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University of Wollongong Research Online Faculty of Law, Humanities and the Arts - Papers Faculty of Law, Humanities and the Arts 2003 Orwell y la revolución social: instrucciones en clave de fábula para domar al pequeño totalitario que todos llevamos dentro Luis Gomez Romero Universidad Carlos III de Madrid, [email protected] Research Online is the open access institutional repository for the University of Wollongong. For further information contact the UOW Library: [email protected] Publication Details Gomez Romero, L. (2003). Orwell y la revolución social: instrucciones en clave de fábula para domar al pequeño totalitario que todos llevamos dentro. Revista del Instituto de la Judicatura Federa, 2 7-30.

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University of WollongongResearch Online

Faculty of Law, Humanities and the Arts - Papers Faculty of Law, Humanities and the Arts

2003

Orwell y la revolución social: instrucciones en clavede fábula para domar al pequeño totalitario quetodos llevamos dentroLuis Gomez RomeroUniversidad Carlos III de Madrid, [email protected]

Research Online is the open access institutional repository for the University of Wollongong. For further information contact the UOW Library:[email protected]

Publication DetailsGomez Romero, L. (2003). Orwell y la revolución social: instrucciones en clave de fábula para domar al pequeño totalitario que todosllevamos dentro. Revista del Instituto de la Judicatura Federa, 2 7-30.

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AbstractI. Nota introductoria: Manifiesto urgente para liberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que le han reducido lossimplistas

Eric Arthur Blair —niño dotado de un nombre británico como pocos— nació el 25 de junio de 1903 enMontihori, Bengala; hijo de Richard Walmesley Blair, funcionario inglés del Departamento del Opio en elServicio Civil de la India, y de Ida Blair, de origen francés. Probablemente, algún hipotético lector se estarápreguntando por qué tendríamos que guardar memoria de un natalicio que sucedió, al tiempo que escriboestas líneas, casi cien años atrás. Para responder a esta cuestión bastaría afirmar que todo nacimiento es unamaravilla, un inquietante universo de posibilidades abiertas a la libertad, pero existen otras poderosas razonespara recordar aquel suceso. Porque Eric Arthur Blair dejó, bajo seudónimo, una huella portentosa de su pasopor el mundo. Eric Arthur Blair y George Orwell son una y la misma persona.

Keywordsn, social, instrucciones, en, clave, de, f, bula, para, domar, al, peque, o, totalitario, que, todos, llevamos, dentro,orwell, la, y, revoluci

DisciplinesArts and Humanities | Law

Publication DetailsGomez Romero, L. (2003). Orwell y la revolución social: instrucciones en clave de fábula para domar alpequeño totalitario que todos llevamos dentro. Revista del Instituto de la Judicatura Federa, 2 7-30.

This journal article is available at Research Online: http://ro.uow.edu.au/lhapapers/818

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I. Nota introductoria: Manifiesto urgente paraI. Nota introductoria: Manifiesto urgente paraI. Nota introductoria: Manifiesto urgente paraI. Nota introductoria: Manifiesto urgente paraI. Nota introductoria: Manifiesto urgente paraliberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que leliberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que leliberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que leliberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que leliberar a Eric Arthur Blair de la prisión a que le

han reducido los simplistashan reducido los simplistashan reducido los simplistashan reducido los simplistashan reducido los simplistasEric Arthur Blair —niño dotado de un nombre

británico como pocos— nació el 25 de junio de 1903en Montihori, Bengala; hijo de Richard WalmesleyBlair, funcionario inglés del Departamento del Opioen el Servicio Civil de la India, y de Ida Blair, de ori-gen francés. Probablemente, algún hipotético lectorse estará preguntando por qué tendríamos que guar-dar memoria de un natalicio que sucedió, al tiempoque escribo estas líneas, casi cien años atrás. Para res-ponder a esta cuestión bastaría afirmar que todo na-cimiento es una maravilla, un inquietante universo deposibilidades abiertas a la libertad, pero existen otraspoderosas razones para recordar aquel suceso. Por-que Eric Arthur Blair dejó, bajo seudónimo, una hue-lla portentosa de su paso por el mundo. Eric ArthurBlair y George Orwell son una y la misma persona.

El centésimo aniversario del nacimiento deGeorge Orwell parece un pretexto inmejorable para

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que todos llevamos dentro

“And above all, no animal must ever tyranisse over his ownkind. Weak or strong, clever or simple, we are all brothers. Noanimal must ever kill any other animal. All animals are equal”.

George Orwell, Animal farm

Agradezco la orientación que me ofreció el Dr. José IgnacioLacasta para la elaboración del presente ensayo

Luis Gómez RomeroBecario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

(CONACYT), Universidad Carlos III de Madrid, Programa deDoctorado en Derechos Humanos

releer su obra y aclarar, así sea en la medida que lopermite un ensayo de esta índole, los malentendidos—y, ocasionalmente, francas calumnias— que, en unpaís como México, se han ido acumulando sobre ella.Aún recuerdo que, durante mi primer año de estudiosuniversitarios en la Escuela Libre de Derecho, ciertoprofesor de economía destacable tanto por su con-cepción ultraliberal de la sociedad, como por el esca-so o nulo aparato crítico en que la fundaba, solía re-comendar la lectura de Animal farm (o Rebelión en lagranja, según se le ha titulado en la traducción caste-llana)1 a manera de una elocuente introducción sobrelos “horrores” de la intervención estatal en la econo-

1 Orwell, George, Animal Farm. A fairy story, London, Penguin, 2000.Existe traducción castellana: IBID, Rebelión en la granja, trad. deRafael Abella, Barcelona, Destino, 1998. Dado que será el libro queemplearé en mayor medida para exponer el pensamiento social deOrwell, cada vez que me refiera a esta obra citaré ambas ediciones.

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mía. Curiosamente, la aproximación bajo aquella óp-tica al pensamiento orwelliano no me convenció,como lo deseaba aquel profesor, del “fracaso rotun-do” al que se encuentra destinado todo esfuerzo deredistribución de la riqueza, en la medida en que “ne-cesariamente” constituye un “atentado contra la li-bertad”. En cambio, me granjeó una antipatía gratui-ta hacia Orwell.

Digo “gratuita” porque, al cabo de los años, mehe convencido de que Rebelión en la granja debe leersecomo lo que es, una fábula (“a fairy story”, un “cuentode hadas”, según le subtituló el propio Orwell), paracomprender toda la profundidad de su moraleja políti-ca. Y lo mismo podríamos decir respecto a 1984.2 Demodo que, amén de la oportunidad del centenario, meparece que la referida moraleja de ambos libros —sinlugar a dudas, los más difundidos entre la obra deOrwell— constituye una veta importantísima de re-flexión para una coyuntura histórica como la que atra-viesa México, en que tras una mera sustitución (o al-ternancia, como lo prefiere el léxico político en boga)de los grupos políticos hegemónicos, la sociedad mexi-cana en su conjunto ha comenzado a cuestionarsesobre la conveniencia de mantener vigentes algunoselementos del espacio público que facilitaron la per-petuación del régimen autoritario (1929-2000)3 y que,al día de hoy, deben ser reformados a efecto de sentarlas bases de una auténtica transición democrática.

Asimismo, es conveniente destacar que, en ob-sequio tanto a mis preferencias personales (siemprehe sentido especial debilidad por los cuentos de ha-

das) como al hecho de que 1984 ha recibido mayoratención de la crítica especializada, he ceñido mi re-flexión sobre Orwell al primero de los libros aludidos,esto es, a Rebelión en la granja. No obstante, me parececonveniente advertir que, con miras a obtener algúnprovecho de dicha fábula, es urgente liberar a su au-tor de la prisión a la que le han reducido los simplistasque —al igual que mi profesor— presentan a GeorgeOrwell como un campeón de la guerra fría, el profeta delneoliberalismo por antonomasia. Nada más lejos de larealidad: George Orwell fue un revolucionario y unsocialista convencido. “En mi opinión”, afirma en elprólogo a la edición ucraniana de Rebelión en la granja,“nada ha contribuido tanto a la corrupción del idealoriginal del Socialismo como la creencia de que Rusiaes un país Socialista y de que cada acto de sus gober-nantes debe ser excusado, cuando no imitado”.4

La confusión respecto al pensamiento orwellia-no, por ende, tiene sus raíces en que se trata de unautor socialista y antitotalitario (antiestalinista) a la vez.En este sentido, resultará asaz provechoso suscribir,con algún matiz, las dos acotaciones que José IgnacioLacasta propone asumir como presupuestos de unaaproximación seria al pensamiento social del escritoringlés: i) que Orwell poseyó unas ideas sugerentes,pero también contradictorias, tanto acerca del podercomo de otros problemas políticos, y ii) que, por estarazón, se trata de un autor fácilmente manipulable si setoman en forma interesada sus opiniones aisladas, demodo que un conocimiento medianamente precisosobre Orwell exige poseer una visión de conjunto desu ideario.5 Bien mirada, empero, la segunda observa-ción de Lacasta parece excluir la primera. Un pensa-miento fragmentario, en efecto, puede presentar con-tradicciones; la perspectiva global, por el contrario,las suprime. Personalmente, he llegado a la conclu-sión —que pretendo esbozar a lo largo de estas pági-nas— de que, antes que contradicciones, lo que hayen la obra de Orwell es una verdadera evolución que le

2 Existe traducción castellana. Orwell, 1984, 17ª ed., Barcelona, Desti-no, 1995.

3 Asumo, con José Ramón Cossío, que el sistema político mexicanodurante el periodo aludido fue autoritario y no totalitario, puesto que:i) no se caracterizó por considerar legítima la eliminación física de losadversarios políticos, y ii) comprendía un conjunto de normas jurídicascuyo contenido era “formalmente” democrático. La legitimidad realdel régimen, empero, no fue democrática o pluralista, sino de tipocorporativista. Cossío subraya, contra la tendencia general de los estu-diosos en la materia, que el presidente no constituía el factor determi-nante del sistema (en el sentido de ejercer una dominación de índolecarismática), sino que en realidad recibía su fuerza del entramado a quedaban lugar los arreglos corporativistas, cuyo origen se remonta alPartido Revolucionario Institucional (PRI) y las organizaciones polí-ticas que le precedieron (el Partido de la Revolución Mexicana y elPartido Nacional Revolucionario, respectivamente PRM y PNR porsus siglas). Cfr. Cossío, José Ramón, Cambio social y cambio jurídico,México, Miguel Ángel Porrúa/Instituto Tecnológico Autónomo deMéxico, 2001, pp. 25 y ss.

4 Orwell, “Preface to the ukrainian edition of Animal Farm”, en AnimalFarm…, p. 112 (la traducción es propia). El texto del prólogo a laedición ucraniana no aparece en la versión castellana citada.

5 Lacasta, José Ignacio, “Eric Blair: ¡cuidado con las ballenas! Trazosgruesos sobre el pensamiento social de George Orwell”, en IBID (comp.),George Orwell. Dentro y fuera de la ballena, Madrid, Revolución,1984, p. 15.

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lleva en ocasiones a modificar, en vista dedeterminados sucesos, sus tesis relativasa las causas, naturaleza y opciones de so-lución de un amplio rango de cuestionesproblemáticas.6

Así, he procurado estructurar esteensayo de modo que, con el matiz señala-do, gire en torno a las dos ideas sugeridaspor Lacasta. Primero, trataré brevementela experiencia vital de Orwell en el con-texto de la guerra civil española, episodioque influyó en forma decisiva sobre el de-sarrollo posterior de su pensamiento. Ensegundo lugar —a efecto de proporcionar,así sea brevemente, los elementos de unmarco crítico adecuado para una lecturano interesada de Rebelión en la granja que, asu vez, pueda arrojar alguna luz sobre lascondiciones actuales del espacio públicomexicano— haré un balance entre el so-cialismo orwelliano (tanto en su etapa deilusiones como en la de desilusiones) y algu-nas de las tesis sustentadas por el refor-mismo socialdemócrata. Finalmente, abor-daré los episodios fundamentales de Rebe-lión en la granja y los compararé, como ya he señalado,con algunas características del espacio público mexi-cano bajo el contexto de la alternancia.

II. II. II. II. II. De tDe tDe tDe tDe te ipse fe ipse fe ipse fe ipse fe ipse fabula narabula narabula narabula narabula narrrrrraturaturaturaturatur, , , , , o la eo la eo la eo la eo la experienciaxperienciaxperienciaxperienciaxperienciaespañola de Orwellespañola de Orwellespañola de Orwellespañola de Orwellespañola de Orwell

De te ipse fabula narratur... Este añejo refrán lati-no puede sernos de utilidad para interpretar la fábulade Orwell en clave realista, esto es, como un relatoque expresa las vivencias de su autor y, por ende, tras-luce notas autobiográficas, lo mismo confesionesabiertas que simples indiscreciones. Pero, al mismotiempo, el adagio nos indica que la fábula está ha-blando de todos sus posibles lectores. A lo largo de laobra orwelliana, ciertamente, es posible identificar unaconstante preocupación por definir, mediante la me-táfora, la naturaleza de la relación entre dominadores

y dominados que se encuentra en el cen-tro de la reflexión política.7 Por consiguien-te, Orwell también está hablando sobre no-sotros, sobre cada uno de sus lectores en lamedida en que padezcan, o se encuentrenen posibilidad de padecer, una relacióninjusta de dominio político.8

De ahí el interés inherente al estu-dio, en el México de principios del sigloXXI, de un autor que se desenvolvió enuna realidad tan —aparentemente— aje-na a la nuestra, pero sin descontextuali-zarle respecto a su entorno histórico y so-cial particular. Aunque Orwell, en últimainstancia, está hablando sobre nosotros, tam-bién habla sobre su propia experiencia vi-tal. “En breve, la personalidad y experien-cia del escritor”, apunta a este respectoStephen Ingle, “determinan nuestra com-prensión de una novela. No somos libresde leer o de construir a Orwell o a cual-quier otro autor como nos plazca”.9 Di-cho en otras palabras, la mejor lectura deRebelión en la granja será aquella que partade una biografía —tanto existencial como

intelectual— de Orwell.Lacasta identifica, grosso modo, las siguientes eta-

pas en la evolución del pensamiento social de Orwe-ll:10 i) la formación de un ideario anticolonialista, an-tirracista y proclive a la igualdad, tras su estancia comopolicía en Birmania;11 ii) la elaboración de un progra-

De te ipse fabulanarratur... Esteañejo refránlatino puede

sernos de utili-dad para inter-pretar la fábula

de Orwell enclave realista,

esto es, como unrelato que ex-

presa las viven-cias de su autor

y, por ende,trasluce notasautobiográficas

6 En el mismo sentido, Holderness, Graham, Bryan Loughrey y NahemYousaf (eds.), “Introduction”, en IBID, George Orwell, Hong Kong,Macmillan Press, 1998, p. 12.

