Morras, Angel - San Agustin y Santa Monica

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    He aqu un buen libro para una oportunadivulgacin.Bueno porque pone al alcance de todos de la curiosidad intelectual media esa obra literiaria de todos lostiempos que es Las Confesiones de San Agustn. Y de lacuriosidad apresurada, ms de un lector y ms de

    ciento -estoy seguro- ha de pasar a la meditacin reflexiva d e las inmortales pginas del Santo.Divulgacin tiene que ver con vulgo, en el sentidoms honorable y dem ocrtico de la palabra. Y no se haencontrado otra forma de di-vulgar que la del viejopoeta latino: ' 'miscentes utile dulci'', lo que es tantocomo decir que aleando a partes iguales la amenidad yla enseanza. As ha logrado hacerlo el P. ngel.

    Como ante un prtico romntico la belleza de trazosadmira y el gesto de los personajes alecciona, com o enuna catcquesis los ejemplos atraen y la moraleja qu edasembrada en el corazn, as estas pginas que siguenhan de ser ledas de un solo trago, como si de unanovelita se tratara, pero al fin, sin que el autor lo digaexpresamen te, quedar en el lector el convencim ientode que D ios dispuso ancdotas y personajes (Mnica,Alipio, Rom aniano, Sim pliciano, Amb rosio...) en funcin del gran Agustn y que a Agustn lo previo enfuncin de la historia grande de la Ciudad de Dios.

    Es virtud del autor castigar su pluma para n o arreba tar la palabra al biografiado y para no adentrarse envericuetos moralizantes o en divagaciones psicolgicas. El estilo puede parecer flaco, sin caireles, ascticocasi. Y lo es. Lo digo en su elogio, porque la tentacinde romper ese propsito estilstico ha debido de serimpond erable. Lo que impo rta no es precisamente ellucimiento ornamental, sino poner de relieve el sentidoprovidencialista de la aventura agustianiana, que va6

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    desde una juventud desenfadada, pero honesta, hastalas cotas ms altas de la espiritualidad occidenta l. Yesto s que lo ha logrado el P. ngel Morras hacindonos ver cmo el dedo de Dios va engarzando, comoperlas, las que pudieran parecer nimiedades (el robo deunas peras, el astidio de la cantinela de multiplicar, lastentaciones de la adolescencia y los enamoramientos dela juventud, los banales triunfos escolares, los sueos yregarlos de una madre, el consejo de un anciano, elcanto de un nio, la lectura de un libro, la emocinbuclica de unas vacaciones...), pero nimiedades queen la visin retro spectiva del Agustn Santo son hitosque Dios mismo pona a su vida. Si alguno de ellos esenjuiciado como pecado por el rigor escrupuloso delSanto, el lector de nuestros das no tiene ms remedioque aplicarle el juicio, mucho ms benevolente, conque el mismo Agustn disculpara la culpa de nuestropadre Adn: "O felices culpae quae talem ac tantummeruerunt Agustinum" Benditos pecados que hicironmadurar a un hombre, grande y amable, como lo fueAgustn!

    La historia posterior del monje, del sacerdote, delobispo, del escritor, de l polemista queda, en este li-brito, constreida a unas pocas pginas. Yesque, conser la de un santo, tal vez tenga menos virtualidadesejemplarizantes para unos tiempos como los que noshan tocado en suerte, en que abundan mucho ms lasdudas, las desorientaciones, los pecados incluso, quelas certezas, las seguridade s, la fe . Todos, quien msquien menos, trepamos dificultosamente la mismacuesta de Agustn pecador y por ello nos llega al corazn su figura. Como le ocurra a Santa Teresa de Avila.

    He dicho que es una divulgacin oportuna. Nos hallamos al borde de conmemorar el XVI centenario de laconversin de San Agustn. Una conversin que es algoms, mucho ms, que un propsito personal de en-8

    mienda formulado con ocasin del canto de un nioodo en el apacible otoo milans del ao 386; es latransformacin radical (y radical viene de raz) de unhomb re y, con l, de la vieja filosofa grecolatina, quequeda proyectada en adelante hacia su porvenir cristiano y occidental. Por ello, obras como la presente-sencillas, amenas, precisas, rigurosas- vienen comoanillo al dedo a la superficialidad ambiental que padecemos. Porque nos acercan a una idea grande y nosobligan a detener el paso para reflexionar.JuanB. Otarte

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    EN UN HOGAR AFRICANOE da 13 de noviembre del ao 354 vea Agustn porprimera vez la luz del mundo, en Tagaste, pequeaciudad del norte de frica. Sus padres se llamabanPatricio y M nica.Aunque nacido en el seno de una familia cristiana,siguiendo la costumbre de entonces, su bautismo fueaplazado para edad m s avanzada. De todos modos, el

    nio fue inscrito en el nmero de los catecmenos;seg n el rito, se hizo la seal de la cruz sobre su frente yse pu so la sal bendita en sus labios.Su m adre era fervorosa cristiana; en cambio su padreera pagano liberal. El matrimonio tuvo otros dos hijosque llamaron Navigio y Perpetua.Entre los esposos haba cierta diferencia de edad:Mn ica se ca s en la edad nubil; mientras que Patricioya no era un jovencito. Pero sobre todo existia grandiferencia de carcter, y Mnica tuvo necesidad debue na dosis de paciencia y habilidad para convivir consu esp oso y ma ntener unida la familia.

    "S u espos o le fue desleal, pero ella soport de talmanera sus infidelidades que jams tuvo por eso elmenor altercado. Tenia siempre la esperanza de quetu m isericordia, D ios mo, descendiera sobre l, y leconcedieras primeramente la fe y despus lafidelidad.

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    Era l, por una parte extraordinariamente afectuoso y por otra sumamente iracundo y colrico.Cu and o ella lo vea enojado, tena la prudencia de nocontradecirle ni de obra ni de palabra, mas despusya quieto y sosegado, aprovechaba la primera oportunidad para explicarle su comportam iento, si se haba irritado m s de lo justo.Menos violentos eran los maridos de algunas desus a migas; y sin embargo stas con frecuencia mostraba n el rostro m arcado por los golpes recibidos; yse quejaban entre si de la brutalidad de sus esposos.Mi madre les reprenda su forma de hablar y lesreco rdab a que d esde el mom ento en que ellas habanodo la lec tura del contrato matrimonial, deban considerarlo como un documento, en virtud del cual

    estaban al servicio de sus maridos y ni deban engrerse ni ensoberbe cerse con tra ellos.Sus amigas, sabedoras de lo feroz que era el esposode Mnica, se admiraban de cmo poda sobrellevarlo, a tal punto que jams haban visto ni odoindicios de que alguna vez P atricio le hubiera puestolas m anos encima o hubieran tenido ria alguna.Le preguntaban con familiaridad y confianza lacau sa de aquella inalterable concordia y ella les mostraba su modo de proceder que he dicho. Algunasseguan su consejo y daban gracias a Dios por el bienque experimentaban; otras no la imitaban y seguanoprimidas y maltratadas por sus esposos". (Confesiones IX, 9,19)."Otro gran don concediste, Dios y Seor mo, aaque lla sierva tuya, en cuyas entraas me creaste : el

    don de poner en paz los nimos de cualesquiera queestuv ieran entre s reidos y discordes.

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    Po rque ella escuchaba de una y otra parte los msamargos reproches que la amistad colrica e indigesta suele proferir cuando en una acerba conversacin se murmura de una amiga que no est presente,exhalando por la boca la crudeza de sus odios indigesto s y podrido s. M nica nunca deca a las unas loque haba o do a las otras; solamente comunicaba loque poda contribuir a desenconarlos yreconciliarlos.Esta cualidad me parecera pequea, si una tristeexperiencia no me hubiera hecho ver tantas gentes-com o si fuera un horren do contagio que se extiendepor doquier- que no slo acostumbran a comunicar alos enemigos enojados lo que dijeron sus enemigosairados, sino que aaden otras cosas que no handicho. Debiera ser al contrario, que un hombre ver

    daderamente humano se cuida mucho de no estimular entre los dems las enemistades contando lascosas malas que los unos dijeron de los otros, sinoaun afan arse hablando bien de todos.Asi lo hacia mi madre, siguiendo las enseanzasque T, Seor, le dictabas en la escuela de su corazn". (Confesiones IX, 9,21)." E n mi niez yo crea en Ti, Seor. Y crean tambin mi mad re y todos los de la casa, a excepcin demi padre; el cual, a pesar de que no tena fe, nuncacon trarr est los esfuerzos solcitos de mi madre, paraque T, Dios mo, fueses mi verdadero padre, msque el que m e haba engendrad o. En esto T le ayudabas a vencer a su marido, a quien serva con todoesmero por Ti; sirvindote a Ti en l.Finalmente, algn tiempo antes de que saliese de

    esta vida tem poral, conquist a su esposo para Ti; ydesd e que se convirti a la fe ya no tuvo que llorar lo16

    que haba tenido que sufrir cuando todava era infiel". (Confesiones IX, 9,22).En sus primero s ao s, Agustn da muestras de ser unnio de ingenio vivo y de entendimiento despejado.Como a todos los nios, le gustaba jugar. Entre suscom pae ros destaca ba por su facilidad de palabra y porel encanto de su conversacin. Era sin duda, el "cabecilla' ' de sus com paeros; caracterstica del futuro lderde almas.Mien tras tanto , su m adre le instrua en las cosas de lafe: le ense a rezar e invocar el dulce nombre de Jess ;e inculc en su corazn tres ideas fundamentales, quefueron semilla de un esplndido desarrollo. Son lasideas de un Dios que nos cuida y nos ama; un Seor-Jes s que nos salva; y el juicio final como puerta para

    entr ar en la vida futura.Estas lecciones debieron impresionar vivamente elcorazn del nio; sobre todo cuando un da vio a supadre convertido al cristianismo y pidiendo el sacramento del bautismo.Mn ica pose a el don de la persuasin: sus palabras,sus imgenes tenan tal fuerza seductora que difcilmente podan olvidarse sus enseanzas. En cierta oca

    sin cay Agustn gravemente enfermo con una violenta fiebre y fuertes dolores de estmago, hasta elpunto de que se temi por su vida. Baado en sudorpidi con insistencia el bautismo. Parece extrao estegesto del nio; pero ciertamente se trata del efecto delas lecciones de la madre. Mnica quiso satisfacer eldeseo de su hijo, mas de pronto el enfermo comenz amejorar y el bautismo fue diferido para otra ocasin.

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    La bsqueda de Dios, es la bsqueda de lafelicidad.El encue ntro con Dios es la felicidad mism a.

