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Periodismo y comunicacion cientifica en A. Latina

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Esta publicación reúne los artículos y testimonios del Seminario Interamericano de Periodismo y Comunicación Científica, realizado en la ciudad de Buenos Aires del 13 al 15 deoctubre de 2010.

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Periodismo y Comunicación Científicaen América Latina

Estado actual y desafíos

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Esta publicación reúne los artículos y testimonios del Seminario Interamericano de Perio-dismo y Comunicación Científica, realizado en la ciudad de Buenos Aires del 13 al 15 de octubre de 2010.

El evento fue organizado por la Dirección Nacional de Relaciones Internacionales del Mi-nisterio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la República Argentina y el Programa Interamericano de Periodismo Científico de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

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IndicePresentación 5Agueda Menvielle

Algunas consideraciones sobre el periodismo científico en América Latina 6Jorge Duran

Antecedentes de la divulgación científica: su impacto sobre el “ideario” moderno de la profesión 9Matías Loewy

Las actitudes del público y la producción de conocimiento: reflexiones en torno a una controversia 14Ana María Vara

La noticia científica y su impacto 29Nancy Patricia Ruiz Mora

Profesionalización del periodismo científico. Avances y desafíos. ¿Qué se espera hoy de un periodista científico? 33Susana Gallardo

Especialización en comunicación pública de la ciencia y periodismo científico: “Un aporte para la profesionalización de la comunicación pública de la ciencia” 41Guillermo Goldes

Especialización en divulgación de la ciencia, la tecnología y la innovación, Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) 47Sandra Murriello

Periodismo científico en Chile: bases y desafíos 51Eduardo Reyes Frías

Percepción social de la ciencia y la tecnología. Actitudes frente al riesgo y la participación ciudadana 56Carmelo PolinoDolores Chiappe

Percepción pública de la ciencia y la tecnología, cultura científica y comunicación social 71Leonardo Silvio Vaccarezza

Percepción pública de la ciencia, la tecnología y la innovación en Colombia 78Ximena Serrano Gil

Comunicación científica: el caso CONICET 81Ignacio Duelo Van Deusen

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Las instituciones científicas y la comunicación pública de la ciencia 91Bruno Geller

Instituciones científicas y su vinculación con los medios en Perú 96Yazmin Rojas Blanco

Legislación, cooperación y presupuesto para CTI: instrumentos para la inclusión y la comunicación científica en la sociedad argentina 103Graciela Giannettasio

Ciencia, educación y periodismo en el contexto de las democracias modernas 109Jorge V. Crisci

Anexo 115

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Presentación

Agueda Menvielle* Del 13 al 15 de octubre de 2010, en la ciudad de Buenos Aires, se realizó el “Seminario Interamericano de Periodismo y Comunicación Científica” como parte de las actividades de divulgación y formación científica de la Dirección Nacional de Relaciones Internaciona-les del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En el marco de la Organización de los Estados Americanos, la Argentina ha mantenido una activa participación en las Reuniones Ministeriales de Ciencia y Tecnología, tendientes a posibilitar la creación y organización de la Comisión Interamericana de Ciencia y Tecno-logía (COMCyT), con el objetivo de recomendar políticas hemisféricas de cooperación en materia de desarrollo científico, tecnológico y de innovación; formular lineamientos y defi-nir prioridades de acción a través del Plan de Acción de México.

Desde el año 2008 y hasta el 2010, nuestro país ejerció la presidencia de la Comisión, impulsando y colaborando en una serie de propuestas. Entre ellas, el Programa Interame-ricano de Periodismo Científico que fue el marco general de este seminario y tuvo como objetivo la interacción, la reflexión y el debate de temas de interés para la divulgación cien-tífica entre comunicadores de todo el país y América Latina.

Más de 150 profesionales de la comunicación científica asistieron a este evento, entre ellos periodistas de medios de comunicación de la ciudad de Buenos Aires y del interior del país, representantes de las áreas de comunicación de organismos públicos, instituciones científicas y universidades de América Latina.

La organización de este encuentro fue el resultado de un creciente reconocimiento de la importancia del periodismo científico a nivel nacional y regional. Una sociedad del cono-cimiento requiere de la valoración de las actividades de ciencia, tecnología e innovación (CTI) en el desarrollo nacional. Para ello es necesaria una política que impulse actividades que acerquen los conceptos de CTI a la población, con el propósito de reconocer su valor.

La publicación que aquí les presentamos reúne artículos, testimonios y reflexiones de al-gunos de los 35 disertantes que por tres días nos acompañaron para hacer posible este seminario. Agradezco a todos ellos, a los participantes de Buenos Aires y a aquellos que vinieron de otras provincias argentinas y de países amigos; a la Oficina de Ciencia, Tecno-logía e Innovación de la OEA; a la Fundación Pablo Cassará que brindó sus instalaciones y al equipo de la Dirección Nacional de Relaciones Internacionales por su destacado trabajo en la realización de este seminario.

Esperamos que haya sido una verdadera oportunidad de intercambio, de debate y de encuentro entre profesionales interesados por la comunicación pública de la ciencia. Es nuestro deseo haber sumado un aporte más al complejo proceso de fortalecimiento de las capacidades para el periodismo y la comunicación científica en América Latina y el Caribe.

* Directora Nacional de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, República Argentina.

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Algunas consideraciones sobre el Periodismo Científico en América Latina

Jorge Duran* Hablar de una sociedad del conocimiento requiere que la sociedad tenga acceso a in-formación, la entienda y actúe sobre ella. Una sociedad que está informada y reconoce la importancia de la ciencia y la tecnología (CyT) para el desarrollo, es más propensa a participar en el proceso político, incluyendo la formulación de políticas en temas que los afecten. En este sentido, estrategias efectivas de comunicación y diseminación deben formar parte íntegra de las políticas en CyT para fomentar una democratización en la toma de decisiones.

El periodismo científico, entendido como aquél que aborda temas con componentes cien-tíficos y tecnológicos para exponerlos a la sociedad, es una de las herramientas más potentes para la labor de la popularización de la ciencia y la apropiación de sus benefi-cios por la sociedad. El periodismo científico es una parte primordial de las capacidades nacionales en CyT pues ayuda a transferir el conocimiento a la ciudadanía, convirtiéndose en un importante elemento para la democracia. Los periodistas científicos no sólo comu-nican logros y retos en CyT sino que comparten también sus beneficios o perjuicios, con-tribuyendo así a la creación de una sociedad del conocimiento y motivando a una mayor participación de la sociedad en temas científicos y tecnológicos. Esta participación va desde involucrarse en el quehacer político hasta asistir a ferias y museos. La contribución de una buena diseminación de la información en CyT contribuye de manera significativa a despertar la curiosidad y la sed de conocimiento en los jóvenes.

Desafortunadamente, el periodismo científico en América Latina no es tan prevalente como se podría llegar a pensar y la región todavía presenta carencias en la manera en la que la información en CyT es difundida. Muchas veces la sociedad permanece al margen de la mayoría de los temas en CyT debido a que no existen suficientes mecanismos o ventanas que informen apropiadamente sobre estos temas y, muy significativamente, cómo pueden afectar sus vidas. Sorprendentemente, por ejemplo, no todos los países de la región cuen-tan con asociaciones de periodismo científico.

En términos generales y sólo por mencionar algunas limitaciones: pocos periódicos dedi-can secciones o páginas específicas a notas de CyT y cuando lo hacen tienden a publicar notas de carácter internacional y no contribuciones nacionales; con frecuencia y a pesar de que numerosas encuestas indican lo contrario, la nota en CyT no se considera como de alto impacto por lo que se elimina a favor de otro tipo de nota; en su mayoría, los dia-rios en la región no cuentan con suficientes recursos humanos para cubrir notas en CyT; y existen pocos periodistas especializados en cómo comunicar eficientemente conceptos científicos en una manera apta y comprensible a la población no especializada.

* Especialista Senior, Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Organización de los Estados Americanos (OEA).

Jorge Duran*

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A pesar de la asimetría que existe en términos del desarrollo de capacidades en este tema, es importante destacar que, concientes de la importancia crítica de la CyT para el desarrollo socio-económico, muchos países de la región han incrementando los recursos humanos y financieros en este rubro y han incluido el tema de comunicación y apropiación de la ciencia como parte de sus agendas nacionales.

En ese sentido, la Organización de los Estados Americanos (OEA) ha emprendido, con la colaboración de los gobiernos y socios estratégicos de la región, un programa inte-ramericano de periodismo científico con miras a fortalecer las capacidades humanas en esta materia. Siguiendo los mandatos relacionados con la creación y diseminación del conocimiento científico, así como con la popularización de la ciencia para promover el desarrollo emanados de las Cumbres de las Américas y de la II Reunión de Ministros y Altas Autoridades en Ciencia y Tecnología, la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación (OCTI) del Departamento de Desarrollo Económico, Comercio y Turismo está implemen-tando la iniciativa Apropiación de la Ciencia por la Sociedad: Proyecto Interamericano de Periodismo Científico.

Este proyecto tiene como propósito principal fortalecer las capacidades para diseminación y divulgación de la ciencia. Sus componentes principales son: a) seminarios sub-regiona-les para capacitación de periodistas, legisladores y sector privado; y b) la creación de un Portal Interamericano de Periodismo Científico como mecanismo permanente de dise-minación de información en ciencia y tecnología abierto a la sociedad en general y para promover la intercomunicación entre periodistas, científicos, representantes de medios de comunicación y funcionarios públicos.

Hasta el 2010 y en coordinación con los Ministerios/Secretarías y/o Consejos Nacionales de Ciencia y Tecnología de América Latina se han realizado concursos abiertos en perio-dismo científico en Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay, Panamá y Perú, para seleccionar a un ganador por país que, financiado por la OEA/OCTI con apoyo de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacio-nal (ACDI), acompañó a dos comunicadores seleccionados por los Órganos Nacionales de Ciencia y Tecnología (ONCyT) de esos países más la República Dominicana, Colombia y Uruguay a los seminarios de capacitación. Estos seminarios fueron realizados, para Suda-mérica el 13, 14 y 15 de octubre de 2010 en Buenos Aires, bajo el auspicio del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) de la Argentina y para Meso-américa y la República Dominicana, el 18 y 19 de noviembre de 2010 bajo los auspicios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) y con la participación del Fondo Consultivo Científico y Tecnológico, la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Tecnología (SOMEDICYT) y la empresa Investigación y Desarrollo (I+D). Los seminarios, que contaron con la participación de 200 asistentes cada uno, cubrieron temas de gran relevancia para el periodismo de ciencia, tecnología e innovación como la comunicación pública en CyT, el periodismo de investigación, el papel del sector privado, Política de Estado, así como el potencial de los medios para comunicar ciencia, el impacto de la noticia científica, la percepción pública de la ciencia, instituciones científicas y su vin-culación con los medios, entre otros. Se espera realizar un tercer seminario para el Caribe angloparlante, Canadá y Estados Unidos en 2011.

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Es importante destacar que gracias a la participación de asistentes de toda la región en estos seminarios se han creado redes. De manera muy significativa, por una parte, un grupo de periodistas en Argentina ha decidido fundar la asociación argentina de perio-dismo científico y por la otra, a instancias del CONACYT de México y con el apoyo de la OEA, se firmará una Carta Intención entre los ONCyT de los países de la región compro-meterse a continuar apoyando actividades como los seminarios para el fortalecimiento de capacidades.

En relación al Portal Interamericano de Periodismo Científico, su diseño y creación ha sido realizado por la OCTI con el apoyo financiero de la ACDI y fue lanzado oficialmente durante los seminarios. El Portal cuenta con el apoyo de los ONCyTS y de las asociaciones de periodismo científico de la región y presenta un mecanismo gratuito para la diseminación o búsqueda de información en CyT que los propios usuarios han subido. Ver www.periodismocientífico.org

Sin contar el desarrollo socio-económico de los pueblos mediante innovaciones y avances colaborativos, la diseminación del conocimiento y la información científica son esenciales elementos para promover una mayor participación ciudadana en el quehacer político y por ende una mejor y más eficiente gobernabilidad democrática.

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Antecedentes de la divulgación científica: su impacto sobre el “ideario” moderno de la profesión

Matías Loewy* Es un ejercicio inevitable, aunque también caprichoso, analizar y reformular el pasado con el prisma del presente. La identificación de “pioneros” y de los orígenes de una disciplina no escapa a ese sesgo. Jenofonte, un historiador ateniense del siglo IV antes de Cristo, y Tito Lucrecio, un filósofo romano que vivió tres siglos más tarde, quizás hayan sido los primeros “divulgadores científicos”. De Jenofonte, el periodista chileno Eduardo Latorre ha dicho que su método para escribir la historia comparte los rasgos de los comunicadores científicos modernos, entre ellos, objetividad y sencillez para llegar a las masas, amenidad, respeto a la verdad e integración en el medio para el que trabajaba1. De Tito Lucrecio, au-tor de la obra “De la Naturaleza”, Carl Sagan y Manuel Calvo Hernando han resaltado su capacidad para introducir aspectos explicativos de la naturaleza que hoy se considerarían “divulgación para profanos”.2

En esa misma línea, resulta interesante observar hasta qué punto los pioneros de la di-vulgación y el periodismo de ciencia han contribuido a construir y consolidar idearios y perspectivas de la profesión que aún hoy siguen vigentes. Y de qué forma problemas, metodologías, prescripciones o anhelos que hoy nos parecen relativamente novedosos, ya fueron afrontados, experimentados o formulados por nuestros “protocolegas” o colegas a lo largo de la historia.

Paracelso (1493-1541), un médico y alquimista, considerado el padre de la farmacia, fue quizás el primero en enfrentar el desdén o desconfianza de los colegas cuando adaptó el lenguaje “técnico” a una esfera discursiva más comprensible por el público. En efecto, sus biógrafos sostienen que intentó explicarle al pueblo la medicina en su propia lengua plebeya, con no poco escándalo “de los contempladores de orinas y de los académicos”, como decía Paracelso.3

Sin embargo, la divulgación de las ciencias, como género literario, comenzó recién en los siglos XVII y XVIII. Y tal vez la obra pionera sea el “Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano” (1632) de Galileo Galilei. Galileo quería ser entendi-do tanto por los científicos como por los ciudadanos: prescindió del latín y usó la lengua vulgar, el italiano antiguo.4 Por otra parte, expuso su tesis en forma de diálogo entre tres

* Editor Senior de la revista Newsweek Argentina. Docente a cargo del Curso Taller de Introducción al Periodismo Científico de la Fundación Instituto Leloir. Vicepresidente de la Red Argentina de Periodismo Científico- Asociación Civil. E-mail: [email protected]

1 Latorre E. El Periodismo Científico en América Latina. El Mercurio, Santiago de Chile, 27 noviembre 1966. Citado en Calvo Hernando M. “Divulgación y periodismo científico. Entre la claridad y la exactitud”. México DF: Dirección General de Divulgación de la Ciencia- Universidad Autónoma de México, 2003.

2 Sagan C. Un punto azul pálido. Buenos Aires: Planeta, 1996. Calvo Hernando M. Antecesores ilustres de la divulgación científica. Periodismo científico 2001; n.° 35, pp. 4-5.3 Lluesma Uranga E. Estudio preliminar sobre Paracelso. En Paracelso. “Obras completas”. Buenos Aires: Editorial

Schapire, 1945.4 Cortiñas S. Un recorrido por la historia del libro de divulgación científica. Quark 2006; nº 37-38, pp 58-64 (accesible en

www.prbb.org/quark/37-38/default.htm).

Antecedentes de la divulgación científica: su impacto sobre el “ideario” moderno de la profesión

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personajes, un género literario ágil con el que no sólo pretendía eludir los rigores de la In-quisición sino que también, en los tiempos del Renacimiento, servía para atraer tanto a los lectores como a los autores. En otras palabras: Galileo, como cualquier buen divulgador, adaptó el lenguaje y lo puso en un formato que procuraba sostener la atención de una audiencia más amplia.

El escritor y filósofo Bernard le Bovier de Fontenelle (1657-1757) se hizo célebre por una obra clásica de la divulgación científica: “Entretetiens sur la pluralité des mondes”, publi-cada en 1686 y reeditada durante más de dos siglos. En el prefacio, Fontenelle intentaba disipar pruritos y aseguraba que el texto sería comprensible “aún para aquellos sin conoci-mientos científicos”. Y agregaba: “He querido hablar de la ciencia en una forma que no fue-ra científica. He tratado de llevarla a un punto que no fuera demasiado árida para la gente común, ni demasiado superficial para los sabios”. Vladimir De Semir, periodista científico español, se pregunta si no sería esa una primera definición de divulgación.5

Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (1707- 1788), fue un escritor, filósofo e intendente del rey. Autor de la voluminosa “Historia natural, general y particular”, que incluía una histo-ria de la Tierra y de los planetas, de los animales y de los seres humanos, reflexionó sobre el poder de la palabra y la importancia de una buena redacción en su célebre discurso de recepción de la Academia Francesa: “Las obras bien escritas son las únicas que pasan a la posteridad: la cantidad de conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos no son garantías de inmortalidad”.6 Sentía, y esto todavía aprenden hoy los periodistas, que la forma de contar algo era tan importante como el he-cho mismo que se narraba.

El filósofo y escritor francés Denis Diderot (1713-1784), el padre de la monumental “En-ciclopedia”, quiso transmitir al público las maravillas de la ciencia y la tecnología. Consi-deraba que el escepticismo era un primer paso para la búsqueda de la verdad: “Lo que jamás ha sido puesto en duda no puede ser de ninguna manera probado. Lo que no ha sido examinado sin prevención no ha sido jamás bien examinado. Una sola demostración me afecta más que cincuenta hechos”.7 La reivindicación de la duda y la necesidad de evidencias, esenciales para todo buen científico, se alinean también con recomendacio-nes modernas para periodistas de ciencia y, por supuesto, para cualquier periodista en general. “Ser periodista es tener buenas dudas, buenas preguntas, y estar seguro de muy pocas cosas”, sostiene Jorge Lanata.8 “Jamás afirme nada si no hay pruebas concluyen-tes al respecto”, aconseja por su parte Acianela Montes de Oca, profesora venezolana de periodismo científico.9

Escritor, científico y filósofo alemán, Wolfgang Goethe (1749-1832) fue un precursor de la utilización de recursos y géneros literarios poco tradicionales, tales como la poesía, para

5 De Semir V. Aproximación a la historia de la divulgación científica. Quark 2002; nº 26 (accesible en www.prbb.org/quark/26/default.htm).

6 Conde de Buffon. Obras completas. Madrid: Mellado, 1848.7 Diderot D. Pensamientos filosóficos. El combate por la libertad. Barcelona: Proteus, 2009.8 Lanata J. Seis caminos para llegar al mismo sitio. En “Periodismo x periodistas. Manuel de TEA y Deportea”. Buenos

Aires: TEA y Deportea, 2006.9 Montes de Oca A. El renovado desafío del periodismo científico. En “Jornalismo e ciencia: uma perspectiva ibero-

americana”. Coord: Massarani L. Río de Janeiro: Fiocruz/COC/Museu da Vida, 2010.

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transmitir conocimientos científicos y llegar a un público amplio. “Nadie quería compren-der la unión íntima de la poesía y de la ciencia; se olvidaban que la poesía es la fuente de la ciencia”, sostenía.10 En su poema “La metamorfosis de las plantas”, de 1770, Goethe llega a describir el desarrollo de los cotiledones de la siguiente forma: “Yace en la semilla la fuerza simple: un modelo incipiente/ cerrado en sí mismo, replegado bajo el envoltorio/ hoja, raíz y brote, sólo medio configurado y sin color/ así el grano seco conserva a cubierto la vida serena/ que irrumpe hacia lo alto, se confía a la humedad benigna/ y de la noche circunstante surge”.

Camille Flammarion (1842-1925), un popular astrónomo francés y divulgador de la astro-nomía, estaba imbuido por una especie de compromiso misionero por llevar la ciencia al gran público. Y experimentó con cualquier dispositivo narrativo imaginable para lograr que su comunicación fuera más eficaz. Prosperó durante la época que De Semir consi-dera “la edad dorada” de la divulgación, entre 1870 y 1900, cuando coincidían el deseo de mostrar y el deseo de saber.11 “Si la humanidad supiera qué profundo placer embarga a quienes escrutan el cielo (…), media Europa estaría cubierta con telescopios en lugar de bayonetas”, proclamaba Flammarion. Pero su éxito como divulgador también dañó su reputación entre los científicos, en parte por su utilización de ficciones didácticas para cautivar a los lectores, en parte por sus coqueteos posteriores con el espiritismo.12 Le había pasado lo mismo a Paracelso: los afanes divulgativos podían restar prestigio dentro de la comunidad de pares.

El padre de la teoría de la evolución, Charles Darwin (1809-1882), no fue un divulgador en sentido estricto pero sí un científico que escribió como si lo fuera. “El origen de las espe-cies”, su obra cumbre de 1859, es el último gran trabajo de investigación que puede ser leído por cualquier persona sin conocimientos especializados. No fue un hecho casual. El gran divulgador Richard Dawkins y el profesor de retórica John Angus Campbell, aunque tienen posiciones diferentes sobre la teoría evolutiva, coinciden en que Darwin usó el inglés llano y un discurso literario comprensible para convencer de sus ideas no sólo a los otros científicos sino también a un público más masivo.13 Dawkins agrega que el “ratio explica-tivo” de la gran idea de Darwin de la selección natural, esto es, aquello que logra explicar dividido lo que se necesita asumir para hacer la explicación, es enorme. “Darwin nos hizo tomar conciencia del vigoroso poder de la ciencia para explicar los largo y complejo en términos de lo pequeño y simple”, escribió.14

Pero si Darwin pudo sacar la ciencia fuera del coto de comprensión exclusiva de las élites científicas ilustradas, medio siglo más tarde fue Albert Einstein (1879-1955), en palabras del divulgador científico John D. Barrow, quien “restauró la fe en la ininteligibilidad de la ciencia”.15 Y si bien Einstein publicó en 1917 un “librito” de divulgación, “Sobre la teoría

10 Domínguez M. Goethe y la divulgación científica. Quark 2002; nº26 (accesible en www.prbb.org/quark/26/026024.htm).11 De Semir V. Íbid.12 Stableford B. Introducción. En Flammarion C. “Lumen”. Middletown: Wesleyan University Press, 2002.13 Campbell JA. Charles Darwin: rhetorician of science. En “Landmark Essays on Rhetoric of Science. Case studies”. Ed:

Harris RA. Mahwah: Lawrence Erlbaum Associates, 1997.14 Dawkins R. Why Darwin matter. The Guardian, Londres, 9 de febrero de 2008 (accesible en http://www.guardian.co.uk/

science/2008/feb/09/darwin.dawkins1).15 Barrow JD. Imágenes del Cosmos. Las mejores imágenes de la historia de la ciencia. Barcelona: Paidós Ibérica, 2009.

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de la relatividad especial y general”, en el que intentaba “presentar las ideas principales del modo más claro y simple posible, respetando en general el orden y el contexto en los que fueron realmente concebidos”, no logró disipar una percepción extendida: todo el mundo sabía que el físico alemán había hecho algo importante, aunque nadie supiera muy bien qué. No es un problema del discurso. Los papers de Einstein, señala el físico y novelista Alan Lightman, tienen un lenguaje simple, argumentos directos y una matemática que no presenta dificultades. Lo profundo, agrega, es el pensamiento, la intuición sobre la naturaleza.16 En declaraciones a la prensa, en 1921, el mismo Einstein especuló sobre la razón del interés que despertaba su teoría en la gente: “Estoy seguro de que es el misterio de no comprender nada lo que les atrae… les impresiona, tiene el color y el encanto de lo misterioso”.17

Peter Coles, profesor de Astrofísica de la Universidad de Nottingham, considera que a la gente no le importaba no entender exactamente lo que hacía Einstein, pero disfrutaban pensando que el intelecto del científico era superior al suyo. Y supone que un fenómeno similar ocurre hoy con la popularidad de Stephen Hawking. “El éxito de ventas de ‘His-toria del tiempo’ no significa necesariamente que las ideas de Hawking se entiendan de forma generalizada”, escribió Coles. “Yo dudo incluso que la mayoría de la gente que han comprado el libro lo hayan leído. Pero el personaje de Hawking refuerza el elemento ‘so-brenatural’ de su ciencia”.18 El éxito popular de Einstein y Hawking refuerza, en síntesis, la noción de que la divulgación científica (a diferencia de la educación formal) puede producir un goce estético que es independiente de la eficacia didáctica con que transmite un cono-cimiento científico.

La “explosión cámbrica” de la divulgación científica en el siglo XX, motorizada por nom-bres como George Gamow (1904-1968), Isaac Asimov (1920-1992), Carl Sagan (1934-1996) y Stephen Jay Gould (1941-2002) en Estados Unidos19, termina por consolidar el ideario moderno de la divulgación: saber de ciencia ayuda a entender la vida y a tomar decisiones; divulgar ciencia es una actividad creativa; hay que escribir o comunicar en un lenguaje comprensible; no basta con informar: hay que motivar, entretener, inspirar; hay que encontrar el equilibrio entre el rigor científico y la simplificación; divulgar no significa distorsionar; hay que convencer a los científicos sobre el valor y la importancia de divul-gar; la ciencia ayuda al desarrollo de país, y una sociedad informada será más propen-sa a apoyar la ciencia. Escribió, por ejemplo, Gould: “Los conceptos de la ciencia, con toda su riqueza y ambigüedad, pueden ser presentados sin ninguna simplificación que se considere distorsión, en un lenguaje accesible a cualquier persona inteligente”20. Soste-nía Sagan, en referencia a la posibilidad de comunicar conceptos y términos científicos mediante una “selección natural” de metáforas, analogías, imágenes y anécdotas: “(el divulgador) puede llegar casi a cualquier parte si camina por un sendero bien pavimentado que el público pueda recorrer”.21

16 Lightman A. The Discoveries. Great Breaktrhroughs in 20th-Century Science.17 Barrow JD. Íbid.18 Coles P. Hawking y la mente de Dios. Barcelona: Gedisa, 2007.19 Cortiñas S. Íbid.20 Gould SJ. La vida maravillosa. Barcelona: Crítica, 2007.21 Sagan C. El mundo y sus demonios. Barcelona: Planeta, 2000.

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Enrique Belocopitow (1926-2007), “Belo”, es un referente ineludible de la historia de la di-vulgación científica en Argentina. Química y discípulo del Nobel Luis Federico Leloir, quien dirigió su tesis de doctorado sobre metabolismo de hidratos de carbono, en sus últimos 25 años se dedicó a difundir la ciencia a través de los medios de comunicación y a formar re-cursos para acometer esa empresa. Belocopitow, señala Alberto Díaz, director del Centro de Biotecnología Industrial del INTI, intentó sacar la ciencia de su ostracismo y llevarla al gran público. “Es algo parecido a lo que pretendió Galileo Galilei con su pequeño telesco-pio: llevar las estrellas a la mesa familiar”, compara Díaz.22 Decía Belocopitow: “Un país en el que el pueblo y las autoridades son concientes de que el progreso del país depende de la aplicación y del conocimiento de la ciencia, es distinto de otro que considera que la ciencia es un adorno y no sirve para nada”.23 Veinticinco siglos después de Jemofonte, divulgadores y periodistas científicos suscriben con entusiasmo esa afirmación.

22 Díaz A. La revolución silenciosa. Biotecnología y vida cotidiana. Buenos Aires: Capital Intelectual, 2010.23 Gruffat C. Enrique Belocopitow: Sobre el periodismo científico y sus aportes a la enseñanza de la ciencia. Colección

educ.ar, 7 de junio de 2006 (accesible en www.coleccion.educ.ar)

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Las actitudes del público y la producción de conocimiento: reflexiones en torno a una controversia

Ana María Vara* La primera pregunta que surge cuando hablamos de público y ciencia es: ¿por qué comunicar para el público general? ¿Qué beneficios trae a un lector de diarios o un es-pectador de televisión informarse sobre ciencia y tecnología? Una respuesta clásica, a la que nos remitimos de manera recurrente por su claridad y concisión, es la formulada por Durant (1990), quien resume en tres argumentos las razones que justifican la comu-nicación pública de la ciencia en función de los intereses del público: un argumento cul-tural, uno práctico y uno político. En primer lugar, sostiene, la ciencia es una adquisición primaria de la civilización occidental moderna, aquello que nuestra cultura hace mejor. Por lo tanto, la gente merece conocer acerca de esta actividad intelectual característica de nuestra época: éste es el argumento cultural, que delinea un público próximo a un espectador. El argumento práctico se basa en que la ciencia y la tecnología suponen impactos notables en las sociedades contemporáneas, de modo que es clave manejar ciertas nociones para poder tomar decisiones en nuestra vida diaria: de alimentación, de ventajas y riesgos tecnológicos. Para este autor es clave tener en cuenta las nuevas tecnologías que continuamente transforman la agricultura, la industria y la medicina: el público (entendido como consumidor) puede beneficiarse al recibir información técnica a partir de la cual tomar decisiones informadas. Finalmente, el argumento político apunta a señalar que la calidad de una democracia depende de una adecuada comprensión por parte del público (los ciudadanos) de los problemas a resolver, entre ellos los relativos a cuestiones científicas y tecnológicas. Si bien este último punto presenta algunos inconvenientes —la omnicomprensión del pa-norama científico es pura fantasía, aún para los expertos—, Durant plantea que en cambio es posible un nivel de familiaridad suficiente para comprender cuáles son las discusiones entre expertos. Y concluye: “La democracia es siempre dificultosa, pero sin un mínimo nivel de comprensión pública de los problemas relevantes, es cuestionable si ésta es si-quiera posible” (Durant 1990: 14). Quizás el autor que ha trabajado de manera más conse-cuente en esta línea es Jon D. Miller quien, tras una larga trayectoria dedicada al tema e in-corporando las sugerencias de muchos críticos, ha desarrollado la idea de “alfabetización científica ciudadana”. Nosotros preferimos una vez más la postura de Durant (2005), quien en otro trabajo ha hablado de tres acepciones de la noción de alfabetización científica, distinguiendo entre la que tiene que ver con los contenidos, la vinculada a la metodología y la que se apoya en el conocimiento del modo de producción de conocimiento, incorporan-do aspectos de la institucionalización de la ciencia. Parafraseando su posición, podemos decir que los contenidos son excesivamente amplios y renovables permanentemente; la metodología no es única y suele ser imitada por actores interesados —pensemos en los comerciales de televisión o de cosméticos, en que se argumenta tener pruebas “científi-cas” de la eficacia de determinado producto—; mientras que la alfabetización institucional

* Dra. en Estudios Hispánicos (Universidad de California). Investigadora del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini – Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) Email: [email protected]

Ana María Vara*

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hace al fondo de la cuestión de la ciencia en tanto que producción socialmente situada de conocimientos. De manera interesante, veremos que este aspecto es relevante también en los casos de controversias, en los que las críticas más finas de quienes resisten ciertas tecnologías tienen que ver con el modo de funcionamiento de las instituciones, los criterios para realizar un estudio de impacto, los criterios para regular determinadas tecnologías, los conflictos de interés de quienes realizan los estudios.

Ahora bien, este público general que necesita y merece informarse sobre ciencia y tecno-logía, ha sido tradicionalmente caracterizado como ignorante y desinteresado. Se ha dado por obvia la existencia de un desnivel, de una brecha entre científicos y público general, que constituye el modelo más extendido de esta relación. En primer lugar, es importante relativizar esta visión, des-naturalizarla. Autores como Bensaude-Vincent (2001) han seña-lado que la concepción de esta diferencia radical entre científicos y no científicos no fue siempre así, sino que tiene un origen histórico, con una acentuación en el siglo XX: “El público ilustrado de los amateurs, un término que todavía tenía una fuerte connotación positiva en el siglo dieciocho, ha sido transformado en el siglo veinte en una masa de per-sonas fáciles de engañar, irracionales e ignorantes” (Bensaude-Vincent 2001: 106).

En esta visión, el público no sólo carece de conocimiento científico sino que de alguna manera se encuentra incapacitado para intervenir en cuestiones de ciencia con auténtica comprensión del tema —es decir, desde un punto de vista cognitivo. Como describe esta visión Fehér desde una perspectiva epistemológica: “Los epistemólogos han considerado evidente en sí mismo que la ciencia no era asunto de personas no especializadas carentes de una formación metodológica específica, y cuyo papel se limita a prestar apoyo financie-ro y moral a la investigación científica —y no a hacer aserciones de conocimiento científi-co” (Fehér, 1990: 422; bastardillas en el original).

Desde la comunicación pública de la ciencia, Wynne (2001) muestra cómo esta visión no sólo niega al público un papel cognitivo, racional, sino que además destaca que su juicio está marcado por valores y emociones, es decir, por aspectos irracionales:

Los acercamientos convencionales (...) reproducen presupuestos de larga data y profundamente culturales que hablan de una brecha categórica entre un conoci-miento fáctico, objetivo y real por un lado, y emociones o valores vacías desde el punto de vista cognitivo por el otro; y que mientras la ciencia está en busca de lo primero, el público no experto sólo es capaz de tomar posiciones sentimentales, emocionales, e intelectualmente vacuas. (Wynne, 2001: 445)

De esta perspectiva se desprende una manera de comprender la divulgación científica que parte de una radical asimetría entre expertos y público (comentada críticamente por Miller, 2001; Lewenstein, 2002), y que es la más extendida en el presente. Se trata de “la visión dominante de la divulgación”, caracterizada por Hilgartner como “un modelo en dos etapas”: en los siguientes términos: “en primer lugar, los científicos desarrollan un cono-cimiento científico genuino; en segundo lugar, los divulgadores transmiten al público una versión simplificada” (1990: 19-20). Es decir: los científicos saben, el público no sabe, y los

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periodistas científicos son los imprescindibles intermediarios que deben traducir lo que los científicos (sabios) dicen para que el público (ignorante) aprenda.

Esta visión del público fue la que guió en los comienzos las acciones de comunicación pública de la ciencia. Bauer (2007), quien habla de tres paradigmas de los estudios del área, llama a esta visión “el paradigma de la alfabetización científica” y lo sitúa entre la década del sesenta y mediados de la década del ochenta. Este paradigma supone un déficit cognitivo del público, por lo que propone que éste debe ser educado: el papel del periodismo científico, en esta visión, es transmitir conocimientos. El segundo paradigma es el de la “comprensión pública de la ciencia”. Situado entre mediados de los ochenta a mediados de los noventa, señala otro déficit del público: que no valoriza la ciencia, que se apoya en supersticiones o creencias irracionales, que es “anti-ciencia”. La solución propuesta es, a la vez, educarlo y seducirlo. En este segundo paradigma, comprensión y valoración son dos actitudes correlativas: el público debe comprender para aprender a valorar. Sin embargo, años de encuestas en Europa y los Estados Unidos, muestran que no necesariamente un público más informado es un público que apoye más a la ciencia.1 Como ha señalado Ziman (1991: 100), frecuentemente “la mayor comprensión está asociada con una mayor apoyo a iniciativas científicas útiles (…) pero también con más oposición con respecto a aspectos que involucran disputas de tipo moral, como la investigación con embriones humanos.”

Finalmente, el tercer paradigma descripto por Bauer (2007) es el de “ciencia y sociedad”. Surgido a mediados de los noventa, revierte el diagnóstico: ahora, el déficit es el de las instituciones científicas y los expertos, que tienen desconocimiento y prejuicios acerca del público. La solución es promover la participación del público en las decisiones sobre cues-tiones científico-tecnológicas. Siguiendo este diagnóstico, que supone un público racional y con saberes propios que complementan los conocimientos expertos, en muchos países se establecieron rondas de consultas obligatorias en relación con diversos proyectos. De hecho, son varios los procedimientos desarrollados para establecer estas consultas, de las conferencias de consenso a las consultas obligadas —aunque mayoritariamente, no vinculantes— en los estudios de impacto ambiental.

Revisiones y revelaciones

Más allá de la evolución que la reflexión sobre los públicos ha tenido en los estudios de comunicación de la ciencia, entre los periodistas científicos y entre los científicos sigue prevaleciendo, en términos generales, el primer paradigma de Bauer, la antigua “visión dominante de la divulgación”: es casi un preconcepto que se confunde con el sentido común, que persiste de manera acrítica a pesar de las evidencias en contrario. Por eso nos detendremos en la bibliografía que muestra que las variaciones de actitud del público general frente a la información científico-tecnológica en sumamente amplia. Einsiedel y

1 Quizás uno de los ejemplos privilegiados de esto lo constituye el caso de la oposición a los transgénicos en Europa: franceses y británicos, por ejemplo, tuvieron una actitud negativa más tempranamente que españoles o portugueses, aunque su nivel de conocimientos de ciencia eran superiores, como mostraron las encuestas sobre conocimientos y actitudes Eurobarometer de manera sistemática. Ver, por ejemplo, Eurobarometer 35.1, Opinions of Europeans on Biotechnology in 1991; 39.1, Biotechnology and Genetic Engineering: What Europeans Think in 1993; and 46.1, The Eurobarometer on Biotechnology 199, Bruselas: Comisión Europea.

