema de lo que Alexanderdenomina la naturaleza de la accin, en otras palabras, el asunto sobre la motivacinde la accin: En qu grado los seres humanos estamos movidos por el clculo intere-sado de los medios ms eficaces para la realizacin de nuestros objetivos individuales o,por el contrario, orientamos nuestras acciones a partir de valores, ideales y sentimientosque nos apartan del clculo interesado y egosta? Dependiendo de la respuesta que sele d a este interrogante, las teoras pueden privilegiar la accin racional, cuando conci-ben a los sujetos como motivados por la accin instrumental (clculo de medios parafines) cuyos incentivos son externos al sujeto que calcula; o pueden hacer nfasis en laaccin no racional, cuando atribuyen a las motivaciones subjetivas ideas, valores, normas,emociones o deseos que condicionan de manera intrnseca la accin1. Claramente, estaspolaridades no son decisiones excluyentes, sino extremos de un continuo donde cabendistintas posiciones.

    El problema del orden da origen a otra dicotoma relacionada con la manera en quese interpretan los fundamentos mismos del mundo social y la libertad humana: Hastaqu punto somos actores creativos que controlan activamente las condiciones de sus

    vidas o, por el contrario, gran parte de lo que hacemos es el resultado de fuerzas socialesgenerales que escapan a nuestro control? (Giddens: 2001, p. 832). Con respecto a esteproblema, podemos hablar de respuestas colectivistascuando las teoras sostienen que elorden social se encuentra formado por estructuras, patrones o sistemas independientesque se imponen en forma externa o interna a la accin de los individuos2. Las posicionesindividualistas, por su parte, aseguran que los patrones de la sociedad son producto de laaccin individual que continuamente los modifica. El orden social no se ve como un datoexterno que se impone a la accin; por el contrario, es la sociedad la que se encuentra

    estructurada de manera subjetiva a partir de las acciones individuales3.

    1 En la teora social, esta dicotoma alude a si las personas son egostas (racionales) o idealistas (noracionales), si son normativas y morales (no racionales) en su enfoque del mundo o puramente instru-mentales (racionales), si al actuar les interesa aumentar la eficiencia (racionalmente) o si estn regidaspor emociones y deseos inconscientes (no racionalmente) (Alexander: 1990, p. 18).2 La perspectiva colectivista, ya conceptualice el orden social como interior o exterior a un actor, noconsidera que sea producto de consideraciones de este momento. Todo acto individual, segn la teoracolectivista, va impulsado en la direccin de la estructura preexistente (Alexander: 1990, p. 18).

    3 No slo creen que los individuos son portadores de las estructuras, sino que los actores produ-cen las estructuras en los procesos concretos de interaccin individual. Para ellos, no es slo que losindividuos tengan un elemento de libertad, sino que pueden alterar los fundamentos del orden socialen cada punto sucesivo del tiempo histrico (Alexander: 1990, p. 19).

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    Las permutaciones lgicas entre estos dos pares de presuposiciones forman los ejesms importantes alrededor de los cuales se han estructurado las diferentes tradiciones dela teora sociolgica4. De hecho, difcilmente se entienden las ambiciones de la sociologacontempornea si no se enmarcan en los esfuerzos por dar soluciones holsticas y sin-tticas al problema del orden y al problema de la accin. La teora de la estructuracin,de Giddens, el neofuncionalismo, de Alexander, los conceptos de campo yhbitus, deBourdieu, y la distincin que hace Habermas entre sistemaymundo de la vida, son clarosejemplos de la centralidad de estos dos ejes del nivel presuposicional.

    As, demostrar que las teoras que han pretendido explicar las dinmicas en las quese hallan inmersos los movimientos sociales se han visto en la tarea de dar respuesta aestos dos problemas, y han dejado vacos y contradicciones que son el fundamento delas discusiones recientes. El cruce de estas dos polaridades o dicotomas me permitirabordar los supuestos principales sobre los cuales se ha estructurado la agenda clsicay contempornea en este campo de investigacin, a saber: sus compromisos con laracionalidad de la accin y el papel que juegan las estructuras en su explicacin. En elfondo, desde el punto de vista de los movimientos sociales, se trata de resolver dos delos problemas centrales de la modernidad: las motivaciones profundas por las cualeslos seres humanos hacemos lo que hacemos, y el grado de libertad que socialmente nosest permitido para cambiar la realidad en que vivimos.

    La agenda clsica

    Como se concibe hoy, la agenda clsica para el estudio de los movimientos socialesse sustenta en los supuestos y las posturas de tres paradigmas: la movilizacin de recursos, el

    proceso poltico y losprocesos enmarcadores. Cada uno de estos paradigmas suministra herra-mientas conceptuales distintas para la comprensin del origen y las dinmicas propias delos movimientos sociales. De este modo, la atencin se centra en tres conceptos clave:

    estructuras de movilizacin, que dan cuenta tanto de las organizaciones formales como de

    4 Entre las teoras no racionales-colectivistas, que hablan del papel de las estructuras en la consolidacinde normas, valores e ideas que se imponen al sujeto tanto externamente (control social) como desdeadentro (socializacin), encontramos la obra de Durkheim y Parsons. Entre las teoras racionales-colec-tivistas, donde las estructuras aparecen para el sujeto no slo de forma externa, sino tambin desdeun punto material o materializable, encontramos las tesis de Marx sobre la estructura de clases o latesis de Weber sobre la racionalizacin del mundo. Dentro de las teoras no racionales-individualistas, quetematizan las dinmicas simblicas y de sentido que tienen origen en las interacciones e ideacionesde sujetos concretos, encontramos escuelas como el interaccionismo simblico (Blumer), la sociolo-

    ga comprensiva (Schutz) y la etnometodologa (Garfinkel). Entre las teoras racionales-individualistas,que ven en el individuo aislado y calculador de costos y beneficios el fundamento del orden social,encontramos una tradicin que puede remontarse desde Hobbes, pasando por el utilitarismo, hastallegar al individualismo metodolgico de Elster.

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    las redes sociales informales; oportunidades polticas, que apuntan a las estructuras y lasconstricciones del ambiente poltico donde se desenvuelve la accin; marcos de accin co-lectiva, para dar cuenta de los esquemas y los procesos interpretativos que median entrela oportunidad y la accin (McAdam, McCarthy y Zald: 1999b, p. 22).

