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    Índice

    Introducción. Cognición narrativa..................................................11

    Nota de la editora de la edición en español.....................................17

    Introducción de los editores...........................................................19

    Capítulo 1: Los modos de la comprensión y la unidad del conocimiento......55

    Capítulo 2: La historia y la ficción como modos de la comprensión.......63

    Capítulo 3: La autonomía del entendimiento histórico......................85

    Capítulo 4: Sobre la escritura y la reescritura de la historia..............117

    Capítulo 5: Fenomenología y entendimiento de la historia..............135

    Capítulo 6: ¿Es posible una filosofía especulativa de la historia?........149

    Capítulo 7: La divergencia entre historia y sociología en la filosofíareciente de la historia...................................................................167

    Capítulo 8: La forma narrativa como instrumento cognitivo.............187

    Capítulo 9: El historicismo de Collingwood: un proceso dialéctico......211

    Capítulo 10: La dialéctica collingwoodiana de la historia.................237

    Bibliografía de las obras de Louis O. Mink......................................281

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    Capítulo 9. El historicismo de Collingwood:un proceso dialéctico

    Tomado de Critical Essays on the Philosophy of R. G. Collingwood, deMichael Krausz, editor. (Oxford: Oxford University Press, 1972), 154-

    78. Reimpreso con permiso de la casa editorial.

    Platón descubrió cómo podía el intelecto manejarse en un mundo heracli-tiano. La respuesta es: piensa dialécticamente.

    The New Leviathan, 24.63

    I

    Prácticamente toda la creciente literatura crítica sobre la filosofía de lahistoria de Collingwood ha tomado sus fundamentos de The Idea of His-tory, la colección póstuma de dos conferencias previamente publicadas ycinco extractos de sus manuscritos inéditos, conjunto éste titulado "Epi-legomena". Sin duda, es un tributo de un tipo tal que tanto la influenciade Collingwood cuanto un cúmulo entero de animadversiones críticas sebasan en apenas ciento treinta páginas, en general no revisadas y jamásconcebidas por su autor como un todo. Pero este tributo sirve tambiénpara prestar atención a las notables brechas entre el entendimiento de lapostura ostentada por Collingwood respecto de la historia y la crítica adicha postura. Por un lado, los críticos han realizado pocos intentos deconfabular las reflexiones teóricas de Collingwood contra su propia y

    efectiva actividad como historiador especializado en la Britania romana,pese a su repetida afirmación de que la filosofía desarrollada sobre undeterminado tema —como la filosofía de la historia— consiste en unareflexión de segundo orden respecto al trabajo efectivo sobre dicho tema.La segunda brecha es todavía más sorprendente: pocos favorecedores ocríticos de Collingwood, a juzgar por las citas y conclusiones emitidas

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    por ambos, se han molestado siquiera en leer "Epilegomena" a la luz delrelato histórico sobre la idea de la historia, que ocupa las primeras cuatrosecciones de The Idea of History. Con todo, la mayor parte de los argumen-tos principales de "Epilegomena" aparecen en estas secciones históricas,con frecuencia en forma aclarada porque aparecen en críticas de postu-ras clásicas. En efecto, sería posible, si no existieran "Epilegomena" yotros ensayos publicados sobre la filosofía de la historia, reconstruir apartir de las primeras cuatro secciones de The Idea of History  la mayorparte de las posturas que han atraído hacia Collingwood la fiel lealtad de

    tantos admiradores, y los dardos de tantos críticos.Pese a eso, este "Collingwood" es en gran medida una ficción, inven-tada —de manera no intencional— gracias a un proceso de interpreta-ción selectiva calculada para minimizar anomalías —y, así, tranquilizar alos favorecedores— o para convertir toda aclaración realizada "de paso"en tesis que fueran el blanco de las críticas. La tercera brecha en la inter-pretación y la crítica a Collingwood es la más grave de todas; es la incapa-cidad de ver The Idea of History como parte de una filosofía más abarcativa,cuyo entendimiento la ilumina con un potente brillo y la modifica, peroque no puede reconstruirse a partir del texto mismo de The Idea of History.En The Idea of History, ciertas doctrinas son dominantes; otras son recesi-vas. En cuanto a las doctrinas "recesivas", prácticamente nadie reparó en

    ellas; pero en lo que se refiere a las doctrinas "dominantes", de ellas se haarmado el Collingwood ficcional para enviarlo al extranjero. Claro estáque con el término "ficcional" quiero decir "el sentido en el cual el JulioCésar de Shakespeare o de Shaw es ficcional"; no quiero decir "el sentidoen el cual el Sr. Pickwick es ficcional". El Collingwood ficcional no es uninvento, sino una interpretación; pero si vemos The Idea of History desdeel punto de vista de toda la filosofía de Collingwood, las doctrinas apa-rentemente dominantes disminuyen en importancia o modifican su sig-nificado, mientras que las doctrinas recesivas se revelan como centros devinculación conceptual insospechada. Hay dos claves para lograr un án-gulo de visión tan alterado en la interpretación de Collingwood: la pri-mera consiste en ver que las principales preguntas formuladas en The Idea

    of History pertenecen a la filosofía de la mente más que a lo que normal-mente se llama "filosofía de la historia"; la segunda clave, y más difícil, esver que el sistema conceptual que conforma las respuestas dadas porCollingwood es dialéctico, y lo es de manera compleja y original. En pri-mer lugar, intentaré atraer la atención a varias doctrinas "recesivas" comoforma de poner en tela de juicio la interpretación habitual, recibida deotros, acerca de Collingwood; luego, brindaré un relato abreviado de su

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    idea de la dialéctica a fin de sugerir cómo ésta puede resolver esta cues-tión. Emprender más trabajo que el sugerido hasta ahora es, por supues-to, tarea de una reconsideración mucho más extensa (por eso no puederealizarse aquí) de todas las doctrinas y argumentos filosóficos de Collin-gwood.

    II

    El Collingwood ficcional es algo más o menos así: como "idealista",cree que la realidad es mental. La historia es, por lo tanto, una forma deconocimiento superior a la ciencia natural porque el objeto de estudiode la historia es la acción humana, y lo que provoca las acciones huma-nas son los pensamientos que están en la cabeza de sus actores (a diferen-cia de las acciones, los acontecimientos naturales no tienen una "parteinterior" compuesta de actos inteligibles y repetibles de pensamiento).Como el historiador ejerce una especie de empatía, puede lograr repen-sar exactamente las secuencias de pensamiento ocultas detrás de las ac-ciones investigadas por él; y en la medida que lo logre, conoce esos pen-samientos y, por lo tanto, esas acciones en el poderoso sentido de que surecreación de un acto pasado de pensamiento es idéntico al pensamientorecreado. Para que esto sea posible, sin embargo, ese pensamiento debe

    ser consciente, debe tener un propósito y debe ser racional, como en loscasos en que se demuestra un teorema matemático o se traza un plantáctico; sucede que sólo tales actos intelectuales pueden ser idénticos enla mente del actor y en la mente del historiador; la identidad es el criteriode la recreación. Lo único que hacían los primeros historiadores era unircon puntadas una serie de retazos con forma de testimonios y documen-tos, por poco confiables que éstos fuera; con posterioridad, los historia-dores aprendieron a someter a un análisis crítico sus fuentes, para ver siésas reunían las necesarias cualidades de precisión y veracidad; pero sólomediante una adopción consciente del método de recreación (o recons-trucción) mental puede la historia tornarse auténticamente científica,lograr certeza y ser inmune a los tipos de crítica y constante corrección a

    los cuales están condenadas las ciencias naturales porque no hay nada enel curso de los acontecimientos naturales que ellas puedan "recrear".

    Si bien pocos de los críticos de Collingwood han promulgado estemito en todos sus detalles, cualquiera que haya leído gran parte de laobra literaria de Collingwood de las últimas dos décadas la reconocerácomo un collage de posturas atribuidas con enorme frecuencia a Collin-gwood. Y los textos —al menos, las oraciones— que sustentan cada pun-

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    to pueden encontrarse en The Idea of History. La ficción muestra con cuántafacilidad las posturas dominantes pueden ser caricaturizadas. A manerade comienzo hacia una corrección de la ficción, hay en particular tresdoctrinas de Collingwood que no pueden entenderse sin invocar su ideade la dialéctica; todas esas doctrinas son "recesivas" en The Idea of Historyen el sentido de que la visibilidad que allí tienen es muy baja, aunqueson de enorme importancia en el proceso del pensamiento por el cualCollingwood extrajo sus conclusiones más obvias.

    La primera doctrina afirma que la "historia" de la cual Collingwood

    dice que es la verdadera ciencia de la mente —y no la psicología (segúnCollingwood en The Idea of History, 205-9)— no está exclusiva ni caracte-rísticamente ejemplificada en lo que comúnmente consideramos como laactividad de los historiadores; se refiere, más bien, a una forma de con-ciencia que tiene la misma relación con la historia en tanto trabajo que larelación que tiene el término "religión" en la oración "El dinero es sureligión" con el término "religioso" en la oración "Él ha ingresado en unaorden religiosa". La segunda doctrina afirma que el objeto de estudiosobre el cual se refleja esta forma de conciencia abarca no sólo la acciónracional y deliberada de cada persona (recreada en la "mente del histo-riador" con tanta fidelidad como sea posible, tal como el actor la recreó ytal como sabe que  fue recreada), sino también los procesos de cambio res-

    pecto de los cuales ninguno de sus participantes  pudo haber brindado elrelato que la indagación histórica sí   puede ofrecer. Y la tercera doctrinaafirma que el "pensamiento" cuya recreación es buscada por la indaga-ción histórica no excluye, sino que incluye las emociones, los deseos, losmotivos, las actitudes y los actos de la voluntad, todos los cuales sonaspectos no racionales de la vida humana; lo notable es que sus críticoshan pensado que el "idealismo" de Collingwood había expulsado talesaspectos del campo del conocimiento histórico. Estas tres tesis no sonfáciles de dilucidar ni de entender, pero son como caras ocultas en lasnubes y los árboles del rompecabezas de un niño: primero, no se laspuede ver por ninguna parte; pero luego, cundo se las ve, son ellas lasque parecen determinar los bordes de las nubes y los árboles.

