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Monstruo Sagrado que Produce Escalofríos I1.I Bern stein no v acilab a re cienteme n- te , en una enér gica crónic a, en califi car de "geni o" la ins p irad '} inte lige ncia de Barrault . Vacila mo s con fr ecuencia en escrib ir la bri lla nte pala br a " geni o" al referirn os a nue str os contempo r án eos. Ademá s, no s pa rece qu e esreserv ada para los model os gi ga nt es de nue str él raza: Esquilo, Mi g uel Angel J Beethoven. Sobre to - do n os gusta que se r inda homen aje a l os r tir es del a rt e y q ue e xalte , al mi smo ti empo que su obra, las te mp e stade s de su vid a. ¡T i mid ez y sup erstición ! P or mi parte, no v ac ilo en habl ar del genio de l\10u - net -S ull y, u no de esos " mon st ru os sagrado s" qu e p rodu cen escalofríos a Je an Co cteau. Es nece sar:o pro nunciar la pala bra "geni o" cad a vez que se p re- du ce u na creación mi steriosa de bel;eza, que el m e- cani smo de la r azón, el det er min ismo delicad o del g ust o que mantien en una cultura , se inflaman con u na llama , con una anto rc ha , qu e el tr abaj o, la ex- p eri enc ia no habr í an podid o jamás en cender . De s- pués se discut e el genio , que siempr e es una seri e de luces y sombra s, de ascen sion es y descen sos. Es ne- ces ari o co nv enir en que bajo l os ca bell os atorment a- dos de Jean-Louis Barrault , bajo sus me cl13 s de Cha - tea ub ria nd adolescent e, paS 2n pensam: e nto s, na cen i nven clones de los qu e él no es dueño y de los qu e no pod ría mos mostra rle el ca mino. La realiza ción de Le Pro ces , de Kafk a, desconcer tan te parü mucho s de los esp ectadores que he in terrogado , fue un a es- peCle de milagro del q ue Barnmlt no pod ría ha cer, indudabl ement e, u n an áli sis ha sta el Tondo, dand o cuen ta de todo. Com o tampoco Kafka hubi era pod i- do ce nt ar las hora s del tor re n te de f ue go, la avala n- cha de roca s negr as qu e es su ob ra. No m e p repongo examin ar a hor a al ac tor , de gran fu erz a e inclus o em br uj ador. Es del a nimador del qu e hablo; del "esc enifi cad or"; de un poeta al servicio de los poetas . H a sido uno de los pr imero s a los que ha molest ad o el orgullo, con fr ec uen cia im - p ortuno, de los dir e ctores de escena. Sin embargo , ¿cómo no reconocer qu e si el te atro ha logrado so- br evivir ante la i nunda ción del cine, si Ra cine , Ma - rivaux, Molier e, Shakespea re , IvIu sset y Dostoi evsky han v uelt o a enco nt rar , desde el in iciador Ja cque s Copea u, su f rescur a y han log rado conmover nu es- tra s alm as, est o se debe, en gran parte , a los direc - to res de escena ? Seguimos r ecordan do con encan to éxito s como el de Ri chard f ll , de Dullin , La N uit des Rois, de Cope au, Les Cap rices de .Mariarme, de Bat y, y la m ayor part e de los cua dro s de Chéln- delier y de L' Ecole des Fem rr.es, de Jouvet. Lo que pueda h abe r de d iscut ibl e en Le ROl Lear, Baja ze t, Berénice o Don Juan, pre se ntados por los mi sm os ar ti stas, no d isminuye en modo algu- n o, sin o q ue a umenta nuest ra gratitud . Nue stros sueñ os, nues tras resistencias, n uestro s d ebate s i nte - rior es y nuest ra s polémicas h an he ch o qu e despi ert e el te atr o. Acep tam os q ue un dire ctor de escena no Robert Kemp sea el t ranspunte que arregla ba las tirada s, y que cuand o un se prolon gaba, tra nsp or t aba de lugar a los mterlocutore s pa ra qu e todos l os espec- tador es qUe pa gaban goza sen p or pa rt es i gu ales de las voces y de los gesto s. El progres o cuesta car o y la i nd u stria t eatral co- rr e el peligro de arrui nar se. Aqu ella pre sen tación de Andromaque en que vi a la seño ra Dudl ay ce- rrar l os rpadcs para no sesear, y a l\l oun et a p"it ar sus vestidura s, no podría tolerarse h oy. Como ta m- poco los interiore s polvoriento s, el mobili ar io mi se- rabl e de Orgon y Chrys ale . ' . Ah ora se exige cui- dado, a ten ción , minu ciosidad. N adi e se a tr evea ac - tu a lment e a mont ar una obr a en ec ho día s, a re cu - rrir a tr ajes ya vi stos . .. Como reco mp ensa, la mir a- da se e duca . El tea tro propon e lecciones de hist oria , de a rt e, e spe cies de retr ospectivas de la hi storia del traj e. Una c orriente de intercamb ios fe ha esta bl e- cido entr e el te atro y los mu seos. l\la nt e gn a y Boti- celli, Velá zque z y El Grec o, Dela croi x y Pu vis. Wint erhalter y Alfred Stevells colabor an en el tea- tor t ant o como Chr istian Bérard . Pero ha ce f alt a un cere bro-jefe; este cerebro es el de Co pea u, el de Baty, en otre s tiemp os el del qu erid o Pit oeff , q ue se agot ab a bu scando economías desesp era das. Ah cLl es Jean -Loui s Barrault. Bar rault puede sentir se orgulle so de algun as obra s ma e stra s. Numan ce, La Faim , Le S oulier de Satin , mara villa de barr oca suntu os idad, en la EL TEATRO del M un do, podría ser el lema de Barrault, intér prete genial. TRAJO A México la m ás pura tradición francesa en el teatro, como Jouv et . 38 48 ARTES