    CAPITULO II

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    LAS PRIMERAS LETRASCuando estuvo en edad de asistir a la escuela, comenz a aprender las primeras letras. Ms tarde recordar con tristeza estos sus primeros aos: los bancosdonde deba estar sentado horas y horas; el repetir acoro la montona cantinela: uno y uno dos; dos y doscua tro; las amenazas del maestro.Ciertamente, la escuela de primaria no era entonces

    simptica; a las dificultades de todo comienzo habaque aadir el temor a los azotes que caan frecuenteme nte sobre las espaldas de los nios, porque segn elpopular refrn: "la letra con sangre entra"."C u nta s miserias y humillaciones pas en aquellaedad en la que se me propona como nica norma devida la obediencia. Pretendan con ello que yo sobresaliera en las artes del bien hablar, con que se consi

    gue la estima y la honra para los hombres.En consecuencia me enviaron a la escuela paraaprender las letras. Yo ignoraba qu utilidad teniatodo aquello, y cuando era descuidado en el estudiome golpeaban. Los mayores aprobaban un trato tanduro e incluso lo celebraban. Quienes han vividoantes que nosotros nos han preparado estos caminosdifciles y trabajosos por los cuales se nos obliga a

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    Tam bin cometa hurtos de la despensa de la casa yde la m esa de mis padres; unas veces movido por lagula y otra s para tener algo que dar a los m uchachosque me vendan su juego, y con ello nos divertamosunos y otros.Muc has vece s, dominado por el deseo de sobresa

    lir, am aaba el juego para conseguir la victoria. Y , sinembargo, no haba cosa que ms me molestara quesorp rend er a mis amigos en las mismas trampas queyo haca. Y si me descubran y me lo echaban en caraprefera pe lear antes que ceder.Es esta la inocencia de un nio? No lo es, Diosmo. Porque de estas faltas en la edad escolar quetienen por objeto frutas, pelotas y pajarillos, al llegara la edad mayor se pasa a cosas grandes, como es la

    ambicin de oro , de tierras y de esclavos.Por lo tanto cuando T, S eor, dijiste que " el reinode los cielos es de los que se hacen como ni os" , nopreten das dem ostrar su inocencia, sino la humildadsimbolizada en su pequea estatura". (ConfesionesI, 19,30).

    A pesar de estos detalles que no tienen nada de extrao en un joven de su edad y en el ambiente en quevive, el padre descubre que el muchacho tiene unainteligencia extraordinaria que se revela en cada uno desus actos, en cada una de sus palabras. Y Patriciocomienza a soar en los honores, en la fama y en lasriqueza s que puede darle aquel hijo.

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    CAPITULO III

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    UN JOVEN DE PORVENIRCuando termin primaria, su padre lo envi a estudiar a la cercana ciudad de Madaura. Quizs era laprimera vez que sala de Tagaste.Madaura presentaba el aspecto aristocrtico de unagran ciudad, rica en monumentos y sede importante deestudios y cultura. Por todas partes se vean templos,arcos de triunfo, term as, prticos, estatuas.Agustn viva en un mundo m aravillosos, donde tantas ley endas y tantas obras de arte excitaban su naturaltendencia a la belleza.La vida en Madaura no estaba hecha para un jovencatlico que hubiera querido perseverar en la fe. Elcristianism o era con siderado all como religin de pueblos brbaros. La mayor parte de la poblacin era pagan a, y paganas eran sus costumbres y sus fiestas.En este ambiente y fuera de la casa p atern a, el hijo deMnica se fue olvidando de las lecciones de la madre yal mismo tiempo se alejaba poco a poco delcristianismo.

    "Quiero traer a mi memoria las fealdades de mivida pas ada y las carnales torpezas de mi alma. No lohago por com placerm e, sino por amor a Ti, Dios mo.Por tu amor, voy a recorrer en la memoria, la amargura de mis perversos caminos y las malas andanzas,27

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    para que T seas mi dulzura verdadera, fel iz y segura; y sanes es te corazn dividido en pedazos ,mient ras s eparado de Ti anduve en muchasva n i da de s .En algn t iempo de mi adolescencia, arda en deseo de saciar los ms bajos apet i tos y me entregu asombros afectos y pas iones , con lo cual se afe laherm osur a de mi alma y me conver t en podredum breante tus ojos , Seor y Dios mo". (Confes iones II ,1,1)."Nada me de le i t aba entonces s ino amar y se ramado. Pero no guardbamos l a debida compos turacon que deben amarse las almas dentro de los l imites

    luminosos de una sana amis tad, s ino que se levantaban en m i, tinieblas de fangosa concupiscen cia carnalque obnubi laban y ofuscaban mi corazn de tal modoque no sabia dis t inguir entre la clara serenidad delam or ca s to y la inquietud tenebro sa del amo r impuro.Am bos am ores a rd an confusamente en mi corazn yme a r ra s t raban por los despeaderos de l as pas iones .T, Seor, debas es tar enojado contra mi y yo nolo advert a . Con el ruido de la cadena mortal que

    arr as tr ab a me h aba vuel to sordo a tus voces y me ibaalejand o d e Ti ; y T lo permit as . Era t rado y l levadopor el fermen to de las pas iones y T cal la bas " . (Confes iones II , 2,2) ."Ojal hubiera tenido yo entonces alguien que mesujetara, ensendome a usar rectamente de la belleza de las cosas. Pero me dej llevar del mpetu delas pas iones y me apart de Ti , t raspasando los l mites de lo perm it ido. E s verdad que no me l ibr de tuscas t igos , Seor, porque tu misericorida s iempre estaba junto a mi , rociando de amargura mis placerespecaminosos . Quenas con es to , que buscara l a ve r -

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    dadera felicidad, sin mezcla de amarguras y disgus-/tos. Y d nde p oda conseguirla sino en Ti, qu e si noshieres es par a san arnos, y si nos haces morir a nosotros mismos es para vivir en Ti?". (Confesiones II,2,3).Muy pron to se hizo brillar Agustn entre sus compa

    eros de M adaura; y sus maestros descubrieron en l unjoven de porvenir, por no decir un joven "pr odigio" .El estudio de los autores clsicos se efectuaba deacu erd o a unos m todos tradicionales: se lean los pasajes en voz alta, se aprendan de memoria y se recitabandando mxima importancia a la diccin y a la puntuacin. Entonces comenz a aficionarse a la literaturaclsica hasta derramar lgrimas sobre los libros,cuando lea las pasiones y sus trgicos desenlacesdescri tos.Un da tuvo que declamar un discurso que l mismohaba com pue sto. Se trataba del dolor y de la clera deJun o q ue no poda impedir que los Troyanos arribaran aItalia. E ra un tema clsico, y el joven orad or lo declamde una manera tan real y emocionante que sus compaeros no pudieron menos de aplaudir.Patricio y Mnica podan sentirse orgullosos de suhijo; por lo m enos de sus cualidades intelectuales.

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    CAPITULO IV

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    UN AO DE OCIOSIDADTerm inad os los estudios de gramtica se vio obligadoa regresar a Tagaste. En M adaura no haba profesoresque pudieran ensearle el camino del porvenir y de lagloria; stos se encontraban en Cartago. Pero el viajeera largo y la vida muy costosa para las posibilidades desu padre. Si Patricio, con grandes sacrificios, habapod ido a segura r a su hijo la educacin en las escuelas deMa daura , para los estudios de Cartago necesitaba acudir a la generosida d d e algn amigo. Y en estos menes

    teres transcurri un ao.M ientra s ta nto , el joven A gustn, libre del cuidado delos maestros, ocioso y empujado por las malas compaas, comenz a entregarse a una vida fcil y a dejarsellevar por su naturaleza apasionada."Q u lejos de las delicias de tu casa, Seor, esta bayo en el ao decimosexto de mi edad! Entonces fuecuand o me domin la concupiscencia, y yo me renda ella enteramente, lo cual aunque los hombres loapru eba n no es lcito y est prohibido por tus leyes.No se preocuparon los mos de encaminarme almatrimonio para evitar mis cadas. Solamente sepreocupaban de que aprendiese a declamar los mshermosos discursos y a convencer con la palabra".(Confesiones II, 2,3)."Y sucedi que estando un da yo en el bao, mevio mi pad re ya p ber y con los signos de la inquieta

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    adolescencia . Muy contento fue a contrselo a mimadre, a legrndose ant icipadamente de los nietos ,qu e esp era ba de m . Era la fuerza de lo hum ano lo qu ^le hacia pensar as i .Pero T, Seor, ya habas comenzado a edif icar tu

    tem plo en el coraz n d e mi padr e y a tener al l tu santamo rada ; que mi padre todava e ra ca tecmen o, desdehaca poco t iempo; y as , a l or lo se sobresal t conpiado so t em blor por m ; pues aunque todava no e racris t iano, temi que fuera por los caminos torcidospo r don de a nda n los que te vuelven la espalda y no lac a r a .Ay de mi! Y me atrevo a decir que T, D ios mi,permaneceras cal lado, mientras yo me iba alejando

    m s y ms de Ti? Es verdad que T cal labas , Seor,y que no me hablabas? De quin s ino tuyas eranaque l l as pa labras , que por boca de mi madre mecantabas al odo? Mas ninguna de aquel las palabrasdesc endi a mi corazn para poner la por obra .

    Pon amor en las cosas que haces y las cosastendrn sentido.Retrales el amor y se tornarn vacas.

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    Quera ella -y recuerdo que a solas con gran diligencia me lo avis- que no tuviese trato ilcito conmujer alguna, y especialmente con mujer casada,Per o su s consejos me parecieron mujeriles a los quedara vergenza obedecer. Mas en realidad eran tuyos y yo no lo sabia; pensaba que T callabas yhablaba ella; y eras T el que hablabas por boca deella; y al despreciar a ella, yo su hijo, el hijo de tusierva, te despreciaba a Ti.Yo lo ignoraba y corra ciegamente hacia el precipicio, sin poder soportar que mis compaeros, que sejactaban de sus fechoras, me superaran en malasacciones.Con tales com paeros recorra yo las calles y plazas. Y me revolcaba en el cieno del pecado. Un

    enem igo invisible me tenia en el lodo, mientras yo medejaba oprimir.Pero mi madre, que fue tan solicita en recomendarme la castidad, no tuvo la misma solicitud enaconsejarme sobre el matrimonio, si no era posiblecortarme de otra manera la concupiscencia. Ella nose c uid de es to; tenia miedo que los lazos del matrimonio dieran fin a las esperanzas que de mi tenan.

    No a la esperanza de la vida futura, sino a la esperanza de mis estudios, que tanto ella como mi padredeseaban vivamente; pero con esta diferencia, quel, pe nsan do poco o nada en Ti, formaba castillos enel aire sobre m; y ella porque no vea en los estudiosun esto rbo , sino ms bien una ayuda para llegar a Ti.Tambin para el juego y otras diversiones me aflojaba n las riendas ms de lo que permite una discretaseve ridad , dejndome ir libremente tras mis desordenados dese os, afectos y pasiones. En todo esto haba

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    como una espesa y oscura niebla que me impedia ver,Dios mi, la serena y brillante hermosura de tu verdad". (Confesiones II, 3,6).' 'Tu ley, S eor, prohibe robar; y esta ley est de talmodo grabada en el corazn del hombre que no hayquien la pueda borrar. Pues qu ladrn es capaz desop orta r que le robe otro ladrn? Pues bien, yo quiserobar y rob; no por necesidad, sino por maldad.Porque rob cosas que yo tenia en abundancia y queno eran mejores que las que posea. Y ni siquieradisfrutaba de las cosas robadas; lo nico que meintere saba era el hurto en si.En una hacienda cerca de la nuestra, haba un rbolcargado de peras, que ni eran hermosas a la vista nisabrosas al gusto. Fuimos un grupo de perversos

    muchachos hacia la media noche, cansados de nuestros juegos, a sacudir el rbol y nos llevamos lasperas, no para comerlas, sino para echarlas a loscerdos, si bien comimos algunas. Lo importante erahacer lo que est prohibido.Este es mi corazn, Dios mo, del cual tuvistemisericordia aun estando en un abismo de maldad ".(Confesiones II, 4,9).

