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l NA n e Is I s j\f o Lu \Jn coa ne<\;\, co En el capílulo anlcrior d:jimos que la pérdida de u11 objelo podía 'clnr origen u fa dcpre'..ión. No nos dciuvimos mue/Jo en esa opor- tunidad en las caraclcríslicas que debía reunir tal objelo, nunque dejarnos const:incia, siguiendo n Freud, de que se poclrfo lralar de nlgo que fuera un idé ni para el sujeto que sufrí11 la pérdida. Pura mnyor ptcc1s1c.n pariamos de: un :;imple hecho de Ob- servación: alguien nspirr. n ser ele dcicrmi11nd11 mnnern, ponga- mos por cGso bello, vni:cnte bonclcidoso o inteligente. Se !rala evidentcrncnlc ele atributos que ante sus ojos lo cunvcrtiríRn en alguien digno de Pero si por cualquir.r circunstancin esé.t personn llcgn ni convn1cimirnto ele que en vez de ser bclh es fea, rn Vez de vnlicnte es cobarde, etcétc'.3, poclt·5 deprnn1rsc. ¿Cómo debe entender ],J suce.dido? Esn que se_yc feo o rnbo rde no se puede n m¡¡r R misma, ila d·: jc.do de ser su propio Ideal, o en otros trirrt1inos llh perdido el nmor ele su :::iu- peryo Pero porn que esl·J sea pos1hlc 'hrrct f;ilrt. <jllC esa persona hnyn construido dichos iilributos como ideales de perfccc1011. Y es precisamente ern, que alguien se haya tomndo n mismo rnmo objcf9 d-e amor, cn-sí-<1 un !deid, Jo qui; Íormo el de la CJracterirnción clel 11;ircisismo. Ln el t·aso Schrct,er, Frc:ud da como caroctcrís1ic1 éJefiniloriu del 11nrci::is1110 que "el sujete' comience pur a mismo, ¡i su propiu cuerpo, como obje- to de amor".' El mito de Niirci,o, enarnorndo de la belleza dc su 1 S. Fr 1 :ud, "Nolns psiconrrnlílicas u1'1 informe 2ulobit"8rMico de un c0so parnnoia" (J9JI). S.f., vol. Xlf, p. C•O. 38 propia imagen, prnvee por lo. tanto el modelo ¡¡ partir del cual se desarrollo el co11ccplo. No nos interesa hacer ílquí una sínlcsis de la teoría psicoa- nalítica acerca del 11Jrcisismo ni tampoco un estudio Je !os nu- merosos problemas que en él se plantean. Solamente nos deten- clrern(JS en algunos aspectos del narcisismo que creemos particu- larmente ¡1tinenles al terna de la depresión. td intentar fundar la razón de la diferencia entre el duelo norrn:d y. la melancolía, Frcud consideró que en c:;ta ultima con- diciór: cJ .objeto perdido había siclo elegido. de acuerdo con el tipo Je elección nardsisia. I\nora bien, ¿qué es lo que se debe ele entenrJér por elecc1on narcisista de objefó? La respuesta no es unívoca. Freud, en "introducción al narcisismo" ( 19 J.1), designa como elección narcisisla de objeío la que se caracknza por ser el obieto e!Cgiclo conÍorme a córn0 f'.S' el sujeto, cómo llle.cJ sujeto, cómo el sujeto quisiera ser, o alguien que una vez unn parte del sujeto, et n110 para la nrndrc por. eje1nplo. 2 Pareciera entonces que la elección nurcioista se caracteriza porque en ella e! objclo '.Íf'.lle una semejanza con el Yo que lo elige, o seo que Ja decc1011 se hace a im;igen y semejanza del Yo. Este es el -:onccpto de elección nnrcisistu de oSJetu explícito en el texto citado. Sin cm- . bargo, en el mismo tcxlo Freud dice que las aman y hacen elec.ción de el JJpo 11arc1s1sta. U sea, eligen como objeto sexual a los que las anrnn, nque11os que líls hi ::.eresuman y las coni'Íerten en st1 idea!. Acá, cV1Ctentcmen1c, al !rnb!a de Ja clec- ción narcisista de objeto no se refiere al hecho de que d objeto ele· por la mujer lo sea a imagen y semejanza Je[ Yo que elige; lo que se r!Pst<Jcar es que mcJiantc ese objeto sern;d lo que s.e satisfacé es _el narcisismo det es aec1r su autu•:stima. Vémos :1si que •21\ el texto mencionado hay Uíl'l definición explícita y o:rr. q11e 110 constitu·:c una verdadera Jdinición sino u1L1 c;irnctcriznció,1 a pnnir de un ejemplo clínico. Vernos cn- que en Freud la .elección 11arc1sis1a <le objeto 'Jbarca tantu la elección que se· rcultzndo at 11n:igcn y scmc¡anzn del Ycr la q11c se hi1 n:JiizaJo p<ira eÍcn1r.1n uutocs1im;1 fo v11·encii.l dl: perfección, de i;ompletud, de omn1pot,;,11c1a. 1 S. freud, "!111roducción 11\ (l'J!4), S.E., vol. XI\', p. <JO. O('. cit., p. 88. 39

n e Lu - Bibliopsi · Freud, en "introducción al narcisismo" ( 19 J.1), designa como elección narcisisla de objeío la que se caracknza por ser el obieto e!Cgiclo conÍorme a córn0

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Cnpitl~1a l

NA n e Is I s j\f o

Lu ~'Jerv~ston \Jn

~l coa ne<\;\, co

En el capílulo anlcrior d:jimos que la pérdida de u11 objelo podía 'clnr origen u fa dcpre'..ión. No nos dciuvimos mue/Jo en esa opor­tunidad en las caraclcríslicas que debía reunir tal objelo, nunque dejarnos const:incia, siguiendo n Freud, de que se poclrfo lralar de nlgo que fuera un idé ni para el sujeto que sufrí11 la pérdida.

Pura mnyor ptcc1s1c.n pariamos de: un :;imple hecho de Ob­

servación: alguien nspirr. n ser ele dcicrmi11nd11 mnnern, ponga­mos por cGso bello, vni:cnte bonclcidoso o inteligente. Se !rala evidentcrncnlc ele atributos que ante sus ojos lo cunvcrtiríRn en alguien digno de cstim~ci<Sn. Pero si por cualquir.r circunstancin esé.t personn llcgn ni convn1cimirnto ele que en vez de ser bclh es fea, rn Vez de vnlicnte es cobarde, etcétc'.3, poclt·5 deprnn1rsc. ¿Cómo sé debe entender ],J suce.dido? Esn pr~rsono que se_yc feo o rnbo rde no se puede n m¡¡r R sí misma, ila d·: jc.do de ser su propio Ideal, o en otros trirrt1inos llh perdido el nmor ele su :::iu­peryo Pero porn que esl·J sea pos1hlc 'hrrct f;ilrt. <jllC esa persona hnyn construido dichos iilributos como ideales de perfccc1011. Y es precisamente ern, que alguien se haya tomndo n 5Í mismo rnmo objcf9 d-e amor, vir~ndc cn-sí-<1 un !deid, Jo qui; Íormo el núcl~o de la CJracterirnción clel 11;ircisismo. Ln el t·aso Schrct,er, Frc:ud da como caroctcrís1ic1 éJefiniloriu del 11nrci::is1110 que "el sujete' comience pur lom~1rsc a oí mismo, ¡i su propiu cuerpo, como obje­to de amor".' El mito de Niirci,o, enarnorndo de la belleza dc su

1 S. Fr1:ud, "Nolns psiconrrnlílicas sobr~ u1'1 informe 2ulobit"8rMico de un c0so d~ parnnoia" (J9JI). S.f., vol. Xlf, p. C•O.

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propia imagen, prnvee por lo. tanto el modelo ¡¡ partir del cual se desarrollo el co11ccplo.

