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partir de la migración en San Joséblos Indígenas (CDI), desde el 2005, como una comunidad indígena de origen Pame; la locali-dad forma parte del ejido de Laguna de la Cruz, compuesto

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De la cocina a la subdelegación.Cambios en los roles de género a partir de la migración en San José de las Flores, Arroyo Seco, Querétaro*

From the kitchen to head of the community.Changes in gender roles with male migration in San José de las Flores, Arroyo Seco, Querétaro.

Juan José Bárcenas Casas** Ilithya Guevara Hernández***

*Este trabajo fue presentado en el XVII COLOQUIO INTERNACIONAL SOBRE OTOPAMES, en la Uni-versidad Autónoma de Querétaro en Octubre de 2015 y fue editado para esta publicación.** Profesor de la Universidad Autónoma de Querétaro*** Posdoctorante, Maestría en Ciencias Sociales. Universidad Autónoma de Querétaro

Rev. ConCiencia. Vol.5. diciembre de 2015 págs.27-37Recibido: Enero 25 de 2015; Aprobado: Marzo 30 de 2015.

Resumen

Uno de los efectos del fenómeno migratorio a nivel nacional, y en particular en el estado de Querétaro, México, son los cambios en los pa-trones socioculturales e identitarios, tanto para los que migran como para los que se quedan; al encontrarse uno o varios miembros de la familia fuera de la comunidad se ven obligados no sólo a recomponer la organización familiar, sino que además adopta nuevos roles, tanto al interior de ésta como en la comunidad que los incorpora a dinámicas antes desconocidas, particularmente en el caso de la mujeres. Dichas repercusiones se ven diferenciadas para cada uno de los secto-res que componen la comunidad: mujeres, hom-bres, niños, niñas y adultos mayores por lo que el análisis del impacto debe considerarse desde una perspectiva de género. Este trabajo presen-ta un breve análisis sobre los roles que ha asumi-do la mujer, tanto en los espacios públicos como privados, a partir de la migración de los maridos e hijos, en San José de las Flores, Municipio de Arroyo Seco, que además transitan por una larga trayectoria de migración indígena xi’oi que los ha dotado de una identidad comunitaria, pero que a la vez les ha abierto otras puertas en esta carre-ra hacia el desarrollo.

Palabras claveidentidad social, migración masculina, roles de género, medio rural, comunidad indígena.

Abstract

One of the effects of migration at the national level and particularly in the state of Queretaro, are the changes in sociocultural patterns and

identity for those who migrate as much as tho-se who stay. When one or more family members are outside the community, all the members are forced not only to rebuild internal organization, but also adopt new roles both within it and the community. This changes in the dynamics have an impact in the livelihood but particularly for the women. These effects are different for each of the groups that make up the community: wo-men, men, children and elderly, therefore the impact analysis should be considered from a gender perspective. This paper presents a brief analysis of the roles assumed by women both in public and private spaces, with the migration of their husbands and children, in San Jose de las Flores, Municipality of Arroyo Seco; at the same time, this community come from a long history of xi’oi indigenous migration which has been an important part of community identity, but at the same time has opened other doors in this race towards development.

Key wordssocial identity, male migration, gender roles, rural community, indigenous community

Introducción

San José de las Flores es una comunidad del municipio de Arroyo Seco en Querétaro, México, cuya historia ha estado marcada por las migra-ciones, primero como parte de su formación y más tarde como estrategia de sobrevivencia, por lo cual, dichas movilizaciones van a impactar los diferentes elementos que componen la vida coti-diana. En este trabajo queremos resaltar los que están directamente vinculados con los cambios en los roles de género y los espacios que ocupan las mujeres, dado que este sigue siendo un fenó- 29

meno principalmente masculino, que deja a las mujeres a cargo de la organización familiar y co-munitaria, y recompone la forma en que ellas se perciben y, por lo tanto, transforman su vida co-tidiana. En el primer apartado se hace una bre-ve descripción de la localidad, su ubicación y su contexto, para después hablar de las caracterís-ticas culturales e identitarias, que nos permitan visualizar los cambios y, finalmente, de cómo és-tas se han ido modificando a partir de la migra-ción, dando paso a una nueva reconfiguración de la organización y la vida comunitaria.