    Debemos evitar una interpretacin temeraria de estos textos como si el ao 16 de su vida fuera un ao deescndalos morales fuera de lo comn. Parece extraoque un muchacho que ha vivido tanto tiempo bajo lainfluencia de una madre como Mnica fuera como eldescrito en estos pasajes. No podemos tomar al pie dela letra las faltas q ue l nos describe como com etidas enesa poca. Es cierto que era adolescente y que se encontraba ocioso; frecuentaba los baos y recorra lascalles con sus compaeros. Pero en todo esto, su vidano se diferenciaba de la de un muchacho de su edad. Y

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    si en algo se distingua era en ser ms recatado queellos.Yo los esc uchaba vanagloriarse de sus pecados. Ytanto ms cuanto ms grandes eran sus faltas. Y yodese aba hacer com o ellos, no slo por el placer, sinotambin por parecerme a ellos. Yo, por temor a que

    se bu rlaran de m , me hacia ms vicioso, y a falta decrm enes reales que me hicieran igual que los dems,simulaba haber hecho lo que en realidad no hacia.Tenia miedo de parecer tanto ms despreciable,cuanto ms inocente; y tanto ms vil cuanto msc a s t o " . (Confesiones II, 3,7).Al leer este texto, nos da la impresin de que enmed io de sus cam aradas, A gustn era el mejor y el msreservado. Podemos pensar que, muchas veces, del

    fondo de su corazn se elevaba la voz del remordimiento. Slo un estpido respeto humano le impedasalir de aquel es tado. A dems, entre los estudiantes eraconocido como "un joven tranquilo y respetable".(Car ta 93,51).

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    CAPITULO V

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    EL PRIMERO DE LA CLASEA fuerza de estreche ces, economas y con la ayuda deun amigo, lograron reunir el dinero necesario para realizar los estudios en la gran metrpoli.Cua ndo sus padres lo enviaron a Cartago, solo y consu s 17 ao s, lo exponan ciertamente a unriesgomortal.Sin duda que M nica tom sus precauciones, pero aunas el peligro era eno rme.Grande debi ser el entusiasmo del joven provinciano al llegar a Cartago, que estaba entonces en todo elesplendor de su poder y de su riqueza. Despus deRoma, ninguna ciudad del Imperio le aventajaba enbellezas monumentales.Agustn lleg all pleno de ilusiones: tenia talento,ambiciones, fuego interior, honradez y, sobre todo,sueos de gloria y felicidad.En esta ciudad cosmopolita se encontraban hombresde tod a raza , religin y lengua. Y los jvene s acudan engran nme ro para terminar sus estudios.Despus de saciar las primeras urgencias de curiosidad, com enz a conocer los personajes sealados por lafama ; a oir conferencias y msica en el Oden y, sobretodo , a frecuentar el teatro."M e entusiasmaban los espectculos teatrales llenos de las mismas miserias que yo tena y de losfuegos que me devoraban". (Confesiones III. 2,2).

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    Al poco tiempo se uni a una mujer con la que vivimaritalmente y a la que guard fidelidad. Pronto estamujer le dio un hijo que llam Adeodato. No pudomenos de amarlo con todo el corazn. Lo conservsiempre consigo y lo educ con sumo cuidado."No tard en caer en los lazos del amor, en quedese aba ser cautivo. Dios mo! Con cuanta hil meamargaste aquella primera suavidad! Llegu al enlace secreto, y alegre me dej atar para ser prontoazotado con los hierros candentes de los celos ysosp ech as, los temo res, las iras y las rias ". (Confesione s III, 1,1).

    Pe ro n o haba venido a Cartago solo a distraerse. Elrecu erdo de la muerte de su padre, recin acaecida; lossacrificios que suponan sus estudios para la economade la c asa; los cuidados de la madre y el agradecimientoque deba a Romaniano, amigo y colaborador de lafamilia, le hicieron recapacitar.

    Le y y estudi muchsimo, comprendi sin esfuerzolas materias ms difciles. El atribuye a Dios su grantalento y nos dice que aprenda casi solo, sin sentirdificultad alguna en asimilar las ciencias, que sus condiscpulos no comprendan sino a costa de grandesesfuerzos.

    "Los estudios en los que me ocupaba estabanorientados hacia las actividades del foro y de lostribun ales, en los que resulta ms excelente y alabadoquien mayores engaos defiende con xito. Tangrande es la ceguera de los hombres que llegan agloriarse de la misma ceguera.Yo era el prime ro de la clase de retrica. Era soberbio y petulante y tenia la cabeza llena de humo; pero

    Reconoce que t no eres luz para ti; a lo mucho , eresojo, no eres luz. Q u aprovecha el ojo abierto y sano ysi falta la luz? Di, pues, y clama lo que est escrito:"T, Seor, iluminars mi lmpara".

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    ms quieto y sosegado que otros, como T, Seor,bien sabes.Procuraba mantenerme apartado de los "everso-r e s " , entre los que viva avergonzado de no ser comoellos. M e complaca su amistad aunque aborreca sucomportamiento: atormentaban a los tmidos alum

    nos recin llegados a la escuela con burlas pesadas:ridiculizaban a los forasteros a quienes ultrajaban sinmo tivo. Muy sem ejantes a stas deben ser las acciones de los demonios". (Confesiones III, 3,6)."Con estos compaeros estudiaba yo los tratadosde la elocuencia, con la finalidad de conseguir losaplausos de la vanidad humana.Y sucedi que siguiendo el curso normal de losestudios, cay en mis manos un libro de Cicern,titulado "Hortensio". Contena una exhortacin alos jvenes a conseguir la sabidura como medio defelicidad. La lectura de aquel libro cambi mis sentimientos y enderez mis pensamientos hacia Ti, Seor. De pro nto me parecieron intiles todas las cosasen las que haba puesto mi esperanza y se encendi enmi coraz n el deseo de la sabidura inmortal.Con cunto ardor, Dios mo, deseaba volar haciaTi, lejos de todo lo terrenal! No saba yo lo queestabas haciendo conmigo T, que eres la mismasabidura.Bien sabes, Seor, que yo en esos tiempos noconoc a aun las palabras del Apstol, pero me atraala exhortacin del "Hortensio" a no quedarme enesta o aquella sec ta, sino a buscar la sabidura donde

    fuera. Mi espritu se haba encendido.44

    Lo nico que me faltaba, en m edio de tanta fragancia, era el nombre de Cristo, que no apareca en ellibro. Porque este nombre, siendo nio, lo haba bebido y mam ado con la leche de mi madre y lo conservaba profundamente grabado en mi corazn, por locual, un escrito sin ese nombre, por muy erudito,elegante y verdadero que fuese, no lograba apoderarse de m ". (Confesiones III, 4,7).

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    Seor, que yo te conozca a n que me conoces.Que yo te conozca como soy conocido por t.

    CAPITULO VI

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    EN LAS REDES DEL ERROR"M e decid a estudiar las Sagradas Escrituras paraver cmo eran. Mas ahora me doy cuenta que es unlibro que no pueden comprender los soberbios. Humilde en el estilo, sublime en su doctrina y lleno demiste rios. Y o no estaba entonces para bajar la cabezay acomodarme a sus pasos. El juicio de aquella primera lectura fue muy distinto del que tengo ahora;enton ces me parecieron muy por debajo de los escritos de Cicern. Mi orgullo rechazaba la sencillez desu expresin, y la soberbia me cegaba para ver lasinterioridades. La sublimidad y la grandeza de laSagrada Escritura se deja ver a los ojos de lo humilde s y pequeos, y yo me negaba a ser pequeo. Llenode vanidad me senta grand e" (Confesiones I II, 5,9).

    Se haba desp ertado en Agustn el deseo de un nuevomundo de valores. Le bast un libro de Cicern parapersu adirle de que en las riquezas no hemos de poner elcora zn . El incendio provocado en su interior no le dejdescansar y le llev a nuevos esfuerzos de bsqueda.Senta la necesidad de descubrir la verdad. Sin renunciar a ninguna de sus ambiciones, sin abandonar a sumujer, y con el deseo de encontrar solucin especialmente el problema del bien y del mal, se entreg a lametafsica.

    El orgullo le haba impedido hallar la verdad dondeesta ba y entonce s vino a caer en las redes de la herejama nique a; esto es , en pleno materialismo.49

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    Trabajan todos los que mienten, porque diran muyfcilmente la verdad. Pues el que finge lo que dice, seesfuerza laboriosamente. Quien quiere decir la verdadno trabaja, porque la misma verdad habla sin esfuerzo.

    La secta de los maniqueos era una mezcla de ladoctr ina del evangelio de C risto, de las tradiciones deZoroastro y de Buda. Sus promesas eran en verdadatrayentes: pretendan saberlo todo y demostrarlotodo, desde la creacin hasta los ms m nimos detallesde la vida.Por supuesto que una doctrina con estas garantashizo mella en el espritu de Agustn. Cuando habatratado de leer la Biblia, no encontr sino doctrinasmisteriosas, y cuando peda explicaciones, le decanque tenia que creer sin ms. Los maniqueos le prometan explicaciones a todo problema con hermosos discursos. Hablaban con nfasis de dos principios: delbuen o y del malo, enfrentados en una lucha sin cuartel ycuya evidencia descubran en todas partes.Pr onto se dieron cuenta del talento de Agustn. Conocan sus triunfos acadmicos y su elocuencia. Lo considera ron como una buena presa para su secta y le tendieron las re des. El joven universitario cay atrado por elcebo de la verdad.

    "As ca en las redes de unos hombres soberbios,extravagantes, carnales y habladores cuyas lenguaslas m ova el mismo demonio y cuyas palabras atraanporque nombraban con frecuencia los nombres deDios-Padre, del Seor-Jesucristo y del EsprituSan to. Esto s nom bres los tenan siempre en la boca,pero su corazn estaba completamente vaco. Repetan con frecuencia: la verdad, la verdad; pero medecan much as falsedades no slo de Dios, sino tambin de las cosas del mundo que son hechura deDios" . (Confesiones III, 6,10).Convertido al maniquesmo trat de arrastrar por el

    mismo camino a sus amigos y conocidos, y combatifuriosamente al catolicismo.51

    Pero tampoco entre los maniqueos encontr des

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    canso su corazn, sino nuevas incertidumbres y dolores. Sus triunfos esc olares y literarios, el xito entre susam istad es, los aplausos de la multitud, los placeres delam or, no le bastaban para calmar la sed de su corazn.Nu eve aos perm aneci Agustn en el maniqueismo,mie ntras su madre Mnica elevaba constantes plegarias

    por el hijo extraviado.