No nos interesa hacer ílquí una sínlcsis de la teoría psicoa­nalítica acerca del 11Jrcisismo ni tampoco un estudio Je !os nu­merosos problemas que en él se plantean. Solamente nos deten­clrern(JS en algunos aspectos del narcisismo que creemos particu­larmente ¡1tinenles al terna de la depresión.

td intentar fundar la razón de la diferencia entre el duelo norrn:d y. la melancolía, Frcud consideró que en c:;ta ultima con­diciór: cJ .objeto perdido había siclo elegido. de acuerdo con el tipo Je elección nardsisia. I\nora bien, ¿qué es lo que se debe ele entenrJér por elecc1on narcisista de objefó? La respuesta no es unívoca. Freud, en "introducción al narcisismo" ( 19 J.1), designa como elección narcisisla de objeío la que se caracknza por ser el obieto e!Cgiclo conÍorme a córn0 f'.S' el sujeto, cómo llle.cJ sujeto, cómo el sujeto quisiera ser, o alguien que una vez fu,~ unn parte del sujeto, et n110 para la nrndrc por. eje1nplo.2 Pareciera entonces que la elección nurcioista se caracteriza porque en ella e! objclo '.Íf'.lle una semejanza con el Yo que lo elige, o seo que Ja decc1011 se hace a im;igen y semejanza del Yo. Este es el -:onccpto de elección nnrcisistu de oSJetu explícito en el texto citado. Sin cm-

. bargo, en el mismo tcxlo Freud dice que las rnujere~ aman y hacen elec.ción de ob~tQ ~&Úll el JJpo 11arc1s1sta. U sea, eligen como objeto sexual a los que las anrnn, ~ nque11os que líls hi ::.eresuman y las coni'Íerten en st1 idea!. Acá, cV1Ctentcmen1c, al !rnb!a de Ja clec­ción narcisista de objeto no se refiere al hecho de que d objeto ele· gi1~0 por la mujer lo sea a imagen y semejanza Je[ Yo que elige; lo que se quiu~ r!Pst<Jcar es que mcJiantc ese objeto sern;d lo que s.e satisfacé es _el narcisismo det rny~to, es aec1r su autu•:stima.

Vémos :1si que •21\ el texto mencionado hay Uíl'l definición explícita y o:rr. q11e 110 constitu·:c una verdadera Jdinición sino u1L1 c;irnctcriznció,1 a pnnir de un ejemplo clínico. Vernos cn­tonc·~s que en Freud la .elección 11arc1sis1a <le objeto 'Jbarca tantu la elección que se· 1i~1 rcultzndo at 11n:igcn y scmc¡anzn del Ycr cc!ll~O la q11c se hi1 n:JiizaJo p<ira eÍcn1r.1n uutocs1im;1 fo v11·encii.l dl: perfección, de i;ompletud, de omn1pot,;,11c1a.

1 S. freud, "!111roducción 11\ narcisi~rno" (l'J!4), S.E., vol. XI\', p. <JO. O('. cit., p. 88.

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Parn que se vea con más claridad la difeTencio que estamos tratando de hacer entre la elección narcisista de objeto a imagen y semejanza y la elección narcisista de objeto cuya finalidad es restituir la autoestima me· Vílldré de un ejemplo clínico. Se trata dé un adolescente que en una sesión me comentó entusiasmado que tuvo una relación co;) 11na ·chica que le pareció formidable. Lo que según su descripció11 lo entusinsmaba más era la vagina de la muchacha, In cual, por ser estrecha -así In caraclcrizó­le provocaba una sensación particular de satisfacción. Lo que se pudo comprobar era que la vagina estrecha ele la muchacha mol­deaba, precisamente por su estrechez, su pene como grande, como poderoso. De modo que !.'.] objeto ¿·ra elegido narcisísticamente corno satisfactorio, como oque! que mejoraba la autoestima del sujeto, por permitirle lenet IJ vivencia de un pene guinde. O sea que aquí lo que define ccimo narcisista a la elección no es que ésta sea a imiJgen y semejanza ele! sujeto, ni siquiera que él te­niendo In· imagen de su pene como chico y queriendo enton­ces a una vaginn chica quiere <1 su propio pene por semejante a ésta. Lo que estabiJ en juego era ,que la vagina peque!'ía permitía significar n su pene como grnncJe.

. En apoyo ele la CiHaclcrización doble que hilccmos de la elección narcisisln de objeto volvamos nuevamente a Freud, quien dice de la elección narcisista en la muiu: "110 necesitan amar sino ser amadas y ncep/011 al hn111brc que l/c11a esta co11d1clóí1" (sub­raycido nuestro) .j Es decir que la condición de acep1ac1on del hombre es que las nmc, que las liiperes11me. No interesa por lo tanto el hombre en sí mismo y de ahí "In expresión "aceptan al hombre que llena esta condición". La elección no ~e h,1c_c enton­ces por IÓs at1·ibutos del objclo, porque éste sea semejante al que elige, sino porque convierte al incliv1clllO en un ideal.

Ahora bien, si una elección narcisista de objeto se puede realizar porque el objeto el~gído lo es a inrngcn y semejanza del Yo b bien porque restituye la autoestima del Yo, ello signiíica que en el conceplo de n;ircisismo estón articuladas dos categorías. Por un lado está f;i rel<ició.n de seme¡.anza o dilcrencia o_ue exisle entre el Yo y el objeto, y por ei otro la v1venc1a de p~rfccción, de omnipotrnciá, en última instílncía de autoestinrn salísfeclia. No por

~ Op. cil, p. 89.

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nada el trabajo de "lntroducció11 al Narcisismo" comienza con una carncterización del narcisismo corno elección a imagen y se~ rncjanza -con la cita de la elección homosexual que retoma de la nota agregada a "Tres ensayos púa una teoría sexunl" 1- y con­cluye con toda la última parte del !ercer capítulo en q11e hace un es!udi0 de la autoestima, que, dig<11nos ele paso, es la palabra que debe reemplazar en la t1·aclucción .:astellana de López Ballesteros a la que aporecc equil'ocaclamente en su lugar: autopucepción.

Por lo anterior vamos viendo que en el tema de] :1arcísisrno tendremos que abordar dos órdencs de problemas, uno es el oc la rélac16n cnrre el Yo y él objelo, relación de semejanL1 o ele r]j.

ferenc1ci, y el segundo problema e~ el de la vivencia ele perfección, ele autosatísfacción, de cornpl_etud, .en s}ntesis, de 11ípcrest1ma­ción ele si h1ismo,

Tornemos la primera de las cuestiones mencionadas: Ja re­lación existenle cnlre el Yo y el objeto. Si volvernos a la cita del caso Schrebcr en donde Freud dice: "El sujeto comienza por to­nrnrse a sí mismo, su propio cuerpo, como objeto de amor", esta cita podría servir de base parn refutar Ja pretendicln anobjetalidad del narcisismo primario. El razonamiento podría ser el siguiente: si el propio cuerpo o "sí mismo" son objetos de amor para el sujeto, resulta evidente que hay un objeto, por lo tnnto el narci­sismo primario no sería anobjetal. Pese. a su aparente solidez en el plano de Ja lógica, lo que hace e:;te razonamiento es jugar con ln palabra objeto c<1mbiando la extensión dei término, usando objeto en el sentido clílsico de la filosofía, corno todo lo que se opone a: sujeto. Los que sosliencn, siguiendo. al mismo frcucl, que el narcisismo primario es anobjc1al, en realidad cJc;¡ominan objeto a algo que no es el sujeto ni el Yo, 6 a un objero otro que el objc10 que es el Yo. Esta tripartic.icin entre sujeto o persona, Yo, y objeto no-Yo se encuentra claramente en "El Yo y el Ello", en donde e! Ello -que no comelercmos el error de equipararlo

l S. Frcud, "Tres ensayos para una lcoría sexual" (1905), S.[., vol. VII, p. l 45. 6 Acá usnn1os Yo en uno de los scnlitlos con que apnrece en "El \'o y el

. E.llo", corno represcnJocióri que el suje10 l11:nc tlc sf mismo. Paro unn preci­sión de las conno1aciones que Jicne el lérmino Yo l'éose el próximo apar1ado de esle capflulo. ·

!P)j; F~í lil

' ' ~~, al sujetr.r---- toma' ol Yo co/llo su objeto de amor, pud~endo ir la~' libido a oti'os objetos, de. acuerdo con, la célebre mctafo1a, .grata M pará Frcud, de la 3rneba con los seudopodos. Pe.ro lo esencial es¡~ 'qtJe en este caso el Ye es un objeto para otra ent1d Jcl, que er~ esl: '..