    Qué significa "historia". Dado que The Idea of History dedica tanta aten-ción a cuestiones tales como las diferencias entre relatos históricos "he-chos de retazos", "críticos" y "científicos", la analogía que existe entre elhistoriador y el detective, y la relación que existe entre el historiador ysus pruebas, es fácil considerar que Collingwood se dedicó principal-mente al análisis filosófico de la metodología histórica. Esta dedicaciónse ve reforzada por su reexamen de los éxitos y los fracasos de los histo-

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    riadores, desde Heródoto hasta Bury y Toynbee, todos ellos paradigmasdel "historiador". Así, parece que, mientras que la historia tenga un rela-to histórico, comprende una clase más o menos claramente definida deactividades y productos. Cualquier problema conceptual que se presentea la hora de decidir en casos límite si un escritor es un "historiador" o sisu libro es un "relato histórico" es periférico.

    Pero los conceptos de "historia" e "historiador", empleados de estaforma, son lo que Collingwood llamó a lo largo de su carrera conceptos"empíricos", "científicos" o "clasificatorios" (o usos "empíricos", "científi-

    cos" o "clasificatorios" de los conceptos); y fundamentalmente distinguióéstos de lo que llamó conceptos "filosóficos" o usos "filosóficos" de losconceptos. La primera vez que Collingwood explicitó esta distinción fueen su artículo del año 1925, "Economics as a Philosophical Science"114,donde trató los conceptos empíricos (por ejemplo, dinero y crédito) comoconceptos aplicables a clases específicas de hechos; pero aplicó los con-ceptos filosóficos (por ejemplo, la mano de obra y las utilidades) comoconceptos tendientes a expandirse para ser aplicables a todas las accionesracionales; tales conceptos se convierten, en efecto, en "característicasuniversales y necesarias de la acción racional en tanto tal". La distinciónentre conceptos empíricos y filosóficos se desarrolló a lo largo de lasconferencias (inéditas) sobre filosofía moral, que Collingwood ofrecía

    todos los años y que finalmente aparecieron una década más tarde comoprincipal tema en Essay on Philosophical Method. Un concepto no filosófico(es decir, científico), o un concepto en su significación no filosófica,según este último libro:

    ...califica una parte limitada de la realidad, mientras que en su fase filosó-fica se escapa de esos límites e invade las regiones aledañas, con lo cualtiende a afectar nuestro pensamiento de la realidad en tanto totalidad.Como concepto no filosófico, observa las reglas de clasificación y suscasos forman una clase aparte de las otras; como concepto filosófico,quiebra esas reglas y la clase de sus ejemplos se superpone con las clasesde sus especies coordinadas (Essay on Philosophical Method, 35).

    114 International Journal of Ethics (actualmente, Ethics) 35 (1925): 162-65. La base de estadistinción se encuentra en Speculum Mentis, sobre todo en la sección "Science as the Asser-tion of the Abstract Concept" (158-66). En el lenguaje hegeliano abandonado por Collin-gwood poco después de Speculum Mentis, el "concepto abstracto" de "ciencia" se encuentraallí contrastado con el "universal concreto" de "filosofía".

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    En tanto ejemplos de conceptos que tienen ambos tipos de utiliza-ción, Collingwood menciona el concepto de mente, el de evolución y elde arte. En The Principles of Art (escrito después de gran parte de su "Epi-legomena" de The Idea of History), la distinción es fundamental: el librocomienza con el problema de definir "obra de arte" en su sentido común(es decir, el concepto empírico de arte), pero el argumento lleva a unacaracterización del arte (y concluye con ella) en tanto aspecto de toda laactividad humana: "cada emisión vocal y cada gesto hecho por cada unode nosotros es una obra de arte" (The Principles of Art, 285). Aquí, el con-

    cepto de arte "se escapa" (con gran ayuda de Collingwood) de su aplica-ción empírica para pasar a una clase específica de objetos y actuacionesque revelan la expresividad de todas las actividades humanas.

     Ahora bien: lo que sugiero es que en The Idea of History  (y en otrasobras), Collingwood emplea con frecuencia el término "historia" de ma-nera empírica para aludir a la clase específica de actividades y productoscomúnmente llamados por ese nombre, pero también, a menudo, parareferirse filosóficamente a una forma de conciencia caracterizada por ideasy creencias que han nacido en relación con el desarrollo de estudioshistóricos, pero que hoy en día escapan a cualquier intento de restringir-las a la indagación histórica tal como la practican los "historiadores". Suexposición deja en este punto de ser metodológico y se convierte en una

    filosofía de la mente de aplicación potencialmente irrestricta.Uno de los principales objetivos de las secciones históricas de The Ideaof History es mostrar el surgimiento y desarrollo de las ideas y creenciasque contribuyen a la conciencia histórica en su sentido irrestricto. Algu-nas de ellas son muy nuevas; por ejemplo, la concepción de que puedeexistir el conocimiento racional de las personas en tanto personas, acercade lo cual, antes del inicio del siglo XX, "toda la tradición filosóficaeuropea había declarado al unísono" que era una imposibilidad (The Ideaof History, 167). Otras son ideas más tradicionales que han encontradonuevas aplicaciones o diferentes vinculaciones conceptuales; por ejem-plo, Collingwood atribuye al efecto revolucionario del pensamiento cris-tiano desarrollado en los siglos IV y V de nuestra era "el reconocimiento

    de que lo que sucede en la historia no necesita ocurrir a través de nadieque desee que ocurra", reconocimiento éste que es "condición indispen-sable para entender cualquier proceso histórico" (The Idea of History, 48).La base cristiana de esta creencia, claro está, se encuentra en las doctrinasdel pecado original y de la gracia providencial, pero la "nueva actitudhacia la historia" derivada de esas doctrinas ha sobrevivido la seculariza-ción de la historia. O, nuevamente, la gran innovación introducida por

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    Herder en tanto "el primer pensador que reconoció de manera sistemáti-ca que existen diferencias entre diferentes tipos de seres humanos, y quela naturaleza humana no es uniforme, sino que está diversificada" (TheIdea of History, 90-91) sigue siendo una concepción central en la idea dela historia propuesta por Collingwood, si bien para Herder todavía esta-ba vinculada con la postura ahistórica de que las diferencias humanas noson, en sí mismsas, productos históricos, sino que representan los atri-butos psicológicos fijos e inmutables de los diversos grupos étnicos.

     Ahora bien: es fácil suponer que, cuando Collingwood dice que la

    historia es "la ciencia de la naturaleza humana", les confiere prestigio alos historiadores profesionales y a su disciplina. Pero pondremos su ob- jetivo y su logro en una perspectiva más verdadera si decimos que esteenunciado pertenece a su filosofía de la naturaleza humana más que a sufilosofía de la historia; sucede que en ella, la "historia" es un conceptofilosófico que "ha escapado" de su aplicación habitual para pasar al cam-po de la artesanía histórica y su objeto de estudio, y se ha convertido enla descripción de un tipo de existencia y pensamiento que puede encon-trarse en cualquier emprendimiento, e igualmente bien puede no encon-trarse en un ejemplo de lo que comúnmente se llama "historia". Paraentender a Collingwood —o, al menos, para no malentenderlo gratuita-mente— es, por lo tanto, necesario tener bien en claro cuándo habla de

    "historia" en tanto concepto empírico  y cuándo habla de ella en tantoconcepto  filosófico. Es el concepto empírico de la historia en tanto formaespecífica de indagación lo que está en el tapete cuando Colingwooddice: "¿Qué tipo de cosas descubre la historia? Yo respondo: res gestae, lasacciones de los seres humanos que han sido llevadas a cabo en el pasado"(The Idea of History, 9). Es el concepto filosófico de historia lo que está enel tapete cuando dice de la constitución romana y su modificación au-gustea, "La particularidad que la hace histórica no es el hecho de quetenga lugar en el tiempo, sino el hecho de que se nos haga conocidamediante nuestro acto de repensar el mismo pensamiento que creó lasituación..." (The Idea of History, 218). El concepto empírico de historia seaplica a la actividad que más caracteriza a los historiadores; el concepto

    filosófico de la historia se aplica a lo que cualquiera hace cuando llega aentender una acción —la suya propia o la de otro— reflexionando en elpensamiento exhibido en ella. Collingwood es perfectamente explícito alrespecto:

    Todo conocimiento de la mente es histórico. [...] Si deseo saber si soy elbuen hombre que espero ser, o el mal hombre que temo ser, debo exami-

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    nar los actos que he llevado a cabo y entender qué fueron realmente; delo contrario, debo ir y realizar un par de nuevos actos, y luego, exami-narlos. Todas estas indagaciones son históricas. [...] El mismo métodohistórico es el único por el cual puedo conocer la mente de otra perso-na, o la mente corporativa (sea lo que sea que signifique exactamenteesa locución) de una comunidad o de una época. (The Idea of History,219).

    Por lo tanto, según el concepto filosófico de historia en tanto conoci-miento de la mente mediante una recreación de las pruebas de la acción,

    gran parte del pensamiento "común" es histórico, así como los métodoscaracterísticos de las disciplinas no habitualmente consideradas como"históricas" en la expresión empírica del concepto: algunas críticas lite-rarias o el trabajo de campo en antropología, por ejemplo. Entonces, nosorprende que Erik Erikson diga que, como psicoterapeuta clínico, secoloca "cerca del historiador" y cite a Collingwood en apoyo a su postu-ra115. Pero esto, si Collingwood tuviera razón, es sólo una de innumera-bles confirmaciones posibles, dado que en su significación "filosófica" elconcepto de historia ya no se restringe a las preocupaciones especiales delos historiadores, por mucho que las actividades de éstos les parezcanejemplares y dignas de análisis.