    McAdam, Tarrow y Tilly (2001, p. 16) aseguran que los investigadores que adhierena esta agenda, con diferencias de nfasis y acentos, han hecho fundamentalmente cuatrotipos de preguntas:

    1. Cmo y cunto afecta el cambio social (sin importar cmo se defina) a)

    las oportunidades de los actores potenciales; b) las estructuras de movilizacin

    que favorecen la comunicacin, la coordinacin y el compromiso dentro de

    actores potenciales y entre stos; c) los procesos enmarcadores que producen

    definiciones compartidas de lo que est ocurriendo?

    2. En qu medida y de qu manera las estructuras de movilizacin dan forma a

    las oportunidades, a los procesos enmarcadores y a la interaccin contenciosa?

    3. En qu medida y cmo las oportunidades, las estructuras de movilizacin

    y los procesos enmarcadores determinan los repertorios contenciosos?

    4. En qu medida y de qu modo los repertorios existentes median las re-

    laciones entre las oportunidades y la interaccin contenciosa, por un lado, y

    entre los procesos enmarcadores y la interaccin contenciosa, por el otro?

    Mirada desde un plano ms analtico, la agenda clsica busc ser tambin un modeloexplicativo sobre el surgimiento de este tipo de accin colectiva (grfico 1). Para estaagenda los movimientos sociales son un producto de la expansin de oportunidadespolticas que son aprovechadas por sujetos que se encuentran formal o informalmente

    Grfico 1. Modelo conceptual del surgimiento de un movimiento social

    Fuente: McAdam: 1999b, p. 51; McAdam, Tarrow y Tilly: 2001, p. 16.

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    organizados alrededor de la interpretacin de sus reivindicaciones y de sus posibilidadesde xito. Como McAdam, McCarthy y Zald lo han puesto de manifiesto:

    La mayora de los movimientos polticos y revoluciones se catalizan debido a cambiossociales que convierten el orden poltico establecido en algo ms vulnerable o ms receptivoal cambio. Pero estas oportunidades polticasslo son uno de los requisitos necesarios. No esprobable que se aprovechen si no existe una infraestructura organizativa, informal o formal,capaz de canalizar los procesos. Por ltimo, junto a los requerimientos estructurales deoportunidad y organizacin hay que mencionar la importancia de significados y definiciones

    marcos compartidos por los partidarios del movimiento emergente (1999, p. 30).Contrario a lo que podra pensarse, esta agenda y esta manera de aproximarse al estudio

    de los movimientos sociales, no son un producto exclusivo de la sociologa norteameri-cana. Son el producto de los esfuerzos que hicieron investigadores de ambos lados del

    Atlntico hacia mediados de los ochenta a fin de unificar paradigmas que permitieranampliar la comprensin de este fenmeno. Prueba de esto es uno de los textos de dosinvestigadores (uno europeo, otro norteamericano) sobre esta agenda clsica:

    Sostenemos que este proceso [de movilizacin] ocurre a travs de las redes

    sociales y polticas en las cuales se unen individuos y grupos alrededor de metas

    comunes; a travs de oportunidades polticas que les proporcionan aperturas para

    la accin colectiva; y a travs de la construccin de nuevos significados por medio

    de los cuales surgen nuevos actores (Klandermans y Tarrow: 1988, p. 3).

    Los crticos ms arduos de esta agenda consideran que, en el mejor de los casos,constituye una nueva versin de la movilizacin de recursos (Cohen y Arato: 2000, p.562), o una actualizacin del modelo del proceso poltico (Goodwin y Jasper: 2004, p.17). Sin embargo, a partir de cambios significativos en el nivel presuposicional y su co-rrelato en el nivel metodolgico, sostendr que es posible concebirla como un trpodeexplicativo que tiene distintos orgenes y compromisos con la solucin alproblema de la

    acciny alproblema del orden.As, argumentar que esta agenda clsica tiene, por una parte, una apuesta racional-indivi-

    dualistaproveniente de la movilizacin de recursos, una postura racional-colectivistaderivadade los supuestos del proceso poltico, y un compromiso no racional-individualistasituadoen la concepcin de los procesos enmarcadores (grfico 2). La fuerza interpretativa queprocede de este trpode no est repartida de igual forma entre sus soportes, algunos desus paradigmas tienen mayor poder explicativo, y otros hacen parte de categoras residuales5.

    5 Alexander llama categoras residuales a los conceptos ad hoc introducidos a fin de evitar las

    consecuencias y las limitaciones de sus decisiones presuposicionales (sobre los problemas del ordeny de la accin), sin modificar sustancialmente los compromisos a priori ya adquiridos. Vistos de otraforma, son como arrepentimientos tericos: el terico las inventa porque teme haber pasado poralto un punto crucial (Alexander: 1990, p. 22).

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    De hecho, las tensiones que tienen origen en estos distintos compromisos sern las quedarn origen a las crticas y a los caminos ms recientes de investigacin y anlisis. Debidoa lo anterior, entender el origen de las discusiones contemporneas que dan forma alestudio de los movimientos sociales, exige volver de una manera no evolucionista alos aportes y a las crticas de estos enfoques.

    Grfico 2. Anlisis multidimensional de la agenda clsica

    El punto de partida: crtica a las teoras del comportamiento colectivo

    La agenda clsica en el estudio de los movimientos sociales nace fundamentalmentede las crticas y los vacos dejados por el enfoque funcionalista y su compresin de loque entonces se denomin como comportamiento colectivo6, que inclua fenmenos tan

    6 Otros autores de Europa occidental (Castells: 1997; Laraa y Gusfield: 1994; Melucci: 1996; Touraine:1981, entre otros) construyeron lo que se llam el paradigma de los nuevos movimientos sociales es-tructurado a partir de las limitaciones, no tanto de las teoras del comportamiento colectivo provenientesdel funcionalismo norteamericano, como del modelo marxista que apareci como incapaz de explicarlas acciones colectivas producidas a partir de la segunda mitad de los aos sesenta en Europa.