7 Ingle, Stephen, “The anti-imperialism of George Orwell”, en ibidem,p. 228.

8 Sobre el particular, manifiesta Malcolm Bradbury: “A pesar de que[Animal Farm] es un libro sumamente inglés [...] su significado se haextendido hacia la historia contemporánea y la cultura mundial; todoshemos vivido o hemos estado en riesgo de vivir en algún lugar cercanoa la Granja Animal, o a la Granja Manor que resurge hacia el final. Esuna de las grandes alegorías políticas modernas, y la historia que cuen-ta, sobre la inocente y necesaria revolución que se transforma endictadura y traición, es no sólo una impresionante obra de inteligenciapolítica sino un mito moderno fundamental”.·Bradbury, Malcolm,“Introduction”, en Animal Farm..., p. XVI (la traducción es propia).La introducción de Bradbury no aparece en la versión castellana.

9 Ingle, op. cit., p. 228. (la traducción es propia).10 Lacasta, “Eric Blair: ¡cuidado con las ballenas!...”, p. 35.11 Orwell formó parte de la Policía Imperial de Birmania entre los años

de 1922 y 1927. La experiencia birmana, según sus propias palabras,influyó decisivamente en su obra posterior: “En una época pacíficapodría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos y

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ma social, expuesto en El camino de Wigan Pier;12 defondo humanista pero sin pretensiones revoluciona-rias; iii) la adopción de unas concepciones muy cerca-nas al comunismo libertario, adquiridas durante suparticipación en la guerra civil española y desarrolla-das en su libro Homenaje a Cataluña;13 iv) la postula-ción de un fuerte antiestalinismo, como consecuenciade la experiencia bélica española, y v) la caída en undesencanto general que le conduce a posturas inti-mistas y a la asimilación nihilista de que “todo podercorrompe”, ideas preferentemente contenidas en Re-belión en la granja y 1984.

Posteriormente explicitaré ciertos matices que,en mi opinión, sería pertinente añadir al análisis deLacasta, puesto que no parece —salvo por algunosensayos aislados14— que una evaluación global de laobra de Orwell nos conduzca a calificarlo, en la últi-ma etapa de su vida, como un autor “intimista” o “ni-hilista”. Por el momento, para efectos de desentrañarlas condiciones existenciales bajo las cuales Orwellse planteó Rebelión en la granja, bástenos partir de latercera etapa señalada por Lacasta, durante la cualgerminaron las raíces de la desilusión (yo prefiero ha-

blar de lucidez) que, a la postre, habría de conducir aOrwell hacia la “desesperada ternura” que, en pala-bras de Richard Rorty, constituye la nota fundamen-tal de dicha obra.15

Orwell formó parte de los voluntarios extranje-ros que se incorporaron espontáneamente a las filasde las milicias republicanas.16 “Me alisté en las mili-cias del POUM”,17 anota “a finales de 1936 [...] Teníala intención de ir a España para recoger informaciónpara artículos de diario, etc. [sic], y tenía también unavaga idea de luchar si parecía oportuno [...]”.18 Origi-nalmente, nuestro hombre pensó en acogerse al PCE19

puesto que había escuchado rumores de que no po-dría cruzar la frontera sin documentación de una or-

probablemente habría permanecido casi al margen de mis lealtadespolíticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie depanfletista. Primero estuve cinco años en una profesión que me resul-taba penosa (la Policía Imperial India, en Birmania), y luego pasé lapobreza y sentí la impresión del fracaso. Esto aumentó mi antipatíanatural contra la autoridad y me hizo darme cuenta por primera vez dela existencia de las clases trabajadoras, así como mi tarea en Birmaniame había hecho entender algo de la naturaleza del imperialismo: sinembargo estas experiencias no fueron suficientes para proveerme deuna orientación política precisa”. Orwell, “Why I write”, en IBID,Decline of the English murder and other essays, London, Penguin,1988, p. 184 (la traducción es propia).

12 Existe traducción castellana. Orwell, El camino de Wigan Pier, Barce-lona, Destino, 1983.

13 Consulté la siguiente traducción castellana: Orwell, Homenaje a Cata-luña, trad. de Carlos Pujol, Barcelona, Círculo de Lectores/GalaxiaGutenberg, 1996.

14 En forma destacada, el ensayo titulado Dentro de la ballena (1940),en el cual Orwell afirma lo siguiente: “Casi con certeza nos movemoshacia una época de dictaduras totalitarias, una época en que la libertadde pensamiento será en un principio un pecado mortal y después unaabstracción sin sentido. La autonomía individual se eliminará de laexistencia. Esto quiere decir que la literatura, al menos como la cono-cemos ahora, debe sufrir una muerte temporal, en el mejor de los casos.La literatura del liberalismo está llegando a un final y la literatura deltotalitarismo no ha hecho aún su aparición y además es apenas imagi-nable. En cuanto al escritor, sentado en un iceberg que se derrite, es unmero anacronismo, una resaca de la edad burguesa, tan sentenciado sinduda como el hipopótamo”. Orwell, “Dentro de la ballena”, trad. deAna Cañellas y Tomás del Amo, en Lacasta (comp.), George Orwell...,p. 115.

15 Rorty, Richard, “The last intellectual in Europe”, en Holderness et al(eds.), op. cit., p. 141.

16 Desde el comienzo de la guerra civil española, durante la segunda mitadde julio de 1936, se unieron a las milicias republicanas grupos de volun-tarios extranjeros (principalmente refugiados políticos, alemanes, ita-lianos o polacos que habían huido de sus respectivas dictaduras; ymilitantes antifascistas, en su mayoría, franceses y británicos). Casitodos ellos se encontraban en Barcelona en el momento del estallidode la insurrección militar contra el Gobierno de la República. La ciudadcondal sería escenario de la apertura —el 22 de julio— de la llamadaOlimpiada Popular, organizada por los partidos y sindicatos de iz-quierda europeos como alternativa a los Juegos Olímpicos oficiales quehabrían de celebrarse en Berlín pocas semanas después, patrocinadospor el régimen nazi. Parece comprobado que los primeros extranjerosque tomaron parte en los combates fueron los mismos atletas y parti-cipantes en la Olimpiada Popular. A ellos se sumarían posteriormenteotros extranjeros incorporados tras el aplastamiento de la insurrec-ción en Barcelona, entre los cuales destacan el dirigente comunistaalemán Hans Beimler (quien organizó la centuria Thaelmann), el so-cialista italiano Carlo Roselli, el poeta comunista inglés John Conford,el escritor francés André Malraux y el propio George Orwell. La biblio-grafía sobre las brigadas internacionales es, según apunta EnriqueMoradiellos, numerosa y, por lo general, muy beligerante en uno u otrosentido. A modo introductorio, véase Thomas, Hugh, La guerra civilespañola, trad. de Neri Daurella, Barcelona, Grijalbo, 1996, vol. I, pp.491 y ss., y Moradiellos, Enrique, “Las brigadas internacionales de laguerra de España”, Claves de la razón práctica, Núm. 69, enero/febre-ro de 1997, pp. 69-72. Una reflexión reciente y plural sobre el temapuede encontrarse en Requena Gallego, Manuel (coord.), La guerracivil española y las brigadas internacionales, Cuenca, Universidad deCastilla-La Mancha, 1998.

17 Partido Obrero de Unificación Marxista. Fundado en el año de 1929,mediante la fusión de dos organizaciones comunistas que hasta enton-ces se habían mantenido distanciadas; a saber, el Bloque Obrero yCampesino y la Izquierda Comunista. El programa político del POUMpuede consultarse en línea: Nin, Andreu y Joaquín Maurín, Qué es y quéquiere el Partido Obrero de Unificación Marxista, http://www.fundanin.org/POUM.htm, edición digital de la Fundación AndreuNin, marzo de 2002, consulta de 15 de junio de 2003.

18 Orwell, “Notas sobre las milicias españolas”, en IBID, Mi guerra civilespañola, 3ª ed., trad. de Rafael Vázquez Zamora y Josep C. Vergés,Barcelona, Destino, 1985, pp. 89 y 90.

19 Partido Comunista Español.

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ganización de izquierdas.20 Sin embargo, las cartas derecomendación que finalmente obtuvo le fueron ex-tendidas por el Partido Laborista Independiente (ILP,según sus siglas en inglés), organización política bri-tánica que guardaba relaciones con el POUM.21

En el contexto de la España republicana, ca-racterizado por un espectro político sumamente frag-mentado,22 el hecho de que Orwell militara en elPOUM y no en el PCE —o en su versión catalana, elPSUC23— resultó determinante. “Un miliciano”, se-ñala a este respecto Orwell, “era un soldado que lu-chaba contra Franco, pero también un peón de unagigantesca batalla que se estaba librando entre dosteorías políticas”.24 Así, simplificando la complejidadpolítica única de aquel momento histórico, podemosafirmar que, frente a la “línea” (según la expresiónempleada por el propio Orwell) de los comunistas, seerguía la “línea” del POUM que, mutatis mutandis, erasecundada por el bloque sindical anarquista CNT-FAI.25

Ciertamente, la crisis de la República, según elhistoriador Hugh Thomas, fue consecuencia de laentrada en escena, en julio de 1936, del PCE, cuyasituación, a grandes rasgos, puede definirse en los si-guientes términos: i) soporte diplomático y militar dela Rusia soviética; ii) participación estratégica de unexperto grupo de comunistas internacionales, y iii)apoyo de las clases medias.26 Thomas subraya que elPCE no reunía las características de un partido co-munista ordinario, en la medida en que se considere

que todo partido de semejante índole debe ser revo-lucionario por naturaleza. Aunque su propaganda seceñía a los principios de la revolución rusa, en la prác-tica su acción propugnaba por un régimen burgués,disciplinado y de centro-izquierda, capaz de ganar laguerra, con una industria privada limitada por algu-nas nacionalizaciones, pero sin llegar al extremo de lacolectivización.27 En síntesis, los comunistas repre-sentaban las aspiraciones de una pequeña burguesíadeseosa de encontrar protección contra el anarquis-mo y el déficit en la legalidad provocado por la gue-rra, según se desprende de la descripción que Orwellhace de la “línea” postulada por el PSUC:

Por el momento, lo único que importa esganar la guerra; si no se gana la guerra,todo lo demás carece de sentido. Por lotanto, no es el momento oportuno para ha-blar de promover la revolución [...] Eneste momento no luchamos por la dictaduradel proletariado, sino por la democraciaparlamentaria. Quien trata de convertir laguerra civil en una revolución social estáhaciendo el juego a los franquistas y, enconsecuencia, aunque ésta no sea su inten-ción, actúa como un traidor.28

La “línea” del POUM, por el contrario, es pre-sentada por Orwell en los siguientes términos:

Es una insensatez hablar de oponer al fas-cismo una “democracia” burguesa. La “demo-cracia” burguesa no es más que otro nombredel capitalismo, como lo es el fascismo;luchar contra el fascismo en nombre de la“democracia burguesa” equivale a lucharcontra el capitalismo en nombre de otra desus variantes, que en cualquier momentopuede convertirse en la primera. La únicaalternativa real que existe frente al fas-cismo es el control obrero [...] La guerray la revolución son inseparables.29

20 Orwell, “Notas sobre las milicias españolas”, p. 90.21 Ibidem, p. 91. Sobre el particular, Orwell confiesa: “Sabía que estaba

sirviendo en algo llamado POUM (si me había enrolado en la miliciadel POUM, y no en otra cualquiera, se debía a que llegué a Barcelonacon documentos del ILP), pero no comprendía que existían grandesdiferencias entre los partidos políticos”. Homenaje a Cataluña, p.208.

22 Orwell presenta, en los capítulos V y XI de la primera edición deHomenaje a Cataluña, un panorama bastante aproximado de la situa-ción político-ideológica imperante en la España republicana. Para unasíntesis brevísima de las fuerzas ideológicas que conscientemente pug-naban por la lealtad de los españoles durante los años treinta del siglopasado, tanto en la zona republicana como en la franquista, cfr. Jackson,Gabriel, “La guerra civil española. Múltiples significados históricos”,Claves de la razón práctica, Núm. 115, septiembre de 2001, pp. 66 y67.

23 Partit Socialista Unificat de Catalunya.24 Orwell, Homenaje a Cataluña, p. 208.25 Confederación Nacional de Trabajadores-Federación Anarquista

Ibérica.26 Cfr. Thomas, op. cit., vol. II, p. 698.

27 Loc. cit.28 Orwell, Homenaje a Cataluña, p. 219.29 Ibidem, p. 220. Sobre la postura de los anarquistas, Orwell anota:

“Aceptaban la consigna del POUM: ‘La guerra y la revolución soninseparables’, aunque se mostraban menos dogmáticos en la manera deaplicarla. En líneas generales, la CNT-FAI abogaba por: 1) Controldirecto de la industria por los obreros que trabajaban en cada industria,es decir, transportes, fábricas textiles, etc. 2) Gobierno por medio decomités locales y oposición a todas las formas de autoritarismo cen-tralizado. 3) Declarada hostilidad a la burguesía y a la Iglesia. Esteúltimo punto, aunque el menos concreto, era el más importante. Los

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El POUM era un partido señalado por su filia-ción “trotskista”. Conforme a los cánones de la épo-ca, empero, dicho calificativo significaba bien poco,puesto que, como Orwell manifiesta, su grado deequivocidad llegaba a tal grado que se empleaba paraaludir, cuando menos, a tres cosas distintas: i) unapersona que, como Lev (León) Davidovich Trotsky,preconizaba la revolución mundial y, en consecuencia,se manifestaba contraria al socialismo en un solo país (o,dicho en forma más general, un revolucionario extremis-ta); ii) un miembro de una organización liderada porTrotsky, y iii) un fascista camuflado que fingía ser re-volucionario y que actuaba saboteando y dividiendolas fuerzas de izquierda.30 “En la primera acepción”,afirma Orwell, “el POUM probablemente podría des-cribirse como trotskista”.31 Los otros dos significados,en efecto, difícilmente podrían aplicarse al POUM,salvo mediante un enorme esfuerzo propagandísticoauspiciado por los comunistas.