     Acciones y procesos. Con todo, The Idea of History también trata sobre el

    concepto empírico de la historia, y podríamos, por lo tanto, querer con-centrarnos sólo en lo que tiene para decir sobre la forma en que loshistoriadores llegan a entender las "res gestae: las acciones de seres huma-nos que se realizaron en el pasado". Esta definición de "de qué se trata lahistoria" parece no tener complicaciones, y se ve reforzada por los bienconocidos debates sobre la indagación histórica en tanto "recreación delpensamiento pasado en la mente del historiador" y los debates acerca delpensamiento como el "interior" de la acción, y la acción como el "exte-rior" del pensamiento. Pese a ello, ésta no es toda la cuestión. A estaversión de la postura de Collingwood sobre el "objeto" de la historia (o loque, para la astuta dialéctica del lenguaje es lo mismo, su "objeto deestudio", su "tema") hay que agregar otro punto de vista diferente: el

    115 Erik Erikson, "The Nature of Clinical Evidence", Daedalus 87 (1958): 68. Erikson serefiere a sus métodos en la práctica clínica, no a su trabajo en materia de "psicohistoria".

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    objeto de la historia está también formado por esos procesos por los cualeslas cosas, en el mundo humano, han nacido, han llegado a existir . Los ele-mentos constitutivos de los procesos de llegar-a-existir son acciones, perono todos los procesos son acciones (si bien algunos pueden serlo), y notodas las acciones son elementos constitutivos de tales procesos. Revelan-do giros fraseológicos, Collingwood revela esta postura recesiva pero im-portante del objeto de la historia. La primera pregunta que aparece en laparte I claramente la presupone: "¿Cuáles fueron los pasos y las etapasque hicieron que llegara a existir  la idea europea moderna de la historia?"

    (The Idea of History, 14; las itálicas son mías). Pero aparece en todas lassecciones históricas de The Idea of History. Si bien todo historiador moder-no considera que cualquier historia de Roma es "una historia de cómoRoma llegó a ser  lo que es, una historia de los procesos que hicieron nacer  lascaracterísticas instituciones romanas y moldearon el típico carácter ro-mano" (The Idea of History, 43; las itálicas son mías), se dice que Tito Liviono ha sostenido tal concepción de la historia. Tito Livio consideró a"Roma" como una sustancia, inmutable y eterna, que se revela en unasucesión de acontecimientos, pero que no sufre ningún "cambio espiri-tual". En general, dado que el concepto de desarrollo no existe en la his-toriografía grecorromana, ésta "no puede, por lo tanto, jamás mostrarcómo algo llega a existir " (The Idea of History, 44-45; el destacado es mío).

    O, nuevamente, según la concepción que tenía Vico de la historia como"el relato histórico de la génesis y del desarrollo de las sociedades huma-nas y sus instituciones, [...] llegamos por primera vez a tener una visiónpor completo moderna de lo que es el objeto de estudio de la historia"(The Idea of History, 65). O, nuevamente, la postura de Kant de una histo-ria universal es aplaudida por la idea de ésta de mostrar cómo la raciona-lidad humana "llega a existir" (The Idea of History, 104); y la doctrina de lahistoria según Schelling, como manifestación de lo Absoluto, se inter-preta y aprueba con el siguiente significado: "La historia es un procesotemporal en el cual el conocimiento y lo cognoscible llegan a existir pro-gresivamente" (The Idea of History, 113). O, nuevamente, la concepción deToynbee del método histórico tiene como consecuencia que "no tenemos

    permiso para decir que la civilización helénica se haya convertido en  elcristianismo occidental mediante un proceso de desarrollo que haya invo-lucrado la acentuación de algunos de sus elementos, la desaparición deotros, y el surgimiento de ciertos nuevos elementos dentro de sí más latoma en préstamo de otros, provenientes de fuentes externas. [...] Elprincipio de Toynbee afirma que si una civilización cambia, cesa de serella misma y comienza a existir una nueva civilización" (The Idea of His-

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    tory, 162; el destacado es mío). Finalmente, y con mayor generalidad, "elhecho histórico, tal como existe en efecto y como lo conoce el historia-dor, es siempre un proceso en el cual algo muta y se convierte en otracosa. Este elemento del proceso es la vida de la historia" (The Idea of History, 163). Pero la forma en que todos esos "procesos" se relacionancon las "acciones de los seres humanos que han sido realizadas en elpasado" no está, por decirlo suavemente, nada clara.

    El énfasis en conceptos como "proceso", "llegar a existir", y "convertir-se" o "mutar", entre otros, no es de ninguna manera una idea tardía ni

    incidental de Collingwood. Ya en 1927 había quedado claramente ex-presada en la devastadora crítica que le hizo a la tesis de Spengler, ésa enla que éste afirmaba que las culturas son sistemas cerrados o autónomos."Es mala historia y mala filosofía sostener que, como el panteón es medono es clásico. [...] El Panteón es tanto medo como clásico; es clásico en elacto de convertirse en medo. Y esta concepción de "convertirse en", laconcepción de tornarse, es (como laboriosamente apunta Spengler mis-mo, y como laboriosamente olvida) la idea fundamental de toda la histo-ria116. Ya en 1920, Collingwood nos cuenta en su autobiografía que estabaocupado analizando el concepto de proceso como forma de entender dequé manera el pasado puede ser un pasado viviente: "los ‘procesos’ soncosas que no comienzan y terminan, sino que se convierten unas en

    otras" ( Autobiography, 97-98)117

    .Por lo general se da por sentado (y se parodia en el relato ficcional deCollingwood) que fue "un individualista metodológico en el sentido másfuerte de ese disputable término"118. Esta descripción parece no hacerotra cosa que reconocer sus simples enunciados sobre la res gestae  y larecreación de cada uno de los actos de pensamiento. También se consi-dera que es postura de Collingwood el que una acción pueda ser conoci-da sólo para el historiador tal como fue conocida para el actor histórico,dado que sólo el pensamiento consciente y racional puede ser recreado.

    116 "Oswald Spengler and the Theory of Historical Cycles, I",  Antiquity 1 (1927): 311-25;reimpreso en R. G. Collingwood, Essays in the Philosophy of History, editado por W. Debbins(Austin, Texas, 1965), 74. El destacado está en el original.117 El "ensayo de la extensión de un libro breve" sobre "la índole y las implicaciones delproceso de convertirse en", que, según dice Collingwood en este pasaje, escribió en 1920, jamás fue publicado, y el manuscrito se perdió; pero según el relato de Collingwood, fue suprimer estudio sobre la lógica de los procesos dialécticos.118 Alan Donagan, The Later Philosophy of R. G. Collingwood  (Oxford, 1962), 206.

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    Por lo tanto, no podemos menos que extrañarnos ante sus repetidas afir-maciones de que las acciones pueden conocerse de maneras diferentesde aquellas en las cuales fueron entendidas por sus actores. Collingwo-od, en efecto, critica la historiografía grecorromana por la sobreintelec-tualidad misma atribuida a ella. Dice que los historiadores antiguos su-ponían que todo ocurría como resultado de propósitos humanos delibe-rados; pero era una postura ingenua porque "en gran medida, la genteno sabe qué está haciendo hasta que lo hicieron. [...] Algo tomó forma amedida que se desenvolvieron sus acciones, y esa toma de forma cierta-

    mente no estaba presente en la mente de ninguna de esas personas cuan-do comenzaron las acciones que desembocaron en ese algo que hicieron(The Idea of History, 42). En un contexto diferente, como hemos visto,Collingwood atribuye a la idea cristiana de la Divina Providencia el in-troducir una idea que subsiste en el moderno concepto de historia; el"reconocimiento de que no es necesario que lo que ocurre en la historiaocurra mediante el deseo deliberado de alguien que desea que ocurra esuna condición indispensable para entender cualquier proceso histórico"(The Idea of History, 48). Finalmente, el hecho de que lo que Collingwoodquiere decir con "pensamiento" no sea necesariamente conocido por laintrospección ni sea siquiera accesible a ella se explicita perfectamentecuando él generaliza el concepto  filosófico de la historia como una forma

    de conciencia: "Es sólo a través del pensamiento histórico que puedodescubrir [...] lo que pensé hace cinco minutos, reflexionando sobre unaacción que realicé entonces; y todo eso me sorprendió cuando me di cuenta delo que había hecho" (The Idea of History, 219; el destacado es mío).

    En este punto, los principios dominantes de Collingwood comienzana aparecer ciertamente inestables. Contra los principios de que la historiatrata sobre acciones humanas individuales, y que las acciones son susci-tadas por el pensamiento consciente, tenemos que Collingwood mismoinsiste en que la historia versa sobre procesos de cambio que no sonnecesariamente acciones, y esas acciones mismas pueden no ser conoci-das para sus propios actores, ni siquiera desde "adentro", tal como sípueden ser conocidas por el pensamiento histórico posterior. ¿Qué hare-

    mos con estas flagrantes contradicciones? Podríamos suponer que losprincipios recesivos son errores que pasaremos por alto, o bien que sonrenuentes admisiones de que los principios dominantes son exageracio-nes indefendibles. Pero también podríamos llegar a sospechar que esossignificados de "proceso", "acción" y "pensamiento" que dieron lugar alas dificultades no son de Collingwood, sino que fueron involuntaria-mente impuestos a sus enunciados.