    Tambin conocido como el paradigma de la identidad, este modelo se mantuvo en la externalidad con

    respecto a las teoras que se estructuraron alrededor de los problemas no resueltos del modelo funcionalistay que configuran lo que he denominado como la agenda clsica. La razn de esto puede encontrarse en lossupuestos colectivistasyno racionalesque subyacen a este enfoque. En la medida en que estas teoras derivanlas dinmicas de los movimientos sociales de nuevos e inditos campos de antagonismo producidos en

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    dismiles como la moda, las situaciones de pnico y las acciones colectivas. Dentro deesta mirada, autores como Neil Smelser concibieron esas acciones como un resultado delas tensiones y los desequilibrios producidos en las estructuras sistmicas que garantizanel control normativo de la sociedad. Tales tensiones, que modifican el sistema de reglas(normas y valores) a travs de las cuales se estructura todo tipo de interacciones, se en-tienden como una disfuncin que se traslada desde el sistema cultural hasta el sistemade la personalidad (Melucci: 2002, p. 30).

    Por este motivo, a pesar del nfasis que esta perspectiva hace en las tensiones sist-micas, en ltimas se dirige hacia los efectos psicolgicos que tales tensiones tienen sobrelos individuos. En este sentido, el descontento individual se ve como una manifestacinsubjetiva, disfuncional y en algunas ocasiones irracional de contradicciones generalesproducidas en las normas y los valores que operan y dan coherencia a una sociedad dada.

    Todo esto presenta los movimientos sociales como un grupo de individuos inconformesque se suman a la accin colectiva, no para modificar una situacin que consideran injusta,sino para manejar sus frustraciones individuales. De ah que sea posible afirmar que paraesta perspectiva funcionalista, los movimientos sociales funcionen ms como una terapiapsquica que como una accin orientada polticamente (McAdam: 1999, p. 9).

    Movilizacin de recursos y estructuras de movilizacin

    Buscando contrarrestar tanto el colectivismo como el no racionalismo que subyace a lasperspectivas del comportamiento colectivo, los autores de la movilizacin de recursos(principalmente McCarthy y Zald: 1977) trasladaron el anlisis de los agravios subjetivosde los agentes a las condiciones organizativas racionalmente probables y factibles quetienen los agentes para unirse a la protesta o a un movimiento social. Desde un puntode vista terico, esto supuso de modo fundamental plantear el problema del origen delos movimientos sociales en los trminos utilizados por Mancur Olson (1992), es decir,

    desde el punto de vista del Homo economicusde la microeconoma, que calcula en formaracional los costos y los beneficios de sumarse a una accin colectiva.

    los niveles estructurales del sistema social (Touraine habla de las luchas por la historicidad; Melucci yCastells hablan de la sociedad de la informacin; Inglehart habla de la sociedad posmaterial), de algunamanera revivieron un tipo de anlisis que, desde el punto de vista de sus compromisos tericos generales,era similar al de las teoras del comportamiento colectivo (cambios en las estructuras de la sociedad quedeterminan las ideas, los valores y las normas a las que se enfrentan los actores sociales).Sin embargo, habra que esperar hasta la dcada de los noventa cuando las soluciones individualistashubieran mostrado cabalmente sus limitaciones para reintroducir los aportes de las teoras de los

    nuevos movimientos sociales como una manera de subsanar la pobre conceptualizacin que hastael momento se haba hecho sobre las dinmicas culturales y simblicas de las acciones colectivas.Por esta razn estas miradas se analizarn en las agendas contemporneas, en la medida en que hoyconstituyen fuentes de nuevas indagaciones dejadas de lado por la agenda clsica.

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    REVISTA COLOMBIANA DE SOCIOLOgA - N 28, 2007 - ISSN 0120-159X 55

    Desde el punto de vista de los defensores de la movilizacin de recursos, las teorasdel comportamiento colectivo haban llevado hacia el centro del anlisis el descontento,las injusticias y los agravios (en una palabra: los motivos) que tenan los agentes paraparticipar y unirse a un movimiento social, haciendo nfasis en la alteracin de estadospsicolgicos desviados, anormales o irracionales7. Este grado de tensin o desconten-to, como causa ms prxima de la accin colectiva, fue visto por los proponentes dela movilizacin de recursos como una causa insuficiente: si el grado de descontento

    afirmaban es ms o menos constante en el transcurso del tiempo, cmo puede estoexplicar el surgimiento de los movimientos sociales?

    Con el objetivo explcito de normalizar el estudio de este tipo de accin colecti-va, los movimientos sociales son entendidos como una forma de hacer poltica porotros medios cuyos miembros son tan racionales como aquellos que participaban enla poltica institucional, puesto que entienden que, al estar excluidos de los recursosinstitucionales del sistema poltico, deben proveerse de otros recursos para perseguir yrealizar polticamente sus intereses colectivos (McAdam: 1999, p. 20).

    El camino ms expedito para la consecucin de estos recursos fue la fortalezaorganizativa que los activistas lograran detentar; fortaleza que inclua la movilizacinde actores racionales que por principio no estaban interesados en unirse a la accincolectiva (aunque s participar de sus beneficios). De este modo, el marco de anlisisde la movilizacin de recursos se basa en dos afirmaciones fundamentales: 1) quienes

    participan en ellos no son personas irracionales, y 2) las actividades que realizan losmovimientos sociales no son espontneas ni desorganizadas.

    Las crticas a este enfoque han sido de diverso tipo (Ferree: 2001; Jenkins: 1983; McA-dam: 1982; Tarrow: 1997); no obstante, slo quisiera mencionar las que contribuyeron aconsolidar la agenda clsica y las discusiones contemporneas. Desde el punto de vista de larespuesta al problema de la accin, la movilizacin de recursos fue criticada por su raciona-lismo estrecho. Esta mirada unidimensional de la eleccin racional supone dos limitacionesimportantes: clausura de los elementos no racionales de la accin y reduccin de todas las

    motivaciones del individuo a incentivos o recompensas externas (Ferree: 2001).Desde el punto de vista de la solucin al problema del orden, el anlisis de los mo-

    vimientos sociales hecho por la movilizacin de recursos es individualista. A pesar de sunfasis en el aspecto organizativo que nos llevara a pensar una solucin intermedia alproblema del orden, el individuo (en esta ocasin racional) constituye el alfa y el omegadel surgimiento de la accin colectiva.

