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Y NO HALLÉ COSA ENQUÉ PONER LOS OJOS
CYNTHIA RODRIGUEZ LEIJA
POESIA
Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative
Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
http:/ /creativecommons.org/l icenses/by-nc-nd/4.0/
<a rel="license"
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alt="Licencia Creative Commons" style="border-width:0"
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/></a><br />Esta obra está bajo una <a rel="license"
href="http:/ /creativecommons.org/l icenses/by-nc-nd/4.0/">Licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0
Internacional</a>.
1° edición: diciembre 2020
© 2020, Cynthia Rodr íguez Leija
© Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza
© Secretar ía de Coahuila
© Secretar ía de Cultura de Coahuila
Fotograf ía de portada: Elena Barbosa
Diseño de portada: Kim Producciones
Diseño editorial: Kim Producciones
Hecho en México; Salt i l lo, Coahuila, 2020
Este programa es público ajeno a cualquier partido pol í t ico.
Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa.
Edición realizada con el apoyo de la Secretar ía de Cultura a través del Apoyo a
Insti tuciones Estatales de Cultura (AIEC) 2020.
INTRODUCCIÓN
https:/ /www.youtube.com/watch?v=uTyjPoYi3ao&feature=youtu.be
ABRIR EL SIGUIENTE ENLACE
Y NO HALLÉ COSA EN QUÉ PONER LOS OJOS
CYNTHIA RODRÍGUEZ LEIJA
SECRETARIA DE CULTURA DE COAHUILAPROYECTO BENEFICIADO POR EL PROGRAMA ARTE RESILIENTE
Salti l lo, Coahuila, México, 2020
Este l ibro se escribió a partir de notas
period ísticas, entrevistas y expedientes
judiciales. Es un l ibro escrito para Zoelvia,
Mar ía, Luc ía, Sandra, Camila, y todas
aquellas que hasta el d ía de hoy no han
podido ser identif icadas.
Y NO HALLÉ COSA EN QUÉ PONER LOS OJOS
Miré los muros de la patria m ía,
si un t iempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valent ía.
Francisco de Quevedo
I
[QUE ENSEÑA CÓMO TODAS LASCOSAS AVISAN DE LA MUERTE]
A María
ANTES DE LOS HECHOS
Aquella mañana entró cargada de bolsas, cajas y maletas. Acomodó a su
perro francés en una esquina y se dispuso a preparar unas albóndigas. Era
verano de 2005 cuando probé aquel embutido redondo y perfecto. Ella me
seguía contando su tragedia entre sorbos de salsa que de vez en cuando
salpicaban la mesa. Me quedé en silencio observando cómo se arremangaba
el labio superior desde donde las palabras se desvanecían entre el picor de la
pimienta y la enrojecida cicatriz que acariciaba su diente despostillado.
Mi atención estaba en el caldillo, en sus manos, en su boca. De lo que decía,
no recuerdo una sola palabra. Me estremecí con el ritmo percusionista de sus
dedos sobre el párpado casi cerrado por el golpe: una maquinaria perfecta
para quien empieza a sentir el invierno encima de los ojos. Pero ¿qué decía?
a. Las costillas crujen como un muelle, uno muy largo que se rompe contra el
cráneo de las palomas que bajan a picotear sus pesadas sombras.
b. Abrí la puerta de la casa, la ira del vacío fue absoluta: el ladrillo contra el
espejo, la inmovilidad de la sangre en el abrigo tan intensamente rojo sobre
mí / tan roja / tan rota.
c. Me incliné para ver de cerca la carne viva sobre el plato, fue ahí cuando el
ángulo de la luz me devolvió el asombro de mi propia carne / tan roja / tan
rota.
d. Cuando la salsa está a punto de hervir, se le agregan unas hojas de menta y
un poco de laurel.
MARYLIN MORRA
Dicen que Marilyn murió intoxicada. Morra, morrita, gritaba Vicente quien
tumbó la puerta para sacarte.
Arthur Miller ya se había ocupado de otras cosas, de escribir una comedia,
por ejemplo: de ser El hombre que tuvo la suerte del mundo: de Un recuerdo
de dos lunes en el año de la fiebre. Tú no estabas ahí. Tú eras la otra
Marilyn, la salvaje como el manillar de Orión entre las estrechas masas
solares.
La última vez que te vi, adiestrabas —de tal manera que se practica con una
boquilla en los labios, de tal manera que se acaricia una brea amarga con el
rabillo del ojo— al suicida Bayleis: el perro francés que sujetaba en los
dientes un pedazo de escama ganoide, un pedazo de río rabiado de agua
espumosa y maloliente. Tú acumulabas una voz ajena, venida de tus once
padres adoptivos. Once señas particulares que no pediste.
La última vez que te vi movías el dedo como una luna de vidrio. Te vi de
lejos, sin esas partículas dormidas sobre tu cuerpo adolescente o sobre tu
madre enferma alimentando un molusco insegmentado en el cráneo.
LOS HECHOS
Lunes 20 de mayo de 2019
Una mujer murió intoxicada al registrarse una
fuga de gas natural en la estufa de su casa.
El trágico accidente se registró esta tarde,
cerca de la arena Cuatro Caminos.
[[al registrarse, se registró]]
Nadie dirá que la parafínica nube de gas no tuvo nada que ver. Nadie dirá.
Nadie sabrá que tuviste un nombre materno: "Nueva York" pronunciarán los
afortunados. Nadie sabrá que alguna vez fue tuyo un paisaje de adobes, una
carta geminiana debajo de la almohada. Tampoco sabrán que no tuviste nada
de eso, ni de lo otro, ni de aquello. Lo que sí tuviste, fue una hermana en el
desfiladero de un freeway: tu hermana con la cabeza y la pierna destrozadas
en las minúsculas pecas del asfalto. El chofer no la vio. La arrastró más de
cien metros por la interestatal. Tu hermana amnésica. Tu hermana U.S.
Citizen. La tuviste sin tenerla como eso, lo otro, aquello.
El perro francés mueve la cola. Tu mueves el dedo. Tratas de decir "no"
angustiada. El perro francés sigue moviendo la cola. Olfatea tu dedo. Él no
ladró cuando el gas te llameaba por dentro —porque en realidad nunca
aprendió a ladrar, ni a comer peces orientales, no aprendió que dos manos
sobre el cuello hacen romper los filamentos de un grito / de un silbido / de un
susurro / de un ladrido.
Un ladrido: navaja de las sombras, filos piedra del anonimato—, así que este
perro francés decidió quedarse contigo, Marilyn, en el cuarto sin ventanas,
contigo. Se anclaron los dos con el enemigo de las casas solas —de las
mujeres solas—, igual que aquella vaca blonda de tu infancia,
desgañitándose bajo la tormenta.
La occisa no fue identificada como Marilyn, sino como
María, propietaria [no propietaria] del lugar donde ocurrió
el siniestro y tenía como inquilino [no inquilino] a Sergio,
de 35 años, quien salvó su vida de milagro y quien
pudo recibir la ayuda necesaria.
Las manos de Sergio sobre tu cuello. Sobre el cuello de los dos cuerpos —el
cuerpo de Lolita, la de los perros. El cuerpo de la rubia platinada—. Sobre el
cuello de Marilyn, dos veces los dedos de Sergio resbalando en la negrura
úrica. Dos veces Sergio aspirando el hielo adormecedor de la hidra, de la ira.