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    CAPITULO VII

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    EL HIJO DE TANTAS LAGRIMAS

    A) terminar sus estudios, en vez de quedarse en Car-tago, donde podria brillar entre los ms famosos, prefiri volver a Tagaste y abrir all una escuela degramtica.Su madre le vio llegar con alegra y a la vez conpreocupacoin y tristeza. La conducta del hijo al que

    tant o am aba no dejaba de preocuparle. Se veia obligadaa permitir que viviera con una concubina; effa mismahaba sufrido durante largo tiempo las infidelidades desu marido, y ahora no poda menos de disculpar en suhijo las debilidades de la carne y los atractivos de lapasin. Pero no poda soportar su adhesin almaniqueismo.Procu r sacarlo del error y atraerlo a la doctrina de laiglesia catlica, pero Agustn se obstin en la hereja y

    ento nce s M nica crey llegada la hora de ser una mujerfuerte y cerr a su hijo las puertas de su casa. Lo alejde ella fsicamente y lo meti ms adentro en su corazn: '' mi madre llor por mi en esta poca ms de lo qu esuelen llorar las madres cuando ha muerto alguno desus hijos" (Confesiones III, 11,19). Un amigo de lafamilia recogi a Agustn en su casa.Desde su regreso a Tagaste, Agustn dedic sus esfuerzos a ensear gramtica y a predicar la doctrinamaniquea, llegando a conquistar a varias personas de

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    El fro de amor es el silencio del corazn.La llama del amo r es la oracin del corazn.Si amas siempre, estars siempre en oracin.

    relieve social: Roman iano, su rico bienhechor; Alipio,un joven amigo suyo; H onorato, discpulo distinguido.Y mientras tanto, Mnica no cesaba de rezar poraquel joven prodigio. Su vida siempre haba sido piadosa, pero desde la muerte de su esposo se consagrenteramente a la oracin y a la prctica de buenas

    obras. Por eso no poda admitir que Agustn se constituyera enemigo de la iglesia y tratara de arrastrar por elmism o camino a sus amitades y conocidos.Una noche tuvo Mnica un sueo: "es de saber quese vio en su eos sobre una regla de madera y vea venirhacia ella un joven resplandeciente, alegre y sonrin-dola". (Confesiones III, 11,19).Este sueo fue para ella de gran consuelo. Se apresur a contrselo a Agustn. Este, burln, como todoslos jv en es, respondi que la visin significaba que ellase convertira al maniquesmo. Pero la madre respondi, sin dud ar, que ese no poda ser el sentido del sueo .N o e ra ella la que se acercaba a Agustn; sino Agustnquien se acercaba a ella.Es ta seguridad le impresion; tanto ms que a partirde a quel da lo recibi en su casa y se restableci la vida

    familiar. Muy segura deba estar para hacer estaconcesin.Pe ro M nica no se contentaba con rezar por su hijo.Peda consejos por doquier.

    "T am bin en este tiempo le diste, Seor, otra respuesta por medio de un ministro tuyo sacerdote; uncierto obispo criado y educado en tu iglesia y muyprctico y versado en tus Sagradas Escrituras. Lerog mi madre que se dignase recibirme y hablarconmigo para refutar mis errores hasta desenga-

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    arme de mis falsos dogmas y ensearme la verdad,ya q ue l sola hacer esto con personas bien dispuestas. Pero l no quiso hablar conmigo, y ms tardeente nd que hab a obrado con mucha prudencia. Respondi que mi disposicin no era la adecuada paraadmitir otra doctrina, hinchado como estaba por mirecien te adh esin a aquella hereja.Ella le cont cmo yo haba descarriado a otraspersonas de escasa instruccin. Y el obispo le aconsej : djalo por ah ora en su error y no hagas otra cosaque rogar a Dios por l ; l mismo acaba r por descubrir la falsedad y la impiedad de la secta maniquea.Entonces le cont cmo siendo nio, su madreenga ad a, lo haba entregado a los maniqueos; habaledo tod os sus libros e incluso haba escrito algunos.

    Pero sin que nadie disputase en l haba encontrado elerror de la secta y la haba abandon ado.Y co mo mi madre no se qued tranquila sino que leinsista m s y m s, hasta importunarle con lgrimas yruegos para que me recibiera y hablase conmigo, elobisp o, finalmente un tanto fastidiado, le dijo: " ve teen paz, mujer, y Dios te asista; es imposible que sepierda un hijo de tantas lgrimas".Est as palabras las recibi mi madre como si hubiesen sonad o desde el cielo, segn me lo recordaba ellafrecuentemente en nuestras conversaciones". (Confesiones III, 12,21).

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    CAPITULO VIII

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    ASTROLOGIA Y SUPERSTICIONES"Durante nueve aos, desde los dievinueve hastalos ven tiocho de mi edad, viv engaado y engaandoa otros. Pblicamente enseaba retrica; en privadome o cupa ba de divulgar la secta maniquea.Por una parte segua continuamente el humo y elaire de la gloria popular buscando los aplausos delteatro y las coronas de los certmenes poticos; porotra parte era muy supersticioso en el cumplimientode lo que ordenaban los maniqueos: llevaba conmigoa los "e leg ido s" de la secta para que ellos fabricasenen el laboratorio de su estmago dioses que me protegiesen. En esas aberraciones crea y las pona enprc tica con m is amigos a los que yo haba llevado aleng ao . (Confesiones IV, 2,1)."Recuerdo tambin que en cierta ocasin decidparticipa r en un concurso para una obra de teatro. Un

    cierto adivino me pregunt cuanto le dara si l pormedio de no s qu misteriosas hechiceras, me hacaconseguir la victoria. Yo, que detestaba todas aquellas inmundas maniobras, le contest que no estabadispuesto ni a matar una mosca; porque l matabaanimales en honor de algunos demonios para hacerlos propicios. Yo, Dios de mi corazn, no rechazeste mal por am or a Ti, pues aun no te conoca; perono estuve dispuesto a que por mi se sacrificara nada alos demonios, sirvindoles de deleite con nuestroser ro re s" . (Confesiones IV, 2,3). 61

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    "Pero s consultaba yo entonces a los astrlogosplaneta rios que practicaban toda suerte de adivinanzas. Esta prctica rechazada y condenada por la piedad cristiana. Porque debem os alabar al Seor y pedirle perdn por nuestros pecados, sin pecar libremente porque El es misericordioso, recordandoaquella su palabra: "mira que ya ests sano; noquiero que peques ms, no sea que te suceda algope or ''. (Jn 5,14). Esta doctrina la quieren destruir losastrlogo s diciendo que todo depende de los astros yque Venus hizo esto; Saturno, aquello y Marte lo dems all.

    Haba en aquel tiempo un hombre muy sabio einstruido en la medicina. Siendo procnsul puso sobre mi cabeza la corona que gan en el certamen depoesa. Tuve gran familiaridad con l y me gustabaescuchar sus conversaciones que eran agradables ygrave s por la fuerza de sus razonam ientos. Cuando seente r de que yo practicaba la astrologia, con muchaamabilidad me anim a que dejase todo aquello, yaque d esperdiciaba un tiempo necesario en cosas mspro vec hos as. Me dijo que l mismo, de joven, habaapren dido astrologa, y hasta haba pensado vivir deella. Sin embargo, la haba dejado porque lleg acom pren der la enorme falsedad que en ella haba; ysiendo un hom bre honrado no haba querido vivir delenga o de los dem s. Pero t, me dijo, tienes ganadoel sustento con tus clases de retrica y te dedicas aesto s en gaos, no por necesidad sino por curiosidad.Conv iene que me creas cuanto te digo, yo que estudia fondo y llegu a pensar en ganarme la vida con suprctica.

    Al preguntarle cmo era que los astrlogos aciertan algunas predicciones, me dijo que eso era obra delazar , y que el alma humana, movida por un instintosuperior, sin saber ella cmo ni por qu arte, res-

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    UN AMIGO DE SU INFANCIAEn Tagaste haba encontrardo un amigo que le eraparticularmente querido, a quien contagi con las supersticiones maniqueas. Haban crecido y jugado juntos ; haban asistido desde la infancia a la misma escuelay haban participado de los mismos entretenimientos.Sucedi que este amigo cay gravemente enfermo.Un d a, que estaba sin conocimiento y baado en sudor,

    temiendo un fatal desenlace, se le administr el bautismo sin que l lo pidiera, sin que ni siquiera se dieracuenta. Agustn comenz a burlarse de aquel bautismoy pen s que su amigo hara lo mismo cuando recob rarael conocimiento.En efecto, cuando el enfermo pudo hablar, Agustnquiso bromear con l, pero al momento su amigo pusouna cara terrible, como si se tratara de un enemigo, ycon ext ra a y sbita claridad le hizo saber que si quera

    continuar siendo su amigo deba dejar de hablar deaque mod o. Estupefacto y turbado escuch e reproche y pens dejar aquellas bromas, al menos durante suenfermedad. Pero aquel amigo no mejor; tuvo unarecada y al cabo de pocos das muri. La desaparicinde este amigo le desesper."Se entenebreci mi corazn de dolor y todo loque vea a mi alrededor era muerte. Mi patria se mehizo un suplicio y la casa paterna una desolacin. Mis

    ojos lo busca ban p or todas partes sin hallarlo. Llegu67

    a hacerm e insoportable a mimismo; y me preguntaba

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    por qu h aba tan ta tristeza en mi corazn, y no sabarespo nde rme nada. Mi nico consuelo fueron las lgrimas que derram da y noche". (Confesiones IV,4,7)."A si era yo entonces; lloraba, me desesperaba y

    no en contraba descanso, porque llevaba mi alma despedazada y sangrando. No encontraba descanso nien los tranquilos bosques, ni en los juegos y cantos , nien los jardines olorosos, ni en banquetes esplndidos, ni en los deleites del lech o, ni en los libros. Todome e ra abo rrecible , hasta la misma luz, y todo lo queno era mi amigo, me pareca insoportable". (Confesiones IV, 7,12)..Difcilmente podemos imaginar el estado de nimoque aquella muerte le produjo. No era la primera vezque se encontraba con la muerte; haba visto expirar asu padre en el nombre del Seor, pero no se habasentid o tan emocion ado com o al morir este amigo de suinfancia.El hecho es, que su estancia en Tagaste le resultinso port able . Senta la urgente necesidad de cambiar delugar. Tagaste, donde haba enseado gramtica, ence

    rraba demasiados recuerdos para l. Con la rapidezprop ia de su temp erame nto impulsivo concibi una ideaatre vida : regresar a Cartago y abrir all una escuela deret rica . Y a finales del ao 375 ya estaba de nuevo en laciudad , donde haba de permanecer ocho aos.En este periodo tuvo que luchar desde el principiocon urgentes necesidades materiales: tenia que proveeral sostenimiento, no slo de la mujer y del hijo, sino

    tambin de su madre y tal vez de sus hermanos.68

    Lo que siempre haba atrado a Agustn al mani-quesmo haba sido el deseo de hallar la verdad. Lo desagrada cada vez ms al joven profesor, que no ha

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    maniqueos le haban ofrecido demostraciones claras yprecisas; con el correr del tiempo se da cuenta quecuan to m s piensa ms descubre que sus promesas nohan sido cump lidas y no podan serlo. Las dificultadesson muchas y Agustn slo puede conservarse fiel a lasecta al ver "la santidad de los elegidos". Si estosllevan una vida irreprochable no es indicio de que ladoctrina que les dirige hacia la santidad es verdadera?Pero este motivo deja de ser vlido, ya que los quehac en profesin de virtud, no pasan de ser unos farsantes hipcritas.

