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ABRIL / JUNIO 2011 215 CUADERNOS de pensamiento político Fue el famoso autor de La democracia en Amé- rica, el político liberal francés Alexis de Toc- queville, quien decía que “la Historia es una galería de cuadros en la que hay pocos origi- nales y muchas copias”. Sin duda, el último libro de Javier Rupérez, Memoria de Washing- ton, merece ocupar un sitio de honor en la ga- lería de los cuadros originales. O quizá, sería más preciso decir que debería tener reservado un lugar destacado entre el repertorio de las “partituras” originales, si juzgamos por los acer- tados tiempos musicales utilizados para dar nombre a los capítulos del libro. Javier Rupérez, diplomático y político español, cuenta con una trayectoria profesional difícil de superar. Negociador del Acta Final de Helsinki (1975) y protagonista destacado de la entrada de España en la OTAN (1982). Embajador de España ante la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (1979-1982), ante la OTAN (1982-1983) y ante el Gobierno de los Estados Unidos en Washington (2000-2004). En el 2004, el Consejo de Seguridad de Nacio- nes Unidas le eligió, con el rango de Secretario General Adjunto, para desempeñar el recién cre- ado puesto de Director Ejecutivo del Comité contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad, cargo que ocupó hasta 2007. Su anterior libro, El espejismo multilateral (ver reseña en Cua- dernos de Pensamiento Político, número 22, abril/junio 2009, pp. 253-255), recoge una cró- nica muy detallada de esta etapa, indispensa- ble para quienes desean acercarse al muchas veces idealizado mundo de la Organización de las Naciones Unidas. Su último y actual destino es el de Cónsul General en Chicago. Igualmente dilatada y brillante es su carrera po- lítica. Después de militar tempranamente en la oposición democristiana al franquismo, formó parte de los equipos dirigentes de la Unión de Centro Democrático (UCD), del Partido Demó- crata Popular (PDP), del que fue presidente, y del Partido Popular, del que ha sido vicepresidente. En total, durante más de veinte años, desde 1979 hasta el año 2000, ha sido miembro de las Cortes españolas como senador o diputado. En Memoria de Washington, siguiendo el ejem- plo de las bellas Variaciones Goldberg de Bach, el autor nos presenta un tema principal, acompañado de diferentes derivaciones que ayudan a completar y enriquecer la narración. Sin duda, el tema principal es el análisis y la re- flexión sobre las relaciones trasatlánticas entre España y Estados Unidos, del 2000 al 2004, años en los que Rupérez estuvo al frente de la Embajada española en Washington. Como se- Memoria de Washington Embajador de España en la capital del Imperio JAVIER RUPÉREZ Prólogo de JOSÉ MARÍA AZNAR La Esfera de los Libros, Madrid, 2011. RESEÑAS

Memoria de Washington · 2016-12-30 · sobre el comportamiento del gobernante y el contenido de la ley. Por otro lado, desde hace varios lustros diver - sos autores, algunos de mucho

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CUADERNOS de pensamiento político

Fue el famoso autor de La democracia en Amé-rica, el político liberal francés Alexis de Toc-queville, quien decía que “la Historia es unagalería de cuadros en la que hay pocos origi-nales y muchas copias”. Sin duda, el últimolibro de Javier Rupérez, Memoria de Washing-ton, merece ocupar un sitio de honor en la ga-lería de los cuadros originales. O quizá, seríamás preciso decir que debería tener reservadoun lugar destacado entre el repertorio de las“partituras” originales, si juzgamos por los acer-tados tiempos musicales utilizados para darnombre a los capítulos del libro.

Javier Rupérez, diplomático y político español,cuenta con una trayectoria profesional difícil desuperar. Negociador del Acta Final de Helsinki(1975) y protagonista destacado de la entradade España en la OTAN (1982). Embajador deEspaña ante la Conferencia sobre la Seguridady Cooperación en Europa (1979-1982), ante laOTAN (1982-1983) y ante el Gobierno de losEstados Unidos en Washington (2000-2004).En el 2004, el Consejo de Seguridad de Nacio-nes Unidas le eligió, con el rango de SecretarioGeneral Adjunto, para desempeñar el recién cre-ado puesto de Director Ejecutivo del Comitécontra el Terrorismo del Consejo de Seguridad,cargo que ocupó hasta 2007. Su anterior libro,El espejismo multilateral (ver reseña en Cua-

dernos de Pensamiento Político, número 22,abril/junio 2009, pp. 253-255), recoge una cró-nica muy detallada de esta etapa, indispensa-ble para quienes desean acercarse al muchasveces idealizado mundo de la Organización delas Naciones Unidas. Su último y actual destinoes el de Cónsul General en Chicago.

Igualmente dilatada y brillante es su carrera po-lítica. Después de militar tempranamente en laoposición democristiana al franquismo, formóparte de los equipos dirigentes de la Unión deCentro Democrático (UCD), del Partido Demó-crata Popular (PDP), del que fue presidente, y delPartido Popular, del que ha sido vicepresidente.En total, durante más de veinte años, desde1979 hasta el año 2000, ha sido miembro delas Cortes españolas como senador o diputado.

En Memoria de Washington, siguiendo el ejem-plo de las bellas Variaciones Goldberg deBach, el autor nos presenta un tema principal,acompañado de diferentes derivaciones queayudan a completar y enriquecer la narración.

Sin duda, el tema principal es el análisis y la re-flexión sobre las relaciones trasatlánticas entreEspaña y Estados Unidos, del 2000 al 2004,años en los que Rupérez estuvo al frente de laEmbajada española en Washington. Como se-

Memoria de WashingtonEmbajador de España en la capitaldel Imperio

JAVIER RUPÉREZPrólogo de JOSÉ MARÍA AZNARLa Esfera de los Libros, Madrid, 2011.

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ñala José María Aznar en el prólogo, “Españavivía en aquellas fechas un momento singulary la relación con los Estados Unidos era de par-ticular relevancia para lograr las metas a lasque aspirábamos”.

Los cuatro años que, de forma prioritaria, abar-can este libro podrían parecer para algunos unperiodo muy corto de tiempo. Sin embargo,constituyen un trayecto de una enorme rele-vancia. Nadie duda de que algunos de losacontecimientos transcurridos en estas fechasocuparán ya para siempre un lugar muy desta-cado en los libros de Historia, no sólo de Es-paña, sino de toda la Humanidad. Como buenaprueba de ello, baste simplemente con recor-dar los ataques terroristas contra Estados Uni-dos del 11-S en el 2001, la segunda Guerrade Irak en el 2003 o los salvajes atentados enMadrid del 11-M en el 2004.

Gracias a la política exterior que el Gobierno es-pañol desarrolló durante esa etapa, pudieron ob-tenerse como fruto las mejores relacionesbilaterales que jamás España ha mantenido conlos Estados Unidos. En gran medida, ello supo-nía una ruptura con doscientos años de tradi-ción, caracterizada por una falta de voz propia ypor una sumisión a los intereses de las potenciaseuropeas, principalmente Francia e Inglaterra, ol-vidando nuestra dimensión trasatlántica.

Rupérez nos va mostrando, con profusión dedetalles, cuáles fueron los hitos principales –lasvariaciones– en ese proceso de afianzamientode nuestras relaciones bilaterales. En primerlugar, la visita de los Reyes de España –nues-tros mejores embajadores– a los Estados Uni-dos, del 18 de marzo al 1 de abril de 2001,para reforzar los lazos con algunos de los es-tados –Texas, Misisipi y Florida– de mayor tra-dición hispánica. Recordemos que la poblaciónde origen hispano ha llegado a ser la mayor delas minorías de los Estados Unidos, con un 12por ciento del total, por encima de la afroame-ricana estabilizada en un 11 por ciento.

Otro hito significativo de este proceso fue elgesto, recientemente elegido 43º presidente,de George W. Bush de iniciar por España su pri-mera visita a Europa en junio de 2001. En esanueva etapa, los Estados Unidos querían enfo-car sus relaciones con la Unión Europea de unaforma amplia y diversificada, no sólo a travésde Francia, Reino Unido y Alemania. España,además, constituye un modelo de transicióndemocrática, es una potencia emergente en elmarco europeo y tenía la ventaja de contar conuna cercanía ideológica entre los gobiernos delos dos países. Por supuesto, también ayudabael interés por todo lo hispánico del nuevo pre-sidente norteamericano, manifestada ya desdesus tiempos como gobernador de Texas.

Pero, probablemente, el factor que más ayudó afortalecer las relaciones trasatlánticas fue el en-tendimiento común en la lucha contra el terro-rismo. Primero, en los brutales atentados del 11de septiembre de 2001 contra las Torres Geme-las de Nueva York y contra el Pentágono en Was-hington. Poco después, el 7 de octubre de 2001,comenzaban los ataques de los Estados Unidoscontra Afganistán, que se había llegado a con-vertir, en palabras del propio autor, en el mejorejemplo del “Estado delincuente”, asilo y refugiode los terroristas talibanes y de Al-Qaeda.

Rupérez, él mismo víctima del terrorismo –fuesecuestrado por ETA durante un mes en 1979–,hace un análisis especialmente acertado delfenómeno terrorista. Hasta los ataques del 11-S no eran pocos los que distinguían los casosen que esa lacra constituía un riesgo estraté-gico de primer orden, mientras que otras situa-ciones no dejarían de ser más que una simple“molestia circunstancial” –ETA, el IRA o lasFARC–. Tanto es así, que llega a producirse enmuchas ocasiones la notable paradoja de quelos terroristas acaben convirtiéndose en “lu-chadores por la libertad”.

Especialmente vibrantes son los capítulos quenarran el antes, durante y después de la ac-

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ción militar en Irak, iniciada el 20 de marzo de2003. Después de la primera guerra de Irak de1991, había quedado instalado en la Adminis-tración norteamericana un cierto “síndrome deobra inacabada”. De la mano del diplomáticoespañol descubrimos muchos detalles y mati-ces sobre cómo se vivió ese periodo dentro delpropio Gobierno de los Estados Unidos, en lasdiscusiones del Consejo de Seguridad de lasNaciones Unidas y, por supuesto, en los en-cuentros entre Bush y Aznar en el DespachoOval, Camp David y Crawford. Son también losmeses en que asistimos a las tensiones entrelos mismos socios de la Unión Europea y laOTAN, donde Francia y Alemania se oponen alos planes de los estadounidenses y sus alia-dos, entre los que, además de España y ReinoUnido, hay que recordar que también estabanotros países como Italia, Holanda, Bulgaria, Ru-manía, República Checa y Dinamarca.