Monstruo Sagrado que Produce Escalofríos

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Page 1: Monstruo Sagrado que Produce Escalofríos

Monstruo Sagrado que Produce Escalofríos

I1.I Bernstein no vaci laba r ecientemen ­te, en un a enérgica crónica, en calificar de "genio" la insp irad'} inteligencia de

J ean-L(Ju~" Barrault. Vacilamos con frecuen cia en escr ibir la brillante palabra " genio" al r eferirnos a n uestros contemporáneos. Además, nos parece que está r eservada par a los m odelos gigantes de nuestrél r a za: E squilo, Miguel Angel J Beethoven. Sobre to­do n os gusta que se r inda homenaje a los már tires del a rte y que exalte, al mismo tiempo que su obra, las tempestades de su vida. ¡T imidez y super stición ! Por mi parte, no vacilo en hablar del genio de l\10u ­net-Sully, uno de esos "monstruos sagrados" que producen escalofríos a Jean Cocteau. Es necesar :o pronun ciar la palabra " genio" cada vez que se pre­duce u na cr eación misteriosa de bel; eza, que el m e­canismo de la r azón, el determinism o delicado del gusto que mantienen una cultura , se inflaman con u na llama, con una antorcha, que el trabaj o, la ex ­periencia n o habrían podido jamás en cender. Des­pués se discute el genio, que siempre es una serie de lu ces y sombras, de ascensiones y descensos. Es n e ­cesario convenir en que bajo los cabellos atormenta ­dos de Jean -Louis Barrault, bajo su s m ecl13 s de Cha ­teaubrian d adolescente, paS2n pensam:entos, nacen invenclones de los que él no es dueño y de los que no podríamos mostrar le el camino. La realización de Le Pro ces, de Kafka, descon cer tante parü muchos de los espectador es que he in terrogado, fue una es-

peCle de milagro del que Barnmlt no podría hacer, indudablemente, un an álisis hasta el Tondo, dando cu en ta de todo. Com o tampoco Kafka hubiera podi­do centar las horas del tor ren te de fuego, la avalan­ch a de rocas negras que es su obra.

No m e prepongo examinar ahora al actor, de gran fuerza e incluso em bruj ador. E s del animador del que hablo; del "escenificador " ; de un poeta al ser vicio de los poetas . H a sido uno de los pr imeros a los que h a m olestado el orgullo, con frecuencia im­portuno, de los directores de escen a . Sin embargo, ¿cómo n o r econocer que si el teatro ha logrado so­brevivir ante la inundación del cine, si Racine, Ma­rivaux, Moliere, Shakespeare, IvIusset y Dostoievsky han vuelto a encon trar, desde el iniciador Jacques Copea u , su frescur a y han logrado conmover nues­tra s almas, esto se debe, en gran parte, a los direc­tores de escena ? Seguimos r ecordando con encanto éxitos como el de Richard fll, de Dullin, La N uit des Rois, de Copeau , L es Cap rices de .Mariarme, de Baty, y la m ayor parte de los cuadros de Chéln­delier y de L'Ecole des Fem rr.es, de Jouvet. Lo que pueda haber de discutible en L e ROl Lear, Bajazet, Berénice o Don Juan , presentados por los mism os artistas, no disminuye en modo algu ­n o, sino q ue aumenta n uestra gratitud. Nuestros sueños, nuestras resisten cias, nuestros debates inte­riores y n u estras polém icas h an hecho que despierte el teatro. Aceptamos que un director de escena no

• Robert Kemp

sea el transpunte qu e arreglaba las tiradas, y que cuando un ~iálogo se prolongaba, transportaba de lugar a los mterlocutores para que todos los espec­tadores qUe pagaban gozasen por partes iguales de las voces y de los gestos.