San José de las Flores y su historia

San José de las Flores es una de las subdelega-ciones del municipio de Arroyo Seco, el cual se

localiza al norte del estado, en la Región de la Sierra Gorda, caracterizada por su diversidad geográfica, física y cultural; además, la mayor parte de la región es Reserva de la Biosfera1 . La cabecera municipal se ubica a 238 km de la ca-pital del Estado y cuenta con una población de 12,910 habitantes, de acuerdo con el último cen-so de población (INEGI 2010).Si bien es cierto que la mayor parte de la pobla-ción es considerada mestiza, según datos oficia-les, en el municipio “existen habitantes de ori-gen indígena que habitan en 6 comunidades del mismo, razón por la cual estas comunidades son reconocidas dentro de la Comisión de Desarrollo Indígena. Las lenguas indígenas predominantes son el otomí o ñañoo y el pame o xi’oi.”*En la gráfica, en el caso de El Riachuelo, hay un error en el Plan Municipal de Desarrollo: La cantidad, suponemos, es de un total de 92 habi-tantes, en lugar de los 13 que se señala.

1 Revisar Guevara Hernández 2003 y 2011.

DE LA COCINA A LA SUBDELEGACIÓN.Cambios en los roles de género a partir de la migración en San José de las Flores, Arroyo Seco, Querétaro

TABLA I FIGURA I Localidades con población indígena

LocalidadGrado de

marginaciónPoblación total Hombres Mujeres

La Cantera Alto 117 63 54

El Sabinito Alto 119 54 65

San José de las Flores

Alto 159 77 82

CruceroSabinito

Alto 401 184 217

Las Trancas Alto 238 113 125

El Riachuelo Alto 13* 58 34

Índice Alto 1,126 549 577

FUENTE: Municipio de Arroyo Seco, Qro. | Diagnóstico del municipio de Arroyo Seco. Plan Municipal de Desarrollo 2012-2015. Pág. 23. Así como correcciones de los autores

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Ahora bien, la comunidad pertenece a la delega-ción de San Juan Buenaventura, que se encuen-tra a 48 Km. de la Cabecera municipal y ésta se compone por 9 localidades: San Juan Buenaven-tura, El Bosque, Laguna de la Cruz, Milpas Viejas, Casas Viejas, El Barrito, El Quirino, la Mojonera y San José de las Flores. La delegación cuenta con infraestructura básica, que en más de 20 años de “desarrollo” no ha alcanzado a superar el grado de marginalidad que ha prevalecido, que es, en gran medida, responsable de la movilidad de la población; asimismo, algunos de los servicios que se han incorporado en años recientes: segu-ro popular, electricidad, caminos de pavimento, educación (preescolar, primaria y telesecunda-ria), no han sido suficientes para resolver el atra-so en que viven la mayoría de estas poblaciones.San José de las Flores es considerada por la Co-misión Nacional para el Desarrollo de los Pue-blos Indígenas (CDI), desde el 2005, como una comunidad indígena de origen Pame; la locali-dad forma parte del ejido de Laguna de la Cruz, compuesto por la comunidad que lleva éste nom-bre. En el Bosque y San José de las Flores, es importante señalar que su núcleo de población está considerado con un grado de marginación alto. Cabe destacar la incorporación de San Juan Buenaventura como población indígena Pame en los últimos años.El municipio colinda con las comunidades del Bosque, Laguna de la Cruz, San Juan Buena-ventura, en el municipio de Arroyo Seco, y con Río de Botello, en San Luís Potosí. Se llega a la comunidad por la carretera Arroyo Seco – Río Verde; la desviación se encuentra en la comuni-dad de Purísima de Arista, que se encuentra a pie de carretera, y a partir de ahí son 20 kilómetros de terracería. Por consiguiente, no cuentan con transporte público de Purísima de Arista a San José de las Flores, por lo que para llegar allá es necesario pagar entre $200.00 y $300.00 a un particular, o viajar de manera colectiva, puesto que, cuando el número de personas que va a la comunidad excede de 4 les cobran $30.00 por persona (Bárcenas y Guevara, 2007 con actuali-