Morra, morrita, murmuraba. La adivinación de su bigote espigado contra el
crujir de tu epiglotis.
Los periodistas publicaron lo del gas. Accidente doméstico, arremetieron
todos en los derrumbes de la boca. La ciudad se calcinaba en grados
fahrenheit.
John Houston hizo anotaciones: Marilyn lo arruinaría todo junto a su perro
desvencijado en los ojos de las señoras del barrio [el barrio de la tundra
helándose a la inversa entre los niños marmota]. John Houston levantó el set
rodeado de bomberos y paramédicos. "Que se repita", musitaba con su falso
acento irlandés, con su lengua de marinero chasqueando un mar-laberinto, su
lengua empantanada en el bermejo bramar de las sirenas.
La occisa, mareada por el gas, trató de levantarse de la cama,
pero rodó por el piso, quedando enredada entre sus sábanas.
[trató, rodó]
TRIBUNAL DE ENJUICIAMIENTO
En esta ciudad, encontrándose reunidos con el propósito número XXXX, ese
propósito de tres empleados que por la mañana tomaron café y repasaron los
alegatos de la defensa: que si la puerta, que si las perillas del gas, que si una
lata de refresco se confundía con la cama (que no se confundía, que estaba
debajo de la cama), que nunca hubo una lata, que nunca hubo un amorío,
amor mío, porque el amor es una tormenta y ahí no hubo ni agua, ni río en la
creciente imaginada. Eso fue esta mañana, cuando los tres empleados se
aprestaban a escuchar a las partes afectadas. En la audiencia del debate se
procedió a resolver aquello que en resolución era imposible. Esa
imposibilidad que no se impone en los ojos o en la risa, sino en la hoja
tamaño oficio o tamaño legal, según el lenguaje del que están hechas las
cosas. Todo un asunto procesal y su correspondiente instructivo; así como se
instruye en la cocina el proceso de una masa reposada, o el embrujo zumbido
de una mosca... así buscan, encontrándose reunidos, sancionar al acusado
XXXX por el hecho cometido en agravio de la víctima XXXX previsto en el
artículo 337 Bis, del Código Penal del Estado.
ACTUACIONES EN PANDEMIA
Previo a pronunciarse sobre el tema, previo a expresar los motivos que nos
mantienen aquí después de tanto tiempo con la sala vacía, con el estómago
vacío, con la cara vaciada; previo a la propagación del caos, del virus y
privilegiando el derecho a la vida, procedemos al caso urgente de la causa
penal que en suspensión continua dejamos.
Se hace la explicación que antecede, toda vez que
la suspensión de plazos impactó el presente asunto,
en los términos arriba mencionados.
COMPETENCIA
En términos de lo dispuesto... ¿Dispuesto por quién? Ni por ti ni por mí se
inventaron los cuchillos de cocina, tampoco los cables tan resistentes de las
lámparas, el puño voluntarioso, el contundente palo de ciegos, el martillo, el
hacha, la coladera de mi sangre, tus rodillas jugando al sacrificio, las
palabras encorvadas en las páginas del Diario, tu foto, mi foto en riesgo de
ser sacrificada, de ser envoltura para las jaulas; porque nadie más ha de
pretender siquiera tener la competencia de morir como nosotras, sin azules
plumajes en los labios, sin la radio llorando al fondo del cuarto; cubiertas por
las sábanas que compramos por catálogo; nosotras sin embargo,
ornamentadas nunca, nosotras sin embrago fragmentadas siempre; la luz
diurna en tu cabellera desconocida secándose al sol uno y otro día. Uno y
otro día los picotazos en el pie, en su borde destruido por el latigazo de la
rutina, por los caminos fangosos de las hormigas, de la absurda pericia de la
muerte proyectada en las sombras que a cierta hora desaparecen.
En términos de lo dispuesto, este Tribunal
de Enjuiciamiento nos dice que es competente
para conocer y resolver la acusación presentada.
MATERIA DE LA ACUSACIÓN
13:05 horas del 20 de mayo de 2019
I
Derribaron la puerta principal. Los recibió un fuerte olor a gas. Encontraron a
María en el interior de su domicilio. Así dicen las autoridades con
parsimonia. No dicen la casa del portón blanco, la de la puerta roja, la de la
calle ciega. Dicen: domicilio, arribar, la cual esto, la cual lo otro. Dicen: la
del sospechoso. Dicen: se reporta, se localiza, se entrevistan, se trasladan,
quien esto, quien lo otro, quien aquello, en dicho domicilio.
María estaba tirada a un lado de su cama envuelta en una cobija. Vicente
descubrió su rostro y supo que el gas no había sido. ¿Cómo podía ser? Era su
amiga, la del perro francés. Era su amiga rubia platinada, amoratada. Su
amiga metiéndose en sus ojos para siempre. Su amiga jugándole una broma,
un acertijo. ¿De quién es esta cara? Piensa, piensa. ¿Quiénes somos ahora?
Piensa, piensa.
II
Escucharon balbuceos que venían desde el fondo de la casa. Un balbuceo
para la comedia. Una habitación con la puerta entrecerrada. Tirado en el piso
balbuceaba. Digamos que el acusado balbuceaba aterido al gatillo de la
culpa. Abismal, catastrófico, perpendicular en un ángulo de noventa grados.
Dos rectas que se encuentran donde A disimula el odio, donde B es una lata
quemada en la mano derecha, donde D es una extensión de luz de dos
metros, a la izquierda. Y donde C no existe.
.
Es la trigonometría del crimen donde el acusado se presenta con las pupilas
dilatadas y en ellas, la perpetuidad de María en posición de cúbito dorsal.
III
Ayúdame a sacarlo de la casa. Ayúdame tú, Vicente, amigo, ayúdame a
colgarle una corona a la noche. No sé qué hacer. Tengo miedo. ¿Qué es esto,
Vicente? Todo es una náusea blanca, una gota de leche agria en la lengua, un
amuleto en la boca, cobrizo, azufroso. ¿A esto sabe la muerte? ¿A qué suena
la voz de la muerte en el teléfono? ¿Cómo se escucha, Vicente? Te dije:
Quiero que se vaya mañana. Llega temprano y si por casualidad percibes un
olor a gas, no creas nada, tumba la puerta, rómpelo todo, sácalo de aquí. No
creas nada, Vicente. Créeme a mí, obsérvame, ya no soy la misma, no somos
los mismos, ¿Quiénes somos ahora? Piensa, piensa. Ya no sabremos dónde
colocar el día, ni el sano juicio.
Ya viene, Vicente. Llega temprano. Estoy en mi recámara. Aún no amanece.
Ayúdame. Ya viene.
TESTIMONIO
Que se encuentra en esta audiencia por el asesinato de su madre:
La veía cada mes. Con ella aprendí a ver la luz
del más blanco silencio.
Que conoció a Sergio "N" de vista en el último cumpleaños de María:
Ahí estaba como un bicho inofensivo, un espécimen que en algún
momento comería una rebanada de pastel y que para
nosotros ese acto no tendría la menor importancia.
Que María le pidió a Sergio "N" desocupar el cuarto rentado, provocando
una reacción violenta del acusado:
Sólo tú veías esa grieta, el desgajamiento de los márgenes en tu
boca, el escalofrío inevitable cuando la
puerta se cerraba detrás de ti.