    Como profesor en Cartago enseaba el arte de laora toria ; des eaba p reparar a los alumnos en la elocuencia. En su escuela se daban cita no pocos antiguosalumnos de Tagaste, a los que se sumaron otros. As,podemos citar a Licencio, hijo de Romaniano; a Eulogio; a Honorato; a Alipio, que debi sudecer en elcora zn de Agustn al amigo mu erto.A sus ense anzas de retrica una la doctrina m oral.El mismo nos cuenta cmo censurando en una de susclase s los juegos del circo haba inducido a Alipio, queera muy aficionado, a abandonarlos.Agustn tenia entonces 25 aos. Los alumnos eranpoco ms jvenes que el maestro. Les superaba eninteligencia, en amplitud de conocimientos y en experiencia. Ellos le ofrecan la sencillez de sus emociones,la frescura de sus sentimientos y la alegra.Muy pronto, profesor y alumnos se convirtieron enverdaderos amigos. Los lazos de amistad que estableci entonces fueron maravillosos. Pero el crculo deamigos se rompe a medida que los alumnos terminansus estudios. Por otra parte, el ambiente de Cartago

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    podido hacerse a las costumbres groseras de los " ever-sores". Su delicadeza moral, sufre al ver aquellos tumultos y griteros."En Cartago los estudiantes eran de una intolerable indisciplina: entraban violenta y desvergonzadame nte en las aulas, perturbaban el orden establecido,com etan insolencias, agravios e injurias y toda clasede abus os, que la ley no permite ni permitir jam s" .(Confesiones V, 8,14).

    Es cierto que junto a l est la mujer que am a y elhijo.Tam bin su m adre ha venido a vivir a la gran ciudad; suinfluencia sigue pesand o sobre Agustn. Pero esto no essuficiente. Le han dicho que si quisiera podra encontrar fcilmente una ocupacin en Roma mucho msnoble y con un sueldo m s elevado. Pero lo que terminade convencerle es la certeza de que los estudiantes deRom a son mucho m s responsables que los de Cartago.

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    La verdadera libertad no consiste en hacer lo quenos da la gana, sino en hacer lo que tenemos quehacer porque nos da la gana.

    CAPITULO X

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    ENROMA"T, Seor, sabas por qu me convena dejarCarta go p ara ir a Roma; y no lo manifestaste ni a mi,ni a mi madre, que llor amargamente mi partidasiguindome hasta el mar.Yo la enga cuando ella, por todos los mediosquera impedir mi viaje o bien irse conmigo. La hicecree r que solam ente pretenda acompaar a un amigoque iba de viaje y esperaba en el puerto a que se

    hiciese el viento favorable para la navegacin. Yment a mi madre, a aquella madre tan buena, y meescap . T , Seor, me perdonaste tambin esta mentira por tu infinita misericordia.Sosp echan do ella algo y no queriendo volver a sucasa sin mi, apenas pude convencerla para que pasara aquella noche en una capilla dedicada a SanCipriano, que estaba cerca del puerto. Aquellamisma noche me march a escondidas, mientras ellase quedab a orando y llorando.Qu es lo que mi madre te pedia, Dios mo, contan abundantes lgrimas, sino que no me dejasesnave gar? P ero T, escuchando su oracin, no le concediste lo que en ese momento te pedia, para concederle ms tard e lo que siempre te pedia.Sopl el viento, hinch nuestras velas y pronto

    perdimos de vista la orilla, donde mi madre a la75

    ma ana siguiente crey volverse loca de dolor y llenaba tus odos con quejas y lamentos. Porque ninguna de estas faltas me habas perdonado todava en Cristo Jess, ni me haba reconci

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    T , S eor, a parentem ente no le hacas caso y permitas que me dejase llevar por mis mundanos deseos, al mismo tiempo que purificabas en mi madrepor el dolor y la pena , el afecto carnal y mundano quetenia hacia m i. Porque ella, como todas las madres ycon mayor intensidad que muchas- deseaba tenermeen su presencia; y es que no sabia las grandes alegrasque T le ibas a dar mediante mi ausencia. No saba ypor eso lloraba y se lamentaba, siendo aquellos tormen tos que padeca la herencia de Eva, pues buscabagimiendo con dolor a quien haba dado a luz condolor.

    Finalmente, despus de haberse quejado de misengaos y de mi crueldad, volviendo a su acostumbrada oracin por m, se fue a su casa, mientras yosegua viaje a Ro m a". (Confesiones V, 8,15).En el otoo del ao 383, Agustn llegaba sano y salvoa Roma. Llevaba cartas de recomendacin para algunos p ersonajes influyentes de la secta de los maniqueosy se aloj en casa de uno de ellos.I ,os comienzo s en Roma no fueron nada agradables.

    Muy pronto enferm. Tal vez su dbil organismo seresinti con las molestias del viaje y el cambio de climay alimentos.' 'Ap en as llegu a Rom a, fui visitado por el azote deuna grave enfermedad. Me iba ya a los infiernoscargado con todas las maldades que haba cometidocontra Ti, contra m y contra los otros; pecados muchos y graves, que hacan ms pesada la cadena del

    pec ado original, por el cual todos morimos en Adn.76

    liado por la sangre de su Cruz. Cmo iba a serper don ado si yo no crea entonces en la muerte real yverdadera de Cristo?La fiebre aumentaba, la enfermedad cada da eram s grave y yo, poco a poco me deslizaba rumbo a la

    muerte. A dnde me hubiera ido de morir entoncessino al fuego y a los tormentos que correpsondian amis peca dos , segn el orden que T estableciste?No sabia mi madre todo esto, pero ausente rogabapor mi; y T que ests presente en todo lugar, la oasen donde ella estaba; y en donde yo estaba tenasmisericordia de mi.Recuper la salud del cuerpo aunque mi coraznsacrilego segua enfermo. Ni siquiera en aquel peligrotan grande tena yo el menor deseo del bautismo.Mejor era de nio, cuando se lo ped a mi madre,com o ya lo tengo recordado y confesado. H aba crecido en el mal y en mi locura me burlaba de tu medicina; mas T no me dejaste morir en tal estado, quehubier a sido morir dos veces: una en el cuerpo y otraen el alma.De e sta h erida, el corazn de mi madre no hubierasanado jams. Lo digo porque no acierto a expresarcon palabras el amor tiernsimo que ella me tena ycon qu solicitud buscab a la vida de la gracia para elalma, tanto como la tuvo para darme a la luz delmundo.No veo cm o hubiera podido sanar de aquel golpesi en aquellas c ircunstancias, mi muerte hubiera tras

    pasado las entraas de su amor. Dnde sino en Ti77

    estaban aquel las oraciones y plegarias que s in cesarofreca por mi? Cmo T, Seor de las misericor

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    Y van los hombres a contemplar con admiracin lasalturas de los montes, y los oleajes imponentes del mar,y los cursos anchsimos de los ros, y la amplitud delocano, y los giros d e las estrellas; y se dejan a smismos, y no se maravillan de s.

    dias , ibas a 'despreciar el corazn contri to y humil lad o' (sal 50,18) de una viud a cas ta y sobria que haciatantas l imosnas , que serva con sumisin a tus minist r o s , que no dejaba un slo da de asistir al santosacrificio del altar y que dos veces al da, una en lam a an a y o tra en la tard e, venia a la iglesia s in fal tarj am s , no para perder e l t i empo con vanas conv ersa ciones y chismes de viejas , s ino para escuchar tupalabra en los sermones y para que T la oyeras ensus orac iones?

    C m o pod a ser que T recha zaras las lgrimas deesta mujer que no te pedia oro ni plata ni a lgn otrobien te rre no , s ino la salvacin del a lma de su hi jo, queera suyo porque T se lo habas dado? De ningnmodo, Seor , an tes b ien es tabas presente en susora cio ne s , la escucha bas y hacas lo que el la te peda,segn tus des ignios amorosos para cada un o" . (Confes iones V, 9,16).De todos modos hemos de recordar que Agus t n ses iente demasiado debi l i tado por la f iebre para tenerconciencia clara de su es tado; sobre todo sus pensamientos andaban muy lejos del catol icismo para sent i rse c apa z de ped ir su admisin en la iglesia .Ap ena s repu es to de su enfe rmedad, qu ie re organizarsu vida . Co n la ayu da de sus amigos afr icanos ab re en sumisma casa una escuela privada e inaugura el curso desus l ecc iones .Su pr imera preocupac in es reuni r a lumnos ; no esrico y t iene que asegurar la subsis tencia personal , la desu mujer y la de su hi jo, que s igue creciendo. Pero al

    m om ento se da cuenta de que los es tudiantes de Roma79

    no son m s constan tes y serios que los africanos. Ade

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    ms tienen otro defecto muy grave: no pagan a susprofe sores . Asisten durante algn tiempo a sus clases,pero cuando deben pagar la cuota de las lecciones desapare cen y no es fcil volver a encontrarlos. El inconveniente es grave para quien tiene necesidad de dinero.Agustn no puede soportar esta falta de delicadeza ybusca una ocasin para abandonar Roma.Por aquel entonce s se entera de que en la ciudad deMiln estn b uscand o un profesor de retrica y no dudaun momento; presenta su candidatura que es muypro nto acepta da, e inmediatamente se dirige a Miln.

    Agustn contaba 30aos , la edad en que ma duran lasms profundas crisis espirituales; y se preparaba paraser uno de los ms ilustres personajes de su tiempo, enuna ciudad grandsima, la segunda capital del imperiode occidente y residencia ordinaria de la corte imperial.

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    CAPITULO XI

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    EL OBISPO DE MILNEn Miln comenz muy pronto la enseanza de laretric a, q ue deba durar tan solo dos aos. Los jvenesmilaneses estaban contentos de la obra del maestroafricano; admiraban su elocuencia, aunque chocaba untanto su pronunciacin y acento cartagins.Se acuda a l cuando se deba pronunciar el panegrico d el principe o de los ms distinguidos m agistradosdel imp erio. "R ecitab a una serie de mentiras, seguro de

    ser aplaud ido por hom bres que conocan perfectamentela ver da d" . (Confesiones VI, 5).All tuvo ocasin de conocer al famoso obispo Ambros io; defensor incansable de los dbiles y oprimidos,cus tod io celoso de los intereses de la iglesia y de la fe;hacia sentir en todas partes e! peso de su autoridad.Poc os homb res tuvieron como l un sentido exacto dela justicia. El pueblo lo amaba con locura y estabapresto a defenderlo en todo momento. Tan solo unospoc os adv ersarios no cesaban de atacarlo.Al po co tiempo d e llegar a Miln, se decidi a visitaral ilustre ob ispo, mdico de las almas.

    "M e acogi paternalmente ese hombre de Dios; ycon un espritu plenamente episcopal se interes pormi llegada a Miln. Yo comenc a quererlo y a aceptarlo. Al principio no como doctor de la verdad -puesyo ya hab a desesperad o en encontrarla en la iglesia-83

    sino simplemente como a un hombre que era amable

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    " V > T "

    * $ < ?