zaciones de los datos estadísticos).Como la mayor parte de localidades rurales en nuestro país, no se posee un registro escrito que proporcione la antigüedad de la localidad y los orígenes de la conformación de la misma, sin embargo, es a partir de la tradición oral como ésta ha llegado a reproducirse.La historia se construye entonces, a partir de la combinación de relatos en donde se expresa lo que ellos son, lo que piensan de sí mismos, cómo se perciben y qué lugar ocupan en un contexto global, lo cual les permite visualizar un proyecto de futuro; es decir, la historia se vuelve impor-tante no sólo porque resignifica un pueblo, sino porque le permite plantear y desarrollar estrate-gias de vida para modificar el presente y tener un futuro diferente (Guevara, 2011).En dicho proceso no sólo son importantes las percepciones y los acontecimientos internos, sino cómo se interrelacionan con el exterior, cómo los perciben los otros y el lugar en el que esta relación los posiciona. Los pobladores más “antiguos”, como les llaman a los adultos mayo-res en San José de las Flores, provienen en su mayoría de Santa María Acapulco, municipio de Santa Catarina, en el Estado de San Luís Potosí. Se asume que, eran indígenas Pames los que lle-garon al lugar con el fin de trabajar en la Hacien-da de San Francisco, denominada “La Gata”2, fundada en el año de 1870, en la actual localidad de El Rayo, en el municipio de Arroyo Seco.Dicha hacienda, se cree que fue abandonada por sus fundadores (el primer propietario fue el

2 La ubicación de la hacienda, como sucedió en otros estados de la República, generó una de-manda de mano de obra que conlleva un proceso migratorio, el cual puede ser natural o forzado por la compra de esclavos, pues ésta colindaba con la región Xi’oi –pame- de San Luís Potosí. Lo cual propició, múltiples procesos poblacionales, que fueron generando en la región una gran he-terogeneidad ante los constantes intercambios culturales y la mezcla racial.

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Gral. Rafael Olvera y posteriormente su hermano Gregorio Olvera3 ) a finales del siglo XIX y princi-pios del siglo XX, principalmente por los movi-mientos revolucionarios de la época (Bárcenas y Guevara, 2007). Más adelante, con la llegada de la Reforma Agraria, se van a crear una serie de comunidades y ejidos que fraccionan la hacien-da y dan lugar a un proceso de reacomodo y re-construcción no sólo física, sino sociocultural e identitaria; y de ahí surge San José de las Flores, como lo recuerda doña Magdalena: “Mi esposo viene de los meros dueños de la hacienda que fueron los que dejaron estas tierras para que las pudiéramos trabajar, algunos otros que viven aquí ya estaban en ese entonces, pero sólo eran piones”4 .

Algunos de los dueños de la hacienda perma-necieron en el lugar y con el reparto agrario se constituye como localidad independiente, para luego, en el año 1925, se fundar el ejido deno-minado Laguna de la Cruz. La comunidad se conformó entonces con las familias que sobre-vivieron de la hacienda, siendo los principales troncos familiares, los Sandoval, los Castillo, los Luna, los Marín y los Quinto (Bárcenas y Guevara, 2007).

La ubicación de la hacienda, como sucedió en otros estados de la República, impulsó una demanda de mano de obra que conlleva un pro-ceso migratorio, el cual puede ser natural o for-zado por la compra de esclavos, pues ésta co-lindaba con la región Xi’oi–pame- de San Luís Potosí, razón por la cual se crearon múltiples procesos poblacionales, que fueron generando en la región una gran heterogeneidad ante los constantes intercambios culturales y el inter-cambio genético (Guevara, 2011).

3 Información proporcionada por la Sra. Magda-lena Martínez Sandoval, originaria de San José de las Flores.

4 Fragmento de entrevista realizada por Ilithya Guevara, con la sra. Magdalena Martínez y su es-poso Crisanto Marín en Noviembre de 2007.

En 1929 se funda el ejido denominado Laguna de la Cruz, que lo conformaron tres comunida-des: Laguna de la Cruz, El Bosque y San José de las Flores; la superficie total del ejido es de: 5.154.196 Has.; esto en el Plano Interno que involucra las Grandes Áreas, de las cuales, el ejido obtiene una primera dotación en 1929 por 2.331 Has., y una posterior ampliación en 1937 de: 2.474,80 Has., dando como total para el nú-cleo agrario: 5.061.135 Has.; distribuidas en 453.318 Has. de tierra parcelada; 94.061 Has. de asentamiento humano titulado y 4.606.817 Has. de uso común. Los beneficiarios registra-dos son 79 ejidatarios o comuneros y 11 avecin-dados (citado por Guevara, 2011:19).