Que María le había abierto las puertas de su casa a su propio asesino:
Estabas en el laberinto y a dónde corrieras, los quince metros de la
casa te lapidarían... flotar hubiera sido imposible.
Que María conocía a Vicente desde hace más de veinte años y éste le
ayudaba en las labores de la casa:
Desearía contarle a la audiencia tus pensamientos más urgentes,
extraer por lo menos un fragmento de lo que no me contaste.
Que el teléfono se lo robaron y no supieron dónde quedó:
.
La velocidad con que los objetos desaparecen de una casa
es la misma velocidad en que un grito se deteriora al
exponerlo al aire. El grito sale y cae sin receptor.
El objeto sale a un mundo anónimo para perderse.
Que su madre era de carácter fuerte, que no se dejaba de nadie, como todos.
A pregunta expresa del Fiscal sobre si quería agregar algo,
pedí justicia.
.
LA PRUEBA
I
Ellos lo llaman surco duro con bordes equimóticos, pero ¿qué cosa es un
surco? Un río sin agua, un camino hoyado para sembrar manzanos; no estoy
segura si un surco puede partir en dos una casa motivada por el desequilibro,
tendría que ser tan profundo como un suburbio de oficinas obligadas a
ofrecer sus servicios a ras de suelo. ¿Quién se precipitaría en un surco si no
es la oscuridad? ¿Para qué querríamos volver a la superficie si en un surco
nos comprimimos? En un surco somos como una abstracción de nosotros
mismos; en un surco se abre una desembocadura, digamos que algo así como
una autodestrucción mayor a los límites de nuestras fracturas, es decir, un
centro dentro de otro centro, que se rompe inmediatamente después de otra
rotura, la punta de la raíz huyendo de su raíz primaria.
En María el surco es un ahorcamiento, algo así como una abstracción de la
fuerza mecánica que define una evolución temporal en su cuerpo. No se trata
de un elemento escenográfico como lo enfundaría un reporte policiaco. Es un
hundimiento de la superficie original, una maniobra tan primitiva que se
oscurecerá expuesta a la temperatura ambiente: 98.6° Fahrenheit y con un
cielo despejado. ¿Qué pasa con las marcas de los surcos? En el caso de
María, la luz viva penetró la luz muerta y la fuerza contenida motivó la
averiguación previa por el asesinato. Fue el surco de la sentencia a cuarenta
años de prisión para Sergio "N" por feminicidio.
El surco es un cuerpo condenado a ser demolido. ¿Cómo un surco puede
demolerse? Empujando el miedo hacia la superficie.
.
II
Bajo la cama encontraron la extensión eléctrica y una lata de aluminio
utilizada como pipa; en la cajonera un frasco sintético con la leyenda
Clonazepan. Me olvidaba mencionar que Sergio también estaba ahí,
balbuceaba, debajo de la cama, escondido como un monstruo en la peor de
las pesadillas.
III
A preguntas del Defensor, dijo que se puede considerar un agente constrictor:
un lazo de ixtle, una venda, una corbata, un cinturón, una media, una sábana,
una cadena, una funda de almohada, una toalla, el cordón de una persiana... y
la extensión eléctrica encontrada bajo la cama, así como encontramos un
juguete en el regazo de la infancia, así aquel objeto perdido en ese sitio al
que muchas veces nos costó llegar.
IV
El perito fotografió las lesiones que se apreciaban en el cuerpo de María: la
fijación fotográfica, las fotografías generales y las placas fotográficas.
El perito fotografió el surco, las muñecas, el cuello, las rodillas, el tórax, las
vacaciones, el pastel de cumpleaños, las persianas con los cordones intactos,
las células en el polvo muriendo, las palabras olvidadas en el comedor y el
declive del tiempo en la ventana de María.
.
MEDIA FILIACIÓN
sexo femenino
esto traigo a mi corazón, dice mi alma:
complexión robusta
¿por qué rechazo el castigo que también se compadece de sí
mismo? ¿será que todo tiene su espada y en cualquier momento nos
enfrenta?
cabellos teñidos rubios
¿por qué se quejan los caminos, si abundan los cuerpos tirados
ahí en las manos abiertas de dios?
frente mediana a grande
¿qué nos queda de esta desolación de las ciudades,
de las puertas arrancadas de los autos, de los calderos de un mundo
caído, del hambre que hierve en todas las esquinas?
cejas depiladas
¿a quién podré encomendarte si los niños desfallecen
en las plazas?
.
ojos cafés
¿la ira nos aplastará como el llanto del asesino en el regazo de
su madre?
nariz ancha
nos desmantelaron, cubrieron nuestras cabezas de polvo y en
nuestras entrañas incendiaron huertos guiados por la luz enjaulada
de nuestras propias lámparas.
boca regular
¿ahora con qué voy a alimentarte?
¿cómo te consolaré cuando no sanes de la herida?
¿a qué hora maquillaré tus labios desilusionados por
los besos?
labios regulares
la alegría de la tierra estaba dormida,
nadie pasó silbando, nadie se detuvo para atar su zapato,
grité, pero era lunes.
pabellones regulares
que tenía una seña en particular
una cicatriz en la línea media inferior del abdomen
por una cesárea antigua:
esto traigo a mi corazón, dice mi alma.
.
MECÁNICA DE LOS HECHOS
Que conforme a la lesión, probablemente, puede ser la situación, que tiene
que estar más abajo del nivel del victimario, que puede ser hincado, que
puede ser sentado, que puede ser acostado, que puede ser que estuviera la
víctima un poquito más abajo y el victimario un poquito más arriba, que
puede ser que si estuvieran al mismo nivel sería un poquito más complicado.
Esto se establece mediante ejercicio de refresco de memoria.
.
REPARACIÓN DEL DAÑO
$ a 3000 veces la UMA
20% daño moral
Gastos funerarios
El sentenciado deberá participar obligatoriamente
en servicios reeducativos integrales especializados
y gratuitos, que informen sobre los derechos de las
mujeres a una vida libre de violencia.
.
ARGUMENTOS DISIDENTES A UNA ACUSACIÓN POR FEMINICIDIO
La duda siempre favorece al acusado
Identificar si existen situaciones de poder
Desechar cualquier estereotipo o prejuicio de género
Cuestionar la neutralidad del derecho aplicable
Las confesiones autoincriminatorias ya no son pruebas fehacientes
del delito
Que los Agentes omitan los elementos de prueba más allá de toda
duda razonable
Evaluar el impacto diferenciado de la solución propuesta para buscar una
resolución justa e igualitaria
Tomar en cuenta el supuesto del remordimiento
Tomar en cuenta el supuesto de un arrebato impulsivo
[Un supuesto muy diferente al feminicidio]
.
LOS OBSTÁCULOS DE LA JUSTICIA
El teléfono había sido usado por ella una noche antes
Ninguna autoridad hizo hincapié en el teléfono perdido
¿Había una fuga de gas o las perillas de la estufa estaban abiertas?
El resguardo no fue el correcto, la escena fue contaminada
Las entrevistas con el vecindario no fueron formales ni asentadas
Se notificó que a simple vista no había huellas dactilares y tampoco
se recolectó ningún otro indicio
El policía 1 no había llevado investigaciones por feminicidio
El policía 2 no leyó la carpeta de investigación
El policía 3 sí conoce el protocolo para investigar con perspectiva de género
para el delito de feminicidio, pero no lo realizó
No averiguaron si la víctima presentaba algún trastorno de maltrato crónico
No verificaron si había una denuncia previa interpuesta por la víctima
No consideraron prudente (como indicio) recolectar la cobija que la cubría
El acusado presentaba intoxicación: ¿por el crack o por el gas?