Las grandes purgas estalinistas, que comenza-ron en agosto de 1936 con el juicio de traición contraGrigori Zinoviev32 y Lev Kamenev,33 repercutieron

gravemente en la situación española. En realidad, elescenario al que se enfrentó Orwell —en tanto mili-ciano del POUM— se venía anticipando desde la dé-cada de los veinte, con la fundación de la III Interna-cional. Los estatutos del Komintern —nombre con elque se conoció a la Internacional Comunista— en efec-to, marcaron una separación radical respecto a los prin-cipios de la II Internacional. “La II Internacional”,refiere sobre el particular Leszek Kolakowski, “no fueuna organización uniforme y centralizada con un cuer-po de doctrina elaborado y reconocido por todos susmiembros, sino más bien una amplia federación departidos y sindicatos que actuaban independientemen-te pero unidos por su fe en el socialismo”.34 Por elcontrario, el Komintern estableció un régimen de par-tido único y centralizado, del cual los partidos nacio-nales constituían meras secciones, y cuyo propósitoera utilizar todos los medios —inclusive la fuerza ar-mada— para crear una república internacional de So-viets que, como la forma política de la dictadura delproletariado, supuestamente representaba el “prelu-dio histórico necesario” para la abolición del estado.35

Posteriormente, el V Congreso del Komintern,celebrado a mediados de 1924 —es decir, durante unaépoca en la que el triunvirato gobernante de Yosif(José) Stalin, Kamenev y Zinoviev estaba enzarzadoen la lucha contra Trotsky—, aprobó una resoluciónexigiendo una “bolchevización” de todos sus integran-tes. Esto, en teoría, significaba que debían adoptarlos métodos y estilo del partido ruso, aunque en lapráctica implicaba que debían aceptar su autoridaden todas las cuestiones. Los comunistas de todos lospaíses condenaron, a instancia de Stalin y sus colabo-radores, a Trotsky en forma unánime.36 De esta ma-

anarquistas se diferenciaban de la mayoría de los llamados revoluciona-rios en el sentido de que, aunque sus principios eran más bien vagos, suodio a los privilegios y a la injusticia no podía ser más sincero”. Ibidem,p. 222.

30 Ibidem, p. 257.31 Ibidem, p. 258.32 Grigori Evseyevich Zinoviev (1883-1936) se unió al Partido Socialde-

mócrata Ruso de los Trabajadores en el año de 1901. En 1903, seadhirió a la facción “bolchevique” creada por Vladimir Ilych UlyanovLenin (en oposición a los “mencheviques” liderados por Yulii —Julius—Osipovich Martov). Fue uno de los colaboradores más cercanos deLenin en el exilio (1909-1917). En 1917 volvió, con Lenin, a Rusia.Tras el triunfo de los bolcheviques, resultó elegido presidente delKomintern en 1919, cargo que desempeñó hasta 1926. Integró, juntocon Kamenev y Stalin, el triunvirato que tomó el poder en la UniónSoviética tras la muerte de Lenin, cargo desde el cual dirigió los ataquescontra Trotsky. Tras la derrota de Trotsky, Stalin se volvió contra susantiguos aliados, de modo que Zinoviev fue expulsado del PartidoComunista de la Unión Soviética (nombre que recibió la organizaciónpolítica bolchevique desde el año de 1918). En 1928 fue readmitido,aunque a partir de su expulsión gozó de muy poca influencia. Hacia1935 fue condenado a diez años de prisión por su supuesta participa-ción en el asesinato de Sergei Kirov, secretario del Partido en Leningrado.Stalin empleó la muerte de Kirov como pretexto para iniciar las tris-temente célebres purgas de la segunda mitad de la década de los treinta.En consecuencia, al siguiente año Zinoviev fue acusado de haber for-mado parte de una organización terrorista cuya finalidad era conseguirla muerte de Stalin. Fue encontrado culpable y ejecutado el 25 deagosto de 1936.

33 Lev Borisovich Kamenev (1833-1936), al igual que Zinoviev, fue unode los miembros del Partido Socialdemócrata Ruso de los Trabajadoresque inicialmente se unieron a la facción bolchevique. Tras el triunfo de

la revolución de 1917, formó parte del primer Politburó. Fue acusado,con Zinoviev, de haber perpetrado el asesinato de Kirov y, al igual queéste, posteriormente fue condenado por terrorismo, a raíz de lo cualfue ejecutado en 1936.

34 Kolakowski, Leszek, Las principales corrientes del marxismo II. Laedad de oro, 2ª ed., trad. de Jorge Vigil, Madrid, Alianza, 1985, p. 11.Suscribo la observación de Kolakowski, en el sentido de que el periodode la II Internacional (1899-1914) puede sin exageración denominar-se “la edad de oro del marxismo”. En prenda de ello, bástenos recordarlos nombres de algunos de los pensadores marxistas de la época: KarlKautsky, Eduard Bernstein, Rosa Luxemburg y, por supuesto, Lenin.

35 Cfr. Kolakowski, Las principales corrientes del marxismo III. La cri-sis, trad. de Jorge Vigil, Madrid, Alianza, 1983, p. 113.

36 Ibidem, p. 116.

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nera, las bases ideológicas de las purgasquedaron sentadas, como agudamentemanifiesta Kolakowski:

La ideología no es simplementeuna ayuda o algo auxiliar al sis-tema, sino una condición absolu-ta de su existencia, independien-temente de si las personas creeno no en ella. El socialismo esta-linista creó un imperio goberna-do desde Moscú, la base de cuyalegalidad derivaba completamentede la ideología: en particular,de la doctrina de que la UniónSoviética encarna los interesesde todos los trabajadores y en especial dela clase trabajadora de todo el mundo, querepresenta sus deseos y aspiraciones y queconstituye el primer paso hacia una revolu-ción mundial que liberará a las masas tra-bajadoras dondequiera que estén. El sistemasoviético no podía haber hecho nada sinesta ideología, que es la única raison d’etrede su aparato de poder.37

En este contexto, los representantes de Stalinen la España republicana llevaron a cabo una san-grienta purga de los integrantes de la izquierda que noeran estalinistas, a cuyo efecto solían anatemizarlesmediante acusaciones que los vinculaban con el trots-kismo o con el “espionaje” fascista.38 Los miembrosdel POUM —en forma destacada, Andreu Nin, quienocupó por algún tiempo la cartera de Justicia y Dere-cho en el gobierno catalán formado por LuisCompanys39— se habían granjeado la animadversiónde los comunistas por el mero de hecho de constituir,en opinión de Hugh Thomas, “un grupo serio de mar-xistas españoles revolucionarios, bien dirigidos e in-dependientes de Moscú”.40 Los dirigentes del POUM,

en efecto, habían utilizado las palabras deTrotsky para denunciar la instauración enRusia de “el régimen dictatorial de un dic-tador emponzoñado”, sostenido sobre elterror promovido por los “termidorianosestalinistas”.41 Sin embargo, Nin había rotocon Trotsky al entrar al gobierno catalán,y el propio Trotsky había manifestado sudesacuerdo con algunas tesis del POUM.42

De ahí la plausibilidad de la tesis deThomas en el sentido de que los comunis-tas recelaban del POUM porque era unpartido que se negaba a conducirse con-

forme los cánones soviéticos. Ciertamente, en todaEspaña, sólo el periódico del POUM, La Batalla, y elde la CNT, La Noche, mencionaron las purgas de Mos-cú. La absoluta desinformación sobre este tema enque los estalinistas mantuvieron a los republicanosespañoles llegó a tal extremo que, según refiereThomas, la mayoría de éstos creía “que las purgas enRusia eran un invento de la propaganda fascista”.43

Hacia el mes de mayo de 1937, se desató enBarcelona una fuerte crisis política en la que tuvo cier-ta participación el POUM.44 Aprovechando la ocasión,los comunistas emprendieron la acción final.45 El día28 consiguieron que se suspendiera la publicación deLa Batalla. Posteriormente, Alexander Orlov, jefe delGPU —la policía secreta del estalinismo— en Espa-ña, cursó órdenes para detener a todos los dirigentes

Frecuentementese ha dicho quela percepción deOrwell sobre la

guerra civilespañola resulta

sumamenteingenua

37 Ibidem, p. 98.38 Salvo los casos de la URSS y México, ningún país apoyó abiertamente

la causa republicana, que —nunca estará de más decirlo— era la causade la legalidad y la democracia. Por ende, es importante destacar, eneste tema, la siguiente acotación formulada por Gabriel Jackson: “Losrepublicanos y los socialistas tuvieron que tragarse su resentimientofrente a las tácticas estalinistas, ya que, dada la negativa occidental aayudar a la República, su única opción era aceptar las condiciones queacompañaban a la ayuda de Stalin o rendirse”. Jackson, op. cit., p. 68.

39 Cfr. Tuñón de Lara, Manuel y María del Carmen García Nieto, “Laguerra civil”, en Tuñón de Lara, Manuel (dir.), Historia de España. Lacrisis del estado: dictadura, república, guerra, Barcelona, Labor, 1982,tomo IX, pp. 303-304 y 312 (nota 13).

40 Thomas, op. cit., p. 570.

41 Ibidem, p. 701. Para Trotsky, la reacción termidoriana se identifica,a grandes rasgos, con el retorno al capitalismo. Mediante una compa-ración entre las revoluciones francesa y rusa, Trotsky sostuvo que la“reacción termidoriana” tuvo lugar en Rusia en 1924 (esto es, cuandofue expulsado del poder). La dictadura del proletariado se había mante-nido gracias a que el Estado poseía aún los medios de producción (de ahíla inexactitud que, para Trotsky, implicaba el hecho de calificar lasituación en la Unión Soviética como una auténtica contrarrevoluciónestalinista), pero el poder político había pasado a manos de los buró-cratas. La burocracia soviética —que no era una clase social, sino unacasta—, por ende, había privado al proletariado de sus potestadespolíticas y le había sometido a un despotismo brutal. Sobre tales presu-puestos, Trotsky determinó que era deber del proletariado mundialdefender la Unión Soviética, en cuanto punta de lanza de la revoluciónmundial, luchando al mismo tiempo contra la degeneración estalinista.Cfr. Trotsky, León, La revolución traicionada: qué es y dónde va laURSS, Madrid, Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, 1991,capítulo V.

42 Thomas, p. 570.43 Loc. cit.44 Cfr. Tuñón de Lara y García Nieto, op. cit., pp. 357 y ss.45 Cfr. Thomas, op. cit., pp. 756 y ss.

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del POUM, y solicitó a Jesús Hernández, ministro deJusticia, que no pusiera al gobierno en conocimientodel asunto, pues el ministro de Gobernación —Zugazagoitia— y algunos otros miembros de la admi-nistración republicana tenían varios amigos entre losdetenidos. Según Orlov, había pruebas de la conexiónentre el POUM y un grupo de espías fascistas. AndreuNin fue detenido y asesinado, aunque su muerte sedisfrazó como una “desaparición”.

El asunto del POUM tuvo una larga instruc-ción procesal, de manera que la vista no tuvo lugarsino hasta más de un año después, en octubre de 1938.Los dirigentes de dicha agrupación política recibie-ron su sentencia, por ende, en un clima totalmentedistinto, y fueron condenados, en virtud de los suce-sos de mayo de 1937, por atentados contra el ordenpúblico y la legalidad vigente, pero no por delitos detraición o de inteligencia con el enemigo. El daño,empero, estaba hecho. La contradicción en la políticasoviética era palmaria: por un lado, apoyaba la causarepublicana; por otro, se lanzaba a la práctica de unaviolencia sistemática que, a la postre, desnaturaliza-ría profundamente al marxismo. Orwell fue testigo deello y, en cuanto miliciano del POUM, se vio forzadoa salir de España. El balance final de su experienciaespañola, con todo, no fue tan negativo como pudierasuponerse:

Esta guerra [...] me ha dejado recuerdosque son en su mayor parte malos, pero nohubiese querido perdérmela. Cuando uno hatenido un atisbo de un desastre como éste[...] el resultado no siempre es la desilu-sión y el cinismo. Por extraño que parezca,el conjunto de esta experiencia, en vez dedisminuir, ha aumentado mi fe en la digni-dad de los seres humanos.46

Orwell abandonó España con los mismos idea-les que le habían llevado hasta ella. Sin embargo, apartir de su experiencia española rehusó aceptar laactitud, asumida en forma casi unánime por los círcu-los de izquierda de la época, que suponía que la soli-daridad con los desposeídos pasaba por aplaudir cual-quier arbitrariedad, con tal que tuviera el sello de laUnión Soviética. Dicha postura, consecuentemente,

se caracterizaba por un silencio culpable respecto alos crímenes cometidos por las oligarquías de la buro-cracia estalinista. Orwell, en cambio, no volvería adejarse seducir por el dogmatismo inherente a los “so-cialismos reales”. Años más tarde, revelaría que, en-tre los motivos que le impelían a escribir, destacabael “impulso histórico”, es decir, el “afán de ver lascosas como son para hallar los hechos verdaderos yalmacenarlos para la posteridad”.47 Así, con miradaclara, nos obsequió una de las descripciones más des-carnadas y, sin embargo, inigualablemente dulces, deuna revolución justa que finalmente fue traicionada.

III. El socialismo según George OrwellIII. El socialismo según George OrwellIII. El socialismo según George OrwellIII. El socialismo según George OrwellIII. El socialismo según George Orwell(tras el paso por España)(tras el paso por España)(tras el paso por España)(tras el paso por España)(tras el paso por España)

A su llegada a España, Orwell tenía muy claraslas motivaciones de su actuar. “Si me hubiesen pre-guntado”, anota, “por qué me había enrolado en lamilicia, hubiese respondido: ‘Para luchar contra el fas-cismo’; y si me hubiesen preguntado por qué causaestaba luchando, hubiese respondido: ‘Simplemente,por la dignidad humana’”.48 La Barcelona republicanale impresionó vivamente. “Era la primera ocasión queestaba en una ciudad en la que la clase obrera ocupa-ba el poder”,49 confiesa. Y añade algunas líneas des-pués: “Todo aquello resultaba extraño o impresionan-te. Muchas de las cosas que veía no las comprendía,en cierto modo ni siquiera me gustaban, pero inme-diatamente comprendí que era un estado de cosas porel que valía la pena luchar”.50

Frecuentemente se ha dicho que la percepciónde Orwell sobre la guerra civil española resulta suma-mente ingenua.51 Los sucesos de mayo de 1937, sinembargo, le libraron rápidamente de semejante inocen-cia revolucionaria, según lo demuestran los términos enque se dirigió a Geoffrey Gorer52 mediante una cartafechada el 15 de septiembre de 1937:

46 Orwell, Homenaje a Cataluña, p. 204.

47 Orwell, “Why I write”, p. 183.48 Orwell, Homenaje a Cataluña, p. 207.49 Ibidem, p. 20.50 Ibidem, p. 21.51 Cfr. Lacasta, “Eric Blair: ¡cuidado con las ballenas!...”, p. 46.52 Geoffrey Gorer (1905-1985), antropólogo británico nacido en Lon-

dres. En el año de 1934 publicó su primer libro, Las ideas revoluciona-rias del marqués de Sade.