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    Qué significa "pensamiento". Collingwood dice que, cuando un histo-riador se enfrenta a un documento, su tarea es la de descubrir el pensa-miento del escritor "en el sentido más amplio de esa palabra" (The Idea of History, 282). Pero en otro lugar dice que un acto de pensamiento puedeser objeto de estudio para la historia sólo si es "un acto no sólo de pensa-miento, sino de pensamiento reflexivo; es decir, un acto que se realizacon la conciencia de que está siendo realizado, y que está constituido poresa conciencia" (The Idea of History, 308). Si éste es el sentido "más am-plio" de "pensamiento", parece notablemente acotado, y refuerza la con-

    tradicción que se señaló hace algunos párrafos. Con todo, es precisamen-te en este punto cuando se hace más importante y menos visible la pre-sencia de un principio recesivo. Ese principio —que no puede enun-ciarse con ninguna precisión hasta que consideremos la concepción queCollingwood tenía de dialéctica— afirma que el pensamiento no excluyeeso a lo que comúnmente nos referimos como "emociones", "motivos","actos de voluntad" y otros semejantes, sino que está íntimamente vincu-lado con ellos y los incluye en el sentido en el cual un producto dialécticoincluye y transforma las etapas del proceso que lleva a él. "Pensamiento",en efecto, es un término casi técnico de la teoría de la mente desarrolladopor Collingwood en sus conferencias sobre filosofía moral ya en la déca-da de 1920, pero que publicó como esbozo recién en su último libro, The

    New Leviathan. Este término forma el antecedente conceptual tanto de ThePrinciples of Art (1938) como de The Idea of History (las secciones pertinen-tes de este último libro fueron escritas como conferencias en 1936), sibien en ambos libros Collingwood emplea fragmentos de la teoría sólo sise torna pertinente en la tarea de formular y responder preguntas especí-ficas sobre el arte y la historia.

    Según la teoría de la mente propuesta por Collingwood, la mente noes un ente, sino que es un conjunto de actividades o funciones efectivasen niveles diferentes de conciencia; y cada una de esas actividades ofunciones está constituida por el hecho de estar al tanto de actos en unnivel previo y más bajo de conciencia. El nivel más bajo de conciencia esel flujo sensorial-emocional que constituye nuestro primitivo darnos cuenta

    de los estados y procesos de nuestro cuerpo. El darnos cuenta de esteprimer nivel se nos aparece tanto como "apetito" —conciencia prácticadel hambre o necesidad que no tiene una concepción clara del objetoque la satisfaría— y como "imaginación" —conciencia teórica o cognitivaque expresa en lenguaje y acción la carga emocional de la conciencia deprimer nivel. A la vez, la conciencia del apetito es un acto de tercer nivelde conciencia práctica llamado "deseo", y la conciencia de la imaginación

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    es un acto de tercer nivel de conciencia teórica, o "percepción". Parafinalizar, el darnos cuenta de que sentimos un deseo constituye una "vo-luntad" de cuarto grado, y la conciencia de la percepción constituye un"intelecto" de cuarto nivel. Al pasar a los niveles más altos, la concienciaconserva el nivel previo en su conciencia de éste (como su materia, porasí decirlo), pero también introduce algo nuevo (como forma, o transfor-mación); así, el deseo tiene un objeto —contrariamente al apetito, queno lo tiene—, mientras que la voluntad introduce la elección porque pue-de contrastar un objeto con otros objetos posibles, a diferencia del deseo,

    que no puede hacerlo. Ahora, el punto pertinente es que tanto en TheNew Leviathan  como en The Principles of Art, Collingwood llamó a cadanivel que se encontrara por sobre el primero "una forma de ‘pensar’ o‘pensamiento’"; si bien los niveles más bajos son rudimentarios y primi-tivos comparados con el superior, de todas formas tienen las característi-cas que sobreviven en el nivel superior y se desarrollan en él. La imagina-ción —que para Collingwood es primitiva y ubicua, más que elevada ypoco frecuente—, incluso en el segundo nivel, es un tipo de pensamien-to, si bien "es el tipo de pensamiento que se encuentra más cerca de lasensación o del mero sentir" (The Principles of Art, 223). En cuanto alcostado práctico de la conciencia de segundo nivel, "el apetito es lo queel pensamiento entiende del sentimiento cuando el pensamiento se de-

    sarrolla por su propia actividad y pasa de ser mera conciencia a ser pen-samiento conceptual" (The New Leviathan, 7.6). En The New Leviathan, elsegundo nivel de conciencia se llama "pensamiento conceptual"; el ter-cero, "pensamiento proposicional", y el cuarto, "pensamiento racional";así, queda claro el principio de que pensar, en su sentido genérico, tieneformas específicas en cada nivel, si bien sólo en el cuarto nivel es laactividad explícita y autoconsciente lo que comúnmente llamamos "pen-samiento".

    Este brevísimo esquema no puede haber tornado clara ni plausible lateoría de la mente propuesta por Collingwood; pero sí llama la atenciónal hecho de que el sentido "más amplio" del término "pensamiento" fue-ra para él realmente muy amplio; dicho término se refiere a cada nivel de

    la conciencia, salvo el más primitivo de sensaciones y sentimientos indi-ferenciados y transitorios. En este punto, es significativo que en The Ideaof History, "pensamiento" siempre se contraste con "sensaciones y senti-mientos" (The Idea of History, 294, 297-98, 302, 306). Por lo tanto, es claroque cuando se nos diga que "la particularidad del pensamiento [...] resi-de en que no es mera conciencia, sino autoconciencia" (The Idea of His-tory, 306), podamos entender que el término "autoconciencia" caracteri-

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    za toda la actividad mental que se desarrolle más allá de "esos elementosde la experiencia cuyo ser es nada más que su inmediatez (sensaciones,sentimientos, y otros, en tanto tales)" (The Idea of History, 297). Para Co-llingwood, la "reflexión" no significa un acto de raciocinio puramenteintelectual; más bien consiste en la relación de un acto, en cualquier  ni-vel, con la experiencia de un nivel más bajo en el proceso de volverseconsciente de este último; la formación del deseo, por ejemplo, se pro-duce al hacerse consciente de —es decir, "reflexionar"— la experienciadel apetito. Para decirlo en pocas palabras, los deseos humanos en tanto

    conciencia de los apetitos  pueden ser "recreados", pero no se pueden re-crear los apetitos que retroceden o pasan sin que la conciencia los con-vierta en deseos; los apetitos no pueden, en efecto, ni siquiera ser revivi-dos en la memoria. Pero, a la vez, la conciencia del deseo es voluntadexpresada en elección y acción; y, por lo tanto, es sólo a través de la"reflexión" de cuarto nivel en el deseo que los deseos (las ambiciones,etc.) dejan marcas en el mundo a partir de las cuales ellos pueden serrecreados. Así, son las actividades mentales del cuarto nivel lo que esprincipalmente recuperable e inteligible; pero ellas conservan y llevancon ellas toda la gama de actividades de los niveles inferiores sólo en lamedida en que tales actividades se hayan tornado objetos de la concien-cia. Los críticos de Collingwood que, comprensiblemente, han sostenido

    que el conocimiento histórico incluye mucho más que "recreaciones deactos del pensamiento reflexivo" sencillamente no han entendido que,en el sentido dado por Collingwood, estamos realizando un "acto depensamiento reflexivo" cuando ordenamos una comida de un menú,cuando castigamos a un niño, cuando discutimos sobre política o cuan-do subimos una montaña. Si bien su terminología transforma los signifi-cados comunes, ésta es la mejor manera encontrada por Collingwoodpara llamar la atención a las características complejas y omnipresentes detoda la experiencia humana; y ejemplifica su propia postura de que losconceptos "filosóficos" comienzan con la gama de aplicación de los con-ceptos "empíricos" y la expande indefinidamente.

    III

    Una característica fundamental del pensamiento filosófico de Collin-gwood se expresa en su concepción de los niveles de la conciencia: seconsidera que los conceptos claves del argumento filosófico se refieren aniveles diferentes en diferentes contextos. Por ejemplo, lejos de afirmar o

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    dar por sentado que el pensamiento y la emoción son mutuamente ex-cluyentes, Collingwood identifica que los diferentes actos de pensamien-to y las diferentes expresiones de la emoción pertenecen a diferentesniveles de conciencia, y más allá de esta identificación considera que losactos de pensamiento de un nivel son transformaciones de expresionesde emoción en un nivel más bajo. Para emplear una analogía que no escompletamente equívoca, el modelo de conciencia propuesto por Co-llingwood es tridimensional; pero dado que nuestro modelo común yacrítico de conciencia es bidimensional (percepciones, pensamientos,

    sentimientos, recuerdos y otros semejantes, considerados como una es-pecie de mosaico con formas cambiantes y relaciones causales), los críti-cos por lo general interpretan que los enunciados de Collingwood serefieren a actividades y procesos que están todos al mismo nivel, dondese excluyen unos a otros, mientras que él los piensa en niveles diferentesrelacionados de tal manera que uno incluye, pero transforma al otro.Una relación de este tipo es dialéctica; y la clave para entender el pensa-miento de Collingwood es apreciar cuán fundamental y omnipresente-mente dialéctica es.

    Intentaré brindar una descripción general del concepto que teníaCollingwood de la dialéctica, si bien éste es, por al menos dos razones,muy difícil. Por un lado, no está contenido en ningún esquema simple y

    abstracto, como la clásica tríada de tesis-antítesis-síntesis. Deben pasarsepor alto las exposiciones habituales de Hegel y del marxismo-leninismosi deseamos evitar absurdas malinterpretaciones de Collingwood (o, parael caso, de Hegel y Marx). Por otro lado, la concepción que Collingwoodtenía de la dialéctica tuvo su propia historia de desarrollo a lo largo detoda su carrera, salvo en los primeros años de ésta119 y se ejemplifica encasi todas sus obras, si bien no está sintetizada en ninguna. Por lo tanto,para entenderla es importante ver tanto la forma en que cambió cuanto laforma en que se la aplicó en cada momento dado. Sin embargo, su desa-rrollo puede dividirse en aproximadamente tres etapas; la primera coin-cide con Speculum Mentis (1924); la segunda, con Essay on Philosophical

    119 El primer libro de Collingwood, Religion and Philosophy (1916), no menciona la dialéc-tica ni la ejemplifica. Speculum Mentis (1924) es dialéctico y repetidamente se refiere a símismo como tal; en general, no parece que haya sido un intento fructífero de enseñarle aHegel a hablar el lenguaje de Locke. En los libros posteriores se presupone y se desarrollala idea del proceso dialéctico, si bien Collingwood casi nunca utilizó de nuevo el término"dialéctico/a" (salvo como término históricamente descriptivo en exposiciones sobre Pla-tón, Hegel y Marx) hasta su libro final, donde finalmente resurge.