Sí se le hicieron exámenes de sangre al acusado, pero el Ministerio Público
no los llevó a juicio.
.
No volvieron a buscar al testigo principal después del día de los hechos
Aun conociendo el protocolo para el delito de feminicidio, el agente no pudo
explicar cómo verificó el entorno en que se desenvolvía la víctima: ¿Me
puede repetir la pregunta?
¿Usted entendió la pregunta que le formuló la Defensa?
El testigo respondió: No
Se repite en la sala de audiencias:
Nadie verificó el entorno en que vivía la víctima. El policía investigador en
realidad era pedagogo, especialista en educación media superior con un curso
en criminología
.
II
[QUE CON SOMBRAS HURTÓ SU LUZ AL DÍA]
A Lucía
LUCÍA […] TARDÍAMENTE
https:/ /soundcloud.com/cynthia-rodriguez-leija-177346243/lucia-tardiamente
ABRIR EL SIGUIENTE ENLACE
I
El mundo es otro a mis cuarenta y tres. Otro del que pensé antes de las
apuraciones. Tengo cuatro hijos [[y cuatro fotografías cuelgan de los
marcos]]. Las paredes son tan limpias que cuesta trabajo no vernos, no
detenernos un segundo a respirarnos los unos a los otros.
II
Tenía nueve cuando nació mi último hermano. Tenía nueve cuando mi padre
se fue a los Estados Unidos. Tenía nueve cuando una aparente calma nos
alimentaba. Tenía nueve cuando mi madre fue sólo para mí. Ella y yo fuimos
un nueve universal, perfecto.
III
Soy la mayor de cuatro: la primera hija, la primera nieta, la primera sobrina.
A nosotros el pasado nos vio de frente, como si hubiera estado ahí
hablándonos desde un espejo. El pasado nos hablaba y nosotros nos veíamos
mover la boca en el futuro.
IV
Lo intentamos dos años y medio. Yo tenía diecinueve. Me celaba. Nadie
podía voltear a verme. Me llevó a la casa de su hermana. En mucho tiempo
no volví a pisar mi casa materna. Él era mi mundo. No lo quería dejar. La
violencia aumentó. Siempre me convencía. Me amenazó con una navaja. O
de él o de nadie, decía. Sus padres lo apoyaban.
.
No iba a trabajar para evitar que me escapara. Si te vas no te vas sola. Yo no
entendía. Un día me fui. Pero no me fui sola. Me fui embarazada. Mi primer
hijo. El primer nieto. El primer sobrino. Yo vendía productos casa por casa.
El mundo es otro a mis cuarenta y tres. Siento que apenas estoy empezando a
vivir.
V
Me fui a trabajar a una fábrica y ahí lo conocí. Ese sitio que no era otro sino
aquella extensión de un parque industrial en Escobedo. Dejé atrás la casa
para entrar en ese callejón de máquinas, botones, circuitos y relojes
checadores. Él era tan real como la oscuridad que colgaba de mí y que sentía
aliviada cuando salía al invierno cada vez que el turno terminaba.
Las horas se desahogaban en el sonido de las ambulancias que me
sorprendían dibujando las iniciales de nuestro nuevo apellido en sus cristales
traseros. Mi hijo tenía dos años y medio. El amor tendría que esperar para
después.
VI
Se casó conmigo. Avanzar con él en línea recta era casi imposible. No le
gustaba trabajar. Ahora tiene cuarenta y cuatro y no trabaja. Venía de un
rancho. Era muy feo y pensé: “este no me va a engañar, este no me va a
fallar”.
.
VII
Él. Trece años menor que yo. Quería hijos. Yo no podía. Le pedí que me
dejara. No lo hizo. Trabajaba en un supermercado. Después en una fábrica.
Ahí acumuló puntos para hacerse de una casa. Pero su sueño era ser policía.
Lo ayudé. Lo logró. Tuvimos hijos.
Pasó poco tiempo y ya no llegaba a dormir. Se iba a las cantinas. Se ponía
muy violento. Conté las golpizas. Fueron cinco.
VIII
Tenía prohibido hablar con los vecinos. Tenía prohibido hablar más de la
cuenta. Tenía miedo. Mi familia logró cruzar la frontera. Yo estaba sola.
Fueron diez años. Aquel día se puso muy mal. Furioso. Sus ojos
desorbitados. Su rostro enrojecido. Todo era un caos. Pensé en mis opciones:
los parques, las plazas. Se quedó dormido. Ahora o nunca. Empaqué ropa y
juguetes de mis hijos.
Nos fuimos con cien pesos en la bolsa.
IX
Esa noche dormí con una vecina. Al día siguiente caminé a la demarcación.
Levanté un acta ante sus superiores. Las demandas se acumularon. Me
hablaron del peligro. El riesgo era que me encontrara. Por ellos supe del
Refugio. Necesitaba esconderme. Tomé la decisión. No podía regresar.
.
PLANO ARTIFICIAL PARA RECONSTRUIR UNA CASA
Atrás quedaron los pájaros endurecidos en los platos
inmóviles
perdidos en su burbuja de peltre /
en su moldura entristecida
quedó el equilibrio de los huesos
la leche tibia poseída por algún ocultamiento
atrás el reposo de la boca en un grano de sal
disuelto en la más inútil transparencia
deshecho el nudo sin la cuerda iluminada
sin la forma
que enumera la oscuridad vencida
de aquellos que amanecen hambrientos de tu hambre.
.
X
Aquel lugar era muy diferente a lo que había allá afuera. Todas eran muy
atentas con nosotras y con nuestros hijos. Nunca me imaginé que nos
recibirían así. Estaba sorprendida. Descubrir una comunidad distinta donde
todos se esforzaban en atendernos, fue como un hachazo en el corazón.
Aquello no era fácil de asimilar después de todo lo que habíamos vivido. El
primer día llegamos sin nada, sólo con un cambio de ropa. Teníamos dos días
sin bañarnos. Asumir esta nueva realidad me derrumbaba. Nos sentíamos
extraños.
XI
En el momento en que pisé el Refugio, todos mis conceptos cambiaron. Él ya
no significaba nada. El amor construido por mí se acabó. No había manera de
sentir la más mínima compasión. Volví a abrir los ojos al mundo. Había tanto
por descubrir, por aprender fuera de aquello que pensaba como único. Y ahí
estaban ellas. Poco a poco fui entendiendo lo que me podía pasar si
regresaba.
XII
Éramos cinco mujeres con nuestros hijos. Me quedé impactada con sus
historias. Asumí que yo era la menos violentada físicamente. Sí me sentía
destrozada, pero todos mis huesos estaban en su lugar. Lo peor de todo eran
los niños que se acercaban a contarme cómo su padre le había arrancado el
cabello a su madre, cómo la navajeaba, cómo les pegaban con un tubo. Esto
fue lo peor para mí. Nunca lo voy a olvidar.
.
FUERA DE MÍ
Amor
lanza mercurial
que vuelve al viento
donde mi padre
inflama la nube
que en sus ojos crece
aunque dormido
como en un pozo
cae
animal
agua de río
extraviado
escombro tibio
que me sepulta.