Las últimas páginas del libro recogen la pro-funda transformación sufrida en la política exte-rior española tras los atentados del 11-M enMadrid, hasta el punto de que, entre 2004 y

2008, el presidente del Gobierno español no vi-sitara ni una sola vez la Casa Blanca. La formaen que La Moncloa decidió la retirada de las tro-pas españolas de Irak transmitía el mensaje deque España no se comporta de un modo fiabley previsible –relaciones de “educada tibieza” hallegado a llamarlas el propio autor–.

Si bien el tema principal de esta obra son lasrelaciones trasatlánticas, debemos reconocerque constituye también el testimonio en pri-mera persona de un gran servidor público. Alterminar de leer este libro, a más de uno le ven-drán a la cabeza aquellos atinados versos delCantar de mio Cid, en los que me atrevo a in-troducir una pequeña variación: “¡Oh Dios, québuen vasallo si tuviese [siempre] buen Señor!”.En definitiva, estoy convencido de que, comoél mismo ha declarado que le gustaría, el em-bajador Rupérez pasará a nuestra Historiacomo un español que ha hecho y sigue ha-ciendo todo lo posible para que España cuenteen el mundo.

JAVIER SOTA RAMOS

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Liberales. Compromiso cívico con la virtud JOSÉ Mª LASSALLEDebate, Barcelona, 2010

Las palabras “liberal” y “liberalismo” hanhecho correr ríos de tinta entre quienes se hanocupado de la historia del pensamiento polí-tico. Hay un cierto acuerdo sobre la fundación

del liberalismo moderno en torno a los suce-sos revolucionarios y las convulsiones civilesde la Inglaterra del siglo XVII; aunque bien esverdad que algunos prefieren remontarse a los

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comienzos de la edad moderna para situar esapaternidad. Por otro lado, mientras unos hansostenido que hay diferentes tradiciones del li-beralismo a las que subyace una única “con-cepción definida del hombre y la sociedad” (J.Gray, Liberalismo, Madrid, 1994), otros no pa-recen comulgar con esa idea de pluralidad, rei-vindicando una sola tradición verdadera y unaúnica identidad para lo liberal. Está muy ex-tendida la distinción entre dos corrientes o tra-diciones, una más individualista y otra másigualitaria, de raíces culturales y políticas dife-rentes, entre un liberalismo anglosajón y otrocontinental, ambos ligados a procesos revolu-cionarios, pero uno al que se atribuye una pa-sión por la libertad negativa y una relacióncoyuntural con la ruptura revolucionaria, y otroal que se considera subordinado a la pasión ya la violencias revolucionarias, de afanes igua-litaristas y fuertes convicciones sobre las po-sibilidades de conjugar realidad e ideal. Enalgunos casos, siguiendo la línea de pensa-miento dictada por Hayek (Los fundamentosde la libertad, Madrid, 1982, p. 84-85), seconsidera que sólo existe una tradición ge-nuina de liberales, la que arranca de los anti-guos whigs, la que está ligada a una teoría dela libertad “empírica y carente de sistema”,frente a otra teoría “especulativa y racionalista”que fue ganando terreno con la era de las re-voluciones que inauguraron la contempora-neidad e incluso, a decir del autor austriaco,contaminando el liberalismo británico del sigloXIX. Hume, Smith, Ferguson y otros muchoshasta llegar a Burke entrarían dentro la pri-mera, de la que también estarían cerca Toc-queville, Montesquieu o Constant. De esaconfrontación habría surgido, ya en el siglo XX,una tensión de resultados trágicos para la con-formación de la democracia, entre quieneshan concebido ésta como un sistema liberal yquienes han tendido a olvidar que la técnicademocrática nos dice mucho sobre cómo lle-gar al poder y dictar las normas, pero pocosobre el comportamiento del gobernante y elcontenido de la ley.

Por otro lado, desde hace varios lustros diver-sos autores, algunos de mucho peso acadé-mico, han planteado la vinculación entre elliberalismo y el republicanismo, entendido estesegundo como parte de la tradición políticaprocedente del mundo antiguo y ligada a unaconcepción de la ciudadanía basada en la par-ticipación y el compromiso constante, casi re-ligioso, del individuo con la comunidad. Paraellos la verdadera tradición liberal no es la quese ha reivindicado durante décadas, esto es, lade un liberalismo anclado en la protección dela autonomía individual, la limitación del podery el gobierno de la ley, sino la que vincula la li-bertad a la comunidad y al papel que indivi-duos virtuosos y responsables, comprometidoscon el gobierno de lo público, desempeñandentro de la misma. Así, liberal y republicanoquerrían decir una y la misma cosa, en unalínea de continuidad que pese a las múltiplesvariantes iría desde los escritores clásicoshasta Locke, pasando por Maquiavelo e inclu-yendo al mismo Adam Smith. Una inadecuadainterpretación “posesiva” del individualismo yuna aberrante falta de consideración sobre lacondición virtuosa del individuo liberal, propa-gadas durante el siglo XIX y consolidadas en elXX, habrían confundido la esencia republicanadel liberalismo. Un ejercicio irresponsable dedescontextualización de los autores y susobras, así como un ocultamiento ex profeso delvínculo entre comunidad y libertad, estaría enla base del error.

El libro que acaba de publicar en la editorialDebate José María Lassalle, doctor en Derechoy profesor de Filosofía del Derecho, amén dediputado del Partido Popular, se inscribe enparte dentro de este grupo plural y a veces dis-perso de autores que analizan el liberalismo enclave neorromana. No en vano, Liberales, quees continuación de un trabajo anterior sobreLocke. Liberalismo y propiedad (Madrid,2003), lleva un subtítulo tan significativo como“Compromiso cívico con la virtud” y concluyeen su epílogo que: “El liberalismo nació como

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un empeño público y privado a favor de la vir-tud”, siendo resultado del “mestizaje que fun-dió el humanismo cívico renacentista con elpuritanismo religioso” y “propició la apariciónde un individualismo virtuoso” (p. 355). Nadamás y nada menos.

En primer lugar, Liberales es un libro de histo-ria del pensamiento político bien escrito, debi-damente organizado y propio de quien conocelas reglas del mundo académico y las manejacon soltura. No es tanto un trabajo de investi-gación como un ensayo riguroso de la trayec-toria histórica del liberalismo desde laInglaterra de la segunda mitad del siglo XVIIhasta la revolución americana, un ensayo quedebe mucho a lo que el propio autor ya habíainvestigado sobre Locke y a lo que autorescomo Skinner, Pocock o Viroli, por citar sólo al-gunos muy relevantes, han escrito acerca de larevolución inglesa y los orígenes del libera-lismo. Un título tan ambicioso hubiera obligadoa llevar el análisis más allá de Burke, que esdonde se concluye en este libro. Pero Lassalleparece haber decidido cortar en quien él con-sidera uno de los padres fundadores del libe-ralismo virtuoso, tal vez el último heredero deesa tradición whig pura en la que, a decir deLord Molesworth en 1721, “un verdadero whigno teme ser llamado republicano” (p. 189). Entodo caso, el libro finaliza con un epílogomenos académico y más pegado a la actuali-dad, en el que se reivindica un liberalismo di-vorciado de ese “sesgo economicista ylibertario” que lo ha alejado de la tradición re-publicana, es decir, un liberalismo contrario a lainterpretación de Mandeville que lo asocia aun individualismo egoísta, a una idea de pro-piedad enfrentada a la virtud y al papel del Es-tado en la defensa de la justicia social y que,en opinión de Lassalle, no tiene nada que vercon el verdadero liberalismo lockeano, en elque la lucha contra el absolutismo y la corrup-ción habrían estado siempre ligados, tambiénen el caso de Adam Smith, a una concepciónvirtuosa de la libertad y a una idea de propie-

dad debidamente encajada en lo anterior. Asípues, postula Lassalle que el liberalismo delsiglo XXI debe liderar “una invocación de la vir-tud”, una política burkeana de la ejemplaridady el deber que nos proteja a la vez contra latentación del totalitarismo y contra ese “evan-gelio posmoderno” de la “oferta y la demanda”(p. 364 y 365).

Este libro tiene entre sus muchas virtudes la deun despliegue de contextualización política delanálisis de pensamiento. Y esto es de agradecertanto por lo mucho que se puede aprender dela vida política británica entre 1640 y 1791(aunque, por el contrario, la comprensión de ladimensión modernizadora del absolutismo con-tinental brilla por su ausencia) como por elmodo en que el autor parece haber compren-dido uno de los efectos más positivos, a mi jui-cio, de la renovación historiográfica impulsadapor Pocock, entre otros: la necesidad de expli-car las ideas en su contexto, renunciando a esebrutal presentismo que todavía hoy día mani-fiestan algunos fatuos adalides del liberalismo,especialmente entre quienes se entretienen conel insensato despropósito de enfrentar la liber-tad y el Estado. Al fin y al cabo, en palabras delpropio Pocock: “La cuestión general es que laempresa de escribir la historia de las ideas re-velando continuamente nuevos niveles de sig-nificado –y es así como se escribe y comodebería ser escrita– tiene que ser llevada a caboempíricamente y de manera escrupulosa. Losniveles de significado, y de intención, que ofre-cemos desvelar deben ser tales que podamosverificar de manera independiente que real-mente estaban y permanecían allí. Debemostener medios de saber de cuáles de ellos esta-mos hablando en un momento dado”. (“Themyth of John Locke and the Obsession with Lib-eralism”, 1980. Versión española en Historia eIlustración. Doce estudios, Madrid, MarcialPons, 2002, p. 29. La cursiva es mía)

Es Pocock, precisamente, uno de los autores delos que el libro de Lassalle es deudor. Al menos

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de una de las ideas centrales y más polémicasde aquél: se ha perpetuado una “distorsión dela historia” consistente en “exagerar en demasíael papel del liberalismo (o individualismo pose-sivo, o ideología burguesa) dentro de ella”. Y esaobsesión habría llevado a construir un mito delliberalismo en el que tendemos a olvidar queuno de los temas centrales del debate políticoen la era de las revoluciones (incluida la in-glesa) habría sido el lugar de la virtud en la his-toria. (Ibíd., p. 38 y 40-41)