El progreso cuesta caro y la industria teatral co­rre el p eligro de arruinarse. Aquella presentación de Andromaque en que vi a la señora Dudlay ce­rrar los pá rpadcs para no sesear , y a l\l ounet a p"itar sus vestiduras, no podría tole rarse hoy. Como tam ­poco los interiores polvorientos, el mobiliario mise­rable de Orgon y Chrysale . ' . Ahor a se exige cui­dado, atención, minuciosidad. N adie se atrevería ac­tualmente a m on tar una obra en echo días, a recu­rrir a tra jes y a vistos . .. Como r ecompen sa, la mira­da se educa . El tea tro propone leccion es de historia , de arte, especies de retrospectivas de la h istoria del traj e. Una corriente de intercambios fe h a estable ­cido entre el teatro y los museos. l\l antegna y Boti ­celli, Velázquez y El Greco, Delacroix y Puvis. Winterhalter y Alfred Stevells colaboran en el tea­tor tanto como Christian Bérard. P er o hace falta un cerebro-jefe; este cerebro es el de Copea u , el de Baty , en otres tiempos el del querido Pitoeff, que se agotaba buscando economías desesperadas. AhcLl es Jean-Louis Barrault.

Bar rault puede sentirse orgulleso de algun as obra s maestras. Numance, La Faim, Le Soulier de Satin , maravilla de barroca suntuosidad, en la

EL TEATRO del M undo, podría ser el lema de Barrault, intér prete genial. TRAJO A México la m ás pura tradición francesa en el teatro, como Jouvet.

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que cada "corte" er 3 para él como una herida. Co­mo no podía consolarse de h aber tenido que renun· ciar al cuadro en el qu e doña Prouheze nada en alta mar con la carnicera, qu iso presentarlo en una re­presentación poética en fun ción de tarde. Reclu tó no se cuántos artistas en cierne, para que bajo lo­nas verduzcas movieran la espalda imitando el m o­vimiento de las olas, entre las que Barrault y Ber ­theau rivalizaban nadando a la brazada y al " crawl" ... No se deja impresionar por el escepti­cismo. Sigue con su propósito, la mirada inflam ada, erizado por la fe y la esperanza. Y los escépticos se ven obligados a pedirle perdón. Si hubiera teni­do una mayor libertad para poder elegir las decorQ­ciones y los trajes, habría presentado una Phedre admirable. Los errores no procedían de él. Esto está demostrado; su edición de Phcdre es la más pene­trante, inteligente y poética que existe. Encontra­mos en ella , y no en las ediciones clásicos ni en los comentarios de Universidad, el corazón heroico de Fedra; igualmente las claridades y las brisas del mar cretense; el alma pagana y el veneno del pecado. ¡ Se perdió en Antaine et Cléopatre? Su genio exce­sivo le hizo transportar Egipto hasta el Lejano Orien­te, las palmeras del Nilo se convirtieron en los co~o ­sales árboles de Ceilán y en las heveo.s de Malaca. Hizo el don a Shakespeare de jóvenes guerreros des­nudos que bailaban chocando sus largas espadas, mientras que los escudos sonaban como las campa­nas de I-Iuysmans. Pero desde que se encuentra en " su casa", y es responsable de todo, desde que tiene qu centar los pasos de los intérpretes y concertar el volumen ele los voces lo mismo que el de las luces, el éxito ha sido constante.

Según el precepto de Baty, "quita la pátina a las obras maestras" . "El director de escena, dice Baty, debe encontrar la obra soñada dentro de la obra escrita". " Nuestro trabajo consiste, añade, en destacar el elemento fresco, el elemento puro de las obras maestras". Ese elemento que la rutina y la costumbre han empañado. Sueño, frescura . . . Pa­l,:bras de poesía. Precisamente es la poesía y la ma­gIa la que buscan sus discípulos, y si no las encon­trasen tendrían que crearlas. Volverian a construir la obra, exteriormente, sin tocar el núcleo del texto que terminarían por hacer que no se diese . . . Est¿ ha sucedido ya. Moliere está contenido en el mara­villoso Don Juan, de J ouvet, pero lo disfraza. Si Barrault ha podido hacer una presentación tan buena de Amphitryon, ha sido porque ha podido descu­brir en la obra un intermedio de baile parecido al de Plaisirs de l'Ile Enchantée. Es posible, quizás, que Moliere, en vez de soñar Con los dioses de Gre­cia, con los dioses de Plauto, contemplase con los ojos entornados a esos personaj es de ballet, a esos prín­cipes con cascos, con las piernas desnudas, con pe­lucas pelirrubias, magníficos, con los cuales iba a soñar Fénelon muy pronto y sus grabadores a dibuj ar rodeando a Mentor y Telémaco. ¡Frescur a ! Para es­to le bastó con una ciudad de Tebas destacándose sobre la tierra, y ofreciendo sus columnas blancas y recién pulimentadas bajo un cielo de acuar ela. Y s~ va todo el polvo de los siglos y de los comenta­nos .. .