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Thorne (1999) realizaron una revisión de estudios empíricos e identificaron distintas actitu-des frente al conocimiento por parte de diversos públicos, que tienen plena vigencia.

Su trabajo habla de diversos públicos en diversos contextos, y contradice la noción de que el público es pasivo o abúlico —o meramente receptivo— frente a las actividades de divulgación del conocimiento científico. Estos autores muestran que incluso el desinterés y la ignorancia pueden ser actitudes activas y razonadas, de la misma manera que dejan en claro que el público, cuando quiere o necesita acceder a determinado conocimiento científico, es muy activo en su búsqueda. En síntesis, describen ocho posibles actitudes frente al conocimiento científico, que caracterizan a partir de una afirmación, y que ilustran con trabajos clásicos del área de los estudios de comunicación y, más ampliamente, de los estudios sociales de la ciencia. A sus propuestas, añadiremos otros ejemplos tomados de nuestra experiencia en el periodismo científico, y de nuestras propias investigaciones, en particular las referidas a controversias ambientales. Veremos que cinco de las afirmaciones que Einside y Thorne atribuyen al público para describir sus posiciones suponen desinte-rés, desconfiada indiferencia o aún rechazo a recibir nuevos conocimientos; mientras que tres hablan de casos de búsqueda activa de información científico-tecnológica.

a) Casos de desinterés o rechazo de conocimiento:

1. No sé nada sobre X; dejaré que los expertos me digan lo que necesito saber. Einsi-del y Thorne citan los ya clásicos trabajos de Brian Wynne (1991) sobre trabajadores de la planta de reprocesamiento de combustible nuclear de Sellafield, Inglaterra como un caso en que personas que deberían tener interés por saber más sobre física atómica —la distin-ción entre rayos alfa, beta y gamma— no lo tienen. Las razones identificadas por Wynne tienen que ver con la confianza en la institución y la división de tareas: cada cual hace lo suyo y demuestra confiar en lo que hacen los demás; el conocimiento ya está “encapsu-lado” en los procedimientos. Esto se relaciona también con la cohesión social. O sea que es para los trabajadores de esta planta —y, de alguna manera, para el funcionamiento de esta planta— es socialmente útil no saber.

2. No sé mucho sobre X; eso está bien porque no es algo importante o relevante para mí. En este caso, Einsidel y Thorne aluden a la multiplicación de información disponible y aducen que todos decidimos no saber más en algún momento sobre algún tema, por razones de “economía mental, interés o utilidad”. Citan como ejemplo la información sobre países remotos. Recordemos la parábola sobre la memoria que propone Jorge Luis Borges en su cuento “Funes el memorioso” y nos resultará claro que, para aprender, tenemos que recordar pero también que olvidar. La información que no podemos articular de manera significativa no sólo es inútil: si dirigimos nuestra atención a la misma, nos perdemos de incorporar aquellos datos que sí son fundamentales para entender aquellas cuestiones que nos ocupan o inquietan.

3. No sé mucho sobre X; y no quiero saber más. Se trata aquí de una resistencia ac-tiva, de un auténtico rechazo a recibir nueva información. Para ejemplificar esta actitud, Einsidel y Thorne mencionan los trabajos de Mike Michael (1992) sobre cómo personas comunes hablan de ciencia. Michael notó que el público podía mostrar desinterés acerca de la información sobre radiación porque sentían que esa información formaba parte de un

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esfuerzo por “venderles” la tecnología nuclear: hablar de la radiación natural debida al gas radón, por ejemplo, puede servir para hacer más aceptable una tecnología que tiene que ver con los usos de minerales radiactivos, como el uranio. De hecho, como muestran los estudios sobre percepción de riesgo, como los realizados por Paul Slovic (2000), el carác-ter artificial de las tecnologías les otorga un aspecto más amedrentador. En la medida en que pueda asociarse la radicación de las centrales nucleares a la producida naturalmente, se logra “suavizar” su imagen. Otro ejemplo de rechazo a la información que ofrecen Ein-sidel y Thorne tiene que ver con los casos en que saber algo resultar una carga: enterarse de que uno tiene una importante predisposición a heredar una enfermedad que no tiene tratamiento nos pone frente a alternativas que algunas personas pueden preferir evitar. ¿Cómo me preparo? ¿Se lo cuento a mis hijos o a mis hermanos, que podrían igualmente haber heredado esta predisposición? ¿Querrán saberlo? ¿Se lo cuento a mi novia, a mi esposa? ¿Me seguirá queriendo? ¿Querrá tener hijos conmigo? Para algunos puede ser mejor saber; para otros, no. No es menos problemático en el caso de enfermedades que sí pueden tratarse: si tengo la predisposición pero no la enfermedad, ¿qué debo hacer? ¿Debo compartir esta información con obras social, con mi servicio de medicina prepaga? ¿Con mi empleador? En los estudios sociales de la ciencia, toda una rama de trabajo se concentra en la diversa problemática derivadas de los tests de diagnóstico de ADN.

4. No sé mucho sobre X; sobre eso nadie sabe mucho (o nada definitivo), y no hay mucho que podamos hacer. Einsidel y Thorne mencionan en este caso trabajos sobre riesgo. Quisiera referirme al boom de la información sobre alimentación que experimen-tamos en los noventa. Con alimentos como las grasas, las pastas o el café, por ejemplo, la información difundida pasó de condenarlos a adorarlos, de acuerdo a cómo se iban difundiendo las investigaciones —la mayoría, puntuales— sobre su posible influencia en determinadas enfermedades. Recordemos que la margarina fue presentada como una al-ternativa saludable a la manteca, y hoy se sabe que los aceites hidrogenados son tan ma-los o peores que la manteca. En esto, como en muchos otros casos, el periodismo tiene alguna responsabilidad al convertir en noticia muchas investigaciones de alcance limitado: la estructuración de la noticia como un evento puntual y novedoso tiene a acentuar estas situaciones.

A esta distorsión contribuye también la política de prensa de los journals y de instituciones científicas del Primer Mundo que quieren lograr la mayor visibilidad pública para sus traba-jos —un esfuerzo al que dedican importantes recursos, sobre todo a través de la difusión de material embargado (De Semir 2000). Por otra parte, es inherente a la dinámica de la ciencia perfeccionarse de manera incesante, de manera que la responsabilidad no es so-lamente de los periodistas, sino consecuencia propia del progreso del conocimiento. Pero es importante entender al público cuando se resiste a cambiar sus hábitos alimentarios, basándose intuitivamente en que esa recomendación podría ser diferente más adelante.

5. No sé mucho sobre X, y no puedo acceder a la información, de manera que real-mente no puedo saber más hasta que la información sea más accesible. Einsidel y Thorne mencionan los casos en que los gobiernos o las empresas no dan a conocer o niegan la información; puede ser por razones de seguridad, o de derechos de propiedad intelectual, por ejemplo. Es decir, ejemplos en que el público no puede acceder al cono-cimiento científico porque otros se lo impiden. Un caso interesante de América Latina es

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el plan secreto de la Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina para lograr el enriquecimiento de uranio durante la última dictadura militar (1976-1983). Aunque se lo estaba haciendo con fines pacíficos, ni los propios científicos de CNEA que no estaban en el proyecto conocían este desarrollo.2 Éste sería un caso de secreto por el hecho de involucrar una tecnología sensible, de potencial doble uso, que las potencias controlan celosamente —aunque algunos ofrecen razones atendibles que permiten entender estas medidas como una protección de mercado por parte de las potencias nucleares: la Argen-tina no podía anunciar públicamente que estaba desarrollando esta tecnología. Einsidel y Thorne mencionan también los casos de secreto comercial o para proteger la privacidad de las personas.

Para ofrecer nuevos ejemplos, nos gustaría apoyarnos en un libro reciente, del norteame-ricano Robert Laughlin (2009), premio Nobel de Física 1998, quien sostiene, de manera contundente, que “el acceso universal al conocimiento es totalmente incompatible con la economía de mercado” dado que “el conocimiento más valioso en términos económico es propiedad privada”. Obviamente, se está refiriendo a la fuerte presión en defensa del patentamiento del conocimiento y del reconocimiento de los derechos derivados del mis-mo para cobrar royalties que se ha acentuado fuertemente desde la década del ochenta, y que ha afectado fuertemente las investigaciones en diversos ámbitos, especialmente en el de la biomedicina, como hemos analizado (Vara 2007d). Se aduce que el patentamiento estimula la inversión, un efecto presuntamente benéfico que ha sido repetidamente cues-tionado por diversos autores. Más allá de esta discusión, es evidente que las patentes, como institución, presuponen la apropiación privada del conocimiento: en ese principio se apoyan. De modo que el conocimiento patentable es intrínsecamente inequitativo y de difusión limitada: pertenece a quienes lo patentan (que no siempre son quienes lo ge-neran). Por otra parte, Laughlin destaca que no se trata de que sean meramente las apli-caciones más prácticas del conocimiento las que se patentan, sino conocimientos que suelen caracterizarse como de ciencia básica. Por ejemplo, argumenta que, al patentar software, se están patentando algoritmos matemáticos; y que, al patentar secuencias ge-néticas, se está patentando la información fundamental sobre la reproducción de la vida. Notablemente, Laughlin se refiere de manera muy crítica a la proliferación de información vinculada a las nuevas tecnologías y a Internet, sosteniendo que esta abundancia, usada estratégicamente, en lugar de esclarecer, oscurece. Así, sostiene que, en relación con las innovaciones patentables, “la gran cantidad de información inservible confunde a los competidores”. En este sentido, concluye totalmente en contra de la opinión dominante, diciendo que las nuevas tecnologías “no son instrumentos de difusión de conocimientos, sino agentes de su destrucción”.

Algo similar comenta Laughlin acerca del conocimiento “sensible”, aquél al que se atribu-yen poderes para afectar la seguridad de los Estados, como la tecnología nuclear. Argu-menta que se ha reservado de la difusión pública no sólo el conocimiento ingenieril para la construcción de centrales, sino los mismos principios físicos que se utilizan para su construcción. En nombre de la seguridad nacional, subraya, “hemos hecho desaparecer toda un área de conocimiento”.

2 Esta información proviene de entrevistas realizadas para una investigación en colaboración con Diego Hurtado de Mendoza.

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2) Casos de búsqueda activa de conocimiento:

1. No sé mucho sobre X y quiero (o necesito) saber más, así que voy a buscar infor-mación para saber más. Éste es un caso cada vez más común, gracias al surgimiento de las ONG, en particular —pero no solamente— las ambientalistas. Las personas que se sienten afectadas por un desarrollo científico-tecnológico buscan activamente cono-cimiento para demostrar que el mismo supone riesgos. Es una actitud para celebrar, excepto por parte de aquellos que temen no poder controlar las conclusiones —y las acciones— de esos ciudadanos: son los casos de resistencia a la minería, a las represas, a la tecnología nuclear, a los transgénicos, que estamos viendo en distintos puntos de América Latina hasta permitirnos decir que nos encontramos ante un ciclo de protesta ambiental (Vara 2009).

En relación con la búsqueda de conocimiento por parte de los resistentes, Noble-Tesh (2000) sugiere que, en realidad, las controversias públicas por temas científicos no son, como muchos suponen, una discusión entre expertos y no expertos, sino entre expertos que tienen distintas visiones obre el fenómeno en cuestión —dado que también hay co-nocimiento experto del lado de los que protestan. Un ejemplo interesante de esto es la diferente posición que, desde sus inicios, tuvieron en términos generales los ecólogos y los biólogos moleculares frente a la biotecnología agrícola. Los primeros pensaban más en los riesgos ambientales de liberar nuevos genes al ambiente; los segundos tenían una visión más instrumentalista, concentrándose en las posibilidades abiertas por las nuevas técnicas. Volveremos sobre este punto en la siguiente sección.

2. No sé mucho sobre X, pero mis amigos y mi familia saben bastante sobre eso; yo debería informarme, o me voy a quedar afuera. Einsidel y Thorne mencionan aquí los trabajos de Noelle-Neumann sobre la “espiral del silencio”, quien postula que tratamos de ajustar nuestra opinión a la de la mayoría, para no sentirnos excluidos. También, que nos gusta saber de qué están hablando todos. Esto es interesante: un tema de ciencia puede convertirse en un tema de conversación cotidiano si estuvo en la tapa de los diarios o en el noticiero de la noche. O —mejor todavía— en un programa de entretenimientos o de ac-tualidad de alto rating. También cuando empieza a “rebotar” en distintos medios: eso es el efecto de “agenda setting” en un sentido fuerte (se impone no sólo el tema, sino también lo que se piensa sobre el tema) o débil (se impone el tema). Si un tema aparece en las charlas cotidianas, las personas quieren opinar sobre el mismo. Para hacerlo, necesitan informar-se, aunque sea un poco. En este caso, tenemos una primera etapa pasiva: le imponen al público el tema (por eso, agenda setting). Pero la segunda parte es activa: el público busca el conocimiento para poder participar.

3. No sé mucho sobre X y no tengo las capacidades que se necesitan para saber más; por lo tanto, no puedo averiguar más hasta que tenga estas capacidades. Einsidel y Thorne mencionan el trabajo de Epstein (1995) sobre los activistas contra el sida en los Estados Unidos, que presionaron al gobierno norteamericano para que invirtiera más dinero en investigación, y hasta aprendieron el vocabulario técnico —la quintaesencia de lo difícil, para la divulgación— para que sus argumentos fueran res-petados y escuchados por los propios científicos. También retomaremos este punto en breve.

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En síntesis, comprender qué hace el público con la información que se le ofrece implica tener en cuenta una serie de factores, y su interacción. Las piezas producidas por el pe-riodista científico o por parte de otros agentes vinculados al área científico-tecnológica constituyen apenas algunos entre los muchos y diversos factores involucrados en las acti-tudes y, más importante, en las decisiones de las personas. Insisto en este punto: tanto los periodistas como los investigadores del área de la comunicación pública de la ciencia te-nemos que evitar pensar en el público como espectador, como audiencia. Por el contrario, es vital comprenderlos como agentes, seres activos, que hacen algo con esa información, es decir, que no se limitan a acceder a ella, sino que la integran —o no—en su vida, en aquellos modos y aspectos que esa información les resulta necesaria o relevante. También es importante tener en cuenta que el público dispone de diversas fuentes de información —que pueden ser coincidentes, complementarias o conflictivas con las noticias que en determinado momento se les quieren transmitir—, fuentes vinculadas con otros medios, o proveniente de su grupo familiar, profesional, o social en términos amplios. Deben con-siderarse, asimismo, otros factores que interactúan en los procesos de recepción en una compleja dinámica, como que los diversos públicos disponen de convicciones y valo-res diferentes; que las instituciones involucradas tienen diversos grados de confiabilidad (Frewer y Richard 1994); la pertinencia —real o percibida— de esa información para cada caso particular; la forma como cada persona percibe su propia capacidad para actuar en relación con distintos aspectos de la vida, como su salud (Rimal 2001). Se concluye, por lo tanto, que los efectos del periodismo científico no son lineales: no pueden estudiarse aisladamente ni son, por lo tanto, fácilmente predecibles.

De la resistencia a la producción de conocimientos

Como adelantamos, nos gustaría detenernos un poco más a analizar dos de las actitudes descriptas por Einsidel y Thorne: las que tienen que ver con la búsqueda activa de conoci-miento y, agregaremos, con la promoción de la producción de conocimientos por parte del público, con ejemplos de América Latina. Para hacerlo, nos apoyaremos en la bibliografía referida a las controversias técnicas y la resistencia a las tecnologías. Un de los autores claves es, en este sentido, Martin Bauer, quien destaca el derecho de las poblaciones afectadas por la introducción o modificación en el uso de una tecnología, a ser escucha-das en sus preocupaciones y reclamos, y a determinar qué actores responderán ante qué actores por las consecuencias de esa adopción. Bauer explica que, dado que las diversas tecnologías a la vez crean y limitan ciertas oportunidades, es inevitable que las mismas, eventualmente, se encuentren ante la posibilidad de ser contestadas y, en consecuencia, sus promotores deban legitimarlas en el ámbito público. De este modo, sostiene explícita-mente que en las sociedades democráticas “El control de la tecnología por aquellos que resultan afectados por ella es entonces una agenda deseable” (Bauer 1995: 1).

La historia del siglo XX muestra que, efectivamente, en muchos casos los grupos socia-les afectados lograron hacer valer sus demandas y modificaron el curso de desarrollo y adopción de ciertas tecnologías. En este sentido, la noción de “controversia tecnológica” fue introducida en los tempranos setenta —en coincidencia con los inicios del ambienta-lismo— para dar cuenta de procesos sociales en que actores no expertos cuestionaron y afectaron con sus acciones públicas la decisión de actores expertos en relación con la construcción de instalaciones, la incorporación de tecnologías que implican riesgos de

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salud o ambientales, la aplicación de normativas técnicas que suponen avanzar sobre valores tradicionales o sobre la libertad de elección de los ciudadanos. En estos casos, típicamente, hay actores que promueven el proyecto y actores que lo administran, y la controversia se suscita debido a las diferentes perspectivas sobre el problema, como ha destacado Dorothy Nelkin (1974).

Por otra parte, debemos agregar que fue la misma Nelkin en un trabajo temprano quien mostró que ser científico no implica, de por sí, apoyar todos los avances científico-tecno-lógicos. Es especialmente elocuente su estudio acerca del rechazo a la instalación de una central nuclear sobre el lago Cayuga, en el estado de Nueva York, en el que científicos de la Universidad de Cornell encabezaron la oposición y prepararon los estudios necesarios para mostrar el riesgo que corría ese ambiente lacustre frente al proyecto (Nelkin 1971). Precisamente, la tecnología nuclear ha sido la primera gran resistida del siglo XX en Esta-dos Unidos y Europa: puede decirse que la resistencia a la misma facilitó de manera direc-ta e indirecta una parcial retirada de esta tecnología países como Alemania suspendieron la construcción de centrales; otros, como Estados Unidos, reorientaron su política ener-gética (Nelkin y Pollack 1981; Kasperson et al. 1980; Joppke 1993; Rucht 1995). Aunque con diferencias, puede decirse que se produjo un proceso comparable con los organismos genéticamente modificados, en particular en Europa (Jasanoff 2005).

En la Argentina, de alguna manera nos despertamos a esta problemática, en términos de la gran opinión pública, a partir del llamado “caso papeleras”; aunque no deben sub-estimarse controversias previas sumamente importantes, como la oposición a la cons-trucción del repositorio de residuos nucleares de Gastre en la década del ochenta y, más recientemente y como antecedente inmediato del “No a las papeleras”, el “No a la mina” de la localidad de Esquel.

El “caso papeleras” 3 se gestó a partir de 2003 por iniciativa de activistas uruguayos que se oponían a la construcción de, por entonces, una planta de producción de pasta de celulosa por parte de la transnacional española ENCE en la localidad uruguaya de Fray Bentos, sobre el río Uruguay, limítrofe con la Argentina. Luego se sumarían los planes de otra planta por parte de la transnacional finlandesa Botnia. Desalentados por la falta de respuesta a su reclamo por parte de las autoridades de su país, los ambientalistas uru-guayos alertaron a colegas argentinos, en particular de la cercana ciudad de Gualegua-ychú, en la provincia de Entre Ríos, quienes iniciaron una serie de acciones de demanda y de protesta. El caso ganó visibilidad pública a nivel nacional en marzo 2005, a partir de una marcha multitudinaria —entre 35.000 y 40.000 personas— en el puente internacio-nal que conecta ambas localidades. Gualeguaychú, centro de un área dedicada sobre todo a la actividad agrícola y el turismo, que se reinventó tras los críticos años noventa alrededor de los festejos del Carnaval, se convirtió en el epicentro de la controversia,

3 Por involucrar dos plantas de producción de pasta de celulosa, sería más correcto hablar de “pasteras”. Sin embargo, en las consignas de la protesta se estabilizó la denominación “papeleras”. Así, el slogan más utilizado por los asambleístas que se opusieron a estos proyectos es: “Sí a la vida, no las papeleras”, y el website de la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú fue denominado: www.noalapapelera.com.ar. Puede considerarse que la palabra “papelera”, como es usada en relación con la controversia, es una denominación a la manera de un nombre propio (convencional), en lugar de una descripción (motivada): es usada específicamente para referirse a las dos pasteras involucradas en el caso y en relación a ninguna otra.

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donde prácticamente todos los sectores sociales se movilizaron en contra de los dos emprendimientos industriales. Allí se constituyó una organización de movimiento social, la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú (ACAG), actor clave en la moviliza-ción y eje de una red transnacional de apoyo en la terminología de Keck y Sikkink (1998), es decir, una red de actores nacionales e internacionales que tuvieron actuación en la protesta. Entre esos actores, se contaron activistas y académicos uruguayos, superando la división bi-nacional que pareció predominar en determinados momentos de desarrollo del conflicto, el que llevó a ambos países ante la Corte Internacional de La Haya, por primera vez desde 1975 —fecha de la firma del Tratado del Río Uruguay, destinado a coordinar el manejo de este curso de agua (Vara 2007a y b).

En este punto, quisiéramos referirnos a la cuestión del carácter inequitativo de la dis-tribución de riesgos y beneficios que se ha destacado repetidamente en relación con los proyectos que suelen dar origen a este tipo de controversias públicas. En primer lugar, vamos a nuevamente a Nelkin, quien así describió tempranamente la radical asi-metría que puede establecerse entre los promotores y los “receptores” de este tipo de emprendimientos. Destaquemos que ella se refiere en la cita a controversias generadas a nivel local:

Las controversias iniciadas por las comunidades están invariablemente ligadas a la distribución de costos y beneficios. Quienes desarrollan un proyecto tienen un objetivo específico que buscan alcanzar de la manera más eficiente posible. Por lo tanto, trabajan en términos de un cálculo de eficiencia que sólo incorpora costos que pueden ser cuantificados. Las personas cuyas vidas se ven afectadas por un desarrollo definen los costos incluyendo los impactos sociales y ambien-tales. (Nelkin 1974: 3)

Más de treinta después del libro de Nelkin, un autor como Ulrich Beck —quien introdujo la noción de “sociedad del riesgo” en su libro homónimo de 1986, a partir de la reflexión sobre este tipo de controversias y dándoles un marco teórico— parece repetir las palabras de la investigadora norteamericana. Con un agregado fundamental: lo hace en el marco de su libro La sociedad del riesgo mundial, para describir controversias transnacionales, surgidas como resultado de los procesos de globalización, marcadas por inequidades que trascienden las fronteras:

La conexión de riesgo y desigualdad se basa en la división siguiente: en el nosotros de los decidientes se unen los posibles beneficios y ventajas, haciendo caso omiso de que, a causa de su poderosa posición social, está en condiciones de tomar tales decisiones de modo (relativamente) autónomo (en virtud de la libertad de inversión, de la libertad investigadora y científica y/o de de la potencia económica y militar); el nosotros de las ‘consecuencias indirectas vivientes’, por el contrario, consiste en y resulta de una exclusión doble: de los beneficios posibles de la decisión y de ser condición de la misma. (Beck 2008: 196)

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En relación con el “caso papeleras” hemos argumentado que debe comprenderse como una controversia transnacional en el marco de la globalización, debido a que es conse-cuencia de un proceso de deslocalización de la producción de pasta de celulosa hacia las áreas geográficas donde es más económico producirla —cerca de las plantaciones—, áreas que incluyen al Cono Sur como destino privilegiado. Sólo para recordar un dato significativo, con datos de una consultora de la industria forestal, la producción de una to-nelada de celulosa en Finlandia cuesta US$ 350, mientras que en la Argentina, el costo se reduce a US$ 150. El rechazo de las comunidades locales es, en gran medida, el resultado de que sus pobladores tienen otro modelo productivo para la zona; en particular, los ciuda-danos de Gualeguaychú ven su modelo, basado en la agricultura y el turismo, amenazado por la instalación de dos enormes proyectos industriales, representantes de una industria con un alto potencial contaminante (Vara 2007b). De modo que en el “caso papeleras” nos encontramos ante una situación de distribución inequitativa de los riesgos y beneficios del tipo de describe Beck, es decir, como resultado de la “sociedad del riesgo mundial”, que atraviesa las fronteras nacionales: los promotores, con capacidad de decisión (las empre-sas), buscan ganar más produciendo la celulosa a costos más bajos; mientras que de los otros, que ni siquiera fueron consultados (los ciudadanos de Gualeguaychú), se espera que asuman el riesgo de proyectos potencialmente contaminantes que pueden afectar sus propios proyectos y, más ampliamente, su forma de vida.4

En este marco, nos interesa introducir la noción de “ciencia no hecha”, es decir, “la siste-mática no producción de conocimiento” postulada por autores como Frickel et al. (2010: 446), quienes la caracterizan como “la falta del conocimiento que pudo haber ayudado a un movimiento social o a otra organización de la sociedad civil para movilizar los recur-sos necesarios para confrontar a una elite industrial o política”. Esta no producción de conocimiento es consecuencia, en gran medida, del hecho de que “hay una tendencia sistemática que lleva a que la producción de conocimiento descanse en los presupuestos culturales y los intereses materiales de los sectores privilegiados”. En este sentido, las controversias repetidamente han sido criticadas —caricaturizándolas— como la oposición infundada o sólo motivada por factores emocionales o irracionales, por parte de sectores desinformados. Como vimos al citar el trabajo de Nelkin (1971) y los comentarios de Noble Tesh (2000), sin embargo, ya desde el comienzo de este tipo de casos hubo científicos del lado de los resistentes.

En particular, la red transnacional de apoyo que se creó en el “caso papeleras” para re-sistir la instalación de las plantas ha producido o promovido la producción de cantidades ingentes de conocimiento, información mayoritariamente orientada en un sentido comple-mentario a la producida originalmente por los promotores del proyecto, es decir, el Banco Mundial y las empresas. Pueden destacarse, en este sentido, diversos tipos de estudios. Daremos apenas unas pocas de las abundantes referencias que podrían hacerse, a título meramente indicativo de la diversidad de estudios.

4 Por otra parte, la eventual contaminación que podrían producir las plantas es un punto que puede considerarse subsumido en la cuestión de los costos, en la medida en que estándares más bajos de protección ambiental —y laboral y social, en los papeles o de hecho— implican costos más bajos. En efecto: niveles de regulación y costos están directamente relacionados, como muestran los autores que promueven el enfoque de evaluación costo-beneficio para analizar este tipo de controversias (Sunstein 2006). Un aspecto que, probablemente, no haya escapado a los promotores de los proyectos.

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Hubo, por ejemplo, trabajos de investigadores de los sistemas públicos tanto de la Argen-tina como del Uruguay. Por ejemplo, merece citarse el estudio temprano de la Cátedra de Obras Hidráulicas de la Universidad Nacional de Córdoba (2005), que aportó información cualitativa sobre los posibles daños ambientales en los ríos y las aguas subterráneas inclu-yendo al acuífero Guaraní, debidos a la utilización en ambas plantas del método Kraft, con dióxido de cloro. Del lado uruguayo, resultó especialmente relevante el trabajo de Panario et al. (2006), de la Universidad de la República, dedicado a revisar los posibles impactos de la forestación intensiva y de la instalación de las plantas en el Uruguay, con datos muy contundentes sobre altísimo el consumo de agua de las plantaciones de eucaliptos y los necesarios para el funcionamiento de las plantas. Dos investigadores del mismo grupo realizaron otro trabajo esclarecedor, en el que analizaron la política forestal del gobierno uruguayo, calificada por algunos como “política de Estado” debido a su continuidad a lo largo de varias décadas y sucesivos gobiernos. Significativamente, concluyeron que tal política pude considerarse “un reflejo de la voluntad de las agencias multilaterales y bilaterales de cooperación o crédito, que como es sabido, responden mayoritariamente a las directivas de las casas matrices de las grandes multinacionales” (Panario y Gutiérrez 2007: 9). Este informe fue presentado en uno de los dos seminarios organizados en 2007 por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) para analizar la controversia, en el que se escucharon presentaciones desde la sociología, las ciencias políticas, la economía, el derecho y los estudios sociales de la ciencia, denominado “Seminario Política y Pasteras. Medio ambiente, modelos productivos y movimiento social”. Previamente la UNSAM ha-bía realizado otro, más orientado a los aspectos técnicos de la controversia, denominado “Foro Académico sobre Industrialización en Países en desarrollo y Conservación del Am-biente – 1º Encuentro: El caso de la instalación de las plantas de celulosa en la margen izquierda del río Uruguay”, y que derivó en un informe conjunto presentando las ponencias (UNSAM 2006). Cercanos a estos trabajos, se cuentan la media docena de estudios publi-cados en diversos journals por parte del investigador independiente Elías Matta (ver, por ejemplo, Matta 2009, donde se hace un análisis de los seis primeros meses de operación de la planta de Botnia).

Por otra parte, un organismo internacional, el Center for International Forestry Research (CIFOR), hizo estimaciones muy relevantes en relación con la disponibilidad de plantacio-nes de eucaliptos y pinos en las zonas relativamente cercanas a las plantas, concluyendo que los promotores de los proyectos no podían garantizar la provisión de madera necesa-ria, debido a la enorme capacidad de procesamiento; debido a lo cual advertían acerca de la posibilidad de que la instalación coincidente de las plantas indujera a la deforestación en el área (CIFOR 2005). También fueron importantes los informes de organizaciones no gubernamentales internacionales como Greenpeace (2006) y Green Cross, que circularon fundamentalmente a través de Internet.

Finalmente, para cerrar este mínimo muestrario, consideración especial merecen los tra-bajos encargados por las autoridades argentinas a los equipos técnicos que apoyaron la presentación ante el Tribunal Internacional de La Haya; así como el caudal de informa-ción adicional que demandó el gobierno uruguayo para sostener su posición acera de la inocuidad de las plantas. Toda una inmensa producción de conocimiento generada por la preocupación de los ciudadanos de Gualeguaychú, alertados y acompañados por ciu-dadanos uruguayos y una amplia red transnacional, que no se quedaron satisfechos con

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los informes tranquilizadores aportados originalmente por las empresas y los estudios de impacto encargados por el Banco Mundial.

“Hay cientos de públicos allá afuera a los que uno puede dirigirse, cada uno de los cuales debe ser comprendido por los científicos para que sepamos cómo tratarlos, cómo trabajar con ellos, involucrarlos, tratar de beneficiarlos y ser beneficiados por ellos”, concluyó el reconocido genetista Huntington F. Willard, de Duke University, en un reciente encuentro sobre la relación entre los científicos y el público, auspiciado por la American Academy of Arts and Sciences (Money 2010: 10). Es cierto: los ciudadanos de Gualeguaychú no lograron todos sus propósitos: uno de los dos proyectos finalmente se instaló muy cerca de sus casas, imponiéndoles un riesgo que no eligieron y que, oportunamente, repudia-ron. Pero entre otros resultados rescatables de la controversia, la enorme producción de conocimiento en torno a la ecología de la zona y los posibles impactos de la producción de celulosa, así como las propuestas para controlarlos que se derivaron de estos estudios —entre las cuales se destacan los planes de monitoreo conjunto— son aspectos alenta-dores. También la producción en ciencias sociales, que ha ensanchado la comprensión de estos fenómenos y las posibles recomendaciones para tener en cuenta los aportes y objeciones de los ciudadanos, de modo de dar curso a los debates de manera provecho-sa. No es un monólogo, ni tampoco apenas un diálogo: la conversación entre los diversos públicos y los diversos expertos es un proceso de doble, triple o enésima vía que, más allá de los temores que suscita a veces, enriquece a todas las partes y profundiza la discusión pública sobre ciencia y tecnología, imprescindible en la vida democrática.

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La noticia científica y su impacto

Nancy Patricia Ruiz Mora* Sentado frente al teclado de un computador, el periodista científico, y también el divulga-dor de la ciencia, se pregunta cómo convertir ese cúmulo de información que ha recopila-do en una noticia que cautive la atención de su público.

Para muchos, la divulgación de la ciencia es todavía un discurso lejano, dirigido a unos pocos, cuando en realidad, el conocimiento científico es el verdadero motor del desarrollo de una sociedad y su divulgación es la que hace posible que un número mucho mayor de personas se beneficie de él.

Tania Orbe, editora general de la revista e-ciencia, está convencida de que “La cultura cien-tífica no es un privilegio de los investigadores. Al contrario, debe ser un derecho ciudadano porque el conocimiento abre las puertas a los cambios del mundo globalizado”.

Hacia allá es a donde debe orientarse el periodismo científico, concretamente en Latino-américa, donde a diario se deben vencer barreras para que cada vez más las autoridades, científicos, estudiantes, industriales, empresarios y demás actores sociales comprendan que la inversión en ciencia y tecnología es la clave del desarrollo y que la divulgación de estas investigaciones es la que permite democratizar este conocimiento orientado a mejo-res días para los habitantes de la región.

El rol de quienes hacemos periodismo científico es, entonces, mostrar que más allá de la teoría, la noticia científica trae consigo buenas nuevas que interesan y benefician a toda la sociedad en su conjunto. El periodista científico es mucho más que una suerte de traduc-tor del lenguaje científico a uno más común; es aquel que conecta al investigador con los beneficiarios directos e indirectos del conocimiento que éste genere. Es aquel que pregun-ta, analiza, compara y refuta, es el que con manos de seda indaga hasta lo más profundo del conocimiento y presenta de una manera sencilla, pero no por ello menos rigurosa, el impacto de la labor que hace el investigador sobre la sociedad.

Miguel Ángel Garrido1 señala que para llevar a cabo una más adecuada información públi-ca de la ciencia, es necesario tener en cuenta ocho aspectos fundamentales:

1. La demostración científica no tiene un valor absoluto, sino que ha de ser entendida, como cualquier otro discurso, dentro de un contexto y una situación.

2. Es necesario elaborar más y mejores elencos de vocabulario científico y técnico.

* Analista de Comunicación. Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador. E-mail: [email protected]

1 Garrido, Miguel Ángel. Documento final sobre “La Comunicación Pública de la Ciencia”, encuentro celebrado en la Universidad Internacional de Santander.

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Nancy Patricia Ruiz Mora*

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3. Hay que estimular a los científicos para que hagan cada vez más, que sean capaces de proferir tanto el lenguaje de la ciencia como el de la divulgación científica, que son discursos distintos.

4. Para el caso de aquellos científicos que no quieran o no sepan hacerlo, hay que propi-ciar la existencia de mediadores capaces de traducir de un discurso a otro.

5. Por lo demás, el informador debe acercarse al campo de la ciencia como a cualquier otro: con honradez, rigor y la máxima competencia posible. Para hablar sobre ciencia se posee el mismo instrumento que para hablar de cualquier otra cosa: la lengua común.

Hay que desmitificar la ciencia: no es una panacea para los problemas del ser humano,

ni una religión. Como todo instrumento, se puede emplear para el bien o para el mal.

7. Se debe hacer propaganda de la ciencia: expande los límites del conocimiento humano y proporciona bienestar.

8. Las ciencias y las humanidades forman parte de la cultura: no es aceptable una ciencia sin humanismo, ni lo son unas humanidades al margen de la ciencia.

Estos son, sin duda, lineamientos que guían al periodista científico para no perder su norte, su objetivo que es democratizar el conocimiento y potenciar el alcance de sus beneficios. Sin embargo, es el ejercicio de este desafiante oficio el que día a día lleva a nuevas res-puestas, y también a nuevas más complejas interrogantes.

Dado que el conocimiento se genera desde diversos núcleos de la sociedad, una de estas interrogantes es desde dónde se debe generar la noticia científica: ¿Son los medios de comunicación los más indicados? ¿Es el Estado? ¿O los mismos investigadores?

Desde mi experiencia, primero desde los medios de comunicación y luego desde el Es-tado, puedo decir que al ser la noticia científica un instrumento de democratización del conocimiento, puede ser generada desde los tres actores antes mencionados, siempre y cuando este deber y este derecho se ejerzan con responsabilidad, ética y compromiso.