    As, tenemos que la consolidacin de este primer eje del trpode interpretativosignifica una respuesta, por un lado, individualistaal problema del orden, y por otro,

    bsicamente racionalistaal problema de la accin. Esto representa, por una parte, un

    7 Para apreciar el tipo de crtica que se hizo a las teoras del comportamiento colectivo desde lossupuestos de la movilizacin de recursos, vaseMarx y Wood (1975).

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    abandono cuidadoso de la dimensin expresiva y simblica (no racional) de la accin,para sustituirla por la motivacin constante y aproblemtica del Homo economicusde la microeconoma: maximizacin de beneficios y reduccin de costos; por otraparte, tambin se omite cualquier tipo de consideracin sobre las condiciones quelimitaban o constrean el surgimiento y la dinmica de las organizaciones sociales,desde un punto de vista estructural. Por fuera de las formas organizativas y de laaccin racional de sus miembros, la movilizacin de recursos pareci no encontrarnada conceptualizable.

    Proceso poltico y estructura de oportunidades polticas

    Los tericos del proceso poltico elaboran su teora sobre la escasa atencin que losautores de la movilizacin de recursos prestan al componente estructural o contextualde los movimientos sociales. Se subraya que la movilizacin no surga en el vaco,sino que estaba de manera significativa estructurada por las dinmicas del contextopoltico al que perteneca. Del estudio hasta ahora inmanente que se haba hecho de lasorganizaciones haba que dar paso a una perspectiva trascendente que se fijara en loselementos que estn por fuera del alcance y el control de los activistas, y que condicionano limitan su actuar.

    El origen de esta perspectiva, segn sus propios defensores, se encuentra en la obra dePeter Eisinger (1973), quien utiliza el trmino estructura de oportunidades polticas paraexplicar las variaciones en el comportamiento de la protesta en cuarenta y tres ciudadesnorteamericanas (McAdam: 1999a, p. 49). Incluso algunos autores han querido mostrarel origen de esta mirada en los escritos de Alexis de Tocqueville, sealando su inters enhacer explcita la vinculacin entre Estados y movimientos sociales (Tarrow: 1999, p.77). Sin embargo, dos de sus crticos ms asiduos (Godwin y Jasper) han afirmado que elorigen no confesado de este enfoque se encuentra en el funcionalismo-estructuralismo

    de Robert Merton (2002)8.De igual forma, tal postura coincide con el clima intelectual de la poca, que vuelve

    a ubicar el Estado en el centro del anlisis poltico, otorgndole una autonoma relativa

    8 En su artculo Continuidades en la teora de la estructura social y la anomia, Merton escribe sobrela centralidad que tiene para el problema de la anomia las disyuntivas entre las metas culturales y elacceso a ellas estructurado socialmente. Al respecto sugiere que investigaciones ulteriores tendrnque resolver el difcil problema de obtener datos sistemticos tanto sobre las metas como sobre el accesonormado a las oportunidades, y de analizarlos en conjunto para ver si la combinacin de aspiracio-nes elevadas y de pocas oportunidades ocurre con frecuencia notablemente diferente en diferentes

    estratos sociales, grupos y comunidades, y si, a su vez, esas diferencias se relacionan con diferentesproporciones de conducta divergente. De ah que concluya que sea relevante encontrar datos sobrela accesibilidad relativa a la meta: ocasiones de la vida en la estructura de oportunidades (Merton:2002, pp. 254-255).

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    con respecto a la estructura de clases (Evans, Rueschemeyer y Skocpol: 1985; Skocpol:1984). El Estado es visto no slo como un agente (o grupo de agentes), sino comoun contexto estructural que, de acuerdo con sus arreglos institucionales, potenciaba olimitaba el surgimiento y el impacto de los movimientos sociales. De la psicologa socialy la microsociologa, pasando por la microeconoma y la sociologa organizacional, elestudio de los movimientos sociales se encuentra ahora en los terrenos de la cienciapoltica y la sociologa poltica.

    Este modelo es desarrollado inicialmente por Tilly (1978), y ha sido popularizado yrefinado por McAdam (1982) y Tarrow (1997). En el fondo, se basa en la conviccinsegn la cual la relacin ms relevante en el estudio de los movimientos sociales es laque stos sostienen con la poltica institucional, en la medida en que sta ltima con-diciona de modo estructural el surgimiento, la forma y el impacto de los primeros. Enotras palabras, las dinmicas ms decisivas de un movimiento social determinado nodependen de manera significativa de su grado de organizacin ni de las motivacionesque compartan sus participantes, sino de la configuracin poltica institucional de suentorno que, por definicin, escapa a su control y a su voluntad:

    Al hablar de estructura de las oportunidades polticas me refiero a dimensiones con-sistentes aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales del entornopoltico, que fomentan o desincentivan la accin colectiva entre la gente. El conceptode oportunidad poltica pone el nfasis en los recursos exterioresal grupo al contrario

    que el dinero o el poder, que pueden ser explotados incluso por luchadores dbiles odesorganizados (Tarrow: 1997, p. 49).

    En este sentido, ha habido dos importantes discusiones y crticas sobre los alcancesconceptuales y metodolgicos de la oportunidad poltica. La primera busca establecercon mayor claridad y precisin las variables que hacen parte de la oportunidad poltica,es decir, en qu caractersticas concretas de la estructura poltica puede evaluarse laestructura de oportunidades (McAdam: 1999; Tarrow: 1999). La segunda apunta haciala especificacin de las variables dependientes de esta estructura; en otras palabras,

    equivale a preguntarse: Da la oportunidad poltica oportunidades para qu? (Meyer:2004; Meyer y Minkoff: 2004).

    As, el segundo eje del trpode interpretativo que sustenta la agenda clsica es colectivistaen su respuesta al problema del orden yracionalcon respecto al problema de la accin.Con respecto al primero (el orden), el origen, la dinmica, las formas y las consecuenciasde la accin de los movimientos sociales son supeditados a la apertura o cierre de laestructura de oportunidades polticas. Esta estructura es definida ambiguamente comoun contexto poltico que en principio es externo a los actores, del cual no hacen parte

    ningn tipo de consideraciones estratgicas o simblicas.Con relacin al segundo (la accin), el paradigma del proceso poltico asume en

    forma inercial y aproblemtica la solucin racionalista de la movilizacin de recursos.