.
XIII
Supe que él andaba como loco buscándonos por todos lados. Mi papá me
dijo que me quedara en el Refugio el tiempo necesario para que él no nos
encontrara. Así lo hice. Fue ahí cuando conocí a Sandra. La conocí lo
suficiente para hacernos buenas amigas, porque ahí adentro la amistad es
diferente, es a otro nivel.
XIV
La vi con sus dos manos enyesadas, la nariz dislocada, un diente quebrado.
Ella había tenido su cabello tan largo que le llegaba a la cintura. Él la rapó.
Sandra no podía atender a su hija más pequeña. Los ligamentos y los huesos
de sus manos estaban rotos. Cambiar pañales o darle de comer a sus hijos,
era una tarea imposible para ella.
Decidí ayudarlas en sus quehaceres. Yo era la mayor de todas y lo asumí
como un deber, una responsabilidad. Saqué todo mi buen humor y empecé a
poner la otra cara: les repartía dulces a los niños y a ellas las hacía reír,
bailar.
XV
En el Refugio había reglas. Sólo tomábamos refrescos los domingos. La hora
familiar era de 5:00 a 6:00. Una vez a la semana nos permitían comprar
algún dulce y meterlo a nuestro cuarto para convivir. En ese tiempo mi papá
me enviaba dinero desde Estados Unidos. Entonces compraba golosinas y
frituras para los niños. Un grupo diferente de niños por semana.
.
Había horarios de comida y raciones. Yo veía a mi hijo comer muy rápido
para poder alcanzar más. Esa angustia de mis hijos nunca se la voy a
perdonar.
XVI
Ahí estuve tres meses. En mis citas con la psicóloga lloraba mucho por todas.
Por Sandra. Me dolía mucho verla así, sin poder atender a sus hijos. Una de
las mujeres estaba embarazada. Salió del Refugio con doscientos pesos que
yo le ofrecí. A los dos meses regresó golpeada. Me sentí frustrada. Engañada.
Enojada.
XVII
La casa que rentaban mis padres se desocupó. Ya tenía a dónde ir, pero llegó
la pandemia. Así que no tuve más remedio que cumplir con el tiempo
establecido para cada familia. Volví a sentir que ese lugar era el más seguro
para mí y para mis hijos. Después quise ver qué más había afuera, estaba
ansiosa por empezar de nuevo.
XVIII
En el Refugio hacíamos grupos para contarnos nuestras historias. Cuando
Sandra contó la suya, me vi reflejada en ella. Me sentí aliviada de no haber
tocado el abismo. Juré por mí y por mis hijos que nunca permitiría que nadie
me hiciera el daño que le hicieron a ella. La tomé como ejemplo. Ningún
hombre me violentaría jamás.
.
XIX
Sandra era muy callada, tímida. Tenía un problema en el habla; pensé que tal
vez sería a causa de los golpes. Algunas palabras no se le entendían, las
cortaba. Se la pasaba encerrada en su cuarto. Yo me llevaba a sus hijos a
convivir al patio y les contaba historias. Les inculcaba vernos como una
familia bien grande. Nosotras éramos las tías. Mi hija les enseño a rezar
cantando. Por las noches se escuchaba a todos los niños cantar.
Poco a poco se fue vaciando el Refugio. Sandra era la que tenía más tiempo.
Ya no quería volver a la frontera. Tenía miedo.
.
INSTRUCCIONES PARA DESARMAR UNA CASA
Bajo el hachazo del sol en las playas lejanas
tiembla mi corazón con el ánimo de una selva profunda
tiembla esto que fui dentro de un sobrero aterido
colgado y balanceándose entre las costillas de las palmeras
allá muy lejos
donde los huesos del mar se me vienen encima
mirándome
como sólo las playas contenidas en la memoria
pueden mirarnos.
.
XX
Un día Sandra entró llorando al comedor. Me acerqué a ella. Estaba triste
porque le habían entregado su hoja de vida y debía empezar a elaborar su
plan fuera del Refugio. Cuando eso sucede, debes tener resuelto quién te va a
ayudar, cómo le vas a hacer afuera, con quién te vas a ir. Lloraba porque no
quería volver a la frontera y no tenía un lugar dónde quedarse, donde él no la
encontrara.
Le propuse que se fuera conmigo. Las dos empezaríamos una nueva vida.
XXI
La Dirección me autorizó como responsable para llevármela. Sandra aceptó
mi ayuda. Yo llevaba tiempo observándola. Me di cuenta que así como
hablaba, escribía. Así que aproveché que los niños tomaban clases para
enseñarle. Ella necesitaba aprender para ayudarles a sus hijos. Urgía que le
evaluaran medicamente sus manos y conseguir terapias. Desde la oficina
principal llamé a mi padre. Todas las llamadas se procesaban en altavoz. Las
autoridades del Refugio estaban presentes y escucharon cuando él decidió
apoyarme.
Todo me decía que había tomado una buena decisión.
XXII
Sandra era muy noble. Nunca la vi defenderse de nada, ni de nadie. A todo
decía que sí. Yo le repetía que no permitiera que a sus hijos les hicieran
daño, que aprendiera a defenderse y a defenderlos. Ella sólo me decía que sí.
.
XXIII
Antes de llevármela, primero tenía que resolver mis asuntos legales y
hacerme de algunos muebles, debía conseguir varias camas para nuestros seis
hijos. Me salí el 1° de junio. Le prometí que regresaría por ella en una
semana.
Al salir me juré que por mis hijos, lucharía para quitarle a él todos mis
muebles, por los diez años perdidos de mi vida. Me fui directo a la
demarcación de policía. El 2 de junio me acompañaron por mis pertenencias.
Él pensaba que me había ido con otro, que había encontrado quién me
mantuviera. Siempre me dijo que si me descubría a un amante, lo mataría y a
mí me enterraría en el patio. Me sentí aliviada de saber que esa lápida ya no
sería para mí. A la semana recibí una llamada de Sandra, recordándome lo
prometido. Le dije "Pide tu egreso para el viernes". Ese viernes, yo ya tenía
amueblada mi casa.
XXIV
Me sentía tan sola que de inmediato amé a Sandra como a una hermana.
Quería que vivieran algo diferente. La veía contenta. Los primeros días fui al
DIF a solicitar unas despensas. Visité varias asociaciones para conseguirle a
la niña más pequeña, pañales y leche. Pude recolectar frutas y verduras. No
nos hacía falta nada.
XXV
Al poco tiempo ya teníamos internet. Le di a Sandra un teléfono sin chip para
que oyera música y viera videos. Yo no podía saber lo que vendría, estaba
distraída trabajando en los mercados. Él la localizó al ver activas sus redes
sociales. Vi que empezó a cambiar. Ya no quería platicar. Ya no se reía. Ya
no cantaba.
XXVI
Mi tía le ofreció vender pays y manzanas afuera de los supermercados.
Sandra aceptó. Los ofrecía a quince pesos, tres veces a la semana. Pero nada
la animaba. No dejó de ir a las terapias con los psicólogos del Refugio. Ella
estaba sumergida en el miedo. No había manera de sacarla de ahí. Para
entonces, las dos ya estábamos en peligro.