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    Method (1933); y la tercera, con la teoría de la mente que se revela de aretazos en sus últimos libros.

    Speculum Mentis es una fenomenología de las formas de la experienciaque intenta mostrar cómo cada una de ellas (excepto la última) tiende aquebrarse a partir de las tensiones internas generadas por su propia acti-vidad y a convertirse en la siguiente forma. Las formas de la experiencia,en orden de significación, se llaman "Arte", "Religión", "Ciencia", "Histo-ria" y "Filosofía", si bien estos nombres tienen una vinculación relativa-mente débil con las descripciones habituales sugeridas por Collingwood.

    Por ejemplo, "Ciencia" es la forma de la experiencia que conscientemen-te distingue entre pensamiento y lenguaje, entre las palabras y lo signifi-cado por ellas, y que, por lo tanto, es capaz de abstracción y de pensa-miento analítico. En consecuencia, la teología pertenece a la "Ciencia",pero lo mismo sucede con el gerenciamiento industrial y parte de lacrítica literaria. Al igual que en Phenomenology of Mind, de Hegel, el ordende las cinco formas de la experiencia simultáneamente modela —si bienvagamente— la historia de las series de ideas dominantes en el desarrollode la civilización occidental y en la ontogénesis del desarrollo indivi-dual; en ambos, por ejemplo, el libre juego de la imaginación (el "Arte")precede a la distinción entre apariencia y realidad (la "Religión"); y ésta,a su vez precede al hábito de la abstracción y la capacidad para el pensa-

    miento analítico (la "Ciencia"), y así sucesivamente. En este punto, lasformas de la experiencia están explícitamente ordenadas como series dia-lécticas en el siguiente sentido: cada forma de la experiencia atraviesa supropio y típico desarrollo; y en el curso de éste genera tensiones que nopueden resolverse dentro de su propia forma. Al mismo tiempo, ha desa-rrollado de una forma implícita y rudimentaria los elementos de la si-guiente forma de la experiencia. La "Religión", por ejemplo —que esen-cialmente es imaginación que afirma de manera acrítica la realidad de suobjeto—, depende de la distinción entre símbolo y realidad, pero nopuede reconocer esta distinción sin abandonar la inmediatez de la creenciaque conforma su esencia. En el punto crucial, debe o bien permanecerciega a la distinción y recurrir al dogmatismo defensivo, o bien recono-

    cerla, crear una teología para mediar la inmediatez de la creencia acríticay, a través de ella, pasar sin excusa alguna a la "Ciencia"120.

    120 Collingwood creía que el auge de la ciencia occidental había sido posible sólo porqueel cristianismo había brindado los necesarios "presupuestos absolutos" de la ciencia empí-rica; por ejemplo, que el universo es un sistema porque fue creado por una deidad racional.Confróntese con An Essay on Metaphysics, parte IIIa, sobre todo las páginas 201-27.

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    Éste es un esquema groseramente sobresimplificado de las relacionesformales observadas por las formas complejas de la experiencia, cada unade las cuales da lugar, entre otras cosas, a una ética, a su propio tipo defilosofía dogmática, y, en realidad, a toda una Weltanschauung (cosmovi-sión) cultural. Las formas de la experiencia son, en verdad, demasiadoricas en detalle para que Collingwood haga plausible la idea de un únicopatrón de desarrollo; pero en el curso de su intento, formuló de manerametafórica la idea de una serie dialéctica que se desarrolla y se aplica entodo su pensamiento posterior. Las diferencias entre una forma de expe-

    riencia y su sucesora, dijo Collingwood, es "una distinción dialéctica enla cual uno trata de ser lo que el otro en efecto es; uno implica lo que elotro expresa; uno pregunta donde el otro responde; uno soslaya lo que elotro reconoce; y, por lo tanto, de todas ellas, la más primitiva es absorbi-da sin que quede residuo por la más avanzada" (Speculum Mentis, 200).

    Casi diez años más tarde, en Essay on Philosophical Method, Collingwo-od emprendió la tarea de forjar en detalle una "lógica" de la dialéctica 121.Mientras Speculum Mentis solía vagar por la complejidad de la "experien-cia", el argumento de Essay on Philosophical Method se concentra en la dia-léctica de los conceptos e intenta explicar por qué los conceptos "filosófi-cos" "se escapan" de su restringida aplicación a las clases definidas. Losconceptos científicos, según apunta Collingwood, clasifican los objetos

    de estudio en subclases mutuamente excluyentes, de suerte tal que unconjunto de subclases también agota la clase que tiene por encima en elordenamiento; "equilátero", "escaleno" e "isósceles" son especies mutua-mente excluyentes y exhaustivas del género "triángulo". Los conceptosfilosóficos, por el contrario, determinan clases que se "superponen"; pla-

    121 Rara vez se ha reconocido que Essay on Philosophical Method versa sobre la "lógica" de ladialéctica, tal vez porque Collingwood jamás dijo que así era. La premisa tácita del libro esque el pensamiento filosófico es dialéctico; de allí que, a lo largo de él, Collingwood hable

    de conceptos, distinciones, relaciones y teorías "filosóficos" más que "dialécticos". Para serclaro acerca de esto, compárese con el pasaje sobre "distinciones dialécticas" citado inme-diatamente antes de la siguiente descripción que figura en Essay on Philosophical Methodacerca de la relación de términos en una "escala filosófica de formas": "Puede describirseesta relación [...] mediante la metáfora de prometer y realizar; o puede describírsela dicien-do que lo más elevado es la realidad, y de ella lo más bajo es una aproximación; o que laverdad es lo más elevado, y lo más bajo es una perversión. Éstas no son metáforas, sino, másbien, descripciones de algo más simple y, por lo tanto, más verdaderamente inteligible en cuantoa algo más complejo y, para nosotros, más conocido" (Essay on Philosophical Method, 87).

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    cer, expeditividad y rectitud, en tanto subclases de la bondad, no seexcluyen unas a otras, dado que una acción puede ser tanto placenteracomo expeditiva, o expeditiva y correcta. Todo concepto filosófico gené-rico, en efecto, determina un orden entre sus especies, cada una de lascuales no sólo oficia como ejemplo del concepto genérico, sino que tam-bién corporiza un atributo variable en un grado específico. Es en ciertospuntos críticos de la variación de este atributo (confróntense el punto decongelación y el punto de ebullición de un líquido) cuando una especiese distingue de las especies aledañas. Collingwood llama "escala de for-

    mas" a todo sistema conceptual de este tipo. Puede haber escalas no filo-sóficas de formas, tales como los sistemas de imposición progresiva deimpuestos. Lo que distingue a toda escala filosófica de formas es que larelación que la determina en tanto "escala" "fusiona" de manera singularcuatro tipos de relación; y cada una de ellas puede aplicarse individual-mente a conceptos no filosóficos, pero que conjuntamente caracterizansólo conceptos filosóficos: diferencia de grado, diferencia de tipo, rela-ción de oposición y relación de diferencia (Essay on Philosophical Method,capítulo III). Las diferentes temperaturas varían en grados; el agua difieredel hielo y del vapor en tipo; el frío físico difiere del calor físico por"oposición" (es decir, la relación entre un término y su propia negacióno ausencia); el rojo que percibimos con la vista difiere del azul que per-

    cibimos de la misma forma por "diferencia" (ambos son términos positi-vos); el frío que sentimos difiere del calor que sentimos por oposición ypor diferencia (y también por grado, pero no por tipo). Todo esto escomplicado por autorreferencia: la diferencia de grado y la diferencia detipo son, sin dudas, mutuamente excluyentes sólo en los conceptos nofilosóficos de esas diferencias. En tanto conceptos  filosóficos, deben su-perponerse ellos mismos, y lo mismo vale también para las relaciones deoposición y distinción. De allí viene la conclusión de que, en toda escalafilosófica de formas, las cuatro relaciones se "fusionan", en lugar de me-ramente formar un cúmulo de cuatro elementos. Una escala de formasno es "triádica"; puede tener cualquier cantidad de etapas o niveles. Eltipo de ejemplo pensado por Collingwood como ejemplo de una escala

    filosófica de formas es la serie de tipos de conocimiento representadospor la Línea Dividida de Platón; en otros casos, un par de conceptospuede constituir una escala, como en la clásica relación de entendimien-to (Verstand) y razón (Vernunft) (véase Speculum Mentis, 195-200).

    Hacia el final de Essay of Philosophical Method, el modelo de una escaladialéctica de formas encuentra una nueva y significativa aplicación: en

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    ese punto, no se considera que los conceptos formen una escala, sinoque ésta está formada por las teorías filosóficas, de tal suerte que:

    ...desde el punto de vista de un filósofo cuyo pensamiento ha alcanzadouna forma dada, cada forma subordinada, considerada como filosofíaautónoma y diferenciada, presenta dos aspectos. En tanto filosofía dife-renciada de la que sea propia del filósofo, es una exposición a través deun método que él no utiliza para un problema que a él no le interesa;como filosofía opuesta a la suya propia, es un ejemplo concreto de cómono se debe filosofar. Pero esta misma forma, cuando se la considerasubordinada a la que es propia del filósofo, aparece como un error cuyarefutación él ya ha logrado; y como algo reabsorbido en la filosofía quele es propia a ese filósofo, constituye un elemento que ya está dentro desu propio sistema (Essay of Philosophical Method, 190).