Escribir sobre temas de ciencia y tecnología no es un trabajo sencillo. En las salas de re-dacción el periodista científico enfrenta enormes desafíos y uno de ellos es no sucumbir ante la inmediatez sacrificando el rigor científico. El periodista científico tiene la responsa-bilidad de completar una página o una sección, el tiempo es muy corto y más en diarios y noticieros de radio y televisión, sin embargo, no se puede descuidar el proceso de in-vestigar y contrastar fuentes para evitar caer en engaños o en información parcializada a determinados intereses. Este equilibrio entre rigurosidad e inmediatez es complejo, pero necesario, pues es responsabilidad de quien divulga, hacerlo con total profesionalismo y contar con las pruebas suficientes de lo que se afirma.

Otro aspecto importante es el manejo del lenguaje, como señalé anteriormente, el pe-riodismo científico va más allá de una traducción de un mensaje. Escribir sobre ciencia implica entrar en el laboratorio, conversar con los investigadores, ser los ojos, las manos,

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los oídos de cada lector para anticiparse a sus inquietudes, intereses, dudas y cuestio-namientos, de manera que al leer la noticia el lector tenga la sensación de haber estado ahí, con los investigadores, enterándose de primera mano, de un tema que le interesa. Lograr el impacto deseado será siempre el reto del periodista científico, y para ello es indispensable que en primer lugar, el periodista / divulgador entienda plenamente el con-tenido antes de divulgarlo.

Desde lo público, el Estado debe ser consciente de su responsabilidad de impulsar el de-sarrollo de actividades de Investigación+Desarrollo+Innovación (I+D+i) y de divulgar estos resultados a fin de que sus habitantes se apropien del conocimiento y sean capaces de generar por sí mismos procesos de desarrollo.

En Ecuador se ha dado un importante avance en este sentido, una muestra de ello es que del 0,07 por ciento del Producto Interno Bruto que se destinaba en el 2003 para activida-des de I+D+i, en el 2009 se invirtió el 0,44 por ciento. Si bien se ha logrado un gran avance, este porcentaje aún es bajo en comparación con otros países de la región, pero el objetivo es continuar incrementando los recursos que se destinen a ciencia y tecnología orientadas al desarrollo social y productivo.

Desde mi participación como analista de Comunicación en la Secretaría Nacional de Edu-cación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación del Ecuador, he vivido con gran satis-facción la experiencia de decirle a la gente que hay buenas noticias que contar, que por primera vez en la historia se está apostando a la ciencia y la tecnología como generadoras de desarrollo, que existen programas y proyectos orientados a articular la academia con la ciencia y la tecnología para impulsar a las universidades, escuelas politécnicas, institutos de investigación y otras instancias dedicadas a actividades de ciencia y tecnología, como generadores de conocimiento científico en y para el Ecuador.

Es por ello que desde esta entidad pública, mi gestión de comunicación mira a la ciencia, la tecnología y la innovación, así como su divulgación como una herramienta para mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos en áreas estratégicas para el desarrollo nacional.

Los proyectos y programas que desarrolla la Secretaría ya cuentan con resultados que se traducen en talento humano especializado, nuevas fuentes de trabajo, equipamiento, mejoramiento de la salud pública, mayor producción agrícola y reducción del uso de ferti-lizantes, entre muchos otros beneficios. De esta experiencia puedo afirmar que una noticia científica tiene un impacto verdadero en el público si conviene a sus intereses y tiene un impacto duradero si consigue un cambio en la forma de vida de una comunidad.

Por tanto, el objetivo principal de la difusión de la información científica es responder a la necesidad de que un público más amplio comprenda un contenido especializado y le inte-rese. Para ello es necesario dejar de lado la espectacularidad de la información y enfatizar en la practicidad de la misma.

Dada la variedad en los tipos de información que genera esta secretaría de Estado, es ne-cesario desarrollar una red que combine y articule varios mecanismos de divulgación, que involucran tanto medios de comunicación masiva como micromedios.

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Sin lugar a dudas, el sitio web www.senacyt.gob.ec es una gran vitrina donde se expone el quehacer científico y tecnológico que se desarrolla en Ecuador no solamente desde la Secretaría, sino desde varias instancias públicas y privadas. Además, es importante mantener contacto con los periodistas de medios de comunicación de todo el país, a fin de mantenerlos informados sobre nuevos avances de las investigaciones, programas de becas, acceso a bibliotecas virtuales, entre muchos otros temas. Las entrevistas a los vo-ceros y las ruedas de prensa son también muy efectivas a la hora de divulgar información de coyuntura a escala nacional e internacional.

Los boletines de prensa son un mecanismo muy efectivo a la hora de captar la atención de los medios de comunicación, pues de esta manera se brinda información clave a la cual los periodistas pueden acceder y posteriormente profundizar de manera personalizada. El boletín digital Ciencia al Día, también disponible desde el sitio web de la Secretaría, recopila noticias y eventos de interés sobre ciencia y tecnología en Ecuador y el mundo. Asimismo, más allá de la gestión mediática, se socializa la información mediante talleres, charlas, seminarios, conferencias, material de divulgación impreso, visitas con stands ins-titucionales para mostrar resultados de los proyectos (comunicación interpersonal directa), entre otros mecanismos.

La propuesta de la Secretaría es echar mano de todas las herramientas que sea posible, a fin de que la ciudadanía conozca y se apropie de los avances en cuanto a ciencia y tecno-logía que se desarrollan en Ecuador y que se involucre en este proceso de cambio. Que-remos decirles a nuestros públicos que la ciencia y la tecnología es algo que les compete, les beneficia, y que puede mejorar su vida.

Finalmente, el investigador también puede ser un excelente divulgador de la ciencia, o más importante es que tenga la perspectiva de que más allá de lo que quiere decir, debe estar pendiente de lo que al lector le interesa saber. Tal vez no sea prioritario para el ciudadano común conocer detalles técnicos sino más bien saber cómo va a poder aplicar este cono-cimiento en su vida diaria.

Quien escribe sobre ciencia debe estar un paso adelante de sus lectores, debe conocerlo, saber lo que le interesa y sólo entonces, logrará conectar al público con la noticia.

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Profesionalización del periodismo científico. Avances y desafíos¿Qué se espera hoy de un periodista científico?

Susana Gallardo* Introducción

La especialización en periodismo científico es relativamente reciente en la Argentina. Si bien la presencia de artículos sobre temas de ciencia se remonta a los primeros años del siglo XIX, en la etapa virreinal, la decisión de formar recursos humanos en esta área se registra por primera vez en el país hace apenas unos veinticinco años. Ahora bien, en este cuarto de siglo se han producido algunos cambios en la relación entre la ciencia y la sociedad, por un lado, y, por otro lado, se ha reflexionado mucho sobre las funciones que desempeña el periodismo científico. En consecuencia, resulta relevante discutir qué se es-pera hoy del periodista científico y cuáles son los conocimientos que podemos considerar pertinentes en su formación para que esta profesión esté en condiciones de enfrentar los desafíos actuales.

La importancia de ser especializado

Recientemente, un grupo de investigadores australianos se preguntó si es importante la especialización de quien escribe, en particular sobre temas de salud. Se proponían saber si los artículos producidos por periodistas especializados tenían mayor calidad que los es-critos por autores generalistas. Estudiaron un conjunto de 1337 artículos que informaban sobre nuevas terapias, en los principales medios gráficos de Australia. Los resultados se publicaron en la revista electrónica PLoS Medicine (Wilson et al., 2010). Para analizar la calidad de los artículos se tuvieron en cuenta diez criterios, entre los cuales se considera-ba si los textos consignaban los costos de los nuevos tratamientos, sus posibles efectos negativos, los beneficios que aportaban y la existencia de tratamientos opcionales; asi-mismo se evaluaba la calidad de la evidencia y la consulta a fuentes independientes. Esos criterios han sido establecidos por sitios de internet que funcionan como observatorios de la comunicación médica, y que regularmente publican un informe con puntaje para los artículos publicados sobre nuevas terapias.1

La conclusión de ese trabajo era esperable: la condición de quién escribe es un factor de importancia. No hay muchos estudios que pongan en evidencia este hecho, lo cual puede deberse a que no es fácil establecer criterios precisos de carácter general que permitan evaluar la calidad de los artículos. Los aspectos evaluables en artículos sobre novedades médicas no parecen ser válidos en otras áreas del conocimiento, y sería necesario esta-blecer criterios específicos para cada dominio disciplinar.

* Doctora en Letras (UBA). Directora del Centro de Divulgación Científica, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales – Universidad de Buenos Aires. E-mail: [email protected]

1 Observatorios de la calidad de las notas periodísticas sobre salud: Health News Review (http://HealthNewsReview.org/); Media Doctor (http://www.mediadoctor.org.au/); Behind the Headlines (http://www.nhs.uk/News/Pages/NewsIndex.aspx.).

Profesionalización del periodismo científico. Avances y desafíos¿Qué se espera hoy de un periodista científico?

Susana Gallardo*

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Más allá de la discusión acerca de los criterios de calidad, debemos decir que el trabajo mencionado no detalla qué tipo de formación tenían los periodistas especializados que redactaron los textos evaluados, y tampoco se reflexiona sobre ello.

Entrar a los laboratorios

Si hablamos de experiencias de formación de periodistas científicos en la Argentina, debe-mos mencionar el Programa de Divulgación Científica y Técnica (CyT), creado por Enrique Belocopitow en 1985 y que, según estimo, constituye el primer intento en ese sentido. En aquel momento, la situación de la ciencia en la Argentina era muy diferente de la actual, y los objetivos del programa se relacionaban claramente con esa situación.

En aquellos primeros años del retorno de democracia en el país, se volvía de una etapa muy oscura también para la ciencia. Muchos investigadores se habían marchado al exte-rior, y los jóvenes seguían el mismo camino, no ya por motivos políticos sino por razones económicas: la ciencia no contaba con suficiente apoyo desde el Estado. La sociedad, en general, desconocía la tarea de los científicos, y la información sobre ciencia en los medios era muy escasa.

Ante esa situación, el CyT se propuso que la ciencia estuviera en los medios para que la sociedad en su conjunto, y en particular el sector político, se enterara de lo que hacían los científicos y hubiera mayor disposición a apoyarla. Para lograr ese objetivo, y vencer la resistencia de los investigadores, que tenían desconfianza de los periodistas, y temían la simplificación o “banalización” de los temas científicos, la solución parecía ser que los periodistas trabajaran en estrecho contacto con los investigadores, y que éstos sugirieran temas, ofrecieran publicaciones y supervisaran el trabajo final.

Los objetivos se cumplieron, pues se formaron varias camadas de periodistas, con for-mación universitaria diversa, ya que muchos provenían de disciplinas científicas, como la biología o la física, y otros de las ciencias sociales o las humanidades. Muchos de ellos se desempeñan hoy en los medios o en áreas de comunicación de las instituciones científicas.

A las becas de trabajo se sumaron también cursos destinados a graduados en ciencias o en comunicación con el fin de brindarles herramientas básicas para comunicar temas de ciencia. A quienes dictábamos esos cursos2 nos parecía que los pilares de una formación en divulgación científica eran, por un lado, poseer un buen manejo de las fuentes científi-cas, es decir, saber identificar aquellas confiables y de calidad; por otro lado, y con el fin de adaptar los productos a los formatos de los medios, era necesario un conocimiento del discurso periodístico y de sus pautas. Finalmente, pero no menos importante, se necesi-taba un manejo de las herramientas lingüísticas involucradas en la tarea de reformular el discurso científico especializado, tarea que involucra modificaciones en la disposición del contenido, en el léxico y también en la sintaxis.

2 Entre 1992 y 2001 participé como docente en los cursos que se dictaron en el CyT (Instituto Leloir) junto a Enrique Belocopitow, Ana María Vara y Fernando Ritacco. Un curso similar dictamos con Ritacco en la FCEyN durante el mismo período. El curso que se dicta actualmente en la FCEyN es una reformulación y ampliación de aquellos formatos.

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Esos tres tipos de conocimientos parecían suficientes como para que un periodista pu-diera comunicar novedades científicas a través de los medios, logrando motivar al público general y, sobre todo, que éste pudiera comprender los conceptos principales y conocer lo que se hacía en ciencia internacionalmente y, en especial, en la Argentina. El acento se ponía en la motivación y la comprensión del público, pero también en la calidad conceptual de la información.

Parecía que la clave residía en que los periodistas entraran a los laboratorios y escritorios de los científicos, y se compenetraran del trabajo de éstos. Eso sucedió y contribuyó a fortalecer el diálogo entre estos dos grupos. De más está decir que el trabajo de los perio-distas científicos se apoya en gran medida en la colaboración y buena disposición de los científicos.

Sin embargo, pronto se hizo evidente que entrar a los laboratorios no era suficiente para hacer un buen periodismo científico. Muchos estudios enfocados desde la sociología de la comunicación mostraron que los periodistas no siempre asumían una actitud crítica frente a sus fuentes, y eran manipulados por éstas, que se beneficiaban con la difusión de deter-minados temas (Fayard, 1988; Nelkin, 1990; Polino, 2000; entre otros). Así, los periodistas, por desconocimiento, pereza o ingenuidad, daban un crédito excesivo a sus fuentes, no hacían todas las preguntas necesarias y no contrastaban la información con otras fuentes. Desde esta perspectiva, la función del periodismo científico parecía orientarse a celebrar los logros (Fahnestock, 1986) y atenuar los fracasos o las desventajas; en el caso de desa-rrollos vinculados a la salud, se ocultaban los efectos perjudiciales.

La imagen de la ciencia

Muchos estudios críticos sobre el periodismo científico pusieron el acento no tanto en si se transmitía conocimiento o cómo se hacía, sino, más bien, en la imagen de ciencia que se volcaba a la sociedad. Se señalaba que, a través de las metáforas empleadas se reforza-ban ciertos estereotipos sobre los investigadores que, invariablemente, eran presentados como seres diferentes del común de los mortales, y revestidos de un carácter épico, pues se mostraban como guerreros temerarios en lucha contra un enemigo feroz (la enferme-dad, los microbios) o como émulos de los dioses (Nelkin, 1990). Lo peligroso de estas representaciones era que pueden colocar a la ciencia en un lugar fuera de toda discusión.

Cabe recordar que los recursos destinados a engrandecer la figura del científico han sido empleados muchas veces en la literatura; así, podemos mencionar a un clásico de la di-vulgación científica como el libro Cazadores de microbios, del microbiólogo y escritor es-tadounidense Paul de Kruif, publicado en 1926:

“Esta es la vida del primer cazador de microbios. Es la historia de la audacia y la tenacidad que lo caracterizaron a él, y que son atributos de aquellos que, movidos por una infatigable curiosidad, exploran y penetran un mundo nuevo y maravilloso. Estos cazadores, en su lucha por registrar este microcosmos no vacilan en jugarse la vida. Sus aventuras están llenas de intentos fallidos, de errores y falsas espe-ranzas. Algunos de ellos, los más osados, perecieron víctimas de los mortíferos

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microorganismos que afanosamente estudiaban. Para muchos la gloria lograda por sus esfuerzos fue vana o ínfima”. (Paul de Kruif, 1926: Capítulo I. “Antony Leeuw-enhoek. El Primer Cazador de Microbios”)

El libro de Paul de Kruif reúne relatos biográficos de reconocidos investigadores que se dedicaron a estudiar los virus y bacterias, pudieron determinar que eran causantes de di-versas enfermedades y, muchos de ellos, lograron desarrollar herramientas para prevenir o tratar esos males. Esta obra fue un éxito y causó un impacto significativo en muchos jóvenes que se sintieron motivados a estudiar ciencia. El autor presenta a los investiga-dores como seres especiales, audaces y tenaces, dispuestos a entregar su vida al servi-cio del conocimiento. Esa visión heroica tal vez se corresponda con la forma solitaria en que se hacía investigación en los siglos XVII hasta comienzos del XX. Sin embargo, en la actualidad los investigadores ya no trabajan de ese modo, sino que conforman equipos numerosos y cuentan con subsidios más o menos importantes, según el área de trabajo y el país donde se desempeñen.

En la obra de De Kruif, asimismo, la actividad de hacer ciencia es representada como el descubrimiento o la develación de algo misterioso y oculto.

“Así era el mundo hace doscientos cincuenta años, cuando nació Leeuwenhoek. El hombre apenas había empezado a sacudirse las supersticiones más obscuras, avergonzándose de su ignorancia. Era aquel un mundo en el que la ciencia en-sayaba sus primeros pasos; la ciencia, que no es otra cosa sino el intento de encontrar la verdad mediante la observación cuidadosa y el razonamiento claro”. (De Kruif, 1926: capítulo I)

Esta representación de la ciencia que encontramos en De Kruif se sigue manteniendo hoy en día en los medios, tanto en su perspectiva sociológica como en la epistemológi-ca. Desde el punto de vista epistemológico, el empleo reiterado del verbo “descubrir” o los sustantivos “descubrimiento” o “hallazgo” evidencian cómo es entendida la actividad científica. Desde la perspectiva sociológica, se insiste en presentar a la ciencia como una actividad autónoma, que tiene sus propias reglas, y no puede ser influida por factores sociales, históricos o políticos. El engrandecimiento de la figura del científico se orienta en ese sentido. Con el fin de ilustrar esta idea, aquí mostraré sólo algunos ejemplos de cómo fue tratado en los medios un hecho científico reciente.

De dioses y demonios

En mayo de 2010, en un artículo publicado en la revista Science (Gibson et al. 2010), el equipo dirigido por el investigador estadounidense John Craig Venter daba a conocer el desarrollo de una célula bacteriana controlada por un genoma sintetizado químicamente por computadora. El hecho tuvo una gran repercusión mediática, y apareció en la porta-da de los principales diarios del mundo. Ahora bien, a pesar de que el artículo original no empleaba la expresión “vida artificial”, ésta sí apareció en la mayoría de los medios que

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trataron la noticia. De hecho, el investigador fue presentado como un ser capaz de crear vida a partir de la nada. Veamos algunos ejemplos:

1. FABRICAN ADN Y CREAN LA PRIMERA CELULA ARTIFICIAL Vida creada en laboratorio “Creced y multiplicaos”, dijo el científico, y las bacterias, que él había fabricado,

obedecieron. Así puede resumirse el trabajo que ayer, en la revista Science, anunció la producción de una bacteria viva cuyo material genético había sido íntegramente armado en laboratorio.[...] (Página 12, 21.5.2010)

2. Hágase la vida... artificial Una ley inviolable de la biología -toda célula proviene de la división de otra célula- ha

regido la existencia y la evolución de todos los organismos de la Tierra desde hace 3.500 millones de años. Hasta ayer. La bacteria que acaba de salir de los laboratorios de Craig Venter es una célula, pero no proviene de otra, porque su genoma es pura química: ha sido sintetizado en el tubo de ensayo de la primera a la última letra. La materia inerte animada por el hombre -el mito del golem- ya vive entre nosotros. (El País –España–, 21.05.2010)

3. La “vida artificial”, un poco más cerca: crearon la primera célula sintética La ciencia quedó un paso más cerca de la vida artificial. Luego de 15 años de es-

tudio, científicos de Estados Unidos lograron crear la primera célula bacteriana viva con un genoma sintético. (Clarín, 21.05.2010)

Estos ejemplos muestran el titular y el primer párrafo, o encabezamiento, de las noti-cias aparecidas el 21 de mayo de 2010 en tres medios diferentes, dos de la Argentina y uno de España, que dan cuenta de la novedad científica comunicada en la revista Science. En los tres titulares está presente la idea de vida artificial. Asimismo, el hecho es presentado con connotaciones mítico-religiosas, por ejemplo, aparecen expresiones del libro del Génesis, atribuidas al investigador (ejemplo 1), o en el titular del ejemplo 2. También, en el ejemplo 2, hay una referencia al mito del golem. En el ejemplo 3 se atenúa el aspecto sobrenatural pues, por un lado, se emplean las comillas en la expresión “vida artificial”, dando a entender que es sólo una metáfora; y, por el otro, no se afirma que tal meta se haya alcanzado, sino que se dice que “está un poco más cerca”.

La celebración del hecho se produce en la primera parte de esas noticias, es decir, en los lugares más prominentes de los textos, lo cual se vincula a las estrategias periodísticas para atraer la atención del público. Sin embargo, en los párrafos finales, mediante citas directas de diversas fuentes consultadas, los periodistas ponen en juego su actitud críti-ca e introducen comentarios orientados a relativizar la importancia del desarrollo.

El abordaje crítico de esa novedad científica se hizo más evidente unos días después de la primera presentación de la noticia. En efecto, en el suplemento “Futuro” del diario Página 12 apareció un artículo de opinión en el que el periodista ofrece una doble pers-pectiva crítica: por un lado, cuestiona el tratamiento del hecho en los medios y, por otro, formula juicios de valor acerca del investigador responsable del desarrollo científico, que de dios es convertido en “demonio”, como se muestra a continuación.

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4. Este juego de ciencia y negocios le sienta muy bien al bioquímico y farmacólogo es-tadounidense John Craig Venter. […] hacer dinero era otra de sus pasiones. […] A lo largo de su carrera, Craig se mostró como un experto en difundir sus logros no sólo a través de papers –un recurso de la comunidad científica que parece muy conven-cional para él– sino también a partir de reuniones de prensa o videoconferencias se-mejantes a las brindadas por los directores de las más importantes firmas mundiales. Un verdadero hombre de negocios que sabe cómo lograr una amplia repercusión en los medios. (Página 12, “Futuro”, 29.5.2010)

Vemos en 4 que el investigador estadounidense Craig Venter es cuestionado por su in-clinación, muy humana, por hacer dinero y difundir sus logros por fuera del circuito de la comunicación entre pares. El periodista recurre a la ironía, pues los juicios positivos sobre la capacidad del investigador se interpretan con un valor negativo. De este modo, Craig Venter es juzgado precisamente por ser diferente del resto de los investigadores, por encontrarse fuera de la norma que se supone rige dentro de la comunidad científica. Podemos preguntarnos si esos comentarios irónicos sobre alguien que se adapta a la norma no contribuyen a reforzar la imagen de los científicos como seres especiales, ale-jados del común de los humanos.

Salir del laboratorio

Quise mostrar aquí sólo algunos ejemplos de cómo el periodismo científico, muchas ve-ces sin ser consciente de ello, transmite a la sociedad una imagen de la ciencia y de los científicos que no siempre se adecua a la realidad, reforzando así estereotipos de larga data que, lejos de acercar al público a la ciencia, parecen contribuir a ampliar la brecha entre ambos. ¿Podemos atribuir el problema a la formación de los periodistas científi-cos? ¿O se trata tal vez de la forma de trabajar de éstos, en estrecho contacto con los investigadores que funcionan como fuentes informativas?

Respecto de las fuentes de información, quiero recordar que la gran preocupación de los científicos que trabajan en las disciplinas que son objeto prototípico de la divulgación, como la biología, la medicina, la física, y la química, entre otras, es la precisión concep-tual. Sus críticas siempre se dirigen a señalar problemas en la transmisión de conceptos, y “distorsiones” de lo que estiman como información “genuina”. En tal sentido, hay quie-nes consideran que los comunicadores ideales serán los biólogos o los físicos, o, en su defecto, los periodistas que posean una formación científica sólida en las disciplinas que comunican. Esta propuesta es claramente controvertida (Weigold, 2009). Por otra parte, esa posición, que Hillgartner (1990) ha denominado como la “visión dominante de la po-pularización”, puede tener un uso político, pues no hace más que reforzar la autoridad de los científicos colocándolos fuera del alcance de cualquier cuestionamiento por parte de la sociedad.

Desde el punto de vista social, la ciencia como actividad se ha ido complejizando a medida que fue creciendo. El mayor número de subsidios, con mayores montos, los convenios internacionales, y la existencia de fondos provenientes de empresas privadas, hacen emerger nuevos actores sociales y ponen en juego intereses muy diversos. Todos estos factores evidencian que el científico ya no puede ser considerado como ese ser

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remoto que lucha solo y de manera desinteresada en pos de librar a la humanidad de terribles males. La visión tradicional de la ciencia como ámbito autónomo, inmune a in-fluencias de la sociedad ya no se sostiene (Knorr-Cetina, 1982; Kreimer, 2009).

Esos cambios colocan al periodista en un rol de mayor exigencia, y se hace necesaria una actitud mucho más crítica respecto de las fuentes. La precisión conceptual ya no constituye un aspecto central de la comunicación, sino la forma en que es representada la ciencia y el grado de autoridad que se les asigna a los científicos. Si bien siguen siendo relevantes los conocimientos sobre las estrategias lingüísticas destinadas a despertar el interés del público y facilitar la comprensión de los temas complejos, hoy se hacen nece-sarias nuevas herramientas con el fin de ofrecer una imagen de la ciencia más adecuada con la realidad.

Por un lado, resulta importante un conocimiento sobre los aportes efectuados desde la sociología de la ciencia para poder acercarse a una visión más realista acerca de la rela-ción entre la ciencia y la sociedad, y poder reflexionar sobre la manera en que el público puede incidir, o al menos opinar, sobre el desarrollo científico que se efectúa en su país, y al cual contribuye con el pago de impuestos.

Por otra parte, también consideramos relevante una formación en epistemología para evitar caer en lo que Lombardi señala como el “sentido común epistemológico, que com-bina elementos del empirismo-inductivismo del siglo XIX con aspectos del positivismo lógico de principios del siglo XX”. Para quienes comparten ese sentido común, la fuente de todo conocimiento residiría en la observación imparcial de los hechos, y la investiga-ción científica consistiría en la aplicación sistemática del “método científico”, mediante el cual las “verdades científicas” serían descubiertas por los investigadores como si qui-taran un velo que las cubre (Lombardi, 1998).

En el ámbito de la enseñanza de las ciencias, y con el fin de presentar una visión más rica de la actividad científica, Lombardi señala la necesidad de que los docentes posean una adecuada formación epistemológica, que se complemente, a su vez, con una formación en historia de la ciencia. En nuestra opinión, esa formación también es pertinente para el periodista científico a fin de que esté en condiciones de contextualizar los conceptos científicos que intenta transmitir al público. Comentarios finales

En un momento se consideró que el rol del periodista científico era educar al público transmitiendo un cuerpo de conocimientos en formato periodístico. Hoy el desafío no es tanto transmitir conocimientos sino convertir al público en un actor social con sentido crítico. Ante la avalancha de información, es necesario fortalecer el poder de seleccionar aquello de calidad, es decir, aportar un filtro o un tamizador.

Para ello, se hace necesario que el periodista tome distancia y no se deje manipular por las fuentes. Si, al entrar al laboratorio, el periodista quedó “fascinado” ante lo que veía, ahora tal vez deba salir del laboratorio, cruzar la vereda, y analizar las cosas desde afue-ra, con sentido crítico.

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Entonces las herramientas que parecían suficientes hace veinte años, ahora ya no lo son. Eso no quiere decir que no sean importantes, o que no sean centrales, sino que, simple-mente, no resultan suficientes.

Lo que necesita el periodista científico hoy, además de los tres tipos de conocimientos básicos mencionados más arriba, es formarse en disciplinas metacientíficas: la historia de la ciencia, la sociología de la ciencia y la filosofía de la ciencia, disciplinas que inda-guen, desde marcos teóricos rigurosos, el rol de la ciencia en la sociedad, y sus funda-mentos. Asimismo requiere un conocimiento lingüístico que le permita reflexionar sobre las representaciones generadas a partir del uso del lenguaje.

Por esta razón considero que la formación de periodistas científicos tiene que estimular no sólo la producción de información científica de calidad, sino también la reflexión so-bre la práctica, reflexión que debería estar sostenida por un conocimiento sólido de los aportes producidos en las distintas áreas.

Referencias

Nelkin, Dorothy (1990) La ciencia en el escaparate. Madrid: Fundesco.

Fahnestock, Jeanne (1986) Accommodating Science. The Rhetorical Life of Scientific Facts. Written Communication 3(3). 275-296

Fayard, Pierre (1988) La communication scientifique publique. Lyon: Chronique Sociale.

Gibson, Daniel et al. (2010) Creation of a Bacterial Cell Controlled by a Chemically Synthesized Genome. Science. Publicado Online 20 May 2010.http://www.sciencemag.org/content/early/2010/05/20/science.1190719.short

Hillgartner, Stephen (1990) The dominant view of popularization: conceptual problems, political uses. Social Studies of Science, 20: 519-39.

Knorr-Cetina, Karin D. (1982) Scientific Communities or Transepistemic Arenas of Research? A Critique of Quasi-Economic Models of Science. Social Studies of Science, vol. 12, 1: 101-130.

Kreimer, Pablo (2009) El científico también es un ser humano. La ciencia bajo la lupa. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Kruif, Paul de (1992) Cazadores de microbios. México: Editores Mexicanos Unidos.

Lombardi, Olimpia (1998) La noción de modelo en ciencias. Educación en Ciencias, II (4), 5-13.

Polino, Carmelo (2000) “Los riesgos de la complicidad en el Periodismo Científico”. Revista Re-des 16. Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.

Weigold, Michael. (2001) Communicating Science: A Review of the Literature. Science Commu-nication 23 (2). 164-193.

Wilson A, Robertson J., McElduff P., Jones A., Henry D. (2010) Does It Matter Who Writes Medi-cal News Stories? PLoS Med 7(9): e1000323. doi:10.1371/journal.pmed.1000323.

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Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico:“Un Aporte para la Profesionalización de la Comunicación Pública de la Ciencia”**

Guillermo V. Goldes* I. Introducción

La sociedad argentina cambió notablemente desde el S XIX hasta la actualidad. En ese siglo se establecieron las bases de la ciencia en nuestro país. Podríamos tomar como origen los momentos inmediatamente posteriores a la Independencia Nacional, con el establecimiento del Museo Público de Buenos Aires en 1823 como hito. También po-dríamos adoptar la postura más conservadora de situar el origen de la ciencia argenti-na en las últimas tres décadas del S XIX, en las cuales se estableció el conglomerado de instituciones dedicadas a la investigación que funcionarían como bases del aparato científico que aún hoy perdura. En el primer período mencionado, la sociedad se hallaba en los albores de sus guerras civiles. En el segundo, emergía de las mismas luego de Pavón. En cualquier caso, se trataba de una sociedad esencialmente diferente de la que tenemos a principios del S XXI.

La ciencia y la tecnología argentinas deben pues responder a los cambios sociales ocurri-dos durante estos dos siglos para continuar siendo útiles a la sociedad que las sostiene. Y los cambios que la sociedad demanda a su ciencia no sólo pasan por actualizar conteni-dos, sino también, y esencialmente, por cambiar la mirada y abrirse al debate democrático acerca de su propio rol. Esto adquiere más sentido aún en países como el nuestro, en el cual el financiamiento en CyT proviene mayoritariamente del Estado, o mejor dicho, pro-viene casi íntegramente de los diferentes niveles del Estado, salvo en campos muy espe-cíficos. Por ende cabría preguntarse, por ejemplo, si la circulación del conocimiento cientí-fico debería estar incluida en los alcances de una Ley de Acceso a la Información Pública.

¿De dónde venimos los investigadores en cuanto a nuestra formación académica? De un sistema que durante mucho tiempo sólo consideraba importantes los conocimientos disciplinares conceptuales. Un sistema que desde el punto de vista de la comunicación aparecía como asociado al modelo de déficit. Dicho sistema consideraba la comunica-ción de la ciencia (y la docencia en ciencias) como mecanismos de “derrame controlado”. Los derrames suelen seguir direcciones y sentidos preferenciales, en general desde arriba hacia abajo. Además, sólo se derraman los “excedentes”. Y finalmente, esos derrames, aunque puntuales y no generalizados, estaban sujetos al férreo control de las respectivas disciplinas. Como resultado, durante largos períodos la llamada “divulgación científica” no fue una práctica que fuera considerada como parte indisoluble de la actividad de los investigadores, ni tampoco como un campo de comunicadores especializados, sino como

* Doctor en Astronomía – Magíster en Museología. Director del Programa de Divulgación Científica y Cultura de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Fa.M.A.F.) de la Universidad Nacional de Córdoba. E-mail: [email protected]

** El presente artículo se realizó con la colaboración de los licenciados Eliana Piemonte e Ignacio Jawtuschenko, directora alterna y miembro del Consejo Académico de la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico de la UNC respectivamente.

Especialización en comunicación pública de la ciencia y periodismo científico:“Un aporte para la profesionalización de la comunicación pública de la ciencia”**

Guillermo V. Goldes*

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una actividad menor y subsidiaria. Como consecuencia, la formación de docentes y sobre todo de comunicadores en ciencias estuvo largamente relegada, lo cual favoreció cierto aislamiento respecto de las incipientes demandas sociales.

En la ciudad de Córdoba en particular se consolidó un polo científico “duro” a fines del S XIX, articulado en torno a la Astronomía, la Geología, la Meteorología, la Botánica, la Paleontología…Ese polo marcó el rumbo de la ciencia mediterránea, permitió la incorpo-ración al “mundo científico” de la época, pero sus prioridades no facilitaron durante largas décadas una orientación más participativa, en la cual la comunicación pública tuviera al-guna relevancia.

Hoy existe una revalorización incipiente de la comunicación y la enseñanza en CyT, que permite, incluso, la emergencia de iniciativas académicas centradas en la comunica-ción pública de las ciencias y la tecnología, y no sólo ya en sus contenidos disciplina-res específicos.

En ese contexto nace la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Perio-dismo Científico en la Universidad Nacional de Córdoba, con una visión interdisciplinaria, contextualizadora, profesionalizadora. Se pretende con la misma contribuir al proceso de profesionalización de la Comunicación Pública de la Ciencia, dado que en el mundo actual ya no es sostenible un modelo en el cual algunos investigadores o comunicadores se ha-gan cargo de esta tarea, que es creativa como la investigación misma, en sus ratos libres o sin tener preparación formal para ello. Es decir, quienes trabajen en Comunicación Pública de la Ciencia en el futuro inmediato necesitarán de una formación curricular específica, diferente y más orgánica que la heterodoxa formación que hemos recibido quienes hoy en día trabajamos en esta área, y que hemos adquirido a través de trayectos más o menos sinuosos y esfuerzos individuales.

Hoy reconocemos que comunicarse con el público en relación a temas científicos invo-lucra una responsabilidad demasiado importante, que merece de comunicadores profe-sionales que pueden ser tanto: a) investigadores de diferentes disciplinas, que acepten desarrollar conocimientos y habilidades propias de las ciencias de la comunicación; o bien b) comunicadores/periodistas que se formen para conocer el funcionamiento coti-diano del “aparato científico” y las bases conceptuales de la ciencia (que son dos cosas diferentes). Afirmamos entonces que es necesaria una nueva (en cuanto a profesión) categoría de profesionales capaces de comprender procesos, métodos, principios de diversas ciencias, así como su interacción real y potencial con el funcionamiento social que los condiciona y determina. Y de comprender el carácter comunicacional esencial de la ciencia, y de dominar al mismo tiempo estrategias de comunicación con el público no especialista, lo cual es sustancialmente más complejo que intercambiar información técnica entre colegas que comparten un mismo paradigma. Esos profesionales deben ser capaces de comprender y llevar a la práctica la idea de que en una sociedad de-mocrática no debería haber áreas exentas de control social, y que así como los actores sociales necesitan comprender aspectos de la investigación científica para sus propias vidas cotidianas, también el desarrollo de la ciencia necesita la retroalimentación de la opinión pública democrática para subsistir como una influencia de cambio poderosa y orientada al bien común.

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Cabe destacar que en nuestro País existen antecedentes de actividades formativas rela-cionadas con la comunicación pública de la ciencia bajo la forma de cursos, diplomaturas, talleres, etc., desde hace décadas. La institución pionera en ese sentido ha sido claramen-te el Instituto Leloir y su Agencia CYTA. La FaMAF UNC, la Escuela de Ciencias de la Infor-mación, y el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba vienen llevando a cabo acciones coordinadas de distinto tipo para promover la ampliación de la base social de la comunicación pública de la ciencia en nuestro medio. Pero al mismo tiempo hay que decir que hasta el día de la fecha en nuestro país no hay carreras universitarias de grado ni de posgrado con tal orientación: estamos asistiendo al nacimiento de las primeras.

II. Características de la Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico

La carrera estará a cargo académicamente de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física y la Escuela de Ciencias de la Información de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, ambas de la Universidad Nacional de Córdoba. Se trata de una asociación estra-tégica entre dependencias con amplios antecedentes en la materia.

Contará con el apoyo decisivo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba, tanto desde el punto de vista institucional y funcional, como financiero.