Desde esa postura, Lassalle sostiene que ensus orígenes, de la mano de Locke, el libera-lismo “adquirió la forma de un individualismovirtuoso que asumió el ideal republicano” degobierno, esto es, el de un gobierno “basadoen la cooperación de hombres conscientes delvalor comunitario de defender conjuntamentesus propiedades frente a la arbitrariedad” pro-pia de la tiranía (p. 140). Ya sabíamos que el li-beralismo había nacido del combate contracualquier forma de despotismo y que habíapostulado el imperio de la ley, y por tanto laigualdad civil, como principal garantía de la li-bertad. Pero Lassalle, en la línea de Viroli, daun paso más y sostiene que ese liberalismo fuerepublicano por su compromiso cívico. Influidopor el puritanismo, ese liberalismo cívico teníaen la libertad y la virtud dos caras de unamisma moneda; así, los hombres eran requeri-dos para perfeccionarse “moralmente rehu-sando a la satisfacción de los deseos cuandola razón” lo exigiese. Lo que implicaba que sólomediante un “riguroso hábito que priorizase lamoderación y el freno de las pasiones” sepodía conseguir la verdadera libertad, una li-bertad condicionada por la capacidad delhombre para conducirse de forma virtuosa. Nohay libertad, por tanto, sin perfeccionamientomoral; ni liberalismo, en esta interpretación dela tradición lockeana, sin individualismo vir-tuoso. (p. 144 y 145)

Ese liberalismo, a decir de Lassalle, surge deuna “rectitud de la conciencia” que actúa como

condicionante del “desarrollo de la actividad delindividuo”, una “rectitud de impronta calvinista”que conduce las ideas liberales al terreno del“republicanismo puritano” (p. 155). Ahí está la“raíz” sobre la que se articula el liberalismo alque da forma Locke pero que habría sido posi-ble por las contribuciones de los levellers y au-tores republicanos como Milton o Harrington.Frente a una idea que Lassalle considera equi-vocada y que vincula lo liberal a postulados uti-litaristas, gestada en su opinión en el siglo XIX,el liberalismo es incomprensible sin la movili-zación política inglesa que luchó contra el des-potismo y lo hizo reivindicando una manera deentender la libertad que era inseparable de“unos deberes que operaban con anterioridadal nacimiento de los derechos”. Sin la “exigen-cia moral” del “individualismo virtuoso” no seentiende el liberalismo (p. 155). El control o lapropiedad sobre la propia conciencia asegura,en primer lugar, esa excelencia. Y ésta deriva,con el tiempo, en un control o “sentido moral”de la conducta individual al servicio del biencomún. Una “educación moral”, a decir de lailustración escocesa, transformó el individua-lismo virtuoso de Locke en “benevolente”, esdecir, lo “moraliz[ó] de forma más radical”, su-poniendo que “los hombres se perfeccionabaninteresándose por el bien de los demás”. (p.251) En esa línea, el propio Adam Smith se si-tuaría, a decir de Lassalle, en las “antípodas” detodo “individualismo posesivo”, inserto en la tra-dición del liberalismo republicano contra la co-rrupción, defensor de un gobierno prudente quepermitiera el crecimiento de la riqueza en con-sonancia con un ejercicio virtuoso de la liber-tad; su mercado, el smithiano, no era así un“mercado viciado y propicio a la corrupción”,sino un “mercado para la virtud”, un “ámbito desociabilidad responsable que debía expandirsegracias al Estado.” (p. 286)

Está claro, por tanto, cuál es el propósito deeste libro: asociar el liberalismo a una idea deindividuo en la que la libertad sólo es posiblecomo resultado del buen gobierno, y éste re-

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sultaría inalcanzable sin el adecuado compro-miso de los ciudadanos con el bien común. Lalibertad es una manifestación del control delindividuo sobre su conciencia que le permiteactuar con criterios de virtud en su relación conlos demás, un compromiso virtuoso que a decirde Lassalle sería plenamente compatible conuna teoría de la tolerancia al servicio de unasociedad pluralista.

Pero aquí, precisamente, reside uno de los pun-tos más problemáticos y complejos de Libera-les, un aspecto que nos remite, en definitiva, aun debate trascendental sobre el liberalismo enla historia de las ideas: ¿Acaso no se están tras-figurando –u omitiendo– algunos componentesbásicos de la tradición republicana para lograrque sea compatible con el liberalismo? ¿Cómose ha producido la mutación del republicanismopara que sea posible conciliar la defensa libe-ral del pluralismo, su ligazón irremediable conun gobierno representativo y su rechazo radicala todo “intelectualismo autoritarista” (en pala-bras de Popper) con una libertad entendida entérminos de exigencia moral y virtud?

Porque lo que Liberales no aclara es en quémedida la tradición neorromana que consideraasociada al liberalismo es ciertamente la delrepublicanismo clásico que está en la base deeso que Constant explicó bajo el concepto dela libertad de los antiguos. En Liberales estámuy presente la importancia de dos aspectosen la fundación del liberalismo: la libertad deconciencia y la oposición a cualquier forma dedespotismo. Sin embargo, no se explica sufi-cientemente que si bien el liberalismo triunfóen su lucha contra el Antiguo Régimen y el des-potismo, no fue porque fundara una sociedadde individuos virtuosos que tuvieran la obliga-ción de participar constantemente en la ges-tión de lo público, sino porque inauguró unmodelo de sociedad organizada políticamentepara proteger la libertad individual y la propie-dad sobre la base de que un gobierno repre-sentativo actuaría conforme al imperio de la

ley. Lo que en última instancia protegía la li-bertad no era la virtud de sus ciudadanos o laexigencia moral de sus gobernantes. Lo funda-mental era que el poder estaba limitado y quela ley era la misma para todos. Es decir, lejosde ser la virtud individual el sustento del pro-greso de la libertad, lo era un régimen repre-sentativo diseñado para limitar el poder ygarantizar la igualdad civil.

Todo esto tiene poco que ver con la tradición cí-vica del republicanismo, a no ser que olvide-mos que aquélla considera la libertad de losantiguos como el eje de la sociedad política yque el individuo, lejos de ser libre para decidirsobre su compromiso con el gobierno de lo pú-blico, está obligado a comprometerse. Por elcontrario, en la libertad de los modernos, comoexplicara Constant, la técnica de la represen-tación y el imperio de la ley evitan la conside-ración de la libertad como participación y lallevan a otro terreno, que no es el de la virtudsino el del pluralismo. Aunque Liberales lo pre-tenda, no nos dice cómo puede ser compatibleel respeto del pluralismo con la idea de un in-dividuo sometido a la exigencia moral de an-teponer sus deberes con la comunidad porencima de sus fines privativos. Si la sociedadpolítica liberal ha hecho posible el pluralismode valores en el marco de un rechazo radical atodo seudorracionalismo, es porque ha acep-tado y preservado la idea de que no todos losindividuos estarán de acuerdo al identificarcómo debe comportarse un individuo dentrode la sociedad para ser considerado virtuoso.

Otra cosa distinta es que, como también aña-diera Constant, el individuo se incline libremente–y sea positivo que lo haga– a mantener una ac-titud de vigilancia activa sobre sus representan-tes. Pero eso nada tiene que ver con unciudadano virtuoso de resabios puritanos sinocon una decisión voluntaria en el marco de unasociedad pluralista. Y lo que garantiza el plura-lismo no es la condición virtuosa del ciudadanosino el imperio de la ley y los mecanismos que

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permiten el contrapeso de los poderes. Por elcontrario, da cierto vértigo pensar que la políticadeba estar en manos de los santos, por muybienintencionados que sean. La historia del pe-ríodo de entreguerras es suficientemente signifi-cativa, por no hablar de la raíz comunitarista yvirtuosa que está presente en los nacionalismoscultural-etnicistas. Si la libertad es en primerlugar la garantía de la no interferencia más alláde lo que la ley establece y limita, es decir, la

protección frente a la arbitrariedad del poder, en-tonces habrá que admitir que el individuo puedeconcebir su libertad de una manera poco vir-tuosa, haciendo uso, por tanto, de su “dolorosoprivilegio de elegir” (en palabras de Isaiah Ber-lin en su memorable conferencia “Dos concep-tos de libertad”). Lo contrario puede serrepublicanismo, pero no liberalismo.

MANUEL ÁLVAREZ TARDÍO

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RESEÑAS

La crisis de la España fragmentada*Economía política de la era Zapatero

MIKEL BUESAEncuentro, Madrid, 2010, 291 págs.

En la publicación de “The Economist”, The Worldin 2011, que alcanza ya su XXV edición especialanual, aparece un artículo de Giles Tremlett, ac-tual corresponsal en España de The Guardian,titulado “Se busca líder para salir de la crisis”.De esta colaboración son estos párrafos: “A me-dida que el señor Zapatero perderá aliados porla izquierda, será cada vez más tributario de losdiputados nacionalistas del País Vasco y Cata-luña, que van a exigir una contrapartida. No te-niendo dinero que darles, deberá retribuirlescon parcelas de tierra. Es preciso esperar un re-crudecimiento de las transferencias de compe-

tencias dentro de este país que figura ya entrelos más descentralizados de Europa”.

Esto, por supuesto tiene consecuencias políti-cas y sociales muy serias, pero he aquí que lastiene también económicas. Era preciso verlasde modo muy claro. Eso, cabalmente, es lo quese pone de relieve en este libro del profesorBuesa.

A mi juicio, las cuatro partes de esta obra sonapasionantes. Pero me atrevo a destacar, decada una de ellas, algunos fragmentos que

* Texto editado de la intervención de Juan Velarde Fuertes en la presentación del libro.

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considero que serán situados para siempre enel haber del autor. Mikel Buesa es, por su-puesto, un muy buen investigador de la econo-mía española, y por eso quiero, como colegasuyo, poner de relieve ciertas aportaciones es-pecialmente valiosas. A este respecto señalo,en primer lugar, lo que en la página 40 se lee:“Se puede estimar que por cada punto de re-ducción de las cotizaciones sociales, las ex-portaciones de bienes y servicios puedenaumentar en 0’6 puntos porcentuales. Elloquiere decir –continúa– que, si las cuotas delos empleadores disminuyeran en cinco pun-tos, la exportación podría aumentar en unos7.400 millones de euros, con lo que el actualdéficit comercial disminuiría en un tercio apro-ximadamente”.