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Lo que dices de no dejar pasar los fascistasdebido a las divisiones entre nosotros tie-ne mucha verdad siempre que uno tenga claroqué significa el fascismo, y quién o quéimpide la unidad [...] Después de lo que hevisto en España he llegado a la convicciónde que es inútil ser “antifascista” e in-tentar mantener el capitalismo. El fascismono es más que un desarrollo del capitalismoy la más bondadosa de las llamadas democra-cias se puede convertir en fascismo cuandose vea empujada a ello. Nos gusta pensar queInglaterra es un país democrático, peronuestro dominio de la India, por ejemplo,es tan malo como el fascismo alemán aunqueexternamente no sea tan molesto. No veocómo se puede luchar contra el fascismo sino es trabajando para derrocar el capita-lismo, empezando, claro está, en el propiopaís. Si se colabora con el gobierno impe-rialista-capitalista en la lucha “contra elfascismo”, es decir contra un imperio com-petidor, en realidad se deja entrar el fas-cismo por la puerta de servicio.53

Parece plausible sostener con Stephen Ingle, porende, que Orwell se representó la guerra civil españo-la, en un principio, como un enfrentamiento entre elsocialismo de la “clase trabajadora” y el fascismo; yque se entristeció enormemente cuando, en el cursode la conflagración, dicho estado de cosas se modifi-có. “En muchos aspectos el fascismo (especialmenteen su variante totalitaria)”, afirma Ingle, “representó,para Orwell, la ideología central del ‘imperialismo’;[Orwell] identificó el ‘socialismo’ de la clase trabaja-dora como su verdadero oponente, y España confir-mó sus temores tempranos respecto a que el estadocentralizado y eficiente con que los comunistas de-seaban combatir al fascismo era otra versión del‘imperialismo’”.54

Cabe subrayar el acento que Ingle coloca sobreel enunciado “de la clase trabajadora” que caracterizaal socialismo orwelliano. A partir de la reflexión deIngle podemos inferir que el socialismo postulado porOrwell (es decir, un socialismo oponible al imperia-lismo de todo cuño, incluido el soviético) está califica-do o, dicho en otros términos, se encuentra condicio-nado a la dignidad inherente a la persona de los traba-

jadores. La certeza de esta aseveración puede fundar-se en la descripción de la ciudad tomada por los tra-bajadores que, en el primer capítulo de Homenaje aCataluña, Orwell realiza. “Por encima de todo”, apun-ta, “se creía en la revolución y en el futuro, se tenía lasensación de haber entrado súbitamente en una erade igualdad y de libertad. Los seres humanos tratabande comportarse como seres humanos y no como en-granajes de la máquina capitalista”.55

Aproximadamente hasta la mitad de la Segun-da Guerra Mundial, Orwell mantuvo la convicciónde que una revolución violenta constituía la estrate-gia obvia para que la clase trabajadora diera por con-cluida su explotación. Sin embargo, hacia la época enque concluyó Rebelión en la granja —194356— se de-cantó por la instauración del socialismo bajo un en-torno político democrático. Así, en cierto ensayo titu-lado Por qué escribo, publicado en la revista Granger enel verano de 1946, Orwell afirmaba: “Cada línea detrabajo serio que he escrito desde 1936 lo ha sido,directa o indirectamente, contra el totalitarismo y afavor del socialismo democrático, tal como yo loentiendo”.57

En consecuencia, para efectos de una mejorcomprensión de Rebelión en la granja es convenientediscernir, así sea mediante un trazado muy general,los términos en los que Orwell entendió el “socialis-mo democrático” tras su experiencia española. Coneste objeto, procederé a comparar algunas tesis “clá-sicas” de la socialdemocracia, en la formulación deEduard Bernstein,58 con las ideas sobre el socialismo

53 Orwell, “Carta a Geoffrey Gorer”, en Mi guerra civil española, pp. 48-52.

54 Ingle, op. cit., p. 236 (la traducción es propia).

55 Orwell, Homenaje a Cataluña, p. 22. El planteamiento de Orwellcoincide, en este aspecto, con el socialismo de corte kantiano plantea-do por el español Fernando de los Ríos, para quien la prevalencia de lascosas sobre las personas en el capitalismo se pone con toda claridad demanifiesto en la prioridad que, bajo la norma de dicho régimen econó-mico, se establece a favor de la rentabilidad (producto de la propiedady el capital) sobre la productividad (fruto o resultado del trabajo). “Lasubversión capitalista”, manifiesta De los Ríos, “[...] consiste en ladegradación de la dignidad relevante del hombre y del sentido de lavida, por la consideración de aquél como objeto de mercado, subordi-nación real de ésta a los afanes de la riqueza y expulsión de la idea delservicio prestado como base de valoración de los actos y razón delbienestar individual”. Ríos, Fernando de los, El sentido humanista delsocialismo, Madrid, Castalia, 1976 (Col. Biblioteca de Pensamiento,Núm. 3), p. 305.

56 Cfr. Orwell, “The freedom of the press”, en Animal Farm…, p. 97;trad. cast. p. 29.

57 Orwell, “Why I write”, p. 185 (la traducción es propia).58 Eduard Bernstein (1850-1932) nació en Berlín. El Anti-Dühring de

Engels (1878) le convirtió al marxismo. Posteriormente se trasladó a

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y la lucha política que Orwell planteó tanto en lostextos introductorios a Rebelión en la granja59 como enel citado ensayo de 1946.

Bernstein entendía el socialismo como “la sumade las reivindicaciones sociales y de las naturales as-piraciones de todos aquellos obreros que han alcan-zado una conciencia de su situación como clase y dela misión que ésta ha de desempeñar en la modernasociedad capitalista”.60 Dicho en otras palabras, el con-tenido ideológico de las exigencias obreras es el compo-nente nuclear del socialismo.61 Según Bernstein, con-forme a dichas exigencias el socialismo debería con-ducir, en primer término, a la “conveniente economíacolectiva” y, posteriormente, a la “cada vez más ple-na realización de la solidaridad entre todos los miem-bros del organismo social, a la consecución de la ar-

monía social”.62 Así, podemos en términos generalesafirmar que, en concepto de Bernstein, la igualdad(mediante la reforma social de la economía),63 la soli-daridad64 y la justicia (o “armonía social”)65 integran labase de las “reivindicaciones sociales” o “naturalesaspiraciones” de los trabajadores. El rasgo distintivode la socialdemocracia, empero, no reside en la pre-tensión de realizar tales ideales —punto en el que, afin de cuentas, podría coincidir cualquier corriente depensamiento igualitaria—, sino en el método propues-to por Bernstein para alcanzarlos:

Tal como yo lo veo, hay que concluir que elsocialismo llega, está en camino, pero nocomo desenlace de una colosal batalla polí-tica decisiva, sino como un fruto de todauna serie de victorias económicas y políti-cas del movimiento obrero en sus distintos

Zurich como secretario de Karl Höchberg, un rico alemán que, aun sinser marxista, simpatizaba con los socialdemócratas y les ayudabafinancieramente. En Zurich, Bernstein escribió para el Sozialdemokrat,periódico del que fue editor entre 1880 y 1890. A mediados de 1888 fuedeportado de Suiza y se trasladó a Londres, donde se convirtió en unode los mejores amigos de Engels. Permaneció en Inglaterra hasta prin-cipios de 1901. Su estancia en este país modificó sustancialmente susideas sobre el socialismo y la filosofía marxista. La situación de Ingla-terra le convenció de que la idea del colapso definitivo del capitalismoera una ilusión doctrinaria, a partir de lo cual concluyó que los socialis-tas debían poner sus esperanzas en reformas sociales graduales y en lasocialización resultante de la presión democrática. Bernstein expusosus ideas en diversos artículos titulados “Problemas del socialismo”,que aparecieron en Die Neue Zeit —la revista teórica del Partido So-cialdemócrata Alemán, dirigida por Karl Kautsky— a finales de 1896y posteriormente en el libro Die Vorausetzungen des Sozialismus unddie Aufgbaben der Socialdemokratie (“Las premisas del socialismo ylas tareas de la socialdemocracia”), que a la postre se constituiría en eltexto fundamental del llamado “revisionismo”.

59 Orwell redactó dos prólogos a Rebelión en la granja. El primero es unensayo titulado La libertad de prensa (The freedom of the press), queno se incluyó en la edición inicial del libro (Londres, Secker & Warburg,1945), dado lo cual no fue publicado sino hasta el 15 de septiembre de1972 por la revista The Times Literary Supplement, con un estudiopreliminar preparado por Bernard Crick. El segundo es el correspon-diente a la traducción ucraniana del libro que elaboró Ihor Szewczenko,misma que se encontraba destinada a los ucranianos que habitaban loscampos de personas desplazadas, ubicados en Alemania, que se encon-traban bajo la égida de los Estados Unidos y Gran Bretaña tras concluirla Segunda Guerra Mundial.

60 Bernstein, Eduard, “¿Qué es el socialismo?”, en IBID, Socialismodemocrático, trad. de Joaquín Abellán, Madrid, Tecnos, 1990, p. 165.

61 Bernstein precisa, empero, que la socialdemocracia debe reducir suhorizonte liberador exclusivamente a la clase trabajadora: “La social-democracia [...] No es el partido de los obreros en el sentido de que sóloacepte obreros en sus filas; quien acepte y defienda sus principios, esdecir, quien tome posición respecto a las cuestiones de la vida econó-mica en el sentido de la lucha del trabajo productivo contra la propie-dad explotadora, pertenece a sus filas”. Cfr. “Tesis teóricas para elprograma de un partido socialdemócrata”, en Socialismo democráti-co, p. 128.

62 Bernstein, “¿Qué es el socialismo?”, p. 166.63 A grandes rasgos, la reforma social de la economía requiere una

redistribución de la riqueza social: “La producción capitalista ha con-ducido a un aumento enorme de la riqueza social. Pero esta crecienteriqueza de la sociedad sólo en una parte muy reducida fluye hacia lasclases obreras. En las diferentes formas del beneficio y de la renta de latierra los grandes propietarios y las clases poseedoras del capital sellevan para sí cada vez mayores cantidades de plusvalía. Sigue aumen-tando el número de los que, en virtud de títulos de propiedad, disfrutande ingresos no generados por el trabajo y, más todavía que el númerode éstos, está creciendo su riqueza en capital. Patrimonios gigantes,como no se habían conocido en épocas anteriores, se amontonan enpocas manos; crece la distancia entre los ingresos de la gran masa,que lucha por un salario o por un sueldo similar a un salario, y losingresos de la aristocracia capitalista, cuyo lujo aumentadesmedidamente y corrompe la vida pública”. Bernstein, “Tesis teóri-cas...”, p. 126. Cursivas en el original.

64 Sobre la solidaridad, refiere Bernstein la siguiente anécdota: “A lapregunta sobre qué entendían por socialismo que, como he contadoanteriormente, planteé en cierta ocasión a cinco personas, recibí de unviejo obrero una respuesta clásica. En su cuartilla había una sola pala-bra, a saber, solidaridad. En mi opinión, era la respuesta más acertadaque cabía formular con una sola palabra”. Cfr. “¿Qué es el socialis-mo?”, p. 155.

65 “La justicia”, manifiesta Bernstein, “es todavía en la actualidad unmotivo muy poderoso en el movimiento socialista, pues ninguna ac-ción de masas permanente se verifica sin un estímulo moral. Es unhecho muchas veces comprobado que los elementos más activos delmovimiento socialista se reclutan en todas partes entre aquellas capasde la clase obrera y otras capas de la población que, por utilizar unaexpresión corriente, ‘menos lo necesitan’, personas que, por de pron-to, perderían con una distribución equilibrada del ingreso social. Lo quelos impulsa hacia el socialismo es el afán por un orden más racional ymás justo, y si se examina la cuestión más detenidamente se va adescubrir que en nueve de diez casos el deseo de un orden social másjusto es lo que se encuentra en primer lugar”. Bernstein, “Problemasdel socialismo. El factor realista y el factor ideológico en el socialis-mo”, en IBID, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialde-mocracia, trad. de Irene del Carril y Alfonso García Ruiz, México,Siglo XXI, 1982, p. 89. La traducción castellana que he consultadocontiene todas las obras referidas en la nota 58 del presente trabajo.

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campos de actuación; no como consecuenciade un aumento cada vez más considerable dela opresión, de la miseria, de la humilla-ción de los obreros, sino como efecto de sucreciente influjo social y de las relativasmejoras conquistadas por ellos de índoleeconómica, política y ética. No es del caosde donde veo surgir la sociedad socialista,sino de las realizaciones de tipoorganizativo de los obreros en el terrenode la economía libre, unidas a las institu-ciones y a los logros a nivel estatal ycomunal de la democracia militante. Trastodas las convulsiones y todos los golpesde las fuerzas reaccionarias, a pesar deellos, descubro cómo la misma lucha de cla-ses adopta formas más civilizadas; y preci-samente en ese ir civilizándose de las lu-chas políticas y económicas veo la mejorgarantía de realización del socialismo.66

Bernstein identificó tal manifestación “civiliza-da” de la lucha de clases con el espacio público pro-pio de la democracia constitucional. “La solidaridad”,afirma, “se realiza en el seno del Estado a través de lalucha política, y ésta sólo puede ser llevada a cabocon el mayor éxito posible en la democracia”.67 Bajo ta-les premisas, por ende, podemos destacar fundamen-talmente las siguientes tres tesis políticas de la social-democracia: i) el fortalecimiento del espacio públicodemocrático como vía para el establecimiento del so-cialismo; ii) el respeto, bajo la norma de igualdad, alos derechos fundamentales de la persona como con-dición de la legitimidad socialista, y iii) la búsquedapermanente de un equilibrio institucional entre losprincipios jurídico-políticos de igualdad y libertadcomo finalidad del socialismo.