''trisó es el Ello. Si Ja unica refutación a Ja tesis u! la anobJct¡¡J¡. :; 'i:Jnd del rrnrcisismo prim::irio fuera la que estnmos considern'.1do,; , Ja discusión habría pasafo ¡¡ ser purnménte scnfotica, una d1sc.u- ·

sión en torno del térmi:rn objelo, que es el prototipo de la dis­cusión que no inleresa'. La problemática pertinente, por. lo t.anto,; no es si el Yo es un objeto para el sujeto, cosa que es, sino Sl eslc · Yo es onobjet<il en el· 5ci-.tido de ser indepenclier~te, en su cons­titución, con respecto a otro objeto externo lamb1én al su1eto. O. uicho en olros iérminos, si el Yo objeto de amor del nnrc1s1.sm~ se constituye sin tener, 11acla que ver con olro objelo, es decir s1; se desarrol]J sirnplernenlt: por maduración a partir del Ello, con·! cepción vigente en una parle del ~sicoanálisis iJCtual. Pero dado'. que el Yo que es tonrndo como objeto de amor es Ja represc1;1,a·, ción que el sujeto se ha1 e de sí mismo, y que esta represe~lac1on

se construye en buena JTieclida por la idenlificnción con olro, Y

a pmtir d~ la representación de sí que otro le da al sujeto, el Yo del narcisismo involucra necesariamente al objeto.

Pa1·eciern entonces .~ue si nos preguntamos sí el narc1s1smo primario es anobjetal u ,Jbjetal, contestar que es objetíll constitui·. rÍíl una resp·uesta que. satisface nuestra pos:sión. Pero por ª.lgo, la discusión enlre objel ilídad y anobjelaliclael ha hecho oscilar. entre las dos posibilidades convirtiéndose en uno de los dilemas clúsicos del Psicoan~lisis. Lo que sucede, a nuestro juicio, es que' el narcisismo es obietal desde el punto ele vista ele la situación: estructuranle en que se ·:onslituye el Yo, siluaclón en ía que no: hay un Yo preexistente ;d encuentro con el objeto, sino q_ue ague/ se construye precisamenr.e en ese. encuentro. En el apartado SI·;

guienle tendremos ocasi1in ele volver a estn concepció.n del Yo para desarrollarla, nunq11e por ahora nos 1Jasla enw1c1arla. pa:a dejar consignodo que, de acuerdo con esto, el narcisismo pr1111ar10 es objeta! desde la estructura en que se constituye el Yo. Pero desde Ja vivencia del sujeto, o sea cómo experiencia éste la exis­lencia del objeto, posíci.ón desele l;i cual también teorizó Preud el tenia del narcisismo, hay dos creencias ilusorias: i) la creené:iu

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en la no existrncia del objeto y, 2)' la creencia en la existencia de ótro cua11do en realidad u110 está frente a su prupia ·imagen.

Tomemos· el- prin1er caso, en que el ~u jeto. no reconoce la existencia del objeto como diferente de sí. Podemos dar como ejemplo el ele! chico que se identific;:i con el rostro de su seme­jante corno si fuern el suyo propio, o que, en la situación de trar¡silivismo elcscripta por Wallon, llora ni ver caer al otro. En estas situaciones el chico tiene como representación de sí, corno Yo, Jo que es representación de un objeto no rcconoc.ido corno rat.

El segundo caso de ilusión --c:.iando el sujeto cree que hoy otro cuando en realidad se trata de él mismo- está ejemplifica. e/o por el mito d_e_ Narciso, en e] cual, habiendo lHW snlo, b/ar­ciso, este cree que nay aos y se enamora ae su propia 1111agen. Es 1111 caso similar al de !~ elección narcisista éle objcJo hecha a imagen y scmCJilnrn. Cuand0 se cree cunscientemente qui: hay uos objetos, en reolielacl está el Yo, en tonto reprcscrilaci6n, que es amado Gll el objeto. Recuérdese ese ejemplo, realinenté notable para ei análisis del homosexunl, que da freud, el cual,_ aparte de i11le11tnr resolver el problema de la génesis de la homoscxua11dad, conslituyc un parndigma por su 'examen de la relación entre un su-· jeto y un objeto. El homosexual ama al joven, pero -como dice freud- el joven es piira él el rcpre:;enlante de sí mismo, mientras que él 1~stá iclentificnclo con su madre, de modo que amando al jol'Cll c11 rcalídaa se está 11mando a .. Sl m1.s1110. En csr~ ca~o el sujeto vive en su conc1cnc1a corno :.i él y el airo fueran dos ob· jetos scparnclos y diferentes, pero en cuanto a los rac;gos que determinaron esa elccci¿n narcisist;i hay una represenl<1ción in­consciente -la ele su propio Yo-· que es vista y anwda en el otro.

En el cnso que eslamos comjelernnclo, el del homosexual narcisista que cree que hay dos --él y el jMen-, en realidad liay lll<Ís Je dos, pues está la madre rnn la cual él está id<ntificado y está el joven con el cual se identi[ica. Ahora bien, esle complejo juego de representncioncs es posibl~ elcbido n la .exislcncín ele repreoc111<1cio11es que son conscientes unas e inconscientes olras,

lo rnal es una prueba rnás ele que los conceptos que eslarno3 utilizrindo, identificncién y rnircisisrro, son in~omprensiblcs si no se los articula con la di1'isión rn consciente e i11conscie111c, cscn·

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ciol para el Psicoan6.lisis. Con respeéto a la imagen in~o1iscii::nte, '1 el Yo y el otro so11 Jo mismo.

Se entiende, n1ionces, por qué se llama relación narcisista tanto a la de Nilrciso que ama a su imagen corno si fuera otro real, como a la ele nque_] _que_ arna s~ propio Yo c11 el otro. Si el Yo se constituye c·r·1ginalmenle por identifkaci6n con el 0110 se hacen L:ictibles pa1 n el sujeto las ilusiones dé estar !rente á su Yo, cwindo en realicbd está frente al del otro, o ele estar frente a otro Yo, cu011do en 1ealid;id cstri ante el suyo.

Ei amor del nnrci::ismo

Hemos dicho c¡ue en la elección narcisista se articulan por un lado el hecho de que i.:l objeto sea a irn;1gen y semejanza y por rl otro el de que rc:ilce. L1 autoC'stima del sujeto. 1\dentrémonos ahora en este segundo aspe~to.

Freud habla del narcisismo infnntil en términos que desta· can Ja vivencia pi 1centern del niiío de sentirse excelso, perfecto, de que su belleza, su inteligencia y tocias sus cualidnde.s lejos ele :st:r cuestionadr:s son por el contrario hipercstimaclas. Por lo tnnto el <Jmnr del 1iarcisismo se caracteri:t<1 por la idealización, es decir por el mejoraniicnio de las cualidndes del sujeto. Entonces debe entenderse que' el narcisismo, definido· como la condición en que el sujeto se toma a s1 mismo cpmo objtlo de amor. impli­Cil hiperestimacíón.

Desde es(<i perspectiva del narcisismo, centrada en la sobre­valoración que el sujeto hace de sí, se aclara por qué Freucl entendió que uno de los elementos esenciales que establecía la diferencia entre el duelo normal y la me]Dncolía erri que en ésta la elección de!. objeto perdido había sido de naturaleza 11arci­sista. Si en la· melancolí; el objeto. perdido es .de' 'naturalezil narcisista, es decir ¡¡u¡ncnla la l'nloración del stijcto, su pérdida pro· ducírá una dismin11ci611 de ésta.7

Aunque la te:.is de que la melancolía se diferencia de ülras formas de depresi 5n pues en éstas la elección de objeto no ha

7 En "Duelo y mela11colín'' hny tnrnbién otro nrgumrnto pára explicar la: autoestima disminuid: en el melancólico: el reproche conlra el objelo vuelto ., conlra el propio sujet) a través de la idenlificación.

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sido de tipo norcisisla es muy cueslionnble, lo que nos _intncsa retener oquí es que la taíéla de la h1per('.51101;ición narc1s1st8, ya sea por pérdida del ob1cfo elegido narcisísticamente o por pénli­da del Yo en tanto Ideal, es copaz de producir depresión.'

Génesis del 11arcisis1110

Frcud ofrece dos concepciones del narcisismo: en una de ella; el enfoque económico se une a In teoría de la libido. Desde ·~sta perspectivo, el narcisismo primario es la condición en que toda lc1 libido está en el Yo,ª o la situnció11 prenJtal en que por una armonía de orden biológico no existe tensién en el organi~;1no. Esta es un<1 de las conce.,1Ciones del narcisisrnJ que se cncur.nlra presente en parte del P;icoanálisis actual. 5u ejemplo parn:lig­mótjco lo constituye Grc::cn cuando, en El narcisismo pri111crio, ¿estado o eslmctura?, Jo cldinc como "el estado. de aquiescencin Jbsoluta en el cual está 8bolida tocio tensión".9

. En la otra concepció11 di.:! nnrcisimo si:: !o entiende comu la 1•¡¡Joración que el sujeto ]mee de sí Jni~mo, cnmo. la signific~1 iórt que el Yo en tanto. representación de sí tomi paro el sujeto. es <lec ir cómo é'.:'te se u bien ·en una escala de preferencias, de vale re~.