La comunidad se conforma así, con un inte-rés común por obtener tierras propias para el cultivo, no obstante, la afinidad generada por la vecindad está permeada por el proceso de for-mación, en tanto que se hace explícita una divi-sión entre la población que tenía derecho a las tierras, por el arraigo generacional y los que no, por ser recién emigrados5 ; así, la comunidad se forma por mestizos e indígenas, pero también por ejidatarios y avecindados.

Las diferencias entre los dos principales gru-pos de la comunidad se notaron desde su for-mación, pues:

[�...] los xi’oi que llegan a San José de las Flores y a las cercanías, llegaron en cali-dad de ‘arrimados’, y su arribo data desde finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, quienes llegaron en busca de comida y un solar para vivir a cambio de trabajo, sin embargo, y según las personas mayo-res que fueron entrevistadas, los indíge-nas que hoy viven en la comunidad, no nacieron en ella, excepto dos o tres per-

5 Fragmento de entrevista realizada a la Sra. Magdalena Martínez Sandoval por Ilithya Gueva-ra en Noviembre 10 de 2007

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te, permitiendo a su vez visualizar el futuro. Su historia es también la construcción permanente de identidades; en cada comunidad los sujetos que la conforman viven de manera dinámica, expresada a partir de una serie de interacciones de factores y relaciones tanto “internas” como “externas”, que van a permitir en cada momento de su historia, que dicha identidad se constru-ya, al adicionar y recrear distintos elementos que permiten que en momentos específicos, los cuales pueden ser coyunturales, ésta se recree y se transforme. (Aguirre, 1997/ Guzmán y León, 1999/ Lisón, 1997).

Es así como San José de las Flores se constru-ye a partir de la conformación de una identidad social-comunitaria, que les otorga pertenencia a lo largo de su proceso histórico como grupo –ha-cia afuera-, y enmarcando sus diferencias parti-culares como individuos –hacia adentro—, desde la filiación étnica hasta los roles de género que dividen a hombres y mujeres por edad y sexo en diferentes actividades, otorgándoles caracterís-ticas específicas y patrones de comportamiento (Guevara, 2011). Igualmente, se enmarca en la identidad, particularmente en la identidad co-munitaria, el arraigo a la tierra, el uso y la dis-tribución de los espacios comunes y familiares o privados, y las actividades que en ellos desem-peñan, no sólo en el cómo las realizan, sino en el significado que éstas tienen tanto para sus ha-bitantes como para quienes conviven con ellos.

La identidad es lo que yo soy, que se construye de lo que considero que es importante y, en el contexto de la modernidad, la individual depen-de de la aceptación en el entorno, pues el indivi-duo tiene una necesidad de reconocimiento por el ‘otro’, así se define un yo no sólo a partir de mi representación, es decir, surge con la conciencia del yo que se hace posible, se adquiere y se co-noce en la alteridad, por el reconocimiento del Otro. Me identifico no sólo a través de lo que yo pienso que soy, sino del lugar que ocupo para el resto de la sociedad y del entorno. (Lisón, 1996 / Taylor, 1996 citados en Guevara, 2011) La iden-tidad definida así, se convierte, entonces, en un

sonas que ya fallecieron, los demás han ido llegando desde hace unos treinta años (Huerta, 2008:181 citado en Guevara, 2011:20).

La filiación indígena es un elemento identitario que se encuentra en pugna desde la formación de la comunidad, pero con el proceso de adapta-ción se ha ido incorporando al grupo mayoritario que son los mestizos, por lo que, definir ‘quién es y quién no es indígena’ no puede basarse en el idioma o en el lugar de nacimiento. Así, algunos matrimonios de los xi’oi que se establecieron en la región y tuvieron a sus hijos en ella, pueden considerarse indígenas, aunque no son recono-cidos por los vecinos o incluso nieguen su perte-nencia a dicho grupo. Además, dicha filiación, se ha visto trastocada desde el 2005 por la imposi-ción institucional de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indios (CDI), que de-signa como indígenas a todos los que habitan en el lugar (Guevara, 2011).