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    Contina manejndose el lenguaje de los incentivos, ahora condicionados por losefectos de las estructuras estatales. Sin embargo, en aquella posicin racionalista no seencuentran las apuestas principales de este paradigma, por esto el proceso poltico optapor un racionalismo ms blando, criticando los abusos de la perspectiva anterior sinofrecer a cambio una alternativa no residual.

    Procesos enmarcadores y marcos de accin colectiva

    Mientras el proceso poltico tomaba auge y se converta en el nuevo paradigma do-minante en el estudio de los movimientos sociales, paralelamente surga la perspectivade los procesos enmarcadores. Esta perspectiva surge en principio a partir de las crticashechas al paradigma de la movilizacin de recursos, en particular a su racionalismo limi-tado. Concibiendo al sujeto de la accin como un individuo racional, aquel paradigmatambin concibe la realidad como un contexto objetivo que se impone sin distincin alos individuos. Como debera ocurrir en el mercado, lo que existe es un flujo de infor-macin que es percibido por los agentes, de manera clara, invariable y unvoca, en laforma de costos y beneficios.

    Basados en el trabajo de Erving Goffman (1974), Snow y otros (1986, 1988) reintro-dujeron los supuestos interaccionistas y constructivistas al estudio de los movimientos

    sociales. Esto significa comprender que el mundo social no se encuentra estructuradocomo cosas que se imponen de manera objetiva y externa al sujeto, sino que se encuentraprofundamente estructurado por las interpretaciones de los agentes. Asumir que las rei-

    vindicaciones, el descontento y las injusticias estn sujetos a diversas interpretaciones yque segn cmo stas sean comprendidas, as mismo se actuar en consecuencia llevaa estos investigadores a definir estos elementos simblicos y cognitivos en trminos demarcospara la accin colectiva:

    El trmino marco (y enmarcamiento) es tomado de Goffman para denotaresquemas de interpretacin que permiten a los individuos localizar, perci-

    bir e identificar y etiquetar los hechos de su propio mundo y del mundo en

    general (Snowet al.: 1986, p. 464).

    Los marcos de accin colectiva tambin llevan a cabo esta funcin interpreta-

    tiva simplificando y condensando aspectos del mundo all afuera de formas

    destinadas a movilizar las bases y potenciales participantes, aumentar el apoyo

    de las audiencias, y desmovilizar a los antagonistas. As, los marcos de accin

    colectiva son conjuntos de creencias y significados orientados hacia la accinque inspiran y legitiman las actividades y las campaas de una organizacin

    de movimiento social (Benford y Show: 2000, p. 614).

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    Derivado de lo anterior, esta perspectiva busca remplazar el enfoque racional-institu-cional de la poltica, por una mirada centrada en el componente simblico-expresivo dela accin, es decir, en la poltica de significacin (Benford y Show: 2000, p. 613). Deeste modo, se sita en el centro de la discusin la lucha por la definicin legtima de larealidad, la lucha por la produccin de ideas y significados sobre lo que es problemticoen la sociedad. En este sentido, los movimientos sociales son concebidos como agen-tes significativos, activamente comprometidos en la produccin y el mantenimiento designificado para sus bases, los antagonistas y las audiencias (Snow y Benford: 1988).

    Las crticas hacia la perspectiva de los procesos enmarcadores han venido desde varioslugares; no obstante, son en particular importantes las que han sealado el enfoque limitadoque este paradigma tiene de los diversos componentes no racionales de la accin. Eviden-temente, la mirada de los procesos enmarcadores es el nico componente de la agendaclsica que puso en el centro del anlisis el mbito cultural y los elementos no racionalesde la accin; sin embargo, su relacin con otras categoras que buscan dar cuenta de estembito ha sido ambigua, problemtica o simplemente evadida. De este modo, los marcosde la accin colectiva han sido criticados por su silencio en relacin con el discurso (Fisher:1998), con la ideologa (Oliver y Johnston: 2000), con las identidades (Hunt, Benford, yShow: 2001) y con otros elementos de la cultura vista con mayor amplitud (tradiciones,artefactos, sentido comn, rutinas noticiosas, retrica) (Goodwin y Jasper: 2004).

    Llevando estas crticas a los trminos en los que he planteado el anlisis de estos

    paradigmas, sostengo que gran parte de ellas en ltimas apuntan a la visin cognitivae instrumental de la cultura que se deriva de los compromisos que tienen los procesosenmarcadores con el no racional-individualismo. Buscando recuperar las preguntas y lasrealidades que haban sido dejadas de lado cuando se criticaron las teoras del compor-tamiento colectivo, esta perspectiva asume no problemticamente la herencia interac-cionista en el estudio de los movimientos sociales. Con esto el mbito de lo cultural se

    vuelve un sinnimo de lo subjetivo, lo maleable y lo habilitante que a lo sumo resida enla dinmica organizativa, cuando no en la cabeza de los participantes (Polletta: 2004).

    De ah el notable vaco que tiene la agenda clsica en su compresin de las dinmicasno racional-colectivistasen las que se halla inmersa la accin colectiva9.

    Las agendas contemporneas

    Si an hoy es difcil hablar de una agenda clsica en el estudio de los movimientossociales sin caer en reducciones excesivas (de las cuales este corto artculo no se escapa

    9 Vaco que evidentemente se produce como resultado de haber dejado por fuera la apuesta no racio-nal-colectivistaque se hallaba detrs de la comprensin de lo cultural que proponan las teoras de losnuevos movimientos sociales.

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    del todo), todava es ms complicado hablar de una agenda contempornea. No obs-tante, si bien no hay un acuerdo explcito sobre lo que significara una aproximacincontempornea de este fenmeno, s es posible resaltar algunos cambios significativoscon relacin a los supuestos iniciales de la agenda clsica.

    As, argumentar que el estudio de los movimientos sociales, en trminos gene-rales, est dando un giro hacia la relacionalidad (Emirbayer: 1997; Somers: 1998) conrespecto a sus respuestas iniciales al problema del orden y al problema de la accin.Este giro distinto de ser un giro posmoderno, fenomenolgico, culturalista o cons-tructivista puede caracterizarse como el esfuerzo por combatir las posturas estticas,sustancialistas y unilaterales que han sustentado a las tres grandes posturas de la agendaclsica (racional-individualista, racional-colectivista y no racional-individualista). Defi-nido de manera positiva, se trata de una apuesta por una mirada relacional y dinmicade la accin colectiva que busque reconciliar hacia el centro del esquema los supuestosracional-no racionalesdel problema de la accin y los compromisos colectivistas-individualistasdel problema del orden.