No nos 111lcrcsa cuestionar el enfoque económico del n;,rci­sis1110. Hemos optado por 110 discutir con quienes defienden la teoría económica en freud. Creemos que la actitud méÍs útil para el progreso científico, y la menos esteriliznnte, es dejar que los partidarios de tal orie11tación prosigan sus i11vestigaciones y 110or­le11 las pruebas que coloque11 ese tipo de formulaciones metapsi­cológicas en correlación co11 los datos de Ja clínica, permitiendo explicarlos o predecirlos. Si esto sucediera, la polémica tendría otras bases, se habría producido un vuelco y los que no compnr­timos el enfoque económico 11os encontraríamos con nuevos. ar­gumentos que harían revisiir nuestra opinión. Pero mienlras ~slo

no ocurra, la decisión q11e hemos lomado tiene la ventaja de no ligarnos a una problemática en la que no confiamos.

8 S. Frcud, "Esquema del psiconn<ilisis" (1938), SL, 101. XXII[, p. 15(1. 9 ,\. Green, El narcisismo primario; ¿estarlo o. eslr11c111ra?, Prolco, !Jucnos Aires, 1970, p. 82.

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Si nos hC'110s detenido en bs dos concepciones exislentd Jd t~arcisísmo es 1)orque 1 partir de cada una de ellas surgirá una tcorfn diferente sobre la génesis del mismo. Sí se acepta al nu­,cisisrno_como condición económica, habrá .un narcisismo prirmnio, anobjetnl biológico. El narcisismo se originará dentro. del i11di­vicluo y. de ahí pnrlid frncía los objetos. La posibiliclud de 1<1

. onobjelnlidad no es sólo pensable sino lógic3111cnlc oblignloria. .El narcisismo caracterizado por· el amor del sujeto a la repre­senración de sí mismo oern siempre secundario. El problenrn que hab1 ó q~e explicar es cómo se pasa del nivel de las cargas, de los c.:rntidodcs de excÍ\KÍÓn al Je IRs ·represcnlnciones vnlorativns.

En cambio, >Í el concepto del narcisismo está desde su origen .en el campo mismo de In significación, de las valoraciones, la cuestión se puede plnntear ele la siguiente rnJncra: ¿Cómo es que

: alguien nclquiere la Vil ornción de sí mismo? ¿Cómo se constituye · vnn representación de,' Yo que es dign<1 de amor?

lJn¡¡ vez plantead ns cstns preguntas,_ rcsultn inmediatamente evidente que si se hal¡la ele valor-acíones. éstas implican un orden

·simbólico que es exterior· al indiv-idLJO, el ele la culturn, en Ja cu;il aquél se rnscr1be.

Pero se lrotn de illgo más que la construcción ele cntegorías cognitivo-arectivas de: valornción en las cuJ!es luego el sujeto apresnría su propin ;·eprcsentación. Si se tratase ele esto, la culturá: ~ctuaría sim.pl_ementt.: proveyendo al sujeto de lns escalos con que este se med1rra, y la valoración sería una activiclnd que le com­pet.í;ía a él. 0pu11l11111os, en cambio, a mostrnr que In represcn­tac1on yalor"<1t1va de sí. es_ construida en ]¡¡ intersubjtliyjJau, esen­cialmente In existente. rntrc el sujeto y Jos personajes signilicntivos de su infnncia. _

Venmos un ejc111plo que puede utilizurse como punto cJc partida para este dcs;rnollo. Ln mujer que arna y admirn sus bucles o sus ojos estci ;1drnir;indo en reülidocJ lo representación que ha tcniuo de ellos u11 otro signiíicativo. Es el otro el que con­vierte meros objetos :i11ntómicns en algo digno de ser élclmirado por bello. Resull:i fncil inrnginar !ns múltiples situaciones en que un3 madre puede convertir en adorados los ojos y Jos bucles de su hija o ,en notables la: r'roduccioncs intelectuales o físicns de la mism<i El niño, por !J dependencia con respecto a su objeto de o 11101·, se iden ti fíen con esa i mogcn VJ lor;id a q uc le vic ne de\. ol ro

1 t6 l

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y pas~ a valornrse. El propio Frcud reconoció 11uc la rcprcscnt;1-ción de sí mismo vrc11e de otro cuando, en "U!: recuerdo inf<in!d de Goethc", escribió: "Un hombre que ha sido el favorito i11-Jiscutido de su madre conserva dur11nte toda la vida el 5c11\i­

mien10 de un conquistador, esa confianza en el éxito que a menu­clo lleva al ~xito real",1º

Cuando se dice entonces que el narcisismo del niñc' es i:I narcisismo de los padres no solamente se quiere signiíicar con es .. a afirmación que los padres satisfacen su propia J1ccesiclnd de eslirr a hipecvalorando _al-hi¡o, que es su producto, sino también que ;a vivencia del narcisismo s<;tistccho del niño tiene su origen rn los padres.

Además de realizar los padres la induccicín directa de u¡;u imagen valorncla del niño con la cual éste se identifica, tambiln Ja hiperestimación puede surgir por identificación con figuras qLe se hiperestiman. Más adelante, cuando estudiemos la cons1it\rcí<1n del Yo Ideal, volveremos sobre este punto.

Por olrn parte, la representación que el sujeto hace ele SI

corno bello, inteligente, bravo, etcétera, no consiste en un mero colocarse en una escala de cualidades sino que al darse c:;tns cualidades corno exislcnle~; en personajes concretos, el que posee esos atributos ele máxima perfección queda ubicado en el lug~r

de preferencia con respecto a los otros. El narcisismo está de e!te·

mQdo estruclurado e11 el seno mismo de la situación cdíp1ca, en donde la perjccc1011 quectá co1111otada como triu11/o frente a/ .riJ'J/. El 1:.dloo implica que bay ,1Jguien además del propio sujeto que puecle se.r amado por el otro significativo. Tener los Yalores de In pcrtecc1ón narcisista asegura que se s1gn e~tando ubicado en

el lugar de privilegio:

El Yo del 1111rc1s1s1110. El Yo Idea/

Parn trntnr de delimitar el concepto de Yo qw: está involucrado en el narcisismo debemo:; recordar que Freud diferencia narci­sismo de autoerotismo po1gue rn este último no está constituido

10 S. frcud (1917), "Un rcct,erdo infanlil de Goc1hc", en Diclrt1111g 1 .. 1tÍ \V11hrl1ei1 (t9t7), S.E., vol. X\llf, p. J.56.

::.:·:

'\ \, el Yo, y se rcquiei-e "un nu•:v_o nct psíquico" que posibilite guc el 111d!vicluo tenga una rep1csentac Ón unificada de s( como ob­jeto de amor. O sea que el Yo del narcisismo es Ja reprcsenrac1011 de sí, la imagen gue el suje

0

lo toma como guc es él." Aquí resulta conveniente hacer dos aclar[:Cior1cs. La primera, que la expresión "sí mismo" ha merecido críticns. Cunndo se dice que el Yo t:S

ln representación de sí rnisrn•J se está haciendo esta definición des'. de la. vivencia que el individuo tiene de sí, pero norntros hemos señalado en el apartado ankrior que desde la situación estructu· rante en la que se constituye el Yo, en realidad lo que se torna como imagen de sí es la representación de otro. Por lo tanto, decir que el Yo es In representación de sí mismo constituye una defi- 1·

nición parcial que podría prestarse a equívocos si no se aclarase que con ello se alude simplemente al hecho de que el sí mismo es un efecto de ilusión.