La carrera tendrá una duración total de 400 horas, de las cuales 360 horas serán de cursos y talleres, y 40 corresponderán al Trabajo Final Integrador, que incluirá práctica profesional. Dichas actividades se distribuirán en 3 cuatrimestres, dos para la cursada y el tercero para completar el Trabajo Final Integrador. De las 360 horas de cursos y talleres 240 correspon-derán a teoría y las 120 horas restantes serán de práctica.

El núcleo de la planta docente corresponde a profesores de la Universidad Nacional de Córdoba (un 70%). Además integran la planta comunicadores de alcance nacional y pro-fesores de otras universidades públicas, como la UBA y la UNSAM, por ejemplo. La Es-pecialización está destinadas a investigadores de todas las disciplinas, a comunicadores y/o periodistas, a docentes, y a gestores del sistema de CyT. Como requisito de ingreso se exige título de grado de Universidad reconocida en cualquier disciplina, o título terciario de carreras de al menos 4 años de duración. La idea central es que los egresados de esta Especialización puedan en principio desempeñarse: en medios masivos de comunicación, en museos y centros de divulgación de la ciencia, en agencias de noticias, en áreas de prensa o comunicaciones de institutos de investigación, universidades, etc. Es decir que se pretende aportar a profesionalizar la comunicación de la ciencia tanto en los medios masivos como en las propias instituciones del sistema educativo y científico.

El cupo mínimo de cursantes se ha fijado en 30 personas, mientras que el máximo se esta-bleció en 50. Al menos 20 cursantes serán becados anualmente por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba. Esas becas consisten en la eliminación de todo arancel y en la cobertura de materiales de estudio, pero no incluyen estipendio alguno.

La carrera de Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Cien-tífico fue aprobada por el H. Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba

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según Resoluciones número 317 y 318/2010. El proyecto se encuentra en trámite de reco-nocimiento provisorio por parte de CONEAU, y se espera comenzar con la cursada de la primera cohorte en 2011.

Algunos de los principales objetivos de la carrera son:

- Formar profesionales capacitados para comunicar en forma pública los procesos e investigaciones científicas;

- Contribuir a mejorar la calidad de las interacciones entre los organismos universitarios y los medios masivos de comunicación a través de una perspectiva integradora de sus respectivas lógicas;

- Satisfacer necesidades del medio local y regional en cuanto a capacitación en comu-nicación pública de la ciencia;

- Promover una visión integradora de las ciencias como elemento central de la cultura contemporánea.

Por otra parte, se espera que el egresado pueda al finalizar la carrera:

- Analizar, comprender y transmitir en forma contextualizada la dinámica de la investiga-ción científica a través de diferentes medios y estrategias;

- Interactuar en forma creativa con los sistemas de comunicación e información pública en todo lo que se refiere a divulgación de la ciencia;

- Planificar y llevar a la práctica estrategias creativas de comunicación pública de la ciencia, desde instituciones, medios de comunicación o agencias de noticias;

- Comprender la diversidad de la problemática científica actual y proponer estrategias de comunicación diferenciadas, adaptadas a esa diversidad;

- Facilitar los procesos comunicativos entre investigadores y comunicadores sociales;- Reflexionar acerca de las interacciones entre ciencia y comunicación;- Valorar en forma crítica las posibilidades y limitaciones de la ciencia y la tecnología en

el mundo actual.

El plan de estudios se articula en base a 6 módulos consecutivos, aunque no se han pre-visto correlatividades entre materias. Los módulos y materias son (entre paréntesis figuran los docentes propuestos para cada materia):

Módulo I. Comunicación Pública de la CienciaI.1 Introducción a la Comunicación Pública de la Ciencia (L. Moledo)I.2 Ciencia, Tecnología y Sociedad. Conflictos y Controversias (A. Vara)

Módulo II. Fundamentos de la Investigación CientíficaII.1 Filosofía e Historia de las Ciencias (M. Velasco)II.2 Historia y Estructura de las Instituciones de CyT en la Argentina (D. Hurtado de Mendoza)II.3 Elementos de Sociología de la CyT (S. Roitman)

Módulo III. Seminarios Optativos (8 de 12): Problemas Actuales de Investigación y Desarrollo en…a- Matemática (L. Cagliero)b- Física (V. Hamity)

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c- Astronomía (I. Bustos Fierro)d- Química (C.G. Sánchez-L. Avalle)e- Biología (G. Bernardello)f- Básica en Salud (R. Pautassi)g- Psicología y Filosofía (J. Ahumada)h- Antropología (A. Dapuez)i- Sociología (M. Díaz de Landa)j- Economía (R. Frediani)k- Demografía (E. Domenech)l- Desarrollo tecnológico (comunicaciones, energía, residuos, etc.) (G. Durán-J. Martín)

Módulo IV. Periodismo CientíficoIV.1 Técnicas Básicas del periodismo (M. Viada)IV.2 Técnicas del periodismo científico (D. Golombek)IV.3 Taller de análisis de textos científicos (S. Gallardo)IV.4 Taller de producción multimedial en ciencias (R. Gómez Vecchio)IV.5 Taller de producción audiovisual en ciencias (D. Golombek-D. Ludueña-E. Piemonte)

Módulo V. Instituciones de CyTV.1 Planificación de la comunicación desde instituciones científicas (N. Abatedaga)V.2 La comunicación de la ciencia desde Museos y Centros de Divulgación (M. Bonnin-G. Goldes) V.3 Comunicación de la Ciencia desde organismos de promoción y centros de investigación

(I. Jawtuschenko)

Módulo VIVI. Trabajo Final Integrador (incluye práctica profesional).

Cabe aclarar que respecto del módulo III, el mismo es obligatorio y es una de las particu-laridades de esta carrera. De los 12 seminarios propuestos, los cursantes deberán realizar y aprobar al menos 8. Los seminarios resumen las bases disciplinares de una muestra amplia de áreas de investigación activas en la Universidad Nacional de Córdoba. Cada uno de ellos está estructurado en cuatro segmentos: una introducción que muestra las bases conceptuales, metodológicas e históricas de la disciplina (lo que define y diferencia la dis-ciplina de otras); un resumen conceptual del conocimiento “consolidado” en la materia; un “inventario” acerca de fuentes de información confiables en la temática; una aproximación a los problemas abiertos y controversiales. La existencia de este módulo refleja el con-vencimiento de que para trabajar en comunicación pública de la ciencia y la tecnología es necesario comprender algunos aspectos básicos propios de cada una de las disciplinas, desde su propia lógica y lenguaje. Se trata en definitiva de acceder a la versión de la inves-tigación que los propios investigadores tienen de sus disciplinas específicas.

Por otra parte, la estructura del módulo es tal que todos los cursantes deberán tomar se-minarios orientados tanto a ciencias de la naturaleza cuanto a ciencias sociales.

Al mismo tiempo, se estima necesario que los cursantes tomen contacto reflexivo con contenidos de carácter teórico acerca de la naturaleza del conocimiento científico, lo que

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está garantizado en el módulo II. Dicho módulo contiene una visión filosófica, histórica y sociológica acerca de la producción del conocimiento científico.

III. Consideraciones Finales

Con esta nueva carrera de especialización que se comenzará a dictar en 2011 pensamos que la Universidad Nacional de Córdoba hace una contribución importante para aportar a la democratización del conocimiento científico-tecnológico, ampliando su base social e intentando responder a necesidades sociales que a veces son explícitas y otras veces no.El aporte central pasa por consolidar la tendencia a la profesionalización de la comunica-ción pública de la CyT como disciplina por derecho propio, con lo cual se iría solidificando un nuevo campo profesional, de naturaleza interdisciplinaria y transversal a la mayoría de las disciplinas tradicionales.

Para que ello pueda ocurrir, sin duda es esencial una estrategia de concientización de las propias comunidades de CyT acerca de lo imperativo de reflexionar en forma profunda acerca del propio rol social de la CyT. El debate acerca del rol de las comunicaciones sociales está fuertemente instalado en nuestro País, con la Ley de Servicios de Comuni-cación Audiovisual como referencia insoslayable. Sin embargo el debate sobre el rol de la CyT no está mayormente en la actualidad en la agenda pública, prevaleciendo a veces visiones dogmáticas que es necesario desmitificar.

Para ello, entre otras cosas, se deben visibilizar los anclajes sociales de la CyT como parte importante de la cultura contemporánea, superando los aislamientos, muchas veces au-toimpuestos como medidas de protección.

La superación de la brecha entre la producción de conocimiento en las Universidades Pú-blicas y la apropiación social del conocimiento es vital para dinamizar la sociedad y para permitir a la Universidad el logro de sus fines sociales. La Especialización en Comunica-ción Pública de la Ciencia y Periodismo Científico pretende ser una herramienta académica en ese sentido.

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Especialización en Divulgación de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)

Sandra Murriello* Nuestra sociedad está permeada por la ciencia y la tecnología (CyT) e imbuida en los procesos de innovación, éstas son parte de nuestra cultura, modelan nuestro cotidiano y nos enfrentan a planteos éticos. El rol de la enseñanza formal, de los medios masivos y de otros canales de comunicación como libros, museos, exposiciones, campañas educa-tivas, películas, documentales u obras de teatro es fundamental para la conformación del imaginario social sobre CyT.

La comunicación pública de la CTI, referida en Argentina habitualmente como divulga-ción, es abordada por profesionales de las más diversas disciplinas y, desde el punto de vista académico, es un campo aún en construcción. La formación de profesionales críticos abocados a la comunicación pública de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) es un campo incipiente, cuyas prácticas aun están en revisión (Ramani, 2008; Semir, 2008). Experiencias como las SISSA-ISAS, en Trieste (Italia), la de Dublin City University (DCU) en Irlanda, el MSC Science Communication de la University of the West of England en Bristol (UK) o Máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental de la Universitat Pompeu Fabra en Barcelona (España) vienen siendo marcantes en esta área. En los paí-ses latinoamericanos hay también propuestas en ejecución, como el Mestrado Multidisci-plinar em Divulgação Científica e Cultural (MDCC) de la UNICAMP en Brasil o la Maestría en Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología coordinada por la Universidad Central de Ecuador, que están abriendo rumbos en la profesionalización de la divulgación CTI. Si bien en Argentina hay experiencias sistemáticas de formación, en especial cursos de periodismo científico, desde los años 80 (Dellamea, 2000) y entre las iniciativas de posgrado recientes se puede resaltar el Diploma de postgrado en Comunicación Científi-ca, Médica y Ambiental expedido por la Universidad Pompeu Fabra en Buenos Aires, vale decir que hasta ahora las universidades nacionales no habían creado carreras de posgra-do específicas dedicadas a este fin. Cabe destacar que el sistema oficial de posgrados en Argentina reconoce tres niveles de curso: especialización, maestría y doctorado que difieren en duración y exigencias de graduación. En este marco la Universidad Nacional de Río Negro ha tomado la iniciativa de crear la Especialización en Divulgación CTI que pretende abrir un espacio de formación a quienes desean adquirir herramientas y estra-tegias de comunicación de la CTI.

Esta carrera de posgrado, que dará inicio en abril de 2011, está articulada con la Maestría en Ciencia, Tecnología e Innovación que, con una Orientación en Divulgación CTI, comen-zó ya en agosto pasado en la Sede Andina de esta Universidad. De este modo la UNRN ofrece una doble propuesta académica de posgrado en este campo, una de carácter pro-fesionalizante y, otra, abocada a la investigación académica. Ambas carreras ofrecen un panorama amplio de las discusiones teóricas y de las áreas de trabajo de la divulgación

* Doctora en Educación en Geociencias (Unicamp, Brasil). Coordinadora Especialización en Divulgación CTI – UNRN. Sede Andina, Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) E-mail: [email protected]

Especialización en divulgación, la ciencia y la innovación, Universidad Nacional de Río Negro (UNRN)

Sandra Murriello*

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así como espacios de taller dedicados a la generación de productos que puedan ser viabi-lizados por distintos medios o proyectos apropiados a instituciones de CTI.

Es interesante destacar que los espacios de capacitación profesional existentes hasta el momento están abocados mayormente al periodismo científico y ubicados en la región central del país. Refuerza esta afirmación la propuesta de apertura, también a partir de 2011, de una Especialización en Periodismo Científico por la FAMAF de la Universidad Nacional de Córdoba que fuera presentada en este mismo seminario en octubre último. En este sentido, la creación de los posgrados de la UNRN en Patagonia es un aporte a la descentralización en la consolidación académica de este campo.

Otro aspecto a destacar de esta carrera es su oportunidad respecto a la perspectiva de de-manda de profesionales del área a nivel nacional. En el marco de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que regula la actividad en la Argentina otorgándole a las uni-versidades el papel de productoras de contenido, este nuevo posgrado también asume el rol de cubrir esta área de vacancia.A su vez, refuerza esta función el rol que recientemente la UNRN ha asumido como Nodo de Producción Patagonia Norte en el Sitema Argentino de Televisión Digital Terrestre. De este modo, la capacitación específica en comunicaicón de CTI sera un aporte concreto a las necesidades profesionales contemporáneas. En esta breve presentación se dará a conocer la propuesta académica de la Especialización en Di-vulgación CTI a dictarse a partir de abril de 2011 en San Carlos de Bariloche, Sede Andina de la UNRN.

Organización del plan de estudios

Con el objetivo de promover la reflexión sobre los procesos comunicacionales y el de-sarrollo de habilidades específicas el plan de estudios da cuenta de materias teóricas y prácticas que se articulan en una práctica profesional y un trabajo final integrador. La Especialización se estructura en un total de cuatrocientas setenta (470) horas reales de dictado organizadas en quince (15) actividades curriculares, de las cuales una (1) corres-ponde a una práctica profesional.

Las actividades están organizadas en ciclos:

- Materias teórico prácticas: un ciclo de seis (6) materias que conforman el campo teórico de la comunicación pública de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.

• Comunicaciónpúblicadelaciencia,latecnologíaylainnovación(32hs.)• Comunicaciónparadivulgadores(32hs.)• Comunicaciónyeducación(32hs.)• Comunicación,riesgoyambiente(32hs.)• Elementosdelingüísticaparadivulgadores(24hs.)• Fuentesysistemasdebúsqueda(16hs.)

- Talleres: Los seis (6) talleres de producción de materiales están destinados al conoci-miento de la práctica de producción y de los ámbitos de trabajo, así como a la elabo-ración de materiales de divulgación de CTI en diversos formatos.

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• ProduccióndetextosdecomunicaciónpúblicadeCTI(32hs.)• EscrituraCientífica(24hs)• Ciencia,tecnologíaeinnovaciónenlaeducaciónnoformal(48hs.)• Ciencia,tecnologíaeinnovaciónenlosmediosaudiovisuales(48hs.)• Ciencia,tecnologíaeinnovaciónenlosmediosdigitales(24hs.)• Ciencia,tecnologíaeinnovaciónenlosmediosgráficos(48hs.)

Estos Talleres contemplan la participación de profesionales en actividad de reconocida trayectoria en medios masivos e instituciones públicas que, en seminarios cortos, introdu-cirán la perspectiva de la práctica profesional.

- Materias electivas: podrán escogerse como electivas dos (2) actividades curricula-res, de 24 hs cada una, afines a la temática que formen parte del plan de estudios de otra carrera de posgrado de Universidad.

A su vez se prevé la creación ad hoc de actividades curriculares en el campo de la comunicación rural, de la educación y de la comunicación audiovisual.

- Práctica Profesional: en función de ejercitar funciones de divulgación en medios de co-municación e instituciones de CTI, la UNRN ha firmado convenios de colaboración con diversas entidades de la ciudad. Los alumnos tendrán treinta horas (30 hs) de práctica individual, adecuada a sus intereses y necesidades, en alguna de estas instituciones.

- Trabajo Final integrador: para la obtención del título de Especialista se requiere la presentación de un Trabajo de divulgación que articule las disciplinas cursadas.

Modalidad y lugar de dictado

La Especialización en forma presencial, cada quince días, en Bariloche, Provincia de Río Negro, en la Patagonia Argentina. Esta ciudad nuclea una gran cantidad de instituciones de CTI de reconocida trayectoria, así como un elevado número de empresas de base tecnológica altamente innovadoras concentrando la mayor proporción de profesionales y de posgraduados del país. Instituciones como INVAP, Centro Atómico, Instituto Balseiro, INTA, Centro Regional Universitario Bariloche (UNCOma), son representantes de esta tra-yectoria. A su vez, la ciudad posee infraestructura para la recepción de estudiantes siendo así un espacio apropiado para dar a esta oferta un alcance nacional e internacional.

Destinatarios

• Personasquesedesempeñaneneláreadecomunicacióndeinstitucionespúblicasyprivadas de medio ambiente, ciencia, tecnología e innovación.

• Responsablesdeladirecciónygestióndecentros,institutosydepartamentosdedo-cencia, investigación, tecnología y desarrollo.

• Responsablesdeldiseño,ejecución,comunicaciónyevaluacióndeproyectosdein-novación, extensión y transferencia de tecnología.

• Funcionarios,gestores,investigadores,tecnólogos,comunicadoresyprofesionalesdeuniversidades públicas y privadas.

• Docenteseinvestigadoresengeneral.

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• Periodistasycomunicadoresengeneral.• Extensionistasyeducadoresambientales.• Profesoresdeeducaciónsuperiornouniversitaria(terciario)ydeeducaciónmedia.

Perfil del egresado

• Reconocerelpanoramanacionaleinternacionaldelestadodelartedelacomunica-ción pública de la ciencia, la tecnología y la innovación.

• Realizarunanálisisdelasrelacionesentrelosdistintosactoressociales,laciencia,latecnología y la innovación desde una perspectiva de la comunicación pública.

• Actuarenlosdistintosespaciosymediosdedivulgacióndelaciencia,latecnologíayla innovación, tanto en los procesos de producción como en los de edición.

• Gestionar,organizaryconducirprogramasyeventosdedivulgacióndelaciencia,latecnología y la innovación.

• Asesorarainstitucionespúblicasyprivadaseniniciativasdedivulgacióndelaciencia,la tecnología y la innovación.

Cuerpo docente y Consejo Académico

La carrera cuenta con un sólido equipo docente ya confirmado, proveniente de diversas universidades del país. A su vez se invitarán otros docentes y profesionales del área a compartir seminarios sobre temáticas puntuales.

Dr. Aldo Calzolari (UNRN) Dra. Susana Gallardo (UBA)Dra. Lila Luchessi (UNRN)Dr. Pascual Masullo (UNRN)Dra. Paola Britos (UNRN)Dra. Ana María Vara (UNSam) Mgt. Astrid Bengtsson (UNRN)Mgt. Anabella Speziale (UNSam)Dra. Sandra Murriello (UNRN)Dra. Sandra Massoni (INTA -UNR)Dr. Diego Golombek (UNQ)

Coordinación: Dra. Sandra Murriello

Para mayor información sobre la carrera puede consultarse:www.unrn.edu.ar/blogs/divulgacion-cientifica

Referencias

- Dellamea, A.B. (2000).La formación de divulgadores y periodistas científicos en la Argentina. IX Congreso de Divulgación de la Ciencia y la Técnica. México. Sala de Lectura CTS-I. http://www.oei.es/salactsi/dellamea3.htm

- Ramani,D. (2009).Master in science communication: an overview, Jcom 08 (01) - Semir,V. de (2009). Master in Scientific, Medical and Environmental Communication, Jcom 08 (01)

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Periodismo científico en Chile: Bases y Desafíos

Eduardo Reyes Frías* El Siglo de las Luces, asociado a la Ilustración, estimuló diversas inquietudes cultu-rales y políticas en Europa. Al contrario, la expulsión de los Jesuitas de las comarcas americanas que decretó el Rey de España en 1767 detuvo un lento progreso en las actividades educacionales y laborales que había iniciado esta orden religiosa en sus propiedades de ultramar.

Bajo tales circunstancias, entre los sacerdotes y novicios desterrados de Chile, el abate Juan Ignacio Molina logró incorporarse a la Universidad de Bolonia, en Italia, donde publi-có “Saggio sulla storia naturale del Chili” en 1782, producto de anteriores observaciones de la geografía, la flora y fauna que había efectuado en su país natal. La obra ganó pres-tigio en los círculos eruditos de su época y el abate Molina es considerado el primer cien-tífico chileno, aunque lamentablemente se adelantó en evidenciar los impactos del poder político en el campo de la ciencia.

“Ya tenemos el precioso instrumento de la ilustración universal: la imprenta. La voz de la razón y la verdad se oirá entre nosotros, después del triste silencio de tres siglos.¡Siglos de opresión, barbarie y tropelías!” El mensaje editorial del primer periódico “Aurora de Chile”, en febrero de 1812, destacó el rezago histórico en comparación a otras colonias hispano-americanas en el uso de la imprenta. Además, junto al propósito de apoyar el movimiento independista en el continente, la “Aurora” empezó a difundir informaciones educativas sobre prevención de enfermedades y datos de climatología.

Durante la mayor parte del siglo XIX, la estabilidad republicana y el crecimiento económico favorecieron el despliegue de una diversidad de periódicos y revistas en las principales ciudades de Chile, donde se manifestaron con distinto énfasis las corrientes ideológicas y las expresiones literarias. Por ejemplo, en la década de 1840 funcionaban 9 imprentas en Santiago y otras tantas en Valparaíso y Concepción, en su mayor parte dedicadas a publicaciones periódicas. La cifra alcanzó el centenar en 1886, pero la capacidad de leer y escribir estuvo lejos de registrar un avance parecido en la población nacional.

Dentro del marco elitista de la cultura decimonónica, “El Mercurio de Valparaíso” se dis-tinguió a lo largo del siglo por las informaciones de progreso industrial y los inventos téc-nicos; en particular, noticias relacionadas con el comercio internacional que atendía este puerto estratégico del Pacífico Sur. En equilibrio pragmático, a través de varios cambios de propiedad, el diario se mantuvo relativamente distante de los combates partidistas que determinaban la aparición y el cierre de numerosos periódicos.

En un periódico de mayor alcance nacional, el aporte más relevante del área científica se publicó sistemáticamente entre 1830 y 1853 en “El Araucano”, donde el redactor y ca-tedrático Andrés Bello aplicó entre los conocimientos adquiridos durante su formación

* Periodista. Presidente de la Asociación Chilena de Periodistas Científicos. E-mail: [email protected]

Periodismo científico en Chile: bases y desafíos

Eduardo Reyes Frías*

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académica en Inglaterra. Dicha experiencia y sus contactos culturales le facilitaron la di-vulgación de publicaciones provenientes de Europa, a lo cual agregó las primeras noticias y comentarios de los estudios del territorio nacional que efectuaban expertos contratados por el gobierno para evaluar el potencial productivo. En consecuencia, en cumplimiento de su misión paralela como Rector de la Universidad de Chile, don Andrés Bello señalaba en “El Araucano” las vinculaciones del saber superior con el progreso y bienestar de la nación.

Modernizaciones

A mediados del siglo XX la radio y la televisión marcaron el cambio tecnológico que am-plió las fuentes, los formatos y las audiencias de la divulgación científica. Asimismo, en sintonía con el avance cultural que preconizaba la UNESCO, en el período 1956-1970 se fundaron en Chile las primeras escuelas universitarias de Periodismo en las ciudades de Antofagasta, Santiago, Valparaíso, Concepción y Valdivia.

Por consiguiente, bajo tuición de las Facultades de Humanidades y Educación, la for-mación profesional fue dejando el carácter autodidacta que anteriormente dependía del mandato editorial de los diferentes diarios y revistas, para asumir en cambio planes aca-démicos con materias de historia, teorías de comunicación social y aprendizaje de las técnicas informativas. En forma lógica, no obligatoria, algunos programas incorporaron asignaturas o talleres de Periodismo Científico, aprovechando la cercanía de laboratorios universitarios. Este ambiente formativo de los cronistas y reporteros justificó la convocato-ria del Primer Seminario Interamericano de Periodismo Científico, celebrado por la OEA en Santiago de Chile, en octubre de 1962.

En el ámbito político del país, la repercusión de acontecimientos mundiales registrados en la década de 1960, tan impresionantes como la carrera espacial y los primeros trasplantes de corazón humano, estimuló la creación de la Comisión Nacional de Investigación Cien-tífica y Tecnológica, Conicyt, por iniciativa legislativa del Presidente Eduardo Frei en 1967. Sin embargo, los objetivos de impulsar planes de desarrollo y fomentar las investigaciones quedaron limitados por contingencias políticas de mayor importancia relativa y falta de presupuesto en la etapa inicial de Conicyt.

Pausa política-cultural

La rebelión militar del 11 de septiembre (sinónimo de “pronunciamiento, golpe”) interrum-pió drástica y trágicamente el desarrollo cultural de Chile. Los testimonios humanos supe-ran cualquier bibliografía. En el espacio académico, el cierre de los institutos de sociología y de algunas escuelas de periodismo formó parte del control militar de las universidades en paralelo a las medidas de censura a la prensa. No obstante, el ministerio de Educación mantuvo vigente Conicyt, bajo la premisa de que su funcionalidad estaba acotada por las ciencias básicas, al margen de la política.

En estas circunstancias restrictivas, al alero más bien simbólico de Conicyt, se creó la Asociación Chilena de Periodistas Científicos, Achipec, en octubre de 1976, cuyo plan de trabajo se orientó principalmente a realizar encuentros con especialistas para difundir formas más rigurosas y atractivas de divulgación del saber superior.

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Al cumplir su primer decenio, Achipec organizó en alianza con la Asociación de Protección de la Familia el seminario “¿Más calidad o cantidad de vida en Chile?” que congregó más de un centenar de profesionales en Viña del Mar, en octubre de 1985. Los 12 relatores pertenecieron a muy diversas disciplinas, desde medicina y economía hasta teología, en tanto que el dilema temático involucraba un cuestionamiento a la idea de crecimiento de-mográfico como “factor de seguridad nacional” en esferas gubernativas.

Además de discutir el factor cuantitativo del problema a través de las deliberaciones del seminario, el Dr. Igor Saavedra, físico galardonado con el Premio Nacional de Ciencias, postuló que la seguridad del país implicaba una exigencia relevante en el desarrollo cien-tífico y tecnológico, de modo que debiera destinarse una parte de las ganancias del cobre para reforzar las investigaciones. La propuesta no logró entonces ninguna trascendencia política, en cambio, el tributo de las exportaciones de cobre para el equipamiento de las Fuerzas Armadas se ha mantenido hasta la actualidad.

Tal vez como un gesto compensatorio, el gobierno militar entregó desde 1986 el primer financiamiento sustantivo en la trayectoria de Conicyt, lo cual permitió concretar el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, Fondecyt, mediante concursos anuales de excelencia de los postulantes y la relevancia de los proyectos.

En otra paradoja, el gráfico adjunto ilustra con barras negras el ascenso de presupuesto de Fondecyt que se detiene al final de los años 90, en plena democracia, siendo parcialmente suplementado con nuevos programas de Conicyt. No obstante, en vista del anuncio de un recorte presupuestario, los investigadores efectuaron protestas callejeras en Santiago, Concepción y Valdivia. Fue una noticia insólita. Desde entonces han aumentado los re-cursos de Conicyt, pero surgen demandas de desarrollo, propias de la globalización, que también debe tener en cuenta la comunicación social de la ciencia.

FONDECYT - Evolución Presupuestaria y de instrumentos1982 - 2001

(Millones $ julio 2001)

1982

Otros Programas

34%

66%

Concurso Regular

24.000

22.000

20.000

18.000

16.000

14.000

12.000

10.000

8.000

6.000

4.000

2.000

01983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001

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Nuevos desafíos en Ciencia y Periodismo

En los últimos 10 años las autoridades universitarias y las sociedades científicas han rei-terado que la inversión de Chile, 0.6 % del Producto Interno Bruto, PIB, apenas cubre el crecimiento de las actividades que genera la masa critica de 5.000 investigadores y la modernización de los laboratorios. El porcentaje es similar en América Latina, pero en una meta de desarrollo debiera compararse con los países “emergentes” que invierten más del 1 % del PIB en dicho rubro.

No falta conciencia política del déficit indicado. Pero también existen debilidades socia-les de mayor urgencia, como la salud y la educación pública, a lo cual se han agregado impactos externos sobre la economía, como la crisis asiática de 1997 o los “desastres naturales”.

El segundo gráfico deja en claro el buen nivel que registra Chile en publicaciones cien-tíficas con alcance internacional –“papers”- en referencia a Brasil, Argentina y México, ponderando la cantidad de habitantes. Al mismo tiempo, salta a la vista la brecha res-pecto a los países “emergentes”, Finlandia y Nueva Zelandia, que multiplican por 10 dicho parámetro.

Por otra parte, las exigencias de la globalización involucran mayores expectativas de in-vestigaciones aplicables a sectores productivos para mejorar o superar la explotación de recursos naturales. En este sentido, de acuerdo a la nomenclatura internacional, Chile agregó “Innovación para la Competividad” al binomio de “Ciencia y Tecnología”.

Periodismo Científico en Chile: bases y desafios

Desafio de Ciencia & Tecnología + InnovaciónArtículos científicos (papers) y patentes acreditadas en EEUU. 2003

Fuente: Krauskopf y Menéndez, 2007

País delautor

Finlandia

Australia

Nueva Zelanda

Argentina

Brasil

México

Chile

PapersTotales

7.851

23.620

4.666

4.679

12.699

5.902

2.550

Papers por millón de

habitantes

1.510

1.199

1.167

121

70

56

162

PatentesTotales

865

900

135

63

130

84

11

Patentespor millón de

habitantes

166.3

45.7

33.8

1.6

0.7

0.9

0.7

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En contraste al buen indicador de publicaciones científicas, el mismo gráfico comparati-vo de siete países señala que Chile ocupó el último lugar en la cantidad de patentes acre-ditadas en Estados Unidos en el 2003. Es difícil que esta característica pueda cambiar a corto plazo, por cuanto refleja un distanciamiento casi tradicional entre los sectores académicos y empresariales en proyectos de investigación. En concreto, la inversión nacional de 0,6 % del PIB en ciencia y tecnología registra 65 % de aportes públicos y 35 % de sectores privados.

Los nuevos desafíos del periodismo científico aparecen claramente abiertos gracias a la comunicación electrónica, vía satélite, que superó la distancia en tiempo y espacio respec-to a las fuentes informativas, junto con amplificar las audiencias tipificadas como “aldea global”. Además, los investigadores se muestran más proclives a difundir sus proyectos, sobre todo si se trata de descubrimientos, asumiendo el riesgo de una entrevista en pan-talla….En todo caso, las normas éticas son válidas en forma recíproca, respetando el derecho social a la información.

Por ejemplo, la modalidad más dinámica y extensiva del periodismo científico se ha visto aplicada exitosamente en Chile mediante la difusión de las imágenes estelares captadas por los observatorios astronómicos el país y de otros lugares de nuestro planeta, comple-mentando la visión artística con explicaciones educativas.

En el terreno más cercano a la percepción pública, luego del doble terremoto y tsunami que asoló gran parte de Chile en febrero último, sin obviar las noticias propias de la ca-tástrofe, los medios de prensa y televisión publicaron extensos reportajes explicativos del fenómeno geológico y oceánico, mostrando también con sentido rectificador las deficien-cias del sistema científico administrativo de prevención sismológica y marítima. Se trata de un tema pendiente.

Desde el punto de vista del perfeccionamiento profesional, los aportes individuales o cor-porativos de los periodistas dedicados a la divulgación científica y tecnológica se multipli-can y enriquecen gracias a los encuentros internacionales que permiten cotejar, en vivo y en directo, experiencias y proyectos de diferentes contextos culturales.

En esta perspectiva, corresponde agradecer la labor integradora que vienen desarrollando la Federación Mundial de Periodistas Científicos (WFSJ), la Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y El Caribe (Red Pop) y el nuevo Programa Inte-ramericano de Periodismo Científico, patrocinado por la OEA.

Referencias

- Becerra, Silvia (2010). El Mercurio de Valparaíso, su rol de difusión de la ciencia y la tecnología en Chile Decimonónico. Bravo y Allende Editores. Santiago

- Prenafeta, Sergio (2008). La comunicación de la ciencia en Chile. Conicyt, Santiago.- Reyes, Eduardo (2000). Exigencias éticas de la divulgación científica. Revista de Periodismo

y Relaciones Públicas. Universidad de Viña del Mar.- Subercaseaux, Bernardo (2000). Historia del libro en Chile. LOM Ediciones. Santiago

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Percepción social de la ciencia y la tecnología. Actitudes frente al riesgo y la participación ciudadana***

Carmelo Polino* Dolores Chiappe**

Introducción

La percepción del riesgo y la participación ciudadana son dos temas clave para las polí-ticas de ciencia y tecnología contemporáneas. La politización de la ciencia, su visibilidad, e impacto social, en el cual cuentan consecuencias no deseadas de la implementación de tecnologías, han agudizado los conflictos en relación al desarrollo científico tecnoló-gico y su gestión política. Como exponentes de estos profundos cambios en la relación ciencia, tecnología y sociedad durante el último cuarto del siglo XX, las propuestas de democratización participativa están llegando a las instituciones científicas. Jasanoff (2004) asegura que éstas han sido las condiciones para que el término ciudadanía cobrara fuerza en el ámbito científico-tecnológico. En las instituciones científicas, alrededor del mundo, proliferan debido a esto los discursos y las prácticas para incluir la “voz ciudadana” en la definición y gestión de las políticas públicas. Se promueven mecanismos variados de dis-tinta índole y alcance: conferencias de consenso, encuestas de opinión, audiencias públi-cas, referéndums, gestiones negociadas, etc. En dichos intentos, no exentos de conflictos acerca de su legitimidad, extensión y capacidad de incidencia en la política, se trata de que la categoría público no quede restringida al marco analítico tradicional como consumi-dor de los productos científico-tecnológico en el mercado o lector de las obras culturales de la tradición divulgativa. Se trata de otorgarle un estatuto de ciudadano.

Las encuestas de opinión pública ofrecen información actualizada acerca de las ventajas y restricciones del fenómeno participativo en ciencia y tecnología; principalmente en lo que atañe a uno de los temas más íntimamente relacionados con la participación ciudadana como lo es la percepción social del riesgo (ambiental, sanitario, económico y/o social) que acompaña al desarrollo tecnocientífico. En este artículo repasamos indicadores disponi-bles vinculados a riesgo y participación ciudadana, tomando como base distintos estudios de encuesta a escala nacional (Argentina, Brasil, Colombia, España, Estados Unidos, etc.), regionales (Iberoamérica y Europa) e internacionales (World Values Survey). Se mostrará que la participación ciudadana es un fenómeno que las personas reconocen como de cre-ciente interés público, y que la percepción del riesgo admite complejidad, contradicciones y visiones críticas que dan cuenta de una cierta madurez en torno a los impactos sociales de la ciencia y la tecnología.

*** Con algunas modificaciones, este artículo ha sido publicado previamente con el título “Percepción social de la ciencia y la tecnología. Indicadores acerca del riesgo y la participación ciudadana”, en El estado de la ciencia, RICYT, Buenos Aires, 2010. Se agradece a la RICYT el permiso para su reproducción en este libro.

* Investigador del Centro REDES/RICYT, Argentina. E-mail: [email protected]

** Investigadora del Centro REDES, Argentina.

Carmelo Polino*

Dolores Chiappe**

Percepción social de la ciencia y la tecnología. Actitudes frente al riesgo y la participación ciudadana***

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Participación ciudadana y políticas públicas

El ejercicio del poder en las democracias contemporáneas está atravesando fuertes ten-siones. La democracia representativa se está transformando debido a la emergencia de formas deliberativas de participación política. Están surgiendo nuevas modalidades de representación y ejercicio del poder, basadas en la búsqueda de mecanismos más abier-tos, menos centralizados y jerárquicos para la gestión de los asuntos públicos. Las admi-nistraciones intentan, de algún modo, incluir a la ciudadanía en la gestión de la política y es, al mismo tiempo, la población la que reclama la existencia de mecanismos participa-tivos (muchas veces en base a reclamos y movilizaciones sociales con altos niveles de conflictividad). En las encuestas hay indicios que remiten a la necesidad de reorientar las prácticas democráticas. De acuerdo, por ejemplo, a los datos proporcionados por la últi-ma aplicación del World Values Survey (2005-2007), la mitad de los entrevistados de los siete países de Iberoamérica donde se incluyó una pregunta sobre calidad democrática se muestran insatisfechos con la situación en sus países. Hay, no obstante, una diferencia importante en la distribución de estas proporciones según el país que se considere. Los niveles de insatisfacción alcanzan el 60% en las poblaciones de Perú y México, seguidas por Argentina, y se ubican en torno al 40% en Chile y Venezuela. Entre los países de la lista, sólo en España la mayoría de la población se encuentra razonablemente satisfecha o muy satisfecha con la democracia (Gráfico 1).