    En efecto, Collingwood ha historizado la idea de un sistema filosófi-co: las filosofías sistemáticas se ven como etapas en un proceso real dedesarrollo dentro del cual ellas se relacionan entre sí aproximadamentecomo las series de formas de experiencias o la escala de formas que espe-cifica un concepto filosófico. En esta aplicación, una escala de formas seha convertido en algo que se desarrolla en el tiempo más que en unconjunto atemporal de relaciones conceptuales.

    Solamente podemos sugerir la forma en la cual la influyente idea de

    la escala de formas nos brinda los antecedentes de todo el pensamientoposterior de Collingwood. Sus libros inconclusos y póstumos sobre laidea de la naturaleza y la idea de la historia se aplican, ambos, a la no-ción de la historia de las teorías centradas en esos conceptos. En su teoríade los presupuestos absolutos, las "constelaciones" de presupuestos ab-solutos representan etapas en una escala de formas, y los cambios de unaconstelación a otra (revoluciones conceptuales infrecuentes, pero funda-mentales en la historia de toda una civilización) son relaciones dialécti-cas122. Tal vez, y esto es significativo, la teoría de la mente esbozada en las

    122 La teoría de los presupuestos absolutos también confirma el punto hasta el cual laconcepción que Collingwood tenía de la historia es "filosófica" más que "empírica", y elgrado al cual él considera que el objeto de estudio de la historia incluye más que lasacciones humanas individuales. Luego de sostener que la "metafísica" es una indagaciónhistórica —"todas las cuestiones metafísicas son cuestiones históricas" ( An Essay on Meta-

     physics, 49)— dice que "el campo de acción de la metafísica, cuando ha identificado variasconstelaciones de presupuestos absolutos, no es sólo estudiar sus parecidos y diferencias,sino también descubrir en qué ocasiones y por cuáles procesos una de ellas se ha conver-tido en otra" ( An Essay on Metaphysics , 73).

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    líneas anteriores también representa niveles de conciencia práctica y teó-rica constituyentes de una escala de formas.

    Por muy poco desarrolladas que se encuentren estas sugerencias —sintetizan sin argumento, en verdad, una interpretación abarcativa deldesarrollo y las vinculaciones sistemáticas de la madura filosofía de Co-llingwood—, es ahora posible intentar una descripción general de laconcepción sostenida por Collingwood sobre la dialéctica sin por ellodespertar la sospecha de que no hay nada a lo que tal concepción puedaaplicarse.

    La tesis aparentemente y a menudo defendida por Collingwood enEssay on Philosophical Method —la que afirma que la dialéctica es una alter-nativa a la lógica formal— es objeto de críticas fundamentales; sobre todoque sus propios argumentos apelan a los cánones de la lógica formal, yque no podría sostenerlos sin apelar a dicha lógica. Es innecesario hacerun listado de todas estas objeciones ya que Collingwood no hizo usoposterior de esta tesis. Se torna claro que la dialéctica no es un tipo deinferencia, sino un conjunto de características comunes a la descripcióny entendimiento de ciertos tipos de procesos. Según la postura de Co-llingwood, no existen las leyes dialécticas, ni las fuerzas dialécticas, nilas verdades dialécticas, ni las pruebas, ni las necesidades; el único usoadecuado del término es cuando nos referimos a series dialécticas, y a las

    relaciones que se establecen entre los miembros de dichas series. Los de-más usos son, en el mejor de los casos, derivados (un proceso puede serdialéctico si forma una serie dialéctica; una distinción puede ser dialéc-tica si distingue los miembros de dicha serie), y en el peor de los casos,metonímico (como cuando llamamos "dialéctico" a un estilo de escriturao de debate). Toda serie apropiadamente dialéctica tiene cuatro propie-dades fundamentales. La primera: toda serie dialéctica es conectiva; todossus términos se subsumen en la misma descripción general, si bien cadauno se particulariza de forma diferente, y cada uno se relaciona con losdemás términos de la serie de maneras determinadas por la descripcióngeneral. En Essay on Philosophical Method, esta conectividad se expresódiciendo que los términos que constituían la escala de formas "corpori-

    zan la misma esencia genérica" (Essay on Philosophical Method, 54-61). Estapropiedad, claro está, no distingue, por un lado, series dialécticas, y, porotro, diversas series no dialécticas (como los números naturales), pero síexcluye las series construidas arbitrariamente. Una serie de acciones puedeser dialéctica si lleva a cabo una única política (aunque cambie y se desa-rrolle); una serie de acontecimientos como la selección azarosa de espe-címenes para investigación no lo es. La segunda propiedad: toda serie

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    dialéctica es acumulativa en el sentido que los miembros tempranos o"más bajos" no son sencillamente reemplazados por miembros posterio-res o "más altos", sino que se conservan, aunque modificados, en losposteriores; los elementos más tempranos pueden incluso sobrevivir sinmodificaciones (The New Leviathan, 9.51). Así, en la transición de unestilo arquitectónico a otro, el primero no es (habitualmente) abandona-do por completo; el tipo de serie difiere del de las letras del alfabeto o dela serie de elementos químicos en orden de peso atómico. Es en virtud deesta propiedad que las revoluciones nunca parecen, en retrospectiva,

    haber sido el corte abrupto y completo con el pasado que ellas sí pare-cían ser en el momento en que acaecieron. La tercera propiedad: todaserie dialéctica es asimétrica; y esto se debe a que la relación de cualquiertérmino o etapa con su predecesor es que aquélla explicita lo que sóloestaba implícito en el predecesor (véase Speculum Mentis, 108, 164). Loque está implícito en el predecesor se tornará, a la vez, explícito en susucesor, si lo tiene, si bien la manera en que puede tornarse explícito noestá, como veremos, determinada. Las ilustraciones dadas por Collin-gwood en las secciones precedentes son ejemplos de series que tienenesta propiedad. Por ejemplo, la teología hace explícita la distinción entresímbolo y significado, que está sólo implícita en "Religión". Decir que ladistinción es explícita equivale a decir que la teología  puede decir de sí 

    misma que traza esa distinción, a diferencia de "Religión", que no puedehacerlo sin perder su inmediatez esencial de creencia acrítica. O, nueva-mente, "apetito", en tanto forma de segundo nivel de la conciencia prác-tica, contiene implícitamente la distinción entre yo y objeto; pero dadoque es un tipo de hambre o necesidad sin conciencia de un objeto espe-cífico, es sólo en el "deseo" en tanto conciencia del apetito donde la dis-tinción se torna explícita. La vaga sensación de algo  se convierte en elpasaje al deseo dirigido sobre alguna cosa. En la teoría formulada porCollington sobre la mente en general, lo que está implícito en un nivel dela conciencia se vuelve explícito en el siguiente nivel más alto. Es envirtud de esta explicitación que este siguiente nivel más alto puede lla-marse tanto "nivel diferente" (es decir, diferente en tipo) como "nivel más

    alto" (es decir, diferente en grado). Además, que algo esté implícito enun nivel dado puede saberse sólo en retrospectiva mediante un acto deun nivel superior, dado que la lógica formal (una actividad de cuartonivel) analiza y torna explícitas las formas de enunciado e inferencia queestán sólo implícitas cuando se las usa en el discurso común o de tercernivel. Finalmente, la cuarta propiedad: toda serie dialéctica es no deter-minista; los términos no determinan sus sucesores, ni lógica ni causal-

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    mente (Speculum Mentis, 56; The New Leviathan, 9.48). Por otro lado, lostérminos sucesivos presuponen de manera absoluta los previos. Éste es elaporte más original y difícil de Collingwood a la concepción de la dialé-ctica. Es tentador interpretar que quiso decir que los términos previosson necesarios, pero no suficientes para la generación de los sucesivos.Pero su postura, creo, es más bien la siguiente: los términos previos sonretrospectivamente y sólo retrospectivamente tanto necesarios como suficien-tes. Desde el punto de vista de ellos mismos (dado que lo que está implíci-to en ellos no se ha tornado aún explícito y, en cualquier caso, puede

    tornarse explícito de diferentes maneras), no hay nada que sea necesarioni suficiente para el nacimiento de sus sucesores. Y esto no se debe a lafalta contingente de una base para la predicción, sino a la naturaleza realde la serie inconclusa o desarrollo del cual ellos son la última etapa, lamás avanzada. Para la concepción que tenía Collingwood del desarrollodialéctico, no sólo no hay "predicciones dialécticas", sino que la locu-ción misma es un oxímoron. En este punto, nada de lo expuesto parece-rá muy plausible que digamos si suponemos que una serie dialécticapuede analizarse y describirse desde una posición externa a esa serie;desde esa posición, es verdad que si el desarrollo alcanzado hasta uncierto punto se ve correctamente como un desarrollo necesario, entoncestambién fue, en etapas más tempranas, un desarrollo necesario, aunque

    en esa etapa temprana no se haya sabido que lo era. Pero el carácter detoda serie dialéctica no se centra sólo en que la ignorancia previa puedehaber sido sucedida por un conocimiento posterior. El elemento mismode necesidad que existe en tal serie nace y por lo tanto puede, en princi-pio, ser conocido sólo retrospectivamente. Lo extraño de esta afirmaciónqueda parcialmente eliminado si vemos que tal serie es inteligible sólodesde el punto de vista de que es una etapa en la serie misma. Pararealmente identificarla como serie debemos situarnos en la última etapa,pero no debe olvidar que el acto mismo de situarse en ese lugar perteneceal desarrollo de la serie tal como aparecerá en retrospectiva respecto deetapas posteriores. Podemos pensar en la asimetría móvil de la indeter-minación y la necesidad como un arado guiado por seres humanos por

    un paisaje agreste sin accidentes en su terreno; estos seres humanos de-baten constantemente sobre qué camino tomar y toman el rumbo dictadopor esos debates. Si miramos hacia adelante, hay una cantidad indefini-da de caminos por los cuales podemos tomar (si bien en todos ellospodemos seguir camino sólo a partir del lugar al que hemos llegado); simiramos hacia atrás, los relucientes surcos del arado se pierden en el

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    horizonte como registro permanente que explica el singular camino quehemos recorrido.