    Vista como un todo, la agenda clsica crea dicotomas falsas y agrega categorasresiduales cuando no puede reconciliar los supuestos dismiles sobre los que estabasustentada. As, esta agenda crea interrogantes importantes que no pueden resolversedesde sus mismos planteamientos. Si las oportunidades polticas tienen un carcterestructural y, por esta naturaleza, son externas y escapaban al control y a la voluntad

    de los agentes (Tarrow: 1997), entonces cmo operan sobre las estrategias y las in-terpretaciones concretas de stos, cmo reconciliar la imagen de unos agentes cuyasrepresentaciones de la realidad no incluyen las estructuras que los condicionan o de-terminan? Si la fortaleza organizativa de un movimiento social depende de los recursosmateriales que detenten sus organizaciones (McCarthy y Zald: 1977), qu nos lleva asuponer que los recursos van a utilizarse para aumentar la capacidad movilizadora, si nose tienen en cuenta las discusiones interpretativas sobre los medios ms adecuados paraalcanzar los fines propuestos, y las presiones del entorno, no slo poltico, sino tambin

    cultural y organizacional? Si los procesos enmarcadores son las dinmicas centralespara la micromovilizacin de los participantes (actuales y potenciales) y la construccinsocial de problemas e injusticias (Snow y Benford: 1988), cmo estas elaboracionesse relacionan con (y son constreidas por) las tradiciones culturales ms amplias y sussignificados ms sedimentados?

    Los trabajos contemporneos de alguna u otra forma han buscado responder aalgunos de estos interrogantes, tratando de no apelar a nuevas soluciones agregativas oresiduales. Tal vez la evidencia ms clara de esta relacionalidaddadas sus ambiciones se

    aprecia en la reciente obra conjunta de McAdam, Tarrow y Tilly, Dynamics of contention(2001). Aqu no slo se identifican como una especie de estructuralistas arrepentidos,sino que hacen explcito su compromiso con una mirada ms relacional y dinmica que

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    asuma, no residualmente, los compromisos derivados de los enfoques no racionales-indi-vidualistas(dada la proveniencia racional-colectivistade estos autores):

    Venimos de una tradicin estructuralista. Pero en el curso de nuestro trabajo

    sobre una amplia variedad de contiendas polticas en Europa y Norteamri-

    ca, descubrimos la necesidad de tomar en cuenta la interaccin estratgica,

    la conciencia y la cultura acumulada histricamente. Tratamos la interaccin

    social, los vnculos sociales, la comunicacin y la conversacin no slo como

    expresiones de una estructura, una racionalidad, una conciencia o una cultura,

    sino como lugares activos de creacin y cambio. Hemos llegado a concebir

    las redes interpersonales, la comunicacin interpersonal y diversas formas

    de negociacin continua incluida la negociacin de identidades como ele-

    mentos centrales en las dinmicas de la contienda (McAdam, Tarrow y Tilly:

    2001, p. 22).

    Si bien su intento de sntesis es problemtico e incompleto y se encuentra lejos dehaber superado la agenda clsica10, no obstante, puede ser tomado como un punto departida para entender las tendencias de una interpretacin ms compleja de la accincolectiva.

    Grfico 3. Marco dinmico e interactivo para analizar la movilizacin en la contiendapoltica

    Fuente: McAdam, Tarrow y Tilly: 2001, p. 45; McAdam: 2004, p. 211.

    10 Vasela discusin publicada en Mobilization(Vol. 8, No. 1, Febrero de 2003), a propsito de losalcances y las limitaciones de su libro.

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    Las primeras y ms evidentes modificaciones hacia la relacionalidadse aprecian en sumodelo dinmico de movilizacin (grfico 3). Este marco interpretativo busca llevar acabo en el estudio de los movimientos sociales fundamentalmente tres desplazamientos:1) de la estructura de oportunidad a la atribucin de amenaza y oportunidad; 2) de lasestructuras de movilizacin a la apropiacin social; y 3) del enmarcamiento estratgicoa la construccin social.

    1) Atribucin de amenaza y oportunidad. Como ellos lo mencionan, el nfasis en la atri-bucin de amenaza y oportunidad supone tres cosas con respecto a la agenda clsica.Primero la oportunidad no es el nico elemento para tener en cuenta a la hora de estudiarel contexto poltico de la accin colectiva. La amenaza (de hecho o probable), que no sereduce a una definicin negativa, en interaccin con la oportunidad, da cuenta del tipo dedinmicas que toman las acciones colectivas (Goldstone y Tilly: 2001). Segundo, amenazay oportunidad no son datos objetivos que se imponen desde fuera a los agentes, sinoque son elementos construidos/interpretados durante la interaccin, llegando incluso acrearse la oportunidad donde ella no existe objetivamente (Kurzman: 1996). Tercero,tal atribucin interpretativa no es capacidad exclusiva de los movimientos sociales o losactivistas, todos los agentes que intervienen en la contienda poltica ponen en marchatales esquemas de sentido sobre oportunidad y amenaza.

    En lugar de pensar que slo los insurgentes son intrpretes de los estmulos am-

    bientales, nosotros vemos a desafiadores, miembros y sujetos como grupos queresponden simultneamente a los procesos de cambio y a las acciones de los dems

    en su intento por explicar sus situaciones y dar forma a lneas de accin basadas en

    sus interpretaciones de la realidad (McAdam, Tarrow y Tilly: 2001, p. 46).

    2) Apropiacin social. La apropiacin social se encuentra sustentada sobre la crtica alantropomorfismo que la agenda clsica atribuye a las organizaciones de movimientosocial. el racionalismo de la movilizacin de recursos oscurece a tal punto la intervencin

    del sujeto que las organizaciones son analizadas como entidades autnomas con vidapropia (Kriesi: 1999). De ah la importancia de resaltar la capacidad y los esfuerzos delos sujetos que se hallan detrs de las estructuras de movilizacin, resaltando el papel quejuega el tipo de manejo que se le da a estas organizaciones en un contexto determinado(Davis, McAdam, Scott y Zald: 2005).