    El jbilo es un sonido que indica la incapacidad deexpresar lo que siente el corazn.

    conmigo.Con mucha atencin le escuchaba en sus discursos; no con muy buena intencin, sino para observarsu elocuencia y ver si corresponda a su fama. Yo loescuchaba atento, pero sin la menor curiosidad niinters por lo que predicaba". (Confesiones V,13,23).

    Poco a poco la doctrina fue entrando en su corazn.Asi, fue descubriendo el valor de la Biblia, cuyo sentidoliteral es a acc esible a tod os, pero cuyo significado espiritual exiga cierta preparacin.Hab an pasado ya 11 aos desde que el joven estudiante de Cartago se haba sentido turbado en su interior por la lectura de "Hoi-tensio" de Cicern. Desdeentonces haba brillado en su interior el afn por lasabidura y la esperanza de cortar con las frivolidadesde sus pasiones.El estado de nimo en que se encuentra en estosmo men tos es de indecisin. Ha abandonado la secta delos maniqueos, pero no se decide a entrar en la iglesiacatlica. Busca y tiene miedo de encontrar lo que

    busca."M i m adre, llena de fortaleza y piedad, haba venido siguindome por tierra y mar, por el inmensoamo r que m e tena. Me encontr cuando me hallabayo en sumo peligro por mi desesperacin de poderhallar la verdad. Al decirle que ya no era maniqueo,pero que tampoco era cristiano, no dio muestras deque le impresionara excesivamente la noticia.No se a lter su corazn con ningn movimiento dealegra inmod erada cuando vio que gran parte de lo

    que te pedia cada da con lgrimas estaba hecho.Tenia la seguridad de que T habas de realizar lo qu eque dab a, porq ue segn me dijo sosegadamente y con

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    el corazn lleno de confianza, le habas prometidoque antes que saliera de esta vida, me haba de vercatlico convertido". (Confesiones VI, 1,1).Entre los problemas que se le ofrece, al menos uno

    debe resolver cuanto antes: el del matrimonio. Desdehace diez aos vive con la misma mujer, la madre deAdeodato, a la que ha guardado fidelidad. Pero estamujer, segn la costumbre, no puede constituir verdader o m atrimonio a causa de su condicin.Mnica, que no busca para su hijo sino la paz y latranquilidad, cree que el nico obstculo es la presenciade a quella c oncubina , y trata de alejarla de su hijo.Nosotros no podemos comprender la actitud de lamadre en esta ocasin y menos aun la sumisin deAgu stn. Lo cierto es que aquella mujer, dejando su hijoal cuidado de su padre, acab alejndose.La s eparaci n fue profundamente dolorosa. Su corazn experimenta una grave herida y siente correr rosde sangre ante el aband ono de la que le ha dado el hijo.

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    CAPITULO XII

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    UNA VISITAUn da, estando en compaa de Alipio, recibi lavisita de un paisano suyo, llamado Ponticiano, queocupaba un alto cargo militar en el palacio imperial.Durante la conversacin, tom en sus manos un libroque estab a sob re la mesa, lo abri y con sorpresa advirti que se trataba de la Biblia. Se alegr muchsimoporque l era fervososo cristiano. Entonces les habldel ascetismo y de los frutos de santidad que estabadando.Como, ni Agustn ni Alipio conocan nada de estemo vimien to, pas enseguida a hablarles de los muchosmonasterios poblados de monjes; en especial del quehaba a las afueras de Miln sostenido por Ambrosio yhabitado por santos religiosos.Les cont cmo en cierta ocasin dos compaerossuyos salieron a pasear por los huertos, cerca de laciudad de Trveris; se separaron del camino sin darsecue nta y vinieron a dar en una casita donde vivan unosmonjes dedicados a la oracin y a la penitencia. Allencontraron un libro con la vida de Antonio, el ermitao. Comenzaron a leer y conforme iban leyendo seence nda en ellos el deseo de abrazar aquella vida. Depro nto uno de ellos, lleno de amor a Dios le dijo al otro:" Qu buscamos nosotros? Cules son nuestras aspiraciones? Podemos desear algo ms que ser amigos delemperador? Y para esto cuntos trabajos y peligros!

    En cambio puedo ser amigo de Dios ahora mismo".89

    Volv i los ojos al libro y mientras segua la lectura, unanuev a vida le invada su corazn y su mente. Lanz un

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    ' 'No quiera s irte fuera, entra en t mismo , en elinterior del hombre habita la verdad''.

    suspiro y aadi: "En este momento rompo con lasatad uras del mundo para dedicarme a Dios; t si quieresme imitas, de lo contrario no me estorbes". Pero elotro , le respondi que con sumo gusto tambin l dejab a la milicia terrena por la de Dios.Sucedi que ambos tenan novias; y cuando se enteraron del prop sito, tambin ellas consagraron a Diossu virginidad.La narracin de Ponticiano haba llegado hasta laltima fibra del corazn de Agustn. Despus que sema rch , sus palabras siguieron resonando como un ecoy un a invitaci n incesan te en el fondo de la conciencia.De pronto se volvi hacia Alipio, y turbado en suinterior y tambin en su aspecto externo, le dice:

    "Q u hacem os nosotros? Qu esperamos? Qusignifica lo que hem os odo? Se levantan los ignorantes y consiguen el cielo; y nosotros con nuestra sabidura, nos revolcamos en la carne. Acaso porqueellos van delante, tenemos nosotros vergenza deseguirlos y no la tenemos de no seguirlos". (Confesiones V III, 6,15).Alipio contemplaba en silencio a su amigo. En realidad, su acento tena algo de extrao y de inslito. Surost ro, su mirada, sus gestos, el color de la cara, expresaban con ms elocuencia que las palabras, la luchaatroz que se libraba en su interior. Agustn baj aljard n; Alipio, entre inquieto y temeroso, le sigui.

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    CAPITULO XIII

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    TOMA Y LEESe sentaro n en silencio apartados de la casa entre lassombras de los rboles. Agustn senta que haba llegado el momento de firmar un pacto con Dios. Pero latem pesta d de las dudas ruga en su interior y su esprituse retorca delirante entre el remordimiento y la penitenc ia; e ra la lucha de la carne contra el espritu.

    "Cuando me di cuenta de mis miserias y de mihedio ndez , las lgrimas se me saltaban de los ojos ypar a llorar a placer m e levant y me apart de Alipio,pues necesitaba soledad. Me tend debajo de unahiguera y solt el caudal de mis lgrimas. Entoncessupliqu: Hasta cundo, Seor? Hasta cundo hede seguir as? No tengas en cuenta mis antiguospecados .

    As deca y lloraba. Y de pronto oigo una voz denio diciendo: 'Toma y lee; toma y lee'. Interpretan do que aquella voz era un mandato del cielo de qu eabries e la Biblia y leyese el primer captulo que topase, me levant, fui al lugar donde estaba Alipio,tom el Libro del Apstol y le lo primero que encontraron mis ojos: 'Nada de banquetes, borracheras,prostitucin o vicios; ms bien revestios de CristoJes s el Se or' (Rom 13,13).

    Al instante d esaparecieron todas las tinieblas de micora zn . Enton ces cerr el Libro y le cont a Alipiotodo lo que me acababa de suceder. El tambin me95

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    para recibir el sacramento del bautismo. Uno de suscom pa eros , que enseaba gramtica en Miln, puso asu disposicin una quinta en la campia y Agustn

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    ace pt sin dudar esta generosa oferta.Rene en Casiaciaco junto a s toda una colonia deafricanos: le acompaan su hermano Navigio y susprimo s R stico y Lastidiano. Adems de ellos hay dos

    jvenes: Licencio y Trigencio, que han sido alumnos deAgustn en Miln y que desean seguir con l. Por supue sto tambin est Alipio, Adeodato, el hijo de Agustn, es el ms joven de todos, y ya comienza a darprue bas de una inteligencia precoz.Y junto a estos jvenes, la presencia de Mnica acabade dar a la colonia de Casiciaco un ambiente familiar.Es ella la que preside las comidas y la que asegura elbienestar de todos; es, verdaderamente la madre de

    toda esta juventu d, y cada vez que aparece en el grupoes recibida con un gozoso respeto.

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    CAPITULO XIV

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    MADRE DE TODOS" E n aquel retiro de Casiciaco, preparndonos pararecibir el bautismo, qu voces te di, Dios mo,cua ndo lea los salmos e himnos llenos de las verdades de nuestra fe!; canto s que inspiran piedad y devocin y excluyen todo espritu de egosmo, soberbia yvanidad.Con m i madre toda unida a nosotros como si fusemos hijos suyos qu exclamaciones las mas con

    aquellos salmos que me inflamaban de Ti y me enardecan por cantarlos si pudiera por toda la tierra paraluchar contra el orgullo del gnero huma no! (Confesiones IX, 4,8).Er a mi mad re una mujer dedicada a servir a todos.Quien la conoca encontraba en ella mucho que admirar; y en ella Te alababa y Te honraba a Ti por tugenerosidad en concederle tantas gracias. Las buenas obras que realizaba daban testimonio de Ti, Seor, y los que la trataban sentan tu presencia en sucorazn.Haba sido mujer de un solo varn; haba cum plidotodas las obligaciones que tena para con sus padres ;haba go bernado la familia y su casa con piedad; y sufe y su oracin se manifestaban en las actividades ytrabajos que cada da realizaba al servicio de losdem s. Haba e ducado a sus hijos y cuando los vea

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    aparta rse de tus mandamientos senta en s misma unvivsimo dolor. (Confesiones IX , 9,22).

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    Seor, heristeis m i corazn con vuestra Palabra,y yo os am. Pero tambin el cielo y la tierra,y cuanto en ellos se contiene, por todas partes medicen que os ame, y esto mismo pregonan a todos;de modo que ninguno se pueda excusar.

    El da 13 de noviem bre, aniversario de mi natalicio,despus de una frugal comida reun a todos los comen sales en una sala privada. La conferencia verssobre la vida feliz; y en el transcurso del coloquiohice esta pregunta: Es feliz quien posee todo cuantoquiere? Entonces mi madre respondi: si desea elbien y lo obtiene s ser feliz; pero si desea algo malo,aunque lo alcance es un desgraciado. Sonriendo ysatisfecho le dije: Madre, has respondido con sumasabidura e inteligencia.

    Al trmino de la charla hice el siguiente resumen:Dios o mnipotente es el nico que puede llenar nuestra alm a; la felicidad de este m undo est en el conocimiento p iadoso y perfecto de todo lo que conduce a laverdad y en el medio de obtener la unin con esaverdad que es el mismo Dios.