     Ahora bien: ¿qué cuenta como ejemplo de una serie dialéctica quecuente con esas propiedades? Creo que la respuesta de Collingwood es lasiguiente: cualquier cosa que sea objeto de conocimiento histórico (en-tendiendo "histórico" como un concepto filosófico, no empírico). Es decir,al enunciar las propiedades de una serie dialéctica, hemos presentado, ala vez, las características formales de todo proceso de desarrollo y la es-tructura formal de la conciencia histórica. La forma especial de histori-

    cismo planteada por Collingwood descansa sobre su análisis de procesosque, por así decirlo, se historizan a sí mismos. Cada ejemplo de tal pro-ceso involucra esencialmente la conciencia que se dirige al proceso —ose "refleja" en él— hasta su propio punto de observación (al menos,dirigida a sus predecesores inmediatos). Por este motivo, entender unaserie dialéctica no puede ocupar un punto de observación que esté fuerade la serie; si examinamos las etapas de tal proceso, nos volvemos partede su inconcluso relato. En efecto, Collingwood ha adoptado como pro-pia la máxima que tanto le elogiaba a Hegel sobre la índole de la historia:la historia no termina en el futuro, sino en el presente (The Idea of History,119), o "Bis hierher ist das Bewusstsein gekommen" ("Éste es el punto al queha llegado la conciencia") (The Idea of Nature, 174). La revolución de los

    planetas, la evolución de las especies, la erosión de la tierra y el deteriorode las máquinas, la formación de un volcán y la respiración de los ani-males son procesos, pero no son dialécticos. Pero la historia de los con-ceptos y de las teorías123, de la política, de la guerra, de la actividad

    123 En su ensayo clásico "What Is Dialectic?" (reimpreso en Conjectures and Refutations[Nueva York, 1968], 312-35), Sir Karl Popper formuló una crítica devastadora a la "dialé-ctica" como alternativa a la lógica formal y al método científico; pero admitió que "unainterpretación dialéctica de la historia del pensamiento puede, a veces, ser muy satisfacto-ria" (315). Pero considera que tal interpretación dialéctica es una teoría empírica descrip-tiva que no es "fundamental", al igual que la lógica formal, que es la teoría de todos los tiposde inferencias. Popper limitó su exposición a la "tríada dialéctica" y su supuesto rechazo dela "ley de la contradicción". Podríamos decir que la concepción collingwoodiana de ladialéctica tiene exactamente esas características aceptadas por Popper, pero las expandió enla dirección de ser "fundamentales" de una manera que escapa las críticas de Popper, quienaceptó que la dialéctica era apropiada para entender la "historia del pensamiento", con locual quiso decir "historia intelectual". Collingwood torna toda la historia humana en "his-toria del pensamiento" al hacer que el concepto de pensamiento sea más complejo y másabarcativo.

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    económica, de la moral y de la religión, y también de las institucionessociales en tanto formas compartidas de vida, y de los estilos, de losgéneros y de las escuelas artísticas, todos ellos son procesos de desarrolloque pueden satisfacer los criterios de una serie dialéctica124. Ésta es, máso menos, la lista confeccionada por Collingwood de las formas de activi-dad de las cuales puede haber conocimiento histórico (The Idea of History,309-15; confróntese con Outlines of a Philosophy of Art, 99-100). El criteriode selección que él enuncia al ofrecer su lista parece ser muy diferente:puede haber un relato histórico de acciones realizadas con un propósito y

    que verse sólo sobre ellas. Pero dado lo que ya hemos visto como supostura recesiva pero no casual de que las acciones pueden conocerseretrospectivamente de maneras que ni siquiera sus actores pudieron ha-ber sabido explícitamente mientras tales acciones estaban siendo llevadas acabo por ellos, podemos inferir que la "acción realizada con un propósi-to" es, en sí misma, un ejemplo de una serie dialéctica. Al menos algunasacciones realizadas con un propósito experimentan un desarrollo tal quelas etapas posteriores explicitan lo que estaba implícito sólo en las etapasprevias, e incluso una acción completa puede contener elementos implí-citos (como su incompatibilidad con otros propósitos o principios delactor histórico) que se tornan explícitos sólo en retrospectiva. Si bienCollingwood jamás intentó una clasificación de tipos de acción, es claro

    que con "acción" quiso decir no meramente actividades de corta dura-ción y unitarias, como dar un golpe o votar por un candidato, sino tam-bién actividades perdurables y hasta interrumpidas, como construir unacasa o hacer campaña para un puesto político. Dijo Collingwood quetodo "acto estético" —es decir, la creación de una obra de arte— "puededurar cinco años para cada uno de ellos" (Speculum Mentis, 70). De talacción es claro a fortiori que la correcta descripción de ésta difiere de ladescripción que el actor daría en cualquier etapa antes de su termina-ción; pero la descripción correcta también "recrearía" el cambiante enten-dimiento que tiene el actor de lo que él consideraba que hacía.

    Pese a los muchos detalles omitidos de este relato de una serie dialé-ctica y los tipos de desarrollo que ésta modela, y pese a las muchas pre-

    124 Incluso puede haber una historia de los ropajes. "Las modistas parisinas no podríandecirnos por qué introdujeron modificaciones a una cierta moda, de cierta forma, esteotoño; y, si lo hicieron, la razón podría estar equivocada; pero hay una razón, y puedeencontrársela si el problema se aborda desde un punto de vista histórico (Speculum Mentis, 227).

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    guntas que siguen sin respuesta, debería ser posible ver por qué la teoríacollingwoodiana de la historia ha sido tan marcadamente objeto de ma-las interpretaciones. Lo que en líneas anteriores se llamó "doctrinas rece-sivas" —en The Idea of History— se encuentran, en realidad, entre susprincipios más generales. El significado de estas doctrinas depende de laconcepción collingwoodiana de la dialéctica en tanto presupuesto, y sonellas las que más sistemáticamente relacionan los "principios de la histo-ria", formulados por Collingwood, con su filosofía general. Al ilustrarestos principios, sin embargo, eligió siempre, y sobre todo, casos claros y

    limitados como paradigmas. El cruce del Rubicón por parte de JulioCésar es más fácil de debatir que el proceso por el cual la Repúblicaromana dio lugar a la monarquía, de la misma forma que un silogismo esmás fácil de analizar que una sentencia judicial. Las doctrinas dominan-tes, sin embargo, son generalizaciones de lo que torna claros y limitadosestos casos, más que ser generalizaciones de lo que las convierte en para-digmas. En algunos lugares, Collingwood es el único responsable de esto,pero en la mayoría de los sitios surge de la sistemática ilusión de inter-pretar en un sentido común lo que para Collingwood tenía un sentidoespecial que se torna claro cuando se hace explícita la dialéctica implíci-ta de su pensamiento. Como he tratado de mostrar, lo que Collingwoodquiere significar con los términos "historia", "acción" y "pensamiento"

    tienen una denotación internamente más compleja y amplia que los sen-tidos comunes de esos términos que llevamos a la lectura de The Idea of History y que podemos no llegar a reconsiderar. Y es la filosofía dialécticade Collingwood lo que espera la severa crítica que se merece y que toda-vía no ha recibido.

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    Capítulo 10. La dialéctica collingwoodianade la historia

    Derechos de la Universidad Wesleyana. Artículo reimpreso conpermiso del editor, y extraído de History and Theory 7 (1968): 3-37.

    I

    Cuando The Idea of History, libro escrito por Collingwood, se publicópóstumamente en 1946 despertó una serie de críticas sobre una cuestiónque había sido por completo pasada por alto por los filósofos anglopar-lantes, si bien tal cuestión ocupaba cada vez más a los historiadores re-flexivos: ¿es la historia un modo autónomo de conocimiento, o es unaversión imperfectamente desarrollada del tipo de indagación practicada

    con más seguridad en las exitosas ciencias naturales? Collingwood brin-dó una respuesta definitiva a esta pregunta, y fue una respuesta que talvez no haya sido un dictamen de peso, pero sí era razonada y provocado-ra. Con todo, los ensayos recopilados bajo el título "Epilegomena", in-cluidos en The Idea of History, son, en verdad, muy difíciles de entender ydilucidar, si bien el alcance pleno de esa dificultad queda oculta por lagracia de su estilo y lo convincente de sus obiter dicta que tan frecuente-mente se cita de ellos. Es notable que tanto favorecedores como críticosde las posturas de Collingwood hayan centrado su atención en The Idea of History, tal vez con miradas de reojo a su  Autobiography, de 1939125. Noobstante lo expuesto, como propongo sostener, es prácticamente imposi-

    125 Se han publicado diez libros filosóficos de Collingwood. Los que están citados en esteensayo son los siguientes, en orden de escritura (todos publicados por Oxford): SpeculumMentis, 1924; Essay on Philosophical Method, 1933; The Idea of Nature, escrito entre 1933 y1934, y publicado en 1945; The Idea of  History, escrito entre 1936 y 1939, y publicado en1946; The Principles of Art, 1938; Autobiography, 1939; Essay on Metaphysics, 1940; y TheNew Leviathan, 1942.

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    ble llegar a una interpretación adecuada de la idea collingwoodiana de lahistoria tomando como punto de partida solamente The Idea of History.Hay al menos cuatro razones fundamentales que explican la omisión casiuniversal de reconocer este hecho.

    La primera razón es la siguiente: los siete ensayos fueron escritos enmomentos diferentes y para públicos diferentes, y jamás fueron reexami-nados en conjunto. Ésta es una dificultad grave cuando lo que está en juego es nada más y nada menos que una teoría sistemática. Si bien Co-llingwood tuvo en mente una teoría sistemática, cuya publicación pro-

    yectó con el título "The Principles of History", dejó sólo un manuscritofragmentario de esta obra, y sólo dos de los ensayos de "Epilegomena"("Historical Evidence" y "History and Freedom") provienen de este in-concluso tratado (The Idea of History, vi). En Autobiography dijo de su teo-ría del conocimiento histórico que "los principales problemas ya estánresueltos" ( Autobiography, 117); pero, en realidad, tanto problemas comosoluciones quedaron en agua de borrajas y ahora es preciso reconstruirlos.