La segunda aclaración se refiere al término imagen. f.ste tie­ne el inconveniente de est<ir muy ligado al orden de la percepción, en especial la visual. El Yo no se represento solamente corno una envoltura, corno provisto de deierrninados alributos nnil!órni­cos susceptibles de ser descriptos en el orden de la percepción, sirio que también se represen/a como dotado de determinados atributos abstrnctos, que no transcurren ni mucho menos en el orden de la percepción vís11;1l. Así, por ejemplo, cu;indo el Yo

·es considerado bueno o rn:ilo, inleligentc u obtuso, trabajador o haragán, lo que está en cuestión no constituye parn nada algo del orden de la percepción. Se trata de una construcción más compleja, y es por eso que la palabra representación 11 nos parece más adecuadil que imagen. /\ pes;:¡r de todo, la palabra imagen tiene un mérito: apunta, clcfine un aspecto, el hecho de que la pri_mera representación que el sujeto tom;i como que es él, en realidad es una representación .del orden visu'11. una. imagen clel cuerpo. Entonces el término imagen resulta adecuado para ca­rncteriznr el momento constilutivo del Yo, pero ·no pnrn desig­nar lo que es el Yo en tánto estructurn compleja formada por múltiples representaciones. Mús adelnnte retornaremos a este pro-

11 En la Introducción vimos, por olra parte, los riesgos de la expresión re­presen 1 ación.

48

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\ 1

,I' \\

blcrn<i de !J relación entre el momento genético cons.titutivo del

Yo y su ulterior conformación. Planteüdas así las cosas, el Yo que el sujeto torna corno

'objeto de amor, aquel sobre el c1Jal vuel:a. su lib.ido, es \.rna ·representación. Laplanche ha tenido el rnértto de ubicar el ,iu~ar de ]h obra ele Freud donde se encuentra el concepto de 1 o. en tanto representación. En su trabajo "Vida y muerte en Psico­análisis",12 señala dos citas de freud de "El Yo Y el Ello", una en el trabajo original y otra en la traducción inglesa de 1927. En ellas freucl plantea que el "Yo es ante.todo u11 ~o :orporal, no es tan solo un ser de superficie, sino que es en SI m1sr.10 la pro­yeccion de una superficie" y toda'1Ía aclara más e;1 esa n,ot~ a la traducción inglesa donde dice que "el Yo se cler1va en ultima instancia de sensaciones corporak·;, principalmente d~ l~is c¡uc nacen de Ja superficie del cuerpo, puede por eso ser cuns1derado como una proyección 111 enta/ (la bastardilla es nuestral de la su­perficie corporal junto con el hecho de que representé la super­ficie del aparato psíquico". 11 r\quí se puede dytectar el do_blc concepto que Freud tiene del Yo. l'or un lod?'. el.:\'.o. e:, una d1fe­rcncración del Ello,. a partir de ;a perc~pc1011-conc1c11·;1a, pcrc\ auemas, y esto es 10 que nos 111t( i·csa· en nuestro cnJ>1que sobre el narcisismo, es la proyección nJ>.:ntal de la supcrf1c'.c corporal,

0 sen, la. representación de la env:iltura corporal, Ja .1,rn<1gcn que se tiene del cuerpo. t'ero aunque sea esta Ja acepc1011 que nos interesa en el caso del narcisismo, no podernos olvicbr que en Freud existe también el otro concepto de Yo, el Yo corno órga· no el Yo [unción abarcando funciones tales como la ¡ .. crc.epció~. la 'cormenc1a, el acceso a. Ja motilidad, los mecanismos de!enSI·

vos,_etcétera. El Yo representación es equivalente a lo que autores ingle·

ses corno jacobson y Snndler 1iarna11 representación del SelfH

1: T. Laplanche, Vida y 111uer1e en psicaa11álisis, Amorrortu, Buenos Aires,

1973, p. 112. u S. Freud, "El Yo y el Ello" (1923), S.E., vol. XIX, p. 26. . .. 1~ E. jacobson, The Sel/ 0111/ /he Objec/ \\'orld,. lnternat1onal Un1vers111es Prcss, Nueva York, 1954; J. Sand!cr, ;\. Holdn y D. Mcers,. "Thc Ego Ideal and the Ideal Self", en Thc Psychoo11aluic Study of !he C!tild, I963, p. ,1?9· H. Hartmann hizo una c!iira diferenciación entre Yo y Sel[ en su hoy clas1co trnbajo publicado en 1950 en el Psychoa11alitic St11dy o/ t/1e C!tild, vol. V.

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Qll EflhWl*ii&i

¡.

~( 8: !

)'.'.·-;

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. AhorG bien, ¿cuól e:: la relación entre el Yo función y el ... Yo represcnt~c1ón '? El Ye función es Ja condición de posibilidad :par~. que exista .el Yo 1cpresrntación, ya que éste r;e construye ,obv1amrnte gracias a Ja exislencin de diferentes funciones ucl psiquisri10 que per11111cn 11 existrncia de la _representación. Pero,

. a su vez, y e:to resulta ya m;Ís interesante parn el l'sicoan{ilísis, l.a re~resentac1ón que d ::ujcto. se h0c.c de sí mismo es capaz de 1r;flu1r en l.as lunc1011cs psíquicas y corporales. Es lo que sena· lo Freud, siguiendo a Ch.11co1, cuando en los "Historiales sobre lu l-~isterin" .c~cscub1ió las clifc1entcs altcrnciones de ln función por ln s1~n1f.1cac1on que e::a función aJquiría al ser reprcse11/ac/a en

·el ps1qu1smo, es decir al formar parle del Yo represe11taci611. Esto abre la muy importante probJemáLica de la libldlniza,

ción ele un¡¡ (unción u de una activiJacl. Cuando hablarnos de libidinirn::1ón, o sea carga con la energ1a de la pulsión sexual, nos refcrnnos, desde el p11nto de vista metapsicolqgico, a lo que deséle el pun(o de visla descriptivo es Ja posibilidad de amar a una f11nción, pudiendo ¡er esa junción incluso df. orJen se:wa'J. Veamos esto. Ll munínco que tiene una hiperactiviaad sexual no goza simplemente íior la ;ndshccion de una neces1d'1d rJ101og1ta,. del cjen:icio scxunl en t;1nto condición bíológ1ca. A su vez ~e contempln a s1 mismo cc:i110 11na persona cupuz de tener -friúlti· ples· relnciones scxunlcs Y. ellu · aurne"i1tn su -sentimiento de omni·

1 potenci8, de perfección. f'µsa a nmar su función. Ac¡uf se ve

· m6s. clílnlmente lo que queríarr.os señalar: no basta que u.na función sen sexual purn que esté narcisísticamenle libidinizadn pues el amor a la f utwió.n e~ dislJntó :del ejercicio de la función'. aun cuando esa runción 0ea pru¡J1amente sexual. En et maniaco q~Je am0 su se.xualidad l; función sexual tenía de por sí libido. S1 la puls1ón ti.ene una ÍL'ente que es una zona erógena parecería una .r:dundanc1n decir q1 e Ju función se ha cargado con libido narc~s1.sta, pero por nlgo Frcud hablo ele libido narcisista y no de J1b1d? a sccns. Esto indica que para él lrny una libido de Ja zona erogcna'. de naturale:éa .biológica, y olrn que es la narcisista. Lo que nos interesa aquí es el aspecto narcisista Je la libido o se~ el enamoramiento ele ]J función y no el mero ejercicio d~ Ja misma.

Queda aclarndo enlences que cuando decimos que la fun· \ción se ha carga_ch .. eon. libido .11.;ircisista queremos destncar que

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el CJCrc1c10 de esa función acrccie:1til el rrnor del individuo por su )1.Q Esto es lo que se puede ob'.;ervar, por eicmplo, ::n el caso del estudiante que ante el éxito que le brinclnn sus estudios, con lo cual incrementa su autoestima. pasa a valornr dctcrrninndas fun~ioncs, las intelectuales. O se<1 que lrny todo un intcrjucgo c11 que la S<Jtisfacción con el propio Yo -In satisfncció,1 nnrcisis. In·- nwJifica el juicio que se tiene sobre una activicln,J dctermi-11ad;1. Encontrnmos la inl'ersn en casos Je inhibición progresiva Je una función n consecuencia ele que el ejercicio de la misma produce una disminución Je In nulucstima. Esta posibilidnd de modificnr !<1 í11nción mediante In valornción que imrlica pnro el Yo, explica que la 1nedalla c•torgada corno recompcmn tenga un valor de estímulo, Yil que al Jument<lr el amor pm el Yo a trnvés de la mcJalla·prcrnio, SC incrementa e) éllllOí por la ¡¡cti­V id ;1 d 111 is nrn.

Pnrn !ils pcrsonnlidncles narc1s1stas, cuyas actividades y íun· ciones cstfo centraJas nlreJedor ck su propia valoración. se con­vierte en nwti1·nnte In función o ;1ctividnd que aumenta la nuto­csti111a. Ln recíprocn. como acnb;1mos de señnlar, también es cierta Y. pas:in ¡¡ ser rechazadas como desagradables ins lunclo· nes. que empequeñecen ;i uno iln\c'. sus propios ojos. Así se pue· den entender diferentes tipos Je i11hibici::ines.