    Aqu, mi madre, como despertando a la fe y llenade go zo exclam aquellas palabras que tan profundamen te graba das las tena en su memoria: Cuida en turegazo, Santsima Trinidad, a los que te suplican. Yaa di : esta e s la vida perfecta y a ella hemos de serguiados en alas de una fe firme, una gozosa esperanzay ardie nte caridad. (De vita beata 6,35-36).Mand al escribiente que hiciese constar su intervencin, pero ella dijo: Qu haces? Dnde hasvisto o ledo que las mujeres tomen parte en estasdiscusiones? Muy poco me importa, les contest, loque p iensen los soberbios y los credos, que buscan laciencia com o buscan los honores y los aplausos de loshombres. Ellos no miran el ser, sino el vestir y elbrillo de su persona. As, pues, te excluira de estasconversaciones si no ama ras la sabidura; te admitira

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    si la am aras au n cuand o fuera slo tibiamente; ahorabien, s que la amas ms de lo que me amas a mmismo; y yo s cunto me amas. Adems has progre

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    sado tanto en el amor a la verdad que ya ni te conmue ve ninguna desgracia, ni el temor de la muerte, locual es el ms alto grado de sabidura. Yo mismotengo motivos suficientes para ser discpulo en tuescuela.Al llegar a este p unto , ella acaricindome dijo quenunca haba odo decir tantas mentiras. Y como sealargaba el discurso y no haba ms tablillas paraescribir p use fin a la reunin". (De ordine 1,32).

    Al a cercarse la cuaresma del ao 387 todos abandonaro n Casiciaco pa ra regresar a Miln. Agustn y su hijoAdeodato tienen que recibir el bautismo que les va aadministrar Ambrosio.No conocemos sus sentimientos en los momentosque precedie ron a su bautismo. El ha guardado al respe cto un absoluto silencio. En sus "Confesio nes", quetanto s detalles d a de su vida, no dice nada relacionadocon los das anteriores al bautismo. Resume en unalne a sus im presione s recibidas en el momento del bautismo: "Fuimos bautizados y desaparecieron de nuestra vista todos los remordimientos de nuestra vida

    p a s a d a " .

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    CAPITULO XV

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    EL XTASIS DE OSTIAUna vez bautizados, Agustn y sus amigos ya notienen nada que hacer en Miln. Tiene el propsito deformar una comunidad de verdaderos hermanos enCristo. Sus posesiones de Tagaste podan servirle paraest a finalidad, y decide dirigirse all.Com o las ocasiones de atraves ar el mar no eran muyfrecuentes, tuvieron que detenerse algunos das en elpu erto de O stia. All se alojaron en casa de una familiacristiana.Ostia era una ciudad importante. Una multitud cosmo polita de diferentes lenguas y costumbres se agitabaen sus ca lles, que llenaban de una algaraba ensordecedo ra. Barc os cargados de aceite, de trigo y de toda clasede mercanc as llenaban el puerto, y en los malecones seescuch aban las voces extraas de los marineros.En el centro de esta ciudad, agitada y bullanguera,

    Agustn y su madre gustaban de la oracin y de lacontemp lacin de las cosas del cielo. Apoyados un diaen la v entan a que dab a al jardn de la casa, la madre y elhijo se entretenan come ntando la grandeza de poderseunir a Dios en la eternidad.'' Estand o pues los dos solos comenzam os a hablary la conversacin nos era dulcsima; olvidando lopasad o p ara slo pensar en lo venidero, buscbamosjun tos a la luz de la verdad , que eres T, cm o ser la

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    vida e terna de los santo s, que consiste en una felicidad que 'ni los ojos la vieron ni los odos la oyeron nila mente del hombre se la puede imag inar'.

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    Abram os nuestro corazn anhelante y sediento 'ala fuente de la vida que est en Ti' (Salmo 35,10) paraque de alguna manera pudiramos pensar y entenderuna cosa tan sublime y elevada.En nu estr o dilogo llegamos a la conclusin de queel mayor deleite de los sentidos corporales porgran de qu e sea o pued a uno imaginarse, no es dignode compararse, ni siquiera de hacer mencin, a ladulzu ra y a la alegra de la vida futura, y este pensamiento nos levantaba el corazn con mpetu msardien te hacia el mismo Dios.Fuim os pasando revista sucesivamente a las cosascorporales: el sol, la luna y las estrellas que envan ala tierra su luz y su resplandor; subimos interiormente aun ms arriba considerando tus obras, hablando de ellas y admirndolas; llegamos luego ameditar en lo que es el alma humana y de all pasamosms adelante hasta tocar en aquella regin de abundan tes delicias, donde por toda la eternidad alimentas a tus esco gidos con la verdad infinita y en donde lavida es la Sabidura, por la que todas las cosas han

    sido hechas; en cambio Ella no ha sido creada, sinoque es com o fue y as ser siempre; o por mejor decir,no hay en Ella un 'fue' o un 'ser', sino slo un 'es',porque es eterna.Y m ientras hablbamos de ella y ardientemente ladesebamos, repentinamente e instantneamente llegam os a tocarla con el mpetu y la fuerza de nuestroespritu. Lanzamos un hondo suspiro ante aquellaetern idad, abandonndo nos all arriba, en las primi-

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    cias del Espritu. Y luego tornamos ah dolor! elcamino del descenso a este mundo en donde hablamos y las palabras vienen y van" (Confesiones IX,

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    10,24)."Fue entonces cuando mi madre dijo: Hijo mo,por lo que a m toca, nad a me deleita ya en esta vida.No s qu he de hacer aqu en adelante, en este

    mundo, ni para qu he de vivir, no teniendo cosaalguna que esperar en el presente siglo. Una cosahaba p or la que des eaba vivir y era que quera vertecristiano y catlico antes de morir. Esto me lo haconcedido el Seor ms colmadamente de lo queesperaba; pues adems te veo entre los que despreciando toda felicidad terrena, se dedican totalmente asu servicio. Qu sigo haciendo en este mundo? Nome acuerdo bien de lo que a estas palabras respond". (Confesiones IX, 19,26).

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    CAPITULO XVI

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    YO REPRIMA LAS LAGRIMAS"P asa dos apenas cinco das de esta conversacin,mi madre cay enferma con grandes fiebres. Uno deeso s das tu vo un desvanecim iento, perdi los sentidos y no reconoca a los que le rodeaban. Acudimostodos pero muy pronto volvi en si, y mirndonos ami hermano y a mi, que estbamos muy cerca de sucama, nos dijo como quien busca algo: Qu pasaaqu? En d nde estaba ? Y luego, vindonos a todossumidos en la tristeza aadi: Aqu enterraris avuestra madre!Yo callaba y reprima las lgrimas; pero mi herma no dijo no s qu palabras mostrando su deseo deno verla m orir fuera de su patria. Ella, al or esto, loreprendi con la mirada y luego, volvindose a m medijo: Mira lo que dice ste! Y enseguida, hablando aambos reiter: enterrad ste mi cuerpo dondequieray no os preocupis de su cuidado; lo nico que ospido es que os aco rdis de m ante el altar del Seor.

    Y habiendo expresado este su ltimo deseo con laspalabras que pudo decir, call; y agravndose la enfermedad entr en agona.A los nuev e das de su enfermedad, a los cincuentay seis de su edad, y a los treinta y tres de la ma,aquella alma llena de religin y piedad sali de sucuerpo para pasar a la ternidad". (Confesiones IX,12,28).

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    Mientras yo le cerraba los ojos, se apoderaba de muna tristeza grande, formando un torrente de lgrim as, que qu era salir por los ojos; pero por violentoimperio de mi voluntad, el torrente era absorbido y

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    mis ojos p erman ecan secos. Sin embargo, la batallaera agotadora y me haca mucho mal.Ape nas mi mad re exhal el ltimo aliento, el jovenAdeodato rompi a llorar a gritos, pero reprendidopo r tod os no sotros ca ll. Tambin mi juvenil ternuraquera expresarse con lgrimas, pero yo las reprimacon recia voluntad. Es que no me pareca decenteacompaar la muerte de mi madre con lamentos,gemidos y sollozos, que slo tienen sentido cuandohay que deplorar alguna gran miseria en el quemuere, o cuando se ve en la muerte el fin de todaexistencia.

    Pe ro mi m adre, ni mora miserablemente, ni moratotalm ente . De esto estbamos seguros por su limpiavida, su fe sin fingimientos y por otras razo nes ciertas . Qu era, pues, lo que me causaba tan gravedolor sino la herida recin abierta, al romperse repentinam ente la dulce y grata costumbre de vivir juntos ?Yo me sen ta dichoso por el testimonio qu e ella diode m en su ltima enfermedad; pues mientras yo leprestaba cariosos cuidados, ella me llamaba hijo

    buen o y piadoso , y con frecuencia m e recordaba quenun ca h aba odo de mi boca ninguna palabra dura oinjuriosa.Pero qu comparacin puede haber. Dios mo,entre el respeto que yo le tuve, con todos los cuidados y los servicios que de ella haba recibido?Po rque yo quedaba con el alma herida y desampa

    rada de sus con suelos; mi vida misma quedaba despe-

    daz ada porqu e era una sola vida formada con la vidade los dos.Cuando Adeodato dej de llorar, tom Evodio el

    Pe ro du rante el da entero me oprimi una pesada yoculta tristeza; y con la mente turbada Te pedia quesanara s mi dolor, pero T no quisiste y pienso que fue

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    Salterio y comen z a cantar un salmo al que todos enla casa respondamos: 'cantar, Seor, tus juicios ytus mis ericord ias' (Salmo 100,1). Al oir el canto acudieron muc hos herm anos en la fe de uno y otro sexo,queda ndo muy edificados.Y mientras los que tenan el cargo preparaban elentie rro segn la costum bre; yo me retir de all a unlugar dond e decorosam ente poda hablar con los amigos, que en aquellos momentos no queran dejarmesolo. Yo les deca cosas apropiadas a la situacin; ycon las verdades que hablaba se mitigaban aquellostorm ento s interiores que T conocas y ellos ignoraban. Me escuchaban con atencin y por el sosiego

    con que hablaba pensaban que yo era insensible aldolor. Pero bien oas T, Seor, las voces interioresde mi alma, mientras reprima los mpetus del sufrim iento , aunqu e no llegaba a prorrumpir en lgrimas,ni se mo straba cambio alguno en mi semblante. Solame nte yo saba cuan gravemente oprimido estaba micorazn.Me desagradaba, po r otra parte, que estos acaeci

    mien tos h um anos, que estn en el orden de la vida yque necesariamente tienen que suceder, me afectaran con tan to dolor y me agobiaba una doble tristeza.Lleg la hora de llevarla a enterrar. Yo fui y volvsin hab er d erram ado una lgrima. Ni siquiera llor altiempo de las oraciones que elevamos a Ti cuando,puesto el cadver a la orilla del sepulcro, segn lacostumbre, Te ofrecimos el sacrificio de nuestraRedencin.