1. El fortalecimiento del espacio públicodemocrático como vía para el establecimiento delsocialismo

“Deseo” señala Orwell en Por qué escribo, “[...]empujar al mundo en cierta dirección, [...] alterar laidea que tienen los demás sobre la clase de sociedadque deberían esforzarse en conseguir. Insisto en queningún libro está libre de matiz político. La opiniónde que el arte no debe tener nada que ver con la polí-tica ya es en sí misma una actitud política”.68 Seme-jante actitud, lejos del “intimismo” o “nihilismo” que,según anoté algunas líneas arriba, atribuye Lacasta aOrwell, denota, desde mi punto de vista, un podero-so compromiso con el ámbito público que nuestroautor expresa en los siguientes términos:

Lo que más he querido hacer durante los diezaños pasados es convertir los escritos po-líticos en un arte. Mi punto de partidasiempre es un sentimiento de partido, cier-to sentido contra la injusticia. Cuando mesiento a escribir un libro no me digo: “Voya producir una obra de arte». Escribo por-que hay alguna mentira que quiero dejar aldescubierto, algún hecho sobre el que deseollamar la atención, y mi preocupación ini-cial consiste en lograr que me oigan. Perono podría realizar la tarea de escribir unlibro, ni siquiera un largo artículo derevista, si no fuera también una experien-cia estética. El que repase mi obra verá queaun en los casos en que se trata de propa-ganda directa contiene mucho de lo que unpolítico profesional consideraría irrele-vante. No soy capaz de, ni deseo, abandonarpor completo la visión del mundo que adqui-rí en mi infancia. Mientras siga vivo y conbuena salud seguiré concediéndole muchaimportancia al estilo en prosa, amando lasuperficie de la Tierra, y complaciéndomeen objetos sólidos y trozos de informacióninútil. De nada me serviría intentar supri-mir ese aspecto mío. Mi tarea consiste enreconciliar mis arraigados gustos y aver-siones con las actividades esencialmentepúblicas, no individuales, que esta épocanos obliga a todos a realizar.69

La “dirección” hacia la que Orwell pretende —en ejercicio de su compromiso político— “empujar almundo” es, precisamente, la de un espacio públicodemocrático que coloca en contraposición al totalita-rismo estalinista. “Durante los diez años pasados”,

66 Bernstein, “¿Qué es el socialismo?”, p. 167.67 Ibidem, p. 155. En el mismo sentido se expresaba Carlo Rosselli, el

socialista italiano que, según asenté anteriormente (nota 16), tambiénperteneció a las milicias republicanas: “Libertad política y espiritualhoy, porque constituyen la premisa, el instrumento, la atmósfera in-dispensable para nuestra batalla, y mañana libertad, autonomía en laeconomía y en el Estado. La libertad como medio y como fin. Lucha-mos por el medio, por el método democrático en tanto que está ente-ramente penetrado por el fin. Nuestra posición no es otra cosa que eldesarrollo lógico, llevado a sus consecuencias últimas, del principio delibertad”. Rosselli, Carlo, Socialismo liberal, trad. de Diego Abad deSantillán, Madrid, Pablo Iglesias, 1991, p. 106.

68 Orwell, “Why I write”, p. 183 (la traducción es propia).69 Ibidem, p. 186 (la traducción es propia).

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señala en el prólogo a la versión ucranianade Rebelión en la granja, “he estado conven-cido de que la destrucción del mito Sovié-tico era esencial si pretendíamos revivir elmovimiento Socialista”.70 El “mito” sovié-tico, para Orwell, enmascaraba el hecho deque el régimen estalinista podía calificarsecomo lo opuesto al socialismo precisamentepor la ausencia de legitimidad democráti-ca que le era inherente:

Desde 1930 he visto poca eviden-cia de que la URSS estuviera pro-gresando hacia algo que verdade-ramente pudiéramos llamar socia-lismo. Por el contrario, fui sorprendidopor los claros indicios de su transforma-ción en una sociedad jerárquica bajo lacual los gobernantes no tienen mayores ra-zones para detentar su poder que cualquierotra clase hegemónica.71

La crítica de las jerarquías ilegítimas es unaconstante general en la obra orwelliana y, concreta-mente, en aquélla producida por el escritor inglés trassu estancia en España. “El odio de Orwell a la jerar-quía, compartido en principio por otros izquierdistas”,manifiesta sobre el particular Michael Walzer, “tam-bién se expresaba en el temor, casi no compartido enabsoluto, de que un conjunto de dispositivosinigualitarios fuera meramente reemplazado por otro,y esto en nombre del socialismo [...] Al mismo tiem-po, lo preocupaba que la derrota de la política demo-crática pudiera abrir el camino a una hegemonía mu-cho peor que cualquiera que la burguesía hubiera al-canzado nunca”.72

En forma análoga, Bernstein considera que unrequisito sine qua non de la democracia consiste en laeliminación de todo privilegio de clase no sólo en términoseconómicos, sino también políticos y culturales.73 Bajola óptica de la socialdemocracia, el mayorazgo políti-

co ejercido por una casta —económica,intelectual o “revolucionaria”, como su-cedió en el caso de la Unión Soviética—es, sencillamente, una forma de oligarquíaequivalente a las corporaciones monopo-lísticas. En palabras de Bernstein:

[...] ¿qué es la democracia?La respuesta parece muy simple y aprimera vista se podría considerar queestá dada al traducirla en la expre-sión: “gobierno del pueblo”. Pero bas-ta una pequeña reflexión para conven-cerse de que no se ha dado más que unadefinición completamente extrínseca ymeramente formal, siendo que casi to-dos los que hoy en día utilizan el

término “democracia” entienden algo más queuna simple forma de gobierno. Nos aproxima-remos más a la solución correcta sinos expresamos en términos negativos y tra-ducimos “democracia” por “ausencia de domi-nio de clase”, indicando con esto un orde-namiento social en que ninguna clase gozade privilegios frente a la comunidad. Deesta manera se explica por qué es en prin-cipio antidemocrática una corporaciónmonopolista.74

Walzer afirma que gran parte del pensamientocrítico orwelliano apunta a los dos grupos sociales que,en concepto de Orwell, se encontraban en aptitud deobstaculizar o usurpar la democracia una vez que loscapitalistas fueran derrotados: las intelligentsias técni-ca y política, los amos del conocimiento científico yde la verdad ideológica.75 Desde esta perspectiva,Orwell comparte la idea negativa de la democraciapostulada por Bernstein, en la medida en que negó lalegitimidad de una dominación jerárquica basada, in-clusive, en motivos intelectuales o ideológicos.

Rebelión en la granja, precisamente, cuenta la his-toria de una traición a la democracia perpetrada porlos “inteligentes” y desde la ideología. De ahí laapabullante lucidez de Orwell que, en el lenguajetransparente de los cuentos infantiles, fue capaz dedenunciar la ecuación básica del totalitarismo estali-

la libertad esfantasía y noexiste para el

individuo cuandono se acompañay no es sosteni-da por un míni-mo de autono-mía económica

70 Orwell, “Preface to the ukrainian edition…”, p. 112 (la traducción espropia).

71 Ibidem, p. 111 (la traducción es propia).72 Walzer, Michael, “La Inglaterra de George Orwell”, en IBID, La com-

pañía de los críticos. Intelectuales y compromiso político en el sigloXX, trad. de Horacio Pons, Buenos Aires, Nueva Visión, 1993, pp.132-133.

73 Bernstein, “¿Qué es el socialismo?”, p. 155.

74 Bernstein, “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemo-cracia”, en IBID, Las premisas del socialismo...., p. 217. Las cursivasson propias.

75 Walzer, op. cit., p. 132.

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nista: verdad = cosmovisión proletaria = marxismo= cosmovisión del Partido = pronunciamientos delPartido = pronunciamientos de su supremo líder.76

Orwell entendió que, una vez que se ha concedido acualquier persona o casta social el privilegio de de-tentar la verdad absoluta, es inevitable que tarde otemprano la libertad sea sacrificada. “Si la libertad sig-nifica algo”, proclama en el prefacio que proyectó parala primera edición de Rebelión en la granja, “es el dere-cho de decirle a los demás lo que no quieren oír”.77

Quien es dueño absoluto de la verdad, ciertamente,no admite disidentes, lo cual nos conduce a la segun-da tesis política de la socialdemocracia que encuentraeco en el pensamiento social orwelliano.

2. El respeto, bajo la norma de igualdad, alos derechos fundamentales de la persona comocondición de la legitimidad socialista

“La definición negativa [de democracia]”, sos-tiene Bernstein, “tiene además la ventaja de dejarmenos espacio que la expresión ‘gobierno del pueblo’a la idea de opresión del individuo por parte de lamayoría, idea que repugna absolutamente a la con-ciencia moderna”.78 Bernstein, por ende, otorga mu-cha importancia al voto como medio para la instaura-ción del socialismo —de hecho, sin exageración algu-na puede contársele entre los más destacados paladi-nes de la lucha por el sufragio obrero—, pero no re-duce la democracia a la suma de los votos. La ausen-cia de dominación que se encuentra en la base delsocialismo democrático implica, para Bernstein, algomás, según señala en su obra titulada Las premisas delsocialismo y las tareas de la socialdemocracia:

Hoy consideramos como “no democrática” laopresión del individuo por parte de la ma-yoría aunque en su origen se hubiera consi-derado perfectamente compatible con el go-bierno del pueblo. De acuerdo con la con-cepción actual, en la democracia está im-plícita una representación jurídica: laigualdad de los derechos de todos los miem-bros de la comunidad, en la que encuentrasus límites el gobierno de la mayoría en quese traduce en cada caso concreto el gobier-

no del pueblo. A medida que la igualdad seconvierte en el clima natural y domina laconciencia general, la democracia se con-vierte en sinónimo de máximo grado de li-bertad para todos.79

Puesto que la ley que elabora la mayoría se en-cuentra limitada por la igualdad de derechos entre losintegrantes de la comunidad, Bernstein concluye quela legitimidad democrática exige un tipo específico de legali-dad. Para Bernstein, la democracia “no puede distin-guirse de los demás sistemas políticos por carecer detoda ley, sino por carecer de leyes que establezcan oratifiquen privilegios basados en la propiedad, en laextracción social y en la confesión religiosa; no se dis-tingue por la falta total de leyes que limiten los dere-chos de alguno, sino por la abolición de todas las le-yes que limitan la igualdad jurídica universal o el de-recho igual para todos”.80 Dicho en otras palabras, lateoría de la socialdemocracia elaborada por Bernsteinpostula que no hay socialismo legítimo sin democracia, nidemocracia legítima sin igualdad en derechos fundamentales.81

Orwell suscribe una tesis análoga a la elabora-da por Bernstein. Bajo la óptica orwelliana, en efecto,la democracia también exige la garantía de los dere-chos de las minorías, con las consecuentes limitacio-nes a la voluntad mayoritaria. Así, apunta en el prefa-cio a la edición ucraniana de Rebelión en la granja:

[...] Inglaterra no es completamente demo-crática. También es un país capitalista congrandes privilegios de clase y (aún ahora,después de una guerra que tendió a igualara todos) con grandes diferencias en la ri-queza. Pero, pese a esto, es un país en elque las personas han convivido durante va-rios cientos de años sin mayor conflicto,en el que las leyes son relativamente jus-tas y las declaraciones y estadísticas ofi-

76 Cfr. Kolakowski, Las principales corrientes del marxismo III. La cri-sis, p. 18.

77 Orwell, “The freedom of the press”, p. 107; trad. cast., p. 46.78 Bernstein, “Las premisas del socialismo...”, p. 217.

79 Loc. cit.80 Ibidem, p. 218.81 En concreto, Bernstein subraya la importancia de los derechos políti-

cos de asociación y sufragio como instrumentos de la transformaciónsocialista de la sociedad: “Contra esta proliferación del parasitismo,contra la presión monopolista del capital, que se ejerce en una dobledirección, hacia el salario y hacia el precio, los obreros y los emplea-dos, como individuos, estarían impotentes. Sólo a través de la asocia-ción política, sindical y cooperativa pueden ofrecer una resistencia aestas tendencias opresoras. La libertad de asociación y el sufragio igualy democrático de todos son las condiciones previas necesarias para laliberación de los obreros en la sociedad capitalista”. Bernstein, “Tesisteóricas...”, p. 127.

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ciales son casi invariablemente confiables,y, finalmente pero no por ello con menorimportancia, en el que mantener y proclamarideas minoritarias no implica un peligromortal.82

Orwell declara, con palabras de RosaLuxemburg, que la libertad seriamente entendida alu-de a la libertad para los demás.83 Sobre esta base, recha-za cualquier legitimidad al ejercicio del propio albe-drío fundado en la negación de la libertad ajena. ParaOrwell, en consecuencia, la garantía democrática dela igualdad en derechos fundamentales debe extenderse,inclusive, a la tutela de las libertades de quienes se oponen ala subsistencia del espacio público democrático. “Todos losque sostienen esta postura [la necesidad de limitar losderechos de los enemigos de la democracia]”, indica en elprólogo a la primera edición de Rebelión en la granja,“no se dan cuenta de que, al apoyar los métodos tota-litarios, llegará un momento en que estos métodosserán usados ‘contra’ ellos y no ‘por’ ellos. Haced unacostumbre del encarcelamiento de fascistas sin juicioprevio, y tal vez este proceso no se limite sólo a losfascistas”.84

Orwell advirtió que quien se arroga la facultadde negar los derechos de cualquier clase o grupo so-cial —en este caso, los fascistas— corre el riesgo deque otros, a su vez, se arroguen potestades análogaspara negar los suyos. De esta manera, la igualdad enel reconocimiento de los derechos de cada uno, enúltima instancia, se convierte en garantía de —comolo expresa Bernstein— “el máximo grado de libertadpara todos”. Y, con esto, hemos pasado en forma prác-ticamente insensible al contenido de la tercera tesissocialdemócrata que admite alguna analogía con elpensamiento orwelliano.