También debo destacar la regresión –que cal-cula en la página 82– que muestra el fracasoesencial del Plan E. Dice ahí Buesa: “Si se poneen relación la generación de puestos de tra-bajo por el Fondo Estatal de Inversión Local conla tasa de paro de cada inversión... se apreciaque... la renta de regresión ajustada entre estasvariables muestra un coeficiente de determi-nación (R2) muy bajo, de modo que sólo un2’8% de esos puestos de trabajo se explica porel nivel relativo de paro”. Por eso, en la página85 concluye acertadamente: “A la vista de todolo que se ha expuesto, es difícil encontrar ele-mentos de racionalidad económica en el FondoEstatal de Inversión Local”.

Desde luego tiene un peso político notable laestimación –que se hace en las páginas 153-155– de la carga que significaría para la eco-nomía del País Vasco su independenciarespecto a España. El antecedente lo tenemosen la obra de Mikel Buesa La economía de lasecesión. El proyecto nacionalista y el PaísVasco, (Instituto de Estudios Fiscales, 2004).Léase toda la argumentación y se compren-derá la conclusión: “En consecuencia, elefecto total de los fenómenos descritos secifra en una reducción del producto regional

(vasco) que puede llegar a casi un tercio, el31’2% con más precisión” y “la tasa de parose elevará por encima del 40%”. Por eso, sise siguiese ese camino, el País Vasco regre-saría ”a una situación peor incluso que la quese vivió en los primeros años ochenta, cuandoa la devastadora acción del terrorismo se su-maban los efectos de la reconversión indus-trial”. Añádase –como muestra el modeloincluido en las páginas 155-158– que “elnuevo Estado vasco tendría que asumir un dé-ficit público muy importante nada más iniciarsu funcionamiento... del orden del 9’3% delPIB”, aparte de lo que significa la salida deleuro (páginas 158-162). Todo ello conduce ala comprobación de lo cierto de aquella res-puesta de Jesús María de Leizaola precisa-mente al ser interrogado sobre lasconsecuencias de la “independencia de Eus-kadi”: “Cien años de pobreza” (página 163).

Situaciones similares se exponen para Navarra–“en la década transcurrida desde la indepen-dencia” se habría acumulado “una pérdida del53’7% en el PIB” (página 167)– y para Cata-luña, al eliminar la hipótesis de Sala i Martinde que, inmediatamente, pasaría a ser miem-bro de la Unión Europea y de la Eurozona. Laconsecuencia, con la estimación del efectofrontera que exhibe Buesa y que es de muy di-fícil crítica, sería que la caída del PIB obligaríaa que Cataluña dejase “de ser, entonces, unade las regiones punteras de España para pasara ser un país independiente cuya renta por ha-bitante será similar a la de Grecia, Eslovenia oChipre” (página 175), acompañado de un dé-ficit comercial del 18’8% del PIB (ibidem) y deuno del sector público del 11’0% del PIB (pá-gina 179). Como esa sostenibilidad sería muydudosa, el hipotético “Estado catalán tendríaque emprender una dura política de ajuste que,en ausencia de elementos compensadoresprocedentes del resto de España, inevitable-mente tendría que plasmarse en una reduccióndel empleo en las Administraciones Públicas,[en] los subsidios al sector privado y [en] las

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prestaciones sociales –principalmente, las pen-siones..”.– (ibidem).

Y dicho esto, que me parece de un interés ex-traordinario para mis colegas, sus debates ysu proyección política, paso a continuar en-frentándome con todo el conjunto de estelibro, del que pretendo mostrar las razones desu importancia para todo tipo de lectores y,sobre todo, para la posible lectura de cual-quier ciudadano español. De la primera parte,“Crisis económica y economía territorial”, meatrevo a destacar, en primer lugar, la acertadaexposición (página 26) de la especificidad dela crisis española, porque, como bien se leeen ella, “el mecanismo a través del cual la cri-sis financiera internacional se transmitió haciala economía española no fue el mismo queen el caso de otros países, pues, salvo en al-gunos fondos de inversión marginales, el sis-tema financiero español apenas estabaexpuesto a los activos tóxicos... El riesgo noestaba en verse atrapados (los bancos y cajasde ahorros) por unas inversiones en activosque se desvalorizaban rápidamente; su pro-blema estribaba más bien en que, al haberalimentado el crédito hipotecario que conce-dían a los compradores españoles con la sus-cripción de deuda a medio plazo con losbancos europeos, la drástica reducción de laliquidez internacional amenazaba con colap-sarlos... En definitiva, la banca española sevio atrapada en la crisis no porque tuviese unproblema de solvencia, sino porque en el mer-cado mundial existía un alarmante problemade liquidez... que trasladaron... a las empre-sas industriales y de servicios...” y, de ahí, atodo el conjunto español.

Y no es posible dejar de resaltar el apartado“La fragmentación del mercado nacional” através de las diferentes normativas de lasComunidades Autónomas, tan bien estudia-das por el profesor Cabrillo y donde, porcierto, su índice de regulación muestra unmínimo en el caso de la Comunidad de Ma-

drid, lo que no deja de explicar por qué mar-cha mucho mejor que otras autonomías. Cul-mina eso Buesa con este texto de la página61 referido a todo el conjunto español: “Losestudios académicos realizados en los últi-mos años han señalado que estas desigual-dades normativas no han afectado aún almercado de capitales, aunque están provo-cando que los flujos de capital se orientenhacia las regiones en los que existe mayor li-bertad económica... Se ha podido constatarque las regulaciones autonómicas tienen unefecto negativo sobre las ganancias de pro-ductividad, lo que se traduce en un menordesarrollo de las Comunidades Autónomasen las que la proliferación normativa ha sidomayor”. Se debe agregar que estas autono-mías –según el Índice Cabrillo de Regulaciónde las Comunidades Autónomas– con mayorintervencionismo son, de mayor a menor: Ex-tremadura, Asturias y Aragón. Y las tres demenor perturbación interventora, de menora mayor, en este caso, son: Madrid, Valenciay Murcia. Agréguese que en este libro se do-cumenta cómo “las políticas lingüísticas, es-pecialmente las que afectan al sistemaeducativo, constituyen una barrera a la mo-vilidad geográfica de los trabajadores, demanera que algo más del 60% de los espa-ñoles las ven como una dificultad para acep-tar un empleo que les obligue a cambiar deComunidad Autónoma de residencia” (pá-gina 63).

Todos sabemos que una de las exigencias dela autonomía catalana se basa en el asuntode las balanzas fiscales, planteamiento ini-ciado por Trías Fargas, con un apéndice actualde Sala i Martín (como se destaca en las pá-ginas 90-93). Conviene, en estos momentosen que se ha planteado la cuestión del posi-ble concierto económico para Cataluña, leerlas páginas 93 a 96 de este libro. Su com-plemento, naturalmente, es el estudio que seefectúa sobre el régimen de Concierto econó-mico vasco y navarro (páginas 97-138).

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El segundo bloque de aportaciones es el ti-tulado “Economía de la secesión” y sus muynotables cuantificaciones, que se suelenomitir o simplificar, como es el caso de losplanteamientos de Sala i Martín. Ya acabode comentar esto, especialmente significa-tivo para todo economista y todo político mí-nimamente sensato. En el tercer bloque, “Lasreformas estructurales”, sintetiza MikelBuesa muy bien lo que estamos diciendomultitud de estudiosos sobre una salida dela crisis, en materia de educación, respectoa la necesaria reforma del mercado de tra-bajo –con puntualizaciones como la de lapágina 198–: “Los estudios internacionalesseñalan que el modelo de negociación co-lectiva de tipo sectorial-territorial es el queconduce al mayor divorcio entre salarios yproductividad, y, como consecuencia, resultaser el más desfavorable para el empleo”, de-terminando la necesidad “de tomar distanciacon respecto a los agentes sociales quedicen representar, aunque ello sea dudoso,al conjunto de las clases trabajadoras” (pá-ginas 202-203), duda que se justifica de in-mediato en las páginas 205-210 sobre el“poder sindical”. Y por supuesto pasa a tenermucha actualidad lo que indica sobre la ne-cesidad de reformas en el sistema finan-ciero, con especial énfasis en la cuestión delas Cajas de Ahorros, defendiendo, en lalínea de un trabajo que Jaime Terceiro habíapublicado anteriormente en Información Co-mercial Española, al escribir ahora el profe-sor Buesa, que “solo un cambio institucionalprofundo... puede encarrilar (el sector credi-ticio español) hacia la eficiencia y la estabi-lidad (página 232).

Finalmente, como era lógico, plantea la seriasituación energética española, con un gráfico–el 16.4 de la página 245– que ha pasado atener en estos momentos extraordinaria actua-lidad: un megavatio/hora, en diferentes tiposde centrales eléctricas, costaba 39’0 euros encentrales hidráulicas, 44’4 euros en nucleares,

68’6 euros en las de ciclo combinado, 71’8euros en las de carbón, 84’0 euros en las eó-licas y 430 euros en las fotovoltaicas.

Este repertorio de reformas concluye con elplanteamiento de la precisa alteración del Es-tado de Bienestar con estas certeras palabras,muy dignas de ser escuchadas en estos mo-mentos de evidente confusión en ese terreno,tras recordar (páginas 155-256) que las me-joras logradas en este sentido “no fueronnunca el fruto de la lucha sindical, sino másbien el resultado de las iniciativas de políticosmás bien conservadores preocupados por quelas condiciones de vida de los trabajadores noderivaran en estallidos sociales... Y hay quedecir que sus logros, hasta el presente, fueronnotables. Por ello, ahora que la termita demo-gráfica –término afortunado de Leguina y Fer-nández-Cordón– hace impostergable ladecisión de reformar el sistema de pensiones,lo que se espera de los gobernantes y de quie-nes ejercen la oposición sobre ellos es queaborden este problema con realismo, basán-dose en los mejores estudios disponibles, yplanteen su solución alejados de cualquiertentación populista, haciendo pedagogía de-mocrática y tratando a los ciudadanos comopersonas adultas capaces de entender y asu-mir las medidas que se propongan”.

Y es significativo algo que se suele ocultar yque conviene recordar, como colofón de todaesta postura crítica que hasta aquí se expone.Pues bien, el índice de Gini –que cuanto másbajo es, mejor explica que se avanza en laequidistribución de la renta– había ido dismi-nuyendo en España hasta 30’7 en 2004;pues bien, Mikel Buesa nos destaca cómocuatro años más tarde, en 2008, había su-bido a 31’7. Y a partir de ahí (página 258)efectúa una crítica a lo que parece ser unaparadójica realidad derivada del socialismo:que empeore la distribución de la rentacuando su única base doctrinal era la de igua-lar lo más posible los ingresos. Por ello pide

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(página 263) que “el socialismo abandone lademagogia” actual y se ponga “a la tarea derecuperar sus viejos planteamientos de equi-dad” y que “la derecha se libere de sus pre-juicios” y “recobre.... la mejor tradición liberal”(página 263).