XXVII
Cuando se fue pude escuchar los audios. Él le decía que no la quería. Luego
todo lo contrario. La confundía. "Si no te vienes voy a ir por ti y al que se
meta se lo va a llevar la chingada". La amenazaba con matarla con el mismo
tubo con que la había golpeado la última vez, le sacaría la verdad: ¿Con
quién había estado todo este tiempo? Nunca hubo otra verdad.
XXVIII
La manipuló. Le dijo cómo tenía qué hacer las cosas. Debía decir en el
Refugio que se iría con su familia a la frontera porque yo la explotaba, la
prostituía. Esa mentira también era con el afán de que le pagaran los pasajes.
En el Refugio aceptaron su teoría, pero con sus reservas, asombrados de la
acusación. Pero todo está ahí. En los mensajes. Fue él.
.
XXIX
Una mañana Sandra me dijo que saldría a buscar trabajo. Se acompañó de
una amiga mía que también estaba buscando empleo. Se fueron a las 7:00 de
la mañana. Dio la 1:00 y ellas no aparecían. Yo debía ir a recoger mi
pensión, era mi último día para cobrar el cheque. Le llamé a mi amiga. Ella
ya estaba en su casa. Pero Sandra se había bajado del camión para subirse a
otro. Me dio miedo. Pensé que ya no regresaría. ¿Qué iba a hacer yo con seis
niños? Pero ella estaba en el Refugio contando la historia que él le inventó.
.
LA GEOMETRÍA DE UNA CIUDAD
No había manera de escapar.
La geometría
llama de fuego
en las manos del enemigo
en las semillas y el pan.
A falta de reposo
un cautiverio.
Para
mantenerse vivas:
el alimento
Para el hambre:
una próxima generación
de carceleros.
.
XXX
Llegó. Yo estaba muy molesta. No comió. Le pregunté si iría a vender los
pays y las manzanas. Ella dijo que no. Pero ella nunca decía que no. Pensaba
irse y no me había dicho nada. Por la noche me senté frente a ella para que
platicáramos. Le recordé que yo era responsable de su bienestar. Fue ahí que
me confesó que regresaría a la frontera con su familia. Se iría al día siguiente
por la mañana.
XXXI
“Cuídate mucho. No regreses con tu agresor. No permitas que nadie toque a
tus hijos”. Me agradeció por todo y me prometió que estaría bien. Fue la
última plática que tuvimos. Al día siguiente vinieron las trabajadoras sociales
del Refugio para llevársela. Yo estaba intrigada porque ninguna de ellas me
dirigió la palabra. Sandra tampoco se despidió de mí. Eso me sigue doliendo.
XXXII
Pasaron los días, pero yo no estaba a gusto. Indagué en el teléfono sin chip
que le había prestado y pude contactarme con ella.
–¿Cómo estás?
–Bien, te voy a pedir un favor. Ya no me llames; no me mandes mensajes.
Ahí supe que estaba con él. Por último, le envié un mensaje de texto para
decirle lo mal que estaba eso. Me envió la respuesta "Qué querías, que me
prostituyera como tú... ja ja ja ja". El mensaje tenía buena ortografía. No lo
había escrito ella.
.
XXXIII
A la siguiente semana vino una amiga a pedirme un celular y le presté el
mismo que usaba Sandra. Ella fue la que descubrió todos los mensajes. Eran
mensajes molestos, de humillación. Y ahí estaba toda la historia inventada
para el Refugio. Los mensajes no sólo eran de él, también eran de su suegra.
Ahí recuperé el número de su hermano y le llamé. Ellos no sabían nada. La
estaban esperando porque del Refugio se habían comunicado con ellos para
que la recibieran. Pero Sandra ya tenía una semana en la frontera.
XXXIV
Su hermano me pidió toda la evidencia de los mensajes. Entré nuevamente a
sus redes sociales y el esposo de Sandra se dio cuenta. Empezó a mensajear
para insultar al hermano de Sandra. Todos eran amenazantes. Amedrentaba
con matarnos. "Yo tengo la sartén por el mango. Tengo lo que ustedes
quieren y no la busquen porque la voy a matar". Dijo que tenía mi dirección.
XXXV
Una tarde me llamó una compañera del Refugio para decirme que él había
cumplido su amenaza. La había matado a golpes. Ese día habían encontrado
el cuerpo de Sandra. Fue un lunes, el 7 de septiembre de 2020. Pude ver su
sepelio en un video y me puse muy mal. No tenía a nadie a quien abrazar,
con quién desahogarme. Y me sigue doliendo su dolor. Me duele que las
autoridades no hagan nada. Es una injusticia. No puedo dejar de
preocuparme por sus hijos que están en manos de la familia de él. ¿Qué pasa
con las autoridades?
XXXVI
Sigo yendo al Refugio. Todo esto ha sido muy difícil para mí. Quiero que
todas puedan lograr salir de todo esto. Que podamos ver la realidad de otra
manera. Si yo llegara a tener mucho dinero, mi casa la convertiría en un
Refugio para llevármelas a todas. Mi frase al salir del Refugio fue "La vida
sigue, tengo que echarle ganas por mis hijos. Soy lo que soy por ellos,
porque sólo nos tenemos a nosotros".
No todas las mujeres estamos destinadas a una muerte por violencia.
Podemos empezar de nuevo. Yo lucharé hasta el último suspiro.
.
ROMPÁSE EN CASO DE EMERGENCIA
Rómpase en caso de emergencia:
un verbo para fabricar el 0
cuando el humo de los escapes
te envuelvan con las manos
adiestradas de tornillos
y revientes el rostro de las muchachas
que vuelven a ti repetidamente
cuando todas las pieles
sardinas precoces adentro y afuera
con espanto
rompen la ciudad tan profunda
que se arden en ella en sus salones de espera
en sus estadios en sus domingos familiares
unos contra otros como círculos mecánicos
corriendo
.
alrededor de las fuentes inclinando la sonrisa
hacia donde los náufragos
dibujan los muelles que están a punto
de hundirse como un golpe
un desembarco
movido por las aguas en el cráneo.
.
III
[Y NO HALLÉ COSA EN QUÉ PONER LOS OJOS]
A Sandra
RECONSTRUCCIÓN DE LOS HECHOS
Mi hermana Sandra estaba en la secundaria. Iba avanzando en sus estudios,
pero conoció a Remigio y se embarazó. Había cumplido trece años. Quería
seguir adelante y se inscribió en una escuela de belleza para aprender a cortar
el cabello. Tenía una beca, pero tuvo que interrumpir los cursos para dar a
luz. Se fue a vivir con él. A partir de entonces la empezamos a perder.
Cuando la visitábamos no pudimos detectar ningún problema, todo parecía
normal. De un momento a otro las cosas cambiaron. Ya no nos invitaban a
entrar, todo el trato era en la calle. Él ya no me saludaba. Ella salía y nos
decía que estaba bien, pero ya no era la misma.
En una ocasión le vi un golpe en la nariz, se le notaba el tabique desviado.
Traté de averiguar qué le había sucedido, pero ella insistía en que estaba
bien, que todo estaba bien. No tardó mucho tiempo en que pude hacerle otra
visita; noté que le faltaba un diente. Le volví a preguntar qué le había pasado,
pero ella me dijo que el diente se le había caído solo. Entonces fue cuando
dejó de sonreír. Todo ese tiempo trató de acortar mis visitas, sólo salía unos
minutos y me decía que estaba muy ocupada, que debía volver a terminar con
sus quehaceres.