    La segunda razón: si Collingwood estuvo en lo cierto al sostener quela historia es diferente de lo que comúnmente se llama "ciencia", es pro-bable que haya una ambigüedad sistemática en su exposición porque elvocabulario en el cual hablamos sobre indagación se ha desarrollado casiexclusivamente en relación con los relatos del "método científico". En

    The Idea of History, palabras como "hipótesis", "teoría", "hecho", "verifica-ción" y otras de similar cariz se evitan deliberadamente, pero esta tácticaobliga a Collingwood a andar con circunloquios que dan pie a la malainterpretación. Además, sostuvo que la filosofía debía evitar el lenguajetécnico y las definiciones formales de la ciencia. La razón esgrimida —ysostenida in extenso en su Essay on Philosophical Method (1933)— fue queexiste una diferencia lógica entre los conceptos científicos y los concep-tos filosóficos; estos últimos no admiten una definición formal, sino querequieren que se los despliegue en una "escala de formas" de tipo dialé-ctico y que se los exprese en un vocabulario "diferenciado por los maticesde significado que, para ciertos propósitos, pueden ser pasados por alto,y para otros pueden tornarse importantes" (Essay on Philosophical Method, 206).

    La tercera razón: es preciso recordar que Collingwood tuvo ciertosobjetivos y ciertas maneras de formular preguntas que no son habitual-mente conocidas para los historiadores, y ni siquiera para los demás filó-sofos. No formuló ni intentó responder la pregunta "¿qué es la historia?".En The New Leviathan  (31.61-68) específicamente renunció a formularcualquier pregunta que revistiera la forma "¿qué es X?". No es difícil ver,en cualquier caso, que "¿qué es la historia?" es imposible de responder si

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    se considera que significa "¿qué características son comunes y particula-res a todo lo que se llama ‘historia’ (o que haya sido hecho por personasllamadas ‘historiadores’, o que esté hecho por historiadores académicosprofesionales, etc.)?". El argumento de The Idea of  History  está dirigidomás bien a dos preguntas. La primera es "¿cómo es posible el conoci-miento histórico?". Ésta es un análogo exacto de la pregunta kantiana"¿cómo es posible el conocimiento científico [natural]?" y, al igual que elargumento expuesto por Kant en Crítica de la razón pura, Collingwoodintenta brindar una deducción trascendental del concepto de historia; es

    decir, mostrar mediante análisis las condiciones necesarias de la posibili-dad de saber en el presente qué ocurrió en el pasado. Además, afirmaque ha descubierto que la "ciencia de la mente" no es la psicología, sinola historia; es decir, la historia es el modo en el cual la mente humanalogra el conocimiento de sí misma. Su segunda pregunta, en concordan-cia con esto último, es "¿cómo puede la mente llegar a conocerse?". Esclaro que cualquier interpretación de las posturas de Collingwood debetener en cuenta las preguntas que él intentaba responder. De lo contra-rio, tal interpretación se sujeta a la despreciativa desestimación por partede Collingwood de las críticas formuladas por sus colegas de Oxfordrespecto de otros filósofos: ellos inocentemente dieron por sentado, dijoCollingwood, que una proposición de Platón debe naturalmente signifi-

    car sólo lo que ellos querrían significar con ella, si es que alguna vez leshabía pasado por la cabeza decir tal cosa.Finalmente, Collingwood fue un filósofo sistemático por antonoma-

    sia, y sus libros se complementan y se explican unos a otros en unamedida pocas veces vista. The Idea of History está lejos de estar conceptual-mente completo, si bien crea la ilusión de estarlo. Contiene, por ejem-plo, sólo declaraciones atractivas y no totalmente congruentes de las ma-neras en las cuales, para Collingwood, el concepto de pensamiento estávinculado con los conceptos de acción y de emoción, más que distinguir-se de ellas tal como lo supone habitualmente el lector común. Para teneruna idea de todo el panorama de significados atribuidos por Collingwo-od es necesario consultar libros que rara vez se leen en conjunto con The

    Idea of History, sobre todo The Principles of Art (1938), Essay on Metaphysics(1940) y The New Leviathan (1942). Todos ellos contienen ideas sobre lascuales Collingwood había reflexionado largamente; en The New Leviathan,por ejemplo, sintetiza la filosofía de la mente que había desarrollado ensus clases dictadas en Oxford sobre filosofía moral antes de 1933, y quese presupone, si bien jamás se enunció de manera directa, en The Idea of History.

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    Estas consideraciones pueden ayudar a explicar por qué la teoría co-llingwoodiana de la historia se acepta tan a menudo en principio, perose la desprecia en detalle. En los últimos años, los historiadores hanperseverado más en la reflexión sobre su disciplina porque han sentidola creciente presión de una "ciencia conductista" imperialista que se aplicaen disciplinas afines como la psicología, la sociología, la ciencia políticay la antropología; esta "ciencia conductista" es la que recomienda a loshistoriadores que se apeguen a los "hechos" y que dejen las explicaciones alas ciencias sociales, más complejas en cuanto a metodología. En este

    clima, muchos historiadores han adoptado la postura de Collingwoodcomo una bienvenida justificación de lo que ellos mismos entiendencomo "forma histórica de pensar". A manera de fiscal defensor, Collin-gwood parece decir de la historiografía lo que la mayor parte de los his-toriadores desea creer de ella: que es "científica", pero, al mismo tiempo,radicalmente distinta de los métodos y conceptos apropiados para la ciencianatural. Con todo, tanto historiadores como filósofos también han senti-do, no sin cierta incomodidad, que a esas conclusiones se llegó a travésde una cantidad de extraños argumentos que inconscientemente restrin-gen el campo del conocimiento histórico. Las doctrinas que con másfrecuencia se critican —y, según creo, que más se malinterpretan— sonseis. Las enunciaré junto con una breve indicación de las objeciones que

    se les formulan, y a continuación expondré el grado al cual una reinter-pretación puede evadir esas objeciones.

    1. Toda historia es [exclusivamente] historia del pensamiento (TheIdea of History, 215).

    La objeción dice que este postulado restringe la historia a la historiaintelectual; y la historia puede versar sobre ideas, pero también versasobre hechos. La peste negra, el terremoto de Lisboa, el arado que quebrólas planicies y el alambre de púas que las encerró, el efecto del cañónsobre los muros de piedra y el oro o la falta de él en el Nuevo Mundo sonhechos, no pensamientos.

    2. Además, toda historia es la recreación por parte del historiador delpensamiento reflexivo del pasado (The Idea of History, 308).

    La objeción dice que este postulado es aún más restrictivo ya queexcluye las acciones apasionadas, las impulsivas, las obsesivas, las com-pulsivas, las erradas, las forzadas y las llevadas a cabo sin pensar; es decir,la sustancia misma de la historia humana.

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    3. Si la historia es la recreación del pensamiento reflexivo, se sigueque puede haber una historia sólo de acciones individuales guiadas porun propósito, porque los Estados, las sociedades, las culturas y las insti-tuciones no piensan.

    La objeción dice que la tesis del "individualismo metodológico" equi-vale a una reformulación de la dudosa postura por la cual la historia es lasuma incomprensible de innumerables biografías. E incluso aparte de laincongruente negación por parte de Collingwood de que la biografía eshistoria (The Idea of History, 304), ¿qué sucede con la historia de las insti-

    tuciones económicas y parlamentarias, de los códigos jurídicos, de larelación entre guerra y tecnología, entre otras?

    4. El criterio de verdad histórica (The Idea of History, 238) es la "imagi-nación a priori" (The Idea of History, 245). La idea del pasado es una ideainnata (The Idea of History, 247).

    La objeción dice que es improbable que hasta la más ácida crítica dela historia vaya a acusarla de la subjetividad y la idiosincrasia presentadaaparentemente por esta postura en defensa de la historia. Sea lo que seala imaginación a priori, en tanto a priori no puede distinguir historia,por un lado, y ficción, por otro; y por lo tanto no podría servir jamáscomo criterio de verdad histórica.

    5. En la historia no exigimos (ni obtenemos) probabilidad, sino certe-za (The Idea of  History, 270).

    Los juicios históricos no deben explicar sólo las pruebas sino "seguir-se inevitablemente" de ellas; es decir, estar lógicamente implicadas de lamisma forma que lo están las deducciones matemáticas, pero incluso dela misma forma en que las explicaciones de las ciencias naturales no loestán (The Idea of History, 254-55; confróntese con la página 262).

    La objeción dice que ni siquiera la secreta vanidad de los historiado-res es suficiente para soportar este empalagoso elogio que, en cualquiercaso, parece claramente incongruente con el propio reconocimiento por

    parte de Collingwood de que, en la historia, "ningún logro es definitivo"y que cada generación no sólo "reescribe la historia a su propio modo",sino que debe hacerlo (The Idea of History, 248). Presumiblemente, lo quelos historiadores querrían es una justificación de la corregibilidad delconocimiento histórico, no que se les atribuya una certeza que ellos nosienten, que no pueden concebir, y que consideran con desprecio cuan-do se la reclaman.

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    6. Cuando entendemos qué ocurrió, ya entendemos por qué ocurrió(The Idea of  History, 214, 222-23)

    La objeción dice que este postulado contradice el sentido común.Sabemos que Zimmerman reconoció la autenticidad de su interceptadotelegrama, que Hitler no invadió Inglaterra, que el cristianismo se difun-dió con increíble rapidez durante el primer siglo, y en ninguno de estoscasos entendemos por qué. Los "hechos" de la historia llevan a la indaga-ción; no podría suceder tal cosa si el hecho de conoc