Yo he trabajado mucho –porque permiten ex-plicar mejor las realidades que pasamos atener delante nuestro– las ideas económicasde los políticos. Ahí están mis trabajos sobreFlórez Estrada, sobre Cánovas del Castillo,sobre Silvela, sobre Maura, sobre MiguelPrimo de Rivera, sobre Calvo Sotelo, sobre Ni-ceto Alcalá Zamora, sobre Alfonso XIII, sobreJose Antonio, sobre Franco, sobre Larraz,sobre Suanzes, sobre Ullastres... De ahí queme haya precipitado sobre la cuarta y últimaparte de este libro, titulado “Tres apuntessobre las ideas económicas del PresidenteZapatero”. Léanse las páginas 267 a 288,con una profusión grande de citas entreco-milladas de frases del actual presidente delGobierno, y aseguro que, por lo menos a los

economistas, sencillamente, les tienen quecausar escalofrío.

He aquí, pues, un libro que necesita difundirsey leerse, no ya por los economistas, los empre-sarios y los políticos, sino por todos los espa-ñoles, y hacerlo desde la cruz –con esa cita deuno de los ensayos más lúcidos de uno de mismaestros, el profesor Manuel de Torres, tituladoMisión intelectual del economista, quien seña-laba que una parte esencial de ésta era “la deadoctrinar a la sociedad, la de mejorarla ha-ciéndola más justa y más estable, más progre-siva y equilibrada a la vez”–, a la fecha, conaquello de que el presidente Zapatero mueve lapolítica económica “en la más radical sober-bia, sin compartir el apoyo de ninguna fuerzapolítica, gastando el poco crédito político quele quedaba, dejando claro que carece de con-vicciones ideológicas y poniendo de relieve quesu único interés estriba en sostenerse dentrodel poder”.

JUAN VELARDE FUERTES

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El nacimiento del mundomoderno (1780-1914)CHRISTOPHER ALAN BAYLYTraducción de Richard García NyeSiglo XXI de España Editores. Madrid 2010, 649 págs.

El nacimiento del mundo moderno (1780-1914) es uno de los trabajos más importan-tes de Historia en tanto disciplina que, en unmundo globalizado como el que vivimos, yano puede ser entendida ni explicada como lareunión de piezas más o menos conectadas a

partir de categorías como clase social, nación,religión o cultura. Y esto es así porque suautor, Christopher Alan Bayly (Inglaterra,1945), profesor de Historia Naval e Imperial ypresidente del St. Catharine’s College en laUniversidad de Cambridge, además de ser un

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gran conocedor de la historia del Imperio Bri-tánico (Imperian Meridian, 1989) y uno de losmás profundos historiadores de la India (Ori-gin of Nationality in South Asia: Patriotismand Ethical Government inthe Making of Mo-dern India, 1997, por citar uno de sus últimosestudios publicados), se toma el concepto deglobalización en serio.

Otros historiadores han abordado la historiadel mundo como entidad globalizada. En losaños cincuenta, sucumbiendo a tendenciassocialistas, como en el caso de Eric Hobs-bawn, a quien no obstante C.Bayly tiene encuenta y rinde homenaje (“The Age of Capitales la historia mejor escrita y consistente detodas las que se han publicado en inglés”),algunos redujeron los cambios de la moder-nidad a la lógica del capitalismo industriali-zado y al afán capitalista de maximizar losingresos y “subordinar a [los] trabajadores”.Más próximos en el tiempo se sitúan aquelloshistoriadores que rechazan las grandes na-rrativas históricas por considerarlas cómpli-ces del imperialismo y del capitalismo yreivindican lo premoderno, los discursos frag-mentarios y los localismos.

Como ha señalado Stephen Howe, y reconoceel propio autor (“Este libro no está diseñadopara debatir estos temas de causalidad pro-funda”), C.A. Bayly no es filósofo, sociólogo niteórico, así es que en El nacimiento del mundomoderno no hay debates conceptuales sobremodernidad, nacionalismo, imperialismo, in-dustrialización o Estado. Bayly se sirve de todosaquellos historiadores que “han insistido en lanaturaleza policéntrica de la globalización delmundo moderno (Jack Goldstone, John E. WillsII y especialistas del mundo musulmán) y llevaa cabo una propuesta muy concreta: com-prender la historia mundial como una interac-ción compleja entre la organización política, lasideas políticas y la actividad económica, recal-cando la importancia de las revoluciones in-dustriales en tanto revoluciones de “diálogo” y

con la convicción de que los pueblos delmundo tenían entidad propia y no eran merosimitadores de Occidente.

Los dos grandes temas del libro son la uni-formidad internacional y el aumento de lacomplejidad interna de las sociedades mun-diales o, lo que es lo mismo, la orientaciónhacia una norma común frente a la particula-rización de lo que Bayly llama sociedadesmundiales, que no países o naciones.

La uniformidad moderna se manifestó tantoen el modo de vestir, como en la tendencia ala simplificación de lenguas o en la generali-zación de hábitos como el de la puntualidad,por ejemplo, propiciada por la extensión deluso del reloj. Y según Bayly, no fue “una adop-ción unidireccional de las costumbres euro-peas”, sino el resultado de los vínculosmultilaterales entre distintas sociedades aque había dado lugar la expansión económicade los imperios.

Por paradójico que parezca, en paralelo a launiformidad, también la complejidad de lassociedades mundiales fue en aumento. En elámbito laboral y social, al generarse profesio-nes especializadas que ofertaban sus propiosritos de formación y amparo, es decir, nuevasformas de organización social. En lo econó-mico y financiero, al surgir nuevos núcleos enciudades como Shangai, Teherán y Nagasaki.

La época moderna se inauguró con dos revo-luciones políticas, la francesa y la americana,y a lo largo del siglo XIX se vio sacudida porconflictos concurrentes en Europa (revolucio-nes de 1848 en París), Asia (rebelión milena-rista Taiping contra la dinastía Qing y laRebelión de los Cipayos en India de 1857) yNorteamérica (Guerra de Secesión, que causógran impacto en Centro y Sudamérica y cons-tituyó la primera guerra mecanizada de la his-toria) y se alargó hasta 1914, año de estallidode la Primera Guerra Mundial. Estuvo adere-

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zada por grandes transformaciones industria-les y comerciales que propiciaron el intercam-bio de ideas, conocimientos y mercancías, yfavorecieron el desarrollo técnico como la me-canización de la cosecha y la trilla en Europa yEstados Unidos primero y en otras regionesdespués.

En el plano económico estuvo marcada por elpaso de una sociedad agrícola, en la que todoel mundo compartía valores religiosos y cultu-rales, a una sociedad con una economía mar-cada por el crecimiento de las ciudades y ladiversificación de trabajos y oficios. Y eso esasí, dice Bayly, no tanto porque así ocurrieraexacta y cronológicamente, sino porque así loleyeron e interpretaron los historiadores. Lastransformaciones, eso sí, tuvieron lugar no sóloen Europa, sino en todo el mundo. Esto es, enla China de la dinastía Qing, en la India mogol,en el Japón de Tokugawa, en el Irán Safawí, enel Imperio Otomano y en el Imperio Ruso. Enmuchísimos lugares, las sociedades locales ylas ideas “tradicionales” fueron modeladas yremodeladas por las fuerzas de la modernidadglobalizadora.

Además de la aproximación globalizadora,Bayly realiza una lectura alternativa del papelde la religión en las sociedades modernas, queexplora como componente fundamental de al-gunos movimientos nacionalistas, desde la Ir-landa del Sinn Fein hasta Bulgaria, Japón y laIndia, a partir de la asociación de hinduismo ynacionalismo indio que consiguió el visionariobengalí Vivekananda en su intervención en elParlamento Mundial de las Religiones de Chi-cago de 1893. En estos países, la fe no sólono decayó, sino que se transformó en motoridentitario y aglutinador, al tiempo que ideas ymovimientos pretendidamente laicos, como elsocialismo y el racionalismo científico, eran im-buidos de ideas y actitudes religiosas.

Bayly también asigna un papel importante a lasfuerzas militares, al haber asumido éstas tareastan fundamentales para el Estado modernocomo la elaboración de mapas. Y le presta unaatención fundamental a las transformacionesculturales, que permean las cuatro partes delas que se compone el libro, pero sobre las quese centra al final de la tercera, “El Estado y lasociedad en la era del imperialismo”. Lienzosque intentaban reflejar las naciones emergen-tes en la segunda mitad del siglo XIX; arqui-tecturas que se adaptaban a las nuevasnecesidades urbanas y literaturas que, siendoaparentemente occidentales, valoraban el re-encuentro con las tradiciones locales, desde lasabiduría confunciana hasta la épica del Ma-habharata y el Ramayana hasta desembocaren una situación en la que Picasso, Gropius yJames Joyce, “modernistas que en el siglo XXrompieron los moldes convencionales del arte,la arquitectura y la literatura”, irrumpieran conformas rompedoras con la tradición en el naci-miento del mundo contemporáneo.

Decir que el mundo no es como era haceunos cien años es una obviedad, efectiva-mente. Ahora bien, la lectura de un librocomo El nacimiento del mundo moderno noslleva a concluir que también el conocimientoque tenemos de él ha cambiado y que, portanto, la historiografía necesita una nuevamanera de hacer analogías y comparacio-nes. Por eso se hace necesario que estasnuevas visiones que, por cierto, nada tienenque ver con el multiculturalismo, entren a for-mar parte de la enseñanza e impregnen esoslibros de texto de Ciencias Sociales e Histo-ria que, desde la Primaria hasta la Universi-dad, insisten en descuartizar la realidadhistórica en pequeñísimos e hiperbolizadosreinos de taifas.

LEAH BONNÍN

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Un primer aspecto por el que resulta intere-sante reseñar esta obra obedece a la impor-tancia que en España están cobrando en losúltimos tiempos los estudios sobre autores dela Escuela Austriaca de Economía de la queFriedrich A. Hayek es uno de los principales ex-ponentes. El prólogo lo efectúa Jesús Huerta deSoto (catedrático de Economía Política en laUniversidad Rey Juan Carlos), pionero en nues-tro país en la búsqueda de reconocimientopara la obra de los “austriacos” y maestro debuena parte de los cuadros docentes del Ins-tituto Juan de Mariana.