Llo es pnrticularlllente imporLrntc poique vuelve a rcplan· tear que la inhibición es provocada por diversas clases de ang11s­tiil ;: no pQr una Cll p<irliculM. Scgt'111 cierta tendencia del Psico­análisi:. actual, manifiestu soore todo en los trabajos xleinianos, !ns inl1ibicioncs son ocasionadas por uo cletermir.ildo tipo de fantasías agresivas, por la culpa, por léls ansieclar1~s cl1: tiL~o cor­poral que cJeso1ertan, pero no ,e asigna suficic1Úe i111portanciá al pélpcl que: jucgn en ellas el narcisismo lnstimvdG No ha de cxtrnñ;1r (al nctitud Ei se tiene en cuenta el relativo abandono Cll que ha tenido esta escuela al tem<1 del nnrcisismo, que, salvo contadas ei:cepcioncs, la de Rosenfclcl por ejemplo, no !in sido objeto de trnbajos de importancia.

Co11stit11ció11 del Yo re¡1rese11lacióu

El Yo se constituye y ~e mantiene básicamente por In idcntifj. cació11 con la imagen del oJro. ·:Del'' tiene .un dol;Jc scntiJo.

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Primero quiere decir a irnagen y semejanza ele como el otro se pres~n[n parn el sujeto que sufre la identificación. 15 Tengamos en cuenta además ciue la im::i d l t · el · · · . . . ' . gen e o 1 o pue e ser la imagen que el otro tiene de sí y qu ¡ · · · .. . e e sujeto que se 1dent1f1ca con ese otro ace?ta corno tal. En este cnso el Yo se construye por identifi­cnc1ó1~ con el "Yo rcprcs1:ntJción" del otro.

·ero, en segundo término, "del" también tiene el sentido d~n que el Yo de .un sujct 1i. se c?nstituye sobre la base de ln irna­g que el otro tiene de ese SUJeto, al·que 1de11ti/icacomo siendo '.ªl c~s.a. El otro nos ve rJc determinada manern y nosotros nos 1dent1f1cornos con esa irnaJen 1i

Ln. idea -:-muy trnbaJad~ ~n la teoría bcaniana- ele que el Yo rep.resentac1ón no es el SUJelo sino una especie de máscara, es equivalente a otros d•:sarrollos paralelos en el psicoanálisis, aunque ,no pueden conside'.a~se corno sus antecedentes porque per tencccn en realidad ;i d1strntos marcos teóricos E ·el ¡ . . n ese scn-t r o ca Je mcnc10nar el CClnccpto de persÓnalidad as ij de Helen Deutsch, el de falso sel/. de Winnicott, la scudonrndurcz plantea­da por /\lclizcr-, los lrabaJus ele Lning sobre la mistificación de la c~pcricn.cia Y del olorga11:iento de una falsa identidad. Con las drfercnc1as del c~so, estos conceptos nos plantean la existenciil de lllla problcrnálicn que concita In atención de Jos . ¡· nctu ¡ 1 . • ' ps1coana 1stas

~es' a const1tuc1ón de );1 identidad como una ilusión un:J 1dei:llogía que el I' , como . . pue e •,ncr una mayor o menor corresponden-cia con la real1dacL

A ~sta alturn resulta ~onvcniente aclarar que si bien el y 0 sel constituye en Li infancia, no se debe entencier que existe i.Jn so 0 neto de fundación y que a partir de énlonccs el Yú se rnantendr(a de por sí y- · · b . · '

· ,1 en .un trn 8JO que publicarnos hace

15 De , " 1 cirnos corno e. otr~ .se p1esc1lia para el sujeto" a fin de señalar que el otro c~n el cu~I se 1de~t1f1cn e! sujeto al consl11Jir su Yo no es el otro real con lo os los

11nconven1cntes •¡lle podría tener esla denominación sino comd

se cree que e otro es. ' 16 Rcpórcse qu 1 · [ ·1 ' . e e 11~0 Le ur sorrollo que estamos haciendo es similar al que hobíornos 111troduc1do en el primer capítulo cuando dijim J·d es el deseo del airo e u d bl.. 'd os que e cseo 1

. n 11 o · scnl1 o, con lo que se ve que esta estructur-e e pc11.sa.rn1enlo, en donde algo es del otro, es de naturaleza formal sirv: para d1st;~!º 5 problem.ns, el del desee;, la constitución del Yo, ctcét~r~, por· que. en _u timo lnstnnc1a se tnlla cJd orde11 de la intcrsubjetil'idad en cui·o seno transcurren esos fenómenos.

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unos años 17 decíamos que la iclenticlad no se sostiene de por sí en la subjetividad del sujeto, sino en la friedida en que otro acepta tal '1dt'.1ítidad como verdadera; ci sea que la presencia del otro no solo es fundnnte sino que _a su vez es esencial para el manteni-miento y las sucesivas transformaciones del Yo -rcpresentacicSn. 1

Esto hace que consideremos el estudio de Lacan .rnbre la fas\; del espejo como un Raradigma de la constitución del Yo, como una sen al de que el Yo representJción depende de una imagen' que le viene desde afuera pero sin que tengamos por qué sus· cribir !Js al1rrnaciones sobte el momento evolutivo en que Lacan plantea que ocurre, afirmaciones que, en realidad, deben ser con· firmadas por la psicología evolutiva, ni tampoco tochs las conclu­siones que él cree deducir. Por olra parte, Lacan dice que h_ fase del .espejo es la matriz ele las identificaciones inwginnrins u!tc· riores, señalóndose con lo de matriz que se trata de un rnolt.lc y que por lo tanto no es toda la 11jentlCJáQ c.¡ue tíene el sujeto.

Veamos ahora la importan·:ia que puede tener para la psico­-¡:Jot01ogía que el Yo representación se construya a partir de otro. 2! hijo de padres mclancólico3 cuya imagen ele sí mismos es la. de no vnler nada, ve favorecida la construcción de un Yo rcpre· sentación desvaloriz<Jdo, por identificación con el Yo representa· ción de quienes se vrn a sí lllisrnos desprovistos .Je todo vnlor. Ln recíproca sucede con quienes se identifican con la omnipoten­cia de Jos padres.

En el caso del hijo ele! !1)bico se puede aprei:iar una situa· c1on muy ¡rnrticular. Al sentirs: los padres ante lo:; ncontecimien· los de la vida como si se hallaran en peligro mortal, al verse como si fueran vulncrnbles, el hijo también se ve come• si fuera vul­nerable y en su rcpresentacióP de sí mismo se ve sujeto a morir en cualquier momento por id~ntifícación con padres inrnginaria­menle expuestos a esa vicisit•Jd. Por otra parte, los padres del fóbico, constanlcmente preocupados por lo que le puede pasar al hijo, lo ubican en el lugar del que corre peligro, posición con Ja que se identifica el hijo, asumiendo así como su Yo represen­tación el de nlguicn que está en situación de riesgo.

Pero que la imagen que alguien tiene de sí le venga ele! otro~---

11 H. Blcichmar, "Notas sobre el p.1pcl del otro en la constitución Lle la idcntidnd itlealizada", Acta, vol. 13, 1972, p. 297.

53

: )'

también permite explicar J . os casos en qut' al · . e.orno clesvolorizado frcnt i . d. , _gu1en se constituye

· e' '1 pa 1 es dcs\•alo 1• • t por ejemplo d h" : , . iz.in es; es el caso - . e !JOS melancol1cos con d. . · ' CJCmplo tiene la ver t . d pa tes paranoicos. Esle

l 1 ªJª e romper con l · ¡·r· · · ·

poc rfa aportar Jn idea d, . J, ·r· . , ¡¡ simp 1 1cac1ón que

J. . ' e JCcntJ 1cac1on o s' 1 ico es el que tuvo padre< . 1 ól' ' ed que e melancó:

el , , rn1; anc icos El hi' .

pa res pnrnnoicos . que . , · JO es visto por los , p1oyer;t¡rn en él su , como el incnpciz el retr·1s0 J l ' . s dSpeclos rcchazuclos

' ' "' o e cctera 1 ¡ .. ' corno propia. ' '' Y e 111° asume esa imagen

O lambién podemos cons' cul b'l' ignnr el cnso de uc¡uellos ¡ pa 1 1rnntes parn guiews ·! l.. _ . pac 1cs

el hijo se identificli enton .:·s '. l]IJO. e,t{¡ s1cmp1e en infracción;

J ét c.•. con a unagen e ¡ ¡

e e Y a su vez const , f . , ¡uc os pac res tienen . ruy1, s11 tmc1011 cr't' 'J

con la crítica de Jos j)Jd ·,,. 1 ica por 1 · Clltific;ición fL.i,

Si .1! nnalizar el cu11c'~ to ele 'el . . . , ' los dos casos ele] scnlicJo lp .,,d ,,,' cnt1f1co:1on hemos scparndo

ce e es obv10 puros c11 cunnlo a eslnr idrntificaJ' . que no hay tipos como el otro nos ve o t·, o con la imagen del otro tal . l . ' .11 cerno rl olro , . le en11dnd se con>;frt1yc º t : , l -- . se, ve il s1 mismo. Ln ' " r n 1· l. s e e Ja d · ¡ ' · doble acepción de ln iclen1T', .·,. 'ª. ect1ca cornpleja de la

1 ic.iuon con In rnrnp,en del otro.