3. La búsqueda permanente de un equili-brio institucional entre los principios jurídico-po-líticos de igualdad y libertad como finalidad delsocialismo

Según Bernstein, la democracia es a la vez mé-todo y fin del socialismo. “La democracia”, afirma,

“es al mismo tiempo un medio y un fin. Es el mediopara la lucha en pro del socialismo y es la forma derealización del socialismo”.85 Esto quiere decir que lasocialdemocracia asume la forma y contenidos del li-beralismo político como presupuesto para combatir losexcesos del liberalismo económico. Parafraseando al so-cialista kantiano Fernando de los Ríos podemos afir-mar, entonces, que el socialismo democrático impo-ne a la economía un régimen disciplinario con el obje-to de hacer posible un mayor enriquecimiento de lalibertad de las personas.86 Desde la perspectiva delrevisionismo marxista, Bernstein llega a conclusionessimilares y establece que la finalidad del socialismoconsiste en el máximo desarrollo de la libre personalidadsobre cualquier valoración de índole económica:

[...] por lo que respecta al liberalismocomo movimiento histórico universal, elsocialismo es el heredero del liberalismo,no sólo desde el punto de vista cronológicosino también desde el punto de vista delcontenido social [...] la socialdemocracia[...] siempre ha considerado la salvaguar-dia de la libertad político-social como unbien superior a la realización de cualquierpostulado económico. El desarrollo y lasalvaguardia de la libre personalidad es elobjetivo de todas las medidas socialistas,aun de aquellas que externamente se presen-tan como medidas coercitivas. Un análisisdetallado de estas medidas podrá demostrarque se trata de una coerción destinada aaumentar la cantidad de libertades en lasociedad, a dar más libertad y a llegar auna esfera más amplia que la que se quita.Fijar un máximo legal a la jornada de tra-bajo de hecho significa establecer unmínimo de libertad; significa una prohibi-ción a la venta de la propia libertad pormás de un determinado número de horas jor-naleras y, en principio, se pone de parte dela prohibición aprobada por todos los libe-rales de venderse en esclavitud personalpermanente.87

El socialismo, entendido como ideal de liber-tad para la mayoría y no para unos pocos, no sólo noes incompatible con el liberalismo, sino que resultateóricamente su conclusión lógica y, en el ámbito prác-

82 Orwell, “Preface to the ukrainian edition…”, p. 111 (la traducción espropia).

83 Cfr. Orwell, “The freedom of the press”, p. 103; trad. cast., p. 40.84 Ibidem, p. 104.

85 Bernstein, “Las premisas del socialismo...”, p. 218.86 Ríos, op. cit., p. 212.87 Bernstein, “Las premisas del socialismo...”, p. 223.

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tico, su continuación histórica. El liberalismo partedel reconocimiento abstracto de las libertades civilesy políticas de la persona; el socialismo retoma esasmismas libertades y las profundiza, puesto que, comoapunta el socialista italiano Carlo Rosselli, “la liber-tad es fantasía y no existe para el individuo cuandono se acompaña y no es sostenida por un mínimo deautonomía económica”.88 En este sentido, podemosafirmar con Rosselli que, en última instancia, el so-cialismo “es un liberalismo en acción, es la libertad quese elabora para los humildes”.89

En este punto, el pensamiento orwellianoentronca con fuerza en los anales del socialismo de-mocrático. Rebelión en la granja desborda compasiónpor esos humildes sobre los que habla Rosselli, los pe-rennes olvidados de la historia que han visto traicio-nada, una y otra vez, sus anhelos de una vida másdigna. “Orwell”, dice a este respecto Walzer, “es me-nos un igualitario radical que un simple demócrata.Su objetivo era la transferencia de poder a los hom-bres y mujeres comunes y corrientes y la creación deuna política vivaz, abierta, sincera y clara”.90 De ahíque estuviera preocupado por los peligros que entra-ña un socialismo exitoso antes que por la amenaza delcapitalismo establecido. Orwell estaba convencido de queel capitalismo sería, a la postre, derrotado. En cam-bio, previó que el movimiento socialista perdería elrumbo en cuanto abandonara los cauces del liberalis-mo y, con ello, renunciara al establecimiento de unequilibrio institucional entre los principios jurídico-políticos de libertad e igualdad:

Uno de los fenómenos más peculiares de nues-tro tiempo es el que ofrece el liberalrenegado. Los marxistas claman a los cuatrovientos que la “libertad burguesa” es unailusión, mientras una creencia muy extendi-da actualmente argumenta diciendo que laúnica manera de defender la libertad es pormedio de métodos totalitarios. Si uno amala democracia, prosigue esta argumentación,hay que aplastar a los enemigos sin queimporten los medios utilizados. ¿Y quiénesson estos enemigos? Parece que no sólo quienesla atacan abierta y concienzudamente, sino

también aquellos que “objetivamente” laperjudican propalando doctrinas erróneas.En otras palabras: defendiendo la democra-cia acarrean la destrucción de todo pensa-miento independiente. Éste fue el caso delos que pretendieron justificar las purgasrusas.91

En suma, para Orwell, la lucha por el socialis-mo solo puede librarse desde la libertad y para la liber-tad. Tras su experiencia española, Orwell compren-dió la grave advertencia que la dictadura soviética ha-bía lanzado al mundo, misma que la izquierda de sugeneración no quiso ver: la del valor esencial, y nohistórico o contingente, de las instituciones democrá-ticas. La izquierda de la posguerra, en palabras delpropio Orwell, se encontraba satisfecha con “creerque, en algún lugar, un auténtico país socialista real-mente existe”.92 Pero Orwell supo discernir que, parael triunfo de la libertad perseguida por el movimientosocialista, no bastaba la mera existencia de la UniónSoviética, sino que era preciso sumar al ideal —el so-cialismo— la fidelidad al método —la democracia.Así, sin reconocerse expresamente como partidario dela socialdemocracia revisionista que nace en el con-texto de la II Internacional, Orwell suscribe sus tesisfundamentales, según he querido demostrar —esperoque con regular fortuna— en las páginas precedentes.

Bajo esta óptica, Orwell se inscribe en la tradi-ción liberal que, precisamente por haber renunciado atoda metafísica finalista, no acepta que se sacrifiqueel fin a los medios. Dicho en otros términos, puestoque todo fin político es contingente, los medios quese empleen para perseguirlo se encuentran limitadoso, si se prefiere, encauzados dentro de los límites delestado de derecho.93 Orwell tuvo una conciencia pri-

88 Rosselli, op. cit., p. 80. Las cursivas son propias.89 Loc. cit.90 Walzer, op. cit., 131.

91 Orwell, “The freedom of the press”, p. 104; trad. cast., p. 41.92 Orwell, “Preface to the ukrainian edition…”, p. 111 (la traducción es

propia).93 La bibliografía sobre el estado constitucional de derecho es virtual-

mente inagotable. Para efectos del presente estudio, empero, me pare-ce suficiente asumir de manera convencional la caracterización delestado de derecho planteada por Elías Díaz: i) imperio de la ley; ii)división de poderes; iii) legalidad de la administración; iv) derechos ylibertades fundamentales. Estas cuatro dimensiones específicas del es-tado de derecho, según Elías Díaz, se encuentran funcionalmente orien-tadas a satisfacer la doble exigencia ética de participación en las deci-siones y en los resultados que la autonomía de la persona impone a lasociedad política. Cfr. Díaz, Elías, Estado de Derecho y sociedad de-mocrática, 9ª ed., Madrid, Taurus, 1998, pp. 44 y ss.

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vilegiada de esto, de modo que la mayor parte de suobra es una elocuente apología de las reglas del juego alas que se debe ceñir toda transición (o revolución) so-cial-democrática. Y en esto reside también, precisa-mente, la lección que el pensamiento orwelliano ofre-ce al México del Tercer Milenio.

IVIVIVIVIV. . . . . RRRRRebelión en la Grebelión en la Grebelión en la Grebelión en la Grebelión en la Granananananjajajajaja: Lección par: Lección par: Lección par: Lección par: Lección para Méxicoa Méxicoa Méxicoa Méxicoa Méxicoen el siglo XXIen el siglo XXIen el siglo XXIen el siglo XXIen el siglo XXI

“Rebelión en la granja”, anota Orwell, “fue el pri-mer libro en el que traté, con plena conciencia de loque estaba haciendo, de fundir el propósito político yel artístico”.94 Ya he adelantado que Orwell preten-día, con su publicación, contribuir al desgaste del “mitosoviético”. Se trata, en consecuencia, de una obra quenació al calor de los sucesos de España, como confie-sa nuestro autor en el prólogo a la edición ucraniana:

A mi regreso de España pensé en exhibir elmito soviético mediante una historia quepudiera ser llanamente comprendida por casicualquier persona y que pudiera traducirsefácilmente a otros idiomas. No obstante,los detalles específicos de la narración nose me ocurrieron sino hasta cierto día (meencontraba viviendo en un pueblo diminuto)en que vi a un niño pequeño, probablementede diez años de edad, que conducía unaenorme carreta a lo largo de un estrechosendero, azotando al caballo cada vez quepretendía dar la vuelta. Caí en la cuenta deque si tales animales tuvieran concienciade su fuerza no tendríamos poder algunosobre ellos, y que los hombres explotan alos animales en la misma forma en que losricos explotan al proletariado.Procedí a analizar la teoría de Marx desdeel punto de vista de los animales. Paraellos estaba claro que el concepto de luchade clases entre humanos era pura ilusión,puesto que en cada ocasión en que fuerapreciso explotar a los animales, todos loshumanos se unían contra ellos: la verdaderalucha es entre animales y humanos. Desdeeste punto de partida, no fue difícil ela-borar la historia.95

Más allá de esta explicación, Orwell rehusóabundar en comentarios sobre su trabajo en Rebelión

en la granja: “[...] si no habla por sí mismo”, manifestó,“entonces es un fracaso”.96 No obstante, como señalaV. C. Letemendia, la fábula aislada no permite inferirla constante adhesión de Orwell al socialismo demo-crático e, inclusive, su fe en la posibilidad de una “re-volución” socialdemócrata.97 Dicha circunstancia esla que hace indispensable la búsqueda de evidenciaexterna al referido libro que corrobore esta última in-terpretación. El prefacio a la edición ucraniana, comohabrá comprobado el lector en las páginas previas, escrucial para lograr este propósito. La ediciónucraniana, en efecto, fue dirigida a personas que ha-bían colaborado —o, cuando menos, simpatizado—con la Revolución de Octubre, decididas a defenderlo que habían ganado en ella y, sin embargo,inconformes con el rumbo que la Unión Soviéticahabía tomado bajo Stalin.98 Quizás por ello Orwell sepermitió formular dos aclaraciones sobre la mencio-nada obra: la primera, relativa al aludido “punto departida”; la segunda, atinente a la conclusión:

Algunos lectores pueden terminar el librocon la impresión de que concluye en lacompleta reconciliación entre los cerdos ylos humanos. No fue esa mi intención; por elcontrario, lo escribí inmediatamente des-pués de la Conferencia de Teherán, en la quetodo el mundo pensó que se habían estable-cido las mejores relaciones posibles entrela URSS y Occidente. Personalmente, no creíque dichas buenas relaciones pudiesen durarlargo tiempo; y, tal como se han mostradolos acontecimientos, no estaba muy errado.99

De este modo, Orwell previene al lector sobrela sutileza de su alegoría. Los cerdos y los humanospueden parecer idénticos, pero son esencialmenteenemigos en la medida en que lo único que compar-ten es el deseo de poder. A fin de cuentas, la disputaentre granjeros y cerdos es el factor que completa lametamorfosis del cerdo en hombre (y viceversa).100 Lacitada acotación del prefacio a la edición ucraniana,

94 Orwell, “Why I write”, p. 187 (la traducción es propia).95 Orwell, “Preface to the ukrainian edition…”, p. 112 (la traducción es

propia).

96 Loc. cit.97 Cfr. Letemendia, V. C., “Revolution on Animal Farm: Orwell’s neglected

commentary”, en Holderness et al, op. cit., p. 16.98 Ibidem, p. 19. Véase la nota 59 del presente trabajo.99 Orwell, “Preface to the ukrainian edition…”, p. 113 (la traducción es

propia).100 Cfr. Letemendia, op. cit., p. 22.

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en este sentido, parece indicar que, para Orwell, laesperanza de la liberación de los animales se funda en laasimilación entre la nueva opresión de los cerdos y la antiguatiranía de los humanos.

Doce voces gritaban enfurecidas, y erantodas iguales. No había duda en la trans-formación ocurrida en la cara de los cer-dos. Los animales asombrados, pasaron sumirada del cerdo al hombre, y del hombre alcerdo; y nuevamente, del cerdo al hombre;pero ya era imposible distinguir quién erauno y quién era el otro.101

Probablemente se me objetará que la confusiónentre cerdos y hombres, lejos de representar un ele-mento esperanzador, resulta asaz descorazonadora enla medida en que, de antemano, parece condenar alfracaso cualquier intento de modificar, por vía de larevolución, un orden social injusto. No obstante, eneste detalle de la alegoría orwelliana reside una de lasclaves fundamentales para comprender el trasfondodemocrático de Rebelión en la granja. Desde sus oríge-nes —es decir, desde el discurso inicial de Viejo Ma-yor— la causa revolucionaria de los animales estabadestinada a naufragar por el reduccionismo inherentea la explicación del conflicto social en que se funda o,dicho en otras palabras, por encontrarse cimentadaen una substanciación del “enemigo” en una clase ogrupo social hegemónico —los humanos— que final-mente se asemeja con el (P)rivilegio (así, con mayúscu-la), independientemente de si éste existe en la reali-dad o no. En breve, la ingenuidad del manifiesto re-volucionario de Viejo Mayor reside en la identifica-ción metafísica que supone entre los humanos ylo que podríamos llamar la (M)aldad (también conmayúscula).