La invitábamos a las reuniones familiares para que los niños convivieran con
nosotros; al principio nos decía que sí, pero cuando se acercaba la hora de la
reunión nos cancelaba. Decía que Remigio no la había dejado ir; yo le
insistía en que la queríamos ver, pero era inútil. Al final del convivio, mi
mamá preparaba unos platos con comida y yo se los iba a dejar para que
cenaran mis sobrinos.
.
Nunca nos quiso confiar que él la golpeaba, nunca nos pidió ayuda. Una vez
se me acercó una amiga de ella que vivía en el sector. Me contó lo que
Sandra le contaba, cómo era maltratada por Remigio. Él la violentaba, le
decía que no servía para nada, que jamás saldría adelante sin él. En una
ocasión la golpeó delante de su mamá, pero no hubo ninguna reacción, dejó
que su hijo la siguiera golpeando. Simplemente se retiró del lugar, y atrás
quedó mi hermana soportando el maltratando. Esa misma amiga la había
ayudado en varias ocasiones, dándole comida para los niños porque Remigio
los dejaba sin comer. Cuando él se enteró que su amiga sabía, la amenazó.
No tenía permitido volver a verla. Entonces las amenazas crecieron; hizo
entender a Sandra que a nosotros nos mataría si no hacía lo que él le
ordenaba. Que no se atreviera a irse. La mamá de él también le ayudaba a
convencerla.
Sandra era muy buena con todos, era mi mejor amiga. De chiquillos, fue mi
hermana consentida. Yo siempre acompañaba a mi mamá a dejarla al kínder,
cuando había un evento o algún festival. La veíamos participar en los
bailables. No tenía vicios, nunca anduvo en las calles vagando. Tengo más
hermanos, pero con ella me llevaba mejor, platicábamos de todo.
.
¿SANDRA...
estás ahí?
Abre las cortinas
para que el invierno regrese a tu aliento
y a cucharadas sorba de tu boca.
Estás ahí
fuera de ti
fuera de mí
pero dentro
muy adentro
de los huecos de la sangre
por donde pálida
la luna es aire y se vacía
y duerme en el agua limpia
como en un copo de nieve
a punto de oscurecer la tierra.
.
Estas ahí
en el breñal de tu cabello
tu cabello que es una casa abierta
una madera que cruje
una habitación que respira
un pastizal que duerme
sobre los escombros del mundo.
Y que nadie te toque
y que nadie
y que todas
y que tú
y que nosotras
—hierbas de la fiebre
veredas blancas—
te nombremos como a un jardín iluminado
como a una calle que despierta.
Abre las cortinas
para que pase la centella del futuro
y sacuda un poco este domingo de campanas.
Abre los ojos.
.
EL DESCENSO
Las autoridades no nos han respondido. Volvimos a ir al DIF, fui
acompañado de mi mamá. Nuestro objetivo es recuperar a mis sobrinos. Nos
trataron muy mal, esa es la sensación que me quedó con esa visita. Nos
atendió una asistente del procurador y nos hizo saber que ella había tenido la
culpa, que Sandra tenía mucha responsabilidad de lo que le había pasado.
Que la institución la había apoyado muchas veces, incluso habían intercedido
para que Sandra se fuera a un refugio para mujeres en Monterrey y que ella
sola, por voluntad propia, había decidido volver con él. Que si ella no se
hubiera regresado de Monterrey, no hubiera pasado esto.
Yo le contesté que era verdad que mi hermana había cometido un error, pero
que no estábamos ahí por eso, ni habíamos ido a que nos echaran en cara esas
cosas a mí y a mi madre; que estábamos ahí para que nos ayudaran a
recuperar a mis sobrinos. Urge que nos apoyen porque ellos están en peligro.
Mi frustración llegó a tal punto que le dije que si algo les pasaba a los hijos
de mi hermana, ellos serían responsables. Su respuesta fue: "Pues vengan
hasta el lunes porque ahorita ya no hay fichas".
El lunes llegamos temprano, y nos dijeron que nos iban a ayudar, nos
pidieron el número de teléfono. Han pasado varias semanas y no hemos
tenido respuesta de nada. La familia de él no quiere que el caso proceda y
han hecho todo lo posible por encarpetar el asunto. No queremos venganza,
queremos justicia. Y no nos hemos detenido, ni nos vamos a detener hasta
recuperar la dignidad que mi hermana merece y que su sufrimiento no quede
sin justicia.
.
DONDE HAY UNA PUERTA QUE DA A LA MIRADA […]
https:/ /soundcloud.com/cynthia-rodriguez-leija-177346243/donde-hay-una-puerta-que-da-a-la-mirada
ABRIR EL SIGUIENTE ENLACE
LA OFRENDA
Hemos estado yendo al panteón a remozar la tumba de Sandra, a llevarle
flores. El camposantero nos dijo que antes habían llegado otras personas a
esa tumba. Nos describió a Remigio y a su madre. El hombre nos platicó que
la mujer y el joven empezaron a llorar y a pedir perdón, que no sabían qué
había pasado. Que no debió irse y dejar a los niños solos.
Por nuestra parte, nos hemos unido más. Toda la familia nos frecuentamos y
platicamos más nuestros problemas o cualquier cosa que estemos viviendo.
Yo tengo otra hermana, ella tiene diecinueve años y me ha dicho que tiene
miedo. No quiere tener novio, piensa que puede tocarle una persona que le
haga daño y le suceda lo mismo que a Sandra.
Uno de esos días en que fui al Ministerio Público, mientras esperaba mi
turno llegó una muchacha a denunciar a su novio que la había golpeado. Me
acerqué y hablé con ella, le conté el caso de mi hermana. Le dije que había
estado ahí, en el mismo lugar, por las mismas razones, pero la autoridad no le
hizo mucho caso. Le pedí que se alejara de él, que aún estaba a tiempo de
mantenerse a salvo.
* Los medios periodísticos informaron que el 2 de noviembre, Remigio, armado con un pico de metal
destruyó la tumba de Sandra.
JUSTICIA PARA SANDRA
Manuela, madre de Sandra
Mi hija era una niña estudiosa, seria, dedicada a la escuela. También le
gustaba trabajar; recuerdo que le ayudaba a una señora a colgar la ropa usada
en ganchos, las acomodaba cuidadosamente en las mesas y las casitas de
fierro que se utilizan para exhibir la mercancía. Eso lo hacía sábado y
domingo, cuando los comerciantes se juntaban en los terrenos baldíos que
aquí en la frontera llamamos La Pulga. De ahí sacaba para sus gastos y útiles
escolares que usaba en la Secundaria.
Pero se juntó con El Remi. Él no me dejaba verla, era muy celoso. La
encerraba bajo llave en un cuarto. Sandra nunca me habló sobre lo que le
pasaba, tenía miedo por nosotros, no quería que nos hiciera daño. Tenía
miedo de venir a vernos. El miedo la paralizaba. Todo lo hacíamos a
escondidas. Yo tampoco quería exponerla y provocarle otro problema –
disculpe, no puedo hablar mucho de mi hija, me duele recordarla–.
Quiero pedir, por favor, que el caso de Sandra no quede impune. No quiero
que le pase a otra muchacha lo que le pasó a mi hija. Remigio está libre y si
nadie hace nada para detenerlo, la historia puede repetirse.