Yo !den/

La c.o1.i.srrucción de la rep-es, . , mismo (Yo .. ' - e111ac1011 que el sujeto se hace ele s1'

reDrescntilc1011) 'inlegra . . , vos '' · · ;;icrnpl'e elernc1110 1 ¡· . . ,... ,¡, por ciemplo, cu;f11clo a 1 1 -- . s va ora !-

gordo o finco c11 estos , . ' . gt ie11 se ve como alto o /JaJ·O' ' ca1ego11ac; t' ' 1 "

1

juicio de Villor que var1'· , ,e: el s a 111c u1do i1n dctermínado r, ·

1• ' ' <1 se! :u 11 a e u 1 t 1 ' ¡ · · · · ·

"1m1 1ar, pero que de · l ra º a m1crocultura

P ,· ., . . . .. . . . una u cifra forn

r.1cl:camcntc no e:dsl, ia esta siempre presente

l ,· , en r:1sgc1s del Yo . ·

nc1ón_ con una esenia ¡, f, . c¡ue no estén en corre:· ··, · · ·· · (e pre r.renc1ns Aun ¡ ..

como nrns puramente de - _.' .· . .. os que apateceríAn

1 SL11pl1vos se hcill 1 .

csc<J a de v;ilor y co ' an u Jirnuos en una

1 · mo J'.I: twl:i esca!· ·

os de. m;íximo valor en J . ' d cx1slen f)Untos que son · ' e ca'') de 1 os t · b sentac1ón" · · · a r1 u tos del "y .

, . ' aquellos que sr' ubiLan e l . - Q. rep..rc fornc1ón c011formnn un )'o id' 1 is In- e exlremo de m;'Jx1ma va-

c;i . ~ _pnlnbra ide:il ap;ncce aquí

JI Sobre In relación en!rc el y l, ciiscriminnci(>n "iilre' b , 0 decl Y el Ideal cicl y · 1 ' ~m os vcns·" ¡ L 1 , 0 l' os inlcn1os de

. .. . np anrne y J. Ponla\is, \localm/aire

J ..... -.,... ' ... _,")...., ... ,,_'

'' ~- ' :

! ,/•i adjetivando ni Yo, o seo, est_á indicando que el Yo es ideal en Un doble sentido: perfecto y a>1helndJ dt ser corno él. y i;í'r·nbién . ideDl en i.an_to !lllSOf'\0. l'OdClllC•S entonces definir ai Yo ]den\ co­·rno \.a rcnresentación de un personaje que posc:crí~ fos 8tributos de ;náxirna valorac1ón (bcllez:i, poderío, coraje, 1ntcligéncla, et­cétera). Los personcijcs heroic•lS, las estrell<Jó de c:nc, las figuras de la mitología son paraelignü:s ele Yo Ideal. Las sueños diurnos en los que el sujeto se consuc\a de sus limitaciones imaginándose como c;:ipaz de rl'.alizar gran les lrnrnñas, ocupar lugares dcstn· cadas, poseer lns cualidades mús excc]s;is, nos aportan también modelos del Yo !dcal. En el terreno de la Psicopalología, la exis­Jencia del Yo lckol como representación a la qu~: aspira el s~1-jcto se nos l'Cvclé!. ;ibiertanwnte a través de los

1c'elJrJO~ n)!,'.fill.IQ ¡~anos, en los qt1c el sujeto se cree ese Yo Jde;i'. en forma de

santo, profeta o guerrero 1nvc11c1tJJe. Si bien existe la coslurnbré de designar al Yo Ideal en sin­

gular, como si [ueru una entidad simple, en realidad no hay un solo Yo JcJeal sino ciue existen muchos, que corr.csponclen a los diferentes rasgos. Una perrnno puede lcner uro Yéi 11lenl para un determ1naJo valor mornl, otro para los aspeclos íísícos, y aun dentro de éslos para un rasgo en- particular, comli la foiwá de líl nariz, la silueta, el pelo, cti:étcra. En el capítulo siguiente vol-

ivcremos sobre este punlo. Pero así como la esenio de las valoraciones tiene puntos rná

;:Ímos, en los cua1e;,_ esta ubicéldCi el .,i'O Jdc;il, téll11bÍ~IT 'poset:' pLir1tos d·e 1111111111<:1 esfimnci\\n. · i'ara i:¡ue- ¡Sucda c'oncelJ1rsc ;i1gl!

J"~rrecto e--s neccs<iri\J qut: se tcn\!d ITTl<i Tcpn::scnim::ión de lo qut; ho )o es, de lo 1111perlcclo. ts totalmente imposiGTe, desde el pui1to de vistíl lógico y viv~ncinl, la calcgorín cie perfección sin lu correspondiente recíprorn de imperfección. [slo nos permi\'e abordar un problema que· se plantea en In fas.e del espejo líil ::orno ha sido conceptualiaclíl por Lacan.i Lacan ,plantea que el

de /a Psyc/Janaiyse, pp. 184 y 255, P.U.F., París, t96/; D Lagache, "L.1 psychanalyse et la struclurc de líl pcrso11nnli1é", en La f'l)'cl1011ulysc, P.U.F, París, vol. VI. p. 39, 1962; ). t.acan, "Remnrquc sur h: rcpporl de Daniel Lngnche", en Ecrils, Du Seuil, !'arís. 1966; D. Liberman y colab., "El lde;,\ clel Yo. Su conceplunción 1eórica y clínica", Re!'. Arg. ¡f,. J'sico11r1álisis, 19,é3,

vol. 2, p. 227.

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n111o cibtícne una imagen uníficada de sí. íl través de Ja visión ·que de él le devuelve el espejo, y que In füntasfa de cuerpo frag­mentado resulta de un_ dccto retroactivo .. cle tal represent¡¡é1on unificaclá dél cuerpo. Si tal rep1esen1ació11 unificada no exjslicra,_ nada podría entenderse _corno fragmentado, ya que Ja idea el~ frngrnentado proviene del e :celo ele contrnste con Ja representa-

. ción unificada. Pero creernos· neccsorio considerar que Ja recí­.: procn también es cierta. Si no se liene Ja noción de frngrnento

nada puede enlendcrse como enlero y no se justificaría el. saluclci jubiloso de la ima~en cspec1:lar.

En!Onécs, ni preguntar 10s cuál es previa. la [aolas.fa _.de cuerpo fragmentado .o la rep~u1laC-Jón un1!-l.C-ada, se pln_nJeé! l\I_1a ~iuaeiún que parecería ll.IHl 'lel:dlli.kUL-aporía. Lo que sucede, a nuesfro enlcJJdu, es -que .>e .cor-1stit4.l.yen >imuJ_táne~ri1enter en un IÍ1ismo acLD, La rn-1agG-n *1cl cuci:po un-iúcado y Ja imagen del cuerpo de~péclarnrl0 /.-a irmgGn .que aparece como uniticada c_s la que permite, por contraste, hacer vivenciar.Ja o_tra com~ Írag­rnentáda, y las sensaciones que uo aporecían previa111e11te co11-cep1ua/izados corno fragrnent,J son las que determinan, por con­traste,_ que se vea a una dererminada imagen como unificadora. O sea, en el n10mento precise• de la visión de la imagen especular se ho producido un sa/16, algo P.4uivaleiile a ese nuevo _acto psíquico oue requiere Freucl parn pasar dd ,;iutoei:_o1ismo al rrnr­cisismo s•lto que implica pasar de la pura percepción df'. Ja 1n­coorcJinación rnotri_;;; 11 lo s1¡:111/icoci611 ele Ja misma corno frng­rnen tilc1on.