70

Proporción de población insastifecha con la calidad de la democraciaProporción de población que rechaza la tecnocracia

605040302010

Argen

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Chile

Españ

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Guate

mala

Méx

ico Perú

Vene

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0

Gráfico 1

En la misma medida, cuando se consulta a los ciudadanos por la organización de la toma de decisiones para los asuntos públicos, hay proporciones muy significativas de la po-blación que rechazan la implementación de formas de gestión tecnocrática, basada en el juicio de los sistemas expertos, como sustituto de la política. Más de la mitad de la po-blación española opina que no es correcto que los saberes expertos deban reemplazar

Calidad democrática y tecnocracia

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a los gobiernos como tomadores de decisión. Niveles similares de rechazo se advierten en Argentina y Chile (del orden de la mitad de los encuestados). Y esta misma tendencia, aunque en una proporción menor pero suficientemente destacable, en la medida en que alcanzan a un tercio aproximado de los ciudadanos, se encuentra también en México, Perú y Venezuela. Considerando ambos atributos, podríamos decir entonces que España es el único de estos países donde el balance democrático es satisfactorio y donde, al mismo tiempo, está más presente la negativa a la tecnocracia. Guatemala y Perú repre-sentan, por el contrario, el espejo invertido de la situación española: allí estaría la mayor aceptación de los sistemas expertos y la menor complacencia respecto a la calidad de sus democracias. En Argentina, Chile y Venezuela las proporciones son sustancialmente similares (Gráfico 1).

Aún con los recaudos que es necesario considerar, la deliberación parece haberse trans-formado en un reclamo por una “verdadera esencia” democrática: el “giro deliberativo” estaría representado por una preocupación acerca de la autenticidad de la democracia y el control sustantivo –no meramente simbólico– de ésta por ciudadanos comprometidos. La deliberación pone el acento en el proceso colectivo para resolución de problemas sociales y de gestión y toma de decisión política. Abelson y colaboradores (2003) señalan cinco virtudes del involucramiento ciudadano para la toma de decisiones: 1) compartir opiniones de una forma que las votaciones no permiten; 2) generar y considerar un amplio rango de opciones o nuevas alternativas que anteriormente podrían no haberse considerado; 3) fortalecer propuestas en beneficio público, antes que en virtud de intereses particulares; 4) incrementar la legitimidad de las decisiones tomadas y facilitar su implementación; 5) mejorar las cualidades morales e intelectuales de los participantes.

La participación en ciencia y tecnología no es entonces un fenómeno aislado ni exclusivo. En rigor, sólo es comprensible dentro de este marco histórico-político más amplio en el cual se están redefiniendo las fronteras de las relaciones de poder, los criterios de repre-sentatividad y la calidad de las democracias contemporáneas. La participación y el invo-lucramiento público forman parte de recursos y discursos que buscan legitimar el orden democrático y recomponer las relaciones políticas en la sociedad. Cada vez resulta más difícil para los poderes políticos actuar al margen del escrutinio público (donde cabe desde el reinado de las encuestas a los métodos de consulta y gestión participativa), como tam-bién al poder económico colocar innovaciones en el mercado, ignorando las preferencias y expectativas de los consumidores.

El estudio Iberoamericano de 2007 (FECYT-OEI-RICYT, 2009) mostró que la amplia mayo-ría de los encuestados entre los pobladores de grandes urbes reclama que los ciudada-nos sean escuchados y su opinión tenida en cuenta. En algunos estudios nacionales que cuentan con estas preguntas también se advierte dicha cuestión: por ejemplo, el 70% de los panameños (SENACYT, 2008) opina que la población debe ser escuchada cuando hay que tomar decisiones de gran escala e impacto. En Brasil esta proporción llegaba al 63% de la población (MCT, 2006).

En Europa la situación parece ser la misma y se manifiesta con la misma intensidad que en Iberoamérica. Los últimos dos barómetros de ciencia y tecnología, 2005 y 2010, ponen de manifiesto que entre los europeos hay un acuerdo amplio acerca de que el público debería

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ser escuchado y su opinión tenida en cuenta. En el Eurobarómetro 2005, por ejemplo, siete de cada diez entrevistados demanda mayor acceso a la toma decisiones políticas sobre ciencia y tecnología. Los datos no varían significativamente al observar el comportamiento de distintas variables sociodemográficas. El reporte destaca, únicamente, que el público más informado parece tener mayor aceptación del involucramiento ciudadano en el proce-so de decisiones políticas sobre ciencia y tecnología.

Los movimientos a favor de la participación democrática no implican necesariamente la extinción de los mecanismos tecnocráticos ni, tampoco, el desprestigio del saber experto: las encuestas europeas también ponen en evidencia que junto al reclamo de mayor acce-so la mayoría también prefiere que sea el juicio experto el que prevalezca en la toma de decisiones. Dos tercios de los europeos prefieren que las decisiones sean tomadas sobre la base de decisiones expertas. Al mismo tiempo, también en el estudio iberoamericano de 2007 se podía observar que, como ocurría en Europa, dos tercios (seis de cada diez) de los entrevistados prefieren que los problemas sociales que se derivan de la ciencia y la tecnología sean atendidos y decididos sobre la base de juicios expertos. Esta evaluación permanece estable si se analizan distintas variables sociodemográficas: no hay diferencias significativas por género, edad, nivel educativo o hábito informativo, por ejemplo. Expre-siones en esa línea también se advierten en Estados Unidos. En 2006, la Universidad de Chicago aplicó una encuesta nacional donde se consultó a la población acerca de cuán-ta influencia deberían tener ciertos grupos expertos de científicos (entre ellos médicos y economistas) en la toma de decisiones sobre cuatro temas de primer orden en la agenda pública en relación a otros actores sociales. Los temas considerados eran calentamiento global, investigación con células madre, el incremento en las tasas de ingreso federal y los alimentos genéticamente modificados. De acuerdo con la interpretación de los datos pu-blicados por la National Science Foundation (2010), los norteamericanos consideraron que los científicos, comparados con otros actores sociales (por ejemplo, líderes del gobierno, los negocios o reconocidos religiosos), deberían tener una influencia importante a la hora de orientar las decisiones políticas sobre estos temas. Con pocas excepciones, dice el reporte de la NSF, las respuestas no difieren de forma acentuada entre distintos grupos sociodemográficos.

Ciencia, tecnología y riesgo

El riesgo y la percepción que tienen de él los individuos proporcionan, otra interesante vía de análisis para comprender las dinámicas que se establecen en la actualidad entre políti-ca, ciencia, tecnología y sociedad. La construcción social del riesgo ha sido intensamente estudiada desde la sociología por varios autores, entre ellos cabe destacar a Beck (1996, 1999, 2008) Giddens (1990, 1996) y Luhmann (1996), quienes han dado cuenta de la di-mensión social y cultural que atañe a la conformación del riesgo como indicio y síntoma de una etapa propia de la modernidad.

Entre las transformaciones que trae aparejada esta etapa de la modernidad se encuen-tra el nuevo estatus que adquiere el conocimiento, el cual es provisional, está sujeto a la controversia, la confrontación y la incertidumbre. En ese sentido, los sistemas expertos que conviven muchas veces difieren en sus concepciones e implicancias. Los estudios de comunicación de la ciencia han documentado de forma abundante estas interaccio-

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nes, ya sea, analizando la cobertura del impacto social de distintas tecnologías o debates asociados a descubrimientos o desarrollos experimentales, o bien emergencias médicas, ambientales, etc., y los movimientos sociales (ver, por ejemplo, Dunwoody, Griffin, 2007; Carvalho, 2008, 2007; Drache et al, 2003; Entwistle, Hancock-Beaulieu, 1992; Roche, Mus-kavitch, 2003; Irwin, 2008, 1995).

Luhmann destaca otro aspecto interesante de la estrecha conexión que existe entre cono-cimiento y riesgo. Este autor plantea que el riesgo se construye temporal y socialmente y por eso cobra relevancia para su análisis el saber quién o qué determina en un momento dado lo que debe o no debe definirse como riesgo. En este sentido, una decisión correc-ta tomada en el presente evitaría un riesgo futuro. Evitar los riesgos mediante la toma de decisiones acertadas llevaría a la conclusión de que un mayor conocimiento permitiría a la sociedad actual transitar del riesgo a la seguridad. Pero los hechos demuestran lo opues-to, ya que un mayor saber y su complejización hacen visible nuevas facetas del riesgo (Luhmann, 1996: 150)

Al igual que Luhmann, Beck (2008) señala que un mayor saber no reduce necesariamente el riesgo, sino que aumenta la visibilidad del mismo. A su vez, este saber devela nuevas dimensiones del no-saber sobre el futuro y esto genera una mayor indeterminación del riesgo. Para Beck, este no-saber, que enfrenta a las sociedades modernas con riesgos indeterminados, descubre la valoración social que se pone en juego en la definición de los riesgos y, por ende, delata la dimensión política que recorre esta problemática. Así, un riesgo minimizado, por ejemplo por las instituciones políticas, es susceptible de generar diferentes formas de protestas o reclamos sociales en la arena política.

La cualidad valorativa del riesgo y la imposibilidad de su cálculo a causa de su indetermi-nación coloca a los gobiernos, por otro lado, en una paradoja, ya que deben intensificar sus esfuerzos para aumentar sus conocimientos en aras de garantizar la seguridad y de poder controlar aquello que no pueden saber si existe (Beck, 2008). Luhmann también destaca el trasfondo político de la valoración social del riesgo que queda evidenciado en torno al problema de la prevención que interviene entre la decisión y el riesgo. En este sen-tido, la prevención, cuya finalidad sería reducir la aparición de un riesgo o su envergadura en el futuro, expone a la política tanto a la sobreestimación como a la subestimación de riesgos, lo que a su vez desencadena la politización de estos temas en la sociedad.

Muchos de los riesgos actuales están estrechamente vinculados con los desarrollos tec-nocientíficos que se generan en áreas tan diversas como salud, medioambiente, energía y producción industrial, entre otras. Es por ello que la gestión de los riesgos está íntima-mente relacionada con las regulaciones (que intentan minimizar los riesgos de naturaleza tecnocientífica) y las políticas públicas de ciencia y tecnología que tienen por finalidad promover la investigación científica en determinados campos de conocimiento. Si bien en este contexto el saber experto tiene un papel destacado en los procesos de toma de deci-sión política en materia de regulación y orientación de las políticas públicas sobre ciencia y tecnología, también lo es que cada vez cobra más relevancia la opinión de la ciudadanía respecto a las implicancias sociales, medioambientales, éticas o políticas que puede tener el apoyo a una determinada línea de investigación científica o una aplicación tecnológica. La conciencia que tienen los gobiernos sobre las dificultades que puede traer aparejadas

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el hecho de subestimar o sobredimensionar un riesgo o de tomar decisiones respecto a la orientación de las investigaciones científicas que estén en disonancia con los valores de la sociedad en la que serán realizadas, han convertido a las técnicas de consulta ciudadana en una valiosa herramienta para conocer, comprender y orientar mejor la agenda de las políticas públicas de ciencia y tecnología, como así también para poder evaluar la opinión de lo ya realizado. Por otra parte, estas técnicas también se han convertido en metodolo-gías de investigación de suma utilidad para la reflexión y comprensión académica sobre la percepción social del riesgo, la valoración del desenvolvimiento tecnocientífico y el rol y la importancia asignada a las diferentes instituciones y actores sociales involucrados en el devenir sociotécnico.

Indicadores de valoración de riesgos en las encuestas de opinión pública

Una de las técnicas de consulta ciudadana más utilizada es la encuesta de opinión pú-blica, pues si bien la intensidad de la participación que habilita es baja comparada a las posibilidades que ofrecen otras metodologías (como las conferencias de consenso, los referéndums o las audiencias públicas), permite sin embargo obtener información estadís-tica valiosa extensible a niveles sectoriales, nacionales o regionales respecto a la opinión y percepción de los ciudadanos sobre estos temas.

La encuesta Iberoamericana de 2007 (FECYT-OEI-RICYT, 2009) incluyó un capítulo sobre valoración social del riesgo científico y tecnológico. Sus resultados permiten apreciar, por ejemplo, la valoración de riesgos futuros asociados a la ciencia y la tecnología. En este sentido se observa que en todas las ciudades –a excepción de Caracas- la mayoría de las personas señala que en los próximos veinte años habrá que gestionar “muchos” o “bas-tantes” riesgos (Gráfico 2).

70,080,090,0

Muchos y bastantes riesgos Muchos y bastantes beneficios

60,050,040,030,020,010,0

Bogot

á

Bueno

s Aire

s

Carac

as

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Santia

go

Sao P

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0,0

Gráfico 2Fuente: Encuesta Iberoamericana (2007), RICYT-OEI-FECYT.

Riesgos y beneficios futuros de la ciencia y la tecnología (%)

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Al mismo tiempo, también la amplia mayoría de los entrevistados señala que la ciencia y la tecnología producen “muchos” y “bastantes” beneficios (76% en promedio). Se destaca Bogotá con la visión más optimista, que comparte con Buenos Aires. Los optimistas datos de esta pregunta sobre beneficios parecen contradecir los de la pregunta anterior sobre riesgos. Sin embargo, no se trata de una contradicción. Más bien parecen estar reflejando una percepción no maniquea y crítica por parte de los entrevistados de la compleja reali-dad de la ciencia actual. Globalmente consideradas, las preguntas sobre riesgos y benefi-cios muestran que los entrevistados se inclinan por una valoración optimista aunque tienen bien presente los riesgos de la ciencia y la tecnología.

Tabla 1 (p.14 y p.15). Perfil de actitudes ante riesgos y beneficios de la ciencia y la tecnolo-gía por ciudad

muchos y bastantes ries-gos / muchos y bastantes beneficios

muchos y bastantes riesgos / poco y ningún beneficio

muchos y bastantes be-neficios / pocos y ningún riesgo

pocos y ningún riesgo / pocos y ningún beneficio

Ns / Nc

Total

Bogotá

57,3%

11,3%

21,0%

1,9%

8,6%

100%

Buenos Aires

48,1%

12,0%

29,4%

1,4%

9,2%

100%

Caracas

23,9%

8,9%

45,9%

5,7%

15,7%

100%

Madrid

38,4%

11,1%

32,1%

2,9%

15,5%

100%

Santiago

43,1%

18,1%

25,4%

3,1%

10,4%

100%

SaoPaulo

44,9%

19,2%

24,4%

4,9%

6,5%

100%

Total

42,6%

13,4%

29,7%

3,3%

11,0%

100%

Fuente: Encuesta Iberoamericana (2007), RICYT-OEI-FECYT.

La Tabla 1 ofrece el cruce de ambas preguntas (p.14 y p.15) y conforma una cierta tipología actitudinal en la que resalta, en primer término, la importancia de la posición que podría-mos considerar más “realista”, es decir, la que se inclina por afirmar que en los próximos veinte años habrá tantos beneficios como riesgos. Dicha posición es asumida por cuatro de cada diez iberoamericanos encuestados. Observada por ciudades, es más enfática en Bogotá, y está menos presente en Caracas. Por otra parte, casi un tercio de la muestra total podría considerarse como parte de un grupo que minimiza los riesgos y realza los be-neficios. En Caracas este grupo es no obstante más grande que la media general. Luego hay un 13% que asume una postura pesimista: los riesgos serán muchos y los beneficios pocos o ninguno. En Sao Paulo este grupo tiene un peso mayor que en otras ciudades.

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Gráfico 3

Los barómetros europeos también permiten dimensionar la valoración de la ciencia y la tecnología en relación a diferentes problemáticas abordadas desde la sociología del ries-go. Por una parte, los europeos resaltan el papel de la ciencia y la tecnología para la cura de enfermedades y la mejora de la calidad de vida. Sin embargo, en varios aspectos las posturas escépticas se hacen sentir. Por ejemplo, como muestra el Gráfico 3, en los Euro-barómetros de 2005 y 2010 la mayoría de los encuestados (seis de cada diez) señaló que la ciencia y la tecnología son responsables por los problemas del medioambiente, o bien que los científicos pueden tornarse peligrosos en virtud del conocimiento que poseen, o que los alimentos genéticamente modificados son peligrosos (la mitad de la población).

Algunas de las encuestas nacionales de percepción llevadas a cabo por los organismos de ciencia y tecnología en América Latina también ponen de relevancia la complejidad de la valoración de los riesgos y beneficios. En el caso de Brasil (MCT, 2006), por una parte, se ve que la mayoría de los encuestados (casi la mitad) opinaba que en el balance los bene-ficios son mayores que los perjuicios (deteniéndose en cuestiones fuertemente vinculadas a la protección de la salud, el aumento en la calidad de vida, la educación y las formas de comunicación). Una proporción importante del público –casi un tercio– descartaba la existencia de riesgos. Un 13%, en cambio, sostenía que riesgos y beneficios estaban en equilibrio. Entre los principales riesgos mencionados figuraban los efectos sobre el medio ambiente (un tema central de la agenda pública de Brasil), la reducción del empleo y la pro-vocación de nuevas dolencias y enfermedades. Sin embargo, los brasileros no parecían tener una visión optimista ingenua. Varias de las respuestas apoyan esta suposición. Por ejemplo, siete de cada diez opinaba que el conocimiento científico podía tornar peligrosos a los investigadores. La misma proporción reclamaba que los científicos deberían exponer públicamente los riesgos de las investigaciones que llevan a cabo. Seis de cada diez, por otra parte, consideraba que las aplicaciones tecnológicas de gran impacto podían ser ca-

Escepticismo respecto a la ciencia y la tecnología (EB, 2005 y 2010)

Debido a su conocimiento, los científicos tienen un poder que los hace peligrosos (EB, 2010)

La comida obtenida a partir de orga-nismos genéticamente modificados es peligrosa (EB, 2005)

La ciencia y la tecnología son respon-sables de la mayoría de los problemas medioambientales actuales (EB, 2005)

0% 20%

Acuerdo No sabeDesacuerdo Ni de acuerdo ni en desacuerdo

40% 60% 80% 100%

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tastróficas para el medio ambiente. Y también la mitad de los brasileños encuestados no creía que la ciencia y la tecnología fueran a eliminar, por ejemplo, la pobreza en el mundo (MCT, 2006). La encuesta 2008 de España (FECYT, 2008) registró una situación en parte similar a la encontrada en Brasil. Así, la mitad de la población consideró que los beneficios de la ciencia son, globalmente considerados, mayores que sus riesgos. Se ponderó su capacidad para el desarrollo económico, la calidad de vida, y el combate de enfermedades y epidemias. Sin embargo, casi un 30% sostuvo que beneficios y perjuicios están en pie de igualdad. Entre las desventajas se enfatizó el aumento de las diferencias entre pobres y ricos, la pérdida de puestos de trabajo o problemas de conservación del medio am-biente. En la segunda encuesta nacional de Colombia (Colciencias, 2004) la ambivalencia respecto a los riesgos también era evidente, dividiendo a los entrevistados en dos grupos con el mismo peso estadístico: la mitad pensaba que el desarrollo científico-tecnológico ocasiona problemas para la humanidad, como el deterioro del medio ambiente y la utiliza-ción del conocimiento para la guerra. La mitad restante se mostraba en desacuerdo con estas ideas. En la encuesta nacional de Argentina (SECYT, 2007) se introdujo un capítulo específico sobre energía nuclear donde se preguntaba entre otras cuestiones por el riesgo percibido y su gestión. La mitad de los argentinos opinaba que se trata de un riesgo que puede ser gestionado eficazmente, mientras que otro 20% también acordaba con que se trata de un riesgo incontrolable.

Una problemática compleja: riesgo, medio ambiente y opinión pública

En el libro titulado The politics of climate change, Giddens (2009) señala que a pesar de la preocupación que la mayoría de las personas expresan respecto al cambio climático y al conocimiento sobre el impacto que en ello tiene la producción industrial y los productos derivados de ella que se utilizan y consumen diariamente, la mayoría de los ciudadanos en casi todos los países apoyaría iniciativas nacionales e internacionales para lidiar con el calentamiento global siempre y cuando estas iniciativas no demanden una alteración sig-nificativa del estilo de vida. Este tipo de condicionamiento al apoyo de políticas públicas destinadas a la mitigación o reducción de los riesgos generados por el desarrollo tecno-científico ilustran la complejidad que entrañan los procesos de toma de decisión para la generación de leyes y regulaciones que puedan enfrentar estas problemáticas sin dejar de contemplar, al mismo tiempo, la opinión de la ciudadanía y su deseo generalizado de no ver afectado drásticamente su estándar de vida. En este sentido, las encuestas de opinión pública son de gran utilidad tanto para saber qué opina la ciudadanía en general sobre las consecuencias económicas, sociales y ambientales que traen aparejadas la implementa-ción de una determinada regulación, como así también para lograr comprender las contra-dicciones, los límites y los planteos que configuran la construcción social del riesgo en un determinado contexto. Una estrategia interesante para indagar la distancia que muchas veces se presenta entre la preocupación expresada respecto a un riesgo y las acciones que se llevarían a cabo para contrarrestarlo consiste justamente en presentar preguntas o situaciones en las que el encuestado deba considerar dar, perder o sacrificar algo para disminuir un determinado riesgo. Muchas de estas preguntas suelen realizarse en torno a temas vinculados con el daño al medio ambiente y los eventuales cambios en los hábitos de vida o el gasto per-sonal que el encuestado estaría dispuesto a afrontar para evitarlo. Formulaciones de este

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tipo, a pesar de no desterrar del todo las respuestas políticamente correctas, sí logran sortear ciertos lugares comunes de aquellos planteos más abstractos donde la opinión de quien contesta no involucra pensar las implicancias de la respuesta dada para el modo en que lleva adelante su vida.

La aplicación en algunos países de Iberoamérica del estudio de World Values Survey (2005-2007) anteriormente referido, ilustra este tipo de contraste actitudinal. Una de las preguntas obligaba a los encuestados a posicionarse frente a la dicotomía crecimiento económico o protección medioambiental. En concreto se las hizo escoger entre dos estra-tegias de política pública excluyentes entre sí: la primera, una donde se privilegiara la pro-tección del medioambiente a riesgo de que se produjera una tasa de crecimiento econó-mico más lenta y, como producto de ello, se perdieran puestos de trabajo en la economía. La segunda estrategia consistía en afirmar que el crecimiento económico y la creación de empleo deberían ser las máximas prioridades, incluso cuando el medioambiente se viera en alguna medida resentido.

Tabla 2. Protección del medio ambiente vs. crecimiento económico

Protección del medio ambiente prioritaria (1)

Desarrollo eco-nómico y crea-ción de empleo prioritarios (2)

Otras respuestas

Total

España

64,2%

33,3%

2,5%

1054100%

México

64,1%

33,6%

2,3%

1422100%

Argentina

74,9%

21,8%

3,3%

922100%

Brasil

63,6%

31,4%

5,0%

1433100%

Chile

67,3%

30,9%

1,9%

922100%

Perú

65,9%

32,1%

2%

1403100%

Uruguay

48,9%

47,9%

3,2%

877100%

Colombia

69,9%

28,3%

1,8%

3017100%

Guatemala

61,8%

34,1%

4%

988100%

Total

65,5%

31,8%

2,7%

12038100%

(1) La protección del medio ambiente debería ser prioritaria, incluso si causa un desarrollo económico más lento y se pierden puestos de trabajo.

(2) El desarrollo económico y la creación de empleo deberían ser prioritarios, incluso si el medio ambiente sufre a consecuencia de ello.

En todo los países, a excepción de Uruguay, prevaleció la postura “políticamente correcta” frente a la problemática ambiental, la que retiene un global redondeado de dos tercios de la población. La apreciación más alta en este grupo la hacen los ciudadanos de Argentina y Chile. La excepción comentada de Uruguay refleja una visión donde el par dicotómico se encuentra en equilibrio: existe la misma proporción de encuestados que se inclinan por el crecimiento económico como los que señalan la necesidad de preservar ante todo el medioambiente. (Tabla 2)

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De la misma manera, cuando se les solicitó que expresaran su grado de conformidad frente a la afirmación de que “el Gobierno debería reducir la polución medioambiental”, se obtiene un nivel de acuerdo que alcanza a una media de ocho de cada diez consultados. (Tabla 3)

Pero, como se verá a continuación, las actitudes adquieren otra configuración cuando se introducen cuestiones más específicas que apelan a la conducta y afectan a la economía doméstica de los entrevistados.

Al evaluar el nivel de acuerdo respecto al hecho de tener que otorgar parte de los ingresos para mitigar problemas medioambientales, se observa que en los encuestados en Guate-mala, México y Perú, siguiendo ese orden, predominan actitudes ampliamente favorables a la contribución financiera personal para contrarrestar estos inconvenientes. En Argentina la sociedad también se muestra proclive a esta posibilidad, aunque de una forma menos acentuada, ya que una proporción amplia de la población (42,8%) está en desacuerdo. En

Tabla 3. El Gobierno debería reducir la polución medioambiental

Muy de acuerdo

De acuerdo

En desacuerdo

Muy en desacuerdo

Total

Tabla 4. Destinaría parte de mis ingresos para el medio ambiente

Muy de acuerdo

De acuerdo

En desacuerdo

Muy en desacuerdo

Total

España

53.3 %

37.1 %

7.0 %

2.6 %

1125 100%

España

6,2 %

42,8 %

28,9 %

22,1 %

1092 100%

México

25.4 %

41.5 %

28.9 %

4.1 %

1529 100%

México

24,3 %

59,7 %

12,7 %

3,4%

1540 100%

Argentina

54.5 %

32.3 %

11.2 %

2.0 %

956100%

Argentina

14,4 %

42,8 %

27,2 %

15,5%

946 100%

Brasil

46.6 %

35.2 %

16.0 %

2.3 %

1491 100%

Brasil

11,8 %

40,8 %

34,8 %

12,6%

1493 100%

Chile

56.7 %

28.0 %

13.6 %

1.7 %

967 100%

Chile

20,1 %

35,1 %

25,5 %

19,4%

929 100%

Perú

23.8 %

49.0 %

25.2 %

1.9 %

1440 100%

Perú

14,8 %

62,4 %

19,9 %

2,9%

1431 100%

Uruguay

45.3 %

36.8 %

13.9 %

4.1 %

952 100%

Uruguay

4,3 %

39,8 %

44,6 %

11,2%

926 100%

Guatemala

38,8%

41,4%

14,6%

5,2%

990100%

Guatemala

38,2%

46,5%

9,4%

6,0%

988100%

Total

41,4%

38,0%

17,3%

3,0%

9450 100%

Total

16,8%

47,6%

24,8%

10,8%

9347 100%

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el caso de España las respuestas muestran una distribución dicotómica de las respuestas: mitad de los encuestados están a favor y la otra mitad en contra. Brasil y Chile presentan distribuciones similares. Uruguay, finalmente, es el país donde el rechazo cobra mayor fuerza, alcanzando a una proporción algo mayor a la mitad de los encuestados. (Tabla 4)

Tabla 5. Aceptaría un aumento de impuestos si fuera destinado a prevenir la polución medioambiental

Muy de acuerdo

De acuerdo

En desacuerdo

Muy en desacuerdo

Total

España

6,5 %

40,8 %

31,2 %

21,5 %

1097 100%

México

14,6 %

55,8 %

24,0 %

5,5%

1533 100%

Argentina

8,5 %

35,3 %

36,1 %

20,1%

951 100%

Brasil

8,4 %

41,1 %

37,0 %

13,5%

1491 100%

Chile

16,1 %

35,2 %

29,2 %

19,5%

936 100%

Perú

11,2 %

55,9 %

29,0 %

3,9

1426 100%

Uruguay

4,5 %

38,5 %

42,6 %

14,5%

920 100%

Guatemala

12,8%

50,4%

20,5%

16,3%

989 100%

Total

10,5%

45,3%

30,9%

13,3%

9344 100%

Otra forma de evaluar la aceptación de una contribución económica que afecta a la eco-nomía doméstica es a través de la actitud respecto a los impuestos. Frente a la pregunta si se estaría dispuesto a asumir un incremento de los mismos para que dicho dinero se destine a combatir la polución medioambiental, vuelven a notarse posiciones de acepta-ción, rechazo y polarización. Las sociedades de México (siete de cada diez encuestados), Perú (67%) y Guatemala (63%) mantienen una disposición mayoritaria a la contribución económica vía impuestos. En España se vuelve a notar que la opinión está dividida en pro-porciones similares, con una leve tendencia al rechazo. Brasil y Chile también mantienen esta característica. La mayor parte de los uruguayos (57%) mantiene la postura de recha-zo. Con algunas diferencias, en estos países predomina la misma posición para ambas preguntas. Por último, la mayoría de los argentinos (56%), en este caso a diferencia de la pregunta anterior, se pliegan a resistir el aumento de los impuestos. (Tabla 5)

Conclusiones

En este artículo se defendió la idea de que la participación ciudadana en ciencia y tecno-logía no puede ser comprendida acabadamente si no se tiene en cuenta el horizonte más amplio de las transformaciones y las tensiones propias por las que están atravesando las democracias y sus formas de representación. El reclamo civil por una mayor apertura de los procesos de toma de decisión, que incluyan nuevos canales y modalidades de partici-pación pública, puede ser leído como una propuesta para ampliar los cauces por los que se manifiesta la representación civil en las democracias actuales.

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Los indicadores de percepción social en Iberoamérica expresan en distintos niveles cómo la opinión pública ha ido procesando las transformaciones acontecidas en las últimas dé-cadas en la relación ciencia, democracia y sociedad. En primer término, los ciudadanos se muestran, con excepciones, particularmente críticos respecto a la calidad democrática en sus países. En segundo lugar, es un hecho que la ciudadanía reclama la apertura de canales de expresión y participación aunque, al mismo tiempo, esto no supone el agota-miento de formas tecnocráticas de gestión de los asuntos públicos ni la quita de apoyo a los sistemas expertos como fuente de legitimación de las políticas.

Esto se ve acompañado por una alta valoración del aporte de la ciencia y la tecnología en mejoras concretas de la calidad de vida y del rol de los científicos en la sociedad. Sin embargo, como también se ha mostrado en este artículo, no hay un optimismo ingenuo respecto a las consecuencias del desarrollo tecnocientífico. Más bien al contrario, la conciencia acerca de los riesgos indica que los ciudadanos tienen capacidad suficiente para discriminar entre beneficios y riesgos. Esto equivale a decir que las visiones positi-vas no han sido remplazadas por posturas apocalípticas sino por consideraciones más equilibradas y críticas.

La información disponible a partir de estos estudios ratifica entonces lo inadecuado de los modelos lineales de relación ciencia y sociedad. Por cierto, esta percepción social más compleja y multiforme puede asociarse a distintos factores: las profundas transfor-maciones en la estructura institucional de la ciencia y la tecnología contemporáneas y su grado de exposición y alcance público; la forma en que el conocimiento y sus apli-caciones han permeado estructuras sociales diversas, y en muchos sentidos redefinido fronteras económicas, instituciones y hasta subjetividades; la magnitud política de la ciencia y la tecnología; y, también, las propias dinámicas de gestión política del poder en las democracias actuales.

De la misma forma, los indicadores ponen de manifiesto que los gobiernos y a las institu-ciones científicas, particularmente en América Latina, se enfrentan al desafío de generar cauces y mecanismos institucionalizados para que el “reclamo participativo” pueda con-cretarse en acciones que incluyan a la ciudadanía. La intervención social implicaría pensar en mecanismos de consulta e inclusión para un paulatino proceso de apertura (que algu-nos autores llaman de democratización) de la ciencia al escrutinio social. Habida cuenta de la historia institucional y política de la región, es comprensible que esto provoque reaccio-nes diversas que van de la amplia aceptación a la mayor de las resistencias.

Pero la idea de una democracia deliberativa no parece compatible con denegar el acceso público, o delegar sólo en los expertos, en la inteligencia empresarial, intelectual y profe-sional, decisiones que afectan al conjunto de la sociedad y que en última instancia deter-minan los rumbos que una sociedad decide emprender. Ahora bien, pensar la participación ciudadana en América Latina no se correspondería con la adopción acrítica de modelos o técnicas desarrolladas en los países avanzados, sin tomar en cuenta la posición relativa de la ciencia y la tecnología en las sociedades de América Latina, las matrices económi-cas y productivas, así como las formas que adopta la participación política y social en las democracias regionales.

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Percepción pública de la ciencia y la tecnología, cultura científica y comunicación social

Leonardo Silvio Vaccarezza* A lo largo del último medio siglo, el significado que adquirió el término de percepción pú-blica de la ciencia y la tecnología (PPCT) -o términos similares como los de alfabetización científica, comprensión pública de la ciencia, cultura científica- generó un panorama po-lisémico en el que los aspectos cognitivos y valorativos, y las expectativas y los criterios de confianza, el interés por las cuestiones científicas y tecnológicas y la evaluación de medios de difusión y divulgación, la capacidad del público profano en participar en la toma de decisiones en el desarrollo y uso de tecnologías, se alternaron para delinear diferentes objetivos alternativos en el tema: posibilitar la apropiación de la ciencia y la tecnología por parte del público como parte de la cultura, como herramienta de desempeño en un mundo crecientemente científico y como estrategia para asegurar la legitimidad social de la tec-nociencia. (Gregory & Miller, 1998)

Podemos adherir a la hipótesis que fundamentalmente fueron los problemas de legitimidad social de la CT los que dieron lugar a una sistematización de la PPCT como componente de la política científica. Como es sabido, a partir de los 70 comienzan menudear estudios cuantitativos que utilizan la técnica de encuesta para medirla. Queda así configurado una serie de indicadores sobre la denominada percepción pública que incluyen una serie de dimensiones generando un complejo heterogéneo del concepto.

En su versión básica, PPCT implica comprensión del contenido sustantivo y de las prácti-cas metodológicas de la ciencia (Miller et al., 1998). De manera que, en esta versión, se va-lorizan los aspectos cognitivos como elementos de una cultura científica que se entiende como la expresión de la “cultura de los científicos”. El público demuestra cultura científica cuando es capaz de asimilar los contenidos propuestos por la ciencia, idea ésta que ex-presa el modelo más difundido de la relación asimétrica entre expertos científicos y públi-co y el déficit cognitivo. Asimismo, esta concepción de cultura científica -que se refrenda internacionalmente a través de surveys cuantitativos de escala nacional o regional- incor-pora otras dimensiones que reflejan “actitudes” de los individuos: en particular, una serie de valores, preferencias y expectativas hacia la ciencia y la expresión de interés o atención a la información correspondiente a cuestiones científicas y tecnológicas. De una manera conceptualmente poco precisa, entonces, se articulan en la idea de cultura científica las dos orientaciones clásicas del concepto de cultura: el cultivo del saber, por un lado, y la participación en valores y preferencias institucionalizadas como rasgo predominante de la sociedad: en este caso, adherir a la ciencia como valor central de la sociedad moderna.1

Se expresan, así, los dos componentes fundamentales de la cultura científica como son la comprensión cognitiva y la apreciación valorativa de la ciencia y la tecnología. Como es sabido, la afirmación canónica y simplificada con respecto a estos dos componentes es la

* Sociólogo, profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes. Director del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología. E-mail: [email protected]

1 Ver Williams (2003) para la distinción entre ambos conceptos de cultura.

Percepción pública de la ciencia y la tecnología, cultura científica y comunicación social

Leonardo Silvio Vaccarezza*

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de una relación causal directa: a mayor comprensión cognitiva, mayor apreciación positiva de la ciencia, lo cual sirve para argumentar la irracionalidad de las críticas profanas a aqué-lla y justifica un tipo de comunicación social de la CT centrada en los contenidos cognitivos y resultante de una relación asimétrica en la comunicación: de un emisor esclarecido a un receptor pasivo.