Desde las primeras páginas de la obra hayun dato que no podemos perder de vista. Losintegrantes de la Escuela Austriaca son auto-res cuyas formulaciones teóricas no forma-ron parte de la corriente académicadominante, aquella vinculada al keynesia-nismo, de ahí que, como sucediera con elpropio Friedrich Hayek, durante un tiempo sufigura y reconocimiento fuera marginal (pág.25). Sin embargo, como apostilla Huerta deSoto, “la crisis y el desprestigio del para-digma científico neoclásico-keynesiano, porun lado, junto con la caída de los regímenesde socialismo real y la crisis de la ingenieríasocial y del denominado Estado de Bienestar,por otro lado, dieron a partir de la segundamitad de la década de los años 70, un ex-traordinario impulso al interés por el estudio

e investigación de las aportaciones realiza-das por los miembros de la Escuela Aus-triaca” (pág. 19).

Esta injusta situación, en cuanto a reconoci-miento por parte de la comunidad científica,tendió a variar en los años setenta con laconcesión del Premio Nobel de Economía pri-mero a Friedrich Hayek (1974) y más tarde aMilton Friedman (1976). A ello se unió elhecho de que determinados partidos políti-cos, como el Conservador británico lideradopor Margaret Thatcher, apostaron por susideas para hacer frente a la crisis, a todos losniveles, por la que atravesaban sus socieda-des, la cual se había debido a un exceso decompetencias asumidas por el Estado (deBienestar). Años más tarde (1989), las tesisde Hayek fueron las motrices cuando los paí-ses del Europa del Este iniciaron sus transi-ciones democráticas.

Estas referencias necesarias tienen que ver conel pasado, pero hay aspectos de la obra deHayek cuya vigencia es actual, siendo el princi-pal de ellos su apuesta decidida por la supe-rioridad de los valores occidentales. Sinembargo, hoy en día vemos cómo la suerte derelativismo que impregna a la clase política hallevado a despreciarlos o, cuando no, a acu-sarlos de ser los culpables de cuantas situa-ciones anómalas tienen lugar.

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La política de la libertadEstudio del pensamiento político de F. A. Hayek

PALOMA DE LA NUEZNueva Biblioteca de la Libertad 7. Segunda edición. Unión Editorial. 2010, 329 páginas.

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Hayek ya percibió este fenómeno décadas atrás:la civilización occidental es superior, en su raízse halla el liberalismo que siempre ha estadoinspirado por la libertad… pero sus principioshan caído en un “insólito descrédito” (pág.199). Dicho con otras palabras: durante el sigloXX, el proyecto liberal se ha desmoronado, entreotras razones porque sus defensores no hicieronlo suficiente por definir sus principios con fir-meza, de ahí que se convirtiera en víctima fácilpara el ataque y embestidas de ideologías riva-les, particularmente el socialismo.

Paloma de la Nuez vertebra su obra en cuatrograndes capítulos, añadiendo un epílogo amodo de resumen de lo expuesto en las pági-nas precedentes. A través de ellos podemos co-nocer no sólo las ideas del personaje objeto deestudio, sino también aquellas obras en lasque las plasmó. La autora respeta escrupulo-samente el lenguaje original (inglés) de Hayekcuando lo cita, lo que enriquece el libro. Asi-mismo, De la Nuez cede el protagonismo aHayek y a sus puntos de vista, que ella nos ex-plica, acerca y relaciona, facilitando la com-prensión y la lectura.

El primero de los capítulos tiene que ver con lavida del protagonista, y el gran acierto de Pa-loma de la Nuez reside en su capacidad pararelacionar hechos profesionales (por ejemplo,amistades intelectuales de F. Hayek) con la for-mulación de las ideas del autor en cada mo-mento histórico. Esta técnica permite al lectorseguir de modo cronológico y ordenado la tra-yectoria de Hayek y ver qué causas motivaronsu pensamiento así como las influencias querecibió, especialmente la de Ludwig Von Mises,a quien conoce en 1921 (pág. 53).

Con esta exposición lineal, Paloma de la Nueznos hace una radiografía escueta pero completade la historia del siglo XX (el ascenso del fas-cismo en Alemania y Europa central, las com-plicaciones de los liberales en Reino Unido trasel gobierno de coalición de 1918, los proble-

mas de los tories bajo los liderazgos de Baldwiny Chamberlain y, más tarde, las críticas, con uncierto toque de desprecio, del primer ministroClement Attlee hacia Hayek, puesto que sustesis se apartaban de la ortodoxia del Estadode Bienestar que el Labour Party quería im-plantar, y así hizo, en Reino Unido).

Enlazando con esta última idea, fue descorazo-nador para Hayek presenciar in situ cómo el li-beralismo anglosajón (del que se considera uncontinuador) era fagocitado y daba lugar a unanueva configuración del Estado; el cual asumíaun papel protagonista del que antes carecía,que en última instancia alteraba sus relacionescon la sociedad convirtiéndose en un reguladordecisivo del orden social (pág. 70).

Esta etapa de los años cuarenta es fundamen-tal. En 1944 Hayek publica Camino de servi-dumbre con el que inicia sus ataques alcolectivismo y alerta de los peligros que en Eu-ropa occidental tenía el exceso de protago-nismo asumido por el Estado en su búsquedade un mayor nivel de igualdad social, esto es,tomando funciones redistributivas (pág. 70)que van en contra del orden espontáneo delmercado (pág. 233).

Esas ideas, insistía Hayek, habían servido debase a la aparición y consolidación de los to-talitarismos, primero en Alemania y más tardeen la URSS. En Camino de Servidumbre así loilustró. Él se veía en la obligación de hacerlo,aunque sabía que con ello ofendería a perso-nas (intelectuales) con los que le unía una pro-funda amistad (pág.74).

En este sentido, aunque nos lo deja caer a lolargo de la obra, es en la parte final de ésta, enconcreto en el capítulo 4 (“El pensamiento po-lítico de Hayek”), donde la autora desentrañalas teorías que el austriaco tiene sobre las fun-ciones del Estado. Hayek distingue entre (fun-ciones) legítimas e ilegítimas, apreciándose eneste punto una evolución, en el sentido de que

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las reduce conforme avanza su producción bi-bliográfica. Así, por ejemplo, en Camino de Ser-vidumbre acepta que entre las competenciasdel Estado se encuentre la de emitir moneda,algo que niega años después en La fatal arro-gancia. Se mantienen como funciones estelaresla defensa y la policía, proteger la propiedad pri-vada, incentivar la investigación, puntualizandoque cuando el Estado ofrezca bienes colectivos,deberá seguir la máxima de que su coste seainferior a los beneficios (pág. 260). Éstas seríanlas funciones legítimas; sin embargo, con elpaso de los años, el Estado ha ido asumiendoalgunas otras (ilegítimas), algo que Hayek noacepta y que están orientadas al logro de la re-distribución de la renta y de la igualdad mate-rial. Esto último supone los mayores peligrospara la libertad, y así lo cree cuando afirma queel concepto de “justicia social” es un productoclaro de la demagogia democrática (pág. 265).

Aquí aparece otro punto fundamental de laobra de Hayek que Paloma de la Nuez explicacon precisión: cuando se define a sí mismocomo crítico de la “democracia contemporá-nea”, es decir, de la que se ha venido desarro-llando desde 1945, pues ha servido como“caballo de Troya” para que se introduzca el so-cialismo. La justificación es clara, ya quecuando la democracia “se identifica con idea-les igualitarios, se convierte en el pretexto paraque el gobierno interfiera más y más en elorden social espontáneo. Se confunden ideasque son socialistas con las democráticas, y seolvida que los principios del socialismo y losde la democracia son incompatibles” (pág.269). Ahí no acaban las nefastas consecuen-cias: “además, el colectivismo, que degrada lasdemocracias, produce una expansión grandede la burocracia –de los técnicos y de los ex-pertos que suplen la ineficacia de las asam-bleas y que apenas están controlados ya porellas– y de la centralización” (pág. 270).

Esto no significa que se oponga a la democra-cia, de la que se muestra como gran admira-

dor. La solución por la que apuesta es una granreforma institucional con un retorno a la divi-sión de poderes y al gobierno bajo el imperiode la ley (ya que el problema es que se ha ol-vidado el principio liberal de la limitación delpoder) con dos grandes cámaras: la legislativa(que sería el verdadero cuerpo legislativo) y lagubernamental, que “expresaría la voluntad dela gente sobre las necesidades concretas queconviene adoptar“(pág. 271).

No debemos perder de vista otra parte impor-tante de la obra, como es la dedicada a explicarlos fundamentos epistemológicos y metodológi-cos de su filosofía. En este apartado una tesisdomina al resto: rechazo incondicional a que losmétodos de las Ciencias Naturales puedan serválidos para las Ciencias Sociales, de tal modoque frente al concepto de “ingeniería social” élcontrapone la “espontaneidad social”. Hayek loexplicaba en los siguientes términos: “existe lainnegable tendencia de las mentes instruidas enlas ciencias físicas, así como de los ingenieros,a preferir un acuerdo deliberadamente creado alos resultados del crecimiento espontáneo, ac-titud influyente y común que con frecuenciaatrae a los intelectuales hacia los esquemas so-cialistas” (pág. 123). Esta premisa tenía su re-flejo en que, por ejemplo, no se oponía al uso delas matemáticas en la economía, aunque debe-ría hacerse con limitaciones.

Consecuentemente, Hayek prefiere apostar porla libertad en vez de por la razón, ya que aqué-lla es un valor absoluto (pág. 196). De lo quese trata, por tanto, es de luchar para que ganeadeptos, pues “hay que defenderla como unprincipio fundamental que no se sacrificanunca ante otras consideraciones y al quesiempre se es fiel” (pág. 196).

El Capítulo 3 (“Hayek en la historia de lasideas”) es clave en este libro. La autora nos ex-plica la importancia que para el vienés tienenlas “ideas” y analiza su distinción entre un libe-ralismo continental y otro anglosajón. Hayek

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vierte sus críticas contra el primero (porque“todo él está impregnado de racionalismo”,mientras que él sostiene justo lo contrario: quela razón es constitutivamente limitada). Obvia-mente, se identifica con el segundo, el cualtiene como gran exponente a la Ilustración es-cocesa, y dentro de la misma, a David Hume ya Adam Smith, aunque sin descartar las in-fluencias de Edmund Burke (y su defensa tantode la tradición como del binomio propiedad-li-bertad) y de Emmanuel Kant, quien exigió plenalibertad para que cada individuo pudiera haceruso pleno de su razón, ya que “al transmitirse elconocimiento a través de las generaciones, unageneración no puede condenar a la siguiente aque esté en tal situación que no pueda ampliarsus conocimientos. La civilización no es un pro-ducto, sino un proceso” (pág. 192-193).