. . Que Ja imagen ele perfrcción y Ja de imperfección se pre­suponen recíprocamente lo podemos ilLíslrar con Ja situación en que la rnadre es oninirotcnte para el chico por contrnstc con su propia incapacidad motriz, JJ<'ra lomar un cletcrminndo orden de incapacidad. Pero, a su vez, 1:.1 incapacidad motriz es vivida como impotencia, significada como tul, por contraste con lo que apu­rece como coordinación en h madre. De igual nrnnera el her­mano mayor es conlemplodo ,:on embeleso por el menor porq11e hace precisamente lo que él nu puede hacer. E11 este caso, al igu;iJ que en el ejemplo a111crior, by que distinguir el hecho ele que el niiío capte. que no puec:e alciinzar motrrzmenle algo que dese¡¡. y la vivencia de impolen::ia, ele. infcriorídaJ con que puede quedar si.gnificada esa impos:bi/.id;1J motriz. Qunernos destacnr

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aquí que no se trntu de Ja mera percepción, aprehensión directa ele u11a realidad de orden rrnturnl, sino de Ja forma en que esta rc;Jlidad r¡ueda. codificada. . .

!\horn bien, si las categorías de perfección, omn1potenc1a, i111plican J¡_¡s recíprocas, el Yo Ideal implica la posib.ilid~d de existencia de otro Yo que no sea ideal y que se caracterizaria por estar ubiu1do en el lugar de Ja menor valornción de lü escala . En función de esto, para este Yo resulta adecuada Ja denomina­ción de ncgntiYD del Yo Tdeal. 11 El Yo ldeal y su ne~a11vo se ericurn1ra1: ubicados sobre el mismo ~J~ ?em~f1licd, en los oolos del mismo, pudiendo existir puntos intermedios entre uno y otro.

Cuando se compara el Yo Ideal con el negativo de ese Yo Ideal, cabe pregunlar si existe algo que sea en sí mismo el ne­gativo, o si, simplemente, éste está dado por la ausencia del _rasgo positivo. O, planteado en otros. lérminos, cunndo ~e contrastn el Yo fdcal con su neg<itívo, lo perfecto con Jo rn1pcrfccto, lo bueno con Jo malo. etcétera, ¿es que existe un solo rasgo que cuando es1á prescnlc, a lo manera de una marca, implica una determinada rosi_cióii. y que cuJndo no está, es la ¡,resrncia de una ;1use1.cia lo que cl.1 el canícler ele negativo? O, ¿se podría !miar de dos mnrcas7 Este problema ele lu existencia de una o ele dos nrnrcas f-rnra cslablcccr rnsgos diferencíales ha sido encarado por la Jingiiístirn, au11c¡t1e no 1·anws a referirnos aquí al desarrnllo que ha '~nido en csli1 disciplin<i. Lo que nos inlercsa es rnos­trM );) nplicación que: se podría dar en el campo p:;Ícoilnalítico. 1\sí, en la fnse fólirn, en que el niño reconoce la o:islencia ele clos sexos pe.o sol,•rncnte hay un órgano que cuenla: 1 ~1 f<do, hay una marcil -el f;tÍo- que pmibilila por presencia o ausencia dos categorías. Se diíc1·rncia al \'ilrÓn de la mujer, p:·rn, sin c111-

bargo, Ja mujer arn1ccc como R·¡t1clla a la que Je ~alta el falo. O sea, dos ca1cgoríiis y unJ soh 111arca; si se posee é:;ta, q11cJa uno ubicado en li'i categoría tk vurón, pero quien f11) Ju posee, está castruda, es mujer. Sin e111bnrgo, el niño accede ;_;llcriormcntc n las calcgorí<1s de 111asrnlinidi1c y femineidad deod·~ otra pcrs-

ecll.1•J L:1 femincidacl )'<l no es solamente la ausencia dt: ¡icne, r . . sino que es /;1 presencia de \'aÉi11a. De modo que nrnsculino y

IJ S. KnplJn y P. WJ1il111'111, "The N•:g;i1ive Ego !Jcnl", lnr. XLVI, p. !Si, 1%5.

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femenino nn aparecen definidos con respecto ¡¡ un único rasgo1

el folo, sino con respecto a dos marcas: pene o vagino. Lo anterior nos lleva a la conclusión de que los dos ele­

mentos ele una categoría rela1:io11al, en este caso el Yo Ideal y el negativo del Yo Ideal, se pt1eden construir,· po~- Jo tanto, sobre

1 lu base de In presencio de u,1a o dos marcas. Lo decisivo no es.

cuestionado durnnle la salida por lodo ese 1\po ele conversación de ostentación, en que más que lo que se dice impc.cta quedar colocado a los ojos de Jos demás en el lugar del Yo Ideal. Di-

/ i gamos de paso que· fa envidia' que se experimenta en esa si­tuación ante la ostentación del o.tro no es por el objeto en sí mis­mo que el olro pudicrn poseer,· sino que a través ele ese objeto

que J¡¡ diferencia se establez:a sobre una u otra condición sino_ estudiar qué es lo que deten;1i11a que una ele las posiciones nrnr· cad;is ap<1rczca corno el Yo !deo\ mientras que la otra, ya sea po.r ausencia de la marca anterio/ o por presencia de una marca di­ferente, iiparczca como el negativo del Yo ldenl. Aquí, nuevci­men:e, la respueslél no puede residir en una mero percatación ele

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·' el otro queda ubicado en el lugar de máxima va\ornción, de modo que la envidia recae sobre: la posición que esa posesión otorga. Esta es también la csenci<i de la envidia del .J)Cne en Ja mujer, ya que se dcsc;i éste porque otorga a su por!a~lor la con-

In réalidncl n;1tural de la mmca, sir;o en la valoración que en el orden de la cullura o de Ja microcultura familiílr se haya hecho de Ja misma, y sobre todo .. como ye~emos en el capíiulo siguiente. que se hnya codificado que ifl nq existencia de_ J¡¡. marca· del Yo Ideal implica que se queda con1Trliclo en el negntivo del Yo Ié:leal,. sin que ho'ya grados inlerr~cclios. ' · ·

dición efe ser co111plclo, pcrfcctó. A clifcrcnci;i del Ci150. anter\or, tenemos Ja condic.ión en que

el sujeto se identifica con el 11cgr1tivo del Yo Ideal y por el con­trario 1dc11tific8 al Yo ldcaf en 10:; otros. l'los cncontrnií1os cnlo11-ces cn una de las \'.arinnlc.s de la 111e\ancolía. La otr0

1 es aquella

en que tanto el sujclo como los otros quéda(! (JentiúcaQ()s con el negativo del Yo 1de;il. -

Gracins 3 que ex1sle un Yo Ideal y un ncgnli1·0 del mismo, y a que el sujeio se puede identificar como uno u olro, estas iden­tificaciones don Ó11gcn a unJ serie de posibles combinaÍorias que no prclerideinos <1gol<H ahorJ: sino sin1plcrncnle ilustrar. 1\si, ex1s-.

Yn cliji111os que no hemos pretendido agolnr las posibles co111-binaciones sino moslrnr \Js posibiiidnclcs de análisis que se abren

"I: cuando se entiende ni Yo Ideal rio como una entidad en sí mism;i ! \ ~

len crisos en que el sujeto se idc1i1ilica con1o el Yo IJcal e iden­¡}fica -nquí, si se quiere, idcnt1!1ca proyecilvarnenle- el 1ieg~-tivo del Yo ldeill en otriipcrsoná S[r néce.sidnd de representarse COHfó el Yo Icleiil es {ari i;i1porlanle que tiene uno dificultad - i pnrticul<Jr para lolernr el a11iil1sis, prcc1snrncnle porque debido 1

D que e1 mecanismo de 1a iJc111i(ie:rción proyectiva Jógra conser-var .su identificnción con el Yo .Jdeal, cuando se le señala nlgo en el cllrso del nn6\isis, este sénnlami_.cnfo es vivido como que no es perfecto puesto que ·merece que sea 11i[erprétadu por el. nnalisto, lo que implica a s11s ojos quedar ubicado en el lugar· Jei negotivo del Yo Jdeal.

Otro ejemplo de fo mis111n relación entre Yo ideal y ncga-\ivo del Yo ldevl lo encontramos cn la silllilción absolutamente típica ele retorno al hognr CUíindo hJn s8\ido f~~t~s. varias paréjas '1migns. Se ssiste al placer final Je toda buena salida de amigos: cada parcjá. critica .a la otr;i, logrnndo de ·esta manerA .reconstruir su idcnlificaciói1, en tnnto pa¡·eja, ·con el Yo Ideo] que estuvo

'' si119 como pnrle ele una categoría relac1ona1, de la cual es un 1 ¡ ¡. elemento Junio al nt:g<1tiv0 riel Yo Jdcal,

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