Identidad y culturaen los xi’oi de SanJosé de las Flores

La identidad es fundamentalmente parte de la cultura. Identidad y cultura constituyen la reali-dad social de una comunidad, de un pueblo, de una nación, pues en ellas se encuentra inmersa la historia y la vida de quienes la conforman. Ha-blar de cultura es hablar de creación, de proce-sos, de conocimientos, concepciones del mundo, de identidad, de significados. La vida humana se conforma de distintos elementos plurivalentes conjugados, que incluyen simultáneamente el in-dividualismo y la comunidad, el cual proviene del pasado, pero se van articulando con el presen-

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espacio de negociación y confrontación entre un yo, un nosotros y un los otros, a través de la cual se definen reglas, patrones y comportamientos a seguir, de los que a su vez van a surgir ideolo-gías que van a permear cada uno de los espacios socioculturales. Identidad es la ubicación de los individuos en una categoría determinada, que ordena la acción social y le da sentido a ésta.

Esta construcción identitaria, que como ya lo hemos mencionado, surge no sólo de lo que yo soy, sino de lo que los demás dicen que soy, va a estar atravesada por la adscripción étnica, entre los xi’oi y los que no se consideran indígenas –al menos hasta antes de que fuesen designados como tales-, pero también entre los ejidatarios que pertenecen a un grupo más amplio y los que no lo son.

El devenir histórico es el que los ha posicio-nado, otorgándoles un sentido de pertenencia y justificando su participación en las diversas actividades; es así como entre ejidatarios y ave-cindados se considera que su participación tiene que ver con la construcción del lugar. Así lo per-cibe una de sus habitantes: “como mis padres no eran de aquí a nosotros no nos tocó nada, el sólo era trabajante con la gente de antes“6.

En ese sentido, la historia ha posicionado a cada uno de los habitantes de la comunidad en un lugar específico, asignándoles patrones y va-lores diferenciados, pues como lo mencionan Zu-ñiga y García (1999: 96 citado en Guevara, 2011), lo que los unifica como unidad comunitaria es la historia que han construido conjuntamente a partir de la formación del ejido, el cual genera tradiciones comunes que se dividen entre los géneros y las generaciones, pero que su vez ha estado permeada por una división étnico-racial que los diferencía y puede llegar a marginarlos al interior de la propia comunidad.

6 Fragmento de entrevista realizada por Ilithya Guevara en Septiembre de 2007 a la sra. Sabina Castillo Sandoval

Por lo que podemos afirmar que la identidad grupal de San José de las Flores se compone de dos integrantes principales: el primero, un com-ponente indígena, que en un primer momento se caracteriza por la lengua, el vestido, la alimen-tación, la forma de organizarse en grupos y la solidaridad, entre otros; el cual se incorpora a la cultura mestiza en términos de discriminación y sometimiento que los lleva a la negación de lo que son; y otro mestizo, representado por una cultura campesina. Sin embargo, en este primer momento y como consecuencia del proceso his-tórico, lo indígena se va a ver subsumido a lo mes-tizo, viéndose obligado a adoptar la lengua del otro para ser entendido y aceptado por el grupo receptor, así como adquirir una serie de patrones y normatividades que no correspondan con las propias; esto lo podemos ejemplificar en el uso de los espacios, en donde las familias indígenas estaban acostumbradas más que a la siembra, a la caza y recolección, que era complementada con la pesca, pues provenientes de una zona ári-da ubicada a las riberas del río, la cosecha no es la principal fuente de su alimentación, además de que la mayoría de las familias indígenas que-dan como ‘avecindadas’. “En la integración de la comunidad los Xi’oi [�] son expulsados de sus tie-rras a causa de sus escasas oportunidades eco-nómicas, al mismo tiempo que son atraídos por la ciudad [o por otras comunidades rurales], donde aparentemente estas oportunidades son mejo-res” (Huerta, 2008: 33 citado en Guevara, 2011).

Desde un inicio, quienes llegan a la comunidad se incorporaron al mercado laboral en situación de desventaja, justificada en la inferioridad étni-ca del pueblo que es concebido por los mestizos de la región como:

[�...] <<los indios>>. [En donde] Los mes-tizos reconocen que los indígenas con los que conviven y comparten distintos aspec-tos de la vida cotidiana, son <<buenas per-sonas>>, trabajadores y gentes <<que res-petan a los demás>>. La percepción de las autoridades municipales, en las cabeceras

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y en las delegaciones, es reservada, para las instituciones locales [�], la población in-dígena significa un sector de pobreza más pronunciada con respecto a los demás ha-bitantes de las localidades que se atienden (Huerta, citado por Guevara, 2011).