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    para que por esta experiencia tan viva me dieracuenta de los lazos tan fuertes con que nos atan lascostum bres del mundo, aun a las almas que ya no sealimentan de cosas vanas.Enton ces me pareci conveniente tomar un baopor hab er odo decir que mitiga la congoja. P ero deboconfesar, Padre mo, que despus de haberme baado me hall del mismo modo que antes de baarme; no se me haba quitado la amargura y la tristeza del alma.Y luego me dorm y al despertar encon tr mi dolormitigado. Y estando yo solo en mi cama recordaque llos vers os de Am brosio, tan llenos de verdad:"Dios , creado r de todas las cosas,Se or de ios cielosque vistes el da de esplndida luzy ben dices la noche con el regalo del sueopar a que los miembros cansados se reponganpar a la tarea de cada da,para que se alivie la mentey se disipen los lutos de la ans iedad ".Po co a poco me fueron volviendo los antiguos sentimientos para con tu sierva piadosa y santa ante Ti,de cu yo dulce trato me vi repentinamente privado.En tonc es sent ganas de llorar en tu presencia porella y solt las riendas de las contenidas lgrimas paraque corrier an a su gusto por el cauce de mi corazn yentonces descans porque las veas T y no una

    persona humana, que diera a mis lgrimas algunavana o falsa interpretacin. Ahora lo confieso por

    escrito en este libro; que lo lea el que quiera y lointerprete como quiera.Si le parece que hice mal y pequ por haber llorado

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    ante Ti a mi madre recin muerta, a una madre quetanto haba llorado por m ante Ti, que no se ra de millan to, an tes bien, si tiene caridad llore l tambin pormis pecados delante de Ti, Dios mo, que eres elPadre de todos los hermanos de tu Hijo Jesucristonuestro Seor". (Confesiones IX, 12,29-33).

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    CAPITULO XVII

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    NUEVA VIDA EN TAGASTELa muerte de Mnica le hizo cambiar los planes; se

    haba entretenido ms de lo pensado en Ostia, y estandocerca el invierno, juzg peligroso aventurarse en unviaje por mar.Quizs tambin las noticias que llegaban de frica,cuy as costa s estaban bloqueadas por la flota del usuro-pador Mximo en lucha con Teodosio preocuparon alos viajeros, temerosos de caer en manos de losenemigos.Lo que s es cierto es que no permaneci inactivo eneste tiem po. Volvi a Roma y se preocup de convertira Cristo a sus amigos que con l haban participado entan tos err ore s. Visit los Monasterios de la ciudad estudian do su organizacin para ver cul seria el modelo dela comunidad que pensaba fundar en Tagaste. Recogimu ltitud de docum entos relativos a los maniqu eos, y encontra de ellos escribi dos libros, demostrando la falsedad de sus promesas y denunciando la vida desarre

    glada de sus pros litos.Y cuando las circunstancias se hicieron ms favorables se embarc rumbo a frica. El adis a Italia fuedefinitivo; Agustn ya no regresara nun ca ni a Roma nia Miln, donde pas unos aos tan bendecidos por lagracia de Dios.A finales del verano del 388 desembarca en Cartago;cinco aos antes haba partido de ese puerto, tratando

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    de librars e de los 'inoportun os' consejos de su madre ytambin de la llamada del Seor. Ahora regresa conquistado por la bondad de Dios y el esplendor de la

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    Hacia grandes cosas vam os; abracemos las cosaspequeas, y seremos grandes. Quieres abrazar lagrandeza de Dios? Abraza primero la humildad deDios. Abraza la humildad de Cristo, aprende a serhumilde, no se te suban los humos a la cabeza.

    santidad catlica.En cuanto lleg a Tagaste, distribuy entre los pobres lo que le quedaba de los bienes paternos. De esta

    man era quiere seguir el consejo del joven del evangelio:'si quieres ser perfecto, vende cuanto tienes, dselo alos pobres y despus ven y sigeme'. Se reserv solamente el usufructo de la casa para poder alojarse allcon sus compaeros, donde estableci su propioMonasterio.El pro gram a q ue sigui fue el de la primera comunidad de los Hechos de los Apstoles: 'Vivan unidos ycom partan todo cuan to tenan. Acudan diariamente altemplo con mucho entusiasmo. Alababan a Dios y gozab an de la simpata del pueb lo'. (Hechos 2,44,46).Entraban a la recin nacida comunidad personas delas m s div ersas clases sociales: nobles y ricos, humildes y pequeos, obreros y campesinos, esclavos y libres , todo hom bre d e buena voluntad tena cabida en lacasa.

    'Comenc a reunir jvenes que deseaban seguireste ejemplo. Y como yo, tambin ellos, entregabansus b ienes a los pobres pa ra poder vivir todos juntosen comn. No tenamos sino una sola y gran herencia: Dios'. (Sermn 155).Lejos de toda preocupacin se llevaba una vida deconsa gracin al Seor: recogimiento, oracin, penitencia y buenas obras. Agustn se senta feliz entre susacompaantes. Poder leer, orar y dedicarse al estudio

    de la Sarada Escritura, le pareca la realizacin de unsue o acariciado du rante largo tiempo.

    Adems atiende a cuantos acuden a l en busca deproteccin, consejo u orientacin. Es el padre, el herm ano , el amigo paciente y desinteresado.

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    M ientras tanto gozaba de una paz interior que nuncahaba e nco ntrad o. All senta vivamente la presencia deDios y ante cualquier espectculo de la naturaleza seelevaba hasta El.En la campia verde y fresca de Tagaste se repona lasalud d e su pe cho ca nsado y enfermo y su mente se ibapre par and o para las batallas que estaban por venir.Durante este retiro de Tagaste tuvo la tristeza deperder a su hijo. No sabemos exactamente cuando muri ni las circunstancias. Parece que fue durante losltimos das que Agustn permaneci en su casa nativa.El d olor qu e sinti fue intenso, pero como ya lo hizo a la

    mu erte de su mad re, tambin ahora hace callar su corazn de pad re frente a los deberes y las esperanzas que leimpone la fe.Asi se expresa de su hijo durante la estancia en Tagaste: "C on nosotros estaba Adeodato, hijo mocarnal,nacido de mi pecado. Vos, Seor, lo hicisteis bueno.Era apenas de quince aos y por su ingenio aventajaba amuc hos do ctos y grave s..." . (Confesiones IX, 6).

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    CAPITULO XVffl

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    MINISTRO DEL SEOREn la primavera del ao 391 hizo un viaje a la ciudadde H ipona con el fin de ayudar a un amigo suyo y tratarde ganrselo para el Seor.Un da, el obispo de H ipona predicaba en la iglesia yse lam entaba de la falta de un sacerdote que le ayudaraen el m inisterio sagrado. Agustn estaba entre los oyentes y al ser reconocido, la multitud comenz a gritar: Agu stn, pres btero ; Agustn, presbtero!A pe sar de la resistencia hasta con lgrimas, terminaceptando la voluntad del pueblo como seal de lavoluntad divina. No se senta con fuerzas para tanelevado ministerio y, sobre todo, reconoca no estarpreparado. Pidi que se le concediera un poco detiempo para prepararse en una casa de campo, cerca deHipona . E n la Pascua del ao 391, era ordenado sacerdote a la edad de 36 aos.Sinti dolor al tener que dejar su comunidad de Ta-gas te, mas p ronto consigui permiso para traer a algunos de sus miembros a Hipona y all estableci unanueva comunidad.Con l vivan: Alipio, Evodio, Posidio, Severo, F ortunato. Todos estos fueron ms tarde ordenados sacerdotes y consagrados obispos.

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    El estudio, la oracin de alabanza y el ejercicio pr ctico del amor fraterno hicieron de esta nueva comunidad un v ivo reflejo de la comunidad apostlica."El Seor est en medio de la comunidad. El que

    por todas partes, dando gran prestigio a la Iglesiaafricana.El ao 393 s celebr el Concilio de frica en la

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    habita en el monasterio tiene a Dios en posesin,pues la comunidad es una sociedad ordenada y concorde en la cual gozan los unos en los otros con lapose sin de Dios . Y todos ellos que saben vivir estecue rpo mstico sienten de cerca a Dios, gozan de granpaz y saben vivir la verdadera libertad. Cuanto mscerca ests de tu comunidad, ms cerca ests deDios. Amar a la comunidad es amar a Cristo, de lacual El es el alm a" . (Sermn 143)."S om os m uchos en un mismo cuerpo, tenemos lamisma cabeza, vivimos la misma gracia, nos nutrimos del mismo pan, caminamos por la misma senda yhabitamos en la misma morada. Pero lo que es msimportante an es que somos un mismo Cuerpo ytenemos un mismo Espritu que nos vitaliza". (Carta31).' 'P ara entra r en la comunidad se requiere una gracia especial de Dios: la vocacin. Es la llamada deCristo q ue se deja oir de las ms diversas maneras. L aoy aquel adolescente del evangelio, la oyeron los

    apstoles y la omos tambin nosotros. Jess est enel cielo, pero no deja de hablar en la tierra. No seamos sordos, no nos hagamos los muertos: Cristoclama todava muy alto ". (Sermn 17).Como sacerdote de Hipona, se dedic al ministeriode las alm as. P ronto se hizo sentir su influencia: consider ado 'un m ilagro' en la Iglesia de Dios, al ao de serordenado su voz se dej escuchar por doquier. Su elocuencia, su ciencia y la fama de santidad se extendi

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    Baslica de la Paz de Hipona y es Agustn el encargadode dirigir la palabra a todos los obispos all reunidos.Este acontecimiento nos indica la estima que ha conquis tado entre la jerarqua de la Iglesia.Cinco aos despus de su ordenacin sacerdotal,Valerio declar pblicamente su deseo de asociar aAgustn en el episcopado. El pueblo acogi la noticiacon inm ensa alegra. E ra el ao 396 cuando el Primadode Numidia lo consagr obispo de Hipona. T enia entonces 41 aos .Al aceptar el episcopado, se entreg por entero alservicio de la iglesia. Las almas, vctimas del errornecesitaban de l, y aellas se dedica para recuperarlas ysan arla s. Siem pre est dispuesto a atender a todo el quese lo pide.Sus ocupaciones son absorbentes: adminstralos bienes de la iglesia, cuida de los pobres y de los hurfanos,celebra los oficios en la iglesia, anuncia la palabra deDios, visita su dicesis, combate el error de los paganos , toma parte de los concilios. Y cuando ha termi

    nado no se reconoce con derecho a descansar: es nombra do Jefe e spiritual de la Iglesia de frica y Doctor dela Iglesia universal.Un o de los principales oficios del obispo es la predicacin; en ella se compendia el verdadero ministerioapo stlic o. Agustn predica todos los das, y en ocasiones varias veces al da. Sabe llegar al corazn de losoye ntes. Su predicacin no es seca; est sembrada de

    ejem plos toma dos de la vida de todos los das y de las129

    costumbres populares. El pueblo le escucha conagrado, con simpata, complacido y manifestando libreme nte sus im presiones; aplaude e interrumpe con aclama cion es o le piden que explique algunos pasajes bbli

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    Cuanto ms crece tu amor, m s aumenta tubelleza, pues el amor es la belleza del alma.

    cos un tanto oscuros.To do su arte y su ingenio los pona al servicio de lagloria de D ios y salud de las almas.

    "D uran te casi cuarenta aos encant a sus oyentesporque tena ese secreto de hacerse amar. Maestroexpe rime ntado en el arte de esclarecer las inteligencias, posea una especial cualidad: la de conquistarcorazo nes. N o se contentaba con escuchar sus palabras ; muc hos las tomaban por escrito. Un da viendoa los taqugrafos dispuestos, se detuvo y dijo: debocuidarme bien en lo que digo; hay hermanos que nocontentos con abrir los odos de su corazn a mispalabras , las escriben ". (P. Guiunox).Ag ustn tena gran co nfianza en la eficacia d e la Palabra de Dios. U na vez, se desvi total