Mis nietos necesitan otra vida, no pueden seguir allá. Exigimos a las
autoridades de Tamaulipas que no permitan más sufrimiento, que actúen con
responsabilidad y nos ayuden a hacer justicia. Que la ley no desampare a los
niños, que no nos dejen solos. Ningún periódico habló de la muerte de mi
hija, ningún medio difundió la foto del feminicida, nadie ha respondido a
nuestras peticiones de justicia. Quiero justicia para mi hija, queremos justicia
para Sandra... Les ruego que me ayuden.
**Nota**
Sandra Gámez fue asesinada a golpes el 7 de septiembre de 2019 por su esposo, Remigio del Ángel.
Remigio fue capturado el 6 de enero de 2021, dos semanas antes de la publicación del presente l ibro.
Será importante que a partir de este momento, se activen los protocolos por feminicidio y que las
investigaciones avancen íntegras y con eficacia para lograr una sentencia condenatoria.
- Que se garantice el derecho a la verdad
- Que no se cometa ningún acto de omisión e impunidad
- Que se garantice la salvaguarda de los menores de edad en condición de orfandad
- Que haya reparación del daño
LAS RASTREADORAS
https:/ /www.youtube.com/watch?v=deYj99jc_9Y&feature=youtu.be
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IV
[MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA] [LOS ARROYOS DEL HIELO DESATADOS]
A Camila
A
La casa está despoblada
como una jauría sin dominio.
Los niños juegan a que pagan impuestos
cortan las cabezas de las fuentes.
La tristeza babilónica
es fruto de la guillotina
donde las tribus cultivan sus lágrimas
sus hordas de lamentaciones escurren agua
agua de la fuente herida.
.
ROMPECUERPOS
El cuerpo de Camila mide 60 centímetros, sus huesos y su carne incendian la
orilla de este país, el mapa bosquejado por embravecidos vacíos, líneas
perfectas que en su trazo ocultan su hirviente pequeñez.
* * *
Camila nació en esta otra casa. Una casa ruidosa. Había niños venidos de
otras partes. El diablo pegaba gritos por las paredes y rociaba fuego.
Nosotros exhalábamos los vapores y con nuestras livianas salivas mecíamos
las cunas de los más pequeños. Este diablo venía de San Pedro de las
Colonias. Era un diablo rapado que buscaba una madre para sus hijos.
* * *
Hace calor. Nuestros cabellos están duros como agujas, son agrios reptiles
petrificados en nuestras mejillas. Recordamos el sabor de la sopa entre sus
jugos. Del cráneo de Camila apenas nacen pequeñas espigas de algodón.
* * *
Camila llegó hace cuarenta y dos días. Los platos seguían sucios sobre la
mesa. Las sábanas del cunero se llovían con el sudor de todos. En el centro
del cunero fuimos un sólo cuerpo con los ojos encharcados.
.
* * *
Urgencias. Área de pediatría. Cama número 3. Lesiones en ambas manos.
Laceraciones en ambos pómulos: a las 21 horas; en la frente, laceraciones, el
5 de septiembre de 2017; en la región nasal, sin causas naturales, por ventaja
familiar; en los labios, en el desahogo probatorio, en el brazo izquierdo, por
desnutrición; en la cara interior del brazo izquierdo, en una casa de interés
social, en el antebrazo izquierdo; a los 42 días de nacida; en el pecho, en el
silencio de tu madre, en los párpados, en la cuna de alfileres, en los glúteos,
en los platos vacíos, en el estómago, en el policía que pregunta, en ambas
piernas, en las trepidaciones del diablo, en la región dorsal, en el testimonio
de tu hermana, en el tórax. Laceraciones que al nombrarte gritan; en la axila,
en el hambre sobre la mesa, en el cuello, en tu parecido con papá.
¿Qué tipo de poema es éste, Camila, donde las laceraciones te hierven por
todo el cuerpo?
* * *
La menor refiere ver en el monitor a su madre. La ve como mirar a un cristo
endurecido. También está Elías con su cabeza rapada y en la imaginación de
todos, las mejillas mordidas de Camila. En el juzgado, por unanimidad, se
solicitó un receso de diez minutos.
.
* * *
Quisiste huir, dejarte caer de un edificio. Pero caerse de un edificio no es lo
mismo que azotar la cabeza contra el suelo desde lo alto de una cama. Igual
se puede azotar el cráneo sobre una mesa y sentir que se sigue huyendo de
algo: del desorden de las habitaciones, de los alimentos fuera del
refrigerador, de los sartenes sobre la estufa, del policía que te toma del brazo
y piensa que la resignación viene de la náusea.
.
LAILA
Laila estaba asustada
quiero decir
esa lámpara encendida de pronto en unos ojos vacíos.
Laila es la madre de Camila
quiero decir
dentro de ella se endurece la niña muerta.
Camila tenía como pellizcos en el cuerpo
quiero decir
Laila sueña ser la primavera
que se desliza en la mano muerta.
Elías se veía ansioso
quiero decir
Laila escuchó música toda la tarde
con una lápida en la cara.
II
Otra vez también
me va llegando a la memoria
que en el dedo
en el quinto dedo
en la mano derecha
se quedó la muerte
como una mordida
cicatrizada.
III
Cuando se hace la inspección para ver las cavidades
volvemos otra vez a lo mismo
a la inserción de una radio encendida
en la cabeza de los niños
que saltan encima del ruido
diluido en el polvo de la habitación.
B
El ruido de la ciudad se acomoda en la ventanilla de un taxi
es una imagen rota
un trono dominante que desde las ruinas
nos muerde con una dulce misericordia
como a los presos la cama arrodillada en la piedra.
Es el ruido
que desde el taxi crece
como en el filo de un cuchillo crece
el néctar que escurre piadoso por esa orilla ciega
–perdida– en el calor inflamado del día
donde nuestros pasos se abotonan a las calles
y a los ruidos inútiles que se ovillan en los pórticos.
.
IV
Cuando se hace la inspección se vuelve a palpar
se pesa el cerebro que de pronto
ha dejado de vestir su traje de héroe
su sueño de plata picoteando sombreros en el aire.
Cuando el bulbo raquídeo empieza a sufrir
pasa un avión por encima de una silla
con todo y su evolución tórpida
y su consecuencia primaria
como un pájaro que rompe las rutas aéreas.
Cuando un objeto es extraño al cuerpo
se hunde el cráneo
y se abren las sepulturas de los niños.
V
Continua testa de la menor testigo que dice estar en 5° de primaria y que le
gusta la escuela; que tiene dos hermanitas, pero tenía tres.
C
Ese pequeño
ruido alimenta a la ciudad
que alguna vez huyó de sí misma
es un ruido que suena al polvo quebradizo en los retablos
al pesado aliento de la niña que ahora
entre los desperdicios de la herida
nos saluda
desde la ventanilla del taxi
y con su pequeña mano borra la llaga
que cubre nuestros ojos.
.
QUÉ IMPORTA SI DESPUÉS
https:/ /soundcloud.com/cynthia-rodriguez-leija-177346243/que-importa-si-despues
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Miré los muros de la patria m ía,
si un t iempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valent ía.
Salime al campo: vi que el sol beb ía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al d ía.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sent í mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
MIRÉ LOS MUROS DE LA PATRIA MÍA...
FRANCISCO DE QUEVEDO