Esta situación persiste entre los jóvenes, quie-nes se refieren a éste grupo como el lugar en donde habitan los ‘prietitos’, los ‘feos’, ‘los in-dios’, además de la constante de ser considera-dos como los “sin razón”, frente a los mestizos, “la gente de la razón” 7.

Más tarde, en la segunda generación de quie-nes migraron al lugar que podemos ubicar des-pués de los años ’30 con la conformación de la comunidad y la designación del ejido, es que las nuevas generaciones van creando su identidad propia –como grupo- con la mezcla de lo indíge-na, que se caracteriza por el sometimiento, y otro mestizo, que se posiciona como el dominante. Si bien es cierto que en la mayoría de los casos lo primero que se pierde es la lengua, prevalecen otra serie de patrones y preceptos propios de la cultura xi’oi, como lo son la alimentación, la so-lidaridad entre familias y hacia la comunidad, la práctica de la mano vuelta y las formas de orga-nización comunitaria, entre otros. Nos enfrenta-mos entonces a una identidad grupal construida con elementos que provienen de distintas raíces identitarias, pero que cuentan con un pasado común y un espacio compartido (Guevara, 2011).

7 Información que fue corroborada en los talleres realizados en los diferentes planteles educativos de las comunidades de San José de las Flores, El Bosque, El Quirino, San Juan Buenaventura y la Mojonera, dentro del proyecto: El rescate de la Identidad Pame Hacia un Desarrollo Rural Integral en la comunidad de San José de las Flores, Arro-yo Seco, Qro. coordinado por: Juan José Bárcenas Casas e Ilithya Guevara Hernández, con la partici-pación de Viridiana Galván Robles, y Jorge Semiel, INDESOL/UAQ, en octubre y noviembre de 2007

Hasta este momento las mujeres actúan como reproductoras de la identidad y cultura, sus ac-tividades han sido definidas en función a su gé-nero y a su edad, dedicadas principalmente a las actividades domésticas, a la alimentación, a la crianza y al cuidado de los hijos o hijas, así como a las actividades del cultivo, pero sólo como ayu-da a los maridos. Por tanto, su espacio de acción se desarrolla principalmente a partir del espacio privado y en pocas ocasiones tienen activida-des que las conectan con el exterior. El princi-pal cambio se va a dar a partir de los procesos migratorios, cuando los maridos, hijos y demás parientes y vecinos –hombres- salen de la comu-nidad dejándolas a ellas a cargo, no sólo de las actividades que ya realizaban sino de la econo-mía familiar.

Migración y su impacto en las identidades femeninas

La migración, como se mencionó anteriormen-te, tiene varios momentos a partir de su inicio: en un principio fue nacional y más tarde binacio-nal, pues se dirigen principalmente a los Estados Unidos, ante la necesidad de generar recursos para la sobrevivencia de los grupos familiares, pero se da de una manera similar para toda la comunidad. Como se ha estudiado ampliamente la migración se facilita con la creación de redes que permiten a los recién llegados sobrellevar el cambio, y en muchas ocasiones conseguir empleo, vivienda, alimento, etc. Pero, además, es un elemento que forma parte del imaginario común y, por tanto, de la identidad y cultura, al consolidarse como la idea de “una vida mejor”, o

Juan José Bárcenas Casas, Ilithya Guevara Hernández

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como lo denominan algunos antropólogos, “rito de paso”, que permite a los jóvenes pasar a la edad adulta al cumplir uno de los retos que de manera implícita la sociedad está determinando.

Cuando la migración es “hacia el norte”, la ma-yoría de quienes se aventuran lo hacen sin pape-les, pues la difícil historia migratoria entre EEUU y México dificulta que se haga de otra manera. Cruzan la frontera con “coyotes” que les cobran una cantidad de hasta 2,000 dólares por llevar-los y que automáticamente los hace adquirir una deuda que tienen que cubrir antes de poder acu-mular un capital para mandar a casa.