¿No resulta entonces de una claridad meri-diana, camaradas, que todos los males denuestras vidas provienen de la tiranía delos seres humanos? Eliminad tan sólo alHombre y el producto de nuestro trabajo nospertenecerá. Casi de la noche a la mañananos volveríamos ricos y libres. Entonces,¿qué es lo que deberíamos hacer? ¡Trabajarnoche y día, con cuerpo y alma, para derro-car a la raza humana! Ése es mi mensaje,

camaradas: ¡Rebelión! Yo no sé cuándo ven-drá esa rebelión; quizá dentro de una sema-na o cien años; pero sí sé, tan seguro comoveo esta paja bajo mis patas, que tarde otemprano se hará justicia.102

Sin embargo, la jerarquía no existe únicamenteen las relaciones entre humanos y animales, sino quese reproduce también en el seno de la comunidad ani-mal. El discurso de Mayor, nos cuenta Orwell, hizoque “los animales más inteligentes” vieran la vida“desde un punto de vista totalmente nuevo”, puestoque, aún ignorando la fecha en que tendría lugar laRebelión anunciada por el anciano cerdo, “vieron cla-ramente que su deber era prepararse para ella”. Y aña-de: “El trabajo de enseñar y organizar a los demásrecayó naturalmente sobre los cerdos, a quienes sereconocía en general como los más inteligentes de losanimales”.103 De este modo, la superioridad intelectualde los cerdos, después de la muerte de Mayor y eltriunfo de la Rebelión, les sirve como pretexto paraevitar el trabajo que realizan los demás animales: “Loscerdos en verdad no trabajaban, pero dirigían y super-visaban a los demás. A causa de sus conocimientossuperiores, era natural que ellos asumieran elmando”.104

Letemendia comenta a este respecto que, alhacer patentes las jerarquías entre los animales, Orwellinvita al lector a cuestionarse la perspectiva animalde la lucha de clases, que presenta una laguna desdesu misma base: la sabiduría de Viejo Mayor fue inca-paz de vislumbrar que el enemigo real se encuentraen la ambición de poder o, si se prefiere, en la explo-tación parasitaria del trabajo ajeno, independientementede quien sea el que la realice.105 “El hombre es el únicoser que consume sin producir [...] Sin embargo, es due-ño y señor de todos los animales”,106 denuncia Mayor,y en ello reside la piedra toral de su doctrina. Ningunacriatura debe consumir sin producir, puesto que todos los ani-males son iguales.107

101 Orwell, Animal Farm…, p. 113; trad. cast., p. 187.

102 Ibidem, p. 5; trad. cast., pp. 55-56.103 Ibidem, p. 9; trad. cast., p. 61.104 Ibidem, p. 17; trad. cast., p. 73.105 Cfr. Letemendia, op. cit., p. 21.106 Orwell, Animal Farm…, p. 4; trad. cast., p. 54.107 La alegoría orwelliana, en este punto, podría reconducirse a la crítica

marxista de la propiedad privada: “El rasgo distintivo del comunismo

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Por el contrario, la estigmatización de los hu-manos como exclusivos explotadores de los animalesoscurece el núcleo de la doctrina animalista. En algu-na medida, la primera reducción del animalismo —“¡Cuatro patas sí, dos pies no!”108— contiene el ger-men de su perversión final —“¡Cuatro patas sí, dospatas mejor!”.109 “Aunque el punto de partida”, señala

Letemendia sobre el particular, “es el análisis parcial-mente certero pero insuficiente de los animales sobrela lucha de clases, el desarrollo de la alegoría nos mues-tra en forma cada vez más drástica lo inadecuado desemejante concepción como fundamento de una so-ciedad post-revolucionaria”.110

Ciertamente, conforme avanza la trama de lafábula, la ecuación humano = explotador impide alos animales percatarse de que los cerdos los han so-metido a una tiranía equivalente a la del granjeroJones, propietario original de la “Granja Animal”.“Pero de cualquier manera”, manifiesta Orwell haciael final del libro, poco antes de que los cerdoscomiencen a caminar en dos patas, “ni los cerdos nilos perros producían nada comestible mediante supropio trabajo; eran muchos y siempre tenían buenapetito”.111 El error de la revolución, entonces, no re-side en las demandas de igualdad de los animales, sinoen su constante negativa a ejercer frente a los cerdoslos mismos derechos que reclamaban a los humanos.

Sobre esta línea de argumentación, parece po-sible sostener la plausibilidad de asignar a Rebelión enla granja un significado político distinto al que ordina-riamente se le ha atribuido, como propone MichaelWalzer con relación a 1984:

[...] tanto Rebelión en la granja como 1984son fábulas, no opúsculos o programas. Loque relatan es la pesadilla de la botaaplastando un rostro humano... para siem-pre. Las pesadillas no serían lo que son sise encaminaran hacia cierto final optimis-ta. Inspiran temor, no esperanza. 1984, enparticular, es una novela de desolaciónabsoluta, no tanto una reducción de la hu-manidad como un rechazo del consuelo polí-tico, un retrato incesante del totalitaris-mo en sus propios términos. Y no obstante,el propósito de Orwell al escribir el librofue seguramente inspirar oposición: dis-gusto con los apologistas, odio hacia losdictadores. Cuenta la historia de WinstonSmith, “el último hombre de Europa”, a otroshombres y mujeres que tienen la facultad denegar esa finalidad. El héroe positivo dellibro es su autor —y, quizás, su lector.112

no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición de lapropiedad burguesa. Pero la propiedad privada actual, la propiedadburguesa, es la última y más acabada expresión del modo de producciónbasado en los antagonismos de clase, en la explotación de los muchospor los pocos [...] El comunismo no arrebata a nadie la facultad deapropiarse de los productos sociales; no quita más que el poder desojuzgar el trabajo ajeno por medio de esta apropiación”. Marx, Karl yFriedrich Engels, “Manifesto of the Communist Party”, en IBID,Selected works, New York, International Publishers, 1968, pp. 47 y 49(la traducción es propia).

108 Orwell, Animal Farm…, p. 21; trad. cast., p. 80. Para Marx y Engels,la relevancia del capitalista no reside en su situación personal, sino enla posición social que ocupa dentro de la producción: “Ser capitalistasignifica ocupar, no sólo una posición personal en la producción, sinotambién una posición social. El capital es un producto colectivo; nopuede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta demuchos miembros de la sociedad y, en último término, sólo por laactividad conjunta de todos los miembros de la sociedad. El capital noes, pues, una fuerza personal; es una fuerza social”. Cfr. Marx y Engels,op. cit., p. 47. En el leninismo, en cambio, aparece una reducciónanáloga a la formulada por Orwell. Según Lenin, durante la transiciónentre la “primera fase” y la “fase superior” del proceso de instauracióndel comunismo, la lucha ya no involucrará al capital, sino que sedesarrollará directamente contra los “señoritos” y “obreros corruptos”:“Toda la sociedad será una sola oficina y una sola fábrica, con trabajoigual y salario igual. Pero esta disciplina ‘fabril’, que el proletariado,después de triunfar sobre los capitalistas y de derrocar a los explotado-res, hará extensiva a toda la sociedad, no es, en modo alguno, nuestroideal, ni nuestra meta final, sino sólo un escalón necesario para limpiarradicalmente la sociedad de la bajeza y de la infamia de la explotacióncapitalista para seguir avanzando. A partir del momento en que todoslos miembros de la sociedad, o por lo menos la inmensa mayoría deellos, hayan aprendido a dirigir ellos mismos el Estado, hayan tomadoellos mismos este asunto en sus manos, hayan ‘puesto en marcha’ elcontrol sobre la minoría insignificante de capitalistas, sobre los seño-ritos que quieran seguir conservando sus hábitos capitalistas y sobreobreros profundamente corrompidos por el capitalismo, a partir deeste momento comenzará a desaparecer la necesidad de todo gobiernoen general [...]Pues cuando todos hayan aprendido a dirigir y dirijan enrealidad por su cuenta la producción social, a llevar por su cuenta elregistro y el control de los haraganes, de los señoritos, de los gandulesy de toda esta ralea de «guardianes de las tradiciones del capitalismo»,entonces el escapar a este control y a este registro hecho por todo elpueblo será inevitablemente algo tan inaudito y difícil, una excepcióntan extraordinariamente rara, provocará probablemente una sancióntan rápida y tan severa (pues los obreros armados son hombres derealidades y no intelectualillos sentimentales, y será muy difícil quedejen que nadie juegue con ellos), que la necesidad de observar las reglasnada complicadas y fundamentales de toda con vivencia humana seconvertirá muy pronto en una costumbre. Y entonces quedarán abier-tas de par en par las puertas para pasar de la primera fase de la sociedadcomunista a la fase superior y, a la vez, a la extinción completa delEstado”. Lenin, V. I., El Estado y la Revolución, Barcelona, Planeta/DeAgostini, 1996 (Col. Obras Maestras del Milenio, Núm. 31), pp.146 y ss.

109 Orwell, Animal farm…, p. 89; trad. cast., p. 180.110 Letemendia, op. cit., p. 21.111 Orwell, Animal Farm…, p. 87; trad. cast., p. 176.

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Bajo esta óptica, Rebelión en la granjatrasciende su calidad de sátira sobre el ré-gimen soviético y aporta una valiosa lec-ción para el México de la alternancia.Orwell, ciertamente, denota que el man-dato de los cerdos, a fin de cuentas, no fuesino un cambio de amos (una alternancia enel poder). La causa de este desenlace, em-pero, no se encuentra en la subversión con-tra la injusticia (puesto que Orwell jamáscuestiona la certeza o moralidad del con-cepto nuclear ínsito en el discurso inicialde Mayor), sino, primeramente —como haquedado asentado— en la negligencia queimpide a los animales percibir la necesidadde luchar no contra los explotadores en abs-tracto, sino contra la concreta explotación y,lo que es más importante aún, en la aban-dono de su propia libertad en manos de loscerdos. Dicho en otras palabras, Rebeliónen la granja nos enseña que la raíz del tota-litarismo no se encuentra en la crítica de ladesigualdad que caracteriza al marxismo (o, en la pa-rodia orwelliana, al animalismo) y, en general, a la tra-dición socialista, sino en la ausencia de responsabilidadindividual que, en la estabilización del cambio social libera-dor e igualitario, desempeñan los ciudadanos (o sus equiva-lentes metafóricos, los animales).

VVVVV. Epílogo a modo de mor. Epílogo a modo de mor. Epílogo a modo de mor. Epílogo a modo de mor. Epílogo a modo de moralealealealealeja: ja: ja: ja: ja: ¿Qué salió mal?Qué salió mal?Qué salió mal?Qué salió mal?Qué salió mal?Orwell nos cuenta que, tras el triunfo de la Re-

belión, los animales se ven ante la necesidad de deci-dir qué hacer con la leche y las manzanas que produ-

cía la granja. Los cerdos toman posesiónde ambos alimentos, hecho que despiertala indignación general hasta que aquéllosexponen las razones que les condujeron asemejante determinación:

-Camaradas [...] imagino que no supon-dréis que nosotros los cerdos estamoshaciendo esto con un espíritu de egoísmoy de privilegio. Muchos de nosotros,en realidad, tenemos aversión a laleche y a las manzanas. A mí personal-mente no me agradan. Nuestro únicoobjeto al comer estos alimentos espreservar nuestra salud. La leche ylas manzanas (esto ha sido demostradopor la Ciencia, camaradas) contienensubstancias absolutamente necesariaspara la salud del cerdo. Nosotros, loscerdos, trabajamos con el cerebro. Todala administración y organización deesta granja depende de nosotros. Día ynoche estamos velando por vuestra fe-licidad. Por vuestro bien tomamos esaleche y comemos esas manzanas. ¿Sabenlo que pasaría si los cerdos fracasá-ramos en nuestro cometido? ¡Jones

volvería!113

Temerosos ante la sola mención de Jones, losanimales consienten en ceder ambos alimentos. “Laimportancia de conservar la salud de los cerdos erademasiado evidente”,114 señala Orwell para justificar,desde la perspectiva de los animales, la decisión nodalde Rebelión en la granja. Digo “nodal” porque, según elpropio Orwell, éste es el momento en que la fábulasobre una revolución justa se transforma en la histo-ria de una régimen dictatorial.

Cuando, en 1946, Rebelión en la granja fue publi-cada en los Estados Unidos, Orwell recibió una cartade su amigo Dwight Macdonald115 relativa a la escasaaceptación que la obra había tenido entre los norte-americanos opositores del estalinismo. “Consideran”,señala Macdonald, “que tu parábola significa que larevolución siempre termina mal para el desvalido, lue-

la instauraciónde una auténticademocracia enMéxico requiereuna legalidad

igual en lo quese refiere alrespeto de lalibertad y la

seguridad perso-nal; pero des-

igual para efec-tos de superar la

necesidad

112 Walzer, op. cit., p. 136. El empleo de la imagen de la pesadilla resultamuy adecuado para explicar la perversión totalitaria del horizonteliberador del marxismo, como explica Alvin W. Gouldner: “En la pesa-dilla, lo que sucede es que la propiedad privada resulta ser realmente labase de la civilización; en la pesadilla, el giro decisivo de la historia esel surgimiento de la burguesía, no su expropiación; en la pesadilla, elsocialismo no significa que el proletariado se convierte en clase domi-nante, sino que el Estado pasa a ser la fuerza dominante —la infraes-tructura— y su burocracia la nueva clase dominante; en la pesadilla,este nuevo Estado colectivista produce un nuevo estancamiento de laeconomía, en vez de aumentar la productividad; en la pesadilla, laexpropiación de la burguesía no es la base de una nueva emancipación,sino de una nueva dominación, muchas veces peor. (El durmiente sedespierta jadeando y bañado en sudor)”. Gouldner, Alvin W., Los dosmarxismos. Contradicciones y anomalías en el desarrollo de la teo-ría, trad. de Néstor A. Míguez, Madrid, Alianza, 1983, p. 411.

113 Orwell, Animal Farm…, p. 23; trad. cast., p. 82.114 Loc. cit.115 Dwight Macdonald (1906-1982) perteneció al grupo de intelectuales

norteamericanos que rompieron con el comunismo soviético tempra-namente, en 1936. Con Philip Rahv y William Phillips fundó PartisanReview, revista a la que, entre enero de 1941 y el verano de 1946,Orwell envió colaboraciones regulares.

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go al infierno con la revolución y viva el statu quo. Mipropia lectura del libro es que pretende aplicarse ex-clusivamente a Rusia sin hacer mayores declaracio-nes sobre la filosofía de la revolución. Ninguno de losobjetores, hasta ahora, me ha podido refutar en for-ma satisfactoria cuando traigo a colación este argu-mento; admiten explícitamente que eso es todo lo quetú pretendes hacer, pero insisten en que se encuentraimplícito el sentido anterior”.116 Como el lector habráadivinado, Macdonald concluye con una pregunta:“¿Cuál de los dos puntos de vista, en tu opinión, seacerca más a tus intenciones?”.117

La respuesta de Orwell merece, sin lugar a du-das, citarse de manera integral:

Por supuesto que lo proyecté primordialmen-te como una sátira sobre la Revolución Rusa.Pero también pretendí que tuviera una apli-cación más amplia en la medida en que quisedecir que una revolución de ese tipo (unaviolenta conspiración revolucionaria, en-cabezada por personas con un inconscientedeseo de poder) únicamente puede conducir aun cambio de amo. Quise que la moralejafuera que las revoluciones sólo producenuna mejora radical cuando las masas se en-cuentran alerta y saben cómo cortar el vín-culo con sus líderes cuando finalmente hanhecho su trabajo. El punto medular de lahistoria es aquel en que los cerdos recla-man la leche y las manzanas para sí mismos(Kronstadt).118 Si los otros animales hubie-

ran tenido la determinación de bajarles loshumos entonces, todo hubiera ido bien [...]Lo que intentaba decir era: “No puedes te-ner una revolución a menos que la hagas porti mismo; no existe algo que pueda llamarsedictadura benevolente”.119

En suma, el problema al que se refiere Rebeliónen la granja, en concepto del propio Orwell, atañe a lanaturaleza misma de la revolución social. Para Orwell,la única esperanza para la libertad y la igualdad resideen que cada uno participe en la consolidación de lostriunfos de la revolución, de modo que no pueda apro-piarse de ella una casta privilegiada. El libro, conse-cuentemente, no es un llamado al abandono de todalucha por el cambio social, sino al principio de unanueva responsabilidad personal en éste.