Entonces, la alfabetización científica del público profano tiene, a la vista de esta concep-ción, una función clave de estabilidad e integración del sistema dado el axioma de que una población alfabetizada científicamente tiende a apoyar a la ciencia y la tecnología (Sturgis, et al., 2004). Si bien, históricamente, esta relación forma parte del desarrollo de la modernidad occidental, no se verifica claramente si referimos a regiones específicas de la tecnociencia. Las mismas encuestas de percepción pública de la ciencia no han logrado demostrar que un mayor nivel de comprensión científica suponga mayores actitudes posi-tivas e incondicionales hacia la actividad tecnocientífica, y que por el contrario desbarata parcialmente, por lo menos, las actitudes de apoyo ingenuo hacia tal actividad. La presun-ción de que la alfabetización científica es funcional al apoyo del público a la ciencia movi-liza, entonces, tanto de parte de la institución de la ciencia como de la política científica, estrategias de alfabetización, como una manera de contrarrestar las actitudes negativas o cuestionadotas. La afirmación largamente repetida de que el rechazo, por ejemplo, a determinados productos o desarrollo biotecnológicos sería superado si el público com-prendiera cabalmente su contenido, ha quedado desvirtuado en diferentes estudios de las ciencias sociales.2

Ahora bien, quisiera introducir dos afirmaciones que problematizan la relación del público con la ciencia y la tecnología en la fase de la tecnociencia de manera que pone en cues-tión la relación asimétrica entre una y otra que hace de la comunicación de la ciencia el instrumento eficaz para superar el déficit cognitivo diagnosticado para la población. Tales afirmaciones son: la creciente brecha entre el saber popular o del sentido común y el de la ciencia, y, aparentemente en contradicción con esto, la cada vez mayor borrosidad del límite entre la ciencia y la sociedad.

En efecto, al tiempo que en términos cognitivos la ciencia parece más inescrutable para el público, la tecnociencia tiene una presencia inmediata en la organización de la vida coti-diana, como producto del doble proceso de tecnologización de la ciencia y la cientización de la tecnología. De esta manera, la tecnociencia y los expertos están mucho más pre-sentes en nuestro mundo de la vida y en el imaginario colectivo y es cada vez más porosa la frontera entre ciencia-conocimiento y sociedad. ¿De qué se trata esta “porosidad” de la frontera?3 1) En primer lugar, de la pérdida de autonomía del conocimiento científico frente a los múltiples intereses sociales. 2) En segundo lugar, la borrosidad de frontera se trata del entrecruzamiento de instituciones heterogéneas que se interesan por lo científico

2 Por ejemplo, según datos de una encuesta realizada hace nos años en Buenos Aires, el nivel educacional y un índice de conocimientos básicos en distintos campos científicos no están asociados a un indicador de actitud de confianza o precaución con respecto a la ciencia. En cambio, esta está asociada negativamente a la partencia a la universidad -ámbito privilegiado de gestión del conocimiento científico-: la proximidad a un ambiente de alta visibilidad y gestión del conocimiento da lugar a la emergencia de actitudes precautorias hacia la ciencia y la tecnología (Vaccarezza, 2007. Ver también, Allum et al., 2008)

3 Ver Nowotny et al. (2002) para un análisis extenso de la porosidad entre ciencia y sociedad.

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(políticas, financieras, empresariales, movimientos sociales, asociaciones de consumido-res, ambientalistas, etc.). 3) En tercer lugar, la identificación de la investigación científica con la utilidad, abre las puertas a muchos públicos: tecnólogos, empresarios innovadores, los usuarios directos, los funcionarios públicos, los periodistas, docentes, cuestionado-res morales, los afectados económicamente, etc. 4) En cuarto lugar, en los últimos años se ha puesto más de relieve la importancia de lo local o situacional en el desarrollo de la tecnociencia, ya que los emprendimientos tecnocientíficos tienen repercusiones variables en distintas localizaciones y la dinámica de producción del conocimiento tecnocientífico se orienta más por los problemas de aplicación que por los enigmas disciplinarios. 5) En quinto lugar, la multiplicación de intereses en la tecnociencia la pone a ésta en relación de articulación o tensión -según el caso- con muchos aspectos del conocimiento local, de lo que se dado en llamar la “experticia por experiencia” (Collins & Evans, 2009); y, por otro lado, la multiplicación de “partidos” en relación a temas tecnocientíficos controversiales hace que haya con frecuencia expertos de un lado y otro del conflicto, de manera tal que la comunidad científica y tecnológica no se reúne en tales casos en un mismo bando he-gemónico como es lo propio de la ciencia displinar.

En todos estos casos controversiales están en juego distintos tipos de conocimiento inte-rrelacionados: el conocimiento tecnocientífico que sustenta a la tecnología implementada, el conocimiento derivado de la investigación científica con respecto a las consecuencias de la aplicación tecnológica, el conocimiento social y económico sobre los beneficios y perjuicios de la inversión, el conocimiento ético, el conocimiento local o popular acerca de lo que sienten los habitantes, envuelto en sus temores y expectativas pero también sus-tentados en sus experiencias inmediatas. De esta manera, no es válido sostener que en los casos controversiales de la tecnociencia pueda resumirse el problema a una dicotomía entre conocimiento experto, verdadero, genuino, legítimo, versus ignorancia. O, como mu-chas veces se entiende, entre verdad e intereses creados.

Las nuevas corrientes de la política científica pretenden constituir al denominado “ciuda-dano científico”, esto es, un ciudadano común con posibilidades de intervenir en dicha política, sea de manera directa, sea exigiendo a sus representantes atender los problemas del desarrollo tecnocientífico (Irwin, et al., 2003). En ciencia política esto se asocia al nuevo concepto de gobernanza de la actividad científica, como diferente al concepto de gobierno, contrastando un modelo democrático y plural en cuanto a los actores intervinientes, contra un modelo verticalista. La gobernabilidad de la ciencia no se basaría fundamentalmente en la institución de la autoridad legítima, sino en la negociación permanente entre los diferen-tes intereses en juego. El ciudadano científico como agente del modelo de gobernanza no consiste solamente en el ciudadano que se ilustra de los contenidos científico-técnicos de los temas en cuestión, ni tampoco, como reclamaba Dewey ochenta años atrás, que ad-quieran una mentalidad que le permita “pensar como científico” (Shamos, 1995). Se trata, en cambio, del ciudadano que es capaz de captar los intereses en juego en un proceso de desarrollo y aplicación de tecnociencia, sopesar alternativas y consecuencias en una situación de incertidumbre y entender y practicar -en la escena que le corresponda a cada uno- la negociación entre beneficios y perjuicios heterogéneos para distintos actores.

Es obvio que, especialmente en situaciones controversiales, en la arena de la comunica-ción pública se presentan conocimientos de diversa índole: no solamente el que emana del

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laboratorio del científico o del tecnólogo, sino también el producido desde las instancias de la regulación de la ciencia, desde las críticas a esta regulación, desde las organizaciones sociales con intereses y campos de acción variados, desde el periodismo independiente y de investigación, desde los sectores académicos de las ciencias sociales, desde los partidos políticos, etc. De esta manera, con diferentes niveles de exposición, confiabilidad informativa, objetividad, etc. los diferentes tipos de conocimiento, articulados con diferen-tes intereses en juego (económicos, políticos, profesionales, sociales) alcanzan -creo que imperfectamente- la arena pública.

Volviendo a nuestra discusión sobre la PPCT o de la cultura científica podríamos redefinir el problema señalando cuatro hipótesis:

1ra. Hipótesis: a medida que la CT se aproxima más a la gente (tecnociencia), es más heterogénea la experiencia de los grupos sociales e individuos con respecto a ésta. ¿Qué es experiencia? Y por lo tanto hablar de PPCT en términos generales no tiene mucho sentido. Ya no se da la única relación del lego con la tecnociencia en tanto consumidores, sino como agentes sociales con interés en el desarrollo de la ciencia y la tecnología en sí mismo: por motivos morales, por intereses, por temor a riesgos, etc. Esta nueva forma de concebirse al público ha sido denominado por cierta literatura anglosajona como ciudada-nía científica (Irwin, 2001).

2da. Hipótesis: cuánto más cerca la tecnociencia de la gente, más significativa es la actitud evaluativa hacia la CT, y por lo tanto, más reflexiva es la relación del público con la ciencia.

3ra. Hipótesis: cada vez más los problemas que se suscitan en torno a la aplicación de CT, son ellos mismos heterogéneos: no refieren a cuestiones técnicas únicamente (e incluso, principalmente) sino a cuestiones de valores, de intereses, etc., por lo que el concepto de percepción en términos cognitivos es poco útil y es necesario incluir a la política.

4ta. Hipótesis: en los problemas vinculados a la reacción por aplicación de tecnociencia, que son obviamente locales, es necesario tener en cuenta distintos tipos de conocimiento (local, jurídico, moral, social, etc.)

Todo ello lleva a la afirmación general de que la PPCT no es meramente una característi-ca de la cultura de una sociedad, un rasgo que podamos observar objetivamente a partir de indicadores supuestamente construidos para su detección, sino que se trata de una “relación social” entre la gente y la ciencia y la tecnología, o más específicamente, una relación entre individuos y grupos sociales que experimentan determinada situación so-cial y los agentes sociales que pretenden una innovación, un cambio, una inversión, una transformación del conocimiento y del saber hacer. De esta manera, PPCT no es un rasgo establecido en “el interior” de los sujetos, un rasgo de su subjetividad, algo que puede ser identificado, acumulado, modelado como una arcilla en las subjetividades.

En este marco, insistir en la medición de la PPCT tal como lo presentan las encuestas resulta limitado ya que elude el problema principal que puede ser descripto del siguiente modo:

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a) qué significados variables desarrolla el público sobre los acontecimientos de transfor-mación tecnológica en situaciones concretas que afectan a su mundo.

b) cómo distinguir entre problemas de legitimidad de la institución de la tecnociencia (y de los científicos y tecnólogos vinculados) y actitudes o representaciones socia-les del público con respecto a valores y consecuencias de desarrollos tecnológicos concretos.

c) qué tipos y fuentes de conocimiento legítimamente constituidos en la sociedad se entrecruzan en la percepción, análisis, evaluación y justificación de tales desarrollos. O en qué medida el conocimiento técnico inducido desde la tecnociencia satisface la comprensión de estos desarrollos en el plano local.

d) qué intereses en juego se movilizan en torno a ellos, y cómo tales intereses antagoni-zan en el mundo social.

Teniendo en cuenta lo dicho, no se puede hablar de un sólo tipo de función en la comuni-cación social de la ciencia, como tampoco es lícito pretender un contenido homogéneo. Para reflexionar sobre esto debemos despojarnos de una definición de la comunicación social de la ciencia como un subproducto de la actividad científica directa, esto es, como un proceso unidireccional desde la ciencia y la tecnología hacia el público. En cambio, debemos partir de una concepción de la ciencia y la tecnología implicadas en el mundo social, no solamente por sus efectos, no solamente por los condicionamientos que recibe de la sociedad para elegir sus temas y orientaciones, sino, fundamentalmente, porque el conocimiento científico y tecnológico y la actividad que lo produce son significados por el público (en realidad, por diversos públicos). Esta complejidad de significados o sentidos que recibe el conocimiento científico en cada momento y lugar, por diferentes públicos, es un fenómeno de la cultura de la sociedad. En tal sentido, debería en su complejidad formar parte de la comunicación social de la ciencia, si lo que se pretende es que tal comunica-ción sirva a gobernanza.

¿Cómo formular una política de comunicación social de la ciencia y la tecnología en base a estos criterios? Partimos de una clasificación en cuatro categorías del conocimiento ob-jeto de la comunicación: a) conocimiento básico de la ciencia como trasfondo de la cultura moderna, b) conocimientos vinculados a capacidades inmediatas de aplicación práctica del sujeto, c) conocimiento (consolidado o de frontera) sobre cuestiones relativamente exóticas y alejadas del mundo de vida del sujeto, d) conocimiento controversial y con alta incertidumbre sobre sus consecuencias sociales y ambientales.

El primero es una prioridad de las instituciones educacionales, en relación a lo cual los medios masivos tienen una función complementaria. El segundo, vinculado a la práctica técnica, es función de instituciones especializadas. El conocimiento exótico (conocimien-to-espectáculo) no sería objeto de las políticas públicas.

Una discusión merece el cuarto tipo de comunicación/conocimiento indicado. Esta es la comunicación propia de la tecnociencia en la cual se dan los parámetros para decisiones complejas:

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a) una mayor incertidumbreb) controversia entre expertosc) referido a problemas aprehendidos por la sociedad (o grupos particulares)d) impactos diferenciales a niveles localese) competencia entre distintos tipos de conocimiento,f) participación/movilización de actores sociales no expertosg) dilema entre verticalidad y horizontalidad en la toma de decisiones.

Indudablemente este último modelo implica un sistema agonístico de comunicación social, en el cual distintas facciones intentan imponer sus propias certezas. La resolución final de estos procesos suelen ser la imposición de parte de las facciones con mayor acumulación de poder (político, económico, social, etc.). En este sentido, o se pierden oportunidades de desarrollo científico-tecnológico o se producen consecuencia negativas cuyo valor es reconocidos cuando éstas son irreversibles.

Estas situaciones plantean la necesidad de espacios de negociación entre intereses. No se trata simplemente de transmitir un conocimiento desde la esfera científica-tecnológica, sino de aprender a articular los distintos conocimientos, inclusive estimulando la realiza-ción de nuevas investigaciones científicas sobre impactos y consecuencias.

En este marco, la comunicación social debería reunir las siguientes características:

1) Brindar información ex ante para la participación en la toma de decisiones, en vez de hacerlo con posterioridad a las aplicaciones del conocimiento.

2) Brindar exhaustividad en cuanto a los distintos tipos de conocimiento comprome-tidos, como así también sobre los valores, temores, intereses y ambivalencias en juego.

3) Informar sobre los procesos de negociación, cuando los haya, y sobre controversias y conflictos. La comunicación de las movilizaciones y protestas frente a desarrollos tecnológicos los contendios cognitivos que están en juego en tales conflictos.

4) En este sentido, considerar como objetivo de la comunicación no solamente al públi-co profano en general sino a los distintos grupos en juego, inclusive en juego, inclu-sive los científicos. Por lo que la comunicación estará planteada hacia una pluralidad de públicos, pero no concebidos como entidades aisladas sino interactuantes en una mesa de negociación.

5) Esto implica considerar a los medios de comunicación no ya como instrumentos de grupos interesados, lo que conduce a su monopolización por el poder, sino como un ámbito continuo de negociación. En tal sentido, podría afirmarse el papel de la comunicación social de la ciencia como un proto-espacio de democratización de la política científica.

Referencias

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Collins, H. & R. Evans, 2009, Rethinking Expertise, The University of Chicago Press, Chicago

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Gregory, J. & S. Miller, 1998, Science in Public. Communication, Culture and Credibility, Plenun Press, NY

Irwin, A. (2001) “Constructing the scientific citizen: science and democracy in the biosciences”, en Public Understandings of Science, 10.

Irwin, A. and M. Michael, 2003, Science, social theory and public knowledge, Open Univ. Press, Maidenhead, Philadelphia

Miller, J., R. Pardo, F. Niwa (1998) Percepciones del público ante la ciencia y la tecnología, Chi-cago Acad.of+ Science, Fundación BBV.

Nowotny, H., P.Scott y M. Gibbons (2002) Re-thinking science. Knowledge and public in age of uncertainty, Blackwell Publ.Inc., Malden, USA.

Shamos, MH. (1995) The Myth of Scientific Literacy, Rutgers Univ.Press, New Jersey.

Sturgis, P. and N. Allum, 2004, “Science in Society: Re-Evaluating the Deficit Model of Public Attitudes”, Public Understanding of Science, 13:55

Vaccarezza, L., 2007 “The public perception of science and technology in a periphery society: critical analysis from a quantitative perspective”, Scince, Technology and Society, vol. 12, nro. 1, SAGE

Williams, R. (2003) Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, ed. Nueva Visión, Buenos Aires

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Percepción pública de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en Colombia

Ximena Serrano Gil* La ciencia, la tecnología y la innovación son objeto de grandes cambios en todas las na-ciones. En este sentido Colombia, como algunos países latinoamericanos, está tomando acciones estratégicas que permitan la articulación entre el conocimiento científico y el uso de éste por parte de la sociedad.

Teniendo en cuenta la necesi-dad de una efectiva apropia-ción social del conocimiento que se traduce en desarro-llo, competitividad e impacto social, los avances en el país han sido significativos, parti-cularmente en el último año, donde las condiciones se han dado para abordar desde la academia, las instituciones privadas y el Estado, esta re-levante temática.

En febrero de 2009 se aprobó la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación que permitió a Colciencias pasar de Instituto a un Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, lo cual quiere decir que la Ciencia la Tecnología y la Innovación hacen parte de la Política de Estado.

Por otra parte, está en proceso de aprobación la destinación de un mayor porcentaje de las regalías nacionales para el fomento a la investigación (actualmente destina alrededor de 167 millones de dólares), pues Colombia cuenta con 4.072 grupos de investigación, más un gran número de investigadores nacionales que se encuentran fuera del país.

Complementario a esto hay un creciente desarrollo de museos y parques temáticos que, a través de recursos creativos, ponen la ciencia al alcance y comprensión de todos, reali-zando una importante labor de apropiación del conocimiento.

Así mismo, la onda expansiva de bum del periodismo científico es tal que durante el 2010 se realizaron varios congresos internacionales sobre apropiación, percepción y formación sobre comunicación de la ciencia, eventos que no se realizaban hacía más de 20 años, convocando expertos internacionales y nacionales. Así como Talleres nacionales dictados por la Asociación Colombiana de Periodismo Científico a periodistas en ejercicio y estu-diantes de comunicación y ciencias básicas, en diferentes ciudades del país.

* Periodista científica. Presidente de la Asociación Colombina de Periodismo Científico. E-mail: [email protected]

Ximena Serrano Gil*

Percepción pública de la ciencia, la tecnología y la innovación en Colombia

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Los efectos mediatos e inmediatos de estos hechos tienen impacto de tipo político, fi-nanciero y social. En una palabra, la ciencia y la tecnología adquieren una importancia mucho mayor en el esquema de gobierno y en la calificación de prioridades, incluyendo los aspectos culturales que ello implica.

Sin embargo, gran parte de estos impactos solo se podrá conocer y apreciar cuando el ciudadano común entienda y apoye el proceso de convertir la ciencia, la tecnología y la innovación en aliados obligados del progreso. En todo esto, el papel de los medios de comunicación es determinante y crítico, por ello deben ser parte inherente de cualquier proceso de comunicación de la ciencia, más aún cuando en Colombia existen alrededor de 200 medios de comunicación de alto impacto.

Razón por lo cual, los periodistas deben facilitar la comprensión social de la ciencia, la tecnología y la innovación para convertir a la ciudadanía en agentes activos que validen y usen el conocimiento. Sin embargo, son poco los periodistas especializados en el cubri-miento de temas de ciencia.

Esto hace que la formación de los periodistas sea fundamenta, mejor si se hace desde el pregrado, pero en Latinoamérica pocas universidades imparten la cátedra de periodismo científico. Como consecuencia, la percepción que tanto ellos como los editores tienen de la ciencia es que es demasiado rigurosa, que se hace sólo en laboratorio, que esos temas no venden, que al público no le interesa la ciencia y que el sensacionalismo es lo que ven-de, entre otros mitos.

Panorama nacional

Con el fin de conocer cuál es la percepción que tienen los colombianos sobre los temas de ciencia, tecnología e innovación, se han realizado diferentes encuestas, las cuales pasaron de analizar cuánto saben de ciencia, para enfocarse en qué tanto participa y hace uso de ella. De esta manera algunos de los resultados más relevantes son los siguientes:

Encuesta de percepción que tienen los colombianos sobre la Ciencia y la Tecnología, rea-lizada por Colciencias:

• Loscolombianostienenunaactitudpositivahacia laCyT,peropasivafrentea loscontenidos de los medios de comunicación.

• LosmediosmasivosestánpocointeresadosendivulgarlaCyTnacional.• Losmensajesnosonclaros.• Loscontenidossonpocoatractivos.• Loscontenidossondecarácterinternacional.• Internetesunodelosmediosalternativosmásutilizado.

Encuesta de percepción que tienen los bogotanos sobre la Ciencia y la Tecnología, reali-zada por Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología:

• LoquemásvenlosbogotanosenTV: Noticieros 42%, Documentales de ciencia 5% (puesto 4)

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• Lainformaciónquemásrecibenes: Deportes (en un 30%), alimentación, medicina, medio ambiente, economía, arte y

cultura, Ciencia y Tecnología (en un 14%)• Losniveledeinterésvaríansegúnlaedad,laescolaridadyelgénero: Medicina y salud: mayores de 65 años Política y economía: mayores de 65 años Cultura y medio ambiente: jóvenes entre 16 y 24 años Ciencia y tecnología: jóvenes con mayores niveles de escolaridad entre 16 y 34 años

Estos estudios son instrumentos que permiten determinar que el modelo de apropiación social del conocimiento, entendido como la sinergia entre sectores académicos, produc-tivos y estatales y sociales, no es totalmente efectivo. Por esta razón Colciencias elaboró en septiembre de 2010 la “Estrategia Nacional de Apropiación Social de la Ciencia la Tec-nología y la Innovación”, que tiene como objetivo fomentar la participación ciudadana en la construcción de política pública en CTI, fortaleciendo las capacidades de la sociedad para tomar decisiones que contribuyan en la resolución de conflictos que involucran cono-cimientos científicos tecnológicos.

Lo anterior se puede lograr mediante el desarrollo de iniciativas de transferencia del co-nocimiento científico y tecnológico, ejecutar proyectos de comunicación que faciliten el proceso, una participación activa de los grupos sociales, entre otras.

En conclusión, la ciencia forma parte de la cultura, al igual que la historia, las expresiones artísticas y todas las actividades humanas, y su comprensión enriquece la visión del mun-do, por esta razón en Colombia la apropiación social del conocimiento es un asunto prio-ritario, lo cual implica una labor conjunta de todos los actores generadores, reguladores y usuarios del conocimiento.

Pero, si lo que buscamos es efectividad en estas dinámicas y estrategias, es imperativo tomar acciones que permitan pasar de la teoría a la práctica, de tal manera que todos los esfuerzos y avances no se queden en “buenas ideas” y la divulgación, apropiación y uso del conocimiento sean factores de desarrollos para nuestras sociedades.

Referencias

Lozano, M., Maldonado, O.J. Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación - Colciencias. 2010. Estrategia Nacional de Apropiación Social de la Ciencia la Tecnología y la Innovación. Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Daza, S. (Editor). Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología. 2009. Percepciones sobre la ciencia y la tecnología en Bogotá.

Aguirre, J. P. (Editor). 2005. La percepción que tienen los colombianos sobre la Ciencia y la Tec-nología. Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología “Francisco José de Caldas” – COLCIENCIAS.

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Comunicación Científica: el caso CONICET

Ignacio Duelo Van Deusen* Introducción

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) es el principal organismo de investigación de la Argentina. Como tal, su responsabilidad como comu-nicador en el escenario público es ineludible, y ese rol exige ciertos planteos sobre sus mensajes a los diferentes públicos, entre los cuales existen algunos tradicionales y otros más novedosos.

El momento actual indica un cambio en la forma de enfocar la comunicación por parte del Conicet. Como en la vida de las personas, existen etapas en la historia de cada organi-zación. En el caso del Conicet, algunos datos sirven para reflejar la magnitud del cambio vivido en los últimos años:

- De 2000 a 2010 la cantidad de investigadores pasó de 3.715 a 6.350.- De 2000 a 2010 la cantidad de becarios pasó de 1.982 a 8.122.- En 2007 se creó la figura del CCT (Centro Científico Tecnológico), con el fin de descen-

tralizar tareas administrativas del Conicet en diferentes regiones. Hoy existen 11 CCT más 4 centros multidisciplinarios, y se acaba de decidir la creación del CCT Salta.

- Existen 143 institutos de investigación del Conicet, 15 unidades asociadas y 2 unida-des en red en 2010.

Identidad e imagen

En los últimos años, se hicieron estudios en diferentes países para saber cómo percibían los estudiantes a los científicos. Para este fin les pidieron que dibujaran a un científico, basándose en el trabajo denominado DAST1 (Draw-a-Scientist-Test) que mide ciertos pa-rámetros para obtener conclusiones.

Por ejemplo, en 2007 se llevó a cabo un estudio en Grecia entre 171 estudiantes de 8 a 17 años (67 chicos y 104 chicas), del cual surgieron conclusiones sobre la apariencia física, los valores y la especialización que ese público percibía de los científicos.

Si bien no hay una conclusión específica sobre la edad de los científicos, en los dibujos se observa mayoritariamente a hombres de edad madura o avanzada. La alusión a este estu-dio viene a cuento de que, paradójicamente, en el caso del Conicet creemos percibir a un organismo que en sus actividades de comunicación parece más bien estar haciendo va-rios ensayos en materia de comunicación y, al igual que un adolescente, tiene dudas sobre su identidad, su forma de hablar y los tonos que debe mantener según a quién se dirige.

* Master en Comunicación de las Organizaciones por la Universidad Austral. Director de Comunicación del Conicet, Sede Central Buenos Aires. E-mail: [email protected]

1 Chambers, D.W. Stereotypic images of the scientist: The draw-a-scientist-test. Science Education, 1983.

Comunicación científica: el caso CONICET

Ignacio Duelo Van Deusen*

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Estos datos nos sirven para presentar el problema de la identidad del Conicet. El aparente consenso sobre esa identidad no es tal, sino que existe una sola identidad pero varias imá-genes de acuerdo a los distintos públicos, los cuales pueden distinguirse a primera vista de la siguiente manera:

- Público general: “The man on the street”- Prensa- Estudiantes escolares- Estudiantes universitarios- Universidades- Organismos públicos- Empresarios- Clase política- Instituciones científicas- Embajadas e institutos extranjeros- ONG- Proveedores

Además, podríamos identificar los públicos internos que se distinguen dentro de la organización:

- Investigadores- Becarios- Personal de apoyo- Personal administrativo- Investigadores jubilados- Familias de todos ellos

Como se observa, la complejidad del mapa comunicacional del Conicet es más alta que en el promedio de las organizaciones, por cuanto el Consejo alberga capas de personas con intereses radicalmente distintos.

En el caso de los investigadores, hay a su vez distintos niveles de relación con el Conicet, por cuanto un grupo de ellos pertenece a institutos que son del Consejo, otros trabajan en instituciones de doble dependencia y un tercer grupo es independiente, es decir que está conformado por investigadores que desarrollan sus tareas en organizaciones tan diferen-tes como una universidad, un organismo de la administración pública o una empresa.

Los investigadores del Conicet suelen desempeñar su tarea, en muchos casos, en el ámbi-to de una universidad, en el cual son influídos por los valores, las conductas y los mensajes que reciben de esa universidad en el día a día. Esto hace que la comunicación del Conicet hacia ellos tenga una complejidad adicional, porque atraviesa filtros externos que deco-difican esos mensajes en un marco que se superpone con los de esas organizaciones.El Conicet tiene además otra particularidad en su organización, que es la alta dispersión geográfica de su personal, presente en todas las provincias argentinas. Esto representa un desafío adicional para desarrollar una comunicación eficiente, y a la vez puede ser una ventaja si es bien usada.

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Todo esto trae aparejado un planteo sobre la marca Conicet. La misión, visión y valores del Conicet deben ser identificados claramente y difundidos entre sus públicos externos e internos. Entendemos aquí por marca al conjunto de expectativas, memorias, historias y relaciones basadas en valores, atributos y beneficios que, guiados por una filosofía, crea una identidad diferencial con el objetivo de construir una relación, basada en una promesa de intercambio.2

Aparecen varias preguntas:

- ¿Hasta qué punto los mensajes de los investigadores hacia el público externo expre-san la identidad del Conicet?

- ¿Los institutos del Conicet tienen una identidad propia más allá de la organización que engloba a todos ellos?

- ¿Quién es el Conicet para sus públicos? ¿Qué es el Conicet en la cabeza de un perio-dista, de un estudiante secundario, de un empresario? ¿Qué saben de él?

- ¿Cómo figura el Conicet entre los distintos actores del escenario público?

Tenemos algunos datos que permiten esbozar una imagen del Conicet ante uno de sus públicos.

En mayo 2006, la entonces Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación elaboró un infor-me sobre la presencia de la ciencia en los principales diarios argentinos. Algunos datos obtenidos son interesantes y mantienen actualidad:

- El periodismo científico tiene un grado considerable de institucionalización en los me-dios locales, y existe una red de periodistas científicos que se mantiene activa.

- Los diarios más importantes tienen una sección de ciencia con periodistas espe-cializados.

- Las investigaciones nacionales (y regionales) son privilegiadas en las agendas de los medios, por sobre las del exterior. Esto se observa también en la elección de las notas científicas de tapa.

- Es una incógnita la distribución de las grandes áreas de la ciencia en la cobertura pe-riodística. Esto será objeto de estudio en el futuro.

- Los artículos escritos por investigadores no representan un porcentaje considerable de las notas publicadas. Esto sugiere una posibilidad de mejora, que será facilitada con una ponderación mayor de las actividades de divulgación en la tarea del inves-tigador. Sin embargo, esas actividades pueden no sumar en la puntuación, pero son atenuantes en caso de incumplimientos. Es éste un terreno fértil para la mejora.

- Las revistas científicas argentinas no son fuente de noticia para los periodistas. - En promedio, las fuentes utilizadas en una noticia científica son escasas, lo cual difi-

culta la contrastación de las noticias con fuentes diversas. - Los diarios han incorporado periodistas dedicados a la cobertura científica, aunque la

capacidad analítica puede ser objeto de mejora.

2 Ávalos, Carlos. La marca. Identidad y estrategia. La Crujía, 2010. Pág. 27.3 Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

Productiva. “Análisis de la oferta informativa sobre ciencia y tecnología en los principales diarios argentinos”. Informe Final, mayo 2006.

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- En general, la sección de ciencia está mayormente compuesta por artículos en forma-to de noticia. Escasean los reportajes. Página 12 tiene una sección especial en ese formato.

- El impacto noticioso de las noticias del rubro médico es más alto que el resto de las disciplinas.

En agosto de 2010, una encuesta de IPSOS Mora y Araujo preguntó a 1200 personas qué tan considerable era la contribución de ciertos grupos sociales al país.4 Los intelectuales y científicos ocuparon el primer lugar en un ránking imaginario: el 34% de los encuestados dijo que contribuían mucho y el 47% dijo que contribuían algo. Esto hace un total de 81%, es decir que 4 de cada 5 personas valora positivamente a los intelectuales y científicos. Al observar la curva de esa respuesta, desde octubre de 1984, se mantiene casi siempre en el mismo nivel, por encima del 80%. La valoración positiva, pues, no constituye una novedad, sino que está fuertemente instalada más allá de las coyunturas políticas de los últimos 26 años.

El Conicet decidió hacia fines de 2009 encarar una estructuración de un área de comu-nicación capaz de resolver nuevos desafíos. Para ello realizó un diagnóstico de ciertos problemas y con las conclusiones en mano inició el camino para crear una Dirección de Comunicación dependiente de Presidencia.

Hasta ese momento existía un área no del todo formalizada y conocida como Prensa, que además de ocuparse de las relaciones con los medios también se encargaba de la organización de actos y la administración de contenidos en el sitio web, entre otras activi-dades. Por ejemplo, al iniciarse la nueva etapa ya había un proyecto de rediseño del sitio web, pero estaba demorado debido a la ausencia de una coordinación formal del tema. Por otro lado, había dos personas que desarrollaban tareas de ceremonial y habían empe-zado a ocuparse también de la organización de ciertos encuentros. Además, en los CCT había personas que con mayor o menor nivel de institucionalización tenían iniciativas para comunicar las novedades de sus institutos, pero no había un esquema coordinado de ge-neración y potenciación de contenidos en todo el país.

La nueva etapa

En abril de 2010 comenzó sus primeros pasos la Dirección de Comunicación. Aunque el área aún no está formalizada en el organigrama del Conicet debido a requisitos norma-tivos, el responsable del área fue presentado ante el Directorio y los gerentes. Un mes después hubo un recambio de cinco de los ocho integrantes del Directorio, y las nuevas autoridades también se interiorizaron de los problemas de comunicación existentes.

En sus primeros seis meses de vida, creemos que el área de comunicación ha logrado crear expectativas positivas en el resto del Conicet sobre el advenimiento de cambios im-portantes en la forma de comunicar de la organización. Esto se ha logrado por efecto de tres acciones:

4 Ver la encuesta completa en: http://xa.yimg.com/kq/groups/14906646/2092353614/name/Encuesta+Ipsos+Mora+y+Araujo_Marzo_2010.pdf

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- Asistencia exitosa a las gerencias en algunos aspectos comunicacionales de su gestión.- Comunicación fluida con los CCT e institutos.- Generación de servicios nuevos o renovados, como por ejemplo formatos novedosos

de clipping nacional e internacional, mejora visible en acciones de ceremonial, mayor dinamismo en el sitio web y diseño de calidad.

Este progreso ha sido posible por el aporte de los empleados que venían de la etapa an-terior, y la incorporación gradual de profesionales especializados en distintos aspectos de la comunicación del Conicet.

La estructuración de la nueva área será un proceso que llevará cierto tiempo, pero está en marcha y de a poco se está delineando una división de responsabilidades que generará alta eficiencia y mayor seguimiento de los temas.

El área de comunicación del Conicet estará dividida en diferentes especialidades, que po-dríamos enumerar de la siguiente manera:

- Prensa- Ceremonial- Marca y Diseño- Comunicación Audiovisual- Responsabilidad Social - Web

A la vez, la capacitación permanente de los integrantes del área es una prioridad para su responsable, debido a la necesidad de asegurar calidad y profesionalización crecientes en los servicios dados al resto de la organización.

No podemos dejar de mencionar la necesidad de mantener una visión holística de la co-municación por parte de la organización. Ya lo decía Joan Costa hace varios años: “Es un hecho innegable el descenso progresivo de los medios masivos convencionales a favor de los medios no convencionales y los micromedia. En este proceso es evidente el descenso de la mentalidad fragmentaria y reduccionista frente a la mentalidad integradora de la ges-tión y las comunicaciones. Que justamente Internet confirma también por su parte, con el paso de las técnicas de persuasión a las técnicas de información, y con el cambio de una comunicación unidireccional de difusión a una comunicación interactiva”.5

El futuro

La Dirección de Comunicación del Conicet tiene como meta fundamental del mediano pla-zo elaborar una política de comunicación estructural para toda la organización. De ella se desprenderán distintas herramientas que servirán como guías a todo el Conicet. Esa polí-tica será resultado de un relevamiento de la forma en que actualmente está comunicando el Consejo, que será efectuado en una etapa de seis meses.

5 Costa, Joan; Imagen corporativa en el siglo XXI. 2da edición. Buenos Aires, La Crujía, 2003. Pág. 136.

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En abril de 2011, el Conicet tendrá su política de comunicación. No obstante, el año se abrirá con un plan de comunicación específico para 2011, subdividido en las diferentes especialidades y dirigido a públicos segmentados.

Al hablar de una política de comunicación, conviene tomar en cuenta algunas característi-cas que a priori son observables en el Conicet:

- Reputación positiva en la sociedad- Baja visibilidad y desconocimiento de sus funciones y cualidades- Alta descentralización administrativa, asociada a dispersión geográfica.- Alto crecimiento en su presupuesto y en su cantidad de investigadores y becas

otorgadas.- Aparición de nuevas obligaciones y procesos graduales de estandarización de proce-

dimientos.

La prensa

Al centrarnos en la relación con los medios de comunicación, podemos mencionar ciertas fortalezas logradas a lo largo de los últimos años:

- Buena relación con los periodistas- Celeridad para generar contactos entre periodistas e investigadores - Confianza recíproca- Ausencia de conflictos relevantes entre los medios y el área de prensa del Conicet- Experiencia en divulgación científica

Si tuviéramos que enumerar puntos de potencial mejora podríamos mencionar los siguientes:

- Creación de una política de aparición mediática: cuándo, dónde y cómo aparecer- Necesidad de apuntar a nuevos públicos mediante secciones y medios hasta el mo-

mento poco explotados- Necesidad de aumentar la producción propia de contenidos- Generación de un sistema de detección rutinaria de contenidos noticiables- Coordinación con otros centros de producción y difusión de contenidos (CCT e institutos)- Mayor visibilidad en los medios del Conicet como institución- Incorporación de la medición de resultados en las tareas de prensa y otras vías de

comunicación

El tema de la relación con la prensa trae aparejada la necesidad de referirnos a la apari-ción de los nuevos medios. Esto es, de los medios sociales en la Web, donde las organi-zaciones pueden conversar con sus públicos personalizadamente y sin la intermediación de la prensa. Esto requiere una estrategia y una actitud de diálogo y escucha, pero supo-ne una pérdida relativa del poder de los medios para erigirse como única vía de difusión de mensajes.