Es así como San José de las Flores, como mu-chas otras comunidades rurales, tiene sus desti-nos migratorios en donde otros se han aventurado a establecer relaciones, trabajo y vivienda, aunque siempre hay nuevas oportunidades que llegan a ellos a través de vecinos o de otros mexicanos que inician el mismo recorrido. El impacto que la salida de los jefes de familia, hijos, hermanos, familiares y amigos tiene en la comunidad, se van a manifes-tar en el hecho de que la mayor parte del año la co-munidad está habitada sólo por mujeres, adultos mayores, niños y niñas, que hace que la organiza-ción, tanto familiar como comunitaria, tenga una modificación. Además de que al no contar con pa-peles para cruzar libremente la frontera, muchos de los que se van lo hacen por temporadas hasta de 5 años, lo que dificulta principalmente mante-ner una comunicación afectiva con la familia.

Las mujeres se quedan entonces a cargo de la crianza de los hijos o hijas, el cuidado del cultivo y los animales –cuando los hay-, y la participa-ción en las decisiones comunitarias. Si bien es cierto que hay ocasiones en que el jefe de fami-lia o hijos mayores son consultados para tomar cualquier decisión, también es común encontrar que las mujeres han ido ganando espacios en la toma de decisiones, pues la permanencia en el lugar y la dificultad de comunicación las obliga a modificar los patrones tradicionales. Por consi-guiente, las nuevas generaciones aprenden que la toma de decisiones no puede ser ya una activi-dad exclusivamente masculina.

Recientemente han venido cambiando los pa-trones migratorios, obligados por el recrudeci-miento de las leyes migratorias norteamericanas y la exacerbación de la violencia en nuestro país, pero aún no contamos con información necesa-ria que nos permita obtener afirmaciones sobre lo que la migración de retorno o la presencia cada vez más frecuente de los hombres trae a la comunidad. Por ahora podemos decir a ma-nera de conclusión que, si bien es cierto que la emigración, que hasta el 2009 era el principal sustento económico de la comunidad, ha venido decreciendo con el recrudecimiento de la cri-minalización por parte del gobierno estadouni-dense, y ante la inseguridad que representa la movilidad en el país, dicho fenómeno ha dejado huellas que llevan a la recomposición de la orga-nización social y familiar y, muy probablemente, de continuar de esta manera, irán formando par-te de los patrones de comportamiento hasta ser incorporados a la identidad sociocultural.

Tal es el caso de Pancha, madre de 4 niños y esposa de migrante, que en el 2009 se postuló como subdelegada por considerar importante la participación de las mujeres en la toma de deci-siones que atañen a la comunidad, en tanto que la mayor parte del año está habitada por muje-res, niños, niñas y adultos mayores. A pesar de que en el último momento decidiera no asumir la posición, esto marca un precedente en el es-pacio de acción de las mujeres ampliándolo de lo privado a lo público, “más allá de la cocina”.

Consideraciones finales

Es importante reflexionar sobre los cambios multifactoriales que se han suscitado no solo como resultado de la migración masculina, sino a la par de una serie de cambios en lo político

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y lo social con respecto al género, la identidad y los derechos de las mujeres y niñas en el con-texto de un país pluriétnico y multicultural, ba-sado en la diversidad y la tolerancia, que aún no están totalmente resueltas y que siguen siendo una deuda pendiente con grandes sectores de la población femenina y en particular a núcleos de población indígena.

Las políticas sociales seguidas en los últimos años, con el impulso de reformas neoliberales violentas que atentan en contra de estas locali-dades, a partir de una economía que poco o casi nada han beneficiado al desarrollo de las comu-nidades rurales en el estado de Querétaro, no hay congruencia entre el discurso oficial y la realidad que atraviesan estas localidades. Si partimos de que las garantías que consagrara la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sobre el derecho a una serie de satisfactores, como vi-vienda, educación, empleo, etcétera, distan mu-cho de lo que realmente sucede.

Es así como la incertidumbre, la ignorancia, la carencia de servicios, las cifras de población en condiciones de pobreza y extrema pobreza, son entre muchos otros los factores que minan el de-sarrollo social de nuestras comunidades.

San José de las Flores es un caso que nos per-mite analizar la gestación de los cambios que pue-den ser posibles no sólo desde afuera, sino desde la propia participación de quienes luchan todos los días por tener una vida mejor para sí y para los suyos, y porque su voz sea escuchada con igual re-conocimiento, que se refuerza con la ausencia de quienes, ante la imposibilidad de mantener a los suyos, migran en busca de nuevas alternativas.

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Registro Agrario Nacional

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Juan José Bárcenas Casas, Ilithya Guevara Hernández

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