    Es la capacidad del desafiador para apropiarse de una organizacin y de perso-

    nas suficientes que le den una base social/organizativa y no la organizacin

    en s misma lo que hace posible la movilizacin. [] Del mismo modo quela atribucin de oportunidad y amenaza, el proceso de apropiacin social

    aplica a todas las partes de un episodio contencioso emergente. Miembros y

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    desafiadores, tanto como los sujetos, se enfrentan al problema de movilizar

    recursos organizacionales (McAdam, Tarrow y Tilly: 2001, p. 47).

    3) Construccin social. Como una consecuencia de las crticas recientes que se han hechoal paradigma del proceso poltico por sus compromisos dominantes con el estructura-lismo (Goodwin y Jasper: 2004), los autores de Dynamics of contentionhan querido daruna mayor primaca a los elementos no racionalesde la accin otorgndole centralidadanaltica a los procesos interpretativos a la hora de explicar las trayectorias de la accincolectiva. No obstante, es en este punto donde se notan ms claramente las limitacionesde la nueva sntesis que proponen McAdam, Tarrow y Tilly. El modelo contina con-fundiendo la comprensin de la cultura como un elemento inherente y ubicuo a todaslas dinmicas de un movimiento social, con la conceptualizacin de lo cultural como

    un mbito al que se dirige la accin colectiva a fin de desafiar y modificar los cdigosdominantes que establecen las formas legtimas de ser, pensar o actuar11.

    Entre los [procesos interpretativos] ms importantes se encuentran aquellos

    que dan lugar a la atribucin de nuevas amenazas y oportunidades por parte

    de una o ms de las partes de un conflicto emergente y la reimaginacin de

    objetivos legtimos vinculados a lugares sociales y/o identidades establecidas

    (McAdam, Tarrow y Tilly: 2001, p. 48).

    Si bien en la sntesis de McAdam, Tarrow y Tilly (2001) podramos concluir que loselementos no racionalesde la accin no participan del giro hacia la relacionalidaddel que hehablado, importantes investigadores provenientes del culturalismo y el constructivismohan hecho esfuerzos significativos por integrar en el continuo colectivista-individualistalos diversos elementos no racionalesde la accin.

    El esfuerzo pionero en este campo lo hace Klandermans con su trabajo sobre la cons-truccin social de la protesta (2001). Asumiendo que los sujetos actan en una realidad

    que es objeto de percepciones diferentes y que, por ende, los problemas sociales noson circunstancias objetivas que se imponen de igual manera para todos, sino que sonel resultado de los procesos de definiciones colectivas de la situacin, este autor buscareconciliar el problema del orden en el mbito de la cultura.

    As, Klandermans recoge las propuestas de Melucci (1996, 2002) sobre la formacinde la identidad colectiva12, los trabajos de Snow y otros (1986, 1988) sobre el alineamiento11 Esto es lo que podramos llamar con Cohen y Arato (2000, p. 588) poltica de influencia, o conEscobar, lvarez y Dagnino (2001, p. 26) poltica cultural.

    12 Melucci sostiene que movimientos sociales y la accin colectiva son procesos por medio de loscuales los actores producen significado que ponen en tela de juicio y desafan los cdigos dominantesde la vida cotidiana. De ah la importancia de una identidad colectiva que los defina como un grupocon concepciones, metas y opiniones compartidas.

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    de marcos13, sus propias elaboraciones sobre la movilizacin del consenso (Klandermans:1988)14, y los trabajos de Gamson y otros (1989, 1993) sobre el impacto del discurso pblicoen las identidades colectivas de los movimientos sociales15, a fin de ubicar estos aportes en losdistintos niveles del continuo no racional-individualistano racional-colectivista. En su opinin:

    Ninguno de los enfoques combina el nivel colectivo y el nivel individual. Sin

    embargo, los marcos tericos desarrollados para estudiar la formacin y la

    transformacin de las creencias colectivas deben tomar en consideracin que

    tanto el nivel colectivo de anlisis como el individual son necesarios para una

    explicacin comprensiva. De hecho, si no hubiese individuos no habra nadie

    con quien compartir creencias, y sin creencias colectivas no hay nada que

    compartir (Klandermans: 2001, p. 189).

    Con el propsito de superar esta disyuntiva, este autor propone que el estudio dela construccin de significado debe estructurarse a partir de tres grandes niveles: a) eldel discurso pblico y la formacin y la transformacin de identidades colectivas; b) elde la comunicacin persuasiva durante las campaas de movilizacin por parte de lasorganizaciones de movimientos y contramovimientos, as como de sus oponentes; y c)el de la concienciacin durante episodios de protesta.

    Estos tres niveles no son independientes entre s, por el contrario apuntan a com-

    prender las distintas cristalizaciones que toma la misma realidad cultural en la cualhabitan los movimientos sociales. El primer nivel es el mbito general donde sucedenlos procesos a largo plazo de formacin y transformacin de las creencias colectivas.En este nivel se encuentran los significados ms sedimentados y poco cambiantes quelimitan o condicionan la construccin de sentido de la accin colectiva. En el segundonivel los sectores en pugna tratan de movilizar el consenso buscando un apoyo a susituacin en las creencias colectivas de distintos grupos sociales. En este mesonivel serealizan los esfuerzos deliberados que llevan a cabo los movimientos para alinear los

    13 Para Snow la actividad clave de los movimientos sociales consiste en inscribir las denuncias enmarcos que identifiquen una injusticia, atribuyan la responsabilidad de la misma a otros y propongansoluciones. As, la tarea de las organizaciones del movimiento consiste en tratar de conectar (alinear)las interpretaciones del pblico con las interpretaciones que promueve el movimiento.14 En la opinin de Klandermans, ms all del nivel organizativo, es posible distinguir entre moviliza-cin del consenso y formacin del consenso: la primera se define como el intento deliberado de unactor social para crear consenso en un sector de la poblacin; la segunda se refiere a la convergenciaimprevista de significado en las redes sociales y las subculturas.15 Gamson enfatiza que, debido al papel central que tienen los medios de comunicacin, los movimien-

    tos sociales se ven cada vez ms inmersos en una lucha simblica por el significado y la interpretacin.De ah que sea imprescindible estudiar la evolucin del discurso de los medios de comunicacin paracomprender la estructuracin del discurso de los movimientos sociales y sus posibilidades simblicasde movilizacin.