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Ahora bien, en esas mismas redes sociales hay una creciente aparición de periodistas que, visiblemente o no, también encuentran y difunden información, por lo cual se erigen en una suerte de recurso adicional e intermedio entre el trabajo tradicional de prensa y el novedoso monitoreo de las redes.

En un proceso de largo plazo como es el del fortalecimiento de la comunicación del Coni-cet, vale la pena observar las últimas predicciones sobre cómo será la Web en 2020. Al tan mentado retroceso de los medios impresos, podemos aportar algunas tendencias:

En el año 2020, se espera que haya en todo el mundo 5000 millones de usuarios de Inter-net, en el marco de una alta dispersión geográfica. Además, la red estará constituida por cosas (o gadgets, en la jerga técnica) y no más por computadoras. Es decir: celulares, dispositivos portátiles y otros. En tercer lugar, ya hablaremos de exabytes, no de me-gabytes. Por último, la Web será inalámbrica en su totalidad, en lugares especialmente equipados para ello.6

Un dato más: Twitter pasó de 3 millones de usuarios en 2008 a 165 millones en 2010, y de 1.25 millones de tweets por día en 2008 a 90 millones por día en 2010. En cuanto a Facebook, los últimos datos indican que hay 517 millones de usuarios en todo el mundo. De ellos, 68 millones están en Iberoamérica.

Si nos referimos a la relación medios tradicionales / medios sociales, el Pew Research Center publicó recientemente algunos datos interesantes de Estados Unidos7: consultados sobre dónde se informan, el 58% mencionó a la TV (56% en 2000), y el 34% respondió que veía medios online (24% en 2004). El dato más llamativo es el siguiente: el porcentaje que dice leer el diario impreso bajó de 47% en 2000 a 31% en 2010, y los que mencionan a la radio descendieron del 43% en 2000 al 34% en 2010. Un detalle: el 44% menciona cualquier dispositivo conectado a la web para informarse (el celular, por ejemplo).

La conclusión es clara: vamos a un mundo donde los diarios ya no son los únicos interme-diarios, sino que los medios online van tomando una posición de privilegio junto a la TV, que sigue en el primer lugar. Por supuesto, parte de esos medios online son los mismos diarios, pero entonces la labor de prensa también pasa a ser importante hacia las redac-ciones online, que tienen un ciclo de noticias 24/7. Aquí aparece también un pequeño dato cualitativo: según otro estudio reciente8, el 75% de las personas tiende a creer más en las organizaciones que se comunican también a través de Twitter y de Facebook.

Es probable que el formato tradicional de gacetilla conviva con gacetillas 2.0, con links a otras páginas, imágenes, videos y podcasts. No es futuro, ya está ocurriendo.

En la Argentina, los diarios siguen siendo importantes, pero los medios online cobran cada día mayor notoriedad, y permiten llegar personalizadamente a públicos segmentados en forma directa, y con una construcción de imagen mucho más directa. La comunicación de

6 Internet World Stats. Ver http://www.internetworldstats.com/stats.htm 7 Ver en http://people-press.org/report/652/ 8 2010 Digital Influence Index.

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una vía, en la que la organización elaboraba un discurso y lo emitía, ya no está vigente. Es la hora de la conversación con los públicos, lo cual supone una escucha activa.

¿Cómo es esa escucha? El primer elemento es el monitoreo de las redes, de la misma manera que se ha dado tradicionalmente con el resumen de prensa con los recortes de los diarios y las desgrabaciones de radio y TV.

En segundo lugar, la pregunta es cómo medir nuestro trabajo de comunicación en los medios sociales.

En un paper de 2008 que lleva por título “New Media, New Influencers and Implications for the Public Relations Profession”9, la Society for New Communications Research se ocupó del tema. Hicieron una encuesta entre 297 profesionales de la comunicación entre septiembre y noviembre de 2007, y las conclusiones sobre la influencia de los medios co-munitarios fueron las siguientes:

- Los medios comunitarios se están convirtiendo rápidamente en un canal central para difundir información.

- Los blogs, los videos online y las redes sociales son las herramientas más populares de la Web 2.0, aunque los profesionales encuestados usan una amplia gama de medios.

- Los criterios más utilizados para evaluar la influencia de una persona, en las comu-nidades online y las redes sociales, son el nivel de participación, la frecuencia en su actividad y su prominencia en el mercado o comunidad.

- Alrededor de la mitad de los profesionales están midiendo formalmente los efectos de sus iniciativas en el terreno de los medios comunitarios. Sus objetivos fundamen-tales son facilitar las relaciones con las audiencias clave, mejorar la reputación de su negocio, dirigir la atención de los clientes hacia sus actividades online y requerir los comentarios y el feedback de los clientes.

Como un último dato que llama la atención de este estudio, al ser preguntados sobre qué rangos de edad les parecían más influenciables a través de los medios comunitarios, el universo poblacional de más de 65 años fue ubicado como más influenciable que los si-tuados entre los 36 y los 65 años. Por supuesto los más jóvenes fueron votados como los más vulnerables a esta clase de medios.

En tercer lugar, a la hora de medir siempre hay que diferenciar entre resultados de corto plazo (outtakes) e impacto de largo plazo (outcomes). ¿Qué metas pueden considerarse en el corto plazo? Un número de asistencias a un acto (con el componente cualitativo, por supuesto), la cantidad de visitas a un sitio web, o las llamadas a un nuevo servicio.

Esas metas pueden a su vez ser un camino a metas de largo plazo. Queremos que visiten nuestro sitio web para de ese modo cambiar una conducta determinada, crear una deci-sión empresarial o mejorar nuestra reputación en el largo plazo. Dicho de otro modo, un objetivo de información existe en función de un objetivo de motivación futura.

9 Ver en http://www.instituteforpr.org/files/uploads/New_Influencers_Study.pdf

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¿Y los periodistas?

Ahora bien, nos hemos referido al gran público que usa las redes sociales en forma cre-ciente para comunicarse, pero sigue prestando atención a la prensa. ¿Y qué podemos decir de los periodistas?

En primer lugar, como apuntábamos anteriormente, mencionar que muchos periodistas están abriendo sus propias vías de comunicación en las redes, y lógicamente hay que monitorearlos porque por esas vías difunden información que no es incluida en su medio tradicional, y con mayor libertad –es decir, solo con su filtro editorial-.

En segundo lugar, podemos decir que los periodistas siguen recurriendo a los comunica-dores en busca de fuentes para sus artículos. La empresa Cision y la George Washington University llevaron a cabo un estudio10 sobre cómo valoran los periodistas (redactores y editores) estadounidenses a los comunicadores o relacionistas públicos en su trabajo cotidiano. ¿Recurren a ellos? ¿Les son útiles? ¿Cómo se ubica la labor tradicional de los comunicadores en el nuevo panorama de la Web 2.0?

Se destacan las siguientes conclusiones:

- Al pedírseles a los periodistas que eligieran de entre nueve fuentes que se les presen-taban para armar sus notas, el 94 por ciento de quienes respondieron (que fueron 744) dijo que recurría a los comunicadores.

- Los sitios web figuran a la cabeza de las fuentes a las que acuden los periodistas para armar su nota (100%). Más atrás están los comunicadores, como ya hemos dicho (94%). Las redes sociales y los podcasts no son considerados tan importantes.

- Más de la mitad de los periodistas consultados afirma que prefiere recibir las gacetillas de los comunicadores en formato de “solo texto”.

- Los periodistas de todas las edades usan los sitios web todo el tiempo.

En síntesis, los periodistas siguen recurriendo a los comunicadores para hacer su trabajo, y su uso de los medios comunitarios aún es menor, pero creciente.

Conclusión

El Conicet se encuentra en una fase de transición hacia un sistema de comunicación más ordenado, más legitimado y más eficiente.

La etapa anterior conllevó progresos evidentes pero no del todo visibles por carecer de una institucionalización interna, pero que ahora tienen un reconocimiento como precursores de la siguiente etapa. Sus legados más importantes han sido la existencia de una relación fluida con los medios que cubren la ciencia, y un sitio web de próxima publicación que superará al anterior y será una plataforma para nuevos canales.

10 How the press uses and values public relations and other media resources. Conducted by Cision Inc.in conjunction with The George Washington University, February 2009. Ver en http://www.gwu.edu/~media/research_report.pdf

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Los desafíos quedarán plasmados en la política de comunicación que se difundirá en abril de 2011, y en los esquemas que de ella se deriven a cada especialidad del área de comu-nicación. En un año más, los primeros frutos ya serán visibles.

En el largo plazo, es ambición del área de comunicación del Conicet dotar a la organización de un manual de comunicación de crisis, aunque para llegar a ese planteo hay que ordenar primero otros aspectos básicos del esquema que aún exigen solución.

Mientras tanto, el día a día impone obligaciones, pero es importante mantener la mirada en el horizonte y encarar los cambios estructurales que hagan posible una comunicación cada vez más fructífera para el Conicet y sus públicos.

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Las instituciones científicas y la comunicación pública de la ciencia

Bruno Geller*

“En la actualidad es posible proporcionar un nivel de vida aceptable a todos los pueblos del mundo, y las investigaciones ulteriores pueden mejorarlo indefinidamente. Pero lo cierto es que no lo conseguimos, pues ello depende de la solución del problema social y económico, cuyas actuales contradicciones internas y conflictos abiertos dilapidan los recursos que se poseen y amenazan con extender la guerra y la miseria1”.

John Desmond Bernal2 (1901-1971)

Las palabras del pionero en cristalografía e Historia de la Ciencia J.D. Bernal cuestionan la idea de que el avance de la ciencia y la tecnología, por sí solos, van a traer aparejados inevitablemente desarrollo y beneficios a la sociedad. Si los productos y los medios de producción de los quehaceres científicos y tecnológicos se monopolizan y utilizan para defender privilegios y alianzas de intereses corporativos, esa utopía nunca será realiza-da. Por eso el desafío es que el avance científico, tanto en los países llamados “centra-les” como en los “periféricos”, esté articulado a políticas de redistribución equitativa de las riquezas, entre las que deben estar consideradas las novedades científicas, la mayor parte de las cuales son producidas por el sector privado o por alianzas público-privadas que las guardan en secreto hasta el momento en que su publicación no afecta sus inte-reses particulares.

Frente a esta realidad resulta de gran importancia que la divulgación científica trabaje en la dirección contraria, volviendo al dominio público lo que del mismo fue extraído o inhibido con el argumento de que el secreto, así como el patentamiento, estimula el avance de la ciencia al proteger las potenciales ganancias de quienes invierten tiempo y recursos en su desarrollo. En este tipo de discusiones, sobre los derechos y beneficios directos e indirec-tos de la producción de conocimiento, es inevitable que surjan distintos relatos históricos que entran en conflicto por su capacidad de legitimar a uno u otro sector en disputa.

Instituciones científicas y divulgación científica

La implicación de la ciudadanía en la resolución de los problemas que afectan al planeta es crucial. En este sentido, la divulgación científica -como medio de democratización del co-nocimiento y de modos de expansión del pensamiento racional- desempeña un rol social estratégico. En este contexto, los centros e instituciones científicas –junto a otros actores sociales- pueden hacer un enorme aporte si logran involucrarse activamente en programas

* Periodista Científico. Redactor de la Agencia de Noticias Científicas y Tecnológicas Argentina (Agencia CyTA), Fundación Instituto Leloir. E-mail: [email protected]

1 Historia Social de la Ciencia II, John D. Bernal. Ediciones Península, 1968. Pp 408.2 Doctor en física del Emmanuel College, Cambridge, Reino Unido, e investigador de la historia de la ciencia y sus

implicaciones sociales.

Las instituciones científicas y la comunicación pública de la ciencia

Bruno Geller*

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de comunicación pública de la ciencia que apunten a fomentar la participación ciudadana. Desde este punto de vista, las instituciones científicas, además de generar avances de alto impacto social y formar recursos humanos, podrían no sólo abrir sus puertas para que los medios de comunicación den a conocer a la sociedad el trabajo que se realiza en sus laboratorios, sino sobre todo desempeñar un rol activo en la popularización de la ciencia a través de diferentes instancias. Entre las mismas se pueden destacar la organización de conferencias, visitas guiadas a los laboratorios, exposiciones y la creación de departa-mentos de divulgación científica con capacidad de desarrollar diferentes herramientas de difusión, entre otras acciones.

El aporte de las instituciones científicas, y de otros actores, sociales, a la divulgación puede reforzarse si el Estado apoya estas actividades a través de un programa nacional de comu-nicación pública de la ciencia como aspecto clave de una amplia política científica nacional.

En este contexto también resulta importante la promoción del desarrollo de espacios de formación profesional de divulgadores científicos y la puesta en marcha de estrategias que apunten al incremento de la presencia de la divulgación científica en los medios de comu-nicación, entre otras instancias de difusión.

Participación ciudadana

Si bien los avances científicos y tecnológicos por sí solos no van a generar una sociedad redistributiva ni van a solucionar todos los problemas de la humanidad, sí pueden contri-buir a hacerlo en determinadas condiciones políticas, económicas y sociales. Por este mo-tivo es fundamental que los temas científicos prioritarios para resolver problemas centrales de la humanidad sean dados a conocer a la sociedad, a fin de que los ciudadanos tengan elementos consistentes para poder influir en forma racional en muchas situaciones que afectan su propia vida y la de la especie humana en su conjunto.

No se trata solamente de que los ciudadanos modifiquen sus hábitos cotidianos en fun-ción de la evidencia científica y de los avances tecnológicos, sino de que participen en forma activa en los debates públicos y en las decisiones que se adoptan a nivel nacional, regional e internacional acerca de los problemas que involucran la relación entre ciencia y sociedad. Sin embargo, no es sencilla la tarea de que todos los ciudadanos se vean bene-ficiados con los avances científicos y tecnológicos, y tampoco lo es que tengan acceso al conocimiento científico y a formas de pensamiento científico para influir en la definición de los objetivos de la ciencia y de la tecnología y de sus usos sociales.

En gran medida, esta dificultad proviene de una realidad que consiste en la concentración de poder político y económico en un sector privilegiado de la humanidad que determina que los conocimientos científicos y tecnológicos sean utilizados para su beneficio cuando ese conocimiento podría ayudar a resolver necesidades urgentes de la humanidad. Sin embargo, cabe destacar que también hay sectores de la sociedad, y de la humanidad en su conjunto, que tienen la determinación de crear sociedades solidarias, participativas e inclusivas.

Para que se genere un cambio social a nivel nacional e internacional entran en juego una multiplicidad de factores que están interrelacionados y en el que entran en conflicto diversos

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grupos y alianzas que luchan a favor o en contra de la concentración de poder. En lo que respecta al aporte de la ciencia y de la tecnología para crear sociedades más solidarias, re-sulta de gran importancia el desarrollo y la implementación de políticas científicas orientadas a producir una ciencia y una tecnología que estén al servicio de toda la humanidad.

La importancia de un enfoque histórico

Así como el ejercicio de la ciencia se requiere una ética del conocimiento, una ética de qué se investiga, cómo se investiga, y para quién se investiga, el periodismo científico y, en un sentido más abarcador, la comunicación pública de la ciencia reclaman una ética similar: qué, cómo y para quiénes comunicamos. Muchos de estos puntos que aparecen como preguntas pueden ser esclarecidas a través de diferentes prácticas, entre las que se destaca la necesidad de conocer e investigar la historia del desarrollo científico y tecnoló-gico y también de la divulgación de la Ciencia y la Tecnología en el contexto específico de los países en los cuales los divulgadores científicos llevamos adelante nuestra profesión. Una perspectiva histórica de la ciencia ofrecería la oportunidad de una elaboración de posturas críticas por parte del público. No podría garantizarla por sí sola, pero las posibi-lidades serían mayores.

Según Diego Hurtado de Mendoza3 y Ana María Vara4, “La historia parece ser el único lugar de donde puede extraerse el sentido que de hecho nuestro medio social, cultural y político otorga a tales actividades (científica y tecnológica). Cuando este fondo de sentido no está presente en, por ejemplo, la elaboración de una novedad científica lo-cal (o internacional, que influye sobre la actividad local), entonces, o bien no existe un marco conceptual sobre el cual articular el sentido de la noticia (como no sea su mera espectacularidad) y la divulgación resulta un proceso aleatorio, o bien dicho marco es una adaptación ad hoc tomada de los países centrales, con lo cual las valoraciones y los sentidos quedan distorsionados5”.

Frente a este panorama, los autores citados destacan la necesidad de desarrollar un pe-riodismo realmente crítico que haga un aporte sustancial a la comprensión y mejoramiento de las instituciones científicas locales. Desde este punto de vista, la comunicación pública debería abordar no sólo aspectos positivos de la ciencia sino también los negativos.

La comunicación pública de la ciencia puede contribuir al análisis y esclarecimiento de los factores que impiden el desarrollo científico y tecnológico a nivel local y simultáneamente generar un espacio de debate que involucre a todos los actores sociales: Estado, científi-cos, estudiantes, docentes, industriales, gremios, Ongs, ciudadanos y comunicadores so-ciales. Se trata de propiciar un diálogo social destinado a promover una sinergia orientada a la solución de los conflictos que podrían potenciar el desarrollo científico en el país. Pero para identificar los problemas del presente, es necesario estudiar el pasado.

3 Doctor en física y director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini, de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires.

4 Periodista científica e investigadora en temas de ciencia y sociedad del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina.

5 Ana María Vara y Diego Hurtado de Mendoza. Comunicación pública, historia de la ciencia y “periferia” en Certezas y Controversias, Libros del Rojas, Universidad de Buenos Aires, 1era. Edición: 2004, pp 91.

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En lo que se refiere a la historia de la ciencia y de la tecnología y la relación ciencia-socie-dad, su estudio, en América Latina y el Caribe, es reciente. “Se constata que la emergencia de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología en la región es tardía, por compara-ción con lo ocurrido en esta materia en los EE.UU. y Europa. Es sólo a partir de la década del 60 que aparecen en América Latina los primeros trabajos ‘profesionales’ en el área de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, seguidos luego de una producción cre-ciente que se abre en varias direcciones6”.

Quienes trabajamos en el campo de la comunicación pública de la ciencia podríamos aprovechar el conocimiento generado en el campo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología para adquirir una visión más amplia sobre la relación ciencia-sociedad, una visión que podría reflejarse en la comunicación científica que emprendemos. Y yendo aún más lejos, difundir en la sociedad el conocimiento y las reflexiones generadas por investi-gadores que se dedican en forma profesional a analizar el lugar que ocupa la ciencia y la sociedad, enriquecería el debate social.

Se trata de tomar un camino muy diferente al de una comunicación científica que difunde una representación sin historia de nuestra realidad, de últimos descubrimientos que pare-cen barrer e ignorar a sus predecesores, de verdades definitivas que no pasan por la discu-sión entre enfoques distintos, de comunicaciones por parte de científicos aparentemente dotados de la particular virtud de una objetividad ajena a los conflictos humanos.

A fin de contar con una amplia perspectiva de análisis, sería deseable tener una visión lo más completa posible de la historia de la ciencia desde sus orígenes. Para un divulga-dor científico se trata de un desafío para ir enfrentando a lo largo de toda su trayectoria, con la paciencia de un arqueólogo. No se trata de que los artículos periodísticos sean tesis de Historia, sino que las dimensiones históricas estén presentes cada vez que sea posible, cada vez que hagan más inteligibles las experiencias científicas y cada vez que permitan tomar conciencia al lector que la historia de la ciencia no es ajena a la conflic-tiva historia de la humanidad. En lo que se refiere al contexto histórico de la ciencia en América Latina y el Caribe es inevitable tener en cuenta y abordar la complejidad de la cuestión centro-periferia.

Como dice Diego Hurtado de Mendoza:

“Se sabe que finalmente esta práctica social (la actividad científica), que ‘madura’ des-de fines del siglo XVII al amparo de algunos estados nacionales (y desde mediados del siglo XX también de empresas trasnacionales), busca transformar la naturaleza, so-cietalizarla en una dirección específica, aunque contingente, marcada por los valores y las ideologías que acompañan al capitalismo y sus transformaciones a lo largo de los últimos cuatro siglos. Se sabe también que desde entonces se ha ido construyendo un modo exitoso de producir conocimiento, un modo social y económicamente eficaz de disciplinar la naturaleza. Que este modo exitoso de hacer ciencia y tecnología significó la construcción de una compleja maquinaria social –políticas, instituciones, instrumentos,

6 Enrique Oteiza, Hebe M.C. Vessuri. Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología. Pp 7. Centro Editor de América Latina. 1993.

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modos de comunicación, epistemologías, etc. Y finalmente, se sabe que los países de América Latina no logran poner en funcionamiento una maquinaria equivalente7”.

“Hoy en día, para perpetuar esa diferencia, los países ricos dependen en gran medida del subdesarrollo de otros países: implementan políticas para convertirlos en proveedores de materias primas y al mismo tiempo en compradores de alto valor agregado. “De esta manera, a las dificultades ‘internas’ que enfrentan los países en desarrollo en su intento de construir sistemas robustos para el desarrollo científico y tecnológico se suma este ‘etnocentrismo en acción’, que toma la forma de una fragilidad latente en las relaciones internacionales fundada en una polisemia selectiva de los tratados y regulaciones de los organismos como la OIEA o la OMC, que obligan a los países vulnerables a negociar en puntas de pie8”.

¿Por qué las personas deben conocer la historia? ¿Es posible conocerse a sí mismo y a las personas que nos rodean sin un marco histórico? ¿Qué pasa cuándo las personas y los colectivos que conforman desconocen su historia? ¿Por qué los científicos deben conocer la historia? ¿Qué ciencia puede hacer un científico que desconoce la historia de su discipli-na, el rol de su disciplina, la historia de las instituciones en las que investiga y el rol que ha cumplido la ciencia en general en la Historia? ¿Qué tan efectivas pueden ser las políticas científicas nacionales si se desconoce la historia de la ciencia? ¿Qué tipo de comunicación pública de la ciencia podemos hacer si le damos la espalda a la historia de la ciencia y a la historia de la humanidad? ¿Qué escribimos? ¿Cómo y para quién lo hacemos? ¿Se puede dotar a la comunicación pública de la ciencia de un proyecto histórico, es decir, proveerlo de prácticas, objetivos y funciones que colaboren con la democratización de la ciencia y de nuestras sociedades?

Las instituciones científicas y los medios de comunicación responsables pueden contribuir a responder estas y otras preguntas si se involucran en forma activa en los debates socia-les a través de actividades vinculadas con la comunicación pública de la ciencia.

7 EL OTRO LIBRO DE LA NATURALEZA (O MANUAL PARA PARIR UN CENTAURO) en REDES 26, página 75 Vol. 13 Nro. 26 Revista de estudios sociales de la ciencia, Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, Universidad Nacional de Quilmes Editorial. Buenos Aires, diciembre de 2007.

8 EL OTRO LIBRO DE LA NATURALEZA (O MANUAL PARA PARIR UN CENTAURO) en REDES 26, página 77 Vol. 13 Nro. 26 Revista de estudios sociales de la ciencia, Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, Universidad Nacional de Quilmes Editorial. Buenos Aires, diciembre de 2007.

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Instituciones científicas y su vinculación con los medios en Perú

Yazmin Rojas Blanco* 1. Situación de la Ciencia y la Tecnología en el Perú

Según un estudio realizado por la Fundación Getulio Vargas y la Universidad de Munich, el Perú lidera el Índice de Clima Económico en Latinoamérica, seguido de Brasil, Chile y Colombia; mientras que Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela están en fase recesiva.

Por otro lado, las exportaciones peruanas entre enero a agosto del 2010 aumentaron en 33%, más que el periodo similar del año pasado, y los tratados de libre comercio suscritos por el Perú han abierto nuevas puertas a la exportación. La Asociación de Exportadores del Perú ha señalado que para terminar el 2010, las exportaciones del Perú bordearán los US$ 30 millones de dólares.

Asimismo, el Perú ha registrado un avance de cinco posiciones en el ranking de compe-titividad elaborado por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum). Así, de un total de 139 naciones, el Perú pasó del puesto 78 al 72, un ritmo de ascenso mucho más rápido que el de Chile (que se mantuvo en la ubicación 30 con respecto al año pasado) y Colombia (que pasó del 69 al 68).

Este ranking se elabora tomando en consideración 12 puntos que en conjunto ofrecen una visión integral de la competitividad de cada país. En el caso del Perú, los puntos fuertes son desarrollo del mercado financiero, tamaño del mercado y eficiencia del mercado labo-ral; mientras que sus debilidades continúan siendo innovación, instituciones y salud.

Esto demuestra que en materia científica, tecnológica e innovación (CTeI) el Perú se encuen-tra atrasado en relación a otros países de la región. De acuerdo a los datos de la Red de Indicadores Científicos de América Latina (RICYT), la inversión en CTeI con relación al PBI fue apenas de 0.16%, muy por debajo de Uruguay, Argentina, Chile y Brasil. (Tabla Nº 1)

* Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Responsable de Prensa e Imagen Institucional Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC). E-mail: [email protected]

PAISBrasilChile ArgentinaUruguayPerú

20071.07%0.67%0.51%0.44%0.15%

20081.09%

0.52%0.64%0.16%

Tabla Nº 1 Fuente: www.ricyt.org

Gasto en Investigación y Desarrollo en Relación al PBI (AMÉRICA DEL SUR)

Yazmin Rojas Blanco*

Instituciones científicas y su vinculación con los medios en Perú

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Por su parte, el Estado peruano destina este porcentaje, y los recursos obtenidos con apo-yo internacional, a promover concursos y programas que promuevan la ciencia, tecnología e innovación (CTeI).

Del porcentaje mencionado, el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC), ente rector de la ciencia y tecnología en el Perú, recibe $ 4 millones de dólares anuales como presupuesto, de este monto, alrededor de $ 8 millo-nes de dólares es invertido en publicaciones, proyectos, becas. Cátedras CONCYTEC y eventos científicos y tecnológicos, mientras el resto es utilizado para gastos administra-tivos (Tabla Nº 2). Cabe señalar que el presupuesto actual viene siendo el mismo desde hace más de tres años.

2. El Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC)

El CONCYTEC, adscrito al Ministerio de Educación, es el ente rector del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación integrada por la academia, los institutos de investi-gación, el Estado, las organizaciones empresariales, las comunidades y la sociedad civil.El CONCYTEC tiene por finalidad normar, dirigir, orientar, fomentar, coordinar, supervisar y evaluar las acciones del Estado en el ámbito de la ciencia, tecnología e innovación tec-nológica dentro del marco del “Plan Nacional de Ciencia y Tecnología e Innovación para la Competitividad y el Desarrollo Humano 2006-2021”.

Las actividades, programas y concursos más importantes que se realizan anualmente en la institución son:

a. Semana Nacional de la Innovación - Innotec Perú; con la participación de empresas público-privadas. Se llevan a cabo diversos eventos: Concurso Nacional de Prototipos e Innovaciones Tecnológicas, Premio Nacional SINACYT a la Innovación, Congreso Nacional de Innovación, Vitrina de Prototipos e Innovaciones, Seminario de Innova-ción y el Encuentro de Jóvenes Innovadores.

Actividades de CTelProyectosBecasPublicacionesEventosCátedras CONCYTECTOTAL

Nº27224168

6716

S/.14.451.8268.906.460

471.2211.945.292

648.00026.422.799

Tabla Nº 2 Fuente: FONDECYT – CONCYTEC

Presupuesto del Fondo Nacional de Desarrollo Científico, Tecnológico eInnovación del CONCYTEC al 2009

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b. Concurso de Proyectos de Ciencia y Tecnología, de Competitividad y de Transferencia y Extensión Tecnológica; donde se subvencionan loas mejores investigaciones cientí-ficas y proyectos tecnológicos.

c. Concurso de Subvenciones a Publicaciones de CTeI; hasta la fecha el CONCYTEC ha publicado 68 libros.

d. Convocatoria Nacional de Becas de Posgrado en Universidades Peruanas; son 241 los becados hasta el 2009.

e. Concurso Nacional de Cátedras CONCYTEC; formación de recursos humanos a nivel posgrado.

g. Consejos Regionales de Ciencia, Tecnología e Innovación; 26 consejos instalados.i. Feria Escolar de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica - este año patrocinado

por Intel. Los ganadores viajarán a concursar en ferias internacionales.f. Eventos de la Red de Periodistas y Divulgadores Científicos del Perú; anualmente rea-

liza talleres y encuentros que reúnen a estudiantes de periodismo y periodistas.

3. Situación actual del periodismo científico en el Perú

En Lima existen diversos medios de comunicación, alrededor de sesenta. Pero ¿cuántos y cuáles son los medios que dedican un espacio diario, semanal o mensual con noticias exclusivamente nacionales sobre CTeI en los últimos diez años?

Prensa Escrita: a. El Comercio - Sección Vida & Futuro.- la más antigua con más de diez años. b. El Comercio – Suplemento Mi Empresa.- Cuenta con una columna donde difunden las

innovaciones en el Perú con el fin de buscar su comercialización.c. La República – Tecnociencia.d. Diario oficial El Peruano - Sección Ciencia y Tecnología.e. La Primera – Suplemento de Ciencia y Tecnología.f. Revista Semana Económica - Apoyo Publicacionesg. Revista Perú Empresarial - Perú Cámaras.h. Expreso - columna sabatina.

Radio: a. Radio San Borja - Programa Diálogo Ciencia.b. Radio Capital - Programa Mirando al Futuro.

Televisión: a. Tv Perú - Programa Umbrales.- producido por el científico Modesto Montoya.

Internet:a. Sophimania.orgb. Web Radioprogramas del Perú - Sección de Ciencia y Tecnología.c. Technoblog - forma parte de los blogs de Radioprogramas del Perú.

Conclusión: Sólo 14 medios de comunicación dedican un espacio sobre las actividades de CTeI en el Perú. Los demás medios sólo publican noticias internacionales y en su ma-yoría sobre tecnología.

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Es Importante tener en cuenta:

- En la currícula universitaria de las casi 18 Facultades de Comunicaciones en Lima, solo tres universidades tienen el curso de Periodismo Científico.

- La Red de Periodistas y Divulgadores Científicos, a cargo del CONCYTEC, desde el 2007 ha realizado talleres, seminarios internacionales y encuentros de periodistas con el fin de promover el periodismo científico en las universidades y de capacitar a perio-distas en esta especialidad.

4. La vinculación de las instituciones científicas con los medios de comunicación en el Perú. Caso: CONCYTEC

Antes del 2006 y por cortos periodos el CONCYTEC tuvo vinculación y buenas relaciones con los medios de comunicación, pero esta no fue constante.

En el mencionado año, al iniciar la gestión del actual Presidente del CONCYTEC, el Dr. Augusto Mellado Méndez decidió que la institución debía repotenciar la vinculación con los medios periodísticos y darle sostenibilidad con el fin que el CONCYTEC nuevamente, tal como en años anteriores, se convierta en el vocero oficial del Estado en temas de ciencia y tecnología.

A comienzos del 2007, una encuesta realizada por el Instituto de Opinión de la Pontifica Universidad Católica del Perú señaló que de una base de 419 personas, solo el 30% co-nocía al CONCYTEC y el 70% no lo conocía.

Entonces, lo primero que se tomó en cuenta fue que el CONCYTEC se posicionara en la mente de los periodistas como el ente rector de la ciencia, tecnología e innovación y no solo como la institución que otorgaba becas de estudios.

Las primeras acciones

Para setiembre del 2007, el Presidente del CONCYTEC, decidió relanzar la Red de Perio-distas y Divulgadores Científicos del Perú, para lo cual de organizó un taller de capacita-ción para periodistas y estudiantes de periodismo. El evento ayudó a que se elaborara un directorio de medios interesados en la publicación de noticias de ciencia y tecnología y de todos los periodistas actualmente en ejercicio.

Gracias a este primer contacto, el CONCYTEC entabló alianzas con los periodistas y obtu-vo una base de profesionales que podrían colaborar con la institución y en las actividades de difusión de noticias de ciencia y tecnología.

Las primeras actividades publicadas fueron: el relanzamiento de la Red de Periodistas y Divulgadores Científicos del Perú, la Feria Escolar de Ciencia y Tecnología y el I Encuentro de Subvencionados y Becarios. Además, tuvimos medios televisivos interesados en pre-sentar los proyectos científicos realizados por la comunidad científica y tecnológica y que e mostraron en un encuentro de subvencionados.

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Durante el 2008, con la ayuda de la Red de Periodistas y Divulgadores Científicos, la ins-titución, y sus especialistas, continuó capacitando a periodistas con temas sugeridos por ellos mismos mediante encuestas online.

Además, se construyó un canal de comunicación continua entre la institución y el medio periodístico, cada cierto tiempo contribuíamos con información a través de notas de prensa de las actividades y logros de la institución, brindamos apoyo facilitando el con-tacto con especialistas y obteniendo materiales estadísticos de temas relacionados a la ciencia y tecnología.

Al finalizar el 2008, el CONCYTEC se posicionó como el vocero oficial de temas cien-tíficos y tecnológicos y fue muy solicitado por los medios periodísticos para emitir su opinión al respecto.

En el 2009, muchos medios de comunicación crearon secciones especializadas en cien-cia y tecnología. Además, la Red organizó el I Encuentro de Periodistas y Divulgadores Científicos tratando temas novedosos de ciencia y tecnología como Genética, Biotecno-logía y Nanotecnología.

Además se realizó con mucho éxito la I Semana Nacional de la Innovación Innotec Perú 2009, que captó la atención de medios debido a la variedad de prototipos finalistas del concurso nacional de innovaciones y prototipos.

El CONCYTEC ya había logrado posicionarse completamente en los medios de comuni-cación como el ente rector de la ciencia, tecnología e innovación en el Perú.

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En el transcurso del 2010, teniendo en cuenta que los medios ya nos conocían, se elaboró una estrategia de difusión de los resultados de investigaciones, proyectos científicos e incluso de las opiniones de la Alta Dirección.

La primera actividad con trascendencia mediática fue la II Semana Nacional de la Innova-ción que tuvo en total 120 impactos (prensa escrita, Internet, televisión y radio), incluyendo medios internacionales.

Luego, difundimos los proyectos subvencionados como el Prototipo para la Obtención de Oro Ecológico, aquí aprovechamos la coyuntura noticiosa sobre la contaminación ambien-tal en la extracción de oro artesanal. La noticia llegó hasta fuera del país y actualmente el Ing. Villachica, creador del prototipo de obtención de oro ecológico tiene propuestas del extranjero para instalar su máquina en empresas mineras.

Asimismo tuvo mucho éxito la difusión de las Cátedras CONCYTEC, tomando en cuenta su impacto científico y social.

Otro evento que tuvo mucho impacto mediático fue la XX Feria Escolar Nacional de Cien-cia y Tecnología 2010. Para este evento, se utilizó por primera vez la difusión de noticias a través de redes sociales. Teniendo muchísimo éxito y recibiendo comentarios personales de periodistas y personajes importantes fuera del Perú.

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Para el 2011, el área de prensa e imagen institucional tiene planeado llevar al CON-CYTEC hasta los candidatos presidenciales, a través de reuniones para que así puedan incluir planes políticos para la promoción de la ciencia y tecnología en el Perú.

5. Conclusiones

- Para construir un puente entre la institución científica y los medios de comunicación, el comunicador científico debe conocer las fortalezas y debilidades de la entidad, sus fun-ciones, los servicios que presta, los especialistas con los que cuenta, entre otros; y se-gundo, conocer cómo es vista la institución por los medios y por la sociedad en general.

- El comunicador científico debe crear canales de comunicación entre su institución y los periodistas (listas de interés, participación en redes), organizar talleres de capacitación para la prensa. Mantener comunicación constante con el periodista brindándoles apoyo en su quehacer diario.

- Los periodistas científicos debemos tener en cuenta que en un país el conocimiento científico, el desarrollo tecnológico y la innovación son la clave para aumentar la produc-tividad y competitividad, reducir la pobreza, conservar el medio ambiente, usar susten-tablemente los recursos naturales y mejorar la calidad de vida de la población.

- Bajo esta premisa, se debe “vender” la información de una institución científica por su impacto social y económico. La información a difundir debe ser verdadera, también deben reunir características como ser novedosa y de utilidad para la sociedad o el país y no necesariamente para cumplir con un fin comercial de la institución. Además, la información debe interesar al grupo objetivo del medio de comunicación y generar una mejora en la comunidad.