N o puedo más que desflorar el tema. Sería ne­cesario destacar de qué modo la coreografía va unida a la plástica. La ligereza de los pasos, la vivacidad de los cuerpos suaviza el texto, airea la prosa y pres ­ta alas a los versos. Entonces el placer de los ojos puede distraer el del oído. En Le Proc(!s, Barrault es un mimo verdaderamente prodigioso. En Les Fausse:; Confidences y en lVIercure es bailarín. Su vitalidad, los resortes finos e impacientes de sus músculos, se ejercitan alegremente; todo esto se ar­moniza también con el arte de la Comedia Italiana, tal y como nos la da a conocer la historia de Lelie y de su compañía o Watteau, que podemos decir que italianiza algunos papeles. jouvet españolizó a Mo­liére, y Barrault italianiza a Marivaux y Moliére. Aunque los olvide, pueden verse las m áscaras de agujeros oblicuos y el sable de madera que enarbola Arlequín. N o sé, pues, a qué atenerme. Las obras francesas no deber ían contagiarse, aunque sólo fuera de las suaves gracias extranjeras. Una gota de " grappa" estropea un vaso de ·coñac. N o es que no me guste el " grappa" o el " gin" . Pero puros . .. Todo esto no es, sin embargo, más que u n a sombra en el "quebradizo movimiento" , como dice Valéry, en cuadros verdader amente encantadores.

Antoine trabajó lo real. Barrault (n o es el pri­mero, pero es m ás deslumbrador) va hacia lo ma-ravilloso. '

GDARTES

A canción de este nombre es una de las más famosa s entre las que los cancio­nistas mexicanos compusieron en el

último tercio del siglo XIX. La letra fue escrita antes de 186g, año en que

murió su autor, el joven poeta tabasqueño Pedro Santa Anna Rizo.

Se ha cantado en toda la República Mexicana y en toda la América Hispana, desde 1867.

Hubén Darío, en un artículo en que h'lce remi­niscencias de su niñez, la cita con emoción.

En su incansable peregrinar, la canción Todo se Acaba figuró en los cancioneros con distin· tos nombres, pero los principales son: La Histo­ria de la V ida, La Flor H ermoJa, Yo Vide una Fresca Rosa, La Rosa, etc.

Como resultado de investigaciones cuidadosa­mente hechas en el Estado de Tabasco, Cuna de dicha canción, se ha sacado en claro que el joven Pedro Santa Anna Rizo fue también el autor de la música.

El Lic. Fran ~isco J. Santamaría, investigador de r econocida solvencia ha dicho del poeta-músico, compositor de tan gran canción : "Nació en la Ha­cien da El Carmen, del Municipio de Macuspa­na, Tabasco, en el año de 1850. Hijo de D. Justo Santa Anna, a la sazón Gobernador del Es­tado, y de doña Dorotea Rizo. Desde muy n iño dio señaladas muestras de su afición por las be­llas letras ; escribió muy hermosas composiciones poéticas que fueron coleccionadas después de su muerte por su hermano D. Justo, en Un pequeño tomo titulado Flores y Espinas. Paralítico des­de la edad de catorce años, no fue la enferme­dad un obstáculo para que revelara su sorpren­dente talento. Murió en la misma finca de cam­po en ltlbg, es deClr, antes de cumplIr los veinte años, y a consecuencia de la referida cruel afec­ción" .

La letra de Todo se A caba, tal cual la cono­ció Santa Anna Rizo, es un trovo en seguidillas

(j . Baqueiro Fos t e r

completas. Y, aunque aparece colocada en la m e­lodía qu e, acompañada al piano se publica aquÍ, sacada de la Antología Folklórica y Musical de Tabasco, por la dificultad que los lectores no mu­sicos tienen para leer los versos colocados bajo una melodía, los reproducimos aparte, a con ti­nuación :

Yo vi una flor hermosa una mañana, aromada y graciosa, fresca y lozana. ¡ Qué bella estaba! sobre su verde tallo, se balanceaba.

Del sol el rayo ardiente del mediodía, marchitó lentamente su lozanía. y triste y mustia

~ la contemplé en silencio, lleno de angustia.

Al declinar el día , la vi ya muerta inclinarse sombría, pálida y yerta. Sopló la brisa, sus hojas se esparcieron como ceniza.

. .. Así pasan del alma. las ilusiones. el amor, los placeres y las pasiones. Del mismo modo, en esta triste vida se acaba todo .

. '---------------------- ------------------.-------------------------------------------.

1JO

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TOD O SE A CABA CANCION

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