Es más, como hemos dicho en las líneas pre-cedentes, Hayek se considera continuador delliberalismo anglosajón, de ahí que sostengaque la razón es “limitada e imperfecta”, deri-vándose una consecuencia que va contra lasbases del racionalismo: “el ser humano no esomnipotente y debe reconocer los límites de

su poder aprendiendo a contar con su igno-rancia y falibilidad” (pág. 178).

Siguiendo con este hilo argumental, Hayekafirma que la planificación es inferior a la eco-nomía libre, porque impide el mejor uso del co-nocimiento disperso entre los miembros de lasociedad (pág. 179). Además, en una socie-dad planificada no está permitido que el indi-viduo obtenga ventajas de su conocimiento detiempo y de lugar.

En definitiva, mientras el intervencionismo delEstado provoca desorden y situaciones injus-tas, es el mercado el que con su libre funcio-namiento genera el orden, y es que, “al fin y alcabo, una intromisión del gobierno en este ám-bito es un acto de coerción que busca una fi-nalidad concreta: es un mandato en un ordenque se define como nomocrático. (…) No obs-tante, la historia de la humanidad ofrece másejemplos de interferencia del poder político enel orden espontáneo del mercado que de locontrario” (pág. 231).

ALFREDO CRESPO ALCÁZAR

Lo que quiero es comprenderSobre mi vida y mi obra

HANNAH ARENDTEditorial Trotta, Madrid, 2010, 300 págs.

Si hay un gigante del pensamiento filosóficoy político tan a menudo citado cuanto super-ficialmente leído y peor comprendido –espe-cialmente por la izquierda española– ése es

sin duda Hannah Arendt. Y es que al pano-rama caótico de las innumerables edicionesen castellano de su obra en forma dispersa yfragmentaria con traducciones muy desigua-

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les, se suma algo que cada vez se ve con másclaridad en el estudio arendtiano: a saber, elinmenso bagaje metafísico –y también teoló-gico– que soporta y presupone el entramadode sus tesis políticas ciertamente geniales yya imperecederas. Mas es precisamente dela ontología clásica y moderna de lo que seencuentra ayuno ese pensamiento de iz-quierdas nuestro que ha pretendido apro-piarse –con la perezosa omisión de otros– deuna figura inaprensible e inclasificable comoes nuestra pensadora hannoveriana, tantopor sus honduras como rigurosidades. Poreso, en calidad de alumna aventajada deJaspers pudo escribir hacia 1948 en su de-dicatoria a su maestro la siguiente declara-ción de principios: “Sólo importa la verdad yno las cosmovisiones”. Y toda su vida no fueotra cosa que un aspirar continuo –fuera enHeidelberg, París o Nueva York– al cumpli-miento de dicha máxima.

De ahí que resulte tan oportuno en estostiempos de ruina política y banalización delpensamiento, la publicación de un libro delcalado y seriedad como el que nos ocupa,estructurado en dos partes complementariassegún división felizmente acertada. La pri-mera se ha dedicado a respuestas queArendt dio a cuestiones sobre su persona yobra, donde se incluyen su ya legendariacarta-réplica del 20 de julio de 1963 a Scho-lem, seguida de dos entrevistas televisivasimprescindibles: la concedida a Thilo Koch enenero de 1964 sobre la controversia gene-rada por su reciente Eichmann en Jerusalény la sostenida con el periodista alemán Gün-ter Gaus en la cadena pública ZDF transmi-tida en octubre de 1964. No menosimportante –dado que se produce en 1972en la madurez última de su pensamiento tresaños antes de morir– resulta el coloquio quesostiene con sus colegas y amigos en Toronto(entre los que se encuentran Christian Bay,Hans Jonas, Mary Mcarthy y C.B Mcpherson,nada menos) con ocasión de un congreso

dedicado a ella. El corolario de su postreraentrevista a Roger Errera en 1973, cuyo textoy transcripción ha rescatado tan meritoria-mente Ursula Lundt, nos da una idea cabalde lo que supuso en Hannah Arendt la vo-luntad de comprender, como se ratifica en laparte segunda que recoge un elenco de sucorrespondencia dirigida conjuntamente a sumaestro, mentor y amigo, Jaspers, y a su es-posa Gerturd.

Y es que el afán de comprender arendtianonace de su descubrimiento ya en 1945 dela insuficiencia de la razón en su uso teóricoy práctico para asignar las categorías usua-les que puedan formalizar adecuadamenteun shock de la experiencia tal que Auschwitz.Ante el ex novo del Lager nuestro entendi-miento se ve abocado a la bancarrota en sudoble facultad de comprensión y de juicio,lo que comporta la subsiguiente quiebracomprensiva, además, de las ciencias socia-les ante el universo concentracionario. Han-nah Arendt captó antes que nadie y nosenseñó el carácter de unicum del totalita-rismo en tanto que acontecimiento dotadode pura gratuidad y superior a sus causas ypor tanto inexplicable con esos “crímenes noprevistos en el Decálogo”, como escribiría enotro lugar.

Desarmado pues el sentido común por el sin-sentido del terror inherente al totalitarismo,rendida la razón práctica ante el “mal radical”kantiano que éste representa y recusada larazón teórica en su posibilidad tanto de unconocimiento analógico como causal delmismo, ¿qué nos queda pues?, se preguntaráconsecuente y desesperadamente el lector.Queda entonces, dirá Arendt, precisamente lavoluntad de comprender por más que se nospresente prima facie un mundo así como cier-tamente incomprensible. Y este “querer com-prender” se nos presenta como una cuestiónvital, pues sólo si comprendemos podemosestar reconciliados con el mundo, en este

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caso con un mundo en el que ya son posibleslos gobiernos totalitarios.

Claro que, como el lector atisbará, un com-prender tal se nos aparecerá, además de unaextraña empresa, como una tarea infinita quenos lleva a un precipicio vertiginoso más alláde los asideros tradicionales que quedaronherrumbrosos en las chimeneas del Lager. Ycon todo, nuestra pensadora nos compele ano ceder a la tentación de la desesperaciónni a la del desprecio de la humanidad. Y parauna esperanza tal nos provee de una sor-prendente razón agustiniana: el corazón hu-mano es lo único en el mundo capaz detomar sobre sí la carga que el don divino dela acción ha puesto sobre nosotros, para sera su vez comienzo de nuevos acontecimien-tos, esta vez filiados en la bondad. El con-cepto de ordo amoris de San Agustín, quehabía trabajado doctoralmente en su juven-tud, vuelve a aparecer una y otra vez así quepasen los años. Como deducirá el lector, muyserias y perentorias resultan las cuestionesde las que habla y escribe Arendt en estaobra ya imprescindible, enhebrada desde laprimera a la última página por la aseveraciónque había formulado en otro tiempo y lugar:“Comprender es el modo específicamentehumano de estar vivo”.

Y para ayudarnos a ello, va el libro acompa-ñado de unos apéndices que resultaban del

todo necesarios para poner orden y seriedaden la selva selvaggia de la inmensa produc-ción arendtiana. El anexo primero, elaboradopor la propia editorial –en virtud de su polí-tica de excelencia– recoge de forma exhaus-tiva, numerada y cronológica, la opera omniade Hannah Arendt tanto en sus originales enlengua alemana como inglesa, aportando asíun inmenso valor orientativo para los lecto-res y estudiosos de nuestra pensadora. Y enotro plus de calidad, se adjunta además elminucioso complemento de la bibliografía deArendt en español a cargo del mejor conoce-dor en nuestro entorno –a juicio mío y de al-gunos más– del pensamiento y obra de lapensadora judeo-alemana: Agustín Serranode Haro, de quien algún día esperamos elgran libro que sintetice el pensamientoarendtiano.

Y al cerrar páginas tan deslumbrantes, bienpodemos aplicar a ella lo que escribió sobreJaspers con ocasión de su homenaje: “La pa-sión por la luz gobernaba su existencia”,mientras asistimos perplejos y desazonadosa otros acontecimientos que exigen nuestraesforzada comprensión. Entonces, uno nopuede dejar de echar de menos aquellos susgrandes ojos que nos ayudarían hoy a mejormirar, esto es, a comprender cordialmente,por lo tanto a transformar.

IGNACIO GARCÍA DE LEÁNIZ CAPRILE

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A veces las editoriales nos sorprenden po-niendo a nuestra disposición obras maestrasque son clásicos, y Discurso de la servidumbrevoluntaria, publicado originalmente en 1576,en el momento en que se estaba asentando elEstado en Francia, es toda una obra clásica,en cuanto a “que se tiene por modelo digno deimitación en cualquier arte o ciencia”, segúnrecoge la definición literal del Diccionario de laReal Academia Española de la Lengua. Se tratade un texto breve, intenso, contundente, que sesitúa en las antípodas de los textos kilométri-cos, pesados, tediosos e incomprensibles pu-blicados por la mayoría de los gurús delpensamiento contemporáneo. Muchos autoreshan imitado este texto, precisamente por serun dechado de virtudes y brillar inmaculado dedefectos, pero nunca han conseguido ni supe-rarlo ni tan siquiera igualarlo. Por si esto fuerapoco, la edición que publica Tecnos es bilin-güe, reparando así la injusticia que se habíacometido con este texto, que había sido tradu-cido en diversas ocasiones al castellano, perosin contar, aún, con la posibilidad de confron-tar la versión española con la original francesa.

Estamos ante una obra que, generación trasgeneración, posee plena actualidad y fascinaa sus lectores, porque la tiranía, lamentable-mente, ha existido, existe y existirá, ya que esun concepto que, como la propia Historia, esdinámico y, por esta razón, ha ido evolucio-nando con el paso del tiempo. Otro pensador

francés, Alexis de Tocqueville, expresó estaidea de modo magistral en una célebre frasede La Democracia en América: “Cadenas yverdugos, ésos eran los toscos instrumentosque empleaba antaño la tiranía; pero ennuestros días la civilización ha perfeccionadohasta el mismo despotismo, que parecía, sinembargo, no tener nada que aprender”.