Orwell quiso advertir a sus lectores que todoslos miembros de la sociedad deben comprometerseindividualmente con la realización de los ideales delibertad e igualdad que se encuentran en el centro delprograma socialista. Tal es la moraleja que Rebelión enla granja puede dejar al México contemporáneo: el re-chazo a los prohombres que se autoproclaman capa-ces de crear mundos perfectos para, en cambio, colocarel acento en la formación de ciudadanos mexicanoscomprometidos con la construcción de un estado de-mocrático de derecho. Bajo el contexto de una alter-nancia en que abundan los cerdos transformados enhombres (y viceversa) —tránsfugas de la revolucióninstitucionalizada que, apenas ayer, cantaban loas a larevolución democrática, hoy comparten el pan y la sal con

116 Citado por Letemendia, op. cit., p. 24 (la traducción es propia).117 Loc. cit. (La traducción es propia).118 Orwell alude al motín naval de 1921 que marcó un hito en la historia de

la Revolución Rusa. La guerra civil había significado para la poblaciónrusa un sacrificio terrible. El descontento acumulado estalló cuando, eldía 28 de febrero de 1921, a bordo del acorazado Petropavlosk, losmarineros de Kronstadt adoptaron una resolución de quince puntos enla que exigieron, entre otras medidas, una nueva elección de los sovietspor escrutinio secreto tras una campaña electoral libre; libertad deprensa y de reunión para los partidos anarquistas y socialistas, asícomo para los sindicatos obreros y campesinos; la liberación de todoslos presos políticos pertenecientes a partidos socialistas y de todasaquellas personas que habían sido detenidas por su participación enmovimientos obreros o campesinos; el derecho para todos los campe-sinos a disponer de sus tierras y de su ganado, y la libertad de produc-ción para todos aquellos artesanos que no utilizaran asalariados. Antela negativa del Partido para satisfacer tales demandas, los marineros selevantaron en armas el 2 de marzo. Con gran pérdida de vidas, elgobierno soviético logró reprimir el movimiento. Posteriormente,ejecutó a la mayoría de los insurrectos. El programa de los rebeldes,empero, despertaba no pocos ecos del programa de la Revolución de1917 cuya punta de lanza había sido precisamente Kronstadt, y lasreivindicaciones que incluía correspondían a las aspiraciones de buennúmero de obreros y campesinos, cansados del sacrificio, exhaustos,

destrozados y hambrientos. La represión se justificó argumentandoque el Partido gozaba de la facultad de imponer su voluntad de victoriaa los trabajadores fatigados dispuestos a abandonar. Por primera vez,en nombre de su “mayor conciencia”, el Partido que hasta entonces losdirigía, sabiéndoles convencer, había combatido, con las armas en lamano, contra unos trabajadores que se habían expresado libremente(aunque de un modo “objetivamente” reaccionario, en opinión deLenin y sus secuaces).

119 Citado por Letemendia, op. cit., p. 24. Orwell cayó en la cuenta de queel referido punto medular de la novela no había quedado claro, de modoque en el guión de una adaptación radial que preparó para la BBC haciafinales de 1946, añadió las siguientes líneas:“CLOVER: ¿Ustedes creen que sea justo que se apropien de las manza-nas?MOLLY: ¿Qué, conservar las manzanas para ellos?MURIEL: ¿No nos darán siquiera una?VACA: Creí que serían compartidas equitativamente”.Cfr. Davison, Peter, “A note on the text”, en Animal Farm…, p. XX(las traducciones son propias).

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los amigos de Fox y mañana, si así lo exige la prebendao canonjía en turno, serán furiosos ecologistas o ves-tirán los colores de cualquier partido de nueva crea-ción que les ofrezca una candidatura (y viceversa)—es de vital importancia recordar permanentementeque, con independencia de los colores partidistas quese vistan, un político (en el sentido de profesional de lapolítica) podrá ser calificado como “democrático” soloen la medida en que promueva la institucionalización,bajo las exigencias fundamentales del estado de dere-cho,120 de una mayor libertad e igualdad para todos losmexicanos.

Sin libertad, en efecto, es imposible la legitima-ción democrática de cualquier régimen o sistema po-lítico. Anteriormente he señalado que, desde laspremisas del socialismo democrático, el límite a la leyde las mayorías se encuentra en los derechos de lasminorías y del individuo. Si llevamos dicha tesis hastasus últimas consecuencias, habremos de concluir queno existe democracia sin participación de todos losciudadanos en la producción de la decisión política,lo cual exige, necesariamente, el irrestricto respeto ala libertad crítica de dichas minorías e individuos.121 Laausencia de libertad crítica para los disidentes a nadiebeneficia, puesto que ante la negación de este criterionormativo básico de la democracia, las mayorías seencuentran incapacitadas para demostrar que son ta-les. Asimismo, la seguridad de la libertad requiere lainviolabilidad de toda persona. Tanto los disidentescomo, inclusive, aquéllos que violentan el orden jurí-dico, no deben ser privados de la vida o vulneradosen su integridad física o mental. Bástenos recordar,sobre este particular, la acotación de Orwell respectoa la persecución de los fascistas sin la mediación deldebido proceso. Si privamos a los fascistas (o, en elcaso mexicano, a esos delincuentes tan manidos en tododiscurso político) de la inviolabilidad de su persona,¿cómo tener después legitimidad para defender nues-tra propia persona frente a cualquier persecuciónarbitraria?

Puesto que la libertad es algo que a todos co-rresponde, y que todos deben poder alcanzar, existeuna ineludible conexión entre libertad e igualdad, pues-to que los obstáculos a la igualdad, en última instan-cia, se traducen en obstáculos a la libertad. Precisa-mente porque la libertad se encuentra en la base detoda asociación política legítima, parece lógico exigirque no se le entienda como algo ficticio. Una personaque no tiene satisfechas sus necesidades básicas, noes realmente libre. De ahí que no hayan perdido ac-tualidad, a pesar del discurrir de los siglos, las viejaspalabras de J. J. Rousseau: “En cuanto a la igualdad,no debe creerse por tal el que los grados de poder yriqueza sean absolutamente los mismos, sino que elprimero esté al abrigo de toda violencia y que no seejerza jamás sino en virtud del rango y de acuerdocon las leyes; y en cuanto a la riqueza, que ningúnciudadano sea suficientemente poderoso para podercomprar a otro, ni ninguno bastante pobre para sen-tirse forzado a venderse [...]”.122

La conclusión política que se obtiene de la con-junción de estos valores —libertad crítica e igualdad—es la necesidad de sumar a la democracia jurídico-po-lítica, las bases de una democracia económico-social.En otras palabras, la instauración de una auténticademocracia en México requiere una legalidad igual enlo que se refiere al respeto de la libertad y la seguridadpersonal; pero desigual para efectos de superar la ne-cesidad. Así, lo determinante para el cambio demo-crático será la creación de unas condiciones socialesy económicas que, limitando la propiedad privada delos grandes medios de producción, hagan posible lasatisfacción de las necesidades reales de todos losmexicanos y, con ella, la igualdad material.123 Esteobjetivo, empero, será inasequible mientras no se en-cuentre sustentado en el ejercicio de una ciudadaníaempeñada en el cambio social liberador e igualitarioque pasa, hoy en día, por mantener una sana descon-fianza en la clase política. En el futuro de la democra-cia mexicana, por ende, resuenan fuertemente los ecos

120 Cfr. nota 92.121 Cfr. Díaz, “Socialismo democrático y derechos humanos”, en IBID,

Legalidad-legitimidad en el socialismo democrático, Madrid, Civitas,1978, pp. 130 y ss.

122 Rousseau, Jean-Jacques, “El contrato social o principios de derechopolítico”, en Benrekassa, George (comp.), Escritos de combate, trad.de Salustiano Masó, Madrid, Alfaguara, 1979, Libro II, capítulo XI.

123 Cfr. Díaz, “Socialismo democrático y derechos humanos”, pp. 136-137.

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de Orwell y Rebelión en la granja: o los mexicanos vigi-lamos constantemente, a la luz de los criterios de li-bertad e igualdad, el trabajo de una clase política dis-puesta, en muchas ocasiones, a cuanto sea necesariocon tal de obtener mayor número de votos o de ase-gurar una determinada posición de poder, o veremosdesvanecerse nuestra democracia en la palabrería par-tidista. Para ello, es preciso que llevemos nuestro com-promiso político más allá de las meras elecciones yque, consecuentemente, lo extendamos a la cotidia-neidad de la cosa pública.

¿Significa esto que la moraleja democrática queRebelión en la granja ofrece al México contemporáneoes el preludio de un novedoso anarquismo, la nega-ción de toda profesionalización de la política? Orwellno nos ofrece solución alguna a esta cuestión, pero sudeclarada adhesión al socialismo democrático puedepermitirnos aventurar que, de haberle cuestionadosobre este tema, habría respondido en términos aná-logos a los de Bernstein: “Diferencias de posición so-cial las habrá siempre. ¿Y por qué no habría dehaberlas? Mientras no desemboquen en explotación,mientras no sean causa de opresión, bien puede de-cirse que constituyen un enriquecimiento de la vidasocial. La desigualdad de clases debe desaparecer. Lasdesigualdades profesionales, las diferencias de activi-dad y categoría profesional pueden, por mí, durar to-davía mucho”.124

Siempre habrá cuestiones técnicas en las que,evidentemente, será preciso el asesoramiento de losexpertos. No obstante, de ello no podemos concluirque es preferible el criterio de un solo individuo (porexcepcional que sea) o el de una minoría (por ilustra-da que esté), en lugar de considerar como más atendi-ble y decisivo lo que quiere, en libertad y bajo la nor-ma del respeto a los derechos de las minorías y decada ciudadano, el pueblo entero. En este sentido, ladefinición negativa del espacio público democráticoproveída por Bernstein —esto es, la democracia entanto ausencia de un injusto dominio de clase— nosconduce a inferir la necesidad de un control constan-te sobre la burocracia y la clase gobernante (con mi-ras a prevenir la consolidación de una clase política

privilegiada), además de la redistribución de la rique-za social que define a todo programa socialista.

La democracia requiere, en suma, la participa-ción real y comprometida de todo ciudadano en dos ni-veles que han sido lúcidamente destacados por ElíasDíaz: i) en el control de las decisiones, y ii) en losrendimientos de la producción.125 Sin esa doble parti-cipación real, no puede hablarse de sociedad demo-crática. Frente a ella, una participación ficticia en dis-tintos grados y niveles aparece como rasgo definito-rio de las sociedades no democráticas. Ambas situa-ciones —la real y la ficticia—, empero, deben enten-derse no a manera de esencias cerradas e incomunica-das, sino más bien como polos de una escala gradua-ble y mensurable.126 “La radical transformación de lasrelaciones de producción que está en la base del so-cialismo”, manifiesta a este respecto Díaz, “se dirigea lograr la instauración de una sociedad en la cual selogre la incorporación y participación real de todoslos hombres, en especial de aquellos sectores socialeshasta entonces más dominados por el capital. Lalibertad-participación sustituye así a la libertad-alienación del capitalismo liberal. El objetivo y justi-ficación del socialismo vienen dados, pues, en fun-ción de la instauración de una sociedad realmentedemocrática”.127

Para concluir, simplemente me gustaría invitara los lectores a rescatar el legado que Orwell dejó almundo entero y que, en el centenario de su nacimien-to, resulta particularmente precioso para la coyunturaque atraviesa México: la convicción de que, con laparticipación comprometida de cada ciudadano, esposible la construcción de una organización políticay cultural de carácter socialista como medio para larealización de una auténtica democracia. Desde surealidad, Orwell ha invitado a los mexicanos del sigloXXI a tomar las riendas de la democracia que quierenno solo en el momento de la alternancia, sino (y sobretodo) para los años venideros. Me parece que haría-mos bien en atender su llamado. De lo contrario, ha-bremos de asumir el riesgo del retorno a un autorita-

124 Bernstein, “¿Qué es el socialismo?”, p. 165.

125 Díaz, Estado de Derecho..., p. 146.126 Loc. cit.127 Ibidem, pp. 170-171.

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rismo donde los cerdos no son distinguibles de losseres humanos.

VI. ConclusionesVI. ConclusionesVI. ConclusionesVI. ConclusionesVI. ConclusionesPRIMERA: La participación de Eric Arthur Blair

(George Orwell) en las milicias del Partido Obrero deUnificación Marxista (POUM) durante la guerra civilespañola, influyó de manera determinante en su com-promiso político, puesto que le convenció de la nece-sidad de denunciar los atropellos cometidos por el to-talitarismo soviético como prerrequisito para la de-rrota del capitalismo y la instauración, por vías demo-cráticas del socialismo.

SEGUNDA: A raíz de su experiencia española,el pensamiento social de Orwell es equiparable, en lofundamental, con tres tesis básicas de la socialdemo-cracia: i) el fortalecimiento del espacio público de-mocrático como vía para el establecimiento del so-cialismo; ii) el respeto, bajo la norma de igualdad, alos derechos fundamentales de la persona como con-dición de la legitimidad socialista, y iii) la búsquedapermanente de un equilibrio institucional entre losprincipios jurídico-políticos de igualdad y libertadcomo finalidad del socialismo.

TERCERA: En Rebelión en la granja, Orwell re-fiere los orígenes del estalinismo a la identificaciónmetafísica de toda opresión en un estamento deter-minado, sin consideración del fundamento principalque, desde una perspectiva socialista, es esencial enla reconstrucción de toda situación opresiva: la ex-plotación económica, con independencia de quien larealice.

CUARTA: La principal condición de posibili-dad del estalinismo que Orwell denuncia en Rebeliónen la granja es la ausencia de un compromiso políticopersonal en el cambio social, que debe mantenersetanto en el momento del cambio como, sobre todo,una vez que éste ha operado.

QUINTA: Para el México de hoy en día, el pen-samiento orwelliano —y, en concreto, Rebelión en lagranja— ofrece una fértil veta de reflexión política.Concretamente, invita al debate sobre la convenien-cia de la necesidad de sumar a la democracia jurídico-política, las bases de una democracia económico-so-cial mediante el ejercicio de una ciudadanía empeña-

da en el cambio social liberador e igualitario, atenta ala evaluación del trabajo de la clase política bajo loscriterios de libertad e igualdad, y cuyo compromisopolítico trascienda el ámbito meramente electoral paraextenderse, en cambio, a la cotidianeidad de la cosapública.

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