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    marcos de interpretacin, para consolidar una situacin como problema, as como paraatribuirle una causa y unos responsables. El tercer nivel afirma Klandermansafectaexclusivamente a los individuos que toman parte en los episodios de protesta colectivao a los observadores de los mismos. Es el sustrato de sentido ms ntimo que no sereduce a las elaboraciones de significado que hacen las organizaciones, ni a las inerciasde sentido que provienen del discurso pblico, apunta ms bien a las trayectorias y lasconsecuencias biogrficas del activismo.

    El discurso pblico y la formacin y la transformacin de las identidades

    colectivas en principio concierne a todos los miembros de la sociedad o bien

    a un sector especfico de la misma. La comunicacin que tiene como meta la

    persuasin afecta nicamente a aquellos individuos que constituyen su objetivo,

    y la concienciacin durante episodios de accin colectiva afecta sobre todo a

    los que participan en la accin colectiva, aunque tambin pueden incidir en los

    espectadores que simpatizan con ella (Klandermans: 2001, p. 197).

    Tanto los esfuerzos de McAdam, Tarrow y Tilly, como el de Klandermans puedenverse como sntesis incompletas o fallidas; lo que tal vez no puede negarse es su esfuerzo

    Grfico 4. El giro hacia la Relacionalidadde la agenda contempornea

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    orientado a producir una aproximacin compleja que de cuenta, por una parte, de lasdimensiones racionales y no racionales de la accin, y por otra, de los elementos colec-tivistas e individualistas del orden social (grfico 4). Hablar de atribucin de amenaza yoportunidad representa un movimiento desde la postura racional-colectivista(del procesopoltico) hacia una no racional-individualista. Asumir la apropiacin social muestra undesplazamiento de los supuestos racional-individualistas(de la movilizacin de recursos)a unos compromisos no racional-individualistas. Finalmente, hablar del discurso pblico

    o de oportunidades culturales (McAdam: 2001), o de estructuras culturales (Po-lletta: 2004) evidencia un inters por equilibrar la mirada no racional-individualista(de losprocesos enmarcadores) con algunas categoras que den cuenta de las dimensiones noracional-colectivistasde la accin. En ltima instancia se trata de producir como afirmaKlandermans en relacin con el anlisis cultural una mirada sinttica y comprensivaque se integre a los interrogantes y paradigmas clsicos en este campo de estudio:

    El anlisis cultural, entonces, debe incluirse en y relacionarse con el conoci-

    miento existente. De otra forma, correramos el riesgo otra vez de botar al beb

    con el agua de la baera. Especialmente con respecto a varios temas actuales

    en la teora sobre movimientos sociales enmarcamiento, identidad colectiva,

    ciclos de protesta, el avance terico proviene de incorporar lo que conocemos

    sobre el rol de las organizaciones, los recursos materiales y la estructura social,

    con la cultura (Johnston y Klandermans: 1995, p. 21).

    Conclusin y discusin

    Partiendo de la caracterizacin siempre artificiosa y eventualmente arbitrariade losprincipales postulados conceptuales de la agenda clsica en el estudio de los movimientossociales, busqu desentraar los principales compromisos que en el nivel presuposicionalsustentaban las apuestas de los tres grandes paradigmas: la movilizacin de recursos,

    el proceso poltico y los procesos enmarcadores. Con esto evidenci que esta agendahaba surgido a la luz de tres grandes supuestos: el racional-individualista, el racional-colectivista y el no racional-individualista.

    A pesar de los notables vacos que deja mi exposicin sobre las perspectivas recien-tes de estudio como el papel de las emociones en la accin colectiva, sustent que laagenda contempornea, al criticar los supuestos principales del anterior trpode inter-pretativo, haba dado un giro hacia la relacionalidad. Con este nombre hice referencia a laspretensiones de algunos investigadores de elaborar una mirada relacional y dinmica de

    la accin colectiva que busca reconciliar los supuestos racional-no racionalesdel problemade la accin y los compromisos colectivistas-individualistasdel problema del orden.

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    La relacionalidaden el estudio de los movimientos sociales es un giro emergente, in-completo y problemtico, sin embargo, muy inspirador para las nuevas generaciones deinvestigadores de la accin colectiva. En el fondo, se trata de producir una mirada com-pleja y dinmica que tenga como horizonte no abandonar las preguntas fundamentalesque han configurado el campo de estudio de los movimientos sociales, pero s producirrespuestas ms comprensivas que no pretendan reconstruir la historia desde un puntode vista unilateral. Al respecto, este momento analtico apunta a una mirada holstica qued cuenta de las interacciones complejas entre movimientos sociales, poltica y cultura,analizndolas desde un punto de vista dinmico.

    As mismo, estos abordajes contemporneos en el estudio de los movimientos socialesponen la discusin a un nivel que nos obliga como investigadores a alejarnos cada vez msde dicotomas tan famosas e infructuosas como estrategia o identidad, viejos y nuevosmovimientos, movimientos sociales y movimientos polticos. Entender que la identidadno es slo un problema de los movimientos tnicos; que los movimientos campesinostambin estn inmersos en dinmicas simblicas tanto o ms que los grupos LGBT; quepuede haber tanta racionalidad instrumental en el movimiento de trabajadores como enel feminista, y que todos ellos se encuentran en dinmica y contradiccin permanentes,tanto con los actores estatales como con los cdigos culturales dominantes en la socie-dad, nos obliga a abandonar los lugares comunes y las miradas prejuiciosas que tantodao han hecho al estudio de este tipo de acciones colectivas.

    Las implicaciones metodolgicas de esta postura relacional ya empiezan a evidenciarseen trabajos recientes, sin embargo, los cmo de estas pretensiones tericas an estanpor venir. Si en ltimas, como afirmaba al comienzo de este artculo, lo que se escondedetrs de estas disquisiciones tericas sobre la accin colectiva son las preguntas sobrelas motivaciones profundas por las cuales los seres humanos hacemos lo que hacemos, yel grado de libertad que socialmente nos est permitido para cambiar la realidad en que

    vivimos. La relacionalidada la que quiere orientarse la teora sobre movimientos socialesalberga cuanto menos la probabilidad de ofrecernos una respuesta ms compleja y

    responsable sobre la libertad humana, de la que nos hemos dado hasta el momento.

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