A diferencia de lo que suele ser habitual en lostextos filosóficos, este libro transmite emocio-nes, así que no tiene nada que ver con la im-personal frialdad científica de las obras dePensamiento Político al uso. De este modo, sepuede configurar el resumen de esta obracomo un mapa de las emociones o sentimien-tos que provoca su lectura. Sin duda, una delas más repetidas es la perplejidad que pro-voca la reflexión sobre la servidumbre. La Boé-tie no puede explicarse cómo es posible quetantísimos hombres, de tan distintos lugares,soporten la tiranía de un único amo que, sor-prendentemente, posee la fuerza que ellos mis-mos le dan, y que no podría hacerles ningúndaño si dejaran de sostenerlo. En conclusión:“que un solo hombre oprima a cien mil y losprive de su libertad, ¿quién podría creerlo sisolamente lo oyera y no lo viese?” (pág. 13).

El pensador francés, pese a su análisis crítico,es capaz de entender que los ciudadanos, pu-diendo elegir entre ser sometidos o ser libres,rechacen la libertad y acepten el yugo y la ti-

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Discurso de la servidumbrevoluntariaÉTIENNE DE LA BOÉTIEEstudio preliminar, versión española y notas deJosé de la Colina Madrid, Tecnos, 2010. 160 págs.

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ranía, incluso cuando ésta se vuelve más in-soportable. ¿Cuáles son las razones para queexista tal situación? Una de las más impor-tantes, con carácter general, es la seguridad ocomodidad. Los hombres prefieren vivir mise-rablemente a la incertidumbre de vivir en li-bertad. Es más, con su comportamiento,parece que desprecian la libertad, pues si ladeseasen, la obtendrían simplemente dejandode sostener al amo que los humilla.

De todos los enemigos que un ser humanopuede tener, el peor, para el autor francés, es eltirano, casi el único en verdad: el enemigo. Unenemigo que devasta las tierras, saquea lascasas y se lleva a los hijos de aquellos que lesirven. Paradójicamente, los ciudadanos, apesar de ello, no dudarán en luchar briosa-mente en las guerras que su amo emprenda ysacrificar su vida por éste, si llegase a hacerfalta. ¿Cómo comprender que los ciudadanostengan una férrea voluntad de servir en lugarde mostrar amor por la libertad? ¿Dónde que-dan la igualdad y la libertad del ser humano?

No hay duda de que todos somos iguales, yaque somos hermanos, hijos de Dios, y al seriguales, somos libres por naturaleza. El hechode nacer libres implica un deber que, a menudo,olvidamos: la obligación de defender la liber-tad. ¿Por qué no lo hacemos entonces? Paraque los hombres se dejen someter, según LaBoétie, “es necesaria una de dos cosas: o quese les obligue, o que se les engañe” (pág. 43).Las siguientes generaciones de hombres some-tidos nacen, por tanto, bajo el yugo y pese a quela naturaleza los hace libres, la educación losforma y moldea como siervos, a la manera queestablece el amo. En definitiva, el primer motivode la servidumbre voluntaria es la costumbre.

El tirano, pues, hace todo lo posible para em-brutecer a los hombres que gobierna, que sevuelven cobardes con facilidad y que, en pocotiempo, serán incapaces de emprender cual-quier acción de grandeza, lo que transmite

mayor seguridad y confianza al tirano, si cabe,sobre su auténtico poder. El pueblo, nos ex-plica el autor francés, se muestra, entonces,tan bien dispuesto al tirano que éste jamástuvo mayor facilidad para engañarlo que enlas ocasiones en las que más se burló de susciudadanos. Sin embargo, los tiranos, paraafirmarse todavía más en su poder, convier-ten la tiranía en una especie de religión, en laque los ciudadanos son sus fieles devotos.

La Boétie sostiene que el tirano no está solo.Por desgracia, siempre hay numerosos hombres(casi tantos como aquellos que desean la li-bertad) que se le acercan, se agrupan en tornoa él y le sirven de sostén con la finalidad decompartir el botín, soñando con ser los susti-tutos de su amo. De estos secuaces, son pocoslos que no llegan a probar la crueldad del ti-rano en sus propias carnes, así que si tienen lasuerte de enriquecerse, sus ganancias seránefímeras, pues, al final, pasarán a manos delamo. ¿No sería éste un caso, por fin, en el quese encuentra una justicia ejemplar y poética?

El libro termina con la confesión al lector de LaBoétie sobre su creencia de que la tiranía enfu-rece a Dios, de tal modo, que éste reserva a lostiranos y sus cómplices una pena específica. Pa-rece, por tanto, que el texto, como no podía serde otra manera, acaba del modo más tenebroso,pero también existen en él reflexiones lumino-sas sobre algunos sentimientos que no se debenobviar. Finalicemos, pues, con un párrafo res-plandeciente sobre un sentimiento que necesitala igualdad, antes señalada, para existir: “Laamistad es cosa sagrada y santa. Sólo existeentre la gente de bien. Nace de una mutua es-tima y no se mantiene por los regalos sino por ladecencia. Lo que hace a un amigo confiar en elotro es el cumplimiento de su integridad. Tienecomo garantías su buen natural, su fidelidad, suconstancia. No puede haber amistad allí dondehay crueldad, deslealtad, injusticia” (pág. 101).

DAVID CARRIÓN MORILLO

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El mal nunca está únicamente a nuestra es-palda”. Esta frase puede resumir el mensajecontenido en La experiencia totalitaria. La con-clusión a la que Tzvetan Todorov hace llegar allector: lo importante (y lo posible) es ser capazde domesticar el mal.

Todorov quiere lanzar un aviso a los ciudada-nos del siglo XXI, las situaciones que llevaronal sufrimiento causado por los totalitarismosdel siglo XX no son únicas ni irrepetibles. Losculpables de esos crímenes eran humanos,no animales.

Gracias a la presentación de la vida y obra dealgunos personajes y de algunos episodiosconcretos de la historia podemos recibir porvías diferentes la advertencia de autor: “¿Pue-den aprender algo de la historia de los regí-menes totalitarios los actuales habitantes delos Estados liberales, que nunca los han co-nocido y que no corren el peligro de conocer-los? Me empeño en creer que sí. Hoy en díaestos regímenes están muertos o moribundos,pero su historia sigue siendo de actualidad,ya que permite entender mejor las luchas quehan forjado nuestra identidad política actualy, esperemos, ofrecer resistencia a las prácti-cas que reaparecen en el propio seno de lasdemocracias”.

La resistente francesa Germaine Tillion, pri-mera protagonista del libro, afirma: “Toda so-ciedad contiene en sí el germen del odio, delmiedo y del crimen que en las condicionesadecuadas pueden convertirse en monstruo-sidades”. Y ésta es una de las tesis funda-mentales de La experiencia totalitaria: loscriminales más bárbaros eran como nosotros.No debemos levantar un muro entre ellos ynosotros porque estaremos poniendo trabas anuestro conocimiento y a nuestras posibilida-des de impedir tragedias futuras.

El recuerdo y la memoria son útiles para evitaralgunas repeticiones nefastas para la humani-dad, pero “la memoria sólo puede servir de re-medio contra el mal si aceptamos buscar lasrazones del mismo en nosotros, no sólo en losdemás, a los que consideramos diferentes”. Elanálisis de la memoria y de la justicia es unaparte fundamental de esta obra. Es necesarioplantearse cómo la memoria y la justicia, malempleadas y desviadas de su misión original,no evitarán que determinadas situaciones serepitan. Se trata de buscar “los mecanismosque engendran” el mal para neutralizar suefecto. No es necesario que se den todas lascaracterísticas del Estado totalitario para quese reproduzcan algunas de sus prácticas, de-bemos estar atentos, no esperar a que “los su-

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La experiencia totalitariaTZVETAN TODOROVGalaxia Gutemberg. Círculo de Lectores. Barcelona, 2010. 314 páginas.

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frimientos humanos alcancen los niveles deAuschwitz” para actuar.

A lo largo del libro, y en palabras de personasdiferentes como Germaine Tillion, RaymondAron o Primo Levi, encontramos una justifica-ción a las advertencias del autor: el bien y elmal forman parte de nuestras potencialida-des, se trata de averiguar qué condicioneshacen que el mal domine para poder contro-larlo. La educación no basta para prevenirtodos los desastres, pero eso no la hacemenos necesaria. Raymond Aron nos invitadesde estas páginas a “no contentarnos conla indignación virtuosa, ponerse en el lugar delos hombres de acción, no sólo criticarlos ennombre de elevados principios, reflexionarsobre lo posible y no sobre lo deseable, nodejarse llevar por bellas palabras, sino poner-las a prueba con los hechos”.

Los protagonistas de la historia que Todorovpresenta en esta obra no pretenden ser héroesni dar respuestas absolutas a los grandes pro-blemas de la humanidad. Eran personas quetenían dudas, y lo reconocían, que en algunosmomentos fueron incomprendidas e inclusomarginadas por exponer sus ideas. Personasque, sin caer en el relativismo, se mostrabancontrarias a trasponer el pasado al presente nia condenar a los culpables con fines educati-vos o más allá del objetivo de impedir que vol-vieran a hacer daño. Son personas que siguensu conciencia, admiten sus equivocaciones yestán dispuestas a corregirlas.

Puede resultar un capítulo provocador el de-dicado a la relación entre dictadores y artistasde vanguardia. “El modelo artístico trasladadoa la vida política es necesariamente no igua-litario, ya que algunos elegidos desempeñanel papel del artista, que no se ve limitado porcoacción alguna, mientras que las masasdeben contentarse con ser material inerte”,explica Todorov. Acostumbrados ya a la expre-sión de la ingeniería social nos sorprende conotro tipo de ingeniería más aterradora, la delos “ingenieros del alma humana” de los regí-menes totalitarios.

En la introducción encontramos una crítica ala obra de Hayek, según Todorov un “ultralibe-ral”, por tener un planteamiento monistacomo sus enemigos totalitarios. Esta adver-tencia no tiene reflejo en el resto de la obra,como sí lo tiene su defensa de la no inter-vención en asuntos internacionales.

Pero además de la advertencia sobre losactos del pasado (no exclusivos del mismo)encontramos un mensaje positivo: diferentesacciones de distintos colectivos pueden com-plementarse hasta lograr un objetivo positivo.Nos muestra el ejemplo de la salvación de losjudíos búlgaros, pero en realidad hace pensarque entre los restos de la violencia masiva delsiglo XX, repetible aunque sea a menor escala,hay ejemplos del bien que debemos tenerpresentes.

CARMEN IGLESIAS CAUNEDO

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