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Legislación, cooperación y presupuesto para CTI: instrumentos para la inclusión y la comunicación científica en la sociedad argentina

Graciela Giannettasio* Desde la responsabilidad de ser la Presidenta de la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, mi exposición tiene que estar centra-da fundamentalmente en el acontecer legislativo que se desarrolla aproximadamente a mediados del siglo XX de la mano del Proyecto Nacional de distintos titulares del Poder Ejecutivo que, conforme su filosofía, imprimieron mayor o menor dinamismo al desarrollo científico y tecnológico del país hasta llegar al sistema integrado y a nuestros días al Mi-nisterio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

La postguerra se caracteriza no sólo en Argentina si no en el mundo, por reconvertirse en tiempos de paz.

“La ciencia no es sólo una colección de hechos sin mutua relación. Es una creación del es-píritu humano con sus ideas y conceptos libremente inventados,”1 sostenía Albert Einstein y agregaba que cuanto más progresara la evolución espiritual de la especie humana, más vinculado estaría ese progreso a la lucha por el conocimiento racional.

La articulación territorial, la integración política y social “en términos de capacidad de acción”, son parte sustantiva de la gobernanza de la ciencia, en tanto proceso coordina-dor para lograr metas colectivas (Le Galès, 1998). Siguiendo este razonamiento, la inte-gración, el entorno socio-organizativo de la acción pública y la articulación entre política y problemas de la realidad, conforman una trilogía que merece ser afrontada como una forma de gobierno que torna imprescindible la coherencia de la acción pública como parte de las nuevas formas de gestión y donde la acción legislativa no puede estar ausente.

La ciencia promovida a partir de la Segunda Guerra Mundial debía reconvertirse en tiem-pos de paz, propiciando la educación y el desarrollo industrial. Esa perspectiva otorgaba al Estado un papel central en el fomento de la actividad científica, promoviendo la formación de recursos humanos y la creación de conocimiento asumiendo la responsabilidad de alentar aquellos temas que no siempre las empresas privadas quieren potenciar.

En la Argentina el INTA, el CONICET, la CONAE, la CONEA, por ejemplo, se forjaban en esa matriz aunque con improntas nacionales.

Si bien, analizado cronológicamente, en el segundo gobierno de Perón hay dos iniciativas que son el Instituto Nacional Antártico Argentino y la Junta de Investigaciones Científicas y Experimentales de las Fuerzas Armadas, no menos cierto es que en el Plan Quinquenal contemporáneo a la reforma constitucional del 49 se encuentra en el esquema de planifi-cación del Gobierno la descripción de las acciones a llevar a cabo de manera específica

* Diputada de la Nación por la Provincia de Buenos Aires. Presidenta de la Comisión de Ciencia y Tecnología. E-mail: [email protected]

1 mm2002.vtrbandaancha.net/Einstein.html

Legislación, cooperación y presupuesto para CTI: instrumentos para la inclusión yla comunicación científica en la sociedad argentina

Graciela Giannettasio*

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referidas al ámbito agropecuario, a la energía atómica, a la tecnología industrial y a las in-vestigaciones científicas y técnicas, con lo cual no asombra advertir que los años de crea-ción son inmediatos posteriores al derrocamiento de Perón y tienen la forma de Decreto Ley. Esto, que a priori podría resultar una aproximación tendenciosa al tema, trata una vez más de enmarcar los organismos y el sistema en la perspectiva de un proyecto nacional, razón por la cual no asombra que promulgada la ley que crea el CONICET, la inmediata ulterior alumbra 19 años después durante la dictadura militar última con la creación del Ins-tituto Nacional de Investigaciones y Desarrollo Pesquero, no por eso voy a omitir el impulso que el pensamiento desarrollista intentó darle durante el gobierno de Frondizi, aunque ciertamente sin estabilidad política era difícil pensar en la sociedad del conocimiento y el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología.

En América Latina, los inicios de las políticas científicas recibieron un doble influjo: por un lado, el de las acciones que se estaban llevando a cabo en los países desarrollados; por otro lado, el del pensamiento desarrollista, que valoriza la ciencia y la tecnología como instrumentos para el avance de la región. El Departamento de Asuntos Científicos de la Organización de los Estados Americanos (OEA) estimularía el pensamiento crítico en esta materia, poniendo el centro de atención en las demandas del proceso de desarrollo. Pero la idea de la ciencia como respuesta a las demandas socioeconómicas, propia del llamado “Pensamiento Latinoamericano en Ciencia y Tecnología” de las décadas de 1960 y 1970, fue el resultado de una opción entre la investigación básica y la aplicada, no exenta de tensiones entre las comunidades científicas locales.

El plan del gobierno argentino finalizada la dictadura en 1973 e identificado como el mode-lo nacional evaluaba críticamente las postergaciones en el área y propiciaba la necesidad de apuntalar y desarrollar el sistema científico tecnológico.

El desarrollo de la ciencia y la tecnología argentina ha sido hasta ahora fecundo, pero in-suficiente. Fecundo, por el efectivo nivel de acumulación de conocimientos científicos y tecnológicos alcanzado, principalmente impulsado por cuatro factores:

1. - El crecimiento de las universidades. 2. - La incorporación de tecnología proveniente del exterior. 3. - La investigación nacional aplicada particularmente al sector agropecuario.4. - El avance de la investigación de postgrado.

Insuficiente, porque los elementos disponibles para el avance científico y tecnológico es-tán escasamente aprovechados y porque no se han creado las condiciones básicas para que exista una consagración plena del hombre a la investigación científica y tecnológica. La comunidad científica argentina es todavía reducida con relación al ingreso por habitan-te que el país posee. La mitad del personal de investigación trabaja en ello sólo parte de su tiempo útil. La mayoría de los institutos son pequeños y no llegan a una capacidad de investigación tal que permita un verdadero trabajo interdisciplinario.

Dicho impulso se vería frenado hacia fines de los años setenta y durante los ochenta, a causa de las crisis institucionales y económicas que atravesaron muchos de los países latinoamericanos, y la Argentina no fue la excepción. Sin embargo, promediando la década

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de 1980, el tema de los indicadores ocupó nuevamente un lugar en la agenda de la política científico tecnológica en la región. La creación de la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT) en 1995, por parte del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), respondió a la necesidad de contar con un conjunto de indicadores normalizados capaces de dar cuenta del posicionamiento latinoamerica-no en el contexto internacional. Es relativamente reciente -pero no menos importante- la creación de observatorios de ciencia y tecnología que suelen tener entre sus funciones la elaboración de indicadores y el monitoreo del conocimiento científico.

En la década del 90 la Legislatura sanciona la Ley 23.877 para promoción y fomento de la investigación y desarrollo, transmisión de tecnología y asistencia técnica. El gobierno nacional de ese tiempo transcurrió casi una década sin avances significativos en el área de la ciencia y la tecnología. En el breve período del gobierno de La Alianza es un acto de justicia reconocer la Ley 25.467 que crea el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, fija objetivos de la política científica y tecnológica nacional, determina la estructura del sistema de planificación, el financiamiento y la evaluación de las mismas. A partir del año 2004, el gobierno argentino instrumentaría un plan en cinco etapas de jerarquización para el sistema científico y tecnológico nacional. Dicho plan apuntaba a fortalecer la formación de recursos humanos de excelencia y mejorar el equipamiento dis-ponible, con el objetivo de posibilitar una real transferencia del conocimiento a la sociedad.

En el año 2005, con la implementación de la cuarta etapa, se incrementaron en un 19% los salarios de los científicos y becarios de todo el país (por encima de los aumentos generales otorgados a la administración pública). Según lo estimado, este incremento beneficiaría a más de 10.000 científicos y técnicos sobre una planta total de 5.280 investigadores y 5.092 becarios.2 Al promediar el plan de jerarquización, el CONICET contaba con un 46% más de investigadores respecto de la planta de 2003 y un 142% más de becarios en relación al mismo año de referencia. En 2006, el entonces Ministro de Educación, Ciencia y Tecnolo-gía, señalaba: “Para nosotros la ciencia y la tecnología están íntimamente relacionadas con el modelo de desarrollo de país: queremos que los mejores profesionales no emigren, sino que se queden en la Argentina. Este es un paso más de reconocimiento y jerarquización de la tarea científica”.3

Más allá de los esfuerzos desplegados desde el poder político, se puede decir que el pro-ceso de valorización de la ciencia en general, es indudable que el asunto forma parte de un problema más amplio: la cuestión de la equidad social y la que se desenvuelve entre los campos científicos y tecnológicos disciplinares. Vale decir que, la apropiación del conoci-miento y de la información se encarna en los desequilibrios regionales y la desigual apro-piación social del espacio, que marca diferencias continentales significativas que van más allá de las condiciones científico tecnológicas (Albornoz, 2001; Bonder, 2002). El poder deliberativo que debe plasmarse en una legislación acorde a la superación de estas nece-sidades, tiene mucho que aportar y busca sumarse con su acción específica a la oferta de soluciones pensadas para el mediano y largo plazo.

2 En el año 2009 esas cifras eran 6.625 y 7.330 respectivamente.3 Declaraciones recogidas en www.conicet.gov.ar (sección “CONICET en los medios”).

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Existe una correlación directa entre la capacidad de los gobiernos y de la iniciativa privada para realizar inversiones en el campo de la ciencia y la tecnología y, por otro lado, la capa-cidad de producir información e indicadores en este terreno para justificar los resultados y la rentabilidad de la inversión, tanto en términos económicos como sociales. La toma de decisiones políticas requiere de información precisa que dé cuenta de los recursos inverti-dos en ciencia y tecnología, así como de la calidad de los resultados y el posicionamiento de los países en el esfuerzo científico internacional. La acción legislativa puede y debe contribuir a su desarrollo. Contar con esta información es hoy una condición de la organi-zación y la gobernanza científica y tecnológica.4

El mencionado documento de mediados del siglo XX cobra actualidad en América Latina. Se discute qué estrategias se deberían adoptar desde el Estado a la hora de orientar el apoyo a la ciencia y la tecnología, y en qué medida los resultados obtenidos por la inves-tigación básica pueden constituirse en instrumentos apropiables por otras esferas de la vida social. Cualquiera sea la postura que se adopte en este debate, queda claro que la promoción del conocimiento científico, a lo largo del último siglo y aún más en la llamada “sociedad postindustrial”, es un aspecto clave del poderío de las naciones. En tal sentido, los Estados han tomado nota de este hecho y han promovido el esfuerzo en ciencia y tec-nología, en un proceso que en las últimas décadas ha elevado la inversión hasta niveles que en los países más desarrollados llegan a ubicarse entre el 1% y el 3% del PBI (Sebas-tián, 2007) y que en gran parte de América del Sur y -por supuesto en la Argentina- aun forma parte de los planes de gobierno y de la política deliberativa.

¿Cómo contribuir a la organización de la ciencia, como parte sustantiva de la política cien-tífica desde la política deliberativa? Sin dudas conciliando la perspectiva de sus actores principales: 1) los investigadores, en tanto productores y transmisores del conocimiento; 2) el Estado, como principal orientador de la política y proveedor de recursos financieros para el desarrollo del sistema científico y tecnológico de la nación; 3) las empresas, como receptoras de la transferencia de la producción científica y tecnológica y como demandan-tes de sus logros concretos y aplicables, aunque mucho menos presentes como partícipes de la financiación del sistema de ciencia y tecnología.

Conceptos como los de “sociedad global de la información” y “economía basada en el cono-cimiento” han cobrado relevancia en los países desarrollados, en muchos casos a instancias de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), influyendo en América Latina a la hora de plantear la naturaleza de la política científica como instrumento activo de alcance social. Esta perspectiva, es incompleta si no propone discutir “los aspec-tos éticos de la ciencia, la necesidad de cooperar para el estímulo de la capacidad científica de los países en desarrollo y, en términos generales, la necesidad de establecer un ‘nuevo contrato social’ entre la ciencia y la sociedad”.5 En síntesis, las políticas científicas y tec-nológicas incorporan en forma creciente la dimensión social y la actividad legislativa debe acompañarlas, porque la elaboración e instrumentación de las políticas para la ciencia y la tecnología necesitan trascender las llamadas “leyes de mercado” (Peste, 2005).

4 Véase Albornoz (2001) y Estévez (2005).5 Albornoz, Mario: Política científica, Buenos Aires, módulo para el dictado de un curso, 2001. Licha, Isabel (2007):

“Investigación científica y desarrollo social en América Latina”, en Sebastián; Jesús (compilador): Claves del desarrollo op. cit., pp. 149-183.

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La Argentina hoy forma parte del Programa Metas para la Cultura, la Ciencia y la Tecno-logía 2010-2021, que lleva adelante la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) a través de la participación de expertos de los distintos países que proyectan para el media-no plazo la organización, la legislación y la acción política en esas áreas. Es una forma de aproximar la Ciencia a la Política y a sus actores, en tanto productores de conocimientos y promotores de la Ciencia Política, mediante la acción deliberativa y la sanción de leyes que prioricen las necesidades del sistema científico tecnológico, con perspectiva social.

Sin perjuicio de lo expuesto, de los desafíos pendientes y del camino recorrido, es induda-ble que a partir de la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Producti-va, la Presidenta de la Nación comienza a inscribir un proceso diferente que se caracteriza desde el punto de vista presupuestario, por haber quintuplicado el presupuesto para el sector y por haber incorporado en la agenda nacional e internacional, la Ciencia y la Tec-nología como factor central de desarrollo de los pueblos en nuestro propio ámbito y en el del intercambio con los países del mundo.

Apéndice normativo

• Decreto 10342 del 27 de mayo de 1950. Crea la Junta de Investigación Científica y Ex-perimentales de las fuerzas Armadas. PERÓN

• Decreto 7338. sancionada el 17 de Abril de 1951. Crease el Instituto Nacional Antártico Argentino” Coronel H. Pujato”. PERÓN

• Ley 21680- sancionada el 4 de diciembre de 1956. Creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria: contribución sobre la exportación de productos y subproduc-tos Agropecuarios. ARAMBURU

• Decreto Ley 22498/56- sancionada el 19de diciembre de 1956. Creación y autarquía de la Comisión Nacional de Energía Atómica. ARAMBURU

• Decreto Ley 17138- sancionada el 27 de diciembre de 1957- Creación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial. ARAMBURU

• Ley 1291 del 5 de febrero del 1958 - Consejo Nacional de investigaciones científicas y técnicas (B.O. 19/11/58) ARAMBURU

• Ley 21673, Sancionada 21 de octubre de 1977. Creación del Instituto Nacional de in-vestigaciones y desarrollo Pesquero (INIDEP) VIDELA

• Decreto Nacional 2461/85 Sancionado el 26 de Diciembre de 1985. Creación del Con-sejo Interuniversitario Nacional. ALFONSÍN

• Ley 23877 sancionada 28 de Septiembre de 1990, Promulgación 26 Octubre 1990- Promoción y Fomento de la investigación y desarrollo, trasmisión de tecnología y asis-tencia técnica. MENEM

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• Decreto 995/91, del 28 de mayo de 1991. Crease la Comisión Nacional de Actividades Especiales. MENEM

• Decreto 1403 Sancionado el 3 de diciembre del de 1996. Instituto Nacional del Agua del Ambiente – Estructura Organizativa-derogación del Decreto 1398/91 y de las Res. Conj. 137/94 y 305/94. MENEM

• Decreto 1628/96. Sancionada el 23 de Diciembre de 1996. Apruébese la estructura organizativa de la Administración Nacional de Laboratorio e Institutos de Salud Dr. Carlos G Malbrán. MENEM

• Decreto 1663/1996, Sancionado el 27 de Diciembre de 1996. Aprobación de la Estruc-tura Organizativa del Servicio Geológico Minero Argentino. MENEM

• Ley 25467- sancionada el 29 de agosto de 2001, Promulgada el 20 de septiembre de 2001 Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación. Objetivos de la política científica y tecnológica Nacional. Responsabilidad del Estado Nacional. Estructura del Sistema de Planificación. Financiamiento de las actividades de investigación y desarro-llo, evaluación de las mismas. Disposiciones especiales y generales. DE LA RUA

• Decreto 310/2007, sancionado el 29 de marzo de 2007. Apruébase la Estructura Orga-nizativa del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

• Ley 26270- sancionada el 4 de julio de 2007, Promulgada el 25 de Julio de 2007. Pro-moción del desarrollo y producción de la biotecnología moderna.

• Ley 26338- sancionada el 5 de diciembre de 2007, Promulgada el 6 de diciembre de 2007. Crease …”el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva …”

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Ciencia, Educación y Periodismo en el contexto de las democracias modernas

Jorge V. Crisci* La humanidad se halla en el ojo de una temible tempestad. Al menos, ocho graves cri-sis la causan: la biodiversidad, la pobreza, la energía, las enfermedades emergentes, los alimentos, el agua, la economía mundial y el cambio climático. Todas ellas se potencian mutuamente y tienen un origen común: formas de producción y consumo no sustentables que destruyen el sistema que soporta la vida en nuestro planeta.

La ciencia y la tecnología son indispensables -aunque no suficientes- en la resolución de los problemas ambientales, económicos y sociales que produce la tempestad que azota a la humanidad. Por lo tanto, en sociedades democráticas es fundamental que el ciudadano tenga un cierto grado de conocimientos científicos y tecnológicos al que llamaremos “alfabetización científica”.

El objetivo de esta presentación será reflexionar muy brevemente sobre el encadenamien-to que -a través de la alfabetización científica- existe entre la democracia, la educación, el periodismo y la ciencia y la tecnología.

Democracia y educación

La democracia es una palabra con una historia errática, que comienza con los griegos y que incluye definiciones como las de Mussolini y Stalin que consideraban a sus gobier-nos las mejores democracias posibles. Por ello, cuando hablamos de democracia debe-mos aclarar que nos referimos al concepto moderno de la misma, que incluye: gobierno constitucional, con sufragio universal, secreto y de igual valor y respeto por los derechos humanos. Este concepto moderno de democracia incluye también el de “ciudadano”. Ciu-dadano es el habitante de los estados democráticos modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país.

Las democracias modernas están fuertemente basadas en la educación del ciudadano que las constituye. Por ello, la democracia sin educación es un espejismo.

Una sociedad democrática debe ofrecer iguales oportunidades educativas a todos sus ciudadanos. Ello implica la misma cantidad y calidad de enseñanza para todos.

En una sociedad democrática moderna y en una época delineada por la visión científica, el ciudadano tiene el derecho y la responsabilidad de acceder -dentro de la educación que recibe- a un cierto grado de conocimientos científicos y tecnológicos.

* Doctor en Ciencias Naturales, Académico Titular, Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Argentina). E-mail: [email protected]

Ciencia, Educación y Periodismo en el contexto de las democracias modernas

Jorge V. Crisci*

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Alfabetización científica

La palabra alfabetización puede llamar a confusión, pero actualmente se la utiliza en el sentido del educador brasileño Paulo Freire (1921-1997) cuando sostiene:

“La alfabetización implica no sólo el leer y escribir, sino una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”.

El ciudadano alfabetizado científicamente:

• Ejercitasusderechospolíticosensituacionesdevidaquetenganqueverconlacienciay la tecnología.

• Esconscientequelacienciaesunaempresahumanaconfortalezasylimitaciones.• Comprendeconceptosclavesyprincipiosdelaciencia.• Usaelconocimientocientíficoyelmodocientíficodepensamientoparadesenvolverse

como individuo y como ciudadano.

Los educadores estadounidenses R. Bybee, H. McCrae y R. Laurie han publicado en el Journal of Research in Science Teaching (Vol. 46, N° 8, 2009) una definición de alfabetiza-ción científica que puede resumirse en el diagrama de flujo que se muestra en la figura 1*.

* Definición de alfabetización científica de acuerdo a R. Bybee, H. McCrae y R. Laurie.

Situaciones de vida que incluyen a la ciencia y la tecnología.

•Identifiquecuestionescientíficas.•Expliquefenómenoscientíficos.•Useevidenciacientífica.

• Conocimientoacerca del mundo natural.• Conocimientoacercade la ciencia en si misma.

Respuestas positivas hacia las cuestiones científicas(interés, apoyo, valoración).

(Figura 1)

ACTITUDES

Requieren que el ciudadano

Lo hace bajo la influencia de

CONOCIMIENTOS

APTITUDES

CIENTÍFICAS

CONTEXTOPERSONAL,

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Medios de Comunicación como ambientes de aprendizaje

Los ambientes de aprendizaje tienen al menos dos funciones:

1. Establecen y mantienen los parámetros de pensamiento y aprendizaje dentro de una cultura.

2. Dan forma a las ideas, a las actitudes sociales y definen las capacidades y conocimientos que sostienen a una cultura.

La escuela es un claro ejemplo de ambiente de aprendizaje pues tiene un curriculum, es decir, un plan de estudios con objetivos precisos en cuanto a conocimientos, habilidades, actitudes y valores.

Si definimos curriculum como un sistema de conocimiento cuyo propósito es influir, ense-ñar, entrenar y cultivar la mente y el carácter de la gente, los medios de comunicación son también ambientes de aprendizaje.

Fuera de la escuela, la información sobre ciencia y tecnología que la gente recibe, llega a ella a través de los medios de comunicación, y en algunos casos únicamente a través de ellos. Sólo baste recordar, a manera de ejemplo, que cuando las generaciones nacidas en las décadas de 1950 y 1960 iban a la escuela, el ADN era inexistente como tema y que todo lo que estas generaciones saben actualmente sobre la “llave de la vida” llegó a ellas vía los medios de comunicación. Por lo tanto, la forma en que los medios de comunicación presenten los temas científicos y tecnológicos es una cuestión esencial para la alfabetiza-ción científica.

En este punto vale la pena recordar las palabras del educador y periodista armenio-esta-dounidense Ben Bagdikian (1920) en su libro de 1984, ya clásico, “Monopolio de los Me-dios”: “Los medios de comunicación modernos tienen el poder de rodear a cada hombre con imágenes controladas y su influencia es superior a la de las escuelas, la religión, los padres y hasta el propio gobierno”. Estas palabras fueron dichas en un contexto crítico, pero son útiles para demostrar que los medios de comunicación están en condiciones de promover y fortalecer la alfabetización científica de la gente.

Por ello, no sólo importa que los medios de comunicación presenten noticias o notas de divulgación relacionadas con la ciencia y la tecnología sino que lo hagan ejerciendo su condición de ambiente de aprendizaje, donde se promueva y fortalezca la alfabetización científica. En otras palabras, los medios de comunicación están capacitados para ejercer una influencia significativa en la alfabetización científica de los ciudadanos.

Por lo tanto, la pregunta esencial no es “¿está la ciencia presente en los medios de co-municación?”, sino “¿de qué manera la estructura o proceso con que los medios de co-municación presentan las noticias relacionadas con la ciencia y la tecnología fortalece la alfabetización científica de los ciudadanos?”.

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Responsabilidad del científico

Hasta los científicos que llevan a cabo investigaciones básicas necesitan estar cons-cientes del impacto que ellas pueden tener sobre la sociedad. El desarrollo de la inge-niería genética, una rama que creció de investigaciones sobre enzimas bacterianas, y la construcción de la bomba atómica que nació de las investigaciones sobre el núcleo del átomo, son dos ejemplos de cómo áreas básicas de la ciencia han tenido enormes consecuencias sociales.

Por ello la comunidad científica debe asumir la responsabilidad de poner en conocimiento público las consecuencias sociales de sus investigaciones. Por otro lado, los científicos están llamados a contribuir a la comprensión y valoración de la ciencia por parte del pú-blico y para ello deben desarrollar caminos positivos de comunicación con la sociedad y, además, favorecer en ese sentido la apertura de sus instituciones a los medios de comu-nicación. En otras palabras, como parte de las responsabilidades sociales, los científicos deben desarrollar medios de comunicar la ciencia al público y apoyar la apertura de sus instituciones para que esto suceda.

Por otra parte, la ciencia y el periodismo comparten criterios básicos que de alguna ma-nera deben contribuir a la comunicación entre científicos y periodistas. Estos criterios bá-sicos son:

1. Visión escéptica de la realidad. 2. Las conclusiones requieren evidencias. 3. Todo está sujeto a posibles cuestionamientos. 4. Se utiliza la razón para descubrir mentiras, confusiones y abusos de la lógica. Información - Conocimiento - Sabiduría: ¿sinónimos?

No encuentro mejor manera de responder a esta pregunta que recordar la elocuencia me-lancólica del poeta anglo-estadounidense Thomas Stearns Eliot (1888-1965) cuando se preguntaba: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”.

Vivimos en una época que no sólo olvidó el lúcido pensamiento de Eliot, sino que cultiva además la sinonimia entre información, conocimiento y sabiduría.

El universo presenta ante nosotros lo que llamamos hechos, que son entidades o atributos del universo. Cuando registramos los hechos o hablamos acerca de ellos, esos hechos se transforman en información.

Cuando la información sobre un determinado grupo de hechos está organizada, tiene un contexto e intenta comprender los hechos, es conocimiento. Las distintas áreas de la actividad humana son sistemas de conocimiento en el sentido arriba mencionado. La bo-tánica, la plomería, la zoología, el periodismo, la ingeniería, la mecánica, la filosofía, la literatura, la pintura, son todos ejemplos de sistemas de conocimiento.

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Sabiduría es la habilidad de conocer y la voluntad de realizar la acción apropiada en una situación determinada. Inherente a la sabiduría encontramos un componente moral, ya que incluye la facultad de juzgar por la verdad, la bondad y la belleza y la de actuar por la igualdad, la libertad y la justicia. La sabiduría necesita siempre de más de un área de la actividad humana. Sin embargo, la erudición no es sinónimo de sabiduría, ya que la sa-biduría implica una valoración diferencial de los conocimientos. Uno puede tener un gran conocimiento del mundo pero carecer absolutamente de sabiduría.

Que un científico en Escocia haya logrado clonar una oveja es mera información. ¿Cómo la clonación se lleva a cabo? ¿Qué fundamentos biológicos están detrás de ella? ¿Cuán lejos en el tiempo estamos de poder clonar un ser humano? Son preguntas que respon-demos con el conocimiento (en este caso científico). ¿Qué conocimientos necesitamos para evaluar la clonación y sus consecuencias? ¿Qué políticas tienen que desarrollarse para controlar los experimentos de clonación? ¿Cuáles son los beneficios y perjuicios que la clonación trae consigo? Son algunas de las preguntas que sólo se responden con sabiduría y que exigen la participación de más de un área de conocimiento y la valoración diferencial de esas participaciones.

Nuestra época no necesita desarrollar aún más la ingeniería de la información, sino apren-der a transformar la información en conocimiento, y éste en sabiduría.

Conclusiones

¿Por qué alfabetizar científicamente? La respuesta es:

• Lasdemocraciasmodernasdemandanciudadanosalfabetizadoscientíficamente.• Ayudaadesarrollarenelalfabetizado,ellenguaje,lalógicaylaresolucióndeproblemas.• Lacienciaylatecnologíasonunapartesignificativadelaculturahumana.

Para finalizar podemos hacernos la pregunta que se hizo el educador estadounidense Neil Postman (1931-2003) en su ya célebre libro de 1985 “Amusing ourselves to death: Public discourse in the age of show business”: ¿Cómo evitar el quiebre del espíritu de una cultura?

Postman utiliza para responderla lo que él llama “la advertencia de Huxley” y compara dos libros que en el siglo XX intentaron ser proféticos respecto a cómo quebrar una cultura: “1984” del británico George Orwell (1903-1950) y “Un mundo feliz” del también británico Aldous Huxley (1894-1963).

Para Orwell el futuro se presentaba con las siguientes características:

• Tiranía.• Ministeriodelaverdad.• Laculturaesunaprisión.• ElGranHermanonosvigila.

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Para Huxley el futuro se presentaba con las siguientes características:

• Laculturaesunentretenimiento.• Lopúblicoesunespectáculodevariedades.• Elpuebloessólounaaudienciaysedistraecontrivialidades.• Loimportantesetrivializa.

Postman sugiere que vivimos en el mundo feliz de Huxley y que no supimos entender la advertencia que el libro de Huxley nos anunciaba. Al decir de Postman “Lo malo del ¨mun-do feliz¨ no es que la gente se ría en lugar de pensar, sino que ignoran de qué se ríen y desconocen las razones por las que dejaron de pensar”.

Para concluir, y a manera de epílogo, conviene recordar lo dicho por el escritor británico H.G. Wells (1866-1946): “La civilización es cada vez más una carrera entre la educación y la catástrofe”.

La catástrofe que menciona Wells incluye hoy día, la tempestad que azota la humanidad, el “mundo feliz” de Huxley y el riesgo del retorno a las tiranías “orwellianas” del pasado.Alfabetizar científicamente al ciudadano es vital- aunque no suficiente- en el esfuerzo por evitar el triunfo de la catástrofe.

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Seminario Interamericano de Periodismo y Comunicación CientíficaBuenos Aires, 13 al 15 de octubre de 2010

INVITADOS

El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva financió la participación de los siguientes periodistas de diversas provincias argentinas en calidad de asistentes y di-sertantes: • DianaÁLVAREZ-Salta• ArielARRIETA-Catamarca• MónicaBAEZA-Chubut• SergioBENITEZ-Corrientes• RodolfoCHAVEZ-Neuquén• JordanaDORFMAN-RíoNegro• OlgaFERREIRA-LaRioja• VíctorGARCÍA-SanJuan• LauraGARCÍAOVIEDO-RíoNegro• ValeriaGIRARD-EntreRíos• GuillermoGOLDES-Córdoba• RominaKIPPES-SantaFe• JorgeLONDERO-Córdoba• SandraMURRIELLO-RioNegro• MariaFlorenciaOKEEFFE-SantaFe• HéctorREYNOSO-SantaCruz• MarceloRIPARI-Mendoza• MarianaRIVERA-SantaFe• LauraSARRATE–Córdoba

Del exterior: • JorgeWAGENSBERGLUBINSKI–Barcelona,España

Los disertantes extranjeros invitados por la Organización de los Estados Americanos (OEA) fueron:

• JoséSantiagoARELLANOMARÍN(ProgramaExplora,CONICYT,Chile)• YasminBLANCOROJAS(Comunicación,CONCYTEC,Perú)• PereESTUPINYA(MassachusettsInstituteofTechnology-MIT/KnightFoundation)• XimenaSERRANOGIL(AsociaciónColombianadePeriodismoCientífico,Colombia)• Eduardo REYES FRÍAS (Asociación Chilena de Periodistas Científicos - ACHIPEC, Chile)• PatriciaRUIZMORA(Comunicación,SENACyT,Ecuador)

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EQUIPO ORGANIZADOR

• JorgeDURAN.OficinadeCiencia,TecnologíaeInnovación,Organizacióndelos Estados Americanos (OEA)• CeciliaMONCALVO.TecnópolisTV(MINCyT)• CristinaÁLVAREZ.DirecciónNacionaldeRelacionesInternacionales(MINCyT)• LucianaDALMASO.DirecciónNacionaldeRelacionesInternacionales(MINCyT)• DouglasWILLIAMS.DirecciónNacionaldeRelacionesInternacionales(MINCyT)• EmilianoZAPATA.DirecciónNacionaldeRelacionesInternacionales(MINCyT)

PROGRAMA DEL EVENTO

Acreditación

Apertura

- Lino Barañao (Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva)

- Agueda Menvielle (Directora Nacional de Relaciones Internacionales. Ministerio de

Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva)

- Jorge Duran (Especialista Senior. Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación,

Organización de los Estados Americanos)

Panel 1• LacienciaenlosmediosdeArgentina.Perspectivahistóricay

Prospectiva

- Matías Loewy (Revista Newsweek)- Valeria Román (Diario Clarín / Federación Mundial de Periodistas Científicos)- Daniel Arias (Diario La Nación y otros) Moderador: Martín Jáuregui (“Estudio País”, Canal 7)

Almuerzo libre

08:30 a 09:00

9:00 a 09:30

09:30 a 11:15

12:30 a 13:45

Miércoles 13 de octubre

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Panel 2

• Elimpactodelanoticiacientífica.¿Cómollegaralpúblico?

- Nora Bar (Diario La Nación)- Laura Hojman (Agencia de Diarios y Noticias - DyN)- Patricia Ruiz Mora (Comunicación, SENACyT, Ecuador)

Moderador: Luciana Díaz (Diario Perfil)

Panel 3

• Profesionalizacióndelperiodismocientífico.Avancesydesafíos

- Susana Gallardo (Centro de Divulgación Científica. Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires)

- Guillermo Goldes (Especialización en Comunicación Pública de la Ciencia y Periodismo Científico. Facultad de Matemática, Astronomía y Física, Universidad Nacional de Córdoba)

- Sandra Murriello (Especialización en Divulgación de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. Universidad Nacional de Río Negro)

- Eduardo Reyes Frías (Asociación Chilena de Periodistas Científicos - ACHIPEC)

Moderador: Victoria Mendizábal (Diplomatura en Comunicación Científica, Médica y Ambiental, Universidad Pompeu Fabra)

Panel 4

• PercepciónpúblicadelaCiencia

- Carmelo Polino (Centro de Estudios sobre Ciencia, Desarrollo y Educación Superior - REDES)

- Leonardo Vacarezza (Universidad Nacional de Quilmes)- Ximena Serrano Gil (Asociación Colombiana de Periodismo Científico)

Moderador: Pablo Penchaszadeh (Revista Ciencia Hoy)

Coffee break

Coffee break

14:00 a 15:45

16:00 a 17:45

09:00 a 10:45

15:45 a 16:00

15:45 a 16:00

Jueves 14 de octubre

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Panel 6 (Sala 1)

• Lapotencialidaddelosmediosgráficosparacomunicarciencia

- Romina Kippes (Comunicación, Universidad Nacional del Litoral)- Jorge Londero (Diario La Voz del Interior, Córdoba)- Valeria Shapira (Revista La Nación)

Moderador: Pedro Lipcovich (Diario Página 12)

Panel 7 (Sala 2)

• Lapotencialidaddelasnuevastecnologíasparacomunicarciencia

- Diego Golombek (Universidad Nacional de Quilmes)- Alejandro Piscitelli (Universidad de Buenos Aires) - Emanuel Jaffrot (Universidad Nacional de San Martín)

Moderador: Diego Rottman (Periodismo.net)

Panel 5

• Institucionescientíficasysuvinculaciónconlosmedios - Ignacio Duelo Van Deusen (Comunicación, CONICET)- Bruno Geller (Divulgación Científica y Técnica, Fundación Instituto Leloir)- Yasmin Blanco Rojas (Comunicación, CONCYTEC, Perú)- José Santiago Arellano Marín (Programa Explora, CONICYT, Chile)

Moderador: Jordana Dorfman (Comunicación, Instituto Balseiro)

Entrevista Colectiva

(Sala 1) Tema de interés: “Biotecnología, transgénicos y clonación”

Entrevistador: Alejandra Folgarait (Comunicación, Ministerio de Salud de la Nación)

Entrevistados:

Almuerzo libre

Coffee break

13:45 a 15:30

11:00 a 12:45

15:45 a 16:45

12:45 a 13:45

15:30 a 15:45

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- Alejandro Mentaberry (Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular – INGEBI, CONICET)

- Andrés Bercovich (Bio Sidus) (Sala 2) Tema de Interés: “Avances y aplicaciones en nanotecnología”

Entrevistador: Bruno Massare (Revista Information Technology)

Entrevistados:

- Daniel Lupi (Fundación Argentina de Nanotecnología)- Galo Soler Illia (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA)

Panel 8

• LegislaciónypresupuestoparaCTIenArgentinaylaregión. Retos y oportunidades

- Graciela María Giannettasio (Comisión de Ciencia y Tecnología de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación)

- Juan Carlos Díaz Roig (Comisión de Ciencia y Tecnología de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación)

- Maria Eugenia Bernal (Comisión de Ciencia y Tecnología de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación)

Moderador: Agueda Menvielle (Dirección Nacional de Relaciones Internacionales. Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva)

Panel 9

• VinculacióndelaCiencia,laTecnologíaylaInnovación. Avances y retrocesos

- Jorge Crisci (Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales)

- Ruth Ladenheim (Secretaría de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva)

Moderador: Laura Sarrate (Comunicación, CONAE)

Coffee break

09:30 a 10:30

11:00 a 12:00

10:30 a 10:45

Viernes 15 de octubre

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Diálogo 2

• Transferenciadeconocimientoypromocióndelaculturacientífica

- Jorge Wagensberg (Universidad de Barcelona / Director de la serie de pensamiento científico “Metatemas” - Tusquets)

- Lino Barañao (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva)

Entrega de certificados

12:00 a 13:00

13:00 a 13:30

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